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    Enrique SANMIGUELPREZUniversidad Rey Juan Carlos [email protected]

    Recibido: Febrero de 2006

    Aprobado: Mayo de 2006

    Resumen: El perodo histrico que, sobretodo en Europa, se inicia con la finaliza-cin de la II Guerra Mundial puede con

    toda justicia denominarse la Era de laDemocracia Cristiana: los democristianosacceden a las tareas de gobierno en todoslos Estados democrticos del continente,con la sola excepcin de Gran Bretaa. Elideario democristiano se form y se con-solid sobre la conciencia del carcterpermanente del incruento combate demo-crtico, y de la permanente necesidad deactualizacin y renovacin del civilizadormensaje intemporal del Estado deDerecho. El autor brinda un amplio pano-rama del desempeo de la DemocraciaCristina durante este perodo, que finalizaen 1969 cuando por primera vez en dosdecenios la DC abandona las tareas degobierno en la Repblica Federal de

    Alemania.Palabras clave: Democracia Cristiana.Humanismo. Cultura. Posguerra. Europa.

    Abstract: The historical period that,mostly in Europe, is initiated with theending of the II World War, can perfectly

    be called, with justice, the Era ofChristian Democracy: the Christiandemocrats gain positions in governmenttasks in all the democratic States of thecontinent, with the exception of GreatBritain. The Christian-democratic ideolo-gy was formed and consolidated on theconscience of the permanent character ofthe bloodless democratic battle, and onthe permanent need of updating andrenewing of the civilizing timeless mes-sage of Rule of Law. The author offers anextensive panorama of the performance ofthe Christian Democracy during this peri-od that finalizes in 1969 when, for thefirst time in two decades, the DC aban-dons the tasks of government in theFederal Republic of Germany.Key-words: Christian Democracy.Humanism. Culture. Postwar. Europe.

    LA EDAD DE PLATA

    DE LA DEMOCRACIA CRISTIANA

    149 COLECCIN, Nro. 17, 2006, pp. 149-164

    ISSN 0328-7998

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    n 1991, y con motivo del centenario de la Rerum Novarum, el PapaJuan Pablo II public una nueva carta encclica de contenido

    social, la Centesimus Annus, en donde procedia realizar no sloun examen de la perdurable actualidad de la Doctrina Social de la Iglesia,sino que aportun muy personal balance histrico de la Europa de laposguerra. Ese balance constituye una extraordinaria sntesis de los gran-des logros de las restablecidas democracias que, a partir de 1945,emprendieron la aventura de reconstruir el Estado de Derecho:

    En algunos pases y bajo ciertos aspectos, despus de las destruc-ciones de la guerra, se asiste a un esfuerzo positivo por reconstruiruna sociedad democrtica inspirada en la justicia social, que priva alcomunismo de su potencial revolucionario, constituido por muche-dumbres explotadas y oprimidas. Estas iniciativas tratan, en general,de mantener los mecanismos de libre mercado, asegurando, mediantela estabilidad monetaria y la seguridad de las relaciones sociales, lascondiciones para un crecimiento econmico estable y sano... Almismo tiempo, se trata de evitar que los mecanismos de mercado seanel nico punto de referencia de la vida social y tienden a someterlos a

    un control pblico que haga valer el principio del destino comn delos bienes de la tierra. Una cierta abundancia de ofertas de trabajo, unslido sistema de seguridad social y de capacitacin profesional, lalibertad de asociacin y la accin incisiva del sindicato, la previsinsocial en caso de desempleo, los instrumentos de participacin demo-crtica en la vida social, dentro de este contexto deberan preservar eltrabajo de la condicin de mercancay garantizar la posibilidad derealizarlo dignamente (Juan Pablo II 1991:28-29).

    Juan Pablo II enumeraba un conjunto de tareas verdaderamentegigantesco. Pero no desde el voluntarismo o el deber ser. Porque exista,existe an, una memoria inequvoca de un tiempo en el que la actividadpoltica mostren toda su grandeza la interminable aventura del trabajopor el bien comn.

    Existe un perodo de la historia que, sobre todo en Europa, puede contoda justicia denominarse la Era de la Democracia Cristiana. Se extiende

    a lo largo de un cuarto de siglo, el que transcurre entre 1945, en que la IIGuerra Mundial finaliza, y los democristianos acceden a las tareas de

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    gobierno en todos los Estados democrticos del continente, con la solaexcepcin de Gran Bretaa. Y finaliza en 1969, cuando por primera vezen dos decenios abandonan las tareas de gobierno en la RepblicaFederal de Alemania despus de, eso s, triunfar por sexta vez consecuti-va en unas elecciones legislativas, y aproximarse a escasos ocho escaosde la mayora absoluta.

