La Cautiva Ensayo

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Universidad Nacional del Nordeste Facultad de Humanidades Profesorado en Letras Jefa de trabajos prácticos: Milagros Rojo Guiñazú María o la ilusión de ser centro en L a cauti va de Esteban Echeverría por Matías Ávalos (Ensayo para la cátedra de Argentina I)  La cautiva de Esteban Echeverría, relativamente enmarcada en la corriente romántica, se presenta como un fenómeno de adhesión y, al mismo tiempo, de autonomía respecto del romanticismo europeo. No obstante, no interesa aquí, al menos en su totalidad, la problemática de la pertenencia o no a tal o cual corriente (tema, por cierto, bastante estudiado por la crítica especializada). Me centraré en la figura de María como personaje y núcleo de la acción del poema (cuasi-épico) narrativo y su configuración respecto de la figura de Brián, cuya existencia poética no depende de María sino que, por el contrario, es necesaria para la configuración de ella como excepción a la estética romántica que  planteaba como núcleo de la historia al héroe-varón. En efecto, pareciera que María obtiene su existencia poética en relación con la figura de Brián, de quien es esposa y con quien comparte descendencia. Me parece que es notable el hecho de que Echeverría establezca una toma de distancia (y al mismo tiempo la asunción de una posición) respecto del romanticismo europeo al introducir como figura núcleo a la mujer. No obstante, se puede advertir que la figura de María no adquiere su autonomía respecto del “ideal femenino” de la época. Pierre Bourdieu (2002: 19) a firma que el “  proyecto creador es el sitio donde se entremezclan y a veces entran en contradicción la necesidad intrínseca de la obra que necesita proseguirse, mejorarse, terminarse, y las restricciones sociales que orientan la obra desde fuera.” 1  Así, Echeverría, al incorporar la figura de María como personaje protagonista, principal, núcleo del poema, no puede sustraerse de ciertas restricciones sociales que impiden, que coartan la autonomía de la figura de María en el devenir de la narración. Esto es evidente cuando al final, en la  Novena  parte (p. 117) el narrador comienza: 1  Las cursivas en el texto original.

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    Universidad Nacional del Nordeste

    Facultad de Humanidades

    Profesorado en Letras

    Jefa de trabajos prcticos: Milagros Rojo Guiaz

    Mara o la ilusin de ser centro en La cautiva de Esteban Echeverrapor

    Matas valos (Ensayo para la ctedra de Argentina I)

    La cautiva de Esteban Echeverra, relativamente enmarcada en la corriente

    romntica, se presenta como un fenmeno de adhesin y, al mismo tiempo, de autonoma

    respecto del romanticismo europeo. No obstante, no interesa aqu, al menos en su totalidad,

    la problemtica de la pertenencia o no a tal o cual corriente (tema, por cierto, bastante

    estudiado por la crtica especializada). Me centrar en la figura de Mara como personaje y

    ncleo de la accin del poema (cuasi-pico) narrativo y su configuracin respecto de la

    figura de Brin, cuya existencia potica no depende de Mara sino que, por el contrario, es

    necesaria para la configuracin de ella como excepcin a la esttica romntica que

    planteaba como ncleo de la historia al hroe-varn.

    En efecto, pareciera que Mara obtiene su existencia potica en relacin con la

    figura de Brin, de quien es esposa y con quien comparte descendencia. Me parece que esnotable el hecho de que Echeverra establezca una toma de distancia (y al mismo tiempo la

    asuncin de una posicin) respecto del romanticismo europeo al introducir como figura

    ncleo a la mujer. No obstante, se puede advertir que la figura de Mara no adquiere su

    autonoma respecto del ideal femenino de la poca. Pierre Bourdieu (2002: 19) afirma

    que el proyecto creador es el sitio donde se entremezclan y a veces entran en contradiccin

    la necesidad intrnseca de la obra que necesita proseguirse, mejorarse, terminarse, y las

    restricciones sociales que orientan la obra desde fuera.1As, Echeverra, al incorporar la

    figura de Mara como personaje protagonista, principal, ncleo del poema, no puede

    sustraerse de ciertas restricciones sociales que impiden, que coartan la autonoma de la

    figura de Mara en el devenir de la narracin. Esto es evidente cuando al final, en laNovena

    parte(p. 117) el narrador comienza:

    1Las cursivas en el texto original.

