La formación del lector literario.

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1 LA FORMACIÓN DEL LECTOR LITERARIO EN LA ESCUELA: EL RETO EN LA CRISIS ACTUAL DE LAS HUMANIDADES GINA SOFÍA LOZANO GAMARRA SULMA YANETH ROBAYO NARANJO UNIVERSIDAD DISTRITAL FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS FACULTAD DE CIENCIAS Y EDUCACIÓN MAESTRÍA EN COMUNICACIÓN - EDUCACIÓN LÍNEA DE INVESTIGACIÓN EN LITERATURA BOGOTÁ D.C. Febrero 3 de 2015

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LA FORMACIÓN DEL LECTOR LITERARIO EN LA ESCUELA: EL RETO

EN LA CRISIS ACTUAL DE LAS HUMANIDADES

GINA SOFÍA LOZANO GAMARRA

SULMA YANETH ROBAYO NARANJO

UNIVERSIDAD DISTRITAL FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS

FACULTAD DE CIENCIAS Y EDUCACIÓN

MAESTRÍA EN COMUNICACIÓN - EDUCACIÓN

LÍNEA DE INVESTIGACIÓN EN LITERATURA

BOGOTÁ D.C.

Febrero 3 de 2015

2

LA FORMACIÓN DEL LECTOR LITERARIO EN LA ESCUELA: EL RETO

EN LA CRISIS ACTUAL DE LAS HUMANIDADES

GINA SOFÍA LOZANO GAMARRA

Código: 20121191053

SULMA YANETH ROBAYO NARANJO

Código: 20121191060

Proyecto presentado para optar al título de Magíster en Comunicación-

Educación

Director

HUMBERTO ALEXIS RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ

UNIVERSIDAD DISTRITAL FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS

FACULTAD DE CIENCIAS Y EDUCACIÓN

MAESTRÍA EN COMUNICACIÓN - EDUCACIÓN

LÍNEA DE INVESTIGACIÓN EN LITERATURA

BOGOTÁ D.C.

Febrero 3 de 2015

3

NOTA DE ACEPTACIÓN

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__________________________

Firma del jurado

__________________________

Firma del jurado

Bogotá D.C., febrero 3 de 2015

5

Con base en el artículo 117 del Acuerdo 19 del Consejo Superior Universitario, la

Universidad Distrital “Francisco José de Caldas” no se hará responsable por las ideas

propuestas en la presente tesis.

6

DEDICATORIA

A mi familia que ha sido mi fuerza, mi inspiración, mi todo; en especial a mi hija

Elizabeth por inyectarme cada día con su buena energía y por permitirme a ser quien

soy.

Gina Sofía Lozano Gamarra

A mis familiares y amigos que tuvieron una palabra de apoyo para mí durante mis

estudios.

Sulma Yaneth Robayo Naranjo

7

AGRADECIMIENTOS

Agradecemos a Dios por darnos la salud, el entendimiento y el tiempo necesario para

culminar este proyecto.

A nuestros familiares por permitirnos ocupar nuestro tiempo frente a un libro, por

apoyarnos en este proceso, por su enorme paciencia y su comprensión.

A nuestros amigos por servirnos de apoyo, por ser críticos y buenos lectores del

presente trabajo.

Por último, y no menos importante, a nuestro director Humberto Alexis Rodríguez

Rodríguez por sus valiosa contribución, paciencia y dedicación; y a nuestros queridos

maestros Carlos Fajardo Fajardo, Carlos Arturo Guevara Amórtegui y Tomás

Vásquez Arrieta quienes con sus críticas y aportes enriquecieron las páginas de este

documento, mil gracias por sus consejos y orientaciones.

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TABLA DE CONTENIDO

INTRODUCCIÓN ............................................................................................................. 10

1. LA CRISIS DE LAS HUMANIDADES Y EL HUMANISMO .............................. 16

1.1 ESBOZO HISTÓRICO ALREDEDOR DEL HUMANISMO Y LAS

HUMANIDADES ................................................................................................................ 17

1.1.1 La aparición de la crisis de las humanidades y del humanismo ..................... 22

1.2 MANIFESTACIONES DE LA CRISIS EN LA CONQUISTA

CIENTÍFICA Y TECNOLÓGICA DEL MUNDO ............................................................. 29

1.2.1 Globalización y crisis en la época contemporánea ........................................ 31

1.3 EL HUMANISMO EUROPEO Y SU REFLEJO EN LA PÉRDIDA DE

MEMORIA DE LA CULTURA LATINOAMERICANA .................................................. 34

1.4 LA CRISIS Y LA EDUCACIÓN ACTUAL ........................................................ 37

1.5 LA CRISIS EN LA OBRA LITERARIA ............................................................. 42

1.6 LA CRISIS EN LA LECTURA LITERARIA ...................................................... 45

2. LA LITERATURA DESDE LA EXPERIENCIA DE LA LECTURA .................. 53

2.1 LA EXPERIENCIA LITERARIA ........................................................................ 57

2.1.1 La experiencia del lenguaje literario: un acto único de significación ............ 63

2.2 LA EXPERIENCIA VITAL: LA TRASCENDENCIA DE LA LECTURA

LITERARIA ......................................................................................................................... 68

2.2.1 La lectura literaria: un acto de liberación y transformación .......................... 70

2.2.2 La lectura literaria: un potencial de satisfacciones ........................................ 75

3. LITERATURA Y FORMACIÓN, UN RETO MÚLTIPLE ................................... 79

3.1 EDUCACIÓN LITERARIA ................................................................................. 80

9

3.2 LA CLASE DE LITERATURA: ESCENARIO DE PROCESOS

COMUNICATIVOS EN TORNO A LA CONDICIÓN HUMANA .................................. 86

3.3 LA LECTURA EN LA CLASE DE LITERATURA ........................................... 95

3.4 LOS RETOS DE LA EXPERIENCIA DE LA LECTURA LITERARIA EN

LA CLASE. EN LO QUE NO SE PUEDE CAER .............................................................. 98

3.5 LA ACTITUD DEL DOCENTE, MODELO PARA LA MOTIVACIÓN

HACIA LA LITERATURA ............................................................................................... 107

3.6 EL ETERNO DILEMA DEL CANON ¿QUÉ LES DAMOS A LEER? ............ 113

CONCLUSIONES ............................................................................................................ 121

BIBLIOGRAFÍA .............................................................................................................. 139

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INTRODUCCIÓN

El documento que el lector tiene entre manos: La formación del lector literario en la

escuela: el reto en la crisis actual de las humanidades, parte de la preocupación de

las autoras por determinar y analizar el papel que cumplen las humanidades en la

cultura contemporánea para así legitimar la crisis de las humanidades y del

humanismo y su afectación en la didáctica de la clase de literatura, que desde décadas

atrás perturba la formación literaria de niños, niñas y jóvenes en la escuela. De allí

surge la pregunta de investigación que orienta el presente trabajo: ¿Cómo incide la

crisis actual de las humanidades y el humanismo en la formación del lector literario

en la escuela y cuál es el reto en la actualidad?

Esta inquietud surge porque en la actualidad, se observa una tendencia hacia la

desmotivación en los estudiantes cuando se trata de leer de textos literarios. Cada vez

son menos los jóvenes a los que se les despierta el interés por integrar la literatura en

su vida, por hablar de los personajes y las obras con espontaneidad conforme a un

conocimiento literario y a su experiencia de lectura. La literatura no se vive en la

escuela.

También se observa cómo en la clase de literatura se trabaja de forma anacrónica,

desde una vieja usanza. En su mayoría, se trabaja con el libro guía del docente como

eje central de la planeación de las clases, con un currículo cerrado organizado más

por contenidos y temáticas que por procesos para la construcción de saberes, o bien

desde una completa autonomía que da al plan de estudios un giro personal de acuerdo

a las afinidades del docente y no en las necesidades de los estudiantes.

Se evidencia en la práctica, que estos métodos han privilegiado que el contenido en el

campo de la literatura sea de tipo temático con una obligatoriedad implícita de trabajo

por épocas, obras y autores estudiados desde la linealidad de los libros, reseñas,

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críticas o fragmentos; dejando de lado la cualificación de una experiencia literaria del

joven lector desde el gusto, los intereses, la calidad textual y las edades de

acercamiento a la literatura. Además del inconveniente que se presenta en la escuela

primaria, en donde las clases de literatura son orientadas por docentes con otras

especialidades como psicología, licenciados en sociales, ciencias naturales; quienes

no cuentan con los fundamentos teóricos sobre la formación literaria, lo que hace que

se interesen por favorecer la comprensión lectora y los contenidos del plan de

estudios a cambio de favorecer la experiencia literaria del joven y el cultivo la

humanidad de su ser.

Es así que con la intención de responder a la pregunta de investigación, el presente

trabajo se organiza en tres capítulos. En el primero, denominado La crisis de las

humanidades y el humanismo, se hace un acercamiento al humanismo y las

humanidades partiendo a sus raíces y revisando su evolución a través del tiempo en la

compleja red de conexiones con la sociedad en ámbitos como el económico, político,

educativo y literario que cimentan ideologías de humanidad en una sociedad

cambiante, que poco a poco se aleja del enaltecimiento del hombre origen del

humanismo y punto de partida del proceder de la ciencia.

Se analiza cómo con la instrumentalización de la ciencia, el afán por racionalizar el

entendimiento y espíritu del hombre, la globalización y la entrada a la modernidad

líquida, en donde prevalece lo instantáneo, el aquí, el ahora y la generada necesidad

de consumo, se deja de lado la conocimiento del hombre desde su experiencia, su ser

en el mundo, que configuran el cultivo de lo humano. Lo cual desencadena diferentes

etapas de la crisis de las humanidades hasta llegar a la época actual, en donde dicha

crisis configura la trivialización de la vida que se manifiesta con la violencia en sus

diferentes formas, aniquilando pueblos a causa del fascismo y de intereses

económicos. Esta trivialización también se filtra en el sentido de existencia de las

personas generando vacíos que lo nublan y que la industria farmacéutica y del

entretenimiento no consiguen llenar, a tal punto que se pierde le deseo de vivir.

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La crisis de las humanidades trasciende en todos los ámbitos relacionados con la

educación y literatura como lo son los procesos de creación, difusión, transmisión,

enseñanza y aprendizaje, así como las didácticas empleadas en la formación de

lectores literarios. Como en la realidad no importa el sentir en la existencia, en los

medios de comunicación no se reflexiona y se habla de la tragedia humana sino que

son protagonistas el hedonismo y la moda, bajo el interés consumista esto mismo

tiende a suceder en la clase, con unas pocas recetas didácticas para consumir

literatura pero no experimentarla, vivirla.

Con este primer capítulo se pretende mostrar y demostrar cómo la crisis actual del

humanismo y las humanidades en la época contemporánea generan cambios

imperantes en los procesos educativos, los cuales deben pensarse desde el pasado y la

tradición pero con la mirada puesta en los resultados que muestra el presente y el

futuro esperado.

Es así que en el segundo capítulo, La literatura desde la experiencia de la lectura, se

interroga acerca de la formación del lector literario a partir de la experiencia de la

lectura y se propone la literatura como eje y fuente de su formación como lector

literario y como ser humano. De igual forma, analiza cómo el acercamiento a la

literatura desde el contacto con las obras mismas, entrega una posibilidad de acceso a

la propia vivencia de un infinito despliegue de variadas experiencias de humanidad

que en la realidad como es obvio, le son restringidas. La literatura se constituye así en

una fuente inagotable y accesible para la construcción y conocimiento del sentido de

lo humano, del sentido de existencia del lector. La literatura es por ello y a la vez un

camino para superar la crisis humana, que también se vive en la escuela y que

trasciende a la sociedad en episodios de violencia, masificación o alienación por el

desconocimiento del sentido de lo humano y por la deficiente capacidad crítica de los

hombres.

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En el desarrollo de este capítulo, se muestra el abordaje de la literatura como el

conjunto de experiencias literarias y vitales que adquiere y desarrolla el lector a través

de su paso por diferentes obras. También se reflexiona respecto al abordaje de la

literatura desde la mera tecnificación que se centra en la elaboración de ensayos,

reseñas, análisis literarios o resúmenes de textos poco abordados desde la experiencia

propia del lector. Cabe añadir que en este apartado entrega una reflexión respecto a lo

que la experiencia de la lectura literaria ofrece al lector en el pensar, el hablar y el

actuar en sus relaciones humanas y como miembro de una sociedad.

Estos temas fundamentales ocupan un lugar privilegiado en la investigación, cuyo

propósito general aspira a encontrar elementos que lleven a comprender y explicar la

crisis de la clase de literatura, para así, encontrar posibilidades de intervención,

pertinentes y de mayor repercusión en la transformación que se requiere para superar

la crisis.

En el tercer capítulo denominado Literatura y formación, un reto múltiple, se

muestran los desafíos de la formación literaria, como proyecto pedagógico en la

escuela, relacionado con la educación literaria y la clase de literatura. Al igual que en

los capítulos precedentes, se enfoca en el lector literario y en como éste con el pasar

del tiempo y con el experimentar, mas no acumular lecturas, logrará trascender en su

relación consigo mismo y con el mundo desde una perspectiva crítica y propia.

A lo largo del último capítulo, se aborda la clase de literatura como un escenario de

múltiples posibilidades por favorecer procesos comunicativos desde el uso de la

propia palabra a partir de la lectura literaria, vista como el reto máximo para los

docentes en medio de la crisis: formar lectores literarios que experimentan la lectura

desde sus capacidades, intereses, habilidades y necesidades. Se trata entonces de una

reflexión sobre la educación literaria en el aula en donde la literatura es medio y fin

en sí misma para enfrentar y descubrir las pasiones del hombre, para conocer y

comprender la cultura a través del tiempo y el espacio apuntando al desarrollo de la

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comprensión, interpretación y producción escrita de los estudiantes desde lo personal

y en colectivo, que redundará en la capacidad crítica y analítica de maduros lectores.

Reflexionar sobre la clase de literatura implica también hacer presente la discusión

sobre el canon en aspectos como la calidad literaria y los niveles de formación de los

lectores, en la que se llega a concluir que recae la responsabilidad en el conocimiento

literario actualizado del docente y su relación de empatía con los estudiantes.

Elementos que proporcionan una estructura que no permitirá que el abordaje de la

literatura y los procesos comunicativos caiga en la laxitud y el resquebrajo

agotándose en sí mismos, sino que se dé un proceso conectado con la realidad del

lector en que se constituya la lectura literaria como experiencia humana y de

conocimiento literario.

Cabe señalar que para desarrollar la presente investigación fue necesario utilizar un

diseño metodológico flexible basado en el enfoque cualitativo porque este, a partir de

un fundamento humanista, permite comprender una realidad social como un objeto

vivo y cambiante; de igual forma, permite centrarse en un contexto particular para

reconstruirlo y proponer escenarios de cambio por parte del investigador. Este

enfoque permitió a las investigadoras interrogarse sobre el tema de la crisis del

humanismo y las humanidades y su incidencia en la formación de lectores literarios

en la clase de literatura en la escuela, de una manera descriptiva, interpretativa y

crítica.

Con base en lo mencionado anteriormente, la investigación se organizó en tres etapas.

La primera giró en torno a la descripción, en donde se hizo la revisión teórica del

tema y la formulación de categorías de análisis, favoreciendo la interacción entre las

teorías estudiadas y la visión de las investigadoras desde su práctica cotidiana. En el

segundo momento se realizó la interpretación y comparación de la información

recogida por medio de la interpretación de los diálogos establecidos entre las teorías,

lo que permitió establecer relaciones, respecto a las categorías de análisis establecidas

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y la toma de posición de las investigadoras respecto a la información trabajada. Por

último, la fase de construcción de sentido que permitió a las investigadoras entregar

su valoración, crítica y aporte en el tema dando respuesta a la pregunta planteada.

De esta manera, se le entrega al docente lector de este documento un trabajo de

investigación que pretende generar la reflexión de su práctica tanto a nivel de la

consolidación de su propia experiencia literaria como de su práctica en el aula en

donde debe actuar como docente mediador para la formación de tal experiencia en sus

estudiantes.

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1. LA CRISIS DE LAS HUMANIDADES Y EL HUMANISMO

Este es el hombre moderno. Conoce las fuerzas que gobiernan el mundo, las tiene a su

servicio, es el dios de la tierra: es el diablo. Su lema es: todo puede hacerse. Sus armas

son el oro y la inteligencia. Su procedimiento es el cálculo.

Ernesto Sábato (1951)

El presente capítulo se desarrolla a partir de las reflexiones, discusiones y

discernimientos planteados a cerca del fenómeno denominado la crisis del

humanismo y las humanidades que ha sido objeto de análisis desde hace algunas

décadas atrás.

Es importante dejar claridad que este capítulo no busca brindar verdades absolutas

respecto a dicha crisis ni proporcionar una única ruta de análisis; más bien pretende

proveer la visión de las autoras frente al tema, así como permitir el acercamiento y el

análisis de las consecuencias generadas por esta crisis. De lo que se trata entonces, es

de comprender la complejidad de la crisis y sus consecuencias en el ámbito de la

educación, específicamente en lo concerniente al abordaje de la literatura y a la

formación en lectura literaria.

Y para llegar este tipo de comprensión se hace necesario establecer la caracterización

del término central que da fundamento a este capítulo dando respuesta a los

interrogantes: qué se entiende por humanismo, a qué hace se referencia con la

expresión crisis del humanismo y las humanidades, cómo esta crisis afecta la obra de

arte, específicamente a la obra literaria; y por último, determinar cómo esta crisis se

refleja en los procesos y prácticas lectores en la actualidad.

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1.1 ESBOZO HISTÓRICO ALREDEDOR DEL HUMANISMO Y LAS

HUMANIDADES

El humanismo es un “movimiento surgido en Italia hacia fines del siglo XIV y

prontamente extendido a otros países durante los siglos XV y XVI” (Ferrater Mora,

1965, pág. 875) con el fin último de retomar y renovar la sabiduría de la antigüedad

romana y griega, a partir del estudio de sus lenguas y sus autores clásicos; referentes

que recogían el pensamiento sobre la humanidad del hombre y el ideal de ser humano

para, de esta manera, hacer frente a la cultura de la edad media europea fuertemente

dominada por la omnipresencia del Dios cristiano, incrementando el valor de la figura

del hombre en el mundo y en la búsqueda del sentido de lo humano. Por esta razón se

considera que este movimiento nace en contraposición a la visión medieval la cual

apuesta por la prevalencia de lo divino sobre lo humano y por la dogmatización de las

ideas, fenómeno conocido como teocentrismo.

