KEHL, M. - Adónde Va La Iglesia. Un Diagnostico de Nuestro Tiempo - Sal Terrae, 1997

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Medard Kehl,SJ ¿Adonde va la Iglesia? diagnóstico d e nuestr o tiempo l  lerrae

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M edard Kehl,SJ

¿Adonde vala Iglesia?

diagnósticode nuestro tiem po

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Colecc ión «PRESENCIA TEOLÓGICA»

88 Medard Kehl, SJ

¿Adonde va la Iglesia?Un diagnóstico de nuestro t iempo

Editorial SAL TERRAESantander

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Titulo del original alemánWohin í>cht dic Knc he?

Fine /e itdias>nosí

© 1996 by VerlagHerdcrFiciburg un Breisgau

TraducciónGuilla mo Apar u 1 Jime ne Z

©  1997 by Editorial Sal TerraePolígono de Raos, Parcela 14 I

19600 Mahaño (Cantabria)Fax (942 )16 92 01E mail salterrae@salterrae es

http //www salterrae es

Con las debidas licenciasImpido en España  Pr inted in Spain

ISBN 84 291 1211 1Dep Legal BU - 444 - 1997

Fotocomposicion e impresión

Imprenta Aldecoa, S LPol lnd de Villalonquejar - 09001 Burgos

índice

Preámbulo

P R I M Í R A P A R I K

EL C O N TEX TO C U LTU R A L

Introducción: ¿un regusto eclesio-apocalíptico?

1. La clave herm enéutica: La Iglesia en transiciónhacia una nueva fase de la relaciónentre fe cristiana y cultura moderna/  La tesis2 Perplejos peí o no lesionados3 «RelatiMzai» sanamente los conflictos ínter nos

de la Iglesia

2  Algunos aspectos de sociología de la religión y dela cultura para un diagnostico de la Iglesia actual/  Iglesia y modernidad2 La Iglesia en una «sociedad vn ene ¡alista»

3 Una Iglesia sin medio c onfesional4 La  esc en a «religiosa» fuer a de la Ii>lc sia

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6 , ADONDE VA LA IGLfcSIA'

S F G U N D A P A R T E :

L O S C O N F L I C T O S I N T R A E C L E S I A L E S .I N D I C I O S D E L A S D I F Í C I L E S R E L A C I O N E S

E N T R E L A I G L E S I A Y L A M O D E R N I D A D

Interferencias en la comunicación dentro de la Iglesia 59/  Una venal el llamado «plebiscito edesial»  592  Rclac ion ambigua c on la cultm a de la modei nidad  62

Teología de la «comm unio»y praxis (in)comunicativa en la Iglesia 651  Ti es modelos de lelac ion entie las dimensiones

teológica v empuica de la Iglesia  662  Conciec ion de la im agen coni ihar de la Iglesia

poi la comunicación a la «communio»   72

El desequilibrio entre Iglesia universal

e iglesias par ticu lare s 81/  Acotaciones concíbales  822  El documento «Comm umom s notio» (1992)

de la Conqteqac ion p ai a l a Doc ti ina de la Fe  913 Un comentano xaticano (1993)  97

T F R C E R A P A R T F :

P E R S P E C T I V A S Y P R O N Ó S T I C O S

6 Rec uper ar la dimensión espiritual de la Iglesia 103/  Modelos de expeí lene la espu itual de la Iglesia  1042  Poi un contac to peí sonal con la situacion piesente  120

7 Perfil de una Iglesia en transform ación estruc tural 131/  «Medios tendenciales» disgie^adores en la Iglesia  1322  Un a tendenc la ciec tente

a las comunidades «conpeifil»   1353 La ciectente asimetim entie miembios ac ti\os

e inactnos  ui gemías y opoi tunidadesde la pastoial sacramental  I 39

4 La  ciec lente impoi tanc la de un«medio d e fe  c omumcatn o»  5  \

Consideración final «Es lo que es dice el amor»  .. I M

Preámbulo

Hace ya casi un cuarto de siglo que apareció - a raíz del Sínodo de las diócesis de Alemania Federal, en Wurzburg-un libro de bolsillo de la editorial Herder: Cambio estt uctu-lal de ¡a Iglesia  tarea y opoi tunidad (1972), cuyo «análisis

teológico de la situación» no ha perdido hasta hoy nada desu exactitud ni de su actualidad. Al contrario, bastanteavanzados ya los años noventa, la conciencia eclesial percibe hoy m ucho más nítidamente que entonces aquel «cambioestructural» detectado por Rahner y que, entretanto, se haacelerado considerablemente.

Por eso, las tres preguntas que entonces hacía Rahner-«¿Dónde estamos?» «¿Qué tenemos que hacer?» «¿Cómopodemos concebir una Iglesia del futuro'?»- son hoy aúnmás inevitables y urgentes que cuando él las formuló-

En este libro retomo esas preguntas con el propósito deaventurar una respuesta válida para la situación actual de laIglesia Católica en el ámbito de la Europa occidental. Paraello he echado mano de artículos, conferencias y charlas deestos últimos años que en parte aún no he publicado, y lo hereelaborado todo ello para tratar de convertirlo en un «diagnóstico de nuestro tiempo» consistente y teológicamentefundado.

Los principales destinatarios de estas páginas son, ante todo, aquellos creyentes que con su compromiso, sea

cual sea, desean contribuir a configurar el inevitable«cambio estructural» de la Iglesia. Quisiera además alen-

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8 ¿ADONDE VA LA IGLESIA?

tarles a percibir la situación con toda objetividad y realismo y a percatarse de los retos y las oportunidades de lamisma , para que puedan enfrentarse a ella segura y confiadamente.

MEDARD KEHL, SJSankt Georgen, Frankfurt am Main, enero de 1996

PRIMERA PARTE

EL CONTEXTO CULTURAL

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Introducción:¿Un regusto eclesio-apoca líptico?

al margenen la playadel mundoyacen varadasgrandes

bellaspintorescasvacíascaracolascatedrales de coloniacatedrales de san pedrohagiasofíascaracolascarolingiasrománicasgóticas

bizantinasdel siglo xixdel siglo xxcaracolasvacíasla vidase les fue

se vennegras riadas

insectoturistasentrandosaliendo

con prisaspululandoen un ajetreo

increíbleeuropa

se ha vueltoun gran museo

cristianoeuropa

se ha vueltoel margen y la playa

del mundocon belleza de bronce

de mármolde piedra ladrillo

cementoeuropa

una preciosa tumba

vacía está la tumbael héroe despierta

pero no aquí(W. Willms)

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12 EL CONTEXTO CULTURAL

Este poema de Wilhelm Willms, cuyo título es «visión» ',parece caracterizar certera, sobria y duramente la futura situación de la Iglesia. Y si se compara el número de visitantes que a diario acuden a ver la catedral de Frankfurt, magníficamente restaurada, con el número de fieles que los

domingos van a misa a esa misma catedral (al igual que enotros sitios), se ve uno tentado a darle la razón a esa visión:¿no está convirtiéndose la Iglesia en Europa en una preciosa tumba de la que amenaza evadirse poco a poco el espíritu de una fe viva y compartida?

Yo no soy de esa opinión, aunque sólo sea porque soyescéptico frente a la «apocalíptica eclesial» que actualmente se está extendiend o tanto dentro com o fuera de la Iglesia.A visiones apocalípticas nos tuvieron acostumbrados, durante mucho tiempo, más bien «las derechas» del catolicis

mo:  «El Concilio ha iniciado la decadencia de la Iglesia; aladaptarse al espíritu moderno, ha expulsado de la Iglesia alEspíritu de Dios, en cuyo lugar ha penetrado en el santuariode la Iglesia el "ídolo abominable" (Dan 9,27) en la figurade la incredulidad moderna, cual es el secularismo y el liberalismo. Un "resto santo", pequeño y fiel, seguirá prolongando la herencia de la antigua Iglesia y esforzándose porrestaurar la Iglesia preconciliar, etc.».

En los últimos años, sin embargo, está poniéndose demoda, tanto en ambientes eclesiásticos como profanos, una«apocalíptica eclesial» de tono burgués-liberal-postmoderno que ya casi forma parte entre nosotros de lo que ha dadoen llamarse «políticamente correcto», a la hora de tratar lostemas religiosos. Las grandes revistas de actualidad, conocasión de las principales fiestas cristianas, traen con cierta regularidad análisis y diagnósticos socio-religiosos quepronostican la decadencia y la ruina de la Iglesia. Y no faltan teólogos que, desde los medios de comunicación, insisten machaconamente en lo mismo: la época de la institucióneclesiástica y de sus dogm as, de las estructuras jerárquicas

1. W   WILLMS,  De ;  geetdete Himmel  Wiedei belebung'iveí smhc,  Butzon &Bercker, Kevelaer 19867, 2 2.

INTRODUCCIÓN   ( UN REGUSTO ECLESIO APOCALÍPTICO'  1 3

y com unitarias tradicionales, de su teología, de su moral yde su pastoral, habría pasado definitivamente. El cristianocreyente debería, según ellos, hacer todo lo posible por acelerar la decadencia de  e sa Iglesia, para que al fin pueda instaurarse el verdadero cristianismo, fiel únicamente a Jesús o

a la Iglesia primitiva, porque sólo así podrá sobrevivir en la«escena religiosa» actual.

Por muy distintos que sean el origen y las intenciones delas actuales visiones apocalípticas de la Iglesia, en cuantogénero literario tienen en común, lógicamente, los rasgos«apocalípticos» típicos: predicen con un cierto regodeo elocaso de la Iglesia entre nosotros, poniendo lo suyo de suparte para que ese ocaso se produzca cuanto antes. Renuncian generosamente a todo tipo de análisis diferenciado ypractican una técnica pictórica en blanco y negro, simple y

sugestiva, que traza claramente y sin lugar a equívocos lasfronteras entre bien y ma l, por ejemplo entre Jesús y la Iglesia. Se siguen moviendo en un mundo poblado de imágenesfobotípicas2  tradicionales. Bajo este estandarte apocalípticoliberal y crítico se congregan también, por último, comunidades nuevas que, distanciándose cada vez más de las grandes iglesias clásicas condenadas a la ruina, se ven a sí mismas com o las auténticas portadoras del Evangelio de Jesúsen los umbrales del tercer milenio.

Claro está que estas visiones apocalípticas, hoy como

hace dos mil años, contienen una buena porción de verdad,pues suelen ser señal de una situación de crisis fuera de lonorm al. Y no es raro que esa crisis la proyecten sobre un escenario desesperanzador de degeneraciones y catástrofes,con lo cual contribuyen a que un público cada vez mayor sedespierte sobresaltado y se vea movido a la acción. Lo que

2 «Imágen es fobotípicas» Con el neolog ismo «fobotipo» intento traducir unconcepto alemán clave que por desgracia no existe, ni por asomo, en castellano: Femdhüd  una palabra, un gesto, una imagen que anatematiza oestigmatiza a una persona o a un grupo, declarándolos enem igos, preferentemente enemigos públicos, bien inventando o bien exagerando desmesu-

íadámente su peligrosidad. Los «tobotipos» suelen utilizarse ante lodo para despertar, polarizar o manipular afectos colectivos. (Nota del traductor)

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14 EL CONTEXTO CULTURAL

ocurre es que esas imágenes del ocaso del mundo y de laIglesia sufren de un a notable pérdida del sentido de la realidad, lo cual hace muy difícil el diálogo con dichos visionarios apocalípticos. Cuando en la Iglesia no se toma comopunto de par t ida de un discurso común una percepc ión di

ferenciada de la realidad, no hay más alternativa que la del«todo o nada», la de luchar o resignarse. La búsqueda laboriosa y diferenciada de las causas reales, no de las causassimplemente postuladas, y el rastrear caminos que lleven auna mejora de la situación son tareas que se dejan en manosde quienes siguen creyendo en un futuro de la Iglesia institucional.

Yo me considero uno de estos últimos, pues, por más innegable que sea que las visiones apocalípticas en todas lasépocas tienen una cierta razón al interpretar acontecimien

tos históricos, tampoco se puede negar el hecho de que yaen el Nuevo Testamento, con el anuncio del Reino de Diospor parte de Jesús, se vio muy relativizada y corregida laapocalíptica de su tiempo: Jesús partió de un Reino de Diospresente entre nosotros, de l Reino de Dios como grano demostaza, para cuya extensión propuso el método de ir pasoa paso por el camino del amor al prójimo y al enemigo. ¿Ypor qué no ha de seguir siendo válido hoy ese mismo camino para abordar, tanto espiritual como estructuralmente, lasituación actual de la Iglesia?

Por eso estoy plenamente convencido de que para in te rpre ta r y entender los ac tua les procesos de cambio de laIglesia europea es mucho mejor par t i r de aquel la imagenbíbl ica que expresamente da una nueva in te rpre tac ión  cris-tológica   a la metáfo ra apo calíptica del «fin del mu nd o» : laimagen de l  grano de trigo  que muere y así da nuevos frutos.  Me ref ie ro a de te rminadas formas h istór ico-soc iológi-cas de la Iglesia que no son, sin más, idénticas con la Iglesia de Jesucristo, por más que al hablar de la Iglesiasolamos identificarlas con ella. Desde esta perspectiva mepregunto, a la vista de muchos fenómenos de nuestra actual

evoluc ión ec lesia l : ¿no tendrá quizá que   morir  algo de esavie ja f igura de la Ig lesia que conocemos desde la pr imera

INTRODUCCIÓN: ¿UN REGUSTO ECLESIO-APOCALÍPTICO?  1 5

mitad del siglo xix y que nos es familiar desde nuestra infanc ia , por esta r «pasada» y por no representar ya , paramuc ho s c on te mporá ne os que busc a n hon ra da me n te ( sob retodo personas de las generac iones jóvenes y medias) , e ls igno de l amor redentor de Dios? ¿No tendrá hoy que mo

rir en la Iglesia mucho de su ser sociológico para que pueda surgir lo nuevo, para que e l Espír i tu d iv ino pueda encarnarse en una figura de Iglesia que reaccione con muchamayor sensib i l idad ante los «signos de los t iempos»? ¿Estamos dispuestos a de ja r mori r , a desprendernos de muchode lo que en la Iglesia es puramente temporal, por muy famil ia r que nos resul te?

Pienso, por ejemplo, que es normal que el hecho de pertenecer a tal o cual grupo étnico o cultural determine el queuno sea miembro relativamente activo de la Iglesia Evangé

lica o de la Católica. Lo decisivo para ser o no ser cristianoera más el entorno cultural que la propia determinación. Poreso me parece pensable que los cristianos activos no sólopasen a ser una minoría, sino que incluso se conviertan ent ipos ra ros, en cuerpos extraños dentro de una cul tura queellos mismos han contribuido a crear.

O bien, ¿por qué ha de ser normal que el templo en elque nos reunimos para celebrar el oficio divino no esté mucho más lejos de nuestra vivienda que la panadería o que laparada más cercana de l autobús? Probablemente tengamos

que despedirnos de una pastoral extensiva y sin lagunas, para prac t icar mucho más l i te ra lmente e l est i lo de v ida de l«pueblo peregrino de Dios», como ser ía e l caso si tuviéramos que prac t icar una mayor movi l idad teniendo que recorrer caminos más largos.

Otro ejemplo: ¿cuántas de las estructuras eclesiales aúnvigentes, con su clericalismo, su centralismo y su falta decomunicatividad, no sitúan a la Iglesia en un contraste absolutamente innecesar io f rente a la moderna cul tura democrá t ica de derecho; est ruc turas que ac tua lmente , adem ás, seexageran en par te de ta l modo que , prec isamente por e l lo ,acabarán derrumbándose ta rde o temprano?

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16 EL CONTEXTO CULTURAL

Muchos de los dolorosos procesos que se producen en elinterior de la Iglesia -y mucho más en relación con nuestracultura, que actualmente se está desligando de su pasadocristiano a una velocidad vertiginosa y, en parte al menos,con un enorme «pathos» de liberación- los interpreto yo co

mo «dolores de parto» de una nueva forma de Iglesia aúndesconocida. Es absolutamente incierto si esa forma nuevaserá «mejor» que la actual. Lo que sí es seguro es que, a lavista de esa «transformación» de la Iglesia, no debemos caer ni en el pánico ni en la resignación ni en un talante apocal ípt ico de f in del mundo. Con gran real ismo, podemosconsiderarla com o  oportunidad  y com o  reto.

Esto es lo que hace Bernard Rootmensen, capellán de estudiantes en Amsterdam, al aplicar muy finamente la metáfora bíblica del desierto a la presente situación de la Iglesiaeuropea: el nuevo Pueblo de Dios, al igual que en su día Israel en Egipto, se ve arrancado, aquí y ahora, de formas devida y de estructura que desde hace siglos le eran familiares,y tiene que ponerse en camino para recorrer penosamente regiones erosionadas, barridas por los vientos, desertizadas,sin huir ni descarriarse por caminos atrayentes, redescubriendo manantiales ocultos de la fe y oasis de esperanza,confiando, por fuerte que sea la tentación contraria, en lapromesa de que Dios no abando na a su Pueblo, s ino que loquiere conducir a regiones nuevas e insospechadas -\

Las reflexiones que siguen pretenden animar a entrar

confiados por ese camino, sin disimular por ello el desencanto que se nos impone al ver la situación real de la Igles ia . Por eso, en es ta primera parte comen zaré describiendoesa s i tuación s in re toques ni remilgos , echando tambiénmano de análisis recientes de la religión y de la cultura.

3.  B. ROOTMENSEN, Vierdg Worte in der Wüste,  Dusseldorf 1991; ID.,  Oaseniit  der Wüste, Dusseldorf 1995.

1La clave hermenéutica:La Iglesia en transición

hacia una nueva fase de la relaciónentre fe cristiana y cultura moderna

¿Qué es lo que realmente hace que nuestra vida como Iglesia y en la Iglesia sea hoy tan difícil que no resu lte ex agera

do calificarla d e «march a por el desierto»? Claro está que sepueden c i tar numerosas causas ; pero para entender, interpretar y dominar la situación es muy importante saber dónde buscar «la madre del cordero», es decir, a qué fenómenose atribuye la función heurística clave en el contexto delresto de los fenómenos. Por eso quisiera anteponer a midiagnóstico teológico la tesis siguiente:

1.  La tes is

Las verdaderas raíces de la actual problemática del cristianismo y de la Iglesia en Europa (tanto de tradición católica como evangélica) están, a mi entender, en la relación-c on una larga historia tras de sí, y que actualmente está entrando en una nueva fase- de mutua implicación o dis tan-ciamiento entre la Igles ia y la cul tura occidental m odern a.Dado que la cul tura europea de la Edad M oderna, marca dapor la Ilustración, se encuentra en una fase de profundoscambios (suele hablarse a este respecto de un «impulso mo-dernizador» en las sociedades euro peas) , todas las gran des

asociaciones o instituciones sociales generadoras de culturay que pretenden transmitir, a partir de su respectiva tradi-

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20 El.  CONTEXTO CULTURAL

una «simpatía» que ama y acompaña, de tal modo que saltela chispa, y los hombres (en particular los jóvenes) comprendan con la cabeza y con el corazón que es bueno y hondame nte liberador cimentar su vida en ese Dios, seguirle cony en Jesús y contribuir con Él a construir su Reino 2 . Cada

vez nos resulta más difícil, tanto de palabra como de obra,transmitir este núcleo del mensaje cristiano. Las instituciones clásicas de la transmisión de la fe no sirven apenas. Alparecer, esa transmisión sólo funciona a través de relacionespersonales, diálogos, modelos, grupitos y similares; lo cual,naturalmente, es de una eficacia muy limitada. Las ideas ylas realidades centrales de nuestra fe (Dios, creación, redención, Jesucristo, gracia, pecado, salvación, resurrección,etc.) mueren en muchos corazones de la generación joven ymed ia: no se entienden, dejan frío, no interesan  \

De ahí que, precisamente entre los cristianos compromet idos,  se haga cada vez más torturante la duda siguiente:¿cuál es, en suma, el papel de la Iglesia en la sociedad moderna? ¿Cuál es su misión, supuesto que su núcleo -la fepersonal en Dios- interesa tan poco? Si la sed de Dios parece haberse perdido -o cuando menos puede apagarse detan diversos modos-, ¿para qué se neces i ta aún la proclamación de la Iglesia? ¿Acaso la fe cristiana sigue teniendoalgún sent ido en Europa? La experiencia de una « sociedadpostcristiana» (L. Bertsch) supone para nosotros algo nuevoy profundamente inquietante , tanto más cuanto que hace

mos esa experiencia cada vez más crudamente en nues trafamilia, entre nuestras amistades, dentro de nuestro radio deacción. Para encontrar una respues ta a es tas preguntas espreciso, en primer lugar, aguantar esta situación y reconocerhonradamente la propia perplejidad, esa perplejidad que seapodera de nosotros cuando sentimos el deseo lógico de encontrar planteamientos globales que contribuyan a mejorar

2.  Cf. M.  KLHL,  «Ki rc he i n de r Frc mdc »:  Stimmen derZeit  211 (1993) 507-520.

3.  Cf. también al respe cto D.  MIETH,  «Di c Fre mdhe i t Got t e s i n M yst i k und

M o d e r n o » :  Bulletin der Europa isc hen GeselLsi haftfür katholist he Theolo-gic   6 (1995) 44-57 .

LA CLAVE HERMENÉUTICA. .. . 21

visiblemente la situación y den un nuevo empuje a la Iglesia  4. Ideas y programas no nos faltan, hablamos mucho dela «reevangelización de Europa».. . , pero, en el fondo, nadie-n i el Papa ni los obispos ni los sacerdotes ni los profetas nilos teólogos ni ninguno de los que en la Iglesia son porta

dores de un carisma- sabe cómo deben realizarse esas ideaspara que consigan una amplia eficacia . Ninguno de los intentos consigue un éxito que valga la pena: ni el diálogo dela Iglesia con la cultura moderna -iniciado tras el Concilioy a tascado actualmente- ni la confrontación directa denues tros contemporáneos con e l Evangel io (a l modo de lamisión evangélica o de las iglesias libres) consiguen éxitosespectaculares , del mismo modo que tampoco conduce a léxito el que la Iglesia, con un reflejo tradicionalista, cierrefilas frente a la modernidad. Nuestra Iglesia actual está empobrecida, no m ateria l ni es tructuralmente , s ino espir i tual-

mente . Empobrecida y perple ja .Aceptar honrada y humildemente es ta s i tuación puede

suponer un paso importante hacia la curación, según el viejo principio cristológico de los Padres de la Iglesia: «Lo noasumido no puede ser sa lvado» («Lo no aceptado no sepuede curar»). Dicho de un modo un tanto más «profano»:¿sabremos ser buenos perdedores en el juego, incluso intra-ecles ia l, por el reconocimien to y e l éxi to?; ¿podrem os verdaderamente reconocer con nobleza y elegancia, sin caer enuna pasividad paralizante y sin insultar a nadie, que estamos

convirt iéndonos en una minoría cul tural? ; ¿seremos capaces incluso, en el terreno privado, de hacer acopio de la suficiente serenidad para permitir que nuestros propios hijos,nie tos , amigos o compañeros s igan un camino que (aparentemente) les lleva muy lejos de nuestra fe, sin incurrir porello en reproches ni presiones de ningún tipo y sin que disminuya nuestro afecto hacia ellos?

4.  Cf. M.  BONCARDI,  «Ent sc h i e de n ra t l os» :  Pasioralhkitt  43 (1991)  3 9 - 5 1 .

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22 EL CONTEXTO CULTURAL

3 .  «Relat ivizar» sanamen te los confl ictos internosde la Iglesia

Frente a tales preguntas, nuestros problemas domésticos específ icamente catól icos son realmente secundarios . Con

el lo no pretendo en modo alguno tr ivia l izarlos (de hecho,provocan mu cho sufrimiento y  un  inútil desgaste de energías),  sino simplemente relativizarlos, es decir, enmarcarlosen el más amplio contexto social y cultural, que es comomuchos fenómenos pueden entenderse de un modo muchomás acorde con la real idad. Personalmente , tengo la experiencia de que esa perspectiva sirve para suavizar y hacerbastante menos crispado el debate intraeclesial, porque, sinpretender eludir por ello nuestra responsabilidad por lo queocurre en el terreno cultural y eclesial (los conflictos intra-ecles ia les , reprimidos y tabuizados durante decenios , agudizan la situación año tras año), debemos reconocer honrada y modestamente que, a las inmediatas , no podemosefectuar directamente demasiados cambios en numerososprocesos de fondo que se están dando tanto fuera como dentro de la Iglesia y que amenazan la fe eclesial; y que, pormucho que a veces pueda dolemos, debemos empezar porpercibirlos con mucha circunspección, «sine ira el studio»,e incluso aceptarlos en la fe.

Por eso, a veces no puedo evitar la sensación de que másde uno de los que hoy critican despiadadamente a la Iglesia

y a la jerarquía -sobre todo cuando le dan vuel tas y másvuel tas , s in ningún resul tado, a los mismos problemas est ructurales s iempre por resolver- se mueven  también  (nosólo)  por un cierto deseo de dar con un chivo expiatorio.Porque sospecho que en nuestra cultura también hay una especie de duelo por la pérdida de fe en el Dios cristiano, sinolvidar la propia y creciente incapacidad de creer y orar.Quizá no fa l ten, por lo demás , quienes perciban ( inconscientemente) esa pérdida e incapacidad como una pérdidade valores y de cultura. Una parte del proceso de «diges

tión» pública de esa pérdida lo constituye también la denuncia masiva contra la Iglesia:  «Ella  tiene la culpa de que

LA CLAVE HERMENÉUTICA: ... 23

ya no podamos creer en Dios, pues a una institución tan inhumana, tan petrificada, no se le puede creer nada. Si ellamisma merece tan poco crédi to, tampoco valdrá mucho lafe que e l la predica». A base de renovar cons tantemente e lcatá logo, en parte jus t i f icado, de pecados ant iguos y mo

dernos de la Iglesia, puede uno cerrarse cada vez más enbanda frente a la propia responsabilidad en el problema dela verdad religiosa, así como frente a la llamada a tomar unadecisión autónoma en pro o en contra de la fe \

Hasta hace unos treinta años, este conflicto existencialcon la fe era mucho más fácil, cuando no inexistente, parael individuo, porque los supuestos culturales y eclesialeseran comúnmente aceptados . Pero desde e l momento enque dichos supuestos ya no se admiten como la cosa másnatural del mundo, pasa frecuentemente a ocupar su lugarun a  crítica de la Iglesia  públicamente ins t i tucional izada y

legitimada, la cual desempeña hoy a menudo -aunque en unsent ido contrario y abiertamente negat ivo- la misma función exoneradora, a efectos del conflicto personal con la fe,que antes desempeñaba la Igles ia superins t i tucional izadapropia de un ambiente confesional.

Para evitar equívocos, debo decir que no quisiera con estas reflexiones negar o minimizar en modo alguno los numerosos pecados de la Iglesia en el pasado y en el presente.De que dichos pecados encuentren hoy tal resonancia, in-

5.   «Mucho s de los críticos de la Iglesia que llevan hoy la voz,  cantante se encuentran todavía en un proceso, aún no digerido, de distanciamiento frente a la Iglesia. De ahí que aún haya en ellos mucho de amor-odio. Comotienen una imagen ideal y lejana de la Iglesia, combaten tanto más enérgicamente la imagen real. Siguen esperando mucho de la Iglesia, por lo queson mucho más duros a la hora de juzgarla. Y lo que es aún más decisivo:siguen viendo a la Iglesia, pero sin oír ya su mensaje. En lugar de dejarseinquietar demasiado por tales luchas adolescentes de una generación que sealeja de la Iglesia, ésta debería hacer más por concentrarse en las generaciones siguientes, que están creciendo más o menos sin contacto con laIglesia, que apenas saben nada acerca de ella -entre nosotros, los alemanes, esto se puede decir sobre todo de la antigua República Dem ocrática-,pero que, por no haber sufrido por culpa de la Iglesia, tienen muchos menos prejucios. Cuanto más bajas sean las barreras de los prejuicios, más

imparcialmente se podrá escuchar el mensaje de la Iglesia» (D. SEEBER, enHerder-Korresponden:  4 7 {1993J  113).

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24 EL CONTEXTO CULTURAL

cluso entre los cristianos, tiene también su parte de culpa lapropia Igles ia , cuya res is tencia a reconocer abiertamentesus fa l los y errores , su funes ta práct ica -que aún perdura-de recurrir a decisiones autoritarias y su falta de transparencia en muchos procedimientos intraeclesiales abonan el te

rreno para tales reacciones de rechazo.Con todo , este proceder de la Iglesia (francamente mejorado,  por otra parte, con respecto al de épocas preconcilia-res) no me parece suficiente  por sí solo  para explicar la actual dureza de la polémica co ntra la Iglesia y el cristianismo.Las razones son más bien de índole cultural: la relación desiglos entre las sociedades europeas y las iglesias, siemprepreñada de tensiones, pero innegable como factor cultural,reviste hoy la forma de un proceso muy extendido de emancipación qu e conlleva inevi tablemente sus pvopias agres iones,  heridas y perplejidad es. Para que la Iglesia supere esta

situación sin perder la serenidad (y, sobre todo, sin perder suamor p or las gentes de nuestra cultura) se precisa tanto de unconocimiento objetivo de la situación como de un adecuadoenjuiciamiento espiritual y teológico. A ello quisieran contribuir las reflexiones que van a seguir.

En primer lugar, y en el marco d e esta primera pa rte, voya tratar de razonar detalladamente la tesis expuesta. Paraello voy a echar mano de algunas investigaciones recientesde sociología de la religión y de la cultura que pueden resultar muy iluminadoras para una comprensión teológica denuestra actualidad eclesial.

2Algunos aspectos de sociología

de la religión y de la cultura

para un diagnóstico teológico actual

1.  Igles ia y mod ernidad

A )  El ''impulso modernizado)-"

Los conceptos "moderno" y "pos tmoderno" s irven hoy depautas habituales de interpretación en nuestra actual culturaeuropea' . Ello tiene que ver con la cesura cultural que seinició en todo el mundo occidental a finales de los años sesenta («generación del 68») y que acertadamente puede cal if icarse de «impulso m odernizado r» 2 . Lo cual significa queactualmente se impone cada vez con más fuerza, inclusoculturalmente  -e s decir, en la vida diaria de los hom bres detodas las generaciones, de todos los estratos sociales y detodas las confes iones re l igiosas- aquel lo que  estructural-

mente  estaba ya establecido desde el comienzo de la épocamoderna, es decir, desde la Ilustración europea. Me refiero,desde una perspectiva filosófico-social, sobre todo a la primacía incondicional del  sujeto  individual frente a todas lastradiciones e instituciones vinculantes.

1.  Véase a l respecto la bibl iografía c i tada en la nota 1 del cap. 1; cf . además :U .  BECK,  Die Risikogesellschaft. Auf dem Weg in eine ándete Moderne,

Frankfurt a .M. 1986; M.  KKHL,  «Der Universal i ta tsanspruch der Kirche ine i ne r mul t i ku l t u re l l e n We l t » , e n   Die eine We/t und Europa. Salzhurger

Hochschulwochen 1995  (hg . von H. Sc hmi d i nge r ) , Gra z 1995 , 249-278 .

2.  Por e j e mpl o , e n F . X.  KAUFMANN,  Religión und Modemitat,  Tüb i nge n1 9 8 9 , 2 1 7 .

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26 E L   CONTEXTO CULTURAL

De todos modos, hay que tener en cuenta en este contexto la gran diferencia que media entre nuestra cultura actualde la subjetividad y la modernidad clásica del siglo xix y laprimera mitad del xx, donde el sujeto humano (al menos

programáticamente , porque en real idad la época modernafue siempre muy dialéctica) se definía -d e cara a las tres famosas preguntas de Kant: ¿Qué puedo yo saber o conocer?¿Qué debo hacer? ¿Qué puedo esperar?- sobre todo por suracionalidad  umversalmente  válida, y ello tanto en el terreno del conocimiento racional como en e l del comportamiento ético y, finalmente, incluso en el de los proyectosglobales religiosos e ideológicos. Estas tres vertientes humanas básicas deben pasar por el control de la razón umversalmente válida. Sólo es válido lo que puede valer paratodos los sujetos, es decir, aquello que, desde el punto de

vista argumentativo, ético, práctico y religioso, es generalizaba, universal izable . Y as í se hizo famoso sobre todo e l«imperativo categórico» de Kant, que pasó a ser el fundamento de la ética moderna: «Obra de tal modo que el móvilde tus acciones pueda servir de móvil a todos».

Esta  subjetividad se ha exagerado tanto (sobre todo en laciencia, la técnica y la economía, y actu almente en todos losámbitos) y es tá tan preñada de con tradicciones , que ha entrado en crisis. Me limito a dar algunos ejemplos conocid o s :  la progre siva destrucció n de las bases naturales de la

vida a causa de una ins trumental ización ( indudablementemuy «efectiva») de la naturaleza; la devaluación de lo emocional y lo estético en favor de una razón entendida unilate-ralmente como razón instrumental; la tendencia al totalista-r ismo, en cuanto que esa razón pretende acaparar todo y atodos,  como es el caso de los proyectos sociales universal e s .  Aun cuan do esa forma clásica de fe mo dern a en la razón siga dominando hoy en muchos terrenos de la vida social pública, sin embargo en el terreno personal y vital,sobre todo en el sistema de valores de muchas personas, enel arte y en la literatura se impone cada vez más otro concepto de sujeto y de subjetividad: la del  individuo mismo,  elcual , de acuerdo con la «ps icología humanis ta» y su idea

ALGUNOS ASPECTOS DE SOCIOLOGÍA ... 27

central de la «autorrealización», hace de lo propio la medida de todas las cosas, el norte (aun a sabiendas de su fragilidad) del conocer, del obrar y del esperar:  el propio puntode vista  a la hora de conocer,  la propia conciencia  a la ho

ra de actuar,  la propia biografía,  con su sensibilidad vitalpropia y su propio estilo de vida, a la hora de trazar un proyecto global .

P ienso que es ta nueva pos tura bás ica , que tan decididamente antepone la propia individualidad particular, con sumu ndo de perspect ivas l imitadas , a la perspect iva racionaluniversal, es el núcleo de lo que algunos diagnostican hoycom o «postmo dernidad». Para nosotros es secundario sabersi se trata realmente de una fase totalmente   nuevo, posteriora la modernidad (como opina J.F. Lyotard   ^)   o de una nuevafase  DENTRO  de la modernidad, que se percata mejor de susambivalencias y contradicciones («modernidad reflexiv a » 4 ) .  Más importantes son, dos  valores básicos  inherentesa dicha mentalidad y fundamentales a la hora de preguntarpor la relación entre fe y cultura ^

B)  Valores básicos de la «modernidad reflexiva»

a) PLUR ALIDAD RADICAL

La época moderna, tanto desde el punto de vista ideológico como práctico, llevaba la fuerte impronta de diversasvisiones de futuro intramundanas que, de la mano de unavanguardia , habrían de real izarse progres ivamente has taconseguir la liberación y la felicidad de toda la humanidad.Todas estas utopías o «mitos de futuro» universalistas, queaspiraban a la unidad y perfección futuras de toda la huma-

3 .  J.F.  L Y O T A R D ,  Postmoderne fiir Kinder,  Wien 1987 . 32s s .  (Trad, cast . :  La

postmodenüd ad explicad a a los niños,  Barcelona  1987).4. Cf. U.  BVCK,  op. cit.,  14 y  251ss.

5 .  Véase también a l r especto E .  S A L M A N N ,  Der gereilte Lagos. Zuñí offenen

Prozefi van neuzeitUchcm Denken und Theologie,  Roma 1992 , esp . 419-

4 7 2 .  Cuando , en lo suces ivo , hab le de «modern idad » o de «pos tm odern i d a d » ,  me refer iré, por regla general, a esta fase actual de la «modernidadreflexiva».

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28 EL CONTEXTO CULTURAL

nidad (J.F. Lyotard les ha llamado «grandes relatos» o me-tarrelatos») y que sirvieron de legitimación a una serie demodelos de pensamiento y acción de toda una época, estánperdiendo hoy cada vez más su capacidad de persuasión. Esel caso de la utopía ilustrada de la emancipación universa

de la razón  y la liberación de todas las remoras intituciona-les y tradicionales (aunque la realidad, muy otra, es la sinrazón del trato que dispensamos hoy a la creación, del renacimiento del nacional ismo irracional , de la enormepredisposic ión a la violencia, etc.). Es el caso también de lautopía de una  sociedad sin clases  en el socialismo y en elcomunismo, liberada por medio del trabajo (aunque la realidad, muy otra, es el colapso de los sistemas sociales realesde esa utopía). Y es, finalmente, el caso de la utopía ca pitalista del  progreso  creciente hacia un bienes tar general mediante el desarrollo del libre merc ado y de una ciencia y una

técnica a su servicio (aunque la realidad, muy otra, es que lamiseria se va apoderando cada vez más de las masas de población mundial , mientras que una minoría re la t ivamentepequeña ve crecer su bienestar). Al final, parece que es precisamente la creciente part icularización y nacional izaciónde las culturas la que frena el proceso hacia una gran comunidad universal y la que destruye el «horizonte de la emancipación universal» 6 . Resumiendo: según ta les interpretaciones, en nuestra época ya no existe un sujeto sociall lamado «humanidad» que pueda tender un puente entre e l

hecho evidente de la particularidad, la variedad y los contrastes, por un lado, y la esperada universalidad y concordiade una humanidad futura liberada, por otro.

Se trataría, pues, en esta perspectiva postmoderna, de reconocer que esa fase de la modernidad ha sido un fracaso, yde aceptar el estado resultante de un sinnúmero de historiashumanas de los individuos , los pueblos y las cul turas , noabarcables, no integrables, no legitimables con argumentosuniversalmente válidos. Se trata, pues, de reconocer y aceptar nuestra finitud, nuestra contingencia y nuestra perspecti-

6. J.F. LYOT ARD,   op. cit.,  54.

ALGUNOS ASPECTOS DE SOCIOLOGÍA . . . 2 9

vidad radicales , para buscar modos de acción y pensamiento que puedan garant izar la convivencia humana s in echarmano de aquellas visiones que parten de un sujeto universalde la historia, cuales serían, por ejemplo, la virtud de la tolerancia incondicional frente a los otros y los extraños, la

apertura a todo aquel lo que no sea evidentemente autodes-tructor y socia l o ecológicamente intolerable  (unvertrá-glich),  e l nuevo «sent ido de sensual idad» (E. Salmann) oincluso  A  arte de servir de «traductor» entre las distintasperspectivas y lenguas, etc.

Por muy atrayente que pueda resultar a primera vista este análisis del presente, no puedo menos de considerar contradictorio en sí mismo ese postulado de la «radical pluralidad» (W. Welsch), ya que la pluralidad, para que puedatener un éxito razonable, supone y se apoya siempre en algún t ipo de unidad 7 . Sin una fundamental perspectiva unitaria de carácter religioso, ético o ideológico (aceptada sólo,  naturalmente , en un contexto comunicat ivo y dia logal) ,muy pronto el programa de la «pluralidad radical» se diluyepráct icamente en un «plural ismo de la pol icromía superfi cial» (W. Welsch), que se manifiesta en «aebitrarieda d y superficialidad» (id.), en falta de compromiso y en individualismo, en frialdad e indiferencia hacia los demás, eninsolidaridad con los que sufren, en culto encubierto a laautorreal ización, e tc . Valga como único e jemplo e l hechode que actualmente, en relación con el matrimonio y con los

tipos de relación a largo plazo que implican una vinculaciónes table , lo que predomina para m ucho s , s in duda do lorosa-mente , es la experiencia de  riesgo  que suponen,  sin  que se

7.  Cf. W. WELSCH,  Unscrc postmoderne Modenie,  Weinh eim 1987; crí t ico a lr e spe c t o se mue s t ra  W.CH. ZIMMERLI,  «Da s a n t i p l a t on i sc he Expc r i me nt » ,en   Technologisches Zeitalter und Postmodcme,  M ünc h e n 1988 , 13-35 .Zimmerl i , en efecto, contrariamente a Platón, establece e l e lemento de launidad táct ica de nuestra actual cul tura plural no ya en e l plano teório delas ideas y las utopías, sino en e l plano de los «fenómenos materia les»,concretamente en la tecnología que todo lo unif ica . El carácter uni tario dela c ivi l ización técnica y la diversidad postmoderna en e l terreno de la cultura van de la mano. Cf. además: H.L.   OI.LIG,  «Ph i l osoph i sc he Ze i t d i a gno-

se i m Ze i c he n de s Pos t mode rn i smus» :  Theologie und Philosopliie  66( 1 9 9 1 ) 3 3 8 - 3 6 4 .

