La Caja de Pandora: una experiencia grupa! con mujeres y su … · Es entonces cuando el trabajo...

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La Caja de Pandora: una experiencia grupa! con mujeres y su impacto comunitario Silvia NAVARRO PEDREÑO* Resumen Abstract Este artículo pretende ir más allá de ciertas perspectivas limitadas sobre/a acción grupa! y de esas orientaciones tecnocráticas y paternalistas que sin pudor buscan instalarse hoy en el ámbito del trabajo social Por ello, lo que aquí rein vindico es la necesidad de que los trabajadores sociales nos arriesguemos a probar y a experimentar nuevas metodologías a partir de las cuales fo- mentar y facilitar procesos de autoconocimiento y autoerganización de los grupos comunitarios. Es a partir de tas dinámicas, de la acción de esos grupos y del impacto o efectos multiplicadores que muchas veces se derivan de ello como la red social se va convirtiendo en un continente más y más extenso del que fluyen nuevas y fecundas oportunidades vitales y convivencia/es. Que lo que reivindico no es una utopia o una falacia, sino que es algo práctico y posible si real e incondicionalmente creemos en este mo- delo de acción, es lo que aquí, con más o menos acierto, intento demostrar de la mano de la expe- nenc,a de un grupo de mujeres. Un grupo de mu- jeres que a partir de tomar conciencia de su propia realidad iniciaron un viaje apasionante; el de transformar colectivamente esa realidad, siendo actoras y protagonistas de su proptá his- toria, de su propio destino, de todo aquello du- rante tanto tiempo prohibido y vetado por los ce- losos guardianes del orden social PANDORA 5 80)1: A GROUP EXPER/ENCE WITH WOMEN ANO ITS COMMUNITY /MPACT This ar/icle is an attempt to go beyond the limited perspectives of group work anó of Ihose technocratic anó paternalistic views which are so shamelessly pushing their way mío sociál work nowadays. A demand is made for social workers to lake Ihe risl< of experimenting with and trying out new methodologies with which to encourage and enable community groups lo underla/=e processes of self-knowledge and self- organization. me demand made here is no utopia or taltacy: raiher, it is something practical anó possible it we real/y unconditional/y be/leve in Ihis action model. The art/cíe is an attempt to demonstrate ihis more or less successfully by means of the experiences of a demand group of women. w/,o, avvare of their ovvn rea/ity, began an exciting journey lo change thai reality, taking a lead role in iheir own history, Iheir cwn destiny, in alt Ihal lot so long was prohíhited and banned by the jealous guardians of social orden Trabajadora Social. Atención primaria en Servicios Sociales (Ayuntamiento de Badalona>, Cuadernos de Trabajo Social n 5 11(1998) Págs. 145 a /63 Ed. Universidad Complutense. Madrid 1998 145 Metadata, citation and similar papers at cor Portal de Revistas Científicas Complutenses

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La Caja de Pandora: una experienciagrupa! con mujeres y su impactocomunitario

Silvia NAVARRO PEDREÑO*

Resumen AbstractEste artículo pretende ir más allá de ciertas

perspectivas limitadas sobre/a acción grupa!y deesas orientaciones tecnocráticas y paternalistasque sin pudor buscan instalarse hoy en el ámbitodel trabajo social Por ello, lo que aquí rein vindicoes la necesidad de que los trabajadores socialesnos arriesguemos a probar y a experimentarnuevas metodologías a partir de las cuales fo-mentar y facilitarprocesos de autoconocimiento yautoerganización de los grupos comunitarios. Esa partir de tas dinámicas, de la acción de esosgrupos y del impacto o efectos multiplicadoresque muchas veces se derivan de ello como la redsocial se va convirtiendo en un continente más ymás extenso del que fluyen nuevas y fecundasoportunidades vitales y convivencia/es.

Que lo que reivindico no es una utopia ouna falacia, sino que es algo práctico y posible sireal e incondicionalmente creemos en este mo-delo de acción, es lo que aquí, con más o menosacierto, intento demostrar de la mano de la expe-nenc,a de un grupo de mujeres. Un grupo de mu-jeres que a partir de tomar conciencia de supropia realidad iniciaron un viaje apasionante; elde transformar colectivamente esa realidad,siendo actoras y protagonistas de su proptá his-toria, de su propio destino, de todo aquello du-rante tanto tiempo prohibido y vetado por los ce-losos guardianes del orden social

PANDORA 5 80)1: A GROUP EXPER/ENCEWITH WOMEN ANO ITS COMMUNITY /MPACT

This ar/icle is an attempt to go beyond thelimited perspectives of group work anó of Ihosetechnocratic anó paternalistic views which are soshamelessly pushing their way mío sociál worknowadays. A demand is made for social workersto lake Ihe risl< of experimenting with and tryingout new methodologies with which to encourageand enable community groups lo underla/=eprocesses of self-knowledge and self-organization.

me demand made here is no utopia ortaltacy: raiher, it is something practical anópossible it we real/y unconditional/y be/leve in Ihisaction model. The art/cíe is an attempt todemonstrate ihis more or less successfully bymeans of the experiences of a demand group ofwomen. w/,o, avvare of their ovvn rea/ity, began anexciting journey lo change thai reality, taking alead role in iheir own history, Iheir cwn destiny, inalt Ihal lot so long was prohíhited and banned bythe jealous guardians of social orden

Trabajadora Social. Atención primaria en Servicios Sociales (Ayuntamiento de Badalona>,

Cuadernos de Trabajo Social n5 11(1998) Págs. 145 a /63

Ed. Universidad Complutense. Madrid 1998 145

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Silvia NAVARRO PEDREÑO

‘El mito es tan fluido y está tan lleno decontradicciones que no podemos des-cubrir de entrada su unidad. Dalila, Ju-dith, Aspasia y Lucrecia, Pandora yAtenea, la mujer es a la vez Eva yMaría. Es un ídolo, una sierva, fuentede vida, poder de las tinieblas’...Simone de Beauvoir: ‘El segundo sexo”

Desafiando al mito

De todos es sabido que la rea-lidad es infinitamente más grande quenosotros y que el universo nos des-borda, de modo que para enfrentarnosa esa vastedad aniquilante, los hu-manos hemos tenido que inventar losmitos, esas pequeñas narraciones conlas que traducimos lo indecible, pe-queñas historias que nos permiten irdía a dia resistiendo con la máximadignidad. Esto es, reducimos la in-mensidad insoportable a un relato losuficientemente diminuto como parapoder acomodarlo en nuestra mente.

De la misma forma que tradicio-nalmente nuestros antepasados cre-aron sus cosmogonías y mitos, quecomo un legado se transmitieron degeneración en generación, acasovalga la pena recuperar hoy esa capa-cidad de ponerle palabras al misterio,a lo que nos trasciende, para enfren-tados a ello ser capaces de desafiar loaparentemente inmutable y de refor-mular esos viejos mitos en otros quenos permitan seguir avanzando en laardua tarea de inventar la vida y, ¿porqué no?, de inventar el trabajo social.

