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LA AUTORID AD EN LA DISC IPL INA PEDAGO GICA Todo el que se sienta llamado al profesorado en cualquie- ra de sus múltiples y diversas modali d ades, y no menos el que aspire a ser un educador de f a juventud en cualesquiera escuelas, colegios, internados o centros docentes, así en la en- señanza primaria como en. la secundaria, si tiene concienc . ia de las dotes que requiere t an noble y difícil profes ión, no dejará de ver que, para ejercerla dignamente, no basta la ciencia de lo que haya de enseñar, ni tampoco e l conocimiento perfecto de las normas que pueda aprender en un buen tratado de Di- dáctica. El ejerci cio de su _·profesión le será penoso, y su efi- ciencia, tanto por lo que se refiere a la enseñanza como a la educación, quedará anulada, o por lo menos · notablemente disminuída, si no pose e, además, la autoridad necesari a para gobernar · a sus alumnos, sujetando su conducta a una pru- dente discipl ina. Es natural, pues , que al que se prepara para la carrera de maestro o educador, y también al que, teniendo ya las manos en la masa, experimenta las dificultades q4e con frecuencia se presentan al profesor novel, le ocurra preguntar : ¿ Qué · es y en qué consiste la autoridad ? ¿ De qué manera o por qué procedimientos es pos ible adquirirla y acrecentarla ? He aquí dos sencil las preguntas, no tan fáci les de contes- tar como a primera vista podría parecer. A el las vamos a con- testar en este artículo, en el que no tenemos la pretensión de exponer doctrinas nuevas ni prácticas pedagógi cas pere- grinas. Nuestro intento es solamente presentar de un modo sistemático y guiados por la propia experiencia doctrinas y normas prácticas muy antiguas que se hal lan dispersas en muchos libros. · Puede esta síntesis ser útil al que aspira al magisterio para considerar si, por ventura, posee las dote s que para él se re- quieren, y al profesor novel para un examen práctico de la propia actuación.

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L A A U T O R I D A D E N L A D I S C I P L I N AP E D A G O G I C A

Todo el que se sienta llamado al profesorado en cualquie­ra de sus múltiples y diversas modalidades, y no menos elque aspire a ser un educador de fa juventud en cualesquiera escuelas, colegios, internados o centros docentes, así en la en­señanza primaria como en. la secundaria, si tiene concienc.ia de las dotes que requiere tan noble y difícil profesión, no dejará de ver que, para ejercerla dignamente, no basta la ciencia de lo que haya de enseñar, ni tampoco el conocimiento perfecto de las normas que pueda aprender en un buen tratado de Di­dáctica. El ejercicio de su _·profesión le será penoso, y su efi­ciencia, tanto por lo que se refiere a la enseñanza como a la educación, quedará anulada, o por lo menos ·notablementedisminuída, si no posee, además, la autoridad necesaria para gobernar · a sus alumnos, sujetando su conducta a una pru­dente disciplina.

Es natural, pues, que al que se prepara para la carrera de maestro o educador, y también al que, teniendo ya las manos en la masa, experimenta las dificultades q4e con frecuencia se presentan al profesor novel , le ocurra preguntar : ¿ Qué ·

es y en qué consiste la autoridad ? ¿ De qué manera o por quéprocedimientos es posible adquirirla y acrecentarla ?

He aquí dos sencillas preguntas, no tan fáciles de contes­tar como a primera vista podría parecer. A ellas vamos a con­testar en este artículo, en el que no tenemos la pretensión de exponer doctrinas nuevas ni prácticas pedagógicas pere­grinas . Nuestro intento es solamente presentar de un modo sistemático y guiados por la propia experiencia doctrinas y normas prácticas muy antiguas que se hallan dispersas en muchos libros . ·

Puede esta síntesis ser útil al que aspira al magisterio para considerar si, por ventura, posee las dotes que para él se re­quieren, y al profesor novel para un examen práctico de la propia actuación.

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No ción de disciplina y sus clases .-La disciplina pedagó­gica puede, en general, definirse : la apta coordinación de las actividades de ·Ios edt1candos y la· manera como fas mismas deben s1 1bordinarse a las órdenes de los educadores para la obtención de los fines inmediatos de la educación.

