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LA BUENA OBRA DE LOS VOLUNTARIOS Esta es la historia es de una familia normal y corriente compuesta por tres personas el padre, Ramón, la madre, Ana y la hija de 10 años, María, que vivían en una ciudad muy bonita llamada Valencia. Un día como cualquier otro llega una carta para Ramón de una tal Carmen, en esa carta pone: Ramón: No sé si te acordaras de mí, yo soy Carmen la chica que conociste en la univer- sidad fuimos novios, pero algo que siempre te oculté era que me dejaste embarazada y tuvimos un hijo en común que se llama Jorge, y tiene Síndrome de Down y aunque tenga 18 años alguien lo tiene que cuidar yo ya no puedo porque tengo un cáncer en el páncreas y no tengo fuerzas además me han dicho los médicos que pronto moriré. Estoy en el hospital Clínico, si quieres puedes pasarte pasado mañana para recogerlo. Espero que lo cuides. Siento habértelo ocultado todos estos años. Hasta siempre. Carmen Cuando Ramón hubo terminado de leer la carta, la dejo caer al suelo y se quedó mirando al horizonte con una cara seria sin decir nada ni una sola palabra, se quedó mudo, hubo un silencio hasta que Ana su mujer le dijo: - ¿Qué pasa? ¿por qué no hablas? ¿de quién era? Ramón levantó la cabeza la miró a Ana y le dijo, con un tono confuso: -Esta…carta…es de Carmen una novia que tuve en la universidad… que dice que tuvimos…un hijo en común, tiene 18 años, pero tiene síndrome de Down. Ana respondió: - ¿Cómo? Escrito por VALERIA GIMENO BLESA

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LA BUENA OBRA DE LOS VOLUNTARIOS

Esta es la historia es de una familia normal y corriente compuesta por tres personas el padre, Ramón, la madre, Ana y la hija de 10 años, María, que vivían en una ciudad muy bonita llamada Valencia. Un día como cualquier otro llega una carta para Ramón de una tal Carmen, en esa carta pone:

Ramón: No sé si te acordaras de mí, yo soy Carmen la chica que conociste en la univer-sidad fuimos novios, pero algo que siempre te oculté era que me dejaste embarazada y tuvimos un hijo en común que se llama Jorge, y tiene Síndrome de Down y aunque tenga 18 años alguien lo tiene que cuidar yo ya no puedo porque tengo un cáncer en el páncreas y no tengo fuerzas además me han dicho los médicos que pronto moriré.Estoy en el hospital Clínico, si quieres puedes pasarte pasado mañana para recogerlo.Espero que lo cuides.Siento habértelo ocultado todos estos años.Hasta siempre. Carmen

Cuando Ramón hubo terminado de leer la carta, la dejo caer al suelo y se quedó mirando al horizonte con una cara seria sin decir nada ni una sola palabra, se quedó mudo, hubo un silencio hasta que Ana su mujer le dijo:

- ¿Qué pasa? ¿por qué no hablas? ¿de quién era?

Ramón levantó la cabeza la miró a Ana y le dijo, con un tono confuso:

-Esta…carta…es de Carmen una novia que tuve en la universidad… que dice que tuvimos…un hijo en común, tiene 18 años, pero tiene síndrome de Down.Ana respondió: - ¿Cómo?

Escrito por VALERIA GIMENO BLESA

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Ramón contesto: -Lo que escuchas, ¿ahora qué vamos a hacer?

Los dos se quedaron pensando hasta que Ana dijo: -Pues seguir adelante apoyarlo, a partir de ahora será uno más de la casa y va-mos a quererlo y a ayudarlo mucho. Al fin y al cabo, todas las personas somos iguales, aunque tengamos defectos como, por ejemplo: ser sordo, eres una persona normal solo que no escuchas, o no ver bien eres normal, solo que no ves bien.

Entonces Ramón con una media sonrisa en el semblante, dijo: -Pues sí Ana, que positiva eres, así se ve de otro modo, y María qué ¿lo entenderá?

Ana respondió: -Yo creo que sí, además el otro día creo que me dijo que le gustaría tener una hermano o hermana con el que jugar y eso.

Finalmente, Ramón dijo: -Vale, en la cena se lo decimos, me voy al bar que he quedado con mi amigo Raúl, te quiero, adiós.

Llegaron al bar y Ramón empezó a contarle a Raúl lo que había pasado, Raúl lo escuchaba atentamente con cara de sorprendido, cuando hubo terminado Ramón, Raúl le contesto: -Vaya tío, ¿ahora qué vas a hacer?

Ramón le contesto: -Pues apoyarlo y quererlo, no sé, es difícil.

Mira las casualidades de la vida que justo al lado de la mesa de ellos había dos jóvenes voluntarios que eran del centro ocupacional que estaba dos calles hacia arriba.

Escrito por VALERIA GIMENO BLESA

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Uno de los voluntarios estaba escuchando la conversación de Ramón y Raúl entonces se giró y le dijo: -No he podido evitar escuchar vuestra conversación, pero sabes que le podemos ayudar a tu hijo, aquí dos calles hacia arriba hay un centro ocupacional y nosotros somos voluntarios que vamos allí a ayudarlos, allí hacen labores, muchos talleres, se relacionan con personas y muchas cosas más.

Ramón contesto: -De veras es genial, lo apuntaré, de veras muchas gracias por habérmelo dicho.Un mes después, tristemente la madre de Jorge se había muerto, el cáncer había podido con ella, pero había subido al cielo.

Jorge se había acoplado perfectamente, y Ana vio la labor tan buena y tan impor-tante que hacían los voluntarios que se animó a ser voluntaria en ese centro ocupacio-nal. Ana y Ramón lo vieron lo que hacían los voluntarios, esa obra tan buena que en sus vacaciones se fueron a Mozambique a ayudar como voluntarios.

Escrito por VALERIA GIMENO BLESA

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Escrito por JARA JIMÉNEZ

EL RATÓN VIAJERO (cuento en verso)

Había una vez un ratón en la selva de Alcatrón. Su amigo, el león por todo el mundo viajó. Al ratón una vez le dijeron: -Ve al mar ¡es un sueño! El ratón dijo con cara de emoción: -¡Está bien, iré, pero vosotros me aconsejaréis! Mi amigo el león todo lo vio. Seré como él, ¡oh, sí, ya veréis!

Y por eso el ratón de la selva salió y quedó asombrado de todo lo que vio. Por fin lo había conseguido, a sus amigos estaba agradecido: Ellos le ayudaron un poco y el haría lo mismo con otros.

Había una vez un ratón en la selva de Alcatrón.

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Escrito por MARIO CAMILO GÓMEZ

VOLUNTARIADO DE PROTECCIÓN CICILRescate marítimo

Un día los socorristas, mientras tomaban un café en su torre de vigilancia, reci-bieron una llamada en la que les avisaban de algo horrible. ¡Un pequeño barco se estaba hundiendo! Iban a visitar un islote donde había una interesante flora y fauna submarina que estaba cerca de un acantilado, el conductor se despistó mirando un pez de colores que pasaba por debajo del barco y chocaron contra una roca. A causa del choque, la roca abrió una brecha en el casco del barco y se comenzó a llenar de agua completamente.

Al enterarse de lo ocurrido, los socorristas se dieron cuenta de que ellos eran solo cuatro y el barco llevaba catorce personas, incluyendo el conductor y el guía. Ellos solos y con una sola embarcación no podrían salvarlos a todos. Así que llamaron a unos voluntarios que se habían entrenado en salvamento marítimo.

En cuanto llegaron los voluntarios cogieron uno de sus barcos de salvamento y se hicieron a la mar seguidos de la lancha con los seis voluntarios que querían colaborar.Al cabo de un rato corto de estar buscando divisaron el barco. Estaba en una zona muy rocosa de acceso complicado. Por suerte no había víctimas. Así que los socorristas idearon un plan de rescate. Hicieron un intercambio de embarcaciones, los voluntarios se pusieron en el barco de salvamento y tres de los socorristas se subieron a la lancha.

Con la lancha se podrían acercar al barco que se estaba hundiendo, mientras que el barco de salvamento se quedaría un poco más alejado para que no se golpeara también con las rocas.

- ¡Vamos! -grito el jefe de los socorristas. - ¡Tenemos que salvar a esa pobre gente!¡La táctica funcionó de perlas! La lancha sin problemas se pudo acercar y empezar a rescatar a las personas que aún estaban en el barco, que cada vez estaba más lleno de agua, e irlas trasladando al barco de salvamento.

En cada viaje pudieron llevar a 4 personas como máximo.

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A medida que iban llegando al barco de salvamento los voluntarios, siguiendo las indicaciones del socorrista que se había quedado en el barco, les daban toallas para secarse y mantas para entrar en calor, mientras el socorrista revisaba a las víctimas para ver si tenían heridas graves que necesitaran atención de un médico. Por suerte nadie necesitó atención médica.

Hizo falta cuatro viajes para poner a todas las personas a salvo.Cuando terminaron volvieron al puerto.

Los socorristas les dieron las gracias a los voluntarios por su ayuda y las personas que tuvieron el accidente se pusieron muy contentas de estar de nuevo en tierra firme.

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VOLUNTARIARTE

Silencio, eso era lo único que se oía en la habitación, lo único que se quedaba a hacerle compañía por las noches cuando sus miedos e inseguridades venían dispuestos a no dejarle dormir.

Marcos, era un chico poco común, lleno de inseguirdades a causa de todos los cambios que había sufrido en su vida, le preocupaban muchas cosas, pero no las conta-ba a nadie; vivía en el centro de Cáritas de Valencia e iba a un colegio público cerca de allí, en el que los niños se metían con él porque no era español, sino inmigrante. Vino de Nigeria hace 2 meses con su padre enfermo y todo era nuevo para él.

Él no hablaba, aunque tenía mucho que contar. Hasta que un día, conoció a una chica de Cáritas llamada Marta, y fue cuando habló por primera vez, ella le dijo si quería jugar a las cartas, y él respondió que prefería hacer otra cosa, así que ella le dijo: hablemos. Esa palabra aterrorizó a Marcos puesto que tenía muchas cosas que contar, sin embargo; le dijo que prefería jugar, y así lo hicieron. No hablaron mucho, el silencio les hizo comopañía, pero Marcos lo pasó tan bien, que al día siguiente la esperó en el mismo lugar en el que jugaron, pero ella no volvió, así que fue a buscarla a la cocina porque allí era donde solía ayudar, y allí la encontró; ese día no podía jugar, así que se quedó haciéndole compañía, le gustaba estar con ella, era una forma bastante extraña de desahogarse; ella trabajaba y él la observaba sin pronunciar palabra alguna, por lo que el silencio seguía allí.

Al día siguiente volvió a la cocina, y así día tras día y mes tras mes, y de una forma un tanto singular, se hicieron amigos. Marcos no sabía lo que le pasaba, pero úl-timamente ya no tenía tantos miedos y dormía sin interrupciones; la presencia de Marta lo ayudaba, porque le demostraba que no estaba solo.

Un día Marcos estaba observando a su amiga trabajar, y no pudo reprimir el de-seo de decirle que le escuchara porque necesitaba hablar con ella, así que el seilencio desapareció dejando lugar a las siguientes palabras de Marcos.

Escrito por MARÍA ARACIL BOSCÁ

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-Marta, necesito hablar contigo- dijo él en tono serio. -Adelante, te escucho-dijo Marta mientras se sentaba en una silla.

Marcos comenzó a hablar, poco a poco, sin prisa, contándoselo todo desde el principio; es decir, con la muerte de su madre, la tos de su padre, que pasó a ser una grave enfermedad, cómo consiguieron escapar de Nigeria, el tema del colegio y su pre-ocupación por el abandono de la Casa Caridad. Cuando dejó de hablar; Marta le dijo que estuviese tranquilo. Gracias a que se lo había contado todo, se había deshecho de muchas cosas, y le dijo que; aunque no le gustara hablar, lo harían más a menudo y así evitaría tener ese nudo en el estómago. Por último, le resolvió la duda que tanto le ate-rraba con estas palabras:

-Y respecto a lo de Casa Caridad, no te preocupes, porque no excluímos a nadie y siempre va a estar ahí para ayudarte- le dijo Marta. -Gracias, muchas gracias, me he dado cuenta de lo importante que es el volun-tariado-dijo Marcos abrazándola.

-Sí, yo también, por eso lo hago-dijo Marta.

Desde ese momento, Marcos estaba muy animado, y en vez de mirar cómo trabajaba Marta, le ayudaba maravillado de saber que iba a hacerle un favor a la gente sin techo. Creo que ya va siendo hora de que el narrador se presente, aunque no os lo creáis, soy uno de los protagonistas; soy el Silencio. Y he vivido esta historia, he estado consolando a Marcos y en todas las conversaciones de Marta y Marcos, haciéndoles compañía. He presenciado muchas historias, pero no muchas como esta, y os la cuento porque yo antes no pensaba que el voluntariado pudiera ser algo tan importante. me he dado cuenta de que hay gente como los voluntarios, que van a un sitio a ayudar, en el que no les pagan, pero se conforman con conseguir sonrisas, y no solo eso; una reflexión muy profunda, me ha hecho darme cuenta de que gracias al voluntariado, hay gente ahora, cuando podría no haberlo estado.

Acabando esta historia, os contaré que Marcos se dio cuenta de eso, y cuando tuvo edad, se volvió a Nigeria a ayudar a su país.

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EL LADRÓN Y LA ANCIANA

- Todo estaba todo oscuro, y pasó muy rápido, la idea era entrar y salir pero el sitio era más grande de lo que parecía, mi padre buscaría por la derecha y yo por la iz-quierda, al rato él retiró un cuadro y encontró la caja de la que nos habían hablado ¡hasta teníamos la contraseña! él empezó a introducirla cuando oímos unas sirenas yo dije de huir pero el insistía en continuar, espere un rato pero al final decidí huir por la ventana de atrás y vi como la poli entraba y salía con mi padre arrestado- -¿de verdad no te pillaron tío?- - no, solo a él por querer quedarse más tiempo del que podía- - y como piensas sacarle de la cárcel- - no se tío ya robaré a algún despistado- -¡todo ese dinero!- - no sé, no sé ya veré- -pues nada tío, yo me tengo que pirar- - adiós tío- se despidió chocando los cinco.

Cada uno fue por su lado, el delincuente se movía por las sombras tratando de parecer uno más con la multitud, hasta que se encontró con una mujer de avanzada edad, con aspecto amable y cariñoso que cargaba una cómoda de madera oscura con aspecto antiguo en su camioneta, sin pensárselo dos veces, corrió a ayudarla a cargar la cómoda en la camioneta.

-¿se muda señora?- - no, no, cariño tengo que cargar con esto todos los días- -¿por qué?- -tengo un puestecillo de antigüedades, y lo que la gente no compra hay que llevarlo a algún sitio- -¿le importa que la acompañe para descargarlo?- -sí, por supuesto, soy María Jesús- dijo tendiéndole la mano - Marcos - contestó devolviéndole el saludo

Escrito por MIGUEL GARCÍA

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Se subieron los dos a la camioneta, y avanzaron un par de manzanas hasta un edificio como otro cualquiera en el que nadie se habría fijado, Marcos ayudó a la anciana a descargar la camioneta y ella le invitó a subir a su casa a por un vaso de agua. Era un pequeño apartamento decorado con fotos y muebles antiguos se tomó el vaso de agua. - acepta este dinero, a cambio de tu ayuda, sé que no es mucho pero...-

Marcos se quedó estupefacto y luego se lo devolvió diciendo que por ahora no lo necesitaba. Salió del edificio y se sentó en la parte trasera de un tranvía que pasaba por allí cerca y se bajó antes de que lo pillara el segurata, caminó hasta casi las afueras de la ciudad y entró en la cárcel para ver a su padre. -hola papá- -hola hijo- dijo esta última palabra como si la estuviera escupiendo -¡pero a ti qué te pasa, yo no te he hecho nada- - ¡me abandonaste!- - fuiste tú el que se quiso quedar ahí poniendo la contraseña- - no vuelvas a presentarte si no es con el dinero para sacarme de aquí- -tranquilo he conocido a una señora a la que quizás…- -¡tú solo tráeme el dinero!- le cortó

Después de esta conversación el chico volvió a su casa (un apartamento cutre con una deuda de 4 meses de alquiler) cuando el casero lo vio entrar en el edificio se puso a gritar como una fiera, el chico corrió y se escapó, pero no tenia ningún sitio donde dormir así que decidió volver a casa de la anciana

-María Jesús, ¿está despierta?- -sí cariño pasa, pasa…- - siento molestarla pero quería preguntarle si podría quedarme a dormir…- - sí claro, ahí tienes un cuarto-

Cenaron juntos y luego se fueron a la cama. A la mañana siguiente le ayudó a cargar las cosas en la camioneta y la acompañó a trabajar aquel día, vendieron muchas

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cosas entre ellas la cómoda, eso se convirtió en rutina y todos los días Marcos la acom-pañaba a trabajar luego volvían y la ayudaba con las tareas domésticas, pero al cabo de unas semanas la anciana cayó enferma, los médicos dijeron que tenía cáncer de mama y que no sabían si iba a recuperarse, pero aun así siguió con el trabajo el solo conseguía dinero que destinaba al tratamiento del cáncer y por las tardes, iba a verla al hospital, la visitaba todos los días, y como él sabía que le encantaban las novelas de toda clase se traía libros y le leía uno cada día y ella lo agradeció, eran sobre todo novelas policiacas, de bandidos y padres crueles pero al final la mujer empeoró, pero seguía contándoselas aunque pareciera que no le escuchase, pero un día, mientras trabajaba, la policía vino y se llevó al muchacho, pues su padre le había confesado quién era su cómplice. En comisaría hizo una llamada, al hospital, a la mujer, aunque seguramente ni pudiese oírle le pidió disculpas, pero no dio explicaciones de donde estaba, aun así la policía fue a informar al hospital de todo para que se lo contaran a la mujer si se recuperaba, al unas semanas después el tratamiento dio sus frutos y la mujer empezó a recuperarse, empe-zó a mejorar y cuando se recuperó del todo le contaron lo sucedido y a la anciana solo le quedaban los libros del chico, así que decidió leer uno y… vio que estaban en blanco, todos estaban en blanco, fue entonces cuando la enfermera le dijo que el chico no tenía ninguna clase de estudios y no sabía leer.