El trabajo social no es algo ajenoa la vida, a esa realidad inmensa,amenazadora en su misterio, exorbi-tante, a ese mundo fragmentado, dis-

perso, deshilachado, inagotablementeconfuso. Sumidos en tal vorágine yprisioneros de mitos que, aunque ob-soletos, permanecen, en ocasionesnos engañamos creyendo que un infa-lible poder nos llevará a entenderlo, acontrolarlo todo, a cambiar las vidasde otros desde esa torre de marfil queimpúdicamente levanta la impecable ysectaria tecnocracia, esa que concierta asiduidad intenta seducirnos,haciéndonos serviles esclavos de unorden férreamente establecido, dés-pota, tirano.

Es entonces cuando el trabajosocial se convierte en un sucedáneode la vida y los profesionales nos ale-jamos más y más del sentido común yde los sentimientos comunes de lagente, de la socialidad, de esa fuerzasubterránea, de esa potencia creadoraque se nutre de un sentimiento de “no-sotros”, de “estar juntos”, algo tan cer-cano a esa comunidad emocional quesurge de la intersección de historiascotidianas que cristalizan para darlugar a nuevas realidades alternativasa construir colectivamente (Maffesoli,1990).

Reivindicar hoy, en plena post-modernidad, un trabajo social dife-rente supone ante todo que los profe-sionales ideemos nuevas cosmogo-nias, nuevos mitos, supone que co-mencemos a ocuparnos por todo loque no se rige por el orden del con-cepto, de todo cuanto está impreg-nado de vivencia, de esa magia resul-tante del encontrarse, del compartir yconstruir con otros. Cuando el profe-sional deja de ser el centro del uni-verso y se convierte en tacilitador deprocesos que labran otros, la sorpresa

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y el asombro vuelven a aparecer enescena, conviviendo fraternalmentecon un rigor técnico ahora ya no frío ydistante, sino cálido, generoso, soli-dario y fecundo.

Lo que aquí quiero compartir convosotros es una historia colectiva demujeres enfrentadas al desafío deaquel mito fundacional de nuestra cul-tura; el de Adán y Eva, a partir delcual el ansia de saber de la mujer y sucuestionamiento del orden establecidoal transgredir lo prohibido condenó ala humanidad a los más terriblesmales. Dios, obstinado por impedirque los humanos <y menos aún lasmujeres) manejaran el destino, resta-bleció el orden con su acción punitiva,es decir, Dios opta por castigarcuando no puede convencer.

No tan diferentes son los disposi-tivos de respuesta que activa el ordensocial al ver amenazado ese equilibrioestático y estoico que sostiene laatemporal e ilusoria pervivencia detodo cuanto es y existe siempre de undeterminado modo. Frente a estosplanteamientos conservadores lossentimientos comunes y la acción co-lectiva nos acercan al territorio del he-donismo, nos llevan a un desvaneci-miento del yo en los otros. El magmaafectivo que fluye de lo colectivo y elcambio de valores que genera en lavida cotidiana nos remite así a unaética y a una estética “orgiástica odio-nisiaca”, capaz de hacer emerger deldesorden y del extravio nuevos ór-denes desde los cuales ensayar reno-vadoras y creativas modalidades deafrontamiento de nuestro destino<Maffesoli, 1996).

Los griegos, al igual que los he-breos, dieron continuidad a la leyendaque atribuye a las mujeres peligrososdeseos de conocer y de cambiar elmundo. Asi, en el mito de la Caja dePandora aparece una mujer a la cualZeus hizo tan tonta y perezosa comobella. Pandora, al poco tiempo de susesponsales con Epimeteo, osó abriraquella caja que Prometeo le habíaadvertido a su marido debía mante-nerse cerrada. Al abrir la enigmáticacaja salieron de ésta en forma denube todos los males capaces de in-festar a la humanidad perpetuamente.

En este caso, como en el relatodel Génesis, existe una claraconciencia de que la amenaza delorden establecido, incluido el caudalde conocimiento en que se apoya y le-gitima, no vendrá de los dueños deese orden, sino de aquellos que sonesclavos de éste. La mujer que sabe,consciente y dispuesta a hacer, seconvierte en el símbolo de lo queamenaza la estabilidad somnolientade la sociedad, es la que derriba lasmurallas que encierran y protegen,para dejar asi entrar y acoger nuevasposibilidades y peligros (Lorite, 1987).

Acaso también fuera en parte asíen el caso de tantas otras mujeres,muchas de ellas heroinas anónimas,otras insignes personalidades que pa-saron a la historia oficial; como porejemplo, Madame Curie, alguien queno buscaba transformar el mundo, unamujer que imbuida por su ansia de co-nocimiento abría la puerta a unanueva era para la humanidad, unapuerta por la que después entraríanlos mayores riesgos conocidos hasta

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SUvia NAVARRO PELIREÑO

entonces, y también nuevas posibili-dades sobre la vida y sobre la muerte.Es evidente que todo cambio en la es-fera del saber implica consecuenciasque se escalonan por si mismas y queplantean nuevas opciones, nuevos po-deres, nuevas posibilidades de error yde éxito, pero en definitiva, nuevas po-sibilidades.

En la experiencia que me pro-pongo narrar a continuación, un grupode mujeres se atreve a desafiar unorden establecido (en buena parte unorden masculino) a partir de pensar supropia realidad para traducirla poste-riormente en iniciativas de acción, enformas alternativas y hasta “subver-sivas” de enfrentarse a esa realidad.Desarticular los diferentes signos quedurante mucho tiempo, demasiado,estuvieron llenando la ausencia de serde las mujeres es fundamental, y ha-cerlo ?ieTorrria coleétivá nos áyudaárescatar desde miradas diversas posi-bilidades de organización alternativas.Pero que nadie piense que me estoyrefiriendo a realidades especialmenteatipicas, insólitas o extraordinarias. Alcontrario, la subversión, el cambio, lasrevoluciones, también son factiblesdesde la cotidianidad y la sencillezmás asombrosas. La fuerza de lo co-lectivo y las ondas expansivas que desu fluir emanan es lo que hace posiblehacer único y trascendente lo que enun principio podía parecer a simplevista vulgar y anodino.

Pandora, “la que da todo”

Como es sabido los personajesde los mitos tienen nombre propio, un

nombre propio con un significado queno acostumbra a ser casual y que lamayoría de las veces tiene que vercon los designios de los dioses. Pan-dora era conocida como “la que datodo”, un apelativo éste que connotagenerosidad y deseo de entrega. Unconjunto de personas tampoco decidecasualmente comprometerse en unaexperiencia grupal de forma inmoti-vada. Generalmente tras esa decisiónse esconden mitos, expectativas, de-seos y un potencial de ideas y de sen-timientos dispuestos a convertirse enacción, en obras, en una realidad tan-gible, ya no individual, sino colectiva.¿Cabe hoy mayor generosidad que larenuncia a la seguridad del individua-lismo para reconocerse a uno mismocomo parte de una realidad alter-na-tiva (nacida con otros), una realidadésta normalmente menos controlable,pero caÉi siertqir&má§eÉtimulante yenriquecedora?