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30 EL  CONTEXTO CULTURAL

dé al respecto un consenso bás ico uni tario. Víct imas de este «juego de la l ibertad», que tan bien suena y tan fácil parece ,  vuelven a ser los  débi les , por  e jemplo  los n iños , losimpedidos , los viejos. . . Lo cual ya bastaría por sí  solo paraque  la  proclamación cris t iana  no  pueda plegarse acrí t ica-

mente a la  mental idad pos tmoderna.

b) LA MUTABILIDAD DE TODAS LAS COSAS

Otro de los  rasgos t ípicos  de  nues tra época es la  ins is tencia en «la mutabi l idad esencia l de todas las cosas»8 y detodas  las s i tuaciones . Pero el acento hoy ya no se pone hoyen  el puro hecho de que en todos los ámbitos de la vida reine una gran movil idad  y  flexibilidad,  ni  t am poco , por mucho  que  s iga s iendo normativa ,  en la  m á x i m a  de que esbueno y conven ien te  que  todo cam bie con t inuam ente y lo

más rápido pos ible9

. El  punto decis ivo hoy es que esa movil idad y esa dispos ic ión  al  cambio es tán  vacías  de  conte

nido: no se guían ni se legi t iman por  t radic iones aceptadasy vinculantes (como son las  re l igiones) ni por  utopías capaces de m ot iva r e integrar a una  masa (como muchas ideologías de la época m oderna ) . Ya la mera apertura a lo dis tinto  y lo  nuevo , con el  consiguiente cambio incesante  aque conduce, se considera hoy un valor en sí m ism o. El futuro se ve, más que  nada, como «ámbito de lo pos ible» para absolutamente todo aquel lo que pueda ayudar a acrecenta r una difusamente anhelada «cal idad de vida», tanto parael individuo como para  su  entorno personal  y en  re lacióncon el  entorno natural .

Y no voy a  seguir caracterizando es tos dos  valores fundamentales de la fase actual de la «m odern idad» , porque esa todas luces evidente que una mental idad  así  difícilmentepuede servir de sus tento cul tural  a la t ransmis ión  de  nues tr a  experiencia creyente  judeoc r i s t i ana , que se basa en un

8. F.X.  K A U F M A N N ,  op. cit.,  19.

9.   Cf. P.  SLOIERDUK,  Eurotaoismus,  Frankfur t 1989; Sloterdijk emp lea para

referirse  a  es te f enómeno el c o n c e p t o de  «movi l ización» de  toda nuestracultura.

ALGUNOS ASPECTOS DE SOCIOLOGÍA ... 31

suceso del pasado  (el É x o d o y la Alianza del Antiguo Testam ento , que cu lm inan en el  acontecimiento neotes tamen-tario  de  Cris to) . Es te origen  se  t ransmite  a  t ravés  de lasépocas  y los  luga res com o base pe rm anente  que  sirve deguía y de dis t int ivo  al P ueb lo de Dios y que se  representa

en   la  p roc lam ac ión ,  en la  liturgia y en la  diaconía . Así seabre para el  Pueblo de Dios y -por m edio de él -  para todoslos seres hum anos , ante todo para los pobres , una visión  de

futuro  ca rgada de con ten ido :  la vis ión de una creación reconc i l i ada  por  m edio  del a m o r  y la  jus t ic ia divinos en elReino de  Dios.

La ident idad  del  cris t iano s igue basándose  hoy en elcom prom iso  de la  libertad creyente  con ese  mensaje .  Deel lo depende, por e jemplo, el que el  comportamiento é t icoes té i luminado por la  tradición bíblica; o la voluntad de integrarse durante toda  la  vida (echándole mucho t iempo y

mucha paciencia  al  asunto)  en la  com unidad  de fe de laIgles ia , a fin de entablar una  relación personal  con Dios enel ámbito dado de la fe común ecles ial ; o la esperanza en elReino  de  Dios como perspect iva que dé  sentido  y  orientenues tros actuales conocimientos  y acciones ; o la  confianzaen el  acontecimiento que cu lm ina de  forma anticipatoria lahistoria: el acontecimiento de la encarnación de Dios en Jesucris to, con su  carácter universal  de  sa lvación;  etc. Todoeso está hoy perdiendo rápidamente su  fuerza persuasiva ennues tra sociedad. Y ello no sólo porque nos falten  las pala

bras adecuadas y los

  s ímbolos vivos -que nos

  faltan realñ-mente- , s ino, sobre todo, porque  en  nuestra cultura estánprevaleciendo, al  parecer, opciones diametra lmente opuestas. Por eso noso t ros , los cris t ianos creyentes , no  debemossorprendernos  si un día nos  vemos convert idos  en  bichosra ros,  incluso en  cuerpos extraños en una cul tura que  también nosotros hemos contribuido  a  crear. Para  el  «Puebloperegrino  de  Dios», cuyo origen, como  es  sabido, se rem onta al Éxodo , tal perspect iva no  debería realmente significar ninguna impertinencia. . .

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32 EL  CONTEXTO CULTURAL

C)  Contra  la «demonización»  de la  modernidad

Ahora bien, de nada serviría, ante esta situación, entonar lamentaciones ant imodernis tas , tan de  m oda nuevam ente encírculos católicos, como si la cul tura moderna fuese un en

gendro del mal y no hubiera ya en  ella puente de ningún tipo que le permitan contactar  con el  mensaje cris t iano. ¡Nimucho menos También es ta cul tura va  incluida en la  obraredentora de  Cristo; también a ella hay que proclamarle , decerca y a tract ivamente , el  Evangel io; también e l la pertenece al  coro universal  de peregrinos que  forman todos los hijo s de Dios camino del  Reino prometido. Además, muchosde los valores centrales que  siguen teniendo vigencia incluso en la  fase actual de la m odern idad , en su  tendencia ant ropológica y  ética básica, siguen siendo del  todo compatibles  con  nues tra  fe; es más, son un  serio desafío para

nosotros :  la  tolerancia ante otras convicciones, que  suponeaceptar por principio al otro como otro, sin  pretender asimilarlo con un  celo erróneamente mis ionero  y  universalista,sin querer hacerle feliz por la fuerza;  o la insistencia en quees la propia conciencia la última instancia en todas las cuestiones éticas; o el gran aprecio por la comunicación  y la participación   en  todos  los procesos que atañen  al  individuo, ala sociedad y al medio ambiente; o el deseo de  libertad y autodeterminación  a la hora de  configurar  la  propia vida; o elescepticismo frente  a  pretens iones absolut is tas . . .  A  estosvalores , que tienen  sus raíces en la  tradición cristiano-occi

dental , se les dio muy poco juego en el cris t ianismo en lossiglos pasados; de ahí que hoy  sean agresivamente reivindicados contra el pasado cristiano de nuestra cultura. Tambiénen   la  Iglesia hay que  reconocerles  su  legí t imo derecho deciudadanía , si no se quiere que esta Iglesia se convierta enun ghetto tradionalista en m edio de la  m odern idad10 .

10 .  «Grundsa t / l i che Übcr legungen  zu  e incr pos i t iven Bcgegnung zwischenC hri s t entum  und ' "Pos tmoderne"» , en E.  SALMANN. op ir.,  443-469.

ALGUNOS ASPECTOS DE SOCIOLOGÍA ... 33

D )  Consecuencias

Con todo , y por muy abiertos  que  podamos es tar a la modern idad ,  no  podemos dejar  de reconoce r  sus  am biva lenc ias, las cuales se hacen patentes si nos fijamos en dos consecuencias especia lmente graves para la fe  cristiana que sederivan de esa men tal idad:

a) FE CRISTIANA Y MODERNIDAD ANTIINSTITUCIONAL

La tensa re lación entre  la  Igles ia  y la  m odern idad  hayque verla en el m arco de la difícil relació n del h o m b r e mod e r n o , que se pe rca ta de su  l ibertad e  ind iv idua l idad , conla s  instituciones  com o ta le s .  Ya  Hegel veía  el  p rob lem abás ico de la soc iedad m o derna en la  creciente enajenaciónen t re  el  ind iv iduo  y las  grandes organizaciones socia lesform a l izadas . C ie r to es que esa  enajenación induce al in

div iduo cada vez más a  replegarse en la esfera privad a, dem o d o que la búsqueda de pleni tud cas i  se agota en la bús q u e d a  de  a r ropam ien to  e  int imidad. Y no es  menos c iertoq ue  las  ins t i tuciones sólo se adm i ten  en  cuanto ins tanciaspúblicas des t inadas  a cubrir  las  neces idades individuales .De m odo que hoy se p roduce cada vez más una  confrontación crasa y directa entre el  individuo y la  realidad social,y ello en  re lación  con  casi todas  las  grandes ins t i tucionessocia les :  la  pol í t ica (¡cuántos  de noso t ros ,  si pud ie ran , no«se saldrían» del Es tado ) , la enseñanza,  la sanidad,  la anim ac ión cu l tu ra l ,  los s ind ica tos , etc. En  nues tra sociedad,

por  lo  general ,  la  crítica de las  ins t i tuciones ( tanto menosdialéct ica  y  tanto más  ingenua e  ineficaz cuanto más d i s tanciada) forma parte de la  conciencia normal  de  m uchosde nues t ros con tem poráneos .  Es  cierto que frente  a e l lo, ycom o es t ra teg ia  productiva  de c a m b i o , es pa lpab le el nac im ien to  y desa r ro l lo  de  muchas formas socia les part ic i-pat ivas , concretamente en los nuevos m ovim ien tos soc ia le s  y  eco lóg icos . P uede  que el  desafío  más  serio  en laactual fase de  nues tra evolución socia l  lo const i tuya el encuen t ro , no por  confl ic t ivo menos renovador, de las  instituciones «clás icas»  con  e sos nuevos m ovim ien tos , pues

así es com o m e jor  se  puede l legar a que la  l ibertad indivi-

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34 EL CONTEXTO CULTURAL

dual se haga «co ncreta» (en el  sent ido de Hege l ) , es decir,que adquiera una re levancia pol í t ica y  social.

También las  grandes iglesias se ven implicadas a su manera en ese proceso socia l general . De ahí que , de entrada,

no se las vea com o lo que dicen ser, es decir, como «comunidades de fe»,  s ino como « igles ias jerárquicas», es  decir,como ins t i tuciones púb licas representadas por sus  funcionarios, estructuradas burocráticamente, cuya función  es cubrir las  necesidades religiosas públicas y  privadas (superarlos miedos, asumir  las  experiencias límite de la  cont ingencia, prestar ayuda  en  crisis radicales, integrar ritualmentelas fases individuales  y  familiares, etc.). Dado que las iglesias se han plegado en  gran medida a esas expecta t ivas , noes de extrañar que ofrezcan  esa  imagen a  nuestra sociedad,con lo cual se ven abocadas  a un dilema  difícilmente solu

ble: cuanto más  pretenden responder a las expecta t ivas religiosas de carácter general  (y esto es algo en lo que la Iglesia Evangélica,  por  e jemplo,  se  esfuerza  más aún que laCatólica), tanto más se  encuentran con que los  individuosse distancian  de  esas grandes ins t i tuciones anónimas  que«adminis tran»  la fe y la  re l igión,  y  sólo  muy  raras vecesacuden  a ellas con expecta t ivas re l igiosas , pero ya no bus can en ellas el espacio vital de una fe  vivida.

Y viceversa:  si las  iglesias  no  responden sat is factoriamente a esas expecta t ivas , por rem it i rse más decididamentea su auténtica tarea, cual es la de proclamar el Evangel io deJesucristo, llamar a los hom bres a que le  sigan y  convocarlo s así a formar  el Pueblo de  Dios , pierden inmediatamenteresonancia y  re levancia socia l . A partir de un  determinadogrado de decepción,  la  gente no tarda en  buscarse agenciasmotivadoras más manejables  y acomodatic ias  .

El camino hacia una  mediación entre , por una parte , lasexpectativas religiosas del  individuo socia lmente co ndicionadas y, por otra ,  la  proclamación ecles ia l- ins t i tucional  dela fe  debe r ía pasa r -aná logam ente a lo que ve íam os al ha-

11.   Para una expos ic ión más pormenor izada de este tema, véase M.  K E H L , Die

/Orí/¡í>, W ü r z b u r g  1994 ' ,  181-188.

ALGUNOS ASPECTOS DE SOCIOLOGÍA .. 35

blar  de las  formas sociales  de  m e d i a c i ó n - por los  nuevosmovimientos espir i tuales o  sociales existentes en la  Iglesia(grupos de com unicac ión de la fe, grupos de  vida, círculosde debate , etc., pertenecientes o no a las parroquias) . Sobrees ta nueva mediación me extenderé más tarde.

b) FE CRISTIANA Y RELIGIÓN «INTTMIZADA»

No hace aún  demasiado t iempo que el  l em a que  definíala postura de mucha gente en  nuestros países frente a la Iglesi a era: «Jesús , sí; Iglesia, no». Hoy, en cam bio , el  lema esmuy otro: «Religión, puede que sí; Dios personal , no» (J.B.Me tz ) . Lo  cual significa que, mientras  la religión  se  entienda como apertura  a la  t ranscendencia (en el  sent ido que sequiera) , como apertura a un  sentido último, al  carácter misterioso de la vida, a la  numinosidad cósmica, a la experien

ci a de una unidad y  totalidad omnicomprensiva. . . , encuentrahoy entre nosotros  un notable  eco, c o m o  lo  demuestran  lafascinación por lo esotérico, las  corrientes ecológicas místico-natural is tas ,  la new age,  la  nueva gnosis ,  los viejos mitos, etc. A la vista de la gran complej idad  y  diferenciaciónde nuestra vida social, hoy a nadie le extraña que haya quienes busquen  una sencilla y  última síntesis que dé  sentido ala existencia. Pero esa síntesis  se busca cada vez m enos enla fe  cristiana, cuyo mensaje sobre un Dios personal e  incluso hecho hombre  les  resulta a  muchos demasiado antropomórfico, demasiado concreto y has ta demasiado comprom e

tedor.  La  apertura  a «lo  divino»  no  quiere  ni  puede  yaconcretarse para muchos en una  vinculación personal a un«tú divino» que conl leve el com prom iso de una ética perso na l y  social (como serían los  «diez mandamientos»). Y si laIglesia concreta  esa  vinculación  con  Dios  en un  lenguajenormativo que com prom eta a los creyentes  (un  credo, unosdogm as )  y,  para colmo, exige normativamente  que se saquen consecuencias morales de esa fe, el  mensaje cristianose vuelve totalmente incomprensible para la sensibilidad rel igiosa moderna , para  la cual  la  religión es  a lgo puramentesubjetivo,  una cues t ión  de  sent imientos perteneciente a laesfera íntima personal, y, en  cuanto subl imación motivado-

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36 EL CONTEXTO CULTURAL

ra del propio ideal de autorrealización, no admite formulación alguna que pueda obligar en el plano intersubjetivo.

Hasta aquí, algunas de las conseuencias especialmentellamativas que para la fe tiene la «mentalidad» moderna. Ycada vez se hace más acuciante la pregunta siguiente:   [(Zo

ma  po demos aceptar ese re to de manera prod uct iva y aprovecharlo como una oportunidad para nues tra proclamaciónhoy? Evidentemente, no consiste ni en adaptarse sin más alespíritu de la modernidad ni en refugiarse atemorizados enla ciudadela de la tradición. La fe cristiana siem pre encontrósu identidad en la dialéctica de dos movimientos de signocontrario: el  contacto  con determinados hechos culturales y,a la vez -en caso de neces idad-, la   resistencia  frente a determinadas tendencias cul turales dom inantes . Mientras qu elo primero lo conseguimo s re la t ivamente bien has ta mediados de nuestro siglo (al menos en cuanto «subcultura», dentro del ambiente confesional), tanto más cuanto que cultu-ra lmente es tábamos f i rmemente es tablecidos , hoy, cuandoprogresa cada vez más una desestabilización cultural, tenemos que reaprender penosamente lo segundo (véase el apartado 3B del cap. 7, en la Tercera Parte de este libro).

Lo cual, para nuestra actitud  espiritual  frente a la Iglesiay la cultura significa que nuestra identidad como Pueblo deDios habremos de buscarla también, hoy más que nunca, enuna parcia l «desobediencia cul tural» (B. Rootmensen) -esdecir, dispuestos a correr el riesgo de una «travesía del de

sierto» en la que, como individuos y como Pueblo de Dios,vivamos mucho más conscientemente de nues tra fundamental experiencia creyente y no contemos ya con garantías culturales de ningún tipo.

De ahí que una de las palabras primigenias de la experiencia religiosa de Israel y de Jesús pueda adquirir unanueva fuerza simbó lica para nuestra fe actual: «el desierto».

«El desierto es, en sentido literal y figurado, el espacio entre Egipto y Canaán. Es el lugar en el que se dio laTora, el lugar del primer amor. Por eso Oseas dirá más

tarde: "Pero yo voy a seducirla; me la llevaré al desierto..." (Os 2,16);

ALGUNOS A SPECTOS DE SOCIOLOGÍA . . . 37

el desierto es el lugar de un aprendizaje de cuarentaaños o de cuarenta días. Es una escuela muy dura, dondemuchos rezongan;

el desierto es el lugar donde los hombres, en silencioy soledad, adquieren la iluminación, y donde a veces

Dios habla a los hombres;el desierto es un lugar al margen de la sociedad. Elhombre es allí "insider" (integrado) y al mismo tiempo"outsider" (marginado); pero lo que allí predomina es el"ser extraño y huésped";

el desierto es, a la vez, símbolo del desarraigo y de larenovación. En este último sentido se refiere al "desierto"  sobre todo Isaías 40- 55, un reflejo de la ideología desertaría del exilio babilónico»  (B. Rootmensen)

l2.

En la medida en que volvamos a hacer nues tra esa «te

ología del des ierto» del Antiguo y del Nuevo Tes tamento,la experiencia de sent irnos extraños dentro de la cul turam oderna puede conver t i r s e en un  desafío  l ibe rador quenos acerque de nuevo a nues tros orígenes , nos purif ique,nos proporcione una nueva c laridad y unas nuevas ganasde vivir y nos haga capaces de encontrarnos de maneracreat iva con la cul tura moderna y de contribuir as í pornues tra parte a corregir las malformaciones cul turalesm odernas .

2 .  La Igles ia en una «sociedad vivencial is ta»

En es te apartado me propong o completar las observacionesprecedentes con otra perspect iva planteada por GerhardSchulze , sociólogo de Bamberg, quien caracteriza nues traactual cultura alemana como «sociedad vivencialista» '3 . Laclave de la que él se sirve para interpretar nuestra cultura re-

12.  B .  ROOTMENSEN,  Vierzig Worte in der Wiiste,  Pa t mos Ve r l a g , Dusse l dor f1991,  50s .

13.  G .  SCHULZE,  Erlebnisgeselhc haft. Kultursoziolog ie der Gegenw art,

Frankfurt 1992; cf . adem ás: A.  FOITZIK,  «Anl e hnungsbe dür f t i ge Egoz e n-t r iker»:  Herder Korrespondenz  46 (1992) 510-514 .

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38 EL CONTFXTO CULTURAL

za así: «afán viv encial» o «¡vive tu vida »  I4. Con el paso dela sociedad de la escasez a la sociedad del bienestar ha ca mbiado radicalmente la mental idad entre nosotros : lo primordial ya no es hoy el «mirar hacia fuera», con el fin de asegurar la vida e incluso la supervivencia por medio del

trabajo, el ascenso social, el seguro de vejez y similares; loprimordial es hoy «mirar hacia dentro»: «¿Qué es lo queme proporcio na vivencias gratas? ¿Qué es lo que me ay udaa que mi vida sea bella y digna de ser vivida?» Schulze responde: «El proyecto de una vida bel la cons is te en viven-ciar» ' \ El lo se cons igue, ante todo, «es te t izando la cot i -dianeidad»: la vida diaria, sus espacios y objetos, susrealizaciones vitales normales y, ante todo, el propio cuerpohumano se cuidan y configuran de tal modo que adquierenuna calidad vivencia , pero no sin más, fugaz y superficialmente, sino en continuidad con un «estilo» personal y una

determinada «filosofía de la vida»; un estilo y una filosofíaque adquieren el rango de distintivos sociales.

En el cúmulo de vivencias y estilos posibles se manifiesta a la vez la necesidad individual de orientación y protección: «¿Qué vivencias son las que, a la larga, dan belleza ysentido a mi vida?» Esa necesidad lleva por un lado, segúnSchulze , a determinados «esquemas de la es té t ica diana»que ordenan, a modo de complejos colect ivos , la mult i tudde vivencias y estilos posibles: el esquema de la alta cultura, el esque ma trivial, el esquem a de las tensiones. Pe ro, a la

vez, surgen en la realidad social medios o ambientes totalmente nuevos que, al satisfacer la necesidad de orientación,intentan realizar el prodigio de posibilitar a la vez la indivi-

14 Ahí puede reconocerse perfectamen te un mod erno renacer del vie jo «Carpe d i e m» e p i c úre o de Hora c i o « (Aprove c ha e l mome nt o 1 », pero no ya enel sent ido de la moderna sociedad del rendimiento, ni tampoco en e l sent ido del Nuevo Testamento (velar , porque se acerca la parusia del Señor) ,sino en e l sent ido del propio Epicuro «,Tom a los herm osos frutos del díay goza de e l los'» No es casual que la pel ícula «El c lub de los poetas muertos», en la que se propaga esta c i ta de Horacio como el lema decisivo deuna vida esté t ico poét ica plena, se haya convert ido a f inales de los ochen

ta en una autent ica pel ícula de cul to15 G SCHUL ZE,   op at  38

AL GUNOS ASPECTOS DE SOC101 OGIA 39

dual ización (e l es t i lo personal) y la colect ivización (e la r ropam ien to soc ia l )  lfl. Es tos medios o ambientes vivencial istas se forma n sobre tod o en función de la edad (porencima o por debajo de los cuarenta años), del grado decultura y del estilo personal de vida, en el marco de los

«esquemas» a ludidos .Según G. Schulze , hoy se pueden dis t inguir c laramen

te c inco principales medios o ambientes socia les de es tet i po :  1) El medio en el que lo que cuenta es la   categoi ía,el rango social, el éxito, el prestigio, la influencia, etc. , yen e l que se encuentran sobre todo personas d e c ierta edady con una cul tura superior . 2) El medio en e l que lo quecuenta es la armonía, y  a l que pertenecen, sobre tod o, personas de c ierta edad con una cul tura modesta , para quienes ía búsqueda de seguridad y de calor, dentro de unmundo amenazador, ocupa e l primer plano. 3) El medio,re la t ivamente cercano a los dos anteriores , en e l que loque cuenta es la  mtegiac um,  propio de personas de c iertaedad con una cul tura media , para quienes lo importante esla adaptación y la conformidad socia l . 4) El medio en e lque lo que cuenta es la autorreahzación,  caracterizado porpersonas de cul tura superior , por debajo de los cuarentaa ños :  «A cabal lo entre Mozart y la música rock, entre laexposic ión de arte y e l c ine , entre la contemplación y laacc ión»  l7. 5) El medio en el que lo que cuenta es la  diversión,  y  del que forman parte sobre todo personas más bien

jóvenes y con una cul tura escolar baja , caracterizadas porsu des interés por la real idad socia l , as í como por su búsqueda de es t ímulos s iempre nuevos que sat is fagan momentáneamente su neces idad de vivencias . Es tos ambientes o medios no suelen entenderse ni apreciarse unos ao t ros ,  has ta e l punto de que Schulze habla de un «etno-cen tnsm o de l m edio» '8  que pierde la relación con el restode los medios o ambientes socia les .

16 M   BONCIARDT  acuño una acertada formula paia esta com binació n «Oh neBindung ín Verbindung bleiben» («peimanecer unidos sin lazo de unión»)

17 G SCH UL/ L, 31218  lbid  541

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40 EL CONTEXTO CULTURAL

Me parece que este análisis cultural puede ser muy valioso para dilucidar nuestra actual situación en la Iglesia l9 .Yo quisiera destacar tres aspectos, esbozando a la vez lasdificultades, pero sin olvidar los retos y las oportunidades:

A) Una Iglesia que mantenga la pretensión de formaruna comunidad de creyentes de todas las generaciones, niveles de cultura y estilos de vida, no lo va a tener fácil, obviamente, con una mentalidad tan decididamente centradaen ambientes y medios. Tenemos ante nosotros la tarea deempezar al menos a romper los cercos de esos medios quese excluyen m utuamente, para ponerlos en contacto m utuo.Es decir, no podemos ocuparnos tan sólo de uno o dos medios o ambientes sociales, sino que, como m iembros de unaIglesia cuyo mensaje es para todos, deberíamos estar presentes en los más diversos medios, teniendo en ellos amigos, intentando comprender su mundo (sin por ello compartirlo todo) y suscitando la comprensión entre losdiversos m undos. Los cristianos misioneros de hoy deberían ser una especie de «exploradores de medios». Quizás asíse consiga ocasionalmente abrir espacios vivenciales de lafe comunes a los diversos medios (por ejemplo, con ocasiónde fiestas, de proyectos y viajes comunes, de círculos bíblicos o de oración, etc.).

B) También a nu estra fantasía litúrgica se le plantea unreto serio. No olvidemos que en la liturgia cultivamos unaespecie de espacio vital de estética cultual preñado de símbolos, gestos, acciones y elementos lúdicos, que integrantanto el alma como los sentidos. El que encontremos o noun puesto en la actual cultura vivencialista depende en granmedida, a mi parecer, de que seamos capaces de desarrollaruna cultura litúrgica diferenciada y moderna, que se puedaliberar del verbalismo intelectualista de las últimas décadasy ni se contente con el «opus operatum» ritual ni se degradehasta convertirse en un «show-business» piadoso. Dichacultura litúrgica nueva intenta, sin poner en juego nuestra

19 .  Cf. M.  KF.HL,  «Chr i s t und Pr i e s t e r se i n i n de r "E r l e bn i sge se l l sc ha f t "» :Geist un Leben  68 (1995) 64-66 .

ALGUNOS ASPECTOS DE SOCIOLOGÍA . . . 41

identidad y nuestra dignidad eclesial, que nos entiendan los«hijos de nuestro tiempo». Yo mismo he podido ser testigoen muy poco tiempo de tres ejemplos (absolutamente variados) de semejante cultura: en primer lugar, la procesión delas antorchas en Bingen, al tradicional estilo de la de Lour

des, con ocasión de la fiesta de san Roque; luego, la eucaristía, de enorm e y viva espontaneidad, con los d isminuidosde «El Arca»; finalmente, la celebración de las «vísperas»en Taizé.

C) Un rasgo típico de la sociedad vivencialista es su decreciente  solidaridad  tanto frente a quienes dentro de nuestra cultura no encajan en ninguno de los medios e stablecidos, como frente a quienes viven en culturas totalmentedistintas y se ven obligados a luchar por la «supervivencia»,sin poder encontrar el sentido de su vida en la «vivencia»esteticista. El espíritu de la sociedad vivencialista modernaes en gran m edida hostil a los pobres. Aquí veo yo una granoportunidad para la Iglesia: crear en medio de esa sociedadmundos vivenciales alternativos, comunidades y grupos enlos que vivan integradas, de modo auténticamente amistoso,personas que de algún modo cuentan como pobres. Ese intento suele convertirse en una auténtica «aventura», queproporciona «vivencias» cuya hondura, belleza y humanidad supera con mucho la calidad vivencial al uso en nuestracultura. De todos modo s, ello exige el precio de la simpatía(con-padecer) en su sentido literal.

Se puede discutir sobre la forma concreta de acercarse ydistanciarse de una cultura vivencialista; pero lo que nopuede discutirse es que, en este contexto, las formas habituales del testimonio eclesial, la liturgia y la diaconía, estánobligadas a dar pasos totalmente nuevos. Por eso, quienpiense o incluso decrete que se ha terminado la agitada«etapa experimental» de después del Concilio, se engaña demedio a m edio. En mi opinión, la «fase caliente» de un encuentro verdaderamente creativo entre la fe cristiana y lacultura moderna está por empezar, siempre y cuando noqueramos descalificar de entrada, tanto teológica como pas-toralmente, nuestra cultura actual.

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42 EL CONTEXTO CULTURAL

3.  Una Iglesia sin medio confesional

A)   El alcance y los límites de una forma social de Iglesiaen trance de desaparición

El hecho de que nue stra sociedad, a pesar de su enorme individualización y pluralización, se estrucuture en determinadosmedios, puede ayudarnos a observar otro fenómeno: el proceso de disolución de «los medios sociales confesionales» 20

(de ritmo e intensidad distintos, según las regiones). D esde elromanticismo y la restauración del siglo xix hasta el citado«impulso modernizador» de los años sesenta, las grandesiglesias, sobre todo la Católica, logró responde r relativamente bien a los interrogantes y a los retos de la Ilustración, encuanto que los creyentes, sobre todo en el ámbito rural y en elurbano de los pequeños artesanos, se agruparon formando

subculturas bastante homogéne as y protegidas. La atmósferaen tales medios respondía al ritmo diario, semanal, anual yvital de la respectiva iglesia, única y confesional; con lo cualse llegó a una asombrosa integración entre la religiosidadpersonal-famüiar y la configuración  eclesial-imtituclona\ dela fe, al mismo tiempo que su capacidad de impregnar socio-culturalmente dichos m edios, los cuales, a pesar de su estrechez y su control social, ofrecían realmente a la mayoría delos cristianos un espacio seguro y familiar para la fe.

A raíz de los cambios sociales de los últimos treinta

años, estamos asistiendo a un proceso de erosión de esaforma de iglesia. No es preciso entrar ahora en detalles,pues F.X. Kaufmann, K. Gabriel y U. Altermatt ya han investigado y analizado a fondo este proceso. La  consecuencia decisiva para la actual forma social de la Iglesia es que,evidentemente, el cristianismo ha experimentado una considerable pérdida de su imagen socialmente perceptible yvinculante. A este respecto, K. Gabriel ha hablado de la«desisinstitucionalización» de la religión cristiana, ya quela forma público-eclesiástica de la fe, hasta ahora tan influ-

20.   Cf. al respecto, ante todo, la bibl iografía c i tada en la nota 1 del cap. 1.

ALGUNOS ASPECTOS DE SOCIOLOGÍA . . . 43

yente, es considerada cada vez m ás como un mero m arco otrasfondo de una religiosidad elaborada a la medida de cadacual, cuando no utilizada como una reserva histórico-estéti-co-cultural, de la que cada cual puede tomar lo que le apetezca (por ejemplo para la publicidad, para el cine, para el

teatro, para la literatura, etc.). En cualquier ca so, cada vezes más infrecuente conseguir integrar los tres ámbitos: la fepersonal, la proclamación eclesial y la cultura cotidiana. Este profun lo cambio en la estructura social de la Iglesia esvivido por muchos cristianos como una gran  liberación,concretamente como liberación de un cristianismo supe-rinstitucionalizado, angosto, cerrado e incluso a menudoangustiado, que ellos han experimentado como la cara sombría del catolicismo ambiente. Con lo cual, es evidente queal mismo tiempo se produce también una notable pérdida deorientación y seguridad en la fe. Ahora bien, parece bastan

te improbable que ambas cosas, protección e independencia, vayan a conseguirse al mismo tiem po.

B)   Nuevas constelaciones

Lo sorprendente de esta pérdida incontenible de vinculación tradicional al medio es que la Iglesia Ca tólica no se diluya, simplemente, en una serie de de religiosidades individuales y minigrupales. K. Gabriel ha sido mucho másconcluyente al distinguir cinco grandes formaciones y sec

tores que caracterizan el actual panorama de la Iglesia Católica en el ámbito de habla alem ana 21 :

a) El sector  «catolicista» 22, en cierto modo la variante

católica del moderno fundamentalismo religioso, al quepertenecen tal vez entre el 5 y el 10% de los miembros activos de la Iglesia, que se distinguen por su mentalidad básicamente restauracionista, estancada en el preconcilio y sumam ente crítica frente a la modernidad.

21 .  Cf. K.  GABRIEI  , Christentum zwischcn Tradition und Postmoderne  ( Q u a -

est iones Disputatae , 141), Freiburg 1995

4

.22.   K.  GABRIEL  lo l lama el «sector fundamental ista».

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44 EL CONTEXTO CULTURAL

b) El sector parroqu ialista («explícito»), que representaentre el 20 y el 25% de los miembros activos de la Iglesiaque llevan el gran peso de la vida eclesial, que se integranante todo en las parroquias y que siguen considerando vinculantes las directrices de la Iglesia en materia de fe (no

tanto las normas en el terreno de la conducta individual, ymenos aún en materia sexual). Este sector, que ocupa fundamentalmente el lugar del «medio» anteriormente aludido,va disminuyendo de manera lenta pero constante (en partepor el proceso de envejecimiento).

c) El sector del cristianismo latente o «difuso», que podría describirse como una religiosidad de cultura de masas,  centrada en la familia (sobre todo en los hijos) y quesólo en determinadas situaciones (por ejemplo, con ocasión de los grandes hitos de la vida, en mom entos de crisis

personales o en algunas fiestas populares, como la Navidad, san Juan o las fiestas patronales) recurre a elementosy ritos familiares de la tradición eclesiástica, de los queespera obtener una cierta estabilización de la vida personaly familiar. A semejanza de lo que ocurre en otras asociaciones sociales (sindicatos, partidos políticos o clubs deportivos, por ejemplo), en este caso la pertenecencia formal a la Iglesia se entiende de un modo p asivo o  inactivo:en principio, se afirma y se apoya a la Iglesia y los valoresque ésta representa, y se espera de los miembros activosde Ja misma, y en especial de los más representantivos,

que sean  ellos  quienes encarnen de modo convincente elsentido de la Iglesia co mo institución (reaccionando con laconsiguiente crítica cuando ven defraudadas sus expectativas); pero se reserv a uno el derecho a decidir por sí mismo en qué medida asume las propuestas de la Iglesia yhasta qué punto ace pta la doctrina y las normas e clesiales.Se calcula que actualm ente, en Aleman ia, entre un 75 y un80 %   de los bautizados católicos (un 95% en el caso de laIglesia Evangélica) pertenece a este grupo. Con lo cual (yempleando el lenguaje de la física nuclear), parece haber

se alcanzado ya la cantidad de «masa crítica» necesariapara provocar una reacción en cadena o -e n nuestro c as o-

ALGUNOS ASPECTOS DE SOCIOLOGÍA . . . 45

un efecto de arrastre sobre el sector «parroquialista» (enespecial en las generaciones joven y media).

Es obvio que precisamente la relación entre el segundo yel tercer sector representa un punto especialmente neurálgico de la confrontación entre la Iglesia y la religiosidad cul

tural «postmoderna»; un punto de gran importancia para lafutura configuración social de la Iglesia. En la Tercera Parte del libro (concretamente en el apartado 3 del capítulo 7)nos ocuparemos de ello más en detalle.

d) El sector de la organización formal,  que abarca a todos cuantos están vinculados a la Iglesia por un contrato laboral, siendo así dependientes de ella. La disolución delmedio católico ha hecho que este sector gane una considerable im portancia, tanto cuantitativa como cualitativa, porque, por una parte, constituye en buena medida la espina

dorsal del sector «parroquialista» y, por otra, refuerza naturalmente la imagen pública de la Iglesia como una gran empresa de servicios superorganizada que la sociedad sostienepara cubrir sus necesidades religiosas, éticas o ideológicas.

e) El sector  «movimentista»,  compuesto sobre todo porlos nuevos movimientos espirituales y sociales dentro de laIglesia. Hablando muy en general, pueden distinguirse eneste sector dos vertientes: la espiritual-carismá tica, que ayuda sobre todo a dar una solución religiosa a los problemasde la vida, y la política, de comunidades de base, movida

por el espíritu profético de protesta contra las injusticias sociales y por un estilo alternativo de vida. Aunque a él nopertenezca más que una pequeña minoría de creyentes, este sector atrae a muchos contemporáneos que andan a labúsqueda de una nueva autenticidad. Para K. Gabriel estesector es un elemento «religiosamente productivo» de laIglesia actual, por ser él el que mejor asum e los retos típicosde la modernidad. Por una parte, tales movimientos ofrecenespacio para una religiosidad muy de moda por su afinidadcon la biografía personal: la fe personal, con sus experiencias y su historia, es integrada constitutivamente en la vidacreyente comunitaria. Por otra parte, algunos de dichos gru-

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46 Iil. CONTEXTO CULTURAL

pos responden a las expectativas generalizadas frente a laIglesia: que la Iglesia critique las condiciones injustas y tome partido, por ejemplo por «la paz, la justicia y la conservación de la creación», por los refugiados en busca de asilo,

por los enfermos de SIDA, etc. La futura forma de nuestraIglesia va a depender también de hasta qué punto estos movimientos prendan dentro de la Iglesia y de las parroquias,sin polarizaciones insensatas o, en el extremo opuesto, sindomesticaciones que los hagan inofensivos. (Sobre estepunto añadiré algunas reflexiones al final de la tercera parte del libro).

4 .  La escena «religiosa» fuera de la Iglesia

A)  El fenómeno

Ya al hablar de la «intimizac ión» de la religión hice alusióna un fenómeno al que hemos de dedicarle algo más de atención: Me refiero al hecho de que en las últimas décadas seestán extendiendo fuera del marco eclesial, distanciándosea menudo expresamente del Cristianismo tradicional, corrientes religiosas que suponen, para un número cada vezmayor de personas de nuestro ámbito cultural, una alternativa real frente a la fe cristiana. Y no me refiero aquí a lasmuchas sectas bien organizadas y ricas que se están exten

diendo hoy por todo el mundo (Scientology, Moon, Testigos de Jeová, etc.). Un desafío mucho mayor para la Iglesialo suponen entre nosotros aquellos «movimientos» religiosos que no se constituyen en el marco institucional conocido de una Igleisa, de una Iglesia Libre o de una secta, sinomás bien en agrupaciones e iniciativas men ores, «reticula-das» entre sí, y que suelen surgir como oposición crítica ante los dualismos típicos de la época moderna, cuales son porejemplo la antítesis casi irreconciliable entre hombre y naturaleza, entre religión y ciencia, entre mujer y hombre, entre sensibilidad y racionalidad, entre estética y ética. Comoel Cristianismo mod erno, en opinión de m uchos contemporáneos, ha asumido en gran parte dicha polarización, hay

ALGUNOS ASPECTOS DE SOCIOLOGÍA ... 47

movimientos religiosos modernos que, recurriendo sincre-tistamente a la Gnosis, a la Teosofía y Anlroposofía, a laEsotérica, a la Astrología, así como a religiones indias, germánicas y orientales, articulan la nostalgia de m uchas per

sonas que añoran una conciencia nueva de la unidad y glo-balidad fundam ental de toda la realidad, que les salve de lasactuales crisis de supervivencia 23 .

Por un cierto tiempo se agrupó a esos movimientos «espirituales» de cuño gnóstico, esotérico, místico-naturista,bajo el concepto de «New Age». Pero su apogeo ya pasó.Sin descuidar la multitud casi inabarcable de matices y tendencias dentro de lo que se llamó «New Age», podríamosdecir que «New Age», de acuerdo con los epígonos de dicho movimiento (Fr. Capra, M. Ferguson, K. Wilber, G.

Trevelyan, D. Spangler, Th. Roszak, etc) era o es un movimiento social cuya ideología está transida de la certeza deque ahora está irrumpiendo inconteniblemente una nuevaedad (= New Age ), una edad salvífica que pone fin a las crisis de supervivencia, tanto individuales como globales, delpresente. Ello se logra mediante una nueva consciencia dela unidad y globalidad cósmica de todo lo existente. Los esfuerzos (serios) teóricos y prácticos de los seguidores de laNew-Age se encaminan a transformar, tanto a nivel personal como social, la consciencia antigua en una nueva.