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    Qu har Mara? En la tierra

    ya no se arraiga su vida.

    y

    ()Dios para amar, sin duda, hizo

    un corazn tan sensible;

    palpitar le fue imposible

    cuando a quien amar no hall.(Novena parte, p. 126)

    Es decir, Mara existe en tanto existe Brin, existe por l, gracias a l en la

    dimensin potica del poema, cuerpos dependientes, el cuerpo-ella depende del cuerpo-l, y

    as Mara es despojada de su autonoma en tanto herona que se enfrenta a su destino

    trgico en virtud de ella misma, de su propia subjetividad (incluso pareciera que la

    subjetividad de Mara est en un vnculo demasiado estrecho con la figura de Brin).

    Durante todo el poema nos encontramos con una norma que regula las prcticas de

    estos objetos discursivos2 de acuerdo con los espacios que cada uno ocupa. As, Mara

    ocupa el espacio del aparente hroe en tanto Brin est sujeto al espacio que ocupara,

    cannicamente, la figura femenina en la literatura romntica europea. Es decir, esta nueva

    distribucin de espacios y de cuerpos, esta descentracin del prototipo heroico romntico se

    realiza a partir de la deliberada insercin de Mara como (aparente) centro del discurso.

    Podramos hablar de una desnormalizacin de la norma que regula el gnero. Entonces

    convendra aclarar lo que se entiende por norma o normalizacin.

    Una norma opera dentro de las prcticas sociales como el estndar implcito de

    normalizacin.3 () Las normas pueden o no ser explcitas, y cuando operan como el

    principio normalizador en la prctica social es comn que permanezcan implcitas, difcilesde leer y discernibles de una manera ms clara y dramtica en los efectos que producen

    (Butler, 2004: 10). En este sentido, lo que entenderamos por norma es la imposibilidad

    2 Puesto que el sujeto de la enunciacin se encuentra fuera de la digesis del poema, es decir, es

    extradiegtico.3Cursiva en el original.

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    de que Mara acte de la manera en que lo hace. Y podramos preguntarnos si no estamos

    asjuzgando a partir de un propio concepto de lo que consideramos normal. Pens acaso

    Echeverra en que el accionar de Mara implicaba un quiebre, una discontinuidad respecto

    de los parmetros con que se defina lo femenino o lo masculino?Pregunta de difcil, si

    no imposible, respuesta.

    El gnero es el mecanismo mediante el cual se producen y neutralizan las nociones

    de masculino y femenino, pero podra muy bien ser el aparato mediante el cual tales

    trminos son desconstruidos y desnaturalizados4 (Butler, 2004: 11-12). Podramos

    plantear que el hecho mismo de presentar a Mara como valiente, arrojada, capaz de sortear

    su (mala) suerte es, por ello mismo, una suerte de deconstruccin de las normas que rigen la

    distribucin de roles y caractersticas, de esoque es considerado masculino o femenino. No

    obstante, el narrador parece tener en cuenta la restriccin social que impide tal ruptura:

    Oh, Mara! Tu herosmo,

    tu varonilfortaleza,

    tu juventud y belleza

    merecieron fin mejor. (Eplogo, p. 131; cursivas mas)

    Como vemos, la imposibilidad de otorgarle fortaleza a la mujer constituye una

    restriccin que el narrador intenta justificar. Mara no tiene femenil fortaleza(y es curioso

    que la justificacin se encuentre en el Eplogo). Quiz responde a una exigencia de

    verosimilitud, pero esto no invalida el hecho de que Mara haya actuado de tal manera. En

    todo caso, la figura de la mujer se abre paso y no se restringe a los lmites impuestos por

    una norma que define lo que es masculino y femenino. La figura de Mara vendra a

    desnaturalizardichas nociones, o al menos logra neutralizarlasdurante la narracin.

    Afirma Bourdieu (2002: 50) que los acontecimientos econmicos y sociales slo

    pueden afectar una parte cualquiera de este campo, individuo o institucin segn una lgicaespecfica, porque, al mismo tiempo que se reconstituye bajo su influencia, el campo

    intelectual les hace sufrir una conversin de sentido y de valor al transmutarlos en objetos

    de reflexin o de imaginacin; mutatis mutandis, en La cautiva hay una suerte de

    4Las cursivas son mas.

