LA CO PRODUCCIÓN DE LA INNOVACIÓN · · 2010-08-24apuntalan la dinámica del cambio...
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ii
MIGUEL FEDERICO LENGYEL
Director, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Sede Argentina,
GABRIEL BOTTINO
Investigador Asociado, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Sede
Argentina
iii
Resumen
Este trabajo examina los casos recientemente exitosos de las industrias de maquinaria
agrícola y de agro-biotecnología en Argentina a fin de contribuir a comprender más acabadamente
las características de los procesos de innovación a nivel de la empresa y los factores que la
promueven y permiten su sustentabilidad. Para ello, el trabajo pone énfasis en los procesos y la
arquitectura institucional que moldean la innovación dentro de la estructura de producción de una
región, procurando identificar las motivaciones de las empresas para innovar, las condiciones que
favorecen o inhiben el desarrollo de sus capacidades para hacerlo y los arreglos institucionales que
apuntalan la dinámica del cambio tecnológico y productivo.
El trabajo argumenta que la capacidad innovadora de las empresas en ambas industrias está
estrechamente ligada al desarrollo de formas colaborativas de producción –estructuras industriales
desintegradas o en red- en un contexto de creciente incertidumbre y que la emergencia de “redes
de búsqueda” (search networks), capaces de identificar actores que ya están resolviendo problemas
similares al que enfrentan, es crucial para superar limitaciones de recursos o de conocimientos
para la innovación conjunta. También sostiene que existen en el país algunas precondiciones
institucionales relativamente favorables para la creación de esas redes y que la cuestión debería ser
materia de debida consideración en el diseño de las políticas públicas.
iv
INDICE
1. Introducción……………………………………………………………………...…….……..….1
2. Innovación, territorio y dinámica institucional…………………………………………………4
3. Las industrias de maquinaria agrícola y de agro-biotecnología: su evolución hasta la década de
los 90………………………………………………………………………………………….....11
La industria de maquinaria agrícola……………………………………………………………11
Las actividades agro-biotecnológicas…………………………………………………….……..17
4. Las industrias de maquinaria agrícola y agro-biotecnología, su situación actual………………23
La industria de maquinaria agrícola……………………...……………………………………23
Las actividades agro-biotecnológicas………..………………………………………………….42
5. El desafío institucional y el rol del sector público………………………………………………56
6. Conclusiones…………………………………………………………………………………….61
Bibliografía………………………………………………………………………………………...66
v
TABLAS, GRÁFICOS y MAPAS
Tabla 1: Venta de maquinaria agrícola national e importada, 2002- 2007 (millones de $) …...……………26
Tabla 2 – Variación de la tasa de empleo por subsector industrial, 1996-2007……………………..……...30
Tabla 3 - Erogaciones en I+D por sector industrial…………………………………………………………32
Tabla 4 – Evolución del uso la agricultura de precisión, 1997-2007………………...……………………..35
Tabla 5 – Innovación en la IMA argentina. Marco de incentivos……………..……..……………………..38
Tabla 6 – Solicitudes de registros a INASE por cultivo, 1994-2006 (NGM/GM) ………………………....45
Tabla 7 – Origen de las solicitudes de registro a INASE por cultivo, 1994-2006………………………..... 46
Tabla 8 – Innovación en la ABT argentina. Marco de incentivos………...………………………………...51
Gráfico 1 - Venta de cosechadoras nacionales e importadas – Años 2002 a 2007….………………...…….26
Gráfico 2- Venta de tractores nacionales e importados – Años 2002 a 2007…………...……………...…...26
Gráfico 3 - Venta de sembradoras nacionales e importadas – Años 2002 a 2007…………………...……...27
Gráfico 4 - Exportaciones de maquinaria agrícola, 1998-2008…………………………………..………...31
Gráfico 5 - Inversiones en la industria de maquinaria agrícola, 1998-2007………...………………………31
Gráfico 6 - Producción de semillas para siembra, 1996-2008 (toneladas)…………………………...…….45
Gráfico 7 - Solicitudes de registros presentados ante el INASE: Soja (1994-2006)………………...…… ..45
Gráfico 8 - Solicitudes de registros presentados ante el INASE: Maíz (1994-2006)………………...……..46
Gráfico 9 - Solicitudes de registros presentados ante el INASE: Soja (1994-2006)………………...……...47
Gráfico 10 - Solicitudes de registros presentados ante el INASE: Maíz (1994-2006)…………...…………47
Gráfico 11 - Exportaciones de semillas para siembra, 2001-2007 (toneladas)…………...…………………48
Mapa 1 - Distribución regional de firmas fabricantes de maquinarias agrícola y partes………..………….28
1
1. Introducción
Es casi un lugar común en la literatura especializada que la industria manufacturera argentina ha
exhibido tradicionalmente una capacidad de innovación muy baja. La idea de que la economía de
este país tiene un “cuadrante ausente” en ese campo (Porta, 2005) donde confluirían las
actividades con mayor contenido de conocimientos y mayores encadenamientos -como la
producción manufacturera-, expresa bastante acabadamente la visión dominante.
Los indicadores de ciencia, tecnología e innovación del país contribuyen a apuntalar esta
visión. Mientras que la producción agrícola experimentó en la última década y media un proceso
de modernización notable con un fuerte componente de innovación –basado en la incorporación de
la biotecnología y la adopción de las mejores prácticas productivas (la siembra directa [SD]
primero y la agricultura de precisión [AGP] más recientemente)- que la ubica en la frontera de la
eficiencia internacional (Bisang, 2003; Bisang y Sztulwark, 2006; Delich y López, 2007), la
producción industrial exhibe una propensión innovadora mucho más magra. La evidencia agregada
señala al respecto un retraso relativo importante en dimensiones clave de innovación (inversiones
en investigación y desarrollo [I+D] y en diseño e ingeniería de procesos y productos, entre otras)
no sólo en relación a los países desarrollados sino a otros países de ingresos medios dentro y fuera
de la región. Esta evidencia también indica que la mayor parte de las erogaciones vinculadas a la
innovación se centra en la adquisición de tecnologías incorporadas, que la innovación de procesos
y productos es de poca magnitud y que prevalecen vinculaciones de “baja densidad” entre los
actores de la innovación, públicos y privados (Peirano, 2006; Anllo et al., 2008).
No llama en consecuencia la atención que Argentina no haya logrado mejoras de
productividad sustanciales basadas en la innovación en el período de post-crisis 2001, aún bajo
condiciones macroeconómicas muy favorables (Arza, 2005). Esto es aún más significativo a la luz
del estancamiento de la productividad que el país evidenció en los últimos treinta años: la
productividad en 2007 fue sólo 8% más alta que en 1974 y un 63% mayor que en 1960, sugiriendo
que tuvo lugar una caída notoria de la productividad desde mediados de los años 70.
Efectivamente, la productividad total de los factores (PTF) es hoy casi la misma que en 1980 y su
evolución acompañó en gran medida las fases de crecimiento del producto bruto per cápita
(Sánchez y Butler, 2008).
2
Ahora bien, la visión convencional sobre innovación en Argentina y los datos agregados
que la sustentan no hacen plena justicia a nuevos hechos de desarrollo en el país, en particular la
emergencia en los últimos años de empresas o grupos de empresas muy exitosas, que lograron
apoyándose en la innovación expandirse, mejorar su producción (upgrading) y obtener ventajas
competitivas de largo plazo tanto en el mercado doméstico como en los externos. Se pueden citar
la agro-biotecnología, la producción vitivinícola, de programas de televisión, de indumentaria
intensiva en diseño, de embarcaciones deportivas y de maquinaria agrícola, entre los casos
virtuosos más significativos (Artropoulos y otros, 2007; Yoguel et al., 2008; INTI 2009).
La existencia de estos claroscuros recientes en materia de innovación plantea un dilema no
menor: ¿Son los casos virtuosos rarezas o éxitos fugaces en un escenario que exhibe un patrón
innovador relativamente pobre? o, alternativamente -desde una metáfora à la Hirschman sobre el
desarrollo económico-, ¿pueden verse como piezas de un rompecabezas que es necesario armar y
eventualmente expandir para alcanzar una masa crítica con capacidad de impacto? Desde esta
última perspectiva, estas experiencias son relevantes tanto para el debate reciente sobre
innovación, upgrading y desarrollo industrial como para la formulación de políticas en esas áreas.
En vista de estos desarrollos, este trabajo examina en profundidad los casos recientemente
exitosos de las industrias de maquinaria agrícola (IMA) –particularmente de sembradoras- y de
agro-biotecnología (ABT) en Argentina a fin de contribuir a comprender más acabadamente los
factores fundamentales que promueven la innovación a nivel de la empresa y que permiten su
sustentabilidad. Más en particular, el trabajo pone énfasis en los procesos y la arquitectura
institucional que moldean la innovación dentro de la estructura de producción de una región,
procurando identificar las motivaciones de las empresas para innovar, los diversos factores que
promueven o inhiben el desarrollo de sus capacidades para hacerlo y los arreglos institucionales
que apuntalan la dinámica del cambio tecnológico y productivo.
En este sentido, las premisas que guiaron este trabajo son que dentro de una economía
nacional existe una fuerte heterogeneidad regional y sectorial en materia de organización de la
producción y de prácticas de innovación; que la capacidad innovadora de las empresas está
fuertemente ligada al desarrollo de formas colaborativas de producción –estructuras industriales
desintegradas o en red- en un contexto de creciente incertidumbre; que la emergencia de “redes de
3
búsqueda” (search networks) capaces de identificar actores que ya están resolviendo problemas
similares al que enfrentan es crucial para superar limitaciones de recursos o de conocimientos para
innovar; y que es difícil que estas redes surjan y, más importante, que se mantengan sin ninguna
intervención de más alto nivel –por ejemplo, de una agencia pública competente- que las
promueva, articule y coordine.
El análisis cualitativo que este trabajo desarrolla se aparta, por ende, de cualquier enfoque
lineal o estático de la innovación, que tiende a asumir que el nuevo conocimiento tecnológico
generado a través de la I+D realizada por el sector público o las grandes firmas privadas es de fácil
adopción por los productores, sin que éstos tengan alguna participación sustancial o den
retroalimentación y sin previa consideración de su adecuación a las necesidades productivas.
Considera a la innovación, en cambio, como un proceso que resulta en esencia de interacciones e
intercambios localizados, sistemáticos y abiertos a una permanente redefinición entre agentes
productivos y diversas instituciones, que contribuyen a identificar el conocimiento o los recursos
relevantes en diferentes circunstancias. El trabajo simpatiza en consecuencia con una literatura
creciente que enfatiza la relación entre innovación y geografía, más concretamente con la noción
de sistemas regionales de innovación (SRI), entendiéndolos como configuraciones institucionales
dinámicas a cierta escala (local, regional, etc.) que expresan las articulaciones cambiantes entre
actores y tienden a promover un proceso interactivo y, por ende, colectivo de búsqueda,
generación, circulación, transformación y apropiación del conocimiento. También abreva en el
enfoque de red social -social network approach- (ERS)) que pone énfasis analítico para entender
los fenómenos sociales en las relaciones y lazos dinámicos y cambiantes entre actores
individuales, sin precluir un rol para la agencia y los atributos individuales. Por lo dicho, el trabajo
toma distancia de los argumentos que, desde diversas vertientes analíticas, proponen ciertas
instituciones o diseños institucionales como óptimos para promover los cambios tecnológicos y la
innovación requeridos para el desarrollo. Suscribe en cambio una visión “procesal” de las
instituciones según la cual aquellas que funcionan efectivamente en un momento particular o bajo
ciertas circunstancias son “descubiertas” a través de considerable experimentación, aprendizaje y
auto-correción.
La estructura de este trabajo es la siguiente. La sección 2 revisa sucintamente el debate
académico reciente sobre innovación y desarrollo, focalizando en las fortalezas y limitaciones de
4
los enfoques dominantes para dar cuenta de las tendencias recientes en Argentina y precisando el
abordaje específico que adoptará este trabajo. La sección 3 discute estilizadamente la evolución de
las industrias seleccionadas hasta la década de los 90, enfatizando en particular la evolución de sus
prácticas productivas, estructura organizativa y patrones de innovación. La sección 4 da cuenta
seguidamente de las nuevas realidades en ambas tramas productivas en el contexto de post-crisis
2001/02, haciendo hincapié en las causas y rasgos principales de los patrones emergentes de
producción en red y su impacto en materia de innovación. La sección 5 analiza los principales
desafíos y limitaciones que estos patrones enfrentan para su consolidación y eventual expansión y
los arreglos institucionales emergentes que contribuyen a impulsarlos y apuntalarlos, examinando
en particular la lógica y el rol de las redes de búsqueda. Finalmente la sección 6 presenta las
conclusiones del trabajo puntualizando algunas implicancias para el análisis e investigación futura
en la materia como asimismo para las políticas e instituciones de apoyo a la innovación.
2. Innovación, territorio y dinámica institucional
El análisis académico de la última década y media sobre el desarrollo económico coincide en que
el crecimiento y la competitividad internacional dependen crecientemente de la capacidad de las
sociedades para mejorar (upgrade) sus firmas e industrias, pasando de actividades de bajo a cada
vez más alto valor agregado. También existe consenso que para ello es fundamental el desarrollo
de las capacidades locales de innovación para realizar mejoras continuas de productos, procesos y
funciones (Doner et al., 2005; Giuliani et al., 2005, Kaplinsky, 2006, Lundvall et al., 2006). Sin
embargo, cuando se trata de determinar como los actores privados y públicos generan esas
capacidades y los factores que facilitan o inhiben ese proceso existe aún un debate importante. En
este sentido, América Latina es un área de especial interés dado -salvo contadas excepciones- su
record histórico de experiencias fallidas de desarrollo, el carácter frecuentemente pendular de sus
políticas, sus estructuras sociales fragmentadas y su débil entramado institucional.
Existe, obviamente, más de un abordaje a esta cuestión. En el caso particular de la industria
argentina se podría argumentar, a la luz del profundo proceso de apertura del mercado doméstico y
desregulación que el país transitó en los años 90, que el giro hacia un modelo de desarrollo
orientado por el mercado dio lugar a que rasgos particulares de la firma individual (tamaño, acervo
de conocimiento, acceso al crédito, etc.), juntamente con la dotación de recursos económicos y
5
sociales del contexto en el que ella opera, den cuenta de las variaciones recientes en términos de
upgrading y comportamiento innovador.
Mientras que este trabajo no desestima el impacto de los “castigos” (mayor exposición
competitiva) y “premios” (incentivos de mercado, acceso a nuevas tecnologías, conocimientos y
mercados) de las políticas de liberalización, existen razones para ser cautos acerca del poder
explicativo de los factores antes mencionados. Como se verá en este trabajo, en el caso particular
de la IMA, por ejemplo, no existía al momento del giro de políticas una diferencia importante en la
estructura de firma de sus distintos subsegmentos, todas las empresas se hallaban situadas en el
mismo espacio socio-institucional y todas operaban bajo el mismo esquema de incentivos de
mercado, marcos regulatorios y derechos de propiedad. Sin embargo, como el trabajo también
señala una y otra vez, una altísima heterogeneidad caracterizó la experiencia competitiva e
innovadora de los subsegmentos de esa industria en la última década y media.
A ello se agrega que tanto en la producción local de maquinaria agrícola como de
productos agrícolas con aplicación de biotecnología, concretamente semillas, la innovación es
incremental y altamente idiosincrática debido a la variedad de suelos, climas y prácticas de
producción, requiriendo la adecuación de estándares, tecnologías y conocimientos a las
particularidades locales. Dadas estas condiciones, el mejoramiento continuo de la calidad y la
progresiva sofisticación del producto difícilmente sean sólo el resultado de los recursos internos de
la empresa o del acceso relativamente irrestricto a las tecnologías disponibles.
Un marco de análisis alternativo sobre upgrading y competitividad en países emergentes,
enraizado en teorías evolucionistas y sistémicas de la empresa (Dosi et al., 2000; Giuliani et al.,
2005; Pérez-Alemán, 2005; Yoguel & Boscherini, 2001), sostiene, para decirlo sucintamente, que
las empresas crean valor incrementalmente a través de la adquisición de capacidades para
introducir mejoras e innovar sobre la base de recursos colectivos y coordinación; por lo tanto, esas
capacidades son función frecuentemente de redes interfirma y de vinculaciones institucionales. En
otras palabras, constelaciones de redes privadas y público-privadas ayudan a la empresa individual
a obtener recursos y aprender, como asimismo a coordinar esfuerzos colectivos para la solución de
problemas.
El enfoque de los “sistemas regionales de innovación” (SRI) es parte de esta línea de
6
análisis y ha ganado en la última década y media creciente popularidad en los círculos académicos
y de formulación de políticas como marco para entender los procesos de innovación a determinada
escala espacial (local, regional, etc.). Aunque no hay una definición única de SRI (Doloreaux y
Parto, 2005) ni tampoco se ha logrado plenamente el reconocimiento de los rasgos generales que
los caracterizan (Yoguel et al., 2008), el enfoque presenta un argumento crecientemente
desarrollado sobre el valor estratégico de la generación de conocimiento para la competitividad y
el desarrollo económico, la naturaleza relacional de ese fenómeno y el rol del ambiente socio-
institucional local/regional en el que la firma está inmersa.
En este sentido, varios son los aportes que este enfoque provee para abordar el estudio de
las industrias propuesto en este trabajo. En primer lugar, la vinculación entre conocimiento y
espacio; es decir, tal cual ya lo expresara Marshall (1890) mas de un siglo atrás, que el aprendizaje
y la innovación se dan preferentemente en articulaciones productivas concentradas espacialmente.
Desde este perspectiva la innovación es un fenómeno localizado y enraizado localmente, no un
proceso “sin lugar” (Storper, 1997; Cooke, 2001; Asheim y Gertler, 2004). El enfoque de SRI
asigna, en consecuencia, un peso significativo a la proximidad en tanto existen claros beneficios
que se derivan de las ventajas de localización y de concentración espacial. Sin ser exhaustivo se
pueden señalar entre ellas los efectos residuales (spillovers), las externalidades y, quizás más
importante aún, la circulación de información y conocimientos requeridos para la innovación.
En línea con esto último, el enfoque de SRI enfatiza el valor del aprendizaje interactivo, es
decir la adquisición de conocimientos y competencias a través de relaciones intensas y
sistemáticas de colaboración entre firmas y agentes generadores de conocimientos. En una primera
etapa el énfasis estuvo colocado en el primer eje de vinculaciones, en particular entre productor y
usuario, para pasar a reconocer posteriormente un entramado más complejo que incluye los lazos
horizontales interfirma y entre éstas y diversas instituciones del entorno próximo (institutos de
educación superior e investigación, agencias de transferencia de tecnología, organizaciones de
formación vocacional, instituciones financieras, asociaciones empresariales, etc.) (Asheim y
Coenen, 2005). Más aún, también se ha otorgado creciente importancia recientemente a las
interacciones entre productores y usuarios “líderes”, es decir aquellos con capacidad para detectar
necesidades mucho antes que los mercados de masas y que, a veces, hasta desarrollan sus propias
respuestas adaptativas a las mismas (Franke et al., 2005; Jeppensen y Frederiksen, 2006). Más allá
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de estos matices, el punto a resaltar es que la importancia asignada al aprendizaje colectivo
resultante de las relaciones colaborativas entre distintos agentes públicos y privados revela la
naturaleza sistémica que el enfoque de SRI le otorga a la innovación.
Finalmente, un tercer aporte interesante del enfoque consiste en el status de variable clave
que le asigna a la configuración institucional local/regional en tanto factor que moldea la
estructura de interacciones entre los distintos agentes económicos y sociales y determina, por ende,
la mayor o menor capacidad del sistema de innovación para identificar, adquirir y diseminar el
conocimiento relevante para generar mejoras productivas e innovación (Doloreaux y Parto, 2005;
Saxenian, 2007; Lundvall et al., 2007; Storper et al., 2007). Aunque no existe una
conceptualización uniforme ni una definición acabada de la arquitectura institucional de un SRI
–no obstante los esfuerzos que se han hecho en ese sentido (Cooke et al., 2004; Polenske, 2007)-1
algunos aspectos que son recurrentemente mencionados en los análisis, a veces identificados como
“estructura blanda” o “capital social”, incluyen tanto factores objetivos tales como organizaciones
y asociaciones de diversa índole (gremiales, educativas, de investigación, regulatorias, etc.) con
sus correspondientes reglas y procedimientos como factores más subjetivos e intangibles tales
como patrones de comportamiento, valores compartidos, reciprocidad y confianza.