Mientras el chico cumplía condena la anciana siguió con su trabajo y consiguió reunir el dinero suficiente para pagar la fianza.

En conclusión, cuando haces algo voluntario sin esperar recibir nada a cambio, de una manera u otra, al final serás recompensado.

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CASCABELES EN SU MUÑECA

Soy así, desde que nací, no me arrepiento de ello, no sé si es herencia, pero nunca conocí a mis padres. Debo tratar de imaginar que hay más allá de la luz grisácea un mundo de colores que jamás veré. A pesar de todas las dificultades, me gusta mucho correr, mi deseo es correr algún día una maratón; no lo puedo hacer por mi solo, necesito una persona que me guíe como un ángel de la guarda y que me guíe con sus cascabeles.

Fue entonces cuando me apunté a la asociación, conocí a Pedro, mi ángel de la guarda. No lo pude ver, pero supe que en su cara había una sonrisa, al hablar con él noté de alguna forma imperceptible al ojo humano el espíritu de voluntariado, ganas de ayudarme. Empezaron los entrenamientos, todos los días iba a entrenar con Pedro, él me cogía de la mano y así los dos corríamos. A medida que iba pasando el tiempo lo fui conociendo, Pedro era un chico joven, tenía una novia, se llamaba Sara, a ella también le gustaba hacer deporte, pero trabajaba como ortodontista y no tenía mucho tiempo libre, aunque a veces se pasaba por la asociación e iba con otra chica que también le necesitaba. Eran una pareja muy servicial. Después de tantos entrenamientos al fin llegó el día en el que se cumplió mi sueño, iba a correr una maratón. Pedro y yo íbamos a correr la maratón cogidos de la mano, los dos estábamos muy bien preparados, yo me había comprado unas zapatillas nuevas y Pedro llevaba la pulsera de cascabeles; nos embarcamos en la aventura. Corrí la maratón cogida de la mano de mi amigo Pedro. Al acabar Pedro me dijo:-Por muchas más y así fue. Luego corrí dos maratones más.

Ahora ya no corro, ya soy mayor, pero guardo muy buenos recuerdos, los casca-beles me guiaron en la muñeca de Pedro, que se casó con Sara, tuvieron dos hijas, tan serviciales como sus padres. También recuerdo mi primera maratón, la cual corrí cogido de la mano de Pedro. Qué bien que haya gente como Pedro que haga tanto bien a per-sonas como yo. Por desgracia Pedro murió en un accidente de tráfico hace dos años. Todos los años voy a verle al cementerio. Es un triste recuerdo, pero seguro que Pedro está feliz habiendo ayudado a tanta gente.

¿Muchas gracias por todo, Pedro!

Escrito por LORETO SÁNCHEZ FERRAGUT

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QUÉ RAZONES HAY PARA SER BUENO

Era un jueves como otro cualquiera, como ya era de esperar la profesora de lengua castellana nos mandó hacer un relato, esta vez sobre el voluntariado...

En mi cabeza siempre se formulaba la misma pregunta: “¿qué razones hay para ser bueno?”

Yo tan solo era un niño de 12 años pero no hacía falta ser mucho mayor que yo para ver la situación en mi casa. Mi madre apenas trabajaba y mi padre trabajaba como campesino, mis 4 abuelos también vivían con nosotros, en una casa que apenas se sosntenía en pie. Mis padres siempre me decían que no pasaba nada y que íbamos a salir adelante, pero todos sabíamos que no era cierto.

Como a nosotros nadie nos ayudaba pensé: ¿Por qué tengo que ayudar yo a los demás? ¿Por qué en el coilegio nos hablan de dar cosas a los necesitados y a mi familia nadie le da nada? Yo no lo entendía. Tenía que hacer un relato sobre el voluntariado y sobre dar cosas a los demás pero yo no sabía lo que era eso. Tan solo tenía 5 días para formular este relato tan complicado para mí. Esos 5 días falté a clase para poder coger ideas, lo primero que se me ocurrió fue hablar con mi abuelo Pete, ya que él era muy sabio.

-Abuelo en el colegio nos han mandado hacer un relato sobre el voluntariado y que hay que dar cosas a la gente que más le hace falta. Pero a nosotros nos hacen falta muchas cosas y nadie nos las da. -Ya, mira te voy a contar una pequeña historia...Cuando yo era pequeño como tú ya sabrás que mis padres me dieron en adopción ya que no podían mantenerme... -¿Abuelo estás diciendo que lo mejor es que mis padres me den en adopción? -Claro que no chico, no me interrumpas y verás. Así que me llevaron a un orfa-nato. Allí estuve hasta que cumplí los 7 años, dos meses más tarde de haber cumplido 7 años vino un matrimonio muy bueno que quiso que yo fuese su hijo. -¿Así que tienes 2 padres y 2 madres? Pregunté yo.

Escrito por AMAIA NAVALÓN DOMÍNGUEZ

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-Por decirlo de alguna manera, sí. En ese mismo instante supe que iba a cambiar la vida, pasé de no tener nada a tener de todo. En ese momento supe que tenía que ayudar a la gante que no había tenido tanta suerte como yo. Mis padres estuvieron to-talmente de acuerdo conmigo. Así que todas las noches íbamos a los orfanatos a leerle cuentos a los niños, por las calles dando comida y mantas a los sin techo. Hasta hubo un año que acogimos a varias personas en nuestro hogar. -¿Y qué os dieron a cambio? -Nada. -Entonces ¿por qué lo hicisteis sin esperar nada a cambio? -Hijo, lo bueno es dar aunque luego no recibas nada a cambio, bueno la verdad es que sí que recibí algo. -¿El qué? Dinero, comida, ropa... -No, chico, no, recibí muchísima felicidad por haber ayudado a los demás.

En ese mismo instante le di gracias a mi abuelo y subí corriendo a mi cuarto para empezar a escribir mi relato, ahí fue cuando verdaderamente me sentí agradecido por las pocas cosas que tenía, porque me di cuenta de que no necesitaba mucho más.

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VOLUNTARIADO

No me acostumbro a esa tal Sofía, yo quiero a Laura, la que me ayudaba en lo bueno y en lo malo, no a esta extraña que ha venido de no se sabe dónde, no sabe ni hacerme la cama. Quiero a Laura, necesito a Laura.

Un día, mientras desayuno, Sofía me empieza a hablar -no sé muy bien para qué- me cuenta lo que le pasa a Laura, al oir lo que le ocurre, me quedo en un estado de shock que nunca había sentido y por un instante siento que yo mismo he roto el reloj que me cuenta los días. Laura ha sufrido un ataque cardíaco, estaba en su piso con su amiga cuando de repente se mareó, ella la llevó al hoispital, no se salvó, resulta que ella ya tenía de por sí un problema en el corazón, pero lo que más me impactó es que aún teniendo un grave problema venía a verme. En lo único que pienso es en su valentía, fuerza y fe que tenía en su cuerpo y salud.

Los días iban pasando, Sofia es cada vez más amable, me suele ayudar más de lo normal y comparte conmigo sus risas y lágrimas, la verdad Sofía y Laura se parecen bastante, las dos darían su vida por mí. Una clara noche, después de haberme lavado los dientes, me fui a la cama, no antes de intentar llamar a mis hijos, pasan treinta mi-nutos y ya dormía, más bien soñaba, la noche me encanta pues puedes hacer lo que te dé la gana en tus sueños, y a la vez, hacerlos reales, pero ahora que me interiorizo en mi “sueño” veo con claridad que es más que eso, estoy despierto, pero no estoy en mi mundo, sonrío, pues sé que estoy en el lugar más sagrado dle univeros, el cielo, lo digo en cuatro palabras: mi reloj se agotó. Pero no pasaba nada, porque sé que Laura y Sofía están pensando en mí, en que estaré más feliz aquí. Yo que pensaba que mi vida era una catástrofe, ahora veo el munodo de otros ojos, sé que hay gente que sufre más que yo y no lo hacen notar, ellos encuentran la felicidad de una manera u otra, yo la tenía todos los días al lado mio, y siempre se me olvidó decir gracias. Gracias.

Escrito por ELENA VILA GARCÍA DE PAREDES

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VOLUNTARIADO

Hola soy Hely. Soy un niño que vive en Afganistán y vivo en la calle, me dedico a recoger latas para llevarlas a un centro de reciclado. Por cada lata me dan 3 afgani que en España serían unos 50 cent, para mi es mucho pero otras personas dicen que es poco. Yo con ese dinero puedo comprarme un paquete de galletas.

Un día como otro cualquiera, estaba en la calle recogiendo latas cuando de repente vi a una persona que llevaba un chaleco que ponía en la espalda Unicef, fui a preguntarle qué era eso de “Unicef” le toqué en la espalda y rápidamente se dio la vuelta, le pregunté “¿qué haces con ese chaleco?” y él me dijo “soy una de las 100 personas que estamos en Afganistán ayudando a personas que no pueden comer bien". Yo no me podía creer que hubiera gente que ayudara a otras personas. Le dije que yo necesitaba comida y él sin pensárselo dos veces sacó de su mochila su bocadillo que se iba a tomar para comer y me dijo “tú lo necesitas más que yo” yo no me podía creer lo que estaba viendo con mis ojos. Pensé que cuando fuera ma-yor yo quería ser como él.

A la semana de haber conocido a la persona que me dio el bocadillo vi a un niño que se había caído, yo rápidamente fui a preocuparme por él, me miró y me dio las gracias por haberme preocupado por él. Seguí andando por la calle cuando al rato vi a un señor pidiendo dinero, yo sin pensármelo fui a buscar latas para darle el dinero al señor. Cuando ya tenía la bolsa llena de latas fui al centro de reciclaje a dejar las latas, me dieron 50 afgani y se los fui a llevar al señor para que pudiera comer algo. Él no se podía creer lo que estaba haciendo, él con una sonrisa de lado a lado de la cara me dio las gracias y un abrazo. Me sentía muy contento con lo que había hecho durante todo el día.

A los cinco días de haber ayudado al pobre hombre, alguien me toca en el hombro, yo en el primer momento no sabía quién era, me di la vuelta y no me podía creer quién era. Era el señor de la ONG y me digo “tengo algo para ti” y de su mochila saca un chaleco idéntico al que tiene él y me dijo “te he estado viendo esta semana y creo que te mereces esto”. Me lo puse y mi sueño se había cumplido, ya pertenecía a una ONG, estaba emocionado. A partir de ese día salí a ayudar a gente que lo necesitaba. Todos los días había alguien que necesitaba ayuda y yo estaba para ayudarles.

Hasta que un día dije voy a crear mi propia ONG para ayudar a personas necesitadas.Cuando tenía 20 años ya tenía mi ONG propia que estaba ayudando a personas de todo el mundo entero. Y otra vez se me había cumplido mi sueño.

Escrito por AITOR HERRERO

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LA FAMILIA SOLIDARIA

Esta es la historia de una familia muy pobre. El padre se llamaba Antonio, la madre María del Carmen y sus dos hijos, Pablo y Samuel. La familia no tenía apenas dinero y estaba viviendo en una casa destrozada, chiquitita y sin poder pagar ni el alquiler.

Un día cualquiera, Antonio y María del Carmen, planearon irse de casa porque no podían pagar el alquiler. Dispuestos a ello, cuatro días más tarde se fueron directamente a Etiopía, una ciudad de las más pobres del mundo.

El primer día de la familia en Etiopía les impactó mucho al ver gente que era más po-bres que ellos y que había muchas ONGs para ayudar a los más desfavorecidos. La familia se acomodó bastante bien, sobre todo sus niños, Pablo y Samuel, que estaban todo el día sin parar, corriendo y jugando ya con sus nuevos amigos. Lo que no sabían es que se les venía un tornado, que estaba recorriendo toda África. Lo primero que hicieron al enterarse, fue pensar y ver qué hacían para no morir y para que la casa siguiera en pie. Después de unas cuantas horas hablando, los padres se decidieron. Iban a esconderse en el sótano y a empezar a poner maderas en las ventanas cuanto antes para que el viento no rompiera los cristales y entrara en la casa.

Ya pasado el tornado, seguían asustados y sobre todo, deprimidos, porque lo que ha-bían hecho, no les había servido de nada, estaba todo chafado y destruido. Pablo y Samuel al ver que la gente estaba ayudando a otra gente donando dinero, comida, mantas, etc., fueron a ver a sus padres deprisa y corriendo y no pararon de decirles: “Mamá, papá, nosotros tam-bién queremos ayudar, porfa, porfa, porfa”. Los padres cedieron a las súplicas de sus hijos y consideraron que en este país era imprescindible ser solidario, a pesar de que ellos no tenían nada, lo poco que podían conseguir, estaban dispuestos a darlo a los demás.

Para ello, lo primero que hicieron fue arreglar los daños de su casa y lo segundo fue preguntar a la ONGs o a la gente que necesitaban. Unas personas les pedían mantas y comi-da, otros agua y las ONGs les solicitaban ayuda para los enfermos y para poner vacunas a los niños, evitando así el contagio y las enfermedades.

La familia se fue a una ONG a poner vacunas y ayudar con el cuidado de los enfermos. Los padres tuvieron una idea, irse al pico más alto de Etiopía a coger agua y ahí construir un pozo bien profundo con un canal desde el monte Ras hasta la ciudad.

Al día siguiente, se lanzaron a realizar su idea, cogieron las mochilas con un poco de comida, porque tampoco había mucho, y se fueron directamente monte arriba.

Escrito por ALBERTO SIMÓN GARCÍA

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A la mitad del trayecto, a Samuel le dio un pequeño mareo y le tuvieron que dar la poco comida y agua que tenían. Su padre le tuvo que coger en brazos y llevar así todo el camino.

Parecía que no iban a llegar nunca, en ese estado Samuel no se encontraba bien y su padre apenas podía con él.

Finalmente, llegaron a su objetivo y después de coger algo de fuerza, construyeron el pozo para conseguir agua para todos los necesitados de la ciudad.

Al bajar del monte Ras, todos les felicitaron y les agradecieron el enorme esfuerzo rea-lizado y haber salvado a tanta gente con el agua que trajeron.

La familia volvió de nuevo a casa feliz por la solidaridad mostrada y lo que había ayu-dado a los necesitados de Etiopía.

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MI PRIMITO

Estaba tumbado en mi salón, aburrido, lo único que me importaba en ese momento era si tenía que ver otro maldito anuncio en la tele más. Mi madre estaba planchando junto a una pequeña radio,que estaba sintonizada en el mismo canal de siempre, el de las noticias; solo daban malas noticias, heridos, muertos, todos los tipos de desgracia que podía haber en este mundo. De repente sonó un ruido ensordecedor, como una alarma de incendios, pero no era el teléfono. Mi madre salió corriendo en su busca, como si ella también se aburriera. ¿Dígame?-a los diez segundos colgó, no parecía nada tranquila, corrió en dirección a su dormitorio y al instante salió vestida. -¡Nico, tu tía ya va a tener el bebe! -¿Qué?- No me dio tiempo a escuchar su respuesta, ya había salido corriendo ha-cía el coche, ¡plafff!-sonó un portazo debido a las prisas de mi madre.

Yo seguí inmóvil toda la tarde, allí, aburrido y harto de ver la tele.A las diez y media, sonó el crujido de las llaves atravesando la cerradura, mi medre había vuel-to, salí corriendo en su encuentro pero cuando llegué no vi lo que yo esperaba ver. Mi madre desanimada, con una cara de si hubiera visto algo aterrador, estaba sentada en la cocina.

-Hola mamá, ¿Te encuentras bien? -Sí, sí, anda vete a la cama. -yo al ver la cara de mi madre opté por hacerle caso.

Al día siguiente al volver del instituto me encontré a mi madre pálida, sentada en el mismo sitio de la noche anterior.

-Ven hijo mío.

Cuando me senté a su lado, mi madre me contó que mi primo tenía Síndrome de Down.El tiempo pasó y yo seguía queriendo al igual a mi primito pequeño, jugaba con él, me encan-taba estar a su lado leyéndole cuentos de dinosaurios, pero sobre todo lo que más me gustaba era jugar con él a las canicas.

Escrito por ÁLVARO BERNAL RODRÍGUEZ

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Cuando el empezó el colegio, las cosas empezaron a ir peor, se metían con él, y él se iba encerrando en sí mismo.

Ya no quería jugar conmigo, y se pasaba horas y horas sin hablar. Yo decidí que tenía que ayudar a mi primito y a todos los demás chicos que eran como él. Me metí en una asocia-ción que trabajaba con Síndrome de Down y todos los jueves por la tarde me iba allí para leer con ellos, jugar, charlar, hacer que se lo pasaran bien.

Fue pasando el tiempo y ahora, yo, Nico, tengo veinticinco años, tengo una empresa de electrónica, empezó siendo una empresa familiar, pero ahora es conocida en todo el mundo, y gracias a ello la tercera parte de las ganancias trimestrales de la empresa puedo donársela a gente como mi primo que verdaderamente lo necesitan.

