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La fiesta de la Humanidad.
"La fête de l'Humanité", "fête de l'Huma" es un evento cultural francés iniciado en
1930, se produce durante un fin de semana al año que casi siempre coincide con el
equinoccio de otoño y el año nuevo judío. Este evento atrae anualmente más de
500.000 personas, es decir, más de lo que atrajo de festival de Woodstock.
El nombre la fiesta, que en realidad es un festival, se lo debe al, hoy por nadie leído,
diario L'Humanité fundado por Jean Jaurès en 1904. En 1920 L'Humanité se
convierte en órgano central del Partido Comunista francés. En 1930 el director de este
periódico decidió crear "un evento popular, una manifestación de solidaridad
proletaria".
Muchos sociólogos franceses afirman que el proletariado ha desaparecido. Pero las
clases populares siguen existiendo y yo, como todos los que ganamos menos de 2.500
euros, pertenezco a esas clases. A las que es mejor dejarle el plural que corresponde
muy bien a su pluralidad y diversidad.
No había ido antes a ese fabuloso evento simplemente porque yo había roto con el
comunismo cuando los tanques soviéticos aplastaron la Primavera de Praga, rompí
con todo el marxismo cuando Pol Pot y sus Khmer Rojos asesinaron un tercio de la
población de su propio país y rompí con la revolución cubana, cuando Fidel durante
el episodio de los Marielitos, decidió vaciar los hospitales siquiátricos y montar a los
pacientes en lanchas para mandarlos a Florida. Entonces me di cuenta de la
naturaleza perversa de este monstruo, que trató como basura la gente a la que yo me
dedicaba a curar: los enfermos mentales.
¿Porqué fui esta vez a la "fête de l'Huma"? Digamos que lo hice por mi nostalgia y
preocupación por Venezuela. Tengo 23 años fuera del país y sabía que había un
pabellón venezolano, hasta tenía la secreta esperanza de comerme un pabellón
culinario.
La llegada fue difícil. Después de una caminata, un metro y un autobús, llegué a la
entrada donde se formaban unas larguísimas colas. No sé por qué ley, física o
probabilística, siempre me tocan las más largas. Ya llegando al final, el torpe portero
nos dijo que hubiéramos esperado menos en la otra cola. Ahí no pude más y con mis
grandes talentos de diplomático, sin alzar la voz, le dije: "No solo esta cola es peor
que en Disneylandia, no solo que usted es torpe, sino que además nos trata de
tontos." A esto el portero me dijo "Ud. no se va a poner a protestar" (Vos n'allez pas
vous mettre à râler) y le respondí: "¿Desde cuando los comunistas no protestan?"
(Dépuis quand les communistes ne râlent pas ?).
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No conseguí el pabellón comestible, el otro sí. Pero conseguí muchas más cosas. Al
final del día le envié a Erika un texto eufórico: "Estoy en la fête de l'Huma. Esto es
Woodstock!" y ella me respondió con la última estrofa de la Internacional: "Es la
lucha final… Yeah! yeah! yeah!".
Me conseguí con gente como yo, de mi nivel social y sin pretensiones de aparentar
más. Tuve muchos encuentros, conversaciones y tragos –algunos fumaban chuchos,
pero yo no mezclo- y me di cuenta que tenía que escoger bien mis palabras, esta
gente no conocía las palabras "panurgismo", "actuariado" ni "exogamia". Pero me
enseñaron muchas cosas y yo también he debido aportarles algo.
En el pabellón de "Die Linke" (partido de izquierda alemán que reúne a social-
demócratas de izquierda y antiguos comunistas de la ex-RDA) conversé con un joven
historiador, llamado Benjamin, que fumaba hashish y su también joven amigo jurista
llamado Marc que fumaba marihuana. Le pregunté a Marc si lo que fumaba era
Skunk, Amnesia, White Rhino o Viuda Blanca y me respondió que no sabía. Su falta
de curiosidad me dejó un poco asombrado. Aunque me quedé con la idea de que
fumaba Amnesia y por eso no sabía.
Otra conversación la tuve en el pabellón venezolano, atendido por un amable Sr.
peruano, bebiendo guarapitas (no de Pampero como me había prometido el Sr. sino
de Havana Club) con Eric, un baterista gascón de mi edad y los jóvenes Davis, un
albañil nacido en Valencia que toca el saxofón y su amiga alsaciana llamada
Valentina que no sé a que se dedica pero sabe hablar alemán machucado. Los tres
viven en Toulouse y se vinieron especialmente a Paris para esta ocasión. Para mi y
Eric era la primera vez… que veníamos a la "fête de l'Huma" –no sean mal pensados.
