La construcción de sujeto: una perspectiva de acción y ...
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Filosofía y Letras Facultad de Filosofía y Humanidades
1-1-2018
La construcción de sujeto: una perspectiva de acción y encierro La construcción de sujeto: una perspectiva de acción y encierro
en la novela El Astrágalo de Albertine Sarrazín en la novela El Astrágalo de Albertine Sarrazín
María Bibiana Beltrán Ballesteros Universidad de La Salle, Bogotá
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LA CONSTRUCCIÓN DE SUJETO: UNA PERSPECTIVA DE ACCIÓN Y
ENCIERRO EN LA NOVELA EL ASTRÁGALO DE ALBERTINE SARRAZÍN
MARÍA BIBIANA BELTRÁN BALLESTEROS
TRABAJO DIRIGIDO POR:
PAULA DEJANÓN
UNIVERSIDAD DE LA SALLE
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y HUMANIDADES
FILOSOFÍA Y LETRAS
BOGOTÁ D.C.
2018
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TABLA DE CONTENIDO
INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………………3
CAPÍTULO I……………………………………………………………………………………..9
1. Construcción de sujeto a través de la acción …………………………………………...9
1.1. Acción y sujeto ………………………………………………………………………...9
1.2. acción y discurso ……………………………………………………………………..23
CAPÍTULO II…………………………………………………………………………………..33
2. Perspectiva de sujeto a través de sitio y encierro……………………………………...33
2.1. Libertad y encierro……………………………………………………………………33
2.2.Habitar el encierro……………………………………………………………………..44
2.3.Proyección de sí a partir del sitio……………………………………………………...52
CONCLUSIONES……………………………………………………………………………...60
BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………………….64
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INTRODUCCIÓN
Pensar en la acción humana bien puede relacionarse directamente con el sujeto, ya que esta
cualidad le otorga su total participación en el mundo, y en correspondencia a ello a encontrar el
sentido de la vida, de ahí que el concepto de acción sea entendido en relación con la existencia y
como un problema de carácter existencial. Algunas capacidades humanas vinculadas con la
acción emergen cuando se piensa en actuar: voluntad, decisión y libertad entre muchos otros, los
cuales aparecen relacionadas al acto mismo de actuar.
La acción como hecho, aparece según decisiones tomadas por el sujeto, las cuales pueden
estar cargadas de incertidumbre e inseguridad, esto en la medida en que el sujeto constantemente
cuestiona su proceder, al no saber exactamente qué quiere y de qué manera se presenta el mundo
en relación a sus decisiones.
Ante tal apreciación cabe preguntarse ¿De qué manera la acción es concebida como un
problema existencial? y ¿de qué manera la realidad ofrece al querer íntimo la realización plena
de las acciones?, desde esta perspectiva y ante la insatisfacción de realización, surge la sensación
de encierro, la cual será abordada desde la imposibilidad de actuar en relación con la autonomía
y a su vez como atributo otorgado al sitio que se habita como su casa y que por ende el sujeto
siempre evocará dicho “hogar”.
En relación a lo anterior se pretende establecer un análisis a través de las categorías de acción
y encierro en la novela El Astrágalo de la autora francesa Albertine Sarrazín, la cual fue escrita
en 1965 como experiencia autobiográfica. La obra de Sarrazín ha tenido muy poca difusión y el
conocimiento que se tiene de ella es mínimo, de ahí la importancia de resaltarla a través de este
trabajo de investigación. Si bien su obra es autobiográfica el sentido de este proyecto se
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distancia de esta experiencia no porque no tenga una gran relevancia, sino porque el interés en
particular se centra en la novela, más allá de su correspondencia con la vida de la escritora.
A modo general, las investigaciones en torno a la novela corresponden a la experiencia
autobiografía de la escritora en sus diversos escritos, del mismo modo la singularidad del escritor
encarcelado que toma del encierro y de su propia realidad la forma de escapar a través de sus
letras como lo expresa Antonio Bueno García en La experiencia autobiográfica de Albertine
Sarrazín (1994). De la misma manera, Y. Went-Daoust (1989) expresa la forma en que la autora
a través de la autobiografía se configura y utiliza la ironía como aquella forma de creación a
través de sus novelas.
Por otro lado Amanda Crawley en Gramatical Fictions: Reading and Writing the Self in
Prison (2001), toma la situación de los escritores prisioneros para representar y construir la
subjetividad de sus narraciones, de tal manera que la necesidad de ser otro busca en la
imaginación un camino en el cual se puede ser libre.
Otras investigaciones se han enfocado desde aspectos más ontológicos, en los cuales la
preocupación por el ser y la recuperación de la identidad son una lucha personal como forma en
que el sujeto puede recuperar el control total de su vida, como lo expresa Ann Cothran en
Narrative Structure as expression of the self in Sarrazin´s L´Astragale (1979). En
correspondencia con la identidad, aparece la relación de está con la feminidad, asunto que es
tratado en obras como La cavale y Diarios de prisión, en los cuales la postura de criminal cambia
de viraje al salirse un poco de lo tradicional y tomar a una mujer como delincuente, el papel de la
mujer y de su feminidad en un ambiente hostil como la prisión, así lo expresa Elissa D. Gelfand
en Albertine Sarrazin: A control case for femininity in form (1977).
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Los aportes encontrados en la obra de Albertine Sarrazín son pocos; y corresponden en su
mayoría a la relación de la autora con su experiencia en prisión y de la forma en que este hecho
hace nacer al escritor prisionero, en este sentido se le compara con Jean Genet por las
circunstancias en las que nace su obra.
La novela El Astrágalo, narra la historia de una joven en prisión que decide huir y al saltar el
muro sufre una fractura en el hueso del pie el cual lleva el mismo nombre de la novela; durante
su huida conoce a Julien que por casualidad también se encuentra prófugo y esté decide ayudarla
y brindarle una guarida en la casa de su madre donde recibirá todos las atenciones mientras se
recupera de su fractura. Durante el transcurso de la historia Anne, la protagonista, carga con el
peso de no poder valerse por sí misma a causa de la fractura y de esperar ayuda de los otros para
esconderse de la policía. Luego de su recuperación vuelve a ejercer la prostitución, oficio que
ejercía antes de ser arrestada y así poder ahorrar un poco de dinero para hacer su vida junto a
Julien de quien se enamora; sin embargo, es arrestada antes de que pueda encontrarse con él.
Para llevar a cabo la finalidad del tema de investigación se tomará como fuente principal en
relación con la categoría de acción, el texto La acción, del autor francés Maurice Blondel, el cual
inicia con la siguiente pregunta: ¿Tiene la vida humana un sentido y el hombre un destino? la
carga existencial contenida en la pregunta será relacionada con la condición del personaje a
través de los encierros experimentados. “La acción es un hecho en mi vida, el más general y el
más constante de todos” (Blondel, 1996, p.3). En este sentido la acción como constante en la cual
los sujetos se mueven todo el tiempo pierde validez desde la realidad concreta debido a la
situación del personaje principal, de allí que la hipótesis planteada es que el sujeto libre o cautivo
no puede experimentar la realización plena de sus deseos mediante la acción, ya que esta es
insuficiente en el plano real (realidad concreta); sin embargo, a través de la proyección de sí
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mismo mediante un ejercicio imaginativo (realidad posible) el sujeto encuentra la total
correspondencia entre sus deseos y aquello que quisiera experimentar.
Así las cosas, pensar en la obligación de actuar y mucho más en la infinidad de actos posibles
que son eliminados en el momento en que se decide que hacer, el problema existencial aparece
ante la pregunta ¿Quién soy? En relación con el ¿Qué hago? Por lo tanto, la obligación de actuar
es vista desde el sujeto como la vida misma, aquella que con aciertos y desaciertos es asumida
con cierta expectativa ante lo que desea y pueda realizar.
Y estas acciones que no he previsto del todo y que no he ordenado del todo, una vez
realizadas pesan en toda mi vida y, al parecer, influyen en mí más que lo que yo he influido en
ellas. Me encuentro como prisionero suyo. Algunas veces se vuelven contra mí lo mismo que
un hijo insumiso contra su padre. Han definido el pasado y afectado también al futuro
(Blondel, 1996, p.5).
De esta manera, en el primer capítulo se abordará el tema de la acción en relación con el
personaje principal de la novela El Astrágalo de la autora francesa Albertine Sarrazín,
evidenciando la manera en que las acciones configuran al sujeto; es decir, que de una u otra
forma las acciones a través de las decisiones determinan el proceder siguiente, las acciones una
tras otra representan la consecuencia entre aquello que se quiere y aquello que se hace para llegar
a su plena realización; sin embargo, las acciones que determinan el proceder siguiente en algunos
de los casos corresponden a lo que los otros puedan decidir y actuar, desde esta perspectiva las
acciones individuales corresponden a lo que el mundo ofrece como tal, aunque este ofrecimiento
no corresponda en absoluto a la realización del querer del sujeto.
Por lo tanto, se tomarán dos categorías expuestas por Maurice Blondel: la voluntad que quiere
y la voluntad querida, ya que estás expresan por un lado la subjetividad del querer y por el otro la
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facticidad con la que se nos presenta el mundo, desde esta perspectiva estas dos voluntades
servirán para sustentar la idea de imposibilidad de ser desde las acciones en relación con el
mundo factico.
El segundo capítulo dará razón del encierro que experimenta el personaje principal de la
novela en la cárcel y el cual ha de resignificarse por un sentimiento de encierro constante, esto
como una imposibilidad de libertad frente a la vida. El encierro se concibe desde una sensación
constante que le hará cuestionar su vida en relación con la libertad; es decir, que ante el encierro
es un personaje consciente de ello, y ante tal conciencia muestra constantemente su posición de
prisionera aun cuando su cuerpo se encuentre lejos de la cárcel, ella seguirá experimentando
encierros constantes en cada uno de los sitios en los que ha de habitar, siempre será la cárcel su
referente y su experiencia real.
De esta forma el sitio, como concepto, es tomado como referente en la construcción del sujeto
y de la manera en que el sitio afecta la noción de realidad, es así como el personaje principal de
la novela mantiene un vínculo con la prisión del cual no se desprende jamás. En términos de
Bachellard la casa representa el rincón del mundo, y desde esta perspectiva la casa del personaje
corresponde con la casa parisense analógicamente representada por la cárcel.
Autores como Bauman, Bachelard y Sartre serán tomados a propósito de la libertad, la
imaginación y el sitio, asuntos que darán razón de la configuración del personaje a través de la
historia, estas categorías hacen parte del concepto principal de la acción y de la relación con la
libertad que en términos de Bauman se encuentra relacionada con la no prohibición; de tal
manera que, la libertad de los sujetos se da mediante un constructo social al cual todos los
sujetos pertenecen y que al ser una sociedad “libre” todo es permitido; sin embargo, esta llamada
libertad podría ser más una pseudo libertad, que por un lado muestra un abanico de posibilidades
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ante las cuales la acción a través de la libre voluntad del sujeto permite la realización de sus
deseos y por el otro la limitación de que esos estos se lleven a cabo.
“Podemos ser libres para salir del país a voluntad, pero no tener dinero para el billete.
Podemos ser libres para formarnos en el campo que elijamos, pero descubrir que no
tendremos plaza en el lugar donde deseamos estudiar. Podemos desear trabajar en un
empleo que nos interesa, y no encontrarlo disponible. (…) Para hacer cosas, necesitamos
recursos.” (Bauman, 2006, p. 11).
En relación con lo anterior, se evidencia la restricción que ofrece la sociedad actual frente
al ejercicio de la acción y del deseo de realización que muchos de los sujetos no pueden alcanzar,
en este sentido, la sociedad parece funcionar haciendo creerle a los sujetos su plena libertad y a
su vez coaccionando esa libertad mediante acciones dentro de un plano posible que determina
qué tipo de acción puede realizarse según el entorno social en el cual el sujeto se mueva.
La pertinencia de la novela y las categorías escogidas para su análisis resultan vigentes,
ya que aunque los autores principales que se tomaron son de vieja data, es notorio como a pesar
del tiempo el problema de la acción al considerarse como un hecho individual y el más
fundamental del sujeto, se encuentra subordinado por la sociedad. Si bien la novela fue publicada
en 1965, la historia de la protagonista se resalta a través de las categorías expuestas
anteriormente, esto como un análisis en que las acciones humanas independientemente de las
circunstancias, adquieren una importancia significativa a partir de acciones cotidianas y poco
trascendentes, así la acción en relación con el encierro y llevada a un plano más actual, evidencia
la forma en que los sujetos por más que actúen guiados por una pasión o un sentimiento, un
sentido de autonomía o libertad, la sociedad maneja dichas acciones solo y a partir de una
construcción social en la que habita el sujeto: lo económico, lo político, las ideas o las creencias.
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CAPÍTULO I
“Seamos libres al menos en el pensamiento, que ya bastante nos ata el mundo en la acción”
Goethe
1. Construcción de sujeto a través de la acción
El desarrollo del siguiente capítulo, aborda la teoría de la acción expuesta por el filósofo
Maurice Blondel que lleva por título el mismo nombre, en este sentido es significativa en la
medida en que se expone parte de su pensamiento en relación con la novela El Astrágalo de la
escritora francesa Albertine Sarrazín. El problema de la acción nace desde el instante en que el
sujeto debe decidir; así, decidirse por algo ocasiona un quiebre de tipo existencial en el cual los
sujetos se mueven constantemente, en este sentido, la acción derivada de la decisión que se toma
inicialmente y cuya escogencia por una u otra cosa, anula un sinfín de posibilidades las cuales
pasan a ser desechadas por aquello que se ha elegido hacer.
En este orden de ideas la acción configura al sujeto, en tanto que ellas serán realizadas y
deben corresponder a una secuencia coherente con la primera acción hecha; es decir, que las
acciones permiten el avance hacia aquello desconocido y por ende de las vivencias mismas que
construyen la vida de quien actúa.
1.1.Acción y sujeto
La pregunta por la acción emerge inevitablemente desde la existencia humana y desde la
realidad que acontece como medio en el cual las acciones son realizadas, es por ello que la
construcción de los sujetos a partir de la acción se involucra con el hacer; es decir, con la
capacidad misma de decidir, la cual irrumpe en la realidad a través de la voluntad; sin embargo,
es importante esclarecer en que consiste la acción y que aspectos se encuentran relacionados con
el hecho mismo de actuar.