No obstante los aportes del enfoque de SRI para comprender mejor las condiciones para el
progreso productivo y la innovación, el mismo ofrece algunas aristas que ameritan mayor reflexión
con vistas al abordaje de los casos de innovación productiva planteados en este trabajo. En primer
lugar, la mayor parte de los estudios de SRI se refieren a experiencias virtuosas en los países
desarrollados caracterizadas tanto por interacciones locales robustas y procesos fluidos de
circulación de conocimiento entre agentes como también por densos tejidos institucionales de
apoyo. Este no es, sin embargo, el caso en la mayoría de los países en desarrollo; por el contrario,
las aglomeraciones de empresas en estos países tienden a exhibir vinculaciones débiles, con
instancias limitadas de cooperación y escaso desarrollo de las instituciones locales vinculadas a la
producción; es decir, ninguno de los activos que favorecerían el aprendizaje interactivo pro-
1 Esto ha dado lugar a que la literatura sobre SRI revele una heterogeneidad importante entre sistemas en términos de sus conformación y funcionamiento institucional y que haya proliferado una variedad de tipologías sobre los mismos que privilegian distintos componentes o rasgos institucionales en su construcción (cantidad y características de los agentes, densidad y morfología de las vinculaciones formales e informales, etc.) (Ver, por ejemplo, Cooke, 2004; Mc Dermott et al. 2007).
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innovación. Este era precisamente el caso hasta hace unos años de la IMA examinada en este
estudio, en la que predominaban en las empresas conductas oportunistas y rentísticas con escasas
instancias de intercambios cooperativos interfirma y de vinculaciones con las instituciones locales
de producción de conocimiento y asistencia técnica. Por otra parte, la existencia de conglomerados
de empresas con instituciones y asociaciones fuertes y sus correspondientes lazos, normas sociales
y vínculos con las firmas puede ser autolimitante, obstaculizando la generación y circulación del
conocimiento, la acción concertada amplia y una innovación difundida. Esta no es una situación
inusual en distintos sectores de actividad económica en Argentina, un país conocido en distintos
ámbitos por sus instituciones y capital social disfuncionales. El vínculo entre proximidad,
cooperación, aprendizaje interactivo e innovación no es, en consecuencia, automático ni unívoco
como tampoco inmutable al cambio; se requiere, en consecuencia, una exploración más profunda
sobre como la producción y difusión de conocimiento y la capacidad de innovación a nivel de la
empresa se enraízan en la relaciones sociales, especialmente en mercados emergentes.
En el mismo sentido, si bien el enfoque de SRI hace una contribución importante para
entender los fundamentos institucionales de la innovación, su foco en configuraciones
institucionales virtuosas y su énfasis en la descripción de sus elementos y atributos supone un
sesgo a concebir las instituciones como activos preexistentes o precondiciones (v.g., instituciones
como dotaciones o endowments) de la actividad de innovación a escala regional. El análisis tiende
a quedar circunscripto entonces a los elementos constitutivos de la arquitectura institucional de los
SRI y a como mejor interpretar su rol en la promoción de la capacidad innovadora de la empresa.
Nuevamente, en economías en desarrollo o emergentes no es usual encontrar, aun en presencia de
agrupaciones de empresas en un espacio territorial acotado, el conjunto de instituciones articuladas
y que se refuerzan mutuamente que se describe en la literatura sobre SRI. Como lo han puesto
unos autores, “…si consideramos que un SRI solo existe cuando todos sus aspectos sistémicos
están en su lugar, sería imposible buscar e identificar algún SRI en los países en desarrollo”
(Chamanade y Wang, 2008). ¿Significa esto que estos países están condenados a quedar rezagados
en la carrera innovativa, salvo que por alguna razón generen espontáneamente la dotación
institucional requerida o se vean forzados a hacerlo cuando su estancamiento les impida resistir la
presión de competidores más exitosos? Los casos de la IMA y ABT examinados en este trabajo
son muy pertinentes en relación a esta cuestión por tratarse de experiencias muy exitosas de
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despegue y upgrading productivo con fuerte anclaje territorial sin contar inicialmente con las
condiciones institucionales de base que haría presuponer el enfoque de SRI.
A la luz de estas consideraciones este trabajo complementa los insights provistos por ese
enfoque con los que ofrece el análisis de redes sociales, ERS (social network analysis). Mucho del
trabajo reciente sobre upgrading, restructuración productiva e innovación en países emergentes
basado en esta perspectiva coincide con la de SRI en que los lazos socio-económicos interfirma
pueden ser cruciales para mejorar su rendimiento y generar capacidades innovativas al ayudarlas a
resolver problemas de coordinación (Mc Dermott, 2002; Guiliani y Bell, 2005), canalizar recursos
e información, dar lugar a capacidades “combinatorias” para adaptarse en contextos turbulentos
(Kogutt, 2000) y, por sobre todo, permitirles involucrarse en formas novedosas de resolución
colectiva de problemas (MacDuffie & Helper, 2006). Como en el caso del enfoque de SRI, el
argumento se ha hecho extensivo a las relaciones con otras organizaciones e instituciones. Varios
estudios señalan la contribución, por ejemplo, de asociaciones empresariales e instituciones
públicas a la provisión de servicios de información clave y a la promoción de nuevas formas de
acción conjunta en áreas como capacitación e I&D (Safford 2004, Zuckerman y Sgourev, 2006,
Powell et al., 2005). También destacan, cuando la imbricación es con una amplia variedad de
instituciones, la posibilidad de acceder a una diversidad de información, estándares, tecnologías y
fuentes heterogéneas de conocimiento que potencian la capacidad de la firma para aprender y
recombinar recursos (Pérez-Alemán 2005, Stark, 2001).2
No obstante esta coincidencia, muchos de estos análisis –especialmente aquellos que dan
prioridad a las variables de proceso- están menos preocupados por identificar los “fenotipos” de
relaciones sociales y sus precondiciones institucionales asociados al upgrading y la innovación. Su
interés radica, en cambio, en explorar los procesos en los que los agentes económicos y diversas
organizaciones vinculadas a la producción experimentan con nuevas formas de interacción, roles y
reglas que posibilitarían aprovechar condiciones institucionales pro-innovación ya existentes,
redefinir las disfuncionales o a crear nuevos arreglos institucionales. Desde esta perspectiva, la
2 Debe señalarse, sin embargo, que investigación más reciente remarca los límites de la diversidad de vinculaciones con el argumento de que el resultado en términos de rendimiento puede en determinado punto estar inversamente relacionado a la diversidad y amplitud de la red relaciones porque los costos superan la capacidad y el conocimiento al que se accede es muy codificado o demasiado tácito. (Laursen y Salter 2006).
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generación (usualmente incremental) de capacidades de upgrading e innovación en la empresa
requiere un aprendizaje social continuo en el que las instituciones que lo facilitan pueden ser tanto
el punto de partida como el resultado de ese aprendizaje. En otras palabras, el upgrading y la
innovación a nivel de la firma individual requieren un aprendizaje colectivo facilitado por
instituciones que se descubren, construyen y reconstruyen como parte del proceso de aprendizaje
mismo.
Análisis recientes con este enfoque sobre clusters y conglomerados geográficamente
compactos de empresas en países en desarrollo muestran que se han dado experiencias de progreso
productivo e innovación en contextos en los que a priori no estaban dadas las condiciones sociales
e institucionales favorables (Sabel, 2004). Muestran asimismo que existe una cantidad importante
de variaciones, mas o menos sutiles, en las instituciones y arreglos que han demostrado ser
funcionales para promover la innovación, tanto entre clusters como al interior de los mismos
(Guiliani et al., 2005, Stark y Vedres, 2006). Varios de estos análisis también demuestran la
incidencia de distintas variables de procesos en el resultado que la interacción a nivel regional
entre empresas y entre ellas y diferentes constelaciones de instituciones privadas y públicas ligadas
a la producción genera en términos de creación y circulación de conocimiento e innovación. En el
caso particular de la industria del vino en Argentina, por ejemplo, aspectos tales como formas
participativas de “gobernanza local” de la producción, el monitoreo mutuo entre los agentes
productivos e institucionales y la capacidad del gobierno local para proveer bienes públicos
críticos y vincular a las empresas con fuentes de conocimientos externos a la región explican en
gran medida la diferente experiencia entre provincias con dotaciones de recursos muy similares
(Mc Dermott, 2007).
En función de lo dicho, este trabajo se apoyará tanto en el enfoque de SRI como marco de
referencia como en los aportes conceptuales del enfoque de redes sociales a la cuestión de la
innovación para examinar la experiencia reciente de la IMA y ABT en Argentina. En línea con
esto, enfatizará el rol de las instituciones regionales vinculadas a la producción, concebidas como
procesos (en lugar de endowment) que expresan y a la vez influyen la forma en que los actores se
vinculan e interactúan. En este sentido, el trabajo le asigna un fuerte carácter experimental al
proceso de gestación de las instituciones para la innovación a nivel regional en tanto que conlleva
considerable exploración, aprendizaje y redefinición por parte de los diferentes agentes que
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interactúan en el mismo. Esto se considera particularmente relevante en el contexto actual de
incertidumbre “endémica”, en el que actores privados y públicos por igual enfrentan el desafío de
defuir permanentemente hacia donde y como moverse y el valor de un “sistema de innovación” se
define en gran medida por su capacidad de buscar las nuevas oportunidades y, a la vez, la manera
de aprovecharlas. La expectativa es que esta forma de abordaje permita echar luz sobre como las
instituciones para la innovación a nivel regional co-evolucionan con las prácticas y estrategias
productivas cambiantes de las empresas, cual es el tipo de arreglos institucionales que requiere el
movimiento de las firmas hacia la agregación de valor y la innovación, y las implicancias de este
cambio para las políticas públicas.
3. Las industrias de maquinaria agrícola y de agro-biotecnología: su evolución
hasta la década de los 90
La industria de maquinaria agrícola
La historia de la IMA en Argentina está en buena medida ligada a los vaivenes de la producción
agrícola en el marco de reglas de juego e instituciones económicas altamente inestables en el corto
y largo plazo. Las primeras expresiones de la industria se remontan a fines del siglo XIX, más
concretamente 1878, cuando colonos italianos asentados en lo que se conocería como la “pampa
gringa” (el espacio geográfico que comprende el sudoeste de la Provincia de Santa Fe, el sudeste
de la de Córdoba y el noroeste de la de Buenos Aires) fabricaron los primeros instrumentos de
labranza para atender las necesidades de una explotación agrícola que comenzaba a expandirse.
En los años que siguieron hasta la Segunda Guerra Mundial se configuró una IMA nacional
de pequeñas empresas familiares de carácter artesanal sobre la base de la incorporación de nuevas
técnicas y diseños y su adaptación al medio local. En el contexto de una economía abierta y de
inexistencia de una política de apoyo a su desarrollo, esta incipiente industria se abrió paso
compitiendo con los equipos importados que abastecían la pujante demanda local y, a partir de la
década del 20, con la producción de las firmas internacionales que por entonces se instalaron en el
país.3 Jugaron a su favor inicialmente la alta propensión de la producción agrícola local a
3 Además de la pionera Case CO que se instaló en 1899, International Harvester, Emerson Branthingham y General Machina lo hicieron a lo largo de la década del 20 (Rougier, 2006).
12
incorporar maquinaria a fin de superar las restricciones de mano de obra4 y el alto precio del
equipamiento importado. Las limitaciones a las importaciones derivadas de la crisis del 30
reforzaron el estímulo al desarrollo de una IMA local que, hacia finales de esa década, fabricaba
diversos implementos como rastras y trilladoras y comenzaba a incursionar en la producción de
cosechadoras, sembradoras y tractores. Por supuesto, el horizonte de la industria era el mercado
interno con una proyección externa inexistente aún a los mercados menos exigentes como los de
los países vecinos.
Debido a su énfasis en la adaptación esta industria se “especializó” en su fase inicial en
fabricar partes para reposición, introducir mejoras al equipamiento existente y adecuarlo a las
necesidades locales, o reproducir modelos importados. Sin embargo, pudo exhibir asimismo
algunas innovaciones de fuste. Se destacan en particular el desarrollo de la primera cosechadora
automotriz del mundo en 1929 y la fabricación de la primera cosechadora de lino en 1932 (que
luego la compañía canadiense Massey Harris comercializaría en todo el mundo). Estos desarrollos
fueron sin embargo experiencias individuales y aisladas que, no obstante la magnitud del evento
innovativo, no expresaban un patrón de comportamiento difundido en el resto de la industria ni
eran siquiera una práctica sistemática por parte de las propias empresas que habían logrado los
nuevos desarrollos. La innovación fue más bien el resultado de una conjunción aleatoria de
circunstancias favorables: la necesidad de resolver problemas productivos muy concretos, aunada
al ingenio individual y al conocimiento obtenido de la experimentación con mejoras al equipo ya
existente en el rubro agrícola o en otros afines.
En los 15 años posteriores a la Segunda Guerra Mundial la IMA argentina tuvo un fuerte
crecimiento y terminó de definir su configuración organizativa y productiva en el marco del
modelo de industrialización por sustitución de importaciones (ISI) adoptado por el país con eje en
una alta protección del mercado interno y un fuerte activismo del Estado en la promoción de las
actividades industriales.5 La IMA entró en esta fase con un envión importante por los problemas
que la Segunda Guerra provocó en el abastecimiento normal de maquinarias agrícolas, pero el
4 La cosecha manual de granos requería a comienzos del siglo XX una “verdadera movilización humana” de entre 600 y 800 mil personas, cuando Argentina contaba con una población de poco más de 10 millones de habitantes. 5 La IMA fue incluida en 1951 en un régimen de promoción industrial que contemplaba permisos de importación de materias primas y créditos blandos de la banca pública para la expansión de cerca de un centenar de establecimientos industriales. Los planes de producción del gobierno para esas empresas contemplaban la producción de 1700 cosechadoras, 50.000 implementos de tracción a sangre y otros 15.000 para tractores (Rougier, 2006).
13
mayor impulso provino –en el contexto de la nueva política económica- del proceso de
mecanización de la cosecha de cereales a comienzos de la década del 50, particularmente la de
maíz que insumía una gran cantidad de mano de obra. Fue precisamente en el marco de ese
proceso que se produjo la tercera innovación importante lograda en Argentina, a saber, el primer
cabezal maicero para trilla directa que sería adoptado poco más tarde en Estados Unidos y otros
países.6
Como resultado de este proceso, hacia finales de la década del 50 muchas de las empresas
pioneras habían aumentado notablemente su capacidad productiva, se habían sumado nuevos
emprendimientos a la industria como productores de bienes finales o agropartistas vinculados a
demandas locales o regionales, y empresas dedicadas a la producción siderúrgica o metalúrgica se
habían “reconvertido” a fin de atender las nuevas demandas provenientes de la producción
agrícola en constante progreso. Se sumó a esto la radicación en el país de filiales de empresas
multinacionales fabricantes en particular de tractores, en el marco de un proceso de apertura
selectiva al capital extranjero. Esto se tradujo inicialmente en la instalación de Fiat en la provincia
de Córdoba en 1954, proceso que se generalizó hacia fines de la década con la radicación de otras
empresas multinacionales como John Deere, Massey Ferguson y Deutz Fahr. La política estatal de
apoyo a la mecanización del agro siguió en los años 60 a través de una serie de medidas de aliento
a la demanda como créditos a mediano plazo con tasas de interés preferenciales y desgravación
impositiva a la compra de maquinaria agrícola. Estas medidas favorecieron un agresivo proceso de
sustitución de importaciones, particularmente en el rubro de cosechadoras, por firmas tales como
Vasalli, Bernardín, Senor, Gema y Rycsa.
A raíz de estos desarrollos, se había consolidado hacia comienzos de los años 70 una IMA
que tenía como rasgo central y principal activo competitivo la adecuación de su oferta productiva a
las particularidades (tamaño, suelo, clima, tipo de cultivos) de las explotaciones agrícolas
fundamentalmente de la pampa gringa, de manera de poder atender variaciones a veces
6 Esta innovación desarrollada por la firma Roque Vasalli consistió en la adaptación de la cosechadora de granos finos a la recolección y desgrane simultáneo de maíz a través de una plataforma que introdujo algunos ajustes en el funcionamiento de la cosechadora, especialmente en el cilindro y en la limpieza. La ventaja de esta proceso frente al de las espigadoras tradicionales era que requería una inversión relativamente baja para la adaptación del equipo, extendía el uso de la cosechadora a una mayor cantidad de días en el año ya que podía ser utilizada para otros cultivos además del maíz y porque entregaba el maíz ya desgranado, evitando una segunda operación y facilitando mediante el graneo su manipuleo y almacenaje posterior.
14
importantes en las demandas locales y regionales. En este sentido, la industria se destacó por un
mix de productos que cubría una amplia variedad de tipos, modelos y versiones en series cortas de
producción, si bien con importantes deseconomías de escala y un grado reducido de
interoperabilidad entre implementos de diferentes modelos (Gutman et al., 2006). Dentro de este
patrón general de aprovechamiento de nichos productivos, existían matices entre los diversos
segmentos de la industria en cuanto a la estructura de firmas y las prácticas organizativas y
productivas para generar su canasta diferenciada de productos.7
La consolidación de este perfil productivo, que privilegiaba la flexibilidad para atender una
demanda diferenciada y la gradual agregación de valor, reflejó algunos cambios importantes en la
organización de la producción, el comportamiento tecnológico, las prácticas de innovación y las
estrategias comerciales al menos de las firmas locales que “lideraban” el desarrollo de la industria.
Muy sintéticamente y a título ilustrativo se puede mencionar la disminución del nivel de
integración vertical con el consecuente desarrollo parcial de una red de proveedores de partes y
componentes, el mejoramiento de la tecnología de productos y en menor medida de procesos vía
mayormente la incorporación de tecnología, la implementación de actividades internas de I+D, la
realización de esfuerzos de innovación que trascendían el sesgo adaptativo previo y buscaban el
desarrollo de nuevos productos, y la realización de los primeros intentos de conquista de mercados
externos (que hicieron que las exportaciones llegaran a representar la mitad de las ventas de las
cosechadoras producidas en el país y casi el 20% de las de tractores) (García, 1998, 2001 y 2005).8
7 En el segmento de tractores predominaban las filiales de las grandes firmas transnacionales radicadas en el país, que realizaban adaptaciones a sus modelos estándar de manera de proveer unidades de menor complejidad tecnológica que en los países desarrollados y mayor potencia media que la de los países en desarrollo, redundando en un equipo de relativa alta potencia a bajo costo. En el segmento de cosechadoras, entretanto, se hicieron fuertes las firmas nacionales de mayor porte que tendían a producir a costo razonable equipos de gran tamaño y fácil mantenimiento para distintos tipos de prestaciones o re-adaptables a través del recambio de algún componente crítico (Ej., las plataformas de cosecha). En el caso de sembradoras, finalmente, un mayor número de firmas nacionales de menor porte relativo progresó a través de una estrategia de producción que combinaba la versatilidad para adaptar equipos universales a distintos destinos con la producción de maquinaria “personalizada” para usos específicos. 8 El caso de la empresa Vasalli SA, conocida como Don Roque por el nombre de su fundador, ejemplifica acabadamente este sendero de desarrollo. Fundada en 1949, introdujo como ya se señalara la primer plataforma recolectora de maíz (desmontable, para la utilización de los equipos con las trilladoras comunes), acompañó a partir de comienzos de los años 50 el desarrollo de talleres proveedores de piezas, diseñó en 1954 una nueva cosechadora, abandonando el método de la reforma usado hasta entonces e inició en 1956 exportaciones a países vecinos. A comienzos de los años 70, la planta de Vasalli ocupaba cerca de 400 personas entre operarios, técnicos y administrativos, tenía capacidad para producir 500 cosechadoras anuales de distintos modelos y alrededor de 300 equipos maiceros, y detentaba el 35% del mercado doméstico de cosechadoras.