Algunos de los humanistas de aquel entonces que más se destacan son: Erasmo,

Montaigne, Nicolás de Cusa, Marsilio Ficino, Pico de la Mirándola, Valla y Ramus,

autores del renacimiento que en sus textos despliegan distintas posturas filosóficas

del ideal del ser humano, lo cual deja entrever el surgimiento de un aire de libertad de

interpretación y pensamiento que siglos después constituiría uno de los principios que

transformaría al humanismo en la época de la ilustración.

Por ser el humanismo y las humanidades un fenómeno histórico cuya raíz se

encuentra entre los siglos XIV y XVI, no puede limitarse en concreto a un solo

tiempo y espacio; es decir, es pertinente estudiarlo como un movimiento que

evolucionó a través de la historia. Es así, que se pueden distinguir tres momentos o

periodos históricos que facilitan su comprensión.

El primero se puede ubicar temporalmente entre los siglos XIV y XV, que

corresponde a su momento inicial, a su nacimiento. Durante este primer momento,

desarrollado específicamente en Italia, representantes como Petrarca o Bocaccio

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reaccionan en contra de la visión totalizante de la naturaleza y del hombre en el

sentido teocrático, característica del periodo medieval propiciando una primera

corriente de libertad de pensamiento con el fin de renovar los ideales clásicos griegos

y romanos en cuanto al concepto del hombre y al cultivo de la gramática, la retórica,

la historia, la poesía y la filosofía moral; la gran mayoría de éstas, pertenecientes a las

artes liberales1 que fundamentaban la educación romana y que fue heredada por

escolásticos y humanistas.

Es en este periodo que surge la innovación educativa de la Edad Media y la

especialización del saber organizado en facultades. Cabe señalar que las facultades se

especializaban en la educación de arte mayor; es decir, en medicina, leyes y teología

dejando de lado el estudio de las lenguas clásicas, la historia y la filosofía. En

consecuencia, aparecieron una serie de profesores que, marginados del currículo

especializado, se encargaron de conservar por medio de la educación, disciplinas

pertenecientes al trívium generando una nueva concepción del saber. A este conjunto

de disciplinas se les conoció con el nombre de humanidades y a los profesores

encargados de su preservación los llamaron humanistas, con la intención de

diferenciarlos de aquellos maestros que tenían a cargo lo instrumental y científico

(González, 1989).

El humanismo de esta época dejó como base fundamental de este movimiento, el afán

por cultivar el espíritu crítico lo que constituiría un cambio en la historia del

pensamiento humano aferrado, en ese entonces, a la autoridad monárquica y religiosa.

Así se lleva a cabo un proceso en el que se desenmaraña del saber clásico teológico,

el conocimiento del mundo físico (ciencias naturales) y del hombre (humanidades).

Dando lugar al surgimiento del término humanidades para distinguir las áreas del

1 Las artes liberales que fundamentaban la educación romana eran siete. Tres pertenecientes a las artes

del lenguaje también conocidas como sermocianales o trivium (gramática, dialéctica y retórica) y

cuatro a las artes del número llamadas matemáticas o quadrivium (aritmética, geometría, astronomía y

música). Estar artes se modificaron con la cristianización el imperio porque el objetivo principal de la

educación se trasladó al estudio, interpretación y propagación de la Biblia.

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conocimiento estudiadas y enseñadas por los humanistas y que estaban relacionadas

con el cultivo del hombre.

El segundo momento histórico del humanismo y las humanidades se puede ubicar

entre los siglos XVIII y XIX, época en la que el pedagogo alemán Niethammer puso

este término en circulación caracterizándolo como un “tipo de educación escolar

fundado en el estudio de las literaturas griega y latina a diferencia de la educación

técnica” (Ferrater Mora, 1965).

Es aquí cuando el humanismo comienza a manifestar su preocupación por la

enseñanza mostrando un carácter literario y pedagógico; y procurando buscar nuevas

alternativas y métodos para la educación de la sociedad de la época, caracterizada por

ser urbana y laica.

Ferrater Mora, J. (1965) explica los horizontes del concepto de las humanidades

como aquel momento en el que se dio inicio a una tendencia que promovió la idea

generar el estudio del conjunto del saber humano que superara el saber y la tradición

de la enseñanza escolar medieval. Este estudio se distinguió porque no se realizó para

fines de desempeño laboral sino para la búsqueda del conocimiento en todo lo

concerniente al hombre, cubriendo campos tan diversos como los de la literatura, la

ciencia, la religión, la filosofía, las bellas artes y la erudición clásica; nominando

como humanistas a aquellos estudiosos de la historia, poesía, retórica, gramática

(incluyendo literatura) y filosofía moral.

El tercer momento histórico del humanismo y las humanidades es el que se refleja en

los siglos XIX y XX, un humanismo moderno de la mano de Heidegger, Marx y

Sartre, para quienes el hombre constituye por sí mismo su propio sentido de la

existencia para encontrar su esencia.

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Este humanismo moderno retoma la principal característica del humanismo del

renacimiento, que fue dejada de lado en su fase enciclopedista: el desarrollo del

espíritu crítico, analítico e interpretativo que es lo que constituye el verdadero aporte

de este movimiento, la generación de un cambio en la historia del pensamiento.

Así es como se evidencia que, con el correr del tiempo, el humanismo ha pasado por

múltiples transformaciones asumiendo diferentes concepciones sobre el ideal del ser

humano; cambios que surgen de la desazón frente a ciertos fenómenos de cada época,

impulsados por un entusiasmo renovado por la Antigüedad, una serie de ideas

filosóficas, cuestionamientos sobre los estudios humanísticos y otros motivos como la

búsqueda de fundamentos para la educación del hombre. Y

Cómo los "ideales humanos" son muchos, han proliferado los "humanismos". Tenemos con ello

un humanismo cristiano, un "humanismo integral" (o el "humanismo de la Encarnación" en el

sentido de Maritain), un humanismo socialista, un humanismo (o neohumanismo) liberal, un

humanismo existencialista, un humanismo científico, y otras muchas, casi incontables

variedades” (Ferrater Mora, 1965, pág. 876).

Como resultado de ese transcurrir histórico del humanismo y las humanidades, en la

actualidad se pueden evidenciar tres dimensiones fundamentales en cuanto a su

caracterización.

La primera dimensión se relaciona con la adquisición de saberes que se encargan de

fortalecer el espíritu y que surten efecto a lo largo de la vida porque son adquisiciones

que se obtienen de manera progresiva y no inmediata, es el caso de la ética, la

filosofía moral, la retórica, la gramática y la dialéctica. La segunda dimensión

enfocada en el conjunto de disciplinas que tienen como objetivo el estudio del ser

humano en sus diferentes dimensiones, tales como la antropología, psicología,

lingüística, historia, religión, entre otras; y la tercera, que se enfoca en el estudio de

las diferentes expresiones de la experiencia humana como el arte, la música, la

literatura, el cine; es decir, el estudio de las múltiples maneras que el ser humano

busca para manifestar las sensaciones, emociones, sentimientos que experimenta en el

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mundo que vive, mundo en el que se relaciona con la naturaleza, con otros y consigo

mismo.

Con todo esto, “el humanismo tiene como meta el meditar y cuidarse de que el

hombre sea humano en lugar de no-humano, «inhumano», porque eso sería ajeno a su

esencia, lo que se traduciría a la búsqueda de la verdad del ser” (Heidegger, 2006,

pág. 21) y constituye la reflexión crítica sobre aquellos actos de barbarie y crueldad

que como el nacismo han llevado al sufrimiento, la muerte y aniquilación de pueblos

en diferentes épocas de la historia; manifestaciones de la inhumanidad del hombre y

que si no se les reconoce desde su complejidad y se les hace frente, conseguirían el

exterminio de la especie humana y el atentado definitivo del hombre contra sí mismo.

Es así que el humanismo logra descubrir también esos actos de altruismo,

generosidad, bondad, sensibilidad, tolerancia y compasión, que configuran la esencia

humana, el sentido de existencia del hombre y la conservación de la especie.

Ahora bien, sin pretender reflexionar de manera exhaustiva acerca de la esencia del

ser y su verdad, es importante aclarar que cuando se reflexiona acerca del significado

que el hombre le da a sus experiencias en el mundo, se está comprendiendo la esencia

del ser desde el sentido personal, pues “solo a partir del «sentido», es decir, solo a

partir de la verdad del ser, se podrá entender como es el ser” (Heidegger, 2006, pág.

47).

Esto ubica el punto central en el abordaje del concepto de humanismo para la

presente investigación, el cual se aborda desde las posibilidades que tiene el hombre

para entrar en contacto consigo mismo y con el mundo a partir de su experiencia

existencial al “ser-en-el-mundo”2. Sin embargo, como no existe una única experiencia

ni una única manera de expresar la experiencia humana, dicho concepto no se limita

al entendimiento de las múltiples formas de expresión desde la perspectiva de quien

2 Para Heidegger, el hombre es ser-en-el-mundo porque es el hombre a partir de su experiencia y

existencia, el único que le puede dar sentido al mundo.

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se expresa humanamente, sino también desde lo que se encuentra más allá de relación

del hombre con las formas de expresión; es decir, lo que resulta de la transacción

entre éstos ubicándose en la orilla de quien recibe de manera experiencial lo antes

expresado quien, para fines de esta investigación, es el lector literario en la

actualidad.

Estableciendo claridad en los términos que fundamentan este capítulo, es hora de

hacer un salto y trasladarse a la crisis del humanismo y las humanidades en la

actualidad, como una herencia de la época moderna del siglo XIX y que ha sido un

aliciente para los fenómenos contemporáneos.

1.1.1 La aparición de la crisis de las humanidades y del humanismo

Se entiende por crisis como ese momento en la historia de la humanidad en que

surgen un gran número de cuestionamientos, dudas o inquietudes respecto a un

aspecto de su paralela o pasada existencia que le permite al hombre crear o

transformar lo que le rodea, utilizando como materia prima su carga histórica para

modificar su visión y generar nuevas concepciones.

Para Husserl E. (2008, pág. 47) en su análisis sobre la existencia de la crisis de las

ciencias en la vida de la humanidad europea, la crisis de las ciencias es una

enfermedad fundamentada en “su auténtico carácter científico, la forma toda en que

plantea su tarea y el método que construye para ella”. Con esto no se refiere

solamente a las ciencias de la naturaleza, sino a todas las ciencias humanas que

quieran ser una más entre las ciencias positivas, es decir, una de las ciencias que

buscan establecer un criterio de verdad mediante la aplicación de un único método de

análisis e investigación sacrificando los cuestionamientos propios de la existencia

humana que son los que le permitirán configurar el mundo que habita.

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Es así que tal crisis consistiría entonces en practicar, según Husserl (2008) la ciencia

neta y elemental de los cuerpos que no tendría nada que decirle ni manifestarle al ser

humano porque ella misma se abstrae de lo subjetivo, que es el aspecto que

fundamenta la dación de sentido al mundo. Este aspecto permite preguntarse sobre el

carácter científico de las humanidades.

Es importante recordar que el origen de la existencia de la ciencia, en general, es la

búsqueda del conocimiento del mundo y que le corresponde a las ciencias naturales el

estudio del mundo en su forma física que cuando se enmarcan dentro del positivismo,

no dan respuesta sobre el sentido y el sinsentido de la existencia humana, recayendo

en las humanidades el estudio de la razón y la sinrazón, el conocimiento reflexivo que

direcciona el desarrollo de la humanidad3 en el hombre.

En este punto es importe señalar que para el estudio de la esencia humana se requiere

el abordaje de todo lo subjetivo, las cosmovisiones del hombre sobre el mundo, su

historicidad, sus sentimientos, emociones y actitudes frente a las situaciones de su

realidad, para lo cual los humanistas del renacimiento se apoyaron en la lectura y

traducción de textos escritos que contienen la sabiduría antigua y el estudio de las

expresiones artísticas entre ellas la literatura. Pero el carácter científico del método de

estudio de la ciencia, que ha concedido veracidad, credibilidad y solidez a los

resultados de la investigación “exige que el investigador excluya cuidadosamente

toda toma de posición valorativa, toda pregunta por la razón y la sin-razón de la

humanidad, que es tema de estudio, y su configuración cultural” (Husserl E., 2008,

pág. 50).

Entonces, la ciencia paradójicamente se ve maniatada por su propio método universal.

Un método que en la búsqueda de un conocimiento objetivo no permite acercarse a lo

3 “Humanidad en general es, esencialmente, ser humano en humanidades vinculadas generativa y

socialmente; y si el ser humano es un ser racional (animal rationale), sólo lo es en la medida en que su

total humanidad sea humanidad racional, orientada hacia la razón de un modo latente o

manifiestamente dirigida hacia la entelequia devenida manifiesta para sí misma y de ahora en adelante

conscientemente conductora del devenir humano”. (Husserl E., 2008, pág. 59).

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subjetivo, impide avances significativos en el conocimiento reflexivo que racionalice

los enigmas de la existencia humana y el desarrollo de la humanidad en el hombre.

En la sociedad, esto hace que se ponga en duda la credibilidad en la labor

investigativa de los estudios humanísticos que fundan sus avances en las diferentes

interpretaciones obviamente de carácter subjetivo de los textos. En este sentido, los

estudios humanísticos no han llegado a una verdad universal sobre el sentido de la

existencia del ser humano y por ello se ven superados por los progresos de las

ciencias naturales que con sus avances han llegado a un conocimiento abstracto y

universal de innumerables procesos de la naturaleza evidenciando su éxito con un

conocimiento basto y especializado a tal punto, que genera una incomunicación entre

las diferentes disciplinas científicas y aun mayor entre los científicos y los

humanistas.

Así las cosas, el desarrollo gradual del humanismo parte del hombre como ser

integral que estudia la ciencia en general que poco a poco y con el transcurrir del

tiempo se desvertebra, se especifica. El hombre ya no conoce el mundo de forma

general, apenas un segmento y esto no le permite tomar una posición crítica frente a

la complejidad de las acciones de la ciencia y su repercusión en la humanización de la

sociedad.

Se interroga entonces el cumplimiento de aquellos principios por los cuales se

originaron los estudios humanísticos, si ese retornar a los ideales de los griegos y

romanos de libertad y conocimiento han logrado que se renueve y valore la

supremacía de la libertad, el pensamiento y la sensibilidad humana, especialmente

cuando vemos en la cultura europea y en la nuestra que es su heredera, episodios de

tragedias de la humanidad que desde la modernidad, invisibilizan el sufrimiento y la

identidad del hombre a tal punto que el ser humano que ya no es más que un dato,

una cifra. Ya no se habla de personas asesinadas o muertos, sino de falsos positivos,

neutralizados, dados de baja.

25

En la modernidad, la crisis es nombrada por algunos autores como Nietzsche con el

nihilismo, como una enfermedad en la que el hombre es presa del sinsentido, la

ausencia de la fe o una causa, la desilusión, que como una llaga en la humanidad

producen un dolor espiritual que el hombre no sabe calmar y que la ciencia Médico-

farmacéutica con sus productos industriales tampoco ha podido aliviar. El desespero

por el sufrimiento de la humanidad agonizante, que como dice William Ospina en Es

tarde para el hombre (2008, pág. 31) la lleva hasta una

Conmovedora y siempre frustrada avidez de goces intensos que se llama drogadicción,

hasta este ciego conflicto entre la arbitrariedad social y la arbitrariedad individual que se

llama terrorismo, hasta este reino positivista del sexo despojado de toda espiritualidad y

vendido como mercancía que se llama pornografía, hasta este desamparo del ser a la vez

hastiado y hambriento que se llama sociedad de consumo.

Y en el mejor de los casos a descubrirse día y noche frente a la televisión, confinados

ya no en la ciudad sino en el espacio reducido de la habitación, absortos y pasivos,

ante aquellos intentos de alivio momentáneo mencionados, que luego producen más

dolor y no curan al vacío en la humanidad que deja la trivialización de la vida y de la

muerte, del mundo que la ciencias naturales no pueden ver ni comprobar, el mundo

de la subjetividad del hombre, que contiene su esencia humana.

La violencia se hace presente en sus diferentes formas revelando la fisura en el

principio humanista de enaltecer el pensamiento del hombre que estructura la ciencia

desde el renacimiento. Y hace que se ponga en duda o cuestione la razón, la lógica, el

conocimiento que hace comprensible el mundo al hombre pero que no ha logrado que

el ser humano se conozca y se comprenda a sí mismo y su relación con el mundo

porque la ciencia ha olvidado el estudio de la humanidad del ser humano, su

subjetividad. En palabras de Heidegger M., en la Carta al Humanismo (2006), la

crisis surge por el olvido de la irracionalidad, aquella dimensión en la que la razón y

la lógica no ha podido entrar a medir o cuantificar, o como diría Sábato la

deshumanización de la humanidad.

26

Además de lo anterior, en la cultura occidental los medios audiovisuales y las

conversaciones de la gente dan más importancia a la publicidad comercial

(promociones, nuevos artefactos, la moda) y a escándalos de farándula, política,

deportes, seriados y telenovelas que a la reflexión sobre los fenómenos culturales y

psicológicos, tales como los adelantos Científico-tecnológicos, la destrucción de la

naturaleza, las masacres humanas, la injusticia, la pobreza y la violencia; en el hablar

y en el pensar de la cultura ya no está la reflexión sobre el cultivo de lo humano. Lo

que lleva a pensar que las humanidades no han logrado suficientemente en la cultura

la toma de conciencia sobre el protagonismo del estudio del hombre y su desarrollo

humano en la educación, la política, la economía y en la propia vida del hombre.

