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Quipu, vol. 14, núm. 2 mayo-agosto de 2012, pp. 173-191. La circulación de hombres, instrumentos, libros y conocimientos en el siglo XVI. El caso del tornaviaje en el océano Pacífico [ 173 ] Summary Maritime exploration were the ideal space for the movement of characters, books, manuscripts, tools and knowledge that germinated in different locations and reported back to a world that was beginning to experience the whole. The trips are crucial to modern situations not yet finished set. They are crosses and interactions that disrupt local notions and cultural traditions. The knowledge they acquire new and different meanings, in addition to accumulating knowledge essential to the scientific events. In this article we will expose some of the first trips were made by the Pacific Ocean and can be considered as failures. But accumulated knowledge in 1565 that allowed the triumph of the return voyage. Introducción F ernando de Magallanes (1480-1521), en su temprano viaje alrededor del mundo, descubrió el archipiélago al que llamó Filipinas en honor al príncipe Felipe. 1 En 1521 en estas islas murió el intrépido navegante en medio de un combate. 2 De los 234 marineros que acompañaron a Magallanes, solo 18 regre- 1. Aunque hay diferentes versiones sobre la razón de este nombre. 2. Una crónica de la muerte de Magallanes es la que hace A. Pigafetta, Primer viaje en torno del globo, Madrid, Espasa Calpe, 1963. En particular el libro II. LETICIA MAYER CELIS* * Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas. UNAM. http://www.revistaquipu.com

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Quipu, vol. 14, núm. 2mayo-agosto de 2012, pp. 173-191.

La circulación de hombres, instrumentos, libros y conocimientos

en el siglo XVI. El caso del tornaviaje en el océano Pacífico

[ 173 ]

Summary

Maritime exploration were the ideal space for the movement of characters, books, manuscripts, tools and knowledge that germinated in different locations and reported back to a world that was beginning to experience the whole. The trips are crucial to modern situations not yet finished set. They are crosses and interactions that disrupt local notions and cultural traditions. The knowledge they acquire new and different meanings, in addition to accumulating knowledge essential to the scientific events. In this article we will expose some of the first trips were made by the Pacific Ocean and can be considered as failures. But accumulated knowledge in 1565 that allowed the triumph of the return voyage.

Introducción

Fernando de Magallanes (1480-1521), en su temprano viaje alrededor del mundo, descubrió el archipiélago al que llamó Filipinas en honor al príncipe

Felipe.1 En 1521 en estas islas murió el intrépido navegante en medio de un combate.2 De los 234 marineros que acompañaron a Magallanes, solo 18 regre-

1. Aunque hay diferentes versiones sobre la razón de este nombre.2. Una crónica de la muerte de Magallanes es la que hace A. Pigafetta, Primer viaje en torno

del globo, Madrid, Espasa Calpe, 1963. En particular el libro II.

LETICIA MAYER CELIS*

* Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas. UNAM.

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saron a España en 1522, entre ellos Juan Sebastián Elcano (1476-1526), quien estuvo también en el segundo viaje en torno al globo.

Estas exploraciones y el interés por descubrir nuevas rutas fue el caldo de cultivo ideal para la circulación de personajes excepcionales, libros, manuscri-tos, instrumentos y conocimientos que fueron germinando en diferentes lugares y retroalimentaron a un mundo que comenzaba a experimentar la globalidad, junto con la incertidumbre y las nociones de riesgo físico y de riesgo moral.

En este sentido nos unimos a las afirmaciones de Clifford: “los viajes y los contactos son situaciones cruciales para una modernidad que aún no ha termi-nado de configurarse”.3 En una nueva visión de la antropología y la historia, los viajes van cobrando un significado muy particular. En ellos se dan una serie de cruces e interacciones que perturban las nociones locales y las tradiciones cultu-rales. Todos estos procesos de encuentros y movimientos humanos son comple-jos e incorporan, como ya mencionamos, la circulación de libros, instrumentos y conocimientos que al moverse van adquiriendo nuevos y diferentes significados culturales, además de acumular saberes indispensables para el acontecer cientí-fico. Estos trayectos son ocasiones para el diálogo transcultural. En este artículo vamos a exponer algunos de los primeros viajes que se hicieron por el océano Pacífico y el intercambio de conocimientos que se dio. Gracias a estos contac-tos tempranos logró reunirse suficiente material para culminar el tornaviaje en 1565.

Otro de los aspectos que resulta significativo, sobre el gran descubrimiento de navegación por el océano Pacífico, es analizar cómo una serie de intentos por transitar -que pueden considerarse como experimentos- fueron acontecimientos en apariencia fallidos. Lo interesante es que el acumulado de errores permitió reunir el suficiente material que posteriormente logró el tornaviaje triunfal. La historia de la ciencia ha intentado narrarse como una serie de casos exitosos, lo que resulta en este estudio es que, la narrativa nos remite más bien a sucesos fallidos que culminaron, finalmente, con una victoria.

El segundo gran descubrimiento: las rutas marítimas del océano Pacífico

La ruta del Pacífico fue mucho más difícil, por lo menos en un principio, que la tradicional ruta por el cabo de Buena Esperanza, hasta que en 1565 el

agustino, fray Andrés de Urdaneta (1508-1568), descubrió el viaje de regreso a América.4

3. J. Clifford, Itinerarios transculturales, Barcelona, Gedisa, 2008, p. 12.4. Existen versiones de que Urdaneta fue en el viaje de Magallanes, J. Grijalva, Crónica de

la orden de N.P.S. Agustín en las provincias de la Nueva España, México, Porrúa, 1985, p. 116. Pero versiones más modernas desmienten este supuesto. También hay una polémica sobre el año de su nacimiento. Véase: I. Rodríguez y J. Álvarez, Andrés Urdaneta, agustino. En carreta sobre

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Se sabe que Andrés de Urdaneta nació en la provincia vasca de Villafran-ca. Como procedía de una familia acomodada tuvo la oportunidad de realizar algunos estudios. Su interés estuvo centrado particularmente en matemáticas y astronomía, ciencias que le sirvieron como ancla para aficionarse a la náutica.5

En 1525, siendo aún muy joven, se embarcó para hacer el segundo viaje en torno al globo con Elcano. Este recorrido es conocido como la expedición de Jofre de Loaisa.6 Después de diez meses de navegación lograron cruzar hacia el Pacífico. Urdaneta escribió una guía sobre cómo navegar en el estrecho que une los dos océanos. Este fue, tal vez, el primer documento marítimo de Urdaneta.7

Ya en el Pacífico y en alta mar murió el capitán general de la armada, Loai-sa, y poco tiempo después Juan Sebastián Elcano, quien aparentemente tuvo un aprecio muy especial por Andrés de Urdaneta.

