La cuestión criminal No. 23

7
Eugenio Raúl Zaffaroni DECANO DE LA PRENSA NACIONAL 23

description

La cuestión criminal No. 23

Transcript of La cuestión criminal No. 23

Page 1: La cuestión criminal No. 23

Eugenio Raúl Zaffaroni

DECANO DE LA PRENSA NACIONAL

23

Page 2: La cuestión criminal No. 23

Dos miércoles / 4 / julio / 2012

52. El resultado: la prisioniza-ción reproductora

El resultado más espectacular delsistema penal es la prisionización,pues desde el siglo XIX la privaciónde libertad es en todo el mundo lacolumna vertebral del sistema depenas. Su gran ventaja es que per-mite una unidad de medida quefacilita el cálculo talional, pero ellímite del talión impide sacar delmedio a los molestos para la policía,que cometen infracciones menores.Para esos se inventaron penas des-proporcionadas con la gravedad dela infracción. La más drástica fue ladeportación en Australia, la Isla delDiablo, Siberia, Ushuaia o algunavez las Islas Galápagos.

La patología política de los USAy su criminología mediática re-vivieron la deportación, aplicandoa los molestos penas de veinticincoaños por delitos ínfimos: apode-ramiento de un guante, posesiónde un grabador robado, tratar decobrar un cheque de 100 dólares,usar una licencia de conducir fal-sa, etc. Se trata de la vieja malavida positivista, pero como nopueden deportarlos ni tampocomatarlos, se los encarcela. Dadoque la mayoría de su poblaciónpenal es afroamericana, se le añadeel factor racista, como sustituto dela tentativa de deportación de losafroamericanos a México en el si-glo XIX. De haberlos aceptado elPresidente Benito Juárez, hoy nohabría tantos afroamericanos pre-sos en Estados Unidos y Méxicohubiese ganado muchos campeo-nes deportivos y la mejor músicanorteamericana. Algo parecido yque me recuerda era también lapena de muerte stalinista por usarun boleto de ferrocarril falso.

En los países ricos las cárcelestienden a convertirse en institu-ciones de tortura blanca (sin pre-

dominio de violencia física) y enlos pobres en campos de concen-tración, con muertes frecuentes(masacre por goteo) y brotes demuertes masivas (motines). La in-tervención penal por desviacionesprimarias genera otras secunda-rias más graves y la reclusión deadolescentes prepara carreras cri-minales. La prisionización inne-cesaria fabrica delincuentes, aligual que la estigmatización deminorías en una clara profecía au-torrealizada (jóvenes con dificul-tades de identidad asumen los ro-les desviados imputados mediá-ticamente, reafirmando los pre-juicios propios del estereotipo).

Las cifras no mienten: EstadosUnidos es el único país con altoingreso per capita que no lograreducir el número de homicidios.Su tasa es casi análoga a la ar-gentina (5,5 por 100.000 habi-tantes) y superior a ésta –pese alas mentiras del demagogo Giu-liani– en New York (8,65) y SanFrancisco (8,10). Estas tasas sonmucho mayores que la de Canadá(1,77 por 100.000), pese a queEstados Unidos tiene un índice deprisionización de casi el 800 por100.000 y Canadá sólo 116. A suvez, Uruguay registra una tasa dehomicidios dolosos de 4,7 por100.000 y Bolivia de 3,7, sin nin-guna inversión astronómica.

El modelo norteamericano hacobrado autonomía y es difícil de-tenerlo, pues generó una poderosaindustria de la seguridad que in-cluso inventó la privatización car-celaria como panacea. Se trata deempresas –casi siempre las mis-mas a nivel mundial– que cons-truyen cárceles premoldeadas quealquilan a los gobiernos, hasta quepasados algunos años –y una vezque los presos las han destruido–las dejan en propiedad de los paí-ses que las compran. Algunos go-

biernos otorgan créditos a eseefecto, con la condición de que lascárceles se encarguen a sus em-presas. Para eso, envían corredores–como cual visitador médico– quevan por el mundo haciendo gala desus bondades y economía. No obs-tante, el costo de la cárcel privadaes muy superior al de las públicas,por lo que en los USA no se hageneralizado esta privatización,que se usa para exportación.