También se ve que el dialogo entre la ciencia y la sociedad sobre el conocimiento, la

razón y las verdades del universo no interroga los actos de inhumanidad, y el papel de

la cultura y la educación, sino que pesa más lo comercial y tecnológico. Situación que

hace que se cuestione si la renovación de la actitud de los clásicos en la sociedad

actual, se conecta con los nuevos paradigmas que en otras épocas no estaban

presentes; si la ciencia clásica que responde al interrogante sobre lo esencial del ser

humano antiguo, puede también responder a la del ser humano actual cuyas creencias

están basadas en su vivencia de mundo globalizado, fugaz y comercial, en el que la

guerra ya no se libra para alcanzar ideales de libertad sino como un negocio, y en

donde la razón absoluta de la existencia del hombre no gira en torno a Dios como

sucedía con el hombre medieval, ni a la autoformación intelectual en la libertad para

el hombre renacentista, ni a las formas de existencia social y política que interesaban

al hombre altruista de la ilustración, sino al deleite individual y el ideal del confort

del hombre enajenado, escéptico y suspicaz de la actualidad, con una relación cada

vez más superflua y efímera con el mundo.

Otro aspecto que conspira en la crisis de las humanidades es el cambio en la

valoración que la cultura tiene del estudio de la existencia humana. Husserl E., (2008)

27

en La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental, fundamenta

este fenómeno en que:

La exclusividad con que en la segunda mitad del siglo XIX, la total visión del mundo de

los seres humanos modernos se deja determinar y cegar por las ciencias positivas y por

la “prosperity” de que son deudores, significó un alejamiento indiferente de las

preguntas que son decisivas para una auténtica humanidad. El cambio de la valoración

pública fue inevitable, en particular después de la guerra, y ella, tal como lo sabemos, en

la generación joven se transformó en un sentimiento hostil. ( pág. 49)

Entonces, a los nuevos y pocos estudiosos de la ciencia impregnados por ese

sentimiento hostil les es indiferente la esencia humana implícita en todas las

disciplinas. Y desposeídos del interés por el cultivo de lo humano transfieren a la

ciencia esta ideología de apatía social que permanece a expensas de la clase

mercantil y sus intereses de poder y dominación económicos; de esta manera se

genera un cambio en la valoración que la existencia conjunta de las ciencias tenia de

la esencia humana, en la búsqueda de conocimiento sobre el mundo en pro de la

humanidad. La ciencia produce y usa el conocimiento ignorando las consecuencias

nefastas para la humanidad, ya sea utilizando el conocimiento del comportamiento

del hombre para manipularlo de acuerdo con los intereses de la elite económica,

creando artefactos tecnológicos para la guerra, la destrucción masiva de la naturaleza

y del hombre. Como vemos “es una crisis que no ataca lo científico específico en sus

éxitos teoréticos y prácticos y, sin embargo, se conmueve completamente todo su

sentido de verdad” (Husserl E., 2008, pág. 54).

Este es el trasfondo histórico-cultural de actitudes agresivas e indiferentes que

protagonizan la realidad, una muestra indirecta de miedos e inseguridades profundas

e inconscientes sobre el sentido de la propia existencia, que se hacen visibles en el

comportamiento irracional, cruel, indolente e inhumano, que configura la crisis que

atraviesa nuestra cultura en la actualidad. El interés por el estudio del enigma

universal, el sentido de la existencia de la humanidad y que no haya una única verdad,

una razón universal que logre explicarlo con el rigor cientificista de la ciencia es la

estructura de la crisis que genera escepticismo e indiferencia en todos los ámbitos de

la cultura.

28

Con este breve análisis se identifica efectivamente, una crisis en las humanidades que

se da paradójicamente, en primer lugar por la pérdida de protagonismo del estudio del

cultivo de lo humano en la sociedad, en segundo lugar, una cultura individualista e

indolente que cada vez más se convierte en escenario de violencia y barbarie

evidenciando el deficiente desarrollo de sensibilidad que han logrado los estudios

humanísticos en la sociedad. Y, por si fuera poco, con la restricción que el método

cientificista de investigación causa al avance en los estudios sobre la humanidad,

pone en tela de juicio los resultados de los estudios humanísticos en el ámbito

científico y en la cultura.

Se puede entonces afirmar que la crisis implica la creación, respuesta o

transformación de una realidad que ha sido puesta en duda. Es así que hasta la época

de la ilustración, los estudios humanísticos respondieron a esa necesidad de hacer

frente al saber totalizante teocrático medieval, a la pedagogización de las

humanidades, al olvido del cultivo de lo humano y a la totalización de las ciencias

positivas, promulgando lo valioso para el ser humano: sus sentimientos, emociones,

la libertad, la justicia y que volvieron a entrar en crisis entrada la época moderna,

cuando el poder de la ciencia racional y matemática cruzaron sus límites, como lo

expresaría Sábato en Hombre y engranajes (1951):

De este modo el mundo de los árboles, de las bestias y las flores, de los hombres y sus pasiones,

se fue convirtiendo en un helado conjunto de sinusoides, logaritmos, letras griegas, triángulos y

ondas de probabilidad. Y lo que es peor: nada más que en eso.

Con esta nueva concepción que fue dejando de lado el humanismo en las

humanidades, es decir, la preocupación por formar al hombre en su espíritu crítico,

surgió como respuesta revolucionaria, una nueva visión del humanismo, que según

Sábato (1951, p. 20) se centraría en el romanticismo y el existencialismo.

29

Es así como se confirma que ante cada crisis, el ser humano propone nuevas salidas,

nuevas revoluciones que, basándose en su devenir histórico y cultural, le otorgan una

visión reaccionaria frente la misma.

1.2 MANIFESTACIONES DE LA CRISIS EN LA CONQUISTA CIENTÍFICA

Y TECNOLÓGICA DEL MUNDO

El descrédito progresivo de los estudios humanistas, se vincula desde sus inicios a

una compleja red tejida por la burguesía mercantilista que da protagonismo a la

ciencia sobre las humanidades, Sábato E. (1951) nos muestra que es la clase mercantil

la que desde el siglo XII moviliza transformaciones en la sociedad, enmarcadas por la

emancipación de la religión en donde hasta el momento se situaba el ser y el saber,

convirtiéndose en la clase patrocinadora de la ciencia, favoreciendo una nueva

concepción de vida del hombre hipnotizado por el dinero y la búsqueda de la

explicación, de la confrontación, de la verificación, de la justificación de los

fenómenos de la naturaleza; es decir, la búsqueda de la razón para conocer y dominar

el mundo físico, su riqueza. Así, “el deseo de dominación del hombre moderno”, de

supremacía y de poder da origen a “la ciencia positiva, que no es ya mero

conocimiento contemplativo, sino el instrumento para la dominación del

universo” (Sábato, 1951, pág. 13).

La razón se instrumentaliza y se toma las ciencias sociales y las humanidades,

dejando de lado la cualificación y la humanidad del ser para cuantificarlo y

convertirlo en un mecanismo de dominación mercantil que atraviesa la política, la

ética, la moral, las expresiones culturales y lingüísticas de los pueblos, las estructuras

sociales hasta nuestros días.

Surge entonces, la ciencia constructora de tecnologías para la guerra, para la

conquista de los territorios, una ciencia al servicio de la tiranía, en una sociedad

30

mercantil cuyo objetivo es la eficacia, la exactitud, para la producción de riqueza y el

poder.

Desde la revolución de las ciencias positivas en la época moderna, se ha buscado

establecer ciertos valores de verdad para explicar los hechos y el mundo; es decir, se

ha dado mayor énfasis a las explicaciones objetivas y racionalistas de las cosas y los

hechos con la intención de medir, describir y explicar el mundo circundante y la

experiencia sensorial del sujeto desde una perspectiva externa al sujeto pensante,

pensado, viviente e intérprete de su mundo inmediato. Estos paradigmas racionalistas

y mecanicistas con los que se ha venido interpretando la realidad, a través de los años

se han ido especializando y multiplicando hasta crear una revolución no solo de tipo

científico, sino también de tipo tecnológico.

El ser humano vive entonces gracias a la invención de nuevas tecnologías, una nueva

experiencia de espacio y de tiempo que lo lleva a tener mayor accesibilidad y

velocidad a diferentes espacios para el lenguaje y la comunicación. Una experiencia

de vida que tiene la connotación de liviandad, de preocupación por el instante, de

vivir el presente.

Entonces, surge en el lenguaje expresiones como: “la tecnología me atropella”,

haciendo alusión a la dificultad de manejo y comprensión del funcionamiento de los

mecanismos de artefactos, un desconocimiento que frustra al usuario, lo condiciona

en el mundo laboral, lo excluye cuando no sabe de los avances de la ciencia actual,

entonces, el dueño del conocimiento tiene el poder, la supremacía.

Hasta aquí se pueden evidenciar dos fuerzas tácitas que movilizan la crisis de las

humanidades: el poder de las ciencias de la naturaleza y el poder económico, cada

una cegada en su momento, por el deseo de dominación ya fuera sobre el

conocimiento o sobre la sociedad misma. Es ahí cuando se hace relevante reconocer

31

que el conocimiento científico es cada vez más basto y abstracto para ser

comprendido por el solo hombre.

1.2.1 Globalización y crisis en la época contemporánea

Al iniciar la reflexión sobre los acontecimientos que acaecen en la actualidad

es imperioso remitirse al pasado, pues el presente es el resultado de hechos históricos.

Llegan a la memoria dos guerras mundiales, dictaduras, campos de concentración, y

si se avanza un poco más hacia atrás en el tiempo, el hecho más relevante que marca,

hasta el día de hoy, a la cultura latinoamericana: la invasión europea en los territorios

ancestrales de América Latina. Hechos barbáricos excusados por el afán del poder

político, económico y la expansión social y cultural de un territorio dejando entrever

a una sociedad en la cual el ser humano se dejó orientar por las dos fuerzas amorales

mencionadas por Sábato (1951) “la razón y el dinero”. Esto sería lo que el mismo

autor denominó la “deshumanización de la humanidad”.

Con el fluir del tiempo cobra presencia el estilo de vida en la ciudad, ambiente que

surge para reunir las fabricas; el ser humano ya no es solo un individuo sino que

forma parte de la masa4 que se somete a los intereses de productividad de la clase

mercantil, la cual estandariza las actividades de los trabajadores, y las condiciona por

un salario.

En esta nueva era, herencia de la época moderna, lo que configura, incide y encadena

la crisis de las humanidades y del humanismo, tiene que ver con las nuevas formas

que adopta la clase mercantil para dominar la cultura de las masas, para orientar y

normalizar el comportamiento de los individuos y la identidad social, producto de la

4 Ese conjunto de seres que han dejado de ser criaturas humanas para convertirse o para ser convertidos

en objetos numerados, fabricados en serie, moldeados por una educación estandarizada, embutidos en

oficinas y fábricas, sacudidos diariamente al unísono por las noticias lanzadas desde una Central

Desconocida” (Sábato,

1951, pág. 53)

32

racionalidad tecno- científica que trajo consigo la modernidad, en las cuales a través

de los medios tecnológicos de comunicación, se muestra a los individuos una

perspectiva de mundo que rompe con el pasado, con la renovación de la tradición,

con las costumbres y rutinas; y que da paso a una sociedad de consumo que nomina a

los individuos y los normaliza como consumidores5, ya no como ciudadanos, lo que

nos ubica en “una cultura posrevolucionaria que es al mismo tiempo hipercapitalista”

como lo afirmaría Lipovetsky en La Cultura-mundo. Una respuesta a una sociedad

desorientada (2010, pág. 14).

De esta manera toma relevancia la tendencia por el utilitarismo y la economía de

tiempo llevando a concebir al hombre desde su capacidad de producción, como si

fuera una máquina, descubriendo que es la velocidad la que determina tanto el poder

político y económico de las naciones como en la experiencia vida del hombre

masificado, que ya no sigue sus propios ideales sino los de la masa, así, el hombre

como ser individual se invisibiliza cada vez más y cobra protagonismo el colectivo y

la opinión pública separándose un poco del ámbito de lo personal y subjetivo para

abrir paso a las verdades reales y concretas. Es así que el mundo real

Se ha convertido en mundo, en cultura-mundo, cultura del tecnocapitalismo planetario, de las

industrias culturales, del consumismo total, de los medios y de las redes informáticas. Con la

hipertrofia de productor, imágenes e información nace una hipercultura universal que,

trascendiendo las fronteras y disolviendo las antiguas dicotomías, reconfigura el mundo en que

vivimos y la civilización que viene. (Lipovetsky & Serroy, 2010, pág. 7)

En esta medida, cientificidad, ansias de poder y riqueza, capitalismo y consumo se

han convertido en los factores que comparten la responsabilidad en este momento de

transición y cambio en la sociedad actual. En este sentido, “lo que se impone es la

cultura extendida del capitalismo, el individualismo y la tecnociencia, una cultura

globalizada que estructura de modo radicalmente nuevo la relación de la persona

consigo misma y con el mundo” (Lipovetsky & Serroy, 2010, pág. 11).

5 El consumismo de hoy no se define por la acumulación de cosas, sino por el breve goce de esas

cosas. Por lo tanto, por qué el caudal de conocimientos adquiridos durante años pasados en el colegio,

o en la universidad habría de ser la excepción a esa regla universal. En el torbellino de cambios, el

conocimiento se ajusta al uso instantáneo y se concibe para que se utilice una sola vez” (Bauman Z.,

2007, pág. 29)

33

De otro lado, actualmente, el reconocimiento social de los sujetos se da por su

capacidad de compra más no por su desarrollo intelectual y calidad humana. Son los

hilos de la maquinaria capitalista que a través de los medios de comunicación masiva

determinan y globalizan lo que está de moda en las relaciones sociales, vestido,

diversión, vivienda, alimentos, tipos de lecturas y textos y demás aspectos que

configuran los comportamientos de la cultura de las masas pero ya no de producción

sino de consumo.

Como se puede ver, la cultura-mundo, la cultura de masas está anclada en una

tendencia al hedonismo, a una indiferencia con la política social pues está desprovista

de la capacidad de crítica (favorecida por un conocimiento intelectual que ya no

importa a los individuos). Así las cosas, los valores como la conservación y

renovación de la tradición, el espíritu crítico, la autonomía, la identidad cultural, el

desarrollo intelectual, entre otros, que legitiman las humanidades entran en crisis y

configuran un discurso nostálgico en la escuela.

Así las cosas, la velocidad que proveen las tecnologías para generar una mayor

producción y traspasar el espacio, contribuyen directamente al poder político de las

naciones que tienen acceso a dichas tecnologías cumpliendo un papel relevante en

esta nueva era. Además, con mayor producción se requiere mayor consumo, el cual es

promovido por la difusión por el gusto por lo instantáneo, la fuerza de la clase

mercantil traslapa a todos los aspectos de la sociedad.

Sumando a lo anterior, la inclinación por la velocidad trae consigo el deseo de superar

o eliminar los límites del espacio territorial, lo cual pretende abolir el principio de

territorialidad que tiene connotación en el poder político pero también en la vida

personal despertando el interés por el vivir sin límites, caminar sobre la frontera, el

peligro, las leyes del universo. Lipovetsky, en su libro El occidente globalizado. Un

34

debate sobre la cultura planetaria, expone el afán por superar límites ha traído como

consecuencia la incertidumbre total en la sociedad del momento.

La cultura mundo o planetaria hace estallar todos los sistemas de referencia, borra las fronteras

entre ‘ellos’ y ‘nosotros’, la guerra y la paz, lo próximo y lo lejano, vacía los grandes proyectos

colectivos de su capacidad de atracción, trastoca sin tregua las formas de vida y las modalidades

de trabajo, bombardea los individuos con informaciones tan pletóricas como caóticas. De ahí

sigue un estado de incertidumbre, de desorientación sin precedentes, generalizado, casi total.

(Lipovetsky, 2011)

Todo hombre es producto de un proceso histórico en el que se han integrado fuerzas

contrapuestas que están en constante interacción, “Así, mientras el racionalismo fue

el tema dominante a partir del Renacimiento, el irracionalismo irrumpió una y otra

vez, con creciente violencia, hasta empezar a ser el tema dominante de nuestro

tiempo” (Sábato, 1951, pág. 42). La ciencia produce importantes avances científicos y

artefactos tecnológicos para dominar el mundo físico, superar las barreras del espacio

y del tiempo, y la sociedad atiborrada de conocimiento científico pero desprovista de

un conocimiento de los alcances del irracionalismo, de una formación ética,

deslumbrada por el deseo de poder de la clase mercantil, los utiliza como mecanismo

de dominación lo cual la lleva a la destrucción, a la barbarie contra sí misma. La

sociedad, en general, debe tomar conciencia de su acción destructiva pues parece

haber perdido el conocimiento de la condición que la humaniza, la sensibilidad por la

irracionalidad de cada individuo (los deseos, angustias, satisfacciones, miedos,

sentimientos, emociones que están detrás de sus actitudes, de sus impulsos, de sus

acciones).

1.3 EL HUMANISMO EUROPEO Y SU REFLEJO EN LA PÉRDIDA DE

MEMORIA DE LA CULTURA LATINOAMERICANA

En lo que corresponde a la cultura latinoamericana William Ospina en su libro Es

tarde para el hombre afirma que:

La conquista de América había sido el ámbito perfecto para que la civilización occidental

confirmara su sensación, no sólo de que existía el progreso sino de que ella era su impulsora y

su guía. Progreso y desarrollo era lo que traían los pueblos civilizados a los salvajes buenos y

malos de las nuevas tierras de Dios. (2008, pág. 37)

35

Entonces, el humanismo que vivieron nuestros antepasados indígenas fue el de la

negación de su existencia como seres humanos, el del cautiverio, la anulación de sus

lenguas y creencias, hasta la destrucción de los pueblos de salvajes malos que se

resistían a la dominación y el saqueo de sus riquezas, como acción conveniente para

el orden social en las colonias europeas.

Y como lo que descansa en el humanismo es la escritura, no se valoran otras formas

de comunicación y memoria histórica como la oralidad que constituye en gran

medida la cultura latinoamericana. Entonces, con la destrucción de los pueblos

precolombinos se aniquiló también su historia: mitos, leyendas, narraciones, cantos,

danzas que no emergieron desde el carácter de cultura escrita sino de una experiencia

vital y que conforman la memoria de las culturas ancestrales, y que vinculan al

hombre latinoamericano actual con sus raíces, su historia, su humanidad, es decir,

nuestra identidad.