Las primeras exploraciones del Pacífico desde Nueva España

Esta segunda travesía en torno al globo estuvo llena de vicisitudes. Entre otras, y ya en Oriente, en uno de los enfrentamientos con portugueses se

prendió un barril con pólvora que quemó a Urdaneta. El propio autor narró su aventura en su Relación diaria.8

Tirámosle un tiro de verso, y el lombardero, dejado a mal recaudo la pólvora, tomó fuego y quemonos a muchos, y yo, hallándome cerca del barril de la pólvora, salté a la mar, que estaba desarmado, y para cuando torné encima del agua, ya el parao nuestro iba de huida, porque los portugueses, viendo quemar la pólvora, arreme-tieron para nosotros. Ni por mas que les dije ni por los golpes que los castellanos diesen a los bogadores indios no me quisieron tomar y se huyeron dejándome en la mar. Y como yo vi esto comencé a nadar hacia los paraos de Gilolo y, de rato en rato, empinándome encima del agua, y capeábales con la mano, de manera que me vieran los castellanos que estaban dentro de los paraos de Gilolo.

Como queda claro, Urdaneta envuelto en llamas, se tiró al mar para que el fuego no lo consumiera, pero tuvo que nadar hasta una playa cercana donde su barco lo recuperó. No obstante quedó con la cara quemada y deforme de por

el Pacífico, Valladolid, Estudio Agustiniano, 1992, pp. 42-44.5. J. A. Cervera, “El trabajo científico de Andrés de Urdaneta y el problema de la longitud

geográfica”, en S. Truchuelo García (ed.), Andrés de Urdaneta: un hombre moderno, Ordizia, Ayuntamiento de Ordizia, 2009, pp. 507-553, p. 514

6. También hay autores que lo escriben como Loaysa.7. M. Cuevas, Monje y marino. La vida y los tiempos de fray Andrés de Urdaneta, México,

Galatea, 1943.8. La Relación diaria se encuentra en el Archivo General de Indias, Patronato 36, R 37.

Nosotros usamos las reproducciones de I. Rodríguez, Andrés de Urdaneta..., p. 113.

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vida. En medio de esta situación desesperada, sin ropa, calzado, ni armas, apare-ció en el inmenso horizonte del Pacífico la nao “Florida”, misma que había sido enviada por Hernán Cortés desde Zihuatanejo.9

Ante la escasa información sobre la segunda expedición alrededor de la tie-rra, el rey Carlos V decidió enviar una carta al capitán Hernán Cortés. El mo-narca, y muchos de sus contemporáneos, suponía que las islas de la especiería estaban cercanas a Nueva España, por lo que el 20 de julio de 1526, escribió al conquistador de la Gran Tenochtitlan para ordenarle que enviara dos carabelas y un bergantín con rumbo a Oriente.10 Esta expedición salió en poco tiempo de Zihuatanejo, el 31 de octubre de 1526, debido a que Cortés ya tenía preparadas las naves en las costas del Pacífico. El capitán general de la expedición fue Ál-varo de Saavedra, primo de Hernán Cortés.

El 15 de diciembre de aquel año, una carabela y el bergantín se perdieron en el Pacifico para no volver a aparecer. Solo el barco “Florida” logró llegar a las islas de la especiería y fue así que encontró lo que quedaba de la expedición de Loaisa. El júbilo de los castellanos fue indescriptible. Con el barco “Florida” llegaron refuerzos humanos, artillería, ropa y víveres que fueron un suave bál-samo para los españoles que seguían en aquellas islas. Es posible que Urdaneta, en aquella ocasión, escuchara hablar del gran reino azteca que ya estaba bajo el poder de su majestad Carlos V.11

El 12 de junio de 1528, el bergantín “Florida” partió para su regreso a Nue-va España. Pero este retorno fracasó y el barco volvió a la isla de la que había salido. Se pensó que el viaje de regreso a América era imposible.

Los castellanos se quedaron en aquellas islas por varios años pensando que podían conquistar la especiería para el rey de España. Durante aquella época vi-vieron aventuras indescriptibles y muchos de ellos murieron en ellas. De ciento cinco españoles que llegaron a las islas, sólo quedaron diecisiete de ellos. Todos los esfuerzos por quedarse en Oriente fueron vanos y el 6 de febrero de 1534 tuvieron que partir con rumbo a la India.

Militarmente la expedición había sido un fracaso, pero no desde la perspec-tiva científica. Durante esos años Urdaneta se convirtió en un navegante experto de aquellas islas. Poco a poco empezó a recolectar datos, documentos y mapas. Andrés de Urdaneta se quedó un año más en aquellas tierras y partió con rumbo a España en febrero de 1535. No obstante fue acompañado de toda su nueva información y conocimientos marítimos, mismos que fueron extremadamente valiosos posteriormente.12

9. M. Cuevas, Monje y marino..., Para una descripción más detallada véanse los capítulos 4 y 5.

10. Ibid., p. 96. 11. I. Rodríguez, Andrés Urdaneta..., pp. 125 y ss.12. Ibidem. Este autor hace una buena reseña de los años de Urdaneta en las islas Molucas.

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Los agustinos y las rutas del Pacífico

Mientras tanto, varios grupos de agustinos negociaban en España su posible llegada a América. Los principales promotores de las misiones externas

fueron los religiosos del convento de Salamanca, muy relacionados con la uni-versidad del mismo nombre. La universidad de Salamanca fue durante aquella época uno de los principales centros europeos de conocimiento. En ella, entre otros temas, se discutieron los principios del probabilismo. Esta fue una corrien-te moral del siglo XVI que permitió la discusión de la aceptación de principios morales apoyados en nuevas autoridades diferentes a las de la patrística. Tam-bién en Salamanca se discutieron los derechos de los infieles y se inició con ello el derecho internacional.