Este juego maléfico lo explicamuy claramente la baronesa Vi-vien Stern en un magnífico libro de2006 titulado precisamenteCreando criminales. Las tasas deuso de la prisión en el mundovarían al infinito: en la cúspide sehallan USA con los casi 800 por100.000 mencionados, seguidapor la Federación Rusa con cercade 600 por 100.000 habitantes.Cabe observar que estos campeo-nes de la prisionización registranen New York la mencionada tasa dehomicidios de 8,65 por 100.000 yMoscú la de 18,38 por 100.000 (latasa total de Rusia es nada menosque de 22,10), lo que revela que notienen mucha eficacia preventiva.

Inversamente, entre los paísesque hacen un uso muy inferior dela prisión se hallan Finlandia con71 por 100.000 (menos de unadécima parte de la tasa nortea-mericana) y una tasa de homicidiode 2,90; Australia con 117 por100.000 habitantes y una tasa dehomicidio de 1,87; Canadá –co m ov i m os – con 116 por 100.000 y unatasa de homicidio de 1,77; y, NuevaZelanda con 118 presos por100.000 habitantes y una tasa dehomicidio de 2,50. La explicaciónconvencional según la cual hay másprisionización porque hay más ho-micidios es falsa. Por el contrario,creeríamos que las altas tasas deprisionización debían haber hechodescender los homicidios y las

Page 3: La cuestión criminal No. 23

miércoles / 4 / julio / 2012 Tre s

bajas tasas los deberían haber su-bido, nada de lo cual ha sucedido.La conclusión es clara: el mayoruso de la prisión no tiene efectopreventivo de los homicidios, ycabe sospechar que tiene un efectoco n t ra r i o.

Igualmente llama la atención laenorme diferencia en las tasas deprisionización de países vecinos:los 800 por 100.000 de USA y los117 de Canadá, los 600 de Rusia ylos 71 de Finlandia. ¿Será porquelos canadienses y los finlandesessueltan a todos los asesinos y vio-ladores seriales? No parece ra-zonable: en cualquier país delmundo los autores de crímenesgraves son prisionizados por largotiempo y a veces por toda la vida.En todo el mundo civilizado –sa lvoU SA– la prisión prolongada reem-plazó a la pena de muerte.

En el otro extremo, en ningúnpaís con gobiernos racionales sepenan infracciones muy menorescon prisión. Desde hace más de unsiglo y medio se conocen los efec-tos deteriorantes de la prisión ypor eso se inventaron la probationy la condenación condicional (enesto nadie ha inventado recien-temente la pólvora ni el agua ti-bia).

En síntesis: en todo país ra-zonable los patibularios se enjau-lan en prisiones y los infractoresmuy menores no. Pero en el medioquedan los molestos y los autoresde infracciones de mediana gra-vedad, a cuyo respecto no hayreglas fijas, o sea, que cada paísdecide qué hacer con ellos. Esaenorme masa da lugar a la decisiónpolítica arbitraria de cada nación.¿Es necesario penar con prisión elhurto, el robo sin violencia en laspersonas o a los vendedores ca-llejeros de productos falsificados?¿Pueden penarse con penas noprivativas de libertad o darles so-

luciones coercitivas reparadoras?Las respuestas son opinables, porlo que cada país tiene el número depresos que políticamente decide.

La criminología mediática im-pulsa una solución tan absurdacomo la del FMI en la economía,pues lleva a un círculo vicioso: másprisionización, más homicidios yasí hasta el estado neostalinista o,en nuestro contexto, hasta que lacárcel se convierte en un campo deconcentración y así hasta los40.000 muertos mexicanos. Laprisión en nuestros países es unainstitución muy deteriorada. EnArgentina el Sistema Penitencia-rio Federal es el que destina másrecursos mensuales por preso(699 dólares) –no así el de algunasprovincias problemáticas–, si-guiéndole Costa Rica (393), Brasil(296) y Uruguay (293), en tantoque Bolivia destina 24 dólares,República Dominicana 31, Nica-ragua 60, Panamá 73, Paraguay 76y Guatemala 99.