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HISTORIA DEL VOLUNTARIADO ORIGINAL

Rescate de inmigrantes en el Mar Mediterráneo barco Reina Sofía.

Yo soy militar del Ejército del Aire en la especialidad de Informática. Estoy de apoyo a los aviones y pilotos además de trabajar en la seguridad de la red. Con el problema que hay en el mar Mediterráneo con la inmigración ilegal frente a las costas de Libia (África), mi jefe me llamó a su despacho para informarme de que me enviaban a una misión humanitaria para salvar las vidas de las personas que se embarcan en el mar. Esta misión duraría un tiempo de cuatro meses. Así que yo preparé mi maleta para irme. Tenía que planificar lo que me iba a llevar porque estaría allí durante cuatro meses.

Me tuve que ir en un vuelo militar con un avión de carga. Este avión es un poco len-to y ruidoso por lo que el vuelo duró mucho tiempo. Cuando llegué a Sicilia, la persona que ocupaba mi puesto tenía que darme el relevo y por lo tanto tuvimos que trabajar juntos toda la semana. Lo primero que hice es instalarme en una habitación que estaba en la base de la OTAN pero que era un edificio de los americanos. Los americanos se lo habían alquilado a Es-paña. Las instalaciones eran muy buenas, había cine, gimnasio y una piscina climatizada con toboganes. También había tiendas donde comprar comida y ropa. Todo era como una ciudad en pequeñito pues había también iglesia, biblioteca, pista de skate, una bolera.

Todos los jueves para relajarnos porque el trabajo era muy duro había por 8 euros una pizza gigante con un litro de la bebida que quisieses y podíamos jugar una partida a los bolos. Todos los viernes teníamos un bar enfrente de la base militar de los americanos y jugamos una partida al billar. El sábado venía mi familia en avión a visitarme y a las doce aterrizaba el avión, les fui a recoger y me hizo muy feliz ver a mi novia y a mis dos hijos. Ese día nos fuimos a ver el volcán (Etna).Fuimos allí en coche y luego subimos en el teleférico hasta una altura deter-minada que nos subía una autobús todo terreno. Era muy chulo y el suelo estaba muy caliente y cogí unas rocas del suelo para llevármelas a la vuelta de recuerdo. Era la hora de comer y decidimos ir al restaurante que está al lado de la base militar americana. La comida en el res-taurante estaba muy buena. Al terminar de comer nos fuimos a la piscina a bañarnos y antes de cenar nos fuimos a ver una película que queríamos ver toda la familia. Al día siguiente nos fuimos a la playa a descansar un poco, nos fuimos a la más famosa de Sicilia y ya comimos allí, la comida estaba muy rica, el agua estaba muy caliente y era un día muy soleado.

El lunes me dieron el día libre para poder estar ese día con ellos nos fuimos a visitar unos pueblos por la zona. Eran muy bonitos y muy curiosos, teníamos hambre y comimos allí y cada menú costaba muy caro contenía un primero, un segundo, la bebida, el pan, el postre y un café.

Escrito por ÁLVARO PÉREZ

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Ya era el ultimo día que mi familia se quedaba aquí en Sicilia conmigo era jueves y lo celebramos quedándonos en la bolera a jugar y a comer pizza. Nos pedimos una pizza Sici-liana muy típica de allí llevaba tomate,queso,sardinas,aceitunas y pimientos verdes. Al día siguiente les lleve al aeropuerto les di un gran abrazo y un beso y se fueron.

Ya era martes y me tocaba ir a visitar el barco Delta Cuatro (D4), es un avión muy gran-de era de color azul y negro donde había un radar, que indicaba dónde estaban los aviones. Debajo del avión había una cámara y desde una pantalla del avión podías ver dónde tirabas las lanchas de plástico para poder salvar a los inmigrantes. Ellos no sabían nadar y si se caían al agua se ahogaban. La cabina del avión era muy grande con muchos comandos, solo los pilotos saben manejar el avión y trabajan muchas horas para poder lanzar lanchas y salvar a gente. Las lanchas se tiraban desde la parte de atrás que se abría como una trampilla.Cuando se lanzaban desde el avión se hinchaba mientras caía para que los emigrantes se subieran a las lanchas y en ellas había chalecos salvavidas. Los inmigrantes no sabían ni nadar, tenían hambre y necesitaban agua y tenían mucho frío, había niños que se morían y gente mayor que no llegaba a la lancha por cansancio y se ahogaba. Las lanchas eran naranjas y rojas, las lanchas brillaban por la noche porque así los inmigrantes lo pueden ver mejor, eran muy grandes cabía mucha gente pero los inmigrantes lo llenaban demasiado y algunas se hundían. Los veías desde la cámara del avión luchando para subir a ella cuando subían. Luego venía un barco enorme llamado Fragata Reina Sofía ochenta y cuatro (F84) por dentro tenía una cocina y un comedor, tenía asistencia médica para que cuando subieran los inmigrantes poder darles ayuda médica si la necesitaban. Tenía una sala donde el capitán del barco y su tripula-ción planeaban las labores de todo el día. Dentro del barco había un helicóptero muy grande. El barco era muy grande y en la cabina de mando es donde el capitán navega el barco. Allí da las órdenes a todos para poder navegar sin problemas ni accidentes.

Cuando les rescatabas te daban las gracias y luego se tiraban al suelo a rezar, los médicos les daban ropa y les daban las medicinas que necesitaban para sobrevivir. Les daban comida porque venían muertos de hambre. Hubo tres mujeres que estaban a punto de dar a luz y al final tuvieron a su bebé sano y salvo. Ellos solo querían un nuevo hogar, un trabajo y poder alimentar a su familia. Hay gente mala que les prometía eso al otro lado, en Libia. Les pedían dinero y a cambio les mandaban en esas barcas que al poco tiempo de navegar se hundían. Muchos de ellos no sabían que estaban cruzando el mar se creían que era un río. No habían ido al colegio nunca y por eso no sabían muchas cosas Todas las personas que vienen es porque están muy mal en su país. Por eso de juegan la vida tirándose al mar. A todos nosotros nos daban mucha pena pero nos sentíamos bien cuando salvábamos muchas vidas. Ellos vienen huyendo de un país que ha tenido muchas guerras, que todavía tiene conflictos y que la gente muere de hambre o la mata otra gente que vive allí. Todo el país está destrozado y ya no quedan casi hospitales ni medicinas. La gente se muere y por eso no les importa tirarse al mar para tener una oportunidad en Europa..

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EL VALOR DE UN ARMARIO

Era un jueves normal, como todos en el curso escolar y teníamos que ir a ordenar y clasificar aquel armario por tallas. Íbamos a hacer voluntariado allí con nuestras monitoras que nos decían como lo teníamos que clasificar todo, aunque más que hacerlo voluntariamen-te lo hacíamos porque nos obligaban, nos obligaban a perder la tarde sin ningún fin pensába-mos nosotras.

Al llegar nos atendió una chica nueva, Marta, que venía de una asociación de gente necesitada y nos dijo que nuestra labor era muy importante y que ayudábamos a muchísima gente. No le prestamos mucha atención la verdad y al acabar nuestras dos horas allí volvimos a casa.

El jueves siguiente era el último del curso y fuimos allí contentas por ser nuestro último día allí, pero cuando estábamos recogiendo para irnos llegó una mujer a pedir ropa con sus dos hijos pequeños. Vimos que Marta con toda la amabilidad del mundo se paró a hablar con ella y nosotras fuimos a recoger ropa para ello. Se la dimos y nos lo agradeció muchísimo ya que le hacía mucha falta.

Fue en ese momento en el que nos dimos cuenta de que el trabajo que habíamos he-cho todos esos días había servido para ayudar a una familia y que podía ayudar a más así que decidimos que iríamos todos los años a ayudar voluntariamente.

Escrito por ANA AGUADO CARAÑANA

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VOLUNTARIADO EN LA INDIA

A Lucía siempre le había llamado la atención esa gente que es tan generosa que dedi-can su vida a los demás como su vecina que se había ido de voluntariado a Rumanía un par de semanas. María le había contado todas las cosas buenas que había hecho allí y que era una experiencia única en la vida, tenía en mente irse otra vez pero que esta vez se iría a India. Cuando le contó sus planes a Lucía esta se quedó pensando que a lo mejor también podría ser una buena experiencia para dejar de pensar en ella misma y ser útil a la gente que lo necesita.

Después de pensarlo durante varios días, va a pedirle detalles a María. María le dice que se va con la ONG que ayuda a las hermanas de Teresa de Calcuta. Le encantó la idea pero antes de todo tenía que ponerse las vacunas y Lucía tenía fobia a las agujas y pensó “pues sí que empezamos bien, pero vale la pena”.

Salieron el trece de julio, fue un viaje largo y agotador, cuando llegaron, de noche cerra-da, las fueron a recoger los de la organización para que pudieran alojarse y descansar un poco en el albergue antes de conocer a las hermanas y de saber en qué iba a consistir su trabajo.

A la mañana siguiente, se levantaron al alba, muy felices y dispuestas a comenzar. Las hermanas tenían varias labores: ayudar a los refugiados, leprosos..., tenían escuelas aten-didas por voluntarios para educar a niños de la calle y comedores de caridad. Todos estos servicios eran proporcionados a la gente sin tener en cuenta su religión.

Su trabajo a partir de ese día consistió en dar clases a niños en la calle. La escuela era un lugar muy pobre pero muy cuidado y limpio. A Lucía lo que le marcó mucho fue la cara de alegría de los niños y el cariño con el que atendían las hermanas a los niños.

A Lucía le costó mucho asimilar la vida y las circunstacias tan duras con las que vivían aquella gente y en especial los niños, pero poco a poco, se fue reponiendo y cada mañana se levantaba más contenta y con más ganas de llegar a la escuela.

Fue un mes muy intenso y muy bien aprovechado, en el que Lucía aprendió muchas cosas, cosas que solo se aprenden cuando vives día a día con gente que no tiene nada y es feliz y que te transmite esa alegría de vivir.

Escrito por ANA DE HEVIA SELMA

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EL DÍA EN QUE TODO CAMBIÓ

Me levanto, tengo frío, me duele la espalda, no siento los pies. Me ubico, me encuentro tirada en el suelo encima de un colchón en un callejón de Madrid.

Me llamo María y tengo dieciocho años y soy de origen latino, cuando nací mis padres se mudaron a España y como no podían criarme me dejaron en un orfanato, ahí me crié hasta que cumplí quince años, que fue cuando me fui del orfanato porque nadie quería adoptar una niña tan mayor. Desde ese momento he estado por las calles, e intentando buscar trabajo, no tengo casi dinero así que no me puedo permitir una casa, solo tengo dinero para comprar la suficiente comida que necesito.

Recojo mis pocas pertenencias y salgo del callejón. Nada más salir veo unos coches y un supermercado, rebusco en mis bolsillos y me encuentro dos euros, es todo lo que tengo pero tengo mucha hambre. Entro al supermercado y siento que todo el mundo me mira, me cojo un paquete de magdalenas y pago a la cajera, con esas tres magdalenas tengo para co-mer dos días. Me como la primera magdalena pero sigo teniendo hambre, sé que no puedo hacer nada así que bebo un poco de agua a ver si se me pasa el hambre.

Me siento en una calle que está llena de gente, a pedir dinero y se me acerca una se-ñora diciéndome que trabaja en una ONG y que está buscando a gente como yo para ayudarla en un proyecto en África, yo lo acepto sin dudarlo.

Ya ha pasado un año desde que me dijeron que podía ir a África a ayudar a la gente, ahora mismo estoy en una tribu de África enseñándoles cosas de mi país y ayudando a curar a niños enfermos. Gracias a esa señora que se me acercó y me habló del proyecto ahora estoy haciendo lo que más me gusta, ayudar a la gente.

Escrito por ANDREA GARCÍA CONSUEGRA ABAD

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VOLUNTARIADO

Es muy importante ayudar a los demás y en esta sociedad en la que vivimos donde hay tanta gente que necesita ayuda, es muy fácil encontrar muchos trabajos de voluntariado.El voluntario no recibe dinero por el trabajo que realiza pero recibe una compensación más grande, que es el saber que está ayudando a gente que lo necesita.

Todos los años a finales de noviembre el Banco de Alimentos, solicita voluntarios para recoger comida no perecedera en los supermercados. Mi familia siempre colabora comprando comida y este año me gustaría colaborar siendo uno de los chicos voluntarios que recogen y clasifican la comida.

También he leído en internet que hay muchas asociaciones que solicitan que chicos jóvenes se inicien en el voluntariado. Voy a mirar a ver si entre todas ellas hay alguna que no esté muy lejos de mi casa con la que yo pueda colaborar algún día del fin de semana.

En mi grupo scout también estamos pensando qué labores de voluntariado podemos hacer durante esta ronda.Una labor que realizados todos los años para el ayuntamiento de To-rrelodones, es colaborar dos o tres veces limpiando de papel y todo tipo de basura los montes que rodean al pueblo.

Unos amigos nuestros llevan mucho tiempo colaborando con Cáritas, recogiendo ju-guetes que limpian y reparan para entregarlos durante navidad a los niños con pocos recursos. Esta campaña me parece muy bonita porque no solo hacen una labor social muy importante sino que además están reciclando esos juguetes para que puedan ser usados de nuevo por otros niños, cuando sus antiguos propietarios han crecido y ya no van a hacer uso de ellos. Este año para navidad he pensado en ayudar a el amigo de mi abuelo a recoger todos los juguetes posibles entre los niños de mi cole. En este cole siempre hay muchas familias que quieren colaborar ayudando a los demás y seguro que entre nosotros podemos recoger un buen número de juguetes.

El voluntariado me parece una labor muy importante y yo quiero empezar a poder ayu-dar a mucha gente así que me gustaría con mis compañeros de clase, buscar las asociaciones y organizaciones que solicitan voluntarios para que nosotros pudiésemos trabajar como volun-tarios y dar este servicio tan importante a las sociedad.

Escrito por ARTURO JERÉZ

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EL NÚMERO DIECIOCHO

Me llamo Helena, tengo veintiún años y vivo en la calle. Duermo sobre un frío banco de un parque, situado en la sexta avenida. Lo primero que ven mis ojos al abrirse cada mañana es un edificio altísimo, con el número dieciocho en él. Aquel número me recuerda al verano de mis diecisiete años, el día 18 de julio. Ese día tenía una fiesta de cumpleaños de una amiga mía en una discoteca a las afueras de la ciudad, bebí mucho, me descontrolé. Cuando salí de la discoteca, vi a mis padres observándome dede el coche, mi madre me miraba decepcionada, mi padre enfadado. En el momento en el que subí al coche mi padre comenzó a gritarme co-sas horribles mientras yo miraba a mi madre por el retrovisor, veía sus ojos llenos de lágrimas, centrados en la carretera cuando en ese mismo instante mi madre perdió el control del coche, chocamos, el coche hizo una vuelta de campana y me quedé inconsciente, pero solo por unos minutos. Cuando consiguieron sacarnos del coche mi madre había muerto y mi padre estaba en estado grave, yo estaba herida pero me recuperé rápido. Después de recuperarnos mi padre y yo, enterramos a mi madre, semanas después mi padre empezó a beber diariamente y a gritarme día a día que la muerte de mi madre había sido culpa mía. Cuando cumplí los dieciocho años mi padre me echó de casa nunca me perdonó lo de aquella noche. Hasta el día de hoy no he vuelto a saber nada de él.

Llevo tres años deambulando por las calles de la ciudad día a día en busca de algunas monedas para poder comprar algo de comida. Habitualmente me siento en el frío suelo de la quinta avenida, con mi vaso roto de plástico, esperando que alguien se fije en mí.

Un viernes dieciocho una chica de mi edad, se sentó a mi lado, me sorprendí, nadie antes había hecho algo así. Cuando alcé la mirada del suelo me quedé asombrada, su mirada me redcordaba a la de mi madre, pude ver que era una chica humilde y con buen corazón. Me levanté de aquel frío y me invitó a comer, más tarde me llevó de compras y me dejó dormir en su casa. Esa chica me hizo recordar quien verdaderamente era. Como bien decía mi madre, la persona que nunca se equivoca, nunca aprende algo nuevo. Me equivoqué y he aprendido a valorar muchas cosas y sobre todo he aprendido a valorarme como persona.

Escrito por BÁRBARA SÁNCHEZ MÁÑEZ

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Escrito por CARLOTA SANJOSÉ ESCUDERO

DESPERTAR

Llevaba diez años allí cuando apareció y ahí comenzó mi vida.

Todo empezó cuando mi razón de vivir, Carlos, murió y me dejó sola sin saber cómo vivir, sin nadie que pudiera cuidarme. Me llevaba muy mal con mis hijos y me dieron la espal-da enviándome a ese asilo que siempre había dicho que odiaba y al que jamás iría. Y así es como esta historia empieza, pero para seguir habría de pasar diez años, una década en la que estaba dormida, una década en la que no sentí nada.

Era un día de primavera que a cualquiera le habría parecido precioso pero para mí era como si mil espadas me atravesaran, estaba sola desde hacia mucho tiempo y esos días me lo recrordaban más, ya que no tenía con quien compartirlo. Entonces oí a un grupo de niñas que venían a hacernos compañía como siempre, esas niñas repelentes que yo esquivaba a toda costa porque me recordaba a todo lo que había perdido.

Entonces la vi esa niña que sin saberlo me cambiaría la vida.

No le di importancia hasta la cena que sin previo aviso se sentó a mi lado y me dijo su nombre. Y ahí lo comprendí. Esa niña de tez morena llena de lunares era hija de la menor de mis niñas. La única que me tuvo aprecio a pesar de todo.

