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12 4. ORACIÓN Hacemos oración el canto: Toma mi Vida Nueva Señor, toma mi vida nueva antes de que la espera desgaste años en mi estoy dispuesto a lo que quieras no importa lo que sea tu llámame a servir llévame donde los hombres necesiten tus palabras necesiten mis ganas de vivir donde falte la esperanza donde todo sea triste simplemente por no saber de . Te doy mi corazón sincero para gritar sin miedo lo hermoso que es tu amor Señor, tengo alma misionera condúceme a la erra que tenga sed de voz llévame… y así en marcha iré cantando por pueblo predicando tu grandeza Señor tendré mis brazos sin cansancio tu historia entre mis labios tu fuerza en la oración 1 Para que nuestros pueblos tengan vida plena en Cristo Dimensión Samaritana CUADERNILLO SINODAL 13 La diaconía de Cristo y del cristiano Yo estoy entre ustedes como el que sirve. Lc 24, 27

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4. ORACIÓN

Hacemos oración el canto: Toma mi Vida Nueva

Señor, toma mi vida nueva antes de que la espera desgaste años en mi

estoy dispuesto a lo que quieras no importa lo que sea

tu llámame a servir

llévame donde los hombres necesiten tus palabras

necesiten mis ganas de vivir

donde falte la esperanza donde todo sea triste

simplemente por no saber de ti.

Te doy mi corazón sincero para gritar sin miedo

lo hermoso que es tu amor

Señor, tengo alma misionera condúceme a la tierra que tenga sed de voz

llévame…

y así en marcha iré cantando por pueblo predicando

tu grandeza Señor

tendré mis brazos sin cansancio

tu historia entre mis labios tu fuerza en la oración

1

Para que nuestros pueblos

tengan vida plena en Cristo

Dimensión Samaritana

CUADERNILLO SINODAL 13

La diaconía de Cristo y del cristiano

Yo estoy entre ustedes

como el que sirve.

Lc 24, 27

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PRESENTACIÓN

Estamos ya en el último bloque de temas, en la recta final y, al dar

inicio a este bloque, queremos motivar para que no bajemos el ritmo ni

caigamos en prisas. Tenemos un tiempo escaso pero un interés grande y, por eso, abordamos con intensidad los tres últimos cuadernillos que

nos llevarán a concretar la tarea que tenemos como discípulos en co-

munión que celebran con alegría su fe y que se saben enviados a dar vida con palabras y hechos.

Como recordábamos especialmente en el cuadernillo 6, no somos au-téntica Iglesia de Jesús si no “lavamos los pies”, si no nos acercamos a

quien está a la orilla del camino. Reflexionaremos, por tanto, sobre la

dimensión “samaritana” de nuestra comunidades, parroquias y diócesis;

sobre las actitudes que tenemos de cara al compromiso; sobre los dis-tintos rostros sufrientes de Cristo entre nosotros y cómo, si el Señor se

hace servidor, hemos de hacer lo mismo hoy en nuestra Iglesia Dioce-

sana que quiere seguir siendo, compañera de camino de los más po-bres, al cumplir sus primeros 50 años.

1. ENCRUCIJADA

(Mirar la realidad)

1- Se encuentran dos hermanos de la Iglesia y se preguntan mutuamente en

qué grupo trabajarán el presente año: Don Chon dice: Yo creo que hoy me comprometeré a trabajar en algunas de las acciones sociales que tiene la Iglesia ya que este camino sinodal ha despertado en mí el deseo de servir. Margarito responde: Yo en esa vaina no me meto porque hay cosas más espirituales y que, de seguro, le agradan más al Señor que estar aten-diendo a un montón de personas que no quieren trabajar.

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ciles, eligiéndolos para compartir horas, semanas o años de nuestra vida, y buscando, desde ellos, la transformación de su situación. No podemos olvidar que el mismo Jesús lo propuso con su modo de actuar y con sus palabras: “Cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos” (Lc 14, 13).

3. EN CAMINO

(Actuar: Nuestras Propuestas)

Hoy es buen momento para reflexionar en las aspectos que nos ayudan a ser discípulos samaritanos. Nuestras propuestas han de estar orientadas a edu-car las actitudes que tenemos para ser “diáconos”, servidores que crean fraternidad y que incluyen solidariamente a todos los pobres, marginados y excluidos. Nos centramos en las actitudes y en los criterios que deben regir nuestra tarea y en el próximo cuadernillo nos fijaremos en los rostros su-frientes que nos rodean y en las acciones y proyectos más urgentes que hemos de emprender. La catequesis, la oración, la predicación ¿recuerdan adecuadamente que Jesús “siendo rico se hizo pobre por nosotros para enriquecernos con su po-breza”?

