SOLU Introducción a La Probabilidad y Estadística, 12ma Edición - W. Mendenhall, R. Beaver
KAFKA y LA PREPONDERANCIA HOY EN DÍA DE LA MORAL · divino, es posible que haya otras solu ......
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6 UNIVERSIDAD DE MEXICO
nos anticipadamente qué le sucederá almundo, tampoco puede fijarse ningúnlímite al procedimiento del examen.
Como en este caso, SI una "suspensiónteleológica de lo ético" -yen las de esaespecie la historia de Abrahán y de Isaaces el ejemplo por excelencia- resuelveclaramente el conflicto en favor de lodivino, es posible que haya otras soluciones para la situación de Abrahán. Elconflicto se puede resolver, por ejemplo,de manera tal que ningún orden sobrehumano preestablecido resulte inadecuado, a no ser en la medida en quecoincida con un ideal humano. Esta po.sición "anti-kierkegaardiana" y "antirec·tificadora" fue definida clásicamente porJ. S. Mill:
Si me cuentan que el mundo estáregido por un ser cuyos atributos soninfinitos, pero que no podemos sabernada de ellos, como tampoco de losprincipios de su gobierno, salvo quela suprema moralidad humana quetodos somos capaces de concebir nolos reprueba, soportaré mi destino como pueda. Pero cuando me dicen quetengo que creer esto y que a la veztengo que referirme a este ser mediante los nombres que expresan yafirman el más alto grado de moralidad humana, digo sencillamente queno. Nunca llamaré bueno al ser queno exprese lo que yo quiero cuandoaplico el epíteto a mis semejantes: ysi un ser como ese puede sentenClarme al infierno por no llamarle así,al infierno iré.Sin lugar a dudas, el párrafo sitúa a
Mill en esa tradición con la que yo hesugerido que asocien a Kafka, pero entreotras cosas está marcada por una arrogancia notable y hasta. pol;lría decirseque por cierta teatralidad. Puede adivJnarse que aunque carecieran de esosmatices particulares, y del agudo fanatismo que traslucen, no son irrefutables.
La sencillez de ambas respuestas aldilema religioso las hace poco convincentes. Hay un tercer camino para naturalezas más independientes, pero pocasveces se menciona: sacar el mejor partidode ambos mundos mediante la aceptación, primero, de la creencia de que elcurso del mundo tiene un sentido, y laadopción de un amplio criterio, después, para determinar cuál es ese sentido, con la ventaja de que se duden losgrandes problemas entre el curso actualde los acontecimientos y nuestra propiaintuición.
Para definirla en términos lógicos, lacostumbre consiste en inquietar de talmanera nuestras convicciones que juntoa la realidad de un principio que sostiene que en el orden superior se está cum-'pliendo un designio divino, cualquieraposición es compatible. Como esperoclemostrarlo, ese tercer camino equivalea una especie de pragmatismo a outran·ce, que lo subordina todo al afán deque el orden superior funcione en todaslas circunstancias, y justifique cualquierreajuste de los verdaderos valores, porarbitrarios que sean, en una discusiónque haga peligrar ese principio, siempre que este se encuentre eficazmenteprotegido. Propongo que el mundo moral que encontramos en El castillo sólose comprende si este incómodo menagea tmis -normas humanas que tratan decoexistir lógicamente con la creencia aque ya nos hemos referido y el curso ac-
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Dibujo de FrallZ Ka/ka
Por Frederick A. OLAFSON
DE
subrayan constantemente las afinidadesde Kafka con Kierkegaard y su secuela,s i g a n oscureciendo fundamentalmentealgunos aspectos importantes de su obra.Una. interpretación que se ocupe de lasmuy distintas afinidades a qu~ ya nosreferimos, puede al menos abnrnos 1"osojos a mucho de lo que se nos oculta deKafka cuando sus antecedentes intelectuales quedan, tal como ya se explicó,fijados a priori.
