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María Carolina Orjuela Castillo
Profesor José Ricardo Arias Trujillo
Monografía de grado
Departamento de Historia
23 de noviembre de 2018
La creciente importancia del idioma inglés en Colombia.
Lingüística y sociedad (1960 – 1980)
CONTENIDO
1. Introducción
1.1 Marco de referencia bibliográfico
1.2 Teoría lingüística
2. Antecedentes
3. El inglés a mediados del siglo xx
3.1 Educación en inglés a principios de siglo
3.2 Incremento de anglicismos
4. Difusión del inglés 1960 - 1980
4.1 Educación en inglés
4.2 El Colombo Americano
4.3 El inglés y la cultura popular
5. Lingüística y anti-imperialismo
6. Conclusiones
Referencias
Publicaciones Periódicas
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1. INTRODUCCIÓN
Este trabajo tiene como propósito demostrar, a partir de un estudio de caso, la utilidad del lenguaje
como fuente y objeto de estudio en el trabajo histórico. Dado que la lengua es un constructo cultural
influenciado por su contexto, se busca analizar la situación del inglés en Colombia, en el periodo
comprendido entre 1960 y1980, en relación con la influencia que tuvo Estados Unidos en el país,
derivada de la Guerra Fría.
Esta periodización particular se ha elegido por ser momento de publicación de un número
significativo de trabajos lingüísticos sobre anglicismos, no solo en Colombia sino a nivel
internacional. Fenómeno que puede entenderse como una reacción ante la creciente influencia del
inglés en la época, incomparable en magnitud a procesos anteriores por su relación con los, aún
novedosos, medios de comunicación masiva.
El estudio del inglés nos permitiría entonces ver una serie de relaciones entre Colombia y Estados
Unidos, tanto impuestas (la educación bilingüe), como adoptadas por la población (la música rock),
y a la vez, una serie de reacciones no siempre positivas ante esta influencia.
1.1. Marco de referencia bibliográfico
La importancia del lenguaje se ha resaltado ya en varias corrientes historiográficas, principalmente
desde la perspectiva del discurso, pero hasta décadas recientes el estudio histórico de la lengua se
ha hecho casi exclusivamente desde la lingüística. Aunque interesantes, estos estudios tienden en
su mayor parte a relegar el aspecto cultural y a enfocarse en los aspectos técnicos de la lengua.
Incluso los trabajos que versan sobre la historia de la educación en inglés se centran más en la
evolución de las técnicas de enseñanza que en los contextos sociopolíticos que las determinan.
De la misma manera, la gran mayoría de los textos académicos que se pueden encontrar sobre
anglicismos son disertaciones lingüísticas del siglo pasado o análisis de corpus recientes. Las
publicaciones que buscan analizar fenómenos lingüísticos desde lo socio-cultural o histórico, son
bastante escasos.
El ejemplo que inspiró en gran parte este trabajo es el de la historiadora y lingüista Angelika Lutz,
quien ha trabajado la historia del inglés desde una perspectiva de lenguas en contacto. Su artículo
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“Language Contact and Prestige”, publicado en 2003, hace una revisión general de la historia del
inglés desde las épocas medievales hasta la actualidad, relacionando situaciones sociopolíticas con
cambios lingüísticos.
Por esta misma línea temática, pero para la lengua española, tenemos a la lingüista Carol Klee,
quien trabaja el español en contacto con otras lenguas. En especial, la relación inglés-español que
se da en el caso particular de los habitantes hispanos de Norteamérica.
El libro La supremacía del inglés del sociólogo Renato Ortiz es también de gran relevancia para
este trabajo, correlacionando lengua y contexto en el ámbito académico. Su análisis sobre los
lenguajes de publicación de revistas académicas a través del tiempo, ilustra procesos lingüísticos
importantes.
Aunque es solamente un capítulo de una tesis centrada en la actualidad, la tesis de Antoinette
Barffour sobre anglicismos en el francés conecta los picos de importación léxica con eventos
históricos. Por ejemplo, el uso de léxico inglés relacionado con maquinaria, moda, deportes y
tecnología del siglo XIX con el crecimiento industrial, o el incremento masivo de importaciones
en 1940 con la existencia de medios masivos de comunicación.
En Japón también se ha dado un crecimiento en el número de conferencias, artículos y tesis que se
preocupan no solo por la presencia de anglicismos, sino por explicarlos desde una perspectiva
histórica. En su conferencia “Extranjerismos y términos extranjeros en el periódico”, Hashimoto
Waka analiza dos de los periódicos de mayor tiraje en Japón, el Asahi Shinbun y el Yomiuri
Shinbun para entender este proceso de importaciones. Su conclusión es que la importación de
léxico inglés se dio en mayor medida entre las décadas de 1950 y 1980, época durante la cual se
dio la inclusión de Japón en el marco del comercial internacional.
Siguiendo este patrón, en el caso colombiano la mayor parte de los trabajos sobre anglicismos son
estudios de corpus. Uno de los pocos casos que se desarrollan sobre una perspectiva histórica, es
la tesis de Manuela Ortega, Préstamos en la prensa colombiana: 1913 y 2013. Este trabajo expone
el incremento de anglicismos en el lenguaje, conclusión a la que llega al comparar
cuantitativamente su presencia en 24 ejemplares del periódico El Tiempo de 1913 y 24 ejemplares
de 2013.
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Como puede verse en esta revisión general, no existen muchos textos comprensivos sobre el tema,
especialmente en el caso particular colombiano, lo que reafirma la pertinencia del presente trabajo.
1.2. Teoría lingüística
Si las palabras contienen una forma de pensar el mundo, entonces un cambio en ellas significará
igualmente un cambio psicológico, emocional o incluso social en esa concepción. Esa es la
hipótesis de Saphir-Whorf, muchas veces discutida por la lingüística, y en la mayoría de los casos
considerada como correlación más que causalidad.
Esto no niega, sin embargo, la existencia de una relación entre cultura y lenguaje. Al fin y al cabo,
las lenguas son construcciones humanas que se adaptan constantemente a los cambios en la
sociedad a la que pertenecen. La 23ava edición del Diccionario de la Lengua Española (DLE), por
ejemplo, contiene 3345 modificaciones con respecto a su edición anterior, contando la inclusión
de nuevas palabras y las enmiendas con respecto a los usos de otras.
En algunos casos, estas transformaciones se determinan por el contacto entre lenguas, ya sea por
cercanía geográfica, o por circunstancias como la ocupación de territorios o la existencia de vías
de comercio entre regiones.
Esta acción de adoptar componentes lingüísticos de otro lenguaje es conocido con el término de
“préstamo”. Tal transferencia lingüística “puede abarcar elementos fonético-fonológicos,
prosódicos, morfológicos, sintácticos, léxicos, semántico-pragmáticos o cualquier combinación de
ellos” (Klee, 2009). Es decir, si bien es cierto que el préstamo de léxico suele ser el más evidente,
no es el único. Aspectos como construcciones gramaticales y reglas fonéticas, pueden verse
afectados también por ese contacto.
Ya que muchas de estas formas no son evidentes a primera vista, es importante determinar cuáles
de estos cambios pueden ser atribuidos a una situación de contacto y no al desarrollo “natural” del
lenguaje. La bibliografía de lenguas en contacto suele tomar como referencia a Thomson, quien
dice que cualquier cambio lingüístico que no hubiera sido probable en una situación monolingüe
es atribuible al contacto entre lenguas.
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Con este problema despejado, la siguiente pregunta es el porqué de estos préstamos. La primera
respuesta que surge es “necesidad”. ¿En “Why Borrow? Motivations for Borrowing Strategies”,
Hock y Joseph establecen dos tipos de préstamos: préstamos por necesidad y préstamos por
“prestigio”. El primero incluye cualquier término que se adopta de otra lengua ante la falta de un
equivalente en la lengua propia.
Expresiones correspondientes a desarrollos tecnológicos, académicos y científicos, como los ATI
(Anglicismos Terminológicos Integrales) se incluyen dentro de esta clasificación, al igual que
indigenismos como hamaca, canoa, cacao, tabaco y totuma. Sin embargo, los préstamos no
siempre se dan a partir de una necesidad inminente y en muchos casos su uso se ve entrelazado
con el tema de prestigio. El hecho de que ciertos préstamos vengan asociados a desarrollos
científicos y tecnológicos genera también una relación entre esa lengua y un concepto de desarrollo
o progreso (Winford, 2010). El deseo del hablante de identificarse con una cultura más prestigiosa
representada en lenguajes asociados a conocimiento y desarrollo llevaría entonces a la importación
de muchos otros términos, ya no estrictamente necesarios, que vienen a reemplazar el léxico propio.
A estos se les llama “préstamos de prestigio”, término que en lingüística expresa el nivel de
aceptación y respeto de cierta variante lingüística por parte de los hablantes de un grupo particular.
Este prestigio normalmente se relaciona con alguna forma de poder económico, político y cultural
que hace de la identificación con esta lengua algo deseable.
En situaciones de diglosia regional, el lenguaje de prestigio es por lo común el lenguaje oficial, en
contraposición con idiomas indígenas, lenguas creoles o dialectos regionales, entre otros. En
Colombia, por ejemplo, el español, al ser la lengua oficial, es también la lengua de prestigio. Esto
le da una hegemonía en términos legales, educativos y culturales en comparación con las lenguas
de comunidades indígenas.