¿ Cómo promover en todas los cristianos un estilo de vida sencillo, alegre, generoso, cercano a todos? ¿Cómo fomentar la relación entre las comunidades parroquiales sobre todo cuando son muy desiguales en recursos económicos, en concocimientos? ¿Cómo ser más conscientes de las exigencias de la justicia y de lo que genera exclusión entre nosotros? ¿Cómo revisar nuestra aportación a los bienes de la comunidad? ¿Cómo edu-car la responsabilidad de cada cristiano en el sostenimiento de los bienes co-munes y en el servicio a la justicia?

¿Cómo articular en cada parroquia y comunidad el Consejo de Asuntos Eco-nómicos que elabore presupuestos, informe transparentemente de los bienes y de su utilización? ¿Cómo ayudar para que obispos, presbíteros, diáconos, seminaristas se for-men y vivan con alegría y sencillez y sean ejemplo para todos en el uso de los bienes?

¿ Cómo conocer y participar más activamente en la acción social de la Iglesia?

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no he deseado ni plata ni oro ni los bienes de nadie Ustedes saben que con mis propias manos he atendido a mis necesidades y a las de mis compañeros De todas las maneras posibles, les he mostrado que así, trabajando duramente, se debe ayudar a los débiles, y que es preciso recordar las palabras del Señor Jesús: “La felicidad está más en dar que en recibir”». Hch 20 , 17-35

Y Escuchemos al Vaticano II hacerse eco de esta exhortación del Apóstol:

… Es necesario, con todo, que los presbíteros examinen a la luz de la fe todo lo que se les presenta, para usar de los bienes según la voluntad de Dios y dar de mano a todo cuanto obstaculiza su misión. Pues los sacerdotes, ya que el Señor es su "porción y herencia", deben usar los bienes temporales tan sólo para los fines a los que pueden lícitamente desti-narlos, según la doctrina de Cristo Señor y la ordenación de la Iglesia…

Por ello los sacerdotes, teniendo el corazón despegado de las riquezas, han de evitar siempre toda clase de ambición y abstenerse cuidadosamente de toda especie de comercio. Guiados, pues, por el Espíritu del Señor, que ungió al Salvador y lo envió a evangelizar a los pobres, los presbíteros, y lo mismo los obispos, mucho más que los restantes discípulos de Cristo, eviten todo cuanto pueda alejar de al-guna forma a los pobres, desterrando de sus cosas toda clase de vanidad. Dispongan su morada de forma que a nadie esté cerrada, y que nadie, incluso el más pobre, recele frecuentarla. (Presbyterorum Ordinis, 17)

9.- Eviten toda actitud paternalista. DA 397 La diaconía solidaria supone una mirada de fe sobre cada persona y sobre nosotros mismos que nos lleva a reconocer la dignidad de cada uno y a cons-truir fraternidad. El paternalismo olvida la dignidad del otro. Lo considera inferior e incapaz de transformar su situación. El paternalista no comparte dignidad. En el extremo contrario se sitúa el servilismo que olvida la propia dignidad y que mendiga reconocimiento de quienes da algo. No comparte igualdad por-que se siente inferior. Uno y otro valoran más las cosas que dan que la persona. Frente a paternalis-mo y servilismo nos sigue recomendando Aparecida:

Se nos pide dedicar tiempo a los pobres, prestarles una amable aten-ción, escucharlos con interés, acompañarlos en los momentos más difí-

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2- Cuatro jóvenes de colegio y que están en distintos grupos juveniles se en-cuentran y comienzan a presumir sobre sus párrocos y dicen: Antonio: Mi párroco es bien fresa, vieras el maquinón de carro que an-da y es super tecnológico . Anda a lo último porque en mi parroquia si cae bastante dinero. Lucio: ¡N´hombre! Mi párroco es medio anticuado no se ha moderniza-do tanto pero vieras que gallo es para conseguir ayudas: se arman unas filas enormes en la parroquia todos los días y siempre da algo a todos aunque sea unas fichitas pero se van contentos. Alicia: Mi Párroco es diferente él no se mete a tanto rollo. Su rollo es más en la onda espiritual . Se echa unas prédicas y oraciones que hasta como tres horas dura cada misa. Ahí nos sentimos que estamos ya cer-quita del cielo. Edith: Pos yo creo que al mío le ha de pasar algo porque anda en bus, quiere organizar en la parroquia algo que va con una palabra rara que dice la solidaridad entre los hermanos y en sus misas, sus homilías son sencillas y nos cuestiona sobre lo que tenemos y hacemos con nuestra vida y nuestros bienes.