Salamanca fue un lugar privilegiado de asimilación de informes que llegaban sobre América. Esta circulación de conocimientos retroalimentó la discusión académica de aquella universidad. De Salamanca salieron tres de los primeros misioneros agustinos que llegaron al nuevo mundo. Posteriormente en Toledo se unieron otros religiosos. Pero el emperador, Carlos V, solo permitió que ocho agustinos salieran en la expedición cuyo destino era la Nueva España.13

En aquella época sucedía un acontecimiento muy interesante. Se argumenta-ba que no se podía obligar a nadie a ir a misionar a tierras lejanas y se objetaba en función de riesgo físico:

Que como estas jornadas son por mares, las tierras remotas, las gentes [sic] bárba-ras, el peligro de la vida muy claro, no puede la obediencia obligar a tanto: porque los religiosos ofrecen al Prelado todas las acciones de la vida, pero no la vida.14

Por esta razón se solicitaba que quienes quisieran ir a misionar a otros reinos firmaran una carta. El problema residió que fueron muchos los dispuestos a fir-mar, por lo que los superiores se veían obligados a elegir solo a unos cuantos, a los que consideraban más preparados para aquella peligrosa misión.

Además hubo otra restricción. Los agustinos llegaron a Nueva España con la prohibición de quedarse en la ciudad de México. Se consideró que este lugar ya contaba con los franciscanos y dominicos, por lo que no necesitaba de más religiosos, además de que sería difícil y oneroso su mantenimiento para la po-blación de la antigua Tenochtitlan. No obstante, finalmente, lograron el permiso para abrir un convento en la capital de Nueva España.

Véase principalmente el capítulo 7. Aparentemente, Urdaneta llevó consigo a Lisboa una hija, misma a la que dejó en aquella ciudad.

13. J. Grijalba, Crónica de la orden..., pp. 28 y 29.14. Ibid., p. 25.

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Por otra parte, los agustinos que llegaron a México fueron hombres cultos. En un primer momento, en 1533, arribaron siete religiosos. El principal susten-to económico lo recibieron de una hija legítima de Moctezuma: Isabel. En un segundo viaje, en 1535, llegaron doce frailes más. Con ellos arribó uno de los intelectuales más insignes del siglo XVI en México: Alonso Gutiérrez quien había estudiado en Salamanca. Al llegar a Nueva España decidió tomar el hábito de agustino con el nombre de Alonso de la Veracruz (1507-1584). Años después creó una magnífica biblioteca formada por libros de diferentes universidades europeas. El cronista Grijalba escribió sobre esta librería:

El primer puesto fue de sesenta cajones de libros, a los cuales fue añadiendo este gran varón [se refiere a Alonso de la Veracruz] todos aquellos que venían a su no-ticia y no estaban en la librería. Adornó la librería con mapas, globos celestes y terrestres, astrolabios, horologios, ballestillas, planisferios y al fin de todos aquellos instrumentos que sirven a las Artes liberales.15

De hecho la organización de la primera universidad en Nueva España recayó en aquellos agustinos. El padre Alonso de la Veracruz fue el primer catedrático de Sagradas Escrituras que tuvo la universidad de México.16

No obstante, el descubrimiento de las islas del poniente seguía siendo un imán de atracción para conquistadores, navegantes y misioneros. Se insistió en descubrir la forma de regresar de Filipinas a Nueva España. En medio de esta discusión se planteó el problema de a qué religiosos correspondía ir a misionar más allá de América. El virrey don Antonio de Mendoza otorgó esa misión a los agustinos. Tal vez una de las principales reflexiones fue que la isla la Española, más la gran provincia de Perú, habían sido encomendadas a los dominicos. Por su parte los franciscanos controlaban las misiones de México, por lo que se con-sideró que los agustinos podrían partir para Asia.17

La desastrosa expedición de Ruy López de Villalobos

En 1542 se organizó el sexto intento español por llegar a lo que ahora cono-cemos como el Oriente a través de la ruta del Pacífico. Desde el principio

se pensó que el capitán de la expedición fuera Andrés de Urdaneta, pero este se negó a la navegación en aquella ocasión, tal vez porque los capitanes y tripula-ción con la que podía contar en aquel momento no eran especialmente diestros para tan difícil proeza. Por la negativa de Urdaneta, el virrey decidió nombrar

15. Citado por M. Cuevas, Monje y marino..., p. 172. Véase también J. Grijalba, Crónica de la orden..., p. 327.

16. J. Grijalba, Crónica de la orden..., p. 179.17. Ibid., p. 117.

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capitán general de la armada a un militar que había llegado con él desde España y al que tenía en alta estima: Ruy López de Villalobos. 18

A esta expedición habrían de unirse cuatro agustinos. La elección de los religiosos hizo que el padre provincial convocara a una reunión en la casa de México. Se cantó una misa al Espíritu Santo para que iluminara a los electores y los que obtuvieron más votos fueron: Jerónimo de Santiesteban quien fungía como prior en México y al cual, el padre provincial dio toda la autoridad para que encabezara al grupo de agustinos. Los otros fueron Nicolás de Perea, prior de Atotonilco, Alonso de Alvarado y Sebastián de Trasierra. Esta expedición partió del puerto de Navidad el primero de noviembre de 1542 en una armada de 370 personas y seis barcos.19 Los cuatro agustinos iban en la nave capitana de nombre “Santiago”.20 La expedición de Villalobos la tenemos bien documentada y se puede decir que fue una de las más difíciles y desastrosas que recorrió el océano Pacífico.21

Después de grandes peripecias por diversas islas, se intentó que uno de los barcos regresara a Nueva España el 5 de agosto de 1543. En la nave iban el capitán, 2 pilotos, 2 soldados, 20 marineros y 3 indios de Nueva España. Pero el retorno fue imposible y la nave volvió al punto de partida. El 16 de mayo de 1545 se hizo un nuevo intento por lograr el regreso. Pero nuevamente todo fue un fracaso. Finalmente Villalobos tuvo que negociar con los portugueses para lograr la vuelta a Europa por África. El primero de enero de 1547 los padres agustinos, con alguno miembros de la expedición, llegaron a Cochín, en India. Allí pasaron varios meses intentando reponerse de la terrible experiencia. Para agosto de 1547 los encontramos en Goa y un año después, en agosto de 1548, ya estaban en Portugal. Pero lo más increíble es que no acababan de llegar a Es-paña cuando ya los hallamos listos para partir nuevamente con destino a Nueva España. Finalmente descubrimos a los 4 agustinos navegantes en México en agosto de 1549.22

Durante aquellos turbulentos siete años, nuestros monjes marineros vivieron las aventuran más increíbles. Los vientos azarosos de la mar los llevaron hasta las islas Molucas, las cuales tenían proscritas los españoles por encontrarse éstas en poder de los portugueses. A pesar de la prohibición, no les quedó más reme-dio que arribar a la especiería. Por problemas políticos locales entre los diferen-

18. Existen otras versiones de por qué Urdaneta no fue en aquella expedición. Véase I. Rodríguez, Andrés de Urdaneta..., p. 176.