En consecuencia, las cárceles es-tán sobrepobladas: en el período2005-2007 por cada 100 plazas decapacidad en Bolivia hubo 207presos, en Brasil 173, en Panamá161 y en Uruguay 145. Estos datosde 2005 pueden verse en el textode Elías Carranza, Cárcel y JusticiaPenal en América Latina: Cómoimplementar el modelo de dere-chos y obligaciones de las Na-ciones Unidas (México, 2010). Porcierto, en aquel texto se dice queen el Ecuador hay un excedentepromedio de 161 presos para ape-nas 100 plazas (no quiero imaginarsi el Ecuador llegase a tener unasobrepoblación carcelaria quebordee las 20.000 almas en cau-tiverio, pues sería un record his-tó r i co) .

Estas condiciones no sólo au-mentan el efecto reproductor cri-minógeno de la prisión, sino que

las frecuentes masacres por goteohacen que la pena de prisión seconvierta en una pena de muertealeatoria, por cualquier delito eincluso por ningún delito. El riesgode victimización homicida suelesuperar 20 veces más que el de lavida libre.

Hemos dicho que hay una penade muerte aleatoria también porningún delito, porque alrededordel 70% de los presos de la regiónno están condenados, sino some-tidos a medidas cautelares (pri-sión preventiva). De esa cifra entreel 20 y el 25% son absueltos osobreseídos, o sea, que se hallaronen prisión por nada y para nada.Las tasas de prisionización lati-noamericanas no varían por laspenas previstas en los códigos pe-nales, sino por las disposicionesprocesales que amplían o limitanla prisión preventiva. La personaque permanece en prisión dos otres años tomará como una bromade mal gusto que se le diga que nose preocupe, porque se trató sólode una medida cautelar.

Por cierto, la expresión medidacautelar –tomada del proceso ci-vil– es un claro eufemismo, quesiempre es una forma de lenguajeencubridor, propio de todo poderpunitivo de modelo inquisitorial.Spee lo hacía notar, sobre todocuando los inquisidores llamabancomo confesión voluntaria a aque-lla que prestaba la mujer despuésde haber sido colgada y desco-yuntada, y no voluntaria sólocuando se aplicaban a través deotras torturas. Los nazis usabantratamiento especial, alejamiento,internación especial, limpieza, so-lución. Nosotros escondemos lapena sin condena como medidaca u te l a r.

Poco importa que al fin la per-sona resulte sobreseída o absuelta,porque socialmente cargará con

Page 4: La cuestión criminal No. 23

Cuatro miércoles / 4 / julio / 2012 miércoles / 4 / julio / 2012 C i n co

un estigma, dado que la crimi-nología mediática publica su de-tención pero no su liberación,cuando no la critica: por algo habrásido, zafó de casualidad, tuvo buenabogado, tuvo suerte, arreglaroncon los jueces, etc. Estas prisio-nizaciones inútiles no son erroresjudiciales sino prácticas corrien-tes. Los errores judiciales son aveces dramáticos (sobre todocuando ya se ejecutó la pena demuerte, como en los USA), pero laprisionización sin causa en formade prisión preventiva no es nin-guna excepción, sino una prácticacorriente, con la que los jueces seprotegen de la criminología me-diática, de los políticos y de suspropias cúpulas, pues se decideconforme al grado de peligrosidadpolítica que experimenta el juez, osea, de peligrosidad judicial, en-tendida como el grado de peligroque una liberación, absolución oexcarcelación puede depararle aljuez.

La prisionización sin causa enfunción de la peligrosidad judicialno ha sido medida, pero en algunasjurisdicciones se estima que entre el20 y 25% de los casos la prisiónpreventiva termina por absolución–en otros países llega incluso a cercadel 80%–. Son casos de verdaderosecuestro estatal con alto riesgo devida. Estos secuestros estatales opresos para nada se seleccionanconforme a estereotipos; la prisiónopera en este caso conforme a lavieja peligrosidad sin delito queproponía la inquisición policial delpositivismo hace un siglo. Al cabodel tiempo, podemos observar quela propuesta del positivismo racistaha sido acogida y la peligrosidad sindelito funciona, sólo que disfrazadade prisión preventiva.