Ahora bien, sin identidad cultural, el hombre latinoamericano no se reconoce desde

sus raíces lo que le dificulta proyectarse y se deja llevar al abismo del nihilismo, del

que hace tiempos son presa las gentes europeas, porque fundan su existencia nuevas

formas de esclavitud que entretejen los hilos del consumo y el trabajo impuestos por

la élite industrial y comercial. Una vez más, se evidencia que la autonomía y la

libertad que promulgó el humanismo occidental han sido olvidadas, especialmente

por la cultura que lo simboliza.

Así, la cultura capitalista occidental con su ideología consumista busca excluir otros

caminos que hasta el momento le habían dado sentido a la vida de los

latinoamericanos, pero que no llevan el consumo, no permiten la total dominación y

manipulación para sus fines de poder político y económico.

36

Así las cosas, la pérdida de identidad cultural que generó el humanismo, aumenta y se

agudiza con la maquinaria Político-económica masificadora del consumo que

abandera el progreso en la actualidad:

La diversidad de los pueblos y de las culturas tiende a ser borrada por el auge de una cultura

internacional de jeans y camisetas y chicles, de cuñas comerciales homogéneas, de espectáculos

planetarios masivos, de noticias idénticas; día a día se sustituyen tradiciones ricas y curiosas,

trajes complejos y llenos de sentido, bebidas, leyendas, un universo profuso y profundo

arraigado de mil maneras distintas en la tierra nutrida) por una sola expresión casi siempre

evanescente y trivial. (Ospina W., 2008, pág. 46)

Otro efecto de la crisis se vislumbra una humanidad hacinada en las grandes

ciudades, escenario de sinsentido y desesperanza, donde “crece la insatisfacción

debida al mucho desear y poco alcanzar, cuando la realidad no hace accesibles las

muchas cosas que las pantallas de la televisión pregonan como bienes indispensables

y como felicidades obligatorias” (Ospina W., 2008, pág. 95). Por ejemplo: el sueño

de trabajo, seguridad, prosperidad, grandes espectáculos, atención médica, vivienda y

centros comerciales que miles de desplazados por la violencia y la pobreza, vieron en

las principales ciudades de Colombia, gracias a la imagen que venden los medios de

comunicación, y que por el crecimiento desmesurado de la población es difícil de

cumplir, hace que día a día aumenten los cinturones de miseria que rodean la ciudad,

barriadas en las reina el desengaño y la desilusión, por la imposibilidad de vivir aquel

sueño de felicidad que les vendió el capitalismo neoliberal.

Entonces, el sueño frustrado de felicidad con la opulencia y la necesidad de

supervivencia, generan brotes de inseguridad en las calles, atracos, venta y consumo

de drogas, sicarito, mendicidad, extorción, prostitución infantil y con ello la limpieza

social (holocausto silencioso de aquellos excluidos del sistema consumista), acciones

en las que se ve que la sensibilidad por vida de los seres humanos no importa ni para

sí mismos, ni para la sociedad. El humanismo europeo y su declaración universal de

los derechos humanos que los docentes de humanidades en nuestras escuelas tanto

han enaltecido y que los gobernantes mencionan en sus campañas es letra muerta, lo

que se ve es la indiferencia, la indolencia, la frialdad ante las penurias, privaciones,

37

penalidades de aquella gran mayoría de latinoamericanos, el humanismo es una

broma en Latinoamérica.

Con este panorama, “nuestra condición de colonias hizo que para nosotros durante

mucho tiempo la cultura europea fuera la única digna de ese nombre, sus artes, las

únicas artes” (Ospina W., 2008, pág. 108), como un modelo superior al que todavía

enaltecemos por encima de los pocos restos que habían quedado en el olvido y poco a

poco algunos revolucionarios ponen a nuestra vista.

1.4 LA CRISIS Y LA EDUCACIÓN ACTUAL

Esta tendencia a la tecnificación está poniendo en peligro y ha generado una nueva

crisis de la educación humanística, cuya principal preocupación es entregar a la

sociedad un hombre preparado para actuar como un ser con actitud consciente frente

a los hechos, responsable de sus actos, crítico y hacedor de la historia que él mismo

ayuda a escribir. No obstante, esta crisis “pasa prácticamente inadvertida, como un

cáncer” (Nussbaum, 2010, pág. 20).

Para comprender esta nueva crisis en la educación es preciso reflexionar sobre el

porqué de la supremacía del conocimiento científico sobre el conocimiento humanista

que buscan comprender y formar al hombre en sus diferentes dimensiones. Una de las

acotaciones al respeto recae en que la preferencia por el conocimiento científico

repara en el poder económico y político que se consigue gracias a la productividad

provista por el uso de dicho conocimiento científico y los avances tecnológicos.

Con el desarrollo de la industria y el surgimiento del capitalismo, el afán de las

sociedades por incrementar su poder económico ha transferido a la educación actual

el propósito de entregar a la sociedad seres humanos con capacidad de mantener los

intereses monetarios de sus naciones bajo el eslogan de ser personas o recursos

humanos productivos, eficientes, eficaces y efectivos. Lo que se refleja en la mayoría

38

de los PEI (Proyecto Educativo Institucional) de las instituciones educativas que,

reguladas los sistemas de gestión de calidad, utilizan estos términos para caracterizar

la educación por la cual propenden, una educación para el comercio, ya no para las

humanidades.

Es así como la productividad se convierte en el principal referente para el desarrollo

de políticas educativas, las cuales al no encontrar conexiones tangibles con las

disciplinas del conocimiento social y del ser, propenden por aislarlas o hacerlas ver

como inútiles en la formación del ser humano. Entonces se establecen estándares para

medir la productividad en la escuela en donde lo que importa es el aprendizaje que se

puede cuantificar: el conocimiento científico, el conocimiento del mundo externo al

sujeto, invisibilizando el conocimiento del mundo interior del sujeto, el conocimiento

del ser. Contribuyendo de esta manera a la consolidación la crisis de las Humanidades

en la escuela.

También llega la ideología de economía de tiempo, de velocidad y producción llega

al sistema educativo, dando lugar a aquellos programas de estudios tipo relámpago,

en los cuales se reduce el tiempo de estudio a la mitad, se memoriza lo mínimo de las

ciencias, se reducen los espacios de socialización y de reflexión acerca de los

conocimiento adquiridos, ni mucho menos de reflexión sobre la propia vida.

La ciencia provee el ciberespacio desconocido, misterioso, incomprensible para la

masa, accesible y manipulado por la clase mercantil para su éxito económico, que

para el caso de la educación implementa a modo de aulas virtuales, ofreciendo

economía de espacio lo cual traduce rentabilidad, que seduce a los estudiantes-

consumidores con la posibilidad de acceso al material educativo y al aula-foro-chat

en cualquier momento, y el tiempo que se quiera.

“La sobrevaloración del futuro ha cedido el paso a la sobreinversión en el presente y

en el corto plazo” (Lipovetsky & Serroy, 2010, pág. 14), es en ese momento cuando

39

cobra importancia la mentalidad del ahora, del presente, que choca con la idea

progresista de la educación6; entonces, mientras la preocupación de los estudiantes

está enmarcada por el instante, por vivir el momento que corresponde al presente, la

escuela impone su interés por mantener la tradición como “todo un sentido de la

continuidad del tiempo, todo un sentido de crecimiento del futuro a través de un

conectar con el pasado” (Larrosa, 2003, pág. 583).

Se estudia el pasado de la vida de la humanidad para proyectar el futuro y planear

procesos de renovación, un conocimiento del colectivo, que pierde de vista lo

individual, la experiencia que vive cada individuo en el presente. Se sigue manejando

la didáctica de la memorización de la palabra como apropiación de un conocimiento

acerca de la dimensión social histórica del hombre pero no la reflexión sobre la

propia vida del estudiante, un conocimiento del ser. Se percibe entonces la pugna

entre la realidad y la escuela, otro aspecto que tiene gran incidencia en la crisis de las

humanidades en la educación, pues, la escuela pierde de vista la experiencia de vida

de los estudiantes, punto de partida para el desarrollo de procesos de formación del

ser humano.

Acrecienta esta crisis, el hecho de que la educación está condicionada por intereses de

la economía moderna (producción y consumo), sometiendo a la escuela a manejar

currículos en los cuales el conocimiento responda a la necesidad formación para una

profesión, en la cual tenga conocimiento de las TIC’S, de las ciencias exactas y hasta

de las ciencias humanas pero solo con la finalidad de su interacción con sociedad

como productor y consumidor, un conocimiento para el hacer que supuestamente va a

definir su proyecto de vida7, mas no para la toma de conciencia de su realidad, de su

6 El dogma del Progreso fue la fase final del largo proceso de secularización iniciado en Occidente a

partir de las Cruzadas: la secularización del propio sentimiento religioso. Porque esto fue una especie

de religión laica, hecha sobre la base de moralidad burguesa, de culto para la Razón y la Fraternidad,

de creencia en una Humanidad mejor (Sábato, 1951, pág. 30). El dogma del progreso conlleva a pensar

en el tiempo del futuro, un pensamiento futurista que trasciende a todos los ámbitos sociales. 7 Un ejemplo de ello son los énfasis en formación, en contabilidad, en tecnologías de

información empresarial acogidos por gran número de instituciones educativas en Colombia y con las

buscan identificarse.

40

mundo interior, el estudio de su ser en el mundo; no interesa a la clase mercantil la

formación de un individuo que reflexione sobre lo que constituye su sentido de vida,

que tome una postura ante la imposición de ideologías consumistas, que salga de la

masa, proceso que logran las humanidades en la escuela y por lo cual no conviene

darles protagonismo en el currículo.

En consecuencia, el adiestramiento técnico y utilitario de las formas de conocimiento

comienza a ser una de las prioridades de la educación moderna que, a su vez,

comienza a contribuir al afianzamiento de los sistemas económicos nacientes.

De esta manera, se evidencia cómo el hombre moderno se ha dejado influenciar por

los deslumbrantes descubrimientos y afirmaciones de las ciencias naturales y exactas

desde donde se han estipulado métodos y razonamientos fundamentados en la

experimentación con el propósito de caracterizar y explicar la realidad circundante al

ser humano, una realidad percibida por los sentidos, una realidad que se puede medir

y cuantificar, una realidad que la ciencia llega a objetivar a tal punto que la lleva a la

abstracción, dejando de lado la relación íntima, sensitiva, que el hombre mantiene de

manera constante con el mundo; relación que le permitirá desarrollar el sentido crítico

y analítico frente a las experiencias vividas y que redundarán en la formación de un

ser humano con compromiso histórico, político, social y cultural, propósito

fundamental de la educación.

Lamentablemente, el favorecimiento de dicha experiencia es cada vez menos

importante en un mundo tecnificado, en pro de la economía y de la creación de una

sociedad más fluida, más leve y menos trascendental.

Lo anterior se puede comprobar en la actualidad, cuando se generan modificaciones

en los currículos de las instituciones educativas de tal magnitud que, “en casi todas

las naciones del mundo se están erradicando las materias y las carreras relacionadas

con las artes y las humanidades, tanto a nivel primario y secundario como a nivel

41

terciario y universitario” (Nussbaum M., 2010, pág. 20), lo que resta importancia a

las disciplinas humanísticas abriendo más espacios a la enseñanza técnica y de

aplicación inmediata del conocimiento científico. Reflejando, como se expresaba

anteriormente, mayor interés por el adiestramiento técnico que por la formación de la

personalidad.

A grandes rasgos esta es la punta del iceberg que dejan entrever dicha crisis en la que

se arrinconan los estudios humanísticos que son los que contribuyen a la formación

de la personalidad de los individuos, para que puedan actuar y decidir con autonomía

en el ámbito social, y se amplían los intereses por el conocimiento científico,

menoscabando el fin último de la educación, la formación integral de los sujetos.

Porque mientras para las ciencias naturales importa el método científico, las

capacidades sensoriales y matemáticas de los estudiantes; para las humanidades

importa el método analítico interpretativo, la imaginación, la sensibilidad y el estar

dispuesto a ponerse en el lugar del otro para comprender las diferentes

cosmovisiones.

Es así que en este tiempo de crisis cabe cuestionarse acerca de en qué medida se han

subestimado las humanidades en pro de una educación racional que busca la

eficiencia y la precisión, y revisar qué precio se está dispuesto a pagar. Los problemas

ambientales, de radicalismo religioso, político y económico se presentan a nivel

mundial, y puede afirmarse que su nacimiento ha estado sujeto a la prioridad de los

sistemas económicos por aumentar la rentabilidad y la solidez económica

abandonando aspectos relacionados con lo esencial de la vida en sentido humano, de

ahí la prevalencia de profesionales preocupados por la acumulación de posesiones

materiales a cualquier costo, sin responsabilidad humana; profesionales incapaces de

reconocer su entorno como propio y de imaginar la experiencia y la vida de sus

semejantes.

La idea de la rentabilidad convence a numerosos dirigentes de que la ciencia y la tecnología son

fundamentales para la salud de las naciones en el futuro. Si bien no hay que objetarle a la buena

calidad educativa en materia de ciencia y tecnología ni se puede afirmar que los países deban

42

dejar de mejorar esos campos, me preocupa que otras capacidades igualmente fundamentales

corran riesgo de perderse en el trajín de la competitividad, pues se trata de capacidades vitales

para la salud de cualquier democracia y para la creación de una cultura internacional digna que

pueda afrontar de manera constructiva los problemas más acuciantes del mundo… nos

referimos a la capacidad de desarrollar un pensamiento crítico; la capacidad de trascender las

lealtades nacionales y de afrontar problemas internacionales como ‘ciudadanos del mundo’; y

por último, la capacidad de imaginar con compasión las dificultades del prójimo. (Nussbaum,

2010, págs. 25-26)

Cabe resaltar que no se trata de satanizar las ciencias, más bien de fomentar un tipo

de educación holística en el que las ciencias, lejos de la concepción positivista,

retomen su principio activo: tener como propósito el desarrollo del ser humano en

todas sus dimensiones, el cual comparten con las humanidades, porque desde la

antigüedad, las ciencias exactas y las ciencias humanas, se consolidaron como

disciplinas que permitieron al hombre conocer, observar, medir, cualificar y

cuantificar su realidad y universo que lo rodea desde una dimensión humana.

1.5 LA CRISIS EN LA OBRA LITERARIA

Una de las manifestaciones más sintomáticas de la crisis de las humanidades, hace

referencia a que la concepción del artista en época contemporánea ha cambiado:

Ya no existe la concepción romántica del artista maldito, marginado por su propia

naturaleza y en conflicto con el sistema socioeconómico […] Los artistas actuales

aspiran ya a un objetivo definido con claridad: ganar dinero y ser célebres. No es el

momento de la gloria inmortal, es el momento en que se busca una celebridad mediática

que asegure las ventas y la entrada en las redes de promoción internacional. (Lipovetsky

& Serroy, 2010, pág. 96)

Es así que “la literatura en tanto que objeto cultural decora nuestra vida, ocupa

nuestros ratos de ocio” (Larrosa, 2003, pág. 587). La literatura, presa del mercado, se

ha convertido en un producto comercial que se vale de factores como: la casa

editorial, la vida pública del autor, el título, la portada o las adaptaciones al cine para

influir en la selección y vivencia de la lectura por parte del lector, quien, dependiendo

de su nivel de formación y experiencia literaria clasificará dichas obras como exitosas

o fracasadas teniendo en cuenta su nivel de consumo más que su calidad artística y

estética. “El valor de una obra ya no viene dado fundamentalmente por la gratuidad

43

de su estética o por su radicalismo, sino que depende en primer lugar de su valor

comercial: hoy es el mercado el que hace al artista.” (Lipovetsky, 2011, pág. 29).

Este hecho tendría que ver con la influencia que ejercen las casas editoriales al

favorecer la distribución, el mayor impulso publicitario para cierto tipo de obras con

la ayuda de los medios de comunicación y un mejor asesoramiento en cuanto al

diseño. Poniéndole precio a la gloria producto de la especulación.

“Los grandes autores del pasado siguen honrándose, pero ya no se leen, ya no

alimentan la vida del espíritu. Apreciamos las grandes obras pero ya no suscitan

ningún comportamiento concreto, pues por doquier reina la facilidad, la inmediatez

consumista” (Lipovetsky, 2011, pág. 72), y es que como el pasado ya no tiene

sentido, si a la lectura de obra llega la ideología de lo instantáneo no se dedica el

tiempo suficiente para entenderla, comprenderla pues cuando la publicidad pide vivir

el presente, el momento, un instante no basta para leer una obra, el instante no

permite la reflexión, el recuerdo, no permite crear una experiencia literaria.

Es así como el éxito en las ventas generado por operaciones de marketing con miras a

una mayor producción y distribución, nomina los libros más leídos o vendidos como

best- sellers, lo que a su vez va a favorecer la creación de un nuevo tipo de lector en

cuanto se educa a un público aficionado para determinadas obras, un lector que

“busca lo que ya conoce, lo que no le molesta, lo que no contradice sus hábitos

mentales” (Amorós, 1987, pág. 63), siendo éste el criterio de elección para leer una

obra.

La crisis se acrecienta cuando se evidencia que el cambio de criterios entre los

lectores para seleccionar una obra más por el boom comercial que por su calidad

artística, está contaminando la visión del escritor quien, si bien es cierto, es:

Autor en primer lugar por su libre decisión de escribir… también es autor porque es un hombre

al que los demás consideran escritor, es decir, que debe satisfacer cierta demanda y al que, de

grado o por fuerza, se atribuye cierta función social” (Sartre, 1985, pág. 93).

44

Dicha demanda debería ser impuesta por el lector y debería tener carácter lúcido y no

comercial; sin embargo, la organización del mercado del libro ha infestado la visión

del escritor, quien se dejó viciar por el ideal capitalista hasta el punto de producir

obras que sólo reproducen ciertas historias hasta tornarse monótonas y repetitivas.

Este es el caso de la gran cantidad de sagas que han invadido las estanterías de

librerías y bibliotecas; y que reflejan las contemporáneas historias de amor entre los

seres no-muertos y los seres humanos, que por encontrarse en grandes cantidades,

actúan como réplicas de otras. Obras que reflejan una nueva era en la que “crear

productos no basta ya: hay que crear una identidad o cultura de marca” (Lipovetsky

& Serroy, 2010, pág. 104) un séquito de lectores que consuman un estilo de vida

deseado y no logrado.