En su más alta expresión, una concepción religiosa del mundo parte dela creencia de que existe un orden preestablecido y absoluto, que un ser omnipotente, Dios, mantiene progresivamente; y que ese orden, por inescrutable quesea, puede ser normado por seres humanos. Cuando surge una discrepanciaentre un juicio derivado de un códigomoral humano y el ciclo divino, es nuestro juicio el que deberá modificarse yla voluntad humana la que deberá someterse a la divina. Dentro de una depurada tradición religiosa, son las normas supremas las que determinan quecosas pueden considerarse como indiciosde los'.designios divinos; y a menudo hayciertos principios morales que nacen precisamente de esas normas. Así, lo queno cumple con un requisito moral adoptado de antemano, no puede tomarse encuenta como expresión de la voluntaddivina. Pero estas engañosas definicionesnos siguen dejando frente a muchísimosaspectos del mundo que no podemosconsiderar, merced a nuestras estrechasnormas, como expresiones de la voluntad divina, pero que, no obstante, comoJo implica su innegable presencia, deben ser al menos toleradas por Dios. Ental e s circunstancias aumenta notable·mente la presión ejercida para alterarlas normas de que nos hemos validopara deducir que mejor sería que talescosas no sucedieran. Esas cosas han sucedido, y nuestra creencia común en ungobierno ético del mundo le concede aeste hecho una importancia que exigeun nuevo examen de las normas utilizadas. Puesto que nadie puede asegurar-
PREPONDERANCIALA MORAL
LAyKAFKA
HOY EN DÍA los juicios sobre la obrade Kafka se dividen en dos clasificaciones generales. Unos dicen
que Kafka revela. el aspecto má~ ocult~,quasi-kierkegaardlano, de la vIda re~Igiosa. Sostienen que las constantes dIScrepancias y las dudas irresolubles a queconduce la búsqueda de Dios, concurrensiempre en las creencias teístas que caracterizan al universo de los personajesde Kafka. Aun cuando los dos términosde la relación hombre-Dios se oponganirremediablemente, es esa relacióñ la quecontinúa siendo la piedra angular de lamoral. Para los otros, la insistencia deKafka en la antítesis hombre-Dios sólose justifica al tomar estos rompecabezasteológicos como una imagen cifrada deciertos complejos y conflictos que siempre persiguieron al autor. Ninguno delos dos grupos niega la presencia de temas religiosos en la obra de Kafka, r>erouno de ellos los estudia por su valor nominal y el otro se vale del psicoamíIi~is
para hacerlos destacar. Ambos coincidenen describirlo como un autor siempreapresado por los dilemas que circundanuna explicación religiosa del mundo.Una opinión considera que esos dilemasson, en principio, insalvables. La otra,cree que su presencia y su índole impp.riosa se deben a los conflictos psicológicos que ellos mismos simbolizan. Deacuerdo con esto, la persistencia de Kafka en los temas mencionados parecerá aunos críticos una hazaña, y a los otrosalgo inevitable. Pero que Kafka persiste,que no puede dejar de verse a sí mismocomo el sujeto desoladoramente inferiorde la relación hombre-Dios, y que esaincapacidad y la falta de independenciamoral que implica, penetra y afecta suobra y la concepción de sus personajes,esto (puede decirse con razón) lo admitecualquiera de los juicios sobre el autor.
Voy a combatir esta imagen de unKafka moralmente dócil y sumiso. Meparece que lejos de ser una víctima indefensa de los predicamentos religiosos,Kafka era en realidad un comentarista extraorelinariamente lúcido y sensatopor lo que se refiere a la materia, y quesu comentario corresponde precisamentea un elevado sentido crítico y a unaabsoluta independencia moral, que porregla general no se le reconoce. Más directamente, sostendré que un estudio detallado de la obra más importante eleKafka El castillo, contradice prácticamente a todos los que afirman (comoya se ha hecho costumbre últimamente)que Kafka pertenece a la rama que vaen línea descendente de Kierkegaard alos teólogos de crisis. Si hay que unirsea ellos, declaro que más valdría asociara Kafka con esos filósofos y moralistasque aborrecen las apologías de la DivinaProv!dencia y abogan por la independ.enna moral. en co.n~ra de los que insIsten en castIgos rehgIOsos o metafísicos.Sé que asociar a Kafka con algunos de
. ",,40s ,pensadores que evidentemente pertenecen a esta tradición, es sentar unaespecie de paradoja. En Kafka no hayel menor rastro de la fácil ironía ° FortschúttsfrOlichkeit que distorsiona el tratamiento liberal que los reacionalistasdan a la religión. Puede ser que cualquier asociación de un escritor comoXafka con una tradición filosófica recon.ocida .opaque de al~ún modo su espeCIal caljdad. Esto no Impide que los que
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La an tigua sinagoga de Praga
a cumplir nuestras promesas. Al trabajar, como en su caso, dentro de un sistema definido de reglas morales, K. supone que la autoridad que tiene el poder para corregir el daño que se le hahecho, funciona en el mismo conjuntode normas y sólo hace falta que se presente la circunstancia del caso ante esaautoridad para que los errores se corri·jan. Si se niega a hacerlo, la autoridadquedará sin lugar a dudas en la categoría del mal. Con excepción de uno o dospasajes que citaré después, todo indicaen la novela que K. reconoce al Castillocomo la autoridad legítima en el pueblo;y difícilmente puede decirse que él tenga conciencia de que puede representa.run reto a esa autoridad. Pero la autondad que K. reconoce está sujeta a normas morales y lo que ella haga no puede justificarse automáticamente mediante el hecho de que sean actos del Castillo. K. nunca se 've tentado a valerse desu alegato para defender la ley de queel Castillo haga lo que haga, hace bien,négando que esta vez es indiscutible queha obrado mal. Después de todo, estápreparado a renunciar a la infalibilidaddel Castillo y a sostener como pueda laidea que él tiene de su propio caso.