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    conversin de sentidorespecto de lo que se considera femenino y masculino. De qu otra

    manera, pues, podemos decir que Mara acta como un hroeromntico? En realidad no

    acta como, sino que, por el contrario, puede desenvolverse como tal porque su dinmica,

    el rol (los roles) que le cabe en la narracin no se limita nicamente al hroe romntico

    varn. Es decir, Mara no acta como hroe, sino que en tanto figura femenina puede

    ocupar el mismo espacio que la figura masculina sin que por ello digamos, necesariamente,

    que es un hroe mujer. Me parece que, no obstante las caractersticas de clase, su relacin

    conyugal con Brin y su dependencia de ste, Mara constituye la posibilidad de la mujer de

    desempear un rol que, en el imaginario comn de la poca, se restringa a la figura del

    varn. Retomando la afirmacin de Bourdieu, el campo intelectual en que se sita

    Echeverra (el romancticismo, pero con la influencia de los campos cultural e ideolgico)

    permite una conversin de sentido y de valor del objeto que he tomado como unidad deanlisis, esto es, la bipolaridad masculino/femenino.

    Echeverra logra as cuestionar la supuesta estabilidad de la norma, su

    inalterabilidad, alterndola deliberadamente y, quiz, sin atender a sus consecuencias.

    Cuestionar la autoridad simblica () es ms bien insistir en que la norma en su necesaria

    temporalidad est abierta al desplazamiento y la subversin desde el interior (Butler, 2004:

    20), desplazamiento que enLa cautiva se realiza de manera un poco limitada, sin ser un fin

    en s mismo. Entonces, si pretendemos juzgar que Mara es unhroe mujer

    , estaramos

    negndole la posibilidad de desempear un papel que ya ha desempeado, que constituye

    su subjetividad dentro de los lmites textuales y que, de alguna manera, desnaturaliza el

    binario masculino/femenino como dos instancias cuyos roles se manifestaran estrictamente

    pre-fijados, correspondiendo inalterables a dos sujetos distintos. En otras palabras, se ha

    desplazado la norma que regulara los roles desempeados por cada cual.

    No obstante est claro que la existencia potica de Mara no depende de s misma,

    sino de la relacin establecida entre ella y Brin:

    Su corazn de alegra

    palpita. Lo que quera,

    lo que buscaba con ansia

    su amorosa vigilancia

    encontr gozosa al fin.

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    All, all est su universo,

    de su alma el espejo terso,

    su amor, su esperanza y vida;

    all contempla embebida

    su terrestre serafn. (Tercera parte, p. 68)

    En este sentido, podemos decir que la existencia de Mara es una bsqueda, su

    existencia en el poema y su subjetividad dependen, al principio, de la bsquedade Brin (la

    bsqueda de un cuerpo), y luego una bsqueda que es la bsqueda de un escape (la

    bsqueda de un espacio). As, a pesar de la situacin de Mara, de sus caractersticas,

    Sin el amor que en s entraa,

    qu sera? Frgil caa,

    que el ms leve impulso quiebra ,

    ser delicado, fina hebra,

    sensible y flaca mujer (Sexta parte, p. 92),

    el rol que desempea y sus posibilidades se dan en virtud del amor, que en otro plano no

    es sino Brin, es decir, un cuerpo:

    Mara no desespera,

    porque su ahnco procura

    para lo que ama, ventura;

    y al infortunio supera

    su imperiosa voluntad(Sexta parte, p. 93)

    Hay un brusco contraste entre esta sensible y flaca mujer y sus acciones. En

    efecto, si Mara en verdad fuese una mujer dbil, segn las convenciones de la poca, nohabra podido realizar tales hazaas:

    Sbito ella se incorpora; ()

    y como cosa liviana

    carga el cuerpo amortecido

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    de su amante, y con l junto,

    sin cejar, se arroja al punto

    en el arroyo extendido. (Sptima parte, p. 102)

    Hay, pues, en el plano del discurso una constante vacilacin entre la caracterizacin

    psicolgica de Mara y la manera como se desenvuelve en cada episodio. En efecto, al

    morir Brin, Mara comienza a vagar por el desierto (Novena parte) hasta que los soldados

    del soldado muerto aparecen y responden a Mara, ante la pregunta de sta por su hijo, que

    hubo muerto a manos de los indios. Este suceso desencadena la muerte de Mara. En este

    sentido es que arriesgo la hiptesis de que la existencia de Mara est en estrecho vnculo

    con la existencia de Brin.

