Kino, el jesuita aventurero Fe y compromiso · viajero, evangelizador, fundador y ex plorador, pero...

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2/7/2017 Kiosko y Más - ABC - 2 jul. 2017 - Page #64 http://lector.kioskoymas.com/epaper/viewer.aspx?noredirect=true 1/1 64 CULTURA LahuelladeEspañaenEE.UU. Kino, el jesuita aventurero Realizó una gran labor pacificadora y se le considera el padre de A rizona E usebio Chini , Kino. había na- cido en Segno, lta lia, y renun - ció a un a cátedra de matemá- tic as p ar a h ace rse j es uit a y mi sionero en América. Fue destin ado a la Baja Californi a, conside rada un a isla, pe ro la au toridad española deci- dió que la desé rti ca tierra era tan mez- quin a que no daba para sos tener las mi s ion es. y se abandonó el pro yecto. aunqu e este pe rman eció en la memo- ria de Kino, como luego se verá. Fue destinad o ent onces a la reg ión de la Pimer ía,e n la confiuencia de los ríos Colorado y Gila, desde donde desplegó su labor hacia todos los rum bos, en particular Arizona, tierra extre- m a, tórrid a, a la qu e Kin o sup o ex tr ae r las m áx im as p os ibilid a- des en beneficio de los indios. Viajaba ac aba- llo, lleva nd o un a mul a ca rga da de rega los. porque. como decía, «es m ás fácil enseñar a un indi o a lime nt ado qu e a un o hambri en- t o)). Misiones De es te mod o reco rri ó mil es ele kil óm e t ros po r Arizo na. fund an- do Misiones, y ca da vez formaba a un gru- po de indi os. a los qu e enseñaba los oficios necesa rios para el le- vant amiento del tem- pl o y las depend encias mi sionales, co m o a lb a ñil es . ca rpint eros, herre- ros y pint ores, y luego pedía a Méx i- co no solo nuevos misioneros, sino ganados y se millas para convertir la Mis ió n e n un ce ntro autos ufi c ie n te. co n sc ient e ele qu e la nu eva re lig ió n ca tólica tenía que venir acompa ñada de ven lajas maleriales que la hicie- ra n a tr act iva. En cumpli mie nt o de la estrat egia españo la, int rodujo en Ari- zona novedades como el ganad o, tri- go y frut a les, a rquit ectura , mú sica ... indu cie nd o ca mbi os se ns ibles en las razas indi as. qu e pasa ron de n óm a - das y guerreras a estables y pacíficas. La religión no significaba doblega r- se a nt e la pés im a d ispos ició n d e un a t ie r ra inh ósp it a, s in o ve n cer la se m - bra nd o, c ria nd o ga nados, mejora nd o la capac it ac ió n, ya qu e su propós ito era e leva r la co ndi ción esp iritu a l y material del indi o. No siempr e le sa liero n bie n lasco - sas. Soportó estoicamente las maledi- ce ncias qu e pr ovoca ba s u descomu- nal actividad, frut o de la hab itu al en- vidi a h ac ia qui e n hace e n de m asía . Otra vez, habiendo dejado e ncargad o de la Misión ele Caborca al padr e Sae- ta, ciert o indio capata z de un ra ncho maltrató a un semejante. Jo que encen- dió la có lera de la tribu . Bla ndi endo