    En el mismo perodo, la Democracia Cristiana se impuso, adems entodas las elecciones legislativas celebradas en Italia, gobernininterrum-pidamente en Francia entre 1944 y 1958, y continuen los gobiernos dela V Repblica hasta 1962, en Austria entre 1945 y 1970, y fue hegem-nica en los Pases Bajos, Blgica y Luxemburgo. Se consolidcomo unopcin popular y de masas, y al mismo tiempo como una opcin caracte-rizada por su eficacia en las tareas de gobierno, la cualificacin de susequipos, la capacidad de liderazgo y de interlocucin en el plano internoe internacional, y la firmeza en el combate contra un totalitarismo cuyostanques habran de amenazar a la Europa libre durante casi medio siglo.

    Considerados en su conjunto, los resultados electorales de los social-cristianos conformaron la serie sucesiva de xitos ms amplia, en el espa-cio y en el tiempo, de la contempornea historia democrtica. En Italia,

    tras la espectacular victoria de 1948, el respaldo electoral de la DC des-cendien 1953 bruscamente, del 48.5% al 40.1%, un respaldo casi sufi-ciente como para duplicar al PCI (22.6%) y multiplicar por cuatro al PSI(12.7%). Entre 1958 y 1979, los votantes de la DC oscilaron entre el42.4% de 1958 y el 38.3% de 1963 y 1979. La diferencia con el PCIsuperholgadamente los diez puntos, excepto en 1976 (38.7% contra34.4%) y 1979 (38.3% contra 30.4%) La DC no abandonnunca las res-ponsabilidades de gobierno durante este perodo, en el que se sucedieron

    Pella, Fanfani, Scelba, Segni, Zoli, de nuevo Fanfani, de nuevo Segni,Tambroni-Armaroli, otra vez Fanfani y Leone entre 1953 y 1963. Elgobierno largode Aldo Moro, entre 1963 y 1968, liderun perodo deestabilidad institucional sin precedentes desde el gran Alcide de Gasperi.

    Los resultados de Blgica se abonaron a un escenario similar. A par-tir de 1946 no es que los social-cristianos se impusieran siempre en laselecciones, sino que los socialistas slo se acercaron a menos de trespuntos de la victoria en 1954 (41.1% contra 38.5%) y en 1971

    (30.0% contra 27.3%). En 1950 y 1958, el resultado de los socialcris-tianos superampliamente el 47 y el 46% respectivamente. En 1976

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    todava se aproximaba al 36%. Slo en 1954, a pesar de ganar holga-damente las elecciones, una coalicin de socialistas y liberales apartalos socialcristianos del gobierno hasta que, en 1958, su 46.5% aventa-

    j en casi diez puntos al 37% de los socialistas, y casi en treinta ycinco al 12% de los liberales. Obtener semejantes resultados, frente alderes socialistas tan extraordinarios como Paul-Henri Spaak, encierraun mrito extraordinario.

    De esta forma, y con excepcin de los efmeros gabinetes de socialistasen solitario, o de socialistas, comunistas y liberales que, durante un ao,apartaron de las tareas de gobierno a los social-cristianos hegemnicos, laDemocracia Cristiana habra de participar ininterrumpidamente en todoslos gobiernos formados entre 1947 y 1977. Las figuras de GastonEyskens, primer ministro entre 1949 y 1950, 1958 y 1961, y 1968 y1973, de Paul Van Zeeland, ministro de Asuntos Exteriores entre 1949 y1954, y de Pierre Charles Harmel, que habra de desempear la mismacartera entre 1966 y 1973, testimonian la fortaleza del proyecto social-cristiano en una de las ms slidas democracias de la Europa posterior ala II Guerra Mundial.

    En los Pases Bajos, tras perder las elecciones de 1952 frente a los

    socialistas por tres dcimas (29.0% contra 28.7%), y las de 1956 por unpunto (32.7% contra 31.7%), los populares del KVP se impusieron en laselecciones celebradas en 1959, 1963 y 1967, y con mrgenes cada vezms amplios, hasta ceder la hegemona electoral en 1971.

    El recuerdo de primeros ministros como Louis Jozef Mara Bell, en elcargo entre 1946 y 1948, y entre 1958 y 1959, y de Jan Eduard de Quay,que asumira la responsabilidad entre 1959 y de 1963, y de VictorGrard Marie Marijnen y Jo Cals, quienes se sucedieron entre 1963 y

    1966, se une al de ministros de Asuntos Exteriores tan emblemticoscomo Joseph Luns, ininterrumpidamente en el cargo entre 1956 y 1971,despus secretario general de la Alianza Atlntica.