Investigué para estar segura y en lo cierto estaba esa chiquilla era descendiente mia y tenía mi mismo nombre: Maruja.

No me atreví a decirle nada, pero con alegría vi que venía todos los sábados me busca-ba y me hacía compañía hasta que un día llegó y me dijo quye era su abuela y que me había estado buscando desde siempre. Y se giró y allí apareció mi hija llorando como cuando se cayó de la bici y se rascó las rodillas. En esa tarde hubo lágrimas, pero no de tristeza sino de alegría, ese día me desperté y volví a sentir.

Pero la verdad de mi salud llegó como un cubo de agua helada. Era mi última opor-tunidad para operarme y poder seguir viviendo mi vida. Si me lo hubieran dicho hacía unos meses habría dicho que no, que no quería vivir, pero ahora tenía que intentarlo porque había encontrado a mi nieta y ella era mi razón de vivir y se decepcionaría si no luchara.

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LA NIÑA SERVICIAL

Hace dos años en un pueblo muy pequeño de 45 habitantes, situado en el norte de Italia vivía una chica llamada Sally, de 12 años, huérfana de padre.

La niña iba todas las tardes después del colegio a visitar a su abuela Encarnita de 87 años. En el colegio sus amigas veían extraño ir a pasar un rato con los abuelos porque ellas nunca lo hacían, ya que siempre les daba pereza. Sally les decía que era algo solidario ir a saludar a los abuelos, es más siempre intentaba convencer a sus amigas para que fueran.

El 25 de febrero fue a visitar a su abuela como de costumbre, pero con un regalo ya que era el cumpleaños de Encarnita. Por el camino se encontró a un aldeano que nunca había visto por el pueblo y Sally le preguntó: -Eres nuevo ¿verdad? El tipo extraño le contestó: -No soy de aquí, vengo a visitar a mi abuelo que está enfermo. La niña se preocupó, y le dio el regalo que llevaba para su abuela: -Seguro que tu abuelo lo necesita más, son unas flores y algunas fresas que recogí esta mañana.

El visitante se lo agradeció mucho y pensó “Qué corazón más grande tiene esta niña”. Sally pensó: ¡qué pena no llevarle a mi abuela mi regalo!, pero le va a encantar lo su-cedido, ya que ella tiene un gran corazón.

La niña llegó nerviosa a casa de su abuela gritando: -¡Abuela, abuela! ¡felicidades!

Sally le contó a su abuela lo que le había sucedido y la abuela le contestó: -Sally, es el mejor regalo que me podías haber hecho, venir a verme como todos los días y dar a mi regalo a otra persona que lo necesita más que yo.

La niña se quedó pensando que buena era la abuela y que sinceras sus palabras. Des-de ese día se propuso tener el mismo carácter que ella.

Escrito por CARMEN BODES AZNAR

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Escrito por CARMEN ORTEGA MARTÍNEZ

VOLUNTARIARTE

Y allí estaba él sentado viendo pasar a todo tipo de personas y preguntándose a sí mismo si todas aquellas personas le veían o si sus problemas les cegaban sin dejarles ver que no eran las únicas personas con necesidades y problemas.

Y este empezó a pensar que podía hacer él para cambiar el mundo. Se llevó gran de-cepción ya que llegó a la concluisón de que no tenía ni dinero, ni grandes cosas con las que ayudar a los demás, ya que una de las personas que más ayuda necesitaba era él.

Por la noche se acostó en el banco más cercano al supermercado donde solía sentarse durante el día a pedir dinero y una persona al verle se conmovió y le ofreció un piso en el que pasar la noche y le dijo que si le interesaba un trabajo él asintió muy contento. A la mañana siguiente empezó a trabajar y a los dos años ya había construido una fa-milia y vivía en un piso acomodado por el centro de la ciudad. Poco a poco con mucho esfuerzo fue aumentando de posición hasta convertirse en un rico y conocido jefe de empresa. Era muy feliz pero fue al día siguiente mientras volvía a casa, después de una dura jornada de trabajo, vio a un mendigo durmiendo en el banco de la entrada del supermercado y recordó su historia.

Se dio cuenta de que se había convertido en una de esas personas que tanto odiaba él cuando sufría. Ya no veía a gente sufriendo, ni a madres con sus hijos en las puertas de las iglesias... solo era capaz de ver sus necesidades.

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MI ABUELO Y YO

Quiero empezar contando esta historia diciendo que mi abuelo Juan y yo estábamos muy unidos.

Esta historia comienza en Abril de 2010 cuando a mi abuelo le dio un ``ictus´´. Se en-contraba un día de pie y de repente se cayó al suelo. Mi tía que estaba con él en ese momento se asustó muchísimo y llamó corriendo a una ambulancia, debo de decir que esta acudió muy rápido la verdad. Se lo llevaron a un hospital de Madrid de cuyo nombre no consigo acordarme, bueno no es un dato muy relevante en esta historia por lo que seguiré contán-dola. Por supuesto fuimos toda la familia a verle al hospital, recuerdo perfectamente lo que me dijo, `` tú no te preocupes figura, todo va a salir bien´´. Como tenía ocho años, me lo creí como niño inocente que era.

Bueno, pasaron tres o cuatro semanas en las que iba a ver a mi abuelo cuatro días a la semana. Pensaba que todo iba bien hasta que vi a mi madre una tarde llorando en la cocina y junto a ella estaba mi padre consolándola. Mi madre no quería que mi hermano y yo la viéra-mos así pero por desgracia para todos ambos la vimos. Le pregunté a mi padre que qué era lo que le pasaba a mi madre, él también con los ojos llorosos me respondió que el abuelo había ido a peor, yo al enterarme fui directamente a abrazar a mi madre.

A los dos días fui a verle al hospital y es verdad que se veía que se encontraba peor, pero pese a eso me recibió con una sonrisa de oreja a oreja. Al cabo de estar hablando un rato salió, como era costumbre, el tema del fútbol, él era muy del Atleti y yo muy del Barça. Ese año el Barça había ganado la Liga y el Atleti había quedado noveno y él decía ``a ver si España me da una alegría y gana el mundial porque mi Atleti no me da muchas últimamente´´, en ese momento le prometí que vería todos los partidos de España con él.

El primer partido de España era contra Suiza, por desgracia era a las cuatro de la tarde y yo estaba en el colegio pero por suerte convencí a mi madre para que me dejase saltarme el colegio e ir a ver el partido con mi abuelo.

Ese partido lo perdimos 0-1 y mi abuelo decía que eso era porque no había ningún ju-gador del Atleti, yo me reía y le decía que si eso fuese así habríamos perdido por mucho más.Seguí yendo a ver los partidos con él y España empezó a ganar, ganó a Honduras y a Chile por lo que pasó como primera de grupo.

En octavos nos tocaba a Portugal contra los que ganamos por muy poco, pero como decía mi abuelo ganar es ganar por mucho o por poco da igual.

Escrito por DANIEL PRADO

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Los cuartos fueron contra Paraguay y según mi abuelo el partido en el que él más había sufrido en su vida, aunque también ganamos por suerte.

Por desgracia me enteré al día siguiente de que mi abuelo había ido a peor y los doc-tores nos comunicaron que como mucho le quedaban unos diez u once días.

Todas las noches antes de las semifinal pensaba `` por favor que aguante, por favor´´, en ese momento era mi mayor deseo sin lugar a dudas.

Llegaron las semifinales contra Alemania. Durante todo el partido mi abuelo apenas habló y yo no sé si se enteraba de lo que pasaba, solo sé una cosa, cuando marcó gol Puyol de cabeza yo grité y él se enteró como un minuto después de que España había marcado, pero se enteró que era lo importante.

Esa noche me fui a la cama otra vez pensando que por favor aguantase cuatro días más para que pudiera ver la final.

Dos días después me desperté y al cabo de unas dos horas me dijeron que el abuelo había fallecido, me lo tomé muy mal y me encerré en mi cuarto hasta el día siguiente.Después de haber estado reflexionado todo ese tiempo decidí que ese último partido tenía que verlo con mi abuelo.

Ese mismo día fuimos a su entierro que fue en el cementerio de la Almudena en Ma-drid. Fue un entierro bonito al que solo acudieron la familia y los amigos más cercanos.Al día siguiente, el once de Julio, era la final. Fui con mi madre al cementerio y fuimos a su tumba, esta se encontraba con muchas flores ya que el día anterior a este había sido su entierro. Al llegar a su tumba me senté a la derecha de esta y susurre hacia la tumba ``hoy ganamos abuelo´´.

Estuvimos esperando una media hora antes de que el partido empezase y luego mi madre sacó su móvil para que viera el partido junto a mi abuelo.

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MI ABUELO Y YO

Quiero empezar contando esta historia diciendo que mi abuelo Juan y yo estábamos muy unidos.

Esta historia comienza en Abril de 2010 cuando a mi abuelo le dio un ``ictus´´. Se en-contraba un día de pie y de repente se cayó al suelo. Mi tía que estaba con él en ese momento se asustó muchísimo y llamó corriendo a una ambulancia, debo de decir que esta acudió muy rápido la verdad. Se lo llevaron a un hospital de Madrid de cuyo nombre no consigo acordarme, bueno no es un dato muy relevante en esta historia por lo que seguiré contán-dola. Por supuesto fuimos toda la familia a verle al hospital, recuerdo perfectamente lo que me dijo, `` tú no te preocupes figura, todo va a salir bien´´. Como tenía ocho años, me lo creí como niño inocente que era.

Bueno, pasaron tres o cuatro semanas en las que iba a ver a mi abuelo cuatro días a la semana. Pensaba que todo iba bien hasta que vi a mi madre una tarde llorando en la cocina y junto a ella estaba mi padre consolándola. Mi madre no quería que mi hermano y yo la viéra-mos así pero por desgracia para todos ambos la vimos. Le pregunté a mi padre que qué era lo que le pasaba a mi madre, él también con los ojos llorosos me respondió que el abuelo había ido a peor, yo al enterarme fui directamente a abrazar a mi madre.

A los dos días fui a verle al hospital y es verdad que se veía que se encontraba peor, pero pese a eso me recibió con una sonrisa de oreja a oreja. Al cabo de estar hablando un rato salió, como era costumbre, el tema del fútbol, él era muy del Atleti y yo muy del Barça. Ese año el Barça había ganado la Liga y el Atleti había quedado noveno y él decía ``a ver si España me da una alegría y gana el mundial porque mi Atleti no me da muchas últimamente´´, en ese momento le prometí que vería todos los partidos de España con él.

El primer partido de España era contra Suiza, por desgracia era a las cuatro de la tarde y yo estaba en el colegio pero por suerte convencí a mi madre para que me dejase saltarme el colegio e ir a ver el partido con mi abuelo.

Ese partido lo perdimos 0-1 y mi abuelo decía que eso era porque no había ningún ju-gador del Atleti, yo me reía y le decía que si eso fuese así habríamos perdido por mucho más.Seguí yendo a ver los partidos con él y España empezó a ganar, ganó a Honduras y a Chile por lo que pasó como primera de grupo.

En octavos nos tocaba a Portugal contra los que ganamos por muy poco, pero como decía mi abuelo ganar es ganar por mucho o por poco da igual.

Escrito por DANIEL PRADO

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Los cuartos fueron contra Paraguay y según mi abuelo el partido en el que él más había sufrido en su vida, aunque también ganamos por suerte.

Por desgracia me enteré al día siguiente de que mi abuelo había ido a peor y los doc-tores nos comunicaron que como mucho le quedaban unos diez u once días.

Todas las noches antes de las semifinal pensaba `` por favor que aguante, por favor´´, en ese momento era mi mayor deseo sin lugar a dudas.

Llegaron las semifinales contra Alemania. Durante todo el partido mi abuelo apenas habló y yo no sé si se enteraba de lo que pasaba, solo sé una cosa, cuando marcó gol Puyol de cabeza yo grité y él se enteró como un minuto después de que España había marcado, pero se enteró que era lo importante.

Esa noche me fui a la cama otra vez pensando que por favor aguantase cuatro días más para que pudiera ver la final.

Dos días después me desperté y al cabo de unas dos horas me dijeron que el abuelo había fallecido, me lo tomé muy mal y me encerré en mi cuarto hasta el día siguiente.Después de haber estado reflexionado todo ese tiempo decidí que ese último partido tenía que verlo con mi abuelo.

Ese mismo día fuimos a su entierro que fue en el cementerio de la Almudena en Ma-drid. Fue un entierro bonito al que solo acudieron la familia y los amigos más cercanos.Al día siguiente, el once de Julio, era la final. Fui con mi madre al cementerio y fuimos a su tumba, esta se encontraba con muchas flores ya que el día anterior a este había sido su entierro. Al llegar a su tumba me senté a la derecha de esta y susurre hacia la tumba ``hoy ganamos abuelo´´.

Estuvimos esperando una media hora antes de que el partido empezase y luego mi madre sacó su móvil para que viera el partido junto a mi abuelo.

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Escrito por DIEGO MARÍN HERRERO

DE LA SOLIDARIDAD AL VOLUNTARIADO: EL PRIMER GRAN PASO

Habían pasado ya dos años desde la muerte de su marido y Rafaela se había hecho cargo de la empresa desde entonces. Además como respuesta a la gran fortuna heredada se pasaba el día gastando y viviendo a base de lujos.

Cada día, por la mañana, su chófer la llevaba hasta la empresa donde el director ge-neral le informaba sobre números y más números. Después se iba de compras y más tarde a jugar al golf. Y, hacia las dos de la tarde, Rafaela se marchaba a su casa a comer. Vivía en una preciosa villa, a las afueras de la ciudad francesa de Saint-Germain, cerca de un río. La casa tenía un bonito tejado a dos aguas, grandes ventanales, portones de roble y un jardín que muchos duques desearían tener.

Con mayordomos y doncellas a su servicio, Rafaela se pasaba la tarde tocando el piano, escuchando a Beethoven y leyendo los clásicos pues era una mujer culta. Pero a pesar de su dinero, su poder y su nivel cultural Rafaela era una mujer infeliz. Desde la muerte de su marido su vida era monotonía, amargura y aburrimiento. Ya no se veía con sus amigos, ni con su familia ni siquiera solía hablar. Se limitaba a seguir su rutina, día a día.

Una mañana, yendo hacia la empresa ordenó a su chófer detenerse ante una papele-ría para comprar unos materiales urgentes. A un lado de la tienda había un hombre joven de raza negra pidiendo dinero. Rafaela entró haciendo caso omiso del individuo. Al salir cuando iba a darle las vueltas al hombre se le cayó el bolso y se desparramó su contenido. El hombre enseguida se agachó, lo recogió todo y se lo devolvió a Rafaela.

Este acto de generosidad desinteresada despertó un sentimiento su corazón: La So-lidaridad. Así que le preguntó por su nombre y dijo que se llamaba Asier. Se interesó por su familia pero según dijo Asier, solo contaba con su hijo de ocho años Arséne, que se encontraba haciendo un recado. Esta solidaridad llevó a Rafaela a invitar a padre e hijo a comer a su casa. Así que, después de hacer sus gestiones habituales, recibió a Asier y a Arséne en su preciosa mansión. Ambos tenían una cara de asombro ante la riqueza de su anfitriona.

Durante la comida, en la que se sirvieron platos exquisitos, Asier contó que él siempre había querido trabajar y ganarse así la vida pero que nunca habían querido darle trabajo debi-do a su raza negra, a pesar de ser francés. A Rafaela le dio tanta lástima que le ofreció trabajo en su empresa. Asier no cabía en sí de agradecimiento, y le prometió que cuando tuviese dine-ro la compensaría. Pero Rafaela viendo a Arséne, con sus ocho años y sus ropas andrajosas le ofreció también pagarle un colegio, para que pudiese aprender, relacionarse con otros niños pero, sobre todo, tener una vida digna.

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Además les dio la posibilidad de venir a comer todos los días a su casa y ellos acep-taron encantados. Y así pasó un año , todos los días comía acompañada de sus dos nuevos amigos. Mientras Asier contaba su día en el trabajo, Arséne explicaba, emocionado, cómo le iba en el cole. Y estos actos hicieron de Rafaela una persona más feliz.

Un día durante la comida, Asier contó una historia que le contaban sus padres sobre el pueblo de sus antepasados, en Angola. Y por lo visto la pobreza llegaba hasta el punto de que los habitantes tenían que ir a por agua a 10 km y morían de una gripe.

Esta historia conmovió a Rafaela, ella se sentía útil desde que había hecho felices a dos personas, pero no lo suficiente y el hecho de ayudar a un pueblo entero le pareció una buena idea. El espíritu del Voluntariado había surgido en su interior. Así que les comunicó que se iría a ese pueblo con gran parte de su dinero para ayudar a aquella gente. Esa misma noche hizo la maleta con lo imprescindible. A la mañana siguiente se despidió de ellos, dejándoles a cargo de su casa y del resto de sus bienes materiales y cogió el primer avión hacia Angola.

“Ya basta de gastar dinero innecesariamente y de llevar esta vida de lujo mientras otros lo están pasando tan mal” pensaba Rafaela mientras sobrevolaba el Atlas...

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Escrito por ELSA ARMERO ARRANZ

DE LA SOLIDARIDAD AL VOLUNTARIADO: EL PRIMER GRAN PASO

Estaba triste cansada no sabía dónde se encontraba, solo percibía miedo, descon-fianza como si algo malo estuviera sucediendo, no se equivocaba su país estaba en guerra, después de un rato alzó sus ojos, lo único que pudo observar fue a toda la gente correr, pero lo más impactante fue que nada estaba como antes, no quedaba nada en pie, pero a ella eso le resultó irrelevante, solo pensaba en una cosa; su única preocupación: sus padres, después de una larga pausa se dispuso a ir a una de las direcciones, corrió como si no hubiera un mañana con el fin de encontrarlos pero aquel primer día la suerte fue desafortunada.