Aun cuando este movimiento, en sentido estricto, haya

superado ya su punto álgido, no es menos cierto que algunasde las corrientes integradas en él siguen ejerciendo una granfascinación sobre muchas personas, incluso cristianas, de lospaíses occidentales industrializados. Es más, esa «religiosidad postcristiana» parece estar convirtiéndose en un compo-

23 .  Cf . al resp ecto , sobre todo, J .  SUDBRACK,  Nene Religiositül - ¡leraiis-

forderung fiir die Chrislen,  M ain z 1 9 8 8 ' :  I D ., ü i e  vergessene Mystik uud

die Herausforde rung des Christentums durcli New Age.   Wü r zb u r g 1 9 8 8 ;M .  KI.HL,  New Age oder Neuer Bund?, Main z 1989 '; G.  SIICTWY,  Der

Geist des Neuen Zeitalters,  M ü n ch e n 1 98 7 ; C u .  SCHORSCH,  Die New-

Age-Bewegung.  Giitersloh 19882; H .  BALR,  Nene Wege znr Transzen-

denz?,  Hamm 1 9 8 7 ; H .D .  MUTSCHLLR,  Physik  -  Religión  -  New Age,

W ü r z b u r g 1 9 9 0 ; H J .  H O H N .  Gegeii-Mvthen  ( Qu aes t io n es D isp u ta tae .154) , Frcibu rg 1994.

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48 EL CONTEXTO CULTURAL

nente sólido del «espíritu moderno» que determina la cons-ciencia, la racionalidad, el sentimiento vital («feeling») y elproceder de grandes partes de la humanidad en nuestra cultura occidental. En esta religiosidad confluyen cuatro corrientes populares que, al juntarse, se refuerzan mutu amen te:

a) El sentido ecológico, cuya responsabilidad hipersensi-bilizada frente a la vida en nuestro m un do se basa en la «reticulación» de toda la vida en el cosmos: Todo es un granorganismo, nosotros mismos som os una parte de la «MadreTierrra», la cual a su vez está vinculada orgánicamente altodo cósmico.

b) La teoría  sistemista científico-natu ral,  que se va convirtiendo en un modelo global que sirve para explicar todoslos procesos naturales, psíquicos y sociales. Mientras que laexplicación tradicional de los fenómenos parte de una cade

na de causas unívoca y unidimensional (causa a - efecto b,etc.),  la teoría del sistema habla de una correlación entre losdiversos elementos de un todo. Este sería el único modo deexplicar la evolución, la autoorganización y la autotrans-cendencia (tanto en el sentido de las ciencias naturales como de la sociología).

c) La  «psicología transpersonal»  (según Maslow , Ch.Tart, St. Grof), que pretende ayudar a descubrir y a satisfacer las «necesidades transcendentales» de la persona, es decir, todo aquello que impulsa a la persona a salir de sí mis

ma, todo aquello que la «transciende» de tal modo, que ellaya no busca su epicentro en sí misma («autorrealización»),sino en aquello que es mayo r que ella mis ma, es decir, en elcosmos, en la naturaleza y sus misterios, en un «más allá»que sólo se puede investigar parapsicológicamente. . .

d) El  movimiento feminista,  que porclam a el fin de lamentalidad patriarcal y de sus consiguientes estructuras sociales. Su fundamento es un modelo más bien and rógino depersona y de sociedad, orientado hacia una re lación igual i taria que impulse la reconciliación entre lo masculino y lofemenino. Este movimiento se ve reforzado por la doctrinataoísta, según la cual todo el ser vibra oscilando entre los

ALGUNOS ASPECTOS DE SOCIOLOGÍA . . . 49

polos básicos de la realidad (Ying y Yang), no encontrándose a sí mismo sino en la mediación armónica de ambos.

Pienso que de estas corrientes y de otras similares se alimenta en gran medida una nueva re l igios idad aceptada ennuestra cultura. La confrontación crítica, creativa, de la fe

con estas corrientes no ha hecho sino empezar.Una forma importante de esa religiosidad la tenemos en

su función de «ayuda vital». Sin conocer toda la teoría ideológica de esa religiosidad, o sin asumirla en su totalidad,hay muchos que de entre su abundante oferta «espir i tual»(al igual que lo que ocurre con la tradición cristiana) se quedan con aquello que les resulta útil para domeñar la super-complej idad del propio mun do, como son por e jemplo c iertos métodos orienta les de meditación, formas terapéut icasde descubrirse a sí mismo y al propio cuerpo, mística natu

ral de indios y chamanes, astrología, tarot, prácticas de espiritismo y ocultismo, etc. Hay en todo ello mucho de útil,y no faltan aspectos que no suponen sino un modo inofensivo de pasar e l t iempo, cuando no se es tá desplazando lamental idad consumis ta habi tual a l terreno «espir i tual», yaque en estos tiempos de los viajes organizados a los confines del mundo no hay más que  un a  t ierra que pueda despertar verdadera curiosidad: el más allá o el fondo del almapropia . Pero hay también e lementos francamente pel igrosos,  com o son las prácticas ocultistas , espiritistas o inclusosatanis tas , que pueden conducir a dependencias que robenla libertad o hagan personas propensas a la violencia 24 .

B )  E sa religiosidad es un desafío para la Iglesia

a ) L O S D É F I C I T S D E L A V I D A E C L E S I A L

¿A qué se debe el que muchos cristianos, sobre todo delas generaciones jóvenes y medias , que han s ido educados

24.   Cf. W.  JAN/EN,  Okkidtismus,  M a i nz -St u t t ga r t 19892 ; B .  WENISCH,  Satan

ismos,  Mainz-Stul tgart 19892

; U.  RAUSCH  y E.  TURK,  Geister-Glau be. Ar-bcitshilfe zu Fragcti cíes Okkultismu s,  Dusse l dor f 1991 .

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-1(1 EL CONTEXTO CULTURAL

en cristiano y que por un cierto tiempo trabajaron comprometidos en la Iglesia, se sientan actualmente más llamadospor esos nuevos movimientos religiosos que por nuestraproclamación?25 No hay duda de que a ellos, más sensiblesque muchos feligreses de más edad que viven acostumbra

dos a la normalidad y la tradición, les chocan ciertos déficits de nuestra praxis eclesial. La proclamación eclesialnormal, por ejemplo, es a menudo para ellos demasiado superficial, demasiado activista, demasiado poco enraizada enlos estratos profundos del alma. En la vida parroquial habitual no se sacia apenas su hamre de autoexperiencia y auto-encuentro, de meditación y mística. Casi todas las energíasde nuestros colaboradores fijos en las parroquias se emplean en la estructuración parroquial y en la catequesis, muyvaliosas ambas, no quedando a menudo tiempo y energíassuficientes para la pastoral personal. Se queda corto el diá

logo propiamente pastoral, en el cual podamos tratar concalma de los miedos y las ansias de cada uno. Nuestra liturgia les resulta a muchos en exceso ritualizada y formalizada, y no es raro que se celebre contra   reloj,  no quedandotiempo para que surja una atmósfera tranquila, meditativa eincluso solemne.

Ocurre también que la relación de la persona con la naturaleza, con el conjunto de la creación extrahumana, es untema que para muchos cristianos no se toca lo suficiente enla Iglesia. El problema del medio ambiente y el tema de la

«creación» se lo dejamos a los «verdes» y a algunos grupos cristianos afines a los verdes, grupos que por desgraciase mueven más bien al margen de la vida «normal» de LaIglesia.

Pero es sobre todo la idea cristiana de Dios la que a muchos les resulta tan ajena a la vida, tan abstracta y racional,tan poco cargada de vida, experiencia y misterio... En lasmisas infantiles y juveniles que yo celebro me pregunto ca-

25 .  Cf. M.  KLÍHL,  «Die Kirchc zwischen neuen gnost ichen und geist l ichen Be-

wegungen», en (K. Hi l lebrand y M. Keld [Hg.J)  Duführstmich hinaus insWeite (FS Georg Mühlenbrock),  Verlag Echter , Wü rzbu rg 1990, 28-40 .

ALGUNOS ASPECTOS DE SOCIOLOGÍA . . . 51

da vez m ás si no estaremos haciendo otra cosa que prolongar la clase de religión o los trabajos de grupo, si estaremosrealmente acercando a los niños (al igual que a los jóvenesy a los adultos) a Dios en cuanto amoroso e insondable misterio de toda nuestra realidad, de modo que puedan rezarle

personlamente a El, que puedan entablar amistad y confianza con El, que puedan sentir en El los latidos y las energíascurativas de la vida. ¿No estaremos utilizando la palabra«Dios» en nuestras misas y en nuestra proclamación de modo en exceso profesional y profano, de modo que apenas seperciba su honda plenitud de sentido? A nosotros los crisi-tanos nos toca volver a hacer perceptible para nosotros ypara los demás a Dios como ese am or, fundamento de todala realidad, que en todo está y en todo se derrama. A nosotros los cristianos nos toca redescubrir y hacer a los demásdescubrir que en El, no en la naturaleza ni tampoco en no

sotros mismos, radica el misterio último y más hondo quesana y salva a nuestro mundo. Pero para eso tendríamos queestar mucho más arraigados en ese fundamento, por ejemplo guardando silencio, meditando, orando, practicando larespiración del alma.

b) EN BUSCA DE UNA SALIDA A LOS «IMPASSES»D E L A C U L TU R A M O D E R N A

No es raro que cristianos jóvenes, además, tengan unasensibilidad m uy despierta frente a procesos unilaterales y

desmesurados que se dan dentro de nuestra cultura occidental. Tanto más receptivos son, por tanto, para con las salidasque ofrecen tales ideologías extracristianas, como cuandose intenta superar el concepto puramente utilitario y funcio-nalista de racionalidad preconizando una reconciliación dela razón con las otras caras de uno mismo, cuales son porejemplo la intuición, la fantasía, la utopía, el mito, la sensibilidad. No hay duda de que estas soluciones contienen uni-laterialidades grotescas, pero no es menos cierto que a sumodo asumen la crisis actual general de la racionalidad moderna. O como cuando se trata de superar la división moderna entre hombre y naturaleza, entre «res cogitans» y «res

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52 EL CONTEXTO CULTURAL

extensa» (Descartes) para llegar a la unidad de una gran comunidad fraternal de la creación. Como solución se propugna que el hom bre, cuerpo y alma, «convibre» con la totalidad cósmica de la vida, lo cual a su vez provoca unnuevo respeto para con toda la vida de esta tierra. O como

cuando se llama a renunciar al estilo de vida consumista,materialista, para hacer lugar a una visión y un estilo «espirituales», totalistas, que permitan, mediante diversas formasde meditación y autoexperiencia, sentir en profundidad launidad de cuerpo y alma, hombre y cosm os, Dios y mundo.Frente a todo esto, la Iglesia a muchos de nuestros contemporáneos les resulta demasiado ocupada de sí misma, tanempeñada en seguir con su rutina de siempre, que no se percata de los «signos del tiempo» que apuntan a nuevas formas de relacionarse consigo mismo, con los demás, con lanaturaleza y también con D ios.

c) EL ANSIA DE SALVACIÓN

No cabe duda, tiene que obligarnos a em prender un examen de conciencia sincero el ver que incluso cada vez máscristianos buscan fuera de la Iglesia experiencias religiosasy espirituales profundas. Los déficits arriba enunciados denuestra proclamación no se pueden negar, y los propósitos eintereses latentes en esa religiosidad con su entorno científico ,  psicológico, ecológico y feminista, debieran caer en terreno abonado entre nosotros, los cristianos. Claro está que,

como Iglesia de Jesucristo, crucificado y resucitado, no estamos simplemente para satisfacer todo aquello que hoy lleva el nombre de «necesidades religiosas», con las cualesbien a menudo se mezcla hoy el gusto por el ocultismo, porla parapsicología barata y por toda clase de fenómenos misteriosos. Pero se necesita de una sensibilidad muy despiertay de una «discreción de espíritus» muy cuidadosa para rastrear en todo ello lo que, a menudo bien oculto, hay de ansiaverdadera de salud, de unidad, de globalidad («shalom»), deDios sí, para poder responder con nuestro mensaje.

Esa discreción de espíritus supone también que hemosde  contradecir a determinadas opciones ideológicas básicas

ALGUNOS ASPECTOS DE SOCIOLOGÍA . . . 53

que a menudo propagan esos movimientos «espirituales» defuera del Cristianismo. En realidad se está aquí reavivandola antigua Gnosis con ropajes nuevos, modernos: Se trata deaquella religión (auto)salvífica de la tardía Edad Antiguaque surgió paralela al Cristianismo, junto a él y frente a él,

que hoy vuelve a surgir como la gran tentación típica decristianos piadosos e «intimistas». Desmarcándose radicalmente de este mundo «m aligno», se busca la salvación ante todo en la experiencia religiosa: adentrarse en sí mismopara descubrir en la hondura de sí mismo lo «divino», esoque «por naturaleza» une y reconcilia a Dios, al hombre yal cosmos. Percibir esa unidad natural y vivir en consecuencia sigue siendo, hoy como ayer, el camino real quenos libera de las muchas experiencias personales y socialesde perdición.

d ) E L D I S T I N T I V O D E L O C R I S T I A N O

Por muy piadoso y plausible que ese mensaje les suenehoy a muchos, no podemos menos de insistir en hacer patente lo que Romano Guardini llamaba «el distintivo de locristiano». Hay un título de H.U. von Balthasar que formula con la mayor concisión y con el mayor acierto lo que distingue al Cristianismo de todo tipo de religiosidad modernade tinte gnóstico: «Fidedigno es sólo el amor» (1963). Eneste nuestro contexto quisiera interpretar como sigue esa cifra de los cristiano:

Sólo aquello que en su «sustancia» más íntima es amorpersonal lleva en sí la garantía fidedigna de  salud y de plenitud.  Lo cual quiere decir que amor no es primariamenteun sentimiento difuso cualquiera de simpatía ni una corriente de vida cósmica que se derrama por la realidad today todo lo vivifica. No, en su sentido propio, el amor consiste en la inclinación personal de quien de por sí, sin coacciónninguna, se entrega. El es el único capaz de dar a la vida unsentido que radique en sí mismo, sin tener que remitir constantemente -como en la Gnosis- a otros misterios y enigmas siempre nuevos de la realidad. Mientras detrás de lascosas todas de nuestro mundo no podamos percibir un tú

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54 EL CON 1'hXTO CULI URAL

amoroso que a todo le preste su misterio hondo, insondable e inagotable, ni la naturaleza ni el cosmos tendrán para nosotros fuerza curativa. Sólo un amor así merece «fe»en el sentido de abrirse, confiarse, entrar en el juego de larealidad.

En concreto: Al vivir, al envejecer, al morir, ¿de qué mepuedo fiar sin reparo ninguno? De mis hondos conocimientos, de mis autoexperiencias anímicas, de los sistemas ideológicos seguro que no. Y en última instancia tampoco pu edo fiarme de la naturaleza, ni del cosmos, ni de la energíaevolutiva de la autoorganización de la vida. Todo ello pasa(1 Cor 13,8). Lo único que cuenta, in-condicional e in-fini-tamente, es la garantía de un amor que, agradecido y modesto (es decir, humano de verdad) me deja ser como soycon mis éxitos y mis momentos felices; un amor que me hace ser responsable y libre en mis relaciones afectivas y en

mi com portamiento ético; un amor que no me da por inútilcuando estoy enfermo, impedido, solo o a merced de lamuerte; un amor que me acoge perdonándome de corazónmis culpas y mezquindades; un amor que me sana y me recompone al aceptarme como soy, con toda mi fragmentari-dad e imperfección. Y es entonces, al sentirme yo entero ysano, cuando yo mismo soy capaz de obsequiar a otros conel amor recibido, siendo así mi acción amorosa «fidedigna»para los demás.

El cristiano se topa en Jesucristo con ese amor plena

mente curativo. El amor que (hoy como ayer) brota de estehombre, se lo debe él mismo a un origen personal de amorinfinito al que él llama «Padre». Quien, junto con Jesucristo ,  se confía día a día a ese «Padre», sabiendo que él le libera para poder amar a los hombres, experimenta en multitud de signos y parábolas la presencia curativa de ese amorinfinito. Ello le basta para saciar su inquieta sed de vida, desentido y de salud, y entonces es cuando reconoce queAgustín tenía razón al decir: «Inquieto está nuestro corazónhasta descansar en ti».

ALGUNOS ASPECTOS DE SOCIOLOGÍA . . . 55

e) MEDITACIÓN Y PRAXIS DEL SEGUIMIENTO

Pero, ¿cómo se llega a una experiencia tan honda que mehaga gozar de ese amor con cada fibra de m i ser, llegandoasí a ser contagiosa para otros hombres? D os son los caminos que conducen a esa experiencia, dos caminos que se

complementan y que confluyen el uno en el otro:Uno es el de convivir meditativamente con esa figura de

Jesús, contemplándola desde todos los ángulos, «dandovueltas» (Le 2,19) como María a su palabra y a su ser, «enamorándose» de esa figura y dándole así la oportunidad deque anide en los rincones más recónditos de mi alma. De P.Longhaye, un jesuíta francés que murió hace unos cienaños, nos vienen unas palabras muy bellas que él dejó, poco antes de su muerte, como testamento espiritual a un hermano más joven: «Estudie, revuelva, investigue, despliegue

usted todas las posibilidades a la búsqueda de Jesucristo.Mírelo usted y remírelo hasta conocerlo de mem oria, mejoraún, hasta asimilarlo, hasta ser absorbido en él». Muchos ydiversos son los métodos de meditación que hoy se brindan,también en el ámbito cristiano. Pues bien, nada hay queoponerle a dichos métodos en tanto en cuanto conduzcan ala contemplación amorosa de Cristo (lo que Ignacio de Lo-yola llama «conocimiento interno»), pues en ese caso resisten a la tentación de regodearse en la experiencia de la propia profundidad26 .

Una buena garantía de que no caeremos en esa tentaciónnos la da el otro tipo de encuentro con Cristo:  el seguimiento ,  seguir a Jesús por el camino que él siguió al buscar su«morada» entre los pecadores, los pequeños, los enfermos ylos pobres (Jn 1,38; Mt 18,5; Mt 25,31 ss). El Dios «que opta por los pobres y los pequeños» llega incluso a identificarse con ellos expresamente en Jesucristo. Quien se portabien con esos hombres, está portándose bien con Jesucristo.En ellos está tocando -no menos que en la Eucaristía- el

26 .  Cf. J.  SUDBRACK,  Sich in üottes Ordnung hergen,  Würz bu rg 1986 ; ID. ,Meditativo Erfahrung  -  Quellgrund der Religionen?.  M a i nz -St u t ga r t1994.

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56 EL CONTEX'I O CULTURAL

cuerpo roto y herido de Cristo. Está siguiendo el cam ino redentor de aquel Dios que anda buscando a los extraviados.Entre ellos encontrará a aquél que, por su amor infinito, havenido él mismo a conventirse en el «hijo extraviado» para,desde dentro, colmar de amor y de salud nuestro extravío.

(Bien sé que en castellano se habla del «hijo pródigo», unadenominación que resalta únicamente el hecho de que aquelhijo dilapidó su hacienda. En cambio en alemán se habladel «hijo perdido» o del «hijo extraviado». Y en este casono me queda más remedio que utilizar aquí la expresión alemana de extraviado, pues el sustantivo de pródigo sería prodigalidad, que no cuadraría en absoluto en este contexto.  N .de l T.). E ste tipo específicamente c ristiano de encuentro conDios se expresa muy agudamente en un dicho que nos hallegado de un campo ruso de concentración: «Busqué aDios y no lo encontré. Busqué mi alma y no la encontré.

Busqué a mi prójimo y encontré a los tres».

SEGUNDA PARTE

LOS CONFLICTOSINTRAECLESIALES.

INDICIOS DE LAS DIFÍCILES

RELACIONESENTRE LA IGLESIA Y LA

MODERNIDAD

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3Interferencias en la comunicación

dentro de la Iglesia

En muchas diócesis de habla alemana, los respectivos episcopados han puesto en marcha durante los últimos añosprocesos de diálogo perfectamente preparados y estructurados (los llamados «diálogos pastorales», «foros diocesanos», etc.) en los que comunidades parroquiales, grupos yasociaciones de todo tipo e incluso cristianos a título personal han debatido durante largo tiempo, y a veces siguenhaciéndolo, sobre cuestiones candentes de la actual situación la fe y de la Iglesia, siguiendo más o menos el lema dela diócesis de Würzburg: «Buscar caminos dialogando».Afortunadamente, han sido muchos los creyentes que, conenorme esfuerzo y encomiable apertura a la comunicacióny al diálogo, han participado en tales procesos, y ya se handado bastantes pasos para pone r en práctica algunas de las

conclusiones de dichos diálogos, por lo que puede afirmarse que, por lo general, reina entre nosotros un clima que yano se caracteriza ante todo por la polarización, sino por eldiálogo.

1.  Una señal: el llamado «plebiscito eclesial»

Siguiendo el ejemplo de Austria -donde la polarización,tanto en el seno de la Iglesia como en el conjunto de la sociedad, había sido a veces muy intensa-, también en Alemania se organizó en el otoño de 1995 un «plebiscito ecle-

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60 LOS CONFLICTOS INTRAECLESIALES

sia l» ' . De un modo bastante poco convencional para la opinión pública eclesial, durante dos meses se recogió en tornoa un millón y medio de firmas en iglesias y centros parroquiales, en las calles y lugares públicos, al objeto de que lagente se pronunciara sobre las cinco metas y exigencias si

guientes: construcción de una Iglesia fraternal; plena igualdad de derechos de las mujeres; el celibato como asunto delibre elección para los sacerdotes; valoración positiva de lasexualidad; mensaje alegre y esperanzador, frente a mensaje amenazador. Con in dependencia del juicio que a cada cualle merezcan las exigencias, formuladas de un modo evidentemente sumario y muy centradas en el ámbito intraeclesial,el hecho  mismo del «plebiscito eclesial» y los innumerablesdebates que provocó, tanto en la opinión pública como ennumerosos círculos eclesiales o privados, son, a mi parecer,extraordinariamente instructivos para saber cómo se ve en

general la situación com unicativa d entro de la Iglesia. No sepuede negar que muchos cristianos tienen la sensación deque, aun cuando se lleven años discutiendo sobre determinadas cuestiones, cuando se tocan precisamente temas muyconcretos y urgentes con relación al estilo de gobierno de laIglesia, a la pastoral y a determinadas estructuras eclesiales,se topa uno con un muro contra el que apenas puede hacernada. Lo cual dificulta enormemente la búsqueda de soluciones flexibles que respondan a la actual situación de la fesin dejar de ser fieles a la gran tradición de dicha fe.

A lo cual se añade el hecho de que la jerarquía, sin argumentos suficientemente convincentes, toma decisiones administrativas y doctrinales prematuras que interrumpen abruptamente el diálogo abierto y alimentan las dudas acerca delsentido que puedan tener los diversos procesos de diálogo anivel de iglesia local, pues, por muy positivamente que éstospuedan funcionar, no pueden impedir que muchos cristianostengan la sensación general de que la comunicación en laIglesia está plagada de  interferencias.  Algunos ejemplos:

1. Cf.  «Wir sind Kirche». Das Kinhenvolks-Begehren ¡n der Diskussion,

Freiburg 1995; P.M.  ZULEHNLR  (Hg . ) ,  Kirchenvolks-Begehren und WeizerPfingstvision. Kirche auf Reformkurs,   Düsse l dor f - Innsbruc k 1995 .

INTERFERENCIAS EN LA COMUNICACIÓN . . 61

* se olvida o se ignora a las instancias de la iglesia locala la hora de nombrar a los obispos;

* se recurre a la más alta («infalible») autoridad do ctrinal para decretar la imposibilidad «definitiva» de admitir a las mujeres a la ordenación sacerdotal 2;

* a diferencia de la matizada pastoral de los tres obisposdel sur de Alemania, la Congregación para la Doctrina de la Fe reitera, el 15 de Octubre de 1994, la prohibición absoluta de la Iglesia de que las personas divorciadas y vueltas a casar se acerquen a recibir lacomunión;

* en su gran encíclica moral «Veritatis splendor», de 5de Octubre de 1993, Juan Pablo n insiste inequívocamente en la importancia de obedecer dócilmente lasnormas morales objetivas, basadas en el derecho natural y promulgadas por el magisterio eclesiástico (rele

gando a un segundo plano la conciencia personal como instancia última de la decisión moral);* en la instrucción de la Congregación para la Doctrina

de la Fe de 24 de Mayo de 1990, «Sobre la vocacióneclesial del teólogo», el magisterio vuelve a insistirenérgicamente en que, en determinadas circunstancias, la obediencia a la autoridad debe remplazar incluso al convencimiento personal;

* las acuciantes cuestiones de los «viri probad » (es decir, de la ordenación sacerdotal de hombres casadosque han acreditado sus cualidades para ello en su ma

trimonio, en su profesión y en su comunidad) o deldiaconado de la mujer se difieren indefinidamente,cuando no se dan por definitivamente resueltas.

A la v ista de la acumulac ión de hechos semejantes, aunel más leal de los cristianos no puede dejar de preguntarse:¿qué es lo que realmente ocurre en nuestra Iglesia?

En «Ordinat io saccrdotal is», de 30 de Mayo de 1994, y en la declaración

aclaratoria de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 24 de Noviembre de 1995.

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( » . I OS t 'ONl-LICTOS 1NTRAECLES1ALES

2.   Relación amb igua con la cultura de la modernida d

En los ejemplos citados se revela, en mi opinión, una interferencia comunicat iva que hipoteca en muchos aspectos lavida eclesial y que no hay que atribuir únicamente al hecho

de que entren en conflicto entre sí distintas convicciones teológicas o distintas imágenes de la Iglesia (véase a este respecto e l capí tulo s iguiente) . El disenso es probablementemucho más hondo, porque en determinados puntos neurálgicos aflora con toda ni tidez e l problema -p olém ico dondelos haya y que sigue sin aclarar, a pesar de la gran constitución conciliar sobre «La Iglesia en el mundo actual»- de larelación entre la Iglesia Católica y la cultura moderna.

A mí me parece que «el curso ofic ia l» que actualmentesigue la jerarquía universal a este respecto es bastante ambiguo. Por un lado es tá e l incansable y admirable compromiso de Roma en favor de la defensa y difusión de los derechos humanos, de una cultura universal de la vida, de unorden socia l más jus to y más hum ano que favorezca p recisamente a los más débiles, del entendimiento entre las religiones, del diálogo con las ciencias modernas, etc. Por otrolado,  sin embargo, en el terreno de las cuestiones intraecle-siales de carácter doctrinal y estructural, se hace frente al«espíritu de la modernidad» con un severo e inflexible«contraprograma»: a l «impulso modernizador», con suconstante insistencia en la subjetividad (véase el cap. 1), seopone, sin ningún sentido dialéctico, la objetividad de lainstitución y de la tradición. Y cuando alguien intenta propiciar una  mediación comunicativa  entre ambos polos , esdecir, una mediación en orden a preservar la identidad de lafe común, dentro precisamente de las nuevas coordenadascul turales , se ve más bien juzgado con escept ic ismo e incluso frenado. Un ejemplo típico a este respecto lo constituye ,  evidentemente , e l problema de la part ic ipación en laeucaristía por parte de los divorciados y vueltos a casar.

Una re lación tan ambigua con la cul tura de la modernidad no sólo dificulta a la larga una inculturación acertada dela fe en dicha cultura, sino que además repercute contrapo-

INTERFERENCIAS EN LA COMUNICACIÓN . . . 63

duce ntem ente en la imagen institucional de la fe y de la propia Iglesia, porque, en la medida en que ésta no pueda yaser experimentada como un espacio vital que sostiene, integra y orienta la fe personal de sus miembros, se hace casiinsuperable el abismo entre religiosidad subjetiva y eclesia-

lidad objetiva: mientras la primera se abandona cada vezmás a la tendenc ia cultural a la plena in dividualización de lafe ,  la segunda, por el contrario, se obstina en administrar latradición de un modo cada vez más abstracto y formalista.El filósofo muniqués Gerd Haeffner describe muy acertadamente este fatal mecanismo:

«La estrategia de inmunización que significa este repliegue en la solemne afirmación formal de la autoridad porparte de sus propios portadores deberán pagarlo éstoscon una merma de su capacidad de atracción y con laconsiguiente pérdida de la eficacia que esperan obtener.

En muchos de los destinatarios de dicha afirmación, talrepliegue provocará la reacción contraria de una desobediencia que se justificará apelando a la razón y, en últimotérmino, a la propia conciencia. El empeñarse en apuntalar la obediencia de fe eclesial mediante meros argumentos de autoridad produce precisamente esa misma disfuncionalidad de la conciencia de la que -en principiocon razó n- se queja el propio magisterio. Mientras que,de ordinario, la función de la conciencia del cristianoconsiste en extraer -a partir de la normativa que le ha sido transmitida por la Iglesia- una consecuencia prácticaacerca de cuál puede o debe ser su proceder, ahora la

conciencia se convierte en la instancia que dictaminaacerca de la legitimidad de la doctrina enseñada por elmagisterio. Con lo cual se da una situación en la que, poruna parte, las decisiones del mag isterio se han convertidoen un factor de tantos, dentro de la pluralidad de opiniones, y por otra parte la conciencia del individuo se ve expuesta a una mayor inseguridad y desorientación que soncompensadas por otras autoridades, con lo que se ve amenazada la propia transparencia de la existencia cristiana.

De momento, no se ve una salida a esta situación quesea algo más que una solución transitoria. El descubrimiento de una verdadera solución sólo puede procurárnoslo la disponibilidad a una escucha y un diálogo m u-

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64 LOS CONFLICTOS INTRAECLESIALFS

tuos De parte del magisterio , esto significa que los responsables de tomar decisiones asuman también las interpelaciones publicas y, en concreto, reiteren ante las personas contusas su invitación a la obediencia, en lugar derefugiarse en el anonimato de los documentos de tal manera que, al no sentirse comprendido, el creyente vea cómo le dan con la puerta en las nances cuando pretendeexponer con toda modestia sus objeciones Porque el creyente tiene todo el derecho a pensar que en la Iglesia nodebería darse la impotencia trente a unas instancias enlas que no parece haber ningún responsable, como tampoco debería darse la indignación que produce esa sensación de impotencia Puede ocurrir perfectamen te queese creyente pase por alto cosas esenciales y sea injustocon quienes ejercen responsablemente su magisterio Pero lo menos que ese creyente puede esperar es que, en sudisposición a aprender, pueda encontrar a un interlocutorque le escuche y dialogue con el Aunqu e a este respecto son bastantes las cosas que han mejorado, todavía siguen siendo muchos, sin embargo, los que han tenidoque vivir la experiencia contraria, que suelen ser precisamente quienes más trabajan por la Iglesia» ^

Si es así, lo que entonces está teológicamen te en cuestiónes la concepció n de la Iglesia que nos fue transmitida por elConcilio Vaticano n y que ha maicado y dado alas a muchoscristianos durante los últimos treinta años -  la Iglesia como«commumo» del Pueblo de Dios . ¿Acaso ha quedado supe

rada esta imagen de la Iglesia antes incluso de haber podidoser objeto de una «recepción» correcta 7  6 0 es que dicha

imagen únicamente es válida para la espiritualidad, pero nopara la realidad estructural de la Iglesia? Quisiera tratar unpoco más de cerca este problema en el marco de las interferencias en la comunicación que hemos descri to, poique esprecisamente en una teología de la «commumo» l levadaconsecuentemente a la praxis estructural de la Iglesia dondeveo yo la posibilidad de una   mediac ion  fructífera entre laeclesiología y los retos de la fase actual de la modernidad

1 G   HAEFFNER  «E i n Aml  ¿u  l e h re n»  Stmwun dei ¿cit  2 B ( 1 9 9 5 ) 2 1 1 2 5 0(t i ta 248ss)

4Teología de la «com munio»

y praxis (in)comunicativa en la Iglesia

Si consideramos desde una perspect iva teológica e l fenómeno de las interferencias en la comunicación dentro de laIglesia, enseguida percibimos cómo se reactualiza, con unacoloración mo derna, la ant igua pregunta ecles iológica fundamental por la relación entre   teología  y  empu ía  (cómo serelaciona el misterio teológico de la Iglesia como Cuerpo deCris to, como Pueblo de Dios , como comunidad de los creyentes , con su dimensión vis ible e incluso empírico-sociológicamente manifies ta 7  En su Constitución sobre la Iglesia(LG, 8), el Concilio Vaticano n dio precisamente en estepunto un paso que, en mi opinión, hizo pos ible un cambiofundamental en la eclesiología.

Ahora bien, como es te cambio muchas veces no se produce más que en el plano verbal-declamatono, pero no en elde sus consecuencias reales, de ello se resiente la estructu

ra mism a de la Iglesia, que cruje amen azad oram ente En unprimer momento, quisiera plantear la relación entre teologíay empiría , y más en concreto en tre  communio  y com unica ción, inspirándome en t res modelos , para luego, en un segundo mom ento, t ra tar de concretar la respues ta del úl t imoconci l io recurriendo precisamente a l s iguiente «le i tmotiv»:a la comm unio por la comunicación ' .

1 Ct M KtHi «P l a doy t i fu re i ne komm uni kdüv e Ki rc he »  Pastoialblatt  4 7(1955) 71 79 ID «Unse re hc i l i gc h i e ra rc h i sc he M ut t c r»   Fntsihluss  4 9( 1 9 9 4 ) 1 2 1 6

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66 LOS CONFLICTOS INTRAECLESIALES

1.   Tres mod elos de relación entre las dimension esteológica y empírica de la Iglesia

A)  La identificación postridentina

A partir del Concilio de Trento (1545-1563), en la eclesiolo-gía escolástica (aunque no entre todos los teólogos, como esel caso de la Escuela de Tübingen o del cardenal Newman,entre otros) predominó de hecho el modelo ideológico de laidentificación unívoca  entre la dimensión teológica y la dimensión empírica de la Iglesia. Un ejemplo de esta identificación lo constituye la formulación de Ignacio de Loyola ensu regla primera para «sentir con la Iglesia»: «Depuesto todo juicio, debemos tener ánimo aparejado y pronto para obedecer en todo a la vera sposa de Christo nuestro Señor, quees la nuestra sancta madre Iglesia hierárchica» 2 .

Se trata de un texto bastante duro para nuestros oídosmodernos, habituados a las críticas contra la Iglesia. Sin entrar en detalles sobre el contexto histórico de dichas reglas,quisiera limitarme a mostrar, por su importancia para elproblema que nos ocup a, la imagen de Igles ia que subyacea tal formulación.

Por un lado, Ignacio em plea el lenguaje místico-m editativo de la tradición bíblica antigua y medieval: la Iglesia espara él la Esposa de Cristo y nuestra Madre, dos símboloscentrales en la gran tradición espiritual y que circunscriben

el misterio teológico de la Iglesia. Pero, por otro lado, emplea también un concepto que hace referencia a la realidadempírico-histórica de la Iglesia y que, de hecho, no pasó aocupar un primer plano hasta la baja Edad Media: la «Iglesiajerárquica». Ambas cosas las identifica Ignacio sin ningúnproblema: la Iglesia empírica, jerárquica,  es la misma Iglesiaque teológicamente se concibe como Esposa de Cristo y Madre nuestra. Lo cual constituye un claro enfremamiento conlos reformadores y los humanistas (¡Erasmo ), que habíanseparado considerablemente ambos aspectos de la Iglesia.

2.   Ejcnuios Espirituales,  353.

TEOLOGÍA DE LA «COMMUN IO» Y PRAXIS .. 6 7

Con semejante imagen de la Igles ia , es bas tante comprensible que la actitud fundamental del creyente frente aésta sea la de una  obediencia  incon dicion al, que es la únicaque garantiza la unidad y la verdad en la fe. Es una obediencia que incluso es tá dispues ta a aceptar determinadasposturas en los ámbitos de la fe, de la moral y de la disciplina eclesiástica, aun en contra de la propia visión acercade su verdad y su oportunidad. Precisamente esto es lo quesignifica la expresión «obediencia religiosa de la voluntad ydel entendimiento», que hoy vuelve a c i tarse con bas tantefrecuencia.

Es ta obediencia formal a la autoridad es consecuencialógica de la concepción subyacente de Iglesia, porque, alident if icar las dimensiones teológica y socio-jerárquica dela Iglesia, por principio se reduce el margen de maniobra deuna exis tencia cris t iana y ecles ia l teológicamente legí t ima

al marco que en cada momento señale el magisterio.Por muy clara y decidida que sea esta opción de Ignacio,

y por más que durante 400 años (hasta mediados de nuestrosiglo) haya determinado la imagen habitual de la Iglesia para la mayor parte de los católicos -sobre todo si el mediocatól ico en cues t ión ha s ido re la tivamente ho mo gén eo-, esasimple identificación de misterio e institución, de las dimensiones teológica y empírica de la Iglesia, con la consiguiente obediencia indiscutida, no puede ser hoy de ningúnmodo la última palabra. Por eso en los últimos treinta años

los valores de la modernidad -«l ibertad de conciencia»,«responsabi l idad», «part ic ipación», «com unicación», e tc.—han irrumpido masivamente en e l ámbito catól ico, poniendo en entredicho la plausibilidad de dicha visión de la Iglesia para la mayor parte de los creyentes.

De ahí que ya no sea posible hoy concitar la aprobaciónde las decisiones del magisterio eclesial simplemente a base de exigir la «obediencia de la voluntad y del entendimiento». Mientras no cuenten con la compres ión y la convicción íntima de los creyentes ni se tomen realmente enserio a quienes buscan la verdad y su propia manera de con

ciliar fe eclesial y vida personal, los pronunciamientos ecle-

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68 LOS CONFLICTOS INTRALCLESIALES

siásticos no pasarán de ser una especie de cuerpos extrañosno asimilables por la conciencia creyente de una gran partedel actual Pueblo de Dios. De nada sirve tampoco la «furibunda determinación» (Hanno Helbl ing) del magis terio-«¡A hor a más que nunc a »-, que lo único que hace es dejara la Iglesia Católica en Europa «fuera de juego», tanto cultural como rel igiosamente . La fe catól ica jamás ha vividoexclus ivamente de la  diferenciación  respecto del mun do yla cultura circundantes, sino también del  contacto cordialcon ellos, lo cual la ha preservado de todo sectarismo. Juanxxm y la gran mayoría de los padres del Vaticano n fueronmuy clarividentes a este respecto, sobre todo en relación ala cultura moderna.

Pero ¿por qué esta apertura de miras ya no goza hoy enlos círculos jerárquicos de la misma aceptación general queentonces? Sospecho que porque, con ocas ión de los cam

bios sociales y culturales, en lugar de la visión tradicionalde la Iglesia, lo que se ha impuesto en ésta de manera claray unánime no ha sido la nueva visión conciliar, sino una visión muy distinta y más bien extrateológica: la visión «post-m oderna» .

B)  La separación de empiría y teologíaen la actual percepción pública de la Iglesia

A raíz de la transformación sociocultural iniciada a finales

de los años sesenta, y que más arriba definíamos como «impulso modernizador», poco a poco también ha l legado acambiar radicalm ente entre nosotros , incluso en la conciencia pública, la visión católica de la Iglesia. La simple identificación tradicional entre la dimensión teológica y la dimensión empírica de la Iglesia se ha trocado en unadisociación casi total de ambas dimensiones.

Ello se manifiesta, por ejemplo, en el concepto hoy tanusual de «Iglesia oficial», que se aplica por igual a la Iglesia Católica y a la Evangélica y que, por tanto, en absolutose refiere única o principalmente a la es tructura jerárquica

de la Iglesia Católica. «Iglesia oficial» es, ante todo, un

TEOLOGÍA DE LA «COMMUNIO» Y PRAXIS . . . 6 9

concep to  sociocultural  que expresa de un mod o absolutamente típico cómo se percibe entre nosotros a la Iglesia so-ciocul turalmente: co mo una gran em presa de servic ios re l i giosos que -a l igual que otras grandes organizacionessocia les- es representada por especia l is tas (re l igiosos)

-conc retam ente , los «al tos cargos  oficiales»-

  y que es competente para satisfacer las necesidades religiosas, tanto generales como individuales (véase más arriba). La sustanciateológica  de la palabra «Iglesia» (com unidad de los creyentes,  pueblo de Dios, cuerpo de Cristo. . . ) es algo que prácticamente no conoce nadie más que los teólogos y los «altoscargos», los muy comprometidos y e l l lamado «núcleo duro» de la comunidad. Entre la amplia opinión pública, tanto social como eclesial, lo que predomina, por el contrario,es una concepción desteologizada y desespiritualizada de laIglesia: la de «Iglesia oficial». Una conc epción que se ve re

forzada por las numerosas actuaciones contraproducentesde los jerarcas, pero cuyo verdadero fundamento está en lasituación específica de nuestra actual cultura centroeuropea.