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Para Maurice Blondel la acción es “un hecho en mi vida, el más general y el más constante de
todos; es la expresión en mí del determinismo universal […] Más que una necesidad, la acción se
me muestra a menudo como una obligación” (Blondel, 1996, p. 3-4). Desde esta perspectiva
podemos decir que el sujeto no puede escapar de la necesidad de actuar, esta lo relaciona con su
realidad, con aquella que le sobreviene y que le obliga a actuar de alguna forma. Así, realidad
que no puede evadirse termina por atrapar al sujeto ocasionando en él una especie de entrega aun
cuando su querer más íntimo no corresponda con las condiciones de posibilidad ofrecidas por
está. Tales aspectos corresponden a lo que es la realidad propia del sujeto, en la que participa a
partir de sus acciones y que también corresponde a la inserción de acciones por parte de los
otros, ante tal aspecto podemos decir que las acciones emergen de un querer íntimo y a su vez de
una relación con la realidad en la que los otros también hacen parte.
A medida que el sujeto profundiza en la realidad, sus acciones se presentan como reflejo de un
deseo propio en el cual mantiene viva su expresión más sincera entre aquello que quiere y aquello
que hace. La acción es el resultado de un querer que determina al ser, de tal manera que el sujeto a
través de sus acciones se muestra y con ello deja ver parte de su manera de pensar y sentir; actuar es
introducirse en el mundo y con ello muestra y se muestra ante los otros. “La acción es
esencialmente dinámica y, por tanto, su desarrollo es una consecuencia necesaria.” (Blondel, 1996,
p. XXIX).
Aspectos tales como la voluntad y libertad en el proceso de la acción y del empleo constante
de aquellas por parte del sujeto a la hora de decidir podrían resultar evidentes; no obstante, la
realidad y las circunstancias son determinantes a la hora de decidir, a partir de ahí el sujeto se
encontrará en una constante encrucijada que lo comprometerá consigo mismo, pues aunque sea
dueño de su vida, de sus acciones, de sus quereres y en última instancia de sus decisiones,
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también debe corresponder con un tiempo y un espacio; es decir, con la realidad misma que le
permea y de la cual no tiene forma de escapar.
El ejercicio de la acción corresponde netamente al sujeto, por ello el problema de la acción
mantiene cierta relación con un problema de carácter existencial en tanto que su decisión lo
coloca en cierta tensión, la vida que le espera o podría esperarle es el resultado de una serie de
acciones que resultan de un proceso interno que lo confronta con las circunstancias y con su
realidad relacionadas entre el querer y el hacer.
Preguntarse por la fuerza que mueve a la acción es lo mismo que preguntarse por la fuerza
que mueve a la vida. Se trata, indudablemente, de una fuerza interior, originada en el propio
sujeto y que necesariamente tiene que ver con la voluntad de la que procede la acción.
Existencialmente, esta fuerza está en relación con la insatisfacción que acompaña a la vida
concreta, aquella que resulta del desequilibrio entre las aspiraciones más profundas del
hombre y los modos parciales y limitados como esas aspiraciones se realizan. “En esta
situación, el hombre siempre quiere más (…) siempre quiere más porque entre lo que el
hombre quiere verdaderamente y lo que realmente hace no hay correspondencia.” (Blondel,
1996, p. XXIX).
De tal manera que aquella primera intención que nace con un querer, y que más adelante se
convertirá en acción, muchas veces no encuentra correspondencia en el momento mismo de la
acción; es decir, la acción se encuentra subordinada por el “aquí y ahora”, una cosa es visualizar
la acción tal y como ocurre en el momento mismo del querer y otra es la ejecución misma de
aquella, por lo tanto las acciones se mueven dentro de un tiempo cambiante que puede o no
corresponder a plenitud en respuesta de satisfacer al sujeto.
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Las acciones encaminadas a la realización de aquello que se quiere encuentran en la realidad
ciertos obstáculos que niegan su plena realización, si bien, la realidad como se presenta
determina en ciertos casos el accionar humano, son las circunstancias las que de una u otra forma
limitan el proceder guiando las acciones solamente dentro de lo posible; es así como el sujeto
encuentra en la realidad la forma de poder realizar su querer más íntimo aun cuando sea esta
misma realidad la que le impida llevar dicho proceder a su forma más completa.
El hecho de irrumpir en la realidad mediante las acciones, determina para el sujeto la
correspondencia de su proceder de una forma coherente con sus decisiones, de esta manera el
sujeto inmerso en la realidad, asume y confronta sus posibles acciones en correspondencia con la
situación dada, la realidad ahora es un hecho fáctico al cual se debe:
La realidad es más que el conocimiento o la representación que se pueda tener de ella. La
acción expresa, entonces, la realidad profunda de las cosas que precede al pensamiento –
el cual, a su vez, es ahora una forma de acción (Blondel, 1996, p. XXVIII).
En este sentido, la acción determina la realidad en que cada uno de los sujetos se verá
involucrado, de tal manera que el pensamiento si bien es cierto una forma en que la acción puede
aparecer inicialmente como proyecto, es en acto del actuar donde la realidad aparece y se
constituye. Así, la realidad como parte del mundo es configurada por el sujeto, desde sus
acciones antes que el pensamiento, ya que este último sin su materialización escapa al mundo
factico que pude ser experimentado no solo por aquel que realiza la acción sino por los otros que
hacen parte del mundo y que también han actuado como creadores de su misma realidad.
Entendiendo la acción como necesidad y en ocasiones como obligación, se asume que el sujeto
no puede dejar de realizar acciones, pues son estas las que mantienen ligada la vida de los sujetos a
un tiempo determinado, entendiendo con ello su pasado, su presente y su futuro; y aun cuando se
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actué por necesidad el sujeto intenta o cree tener un domino de su vida a partir de las decisiones que
escoge, lo realmente conflictivo es encontrar en la realidad fáctica las condiciones de posibilidad
para que se adecuen al querer más íntimo del sujeto y cuya realización de acción sea total.
¿Es acaso necesario siempre querer algo? la acción aparece en tanto que lo que se quiere ha de
conseguirse como una manera de satisfacer dicho querer, ante tal apreciación no querer
absolutamente nada manifiesta en el sujeto una inacción, cosa que no podría ser posible ya que la
misma inacción es una forma de acción.
Entregarse espontáneamente a la individualidad del ser y abandonar preceptos, leyes, normas y
maneras de comportarse en una sociedad (para quien sea este su deseo más íntimo), puede mantener
cierta armonía entre aquello que se quiere como deseo propio de quien desea, y el actuar mismo
producto de una noluntad que sostiene no querer nada. “la misma noluntad oculta un fin subjetivo.
No querer nada, equivale a retraerse de todo objeto, a fin de reservarse totalmente y prohibirse toda
entrega, toda fidelidad y toda abnegación.” (Blondel, 1996, p. 37).
El sujeto al entregarse por completo a ese “no-querer” asume con toda sinceridad una postura
egoísta en tanto que su actuar se verá reflejado única y exclusivamente en un deseo propio y un
desligamiento parcial del mundo que lo transgrede; su posición a la hora de realizar acciones o de
no realizarlas le llevarán por dos caminos los cuales son precisamente aquellos tormentos por los
cuales atraviesa el sujeto, el hecho de pensar en la necesidad de decidir y a su vez actuar es la
angustia de sujetos que no aceptan vivir bajo soberanías ni obligaciones.
En la encrucijada en la que los sujetos se encuentran respecto a las acciones que parecen darse
de una forma espontánea y que por el contrario no resultan ser lo que se cree, aparece el
problema de la acción en relación con la realidad, entendiendo que el sujeto a través de sus
acciones irrumpe en ella, es la manera en que el sujeto decide ser parte de un sinfín de
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posibilidades las cuales pueden estar en concordancia con su querer o que por otro lado pueden
obstaculizarlo por completo; la acción es la manera que posee el sujeto de involucrarse con el
mundo objetivo, de tal ejercicio el sujeto no puede más que incluirse directamente con su
realidad fáctica y asumir desde su interioridad las consecuencias de sus actos, la responsabilidad
por el actuar conlleva al sujeto a seguir un camino del cual difícilmente podrá distanciarse, o es
eso o es la pérdida total de su querer más profundo.
De esta manera se puede decir que las acciones son la manifestación del existir, de ahí que la
necesidad de decidir situé al sujeto en un abismo; es decir, la decisión por el sí o por él no es el
riesgo que se debe tomar cuando al actuar se refiere, no existe otra forma de poder corresponder
a la realidad sino es por medio de la acción, los sujetos viven actuando y la realidad exige
continuamente el ejercicio de la acción, esta realidad tal y como aparece en sus manifestaciones
más simples está construida a base de acciones, todas ellas como resultado del querer en el mejor
de los casos o por obligación como consecuencia de decisiones equivocadas.
El sujeto guiado por esa constante necesidad de actuar decide y con ello se enfrenta a la
realidad, a ese momento que hasta entonces había sido desconocido y que solamente aparece
cuando ya se ha decidido y se ha actuado, con ello queda sobredicho que no existe otra forma de
penetrar en la realidad sino a través de los actos. Actuar significa avanzar, cambiar y entregarse
libremente a través de la voluntad a lo desconocido, esperando que la realidad que lo aguarda sea
lo suficientemente satisfactoria como para no arrepentirse de haber tomado cierta decisión.
En relación con la Novela el Astrágalo de Albertine Sarrazín, podemos evidenciar en el inicio
de la novela la acción que es realizada por el personaje principal y que corresponde a su huida de
la cárcel, la recuperación de la "libertad física” fue el motor inicial para irrumpir en la realidad
mediante la decisión de escapar, así la correspondencia entre el deseo de escapar y la acción
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realizada coinciden en este primer momento, es la plena realización entre aquello que se desea y
lo que se ha logrado hacer.
Alcé la vista hacia lo alto del muro donde toda esta gente quedaba durmiendo: ¡volé,
queridas! He volado, planeado y dado vueltas durante un segundo largo, bueno, un siglo.
Y estoy aquí sentada, libre de los de ahí arriba, libre de vosotras (Sarrazín, 1967, p. 5).
La acción realizada por Anne al huir de la prisión determinará un camino que de ahora en adelante
seguirá exigiéndole que actué de una manera ceñida y consecuente con este primer acto, de ello
dependerá que tanto pueda estar lejos de la prisión o si por el contrario se retracta y deja
simplemente que la atrapen, es pues la decisión de actuar la que abre un camino pero también cierra
otros “Cada decisión suprime una infinidad de actos posibles. A este sacrificio natural no escapa
nadie” (Blondel, 1996, p. 4).
Del mismo modo en que las decisiones son coaccionadas por las circunstancias, la vida se
muestra a menudo por un re-accionar dado unas veces por el “querer” y otras por el “deber” de
actuar. Las implicaciones resultan ser abismales y la tensión entre querer y deber chocan
colocando al sujeto en una posición de duda, de la cual dependerá una relación entre
pensamiento, hecho y consecuencia.
Me arrastro. Mis codos se vuelven terrosos, estoy sangrando barro, se me clavan al azar
las espinas de los matorrales, me duele pero debo seguir avanzando, por lo menos hasta
aquella luz, una casa que puede indicarme la carretera… entre la luz y yo hay una verja
contra la que caigo: estoy bien aquí, tumbada de espaldas, con los ojos cerrados y los
brazos relajados… Si me encuentran dormida, mala suerte. Pagaré este descanso con
sumisiones, nuevos dolores, iba hacia la tierra y en ella me quedo. Quizás el muro caiga
conmigo y me esconda. (Sarrazín, 1967, p. 7)
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Se entiende, entonces, la acción como un hecho que aparece en relación con la decisión
tomada en un determinado momento y que es exigido por las circunstancias, se evidencia que
Anne imposibilitada por su condición al fracturarse el pie, encuentra en su estado limitado un
obstáculo; sin embargo, halla en el fracaso y en la posibilidad de ser encontrada la fuerza para
seguir persistiendo y no renunciar a su huida. Desde esta perspectiva la experiencia misma del
personaje al encontrarse frente a frente con su realidad, el encuentro con lo desconocido y la
presión que le demanda por un lado su querer más íntimo (escapar) y por el otro la situación que
le sobreviene (fractura del pie) le hacen embarcarse en la búsqueda de realización a pesar de su
imposibilidad física, es así como se involucra el anhelo de correspondencia entre aquello que en
un inicio se esperó y de la realidad que junto con todo aquello que la compone le demuestra lo
fortuito que puede aparecer en el mundo real, y aunque actúe guiada por su voluntad, la realidad
también parece proceder y de forma disonante.
Los accidentes, el infortunio y lo inesperado hacen aparecer en el sujeto la insatisfacción por
enfrentarse con la realidad que a cambio de ofrecerle un espacio en el cual sus deseos se realicen,
le ofrece aquello que no esperaba, eso desconocido que no puede cambiar, esta misma realidad
parece estar permeada de improvisación, las circunstancias que aparecen le obligan y requieren
de un actuar inmediato. La inmediatez le ofrece otra posibilidad, desde lo inmediato el sujeto se
lanza a un vacío en el cual su realidad será cambiante, de ahí que la imposibilidad de realización
no dependa única y exclusivamente del sujeto, la realidad le golpea ofreciéndole un panorama el
cual puede corresponder con lo esperado o todo lo contrario, a partir de ahí el sujeto se enfrenta
no solo con la realidad sino consigo mismo en tanto que le es extraña.
El acto inicial de Anne le hace volcarse por completo a la realidad que en sus pensamientos se
encontraba recreada distintamente a como se le presento, el futuro es un asunto del cual ningún
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sujeto puede estar seguro, aparece de forma intempestiva, invirtiendo todo el constructo mental
que el sujeto había vislumbrado antes de la acción “se acabó todo eso: ahora me van a cuidar,
ustedes u otros, tengo la pata rota” (Sarrazín, 1967, p. 5). Ante tal imprevisto e imposibilidad de
valerse por sí misma, de ahora en adelante Anne es consciente de que su situación la mantendrá
atada a algo o a alguien, su fractura ha de ser nuevamente su cárcel.