La misma disponibilidad e in-quietud con la que Pandora pasó aluniverso inalterable de los mitos es laque llevó en su día a un grupo deocho mujeres a acercarse al centro deservicios sociales de su barrio ha-ciendo la siguiente demanda: “necesi-tamos ayuda porque queremos haceralgo para las mujeres como nosotras,pero no sabemos por dónde em-pezar”. Saber por dónde empezar,una cuestión preliminar y fundamentalque se le presenta a todo grupo. ElConejo Blanco del cuento de Alicia enel País de las Maravillas también seplanteaba esta cuestión, confiándoleal Rey sus dudas, a lo que éste le res-pondió: “comienza por el principio y

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sigue hasta que llegues al final, en-tonces, detente”.

Un grupo es algo que se cons-truye, una realidad forjándose paso apaso, una realidad que a menudo nossorprende, que nos ofrece nuevasperspectivas para ver y hacer, paraser diferentes en comunión con otros.Un grupo no nace, se hace. Un grupoes un acto creativo, un proceso viven-cial transitando a la luz de aquel sabioprecepto del Emperador Augusto que,con el buen criterio, la mesura y latemplanza características de los anti-guos, aconsejaba: “festina lente”,apresúrate despacio, o lo que es lomismo, apuesta por el esfuerzo pa-ciente y continuado. Un grupo sólo so-brevive cuando se enfrenta a las ad-versidades conjugando compromiso yperseverancia, alcanzando de estemodo la tan merecida victoria delaprendizaje común, aquel que noshace mejores individual y colectiva-mente.

La demanda de apoyo y losmiedos y recaudos naturales de aque-ílgs mujeres probablemente se com-prendan mejor si hacemos un primeracercamiento al perfil de las compo-nentes del grupo. Básicamente se tra-taba de mujeres entre cuarenta y cm-quenta y cinco años, en su mayoríasin experiencia previa de participaciónen entidades comunitarias. Su situa-ción familiar era diferente; algunas es-taban casadas y empezaban a vislum-brar el “síndrome del nido vacio”,otras estaban separadas y formabanparte de familias monoparentales, ex-presando éstas cierto grado de estrésvinculado a la sobrecarga que, a dife-rentes niveles, conlíeva el tener que

asumir en soledad la responsabilidady el cuidado del conjunto familiar, es-pecialmente el de los hijos, sin olvidarel cuidado de una misma, algo perpe-tuamente postergado por ellas hastaaquel momento. El nivel socio-culturaly económico de nuestras mujeres eramedio-bajo y no tenían una formaciónespecífica, lo cual ligado a otros fac-tores como una estricta definición desu rol en el entorno familiar y la pobreexperiencia laboral reducia de formaimportante sus expectativas de inser-ción al mundo laboral.

Eran lo que comúnmente se co-noce como “amas de casa”, mujeresentregadas al cuidado del hogar, delmarido y de los hijos, mujeres “que lodaban todo” pero que, más allá de losdiscretos confines del hogar y de la fa-milia, empezaban a necesitar obteneralgo más para conocerse y recono-cerse a si mismas, para no perderse,para que los otros las empezaran anombrar como algo más que la abne-gada dueña del hogar. El dominio deese espacio doméstico les empezabaa oprimir desde el preciso instante enque convergieron sus sospechas entorno a que podia haber otros espa-cios y otros tiempos todavía recupera-bIes para ellas. Esta inquietud sentidaen primera persona era algo parecidoa “la voluntad de ser” que Ortega atri-buia al Quijote, voluntad de ser al-guien digno de ser reconocido, amorpropio que se constituye en razón úl-tima del comportamiento cívico(Camps y Giner, 1998). Transgredir lafrontera de lo que viene dado y em-pezar a percibir el mundo en términosde algo propio y conquistable se erigióen una consigna capaz de empezar a

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movilizar a aquellas que se disponíana ser compañeras de viaje.

Otros rasgos peculiares se nosaparecian como característicos deaquel conjunto de mujeres a medidaque, a modo de preludio, nos íbamosacercando a ellas en esa labor funda-mental del conocimiento mutuo tannecesaria cuando el grupo se empiezaa imaginar así mismo y empieza a serimaginado por los otros como algo po-sible existiendo. Ellas nos confiabansus deseos y nosotros necesitábamoscomprender lo que había detrás desus aspiraciones para poder pres-tarles un apoyo eficaz y adecuado, unapoyo que de antemano, y más alláde los matices particulares y necesa-nos, pensábamos debia estar certera-mente orientado a la autonomia delgrupo, a su potenciación, al desarrollode su competencia colectiva.

La relación con el grupo nos em-pezó a revelar una serie de aspectospara nosotros clave a la hora de em-pezar a situar nuestra relación e inter-vención con él. Llamaba la atenciónun grado de autoestima bastante bajoexpresado por las mujeres y senti-mientos de soledad más o menos en-cubiertos que, aprovechando IS i’ecóñ-fortante coyuntura que brindaba el en-cuentro, emergían en su discurso deforma reiterada y no siempre cons-ciente. Probablemente conectado aello se nos aparecía también ciertomiedo a ser objeto de posibles juicioso criticas por parte del entorno, eseentorno que ellas habían empezado aimaginar podía ser diferente.

La realidad comunitaria, como sise tratara de cantos de sirena entrete-jidos, era al unísono un mar inmenso

de posibilidades que les seducía, peroa la vez era algo potencialmentehostil, algo aguardando rebelarsecontra cualquier cambio que alterarael orden preestablecido. El miedo y lasinseguridades son signos y reaccionesnaturales en los momentos inicialesde una experiencia grupal que debenser reconocidos para poder ser debi-damente encarados, evitando el su-cumbir a la tentación de optar por lavia engañosamente más fácil; la derecurrir a múltiples subterfugios ba-sados en la negación, el lamento o laqueja, la delegacián, el abandono, et-cétera.

Como cualquier casa que se edi-fica, el grupo también precisa de fun-damentos sólidos que garanticen sufuturo devenir colectivo. El preámbuloen nuestra intervención profesionalcon el grupo lo constituyó, además delconocimiento mutuo, la concreción desu demanda de apoyo y la reflexióncon él acerca de sus propios miedos einseguridades, de sus intereses, susmetas y sus ilusiones, sus recursos ylas dificultades previsibles. En estemomento de la acción con el grupo esespecialmente importante que los pro-f6~1onales no calgám¿s en la trampade pensar y decidir por el grupo, alcontrario, se trata de facilitar procesosreflexivos que le ayuden al grupo averse así mismo en un espejo, que leinterpelen acerca de su sentido, sus fi-nalidades y su futuro próximo, concre-fado éste en un quehacer que miraatento hacia esas metas. Las fasesiniciales de encuentro del grupo con élmismo y con los profesionales sonclaves para la configuración de un es-pacio social propio, de un espacio de

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influencias mutuas poblado por las re-ciprocas propuestas relacionales delos diferentes actores que concursan ypor las respuestas que al respecto, ytambién bidireccionalmente, transitanentre los mismos.

