JULIETA CAMPOS El Lujo del Sol ANTE LOS MONSTRUOS · MONSTRUOS Por Fernando García Ramírez...

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E s e e n a r . I o JULIETA CAMPOS El Lujo del Sol Son éstos los testimonios palpables y "isibles de la memoria, eivos como otros tantos lenguajes, que destiló el pasado: la suma de manifestaciones que, en tomo a la lengua y la palabra, , integran la cultura popular de Tabasco. Fotografía Pablo Méndez + JULIETA CAMPOS Bajo el Signo de Ix Bolon Tabasco es obra del agua: delta de dos rios que precipitan su caudal desde las alturas de la sierra, son sus tierras alu"ián que muda de rostro sin tregua y, con su marca la biografia de los hombres. Fotografía Gerardo Suter GOBIERNO DEL ESTADO DE TABASCO FONDO DE CULTURA I! ECONÓMICA L _ _ -,' I - - , . !"! " '. - .c.J-: LA INDIFERENCIA ANTE LOS MONSTRUOS Por Fernando García Ramírez Los sueños delirantes de la razón de Es- tado (la más fanática de las razones) le- vantaron sus templos, también, en el cen- tro de Europa: Auschwitz, Treblinka, Maj- danez. La ldeoloqla, originalmente, según Marx, era una deformación una "concien- cia falsa" determinada por las relaciones sociales. ¿Qué pasó después? El siglo XX, el nuestro, será recordado como el siglo de las ideologías, pese a los esfuerzos an- tiutópicos, pese a la desesperanzada mi- rada con que las generaciones finisecula- res observamos a las tlrantas reales naci- das de las ldeologlas ideales, de izquierda o derecha, lo mismo da. Eldesprestigio ab- soluto -al menos entre la intelectualidad liberal- de los regrmenes total itarios de derecha se inició al término de la Segun- da Guerra. Los regrmenes totalita rios de izquierda, ante esa misma intelectualidad, han corrido con mayor fortuna . Gide los denunció y no fue escuchado. Poco a poco los intelectuales europeos abandonaron sus posiciones obligados por los ecos de los lamentos surgidos de los campos de concentración soviéticos. El desenc ant o puede decirse que se inició en los años cincuenta. Fue un proceso largo , amargo : no fue fácil terminar el idilio con la últ ima de las ideologras utópicas del siglo, no tan - to porque se sintiera aprecio teórico por sus postulados mesiánicos sino por el pá- nico de encontrarse ante el presente, con - creto y múltiple, sin el apoyo de una ideo- logra-¡:educcionista y redentora. Hoy, el de- sencanto ante la ideoloqra totalitaria de izquierda es tan común que se ha conver - tido en un fenómeno de mercado (lo cual no indica que se haya razonado debida- mente); Milan Kundera, para poner el ejemplo más evidente, encabeza con fre - cuencia las listas de los libros más solici- tados. Esta divagación no es ociosa. Un escritor checo, como Kundera, desde el centro de Europa lanzó un quejido, grave como la voz de un dinosaurio y a pesar de ello armonioso, un quejido salido de un sa- xofón bajo. Cuando, escudándose en alguna ideo - logra, se prohíbe la música -o alguna for - 68 _

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Page 1: JULIETA CAMPOS El Lujo del Sol ANTE LOS MONSTRUOS · MONSTRUOS Por Fernando García Ramírez Lossueños delirantes de la razón de Es tado (la más fanática de las razones) le vantaron

E s e e n a r.I o

JULIETA CAMPOSEl Lujo del Sol

Son éstos los testimoniospalpables y "isibles de la

memoria, eivos como otrostantos lenguajes, que destiló el

pasado: la suma demanifestaciones que, en tomo

a la lengua y la palabra, ,integran la cultura popular de

Tabasco.

FotografíaPablo Méndez

+JULIETA CAMPOS

Bajo el Signo deIx Bolon

Tabasco es obra del agua:delta de dos rios que

precipitan su caudal desde lasalturas de la sierra, son sustierras alu"ián que muda derostro sin tregua y, con sumudan~a, marca la biografia

de los hombres.

FotografíaGerardo Suter

GOBIERNO DELESTADO DE TABASCOFONDO DE CULTURA

I! ECONÓMICA

L _ _ -,' I

- - ,. !"!

