Kamuran, Solmaz - Esther, La Dama de Sefarad [R1]

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Esther, la dama de SefaradSolmaz KamuranTraducida por Mara Teresa Villares

Ttulo original: Esther Kyra Traduccin: Mara Teresa Villares 2000 Solmaz Kamuran. Reservados todos los derechos 2007 ViaMagna 2004 S.L. Editorial ViaMagna. Reservados todos los derechos. 2007 por la traduccin Mara Teresa Villares. Reservados todos los derechos. Primera edicin: Febrero 2007 ISBN-13-978-84-96692-11-4 ISBN-10: 84-96692-11-6 Depsito Legal: B-2310-2007 Impreso en Espaa / Printed in Spain Impresin: Novoprint S.L. Editorial ViaMagna Avenida Diagonal 640, 6. Planta Barcelona 08017 www.editorialviamagna.com

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"Una octogenaria que gozaba de gran prestigio comercial y riquezas fue asesinada hoy en Estambul, delante del divn del gran visir. Mehmet III, el sultn, observaba este acontecimiento desde una ventana del harn. El cuerpo de la mujer fue arrastrado por la calle y arrojado a los perros para que se lo comieran; los animales lo despedazaron entre rezongos y gruidos. Le empalaron la cabeza cercenada e incluso las partes ntimas con unas estacas y las pasearon por las calles. Los soldados, con la intencin de intimidar al pueblo, colgaron algunas partes de su cuerpo en las puertas de quienes se saba que la haban sobornado para obtener sus buenos oficios. Vi colgado un pedazo cerca de nuestra casa, en Glata. A los hijos de la mujer tambin los asesinaron en el mismo lugar y arrojaron sus cuerpos a los perros. Lo que qued de ellos fue quemado all mismo al da siguiente. Estos hechos se produjeron a raz de una sublevacin del cuerpo de caballera contra la madre del sultn, que haba recibido sobornos por intermedio de aquella mujer y cuyos hijos eran asimismo los comerciantes ms ricos y mejor dotados de Estambul. Sus bienes estaban valorados en miles de ducados que, naturalmente, retornaron al tesoro del sultn despus de que los asesinaran ". Journey in Levant, de John Sanderson

SULTANATO OTOMANO (1429-1603)

Solmaz Kamuran dama de Sefarad

Esther, la

I

21 de marzo de 1492 EstambulEra difcil creer que slo diez das atrs la ciudad hubiera estado envuelta en una capa de nieve. La primavera, como un husped inesperado a quien se recibe en la puerta con jbilo extraordinario y gran dicha, haba aparecido con una pasmosa velocidad. Sin preocuparse siquiera por llamar a la puerta... de improviso... en slo un instante. Las ramas desnudas de los ciruelos ahora estaban cubiertas de diminutas flores blancas en la maana del primer da de la primavera y los jardines rebosaban de jacintos color rosa y morado, de tulipanes rojos y amarillos que haban surgido de pronto de la tierra. Estambul, cuya generosidad haba brindado una patria amada a cientos de miles de personas durante muchos milenios, se haba convertido, desde las piedras de la Torre de Glata hasta las cumbres ms altas de sus siete colinas, en una alfombra verde, de un verde que pareca desafiar a las azules aguas que la rodeaban con su abrazo: las aguas del Bsforo, del Mar Negro y el Mrmara... En el horizonte curvo detrs de Uskudar, la mitad asitica de la ciudad, el sol se aprestaba a salir como una bola de fuego, y a incendiar, con sus deslumbrantes llamas de cobre la magnfica cpula de la mezquita de Hagia Sopfia. En ese momento, un viento magntico, purpreo, recorri en un instante las calles y las plazas, todos los rincones secretos y todos los pecados de la ciudad, desde el ms insignificante hasta el ms grave, y como al unsono con esa sagrada seal, las voces de cientos de minaretes llegaron una tras otra y comenzaron a resonar en el cielo: "Allah-u ekber... Allah-u

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Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad ekber..."1 Constantinopla, Constanza, o Estambul como se la conoce ahora, le daba la bienvenida a la maana, saludando otra vez a la vida, y ofrecindole a Dios su gratitud. Casas, calles y mercados volvan a cobrar vida. El gigante dormido, con sus habitantes pertenecientes a setenta y siete naciones distintas, volva a desperezarse y respirar. Los muros de la ciudad que rodeaban a este gigante y las piedras de los acueductos que transportaban el agua desde grandes distancias tambin empezaban a embeberse del renovado calor del sol. Las casas solariegas cercanas a los acantilados de Kagithane y a lo largo del Bsforo; las casas sencillas de Eyup y Fatih, ocultas tras altas paredes, con sus techos de tejas coloradas y ventanas enmarcadas en madera; las edificaciones de piedra de Pera pintadas de amarillo, azul o simplemente blanqueadas; los kiosks de Eminou, Haskoy y Balat; y todos, entre ellos los hamams, posadas, mercados de paos, bazares y los barrios pobres que haba en derredor de la ciudad, se iban despertando uno por uno. Aunque algunos ya estaban despiertos. Las galeras y checktiris alineadas unas junto a otras, en los puertos de Langa y Kadirga, estaban cargadas con telas, cristal y especias de Francia, la China y la India y se balanceaban con suavidad en la brisa matinal. Los marineros de mltiples naciones haban iniciado las tareas de rutina antes de la salida del sol en sus barcos de llamativos mascarones de proa tallados como leones y sirenas por manos talentosas, en madera, hierro y bronce, e incluso oro. Algunos marineros limpiaban la cubierta con agua que haban acarreado del mar en enormes barriles mientras otros remendaban las velas o cambiaban las sogas. Las gaviotas graznaban cuando levantaban el vuelo hacia el cielo y se posaban sobre las olas que se deshacan en la playa. La costa era tan ancha como poda abarcar la vista, y en la lejana an era posible divisar que algunas colinas distantes estaban cubiertas de nieve. Un poco ms all del puerto de Langa se erguan las torres de Yedikule. Nombrarlas bastaba para que la sangre se helara... Cerca de all, los intimidantes teidores ya se haban emborrachado en el secreto de sus minsculos negocios. Siete recin llegados a la ciudad permanecan retenidos en la habitacin de cuarentena, cerca de las torres, bajo la sospecha de ser portadores de la peste. Tenan miedo y estaban nerviosos. Pero no eran los nicos que se sentan asustados, inquietos y agotados. Otros tres hombres, con grilletes en pies y manos, haban sido trados a la famosa mazmorra cuando la noche se disipaba en la maana... Durante meses los haban trasladado por todas las crceles de la ciudad, empezando por la mazmorra del astillero de Kasim Pach, siguiendo luego con la Torre Negra de Rumelihisari, y ahora, Yedikule. Una pareja de ladrones que se ocultaba en uno de los huertos de fruta, fuera de las murallas de la ciudad, extenda sus brazos huesudos, hmedos y rgidos por el roco nocturno, bajo la reavivada luz del sol. Quiz aquel fuera el ltimo da de sus vidas, quin poda1 Al es el ms Grande.(N. de la T)

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Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad saberlo? A uno de sus compaeros lo haban atrapado y colgado haca nada ms que una semana a la entrada del palacio Topkapi. All se exhibi su cuerpo putrefacto para disuadir a hombres como ellos... A medida que el sol ascenda, la ciudad cobraba vida poco a poco, mientras la gente atravesaba con prisa las retorcidas calles de adoqun. Los pescadores griegos haban recogido las redes tendidas con cuidado en las aguas de Sarayburnu y ya haban vuelto a sus refugios, en ambas riberas del Halic2, lo ms aprisa que eran capaces de navegar. El pescado era abundante, los cestos estaban llenos de atn, salmonete y sardinas. Algunos esquifes con un solo mstil acaban de llegar a la playa y los hombres haban llevado a tierra sus parrillas para cocinar; un humo delgado, impregnado de un aroma apetitoso, ascenda en espiral por el aire. Los vendedores de sherbet hacan tintinear sus vasos llenos de cubitos de colores, mientras se desplazaban entre la multitud. Las frutas y hortalizas ms frescas se encontraban expuestas y acomodadas en fuentes de madera. All estaban a la venta incluso las variedades ms exticas, cultivadas en los rincones ms remotos del mundo. Y lo mismo se poda decir de la multitud: qu comunidad no estaba representada all? En Pera, el barrio que albergaba la torre Glata, el ms sorprendente de aquellos grupos era el de los genoveses lujosamente ataviados, muchos de los cuales ostentaban barbas a la francesa; luego venan los vanidosos venecianos quienes paseaban debajo de sus anchos sombreros de borlas y, en ltimo lugar, los pocos ingleses, franceses, hngaros, rusos y otros europeos que llamaban patria a la ciudad... La mayora de la gente llegaba a la playa a aquella hora tan temprana para hacer las compras. Los encargados de las tabernas griegas cercanas a Tophane regateaban mucho con los pescadores, aunque algunos no estaban all slo para comprar sino que recogan informacin para sus pases. Poco despus, con los cerebros repletos y las bolsas de red llenas retornaban a sus casas, a disfrutar desde sus balcones de las vistas panormicas del esplendor de Estambul: el Mrmara, el Bsforo, las islas y el Cuerno de Oro. El Cuerno de Oro... Cruzando ese delgado canal, frente al puerto y al mercado de pescado, miles de judos, griegos y armenios que habitaban las casas desparramadas por la costa, desde Sarayburnu hasta Balat, tambin estaban inmersos en el ajetreo de las compras. Los hombres se dirigan al Gran Bazar para ver a los joyeros, selladores de barriles, cestheros, especialistas en municin, sastres y miniaturistas; para examinar los talleres de caramelo, telas y mercaderes de alfombras; para observar a los diestros artesanos que forjaban calderos de cobre, ollas, jarras, teteras y bandejas justo en la puerta principal. Los vendedores de agua y los amanuenses pblicos deambulaban por all entre la multitud. Los zaptiyes tenan sus ojos puestos en las balanzas de los vendedores. Veis a aquel que est all, junto al comercio de telas? Atrap a un mercader deshonesto, y el sinvergenza sera castigado como mereca: veinte azotes...2 Nombre Turco del Cuerno de Oro (N de la T)