Ahora bien, los actos que son realizados por un deseo, y cuya proyección de realización son
concebidos de adentro hacia afuera; es decir, desde el interior del sujeto hacia eso desconocido
que no se sabe cómo va a corresponder con el deseo, aquello que no es otra cosa sino la realidad
que se presenta y que irrumpe a su antojo determinando hechos que no fueron previstos,
ocasionan en el sujeto una batalla constante por enfrentarse a esa realidad a la cual nadie se
encuentra preparado, desde esta perspectiva bien podríamos decir que la realización de las
acciones son el producto de un deseo que inicialmente es el motor del actuar; sin embargo, a
medida en que el sujeto se va involucrando con su realidad, sus deseos se verán inclinados a
responder a lo que simplemente se le presenta.
Mi destino sería en adelante pasar de una cama a un asiento de coche, de un asiento a una
cama, ser depositada, llevada donde quisieran llevarme hombres fraternales y extraños
que no me debían nada y a quienes tenía que pedir favores. Y, lejos de sentirme
avergonzada, me sentía frustrada y de mal humor. Tenía exigencias mudas: todo se me
debe, pero me gusta cogerlo yo misma. Ya no puedo coger, y no sé, no debo intentar
saber lo que quieren darme (Sarrazín, 1967, p. 33-34)
La ausencia de control propio respecto a las acciones y de todo aquello que quisiera realizar,
provocan en Anne una condición de dependencia que colisiona con su deseo de libertad, a partir
de ahora sus acciones se verán coartadas por su imposibilidad de enfrentarse al mundo como ella
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lo desea, su situación la ubica entre aquello que quiere y aquello que simplemente pueden hacer
los otros por ella. El estado de dependencia provoca en Anne un cuestionamiento interno que le
lleva a preguntarse por lo que los otros quieren para ella, se encuentra a merced de una voluntad
que no le pertenece y simplemente debe aceptar su situación y someterse a las decisiones que
otros tomen. Al encontrarse bajo el amparo de desconocidos que si bien han sabido prestarle su
ayuda, no encuentra la forma de escapar de su condición, no por ahora cuando su imposibilidad
física le mantiene atada no solo a sí misma sino a sus protectores.
Hasta este momento Anne ha logrado penetrar en la realidad, a esa desconocida que le era
ajena por permanecer en prisión, la realidad que conocía era limitada y su actuar respondía a la
obediencia y a la aceptación de normas; no obstante, aun cuando logró acceder a lo desconocido
y experimentar cierta libertad no logró por completo sentirse dueña de su vida, muchas de las
acciones realizadas son dirigidas por la sumisión, cosa que no desea pero que debe afrontar.
Yo, que allí estaba pronta a todas las audacias, ya no me atrevía, ahora, a tomar la
iniciativa en acciones que parecían absolutamente naturales. En casa de la madre y en
casa de Pierre tenía continuamente en los labios palabras como “por favor”, “puedo”, y
tenía tendencia a obrar bajo la luz. Luego me acordaba de repente de que era libre y me
volvía completamente torpe y exagerada (Sarrazín, 1967, p. 53)
Frente a esta situación, Anne, al hallarse sometida a una serie de formalidades que de una u
otra forma le recuerdan sus limitantes en relación con lo que quiere y además de ser presa de su
condición física le hacen ser prisionera de su pie roto e igualmente de lo que los demás puedan y
quieran hacer por ella, las acciones propias parecen desaparecer a causa de la complacencia que
debe emitir hacia sus cuidadores, la subordinación de la situación vivida le hace reprimir sus
19
deseos y optar por una postura en la que simula ser quien no es, así el sujeto se configura desde
la imposibilidad de realización: objetivándose.
Hallarse en prisión le permitía una serie de comportamientos que correspondían con su
condición de delincuente, allí podía responder y podía expresarse libremente, su situación le
otorgaba cierto tipo de congruencia entre aquello que hacía y aquello que era; sus acciones
estaban enfocadas en seguir sustentando su estado criminal, de ahí que hubiese una relación entre
aquello que era en ese momento y lo que podía esperarse de ella, de tal modo que su relación con
otras delincuentes le permitía sentirse en un espacio en el cual su libertad aunque no física le
estaba dada a través de su manera de darse y de mostrarse.
En adelante, la huida le hará ir cambiando su comportamiento y sus modales, estos aparecen
en ocasiones de forma involuntaria, actúa en algunos momentos en relación a su ocultamiento;
en otras palabras, al no poder mostrarse como ser auténtico, debe aparentar en sus acciones y en
sus modales algo que no es. El ocultarse, representa para Anne la ausencia de libertad, no puede
más que sentirse en prisión nuevamente al responder no como quiere sino como debe, este tipo
de acciones que en este caso mantienen una estrecha relación con el lenguaje en tanto que
mediante sus expresiones obtendrá lo que desea debido a su imposibilidad física, determinan una
manera de ser, que aunque falsa, son el único recurso que tiene para obtener acceso a algo a
través de los demás.
Desde el principio de la comida tengo la impresión de ser una cría que se remueve
tímidamente en su silla de adulta. Sueño en levantarme dignamente y con discreción (…)
Julien adopta un aire indulgente para llevarme. -¿Podrás tu sola? – No te preocupes. No
me caeré por el agujero. (…) – Julien-digo cruzando los dedos detrás de su cuello- ¿Qué
haremos ahora? – Paciencia. Dentro de cinco minutos iremos a dormir la siesta. Solo el
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tiempo de tomar el café. (…) Por fin, después del interminable café, copa y recopa,
franqueo, como una recién casada, el umbral de mi nuevo cubil. (Sarrazín, 1967, p. 38-
39)
A partir del diálogo que mantiene Anne con Julien, se puede evidenciar el inconformismo y la
impotencia por los que atraviesa al sentirse impedida y ser una carga no solo para Julien, sino
para los demás, este tipo de hechos en los cuales debe depender de otros ocasiona en el personaje
una espera con respecto a lo que otros quieran hacer, sus acciones en este momento no
corresponden a un deseo instantáneo, ella a comparación de lo que los demás quieran realizar en
el momento en que lo deseen, debe simplemente esperar y soportar instantes que no le son
gratos, la libertad que posee le recuerda su condición de prisionera, esa libertad que no tiene por
completo la envuelve en un encierro constante: “Mi nueva libertad me encarcela y me paraliza”
(Sarrazín, 1967, p. 34)
La potestad que poseen los sujetos mediante la voluntad y el ejercicio continuo de decisión
son determinantes a la hora de su configuración a través de las acciones, en ellas el sujeto
evidencia no solo sus deseos de realización, sino sus pensamientos. La realidad ha de
proporcionarle el espacio en el cual puede irrumpir; empero, existen sucesos que de una u otra
forma limitan el actuar humano y de allí que emerja un sentimiento de imposibilidad y de
obstrucción respecto al querer más íntimo que se desea llevar a cabo.
Avanzar en la vida práctica equivale a una construcción del sujeto en la medida en que se le
presentan situaciones en las que su participación se hace presente mediante la acción, así Anne
recuerda sus experiencias pasadas, y las compara con lo que ahora vive; existe una relación entre
aquello que un día fue y lo que ahora es, entendiendo que las acciones determinan en ciertas
circunstancias lo que es el sujeto. En este caso la realidad que se impone en la vida de Anne le
21
guía por un camino distinto al que hubiese querido, su accidente determina ahora una manera de
ser, esa manera que le es desconocida porque ya no se reconoce, sus sueños y deseos han sido
reemplazados por aquellas acciones que emergen de la inmediatez, de su presente al cual debe
responderle coherentemente.
En esta nueva realidad para Anne, Julien aparece y junto con él surgen intereses que se irán
despertando entre los dos, este tipo de situaciones que se van dando en la vida de Anne cambia la
panorámica de sus deseos e intereses, de este modo la realidad aparece imprevistamente
ocasionando que el sujeto reemplace algunas prioridades por otras. Los sentimientos que van
apareciendo en la vida de los sujetos y que son determinantes en las decisiones que han de
tomarse, muchas de las acciones realizadas por Anne son producidas con el único objetivo de
atraer a Julien.
Además, el medio social en el que me ha introducido Julien me es bastante desconocido;
en la cárcel me codeé con más criminales que con auténticos sinvergüenzas. Queriendo
agradar a Julien y hacerle honor agradando a sus amigos, disimulaba mis ignorancias bajo
un mutismo inteligente; o bien, esforzándome en parecer libre y culta, me expresaba
como las heroínas de la Serie Negra o como una Preciosa. Pero, invariablemente,
resultaba ridícula (Sarrazín, 1967, p. 53)
La configuración del sujeto y en este caso en particular, Anne mediante sus acciones
corresponde a un obstáculo que la ata constantemente a una dependencia, la misma que mantenía
en la cárcel al no poder utilizar su tiempo a su antojo, su realidad se ha volcado hacia otros
espacios pero sigue estando encarcelada. Cruzar los barrotes que la hundían en ese tipo de
esclavitud, y encontrarse de repente con esa misma esclavitud que ahora no le está dada por
paredes y celdas sino por la realidad y por sujetos a los cuales debe someterse. La realidad que se
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le presenta le sigue recordando su condición de prisionera “(…) el pesar de haber cambiado una
cárcel por otra, me encierro con dos vueltas de llave. El cerrar yo misma la puerta de mi calabozo
me consuela y me libera” (Sarrazín, 1967, p. 82-83). Existe un alivio en acciones de este tipo, en
las cuales la protagonista no experimenta un conflicto interno ya que este tipo de acciones son
cotidianas, acciones en las cuales la vida del sujeto no cambiará si son realizadas o no. En el
personaje principal estas acciones cotidianas representan la potestad absoluta ante la idea de
tener el control. En este sentido, Anne es consciente de sus limitaciones frente a acciones que no
puede realizar; como por ejemplo, salir al supermercado, ir al parque o salir de viaje, por ello
que encuentre en pequeñas acciones que para otro tipo de persona resultan irrelevantes cierta
satisfacción por experimentar algo de la libertad que no posee, acciones como: cerrar la puerta
con llave, usar la ropa que desee, ducharse, dormir a la hora que lo desee y permanecer desnuda
cuando lo quiera son acciones engrandecidas y de vital importancia para Anne, acciones que para
el sujeto común pasan inadvertidas porque carecen de algún tipo de restricción, este tipo de
acción dentro de la cotidianidad aparecen espontáneamente; es decir, sin un cuestionamiento
previo del querer hacer.
Surge en Anne la sensación de quererse librar, a su alrededor no encuentra más que
impedimentos que atentan contra sus deseos y acciones, su situación actual le golpea
constantemente con su pasado; sin embargo, logra hallar en pequeños actos cierto gozo, quiere
creer en esa libertad aparente como su única salvación; aun así, siente que jamás podrá liberarse
por completo, que su vida es un encarcelamiento constante, que la vida le recalca de donde ha
salido, de donde ha huido y exige su pronto regreso. “Estoy todavía bajo el reinado del reloj, el
reloj de los otros que temen por mis ausencias, el reloj invisible de las cárceles que te mira y te
vuelve a traer” (Sarrazín, 1967, p. 105).
23
1.2 Acción y Discurso
Entendiendo que las acciones son producidas por sujetos que hacen parte de un ámbito social
del cual no es posible alejarse, y en el cual su manifestación de existencia es producto de un
acción-reacción continuo, aparece una cualidad que es parte fundamental de los sujetos: el
discurso. Así como las acciones reflejan parte de lo que es el sujeto, el discurso también es
revelador en tanto que expresa formas de pensar y de sentir. Al anunciarse mediante el discurso,
se muestra lo desconocido, de esta forma tanto la acción como el discurso representan la
desocultación del ser, mostrando en el discurso emitido parte de las acciones realizadas y
aquellas que podría realizar, la enunciación del querer a partir del discurso es un llamamiento a
la acción.
Mediante la acción y el discurso, los hombres muestran quiénes son, revelan activamente
su única y personal identidad y hacen su aparición en el mundo humano, mientras que su
identidad física se presenta bajo la forma única del cuerpo y el sonido de la voz, sin
necesidad de ninguna actividad propia. El descubrimiento de “quien” en contradicción al
“que” es alguien – sus cualidades, dotes, talentos y defectos que exhibe u oculta – está
implícito en todo lo que ese alguien dice y hace. Solo puede ocultarse en completo
silencio y perfecta pasividad “ (…) Por el contrario, es más que probable que el “quien”,
que se presenta tan claro e inconfundible a los demás permanezca oculto para la propia
persona” (Arendt, 1993, p. 203)
De tal manera, tanto la manifestación física del sujeto en la acción como en el discurso
representan formas de aparecer y de mostrarse, entendiendo que estas dos formas de
acercamiento al mundo externo son determinantes a la hora de ser juzgados, aceptados,
criticados etc. A través de acciones y discursos realizados por otros, el sujeto se reafirma o se
24
desconoce; es decir, que las relaciones entre unos y otros deja al descubierto una parte de lo que
es el sujeto en sí, pero también muestra a partir de opiniones y de acciones realizadas por otros
aquello que el sujeto desconoce de sí mismo.
La presencia física del sujeto que aparece inicialmente como un ser desconocido provoca
cierta curiosidad ante los ojos de los otros, aquel que mira pretende encontrar en el que es mirado
la coherencia entre acción e imagen, así ese ser que encerrado en su cuerpo no puede más que
mostrar y mostrarse a través de sus actos y de su discurso deberá mantener cierta reciprocidad en
todo aquello que conforma su ser, de ahí depende que la configuración de sujeto corresponda con
el mundo que se encuentra dado.
Ahora bien, esta forma de aparecer en el mundo y en todo aquello que lo compone exige
cierta congruencia entre lo que se hace, se piensa y se dice, de lo contrario el sujeto se verá
expuesto a una serie de críticas y de juicios en los cuales la relaciones sociales podrían verse
afectadas; los juicios emitidos a partir de una acción que no corresponde o que por el contrario
correspondan a una “norma” establecida ya sea de carácter moral, social, político etc.,
determinarán la importancia y el grado de aceptación o de rechazo dentro de un grupo.
Teniendo en cuenta que el sujeto es un ser social en tanto que su relación con los otros, le
permite adentrarse en diversos espacios en los cuales su aparición puede variar según el grupo en
el cual se encuentre, la manifestación del ser es cambiante y con ello podría decirse que el
desvelamiento del ser es un enigma, su revelación es un ejercicio constante dependiendo las
circunstancias a las cuales se enfrente, por ello que el sujeto sea un ser inacabado en constante
descubrimiento de sí mismo.