15
Desde mediados de la década del 70 hasta finales de los años 90 la IMA argentina enfrentó
una nueva fase de fuertes turbulencias a raíz de abruptos cambios en el régimen de política
económica y de una alta incertidumbre sobre la marcha de la economía que pusieron en jaque y en
buena medida reconfiguraron su proceso de desarrollo. La etapa de apertura de la economía entre
1976 y 1981, con una severa rebaja arancelaria, caída del tipo de cambio, desregulación de las
importaciones y suspensión de los incentivos fiscales y crediticios a la industria, expuso a la IMA
local a una agresiva competencia externa que menoscabó su posición de mercado y generó una
fuerte caída de rentabilidad, expulsión de mano de obra y cierre de muchas empresas.9 Entre 1982
y 1990, no obstante el retorno a políticas de mayor protección que redundaron en cierta
recuperación de la industria hasta 1986, una combinación de factores (alto grado de incertidumbre
sobre el rumbo económico, fuerte contracción del mercado interno, elevada variabilidad de los
precios de los insumos, caída de los precios internacionales de los granos y disminución del ritmo
de mecanización) implicaron un nuevo proceso de ajuste de la IMA local, con cierta dosis de
heterogeneidad entre los distintos segmentos –rasgo que, como se verá, tendió a acentuarse desde
mediados de los 90-.10 Desde una perspectiva de largo plazo ese proceso produjo un nuevo cierre
de empresas con impacto muy negativo en el nivel de empleo, la racionalización de numerosas
líneas de producción de empresas multinacionales en el segmento de tractores, una desarticulación
más profunda de la red de contratistas locales y la reducción o, inclusive, discontinuación de los
esfuerzos de I+D y de mejora de la tecnología de productos y procesos.
La fase macroeconómica 1992-2002, de nueva liberalización, estabilidad cambiaria (con
retraso creciente del valor de la moneda local a lo largo de la década) y avances en la
conformación del MERCOSUR, implicó fuertes cambios para la IMA en la segunda mitad de la
década, con una heterogeneidad creciente en el desempeño de sus segmentos en el nuevo escenario
regulatorio y competitivo. Hasta 1996, la disponibilidad de abundante financiamiento y el aumento
de los precios de los cereales y oleaginosas en los mercados mundiales permitieron cierta
9 En 1980, en un contexto de disminución de la demanda interna y crecientes dificultades para exportar, las ventas de tractores y cosechadoras se redujeron a la mitad, con una situación un poco más atenuada en el caso de sembradoras e implementos. El caso extremo fue el del segmento de tractores que pasó de una producción de 22.000 unidades en 1977 a 1.300 cuatro años más tarde. También en esos años aumentó significativamente la proporción de componentes importados incorporados a los equipos fabricados en el país. En términos de importaciones de equipos terminados, prácticamente el 85% del valor de las compras correspondieron a tractores y cosechadoras. 10 Distintas estimaciones indican que el tamaño del mercado doméstico de tractores en la década del 80 fue un 43% menor que en la del 70, el mercado de cosechadoras un 41% más reducido y el de sembradoras un 27%, revelando un mejor desempeño relativo que los otros dos segmentos.
16
recuperación de la demanda local de equipos agrícolas. A partir de entonces, el cambio de estas
condiciones indujo la profundización del proceso de racionalización de la IMA, especialmente en
el caso de cosechadoras y tractores. Algunas cifras señalan la dimensión de este proceso: entre los
períodos 1990-96 y 1997-2002 la producción de tractores se redujo 53% y la de cosechadoras 30%
pero, significativamente, la de sembradoras aumentó 16% y la de pulverizadoras autopropulsadas
58%, considerando los valores promedio para ambos períodos. En paralelo, las importaciones de
cosechadoras y tractores avanzaron sobre la producción local hasta obtener cerca del 80% del
mercado en ambos productos; su incidencia en los segmentos de sembradoras y pulverizadoras
fue, en cambio, prácticamente irrelevante. Una reorientación substancial de las estrategias de las
empresas multinacionales productoras de tractores y cosechadoras acompañó la dinámica
señalada: hacia fines de la década estas empresas empezaron a relocalizar sus plantas en Brasil,
pasando a importar desde allí equipos terminados y a destinar la plaza argentina a la producción de
algunos insumos o ensamblaje de componentes.
El mejor desempeño de los productores de sembradoras vis-a-vis los de cosechadoras y
tractores en el contexto de apertura económica y creciente globalización de la producción de los
años 90 se mantuvo en el escenario macroeconómico y sectorial más favorable post-crisis y
devaluación 2001-02.11 Surge entonces el interrogante sobre las razones de esta persistente
diferencia de desempeño competitivo. Adelantando el argumento que se desarrollará en las
siguiente sección, la respuesta es que los cambios en la producción agrícola argentina desde
mediados de los años 80, concretamente la masiva adopción de una tecnología de procesos
altamente novedosa como la siembra directa (SD), generaron una oportunidad de mercado para la
producción de equipos de siembra12 que los fabricantes locales aprovecharon a través de una
11 Este escenario conjugó precios relativos más favorables para la producción nacional de maquinarias, con precios muy altos de los principales cultivos del país, que se tradujeron en un incremento muy fuerte de la demanda de equipos de fabricación local como asimismo, a través de un proceso de “sustitución de importaciones en una economía abierta”, en la disminución de la cantidad de piezas y componentes importados empleados en la producción doméstica y su reemplazo por componentes de origen local. 12 La SD consiste esencialmente en la reducción de las tareas de labranza, sin roturación de la tierra ni procesos asociados, como el emparejado y las labores posteriores de cobertura, recurriendo en cambio a un procedimiento único (apertura de un surco, donde se depositan la semilla y los fertilizantes, que luego se lo aplasta). En términos de las prácticas agronómicas, la SD permite ganancias importantes de productividad y ahorro de costos directos de producción, y es un vector fundamental para el desarrollo de técnicas de doble cultivo (soja/trigo) debido al ahorro de tiempo que genera permitiendo incluir ambas cosechas en un solo ciclo. Las características de la nueva técnica requieren de cambios importantes en el equipamiento, particularmente en el tren de siembra y las prestaciones de las sembradoras, aunque su impacto sobre los bienes de capital plantea también el uso de tractores de mayor porte y
17
estrategia de niching fuertemente basada en la innovación creciente de productos. La pregunta que
se plantea necesariamente es por qué los fabricantes locales pudieron aprovechar esta oportunidad.
Después de todo, la historia económica de Argentina está plagada de oportunidades similares que
fueron una y otra vez sub- o directamente desaprovechas. En otras palabras, ¿qué explica la
capacidad en este caso de los productores para no dejar pasar el tren? La respuesta es una historia
muy rica -e inesperada según las visiones dominantes sobre innovación en Argentina- de
construcción “de abajo hacia arriba” de capacidades organizativas e institucionales de innovación.
Antes de entrar en el análisis de ese proceso vale la pena, sin embargo, examinar la
evolución de la industria de agro-biotecnología, otro de los componentes del trípode (o “paquete
tecnológico” como se lo designa habitualmente) que, conjuntamente con la SD y el equipamiento
agrícola competitivo, apuntaló el salto productivo y la innovación en la producción local de
commodities agrícolas de los últimos años.13
Las actividades agro-biotecnológicas
Sin dudas, la introducción de semillas transgénicas14 en la producción agrícola argentina en el año
1996 no solo implicó cambios profundos en la organización de esta actividad15 sino que fue un
equipos de fumigación, en simultáneo con la rápida posterior desvalorización del parque de equipamiento del uso el esquema previo (arados, tractores chicos/medianos, y sembradoras convencionales. 13 Aunque el hecho sea ya bien conocido, vale la pena mencionar que el crecimiento de la agricultura argentina implicó en 10 años llevar la superficie cultivable de 20 millones de hectáreas a 30 millones y un aumentó en la producción de granos del 43,9%, pasando de 66 M/t en el 2002/2003 a 95 M/t en la pasada campaña 2006/2007 (récord histórico en producción), estimándose una producción de 148 M/t para el 2015. 14 El logro más significativo es el “diseño” de semillas con características especiales logradas agregando genes de otras especies a través de procedimientos diferentes a la fecundación natural o asistida. A diferencia de las prácticas tecnológicas previas en las que la hibridación giraba en torno al cruzamiento selectivo (pero por fecundación) a fin de obtener nuevas variedades, el nuevo modelo requiere la participación de diversas disciplinas y el uso de técnicas avanzadas ajenas habitualmente al conocimiento de los productores tradicionales de semillas. Los avances van en dos direcciones: unos pocos, pero de amplia difusión, apuntan a introducir modificaciones genéticas que afectan el proceso de producción (resistencia a determinados biocidas, desarrollo de resistencia a insectos, etc.) con impactos directos sobre los costos de producción; otros, en cambio, modifican las características del producto final (contenido proteico, etc.). Este salto tecnológico tiene varios impactos: i) codifica en las semillas “instrucciones” para el armado posterior de la función de producción; ii) condiciona el desarrollo manufacturero posterior; iii) replantea los conocimientos tácitos del productores; y iv) introduce desafíos técnicos sustentados en grandes emprendimientos de I+D efectuados por empresas industriales que escapan a los tradicionales productores de semillas y provienen, entre otras disciplinas, de la química y la biología (Bisang 2003). 15 Contrariamente a lo que ocurrió con la denominada “revolución verde”, a la que Argentina se sumó con un retraso de más de una década, la liberación a la venta comercial de la soja resistente al glifosato (soja RR) se hizo de forma casi simultánea con su lanzamiento en los Estados Unidos, donde se había desarrollado. Muy sucintamente, en términos de la organización de las actividades agrarias, la tendencia dominante a la que contribuye la agro-
18
punto de inflexión en el desarrollo de la ABT en el país, pero estuvo lejos de significar el
nacimiento de esta disciplina en el contexto local. Existe en este sentido una larga trayectoria de
desarrollo local que se remonta a comienzos del siglo XX en la mayor parte de las actividades en
las que se produjeron los avances biotecnológicos más significativos a nivel internacional
–incluyendo la actividad primaria y más particularmente la producción de semillas, la genética
animal y la producción de vacunas-.16
En un entorno macroeconómico caracterizado, como ya se señalara, por una alta
inestabilidad –agravada frecuentemente por políticas públicas cambiantes y erráticas, sino
directamente contradictorias-, la biotecnología aplicada al agro tuvo una etapa inicial de desarrollo
desde las primeras décadas del siglo XX hasta los años 50. En esa fase, si bien existió cierto
dinamismo privado en el desarrollo y provisión de semillas con la conformación de un puñado de
empresas dedicadas al fitomejoramiento,17 el sector público tuvo el rol protagónico.18 La razón
fundamental fue la convicción, frente a cierta debilidad del sector privado para asumir la tarea, de
que el Estado debía hacerse cargo de los procesos locales de I+D requeridos para poder adaptar el
insumo frente al cambio en el ecosistema de origen respecto del su aplicación en el ambiente
biotecnología de base genética es el pasaje del productor individual a las redes de producción a raíz de la introducción de nuevos actores (oferentes de insumos tecnológicos e industriales y contratistas como proveedores de servicios) que implican una creciente separación entre los propietarios de las tierras y quienes desarrollan las actividades productivas, con la consiguiente desverticalización de la producción y la conformación de redes de subcontratación, como asimismo la deslocalización de la producción debido a que quienes trabajan la tierra son empresas que se desplazan territorialmente. Estos cambios se asientan a su vez en un fuerte predominio de la oferta de insumos sobre la producción primaria y la conformación de paquetes agronómicos completos proveídos por el reducido número de oferentes internacionales. 16 Otras áreas incluyen la industria alimenticia (levaduras, derivados de lácteos, panificación, bebidas) y farmacéutica (Bisang y Sztulwark, 2006). En cuanto a la producción de semillas en particular, ya en la década del 20 el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) distribuía variedades mejoradas de trigo obtenidas por Backhause2 (38 M.A., Lin Calel M.A., etc.) que se cultivaron extensamente hasta los años 40. Por su parte la actividad privada también comenzó tempranamente, cuando Klein instaló en 1919 su criadero y semillero de trigo en la provincia de Buenos Aires y Buck hizo lo propio hacia 1930. 17 Comenzaron a participar por entonces un grupo de pequeñas a medianas empresas locales, tales como Buck y Klein, especializadas en trigo, y Morgan, adquirida luego por Mycogen y finalmente por Dowagrosciences, conocida por la calidad de sus híbridos de maíz flint. También se instalaron en el país subsidiarias de firmas multinacionales como Cargill (actualmente la división de semillas pertenece a Monsanto), Asgrow (adquirida luego por Nidera), Dekalb (hoy Monsanto), Northrup King (luego Ciba Geigy, Novartis y hoy Syngenta). Finalmente, a partir de los 90 se fueron sumando otras compañías como Pioneer, adquirida luego por DuPont, Don Mario, etc. 18 Las razones que llevaban una participación privada relativamente modesta en el mejoramiento genético de semillas respondía a varias causas como el escaso desarrollo de ese mercado (los productores seguían sembrando variedades “landraces” o que habían traído de sus países de origen), la imposibilidad de apropiación del trabajo de fitomejoramiento (factor fundamental hasta la difusión de variedades híbridas), o el hecho que los productores que más necesitaban mejores semillas pertenecían a zonas marginales, de escasa o nula rentabilidad comercial, o a explotaciones familiares de autosubsistencia (Linzer, 2008).
19
nacional. Esto último fue un factor particularmente importante para los tempranos esfuerzos
públicos en el desarrollo de germoplasma adaptado a las condiciones de producción local. Es en
este escenario que a partir de la década de los 10 el Estado comenzó a llevar a cabo actividades de
mejoramiento en variedades de trigo y maíz que se extendieron luego a otros cultivos como el
sorgo granífero, el lino y el algodón.19 Para los años 40 se había configurado así un sector de agro-
biotecnología con cierta capacidad tecno productiva que pivoteaba sobre el impulso y control del
sector público y contaba con una mínima densidad de empresas de capital nacional dedicadas
principalmente al mejoramiento de semillas. Vinculaciones crecientemente importantes de
intercambio de información tuvieron lugar entre ambas partes –aunque lejos de dar lugar a un
esquema articulado de investigación y/o desarrollo conjunto-.
La fase de la ISI terminó de definir las condiciones para reafirmar el desarrollo del sector y
fue la época en que se establecieron o consolidaron la mayor parte de los emprendimientos que
perdurarían hasta bien entrada la década de los 80. El sector público continuó siendo el eje de la
industria con foco en la actividad de fitomejoramiento, pero empezaron a aparecer los primeros
híbridos a partir de los esfuerzos públicos y privados de creación y liberación de nuevas líneas de
semillas. Apoyada en un creciente desarrollo de actividades de I+D por parte de las agencias
públicas de ciencia y tecnología –que lograron conformar masas críticas de profesionales para esos
fines y establecieron distintas modalidades de vinculación con el sector privado, principalmente
contratos de transferencia de tecnología- la oferta del sector semillero exhibía hacia comienzos de
la década de los 80 una gran cantidad de variedades que se adaptaban a las múltiples demandas
derivadas de las particularidades de los diversos climas y suelos cultivables en el país
(Chudnovsky y López, 1995; Bisang, 2008).
La estructura del sector comprendía por entonces tres componentes. El más importante era
el sistema público, que gravitaba en torno a las actividades de desarrollo de variedades e híbridos
del INTA y en menor medida de algunas universidades nacionales, destacándose en particular los
programas de mejoras en trigo, maíz, girasol y soja. El segundo componente consistía en una
19 La Ley 12253 de Granos cristalizó en el ámbito regulatorio los intereses del sector público. Esta ley, orientada a promover el desarrollo de nuevas variedades agrícolas y que cuenta con un capítulo especial de fomento a la genética, estableció el compromiso del Estado de controlar la identidad genética de las semillas, conjuntamente con la responsabilidad jurídica de quienes operaban en el mercado de cultivares comerciales, y a realizar ensayos dirigidos a demostrar las ventajas agronómicas de las nuevas variedades que eran enviadas al mercado, admitiendo o no su difusión.
20
quincena de empresas medianas de capital local, algunas con una larga trayectoria y otras de más
reciente aparición, que trabajaban en los principales cultivos en base a variedades de su propio
desarrollo. Finalmente, completaba el esquema una decena de firmas multinacionales con diversos
años de presencia en la actividad que introducían en el mercado desarrollos llevados a cabo en sus
países de origen con los correspondientes procesos de adaptación al medio local. Entre los dos
primeros componentes se había desarrollado un proceso bastante dinámico y rutinario de
retroalimentación a partir de la rotación de profesionales y técnicos y la apertura de los bancos de
germoplasma.20
Considerados en su conjunto, los tres componentes de la industria semillera constituían una
plataforma de innovación, proveedora de bienes públicos y privados (control y desarrollo de
variedades, nuevas tecnologías de proceso, capacidad de análisis y de testeo) esenciales para el
mejoramiento, diversificación y extensión de la producción agrícola. Obviamente, más allá de
condicionantes propios (restricciones de capital, debilidades en ciertos mercados, etc.) la evolución
de la industria estuvo ligada y contribuyó a los altos y bajos de la producción agrícola argentina.
Debe destacarse en este sentido que la superficie dedicada a cereales y oleaginosas aumentó entre
1902 y 1935 de 5,2 a 16,7 millones de hectáreas y la producción 3,5% anual, para entrar luego por
distintas razones21 en una meseta hasta comienzos de los años 80 y retomar su dinamismo en la
década siguiente (creciendo desde inicios de los años 90 hasta el 2006-07 a una tasa anual de
5,8%).22 En todo caso, esta plataforma aseguraba un acervo de capacidades tecno-productivas y
20 Los bancos de germoplasma, también llamados Centros de Recursos Genéticos, son colecciones de material vegetal que funcionan como verdaderos reservorios públicos de información y conocimientos y tienen por objeto preservar las características de especies vegetales en el entendimiento de que son fuente de características genéticas y de diversidad. Los bancos aspiran a proteger especies de interés que satisfacen una demanda actual, así como las que aún no presentan características de uso inmediato pero podrían ser consideradas valiosas en el futuro. Los recursos genéticos para la alimentación y la agricultura son la materia prima más importante de los fitomejoradores y aporte imprescindible para los agricultores, por consiguiente son fundamentales para una producción agrícola sostenible. En Argentina se inició la organización de las colecciones de germoplasma de trigo, maíz, maní, sorgo, girasol y algodón en las décadas del 30 y 40, y se intensificó en la del 50 con la recolección de maíces pampeanos. Las estaciones experimentales del INTA son los espacios en los que se asientan los bancos y en el año 1988 se desarrolló en esa institución la estructura para el establecimiento de un Sistema Nacional de Recursos Genéticos (SNRG). Así en 1994 se creó la Red de Bancos de Germoplasma con estrategias básicas de conservación ex situ (conservación de semillas, órganos vegetativos y colecciones vivas a campo). 21 Algunos argumentos focalizan en la caída de la rentabilidad del sector a raíz de la aplicación de retenciones y otras medidas distorsivas de los precios de mercado, mientras que otros enfatizan el cambios en la estructura productiva en los que la concentración de la propiedad de la tierra induce comportamientos conservadores respecto a las señales de precios (ver por ejemplo Díaz, 1975; Flichmann, 1977). 22 La creciente mecanización de la producción (especialmente tractores), como ya se mencionara, más la creciente utilización de semillas híbridas y la difusión del uso de fertilizantes y herbicidas como consecuencia de la “revolución
21
una trama empresarial suficientes para un tránsito sin grandes sobresaltos hacia la agro-
biotecnología “moderna” con eje en la genética.