La primera noche fue dura para ella solo pensaba en su familia y en todo lo que había perdido de un abrir y cerrar de ojos, a duras penas se pudo quedar dormida pero en cuanto se despertó siguió corriendo, a la vez que sus pies se movían se podía escuchar el ruido de las bombas caer hacia el suelo, derribando a su vez lo poco que quedaba en pie y, desafortuna-damente también hiriendo a gente, ella rezaba para que esas personas no fueran sus padres ya que era lo único que le quedaba y los tenía que encontrar.

Llevaba 3 días sin comer, el estómago le rugía, entonces se dispuso a buscar alimento, encontró una gasolinera deshabitada a 50 km de su antigua ciudad y allí pudo encontrar algo de comida y una pequeña mochila donde metió agua y alguna reserva para la noche. Corrió durante meses con el fin de encontrarlos, pero iba perdiendo las esperanzas, a medida que pasaban los días, durante todo ese tiempo ella iba buscando gasolineras y algún restaurante que aún no estuviera derrumbado e iba consiguiendo alimento y agua para sobrevivir.

Habían pasado muchos meses donde Marta seguía sin encontrar nada, pero ese 4 de octubre le cambiaría la vida, eran las 10 de la mañana cuando llegó a un pequeño pueblo donde las bombas y la catástrofe no había llegado todavia, se dispuso a entrar sin tener la más remota idea de lo que podía suceder, al ver el pueblo tan pintoresco y atractivo decidió quedarse allí un tiempo para descansar. En la primera noche se le acercó un hombre apuesto con traje chaqueta, ojos marrones y cabello pelirrojo, ella se quedó asombrada ya que hacía mucho tiempo desde que ella no veía a nadie tan cordial; el hombre, Raúl, le dio la oportuni-dad de que se quedara a dormir a su casa esa noche ella aceptó ya que había estado mucho tiempo durmiendo en el suelo sin nada con qué taparse.

Esa noche, fue la mejor de su vida ya que pudo dormir en perfectas condiciones. Al día siguiente cuando bajó las escaleras para seguir corriendo en busca de su objetivo se encontró al hombre con un desayuno en la mesa esperándola para desayunar, ella se lo agradeció y se sentó a comer. Raúl le preguntó sobre lo ocurrido y ella le contó su historia, el hombre se quedó estupefacto y decidió ayudarla a encontarr a sus padres.

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Cuando ella escuchó eso de la boca de Raúl se puso a llorar porque era lo que más deseaba. Él, aparte, le dijo que se podía quedar en su casa hasta entonces.

Pasaron días y días, Raúl estuvo llamando a sus contactos para localizar a los padres de ésta, al principio no encontraron nada pero después de 3 semanas localizaron a su madre, Raúl no le dijo nada a Marta porque quería que fuese una sorpresa. Llegó el día en el que Marta iba a volver a ver a su familia, era un 8 de enero y Raúl le dijo a Marta que se tenían que ir, ella bajó y se subió en el coche, con él estuvieron más de 2h pero a ella no le importaba ya que tenía el presentimiento de que algo bueno iba a suceder. Una vez llegaron llamaron a una puerta de una casa (en ruinas) y cuando abrieron la puerta Marta lloró de emoción y se abrazó a su madre lo más fuerte que pudo.

Raúl el buen hombre les ofreció que se quedaran con él a vivir ya que su madre tampo-co tenía de nada, durante el camino de vuelta su madre le contó que su padre había fallecido, ella se conmovió, pero no se le fue la alegría de haber encontrado a su madre.

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Escrito por ESTÍBALIZ ZUBIMENDI

QUERIDA SOCIEDAD

“Dime que nunca has sido voluntario y yo te responderé que es mentira. Todos hemos sido voluntarios alguna vez aunque cueste creerlo, porque el voluntariado no es sólo ayudar en comedores sociales o ir a países subdesarrollados a ayudar. El voluntariado comienza con la unidad más pequeña: tú. Y con la razón más grande: nosotros. Comienza con un cambio dentro de tu cabeza en un momento de locura, es dar y dejarse dar. Ser voluntario es como una relación que trabajas contigo mismo. Cuanto más das, sin perder de lo tuyo, es cuando más encuentras dentro de ti. El momento en el que dejas de verte en el espejo y empiezas a verte en los demás, formando parte de tu vida. Pero bueno, si al final todo se puede simplificar hasta lo absurdo también podría decir que simplemente, como humanos, como seres sociales, sentimos cierta satisfacción al ayudar a los demás, como un chute de oxitocina, vaya… “

Acabo de escribir en mi cuaderno y lo cierro. Llevan rondándome ya tiempo éstas ideas pero parece que la sociedad está tirando de mí en dirección contraria. Me lleva hacia un agu-jero demasiado oscuro en el que me veo forzada a mantener la cabeza gacha y omitir todo lo que está sucediendo en el mundo. Hace tiempo que dejé de ver la televisión, mayormente lle-na de falacias, publicidad invasiva y malas noticias. Y eso último es lo que más me preocupa.Las personas se han convertido en autómatas, no solo porque no piensan, sino porque están ahora en sus casas, fríos, como máquinas automatizadas, sin sentimiento alguno.

Joder, que las personas siempre hemos sido seres sociales que se agrupan, pero el criterio que se utilizaba ha cambiado junto con otras muchas cosas. Hoy en día la estética y lo superficial toma más importancia, tanto que puede llegar a definir a una persona. Ya no se tiene en cuenta la ética y lo moral, las creencias de cada uno… Ya no se respeta nada. Y esto ha ocurrido por la globalización, por una parsimonia moral nunca antes alcanzada y, sobreto-do, porque nosotros lo hemos permitido. Eso es lo único que nos queda, someternos a éstos requisitos para formar parte de un grupo más grande que es la sociedad.

La soledad nos está matando. Los jóvenes somos los únicos que podemos llegar a cambiar el status quo. Y eso es a través del voluntariado. La sociedad nos está constantemen-te rechazando pero nosotros tenemos ganas, energía… Pero hay que dejarse dar… Así que ésta es mi carta de suicidio. Porque siento que el único favor que yo le puedo hacer a todo el mundo es morir. Hacerles saber que lo han conseguido.

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Escrito por GUADALUPE CARREÑO MELÉNDEZ

PABLO EL NIÑO QUE LEÍA AL REVÉS

Era septiembre de 1972, en España, un niño llamado Pablo de 6 años tenía un problema de lectura, que le afectaba a todos los estudios. Ese problema trataba de que en vez de empezar por el pricipio de la lectura, empezaba por el final, la última palabra y además la leía al séver.

Su madre era una doctora en medicina no conseguía que Pablo aprendiera a leer bien y buscó una profesora para que le ayudara.

Al principio la profesora no entendía nada hasta que le puso a leer la “Bella y la Bestia”.

-”Soña sohcum etnarud secilef noreiviv y norasac es edrat sám saíd sonu y óznogreva es y aitseb al noc adacudelam anu odis aíban euq odrocre asecnirp abátse.-

Opaug yum epicnirp un a rev óidnerpros es, ótrepsed es odnauc anañam al rop”.

Desde entonces lo comprendió todo, aunque al principoio le sonaba a árabe. Les pro-puso a sus padres que le dijeran a Pablo que empezara por el final, que en realidad era el principio y leyera las palabras del revés.

Veinte años después Pablo se licenció en medicina, se casó y tuvo 5 hijos y vivieron felices para siempre.

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Escrito por IRENE BELTRÁN HERNÁNDEZ

CUANDO EL CORAZÓN HABLA

Silencio. Lluvia. Coches. Un reloj donde sonaba la medianoche. Esto era lo que se oía en las silenciosas calles de la ciudad. Un niño, Adrián, corría por ellas. Cuando oyó las campa-nadas paró, pues de nada le servía seguir corriendo. Su padrastro, Gabe, con quien vivía des-de hacía unos años, le tenía atemorizado. Si desobedecía una sola orden, los castigos podían ser muy severos, y como sus mandatos eran muy estrictos, normalmente Adrián se encerraba en su cuarto, aislado del mundo. Por ello, no tenía muchos amigos. Siguió caminando lenta y pesadamente hacia su pequeño apartamento en la avenida principal de la ciudad. Cuando su-bió las escaleras y llegó a la puerta, le vino un pensamiento a la mente: huida. Le costó varios segundos entenderlo, pero pronto lo comprendió: ¿por qué vivir esclavizado bajo las órdenes de alquien que ni siquiera se preocupa por ti cuando puedes vivir aventiuras maravillosas al-rededor del mundo? No se lo pensó dos veces y enseguida volvió a bajar al portal del edificio. Salió a la calle. En ese momento ya no estaba tan seguro de querer vivir en la calle, pero era preferible a compartir techo con Gabe el Apestoso, un apodo que él mismo le había puesto por su adicción al tabaco, al alcohol y al póquer.

Llegó a su “escondite” en las afueras de la ciudad, un sitio donde había tal calma y tran-quilidad que era casi irreal. Era un bosquecillo, situado lejos de la polución y la suciedad de la ciudad. Durante el día, los pájaros cantaban en las ramas más bajas, saludando a algún que otro visitante, humano o animal; y por la noche, los búhos llenaban el silencio con su ulular. Un pequeño arroyo cruzaba los árboles, con un agua tan cristalina que se podía ver algún que otro pez nadadndo. Adrián se sentía a gusto allí, porque podía ser lo que realmente era: un niño.

Pasó varias semanas en aquel lugar, y Adrián ya lo había decidido: se quedaría allí a vivir para siempre. El agua del arroyo era tan potable como la embotellada de su casa y los árboles le otorgaban los frutos necesarios para comer. Además, había descubierto un coto de caza un poco más allá, por lo que, si algún día se aburría de la fruta, podía ir alli a por algún conejillo despistado. Un día, sin embargo, sucedió algo que cambió la vida de Adrián para siempre. Estaba dándose un baño en un caluroso día de verano cuando, de pronto, escuchó el ruido de los cascos de un caballo. Le pareció raro, pues era extraño que pasara por allí algún animal más grande que un tejón. Se asomó un poco y vio, sorprendido, que encima del caballo iba un niño de aspecto adinerado, de la misma edad que Adrián. Cuando el niño se bajó del caballo fue al arroyo pues, por lo visto, Adrián y él habían pensado lo mismo: un baño en un día de calor no tiene precio. Adrián se escondió, esperando que no lo viese, pero para su mala suerte pisó una ramita que enseguida le delató. El otro niño se giró, se sorprendió, esperando ver a alguien. Adrián, sin más remedio, salió de su escondite y se presentó.

-¿Hola! Me llamó Adrián. ¿y tú?

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-Yo me llamo James-dijo el otro niño, con cara de asombro-. No me esperaba ver a nadie por aquí-dijo, tendiéndole la mano. Se veía que tenía una muy buena educación.

Adrián no sabía qué responder, pero al final decidió contarle su historia, desde que mu-rió su madre y tuvo que vivir con Gabe el Apestoso hasta cómo había podido sobrevivir en me-dio de un bosque aislado de la civilización. Cuando terminó, James estaba mudo de asombro.

-Tu historia es...¡fascinante!, pero me siento mal por ti. Debió de ser muy duro perder a tu madre.

-Sí que lo fue, sí-afirmó Adrián-. Pero ahora ya vive en mi recuerdo, y estoy intentando sacar a Gabe de allí.

Siguieron conversando entre risas, y al final se hicieron amigos. James le dijo a Adrián que, si quería, él podía ir allí sin problemas todos los días excepto los domingos. Adrián asintió sin dudar, le hacía falta compañía. A partir de ese día, Adrián odiaba los domingos, aunque sin un calendario ni tecnología, le costaba saber el día, pero James siempre se lo recordaba. Él le contaba que su familia era adinerada por su abuelo, que vivía en Islandia, pero que ellos nunca habían tenido mucho dinero, pues su madre tenía un negocio de ropa y su padre informático. Un día James fue con unos papeles, cosa extraña, pues siempre venía con las manos vacías. Adrián enseguida le pregunó qué era eso, pero James le contestó con el típico: “Espera y ve-rás”, lo que a Adrián le puso todavía más nervioso de lo que estaba. Tuvieron su conversación habitual, aunque con alguna mirada por parte de Adrián hacia el papel que James sostenía en su mano. Por fin acabaron, y entonces James le preguntó:

-¿Preparado?

-Desde que has llegado-respondió Adrián.

Hubo un segundo de silencio, hasta que James exclamó:

-¡Mis padres y yo hemos decidido adoptarte!

Adrián se quedó en shock, pero enseguida se le llenaron los ojos de lágrimas.

-¡Eres el mejor amigo que se puede tener, James!

A partir de ahí, Adrián se fue a vivir con una familia normal, fue a una escuela normal y vivió una infancia normal. Y este cuento se acabó, y el viento se lo llevó; cuando lo vuelva a encontrar, te lo volveré a contar.

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Escrito por IRENE LÓPEZ OCHOA

VOLUNTARIADO

Hola soy Kaira y esta es mi historia cuando tenía 17 años, vivía en un pueblo muy pe-queñito de África con mi madre y mis dos hermanos.

Siempre he creído que era una chica que no tenía mucho y no apreciaba todos los esfuerzos que hacía mi madre para que pudiera vivir con todo lo que quería “si me compraba una camiseta yo quería 2, si me compraba un batido yo quería un helado.” Yo pensaba de este modo hasta que un día cayó una bomba en mi casa dejándome sin nada, ahí me di cuenta que todo los esfuerzos de mi madre no habían servido para nada, afortunadamente salimos todos ilesos excepto mi hermano pequeño que se rompió el radio mi madre nos llevó corriendo al hospital donde tardaron tres horas y media en atendernos porque había muchos heridos de gravedad por las bombas, allí nos enteramos de que las bombas eran de una maniobra de entrenamiento fallida de un país que estaba al otro lado del mundo.

Al cabo de dos días en los que habíamos dormido en el hospital llegaron unas per-sonas a las que la gente las llamaba los salvadores, esas personas eran gente que venía de todas las partes del mundo para ayudarnos, después de habernos organizado por grupos nos separamos y cada grupo se fue hasta un campamento en el que tenían comida y tiendas de campaña en las que dormir recuerdo a una chica de América del sur que se llamaba Roxy que se acercó a mí y a mis hermanos y nos dijo que todo iba a salir bien que ella se ocuparía de cuidarnos. Roxy nos contó que viajaba por todo el mundo cuidando de gente como nosotros, gen-te que no tenía la culpa de que un tornado arrase con su pueblo o de que una bomba cayera en tu casa como en mi caso, también nos dijo que todas esas personas eran como ella gente que quería ayudar a los demás.

A la mañana siguiente me desperté con mucha hambre, el desayuno no era lo mejor de lo mejor pero al menos tenía algo para comer, poco a poco la gente iba llegando de otros campamentos para comer junto a todos los voluntarios que les acompañaban.

Al cabo de una semana la comida empezó a escasear pero por suerte vino un avión lleno de comida y materiales de construcción para poder construir las casas que habían que-dado destrozadas, todos los voluntarios y personas del pueblo se pusieron a trabajar ensegui-da para terminar cuanto antes las casas y poder vivir en ellas a gusto tardaron seis meses en construir todas las casas del pueblo.

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Aunque fueron duros esos seis meses Roxy me enseñó a valorar todo lo que tenía y lo afortunada que era de que tuviera a gente que me quisiera y me cuidara como mi madre, desgraciadamente Roxy a los dos días se tuvo que marchar a otro país que estaba en guerra y necesitaban ayuda, antes de irse me dio una pulsera que ponía “nunca piense que no eres afortunada.”

Cuando al fin pude entrar a vivir en la casa mi madre empezó a ponerse enferma no fueron más de tres meses lo que su cuerpo pudo aguantar la enfermedad.

Me hice responsable de mis hermanos hasta que tuvieron edad para ir a la universidad hasta que un día decidí que ya era hora de ayudar a la gente.

Un día me encontré con Roxy y creamos una organización que se llama los salvadores.

Su misión es ayudar a las personas que lo están pasando mal porque en su país hay guerra o otras causas les llevo comida, agua un sitio donde dormir pero sobre todo una sonri-sa y mucha felicidad, además de eso llevamos unas pulseras en las que pone “nunca pienses que no eres afortunado”y las vendemos para ganar dinero y poder dárselo a los que más lo necesitan.

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Escrito por ISMAEL CABESTRERO

VOLUNTARIADO

Érase una vez un anciano llamado Rogelio, este residía, ya debido a su avanzada edad, en la residencia Las Palmeras. Rogelio tiene 92 años, pero es como si tuviese muchos menos, es un hombre tranquilo, amable y en ocasiones gracioso. Rogelio suele pasar todas sus mañanas hablando con sus amigos de la residencia, jugando al domino, a las cartas o conversando, suelen hablar de sus anécdotas más interesantes y cuando no queda nada más que contar se ponen a jugar a cualquier juego de mesa tranquilamente. La residencia en la que reside se encuentra a escasos metros del Mar Cantábrico, esta se encuentra en Comillas, un lugar al noroeste cántabro de mucha belleza. Rogelio ya debido a su edad tuvo que elegir una residencia ya que sus hijos no tenían y no podían por falta de tiempo y dinero no podían mantenerle como uno más en casa, así que sus hijos, Marta, Daniel y Rodrigo le dieron a elegir una residencia, a él le enamoraba el norte, así que estuvieron mirando y la más asequible, que más cerca del mar estaba y mejor precio tenia era la residencia Las Palmeras en Comillas, Cantabria. A Rogelio le encantaba esa residencia por su localización (a escasos metros del mar) y porque a Rogelio desde que era pequeñito le había encantado Cantabria. Por la tarde si no tiene visita familiar a eso de las 7 se va a dar un paseo por la playa con una asistenta de la residencia a observar el atardecer, que es una de las cosas que más le gustan a Rogelio.