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Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad Cientos de personas entraban y salan de las tabernas que rodeaban el bazar techado. Los porteadores, con la espalda encorvada por el peso, transportaban mercaderas desde los barcos anclados en el puerto y desde las caravanas de camellos que finalmente haban llegado desde los lejanos desiertos de Arabia, y trepaban por las calles que conducan a Bayazid. Espesaban el aire los intensos aromas de la canela, la pimienta negra, el comino, el azafrn... Los que se ganaban el sustento en Silahhane y Tophane sufran por el sofocante olor a plvora. Los hombres, desnudos hasta la cintura, trabajaban con alma y vida, forjando y moldeando caones; los pesados martillazos de los obreros golpeando el metal resonaban en las galeras del enorme y cavernoso edificio. Los jenzaros se ejercitaban al comps de los tambores en el hipdromo contiguo, y el sonido metlico de sus cimitarras se mezclaba con sus alaridos salvajes. Un poco ms lejos, el polvo de la caballera suba hasta la punta del obelisco egipcio de dos mil quinientos noventa y siete aos, llevado all desde Egipto mil noventa y siete aos antes por el Emperador Romano de Oriente, Teodosio. Detrs del monumento, se encontraba una columna de bronce con dos serpientes gemelas, como smbolo de una danza misteriosa. Tanta era la gente que haba entrado en aquella plaza que, vista desde lejos, pareca formar un solo cuerpo multicolor en incesante movimiento. All tambin haba animales: pjaros enjaulados que trataban de agitar las alas con desesperacin; osos con anillos colgados de la nariz; tigres con cadenas alrededor del cuello; monos que aullaban y gesticulaban... El cielo estaba lleno de cuervos y halcones; y aqu y all haba hombres con turbantes en la cabeza alimentando a los animales. Los gatos salvajes esperaban su comida y los vigorosos perros agitaban la cola mientras olfateaban en derredor en busca de su racin. No slo eran los animales los que andaban a la bsqueda de algunos bocados de comida. Los patios de las iglesias, sinagogas y mezquitas estaban llenos de mendigos cubiertos de harapos que aguardaban con sus manos extendidas una limosna. La ciudad era famosa por estos santuarios que protegan a los creyentes de las principales religiones occidentales, aunque las ms llenas eran las mezquitas. Al escuchar la sagrada invitacin de los muecines hecha desde los minaretes, los hombres de turbantes y con rosarios entre sus manos se dirigan con presteza a las mezquitas de Hagia Sopfia, Molla Zeyrek, Fatih y Sultn Eyup para orar; y eran tan numerosos como palomas que sacian la sed con el agua de las fuentes de los patios. Cuando los fieles giraban hacia La Meca y se postraban gritando el nombre de Al, hasta el no creyente ms obstinado era capaz de volver sus pensamientos hacia el Juicio Final y estremecerse de miedo por su destino. Decenas de miles de tumbas tambin tenan un lugar en Estambul, erguidas como silentes, inmviles espectadoras, contemplando este mundo catico y bullicioso desde algn lugar debajo de los poderosos pinos, cipreses y pltanos... 10

Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad Una enorme columna con un ancho pltano a un costado se alzaba en mitad del bazar avrat. Nadie sera capaz de decir de cuntas cosas haba sido testigo este rbol a travs de los siglos. Emplazado en la ltima de las siete colinas de Estambul, en el bazar se mostraban cientos de esclavas: circasianas, georgianas, albanas, italianas, rusas, espaolas y griegas. Hasta el borboteo que provena de los narguiles de los mercaderes que se tumbaban en sus asientos bajos de caa labrada, los ltigos hamacndose en sus vientres... hasta ese sonido balbuceante pareca hacer alarde de la belleza que se exhiba. Despus de todo, se trataba de mercanca de primera calidad. Algunas jvenes lloraban, otras callaban como si fueran mudas; y muchas otras miraban el entorno con ojos derrotados y opacos. Los eunucos del palacio real (el saray) y los mercaderes con sus bolsillos llenos se paseaban por all. En realidad, los eunucos eran los primeros en acercarse cuando llegaba un nuevo grupo de esclavas, elegan a las mejores del lote y las examinaban de pies a cabeza, en las habitaciones privadas del edificio de piedra usado por el harn imperial. Las jvenes expuestas al pblico en la plaza eran las que ya no tenan posibilidad de ir al saray. Cuando tras una larga sesin de regateo, el cliente llegaba a un acuerdo con el vendedor, aqul abra su monedero y contaba una por una las brillantes monedas de oro. Entonces sentaban a la joven en una palanqun y su nuevo dueo gritaba: "Vmonos, no tenemos todo el da...!" Los porteadores que transportaban la mercadera recin adquirida sobre los hombros corran hacia Chemberlitash, Ak Saray, Kumkapi, Laleli, Charshamba, Choukourbostan... El saray era otro mundo, de una riqueza y esplendor palpable incluso en sus jardines. Flores que atraan la mirada, surtidores de agua proveniente de estanques y fuentes brillando en el aire... El interior estaba ornado con valiosas alfombras persas, azulejos, biombos tallados a mano, tapices y cortinajes de satn, terciopelo, brocado y seda. Miles de personas trabajaban en el saray del sultn otomano: proveedores de agua, carniceros, pasteleros, criadores de abejas; fogoneros, cocineros, hojalateros, sirvientes; jardineros, msicos, tutores, eunucos; y mujeres, las mujeres del harn... cientos de mujeres. En cuanto al dueo del palacio, el Sultn, no todo el mundo poda verlo, pues nicamente l decida quin sera recibido. A este monarca de un moreno profundo, alto y severo, le gustaba leer libros de cosmografa y filosofa, escribir poemas o mirar, una vez concluidas las ocupaciones oficiales del da, la representacin de los artistas de karagoz que l haba importado de Bursa. En su juventud, haba sido bastante indulgente con los placeres de la vida provocando el enojo paterno, pero ahora ya no procuraba esos afanes. Jams tomaba ni siquiera un vaso de vino y oraba cinco veces al da, sin saltarse ninguna vez. Aunque el sultn aparentaba ser muy estricto, las donaciones que haca, los hospitales que haba construido, los comedores pblicos que haba instalado para los pobres lo haban 11

Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad hecho clebre y conocido en todo el territorio otomano. Cuando los viernes montaba su caballo hasta Hagia Sophia, acompaado de sus visires, pachs y tutores, la gente se atropellaba para vislumbrarlo brevemente. El conquistador que haba arrebatado con violencia la ciudad a los bizantinos, Bayazid II, el hijo de Mehmet II, cabalgaba entre nosotros... Era el nico amo de un vasto imperio, pero sobre todo, de la gloriosa Estambul, con sus setenta y cinco mil almas, renombrada por su belleza en el mundo entero. Ahora, esa belleza se haba despertado y haba empezado a devorar un nuevo da con sus deseos y esperanzas...

Toledo"La ciudad parece abandonada", pens Raquel de Toledo mientras caminaba deprisa por las sinuosas calles adoquinadas. Sin duda alguna tendra miedo de aquel silencio y de la soledad que reinaban, si fuera de noche. Las casas oscurecidas por las sombras y rodeadas de altas paredes de piedra, y los negocios vacos, todos con las cortinas bajadas... Las calles eran tan estrechas que un hombre de hombros anchos poda golpear al mismo tiempo las puertas opuestas. Casi todas las entradas de las casas se parecan: madera desgastada con aldabones de hierro oxidados por dcadas de inviernos hmedos. Los llamadores tenan forma de mano y colgaban con tristeza. Muchos de esos llamadores eran manos femeninas hechas de bronce, que sostenan una pequea esfera del mismo material. Dedos curvos, largos, elegantes, con uas bien cuidadas... "Igual que las hermosas manos de mam", pens Raquel. Se dirigi con el pensamiento hacia su madre, cuya voz sonaba en los odos: "No debes salir sola, por lo menos durante un tiempo. Sabes lo que ha sucedido hace poco en Sevilla. Cuatro personas, todas muy jvenes... No camines nunca cerca de las sinagogas, y asegrate tambin de permanecer alejada de las iglesias". Raquel sinti un escalofro repentino, aunque el sol de mayo que se asomaba por encima de las altas paredes la reconfort en seguida. Un pjaro cantaba alegremente en las ramas florecidas de un ciruelo. Raquel se dirigi aprisa hacia la orilla del ro. Todos los que conocan a la familia de Raquel comentaban cunto se pareca a su padre. Era alta y esbelta; el pelo castao claro tena reflejos de matices rojizos, que enmarcaban sus asombrosos ojos turquesa y rasgos delicados. Hasta el temperamento afable y educado se pareca al del padre, pues los dos eran bondadosos y de 12

Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad voz suave y preferan evitar la discusin y las confrontaciones. Por otro lado, el hermano mayor de Raquel, Can, se pareca mucho a la madre. La misma tez oscura, el semblante severo, y los gestos serios, que tal vez slo fueran los componentes de una mscara que pretenda ocultar sus lados ms agradables y generosos. De vez en cuando, Raquel pensaba que la madre y el hermano mayor consideraban que su carcter flexible, plcido, era un signo de debilidad. Ambos detentaban las personalidades fuertes, tercas y dominantes de la familia, salindose siempre con la suya. El miembro ms joven de la familia, Abraham, era una isla hasta para s mismo. No se pareca ni al padre ni a la madre. Tena la cabeza cubierta de rizos negros y sus ojos, oscuros como los de un gamo, estaban adornados con largas pestaas, espesas. Era un alma tan pacfica y tranquila que resultaba difcil creer que viva en la misma casa con los dems. Por desgracia, era un nio enfermizo, con un sinfn de problemas de salud. Las enfermedades recurrentes lo confinaban a guardar cama durante das, semanas y en ocasiones hasta meses. La madre y el padre se turnaban para hacerle compaa toda la noche, sin saber si lograra llegar a la maana siguiente. Cuando se senta mejor y segn la estacin, lo llevaban hasta el patio con un manta sobre las rodillas o lo sentaban en una silla, frente a una ventana soleada. El pobre nio permaneca horas en el mismo lugar, entretenindose con slo mirar las nubes, los pjaros y rboles, o a los nios que jugaban afuera. Nunca goz de suficiente salud para reunirse aunque fuera algunas horas con ellos. Can, por otra parte, casi nunca estaba en casa. Eran pocos los das en que no regresaba cubierto de sangre y raspones y las ropas desgarradas y rotas. Esther de Toledo refrenaba su enojo por los puetazos porque Can era su predilecto. La familia estaba dividida en dos mitades: Can y la madre, Raquel y el padre. En el medio se encontraba el enfermizo Abraham, siempre necesitado de la ayuda y piedad de los dems, querido por todos. Sin embargo, era una familia feliz y armoniosa a pesar de las diferencias. Cuando pensaba en Abraham, Raquel senta algo extrao en su interior. S, lo amaba, pero en su corazn haba algo ms, algo ms que el afecto de una hermana por un hermano. Cada vez que lo miraba, senta que ella era ms que una hermana; una mujer, una madre... Con sus ojos eternamente tristes, el cuerpo enclenque torturado por la enfermedad y su desesperada necesidad de amor, le haca doler el corazn. Raquel quera proteger a Abraham de todo lo que fuera spero y cruel, mientras ella estuviera con vida. l era como un smbolo de la necesidad de compasin. Abraham le recordaba al Cristo recin nacido en los brazos de su Santa Madre, vulnerable e inocente. Estaba tan extraviada en esos pensamientos sobre la familia y el pequeo hermano Abraham que las campanas la cogieron por sorpresa al pasar delante del patio de la iglesia. De qu se trataba esa celebracin fuera de lo programado? Entremezclados con el taido de las campanas, oy los gritos de las personas que se encontraban en el interior. La conmocin, que ahora aumentaba de 13

Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad volumen, no se pareca en nada a las oraciones. Recordando las palabras de la madre, Raquel sinti de repente en la boca el sabor amargo del miedo. Dobl la esquina corriendo velozmente, con el corazn retumbando y entr en el jardn de una casa vaca. Reconoci aquella morada, pues perteneca a la familia Pinto que se haba ido de Toledo haca no ms de seis meses, aunque ahora pareca como si estuviera abandonada desde haca siglos. Haban roto todas las ventanas y los fragmentos de vidrio estaban desparramados por el jardn, invadido de malas hierbas. Al principio, Raquel pens que las hermosas flores de doa Sara no se vean por ningn lado, pero cuando mir a su alrededor con atencin, not una pequea mancha de jacintos oculta debajo de algunos pastos altos y dbiles. Ese descubrimiento dibuj una sonrisa en su rostro e ilumin su corazn dominado por el pnico. Eran sus flores preferidas. Se arrodill y cogi una, disfrutando del dulce perfume. Se sent en el suelo con la flor en la mano, mientras se preguntaba en dnde estara ahora doa Sara: en Lisboa, Venecia, Amberes, Estambul... El taido de las campanas de la iglesia distrajo su atencin. Se levant, se ech el chal sobre la cabeza, salt la pared de atrs y empez a correr, con la flor apretada contra el pecho. Raquel sigui andando hasta que estuvo a una distancia segura de la iglesia y de su miedo. La abrupta loma que estaba delante de ella descenda hacia el ro, que era de un verde profundo. El ro Tajo, amante apasionado que murmuraba seductoramente al odo de la ciudad que rodeaba... Mientras corra hacia el agua, Raquel lo divis. Te amo, Moiss! grit. Arroj el chal hacia atrs, con el cabello flotando al viento, y le volvi a gritar, mientras agitaba la flor en el aire: Te amo, te amo, Moiss! Debajo de unos sauces, junto a un puentecito, Moiss Nahmias la estaba esperando, impaciente y a pesar de que no poda escuchar lo que ella le deca a voces, murmuraba los mismos sentimientos: Amo a esta nia; la amo mucho...

