La convivencialidad

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Analisis de la noción de convivencialidad del teólogo Iván Íllich.

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La convivencialidad

Marcel Arvea Damián. Catedrático del IME.

“Nuestros sueños están estandarizados

nuestra imaginación industrializada,

nuestra fantasía programada.”

Iván Íllich.

EN UNA BASTA Y FECUNDA OBRA QUE ANALIZA CON DETALLE la caducidad, perversión y fin del “modo de producción industrial”, Iván Íllich estudió las diversas formas de corrupción del modo de producción capitalista a partir del progresivo desarrollo de la herramienta, del deterioro en las relaciones sociales de producción y de la progresiva deshumanización en los instrumentos de trabajo.

Según Íllich, el sistema de producción superindustrial está a punto de entrar en un colapso que amenaza la existencia del ser humano, de la vida y del planeta.

Iván Íllich inicia su reflexión considerando tres elementos de análisis:

1.―La educación universal por medio de la escuela obligatoria es imposible. 2.―Nuevos sistemas educativos alienantes y deshumanizantes sustituirán la escuela. 3.―Cualquier sociedad que aspire a repartir equitativamente cualquier acceso al saber debe reconocer y respetar los límites de crecimiento de ciertos “umbrales críticos.”[10]

42 Por lo tanto es necesario poner frenos radicales al crecimiento

industrial actuando precisamente en sentido inverso. Íllich propone un “equilibrio multidimensional de la vida humana”[11]; equilibrio que pretende de manera simultánea tres aspectos significativos: el desarrollo de una economía gestada a partir de la producción y no del consumo ―tal como Marx propuso―; una reducción demográfica (y posteriormente el estricto control de la población según los recursos naturales de cada región) y, finalmente, un adecuado, equitativo y racional consumo de la energía.

La descomposición fundamental del sistema de producción superindustrial se debe al progresivo e irrefrenable desarrollo de la

42 Todas los números entre corchetes corresponden al número de página del libro de Iván Íllich, “La convivencialidad.” Barral. 1973. La bibliografía del mismo autor que he utilizado para la elaboración de este documento será siempre señalada en nota.

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herramienta. Existen ciertos umbrales críticos en la relación del ser humano con la herramienta que nunca debieron ser rebasados. Es evidente que la herramienta humana es producto del trabajo y dirigida hacia el trabajo; en términos estrictos Íllich no considera a la herramienta como un medio de producción. Esta terminología muy propia de Íllich hace suponer que la herramienta es equivalente a un instrumento de trabajo. Para Íllich la herramienta es intencionalidad como medio de control y/o como un elemento transformador de la energía en su sentido ampliado.43

“Una escoba, un bolígrafo, un destornillador, una jeringa, un ladrillo, un motor, son herramientas, a igual título un automóvil o un televisor. Una fábrica de empanadas o una central eléctrica, como instituciones productoras de bienes, entran también en las categorías de la herramienta. Dentro del herramental, hay que ordenar también las instituciones productoras de servicios, como son la escuela, la institución médica, la investigación, los medios de comunicación o los centros de planificación. Las leyes sobre el matrimonio o los programas escolares conforman la vida social del mismo modo que las redes de carreteras. La categoría de la herramienta engloba todos los instrumentos razonados de la acción humana, la máquina y su modo de empleo, el código y su operador, el pan y los juegos de circo. Como se ve, el campo abierto al concepto de herramienta varía de una cultura a otra. Depende de la impronta que una sociedad determinada ejerce sobre la estructura y su medio ambiente. Todo objeto tomado como medio para un fin se convierte en herramienta.”[41]

El ser humano usa dos tipos de energía que permiten su

interacción con la herramienta: la energía metabólica que la persona misma genera y otra que obtiene del exterior. Por lo tanto existen dos tipos de herramientas: la herramienta manipulable que funciona con la energía del cuerpo humano y la herramienta manipuladora que utiliza fuentes externas de energía.

