La colección del Licenciado Hernández (2)

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La Colección Privada del Licenciado Hernández Llega desgraciadamente una noche en que la simpatía nos parece casi tan vana como el amor: habría que evitar, sin embargo, que el amateur de almas, que merodea amorosamente por los museos del mundo, se parezca al borracho que se figura haber encontrado a un amigo cuando tropieza con el cristal de un escaparate. Marguerite Yourcenar, Peregrina y extranjera, p.55 A los objetos de mi afecto No podemos negar el mérito que existe en la acción de coleccionar, a través de años, objetos que alguna vez pertenecieron a otras personas. Coleccionar no del modo en que lo hacemos nosotros los amateurs, sino a la manera de un profesional quien cada semana acude al Persa, como si en eso se le fuera la vida, específicamente a deleitarse en los “coleros”. Este rito tiene un claro propósito, encontrar aquel objeto singular que engruese su colección. Existe un lugar, una pequeña habitación en la residencia de Hernández, que hace las veces de taller “chasquilla", bodega o museo primitivo, dicho lugar alberga un verdadero gabinete de artificialia; nombre que se le otorgaba a la clasificación de objetos creados o modificados por la mano humana y que formaban parte de un gabinete de curiosidades. Todo objeto supone una función, por tanto su grado de valor radica en su uso. Ahora bien, ¿Qué sucede con ellos cuando por algún motivo ya no sirven para lo que debiesen, o aquel dueño celoso ya no está ahí para protegerlos? Estos caen irremediablemente en una condición que podríamos denominar 1

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Artículo para catálogo de exposición, La colección privada del Licenciado Hernández. Galería C.I.A.

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La Colección Privada del Licenciado Hernández

Llega desgraciadamente una noche en que la simpatía nos parece casi tan vana como el amor: habría que evitar, sin embargo, que el amateur

de almas, que merodea amorosamente por los museos del mundo, se parezca al borracho que se figura haber encontrado a un amigo cuando

tropieza con el cristal de un escaparate.

Marguerite Yourcenar, Peregrina y extranjera, p.55

A los objetos de mi afecto

No podemos negar el mérito que existe en la acción de coleccionar, a través de años, objetos que alguna vez pertenecieron a otras personas. Coleccionar no del modo en que lo hacemos nosotros los amateurs, sino a la manera de un profesional quien cada semana acude al Persa, como si en eso se le fuera la vida, específicamente a deleitarse en los “coleros”. Este rito tiene un claro propósito, encontrar aquel objeto singular que engruese su colección. Existe un lugar, una pequeña habitación en la residencia de Hernández, que hace las veces de taller “chasquilla", bodega o museo primitivo, dicho lugar alberga un verdadero gabinete de artificialia; nombre que se le otorgaba a la clasificación de objetos creados o modificados por la mano humana y que formaban parte de un gabinete de curiosidades.

Todo objeto supone una función, por tanto su grado de valor radica en su uso. Ahora bien, ¿Qué sucede con ellos cuando por algún motivo ya no sirven para lo que debiesen, o aquel dueño celoso ya no está ahí para protegerlos? Estos caen irremediablemente en una condición que podríamos denominar incoherencia funcional, de la cual sólo podrán liberarse gracias a su re-descubrimiento en manos del coleccionista. Hernández reivindica el valor de sus objetos, desatendiendo la categoría de uso para investirlos de un valor subjetivo. Con curiosidad y fe inalterables se precipita en búsqueda de sus tesoros, allí donde sobrenadan vestigios de los naufragios del hombre, cree encontrar entre aquellos documentos, fotografías, retratos, objetos aún tibios de contacto humano, la impronta de nuestra historia.

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Así como el borracho que merodea, sonríe y se reconoce en las vidrieras, el coleccionista reconoce en los objetos de su afecto las señales de un otro, quien quizás al igual que él amó sus rarezas y peculiaridades, fuera de toda norma y gusto comunes. El mérito está justamente ahí, en su búsqueda incansable, en su ojo adiestrado casi quirúrgico para escoger un objeto apto y finalmente tener la deferencia de hacernos participes de un pequeño fragmento de sus excentricidades. Debo advertir sin embargo que si usted demuestra evidente excitación por alguno de los objetos que componen la colección, podrá llegar a escuchar a nuestro Licenciado pronunciando el temido ¡Te lo vendo!

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