El penúltimo encuentro lo tuve en el pabellón de las FARC, donde mientras esperaba
que me dieran mi empanada, una dama francesa me cayó encima para decirme que
ella era más fumona que yo, que ella había vivido en Afganistán y que hasta los
árabes de Palestina, Siria e Irak la admiraban por todo lo que era capaz de fumar. A
la distinguida dama le di razón en todo lo que afirmaba. Después me explicó que ella
ya estaba muerta y le pregunté que desde cuando los muertos comían empanadas.
Prefiero no relatarles lo que respondió para ponerle punto y final a esta extraña
conversación.
El ambiente era francamente "Sex, drugs and Rock&Roll"-aunque ya no estoy para lo
primero y no mezclo cannabis con guarapita- además de Rock, había Salsa, Rap,
Regae, Carlos Puebla, Alí Primera, el Buena Vista Social Club y todas las chansons de
los comunistas franceses.
Los pabellones constituían por si mismos unos objetos de estudio antropológico que
hubieran matado de envidia a Tylor, Frazer y Westermarck. Por supuesto, todas las
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seccionales comunistas estaban representadas, es decir todas las regiones francesas.
La gente se atragantaba de ostras que bajaban con vino blanco de Muscadet. Lo
equivalente sucedía en las otras seccionales francesas.
Los comunistas serios estaban reunidos con su secretario general Pierre Laurent
quien explicaba en un discurso leído, que los comunistas franceses, con su aliado
Mélenchon, no estaban en la oposición sino en la proposición. Me hubiera gustado
encontrarme a Mélenchon para reclamarle porque insulta y trata de fascistas a los
pasantes de periodismo que son jóvenes que están pelando. Pero como no lo vi, seguí
mi excursión.
Al salir, casi en frente, vi un pabellón que
pide el boicot contra Israel. Me acerqué y
hablé con una dama que me anunció, como
si fuera la llegada del Mesías, la próxima
venida a Paris de Shlomo Sand. Le dije que
Sand tenía ideas interesantes sobre el tema
de las identidades pero que como
historiador no tenía nivel científico.
Después le pregunte a la dama que tipo de
computadora usaba. Tuve que insistir un
poco porque ella me dijo que no sabía
nada de eso, pero terminó diciéndome Windows XP. Le dije que 30% de los
componentes de ese sistema están producidos en Israel. Le pregunté qué tenía como
procesador, me dijo que creía que era Intel o algo así. Le dije que Intel estaba 100%
producido en Israel. Después le pregunté si tomaba algún medicamento y le expliqué
que esa molécula la habían descubierto y patentado en Israel. Antes de despedirme le
dije que esperaba que ni ella ni nadie en su entorno tuviera un cáncer de los órganos
blandos (páncreas, baso,..) porque eso solo se trataba bien con medicamentos y
técnicas israelíes y que, por todos los motivos antes mencionados, Israel no era un
país boicoteable sino indispensable para el bienestar de toda la humanidad. La dama
me respondió que sabia que no se podía boicotear verdaderamente a Israel, pero que
el boicot era un medio de presión y que los palestinos pedían que se los ayude de ese
modo. Yo me despedí muy cordialmente.
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Andaba con sed. Eran casi las 2pm y aún no había bebido nada, no me dejé tentar por
el mojito, porque sé que es un trago muy traidor y el ron cubano me da mucho ratón.
Pero como tenía sed, al fin le compré una botella de cerveza a una bella alemana que
me dijo que la cerveza era de Dresden, aunque era
de Berlín. Y además de la sed, lo que me atrajo fue
la curiosa estética del lugar: El perfil de Lenin
llevando un casco para oir música, las estrellas de
cinco picos, el nombre "Roter Oktober" (Octubre
Rojo) pero con la R volteada como "La causa R".
Además me parecía que la idea marketing era algo
perversa, como todas las buenas ideas marketing,
porque la palabra "Oktober" suscita un reflejo
condicionado en los alemanes aficionados a la cerveza, que los hay más que los que
ustedes creen, debido a la famosa fiesta anual de la cerveza en Munich, a la que
llaman "Oktober Fest".
Viendo esto me dije: "El comunismo dejó de ser un pensamiento político, ahora es
una estética". Y esta idea me siguió acompañando durante toda la jornada, en la que
pasé por toda clase de pabellones: Asociaciones cristianas, ventas de libros con
autores dando autógrafos –compré una novela sobre Bruce Springsteen para Erika-,
venta de shmates del Secours Catholique, Kurdos pidiendo la libertad de sus presos
en Turquía. Defensores del Esperanto que me hicieron firmar no sé qué para que el
Esperanto se vuelva la lengua oficial de Francia , o por lo menos para que la enseñen
en bachillerato.
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Le pedí al señor, que aparece con el sombrero en la foto, que me repitiera lo mismo
que acababa de decirme pero en Esperanto y me confesó que no sabía.