    En Luxemburgo, el primer ministro social-cristiano Pierre Dupong erasucedido en 1953, tras diecisis aos de ejercicio ininterrumpido, por

    Joseph Bech, ministro de Asuntos Exteriores entre 1926 y 1959, desem-peo conjunto con el de primer ministro entre 1953 y 1958. A partir de1959, y hasta 1974, la responsabilidad la desempeara Pierre Werner,

    padre del Sistema Monetario Europeo, ministro tambin de AsuntosExteriores entre 1964 y 1967.

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    En Alemania, la hegemona electoral no se quebrhasta 1972, cuandola CDU-CSU fue derrotada por vez primera en casi un cuarto de siglo porlos socialdemcratas. La serie de victorias sucesivas a las primeras elec-ciones federales habra de deparar resultados extraordinarios, sin prece-dentes ni consecuentes histricos por su contundencia, por su nitidez,por su carcter masivo. Traducido a escaos en el Bundestag, los porcen-tajes se incrementan a un 54.3% en 1957, un 48.5% en 1961, un 49.4en 1965, un 48.8% en 1969, un 45.4 en 1972, y un 49.0% en 1976. Ensu conjunto, y considerando una trayectoria de casi tres decenios, son losmejores resultados electorales de la historia continental.

    En Austria, en los ltimos das de abril de 1945 el veterano socialde-mcrata Karl Renner se convirtien jefe de gobierno provisional y, poste-riormente, en presidente de la Repblica, dignidad que habra de ocuparhasta su muerte, en las ltimas horas del ao 1950. El 20 de diciembre de1945 fue sucedido en la cancillera por Leopold Figl, a su vez reemplaza-do en 1953 por Julius Raab, ste por Alfons Gorbach en 1961 y, finalmen-te, Josef Klaus sucedia Gorbach el 2 de abril de 1964, no abandonandolas tareas de gobierno hasta la victoria del SPde Bruno Kreisky en lashistricas elecciones legislativas de 1970. La VP se convirti, durante un

    cuarto de siglo que contemplla emergencia de la nueva Austria republi-cana, federal y neutral, en la clave de bveda del sistema poltico.

    Incluso en Francia, tras el abrupto descenso electoral padecido por elMRP en 1951, cuando su voto se hundidesde el 26.3% de noviembrede 1946 al 12.5%, como consecuencia de la irrupcin electoral delgau-llismo, la presencia electoral democristiana habra de permanecer cons-tante durante ms de veinte aos, sobreviviendo al trnsito de la IV a la VRepblica. El MRP descendilevemente al 11.1% en 1956, se recuper

    en 1958, alcanzando el 11.7%, y sobrevivi al vendaval electoral de1962, cuando por primera vez desde las elecciones de 1945 una fuerzapoltica, lagaullista UNR, superel 30% del respaldo electoral, reducien-do al MRP a un 9.1%. Disuelto el partido de Bidault y Schuman, losdemocristianos se agruparon en torno al Centro Democrtico lideradopor Jean Lecanuet, y su apoyo en las elecciones legislativas de 1967 seincrementhasta el 12.6% el mejor resultado desde 1946, manteniendoun 10.3% en 1968.

    El ideario democristiano se formy se consolidsobre la concienciadel carcter permanente del incruento combate democrtico, y de la per-

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    manente necesidad de actualizacin y renovacin del civilizador mensajeintemporal del Estado de Derecho. Los cursos de formacin en los queparticipaba Giorgio La Pira deparaban, al final de este brillante cuarto desiglo, en 1970, el testimonio de la necesidad de implantar en el mundolos valores cristianos, y hacerlo de manera concreta, tomando a cada serhumano como un receptor nico e irrepetible del mensaje, como premisanecesaria de la reafirmacin del compromiso con la cultura democrtica.Eran cursos que pretendan dedicar una atencin especial a los ms jve-nes, los mismos que comenzaban a separarse de la propuesta democris-tiana, como una figura tan sensible y experimentada como Giorgio LaPira comenzaba ya a advertir.1

    Pero la hegemona democristiana, en un contexto democrtico y plu-ralista, habra de levantarse sobre la riqusima presencia de una culturahumanista cristiana, crtica, reflexiva desde el anlisis, no complacientecon las formas institucionales, pero siempre positiva y propositiva, que seencuentra en el substrato de identidad de movimientos cinematogrficostan relevantes como el neorrealismo italiano, y emerge de pelculas comoRoma, ciudad abierta (1945), o Strmboli, tierra de Dios (1949), de RobertoRossellini, pero tambin de Ladrn de bicicletas (1947) o Milagro en Miln

    (1950), de Vittorio de Sica. Pero tambin del Diario de un cura rural(1952), de Robert Bresson. Y de Dilogo de carmelitas (1959), deBruckberger y Agostini, con las monjas subiendo pacficas y seguras alcadalso del fanatismo y de la intolerancia, cantando el Veni CreatorSpiritus decididas a enfrentarse con la guillotina de la historia, sabedorasde que el acero implacable no habrde tardar en quebrarse, y sucumbiral empuje incontenible de la conciencia libre.