Esta cualidad reveladora del discurso y de la acción pasa a primer plano cuando las
personas están con otras, ni a favor ni en contra, es decir, en pura contigüidad humana.
25
Aunque nadie sabe a quién revela cuando uno se descubre a sí mismo en la acción o la
palabra, voluntariamente se ha de correr el riesgo de la revelación, y esto no pueden
asumirlo ni el hacedor de buenas obras, que debe ocultar su yo y permanecer en completo
anonimato, ni el delincuente, que ha de esconderse de los demás. Los dos son figuras
solitarias, uno a favor y el otro en contra de todos los hombres (Arendt, 1993, p. 204).
Las acciones y el discurso hacen parte de una esfera tanto privada como pública, si bien estas
son realizadas desde lo individual también corresponden a un marco social al cual el sujeto debe
responder no con el propósito de obedecer más que el de pertenecer y hacer parte de cierto grupo
socialmente aceptado, desde allí tanto las acciones como el discurso cobran mayor importancia
en tanto que serán juzgadas. El papel que desempeñan los otros en la vida de los sujetos
determina en gran medida el ajuste o el rechazo total o parcial del sujeto frente a lo que concibe
como su mundo y como su realidad.
Existe en el sujeto una necesidad de saber quién es y así mismo de conocer quién es el otro,
aquel próximo del cual se aprende a conocer mediante sus acciones y expresiones de tipo verbal
en general, por ello que la acción aunque sea una actividad particular inducida por un deseo
propio de quien actúa impacte en la esfera social, de otro modo este tipo de acción quedaría
escondida sin decir que con ello se pierda su validez de acción. El sujeto al incluirse en la esfera
social debe estar dispuesto a realizar acciones que no son producto de su deseo más íntimo, todo
lo contrario, son acciones que de una u otra forma son inducidas por otros ya sea para beneficio
propio o de un grupo en específico, con ello el sujeto asume una actitud de complacencia para
con los otros aun cuando su deseo se incline hacia otro tipo de acción, de tal manera que el sujeto
se entrega a la servidumbre que solo puede obviar estando en plena intimidad.
26
Todas esas palabras como cárcel, refugio, policía, aprendí a callármelas. Cuando las
empleaba, en voz baja, en las primeras visitas de Julien, siempre parecían estallar en un
pozo de silencio, y toda la sala, enfermas y visitantes, se volvían hacia mí, atenta e
indignada. En un segundo, mi palabra fabricaba un cataclismo, yo era reconocida,
arrastrada, linchada. Después, me daba cuenta de que no sucedía nada, de que nadie se
había movido ni había oído nada. Sólo la cara de Julien acusaba el golpe por un cambio
imperceptible en la expresión, una sombra, un fastidio; otra metedura de pata, Anne.
(Sarrazín, 1967, p. 73).
Así, Anne, precavida en sus palabras experimenta un distanciamiento frente al mundo, se
oculta bajo aquello que no se debe decir y de la misma forma se niega ella misma frente al
mundo que le rodea. El lenguaje que se utiliza se encuentra en correspondencia con todo lo que
configura al sujeto, de ahí, que palabras como cárcel y policía para Anne sean palabras que
comúnmente están en su cabeza, a costa de no poderlas pronunciar, Anne recurre al silencio
como otra manera de escape; en este sentido, el discurso interior termina por cobrar una mayor
relevancia para el personaje desde la intimidad, las acciones y el discurso construyen una
revelación de sí misma, el desocultamiento de un ser que ante los otros debe permanecer oculto.
El discurso y la acción como formas de desocultación del ser, tanto en el ámbito público como
privado se manifiestan distintamente, ya que en estos dos espacios el sujeto se desoculta, en el
primer caso de sí para otros y en el segundo de sí para sí, desde esta perspectiva Ágnes Heller
realiza una distinción entre lenguaje exterior e interior, siendo el primero objetivizado por darse
en un espacio público, desde la intimidad el lenguaje no ha pasado por tal objetivación por
desligarse de cualquier tipo de formalidad y por pertenecer solo al ámbito privado del sujeto.
27
Dentro de la intimidad el lenguaje se manifiesta para sí mismo, de esta forma el sujeto se
libera de compromisos frente a otros y encuentra en su intimidad la forma de poder decir lo que
en realidad siente, utilizando las palabras que le plazcan y todo ello es permitido porque no
existen miramientos, ni críticas respecto a su lenguaje, cosa que a menudo el sujeto debe saber
manejar frente al discurso público.
En el monólogo interior nunca es necesario retractarse públicamente, como por el
contrario ocurre muy a menudo en el lenguaje exterior (…) Un objeto mal fabricado, es
considerado falto de función; frente a una expresión mal colocada se debe admitir que
“no se quería decir esto”; cuando ni se respeta una costumbre hay que pedir disculpas;
etcétera (Heller, 2002, p. 479)
A partir de lo anterior Anne, a través de sus palabras encuentra otra de las jaulas que le
recuerdan su encarcelamiento, abstenerse de decir lo que se quiere representa un impedimento
para mostrarse ante los demás.
(…) forzada a contestar… Yo protesto:
-Pues, hace cuatro años cuando la poli…
Pierre salta de alegría:
-¿Se da cuenta? Bueno, vamos a ponernos de acuerdo en seguida. Mi hijo está aquí, y
prohíbo que se hable delante de él de…
- ¡Pero si no está aquí!
- Cuando esté, ocurrirá lo mismo. Procure acostumbrarse desde ahora. No diga nunca
palabras al estilo de “Poli” ni de “cárcel”. ¿Entendido?
Parece que estoy de nuevo en la cárcel.
28
En el fondo, prefiero esto al interrogatorio. Decido, a partir de este minuto, no pronunciar
una palabra que no sea necesaria, ser tan muda como inmóvil, y dejar, a mi pierna la
exclusiva de los gritos. (Sarrazín, 1967, p. 37)
La responsabilidad a la que se encuentra sometido el sujeto constantemente, lo mantiene en
una posición limitada entre aquello que le está permitido y aquello que simplemente debe
guardarse para su intimidad, ningún sujeto puede mantener una constante entre un estado y otro;
tanto lo público como lo privado corresponden a espacios en los cuales el sujeto aparece
distintamente, no porque sea un ser falso sino porque en cada una de ellos las exigencias
corresponden a un orden distinto.
De esta manera Anne en su intimidad, se libera y se siente libre al hacer lo que en otros
momentos le está impedido; en la intimidad el sujeto realiza acciones que en compañía le
resultarían menos cómodas “Cuando Pierre se marcha a trabajar y Nini está haciendo la faena,
me quito el batín y me tuesto, desnuda, los ojos cerrados bajo el cielo tórrido.” (Sarrazín, 1967,
p. 77). Lo anterior corresponde a la manera en que el sujeto en su intimidad obedece a un deseo
de libertad en el cual sus acciones van encaminadas a realizar lo que solamente desde su mundo
íntimo le está permitido, ese mundo en el cual los demás no tienen acceso y que corresponde
netamente a un querer en el cual nadie puede ver ni juzgar, desde esta perspectiva tanto las
acciones como el discurso corresponden en un sentido ambivalente a aquello que por una parte
se revela y por el otro se oculta.
En este orden de ideas es claro que lo realmente problemático es el descubrimiento de un ser
en su total plenitud, tanto la acción como el discurso son formas que se utilizan para darse un
acercamiento entre unos y otros; la acción y el discurso necesariamente deben proceder de un
sujeto que actúa y se expresa desde su individualidad, de tal manera que esta individualidad hace
29
recaer en el sujeto la pregunta por el ¿Quién soy? Esta pregunta, en términos de acción a
diferencia de la pregunta ¿Quién? emitida desde autores tales como Ricoeur y Arendt, es un
cuestionamiento del mismo sujeto frente a su existencia y a sus acciones.
Acción y discurso están tan estrechamente relacionados debido a que el acto primordial y
específicamente humano debe contener al mismo tiempo la respuesta a la pregunta
planteada a todo recién llegado: “¿Quién eres tú?”. Este descubrimiento de quien es
alguien está implícito tanto en sus palabras como en sus actos; (…) En todo caso, sin el
acompañamiento del discurso, la acción no solo perdería su carácter revelador, sino
también su sujeto, como si dijéramos; si en lugar de hombres de acción hubiera robots se
lograría algo que, hablando humanamente por la palabra y, aunque su acto pueda captarse
en su cruda apariencia física sin acompañamiento verbal, sólo se hace pertinente a través
de la palabra hablada en la que se identifica como actor, anunciando lo que hace, lo que
ha hecho y lo que intenta hacer (Arendt, 1993, p. 202)
Respecto a lo anterior se evidencia la implicación de los otros en relación con la vida
individual al tratar de descubrir quién es aquel que actúa y aparece; sin embargo, en este caso la
pregunta recae desde el sujeto mismo, siendo su aparecer tan desconocido que el extrañamiento
del mismo sujeto se pone en cuestión. De tal manera que las acciones en ocasiones resultan
siendo la revelación de aquel ser desconocido que es extraño hasta para el propio sujeto, las
acciones configuran al sujeto en la medida en que estas exponen parte de su desconocimiento
frente a sí mismo, además de dar validez a su lugar en el mundo, reafirmándolo.
Por otro lado el discurso que se emplea tanto en lo privado como en lo público remite al
sujeto a un encuentro, a una constante atracción por una fuerza que le mantiene alado respecto a
sus acciones y a ciertas consideraciones de aquellas que ha realizado, este ejercicio en el que el
30
sujeto permanece le recuerda por un lado aquello que ha realizado ya sea en el momento de
contarlo a otros o en el momento en que desde su intimidad reflexiona en torno a su pasado.
Anne en algunas ocasiones recuerda su pasado y lo compara con su realidad actual, su discurso
intimo en relación con su situación y en correspondencia con aquello que desea realizar, hace
que el pasado, el presente y el futuro aparezcan a partir de un recordar, de un asumir y de un
esperar.
Ya no intentaba comprender. O andaría muy aprisa para volver rápidamente junto a los
sueños que había dejado en lo alto del muro, no guardando de estas semanas más que
un recuerdo misterioso y de inefable ternura, una idea que no intentaría precisar, y me
reuniría con la chica que me gustaba, para fabricar días y noches con ella; quizá
después vendría el aburrimiento y la lenta destrucción, pero las imágenes
permanecerían pegadas en el álbum imaginario y llamarían a otras…O bien… O bien,
andaría mucho tiempo todavía en los brazos de Julien, haríamos el amor o no lo
haríamos, no tenía importancia, pero el hilo tejido entre él y yo, la noche de los árboles
negros, iría consolidándose y enroscándose, él, yo, él, yo…Pero ya sabría la vida
cortar este hilo, igual que los otros (Sarrazín, 1967, p. 40-41)
Desde la anunciación ejercida a través del discurso tanto Anne como aquellos que hacen parte
de su vida fabrican un mundo compartido, pues aunque no es posible conocer la realidad
absoluta de alguien, lo que si resulta evidente es que a partir de situaciones dadas, de acciones
realizadas y de discursos expresados los sujetos comparten una realidad que solamente les
pertenece a ellos por conocerse y por compartir escenarios que de una u otra forma los hace
partícipes en una realidad en la que se comprometen otra clase de experiencias; es decir, que a
medida en que el sujeto crea vínculos y relaciones sus acciones en muchas de las ocasiones serán
31
producto de un sentimiento ya sea negativo o positivo, así toda acción se encuentra subordinada
por distintos aspectos en los cuales el sujeto se ve constantemente asechado, ya sea su realidad
posible, su realidad concreta o sus sentimientos, todos ellos confluyen en la vida humana
obstaculizando y cuestionado el proceder, de ahí que nazca la insatisfacción al no encontrar
correspondencia entre aquello que quiere con aquello que hace.
Ahora bien, tanto el discurso como la acción aparecen en el sujeto y con ello la forma en que
puede penetrar en la realidad y en general tanto en el ámbito público como en el privado, es la
expresión del ser oculto que se va revelando a medida en que su capacidad de actuar y de
anunciar guiadas por exigencias, deseos, reflexiones o pensamientos lo mantienen atado a esa
constante que es propia de cada sujeto; tanto la acción como el discurso, son aspectos que no se
pueden dejar de realizar por ser constitutivas en el ser humano. La palabra dicha y el acto
cometido dan prueba de la existencia del sujeto y a su vez de la realidad que comparte con sus
semejantes.
La manera de insertarse en el mundo y en la realidad de unos con otros, se da a través de una
serie de acciones y de la forma de expresarse de cada quien, a través de estas, el sujeto va
construyendo y construyéndose una visión cada vez más amplia en la medida en que conoce el
proceder tanto de acciones y discursos de unos con otros “(…) la acción, aunque no proceda de
ningún sitio, por decirlo así, actúa en un medio donde toda reacción se convierte en una reacción
en cadena y donde todo proceso es causa de nuevos procesos” (Arendt, 2005, p. 218) De tal
forma que tanto el discurso como la acción requieren y exigen una secuencia en cada una de
ellas, ambas se encuentran en una dinámica que requiere un avance para dar sentido tanto al
discurso expuesto como a las acciones realizadas, de tal manera que cada una de ellas determina
el aparecer y el mostrarse del sujeto.
32
Bajo estas circunstancias en las cuales el sujeto encuentra la manera de aparecer frente al
mundo y en el mundo, se puede evidenciar en la novela que las acciones que si bien no son la
única forma que tiene el personaje de aparecer y construirse, encuentra en el discurso y en el
monólogo interior la forma en que puede confrontarse desde su pasado y en relación al presente,
además de la visualización del futuro que surge desde la imposibilidad de su actuar, a través de
los sueños: “Sueño en levantarme dignamente y con discreción, diciendo “perdonen un
momento”, y dirigirme descuidadamente, como quien no tiene prisa (…)” (Sarrazín, 1967, p.
38).
De tal manera, se puede inferir que la imposibilidad de realización de las acciones del
personaje principal por su condición, le mantiene en una constante lucha por su situación actual,
su escape es la idealización de acciones que no puede cumplir, así el sujeto inmerso en sus
fantasías encuentra en ello la forma de seguir aun cuando no sea posible en el aquí y en el ahora,
el anhelo por el futuro el cual pueda corresponder a sus deseos más profundos son la razón
fundamental por la cual se sigue actuando.