Un instrumento que descubrimosde gran valor y eficacia en la defini-ción del marco de intervención y delcontexto relacional profesional-grupofue la realización y la celebración deun contrato. Este instrumento en la in-tervención grupal nos permite la ela-boración de expectativas en oca-siones mágicas y su resituación entérminos reales y posibles, así comola expresión de forma explícita de losobjetivos comunes grupo-técnico, delos compromisos, de los tiempos, etc.El contrato pues, no es más que unareferencia clarificadora del lugar queocupan los profesionales y el grupo enel contexto de la intervención y unaconstancia de los acuerdos a los quehan llegado (Selvini, 1987). Un as-pecto que consideramos clave re-marcar en el contrato fue nuestropapel como técnicos de facilitadoresde un proceso que debía decidir, im-pulsar y controlar el propio grupo. No-sotros éramos actores secundarios,tramoyistas, extras, en apoyo delgrupo que debía representar un papelestelar en una historia desarrolladasegún el guión escrito por él mismo.Nuestro papel estaba llamado a irsesutil y de forma discreta difuminán-dose a lo largo del curso de la accióngrupal hasta llegar finalmente a ha-cerse imperceptible.

Definido el contexto relacional ini-ciábamos con el grupo la aventura deidear estrategias que nos permitiesen

dar cuerpo a un proyecto que ya seempezaba a definir, aunque balbu-cientemente, en términos de acción apartir de la puesta en común de lo quecada una aportaba. Necesitábamosuna plataforma interventiva que nospermitiera navegar a todo lo largo yancho de un océano que cada vez eraposible visualizar de forma más nítidadesde la dimensión de lo colectivo.Así pues, se planteó la constitución deun grupo motor bajo el objetivo de im-pulsar la organización de actividadesabiertas a las mujeres del barrio.

Desde esta plataforma el grupoquería incidir en la red relacional delas mujeres, una red que en muchoscasos se intuía pobre y cerrada, conpoca potencialidad a la hora de pro-veer a las mismas mujeres de re-ferentes y de diferentes formas deapoyo social. Era importante actuarsobre este otro tipo de pobreza, la dela soledad y el aislamiento encubiertoque tantas veces castiga a las mu-jeres por el simple hecho de ser objeto(que no sujeto) de un determinado tipode organización social edificada y sos-tenida a la sombra de los hombres, delo que la tradición y la costumbre hanido paciente y calladamente institu-yendo. Desde esta perspectiva la cre-ación de nuevas relaciones entre lasmujeres se consideraba un elementoclave a la hora de estimular y de faci-litar la participación de la mujer en lavida comunitaria y, por consiguiente,su verdadera integración y reconoci-miento como actora social de plenoderecho (Touraine, 1990).

Tan ambiciosos objetivos era ne-cesario plantearlos de una forma pru-dente y cautelosa. Incidir en cambios

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en los esquemas de relación social,en el surgimiento de nuevas redes co-munitarias exige interiorizar fir-memente la idea de proceso, asicomo la de cambio que provoca crisis,crisis que como ya apunté antes nonecesariamente es catastrófica, sinoque ayuda a crecer en el descubri-miento de nuevos órdenes. Era nece-sano crear y modificar paso a paso,golpe a golpe, algo que no siempre eslo asequible al cambio y lo maleableque nos gustaría: valores, actitudes,formas de pensar y de comportarsecolectivamente, no sólo de las mismasmujeres de la comunidad, sino tam-bién de la comunidad en general, unacomunidad que de forma utópica nosgustaba imaginarla como algo diversoy dinámico, como una realidad capazde acoger policromáticos intercambiosy experiencias con-vivenciales (autén-ticas, en el sentido de estar impreg-nadas de vivencia) y respetuosas.

Reivindicar la utopía es argo salu-dable en estos tiempos que corren enlos que, más a menudo de lo dese-able, una severa losa a modo de ad-vertencia planea sobre aquellos/asidentificados/as como nosibles disi-dentes: “non plus ultra”, no hay nadamás allá. Cada vez más está ganandoterreno en nuestra sociedad un ciertopragmatismo ilustrado que vive al am-paro de la cultura del individualismo yque con un indisimulado nerviosismo ycon apariencia de lúcido y realista vacontagiando miedos, inseguridad, cul-pabilidades, vacío y ausencia de hori-zontes (Soler, 1995). Todo grupo, todoesfuerzo colectivo con vocación deconstruir algo trascendente necesita

beber de la fuente de la utopía, de esautopía realista desde la cual el idea-lismo se formula críticamente, asu-miendo desde el compromiso el riesgode ser capaz de optar y de renunciar ala seguridad y a la certidumbre.

Al igual que el universo de losmitos y las leyendas se esculpió bajoel cincel de imaginarios colectivos ins-pirados en geografias capaces detransportarnos a mundos ideales, todaexperiencia grupal también deberíaser como un retorno a esa patria le-jana a través de una apasionanteodisea. Itaca, ese territorio de destinodeseado al que ansia llegar el grupo,acabará convirtiéndose en el descubri-miento del sentido de ponerse en ca-mino, de la aventura del viaje, delexistir mirando a un horizonte colecti-vamente anhelado y, precisamentepor anhelado con otros, posible. Día adia nuestras mujeres empezaban aproducir, a partir del intercambio entreellas, un material muy valioso con elque empezar a diseñar su utopia parti-cular. Los profesionales con ellas, enun gesto de complicidad, íbamos des-cubriendo atajos y rutas alternativasnara avan7ar hnr’.in nl ninstino nlnriirln

Los profesionales éramos como aque-líos aventureros que en la novela deCharlotte Perkins. “El País de Ellas”,una hermosa utopía feminista, que-daron infinitamente admirados al des-cubrir la riqueza inagotable de una so-ciedad de mujeres perdida en un re-cóndito lugar del universo: “pasaroncinco o diez años trabajando juntas ycada vez se sentian más fuertes ymás sabias, y también más unidas...Entonces sucedió el milagro”...

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El grupo motor era la piedra quese pretendia arrojar a la quietud de unestanque, sabiendo que, correcta-mente planeado el tiro o la acción,ésta podía dar lugar a una serie demovimientos acuáticos, de ondas con-céntricas dibujándose en aquel fluidosocial, ondas capaces de amplificarlos efectos iniciales de la acción-obje-tivo en el contexto comunitario. Debí-amos ayudar a llegar a buen puerto aaquel núcleo primigenio de mujeresque estaban decididas a iniciar unviaje, un viaje que había de acabarsiendo multitudinario, pues tanto ellascomo nosotros confiábamos en queotras muchas mujeres se sumarían aél, probablemente engrandeciendo asíel horizonte primero durante el cursode la travesía. Los aspectos que ini-cialmente se trabajaron con el grupomotor en sucesivas sesiones forma-tivas se circunscribieron a tres áreas,las cuales consideramos básicas parafacilitar el desarrollo del proyecto a im-pulsar con posterioridad por el mismogrupo.

A. Conocim¡ento: Aprenderformas alternativas de actuar y reía-cionarse a partir de observar y de ana-lizar la propia realidad de forma crí-tica, intentando conferir significado alas diferentes situaciones que leafectan a una misma y a su entorno,superando esquemas simplistas o re-duccionistas, enfrentando prejuicios yestereotipos que limitan el campo demira y las posibilidades de acción,tanto en el plano individual como en elgrupal.