El fin último de la educación es la formación del hombre completo para los fines . que con su conducta debe realizar ; y a la e jecuCión de este fin se subordinan otros muchos fines parciaies que han de obtenerse según las normas de la Eisa­gogía y de la Didáctica. La dirección de Jos procesos por los que estos fines vienen a obtenerse es obra del educador y del maé:stro ; pero ·son ellos acciones vitales del educando ,que en la realización de sü educación no es un sujeto mera­mente pasivo, como lo es la materia en la que trabaja un es­cultor, smo dotado de múltiples ac;:tividades que han de ser orientadas, promovidas o cohibidas por el edv�ador de con­formidad con las normas de una sana Pedagogía. Ese con­junto de las múltiples actividades del alumno en cuanto son dirigidas por el educador para los fines de la educación, es lo que designamos aquí con el nombre de disciplina

Desde luego , pueden distinguirse dos clases de disciplina : h . externa Y ' la interna. La puramente externa se refiere so­lamente a las actividades exteriores. Por tanto, de sí es in­completa y no puede satisfacer las exigencias de la educa­ción nj realizar sus fines. La interna mira al orden de los ac­tos interiores en los que principalmente se verifica la educa­ción y se forman los hábitos que la integran. Puede darse la primera sin la segunda ; la segunda requiere siempre la pri-

. mera, por lo meúos en algún grado . La primera sola es más propia de un cuartel que de un colegio ; la segunda es la pro­piamente pedagógica, y se ayuda también de la primera rec­tamente entendida.

La disciplina puede considerarse en dos estados . Tales son los que podríamos llamar el de la disciplina escrita y el de la disciplina en ejecución. Todo establecimiento educati­vo y de enseñanza tiene det�rminada su manera de proceder en la educación e instrucción de sus alumno.;. Tiene sus idea­les de formación, sus programas de estudios, sus métodos educativos y didácticos . Estos procedimientos, en sus princi- · píos fundamentales, en sus líneas generales, suelen estar con­signados en los estatutos de los establecimientos, en sus re­glamentos y en las costumbres particulares de· cada uno de ellos. Así es cómo cada institución docente determina su ma-

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nera especial de procec;ler en todo orden de cosas relativas a la educación. Es la disciplina en estado de ley escrita o con­suetudinaria.

De este estado de la disciplina el educador novel no se ha de preocupar en lo más mínimo. El establecimiento ense­fíante o educador se lo da todo hecho . Lo único que ha de hacer es esforzarse en conocerlo 'de la me1or manera posi­ble, sabiendo cómo qay que proceder para no errar por igno­rancia ; y a ser posible conociéndolo a fondo, no sólo de unmodo puramente material, sino dándose cuenta del espíritu y ra'zón de ser de las diversas prescripciones, para evitar. en la práctica la rutina, por la que vienen muchas veces a frus­trarse 19s resultados de las prescripciones mejor establecidas .

Pero la ley se ordena a su ejecución, la disciplina escrita a la disciplina en acción ; y éste es el segundo estado de ladisciplina y el que interesa particularmente a los que se pre­paran para actuar ya como maestros o educadores, y tam­bién como directores de un establecimiento de enseñanza y educación de cualquiera categoría que sea.

La autoridad y la disciplina.-Dada la definición que he­mos propuesto de disciplina, ésta no puede debidamente po­nerse en ejecución sin la intervención de dos requisitos que propiamente no son más que dos aspectos de una misma cosa. Tales son, por parte de los alumnos, la docilidad, y por parte del educador, la autoridad . Aquélla consiste en que los alum­nos se dejen guiar e influir por el educador, y ésta en que el educador sea capaz de influir y dirigir prácticamente . al edu­cando . Son cosas correlativas . Ambas son indispensables para!él. ejecución de la disciplina. La docilidad se obtiene siempreque hay autoridad.

La autoridad, como factor importantísimo de la discipli­na, podría llamarse autoridad efectiva o práctica, para distin­guirla de la autoridad que podríamos llamar legal o jurídica, que consiste en una participación por delegación del derecho natural de los padres de familia a la educación de sus hijos .