El escape como apertura a una realidad desconocida, será una constante en el personaje en
tanto que es la respuesta a varios de los encierros en los cuales habita, si bien los encierros que
experimenta el personaje desde la fractura del pie, siendo este encarcelamiento el más constante
y profundo a lo largo de la novela, sin embargo, se evidencian encierros en relación con el sitio
aun cuando no se encuentre realmente en prisión, de tal manera que el encierro más allá de
corresponder a un castigo por una falta, se relaciona con un sentimiento frente a la vida.
33
CAPÍTULO II
2. Perspectiva de sujeto a través de sitio y encierro
El sitio que es habitado y apropiado por el sujeto determina en gran medida la capacidad de
acción, en este sentido representa la posibilidad de actuar plácidamente o por el contrario
encontrar en él las restricciones y la sensación de encierro como producto de una imposibilidad
de realización; así, la huida del encierro y por ende del sentimiento se evidencia en la constante
necesidad de cambiar de lugares en los cuales habita el personaje. La búsqueda por encontrar un
sitio en el cual se encuentre totalmente complacida, corresponde a las características que esté le
ofrezca; es decir, los sitios son aceptados en la medida en que brinden cierta familiaridad en
relación al pasado y de la significación que se tiene de ellos, de tal manera que Anne como
referente encontrará en la cárcel su único hogar, aquel sitio que puede albergar a un ser con sus
características.
2.1. Libertad y encierro
En el ejercicio constante del actuar humano, surge un enfrentamiento inquebrantable por
aquello que se quiere hacer, aquello que en verdad está permitido hacer y lo que realmente se
hace, esto en relación con los distintos escenarios en los cuales el sujeto se encuentra relacionado
y cuya participación incide distintamente según la intencionalidad de la acción. Teniendo en
cuenta que las acciones humanas responden a un querer íntimo y a una situación que no puede
ser alterada ya que corresponde al ámbito de la realidad concreta, dicha realidad puede ser
aceptada o rechazada y su incidencia en el actuar humano repercute fundamentalmente en lo que
se espera; es decir, de aquel deseo inicial que impulsa a la realización de las acciones.
Ir en busca de dicho fin; es decir, de aquello que se desea hacer, acerca o aleja al sujeto de su
deseo de realización, por tanto es necesario determinar cuál es la capacidad de libertad que posee
34
cada sujeto, teniendo en cuenta que aunque todos ellos de una u otra forma experimentan la
libertad, esta no siempre puede ser ejecutada con plena autonomía; es decir, que la libertad en
relación con la acción se encuentra subordinada por distintos órdenes de tipo social, cultural,
económico y hasta azaroso.
Así, la libertad puede cambiar de significado respecto a las situaciones que atraviesan los
sujetos, “La libertad divide y separa: aparta lo mejor del resto. Deriva su atención de la
diferencia, porque su presencia o ausencia refleja, marca y fundamenta el contraste entre alto y
bajo, bueno y malo, codiciado y repugnante” (Bauman, 2010, p. 27). La libertad en relación con
la acción, encuentra su razón de ser desde aquello que se desea y de las posibilidades que ofrezca
la realidad para llevar a cabo dichas acciones, así la libertad se refiere a aquellas acciones que el
sujeto logra realizar sin ningún tipo de restricción, de tal manera que surge una complacencia
logrando una armonía entre aquello que se quiere y aquello que le fue permitido realizar.
En esos términos, la voluntad es distinguida por Blondel (1996) en: volunté voulante
(voluntad que quiere) y Volunté voulue (voluntad querida), la primera representa lo factico,
aquello que se presenta en la realidad y condiciona el proceder humano, la segunda abarca lo
subjetivo y corresponde con el querer auténtico de quien actúa. Desde esta perspectiva, el sujeto
no puede ser el responsable absoluto de sus acciones en tanto que la realidad concreta posee una
voluntad particular en la cual los sujetos nada pueden hacer para cambiarla.
Nuestra acción nunca es solamente nuestra acción. No es suficiente con que sea inducida
a salir del recinto del individuo; es necesario también que, por una especie de afinidad
natural y por coacción, suscite potencias extrañas a nosotros, y que su obra o su
fenómeno sean resultado de una convergencia y de una síntesis de operaciones salidas de
orígenes diferentes. (Blondel, 1996, p. 255-256)
35
El dinamismo entre los dos tipos de voluntad expuestos por Blondel pueden verse reflejados
en la novela constantemente, ya que las acciones realizadas por Anne, representan por un lado el
querer del sujeto y por el otro la realidad concreta que aparece inevitablemente, de tal manera
que puede en ocasiones corresponder y propiciar el deseo de realización del sujeto y en otras,
frustrarlo y obstaculizarlo. En ese orden de ideas, el sujeto siempre ha de estar en una constante
lucha por realizar acciones en las cuales la voluntad querida corresponda a la voluntad que
quiere.
Las aristas blancas de las piedras iluminaban débilmente la oscuridad: mi mano se separó
del suelo, paso al brazo izquierdo, subió hasta el hombro y bajo a través de las costillas
hasta la cadera: nada. Estaba intacta, podía continuar. Me levante. Mi nariz fue
bruscamente proyectada contra las zarzas y quede tendida en forma de cruz: había
olvidado examinar mis piernas. (Sarrazín, 1967, p. 5)
Este hecho evidencia lo intempestivo de la voluntad que quiere, aparece ante ellas hechos que
son inesperados y que corresponden a aquello que no ha sido contemplado, la realidad concreta
le sobreviene al personaje principal, pero no por ello deja de seguir avanzando para alcanzar su
objetivo, la fractura de la pierna representa la imposibilidad de valerse por sí misma, desde esta
perspectiva el personaje se convierte en una “carga” para desconocidos que quieran ayudarle. La
acción realizada por Anne al escaparse de la cárcel logro su plena realización si es visto como un
hecho concreto; sin embargo, más allá de lo que la realidad concreta le tiene reservado y en la
cual debe aprender a acomodarse bien para olvidar sus objetivos iniciales o para cambiar
completamente su proceder.
Desde esta perspectiva, las acciones realizadas y el hecho intempestivo que junto con ellas
aparece, obligarán a Anne a actuar en correspondencia con la realidad actual a la cual se
36
enfrenta. La independencia que busca el personaje desaparece en el mismo momento de su huida
y sus acciones corresponderán a lo que otros decidan hacer. Así la dependencia dentro o fuera de
la cárcel es una constante en el personaje:
¡Señorita!...
Me tocan unos dedos, buscan, dudosos e inquietos.
Digo:
-¿Quiere sacarme de la carretera? … Sujéteme, creo que tengo una pierna rota.
El camionero me sostiene hasta el estribo del camión. (Sarrazín, 1967, p. 8)
Sin duda, la posibilidad de actuar en correspondencia a su querer, y ante la incapacidad que le
sobreviene del accidente podría mostrarse limitada, a partir de este hecho los demás personajes
adoptan el papel de protectores o ayudadores y Anne asume en acciones comunes posturas de
plena libertad: “tenía una colilla, una verdadera colilla de “Gauloise” y era libre de tirarla o de
deshacerla” (Sarrazín, 1967, p. 16).
Acciones simples y cotidianas como decidir si arrojar o deshacer una colilla de cigarrillo
tomarán gran significación para Anne, ya que en estas pequeñas acciones, el personaje
encontrará la forma de hacer corresponder el hecho de estar fuera de la cárcel con su aparente
libertad. Decidir qué hacer y en el momento en el que se quiera hacer es una posibilidad que le
esta negada, por ello debe aprovechar los momentos en que sus “cuidadores” la dejan sola en
casa para poder tomar posesión de su vida. “Una vez en la terraza, me echo, vestida sólo con el
yeso, y me atiborro de alcohol y de sol” (Sarrazín, 1967, p. 81)
Así, el deseo de realización en relación con la libertad significará ir en busca de aquello de lo
que se carece, trátese de la situación que sea el sujeto ha de comparar su realidad con aquella que
desearía tener, el personaje principal no tiene un espacio, no tiene una vida, no tiene autonomía,
37
todo le fue arrebatado en el momento en que fue encarcelada, la cárcel es el referente de su vida
presente, el recuerdo de su vida pasada y la certeza de su vida futura.
Al ser libres, podemos estar seguros de que nadie nos prohibirá la acción que deseamos
emprender. Pero no se nos brinda ninguna certeza de que lo que deseamos hacer, y
hacemos, nos traerá el beneficio que esperamos, o algún beneficio. (Bauman, 2010, p.
10-11)
En este sentido, la libertad en relación con las acciones abre las posibilidades en las que el
deseo logre realizarse y de la forma en que el sujeto pueda abordar sus decisiones; sin embargo,
existe en la realidad concreta aspectos que el sujeto no tiene la posibilidad de manipular, así, la
realidad se manifiesta trayendo consigo aspectos que pueden o no beneficiar la acción ejecutada.
La intencionalidad con la que se actúa corresponde a la satisfacción de alcanzar o reemplazar
un estado actual con el que no se está conforme por otro en el cual tanto deseo y realidad se
encuentren, ofreciendo en el sujeto ya sea complacencia o insatisfacción según sea el caso; de tal
manera que, ambas situaciones representan un cambio en el cual el sujeto mediante la acción,
experimenta el pleno dominio de su vida y del mundo que le rodea. Es así como Anne al hallarse
privada de la libertad física, busca la independencia y autonomía que ha perdido en el encierro
“¡Átese las sandalias! Había oído esto durante dos años, lo mismo que “Quítese ese negro de los
ojos” y “Póngase inmediatamente la combinación, pero, ¿no le da vergüenza no llevar nada
debajo del jersey…?” (Sarrazín, 1967, p. 12).
Este tipo de situaciones que atraviesa el personaje y cuya única opción de actuar es obedecer,
limitan su capacidad de responder libremente, debe mantener una posición de sumisión por el
hecho de llevar consigo la etiqueta de delincuente y al mismo tiempo por encontrarse encerrada
38
en el lugar en el cual sus acciones serán de una u otra forma doblegadas y limitadas respecto a
sus verdadero querer.
La imposición de ciertas acciones sumándole juicios de valor que de una u otra forma son
lanzados por ir en contra de “lo establecido” mantienen a Anne maniatada y sometida. Esta
situación en la cual tanto ella como las otras reclusas han de permanecer vigiladas y encerradas
como castigo a una falta, anula el sentido de autonomía convirtiéndolas en seres desprovistos de
independencia, de esta forma sus acciones serán volcadas a una obediencia que determinará el
proceder de su voluntad guiado por otros
Adquirir libertad, ser libre, significaba ser elevado de una condición social inferior a otra
superior. Las dos condiciones diferían en muchos sentidos, pero un aspecto de su
oposición- el representado por la calidad de la libertad- se elevaba muy por encima del
resto: la diferencia entre la acción dependiente de la voluntad de los otros y la acción
dependiente de la voluntad propia. (Bauman, 2010, p. 27)
A través de lo dicho por Bauman, se evidencia la inferioridad en la que se encuentra Anne al
ser una delincuente, haber subvertido la ley y haber rechazado estructuras sociales, su autonomía
pierde validez y en consecuencia, su permanencia fuera de la prisión resulta en ocasiones inútil,
ya que su encierro es una constante relacionada con cada uno de los sitios en los cuales ha de
estar escondida, además de chocar frecuentemente con imposiciones establecidas por aquellos
“cuidadores” a los cuales les debe su albergue.
El encierro encadena en el sujeto una serie de cuestionamientos en los cuales la privación de
la libertad responde con su deseo de huida; es pues, su imposibilidad de actuar conforme a su
querer más íntimo y el rechazo a la prohibición que demandan ciertos tipos de entes
disciplinarios los que coartan la posibilidad de ejercer el privilegio de un actuar independiente y
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libre, entendiendo que con ello el sujeto autónomo piensa, decide y actúa. “Nos pesaban, nos
median, nos hacían tests y luego nos dividían en grupos. Estaba prohibido que un grupo se
comunicara con otro. Cada uno tenía su comedor, su sala de juego y su celadora” (Sarrazín,
1967, p. 24), el sujeto inmerso en el encierro pierde el sentido de dominio sobre sí mismo, esta
experiencia corresponde al hecho de obedecer, además de que el encierro obstruye la posibilidad
de alcanzar sueños y deseos, pues estos solo pueden concebirse en esa otra realidad que no se
posee.
Desde esta perspectiva aun cuando Anne haya violado leyes y su condición criminal le depare
un castigo como el encierro, bien podría decirse que lo problemático es la anulación de la
autonomía propia del individuo entre muchos otros aspectos propios del sujeto, está pérdida es lo
que busca recuperar: " Documentation from prisons—men's and women's—indicates that all
prisoners undergo the same losses: autonomy, possessions, speech, personal space, sense of
chronology, affective ties, and from all these, self-image1" (Gelfand, 1979). En este sentido el
encierro representa la desvinculación parcial y en ocasiones total con el mundo.
El aislamiento experimentado por Anne desde muy joven en la cárcel, se refleja en la actitud
infantil que asume, esto en relación con su fractura, podría explicarse desde la imposibilidad de
valerse por sí misma, y de la imposibilidad de generar vínculos afectivos en relación con otras
personas que no sientan como sus iguales. Ante tal caso su relación con Julien al igual que el
acoplamiento que tuvo en el hospital cuando fue operada, demuestran la importancia de sentirse
en correspondencia con los otros y al mismo tiempo con el sitio que ocupa; así, su situación de
enferma concuerda entre su fractura y el hospital.
1 La documentación de las cárceles -hombres y mujeres- indica que todos los presos sufren las mismas pérdidas:
autonomía, posesiones, habla, espacio personal, sentido de la cronología, vínculos afectivos, y de todos ellos,
autoimagen.
40
No hay duda. Se acabó de ser una carga, el ser una extraña. En esta sala más bien eran
Nini y las otras personas sanas las que no estaban en su lugar. Yo entraba en un rango, me
abría camino, me transformaba en “la enferma del 5”, y parecía completamente natural
que mi pierna estuviese desecha. Mi pierna justificaba mi presencia y me abría las
simpatías y las sonrisas, era una hermosa fractura, una hazaña al fin y al cabo. (Sarrazín,
1967, p. 49).