E. Valores: Reflexionar e interio-rizar vivencialmente valores como el

respeto, la tolerancia, la solidaridad, laresponsabilidad, el compromiso, lajusticia, y plantear vias para conseguirque estos valores estén presentes enla realidad cotidiana.

O. Habilidades: de trabajo enequipo, de planificación y seguimientode las actividades, de búsqueda y tra-tamiento de la información, de adquisi-ción y gestión de recursos, de promo-ción del grupo y sus ofertas en la co-munidad y de coordinación con otrasentidades del barrio y con otrosgrupos de mujeres de la ciudad.

Estos diferentes aspectos se tra-bajaron en su mayoría de una formainterrelacionada y a partir de talleres yde dinámicas grupales donde seotorgó un especial protagonismo alanálisis de situaciones cotidianas y ala reflexión colectiva a partir de lo vi-vencial. Fue este proceso que aquípresento de forma ordenada y sucinta,un proceso lento y costoso, como cos-toso es casi todo aquello que searriesga a transitar por las sendas yrecodos de La compleja y abrupta rea-lidad. Aquellas mujeres apenas es-taban habituadas a ser consumidorasde actividades cívicas, sociales y cul-turales, y ahora se preparaban paraser ellas las organizadoras e incentí-vadoras de éstas. El vencer las inse-guridades y el sentimiento de “no se-remos capaces fue el estandartecompartido por ellas y por los profe-sionales que les acompañábamos.¿Cómo superar tantos complejos he-redados, profundamente arraigados,tantos límites autoimpuestos muchasveces miméticamente, por inercia?pues ni más ni menos que reforzando

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positivamente cualquier descubri-miento, cualquier pequeño logro oéxito, cualquier resultado propicio pormicroscópico que fuera, cualquier ini-ciativa nacida y asumida por el mismogrupo.

Nadie puede creer en él mismo sino se demuestra que es capaz. Laconciencia del grupo sobre su compe-tencia sólo la puede construir elmismo grupo, en buena parte desdesu propia percepción sobre lo que es yhace, pero también desde la percep-ción que sobre él tiene su entorno pró-ximo y desde los mensajes que al hilode ello ese entorno le transmite(Mead, 1993>. Un grupo no es unaisla, sino una realidad flotando en ununiverso de influencias. Estaconciencia de competencia del propiogrupo es la que alimenta el procesode crecimiento y de identidad delmismo, -como también netreesapro-ceso la seguridad que da percibir elmundo exterior como algo no ajeno nihostil a la propia realidad grupal. Todoello hace posible que el grupo noquede encerrado y prisionero de símismo y que se plantee iniciar en elmomento vítalmente oportuno un mo-vimiento de expansión “hacia fuera”,es decir, un proceso gradual y acom-pasado de participación y de nexo conotros grupos o colectivos.

Un aspecto que incentivamos losprofesionales en todo momento fue elque el grupo se relacionara y estable-ciera vínculos con otros grupos o enti-dades de la red comunitaria, ya queello podía ser una estrategia que neu-tralizara algunas reticencias o re-caudos detectados por parte de al-guno de los sectores con más poder

de la red, al ver y vivencíar al grupocomo un elemento extraño y las ac-ciones de éste como una posible ame-naza a su poder. Por otro lado, deesta forma además, el grupo ya no do-minaba sólo su propio medio, sino queal víncularse a otras partes de la co-munidad tomaba conciencia de “serparte de” y de la posibilidad de poderparticipar en un proyecto global másamplio a nivel comunitario, así comode poder hacer copartícipes y colabo-radoras en su proyecto a las otraspartes de la red comunítaria.

Abrir la caja o latransgresión creadora

Tras la fase de constitución delgrupo, de adquisición de elementosformativos, de presentación pública yrin in¡r¡r’

a~ euauuuHe~con otros sectores comunítarios lle-gaba el momento de que el grupo em-pezara a organizar actividades diri-gidas al resto de mujeres. El gruposabia que si la oferta de actividadespropuestas por él no se correspondíacon los intereses e inquietudes de lasmujeres del barrio, el nivel de acepta-ción de sus propuestas sería muybajo. No bastaba con realizar una pro-gramación de actividades a partir de loque al propio grupo motor le intere-saba, ni a partir de lo que, de formameramente intuitiva, creía que era ne-cesario hacer o que podía resultaratractivo. Era además imprescindibleun conocimiento más exhaustivo yamplio, ya que se quena llegar a dife-rentes sectores de mujeres, por lo quelos mensajes y la oferta de actividades

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a promocionar debía ser suficiente-

mente estudiada y diversa.

Para evitar un posible fracasoque, en aquel momento más que encualquier otro, debía esquivarse, elgrupo se planteó hacer un sondeosobre cuáles podían ser esos centrosde interés y esas inquietudes o moti-vaciories capaces de movilizar al co-lectivo amplio de mujeres de la comu-nidad. Así, el grupo motor diseñó unsencillo cuestionario en donde seplanteaban una serie de preguntas re-feridas fundamentalmente a la can-tidad y tipo de relaciones sociales delas mujeres, a su participación en acti-vidades sociales, a sus principalesproblemas o preocupaciones, a supercepción sobre el barrio y a sus in-tereses y disponibilidad para participaren posibles proyectos a impulsar.

El cuestionario se pasó aproxi-madamente a cincuenta mujeres dediferente estrato social y lo que acabóevidenciando fue, entre otras cues-tiones significativas, un importantesentimiento por parte de las mujeresde estar al margen, un bajo nivel departicipación en actividades sociales ycomunítarias, una baja valoraciónsobre su papel social, así como unapobreza importante de las redes derelación, normalmente circunscritasestrictamente al ámbito familiar y, enalgunos casos, también al laboral. Elhecho de realizar esta sencilla(aunque interesante) investigaciónayudó además a dar a conocer aúnmás al grupo, aprovechando la peti-ción personalizada de colaboraciónformulada a mujeres clave del barrio ya entidades o instituciones que se

pensaba podían facilitar el acceso aotras mujeres, aportando a la vezestas entidades su propia visión sobrela realidad comunítaria.

La explotación de la informaciónrecogida en los cuestionarios, asícomo la reflexión posterior, se hizo si-guiendo la técnica del grupo de discu-sión, una estrategia ésta cualitativa deestudio de la realidad social. El grupode discusión es, fundamentalmente,un proyecto de conversación sociali-zada en el que la producción de unasituación de comunicación grupal sirvepara la captación y el análisis de losdiscursos ideológicos y de las repre-sentaciones simbólicas que se aso-cian a cualquier fenómeno social. Elmaterial informativo que procedía delos cuestionarios sirvió al grupo motorpara empezar a discutir, comentandoy reflexionando sobre una serie detemas discriminantes o estímulos quelos profesionales ayudamos a selec-cionar.