arm as se dirigieron a la Misión,e n cuya capilla rezaba el padre Saeta, quien sa- lió a dialogar, pero recibió dos flechas que le atr avesaron el pecho. Tuvo tiem- po el pad re de reg resa r a la capi lla, abr az ar se a s u c ru c ifij o y m or ir. La evangelización de América es un a epo- peya regada profusamente con sang re espa ñola. La llama de la rebelió n ge- nera l india se aviva ba, porqu e la auto - rid ad española desea ba vengar el su- ceso. El pa dr e Kin o, usand o de la p a- la b ra, log r ó sosega r los á nim os de Evangelización Viajaba a caballo, cargado de regalos, porque, decía, «es más fácil enseüar a un indio alimentado que a uno hambriento » todos, y que las condenas sobre los res- ponsables fueran m ás leves. Pero Kino no olvidaba a los nat ivos de la isla de Baja Californi a, abando - nados a su suerte por la pobreza de la tierra. Era imposible, por cos toso, abas- tecerlos por mar, hasta que un día des- cubrió en Arizona unas conchas azu- les. llamadas abulones, idénticas a las que ha bía visto en la pr opia costa de Baj a Ca liforni a. Fin o geógrafo, dedu - jo que la supues ta isla no era ta l, sino qu e la Baja y la Alta Californi a esta - ban unid as p or tierra . Mont ó ento n- ces sobr e su caballo y viajó has ta aso- m arse a un ce rro, compr oba ndo qu e la Baja California no era isla, sino pe- nín sula. Así que enviar una cabeza de ga nado allí no cos taba 300 pesos en bar co, s in o 20 ce nt avos po r ti e rr a, y las misiones de Baja California eran viabl es. Y es qu e Kino no solo era un jesuit a, sino un científico, en cuyo ha- ber figura un a cartografía co mpl eta de la región. Infatigable viajero Kino hizo toda su labor den t ro de l e n- granaje español, al igual que otros ex- tr anjero s co mo Colón o Maga llanes, aunqu e hoy cad a 12 de octu br e Nueva York se engalane con la ba nd era ita- liana. y co mo s i permitiéra mo s qu e Portu ga l se apropiara de la prim era vuelta al mund o (o como la pe lícul a ((La Mis ión». qu e e nsa lza la labo r de los jesuit as, ocultando deliberadamen- te que todo el sistema misional gua- raní era un a obra financ iada e impul - sa da por el Rey de España ). Díjose de él que su labor pacifica - dora fue más eficien te que la de varios pres idios co n sus soletados . Su fe en su misión y en la Providencia le llevó a viajar solo en un a región poblada de tribus aguerridas , pero jamás fue ata- ca do ni moles tado, salvo po r fieb res regulares, que él curaba por el méto - do de so mete rse a seis días de ayun o, ((re baj and o la natu raleza». Kino muri ó un día en silencio en un o ele sus viajes. Murió el infatigable viajero, evangelizador, fundador y ex- plorador, pero su recuerdo perdur a en las esta tu as y lugares con su n ombr e que pu eb lan la regi ón. Y, so br e lodo, en las tr ibus ind ias que salvó de la ex- tin ción, la que acaeció a los nativos en