No obstante ello, como ya se remarcara, el impacto de la irrupción de las semillas
transgénicas en la Argentina a mediados de la década de los 90 -en el contexto de un cambio
sustancial de política económica y de marco regulatorio (apertura de la economía a los flujos
externos de capitales y tecnología, desregulación de los mercados, etc.)- reconfiguró el esquema de
la ABT local en un doble sentido. Por una parte, debilitó la matriz estado-céntrica de generación y
difusión de innovaciones y mejoras tecnológicas prevaleciente hasta entonces, favoreciendo otra
en la que nuevos jugadores en el mercado, las empresas multinacionales oferentes de semillas en
forma de “paquetes tecnológicos completos” (semilla+biocida+ fertilizante+SD), pasaron a ejercer
el nuevo liderazgo.23
De esta forma, la configuración que tendió a prevalecer a partir de finales de los 90 incluye a
un número muy reducido de mega corporaciones internacionales (Monsanto, Syngenta, Bayer,
Nidera entre las más importantes) realizadoras del desarrollo original (aislamiento de genes y otras
técnicas) que absorben firmas semilleras locales integrando verticalmente el sector y se ubican en
una posición de liderazgo a partir del control del conocimiento y la tecnología genómica.24 A ellos
verde”, a la que Argentina se suma tardíamente, explicarían el reinicio del sendero de expansión. Entretanto, un complejo juego de factores de distinta índole (impulso oficial indirecto a través del apoyo a la expansión de instituciones públicas de generación, adaptación y asimilación de tecnologías de productos y procesos –INTA, AACREA, universidades-, programas públicos de difusión de algunos cultivos, dinamismo de los mercados internacionales para ciertos productos y mejoramiento de los precios relativos, aumento de capacidades de los actores privados, aumento de inversiones extranjeras en núcleos claves de ciertas áreas de negocios) ayudan a explicar el mayor dinamismo de la producción desde mediados de los 80 hasta el presente (Bisang y Sztulwark, 2006, Linzer , 2008). 23 Este desarrollo no es enteramente atribuible a la introducción de los transgénicos. Ya en la década del 80 el rol estratégico del INTA comenzaba a ser compartido por algunas instituciones privadas (AACREA, APRESID, etc.) en cuanto a la provisión de innovaciones. En cierta medida esto tuvo que ver con definiciones estratégicas de finales de los 70 y comienzos de los 80 que instalaron el principio de subsidiariedad por el cual el la intervención del Estado debería solo complementar la del sector privado, especialmente en aquellas áreas en las que este último no tenía interés o incentivos en participar. Esto se instrumentó a través de la decisión de establecer un “pedrigí abierto” para las variedades híbridas públicas, por lo que el sector público se obligaba a revelar las fórmulas, fiscalizar los lotes de semillas parentales y ceder las líneas endocríadas a quien lo solicitase, reservando el “predigí cerrado” para el sector privado, de manera que pudiera proteger sus fórmulas híbridas (Gutiérrez, 2007; Linzer, 2008). 24 Es interesante señalar que estas corporaciones provienen de otros ámbitos productivos como la industria farmacéutica y la química fina que al tener el control de activos biotecnológicos aplicados a la genética vegetal absorben semilleros a fin de lograr ofertas completas de paquetes técnicos. De esta forma reproducen en el contexto doméstico los procesos de concentración, absorciones y fusiones realizados a nivel internacional y trasladan asimismo la lógica de la oferta internacional de unificación de la oferta de semillas con biocidas y fertilizantes. Es importante también notar que el perfil del nuevo paquete agronómico necesita de la participación de diversas disciplinas y
22
se agrega un grupo relativamente reducido de firmas nacionales grandes y algunas firmas
internacionales de menor tamaño que detentan el control de las variedades adaptables a las
demandas específicas de las diversas áreas del país y llevan también a cabo el testeo y adaptación
de los productos importados a los múltiples y cambiantes requerimientos locales. También se
agrega el sector público que además de ejercer control sobre variedades específicas empezaba
hacia fines de los 90, con el INTA a la cabeza, a realizar algunos desarrollos tecnológicos pre-
competitivos a través de procesos biotecnológicos para obtener bienes diferenciados. Finalmente,
existe un número mayor de empresas privadas pequeñas y medianas de capital nacional no
vinculadas en principio al agro que desarrollan actividades de mejoramiento genético,
micropropagación vegetal, protección ante herbicidas e insecticidas y desarrollo de inoculantes en
relación a cultivos específicos (Rosetti et al., 2001).
Entrando en la década de 2000 parece consolidarse entonces una estructura de producción/
innovación de “doble vía” que implica una suerte de división del trabajo entre las grandes
corporaciones transnacionales y las empresas nacionales. Según esta división, las primeras
adquieren el liderazgo en el campo de los organismos genéticamente modificados (OGMs) como
proveedoras de los genes a ser incorporados en las semillas, mientras que las compañías
nacionales mantienen una posición de fuerza en el nicho del desarrollo de variedades que, a partir
de la semilla original, adecuan las características biológicas intrínsecas del grano a las
características biofísicas del terreno.25
Como en el caso de la IMA, se verifica así en la ABT en los años recientes una
heterogeneidad importante entre segmentos de la industria, aunque en este caso no en cuanto a su
desempeño innovador y competitividad sino de “dominios” de especialización innovativa con sus
correspondientes constelaciones de actores y formas de articulación. Sin embargo, como ocurre
también en la IMA, en su búsqueda por mantenerse competitivos sobre la base de sus capacidades
de innovación ambos segmentos están expandiendo los límites de sus dominios y están
técnicas que son usualmente ajenas a los saberes de los productores de semillas tradicionales, de equipamiento y de los propios productores agrícolas. 25 Ilustrativo de esta clase de innovación es el desarrollo de cerca de 200 variedades de soja RR desde 1996 hasta el presente, aunque la innovación a través del desarrollo de variedades no se limita a la soja ya que cerca de 900 estudios de campo se han realizado para la aprobación de distintos OGMs tales como maíz, girasol, algodón, trigo, arroz y papas (Trigo y Cap, 2006).
23
redefiniendo en el proceso sus prácticas productivas hacia modalidades cada vez más reticulares.
También como parte de ese proceso están experimentando con nuevos arreglos institucionales que
apuntalen su búsqueda de nuevos productos y procesos. Como en el caso de la IMA, esta dinámica
tiene un anclaje espacial crecientemente marcado.
3. Las industrias de maquinaria agrícola y agro-biotecnología, su situación
actual
La industria de maquinaria agrícola
Retomando el argumento enunciado en la sección previa, el notable éxito de los productores
locales de sembradoras radica en que pudieron identificar la SD primero y el nicho aún más
especializado de la AGP más recientemente –es decir, el espacio de mercado abierto por los
cambios en las técnicas de producción agrícola de las dos últimas décadas- como promisorias
oportunidades de desarrollo26 y aprovecharlas apoyándose en su aptitud para innovar
crecientemente en el diseño de productos y, en menor medida, en la tecnología de procesos. Más
específicamente, la mejora en los productos –incrementales antes que radicales- es una actividad
permanente en todas las firmas del segmento, como es también muy intensa la introducción de
nuevos productos cada año. En este sentido, en la encuesta realizada a 50 empresas del sector para
la elaboración de este trabajo, el 80% de las 32 que repondieron el cuestionario manifestaron haber
hecho innovaciones reiteradas de producto en el período 2002-07, de las cuales el 68% fueron
catalogadas como novedosas para la empresa, 26% para el mercado nacional y 3% para el mercado
internacional. Varios de los empresarios consultados a través de entrevistas en profundidad
manifestaron, asimismo, que Expoagro (la feria de exposiciones de maquinaria que se realiza en
Argentina todos los años y es una de las más importantes del mundo) es un punto de referencia
ineludible para la presentación de innovaciones y nuevos productos, señalando que la feria de
alguna manera “marca el ritmo” del proceso de innovación.
La demanda de los productores agrícolas por cambios en los equipos de SD y AGP a fin de
adaptarse a nuevas condiciones de producción (ej. expansión de la frontera agrícola o conquista de
26 En esencia la agricultura de precisión implica la incorporación de un conjunto de sistemas y herramientas de control de base microelectrónica que permiten realizar diferentes monitoreos de rendimientos y ajustar en tiempo real los parámetros de la producción, trabajando sobre la base de la noción de lotes por ambientes (Bragachini, 2005).
24
nuevos mercados), ganar eficiencia productiva (logrando por ejemplo ahorros al evitar la pérdida o
rotura de la semilla), preservar los suelos (disminuyendo el ancho y la profundidad de la pisada de
manera de evitar al máximo la compactación del terreno) o diversificar la gama de productos es el
principal disparador del proceso de innovación. En otras palabras, es la propia dinámica del
mercado de productos agrícolas la que exige a los fabricantes de sembradoras innovar
sistemáticamente y maximizar su flexibilidad productiva, al servicio de una estrategia competitiva
que combina virtuosamente las series cortas y la producción “personalizada o a medida”
(customized). Es interesante resaltar desde esta perspectiva que el proceso de upgrading de la
IMA, conjuntamente con la difusión de la SD/AP y la incorporación de la ABT, son el “trípode de
la productividad” que posibilitaron a la producción agrícola argentina alcanzar la más alta del
mundo. Para ilustrar el punto, en la campaña 2006/2007 el país obtuvo 3.000 kg/ha de rendimiento
promedio de soja, valores similares a los obtenidos por EEUU y Brasil. A diferencia de esos
países, en Argentina el 30% del área de soja se siembra en doble cultivo (Trigo/Soja), lo cual
aumenta la productividad por hectáreas destinadas a soja, colocando a la Argentina como el país
de mayor rendimiento promedio de soja de primera y el de menor costo de producción del mundo.
Otra manera de hacer referencia a la productividad de la producción agrícola argentina (65% de la
cual se hace con equipamiento nacional) es que es la que ha logrado el menor costo del mundo en
producir una tonelada de soja.
El argumento que esta sección y la siguiente desarrollarán es que la creciente capacidad
competitiva ha estado ligada a un proceso novedoso y dinámico de creciente co-producción de las
mejoras e innovaciones, más específicamente el co-diseño iterativo de productos, apuntalado por
arreglos institucionales locales incipientes pero igualmente novedosos que contribuyen a eliminar
o reducir las limitaciones a la innovación a través de la provisión de ciertos bienes públicos
específicos a la industria. En otras palabras, el éxito de los productores de sembradoras responde a
un proceso de redefinición conjunta de prácticas productivas micro e instituciones regionales a
través de la experimentación y el aprendizaje.
El desempeño exitoso basado en la innovación del segmento de sembradoras dentro de la
IMA, se acentuó, como antes se señalara, en el escenario de post-crisis 2001-2002. El dato más
contundente al respecto es que se consolidó la amplia preponderancia que estas firmas habían
conseguido en el mercado doméstico a finales de la década del 90, al punto que prácticamente
25
eliminaron todo vestigio de competencia externa, incluyendo la de los grandes jugadores de la
IMA a nivel global. El temor de que la demanda por equipamiento crecientemente flexible
sobrepasara la capacidad de innovación de la industria y abriera la puerta al control extranjero del
mercado de maquinaria agrícola (Chudnovsky y Porta, 2004), no resultó ser el caso al menos en el
segmento de sembradoras (ni de pulverizadoras).27 Debe destacarse en este sentido que el éxito
competitivo de los fabricantes de sembradoras no se dio en el marco de condiciones especiales de
mercado o regulatorias. En efecto, durante la década en curso la IMA se desenvolvió en el
contexto de una economía relativamente abierta, con aranceles de 0% para el conjunto de la
industria y una protección efectiva estimada del 11%.28 Tampoco la producción de sembradoras
contó con disposiciones particulares sobre protección de la innovación en relación a los otros
segmentos de la IMA.29
Los datos recientes sobre producción, estructura de mercado, cantidad y calidad del
empleo, exportaciones e inversiones son ilustrativos del desempeño productivo y competitivo del
segmento de sembradoras, en especial cuando se lo compara con el de cosechadoras y tractores.
Vale la pena aclarar que el escenario macroeconómico que se instaló a partir de la devaluación de
la moneda argentina en 2001 trajo alivio a toda la IMA local, pero aún así se mantuvo la alta
heterogeneidad intra-industrial que empezó a manifestarse en la segunda mitad de los 90.
27 El éxito del segmento de pulverizadoras está muy relacionado a la difusión de la SD en Argentina, facilitado por el desarrollo competitivo del equipamiento local para siembra. En este sentido el desarrollo de fertilizantes con inhibidores de pérdidas por volatilización o en mezclas de azufre hace que las pulverizadoras sean un complemento clave de las sembradoras para SD. El sistema de producción argentino en particular provoca el requerimiento de agroquímicos con alta calidad de aplicación, sin la necesidad de la utilización de control mecánico de malezas. Tal como ocurre con las sembradoras, la producción local de pulverizadoras autopropulsadas ha alcanzado un nivel tecnológico de frontera basado en un desempeño innovativo constante que exhibe mejoras importantes en la dosificación y aplicación de agroquímicos y en las prestaciones de los vehículos a través de la incorporación de componentes con tecnología electrónica y satelital (Baruj et al., 2007). 28 La IMA es beneficiaria de un Régimen de Incentivo Fiscal para Bienes de Capital, Maquinaria Vial y Agrícola establecido en 2001 y prorrogado en 2008 que tuvo como objetivo abaratar el costo de los bienes de capital bajando los aranceles de importación de los productos de extra zona (llevándolos a 0% como en el caso de los provenientes del MERCOSUR) y compensando al mismo tiempo esta baja con un crédito fiscal equivalente al 10% que los productores nacionales pueden aplicar al pago de impuestos tales como IVA y ganancias. El monto del crédito fiscal se aplica sobre la venta de un bien hecha en el mercado interno antes de impuestos. 29 Es de aplicación a la actividad el Régimen de Modelos y Diseños Industriales, que entró en vigencia en 1995 y responde a los estándares internacionales establecidos en el Acuerdo TRIPS (Trade Related Intellectual Property Rights) de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Sin embargo, prácticamente todos los productores encuestados manifestaron no registrar las innovaciones realizadas por diversas razones (desconocimiento de cómo utilizar el régimen, ciclo de vida corto de la innovación, etc.).
26
Tabla 1: Ventas de MA nacionales e importadas en millones de $ - Años 2002 a 2007
Fuente: Elaboración propia en base a datos del INDEC
Los gráficos que siguen son aún más significativos ya que muestran que, aunque a todos
los segmentos de la IMA les fue mejor desde el 2002 en adelante, a algunos les fue mejor que a
otros.
Gráfico 1 - Venta de cosechadoras nacionales e importadas – Años 2002 a 2007
Fuente: Elaboración propia en base a datos de INDEC
Gráfico 2- Venta de tractores nacionales e importados – Años 2002 a 2007
Fuente: Elaboración propia en base a datos de INDEC
Maquinaria Año
2002 2003 2004 2005 2006 2007*
Cosechadoras 179 653 991 840 752 1.380
Tractores 113 401 612 667 633 966
Sembradoras 211 366 383 390 442 525
Implementos 111 237 404 430 422 575
Total 614 1.657 2.390 2.327 2.249 3.446
27
Gráfico 3 - Venta de sembradoras nacionales e importadas – Años 2002 a 2007
Fuente: Elaboración propia en base a datos de INDEC
Concretamente, se esté en presencia de un mercado en expansión en todos sus principales
segmentos, en el cual los casos de cosechadoras y sembradoras marcan dos derroteros
prácticamente opuestos. Mientras que en cosechadoras se registra una pérdida de mercado abrupta
para las firmas nacionales (del 50 al 16% en el período considerado) en sembradoras se mantiene
una posición de absoluta predominancia. Como dato adicional destacable, que abona la idea de que
la creciente competitividad del subsector sembradoras ha estado estrechamente ligado a un proceso
de upgrading productivo vía innovación es que se ha verificado en los últimos años un fuerte
aumento en el valor unitario de las ventas locales de sembradoras locales debido a una
participación creciente del equipamiento para SD y AGP vis-a vis la maquinaria convencional en
el total de las ventas.30
30 Las sembradoras más baratas cuestan US$22.000 y las más caras US$150.000. Los valores iniciales son de sembradoras con cuerpos de siembra estándar y algún tipo de fertilización básico con un ancho de labor limitado mientras que las de mayor valor incluyen doble fertilización (en línea y al costado de la línea de siembra), gran ancho de labor (mas de 14 m) y todo el equipamiento de agricultura de precisión que incluye monitor de siembra, mapeadores, sistemas mecánicos e hidráulicos para siembra y fertilización variable.
28
Esta fuerte disparidad de desempeños se refleja claramente en la evolución que
experimentó la estructura de mercado de cada segmento de la industria en los últimos 15 años. Al
presente, la IMA (bienes finales y agropartes) reúne 730 empresas, superando las más grandes
levemente las 500 personas ocupadas en forma directa y contando las más chicas con no más de 5
empleados. De ellas poco más del 80% se encuentra radicado en pequeñas localidades del interior
productivo del país, en el triángulo delimitado por las ciudades de Córdoba en la provincia de ese
nombre, Rosario en la provincia de Santa Fe y 9 de Julio en la provincia de Buenos Aires.
Mapa 1 - Distribución regional de firmas fabricantes de maquinarias agrícola y partes
Fuente: Elaboración propia en base a CAFMA, Suplemento Rural de la Guía de la Industria.
Catálogo 2006 de Feriagro Argentina y Catálogo CITA 2007.
La situación a nivel de segmentos demuestra trayectorias recientes bien diferenciadas. En
29
el caso de tractores, había en 1990 siete empresas fabricantes en el país de las cuales cuatro eran
de capital extranjero (John Deere Argentina, Agritec, Deutz Argentina y Massey Fergusson
Argentina) y las tres restantes de capital nacional (Zanello, Macrosa y Tortone); hoy las firmas
extranjeras controlan alrededor del 65% del mercado doméstico desde sus plantas en Brasil
adonde, como ya se dijera, relocarizaron su producción. En el caso de cosechadoras, de las diez
empresas nacionales que operaban en 1990 (28 firmas a comienzos de los años 60) solo quedaban
3 en 2008 (Vasalli Fabril, desprendimiento de Roque Vasalli, Agroindustrial San Vicente –ex
Bernardin- y Marani-Agrinar) con un participación de mercado de apenas el 16%. El segmento de
sembradoras, entretanto, lo componen hoy unas 35 empresas pequeñas y medianas, la mayor parte
de las cuales perduran desde los años 90, aunque las 10 de mayor porte (Agrometal, TM
Crucianelli, Apache SA, Giorgi S, Bertini, Agro Pla SA, Búfalo SA, Pierobon SA, entre ellas)
representan el 85% de las ventas.
También ilustra el diferente desempeño de los segmentos de la IMA la evolución de las
cifras de empleo, tal como lo demuestra el cuadro que sigue, dentro de un crecimiento agregado
para todo el sector de casi el doble desde 2002 y de más de la mitad desde mediados de la década
de los 90 hasta el presente. Según diferentes estimaciones (CAFMA, 2008; Bragachini, 2008) el
empleo del sector llegaba a las 22.000 personas en 2007 y casi a las 45.000 personas si se suman
los trabajadores indirectos -una cantidad similar a la empleada por el sector automotriz, el sector
industrial de más rápido crecimiento en el período 2002-07-. No menos importante, una parte
considerable de los nuevos puestos, particularmente en el segmento de sembradoras y
pulverizadoras, son trabajos de calificación elevada con salarios relativamente altos (vg., por
encima de la media), lo que resulta consistente con el patrón de crecimiento de esos segmentos con
un fuerte énfasis en la innovación, la mejora tecnológica y la agregación de valor. De las encuestas
y entrevistas con empresas de la industria realizadas para la elaboración de este trabajo se verifica
que en los últimos años ha crecido la participación de ingenieros y técnicos, que llegan a
representar al menos el 15% entre las empresas más agresivas en las estrategias competitivas aquí
descriptas. No llama en consecuencia la atención que la obtención de estos recursos humanos se
haya convertido en uno de los cuellos de botella que tienen a identificar los empresarios de la
industria.
30
Tabla 2 - Tasa de variación del empleo en la IMA por segmento (1996-2007)
Maquinaria 2001-1996 2007-2001 2007-1996
Cosechadoras y tractores -57% 190% 24%
Otra maquinaria agrícola -2% 53% 50%
Partistas de maquinaria agrícola -7% 69% 58%
Pulverizadores -2% 157% 152%
Sembradoras -5% 68% 60%
Silos, elevadores y acoplados -6% 113% 126%
Total -17% 90% 58%
Fuente: Elaboración propia con datos del Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial – SSPTyEL - MTEySS
Más aún, si se compara el crecimiento de las ventas con el crecimiento del empleo,
cualquiera sea el subsegmento de la industria en consideración, las ganancias de productividad han
sido notables. Para señalar el caso mas impactante, en el período 2002-2007 las ventas de tractores
nacionales crecieron en un 54% anual lo que punta a punta representa un 680% (de 34 a 265
millones) y el empleo punta a punta creció en el período 2001-2007 68%. Si bien habría que
determinar con mayor certeza si ambas cifras son estrictamente comprables, permiten inferir
ganancias de productividad (ventas/empleo) realmente fenomenales.
Igualmente relevante, el comportamiento de las exportaciones de la industria en el último
ciclo de crecimiento iniciado a mediados de 2002 es una característica novedosa en relación con
otros ciclos expansivos previos del sector. Si bien las ventas externas del conjunto de las
manufacturas de origen industrial (MOI) tuvieron un crecimiento considerable en el período, los
bienes de capital lo hicieron en un porcentaje mayor y dentro de ellos el salto más significativo lo
han dado las maquinarias agrícolas, con un incremento del orden del 1000% (de unos 17 millones
de dólares en 2003 a algo menos de 200 millones de dólares en 2008). La proporción de la
producción total destinada a las exportaciones se incrementó progresivamente en el mismo
período, alcanzando el 21% en 2008. Dentro de este patrón general, el segmento de sembradoras
se destaca no solo por haber sido, conjuntamente con el de pulverizadoras, el que más ha crecido
en términos relativos, sino porque es el que más ha logrado diversificar mercados, incluyendo
algunos más exigentes y competitivos.31
31 Los países más demandantes de maquinaria argentina son Venezuela (58%), Uruguay (14%), Brasil (4%), Rusia (3%), Sudáfrica (3%), y 18% el resto (Bolivia, Italia, Australia, España, Alemania, Chile, Ucrania, Paraguay, Perú y
31
Gráfico 4 - Exportaciones de maquinaria agrícola, 1998-2008 (expo/ventas)
Fuente: Elaboración propia sobre datos de CEP y CAFMA, 2008 y 2009.
