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Julio 2009

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La Ética de la incertidumbre en Edgar Morin

-Reflexiones sobre la reinvención de los deberes vitales en el pensamiento

complejo-

Alfredo Gutiérrez Gómez

Resumen:

Buscar por fuera de las fronteras disciplinares permite un tema que no admite

tratamientos parcelares o conceptos aislables. Tenemos problemas de

comportamiento y convivencia: los códigos se auto-redactan para cada parte

social a propósito de cualquier diferencia, los puentes se obstruyen aislando

mundos significativos, los valores que todos relativizamos intentan reemplazar los

discursos religiosos, las instituciones desdibujan sus objetivos. En la

incertidumbre, una ética integradora es un camino dentro del pensamiento

complejo, guía para reconstruir campos comunes de entendimiento. Edgar Morin

invita a diferir condenas, remueve una reflexión con los públicos asombrados de su

propio caos. Recoje los impulsos originados en el mundo físico y enlaza con la

lucha contra la crueldad que cargamos en conjunto sobre la Tierra. Sin

conocimiento no hay comprensión que alcance para evitar en alguna proporción

nuestros errores y el riesgo de repetir los ajenos.

–––––––––––––––

El autor:

Alfredo Gutiérrez Gómez, Licenciado en Derecho por la U.N.A.M., Maestro en

Sociología por la Universidad Iberoamericana, académico independiente, profesor

inter-institucional, miembro del Consejo Académico Científico Internacional de la

Universidad Mundo Real Edgar Morin. Temas recientes: La transformación




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universitaria, el pensamiento complejo y la educación. Libros editados por la

Universidad Iberoamericana y Oak editorial (2003): La Propuesta, tomo I, Edgar

Morin, conocimiento e interdisciplina; La Propuesta, tomo II, Complejidad,

derecho y representación política. Editado por UIA, ITESO, UNESCO,

Universidad Latina de América y Universidad del Valle de México (2001):

Educación, mundialización y democracia, un circuito crítico, en coautoría con

Raúl Domingo Motta y Emilio Roger Ciurana, bajo la coordinación del Dr.

Enrique Luengo. Aproximaciones a la educación en México, coautor, Izaguirre

Coord., México, Limusa Noriega Editores, 2007.




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Los desafíos de Edgar Morin.

Aunque muchos ya lo han descubierto y otros estamos aprendiendo a hablar en su

idioma, que es pensar en otra organización del conocimiento adquirido y diseñar

con otros significados el futuro del conocimiento para que no se convierta en

nuestro enemigo, Edgar Morin, su línea intelectual de desarrollo en tensión

provocadora con las academias burocráticas, está todavía por ser entendido y

comprendido. “Suele acudirse a la obra de este autor rebelde, cuando se descubre la

estrechez de la perspectiva de esta o aquella ciencia particular, para dar cuenta de

un fenómeno que se resiste a ser tratado o agotado desde el punto de vista, las

fórmulas metodológicas y las herramientas técnicas de un solo mirador. Desde su

posición transdisciplinar podemos observarnos como integrantes de esos

agrupamientos que se desarrollan dentro de nichos científicos, espacios

intelectuales y recintos universitarios muy celosamente guardados y custodiados

por los que los habitan. Esas colectividades fieles a ‘su propia materia’, suelen

apropiarse de una zona de la realidad para reclamar sus derechos sobre ella, para

explotar su exclusivo conocimiento. Al muy legítimo derecho de conocer se suelen

agregar, muchas veces sin conciencia, apasionados intereses, relaciones, temáticas,




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presupuestos, ritos, mitos e imaginarios, haciendo de una actividad intelectual mil

otras expresiones de diversa índole, calidad y pertinencia.”1

La presentación así sea de una de las ideas de este autor heterodoxo, cuya vasta

obra intelectual paradójicamente ha nutrido los cenáculos y las comunidades

universitarias más diversas del siglo XX, no es tarea fácil. Carga con el problema

de partir con desventaja, asumiendo las resistencias en contra, para ponerse a la

postre en un lugar ganado a base de despertar la atención sobre los enigmas de los

que los demás nada quisiéramos saber porque los consideramos fuera de nuestro

asunto, como si fuera riesgo innecesario aceptar esa invitación a rodar fuera de

nuestro riel, aunque sólo fuera por un momento o unos párrafos. Los

descarrilamientos, sin embargo, no lo detienen, está convencido de que la lucidez

no requiere de caminos muy bien trazados, sino de territorios abiertos y de una

itinerancia inventiva.

Su oficio es destapar preguntas y lanzar retos para un buen despertar de la nueva

inteligencia que requerimos. El mundo no está sólo para avances espectaculares,

sino para medir sus pasos previendo no tropezarse consigo mismo. Nuestros

descubrimientos se han puesto por primera vez, evidentemente, por delante de

nuestras propias posibilidades de conservación y desarrollo mínimamente estable.

Perdemos seguridad, salud y equilibrio, luego de no encontrar la fórmula de la

justicia, la equidad y el bien colectivo.

Morin sabe, en carne propia, contra qué lucha. Por eso no tiene reparo en ponerse

con facilidad debajo de nuestras suelas (la parte autobiográfica de su obra), desde

donde mide nuestro paso seguro y hace trabajar esa concesión puesto que propone

a cambio, reclama y espera una forma distinta de pensar en el lector, precisamente

1 Gutiérrez Gómez, Alfredo, La Propuesta T. I, Edgar Morin, conocimiento e interdisciplina, México D.F., Universidad Iberoamericana, 2003, pp. 20-21.




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aquella de la que solemos carecer los que fuimos formados en las escuelas

monodisciplinares y los alineamientos profesionales de la especialización. Entonces

esa desventaja de inicio en nuestra relación con él, se refleja arriba, a la altura del

cerebro, como ruina y obsolescencia de nuestras certezas y claridades, fijaciones

de las que hay que precaverse para volver a conocer lo que creíamos conocido. En

él la crítica suele ser generadora, paralela a la propuesta.

Para el desarrollo de su vasta obra parte de una crítica al paradigma científico que

simplifica, reduce y se hipnotiza con el momento del análisis. Reconoce sus

aportaciones, ¡casi toda la modernidad que nos rodea!, pero no ignora sus amenazas

ya cumplidas y las que todavía acabará de desencadenar. La parcelación del

conocimiento, con todo y sus beneficios funcionales y su utilidad inmediatamente

aprovechable, se ha convertido en fuente de ignorancias paralelas a sus logros y

puede estarse rebasando la línea de esa frágil estabilidad en contra nuestra, de sus

autores. Autores que hemos acabado por ignorar nuestros propios productos

poniéndonos en el paso de la maquinaria que creamos.

Morin ha contribuido a ampliar y comunicar los saberes especializados,

particularmente en lo que al ser humano se refieren. Luego de denunciar a los que

se apoderan del hígado como su modus vivendi o a los propietarios del cerebro o

del esqueleto que matan al paciente desde el libro y luego en los hechos de una sala

de hospital, a los que hablan de la vida desconociendo la tierra físico-química que

comercia con el sol, a los sociólogos que ignoran la evolución, a los economistas

que diseñan modelos sin seres vivos, psique o cultura, debe reconocerse en él a un

fajador intelectual que construye una antropología como una vasta ciencia de la

humanidad sin fisuras ni títulos de propiedad profesional, capaz de conservar lo que




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conoce. Su Sociología del presente es un muestrario de esas incursiones rompientes

que le valieron enemistades primero y finalmente el reconocimiento como uno de

los pocos sociólogos que entendieron en Francia los acontecimientos juveniles del

68.

La obra en seis tomos, El Método, es una contribución para la identificación de

estos riesgos y promesas de la cientificidad tradicional, y una llamada de atención

sobre la educación obsoleta y las instituciones que se autocultivan todavía en la

mirada depredadora de un pasado que hay que superar oportunamente.2 Estas fallas

y deficiencias, que se juntan fuera de los laboratorios, partidos y escuelas como un

torbellino de ignorancias nuevas, han permitido que el que hizo su vida, su mente y

sus escritos en el ancho espacio trans-académico sea ahora adoptado con

generosidad otorgándole los más altos reconocimientos en múltiples universidades

del mundo ( traducido a más de 15 idiomas y con cerca de 40 Doctorados Honoris

Causa), mismos títulos que él no ha solicitado y que motiva desde la calidad de un

amigo de su siglo y de su planeta: de nuestra vida.

A este mundo científico en crisis de extravíos y perjuicios involuntarios, es al que

hay que pedir licencia para entrar, diferir, y con todo y reparos acercar sus

oposiciones, por el bien de la inteligencia y la actividad de la sociedad compleja

que está ya presente en los conceptos luego de haber estado siempre aquí, sin que

encontráramos modos de aludir a su presencia, tanto por las razones científicas de

2 Morin, Edgar, El Método 1, la naturaleza de la naturaleza, Madrid, Cátedra, 1981. El Método 2, La vida de la vida, Madrid, Cátedra, 1983. El Método 3, El conocimiento del conocimiento, Madrid, Cátedra, 1988. El Método 4, Las ideas, Madrid, Cátedra, 1992. El Método 5, La humanidad de la humanidad, Madrid, Cátedra, 2003. El Método 6, La ética, Madrid, Cátedra, 2006.




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una ciencia regida por paradigmas chatos, como por otras de muy diversos órdenes,

principalmente económicas y políticas. Invita al rescate de la razón en medio de la

racionalización con que la han victimado sus seguidores más ciegos.