las áreas de domini o inglés. Por todo ello, con ju sticia se le con sidera co mo el pa dr e de Arizo na. DOMING0.2 DEJULlO DE:2017 ABC ab c.es/c ul1ura Critica de música clásica Fe y compromiso OCNE*** Verdi: «Messa da Requiem». Int érprete s: Aga Míkolaj, Marina Pl'Udenskaya, Saim ír Pi rgu, Christopher Purues, Orqu esta y Coro Nacionales de Espa ña. Direcci ón: DavidAfk ham. Lugar : Auditorio Nacional , Madr i d. Fecha: 30-V ALBERT O GONZÁLEZ LAPUENTE Concluye la tem porada de la Orqu es - ta y Coro Nac iona les de Espa ña co n la «Messa da Requ iem » de Giuseppe Ver- d i, que aún se int e rpr eta rá e l m iérco- les en el Festiva l de Gran a da. Au nque en Madrid se ha pr ese nt ado este fin de se m ana bajo e l títul o «Un a mi sa, no un a ópera», todo es dud oso ante una obr a que no se int egra en la litu rgia, que no acaba de materializa r una na - rrac ión y que extraña a la continu idad sinfónica: «hab lo por hab lar», d ijo Ver- cli, convenc ido de la ambigüedad ele los géneros y t ras co nocer «Le Villi», la pr imera ópera del j ove n Pu cc in i. Desde esa pe rspec tiva desapasio - nada crece en importancia la interpre- tación dirigida por David Afkham: lim- p ia , cla r a, orde nada , dotada de una muy interesan te cohesión formal (fren- te a una obra tan propensa a la frag- mentaci ón), una robusta certeza rít- mica y un come dido ace nt o dramáti - co. La co mp licidad de la Orqu esta Nacional se h izo nota r en la intimidad de l arranque y e n e l c rec imi e n to ha- cia los momen t os culmin a nt es. Tam - bién la calidad del coro, en un a larde, la del vierne s, es pec ialm en te afortu - nada. Voces Pero la comple ji dad de l «Requ iem» va más allá de la vo lunt ad pe rsona l de l di rect or. Anunc iadas las ca nta ntes Ca- milla Nylund y Veronica Simeon i, fue- ron sus tituid as por la so pr ano Aga Mi- kolaj y la mezzo Mar ina Pr ude nskaya. La pr imera ca nt ó res uelta en lo lírico y corta en e l «squill o));la seg un da, de voz grave y a rres tos, atacó el «Lacri- mosa» con exceso de inacció n. El te- nor Saim ir Pirgu trae de nuevo a Ver- di y su sentenc ia ant e el tr abajo de un ca nta nte : «le falta ser acto r». Su ele- menta l propues ta musica l destacó, sin embargo, sob re la irr egul ar contr ibu- ción del barí tono Chri stop her Pu rves, la voz no siempre homogénea ye! men- saje clescompro metido. Hubo que es- perar al «Sanc tu s» y su re leva n te in - tervenc ión co ral para que la obra vol- viera a remon ta r e l ca min o hacia un fin al brillante. Y aún cabe obse rva r el es pectácu - lo desde otra pe rspec tiva e n un d ía con móviles, toses, un cierto y extraño ner- viosismo entre el públi co, incluyendo a una espec tadora aband onando el asien to de tr ibun a al borde del desma - yo. Circunstancias adve rsas que , más allá de la anéc dota, añade n méri to a la só li da prop ues ta de Afkh am y la OCNE.