    Son los aos de El prisionero (1955), de Peter Glenville, testimonio de

    la resistencia cristiana frente al totalitarismo, con Alec Guinness comoactor protagonista, un actor que se convierte al catolicismo, impactado

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    1. Un amor a Dios que no se confronte con un amor concreto por los hermanos es menti-ra y farsa. La nuestra debe ser una obra de sensibilizacin y de toma de conciencia para quelos jvenes, en gran parte pasivos y ausentes en la vida poltica y social, se comprometan aluchar activamente contra la explotacin, el subdesarrollo, la pobreza y la guerra. Tenemosque construir la paz, la justicia social, y la libertad. No nos preocupa que esos jvenes formen

    parte de un partido o de otro, sino que sepan discernir, moverse y participar (citado enTartaro 2005:20).

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    por la lectura de Retorno a Brideshead y muy influenciado por el propioGlenville (Guinness 1996:135, 1997:45, vase tambin Read 2003:272-273).2Y, en 1963, Otto Preminger regresa a Viena para dirigir El cardenal.Su protagonista, el padre bostoniano Stephen Fermoyle, ordenado carde-nal en los das previos al estallido de la II Guerra Mundial, no alberga lamenor duda en cuanto al contenido de su mensaje final: la defensa de lalibertad requiere firmeza en las voces, en los corazones, y en la accin.

    Fred Zinnemann, un director catlico y viens, rueda en 1966 Unhombre para la Eternidad. Y dos aos despus, Michael Anderson afrontala polmica Las sandalias del pescador. Nunca la incardinacin de la creati-vidad cultural en cuanto forma de aproximacin al mensaje cristianoemancipador, inserta en una forma de expresin y de creacin tan repre-sentativa de la civilizacin contempornea como el cine, alcanz unadimensin tan explcita. Creadores cristianos en el mundo, y creadoresno cristianos que sin prejuicios y sin complejos se aproximan a la expe-riencia conmocionadora de la religin de los seguidores de Jesucristo(San Miguel Prez 2003:113 y ss., tambin Villapalos y San Miguel2002:49 y ss., y 2005:72 y ss.). Presencia autntica, testimonio de valo-res y principios, lectura coherente de una realidad por definicin insatis-

    factoria, y congruencia en el actuar. En un contexto plural. Sin afn dog-mtico, pero sin renuncia a los propios principios, sin disimulo en lapropuesta, y sin fatiga en el seguimiento de Jesucristo.

    Es tambin el tiempo de escritores como Graham Greene, HeinrichBll, Paul Claudel, Georges Bernanos, Franois Mauriac, T. S. Eliot, JohnTolkien, C. S. Lewis, Evelyn Waugh. Y de pensadores como JacquesMaritarin, Emmanuel Mounier, Emmanuel Levinas, Max Scheler, Denisde Rougemont, y despus Jean Lacroix, Etienne Borne y Paul Ricoeur.

    Cristianos en el mundo, en el mbito intelectual, en la escena creativa.Cristianos para la esperanza.

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    2. ...The clouds of incense have dispersed, together with many hidebound, blinkered andrepressive attitudes, and we are left with social messages of an almost overwhelming progres-

    siveness. The Church has proved she is not moribund. All shall be well, I feel, and all man-ner of things shall be well, so long as the God who is worshipped is the God of all ages, past

    and to come, and not the Idol of Modernity, so venerated by some of our bishops, priests andmini-skirted nuns(Guinness 1996:135).