Es necesario advertir: Aquí no es urgente el estar de acuerdo, más vale diferir a

condición de saber de qué se difiere, ¡enorme ganancia!, de modo que falta tiempo

y lecturas, aperturas y liberaciones mentales para que esos tiempos se cumplan.

Pero ante lo rompiente y novedoso todos sabemos y practicamos reacciones

automáticas. Puestos frente al reverso de nuestras costumbres y usos profesionales,

lo que aparece primero es el sesgo apresurado en la lectura que de él hacemos y que

atrae de inmediato el juicio del juzgador en que nos convertimos, rasgo que la

ciencia original creía haber desplazado con la crítica y la modestia inicialmente

prometedora de una razón que acabó reponiendo los mitos que negaba. Otra forma

de eludirlo es darlo por inexistente, ignorarlo deliberadamente, lo cual , pudiendo

avergonzarnos, nos puede hasta enaltecer según los valores que hoy corren. en

ciertos medios y presupuestos. Así, quizá pueda no ser sino hasta el final de las

lecturas que no se ocupan de la ética, cuando quizá estemos en la posibilidad más

honesta de evaluar sus aportaciones o sus interrogaciones. Porque ésa y no otra es

la lógica de esta producción. Éste, el de la ética, es un tema sostenido por otros

temas –como la realidad- de cuya consideración depende y a los que aporta también

su sentido y mantenimiento.

Su obra es una salida de las cárceles ideológicas y teóricas, de las agendas

previsibles, las rutinas exploratorias y los enfoques cuadrados, simplificadores y

reduccionistas en que el conocimiento se ha precipitado a propósito de explicarnos




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todo, hacernos la vida mejor y beneficiar a la humanidad con sus productos, que de

todos modos genera en su brazo tecnológico aliado a los intereses y

financiamientos que lo hacen posible en un tiempo tan oneroso.

El conocer no es una actividad pura, ni autónoma en grado absoluto; es un producto

humano, fruto de mezclas, intercambios, revolturas y distinciones, y con él hemos

construido el mundo de las cosas que asombran, otorgan poder e impulsan las

ruedas de lo que fue progreso y hoy es una marcha vacilante sin rumbo seguro y

consecuencias cada vez más imprevistas, junto con sorprendentes agregados

postizos, nocivos y autodestructivos.

De ésta crítica parte el autor, pero ahora que está cerrando fuerte su obra, no

evade la pregunta fundadora que tantos destrozos y esperanzas causa. ¿Qué es

lo que debemos hacer o podemos hacer? En La Ética no hace concesiones para

entroncar con pensadores brillantes que sobre el tema han bordado; se sale de

madres, como los ríos que han represado sus aguas durante un largo tramo de

observación paciente de las riveras, porque hoy eso es precisamente lo que estamos

viviendo, un desborde general, físico-migratorio y espiritual-cultural; responde

desde la barca frágil de la inestabilidad y el desconcierto en el que los jóvenes son

los herederos de nuestras omisiones, extravíos, sujeciones y liberaciones

anteriores. Son herederos de todas las rupturas a la vez que de nuestra falta de

respuestas.

No hay qué preguntar al más allá, ni extraer de nuestras profundidades

individuales los surtideros mágicos de la pregunta ética. Tiene más que ver con

algo concreto e identificable científicamente: el sí y el no con que la vida




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computa, desde el ser unicelular, su relación con el contexto, que llegaría a ser

el otro visto socialmente, entre nosotros. Hay que poner el reloj de nuestra

información a tiempo, ya hace décadas que las ciencias doblaron su línea de

autosuficiencia para encontrarse con las ciencias que suponían extrañas o lejanas.

La naturaleza físico-química se dejó ver ensamblada con la vida y la psique

humana abriéndose los espacios al encuentro interdisciplinar, a partir del propio

desarrollo de las disciplinas que ahora saben más, porque saben que no pueden dar

cuenta completa de todo, ni de su objeto particular sin la asociación con los saberes

vecinos, éste es un tema en expansión y Morin ha hecho su parte en este camino.3

Nacimos de la tierra y a la tierra está confinado nuestro desarrollo y extinción, en

ella viajamos como en nuestro cuerpo mayor. Estamos solos como seres vivos,

constituimos un fenómeno extraordinario y estamos librados a los resultados

de nuestra actividad; nada ni nadie exterior nos salva. Así que la ética, como

todo lo que aquí hemos hecho y deshecho, es una obra humana condicionada

por acciones.-reacciones elementales que tuvieron su cuna en la más remota

antigüedad o un segundo antes, en la aparición de la vida.

“Las fuentes de la ética son naturales, en el sentido de que son anteriores a la

humanidad, de que el principio de inclusión está inscrito en la auto-socio-

organización biológica del individuo y se trasmite por vía genética. Las

sociedades mamíferas son comunitarias y rivalitarias a la vez; encontramos en

ellas a la vez el enfrentamiento conflictivo de los egocentrismos y la

solidaridad respecto de los enemigos exteriores (…) Las sociedades humanas

han desarrollado y complejizado este doble carácter sociológico (…) relaciones

de interés y de rivalidad, y comunidad. El sentimiento de comunidad es y será

3 Morin, Edgar, El paradigma perdido, Barcelona, Kairós, 1974, pp- 23-36.




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fuente de responsabilidad y solidaridad, ellas mismas fuentes de la ética.(…)

Gracias al lenguaje, la ética de comunidad se vuelve explícita en las sociedades

arcaicas, con sus prescripciones, sus tabúes y su mito de ancestro común.”. 4

Lo mejor y lo peor: condiciones de la decisión.

Nada nace en situación más comprometida y confusa, en y por el mundo que

lo rodea, que el comportamiento humano. Decidimos bajo las condiciones

necesarias de la imperfección. Toda decisión es una elección entre otras,

tentativa vacilante que se convierte en acción, hecho consumado; ésta es su

condición normal, porque con ella construimos nuestra vida y la especie se ha

conservado por millones de años.. La imperfección se da en relación a las

intenciones, deseos y necesidades del actor y de los demás a los que afecta

deliberada o involuntariamente. Los demás forman la sociedad, esa caja de

repercusiones donde todo rebota produciendo nuevas interacciones. Nuestra

realidad esta así poblada de defectos que hay que ir enmendando,

sustituyendo, moderando para hacerla mínimamente inteligible, predecible,

más no por esto requiere de toda la claridad y transparencia que nos permita

una interpretación exacta de los otros. Éste es nuestro aprendizaje y de éste

surgen recetas, consejas, tabúes, prohibiciones, usos y costumbres, culturas que

regularizan el quehacer de los humanos sobre la base de sus condicionantes

biológicos originales.

La vida es más rápida que nuestras conclusiones y saberes. La necesidad quizá es

por lo mismo más poderosa reclamante que la consideración de las consecuencias

4 Morin, Edgar, El Método T. 6, La ética, Madrid, Ediciones Cátedra 2006, pp. 24-25.




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de su satisfacción, de ahí la urgencia y la expectativa, la demanda y la fatalidad

de resolver antes de entenderlo todo. Los efectos nos rebasan y se diferencian.

No están en nuestras manos las condiciones de la decisión; desde esta

dificultad fundante nace la decisión en condiciones fluctuantes, demandantes

y arriesgadas.

Siempre hay una mejor forma de actuar y esto lo descubren los grupos humanos y

los individuos según sus experiencias. Para no dañarse o sufrir, luego para no dañar

a otros, el caso es que esto no tiene fecha de nacimiento, como no sea la de la

vida misma, que nació protegiéndose para ser. Conservarse no es independiente

de evitar la destrucción de un semejante y de cuidar su medio natural. Esto quizá

fue así siempre o se fue decantando con los golpes y el aprendizaje doloroso y

alegre de las cosas y los seres que van juntos o dejan de existir.

Una buena parte de lo que después se ha venido a proponer como deber, o como

mejor opción en el actuar, surgió de las prácticas exitosas, benéficas en algún

grado para algunos o para muchos, también de accidentes y casualidades.

Surgen a la vez las diferencias y las preferencias ante cualquier posibilidad

indefinida y surgen con y contra los demás. Siempre hay una diferente

evaluación de esas prácticas porque hay diferentes grupos con diversas

historias. Nadie vivió igual lo que vivió, aunque en mucho se puedan asociar las

experiencias acumuladas. Cada quien juzga según como le ha ido en la vida, pero

se puede conceder que el otro las pasó bien o mal con su costo y resultados

diferentes a los propios, y que hasta pueden coincidir en partes aprendiendo algo

válido para ambos o para el grupo.

Frágil auto-posición en el mundo.




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En Morin la Ética forma parte de un mundo sin el que es vana pretensión

explicarla.. Se presenta en alianza indivisible con su antropología y su

epistemología, que rinden permanente servicio, se nutren de y alimentan a las

disciplinas más variadas del arco iris de los objetos particulares que las originan.

Desde su concepción del sujeto, que atraviesa tomando materia de su

componente físico-químico, pasando por la autodefinición de la vida en su

contexto y sus formas simbióticas de coexistencia en conjuntos solidarios y

beligerantes, va tejiendo y destejiendo, hilando el trance evolutivo y generador del

evento y sus condiciones hasta desembocar en la sociedad y la especie, como un

continuo del que la inteligencia, la voluntad y el afecto son inescapables

elementos del juego cerebro-cultural en la tierra.

La Ética, tal y como surge de la obra del Dr. Edgar Morin, no es una

herramienta para separar, juzgar y condenar, tampoco es una fórmula

exculpatoria o una coartada para no enfrentar la hora de las decisiones. No es

una especulación gratuita ni un divertimento intelectual con pretensiones rectoras,

orientaciones duras o normas definitivas.