Hablar en semejante contexto de «obediencia» en laIgles ia no puede provocar, naturalmente , más que pura incomprensión, cuando no oposic ión agres iva: «¿Con quéderecho se a treve la " Igles ia ofic ia l" a exigir de nosotrosobediencia en terreno alguno? ¡A fin de cuentas, ella estápara nosotros y nues tras neces idades , no nosotros parael la En defini t iva , somos cris t ianos adul tos y emancipa

dos , y sabemos "has ta dón de puede l lega rse" en asuntos defe y de moral. . .»

Lo trágico de nues tro mom ento his tórico-ecles ia l es quesemejante concepción de la Igles ia , condicionada cul tural-mente y con tan escaso peso teológico y espiritual, se difunda al mismo tiempo que trata de abrirse paso la concepción renovada de la Iglesia formulada por el Vaticano n (laIgles ia como «communio» del pueblo de Dios) . Por eso seproducen hoy tantas mixt if icaciones , superposic iones yconfusiones entre ambas visiones de la Iglesia (por ejemplo ,  cuando se exige que la Iglesia haga suyas, sin más, to

das las es tructuras democrát icas de creación de opinión y

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70 LOS CONFLICTOS INTRAECLESIALES

de toma de decis ión); lo cual dif icul ta , naturalmente , unarecepción profunda y espir i tualmente arra igada de la concepción conciliar de la Iglesia en los corazones y las mentes de los creyentes.

Yo sospecho que es precisamente es ta compleja mezco

lanza entre la visión conciliar de la Iglesia y la concepciónpostmoderna de la misma la que hace que, de hecho, las instancias responsables de la dirección de la Iglesia se distancien cada vez más de los principios eclesiológicos renovadores del último Concilio y prefieran volver de nuevo a laantigua concepción de la Iglesia que se difundió a partir dela reforma gregoriana de los siglos xi y xn y que después deTrento se convirt ió en la concepción do minante: la preem inencia absoluta de la Iglesia universal frente a las iglesiaslocales, de la unidad frente a la pluralidad, de la obedienciafrente a la participación. El testimonio más claro al respec

to lo cons t i tuye e l documento de la Congregación para laDoctrina de la Fe sobre «Algunos aspectos de la Iglesia como "communio"» («Communionis not io», 1992), que, a lamparo del concepto de «communio», sa luda a lborozadamente la eclesiología de jurisdicción (papal) de la alta y baja Edad Media. Y aún está por dilucidar si el comentario(sin firma) que apareció un año después (23 de junio de1993) en  L Osservatore Romano  ha de entenderse comouna a tenuación de dicho documento o más bien como unaretractación objetiva del mismo (véase el cap. 5).

C)  La visión del Concilio: unidad sacramental

Para empezar, quisiera citar la conocidísima y tan meditadaformulación del Conci l io Vaticano n (LG, 8) que co ntieneel nuevo principio metodológico decis ivo para una comprensión de la Iglesia como entidad teológica  y  empírica:

«Como sociedad  (societas) dotada de órganos jerárquicos y Cuerpo Místico de Cristo, reunión visible   (coetusadspectabilis)  y comunidad espiritual  (communitas spi-ritualis),  la Iglesia terrestre y la Iglesia enriquecida debienes celestiales no han de considerarse como dos cosas

TEOLOGÍA DE LA «COMMUNIO» Y PRAXIS . . . 71

(non ut duae res),  sino que forman una única realidadcompleja   (unam realitatem complexam)  constituida porun elemento humano y otro divino. Por esta profundaanalogía se asemeja, pues, al Misterio del Verbo encarnado.  Pues como la naturaleza humana asumida sirve alVerbo Divino como órgano vivo de salvación a Él indi

solublemente unido, de forma semejante la unión socialde la Iglesia sirve al Espíritu de Cristo, que la vivifica,para el incremento del cuerpo  (cf. E j'4,16)».

Según este texto, la «compleja realidad» de la Iglesia sepuede comparar, pues, con la encarnación de Dios en Jesucristo. El Concilio de Calcedonia, que en el año 451 se ocupó del problema de la unidad en Jesucristo de la naturalezadivina y la humana, encontró la fórmula siguiente para expresar esta unidad: la naturaleza humana y la naturaleza divina forman en Jesucristo una unidad  «indivisa e inconfu-

sa».  S i es ta fórmula cris tológica puede extrapolarse«análogamente» a la Iglesia, ello significa que la dimensiónperceptible por la razón y la dimensión únicamente reconocible por la fe forman en la Iglesia una (análoga) unidad«indivisa e inconfusa». Es decir, que no están simplementeyuxtapues tas , s ino unidas indisolublemente («indivisa») enel Espíritu Santo, pero sin identificarse una realidad conotra , s ino permaneciendo -s in mengua de su unidad- dis tintas («inconfusa»).

El punto de mira de es te modelo, cons iguientem ente , lo

constituyen por igual la realidad social de la Iglesia   y  sumisterio teológico de fe, pero no en la forma de una   identificación   o de una  división  sin más, sino en la forma d e unarelación simbólica:  amb as facetas, a la vez que se diferencian, van íntimamente unidas la una a la otra, porque la forma externa y visible de la Iglesia ha de ser el signo, el símbolo y  sacramento,  e l medio e ins trumento de su mis teriointerno. Al igual que en la Eucaristía, por ejemplo, la comunidad de mesa de los creyentes es el signo y símbolo instrumental -es decir , la f igura vis ibl e- de la comunidad conel Resucitado, otro tanto ocurre con la Iglesia en cuanto tal.Sustancia y forma  de la Iglesia son vistas, por tanto, en una

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72 LOS CONFLICTOS INTRAECLESIALES

unidad simbólico-sacramental indisoluble: la una designa ala otra; la una es autoexpresión sacramental de la otra. Y sólo en esta unidad sacramental tiene cabida la Iglesia en elCredo, porque sólo en cuanto tal la reconocemos como «laIglesia una, santa, católica y apostólica».

Esta concepción conciliar tiene una significativa consecuencia: si en el Concilio (cf. LG, 1-4) la Iglesia se entienderealmente a sí misma como «icono» del Dios trinitario, como imagen y parábola de la «communio» de amor entre elPadre y el Hijo en el Espíritu Santo, la lógica interna de semejante simbolismo nos dice que la Iglesia sólo puede existir en unas estructuras «com unionales» o com unicativas análogas que debe poner en práctica, además, con un estilo devida igualmente comunicativo. De donde se sigue, desde unpunto de vista científico-teórico, que para entender la «communio» en su sentido pleno -es decir, en un sentido sacramental- es preciso integrar las teorías sociocientíficas sobrela comunicación y los procesos comunicativos. Si no queremos caer en las típicas refriegas a que suele dar lugar el rígido esquema de una competencia entre teología y sociología,también en eclesiología debemos servirnos del modelo cal-cedoniano , presidido por la idea de la convergencia simbólica entre ambos modos de conocimiento. En el siguienteapartado quisiéramos concretar de alguna manera este punto.

2 .  Concreción de la imagen conciliar de la Iglesia:por la comunicación a la «communio»

A)   El contenido teológico de la «communio»

La imagen de la Iglesia también depende d ecisivamente dela respectiva  imagen de Dios que caracteriza a cada épocahistórica. Y precisamente en este punto se ha verificado enlas últimas décadas un enorme cambio en la conciencia creyente del cristianismo occidental.

Por una parte  (y debido al movimiento ecuménico y suapelación a las profesiones de fe de la antigua Iglesia como

TEOLOGÍA DE LA «COMMUNIO» Y PRAXIS . . . 7 3

base de un nuevo consenso), vuelve a ocupar un primer plano la concepción  trinitaria de Dios, en el sentido de las relaciones bíblico-personales: Dios es en sí mismo el amor recíproco entre el Padre y el Hijo en el Espíritu común de eseamor; Dios es pura vida en relación, sucesión infinita de re

laciones, «communio» de donación («Padre»), recepción(«Hijo») y unión («Espíritu Santo»).

Por otra parte, y como consecuencia de la disolución sociológica del medio confesional y de su dualismo soterioló-gico (salvación para los creyentes de dentro; perdición para los paganos o herejes de fuera), pierde cada vez más pesola imagen de Dios inherente a dicho dualismo: Dios ya noes , ante todo, un señor y juez severo y riguroso al que hayque temer; ahora pasan a un primer plano su amor y su misericordia para con nosotros y todos los seres humanos. La

voluntad salvífica universal de Dios constituye hoy su cualidad más sobresaliente en la religiosidad de la mayoría delos cristianos.

Este cambio de acento en la imagen de Dios repercutetambién muy claramente en la actual  imagen de la Iglesia,que desde el punto de vista teológico y espiritual puede verse como una parábola de ese Dios trinitario y su «communio» de amor, y que puede definirse, con una fórmula concisa, como la comunidad de los creyentes congregada por elEspíritu Santo, entregada al Hijo Jesucristo y llamada, jun

to con toda la creación, al Reino de D ios del Padre. La relación con el Espíritu Santo confiere a la Iglesia su formaespecífica de unidad, a saber, la unidad en la diversidad; elEspíritu Santo la configura como «ecclesia», como asamblea del Pueblo de Dios. La relación con Jesucristo confiere a la Iglesia su  peso  específico como Iglesia del seguimiento de Jesús, con lo cual se convierte en el «Cuerpo» yen la «Esposa de Cristo». La relación con el Padre indica elorigen y la meta de la Iglesia, creación y Reino de Dios; encuanto «Pueblo de Dios», unifica ambas cosas como com unidad de camino de todas las creaturas hacia el R eino con

sumado de Dios.

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74 LO S CONFLICTOS INTRAECLES1ALES

B)  La  consiguiente figura empírica:

una Iglesia comunicativa

a) EL PUNTO CLAVE: A LA UNIDAD

P O R  EL  C O N S E N S O A L C A N Z A D O EN EL  D I Á L O G O

Lo  que  queremos decir es que un  consenso autént icamente creador de  unidad dentro de una Iglesia así concebida no es algo que pueda decretarse sin más desde arr iba niimponerse desde abajo por la pres ión de la opinión públicao por meras decis iones mayo ri tarias , s ino que ha de buscarse en un diá logo, a la vez  conflictivo  y  abierto, entre todasaquel las convicciones , formas  de creencia y estilos de vidaque se dan en la Iglesia y que respondan al triple criterio deuna voluntad absoluta de (1)  unanimidad,  2) fidelidad  aldepósi to vinculante de la t radic ión de fe y (3)  transmisiónfidedigna de la fe en la situación de que se trate. Mien tras se

intente al  menos seguir estos tres criterios en la práctica deldiálogo intraecles ia l , habrá realmente bas tantes probabil i dades de que  pueda llegarse a un  amplio consenso en la fe.Por supuesto que  todo esto no carece de dificultades en absoluto, y no  sólo por los p rob lem as  que plantean  las  altasinstancias en la  Iglesia Católica, sino, sobre todo, por razones socioculturales (piénsese que la  Iglesia Evangélica, conunas estructuras institucionales totalmente distintas, participa también  en  gran medida de la m oderna p rob lem á tica dela unidad y el consenso).

b) EL PROBLEMA PRINCIPAL: ¿CONSENSO VINCULANTE

EN   LA  « P O S T M O D E R N I D A D » ?

La principal dificultad  en es te contexto radica , a mi entender, en que los procesos de búsqueda de consenso en laIglesia no  tienen lugar en un espacio hermético ni en un espacio puramente teológico-eclesial, sino entre personas cada vez más  impregnadas del espíritu de la m odern idad o dela postmodernidad. Ello significa, entre otras cosas, que am uchos ya no les resulta práct icamente viable adherirse  in-

quebrantablemente  a una  t radic ión dada.  El  p r im ado  del

propio punto de vista, de la propia co nciencia y del  propio

TEOLOGÍA  DE LA «COM MUNIO» Y PRAXIS ... 75

proyec to de vida es  extraordinariamente fuerte .  Y aún máscompleja parece  ser la  problemática  de la  relación entreunidad  y pluralidad:  ¿cóm o se puede pensar s iquiera en launidad monolí t ica en una  cultura entre cuyos valores suprem os se cuenta la  «radical pluralidad»?

La presencia  de  es ta mental idad  en  nues tra cul tura ,adem ás  de  repercut ir también en la m anera  de en tende r elc o n s e n s o  y la  unanimidad  en la  Igles ia , da  lugar  con  frecuenc ia a una de form ac ión «po s tm oderna»  de  am bos concep tos . Es lo que  Paul Wess caracteriza , por vía  negat iva ,como s igue:

«Unanimidad no es un  acuerdo superficial sobre la basede un libre albedrío individualista y antiautoritario por elque cada cual sigue siendo dueño/a y señor/a de sí mismo/a y sólo colabora con otros en la medida en que le resulte cómodo y oportuno, sin exigencia alguna de una

instancia superior a la que todos deban someterse. Sólosería común y vinculante aquello que "todos aprobaransin mayor esfuerzo"... y sólo mientras lo aprueben (porque nadie quiere com prometerse). Toda obligación quepretendiera ir más allá se reprimiría apelando a una tolerancia que sí sería realmente "represiva"»  \

En  su  lugar propone Paul Wess , pos i t ivamente ,  la  concepción siguiente:

«Entre dos o más personas, se da unanimidad cuando losinteresados se toman la decisión tan en serio como si tu

vieran que  tomarla y responder de ella a solas, a pesar delo cual llegan a una decisión común, de la que todos sehacen responsables aunque no todos la consideren la mejor. Lo que no puede hacerse es obligar a nadie a obrar encontra de su conciencia» (con lo cual, Wess distingue entre la conciencia propiamente dicha y los ocasionales juicios erróneos de la misma)4.

3.  P  W E S S ,  «Vom Dialog  zur  E inmüt igkei t» :  Anzeiger  für die  Seelsorge  8

( 1 9 9 3 ) 3 4 9 - 3 5 1  (cita,  349).4.   Ibidem

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76 LOS CONFLICTOS INTRAECLESIALES

El que esta unanimidad sea hoy tan difícil de conseguiren la iglesia  no  se debe únicamente , en modo a lguno, a unacrisis estructural intraeclesial, sino también, y sobre todo, aun desacuerdo -qu e está aún por superar y que t iene muchoque ver con el ideal del pluralismo cultural de la moderni

dad- en cuestiones básicas de la fe y de la praxis eclesial:«Todo arranca de la falta de una base común, cuya necesidad es muy discutida hoy en la Iglesia, donde conviven yse contradicen distintas concepciones de la fe, de la autoridad y de la propia Iglesia que no pueden, por tanto, ser labase de deliberaciones comunes. En este punto, el Concilioabrió las esclusas, pero hasta ahora no se han descubiertonuevos cauces. Tampoco el Nuevo Testamento sirve de base. Dado que él m ismo es producto de diversas tradiciones,puede  ser interpretado -y  de hecho se interpreta- de diversos modos (por eso son necesarios los concilios, etc.).

Pero,  aun cuando volviera a existir esa base, aún noestarían clarificados sus presupuestos y las formas deapropiársela, como ha sucedido a veces. En otras palabras: el bautismo de los niños, sin un catecumenado ulterior que culmine en una renovación adulta de dicho bautismo, significa una especie de bumerán para la Iglesia,desde el momento en que ésta ha declarado en un concilio la mayoría de edad de todos los bautizados, pero nose ha tomado la molestia de concretar cómo se realiza taldesiderátum...

Siguen faltando en gran número las correspondientescomunidades activas (y abarcables) en las que pueda experimentarse, aprenderse, vivirse y hacerse accesible aotros una vida común auténtica 5

»-

C) N o ES INEVITABLE LA CONTRADICCIÓN ENTRECONSENSO DIALOGAL Y JERARQUÍA ECLESIÁSTICA

Además de esta problemática, también la estructura «jerárquica» de la Iglesia Católica desempeña, obviamente, un

->•  Ibid., 350s. Wess se refería con ello a lo que yo denomino «medio c omu

nicativo de la fe» como una perspectiva central de la Iglesia del futuro enEuropa (véase la Tercera Parte).

TEOLOGÍA DE LA «COMMUNIO» Y PRAXIS ... 77

importante papel en relación con la actual dificultad parat raducir est ruc tura lmente la teología de la «communio».Desde los primeros siglos a partir del nacimiento de la«com munio » universa l , la Ig lesia se dec idió por un mod elode consenso y unanimidad basado en la combinac ión de l

principio sinodal y del principio «jerárquico» y que, en elplano de la Iglesia universal, se expresa en la conflictivaconjunción entre est ruc tura colegia l -episcopal y est ruc turape tr ina . A mi modo de ver , esta combinac ión entre la búsqueda (sinodal) de unanimidad y la competenc ia de la responsabi l idad úl t ima (personal izada) es , en e l ac tua l «conglomerado» eclesiástico y social, un ancla de salvación parala Iglesia y para su unidad en la fe. Y es que, si todos losbautizados (muchos de los cuales carecen de referencia comunitaria regular y de praxis de fe eclesial) quisieran acasotener voz y voto en cuest iones re lac ionadas con nuest ra

imagen personal (no cósmico-natural) de Dios; o con la mediación salvífica universal de Jesucristo, que no puede sersacrificada en aras de la «tolerancia» postmoderna de unateoría pluralista de la religión; o con las alternativas mutuamente exc luyentes de resurrecc ión y reencarnac ión; o conel carácter definitivo de un matrimonio sacramental, o biencon el sentido que tiene para la Iglesia el celibato por elReino de Dios; o con un ecumenismo responsable que notrate de encubrir las diferencias existentes (es decir, que noadopte el lema: «Es tan poco lo que creemos, que no hayningún problema en ac tuar en común»); e tc . ; s i en puntoscomo éstos, que hoy resul tan t remendamente sensib les,  nocontáramos con e l agarradero inst i tuc iona l de nuest ras estructuras «jerárquicas», pienso que no tardaría en estar enjuego la identidad misma de la Iglesia (de lo que se aprovecharían los fundamentalistas).

Pero  -y esto es de te rminante- la única manera de queese e lemento est ruc tura l no dest ruya e l carác te r de «communio» de la Iglesia consiste en que se haga efectivo en elmarco de una est ruc tura ampl iamente aceptada de búsquedadel consenso y de la toma de dec isiones y se muestre ade

más, de manera inequívoca , como e l ú l t imo remedio des-

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78 LOS CONFLICTOS INTRAECLESIALES

pues de que no hayan dado resultado el diálogo y los esfuerzos por llegar al entendimiento mutuo y a la unanimidad. Pero como esto no es perceptible hoy para una granparte de los creyentes, dado que las estructuras de que actualmente se dispone para propiciar el propio consenso en

cuestiones de fe son cada vez menos objeto de un consensogeneral (precisamente porque apenas responden a las exigencias de una consensualidad comunicativa), por eso mismo la unidad de la Iglesia como «com munio» está muy seriamente amenazada. Y esto sería precisamente lo que venhoy muchos cristianos.

A decir verdad, ya desde la antigua tradición patrísticade la «communio», disponemos en la Iglesia (en los distintos planos de actuación sinodal y «jerárquica») de los elementos estructurales necesarios para defendernos tanto deuna jerarquía autoritaria como de una democracia populista.Lo único que habría que hacer sería activarlos equilibradamente y de una manera jurídicamente precisa y vinculante.El eje y la piedra de toque para saber si se desea en serio iren este sentido sería, en mi opinión, el procedimiento jurídico de la elección de obispos. No existe ningún argumento teológico contundente para seguir practicando en el momento actual de la historia de la Iglesia un procedimiento,habitual en la Iglesia latina, que fue impuesto por los papasde Avignon en la baja Edad Media y que privilegia desproporcionadamente la posición de Roma. El modelo de la

Iglesia primitiva, en la que se daba una colaboración sumamente equilibrada en todos los niveles de la Iglesia -el local(órganos del obispado), el regional (conferencias episcopales) y el universal (Roma)-, es considerablemente más apto que el actual, tanto para una teología renovada de la«communio» como para nuestra actual situación eclesial ysocial. Precisamente las estructuras sinodales del plano «inferior» (obispado y parroquias) experimentarían con ellouna decisiva revalorización que podría liberarlas de ese tufillo a superfluo de que adolece n. A nadie se le oculta que lapropia autoridad «jerárquica» en la Iglesia sólo puede preservarse hoy en su verdadero sentido y valor teológico a ba-

TEOLOGÍA DE LA «COMMUN IO» Y PRAXIS ... 7 9

se de cultivar positivamente la comunicación. Todo lo demás, a la larga, es contraproducente y autodestructivo.

Naturalmente, el lograr la mediación entre identidadeclesial y cultura moderna no depende sólo de tales cuestiones estructurales. Hans Urs von Balthasar solía compararlas estructuras del «Cuerpo de Cristo» con la «osamenta»del cuerpo humano. De hecho, no son más; pero tampocoson menos, porque  sin  una osamenta sana y ágil todo elcuerpo se paraliza.

El tema de la elección de los obispos nos remite todavíaa otra interferencia en la comunicación dentro de la Iglesiaque,  aunque excede nuestro inmediato ámbito cultural deexperiencia, repercute en él especialmente por contraste:me refiero concretamente a la difícil relación entre Iglesiauniversal e iglesias particulares. Tanto la teoría teológica de

dicha relación como su configuración práctica dan lugarhoy en todas partes a graves tensiones dentro de la Iglesia.

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5El desequilibrio

entre Iglesia universale iglesias particulares

El escrito dirigido a todos los obispos por la Congregaciónpara la Doctrina de la Fe, de 15 de Junio de 1992, sobre«Algunos aspectos de la Igles ia como "eommunio"» provocó dentro de la Iglesia Católica y en los círculos ecumé

nicos tan controvertido debate sobre la teología de la«eommunio» del Conci l io Vaticano II que   L'OsservutoreRomano  se vio obligado a publicar , el 23 de Junio de 19 93,un comentario aclaratorio (se supone que escrito por el cardenal Joseph Rat/ inger) . Antes de ocuparme más en detalle de estos dos textos, quisiera exponer, en un primer apartado de carácter más s is temático, la re lación es tablecidapor el Concilio Vaticano n entre Iglesia universal e iglesiaspart iculares . Con el lo no pretendo s ino interpretar re trospect ivamente e l consenso de aquel la ecles iología pos tconci l iar que se remite precisamente a las perspect ivas renovadoras que relativizan el Concilio Vaticano i, en cuantoque lo enmarcan en el contexto más amplio de la teologíade la «eommunio» ' .

1. Cf. M.  KLHL,  «Die jüngstc Kontroverse zum Verháltnis von Univcrsalkir-che uncí Einzelkirchen», en (M. Pantoke-Schenk y G. Evers [Hg.D  liikitl-luratton uml Koiilexlitalilát  (Feslschrift Ludwi» Bertsch). Verlag J. Kncchl,Frankfurt a.M. 1994, 124-137.

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82 LOS CONFLICTOS INTRAECLESIALES

1.  Acotaciones conci l iares

El paso decisivo con el que el Concilio Vaticano n volvió as i tuar en e l horizonte del concepto bíbl ico-patr ís t ico deIglesia la concepción marcadamente centralista de la Iglesiay de la autoridad, re interpretando as í dicho concepto, co nsiste en que, en la Constitución sobre la Iglesia, el  plural

«las iglesias» vuelve al fin a ocupar el lugar que por derecho le corresponde dentro de la Iglesia Católica y de la«Ecum ene». Cierto es que, por razón de su innegable pesoespecífico, sigue estando en primer plano el singular «laIglesia» como expresión de la única y universal  Ekklesía  deDios (LG,  1  ;2); pero ello no obsta para que en la perspectiva esencial de esta Constitución y de otros textos conciliares las iglesias locales y particulares adquieran el mismorango teológico que la Iglesia universal. Las principales

afirmaciones en este sentido se encuen tran en el contexto dela reformulación de la colegialidad episcopal:  «E n  todas lasiglesias particulares y de  todas ellas resulta  (existit)  la Iglesia Católica una y única» (LG, 23) «Esta Iglesia de Cristoes tá verdaderamente presente  (veré adest)  en todas las legítimas comunidades locales de los fieles que, unidas a suspastores, reciben también el nombre de "iglesia" en el Nuevo Tes tamento» (LG, 26 ).

«La diócesis es una porción del Pueblo de Dios que seconfía a un Obispo para que la apaciente con la cooperación

del presbiterio, de forma que, unida a su pastor y reunidapor él en el Espíritu Santo por el Evangelio y la Eucaristía,constituye una iglesia particular  (ecciesia particularis),  enla que verdaderamente está y actúa la Iglesia de Cristo, quees una, santa, católica y apostólica» (CD, 11).

A )  El principio del origen común

El sentido de estas y otras afirmaciones similares del Concilio es que tanto la Iglesia universal como las muchas iglesias locales y particulares en las que se realizan de modo le

gítimo las funciones eclesiales básicas — martyría, liturgia  y

EL DESEQUILIBRIO ENTRE IGLESIA UNIVERSAL . . . 8 3

diakonía-  son Iglesia (Ecciesia)  en sentido pleno, con tal deque mantengan entre s í una re lación ta l que formen juntasrealmente la  «communio ecclesiarum»,  la «comu nidad delas iglesias». Según eso , la Iglesia universal no es una u nión(adicional) de comunidades locales o personales plenam ente «autónomas» en s í mismas (a l es t i lo de un consorcio),pero tampoco es una totalidad sistemática social (previa)que,  por razones puram ente extr ínsecas , se subdivida enmuchas partes (ent idades subal ternas) como s i fueran «divis iones» de una «superdióces is» universal 2 .

Como lo muestran e l anál is is del concepto bíbl ico de«ekklesía» y la concepción patrística de «koinonía», la Igles ia his tóricamen te exis tente se cons t i tuye   originariamentecomo la Igles ia  un a  (el único «Pueblo de Dios», el único«Cuerpo de Cris to»)  y a la vez  como la pluralidad  de lasdistintas iglesias y comunidades (el «Pueblo de Dios» en

Jerusalén, en Corinto, en Roma, en Filipos, etc.). Ambos aspectos no son ni deducibles el uno del otro ni reducibles eluno al otro; ambos encierran en sí todo el valor y el sentidooriginarios de Iglesia. De ahí que sólo se hagan valer en larelación mutua,  de tal manera que, por una parte, la Iglesiauniversal sólo existe «en y de» las iglesias locales (LG , 23),sólo «está presente» (LG, 26) en cada una de ellas y en elconjunto de todas ellas, y por otra parte las iglesias particulares sólo realizan su propio ser-Iglesia en la unidad comunicativa (es decir, en la comunidad de fe y de eucaristía) detodas las iglesias.

Del concepto mismo de «comunidad» en su acepción habi tual parece desprenderse con bas tante c laridad a lgo queaparentemente resul ta complicado: sólo hablamos de verdadera comunidad cuando cada uno de sus miemb ros , le jos deser una ruedecita, un número o una pequeña parte del todo,es reconocido como una ent idad con responsabi l idad pro-

2.  Cf. J.  RATZINGER.  Das nene Volk Gottes,  Dusse l dor f 1969 , 205 ; J . Ko -MONCHAK,  «Di e Ki rc he i s t un i ve r sa l a i s Ge me i nsc ha f t von Or t sk i rc he n» :Concilium  17 (1981) 471-4 76 ; F .  BARREDO,  Las iglesias. Desarro llo deuna teología de la iglesia particular en el Concilio Vaticano II,  Qui t o 1983 ;M .  KEIIL,  Die Kirche,  W ü r z b u r g 1 9 9 4 \ 3 6 6 - 3 7 2 , 3 7 8 - 3 8 3 .

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84 LOS   CONFLICTOS INTRALCLLSlALES

pia. Pero, a su vez, ninguno de ellos debe considerar su comunidad com o mera «suma de los miemb ros individuales»,sino como una entidad con un valor en sí misma frente aellos y que les da forma y les promueve a todos ellos \

B)   Integración y diferenciación en la p ráctica

Ahora bien, este principio teórico, ampliamente reconocido,obliga a una fundamental (y por eso mismo controvertida)revisión de la praxis  de los últimos siglos, porqu e la integración y la diferenciación están exigiend o ahora mism oque se les reconozca un mismo valor y una misma importancia en la Iglesia. Es decir, que sólo cuando la originaria yequivalente diversidad de las iglesias locales y particularestiene el debido brillo, sólo cuando dichas iglesias no se vensometidas a la uniformización, sino que pueden vivir dife-

renciadamente, sólo entonces la Iglesia universal es «Iglesia» en todo su sentido. Y es que la uniformización acabadestruyendo a la Iglesia en su más profunda realidad de«comunidad de las iglesias», porque priva tanto a las iglesias particulares como a la Iglesia universal de su carácterteológico de iglesia, de comunidad.

Pero lo mismo puede decirse en sentido contrario: lasiglesias particulares sólo son «Iglesia» en su sentido plenocuando, sin menoscabo de su autonomía, se incorporan almás amplio conjunto de la alianza de todas las iglesias locales, es decir, a la Iglesia universal; cuan do no exa geran supropio valor hasta el punto de que la unidad resulte estruc-turalmcnte imperceptible, y la capacidad de actuación inexistente. La disposición a integrarse por parte de las iglesiaslocales y la disposición recíproca a diferenciarse por partede la Iglesia universal constituyen, de manera indisoluble,la condición previa para una perfecta praxis como «comunidad de las iglesias».

3.   Eso es exac tame nte lo que quiere decir ei conc epto doble «en ellas y deellas...»  en LG . 23; «en ellas» signif ica que la Iglesia una sólo se realiza enla  pluralidad de las iglesias par ticulares; «de ellas» signif ica que sólo la

unidad y totalidad de las iglesias par ticula res forma la Iglesia una.

LL  DESEQUILIBRIO ENTRE IGLESIA UNIVERSAL ... 8 5

A nadie debe extrañar que no sea fácil hacer realidad esta re lación  mutua  después de s iglos de praxis  unilateral.Casi inevitablemente, cada una de las partes corre el peligrode darse demasiada importancia a s í misma, renunciandoasí a ese difícil equilibrio que sólo puede mantenerse a basede un diálogo constante, abierto y confiado. De ahí la necesidad constante en la Iglesia de una corrección   mutua  frente a las pretensiones exageradas de la otra parte. Lo mismoque Roma no cesa de recordar a las iglesias particulares, ycon razón , la necesidad de estar integradas en la unidad universal, así también a las iglesias particulares les asiste elmismo derecho y la misma obligación de hacer valer frentea Roma su irrenunciable peso específico. Y   tales  protestascríticas frente a la sede de Pedro y su responsabilid ad sobrela Iglesia universal no deben ser tachadas en ningún caso dedesobediencia, sino que, por el contrario, deben ser fomentadas y reforzadas como un servicio imprescindible a la unidad de la Iglesia en la diferencia. Si. frente a la creciente diversidad católica, la dirección central de la Iglesia noadopta una postura defensiva, sino que reacciona de manera serena y autocrítica, estará fortaleciendo dicho dialogosin menoscabo alguno de su imagen.

C)  Consecuencias para el derecho canónico

a) REVALOR IZACIÓN DHI. SÍNODO DE LOS OBISPO S,

D E  L O S C O N C I L I O S P A R T I C U L A R E S

Y   D E L A S C O N F E R E N C I A S E P I S C O P A L E S

Esa reciprocidad de unidad y diversidad en la «commu-nio» se manifestaría mucho más eficazmente en el catolicismo si el  sínodo de los obispos,  establecido por Pablo vi ainstancias del Concilio, tuviera un carácter  decisorio  y nosólo consultivo. De ese modo, sus conclusiones no servirían únicamente de «borrador» para una ulterior declaraciónpapal , s ino que -análoga men te a lo que ocurre con e l Conc i l i o -  podrían valer como declaración común del supremocuerpo dirigente d e la Iglesia, de carácter a la vez colegial y

primac ial. En el fondo, el actual  status  no hace sino agravar

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86 LOS CONFLICTOS INTRAECLESIALES

el desequilibrio estructural de la Iglesia, tanto en lo referente al gobierno como en lo referente a la doctrina, de modoque apenas pueden fruct i f icar los impulsos «compensatorios» del Concilio Vaticano u.

Y lo mismo puede decirse de los conci l ios part iculares ,ya sea a nivel de todo un continente o de otra unidad cultural mayor. También aquí contradice la lógica interna de laeclesiología conciliar, que pretendía revitalizar a la IglesiaCatól ica como «communio eccles iarum», e l hecho de quetales concilios o sínodos sólo puedan celebrarse si son convocados y dirigidos o controlados por Roma (como es el caso del Sínodo Africano de 1994, celebrado en Roma, o de laiv Asamblea P lenaria del episcopado la t inoamericano de1992,  en Santo Do min go). Con semejante praxis se está imponiend o de nuevo el modelo de unidad uniformis ta y centra l is ta que cre íamos superado hace ya mucho t iempo 4 .

Otra posibilidad de hacer efectiva en la práctica la teología de la «communio» del Concilio Vaticano n consiste enrevalorizar teológica o jurídicamente las  conferencias epis

copales,  considerándolas como un e lemento es tructural dela Igles ia -his tóricamente condicionado, pero teológicamente constitutivo- que sirve de eslabón entre el Papa y cada uno de los obispos. En este asunto reina desde hace añosuna abierta discrepancia entre, por una parte, la mayor parte de los teólogos y canonistas católicos y, por otra, Roma(en concreto, la Congrega ción para los Obispos , con su to

ma de pos tura de 1987) \ Lo que verdaderamente teme unaecles iología centrada ante todo en e l poder de jurisdiccióndel papa o de cada obispo en particular es que semejante revalorización de determinadas «ins tancias intermedias» colegiales limite el poder de aquél o de éstos; por eso sóloacepta la conferencia episcopal , a lo sumo, como órgano

4 Cf W   KASPFR,  «Das Petiusamt ais Dicnst der Einheit», en (V. von Anstiu a ) Das Papstamt Dienst oclei Hindenusfui die OLumene'  R egensburg1985,  1 1 3 - 1 3 8 ( 1 2 7 ) .

5 Cf. al respecto H. Muí   LLR  y H J. PoTTMrYl R  (Hg ), Die Bise hofskemfeienzIheologisíhei und ¡undischei Status,  Dusseld orf 1989, W.  KASPER,  Z u-

kunft aus dei Kia/t des Konzils,  Freiburg 1986, 88-95

EL DESEQUILIBRIO ENTRE IGLESIA UNIVERSAL 8 7

consultivo, útil y necesario, eso sí, en el plano pastoral 6 . Encamb io, la pos ic ión co ntraria , que pretende que la teologíade la «communio» del Vaticano n se refle je consecuentemente en la estructura jurídica de la Iglesia, ve en las conferencias episcopales, ante todo, una reedición, adecuada ala actual situación eclesial, de las estructuras sinodales y

metropolitanas de la antigua Iglesia (cf. LG, 23). Pero, además,  con sider a que tal institución resp ond e a la esencia dela Igles ia y cons t i tuye, por tanto (por muy moderna quepueda parecer), una concreción teológicamente necesaria desu es tructura fundamental como sacram ento de la «comm unio» de Dios 7 .

Lo menos que puede decirse del Sínodo Episcopal extraordinario de 1985 es que está bastante próximo a esta posición, puesto que ve en la teología de la «communio» la «base sacramental» del principio de colegialidad, el cual se

realizaría, en su más estricto y pleno sen tido, en las accionesde  todo  el colegio episcopal junto con su cabeza. Pero además se darían también «realizaciones parciales -sínodos deobispos, conferencias episcopales, curia romana, visitas "adlimina". . . (II C, 4 ) - que son signos e instrumentos auténticosdel aprecio por la colegialidad   (collegialis affectus,  segúnLG, 23)» x . De ahí que el poder de la conferencia episcopaltampoco pueda ser un poder delegado por cada uno de los

6 Cf G   GRLSHAKI  , «" 'Zwischemns tanzen" zwischen Paps l und Or t sbi s cho-l e n» ,  en (H. Muller y H J Pottmeyer [Hg.]),  Die Bi se hofskonfei en:  (c i l ) .

7.  Cf. , sobre todo , los art ículos de H J  POTIMEYLR  (44-87) y G  GRESHAKI(88-115) en  Die Bisi Iwfskonfeienz  (c i t ) .

8 C i t ado s egún W .  KASPLR,  Zukunft aus dei Kiaft des Konzih,  F re iburg1986,  35s W Kasper, que actuó como Secretario del Sínodo de Obispos de1985,  desc r ib ió sumar iam ente e l ca rác te r t eológico de l as confe renc iasepiscopales del s iguiente modo. «Son "mre ecclesiast ico" , pero "cum fundamento ín íure d iv ino" » (W .  KASPER,  «Der theologi sche S ta tus de i B i -s c h o f s k o n f e r e n 7 e n »  1heoloqíschc Quai  taLsc fu ift  167 [19871 3)- En eltexto ci tado del Sínodo de los Obispos de 1985 no está claro, en mi opinión, s i las conlerencias episcopales y la curia romana ocupan el mismorango en la real ización parcial de la colegial idad, porque la cuna es en real idad un órgano ejecutivo de la dirección papal de la Iglesia universal ,mientras que las conferencias episcopales pertenecen al «nivel medio», ene l que representan una ins t anc ia propia de l a comunidad de ig l es i as pa r -

t iculaies formada por cada una de las iglesias locales

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88 L O S   CONFLICTOS INTRAECLF.SIALES

obispos o por el Papa, sino que más bien expresa en su forma espec íf ica -es dec ir , colegia l - e l poder or ig inar iamenteotorgado por Cristo al obispo en su iglesia particular 9 .

La historia de la «communio» en la antigua Iglesiamuestra de manera inequívoca , por lo demás, que una es

tructura meramente dual (= bimembre) que cristalice exclusivamente en esos dos planos del poder de dirección -el delobispo sobre su diócesis y el del papa sobre la Iglesia univers a l - conduce paula t inamente a la  disolución  de la «communio» en cuanto verdadera comunidad de las ig lesias. EnOccidente, las iglesias locales fueron siendo progresivamente «absorbidas» por un papado cada vez más fuerte eincorporadas a la iglesia de la ciudad de Roma como subdivisiones regionales; en Oriente, por su parte, y a falta de unpapado ef icaz , la «communio» se d isolvió en muchas ig le sias locales y particulares «autocéfalas», hasta el punto de

no formar apenas una unidad mínimamente opera t iva .«De ahí se sigue, con una implacable lógica, que sólo unaestructura eclesial iriádica (= trimembre) que cristalice enel ámbito de la iglesia local (con su obispo), en el de lasunidades eclesialcs regionales (con sus "protoi", es decir,sus "iglesias primadas") y en el de toda la Iglesia (con elpapa) garantiza que la "comm unio" de la Iglesia universalno se desintegrará en una multitud de iglesias locales (quede por sí suelen ser demasiado pequeñas para poder leneruna verdadera forma propia y producir una auténtica síntesis cultural) ni será incapaz de hacer valer plenamente

el peso de lo católico frente al primado papal»  l0.

Si realmente se desea para la Iglesia una estructura de«communio» estable y duradera , habrá que esforzarse porconsol idar esas « instanc ias in te rmedias» sinodales; de locontrario, cuanto se diga acerca de la teología de la «communio» carecerá de toda credibilidad.

9 .  Cf. P.  K R . W U - R ,  «Theo log isch- r ech t l ichc Begründung der Bischof skonfe-r e n / » :  Zeitschrift fiii Evangehsehes Kirchewecht  32 (1987) 406 .

1 0 .  G.  G R F „ S H \ K E ,  «"Zwischcninstan7cn" ¿wischen Papsl uncí Ortsbischófen»

(ci t . ) ,  105.