El término de prestigio es importante para entender estos procesos lingüísticos, ya que nos permite
conectar el lenguaje con un componente social. Como Rose menciona en su ensayo “Language,
Soft Power and Asymmetrical Internet Communication”, aunque las relaciones internacionales
requieran de una lengua franca, la selección de esta lengua depende más del poder económico y
militar de la nación a que corresponde, que de sus aspectos lingüísticos. Así, el esperanto, lengua
creada específicamente para ser puente de comunicación entre los países europeos, falló en
convertirse en una lengua franca a pesar de la facilidad de su aprendizaje (Rose, 2005). En su lugar,
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el inglés, lengua del creciente gigante norteamericano, incrementaría progresivamente su
influencia tras la Segunda Guerra Mundial hasta convertirse en la lengua franca del mundo
contemporáneo.
El auge del inglés como Lengua Global o Lengua Franca es en extremo complejo, y existe un gran
número de teorías y debates a su alrededor. Desde quienes abogan por la aceptación de los
“múltiples ingleses” como formas legítimas correspondientes a construcciones regionales de
identidad, hasta el opuesto radical planteado por Phillipson bajo el nombre de Imperialismo
Lingüístico, en que el inglés es una lengua hegemónica naturalmente marcada por un afán
imperialista.
Sin importar en qué posición nos encontremos, la importancia del inglés es incuestionable. En su
trabajo “English as a Global Language”, Crystal estima que aproximadamente un tercio de la
población mundial se relaciona con el inglés de alguna manera: laboral, académica o a través de
productos culturales. Con más hablantes no nativos utilizándolo para comunicarse entre ellos, que
hablantes nativos en general, “We now have a situation where there are more people speaking it
as a second language, and many more speaking it as a foreign language” (Crystal, 1997).
Sin embargo, el auge del inglés a través del mundo está ligado, por supuesto, con el conocimiento
que de este lenguaje tenga la sociedad. La educación en el inglés se convierte así en un paso
ineludible de nuestro estudio. Teóricos como Phillipson y Pennycook establecen que la enseñanza
de un idioma siempre está permeada por un bagaje cultural, desde las decisiones individuales de
los alumnos, hasta las decisiones nacionales que toman forma de políticas lingüísticas.
Las políticas lingüísticas son regulaciones, planes y decisiones que van desde la selección de una
o varias lenguas oficiales, hasta el pensum de lenguas ofrecidas en los colegios y las regulaciones
sobre el uso del idioma (Ramírez, 2014). Es importante resaltar que estas decisiones, aunque en
muchos casos argumentadas como fundamentales para la estabilidad nacional, “often create and
sustain various forms of social inequality, and policy-makers usually promote the interests of
dominant social groups” (Tollefson, 2006).
En otras palabras, la decisión de imponer una determinada lengua no solamente atestigua las
prioridades nacionales, sino que en muchos casos desfavorece aún más a grupos marginales, cuyas
lenguas se vuelven inefectivas en el plano formal.
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Sin embargo, esta no es la única manera en la cual enseñar un lenguaje puede tener efectos en el
plano socio-cultural. En efecto, si partimos de la consideración de que el lenguaje es expresión de
una sociedad, su enseñanza implicaría también entrar en contacto con una cultura con actitudes y
valores particulares. En términos de Pennycook, es una enseñanza ideológica inevitablemente
ligada a la educación en lenguajes.
Es por esto que algunos teóricos de la enseñanza de inglés como lengua extranjera, consideran
fundamental el tener una mirada crítica a la hora de enseñar una segunda lengua (Tollefson, 1991).
Una de las dificultades que se presentan, es la consideración indiscutida de que hablar inglés es
una habilidad fundamental a la hora de aspirar a ciertas oportunidades educativas o laborales.
Incluso los mismos maestros de lengua, “have fallen prey to viewing the spread of English as
natural, neutral and beneficial” (Pennycook, 1995). Esta perspectiva falla en notar que al hacer de
un lenguaje un requerimiento para acceder a oportunidades, se lo convierte también en una
herramienta para mantener la inequidad y hegemonía. (Tollefson, 1991).
Si algo podemos concluir de esto, es que los procesos lingüísticos no son arbitrarios. Tanto el
cambio en los paradigmas internacionales como las decisiones educativas se encuentran
determinados por el contexto sociopolítico. Y esto, por supuesto, es aplicable a la presencia del
inglés en Colombia.
La argumentación y sustentación del presente trabajo se desarrolla en los siguientes cuatro
capítulos: antecedentes, los cuales se remontan hasta el siglo XIX; el inglés en la primera mitad
del siglo XX; la difusión del inglés en los años 60 y 70; y las reacciones que ello generó.
2. ANTECEDENTES
Aunque este trabajo se centra particularmente en la relación entre Estados Unidos y Colombia, no
es esta la única relación internacional que ha terminado en un intercambio lingüístico o cultural.
De hecho, al hablar de influencias culturales, no se puede dejar de lado la importancia del modelo
eurocentrista que marcó gran parte de la historia de Occidente y el mundo. Por esta razón, se
considera pertinente hacer una revisión sobre el contacto cultural entre Europa y Colombia en el
siglo XIX.
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Europa, gracias a avances tecnológicos y sociales, fue durante el siglo XIX modelo de
modernización. Aun cuando las ideas de este continente no se aceptaban en su totalidad en otros
contextos, su posición como eje económico y punto de referencia se mantenía. En el caso
colombiano, por ejemplo, la necesidad de herramientas discursivas que permitieran crear una
legitimidad política y establecer un modelo de nación, llevó a la adopción e imitación de modelos
europeos, atravesando todo tipo de grupos sociales y políticos.
Así, tanto argumentos como modelos institucionales eran adoptados independientemente de las
ideologías y facciones políticas que los habían originado. Esta imitación sin mayor
fundamentación, en muchas ocasiones llevaba a su fracaso. Como ejemplo, una gran parte de las
reformas liberales introducidas durante el gobierno de Mosquera en 1830, como los cambios en el
modelo de impuestos o la institución de escuelas al estilo de la Ecole Polytechnique de Francia,
no se mantuvieron más allá de su periodo presidencial,
Por supuesto, la conexión de Europa con el Nuevo Mundo no se limitaba a estas cuestiones
políticas. Incluía desde los viajes por negocios o placer y las redes de influencias así formadas,
hasta la importación de maquinaria y comodidades personales, pasando por medios culturales
como la literatura, la prensa -tanto extranjera como nacional- y algunas formas de arte como la
música.
Los viajes de Europa a Colombia –y viceversa- fueron importantes en cuanto fomentaron la
creación de redes de contacto académicas. Aunque la complejidad en los motivos de estos viajes
no podría dilucidarse en un párrafo, cabe resaltar el aspecto académico y político de una gran parte
de ellos; una quinta parte de los colombianos que viajaron a Europa en la segunda mitad del siglo
XIX tenían como objetivo adelantar sus estudios superiores, y más de la tercera parte lo hacían
para ejercer un puesto diplomático (Martínez, 2001).
Ahora bien, la variedad en los puntos de contacto es increíblemente extensa, y difícil de explicar
con todos sus matices en una revisión general como esta, por lo que se ha decidido centrar la
revisión en los impresos, parte importante de las importaciones referidas.
Una revisión de las tres principales librerías localizadas en Bogotá a mediados del siglo XIX,
revela que la mayoría de los textos en esta época eran obras francesas y españolas. De la misma
manera, el informe de la Biblioteca Nacional de 1870, contabiliza un total de 22.457 obras, 33%
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de las cuales se encontraban en latín, 25% en francés y 17% en castellano. La presencia de otros
lenguajes, incluyendo el inglés, es aún escasa para esta época, demostrando una inclinación mayor
por las lenguas romances. Más aún, estos porcentajes parecen corresponder en cierta medida con
los currículos de la época, los cuales enfatizaban el aprendizaje del latín y francés después del
castellano (Stansfield, 1972).
La influencia europea también se hacía sentir en la prensa que se distribuía en Colombia. Una gran
parte de la información venía de Francia e Inglaterra, lo que proponía el reto de filtrar y traducir
la información relevante a los debates nacionales; ya fuera para redactar nuevos artículos en
periódicos nacionales, o para editar la prensa hispánica e hispanoamericana escrita en Europa y
traída a Colombia.
La posición privilegiada del francés, no solo en estos medios sino también en la academia, no se
vería comprometida por el inglés hasta el siglo XX. De acuerdo a las estadísticas presentadas por
Ortiz en su obra La supremacía del inglés en las ciencias sociales, a mediados del siglo XIX se
enseñaba francés en el 45,5% de las escuelas secundarias del mundo, en comparación con un 8,3%
correspondiente a la enseñanza del inglés, porcentajes que se revertirían para las décadas de 1970
y 1980, donde la enseñanza del inglés correspondía a un 72% contra una enseñanza de francés de
apenas 17,6% (Ortiz, 2009). Aunque datos de un estudio tan extenso deben ser tomados con cierto
cuidado, estos porcentajes pueden considerarse como una base de referencia.
Este proceso de cambio en el paradigma lingüístico puede ser observado también en el lenguaje
de las publicaciones científicas y académicas. La publicación Bulletin Signalétique, por ejemplo,
pasa de tener un 49,75% de textos en inglés y un 31,2% de textos en francés en 1940, a tener un
71% de artículos en inglés y un 6,1% de textos en francés en 1980. En el caso de revistas
estadounidenses, Physics Abstracts incrementó su contenido en inglés de un 70,3% en 1950 a un
88,6% en 1980, con un reducido porcentaje en todos los demás idiomas.
Incluso las referencias utilizadas en estas publicaciones muestran un cambio evidente, la presencia
de material citado en francés pasa de un 23% en 1850 a un 3% en 1990, mientras que el inglés
pasa de un 56% a un 89% en el mismo marco temporal (ibíd.).