GranadaEl sol de invierno medio desganado careca de la viveza suficiente para calentar la inmensa sala de ceremonias rodeada de paredes de piedra. Dentro de la iglesia todava haca fro. Como todos los lugares de culto, el impresionante edificio inspiraba silenciosa obediencia y 14

Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad temor ciego como el que se sentira en presencia de Dios. En medio del altar, Jess, representando el sacrificio final por todos los pecados del mundo, dorma su eterno sueo en la cruz. Cerca de l haba un cuadro de la Virgen de tamao natural cuya imagen pareca detenida para siempre en el luto y la congoja por la temprana muerte de su nico hijo. La densa atmsfera espiritual desafiaba la clara conciencia y hasta para el ms puro e inocente se tornaba difcil no sentir culpa o responsabilidad. Por otra parte, no era sencillo juzgar si el pequeo grupo de personas que se encontraba delante del altar se senta o no conmovido por aquel opresivo aire de pecado. El anciano sacerdote, vestido solemnemente de pies a cabeza, se encontraba de pie en el plpito leyendo los versculos de la enorme Biblia abierta delante de l. Don Abraham, pese a que era mucho mayor que l, se haba arrodillado con resignacin a sus pies. La reina Isabel y el rey Fernando de Espaa, testigos nicos de aquel evento sagrado e histrico, estaban de pie junto a los dos hombres con aire de arrogancia y cnica satisfaccin. Aquel era el da en el que don Abraham Padre, de ochenta aos, se converta al cristianismo. La ceremonia culmin cuando el sacerdote alz la copa de vino de la comunin. A don Abraham le supo a autntica sangre beber de la copa de oro como un buen catlico. Estaba muy perturbado e inquieto, se senta como si hubiera vendido su alma al diablo. Abrigaba la esperanza de que Dios comprendiera la razn que impulsaba su cambio de fe y or silenciosamente para que as fuera y lo perdonara. Trat de no pensar en la persecucin emocional que seguira, como si todava ignorara si sera capaz de soportar que se refirieran a l como "Son Or" en lugar de "Seor"3. Adems, en lo profundo de su corazn saba que su sacrificio bien valdra la pena si con l poda evitar la expulsin de miles de familias judas de su tierra natal. El pensamiento de que su pueblo se viera forzado a abandonar todo lo que tena era insoportable. Sus pensamientos se unieron a pesar suyo con la pequea multitud que fielmente repeta y entonaba "amn" al unsono con el sacerdote. El bautismo de don Abraham haba terminado... Ponindose de pie lentamente, don Abraham arrastr sus ancianos pies hacia la reina Isabel y se arrodill respetuosamente delante de ella. Majestad dijo. Vuestra promesa? La reina jugaba con la cruz de rub alrededor de su esbelto cuello e intent enmascarar su irritacin. Ni siquiera mir a don Abraham al extender su mano sobre el brazo de Fernando, que era la seal para que la acompaara hasta la salida. Don Abraham todava estaba arrodillado cuando ella se dio la vuelta, justo antes de desaparecer en la antecmara, y respondi: Veremos qu podemos hacer cuando llegue el momento. Don Abraham escuch al coro cantar otro himno, despus de que3 En el original Son Or que significa "oro falso" adquiere un matiz peyorativo y forma un juego de palabras con "Seor". (N. de la T)

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Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad lo dejaron completamente solo en medio de la iglesia. Entonces, el antiguo judo, recientemente convertido, fij sus ojos llenos de lgrimas en el techo, paralizado, con las manos juntas, como si esperara que el cielo lo abatiera y dejara su alma en libertad. El parpadeo de cientos de velas se desvaneci, mientras el eco de los sonidos del coro resonaba con ms fuerza en sus odos hasta que se hizo un ovillo contra el suelo, inconsciente.

ToledoNo puedes pedirme que haga eso! La voz de Esther de Toledo sonaba llena de furia. Habiendo acabado los preparativos para la cena, se sacudi con nerviosismo las manos enharinadas y alz ms la voz. Lo que me pides es una locura, David. Cmo puedes exigirme una cosa as? Esther, t crees realmente que yo acaso mencionara este tema si no creyera que es por el bien de nuestra familia? Por qu no me escuchas y tratas de entender? No ves...? Nuestras vidas aqu estn terminadas, completamente terminadas! Si no hacemos algo, nos van a matar. Tenemos que irnos cuanto antes. Aunque slo sea por nuestros hijos. Esther se encamin a zancadas hacia la puerta de la cocina, sin mirar a David. No dijo con voz firme. No quiero discutirlo ms. Soy una Toledo y mi familia y yo hemos vivido aqu desde hace siglos. Mi padre, mi abuelo, su padre y su abuelo... Esta es nuestra tierra! Pertenecemos a ella. Adems, tengo ms derecho a vivir aqu que Isabel. Suaviz la voz. Por favor, David, no veo razn alguna para dejarnos arrastrar por el terror. Todo volver pronto a la normalidad; estos tiempos difciles pasarn. Mi respuesta definitiva es no. No nos vamos. El rostro de David se crisp de furia momentneamente, pero pudo controlar sus emociones, mientras responda: Muy bien, Esther. Pero cmo reaccionaras si maana mataran a tu hijo Can como mataron a esos cuatro jvenes en Sevilla? Por favor, procura aceptar lo que ha sucedido. Fernando e Isabel son nuestros nuevos gobernantes, los dueos de lo que una vez fue nuestro. Ya no somos libres en nuestra propia ciudad, ni siquiera en nuestra propia casa. No pasa ni un solo da sin que las personas sean torturadas y asesinadas en las calles o arrojadas a la crcel. Cientos 16

Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad de familias ya han huido. Estaban equivocadas? La nica alternativa es convertirse en buenos catlicos. Eso es lo que t quieres, el dolor y la humillacin de renunciar a tu fe, a tu patrimonio? El propio don Abraham acept que lo bautizaran hoy con la esperanza de salvar a su gente de esta pesadilla inminente. Dicen que pensar en eso casi est matando al pobre hombre. Para salvar a su gente...? Por favor, David, de verdad crees esa tontera? El corazn de don Abraham se compadece nada ms que de s mismo y de su dinero. Hace aos que se ha puesto del lado de la monarqua catlica. T dices que lo est matando? Bueno, casi me alegro de que as sea. Esther, te lo suplico. Pensemos al menos en una mudanza eventual a Portugal. Si resulta que t tienes razn, podremos volver a Espaa de inmediato. No seas terca. Piensa en m, piensa en los nios. Esther se dio media vuelta y camin con calma hacia su esposo que todava estaba sentado a la mesa. Lo rode con los brazos y le apret la cabeza contra su pecho con dulzura. Empez a mecerlo como si estuviera sosegando a un nio y le dijo con suavidad: No te preocupes, David. Por favor... Las dificultades desaparecen siempre, si somos pacientes. No sucede siempre as? David cerr los ojos y la estrech con afecto. Busc la mano de Raquel y le bes los dedos esbeltos. Tenemos que preocuparnos dijo. Tenemos que preocuparnos, mi reina amada. Esta vez es diferente, mucho ms grave. Isabel y Fernando estn decididos a erradicar a nuestra raza de la faz de la tierra. En ese preciso instante oyeron golpear la puerta. El ruido fuerte, impaciente, tras la inquietante conversacin, les produjo recelo. Esperaron escuchando tensos y con las manos entrelazadas. Cuando los golpes se volvieron ms insistentes, David se levant y fue hasta la ventana de la cocina, que estaba cubierta con herrajes. Era tan pequea que David poda ver al visitante sin revelar su presencia. Reconociendo a quienes lo visitaban, grit: Esperen ah, enseguida bajo! Quin es? pregunt Raquel con ansiedad. Don Salvador y doa Graciela replic David, mientras sala corriendo. Esther se distendi un poco y baj a saludar. Don Salvador y doa Graciela estaban sofocados cuando entraron en el pequeo patio. El susto de Graciela se manifest como un torrente en ese mismo momento. Has odo, Esther? Oste lo que ha sucedido? David asom la cabeza, mir a ambos lados y dndose vuelta deprisa, cerr la puerta. Graciela tena el rostro plido como el de un fantasma. Rode con los brazos a su vieja amiga y le dijo entre sollozos: Esther, qu vamos a hacer ahora? El terror de Graciela se intensific con las palabras del esposo: Tenemos que salir de la ciudad lo ms pronto posible. Las cosas 17

Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad estn empeorando mucho. Esther los empuj hacia una mesita de madera ubicada en una esquina del patio, llen una taza con agua de la jarra de cobre que estaba junto a la mesa y se la alcanz a Graciela, que temblaba sin parar. Sernate, Graciela. Aqu ests a salvo dijo David. Se dio la vuelta hacia Salvador y le pregunt: Qu ha pasado? Qu es lo que te ha aterrorizado de esa forma? Salvador era un hombre bajo, ms bien pesado. Las cejas espesas, oscuras, dominaban su cara plida y redonda, y las gotas de sudor corran por su frente ancha. Acaban de llevarse a otros cuatro hijos nuestros replic todava jadeante. Los deben de haber arrastrado hasta el Palacio Inquisitorial... Hashem Israel4 chill Esther y corri hacia la puerta de la calle gritando "Can, Can..." David logr cogerla del brazo. Graciela habl de prisa. Est bien, Esther, no se llevaron ni a Can ni a Moiss. Pero... Los ojos se le volvieron a inundar de lgrimas, baj la vista y los sollozos se volvieron incontrolables. El esposo se precipit hacia ella y, con voz temblorosa, prosigui la frase: ...pero se los podran llevar en cualquier momento. David fij los ojos en su mujer como diciendo: "Te lo dije... me crees ahora?". Esther se apret ms fuerte el chal morado alrededor de los hombros y mir por encima de sus amigos, hacia donde las nubes cambiaban de forma contra el azul celeste del cielo. Se toc con los dedos el pelo encanecido recogido en la parte de atrs de la cabeza, mientras las manos le temblaban y las arrugas alrededor de los ojos se profundizaban. Hemos tomado una decisin. Nos vamos a Portugal dijo Salvador rompiendo el incmodo silencio. Una vez que lleguemos all, seguiremos hacia Edirne o a Estambul. Graciela agit la cabeza asintiendo y comenz a tirarse nerviosamente de los pequeos pendientes de oro. Trataremos de vender todo y seguir el consejo del rabino Sarfaty. l predijo todo esto y constantemente nos invitaba a que nos uniramos con l en territorio otomano. Ahora sabemos realmente que tena razn. Finalmente seguiremos su consejo. Recuerdo que les escribi que el sultn otomano era un hombre tolerante, que haba decretado que todos podran vivir en paz en su pas, "debajo de su propia higuera" me parece que fueron sus propias palabras agreg David. Pero nosotros ya tenemos un hogar, y nuestras propias higueras. Por qu tendramos que ir a un pas tan lejano y del cual no sabemos nada? Esto no puede continuar. Todo terminar antes de que nos demos cuenta dijo con brusquedad Esther.4 Significa "Dios escucha la voz de ios hijos de Israel y slvalos " (N. de la T.)