Es una apertura incierta a la aventura humana de optar, comprender, conocer,

completar, reponer, resarcir, acercar, compensar, corregir y rectificar,

retrocediendo, cediendo o avanzando en dirección hacia el menor mal y la opción

más favorable para todos. Es una ejercitación en la apuesta: arte, ciencia y

accidente de la decisión imperfecta.

En Edgar Morin los textos no empiezan por la definición de lo que tratarán y

en la que después pueden descansar los desarrollos que se obtengan junto con el

alma de sus lectores eruditos. Lo que empieza es el tratamiento de las

manifestaciones, la exhibición de sus movimientos inestables, la dificultad de su




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aprehensión definitiva, la generación de preguntas y el establecimiento de los

vínculos e interacciones que hacen posible esos fenómenos, sus redes de

sustentación, y que nosotros nos ocupemos de esos fantasmas huidizos que con

tanta familiaridad explicábamos antes. Se trata de referirnos a algo que nosotros

hacemos y que a la vez se convierte en hacedor nuestro, sea palabra, reflexión,

juicio, práctica, se trata de un circuito de interacciones coproductoras del

efecto que nos interesa, no de fijar en la pared un objeto inerte clavándolo con un

alfiler clasificatorio.

En esta obra la ética no tiene fundamentos metafísicos, nace de los que las

sociedades humanas le asignan, reconocen, aceptan o retiran en un círculo de co-

elaboración de los comportamientos y las múltiples alternativas de la acción.

Su terreno es pues el de la vaguedad y ambigüedad de las condiciones en que

somos orillados a actuar; lo necesario, lo urgente, lo más doloroso, lo

placentero y la mayor satisfacción compiten, entre otros factores y elementos,

por nuestra decisión, nos llaman a optar porque el tiempo y la vida no son eternos;

lo borroso de estos paisajes, las mezclas y combinaciones que nos salen al paso, la

oscuridad y claridad que se turnan en el escenario para hacernos difícil la elección

constituyen el terreno de lo que podemos, queremos o debemos hacer o no hacer.

Nada hay seguro ni existen garantías para un sabio y exacto proceder.

No tiene sentido la pura especulación abstracta (teorética, ética definicional)

sin el cuerpo urgido del ser vivo consciente y solicitado para la acción en cada

ser humano; igualmente, la pura actividad individual no parte nunca de cero

sin pensamiento y sin ideas, sino de una plataforma visible-invisible de

presupuestos impulsores e inhibidores. La teoría como ética o reflexión sobre las

propuestas de decisión, como actos morales, o morales individuales, no es sino la




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otra cara de éstas mismas acciones que no se dan sin consideración mental alguna,

como puras figuraciones en el aire. Por eso Morin las refiere indistintamente al

considerar que en cuanto a la ética y la moral “los dos términos son

inseparables y en ocasiones se encabalgan”.5

La reflexión ética se da en algún lugar y tiempo concretos, para uno o para

varios seres humanos, no existe sin la conexión que en ese momento suelda lo

que piensan con lo que deciden hacer. También existe la ética de los formularios,

los libros, las buenas intenciones, las abstracciones, los predicadores, pero en

general la pregunta surge en la práctica de cada quien, porque es portadora

de pensamiento, del mismo modo que surge en el pensamiento porque éste es

portador de acción. Y ésta parece ser una conexión preteórica, fundante.

En la incertidumbre común.

El ser humano construye su existencia en medio de la nebulosidad y el

deslumbramiento que otorgan peso y razón sucesivamente a todas las ofertas de

decisión. Pero tiene un término la espera y la ponderación, y muchas veces no tiene

ni siquiera el tiempo para entrar en mayores reflexiones, hay que actuar porque lo

único que parece negativo para ir adelante o hacia atrás es la parálisis, la

inmovilidad. El momento de esa elección es el momento de la opción moral y va

ligada al conocimiento, al autoconocimiento humano, pues no encuentra más

respaldo o asidero que nuestra existencia en la tierra; el fenómeno de la vida no se

sostiene automáticamente, ni en la autosuficiencia insular. Es un hecho de relación

y en esta necesaria relación surge la ética como reflexión sobre lo que hacemos y

que a su vez hace a los demás..

5 Ibid. p. 17




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A todo esto se agrega “la ecología de la acción”6, advertencia morineana

acerca de la autonomización relativa, la independencia creciente y el extravío de

la acción ya puesta fuera de nuestro alcance y sus propósitos originadores.

No qué hacer sino cómo decidir ese actuar es una cuestión concreta,

inerradicable de las condiciones de su posibilidad en uno u otro sentido. Por

eso la descoordinación, el aislamiento, la desmemoria, la prevalencia de unos

negando a los otros, la desintegración y la indiferencia son obstáculos a la vida

misma de le elección humana.

Vivimos permanentemente en esta tesitura, frente a estos variados caminos, con

diferentes recursos, experiencia, información, imaginación, temores, ligerezas,

urgencias y grados variables de conciencia y de responsabilidad. Podríamos no

considerar nada de esto, lanzarnos por la primera señal al camino más próximo,

económico o placentero. Irnos a la provocación más reciente o por la senda menos

transitada. Todo tiene consecuencias en su autor y en los demás que nada o muy

poco la deben o la temen. El comportamiento humano es radial, difusivo,

expansivo; no decide uno para sí nada más, aunque eso solemos creer.

La ética y la moral son inconsistentes la una sin la otra. Si se aceptara que la

reflexión y el pensamiento no son necesarios para actuar y que la actuación

misma sin el pensar paralelo o la reflexión más detenida son posibles, no se

cerraría nunca el circuito y dejaría de existir la cuestión. El cerebro y la

cultura se interproducen; el pensamiento y la actividad igual.

Para Morin nuestros deberes tienen una parte ajena. anterior, previa, como

forma de respiración espiritual y convivencia, sirven para estar con. El

sentimiento del deber que inclina en cierto sentido, que exige una acción, es

6 Ibid. p. 47.




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interior al individuo. Puede haber surgido de la experiencia de las cosas y

acciones que sentíamos benéficas o nocivas. La vida parece saber eso desde su

más remoto origen unicelular; saber elemental acerca de su conservación que

después se amplió y diversificó. La cultura, normas y creencias de la

comunidad refuerzan la voz individual que llama hacia algún lado. La

transmisión genética de la organización viviente sabe cómo mantener el

impulso de la especie, es la fuente remota, el ruido de fondo. El todo y la

singularidad se hermanan para conflictuar la existencia y hacerla calar hondo en sus

propias potencialidades. Es un actuar a la vez del individuo, de la sociedad y de la

especie el que se despliega sin saberlo en cada acto. Es un juego entre estas tres

dimensiones, el que carga o aligera el peso de la nave hacia un costado u otro.

“Cada cual vive para sí y para el otro de forma dialógica, es decir a la vez

complementaria y antagonista. Toda mirada sobre la ética debe reconocer el

carácter vital del egocentrismo así como la potencialidad fundamental del

desarrollo del altruismo” 7

“Ha que comprender que el mundo se organiza desintegrándose y que el

mundo se desintegra organizándose; esto determina correlativamente la

crueldad del mundo y la posibilidad de resistencia a esta crueldad”8

Con nosotros llega el optar para la acción.

El problema ético no se autoformula solo. Necesita de alguien que se lo plantee,

que pondere, que seleccione, que decida, que pueda vacilar y dudar, luego que

sea libre ante varias alternativas de acción. Y requiere de la diversidad del

mundo, no de un mundo monocorde, rutinario e indistinto.

7Ibid. p. 23. 8 Ibid. p. .209




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Pero los humanos son seres vivientes, vienen de la tierra y su evolución, vienen de

una materia físico-química que llegó a organizarse y produjo cierres y aperturas

ante el contexto, por lo que aprendió a conservarse o supo de la destrucción

gracias a estos movimientos que significan negación o aceptación, su lenguaje

fundamental, su práctica básica. Se inventó la vida y entonces nació la unidad

viviente frente al resto del mundo, principio de lo que llamamos “sujeto”.

Morin nos invita a retomar un marco de referencia vasto y complejo. Desde el

principio ha habido descomposición y composición. Venimos de una explosión

original de donde surgió el universo que es una constelación de constelaciones

organizacionales, unificadoras de todos los elementos en dispersión. Una

expansión que paradójicamente se contiene dentro de sus límites y amenaza con

refluir a su origen gracias a principios, leyes u órdenes que aún desconocemos.

La vida ha fluctuado entre las energías de la integración y la desintegración.

Entre algún tipo de orden estable y otros tipos de caos desordenado, así sean

provisionales o transitorios. Los resultados malos o buenos, sin estos nombres,

forman la cadena de los accidentes, logros y fracasos de esta línea de evolución

terrestre. Esto es lo que ya conocemos, no lo que deseamos o decidimos que fuera.

La crueldad destructora y el esfuerzo edificador nos son anteriores, en medio

del fragor de estos procesos se formo la tierra y su amable superficie; aunque

antes no hubiéramos estado allí para calificarlos con fiestas o lamentos; como

sujetos que resintieran, aceptaran o rechazaran los acontecimientos; el mundo

animal huía o se congregaba entre el acoso, la fuga y el regreso defensivo; a nadie

con conciencia y opcionalidad molestaban o afectaban los hechos, eran los hechos

brutos y sordos de una dimensión neutra e indiferente. Sólo en nosotros

adquirirían voz y voto, mención y decisión, anuencia u oposición.. Sin nosotros




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no habría ética porque no habría duda alguna; la solidaridad, la compasión, la

piedad carecían de organización y voz común, eran reacciones inconexas y

aleatorias. Nosotros le dimos voz y esta voz es colectiva. Le dimos cuerpo y

texto.