La conversación que sostiene K. conel Alcalde pone en claro que éste daríaotra solución muy distinta al problema.El Alcalde le dice a K. que "no solamente se hacen aquí las cosas por una razón"sino que también "deberá eliminarse t~
da posibilidad de error". Después admIte que "de vez en cuando surge un errorcomo en el caso de usted", pero se disculpa agregando "¿Después de todoquién puede decir qué es ;un error?" Sesupone que nadie puede y q~e en el pu~blo nadie lo hace. Esto eqUlvale a declfque en la aplicación de una norma moral a un caso particular surge una conclusión que no corresponde a la creencia de que haga lo que haga el Castillolo hace bien, la conclusión deberá serla contraria. El modo en que el Alcalde lo explica pone en claro que él tamobién ha llegado a la conclusión de quese ha cometido un "error" en el caso deK., pero el modo automático en que seniega esta conclusión, ilustra la índolemisteriosa v hermética del mundo moralClue habita'n él y otras gentes del pueblo. Si este procedimiento parece cínico,no lo es conscientemente. Para el Alcalde, las barreras lógicas que circundanla creencia de que el Castillo siempretiene la razón contra viento y marea, nose han colocado artificialmente. Son tan
Franz Ka/ka en Ziiran (1918)
sirven de nada para el simple contrasteque se establece con la moral del puebloy que sí corresponde a una exageración.
Es curioso que estas diferencias de actitud se presenten, no como consecuencia de distintas circunstancias en la localidad, sino que broten de puntos devista opuestos -Denkweisen- y en consecuencia, de conceptos completamentediferentes de la moralidad. Al principiode la novela, durante varias conversaciones entre K. y algunos habitantes delpueblo, éstos se presentan de una manera muy especial. A decir verdad, los habitantes del pueblo se dan a su vez cuenta df' que son una variante de Denkweisee insisten en decirlo. En una ocasión,la dueña del lugar le dice a K., despuésque ella ha tratado de explicarle las costumbres del Castillo: "Si me esfuerzo,claro que puedo tener las mismas ideasque usted, que quizás sean válidas enel lugar tan distinto de donde proviene." Pero las ideas de K. son "una verdadera locura; me mareo con solo empezar a pensar en ello". "Es tan ·terribleque [K.] desdonozca la situación queprevalece, que la cabeza me da vueltasal escucharlo y al comparar sus ideas yopiniones con el verdadero estado de lascosas."
Para ser preciso, la situación que produce tan distintas interpretaciones deK. y de los habitantes del pueblo, es laque justifica la presencia de K. en elpueblo mismo, y su exigencia de que sunombramiento como inspector oficialsea confirmado por el Castillo. Desdeel punto de vista de K., ésta es una postura moral sin complicaciones. El Castillo ha entrado en un acuerdo casi obligatorio con él; y ahora que, a costa degrandes incomodidades, él ha logradollegar al pueblo, el Castil~o tiene quecumplir su parte del tratÓ. Cuando pa-rece que su sitio puede no llegar a serdestacado, K. se decide por acercarse alCastillo para insistir, como el dice, "ensus derechos". Es de capital importanciaque K. nunca vacile al hablar de su caso como de una violación prima jaciede una norma moral -la que nos obliga
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La tienda de su padre en Praga
tual del mundo- permanece fijo ennuestra mente como término de comparación.
Los personajes de El castillo se agrupan en tres: K., el extranjero que sostiene que el Castillo lo ha comprometido como inspector oficial; el cuerpo deadministración del Castillo y los habitantes del pueblo. Casi todos los críticosde la novela, han. puesto especial cuidado precisamente en la relación de K. conel Castillo. La relación de K. con elCastillo es el tema central. Eso no implica, sin embargo, que el pueblo y sushabitantes sean simplemente una especie de telón de fondo frente al que sedesarrolla el conflicto principal entreK. y el Castillo. Lo cierto' es que estarelación sólo puede entenderse por contraste con otra en que también figurael Castillo, pero que es bien distinta:la de los habitantes del pueblo. Mássignificativamente, sólo podrá entenderse la actitud de Kafka hacia K. y por lomismo su relación con el Castillo, siquedan fijadas las 'cargas morales quepueden adjudicarse a una y otra relaCión. Lo que estoy proponiendo es queel contraste moral que figura la novelase establece entre' K-; y los habitantesdel pueblo; que el contraste favoreceindudablemente al K.; y que estos doshechos exigen una 'rectificación de lasinterpretaciones' aceptadas de las causaséticas y religiosas de la novela.