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Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad No! replic Graciela con conviccin. No se terminar pronto. Lo s. Lo presiento. Venid con nosotros antes de que sea demasiado tarde. Qu dices, Esther? Esther no respondi; en lugar de ello se disculp y con la excusa de traerles a sus huspedes unos bojos para comer, regres al interior de la casa para pensar. Salvador mir a David con preocupacin y le dijo: Tienes que hacer todo lo posible para convencer a tu esposa de que se vaya. Creme, dentro de un par de meses ser demasiado tarde. Si os vais ahora con nosotros, te juro que har todo para que instalemos nuestro negocio de imprenta deprisa. Quin sabe, tal vez nuestro negocio podra ser ms fructfero all de lo que ha sido aqu. Sonri. Escuch que Estambul es una ciudad grande y hermosa. Qu dices, mi querido amigo? Jrame que lo pensars. David se estaba poniendo inquieto. Se levant sin contestar. Era un hombre alto y delgado, y en los ltimos aos haba perdido la mayor parte del pelo. Su rasgo ms distintivo era el extremo de la nariz puntiaguda, que estaba casi siempre colorado, como si fuera un bebedor, a pesar de que jams haba tomado ni un sorbo de vino de la copa de su esposa. Era un hombre afectuoso y para l la familia estaba por encima de todo. A pesar de su modo de ser generalmente calmo, comenz a recorrer con preocupacin el pequeo patio. Por fin, se acerc a Salvador, que no slo era su vecino y un buen amigo, sino tambin su socio en el negocio de la imprenta y al cabo respondi: Estoy de acuerdo con todo lo que has dicho, pero, cmo convenzo a Esther? Es una roca inconmovible, tan apegada a sus recuerdos... Volvi a pasearse, como si eso lo ayudara a encontrar la respuesta. Se mantiene en sus trece. Es terca como una mula y en Toledo, todo el mundo lo sabe musit entre dientes, mientras caminaba. Todo el mundo en Castilla estara de acuerdo contigo, David. Pero... pero... debe de haber una forma de convencerla replic no sin humor doa Graciela. Para entonces ya haba recuperado la compostura; miraba a su alrededor como si fuera la primera vez que vea el patio y lanz un suspiro de preocupacin. Aqu es donde nacimos y nos criamos. Aqu es donde hallamos a nuestros amados y nos casamos. Aqu es donde criamos a nuestros hijos. Sin embargo, alguien tiene que persuadir a Esther. Quiz Can, pues si l decide irse, entonces Raquel tambin lo har. Con toda seguridad a l lo escuchar. Salvador la mir con severidad. No quera que su amigo David se ofendiera con los comentarios de su esposa, pero David agit la mano disculpndola y pregunt: Cundo os vais? En cuanto podamos atar todos los cabos sueltos contest Salvador. A ms tardar, dentro de un mes. Las campanas de la iglesia haban vuelto a sonar como si quisieran confirmar la urgencia de su decisin. Una bandada de palomas alz el vuelo encima de la casa. 19

Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad Esther regres con una gran fuente de huevo y bolas de matz hirviendo. Nadie cocina como t! proclam Graciela como una nia entusiasmada. Ay, Dios mo... Estaba tan aterrada que me olvid de preguntar cmo est Abraham exclam sirvindose uno. Esther se encogi de hombros. Algunos das est un poco mejor que otros... David alz la mirada hacia la ventana de la habitacin del nio y dijo: Ahora duerme. Creo que ha estado mucho mejor. Siempre sufre mucho durante el invierno. La primavera esta a la vuelta de la esquina, a Dios gracias, pero a pesar de que nos esforzamos mucho, parece que nada ayuda. Salvador le palme la espalda a David y dijo: Tiene nada ms que ocho aos. Ya vers. Se convertir en un joven fuerte. Sucedi exactamente igual con Moiss y Abraham. No te acuerdas qu enfermizos y enclenques eran cuando tenan la edad de Abraham? Las cosas cambiaron despus de que cumplieron los doce aos. Todos los chicos atraviesan esas etapas. Lo s, pero el pobre nio se pasa en vela todas las noches tosiendo. Siempre est plido y tiene el apetito de un pjaro. Esther se desespera por hacerle las comidas preferidas, pero casi no toca nada. Antes de que llegarais, Raquel baj al ro para buscar algunas setas especiales que le encantan. No nos sentamos a gusto envindola all sola, pero la zona que se extiende junto al ro todava es segura. Tuve que dejarla ir. A veces me pregunto qu clase de niez le estamos dando a nuestros hijos, escuchando todo el tiempo nuestras prevenciones. Graciela, cuyo humor cambiaba como el de un nio pequeo, ya se senta contenta y disfrutaba feliz de una segunda porcin de matz. Agreg inesperadamente: Raquel es una nia tan buena... con un corazn de oro. Tambin va camino de convertirse en una dama muy bella. Me imagino que haremos planes para que la boda de Moiss y Raquel se haga en Estambul. Salvador mir de soslayo a su mujer para indicarle que su intervencin era inoportuna. David comenz a responder, pero Esther se interpuso con voz spera: Puesto que nosotros no vamos a Estambul, tendrn que buscar otra novia para Moiss. Raquel se queda en la tierra de sus antepasados y se casar segn la tradicin. Lo mismo suceder con Can y Abraham... Can corra enloquecidamente montaa arriba, gritando a todo pulmn. Te matar, Moiss! Cuando te ponga las manos encima, te voy a exprimir hasta que no le quede una gota de sangre a tu pequeo y miserable cuerpo. No te vas a escapar slo con la nariz llena de sangre. Te sacar el corazn y se lo dar de comer a los perros. Canalla! 20

Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad Agotado por la persecucin, cay de rodillas, todava tenso de rabia, pero enseguida se puso de pie de un salto y empez a perseguir a Moiss con renovada decisin. Te matar! Lo juro por Dios! Haba lgrimas de furia en sus ojos. Pensando en Raquel, se detuvo por un mnimo instante y vocifer: No te muevas de aqu o ir tras de ti enseguida! Raquel, aterrada, se escondi detrs de un sauce enorme. En cuanto estuvo segura de que Moiss estaba lejos del alcance de Can, empez a sollozar. Su hermano era violento y cruel y no tena ni un pelo de bueno en el cuerpo. Qu haba de malo en sentarse sencillamente uno junto a otro, cogidos de las manos y contemplar las aguas del Tajo? Todo el mundo saba que se casaran cuando fueran mayores. Todo lo que Moiss hizo fue besarla en la mejilla despus de susurrarle: "Te amo mucho. Siempre te amar, siempre". Eso fue todo. Por qu era un pecado tan imperdonable? Se estremeci cuando record que Can le haba dado un puetazo a Moiss en la cara y le haba hecho brotar sangre de la nariz. Se preguntaba cmo haba descubierto dnde estaban. Mientras Can resbalaba por las piedras hacia el ro, todava segua gritando furioso: Te irs a casa ahora mismo, jovencita. A ti te toca despus. Estaba ocupado tambin en amenazar a Moiss, a quien no se vea por ningn lugar y aunque ste ya estaba lejos de su vista, Can segua desahogndose: Bolsa de escoria, imbcil...! Me las pagars, Nahmias, tu...! Cuando lleg adonde ella estaba, Can tena la cara colorada. Qu demonios te pasa? Te volviste loca? la amenaz con el puo. Mientras estamos preocupados por el destino de nuestro pueblo, cmo puedes ser tan egosta y pensar en coquetear con mozos? Raquel hizo una mueca cuando observ que en los nudillos de Can todava haba sangre de la nariz de Moiss. Interpretando su mirada, Can se arrodill para lavarse las manos y la cara en la orilla del ro. Luego la asi del brazo, la empuj y le orden: Muvete! Nos iremos derecho a casa. Eres tan idiota, una estpida tan irresponsable... No eres ms que una ramera barata! Aunque Raquel haba sido obediente hasta ese momento, la palabra "ramera" fue demasiado para ella. Se desasi, cogi una piedra y se la arroj con toda la fuerza que pudo. Cuando pas rozando la cabeza de Can, ech a correr montaa arriba al tiempo que le gritaba con todas sus fuerzas: Espero que te mueras... espero que te mueras pronto y yo pueda verlo! El chal se le resbal de la cabeza, dejando a la vista el hermoso cabello castao rojizo, que volaba detrs de ella. Corra a toda prisa hacia la ciudad. Can mir la piedra que estaba detrs sin poder creer que ella se la hubiera tirado. Saba exactamente lo que habra hecho, si no le hubiera preocupado la reaccin paterna. Cuando levant la vista, Raquel bajaba otra vez corriendo la 21

Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad colina hacia l. Pareca aterrada y trataba de decirle algo. Can no pudo comprender sus palabras porque ella todava estaba muy lejos. Al punto, un grupo de personas vena tras ella. Vestan capas con caperuzas y llevaban grandes cruces de madera. Dominando la urgencia de correr, busc en derredor, tratando de encontrar alguna forma de protegerles a ambos. Advirti los anchos troncos de sauces centenarios y la espesa extensin de juncos que haba justo detrs de ellos. Llamando a gritos a Raquel, se encontr con ella cerca del ro y la empuj hacia el lecho de juncos dicindole: Vete all, entra al juncal. Agchate y sal lo ms lejos que puedas y agreg: Pase lo que pase, qudate quieta. Qudate muy, muy quieta. Raquel estaba temblando. Qu pasar contigo? susurr. No vienes conmigo? Me quedar aqu y los distraer. No te preocupes por m, estar bien. Ahora empieza a correr! Te seguir en cuanto pueda. No tenan mucho tiempo que perder y la empuj hacia el ro. Sigue. Date prisa. Para cuando Raquel se dej caer en la seguridad de los juncos, uno de los encapuchados que haba llegado al ro antes que el resto, tena las manos en la garganta de su hermano. A Can no le quedaron muchas oportunidades cuando los dems, alrededor de una media docena, lo alcanzaron. Vio cmo los hombres arrojaban a Can al suelo y lo rodearon en crculo. Asesino de Cristo! le gritaban, golpendolo con las puntas de las cruces. Muy pronto se cubri con su propia sangre. A ustedes les encanta ver la sangre de los cristianos derramada a causa de sus demonacos rituales, a ti y a tu pueblo. Qu pasa cuando se trata de la tuya? Pagars por tus delitos, ustedes son todos unos sucios puercos judos! Can yaca tendido inconsciente donde los hombres lo haban tirado, sobre las piedras cerca del ro. Pensando que ya estaba muerto, los atacantes buscaron a la joven que haban visto antes. Mientras Raquel trataba de encontrar una forma de ayudar a su hermano, Can empez a sacudirse. Levant primero una rodilla, despus las piernas tambaleantes y pudo dar unos pocos pasos hacia el agua. Uno de los atacantes descubri el intento de huida de Can, se abalanz hacia el joven y lo embisti tirndolo al ro. Raquel se llev las manos a la boca cuando divis al hermano flotando cabeza abajo. Las palabras "espero que te mueras..." seguan resonando como un eco en su cabeza. Sinti que la tierra desapareca debajo de ella y perdi pie. Alcanz a llegar hasta un rbol antes de perder el sentido, y permaneci con la cabeza sobre la superficie del agua. Cuando lleg el anochecer, el grupo sediento de sangre se cans de la bsqueda y se fue con la seguridad de que la joven deba de haber escapado, mientras ellos le propinaban una leccin a aquel otro sucio judo. La noche del 21 de marzo de 1492 la hija de Esther y David de Toledo, Raquel y el hijo, Can, no volvieron a su casa. 22

Solmaz Kamuran dama de Sefarad

Esther, la

31 de marzo de 1492 GranadaDon Fernando y Doa Isabel, por la gracia de Dios, Rey y Reina de Castilla, Len, Aragn, Sicilia, Granada, Toledo, Valencia, Galicia, Mallorca, Sevilla, Cerdea, Crdoba, Crcega, Murcia, Jan, el Algarve, Algeciras, Gibraltar, y las islas de Canaria, conde y condesa de Barcelona y seores de Vizcaya y Molina, duques de Atenas y Neopatria, condes de Roselln y Cerdea, marqueses de Oristn y de Gociano; al prncipe Don Juan, nuestro muy caro y muy amado hijo, y a todos los dems infantes, prelados, duques, marqueses, condes, maestres de rdenes, priores, ricos hombres, comendadores, alcaides de castillos y plazas fuertes de nuestros reinos y seoros, y a los concejos, corregidores, alcaldes, alguaciles, merinos, regidores de caballeros y escuderos, y a todos los hombres buenos de todas las ciudades, villas y lugares de nuestros reinos y seoros, y a las aljamas de los judos, y a todos los judos y personas singulares de esos lugares, tanto varones como mujeres de cualquier estado, y a todas las personas de cualquiera ley, estado, dignidad, preeminencia y condicin que sean, y a quienes el asunto contenido en nuestra carta atae o ataer puede: Salud y gracia. Bien saben, o deberan saber que, por cuanto hemos sido informados, que en estos nuestros reinos haba algunos malos cristianos que judaizaban y apostataban de nuestra Santa Fe Catlica de lo cual era mucha causa la comunicacin entre los judos y los cristianos, ordenamos en las Cortes que celebramos en la ciudad de Toledo el pasado ao de mil cuatrocientos ochenta, apartar a los susodichos judos en todas las ciudades, villas y lugares de nuestros reinos y seoros, y darles juderas y lugares separados donde vivir, esperando que con su separacin se corregiran. Y otros procuramos y dimos orden para establecer la Inquisicin en los dichos reinos y seoros; la cual, como ya sabis, ha doce aos que funciona, y gracias a ella, muchos han sido hallados culpables (segn hemos sido informados por los inquisidores y por otras muchas personas devotas, eclesisticas y seculares) del gran dao a los cristianos que ha venido (y viene) de la comunicacin y conversacin con los judos. Estos procuran, con cuantas vas y maneras pueden, subvertir y sustraer a los fieles cristianos de nuestra Santa Fe Catlica y apartarlos de ella, y, atraerlos a su daina creencia: instruyndolos en las artimaas y observancias de su Ley, celebrando reuniones en las que les leen y ensean lo que han de creer y guardar segn su Ley, procurando circuncidarles a ellos y a sus hijos, dndoles libros con los que rezar sus oraciones, dicindoles los ayunos que han de observar, y reunindose con ellos a leer y ensearles las historias de su Ley; indicndoles las festividades con antelacin y llevndoles a sus casas pan cimo y carnes sacrificadas segn el ritual, instruyndolos acerca de las cosas de las que se han de abstener, tanto en las comidas 23

Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad como en otras cosas, persuadindoles de que tengan y guarden la Ley de Moiss y convencindoles de que no existe otra ley o verdad, sino aquella. Todo esto consta por muchas declaraciones y confesiones, tanto de esos mismos judos como de los que fueron engaados y pervertidos por ellos, lo que ha redundado en gran dao, detrimento y oprobio de nuestra Santa Fe Catlica. Y dado que fuimos informados de buena parte de esto con anterioridad, y sabiendo que el verdadero remedio de todos estos daos e inconvenientes era prohibir toda relacin entre los dichos judos y los cristianos y echarlos de todos nuestros reinos, quisimos contentarnos mandndoles abandonar todas las ciudades, villas y lugares de Andaluca (donde pareca que haban hecho mayor dao), creyendo que aquello bastara para que los de las otras ciudades, villas y lugares de nuestros reinos y seoros cesaran de hacer y cometer lo susodicho. Y puesto que nos han informado que ni esa medida, ni las condenas impuestas a los judos que se han hallado culpables de dichos crmenes y delitos contra nuestra Santa Fe Catlica, han sido remedio para obviar y remediar tan grande oprobio y ofensa a la fe y religin cristiana (pues cada da se hace evidente que los dichos judos persisten en su malvado y daino propsito adonde viven y conversan); y para que no haya lugar de ofender ms a nuestra santa fe, tanto en los que Dios ha querido preservar hasta ahora, como en los que cayeron y se enmendaron y redimieron a la Santa Madre Iglesia, lo cual, segn la flaqueza de nuestra humanidad y astucia y sugestin diablica que con tino nos combate, lo que puede acaecer fcilmente si la causa principal no se quita, que es la de desterrar a los dichos judos de nuestros reinos. Porque cuando algn miembro de un colegio o universidad comete un grave y detestable crimen, es razn que tal colegio y universidad sea disuelto y aniquilado, y los mayores por los menores, y los unos por los otros sean punidos; y si aquellos que pervierten el buen y honesto vivir de las ciudades y villas, y por contagio pueden daar a los otros, son expulsados de los pueblos, por causas menos dainas que stas de la res pblica, cuanto ms por el mayor de los crmenes, y ms peligroso y contagioso, como lo es ste. Por ende, nos, con el consejo y el parecer de algunos prelados, grandes y caballeros de nuestros reinos, y de otras personas de conocimiento, y la sabidura de nuestro Consejo, y habiendo deliberado mucho sobre ello, hemos acordado mandar salir a todos los dichos judos y judas de nuestros reinos, y que no retornen ni vuelvan jams a ellos ni a ninguno de ellos. Y sobre ello mandamos dar [a conocer] esta nuestra carta, por la cual ordenamos a todos los judos y judas de cualquier edad que sean, que viven y moran en nuestros dichos reinos y seoros (tanto los naturales de ellos como los que no lo son, que en cualquier manera y por cualquier causa hayan venido y estn en ellos), que para el fin del prximo mes de julio del presente ao salgan todos de nuestros reinos y seoros, con sus hijos e hijas, criados y criadas, y familiares judos, tanto poderosos como sencillos, de cualquier edad que sean, y no osen volver a aquellos lugares, ni residir en ellos, ni en parte alguna de 24

Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad ellos, ni de vivienda ni de paso ni de ninguna otra manera, so pena que si no lo hicieran y cumplieran as, y fueren hallados estando en nuestros dichos reinos y seoros, o viniendo a ellos en cualquier manera, incurran en pena de muerte y confiscacin de todos sus bienes para nuestra Cmara y Fisco, incurriendo en estas penas por el acto mismo, sin ningn proceso [judicial], sentencia ni declaracin. Y mandamos y defendemos que ninguna persona o personas de los dichos reinos, de cualquier estado, condicin o dignidad que sean, osen recibir, proteger, defender o acoger en sus tierras, casas o en parte alguna de nuestros dichos reinos y seoros, pblica o secretamente, a ningn judo o juda ms all del fin de julio y a partir de ah para siempre jams, so pena de prendimiento de todos sus bienes, vasallos, fortalezas y otros bienes heredados, y de perder asimismo cualquier merced que tengan de Nos para nuestra Cmara y Fisco. Y para que los dichos judos y judas, durante el dicho plazo, hasta el fin de dicho mes de julio, puedan disponer mejor de s mismos y de sus bienes, por la presente los recibimos y acogemos bajo nuestra seguro, amparo y proteccin real, y los asesoramos a ellos y a sus bienes, para que durante el dicho perodo hasta el ltimo da de dicho mes de julio, pueden andar y estar seguros, y pueden vender, y enajenar todos sus bienes, muebles y races, y disponer de ellos libremente a su voluntad, y que durante el dicho tiempo no les sea hecho mal, dao, ni desaguisado alguno, ni en sus personas ni en sus bienes contra justicia, so las penas que caen e incurren quienes quebrantan la proteccin real. Y asimismo damos licencia y facultad a dichos judas y judos para que puedan sacar sus bienes y hacienda fuera de nuestros reinos y seoros, por tierra o por mar, con tal que no saquen oro, plata, dinero en moneda u otras cosas vedadas por las leyes de nuestros reinos, salvo mercaderas y cosas prohibidas o en cambios. Y mandamos tambin a todos los consejos y justicias, regidores, caballeros y escuderos, oficiales y hombres buenos de las dichas ciudades, villas y lugares de nuestros reinos y seoros, a todos nuestros vasallos sbditos naturales de ellos, que guarden, cumplan y hagan guardar y cumplir esta nuestra carta y todo lo que ella contiene, y den y hagan dar todo el favor y ayuda que fuera menester, so pena de nuestra merced y confiscacin de todos sus bienes y oficios para nuestra Cmara y Fisco. Y para que esto pueda ser conocido por todos, y nadie pueda pretender ignorarlo, mandamos que esta carta sea exhibida en las plazas y lugares de reunin acostumbrados y en las principales ciudades, villas y lugares de como anuncio y como documento pblico. Y nadie, en modo alguno, le ocasionar dao so pena de recibir castigo y quedar privado de sus oficios y la confiscacin de sus bienes, lo que suceder con cada uno que as obrare. Ms an, ordenamos a quien les muestre esta carta que emplace a comparecer a aquellos que obren en contra de ella ante nuestra corte, dondequiera que nos encontremos, el da en que los llamemos dentro de los quince da posteriores al delito, so pena de sufrir el dicho castigo, bajo el que 25

Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad ordenamos a cualquier escribano pblico que fuera solicitado con el objeto de leer esta nuestra carta, que la misma sea mostrada con su sello y firma a todos, para que sepamos que nuestra orden ha sido ejecutada. Dada en nuestra ciudad de Granada, el da treinta y uno del mes de marzo de mil cuatrocientos noventa y dos aos del nacimiento de Nuestro Seor Jesucristo. Yo, el Rey. Yo, la Reina. Yo, Juan de Coloma, secretario del rey y de la reina, nuestros seores, quienes han ordenado que esto se escribiera. Registrado por Cabrera, Canciller Almacn.