El desarrollo de herramientas que funcionan con energía externa tiene como propósito rebasar la escala natural de la energía metabólica humana ―umbrales de mutación―, convirtiéndose así en un instrumento de control. Tan pronto la herramienta rebasa el límite natural de la energía metabólica, rebasa también su umbral crítico y entonces “la herramienta se convierte de servidor en déspota.”[11] En consecuencia, es necesario encontrar un equilibrio entre el ser humano y la herramienta para la transformación del mundo. Este equilibrio sólo

43 Escribe Íllich: “…, yo empleo el término herramienta en el sentido más amplio posible, como instrumento o como medio, independientemente de ser producto de la actividad fabricadora, organizadora o racionalizante del hombre o, como es el caso del sílex prehistórico, simplemente apropiado por la mano del hombre para realizar una tarea específica, es decir, para ser puesto al servicio de una intencionalidad.”

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podrá lograrse ―según Íllich―, a partir de la convivencialidad. La sociedad convivencial será aquella donde la herramienta pueda integrarse a la comunidad. De esta manera se evita el monopolio de la herramienta por un grupo de especialistas que la utilizan para el control y la explotación social.

Como ejemplo, Iván Íllich analizó detalladamente la evolución y desarrollo de las profesiones inhabilitantes.44 Según Íllich, la sociedad superindustrial rebasó en varios aspectos los umbrales de mutación. A principios del siglo XX, más del 50% de los enfermos podían tener acceso a servicios médicos especializados. Este hecho tan socorrido y cacareado en la historia de los discursos políticos como fruto del progreso y del desarrollo social, representa para Íllich un claro ejemplo del primer umbral de mutación rebasado. A partir de la profesionalización de la medicina ―lo que corresponde al efecto de la evolución y especialización de las herramientas manipuladoras―, el ser humano es reducido a objeto por un mercado que privilegia la eficiencia productiva sobre el valor de la vida humana; de tal manera que “el mundo entero se va convirtiendo poco a poco en un hospital poblado de gente que, a lo largo de su vida, debe plegarse a las reglas de higiene dictadas y a las prescripciones médicas.”45

El segundo umbral crítico de la medicina no ha sido aún cuantificado y se presentó por vez primera a mediados del siglo XX. El uso indiscriminado de quimioterapia, rayos X, antibióticos y otros medicamentos provocó el nacimiento de enfermedades aún más perniciosas que todas aquellas que los profesionales y las instituciones médicas ―la herramienta― pretendían erradicar o controlar.

El ser humano se perdió en la burocratización hospitalaria. Los datos y cifras aportados por Íllich son alarmantes: “En dos días de hospital un norteamericano gasta lo que el Banco Mundial de Desarrollo calcula que es el ingreso medio [por persona] de la población mundial.”[19] Lo cierto es que la herramienta alienante no permite que ningún hombre o mujer tenga el derecho a declarase enfermo o sano sin el amparo de un certificado médico. Lo mismo que nadie puede declarase educado o instruido si sus saberes no están amparados en un certificado escolar.

Lo importante a consignar es que muchas instituciones semejantes a la médica rebasaron también el segundo umbral de mutación; la

44 La crítica de Íllich es despiadada e incuestionable, especialmente con las instituciones escolares y hospitalarias. Tanto la escuela como los hospitales han constituido un marco autolegitimado que inhabilita social y profesionalmente a la persona. Cf.v. Iván Íllich, et. al. “Profesiones inhabilitantes.” Blume. 1981. 45 Los datos aportados por Íllich no dejan lugar a dudas, la sociedad superindustrial crea la necesidad para luego usufructuar el remedio. Nos enferma para vender medicinas y tratamientos.

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escuela, el correo, los transportes, etc.46 La revolución en los transportes, por ejemplo, lejos de suprimir las diferencias, las hicieron más viscerales. En este caso los datos son igualmente asombrosos y hasta podría decir patéticos.