E L   DESEQUILIBRIO ENTRE IGLESIA UNIVERSAL ... 8 9

b) UN A NUEVA VÍA EN LA ELECCIÓN DE LOS OBISPOS

La prueba crítica, pero decisiva, de que la eclesiologíaconci l ia r de la «comm unio» no sólo se considera como unade tantas adquisic iones va l iosas -no demasiado experi mentada en la prác t ica , por lo demás- en la la rga h istor ia

de las intuiciones espirituales de la Iglesia, sino que seacepta ser ia y consc ientemente como un concepto vá l idopara la Iglesia real, la constituye, sin lugar a dudas, la manera de elegir o nombrar a los  obispos  en la Iglesia Católica . El Derecho Canónico se expresa a este respec to con re la t iva c la r idad: «El Papa nombra l ibremente a los obisposo confi rma a los que han sido legí t imamente e legidos»

C I C ,  c .377,1) . Por principio,  Roma hizo preva lecer desdeel siglo xiv la tesis de que el Papa, en virtud de su «pleni-tudo potesta t is» , puede nombrar a los obispos. Pero esto esalgo que, en la praxis de la Iglesia, sólo se hizo realidad

plenamente en todo e l mundo en e l s ig lo xx; hasta entonc e s ,  todavía se daba en mu chos países la necesida d de queen la decisión tomaran parle el Estado o el capítulo catedralicio, por lo que Roma sólo podía intervenir, para ratificar la elección, una vez concluido el proceso electoral. Entretanto fueron reduciéndose a un mínimo, de carácter másbien formal, tanto el placel,  regulado mediante concorda to ,a la presentación de los candidatos por parte del Estado como la colaborac ión de l capí tu lo ca tedra l ic io " . Lo cua l nodeja de re f le ja r inequívocamente e l predominio de una

eclesiología según la cual la unidad de la Iglesia y la in-

1 1 .  Según los concórda los de 1929 y 1932 , en las d ióces i s a lemanas ( a ex cepc ión  de Baviera) el obispo es elegido por el cabildo catedralicio deenl rc  una terna p ropues ta por Roma; en Bav ier a es la p rop ia Roma ( seg ú n   el conc orda to de 1924) la que nomb ra directam ente al obisp o sobrela   base de una consultas previas .  Sólo en Basilea y St. Gallen conservana ú n   los cabild os catedralic ios el dere cho a elegir al obisp o sin interve nción  de Roma, la cua l ,  sin embargo, t iene luego que confirmar al e l egido.«Pero   quien elabora la terna de candidatos, y no quien elige a uno deellos ,  es quien tiene verdaderamente la últ ima palabra en la elección»: K.S C H A T Z ,  «Bischof swah len . Gesch ieh t l iches und Thco log isches» :  Stim-m e n   ílerZeit  207 (1989) 291-307  (302) ;  cf . también G.  G K L S H A K E   (Hg.),Z u r   Fraye der Bischofscniennungen in der rcimiscli-hatholischen Kire/ie,

M ü n c h e n  1991.

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90 LOS CONFLICTOS INTRAECLESIALES

vestidura del poder jerárquico siguen derivándose fundamentalmente del supremo poder jurisdiccional del papa.

Pero ya no es así en absoluto como se ve a sí misma laIglesia Católica a raíz del Concilio Vaticano n. En la medida en que el carácter de «comm unio» de la Iglesia y la es

tructura colegial de la suprema jerarquía han recobrado suimportancia, es urgente reflexionar de nue vo en relación alos nombramientos episcopales. Según las muy ponderadasy fiables investigaciones históricas de K. Schatz y otros autores a este respecto, deberían tenerse en cuenta, ante todo,los siguientes puntos de vista  l 2:

Dado que el nombramiento de un obispo constituye unafunción básica de la «communio» eclesial, lo más lógicosería que -según el modelo de la elección episcopal en laantigua Iglesia- no interviniera en dicho nombramiento

una única  instancia, sino que se hiciera intervenir, de manera vinculante y proporcional, a todos los elementos estructurales de la «comm unio»: en primer lugar, a la propiaiglesia local (haciendo, por ejemplo, que el consejo pastoral y el consejo presbiteral diocesanos, como representantes decisorios de las comunidades y como colaboradoresmás importantes del obispo, elaboren sendas listas de candidatos); a continuación, al nivel «intermedio» de la comunidad regional de las iglesias locales (haciendo, por ejemplo,  que la conferencia episcopal elija de entre loscandidatos de dichas listas al nuevo obispo '\ sin perjuicio,

en cualquier caso, de que pueda ella misma nombrar nuevos candidatos que gocen de la confianza unánime de losgremios de las iglesias locales); y, finalmente, al obispo deRoma, en su condición de guía supremo de la Iglesia universal, a quien compete la responsabilidad última de ratificar al obispo así elegido (o de no hacerlo, porque tambiéna él le asiste el derecho de proponer a un nuevo candidato,

12.  Cf. K.  SCHATZ, «B i sc hofswa hl e n . . . » ( c i t .) , 302s .13.  Esto respond e a la praxis de la Iglesia ant igu a, según la cual eran los obis

pos de las diócesis vecinas y los metropol i tas quienes tenían e l autént ico

derecho a e legir ; a l pueblo (o, más exactamente , a los «notables» del pueblo) y a l c lero les correspondía por lo regular e l «derecho a proponer».

EL DESEQUILIBRIO ENTRE IGLESIA UNIVERSAL . . . 91

el cual, a su vez, deberá contar, en cualquier caso, con laconfianza unánime de las otras dos instancias).

Esta colaboración estructural de todas las dimensiones teológicamente relevantes de la «comm unio» constituye la mejor ga rantía de que no se elija a un obispo en función de de

terminados intereses políticos, o de la «fidelidad a una línea»,o de la popularidad, sino en función de su imprescindiblecualificación para prestar el servicio de pastor en la Iglesia.Con lo cual, podría también evitarse al mismo tiempo y conla mayor eficacia lo que ya advertían Celestino i y LeónMagno en el siglo v: «N ullus invitis detur episcopus» («Quenadie sea dado como obispo a quienes no le quieren»).

Es precisamente esto lo que en los últimos años ha dadolugar a una intensa polarización en numerosas iglesias locales y conferencias episcopales, a saber, que con frecuenciaRoma ha nombrado y sigue nombrando obispos (casi siem

pre de un talante pastoral y/o teológico más cercano al Vaticano i que al n) contra la voluntad de una gran parte de laiglesia local y de sus gremios. Lo cual no hace sino ocasionar dificultades y dividir a una Iglesia que , a raíz del Vaticano  11, se ha propuesto mayoritariamente comprender y llevara la práctica en una nueva perspectiva la idea de Iglesia y deautoridad del último siglo. Por eso tiene derecho a esperarque Roma, en lugar de manifestarle una y otra vez su rechazo,  se digne alentarla en el camino emprendido a través designos inequívocos de un ejercicio colegial de la autoridad,

2 .  El documen to «Comm unionis notio» 1992 )de la Congregación para la Doctrina de la Fe

Lo que m ovió a la Congregación para la Doctrina de la Fe aescribir este documento sobre «Algunos aspectos de la Iglesia como "com munio"»  l4  fue lo que ella consideró ciertas

14.  Me remito aquí a l texto publ ic ado por la Confe rencia Episcop al Alem ana,ta l como aparece en  Herder-Korresponden:  46 (1992 ) 319 -32 3. Cf. a l respecto H.J.  POTTMKYER,  «Ki rc he a i s c ommuni o» :  Stimmen der Zeir  210

( 1 9 9 2 ) 5 7 9 - 5 8 9 .

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92 LOS CONFLICTOS INI RALCLLSIALLS

desviaciones de la idea conci liar de «com munio », sobre todo en lo referente a la relación entre «co mm unio» y los conceptos de «Pueblo de Dios», «Cuerpo de Cris to» y «Sacramento» referidos a la Iglesia. Aquí quisiera limitarme aofrecer unas reflexiones sobre la segunda parte de dicho documento ' \ que en el texto latino se titula «De Ecclesia uni-

versali et de Ecclesiis particularibus» "\En esa segunda parte del documento se afirma la rela

ción entre Iglesia universal e iglesias particulares de un modo sumamente confuso y ambivalente y que da pie a unaminusvaloración de estas últimas. Por de pronto, ya en el n.7 se dice con bastante énfasis que la Iglesia de Cristo, es decir, la Iglesia del credo, es la Iglesia universal, que...

«...está presente y actúa  (adest et operatur)  en la peculiaridad y diversidad concretas de las peisonas. grupos,tiempos y lugares. Entre estas múltiples expresiones de

Ui presencia salvífica de la única Iglesia de Cristo se encuentran, ya desde la época apostólica, aquellas que en símismas son iglesias, porque, sin detrimento de su peculiaridad, en ellas se hace presente la Iglesia universal conlodos sus elementos esenciales».

Lo que a mí me incomoda es la expresión  «entre  estasmúltiples. . .», porque las iglesias particulares no son merasrepresentaciones, «entre otras», de la Iglesia universal, sinolas germinas y auténticas formas de realización de ésta, diferenciadas, naturalmente, en distintas «personas y grupos».

Personas y grupos singulares que no encarnan a la Iglesiauniversal de por sí, sino únicamente en cuanto formas concretas de iglesia particular.

El concepto de «com mun io», que en la primera parte sedefine como la comunidad creyente con Dios y de los creyentes entre sí, se aplica en sentido   análogo,  en el n. 8 de lasegunda parte, a la unión de las iglesias particulares, de mo-

15.   Cf.  LOsservatore Romano.  15.06.19 92. 7s.16. En el original sigue una disqu isic ión termin ológ ica que no t iene sent ido

más que en a lemán, por lo que me he permit ido suprimirla en la t raduc

c i ón .  (Nota del Traductor).

EL DESEQU ILIBRIO ENTRE IGLESIA UNIVERSAL ... 9 3

do que la Iglesia universal puede ser designada como «comunidad de las iglesias»  (communio ecclesiarum).  ¿Por quéen sentido  «análogo»' En el texto citado de LG (23,2) sedice escuetamente que «todo el cuerpo místico»   es  el «cuerpo de las iglesias»   (corpus ecclesiarum);  por otra parte, elconcepto paulino de «koinonía» encierra distintos significados, pero ello no quiere decir que la relación de las diversasiglesias locales entre sí y con la comunidad originaria de Je-rusalén sea descrita como una relación de «koinonía» ensentido «análogo». En cualquier caso, a lo largo de todo eldocumento, la palabra «análoga», en relación con la «communio eccles iarum», t iene un c ierto regus to a secundarie-dad, a derivación, pese a que las fuentes no ofrecen ningúnindicio que lo justifique. Tal vez se deba a que el interésgnoseológico de este n. 8 consiste, ante todo, en refutaraquellas teorías que atenúan la importancia teológica de laIglesia universal: pero recurrir para ello al extremo opuestode socavar el carácter teológico de las iglesias particularestampoco hace avanzar mucho las cosas .

A)  ¿Prioridad «ontológica  y  cronológica»de la Iglesia universal?

La auténtica piedra de escándalo está en el n. 9 del texto,donde, después de decir muy at inadamente que entre laIglesia universal y las iglesias particulares se da una «intimidad recíproca»  (mutua interioritas)  -l o cual recuerd a el

principio arr iba mencionado de la «igualdad de origen»-,de repente se afirma que la Iglesia universal es, «en su másautént ico mis terio, una real idad que precede  ontológica  ycronológicamente  a cada una de las iglesias  particulares».Y se fundamenta diciendo que el misterio de la Iglesia precede ya ontológicamente a la creación, lo cual es absolutamente cierto en el sentido de que la Iglesia participa de la«causal idad te leológica» de Jesucris to respecto de la creación (cf. Col  1,15-20);  pero de ese carácter teo-te leológicode la Iglesia se hace derivar de pronto una   relación originante  de la Iglesia una y única respecto de las muchas igle

sias:  «En cierto modo, ella da a luz a las iglesias partícula-

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96 LOS CONFLICTOS 1NTRAECLES1ALES

Para salvaguardar la relación de reciprocidad e igualdadde origen entre la Iglesia universal y las iglesias particularesen cuanto a su  mutua  eclesialidad, no estaría mal renunciara cualquier afirmación que implique una prioridad de origen en esta relación. La Iglesia universal no es ni «produc

to» ni «madre» de las iglesias particulares, del mismo modoque la «communio» de éstas no es ni causa originante ni resultado de aquélla. Uno y otro modo de eclesialidad sólo serealizan con el concurso el uno del otro, sin que ninguno deellos proceda del otro. Por eso la fórmula conciliar según lacual «la Iglesia universal existe en y de las iglesias particulares» (LG, 23) no puede ser completad a con la fórmula queaparece en el escrito que nos ocupa: «Las iglesias particulares existen en y de la Iglesia universal». La partícula «en»t iene en ambos casos e l mism o sent ido de « in t imidad rec í proca»; pero la preposición   «de»  significa en cada caso al

go distinto: en la fórmula conciliar se intenta dar a entenderque la Iglesia una y entera «existe en y consta de» sus muchas y diferentes «partes», mientras que en la fórmula deldocumento en cuestión, por el contrario, se insinúa que lasiglesias particulares  brotan  «de» la Iglesia universal (y poreso son necesariamente secundarias). A lo cual es precisooponerse dec ididamente , porque semejante confusión deconceptos es inadmisible.

Ambas  formas de eclesialidad tienen el mismo origenhistórico transcendente en la voluntad salvífica del Dios tri

nitario, y el mismo origen histórico inmanente en la concentración del Pueblo de Dios en Jerusalén con ocasión dela venida del Espíritu Santo. Este papel teológica e históricamente i r repe tib le de Jerusa lén no debe jamás confundirse -ni siquiera por alusión- con el papel de Roma en el interior de la «communio», porque tal aberración de laec lesio logía medieva l responde a mot ivos de pol í t ica ec le siástica y fue definitivamente excluida por el Concilio Vaticano II. ¿Ac aso vu elve hoy, a pesar de todo, a prop iciarseuna eclesiología al servicio de una política eclesiástica centralista?

EL DESEQUILIBRIO ENTRE IGLESIA UNIVERSAL . . . 9 7

3 .  Un comen tario vat icano 1993)

Mucho de lo que acabamos de dec ir , y que probablemente-e n la misma o en parec ida form a- tuvo que escucharlo Roma como reacción de las iglesias particulares, sería innece

sario  si  el comentario (sin firma) aparecido en  L'Osservato-re Romano  el 23 de Junio de 19 93, al cum plirse un año deldocumento sobre la «communio», fuese una especie de «ret rac tac ión»  l7. Pero esto no es seguro en modo a lguno, pormás que e l escr i to contenga también a lgunas  aclaracionesque re la t iv izan enormemente o inc luso a l te ran sustanc ia l -mente las afirmaciones que hemos criticado.

Así, por ejemplo, se pone de relieve con sorprendente yloable claridad que la expresión «intimidad recíproca» esun «concepto hermenéut ico c lave» (407) en todo e l docu

mento, con lo que se pretendería acentuar el carácter singular e incomparable de la relación entre Iglesia universal eiglesias particulares. Y de ahí que también pueda aceptarseplenamente la pr imera consecuencia de este pr inc ipio hermenéut ico: «Cada ig lesia par t icular es , de hecho, Ig lesia ,aunqu e no sea toda la Iglesia; y, a su vez, la Iglesia com o totalidad no se diferencia de la comunidad de las iglesias particulares, sin que ello signifique que sea una mera fusión delas mismas».

En cua lquier caso , mi escept ic ismo reaparece de nuevoal leer que, con su fórmula «las iglesias en y de la Iglesia»,e l documento quiso  desarrollar  la fórmu la conciliar «laIglesia en y de las iglesias». Lo cual, a mi entender, no esmás que una c la r ís ima  regresión  que habría que evitar en loposible.

Ahora b ien , ¿cómo expl ica e l comentar io esa fórmulafrente a las interpelaciones críticas que desencadenó? Enprimer lugar, recordando una vez más que el interés gnose-ológico del documento no era otro que el de salir al paso de

17 .  Me remito aquí a l texto a lemán, publ icado en  llerder-Korrespondenz  47

(1993)  4 0 6 - 4 1 1 ,  sobre todo al párrafo que aquí más nos interesa , referidoa «Iglesia universal e iglesias part iculares».

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98 LOS CONFLICTOS 1NTRAECLESIALES

una teología que devalúa a la Iglesia universal al reducirla amero resultado y producto ulterior «de» las iglesias particulares. Eso es lo que preocuparía fundamentalmen te a l documento, y en ese sentido habría que darle toda la razón.

Pero,  en un paso ulterior, el comentario intenta realmen

te defender la tesis de la primacía ontológica y cronológicade la Iglesia universal «respecto de cada una de las iglesiaspart iculares». Y observa además que la formulación encuestión, si se lee atentamente, no hace más que afirmar laprimacía de la Igles ia universal respecto de  cada una  de lasigles ias part iculares , pero no respecto de la comunidad detodas las iglesias. Si eso es realmente todo lo que el documento quiere decir (que, en mi opinión, no lo es en absoluto ,  como lo prueba la ul terior argumentación del n. 9) , entonces lo que se afi rma es una perogrul lada, porque, pordefinición, la Iglesia universal como tal es más que cada

una de las iglesias particulares   en sí misma.

Por lo que se refiere a la supuesta «prioridad ontológica»de la Iglesia universal, el comentario se remite a la teologíade las cartas a los Colosenses y a los Efesios, en las que, dehecho, no se habla más que de la Igles ia universal . El queno se tenga tan en cuenta la ecles iología de los Hechos delos Apóstoles y de otras cartas de Pablo (Romanos , Corint ios,  Gálatas y F i l ipense s , en las que ya aparece c laramentela relación entre Iglesia universal e iglesias locales) puedeque respond a a l interés d ominante del autor del escri to.

En cuanto a la «prioridad ontológica y cronológica», sefundamenta con una interesante y sugerente reflexión:

«La iglesia que se designa a sí misma como preeminentees indud ablemente la "Iglesia misterio" que se manifestóen Pent ecos tés, la Iglesia "una y única". Esa iglesia de Je-rusalén, que ap arece "localmente circunscrita", no era, sinembarg o, un a iglesia local (o particular), en el sentido quehoy se atribuye a este concepto; no era, por tanto, una"porfió Populi Dci"  (una parte del Pueblo de Dios: cf.Decreto  Christus D ominus,  11), una "única iglesia particular", como es denominada en nuestro escrito, sino "Po

pulas Dei"  (Pueblo de Dios),  "ecclesia universalis",  la

EL DESEQUILIBRIO ENTRE IGLESIA UNIVERSAL . 9 9

Iglesia que habla todas las lenguas y qu e, en este sentido,es madre de todas las iglesias particulares que, gracias alos Apóstoles, brotan de ella como h ijas...

La Iglesia universal de la que allí se habla es la iglesia de Jerusalén, la Iglesia del acontecimiento pentecos-tal.  Ahora bien, nada hay más concreto y más precisamente localizado que las ciento veinte personas allíreunidas. La originalidad única y el misterio de los ciento veinte radica en el hecho de que la estructura eclesialque les hace ser Iglesia es la de la Iglesia universal: allíestán los doce apóstoles, con Pedro a la cabeza, y en comunidad con ellos vemos a toda la Iglesia -que está creciendo (al principio son 5.000 personas) y que habla todas las lenguas- en un momento de su unidad y suuniversalidad; una Iglesia que, a la vez que es absolutamente local, no es en modo alguno, corno Iglesia pente-costal que es, una "iglesia local individual" en el actual

sentido de esta expresión. En Pentecostés no se da "intimidad recíproca" alguna entre Iglesia universal e iglesiaparticular, porque aún no se distinguen ambas dimensiones.  Lo que se da es el  "efapax"  cristológico (cf. Heb7,27), la anticipación escatológica de la Iglesia del Cuerpo místico de Cristo como tal...

La Iglesia que, a pesar de su unicidad irrepetible, semanifiesta en Pentecostés, es sencillamente la mismaIglesia de Cristo que profesamos en el Credo con suscuatro propiedades y que, por ello, sigue siendo en todoslos tiempos el origen de la Iglesia universal -en el senti

do de la "communio ecc lesiarum "- y de las iglesias particulares, tal como subsisten en el  "tempus ecclesiae",en el tiempo de la Iglesia» (407s).

Yo puedo es tar más o menos de acuerdo con semejantevis ión de la Igles ia : la pretendida «primacía» correspondeúnicamente a la Iglesia «mysterium», que, en cuanto Iglesiauna, santa, católica y apostólica de Cristo, se realiza históricamente de manera originaria en la comu nidad primit iva deJerusalén, a la vez, c iertamente , como Igles ia universal ycomo iglesia local (en un sentido especial): la iglesia local

de Jerusalén  es  la Iglesia universal, y viceversa. Es de  ella

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100 LOS CONFLICTOS INTRAECLESIALES

de la que proceden la figura de la Iglesia universal (comocomunidad de las iglesias), que no deja de desarrollarse históricamente, y cada una de las iglesias particulares. Conello se afirma que la .Iglesia universal (históricamente existente) y las iglesias particulares tienen un origen común enla Iglesia mysterium y en la comunidad de Jerusalén, reali

zación única e irrepetible de la misma y de la que procedenambas formas de iglesia. Ella es el «fundamento» permanente (408) de la Iglesia universal y de las iglesias particulares.

Dejo que sea el lector quien decida si esta interpretaciónde la relación entre Iglesia universal e iglesias particularesno es más que una explicación de la postura expuesta en eldocumento o si, por el contrario, constituye una teoría algodistinta. En cualquier caso, nadie sostiene hoy que e ntre laIglesia universal y las iglesias particulares se dé una rela

ción de origen intrahistórica que vaya más allá de Jerusalén,con lo que, eo ipso,  queda invalidada toda «primacía» referida a Jerusalén de la Iglesia una respecto de las muchasiglesias. Jerusalén sigue siendo Jerusalén; por eso tambiénRoma puede y debe seguir siendo lo que desde los primerossiglos fue legítimamente dentro de la «communio ecclesia-rum»: el auténtico y eficaz «centro de la unidad», ni más nimenos.

TERCERA PARTE

PERSPECTIVAS Y PRO NÓSTICOS

En esta Tercera Parte se trata, ante todo, de mostrar manerasconcretas de explicar cómo podemos entender, sin incurrir

en falsos o ptimismos, la oportunidad y el desafío que supone la actual situación de la Iglesia; una situación, concretamente, en la que hem os sido puestos por Dios y que por ellomismo, con absoluta confianza en la presencia de su Espíritu, no debemos en absoluto soportar resignadamente, sinosuperar de un modo creativo. Para lo cual, mucho dependede que adoptem os respecto de la Iglesia una actitud básicade hondas raíces  espirituales (cap. 6), porque sólo así nuestras reflexiones  estructurales  (cap. 7) contribuirán a que laIglesia descubra una nueva forma social que no sólo manifieste el poder del Espíritu que la habita, sino que además

responda mejor a los «signos de los tiempos».

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6Recuperar la dimensión espiritual

de la Iglesia

En las dos partes precedentes hem os visto cómo se ha llegado en la opinión pública, tanto social como eclesial, a unavisión notablemente «desespiritualizada» de la Iglesia como «Iglesia oficial». Ahora se impone preguntarse: ¿cómose puede integrar de nuevo la dimensión espiritual de laIglesia en la experiencia real que de ella tienen los cristianos activos, de tal manera que pueda vivirse y experimentarse de un modo expresivo la unión indisoluble entre laconcreción personal y la comunidad eclesial de la fe? ' Sinuna  experiencia eclesial de cuño espiritual  que impregneincluso los estratos emocionales más profundos de la fe,que integre el «fenómeno» Iglesia, con sus luces y sus sombras,  en la relación creyente, esperanzada y amorosa delhombre con Dios, nos quedaremos siempre en la superficie,por mucho que hablemos de la Iglesia y por muy frenéticaque sea nuestra actividad en ella. A la larga, así no se susci

ta una acción sanante ni renovadora.

1 Cf. H U. VON BAI IHASAR,  «Kirchenerfahrung dieser Zeit», en (J. Daniélouy H. Vorgnmler [eds.])  «Sentue Eulesiam» Das Bewufitsem von der Kir-die ais geslaltende Kiaft dei FiommigLeit  (Festschnft fur H. Rahner),Freiburg 1961, 743 768; K.  RAHNER,  «Dogmatische Randbemerkungenzur "Kirchentrommigkcit"»,  ibid , 769-793 (también en Se hi iften zui The-olos>ie,  Bd 5, Einsiedeln-Zunch-Koln, 1968\ 379-410), H.  FRÍES,  «DerSinn von Kirche ím Verslandnis des heutigen Chnstentum s», en llandbiichdei Fundamentaltheologie,  Bd 3, Freiburg 1986, 17-29, M.  KFHI , «Kir-chenerfahrungen»-   Stmimen dei Zcit 208 (1990) 435 446;  ID., Die Kiuhe,

Wurzburg 1994", 23 38

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104 l'l KSI'I < UVAS  V  TRONOS I ICOS

1.  Mo delos de experiencia espiritual de la Iglesia

En un primer paso, quisiera presentar tres modelos (ideales)de experiencia de la Iglesia que, aun habiendo surgido enépocas totalmente distintas de la historia de la fe, siguen representando hoy -tant o en sus contrastes como en sus coin

cide ncia s- el horizonte espiritual de determinadas opcionesrespecto del modo de vivir y actuar eclesialmente. Una m ejor comprensión de estas perspectivas espirituales básicasquizá pueda contribuir a una comunicación intraeclesial, enla medida en que ayude a percibir y reconocer en todos lospuntos de litigio concretos el amor común a la Iglesia.

A) La Iglesia como figura de identificación

A) LA IMAGEN DETERMINANTE DE LA IGLESIA:

LA  «ECCLESIA» COMO «MUJER» EN RELACIÓN A CRISTOComo ya es sabido, tanto en la teología de los Padres de

la Iglesia como en la mística de la alta Edad Media, la Iglesia, más que objeto de reflexión o de discusión teológica, esante todo objeto de m editación espiritual. Con ayuda de lainterpretación tipológica y alegó rica de la Escritura, se aplican a la Iglesia y a su relación con Jesucristo multitud deimágenes del Antiguo y del Nuevo Testamento (por ejemplo,  la imagen de la viña o de la cepa, la del redil, la de laciudad sobre el monte, la del arca, la de la barca en m ediode la tempestad, etc.)2 . Sin embargo, además del conceptode Cuerpo de Cristo interpretado eucarísticamente, muypronto pasaron a primer plano com o símbolos primordialesde esas meditaciones sobre la Iglesia aquellas denominaciones personales  que en cierto modo conciben a la Iglesiacomo persona -más concretamente, como «mujer»- que se

2 Cf. especialm ente H.   RAHNER,  Symbole dei Ku(he Die Ekkleswlogie dei

Vatei,  S a l z burg 1964 ; H. U.  VON BALTHASAR,  op ut,  I D ,  Spoma Veibi

SLizzen  <¡ui  Theoloqie  II , Einsied eln 196 1; H.  DE LUBAC,  Die Kitche Eme

Betiathtung,  E i ns i e de l n 1968 ; G  VON  L E FORT,  Hymnen an die Kuche,

M unc he n 199022 , J.   WERBICK,  Kuthe Ein ekklesiologischei Entwuiffw

Studium undPraxis,  Fre i burg 1994

RECUPERAR LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL 105

encuentra en una relación personal con Dios o con Jesucristo como su contraparte masculina, como el «varón». Por influjo del Cantar de los Cantares, de las figuras femeninasdel Antiguo y del Nuevo Testamento, de los textos proféti-cos sobre la relación de Israel con Yahvé y, finalmente, dedeterminados pasajes neotestame ntarios \ se personificasimbólicamente a la Iglesia como sujeto con una dimensiónsocial, y especialmente como «virgen», «novia», «esposa»y «madre».

Lo de «virgen» alude a la absoluta disponibilidad creyente y obediente de la Iglesia con respecto a Dios, dequien ella -y junto con ella todos los hermanos y hermanasde Jesucristo llamados a vivir - concibe una y otra vez, conla fuerza del Espíritu Sa nto, al «Hijo», es decir la Palabra yla Gracia de Dios. En cuanto «madre», da a luz al «Hijo»,pone constantemente de manifiesto en este mundo - a través

de los sacramentos- el amor de Dios hecho hombre y -co mo «segunda Eva», como «madre de todos los vivientes»-hace que los creyentes participen de esa vida nueva en Cristo.  Com o «novia» y «esposa», finalmente, permanece unidaa Cristo en un amor matrimonial indisoluble, en la unidadde «una sola carne» (Ef 5,3 ls) y «un solo espíritu» (1 Cor6,17). Tanto la filiación como el matrimonio constituyenpara la mística el símbolo clásico de la relación de Dios conla humanidad, que se concreta en la relación de C risto conla Iglesia.

Sin embargo, esta unidad personal entre Cristo y la Iglesia no suprime en modo alguno la permanente diferenciaentre ambos, porque esta simbología excluye conscientemente toda identificación de la Iglesia con Cristo. Más aún,la Iglesia puede extraviarse hasta llegar incluso a la infidelidad de una «prostituta» (análoga a la infidelidad de Israelpara con Yahvé: cf. Os 2,4 -3,5; 9 ,ls). En cualquier caso, ya pesar de su pecado e infidelidad, no deja de ser la «castameretrix», porque C risto la ama y la santifica con su amor

3 Cf. Jn l ,12s ; 1 Cor 6,12-20; Gal   4 , 2 1 - 3 1 ;  Ef 5,21-32; Ap 12,1-6; 19,7;

21,2.9; 22,17.

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106 PERSPECTIVAS  Y PRONÓSTICOS

inquebrantable (según Ef 5,25ss)4 . A diferencia de Israel, elmisterio de la Igles ia podrá quedar ensom brecido por culpade  los hombres , has ta el punto de hacerse i rreconocible , pero no puede  ser des truido; el  P ueb lo  de Dios no  puede yaconvert i rse en «no-Pueblo» (Os 1,9), dado que en su m ism ocentro, en Cris to, permanece el am or de Dios .

Hasta aquí, lo referente a la interpretación de esta simbo-logía, que es objeto de infinidad de variaciones en la patrística y en la  mística. Incluso el  «musical»  de  Peter Jansens yWilhelm Willms «Francisco de Asís» contiene una impresionante escena en la que Francisco, en presencia del papa Inocencio ni, entona su canción de amor a la «Ecclesia» que seha vuelto infiel. En general, a la generación joven no pareceresultarle fácil acceder a  esta espiritualidad eclesial. En camb i o ,  para generaciones anteriores, en la medida en que estánmarcadas por los movimientos de  renovación preconciliares

de nuestro siglo anteriores a los años sesenta (movimiento juvenil, movimiento litúrgico, movim iento bíblico, etc.), dichaespiritualidad constituye un elemento absolutamen te determinante de su  relación espiritual y emocional con la Iglesia, sobre todo por cuanto que muchas de las grandes figuras teológicas de nuestro siglo (en especial del ámbito francoparlante)que prepararon e inspiraron la renovación conciliar de la Iglesia vivieron en gran medida, tanto espiritual como teológicamente , del redescubrimiento de la Patrística y su visión de laIglesia, capaz de armonizar la «ecclesia» personal  y la «com-munio»  social.  (Me refiero, por e jemplo, a Henri de Lubac,

Jean Daniélou, Pierre Teilhard  de  Chardin, Louis Bouyer,Yves Congar, Pierre-Thomas Camelot, Romano Guardini,Hugo y Karl Rahner, Hans Urs von Balthasar, Joseph Ratzin-ger, entre otros).  Un  hermoso e jemplo  de  esta experienciamística de la Iglesia nos lo  ofrece Karl Rahner al final de suartículo «Iglesia de los pecadores», que escribió en  1947 y enel que transfería tipológicamente Jn  8 , 1 - 1 1  al a  Iglesia:

«Los escribas y los  fariseos -que los hay no sólo en laIglesia, sino en  todas partes y bajo todos los  disfraces-

4 .  Cf. H.U.  V O N B A L T H A S A R ,  Sponsa Verbi...  (ci t . ) , 203-305.

RECUPERAR  LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL ... 107

seguirán siempre arrastrando a la mujer" ante el Señor yacusándola, con la secreta arrogancia de que la mujer",¡a Dios gracias , tampoco es mejor qu e ellos: "Señor, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. ¿Quédices tú?" Y la mujer no podrá negarlo. Definitivamente,es un escándalo, y no hay que andarse con  eufemismos.

Ella piensa en sus pecados, porque de hecho los ha cometido, y al  hacerlo olvida (¿qué otra cosa podría hacerla humilde sierva?) la secreta y manifiesta magnificenciade su santidad. Por eso no quiere negarlo. Ella es la pobre Iglesia de los pecadores. Su humildad, sin la cual nosería santa, sólo sabe de su culpa. Y se encuentra frente aaquel a quien ha sido confiada, ante aquel que la ha amado y se ha entregado por ella para santificarla, ante aquelque conoce su pecado mejor que los que la acusan. Peroél calla mientras escribe su pecado en la arena de la historia del mundo, que pronto habrá de concluir, y con elladesaparecerá su culpa. Él se calla durante unos instantes

que se nos antojan siglos. Y el único juicio que emite sobre esta mujer es el  silencio de su amor, que perdona yabsuelve. En  cada siglo  se  alzan frente  a  "esta mujer"nuevos acusadores que acaban siempre escabullándoseuno tras otro, empezando por los más ancianos, porqueninguno de ellos ha estado jamás libre de pecado. Y al fin a l ,  el Señor se quedará a solas con la mujer, se levantará, mirará a la adúltera, su esposa, y le preguntará:  Mujer, ¿dónde están  los que te  acusaban? ¿Nadie  te hacondenado?"  Y  ella,  con  arrepentimiento  y  humildadinefables, responderá: "Nadie, Señor". Y quedará asombrada y perpleja porque nadie lo haya hecho. Pero el Se

ñor se acercará a ella y le dirá: "Pues tampoco yo te condeno". Entonces le besará en la frente y le dirá: "¡Esposamía, Iglesia santa »5.

B )  EL «LEITMOTIV» ESPIRITUAL:

LA IDENTIFICACIÓN CON LA IGLESIA

El principal interés existencial  y espiritual de  semejantevisión de la  Iglesia consiste en  lograr la  máxima identifica-

5 .  K.  R A H N F R .  «Kir chc der S ü n d c r » , en  Schríften  zur  Theohgie,  Bd. 6, Ein-

s i ede ln-Zür ich-Kóln 19692, 319s.

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108 PERSPECTIVAS Y PRONÓSTICOS

ción posible con ésta. La Iglesia es vista, ante todo, en susant idad, que excede con mucho su pecaminosidad, p orqueella vive del misterio del amor que Cristo le profesa. Nuestro amor a la Iglesia y nuestra complacencia en ella tienensu origen en el amor que el propio Cristo siente hacia ella yque hace pos ible que cada uno de nosotros pue da ident if i carse plenamente con la Igles ia y encontrar únicamente enel la su propia ident idad creyente como «anima eccles ias t i -ca» (Orígenes), como persona insertada en la «forma» de laIglesia, interlocutora personal de Cristo. De ese modo participa el creyente en la personalid ad de la Iglesia y se hace élmismo persona en la fe 6 . Esta forma de espiritualidad ecle-sial de cuño personal sigue hoy dando alas e inspirando amuchos creyentes (especia lmente en las órdenes re l igiosasy en los movimientos espirituales) que están dispuestos incluso a sacrificarlo todo por la Iglesia y su pertenencia a

ella y que, en último término, no dejan que su amor a laIglesia se tambalee por ninguna de las debilidades y extravíos de ésta. La gran ventaja de esta mane ra de ver a la Iglesia radica, sin duda, en que responde a una relación con ellaprofundamente arra igada, incluso emocionalme nte; una relación que muchas veces no tiene nada que ver, afortunadamente , con e l discurso marcadam ente sociológico y es tra tégico sobre la Iglesia al que estamos hoy acostumbrados.

c) E L PELIGRO : LA ESPIRITUALIZACIÓN

D E   L A R E A L I D A D E S T R U C T U R A L

A pesar de toda la riqueza mística de esta visión de laIglesia, no puede negarse que corre el peligro de olvidarcon demasiada faci l idad la real idad concreta y ex perimen-table de dicha Iglesia y considerarla como algo de segundoorden, en beneficio de su «m isterio», que eclipsa todo lo dem á s .  Semejante espiritualida d es prop ensa a tildar de superficial, improc edente y «frivola» la actitud crítica de quiene sreclaman el cambio de unas estructuras y comportamientos

6 .  Cf. H.U .  V O N B A L T H A S A R ,  Sponsa Verbi...  (ci t . ) ,  174; M.  K E H L ,  Kirche ais

lnstitution,  Frankfur t a.M.  19782,  248ss .

RECUPERAR LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL ... 109

eclesiales ya superados. Tal vez lo que subyace a tal actitudsea una especie de «monofis ismo ecles iológico» que haceque lo simplemente humano que hay en la Iglesia quede tan«absorbido» por e l Espíri tu de Dios que actúa en e l la que,de hecho, no desempeñe ya papel a lguno para la experiencia espiritual de dicha Iglesia 7 . La profunda diferencia que

se da en nuestra profesión de fe entre el «credo in Deum»(«creo  en  Dios») y e l «credo eccles iam» («creo  a ¡a Iglesia» ,  es decir, creo en la presencia eficaz del Espíritu deDios en la Iglesia) tiene menos valor para esta espiritualidad qu e la participación de la Iglesia en la santidad y la gloria de Cristo, que se reflejan en ella casi sin mácula.

Que semejante espir i tual ización es también c laramentesusceptible de conflictos, se manifiesta hoy sobre todocuando este lenguaje simbólico no sólo contrasta con la realidad de la Iglesia, sino que incluso, y de manera sistemá

tica (sin tener en cuenta, por ejemplo, sus condicionamientos sociohistóricos), se traduce en la realidad estructural dela misma Iglesia para fundamentar, por ejemplo, el que lasmujeres no puedan acceder a l minis terio ordenado. Y esque la mujer, en esta perspectiva, representaría a la Iglesiaque  recibe,  frente al Cristo que  da ;  y esta simbología seecharía a perder si la mujer, en cuanto ministra ordenada,actuara «in persona Christi capitis».

Prescindamos por ahora de si tal argumentación es o noconvincente. Lo que sí es cierto es que esta imagen eclesial

de la mujer que recibe (y que, por tanto, es ante todo obediente) suele responder a una visión de Dios y de Cristounila tera lmente marcada por analogías mascul inas y de dominio: Padre, Todopoderoso, Creador y Señor del cielo y dela tierra. . . ; o Kyrios- Señor, H ijo, Rey, Cabeza , Juez. . . El antiguo lenguaje simbólico, aun sin pretenderlo en su sentido

7 .  Véase tambié n lo que escr ibe I .F.  G O R R E S  acer ca de es ta exper iencia  ecles ial ,  que fue también la suya: «Las sombras y las manchas eran tan de sob ra   conocida s , tan eno josas y abur r idas , que no val ía l a pena descr ib ir las ;lo s   esp lendores , en c a m b i o ,  eran sorprendentes, magníf icos, y no se cansab a   uno de elogiar los»; en (W. Dirks y E. Stammler [eds.] )  Warum bleibe

ic h   in der  Kirche?,  München 1971 , 59 .

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110 PERSPECTIVAS Y  PRONÓSTICOS

originario, ha contribuido de hecho, a lo largo de toda la historia de la Iglesia hasta hoy, a la  minusvaloración estructuralde la mujer,  la cual , en su condición  de  e lemento «recept ivo» ,  es tá plenamente subordinada  al  varón, «activo y donante» (cf. Ef 5,22-23;  1  Cor  11,3.7-9 etc.). Si la s imbologíaeclesial pudiera liberarse de los rasgos de un  Dios , una so

ciedad y una humanidad androcéntricos y vinculara  la  imagen  del  matrimonio sobre todo con el  concepto de  amistad(«ya no os  llamo siervos, sino amigos»: cf. Jn 15,15), entonces dicha simbología podría seguir enriqueciendo hoy enormemente nuestra espiritualidad eclesial  (por  e jemplo,  laIglesia como «am iga», «hermana», «compañera». . . ) .

Bas te  lo  dicho acerca  de  es te primer modelo  de  expe riencia espiritual de la Iglesia. Lo que hace tan difícil el actual panorama espir i tual  y  ecles iológico  de  nuestra Iglesiaes que tal visión de la m ism a da lugar a una s ingular conco

mitancia de las más  altas instancias jerárquicas precisamente con el s egundo m ode lo («La Iglesia como refugio»), quevam os a ver a con t inuac ión ,  y no tanto con el  tercero («LaIglesia como signo de esperanza»), como parecería más indicado, dado su  origen patrístico.