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64 CULTURA

~ LahuelladeEspañaenEE.UU.

~ ~ Kino, el jesuita aventurero Realizó una gran labor pacificadora y se le considera el padre de A rizo na

Eusebio Chini , Kino. había na­cido en Segno, lta lia, y renun ­ció a un a cá tedra de matemá­tic as p ara hace rse jes uit a y

mi sionero en América. Fue destin ado a la Baja Californi a, conside rada un a is la, pe ro la au torid ad española dec i­dió que la desé rti ca tierra era tan mez­quin a que no daba para sos tener las mis iones. y se abandonó el pro yec to. aunqu e este pe rman eció en la memo­ria de Kino, como luego se verá.

Fue destinad o entonces a la reg ión de la Pimer ía,e n la confiuencia de los rí os Colora do y Gila, desde donde desplegó su labor hacia todos los rum bos, en parti cular Arizon a, tierr a ex tr e-m a, tórrid a, a la qu e Kino sup o ex tr ae r las m áx im as pos ibilid a­des en beneficio de los indios. Viajaba ac aba­llo, lleva ndo un a mul a ca rga da de rega los. po rque. como decía, «es más fácil enseñar a un indi o alimentado qu e a un o hambri en­t o)).

Misiones De es te mod o recorri ó mil es ele kil óme t ros po r Arizo na. fund an­do Mis iones, y ca da vez formaba a un gru­po de indi os. a los que enseñaba los oficios necesa rios para el le­va nt amiento del tem-pl o y las depend e ncias mi s ionales, co mo albañiles . ca rpint ero s, herr e­ros y pint ores, y luego pedía a Méx i­co no so lo nu evos mi sioner os, sin o ga nados y se mill as pa ra convertir la Mis ión e n un ce ntro autos uficien te. co nsc ient e ele qu e la nueva re lig ión ca tólica tenía que venir acompa ñada de ve n lajas m aleri ales qu e la h icie­ra n atr act iva. En cumpli mient o de la estrat egia españo la, int rodujo en Ari­zon a novedades como el ga nad o, tri­go y frut a les, arquit ectura , mú sica ... indu cie nd o ca mbi os se ns ibles en las razas indi as. que pasa ron de nóma ­das y guerreras a estables y pacíficas. La re lig ión no s ignifi caba doblega r­se ant e la pés ima d ispos ición de un a t ierra inh ósp it a, sino vencer la se m­bra ndo, criand o ga nados, mejora ndo la capac it ac ión, ya que su propós ito era e leva r la co ndi ción esp iritu a l y material de l indi o.

No siempr e le sa liero n bien lasco ­sas. Soportó estoicamente las maledi-

ce ncias que pr ovoca ba su descomu­nal activ idad, frut o de la hab itu al en­vidi a hac ia qui en hace e n de m asía . Otra vez, habiendo dejado e ncargad o de la Misión ele Caborca al padr e Sae­ta, cie rt o indio capata z de un ra ncho malt rató a un semejante. Jo que encen­dió la có lera de la tribu . Bla ndi endo arm as se dirigieron a la Misión,e n cuya capilla rezaba el padre Saeta, quien sa­lió a dialogar, pero recibió dos flechas que le atr avesaron el pecho. Tuvo tiem­po el pad re de reg resa r a la capi lla, abr az ar se a su c ru cifij o y mor ir. La evangelización de América es una epo­peya regada profusamente con sang re espa ñola. La llama de la rebelió n ge­nera l india se avivaba, porqu e la auto ­rid ad española desea ba vengar el su­ceso. El padr e Kino, usand o de la pa­lab ra, log r ó sosega r los á nim os de

Evangelización Viajaba a caballo, cargado de regalos, porque, decía, «es más fácil enseüar a un indio alimentado que a uno hambriento »

todos, y que las condenas sobre los res­ponsa bles fueran m ás leves.

Pero Kino no olvidaba a los nat ivos de la isla de Baja Californi a, abando ­nados a su suert e por la pobreza de la tierra. Era imposible, por costoso, abas­tecerlos por mar, hasta que un día des­cubrió en Arizo na unas conchas azu ­les. llamadas abulones, idénticas a las que ha bía vis to en la pr opia costa de Baj a Californi a. Fino geógrafo, dedu ­jo que la supues ta isla no era ta l, sino que la Baja y la Alta Californi a esta ­ban unid as por tierra . Mont ó ento n­ces sobr e su caballo y viajó has ta aso-

marse a un ce rro, compr oba ndo qu e la Baja California no era isla, s ino pe­nín sula. Así que enviar una cabeza de ga nado allí no cos taba 300 pesos en bar co, s ino 20 ce nt avos po r tierr a, y las misiones de Baja Califo rni a eran viabl es. Y es que Kino no solo era un jesuit a, sino un científico, en cuyo ha­ber figura un a cartografía co mpl eta de la reg ión .

Infatigable viajero Kino hizo toda su labor den t ro de l en­granaje español, a l igua l que ot ros ex­tr anjero s co mo Colón o Maga llanes, aunqu e hoy cada 12 de octu bre Nueva York se engalane con la ba nd era ita­liana. y co mo s i permitiéra mo s qu e Portu ga l se ap ropi ara de la prim era vuelta al mund o (o como la pe lícul a ((La Mis ión». que e nsa lza la labo r de

los jesuit as, ocultando deliberadamen­te que todo el s istema misional gua­raní era un a obra financ iada e impul ­sa da por el Rey de España ).

Díjose de él que su labor pacifica ­dora fue más eficien te que la de varios p res idios co n sus soletados . Su fe en su misión y en la Providencia le llevó a viaja r solo en un a región poblada de t r ibus aguerridas , pero jamás fue ata­ca do ni moles tado, salvo po r fieb res regulares, que él curaba po r el méto ­do de so mete rse a seis días de ayun o, ((rebajand o la natu raleza».