En palabras de Amorós:

Es evidente que, dada la organización actual del mercado del libro, el escritor ha de crearse un

público de aficionados que «consuman el producto» que él les ofrece. En principio, cierto tipo

de «productos» (de obras literarias) atraen más fácil y rápidamente a un público amplio. Otros

tipos de obras, en cambio, difícilmente pueden suscitar el interés de grandes masas. (1987, pág.

62)

Esta literatura, que podría llamarse literatura de masas (surgida en lo que Lipovetsky

ha denominado cultura-mundo) y de divertimento, y que está atiborrando los estantes

de las librerías, seduce al público aficionado con historias simples de amor, violencia

y odio, con escritura sencilla y frases poco profundas que no requieren ningún

esfuerzo interpretativo y que son lanzadas al mercado con el apoyo de los medios y

entregadas a los lectores que prefieren leer historias que no contradigan sus hábitos

mentales ni su visión del mundo, cerrando el paso a uno de los propósitos de la

lectura literaria: la formación de un lector crítico y reflexivo.

Es dentro de este análisis que se enfoca en la productividad económica de la

modernidad, en el que surge la pregunta del porqué los lectores contemporáneos

eligen este tipo de textos, lo cual lleva a suponer que ante el agobio de los sucesos de

45

la humanidad, parafraseando a Amorós (1987): el hombre contemporáneo busca en la

lectura una puerta que lo lleve a escaparse, a no reflexionar sobre su existencia y su

realidad sino por el contrario a olvidarse hasta de sí mismo, necesidad que la industria

editorial ha identificado y para la que ofrece textos que proporcionan una lectura

rápida y gratificante con contenidos poco complejos y en un lenguaje sencillo que se

pueda digerir con facilidad.

Y ¿qué pasa con la necesidad de relato que constituye la especificad humana?

Desentendidos de tanto cuanto sea posible, se suspende la facultad de abstraerse hacia

la subjetividad y el deseo de cambio. Así las cosas, es difícil construir una narrativa

que explique y dé sentido a la experiencia de los individuos como parte del devenir

histórico de la humanidad. Y si existe un poeta que viva la realidad del otro, su voz se

pierde entre el alboroto de las noticias, la premura por estar informado.

En la literatura de hoy, a pesar de que sobresalga la que se enfoca en la productividad

económica, existe un gran bagaje de obras que actúan en respuesta a la crisis y que se

mantienen en formar parte de:

La gran literatura de nuestro tiempo que es eminentemente metafísica y sus problemas

son los problemas esenciales del hombre y su destino. Es ésta una literatura ascética y el

amor aparece en ella como el reiterado espectro de la soledad y de la muerte. Nunca

como hoy el amor carnal ha sido descrito con tanta crudeza. Y sin embargo adquiere un

sentido metafísico, porque a través de él, en sus intensos pero fugaces éxtasis, el hombre

se enfrenta con el trágico problema de la comunicación y del sentido de la vida. (Sábato,

1951, pág. 54)

1.6 LA CRISIS EN LA LECTURA LITERARIA

Otra cara de esta crisis que puede verse de manera transversal en la educación, se

refleja en el ámbito trivializado al cual se ha llevado la lectura, esa forma de

significar y dar sentido a los acontecimientos de la realidad. Si bien los medios de

comunicación hacen posible un mayor acceso a los sucesos y fenómenos que en el

pasado y en la actualidad acontecen a la sociedad, importa al lector estar informado

46

mas no a reflexionar sobre lo que está sucediendo en el mundo: el porqué, las causas

y los efectos en la vida de las personas, el lado oculto de lo que muestran los medios.

Y como a cada instante se genera un nuevo suceso, es un conocimiento efímero, su

levedad no alcanza atravesar el muro entre el saber y el ser ni a llegar al interior del

lector para irrumpir en su personalidad; convirtiendo al lector en un espectador

pasivo e irreflexivo que no se inmuta ante escenas de hambre, pobreza, enfermedad,

el terror de la violencia, inequidad y demás acontecimientos que a diario golpean la

sociedad; surge la indiferencia a los ideales colectivos y el eludir la responsabilidad

propia frente a lo que le sucede al otro. Lo cual contribuye con la persistencia de

enormes fracturas sociales, políticas y de identidad, la consolidación de poderes, en

nombre de principios morales, religiosos y económicos, como por ejemplo los

fenómenos del narcotráfico, las autodefensas y guerrilla que configuran la

desigualdad social en Colombia.

Ahora bien, como “estamos informados pero nada nos conmueve en lo íntimo”

(Larrosa, 2003, pág. 29), la experiencia de la lectura literaria queda reducida a la

identificación de elementos relacionados con la estructura y la semiótica de la obra,

una concepción positivista de la lectura literaria que demarca su finalidad, al simple

hecho de tener un conocimiento racional y utilitarista sobre las relaciones humanas,

pero este conocimiento es exterior al ser, es un conocimiento que instrumentaliza al

otro, sin que se cuestione o dude la condición de humanidad. Es el caso de los tan

utilizados análisis literarios de las obras, los cuales tienen como objetivo hacer un

barrido estructural y de composición al interior de una obra y, en muchas ocasiones,

se limitan a dar respuestas de tipo textual dando poco espacio a la inferencia, las

relaciones entre textos y la posición crítica y personal del lector. Siendo este uno de

los efectos que logra esa fuerza de la modernidad enmarcada por el utilitarismo y la

eficacia cuando irrumpe en las humanidades imponiendo la técnica en la lectura, con

patrones estandarizados para todas las obras, que basan sus estudios en la adquisición

de información de la obra literaria.

47

La crisis se acrecienta cuando se sabe que en la lectura literaria “solo hay apropiación

si la palabra se ajusta a la temporalidad propia del desarrollo de la personalidad”

(Larrosa J., 2003, pág. 590). Entonces, la lectura instrumental informativa que

impone la modernidad a la masa no admite una lectura literaria de carácter individual

pues no permite avanzar a una comprensión e interpretación del texto literario lograda

solo cuando cada lector consigue introducirse en la obra, vivirla con los personajes.

De esta manera, las políticas educativas salpicadas por la ideología consumista

imponen la formación en masa de lectores competentes en la lectura de aquellos

manuales, folletos, instrucciones, signos gráficos, de tal manera que como

consumidores pasivos puedan clasificar, ordenar y comparar información de todos los

productos y servicios, es decir, se forma a los lectores para saber usar y consumir

mejor; así la relación del hombre con las letras que promulgaba el humanismo, la

lectura literaria y su finalidad de descifrar el sentido del mundo y ser crítico entra en

crisis.

Ejemplo de ello es el uso indiscriminado de los análisis literarios de las obras que se

solicitan en la escuela, los cuales se han convertido en una metodología agotada en sí

misma dado al uso equivocado que se le ha dado a través del tiempo al interior de la

escuela, en donde se solicitan resúmenes, descripciones de personajes, de ambientes y

una cantidad de información referida en la obra como objeto de estudio sin cuestionar

la trascendencia de dicha obra en diferentes contextos, en el lector, en la historia de la

humanidad.

Y si a lo anterior se le suma el hecho de que en la actualidad, con la facilidad de la

internet que permite tener el mundo al alcance de la mano, se aliviana la carga de

realizar el análisis en casa luego de la aparición de la herramienta copiar-pegar,

arraigada en el argot popular como el “copy paste”, menos sentido literario tendrán

este tipo de análisis convertidos en un trabajo de informa, mas no forma al lector de

48

literatura. En un artículo periodístico “La generación ‘copy paste’ publicado por la

Revista Semana respecto al tema expresa, citando al experto en educación en

Colombia Andrés Mejía, que: “Las personas de la era digital piensan en la

información como algo que simplemente está ahí para ser usado y no como algo

formulado por otros seres humanos con ideologías, contextos y fines particulares.

Hoy se está entendiendo como algo que no debe ser analizado ni criticado.

Simplemente está ahí y es para todos. Entonces, si copian lo que está en Internet,

piensan que no hay nada malo en ello” (Semana, 2008). Este es otro reflejo de la

ideología operativa y funcional impuesta por la modernidad.

En este punto: ¿qué estudiante de la secundaria leería La Iliada o La Odisea para

hacer un análisis de la obra en plena época de la economía del tiempo y de la vida

instantánea y donde tiene toda la información que necesita en internet? En

consecuencia, el propósito de los análisis literarios de obras pierde sentido y

relevancia en ámbito académico. En oposición a este tipo de “prueba o monitoreo de

lectura” se hace indispensable la búsqueda de una solución a la crisis planteada, una

solución que favorezca el cambio en la visión que se tiene respecto a la lectura

literaria en la escuela.

Un inicio propio y personal en esta respuesta puede ser la puesta en juego de la

creatividad del docente, quien haciendo uso crítico del mar de informaciones

comprendidas en la web y de su saber, pueda idear otro tipo de didácticas o

estrategias que saquen a la luz los saberes adquiridos por sus estudiantes sin

necesidad de utilizar un único libreto que fue escrito en medio de la crisis de otras

épocas; y al cual no se le han realizado los ajustes o transformaciones necesarias para

ponerlo en práctica en la época actual, la de la cultura- mundo.

La nueva experiencia inmediata y externa a la que se está enfrentando y de la que está

haciendo uso el sujeto, relega y modifica los espacios configurados por la tradición

para experiencias de formación intelectual que se encontraban bajo el control del

49

sistema educativo, como lo fue en su momento la biblioteca: lugar en el cual se

encontraban los textos seleccionados para formar al hombre bajo los ideales

humanistas, un espacio de control de textos y también de poder; así como la

manipulación de los gustos lectores; y propende por nuevos espacios de lenguaje y

comunicación virtuales como el Facebook en los cuales el control del sujeto ya no lo

ejerce el sistema educativo sino el sistema político y económico directamente.

Entonces, no se puede tampoco afirmar rotundamente que el hombre en la actualidad

no lee, pero sí que está realizando otro tipo de lecturas a los que la escuela también

debe acceder para comprender las dinámicas que están sucediendo externas a ella. Lo

relevante aquí no es si el hombre actual lee o no, más bien es qué y cómo está

leyendo.

Está visto que “con los lectores ha pasado lo mismo que con los dinosaurios: se han

extinguido unos y con ello sus formas de vida para permitir el paso a otros muy

diferentes que, pese a otros provienen del mismo origen” ( Argüelles, 2008, págs.

167-168), el lector clásico reflexivo y teosófico, el lector medieval dogmático, el

lector renacentista traductor curioso e inconforme y maravillado ante sus

interpretaciones, el lector socio crítico del siglo XX, ya no existen y reproducir esas

formas de lectura es como tratar de revivir a estos lectores. En la actualidad las

condiciones y realidades sociales, políticas y tecnológicas son diferentes a las del

pasado, nos encontramos ante un lector ingenuo y hedonista perteneciente a una masa

ya no a una élite, un lector que habla poco y escribe mucho, permanece a voluntad ya

muy poco tiempo en la biblioteca y mucho más en las salas de chat y redes sociales

virtuales, lee en cualquier parte cualquier cosa y es interrumpido constantemente por

los servicios de los medios tecnológicos. Es importante superar las ideas

preconcebidas acerca de la lectura literaria de otras épocas, de cómo leer y que leer.

Con la formación en lectura funcional que se ha impuesto a la masa, “nadie quiere

ahora complicarse la vida con lecturas serias que problematicen el sentido de la

existencia, del mundo y de nuestra relación con los demás”. ( Argüelles J., 2008, pág.

50

62). Aquel canon considerado por la elite lectora europea como universal que nuestra

cultura tanto ha enaltecido como único e insuperable, pierde trascendencia en la vida

de los lectores, es el momento de acercarse a la realidad particular, dignificar la

literatura latinoamericana, que toca el aspecto vital de los latinoamericanos y

rescatando un retorno a lo propio, a su identidad. Quizá así se logre estar preparado

para abordar de forma crítica la propia literatura y la de otras culturas, el ser y sentir

latinoamericano en las diferentes formas literarias.

En esta medida, desprovista la escuela del conocimiento de lo que se lee y cómo

incide en la cosmovisión del lector, fluctúa la claridad de los ideales y su

consecución. La escuela tambalea ante la innovación, nuevos textos, nuevos

lenguajes, nuevas formas de ver el mundo que configuran incertidumbre a la que da

sosiego su interés por preservar o más bien simular la tradición. En este punto cabe

preguntarse ¿y cómo establecer una relación con la literatura en ésta época mediática?

La respuesta a este interrogante debe partir de la idea de que la relación con la

literatura ya no puede ser un deber impuesto cultural o informativo, ya no puede ser

una obligación del “saber por saber” o por el “estar al día”.

La nueva relación del estudiante con la palabra narrada y escrita, tiene otros matices,

es otra, una relación desconocida para la cual no está preparada la escuela. Más

cuando la relación con la obra literaria cobra un matiz de fugacidad en la que se busca

estar familiarizado, pero no apasionado, lo que no permite detenerse a reflexionar o

dejarse llevar por la experiencia de la obra. Como lo expresaría Sábato (1951, pág.

90): “En la actual precariedad del mundo es necesaria menos filosofía, pero una

atención mucho mayor al pensar, menos literatura, pero mucho mayor cuidado de la

letra.” Es así que la relación entre el lector y la obra literaria ha de convertirse en el

aspecto vital de la literatura.

Es importante aclarar que no es suficiente con la lectura para cultivar lo humano en el

hombre, la ingenuidad de la posición humanista fue ciega al desconocer que “toda

51

lectura resulta de presupuestos personales, de contextos culturales, de circunstancias

históricas y sociales, de instancias huidizas, de azares determinados y determinantes

cuya interacción es de una pluralidad” como lo mencionaría George Steiner en Una

buena lectura8 (1997, pág. 48). Las historias de vida de los lectores y escritores está

matizadas por equivocaciones y contradicciones, creencias culturales, políticas,

vivencias que influyen en su actuar, en sus interpretaciones del mundo y de los

textos; por esta razón la trascendencia de la lectura de un texto no es la misma en

todos los lectores.

En definitiva, el desarrollo humano va más allá de la lectura, en este sentido “el libro

puede servir para reforzar nuestros mejores sentimientos, ahí donde por supuesto los

hay, es decir en el espíritu mismo del que lee. Como instrumento, el libro tiene el uso

que el lector le dé” (Argüelles J. D., 2008, pág. 23). La lectura no puede estar al

margen de las creencias y la moral del lector, la lectura por sí misma no es la que

hace posible del cultivo de lo humano, aunque puede ser un instrumento, hay otros

factores a los que atañe su desarrollo.

Se concluye entonces con este capítulo que la crisis de las humanidades se refiere a

que en el trascurso de la historia de la humanidad, el hombre en su afán por

conquistar nuevas tierras, nuevos conocimientos, de saciar su deseo de poder y

riqueza ha procurado encontrar la manera de fabricar y calcular el ser y el conocer del

hombre en el mundo como objeto físico relegando el conocimiento personal y

subjetivo que no se puede racionalizar ni cuantificar, pero que maneja su propia

racionalidad; en otras palabras, la crisis de las humanidades y del humanismo

converge en una crisis social, filosófica, ecológica, ha tenido lugar a lo largo de los

años (y seguirá existiendo) porque siempre, el hombre sensible y subjetivo

reaccionará en contra de la intención de reducir a lo cuantificable un saber que surge

8 George Steiner muestra como ejemplo a dos lectores, que habiendo leído el mismo texto “El mundo

como voluntad y representación de Schopenhauer”, manejaron diferentes y, aparentemente,

contradictorias interpretaciones del texto que trascendieron a la realidad. Thomas Mann como

contradictor del movimiento nazi de exterminio racial que dirigía Adolf Hitler quien también fue lector

de Schopenhauer.

52

luego de que alguien se ha pensado el mundo desde su sentir, sus angustias,

ansiedades, sueños, sus actitudes y emociones. Urge entonces ante esta crisis

encontrar, buscar caminos para que el hombre tenga conciencia de sí, de lo que lo

constituye, de su esencia cultural, de su irracionalidad, para encontrar o buscar la

felicidad ya no en la tenencia o consumo que le está quitando su esencia humana.

53

2. LA LITERATURA DESDE LA EXPERIENCIA DE LA LECTURA

La literatura no reconoce ninguna ley, ninguna norma, ningún valor. La literatura, como lo

demoníaco, sólo se define negativamente, pronunciando una y otra vez su ‘non serviam’.

Tratando, desde luego, de la condición humana, y de la acción humana, ofrece tanto lo

hermoso como lo monstruoso, tanto lo justo como lo injusto, tanto lo virtuoso como lo

perverso. Y no se somete, al menos en principio, a ninguna servidumbre. Ni siquiera moral.

La experiencia de la literatura es extraña a la moral, escapa a la moral, y no se somete, sin

violencia, a su soberanía.

Jorge Larrosa (2003, p. 200)

Luego de examinar los efectos de la potestad del conocimiento científico y su

repercusión en la dificultad del cultivo de lo humano de la sociedad occidental y

latinoamericana que configura la crisis de las humanidades en la

actualidad, es el momento de internarse en el eje sobre el que gira nuestro trabajo: la

literatura como fuente en la formación del lector.

Conscientes de la crisis que atraviesan las humanidades, y siendo la literatura parte de

ésta, se hace impostergable la búsqueda de soluciones o el trazo de posibles caminos

orientados hacia un solo fin: favorecer la creación de un lector capaz, en medio de

esta crisis, de realizar buenas lecturas9 a través de la experiencia adquirida

directamente con el objeto de estudio, con la obra literaria. Es así como este segundo

capítulo estará dedicado a la literatura desde el estudio y la comprensión del tipo de

experiencias que adquiere el lector a través de su paso por diferentes obras.