El cambio de este paradigma lingüístico, corresponde, por supuesto, a un cambio en el aspecto
cultural: el auge de los Estados Unidos en el siglo XX. Este cambio se dio progresivamente– desde
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los años 20, Inglaterra había sido reemplazada por los Estados Unidos como principal socio
económico e inversor en Colombia. Y para los años 30, de las importaciones colombianas, el 52%
correspondía a los Estados Unidos, en contraposición con un 44% europeo (Camacho, 2015).
En el aspecto político, la impotencia de la Sociedad de las Naciones para sancionar a los países
detrás de la invasión de Manchuria, la ocupación de Etiopía y las anexiones alemanas en Europa
Central, causaron desilusión al tiempo que desprestigiaron a Europa en el imaginario
latinoamericano. “Después de la I Guerra Mundial, Estados Unidos había reemplazado a los países
europeos, desprestigiados, como el mediador por excelencia en los conflictos interamericanos, ante
la inexistencia de un sistema efectivo para mantener la paz continental.” (ibid).
Conforme el valor de la nación norteamericana crecía más allá del aspecto sociopolítico, su idioma
tomaba fuerza internacionalmente. Ya desde el monopolio que desde los años 1940 tenía la United
Press en las noticias internacionales publicadas en Colombia, o desde los nuevos medios de
comunicación masiva, siendo la radio y el cine especialmente efectivos a la hora de promocionar
la ideología y cultura de este país, popularizando no solo marcas y objetos de consumo, sino
valores, actitudes y formas de vida, todo lo cual estaba, por supuesto, asociado al idioma en el que
se transmitía.
3. EL INGLÉS A MEDIADOS DEL SIGLO XX
Aunque en 1945 la Segunda Guerra Mundial vio oficialmente su fin, sus consecuencias
continuarían por años. Desangrada por la guerra, Europa había perdido mucha de su influencia
económica. Entretanto, Estados Unidos y la Unión Soviética, naciones con ideologías opuestas, se
habían convertido en los nuevos pilares de la economía mundial. Este cambio en el panorama
internacional afectó a un sinnúmero de naciones, especialmente aquellas que estaban bajo la
influencia de uno de estos dos países.
En el caso latinoamericano, la intervención de Estados Unidos, aunque venia de años atrás, se
consolidó como un aspecto decisivo a mediados del siglo XX. El concepto de Seguridad Nacional,
por ejemplo, instaurado en 1947 por la Doctrina Truman, justificaba el intervencionismo en otras
naciones siempre y cuando fuese para asegurar la estabilidad de la economía propia (Hoffmann,
1991).
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Una de las estrategias de intervencionismo más directa era la de carácter militar, representada por
programas como el de Préstamo y Arriendo de material bélico de Estados Unidos (Lend-lease) y
el Programa de Ayuda Militar bilateral (MAP). Este último además fue importante en la difusión
de la Doctrina de Seguridad Nacional antes mencionada.
Sin embargo, lo que nos ocupa en este trabajo es principalmente la estrategia cultural. Después de
todo, detrás de productos culturales como la música y las películas, venía la ideología
norteamericana. El objetivo era convertir a los Estados Unidos en representante de una ideología
capitalista de libertad, democracia y oportunidades.
Este discurso se volvió un componente importante en películas y publicidad de marcas y productos,
en su mayor parte promovidos desde el mismo Estado (Purcell, 2009). Un ejemplo de esto pueden
ser las giras cinematográficas de carácter educativo dirigido a gente de todos los estratos, que se
hicieron a lo largo de Colombia en los años 40. Estas presentaciones eran “un lugar de propaganda
sobre los valores de la democracia, encarnados en Occidente, […] con la esperada carga unilateral
sobre las virtudes de los Aliados y de Estados Unidos” (Silva, 2000).
3.1. Educación
En Colombia, la enseñanza del inglés se remonta a la Independencia, época en que fue instaurada
como una de las lenguas a enseñarse junto con el francés y el latín, aunque con menor énfasis que
las otras dos. En las primeras décadas del siglo XX, la enseñanza priorizaba aún el francés, con 3
años de educación en este idioma y 2 de inglés o latín. La educación en inglés no fue una prioridad
hasta 1940, momento en que el auge de la Segunda Guerra Mundial motivó al gobierno a imponer
un pensum de 6 años de educación en inglés, desplazando al francés a un segundo lugar.
En los años 1950 el francés recuperó parte de su relevancia, con otra modificación del pensum que
determinó una educación de 2 años en francés y 3 en inglés; no obstante, para 1970 el francés
había sido erradicado de la mayor parte de colegios oficiales, lo que refleja la existencia de una
clara política de favorecimiento de la enseñanza del inglés como principal lengua extranjera
durante la segunda mitad del siglo XX.
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Estas consideraciones están basadas en los pensum oficiales de colegios públicos; sin embargo, la
educación en inglés se promovió también por otros medios. Tal es el caso de los colegios
binacionales, las comisiones internacionales y los centros de lengua conectados a las embajadas
británica y norteamericana.
El término de Colegio Binacional se utiliza en este caso para describir una institución educativa,
ya sea primaria o secundaria, que ofreciera una enseñanza en inglés y un entorno internacional,
con estudiantes y maestros extranjeros. En este sentido, los primeros colegios de este tipo en
Colombia fueron el Colegio Nueva Granada y el Colegio Anglo-americano de Cali, fundados en
1938 y 1944 respectivamente. Cabe resaltar, que en el caso del Colegio Anglo-Americano de Cali,
su edificio fue construido en una parcela donada por los Estados Unidos en 1950.
En los años 40, tanto la Embajada británica como la norteamericana fundaron centros binacionales
en Colombia. El objetivo de estos centros era promover el intercambio cultural entre las naciones,
a partir de conferencias, talleres, programas de lenguas y presentaciones culturales, entre otros.
El British Council, se estableció en Colombia en 1940. En su primer año tuvo un total de 400
alumnos, y ayudó a la creación de colegios colombo-británicos en las ciudades de Bogotá,
Medellín y Cali. Desde 1964 enfocaron sus esfuerzos en el entrenamiento de maestros de inglés.
Su aporte en el aspecto cultural fue muy importante. De acuerdo al libro que conmemora los 75
años del British Council en Bogotá, en 1948, trajeron 3.000 libros nuevos, y se contabilizaron
15.000 espectadores al mes en las proyecciones de películas realizadas en su localidad. Este
número es especialmente significativo cuando consideramos que la población de Bogotá no
llegaba a los 700.000 habitantes en esta época.
Otros centros binacionales fundados a mediados del siglo XX fueron El Colombo Americano, el
cual se estableció en Bogotá en 1942, y la Comisión Fullbright, creada en 1946 con el objetivo de
fortalecer las relaciones entre Estados Unidos y las zonas de influencia que habían quedado tras la
Segunda Guerra Mundial, para lo cual estableció en 1957 un programa de becas en temas de
ciencia y tecnología, que han tenido más de 4.000 beneficiarios en 60 años de funcionamiento.
Dado que la influencia de estos dos centros binacionales se extiende hasta la segunda mitad del
siglo XX, profundizaremos más sobre ellos en el siguiente capítulo.
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3.2. Incremento de anglicismos
El incremento a lo largo del siglo XX, no solo en la cantidad de anglicismos aceptados oficialmente,
sino en la regularidad de su uso, se ha observado en diversos lugares del mundo con lenguas tan
diversas como el francés (Barffour, 2016) y el japonés (Hashimoto 2007, Daulton, 2011, Miura,
1979). Esto ha motivado numerosas investigaciones sobre el tema, las cuales se centran
mayoritariamente en la prensa, que, aunque no es el único medio de comunicación masiva, es uno
de los más estudiados, gracias a su disponibilidad muchas veces en forma de corpus digitalizados.
Uno de estos trabajos, centrado en el español y con un estudio de caso de Colombia, es la tesis de
Manuela Ortega Préstamos en la prensa colombiana: 1913 y 2013. Este trabajo tiene un
interesante capítulo sobre los extranjerismos aceptados por la RAE a través del tiempo, que,
aunque no es exclusivo del caso colombiano, nos permite entender el proceso general al que está
conectado. En este capítulo de su tesis, Ortega presenta una serie de gráficos, dividiendo los
extranjerismos por lengua de origen y comparando sus porcentajes. Aunque otros préstamos
lingüísticos como los italianismos, germanismos y latinismos tienen una influencia importante en
ciertos momentos, no son una competencia importante para el francés o inglés, como se puede
observar en la Tabla 1, generada con los datos descubiertos por Ortega en su trabajo. La columna
“otras lenguas” incluye todas las lenguas cuyos porcentajes individuales no son lo suficientemente
significativos para ser incluidos por separado.
Siglo % de
galicismos
introducidos
% de
anglicismos
introducidos
% de
latinismos
introducidos
% de
italianismos
introducidos
% de
arabismos
introducidos
% de otras
lenguas
introducidas
XVII 27,8 0,0 0,0 22,2 16,7 33,3
XVIII 41,5 5,7 11,3 17,0 13,2 11,3
XIX 29,0 23,0 17 2 4 25
XX 24,8 58,4 5,4 4,2 1,2 6
XXI 8,6 67,3 8,6 1,7 0,0 13,8
Tabla 1: Términos extranjeros introducidos por la RAE entre el siglo XVII y el siglo XXI por lengua (Datos de Ortega, 2015)
Aunque estos datos no contienen el número absoluto de préstamos, los porcentajes permiten ver
el cambio del paradigma lingüístico y el distanciamiento entre el inglés y las demás lenguas a
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través del siglo XXI. Es también posible observar cómo los porcentajes de otras lenguas se han
reducido también a lo largo de los últimos dos siglos, reflejando una ventaja significativa del inglés.