La inversión en el sector registró una evolución similar. Luego de una progresiva caída que
comenzó en 1998 y encontró su piso en los años de la crisis 2001/2002, la inversión se recuperó
rápidamente a partir de 2003 (en 2004 triplicó los valores de 2002) manteniéndose alta hasta el
presente (aunque con una nueva caída en 2008 atribuible en gran medida al severo conflicto entre
el gobierno y los productores agrícolas por el incremento de los derechos a las exportaciones).
Nuevamente, la desagregación de la información por segmentos indica que el de sembradoras fue
particularmente activo, concentrándose mayormente la inversión en tecnologías de procesos y en
la ampliación de las facilidades de producción.
Gráfico 5 - Inversiones en la industria de maquinaria agrícola, 1998-2008
Fuente: Elaboración propia en base a datos de CAFMA (varios años)
Francia en ese orden). En el 2007 y 2008 aparecieron nuevos e importantes destinos como son Kazakhstan, Rusia y Ucrania, región a la cual Argentina ya ha superado las 200 maxi sembradoras de SD exportadas a esa región.
32
Todas las empresas encuestadas manifestaron haber hecho alguna inversión en estos
rubros, hecho que se pudo verificar en las visitas a plantas. En el caso de tecnologías, la
incorporación de nuevo equipamiento para los procesos de pintura, corte y plegado de chapas (en
particular cortadoras de plasma) y soldadura (robotizada) representa una porción importante de las
inversiones durante el último quinquenio. Por ejemplo, en el período 2004-2007, de fuerte
crecimiento de la inversión, aquella destinada a la incorporación de tecnologías de procesos y
bienes de capital osciló entre los US$ 300,000 y 500,000 por año en las empresas de fabricación
de sembradoras líderes en materia de innovación. En una proporción inferior, varias de las
empresas también realizaron la incorporación de software, principalmente para diseño y en menor
medida para gestión.
Es particularmente importante remarcar que la inversión en I+D en el mismo período
revela tendencias también positivas, aunque más modestas. En términos agregados dicha inversión
registró un leve aumento en todos los segmentos de la IMA (en el de sembradoras en particular)
que llevó las cifras de erogaciones en I+D a poco menos del 0,6% sobre el total de las ventas
-duplicando el promedio de la actividad industrial en su conjunto de alrededor del 0,3-. Tal como
lo demuestra la tabla que sigue, esto también coloca a esta industria ligeramente por encima de los
valores que registran industrias afines tradicionalmente reconocidas por sus tasas de inversión en
I+D relativamente altas en el espectro productivo argentino.
Tabla 3 – Erogaciones en I+D por sector industrial I+D/ventas
Sector industrial 2004 2007
Alimentos y bebidas 0,06 0,07
Textiles y calzados 0,11 0,14
Petroquímica 0,27 0,28
Metalmecánica 0,11 0,12
Maquinaria y equipos 0,40 0,42
Automotores 0,45 0,45
Maquinaria Agrícola 0,51 0,57
Total manufacturas 0,29 0,31
Fuente: Indec/Secyt (2006, 2008)
33
Debe recalcarse, sin embargo, que la asignación de recursos destinados a esta actividad,
por ejemplo en el establecimiento de actividades formales o el fortalecimiento de capacidades
internas de I+D (conformación o ampliación de equipos estables y dedicados exclusivamente a
este tipo de tareas o departamentos de desarrollo, diseño y/o prototipo) o en la realización de
actividades externas en ese campo, es aún un esfuerzo poco difundido en la operatoria general de
las empresas de esta industria. Solo un número relativamente pequeño de firmas locales,
generalmente líderes en sus respectivos segmentos de mercado, revelaron un comportamiento más
virtuoso. En el caso particular del segmento de fabricantes de sembradoras que concierne a este
trabajo, 12 de las 35 empresas terminales que lo integran manifestaron haber iniciado a
profundizado sus acciones en este campo. También expresaron que ésta es la actividad en la que la
insuficiencia de recursos humanos calificados, fundamentalmente ingenieros y técnicos, constituye
un cuello de botella serio, por lo que frecuentemente resulta necesario un esfuerzo de capacitación
previo.32
En este marco, el argumento que cuenta con mayor consenso sobre el desempeño reciente
notoriamente superior de la producción de sembradoras dentro de la IMA reconoce la envergadura
del progreso técnico y la innovación que el segmento ha experimentado y considera su éxito
competitivo como el resultado de la confluencia de una determinada trayectoria tecnológica y de
las nuevas exigencias que plantea la producción agrícola a partir esencialmente del desarrollo de la
técnica de SD. En otras palabras, “…la ‘historia cuenta’ no solo a nivel microeconómico sino a
nivel de tipo de articulación con el sistema productivo: el desarrollo de estos segmentos está
impulsado, por un lado, por las irreversibilidades económicas y tecnológicas de las decisiones
tomadas por empresas locales durante la fase de expansión y, por el otro, por la especificidad de
los nuevos requerimientos del sistema agronómico. Estas especificidades y trayectorias tuvieron
mucho menor peso en los otros segmentos (tractores y en menor medida cosechadoras),
dominados por importaciones y/o filiales de empresas transnacionales con escasa inserción local”
(Gutman et al., 2008).
32 El 70% de las empresas encuestadas (21 sobre 32) explicitaron la necesidad de esfuerzos colectivos (acuerdos inter-firma formales o informales, articulación con universidades o institutos del sector público) para sortear las limitaciones a nivel de la firma individual en materia de I+D.
34
El mayor problema con este argumento es que la idea de trayectoria tecnológica podría
ayudar a entender la alta capacidad de los productores de sembradoras para adaptar e introducir
innovaciones al equipamiento requeridas por los usuarios operando con SD, pero parece ser de
mucha menor ayuda para explicar adecuadamente esa capacidad cuando la AGP entra en escena.
Efectivamente, en el primer caso la capacidad de adaptación e innovación tiene que ver
fundamentalmente con las partes del equipamiento en contacto con la tierra, en concreto el tren de
siembra, requiriendo cambios mecánicos para los cuales los productores argentinos de
sembradoras tienen un acervo considerable de conocimientos.33 En otras palabras, los fabricantes
locales de sembradoras tienen ventaja en “todo lo que toca el suelo” a partir de los saberes y el
know how adquirido en sus procesos de desarrollo qua productores. Las exigencias que la AGP le
plantea al equipo de siembra son de otro orden.34 En esencia, como ya se señalara (ver nota 10),
esta tecnología implica la incorporación a la sembradora de un conjunto de sistemas e
instrumentos (monitores de rendimiento, banderilleros satelitales, etc.) de base microelectrónica
que permiten monitorear on line donde y como -a que profundidad, con cuanto fertilizante, etc.- se
inserta cada semilla en lotes definidos por ambientes. Esto permite medir el rendimiento del grano
en cada lugar y ajustar los parámetros agronómicos de la próxima siembra para maximizar el
rendimiento, logrando el uso más eficiente de la flexibilidad del equipamiento.
Tal como lo demuestra el cuadro que sigue, la adopción de esta tecnología en Argentina ha
tenido un crecimiento casi vertiginoso (de más del 5.000% en algunos productos) en los últimos 10
33 Concretamente, la SD demanda equipos que ofrezcan mayor precisión en la entrega de la semilla y el fertilizante, valorizándose en particular la aptitud del equipo para desempeñarse adecuadamente en nuevas configuraciones de lotes con menor distancia entre surcos y también la disponilibidad de inoculadores y curadores de semillas, y la utilización de tolvas semilleras con las adaptaciones necesarias para recibir semilla y fertilizante. En línea con esto, las innovaciones de producto introducidas por los fabricantes argentinos se han centrado en las prestaciones de cuchillas, distribución y dosificación de semillas y manejo y distribución de residuos. En materia de cuchillas en especial, la mejora en su desempeño se ha orientado a permitirles trabajar con himplemos de corte menos agresivos para el suelo, de manera de preserva al máximo sus propiedades. Por otra parte, se han logrado avances muy significativos en el diseño de distribuidores neumáticos que han colocado a la tecnología nacional a la vanguardia según los estándares internacionales. 34 Debe destacarse que la noción de AP no es novedosa en Argentina, ya que la definición de lotes por ambientes, que es uno de sus rasgos definitorios, a fin de identificar los predios más adecuados para los diferentes cultivos, coincide con los primeros desarrollos de la producción agrícola en el país (Bragachini, 2005). El ingrediente novedoso es la implementación de dicha técnica a través del uso de metodología de posicionamiento global (GPS), sensores, informática, electrónica y telemetría, que hacen posible reemplazar los cercos para delimitar las zonas de manejo por coordenadas satelitales y la obtención en tiempo real de una variedad creciente de datos agronómicos sobre variabilidad de suelos y cultivos.
35
años, evidenciando el dinamismo de la producción agrícola y colocando al país en los primeros
lugares a nivel mundial y muy por encima del resto de los países de la región.
Tabla 4 - Evolución del uso de agricultura de precisión, 1997-2007
1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007
Monitores de rendimiento 50 200 300 450 560 600 850 1.300 1.600 2.500 3.600
Monitores de rendimiento con GPS
25 75 155 270 400 420 600 900 1.300 2.200 3.300
Monitores de rendimiento sin GPS
25 125 145 180 160 180 250 400 300 300 300
Dosis variable sembradoras y fertilizadoras (sólidos)
3 4 5 6 10 12 25 40 80 420 700
Dosis variable fertilizadoras (líquidos)
50 80 215
Monitores de siembra interactivos
400 500 700 1.000 1.300 1.500 1.800 2.200 3.000 4.200 6.500
Banderilleros satelitales en aviones
35 60 100 160 200 230 300 450 480 550 680
Banderilleros satelitales en pulverizadores
0 10 70 200 400 500 2.000 3.000 4.000 5.000 7.600
Guía automática 0 0 0 0 0 0 0 3 25 50 190
Sensores de N en tiempo real 0 0 2 2 4 5 6 7 7 12 15
Sensores de electroconductividad
0 0 0 0 0 0 0 0 0 2 4
Fuente: Elaboración propia sobre la base de datos provistos por INTA Manfredi.
Desde el punto de vista de la fabricación del equipamiento, la adopción masiva y acelerada
de la AGP implica un creciente desafío para los productores de sembradoras para continuar con el
comportamiento altamente innovador que apuntaló su competitividad en la última década. Por una
parte, les plantea la necesidad de introducir innovaciones en sus productos que competen áreas de
conocimiento (electrónica, informática, electroneumática, electrohidraúlica, etc.) que trascienden
los límites de su expertise tradicional, requiriendo una multidisciplinariedad cada vez más amplia
en el proceso productivo. A diferencia, por ende, de lo que ocurre con la SD, la AGP desafía la
idea de que la capacidad de los fabricantes de sembradoras para innovar descansa principalmente
en su “trayectoria tecnológica” previa, requiriendo combinar y recombinar en cambio saberes
36
que ellos dominan con conocimientos que les son ajenos.35
Más aún, las prestaciones que los productores agrícolas demandan al nuevo equipamiento
no solo son cada vez más numerosas, sino que los cambios y mejoras que ellas suponen resultan
difíciles en muchos casos de ser “leídos” ex ante. Algunas tendencias recientes en este sentido se
relacionan con modificaciones que faciliten la operación de los equipos, su creciente automatismo
(como el piloto automático) y, por sobre todo, que expandan el caudal de información que
transmiten en tiempo real.36 En otras palabras, no solo la demanda supone adaptaciones e
innovaciones más amplias y frecuentes sino que plantea un grado considerable de incertidumbre
sobre la próxima “solución” o mejora que se espera.
A raíz de estas tendencias, la producción de sembradoras en Argentina se está convirtiendo
más y más en una expresión de la llamada “producción plataforma” (platform production) –vg., la
transformación de un producto valorado por su prestación núcleo en otro altamente apreciado por
permitirle a los usuarios un rango amplio y cambiante de posibilidades (Sabel & Saxenian, 2008)-.
Las sembradoras se van tornando así en un bien que no solo busca optimizar la función de siembra
sino que sirve de medio de generación, acopio y transmisión de información muy valiosa no solo
para la gestión integrada del productor agrícola sino, por ejemplo, para aquellos interesados en
mejorar las propiedades alimenticias de las semillas o avanzar en su utilización para fines médicos
o, inclusive, para inversores interesados en conocer de antemano los rasgos del producto sobre el
que tomarán sus decisiones de inversión a futuro.
Nuevamente, se ha producido cierta heterogeneidad no ya esta vez entre segmentos de la
IMA sino al interior del segmento de sembradoras mismo. Un grupo de alrededor de 15 empresas
ha tomado la delantera, moviéndose hacia formas crecientemente colaborativas de producción que
se apoyan más y más en el diseño y desarrollo conjunto de productos y componentes.37 La lógica
35 Implicancias similares plantea la necesidad de experimentar crecientemente con nuevos materiales (plástico, cerámica, etc.) a fin de adecuar características (peso, resistencia, resistencia a la corrosión, etc.) o funcionales (plegabilidad para el más packaging o traslado) del equipamiento. 36 Se han logrado avances en el análisis del valor proteico de la semilla en tiempo real y también en el desarrollo de monitores de sembra que creen el mapa de siembra con densidad, velocidad, superficie y que los datos puedan ser transmitidos por Internet de manera global. 37 Esto hallazgo coincide con la evidencia que presenta un estudio reciente de la Universidad de General Sarmiento (Revés et al, 2009) que muestra que la IMA se caracteriza por una densidad de vinculaciones interfirma, entre firmas e instituciones intermedias y entre firmas e instituciones de ciencia y tecnología más alta que el resto de las tramas
37
de esta tendencia es bastante sencilla y se relaciona con el fenómeno recientemente abordado por
la literatura sobre desarrollo económico e industrial (Hausman y Rodrik, 2002; Hausman, Rodrik y
Sabel, 2007) de self-discovery; esto es, el proceso de búsqueda, experimentación y aprendizaje
sobre que productos, o cambios en ellos, se pueden hacer rentablemente y como. Más
concretamente, “incentivados” por las nuevas características del proceso de producción –que hace
que ninguna empresa pueda producir por sí sola todas las aplicaciones que reclama el usuario- los
front-runners locales en la fabricación de sembradoras están recurriendo a nuevos actores con
habilidades y know-how complementarios para la producción de las aplicaciones ajenas a su
propio expertise. La colaboración se está tornando así en el aspecto crucial de las nuevas
tendencias productivas en este segmento de la IMA local, dando lugar crecientemente a la
emergencia de micro-estructuras industriales desintegradas o en red en las que la dinámica
dominante es la descomposición de la producción en sus distintas partes para su posterior re-
integración en el producto final.
Es importante aclarar que este proceso de colaboración no tiene aún una configuración
definitiva ni tampoco una adecuada institucionalización. Por el contrario, es multidimensional,
relativamente desestructurado y esencialmente experimental, aunque los productores locales
grandes funcionan como una suerte de articuladores e integradores del sistema. En todo caso, la
evidencia recogida indica que el co-diseño y co-desarrollo de productos es la principal fuente de la
capacidad innovadora de la empresa no solamente en materia de productos sino también de los
procesos por los cuales aquellos son elaborados en cooperación con clientes, proveedores,
empresas de diseño y otros actores. El cuadro siguiente presenta la situación que prevalece en la
IMA argentina con respecto a una serie de factores relevantes para la innovación, ofreciendo tres
opciones por variable según la promuevan, permitan o desincentiven. El casillero correspondiente
a estado de situación en Argentina se presenta sombreado.
productivas examinadas (automotriz, hierro y acero, vestimenta, servicios relacionados a la industria aceitera, y construcción de embarcaciones)
38
Tabla 5 – Innovación en la IMA argentina. Escenario de incentivos
Promueve Permite Obstaculiza Inversión pública en investigación
Disponibilidad adecuada de fondos públicos destinados a I +D y adaptación local de desarrollos externos
Disponibilidad adecuada de fondos públicos destinados a transferencia y adaptación de desarrollos tecnológicos externos
Insuficiencia o carencia de fondos públicos destinados a I+D y a adaptación de nuevas tecnologías
Inversión privada en investigación
Inversión en I+D y RRHH a tal fin superior al promedio nacional
Inversión en I+D y RRHH a tal fin igual al promedio nacional
Inversión en I+D y RRHH a tal fin menor al promedio nacional o no significativa
Régimen de comercio internacional
Instrumentos de promoción comercial pro-competitivos. Bajas barreras de entrada a bienes finales e insumos de producción
Protección moderada a la importación de bienes finales o insumos a la producción
Protección alta a la importación de insumos a la producción
Propiedad intelectual
Positivo para la transferencia de tecnología. Intensivo uso por las empresas
Positivo para la transferencia de tecnología. Escaso uso por las empresas
Negativo para la transferencia de tecnología
Vinculación de empresas con centros de investigación públicos
Interacciones densas relativamente sistemáticas en áreas clave (I+D o desarrollo de producto/proceso)
Interacciones débiles en áreas clave (I+D o desarrollo de producto) o fuertes en actividades secundarias (intercambio de recursos humanos)
Interacción inexistente entre el sector público y el privado en cualquier modalidad.
Vinculaciones entre empresas del sector Vinculaciones de empresas con otros actores de la innovación
Cooperación intensa o creciente en actividades relevantes (desarrollo de productos o procesos, solución de problemas comunes, información crítica) entre productores finales y entre ellos y sus subcontratistas Cooperación intensa o creciente en actividades relevantes (desarrollo de productos o procesos, solución de problemas comunes, información crítica) entre productores finales y usuarios, centros de diseño, firmas de otros sectores, etc.
Cooperación débil o puntual en actividades relevantes (desarrollo de productos o procesos, solución de problemas comunes, información crítica) entre productores finales y entre ellos y sus subcontratistas Cooperación débil o puntual en actividades relevantes (desarrollo de productos o procesos, solución de problemas comunes, información crítica) entre productores finales y usuarios, centros de diseño, firmas de otros sectores, etc.
Cooperación inexistente en actividades relevantes (desarrollo de productos o procesos, solución de problemas comunes, información crítica) entre productores finales y entre ellos y sus subcontratistas Cooperación inexistente en actividades relevantes (desarrollo de productos o procesos, solución de problemas comunes, información crítica) entre productores finales y usuarios, centros de diseño, firmas de otros sectores, etc.
Fuente: Elaboración propia sobre la base de datos provistos por la encuestas y entrevistas
Algunos ejemplos de la colaboración a nivel micro en el segmento de sembradoras ayudan
39
a captar mejor la lógica y alcances del proceso de co-producción de la innovación como asimismo
la variedad de formas de articulación en red que puede adoptar en la práctica. Como se mencionara
antes, un vector tradicional de colaboración intensa ha existido tradicionalmente entre los usuarios
y productores locales de sembradoras a fin de personalizar el equipamiento, en particular el tren de
siembra. Recientemente, un número considerable de los fabricantes de sembradoras, los front-
runners sin excepción, se han movido del esquema convencional que articulaba a la empresa
individual con sus clientes a otro más horizontal, que incluye a otras empresas terminales, sus
clientes y proveedores, y la colaboración del INTA a fines de mejorar la performance de las
cuchillas de corte, minimizando su agresión al suelo y preservando así lo más posible sus
propiedades. El proceso contempló el desarrollo y prueba de varias versiones de las cuchillas, con
el monitoreo a campo abierto con resultados modestos. La solución provino finalmente del
desarrollo de barredores que vía electrónica permiten copiar la silueta de los suelos
apropiadamente, sintonizando el ajuste de las cuchillas en función de esa lectura. Interesante de
destacar, fue clave para ello el aporte de proveedores de accesorios de base electrónica para el
equipamiento que estaban trabajando en un desarrollo similar para cosechadoras.