Rogelio siempre habla de lo mucho que quiere a su familia y lo mucho que quería a su difunta esposa Angelines. Dice que con ella era imposible estar enfadado porque era un sol de persona y luego de sus nietos se va por las ramas, está siempre hablando de los guapos que son y de lo mucho que los quiere, y lo mucho que le echa de menos ya que no los puede ver mucho.

Un martes lluvioso, por la mañana mientras Rogelio y dos amigos suyos estaban jugan-do al dominó, entro un joven de unos 21 años por la puerta de la sala de estar, donde ellos y más gente se encontraba, a Rogelio y a sus dos amigos les pareció raro y pensaron que era un familiar de alguien que se había equivocado de sala, pero no era así. El joven se presentó y dijo que iba a contar un relato o libro a quien quisiese, Rogelio se acercó y le pregunto cuál era su nombre y el joven respondió: me llamo Daniel, encantado. Rogelio también se presentó y estuvieron hablando un rato, Rogelio le pidió si le podía contar un relato, a lo que Dani dijo que sí. Al terminar el relato Dani y Rogelio se quedaron hablando un rato y Rogelio le pregunto a Daniel que días iba a venir, en principio Dani dijo que iba a ir todos los martes.

Martes tras martes le iba contando relatos a Rogelio, que por cierto le encantaban, a Dani también le gustaba porque algunos los escribía él y le gustaba que alguien los apreciara y les gustara.

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Uno de estos martes al terminar de contar Dani su relato, Rogelio pregunto si se podía venir de lunes a jueves todas las tardes a contarle relatos, Dani dijo que sí aunque a él le su-ponía un gran esfuerzo porque tenía que hacer más cosas, pero aun así dio prioridad a Rogelio en vez de a sus estudios. Dani empezó a venir de lunes a jueves todas las semanas y eso a Rogelio le encantaba y Dani también se divertía contándolos.

El miércoles 22 de septiembre fue un día raro, Dani fue como cada día a contarle a Rogelio un relato, pero ese día si venir a cuento, Rogelio se cansó y le dijo a Dani que se fuera, se fue muy decepcionado pero aun así iba a ir el jueves a ver si podía hablar con Rogelio del asunto y si fuese posible contarle un relato. A la mañana siguiente Dani entró en la residencia, pero lamentablemente Rogelio ya no estaba, había muerto la noche anterior pero le había de-jado algo, algo que Dani a día de hoy jamás olvidara.

Aunque fueron duros esos seis meses Roxy me enseñó a valorar todo lo que tenía y lo afortunada que era de que tuviera a gente que me quisiera y me cuidara como mi madre, desgraciadamente Roxy a los dos días se tuvo que marchar a otro país que estaba en guerra y necesitaban ayuda, antes de irse me dio una pulsera que ponía “nunca piense que no eres afortunada.”

Cuando al fin pude entrar a vivir en la casa mi madre empezó a ponerse enferma no fueron más de tres meses lo que su cuerpo pudo aguantar la enfermedad.

Me hice responsable de mis hermanos hasta que tuvieron edad para ir a la universidad hasta que un día decidí que ya era hora de ayudar a la gente.

Un día me encontré con Roxy y creamos una organización que se llama los salvadores. Su misión es ayudar a las personas que lo están pasando mal porque en su país hay guerra o otras causas les llevo comida, agua un sitio donde dormir pero sobre todo una sonrisa y mu-cha felicidad, además de eso llevamos unas pulseras en las que pone “nunca pienses que no eres afortunado”y las vendemos para ganar dinero y poder dárselo a los que más lo necesitan.

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Escrito por LUCÍA ARNALDOS DOMENECH

RECUERDOS

Salgo del bar, y me adentro en la oscuridad de la noche; la calle está desierta a excep-ción de dos trabajadores borrachos, celebrando el comienzo de sus vacaciones; paso de largo; ellos tampoco reparan en mi presencia. Llego a un callejón, que estaría oscuro, de no ser por las escasas farolas que hay apostadas a lo largo del estrecho callejón, iluminándolo con su luz tenue; oigo una melodía, que se escucha débilmente a causa de la lejanía; intrigado, busco su procedencia: En un segundo piso, una mujer está tocando el piano, al lado de su ventana; sus dedos se deslizan torpemente por el teclado, intentando atrapar, al menos, una parte de la melodía que está tocando, sin éxito. Los recuerdos asaltan mi mente, clavándose como cuchillas en mi pecho y las imágenes de mi pasado se me presentan en mi cabeza por orden cronológico, y si bien, en buena parte quiero olvidarme, la otra, en su minoría, retiene esos recuerdos en mi memoria.

Mi pasado, llenaba de promesas mi futuro, que era el de ser un pianista nato, por des-gracia, la envidia de los que no tenían tan claro su futuro, intentaron arrebatarme el mío, y me colmaron con la más terrible de las tragedias: acordaron darme una lección a patadas, y me vi pronto en el hospital. Y así mis destrozadas manos, y yo, abandonamos aquello, que con tanto esfuerzo me había ganado.

Los recuerdos se alejan, intento atraparlos sin éxito, deslizándose entre mis dedos como la arena. Inconsientemente dirijo mi mirada a mis manos y la aparto rápidamente; vuelvo a dirigir mi mirada a mis manos y la aparto rápidamente; vuelvo a dirigir la mirada a la ventana, suspiro y saboreo los últimos recuerdos que no se me han escapado aún, y recuerdo a las personas que con mucho empeño me ayudaron. Y así, me alejo der aquel lugar junto con mis recuerdos, y prosigo, lo que unos llaman vida, y yo, infierno.

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Escrito por MACARENA OJEADA ARQUEROS

LA SOLIDARIDAD

La solidaridad es una virtud que no solo trata de voluntariados, ayudar a los ancianos o a los discapacitados sino que es aparte de ser una virtud muy buena es algo que podemos aplicar día a día en el trabajo, en el colegio, en casa, con nuestros amigos o compañeros... La solidaridad es un acto que hay veces que lo hacemos sin darnos cuenta como por ejemplo cuando estamos en casa y nuestro hermano pequeño quiere ver dibujos y nosotros cedemos o cuando vamos en el autobús y vemos que entra una persona mayor le cedemos nuestro sitio, etc. La solidaridad se refiere al sentimiento de unidad basado en las metas o intereses humanos, es un término que refiere a ayudar sin recibir nada a cambio con la apli-cación de lo que consideras bueno. Una sabia una vez dijo: “No podemos hacer grandes cosas, pero sí cosas pequeñas con un gran amor”. Esta sabia conocida como Madre Teresa de Calcuta dedicó toda su vida a la gente con pequeños gestos y cada vez llegaba a más. La solidaridad es una condición del ser humano que complemente las actitudes sociales de un individuo, de forma pues que cuando una persona es solidaria con los demás, mantiene una naturaleza social en el entorno en el que se desarrolla personalmente. La solidaridad conduce al desarrollo sustentable de los pueblos, por eso, es fundamental que sea empleada en pro de los beneficios que puede ofrecer a una determinada causa. Será importante aplicar cuando alguno de nuestros seres queridos, ya sean amigos o familiares, tengan algún problema en el que nuestra ayuda o compañía sean un aporte para mejorar en cierto modo la situación.

La solidaridad es tan impoortante que representa la base de muchos valores humanos más, como por ejemplo la amistad, el compañerismo, la lealtad, el honor; la solidaridad nos permite como personas sentirnos unidos y por consiguiente unidos sentimentalmente a esas personas a las que se les brinda apoyo y por supuesto de las que lo recibimos.

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Escrito por MAR GOTERRIS ALAMAR

SIN QUERER, MADURÉ

Un 28 de febrero viví la peor noticia de mi vida, mis padres, aquellas personas que lu-charon día y noche por adoptarnos a mis cinco hermanos y a mí, cuya madre nos abandonó, habían muerto en un accidente de coche.

Yo estaba en el colegio, en clase de matemáticas cuando ocurrió aquel terrible acciden-te. Me llamaron de secretaría para decirme que debía recoger mis cosas que venían a por mí, yo hice lo que me dijeron pero, me preguntaba ¿Qué habrá ocurrido? ¿Por qué me voy? Tan solo me imaginaba aquellas preguntas hasta que al fin tuve esas respuestas que hacía media hora que por mi cabeza rondaban. Cuando mi prima me lo contó me puse a llorar, gritar, be-rrear, me tiré al suelo y seguí llorando diez minutos más hasta que mi prima Rocío me levantó y me llevó al coche.

Llegué a mi casa, aquella en la cual estaban todos esos recuerdos maravillosos que había pasado junto a ellos, pero no me detuve fui directa a la habitación de mi hermana pe-queña donde ella jugaba a ser una princesa que vivía en un palacio, la cogí en brazos y la abracé lo más fuerte que pude hasta que ella me dijo, ¿Qué te ocurre? ¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras? yo le dije no me pasa nada solo estoy triste, pero no era así, algo me pasaba pero no quería ver a mi hermana pequeña llorar.

Pasó un año desde el fallecimiento de mis padres. Yo empezaba un nuevo curso esco-lar cuarto de la Eso,el curso que me cambió la vida. Ese año empecé a hacer voluntariado en asilos de personas mayores ayudando, jugando, hablando. Yo disfrutaba viendo esas sonrisas de cada persona cuando alguien les va a visitar.

Un día una señora que se llamaba Tere me hizo ver el mundo de otro color. Me de-cía que por qué lloraba si lo que debía hacer es agradecer esos días de felicidad. Aquellas anécdotas familiares y esos viajes que solo se repiten una vez en la vida. En resumen mi vida cambió sin imaginarlo ni creándolo.

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Escrito por MARÍA DE LA RUBIA CARDELL

UN NIÑO MUY GENEROSO

Hoy es un día muy especial para la familia Martínez ya que hoy es el día de Navidad. Todos se van a reunir para celebrarlo. Javier, el más pequeño de la familia es el que más nervioso está, ya que es la primera vez que la celebra. El año pasado fue adoptado en esta familia numerosa. Ahora está un poco preocupado ya que su nueva mamá le ha dicho que la Navidad es para pedirle a Dios alguna cosa y dar gracias de la nueva familia que tiene. Él ha pensado que puede pedir a Dios que más niños como él puedan celebrar la Navidad con sus familias. Se lo ha dicho a su abuelo, y él le ha dicho que le parece bien pero que si él es capaz de hacerlo por si solo que lo podría intentar y pedirle a Dios que le ayudase a conseguirlo.

Javier se lo dijo a su madre. Ella le ha dicho que a los Reyes Magos se podría pedir un viaje a África y él muy contento le ha dicho que sí.

5 de enero 2011

-¡Mañana vienen los Reyes Magos!- gritaba Javier por toda su casa. Sus hermanos le habían dicho que por qué estaba tan nervioso y él les ha dicho que porque se iba a pedir un viaje a África. Ellos alucinados se han ido a desayunar. No podía es-perar más, quería irse ya. Se le pasó el día muy lento a pesar de ello llegó la noche y después de cenar se fue a la cama.

6 de enero 2011

Javier a las nueve de la mañana ya estaba despierto esperando a su familia debajo del árbol, y por fin se despertaron. Bajaron corriendo y Javier ya estaba abriendo su primer regalo... era un...¡castillo de playmobil! Y luego otro ¡un abrigo!. Todos sus hermanos habían abierto todos sus regalos, quedaba uno, era una cajita pequeñita decorada con un lazo azul que ponía: Para Javier ¡puedes conseguirlo! Qué nervioso estaba, lo abrió y había cinco bille-tes parta toda su familia para el día 11 de enero 2011. Sus hermanos se pusieron a gritar. No se lo podía creer.

7 de enero 2011

Solo se limitaron a despedirse de su familia, todos estaban súper nerviosos. Se tenían que acostar pronto ya que mañana se tenían que despertar mucho antes.

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8 de enero 2011

Ya estaban todos sentados en el avión camino de África. Cuando llegaron a la casa donde iban a pasar dos días deshicieron todas las maletas y pasearon por la aldea dando ju-guetes a los niños que encontraron y se fueron a dormir.

9 de enero 2011

Se levantaron pronto para despedirse de la aldea. Se lo habían pasado muy bien ayu-dando a la gente necesitada, pero se tenían que marchar.

Al llegar al aeropuerto Javier dio gracias a su familia de haber hecho posible su deseo.

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Escrito por MARÍA SÁNCHEZ VERCHER

“DOY GRACIAS AL CIELO”

Desde pequeña no han dejado de decirme repetidas veces la importancia del volun-tariado. No comprendía su significado, y, por eso, decidí buscarlo en Internet. No encontraba nada del todo convincente, y puse en práctica mi plan B: pensar en ello escuchando música.

Me puse “All of me”, y al poco rato lo descubrí. Descubrí lo que verdaderamente signi-ficaba el voluntariado. Era dar sin esperar nada a cambio. Consistía en ayudar a los demás. Vi también que esta palabra de doce letras que tanto había llamado mi atención, si la ponía en práctica, podía hacerme realmente feliz a mí, y también a los demás.

Después de este conjunto de ideas que aparecieron en mi cabeza durante un breve espacio de tiempo, me decidí.

No tardé mucho tiempo en saber por donde empezar, ya que enseguida me acordé de una carta que había recibido del colegio poco antes, y a la cual no le había prestado demasia-da atención. La carta decía que iban a organizar una excursión para aprender a hacer volun-tariado. La estuve observando un rato, y me di cuenta de que el plazo de admisión vencía en una hora escasa, y decidí llamar.

Mi primera experiencia no fue muy buena, ya que eramos unas treinta personas, y no se vivía igual. En cambio, la segunda, en total eramos unas cinco, y lo agradecí mucho, ya que podía disfrutarlo por primera vez con total implicación. Por este motivo estuve yendo a todas las actividades de este tipo que pude. Pasé así mucho tiempo, hasta que tuve una gran idea que llegué a poner en práctica.

Poco a poco, durante los años que estuve ayudando a esos ancianos y haciéndoles compañía, iba descubriendo toda la magia y me iba asombrando también la fuente de expe-riencia y sabiduría que eran cada uno de ellos.

Después de estar mucho tiempo apoyando a tantas personas, con el permiso de cada uno de los abuelitos a los que yo había entrevistado, redacté un libro con todas sus historias, llamado “Visto desde el otro lado”. Esta publicación cambió a muchos de los que lo leyeron, los cuales querían hacer lo mismo que yo, y descubrir esa magia. Muchos de ellos siguieron el mismo camino, y otros tantos, uno paralelo, lo que me llenó de enorme alegría por haber cambiado el corazón de muchas personas hacia el bien y por eso ahora doy gracias al cielo por este regalo.

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Escrito por MARCOS L’HOTELLERIE-FALLOIS

LEÁMOS LA PAZ

-Hola soy Marcos Armas y soy de Leamos la Paz y utilizo todos mis recursos en esta O.N.G. Soy escritor y, cuándo se me ocurre una historia relacionada con un tema en el que haga falta ayuda, como la pobreza, la hambruna o los secuestros doy un ochenta y cinco por ciento de los beneficios a esta O.N.G. Además soy ingeniero y, cuándo hacen falta planos para escuelas o comedores sociales, me pongo manos a la obra. Pero con solo esto no basta, no vale ser solidario con los libros y con hacer planos. Si recordamos un poco nos daremos cuen-ta de que era ayer cuando hablábamos sobre el atentado terrorista de Atocha en dos mil cator-ce. O de la crisis y del caso Púnica del dos mil nueve. ¿Y de los problemas aéreos? Vale que la erupción de Eyjafjallajökull en dos mil diez solo retrasó unos vuelos pero el avión derribado por un misil que cayó en Ucrania en dos mil catorce causó la muerte de los doscientos noventa y ocho pasajeros. ¿Y en Siria? Todavía hoy, a finales de dos mil treinta y ocho, seguimos con el problema de las guerras y de los refugiados sirios. Pero sin irnos tan lejos, ¿cuántos días nieva en invierno? Ninguno, por culpa del calentamiento global. ¡Trece grados y medio ha su-bido las temperaturas desde dos mil cinco! En nuestra O.N.G. no solo ayudamos en África con comida, con dinero y construcciones de escuelas, también luchamos contra todo esto y más. Pero, ¿cómo? El dinero de los solidarios lo distribuimos a otras O.N.G. y a obras benéficas y los voluntarios, con el resto del dinero, compramos los equipos más modernos para prever y proteger a la población del mundo entero del terrorismo, de los accidentes aéreos y de los seísmos y erupciones volcánicas. Nuestros voluntarios usan todos sus recursos, al igual que yo, en esta O.N.G. Os pido por favor que los de la prensa apaguéis las cámaras y que desco-nectéis todos los aparatos, va a pasar al escenario un niño al que ha ayudado nuestra O.N.G. Lo grabaremos nosotros y os daremos la grabación al final de la charla. Es muy tímido, así que respetadle y escuchadle tranquila y ordenadamente.- Entra un niño de piel oscurita, moreno, con la ropa de la O.N.G. -¡A por ellos, campeón!