Es importante resaltar que las palabras aceptadas por la RAE son aquellas que se han convertido
en parte del lenguaje común, es decir, que han sido utilizadas de manera general y común por un
porcentaje significativo de hablantes por varios años. Esto implica, que expresiones exclusivas de
un país o una región particular, como algunos anglicismos particulares de Colombia, no son
aceptadas por la RAE.
La parte más enriquecedora para nuestro tema, sin embargo, es el caso de Colombia. Aquí, la
autora analiza cuantitativamente los préstamos de léxico encontrados en 24 ejemplares del
periódico El Tiempo de 1913 y 24 ejemplares del 2013. El porcentaje de anglicismos presenta un
incremento sustancial de 25,7% a 60,1%, mientras que el porcentaje correspondiente a los demás
lenguajes se reduce.
Gráfico 1: Préstamos encontrados en ejemplares del periódico El Tiempo de 1913, según su origen. (Tomado de Ortega, 2015)
Gráfico 2: Préstamos encontrados en ejemplares del periódico El Tiempo de 2013 según su origen. (Tomado de Ortega, 2015)
La comparación de los Gráficos 1 y 2 en relación con la Tabla 1, permite ver que la
incorporación de anglicismos al español en Colombia sigue la tendencia de incremento
evidenciada en el español en general, ya que no solo se han introducido un mayor número de
anglicismos a través del siglo XX e inicios del siglo XXI, sino que entre los préstamos
encontrados en la revisión del 2013, más de la mitad habían sido incluidos en el siglo XX.
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Ortega luego divide los préstamos por el campo semántico al que corresponden. De aquí
concluye que el campo de “Guerra y política” es significativamente mayor que todos los
demás, seguido por los campos de “Tecnología e inventos”, “Deporte” y “Comida y Bebida”.
Estos últimos tres, son los campos que han visto mayor crecimiento entre 1913 y 2013. El
crecimiento en el aspecto de tecnología, sin embargo, puede relacionarse principalmente con
desarrollos tecnológicos de las últimas décadas, también asociados con los ATI (Anglicismos
Terminológicos Integrales), lo que los saca del periodo de estudio de este trabajo.
Hacer un análisis más profundo con respecto al número de hablantes que empleaban estos
términos o su posición social sería fundamental, pero en el momento actual representa un
reto que todavía no podemos resolver. Los contados estudios al respecto tienen metodologías
y temáticas completamente diferentes, además de corresponder a temporalidades que no
siempre compaginan y que se orientan más por la lingüística que por lo cultural.
4. DIFUSIÓN DEL INGLÉS 1960 - 1980
Los años 1960 representaron la consolidación de una sociedad más urbana e industrializada,
paralela al auge de una cultura del consumo que ya había mostrado sus primeros indicios en
la década del 30 y que era vista por algunos como la “norteamericanización de la sociedad”
(Silva, 2015).
No solo vivía más gente en los centros urbanos, sino que los medios de comunicación masiva
conectaban y difundían la información con mayor efectividad. La radio era especialmente
importante; su relevancia como fuente de información nacional evidente en los años 1930
con “radionoticias”. En la década de 1960, su influencia era aún más marcada, debido a la
institución de programas de educación campesina como los de Radio Sutatenza.
Esta fue una época no solo de difusión cultural, sino también de discurso social,
especialmente entre las juventudes. Los grupos jóvenes se identificaron con una actitud de
rechazo hacia la política tradicional, mientras abrazaban una búsqueda de la identidad
personal, en contraposición a una sociedad que consideraban opresiva. Grupos de jóvenes
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universitarios se politizaban, al tiempo que la mayoría de los jóvenes adoptaban gestos de
rebeldía asociados al consumo, ropas atrevidas, pelo largo para los hombres y el consumo de
música y cine norteamericano, entre otros. Productos de consumo se entremezclaban con
movimientos políticos y con actitudes rebeldes. Por ejemplo, en Medellín, el rock se asoció
a los nadaístas, y a conductas como la blasfemia, la homosexualidad y el consumo de
marihuana. (Melo, 2016)
La correlación entre movimientos de izquierda que criticaban la política imperialista
norteamericana y el consumo de cultura popular proveniente de este país, era amplia al
tiempo que contradictoria. Punto que enmarcaba los procesos de auge lingüístico propios de
la época.
4.1. Educación
De acuerdo con la investigación de Stansfield, en 1970, entre escuelas secundarias,
universidades e institutos privados, 750,000 estudiantes estudiaron inglés, de los cuales
40,000 lo hicieron en institutos privados (Stansfield, 1972). Teniendo en consideración
también el número significativo de anuncios de cursos por correspondencia encontrados en
la prensa, podemos ver que la enseñanza del inglés en esta época “is not only good for
business but also good business itself” (Pennycook 1994)
Por supuesto, los institutos dedicados a la enseñanza del inglés no fueron los únicos proyectos
o instituciones de lengua inglesa del siglo XX, pero son una muestra de la gran variedad que
existía en Colombia y que seguiría incrementándose en número hasta la actualidad. Una gran
cantidad de estos proyectos de promoción de la lengua inglesa, desde convenios entre
escuelas y becas a estudiantes, hasta boletines en inglés, fueron apoyados también desde los
Estados Unidos durante gran parte del siglo XX. La Alianza Florida-Colombia, por ejemplo,
dio más de 250 becas a estudiantes colombianos para estudiar en universidades de Florida
entre 1965 y 1970, dando incluso un curso de nivelación de inglés de seis meses para todos
los alumnos aceptados.
17
La Comisión Fullbright, mencionada anteriormente por su apoyo en términos de becas,
dirigió su atención a la educación de maestros en los años 60, por lo cual tuvo una fuerte
conexión con ASOCOPI (Asociación Colombiana de Profesores de Inglés), dándole su apoyo
financiero durante sus inicios en 1965. Fue parte también de un número significativo de
proyectos y programas relacionados con los Estados Unidos y la enseñanza del inglés,
algunos de los cuales resaltamos a continuación.
• Formó parte del comité organizador detrás del programa “Teaching Fellows”, hecho
en asociación con la Embajada de los Estados Unidos y el Colombo Americano. Así,
cada año, 7 profesores de los Estados Unidos eran asignados a universidades
colombianas para enseñar lingüística de inglés, metodología en enseñanza de lenguas
e historia de los Estados Unidos. Este programa se detuvo en 1968 tras 42 clases, bajo
la consideración de que los departamentos de inglés de las universidades que habían
recibido este apoyo estaban ya bien establecidos.
• De 1963 a 1968, 24 estudiantes destacados del programa de preparación para
maestros de inglés del ILCA recibieron la beca total para estudiar en la Universidad
de California en Los Ángeles. Hasta 1968, apoyó también las publicaciones en
materiales didácticos de ILCA.
• En 1964 la Comisión concedió becas de 90 días para que maestros de inglés en
escuelas secundarias pudieran mejorar su inglés en el programa TEFL en Georgetown
University.
• El Programa para Desarrollo de Maestros iniciado en 1964 ofrecía anualmente 8
becas de 6 meses para maestros de inglés de secundaria con énfasis en educación al
igual que en idioma inglés.
• En 1966 y por 3 años, se llevó a cabo el Teacher Interchange Program, en el que 6
maestros colombianos viajaban a escuelas rurales de los Estados Unidos a enseñar
español.
18
Como podemos ver, la idea principal de estas becas y programas era capacitar a los maestros
colombianos de lengua inglesa, al mismo tiempo que introducirlos a la cultura
norteamericana para que sirvieran como embajadores de esta a su regreso a Colombia.
4.2. Centro Colombo-Americano
El Centro Colombo-Americano de Bogotá, fundado en 1942, fue uno de los primeros centros
binacionales de Estados Unidos en Latinoamérica. Patrocinado desde los Estados Unidos, el
objetivo de este centro era fortalecer las relaciones entre ambas naciones y fomentar el
intercambio cultural.
Como centro educativo, el Colombo tenía el prestigio de un instituto respaldado por la
Embajada de Estados Unidos, ofreciendo variedad de programas de inglés y cultura
norteamericana, lo que le permitió pasar de 300 estudiantes en 1942 a 4000 en 1968. Uno de
los programas insignia del Colombo era el Secretariado Bilingüe, programa de dos años, en
el cual se debían cumplir 1700 horas de enseñanza en inglés y 770 en español (CCA, 1986),
una hora diaria, ya que estaban enfocados a mujeres que trabajaban, de manera que pudieran
tomar sus clases al salir del trabajo. La oferta de cursos en 1968, por ejemplo, incluía cursos
como Inglés para Profesionales, English Composition, Cursos Súper Intensivos (de inglés) y
Literatura Hispano-americana, entre otros (Tinta, abril 1968), los cuales contaban con el
apoyo de la Embajada. Ese mismo apoyo incluía actualizaciones a empleados, financiación
y posibilidad de uso de valijas diplomáticas para la importación de textos, lo que le permitió
al Colombo mantenerse en la vanguardia de la educación en inglés en Colombia, llegando a
tener una imprenta propia, lo que a su vez motivó el llevar a cabo la investigación necesaria
para la creación de libros de texto propios entre los años 60 y 90.
Communicating in English, Business English y Spotlight fueron los tres textos insignia de
este proceso. Desarrollados como material específico para los cursos del Colombo, estos
libros presentan elementos geográficos y culturales reconocibles como colombianos, al
tiempo que buscaban enseñar aspectos similares de Estados Unidos. Las actividades
19
presentadas en estos libros constantemente promovían el aprendizaje de aspectos culturales,
desde nombres de equipos deportivos hasta las tradiciones de “Thanksgiving” y “4th of July”.
(CCA, 1980).
Otro aspecto de innovación fue la creación de un Laboratorio Electrónico, con grabadoras
para permitir el estudio de fonética. Fundado en 1963, tenía capacidad para 40 estudiantes de
diferentes niveles, y se promocionaba como un espacio utilizado diariamente por cerca de
1000 alumnos (Tinta, marzo 1969).