B)   La Iglesia como refugio

En el curso de las controvers ias de la  baja Edad M edia entr e el Em perador y el P apa , los  fieles fueron perdiendo progres ivamente  la experiencia , has ta entonces absolutamentenatural , de la  Igles ia com o mis terio de la  relación a morosacon Jesucris to. Cues t iones de es tructura  y de  poder conduje ron a una marcada dicotom ía, cuyas consecuencias seguim os padec iendo hoy, entre  la vis ión mís t ico-espir i tual y lavis ión dogmático-es tructural- jurídica  de la  Igles ia . Como,con ocas ión  de la  Reforma, dicha dicotomía  se  tradujo  enuna ruptura  de la  unidad real  de la  Igles ia , dando lugar auna separación teológica entre la esencia de la Iglesia, objeto de la fe, y su  imagen empíricamente percept ible , a partirde   la Contrarreforma  fue cris ta l izando una nueva forma  de

piedad eclesial católica que  trataba, sobre todo, de sanar es-

RECUPERAR LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL ... 111

pi r i tua lm ente  el  aspecto ins t i tucional  de la  Igles ia . Huboque esperar al  Concilio Vaticano n  para poder relativizar deveras  las  uni la tera l idades  de  esta visión  de la  Iglesia;  sinem bargo , la dureza de m uchas de las  disputas surgidas a raíz  del  Conci l io muestra  a las  claras  que  dicha visión estávo lv iendo  a  intens if icar cons iderab lemente  su  influjo en el

pensam ien to y la  praxis eclesiales.

a) LA ECLESIOLOGÍA DOMINANTE: LA IGLESIA

C O M O  M E D I A D O R A A U T Á R Q U I C A  DE  SALVACIÓN

En es te modelo de experiencia de la  Iglesia, pasa a ocupar el primer plano su es tructura jerárquico-sacramental :  laIglesia es es t imada y  venerada como  la  «institución salvífi-ca» perfecta  (societas perfecta),  dotada por Dios  de  todoslos «medios sa lvíf icos» necesarios (especia lmente  la jerarquía  y los  sacramentos) . Desde  el  com ienzo m ism o  de la

Edad Moderna , lo que determinó el  verdadero rumbo de laIglesia Católica fue un  inequívoco dis tanciamiento defens ivo respecto de la his toria moderna, cons iderada fundamenta lmente como impía , y de las  modernas sociedades democrát icas , así c o m o de las  demás confes iones , que no  seríansino meras formas deficientes  de  cristianismo. Sólo la Iglesia Católica, fundada  por  Cris to, perfectamente es tructurada, firmemente unida y  plenamente autárquica, transmitiríaa sus m iem bros , a través de la jerarquía , la  salvación sobrenatural.

A la vez que se  distancia de los es tados nacionales modernos ,  la  Iglesia, sin  embargo, asume para sí, de un  m odoanálogo al de dichos es tados , la conciencia de ser una sociedad soberana en la que, no obs tante , el  sujeto último de talsoberanía no es el pueblo, s ino el Papa y la jerarquía que élencabeza. Por eso a la visión dualista de la  relación externa«Igles ia Catól ica-mundo moderno» corresponde, al  interiorm ism o de la Iglesia, una  acusada diferenciación entre el clero y el  laicado. Un laicado al que,  ante todo, incumbe aceptar dócilmente el don  salvífico administrado por la jerarquíaeclesiástica y  encarnarlo -s iempre bajo  la tutela de la jerar

q u í a - en los más diversos ámbitos de la  vida secular.

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11. H  RSI'I'CIIVAS V PRONÓSTICOS

I)) El . «LEITM OTIV» ESPIRITUAL: LA INTEGRACIÓNMEDIANTE LA SEGURIDAD Y LA OBEDIENCIA

El especial interés existencial de esta visión de la Iglesiareside en la integración: la Iglesia debe ofrecer, ante todo,unidad, seguridad y protecc ión. En medio de l pecaminoso

caos y la desconcertante diversidad de la plural sociedadmodern a , se desea y se pre tende que la Ig lesia sea -habl ando en sent ido f igurado- una «sól ida for ta leza», una «mansión de gloria», una «roca segura», un «signo de eternidad».Frente al mu ndo hostil y fugaz, la Iglesia debe reflejar la inmortalidad, la fuerza y el poder de Dios. Para ello necesitaunas est ruc turas y unas leyes f i rmes, un orden r iguroso,unas re lac iones de obedienc ia inequívocas y una inexcusable uniformidad en la vida eclesial. La imagen de Dios quesuele asociarse a todo ello es la de un Dios que -en el lenguaje de los salmos- actúa como «roca de refugio y alcázar

fuerte que me salva» (Sal 31 y 71), como «escudo de salvación y refugio seguro» (Sal 18), y también como Padre todopoderoso que todo lo gobierna y lo dirige.

Las figuras simbólicas más sobresalientes de esta espiritualidad eclesial son María y el Papa: María es invocada como Madre de Dios, Madre de los c reyentes y «Madre de laIglesia» que ofrece refugio; y es frecuente la tendencia aponerla por encima de la propia Iglesia, en lugar de integrar la en e l la como su «núcleo más puro» (H.U. von Bal t -hasar) o como su «protot ipo» (O. Semmelroth) . El Papa ,por su parte, con análogo afecto infantil , es venerado como«Santo Padre», es decir, como parábola de la solicitud pastoril y el poder protector de Dios.

Permítaseme c i ta r , como e jemplo de esta experienc iaespiritual de la Iglesia, un texto de gran valor li terario y espi r i tua l , tomado de los «Himnos a la Ig lesia» compuestospor la poetisa católica Gertrud von Le Fort en 1924. Nacida en 1876 en el seno de una familia de hugonotes reformados y educada como a lumna de Ernst Troe l tsch en e lprotestant ismo l ibera l, se convir t ió a l ca to l ic ismo en 1925,es decir, un año antes de que vieran la luz sus «Himnos a la

Iglesia», en los que, con un lenguaje inspirado en los Sal-

RECUPERAR  LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL  ... I 13

mos y en e l «Zara tust ra» de Nie tzsche , expresaba su fasc i nac ión por la f igura e te rna y supra te rrena de la ig lesia romana , f rente a l h istor ic ismo moderno que todo lo re la t iv i -zaba . Estos h imnos, que forman par te de los textosespir i tua les más conmovedores escr i tos sobre la Ig lesia ,manifiestan, sin lugar a dudas, la conciencia eclesial de importantes corr ientes ca tó l icas hasta comienzos de los añossesenta . He escogido e l cuar to h imno de la segunda par te(«Sant idad de la Ig lesia») x :

«Tus servidores llevan libreas que no envejecen, y tulenguaje es como el bronce de tus campanas.

Tus oraciones son como encinas milenarias, y tus salmos tienen el aliento de los mares.

Tu doctrina es como una fortaleza sobre un monteinexpugnable.

El eco de los votos que tú aceptas se extiende hasta elfinal de los tiempos, y cuando tú bendices, construyesmansiones en el cielo.

Tus bendiciones son como grandes signos de fuegoen las frentes, que nadie puede borrar.

Pues la medida de tu fidelidad no es la fidelidad humana, y en tus años no tiene cabida el otoño.

¡Tú eres como una llama constante sobre un remolinode cenizas

¡Tú eres como una torre en medio de la riada

Por eso tu silencio es tan ostensible en medio del estrépito de los días, que al atardecer se entregan a tu misericordia.

¡Tú eres quien reza sobre todas las tum bas Dondehoy florece un jardín hay mañana un erial, y donde alamanecer vive un pueblo pululan de noche los fantasmas.

¡Tú eres el único signo de lo eterno en esta tierra: todo cuanto tú no transfiguras lo desfigura la muerte »

8. G.  VON LE FORT,  Hymnen an die Kirche,  München 199022  (citado por la

edición de 1948\ 28).

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114 PERSPECTIVAS Y PRONÓSTICOS

Esta visión de la Iglesia muestra su vigor sobre todo ensituaciones en que ésta se encuentra socialmente en minoríao es perseguida por regímenes hostiles, porque entonces loscreyentes se unen en un marco cultural cerrado y relativamente homogéneo, preservando así lo que se denomina la

«sustancia (tradicional) de la fe» frente a las agresiones exteriores, como sucedió con la Iglesia Católica alemana durante la «Kulturkampf», en tiempos de B ismarck, y en parte también durante la dictadura nacionalsocialista, o comoha sucedido con la mayoría de las iglesias de la Europaoriental durante los más de cuarenta años de régimen comunista. Se trata de  la  visión de la Iglesia de los «ambientes católicos» que desde la primera mitad del siglo pasado,y frente a las interpelaciones de la Ilustración, ofrecieron ala fe católica una especie de «reserva protegida» que, sinembargo, a partir de mediados de la década de los sesentafue disolviéndose de manera incontenible, como ha sucedido también en la Europa del Este a partir de 1989.

c) EL  PELIGRO:  LA INCAPACIDAD DE DIÁLOGO

FRENTE A LA CULTURA DE LA MODERNIDAD

Al quedar desprovista de ese contexto social, tal espiritualidad muestra hoy muy claramente su debilidad, porque,en una sociedad pluralista y ampliamente secularizada, conduce inevitablemente a una ruptura de todo diálogo serio-caracterizado por la disposición a aprender y a cambiar-con otros grupos de distinta ideología, con otras religionesy con otras iglesias cristianas, contribuyendo así a que laIglesia se encierre en un «ghetto» social y se desentiendacada vez más de las transformaciones de la modernidad, ala que considera casi exclusivamente como algo negativo.El movimiento de apertura que el Concilio desencadenó enla Iglesia, que desde entonces se concibe a sí misma com o«Iglesia en relación» (con el Reino escatológico de Dios,pero también con el mundo secular, con otras religiones yculturas, con el ateísmo, etc.), no puede ser compartido por

semejante e spiritualidad ni por la eclesiología que de ella sedesprende. Y la razón teológica de ello radica, en último

RECUPERAR LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL ... 115

término, en la falta de comprensión  histórica de la fe y de laIglesia: por supuesto que ambas participan de la eterna yconstante fidelidad de Dios, pero sólo de un modo creatural,es decir, expuesto al cambio, al peligro, al pecado, a la búsqueda y a la incertidumbre. ¡Y lo mismo puede decirse de

las estructuras jerárquicas de la Iglesia

C)   La Iglesia como signo de esperanza

a) LA  VISIÓN DETERMINANTE  DE LA IGLESIA:

COMUNIDAD EN CAMINO HACIA EL REINO DE DlOS

Es precisamente en el último de los puntos mencionadosdonde se enmarcan las profundas correcciones hechas porel Concilio Vaticano n a la estrechez de miras y la parcialidad de la eclesiología de los últimos siglos, haciendo asíposible una experiencia eclesial que, por una parte, se remite de nuevo más explícitamente a los orígenes bíblico-pa-trísticos y, por otra, pretende responder más adecuadamente a la realidad de la Iglesia en el mundo moderno.

Esta espiritualidad eclesial postconciliar cristaliza cadavez con mayor densidad precisamente en las iglesias del llamado Tercer Mundo, sobre todo en las «comunidades debase» y en las «pequeñas comunidades eclesiales» de África, pero también en otras partes a lo largo y ancho del mundo , concretamente en una serie de nuevos movim ientos es

pirituales, en determinadas iniciativas renovadoras dentrode nuestras comunidades y parroquias, entre la gente joven,en las órdenes religiosas, así como en numerosas publicaciones teológicas y espirituales, etc., que propician abiertamente una experiencia creyente de la Iglesia como «com-munio», como «comunidad en la fe». Y a este respectohabría que destacar especialmente tres aspectos de dichaexperiencia espiritual de la Iglesia:

aa) En cuanto «pueblo peregrino  de Dios», la Iglesia esuna comunidad de hermanos y herm anas que, junto con to

dos los demás hombres «en quienes él se complace» (cf. Le2,14), está en cam ino hacia el Reino prometido de D ios. Ser

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116 PERSPECTIVAS Y PRONÓSTICOS

comunidad-de-la-esperanza-en-camino, en medio de la granfamilia humana y junto con ella, es lo que hace que paramuchos creyentes la pertenencia a la Iglesia sea cada vezmás motivo de gozo que de dolor9 . Es cierto que en esta visión de la Iglesia se percibe per fectame nte el peligro  de queésta pierda sus rasgos distintivos y acabe diluyéndose en el

anonimato, por lo que cada vez adquiere más importancia lacelebración com ún de la eucaris t ía como centro dond e convergen todos los caminos que conducen a l Reino de Dios ,porque es ahí donde la Iglesia se hace «Pueblo de Dios apartir del Cuerpo de Cristo»  1 0.

ab) La Iglesia se experimenta en todos los niveles comouna comunidad de pecadores  cuya debi l idad y cuya culpadeterminan la imagen visible de la misma, su «nivel» a lavez espiritual y humano, sus principales estructuras y realizaciones, en acusado contraste con su santidad, fruto exclu

sivo del Espíritu. Esta experiencia, vivida con humildad ysentido de la autocrítica por parte de la Iglesia, puede constituir un sólido dique frente a una conciencia demasiadotriunfalista de sí misma. Pero en este punto, naturalmente,también se dan sus peligros:  esa viva conciencia de la peca-minosidad de la Igles ia puede fáci lmente degenerar en unengañoso y despiadado afán crítico que trataría ante todo-bajo uno u otro s igno- de es tablecer una «Igles ia de lospuros».

ac) Debido al peso creciente de las iglesias en el hemis

ferio sur, hoy se manifiesta y se vive en todo el mundo lavocación especial de la Iglesia a la   solidaridad con los po

bres. A semejanza del «grano de trigo, que cae en la tierra ymuere», la Igles ia -e n diversos grado s , según las reg ion es-

9. M.  KEHL,  «Kirche für die anderen»:  Geist und Leben  49 (1976)  421  -434;cf. mons. W. KEMPF,  Für euch und für alie. Fastenhirtenkrief 1981, Lim-burg 1981; W .  BUHLMANN,  WO  der Glaube lebt,  F re iburg 1980;  ID.,  Welt-

kirche,  Graz 19881; J.   MOLTMANN,  Kirche in der Kraft d es Geistes,  M ü n -chen 1975; K.  RAHNER,  Strukturwandel der Kirche ais Aufgabe und

Chance,  F re iburg  1973 ' ;  L.  BOFF,  Und d ie Kirche ist Volk geworden,  D u s seldorf 1987.

10.  J.  RATZINGER,  Das ncue Volk Gentes,  Dusseldorf 19702.

RECUPERAR LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL ... 117

comparte cada vez más, incluso en la vida cotidiana, el destino de las innumerables víctimas de nuestra historia y delas actuales injusticias que la política perpetra tanto a nivelinternacional como a nivel regional o local. Con su solidaridad act iva y compasiva, es tá configurándose, en los másdistintos lugares y en las más diversas formas, como una

Iglesia entre los pobres y con los pobres, incluso como«Igles ia  de  los pobres», en la que los propios pobres estánpasan do a ser el principal sujeto de la acción eclesial. Cuan to más se generaliza en tod o el mu ndo esta forma de vivir la«communio», tanto más se convierte la Iglesia en una «parábola de la part ic ipación» (Taizé) en medio de una humanidad desgarrada. Así es como respon de hoy del modo má sfehaciente pos ible a su vocación de ser «sacramento universal de la salvación» (LG 4 8), es decir, del designio de vida, paz y justicia de Dios y su Reino. Por supuesto que también en este punto acecha un  peligro:  el de desvin cular elcompromiso social y político de la experiencia viva de la feen el Dios trinitario.

Para ilustrar esta espiritualidad, permítaseme citar aquíun pasaje del texto programático «Unsere Hoffnung»(«Nuestra esperan za»), aprobado en 1975 por el s ínodo interdiocesano de la República Federal A lemana de enton ces :

«En la comunidad de la Iglesia se realiza, a modo de primicia, la nueva creación (cf. Gal 6,15s). Esta nuestraIglesia es una comunidad de esperanza. Y la conmemo

ración del Señor, en la que celebramos juntos la presencia eficaz de su acción redentora "hasta que él vuelva",debe ser constantemente para nosotros y para el mundoen que vivimos la "mem oria peligrosa" de nuestra provi-sionalidad. La Iglesia misma no es el Reino de Dios, pormás que éste se encuentre "presente ya en ella como m isterio" (LG 3). Por eso no es una mera comunidad de creencias ni una asociación de intereses orientada al futuro.Su verdadera esencia le viene dada por el hecho de ser laobra y fundación de Jesucristo, cuyo Espíritu Santoconstituye el fundamento vivo de su unidad. Es éste, elEspíritu Santo del Señor glorificado, la fuerza más ínti

ma de nuestra absoluta confianza: Cristo en nosotros, es-

118 PERSPECTIVAS  Y PRONÓSTICOS RECUPERAR LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL ... 119

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peranza de la gloria (cf. Col 1,27). Por eso la comunidadde esperanza que es  nuestra Iglesia no es una  sociedadque deba replantearse constantemente su razón de ser; suforma comunitaria es la de un Pueblo, Pueblo peregrinode Dios, que se identifica y se  legitima por el hecho deque narra su historia como historia salvífica de Dios conlos hombres y celebra constantemente esta historia en laliturgia, de la que trata de vivir.

La vitalidad de este Pueblo y las experiencias de comunidad que en él tienen cabida dependen, sin duda, dela vitalidad de esa misma esperanza . Nadie espera para sísolo. La esperanza que nosotros profesamos no es, pues,una vaga y  difusa confianza ni un  optimismo existencialcongénito, sino que es tan radical y exigente que nadiepodría profesarla  por sí y para sí solo. De lo contrario,¿no  es cierto que al final no nos quedaría más que unamelancolía,  una desesperación apenas disimulada o unegoísmo ciego y egoísta? A treverse a esperar el Reino de

Dios significa siempre esperarlo para los demás, y sóloasí para nosotros mismos. Sólo cuando nuestra esperanza lo es para  los demás, es decir, cuando asume de improviso la forma y el dinamismo del amor y de la "com-munio", deja de ser una esperanza mezquina y medrosa ydeja de  reflejar nuestro desesperado egoísmo. "Sabemosque hemos pasado de la muerte a la vida porque amamosa los hermanos y hermanas. Quien no ama permanece enla muerte" (1 Jn  3,14)»".

b) EL «LEITMOTIV» ESPIRITUAL:

L A   C O M U N I C A C I Ó N H A CI A F U E R A  Y  H A C I A D E N T R O

A diferencia de lo que ocurría en el  primer modelo, aquíel primer plano lo ocupan  por igual  la  realidad social de laIglesia  y su  mis terio teológico.  Y es que, al  venerarse  aDios mismo sobre todo como «communio»  del  amor entreel Padre  y el  Hijo en el  Espíri tu Santo común  a a m b o s , seconcibe a la  Igles ia como parábola , como «sacramento» de

1 1 .  T o m a d o  de  «Unsere Hof fnung .  Ein  Bekenn tn is  zum  G l a u b e n  in  dieserZcit»,  en  G E M E I N S \ M F S Y N O D E  DER  B I S I I M E R  IN DER  B U N D E S R E P U B L I K

DEUISCHLAND  (Of f iz ie l le Gcsamtau sgabe) , Bd.  1:  Best hliissc  der  Vollver-

sammlung,  Freiburg  19897

, 99s.

esa «com m unio» . Por eso su  apariencia vis ible  (e  inclusosociológicamente d escript ible) no puede ser  a lgo meramente externo y secundario, s ino que debe ser expres ión p lás t i ca de su  contenido teológico. De ahí que el  contenido y laforma  de la  Iglesia  se  vean  en una  unidad inseparable:  laIglesia sólo es,  pues , verdadera «communio» en la fe  cuan

do en todos sus ámbitos se  hace realidad como espacio vital«com unica t ivo» de la fe. Lo que dis t ingue a  esta visión dela Iglesia es una enorme sens ibil idad con respecto a la debida conjunción entre teología de la  «com m unio»  y estilo devida comunicat ivo.

P o r eso  resul tan comprensibles  el sufrimiento  y las críticas de  muchos cris t ianos cuando las autoridades ecles iást icas re inciden  de  manera manifies ta  en  act i tudes  y  com por tam ien tos que se  c re ían supe rado s , porque  lo que  estárea lm ente  en j u e g o  es la credibi l idad  del  replanteamientoconciliar. Para mejor poder realizar esa deseada unidad entr e el con ten ido  y la  forma  de la « c o m m u n i o »  se  requiere-a diferencia de lo que ocurre con el  s e gu n d o m o d e l o - quea todos  los  cris t ianos que lo  deseen  y  sean capaces se lesgaran t ice ju r íd icam ente  la part ic ipación  en  todas  las  realizaciones  y en  todos  los p rocesos  de decis ión de la  Iglesia,porque  todos  los creyentes cons t i tuyen  el sujeto comunitario de la Iglesia;  y los cris t ianos convencido s de ello ya nopueden  ni  deben contentarse con el papel  de  meros «objetos»  de  quienes ofic ia lmente desempeñan  las  funcionesrectoras .

c) OPCIÓN DECIDIDA EN FAVOR DE ESTA

E S P I R I T U A L I D A D   E C L E S I A L

Estas t res dis t intas experiencias  y  opciones espir i tualesde  la  Iglesia  no  t ienen por qué  es tar i rreconci l iablementeenfrentadas  por causa de sus  respect ivos contenidos teológicos. Lo cual no  s ignif ica s implem ente , por lo dem ás , quedeban mostrarse mutua indiferencia . En mi op in ión , la actual situación de la Igles ia exige optar decidida mente por eltercer tipo de experiencia espir i tual , dado que el cam ino de

la Igles ia «comunicante» emprendido por el  Concilio sigue

12 PERSPECTIVAS  Y  PRONÓSTICOS RECUPERAR LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL ... 121

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siendo el más expedito para transmitir a la cultura de nuestro tiempo el gozoso y liberador mensaje de la fe. Es precisamente este programa de la   mediación positiva  lo queconstituye la novedad teológico-pastoral «definitiva», yobligada para nuestros días, del Vaticano n. Las otras dosexperiencias espirituales sólo conservarán su validez en la

medida en que estén abiertas a esta nueva visión espiritualde la Iglesia y se dejen relativizar por ella. Entonces también ellas podrán aportar de manera fecunda   su s  propiasperspectivas y su s correcciones a las posibles unilateralida-des de esta tercera experiencia, que ya desde su mismoplanteamiento está interesada en ser enriquecida y ampliadapor cualesquiera otras experiencias. Cuando así sucede, entonces la pregunta de Roger Schutz a la Iglesia, lejos de seruna pregunta retórica e irrespondible, se convierte en expresión de la esperanza, muchas veces ciertamente «contratoda esperanza»:

«Iglesia, ¿llegarás a ser el "pueblo de las bienaventuranzas", sin más seguridad que C risto: un pueblo pobre, que viva de modo contem plativo y creador de paz, que sea portador de la alegría y organizador de una fiesta liberadora parala humanidad, incluso a riesgo de ser perseguida por causade la justicia?» '2

2 .  Por un contacto personal con la situación presente

¿Cómo hacer que semejante espiritualidad eclesial arraigueno sólo en la cabeza, sino también en el corazón del creyente? ¿Cómo puede ayudar a cada uno de nosotros a hacerfrente a la grave situación actual de la Iglesia con la suficiente apertura y realismo como para poder descubrir enella huellas y motivos de una nueva esperanza? Porque loque ya no sirve de ayuda es refugiarse en lo espiritual, sinotan sólo una esperanza de hondas raíces espirituales y que a

12.   Taizé und das Konzil der  Jugend.  Vom eisten zum zweiten Brief an das

Volk Cotíes,  Freiburg L979

4

, 78.

la vez, en la práctica, tenga los pies en el suelo. Ésa es lafuerza que necesitamos para arrostrar la prueba del «extrañamiento» (tanto en el contexto de la evolución cultural como,  muy a menudo, dentro mismo de la Iglesia). He aquí algunas sugerencias personales al respecto:

A)  H acer con toda naturalidad lo que está mandado

Para empezar, hago mía una excelente propuesta de U lrichRu h  n : no es el esfuerzo obsesivo por ser moderno y eficaza toda costa y por estar siempre atento a las últimas necesidades de la gente lo que hace crecer la esperanza, sino elobservar, con fidelidad y naturalidad, las exigencias centrales de nuestra fe: la oración personal y comunitaria, la celebración de una liturgia sugerente y expresiva (aunque cadavez participen menos en ella), la lectura personal y comunitaria de la Biblia, el diálogo en orden a una plena comprensión de nuestra fe, la practica desinteresada del amor al prójimo, la motivación cristiana de la vida diaria y del trabajoprofesional... «El convencimiento de que los cristianos deberían, ante todo, hacer del modo más natural y desinteresado posible lo que la fe les ordena, sin estar mirando c onstantemente a derecha e izquierda en busca de aprobación, esalgo que podría y debería servir de liberación y de alivio. Talconvencimiento constituye una eficaz ayuda, tanto para noresignarse a las primeras de camb io ante la falta de éxitos visibles como para no incurrir en un excesivo activismo»  14.

Personalmente, suele servirme de ayuda el pasaje deRom 4,16-18: «Abraham, el padre de todos nosotros..., ante Aquel a quien creyó, el Dios que da vida a los muertos yllama a la existencia a las cosas que no son para que sean,creyó contra toda esperanza [¡con casi cien años ] y fue padre de muchas naciones». En este patriarca de nuestra fe sepersonifica toda la historia de la esperanza de Israel y de la

13 .  Cf. U.  RUH,  «Kc i n Grund z ur Re s i gna t i on» :  Heider-Korrespondenz  47(1993) 1-3; M.  KEHL,  «Ki rc he i n de r Fre mde »:  Stimmen der Zeit  211( 1 9 9 3 ) 5 1 6 - 5 1 9 .

1 4 . U .  R U H ,  <>p.  <; '( . , 3.

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Igles ia : una esperanza que espera contra toda apariencia ,contra todos los pronóst icos y probabil idades ; una esperanza en el Dios que resucita a los muertos, que una y otravez ha i rrumpido de modo s ignif icat ivo en la his toria desu Pueblo para «interrumpir» e l curso «normal» de losacontecimien tos y hacer brotar vida nueva incluso de t ron

cos muertos . ¿Por qué no ha de hacerlo también hoy en suIgles ia? ¿Confiamos verdaderamente en é l has ta ese punto? La actitud que hoy nos pide Dios es la de una confianza «desm edida» .

B)   Relativizar la Iglesia en relación al Reino de Dios

En cierta ocas ión, durante una homil ía , escuché en Tübin-gen una ingeniosa variante del conocid o dicho de Jesús enel sermón del monte (Mt 6,33): «Buscad primero e l Reino

de Dios y su justicia, y todo lo demá s, incluida la Iglesia, seos dará por añadidura». En efecto, ¡la Iglesia es un «añadido» al Reino de Dios Dond equiera que aboguem os en favor de que se haga realidad, sobre todo entre los pobres, eldesignio d ivino de paz, de justicia y de vida (y las ocasion esde hacerlo son infinitas, incluso fuera de la Iglesia institucional), allí empieza a crecer la Iglesia en su sentido original;  a l l í se congrega e l Pueblo de Dios , a menudo pequeñoe insignificante, pero lleno de vida y de esperanza. Y ello serefleja también en la Iglesia en general, que quizá, con elt iempo, modifique también de a lgún modo sus es tructuras ,

frecuentemente tan anquilosadas.Cuanto más consigamos todos relativizar la Iglesia en re

lación a l Reino de Dios , tanto más dejaremos de obses ionarnos angust iadamente por las i rregularidades y abusosque se dan en ella. En este sentido, la vida en comunidadcon disminuidos psíquicos que se practica en «El Arca», laobra fundada por Jean Vanier, tiene para mí una enormefuerza liberadora, porque esta parábola del Reino de Dios,que entra por todos los sentidos, me proporciona una y otravez la suficiente dosis de serenidad para hacer frente a

nuestra actual situación eclesial.

C)  No perder de vista las verdaderas dimensionesde la Iglesia universal

En todas partes - incluida la Igles ia , naturalmente- se dahoy una acusada tendencia a las comunidades pequeñas yabarcables. Lo cual está muy bien, y la Iglesia además ne

ces i ta urgentemente de ta les células vivas como espaciosvitales primarios de la fe. Pero cuando esta tendencia se hace unilateral, cuando pierde de vista y desdeña en exceso lacomunidad universal de la Iglesia, que es supralocal y su-pranacional , entonces conduce a un enorme empobrecimiento de lo específicamente «católico », es decir, de la conciencia eclesial universal. Aun cuando la forma concreta dedirigir la Iglesia universal les resulte hoy a muchos un tantoproblemática , no deberíamos por e l lo t ra tar apresuradamente de socavar el principio de la Iglesia como Iglesiauniversal . La Igles ia es una «comunidad de comunidades»

que vive fundamentalmente de la tens ión -muy a menudoconfl ic t iva- entre los pequeños grupos , las parroquias , lasdiócesis, las iglesias de ámbito nacional o continental y laIglesia universal. Es esta tensión la que puede impedir quenues tra perspect iva ecles ia l incurra en e l provincianismo(que es una de las mayores tentaciones de la Iglesia alemana) o en el nacionalismo eclesial, un peligro demasiado evidente hoy (sobre todo en Europa orienta l) . Y esa mismatens ión puede, a l mismo t iempo, hacernos percibir la inmensa riqueza espiritual y cultural de la Iglesia en los diversos países y cont inentes para , de ese modo, ampliar

nues tros horizontes y enriquecern os .

D)  Meditar sobre la Iglesia

Personalmente, yo he redescubierto además un viejo ejercicio espiritual de los Padres de la Iglesia: lo que hacían losPadres y las Madres de la Iglesia no era tanto reflexionar,discutir o razonar sobre la Iglesia, sino, sobre todo, meditarsobre ella. Es decir, interpretaban y saboreaban simbólicamente casi todos los textos de la Sagrada Escritura refirién

dolos a la relación entre Cristo y la Iglesia. Y yo intento

124 PERSPECTIVAS Y PRONÓSTICOS RECUPERAR LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL . . . 12 5

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imitarlos a mi manera, por cuanto que, al leer y contemplarla Biblia , me pregunto muy a men udo: ¿Q ué se dice en este punto de la Iglesia? ¿Qué imagen de la Iglesia se encierraen esta escena, en esta parábola, en este relato, en esta exhortación? De es te modo voy progres ivamente descubriendo posibilidades de la Iglesia cada vez más profundas, más

bel las ,  más prometedoras, que, a la vez que me desvelan dealgún modo su «misterio», me reconcilian también cada vezmás con su realidad.

Algunos  ejemplos  de tales «meditaciones sobre la Iglesia»: el Cardenal Cario M . Martini ha interpretado muy acertadamen te el relato de las bodas de Cana (Jn 2,1 -11) en relación a la Iglesia actual ,5 . «No tienen vino»: ¿por qué se nosagota hoy tan rápidamente el vino -es decir, la «alegría delEvangelio»-, dando a menudo la impresión de que la Iglesiatiene más que ver con un velatorio que con una boda? ¿Será

porque nuestras innumerables y constantes actividades organizativas nos dejan sin resuello? ¿O será que muchas denuestras estructuras están tan «petrificadas» como las vasijasvacías de Cana? «Haced lo que   él  os diga»: la chispa de laalegría producida por la fe sólo podrá saltar y prender en elinmenso número de fatigados e indiferentes si nos atenemosa lo que diga Jesús, encarnación de la solidaridad de Dios p ara con sus criaturas; si vivimos abierta y desp reocup adame nte su testimonio de la filantropía y la human idad de Dio s.

Fijémonos también en la resurrección del hijo de la viuda de Naím (Le 7,11-17), donde podemos ver cómo la Iglesia   llora  a sus hijos «muertos», en lugar de arrojarlos fuerade sí y «borrarlos de la lista», y cómo Jesús se deja afectarpor ese llanto y toca con sus manos también a los «muertos» ,  derribando las fronteras entre miembros «vivos» y«muertos» de la Iglesia, y resucita a los muertos para devolvérselos a su «madre», encomendándoselos de nuevo aella para que vele por esa nueva vida de sus «hijos» y nopermita que se pierdan.

15.  Cf. C.M .  MARTINI,  Was er euch sagt. Leben aus der Freude des Evange-

liums,  Frciburg 1989.

O contemplemos la curación de la mujer encorvada en las inagoga (Le 13,10-17): ¿qué c lase de «demonios» a tormentan a la Iglesia para que ésta ande encorvada y no pueda ya caminar erguida, llena de vitalidad y de alegría?¿Acaso ya no oye cóm o la l lama Jesús? ¿Acaso ya no s iente la cercanía de las manos sanantes de Jesús en su propia

palabra, en sus constantes y eficaces signos salvíficos, enlos más pequeños de sus hermanos y hermanas , en la comunidad congregada en su nombre? ¿O deberá quizá reconocerse más bien en el jefe de la sinagoga, que se indignapor la libertad y la humanidad de Jesús?

Esta forma de meditación bíblica sobre la Iglesia apenastiene peligro alguno de hacernos soñar con una imagen idealizada y espiritualista de la Iglesia. Al contrario, no es másque otra manera -bas tante sa ludable , por c ierto- de re la t i -vizarla. La forma institucional de la Iglesia no es toda la

Iglesia, la cual tiene bastante más sentido, más perspectivasy potencial de esperanza que ofrecer de lo que podemospercibir a primera vista. Lo de que «sólo se ve bien con elcorazón» es también aplicable a la Iglesia, tanto en cuantosujeto como en cuanto objeto.

E )  Conservar la franqueza para manifestar el desacuerdo

Una actitud verdaderamente espiritual y responsable frentea la situación de la Iglesia, lejos de hacernos mudos o pasi

vamente dóciles, servirá para que se reactive plenamente enla Iglesia la vieja virtud bíblica de la franqueza precisa men te a l l í donde determinadas ins t i tuciones o individuos , grupos o autoridades ecles iás t icos parecen no respon der, o nohacerlo más que a medias , a su mis ión de hacer t ransparente hoy a Jesucristo y su Evangelio liberador. Precisamenteen es tos momentos , cuando «desde arr iba» se fomenta e ldistanciamiento frente a las legítimas interpelaciones de lamodernidad -con lo que la Igles ia re trocede inequívocamente a posiciones anteriores a los intentos renovadores deJuan xxni y del Vaticano n-, no debemos dar la impres ión

de que cedemos al miedo y a la cobardía. De lo contrario,

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dejaremos a solas con sus decepciones y sus heridas a demasiados cristianos que se inspiran en el Concilio y en laactitud de éste frente a la modernidad y añoran un nuevoclima en las relaciones intraeclesiales. Con lo cual, no seríade extrañar que, dentro de unos años o decenios, también anosotros nos reprocharan: «¿Por q ué cal las teis entonces?»

Pero nues tro pos ible desacuerdo debería formularse enun lenguaje que apunte a la   reconciliación  y no utilice lapolémica y las imputaciones para ahondar aún más las diferencias entre las diversas corrientes y orientaciones; un lenguaje que, en lugar de herir los sentimientos religiosos delotro ,  trate de comprenderlo y de descubrir el núcleo de verdad que puede tener su manera de pensar. A es te resp ecto,permítaseme ci tar de nuevo a B. Rootmensen , que, pasandorevista a su compromiso dentro de la Iglesia en los años sesenta y setenta, escribe: «. . .en tercer lugar, se cometía el

error de creer en el poder de convicción de la polémica ypensar que con ella siempre triunfaría el bien y saldría derrotado el mal. Por supuesto que pueden darse diferenciasde opinión, y tampoco hay nada que objetar al hecho de quese emplee toda la agudeza posible a la hora de discutir; pero la idea de que basta con polarizar suficientemente la discusión para que se imponga la propia verdad ha demostradoser una ilusión»   l6. En cambio, un lenguaje que apunte a lareconciliación es perfectamente capaz tanto de llamar a lascosas por su nombre y de discernir los espíritus (de distinguir adecuadamente, por ejemplo, entre el poder espiritual y

el abuso político de poder en la Iglesia) como de restablecerel diálogo entre las posiciones más inmovilistas. Dicho lenguaje dispone de un modelo de referencia muy real: el estilo de la comunidad de Taizé y de su prior, Roger Schutz, enel que resulta perfectamente visible la atrayente imagen deuna Iglesia reconciliada y reconciliadora.

16.  B .  ROOTVIENSEN,  Vierzig Worte in der Wüste,  Dusse l do r f 1991 , 174 .

F)   No subestimar el poder de la paciencia

Como contrapunto a la franqueza de la que acabo de hablar, quisiera referirme a otra virtud de raíces igualmentebíblicas: la virtud de  Impaciencia.  Porque ¿cómo debe comportarse uno cuando fracasan todos sus esfuerzos, por bien

intencionados que sean; cuando la chispa no acaba de saltar,por mucho entus iasmo que s ienta uno por e l Evangel io;cuando todos los intentos de diálogo, tanto hacia dentro como hacia fuera, no tienen el menor éxito, por más comunicat ivo que quiera uno mostrarse? Es és ta una experienciaque nos toca hacer cada vez más a menudo. Quis iera presentar aquí brevemente dos hermosos textos de la gran tradición espiritual de nuestra Iglesia que a mí me han servidode gran ayuda a este respecto.

El primero es de Madeleine Delbrél (1904-1964), esa

mística francesa que en los años cuarenta y cincuenta, enmedio de un mundo obrero absolutamente d escris t ianizado,desempeñó un importante papel espiritual y humano en elmovimiento de los «curas obreros». Cuando es te movimiento fue prohibido por Roma en 1953, ella intentó ayudar, depalabra y por escrito, a superar tan dolorosa situación desdela fe. En una de sus cartas a los curas en cuestión, utiliza laimagen del parto para ilustrar lo penosos que son los procesos de renovación y revitalización en la Iglesia:

«Tengo miedo de que vosotros, como una mujer que nosupiera que se pare con dolor, que no comprendiera porqué éste tiene que ser tan desgarrador y tratara de bloque arlo, sin saber que el dolor que a ella le dilacera es el quepermite nacer a la criatura..., tengo miedo - di go - de que,al igual que esa mujer, pretendáis retener en vosotros elencargo misionero. Mientras el niño está en el vientre dela madre, está en el cuerpo de una persona adulta, y el nacer significa para él hacerse pequeñ o y débil...; pero parahacerse adulto primero hay que ser esa pequeña criatura.Y es esa criatura, ese hombre nue vo, lo que los demás esperan de vo sotros, no la persona adulta que sois. Si el encargo misionero no nace de vosotros con dolor, no pasa

rá de ser... un feto muerto que la mujer lleva en su vientre.

RECUPERAR LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL . . . 12 9

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128 PERSPECTIVAS Y PRONÓSTICOS

En mi opinión, la Iglesia siempre nació de este modo,en todos los tiempos y siempre la misma. Ha sido siempreel mismo com bate el que ha aniquilado a los santos, quehan sido llamados siempre a ser fecundos: si permitíanque lo que había crecido en ellos saliera afuera pobre e indefenso, pequeño y humillado por las convulsiones de la

obediencia -crueles y sangrientas, pero orgánicamenteneces arias-, en tonces la Iglesia de Cristo volvía a venir almundo. Otros, en cambio, igualmente llamados a ser fecundos, al no saber reconocer las leyes de la vida, las hanconfundido con los dolores de un cuerpo enfermo, por loque Cristo no ha podido abrirse paso a través de ellos»  l7.

Tiene razón Madeleine D elbrél: si el comprom iso en favorde los necesarios cambios estructurales no se alimenta de lapaciencia contemplativa de un amor casi místico a Cristo y asu Iglesia, a la larga quedará infecundo. «Lucha y contemplación» (Taizé), «resistencia y sumisión» (D. Bonhoeffer),son para el creyente las dos caras de una misma moneda.

El segundo texto , que ha l legado hasta nosotros en unvie jo manuscr i to f lorent ino, se remonta a san Franc isco deAsís , e l cua l , hablando con e l hermano León, indaga la ra zón de la «verdadera alegría»:

«Cierto día, el bienaventurado F rancisco, estando en Santa María de los Angeles, llamó al hermano León y le dijo:

-Escribe, Hermano León.

-Éste le respondió:

-Ya estoy listo.-Es cribe - le dijo-, dónde ésta la verdadera alegría: lle

ga un mensajero y dice que todos los maestros de París hanentrado en nuestra Orden. Escribe: "No está ahí la verdadera alegría". Y también que han venido a la Orden todoslos prelados ultramontanos, arzobispos y obispos, e incluso el rey de Francia y el rey de Inglaterra. Escribe: "No está ahí la verdadera alegría". Igualmente, que todos mis hermanos han ido a los infieles y han convertido a todos ellos

17.  Ci t a do se gún A.  SCHLEINZER,  Die Liebe ist unserc einzige Aufga be. Das

Lebenszcugnis yon Madeleine Delbrél,  Ostf i ldern 1994, 248s.

a la fe. Adem ás, que he recibido yo de Dios una gracia tangrande que curo enfermos y hago muchos milagros. Te digo que en todas estas cosas no está la verdadera alegría.

-Padre, te ruego, en nombre de Dios, que me digasdónde está la verdadera alegría.