Otra expresión de las nuevas tendencias es el co-desarrollo de una nueva sembradora para
exportación a Venezuela por parte de tres de los más grandes fabricantes locales de ese
equipamiento. En este caso la red incluyó además de esta firmas, los proveedores de cada una de
ellas (que en más de un caso también lo eran de las otras) y una cuarta firma especializada en
diseños industriales (que recientemente se había largado a la producción de sus propias
sembradoras). La clave en este caso era el desarrollo de un producto que respondiera a ciertas
exigencias particulares del proceso de siembra en Venezuela debido a la topografía y
características agronómicas particulares de los predios. El desarrollo del producto implicó en
esencia la combinación de las partes y componentes en los que cada uno de los tres fabricantes
finales tenía ciertas ventajas o había logrado mayores avances en el desarrollo de sus propios
equipos. Obviamente, este proceso -que en puntos críticos, sumó la opinión de productores
agrícolas venezolanos y la convalidación de sus contrapartes locales, como asimismo el expertise
del INTA en la adaptación del equipo al terreno- no fue de mero ensamblaje sino de desarrollo
iterativo, que implicó varias instancias de experimentación y de detección de fallas y
“descubrimiento” de soluciones hasta la obtención de bien final. Recientemente, la experiencia se
40
ha repetido para el desarrollo de una sembradora para el mercado mexicano, cuya principal
característica es su adaptabilidad a un terreno dominado por ondulaciones y otras irregularidades.
Una tercer expresión es la articulación de esfuerzos de desarrollo entre productores locales
de sembradoras y semilleros nacionales –con la participación también de asociaciones de
productores para la difusión de la SD y la AGP (AAPRESID) y del INTA- de un programa de
tecnología (Tecnología de Siembra Dekalb –TSD) dirigido a optimizar la utilización de sistemas
de siembra con dosificación neumática de semillas (una de las áreas clave de búsqueda de mejoras
continuas en la carrera competitiva actual en el segmento de sembradoras), especialmente para
cultivo de maíz y girasol. El valor agregado de esta tecnología consiste en poder manejar semillas
no uniformes, sin calibrar y a menor costo, optimizando el proceso de siembra vía el logro de una
población de semillas programadas. Este desarrollo vino a dar respuesta a una demanda creciente
de los productores agrícolas locales que se topaban permanentemente con problemas de ajuste de
los dosificadores neumáticos frente a la variación de las semillas utilizadas en el proceso de
siembra.
Parte de esta re-organización emergente del segmento de sembradoras hacia el trabajo
colaborativo y en red es también, por una lado, la profundización del proceso de desintegración
vertical de la producción en el cual los fabricantes locales más grandes devienen también en
productores de componentes complejos o proveedores de servicios industriales (plegado de chapas
de acero, fundición) para terceros. Interesante de remarcar, este proceso incluye el
involucramiento, por una parte, de pequeñas firmas proveedoras especializadas en la producción
de partes de alta sofisticación tecnológica y de grandes firmas de fuera del sector (ej., siderúrgicas)
que tienen un know how muy alto en los procesos industriales en cuestión. Por otra parte, la
emergencia de estudios de diseño especializados que trabajan en el desarrollo de productos para
compañías individuales o consorcios.
Finalmente, un caso casi extremo de este proceso de trabajo en red que trasciende los
límites tradicionales del sector se da en el desarrollo de sistemas de control de precisión
(monitores de siembra, monitores de rendimiento, etc.) que las firmas producen a partir de
componentes y dispositivos técnicos obtenidos de una diversidad muy grande de sectores y
actividades. Manifestación si se quiere paradigmática, pero seguramente sorprendente, de este
41
fenómeno es el caso de una de las empresas líderes en la producción de estos sistemas que integró
a su red de “socios” en el proceso productivo a pequeñas empresas fabricantes de relojes para
taxímetros como portadores de conocimientos fundamentales para el desarrollo de los equipos de
control de precisión.
En suma, el proceso de innovación en el segmento de sembradoras dentro de la IMA
argentina ha sido impulsado fuertemente en el transcurso de la última década por micro-
experiencias de co-diseño y co-desarrollo de partes, componentes y productos finales que
identifican y articulan en red a empresas de una gama de diversos sectores y, en algunos casos,
asociaciones empresariales e instituciones públicas de apoyo de la región en la que las firmas
operan. Estas micro-redes pueden verse como “redes de búsqueda de primer piso” que contribuyen
a localizar y articular colaboradores, forjando una trama de vinculaciones de creciente densidad y
fluidez por la que circulan, se redefinen y recombinan conocimientos especializados diferentes
para la generación de nuevas opciones o alternativas productivas. Más allá de sus objetivos y
configuraciones específicas, estas articulaciones en red comparten algunos rasgos que les permiten
superar limitaciones usuales a la innovación, particularmente en el caso de las pequeñas y
medianas empresas argentinas. Se deben destacar en particular, la superación a través de la
colaboración de fallas de coordinación (especialmente para la obtención del financiamiento
necesario38) y de información incompleta, como asimismo la internalización de los beneficios de
esa colaboración (“derrames” tecnológicos39). Esto hace que se perciba claramente en estas redes
que el éxito individual es indivisible del éxito colectivo; en otras palabras, que el valor de cada
aplicación depende del valor del sistema operativo que las vincula y articula. En segundo lugar, el
rol de un agente, público o privado, de articulador o integrador del micro sistema de cooperación.
Finalmente, que todas estas redes contemplan algún mecanismo –en general no formalizado- para
confrontar y evaluar sus prácticas de forma más o menos sistemática, de manera de progresar en el
proceso de diseño o producción conjunta, generando importantes economías de aprendizaje. El
dueño de una de las empresas involucradas en el desarrollo conjunto de la nueva sembradora para
el mercado venezolano planteó esta cuestión muy claramente:
38 La mayor parte de las firmas encuestadas manifestó que el acceso al crédito es una de las restricciones mayores para la expansión y nuevos emprendimientos en el sector. 39 Esto es particularmente relevante en la IMA donde, en general, el conocimiento generado a través de la I+D es poco apropiable por las empresas y, además, existe una falta notoria de hábitos de protección de sus derechos de propiedad intelectual –un hecho en el que también influye la obsolescencia relativamente rápida de las innovaciones generadas-.
42
“Teníamos la oportunidad y el desafío de fabricar rápidamente una sembradora de características bien diferentes a las que hacíamos –que además ya eran diferentes entre sí-. Podíamos intentarlo solos o tratar de hacerlo en conjunto, algo en lo que no teníamos experiencia previa. Decidimos juntarnos con otras dos empresas fabricantes para compartir información sobre nuestros productos y procesos de fabricación y discutir que hacíamos bien y que no. A las pocas semanas este proceso se había vuelto rutinario, había incorporado la consulta periódica a nuestros proveedores, nuestros clientes y al INTA, y era en la práctica la fuente principal de evaluaciones, correcciones y nuevas ideas sobre el producto que estábamos desarrollando entre todos. A mí en particular me permitió aprender muchísimo sobre mis propias prácticas de fabricación, algunas de las cuales nunca me había imaginado que se podían llevar a cabo de forma muy diferente a como yo lo hacía…”
Vistas en su conjunto, estas redes de producción pueden entonces considerarse como una
colección de micros sistemas de gobernancia de la innovación, anclados en un espacio geográfico
determinado pero esencialmente desvinculados y sin retroalimentación entre sí. En consecuencia,
la consolidación de estas experiencias, la posibilidad de que se actúen como una “fuerza de
arrastre” del resto de las firmas del sector y, más aún, de que se expandan hacia un exoesqueleto
de innovación más articulado a nivel de la región –esto es, un SRI- requiere la superación de
ciertos cuellos de botella que afectan la actividad (coordinación a mayor escala, escasez de
recursos humanos calificados, déficit de infraestructura y carencia de regímenes apropiados de
certificación de calidad para ciertos productos y/o procesos, entre los más importantes). Para ello,
resulta crítica la disponibilidad de ciertos insumos o bienes públicos específicos para la industria
en cuya provisión la participación del sector público es vital. Esto significa que el proceso
colectivo y colaborativo de búsqueda, experimentación y aprendizaje sobre que productos, o
cambios en ellos, se pueden hacer rentablemente se extiende a los arreglos institucionales que
faciliten y promuevan cierto tipo de transacciones e intercambios.
Las actividades de agrobiotecnología
Como en el caso de la producción de sembradoras, la expansión de las actividades de
biotecnología aplicadas a la agricultura ocurrida durante de la segunda mitad de los años 90 se
acentuó notablemente en lo que va de la presente década. También en este caso la innovación de
productos, vg., el desarrollo de nuevas semillas y de sus variedades, fue un componente vital de su
desempeño, permitiéndole a la industria atender no solo los mayores volúmenes demandados por
43
los productores agrícolas sino también sus requerimientos de semillas crecientemente
diferenciadas en función de las particulares condiciones agronómicas de los procesos de
producción (climas, suelos, resistencia a determinadas plagas, etc.). Se debe asimismo destacar
que la industria operó en todo el período con tasas arancelarias de 0% para el comercio intrazona
(MERCOSUR) y muy bajas para el intercambio extrazona, con una protección efectiva estimada
de entre el 2 y 3% dependiendo de los cultivos. Estuvo sujeta, por otra parte, a derechos de
exportación de alrededor del 20%. En cuanto a la protección de la innovación, la industria ha
operado bajo distintos esquemas de regulación de la propiedad intelectual para cada uno de sus
principales segmentos –el de desarrollo de eventos transgénicos (semillas con nuevas
incorporaciones genéticas que modifican sus propiedades) y el de desarrollo de variedades a partir
de dicho evento- que en conjunto definen un modelo con un grado considerable de labilidad.40
También como en el caso de la IMA, el proceso de innovación en ABT se fue
reconfigurando en esos años hacia formas cada vez más reticulares que involucran fuertes
interrelaciones entre una diversidad muy amplia de actores en un ámbito espacial determinado (se
destaca en este sentido el área ubicada en las proximidades de la ciudad de Rosario, provincia de
Santa Fe). Esta reconfiguración comprende los dos principales segmentos de la industria, el de
producción de semillas transgénicas y el de generación de variedades. Es más, existen fundadas
razones para pensar, como se especificará más adelante, que este tránsito hacia la co-producción
en red de las innovaciones debería profundizarse en la medida en que la industria se mueva de la
primera ola de eventos tecnológicos -semillas tolerantes de determinados biocidas o resistentes a
40 En el caso del desarrollo de semillas transgénicas rige desde el año 1996 la Ley de Patentes de Invención y Modelos de Utilidad que concede protección a la generación de semillas transgénicas en línea con los estándares internacionales establecidos en el Acuerdo TRIPS de la OMC, aunque Argentina no le otorgó derechos de patentes a Monsanto por la soja RR –el primero de los eventos aprobados en Argentina que cubre, además, la mayor parte de la superficie sembrada- por considerar que su presentación había sido tardía. Si es efectiva en el caso de los maíces y algodones transgénicos liberados a la venta con posterioridad en los que las empresas propietarias cobran las regalías correspondientes. En el caso del desarrollo de variedades rige la Ley de Obtentores Vegetales que protege el trabajo de los fitomejoradores por períodos que van de 10 a 20 años. Sin embargo, la obtención de un derecho de obtentor no precluye que otras personas puedan utilizar lo para generar un cultivar distinto o que los productores puedan retener semilla para su propio uso en el período siguiente. Esto ha dado lugar al surgimiento de un circuito paralelo de semillas casi permanente que hace que una proporción importante de las comercializadas (según diferentes estimaciones entre el 40% y el 70%), la denominada “bolsa blanca”, sea considerada ilegal.
44
cierto tipo de insectos- a la segunda ola en la que los nuevos productos apuntarán a la calidad
nutricional, el sabor, la textura y las propiedades mejoradas para el procesamiento industrial; en
otras palabras, en la medida en que la industria tienda a “descomoditificar” su producción.
Algunos indicadores dan cuenta bastante elocuentemente del crecimiento y desempeño
exitoso de la industria. Para comenzar, la producción de semillas para siembra creció, tal como lo
indica el gráfico que sigue, casi un 100% en promedio –con algunas variaciones dependiendo del
cultivo- desde la introducción de la primera semilla transgénica en 1996 hasta el presente.
Gráfico 6 - Producción de semillas para siembra, 1996-2008 (toneladas)
Fuente: Elaboración propia en base a datos de USDA Foreign Agricultural Service, varios números
Aún más significativo que los aumentos en volumen, la producción de semillas muestra
una ampliación notable del número de variedades generadas en el mismo período, dentro de un
patrón general en el que aquellas derivadas de un OGM van desplazando –con matices según el
cultivo- a las semillas convencionales. Este proceso de diversificación de la producción puede
tomarse como un proxy de la capacidad de innovación de la industria en relación a un mercado de
semillas que se fue segmentando paulatinamente en función de las particulares condiciones
agronómicas del proceso de siembra en diferentes localizaciones.41
41 El total de las empresas que respondieron a la encuesta manifestaron haber hecho en los últimos 5 años innovaciones de productos (lanzamiento de nuevas semillas genéticamente modificadas o variedades sobre ellas) que resultaron novedosas, según sus propias ponderaciones, para la empresa (11%), para el mercado interno (52%) o para el mercado internacional (37%).
45
Tabla 6 - Solicitudes de registros ante el INASE por cultivo, 1994-2006 (NO OGM/OGM)
AÑO Soja Maíz Algodón
NO OGM OGM TOTAL NO OGM OGM TOTAL NO OGM OGM TOTAL
1994 20 0 20 27 0 27 0 0 0
1995 51 5 56 36 0 36 5 0 5
1996 16 6 22 38 0 38 0 0 0
1997 20 23 43 50 0 50 3 0 3
1998 28 44 72 33 8 41 1 2 3
1999 25 35 60 48 12 60 4 2 6
2000 10 70 80 37 13 50 3 5 8
2001 2 89 91 45 9 54 4 1 5
2002 3 55 58 38 17 55 0 2 2
2003 0 67 67 52 15 67 5 3 8
2004 1 91 92 46 37 83 0 1 1
2005 1 69 70 34 45 79 1 0 1
2006 0 114 114 41 26 67 1 1 2
TOTAL 177 668 845 525 182 707 27 17 44
Fuente: Elaboración propia en base a datos del INASE
La apertura de la información según los cultivos más importantes demuestra
adicionalmente que la tendencia al desplazamiento de cultivares no OGM por OGM es
particularmente aguda en el caso de la soja, que ha ido reemplazando aceleradamente otros
cultivos y tipos de producción agropecuaria tanto en la zona núcleo (la pampa gringa a que se hizo
referencia en el análisis de la IMA) como en las nuevas áreas de cultivo resultantes de la
denominada “expansión de la frontera agrícola”.
Gráfico 7 - Solicitudes de registros presentados ante el INASE: Soja (1994-2006)
Fuente: Elaboración propia en base a datos del INASE
46
Gráfico 8 - Solicitudes de registros presentados ante el INASE: Maíz (1994-2006)
Fuente: Elaboración propia en base a datos del INASE
No menos significativa es la evolución en términos del origen nacional o extranjero de las
solicitudes de registración, ya que demuestra la creciente participación de las empresas locales en
el desarrollo de nuevas variedades. La desagregación de la información según los cultivos más
relevantes (soja, maíz, algodón) revela que esta tendencia es pareja en la soja y el maíz, los dos
cultivos en que la difusión de semillas genéticamente modificadas ha alcanzado mayor magnitud.
En todo caso, es interesante notar que esta tendencia se ha acelerado significativamente a partir del
año 2002, lo que sería indicativo de un proceso de rápido catching up de las empresas de capital
local en la “asimilación” del nuevo tipo de semillas a su expertise en el desarrollo de variedades.
Tabla 7 – Origen de las solicitudes de registros ante el INASE por cultivo, 1994-2006
AÑO Soja Maíz Algodón
Nac. Extranj. TOTAL Nac. Extranj. TOTAL Nac. Extranj. TOTAL
1994 14 6 20 20 7 27 0 0 0 1995 45 11 56 25 11 36 3 2 5 1996 12 10 22 17 21 38 0 0 0 1997 18 25 43 35 15 50 2 1 3 1998 34 38 72 34 7 41 0 3 3 1999 18 42 60 52 8 60 2 4 6 2000 47 33 80 40 10 50 4 4 8 2001 47 44 91 35 19 54 2 3 5 2002 24 34 58 43 12 55 0 2 2 2003 45 22 67 59 8 67 4 4 8 2004 71 21 92 79 4 83 0 1 1 2005 67 3 70 77 2 79 1 0 1 2006 110 4 114 60 7 67 1 1 2
TOTAL 552 293 845 576 131 707 19 25 44 Fuente: Elaboración propia en base a datos del INASE
47
Gráfico 9 - Solicitudes de registros presentados ante el INASE: Soja (1994-2006)
Fuente: Elaboración propia en base a datos del INASE
Gráfico 10 - Solicitudes de registros presentados ante el INASE: Maíz (1994-2006)
Fuente: Elaboración propia en base a datos del INASE
La inserción de la producción de semillas en los mercados internacionales también es
reveladora del desempeño competitivo exitoso de la industria semillera. Efectivamente, entre 2001
y 2007 las exportaciones de semillas para siembra casi que se cuadruplicaron, aún cuando
continúan representando una proporción pequeña de la producción total. Algunos mercados en
particular (híbridos biotecnológicos, maíces híbridos de contraestación) demostraron un alto
dinamismo. También se produjo en los últimos años una diversificación de los mercados de
48
destino, particularmente entre los países vecinos (Brasil, Paraguay, Bolivia). Finalmente, el saldo
exportador del sector, que era de casi US$ 10 millones a comienzos de la década, se duplicó en el
lapso de 6 años.
Gráfico 11 - Exportaciones de semillas para siembra, 2001-2007 (toneladas)
Fuente: Elaboración propia en base a datos de USDA Foreign Agricultural Service, varios números
Si bien no están disponibles las cifras de inversión de la industria para toda la serie de años
la evidencia recogida de las encuestas y entrevistas a los productores indica un comportamiento
muy activo por parte de la mayor parte de las firmas. Concretamente, la tendencia agregada parece
haber sido similar a la que se registró en la IMA: la inversión tuvo un impulso importante en la
segunda mitad de los años 90 inmediatamente después de la primera introducción de las
variedades transgénicas en el mercado local, para registrar una leve caída entre 1999 y 2002 y un
nuevo e importante rebote a partir de entonces con valores que hacia 2007 se aproximarían a los
US$ 600 millones anuales, más que duplicando los guarismos de una década atrás. Este
comportamiento habría sido similar en ambos segmentos de la industria, aunque con algunos
matices en términos del destino de la inversión. En el caso de los desarrolladores de semillas
genéticas, una buena parte de las inversiones estuvieron dirigidas, especialmente en los años 90, al
fortalecimiento de sus capacidades de comercialización/ distribución y de desarrollo de variedades
a través en gran parte de la adquisición de empresas de menor porte con un acervo importante en
49
este último campo.42 Las mejoradoras de variedades, por su parte, destinaron una porción
importante de sus inversiones a la ampliación de sus facilidades y a la incorporación de nuevas
tecnologías destinadas a fortalecer sus capacidades para trabajar sobre la base de semillas
genéticamente modificadas.43
Finalmente, como es de esperar por tratarse por definición de actividades muy intensivas
en conocimientos, la inversión en I+D desde mediados de los años 90 muestra un comportamiento
sumamente virtuoso. Según la información provista por las propias empresas, dicha inversión
registró en términos agregados un aumento sostenido que ubica el nivel de I+D en casi el 1,0%
sobre las ventas, esto es, más de 3 veces el valor promedio de la actividad industrial y el doble de
los guarismos que registra la IMA en el mismo período (ver cuadro 4). Más aún, esta tendencia se
fortalece cuando se consideran exclusivamente las ventas de semillas genéticamente modificadas,
caso en el que el porcentaje ronda el 6%. Por otra parte, todas las empresas del rubro fortalecieron
significativamente en los últimos 15 años sus capacidades internas de I+D fundamentalmente a
través de la ampliación de sus dotaciones estables de personal dedicadas exclusivamente a este
tipo de tareas o del establecimiento de departamentos I+D. Significativamente, el empleo en I+D
superaba hacia 2007 el 14% de la dotación total de personal en la industria (que agrupa alrededor
de 2000 trabajadores), cifra que contrasta con el 2% que se registra en las actividad manufacturera
en su conjunto.