Cuando los críticos no han prestadoatención a los .habitantes del pueblo enla novela, se han inclinado por exagerar la importancia que tienen ellos y sumanera de vivir. Tienen lo que K. notiene y que inútilmente trata de logt:ar.K. es el hombre contemporáneo que viene de la ciudad, desterrado y sin hogar,y el pueblo es el símbolo de la antiguacomunidad. En realidad, K. sí quiereocupar un sitio destacado en esa comunidad, y al ir tras su meta está dispuesto a soportar una larga serie de humillaciones, y en ese aspecto, es cierto quela forma de vida de los habitantes delpueblo tiene primordial importancia enla novela. Pero si tratamos de explicarpor qué los habitantes del pueblo nopueden aceptar a K., las cosas empiezana verse de muy distinta manera. Entonces se descubre que K. es inasimilable,porque obstinadamente persiste en ciertas maneras de considerar su propia situación, maneras que sencillamente no
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contrarias a la razón e inmunes a la rectificación como la creencia que amparan.Pero mientras el Alcalde se escuda trasestas defensas, K. sostiene públicamentesu convicción de que "se está cometiendo un terrible ultraje a mi caso y probablemente a la ley", y amenaza que "sabrécómo defender [me]".
Ya no cabe duda de cuál es el sentidoen que K. representa una amenaza paralas gentes del pueblo. Porque persisteen considerar su caso como una desviación de la justicia, reanima en los habitantes del pueblo la tirantez originadapor la discrepancia entre la convicciónde que el Castillo siempre. hace bien yla voz no del todo acallada de la propiaconciencia de los mismos habitantes. Laactitud de K. equivale a una especie deataque moral a los habitantes del pueblo, y él está, por su sola presencia ysus (según él) sencillas exigencias; desafiando la estructura moral del pueblo.¿Qué es lo que temen los habitantes delpueblo? La independencia moral. Si K.no puede calificarse estrictamente comoun despojado, los habitantes del pueblosí lo son en otro sentido más profundo.Al rectificar su propia moral para hacerla coincidir con la del Castillo (cuyosactos nunca pueden reducirse a un arreglo) han enajenado su propia independencia moral. Han transferido su propiocentro de gravedad moral a un puntolejano e inasible que en realidad es unaimagen imponente y aceptada de su propio Unmündigkeit moral. Y al habercreado el Castillo tienen que defendeilode agresores como K., porque al hacerlo, se defienden a sí mismos. Como lopregunta astutamente K., cuando la dueña del lugar le advierte lo que le sucederá si sigue tratando de ver a Klamm,un oficial superior del Castillo: "¿Quées lo que teme? ¿No tendrá usted miedode Klamm?"
La fuerza moral de K. se deja sentirno sólo en la comunidad toda, sino separadamente (también) ¡: Frieda,' queacaba por ser la prometida de K. Críticos teólogos han visto en la historia dela relación de K. con Frieda, una críticade esa concepción romántica del amorque lo considera como un laso de unióncon lo divino. Algunos críticos han llegado a tomar esta relación como el "pe·cado" de K. Esta opinión, evidentemente llama la atención porque parece quejustifica la manera en que el Castillotrata a K., pero es inadmisible en ambos terrenos. De ninguna manera es cierto que las intenciones de K. en este asunto sean torcidas. Hay abundantes pruebas en la novela de que K. y Friedarealmente se aman, y aunque originalmeJ:lte K. quiera valerse de Frieda paraponerse en contacto con el Castillo, suinterés por ella no cesa cuando la joven
Dibujos de Franz Ka/ka
pierue su empleo en el hotel. Contrariamente, parece que aumenta la ternuray el cariño que él le profesa. Y aunquese admitiera que los motivos de K. sonfalsos, y que él merece castigo, el "castigo" administrado seguiría monstruosa~nente exagerado para el "pecado".
. La historia de K. y Frieda se presta auna interpretación bien distinta. Puedetomarse como un estudio del efecto devastador en una persona coman Frieda,del contacto con una persona moralmente íntegra como lo es K.; y también,quizá, como una parábola de la incapacidad que limita a los que moralmenteno son independienté, para amar a otroser humano.