“La vida lucha cruelmente contra la crueldad del mundo y resiste con

crueldad a su propia crueldad. Todo viviente mata y se come lo viviente. El

ciclo alimentario de los ecosistemas ( ciclo trófico ) es al mismo tiempo un ciclo

de muerte para los animales y vegetales devorados. La regulación ecológica se

paga con hecatombes. La crueldad es el precio a pagar por la gran solidaridad

de la biosfera. La naturaleza es a la ves madre y madrastra.”9

En esta perspectiva, lo que llamamos bondad, alusión a lo bueno, viene de

orígenes remotos y hace referencia a los procesos y hechos de unión, tanto

como lo malo refiere a la dispersión, sin juicio requerido para evitarlo,

devaluarlo o eliminarlo; existe con lo bueno en un abrazo vital-mortal que le

da juego a la realidad de nuestra actuación.

“Toda mirada sobre la ética debe percibir que el acto moral es un acto

individual de religación: religación con el prójimo, religación con una

comunidad, religación con una sociedad y, en el límite, religación con la

especie humana.” Desde que todo parece ir siempre acompañado, desde que todo

va junto y de esas asociaciones y disociaciones resulta lo que existe, para lo cual

parece necesario que haya conjuntos, parejas, series, grupos, bandas, colectivos,

más que solitarios, podemos decir que hay una preferencia natural por el

religamiento. Pero no puede desconocerse que lo que se junta lo hace

atravesando, venciendo, contrarrestando fuerzas centrífugas, eventos y

9 Idem.




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catástrofes que dispersan, y que subsiste porque repara los huecos, habita el

vacío, re-tejiendo allí donde las cuerdas se desvanecen debilitando la maya,

reforzando los puentes y los vínculos que trazan los mapas de inter-

sostenimiento de las cosas y los seres.

Fuerzas alternativas, rotativas, asociadas.

Hay pues fuerzas, energías, factores y fenómenos que trabajan al contrario.

No son malas por eso, sino que reciben ese nombre por sus efectos en las

unidades conscientes que somos nosotros los vivos, que sabemos o que

inventamos que se requiere de lo otro que nos place mejor, nos reconforta y

asegura. La vida sobre todo está hecha de asociaciones celulares, de órganos,

tejidos, funciones, ductos, que forman el organismo y lo coordinan, continúan y

comunican con el entorno a través de la piel que es una superficie de doble sentido.

Lo que después, por voz nuestra, recibió el calificativo de malo o bueno, fue en el

principio quizá una asociación de energías, tendencias, funciones o poderes

que co-producían y co-instalaban la existencia en el universo. Todo acontecía

entonces como si no existiéramos, y efectivamente no existíamos. El problema

nace con la escogencia entre dos actos, la elección que genera un deber, el

nacimiento de esos imperativos que son los deberes. Si sólo hubiese existido la

posibilidad de un solo acto no habría aparecido el deber propiamente dicho,

ni selección alguna.

La doble salida llegó con nuestra especie y antes con la vida.

“Las sociedades mamíferas son comunitarias y rivalitarias a la vez;

encontramos en ellas a la vez el enfrentamiento conflictivo de los

egocentrismos y la solidaridad respecto de los enemigos exteriores…los

individuos están dedicados a su progenitura, pero en ocasiones también son




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capaces de comer a sus hijos”10 Cargamos con la doble disposición a las

relaciones de interés y de comunidad . “El sentimiento de comunidad es y será

fuente de responsabilidad y solidaridad, ellas mismas fuentes de la ética.”11 La

ética de la comunidad en las sociedades históricas se desarrolló o se impuso por las

buenas y por las malas, fuerza física y sujeción psíquica. La que nos ajusta al

exterior y desde el exterior se nos dicta ( Religión, Estado ) como vigilancia

policiaca; la que interiorizamos como policía mental. Ambas asociadas prescriben

las normas del bien y del mal, de lo justo o injusto y generan deber para el

entendimiento gregario. Resistirlo secreta culpa y angustia, apartamiento y soledad,

violencia y muerte. Esto también se aprende.

Cuando la ética se hace explicita, verbalizada, las sociedades arcaicas suman

prescripciones, tabúes, y mitos fundadores. En las sociedades cerradas de la

Antigüedad la relación está desequilibrada reduciendo al individuo, que no

ejercerá su autonomía moral hasta el crecimiento de la individualidad en la

Atenas del siglo V antes de la era cristiana.

Los desarrollos complejizadores del trinomio individuo-sociedad-especie harán

aflorar esta conciencia moral induciéndolos a religarse a pesar de sus

antagonismos. Descubrir que pertenecemos al bucle de tres pertenencias es

descubrirnos nosotros mismos como posibilidad de sobrevivencia. Lo actuado

no es nunca sólo mío o de cada quien, estamos haciendo posible lo que sobrevive

como sociedad y como especie.

10 Ibid. p. 25 11 Idem.




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Cambio de tiempos

En los tiempos modernos la ética sufre disloques y rupturas graves afectando

la relación trifásica anterior. El humanismo laicizado a partir de los Tiempos

Modernos trae una ética metacomunitaria a favor de todo ser humano sin

distinciones; la propuesta kantiana pretende una ética universal pero sólo

constituyen islotes intelectuales minoritarios. Los Tiempos Modernos suscitaron el

desarrollo de una política autónoma, de una economía autónoma, una ciencia y un

arte autónomos. “En todos los dominios, los desarrollos de las especializaciones

y de los tabicamientos burocráticos tienden a encerrar a los individuos en un

dominio de competencia parcial y cerrado, y, por ello mismo, tienden a

parcelar y diluir la responsabilidad y la solidaridad, cosa que nos ponen de

relieve, entre otras, el asunto de la sangre contaminada de 1982 y la canícula

del verano de 2003.”12

Los desarrollos del individualismo han llevado a la autonomización y la

privatización de la ética. Se distancian la ética del individuo y la ética de la

ciudad. Los avances que esto permite traen consigo nuevos problemas y

retrocesos; es el doble desplazamiento hacia el universalismo ético y el

egocentrismo. Avances que retroceden y retrocesos que avanzan, figuras

comunes en la obra morineana, que cualquiera puede observar en su realidad

inmediata. El panorama no es tan simple como dividir el mundo y a los seres

humanos entre lo blanco y lo negro.

La ética se ha erradicado de sus fundamentos históricos; la ley se ha

desacralizado y el super-yo social no logra imponerse y se ausenta. Se abre

indefinidamente un campo de acción sin márgenes definidos, que se desplazan

12 Ibid. p. 28




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permanentemente hacia territorios desconocidos. Coexistimos cada vez más

con seres modulares y entidades desdibujadas y ambiguas que quizá anuncian

otros actores para otros mundos.

Esta crisis de los fundamentos abarca no sólo la ética sino el conocimiento

científico, la filosofía, la certeza. La referencia a los valores oculta la pérdida de

los fundamentos. Lefort, citado por Morin, nos advierte que en adelante no

hay garante reconocido ni en Dios, ni en la naturaleza o la razón., y Pierre

Legendre, en el mismo texto, nos dice que se trata de un “autoservicio

normativo” donde los valores intentan fundar una ética sin fundamentos.

Morin se pregunta si volver a las fuentes de la ética en la responsabilidad y la

solidaridad es una salida del vacío y la confusión actual que viene del nihilismo en

que acaba su loco desboque el individualismo, también de la fe en postulados

supremos como el que justifica todo por la revolución, asidero para los intelectuales

que requerían una nueva religión de salvación terrestre en el comunismo, y de la

adolescencia contemporánea que lleva a recrear un microcosmos comunitario de

tipo arcaico en la banda, el gang con sus defensas territoriales, normas y símbolos.

Desde hace unos años se ha manifestado la necesidad de una nueva ética. El

autor nos incluye en esa debacle social que describe, donde el individuo se

reivindica reponiendo como puede la conciencia moral proscrita, luego de las

ilusiones ideológicas del siglo XX y sus poderes mundiales, mega proyectos y

visiones desbocadas, precisamente cuando éstas totalizaciones absolutistas con

sus inhibiciones doctrinales y sus pasiones políticas las devaluaban como

vestigios burgueses. La coexistencia no era una demanda viciada por los

intereses de clase, era una demanda humana.

No se suspende la tensión, se reconoce y aprovecha para mejorar.




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Estamos en esto desde el principio. Para Morin el mundo no puede sobrevivir

sin la separación, pero tampoco subsiste sin la unidad. En la deflagración

universal apareció el espacio-tiempo que nos separa, pero unido por lo

inespacial-intemporal que llamaron primero vacío y hoy se reconoce como

cada vez más poblado en dimensiones que no por inaparentes dejan de existir

y pueden ser registradas gracias a instrumentos poderosos.

Las fuerzas de dispersión siguen desencadenándose hasta hoy, pero hay fuerzas de

religación desde el principio y hoy mismo actúan resistiendo a la separación..

Es cierto que el primer momento es dispersivo, pero en su seno a partir de

interacciones nucleares, electromagnéticas y gravitacionales se crea un orden

físico en y por la formación de organizaciones, y así, dentro del destino general

de extinción sobrellevan la carga contraria las fuerzas reintegrantes que

después de los núcleos, los átomos y los astros han creado en la tierra las

condiciones elementales en unidades diversas para el surgimiento de la vida.

La primera virtud de la organización es integrar la religación en el seno de una

autonomía que la salvaguarde y proteja del entorno exterior. La religación nuclear

es fuerte, las religaciones electromagnéticas lo son menos. En nuestros organismos

las células disponen de autonomía interna a la vez que están religadas entre sí por

comunicaciones permanentes.