42 Syngenta, por ejemplo, compró la firma SPS, que desarrolla, produce y comercializa semillas localmente, con lo que ha llegado a detentar el 21 por ciento del mercado de maíz, 13 por ciento de girasol y se posicionarse segundo en el mercado de soja. Monsanto, entretanto, logró adquirir el 49% de la Seminium SA- La Tijereta (una de las principales desarrolladoras de variedades) hacia fines de octubre de 2008 y estaba seguidamente intentando adquirir el resto de esa empresa. Este proceso de adquisiciones y fusiones mantiene actualmente su vitalidad, dando lugar a una nueva estrategia corporativa en la agricultura biotecnológica que incluye las licencias tecnológicas, las licencias cruzadas y diferentes modelos de alianzas interempresarias como una práctica corriente entr5e las corporaciones. Por ejemplo, Dupont y Syngenta acordaron recientemente crear Greenleaf, un joint venture cuyo objetivo es vender genética y eventos tecnológicos a semilleros de los EE.UU. y Canadá, y luego en el resto del mundo. Además, acordaron intercambiar licencias sobre ciertos eventos en maíz y soja que cada empresa comercializará con sus propias marcas. Este proceso implicó, por supuesto que en una escala mucho menor, replicar en la Argentina el proceso de concentración de la industria que previamente se verificó a escala global (ver, por ejemplo, Chudnovsky et al, 2004; Bisang et al., 2006). 43 Algunas empresas locales no se mantuvieron al margen de la tendencia a la adquisición de otras empresas en la industria de manera de potenciar su posicionamiento de mercado. Don Mario, la semillera local de mayor tamaño, detenta el 30% de las semillas fiscalizadas (las semillas que se venden en blanco con el gen transgénico) y ha venido siguiendo una dinámica de adquisiciones que se focaliza en el mercado de alto valor y especialidades, adquiriendo por ejemplo a Areco Semillas que vende semillas orgánicas, no transgénicas y de identidad reservada (es decir, se está integrando hacia abajo con empresas especialistas en nichos de alto valor)
50
Este escenario de I+D a nivel de la empresa marca una diferencia importante con la
experiencia de la IMA y resulta, obviamente, un factor relevante para entender el desempeño
altamente innovador de la industria semillera argentina, tal cual lo reconocen los propios agentes
productivos. No resulta tan obvio, sin embargo, porque estas firmas sólidamente dotadas con
capacidades endógenas para el desarrollo y mejoramiento de semillas se están integrando
gradualmente en diferentes modalidades de redes de innovación –no siempre concebidas como
tales desde un comienzo- que articulan una multiplicidad de actores y, por ende, de saberes, y que
están redefiniendo el modelo innovativo tradicional centrado en el expertise individual (la firma, el
productor, etc.).
La respuesta tiene varios puntos en común con la explicación ofrecida en el caso de
sembradoras. Expresada sencillamente, la articulación en red posibilita el acceso, intercambio,
combinación y redefinición de los distintos tipos de conocimientos (científico, técnico, operativo,
etc.) que facilitan el proceso de identificación, desarrollo y producción de las nuevas variedades de
semillas que se lanzarán al mercado. Esto es particularmente relevante ya que es cada vez más
necesaria en ese proceso la participación de diversas disciplinas (química, biología, etc.) y la
utilización de técnicas (esencialmente génicas) usualmente ajenas a los conocimientos
tradicionales de los productores de semillas ante las crecientes exigencias de la demanda interna y
externa con relación a los rasgos diferenciales del bien final (especificidades locales de suelos y
climas, cumplimiento de estándares de producción y calidad). Tampoco en este caso entonces,
como en el de los productores de sembradoras, la trayectoria tecnológica previa parece ser un
activo de relevancia casi excluyente para responder eficazmente a los requerimientos del mercado.
La evidencia recogida indica que el “diseño” y desarrollo de semillas a través de estos esquemas
en red es –tal cual lo expresan más abierta o veladamente las propias empresas- una fuente
esencial de la capacidad de innovación de productos a nivel de la firma individual. Como se
hiciera en el caso de la IMA, se presenta en la tabla siguiente la situación que prevalece en la
industria de ABT en relación a diversas variables relevantes para el proceso de innovación,
señalándose con sombreado el casillero que mejor describe la situación en Argentina.
51
Cuadro 7 – Innovación en la ABT argentina. Escenario de incentivos
Promueve No obstaculiza Obstaculiza
Inversión pública en investigación
Disponibilidad adecuada de fondos públicos destinados a I+D y adaptación local de desarrollos externos
Disponibilidad adecuada de fondos públicos destinados a transferencia y adaptación de desarrollos tecnológicos externos
Insuficiencia o carencia de fondos públicos destinados a I+D y a adaptación de nuevas tecnologías
Inversión privada en investigación
Inversión en I+D y RRHH a tal fin superior al promedio nacional
Inversión en I+D y RRHH a tal fin igual al promedio nacional
Inversión en I+D y RRHH a tal fin menor al promedio nacional o no significativa
Régimen de comercio internacional
Bajas barreras de entrada a bienes finales e insumos de producción
Protección moderada a la importación de bienes finales o insumos a la producción
Protección alta a la importación de insumos a la producción
Propiedad intelectual
Estándares de protección con implementación no conflictiva
Estándares de protección con implementación conflictiva
Regulaciones sub-estándar/inoperantes
Vinculación de empresas con centros de investigación públicos
Interacciones densas relativamente sistemáticas en áreas clave (I+D o desarrollo de producto/proceso)
Interacciones débiles en áreas clave (I+D o desarrollo de producto) o fuertes en actividades secundarias (intercambio de recursos humanos)
Interacción inexistente entre el sector público y el privado bajo cualquier modalidad.
Vinculaciones entre empresas del sector
Cooperación intensa o creciente en actividades relevantes (desarrollo de productos o procesos, solución de problemas comunes, información crítica) entre productores
Cooperación débil o puntual en actividades relevantes (desarrollo de productos o procesos, solución de problemas comunes, información crítica) entre productores
Cooperación inexistente en actividades relevantes (desarrollo de productos o procesos, solución de problemas comunes, información crítica) entre productores
Vinculaciones de empresas con otros actores de la innovación
Cooperación intensa o creciente en actividades relevantes (desarrollo de productos o procesos, solución de problemas comunes, información crítica) entre productores finales y usuarios y otros actores
Cooperación débil o puntual en actividades relevantes (desarrollo de productos o procesos, solución de problemas comunes, información crítica) entre productores finales y usuarios, y otros actores
Cooperación inexistente en actividades relevantes (desarrollo de productos o procesos, solución de problemas comunes, información crítica) entre productores finales y usuarios y otros actores.
Fuente: Elaboración propia sobre la base de datos provistos por la encuestas y entrevistas
Una primera modalidad de red de innovación es en rigor una externalidad positiva del
esfuerzo de algunas de las firmas multinacionales que desarrollan semillas transgénicas
(Monsanto, Syngenta, Hoecht, Bayer) por integrar completamente el ciclo de negocios como
52
elemento fundamental de su estrategia de expansión en el mercado local y de inserción en la trama
del agro. A este fin, partiendo de la oferta de la semilla transgénica como “paquete tecnológico
cerrado” –esto es, la venta de la semilla conjuntamente con pesticidas y fertilizantes-, estas
empresas buscaron desarrollar una red de comercialización y distribución de alcance nacional.
Esto se tradujo en el establecimiento de los denominados Centros de Servicios –unos 400
distribuidos a lo largo y ancho de país pero con mayor concentración en la zona núcleo-, a cargo
no solo de la venta de los insumos sino de la provisión de asistencia técnica al productor. En los
hechos, estos centros han devenido en nodos de vinculación entre una diversidad de actores
(productores, integrantes de semilleras locales, contratistas que normalmente perciben la
innovación como una herramienta clave de negocio y los llamados “pooles de siembra”), cuyos
intercambios permiten “abrir” el paquete tecnológico, exponiendo sus componentes a la
identificación de problemas o deficiencias y nuevas opciones para superarlas; de esta forma, estos
nodos se convierten en vectores de difusión de conocimientos codificados vía insumos y de
conocimientos tácitos vía el asesoramiento técnico, a la par que generan nuevos conocimientos
sobre el mejoramiento de semillas que retroalimentan el esfuerzo de las empresas en esa dirección.
El impacto de estas redes private-led, no puede subestimarse en vista de su amplísima cobertura
que permite incluir una vasta diversidad de situaciones con respecto a las condiciones
agronómicas.
Una segunda modalidad private-led de red es el resultado de iniciativas de otras empresas
multinacionales que operan en el país (Pioneer, SPS, Nidera) orientadas a testear durante su
proceso de desarrollo distintas propiedades de las variedades buscadas a partir de la semilla
genéticamente modificada. El mecanismo utilizado consiste en reuniones (que reciben distintas
denominaciones según la empresa tales como “unidades experimentales de demostración”,
“unidades experimentales de alta producción”, “centros de excelencia”, etc.) a campo organizadas
varias veces al año y en distintas localidades simultáneamente durante el ciclo de desarrollo de la
semilla mejorada. En esos encuentros se monitorean y comparan las propiedades, el
comportamiento y rendimiento del producto a lo largo de una gama de dimensiones (su reacción a
ciertos agroquímicos y fertilizantes, su capacidad de absorción de la humedad, por mencionar
algunas de las más usuales). Estos ejercicios de varias rondas de testeo y benchmarking permiten
las adaptaciones y correcciones de la semilla hasta su forma final. Se trata de encuentros abiertos
53
que usualmente convocan a todos los agentes vinculados directamente a la producción agrícola
(productores, contratistas, otras empresas semilleras, entidades privadas dedicadas a impulsar la
innovación [AACREA y AAPRESID], entidades gremiales nuevas o aggiornadas organizadas por
cadenas de valor [ACSOJA, ASAGIR, MAIZAR] que asignan una alta importancia a las
cuestiones tecnológicas, agencias públicas de apoyo al desarrollo agrícola [INTA] e, inclusive,
fabricantes de maquinaria agrícola) que traen y comparten conocimientos diversos, generalmente
parciales pero complementarios, sobre las cuestiones materia de experimentación y evaluación.44
Otras dos modalidades van un poco más allá del mejoramiento de semillas, buscando la
producción de I+D en agrobiotecnología genética a través de esfuerzos de articulación privado-
público. Se destaca en este sentido, por una parte, la red coordinada por Bioceres con epicentro en
las cercanías de la ciudad de Rosario, Pcia. de Santa, que reúne 150 empresas (en sus comienzos
20) y focaliza en el desarrollo y producción de semillas a través de la invención de genes, la
prueba en plantas modelo y la introducción de dichos genes en cultivos. Esta red está llevando
adelante simultáneamente varias líneas de trabajo. Debe destacarse un joint venture con el INTA
(Institutos de Biotecnología y de Genética) para desarrollar maíz transgénico resistente a ciertos
virus locales con el financiamiento de inversores privados como capital de riesgo. Otro importante
proyecto focaliza en el desarrollo de variedades de trigo, maíz y soja resistentes a la sequía a través
de un acuerdo con la Universidad Nacional del Litoral y el Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (CONICET); Bioceres financió las primeras dos etapas del proyecto y un
fondo de inversión específico de 1,6 millones de dólares financiará las dos etapas restantes.
Bioceres también está participando en tres programas estratégicos de la Agencia Nacional de
Promoción de la Investigación Científica y Técnica (ANPCyT) para la interacción de instituciones
generadoras de conocimiento en las áreas de cultivo de trigo y girasol y en la exploración
genómica de suelos. Finalmente, en lo que constituye su iniciativa más ambiciosa, Bioceres ha
establecido un joint-venture con Biosidus (una empresa nacional líder en el campo de la genética
animal) para la creación del Instituto de Agrobiotecnología Rosario (INDEAR), con participación
del CONICET, para el desarrollo de investigación en biología molecular, genómica funcional y
proteómica a ser aplicados en la innovación tecnológica del sector agrícola.
44 El caso más reciente de esta modalidad de desarrollo en red es la presentación por Nidera de una variedad de productos, particularmente soja de ciclo largo (NA4613RG, NA4990RG, NA5009RG y NA5909RG) y corto (NA3731RG) para la observación del comportamiento del cultivo frente al estrés hídrico y sequía
54
Debe destacarse, finalmente, el desarrollo de dos variedades genéticamente mejoradas de
arroz a través de una de las experiencias más exitosas de transferencia de tecnología por parte del
INTA que involucra una fuerte interacción con el sector privado.45 La primera de esas variedades,
denominada Cambá –de mayor calidad y productividad que la semilla hasta entonces utilizada-,
fue lograda a través de un convenio de vinculación tecnológica (CVT)46 con la Fundación Pro-
Arroz (constituida por productores locales de arroz) que financió y participó en la investigación.
INTA retuvo los derechos de propiedad intelectual sobre la nueva variedad como asimismo los
derechos para licenciar su comercialización, que se realiza a través de vendedores locales de
semillas. La segunda variedad denominada Puitá, resistente al imidazoline (un herbicida que se
requiere para eliminar la plaga llamada “arroz colorado”), se desarrolló a partir de un CVT con
BASF que era la empresa productora del herbicida. INTA financió la investigación y BASF
contribuyó proveyendo los imidazolines que eran más apropiados para el arroz Puitá en diferentes
localizaciones. Una vez alcanzado el resultado INTA licenció la comercialización externa de la
nueva semilla a BASF, que es responsable de patentarla en cada mercado que la venda, mientras
que retuvo los derechos de comercialización en Argentina y Uruguay.47
De la misma forma que en el caso de la producción de sembradoras, no obstante sus
importantes matices, las micro-redes agrobiotecnológicas tienen tres rasgos compartidos que le
dan racionalidad y sustentan el auto-reforzamiento del proceso colaborativo de innovación. En
primer lugar, su efectividad como mecanismos de gobernancia de la innovación para superar
limitaciones generalmente importantes para el mejoramiento productivo y tecnológico en la
industria argentina de ABT. Deben puntualizarse al respecto la solución de diferentes problemas
de coordinación (principalmente la obtención de fondos para I+D aplicada a nuevas variedades de
semillas a través de aportes del sector privado o de líneas de crédito especiales que subsidian la
inversión en nuevas tecnologías), la superación de brechas críticas de información y la captura de
externalidades tecnológicas de difícil apropriabilidad en el caso de la biotecnología aplicada al
45 Estas variedades no solo mejoraron notablemente la competitividad del sector de producción de arroz en Argentina sino que posicionaron al INTA como uno de los líderes y exportadores mundiales de licencias de tecnología en el área de arroz genéticamente modificado resistente a herbicidas. 46 El INTA tiene una larga trayectoria en material de transferencia de tecnología que se reflejó en 2007 en 161 acuerdos de investigación, 43acuerdos de transferencia de tecnología y 69 acuerdos de asistencia técnica. 47 El desarrollo de esta variedad de arroz, a la par de mejorar la competitividad de la producción al optimizar las prácticas de cultivo le permitió situarse a INTA como un líder mundial en el desarrollo de nuevas variedades de arroz conjuntamente con la Universidad del Estado de Louisiana en los Estados Unidos (Sánchez et al, 2008).
55
desarrollo de plantas y cultivos. Segundo, la presencia decisiva de stakeholders (públicos o
privados) como agentes articuladores de la redes de producción –más allá de su modalidad de
gobernancia más jerárquica u horizontal-. Finalmente, el desarrollo de mecanismos no
necesariamente formalizados pero crecientemente rutinizados de identificación de problemas y
“escaneo” de nuevas opciones productivas tendientes a su superación. De manera similar entonces
con lo que ocurre en la IMA, estas redes de búsqueda de primer piso son, vistas en conjunto, un
puntal descentralizado importante del desempeño innovador de la industria de ABT argentina y, a
la vez, expresiones promisorias aunque aún desarticuladas de una reforma institucional a escala
regional.
Existen fundadas razones para suponer, como ya se adelantara, que esta tendencia hacia los
esquemas colaborativos para la innovación productiva, capaces de asegurar la provisión de ciertos
bienes públicos específicos o bienes “club”, se haga más imperativa si la producción de semillas
en el país se mueve hacia un patrón de creciente diferenciación de productos e identificación de
nichos de mercados –esto es, hacia la denominada “segunda ola de eventos tecnológicos”-. Esto
supone el pasaje de semillas con instrucciones génicas que las hace efectivas para distintas
condiciones agronómicas y ante insumos específicos a semillas que modifican su contenido
(oleico, proteico, etc.), toleran mejor el estrés abiótico48 y la sequía, y aprovechan mejor los
nutrientes, o a semillas no transgénicas y orgánicas (esto es, segmentos de mercado de
especialidades de alto valor). Se trata en todos estos casos, según lo manifestado por los propios
semilleros, de desarrollos con un mayor grado de incertidumbre científico-tecnológica, con la
consiguiente mayor carga de actividad exploratoria, y una obsolescencia más rápida de la
tecnología –rasgos ambos inherentes a la estrategia de creciente diferenciación de productos-. Es
también mayor, por ende, el requerimiento de bienes públicos específicos para la industria en
materia de desarrollos tecnológicos de mediano y largo plazo vinculados con actividades de
prebreeding (estudio y uso de los recursos genéticos); de regulación (certificaciones de calidad y
de sustentabilidad ambiental, estándares sanitarios y fitosanitarios); y de organización productiva e
infraestructura (clasificación de semillas, sistemas de identidad reservada). Concomitantemente, se
48 Entre los factores físicos que generan este tipo de estrés se pueden mencionar el estrés por déficit o exceso de agua, altas-bajas temperaturas y radiación UV, mientras que en entre los factores químicos juegan la contaminación atmosférica, los metales pesados, las toxinas, la salinidad, etc.
56
acentúa la necesidad de un mayor involucramiento del sector público en tanto actor casi
excluyente en la provisión de esos bienes.
4. El desafío institucional y el rol del sector público
Como surge de los casos examinados, la colaboración entre empresas está abriendo la puerta a la
colaboración con el Estado a partir del rol que éste puede jugar en la superación de las limitaciones
para el funcionamiento productivo en red en pro de la innovación. Es más, la relevancia de la
colaboración público-privada en ambas industrias se está acrecentando en la medida en que la
innovación tiende a volverse más exigente por su ritmo, su alcance y/o la búsqueda de asegurar su
sustentabilidad como estrategia competitiva de largo plazo. Esto es, las redes de búsqueda de
primer piso sugieren crecientes demandas de acción que dependen de la cooperación de las
autoridades públicas a varios niveles por encima del puramente micro, crucialmente el nivel
regional, para responder a las necesidades reveladas por la búsqueda micro exitosa –en particular
la provisión de ciertos bienes públicos específicos a la industria-.
Al mismo tiempo, como también lo demuestran los casos analizados, el proceso de
colaboración que se expresa en las redes de búsqueda de primer piso está aún escasamente
estructurado e involucra diversas formas de articulación en el alcance y contenido de las
vinculaciones como asimismo en la manera en que éstas se formalizan institucionalmente. De esta
forma, si bien surge con creciente fuerza la necesidad de configurar una nueva “institucionalidad”
para dar respuesta sistémicamente a los desafíos actuales de codiseño y colaboración productiva,
no se vislumbra una “receta” única sobre el diseño institucional más propicio a tal fin. Se plantea
así el desafío estratégico de descubrir y definir los arreglos institucionales que puedan
efectivamente funcionar como redes de búsqueda a nivel más agregado, o “redes de búsqueda de
segundo piso”.
¿Cuales es el escenario que las experiencias de la IMA y la ABT permiten delinear en este
sentido? De forma muy similar a lo que ocurre en el sector privado, es un escenario en el que se
verifica, por una parte, una marcada heterogeneidad entre las instituciones públicas de apoyo al
desarrollo tecnológico y la innovación, y por la otra, un proceso de creciente experimentación
institucional con final abierto pero que permite identificar algunos elementos relevantes para
57
construir una efectiva arquitectura y mecanismos institucionales de apoyo.
Las historias del INTI y del INTA –las dos principales agencias públicas de apoyo al
desarrollo tecnológico- epitomizan la parábola de la heterogeneidad y pueden sintetizarse como de
orígenes comunes, misión compartida, pero de gradual diferenciación en las dos últimas décadas
en cuanto a su diseño organizacional, vinculación con los productores, y principios y mecanismos
de funcionamiento. En el contexto del fuerte impulso hacia la ISI, ambas agencias fueron creadas a
mediados de los años 50 con el mandato de promover el mejoramiento tecnológico en la industria
y el agro, respectivamente. A tal fin, sus principales líneas de trabajo se definieron como la I+D y
la asistencia técnica, implicando como parte de ellas la provisión de insumos públicos para la
innovación. Las dos agencias también contaron desde sus comienzos con estructuras de gobierno
“corporativas” -con participación de los productores y otros actores interesados-, y se financiaron
inicialmente con los ingresos fiscales obtenidos de los impuestos a las exportaciones.