Kino muri ó un d ía en silencio e n un o ele sus viajes. Murió el infatigable v iajero, evangelizador , fundador y ex­plorador, pero su recuerdo perdur a en las esta tuas y lugares con su nombr e que pu eb lan la regi ón. Y, sobr e lodo, en las tr ibus ind ias que salvó de la ex­tin ción, la que acaeció a los nativos en las áreas de domini o inglés. Por todo ello, con ju sticia se le considera co mo el pa dr e de Arizo na.

DOMING0.2 DEJULlO DE:2017 ABC abc.es/c ul1ura

Critica de música clásica

Fe y compromiso

OCNE*** Verdi: «Messa da Requiem». Int érprete s: Aga Míkolaj, Marina Pl'Udenskaya, Saim ír Pi rgu, Christopher Purues, Orqu esta y Coro Nacionales de Espa ña. Direcci ón: DavidAfk ham. Lugar : Auditorio Nacional , Madr id. Fecha: 30-V

ALBERT O GONZÁLEZ LAPUENTE

Concluye la tem porada de la Orqu es ­ta y Coro Nac ionales de Espa ña con la «Messa da Requ iem» de Giuseppe Ver­d i, que aún se inte rpr eta rá e l miérco­les en el Festiva l de Gran ada. Au nque en Madrid se ha pr ese nt ado este fin de se mana bajo el títul o «Un a mi sa, no un a ópera», todo es dud oso ante una obr a que no se int egra en la litu rgia, que no acaba de materi a liza r una na ­rrac ión y que extr aña a la cont inu idad sinfónica: «hab lo por hablar», d ijo Ver­cli, convenc ido de la ambigüedad ele los géneros y t ras co nocer «Le Villi», la pr imera ópera del joven Pucc in i.

Desde esa pe rspec tiva desapasio ­nada crece en import ancia la interpre­tación dirigida por David Afkham: lim­p ia , cla ra, orde nada , dotada de una muy interesan te cohesión formal (fren­te a una obra tan p ropensa a la frag ­mentaci ón), una ro busta ce rteza r ít ­mica y un come dido ace nt o dramáti ­co. La co mp licidad de la Orqu esta Nacional se h izo nota r en la intimidad de l arranque y e n e l crec imi e nto ha­cia los momen tos culmin ant es. Tam ­bién la calida d del coro, en un a larde, la del vierne s, es pec ialm en te afortu ­nada.

Voces Pero la comple jidad del «Requ iem» va más allá de la vo lunt ad pe rsona l de l di rect or. Anunc iadas las canta ntes Ca­milla Nylund y Veronica Simeon i, fue­ron sus tituidas por la sopr ano Aga Mi­kolaj y la mezzo Mar ina Pr udenskaya. La pr imera cant ó res uelta en lo lírico y corta en el «squill o)); la seg un da, de voz grave y a rres tos, atacó el «Lacri­mosa» con exceso de inacció n. El te­nor Saim ir Pirgu t rae de nuevo a Ver­di y su sentenc ia ant e el tr abajo de un ca nta nte : «le falta ser acto r». Su ele­menta l propues ta musica l destacó, sin embargo, sob re la irr egul ar contr ibu­ción del barí tono Chri stopher Pu rves, la voz no siempre homogénea ye! men­saje clescompro metido. Hubo qu e es ­perar al «Sanc tu s» y su re leva n te in ­tervenc ión co ral para que la obra vol­viera a remon ta r e l ca min o hacia un final brillante.

Y aún cabe obse rva r el es pectácu ­lo desde otra pe rspec tiva en un d ía con móviles, toses, un cierto y extraño ner­viosismo entre el públi co, incluyendo a una espec tadora aba nd ona nd o e l asien to de tr ibun a al borde del desma ­yo. Circunstancias adve rsas que , más allá de la anéc dota, añade n méri to a la só lida prop ues ta de Afkh a m y la OCNE.