La discusión del grupo pretendía,a través de la provocación de situa-ciones comunicativas, el estudio delas representaciones sociales quesurgen a partir de la confrontación dis-cursiva de sus miembros. De estaforma el grupo operaba ahora, no yasobre una realidad de primer orden,sino sobre una realidad de segundoorden, una realidad virtual en la que elsignificado de las cosas era el pro-ducto de ese proceso comunicativodonde existían y se producían códigosque articulaban y unificaban la lecturade la realidad y, por tanto, la construc-ción de la realidad misma, construc-ción ésta que se realizaba a partir de

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imaginarios sociales elaborados por elgrupo. El grupo de discusión llevó elproceso grupal hacia un clima de co-lectivización y socialización de la ex-periencia, suscitando representa-ciones simbólicas sensibles y con-cretas que iban más allá de la dimen-sión de respuesta psicológica indivi-dualizada, para adentrarse poco apoco en una cultura o en un universosimbólico propio (Alonso, 1998).

En el grupo de discusión la gru-palídad se plantea en términos decómo los sujetos comparten y se iden-tifican con categorías (valores,normas, convenciones, sobreenten-didos...) que asientan y perfilan suscomportamientos, dándoles a éstos laforma de naturalidad, desde la que seconforman el sentido común y losmarcos de interpretación con que sepercibe y se actúa en el mundo de lavida, ese espacio en que los sujetosinteractúan cotidianamente. El análisisde la conducta social que el grupo dediscusión es capaz de realizar se ms-tala así en el nivel de lo latente, de lacomprehensión de los discursos y delas representaciones que montan elhábítus desde el que los sujetos le¿6k si~kti¿6do a las acciones que re-alizan y sentido a los mensajes quereciben (Ibáñez, 1992).

Tanto los profesionales como lasmismas componentes del grupo pu-dimos comprobar cómo la técnica delgrupo de discusión estimulaba el artede escuchar. A partir de rodeos,acuerdos y negociaciones se organi-zaba la búsqueda de visiones compar-tidas. En el grupo de discusión seopera a partir del conocimiento tácito

o preconsciente y el orden discursivoes un orden construido a partir del de-sorden de la conversación. La armoni-zación o reducción de ruidos comuní-cacionales como proceso autoorgani-zativo, es lo que hace que el grupopueda llegar a puntos consensuadosen mayor o menor medida. Por ello elgrupo de discusión es un grupo deconsenso en el que se trata de llegara acuerdos sobre el sentido de las re-presentaciones sociales, con el telónde fondo siempre de aquellas condi-ciones o reglas del juego que sugierela ética discursiva (Cortina, 1997>.

Con esta fórmula queríamostransformar “el sentido común” de lasdiferentes componentes del grupomotor en “buen sentido” o conoci-miento crítico. Queríamos provocar enellas un posicionamiento y sabíamosque para ello era indispensable ge-nerar conocimiento, pero no aspirá-bamos a hacerlo de cualquier modo,sino a partir del asombro y del apasio-namiento que provoca el ser capaz detransformar, ese apasionamiento alque las mujeres sabemos entregarnosde forma especialmente entusiasta.Sólo de esta forma se podían romperlas barreras impuestas desde remotostiempos por el saber establecido, yhasta cuestionar ese saber desde unposicionamiento sujeto-sujeto (Freire,1994>.

Nuestro saber de expertos servíaahora para sumarse y concursar en unjuego de espejos cruzados, de per-cepciones y saberes encontrados,convergiendo, creando imágenes iné-ditas. Nuestra función era estimularaquel acto de construcción del propio

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conocimiento del grupo motor a partirde formular preguntas críticas a cadauna de aquellas mujeres que ahora seobservaban a si mismas en un nuevoespacio, a medida que el autodiagnós-tico de forma incipiente anunciaba unproyecto común a impulsar que ibapoco a poco tomando cuerpo. Enlazaranálisis e implicación fue algo que sedió de forma espontánea y natural.Del encontrar-escuchar (investigaciónacción participativa) nació un puenteinvisible hasta el territorio del pro-vocar-negociar un proyecto alterna-tivo, concreto y viable (Villasante,1995). En aquel punto de la expe-riencia grupal hacíamos nuestras laspalabras de Julio Cortázar: “Ideas, esdecir, establecimiento de relaciones,cabezas de puente, puentes”.

A partir del análisis que realizó elgrupo motor sobre los intereses y mo-tivaciones de las mujeres del barrio sediseñó una primera oferta de activi-dades compuesta por: un curso deyoga y otro sobre alimentación ysalud, un ciclo de charlas sobre auto-estima y crecimiento personal y un ta-ller de iniciación al conocimiento de laliteratura de autoras. El grupo asumióla difusión y propaganda de las posi-bles actividades a realizar, así como laorganización y gestión de éstas con elapoyo de personas especificas espe-cializadas en cada uno de los camposreferidos. El nivel de respuesta posi-tivo y entusiasta por parte de las mu-jeres del barrio fue el mejor premio yaliciente al esfuerzo del grupo motorque reconocía que la acogida de suspropuestas había desbordado cual-quier pronóstico. Las mujeres demos-

traban así, una vez más, que si enmuchas ocasiones se las encasillacomo las principales consumidoras dedeterminados productos culturales desospechosa calidad es porque no seles ofrecen de forma cercana y ase-quible otras oportunidades mejores ymás enriquecedoras.

El grupo motor, ya convertido porentonces en una asociación formal-mente constituida, consiguió en pocotiempo movilizar a unas ochenta mu-jeres de diferentes edades y condiciónsocial que empezaron a participar enlas diferentes actividades promovidasdesde la asociación. Y fue así comosucedió lo que sucede en el juego delbillar, siempre claro que el jugadorposea la suficiente destreza. Habí-amos impulsado con el taco una bolaque de forma premeditada habíapuesto en movimiento otras, impri-miendo sobre el tapete un movimientorítmico y mesurado dirigido a un finestratégico. Las mujeres despertaban,algo se estaba moviendo y los profe-sionales veíamos con satisfaccióncómo la dinámica que se estaba sus-citando era cada vez más ajena a no-sotros y se iba acomodando gradual yconfortablemente en la misma rea-lidad comunitaría que la estaba gene-rando.

Con el tiempo, y de forma espon-tánea entre algunas mujeres que parti-cipaban en las diferentes actividadesde la asociación, se creó un grupo in-formal de encuentro o de tertulia. Laactividad, fuera el curso o la charla,pasó de ser el fin a ser el medio, la ex-cusa para encontrarse y hablar, hablarde las pequeñas pero trascendentes

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narraciones o historias cotidianas quepoblaban la vida de cada una deaquellas mujeres. El proceso reía-cional que se estaba desarrollando,como continente de aquellas historíasde mujeres, marcaba la pauta de algoque ya había empezado a existir comoposibilidad de acción, otra acción quea modo de cascada se sumaba a lainiciada por el grupo motor como pis-toletazo de salida. Las relaciones yaquella ramificación de la acción na-cida de esas relaciones se configu-raban como un compendio de emo-ciones mezcladas de forma solidaria ycon una función social claramente re-levante. Aquel guión narrativo apo-yado en mentalidades coordinadas, enuna interdependencia íntersubjetivaimprimía una potencia renovada a laya por entonces ensayada y probadacapacidad de transformación de lasmujeres.