- Gra-gra-gracias. Esto… gracias Marcos. L-le-les-les vo-vo-voy a hablar de la discri-minación por raza y religión. So-o-o-oy Isaac y tengo doce años. Mi padre e-e-es de Siria, consiguió escapar cuando era sólo un niño, pero su padre murió porque se cayó de la patera de la mafia. Llegaron a Francia y malvivieron como pudieron, mi padre no fue a la escuela pero encontró trabajo como informático (gracias a unos cursillos que hizo) con veintiún años. Con treinta y dos años le trasladaron a los Estados Unidos, donde conoció a mi madre. Ella sí que fue al colegio, pero le hicieron bullying por ser negra. También la discriminaron por ser mujer a la hora de encontrar trabajo, y no tiene empleo. Esta O.N.G. nos pagó la casa en España cuan-do nos trasladamos por el trabajo de mi padre, y me ha pagado los estudios. Ahora mi madre tiene trabajo como profesora y estamos más o menos estables. Mis padres son solidarios en esta O.N.G., pagan quince euros al mes y cuando tenga 18 años pienso hacerme voluntario.

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- Pero ahí no acaba todo. Como Isaac hay cientos de niños que necesitan ayuda, y nuestra O.N.G. se la proporciona. Además Isaac ha escrito un libro que podrán comprar a la salida de esta sala. El cinco por ciento irá para pagar los gastos de papel y tinta, y el resto irá para ayudar a los niños como Isaac.

- Gracias, mi libro está basado en mi vida y en la de mis padres, ¿espero que os guste!

- Un aplauso para Isaac, que es todo un campeón.

Suena una gran ovación diciendo: “¡Isaac! ¡Isaac!”

-Gracias a vosotros y a Leamos la Paz, adiós- dice Isaac y se marcha.

-Las hojas de actividades para los que quieran hacerse voluntarios y las papeletas con las cuotas para los que quieran hacerse

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Escrito por MARINA PLACER LÓPEZ

EL BRILLO DE SUS OJOS

Pueden contarse cientos y miles de historias, pero yo no voy a contar una cualquiera. Pretendes quedarte con la sensación de poder cambiar la vida de alguien sin recibir nada a cambio. Solamente representar en nuestra mente la vida de un chico consumido por la pobre-za, recibirlo con los brazos abiertos y darle una felicidad que espera con impaciencia; y llenarlo de recursos a los cuales no podría llegar solo ni atado con una cuerda y tirando por él con fuerza. Solamente por tenerlo de frente y querer quitar al niño que en un futuro podría ser todo un ejemplo para muchos y muchas, pero es pensarlo y me di cuenta de que aquel chico era especial, con un brillo en los ojos diferente al resto y quería mostrarle al mundo quién era él y que los días, junto con la vida, tienen el poder de cambiar. Siempre me lo encontraba en un camino cerca de mi casa, siempre saludaba con la cabeza baja y la melena tapando sus ojos con palidez en su rostro y rosadas las mejillas. Yo respondía con una sonrisa y me marchaba a mi casa. En cuanto miraba por la ventana veía la tristeza de su madre en los ojos, la que venía de trabajar como camarera en una cafetería próxima y pasaba cuando acababa su turno. El jefe de aquel establecimiento les pagaba poco y apenas disponían del dinero suficiente para el alquiler.

Un día por la mañana, aún en el amanecer, me dispuse a salir a ver si encontraba al chaval. allí estaba él, fuera, y me asomé para saludarlo pretendiendo dirigirle unas palabras algo de lo que fui capaz y comenzó a contarme cuanto pudo. Lo que más me asombró es que hablase de su padre como si esperase un futuro junto a él, pero sabía que sería imposible pues se había marchado hace ya muchos años. A partir de ahí, cada día, me asomaba a la ventana esperando verle y que me hiciese esa señal que me indicaba que quería hablar. Me enseñó algo que cambió todo de vez; fue su madre quien relató, durante años, la historia de su vida. Cada historia desvelaba el valor y el querer de cada día que pasaba. Aquel escrito era preciado al final de la historia de cada uno de esos días. Después de leer aquello me quedó claro lo que pasaba, con lágrimas en los ojos sabía que debía hacer algo.

Publiqué la historia en el periódico y supe que no me estaba equivocando: tenía un bri-llo en los ojos diferente al resto. Aquel día aprendí uno de los valores con los que me quedaré siempre: cada día debe ser vivido porque no sabemos cuál pondrá el punto final a nuestra his-toria. Por desgracia, él hace mucho tiempo ya que ha puesto su punto final, pero yo le presento al mundo el brillo de sus ojos a través del relato de su vida/historia.

Padecía una enfermedad en la que no podía hacer nada si un día no volvía a despertar, ahí terminaba. Recuerdo oírle decir que cada día se desvela una historia y, por muy triste que parezca, esta era la suya y siempre quiso esperar para desvelar aquel brillo.

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Escrito por MARIO PORRES

VOLUNTARIADO

Un martes dio comienzo a una rutina que mantuve de por vida. Todo comenzó cuando un conocido sufrió un aparatoso accidente con el coche, una noche que, conduciendo por una zigzagueante carretera en la que, cuando el sol caía, quedabas expuesto a la suerte, princi-palmente por la escasa iluminación y la velocidad que alcanzaban los coches antes de poder reaccionar y disminuirla. El accidente había acabado con su movilidad y los daños, por la apa-ratosidad del mismo, le habían condenado a una vida en un hospital. Por su comodidad había sido trasladado a un centro entre las montañas, moderno pero con un aire suizo, que se dibuja como si hubiera sido pintado por acuarelas cada vez que se miraba por una de las ventanas. Martes. Todos le hacían una visita, en su habitación, la 1322 sentía que la compañía le apor-taba un beneficio evidente en su rostro, que los días que acudía parecía menos demacrado y una sonrisa se dibujaba en su herido rostro. Nunca entendí de donde salía surgía aquella eter-nal energía que parecía tener a pesar de estar atado de por vida a aquella camilla de sábanas blancas, con única compañía de los cables y los amables enfermeros y enfermeras que se hacían cargo de su cuidado. En verano, con la ventana abierta, aspirábamos el cálido aire que se colaba por cualquier rendija y pasábamos horas hablando de su vida anterior, disfrutando de la compañía mutua, cuándo corría por las mañanas o pasaba la noche en la calle, en las discotecas o parques. Cada día, cuando volvía a casa en aquel pequeño tren que conectaba el pueblo del hospital con aquella pequeña ciudad de la sierra, que a su vez, ofrecía una co-nexión en un tren más grande y con frecuencia mayor, con la ciudad en la que vivía yo, en uno de esos edificios antiguos, grises por la contaminación, pero que de alguna forma, con ese gris, se ven incluso mejores, sentía que le ayudaba realmente. Al principio fue un acto quizás egoísta, porque yo “ganaba” algo yendo pero hubo un momento en el que me di cuenta de que hacía mu-chos martes que no era por mí, que no dejaba de quedar con mis amigos y amigas por mí, que no dejaba de ir por descansar en casa o salir por la ciudad por mí, que lo hacía realmente por él y que quizás un acto que yo consideraba – en un principio- egoísta ya no lo era. Nunca lo conté a nadie. No hacía nada malo, es más, según decían todos los que trabajaban en el hospital, era algo de admirar pero pensé que mis amigos no lo entenderían y mis padres harían demasiadas preguntas. Hubo un invierno en el que lograron que pudiera caminar, gracias a las prótesis y to-dos los avances que la ciencia ofrecía a cualquiera que lo necesitase. Aquel martes resultó espe-cial. Le brillaban los ojos, su sonrisa era permanente. Parecía que había recuperado su felicidad. Una cálida sala, con una chimenea en la que ardían troncos de leña cortada de los árboles de las inmediaciones y el chisporroteo del fuego se oía de fondo en una homogénea conversación. Todos los pacientes con capacidad de movimiento además de sus acompañantes o familiares se reunían en las cómodas mesas, los sofás frente al fuego o frente a las ventanas. Era una tarde de ventisca y nos reunimos todos. Decidimos leer. Muchos de los pacientes no querían solo oír. Deseaban leer ellos; recordar cómo sonaban sus voces – que en ocasiones usaban en escasas ocasiones – y sentirse escuchados aquellos que no recibían visita.

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Muchos de los pacientes, es cierto, vivían aislados de todo conocido, que se limitaban a pagar las facturas de los servicios médicos, pero que nunca se habían dignado a posar un pie en aquel recóndito – pero bello – lugar, perdido entre las montañas, pero a la vista de to-dos, que cualquiera podía encontrar si realmente lo quería hacer. Pronto muchos de los demás pacientes experimentaron un cierto interés hacia mí. Ya no solo lo hacía por mi ya amigo, sino por varios de ellos, que una vez a la semana se sentían de nuevo acompañados. La edad de todos ellos variaba tal y como lo hacían las diferentes enfermedades de ellos. Estas, en la mayoría, no les había impedido perder su identidad o memoria pero sí su movimiento o les obligaba a permanecer en un sitio en el que pudieran recibir atención médica – si era preciso – al instante. Los niños solían tener visita constante pero siempre apreciaban cualquier cosa que yo o el resto de los que trabajaban en el hospital – que era completamente de participación voluntaria- organizásemos para su distracción; que olvidasen cualquier tipo de problema y que no oyeran ni se sintieran tratados como enfermos. Al cabo de 3 años sigo trabajando allí.

Al terminar los estudios decidí mudarme al pueblo de la pequeña estación, aquel junto al hospital y pasar a trabajar allí. Nunca olvidaré a nadie de todos ellos que compartieron su tiempo conmigo. La habitación 1322, ahora solo guarda mis recuerdos. En la repisa de la ven-tana, abierta siempre, queda la radio y sobre el asiento del sillón que hay junto a esta, el libro que solíamos leer, abierto por la última página que leímos. La 322, subrayada la frase “Incluso la noche más oscura terminará con la salida del sol”. Aquella había sido su frase favorita desde el accidente y que se repetía cada vez que su enfermedad empeoraba. Queda una foto, sobre la camilla, junto a las sábanas y el suave olor a flores que inundaba la estancia. Nunca dejé de ayudar a nadie que lo pidiera, que lo necesitara.

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Escrito por MARTA VALERO GARCÍA

EL DÍA QUE MI VIDA CAMBIÓ

Buenas, soy Marisa, una mujer de 60 años que vive con sus hijos, bueno en realidad ellos viven en mi casa.

Todo empezó el día que mis hijos discutieron conmigo pero no fue la típica pelea por una tontería sino una pelea de verdad, ese martes 15 de octubre de 2010 que nunca olvidaré, después de esto nada ha vuelto a ser igual. Mi vida se hundió en un profundo vacío del que nunca pensé que saldría, del que de no haber sido por mi “nieta” no habría salido. Me echa-ban de mi propia casa para llevarme a un lugar horrible, al asilo del barrio donde estaban mis “amigas” de la infancia, las que nunca consideré amigas; todas aquellas que se metían con mi ropa, mis gafas, mi gordura y mi todo, esas personas que me hicieron la vida imposible.

Llevaba ya 7 años en aquel asilo, la verdad, me acostumbré a las burlas de entre se-mana, a las esperas de los días de visita sin ninguna esperanza de que viniera nadie, al fin y al cabo esa era mi vida allí, sin nada que hacer, pero un día mi vida cambió, pero a peor, en una de las revisiones el médico me detectó cáncer, tenía dos opciones recurrir a la quimio o aguantar lo que me quedara de vida.

Sinceramente no tenía razón para vivir; no tenía familia, ni amigos y no conocía a mis nietos. Pero un día una visita me sorprendió, un grupo de niñas vino a visitarnos, a darnos conversación, a ayudarnos, a sentirnos acompañadas y no sentirnos solas. Una cara se me quedó grabada en el corazón era la niña más encantadora del mundo desde ese día vino a visitarme todos los sábados y a contarme como le había ido la semana. Ella era la razón por la que intenté curarme el cáncer, fue la razón por la que intenté vivir y funcionó, me curé y con el tiempo se convirtió en la nieta que nunca conocí.

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Escrito por NATALIA SALES CASTELLANOS

MI ÁNGEL

A María no sabía lo que le pasaba, cuando veía a esas familias llenas de alegría y amor ella se preguntaba dónde están y no, no se refería a esos padres que te acogen entre sus bra-zos, sino a esos sentimientos que te llenan de alegría y amor por dentro.

Una noche fría María se encontraba en un callejón oscuro, llena de temor corrió con sus pies descalzos lo más rápido que pudo hasta que cayó, cuando alzó la cabeza vio un sitio que le daba confianza y seguridad. Cuando entró, como si fuera un ángel una señora le dio un poco de ese cariño que María llevaba tanto tiempo sin recibir. Sin saber aún donde estaba dio las gracias y se marchó a dormir en ese banco sucio y frío, pero era lo único que tenía. Cuan-do despertó vio entre sus pies una bolsa, la abrió como si fuera uno de esos regalos que hay debajo del árbol de Navidad, dentro había comida apetitosa. Esto le sucedió durante mucho tiempo.

Un día cuando se despertó vio a su alrededor muchas personas y entre ellas pudo distinguir a aquella señora que una vez le dio un poco de cariño. Esta le explicó que donde entró era un centro de voluntariado, y que durante ese tiempo le habían dado esas bolsas de comida. María dio las gracias de profundo corazón y por su rostro corría una lágrima. En ese mismo instante pudo sentir esa emoción que llevaba tanto tiempo sin recibir, desde esa mañana jamás volvió a dormir en ese banco sucio y frío, gracias a esa señora y a todas las personas que fueron amables con ella. Hoy en día María trabaja ayudando a los pobres para que no sufran como ella lo hizo y aún sigue pensando que esa mujer era un ángel.

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Escrito por NEREIDA PERDOMO PÉREZ

QUERIDO VOLUNTARIADO

Hoy, te escribo a ti que tanto me has ayudado. Que tanto me has enseñado. Te en-contré cuando más falta me hacías sin saberlo. Conocí de tu mano tantos sentimientos. El sentimiento de servir. El sentimiento de sonreír. El sentimiento de ayudar a vivir. Y acabaste con otros sentimientos. El sentimiento de la impotencia. El sentimiento de las manos atadas. El sentimiento de la tristeza.

A su vez, me diste le placer de conocer a tantísimos corazones enormes. Quizás es-tuvieran un poco rotos o dañados, pero estaban repletos de amor por los cuatro costados. Y es que todos estamos marcados. Marcados por la misma huella o cicatriz, como prefieras lla-marlo. Pero quizás sea cierto eso que dicen que quiénes han vivido la tristeza de cerca, por la alegría más se esfuerzan. Porque en cuanto veo a mis compañeros de lucha, más pienso que la vida no es para que merezca la pena. La vida es para que merezca la alegría.

Mi querido voluntariado, tú, que tanto me has dado. Está claro que necesitamos un mundo más solidario. Un mundo que tú nos vas dando a cada paso que damos de tu mano.

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Escrito por PABLO SIMÓN

TORNEO DE FÚTBOL BENÉFICO

Érase una vez un club de fútbol llamado Torrelodones Fútbol Club. Un día cualquiera un jugador del Torrelodones propuso la idea de hacer torneo benéfico, y dijo que el dinero recaudado lo podríamos entregar a una ONG. El chico se llamaba Álvaro y se lo propuso a sus compañeros y luego a la organización de Torrelodones. A los compañeros le pareció una buena idea y al club también, él explicó que propuso esta idea porque dice que con un euro ya podríamos ayudar. La organización les dejo montar el torneo benefico a ellos. Ellos inmediata-mente pusieron en internet que en el campo del Torrelodones iba a jugarse un torneo de fútbol benéfico con bar y que iban a sortear que un equipo iba a ir a la ONG a entregar directamente el dinero recaudado junto con los jugadores del Torrelodones. Un dia mas tarde, ya se habían apuntado 5 equipos de fútbol al torneo. Ellos se pusieron muy contentos, por la mañana fueron al Mercadona a comprar comida para el bar y papeletas a una papelería para el sorteo.

Ya tenían casi todo preparado, pero faltaba algo muy importante, la equipación de fút-bol y el mensaje que había que poner en la camiseta, para que todo el mundo viera que el par-tido era benéfico, para ayudar a los niños con cáncer. Compraron las equipaciones y llevaron las camisetas a grabar a una tienda. El mensaje era el siguiente: “Ánimo chicos, estamos todos juntos en esto”. La verdad es que todo el equipo estaba muy entusiasmado con la idea, pero sobre todo, era Álvaro el más emocionado de todos. Su hermano pequeño tenía cáncer de huesos y llevaba más dos años entrando y saliendo del hospital. Les quería dar una sorpresa a sus padres, porque ellos no sabían nada del torneo benéfico.

Por fin llegó el día del torneo, estaban todos muy nerviosos. Las gradas estaban a tope de gente, eran las once de la mañana y ya empezaba el primer partido del torneo.

Cuando salieron al campo, lo primero que hicieron fue saludar y todo el mundo se puso en pie aplaudiendo y leyendo el mensaje de las camisetas. Parece que a todo el mundo le gustó la idea.

El bar estaba lleno de gente también, así es que la recaudación de dinero sería buena. Todo estaba saliendo a las mil maravillas…..cuando de repente, a mitad del segundo partido del torneo, un niño se lesiona gravemente. Tuvieron que llamar a la ambulancia y llevarlo al hospital, parece que se rompió la rodilla. Todos estábamos muy tristes pensando que se nos estropeaba el torneo benéfico, que se paraliza el torneo y que todo el mundo se iría a casa, y ni siquiera habíamos vendido todavía ni una papeleta para el sorteo. Al fin y al cabo, habíamos invertido mucho tiempo y esfuerzo en organizarlo todo, y además, era para una buena causa, tenía que salir bien.