19. Grijalba, Crónica de la orden..., p. 118. C. Alonso, Primer viaje misional alrededor del mundo (1542-1549). Una gesta agustina, Valladolid, Ed. Estudio Agustiniano, 1989.

20. C. Alonso, Primer viaje misional..., p. 68.21. En 1999 se publicó una nueva edición de G. Escalante de Alvarado, Viaje a las Islas del

Poniente, Santander, Cantabria 4 estaciones, 1999.22. C. Alonso, Primer viaje misional...

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tes jefes de pueblos en la zona, el rey de la isla de Gilolo23 llamado Katabruno se alegró mucho de ver a los españoles. Algunos habitantes de aquellas islas hablaban algo de castellano que habían aprendido de los náufragos de la expe-dición de Loaisa.24 El rey Katabruno calculó que podía utilizar a los españoles para controlar a los otros caciques locales y para enfrentarse a los portugueses que no lo apoyaban. Aparentemente por esta razón fue muy complaciente con los padres agustinos y les dio casa y todas las facilidades para que pudieran instalar una misión y empezar a predicar. De facto lograron abrir una iglesia a la que llamaron San Agustín en enero de 1544.25 Sin embargo, posteriormente y a raíz de la negociación con los portugueses para que la expedición regresara a Europa, todos los españoles, incluidos los misioneros, tuvieron que dejar las islas Molucas.

También tuvieron que actuar en casos de conciencia. Resulta que en medio de la navegación se quedaron sin comida, ni agua. A cada isla que llegaban in-tentaban negociar con los nativos la compra de suministros, pero la mayoría de los indios no estaban dispuestos a ceder sus víveres ante los castellanos. Por esta razón los capitales de las naves le plantearon a Villalobos la necesidad de atacar los poblados y tomar por la fuerza lo que necesitaban para la subsistencia. Villa-lobos lo consultó con los misioneros. Éstos, después de mucho cavilar, dijeron al general “que ellos no podían dar su parecer en negocio de guerra, donde ha-bían de intervenir muertes de hombres, por ser sacerdotes; que allí tenían cierto libro docto, escrito en vulgar, donde trataba la materia en propios términos, y la podía ver y seguir lo que le pareciese”.26

Recordemos que eran los años de las discusiones por la guerra justa. Resulta posible que el libro que los agustinos dieron a Villalobos fuera del padre Vitoria o de algún otro de los probabilistas de la época que impartían clases en la Uni-versidad de Salamanca.

También estos misioneros navegantes tuvieron que capitanear barcos, trazar rutas y acumular conocimientos sobre navegación. El cúmulo de información que los agustinos marineros reunieron fue un material inapreciable para Urda-neta y, en general, para los navegantes de aquellas zonas. En México llegó a depositarse mucho conocimiento, datos, mapas e informes sobre las posibles rutas marítimas del Pacífico.

El capitán de la expedición, Ruy López de Villalobos, murió el viernes de pasión de 1546, aparentemente de “calenturas y tristeza”.27 Su deceso fue en la

23. Hoy se le conoce como isla Halmahera en las Molucas, G. Escalante, Viaje a las Islas..., p. 141.

24. C. Alonso, Primer viaje misional..., pp. 116 y 117. Véase también G. Escalante, Viaje a las Islas..., pp. 55 y ss.

25. G. Escalante, Viaje a las Islas... y C. Alonso, Primer viaje misional..., pp. 117 y 118.26. Citado por C. Alonso, Primer viaje misional..., p. 90.27. C. Alonso, Primer viaje misional..., pp. 160 y 161. C. Martínez Shaw, “Estudio preliminar”

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isla de Amboino. Curiosamente en aquel lugar se encontraba en ese momento el jesuita Francisco Javier. Allí conoció a los padres agustinos que iban acom-pañando esta expedición. El capellán de la expedición fue el sacerdote secular Cosme de Torres, que a su vez también había sido capellán del virrey de Nueva España, Antonio de Mendoza. Torres se hizo muy amigo del jesuita. Éste lo aceptó en la Compañía de Jesús y fue su compañero en el viaje a Japón, además de uno de los más activos misioneros en las islas niponas.28 Otro de los sacerdo-tes que iba en la expedición de Villalobos también se hizo jesuita: Juan Díaz.29 Por su parte, Francisco Javier dio cartas de recomendación a los agustinos para que los miembros de la Compañía de Jesús los recibieran y acogieran en sus conventos de la India: “Los frailes castellanos de la orden de San Agustín que van a Goa os darán noticias de mí; a los cuales os ruego mucho que les favorez-cáis en todo lo que podáis, mostrándoles mucho amor y caridad porque ellos son personas tan religiosas y santas que merecen toda buena acogida”.30

Sabemos que años después, el padre Santiesteban, capitán de la expedición de agustinos, murió en el convento de la ciudad de México en 1570. El padre Sebastián de Trasierra fue el fundador de la provincia agustina de Jacona en Michoacán y murió en ese convento en 1588. El padre Perea murió, al igual que Santiesteban, en el convento de la ciudad de México en 1596. Por su parte, el padre Alonso de Alvarado encabezó, en 1571, a otro grupo de misioneros que salieron con rumbo a Filipinas y murió en aquella provincia en 1576.31 La mane-ra en que estos agustinos viajaron por todo el orbe nos permite imaginar cómo, con ellos, viajaron conocimientos y probablemente también libros e instrumen-tos que permitieron acumular datos nuevos que sirvieron en los siguientes viajes por el Pacífico. Seguramente las pláticas y la instrucción en los conventos agus-tinos de Nueva España fue rica en informes de viajes, navegación, mediciones y sobre la cultura de personas totalmente ajenas a las costumbres europeas y americanas.