De hecho tienen esta autoridad en mayor o menor grado todos los que como directores, educadores y profesores in­tervienen en la marcha de un centro docente o de educación . Pero una cosa es que uno' tenga derecho a poner en marcha, controlar, dirigir, promover la actividad educacional y otra muy distinta que sea uno capaz de realizarlo de un modo con­veniente. Esta aptitud para la actuación práctica de la disci-

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plina en todqs los órdenes de la actividad escolar es lo que llamamos autoridad.

La naturaleza de esta aptitud y el modo de a�quirirla, acrecentarla y conservarla es lo que nos proponemos consi­rar. Puede la doctrina que vamos a exponer servir hasta cier­to punto para conjeturar, con · visos de probabilidad, si unsujeto que todavía no ha ejercido �l magisterio tendrá o no autoridad con sus alumnos, pero de ninguna manera paraun pronóstico cierto acerca de ello . Porque muchas veces seha visto que personas que parecía habían de desempeñar amaravilla el cargo de profesor o de educador han fra<;asado en él por falta de este algo misterioso que es la autoridad, hasta el punto de revelarse en la práctica como completa­mente incapaces para contener a sus alumnos dentro de la más elemental disciplina. Mientras que, por el contrario, otros que por razón de algunas de sus cualidades parecían ineptos para ello, han tenido los más brillantes éxitos . Pero si no podemos predecir con certeza la existencia de esta ap­titud, si no es probándolo prácticamente, es posible, al menos, procurar prepararse a la actuación pedagógica con garantías de buen resultado si se considera de antemano en qué puede consistir esa aptitud para. procurarla, y de qué manera hay que proceder para obtenerla en la actuación pedagógica.

He aquí dos partes en que pueden dividirse estas sencillas consideraciones. Trataremos primero de lo que es la autori ­dad. pedagógica en sí misma, por decirlo así , estáticamente �onsiderada. Luego la consideraremos dinámicamente, o sea en acción.

T. - LA AUTORIDAD ESTATICAMENTE CONSIDERADA

A) ANÁLISIS DE LA AUTORIDAD.

R ealidad de la autoridad . -Comencemos por notar que laautoridad, como capacidad de influir en otros y dominar sus voluntades, es una realidad, aunque no sepamos como expli­carla. La existencia de sujetos dotados de esta capacidad se observa en cualquiera colectividad ; en el ejército, en una asamblea, en una reunión y, en general, en cualquiera agru­pación de seres humanos. Esto mismo ·tiene lugar también en las de jóvenes y también en las de niños. Si se observa la

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manera de proceder de éstos en los juegos , en los paseos, en las conversaciones, se nota fácilmente que siempre hay algu­nos que se imponen a los demás, los cuales respecto de ellos son personas pasivas y aguardan y aun desean su dirección . Esto mismo se nota en personas mayores. Este influjo miste­rioso es el que se da en el educador o profesor que .está do­tado de autoridad respecto de sus alumnos . Este influjo es el que hay que procurar a toda costa por ser absolutamente ne­cesario para regular las relaciones entre los educadores y los educandos. El ascendiente, el prestigio del educador so­bre el educando , en virtud del cual éste se somete con mayor o menor facilidad a él para los fines de la educación, es loque llamamos autoridad .

Los constit1�tivos de la autoridad.-El hecho de la exis­tencia de la autoridad .es evidente. Su necesidad para la obra de la educación está fuera de toda duda. Es también muy grande el interés que presenta la cuestión de cuáles son las cualidades de las cual�s la autoridad resulta, o sea los consti­tutivos esenciales de la autoridad, para poder procurarla o aumentarla. Hay que reconocer, sin embargo, que resulta sumamente difícil determinar con precisión cuáles sean los constitutivos esenciales de la autoridad, esto es, cuáles sean las cualidades que bastan y se requieren para que la autoridad exista.

Dejando aparte, por mal fundadas y anticientíficas, todaslas explicaciones que podrían ad ucirse, semejantes a las que las· teorías fluidísticas intentan dar de los hechos propios de l,1 sugestión, y suponiendo, conforme a la teoría más proba­ble, que el prestigio e influjo propio de la autoridad ha de poder explicarse por factores de orden psicológico, intenta­remos determinar algunos de ellos, indicando, en primer tér­mino, algunos que, en todo caso, parecen intervenir, y lue­go otros, que, por lo menos comúnmente, aunque no nece­sariamente, se observan en las personas dotadas de autoridad.

