La desigualdad depsués del Multiculturalismo de Luis Reygadas

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Karen Molina- Mayaléne Roussel La desigualdad después del (multi)culturalismo – Luis Reygadas El autor empieza con la presentación del debate que lo anima a lo largo del texto: la pregunta ¿A dónde va la antropología?, la cual muchos asistentes la convención de la que habla intentaron responder. Pero el hecho de que los antropólogos tienden a dar repuestas personales (lo qué les gustaría que la antropología sea), científicamente orientadas o responden a la pregunta: ¿De dónde viene la antropología? Haciendo que ninguna repuesta clara fue encontrada. El propósito del texto es la discusión de la trayectoria de la antropología en el marco de las políticas culturales y más claramente, del multiculturalismo, todo eso a través del paradigma de la desigualdad social. El autor, explicando los vínculos entre realidades culturales y procesos económicos, políticos y sociales, quiere cuestionar algunas partes del multiculturalismo. Su marco de análisis es la desigualdad social. El retorno de la desigualdad como problema antropológico En este parte, el autor hace un breve resumen histórico de la desigualdad social en los estudios antropológicos, pero también de su influencia en los asuntos políticos. El tema de la desigualdad social empezó a ser una preocupación importante en los años 70, cuando varios países de América latina empezaron a formar parte de los países con más desigualdades en la repartición del ingreso (México, por ejemplo). Muchos de estos países lograron en reducir la pobreza, pero no las desigualdades. En los estudios antropológicos, predominaba el paradigma marxista, acusando al modo de producción capitalista como responsable de las disparidades. No obstante, el autor ve muchos limites a esas críticas, que expone en esta parte. Primero, el análisis marxista no toma en cuenta los factores culturales en la reproducción de las desigualdades, se concentra más en el factor económico. Segundo, no toma en cuenta las variables étnicas, ni las variables de género, que explican muchos de los fenómenos de subordinación, explotación, exclusión de las etnias y mujeres. En fin, aunque muchas desigualdades vienen del problema de la exclusión, ese último no es tratado, a favor del fenómeno de la explotación. Pero en el fenómeno de la exclusión, no hay ninguna

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Resumen de las páginas 341-364

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Karen Molina- Mayaléne RousselLa desigualdad después del (multi)culturalismo – Luis Reygadas

El autor empieza con la presentación del debate que lo anima a lo largo del texto: la pregunta ¿A dónde va la antropología?, la cual muchos asistentes la convención de la que habla intentaron responder. Pero el hecho de que los antropólogos tienden a dar repuestas personales (lo qué les gustaría que la antropología sea), científicamente orientadas o responden a la pregunta: ¿De dónde viene la antropología? Haciendo que ninguna repuesta clara fue encontrada. El propósito del texto es la discusión de la trayectoria de la antropología en el marco de las políticas culturales y más claramente, del multiculturalismo, todo eso a través del paradigma de la desigualdad social. El autor, explicando los vínculos entre realidades culturales y procesos económicos, políticos y sociales, quiere cuestionar algunas partes del multiculturalismo. Su marco de análisis es la desigualdad social.

El retorno de la desigualdad como problema antropológico

En este parte, el autor hace un breve resumen histórico de la desigualdad social en los estudios antropológicos, pero también de su influencia en los asuntos políticos. El tema de la desigualdad social empezó a ser una preocupación importante en los años 70, cuando varios países de América latina empezaron a formar parte de los países con más desigualdades en la repartición del ingreso (México, por ejemplo). Muchos de estos países lograron en reducir la pobreza, pero no las desigualdades. En los estudios antropológicos, predominaba el paradigma marxista, acusando al modo de producción capitalista como responsable de las disparidades. No obstante, el autor ve muchos limites a esas críticas, que expone en esta parte. Primero, el análisis marxista no toma en cuenta los factores culturales en la reproducción de las desigualdades, se concentra más en el factor económico. Segundo, no toma en cuenta las variables étnicas, ni las variables de género, que explican muchos de los fenómenos de subordinación, explotación, exclusión de las etnias y mujeres. En fin, aunque muchas desigualdades vienen del problema de la exclusión, ese último no es tratado, a favor del fenómeno de la explotación. Pero en el fenómeno de la exclusión, no hay ninguna explotación, lo que el análisis marxista no muestra pero que los análisis englobaron esto en el fenómeno de marginalización, a pesar de que la practica mostró que hay muchas más explicaciones que intervienen en el proceso de exclusión como tal. En los años 80 y 90, los antropólogos empezaron a intentar responder a los límites de los análisis marxistas. Para el autor, eso es debido principalmente al giro cultural, que profundizó las cuestiones étnicas, de género, etc., y de esa manera enriqueció las búsquedas antropológicas. Por lo anterior nacieron transformaciones interesantes en el análisis de las desigualdades, sacando a la luz a nuevos mecanismos microscópicos y diarios que generan desigualdades, y dando importancia al papel del simbolismo. Por otro lado, el tema de la desigualdad social pasó a un segundo plano, en beneficio de temas como la diversidad, la emergencia étnica, las relaciones de género y la pobreza. El neoliberalismo influyó mucho, erradicando discursos relativos a la justicia social y la igualdad. Los gobiernos privilegiaron el crecimiento económico, sin dar importancia al hecho de que a pesar de que el crecimiento económico aumentara y que las desigualdades no se reducían, tal como se vio en Chile con un modelo de desarrollo económico pero sigue siendo uno de los países con más desigualdades en su nivel de ingresos. A Reygadas, y a los antropólogos en general, no estaban a favor de los postulados neoliberales, pero a pesar de eso, las políticas económicas tuvieron una cierta influencia en las agendas académicas: en estas desaparecieron los temas de explotación y desigualdad a favor de los temas democráticos, los derechos humanos, la equidad de género y el multiculturalismo. El autor concluye dibujando los dos procesos mayores en los años 80 y 90 en América Latina. Por una