Para las gentes del pueblo, Frieda esuna joven impetuosa y enérgica, peroKafka insiste constantemente en su extrema y hasta patética dependencia moral. El concepto de sí mismo y su sentidoue la superioridad se basan completamente en la categoría que su empleo lepuede 'adjudicar, y en su trato conKlamm, un oficial del Castillo. Peroamar a K. significa compartir su soledad y su vulnerabilidad en una comunidad que lo rechaza; y Frieda carecede la fuerza suficiente para combatireste nuevo impedimento. No puede soportar que la separen de Klamm, ni quela priven del sitio que tiene en el sistemaimpuesto por el Castillo. Es notable queK., en medio de sus propios problemas,sea capaz de comprender la índole deesta· desdicha y que hasta la compadezca. Por eso le dice a Frieda: "Te separaron de Klamm; no puedo imaginartodo lo que eso significa, pero tengo yauna vaga idea". A la vez, la empuja a"dejar atrás el pasado y sus ilusiones; ya amarme y a confiar en mí <;omo yote amo a ti". Frieda responde a su ruego, pero la presión del pueblo acaba porser excesiva para ella. Estas son sus últimas palabras para K.: "¿Por qué meacosas siempre?" Y añade: "Piensas solamente que Jeremías ha probado que todo es mentira. Pero aunque así lo fuera¿qué se ganaría con eso, qué me importaría a mí?" Difícilmente podría haberuna fórmula más eficaz para privarsea sí misma de su independencia moral.
Es importante que al rechazar a K.,Frieda recurra a uno de los "auxiliares".El papel de estos en la novela es representar una indolencia congénita y unaexcesiva irresponsabilidad que contras·ta marcadamente con la actitud de K.De ellos le dice K. a Frieda que son "jóvenes bondadosos, aniñados, irresponsable en apariencia". K. declara tácitamente que "yo era el polo opuesto". En relación con esto es importante señalarque K. es estricto y hasta cruel en el tratoque le da a los auxiliares y que Friedaes, por contraste, marcadamente compasiva. A decir verdad, es difícil negarles cierta compasión. Son simpáticos ygraciosos y hasta celebran el mal tratoque reciben. A la vez, hay algo patéticoy animal en ellos. Y no aparece ni re-
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motamente una exageración de lo "primitivo" en la grotesca imageJ:l que Kaf·ka hace de ellos. El Castillo los habíaenviado a "levantarle un poco el ánimo" a K. porque "él toma las cosas de·masiado en serio". Habían fracasado ysu encuentro con K. los había defrau·dado. Pero aunque podamos compadeceilos, no podemos aceptarlos como personas en el pleno sentido de la palabray lo cierto es que tampoco rep~esentan
ninguna solución para K. Pero SI el contraste entre K. y los habitantes del pueblo es como el que yo he explica~o, ~ntonces no sólo se desploma cualqUler m·terpretación que exagere la im~rtanciade los habitantes del pueblo; S1l10 también cua'lquier estudio que descu~de elcontraste y adjudique.a K. las actitudesy el papel que en realidad correspondena los habitantes del pueblo.
La hostilidad de K. hacia los auxilia·res puede explicarse si recordamos que,siendo un peligro para el pueblo, éste asu vez y en otro aspecto, repre~enta unpeJiRfo, o más bien una tentación paraél. Hay una escena notable en la que K.espera que llegue Klamm. El. chofer deKlamin le ofrece una copa de coñac. K.siente la tentación de renunciar a su espera, y abandonarse al goce del placerque le procura la bebida" "tan suave,tan acariciadora, como elogios de alguien a quien quisiéramos mucho, peroque no sabemos claramente por .qué losdice, ni queremos saberlo, y ~encJ11ame~
te nos contentamos con saber que los dice un amigo". Lo que aporta este pasaje es una idea de la atracción malsa·na que ejercen en K. las costumbres delpueblo, y es precisamente ese atractivolo que le obliga a reaccionar en contrade las bromas inocentes de los auxiliares. Someterse al espíritu de obedienciaque prevalece sería, para K., un suicidiomoral, y cuando le dice que si quiereesperar a Klamm puede hacerlo peroque no lo verá, responde que de todasmaneras lo esperará. "A K. le parecióque ... había conquistado una libertadque casi nadie ha logrado, y que nadiese atrevería a tocarlo ni a despreciarlo,ni siquiera a hablarlo; pero esta certezale deda al mismo tiempo que no habíanada más insensato, más lastimoso queesta libertad, esta espera, esta invuln,erabilidad."
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Aunque se ha prestado relativamentepoca atención al papel relevante quejuega la familia Barnabás en la novela,la relación de Kafka con esta familia vla historia de la familia misma las desc.ribe el mismo Kafka con minuciosi·dad. Esto se debe a la curiosa incomunicación de la familia con el pueblo. Alaliarse con la familia Barnabás en con-
Dibu;o de Fran: Kafka
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lra de aquéllos, K. se une a la causa deesta familia, y al hacerlo, define además la diferencia entre él y las gentesdel pueblo, diferencia en la que he venido insistiendo. Tal como Kafka lopresenta, es tan claro el sentido de esteepisodio, que sirve perfectamente comopiedra de toque para definir las reacciones absolutamente contrarias de K. yde las gentes del pueblo.