La autonomía, rasgo de lo viviente, une su propio orden al entorno del que se

regenera. Además de energía toma del exterior información. Los humanos

multiplicamos nuestra fuerza autónoma multiplicando nuestras dependencias,

y complejizando nuestra interacción con rivalidades y colaboraciones que

abren los espacios del juego y la libertad, la responsabilidad, la inteligencia, la




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iniciativa y el amor, que en la diversidad y el riesgo aumentan nuestra

complejidad.

Inventar nuestros vínculos a tiempo.

Las religiones universalistas fueron abiertas en su principio, luego exigentes y

subordinadoras en su desarrollo. Los hijos de la tierra, dice Morin, necesitan de

una religación superior. La humanidad ha padecido insuficiencia de amor por

dedicarlo a abstracciones y a lo inmortal, dioses, ídolos e ideas; requerimos

dedicarlo a lo mortal.

La religación entre religación y desligación no es de simple antagonismo. Es

inseparable y complementaria.

El cosmos se creó en un evento inaudito de muerte-renacimiento;

nace en la muerte de donde ha surgido, produce su existencia

produciendo la muerte ( segundo principio de la termodinámica)

y, desde su origen térmico, está prometido a la muerte… La

creación continua de galaxias y de estrellas se acompaña de

destrucción de galaxias y de estrellas. Estrellas, seres vivos,

biosfera, sociedades, individuos son trabajados por la muerte cada

instante, y trabajan cada instante por y para la regeneración. Eros

y Thanatos, Mazda y Arriman, religación y desligación están

presentes el uno en el otro.13

Y aunque hoy se sospecha de una energía que conduce al universo a la dispersión

alineándonos en el fin mortal, la física cuántica propone que las partículas se

encuentran ligadas de manera intemporal e inespacial, por una religación invisible

13 Ibid. p 42.




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que sostiene el universo. Subraya Morin: Todo lo que está separado está ligado, todo lo

que está ligado está separado, la gran paradoja.

En la relación intención-acción se guarda un principio de incertidumbre que

permite entender cómo es que no corresponden las acciones con la intención en ellas

puesta. El extravío y la transformación de nuestras acciones y sus productos nos

devuelve efectos alterados, rebotes sorprendentes, lo que obliga a considerar la necesidad

del riesgo y de la precaución, los efectos secundarios perversos de un acto saludable,

constatando así la errática relación entre medios y fines y el cambio de finalidades según

las circunstancias. Pero son las derivas donde las pérdidas y confusiones suelen

alcanzar consecuencias dramáticas. Las guerras o revoluciones alteran significados,

resultados, intenciones y acciones en un curso cruzado donde todo cambia de signo.

“Cuántas derivas individuales inconscientes he conocido yo en aquellos que creían seguir

actuando en el espíritu de su ideal siendo que el curso de la historia había cambiado el

sentido de su compromiso”14 Muchos libertarios acaban sirviendo a algún tipo de

sujeción, igual que algunos autoritarios pueden, sin quererlo, servir al destape

democrático más grande que el que querían impedir. El largo plazo además trabaja

extraviando las acciones y dotándolas de modificaciones imprevisibles.

SEGUNDA SESIÓN

Urgencias y apuestas.

14 Ibid. p. 50




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Puede haber contradicciones entre la ética individual y la ética social. El problema de

la tolerancia con los intolerantes, el que nos plantean las relaciones con nuestros

allegados y los vecinos distantes. Tenemos deberes egocéntricos, sociocéntricos y

antropocéntricos. Igualmente cuando se presenta una lucha en dos frentes ( nazismo-

comunismo ). Todo exige prioridades y soluciones. Lo que se da más evidentemente es la

dialógica entre la política y la ética, el realismo y la utopía. Pero no se puede olvidar

que la autonomía de la ciencia moderna exigía la disyunción entre el conocimiento y

la ética. “ Lo que nos obliga a una reconsideración es el formidable desarrollo, en el

siglo XX, de los poderes de destrucción y manipulación de la ciencia. ¿No existe en

adelante un antagonismo entre la ética del conocimiento que prescribe conocer por

conocer sin preocuparnos por las consecuencias, y la ética de protección humana que

exige un control de las utilizaciones de las ciencias?”15

Coincido con Morin, porque sospecho que la ética surge de la función-necesidad de

acordar algo común. entre dos o más, y de acordar algo con uno mismo. El lenguaje

es su vehículo y éste puede ser formado por actos, comportamientos, gestos o

palabras. El acuerdo con la naturaleza animada era también anticipación ética.

Supone el doble, ese que dialoga consigo mismo en una duplicación del lenguaje y

las imágenes que impiden la soledad total y fuerzan al ejercicio de la alerta

permanente, del ejercicio bipartito, del referente externo-interno, del diálogo

sostenido, de la condición plural que desarrolla la conciencia y el discurso, el

comportamiento y el conocimiento. Esta maquinaria no se puede parar mientras se

está vivo, ni en el sueño que impide el silencio absoluto. Su suspensión implica el

antecedente o el cumplimiento pleno de la muerte.

Deber de conocer y conocimiento del deber.

15 Ibid. p. 57.




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Cuando este dispositivo se enfrenta con una zona vedada por el secreto o el cálculo, por

la industria, el ejército o la ciencia que buscan asegurar su ganancia, hay que pugnar por

la apertura del hermetismo uniforme, por la recuperación de ese multi-frontal

rendimiento de cuentas, por la transparencia del comportamiento que debe aducir sus

razones y medirse con otras propuestas de acción. Debe reponerse la reflexión y la

discusión, la diversidad de las opciones y de las motivaciones. Debe reponerse el plural

libre junto con la posibilidad de accidentar el rumbo y equivocar el camino. Del

entendimiento en la claridad de las interacciones surgen deberes asumidos, de la

oscuridad surgen mandatos autoritarios y disposiciones militares donde la opción no

existe.

El conocimiento no es ya sólo conocimiento, viene rodeado por una cauda de

agregados extracientíficos y se proyecta hacia delante con una masa de

consecuencias previsibles e impredecibles. El conocimiento del conocimiento implica

el dominio de la constelación práctico-cognitiva que lo envuelve. La ciencia no es una

actividad puramente científica y sus efectos comprometen un entorno creciente actual y

futuro del que debe dar cuenta y asumir su responsabilidad.

La investigación de los riesgos probables, de las consecuencias que la accidentalidad

y el tiempo podrían actualizar, la preparación de los vecinos próximos y remotos al

experimento, la prevención de los peligros en las ciudades, poblados y rancherías

que pueden verse afectadas, la educación para-científica de la población, son

materia de la ciencia del futuro.

Las contradicciones en acto.

Dependemos de las normas que nos hemos dado y estas normas dependen de la vida

que les atribuimos con nuestro comportamiento.




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Cuando la autoridad de las religiones se desvanece, su fuerza para monopolizar

verdades y jerarquías se esfuma en la práctica de sus seguidores. Entonces hay que

elegir, asumir nuestras decisiones apelando al conocimiento, la experiencia y sin

poder liberarnos o sustituir suficientemente las herencias de nuestros monolitos ,

mitos, tabúes, dioses y emisarios terrenales o administradores de sus mandatos.

El mundo y el vivir se tornaron más difíciles y hay que decidir en el límite, en el último

momento, al final de la evasión o la resistencia que difiere la responsabilidad hasta el

extremo. Ese momento siempre llega aún y si hay alguien “muy atento y dispuesto” a

decidir por nosotros dejándonos en la infancia o la ignorancia.

Hay incertidumbres y contradicciones éticas que Morin rastrea con especial

minuciosidad desmontando las complejas interacciones que hacen intrincado el camino

de decidir y de pronunciarnos por una acción antes que por otras. Desde los problemas

de una comunicación siempre inacabada, fallida y tergiversable, pasando por los

temas de la bioética, la vida y la muerte desafiando nuestros sueños de

inmortalidad, libertad y compasión, junto con los horarios, los cálculos y las

ideologías que se disputan los cuerpos y las almas de los vivos, hacen de éste un

terreno por excelencia de diferendos y conflictos inagotables desde que nadie puede

arrogarse la posesión total y exclusiva de la verdad. La política y la ciencia

complican el debate a cada paso porque juegan con significados y contraponen a

discreción valores equivalentes que pretenden siempre ser los únicos y tener sus

administradores ideales en cada institución, clase, sector, así como sus partidas

presupuestales y sus oradores.

La ilusión ética nos lleva a trabajar por un ideal que produce lo contrario de lo

deseado, tanto como la ilusión interior nos extravía cuando perdemos la pista de la

capacidad crítica y prescindimos de la información pertinente. “¿Habrá que eliminar a




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los anormales potenciales cuando sabemos que la invención y la creatividad

proceden de individuos fuera de norma? En múltiples dominios y múltiples casos no

se puede superar la aporía ética; hay que vivir con ella y saber, sea hacer compromisos de

espera, sea decidir, es decir apostar.”16

¿Dónde empieza la vida de un ser humano? que equivale a otra menos publicitada

¿Hasta dónde llega el bien de una sociedad que puede ser a la vez el mal de otra?

¿Dónde empieza la lectura de lo uno y lo otro? ¿Qué no el empezar a leer por uno de los

extremos ya lo privilegia, no es acaso ya una elección? ¿En dónde se divide el bien del

mal? ¿Todo nos vale? Estas preguntas acuciantes hoy no han salido airosas de las

respuestas monocausales, deterministas, abstractas y metafísicas; las lecturas

lineales de la realidad parecen haberse acreditado como más destructoras en la

vida social que en el campo de los fenómenos físicos; frecuentemente las respuestas

polarizadas van seguidas del ataque o la defensa, del desencuentro y el

distanciamiento que agudizan las diferencias y preparan el debate espectacular o el

negocio guerrero.