Andrés de Urdaneta. El monje marino por excelencia y el tornaviaje

Regresemos algunos años para retomar la vida de Urdaneta. En 1538 el in-trépido marino subió nuevamente a un navío, pero ahora con destino de

España a Guatemala y posteriormente a Oriente, en la expedición de Pedro de

en G. Escalante de Alvarado, Viaje a las Islas..., p. 24. Martínez Shaw dice que murió de fiebres palúdicas y que fue atendido a la hora de su muerte por Francisco Javier.

28. C. Lisón Tolosana, La fascinación de la diferencia. La adaptación de los jesuitas al Japón de los samuráis, 1549-1592, Madrid, Alcal Ediciones, 2005, particularmente el capítulo II. Cuevas, Monje y marino...

29. C. Alonso, Primer viaje misional..., p. 167.30. Citado por C. Alonso, Primer viaje misional..., p. 16031. J. Grijalba, Crónica de la orden... y C. Alonso, Primer viaje misional...

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Alvarado. Como es bien sabido, este conquistador murió en Nueva Galicia antes de poder embarcarse.32 El virrey de Nueva España, Antonio de Mendoza, ofre-ció a Urdaneta que se quedara en Nueva España, por lo que éste vivió en Nueva Galicia por algunos años. Esta estancia le permitió conocer con profundidad las costas del Pacífico novohispano.

Urdaneta se arraigó en Nueva España y hasta su muerte, su vida estuvo en torno a lo que sucedía en este reino. En 1547, el virrey Antonio de Mendoza, preparó una expedición de más de seiscientos hombres para que fueran a Perú con la idea de acabar con la rebelión de Gonzalo Pizarro. A Andrés de Urdaneta se le nombró almirante. No obstante, esta expedición nunca partió de México pues llegaron noticias de que la rebelión había sido sofocada.33

Posteriormente, ya en la ciudad de México, es seguro que Urdaneta tuvo ac-ceso a la biblioteca de los agustinos creada por Alonso de la Veracruz, así como a sus instrumentos y mapas. Además de que sabemos que fue maestro en la Real y Pontificia Universidad de México. Podemos imaginar los innumerables cono-cimientos de varios tipos que circularon entre Asia y Europa pasando por Nueva España y haciendo de este lugar un centro de acopio de navegantes, instrumen-tos, libros, mapas y discusiones deliciosas sobre cómo navegar, cómo tratar con los habitantes de aquellas remotas tierras, sus extrañas y novedosas costumbres, los paisajes y los nuevos alimentos que fueron encontrando.

Es posible que a raíz de los contactos con los agustinos navegantes, además de su espíritu religioso y amor al conocimiento, Urdaneta decidiera tomar el hábito de aquella orden. Cosa que sucedió el 20 de marzo de 1553 en la ciudad de México. Seguramente sorprendió a quienes no lo conocían, el ver no a un joven, sino a un hombre de 45 años que tenía movimientos de soldado y la cara desfigurada, caminar en procesión por las calles de la antigua Tenochtitlan hasta el convento de San Agustín.

En aquella época se comentaba con frecuencia sobre los reinos de Oriente, pero todos estaban convencidos de que el viaje de regreso era imposible. De facto, y después de la desastrosa expedición de Villalobos, Francisco Javier es-cribió pidiendo a los reyes de Portugal que, por amor a Dios, suplicaran al rey de España no mandar más expediciones por aquel mar pues era condenar a todos aquellos hombres a la muerte.34 Es posible que esta carta saliera después de que el jesuita estuvo en contacto con los cuatro agustinos marineros y le narraran sus desastrosas aventuras.

32. J. Grijalba, Crónica de la orden..., p. 117.33. I. Rodríguez, Andrés Urdaneta..., pp. 177-178.34. Carta reproducida por M. Cuevas, Monje y Marino..., p. 366. Véase también I. Rodríguez,

Andrés Urdaneta..., p. 181.

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Los preparativos para la nueva expedición

No obstante las inquietudes por conquistar el Pacífico continuaron. Uno de los más entusiastas fue el virrey Luis de Velasco (1511-1564), que al igual

que su antecesor, veía las ventajas para la colonia novohispana del comercio que podía entablarse con Oriente. En 1559, el virrey escribió a Felipe II pidiéndole apoyo para aquella empresa. Velasco consideraba a Urdaneta un cosmógrafo de primer nivel: “que es la persona que más noticias y experiencia tiene de todas aquellas Islas, y es el mejor y más cierto cosmógrafo que hay en esta Nueva España”.35 Por estas razones Luis de Velasco solicitó a Felipe II que, como capi-tán general, fuera el agustino Andrés de Urdaneta.36 Sin embargo esto no fue po-sible. Urdaneta ya era religioso y no podía tener cargos militares. Por esta razón quedó como capitán Miguel López de Legazpi. Finalmente el rey concedió su permiso y dio su apoyo para la difícil empresa. De esta época es la famosa frase de Andrés de Urdaneta cuando le decían que nadie podía regresar de Oriente a América: “no con una nao, sino hasta con una carreta podría yo regresar de las islas del Poniente”.37

Para esta expedición se suscitó una polémica con otro personaje quien tam-bién se encontraba a favor de una nueva expedición por el Pacífico, Pablo de Carrión. Esta figura fue escogida por el virrey, Luis de Velasco, para viajar a España como portador de mapas, rutas de viaje y planos que convencerían al monarca español de intentar, una vez más, el viaje a Oriente por el Pacífico. La visita de Carrión a España fue un éxito y regresó a México con el permiso real. Sin embargo, ya en Nueva España y a la hora de planear la ruta vino el en-frentamiento con Urdaneta. Pablo de Carrión escribió al rey: “En lo que hemos estado diferentes de pareceres el Padre fray Andrés de Urdaneta, de la Orden de los Agustinos, y yo sobre la derrota y navegación que el Armada [sic.] que va a las Islas del Poniente”.38 La polémica entre ambos personajes fue creciendo, al grado que Urdaneta advirtió al virrey que en caso de ir Carrión en la expedición, él no subiría al barco. Carrión lo narra de la siguiente manera:

No pongo aquí sino la sustancia de la desconformidad de los pareceres que hemos tenido, que es causa por donde creo que me dejan en tierra, porque el Padre fray Andrés ha dicho resolutamente que no se embarcará si el Armada va donde digo; y como el que va por general, que es Miguel López de Legazpi, es de su nación y

35. Citado por M. León Guerrero, “El gran logro descubridor del reinado de Felipe II: el hallazgo del tornaviaje de las Filipinas por el Pacífico hacia Nueva España”. Disponible en: http://www.americanistas.es/biblo/textos/08/08-070.pdf Consulta: enero de 2012.