A partir de lo anterior, se evidencia la forma en que la satisfacción del personaje emerge al
encontrar la articulación entre su realidad de enferma como circunstancia que le sobreviene y el
hospital como lugar que la recibe, de tal manera que el sitio le proporciona un “yo existo mi
sitio” en términos de Sartre; sin embargo, este existir el sitio corresponde a un estar ahí que no le
permite cambiarlo.
(…) yo existo mi sitio, sin elección, pero también sin necesidad, como el puro hecho
absoluto e incomprensible que está en el origen de la extensión y, por consiguiente, de
mis relaciones originales con las cosas (con éstas y no con aquellas otras). Hecho de pura
contingencia; hecho absurdo. (Sartre, 1993, p. 516).
Este absurdo corresponde al hecho de aceptar el sitio como totalidad, pues el sitio en relación
con el “estar ahí”, también debe provocar un “no estar ahí” como proyección hacia el futuro; sin
embargo, Anne adopta este sitio tan suyo que encuentra la unión perfecta de su presencia en
relación con el sitio.
Es notable como este tipo de correspondencia, entre lo que el sujeto experimenta y el sitio
evidencian en el personaje una satisfacción. Podría decirse que este hecho es uno de los pocos en
los cuales el personaje asume una actitud de complacencia y ante la cual no acude al
pensamiento de escapar, cosa que ocurre también en el momento en que toma por sitio la casa de
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Annie, una mujer exprostituta, amiga de Julien que le ofrece su apartamento como nueva guarida
y que se encuentra ubicado en París, ciudad a la cual Anne quería retornar desde el momento de
su huida en prisión. Annie, aparece en la novela para ayudar al personaje principal pero también
para inducir el escape definitivo de una guarida a otra. El apartamento de Annie será el último
refugio que ha sido escogido por otros para esconderse, de ahora en adelante Anne asume cierta
independencia en relación con los sitios que habita.
Estoy todavía bajo el reinado del reloj, el reloj de los otros que temen por mis ausencias, el
reloj invisible de las cárceles que te mira y te vuelve a traer, y, además, en casa de Annie tengo
menos ganas de huir. (Sarrazín, 1967, p. 105).
El símbolo del tiempo se refleja a partir de los sitios que se configuran como cárceles, la
ausencia y la lejanía se marca a partir del mismo, además de reclamar su pronto regreso a casa
(cárcel). En relación con la tranquilidad que le ofrece la casa de Annie y de la cual no siente
muchas ganas de huir, corresponde a la similitud que encuentra entre ella y Annie, bien podría
decirse que ve en ella es su reflejo, no en vano Sarrazín utiliza el parecido de sus nombres
(Anne-Annie).
El personaje de Annie representa el encuentro de Anne consigo misma, de ahí que la
complicidad entre ambas surja de una manera espontánea, hay un reconocimiento por parte de
Anne, al ejercer en el pasado la prostitución; las dos han enfrentado la vida por el mismo camino:
ofreciendo su cuerpo a extraños, el uso de alcohol con frecuencia al igual que el cigarrillo.
Después del postre de la cena, charlamos hasta que se acaba la botella. Annie y yo: dos
mujeres privadas de amor y de esplendor. Yo no puedo, ella ya no quiere. Todo el día
estamos uncidas, ligadas por la similitud de los gestos, los menús, los dolores de mujer,
por las agujas que se mueven al mismo tiempo, la suya hacia la izquierda, la mía hacia la
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derecha. Nuestras sillas están frente a frente yo soy zurda, nos reflejamos. (Sarrazín,
1967, p. 105)
En este sentido el espejo que representa Annie, le da a Anne la visibilidad que había perdido
ante ella misma. Foucault (1967) considera que el espejo es una especie de sombra, cuyo efecto
de devolución permite el descubrimiento de la ausencia; es decir, que permite verse donde no se
está. En este sentido, el reflejo que Anne ve en Annie le ayuda a acercarse a aquella desconocida
que es ella misma, esta aproximación le hace sentirse ya no como “la carga” sino como una
mujer que va recobrando su autonomía, y que empieza a olvidarse de su imposibilidad física para
afrontar el presente y plantear su porvenir. “Empezamos a diseñar mi porvenir: primero,
subsistir. Julien me asegurará la vida material, yo no me arriesgaré, no, lo prometo.” (Sarrazín,
1967, p. 113)
Este tipo de visualización en relación al futuro, se evidencia en el personaje a través de
acciones que irá realizando, estas acciones coinciden con la recuperación de su pie que poco a
poco la irá reconciliando con la sensación de libertad, aunque siempre mantenga la certeza de
volver al lugar de donde escapo.
La libertad significa una relación social, (…) Algunos pueden ser libres sólo en la medida
en que haya una forma de dependencia a la que puedan aspirar a escapar. Si ser libre
significa tener permiso para ir a cualquier parte, también significa que hay gente que está
sujeta a su domicilio y se le niega el derecho a moverse libremente. Si ser libre significa
una liberación de los vínculos y las obligaciones o del trabajo y del deber, eso cobra
sentido gracias a otros que están sujetos, tienen obligaciones, trabajan y cumplen deberes.
Si ser libre significa actuar sin restricciones, ello implica que las acciones de algunos
otros tienen restricciones. (Bauman, 2010, p. 28)
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Así, la novela revela un constante encarcelamiento por distintas disposiciones, bien podría
decirse que la cárcel y sus muros son la representación de la sociedad en la cual todos los sujetos
han de obedecer y mantener una supuesta libertad aunque no se tenga, así las acciones que
deberían corresponder al deseo propio de la libre voluntad terminan volcadas a una coerción que
hace parte de todo el constructo social del cual se hace parte, en este sentido también la libertad
de Anne se ve sometida a las restricciones por las cuales atraviesa Julien, ya que su condición de
prófugo de la justicia no permite ofrecerle más de lo que el mismo busca: un escondite para no
ser atrapado.
Tanto la acción y la libertad pertenecen al campo del determinismo, en el cual el sujeto ha de
estar siempre involucrado, en relación con la incapacidad de poder acceder a aquello que no tiene
o ha perdido, sumerge al sujeto en una especie de melancolía y a la vez en una fuerza vital que
utilizará para enfocar sus acciones con el único propósito de cumplir lo deseado.
Si bien el desprendimiento de un estado de “libertad” al cual el sujeto había estado
acostumbrado y en los cuales actos tan simples como el decidir comer lo que se plazca o ir a un
determinado sitio son imposibles desde el encierro, estos cobran mayor importancia en la medida
en que su autonomía aún no había sido manipulada. Desde esta perspectiva Anne recuerda y
compara constantemente su situación actual fuera de la cárcel con esa otra vida que le había sido
arre
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batada a raíz de sus errores, “era mi primera comida desde hacía años. Comer se había
convertido en una costumbre y una actitud, en un pasatiempo y un pretexto.” (Sarrazín, 1967, p.
29).
Experimentar acciones que normalmente son cotidianas desde circunstancias distintas a las
cuales el sujeto se ha acostumbrado evidencia el grado de inconformidad generadas a causa de la
imposición, la realidad que ahora vive Anne le mantiene en un redescubrimiento de lo que
podrían ser sus acciones respecto a situaciones que ahora se le presentan , al igual que
encontrarse nuevamente con la posibilidad de poder decidir y actuar según su autonomía
teniendo en cuenta que su condición de prófuga de la justicia y su inutilidad física con la que no
contaba le seguirán indicando en donde y como moverse; de este modo bien podría decirse que la
autonomía obedece antes que a un deseo subjetivo a una serie de circunstancias que son
desconocidas por el sujeto y de aquellas otras de las cuales no puede desligarse porque
simplemente no puede cambiarlas, así pues la libertad a la cual quiso acceder sigue
escabulléndosele de distintas formas; por un lado su cuerpo le obliga a mantenerse en reposo y
por el otro su delincuencia le obliga a seguir encerrada y escondida.
Si bien es cierto que a lo que ahora debía enfrentarse le resultaba desconocido, no cabe duda
que estas mismas circunstancias le ofrecían cierto tipo de confort temporal, hallaba en esa
extrañeza algo de pertenencia a ese mundo ajeno que no era el suyo, pues de una u otra forma
estaba en un lugar en el cual no debía estar, su huida le era recordada constantemente a través de
su pierna rota, y la penetración a sitios en relación a su pasado marcaría el retorno al sitio que no
debió abandonar.
2.2. Habitar el encierro
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En relación con el encierro, el personaje mantiene una atadura permanente con su vida pasada.
En el tiempo presente de Anne la cárcel de la que ha huido no existe; sin embargo, no logra
plenamente desprenderse de su recuerdo, aquel que le reaviva la sensación de encierro. Cárceles
y muros aparecen constantemente, le reafirman su condición de prófuga, por un lado, y
delincuente, por otro. El encierro es representado por los espacios que habita. Casa de Julien,
casa de Pierre, casa de Annie, Hospital, Hoteles, Bares, son todos sitios prestados que hacen sus
veces de prisión, “La cárcel me rodeaba todavía, me la recordaban ciertos reflejos, escalofríos,
hipocresías y sumisiones en los gestos. No puede una quitarse de un día para otro, varios años de
rutina cronometrada y de disimulo constante de sí misma” (Sarrazín, 1967, p. 53). Si bien el
personaje huye de prisión, jamás deja de sentirse encerrada, de allí que la constitución del
personaje se encuentre enmarcada por el sentimiento de encierro y de las pocas posibilidades de
actuar en relación con su condición de prófuga, pues está condición le demanda permanecer
escondida.
Desde sus escondites pasajeros los cuales son asignados por Julien, se evidencia la carencia de
autonomía y la actitud infantil de Anne, comportamientos que no son extraños entendiendo
que toda su vida ha sido pasar de un sitio a otro en los cuales siempre está la presencia de
“cuidadores” a los cuales debe obedecer, situación que no cambia aun cuando haya realizado
sus escapes, este patrón sigue repitiéndose en el transcurso de la historia, mostrando la
imposibilidad de alejarse de la repetitividad de las acciones y de los sitios que aguardan por
ella. “ya me haya escapado de una cárcel, o de casa de mis padres, soy para ellos un peligro.
(Sarrazín, 1967, p. 37)
Por el itinerario que atraviesa Anne desde el momento de su huida de la cárcel, hasta el
momento en que se encontró con la realidad concreta, esa desconocida que había preparado para
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ella una serie de situaciones en las cuales su autonomía lejos de ser recuperada seria siendo
manipulada por extraños a quienes les debía su permanente escondite. Así su huida no le
garantizó la realización de su deseo inicial que la impulso a huir: encontrar a Rolande, la chica de
la que se había enamorado estando en prisión
El encierro mantendrá cierta constancia en su vida, este aspecto es de vital importancia
durante toda la historia, puesto que este es la única forma que tiene de encontrarse a sí misma
tanto exterior como interiormente. Así, la huida representa el escape de un sitio pero no de sí
misma, ya que los sitios mantendrán durante toda la historia la misma característica de la prisión
y por ende el mismo sentimiento del personaje.
Desde la sensación de encierro, se encarna la realidad en nuevas celdas de las cuales
difícilmente podría escapar, los muros y las celdas en la cárcel seguían presentes en cada una de
las situaciones que debía afrontar, la desilusión con que Anne asume algunas de sus experiencias
al notar que la vida fuera de la cárcel se le muestra nuevamente llena de barreras y de normas a
las cuales debe obedecer asumiendo una posición de sumisión frente a quienes le brindan
refugio.
Había renunciado a asombrarme y a hacer preguntas. Recibía el agua y el pan, las
palabras y la música, con la sensación de haber sido suprimida del tiempo y de mi misma.
Allí, como en otros sitios, existía la rutina: chitón, cuidado, la bola va a explotar, pum-
pum, los críos vuelven de la escuela, Eddie me traerá pronto algo para beber, y me lo
beberé todo para poner mi dolor al baño maría hasta mañana, (…) Transcurrieron dos
semanas más. Me había fugado en las proximidades de Pascua, y nada resucitaba, nada
moría ni vivía. (Sarrazín, 1967, p. 28).
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De esta forma, en la medida en que el transcurrir de los días manifiestan la repetitividad y la
rutina, la añoranza por aquello que se había imaginado y que no corresponde con la realidad vive
en su presente, la misma situación de hallarse prisionera de su cuerpo por la imposibilidad de
desplazarse con completa libertad, evidencia cuan esclavizada se encuentra por las distintas
situaciones, tal parece que la opresión es una de esas batallas constantes con las que se debe
enfrentar y que por más que intente siempre existirá algo o alguien a quien rendirle cuenta
“Paradójicamente, la misma sociedad que gracias a su diferenciación funcional le deja al
individuo muchísima elección, y hace de él un individuo “libre”, también genera a escala masiva
la experiencia de la opresión” (Bauman, 2010, p. 127).
A partir de lo anterior se evidencia que la libertad en relación con el hacer puede ser
experimentada desde aspectos cotidianos en los cuales el sujeto tiene total dominio del sitio y de
lo que junto con él lo constituyen; sin embargo, existen aspectos en los cuales la “libertad” antes
que ser una decisión pura y genuina de quien actúa, termina siendo el producto de normas que
son establecidas, obedeciendo a algún tipo de poder.
La ruptura entre aquello que es impuesto y lo que se desea realizar determina el grado de
libertad que puede ser experimentado; así, la opresión suscita el deseo en relación con el “hacer”,
y aparece como posibilidad de obtener algo, desde esta perspectiva, se determina el hecho de
alcanzar cierto objetivo o cumplir cierta meta; sin embargo en la novela, el personaje no
encuentra la manera de “hacer” y por ello mismo que la opresión y su obediencia determinen
seguir con su condición de criminal “estoy harta de aceptar. (…) Pero, ¿es verdad que ando tan
mal?” (Sarrazín, 1967, p. 113).