-Figúrate que regresamos ahora de Perugia empapadosde la lluvia, helados de frío, cubiertos de lodo y desfalleciendo de hambre, que llamamos a la puerta del conventoy viene el portero incomodado y pregunta: "¿Quiénes soisvosotros?" Y diciendo nosotros: "Somos dos hermanosvuestros", responde él: "No decís verdad, sois dos bribones que andáis engañando al mundo y robando las limosnas de los pobres. ¡Marchaos de aquí "; y no nos abre, ynos hace estar fuera bajo la nieve y la lluvia, sufriendo elfrío y el hambre hasta la noche. Si toda esta crueldad, injurias y repulsas las sufrimos nosotros pacientemente, sinalterarnos ni murmurar, pensando humilde y caritativa

mente que aquel portero conoce realmente nuestra indignidad y que Dios le hace hablar así contra nosotros, escribe,¡oh hermano León , que en esto está la perfecta alegría.

Y si, perseverando nosotros en llamar, sale él airado ynos echa de allí con injurias y a bofetadas, como a unosbribones importunos, diciendo: "¡Fuera de aquí, ladronzuelos vilísimos; id al hospital, que aquí no se os darácomida ni albergue "; si nosotros sufrimos esto pacientemente y con alegría y amor, escribe, ¡oh hermano León ,que en esto está la perfecta alegría.

Y si noso tros, obligados por el ham bre, el frío y la no

che,  volvemos a llamar y suplicamos, por amor de Diosy con grande llanto, que nos abran y m etan dentro, y él,más irritado, dice: "¡Cuidado que son importunos estosbribones ; ¡yo los trataré como merecen ", y sale afueray, asiéndonos por la capucha, nos echa por tierra, nos revuelca entre la nieve y nos golpea con un palo; si nosotros llevamos todas estas cosas con paciencia y alegría,pensando en las penas de Cristo bendito, las cuales nosotros debemos sufrir por su amor, escribe, ¡oh hermanoLeón , que en esto está la verdadera alegría»  18.

18. FRANCISCO DE ASÍ S.  «F l o re c i l l a s» , c a p . VI I , e n  Escritos c ompletos y bio

grafías de su época,  BAC,  Madrid 1945. 107s.

130 PERSPECTIVAS Y PRONOS ICOS

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Llamar por tres veces a la puerta de los hermanos y queéstos, adem ás de no recono certe, te insulten y te rechac en.. . :soportar todo eso con paciencia y sin enojarse es para Francisco la verdadera a legría . ¡Cuántas veces l lamamos nosotros a la puerta de nuestra propia casa, la Iglesia, para exponer s iempre e l mismo ruego, y cuántas veces nos despiden

sin haber logrado nuestro propósito, y quizá incluso haciéndon os objeto de desaires y de malo s tratos. . . En no amargarse ni endurecerse por ello, sino conservar la paciencia,radica, de hecho, el secreto de una alegría inquebrantable,por mucho que sea lo que debamos soportar.

No conviene olvidar, sin embargo, que la paciencia estambién una virtud que se presta fácilmente al abuso. Poreso no debe en modo alguno ser recomen dada a  otros  com oconsuelo que haga a l imentar vanas esperanzas en s i tuaciones insostenibles; ni se debe suplir con ella el enojo que

producen ciertas situaciones injustificables y escandalosas;ni debe emplearse en ningún caso com o coartada para jus t i ficar los pecados de omisión.

Veamos lo que a este respecto escribe Hans Schaller:

«La paciencia no es una virtud de las personas de carácter pasivo y bonachón que, a falta de energía y de ima ginación, simplemente se conforman resignadas con la íne-vitabilidad de una situación triste e irremediable. No, loque la paciencia pretende, en último término, es impedirque nada ni nadie destruya la confianza básica interior, laalegría del corazón. La paciencia ayuda a mantenei la es

peranza y la alegría de vivir."Ser paciente significa, co mo dice J. Pieper, no dejar

se robar la transparencia del alma por las heridas sufridasal hacer el bien. La paciencia no excluye una actividadenérgica y emprendedora, sino única y exclusivamenteun corazón triste y desorientado... La paciencia no tienepor qué i enejar una vida hecha pedazos y llena de lágrimas.  La paciencia es la quintaesencia de una depuradainvulnerabilidad interna"» '9.

19 H Se H M i TR,  «Unt c r ve rha nge ne m H i mmc l » e n  Pasto) alblatt  47 (1995)

289s

7Perfil de una Iglesia

en transformación estructural

En este último capítulo quisiera modestamente intentar daruna respuesta a la pregu nta que sirve de título al presente libro :  «¿Adonde va la Igles ia?» Más que sueños o vis ionesecles ia les (por indispensables que sean para no perder devista el «gran proyecto»), lo que pretendo ofrecer son algunas hipótes is y sugerencias real is tas que permitan vis lumbrar los posibles perfiles de una Iglesia del futuro; y lo haré siguiendo las líneas que ya empiezan a esbozarse endeterminados procesos actuales . (Naturalmente , e l lo depende en gran parte del supuesto de que la evolución política yeconómica de Europa en los próximos años y decenios nosufra ningún tipo de cambios revolucionarios ni cataclismosbélicos). Sin lugar a dudas, la evolución cultural y, juntocon ella, la concien cia de los valores, el sentido religioso , laaceptación general del cristianismo eclesial, etc. , va a versesometido todo ello a muchas oscilaciones. Pero, teniendo en

cuenta la situación de creciente subjetivización y pluraliza-don (precisamente en lo re l igioso) que tanto t iempo l levamos viviendo, me parece sumamente improbable que ennues tras modernas sociedades europeas vuelva a general i zarse una religiosidad de cuño eclesiástico semejante a laque precedió a l l lamado «impulso modernizador». Y esque ,  aun cuando las ambivalencias de la actual mental idadcultural impregnen cada vez más la conciencia general,mientras no repercutan de un modo claramente contraproducente en el bienestar económico de la gran mayoría o enla paz política y social, no es de esperar que se produzca un

cambio de mental idad y de comportamiento en gran escala .

132 PERSPECTIVAS Y PRO NÓSTICOS PERFIL DE UNA IGLESIA EN TRANSFORMACIÓN . . . 13 3

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Si es as í , no podemos dejar de preguntarnos : ¿Para quédebemos es tar preparados a largo plazo? ¿Qué previs ionesy proyectos debemos hacer y dónde tenemos que poner e lacento?

1.  «M edios tendenciales» disgregadores en la Igles ia

Al igual que en la sociedad en general se desarrollan aisladamente determinados «medios vivencial is tas» y que es táncada vez menos abiertos unos a otros, es del todo previsibleque también en la Iglesia Católica (lo mismo que en el judaismo y en e l protes tant ismo modernos) surjan, cada vezcon mayor vigor, muy dis t intas corrientes y orientacionesteológico-ecles ia les que habrán de cris ta lizar en d eterminadas formaciones socia les cuya comunicación recíproca resultará más difícil aún de lo que lo ha sido hasta hoy. A mimodo de ver, un rasgo distintivo y determinante de tales«medios tendenciales», que se definen más personal que lo-calmente, radica sobre todo en la distinta postura que adoptan fundamentalmente frente a la actual fase de la modernidad cultural; una postura de la que depende necesariamenteel lugar que se asigna a la Iglesia en dicha cultura.

Así, por ejemplo, no sólo seguirá creciendo el número deaquellos creyentes en los que predomina la tendencia a   de -

monizar  la modernidad, sino que dichos creyentes se atrincherarán más que nunca en formas de comunidad y s is te

mas de comunicación que serán autént icas «ciudadelas», afin de preservar y reforzar su identidad cristiana precisamente acentuando el contras te frente a la modernidad (ytanto más , naturalmente , frente a la «Igles ia moderna»).Con ello es absolutamente inevitable que surjan estructurasde tipo sectario, es decir, «iglesias dentro de la Iglesia», cuya integración en la iglesia  local  (no tanto en la universal)será extraordinariamente problemática y cuyo influjo en losprocesos y decis iones ecles ia les es ya hoy, desgraciadamente , mucho may or que su importancia real , tanto cuant i

tativa como teológico-cualitativa. «Por parte de la Iglesia,

sería sumamente importante que, en lugar de marginar innecesariamente a tales medios, tratara de ver también lo quede subjet ivamente verdadero puede quizá art icularse ene l los,  pero sin permitir en ningún caso que sean ellos quienes determinen el "orden del día" y sin temer, por lo demás,discut ir con e l los objet ivamente -en la medida de lo pos i

ble-  los asuntos que sea preciso» (K. Nient ie dt) ' .En una dirección muy dis t inta , probablemente se difun

dan también dentro de la Igles ia Catól ica c iertos medios ocorrientes mucho más abiertos al influjo de una espiritualidad   evangélica  o pentecostal  y que precisamente por e l loapuestan por la confrontación directa del anuncio cristianocon la modernidad. A muchos de e l los les parece un rodeosuperfluo o un esfuerzo absolutamente inútil la búsqueda depuntos d e contacto concre tos de la fe cris t iana con n ues tracultura. Teniendo en cuenta el elevado grado de desorienta

ción religiosa y las formas nada convencionales de liturgiay de predicación que se practican en tales medios y que responden a una mental idad re l igiosa vivencial is ta , s in dudapodrán ofrecer un nuevo y acogedor refugio en la fe cristiana a mucho s de nues tros contemporáneos (sobre todo jóvenes) que ans ian seguridad re l igiosa . En es te punto, muchodependerá de que los responsables de tales grupos estén dispues tos y sean capaces de pract icar un «discernimiento deespír i tus» ecles ia lmente vinculante . De lo contrario, también en es ta «escena» adquiri rán progres ivamente carta denaturaleza los medios pietista-sectarios.

El espectro más amplio y variopinto seguirá ofreciéndolo aquel la corriente ecles ia l que, debido c iertamente a suelevado promedio de edad y al hecho de que su situación deminoría socia l resul ta cada vez más percept ible , tenderá aser , en conjunto, más conservadora , aunque fundamentalmente abierta (en el sentido del Vaticano n) a un   enfrenta-miento dialogante  con la mod ernida d. Me refiero, concreta -

1.  K.  NIENTIEDT,  «Ge fürc h t e t , übe r sc há t z t , da moni s i e r t . Re c h t skonse rva t i veGrupp i e runge n i m de u tsc he n Ka t ho l i z i smus» , e n ¡lerder-Korespondenz  4 9(1995) 477-482 (482); cf . W.  BEINERI'  (Hg . ) , Katholischcr Fundamentalis-

mus,  Rc ge nsburg 1991 .

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mente, al sector de «centro» católico, cuyo «ancho de banda»,  por lo demás, es bastante amplio, puesto que va desdela pos tura de acercamiento prudentemente escépt ico has tala de convergencia programática entre valores cris t ianos ymodernos (e incluso «postmodernos»). Mientras que en e lespacio geográfico de una misma parroquia es tas dis t intas

acentuaciones se mezclan más o menos o coexisten (pacífica o bel igerantemente) , fuera de ese ámbito, s in embargo,dan lugar a otras formas de comunicación como , por e jemplo ,  publicaciones , seminarios , cursos de recic la je espir i tual, encuentros de oración, proyectos sociales o políticos,via jes organizados con f ines re l igiosos , peregrinacionesetc.,  en los que se encuentran en cada caso grupos de unadeterminada «tendencia» que se apoyan mutuamente en sumanera de entender la Iglesia. Allí donde la disposición dialogante hacia fuera (con la cultura moderna) se corresponda

con la disposición dialogante hacia dentro (con toda la Iglesia),  será donde más fácilmente podrá producirse la integración en formas de vida eclesial comunes y en respuestasigualmente comunes a los desafíos culturales concretos. Encambio, donde más difícil de lograr me parece esto es enaquellos medios donde, por muy decidida que sea la voluntad de pertenecer a la Iglesia Católica y de comprometerseen ella, se da un sentimiento anti-institucional tan fuerte quela percepción y el juicio crítico de todo cuanto tenga quever con la Iglesia «oficial» se convierte p ráctica men te en elnúcleo de su autodefinición como cristiano e incluso de su

concepción general de lo que es el cristianismo.Teniendo en cuenta que estos procesos de diferenciación

parecen ser imparables, la tarea de quienes tienen encomendado (a cualquier nivel) el servicio a la unidad y la dirección de la Iglesia resultará cada vez más exigente, porque lo que dijimos en general en la Primera Parte acerca delcristiano como «explorador de medios» dentro de la moderna «sociedad vivencial is ta» es , una vez m ás , extens ible demanera específica a los encargados de dicha tarea: son ellosquienes, invirtiendo las energías que haga falta, deben de

sempeñar ese servic io de puente y de integración también

dentro   de la misma Iglesia, para que el «etnocentrismo delmedio» no desborde al menos los límites eclesiales. La vieja imagen del «pas tor» s igue s iendo, pues , plenamente actual incluso en es tos t iempos «postmo dernos».

2 .  Una tendencia crecientea las comunidades «con perfi l»

Sobre la base de la movilidad social, que para muchas personas conlleva una diferenciación real entre, por una parte,la vivienda y, por otra, el espacio vital (escuela, lugar detrabajo, espacios de ocio y divers ión, centros co mercia les ,etc.),  probablemente no haga s ino acentuarse aún más unatendencia frente a la que no pod emo s adoptar ni una pos tura meramente defens iva ni una act i tud de aceptación entusiasta. Me refiero a la concentración de la vida espiritual ycomunitaria , o bien en aquel las comunidades parroquialesque -por su situación geográfica, su dotación personal y sutradic ión- poseen un perfi l c laramente definido, o bien encentros de espir i tual idad análogos (monasterios y conventos,  casas de e jerc ic ios y de formación, nuevos movimientos espirituales, centros de peregrinación, etc.). A la larga,la vida de la Iglesia se expresará más en esa especie depuntos de cristalización   que en el clásico sistema reticularde parroquias y arc ipres tazgos . Es te s is tema s igue teniendociertamente su sent ido (sobre todo para creyentes que, por

diversas razones , no pueden gozar de tanta movil idad); pero cada vez será menor e l número de parroquias que, aparte de ofrecer unos ciertos servicios litúrgicos y pastoralesbás icos , es tén en condiciones de ser una especie de hogaren la fe para los más diversos grupos y generaciones dec reyen tes 2 .

La consecuencia será que las personas para quienes la fesiga siendo mereced ora de una cierta inversión de tiempo, de

2.   Cf. M.  KEHL,  «Wohi n ge h t d i e Ki rc he ? » :  Stimmen der Zeit  213 (1995)

147-159 .

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actividad y de compromiso, preferirán cada vez más acudirallí donde n o se sientan infrautilizadas y consideradas comouna «reserva de emergencia», sino donde puedan saciar suhambre de comunidad viva y de alimento espiritual para elalma y para los sentidos. Estoy pensando fundamentalmenteen ciertas comunidades donde se presta una especial aten

ción al mundo de la familia y de la infancia y se celebran misas familiares y juveniles normalmente caracterizadas poruna numerosa concurrencia y una alta participación; peropienso también en com unidades en las que se practica una liturgia para adultos a la vez entrañable y exigente (en cuantoa la música, la participación, y la calidad de los textos de lasoraciones y de la predicación); o en parroquias y centros conuna religiosidad que cultiva de un modo connatural la sensibilidad católica tradicional; o en comunidades y grupos detalante carismático; o en comunidades y movimientos queoptan abiertamente por una determinada impronta artística,social o política; etc. Tales comunidades podrán ser centrosde atracción cuyo influjo trascienda en mucho mayor medida que hasta ahora los límites parroquiales; un influjo que seexpresa no sólo en la numerosa afluencia -ocasional o regula r- de fieles a sus celebraciones dominicales, sino, sobre todo , en su capacidad de ser lugar de referencia acogedora para personas que deseen asumir en ellas (lejos de sucomunidad local de origen) compromisos a largo plazo.

Ahora bien, es evidente que esta evolución conllevagrandes peligros que quisiera mencionar brevemente: el fomento de una mentalidad religiosa exigente y vivencialista;una mayor presión en orden a la eficacia y a la comp etenciaentre las parroquias o las comunidades; la dependencia dedeterminados y muy activos grupos elitistas o dirigentescon una acusada personalidad; la debilitación de numerosasparroquias de tipo medio; etc. Sin embargo, ante esta tendencia, que es innegable y que ciertamente no podemos reprimir, pienso que deberíamos adoptar una postura no meramente defensiva, sino realmente creativa, para así poderreaccionar más adecuadamente que hasta ahora frente a la

nueva situación social de la fe.

La  ventaja  de esta evolución podría consistir, por ejemplo, en que el carácter «cooperativo», tan ponderado actualmente, de la pastoral y del gobierno de la comunidad no estuviera únicamente en función de los condicionamientosintraeclesiales (escasez de personal, envejecimiento de lasestructuras parroquiales y diocesanas, e tc.), sino sobre todoen función de las exigencias extraeclesiales, es decir, culturales. Ello supone que, tanto en el mundo urbano como enel mundo rural, debemos planificar a mucha mayor escala ycon mucha may or amplitud de horizontes, procurando concretamente que dentro de un determinado ámbito cultural seden los suficientes centros de gravedad personales y temáticos,  con los distintos perfiles espirituales y pastorales queconsideremos aceptables y convenientes. De este modo, laIglesia podría volver a ser experimentada por todos comouna red de lugares vivos de encuentro cristiano que contri

buyeran de manera significativa a atajar el implacable proceso de desertización3.Si este pronóstico es exacto, tal evolución significa un

enorme  reto para la mayoría de nuestras parroquias (y susresponsables), que tendrán que aprender a renunciar a unaextendidísima y profundamente arraigada mentalidad depermanencia   («Nuestra parroquia debe seguir existiendo atodo trance tal y como siempre ha existido, por muy pocosque sean los que se interesen por ella»). A la larga, semejante «inmo vilismo desde abajo» no conduce sino a un «ca-pillismo parroquial» cada vez más mezquino y cicatero,preocupado casi exclusivamente de sí mismo e incapaz deirradiar prácticamente nada del gozo de vivir y de creer, como un horno que no se calienta más que a sí mismo. Ciertoes que una buena vida parroquial no depende ante todo delnúmero de los que toman parte en ella; pero entre nosotrosa las parroquias les está ocurriendo lo que a bastantes comunidades religiosas, hospitales, escuelas, hogares infantiles u otras instituciones de la Iglesia: cuando los miembros

3.   Para una serie de est im ulan tes suge rencia s concr etas en relación con estaconcepc ión coop era t iva e innovadora de comunidad, c f. K .  KUGLER,  «Stat tKi rche - S tadtki rchc»:  Pastoralb latt Al  (1995) 305-312 y 339-345.

138 PERSPECTIVAS  Y PRONÓSTICOS PERFIL DE UNA IGLESIA  EN TRANSFORMACIÓN ...  1 3 9

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del «núcleo» responsable bajan de un c ierto número y hansuperado una cierta edad, la vitalidad y la energía misionera decrecen de un modo absolutamente natural . Y antes deque aún más personas de las generaciones joven y media ,por muy interesadas que estén en el cristianismo, se desent iendan de nues tras igles ias , a menudo tan grandes como

vacías , deberíamos hacer todo lo pos ible por ampliar nu estro radio de acción, cooperando «des interesadamente» conotras parroquias para que, por e jemplo, en  un  lugar centralpue da florecer la pastoral infantil y juv enil , u organ izand oen determinados do mingos y f ies tas (Pen tecos tés , vacaciones de verano.. .) tan sólo una o dos celebraciones eucarísti-cas bien organizadas (y es de sospechar que concurridas)para varias parroquias; etc. 4 Es éste un proceso sin duda doloroso para muchas parroquias en parte envejecidas y cuyosresponsables tampoco suelen ser los más jóvenes ; pero esun proceso necesario que exige voluntad y decisión; y si no

se da esa auto-re la t ivización y esa auto-renuncia , me temoque regiones enteras en Europa Central (tanto rurales cornourbanas) acabarán siendo a la larga, por lo que toca al cristianismo, víctimas de la «sequía».

Que es ta evolución, en principio, tampoco se puede detener ampliando el equipo cualificado en las parroquias, meparece evidente, como lo demuestra la situación más precaria aún de muchís imas parroquias evangél icas bien dotadasde personal. Esta comparación es legítima, ya que las diferencias confesionales en cuanto a la participación en la vidaeclesial seguirán nivelándose. Por razones tanto teológicascom o pasto rales, yo abogo abiertam ente por una flexibili-zación de los requisitos para la ordenación en la Iglesia, yaque al «inmovilismo desde abajo» le corresponde a este respecto un «inmovil ismo desde arr iba» no menos pel igroso 5 .

4.   La objeción de que esto apenas puede exigírseles ya a las personas mayores es muy relativa, De hecho , en todas partes se están organizando «servicios volantes», tan absolutamente lógicos y naturales para las comunidades de la diáspora. Querer es poder...

5.  En el caso de que esta inmovilidad perdurara indefinidamente, será sobrelodo el ministerio sacerdotal, sujeto a tantas restricciones para ser conferi

do, el que acabará siendo cada vez más «rara avis» en Europa y, por lo tan-

Pero el sentido de tales cambios estructurales en la Iglesiano puede consis t i r s in más en que todas las parroquias actualmente exis tentes s igan «cocinando» todos los menúspastorales habituales en un fuego tan pequeño. De lo que setrata es, más bien, de evitar que la Iglesia se agote y se envejezca en su pastoral y en sus dirigentes y sea capaz de en

frentarse creativamente a la actual situación cultural. Loque neces i tamos son más jóvenes , tanto mujeres comohombres , tanto casados como sol teros , que ocupen pues tosde responsabilidad y que, con un derroche de fantasía y deentusiasmo, acompañen a los creyentes en la transición hacia una nueva época de la vida comunitaria eclesial.

3 .  La creciente as imetría entre miem bros act ivose inact ivos: urgencias y oportunidades

de la pastoral sacram ental

En el marco de la disolución de los «medios confesionales»(véase el apartado 3 del cap. 2), nos hemos topado ya con elfenómeno, cul turalmente condicionado y socia lmente aceptado,  de una pertenencia pasiva o inactiva a la Iglesia. Naturalmente , e l problema más l lamativo consis te , ante todo,en que este tipo de pertenencia es cada vez más atractivoque la participación activa en la vida eclesial, hasta el punto de que ha pasado a ser «lo normal». El resultado es unaevidente asimetría entre miembros activos e inactivos, cosa

que a los primeros suele resultarles bastante gravosa y frustrante (a menudo en relación con la catequesis de los sacramentos , que representa un punto extremadamente crí t ico decontacto entre ambos t ipos de ecles ia l idad). ¿Cóm o podría-

to,  cada vez más superfluo y prescindible para la vida normal de muchascomunidades; lo cual, por lo demás, tampoco resulta precisamente motiva-dor para que surjan nuevas vocaciones... En cuanto a la admisión de lasmujeres al sacerdocio, la Instrucción «Ordinatio sacerdotalis» y la correspondiente interpretación de la Congregación para la Doctrina de la Fe handado lugar a una nueva situación sobre la que yo no quisiera manifestarmeen este contexto; cf. al respecto el ponderado y clarísimo posicionamicnto

de G. GRESHAKE en Pastoralblatt 48 (1996) 56.

140 PERSPECTIVAS Y PRONÓSTICOS PERFIL DE UNA IGLESIA EN TRANSFORMACIÓN ... 14 1

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mos hacer frente de un modo más ofensivo y creativo a este proceso, de modo que pudieran fomentarse a la vez laidentidad cristiana y la relevancia social de la fe? ¿Cómopodem os, pues , tomar verdaderam ente en serio las expectat ivas y las pos turas tanto de los miembros inact ivos comode los miembros activos de la Iglesia y, al mismo tiempo,

encontrarnos con unos y con otros de un modo más diferenciado que hasta ahora?

A)  U n sincero sí a los «fieles alejados»

Sería fatal para la Iglesia el que, frente al gran número desus miembro s inact ivos -«fie les a le jados», com o los ha denominado un reciente es tudio de la Igles ia Evangél ica a lemana-, adoptara la act i tud de ignorarlos s in más , o de t ratarlos de un modo pas toralmente inadecuado, porquetambién a ellos debe precisamente cubrir la Iglesia con elvelo de ese  carácter público  que la disting ue de una «iglesia libre» o de una secta. En virtud de su propia concepciónde la fe cristiana, la Iglesia no tiene su lugar social prim arioen los grupos que se dan en su interior, sino en el contextode aquella cultura y aquel orden social en los que le toca vivir, con los que debe entenderse y a los que debe defender.Aun cuando ciertamente sea muy poco lo que los miembrosinact ivos pueden transmit i r a nues tra cul tura en cuanto acontenidos explícitos de la fe, no es menos cierto que a través de ellos siguen presentes en las más distintas formas de

agrupación social ciertos rudimentos de los valores cristianos (sobre todo en el terreno de la ética y la política sociales,  pero también en los de la concepción y la dignidad humanas). Los cristianos activos corren hoy a veces el peligrode subestimar este significado público del «ethos» cristianoy privilegiar, en cambio, los aspectos internos de una vidaeclesial más intensa. También en este punto se requiere unasana auto-relativización de la Iglesia y de sus parroquias ycomunidades act ivas . En es ta perspect iva , por tanto, y enínt ima conexión precisamente con la neces idad de una razonable pastoral de las relaciones con los «fieles alejados»,

siguen teniendo su vigencia las  asociaciones  eclesiásticas,

porque su papel de «transmisoras» comunitarias de la é t i ca y la fe autént icamen te cris t ianas a l ámbito púb lico de lasociedad (aunque no sea más que a modo de «grano demostaza») es hoy aún más indispensable que en épocaspasadas , caracterizadas por una cul tura generalmente«cris t ianizada».

Volvamos, pues , de nuevo a nues tra pregunta inic ia l :¿cómo abordar razonablemente a nivel pas toral e l fenómeno de la mencionada as imetría? Ante todo, comencemospor una reflexión teológica previa: el Concilio Vaticano n,en su Constitución sobre la Iglesia (LG 13-16), utiliza elmodelo de los  círculos concéntricos  para fundamentar unarelación más abierta y dialogante entre la Iglesia Católica ylas demás iglesias, religiones e ideologías. Desde entonces,es te principio ha adquirido además una gran re levancia   alinterior  de la Igles ia Catól ica , porque , as í como -se gú n loexplícita que sea la vivencia de la fe- son distintos los grados de relación y de pertenencia al Pueblo de Dios (en sentido amplio), sin que puedan simplificarse las cosas hablando de «dentro» y «fuera», de «salvación» e «infortunio», lomismo puede decirse análogamente -según cuál sea la medida en que se act ive personalme nte la fundamental pertenencia a la Iglesia y se explicite la correspondiente relacióncon ella- con respecto a la Iglesia en su estricto sentido institucional. Con lo cual, por sí solo, tampoco se afirma nadaacerca de la situación existencial de fe y de gracia de cadaindividuo concreto 6 .

¿Cómo se justifica teológicamente esta transferencia delmodelo de los círculos concéntricos a la situación de fe dentro de la Iglesia institucional? Desde el comienzo de su misión entre los «cristianos pag anos» en el siglo i, la Iglesia haintegrado en sí la llamada «teología natural», accesible a   to dos,  y, jun to con ella, la religiosidad vivida por los p ueblo sfuera de la historia bíblica de la salvación; y ello precisamente mediante la fe en la creación. Consiguientemente, la

6. Cf. mo ns. W.  KEMPF,  Für euth undfür alie  (Carta Pastoral para la Cuares

ma de 1981) , L imburg 1981, espec ia lmente 8 9s s .

142 PERSPECTIVAS Y PRONÓSTICOS PERFIL DE UNA IGLESIA EN TRANSFORMACIÓN . . . 14 3

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Igles ia no tes t imonia su fe negando s implemente la re l igiosidad natural, sino enlazando con ella y llevándola más allá.De ese modo, la Iglesia ha seguido los pasos de Israel alidentificar en su Credo al «Dios benefactor» de la creacióncon el «Dios salvador» de la historia de la salvación (C.Westerman n). Naturalmente , e l sent ido de la integración de

toda religiosidad natural, sobre todo de la que trata de relacionarse con el Dios benefactor de la creación, ha sido y seguirá siendo siempre conducir a los hombres a la fe en elDios salvador del misterio pascual, al Dios que se ha revelado en la vida, la muerte y la resurrección de Jesús. Peroesta misma intención presupone que tal religiosidad natural,a pesar de su carácter preliminar, tiene un lugar legítimo   enla Iglesia. En este sentido resulta decisiva la fundamentalapertura a la perspectiva histórico-salvífica de la fe, auncuando és ta no se s ienta en todo momento en condicionesde dar ese paso concreto.

En mi opinión, la mayoría de nues tros contemporáneos ,que sólo en determinadas s i tuaciones excepcionales de lavida solicitan los servicios de la Iglesia (y mientras ello nose deba a mera rutina o a ciertas presiones sociales y famil iares),  son el exponente de esa «religiosidad natural»: sinapelar precisamente al credo trinitario, cristológico y ecle-s iológico, pero s in rehusarlo tampoco de manera directa yexplícita, lo que desean en determinadas ocasiones es, simplemente, pedir la bendición de Dios para sí y, sobre todo,para sus hijos. Por muy difusa que sea su referencia a la

transcendencia, perciben una y otra vez lo expuesta e insegura que es su vida y sienten la necesidad de cerciorarse deque poseen una dimensión religiosa capaz de darles estabil idad, y de hacerlo precisamente m anifes tando públicam ente su pertenencia a la Iglesia 7 . A mi entender, es teológicamente legítimo que, por lo general, sigan recurriendo a lasiglesias cristianas y no a cualquier secta ni al primer «profes ional» desaprens ivo que se presente (como s igue ocu-

7.   Cf.   Sakiamentenpastoral im Wandel,  Comisión de pastoral de los obisposa l e ma ne s , Bonn 1993 , 21  s; la postura de los párrocos a este respecto pue

de verse en  Anzeigei für che Seelsorge  (1994) 598-602 .

rriendo, por ejemplo, con la «iniciación juvenil» en la antigua Alemania Orienta l) ; y pienso que deberíamos aprovecharlo con agradecimiento como punto de part ida para laproclamación del mensaje . Por eso yo abogo decididamente por una aceptación sincera de ese grupo de creyentes, para poder trasnsmitirles la imagen de una Iglesia abierta,

atractiva y afable.Lo cual , c iertamente , requiere que muchos cris t ianos ac

t ivos  corrijan  de manera inequívoca su habi tual  manera de

ver  las cosas, porque la multitud de los bautizados «alejados» no puede seguir s iendo considerada, desde la meraperspect iva de los «puros», como un montón de «cadáveresde archivo», de «cris t ianos sobre e l papel», de «paganos»bautizados pero no convert idos . Lo primero que hay quehacer es juzgarlos , desde su  propia  perspect iva , como unenorm e con t ingen te -en s í m ism o m uy d i fe renc iado- de

«s impatizantes» o de s imples «miembros inact ivos» quequieren absolutamente que en nues tra sociedad exis ta esaIglesia institucional y los valores que ella representa, y quedesean en ocasiones recurrir a ella, pero que por lo generalno están dispuestos en absoluto a dejarse reeducar y convertir en cristianos activos, que es lo que a veces nos empeñamos en conseguir con nuestra catequesis sacramental. Sino re la t ivizamos nues tras propias pretens iones y no somoscapaces de aceptar  su  perspect iva , por muy decepcionanteque nos resulte, a la larga acabaremos perdiendo uno de losmás importantes puntos de contacto pas toral con los hom

bres de nuestra cultura.

B)  La crítica situación de la pastoral sacramental

Evidentem ente - y és te es e l segundo aspecto, aunque no e lmenos importante , de una pas toral razonable- , es te respetopor la perspectiva del otro no significa en absoluto que renunc iem os a  nuestra  perspectiva de fe, de Iglesia y de sacramentos ni , cons iguientemente , a nues tra ident idad. Alcontrario: no debemos en modo alguno temer la confronta

ción, porque un buen diá logo, incluso e l más encendida-

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mente polém ico, v ive necesar iamente de la tensión entre laapertura a lo otro y la decidida defensa de lo propio. Locual, en nuestro contexto, significa que las razones por lasque muchas personas buscan en la Iglesia la bendición divina para determinados hitos de su vida no siempre son suficientes para administrar un sacramento.  Si no queremos de-

va luar por comple to los sacramentos y equiparar los dehecho ( ta l vez con a lgo más de solemnidad y comple j idaden su preparación y realización) a la bendición de los niñoso de los enfermos, a la imposición de la ceniza, a la inhumación de un cadáver, etc. (lo cual acaba desmotivando ext raordinar iamente a quienes todavía comparten la concepc ión ec lesia l de los sacramentos) , n i estamos dispuestos adar carpe tazo a toda la teología sacram enta l postconci l ia r ,como si los sacramentos fueran meros «auxi l ios» individua les s in mayores consecuencias ec lesia les, s ino que , enlugar de todo ello, deseamos preservarlos y practicarlos, enel sentido de las más antiguas tradiciones, como las formasesenciales de realización eclesial, que tienen su origen y suconcreción en la Iglesia postpascual y nos hacen partícipesdel misterio pascual de Jesucristo y de su Cuerpo, que es laIglesia (lo cual presupone una fe explícita), entonces, y teniendo en cuenta la nueva situación social y cultural de laIglesia , no podemos permit i r , senc i l lamente , que nuest rapastora] sacramental siga siendo la de los tiempos del catol ic ismo monol í t ico .

Hasta hace ve int ic inco años, se podía dar por supuestoque ,  tanto antes como después de la administ rac ión de unsacramento, la mayoría de la gente tenía con la Iglesia unacierta relación regular, pública y perceptible que le daba altal sacramento su «Sitz im Leben» eclesiológico. Pero precisamente esto es hoy cada vez más infrecuente. Cuando unmiembro inactivo de la Iglesia (o un hijo de miembros inactivos de la Iglesia) solemniza un momento importante de suvida con un sacramento , por lo genera l s igue manteniendodespués una relación igualmente inactiva con la Iglesia, pormuy in tensa que haya sido la ca tequesis prepara tor ia . Por

eso me parece un eufemismo bastante irrealista, en este

contexto, la tan manida (incluso por parte de los obispos)metáfora de l «camino». Para la mayoría de los c reyentes alos que nos referimos, tales celebraciones son más bien encuentros ocasionales con la Iglesia en los que apenas resulta perceptible que se haya recorrido en común etapa algunade ese h ipoté t ico camino.

Por eso es también perfec tamente co mprensible que añotras año crezca por doquier la decepción y la frustración dequienes -por of ic io o , s implemente , por vocac ión- se dedican a la catequesis. Pero ello se debe en gran parte a quenos hacemos i lusiones pensando que dedicando más t iempoy aplicando unas mejores técnicas didácticas a la   catequesispodremos sa lvar e l abismo entre las expec ta t ivas de los«alejados» que solicitan los sacramentos y las de quienesvivimos un compromiso eclesial. Mientras que lo que ellossue len buscar en e l baut ismo , la comun ión, la confi rmación

o el matrimonio es un día de fiesta y una ceremonia lo mássolemne posible para sí y para su familia, a nosotros nosgustaría que los sacramentos y la preparación a los mismossirvieran para acercar a los hombres a Cristo y a su Iglesiao , cuando menos, ponerles en camino hac ia e l lo .

Pero aquí topamos cada vez más ostensiblemente con lasl imi tac iones de nuest ra proc lamación: a la la rga , n ingunaca tequesis , por muy prolongada y acer tada que sea , podrásalvar dicho abismo, ante todo porque muchas veces no nostomamos suficientemente en serio la situación socioculturalde esas personas ni las motivaciones e ideas -en relación ala fe, a la Iglesia y a los sacramentos- que se derivan de talsituación. En lugar de ello, tratamos en exceso de inducirlesa asumir  nuestras  propias ideas y mot ivac iones, cosa que ,por lo general, ellos no quieren ni son capaces de hacer. Enaras de la fiesta y de la ceremonia, sí están dispuestos aaceptar una cierta instrucción catequética y a asistir a unaserie de reuniones, pero la mayoría de ellos se sienten profundamente a l iv iados cuando ya ha pasado todo. El t ra ta rde obviar catequéticamente el hecho de esa discrepancia deideas y expectativas en relación con la recepción de los sa

cramentos provoca inevi tablemente agresiones d isimuladas

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o abiertas por ambas partes, lo cual no hace sino acrecentaraún más la distancia entre ellas.

Este fenómeno ha interesado al teólogo calvinista norteamericano George Lindbeck, según el cual los análisis sociológicos ins is ten en que muchís imos de es tos cris t ianosinactivos. . .

«...son tan cristianos como los más piadosos feligreses;y, curiosamente, así lo afirman, aun cuando nieguen quehaya una vida después de la muerte y consideren inverosímil la existencia de un Dios creador. Puede que Jesucristo no sea para ellos el Hijo de Dios, y hasta es posible que la imagen que tienen de él sea muy poco bíblica;pero su nombre forma parte de su propia identidad. Están inmunizados contra la catequesis y, sin embargo, aveces se muestran interesados cuando el Evangelio estraducido a un lenguaje existencial de psicología profunda o de teología de la liberación que articule su cristia

nismo latente.La imposibilidad de una catequesis eficaz en la situa

ción actual es en parte el resultado de la suposición implícita de que el conocimiento de algunos rudimentos dellenguaje religioso equivale ya al conocimiento de la religión (aunque nadie supondría tal cosa acerca de la lengua latina, por ejemplo). Un factor importante lo constituye,  sin embargo, el carácter de las iglesias en tiemposde descristianización galopante. A diferencia de las épocas de expansión misionera, actualmente las iglesias seacomodan a la cultura dominan te, en lugar de acuñarla; yprobablemente no pueden hacer otra cosa. Es verdad quecon ello siguen, de una u otra manera, contando con lamayoría de la población entre sus filas; pero también escierto que, quieran que no, tienen que adaptarse a las tendencias mayoritarias. Ahora bien, ello hace que les resulte difícil reclutar catecúmenos verdaderamente interesados incluso entre sus propios hijos; y cuando loconsiguen, por lo general se muestran absolutamente incapaces de articular una instrucción eficaz en un lenguaje y una praxis inequívocamente cristianos. Y quienes,por ejemplo, buscan una alternativa al "american way oflife",  en lugar de acudir a ellas, acuden a las religionesorientales o a determinadas excrecencias divergentes de

la orientación cristiana fundamental. Y probablementeesta situación no variará hasta que la descristianizaciónse haya generalizado o haya dado un viraje en redondo,lo cual no parece tan probable...»8

Según Lindbeck, esta situación es el precio que hay que

pagar por la «incómoda fase de transición» en que se encuentra el cristianismo en la cultura occidental, y que consiste en «haber estado un día culturalmente establecido y noes tar aún c laramente deses tablecido» 9 .

C)  Contra-acentos

Aunque lo más probable es que no podamos por nosotrosmismos invert i r es ta tendencia , tampoco tenemos por quéresignarnos pasivamente a que las cosas sigan su curso.Cuando menos , podemos poner determinados acentos que

indiquen cómo una Igles ia abierta y acogedora podría a lmismo t iempo intentar preservar de un modo creíble suidentidad, incluso en esta fase de transición cultural. Quisiera hacer al respecto tres propuestas  que, a la larga, exigirán sin duda una buena dosis de consenso y de cooperaciónmucho más allá de los límites de las parroquias y los arci-pres tazgos .

a) DIFERENCIACIÓN LITÚRGICA

Muc ho dependerá de la imaginación con que seamos ca

paces de ampliar y diferenciar e l repertorio de celebraciones litúrgicas, para no tener que responder a todas las expecta t ivas re l igiosas cas i exclus ivamente con un solosacramento   l0. Mientras en la conciencia de los creyentesprevalezca únicamente la alternativa entre liturgia de la pa-

8. G.  LINDBECK,  Christliche Lehre ais Grammatik des Glaubcns. Religiónuncí Theologie ini postlibei alen Z eitalter,  Ed. Chr . Kaiser , Güte rslohe rVerlagshaus ,  Gütersloh 1994, 196s.

9.   Ibidcm.

10 .  Cf.  Sakramentenpastoral im Wandel  (cil . en nota 7) , 21s. Es ésta una tareaabsolutamente  a p remian te par a las ins tancias responsab les de ins t rumen

ta r  la liturgia.