Como punto de partida para este capítulo se toma el postulado de Jorge Larrosa

(2013), referencia ineludible para el desarrollo de este apartado, quien con una

reconocida vocación ensayística ha desarrollado una importante reflexión sobre la

9 Concepto de una buena lectura es desarrollado por George Steiner en Pasión intacta (1997), quien

expresa que el lector debe buscar el sentido del texto pero no en una palabra o una oración, sino en la

totalidad del enunciado; es decir en el discurso sin dejar de lado la importancia de los léxicos y las

gramáticas. De allí que el sentido del texto se halle en la relación lector-texto posibilitando iniciar el

ejercicio de la comprensión y la interpretación.

54

lectura en su obra La experiencia de la lectura: estudios sobre literatura y formación,

en donde afirma que la experiencia de la lectura significa “interiorizar el tiempo

acumulado en los libros y convertirlo en la propia sustancia, en la textura temporal

que constituye la propia alma” (Larrosa, La experiencia de la lectura. Estudios sobre

literatura y formación, 2003, pág. 589). Así las cosas, se partirá del concepto de

experiencia como algo que pasa y que al pasar, tiene efectos en uno mismo.

Para Larrosa (2003) existe un eje trascendental para el reconocimiento de la

experiencia como fuente necesaria del saber literario y como resultado de la

lectura literaria al cual denomina pathei matos -la experiencia humana- que es

entendido “como un aprendizaje en y por el padecer, en y por aquello que a uno le

pasa” (pág. 32). Lo que nos lleva a inferir que la literatura pueda ser considerada

como el saber sobre la experiencia humana; un saber que se vislumbra cuando el

lector se descubre al experimentar su humanidad en la lectura literaria.

Cabe añadir que en este capítulo se pretende conocer la literatura desde la reflexión

sobre lo que ésta le ofrece al lector, en el pensar, el hablar y la forma de actuar, es

decir los efectos en su conciencia. De ahí que se fundamentará en la idea de Muñoz

Molina en cuanto

La literatura, pues, no es aquel catálogo abrumador y soporífero de fechas y nombre

(…) sino un tesoro infinito de sensaciones, de experiencias y vidas que están a nuestra

disposición (…) Gracias a los libros nuestro espíritu puede romper los límites del

espacio y del tiempo en nuestra propia habitación y en las playas de Troya, en las

calles de Nueva York, en las llanuras heladas del Polo norte, y podemos conocer

amigos tan fíeles y tan íntimos como los que no siempre tenemos a nuestro lado pero

que vivieron hace cincuenta años o veinticinco siglos. La literatura nos enseña a mirar

dentro de nosotros y mucho más lejos del alcance de nuestra mirada. Es una ventana y

también un espejo. (Muñoz M., 2008)

Así pues, pensar la literatura desde la experiencia de la lectura, nos conduce a estar en

contacto con ella y a escuchar lo que nos dice acerca de su papel en la vida del lector

y en la sociedad. Se abre entonces un abanico de posibilidades que permiten conocer

y comprender la literatura como un todo y de esta manera ir más allá de la trivialidad

de la conceptualización. De esta manera, desde la experiencia humana que configura

55

la lectura literaria, se revela la literatura. Es con la lectura literaria que sabremos de

buena tinta sobre la literatura.

Pero, ¿qué se entiende por lectura? Para la presente investigación, la lectura es un

proceso dinámico e interactivo entre el lector, la obra y el contexto. Por ser un

proceso dinámico e interactivo, el lector incorpora su ser, sus experiencias de vida y

literarias, y sus conocimientos previos; la obra agrega su universo creado por medio

del lenguaje literario; y el contexto incorpora los propósitos y condiciones de lectura,

la estructura del texto y los demás elementos que se consideren relevantes para la

apropiación y comprensión del texto literario.

En este contexto, basta tomar como ejemplo una obra como La metamorfosis de

Franz Kafka, obra que más allá de contarnos una anécdota fabulosa, un

acontecimiento fantástico y casi inverosímil, "da que pensar". La pregunta de fondo

es qué es el ser humano, en qué se puede convertir, hasta dónde podemos llegar. No

se trata solo de Gregorio Samsa, ni de los que lo rodean, de sus allegados: se trata de

nosotros mismos, de cómo nos percibimos, de qué tan asqueados o complacidos

estamos de nuestra existencia. Es un encuentro de subjetividades en el que somos

capaces de mirarnos al espejo para reconocer nuestro reflejo y de esta manera

reafirmar nuestra existencia para proyectarla, modificarla o anularla.

Para avanzar en este tema, es necesario tener en cuenta que a pesar de que una obra

literaria hable de una época o de un lugar, logra sensibilizar al lector respecto al

drama de la vida humana, mostrándole diferentes escenarios que al confrontarlos, le

permiten tomar conciencia de las diferencias entre la realidad que vive y la de los

personajes de la obra en otros tiempos y lugares, esos que existen en un universo

imaginado y que se traslada a nuestra dimensión para permitirnos comprender cómo

las costumbres, la normas, leyes, las actividades sociales, las ideologías y los valores

varían según contextos y hacen que las personas no vivan la vida de la misma

manera; en palabras de Steiner, (2003, pág. 20) “La literatura se ocupa esencial y

56

continuamente de la imagen del hombre, de la conformación y los motivos de la

conducta humana.”

El contexto de lo que aquí se está considerando nos lleva a plantear primero que todo

algunos aspectos sobre la lectura literaria y sus particularidades.

Por un lado, Larrosa (2003) diferencia dos caras de la lectura: “la lectura como

formación y la formación como lectura”. Respecto a la primera, el autor afirma que la

lectura es una actividad que forma, de-forma o transforma al lector explotando su

subjetividad con el propósito de poner en cuestión lo que es, lo que sabe o lo que

puede llegar a ser; es así que leer cobrará importancia solo cuando tenga efectos en el

lector, es por ello que propone “entregarnos al texto que da qué pensar, pero no sobre

el texto, sino sobre nosotros mismos” (Larrosa J., 2003, pág. 209).

La otra cara de esta relación es la formación como lectura. Al respecto el autor

expresa que para pensar en esta relación, es necesario que el lector a través de su

capacidad de escucha logre “oír lo que no sabe, lo que no quiere, lo que no necesita”

(Larrosa J., 2003, pág. 30), pero sin que le pase algo. Así, puede afirmarse que para el

autor, la formación como lectura no implica una verdadera experiencia de lectura en

cuanto no tendría efectos en su propia identidad. Sin embargo, algo en común que

tienen estas caras de las que habla Larrosa, es que ambas se enfocan en la relación

existente entre el texto y el lector, bien sea por la mediación de la subjetividad del

lector o por la capacidad de escucha con que el lector se entrega al texto.

Otro pensador que ha abordado el problema de la lectura desde la perspectiva de la

presente investigación (la relación lector-texto), es George Steiner para quien la

lectura:

Es el resultado de presupuestos personales, de contextos culturales, de circunstancias

históricas y sociales, de instantáneos huidizos, de casualidades determinadas y

determinantes cuya interacción es de una pluralidad, de una complicación

fenomenológica que se resiste a todo análisis que no fuera él mismo una lectura.

(Steiner G. , 1997, pág. 48)

57

Steiner, al igual que Larrosa, abre las perspectivas en torno a la lectura y a la realidad

acerca de la existencia de las múltiples significaciones que existen en un texto

dependiendo de la mirada con la que el lector se aproxime. Ya no hay una única

lectura, una única significación de un texto. Esta es la época del conflicto de las

interpretaciones. Cada lector acoge el libro, se acerca a él minuciosamente para tomar

lo que necesita o lo que busca. Cada lector lee o relee un texto para encontrar y

comprender su universo de sentido el cual se enriquece a partir de la experiencia

lectora.

Así las cosas, se reitera que para la presente investigación, la lectura literaria se

encuentra directamente ligada con el desarrollo y la formación del hombre en cuanto:

Actúa como dispositivo para ponernos en contacto con lo que está más allá de nuestro

cercano campo de acción. Gracias a la lectura trascendemos nuestra inmediatez tanto

física como espiritual, la mediación de la lectura consiste en servirnos de puente para ir

más allá de nuestros limitados territorios y ponernos en contacto con otras zonas, con

otros escenarios, la lectura jalona nuestras formas de ser y de pensar hacia ese

continente inmenso de lo desconocido. (Vásquez R., 2006, pág. 147)

Es importante aclarar que cada la experiencia de lectura que proporciona la lectura

literaria requerirá de una relación directa entre el acto de leer y la experiencia

particular el lector, por ello se desglosará dicha experiencia en los conceptos de

experiencia literaria y experiencia vital, lo cual se profundizará a continuación.

2.1 LA EXPERIENCIA LITERARIA

Varios autores han tratado el tema de la experiencia literaria, desde diferentes

perspectivas. Larrosa (2003) afirma que “para que la lectura se resuelva en formación

es necesario que haya una relación íntima entre el texto y la subjetividad” a lo que

llama experiencia: “No lo que pasa, sino lo que nos pasa” (pág. 28).

58

Entonces, la lectura de las obras literarias en la que se da la posibilidad de

comprensión de las relaciones humanas y la diversidad de contextos sociales posibles

(con características similares a la realidad del sujeto o totalmente diferentes) que

alberga la literatura, es una lectura que tiene el poder de transformar, pues se

constituye en una experiencia de vida en la que se remueven las ideologías y dogmas

que condicionan el comportamiento y se da la posibilidad de liberación de una

obediencia ciega a los valores que implantan las instituciones sociales. Por ejemplo,

Niebla, novela (o mejor, la nivola) de Miguel de Unamuno (1914) en donde se ponen

en juego aspectos condicionantes como la concepción de la realidad y la existencia y

la concepción de los géneros literarios como un principio de orden.

En cuanto a la concepción de existencia y realidad, se expresa en la novela que

“cuando un hombre dormido e inerte en la cama sueña algo, ¿qué es lo que más

existe, él como conciencia que sueña, o su sueño? -¿Y si sueña que existe él mismo,

el soñador? [...] ¿De qué manera existe él, como soñador que sueña, o como soñado

por sí mismo? (Unamuno, 1914, pág. 136). El sueño escomo un signo que pretende

revelar el secreto y el misterio de la vida y la existencia humana cuestionando las

creencias y dogmas de la fe cristiana. La vida sería un sueño de Dios, representado

por el autor, quien sueña a sus personajes y los convierte en entes de ficción. De esta

manera, la importancia del sueño radicaría en la conciencia adquirida de estar

soñando que le permitiría al soñador despertar a la vida, a la verdad de su existencia.

Esta capacidad de generar conciencia de ser soñador y soñado es lo que permite poner

en crisis la creencia respecto a quién sueña: ¿Dios o el hombre?

Otro ejemplo del cuestionamiento hacia las doctrinas e ideologías que se encuentra en

Niebla, es el que concierne a los géneros como principio del orden. El aspecto

relevante se encuentra en la invención del nuevo género: el de la Nivola que se

caracterizará por ser una novela que genera sus propias reglas, que hace del lector un

participante activo en la historia y que se discute a sí misma en el mundo interior de

los personajes. Es así que esta Nivola puede leerse desde la intención de cuestionar

59

ese afán por realizar una clasificación taxonómica del estudio de la literatura que

pretendía encasillar cada obra en un espacio limitado de posibilidades.

Con esto se pretende demostrar que es a partir de una reflexión constante que el

individuo desarrolla la capacidad de discriminar y ser consciente de las influencias de

la sociedad que acepta o rechaza, con una actitud flexible hacia las variaciones de la

realidad de las que él puede formar parte en su interés o necesidad de transformar su

entorno. En definitiva, la lectura literaria constituye una lectura para llegar a ser,

saber y avanzar hacia la comprensión de la personalidad individual pero no aislada

del mundo como ahora se quiere ver.

En este sentido, la experiencia literaria abarca el progreso del lector luego de pasar a

través de las obras literarias dejándose conmover en lo más profundo o en lo más

íntimo para apropiarse de los textos desde una perspectiva personal abriendo el

camino y la aceptación a la multiplicidad de sentidos y no a la acumulación de

criterios de verdad que surgen externos y ajenos al hombre y a su devenir histórico y

cultural. Contrario a la lectura como técnica instrumentalizada que no aportará al

desarrollo de la experiencia literaria y si favorecerá la limitación de la dación del

sentido y de la participación pasiva del lector que se dedicará a buscar en un texto

verdades pretendidas o preestablecidas por otro lector.

Para ejemplificar se acudirá a dos relatos del libro de Mario Mendoza (2004) Una

escalera al cielo, reunión de 14 cuentos desarrollados todos en la ciudad de Bogotá

que actúa como urbe selvática y como escenario de múltiples voces para originar una

serie de relatos de ciudad.

Imposible acercarse a la lectura de cuentos como La fiesta o Historia en la habitación

804 sin permitir que la lectura pase a través del lector y lo conmueva en lo más íntimo

al invitarlo a participar de la historia, no solo como espectador o crítico, sino como un

narrador testigo impotente ante la situación que se presenta, pero capaz de buscar

60

sentido a las relaciones humanas en los diferentes contextos y de reconocer cómo,

aunque algunas relaciones se basen en el absurdo, ninguna de estas es ajena al devenir

histórico y cultural del hombre.

¿Qué pensaría si se apodera de sus sentidos, la historia de un joven que es mutilado al

ser sometido por un grupo de taxistas luego de intentar robar a uno de ellos, y quienes

en el afán de darle un escarmiento celebraron alrededor del joven lacerado quien creía

haber encontrado en el robo la manera más rápida de solucionar los problemas

económicos de su familia? ¿Cómo aceptaría la multiplicidad de sentidos luego de

vivenciar cómo una mujer en estado de coma conoce el amor a través de un hombre

que la visita a diario para acompañarla y hacerle el amor a sabiendas de su condición

médica?

Esto por enunciar una muestra escueta de las historias que encierran a unos

personajes sometidos por las agrestes leyes de la selva urbana, que cada día los atrapa

y les muestra el lado oscuro en el que los personajes avanzan cada vez que logran

adentrase en la espesa jungla.

Así, a simple vista se podría pensar en pobres narraciones descriptivas o con toque

amarillista de sucesos cotidianos cargados de violencia en medio de una sociedad

citadina; sin embargo, la carga simbólica que atraviesa cada relato permite al lector

abordar sus temas desde el sentido de la existencia misma mostrándole la otra cara

del simple sensacionalismo saturado de crueldad que generalmente pretende despertar

el morbo por los sucesos más que la capacidad crítica y analítica que se desprendería

de un acto de alteridad y conciencia de sí y los otros. Esto muestra, que a pesar de que

obras como la antes mencionadas se desenvuelvan en medio de temáticas de realismo

y violencia, logran sobrepasar los límites del retrato crudo y enfermizo para

adentrarse en un ambiente simbólico, en el que el lector no solo es capaz de reconocer

la realidad narrada, sino que a la vez la logra representar en otra realidad distinta, es

decir, el lector reconoce la narración en sí y representa la relación entre el texto y lo

61

que simboliza permitiéndole evocar situaciones pasadas, reconocer las situaciones

presentes hasta crear o recrear situaciones futuras o inexistentes.

No se trata entonces de realizar la lectura de una crónica roja que muestre la cruel

realidad de un país, sino de leer desde el cuestionamiento personal acerca de qué tan

humanos se puede llegar a ser frente al drama del otro, qué tan ciegos se es frente a la

crueldad de una sociedad cada vez más egoísta, de cómo se percibe y proyecta en

cada palabra, línea o expresión. Un encuentro de este tipo con una obra, en donde el

lector es capaz de estremecerse por cada acto real narrado, en donde el lector

reconoce la geografía de un texto en el que se escenifica la vida cotidiana que invoca

por la humanidad, es el que permite que la lectura se transforme en experiencia.

Por otro lado, una lectura que evitaría el desarrollo de dicha experiencia sería aquella

que simplemente se asume para responder ciertos interrogantes como: ¿Cuál es el

tema del cuento? ¿Cuáles son sus personajes? ¿En qué lugares se desarrolla la

historia? ¿Cuáles son los acontecimientos más importante del inicio, nudo y

desenlace? No quiere decir esto que este tipo de interrogantes no sean importantes

para comprender la estructura del texto; sin embargo, cuando éste se convierte en el

único propósito de la lectura, la experiencia literaria queda limitada a lo que el

docente espera que el lector encuentre en el relato evitando que el lector logre

encontrarse a sí mismo en la obra.

Otra perspectiva acerca de la experiencia literaria es la expuesta por Louise

Rosenblatt (2002), quien da a entender que en cada acto de lectura hay un lector y un

texto potencial que constituyen las infinitas variaciones de la obra literaria. Es así que

con cada acto de lectura se generarán actos transaccionales de construcción de

significado entre el lector y el texto. En este punto es importante aclarar que:

La lectura es un proceso selectivo, constructivo, que ocurre en un tiempo y en un

contexto particulares. La relación entre el lector y los signos sobre la página avanza

como en un movimiento de espiral que va de uno a otro lado, en el cual cada uno es

continuamente afectado por la contribución del otro. El lector se aproxima al texto con

un cierto propósito, ciertas expectativas o hipótesis que guían sus elecciones desde el

62

residuo de experiencias pasadas. El significado emerge en ese continuo dar y tomar del

lector con los signos impresos en la página. (Rosenblatt L. , 2002, pág. 53)

A este proceso de construcción significados de doble vía, la autora lo denomina

transacción. En esta transacción, confluyen en una trama compleja las fuerzas

sociales, históricas y psicológicas que engloban el texto literario y la percepción del

lector; delimitando la elección de significados durante el proceso de lectura y

llevando al lector a dejarse afectar por la obra hasta el punto de producir una

transformación en su personalidad. Si se añade a esto, que con cada nueva lectura las

condiciones cognitivas y psicológicas del lector cambian, se concibe que hay infinitas

variaciones de la obra con cada lectura, componente que configura la naturaleza de la

literatura, es así que “el poema, la novela o el drama existen en la transacción que se

da entre el lector y el texto.” (Rosenblatt L. , 2002, pág. 54).

En consecuencia, el significado construido durante la lectura del texto es la obra

literaria, la experiencia de la lectura se convierte en un acto personal único e

irrepetible del que surgirán infinitas posibilidades de interpretación. Entonces, la

lectura de un texto literario no tendrá un solo sentido sino un sin número de éstos que

nos permitirán encontrarnos y acercarnos cultural y colectivamente. En otras

palabras, el acto de la lectura no puede separarse de la experiencia del sujeto lector

porque este acto cobra verdadero sentido en sí mismo y no fuera de él. En

consecuencia, así como para un lector con un especial experiencia literaria, la obra de

Mendoza resultaría amarillista y sensacionalista, para otro tipo de lector, con otro tipo

de experiencias puede resultar una obra cargada de una sufrida sensibilidad.