Por supuesto, un aspecto importante era el contacto internacional. Los cursos de inglés atraían
a ciudadanos estadounidenses que residían en el país, a trabajar como profesores de inglés.
De hecho, hasta los años 90, un porcentaje importante de sus profesores eran nativos de ese
país. Además, promovía diferentes programas como el de voluntarios suramericanos como
maestros de español en Estados Unidos, o los Teaching Fellows, en los que se invitaba a
profesores recién graduados de los Estados Unidos a dar clases no solo en el Colombo sino
en diferentes colegios y universidades de Colombia (Stansfield, 1972).
La relevancia del Colombo no se limitó a su posición como instituto de inglés. Sus salas de
exposición fueron utilizadas para presentar las obras de artistas norteamericanos y
colombianos por igual. Estos eventos eran gratuitos y con un enfoque educativo. No se
limitaban a presentar el contenido, sino que fomentaban la interacción con estos artistas a
través de charlas y talleres. Tal es, por ejemplo, el caso de los cineastas John Griven y Cliff
Witt, quienes, viniendo como voluntarios de los Cuerpos de Paz, se quedaron para crear
documentales sobre acciones comunales que pudieran ser entendidos por los campesinos
(Tinta, mayo 1968).
Desde los años 70, existe también el “cilindro, un “espacio con circuito cerrado de televisión
para video-cintas y cuatro canales de audio” donde se presentaban regularmente todo tipo de
contenidos audiovisuales en inglés, especialmente sobre temas de ciencia, tecnología y
cultura (CCA, 1978). A lo largo del año 1977, por ejemplo, encontramos que la programación
incluyó un doble ciclo de conferencias educativas sobre las elecciones presidenciales
20
norteamericanas en enero y mayo, además de conferencias sobre arte, formas de energía,
música y diseño urbano.
Por su relación con la Embajada y sus convenientes instalaciones, el Colombo fue también
sede de congresos y ruedas de prensa de grupos norteamericanos como los Cuerpos de Paz
(Tinta, mayo 1968).
Desde 1986, y gracias a la presencia de la imprenta, el Colombo publica una revista cultural
llamada Tinta. Inicialmente se pensó como boletín cultural específico de la sede de Bogotá,
el cuál incluía información de eventos, noticias de cursos y artículos varios. Para 1970 la
revista se había convertido en una publicación cooperativa de todos los colombos, con largos
artículos sobre temas culturales y políticos, y poco o nada de boletín cultural. En los años 90,
la revista pasaría a ser una publicación de la Embajada.
Hasta los años 90, el Colombo Americano funcionó como una dependencia de la Embajada.
Su director era siempre un diplomático estadounidense empleado de la Embajada y la
biblioteca funcionaba como centro de recursos de la Embajada, brindando información sobre
compañías norteamericanas y asistencia para contactarlas. Incluso el archivo era común entre
la biblioteca y la Embajada, lo que llevó a la pérdida de documentos tras los años 90, época
de separación de ambas entidades. Este fue un proceso arbitrario en el que la Embajada
decidió cortar su relación con el Colombo, incluyendo la financiación y el apoyo logístico
que le había dado hasta el momento. No hay una explicación oficial al respecto de este evento,
pero miembros del Colombo que vivieron este proceso, lo asocian con la caída del muro de
Berlín y la consecuente pérdida de interés por parte de la Embajada en mantener esta
institución, al terminarse la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
Ahora bien, no todos estaban a favor del Colombo, debido especialmente a su fuerte conexión
con la Embajada de los Estados Unidos. Grupos de izquierda asociaban al centro con
movimientos imperialistas, por lo que realizaron varios atentados en todas las sucursales
durante los años 70 y 80. Este es uno de los ejemplos más drásticos de oposición a la
influencia norteamericana, pero, como veremos a continuación, no fue el único.
21
4.3. Retos en la enseñanza de inglés oficial
En su trabajo, Stansfield resalta las dificultades de la enseñanza del inglés en los colegios
oficiales de Colombia, en los años 60 y 70, a través de una revisión de 19 colegios públicos.
Encuentra aquí toda una gama de retos y obstáculos, desde aspectos de infraestructura y
capacitación de maestros, hasta aspectos relacionados con la motivación de los estudiantes
de bachillerato.
La estructura de los salones estaba especialmente diseñada para seguir el esquema de clase
magistral por filas y columnas, lo que dificultaba el uso del semicírculo, organización ideal
para las clases de lenguaje. Además, problemas de ventilación, temperatura, iluminación y
número de estudiantes por clase (normalmente entre 30 y 40), que son factores que
promueven simultáneamente el aburrimiento, la incomodidad y las distracciones.
Los laboratorios de lengua raramente se utilizaban, ya sea porque se encontraban en mal
estado o porque los maestros carecían de la capacitación apropiada para su uso y temían dañar
los equipos. Este problema afectaba el uso general de material audiovisual y limitaba la
capacidad del maestro de capturar la atención de los alumnos o entrenarlos en aspectos de
comprensión y producción lingüística.
La carencia de material didáctico llegaba al punto que, en algunos colegios ni siquiera se
tenían los textos de referencia recomendados, lo que dificultaba el progreso de la clase.
A esto se suma la mala preparación de los maestros. El 60% de los maestros en los colegios
estudiados por este autor eran únicamente bachilleres, sin ninguna capacitación especial en
el uso de herramientas o en la enseñanza particular de la lengua inglesa. El tiempo que
muchos de estos maestros le dedicaban a la preparación de sus clases era también bastante
reducido, puesto que los salarios no permitían en la mayoría de los casos un estilo de vida de
clase media, a no ser que se tomaran otros trabajos para complementar los ingresos.
22
Otras dificultades se encontraban en el aspecto pedagógico. Si la educación en inglés era
obligatoria únicamente por unos cuantos años, el desuso y olvido tras la graduación era
inevitable. Especialmente en cuanto el interés de los estudiantes por esta lengua es mínimo.
La motivación de los alumnos, menciona, es uno de los problemas más recurrentes en las
entrevistas a maestros.
En efecto, en una de sus tablas, donde organiza las materias por preferencia y calificaciones
obtenidas de los estudiantes de 19 colegios del área urbana de Bogotá, el área de Lenguas
Extranjeras (en que se incluye el inglés) es la última en ambas columnas.
Tabla 2 - Materias por preferencia y calificaciones obtenidas (Stansfield, 1972)
Esta falta de interés es explicada de diferentes maneras por los maestros entrevistados,
incluyendo la dificultad del idioma, el no ver una razón para estudiarlo, o incluso a
sentimientos de “antiamericanismo”.
They mention that many students feel English teaching is just another example of
American cultural imperialism toward Latin America. […] A private school English
teacher interviewed by the writer stated that anti-Americanism is also existent among
teachers of other subjects. […] These people also relate English teaching with an attempt
by foreigners to influence Colombian culture (Stansfield, 168-169).
23
Esta observación parece demostrar la existencia de posiciones contradictorias con respecto
al inglés. Así como existían todo tipo de programas y estrategias para promover el inglés, no
todos los grupos sociales aceptaban la influencia de la misma manera. Incluso el interés por
el aspecto cultural no era capaz de revocar arraigadas formas de resistencia.
Stansfield concluye que estas actitudes en contra de los Estados Unidos llevaron al desarrollo
de estrategias para separar la enseñanza de la lengua de aspectos netamente culturales. Esto
incluyó la revisión de libros de texto utilizados en estas escuelas, en los cuales aspectos
claramente reconocibles como banderas, uniformes militares y nombres de ciudades, habían
sido modificados hasta ser completamente irreconocibles. Lo cual tiene también sus
problemas metodológicos, al reducir las posibilidades de una enseñanza crítica que
permitiera resistir estas prácticas culturales “rather than just assuming that these ideas are
natural, neutral and beneficial suggesting then that students learning English as a foreign
language should subscribe to them.” (Ramírez, 2015)
En conclusión, la enseñanza de esta época presentaba una serie de retos que dificultan hablar
de una verdadera educación bilingüe. Sin embargo, sigue siendo un componente importante
de nuestro trabajo, en cuanto nos permite ver un acercamiento popular a la lengua inglesa
motivada desde el estado.
4.4. El inglés y la cultura popular
Aunque el aspecto educativo formal es útil para el estudio del impacto lingüístico, trabajos
teóricos sobre el inglés como lengua global o prácticos sobre casos específicos, concluyen
que el inglés se ha extendido principalmente a través de la cultura popular, en formas tan
variadas como el periodismo, la moda, el cine y la música. Ya que estos medios permiten
conectar el lenguaje con una cultura que los hablantes conocen y admiran, muchos expertos
la consideran la razón principal detrás de la perpetuación del inglés en tierras extranjeras y
de su estructuración como lengua de prestigio.
24
Términos como “norteamericanización” o “Disney-ficación” se han empleado para referirse
al monopolio cinematográfico de los Estados Unidos tras la Primera Guerra Mundial, y como
las expresiones culturales y estéticas presentadas en estas obras se convirtieron en referentes
mundiales. La película “Rebelde sin causa” por ejemplo, generó un imaginario internacional
de rebeldía asociada a chaquetas de cuero, motocicletas y cabello engrasado, hasta el punto
que nuevas creaciones culturales de otros países utilizaban estos estereotipos incluso si no
correspondían del todo a su propia cultura.
Ideas, productos y valores norteamericanos se habían popularizado a través de los medios de
comunicación masiva como el cine, la televisión y la radio, llegando en ocasiones a ver esos
modelos reproducidos en estas regiones. El cine fue especialmente efectivo en ese sentido.