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Cuando ya parecía que el torneo no se reanudaba, de repente salió Álvaro con un mi-crófono a comunicar a todo el mundo, que el torneo seguía en pie y que empezaba el tercer partido. Se empezaron a vender papeletas y el bar se llenó de nuevo de gente.

Terminó el torneo y ganó el Galapagar Fútbol Club. Le dieron el trofeo y cuando acabo la entrega de trofeos, dieron la papeleta ganadora. Le había tocado al Galapagar Fútbol Club, el que ganó el torneo.

Al día siguiente por la tarde, el Torrelodones se fue en avión a África con el Galapagar a entregar el dinero recaudado por el club, estuvieron 2 dias viendo a los enfermos de cáncer del país y enseñándoles a jugar al fútbol. Los enfermos agradecieron mucho, el granito de arena que puso el club Torrelodones de fútbol. Y las camisetas que les regalaron con el mensaje en la camiseta.

El más contento de todos, era Álvaro que tuvo la idea y su hermano, que en unos me-ses se pudo recuperar del todo. Cuando sus padres se enteraron les hizo mucha ilusión.

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Escrito por PATXI UGUET

LA SEGUNDA OPORTUNIDAD

Esta es la historia de un señor llamado Pepe que le iba muy bien en la vida, estaba casado con tres hijos y un trabajo buenisimo que le pagaban muy bien y un dia de repente le echan del trabajo la mujer le pide el divorcio con la custodia de los hijos y todo el dinero que tenía se lo quedó la mujer y al no tener dinero no podía alquilar una casa el hombre le pidió un poco de dinero a la mujer pero no se lo dió, a si que estuvo un tiempo durmiendo en la calle sin ver a sus hijos y sin dinero para comer intento encontrar un trabajo pero todos los trabajos a los que iba le decian que querian contratar a un vagabundo no podia mas con su vida asi que decidio suicidarse tirándose desde un puente. Al día siguiente fue al puente para tirarse se subió a la barandilla llorando cuando le vio un hombre que pasaba por ahí y le dijo que no se tirara, le diera una segunda oportunidad a la vida. Pepe le contó lo que le había pasado en la vida para llegar hasta tal punto de querer suicidarse. El hombre conmovido por la historia de Pepe le invitó a su casa a que estuviera un tiempo hasta que encontrara trabajo y tuviera dinero suficiente para poder alquilar una casa y poder continuar con una vida mejor debajo de un techo, Pepe le agradeció mucho lo que el señor estaba haciendo por él estuvo buscando trabajo durante bastante y hizo varias entrevistas pero nadie le contrataba. El hombre al ver que Pepe no encontraba trabajo le ayudó recomendando sitios en los que podía trabajar, tam-bien le ayudo con el curriculum pero aun asi no le contratan.Un dia el hombre llego a casa y estaba Pepe tirado en el suelo con un bote de pastillas vacío en la mano nada más verle llamó a la ambulancia, le dijeron al hombre que le tenían que hacer un lavado de estómago y era una operación muy complicada, el hombre sabía que a lo mejor no sobrevivía a la operación después de tres horas de espera en el hospital por fin sale la médico del quirófano y le dice al hombre que Pepe ha sobrevivido, el señor se puso a dar saltos de alegría al enterarse de que Pepe había sobrevivido. Al final el hombre va un dia a su trabajo con Pepe y le cuenta a su jefe la conmovedora historia de Pepe, el jefe del hombre decidió contratarle como CEO de la empresa al final Pepe y el hombre acabaron siendo muy buenos amigos y Pepe se pudo comprar una casa y seguir con su vida.

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Escrito por PAULA HERNÁNDEZ FERRARI

TRABAJO DEL VOLUNTARIADO

Hace ya muchos años,vivía una joven de rizos dorados llamada Carolina en una casa inmensa con toda su familia en España. Ella era feliz.

Vivía en un pueblo rodeada de gente con mucho dinero. Carolina era una joven muy avariciosa, pero a la vez tenía una belleza difícil de ver. Todo lo que pedía, lo recibía en menos de una hora. Su padre trabajaba en una empresa inmensa de medicina la cual cada día pro-ducía más y más dinero.

Aparte de avariciosa era muy inmadura y solo pensaba en ella misma.A su padre después de unos cuantos meses le trasladaron a él y a toda su familia por temas de trabajo a un pueblo en Alemania llamado Mittenwall. La querida joven de tan solo 17 años se tuvo que trasladar con todo el enfado y el odio hacia sus padres.

Llegó y para ella nada era igual…Intentó hacerse amigas, pero con su prepotencia y su manera de mirar las cosas lo único que conseguía era que la mirasen mal. Pero a ella…a ella le daba igual,decía que ellas no la merecían y que nunca iba a estar con personas tan pobres y con ningún vestido en el armario. Pasaban los días y lo único que hacía era meterse con la gente por su fealdad o por temas de dinero

Un sábado por la mañana,el padre de Carolina llegó llorando a casa…Su empresa había fracasado y se iba a quedar sin trabajo y sin dinero. Carolina cuando se enteró lo único que hizo fue gritar y decir que no les quería. Su gran familia se había quedado en la ruina…Pasaban los días y lo único que hacía era llorar e insultar. Al no tener nada de dinero Carolina y su familia se tuvo que trasladar a un sitio en donde le daban techo y comida con la cual podían alimentarse. Poco a poco se fue dando cuenta que se había equivocado durante mucho, mu-cho tiempo. Vio cómo la gente le intentaba ayudar y le ofrecía de todo.Carolina se derrumbó,-vio que había hecho mal todo. Pidió perdón a sus padres junto a toda su familia,nunca había estado así de mal.

Pasaron 2 meses y Carolina por fin había recuperado su casa junto a todo su dinero.Cuando llegó al colegio pidió perdón a toda persona la cual había insultado.Y la gente la aco-gió muy rápidamente. Su grosería y su comportamiento de niña pequeña había desaparecido completamente. Llegó su cumpleaños.Carolina por fin ya iba a cumplir 18 años,volvió a Espa-ña y decidió trabajar en una ONG en donde iba a cuidar y a dar de comer a gente que había es-tado en guerras o que se había quedado sin casa.Casi todo su tiempo libre tras sus estudios lo pasaba cuidando a aquella pobre gente. Le daba igual perder su tiempo para ayudar a gente…Después de todo aprendió y nunca más volvió a ser avariciosa.

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Escrito por RAQUEL CALAFORRA MINGUET

EL POZO

Se acercó a la habitación de su paciente favorita, la paciente lloraba porque le habían detectado cáncer y ella decidió contarle a la paciente su historia.

“Un año atrás cuando vivía en África, y fui a por agua se me acercó un adolescente y me dijo que él me ayudaría. Era una persona que no conocía de nada, pero a pesr de ello me parecieron muy bonitas aquellas palabras, me ayudó a cargar el agua y empezamos a hablar. Se presentó, se llamaba Miguel, y tenía 16 años, vivía en Sevilla. Entonces yo también me presenté, le dije que me llamaba Mosheyla y que tenía trece años. Seguimos hablando de un montón de consas entre ellas que iba a estar en Argelia dos días.

Llegamos a mi casa y nos despedimos. Toda la noche pensé en Miguel, en como me había ayudado y en que guapo era. Al día siguiente caí enferma, una enfermedad que puede llevar a la muerte pero solo dura un día. Entonces mi madre me mandó bajar y me dijo que tenía visita, apareció Miguel por la entrada y me dijo que le acompañase que me iba a llevar al hospital. Llegamos al hospital y el médico me dijo que solo una vacuna muy cara me podía sanar, yo miré a Miguel entristecida porque esa vacuna yo no me la podía permitir, él me miró y me sonrió y a continuación le dijo al médico: vacúnela. Yo no me lo podía creer y sin pensarlo dos veces abracé a Miguel. Me vacunaron y al instante me sané.

Cayó la tarde y era la hora de despedirme de Miguel pues regresaba a su casa, enton-ces me preguntó si me iba a vivir con él, no me lo pensé dos veces y fui a preguntárselo a mis padres, pero por desgracia me dijeron que no, que no sabían nada de allí ni cuando volvería ni nada. Me enfadé, pero también lo entendí, no conocía ni a su familia. Él se marchó y conti-nuaba mi rutina; iba a por agua, jugaba con mis hermanas... Pero todo esto con un vacío en el corazón, aquel sevillano me marcó.

Pasó el tiempo, y me levanté como cualquier mañana a por agua, a distamcia vi a cuatro personas entre ellas una conocida. Llegué al pozo, y sí, ahí estaba Miguel, yo no po-día parar de llorar de la emoción. Le pregunté porqué había venido, y él me dijo que se iba a quedar a vivir aquí con toda su familia, venían a hacer voluntariado. Yo estaba flipando porque sus padres me contaron que iban a montar una escuela y eso para mí era lo mejor. Entré en la escuela me esforcé por aprobar y lo conseguí.Cuando crecí decidí irme a la India a montar un hospital para que la gente recibiese lo que yo había recibido.”

La paciente le preguntó que si este hospital había sido montado gracias a aquella fami-lia y Mosheyla le respondió que sí.

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Escrito por RAQUEL RODRÍGUEZ ALAPONT

DIARIO DE JHON BOOTS

“Esa mañana acabé de operar temprano, y me dirigía a la cafetería de enfrente del hospital como hacía todas las mañanas, cuando me tropecé con una chica pelirroja con toda la cara llena de pecas, me sonaba, de haberla visto por alguna parte en el hospital, pero nun-ca me llegó a dirigir la palabra. “Es bastante guapa”, pensé. Ella me miró y balbuceó: “Doctor Boots me gustaría preguntarle una cosa, algunos trabajadores mnos hemos apuntado a la ONG Médicos sin Fronteras, y me gustaría saber si usted se quiere apuntar, es que nos sería de gran ayuda, porque como ganó ese Nobel de medicina le dieron unos cursos y sabe mu-chas más técnicas que nosotros y...”

A partir de ese momento dejé de escuchar, estaba pensando lo importante que había sido ese premio para mí, toda mi vida dependía de ello y todo mi tiempo y todo mi esfuerzo ha-bían sido empleados para conseguir ese premio. Yo le contesté con la excusa de que llegaba tarde a un sitio, y ella me miró encolerizada y me respondió: Sí, supongo que tiene mucha prisa en tomarse un cafe, mientras hay muchas personas en el mundo que lo necesitan, es usted un engreído y un, bah, para qué me molesto, que disfrute de su café Doctor Boots”. Y se fue con delirios de grandeza. Yo me quedé perplejo y me quedé quieto pensando en que tenía razón, pero yo me sentía totalmente solo.

Eran aún las 5 de la madrugada y seguía sin poder dormir, y “todo por esa frase”, pensaba yo en aquel entonces. Al final decidí ir a la cocina y prepararme un café y estuve pen-sando la posibilidad de irme a África y mientras lo hacía me quedé profundamente dormido. Al despertarme miré por la ventana y vi que empezaba a amanecer y dos lágrimas resbalaron por mis mejillas. Eso yo lo acostumbraba a hacer con mi mujer, antes de que un conductor que es-taba borracho la atropellara junto a mi hija de 5 meses. Eso siempre se me hacía una montaña que nunca llegaba a su fin. Y pensé: “Iré por Carol y por el bebé”. Busqué información, había un barco que zarpaba dentro de una hora, me apunté, me hice el equipaje y me fui al puerto.

En el barco me encontré a la chica pelirroja. Se acercó y me pidió disculpas por haber sido descortés el otro día y me felicitó por haberme animado. Al cabo de 5 minutos habíamos establecido una conversación muy animadamente. Me fijé en su nombre del equipaje, que lo ponía con una clara y preciosa letra: “Mery Brown”.

Nos tocó en el mismo hospital, y nunca olvidaré el primer caso que me tocó: Trataba de una familia con tres niñas. Ellas estaban bien nutridas, pero la madre no, porque les daba su comida para que ellas se alimentaran bien. Cuando la madre ya estaba fatal y yo pensaba que se iba a morir, su marido le dijo:”Yo siempre estaré a tu lado” y murió en paz. Esa fue una de esas frases que se te quedan marcadas en la cabeza y desde ahí me propuse que todo el mundo que atendiera y no podía salvar moriría en paz como ella.

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Desde que llegué a África la vida se me ha hecho mejor, salía con Mery, que esa rela-ción se quedó en matrimonio feliz con 3 hijos maravillosos: Annie, Tom y Helen. Y el hospital que llegamos sin casi material médico lo convertimos en uno de los mejores hospitales de Argelia. Y por fin conseguí escalar la montaña que en 3 años no había conseguido escalar.

Diario personal de JHON BOOTS”

Acabó de leer nuestra madre Mery, después del entierro de mi padre; a Tom, Helen y a mí. Y añadió: “Vuestro padre era un buen hombre y siempre lo llevaremos en el corazón”

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Escrito por ROSARIO MARTÍNEZ MUÑOZ

VOLUNTARIADO

Le tendió la sudadera. Ella la aceptó de mala gana, se conocían desde hacía tiempo, pero eran eso, simples conocidos. Aquel acto, cautivó a nuestra protagonista. Seguramente él no se diera cuenta, pero una sonrisa tímida, tras absorver el olor de aquella prenda, se le resbaló a esa joven.

Anduvieron por las calles mojadas, por la lluvia de Madrid. Comenzaba el otoño, y la añoranza de un verano, ahora lejano, creaba un silencio entre estos dos personajes.

No se veían desde hacía tiempo, y miles de palabras que debían ser dichas y no se decían, comenzaban a atormentar a los muchachos.

Tal vez fue eso, una casualidad, que creó que la lluvia y el otoño, se recogieran en aquel aderezo, llamado sudadera.

Aquella noche, los gritos de su padre y el viento que se colaba por los agujeros de una habitación medio vacía, donde dormía, si aquello se le podía llmara dormir, la molesta cabeza de un simple adolescente, cuya única pertenencia, se la había dejado la tarde anterior a una

muchacha que paenas conocía.

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Escrito por TERESA BRULL ROSES

EL VOLUNTARIADO NOS RODEA

-Siempre me he preguntado, qué era el voluntariado ¿Tú me lo podrías contestar? -Sí. Escucha la historia que te voy a contar:

Todo empezó cuando nací en una casa donde estaba rodeada de vacas, yo en aquel tiempo tan solo era una niña, donde creía que mis juguetes eran unos grandes animales con unas manchas negras y blancas, que lo único que hacían era comer y dormir. Cuando tuve cinco años vi un retrato en el que estaba sentada en la hierba observando las vacas, y en ese momento oí a mi madre chillar. Un día me quedé dormida en el sofá de mi casa y sin ningún ruido me desperté, al extrañarme, me asomé por la ventana y vi un coche en la puerta. Salí corriendo con un pensamiento negativo ya que mis padres todos los días discutían y por una vez en toda mi vida no chillaban, no discutían... Al salir fuera, había un coche esperándome para irme. Después de media hora en silencio en el coche, me dijo: ya estamos. Salí del coche y vi la casa de mis sueños. Al cabo de ocho años (cuando tenica catorce), pensé que la vida que me rodeaba, no tenía sentido, ya que no tenía familia, pero cuando hablé con Cayetana, mi amiga de la casa me dijo que un niño de quince años llamado Pablo no paraba de mirarme. Yo me dispuse a conocerlo, durante cuatro años era como mi chico de los sueños, guapo, ca-riñoso, atento, etc.

Pero cuando Pablo cumplió los dieciocho le dijeron que se tenía que ir porque ya era mayor de edad. Cuando se despidió de mí, me prometió que no sería la última vez que me vería. El tiempo pasó rápido y pronto cumplí los dieciocho y tendría que abandonar la casa. Pablo apareció en la puerta principal, donde no pude parar de sonreir y llorar. Cuando me dijo que si quería salir con él, le dije entusiasmada que sí y al cabo de seis años saliendo juntos me pidió matrimonio. Y...

-Espera, espera esta historia es la nuestra pero ¿por qué me cuentas esta historia cuando quería saber lo que era el voluntariado? -Es verdad se me ha ido. ¿te acuerdas cuando un grupo de adultos venía a vernos, a jugar con nosotros y a hacernos sentir como una familia, aunque solo fuera por unos momen-tos, sin darles nada a cambio? -Calro. ellos eran los que nos alegraban cada día pùes sin ellos no tendría color la casa en que estuvimos.

Pues ese signo que tuvieron hacia nosostros es voluntariado.

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Escrito por VIRGINIA SÁNCHEZ-FERRAGUT CALVET

QUÉ FÁCIL ES SACAR UNA SONRISA

22/4/2004 Me llamo Luis y con mis 20 años soy muy afortunado, porque la vida ha querido que mi oficio sea de los mejores que existen ya que cada día me doy cuenta de que con mi voluntad hago feliz a la gente que no tiene motivos para sonreir y ser feliz.

Desde hace cinco años me dedico a ir por las plantas de diversos hospitales saludando y animando a los enfermos que me necesitan y que por desgracia no son pocos.

Pero cada mañana cuando me pongo mi uniforme de payaso para irme a trabajar aun-que me dé un poco de vergüenza, pienso en cuantas sonrisas voy a sacar y me pongo muy contento de saber que un pequeño gesto solidario puede llegar a hacer tan grandes cosas.

***

1/9/2024 Hoy doy fin a mi trabajo, después de tantos años me retiro, pero ese espíritu solidario que estos veinte años han conseguido sacar de mí no lo pienso perder nunca, ya que en el día a día con pequeños actos solidarios sé que puedo aportar mi granito de arena.

Y tras unos días de descanso he tomado la decisión de extender mi solidaridad por otros sitios donde la gente me necesita más que aquí.

En un mes emprenderé una nueva etapa de mi vida ya que viajaré hasta África para aportar mi solidaridad a esas personas que tanto me necesitan.