3- Pancho le dice a Juan: Ustedes los católicos tienen pisto; tienen unas gran-

des iglesias, colegios y casas. Deberían de venderlas y darlo a los que necesitan. No es como en mi iglesia que el pastor apenas tiene algunas cositas sencillas y humildes. Pero Juan le responde: lo poco o mucho que tiene tu pastor ¿a nom-bre de quién lo tiene? Y él ¿a quién se lo heredará? Las “riquezas” que tenemos están al servicio de la comunidad y nuestro mayor tesoro son los pobres a quienes servimos.

¿Conocemos situaciones semejantes? ¿Hemos comentado u oído comenta-rios sobre el estilo de vida de los obispos, de los párrocos, de los agentes de pastoral? Procuremos no dedicar más de diez minutos a estos comentarios.

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2. BRÚJULA Y MAPA (Juzgar:

Conocer la enseñanza de la Iglesia)

1.- Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su

categoría de Dios” Flp 2,6 La Carta de San Pablo a los Filipenses nos habla del rebajamiento o anonada-miento de Cristo por amor a los hombres, manifestando así, de palabra y con su vida, que él no vino a ser servido, a aprovecharse de su condición, a sentir-se superior y gozar de un trato especial. Él continuamente nos recuerda que está en medio de nosotros como el que sirve. Lc 24,27; como uno más de nosotros, pero con una actitud de disponibi-lidad y de entrega, recordándonos que un verdadero amor es el que está dis-puesto a dar la vida. Y él hizo de su vida una entrega.

2.- La diaconía de Cristo La palabra diácono (del griego διακονος, diakonos, y luego del latín diaconus, «servidor») designa a quien realiza una tarea en la casa, en la atención a la mesa, en el cuidado de las necesidades de los otros. Nosotros llamamos “trabajadora” a quien en el griego antiguo llamarían “diaconisa”. Por eso, hemos de recuperar el asombro al oír hablar de la “diaconía de Cristo” y de que es el “servidor” por excelencia. Muchos pasajes del Nuevo Testamento resaltan este ser de Jesús por nosotros. Miramos a la cruz y, haciendo una analogía, entendemos que un verdadero amor a Dios (el palo vertical), tiene que estar unido con el amor a los hermanos (palo horizontal). Miraremos la cruz el ya próximo Viernes Santo después de hacer memoria, el Jueves, de cómo Jesús en la última cena pregunta a sus discípulos: ¿entienden esto que acabo de hacer? Si yo, a quien llaman Maestro y Señor, les he lavado los pies ustedes también deben hacer lo mismo. Jn. 13, 12-14

3.- La diaconía del cristiano Cristo nos ha enseñado, con todo su vivir y no solo con sus palabras, que un verdadero amor es el que se realiza en el servicio. Un verdadero discípulo de Cristo ha de estar continuamente buscando hacerse un servidor y ,entre más sirve a los que menos tienen y a los marginados por la sociedad, es cuando más cumple con el mandato de Cristo, más se identifica con el Señor.

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Todos los bienes de la Iglesia no están, ni deben de estar, a nombre de ninguna persona particular, sacerdote, religiosa o laico. Todo debe de estar a nombre de la Iglesia Católica, aunque administrado por quien tenga responsabilidad sobre esos bienes, que, como bienes de la Iglesia, están al servicio de la misión y de la dignidad de las perso-nas.

En nuestra diócesis no tenemos muchos tesoros culturales o históricos pero los que hay son patrimonio de la comunidad y del conjunto del pueblo por lo que tenemos la tarea de cuidarlos y respetarlos.