El "destino" de la familia Barnabásse decide cuando la hermana mayor,Amalia, rechaza airadamente la deshonrosa proposición de Sortini, un oficialsuperior del Castillo. Su acción, queequivale entonces a un impulso de independencia moral por parte de ella,tiene como consecuencia un castigo para toda la familia, pero ese castigo nolo inflige el Castillo. Son las gentes delpueblo las que, sin aparente presión,excluyen inmediatamente a la familiaBarnabás de su comunidad. La profunda ironía de la situación estriba en quesi los miembros de la familia no se sintieran culpables ni se portaran como tales, no serían rechazados por el pueblo.A los ojos de éstos cualquier problemamoral con el Castillo es un desacato yse comprende que bastaría con que lafamilia Barnabás se comportara como sihubiera dado una satisfacción al Castillo, para que la comunidad se ahorrarael espectáculo de lo que peligrosamentese parece a la independencia moral. Pero con la posible excepción· de Amalia,si se sienten culpables de Amalia, la quedesprecia "los rumores del Castillo" yno "teme por ella ni por los demás",nos dice que es capaz de "darle la caraa la verdad y seguir viviendo". Peroella se -aparta de todo tan completamente qu~' cualquier desafío al Castilloque fuera implícito en su actitud, sigue~iendo un mero impulso.
Cuando K. escucha la historia de lafamilia Barnabás, su reacción es directae inconfundible. No vacila en calificarla conducta de Sortini como "criminal"y al tratamiento que los del pueblo ledan a la familia, como injusto y monstruoso. N o es Amalia sino "Sortini quienlo horroriza [a K.]" ¿Cómo es posibleque 'pueda abusarse del poder en esaforma? Le impresiona hondamente queOIga, la hermana de Amalia, parezcasugerir que más le hubiera convenido aésta irse con Sortini, y le dice a OIgaque el culto que el pueblo le rinde alCastillo es "una equivocación que desacredita la razón de ese culto". CuandoOIga le dice que es el único en todo elpueblo que piensa de esa manera, K.responde: "Puesto que no ha pasadonada ¿qué es lo que puede temerse?"En un episodio posterior le dice a OIgaque "es como si todas tus miras se dirigieran a consolidad el triunfo del Castillo por encima de todo". Y en otro,tácitamente se identifica con la familiaBarnabás al decir: "Si están jugando conustedes entonces también están jugandoconmigo. Lo asombroso del caso es queen este juego no hay contrincante". Debe señalarse sin embargo, que si Amalia, y por tanto K.,.. fracasan en la pruebahay en la novela quienes no fracasan.Si para algo están listos día y noche ~os
habitantes del pueblo, es para que se 111
terrumpan teleol<'>gicamente las garantías morales. En consecuencia, la granincógnita será: ¿aportará K. una clave
para definir estas reacciones (fundamentalmente.opuestas) a las proposicionesde Sortim? Sostengo que en ningún episodio se encuentra la menor calificaciónde la reacción original de K. al incidente con Sortini, y que en ninguno secontradice su primera descripción de laconducta del mismo Sortini, mediante unraciocinio de tipo kierkegaardiano. Losmotivos de la historia prevalecen hastael final, y la crítica que de ellas se desprende va dirigida, no hacia Amalia ohacia K., sino a la indolencia moral y ala sumisión de los habitantes del pueblo.
Durante el episodio de los Barnabásy en algún otro momento se pone enclaro que, a pesar de la precaria situación de K. algunas gentes del pueblo loven como una tabla de salvación. El interés de K. por esta familia crece conla esperanza de que puedan ayudarlo aponerse en contacto con el Castillo; perosucede que son ellos los que buscan laayuda de K. OIga, en realidad, le diceque la suerte de K. depende hasta ciertopunto de una prueba; y la inequívocareclamación de sus derechos atrae a lajoven a la vez que, más que nada le damiedo. Tampoco es ella la única que sesiente atraída por esto. En su búsquedade intermediarios K. se interesa por unamujer que, le dice, "es del Castillo".Está enferma; "no puede soportar elclima de aquí". Se adivina que es el clima moral del pueblo lo que no puedesoportar. Pero ella, también, está profundamente interesada <::n K., de quienle dicen que "sabe de medicina ... sabecómo atender a los enfermos". Aquí, como en el caso de los Barnabás, los términos se invierten; y Hans, el hijo deella, que tiene la costumbre de preguntarlo todo "para poder llegar a decidirlibremente qué es lo que va a hacer", seconvierte en UII gran admirador de K.
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Hans cree que "aunque K. se sienta triste y abandonado, algún día, dentro demucho, muchísimo tiempo quizá, sea elmejor de los hombres". Lo que Hansquiere es "ser como K."