30 de abril de 1492 ToledoDespus de que la encontraron desmayada entre los densos juncos del ro Tajo, Raquel permaneci en cama varios das sin pronunciar una sola palabra, casi sin abrir los ojos. Pero lloraba a menudo con lgrimas silenciosas. Moiss la visitaba todos los das. Se sentaba junto a la cama sin hablar, sostenindole la mano y enderezando la manta. Cada viernes por la noche encenda las siete velas de la menorah colocada en la mesita baja, al lado de la puerta y oraba para que todos encontraran paz. La angustia le impeda decir otra cosa. Todos los judos de Toledo y hasta algunos amigos catlicos buscaron a Can, pero no pudieron encontrar ningn rastro de l. El Tajo se lo haba llevado. La muerte era un mandato sagrado, aunque los dos adolescentes la nia tena apenas catorce aos, el nio, diecisiete sufran remordimientos como si ellos mismos hubieran dado aquella orden. Siete das de luto no fueron suficientes para ninguno de los padres de Can, en especial para Esther. Su cara morena perdi el fuego y el cabello pareca haber encanecido ms de la noche a la maana. No poda entrar a la cocina ni para cocinarle a Abraham. Se sentaba en los estrechos escalones que conducan al patio y se quedaba mirando fijo el mismo lugar, el rincn de la pared del jardn del que todava colgaba el nido de las golondrinas que haban migrado el ao pasado. Ahora estaba vaco, pero las aves pronto volveran y lo encontraran esperndolas. Las ramas de los rboles 26

Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad estaban en flor, los das se iban entibiando. Sin embargo, el corazn de Esther estaba yermo y fro, y estaba segura de que nunca volvera a sentirse feliz. Salvador Nahmias golpe vacilante tres veces la puerta de madera. El llamador de bronce con forma de mano que sostena la esfera en la palma estaba por caerse. Los dedos regordetes de Salvador introdujeron una ramita en el espacio en donde las uas se haban aflojado. Toc el mezuzah que colgaba del marco de la puerta y or: "Dios nos salve a todos..." David abri la puerta y sonri con calidez: Pasa, amigo mo. Esther se puso de pie para saludarlo, con aspecto de cansada, como si hubiera estado acarreando piedras durante mucho tiempo. Salvador, no muy seguro de lo que tena que hacer, dio un paso adelante y la bes en las mejillas, despus la ayud a sentarse. Se acerc a Abraham, que con su espada de madera estaba luchando contra un enemigo imaginario y con sus dedos, recorri cariosamente el cabello rizado del nio. Cmo ests, querido caballero? Abraham, sentado en la silla, traz un crculo ms grande con su espada y sonri tontamente. A todos les resultaba difcil encontrar la palabra justa para hablar. Al fin, David rompi el silencio. Moiss est aqu arriba con Raquel. Cmo est...?Mejor? Se est recuperando, pero llora todo el tiempo. David se rascaba la nariz larga, colorada. Se le pasar, David dijo Salvador, secndose el sudor de la frente. Se le pasar. Dios nos manda el remedio para el dolor que l causa. As que te vas? pregunt David. S, pasado maana, temprano, pero podemos esperarte en Portugal si quieres. La vida puede ser muy diferente para nosotros en Estambul. Podemos empezar de nuevo. Dicen que es un lugar muy bello y que su rey, el sultn, es un hombre de buen corazn. No s dijo incmodo David, mirando a su esposa. La mujer estaba otra vez mirando fijo el nido vaco. David se inclin y le susurr al amigo en el odo: Me parece que ella ahora est sin fuerzas y sacudi la cabeza con desesperacin. Abraham grit, empleando el nombre familiar con que se diriga al padre: Bapu, vayamos a Estambul, tambin. Esther se puso de pie y se meti adentro. Salvador bebi de un solo trago el agua con jugo de limn. Sabes que prepararon la orden de expulsin el treinta y uno de marzo, y segn los rumores, ser declarada oficial a comienzos de mes. Despus de eso, quedarn slo tres meses, no es mucho tiempo. Don Isaac Abravanel y otros lderes de la comunidad estn 27

Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad trabajando mucho para enfrentar la orden y escuch que harn una defensa de nuestros derechos en la Corte. Pero no creo que cambie nada. Slo podemos confiar en nosotros mismos. Tenemos que crear nuestro futuro, como lo hemos hecho siempre. Ese es nuestro deber, el tuyo y el mo. Se pein el pelo con la mano para ordenar sus pensamientos. Creo que entiendo un poco tu pena y tu dolor... Perdiste a tu amado hijo, y nada puede recompensarte por ello. Pero tienes dos hijos ms, David; eres responsable de ellos y responsable ante Dios tambin. Tienes que proteger a tu mujer. Ven con nosotros a Portugal o juntmonos ms adelante. Iremos a Gibraltar en junio, y de all viajaremos en barco a Estambul. Qu puedo decir? Ya no s nada... Esther todava piensa que Can podra volver a casa. Pobre Esther... Raquel es infeliz... y Abraham... Salvador se levant. Vendremos a verte antes de irnos. Vine a buscar a Moiss. Necesito que me ayude ahora. Cambi todo mi dinero por telas y cuero. Es una mercadera pesada. Los sinvergenzas ni siquiera nos permiten llevarnos nuestro dinero. Tienen malas intenciones contra nuestra salud y nuestras almas. Que Dios nos ayude a todos! Esther y Moiss entraron al patio. Cmo est Raquel? pregunt Salvador, apoyando la mano sobre el hombro de su hijo. El joven inclin la cabeza y antes de que pudiera responder, Esther dijo: Est muy bien, pero sufre porque se siente culpable. No es ms que una nia observ David. Una nia inocente y toda su angustia no le har bien a nadie. Esther se fue adentro sin contestar y Salvador empuj con suavidad a su hijo hacia la puerta. David, siempre estoy dispuesto a ayudar dijo antes de dar un paso afuera. David los mir durante un rato. El sol quemaba los adoquines de las estrechas calles de Toledo, a pesar de que todava no era verano. Una pequea lagartija que disfrutaba del calor salt del marco, asustada, cuando l cerr la puerta. Bapu! exclam Abraham. Iremos a visitar al sultn en Estambul? David sonri. Por qu no? Tal vez podra presentarte al sultn, y podremos cenar con l en el palacio otomano replic sonriendo. Pero ahora, jovencito, vete derecho a la cocina, tienes que comer para hacerte grande y fuerte. Ir contigo dentro de un minuto. Abraham salt feliz. Mam, mam grit mientras corra hacia adentro. Bapu dijo que me llevar a conocer al sultn! David se aclar la garganta y llam con un tono decidido: Esther, Esther, ven aqu. Necesito hablar contigo.

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Solmaz Kamuran dama de Sefarad

Esther, la

GranadaMajestades, os agradezco esta oportunidad de hacer una ltima declaracin en nombre de las comunidades judas a las que represento. Condes, duques y marqueses de la corte, caballeros y damas... Desgraciadamente, no constituye un gran honor que a un judo se le pida que interceda en favor de la seguridad de su pueblo. Pero es una desgracia mayor cuando el Rey y la Reina de Castilla y Aragn, de toda Espaa, deben procurar la gloria con la expulsin de un pueblo inofensivo. Es difcil de entender cmo todo hombre, mujer o nio judo pueden representar una amenaza para la fe catlica. Son acusaciones muy, muy graves. Que nosotros os destruimos? En realidad es todo lo contrario. No admits en este edicto que habis confinado a todos los judos a las juderas y que habis limitado nuestros privilegios legales y sociales, por no decir que nos habis forzado a vestir vergonzosos distintivos? No nos imponis tributos opresivos? No nos aterrorizis noche y da con vuestra diablica Inquisicin? Permitidme que ponga bien en claro este asunto para todos los presentes: no permitir que la voz de Israel sea silenciada en este da. Escuchad, oh cielos, y prestad odos, Rey y Reina de Espaa, pues yo, Don Isaac Abravanel, me dirijo a vosotros. Mi familia y yo descendemos en lnea directa del rey David. Autntica sangre real, la sangre del Mesas, corre por mis venas. Es mi herencia, y la proclamo ahora en el nombre del Dios de Israel. En nombre de mi pueblo, del pueblo de Israel, el elegido por Dios, yo los declaro sin culpa e inocentes de todos los delitos de abominacin declarados en este edicto. Sois vos quienes deberis cargar con el delito, con la trasgresin, no nosotros. El injusto decreto que vos hoy proclamis ser vuestra cada. Y este ao, que vosotros imaginis que ser el ao de mayor gloria de Espaa, se convertir en la mayor vergenza de Espaa. Puesto que el honor es la recompensa de la virtud individual, as tambin la honra mundial para reyes y reinas es la recompensa debida a sus nobles hazaas. As tambin, cuando un individuo comete actos indecorosos, la reputacin de esa persona se daa. Y cuando reyes y reinas cometen actos vergonzosos, se infligen grave dao a s mismos. Segn el dicho, cuanto ms grande es la persona, mayor ser el error. Los errores, si son reconocidos a tiempo, pueden corregirse. El ladrillo flojo que sostiene una construccin se puede volver a colocar en la posicin correcta. Asimismo, un edicto equivocado, si se cambia a tiempo, puede corregirse, pero el celo religioso ha debilitado la razn y el mal consejo ha corrompido el buen juicio. El error de este edicto pronto se volver tan irreversible como la misma accin que proclama. S, Rey y Reina mos, escuchadme bien: error, vuestro 29

Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad error, tan profundo e incorregible como nunca se ha visto en Espaa hasta ahora. Vos y slo vos sois los responsables. As como las armas son la medida del poder de una nacin, as las artes y las letras son la medida de su ms bella sensibilidad. S, habis humillado al infiel mahometano con la fuerza de vuestro ejrcito, probndoos con ello vuestra capacidad en el arte de la guerra. Pero qu sucede con vuestra conciencia? Con qu derecho vuestros inquisidores recorren los campos quemando miles de libros en las hogueras pblicas? Con qu autoridad los hombres de la Iglesia quieren ahora quemar la inmensa biblioteca rabe de este gran palacio morisco y destruir sus invaluables manuscritos? Con qu derecho? Con qu autoridad? Porque es con vuestra autoridad, Rey y Reina mos. En lo ms profundo de vuestros corazones, desconfiis del poder del conocimiento, y solamente respetis el poder. Nosotros los judos somos diferentes. Nosotros los judos apreciamos enormemente el conocimiento. En nuestros hogares y en nuestros templos de oracin, el aprendizaje es la meta de toda una vida. Aprender es la pasin que alienta toda nuestra existencia, es el centro de nuestro ser, es la razn, de acuerdo a nuestros sabios, por la que fuimos creados. Nuestro fiero amor por el saber pudo haber compensado vuestro excesivo amor de poder. Pudimos haber sacado provecho de la proteccin ofrecida por vuestros reales brazos, y os podrais haber aprovechado an ms del progreso de nuestra comunidad y del intercambio de conocimientos. Os digo que podramos habernos ayudado unos a otros. As como se nos recuerda nuestra impotencia, del mismo modo vuestra nacin sufrir las fuerzas del desequilibrio que habis puesto en marcha. En los siglos venideros, vuestros descendientes pagarn caro el equvoco del presente. Como es el poder de las armas lo que vos ms admiris, sin duda os convertiris en una nacin de conquistadores, buscando oro y despojos, viviendo de la espada y gobernando con puo de acero. Pero os convertiris en una nacin de iletrados; vuestras instituciones de conocimiento, temerosas de la contaminacin hertica de ideas provenientes de otras tierras y otros pueblos, ya no sern respetadas. Con el transcurso de tiempo, el nombre de Espaa, que alguna vez fuera tan grande, se convertir en una expresin de escarnio susurrada entre las naciones: Espaa, la pobre ignorante, Espaa, la nacin que prometa tanto y que, sin embargo, ha logrado tan poco. Y entonces un da Espaa se preguntar: qu ha sido de nosotros? Por qu somos el hazmerrer de las naciones? Y ese da, los espaoles volvern la vista hacia el pasado y se preguntarn por qu sucedi esto. Y los honestos sealarn este da y este siglo como el tiempo en que comenz su cada como nacin. Y se revelar que la causa de esa cada no fue otra que los reverenciados soberanos catlicos, Fernando e Isabel, conquistadores de los moros, perseguidores de los judos, fundadores de la Inquisicin y destructores del espritu indagador de la inteligencia espaola. Este edicto es un testimonio de la debilidad cristiana. Demuestra 30

Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad que los judos somos capaces de ganar la disputa que desde hace siglos entablan las dos creencias. Explica por qu hay "falsos cristianos", es decir, cristianos cuya fe ha sido sacudida por la argumentacin de los judos, que saben ms. Explica por qu la nacin cristiana es tan injuriada como afirma serlo. Con el deseo de acallar la oposicin juda, la mayora cristiana ha decidido no seguir dialogando, para eliminar en cambio el origen de la peligrosa argumentacin contraria. A los judos no se les brindar esa posibilidad a partir de hoy. Esta es la ltima oportunidad de sentar nuestro caso en suelo espaol. En estos ltimos breves momentos de libertad que el Rey y la Reina me otorgan, yo, como ltimo representante de la judera hispana, tan slo me demorar en un punto de la disputa teolgica. Me ir con un mensaje de despedida a pesar de que no os agradar. El mensaje es sencillo. El pueblo histrico de Israel, segn su conformacin tradicional, es el juez final de Jess y de sus pretensiones de ser el Mesas. Puesto que el Mesas estaba destinado a salvar a Israel, entonces a Israel le cabe decidir cundo ha sido salvado. Nuestra respuesta, la nica respuesta que importa, es que Jess fue un falso Mesas. Mientras el pueblo de Israel viva, mientras que el propio pueblo de Jess siga negndolo, vuestra religin nunca ser reconocida como verdadera. Podris convertir a todos los pueblos y salvajes del mundo, pero mientras no hayis convertido al judo, no habris probado nada, salvo que podis convencer a los que no saben. Os dejamos con este reconfortante conocimiento. Pues aunque podis deshaceros de nuestro poder, nosotros tenemos la ms alta verdad. Aunque podis deshaceros de nuestras personas, no podis disponer de nuestras sagradas almas ni de la histrica verdad de la que slo nosotros somos testigos. Escuchad, Rey y Reina de Espaa, pues en este da habis pasado a formar parte de la lista de quienes fabrican males contra lo que queda de la Casa de Israel. Si buscis destruirnos, vuestros deseos se convertirn en nada, pues ms grandes y poderosos gobernantes han tratado de destruirnos, y todos han fracasado. Prosperaremos en otras tierras, lejos de aqu. Porque dondequiera que vayamos, el Dios de Israel est con nosotros. Y en cuanto a vosotros, Don Fernando y Doa Isabel: la mano de Dios os alcanzar y castigar la arrogancia de vuestro corazn. Ay de vosotros, autores de iniquidad! A las generaciones futuras se les contar y volver a contar hasta qu punto vuestra fe no fue benevolente y lo ciegos que fuisteis. Pues ms que vuestros actos de odio y fanatismo, ser recordada la valenta del pueblo de Israel por haberse enfrentado al poder imperial de Espaa, apegndonos a la herencia religiosa de nuestros padres, resistiendo vuestros tentaciones y vuestras falsedades. Expulsadnos, arrojadnos de esta tierra que apreciamos no menos que vosotros. Pero os recordaremos, Rey y Reina de Espaa, como nuestros Sagrados Libros recuerdan a aquellos que buscaron hacernos dao. 31

Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad Nosotros los judos acecharemos vuestros hechos en las pginas de la Historia... y los recuerdos de nuestro sufrimiento infligirn ms dao sobre vuestro nombre que el que jams esperarais causarnos. Os recordaremos para siempre, a vosotros y a vuestro vil edicto de expulsin.

7 de mayo de 1492 -1 de agosto de 1492 EspaaDon Abravanel no haba podido convencer al rey Fernando y a la reina Isabel de que les permitieran permanecer en Espaa a los judos. En cuanto a don Abraham, su conversin y la de su familia al catolicismo haba sido en vano. Aunque el palacio necesitaba recursos desesperadamente, el ofrecimiento de la comunidad juda de desprenderse de la totalidad de sus riquezas a cambio del derecho de quedarse en su patria les fue negado por la influencia y las presiones del Inquisidor General, Torquemada, de quien se rumoreaba que era de origen judo. La corona espaola pudo negarse porque ellos seran los futuros dueos de la hacienda de todos los judos exilados. La venta de las propiedades de los primeros en irse ya le haba proporcionado un enorme ingreso al tesoro espaol. Con ese dinero, Espaa se encaminaba ahora hacia nuevos horizontes. Cristbal Coln, del que se deca que perteneca a una familia de conversos, ya haba preparado sus barcos: la Nia, la Pinta y la Santa Mara. Fernando e Isabel buscaban el futuro en otras tierras. Y los judos espaoles tambin... Tras el anuncio del decreto, al redoble de los tambores, por las grandes y pequeas ciudades, cincuenta mil familias un total de doscientas cincuenta mil personas comenzaron a emigrar. Durante tres meses, los polvorientos caminos se llenaron de hombres, mujeres y nios, caballos y carruajes. Todos cargaron cuantos enseres domsticos podan a la espalda, en los caballos y carros, y comenzaron el largo viaje. Como estaba prohibido llevar monedas de oro o plata o joyas fuera de Espaa, los judos haban comprado todo lo que podan con la esperanza de revender esas mercaderas en sus nuevas patrias. Los caminos eran difciles, y el sol del verano haca ms lento el avance. Los das abrasadores alternaban con las noches heladas. Los grupos ms grandes de exiliados encendan fogatas para calentarse. Los ms pequeos no se atrevan, temiendo las incursiones de los 32

Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad bandoleros y fanticos religiosos; trataban de dormir al abrigo de rboles y rocas, o simplemente acurrucados unos cerca de otros. Tenan razones para sentirse inquietos. La caballera que representaba al Rey y a la Reina detena a menudo a los convoyes e inspeccionaba a cada persona y sus pertenencias, y si los hombres descubran una pequesima moneda de oro o plata decapitaban al poseedor con sus espadas o lo colgaban del rbol ms cercano. No demostraban piedad ni siquiera con los nios, aunque muchos aceptaban sobornos. Algunos judos lograron escapar de Espaa con su riqueza intacta aprovechando esta falta de honestidad. Los salteadores eran uno de los mayores peligros. Tan despiadados como la caballera, les robaban a los miserables viajeros todo cuanto podan. Hasta se llevaban los zapatos gastados de los pies de una abuela, o la frazada que cubra a un infante. Cuando estaban borrachos, atacaban a las mujeres y a las nias. Muchos padres perdieron la vida protegiendo a sus hijas, atravesados por dagas o con las cabezas aplastadas con piedras. Los refugiados, que arrostraban la crueldad de los salteadores por los caminos de montaa, eran adems insultados e incluso apedreados al acercarse a las villas o a las ciudades. Las madres tenan cada vez ms dificultades para controlar a sus hijos, que se rebelaban ante tan inaguantable injusticia. Muchos eran asesinados en los enfrentamientos o arrastrados ante la Inquisicin, entre los gritos de sus familias. Las caravanas se alargaban a medida que se iban agregando los judos de las ciudades y villas por las que pasaban. Muchos ancianos y nios eran incapaces de soportar las penurias y moran. Al principio, los refugiados lo compartan todo, pero a medida que las condiciones se tornaban ms difciles, tambin se volvieron despiadados con los otros. Peleaban por una hogaza de pan o un trozo de queso. Los hombres luchaban, las mujeres gritaban, los nios moran. Las palabras tranquilizadoras de los rabinos no alcanzaban para aliviar el sufrimiento. La culpa estaba en todas partes y la paciencia brillaba por su ausencia. Los conversos y los criptos 5 eran los que reciban insultos ms graves; se los acusaba de cobarda y traicin, aunque los haban obligado a convertirse en catlicos para salvarse a s mismos y a sus familias. Sin embargo, Espaa los haba expulsado y ahora eran objeto de la ira de su propia comunidad. Siguieron marchando durante tres meses infernales; sin una idea clara de qu era lo que les aguardaba en las tierras que seran su nuevo hogar. Los que sobrevivieron a las caminatas hacia los puertos costeros, provenientes de las ciudades del sur (Granada, Crdoba y Sevilla), abordaron barcos hacia el norte de frica, y desde all trataron de llegar al Imperio Otomano, en el este. Junto con aquellos refugiados judos, haba tambin miles de musulmanes, cuyo reino de Granada haban sometido Isabel y Fernando en enero. Los residentes judos de las ciudades que estaban ms al norte, como Vitoria, Huesca, Balaguer y Burgos, partieron de los puertos de Francia, junto5 Aquellos que se decan cristianos y practicaban en secreto el judaismo.