La complejidad, en su expresión inter y transdisciplinar, debe aportar a la ética la

visón espiral, de conjunto, recursiva y múltiple de los fenómenos, relativizando sus

polos y limando sus filos; está para amortiguar y convocar a la mutua escucha de los

que se suponen contrarios y pudieran serlo más todavía si sólo obedecen a los líderes

del incendio. Puede ayudar a desmontar la escalada y el radicalismo que agrava los

términos de la discusión y los comportamientos del pleito. Puede exhibir los puntos de

contacto y los frentes de unificación, las zonas compartidas, las posiciones equivalentes

o iguales, los caminos del acercamiento por el conocimiento recíproco antes que la

enemistad por el prejuicio y la ignorancia.

16 Ibid. p. 59




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Sí, la ética compleja trae una carga de valoraciones y virtualidades, requiere de más

información, no es un alfabeto o un esquema vacío. Por algo será que la aceptación de la

paz ha sido siempre más problemática que la resignación ante la guerra.

Las respuestas que se pueden dar a la incertidumbre y la contradicción requieren de

un pensamiento pertinente, no sólo se trata de saber más, de más datos y conceptos,

sino de una forma distinta de pensar el objeto en la consideración del contexto, de

reconocer la ecología de la acción habida cuenta de las ambigüedades y las ilusiones

éticas; de allí la práctica del autoexamen, la conciencia de la necesaria apuesta sin

dejar la reflexión para después, porque ese después suele ser irreparable. Y cuando no

hay solución ética clara a la vista, elaborar una estrategia, conjunto móvil de

decisiones parciales que se pueden reorganizar en la marcha, cediendo y avanzando

en la elucidación y el cálculo de los resultados, con lo que se intentará evitar lo

peor.

Queda una incertidumbre al fondo después de evaluar las repercusiones autoéticas,

socioéticas y antropoéticas; hay una zona de vaguedad y riesgo bajo la apariencia

del bien y el mal, que los produce, alimenta y enfrenta, y que los confunde y los mueve a

la posición contraria porque el bien y el mal no son siempre tan determinables y

distintos.

La moral no compleja, simple y reduccionista, obedece a un código binario

bien/mal, justo/injusto como de realidades incomunicadas y cerradas sobre sí

mismas entre las que hay que decidir. Acostumbrados a ellas y urgidos por la prisa, se

nos ha escapado que producen un dolor y un sacrificio excesivo y desbordante de la cosa

misma a discusión, dejando sembrada la semilla del próximo conflicto.




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“La ética compleja concibe que el bien puede contener un mal, el mal un bien, lo

justo lo injusto, lo injusto lo justo”. 17

El pensamiento complejo.

Morin, en su obra propone una guía conductora para identificar las condiciones de

producción y práctica de un pensamiento complejo, correspondiente por fin con la

complejidad real del mundo. Los principios recursivo, hologramático y dialógico,

sumados a la aceptación de los “defectos” terrestres y existenciales ( incertidumbre,

ambigüedad, error, misterio, locura ) que nublan el dato, difuminan el hecho,

traslapan o entretejen el objeto, y tornan elásticas nuestras referencias, lenguajes y

posesiones, nos entregan, siempre “con dificultad”, la realidad que no aparecía bajo

anteriores paradigmas. 18

Trabajar por el buen pensar es religar, implica una forma de tratar con las

complejidades, no se detiene en la distinción,, reconoce lo múltiple en lo uno y lo

múltiple en la unidad, rechaza el reduccionismo, el holismo; los desarrollos del

pensamiento complejo conducen a los comportamientos que auspician la solidaridad y la

integración, sin dejar de reconocer que existen los factores que caminan en contra.

“Religando los conocimientos, orienta hacia la religación entre los humanos (…) La

antropología compleja reconoce al sujeto humano en su dualidad egocentrista /

17 Ibid. p. 64 18 Morin, Edgar, El Método, el conocimiento del conocimiento, Madrid, Cátedra, 1988, pp. 109-114. Donde el principio dialógico puede ser definido como la asociación compleja (complementaria/concurrente/antagonista) de instancias, necesarias conjuntamente para la existencia, el funcionamiento y el desarrollo de un fenómeno organizado(…)El principio recursivo…es un proceso en el que los efectos o productos al mismo tiempo son causantes y productores del proceso mismo, y en el que los estados finales son necesarios para la generación de los estados iniciales(…) El principio hologramatico: el todo está en cierto modo incluido –engramado- en la parte que está incluida en el todo.




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altruista, lo que le permite comprender la fuente original de solidaridad y

responsabilidad”19.

No sólo la moral requiere del esclarecimiento intelectual, sino que la inteligencia

necesita de la luz de la moral, que resiste a la barbarie mental y descubre algo allí

donde ésta no alcanza a ver. Morin aprendió esto junto a su generación, en los

momentos críticos de la historia europea del siglo XX, tomando decisiones entre

grandes fuerzas masivas e ideologías demandantes de adhesión, que se disputaban y

anulaban la individualidad de los actores que tenían que vivir, primero que nada.

Morin ha dedicado libros admirables a estos temas que no planean desde las alturas sino

que se arrastran en las irregularidades de la superficie demandando ejercer el juicio para

la elección en cada sujeto de carne y hueso. Su obra está llena de historia concreta,

más que de especulación..20

Ética, ciencia y política.

Las decisiones que finalmente tomamos se encuentran actualmente dentro de un

marco condicionante poderoso, ajeno y entreverado que multiplica la

incertidumbre, la confusión y los errores, igual las desilusiones y arrepentimientos,

las culpas y los desarreglos psíquicos.

Quizá la ciencia tradicional ha ayudado a preservar sólo la mitad de lo humano. La otra

mitad, que ha negado, que desconoce o elude facilitándose así su propia marcha, requiere

de otros conocimientos, pertenece a otras prácticas y viene de otros pensamientos y en

19 Ibid. pp. 71-72 20 Morin, Edgar, Autocrítica, Barcelona, Kairós, 1976. Le vif du sujet, Paris, Èditions du Seuil, 1969. Mis demonios, Barcelona, Kairós, 1995. Textos fundamentales para acercarnos a quien expone la historia autocrítica de sus errores con la misma intención pedagógica con que ofrece sus propuestas fuera de los marcos teórico-conceptuales tradicionales. Constituyen una guía de su andanza espiritual y física, donde las ideas están siendo alumbradas por su experiencia itinerante y diversa de articulación de las ciencias, las culturas y las conciencias.




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cuanto nos antecede como condicionamiento biológico original no nos puede salvar de

nosotros mismos, salvo al precio de nuestra destrucción como especie. Así el bien y el

mal son un ingrediente necesario a nuestras ideas y acciones; nadie los posee en

exclusiva ni a nadie benefician o malefician en forma definitiva y última. Son formas

de llamar a la adversidad desintegradora o a las energías de integración que todos

portamos, campo nebuloso en que se juega nuestra existencia rodeada de sin saberes y

oscuridades, con algunas luces intermitentes que alientan la marcha cuyas estaciones hay

que construir. El campo del comportamiento es el campo aún no deslindado, el piso

que se construye bajo nuestros pasos; aquí los cálculos siempre van detrás de los

actos, por muchos que se quieran anticipar, después los actos realizados reclaman

otros cálculos y hasta definiciones en las cuales descansar transitoriamente. Este

circuito mediado por el conocimiento de lo que hacemos y sus resultados es una

plataforma de información para la reflexión ética posterior y las decisiones que

siguen.

Por eso la polaridad aquí pierde asideros, igual que las independencias y autonomías

absolutas. El opositor, el adversario o el enemigo pueden gestarse en nosotros, en

cada uno de nosotros, igual que el aliado, el amigo y el colega pueden enviarnos

señales desde el otro, que nunca llega a ser un extraño en modo absoluto e irreversible.

Ésta es una visión que genera condiciones para un diálogo pacificador, no sirve para

la guerra o la condena apresurada, sirve a la comprensión que tiene por tarea, entre

otras, domesticar a la maquinaria lógica, al uso excluyente, a la tendencia

discriminadora. En todo caso aporta elementos para la recuperación de una lógica

de similitudes y aproximaciones, de secuencias y seriaciones, de grados y

modulaciones que tienden a no dejar que los cabos se suelten y a buscar formas de

unión.