No podemos olvidar que la pe-ligrosidad es un elemento de tododiscurso genocida: en base a los

delitos que algunos cometen –o quese le imputan– se considera quetodos los integrantes del grupo sonpeligrosos y conforme a eso se cons-truye el ellos. Dado que el po-sitivismo racista extendió el peligrodel salvajismo de los neocoloni-zados al de los excluidos en la con-centración urbana, la peligrosidades el mismo elemento discursivogenocidario que cambió de objeto,pues pasó de la colonia a la granciudad de la metrópoli, cuyo objetoson hoy los jóvenes y adolescentesde los barrios precarios.

Para resolver el problema de laprisión por nada, se nos proponeuna condena por nada, tambiéninspirada en el modelo norteame-ricano: se trata de extorsionar alpreso para que negocie con el fiscal yacepte una pena, como forma decondenar a todos sin juicio. Es laplea bargaining o negociación, lla-mada entre nosotros juicio o pro-cedimiento abreviado y en formasmás dramáticas como procedimien-to simplificado.

El preso debe optar entre admitiruna pena o ser juzgado por untribunal que lo condenará a unapena mayor. Si el preso es culpable,esto lo favorece, porque los fiscales,en vez de cargar con el trabajo de iral juicio oral, ofrecen penas bajas;pero si el preso es inocente, lo obligaa recibir una condena por algo queno hizo. Además, muchas veces lademora que implica esperar la au-diencia oral en prisión hace que elpreso opte por una pena igual o unpoco inferior al tiempo que le res-ta .

En los USA menos de un 5% delos casos se juzgan por jurado, puesen el 95% se aplica este expeditivoprocedimiento extorsivo. El juradoque nos venden por TV funcionasólo para personas que pueden pa-gar defensas muy caras y otros po-cos casos excepcionales. En síntesis,

nos proponen cambiar presos sincondena por condenados sin juicio,para que la subcategoría de presospor nada pase a ser la de condenadospor nada.

Dado que no tenemos200.000.000.000 de dólares anua-les, el modelo importado no es viableen nuestra región. Podemos importarla criminología mediática, pero no elmodelo. El resultado será superpo-blar más las cárceles, acercarlas alcampo de concentración, producirmás masacres por goteo y fabricarmás criminales y carreras criminales,en espiral ascendente obviamente.

Cabe señalar que este efecto re-productor o criminógeno de la pri-sión, si bien se intensifica en nuestraregión, responde a característicasque de toda forma son estructuralesde ésta y que no pueden ser eli-minadas del todo, por mucho que unsistema penitenciario sea bien pro-visto, pues la cárcel siempre es unainstitución total con los caracteres yefectos deteriorantes señalados porel interaccionismo simbólico.

En efecto: el preso sufre un procesode regresión a una etapa superada dela vida, lo que hace que la prisiónparezca una escuela de niños bas-

tante complicada. Además, el per-sonal debe controlar a un gran nú-mero de presos, lo que sólo esposible mediante una regimenta-ción interna. Como resultado, todolo que la persona hacía en la vidaconforme a su libertad de adulto,pasa a hacerlo bajo control y en laforma en que se le prescribe: selevanta, come, se higieniza, cena yduerme cuando y como se lo or-denan, es decir que se produce unaregresión a la vida infantil sometidaa las limitaciones que le imponía sugrupo de crianza o la escuela.

Al mismo tiempo, se exime alpreso de las obligaciones del adulto.Más aún: el infractor contra la pro-piedad a veces le pedirá a su com-pañera que le asista con comida,porque percibe su situación comoresultante de un accidente de tra-bajo. Nada de esto estimula la ma-duración de la persona. Parece algotan absurdo como vaciar una pis-cina para enseñar a nadar.

En la vida carcelaria las con-diciones infantilizantes hacen quepequeñeces de la vida libre o enlibertad asuman una trascendenciaincreíble: la comida, insignificantesespacios de privacidad y el consumode algún tóxico y de alcohol, el envíode mensajes, la comunicación conpersonas del exterior del penal, unjabón y los demás objetos de to-cador. Como lo señaló Goffman, elespacio se contamina, la privacidaddesaparece, lo que se llevaba a caboen privado se vuelve público (aun-que en alguna medida esto tambiénestá sucediendo en la sociedad ex-t ra - m u ros) .