36. J. Grijalba, Cronica de la orden..., pp. 238-239, reproduce la carta que Felipe II envió a Urdaneta para que encabezara la nueva expedición a Oriente.

37. Citado por I. Rodríguez, Andrés de Urdaneta..., p. 181.38. I. Rodríguez, Andrés Urdaneta..., pp. 44 y 45.

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tierra e íntimo amigo, quiérele complacer en todo, y como el dicho General no tiene ninguna referencia en estas cosas, ni entiende ninguna cosa de navegación, por no lo haber usado, no sabe distinguir lo uno de lo otro, y en todo se abraza a la voluntad del Padre.39

La mayoría de los textos de Urdaneta sobre la preparación del viaje fueron escritos durante los años de 1560 y 1561, ya que la idea era realizar la expedi-ción, a más tardar, en 1562. No obstante pasaron más de tres años antes que este viaje pudiera llevarse a cabo.40

En cuanto a los pertrechos, prácticamente todo podía surtirse en Nueva Es-paña. Lo que se solicitó a Europa fue principalmente vino y aceite. En los do-cumentos se cita la necesidad de instrumentos de navegación. La nave capitana tenía un tonelaje de 550 toneladas, por lo que era un barco muy grande para su época.

Curiosamente la tripulación del barco podía encontrarse en diversos lugares del nuevo mundo.

Siendo caso que en esta ciudad de México y en su comarca y gobernación no hu-biere recauda bastante de las tales personas y de las cosas que será menester para el efecto que está dicho Su Majestad sea próvido de mandar que en cualquier parte de las gobernaciones de la Nueva Galicia, Guatemala, y las demás gobernaciones de estas partes indias, hallándose oficiales como gente de mar y lombarderos y artillería [u] otras cosas cualesquier cosas importantes y necesarias para el buen aviamiento de la dicha armada, se pueda mandar tomar y se tome, pagando y dando a cada uno por cada cosa su justo salario o precio, para que por falta de las tales personas y cosas necesarias, pudiéndose haber en estas partes, no se dilate la obra y efecto de las dichas armadas.41

Sin embargo, los planes de Urdaneta no eran los de llegar a Filipinas, sino a Nueva Guinea y tal vez a Australia. El agustino consideraba que las Filipinas estaban en la zona que Carlos V había rentado a Portugal.42 Al respecto Urdaneta señaló:

39. Citado por Ibid., p. 46.40. J. A. Cervera, “El trabajo científico...”, pp. 507-553. Este autor nos da una excelente idea

de los trabajos científicos de Urdaneta.41. Citado por J. R. Miguel Bosch, “Las dificultades náuticas del tornaviaje”, en Truchuelo

Gracía, Ordizia, Ayuntamiento de Ordizia , 2009, p. 49442. En 1529, España, a través del tratado de Zaragoza, empeñó sus derechos sobre está

zona del mundo a los reyes de Portugal por la cantidad de 350 mil ducados. M. Cuevas, Monje y marino..., p. 83. Cervera, Andrés de Urdaneta..., p. 60. Grijalba, Crónica de la orden..., pp. 240-242.

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Pues es manifiesto y claro que la isla Filipina está dentro de los términos de los del empeño, empero la punta que sale de la dicha isla a la parte del levante está en el meridiano de las islas de Maluco, y la mayor parte de toda la isla está más al Ponien-te del meridiano del Maluco. Y el asiento y concierto de lo capitulado sobre lo del empeño es que desde las islas de Maluco hacia la parte del Oriente en diez y siete grados, metiéndolos por la equinoccial, que son 297 leguas y media, a respecto de 17 leguas y media cada grado, se eche una línea que vaya de polo a polo, y que al Poniente de esta tal línea de aquel semicírculo ninguna de las Armadas de V.M. ni de sus vasallos pueden entrar, ni poblar, ni contratar, etc., hasta tanto que se deshaga la venta o empeño que está hecho. Y porque, como he dicho, la isla Filipina no so-lamente está dentro de lo del empeño, pero aún está, la mayor parte de ella, más al Occidente del meridiano de las mismas islas del Maluco.43

Por otra parte, el monje se negaba a salir por el puerto de Navidad e insistía en que era mejor opción la bahía de Acapulco. A pesar de la decisión de Ur-daneta de no llegar a las Filipinas, el rey, Felipe II, mandó una carta diciendo que la expedición por ningún motivo debería de llegar a las islas Molucas que pertenecía al rey de Portugal, “sino en otras islas que están comarcanas a ellas, así como son las Filipinas y otras que están fuera del dicho asiento dentro de nuestra demarcación, que dice que tienen también especiería”.44 Como puede verse este es un problema de definición científica geográfica. Seguramente en España había otros cosmógrafos que consideraban que las Filipinas estaban en la demarcación del reino de Felipe II. A él convenía más esta interpretación, por lo que mandó que la armada llegara a aquellas islas.

Sin embargo esta resolución se mantuvo en secreto, pues se sabía que Ur-daneta se negaría a ir en la expedición si ésta estaba destinada a aquellas islas y no a Nueva Guinea. Por otra parte, antes de que salieran los barcos, sorpresiva-mente murió el virrey Luis de Velasco quien apoyaba el proyecto de Urdaneta. La expedición quedó a cargo de la administración de la Audiencia de México. La Audiencia elaboró una nueva instrucción la cual mantuvo en secreto y se en-tregó sellada y lacrada a Miguel López de Legaspi con instrucción de no abrirla hasta que se encontrasen a cien leguas de distancia del puerto de salida. Cuando ya habían navegado las cien leguas, el capitán Legaspi mandó llamar a todas las autoridades de los barcos y leyó la instrucción que llevaba tan bien cerrada. En ella, la audiencia ordenaba se enfilara la armada, única y directamente, hacia las Islas Filipinas.45 Todos acataron la orden.