El andar como proyección y avance es simbolizado por su pie fracturado, esta imperfección
representa el caminar mal, el mal comportamiento y en general la fractura existencial convertida
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en carga, en el peso del que no puede desprenderse; aun cuando la realidad concreta le recalque
su mal andar, ella retoma su vida con la misma normalidad con la que había vivido antes de su
encarcelamiento, bien podría decirse que la fractura representa lo que aparentemente está mal
visto por la sociedad que la señala, pero aun así las acciones tratan de seguir un hilo conductor
antes y después de su arresto, de tal manera que las acciones de Anne y su comportamiento
frente a la vida no constituyen una culpa frente a sí misma.
A pesar de mi nueva apariencia, mi talla disminuida en diez buenos kilos y mi ropa de civil,
me han reconocido: _ ¡Caramba, Anne! ¿Por fin saliste? Contesto que no me llamo Anne, que
estoy “empezando” en París, y al mismo tiempo busco en la galería rostros relacionados con la
galería de la cárcel. (Sarrazín, 1967, p. 134).
Igualmente, el pasado resuena en el presente con los distintos personajes que personifican a
sus “cuidadores”, siempre el estar vigilada y ante los cuales debe obedecer, aquellos extraños en
los que encuentra cierto tipo de acogida pero a la vez la custodia, esto será razón suficiente para
no dejar de sentirse como una delincuente, su situación actual antes de hacerla sentir satisfecha
por haber logrado su fuga, le hace confirmar que su condición delictiva es una marca con la que
debe afrontar su realidad. Aunque para nadie es un secreto que se encuentra prófuga de la
justicia, es evidente que esta condición la vulnera en tanto que sus anfitriones le harán saber que,
aunque no se encuentre a la merced de celadores, ellos son ahora quienes deciden por ella,
quienes le prohíben y le dicen a donde hay que ir.
Han aceptado albergarme y, en conocimiento de causa, o casi, Julien me ha descrito, sin
precisar demasiado, como “una menor fugada”. (…) yo protesto:
-Pues, hace cuatro años cuando la poli…
Pierre salta de alegría:
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-¿Se dan cuenta? Bueno, vamos a ponernos de acuerdo en seguida. Mi hijo está aquí, y
prohibido que se hable delante de él de…
-¡Pero si no está aquí!
-Cuando esté, ocurrirá lo mismo. Procure acostumbrarse desde ahora. No diga nunca
palabras al estilo de “poli” ni de “cárcel” ¿Entendido?
Parece que estoy de nuevo en la cárcel.
En el fondo, prefiero esto al interrogatorio. Decido, a partir de este minuto, no pronunciar
una palabra que no sea necesaria, ser tan muda como inmóvil, y dejar a mi pierna la
exclusividad de los gritos. (Sarrazín, 1967, p. 37).
La sumisión a la cual debe entregarse el personaje en correspondencia con lo que debe o no
debe decir, como o no debe comportarse recalcan su condición de delincuente. Pierre ahora actúa
como los vigilantes de la prisión, éste le ordena cuidar sus palabras y abstenerse de hacer
comentarios inapropiados frente a su hijo. De esta forma, se evidencia el poder como forma en
que el sujeto es corregido, la visibilidad se va perdiendo a través de las órdenes impuestas y el
personaje se sumerge en la complacencia hacia los demás. “La prisión (…) ha sido desde el
comienzo una “detención legal” encargada de un suplemento correctivo, o también, una empresa
de modificación de los individuos (…).”(Foucault, 2009. p. 267).
La cárcel es concebida como sitio en el cual el comportamiento del sujeto será modificado,
desde esta perspectiva, el encierro se presenta como un sitio que más allá de poseer la etiqueta de
cárcel, escuela, casa etc., es recibido por los sujetos en correspondencia con un “orden natural” y
en los cuales su comportamiento será moldeado, en este orden de ideas, el sitio que se ocupa
antes que ofrecer libertad, ofrece un encadenamiento en relación con las acciones y con el
comportamiento que cada uno de los sitios exige.
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Así el sitio como vivencia y en el caso particular del personaje, la cárcel es asumida como
casa ya que es su guarida y el sitio que desde temprana edad recibió, ofrece desde el pasado una
significación de la cual no podrá desprenderse, la cárcel representa su refugio y por ello que su
distanciamiento sea imposibles de darse . Bachelard (1965), se refiere al refugio como el rincón
del mundo, aquel que niega al universo y su manera de vivirlo, niega la vida misma, en este
sentido, la casa representa el universo y aquel primer mundo al cual se tiene acceso “todo
espacio realmente habitado lleva como esencia la noción de casa” (Bachelard, 1965, p. 35).
Así el autor, da una importancia bastante grande a la casa como refugio el cual es el primer
mundo conocido por los hombres, esto antes de ser “lanzados al mundo”, en este sentido la casa
al ser un espacio encerrado es considerado como una protección, de tal manera que el encierro
bien podría relacionarse con estar bien, a salvo de peligros.
En este orden de ideas Anne niega los otros sitios que son recibidos al darle las características
de prisión, las casas en las cuales se refugia no son tomadas como tal porque no sabe que es tener
una casa y mucho menos una familia. En este sentido el encierro es una característica propia de
cada sitio, además de la cárcel mental que configura al personaje. El pasado y su experiencia de
vida determinan la forma en que el personaje asume su realidad actual, la cárcel ha sido su hogar
y al no poder desprenderse de dicho sitio, esté adquiere la cualidad de cárcel y del sentimiento de
encierro, desde esta perspectiva la sensación que acompaña a lo largo de la historia al personaje
principal muestra a un ser errático que no posee un lugar propio que le aguarde.
Me habían encerrado demasiado joven para ver toda una serie de cosas, y había leído,
soñado y divagado mucho. Para mí la realidad estaba falseada como lo demás, y mientras
me instalaba en el asiento trasero -en el que me podía echar completamente-, imaginaba
que me dirigía a un escondite lujoso y horrible. (Sarrazín, 1967, p. 33).
51
La configuración de su existencia a través del encierro refleja un reconocimiento desde la
imposibilidad de conocer ciertas cosas, lo único verdadero corresponde a su ser delictivo y al
hacer de su cárcel su casa, todo lo demás se representa como un descubrimiento ante la falsedad;
es así, como Anne en consecuencia con la verdad que conoce, actúa en forma correspondiente a
su manera de ser en el mundo, a través de su escape no busca reinventarse, todo lo contrario su
escape le hace reafirmar el pasado del cual viene y del cual no le interesa huir, la continuidad de
su vida tan pronto pueda ser reestablecida al igual que su fractura será retomada tal cual y como
la había dejado antes de ser encarcelada, sin olvidarse de sus encierros a los cuales se había
acostumbrado. “Para comenzar mi vida de mujer libre, adecuadamente y a lo grande, dormí hasta
la noche. Después de cenar, me volví a acostar y me quedé también encerrada todo el día
siguiente.” (Sarrazín, 1967, p. 137).
El encierro es en este sentido: un habitar, Anne lo vive y desde esta perspectiva podría decirse
que el personaje ha adoptado tan suyo al encierro que es su única forma en la que puede habitar
el mundo.
Habitar significa, pues: tener un lugar fijo en el espacio, pertenecer a ese lugar y estar
enraizado con él. (…) El habitar exige un espacio de habitación determinado. Hablo en este
sentido de una vivienda, sin decir de su naturaleza nada más sino que es el ámbito espacial
del habitar. (Bollnow, 1969, p. 121).
En este sentido, Anne habita el sitio de la cárcel como su vivienda, se ha adaptado tanto a este
que ya no podría vivir de otra forma más que desde el encierro, de tal manera que tanto la
proyección de su futuro como el actual presente que asume, es visto en relación al sitio que la
albergo por primera vez. La cárcel le ofreció una vida distinta en compañía de otras mujeres que
como ella vivían una vida no convencional en la que el crimen, la prostitución, el alcohol y la
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vida desordenada las convertía en seres sin un sitio en la tierra, seres errantes que no poseen un
lugar para habitar excepto la cárcel. “Desde mi arresto, se había formado otra vida. La había
dejado gestar durante años, alegremente absurda, ingenua y repugnante” (Sarrazín, 1967, p. 34).
Anne, mantiene vivo el recuerdo de lo que fue su vida en el encierro y lo compara con su
presente, bien podría decirse que nada ha cambiado, sigue estando en prisión aun cuando no esté
en la cárcel, experimenta el absurdo de encontrarse “libre” en un mundo que a su pesar le sigue
imponiendo barreras de distintos tipos, cualquiera que sea el sitio en el que se encuentre no deja
de sentirse amarrada, impedida y sometida a ciertas normas que debe aceptar. Así la
significación de la libertad será replanteada según la situación por la que atraviese el sujeto, ser
libre significa poder obedecer a un deseo propio en relación con el entorno y sin embargo, esta
libertad que puede en ocasiones aparecer y ser evidenciada mediante las acciones según el sitio
también representa para el sujeto una serie de limitaciones impuestas por él mismo, de tal manera
que cada sitio impondrá ciertas barreras que el sujeto difícilmente podrá derribar.
2.3. Proyección de sí a partir del sitio
Pensar en libertad puede generar varias representaciones a partir de la significación que esta
genere en el sujeto, esta significación emana de la experiencia de vida que cada quien mantenga
con el mundo, desde esta perspectiva la libertad bien podría estar relacionada con el sitio que se
ocupa y la manera en que se haga uso de este, teniendo en cuenta que el sitio “ Es, naturalmente,
el lugar que “habito (…) Es imposible que yo no tenga un sitio; de lo contrario, estaría con
respecto al mundo en estado de sobrevuelo, y el mundo no se manifestaría ya de ninguna manera
(…)” (Sartre, 1993, p. 515). Así, el sujeto a través del sitio se integra con el mundo, este aparece
como contingencia en la medida en que puede o no puede ser elegible para ser habitado y sin
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embargo, es el sitio el que determina la correspondencia entre lo que se es permitido hacer y lo
que realmente se quiere hacer.
Así, nacer es, entre otras características, tomar uno su sitio o, más bien, de acuerdo con lo
que acabamos de decir, recibirlo. Y como este sitio original será aquel a partir del cual
ocuparé nuevos sitios según reglas determinadas, parece haber en ello una fuerte
restricción a mi libertad. (Sartre, 1993, p. 515).
De este modo, en la medida en que los sitios aparecen y son recibidos por el sujeto, estos van
alcanzando y abarcando cierta importancia a lo largo de la vida, no en vano pueden pasar de ser
ocupados a ser evocados constantemente cuando la significación es determinante respecto a un
presente que trae consigo la carga del pasado; de tal manera que la implicación del pasado
respecto al presente representa un cambio el cual es proyectado y que solo puede alcanzarse
mediante las acciones, a través de estas no solo se ejerce la capacidad de decidir sino que
también se va al encuentro con lo desconocido que no es otra cosa que el futuro mismo.
Si bien es cierto que el sitio puede o no puede elegirse, en los casos en que es elegible la
acción aparece en tanto que esta representa elección, en este caso Anne tomo la decisión de
actuar en contra de leyes y a consecuencia de ello el lugar que le esperaba no podría ser otro que
la cárcel, la correspondencia entre el sitio que se ocupa en relación con las acciones es evidente,
la acción realizada unirá al sujeto con el sitio que se ha de ocupar.
La relación existente entre sitio y libertad determinado por la acción corresponde con la
voluntad y el deseo de realización, así este puede en ocasiones presentarse convenientemente
para llevar a cabo acciones que de una u otra forma han sido planificadas o que corresponden
con un cierto tipo de proyección; sin embargo, cuando el lugar que se ocupa es impuesto y de no
encontrar en él cierto tipo de comodidad, el sujeto tratará de huir aun cuando este haya sido
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asignado en correspondencia con las acciones ejecutadas con antelación, este tipo de sitio
aparece irremediablemente como imposición.
De esta manera los sitios al ser reemplazados uno tras otro, implican en el sujeto cambios que
pueden ser por un lado planeados y por el otro son simplemente dados por pura eventualidad, es
así como en la novela, Anne recibe nuevos sitios los cuales no han sido escogidos por ella pero
se corresponden con su condición de prófuga, sus escondites representan un sitio conocido: la
cárcel.
En este sentido, el lugar que se recibe (como nuevo) aun cuando sea distinto al abandonado,
sigue manteniendo las cualidades del sitio pasado, su significado corresponde a la experiencia de
vida del sujeto y de las posibilidades de vivirlo; es decir, que el sitio es tomado a partir del
significado personal y no de lo que represente. En este caso la casa de Julien se muestra para
Anne como una nueva cárcel y su habitación como calabozo.
Las tardes que subo a acostarme con los nervios como avispero y el pesar de haber
cambiado una cárcel por otra, me encierro dos vueltas de llave. El cerrar yo misma la
puerta de mi calabozo me consuela y me libera. (Sarrazín, 1967, p. 82-83).
El lugar que ha sido tomado involuntariamente evoca el sitio del cual ha huido, así Anne todo
el tiempo se encuentra relacionando los recintos actuales con la cárcel, está representada desde
los diferentes escenarios en los cuales se encuentra y la sombra del encierro pasado le persigue y
atormenta. Si bien el personaje principal ha estado encarcelado todo el tiempo desde distintos
sitios, esta situación de encierro determina en el personaje su centro, pues es la única referencia
que tiene como “hogar”, desde esta perspectiva la proyección de sí a partir del sitio, demanda
una huida constante.
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El lugar que se ocupa no por elección sino por obligación o por cierto tipo de incidentes de los
cuales el sujeto hace parte, corresponde con el tipo de acción que se realiza, en este caso Anne
difícilmente podría haber evadido el nuevo sitio que le esperaba, surge entonces uno nuevo que
confronta al personaje con su pasado respecto a sus acciones ya realizadas y con su futuro que le
es desconocido y que en ocasiones puede vislumbrarse cuando la acción realizada demuestra la
transgresión a ciertas leyes, el mismo escape le recuerda que debe volver a la prisión.
Entendiendo el sitio como un estar en el mundo, en el cual los sujetos se desarrollan y crean
vínculos con otros sujetos y con el ambiente mismo de su realidad, es posible afirmar que Anne
desde el encierro pierde la condición de recibirlos, allí la posibilidad de acercarse e involucrarse
con otros escenarios ha sido negada y a cambio de ello el deseo constante por recibirlos se
refleja en una proyección de su futuro y de lo que podría o no podría ser en relación con sus
acciones actuales.