Sin duda es significativo que estas gentes que estan peleadas con el pueblo ytienen puestas sus esperanzas en K., sonalgunos de los pocos personajes auténticamente agradables de la novela. Paraconcluir que K. y la estrecha minoríaque lo apoya son los que deberán apren·del' a imitar el espíritu obediente de lasgentes del pueblo, sería distorsionar deliberadamente los propósitos de Kafka.Se sabe que Kafka leyó Fear and Trem·bling de Kierkegaard y que le impresiono profundamente. Pero si cuandoescribió El castillo tenía en mente lahistoria de Abrahán, esa historia sufrióuna 'notable transformación, como siAbrahán se hubiera convencido de queDios no puede desear que sacrifique aIsaac, y se hubiera pretendido que la burocracia celestial corrigiese una equivocación de tipo administrativo. PeroAbrahán representaría entonces la preponderancia de lo moral y sería precisamente lo opuesto al Abrahán de Kierkeggaard. Si se establece un paralelo entre el Castillo y otra obra, tendrá quehacerse de manera tal que ponga en evidencia la misma tesis que se intenta sostener.
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Hay en la novela dos episodios queaparentemente contradicen la interpretación que estoy proponiendo. Son el dela postura agresiva que adopta K. alllegar al pueblo, lo que hace suponerque puede ser un impostor, y ~I de laentrevisla con Biirgel, un mensalero delCastillo, episodiu en el que se abriga la
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¿Sería posible que una mente siempreembebida en las paradojas de la fe eincapaz de considerar los actos humanos
por medios distintos a los predicamentos de esa fe, hubiese tenido el poderpara inventar un contraste tan marcadoentre K. y los habitantes del pueblo? Ysi es cierto que sólo conociendo por propia experiencia lo que Kant llamó, apropósito de otro tema, la heretomíade la voluntad, .es posible transcribirfielmente las normas de conducta delpueblo, ¿no es también cierto que en laconcepción de un personaje como K. vaimplícito un sentido de la integridadmoral que coloca al alma por encimade todos los callejones sin salida a queconduce cualquier intento de teologíanatural? Si la respuesta es afirmativa enambos casos (y creo que tendrá que serlo) entonces la herencia de El castillono es un saco de enfermedades, sino unaindependencia dolorosamente conquistada, o probablemente una independencia no tanto conquistada como reconocida. Si. Kafka principia por creer, conlos teólogos de crisis, que Dios es inescrutable, termina por presionar el contraste entre el hombre y Dios hasta elpunto en que· la opacidad de los desi~tnios divinos aplaste su exaltación moral. En consecuencia, si decimos que Dioses inescrutable, tendremos que quererdecir esto solamente, y no aprovecharnos engañosamente de tal non possumllsen favor de algún concepto especial delsistema divino. En efecto, un teísmo coherentemente agn6stico y un ateísmo superficial causan exactamente el mismoefecto: descartar el razonamiento religioso y obligarnos a conformarnos conesa teoría y con las reflexiones moralesque est.én a nuestro alcance. Si Kafkafuera de alguna manera teísta, entoncessu teísmo sería liberador. El valor único de sus escritos se deriva de que casipodemos ver a su autor cruzando la línea invisible que separa una frase comoDios es inescrutable (que sigue conservando su misma importancia) del usode la misma fórmula que la convierte ennada más que una imagen dramática delas tinieblas en que vive el mundo conrespecto a la moral. La imagen es bastante parecida al Dios ha muerto deNietzsche. Contrariamente a éste, Kafkanunca extrajo de la independencia moral, una retórica, y se aparta de los tradicionales brotes de ateísmo descriptivo. Por otra parte, es extraordinario quedespués de haber pasado este límite alque no puede regresarse, nunca intentó,como lo han hecho tantos teólogos protestantes en esta época, hacer del fracasoun ejemplo o una fuente inescrutablede información. La postura espiritual deKafka es tan poco frecuente y tan difícilde definir sencillamente, porque de manera escrupulosa sí rehuye estas dos clases de enfermedades: la de la conductaheroica a la manera de Prometeo, y lade la fe "quia absurdum". Pero lo quesí hace, y lo que difícilmente hubierahecho si sus preocupaciones hubiesen sido las de Nietzsche o las de Kierkegaard,es llegar, con una autenticidad y sencillez que· a mí me parecen únicas, a esemomento crucial de la vida religiosa enque el estado moral de conciencia "seconsidera a sí mismo desde el ext~rior"
y descubre toda su vulnerabilidad.1
(Tomado de The Hudson Review,Nueva York, Primavera, 1960.)