Son muchas, gracias a Dios, las cosas, las instituciones, los proyectos y programas que están al servicio de los pobres en nuestra Iglesia Dioce-sana y en el conjunto de la Iglesia, aunque no todos las miran o no las quieran mirar. A ellos hay que responderles como el diácono Lorenzo respondió en su tiempo al prefecto de la ciudad de Roma, cuando le pidió que le entregara todas las riquezas de la Iglesia:

El diácono Lorenzo se presentó con todos los que de alguna manera estaban desamparados por la sociedad de Roma, como ancianos, tullidos, enfermos, huérfanos etc., y le dijo “estos son los tesoros de la Iglesia de Roma”, Lorenzo pagó con su vida, ya que al gobernador de Roma le pareció una burla hacia el emperador Valeriano y ordenó su martirio.

A los que hoy reclaman los bienes de la Iglesia hay que responderles como Lorenzo. No debe preocuparnos mucho que lo entiendan como el funcionario del emperador pero sí debemos ocuparnos de que nues-tra respuesta refleje auténticamente la práctica de compromiso con la dignidad de cada persona de todas nuestras comunidades y obras.

9.- Los bienes de los ministros ordenados y de los religiosos.

Un bello texto del libro de los Hechos recuerda el ejemplo de Pablo e invita a los presbíteros a ser ejemplo en la comunidad:

Desde Mileto, mandó llamar a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso. Cuando estos llegaron, Pablo les dijo: «Ya saben cómo me he compor-tado siempre con ustedes desde el primer día... Velen, entonces, y re-cuerden que durante tres años, de noche y de día, no he cesado de aconsejar con lágrimas a cada uno de ustedes. Ahora los encomiendo al Señor y a la Palabra de su gracia, que tiene poder para construir el edificio y darles la parte de la herencia que les corresponde, con todos los que han sido santificados. En cuanto a mí,

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bien común, y en « la entrega por el bien del prójimo, que está dispues-to a "perderse", en sentido evangélico, por el otro en lugar de explotar-lo, y a "servirlo" en lugar de oprimirlo para el propio provecho (cf. Mt 10,40-42; 20, 25; Mc 10,42-45; Lc 22,25-27) ».” CDS 193

8.-Solidaridad y los bienes de la Iglesia

La caridad, que se expresa en la actitud de servicio y está reflejada en la soli-daridad con los más pobres, marginados y excluidos, tiene urgentemente que pasar de su dimensión afectiva a una dimensión más efectiva que responda a nuestra vocación de cristianos. También nos lo recuerda el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia.

El amor de la Iglesia por los pobres se inspira en el Evangelio de las bienaven-turanzas, en la pobreza de Jesús y en su atención por los pobres. Este amor se refiere a la pobreza material y también a las numerosas formas de pobreza cultural y religiosa… aun cuando la práctica de la caridad no se reduce a la limosna, sino que implica la atención a la dimensión social y política del pro-blema de la pobreza. Sobre esta relación entre caridad y justicia retorna cons-tantemente la enseñanza de la Iglesia: « Cuando damos a los pobres las cosas indispensables no les hacemos liberalidades personales, sino que les devolve-mos lo que es suyo. Más que realizar un acto de caridad, lo que hacemos es cumplir un deber de justicia ». Los Padres Conciliares recomiendan con fuerza que se cumpla este deber « para no dar como ayuda de caridad lo que ya se debe por razón de justicia ». El amor por los pobres es ciertamente « incompa-tible con el amor desordenado de las riquezas o su uso egoísta » St 5,1-6. CDS 184

Para hacer efectivos estos criterios, no solo en las actitudes de cada uno sino, también, en la práctica de nuestras parroquias, comunidades, movimientos…recordamos las orientaciones que ya tenemos y preparamos propuestas para profundizar en esa opción:

Los bienes de la Iglesia son bienes compartidos entre todos. Son fruto de la generosidad de todos y cada uno. Hemos recibido y seguimos recibiendo bienes de otras Iglesias: de diócesis de Alemania, de Espa-ña, de los Estados Unidos, de Canadá… Agradecemos todos estos do-nes pero, al mismo tiempo, hemos de revisar nuestros modos de sos-tener la vida de la Diócesis. Podemos y debemos hacernos responsa-bles de todas las necesidades de la Iglesia Diocesana y ayudar a otras diócesis. No somos una diócesis sin recursos , sí somos una diócesis con injustas desigualdades.