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“El vínculo ciencia/técnica/sociedad/política es evidente. Es evidente, en estas

condiciones, que la época en que los juicios de valor no tenían que intervenir con la

actividad científica está cerrada (…) Ha sido muy difícil y lento concebir que la

ciencia, que estaba identificada con la razón, el progreso, el bien, podía ser

profundamente ambivalente en su naturaleza misma (…) Las mentes formadas por

un modo de conocimiento que repudia la complejidad, por tanto la ambivalencia, no

saben concebir la ambivalencia inherente a la actividad científica, en la que

conocimiento y manipulación son las dos caras del mismo proceso. Más

generalmente, la mentalidad formada en un modo de pensamiento binario, que

excluye la ambigüedad, no puede concebir que la ciencia sea a la vez “buena” y

“mala”, benefactora y perversa, útil y nefasta.”21

Del mismo modo esa ciencia que tanto nos ha ofrecido y que aparece a la postre como

ignorante de sí misma, no puede pensar el tema de la responsabilidad por la ausencia

del sujeto consciente que ha pretendido neutralizar o expulsar desde sus orígenes,

pero sin el cual no hay autor pensante ni voluntad posible a quien pedirle cuentas,

sujeto, es decir eje central del contacto cerebro-contexto, mente-realidad objetivada,

mismo actor del que se prescindió en la obsesión de objetividad impoluta, exacta y

transparente. Tampoco puede la ciencia descubrir con igual gloria que la hiper-

especialización significa a la vez, ni antes ni después, pérdida de la visión de

conjunto, ignorancia de lo general. En esta ruta Morin nos invita a hacer la travesía

por un campo lleno de contradicciones que se hermanan y contienden desde el

principio o pasado el tiempo, y que nos reclaman para ambos lados con igual fuerza los

21 Ibid. pp. 79-81




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resultados de la urgencia práctica y los de la solidaridad y la esperanza, que no dejen de

ser convocados por las crisis en las que unos y otros quisieran zanjar de una vez por todas

las diferencias y dejar establecido quiénes son los malos y los buenos para siempre

jamás.

Una resolución imperfecta siempre resuelve algo

Advierte que no se trata de llegar a la sociedad perfecta, y que se trata de construir

nuevas formas de convivencia, de relación humana en las que las éticas tradicionales

han perdido vigor y sentido de la realidad en que se vive, dando paso al

individualismo ético que nos fuerza a evaluar, normar y decidir nuestras acciones

como nunca antes quizá durante muchos siglos.

La autoética implica para Morin una cultura psíquica: Autoexamen, autocrítica,

honor, tolerancia, recursión ética ( que consiste en evaluar nuestras evaluaciones,

juzgar nuestros juicios, criticar nuestras críticas), lucha contra la moralina,

resistencia al talión y al sacrificio del prójimo, responsabilizarnos; une ética de la

comprensión con la conciencia de la complejidad y las derivas humanas y con la

apertura a la magnanimidad y el perdón; una ética de la cordialidad con cortesía,

civilidad; una ética de la amistad de los que somos hijos de la tierra y en esta casa

coexistimos.

Al fin, el monto de estos recursos y posibilidades se merman o refuerzan en

circunstancias históricas concretas; pero la autoética surge especialmente en épocas en

las que las fuentes, los centros, las instituciones, los emisores de normas, mandatos y

prohibiciones, de orientaciones para el hacer, pierden el piso y la credibilidad mientras

las urgencias y las presiones aumentan, por lo que tenemos que diseñar sobre la

marcha nuestra atmósfera propia de mandatos y convencimientos, dibujando nuestra




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figura así sea entre sombras y neblinas. La ética para sí puede ser definida como

resistencia a nuestra propia barbarie interior, subraya Morin. “…la autoética

testimonia la necesidad de un ‘suplemento de alma (…) la necesidad de un

suplemento de conciencia (…) por tanto la conciencia de la complejidad humana.” 22

Esta ética de los sujetos toma contexto de la sociedad en que viven, que es la que los urge

o los demora, los olvida o los incorpora en diversos grados, porque de esas negaciones y

afirmaciones de nuestra presencia, omisión y participación surgen los problemas, los

dilemas planteados al comportamiento que sigue.

Pero la vida de la sociedad es parte de la vida de todas las especies y de las

condiciones en las que se pudo dar en este planeta y sus avatares, saltos y

evoluciones, somos obstáculos, pero también herederos y garantes de más vida para

las generaciones próximas. Así es como, dentro de esta trama tridimensional los

temas de la muerte asistida, la eutanasia, el aborto, y las múltiples modalidades que

se están experimentando en el espacio bioético y genético adquieren pesos y

significados distintos que los que surgen casi mecánicamente de las agencias

estatales o de los intereses individuales.

De allí la conexión necesaria con el conocimiento para desarrollar el mejor actuar. “La

existencia animal no sólo depende del entorno, sino también del conocimiento del

entorno. Todo progreso del conocimiento saca provecho de la acción, todo progreso

de la acción saca provecho del conocimiento.” 23 Con todo y que del conocimiento no

se puede desprender directamente una ética, ésta no puede menos que pasar por el

conocimiento y evolucionar en su compañía. La barbarie humana sabe de sí y se

repasa en su memoria y su historia, pero de allí no salimos menos bárbaros. Lo que

22 Ibid. p. 110 23 Morin, Edgar, El método, T. III, El conocimiento del conocimiento, Madrid, Cátedra, 1988, p. 64.




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se modifica es la conciencia de este desfase, que puede posibilitar un salto ético con

las generaciones que vienen.

“El sujeto humano lleva en sí un doble ‘dispositivo lógico’, egocéntrico uno, altruista

el otro; el rechazo del prójimo fuera de la identidad común produce el cierre

egocéntrico y es producido por éste, la inclusión del prójimo en un nosotros a la vez

produce la apertura altruista y es producido por ésta. La ética altruista es una ética

de religación, que pide mantener la apertura al prójimo, salvaguardar el

sentimiento de identidad común, fortalecer y tonificar la comprensión del prójimo

(…)La disyunción o separación sin religación, permite el mal; el bien es religación

en la separación (…) Tenemos escasez de religación, y ésta se ha convertido en una

necesidad vital (…) porque existen muchas fuentes de angustia, necesitamos fuerzas

que nos sostengan y nos religuen (…) Las fuentes de angustia existentes hacen que

tengamos necesidad de amistad, amor y fraternidad (…) La religación es un

imperativo ético primordial…”24

La ética para el prójimo nos pide en primer lugar no rechazar al prójimo fuera de

la humanidad, dice Morin , siguiendo a su amigo Robert Antelme, quien se impuso

escribir sobre la memoria libre de su memoria exhausta para no dejarse expulsar de

nuestra especie en los campos de concentración nazi.25 La incomprensión desata todas

las calamidades, interpone todos los obstáculos, agranda las distancias y enreda

nuestros mundos psíquicos de modo tal que desembocan necesariamente en el

conflicto; resume todo lo que podemos los humanos inventar para apartarnos de otros

seres humanos. Cultiva nuestra debilidad en la soledad.

24 Morin, La Ética, pp. 113-114. 25 Cf. Antelme, Robert., La especie humana, México, ERA÷Trilce, 2002.




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La comprensión y el perdón.

A esa barrera destructora para ambos lados, opone Morin una doble comprensión

objetiva y subjetiva, a las que agrega la comprensión compleja, que es

multidimensional; ésta no reduce al prójimo a uno solo de sus rasgos o dimensiones,

ni lo juzga por uno de sus actos, ni puede reducirlo a su ideología prescindiendo de

su contexto, de la composición triúnica de su cerebro (MacLean), la permutación

inestable y rotativa de la razón, la efectividad y la pulsión de donde resultan fases

dominantes en una multipersonalidad que se inserta en roles sociales a donde nos

llevan, la cólera, el odio, el amor y la ternura que nos convierten en otros

sucesivamente, a los que no hay por que no esperar.

En el contexto cabe el marco histórico-social y cultural del individuo, los accidentes

que nos convierten en impredecibles e impensables sujetos que reaccionamos por

primara vez a un medio desconocido o inédito; igual que las catástrofes y las

guerras que nos actualizan como seres extraños en cada coyuntura, monstruos y héroes,

aparte de las fuerzas posesivas de la ideología que cabalgan sobre sus creadores y les

exigen la vida, las sombras del autoengaño que nos llevan a comportarnos al

contrario de nuestro reaccionar acostumbrado en el tiempo normal.

Hay que cumplir con una tarea: Comprender la incomprensión antes de juzgar al otro, de

condenarlo y de asignarle un “ser” definitivo e inamovible, una marca o un estigma más

que un espacio de respiración y rectificación en la justicia. La incomprensión tiene

múltiples fuentes, pero al fin nos reclama rechazar el rechazo, excluir la exclusión,

comprendernos a nosotros mismos en la conciencia de nuestras insuficiencias,

argumentar y refutar en lugar de excomulgar y anatemizar, superar el odio y el

desprecio, resistir a la ley del talión , la venganza y el castigo, resistir a la barbarie

interior y exterior. Y aunque habrá quienes teman a la comprensión por su propia




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dureza e insensibilidad, traducida en incapacidad para excusar, “Comprender no es

justificar (…) no excusa ni acusa, no impide la condena moral (…) comprender es

comprender cómo y por qué se odia y desprecia (…) comprender al fanático. La

comprensión no conduce a la imposibilidad de juzgar, sino a la necesidad de

complejizar nuestro juicio.” 26 Estamos ante la posibilidad ética de vernos en

aquellos que no aceptamos, de descubrir que nosotros podemos reproducir la

historia del que juzgamos si no sabemos cómo es que se llega a eso.

En los capítulos subsiguientes Morin revalora altamente la práctica del perdón que

evitaría nuevas venganzas y violencias, y que dejaría vigente la súplica de Jesús

“…porque no saben lo que hacen”. De donde la responsabilidad siempre es parcial

y no logra consumir todo el ser potencial de los humanos. La memoria y el

autoexamen, la autocrítica en la política, podrían salvar esta instancia básica y

ejemplar de distensión y pacificación.

La ética de la comprensión iría ligada con la autoética y la ética poética, que juntan en el

encuentro de la sabiduría con la poesía, en el diálogo de la razón con la pasión, el arte de

vivir, que no se reduce a un mandato o norma, sino a un ambiente donde lo que no

se regenera degenera. Y toda regeneración se da en el conjunto.