Entre la tripulación fueron también otros agustinos, uno de ello fue el cono-cido cosmógrafo Martín de Rada.46 La marinería constó de 380 hombres, por lo

43. Citado por I. Rodríguez, Andrés de Urdaneta..., pp. 184-185.44. Ibid., p. 190.45. Ibid., pp. 193-194.46. J. Grijalba, Crónica de la orden..., p. 243, hace una curiosa observación sobre Martín

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que es de suponer que iban españoles, criollos, mestizos y también nativos de los reinos de América.

Finalmente la expedición partió el 21 de noviembre de 1564. Estuvo com-puesta por dos naves gruesas, una de 550 y otra de 300 toneladas, un galeón de 80 toneladas, un patache y una fragata.47 Después de muchas vicisitudes y de la perdida del patache “San Lucas”, lograron llegar al archipiélago filipino.48 Resulta curioso señalar que en alguna de las islas encontraron a un nativo de Tlatelolco, quien había llegado hacía más de 23 años en la expedición de Villa-lobos. Este tlaltelolca les fue muy útil como intérprete, particularmente después de que Urdaneta tuvo que regresar a Nueva España. Es interesante hacer notar que no solo viajaban las personas, sino con ellas los instrumentos, conocimien-tos, nuevas palabras y costumbres. Además de significados que se iban creando y recreando a través de estos viajes. Como muestra están las palabras en nahuatl que utilizaron los primeros cronistas de Oriente.49

Aunque en aquel momento el problema de la longitud todavía no estaba resuelto de manera definitiva, sí había formas de ir marcando las coordenadas a lo largo de los viajes. De facto existía la obligación, para capitanes y pilotos de las armadas, de que llevaran cuenta y procuraran saber las coordenadas de los lugares en que se hallasen. De hecho existió en aquella época un tratado de Alonso de Santa Cruz sobre las longitudes: Libro de las Longitudes y manera que hasta agora se ha tenido en el arte de navegar, con sus demostraciones y ejemplos, dirigido al muy alto y muy poderoso Señor don Philipe II de este nom-bre rey de España. El autor del libro intentó publicarlo, sin embargo se prohibió la edición de este tratado, pues los datos de longitud se consideraban en aquella época secretos de Estado.50

de Rada: “hombre el más insigne de su tiempo en la Astrología y Judiciaria, gran teólogo y muy siervo de Nuestro Señor. Pero en esto de la judiciaria fue el más singular hombre que se ha conocido. Las cosas que de él se cuentan en esta materia, son espantosas”.

47. M. Cuevas, Monje y marino..., p. 201.48. El barco San Lucas, comandado por el criollo Alonso de Arellano, después de grandes

aventuras logró regresar a Nueva España. Los tripulantes, agradecidos con la Virgen de Guadalupe de México, llevaron el maltrecho mástil de su barco a la ermita de la nueva virgen. Los documentos y narraciones del padre M. Cuevas, Monje y marino..., sobre este acontecimiento son muy interesantes. Véanse los capítulos XII y XIII.

49. Véase M. Cuevas, Monje y Marino... y A. Morgan, Sucesos de las islas Filipinas. Edición crítica y comentada y estudio preliminar de Francisco Perujo, México, Fondo de Cultura Económica, 2007.

50. J. R. Miguel Bosch, “Las dificultades naúticas...”, p. 500.

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El tornaviaje

El viaje de regreso comenzó el 1 de junio de 1565 en Cebú y concluyó el 8 de octubre de 1565 en Acapulco.51 La expedición partió en la nave capitana

llamada San Pedro. La tripulación fue de alrededor de doscientos hombres. El viaje de retorno no arribó al puerto de Navidad, del que había partido, sino que llegó hasta Acapulco, bahía que había señalado, desde un principio, Urdaneta como lugar ideal para que llegaran los barcos. Como capitán de la nave fue el joven nieto de López de Legazpi, Felipe de Salcedo. El capitán Legaspi entregó a su nieto una carta personal para el rey. En ella reconocía los méritos de Urda-neta.

El gran servicio que a Dios nuestro Señor y a Vuestra Majestad ha hecho el vene-rable Padre fray Andrés de Urdaneta es digno de gran mérito y crecida merced, por haber alumbrado, así en lo espiritual como en lo temporal, en todo lo que en este viaje se ha ofrecido, por no venir en el Armada persona que nos diese lumbre si no fue la suya.52

Las instrucciones para el regreso fueron muy exactas: “Por lo cual conviene, que en cualquiera de los navíos que para acá enviares, venga el dicho fray An-drés de Urdaneta, y será en el navío y con el capitán que él os señalare y pidiere. Y en ello no haya otra cosa, porque de ella se entiende que nuestro Señor Dios y su Majestad serán servidos, y Vos muy presto socorrido con gente y todo lo demás necesario”.53

Urdaneta, al llegar a latitud de Japón encontró la llamada corriente Kuro-Shivo la cual está formada por las aguas que van desde Japón hasta California. Al aprovechar esta corriente resultó que el tornaviaje duro cuatro meses, lo que fue un record para la época.54 El 18 de septiembre vieron las primeras tierras de las costas de Nueva España. Según Urdaneta “fue una isla que se dice San Salvador, que está en treinta y cuatro grados menos un sesmo”.55 El 26 de sep-tiembre de aquel año los navegantes vieron la punta de California. Empezaron a costear y a insistencias de Urdaneta la nave arribó al puerto de Acapulco y no en el de Navidad.

Resulta interesante reproducir una nota de Urdaneta sobre sus mediciones y las de Martín de Rada. Por una parte nos hablan de la exactitud del conocimiento

51. Ibid., p. 481.52. Citado por I. Rodríguez, Andrés de Urdaneta..., p. 216.53. Ibid., p. 214.54. Para los problemas de latitud y longitud del tornaviaje véase: J. R. Miguel Bosch, “Las

dificultades naúticas...”55. Citado por I. Rodríguez, Andrés de Urdaneta..., p. 218.