La autoridad importa siempre alguna. sup erioridad.­Como en el orden moral, así también en el puramente psico­lógico o pedagógico, que es el que aquí estudiamos, la au­toridad es siempre una superioridad. Si se trata del orden puramente científico pedagógico , es evidente que un profe­sor, para tener autoridad ºcientífica sobre sus alumnos, es menester que les supere en ciencia. Si ha de influir en ellos en el orden moral, es necesario que sea superior a éllos en virtud. Si ha de influir en el orden de la actividad en sus múl-

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tiples aspectos, no podrá menos de serles superior en carác­ter y firmeza de la voluntad. La autoridad, pues, es siempre una superioridad. Pero, como toda superioridad, basta que sea una superioridad relativa. Así , puede darse el caso de que uno tenga autoridad delante de niños pequeñitos y no la ten­ga ante los niños mayores ; que la tenga ante los jóvenes ya formados , que se guían por la razón, y ·no la tengan ante los niños pequeños, que se guían más bien por sus instintos .

L a sup erioridad d e la. au toridad pu ede resultar de diver­sísimas combinaciones de cualidades las más di·uersas .-Esto se ve con sólo considerar la diversidad de maneras de ser de maestros y educadores insignes y de gran autoridad. A pe­sar de- tener caracteres muy diversos, todos convienen en te­ner la autoridad de que tratamos y en ser excelentes educa­dores. De ahí. la gran dificultad, por no decir la imposibili­dad, de decir en concreto en qué cualidad o grupo de cuali­dades consiste la autoridad. Como puede resultar de combi­naciones tan diversas de cualidades, y el defecto de unas pue­de suplirse por la excelencia de otras, no es posible señalar con certeza las cualidades que se requieren y bastan para po­der decir que uno tendrá o no autoridad. Pero esta misma <:iificnltad ha de ser un motivo de aliento para no intimidar­se pensando .que no se va a tener autoridad, porque uno se ve tal vez privado de ciertas cualidades relevantes, que son notorias en algunas personas que se distinguen por ella. No hay que perder por ello la esperanza de obtenerla. Lo que estas personas que tienen fama de tener autoridad logran por medio de las cualidades sobresalientes que en ellas adverti­mos, será tal vez posible alcanzarlo por otras cualidades que ... umpensen y aun suplan con ventaja las que faltan. Todo está en conocerse bien a sí mismo y en acertar a llenar las la­gunas y ·los déficits de nuestra psicologí'a individual, por me­dio de otras cualidades en las que podamos más fácilmente sobresalir. Esta compensación y equivalencia de distintos pro­cedimientos para alcanzar un mismo fin es la ley general de la vida, principalmente de la vida psicqlógica ; se verifica mu­chas veces espontáneamente, y no hay duda que puede pro­moverse en gran manera procediendo con método, exami­nándose atentamente, aconsejándose con personas prudentes y esforzándose por lograr el fin· que se pretende, no por la imitación servil de la manera de proceder de los otros, sino del modo más conveniente al propio carácter.

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B) PsICOGRAFÍA DE LA PERSONA DE AUTORIDAD . .

Algunas cualidades que comúnmente se encuentran en las p ersonas do tadas de autoridad.-Mas, aunque no nos sea posible fijar con precisión y exactitud las cualidades que bas­tan y se requieren para tener autoridad, es útil, sin embar" go, reparar en las que, por lo común, �e observan en las per"sanas que gozan de ella, las cuales, aunque por sí solas no bastan, parecen, no obstante, sumamente convenientes , y aun algunas de todo punto necesarias. Para enumerarlas por orden, las agruparemos bajo los cuatro aspectos a los cuales pueden reducirse todos los rasgos, por lo que puede trazarse la psicografía de una persona, en · nuestro 'caso, de la perso­na dotada de autoridad pedagógica. Tale's son los aspectos del conocimiento, de la tendencia, del sentimiento y de la e:x.J presión o comportamiento exterior . · · · · '