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    Es un tiempo que un actor catlico italiano, el gran Alberto Sordi,habra de reconstruir con enorme lucidez, recordando la irrupcin cliday consecuente del testimonio cristiano, de religiosos y no religiosos, de laIglesia peregrina, en la vida, en las inquietudes, y en las ilusiones de unageneracin de seres humanos como nunca abierta a la certeza de la frater-nidad humana:

    Comincila Chiesa, a rinnovarsi, inventando la nuova messa initaliano. Cominciarono le prime contestazioni, le folle che volevanola chiesa tradizionale e i beat che cominciavano a suonare la chitar-ra sugli altari. I preti, naturalmente quelli poveri, scoprivano un

    certo mondo, appannaggio sempre e soltanto della classe privilegia-ta, i monsignori che organizzavano la loro vita in case private...Cos feci il prete povero, una specie di santo che scopre tutto unmondo esterno che ignorava e ingenuamente, siccome aveva tuttisistemati [...], quando il vescovo gli comunica che dovranno demo-lire la sua chiesa, e gli domanda dove vuole andare, lui rispondeallora vorrei andare in una grande citt, dove ci sia bisogno di me,andare in una fabbrica a lavorare, queste cosa qua; e poi siccome

    sono tanto solo mi vorrei pure spos... E finisce questo ciclo (cita-do en Fofi 2005:127).

    1945-1969. Un tiempo que constituye el fundamento, y la plasmacinms brillante, de cuanto de positivo ha sucedido en Europa a lo largo delos pasados seis decenios. En una Europa que, en sus contornos occiden-tales, atraviesa el ms prolongado perodo de paz de su historia desde lacrisis del Bajo Imperio Romano. Una Europa que ha avanzado decisiva-

    mente hacia su integracin poltica y econmica. Una Europa democrti-ca, que ha superado el autoritarismo y el totalitarismo. Una Europa insti-tucionalmente estable, regida por los principios de mrito y decapacidad, que garantiza el acceso de sus ciudadanos a una educacin yuna asistencia sanitarias gratuitas y de calidad. Una Europa en donde sereconocen, garantizan y tutelan el ms amplio abanico de derechos ylibertades de su historia.

    Una Europa de la creatividad, de la investigacin, del pensamiento

    libre, del pluralismo profundo, del debate, de las interrogantes profun-das, del ejercicio responsable y austero de las tareas de gobierno, de la

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    pugna infatigable con el totalitarismo y de la reafirmacin de la certe-za democrtica, y la significacin civilizadora del Estado de Derecho.De afirmacin de cuanto une a los demcratas, siempre infinitamentems de cuanto eventualmente puede distanciarles. De trabajo compar-tido y fecundo.

    La Democracia Cristiana, adems, acerta consolidar un estilo, unaestrategia, una conviccin, y un espacio. El estilo de la austeridad, de lasencillez. Konrad Adenauer, a menudo criticado por sus adversarioscomo un hombre de ideas simples, empeado en reducir a presupuestosfcilmente inteligibles las cuestiones ms complejas, no slo no renegabade lo simple, sino que consideraba virtud del poltico, y sin duda sumejor virtud, la capacidad de someter a la razn y al sentido comnaquello que pareca ininteligible. De hacer sencillo y esperanzador lodesalentador por presuntamente ignoto. Probablemente ese fue tambinel mrito de la Democracia Cristiana, ajena a la afectacin, al impulsomayesttico, al delirio de grandeza del poder.

    Es cierto que algunos intelectuales catlicos, como Evelyn Waugh,contemplaron con un cierto estoicismo, entre humorstico y distante,la transformacin de la vida, de la dulzura de la tarde detenida, de la

    belleza de un tiempo para la introspeccin y para la soledad. El nove-lista ingls atribua buena parte de la responsabilidad en este procesoa los polticos.3 Pero esa transformacin signific la apertura de unvastsimo proceso de distribucin de la riqueza, de creacin de nue-vas oportunidades, de reconocimiento al esfuerzo, a la exigencia, alafn de excelencia. De circulacin social, de promocin de las legti-mas expectativas de los segmentos histricamente ms desfavorecidosde la poblacin.

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    3. ...En aquellos tiempos, los polticos tenan mucho que decir acerca de la Libertad.Predicaban -pocos lo recordarn ahora- y garantizaban a todo el mundo la Libertad, a salvodel miedo. Garantizaron tambin la libertad religiosa? Creo recordar que si...

    Despus, cuando terminla guerra, los polticos hicieron todo lo posible por retenernosen sus redes; pero yo logrescabullirme con regularidad...

    Encontrar un lugar de retiro es mucho ms difcil que hace treinta aos. El turismo y lapoltica lo han estropeado todo. Y los cincuenta y cinco aos no es tampoco la edad mejorpara viajar, uno es demasiado viejo para la selva y demasiado joven para los balnearios, y tiene

    que buscar su distraccin en el espectculo de otros hombres que trabajan y viven de unmodo completamente distinto al de uno mismo(Waugh 1970:11-13).