El preso no puede disponer de unespacio propio, todo es intervenidoa veces brutalmente por las requisasque en busca de armas o tóxicosarrojan todas sus pertenencias alpiso y obligan a conductas degra-dantes, como mostrar el ano o lavagina. La intervención de segu-

ridad trasciende a las visitas, so-metidas a revisiones que llegan enalgunos casos a tactos vaginales ore cta l es .

La angustia por sus seres que-ridos es un considerable factor deinquietud; poco a poco se incre-mentan sensaciones como la sos-pecha de ser traicionado, que losafectos van desapareciendo, que lovan dejando solo. La vida cotidianareducida a ámbitos pequeños o li-mitados condiciona una sensaciónfóbica a los espacios abiertos a lahora de recuperar la libertad (ago-rafobia), aunque luego se disipa. Sila prisión es prolongada el presopierde la dinámica cultural y tec-nológica externa, sale a un mundoque no es el que conocía, es unRobinson que vuelve a la civili-zación.

Los motines estallan a veces pornimiedades: se apaga un televisor ola luz, se prohíbe la visita ese día o seacorta el horario, se sobredimen-sionó un imprudente comentario dealguna autoridad carcelaria o dejusticia o, simplemente, por nada,salvo por el stress y la tensióncreciente. El acoso que sufren al-gunos niños en las escuelas y que enEstados Unidos provoca homicidiosmúltiples, tiene lugar entre los pre-sos. Con frecuencia los soplones, losprocesados por violación o los queson estigmatizados como tales, soneliminados en los motines o fuera dee l l os .

Una administración carcelaria co-rrupta hace del preso un pequeñonegocio a través del tráfico de ele-mentos prohibidos, en particulartóxicos, práctica que se conoce des-de el siglo XIX. Con mayores nivelesde corrupción puede llegarse al ex-tremo peligro de introducción dearmas de fuego. Las armas blancasno se introducen, sino que las fa-brican los propios presos: son lasfamosas púas, afiladas durante

Page 5: La cuestión criminal No. 23

Seis miércoles / 4 / julio / 2012

horas contra los muros.Parte del negocio del preso son los

privilegios vendidos a presos quepueden pagarlos, y que van desdealojamientos especiales hasta la pro-visión de presos jóvenes para usosexual. A ello se suma el “empeño”del preso, bajo el cual su cuerpo no esmás que una prenda para el cobrosemanal de intereses a cambio del“res p eto ” a su integridad física. Estaes la pequeña industria del preso,porque la gran industria está re-presentada por los fabricantes deprisiones y dispositivos de segu-ridad.

Todos estos elementos demues-tran que la tan mentada ideología“re ” –“re h a b i l i ta c i ó n ”, “reinser -ción”, “reso c i a l i z a c i ó n ”– es muy di-fícil de concebir en los términostradicionales y que la cárcel más bienopera en sentidos contrario, toda vezque la razón principal por la que lereconocemos el papel de máquinafijadora de roles desviados es unacaracterística estructural.

La sociedad carcelaria –como lallama Elías Neuman– tiene su propiajerarquía interna. Los presos asocianal recién llegado a un estereotipoconforme al delito cometido (pesadoo duro, corvinero, estafador –en Ar-gentina se les llama estafetas–, cho-ro, estruchante, etc.) y en razón deéste y de sus características per-sonales se lo vincula a un estamentode esa jerarquía. El preso debe com-portarse respondiendo al rol quedemanda el estereotipo, pues de locontrario provoca las disrupciones(reacciones agresivas) que puedencostarle la vida. Asumiendo ese rol seadapta a la vida carcelaria. Los es-tereotipos se internalizan y se rea-firman con las nuevas y constantesdemandas de rol, con lo que cabeimaginar el poderoso efecto de fija-ción del rol desviado asumido a lolargo de una prisionización de mu-chos años.

Por otra parte, el rol del preso en laprisión a veces es destacado con-forme a los “va l o res ” ca rce l a r i os ,pero a su egreso desaparece. El per-sonaje temido, el duro o corvinero, esen la calle una persona más de lasmiles en quienes nadie repara. Laprisionización puede acabar con to-do proyecto de vida extra-muroscomo límite del deterioro, y con-dicionar incluso hechos violentoscomo forma de suicidio inconscienteo de regreso al mundo en que teníaun rol destacado.