Aquellas mujeres, sin darsecuenta, no sólo se estaban contando amodo de narración sus vidas, sino queempezaban a tener la oportunidad devivir sus relaciones con otras de formanarrativa. Las narraciones que mar-caban el paso del Yo al Nosotras es-taban incrustadas en la misma acciónsocial, haciendo que los aconteci-mientos fuesen cada vez socialmentemás visibles y estableciendo caracte-rísticamente expectativas para aconte-cimientos futuros. Como toda creaciónnarrativa y dado que los aconteci-mientos de la vida cotidiana estabaninmersos en la narración, se iban car-gando de un principio, de un puntograve, de un clímax, de un final, y asísucesivamente. Las mujeres ahora vi-

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vian los acontecimientos vitales y so-ciales junto con otras y en virtud deello los clasificaban. Cuando esto su-cede, no es que la vida copie al arteplagiando la fascinación surgida delrelato, sino más bien es el arte quiense convierte en el vehículo a travésdel cual la realidad de la vida se hacecautívadoramente manifiesta (Gergen,1996).

Aquella fértil construcción denuevas historias nacidas de ese en-samblaje de percepciones y de cons-trucciones ligadas a la propia expe-riencia vital, cristalizó y se materializóen dos tipos diferentes de iniciativasimpulsadas por dos comisiones dife-rentes. La primera iniciativa se funda-mentó en la ayuda mutua y fue impul-sada por un grupo de mujeres sepa-radas, las cuales después de com-partir y reflexionar entre ellas sobre susituación y principales problemas ini-ciaron un proceso de búsqueda de al-ternativas fundamentadas en sus pro-píos recursos. Así, además de vincu-larse a otros grupos similares y demovilizarse para conseguir informa-ción sobre experiencias similares, or-ganizaron una serie de talleres y decharlas sobre temas para ellas de es-pecial interés (la educación de loshijos, sobre aspectos jurídicos, psico-lógicos, etc.).

También esta comisión se vinculóy se implicó en un proyecto en realiza-ción por parte del equipo de atenciónprimaría en servicios sociales del ba-rrio dirigido a familias monoparentales,a partir del cual se pretendía de formaparticipada con la comunidad conocermejor la situación de este tipo de fami-

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lías y sus necesidades de apoyo,para, a partir de, ello incentivarnuevas iniciativas de apoyo social co-munitario. Una de estas iniciativas,propuesta por la comisión de mujeres,fue la de crear una guardería durantedeterminadas horas al día a partir dela ayuda mutua de las mismas ma-dres. Aquel recurso a crear estaba ín-timamente ligado a la necesidad, yahora también al deseo, por parte delas mujeres de ganar tiempo paraellas, un tiempo por fin con un colorpropio. “Hora Violeta” fue el lema queno casualmente la asociación hizosuyo, inspirándose en el título de unlibro de la escritora Montserrat Roig.

Una iniciativa diferente fue la pro-movida por otra comisión creadadesde la asociación, una comisiónpreocupada y ocupada por la nece-sidad de impulsar un proyecto basadoen comportamientos y valores solida-rios. Fue así como se creó un grupode voluntarias orientado ante todo a laayuda de personas mayores y en-fermas solas. La asociación junto conel Ayuntamiento y la Parroquia del ba-rrio facilitó a la comisión de volunta-riado una formación inicial y una su-pervisión y apoyo, tanto para la orga-nización como para la realización delservicio que se disponían a prestar.

El tiempo de las mujeres, en suspolicromáticas formas y tonalidades,se iba haciendo cada vez más y másfértil, abrigando cada iniciativa dentrode ella otras nuevas, todas ellas confirme vocación de desdoblarse, de ex-pandirse, de conquistar nuevos espa-cios, nuevas geografías sociales.Aquella dinámica que se estaba cre-

ando nos recordaba la imagen de lasmuñecas rusas, conteniéndose a simismas, multiplicándose. El grupo devoluntarias después de un tiempo dedesempeñar satisfactoriamente su ac-tividad propuso a la asociación rea-lizar una exposición y un ciclo de ter-tulias sobre el papel de la mujer en lahistoria reciente.

El material que apoyaba tal pro-puesta era el recogido por las mismasvoluntarias a partir del relato oral na-cido de la memoria y de los recuerdosde las mujeres mayores a las que ayu-daban. Aquellas mujeres explicabancon talante narrativo a las voluntariascómo había sido su vida en diferentesmomentos y cómo ellas habían vistoel mundo y desarrollado su papel demujeres en diferentes ámbitos. Deeste modo, el entramado relacional te-jido por la voluntad solidaría, se en-sanchó para dejar espacio a la reci-procidad, al dar y recibir, al compartir,tan necesario para que los vínculospermanezcan y prosperen.

Toda aquella riqueza, que deforma cada día más clara manaba delos vínculos sociales, iba fructificandovisiblemente y revertiendo más allá derealidades individuales en el colectivoamplio de mujeres, en el cambio de suposición, de su condición social y enel cambio de su autopercepción. Eraaquella memoria oral, y en ocasionestambién gráfica a través de fotogra-fías, la que delataba el papel socialtan fundamental de las mujeres en lavida social y familiar, un papel tantasveces silenciado por la historia oficialy académica. Aprender del pasado, dela memoria social de las mujeres, re-

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crear la historia vivida y sentida en pri-mera persona para entender el pre-sente y poder transformarlo, era unaforma de avanzar juntas hacia lautopia compartida.

Y en el fondo de la caja, laesperanza

Nobleza obliga reconocer a losgriegos mejor formación científica quea los judíos y un mejor manejo de larelación causa-efecto. También eranlos griegos más conscientes de la am-bigúedad de los frutos del conoci-miento. Tal vez por ello dejaron la es-peranza en el fondo de la Caja dePandora. Del mismo modo, tambiénen el fondo de la experiencia grupalque aquí he compartido con vosotrosquedó un poso de esperanza, unguIño de complicidad a aHuou~a utupia

que día tras día se iba haciendo másreal. En este caso, como probable-mente en otros que vosotros conoce-réis, los profesionales pudimos experi-mentar cómo la red social y el uni-verso relacional que la configurapuede ser un elemento transformadorde la existencia de las personas y dela comunidad, a partir de posibilitar elensayo de nuevas experiencias vitalesy de construcción de lo social.

Ojalá el reparar en ello nos llevea los profesionales a revalorizar loscontextos comunitarios, las relacionessociales, el valor de la confianza en elotro y la potencialidad de las inicia-tivas participativas y autogestionadas.Cada día más, por suerte, estamosasistiendo a procesos de emergenciade lo micro, lo cual nos lleva a los téc-

nicos a volver nuestra mirada haciagrupos y colectivos que desde el ám-bito de la cotidianidad se manifiestanen torno a intereses ya no generales,sino concretos e inmediatos. Afinemosnuestra sensibilidad, seamos capacesde activar nuestros sensores para ad-vertir la existencia de cualquier grupoo colectivo que real o potencialmentepueda servir como plataforma de mo-vilización comunitaría. Apoyarles, ini-ciar un viaje con ellos, aprender a sulado, puede ser algo que sirva de re-vulsivo a esa tendencia burócrata yconservadora que, hoy por hoy y deforma peligrosa, intenta ganar terrenoen el campo del trabajo social.