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    La concepcin de la poltica como un espacio para la tristeza, parala confrontacin, para el triunfo a travs del enfrentamiento, para laafirmacin de la diferencia, quedsaludablemente herida de muertepara siempre. No existe ningn signo tan revelador de la contribucinde un discurso poltico a la estabilidad del sistema democrtico comosu adopcin por los restantes discursos polticos y partidarios. Y, enel caso de la Democracia Cristiana, la praxis de la concertacin y lacreencia en la concordia, en el dilogo, en la fraternidad social, for-man ya parte de la propuesta de todas las formaciones partidariasdemocrticas.

    Incluso en momentos tan difciles como la Francia de la V Repblica,en donde el MRP se disolva en 1964, sometido adems a la damnatiomemoriae por el presidente De Gaulle, implacable, la candidatura de JeanLecanuet en las elecciones presidenciales de 1965 determinara elcomienzo del fin de un rgimen dotado, desde sus orgenes, de un ntidoperfil caudillista. El 15.9% de los votos obtenidos por el siempre recorda-do poltico francs, hoy camino de la beatificacin, al frente del CentreDmocratique, no slo obliga De Gaulle a acudir a una segunda vuelta,y debilitextraordinariamente su reeleccin, sino que reafirmla existen-

    cia de una identidad poltica y un espacio electoral propios para unHumanismo Cristiano que no slo no renunciaba a sus seas distintivas,sino que se apoyaba en un significativa porcin del electorado que senegaba a regresar a las trincheras de la permanente confrontacin(Crozier 1973:594-595).

    Un tiempo para cristianos que no slo no recelan del futuro, sino quereclaman el itinerario de progreso que conduce hacia el horizonte de lapoltica y de la historia como un itinerario en el que se reconoce un pue-

    blo siempre peregrino. En 1968 el Padre Jos Mara Llanos, antiguocapelln del madrileo Colegio Mayor Santa Mara del Campo, despusColegio Mayor Diego de Covarrubias, que se radicen el Pozo del ToRaimundo para desarrollar una portentosa tarea social, reclamaba la pro-fesin de confianza en el progreso humano como un signo expl cito dela Palabra revelada, de la Verdad. Sobre esa Verdad que es Camino, for-zoso resultaba desarrollar una perspectiva antropolgicamente optimis-ta, que no ingenua:

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    ...el progreso es ndice de Dios y ninguno de los que en l creenpueden dejar de creer en su signo... Creer en el verdadero camino esaceptar este progreso...

    Creer en el progreso es superar tanto el tradicionalismo a ultranzacomo el pesimismo romntico, creer en el progreso como una voz deDios es interpretar la fidelidad a la tradicin como un punto de parti-da y las miserias y las torpezas de los hombres como vallas que saltarhacia adelante. Alguien dira entonces que el cristiano es un optimis-ta, pero no es exactamente as, el hombre del optimismo suele vivirbajo el engao de que el color de rosa es el del futuro asegurado ysuea, el hombre de la fe en Dios, Creador de todas las cosas y Gu afundamental de esta vida, cuenta con el fracaso, mira de frente a loshombres y sus cadas [...] e interpreta el progreso no como salida felizy sonriente de la existencia. El progreso es siempre posible...

    El cristiano cree en el progreso y progresa, hace progresar laPalabra luminosa de Dios, objetivamente inmutable, subjetivamentecada da mejor conocida. El progreso cristiano va sin duda unido alprogreso de este conocimiento de la Palabra revelada. el Libro de la fees como una selva misteriosa todava a medio explorar, a medio cono-

    cer por los pocos que ingresando en l progresan luminosamente. Elcristiano as, de esta manera y segn adquiere ms luz, ms se cie ala Verdad, ms la aplica en la existencia, ms y mejor la extiende y lapropaga. Su progreso es fecundo y provechoso, debe serlo (LlanosPastor 1968:153-154).4

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    4. Respeto del cristiano a la sociedad, a su ncleo y mdula que es el llamado biencomn, sensibilidad despierta ante su caso de l y sus problemas continuos. El respeto a loshombres en la prctica se identifica con la atencin y la subordinacin, la cooperacin y lavivencia de este bien, ora concreto, ora difuso, que debe presidir toda la marcha de la convi-

    vencia humana. El cristiano autntico no se margina, sino precisamente porque profesa una feen la encarnacin del Verbo, se encarna l ms y ms en la difcil empresa y cometido de hacery respetar, desarrollar y vivir este bien que une y subordina a los hombres todos camino siem-

    pre a una meta total de perfecta armona. Entonces el cristiano por impulso de fe se mete msen esta carne densa de los hombres que decimos sociedad, esbozo lejano del Reino, y trabaja,

    suda y vive, goza y carga con el bien comn de sus hermanos. El respeto, pues, a la sociedad,

    no es contemplativo, sencillamente porque la sociedad no es una empresa, una carrera, unallamada(Llanos Pastor 1968:146).