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labra (más sobria) y li turgia del  sacramento (más solemne) ,siempre prefer i rán , na tura lm ente ,  la segunda . Pero si  somoscapaces de c rear ce lebrac iones l i túrgicas ja lonadas de  símbolos, ritos, gestos  y  cánt icos expresivos  y  a t rayentes,  almenos habrá probabi l idades de que la gente las reconozca ylas escoja como formas de  celebración eclesial más  acordes

co n  su  situación de fe. En  cua lquier caso , deberíamos animarles y mot ivar les  a  e l lo , pero de jando  que  decidan ellosqué forma prefieren  en  ú l t ima instanc ia  (lo  cua l  no  obstapara que , en casos de  evidente increencia, debamos tirar del«freno  de  emergencia») .

b) ACLARAR EN EL DIÁLOGO LA SITUACIÓN DE FE

D e ahí que, pe r sona lme n te ,  me  pa re z ca sum a me n te  razonable el que, durante  la  preparac ión  (a  base  de  char las,cursi l los, etc.) de una  ce lebrac ión ec lesia l  de  este tipo, no

insistamos tanto en la  instrucción catequética sobre la fe dela Iglesia cuanto, por el  contra r io , en  desperta r  y  agudizarnuest ra sensib i l idad hac ia  la  si tuac ión creyente  y  vital  dequien solicita el  sa c ra me n to , y  animarle no  sólo a  exponersincera y abier tamente sus mot ivac iones, s ino también a cotejar  su  visión  del  sacramento con la que es  propia de laIglesia; de e s te mo do , tal vez c ons iga mos que  in tegre tam bién en lo  religioso el va lor -tan  e s tima do soc ia lme n te - dela autenticidad («ante todo, debo ser fiel a mí m i s m o » ) y noceda a la presión de la costumbre o de sus mayores para representar una piado sa comed ia cuyo final coincide pr ecisame n te con el de la  ceremonia . A lo  largo de  d icha preparación pueden también elaborarse en  c omún los  criterios paraelegir una de te rminada forma de ce lebrac ión,  lo cual facilitará la decisión del  interesado. Todo ello ofrece más posibi lidades de que se despier te un ulterior interés por la fe y porla Iglesia que una ca tequesis que presc inda demasiado apresuradamente de la  situación y la  mot ivac ión concre tas para«i r al grano» sin rode os . En suma, el  conseguir desperta r elsent ido de la d i fe renc iac ión  y la  sincer idad depende enorm e m e n t e ,  en  este punto , de un  estilo  de  in te rvención  a la

vez amistoso y enérgico .

c) LA POST-CATEQUESIS

Con estas reflexiones  no pre tendo dec ir que la  catequesissacramenta l  sea  superflua.  Lo único que  intento es  desplazar  su  pun to  de  gravedad para  después  de Ja  ce lebrac ión,po rque -en la  situación actual- sólo entonces suele sabersecon a lguna cer teza hasta  qué  punto desea rea lmente  una

persona rec ib i r  un  sacramento en el  sent ido en que lo ent iende  la  Iglesia;  es  decir, hasta qué  punto desea e fec t ivame n te e mpre nde r el c a mino del  seguimiento de Jesús  en suIglesia. Sólo cuando esto ha  quedado suficientemente claro,grac ias a una  praxis eclesial inequívoca por parte del  sujeto,me re c e  la  pena intentar  una  ca tequesis in tensiva  que  sirvade «itinerario»  y de  acompañamiento ec lesia l en el  t iempoque media  entre  las respec t ivas ce lebrac iones de los distintos sacramentos (baut ismo, pr imera comunión, confi rmación y  matr imonio) . Sin este acompañam iento ,  la  catequesisprevia  a la  ce lebrac ión  es  a lgo  así c o m o  la  clase  de  ma te mát icas que se  imparte  a un  a lumno que tiene que  aprobardicha asigna tura para obtener el  título de  bachillerato, peroque no  tiene ningún problema, sino todo lo contra r io , en olvidar después todo  lo aprendido.

D )  Concreciones para cada  uno de los  sacramentos

¿Qué significa concretamente todo esto a la hora de  llevarlo a la  prác t ica? Quisie ra comenzar por el  sacramento delmatrimonio,  que nos da la oportunidad de tratar con  adultos

jóve ne s que por pr imera vez se ven en la situación de  tenerque reflexionar  con  relativa autonomía sobre su  actitud relig iosa y fijar  un  rumbo para el  futuro.  Por otra parte, y si seconsigue entablar  un d iá logo abier to y sose ga do , es la mejor ocasión para que se despier te en los jóve ne s  el  sent idode una  relación diferenciada con los  sacramentos.

Prec isamente cuando es evidente que ni en el  terreno (lila fe ni en el del  compromiso ec lesia l se dan los prcsupucstos necesar ios para contraer el  sacramento del  matr imonio .y que éstos  no  pueden supl i rse con un  «cursillo malí unonial» (cosa que se hace cada vez más a me nudo) , es cu.indo

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a mi entender, no puede concederse a l mero hecho formalde es tar baut izado y confirmado tanto valor que jus t i f iquepor sí solo el casamiento «por la Iglesia» (que, por otra parte , se exige .para que un ma trimo nio sea válido) . Y es que lasituación real de esas personas, en el aspecto religioso-ecle-sial, muchas veces no se diferencia en nada de la de los no

bautizados. En este sentido, la posibilidad de que la Iglesiabendiga (no de manera sacramental) un matrimonio c ivi lpermite un margen de maniobra pas toral mucho mayor,porque no sólo servir ía para mit igar la enorme contradicción entre, por una parte, la ligereza con que se permite elacceso al sacramento del matrimonio y, por otra, la rigidezde que hace gala la Iglesia a la hora de anularlo, sino queademás incrementaría cons iderablemente las probabil idades de un apropiado acompañamiento eclesial en el itinerario desde esa primera bendición hasta la posible celebracióndel sacramento del matrimonio propiamente dicho. En dis

t intas conversaciones con hombres y mujeres comprometidos en es te sector pas toral , he comprobado además quemuchas parejas jóvenes no ven con malos ojos esta posibilidad,  siempre y cuando  pueda concretarse en una liturgiaeclesial suficientemente solemne y que dé cabida también asus propias propuestas.

Pero también en la primera comunión  y en la  confirma

ción  pienso que es posible desplazar debidamente los acentos en el sentido indicado. En una comunidad en la que lareligiosidad de sus miembros  inactivos  determina cada vez

más el clima de la preparación al sacramento, habría, porejemplo, que renu nciar en lo pos ible a reclutar  cada año  alos aspirantes a la comunión y a la confirmación, porque,aunque e l s is tema permite , evidentem ente , reunir a un e levado núm ero de dichos aspirantes , también deja mucho menos margen a la motivación personal y sólida. La cuestiónes saber cuál de ambas cosas deseamos. Y debemos decidirnos, porque las dos ya no podemos tenerlas. Por otra parte ,  en una comunidad como la que hemos indicado, podríaademás reducirse razonablemente -por e jemplo, desde e lAdviento has ta e l «Domingo in Albis» (segundo domingo

de P ascua ) - l a  duración  de la preparación para la comunión, en la que (a base de un trabajo variado en grupos, conjuegos «normales» y bíbl icos , en f ines de semana y en pequeños «proyectos») podría ponerse el acento en preparar lafiesta con las familias, en acercar a los niños (y a sus padres) a la figura de Jesús recurriendo a métodos lúdicos y

narrativos, en enseñar algunas oraciones básicas de la Igles ia y en despertar - también para  después  de la fiesta- elsentido de comu nidad y el gusto por la pastoral infantil y familiar. (Todo ello sería análogamente extensible a la preparación de la confirmación) ".

Lo que me parece importante es que, a la hora de hacereclesialmente atractiva la pastoral familiar, infantil y juveni l  después  de la primera comunión o la confirmación (porejemplo, con una «formación del acólito» adecuada a lostiempos, con proyectos sociales para adolescentes, con «círculos de Taizé», con ofertas de diálogo para familias jóvenes sobre educación religiosa, etc.), nuestros responsablesoficiales y voluntarios inviertan tantas energías al menoscomo invierten hasta ahora en la pastoral  previa  a la misma.Y en es te marco también tendría su espacio socio-ecles ia luna catequesis más elaborada de la comunión, de la confesión o de la confirmación. La «meta» (tal vez todavía utópica) de este plan sería, por ejemplo, una vigilia del «Domingo in Albis» para todos cuantos hayan tenido unaparticipación (más o menos prolongada) en la preparación:«summa cum pompa», pero no necesariamente en conexión

con la primera comunión en e l marco de una celebracióneucarís t ica , s ino más bien como una ceremonia en que sebendiga y se comparta el pan (en el sentido de Jn 6,1-15).La primera comunión sacramental podría celebrarse en otrafecha, con ocasión de otra festividad religiosa, con quienes,después del «Domingo in Albis», sigan asistiendo a las ce-

11.  Cada vez son más las parroquias que ofrecen a padres e hijos una preparación diferenciada para la primera comunión de éstos; lo cual significaque los interesados pueden optar por un acompañamiento más o menosprolongado o más o menos intensivo, sin que por ello se sienta nadie pre

terido, discriminado o presionado.

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lebraciones de la comunidad y se integren de algún modoen la pastoral infantil. Algo parecido podría hacerse con laconfirmación, que, por lo que se refiere a la motivación y lacomprensión de los confirmandos, suele ser el sacramentomás «devaluado»   l2.

En el bautismo  veo actualmente las mayores dificultades

para salvar el abismo existente entre, por una parte, una teología del bautismo «de muchos quilates» y, por otra, la praxispastoral habitual, según la cual se bautiza indistintamente atodos los niños, incluidos los de las familias « alejadas», porla simple razón de que, en nuestro contexto cultural, el bautismo -e l sacramento m ás cargado de adherencias teológico-mitológicas- sigue siendo considerado como  el  signo «quegarantiza la salvación» y del que en ningún caso debería privarse a ningún niño; por otra parte, el bautismo confiere lapertenencia a la Iglesia y ofrece la posibilidad, no sólo deque el niño sea admitido en la guardería de la parroquia, sino

de que reciba posteriormente todos los demás sacrame ntos,crea o no en su sentido. Excuso decir que precisamente estesacramento permite estructurar determinados ritos que apuntan más a una bendición del niño y de sus padres, a una incorporación a la Iglesia y a un itinerario catequético -con eldebido acompañamiento- previo al bautismo. Por eso creoque en nuestra catequesis bautismal deberíamos también hacer lo posible por recomendar a los padres tales opciones,«desmitologizando» así en sentido positivo la concepciónhabitual del bautismo y de los sacramentos.

Igualmente útil me parece, a este respecto, un adecuadoacompañamiento pastoral de los abuelos de nuestros neófitos, porque son ellos quienes, por lo general, presionan máspara que se bautice al niño a toda costa, sea cual sea la ac-

12.  De lo cual no se deduce que con ello se propiciaría la existencia de dos«clases» de cristianos, porque hace ya m ucho tiempo que esas dos clases-miem bros activos y miembros inactivo s- son una realidad socio-eclesial,con la particularidad de que los segundos consideran absolutamente legítimo su modo de pertenencia a la Iglesia. Lo que yo propongo es, sencillamente, que, en lugar de seguir encubriendo con nuestra pastoral sacramental esa diferenciación, la reconozcam os abiertamente y la abordemosde una manera responsable.

titud de los padres en relación a la Iglesia. Si pudiéramosconvencer a la generación de los abuelos (celebrando regularmente, por ejemplo, charlas sobre el tema para los ancianos de la comunidad) de que Dios ama incondicionalmenteal niño aunque no esté bautizado, de que no hay miedo, portanto,  de que vaya al infierno si se muere de repente sin

bautizar y de que, por el contrario, el bautismo, sin la subsiguiente praxis eclesial de fe por parte de los padres y los padrinos (si los padres, por ejemplo, no rezan regularmentecon el niño, etc.), no constituye en absoluto ninguna «garantía de salvación»..., si supiéramos realizar un poco mejoresta labor de concienc iación, sería much o más fácil efectuartambién aquí una diferenciación de acentos.

Sospecho, sin embargo, que será precisamente en relación al bautismo donde m ayor resistencia se opondrá a dicha diferenciación. Apenas tiene sentido, pues, llevar demasiado lejos la confrontación en este punto, que lo más

probable es que acabara siendo muy contraproducente, dado que provocaría agresiones extraordinariamente fuertescontra la Iglesia, y a nosotros mismos nos privaría de casitodos los puntos de contacto ulteriores para la proclamacióndel mensaje. Lo que se impone aquí es sopesar con cuidadolos pros y los contras, no perder de vista la meta a largo plazo de la diferenciación y observar atentamente, por lo demás, la evolución cultural, que, con el tiempo, probablemente nos deparará más posibilidades de instrumentar unapastoral bautismal adecuada a la situación (en forma, porejemplo, de una catequesis para las familias jóvenes entre elbautismo y la primera com unión de sus hijos, como propone A. Biesinger l3 ). En cualquier caso, también hay que contar con que precisamente entre los miembros inactivos seimponga cada vez más el convencimiento de que en algúnmomento los hijos tendrían que decidir acerca de su propiobautismo, porque ellos, por su parte, ya no pueden o noquieren ofrecerles demasiado en el terreno religioso.

13.  Cf. A.  BIESINGER,  Kinder nicht um Goít betrügen,  Freiburg 199.T; ID.,«Erstkommunion ais Familienkatechcsc», en  Chrisl ¡n der Gegenwart,Artikeldienst 1995.

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Éstas son algunas de las propuestas concretas. En cuantoa mí, y dado que llevo ya casi veinte años trabajando en lapastoral infantil y juvenil de una parro quia y en un hogar infantil, soy muy consciente de lo fragmentarias e hipotéticasque son mis propues tas . Y conozco igualmente las dif icultades y resistencias que se presentan a la hora de llevar a la

práctica esas diferenciaciones en el caso concreto. Tampocohay que perder de vista que el hecho de que sea el Estadoquien recaude el impuesto para la Iglesia contribuye a consolidar la mentalidad tan extendida de que, «si yo pago religiosamente mis impuestos , entonces tengo derecho a todocuanto la Iglesia tenga que ofrecer, sin importar lo que yocrea». S in embargo, las abundantes conversaciones que hemantenido con responsables oficiales y voluntarios de lasdis t intas dióces is de habla a lemana me han convencido deque merece la pena seguir reflexionando y exp erimentandoen la dirección indicada. A fin de cuentas, lo que está en

juego es una Iglesia del futuro   más sincera  y, por lo tan to,más cre íble . Con la desaparic ión del «catol ic ismo ambiental»,  han pasado ya definitivamente los tiempos en que, «abase de ins t i tucional izar» (adminis trando los sacramentosmasivamente , por e jemplo), conseguíamos «sobrees t imareficazmente e l consenso» (N. Luhmann). Un panoramaeclesial diferenciado exige una pastoral igualmente diferenciada. Y a este respecto, mucho va a depender de que, pertrechados de serenidad y de espíritu animoso, seamos capaces de abandonar tant ís imos caminos t r i l lados para crearuna nueva imagen de la Iglesia en nuestra cultura.

4 .  La creciente importan ciade un «medio de fe comunicat ivo»

A)  Espacios de fe compartida

Junto a esta palpable transformación de la forma social dela Iglesia, afortunadamente también en los niveles «inferiores» ( tanto en comunidades absolutamente «normales» como fuera de las mismas) es tán esbozándose prometedores

procesos que merecen ser aprovechados y apoyados muchomás conscientemente ( jus tamente por parte de los responsables oficiales) y que se refieren a lo que suele entendersecomo elementos «productores de re l igión» (K. Gabrie l) ennuestra cultura postmoderna, que dentro de la Iglesia seconcretan sobre todo (aunque no exclus ivamente) en los

«nuevos movimientos espir i tuales». Cuanto mejor puedanintegrarse en nues tras comunidades parroquiales esas nuevas formas de vida comunitaria de fe -que yo designo como«medios de fe comunicat ivos»-, tanto mayores serán lasprobabil idades de que ta les comunidades , además de noagostarse en lo espiritual y en lo comunicativo, «contra-acentúen» (de un modo ta l vez modesto, pero realmente capaz de perdurar) la tendencia general. A la larga, por otraparte , las «comunidades con perfi l» que esbozábamos másarriba sólo podrán librarse de degenerar en «espacios de experienc ia» religiosa superficiales si en su centro y en su ba

se crecen esas pequeñas células de fe viva ' 4 . A continuación, quis iera exponer a lgunos de los principales   rasgos

distintivos  de tales «medios de fe»:

a) «U NA IGLESIA RELACIONAL»

Con ello quiero decir que esta forma de agrupación sebasa en unas relaciones mutuas libre y conscientemente establecidas, con lo que los límites de la comunidad local respectiva se hacen bastante relativos. Esta acertada expresión(«Igles ia re lacional»), acuñada por K. Nient iedt ' \ evoca,

por una parte , e l valor -actualmente tan apreciado- de unacomunidad basada en la decisión personal y, por otra, todala fragilidad y precariedad de una forma de Iglesia basadaprimariamente en eso que, un tanto despect ivamente , a lgu-

14.  Que esto no debería en modo alguno seguir dependiendo exclusivamentede la imaginación y la iniciativa de cada parroquia, sino que tendría quefomentarse y desarrollarse de manera sistemática, lo demuestra, por ejemplo, el caso de la diócesis de Rottenburg-Stuttgart, que está implcmcntan-do un proceso de renovación y evolución de las parroquias que requiereuna serie de años.

15.  Herder-Korrespondenz 46 (1992) 489-491.

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nos llamarían «el rollo relacional». Y, sin embargo, debidoprecisamente a l hecho de basarse en una decis ión l ibre ypersonal , és ta parece ser una forma adecuada de ecles ia l i -dad para el presente y para el futuro.

b) UN A FE EMINENTEMENTE BIOGRÁFICA

En tales grupos resulta más fácil tratar explícitamente lapropia situación existencial y de fe, es decir, la propia «biografía creyente», y ensamblarla con la vida y la fe de laIglesia en su conjunto. Esto se consigue, ante todo, hablando en común acerca de la fe y de su relación con la vida,dialogando sobre la Biblia, elaborando las propias plegariasy celebraciones , meditando y orando en común. . . , perotambién organizando inic ia t ivas «adultas» para la parroquia , para los neces i tados o en re lación con problemas sociales de actualidad '6. De lo que se trata siempre es de crear para las experiencias de fe un espacio cuya atmósfera no

es té determinada por e l funcionamiento, la organización yel anonimato religiosos, sino más bien por lo que Karl Rah-ner denominó el sent ido del «mis terio sagrado» de nues trarealidad, por el sentido de la presencia de ese amor incomprensible que late en el fondo de todas las cosas. La   individualización  en la fe sólo se com bate y se venc e tran sformándola -a base de profundizarla- en  personalización  enla fe, es decir, construyendo una relación personal con Diosy con los demás. Ésta será también, en mi opinión, una tarea centra l de los sacerdotes y demás responsables en laIglesia, con tal de que se vean realmente a sí mismos como«pastores». Al menos es lo que hoy, y con razón, se esperade ellos.

c) UN OS AMBIENTES NUEVOS

Estas nuevas formas comunitarias (en las que, por ejemplo,  se organiza e l domingo en común, via jando, celebran-

16.  Me parece impórtame el que, gracias al tratamiento de una gran diversidadde temas y «objetos formales», los creyentes puedan reivindicar los másdistintos «perfiles» espirituales.

do ,  comien do y jugan do juntos) integran en el marco de losacontecimientos absolutamente normales de la vida humana tanto la fe como la liturgia, liberándolas así del estigmade lo exclus ivamente solemne y ceremonioso. Y es to lo toman (select ivamente) del t radic ional «catol ic ismo ambiental».  De lo contrario, sin un ambiente semejante, fácilmente

se hacen esotéricas y elitistas.

d) AMISTAD CON LOS POBRES

Estos grupos son conscientes (esperémoslo) del pel igrode narcis ismo y autocomplacencia grupal , y por eso seabren cada vez más a la aceptación de nuevos miembros ,nuevos cues t ionamientos y nuevos desafíos , sobre todo departe de los pobres. A la vista de la profunda actitud de introvers ión de las «sociedades vivencial is tas» occidentalesfrente a la pobreza, tanto en su país respectivo como más

allá de sus fronteras, el desafío decisivo de estas nue vas formas sociales de fe consiste, en mi opinión, en la capacidadque tengan para dar cabida en su seno a los «pobres» (ensus más variadas formas). En lugar de   ocuparse de  los pobres (cosa que a menudo, s implemente , se delega en Caritas),  de lo que se trata es de  vivir con  los pobres, para compartir amistosa y solidariamente con ellos su mismo espaciovital y sus mismas vicisitudes.

Como se sabe, la diaconía representa hoy en nuestra sociedad el factor más decisivo en orden a una aceptación dela fe y la Iglesia cristianas en general. Allí donde la diaconía se hace vis ible de un modo genuinamente   cristiano,  launión  y  la mis ión de una comunidad adquieren un bri l lo absolutamente nuevo. Puedo afirmar por propia experienciaque no hay mayor bendición para la unidad y la capacidadde irradiación de una parroquia o de cualquier otro tipo decomunidad cristiana que esa presencia palpable de Cristo enlos pobres que tenemos «en medio de nosotros». Tal vez seaesta vuelta inequívoca de la Iglesia a su origen en el mensaje de Jesús la que suscite la visión más sugerente de lo quedebería ser una comunidad del futuro: una parábola de la

predilección de Dios por los pobres.

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B)  Los «nuevos movimientos espirituales»

Una forma especia lmente expres iva de ta les «medios de fecomunicativos» la constituyen, sin duda, los «nuevos movimientos espirituales», que, en la medida en que intentan expresamente vivir la «comm unio» ecles ia l en las desfavora

bles c ircuns tancias originadas por e l auge del modernoindividualismo, representan una auténtica respuesta cristiana al desafío de la presente situación cultural. Pienso, porejemplo, en la Comunidad de Taizé y en su centro de espir i tual idad; o en las comunidad es de vida con minusvál idosde «El Arca»: o en las distintas comunidades que viven dela espir i tual idad de Charles de Foucauld; o en las «Comunidades de Vida Cristi ana» (c vx ), que se mueven en la tradición ignaciana de los Ejercicios y de las antiguas «Congregaciones Marianas»; o en la Comunidad Franciscana,los «Jesui t European Volunteers», la Renovac ión Carismá-

t ica , e l Movim iento Fo colari , los Curs i l los de Cris t iandad,e l Neocatecu menado , Acción 365, el Círculo de M is ionerosJóvenes , e l movimiento «Por un Mundo Mejor» (P . Lom-bardi) ,  la Comunidad Integrada, los Equipos de Nuestra Señora , los Encuentros Matrimoniales , la Comunidad de lasBienaventuranzas , e l movimiento Schonstaat , e tc . I 7  ¿Hastaqué punto puede interpretarse todo esto, en la situación actual de la Iglesia, como signos especiales de esperanza?

1 7 .  Sobre Id f enomenolog ía y la t eo log ía de los nuevos movim ien tos esp i r i tuales ,  cf e specia lmen te W  S C H A F F E R ,  Eineueitei Glaube - veimi klu lite s   Mensthsein Die Koilelation \on Glaubcn und Eifahiunq in dei Le-benpiaus   clvislluhei Eineueiung,  Emsiede ln -Zur ich -Koln 1983 ; N .B A U M E R T   (Hg.), Jesús ist dei H en,  Muns ter schw arzach 1987 ( sobre todolo s   ar tículos de K.  L L H M A N N .  «Ncue geis thche Bewegungen -  warum undwozu?», 113-127;  P.J  C O R D E S ,  «Neue geis thch e Bewegunge n ín der K i r -che», 128-149) ;  Fr .  V A L E N T Í N   (Hg ) , Neue Wege dei N athfolge,  Salzburg1 9 8 1 ;  J  M U L I F R  y O  K R I E N B U H L   (Hg. ) ,  Oite lehendigen Glaubens,  F re í -burg   i . Ue. 1987; Fi  V A L E N T Í N   y A ScHMli r  (Hg. ) ,  Lebeiidige KiuheNeue geisthche Bewequngen,  Mainz 1988 ; Fr  E I S E N R A C H ,  «Der Bci t r agd e r  neuen geis thchcn Gemeinscha f ten und Bew egunge n ín der Kncheheute»,  enJalvesbueb 1994 des Kath Evangehsationszentiunís Maihm-  en 13-43;  M. Kl  H L ,  « " C o m m u n i o " k o n k r e t » ;  Lebendiqes Zeuqm s  49

( 1 9 9 4 ) 5 7 - 6 1 .

a) RAS GOS CARACTERÍSTICOS

En el uso habi tual del lenguaje , «movimiento» -en e lplano socia l- s ignif ica «sal ida», «pues ta en marcha», cambio y renovación de las condiciones exis tentes , como respues ta a los correspondientes desafíos his tóricos (pienso,por e jemplo, en los diversos movimientos pol í t icos y socia les tanto del pasado como del presente) . En la his toriade la fe tenemos, por e jemplo, e l movimiento monacal enla antigua Iglesia, el movimiento de la pobreza en la EdadMedia , e l «movimiento catól ico» del s iglo xix (con nombres como los de Clemens Maria Hofbauer, Johann Micha-el Sailer, Franz von Baader, Josef Corres. . . ), el movimiento juvenil y e l mov imiento l i túrgico de la primera mitad dees te s iglo, e tc . En la t radic ión de ta les movimientos ecle-s ia les habría que integrar también muchos de los nuevosmovimientos espir i tuales , que, dado e l agos tamiento espi

r i tual y los exces ivos cos tes es tructurales que amenazan amuchas de nues tras grandes asociaciones y otras ins t i tuciones eclesiásticas, ofrecen alternativas en las que la fecris t iana encuentra un «espacio vi ta l» socia l exis tencia l-mente fértil .

Por muy grandes que sean las diferencias de acento espiritual, de localización conc reta dentro de la Iglesia y de apariencia externa, tal vez puedan establecerse algunos  rasgos

característicos   comun es a todos es tos movim ientos :

1 .  En com paración con las órdenes y congregaciones re

l igiosas , son comunidades con unas  estructuras  más bienflexibles  (lo cual no significa que sean potesta tivas), porqu epermiten una pertenencia de carácter temporal o vitalicio ycon diversos grados de vinculación, así como la integraciónen ellas de personas de las más distintas edades, profesion e s ,  extracció n social, estado civil (casados o no), e incluso-en ocas iones- de diferentes confes iones y re l igiones .

2 .  Practican una  vida comunitaria comunicativa  que t iene en cuenta la biografía creyente de cada cual y se manifiesta en un estilo de vida sencillo y acorde con las Biena

venturanzas de Jesú s .

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3.  Em prenden una y  otra vez la búsqueda de una  experiencia integral de fe ,  ante todo con la  práctica intensiva dela oración  y la  meditación personal , del diá logo en  com únsobre la fe, de una  liturgia viva y de la  corrección fraterna,creando espacios de perdón y reconci l iación; etc.

4.  Tienen una viva con ciencia  de la misión  al  servicio de

la profundización  de la fe y de la renovación de la  Iglesia enm edio de una cultura secular.

Si resultan hoy tan  a trayentes para muchas personas , esporque, frente  a la  reducción cul tural-cris t iana  o  ritualistade  la fe,  permiten  una  experiencia  espir i tual  de  dicha  fe.Pretenden «sentir y  gus tar internamente» el  Evangel io (Ignacio de Loyola) , y su espir itual idad conced e un considerable espacio a la cul tura de los «sent idos espir i tuales». Auncuando algunos observadores ven en ella una exces iva valoración de lo sensorial y lo experiencia l , lo que en el  fondopretende es que el  centro exis tencia l de la  persona se veaafectado  en su  re lación creyente  con Dios y en su  am or alprój imo.  La  opción consciente por la fe, la  experiencia desu belleza y el apoyo recíproco capaci tan  a  estos cristianospara configurar  su vida concreta en el espíritu del  Evangelio y para , de ese modo, actuar con un ta lante mis ionero enm edio de  nuestra sociedad.

b) EL DESAFÍO INTRAECLESIAL

No deja  de  l lamar  la  atención  el  hecho de que  tambiénentre  las filas de los «ale jados» de la  Igles ia haya muchosque se s ienten a tra ídos hacia es tas comunida des , en las quela Iglesia se les  muestra con una  inesperada humanidad  ycercanía. En  cambio, muchos de los  miembros act ivamentecom prom et idos  en nues tras parroquias , asociaciones , órdenes re l igiosas  e  ins t i tuciones ecles iás t icas experimentan  amenudo grandes dificultades en relación a es tos nuevos movimientos espir i tuales .  Es  verdad  que  de te rm inados com portamientos  y  actitudes entusiastas que se dan en  algunasde ta les comunidades (como es el  caso, por e jemplo, de la

cos tum bre -p rop ia de las celebraciones y los m é todos mi-

s ioneros de las  igles ias pentecos ta les- de  reconocer públicam ente  los  pecados ,  la  propia convers ión  y el  descubrim ien to  en Jesús de un  nuevo sent ido; o el gus to por expe riencias re l igiosas extraordinarias -curaciones , éxtas is ,e tc . - ; o las e spontáneas  e  interminables oraciones  y cánt icos) repugnan  a  nues tros «normales» hábi tos de  «consumo

rel igioso», más  bien sobrios . Y  también juegan  su  papel aeste respecto ciertas experiencias  de polarización negat iva ,debida al fanatismo y la exaltación con que a lgunos de estosgrupos actúan dentro de las  comunidades parroquiales . Porotra parte, no son pocos los que  rechazan además el  «derechismo» teológico, ecles iás t ico  y sociopolí t ico  de  a lgunosde es tos movimientos . A todo lo cual hay que añadir, finalm ente ,  el  innegable pel igro  que  acecha  a  es tos grupos  deatomización  y encas i l lamiento de la  cultura religiosa.

A pesar de todo, yo me pregunto si la razón de tal rechazo , muchas veces bas tante agres ivo, no estribará  también  en

que la mera exis tencia de una com unidad de fe y de  oraciónintensivas  en el  seno  de una pa r roqu ia  o una  com unidad«normal» cues t iona seriamente  la  propia praxis de fe, quediscurre por caminos trillados y  relativamente superficiales.N o es  difícil percibir que en es te punto  se  buscan caminosmás autént icos para la fe  común, pero no  es tamos dispuesto s a  emprenderlos  ni a permit i r que la fe, y m uchos m enosla fe común,  determine tan  fundamentalmente n ues tra vida.Lo que aqu í se requiere es paciencia  y  serenidad por  partede todos, a fin de evitar polarizaciones destructivas que obstaculicen el necesario y mutuo proceso de evolución. El signif icado  que a t r ibuyam os  a  ta les nuevos movimientos  ennues tras parroquias  y  com unidades puede repe rcu t i r muyfavorablemente en la transmisión de la fe a los más jóvene s ,pues no se  t ra ta s implemente  de  re juvenecer  el  «personales table» de nues tras parroquias , s ino de  introducir a la gente en el  cam ino de un  encuentro personal  con  Cris to, porque , a fin de  cuentas , sólo  así  podrán descubrir  su  propiavocación cristiana y eclesial. Por eso deberíamos an imarlesuna y otra vez a emprender a lgo así com o una «aventura espiritual» dentro de una com unidad de este tipo que  ofrezcagarant ías de seriedad y  sensatez.

162 PERSPECTIVAS Y PRONÓSTICOS

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Cuanto más dispuestas se muestren nuestras parroquias ahacer suyos determinados elementos de la espiritualidad detales movimientos espirituales (en las celebraciones litúrgicas,  en el comp romiso social, en escuelas de oración, círculosbíblicos y grupos familiares, en las asambleas parroquiales,etc.),  tanto menos se percibirá a las parroquias «normales»como competidoras o como elementos de contraste (negativo).  Porque precisamente de los mov imientos espirituales sepuede aprender de algún modo el arte de transformar en«personalización» en la fe la «individualización» que esbozábamos más arriba. Dado que lo que aquí ocupa el primerplano de la vida comunitaria es el encuentro personal del creyente con Dios y con otros creyentes, puede qu e al individuole resulte algo más fácil im pedir que su individualidad degenere en arbitrariedad subjetiva o en egocentrismo y se abra aun descubrimiento amoroso de su propio yo.

Pero la principal vir tual idad de es tos movimien tos con

siste en que pueden significar  la  respues ta autént icamentecristiana y acreditada en la práctica, por parte de la fe, a innumerables necesidades religiosas y cuasi-religiosas de losseres humanos en nuestra sociedad; una respuesta que no seespera ya de las iglesias superinstitucionalizadas y que, portanto ,  se busca hoy principalmente en las más diversas corrientes místiconaturalistas, neognósticas y esotéricas (cf.más arriba). El ansia de una religiosidad integral, que abarque tanto el alma como los sentidos; el deseo de una «auto-rrealización» mediante la liberación de las profundas capacidades autocurativas del ser humano; el contacto salvífico

con el misterio cósmico-divino de nuestra realidad; la búsqueda de estilos alternativos de vida tanto en el terreno personal como en el social; la experiencia intensa del grupo.. . :todo ello sirve a determinados movimientos espirituales com o punto de partida  para una nueva procla maci ón de la feen una cul tura «postmoderna». El «camino hacia una creación común» (Taizé), que tantos y tantos buscan, pasa antet odo ,  en términos cris t ianos , por aquel las comunidades yparroquias que, en medio de es te mundo, intentan ser uneficaz «fermento de reconci l iación» (R. Schutz) cons igomismo, con los demás, con la creación entera y con Dios.

Consideración final':«Es lo que es, dice el amor»

(E. Fried)

Un conocido poema del escri tor aus tr íaco Erich Fried(1921 -1988), titulado  «Es lo que es»

2,  cierra la colección de

poemas «Fal l ins Wort», cons t i tuida por diferentes textosescritos entre 1944 y 1983 por este poeta judí o -críti co de lasociedad y de la cultura-, que vivió como exiliado en Londres desde 1938 hasta su muerte.

«Es absurdo,dice la razón.

Es lo que esdice el amor.

Es una desgraciadice el cálculo.Es doloroso,dice la congoja.Es inútil,

dice el conocimiento.Es lo que es,dice el amor.

Es ridículodice la arrogancia.Es una frivolidad,dice la prudencia.

1.  M .  KEHL, «ES  ist was es ist . Die kri t i sche Liebe zur Kirche».   Clvist in cler

Gegenwart  4 5 ( 1 9 9 3 ) 4 2 2 .

2.  E .  FRIED,  ES ist was es ist,  Verlag Klaus Wagenbach, Berl ín 1983.

16 4 CONSIDERACIÓN FINAL: «ES LO QUE ES, DICE EL AMOR» CONSIDERACIÓN FINAL: «ES LO QUE ES, DICE EL AMOR» 16 5

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Es imposibledice la experiencia.

Es lo que esdice el amor».

Un poema que, con simpatía y comprensión, probablemente podríamos aplicar a ciertas relaciones personales o a cier

tas crisis, conflictos y errores acaecidos en nuestra vida: apesar de todas las objeciones, el amor acepta al otro, o la realidad existente, tal como es. Y en modo alguno lo hace conresignación, como diciéndose: «A fin de cuentas, nada sepuede cam biar». En absoluto: el amor no renuncia a nada nia nadie («el amor todo lo espera»: 1 Cor 13,7), sino queapuesta por el poder de la aceptación y la afirmación delotro y de su realidad, que es lo que sirve de base a todocambio y lo pone en marcha. El amor comparte la ya viejaexperiencia de los Padres de la Iglesia que hizo suya C.G.Jung: «Lo que no se asume no se puede salvar».

¿Será una temeridad aplicar este texto también a laIglesial  Y no me refiero precisam ente a una Iglesia ideal,sino a la Iglesia real y palpable de nuestros días. Seránmuchos los que se opongan a ello de manera espontánea, yen parte con fundados motivos: una relación personal como la que supone el amor no es extrapolable, sin más, auna institución; la relación de un individuo con una institución es distinta de la relación entre dos personas: másdistante, más formal, más objetivada. El extrapolar demasiado a la ligera a una institución el modelo de la relación

personal puede fácilmente inducir a ignorar, relativizar yespiritualizar las carencias y los abusos estructurales. Y eneste sentido la historia de la Iglesia está llena de lamentables ejemplos.

Ahora bien, la Iglesia como institución representa además una m agnitud social constituida y regida por seres humanos,  y por ello -por muy grande que sea su distanciaefectiva respecto de los seres humanos c onc retos- tiene derecho a ser tratada de una manera análogamente hum ana. Ycomo yo tengo el convencimiento creyente de que el Espíritu de Dios no ha abandonado a la Iglesia como institución,

y de que ésta, a pesar de todos sus fallos y anquilosamien-tos, no ha perdido su carácter de Pueblo de D ios, Cuerpo deCristo e «icono» del Dios trinitario; y como, además, no deseo renunciar a seguir creyendo que «el Espíritu de Dios hace a la Iglesia una, santa, universal y apo stólica», por eso nopuedo eludir la consecuencia de que, salvando todas las di

ferencias, esta Iglesia es susceptible de unas relaciones  análogas a las relaciones pe rsonales que se dan entre unos sereshumanos y otros, y que, consiguientemente, también es posible un «amor (personal) a la Iglesia». Más aún, la Iglesiano es ante todo una super-organización creada para administrar la tradición cristiana, sino que, tanto teológica comoempíricamente, se asienta en los más diversos niveles deuna experiencia de fe  a la vez personal y comun itaria. El hecho de que hoy la opinión pública se fije unilateralmente enel aspecto institucional de la Iglesia tiene mucho que ver,sin duda, con nuestros condicionamientos culturales, por lo

que no debería dar lugar a que se consolidara una visión básicamente antiteológica y antipersonal de la Iglesia.

Supuesto todo lo cual, yo sí querría aplicarle a la Iglesiael poema de E. Fried como una variante moderna del igna-ciano «sen tiré in Ecclesia» (sentir en [y conj la Iglesia), quedesde la Reforma hasta hoy no ha perdido su carácter provocador. Y me gustaría, además, subrayar de nuevo que,cuando el amor dice: «es lo que es», no afirma que esté deacuerdo con todos los abusos que se cometen ni que estédispuesta a permitir que todo siga como está. Lo único quedice es: «Yo acepto la realidad de la Iglesia, la asumo, y  en

esa realidad (y a menudo  a pesar  de ella) afirmo a la Iglesia; y espero que precisamente de esta aceptación am orosabrote en la Iglesia, incluso en sus mismas estructuras pecaminosas, la fuerza y la fantasía que le lleven a la conversión, a la transformación salvífica».

¿Cómo sonaría el poema de E. Fried aplicado a la Iglesia? M ás o menos así:

«Es absurdo, dice la razón,que en la Iglesia sólo los varones célibespuedan recibir las órdenes sagradas.

CONSIDERACIÓN FINAL: «ES LO QUfa ES, DICE EL AMOR» CONSIDERACIÓN FINAL: «ES LO QUE ES, DICE EL AMOR»  I 6 7

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Los argumentos teológicosson del todo insuficientes.

Es lo que es, dice el amor,aunque con ello no se dé por satisfecho.

Es una desgracia, dice el cálculo,

que el impulso reformador del último Conciliose esté viendo frenado,dif icul tando innecesariamenteel caminar de la Iglesia hacia el tercer milenio.

Es doloroso, dice la congoja,que la Iglesia en Centroeuropaparezca estar perdiendo su juventud y su futuro.

Es inútil, dice el conocimiento,que los hombres se declaren

totalmente partidarios del Sermón de la Montañapara que la tierra se convierta en paráboladel Reino de Dios.

Es lo que es, dice el am or,que sigue infatigableesperando "contra toda esperanza" .

Es ridículo, dice la arrogancia,que más de dos mil quinientas iglesias localespermitan que una central romana las tutele,y no re ivindiquen abiertamente

el derecho, teológicamente incontes table ,a que se reconozca y se estructureuna auténtica diversidad en la unidad.

Es una frivolidad, dice la prudencia,que cada una de las iglesias localesquiera hacer y deshacer a su antojo;que exista un pluralismo casi inabarcablede teologías, modos de creer,

Es imposible, dice la experiencia,que las iglesias ricas de Occidentese conviertan librementea la pobreza del Evangelioy, s impatizando sol idariamentecon las iglesias pobres del Sur,

adopten también para sí el estilo de vidade las Bienaventuranzas .

Es lo que es, dice el amor,que confía en actuar a impulsos del poderdel Espíritu Santo, Padre de los pobres,que ablanda lo que es tá entumecido ,unifica lo que está separadoy preserva la diversidadde lo que está unido».