In the last few years, one can cite many more films from around the world which depict
young people being affected by American pop culture […] all either present young
people who are immersed in the artifacts of American pop cultures, or presuppose an
Americanized sensibility in the viewer by quoting, parodying, or echoing styles, plot
devices and stories derived from American pop movies […] The presupposition of an
Americanized sensibility may be seen as a form of internationalism, or it may be seen
as a capitulation to the realities of a market which has been dominated by the American
commercial movie industry (Chin, 1991).
Esta influencia no se reducía únicamente al mundo dentro de las películas. El cine permitía
familiarizar a las personas de otros países con la forma de vida y las prácticas culturales que
presentaban, facilitando su reproducción. En sus trabajos sobre la influencia del cine
norteamericano en Chile, Purcell argumenta que existen cambios en actitudes sociales y
prácticas culturales, relacionadas con las películas.
El cine hollywoodense fue también uno de los grandes responsables de la aparición de
modas revolucionarias para la época, que causaron más de una polémica, como el pelo
corto y el denominado “flapperismo” de jóvenes mujeres que además de cortarse el
pelo comenzaron a usar trajes cortos y a fumar, todo lo cual escandalizó a quienes
buscaban mantener los ideales femeninos tradicionales (Purcell, 2009).
25
Estas actitudes, que pueden en un principio parecer únicamente estéticas, en realidad están
entrelazadas con ideologías y aspectos culturales. En el caso anterior, la imagen
revolucionaria de feminidad presentada en las películas norteamericanas contrasta con la
imagen tradicional, generando atracción dentro de un grupo social de mujeres jóvenes que
desean imitarlo, y a la vez rechazo por parte de los grupos más tradicionales.
La adopción de estas formas culturales no es accidental. Ya se conocía en esta época la
importancia del cine para promocionar el comercio y desarrollar imaginarios; por lo que es
posible evidenciarlo en las diferentes organizaciones destinadas a monitorear, regular y
censurar películas con fines diplomáticos.
La OCIAA (Office of the Coordinator of Inter-American Affairs) por ejemplo, tenía una
división fílmica, la cual “se preocupó de censurar todo material ofensivo para Latinoamérica,
evitar la distribución de películas que dieran una visión errada de la sociedad de Estados
Unidos, promover la solidaridad hemisférica, producir cortometrajes que facilitaran el
entendimiento interamericano y estimular la presencia de temáticas y música latinoamericana
en las producciones hollywoodenses” (Purcell, 2010).
El objetivo era no solo atraer a un público extranjero, sino venderle el ideal del “sueño
americano” con sus respectivos valores de democracia, libertad y oportunidades que el
modelo capitalista promulgaba.
El mundo presentado a través de estas películas es una construcción que, sin embargo,
aparece como una realidad ante quienes lo consumen. “El exotismo actual ofrece una
verosimilitud adecuada […] La cotidianidad de lo extraño puede pasar, así, a formar parte,
no como imaginario sino con la persuasión de “lo real”, de la vida cotidiana de los ciudadanos
de Europa [y] Estados Unidos” (García, 1999).
Aunque la experiencia retratada por Purcell es particular al caso chileno, al tratarse de países
latinoamericanos bajo la influencia norteamericana, es posible asumir la existencia de
similitudes en los procesos y transformaciones.
26
La presencia del cine no es desdeñable en el caso colombiano: “en 1959, cuando había teatros
en centenares de ciudades, el número total de asistentes al cine fue de casi 70 millones” (Melo,
2016), número que siguió en aumento hasta los años 80, momento en que la televisión tomó
preponderancia como forma de entretenimiento.
En agosto de 1969, el Oficial de Asuntos Culturales de los Estados Unidos realizó un
inventario de las películas promocionadas en un solo día por diferentes periódicos bogotanos.
El resultado presentó la existencia de 43 películas de origen estadounidense y británico, en
comparación con 27 películas de todos los otros países (Stansfield, 1972).
Para examinar esta información se decidió revisar la cartelera de cine de El Tiempo, periódico
de alta difusión a nivel nacional desde los años 30, con sede en Bogotá. Para esto se revisó
la cartelera de los domingos de mayo en 1930, 1940 y 1950.
En 1930, la cartelera de cine estaba incluida en la página de información cultural, junto con
eventos culturales y obras de teatro. Se aprecia la presencia de 5 películas norteamericanas,
además de una francesa y una latinoamericana. Por otra parte, ya que la única información
incluida era su título traducido al español, fue imposible determinar el país de origen de 4
películas.
Para 1940, la cartelera ya contaba con su propio espacio, media página en la sección cultural,
donde encontramos una lista de las películas presentadas en los diferentes teatros. Había un
total de 11 películas norteamericanas en cartelera, 5 francesas, 1 latinoamericana y 1 rusa.
De nuevo hubo 3 películas cuyo país de origen no pudo ser determinado.
En 1950 la cartelera abarcaba una página entera del periódico e incluía imágenes de las
películas. Se ve un total de 16 películas norteamericanas, 4 francesas, 4 latinoamericanas y
una japonesa. También había una película nacional en cartelera.
De acuerdo con esta revisión, la mayor parte de las películas proyectadas en Bogotá entre
1930 y 1950 eran norteamericanas, lo cual se corresponde al monopolio tecnológico
norteamericano del cine a principios de siglo. Además, podemos ver la importancia que aún
27
tenía la producción cultural francesa, incluso a pesar de la evidente diferencia en la calidad
técnica con respecto a las producciones norteamericanas.
A continuación, se efectuó una revisión comparada de este periódico con dos diarios de alta
difusión regional, El País de Cali y el Diario del Caribe en Barranquilla.
Aunque El País y el Diario del Caribe tuvieron publicaciones durante los años 60, encontrar
estos ejemplares desde Bogotá no fue posible. Por tal motivo, se revisaron 4 ejemplares,
correspondientes a los 4 domingos de un mes, en el primer año que pudieron encontrarse:
para El País esta fecha fue marzo del año 1967 y para el Diario del Caribe fue mayo de 1977.
Se compararon estos datos, con la cartelera de El Tiempo en las mismas fechas.
En el caso de El País, se encontraron 13 películas de los Estados Unidos, 2 británicas, 9
mexicanas y 8 de otros países, entre los que resaltan Francia e Italia. En el mismo año y mes,
el periódico El Tiempo tenía en cartelera 20 películas de los Estados Unidos, 6 británicas, 3
mexicanas, y 7 de otras nacionalidades.
El Diario del Caribe, por su parte, tenía 7 películas de los Estados Unidos y 8 de diferentes
países. Aunque las películas norteamericanas parecerían estar en desventaja, es importante
considerar que cada país independiente solo aportaba una o dos películas. Para esta misma
fecha, El Tiempo anunciaba 12 películas de Estados Unidos, 1 británica, 2 mexicanas, y 14
de países varios, incluyendo Italia, Francia, España y Argentina.
Aunque el número general de películas estadounidenses no parece ser tan significativo como
se esperaría, es importante considerar que esta fue una época importante para el cine
mexicano. El idioma y la familiaridad en las situaciones de estas películas, fue un aspecto
importante de su popularidad, especialmente al contrastarlas con películas estadounidenses
y británicas que en esta época aún no aparecían dobladas al español, solamente subtituladas
(Stansfield, 1972; Melo, 2016).
El cine estadounidense tomaría influencia sobre el mexicano a partir de los años 80.
Considerando la falta de doblaje al español, se considera que la alfabetización tuvo parte que
ver en el proceso, “pero probablemente lo esencial fue la creciente capacidad de la industria
28
estadounidense de crear películas atractivas en los principales géneros de interés público”
(Melo, 2016).
El cine se había infiltrado en la cultura popular desde los años 60, al punto de ser tema
recurrente en cuentos de corte costumbrista urbano como los de Andrés Caicedo. Por ejemplo,
“El espectador”, cuento publicado en 1969, gira alrededor de los cinéfilos, con un número
significativo de referencias a actores, directores y películas extranjeras, especialmente las
norteamericanas. En la historia, el protagonista asiste a la proyección de una película
norteamericana, la cual recibe una respuesta negativa por parte del público en general. Esta
situación despierta en el protagonista una reflexión en la que el apreciar las películas
norteamericanas, saber los nombres de los actores y los títulos en inglés, son equivalentes a
buen gusto y cultura. En este sentido, particularmente, menciona las alteraciones que hacen
de los títulos de las películas, considerando la versión en inglés “más poética” (Caicedo,
2015). Este autor incluye los temas de cultura popular norteamericana dentro de su obra, al
igual que una cantidad interesante de anglicismos como “anyway”, “close-up”, “brother” y
“sorry” entre otros muchos. La importancia de estos préstamos, es la representación que
Caicedo hace de unos grupos sociales juveniles que no solamente conocen sobre películas o
música norteamericana, sino que recuerdan y adoptan palabras de este idioma en su
cotidianeidad.
La música era tanto o más significativa en este sentido, al difundirse a través del medio de
comunicación dominante de la época: la radio, importante fuente de información, debate
político y recreación desde los años 30. La importancia de la radio era tal, que el proyecto de
Radio Sutatenza, planteado como medio de enseñanza para las poblaciones, tuvo un nivel de
efectividad importante (Melo, 2016). En 1957, la canción Rock Around the Clock introdujo
el rock a Colombia. Aunado a la extensa audiencia de la radio en Colombia, estaba la
popularidad ya internacional de este tipo de música. “Rock music, immortalized by Elvis
Presley and the Beatles, is now sung and danced to in all parts of the world. Colombian radio
stations play these songs in both Spanish and English. The young Colombian going to a party
will most certainly listen and dance to English songs” (Velez-Rendón 2003).