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    Cuando se considera que fue una Europa materialmente arruinada,moralmente abrumada por el recuerdo de la contienda, por tanto dolor,tanto padecimiento, y tambin tanta mala conciencia, la que otorgaba surespaldo mayoritario, en ocasiones masivo, a la Democracia Cristiana, sehace inevitable pensar si acaso no forma parte esencial de este portento-so cuarto de siglo la convivencia con el dolor y con la privacin. Si acasono resulta imprescindible la conciencia de la humana finitud, y delhumano sufrimiento, para completar la suprema experiencia de la vida.Si acaso no merece la pena recordar, cada da, que un da abandonaremoseste mundo, y que nuestro reencuentro definitivo con nuestro Padre yCreador slo se producira travs de la ltima de las vivencias, que es lamuerte. Cuando en 1948 Cesare Zavattini redactel guin de Ladrones debicicletas para Vittorio de Sica, incluyuna clebre, memorable oracinde los pobres romanos, y de aquellos que disfrutando de bienestar mate-rial, slo accedern a la verdadera profesin de fe cristiana si aciertan apracticar eficazmente la caridad, y convierten la lucha contra la pobreza yla marginacin en el ms imperioso de todos sus deberes:

    Quiero salir de este santo lugar con el alma purificada y el espritu

    sereno. Iluminado, regreso a mi pobreza corporal para recorrer denuevo los caminos del dolor y de la privacin. Ya no me sentirsolo ysin consuelo, porque llevo tu gracia, Seor, oh Seor, y presto estoy aenfrentar todas las penalidades. Te agradezco, Jess mo, los donesespirituales que me has dispensado. Te agradezco la gracia que micuerpo va a recibir, en nombre tuyo y con exaltada humildad, demanos de aqullos que creen firmemente que cada accin en contrade la miseria y de la pobreza es como una caricia y un beso sobre la

    mejilla de Cristo en bien de la doliente humanidad. Regrsales en ben-diciones, a ellos y a sus familias, toda la bondad de su caridad. Assea! (Zavattini 1977:86).

    Tiempos de pobreza corporal, en efecto, de terribles penalidades.Tiempos tambin de valores profundos, de nuda existencia, de conoci-miento y exploracin del sentido ltimo de la vida, de lectura de la reali-dad, de aproximacin a los signos de los tiempos, con humildad, con

    caridad, con sentido fraterno. Por eso la Democracia Cristiana fue y debeser grande y anchurosa: porque cada ser humano concreto, con sus pro-

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    blemas, con sus inquietudes, con su angustia tantas veces extrema, cons-tituye una prioridad. Porque esa DC fue la fuerza que se ocupo, verdade-ramente, de combatir contra la miseria, contra la pobreza, contra la injus-ticia, contra el dolor, contra el olvido.

    En 1952 Giorgio La Pira, finalizado el perodo constituyente, y entrega-do a la poltica municipal en Florencia, publicsu pequeo opsculo Lospobre aguardan(en espaol publicado dentro de Para una arquitecturacristiana del Estado). Su posicin respecto al perenne escndalo de lapobreza, en cuanto servidor pblico y, sobre todo, en cuanto cristiano, nopoda resultar ms inequvoca. La obligacin primera y esencial de todogobierno democrtico no era ni ms ni menos que acabar con la pobreza,y acabar con la pobreza creando empleo para todos los ciudadanos. Yhacerlo sabiendo que ello no slo transformara la vida de los ms necesi-tados, sino que cambiara para siempre al conjunto de los integrantes de lacomunidad, partcipes de un esfuerzo de humanizacin de la sociedadque prefigurara, de verdad, la creacin de una sociedad cristiana:

    Qu aguardan los pobres, los desocupados, los necesitados? Larespuesta es clara: un gobierno que tenga un objetivo en cierto modo

    nico: la lucha orgnica contra la desocupacin y la miseria y que seorganice en funcin de ese mismo adjetivo. Es decir, un gobierno quetienda necesariamente, mediante la aplicacin de todos los instrumen-tos tcnicos, financieros, econmicos y polticos adecuados, hacia lamxima ocupacin y el pleno empleo.