Lo anterior abre paso a la aclaración sobre la distinción entre el texto literario y la

obra literaria, explicada por Louise Rosenblatt, quien afirma que:

Nadie más puede leer una obra literaria por nosotros. Los beneficios de la literatura

únicamente pueden surgir de la actividad creativa por parte del propio lector, que

responde a las pequeñas marcas negras sobre la página o los sonidos de las palabras en

sus oídos y hace algo con ellos. Los símbolos verbales le permiten recurrir a sus

experiencias pasadas con lo que las palabras señalan en la vida y en la literatura. El

texto presenta estas palabras formando un patrón nuevo, único. A partir de aquellas el

63

lector está verdaderamente en capacidad de moldear una nueva experiencia: La obra

literaria. (Rosenblatt L. , 2002, pág. 298)

Con esto se abre el camino para analizar el poder creador de la palabra literaria que

configura el lenguaje del texto del cual emanan diversos y únicos actos de

significación personal.

2.1.1 La experiencia del lenguaje literario: un acto único de significación

Si se reconoce que:

El lenguaje es el misterio que define al hombre, de que en éste su identidad y su presencia

histórica se hacen explícitas de manera única. El lenguaje es el que arranca al hombre de los

códigos de señales-deterministas, de lo inarticulado, de los silencios que habitan la mayor parte

del ser” (Steiner G. , 2003, pág. 14).

¿Qué es lo que la literatura hace con las palabras?

El punto inicial para el desarrollo de esta reflexión es la palabra literaria, elemento

que distingue a la literatura de las demás artes y que diferencia a los textos literarios

de los demás textos. Jorge Larrosa (2003) explica la connotación de la palabra

literaria afirmando que:

Lo que ocurre con la palabra literaria es que tiene en sí misma (y no en la lengua que la

hace posible) su principio de desciframiento (…) El código de la palabra literaria está en

la palabra misma y no fuera de ella, en una especie de enroscamiento del lenguaje sobre

sí mismo, en una suerte de flotación abierta y sin anclajes de los signos sobre sí mismos,

en el juego mismo del lenguaje. Y, desde luego, la experiencia de la lectura no es

desciframiento de un código sino del sentido. (págs. 42-43)

De ahí que la lectura literaria vaya más allá de la lectura instrumental puesto que los

significados de las palabras se construyen en el proceso de lectura del texto literario

están dentro de la experiencia de la lectura. Por ejemplo, tomemos el poema de

Octavio Paz, Niño y trompo, que aparece en Piedras sueltas (1955), donde expresa:

Cada vez que lo lanza

cae, justo,

64

en el centro del mundo.

En el DRAE la palabra “centro” puede significar “1. m. Punto interior que

aproximadamente equidista de los límites de una figura, superficie, territorio, etc. 2.

m. Lugar de donde parten o a donde convergen acciones particulares coordenadas.”

No obstante en el poema, las palabras “centro” y “centro del mundo”, tal vez no

refieren ninguno de estos sentidos, sino a algo mucho más vital, más intenso. Este

poema con apenas 12 palabras logra contener sentido de universo para un niño, que

de manera silenciosa tiene en sus manos el poder de hacer girar al universo sobre el

eje que él escoja, porque de cierta manera sabe que él puede ser ese “centro”. Además

recuerda al adulto aquello que calla el poema: la condición del hombre, su desarraigo,

el ya no estar en el centro del mundo, el haber ya cruzado de ese umbral, y saber que

no hay retorno. Desde este ejemplo se puede ver cómo las palabras se vislumbran y

descifran en sí mismas alcanzando un sentido total, generalmente lejos de la

convencionalidad del signo.

Se nota entonces que con la lectura literaria el lector toma distancia del significado

externo y convencional de la palabra, organizado y establecido universalmente en el

diccionario para abrirse a la posibilidad de otros significados matizados dentro de la

obra por el contexto, las ideologías de los personajes y demás circunstancias; así, los

sentidos de las palabras no se agotan en la palabra misma, sino que recorren el texto

literario y toman diferentes connotaciones condicionadas también por la experiencia

de lectura de cada lector.

Con esto se muestra que la naturaleza propia del lenguaje literario va más allá del

lenguaje formal y apunta a descifrar lo imprevisto de la existencia humana, descubre

las particularidades de la pluralidad de realidades que constituyen la humanidad,

infinidad de matices de los significados de la realidad para cada persona que no caben

en un diccionario y que para el lenguaje de la ciencia son de carácter indecible porque

no se puede generalizar.

65

Al pertenecer a la particularidad de la experiencia humana, el lenguaje literario se

escapa a las pretensiones de objetivación y codificación; de significación abstracta y

arbitraria con un único sentido de mundo, en el supuesto de una realidad humana

universal previsible y controlada. Se observa entonces la función de la literatura de

“violentar y cuestionar el lenguaje trivial y fosilizado violentado y cuestionado, al

mismo tiempo, las convenciones que nos llevan a la suspensión permanente de todo

intento de fijación de un proyecto, dan el mundo como algo ya pensado y ya dicho,

como algo evidente, como algo que se nos impone sin reflexión” (Larrosa J.,2003,

pág. 537).

Así, se conoce de la literatura y su lenguaje la posibilidad que da al lector de apertura

a la resignificación de las acciones de los seres humanos, a la diversidad cultural, y

que de alguna manera incide en la comunicación inmediata y acertada de los

sentimientos y sensaciones en el desarrollo de sus relaciones humanas.

Esta una de las razones por las que Jorge Larrosa utiliza la metáfora de la traducción

de la sensibilidad humana al lenguaje de las palabras, para hablar sobre la lectura

literaria. En definitiva, el lenguaje del texto literario no es el mismo que el lenguaje

convencional; el significado del lenguaje literario está en la obra misma y se descubre

con la experiencia de lectura literaria en conexión con la experiencia de vida del

lector. De modo, que siguiendo el ejemplo anterior, el breve poema de Paz no tendrá

un sentido fijo ni generalizado, pues su sentido se encuentra en la condición propia de

cada lector que evoca o formula su idea de infancia, sino en la reflexión del presente

que lo lleva a confrontarse a sí mismo y su posición en el mundo.

Esta cualidad del lenguaje se convierte en un inconveniente para quienes no son

lectores literarios, quienes encuentran un problema al acercarse al discurso de este

tipo de textos, por encontrarse habituados al uso de un lenguaje meramente operativo-

funcional enmarcado en el significado literal de las palabras que imponen los medios

66

de comunicación en la cotidianidad, imposibilitándose para descubrir el sentido de la

palabra en el juego del lenguaje literario, y para lo cual requieren de una competencia

particular en la que no basta el manejo del lenguaje cotidiano y la búsqueda del

significado de la palabra en el diccionario, sino la búsqueda de sentido en su

existencia y la de los otros.

Al respecto, el intelectual, ensayista y crítico George Steiner de gran reconocimiento

en la comunidad literaria, afirma:

El discurso poético, que es de hecho un discurso esencial y lleno de sentido

(meaningful) constituye una estructura, o serie, internamente coherente, infinitamente

connotativa e innovadora. Este discurso es más rico que el de la sumamente

indeterminada e ilusoria experiencia sensorial. Su lógica y dinámica han sido

internalizadas: las palabras se refieren a otras palabras; su dar nombre al mundo” – esa

presunción adánica que es el mito y la metáfora primordial de todas las teorías

occidentales del lenguaje- no es una cartografía descriptiva o analítica del mundo

“exterior” (out there), sino, de forma literal, una construcción, una animación y un

despliegue de posibilidades conceptuales. El lenguaje (poético) es creación. (Steiner G. ,

1997, págs. 51-52)

En definitiva, el lenguaje del texto literario no es el mismo que el lenguaje

convencional, el significado del lenguaje del literario está en la obra misma, es la

obra en sí, se descubre con la experiencia de lectura literaria y lleva al lector a

conocer cada vez más la humanidad del hombre, es decir la de sí mismo. La literatura

traduce al lenguaje poético lo que atraviesa y trasciende en la sensibilidad del ser

humano, muestra de forma explícita las circunstancias de las vivencias, enfrenta y

resiste la lógica de la normalización que otorga universalidad, objetividad y la

categorización impuesta por la ciencia, en la que hemos sido formados y que deja al

margen las historias de vida que no encajan en los ideales morales que configuran la

realidad.

El lenguaje literario le da la existencia a lo singular y particular y abre la puerta para

que la humanidad del hombre sea reconocida, comprendida y pensada. La literatura

es la realidad humana con palabras, que expone la complejidad del sentido, la ironía,

67

la ambigüedad, la plurivalencia, la indeterminación que caracteriza al hombre y la

sociedad.

No se puede finalizar este apartado sin hacerle justicia de manera explícita a un

elemento esencial de la literatura que se confunde en el juego literario: la

imaginación, ese dispositivo humano incalculable e insustituible que constituye un

descomunal potencial de creación en el hombre y que para el caso de la literatura

constituye en gran medida su existencia.

El contacto con la literatura puede estimular el desarrollo de una mayor sensibilidad

social gracias a que con la imaginación nos es posible ponernos en el lugar del otro

y así comprender su pasado, su historia de vida; así mismo, vislumbrar nuestras

acciones en su vida, y mejor aún, viajar al futuro e imaginar lo que sucedería, las

consecuencias de nuestros comportamientos, siendo esta una posibilidad de

reflexionar con mayor detenimiento en las situaciones y de gran ayuda en nuestras

relaciones cotidianas. Esto dado a que:

El poder específico de la obra de arte literaria reside en su influencia en el nivel emocional,

análoga a la clase de influencia que las personas y las situaciones ejercen en la vida. Sin

embargo, precisamente porque la experiencia literaria es imaginaria, es posible reflexionar

con más cuidado sobre ella” (Rosenblatt L. , 2002, pág. 213).

Y si se va más allá, cuando la capacidad de imaginar se aplica a los procedimientos

políticos y económicos institucionalizados por el estado, el imaginarse lo que

significarían dichos procedimientos para la vida de las personas aseguraría la

creación de propuestas con un verdadero carácter humanitario, más asertivas, que

vislumbren sus necesidades y aspiraciones, en el cumplimiento de los objetivos de

equidad en el crecimiento económico y la justicia social que tanto anhelamos, la

imaginación que se requiere en una democracia. Vemos que, “la literatura no solo

hace posible obtener la experiencia de diversos patrones del pasado y el presente,

sino que ofrece también la oportunidad de imaginar otros nuevos y más deseables”

(Rosenblatt L. , 2002, pág. 218).

68

2.2 LA EXPERIENCIA VITAL: LA TRASCENDENCIA DE LA LECTURA

LITERARIA

Tomando como premisa que lo vital forma parte de lo trascendente en el hombre,

entonces la experiencia de la lectura literaria, aparte de otorgar al lector una

experiencia literaria en la que va a establecer una serie de relaciones cada vez más

complejas con los textos abordados, también va a propiciar desprendimiento de sí

mismo, el estar por encima de la razón, de la conciencia y por ende de la

individuación de la moral y la justicia. Entonces la lectura literaria como experiencia

vital será aquella que permita al lector hacer propio lo que aprehende, hacer que eso

que aprehende crezca con él hasta el punto de integrarlo con su ser. La obra, el

poema, la novela, la pieza dramática erigen un horizonte en el cual también se

despliega el lector.

Esta vivencia, constituiría una especie de experiencia formativa de la lectura, lo que

Larrosa (2003) explicaría como una trans-formación o meta-morfosis que permite que

el sujeto se des-identifique consigo mismo y atente contra el principio de

individuación porque:

La vida aparece como un proceso de transformación en un mundo que también está en

transformación. Es una mezcla de ser y no ser, de lo mismo y lo otro, de unidad y

diversidad. Algo a lo que la literatura da un acceso privilegiado: la identidad en el

cambio… nada hay de estable ni en el mundo ni en la vida humana, pero sin embargo

hay un arte secreto de la metamorfosis. No una lógica, sino un arte. (pág. 222)

Así las cosas, la experiencia vital actuará en el lector como un estado de enajenación,

una especie de experiencia en momentos de trance que le inyectará la cualidad del

constante descubrimiento y la constante renovación desconociendo el tiempo crónico

y sucesivo. Aquí, cabe preguntarse acerca del encuentro de temporalidades texto-

lector. Larrosa J., definiría este fenómeno intemporal como una experiencia situada

“en un tiempo no sucesivo, en un tiempo donde no rigen las categorías del antes y el

después, donde incluso el presente está despojado de su presencia (…) la experiencia

de la literatura, como el trance, interrumpe la continuidad del tiempo” (2003, pág.

225)

69

De igual forma, Louise Rosenblatt (2002), señala que la “obra llegará a ser una

experiencia vital en la medida en que esos nuevos elementos se puedan asimilar a los

antecedentes originales de la personalidad e incluso tal vez transformarlos” (pág.

106). Con esto se hace referencia a la condición de vivencias previas que constituyen

el puente que permite llegar a nuevas percepciones que muestra la obra literaria en sí

y en su encuentro con el lector porque:

La literatura puede ofrecernos una salida emocional. Puede permitirnos ejercitar

nuestros sentidos más intensa y plenamente de lo que tenemos tiempo u oportunidad de

hacer de otra manera. (…) Además, puede brindarnos experiencias que de otro modo no

habría sido posible introducir en nuestras propias vidas. (…) La literatura proporciona

un vivir a través, no simplemente un conocer sobre. (Rosenblatt, 2002, pág. 65)

Así las cosas, la lectura literaria va más allá de conseguir información sobre los

personajes, los momentos históricos, el conocimiento del argumento o del contexto

histórico del autor; la intención sería permitir que el lector también pueda vivir la

crisis, que pueda ver como los pensamientos de los personajes se confunden con los

suyos para formar nuevas ideas, reflexiones, emociones y sentimientos. Así, no solo

se llega a un conocimiento histórico de la humanidad de los sujetos, mejor aún, se

hace más sensible a las situaciones de los demás y se llega a la comprensión de la

particularidad de las vivencias de los sujetos ampliando su conocimiento sobre la

experiencia humana que surgió a partir de la literatura.

Por eso no basta con leer el texto buscando información sobre el contexto social de

los personajes, esto solo permitiría divisarlo como una fotografía, pero no vivirlo.

Para comenzar lo que constituye una experiencia literaria se debe contar con un navío

que lleve al lector a navegar por la obra, y ese navío es la continua reflexión sobre las

reacciones primarias (emociones, sentimientos, juicios) que se generaron durante la

lectura, para así ir a las aguas más profundas, sumergirse y acercarse a su interior, en

un proceso de reconocimiento de lo que lo identifica o diferencia con los personajes.

En ese momento la experiencia de la lectura literaria se convertirá en una experiencia

vital que permitirá al lector llegar al límite de sí mismo desde el acontecimiento de la

70

lectura que escapa al orden de las causas y los efectos, de las previsualizaciones y del

orden controlador y técnico para dar paso a la transformación última del texto en obra

literaria, el momento en el que logra afectar la vida del lector.

2.2.1 La lectura literaria: un acto de liberación y transformación

En la medida en que la literatura no se limita a narrar hechos con relación a un

calendario, sino que consigue adentrar al lector en esos instantes que para los

personajes fueron una eternidad -porque sintieron que nunca acabaría ese sufrimiento,

ese dolor físico o espiritual, instantes en los que aparecieron innumerables

pensamientos y deseos-, consigue detener el tiempo de la realidad del lector, las

rutinas de trabajo, diversión y demás actividades reguladas por la normatividad

legislada por la sociedad. También al vivir la vida de los personajes, el lector detiene

su pensamiento sobre aquellas situaciones personales que le suceden, es decir su

temporalidad subjetiva.

De ahí que en la experiencia de lectura literatura, los prejuicios morales que dominan

las actitudes y comportamientos del lector pierden su fuerza, se desactivan los

mecanismos de control instituidos en él por la cultura y también el ensimismamiento

que limita su disposición a la comprensión de lo que es distinto a lo que él vive, a la

diferencia, dando a lugar a la incursión en la temporalidad del otro que ofrece el

texto.

Se ve entonces que una de las bondades de la literatura es la forma en que logra que

el lector salga de la temporalidad instrumental-científica que regula las actividades

del hombre en la sociedad, que salga también de la temporalidad subjetiva en la que

se maneja la visión personal de los sucesos y que acceda a la temporalidad literaria

que expone la experiencia humana desde la diversidad, se escapa al control de la

razón instrumental y pone en duda la unicidad de las ideologías establecidas como

universales y únicas en la cultura. En palabras de Jorge Larrosa (2013) “en la poesía

71

se libera la multiplicidad que estaba sometida, subordinada y unificada. Por eso la

poesía es disgregación y discordia interior, porque fractura la realidad en su presunta

unicidad y simplicidad” (pág. 229).

Esta concepción de literatura como un dispositivo a partir de la lectura literaria,

desencadena una experiencia de liberación del sometimiento racional que pondría en

peligro el análisis instrumentalizado de las obras realizado tradicionalmente, con

protocolos universalizados para una comprensión controlada.

Esa experiencia de liberación trasciende en el pensamiento del lector hacia su

realidad, pone en riesgo la efectividad de los artilugios de control y manipulación a

los que es sometido por los intereses políticos y económicos. Esto debido a que la

experiencia de liberación que provee la lectura literaria, originando el pensamiento

crítico literario con una importante repercusión en la realidad, pues en la conciencia

del lector habrá una actitud de no sometimiento pasivo a lo convencional, de

búsqueda de otras posibilidades de ser y actuar diferentes a las establecidas por la

sociedad.

Aunque se intente controlar el canon y el resultado de la lectura del texto literario, el

hecho de que la literatura que le muestra al lector multiplicidad de ideologías y de

contradicciones10 llegue a su espacio íntimo, logra que las garras del control

pedagógico y moralizante no se interpongan en la experiencia de lectura. De esta

forma, lo único que lucharía contra la literatura en el espacio íntimo serían los

prejuicios con los que la cultura ha formado en el lector para asegurarse de que salga

ileso.