29
Este género fue significativo además por los profundos matices de su posición ambivalente,
no solamente como producto cultural norteamericano, sino como representante de una
rebelión social que resonaba con las juventudes en oposición a lo tradicional. Esta influencia
norteamericana, y especialmente la lingüística, puede verse incluso en los nombres de bandas
colombianas de rock en los sesenta, nombres como The Speakers, The Silver Thunders, Los
Streaks, The Time Machine y los Flippers, todos en inglés.
El hippismo, movimiento con ideales de anarquía y oposición al materialismo occidental, en
muchos casos relacionado con el rock, fue parte de esta preocupación, generando una
oposición importante. Había así “quienes veían el rock y sus efectos en la juventud como una
penetración del imperialismo estadounidense, y los que vincularon esta relación con un plan
comunista que pretendía degradar la estructura de la familia” (Reina, 2017).
Otro de los aspectos más relevantes que encontramos en relación con la difusión de la cultura
norteamericana es la publicidad en inglés en los periódicos. La revisión de periódicos
realizada, en conjunto con la revisión de la revista Semana de finales de los años 50 e inicios
de los 60, permite atestiguar la presencia del inglés en la publicidad. Nombres de marcas
como Banana Republic y Gap se mantienen, al igual que nombres de tiendas
estadounidenses como Sears, o Sports Corporation, cuya propaganda incluye ítems
deportivos para box, baseball y futbol (Semana, pág. 15 1954). Incluso empresas nacionales
con dueños colombianos aparecen bajo nombres en inglés, como Ortophedic Services en un
anuncio de El Tiempo.
El que estos nombres no se traduzcan a español, o incluso que servicios colombianos utilicen
nombres en inglés, corresponde a la consideración de prestigio en la lengua. “English in
advertising and for business names is probably the most visible realization of the symbolic
prestige of English. An increasing number of ads using English words or expressions can be
found on television, radio, newspapers, magazines, billboards, and store windows” (Velez-
Rendón 2003).
30
Un caso interesante es el del anuncio de la Encyclopedia Britannica, publicado en la revista
Semana completamente en inglés, lo cual supone el conocimiento de esta lengua por parte de
los posibles consumidores o su interés por conocerla y estudiarla (Semana, diciembre 5 1955).
Otras formas de publicidad incluyen el uso estratégico de palabras y expresiones en inglés
para evocar sensaciones de confiabilidad, modernidad o elegancia. “Happy Hour” y “Beer
Party” en publicidad de Bavaria (Semana, julio 5 1954). Esto es especialmente evidente en
esos productos que contenían de por sí un valor cultural agregado de modernidad. Lo cual
puede extenderse a aspectos de moda como el maquillaje, cuya especialización “es ya una
necesidad de la vida moderna, a la cual no querría renunciar ninguna chica que se sienta a
gusto en el siglo XX” (Semana, diciembre 12 1955).
La marca de maquillaje “Helena Rubinstein”, por ejemplo, mantiene los nombres de muchos
de sus productos en inglés (silk tone, staylong) (Semana, julio 12 1954), cuando sería posible
utilizar las expresiones en español como se hace en la actualidad. La razón puede encontrarse
en el prestigio agregado por el uso de términos en inglés, lo cual además familiariza a las
usuarias con el idioma extranjero.
Estas formas culturales no desembocan necesariamente en un interés por manejar la lengua
inglesa o por aprenderla formalmente, pero sin duda evidencian la existencia de un prestigio
en su uso. Una preferencia por consumir productos y marcas con nombres en inglés, además
de un uso personal de estos nombres y otras expresiones. Precisamente la importancia de los
anglicismos es que su uso se extiende más allá de las personas que hablan el inglés.
5. LINGÜÍSTICA Y ANTI-IMPERIALISMO
Hemos visto hasta ahora cómo las políticas educativas y los productos culturales promueven
la cultura norteamericana y el uso de su lenguaje, entre otros, como forma de prestigio. Sin
embargo, y como mencionamos rápidamente en puntos anteriores, existen también
sentimientos anti-imperialistas y tradicionalistas que se oponen a la influencia
norteamericana y a la importancia creciente del inglés.
31
Admirar y adoptar aspectos culturales norteamericanos fue en muchos casos visto por
sectores de corte nacionalista como “snobismo”, traición a la tradición nacional e incluso
sometimiento a los vicios de una nación protestante que no seguía la moral católica. Como
Melo expresa muy bien en su aparte del Congreso Nacional de Antropología, la mentalidad
de la época podría resumirse en reflexiones que caracterizaban la riqueza como un “vicio
norteamericano, corruptor y desmoralizador” opuesto a la cultura nacional, espiritual y
humanista (Melo, 1989).
Entre los aspectos culturales que debían ser protegidos de esta “nociva” influencia extranjera
cabe resaltar la lengua. Su importancia radica en dos puntos fundamentales, en ocasiones
entrelazados, el papel del castellano en la construcción de una identidad nacional y su pureza
como elemento de prestigio social. La gran cantidad de gramáticas y disertaciones
lingüísticas escritas por presidentes, embajadores y otros políticos –especialmente del lado
conservador– sustentan la existencia de un imaginario según el cual “el bien hablar [es] una
de las más claras señales de la gente culta y bien nacida” (Deas, 1993).
La preocupación por tener y mantener una lengua nacional es un fenómeno ampliamente
estudiado, visto en colonias emancipadas como forma de legitimación nacional al remontarse
a sus raíces lingüísticas. En el caso de América Latina, se suma un interés por proteger una
identidad regional y por tanto una conexión cultural y comercial entre las diferentes naciones
de la región.
Aunque puede existir algo de verdad en estas perspectivas, es importante considerar que en
el caso colombiano, el español era, ante todo, una marca de lo tradicional; “La búsqueda era
de cosas viejas, incontaminadas y esencialmente españolas. El enemigo no era el
americanismo –Caro, Cuervo y Marroquín, todos defendieron los americanismos en su
debido lugar- sino el neologismo, el galicismo, la importación reciente” (Deas, 1993).
Respondiendo a esta preocupación, varios trabajos lingüísticos buscaron entender las
variedades regionales del español y unificar el lenguaje dentro de una forma “aceptada”. Tal
es el caso de los diccionarios de lenguaje vernáculo publicados en la revista Thesaurus del
Instituto Caro y Cuervo, posiblemente la más importante publicación lingüística de Colombia,
32
o “Del vocabulario hípico en Bogotá” (López, 1960) y del “Vocabulario de la jerga
estudiantil de Bogotá” (Ocampo, 1968). Estos trabajos atestiguan la existencia de influencias
del inglés en los años 60, con expresiones como “a todo ful” entre los estudiantes, y palabras
como “padock” y “flat” en el lenguaje hípico.
Entre estas publicaciones resaltan principalmente las notas informativas del Atlas
Lingüístico-Etnográfico de Colombia (ALEC), al ser este uno de los proyectos más
importantes del Instituto Caro y Cuervo. Este trabajo fue planeado y ejecutado en su mayor
parte por el filólogo y lingüista Luis Flórez (1916-1985), quien había completado sus estudios
superiores en la Universidad de Columbia con la intención de “aprender a estudiar la lengua
española con métodos científicos” (Flórez, 1984). A su regreso y por el resto de su carrera,
estuvo afiliado al Instituto Caro y Cuervo, donde produjo un gran número de trabajos
lingüísticos, siendo el ALEC el más grande de ellos.
El objetivo principal de este trabajo era describir el estado de la lengua española en el país,
marcando diferencias regionales y estructurando un mapa lingüístico. La recopilación de la
información duró 20 años, desde 1957 hasta 1978, y se realizó en 200 localidades del país a
partir de un cuestionario de 1348 preguntas. Con respecto a los informantes, se prefería
hombres y mujeres con edades entre 40 y 60 años, naturales de su región y analfabetas –
condiciones diseñadas para estudiar el desarrollo de la lengua independientemente de las
versiones oficiales, pero que no siempre se cumplieron, como admite el autor al revelar que
en la práctica, se hizo uso de informantes de entre 16 y 90 (Flórez, 1961).
En 1954 se publicó una versión preliminar del cuestionario en la revista Thesaurus, el cual
se encontraba dividido por temas, la mayoría sobre aspectos rurales. Una gran parte del
cuestionario estaba conformada por títulos como “El Campo y los Cultivos”, “Otros
Vegetales”, “Ganadería”, “Aves” o “Mamíferos Salvajes”. Además, secciones como
“Vestido y Calzado” y “Festividades. Distracciones” trataban temas de costura, costumbres
durante las festividades religiosas y juguetes como trompos, ignorando temas asociados con
lo urbano, como pueden ser los deportes y los automóviles.
33
Encontramos en este informe una corta lista de algunos de los anglicismos más utilizados,
como “altoparlante”, “hamburguesa”, “copia” y “chequeo”. Es interesante ver que incluye
en este punto aspectos de gramática que han sido afectados por el inglés, como la manera de
organizar la fecha como mes, día, año, o el capitalizar gentilicios.
Considerando que las preguntas del cuestionario ignoraron temas de deportes y tecnología,
enfocando las partes de entretenimiento en formas consideradas “más asequibles al grueso
de la población” como comparsas o juegos tradicionales, no es sorprendente la falta de estas
palabras en el informe. Aun así, el autor observa como dato relevante del trabajo que: “Uno
de los hechos más notables en el español actual de Colombia es la influencia del inglés
norteamericano […] en el uso de las ciudades y de la gente joven, especialmente” (Flórez,
1961).
Dado que el cuestionario no contiene preguntas específicas por anglicismos, pero si varios
informes de progreso incluyendo una sección específica para ellos, podríamos determinar
que encontrar estas palabras en inglés fue más una sorpresa que la confirmación de una
sospecha.