“Por su parte el norteamericano tipo dedica más de 1500 horas por año a su automóvil: sentado en él, en movimiento o aparcado, trabajando para pagarlo, para pagar la gasolina, los neumáticos, los peajes, el seguro, las contravenciones y los impuestos. De manera que emplea cuatro horas diarias en su automóvil, sea usándolo, cuidando de él o trabajando para sus gastos. Que conste que aquí no se han tomado en cuenta otras actividades determinadas por el transporte: el tiempo pasado en el hospital, en los tribunales o en el garaje, el tiempo pasado en ver por televisión la publicidad automovilística, el tiempo consumido en ganar el dinero necesario para viajar de vacaciones, etc.”[23]

El hombre y la mujer de la sociedad industrial admiten su

servidumbre frente a la herramienta. Al asumirla aceptan también su condición de objeto y, por lo tanto, su inconsciente alineación a la herramienta. El problema no es otro que encontrar el punto de equilibrio entre la herramienta y el ser humano. La sociedad convivencial propuesta por Íllich proveerá a mujeres y hombres de herramientas que tendrán por objetivo impedir el enfrentamiento contradictorio entre los seres humanos. Esta utopía se conseguirá porque la nueva herramienta, la cual deberá ser convivencial, no será por ningún motivo objeto ni arma de explotación.

La pregunta es obligada: ¿cómo impedir el desarrollo de las fuerzas productivas? ¿en razón a qué argumento la clase en el poder dimitirá al “desarrollo” científico y técnico de sus herramientas de producción y alienación?

El objetivo central en el desarrollo de los medios de producción consiste en obtener mayor utilidad en el menor tiempo posible,

46 En un postfacio a “La Convivencialidad”, Iván Íllich aporta otras pruebas de la dependencia ideológica a la herramienta. Según lo expuesto, la sociedad superindustrial ha privilegiado el uso del automóvil bajo el argumento falso de acortar distancias y tiempos. Lo cierto es que esto nunca sucedió. Por ejemplo: el promedio de velocidad en la ciudad de Boston en 1970, con todo y sus high way, “era más lenta que en la época de los carruajes de caballos.” La ciudad de Nueva York, París, Londres y Tokio tienen un promedio de velocidad de 10 kilómetros por hora. Cualquier bicicleta, que de paso sea dicho utiliza energía metabólica, supera con creces cualquier vehículo automotor. Según Íllich, “para que 40 mil personas puedan cruzar un puente en una hora moviéndose a 25 km por hora, se necesita que éste tenga 138 m. de anchura si viajan en coche, 38 m. si viajan en autobús y 20 m. si van a pie; en cambio si van en bicicleta, el puente no necesita más de 10 m de anchura. Únicamente un sistema hipermoderno de trenes rápidos, a 100 km. por hora y sucediéndose a intervalos de 30 segundos podría pasar esta cantidad de gente por un puente semejante en el mismo tiempo.” Sugiero la lectura de “Energía y

equidad. Desempleo creador.” Íllich Iván, Joaquín Mortiz/Planeta. 1985. pp. 31–48.

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depauperar el salario y presionar el salario y el mercado de trabajo. Este desarrollo de los medios de producción garantiza el creciente ejército de desempleados que abaratarán, por ley de oferta y demanda, la mercancía fuerza de trabajo. No se puede hablar de medios de producción sin reflexionar paralelamente su incidencia en el desarrollo de las fuerzas productivas y, por lo tanto, de su inherente carga ideológica y su expresión en las relaciones de producción. Íllich lo sabe y anticipa: el modo de producción industrial está próximo a entrar en

una crisis que parece ser final. Sin embargo ¿No es el capitalismo el sistema productivo de las contradicciones? ¿No es la crisis el clima favorable para la reproducción y concentración del Capital? ¿No son las crisis proyectadas y planificadas por el Capital para incrementar sus utilidades? Todo parece indicar que el Capital se suicidará junto con la humanidad y el planeta. La convivencialidad se convertirá, según Íllich, en la única forma de revertir la crisis suicida en que lamentablemente estamos envueltos.

“Trasladarse de la productividad a la convivencialidad, es sustituir un valor técnico por un valor ético, un valor material por un valor logrado. La convivencialidad es la libertad individual, realizada

dentro del proceso de producción, en el seno de una sociedad

equipada con herramientas eficaces.”[27]

Es aquí donde Íllich se enfrenta al parecer a un problema insoluble puesto que la inversión axiológica de la herramienta no será nunca producto de la buena voluntad del grupo en el poder. Recordemos que para Íllich la escuela es una herramienta de dominación y enajenación; una herramienta de alineación que debe ser cancelada pues no corresponde ―ni nunca ha correspondido―, a los objetivos emancipadores que persigue la educación. La convivencialidad libera a la educación de la escuela y “exige una renuncia general a la sobrepoblación, a la sobreabundancia y al superpoder, ya se trate de individuos o de grupos.”[31]