parte, la transición democrática, y por otra parte, el reconocimiento constitucional de su carácter pluriétnico y multicultural. Sin embargo, eso no logra borrar las desigualdades de ingreso, que incluso iban desarrollándose (véase el coeficiente Gini de desigualdades de ingreso donde el más alto del mundo se encuentra en América latina). Así, para el autor, la desigualdad social es uno de los problemas más importantes de las sociedades latinoamericanas, y sin ninguna duda lo más difícil que combatir, y que debe consistir en un tema prioritario en la reflexión antropológica.

El giro cultural y el estudio de la desigualdad

El autor sigue refiriéndose al giro cultural como fenómeno fundamental porque permitió refutar los enfoques económicos en el tema de la desigualdad, así como utilizar los procesos simbólicos en la comprensión de la desigualdad y de la construcción del estatus. Esto nació de la voluntad de varios autores de tomar en cuenta la dimensión cultural en el análisis de clase, en particular Bourdieu con su noción de hábitos. Eso se desarrolló en los años 80 y 90. Resulta que hoy entendemos mejor que la desigualdad no es únicamente el resultado de la distribución económica, sino también de una construcción política y cultural cotidiana.Por otra parte, el autor no muestra como la desigualdad trajo problemas para el análisis de las desigualdades, de hecho, substituimos el determinismo culturalista al determinismo economista en vez de articularlos. Esto fue un problema también en la estrategia para combatir las desigualdades y por esto el autor expresa la necesidad de vincular ambos para encontrar una síntesis considerando todas las caras de las desigualdades.

El ascenso del multiculturalismo

El autor sigue interesando especialmente en el multiculturalismo y su ascenso en los discursos académicos, pero también en las discusiones públicas del tema. Desde los años 90 hasta hoy, el multiculturalismo tuvo una fuerza considerable. Para el autor, esto se debe a los giros culturales explicados anteriormente, y a la aparición de reivindicaciones étnicas, a la intensificación de las conexiones interculturales debidas a las migraciones, la internacionalización y la globalización en general. Los gobiernos tomaron conciencia del carácter pluricultural del Estado-nación, así como de la defensa del derecho a la diversidad. La mayoría de los antropólogos están de acuerdo sobre los fundamentos del multiculturalismo: las sociedades conocen nuevas configuraciones culturales que se entrecruzan y se ve la necesidad del reconocimiento de las últimas, como el derecho a la diversidad. El multiculturalismo nace del hecho de que la igualdad democrática no es cultural, sino estratificada y excluyente, pues nace del hecho de que hay que poner fin al privilegio de un grupo étnico dominante. A pesar de que esas nuevas posiciones ayudaron en repensar la igualdad y explorar nuevos ámbitos, quedan aspectos que discutir, los cuales el autor va a exponer, respondiendo a las tres preguntas siguientes.

1. ¿Hay que preservar las culturas tradicionales?

En esta parte, la reflexión del autor gira en torno a la cuestión de la preservación de las culturas tradicionales, tales como las culturas indígenas. La idea de que el estado tiene que preservar estas culturas es uniformemente establecida en el entorno de los antropólogos, a causa de la solidaridad de esos mismos, pero varias preguntas nacen de esta aceptación. De hecho, las culturas preservadas por el Estado no consisten realmente en las culturas que existen realmente: primero, se pregunta cual versión de las culturas hay que preservar, como todas las que existen para la humanidad, por ejemplo las sociedades indígenas no son fijadas en el tiempo sino son grupos en un cambio constante. Es gracias a estos mismos

cambios que lograron adaptarse a los cambios tales como las innovaciones tecnológicas, económicas y culturales. Por otra parte, el autor critica el hecho de que a pesar del ideal igualitario, el Estado no debe aventajar una cultura en perjuicio de otras. El derecho a la diferencia crea contradicciones: por un lado se reivindica el respeto y trato equitativo a todas las manifestaciones culturales mientras que el Estado elige preservar a unas en particular. En eso el autor critica las políticas estatales de preservación de las culturas tradicionales, y pide un nuevo sesgo para no exacerbar a los conflictos interétnicos. Luego, el autor trata los procesos de identificación, diciendo que son muy complejos. Un individuo tiene muchos procesos de identificación, y no se debe ignorar a esa complejidad, tomando solo en cuenta la variable étnica. Por ejemplo, grupos étnicos decidieron hacer un uso estratégico de su identidad étnica para lograr recursos y defender más bien sus reivindicaciones, porque es más fácil homogeneizarse. En ese caso, el autor aconseja no olvidar tener cuenta de los particularísimos y las diversidades. El autor termina diciendo que todas culturas y etnias tienen el derecho a reivindicar esa diferencia, e incluso aislarse para lograrla, sin que el Estado interfiera en esta decisión. Pero por otra parte, el Estado tiene que garantizar los derechos humanos y debe interferir si las estrategias de esos grupos los afectan.En síntesis lo más importante es garantizar a los derechos y libertades humanas, a pesar de su cultura, etnia o religión.