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Nos lo recuerda Aparecida:

En el seguimiento de Jesucristo, aprendemos y practicamos las biena-venturanzas del Reino, el estilo de vida del mismo Jesucristo: su amor y obediencia filial al Padre, su compasión entrañable ante el dolor hu-mano, su cercanía a los pobres y a los pequeños, su fidelidad a la mi-sión encomendada, su amor servicial hasta el don de su vida. Hoy con-templamos a Jesucristo tal como nos lo transmiten los Evangelios para conocer lo que Él hizo y para discernir lo que nosotros debemos hacer en las actuales circunstancias. DA139

Y el testimonio de Madre Teresa de Calcuta:

El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz

O el de San Vicente de Paúl:

Dios ama a los pobres y, por consiguiente, a quienes aman a los pobres

4.- La diaconía como un estilo de vida

Ser “ diácono”, es una gran responsabilidad que demanda que la persona, el discípulo, tenga conciencia y disposición de ser servidor, ser testigo de la fe en medio de un mundo que busca la comodidad. Hacer “caridad” sin com-prometernos, sin darnos, no es caridad. Ser diácono significa, además, bus-car, a través del servicio desinteresado, provocar los cambios de aquellas es-tructuras que provocan injusticias y marginación.

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Un estilo de vida que San Vicente propone a las Hijas de la Caridad y que ca-da uno hemos de recordar constantemente:

“… La calle será hostil, las escaleras empinadas y pobres, a veces ingra-tas…Tú verás pronto que la caridad es pesada, mucho más que la taza de sopa y la canasta de pan. Pero tú debes guardar tu dulzura y tu son-risa. No es suficiente dar el caldo y el pan, esto también los ricos pueden hacerlo, tú eres la pequeña sierva de los pobres. Ellos son tus maes-tros… maestros terriblemente exigentes, como tú verás. Entonces, mientras más flojos y sucios, más serán injustos y groseros y tú tendrás que darles más tu amor. Es tan sólo por tu amor, y sólo por él que los pobres te van a perdonar el pan que tú les das…”

5.- La diaconía y la justicia

Recordando al Beato Juan Pablo II:

No habrá paz en la tierra mientras perduren las opresiones de los pue-blos, las injusticias y los desequilibrios económicos que todavía existen

Y, de nuevo, Aparecida:

La misericordia siempre será necesaria, pero no debe contribuir a crear círculos viciosos que sean funcionales a un sistema económico inicuo. Se requiere que las obras de misericordia estén acompañas por la bús-queda de una verdadera justicia social, que vaya elevando el nivel de vida de los ciudadanos, promoviéndolos como sujetos de su propio desarrollo. DA 385

Esta sigue siendo una tarea, un servicio , de cada uno de nosotros como cris-tianos: estar en medio de este mundo con los criterios evangélicos que trans-forman ese mundo, que crean una cultura de compromiso con la dignidad de cada persona y de solidaridad con todos .

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6.- Diaconía y uso de los bienes.

La opción por el Reino de Dios a la que nos invita Jesús es, al mismo tiempo, invitación a no andar agobiados por el tener, por atesorar: Mt 19, 21; Mc 10, 21; Lc 12, 33; 18, 22. Es una llamada dirigida a todos los cristianos en lo que se refiere al espíritu de pobreza; es una invitación a compartir no solo los bienes sino la sabiduría de servirnos de ellos para crear una cultura en la que la gente, y no el dinero, sea lo primero. Una cultura bajo el signo de la solida-ridad, del respeto y del amor. Esa sabiduría del pobre vale para todos y cada uno necesitamos discernir cómo ponerla en práctica.

Desde esa sabiduría, la enseñanza social de la Iglesia exhorta a reco-nocer la función social de cualquier forma de posesión privada, en clara referencia a las exigencias imprescindibles del bien común. El hombre « no debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el senti-do de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás ». El destino universal de los bienes comporta vínculos sobre su uso por parte de los legítimos propietarios…CDS 178

7.- Diaconía y solidaridad La actitud de servicio que la diaconía de Cristo nos ha enseñado debe de ser y manifestarse en acciones concretas. La enseñanza constante de la Iglesia la encontramos recogida en el Compendio de Doctrina Social en el que leemos:

“La solidaridad debe captarse, ante todo, en su valor de principio social ordenador de las instituciones, según el cual las « estructuras de peca-do », que dominan las relaciones entre las personas y los pueblos, de-ben ser superadas y transformadas en estructuras de solidaridad, me-diante la creación o la oportuna modificación de leyes, reglas de mer-cado, ordenamientos.

La solidaridad es también una verdadera y propia virtud moral, no « un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de em-peñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos ». La solidaridad se eleva al rango de virtud social fundamental, ya que se coloca en la dimensión de la justicia, virtud orientada por excelencia al