Realmente, es un milagro quecuando el preso egresa no reincida,porque está sometido a un meca-nismo de matricería humana capazde marcarle el rol en forma indeleble.Varias razones hacen que este apa-rato no siempre tenga éxito y que laautopercepción de la persona cam-bie. En principio, el homicida entrelos conocidos no tiende a reincidir,porque su conducta no forma partede una profesión; por lo general es unbuen preso. En otros casos, la ad-quisición de un nivel de instruccióny de alguna habilidad profesional ogrado determina un cambio de au-to p e rce p c i ó n .

También se opera una suerte dejubilación por caída etaria del es-tereotipo, pues en particular en de-litos contra la propiedad –que son lamayoría de la población carcelariamuy seguidos de los tráficos me-nores de drogas–, la vida profesionalactiva conforme al estereotipo esanáloga a la del jugador de futbol odel bailarín, sin contar con que al-gunas actividades son directamenteincompatibles con la avanzada edad:un arrebatador debe ser muy joven,un asaltante armado mucho menos,pero nunca un adulto mayor. Esnatural que el aparato fijador deroles tenga mayor éxito cuando actúasobre los jóvenes y adolescentes,puesto que si bien todos vamossiendo un poco como nos ven los

demás (como decía Mead), lo cierto esque a algunos hace tiempo que nosvienen viendo, lo que no sucede conlos adolescentes.

Cuando se logra crear un este-reotipo de ellos (los malos), el asíidentificado, urgido por asumir unaidentidad que le otorgue prestigio –orespeto por miedo– se asume y actúacomo tal, según el grado de labilidadpersonal: cuanto más necesitado estéde definir su identidad, mayor será ladisposición a aferrarse al rol desviado,incluso a costa de su propia vida, puescarece de otra identidad: es él, el malorespetado, o no es nada. Se trata nadamenos que de profecías autoreali-zadas.

La máxima expresión de esta re-producción la configuran en nuestraregión los adolescentes latinos ex-pulsados de los Estados Unidos comonúcleo originario de las maras cen-troamericanas. La prisionización ma-siva de los mareros en Centroamérica,agrupándolos en diferentes cárcelessegún la mara a que pertenecen, lesrefuerza su pertenencia y su iden-tidad desviada y los impulsa a másactos violentos y suicidas. La cri-minología mediática pretende apa-recer como si aquello resultase de unaelección individual, cuando lo ciertoes que una personalidad lábil lo vi-vencia como la única posibilidad desupervivencia identitaria que la so-ciedad le deja.

Por supuesto que esto no significaque sean inofensivos, sino todo locontrario; no es menester caer enninguna idealización de la crimina-lidad para creer que ellos se limitan entodos los casos a fumar marihuana y ahacer crítica social, sobre todo parareconocer que la reducción del es-pacio social y la acción del poderpunitivo prepara verdaderas bombasde tiempo humanas. Si la gran ma-yoría de los jóvenes y adolescentes delos sectores marginales y excluidos ennuestra región vislumbra otros ca-

Page 6: La cuestión criminal No. 23

miércoles / 4 / julio / 2012 S i ete

minos, es sólo porque la cultura denuestros pueblos aún mantiene cier-tas barreras y, además, porque porsuerte no hay ningún sistema per-fecto de matricería humana, puestoque nada se hace por prevenir losfactores de riesgo que determinan lalabilidad de su personalidad.

El fuerte movimiento a favor de laprisionización masiva de adolescen-tes que cunde por la región expresacomo objetivo manifiesto la preven-ción de la violencia, pero su funciónlatente es la de fabricar criminalesdesde etapas más prematuras. Acabode ver la publicidad política de uncandidato a diputado en Brasil conuna pancarta que decía: Vote Fulano,bajar la minoridad penal. Con la ma-yor sinceridad debo confesar que aveces estoy tentado de pensar que lacriminología psiquiátrica o la fre-nología de Gall llevaban buena partede razón, sólo que aplicada a otrosroles sociales, como al de estos po-liticastros televisivos a los que enlugar del pequeño hueco de la fositaoccipital lombrosiana, bastaría consuaves martilleos para diagnosticarlesoquedad craneana o locura moral.