2. Diferencia cultural y derecho a la igualdad. ¿Diversos pero explotados?

Luego, el autor trata una cuestión diferente, pero muy vinculada, que es: ¿cómo conciliar diversidad e igualdad?

El derecho a la diferencia es fundamental, no se debe negar la diversidad, pero la igualdad no se debe confundir con el derecho a la equidad y que no se reconozcan las particularidades. Los multiculturalistas piden derechos para las minorías étnicas, porque se quedan a menudo al margen de los beneficios de los programas sociales. Para muchos culturalistas, el error es que los derechos y programas sean universales, mientras que sería mejor si las acciones son destinadas a las minorías étnicas. Para el autor, el problema consiste en que los derechos no son verdaderamente universales, sino benefician solo a un parte de la población. La solución sería lograr que estos derechos sean para todos. El multiculturalismo reivindica una ciudadanía cultural diferencial, en vez de universal. El autor entiende que existe una ciudadanía estratificada con acceso diferencial a los recursos. Pero para él, lo necesario sería programas y derechos universales, que irían más allá de meras acciones revirtiendo las desigualdades acumuladas. Por otra parte, existe un otro problema que es la oposición entre redistribución y reconocimiento. Para él, no se deben oponer estas dos cosas, más bien deberían estar combinadas en defensa de las minorías y la igualdad universal. Cita Selya Benhabib, para quién hay que reparar las iniquidades socioeconómicas en la población con medidas y políticas que reflejen la solidaridad intergrupal y la hibridación cultural. Antes de la existencia del multiculturalismo, la preocupación central era el combate a las desigualdades socioeconómicas sin dar importancia a la diversidad. Después apareció la modificación de esta visión, dando más importancia a la diferencia cultural. Se reconoció la necesidad de conciliar equidad y diversidad, reducir la explotación en un marco de respeto a la diferencia, lo que logra también a una nueva preocupación: la exclusión de los seres humanos.

3. Multiculturalismo y exclusión. ¿Cómo enfrentar la desconexión?

En esta parte se habla de que la desigualdad tiene dos mecanismos principales: la explotación y el acaparamiento de oportunidades. Mediante la primera, una persona o grupo se apropia de la riqueza producida por otros o se queda con una parte más grande de la riqueza generada de manera colectiva. A su vez, el acaparamiento de oportunidades se lleva a cabo mediante procesos de exclusión, para garantizar a

un sector el acceso exclusivo o privilegiado a un determinado recurso. Se dice que el gobierno puede intervenir en ambas por medio de políticas, sin embargo, no está en sus manos evitar las exigencias académicas que se hagan para restringir las oportunidades laborales, por ejemplo.Por otra parte se habla del combate a la exclusión y de saber qué tan eficaces han sido las formulas multiculturalistas, donde se dice que esta ha puesto en evidencia las fronteras étnicas y culturales que separan a los grupos sociales.Después de auge del multiculturalismo, el estudio de la desigualdad no puede ignorar la diferencia cultural: los análisis tienen que tomar en cuenta las consecuencias diferenciadas de los procesos económicos y sociales sobre las minorías étnicas y sobre sobre distintos grupos definidos culturalmente.

4. ¿A dónde va la antropología?

Aquí se considera si desde el debate de la desigualdad se pueden sacar conclusiones de la antropología. En primer lugar considera que parece estar llegando a sus límites el vuelco culturalista que tuvo la antropología durante las últimas décadas. Se señala que Geertz veía el análisis antropológico de la cultura en dos etapas: 1) analizar el sistema de significaciones representadas en los símbolos y 2) referir esos sistemas a los procesos sociales. En segundo lugar se observa un cambio de énfasis, la antropología vive una transición desde el paradigma multiculturalista hacia la explotación de las relaciones interculturales. Po último, la persistencia de la desigualdad en América Latina como el hecho de que los grupos indígenas y negros sean los más afectados por esta desigualdad, hace pensar que la antropología de la región tendría que mirar más allá de los espacios académicos y buscar una mayor incidencia en las dinámicas sociales de la región.

El autor concluye que a su juicio, la antropología debería salir de su pasmo posmoderno, relativista y academicista, para dar lugar a inéditas formas de antropología práctica, más respetuosas de la diversidad, más frescas y plurales en sus enfoques y más horizontales en la relación con sus sujetos de estudio. Pero dique que ahí no señala a dónde va la antropología, sino diciendo hacia donde le gustaría que fuera.