Íllich está en lo cierto. La sobrepoblación no es efecto casual o fortuito de una política demográfica sino el resultado de un cuidadoso cultivo de un super-mercado de consumidores. El Capital, aliado con la Iglesia, la medicina institucional y el Estado ―sus herramientas―, promueve el “cultivo” de seres humanos a nivel masivo para satisfacer el consumo de una producción acelerada. La moral, la religión y el derecho son aliados, o mejor dicho “instrumentos”, en tanto se subordinan fiel e inapelablemente al dictamen de la producción capitalista.47 47 Esto es lo que Althusser denominó Aparatos Represivos e Ideológicos del Estado (ARE-AIE). La propuesta de Althusser, sin embargo, no descubre el problema de fondo puesto que el propio Estado es, en realidad, el Aparato Represivo e Ideológico del Capital. Cf.v. Althusser Louis. “La filosofía como arma de revolución.” Siglo XXI.

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No se trata entonces de un control poblacional, control que de paso sea dicho ‘debe’ corresponder ―según los especialistas asalariados por el Capital―, al crecimiento de PIB de cualquier nación; se trata de evitar una drástica reducción en la población para que los productos encuentren destinatarios en un mercado cautivo de potenciales consumidores. Dicho de otro manera: las condiciones generales de la reproducción capitalista son proporcionales al crecimiento demográfico. A mayor población mayor consumo; a mayor consumo mayor ganancia. Esta correlación entre población y consumo es lo que Iván Íllich denominó “sobreabundancia”.

Imaginemos por ejemplo el impacto en la industria de la construcción si el número de habitantes fuese drásticamente reducido. En pocos años habría vivienda para todas las familias puesto que la mortandad dejaría en calidad de vacantes las viviendas desocupadas (aunque esto significaría, por supuesto, la quiebra en la industria de la construcción). Lo mismo puede pensarse con la industria automotriz con su producción previamente determinada y calculada a partir del consumo. Si la población se redujera de manera importante la producción tendría que hacer forzosamente lo mismo; esto implicaría el cierre de factorías, agencias automotrices, aseguradoras, talleres mecánicos, gasolineras, etc.,.

A partir de este tipo de análisis Iván Íllich descubre que la perversión está en las herramientas del Capital y lo peor: el Capital carece de escrúpulos.

T.S. Dunnuig describió en muy pocas palabras el proceder del Capital:

“El Capital ―dice Dunnuig― se vuelve audaz si la ganancia es adecuada. Con el 20 por ciento se torna vivaz; con el 50 positivamente temerario; con un 100 pisotea todas las leyes humanas, y por encima del 300% no existe crimen al que no se arriesgue, aunque lo amenace el patíbulo”.48

Iván Íllich supone que la convivencialidad ―la cual exige las tres

renuncias inicialmente mencionadas―, será resultado y consecuencia “del idealismo de los humildes.”[31] No es entonces una utopía “normativa” puesto que la convivencialidad es multiforme. Íllich propone seis cercos para evitar el crecimiento industrial y el tránsito a las fronteras de mutación.

1.―La industrialización de la falta. 2.―Una estructura convivencial.. 3.―Equilibrio institucional.

48 Citado por Hugo Vargas en “¡Salud!”, Espacios 20, Número 20. Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, BUAP p. 80.

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4.―Ceguera actual y el ejemplo del pasado. 5.―Un nuevo concepto del trabajo y, 6.―La desprofesionalización en la medicina, transportes, construcción, etc.