Seguro que tras bucear en lasredes informales de la comunidad ycomprometernos en cualquier inicia-tiva de autoorganización colectiva noscambiará la mirada, incluso cambia-remos nosotrosmismos, haciéndónosmás generosos, más pacientes, máshumildes y respetuosos. Luego vendráde forma obligada la tarea de elaborarel consiguiente duelo por el protago-nismo perdido, por la renuncia alpoder de dirigir la acción y el destinode los otros. Pero os aseguro que valela pena cambiar el oficio de guardián ocontrolador del orden por el de inge-nieros y artistas entregados a idear ya probar nuevas formas de interven-ción profesional que contribuyan a quelos demás, la comunidad, amplie sucampo de mira y su universo de posi-bIes, para a partir de ello descubrirnuevas alternativas de acción comuni-tana, nuevos órdenes convivenciales.Se trata de avanzar hacía prácticasprofesionales que ayuden a los ciuda-danos a ser activos sujetos reflexivos

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(Thiebaut, 1998) y a los grupos y co-lectivos con los que trabajamos averse a sí mismos de un modo nove-doso en las consecuencias de su ac-tuar, en su relación con otros, en subúsqueda del sentido del presente, ensu proyección hacia el futuro, un fu-turo sentido como propio e irrenun-ciable.

Muchas son las pistas y las posi-bilidades que hoy nuevos enfoques yplanteamientos en el ámbito socialnos aportan para avanzar hacia esasprácticas criticas y reflexivas desde locolectivo, prácticas que nos exigen“tocar fondo” con la gente, que nosllevan más allá del cerebro, que nosacercan a la emoción, a esa potenciaafectiva y creadora que suscita elestar aprendiendo con otros, el vibraren una tarea conjunta. El regreso a losgrupos comunitarios como constela-ciones de la red social, el regreso a lacreatividad, a las inquietudes, a lacompetencia de las gentes que com-parten un mismo espacio social y vitales lo que puede devolvernos la espe-ranza en aquella edificante idea, nopor antigua ya caduca, del trabajo so-cial como catalizador y facilitador deprocesos de cambio social. Tal vez setrate, nada más y nada menos, deatrevemos a dar un salto con red a lacomunidad, de atrevemos a destaparla caja de sorpresas que puede ser lared comunitaria sí paciente y conf ada-mente se fomenta su crecimiento y sufortaleza.

No sólo a nivel del grupo de mu-jeres los retos se sucedieron de formafascinante a lo largo y ancho de la ex-periencia presentada. También los

profesionales nos sentimos interpe-lados por diferentes llamadas que nosalentaban a profundizar y a elaborarreflexivamente aspectos relevantessurgidos a partir de la praxis profe-sional durante el desarrollo del pro-yecto y que todavía hoy nos ocupan.No fue fácil realizar una evaluación ri-gurosa de la experiencia aquí narrada.El planteamiento de trabajo que habíainspirado nuestro proyecto de colabo-ración con el grupo de mujeres nosexigió avanzar en el estudio y ensayode nuevos referentes evaluativos, quedesde una perspectiva de procesofueran guiándonos y permitiéndonosintroducir sobre la marcha los necesa-nos mecanismos correctores. El retoque nos planteamos fue conseguir undiseño e instrumentos evaluativos quenos permitieran realizar una valora-ción didáctica y partícipatíva (con lasmujeres) del proyecto, que nos sir-viera de observatorio para visionarcon la suficiente nitidez y fiabilidad loscambios que operaban en la red co-munitaria y los efectos de largo al-cance o el impacto de la acción delgrupo y de las extensiones que éstegeneró a lo largo del tiempo.

Al equipo de atención primariatambién nos interesó poder valorarcon mayor precisión los efectos que elproyecto de colaboración con el grupode mujeres estaba teniendo en el pro-grama de actuación general denuestro servicio. Si de algo éramosconscientes era de la rentabilidad denuestra dedicación a aquel proyecto,ya que éste había repercutido, sinduda alguna, en las intervenciones delservicio, ya fuera a nivel individual

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como colectivo. ¿Cómo? Pues gene-rando nuevos recursos, permitién-donos aprovechar las nuevas modali-dades de dar y recibir ayuda que elproyecto había potenciado, permitién-donos probar nuevas estrategias dearticulación de la ayuda formal e in-formal presente en la comunidad,mostrándonos el papel fundamentalde las relaciones sociales como ele-mento de prevención y afrontamientode situaciones vitales estresantes yconvenciéndonos definitivamente dela mayor validez ecológica que tienenlas respuestas generadas por lamisma comunidad frente a otras res-puestas generadas muchas veces deforma estereotipada e impersonaldesde lo institucional (Castel, 1984).Para nosotros no sólo había sido im-portante descubrir y demostrarnos anosotros mismos esto, sino que el retoque nos planteábamos iba más allá:debíamos ser capaces de demostrarde forma clara y tangible a nuestrainstitución la rentabilidad y la nece-sidad de potenciar y promover, cadavez en mayor medida, proyectos en lalínea del presente.

De la misma forma que un grupode mujeres consiguió multiplicar susfuerzas y desafiar al antiguo mito queadvertía severamente sobre las con-secuencias del deseo de conocer, de-cidir y hacer en relación al propio des-tino, los trabajadores sociales tambiéndeberíamos ser capaces de desafiarotros mitos interiorizados por la profe-sión que acaso nos lleven a ver a losgrupos comunitarios como un objeto alque también se le ha vetado la capa-cidad de saber, de decidir y de hacer

por ellos mismos. Sólo si los prof esio-nales creemos en el poder y en lacompetencia de la comunidad po-dremos contribuir a que los sistemascomunitarios inauguren incesante-mente procesos de toma deconciencia acerca de su capacidad deorganización, venciendo así mitos fa-míliarístas que interfieren la posibilidadde organización autogestora de la co-munidad al mantener creencias no de-safíables, creencias sobre el peligrode renunciar a la unidad para dejar es-pacio a lo diferente, creencias quellevan a la búsqueda de protección enelementos externos que convierten aesos sistemas comunitarios en “su-jetos sujetados” a las normas, a undestino prefijado (Bauleo, 1983).

“Sin un cambio de dioses todocontinúa como estaba”, nos decía An-tonio Machado. A las puertas de unnuevo siglo, en un tiempo fronterizo,entre dos épocas, como es el nuestro,acaso sea éste el momento de desa-fiar viejos mitos, y hasta de desafiarsin miedo a esos dioses anacrónicosque quizás no han muerto del todo to-davía, pero que ahora podemos reí-ventar para que ellos a su vez, desdeotra perspectiva más justa y solIdaria,inspiren nuevos mitos. Alguien dijoque las mujeres están más cerca delos dioses, más cerca de la vida,porque en ellas habita el misterio. Pro-bablemente se trate de ese misterioque sólo ellas, desde su historía colec-tiva pasada, presente y futura, seráncapaces de desvelar por fin libre-mente, sin miedo a más absurdos yarbitrarios castigos o maldiciones sa-liendo persecutoriamente de una cajaenigmática.

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