Estar en su sitio es estar ante todo lejos de… o cerca…, es decir, que el sitio está dotado
de sentido con relación a cierto ser aun no existente, al que se quiere llegar. La
accesibilidad o inaccesibilidad de este fin define el sitio (Sartre, 1993, p. 517).
Respecto a lo anterior, el habitar cierto sitio se relaciona con la posibilidad de establecer una
relación satisfactoria con el lugar que se ocupa o, por el contrario, abandonarlo. De tal manera
que las decisiones tomadas y las acciones realizadas se enfocan en su búsqueda, el cual debe
corresponder con el querer; sin embargo, en la novela Anne no acepta el los lugares que ocupa y
por ello aparecen acciones que buscan constantemente su abandono; así, al no poder
abandonarlos desde su propia voluntad, compara cada uno como una cárcel “la rutina del
hospital: el café con leche, la comida a las once y a las seis (no es muy diferente de lo de allá)”
(Sarrazín, 1967, p. 58).
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Por lo tanto, surge en el personaje una inconformidad con el sitio que posee en el “ahora”, ya
que todos adquieren la cualidad de cárcel, su escape aparece como absurdo en la medida en que
cada sitio, aunque diferente, será nombrado y experimentado como encierro. La acción de huir le
asigna escondites; sin embargo, ninguno de ellos se presta para refugiarla, desde esta perspectiva
se evidencia la repetición de patrones que van enmarcando la realidad concreta del personaje.
Anne, experimenta en los sitios habitados una permanencia prolongada a su pasado, aunque
se encuentre fuera de la cárcel el desprendimiento que quisiera efectuar respecto a su vida
anterior antes de alejarla le recuerda constantemente el motivo que la hizo llegar a este nuevo
lugar, desde esta perspectiva el sitio actual no es más que la representación de la libertad que no
posee, estando allá o aquí no puede dejar de sentirse en prisión, en este sentido lo habitado la
devuelven a su condición inicial, de la que no ha escapado completamente.
El sitio habitado por Anne no le pertenece, quizá por ello mismo que la sensación de encierro
sea representada en cada refugio y escondite donde se ha ocultado, al no poder tener alguno
como hogar, su único referente es la cárcel y por ello mismo su evocación constante con está “Da
igual a donde vaya y a que me dedique, estoy en falta. Porque estoy aquí en vez de estar en
chirona. Mi camino recto es la chirona.” (Sarrazín, 1967, p. 150).
Tal parece que los sitios son dados en plena correspondencia con los distintas manifestaciones
del actuar, entendiendo que el sujeto ha de buscar según sus intereses lugares que de una u otra
forma se adecuen y permitan la libre expresión de su voluntad; de esta manera los sitios
habitados han de tener cierta relación con el sujeto y así mismo con el tipo de acciones que son
realizadas en cada uno de ellos; de tal modo que habitar y abandonar sitios también representa
habitar y abandonar roles los cuales se deben asumir ya sea por obligación o por libre voluntad.
“Esta vez seré la sobrinita de Annie, que ha venido a descansar después de un accidente de
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coche. Vengo de “provincias”, es un término grande y vago, no interesa a los parisienses”.
(Sarrazín, 1967, p. 100).
Así, la libertad de acceder a ciertos lugares puede en ocasiones darse y en otros simplemente
ser anulada, en ambos casos, la existencia del sujeto ha de darle su significado, en tanto que la
permanencia o abandono del sitio trae consigo el encuentro a nuevas situaciones en las que el
sujeto a través de la acción puede modificar su situación actual e ir en busca de nuevos parajes
aun cuando ellos no se encuentren destinados para ser ocupados.
La realidad humana recibe originariamente su lugar en medio de las cosas; la realidad
humana es aquello por lo cual algo así como un sitio viene a las cosas. Sin realidad
humana, no habría espacio ni sitio; y, sin embargo, esta realidad humana por la cual el
emplazamiento viene a las cosas, recibe su sitio entre las cosas sin que eso este en su
mano en modo alguno. (Sartre, 1993, p. 515).
Así la antinomia que se presenta entre libertad y sitio enmarca la vida de los sujetos, este es
evocado a partir de una proyección del futuro; sin embargo, no puede decirse que con esta
proyección el lugar que se desea ocupar sea alcanzado, a cambio de ello, la infinidad de espacios
que pueden ser ocupados corresponden con la acción que el sujeto decida ejercer, de este modo
la libertad puede corresponder con lo que el sujeto simplemente puede hacer en el lugar al cual
haya penetrado.
A partir de lo anterior, el sitio es asignado en correspondencia con las acciones realizadas,
representa la satisfacción o el inconformismo frente a la realidad concreta que aparece y se
afronta, desde esta perspectiva el sujeto que fracasa ante la realización plena de sus deseos,
recurre a la proyección de sí como forma en que puede experimentar cierto tipo de complacencia,
de tal manera que la imaginación ofrece el escape de la realidad. “Si una imagen presente no
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hace pensar en una imagen ausente, si una imagen ocasional no determina una provisión de
imágenes aberrantes, una explosión de imágenes, no hay imaginación.” (Bachelard, 1993, p. 9).
En palabras de Bachelard, la imaginación es ausentarse, es lanzarse hacia una vida nueva, de
tal manera que la ausencia representa el abandono de lo que se ve y se tiene para ir en busca de
esa otra vida que se desearía tener, la imaginación constituye en el sujeto el escape de la realidad
concreta, de tal manera que mediante la imaginación el sujeto es capaz de crear imágenes y
cambiar aquellas con las que no se encuentra conforme y lanzarse al reino de lo imaginario, a esa
“realidad imaginante” en la que todo es posible y sus deseos más profundos son realizados
completamente.
En consecuencia, la proyección del personaje a partir del sitio nace de la ausencia, al no poder
tener un control de sus acciones, crea una realidad posible, en la cual sus deseos son cumplidos,
este estado de ensoñación, lo libera y le hace crear-se a partir de otro “yo” al cual le gustaría
parecerse: “Más tarde cuando pueda andar, cuando nuestra forma de andar parezca normal, un
chico que le coge el brazo o la mano a una chica, inspeccionare las calles con Julien y sabré a
donde le llevan.” (Sarrazín, 1967, p. 40-41)
Así, la realidad posible: aquella que puede ser imaginada y soñada ofrece al personaje la
huida y por ende la contemplación de un futuro, cuya visualización nace desde la imposibilidad
de ser en el sitio al cual se encuentra anclada (presente), en busca de una realización ideal y
proyección de sí mismo (futuro). Tales aspectos cobran mayor relevancia a partir del lugar que se
habita, de tal manera que su correspondencia con la proyección de sí a través de la imaginación
buscará siempre la huida y el escape. La evasiva de un sitio y el acceso a otro, de la realidad
concreta a la realidad posible, de lo real a lo imaginario, dualismos en los que el sujeto se mueve
constantemente y a partir de los cuales solo podría experimentar satisfacción e insatisfacción,
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dolor o placer, furia o tranquilidad, aspectos que permean la vida en dinámicas de uno o lo otro,
así como la cuestión de decidir: si o no, esto en relación al problema de la acción. “Pues no
puedo nunca estar simplemente ahí: mi sitio es captado, precisamente, como un exilio o, por el
contrario, como ese lugar natural, tranquilizador y favorito (…)” (Sartre, 1993, p. 517). La
posibilidad de ir de un sitio a otro o albergarlo, representan en el sujeto la manera en que las
acciones determinan el hacer constante como necesidad continua del sujeto, de tal manera que el
habitar el mundo constituye movimiento y respuesta ante situaciones dadas y ante las cuales la
respuesta no es otra que un avance constante aunque no se tenga certeza hacia dónde ir, la
complacencia o rechazo son determinantes a la hora de buscar desde la intimidad aquello que se
desea y que corresponde al impulso natural del sujeto hacia la realización plena de su ser.
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CONCLUSIONES
En el desarrollo de la anterior investigación, se ha profundizado en categorías de acción y
encierro, estas como configuración del sujeto y cómo funcionan dentro del análisis de la novela
francesa El Astrágalo de la autora Albertine Sarrazín, teniendo en cuenta que el problema de la
acción como constante en el cual el sujeto ha de moverse todo el tiempo, además de su relación
con el encierro como impedimento del mismo actuar, surge un problema de carácter existencial
por el cual atraviesa el personaje principal al no poder encontrar correspondencia entre aquello
que quiere y aquello que hace, ya que el hacer se encuentra subordinado por una serie de
disposiciones en las cuales ella no tiene dominio.
Ante este conflicto en relación con la posibilidad de tomar decisiones, el sujeto como ser
actuante se entrega a una serie de acciones correspondientes entre ellas, de tal manera que las
decisiones que fueron desechadas representan la fractura existencial que surge por aquello que
no fue explorado. En este orden de ideas las acciones realizadas configuran toda la vida del
sujeto, ellas corresponden en algunos casos al querer y en otros a la obligación de actuar, de
igual manera representan la imposibilidad de ser ese otro que no pudo ser; es decir, que la
decisión sea cual fuere exigirá una serie de acciones que correspondan y que fundamenten toda
la vida del sujeto.
Si bien el concepto de acción y su relación con el encierro constituyen la restricción frente a la
libertad, también es visto desde la imposibilidad de actuar conforme a la satisfacción de los
deseos más profundos. A cambio el sujeto se encuentra subordinado y encuentra en la acción
más que complacencia cierta forma de responder por obligación.
De esta manera, la acción es llevada a un plano real en el cual el sujeto avanza en la medida
en que el mundo se le presenta y el cual exige su actuar constantemente, y que es concebido, en
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palabras de Blondel como el hecho más general y más constante de todos (p. 3). Así la vida de
los sujetos se encuentra representada por acciones y por el hecho mismo de actuar, esta constante
configura al sujeto en la medida en que no es posible no hacerlo, siempre el sujeto ha de estar
obligado a responder a una serie de disposiciones que lo mantendrán atado al mundo y las cuales
constituirán su camino de vida.
Ahora bien, es posible abandonar cierta vía recorrida por acciones mal hechas; sin embargo,
este abandono representa un retroceso que impide realmente conocer que es lo que el sujeto
quiere y hacia donde desea llegar, este tipo de acción ratifica que aun cuando no se desee algo, la
acción es aquello que es imposible dejar de hacer y que en ocasiones es necesario realizar porque
no hay otra forma de seguir avanzando.
Es importante aclarar que la novela permite un acercamiento y comprensión respecto a la
teoría de la acción debido a las imposibilidades de la protagonista y cuyas acciones serán
subordinadas por otros. Desde esta perspectiva la acción implica un hacer desde el cual el sujeto
siempre ha de estar en una encrucijada por aquello que realmente quiere hacer y aquello que
simplemente debe o pueda realizar ya sea para satisfacer a otros o porque simplemente no hay
otra forma de responder a una determinada situación.
En este sentido, el encierro en relación con la acción mantienen al personaje principal anclado
en una realidad a la que le es atribuida por el mismo personaje y por sus circunstancias la
cualidad de cárcel; en consecuencia, acción y encierro constituyen la dinámica en la cual se
mueven los sujetos a pesar de ser considerados libres; por un lado la acción permite que el sujeto
penetre en la realidad y genere cambios; sin embargo, existen barreras que la misma sociedad
impone, guiando las acciones dentro de unos parámetros establecidos, en este orden de ideas el
encierro se presenta como coacción de la misma sociedad hacia los sujetos “libres”.
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Y así conceptos como clase, poder, dominación, autoridad, socialización, ideología,
cultura y educación organizaron el mapa sociológico del mundo humano. Lo que tenían
en común esos conceptos y otros semejantes era la idea de una presión externa que
establece los límites a la voluntad individual, o interfiere en la acción real (como
diferente a la pretendida). La cualidad común de los fenómenos que postulaban tales
conceptos era que cambiaban la dirección de las acciones individuales respeto al curso
que hubieran seguido esas acciones de no darse presiones externas. (Bauman, 2006, p. 18)
A partir de lo anterior, el concepto de acción como el hecho fundamental por el cual todos los
sujetos han de moverse, y que representa la libertad en la medida en que las acciones son decisiones
de quien actúa en miras de una realización personal; es claro que, las acciones se encuentran
subordinadas por fenómenos de tipo económico y social, aspectos en los cuales la vida de los
sujetos mantiene un lazo mucho más estrecho que al simple querer de los deseos y a su plena
realización. Ante tales fenómenos la acción pierde cierta validez desde el plano individual como es
señalado por Bauman, a ellas se debe el hecho de presiones externas que determinan la acción
humana.
Encierro y acción conceptos en los cuales se ha abordado el estudio de la novela, muestran
como El Astrágalo representa en un primer momento la visualización de la mujer como
delincuente, este tipo de hazaña de la autora y de su relación con el personaje manifiesta la
rebeldía femenina dentro de la literatura en los años 60´; en un segundo momento refleja el acto
mismo de actuar como una paradoja constante en la que el sujeto mantendrá anclado su deseo de
realización con las posibilidades reales del actuar; es decir, que aquello que el sujeto desea y que
podría materializar mediante la acción son coaccionadas por un sinfín de articulaciones que
actúan independientemente.
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Así, la vida de los hombres antes que representar libertad mediante las acciones elegidas, las
cuales constituyen su pasado, presente y futuro, esta se encuentra enmarcada y fundamentada a
partir de acciones que corresponden a un marco social ya establecido, ante el cual lo sujetos
deben responder, de tal manera que el encierro es un sentimiento que podría estar presente por la
inconformidad ante la vida y de las acciones realizadas que no tienen marcha atrás.
Finalmente, El Astrágalo permite una interpretación del concepto de acción desde la pérdida
de autonomía del sujeto, cuya relación con el encierro sugiere la reflexión sobre la potestad y
libertad que se tiene frente al actuar mismo. Si bien la vida de la protagonista está lejos de ser
una vida común, es claro que su situación permite un acercamiento a la valoración de la acción
en relación a la existencia y a la forma en que los sujetos actúan en su diario vivir, esto como una
característica invariable en la cual los sujetos se ven enfrentados todo el tiempo. La acción en
consecuencia, es la capacidad de enfrentar al mundo con sus vicisitudes y de ofrecer una
respuesta, y aunque muchas veces el error y el arrepentimiento por el proceder asechen la
experiencia viva, es la única forma en que puede existir un acercamiento hacia aquello que se
busca en plena realización de los deseos.
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