Comunidad, democracia, civismo

A través de la ética de la comunidad, que nos sumerge en el mundo viviente, y del

bucle democrático (que implica derechos y deberes: civismo), que es una expresión

de la complejidad política y reflexiva, propone que la regeneración de la ética es

parte inseparable de una regeneración del civismo, asimismo inseparable de una

regeneración democrática.

26 Morin, La ética, p. 133




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En fin, que poco abona la divulgación mediática superficial de la ciencia sin un

acendramiento profundo del tiempo reflexivo para alcanzar la democracia

cognitiva, y casi se logra impedir su llegada con la pulverización de todas las

actividades, instancias y procesos de que se compone el rompecabezas que divierte y

entretiene, destruye y enloquece, irresponsabiliza y evade la detección de los nexos,

vínculos e interacciones que nos convierten en cómplices de nuestra propia aniquilación.

Captar las implicaciones mutuas de estas constelaciones de elementos es un

problema crucial de nuestro tiempo y todas las ciencias avanzadas consideran

sistemas complejos donde las partes y el todo interactúan en su mutua generación y

co-producción.

De ahí la necesidad que Morin plantea de una reforma del pensamiento que

sobrepase las medidas incrementales y cuantitativas de los cambios educativos,

superando el mundo monodisciplinar. El fondo, el sentido, la sustancia, la materia, el

significado, la repercusión y afectación que se desencadena con el hecho educativo es lo

más importante hoy. Lo básico es reformar nuestros modos de conocer, de organizar

el conocimiento, de destinar lo que sabemos y de ver más allá, aquí, sin ir más lejos.

Hoy conocemos más, por eso es que hay que conocer mejor.

Nuestros asombrados ojos ven así ahora el campo de las batallas, desavenencias,

acuerdos y unificaciones humanas. Ni somos totalmente imputables, ni somos

perfectamente inocentes. Nadie es autor de lo que nos pasa sino nosotros. Pero

venimos de la vida y de su evolución terrestre sin dejar de ser lo que fuimos

totalmente. En parte nos explicamos y en parte debemos comprendernos, reconocer lo

que no conocemos y que nos impulsa y nos orilla sin mucho entendimiento nuestro. No

podemos caminar sin rumbo, hay caminos o se hacen caminando. Solitarios, nos

extraviamos antes del extravío mismo de las sociedades y la especie. Marchamos y




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buscamos juntos, inventamos rutas y horizontes en una búsqueda que resulta

frecuentemente muy costosa. Suscribimos el destino que nos vamos a proponer, entre

otros, a sabiendas de que los accidentes nos desviarán en la demora o la dispersión.

Así ha sido siempre. Pero queremos seguir existiendo, siendo cada quien y siendo el

grupo, conservándonos en la transformación. y el movimiento.

Cuando la co-actuación se relativiza y pulveriza en los caprichos individuales y los

grupos desconocen hasta las normas que supuestamente los ordenan, cuando cada

quien se inventa su moral, ésta es la que justamente desaparece y es sustituida por

ruidos sueltos, furores y rugidos que creíamos haber probado antes y superado. El

espacio común se esfuma y la guerra civil disfrazada se convierte en la ley de la

contienda que no da más reposo ni alienta confianza alguna conduciendo fácilmente a

estados de locura, miedo y aislamiento que en otras palabras traducen una sociedad en

desintegración. La ética compleja parte de esta condición real, no sólo de nuestro

tiempo social, sino del conocimiento actual, se mueve en la incertidumbre y busca

nuevos instrumentos de navegación para situaciones extremas de ruptura,

desacuerdo y relajamiento. Nace del aprendizaje de la relación en que todos nos

encontramos con los seres vivientes y las cosas del medio natural, y con nuestros

semejantes. Llegamos a la total arbitrariedad porque hemos perdido no la pista sino

la idea de la interacción que sostiene nuestra existencia y descubrimos que hay que

salvar nuestro ámbito vital terrestre para que sigamos siendo viables.

Repone la proporción extraviada retomando los temas devaluados o escarnecidos

por unos cuantos que siempre viven a su antojo y a costa del desconcierto de la

mayoría. Ninguna liberación se consuma como tal si no es a la vez algún tipo de

reordenación y éste es el capítulo que siempre falta en los proyectos de nuevo

hombre y nuevos mundos, salvo que se confunda con la disciplina militar, la




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persecución o el terror, que de nada liberan y nada alcanzan en común, sino por

desigualación y por la fuerza.

Nuestro tiempo es incierto; más vale hablar con los jóvenes en su idioma, dentro de su

visión, ante la inestabilidad y la ambigüedad que les heredamos, para reconstruir los

deberes que nos hacen posible convivir y conservar los derechos que nos hemos ganado.

Los llamados a portarse bien no pueden reiterarse como si fueran evidentes valores

y mejorías garantizadas para la convivencia. Portarse bien no tiene ya mucho que ver

sólo con “la conciencia” individual, nuestras adhesiones costumbristas a la diluida

moral familiar, las expectativas de las comunidades cercanas. Hay que arraigar el

sentido de un mejor comportamiento en la vida de la vida, de la especie, de la tierra, de

la paz y la solidaridad sin premiación ni gloria alguna. Es deber de sobrevivencia en

común, elemental, brutal y perfectamente explicable en su sentido. Hay que hablar del

tema, fundarlo en lo inmediato y tangible, en lo concreto, en el interaccionar que sostiene

las cosas del mundo real al que estamos, por lo pronto, reducidos, para mañana aspirar a

otros escenarios. Es una reflexión ética que requiere de un ejercicio moral en cada

uno de los que todavía entienden que no todo es lo mismo y no todo vale igual.

Una ética compleja que puede llamarse también, sin diplomacia alguna, ética de la

perdición, no permite esperar a que alguien nos venga a salvar de nosotros mismos y

de nuestros falibles juicios de lo bueno y lo malo; más bien parte del hecho de nuestra

solitaria condición de abandono a lo que podamos pensar y hacer con nosotros mismos

en esta esfera extraviada en el cosmos. Estamos perdidos hasta que se demuestre lo

contrario, dependemos sólo de nuestras luces y sombras, por lo mismo la

responsabilidad ha crecido hasta el límite de nuestras posibilidades, somos los

únicos autores y pacientes de nuestro errar y acertar, y hay que construir

cotidianamente este espacio, atmósfera o ambiente entre real e imaginario, por el




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que nos conservamos, toleramos y entendemos para sobrevivir. El asegurarnos de

copilotar conscientemente la tierra debe cambiar el sentido del deber mismo. La

máxima amenaza y la mayor esperanza se encarna en nosotros. Responsabilidad

común, autoevolución y perdición heroica, sabia y realista, son nuestra plataforma y

no sabemos hacia dónde nos impulsará, pero iremos juntos hacia allá. Las

convocatorias abstractas al bien, los deseos de universalidad, las teorías del

comportamiento mejorado para cada situación aislada y cómoda elección, no resolverán

lo que hoy nos jugamos. Reconstruir la moral de los pueblos es tarea mayúscula de

educación en los mundos que vienen.

En lo personal pienso que la reconstrucción de las solidaridades es un camino de

concreciones, decisiones y actuaciones que habrán de recorrer las partes del todo

desintegrado para reponer la confianza perdida, tramo a tramo, compromiso por

compromiso. No se trata de echarnos a volar nada más en pos de lo desconocido. Se trata

de aterrizar el mejor bien para todos y hasta donde alcance. Que la reflexión ética puede

irse emparejando con los cumplimientos prácticos crecientes y diversificados en los

que se puedan ver y probar los nuevos valores que los une y armoniza. Que la

perdición de la que gusta hablar Morin aludiendo a que no hay más mundo que el

que tenemos en nuestras manos, y a pesar de ese nombre que le asigna para

despertarnos del letargo providencial, puede verse más que nada como una agenda de

pendientes de los que habrá que hacernos cargo luego de que cobremos cabal

conciencia de nuestra soledad y de que la realidad depende de nuestros actos, y no

sólo para la satisfacción o el placer de cada uno de los actores individuales. En su

lugar y para no incomodar a nuestra costumbre ilusoria y arrulladora, llamaría a la

perdición con otro nombre de uso común: realización, esto es, todo lo que seremos

capaces de ser y hacer juntos por sobrellevar nuestra extraña condición humana,




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tan llena de contradicciones y composiciones, tan poblada por lo mismo de siempre

y tan abierta a lo inédito. Hay una ignorancia más que alimentará la perdición heroica y

la esperanza: No sabemos de qué somos capaces todavía.

“La ética compleja no tiene la arrogancia de una moral con el fundamento

asegurado (…) no es un evangelio melodioso (…), es una ética sin salvación ni

promesa (…), no es triunfante sino resistente(…) El humanismo regenerado se

funda no en la soberanía, sino en la fragilidad, la mortalidad del individuo sujeto;

no en su realización, sino en su inacabamiento; rechaza la ilusión del progreso

garantizado, pero cree posible la metamorfosis de las sociedades en una sociedad

mundo que se convierta en Tierra-Patria.” 27

Para los mortales perdidos, diría yo juntando algunas palabras de intención netamente

morineana: “El reconocimiento de la Tierra Patria confluye con la religión de los

mortales perdidos (…) No hay pues salvación si la palabra significa escapar a la

perdición. Pero si la salvación significa evitar lo peor, hallar lo mejor posible,

entonces nuestra salvación personal está en la conciencia, en el amor y en la

fraternidad, nuestra salvación colectiva es evitar el desastre de una muerte

prematura de la humanidad y convertir la Tierra, perdida en el cosmos, en nuestro

“puerto de salvación”.28

27 Ibid. pp. 220-221 28 Morin Edgar y Kern Brigitte, Tierra Patria, Barcelona, 1993, p. 210.




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