" '. - .c.J-:

LA INDIFERENCIAANTE LOSMONSTRUOSPor Fernando García Ramírez

Los sueños delirantes de la razón de Es­tado (la más fanática de las razones) le­vantaron sus templos, también, en el cen­tro de Europa: Auschwitz, Treblinka, Maj­danez. La ldeoloqla, originalmente, segúnMarx, era una deformación una "concien­

cia falsa" determinada por las relacionessociales. ¿Qué pasó después? El siglo XX,el nuestro, será recordado como el siglode las ideologías, pese a los esfuerzos an­tiutópicos, pese a la desesperanzada mi­rada con que las generaciones fin isecula­res observamos a las tlrantas reales nac i­das de las ldeologlas ideales, de izquierdao derecha, lo mismo da. Eldesprestigio ab­soluto -al menos entre la intelectualidadliberal- de los regrmenes total ita rios dederecha se inició al término de la Segun­da Guerra. Los regrmenes totalitarios deizquierda, ante esa misma intelectualidad,han corrido con mayor fortuna . Gide losdenunció y no fue escuchado. Poco a pocolos intelectuales europeos abandonaronsus posiciones obligados por los ecos delos lamentos surgidos de los campos deconcentración soviéticos. El desenc antopuede decirse que se inició en los añoscincuenta. Fue un proceso largo , amargo :no fue fácil terminar el idilio con la últimade las ideologras utópicas del siglo, no tan­to porque se sintiera aprecio teórico porsus postulados mesiánicos sino por el pá­nico de encontrarse ante el presente, con­creto y múltiple, sin el apoyo de una ideo­logra-¡:educcionista y redentora. Hoy, el de­sencanto ante la ideoloqra totalitaria deizquierda es tan común que se ha conver­tido en un fenómeno de mercado (lo cualno indica que se haya razonado debida­mente); Milan Kundera, para poner elejemplo más evidente, encabeza con fre ­cuencia las listas de los libros más solici­tados. Esta divagación no es ociosa . Unescritor checo, como Kundera, desde elcentro de Europa lanzó un quejido, gravecomo la voz de un dinosaurio y a pesar deello armonioso, un quejido salido de un sa­

xofón bajo.Cuando, escudándose en alguna ideo ­

logra, se prohíbe la música -o alguna for-

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Josef ~kvoreckY , El saxof6n bajo , AlianzaEditorial, Madrid, 1988 . 194 pp.

hasta que un of icial nazi lo puso al descu­

bierto. Años después record arfa: " no fu e

un sueño, pues aquel grito desesperado demi juventud aún perm anece en mi in­

terior" ._ El segundo relato de este libro (El sa ­

xofón bajo, de Jos ef ~kvorecky ), t itulado

" Emoke", guarda cierta relación con el pri­mero, que da nombre al libro. Un joven in­

telectual de Praga durante unas vacacio­nes conoce a una joven viuda, quien seproteje de la vida bajo el caparazón de sus

prejuicios esotéricos y de una desconfian­

za terca hacia los hombres producto de sudesafortunado matrimonio. El joven, abase de amor y ternura, va lentamentevenc iendo sus resistencias . Las vacacio­nes está n por t erminar y, al parecer , el jo ­

ven terminará uniendo su vida a la de lapreju iciosa y hermosa viuda. Algo suce­de. A lguien, por env idia, se interpone. Sedespiden y para siempre se s paran. ¿Quéocurrió7 Ocurrió - ocurre- que siem pre

han existido "esos ser s infrahumanosque han conseguido ocomodarse mlentralos dem ás suf rlon, siempre se han apre­surado a Invocar vordade pe ar de er

indiferentes a lo Vcrdod" , Ser humano, eneste siglo dondo la v rdad c Izan bo­tas u ostentan lo auto rid d In cc sibl d I

comisa rio, e sor inconclu o, d nc nta ­do. Ser humano. dic o ~kvor cky, s s rpor naturaleza un robeld expu sto a lasmiserias de los otr os, a u mlr da vigilan­te, " aca o [arn ás con ig mo IIbr mo de

esas mirada ,de s intl rno p rtlcu l r decada uno que constlt uy n lo demá s" ,dice ~kvoreck y en " El axofón bajo " . Laausencia de p ronzo , de algún modo,

una pau sa, uno esp ro en la que aguarda·mos mientras otro onh lo vuel ve a asal ­

tar nuest ra razón escépti co. Por mientrasqueda la memoria, lo nostalgia de ese mo­mento en el que el saxofón vibró con su

aliento, nostalgia de la noche en la que eljoven praguense inventó un poema spon­

táneo a la viuda temerosa. Ant e lo mons­' t ruos, la espera, la indi ferenci a, bajo lacual late la nostalgia de un t iempo en elque pud ieron man ifestarse sin tr abas lamúsica y el amor, El saxo tonista, el aman­

te, ambos frust rados, eran, para decirlocon Ten nessee Williams, " delicadas ma­riposas noct u rnasl muy necesa rias / en

este mundo acosado por figuras descomu­

nales " . Los sueños de la razón delirantepueden cesar si se suprime la esperanza .