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de los frailes navegantes y por otro lado del uso que ya se hacía de Copérnico en aquel temprano 1565:

Pues digo ahora que, hallándome yo el año pasado de 1565 en la misma isla ya dicha de Cebú a donde fui en la Armada que fue por general Miguel López de Legaspi por perlado de otros cuatro Religiosos que fueron allá, uno de los cuales dichos Religiosos, llamado fray Martín de Rada, sacerdote y teólogo, natural de la ciudad de Pamplona, buen matemático y astrólogo y cosmógrafo y muy gran aritmético, hombre de claro entendimiento, llevó consigo desde la nueva España por mi interce-sión un instrumento de mediana grandeza, para por él poder verificar la longitud que habría desde el meridiano de Toledo hasta el meridiano de la tierra, a donde Dios fuese servido que aportásemos, y como sucedió que fuimos a la isla de Cebú de suyo contenida, donde yo estuve 31 días antes que diésemos la vuelta para la Nueva Es-paña, en este tiempo el dicho fray Martín de Rada, por estar de asiento en el pueblo de Cebú donde residía de noche e de día con españoles, que allí poblaron, tuvo lugar para muy a su placer poder verificar por estrellas con el dicho instrumento la longi-tud que hay desde la dicha ciudad de Toledo, o su meridiano, hasta el meridiano del dicho pueblo de Cebu, y habiéndolo verificado, halló computando su cuenta hacia el poniente que hay 216 grados y 15 minutos de longitud, conforme a las tablas Alfonsinas, empero conforme a Copérnico 215 grados y 15 minutos, que es menos un grado, de los cuales grados de longitud, sacados de los 43 grados y 8 minutos sus contenidos, quedan según la cuenta de Copérnico, a quien en esta cuenta seguiré, como más moderno, 172 grados y 7 minutos de longitud, que para los 180 grados, que pertenecen a la Corona real de Castilla, faltan 7 grados y 53 minutos, y tantos más al poniente del meridiano de Cebú llega la demarcación de su Majestad.56

Los itinerarios que reportaron fueron muy exactos.57 Los pormenores del tor-naviaje, junto con las cartas marítimas, los mapas, mediciones y las descripciones tuvieron que estar muy bien hechas para que la ruta marítima fuera lo más segura posible.

En el viaje de Acapulco a la ciudad de México, los exploradores fueron muy bien recibidos. Llegaron a los numerosos conventos agustinos que ya había en tierra caliente. Aparentemente, en la ciudad de México se les recibió con gran-des fiestas: “por haber acertado la dicha vuelta, se hicieron alegrías y regocijos, como por cosa muy deseada, por ser conveniente al servicio de Dios nuestro Señor y de su Majestad y bien universal de todos aquellos reinos”.58

En la ciudad de México, Urdaneta hizo una reseña pormenorizada a las au-toridades virreinales y, en diciembre de aquel año, partió a España para informar

56. Citado por J. A. Cervera, Andrés de Urdaneta..., p. 72.57. Como ejemplo puede verse la carta de Juan de la Isla, 1564. Aparentemente los mapas

que dibujó Urdaneta se usaron sin cambios hasta el siglo XVII, J. Grijalba, Crónica de la orden..., pp. 263-264.

58. Citado por I. Rodríguez, Andrés de Urdaneta..., p. 214

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La circulación de hombres, instrumentos, libros y conocimientos... 189

al rey. El agustino entregó todos los mapas, cartas de “marear”, mediciones y datos importantes para el tornaviaje. Éste causó tanta expectación que un co-merciante sevillano escribió:

Y los de México están muy ufanos con su descubrimiento, que tienen entendido que serán ellos el corazón del mundo. Traen en este navío de aviso que es venido ahora acá jengibre, canela, oro en polvo, una arroba de conchas riquísimas, de oro y blancas, joyas de oro, cera, y otras cosas, para dar muestra de lo que en aquella tierra hay y muchas bugerías y otras cosas muy galanas. Y aunque no las trajeran, harto traían en haber descubierto y hallado la navegación por aquellas partes, que es cosa de mucha calidad.59

Urdaneta pasó una corta estancia en España y regresó a su convento de San Agustín en la ciudad de México en marzo de 1567. Después de una vida tan llena de aventuras, murió el 3 de junio de 1568 en la antigua Gran Tenochtitlan.

El tornaviaje dio lugar a la creación de la ruta marítima conocida como la nao de China o el galeón de Manila. En 1566, la nao San Jerónimo salió de Acapulco inaugurando una ruta de intenso comercio, circulación de hombres, instrumentos, conocimientos e intercambios de muchos tipos que concluyó en 1815.

Reflexiones finales

La circulación de personajes, libros, mapas, ideas, conocimientos e instru-mentos nos permiten ver el contacto e impacto que tuvieron diferentes cul-

turas en el siglo XVI. Las rutas marítimas del océano Pacífico permitieron un intercambio económico y cultural cuyo enlace entre Europa y Oriente fue la Nueva España por lo menos en los primeros años del contacto.

Personajes tan olvidados y poco conocidos como los cuatro agustinos na-vegantes, además de Andrés de Urdaneta y Martín de Rada nos muestran la circulación de conocimientos intensa y temprana que se realizó durante el siglo XVI. El material de conocimientos náuticos, mapas, cartas de marear y observa-ciones astronómicas que se concentraron en Nueva España, particularmente en los conventos de los agustinos, permitió planear el tornaviaje y llevarlo a cabo con éxito. Junto al material científico se unieron las descripciones culturales y costumbristas de las nuevas tierras exploradas. La fascinación e incertidumbre

59. “Copia de una carta venida de Sevilla…” citada por L. Knauth, Confrontaciones transpacíficas. El Japón y el Nuevo Mundo Hispánico 1542-1639, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1972, p. 43. También reproducida en su totalidad por M. Cuevas, Monje y marino..., pp. 377-381. I. Rodríguez, Andres de Urdaneta..., p. 220. R. Rivero Lake, El arte Namban en el México virreinal, España, Estiloméxico Editores, 2005, reproduce la portada de la carta, p. 224.

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que ofrecía la otredad encantó a aquellos misioneros que se rehusaron a volver a Europa y prefirieron pasar sus vidas al lado de personas diferentes, con hábitos y culturas opuestas a las suyas. La evangelización tuvo que considerar la oferta cultural de los nuevos conversos y adaptarse en muchos niveles.

La serie de fracasos que presidieron al exitoso tornaviaje de fray Andrés de Urdaneta, podemos considerarlos como experimentos fracasados a lo largo del tiempo, que demuestran como logró circular el conocimiento que permitió el buen desenlace de las navegaciones por el océano Pacífico.

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