Por industrialización de la falta Íllich entiende “la invención de

la educación” como un bien de servicio que separa y clasifica a hombres y mujeres en escolarizados o ignorantes según el tiempo de estancia en la escuela. Esta invención nació a finales del siglo XVII y fue madurando hasta adquirir la forma que hoy conocemos. El autor señala que la educación era desconocida antes de la Reforma y como ejemplo cita a Voltaire quien dijo que “la palabra «educación» era un neologismo presuntuoso.”[11] Lo que acertadamente subraya Íllich es que la invención de la educación terminó por ser una nueva forma de segregación y discriminación social. En este sentido las palabras de Íllich son muy semejantes a las de Paulo Freire. El educador brasileño siempre admitió que la educación burguesa, o sea la restricción educativa a partir de la escolarización, es efecto de una maduración del sistema. Dicho con sus propias palabras “…no fue la educación burguesa la que creó la burguesía, sino la burguesía la que al surgir conquistó su hegemonía y, derrocando a la aristocracia, sistematizó o empezó a sistematizar su educación que, en realidad, venía generándose en la lucha de la burguesía por el poder. La escuela burguesa tenía que tener, necesariamente, como tarea principal la de dar apoyo al poder burgués.”49

La educación en su forma escolarizada es una invención reciente del capitalismo para garantizar la calificación de la fuerza de trabajo y la alineación a la herramienta. Por esta razón, es ineludible analizar el vínculo entre escolarización y mercado de trabajo.50 Esto quiere decir que la colectividad debe romper radicalmente con la obligatoriedad del sistema escolarizado pues se trata de una herramienta que traspasó la escala humana y los umbrales de mutación social.

La estructura convivencial propone un equilibrio entre la persona, la herramienta, la energía y la sociedad. La herramienta en sí misma carece de carga ideológica implícita; es la «intencionalidad» la que otorga sentido y función a la herramienta pues siempre está al “servicio de una intencionalidad.”[41] Por lo tanto es necesario un giro

49 Freire Paulo. “Política y educación.” Siglo XXI. pp. 58, 59 50 La relación entre escolaridad y mercado de trabajos es evidente. En principio como calificación de la fuerza de trabajo al tiempo que reproduce las condiciones generales del sistema. El fracaso de la escuela como modelo educativo reside en su carácter segregacionista. Su relación con el mercado de trabajo corresponde a las categorías laborales del capitalismo anteriormente expuestas y que, en líneas generales, corresponden a lo que Baudelot y Establet denominaron “redes de escolarización”. Cf.v.

“La escuela capitalista.” Baudelot, Establet. Siglo XXI. 1987.

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radical en la intencionalidad de la herramienta hacia la convivencialidad.

“La herramienta es convivencial en la medida en que cada uno pueda utilizarla sin dificultad, tan frecuente o raramente como él desee, para los fines que él mismo determine. El uso que cada uno cual haga de ella, no invade la libertad de otro para hacer lo mismo. Nadie necesita de un diploma para tener el derecho de usarla a voluntad; se lo puede tomar o no. Entre el hombre y el mundo ella es un conductor de sentido, un traductor de intencionalidad.”[43]

Por equilibrio institucional Íllich advierte que al aproximarse al

segundo umbral de mutación la herramienta termina por ser manipuladora. Es necesario evitar a toda costa el acercamiento a este segundo umbral que aliena al ser humano a la herramienta. Al respecto el autor especifica que la sociedad convivencial no prohíbe la escuela como tal sino los sistemas escolares pervertidos, segregacionistas y manipuladores ―la escolarización― que hace de esta herramienta ―la escuela― una tiranía obligatoria. La escuela en la sociedad industrial se convirtió en un instrumento de control social. Por el contrario; la escuela convivencial está pensada al servicio de los individuos y de la comunidad.

Íllich explica que nuestra ceguera actual no ha permitido descubrir los valores de propiedad colectiva en las herramientas. En una visión rápida pero certera, Íllich confirma que la historia del ser humano se concentra en la apropiación de la herramienta para la reproducción material de la vida. La solución no está entonces en un cambio de propietario ―y esto incluye la colectivización de las herramientas, y en esto se diferencia del marxismo―, sino en descubrir y saber que existen herramientas inapropiables.