Esa es la apuesta de hoy; la moneda estáen el aire , y , además, no importa. O

tuja de Perms podrfa asegurar que es la

más hermosa f iesta en la cual habrfa deponer mis pies. Y asl fue en efecto: po­

cas cosas hay tan deliciosas en la litera-

tura como seguir las aventuras de Fabri­, clo del Dango, la duquesa Sanseverina y

," . el conde Mosca; y tOdó por la admiración

al Gran Corso, que arrastra a Fabricio aconvertirse en un hombre renunciando a

una posic ión social e incluso al amor . La

grandiosidad de la fiesta dependió mucho

d e las palabras que al principio dedicó ­

Stendhal a quienes lo rodeál:iamos: relatócómo llegó a 'oídos suyos la historia oral- ,

mente y cómo dijo a quien se la relató que"para pasar las largas horas del anoche-cer", habría de hacer una novela con su

historia, a lo cual replicó el primero que tu ­

viera cuidado "de las intrigas de aquella

' corte, en los tiempos en que la duquesahacía y deshacla allf a su gusto", pues

, "esta historia no tiene nada de moral, y

ahora que hace usted hace alarde de unapureza evangélica en Francia ; pued-edar­

le reputación'de traidor". Aquel 'atardecer

la imaginación y la poesfa lucieron como

nunca; he asist ido a fiestas mejores , pero

a ninguna más bonita.Me volvf renuente a ir' a más' fiestas de

aquellas. Pensabaque no encontrarfa tan­

ta belleza en otra, que_mejor aprovecha­ba el tiempo yendo a fiestas distintas. Sinembargo, como se echa en falta a un amor

cuando se está de viaje, pronto necesité

las caricias de la belleza extrafda a lascampañas napoleénlcas. : Entoncesco­

mencé a buscarla con desesperación en

cada fiesta de la que tenfa noticia 'infruc­

tuosamente, confundiendo a mi ai'lorada. belleza con cualquier otra mucha cha pa­

recida a ella, de quien recibf apenas sus

simples atisbos, hasta que, desconsolado',

cayó en mis manos una reseña en una re-vista española en la que ' se daba cuenta

de su 'paradero. ~e lehabfa visto en 1920en una novela escrita por unchecc des-cendiente de españoles. Me puse miuni­

formanaftallnoso y me fui lf aquel festfn

decidido a entrara cualquier precio y cons­tatar si se trataba de ella ; si estaría ahf lamisma belleza deslumbrante que me pre­sentóStendhal. :Mi primera visión al en- :trar en el salón fue alentadora: parado cer­ca de la puerta , Sorges, ' muy parecido áAlec Guiness, al ofr mis pasos, o al detec­tar el calor de mi eufórico aliento, tras dar­me las buenas noches, me 'aconsejó que

me congratulara de estarUegándo a 'un"perfecto ejemplo de novela fantástica enestado puro". La cosa, así, prometfa más

de lo que esperaba. El ambiente estaba a: media luz, pero se respiraba mucha ani-

Para Norma Garibay

Por Carlos Miranda Ayala

lJNA NOCHE DEIMPERIOS

¿Cómo describir el regocijo que produce

la lect ura de una novela de primera mag­

nitud7 El gozo puede rebasar la capacidadde expresión , pero la sensación más cla- .

ra es la de una f iesta 'en nuestro espfritu ,

que cada vez que recordamos la obra con­

t inúa celebrándose, hasta el f in de la vida

o de la memoria . La lectura de Elmarqu6sde Bolibar es también una fiesta, una fies ­ta de la aristocrática fantasfa, de la de ma­

yor abolengo, acompal'lada por la más be­

lla elocuencia de la naturaleza humana.

El escenario 'de la fastuosa recepción

es, como muchos de los más memorablesfesti nes literarios debidos a la esplendidezde los mis mos anf itriones, prfncipes de la

et iqueta, la guerra. La gala , por supues­

to, es mili tar, gabacha para ser exactos:calzón blanco, botas negras altas, casa-­

ca azul con botonadura dorada, cinto tri­

color de seda y librea y capa faldelllnera.negras. Ya he asistido a otros ágapes ubi­

cados en las guerras napoleónicas y creohaber aprendido a conducirme, Me sien ­

to lo más cerca que puedo del centro, evi- ·tan da estorbar el movimiento de la festi­vidad, y espero, tfmido que soy, a que el

ent om o me lleve a donde está la acción.

He estado en un par de fiestas ofrecidaspor nuest ros anfitriones en la misma épo­ca y no me considero un newcomer: , /'

Lo bueno de estas fiestas es que no senecesit a ser fulano duque de, tal para seradmitido, es más: ni siquiera se requiere

invitación: se invita uno solo y ya; a lo mu­cho, debe uno ser introducido por alguien. '

La prime ra 8 la que fui era Ls guerra y fapaz. Me invité sin tener idea de dónde memetra. No supe desenvolverme, me situéen un rincón, aindiado, y no soporté el re­

lato de la primera reunión social petrobur­guesa; no tuve valor para buscar a los an­f itriones y al menos agradecerles y 'sal í

con el libro entre las patas.

iAh, pero qué tal la segunda a la quefui! A la segunda me invitó uno de los asl- '

duos favoritos, de los imprescindibles, Da­vid Huerta. Un dfa me dijo que de La cer-

.I e oí tr

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