Hacia la década del 80 el INTI había comenzado a transitar un sendero de desarrollo que
se distanciaba progresivamente de su esquema original. En efecto, aunque inicialmente la I+D y la
asistencia técnica constituyeron una parte importante de sus actividades, varias razones
–incentivos presupuestarios y limitaciones de recursos humanos entre otras– llevaron a la
institución a privilegiar la provisión de servicios de testeo de materiales, calibración, metrología y
desarrollo de estándares, quedando relegadas en buena medida la I+D y la asistencia técnica.
Paralelamente, no obstante su estructura extendida en todo el país,49 el INTI tendió a centralizarse,
concentrando en su sede central de Buenos Aires la mayor parte de los Centros INTI donde se
realizan las actividades de I+D y asistencia tecnológica. Existe escasa evidencia que se hayan
desarrollado relaciones de cooperación sostenidas y fructíferas con los productores en relación a
estas actividades.
El INTA, por su parte, siguió a partir de mediados de la década de los años 80 una
trayectoria casi opuesta. Hasta entonces, la institución concibió su tarea de promoción de la
modernización tecnológica en base a dos pilares: por un lado, la educación para romper el
“tradicionalismo cultural” de los destinatarios de sus acciones, los agricultores y ganaderos, que
constituía una barrera muy fuerte para la incorporación de nuevas tecnologías de productos y
49 El INTI cuenta con 29 Unidades de Extensión distribuidas en 22 de las 25 provincias de país y 6 Centros INTI en Córdoba, Rosario, Rafaela, Neuquén, Mar del Plata, San Luis y Villa Regina.
58
procesos; por la otra, la transferencia (vertical) de “paquetes tecnológicos”, inicialmente
resultantes de la adopción y adaptación de tecnologías extranjeras y luego de la propia I+D de la
institución. Los destinatarios de los esfuerzos de I+D eran los productores nacionales, en particular
los de menor tamaño relativo frecuentemente organizados en cooperativas, que comercializaban
los productos resultantes (semillas) por medio de acuerdos contractuales informales. Aunque el
INTA contó desde sus comienzos con una estructura descentralizada basada en Estaciones
Experimentales Agropecuarias (EEAs) diseminadas a lo largo y ancho del país,50 las decisiones
referidas al curso de la investigación básica y al diseño de la política institucional se tomaban en la
cima de la organización.51
Desde mediados de los años 80 el INTA se movió hacia una mayor descentralización en
base a cambios en su organización y en los instrumentos utilizados para sus acciones de apoyo al
mejoramiento tecnológico. Los movimientos clave en tal dirección fueron, por una parte, la
creación de los Centros Regionales de Investigación (CRI), cada uno con su respectivo Consejo de
Centro (CC) como instancia de amplia y sistemática participación local/regional, dotado con
facultades para aprobar acuerdos de transferencia y asistencia tecnológica en esos ámbitos.52 Por
otra, el desarrollo de una política de vinculación tecnológica (VT) que ponía mayor énfasis en la
innovación -haciendo especial hincapié en la efectiva transferencia de tecnología al sector privado
a partir de un tipo de investigación con aplicación más directa en las actividades de producción- y
en una articulación mayor y perdurable con las empresas que fuera más allá de una mera relación
contratante-contratista.
Las principales motivaciones de este cambio fueron cerrar la brecha entre la investigación
del sector público y las necesidades de la producción, mejorar la eficiencia de esa investigación
–en especial potenciando su capacidad para generar y transferir rápidamente nuevos desarrollos en
una actividad como la agricultura de acelerada obsolescencia del conocimiento tecnológico- y
50 INTA cuenta con 45 EEAs distribuidas en 15 provincias, dependiendo directamente de los Centros Regionales. La facultad de estos Centros de aprobar convenios data de una resolución interna del INTA de 1993. 51 La investigación básica se organizó inicialmente por “especialidades” y por “problemas de carácter nacional”, recayendo la responsabilidad por las decisiones en este campo en el Consejo Directivo, el órgano máximo de gobierno del instituto de carácter fundamentalmente normativo, y en la Dirección Nacional, el nivel gerencial de más alta jerarquía de la institución. 52 Hubo plena coincidencia entre los funcionarios del INTA entrevistados que el objetivo era la configuración de una estructura matricial de la institución en la cual la definición de la agenda de I+D resultara de la confluencia de líneas estratégicas generales definidas de manera relativamente centralizada con temáticas más específicas identificadas de “abajo hacia arriba”.
59
asegurar el acceso al financiamiento de la agenda de investigación del instituto. 53
La diversidad de trayectorias entre el INTI y el INTA tiene su correlato en sus
experiencias recientes en las industrias examinadas en este estudio. En la IMA, no obstante ser la
jurisdicción “natural” de actuación del INTI, la intervención del instituto en el proceso reciente de
notable mejora tecnológica e innovación de las empresas fue sólo marginal. El Centro INTI de
Rosario motorizó esa intervención proveyendo asesoramiento técnico sobre tecnologías de proceso
“blandas” (métodos de producción japoneses principalmente), capacitación en procesos
industriales puntuales (pintura) y servicios de testeo de materiales y calibración de equipos a través
de relaciones spot con empresas individuales (es decir, como bienes privados). Como se desprende
de las micro-redes de fabricantes de sembradoras descriptas en la sección previa, el INTA
(concretamente la EEA de Manfredi en la provincia de Córdoba) fue en cambio un interlocutor
importante de los productores, involucrándose activamente en algunos casos en el proceso de co-
diseño y co-desarrollo no solo a través de la provisión de bienes club especializados a partir de su
expertise en SD y AP sino contribuyendo a facilitar la coordinación entre las partes. Es más, a
nivel del subsegmento en su conjunto, es reconocido el rol del INTA a nivel regional en la
provisión de benchmarks sobre las soluciones u opciones de frontera a nivel internacional en
relación a diversas cuestiones que las micro-redes abordan en la mejora o innovación de
productos.54
En el caso de la ABT la contribución del INTA parece haber alcanzado una masa crítica
aún mayor. En efecto, en varias de las experiencias colaborativas puntualizadas previamente la
institución actuó –mientras que avanzaba en sus propios desarrollos- como proveedor de un
insumo crítico, la I+D de base, para la obtención de las nuevas semillas a ser puestas para
53 Este proceso de cambio no fue lineal ni estuvo exento de conflictos internos en los que los principales motivos de fricción fueron la resistencia de algunos sectores internos del INTA y actores interesados como las Universidades a realizar una investigación más orientada a las necesidades del sector privado y a aceptar su financiamiento. También fueron motivo de consideración reiterada la distribución de los beneficios generados por los convenios de vinculación tecnológica (CVT) como asimismo el fortalecimiento de las capacidades de los CRI para operar con relativa autonomía en la definición e implementación de los CVT –un acción actualmente en curso en este sentido es la creación de la figura de Asistentes Regionales de Vinculación Tecnológica, con responsabilidad de apoyar a los Centros Regionales en la prospección tecnológica, en la coordinación y gestión de los CVT y en la conducción de acciones de seguimiento y administración de los instrumentos jurídicos firmados por cada centro. La última revisión de la política de VT es de 2006 a fin de articularla con el Plan Estratégico Institucional del INTA 2005-2015. 54 Durante la visita a las empresas de la industria fue recurrente la valoración muy positiva de los empresarios sobre la presencia persistente del INTA y su status de referente en la provisión de insumos técnicos y de información sobre los problemas enfrentados en el diseño y desarrollo de productos.
60
comercialización, a la par que contribuyó a integrar a los diversos actores relevantes y alinear sus
intereses. En alguno de los casos su aporte fue más allá de la generación y difusión de tecnología
para delinear nuevos esquemas de obtención de financiamiento a través de emprendimientos
conjuntos y la atracción de capital de riesgo. Recientemente, el INTA ha dado un paso más en la
misma dirección comenzando a desarrollar proyectos de pre-breeding para desarrollar
germoplasma de soja (un cultivo en el que la institución quedó detrás del sector privado en los
esfuerzos de I+D) a partir del uso de entradas al Banco Activo de Germoplasma, habitualmente no
utilizadas –una iniciativa sumamente importante para impulsar nuevos nichos de mercado-.
Es más, en sus casos quizás más exitosos de intervención -desarrollo de una variedad
mutagenética de arroz resistente a la plaga del “arroz colorado” comercialmente muy importante-
y de la industria de vino en la provincia de Mendoza,55 (como también a través de una
multiplicidad de acuerdos con firmas privadas)56, el INTA avanzó significativamente en el diseño
del instrumento o marco regulatorio, el CVT, para impulsar y formalizar los emprendimientos de
I+D con el sector privado. Esta experiencia provee insights reveladores sobre los arreglos
institucionales que favorecen la viabilidad de la cooperación público-privada para la innovación a
nivel micro y que podrían servir de pilares para escalarla a nivel meso o regional: el ownership de
los actores públicos y privados involucrados sobre las cuestiones de políticas en juego; el “anclaje”
espacial de dichos actores; mecanismos para evitar la captura de los recursos aportados
(financieros o de otra naturaleza) por otros actores internos o externos a la iniciativa; un claro quid
pro quo entre las contribuciones y beneficios para las partes (financiamiento y comercialización);
efectivos mecanismos de coordinación para articular los vínculos internos a la red como externos
con otros actores relevantes (eg., instancias superiores del sector público); y capacidad del INTA
para definir, vía el uso de los derechos de propiedad intelectual, el carácter público o privado de
los resultados de sus esfuerzos de I+D. A juzgar por el énfasis puesto por el Instituto en la revisión
periódica de sus prácticas de VT, la existencia de instancias efectivas de monitoreo y evaluación
de los proyectos seleccionados es también un componente crítico de la arquitectura institucional
emergente.
Finalmente, la experimentación institucional para “gobernar” la co-producción de la
55 Ver McDermott (2007) 56 A marzo de 2009, el Instituto había concretado 302 CVTs, incluyendo 176 de investigación, 45 de transferencia tecnológica y 81 de asistencia tecnológica (www.inta.gov.ar).
61
innovación parece estar encontrando otro punto de apoyo precisamente en la heterogeneidad
descripta al interior del aparato del sector público directamente involucrado con al apoyo a la
innovación. En efecto, ha surgido muy recientemente una iniciativa, motorizada por las instancias
del INTI e INTA localizadas en la región en que opera la IMA con el aval de las autoridades
nacionales de ambos Institutos, para trabajar conjuntamente (articulando una red de búsqueda
regional) en el mejoramiento productivo e innovación de las empresas del sector. La lógica de la
iniciativa es apoyarse en los aspectos de las instituciones que funcionan para reconstruir o
reformular los que no y en el proceso mejorar también las formas organizativas, procedimientos e
instrumentos de aquellas. Instancias de benchamarking interinstitucional entre el INTA y el INTI y
con terceras instituciones exitosas se prevén como críticas para el proceso de upgrading
institucional, como asimismo el establecimiento de mecanismos de monitoreo permanente que
permitan corregir los errores inevitables en el desarrollo de sus actividades de manera de
garantizar un progreso sostenido. Al momento, se han definido dos unidades experimentales del
INTI en Belville (provincia de Córdoba) y Firmat (provincia de Santa Fe) como los ámbitos para
el desarrollo de la iniciativa y las partes se aprestan a iniciar el diseño (provisorio y experimental)
de su configuración organizativa y metodología de trabajo.
En suma, el escenario institucional público en la IMA y en ABT demuestra que hay
elementos en el sector público argentino para el desafío de construir, apoyándose y vinculando las
experiencias micro exitosas de innovación y upgrading colaborativo, las redes de búsqueda a nivel
regional/sectorial (o redes de búsqueda de segundo piso) que apuntalen en el largo plazo el
proceso de desarrollo que ambas industrias han logrado en los últimos años.
5. Conclusiones
Este trabajo ha examinado dos sectores de la producción manufacturera argentina, la IMA y la
ABT, que exhiben un desempeño competitivo destacado en los últimos años que les ha permitido
alcanzar tasas de crecimiento muy altas y sortear con éxito el test duro de mercados cada vez más
competitivos, tanto internos como internacionales. Lo que hace estos casos particularmente
interesantes es que, a contrario sensu de lo que se podría esperar de las visiones dominantes en la
literatura especializada argentina, su éxito ha estado apuntalado por una alta capacidad de
innovación por parte de segmentos importantes de cada una de las industrias –concretamente, los
62
productores de sembradoras y de semillas- que ha sustentado, a su vez, un proceso permanente de
agregación de valor y mejoramiento de productos (y en menor medida de procesos).
El análisis de los casos ilustra la naturaleza altamente dinámica de los procesos de
innovación a escala regional y sugiere la necesidad de examinar con criterios novedosos y open-
minded sus principales determinantes. En este sentido, aunque los aportes que ofrece el análisis no
pueden generalizarse por basarse en una casuística acotada y tratarse de SRI en fases tempranas de
desarrollo, el trabajo ha generado algunos resultados sugerentes tanto en términos conceptuales
como para la definición de políticas públicas que es importante remarcar.
En primer lugar, si bien el análisis abona el argumento central de los enfoques de SRI y de
ERS de que la capacidad innovadora de la firma está socialmente embedded, de decir, depende en
gran medida de su imbricación en redes interfirma y con otros agentes institucionales, aporta
nuevos elementos sobre cómo y con que activos específicos estas redes contribuyen concretamente
a generar esas capacidades. El análisis de ambas industrias muestra, en correspondencia con los
hallazgos de aquellos enfoques, que el valor de las interacciones y redes para la firma individual
radica en buena parte en la obtención de activos productivos y de mercado complementarios, el
acceso a información y recursos de otra forma inalcanzables, el abordaje conjunto de la solución
de problemas y la articulación de esfuerzos y recursos para el desarrollo de actividades que por su
escala o complejidad técnica excederían la capacidad de la firma individual.
La contribución novedosa del análisis es que revela además una rationale de las redes
examinadas que antecede lógicamente a los beneficios descriptos, a saber, que facilitan identificar
-circunscribiéndolas al menos a un número lo suficientemente reducido de opciones- las nuevas
oportunidades de mercado y como traducirlas en respuesta productivas efectivas. En consecuencia,
el valor estratégico novedoso de la articulación en red, al menos en las industrias consideradas en
este trabajo, es que permiten “decodificar” la incertidumbre estructural que enfrenta la firma
individual, desempeñándose como formaciones institucionales eficaces para dar respuesta al
problema de “selección de primer orden”. De ahí que su caracterización como “redes de
búsqueda” capture apropiadamente su lógica y racionalidad.
En segundo lugar, tal como se planteó en la discusión del marco conceptual, el trabajo
relativiza considerablemente el postulado de las instituciones como endowment que privilegia el
63
enfoque de SRI. Específicamente, no es que en los casos de la IMA y la ABT no existieran piezas
institucionales valiosas (aunque fuertemente heterogéneas) públicas y privadas al momento en que
ambas industrias se embarcaron en sus senderos de desarrollo basados en la innovación. El INTA,
para mencionar a la agencia pública más virtuosa, tenía una larga tradición de colaboración con las
empresas, aunque el contenido (esencialmente I+D de base) y la modalidad operativa y formal
(asistencia técnica brindada sobre la base de relaciones con empresas individuales) de su trabajo de
apoyo diferían significativamente de las que caracterizan su involucramiento actual en las redes de
IMA y ABT.
¿Qué pasó entre ambas situaciones? Esencialmente, que la participación del INTA en las
redes productivas emergentes, a la par de apuntalar el desarrollo de las mismas, indujo un proceso
de redefinición –incluso a veces de reconstrucción- de sus criterios, prácticas e instrumentos de
apoyo. Siguiendo con el mismo ejemplo –que podría hacerse extensivo en mayor o medida a otras
instituciones públicas o privadas como el INTI, asociaciones empresariales como CAFMA y
asociaciones privadas especializadas como AACREA-, el INTA tiende a funcionar hoy más como
un engranaje interno de las redes, que aporta servicios y bienes públicos especializados (IAD,
capacitación, certificación y estándares, etc.) y conocimientos sobre tecnologías y prácticas de
frontera, pero que además alinea los intereses y coordina los actores al interior de la redes y
funciona como puente para que éstos se conecten con actores y redes externas portadoras de
recursos y conocimientos adicionales. La evolución de los CVT del INTA es la expresión formal
de esta evolución.
La evidencia que ofrece el trabajo abona en consecuencia la premisa a favor de un enfoque
“constructivista” antes que “sendero-dependiente” sobre la dinámica de la (re)configuración
institucional para la innovación a nivel territorial. La evidencia también abona el argumento sobre
el peso de las variables de proceso, en tanto que prácticamente en todas las formas examinadas se
verifican mecanismos de “gobernancia” de la red con distintos grados de formalización que
definen criterios de participación (in and outs o “selectividad”) y por sobre todo facilitan el
aprendizaje y la corrección durante el proceso de co-evolución de prácticas productivas y formas
institucionales.
En vista de estos resultados, se desprenden del análisis algunos aspectos de interés para la
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investigación futura. Uno consiste en la sustentabilidad de estas redes emergentes y el rol y
configuración de los SRI. Si el argumento desarrollado en este trabajo tiene sentido, estas redes
tienen una tendencia inherente a la inestabilidad, a una combinación y recombinación permanente,
en la medida en que la “selección de primer orden” vaya arrojando resultados diferentes en un
contexto competitivo crecientemente volátil e incierto. ¿Cuál es entonces el diseño del SRI que
permitiría institucionalizar esta tendencia a la experimentación constante en instrumentos de
política más rutinizados o en una política más sistémica de innovación regional? La cuestión se
hace aún más compleja e interesante si se tiene en cuenta que el elemento inestable de la ecuación
–v.g., la búsqueda de nuevas conocimientos, ideas y actores- que sustenta el dinamismo de la
actividad económica regional puede requerir que los vínculos en red transciendan los confines
territoriales de la región. Un dilema similar se plantea cuando coexisten diversas redes productivas
dentro de un mismo ámbito espacial.57
La segunda cuestión relacionada a la descripta, tiene que ver con la “política multi-nivel”
que puede favorecer o bloquear la translación de los experimentos o “nichos” institucionales
exitosos a nivel “meso” a los instrumentos nacionales de política. Simplemente formulado, ¿cómo
institucionalizar en la políticas más macro de promoción de la innovación las experiencias
regionales (mas bien excepcionales) de co-desarrollo del “nuevo” sector privado y “nuevo” sector
público? ¿En que medida factores político-institucionales (p.ej, reglas formales del sector público,
intereses sectoriales atrincherados en las políticas públicas existentes, acceso e interacción de las
experiencias institucionales locales con el gobierno nacional, etc.) representan una limitación para
el desafío de escalar (scaling up) opciones institucionales pro-innovación más desagregadas?
Desde un ángulo diferente en relación a una agenda de investigación futura, si tal cual lo
indica la evidencia provista en este trabajo, la ABT y particularmente la IMA obtuvieron en la
última década ganancias notables de productividad sin un salto igualmente significativo en sus
erogaciones de I+D, este indicador pareciera ser un proxy insuficiente del esfuerzo innovador a
nivel de la empresa. Surge entonces la pregunta sobre el impacto de otros factores más intangibles
(culturales, institucionales, etc.) no “monetizados” y, desde un punto de vista estrictamente
57 Para una discusión sobre estrategias que combinan fuentes de recursos internas y externas a la región ver Schmitz, 2006, y Pietrobello y Rabellotti, 2007, y sobre como hacer sensible las políticas regionales a diferencias industriales ver Chaminade y Vang, 2008
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metodológico, el diseño de instrumentos que puedan capturarlo. La relevancia de esta cuestión
será obviamente cada vez mayor si la tendencia a la producción en red se expande desplazando el
“locus” de la innovación fuera de las confines de la empresa individual.
En cuanto a los resultados de este estudio en términos de políticas públicas, la conclusión
quizás más importante es la necesidad de una política flexible y con capacidad de adaptación que
tome en cuenta y pueda acomodar la naturaleza inherentemente dinámica de los SRI, las
necesidades cambiantes de las empresas, los atributos de las redes locales, todo en el marco de un
contexto global sumamente inestable. En este sentido, la experiencia de la IMA y la ABT en
Argentina sugieren que las políticas de desarrollo basadas en el mercado de los años 90 fueron más
efectivas de lo que los teóricos de los SRI y los evolucionistas tenderían a admitir en cuanto a la
motivación de las firmas locales para volcarse hacia un perfil de especialización fuertemente
subsidiario de la innovación frente a las condiciones de competencia más duras en el mercado
doméstico y en los externos. La posibilidad de hacer sustentable y profundizar este perfil requiere,
en cambio, una presencia más importante y activa del sector público ya sea como proveedor de
bienes públicos críticos que el mercado no genera o como promotor/coordinador de redes
multiactor claves para identificare hacia donde y como orientar los esfuerzos innovadores.
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