    Los pobres tenan y tienen otra esperanza con respecto al gobier-no... el pleno empleoes el imperativo categrico y fundamental paraun gobierno consciente de los nuevos objetivos confiados a los esta-

    dos modernos.Pero querer seriamente la mxima ocupacin... significa aceptar

    algunas premisas...En primer lugar, una premisa puramente cristiana.. Es en vano que

    un gobierno hable del valor de la persona humana y de la civilizacincristiana, si no se lanza a una lucha orgnica con el fin de exterminarla desocupacin y la necesidad, que son los enemigos ms temiblespara la persona.

    La prueba inequvoca de la presencia de Cristo en un alma y enuna sociedad ha sido definida por el mismo Cristo. Estconstituida por

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    una propensin ntimay eficaz de esa alma y de esa sociedad hacia losnecesitados.

    Hay desocupados? Es necesario ocuparlos. La parbola de losobreros de la via es bien clara al respecto. Todos los desocupadosque en las distintas horas del da permanecan en las plazas en un ocioobligado por falta de trabajo, fueron ocupados. Es un ejemplo caracte-rstico de pleno empleo; ninguno quedsin trabajo (Mt. 20, 7).

    Hay necesitados? Hambrientos? Sedientos? Sin techo?Desnudos? Enfermos? Presos? es necesario tenderles con eficacia elcorazn y la mano (Mt. 25, 31-46)...

    Y no se trata solamente, como a menudo se cree, de actos de cari-

    dad confinados al radio de accin de los individuos, es decir, de uncompromiso de amor que alcanza slo a las personas, sino de un com-

    promiso que partiendo de los individuos alcanza a toda la estructura y a lafinalidad esencial del cuerpo social.

    Construir una sociedad cristiana significa construirla de maneraque garantice a todos el trabajo, fundamento de la vida y junto con lun mnimo de ingresos necesarios para el pan cotidiano, es decirpara la comida, casa, ropa, combustible, medicamentos para sy para

    la familia. Slo asse puede realizar el fin que Santo Toms asigna auna sociedad cristiana: garantizar a todos la posibilidad de un repo-sorestaurador de oracin que es el acto que sigue al trabajo y queconstituye la accin ltima, la ms delicada, pacificadora y gozosa dela persona (La Pira 1956:258-263, nfasis en el original).5

    Transcurrido ms de medio siglo, el mensaje del santo sindaco deFlorencia, del hombre cuyo testimonio pblico en cuanto catlico cons-

    tituye un ejemplo de santidad a travs de la poltica, sobrevive la grande-za de un tiempo sin precedentes, porque sobrevive la memoria de susprotagonistas. De personajes como Konrad Adenauer, Alcide de Gasperi

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    5. Los hombres de gobierno deben grabar en su mente este principio como gua de suaccin poltica, jurdica, econmica, financiera; asegurar para todos el trabajo y el pan cotidiano.Todo el edificio de la economa, de las finanzas, de la poltica, de la cultura, debe ser construi-do sobre estos objetivos primeros, elementales, impostergables. La libertad misma, desahogo

    de la persona, en cierto modo se ve precedida y condicionada por estas exigencias primordia-les de trabajo y de pan(La Pira 1956:258-263, nfasis en el original).

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    y Robert Schuman, hoy evocados con legendarias resonancias, casi art-ricas, certezas perennes de que otra poltica es posible. Porque fueronlderes que se entregaron a la superacin de la guerra y del belicismo, delabsolutismo estatal, del atropello de los derechos y libertades fundamen-tales, de la injusticia, la insolidaridad, la ausencia de oportunidades, lalenidad en el reconocimiento de mritos y capacidades.

    De seres humanos que crearon las condiciones objetivas necesariaspara la definitiva consolidacin del Estado de Derecho, y se comportaroncon austeridad, con honestidad, y con sentido fraterno. Las institucionesdemocrticas, la poltica, y la propia existencia, adquirieron asuna dig-nidad sin precedentes. El mensaje del Humanismo Cristiano, adems, nose circunscribial mbito partidario social-cristiano, sino que su influen-cia comenza penetrar en otros segmentos de pensamiento y de accinpoltica, en otros escenarios geopolticos, y en otras tradiciones partida-rias. Impregn, de una u otra forma, la actividad pblica del mundodemocrtico desde entonces. Y, por ese mismo motivo, la poltica nopudo ya ser la misma desde entonces.

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    ENRIQUESANMIGUELPREZ es Doctor en Historia por la Universidadde Cantabria y Doctor en Derecho por la Universidad Rey Juan Carlos,en donde ejerce como Profesor Titular de Historia del Derecho. Ha sidobecario de investigacin o profesor en diversas universidades europeas(Cantabria, Complutense de Madrid, Edimburgo, Burdeos III,

    Hamburgo, Pars XII-Val de Marne) y americanas (Anhuac del Sur, deMxico DF.).

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