La reincidencia no es ningunaprueba de inclinación al delito, sinode una personalidad lábil que res-ponde positivamente al condiciona-miento reproductor del propio sis-tema. No es de extrañar que lasideologías “re ” hayan fracasado, loque fue aprovechado en los EstadosUnidos para reemplazar la cárcel detratamiento por la de seguridad.

A esto se suma que el personalpenitenciario queda anómico, pues sele instruye conforme a un discurso“re ” que en la práctica es una misiónimposible, sin contar con que lascárceles deterioradas los someten aconstantes riesgos y condiciones detrabajo muy negativas y estresantes.A su vez, sus cúpulas se sienten entodo momento amenazadas por losmotines y las fugas, pues todo hecho

de esta naturaleza acaba en su re-moción o destitución o renuncia, loque las lleva a extremar la seguridadcomo máximo y a veces único valor,no entendida en el sentido de se-guridad para la vida de los presos ydel personal, sino como seguridad deque no habrá motines ni fugas quelos haga sonrojar o tartamudear antela criminología mediática. Pero esjusto señalar que todo esto dependedel grado de deterioro del sistemaprisional: los hay menos afectadospor el inexorable curso hacia el cam-po de concentración, determinadopor la superpoblación y la carenciade recursos.

Aunque ya nos hemos referido alas agencias políticas, debemos in-sistir en que si bien la respuestavaría, en general su reacción es pa-tética. Es dable constatar –con pro-funda alarma– que se está produ-ciendo un notorio deterioro de losniveles de la política en todo elmundo, con una agenda marcada porla televisión, que se traduce en suabsoluta incapacidad para confron-tar con la criminología mediática y, almismo tiempo, para prevenir la vio-lencia real desde sus raíces e inclusoen sus manifestaciones.

En general, los políticos no sesienten capaces de enfrentar a lacriminología mediática y se limitan aceder ante los reclamos de ésta con laesperanza de hacerle proyectar laimagen de que están controlando aellos, sin darse cuenta de que éstajamás lo hará, pues esa imagen lareserva para cuando haya un go-bierno acorde con los deseos delstablishment de los empresarios me-diáticos, en sintonía con los be-neficiarios del desbaratamiento cri-minal del estado de bienestar y de laconsiguiente contención violenta delos excluidos. La respuesta políticase limita a conceder mayor auto-nomía a las policías, con lo que secoloca en posición de altísima de-

bilidad frente a éstas y a las em-presas mediáticas. También sancio-nan leyes penales, como una res-puesta a través de papeles (leyes), yque proliferan en todo el mundo peroque tampoco tienen ningún efectosobre la criminalidad violenta.

Como hemos dicho y no nos can-samos de reiterar, los criminales vio-lentos, en ningún país del mundo nien ninguna época han sido tratadosde otro modo que con las penas másseveras, salvo cuando operaron concobertura oficial. Esto no cambia conlas novedosas leyes que inventan lospolíticos impulsados por la crimi-nología mediática. Unos años más deprisión a quien cometió asesinatospuede afectar el principio de pro-porcionalidad y producir un dete-rioro irreversible en la persona, peroen absoluto impide que otro haga lom i s m o.

Los criminales violentos no son elproblema que afrontan estas leyes ytampoco el que crean las mayorespenas a ellos, sino que llenan lascárceles con los que no han cometidoningún asesinato e incluso con losque no han hecho nada, con unaaltísima probabilidad de convertir-los en criminales violentos por efectore p ro d u cto r.

En otro orden de cosas, la marañalegislativa creada por las constantesreformas penales lesiona la segu-ridad de todos, pues la ley penalpierde certeza, nadie sabe lo que estáprohibido penalmente, toda ilicitudtiende a volverse ilicitud penal –co -mo el creer que un bonsay valga másque la vida o libertad de un serhumano–, la vieja aspiración a lasleyes claras queda olvidada. El per-manente recurso a la criminalizaciónla banaliza en lugar de jerarqui-z a rl a .

Equipo de trabajo:Romina Zárate, Alejandro Slokar, MatíasBailone y Jorge Vicente Paladines

Page 7: La cuestión criminal No. 23

Eugenio Raúl Zaffaroni

24

PRÓXIMO MIÉRCOLES