VI
Dibujo de Franz Kafka
Por definición, tales actos son errores ysólo ocurren cuando hay oficiales quejuzgan impropiamente en caso desde un"punto de vista personal", o sea, mediante patrones extra-oficiales, es decir:"humanos". De todos modos, Kafka, envarias ocasiones, subraya la relativa insigniEicancia del puesto de Bürbel en el'Castillo, y no nos extrañaría que la esperanza que abriga corriera la mismasuerte que la carta y la .llamada telefónica que vino del Castillo, y que parecen afirmar que e! Castillo va a hacer algo, pero que acaban por convertirse enmeros detalles. Aunque Bürgel tuvierala posibilidad de prometer una reconCiliación con el Castillo, es importante queno se sugiera en nada que K. admitapor anticipado que es en cierta medidaculpable o que va a cumplir algún castigo. En realidad, la proposición de Bürgel es tan generosa que nos inclina aatribuirla, como él mismo se encargade hacerlo a un desamparo que tienemuy poco que ver con las circunstanciasdel caso. De todos modos, el supuestobeneficiario de esta indulgenciadesconcertante, está dormido, e ignora lo quele están ofreciendo, de manera que elpeligro de abrir una brecha en los muros del Castillo no es muy considerable.A esto equivale lo que dice Bürgel cuando se da cuenta de que el "sueño de K.es un medio estupendo por el que "elmundo se rectifica a sí mismo mientrasel sueño dura y conserva su equilibrio",o sea que nulifica los "errores" cometi·dos por la benevolencia de intermediarios, y preserva la integridad del sistemadel Castillo. Pero aún así, Bürgel parecemás bien una parte del sistema mismo,no una solución. Al final, si la novelase hubiese terminado, K. hubiera muerto, extenuado por esfuerzos que nuncalo hubieran conducido a nada más quea ser un vocero del Castillo, de tal manera que aunque él no tuviese el derecho de vivir y trabajar en el pueblo síse hubiese tolerado su presencia en ellugar. Pero al principio de la novela, K.ha declarado tácitamente que "no queríael perdón del Castillo, sino lo que lecorrespondía por derecho", y esto es loque nadie en el Castillo -ni Bürgel siquiera- est,¡ dispuesto a darle.
esperanza de que le concedan a K. supetición.
Puede señalarse que a partir del primer capítulo, más o menos, el comportamiento de K. parece estar en completo acuerdo con lo que se esperaría deun hombre que llega al pueblo sinceramente convencido de que ha sido nombrado inspector oficial del lugar. ¿Porqué, entonces su arrogancia del principio. Ya he señalado que K. no se da entera cuenta de la clase de amenaza querepresenta para el sistema moral de!pueblo. En efecto, no ha llegado al pueblo con el propósito de hacer ese desafío. Pero si K. no ve todo lo que implica la posición que está ocupandoKafka sí tiene que verlo. Yo alegaríaque los primeros episodios en que laactitud agresiva y sospechosa de K. s~~
antoja exagerada en cuanto a lo que elCastillo ha cometido, ilustran una manera de presentarlo en su c'lpaciJad deverse a sí mismo con ojos de escritor, yque esta manera de presentarlo fue desechada después por Kafka y seguramen-te se proponía no utilizarla en la versión definitiva de la novela. Como prueba, yo recurriría a otra versión de laescena inicial que Kafka sí excluyó dela publicación. Aquí la actitud agresivaa que me he referido es más intensa. K.es un hombre que tiene una misión queno tiene nada que ver con la de ser inspector oficial. "Vengo a luchar", dice."Debo llevar a cabo una tarea y he dedicado toda mi vida a hacerlo. Despiadadamente suprimo todo lo que puedaestorbar mi propósito". Éstos son los sentimientos de un hombre que lucha poruna causa de tipo abstracto y que est:íatacando al Castillo deliberadamente,;y no los de una víctima de la injusticiaque exi¡;c su reivindicación. Kafka tieneque haber comprendido que presentara K. de esta última manera hubiera sidomás eficaz, y lo único que puede hacerse es reconocer que sí lo es. Tambiénpodría decirse, para explicar esas aparentes incoherencias que, hasta en esepapel, la ingenuidad de K. nunca es total y que tiene momentos de lucidezrespecto al verdadero origen de la incompatibilidad de su sentido ético conel del pueblo. Él busca en la vida unaidentificaciónque sólo puede ser reconocida mediante la certificación de laautoridad suprema: El Castillo. Pero quizá presiente, a veces, que en este sentido, nadie la encuentra, y que en estesentido él no es ni puede ser el inspector oficial, ni ciertamente, ninguna otracosa.
En pocas palabras, la observación quele hace Bürgel a K. es que si a un oficial del Castillo lo sorprende un soliocitante por la noche, a veces "se inclinavoluntariamente a juzgar las cosas desdeun punto de vista más personal". Se lleva a cabo un "curioso e indebido cambio de papeles", y se cometen erroresdifícilmente reparables. Cualquiera diría que Bürgel está hablando por supropia experiencia, invitando a K. a quepida lo que quiera, y asegurándole quese lo van a conceder. Pero K. está dormido y no escucha.
Pero si Bürgel dice la verdad y es capaz de cumplir su promesa, entonces síparece que se abri(};a una especie de esperanza para K. ¿Pero a quién deberáatribuirse? Al Castillo, no, desde luego.