    El poema configura la imagen de Mara como dependiente de la imagen de Brin, suexistencia no es autnoma, no depende de ella misma y de sus posibilidades. Aqu es donde

    la restriccin social se impone crudamente construyendo la subjetividad de Mara en

    relacin con la de Brin, y dependiendo su existencia de la de ste:

    La queja de la falta de Ulises alimenta la esperanza de que en cada retorno l le

    devuelva la certeza de ser mujer. La tan llorada amenaza de prdida de Ulises es

    amenaza de una prdida de s misma; amenaza apaciguada en cada retorno de

    Ulises, que le devuelve ese s misma. Es como si para existir, ella estuviese

    condenada a repetir infinitamente esa secuencia ritual que culmina con el acto de su

    fundacin como mujer. (Rolnik, 2006: 335)

    No obstante, esta Penlope (Mara) no se niega a la aventura, la acepta, la hace

    propia, ya no teje la trama de la eternidad (Rolnik, 2006: 331), en todo caso, es duea

    del espacio, pero un espacio que, luego, se torna imposible para ambos: primero para

    Brin y luego para Mara; la tan llorada amenaza de prdida de Ulises es amenaza de una

    prdida de s misma, prdida que, en La cautiva, implica una muerte (la prdida del

    cuerpo).

    Entonces, la figura de Mara quiebra, deconsturye el binomio de gnero pero lo hace

    en funcin de la existencia de Brin, o mejor, de resguardar la existencia de Brin y as la

    suya propia. La descentracin del hroe romnticoes sustituida por la figura femenina de

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    Mara, no obstante lo cual sta sigue constituyendo la periferia, el margen irreductible que

    le confiere el discurso a su posicin respecto de la figura masculina.

    Por otra parte, me parece importante destacar el hecho de que en La cautiva, al

    menos transitoriamente, la norma que regulara el gnero es neutralizada. Por eso es que

    vemos (o leemos) a Mara desempeando roles que para el sentido comn de la poca (y

    quiz para el nuestro tambin, admitmoslo) no se adecuan a lo normal. Esta

    desnormalizacin, no obstante, constituye una excepcin segn hemos visto. La autonoma

    de Mara es restringida puesto que su subjetividad depende en gran medida de la existencia

    de Brin. Dicha dependencia se manifiesta como una suerte de entrega absoluta

    simbolizada en la muerte de Mara, entrega que al fin de cuentas no logra la restitucin de

    Brin (del cuerpo) y, en consecuencia, conllevala muerte de Mara (del cuerpo).

    En definitiva, encontramos en Mara la ilusin de centro de la narracin cuando, porun desplazamiento, es Brin el centro a partir del cual Mara, o la figura de Mara, se

    constituye en personaje principal. As, la muerte de Mara es una consecuencia de la muerte

    de Brin, su centro, y la aparente secundariedad de ste se ve modificada en tanto su

    existencia es condicin de la existencia de Mara.

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    Bibliografa:

    BOURDIEU, Pierre (2002) Campo de poder, campo intelectual. Itinerario de un

    concepto, diseo y diagramacin: Victoria Chamorro, Buenos Aires, Montressor

    BUTLER, Judith (2004) Regulaciones de gnero (traduccin de Moiss Silva). En: La

    ventana, n 23, 2005, Pp. 7-25.

    ECHEVERRA, Esteban (1975)La cautiva, La guitarra y otros poemas, con resmenes

    histricos, biogrficos, literario; notas explicativas; bibliografas; juicios sobre el autor y

    sus obras, y temas de estudios por Nlida Salvador, Buenos Aires, Plus Ultra.

    ROLNIK, Suely y GUATTARI, Flix (2006) 6. Amor, territorios de deseo y una nueva

    suavidad. Una nueva suavidad? (Suely Rolnik), en: Micropoltica. Cartografas del

    deseo, Petrpolis,VozesLtda.