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Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad al Canal de La Mancha y se dirigieron a Inglaterra, Italia y Holanda. Los que habitaban en el centro de Espaa tuvieron ms dificultades, pues los que residan en Toledo, Guadalajara, Salamanca y Segovia viajaron bajo el sol ardiente, por la rida meseta extremea y finalmente llegaron a la frontera portuguesa, donde fueron aceptados despus de pagar un precio por entrar. Raquel y su familia se fueron un mes despus que la familia Nahmias, con la que proyectaban encontrarse en Lisboa. Aun cuando Esther insista en quedarse y esperar a Can, el rabino le aconsej que cediera ante los ruegos de su esposo y al fin transigi. Los Toledo se llevaron pocas cosas de la casa. David, escuchando el consejo de Salvador, haba invertido su dinero en cuero. Empacaron mercaderas, alimento, ropas y cuatro barriles grandes de agua en un carro, y partieron. Abraham, sentado cerca del padre con su espada de madera en la mano, cantaba alegremente. Esther y Raquel apoyaban la espalda contra los sacos de alimentos, mirando en silencio el entorno. Desde la muerte de Can, Esther casi no le diriga la palabra a Raquel. Pasaron por la puerta principal de Toledo y se dirigieron hacia las secas mesetas del oeste. Se proponan alcanzar a los exilados que se haban ido dos das antes. David obligaba a los caballos a andar a prisa, mientras Abraham agitaba la espada. El Tajo quedaba ahora lejos, atrs. Esther lloraba en silencio mirando hacia all. Mi querido Can susurr. Ahora tengo que dejarte. Cuando Raquel estir la mano para coger la de Esther, ella retir sus dedos huesudos como si el fuego le hubiera abrasado la piel, y se alej. El espritu de Raquel se marchitaba. Las palabras que le haba gritado al hermano resonaban como un eco en sus odos: "Espero que te mueras... Espero que te mueras pronto y que yo alcance a verlo!". La culpabilidad la consuma. Todo era culpa suya, de ella y de Moiss. Su madre nunca volvera a amarla. Eso era peor que enfrentar el odio de los inquisidores. Ser despojada del amor de una madre, de su suave caricia, en el momento en que ms la necesitaba... El padre pareci leerle sus pensamientos. Se volvi para mirar a su hija con amor y pareca que le estaba diciendo: "Ten paciencia, querida ma, pasar". Pero su madre estaba llorando, Can se haba perdido en las aguas, y ella haba deseado la muerte de su propio hermano... Raquel se sinti como la pecadora ms ignominiosa del mundo y apret con fuerza los ojos. No era capaz siquiera de concebir un futuro sin Moiss. Todo haba terminado, todos los encantadores sentimientos, todos los encantadores momentos... Necesitaba enterrar sus recuerdos; no era merecedora de ellos. Sin embargo, no pudo resistirse a tocar la mejilla donde Moiss la haba besado. "Siempre te amar, hasta el final de los tiempos". La familia Toledo viajaba a veces un da entero sin encontrar ciudades o villas. Partan antes de la salida del sol y se detenan en el ocaso. Se desplazaban todo el da por los campos vacos, bajo el sol ardiente. Las aves de rapia sobrevolaban y era frecuente que no 34

Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad hubiera ni siquiera un solo rbol en las montaas de las inmediaciones, muchas de las cuales tenan las cumbres llanas, como tablas. Todo estaba seco, de color marrn amarillento y agostado. Con la oscuridad, el suelo y las piedras comenzaban a desprender el calor que haban absorbido durante todo el da. Por la noche, los viajeros tiritaban con la humedad de la noche. Esther se estaba quedando sin alimentos y cocinaba todos los das lo mismo, friendo un poco de harina, agua y sal. Pero pronto no podra ni siquiera hacer aquellas simples frituras y la provisin de agua casi se haba terminado. Las montaas ahora eran ms altas. De cuando en cuando, David detena el carro y trepaba hasta la cima de alguna para observar el horizonte. Aquella rida provincia hispana estaba desierta, y pareca como si se hubieran perdido. Segn sus clculos, les quedaba poco tiempo para dejar Espaa sin que los arrestaran. David estaba desorientado. Avanzaba hacia un destino del que ya no poda estar seguro. Un da divisaron un grupo de jinetes que se acercaba a ellos envueltos en una nube de polvo. Abraham agit su espada de madera en el aire y grit: All vienen! All vienen! David mir a los hombres. La caballera del rey dijo. Quedaos todos juntos y tratad de permanecer en calma, sin decir palabra. Tir de las riendas y detuvo el carro. Los cinco jinetes se acercaron deprisa. El caballo que estaba delante alz la cabeza, se levant sobre las patas traseras y se detuvo. Los dems caballos relincharon y patearon la tierra con los cascos delanteros. Los caballos de Toledo permanecieron firmes. Un jinete de barba negra escrut a la familia con actitud intimidatoria, mientras caminaba con su lanza alrededor del carro. Volviendo con sus compaeros, les anunci con disgusto: Judos! Hizo una mueca como si acabara de ver un cuerpo en descomposicin. Bajaos! les grit. Abrid vuestras pertenencias, todas. David mir a su mujer y su hija, hacindoles un gesto para que obedecieran. Baj de un salto, y tom a Abraham en sus brazos. Los soldados saquearon primero las bolsas de mercadera y ropas, desparramando todo a su alrededor. Despedazaron el cuero que encontraron, destruyendo el futuro de Toledo con sus espadas. El cabecilla de barba negra blandi el chal favorito de Raquel en la punta de la espada, y gritando le pregunt a David: Cmo te llamas, judo? Cuando David respondi, el hombre dijo con sorna. Es igual siempre: David o Can o Moiss. Los hombres se rieron a su espalda. Esther y Raquel se acurrucaron ms una junto a la otra. Dinos, judo, cunto oro traes? Hemos obedecido las rdenes de la reina. No tenemos ni oro ni 35

Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad plata. Ah, s? Entonces por qu vas por este camino que nadie usa? Por qu no has tomado el camino real que va a Portugal? Qu escondes? Mustranoslo ahora o este lugar ser tu tumba. Me entiendes, judo? Nos perdimos, eso es todo. Yo s cmo mostrarte el buen camino. Registradlos! Dos de los hombres cogieron a David; otro agarr a Esther, y el ms joven retuvo con firmeza a Raquel. Esther los increp gritando: Djennos! No estamos escondiendo nada! Cierra la boca, mujer bram el hombre mientras le daba un empelln. Abraham, agitando la espada de madera lo atac de inmediato. En el nombre de nuestra reina! gritaba. En el nombre de nuestra reina! El hombre ri por lo bajo mientras se apoderaba de la espada de madera. Has fallado al educar a tu hijo como buen judo, David dijo. Mralo, todava es fiel a nuestra reina. Luego se volvi hacia sus amigos diciendo: Deberamos coger a este nio e irnos. Se criara de una forma digna de l. Su padre no tiene dinero para mantenerlo Alz al pequeo Abraham sobre su hombro. Esther empez a gritar de rabia, luchando por librarse de los hombres: Dejen a mi hijo! Djenlo! Justo en ese momento, el hombre que estaba registrando a Raquel exclam: Esta joven est ocultando algo! Raquel aferraba algo en el bolsillo del vestido. El rostro de David perdi el color al tiempo que sus ojos verdes se ensanchaban con el asombro. Raquel! exclam. Qu es lo que tienes? La nia habra trado el amado collar que la abuela le haba regalado? Esther estaba segura de que Raquel haba ocultado la cadena de plata que Moiss le haba regalado por su cumpleaos. Los padres miraron fijamente a la hija, mientras Abraham gritaba desde el hombro del caballero con barba: Sultenme! En el nombre de nuestra reina, sultenme! Esther permaneci como una estatua bajo aquel sol de julio, conteniendo la respiracin, cuando el hombre que revisaba a Raquel le rasg el bolsillo para abrirlo. Un reflejo metlico cay entre los pies de Raquel. David crey que aquello era el fin para todos. Raquel mir a la madre y al padre. Era para nuestra nueva casa dijo. El llamador de la puerta de los Toledo yaca ahora en el suelo: una mano de mujer sosteniendo una pequea esfera de bronce en la curva de la palma. 36

Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad Nia estpida! grit el hombre de barba, dando una patada a la mano de bronce y tirando a Abraham de su hombro. Esther sollozaba. No habiendo encontrado nada de valor, los caballeros se enfurecieron. Patearon a David y se mofaron de l, cuando se abalanz hacia su mujer. Un gordo que se encontraba entre ellos los detuvo con un grito: Basta ya! Tenemos trabajo por hacer. Volvamos al camino principal. All es donde hay dinero. Mientras suban a sus caballos de un salto, uno de ellos cogi el brazo de Abraham. El ms regordete volvi a gritar: No, suelten al pequeo bastardo judo. No tenemos tiempo. Vamos! Espolearon a los caballos y se fueron por el mismo lugar por el que haban venido. Esther estaba sentada en el suelo, llorando todava. Ay, Dios, perdname, por favor, Dios! Perdname por olvidarme de mis hijos! Por olvidarme de que era una madre! Por llenarme de odio! David abraz a su mujer. Raquel se agach y recogi la mano de bronce, luego la apret contra su pecho. Abraham segua gritndole a los caballos: En el nombre de nuestra reina. Unos minutos ms tarde, el jinete rollizo volvi y los encontr a todos abrazados y orando. Los Toledo se helaron al verlo, aunque David y Esther descubrieron algo amable en su cara, que no era la de un enemigo. David, amigo mo dijo de prisa. Os quedan nada ms que cuatro das, daos prisa, y dad vuelta el carro hacia el oeste, por este camino, y no os detengis hasta que el sol se ponga. Seguid por el valle bajo que est a vuestra derecha y volveris a ver el Tajo por la maana. Seguid el ro hasta la puesta de sol y llegaris pronto a Portugal. Hizo girar a su caballo y se fue tan rpido como haba llegado. David le pregunt a voces: Cmo te llamas? Cmo te llamas? El hombre hizo andar ms lento a su caballo y gir la cabeza. Jos, Jos Marciano! Desapareci en el remolino de polvo que levant a su alrededor. Los Toledo, con la paz recobrada, dieron la vuelta y se dirigieron hacia donde Marciano les haba indicado; ya no sintieron ms hambre, sed, calor ni fatiga y llegaron a Portugal cuatro horas antes del primero de agosto. Esther iba todo el camino cogida de la mano de su hija. Lo nico que les faltaba era encontrar a la familia Nahmias. Sin embargo, fue imposible. Cuando golpearon la puerta de la casa color mostaza, con persianas marrones que Salvador les haba mencionado, la propietaria les entreg una carta: "Mi querido amigo David: Hemos andado durante diez das y todo ha resultado ms difcil 37

Solmaz Kamuran Esther, la dama de Sefarad de lo que yo pensaba. Encontramos un mtodo ms seguro que venir a Portugal. Espero que esta carta llegue a tiempo y utilices el mismo camino. Vamos a Zaragoza y luego a Perpignan. Nos dirigiremos a Estambul en un barco que nos est aguardando en el puerto. El sultn otomano nos ha invitado. Nos estableceremos en un barrio llamado Balat y all os estaremos esperando. Juntos abriremos nuestra imprenta en Estambul. Ruego por ello. Que Dios est contigo y con todos nosotros. Tu amigo Salvador, Aranjuez, 14 de Mayo de 1492 Para cuando los Toledo leyeron esta carta, la familia Nahmias ya se haba establecido en su casa de madera, en Balat. David vendi los caballos y alquil una habitacin para su familia antes de ir al puerto.

17 de septiembre de 1494 EstambulEl otoo haba comenzado en Estambul, y el desesperante calor del verano haba cedido su lugar a una temperatura levemente fresca. Un mar de turquesa y un cielo de satn azul... Las casas de Uskudar y Glata, las velas de los barcos que entraban y salan del puerto... Todo pareca irradiar un blanco resplandeciente, misterioso bajo la mstica luz de principios de septiembre. Haca ya tiempo que las golondrinas haban abandonado la ciudad. Pero los estorninos recin comenzaban a hacerlo. Miles de aves que aleteaban y volaban haban formado una larga cinta gris que atravesaba el cielo. Un extremo de esta cinta se encontraba sobre los montes Yedikule, mientras que el otro ya haba llegado a la cima de Kayishdag. Volando en crculos sobre esta montaa, los estorninos aguardaban a que se les sumaran otros antes de la partida pr