Después seguí mi visita y me di cuenta que desde de la caída de la URSS, Cuba se
había trasformado en el nuevo "paraíso socialista". Encontré asociaciones de
franceses pro-castristas por doquier. Me pareció increíble, pero pensando un poco
más, me dije que Cuba, no sé si es una cárcel isla o una isla cárcel, no es peor que lo
que fue la URSS y si esta fue un paraíso socialista, no había razón para que Cuba no
lo sea. Además, Cuba algo de paraiso tiene, porque es tropical.
Aunque con sorpresa,
me di cuenta que la
URSS, aun después de
muerta y fracasada,
seguia teniendo sus
defensores nostálgicos.
También entendí que esto, como
lo de Cuba y Palestina debía ser
comprendido no como política
sino como una declaración
estética. La idea ya no me soltaba.
Lo que yo estaba viendo y
viviendo era un fenómeno
cultural.
Chávez, el Che, Arafat, Evo, Oçalan, Lenin… son íconos culturales y su culto es una
posición estética cuya fuerza de atracción no debe ser subestimada.
Entre los otros pabellones se encontraban dos de España y uno pro-Nicaragua.
Me estaba acercando a mi Meca, la meta de mi peregrinaje: los pabellones de Cuba y
de su principal colonia:
Pensé que era un mal pensado y que Cuba a lo mejor sí era un paraíso. Tenían en el
menú langosta a la parilla. Con tantos años en Francia y en otros lados, creo que he
probado langosta una sola vez en mi vida –En Las Cibeles de Sabana Grande- y estos
se la comen a la parilla, hasta con indiferencia.
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Finalmente, como decía la pitonisa en el Show de Joselo, "llegué a donde tenía que
llegar", al pabellón del país de la revolución bonita. La Patria del Socialismo del siglo
XXI:
Como me dedico, a pesar de mis avanzadas cataratas, a observar cualquier cosa, me
llamó la atención que el letrero de la entrada estuviera rodeado de publicidades de
Guinnes y de banderas de Irlanda. Como nunca entendí la geopolítica de Chávez, no
me extrañó tanto lo de Irlanda. Aunque me preocupó mucho por los irlandeses que
van o irían a Venezuela, porque, expuestos al Sol tropical, ellos son muy propensos a
desarrollar melanomas.
Adentro me encontré con el nuevo rostro de Bolívar, acompañado de cuatro retratos
del comandante y tres con paisajes de la Patria. Para darle autenticidad al conjunto y
convencerme que realmente era de Venezuela: también encontré un poquito de
basura sobre un suelo de tierra. No les digo cuanta fue la nostalgia que sentí.
Había un bar que ofrecía cerveza alsaciana, café –que pregunté si era venezolano- y
no me respondieron- y guarapita confeccionada con jugo pasterizado francés y
Havana Club.
Adentro había una sala, bastante grande y llena, con un coloquio sobre algo de lo que
no me enteré, porque la cabeza no me da, pero que sonaba muy sesudo. Me dije que
la próxima vez que me pregunten y en general lo hacen con un tono de reproche
¿Porqué eres tan intelectual? Responderé: Porque vengo de Venezuela.
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Me quedé en la barra, tomando guarapita cubana y llegaron los tres de Toulouse con
los que hablamos de todo, hasta de los catalanes y de los argentinos.
Después de despedirnos me fui a cenar al pabellón de las FARC, donde, gracias a los
que estaban fumando marihuana bajo la bandera venezolana, no se sentía el olor de
las fritangas. Allí me encontré con la muerta afgana a la que le gustaban las
empanadas.
Después, ya cayendo la noche, emprendí mi camino de regreso, preguntándome cual
podía ser el nexo entre todas las cosas tan diversas que vi, de las que solo he
mencionado una selección y me dije: Anticomunistas no pueden ser, porque no
estuvieran allí. Las causas que defienden, algunas están ligadas, otras no. Marginales
no son, porque son gente como yo que vive más o menos con dos mil dólares al mes.
Debo decir que en ese lugar me sentí bien, me sentí rodeado de gente como yo, como
cuando iba de joven al Gran Café de Sabana Grande.
Ya casi de regreso a casa, me volvió el tema de la estética: Las marcas de lujo, las
operas, los ballets, los conciertos sinfónicos, la alta gastronomía, los finos alcoholes,
etc. están reservados a los que tienen mucho dinero. Para el resto de nosotros están la
salsa, el rock, el rap, el chavismo, el antisionismo, Bob Marley, John Lenon, el Che,
Arafat, Sandino, etc.
Pensé que, si alguien me lo preguntara, le diría que entre los expertos en
antisionismo deberían haber, además de sesudos polititólogos, críticos de arte y
artistas. El frente de la estética también es un puesto de combate importante.
Termino con una conclusión marxista: En general, las preferencias estéticas están
determinadas por el ingreso económico personal.
Richard Preschel