“…La solución está al alcance de la mano: no reside en una forma determinada de apropiación de la herramienta, sino en el descubrimiento del carácter de ciertas herramientas, en saber que nadie jamás podrá poseerlas.”[47]

Parece imposible a la mentalidad industrial suponer que pueda

existir crecimiento y desarrollo a partir de una disciplinada reducción en el consumo de energía; tal y como un hombre o una mujer podrían acumular riqueza practicando una rígida disciplina de ahorro y sin necesidad de incrementar tiempo de trabajo. De acuerdo con Íllich es necesario un nuevo concepto de trabajo debido a que las nuevas formas de uso energético han hecho variar substancialmente la relación entre el ser humano y la herramienta. Uno de los puntos más importantes a consignar es la concepción mercantilista de tiempo que en la sociedad industrial se transforma en dinero, o peor aún: en

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Capital. La relación ser humano/herramienta debe ser entonces convivencial; esto significa que el uso de la herramienta será restringido evitando que los diferentes tipos de energía nunca rebasen la escala humana y se perviertan de herramientas manipulables en herramientas manipuladoras.

La desprofesionalización ataca diversos rubros de la sociedad superindustrial: la medicina, la industria de la construcción y el sistema de transportes, corresponden a herramientas despóticas del sistema industrial que deben ser anuladas pues sirven como herramientas de control social.

De acuerdo con Íllich es necesario un equilibrio regulado entre la herramienta y los seres humanos. Los desequilibrios causados por el crecimiento económico y la pérdida de la escala humana en la herramienta, amenazan de forma directa la supervivencia del ser humano y del planeta. Íllich distingue las cinco amenazas más importantes del crecimiento industrial y su relación con la escolarización.

1. La degradación del medio ambiente. Una causa más

importante de la degradación del medio ambiente es el crecimiento demográfico. La alta tasa de nacimientos y la baja mortandad conquistada en la mayoría de los pueblos del mundo ha provocado un desajuste irreversible en los ecosistemas. Agreguemos a todo esto el irracional y desigual consumo de energía para comprender la dimensión real del problema. Íllich anticipa: si el ser humano no toma medidas radicales para disminuir la población mundial muy pronto tomará medidas despóticas y radicales de control poblacional como eugenesia, eutanasia, abortos, guerras, etc.51 Escribe Íllich: “…la superpoblación es el resultado de un desequilibrio de la educación”[72], es decir: a partir del fomento a la ignorancia (educación capitalista) la sociedad industrial crea el mercado de fuerza de trabajo necesario para su reproducción.

2. El monopolio radical. La sociedad convivencial debe anular el

consumo obligatorio de cualquier herramienta, especialmente de la escuela pues ejerce “un monopolio radical sobre el saber al redefinirlo como educación” y porque la escuela ―la escolarización― promueve “la segregación de los no escolarizados, la centralización de la instrumentación del saber bajo el control de maestros, el tratamiento social privilegiado de los estudiantes.”[76-78]

51 Dice Íllich: “Todo programa de control de la natalidad fundado sobre el modelo industrial fracasará donde han fracasado la escuela y el hospital. Al principio, tendrá atractivo; más tarde vendrá la escalada del aborto y de la esterilización; finalmente será el mazazo cerebral para perpetrar genocidios, paupericidios y otros megacidios.” [93]

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3. La sobreprogramación. Íllich propone una “ortopedia pedagógica” que restaure en la persona su capacidad y posibilidad de ser. Para la sociedad industrial la persona es un ser concluso, terminado y modelado según el programa escolar que le hace actuar como engrane de la herramienta pervertida. Las palabras y críticas de Íllich son al respecto radicales:

“Sustituir el despertar del saber por el de la educación es ahogar el poeta en el hombre, es congelar su poder de dar sentido al mundo. Por poco que se le arranque de la naturaleza, que se le prive del trabajo creativo, que se le mutile su curiosidad, el hombre es desarraigado, maniatado, secado.” (…) “Ahogar al hombre en el bienestar es encadenarlo al monopolio radical. Desbaratar el equilibrio del saber es hacer del hombre una marioneta de sus herramientas. Empantanado en su felicidad climatizada, el hombre es un gato castrado: no le queda sino la rabia que le hace matar o matarse.”[85]

La escuela ―la escolarización― como herramienta controladora

y manipuladora de la vida y de la libertad de los seres humanos, se convierte en el grave inconveniente de la sociedad industrial. Los probables beneficios de la educación a partir de la escolarización únicamente sirven para alienar a la persona, para segregar a todos aquellos y aquellas que no lograron acceder a este ‘derecho’ y ‘privilegio’ de la sociedad industrial. En realidad lo único que enseña la escuela es el sometimiento a un programa certificado que incorporará ulteriormente a la persona a un restringido mercado de trabajo. Mientras más horas la persona acumule en las aulas mayor domesticación y adaptación a la orden y a la productividad. A mayor adaptación mayor rendimiento, a mayor instrucción mayor domesticación y alienación. [85]