Cualidades de conocimiento ._:._El educador dotado ·de­prestigio suele ser hombre de talento y de ilustración prop·or­cionada a la manera de ser de los sujetos sobre los cuales ha de ejercer su autoridad. Ha de tener u11 conocimientó daro ; no solamente del fin general de la educación, sino de ' lós fin�s particulares que se pretenden en cada uno de los actos o ejercicios en los cuales ha de ejercer su autoridad, y tal que le permita en cada caso distinguir bien lo que es absoluta­mente necesario para la observancia de · Ja' disciplina y· lo que no lo .es en tanto grado . Pero especialmente ha de conocer con la mayor perfección posible la manera de ser de los su-· j etos que ha de gobernar, no solamente en común, sino tam-' bién en particular, dándose cuenta de sus cualidades büenas y de sus inclinaciones y de sus intereses, de sus disposicio­nes actuales y de su estado de ánimo, de sus repugn:mdas' y dificultades. Para este conocimiento, mucho le servira tener conocimientos de Psicología, principalmente de Psicología diferencial o individual. Pero los conocimientos puramente teóricos y adquiridos en los libros, por importantes que sean;no le servirán en la práctica, si, además, no está dotado decierta intuición espontánea que le permita apreciar en con­creto todas estas cosas. Ha de ser, por 'tanto, 'sumamente perspicaz en darse cuenta de los menores cambios de actitudde los alumnos , ya de cada uno en particular, ya de todos jun­tos constituídos en colectividad ; y ha de estar dotado debuen juicio y sentido común para saber dar ·a cada cosa ·el

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valor que, en realidad, tiene y obrar prudentemente segun e! caso lo requiere. Mas esto pertenece .ya al siguiente gru-po de cualidades. .

Cualidades de te11dencia.-El sentido comun, en efecto, no solo es necesario para apreciar conforme a la realidad las circunstancias, sino tambien para portarse en eJias con

prudencia, eligiendo en cada caso Ios medios mas conducen­tcs a la guarda de la disciplina. No poras veces la conser­�·aci6n de esta exige que el educador sea hombre de recur­sos para dominar la actitud de Ios alumnos en circunstancias imprevistas, particularmente expuestas al desorden. Desde el punto de vista de la tendencia, es facil observar que Ios hombres de autoridad son bombres de caracter, entendiendo por esta expresion, no solamente la fuerza o impetu de la voluntad, sino tambien la rectitud y orden de la rnisma, que no se encuentra mas que en el que es verdaderamente vir­tuoso. Si lo es sera sincero, lea!, paciente, abnegado, labo­rioso, completamente dedicado al desempeiio de su cargo. constante, firme, imparcial, ecu{mime, animoso sin petulan­cia, modesto sin timidez, libre de aficiones particulares y due­

no de sus pasiones, cualidades que no pueden menos de con­ciliar la benevolencia de Ios educandos y de promover su do­cilidad.

CWJiidadts del sentimiento.-Mucho ayuda tambien para conciliarse el amor de Ios educandos el estar dotado de un caracter jovial y animoso. Cierto grado de humorismo de­licado, la benevolencia oportunamente manifestada con se­fiales de aprobacion y de encomio, un entusiasmo comunica­tivo y alentador y la comprension y participacion de Ios sen­timientos del cducando, son cualidades excelentes que, con frecuencia, se observan en las personas que gozan de auto­ridad.

Cualidades del porte exterior.-Estos estados a:fectivo·s del hombre de autoridad · encuentran su expresion natural en

su mimica, en sus gestos, en su porte y conduc-ta exterior y, principalmente, en su conversaci6_n. No hay duda de que pue­de ayudar a tener autoridad la belleza y correccion de las li­neas del rostro y de la configuraci6n corporal, como pueden impedirla ciertas deformidades corporeas o ciertos defectos notables, como la tartamudez, ciertos tics nerviosos, la sor­dera y otros semejantes. Pero ni aquellas cualidades bastan por si solas, ni estas, desfavorables, son tales que sean ab­

. solutamente incompatibles con la autoridad, pues pueden ser

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conipensadas por las anteriormente mencionadas. · Lo que si requiere la autoridad es cierta dignidad en la conducta y pre­sentacion exterior, que excluye las maneras rudas e il)urba­nas en el trato con Ios alumnos, asi como tambien habitos de exactitud, de puntualidad y de aseo. La. afabilidad en el

· trato, un porte fino, atento y cortes; una serenidad imper­turbable, son cualidades que realzan en gran manera el pres­tigio de la autoridad.

( C onti11uara.)

FERNANDO M. PALMES, s. I.