De hecho, la posición de Flórez con respecto a los anglicismos como palabras superfluas, de
moda e innecesarias, puede apreciase en sus otros trabajos. Así por ejemplo, al hablar del uso
de anglicismos en los nombres de las tiendas, explica: “Es esnobismo del peor gusto. Es
antinacionalismo, anti-hispanismo ¿Venderán más así? ¿O tal uso les permite cobrar precios
más altos por lo que venden? ¿O es simplemente complejo de inferioridad? – De todo un
poco, seguramente. Y en el camino de la imitación simiesca se cometen a veces disparates
ridículos” (Flórez, 1977)
Sus opiniones anti-imperialistas son especialmente evidentes en su columna sobre el uso del
buen español, publicada en el periódico El Tiempo a lo largo de los años 60. Un número
importante de estos apartes fue recopilado en la década siguiente, en un volumen titulado
Apuntes del Español, que incluye temas de fonética, gramática y léxico, entre otros.
34
Un capítulo entero de este libro está dedicado al tema de “Extranjerismos”, de los cuales la
mayor parte son anglicismos, pero también es posible encontrar disertaciones sobre la
relación entre Estados Unidos y Colombia, o sobre el carácter degenerativo de estas
importaciones a lo largo de toda la obra.
En ocasiones parece utilizar un aspecto lingüístico como excusa para extenderse sobre
aspectos de dominación cultural. El siguiente fragmento, por ejemplo, corresponde al
segmento de gramática:
Lo serio o grave es que el uso creciente e indiscriminado de extranjerismos
innecesarios es en Colombia síntoma de un mal peor: el de que mucha gente – de todas
las edades, clases sociales, nivel cultural y poder económico – tiene espíritu y
mentalidad colonialista, está alienada, enajenada, y no forzosamente por coacción
extranjera sino por propia voluntad, debilidad, mediocridad y complejo de inferioridad.
Hay muchos colombianos, sobre todo en las altas esferas, que renuncian a su ser
auténtico, renuncian casi a todo lo nacional, renuncian inclusive a hablar español. Lo
dramático del caso es que los mismos norteamericanos a quienes tratan de imitar o de
halagar, en el fondo los desprecian, y acaso sin darse cuenta estos nuevos colonos
colombianos son utilizados como medio o instrumento para satisfacer intereses que no
son los de la nación colombiana. La entrega de mucha gente en todas partes del mundo
a los Estado Unidos y a sus intereses y conveniencias –por unos dólares, por un viaje,
por cualquier cosa – es verdaderamente triste y lamentable. […] Lo grave está en las
causas – generalmente no lingüísticas – sino comerciales, políticas, militares,
culturales, etc., etc. Lo que hay que ver son las causas de tales usos, y en todo lo que
se halla o esconde detrás de ellos (Flórez, 1977).
Esta mentalidad con respecto a la lingüística y los anglicismos, puede ser observada en otras
fuentes. El trabajo El Español de América, dirigido por Marius Sala, publicado en 1982 tras
más de una década de investigación, encuentra el contraste entre un número nada desdeñable
de anglicismos y la confirmación de que “en ciertos casos en que el uso de una voz inglesa
es bastante general, algunos informantes decían preferir el empleo de esa voz en el habla
35
familiar, y reservar la voz española, considerada como más culta, para ocasiones más
formales” (Sala, 1982).
Esta consideración, ya no solo de los lingüistas, sino del público general, aparece repetidas
veces en las cartas al editor de la revista Semana. Se encontraron quejas con respecto al uso
de extranjerismos tan temprano como 1947 y 1954. Y aunque en este caso particular, no
todos son norteamericanos, se identifica un desagrado general ante estas expresiones.
Ejemplos de lo que decían algunas de estas cartas: “El idioma de Cervantes es demasiado
rico para deformarlo con barbarismos o pseudo castellanizaciones de términos ‘yankis’ como
interesamiento empleada en Cartas” (Semana, Julio 1947); “¿Por qué el uso de esas
expresiones ajenas a nuestro idioma? ¿No será mejor emplear giros o dicciones de nuestra
lengua, en lugar de esta lluvia de extranjerismos?” (Semana, Junio 1954). Podrían citarse
muchos más ejemplos similares, aunque hay que agregar que la revisión de dichas revistas
no descubre mayor número de extranjerismos.
Tal es la aversión ante estas importaciones, especialmente de las venidas del inglés, que se
usan términos despectivos como la palabra “yanki”. La edición del 5 de julio de 1954, en la
cual aparece un artículo escrito por una autora norteamericana, incluye una nota editorial
pidiendo la comprensión de los lectores.
Empieza esta nota por presentar a la autora, Janet Hohmann, haciendo énfasis en sus
credenciales académicas y su prolongada estadía en Colombia. Pasa después a reconocer la
existencia de una visión según la cual “la nación norteamericana es un pulpo que mueve sus
tentáculos sobre el mundo”, solo para resaltar luego las bondades de la nación y de sus
habitantes en términos como “ninguna colectividad nacional de la historia contemporánea ha
realizado como los Estados Unidos una más tenaz y desinteresada tarea por el progreso del
hombre sin discriminación de raza, color o credo, y sin limitación de fronteras.” Terminando
con el siguiente aparte:
Cuando Semana proyectó ofrecer a sus lectores una versión del ciudadano y del pueblo
norteamericanos, tuvo en cuenta la necesidad de enfocarlos desde un plano equidistante
36
entre la devoción que despiertan sus cualidades y el rechazo que suscitan sus defectos y
yerros. ¿Quién podría dar una visión más aproximada de ese pueblo que una mujer
periodista con el suficiente cariño por su patria y con la suficiente información directa
de lo que en América Latina pensamos de él? […] Esperamos, amigo lector, que usted
encuentre en el escrito de Janet buenos puntos de referencia para juzgar a la democracia
americana y a sus gentes (Semana, Julio 1954).
Contrastando con estos casos, encontramos el artículo “Cuando el inglés es latín” publicado
en la revista Tinta del Colombo Americano en el año 1972. Este artículo propone una visión
más optimista, donde el uso de anglicismos es “natural” e incluso beneficioso. Con respecto
al uso del anglicismo “jet” expresan:
Ya que están proponiendo un substituto artificioso amañado en escritorios: “reactor”.
Más natural es “jet”, puesto que nació espontáneamente de necesidades modernas, de
objetos modernos que han dejado atrás la lentitud de las elaboraciones académicas más
o menos postizas. “Jet”, no causa ningún daño, porque es Inglés sin disimulo, porque
nos damos cuenta de que es Inglés y no es difícil españolizarla en “yet”. Los Italianos
ya resolvieron el problema, dicen tranquilamente “yeto” O quizás exista otra
interpretación más optimista: los idiomas buscan los caminos de la integración. Palpita
en secreto, o manifiesto, el ideal de la perfecta unidad humana. Sería cuestión de siglos,
en Inglés ya dicen “sombrero”, “gusto”, “vamos, amigos”. Pero esto pertenece a la
futurología (GOG&MAGOG, 1972).
La posición favorable ante estas importaciones está apoyada también en la presencia de
calcos gramaticales, mencionados por Flórez; la capitalización de las palabras referentes a
lenguajes y gentilicios, como “Inglés” o “Italianos”.
De una u otra manera, la importancia que simpatizantes y detractores le han dado a la lengua
en sus discursos muestra el peso que para ellos tiene la lengua en el aspecto cultural y político.
37
6. CONCLUSIONES
El interés por el lenguaje no es algo nuevo. Numerosas disertaciones políticas lo han
considerado un elemento fundamental para la construcción de una identidad común y, por
consiguiente, para la estructuración de una nación. No obstante, la concepción del lenguaje
como un objeto de estudio histórico es mucho más reciente.
De ahí que la bibliografía existente sobre el tema aún es limitada. Por ejemplo, la mayor parte
de textos sobre la historia del bilingüismo o de la presencia del inglés en Colombia empiezan
su retórica en los años 90, con la creación de leyes para tal efecto. Análisis como estos
descuidan la existencia de un proceso que se remonta a inicios del siglo XX.
En relación con los anglicismos, la mayor parte de las investigaciones disponibles son de
momentos históricos muy específicos o centradas en la modernidad, lo que dificulta trazar
una historia comprensiva de su desarrollo. Dado que los cambios en el lenguaje son reflejo
de procesos socioculturales de la sociedad o grupo que los adopta, un análisis más completo
en el campo de la lingüística y su relación con la cultura popular, ayudaría a entender mejor
los procesos sociales e históricos.
En general, sería fundamental contar con más investigaciones de carácter tanto cualitativo
como cuantitativo sobre estos temas y su desarrollo a través del siglo XX, de manera que más
estudios comprensivos sobre la historia de las diferentes instituciones dedicadas a la
enseñanza del inglés en Colombia, o sobre la influencia del inglés en el español, serían
posibles eventualmente.
En Colombia, el incremento sustancial en el uso de anglicismos se dio a partir del auge
económico de los Estados Unidos tras su victoria en la Segunda Guerra Mundial. Intereses
políticos determinados por la Guerra Fría llevaron a la creación de una fuerte campaña
diplomática de Estados Unidos alrededor del mundo, especialmente en la esfera
latinoamericana. Esta política incluyó el financiamiento y promoción de instituciones
dedicadas a la enseñanza del inglés en nuestro país, además de una intensa difusión de los
valores americanos a través de productos culturales como las películas de Hollywood. La
38
efectividad de estas campañas diplomáticas puede verse en la adopción de elementos
culturales extranjeros, incluyendo la lengua, lo que llevó a la consolidación del inglés como
nueva lengua franca del mundo occidental.
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