De acuerdo a Íllich existe una paradoja en las finalidades educativas implementadas por la escolarización en la sociedad industrial. El ser humano opone resistencia para adquirir los conocimientos que más necesita. La escuela en lo particular y la educación escolarizada en su expresión ampliada, deben enseñar a hombres y mujeres a ejercitar y reconocer su capacidad de renuncia, a conocer todo aquello que no pueden ni deben hacer.52 “La supervivencia humana depende de la capacidad de los hombres para aprender muy pronto y por sí mismos lo que no pueden hacer.”[92]

52 Íllich analizó también la discriminación de la mujer a partir de una crítica al régimen sexual. En un texto muy inteligente y erudito, Iván Íllich concluye que la discriminación contra la mujer es concomitante a una subordinación al mercado de la sociedad industrial. Cf.v. Íllich Ivan.“El género vernáculo.” Joaquín Mortiz/Planeta. 1990.

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4. La polarización es la pérdida de sentido de la herramienta. Toda herramienta comenzó por ser servidora de la especie humana; en realidad la herramienta trasciende la escala humana cuando su funcionamiento requiere de energías alternas diferentes a la metabólica. Al sofisticarse la herramienta con la aplicación de energía externa se convierte en tirana de su propio constructor; la razón que le hizo existir se revierte ahora en su contra. Somos víctimas de nuestras propias creaciones. Guillotina que degüella a su inventor, Golden Gate que sirve de trampolín para el suicidio de su constructor.

5. La usura produce la desvalorización que excluye al ser

humano como elemento activo en las relaciones de producción.

“Una sociedad empeñada en la carrera hacia el mayor bienestar, siente como una amenaza la mera idea de cualquier limitación al progreso. Entonces el individuo que no cambia los objetos conoce el rencor del fracaso y quien los cambia descubre el vértigo de la falta. Lo que tiene le repugna, lo que desea tener le enferma. El cambio acelerado produce en él los mismos efectos que la habituación a una droga: ensaya, comienza de nuevo, está atado, está enfermo, le falta. La dialéctica de la historia se rompe. La relación entre el presente y la tradición se desvanece; el lenguaje pierde sus raíces: la memoria social se endurece; en el Derecho, el precedente pierde su influencia. El acuerdo sobre la acción legal, social y política se orienta hacia la alquimia del porvenir.” [104]

Según Íllich “el hombre es un ser frágil. Nace con el lenguaje,

vive en el derecho y muere en el mito.” [106] Finalmente el ser humano vive en la insatisfacción porque no

logra equilibrar el uso de la herramienta con el propósito de su vida. Este desequilibrio amenaza con “un cortocircuito final” que extinguirá la vida en el planeta. La solución está en encontrar la homeóstasis entre herramienta y ser humano; localizar los umbrales y límites donde la herramienta deshumaniza y actuar en prudente, limitada y “austera” consecuencia. Sin embargo, este intento de equilibrio encuentra tres desafíos a superar: El primero consiste en la desmitificación de la

ciencia, el segundo en la restitución ontológica del lenguaje “sustantivado”53 y, por último, la recuperación de los valores políticos

y cívicos del ser humano.

El futuro de la humanidad depende de nuestra inteligencia para desechar la carga que hoy nos agobia. El Capital es el mal transfigurado

53 “La angustia me aprisiona ―escribe Íllich― cuando veo que nuestra única posibilidad para detener la marejada mortal está en la palabra, más exactamente en el verbo, que ha llegado a nosotros y se encuentra en nuestra historia. Sólo dentro de su fragilidad, el verbo puede reunir la multitud de los hombres para que el alud de la violencia se transforme en reconstrucción convivencial.”[144,145]

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y pervertido en herramienta; Cancerbero que nos tortura e impide salir del infierno…

El único y verdadero Poder es renunciar al poder... Íllich lo recuerda: “La roca de Sísifo es la herramienta pervertida”..., si esto es así... ¿por qué debemos cargarla?

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