No obstante, la literatura peligrosa, como le llama Larrosa, cumple una función

pedagógica, puesto que lo que enseña la literatura cuando se accede a ella desde la

10 Larrosa denomina a este tipo de literatura como peligrosa porque no hace explícito un tipo de

conducta aprobada y esperada por la sociedad.

72

experiencia de la lectura va más allá de la transmisión de una ideología o de un

contexto, es nada más y nada menos que la reconstrucción autónoma de la identidad.

Dado que la experiencia de la lectura es un espacio en el que el lector está solo y en el

que su autonomía cobra protagonismo, pues es él mismo quien dirige y enfrenta esta

experiencia de búsqueda de múltiples sentidos y significados escondidos en el texto

literario, actitud que trasciende en su realidad para moverse críticamente en el sistema

cultural al que pertenece.

Ahora bien, cuando se hace alusión a lo que se piensa del texto, se toma distancia, y

se puede ver desde fuera, el texto se objetiva, mientras que cuando se habla de lo que

el texto hizo surgir en el lector, se ve desde adentro y se reconoce a sí mismo, esa es la

experiencia de la lectura literaria en la que más que aprender un conocimiento se

transforma la conciencia, lo que se piensa, se expresa o se hace en el mundo y en la

interacción con la sociedad. Esto hace posible la renovación de la sensibilidad hacia sí

mismo y hacia el mundo, los preceptos sobre la vida, la muerte, la cosmovisión del

funcionamiento del mundo. Para tal fin es fundamental tener en cuenta que “lo

importante al leer no es lo que nosotros pensemos del texto, sino lo que desde el texto

o contra el texto o partir del texto podamos pensar de nosotros mismos. Si no es así no

hay una lectura” (Larrosa J., 2003, pág. 207).

Aquí es preciso detenerse a reflexionar sobre el efecto de la ambigüedad moral en la

literatura, esa desorientación que no impone verdad o identidad alguna, simplemente

se opone al orden, impide a la conciencia del lector juzgar o sentenciar de acuerdo a

posturas rígidas de la lógica y razón universal y abre paso a las circunstancias de la

existencia de cada ser humano, se adentra en la experiencia sensible humana.

En este punto es importante tener en cuenta cómo la diversidad de formas de vivir de

los personajes de diferentes culturas, innumerables posibilidades de actuar y pensar el

mundo, llevan al lector con la reflexión a descubrir coincidencias o diferencias con lo

que él es, quiere o no quiere ser. Esa autorreflexión es un componente de gran

73

trascendencia para reconocerse en la diversidad, saber quién se es y lo que le da

sentido a su forma de ser y de vivir, es decir su identidad. Y cuando el lector literario

no solo tiene acceso a un hecho sino que además conoce y entiende las

circunstancias que influyeron en esa situación y las secuelas que se generaron, el

lector también consigue llegar a entender lo que a él le ha sucedido, es decir

percibe el sentido de su propia experiencia.

Pero además, en este proceso también se superpone el cuestionamiento sobre los

imaginarios con los que la cultura hace creer a las personas que las definen, principios

universales sobre el hombre y el deber ser que la sociedad nos impone con

mecanismos de control como la ley. Entonces el lector literario se constituye en un

crítico respecto a una época, no en un comentarista de lo inmediato que guarda

distancia con su realidad para que nada toque su conciencia. Se transforma entonces,

en un lector que busca nuevos sentidos y es menos susceptible a la manipulación

ideológica, es cada vez menos ingenuo ante un único sentido de los textos con

ideologías totalizantes.

Retomando el ejemplo de la experiencia de lectura de La Metamorfosis de Kafka, el

lector literario vive y percibe un acto de transformación cuando logra descifrar el

sentido de una metamorfosis, lejos de su sentido biológico y más cerca de su sentido

vital. Esto se debe a que el lector logra ver algo más que un hecho irreal o sin sentido;

logra adentrarse en la intensidad de una reflexión respecto a la condición humana en

cuanto a las preocupaciones dl hombre moderno: la incomunicación, la marginación,

la soledad, el desarraigo y la angustia. Aspectos que reflejan en cada uno de los actos

de vejación a la que es sometido Gregorio, hasta el punto de convertirse en un

despojo y un estorbo tanto para su familia como para la sociedad en general.

Es por esto que cuando se ha vivido una experiencia literaria es más difícil adaptarnos a

la realidad, se perciben los mecanismos de control y de manipulación, se es capaz de

reconocer al otro como idéntico o como igual, poniendo en peligro la credibilidad en la

74

universalidad de la ley. Pues, al percibir las diferencias y semejanzas entre los seres

humanos, se perciben también de manera crítica, las injusticias cuando favorece a

unos pocos o juzga al hombre como un objeto sin tener en cuenta la diversidad

cultural, la historia de vida de las personas, cuando se ve al ser humano desde un

ideal universal y no desde la realidad particular que constituye su identidad.

Con todo, la literatura es una experiencia de transformación de la conciencia

instituida para la construcción de la identidad de los lectores, en un proceso

autónomo basado en el reconocimiento de la propia dimensión humana. Esta

experiencia además genera en la conciencia del lector su pronunciamiento hacia la

reivindicación de la vida humana, la diversidad y la multiplicidad de la existencia del

hombre que se manifiesta en los deseos, pasiones, enigmas, contradicciones que se

han reprimido, y hasta suprimido, para no alterar la neutralidad y objetividad

científica con que se instauran las irracionalidades políticas que distorsionan la

verdad de la experiencia humana y nos manipulan cínicamente. Así la literatura ya no

es un modelo humano a seguir, sino una multiplicidad de realidades que comunica

diversas maneras de concebir la existencia que configuran la complejidad de la

humanidad.

Cuando se es un lector literario se duda del sentido único de las palabras que utiliza

un lenguaje operativo, por ejemplo, de términos como “falsos positivos” que los

mandatarios utilizan para invisibilizar la muerte de personas víctimas del engaño, la

perdida de la vida de seres humanos convertidos en carne de cañón, el sufrimiento de

sus familias ante su perdida y la frustración de sueños no alcanzados. La literatura

genera una actitud de duda, semilla que en la conciencia del hombre lo ínsita a

romper con sus aprendizajes de sometimiento a la sociedad y a la moral.

75

2.2.2 La lectura literaria: un potencial de satisfacciones

Es necesario detenerse a reflexionar en unas pocas líneas sobre aquella primera

reacción espontánea matizada por las sensaciones y emociones que provoca la

lectura del texto literario, de la cual depende el inicio de la experiencia literaria y la

comprensión más profunda de la obra. Esto, dado que “toda sensibilidad a la

literatura, toda participación cálida y gozosa de la obra literaria, entrañará

necesariamente la capacidad de respuesta sensorial y emocional, las simpatías

humanas del lector.” (Rosenblatt L. , 2002, pág. 78)

Entonces, la sensibilidad literaria se hace evidente con la reacción emocional del

lector ante el juego de lenguaje literario, que evoca aquellas sensaciones que

producen los sabores, olores, formas, texturas y sonidos, toda una experiencia estética

con la que el lector comienza a entrar y vivir en el ambiente que viven los

personajes. Por ejemplo, reaccionando con repulsión frente al frío y escalofriante

cuerpo de Gregorio Samsa o maravillándose con los idílicos paisajes de la hacienda

El Paraíso. Reacciona como si estuviera allí. Al mismo tiempo que evoca las

sensaciones que rememoran emociones relacionadas con sus preocupaciones,

inquietudes del momento o emociones que habían quedado olvidadas en la memoria

impronta11, como el primer beso o la primera vez que se estremeció con el roce de la

mano de su enamorada. Este juego de emociones constituye la conexión entre el

lector y el texto.

Al hablar de la experiencia estética, es decir de esa reacción sensorial y emocional

primaria que provoca la lectura literaria, es ineludible abordar la connotación

psicológica de la literatura. Rosenblatt, L (2002) hace referencia al vínculo de

psicología con la literatura, como medio para proporcionar satisfacciones al lector. En

primer lugar, por la posibilidad que le da al lector de escaparse de las presiones y

11 La memoria impronta hace referencia aquellos recuerdos de situaciones que se activan en la

memoria cuando la persona entra en contacto con olores, texturas, objetos, que estuvieron presentes en

esa situación.

76

circunstancias de la realidad y de la monotonía, al vivir otras emociones con mayor

profundidad que en la cotidianidad. En segundo lugar, y no menos importante, la

posibilidad de canalizar las reacciones emocionales del lector y compensar de forma

sutil y no dañina carencias o fracasos mediante la identificación con personajes con

cualidades que desea el lector.

Así, cuando termine la lectura, el lector volverá a su vida cotidiana pero ya no será

el mismo, su experiencia de vida se habrá ampliado al experimentar con los

personajes otros comportamientos y emociones, experiencia que no podría conseguir

de otra manera en tan poco tiempo. En pocas palabras, “la literatura puede brindar

formas muy sutiles de compensación. El ser humano tiene capacidades latentes para

muchas formas de vida y acción que no escogería, pero cuyo ejercicio a través de la

lectura, sin embargo, le dará satisfacción.” (Rosenblatt L. , 2002, pág. 67)

Cabe mencionar que las necesidades de satisfacción del lector cambian en momentos

especiales de la vida o en épocas de crisis. Y, cuando se acierta con la lectura de

textos literarios en los que los personajes atraviesan circunstancias similares a las del

lector o no tan explicitas pero con una estructura emocional subyacente que sitúa los

impulsos y problemas por los que está pasando fuera de su subjetividad, la literatura

le ofrece una perspectiva objetiva de lo que está sucediendo con su propia vida. Así la

obra literaria trasciende a la vida práctica, claro está, con el método propio de la

literatura: una intención no explícita de confrontación con el lector en la que aflora la

contradicción o asimilación con las actitudes de los personajes de la obra que hace

que se aclaren de este modo las propias, un proceso en el que el lector no es

totalmente consiente.

Esta acción de la literatura cobra mayor trascendencia en los lectores con

personalidad de adolescente, que apenas comienzan a construir sus imaginarios sobre

la complejidad de las relaciones humanas y su propia existencia, con la dificultad de

77

que el conocimiento que les ofrece la sociedad es segmentado e incompleto con

definiciones abstractas.

Esa experiencia que la literatura provee al lector está enmarcada por su personalidad,

desarrollo intelectual y contexto, es decir, las condiciones sociales cambiantes e

inciertas, los roles convencionales de la familia y su comunidad de origen con los

que ha trascurrido su infancia y con los que ha formado su perspectiva sobre el

código moral, político y filosófico.

Por esta razón la experiencia de la lectura literaria:

Si no se vincula con las experiencias pasadas y los intereses presentes del lector la obra

no ‘cobrará vida’ para él o, mejor dicho, él no estará preparado para traerla a la vida

(…) esa obra llegara a ser una experiencia vital en la medida en que esos nuevos

elementos se puedan asimilar los antecedentes originales de la personalidad e incluso tal

vez transformarlos. El lector debe tener no solo las potencialidades intelectuales sino

también la disposición emocional para participar en esa precisa experiencia vicaria.

(Rosenblatt L. , 2002, pág. 106).

Esta disposición emocional está fuertemente condicionada por la experiencia estética

generada en el lector, en la que cobra protagonismo la magia del juego literario que

una vez consigue atraparlo y seducirlo, le motiva para mantener el interés en ir

armando las partes del rompecabezas que constituye la significación de la experiencia

humana en el sentido de su existencia. Ese es el contenido de la literatura, más allá

de un tema.

Entonces, al prestar atención al resultado de esa disposición emocional íntima, se va

más allá del parafraseo o los planteamientos aprobados sobre la obra y se atiende la

reacción que generó en la conciencia del lector la lectura de la obra. La respuesta

emocional que se genera, no solo aparece como reacción personal del lector al inicio

de la experiencia de la lectura sino que permanece en la construcción de ideas y

emociones durante la experiencia literaria, en la comprensión y en la interpretación de

la experiencia que generó la lectura. Es la experiencia estética la que soporta en todo

momento la literatura, la experiencia humana, no los signos del texto literario.

78

Acumular experiencia literaria al vivir el acto de significación del lenguaje que cobra

vida a través de la lectura íntima que logra desarrollar transformaciones y generar

satisfacciones en el lector, sería la labor de quien pretende generar pathei mátos12, y

así ir más allá de la simple lectura instrumental y de la conceptualización. ¿Cómo

traduciría una obra a la experiencia literaria lector? Para responder otro poema de

Octavio Paz:

PLENO SOL

La hora es transparente:

vemos, si es invisible el pájaro,

el color de su canto.

Solo que esta vez queda como un desafío para el lector…

12 Larrosa (2003) utiliza la expresión pathei máthos para representar el saber de la experiencia que

enseña a vivir humanamente configurando la personalidad, el carácter, la sensibilidad, la ética y la

estética.

79

3. LITERATURA Y FORMACIÓN, UN RETO MÚLTIPLE

La lectura es mucho más que una habilidad o una destreza: es una pasión que ni todo el

mundo tiene y que no todo el mundo puede ni quiere tener. Esta verdad está fundada en

múltiples razones que no siempre se indagan.

Argüelles J. D., (2008, pág. 341)

En el marco de los propósitos fundamentales de este trabajo relacionado con un

diálogo entre los aspectos histórico-culturales que configuran la crisis de la lectura

literaria y del cultivo de lo humano, y teniendo en perspectiva la reflexión sobre la

literaria como experiencia que trasciende a la perspectiva de existencia humana en el

lector, este tercer capítulo se aproxima desde dicho horizonte, al campo de la

formación del lector literario colombiano a partir de la reflexión sobre los aspectos

concernientes a la clase de literatura que inciden en su formación.

Al igual que en los capítulos anteriores, dedicados al estudio de la crisis de las

humanidades y a la comprensión de la literatura desde su contribución al desarrollo

humano del lector, el referente esencial de este tercer capítulo es la formación del

lector literario que con el transcurrir del tiempo y de lecturas, trasciende en sus

acciones, en su relación con el mundo y consigo mismo.

Es importante fundamentar la importancia de este capítulo con el Plan Nacional de

lectura y escritura de educación inicial, preescolar, básica y media, documento

publicado por el Ministerio de Educación Nacional (2011) con el que se pretende

“formar lectores que realmente estén en condiciones de acceder a los textos, es decir,

de comprender lo que leen y tomar de ello lo que consideren valioso y pertinente para

sus objetivos” (Plan Nacional de lectura y escritura de educación inicial, preescolar,

80

básica y media., pág. 2) y en el que enumeran las razones por las cuales cobra

importancia el abordaje de la lectura literaria en las instituciones educativas13.

1. Estimula la interpretación de la realidad de manera más ambiciosa y compleja.

2. Fomenta otras formas de ver el mundo y realidades diferentes a las que se viven

cotidianamente.

3. Facilita la formación de imágenes mentales propias, diferentes a las provenientes de la

televisión o de internet.

4. Invita a participar en el gran patrimonio lingüístico y cultural que subyace a los textos

literarios. Incorpora al diálogo con la humanidad.

5. Establece marcos de referencia ética que contribuyen a la educación integral.

6. Sirve como medio de catarsis y de liberación frente a una realidad que puede ser

opresiva y abrumadora.

7. Fortalece las competencias lingüísticas básicas: hacer lectura inferencial y crítica,

estimular la escritura creativa, reconocer estructuras narrativas complejas y diferentes

a las provenientes del folclore oral, ampliar el léxico personal, proporcionar elementos

para desarrollar la argumentación razonada, etcétera.

8. Introduce una dimensión estética en la existencia, es decir, que “el mundo de la vida”

va más allá de los límites de lo concreto y lo inmediato y funda un territorio de

utopías posibles.

9. Facilita hacernos un poco más aptos para enunciar nuestras propias palabras, nuestro

propio texto, volvernos más los autores de nuestra propia vida.

10. Crea identidad individual y social, y fortalece la memoria histórica.

Habiendo mencionado la pertinencia de mejorar y fortalecer el posicionamiento de la

lectura literaria en las instituciones educativas, se hará un recorrido por la clase de

literatura y la relevancia de la educación literaria.

3.1 EDUCACIÓN LITERARIA

La discusión sobre la Educación literaria, implica la comprensión de cada uno de sus

componentes para establecer conexiones y tomar una posición frente al concepto. Por

un lado se encuentra el término educación, sobre el que existe una multiplicidad de

conceptos, cada uno de acuerdo con la perspectiva que se mire. Por ello, es relevante

dejar claridad a cerca del punto de vista desde el cual se aborda dicho término. Se

entiende por educación como el proceso mediante el cual el ser humano es capaz de

sacar de sí el conjunto de saberes, conocimientos y habilidades que ha desarrollado a

lo largo de su vida para desenvolverse en los diferentes contextos que lo rodean y que

lo ayudan a constituirse como sujeto autónomo, partícipe de su mundo y creador de

13 Las razones se citan textualmente del documento mencionado.

81

nuevas experiencias. Por otro lado, para comprender el fenómeno de la Literatura

sobre el cual, cómo diría Amorós, no cabe dar reglas generales; es necesario,

acercarse los aspectos históricos, sociales y psicológicos que están implícitos en la

obra.

Es así que la literatura es la expresión de la sociedad, en cuanto refleja costumbres,

valores, ambientes, problemas colectivos, ideologías políticas o religiosas y todo lo

que lleve implícito la experiencia del ser humano en la sociedad. Es expresión de la

historia dado que constituye un referente para conocer y comprender el devenir del

hombre a través de las diferentes épocas de la humanidad. La literatura es expresión

de la psiquis humana en cuanto muestra el constructo propio del ser enmarcado por

la subjetividad, las ideologías, actitudes, temores, pasiones y todo lo que abarca la

sensibilidad del ser humano inmerso en la realidad. Todo este conjunto de

expresiones son las que le permitirían a la literatura cumplir con su función vital:

despertar, advertir, inquietar, difundir ideas; sin ser por ello, en palabras de Larrosa

(2003), “un instrumento de transmisión de verdades teóricas o morales”( pág. 539).

Desde estas perspectivas, para la presente investigación, la literatura es una forma de

pensarnos como seres humanos que, caminan a través del tiempo y el espacio con sus

sentimientos y pasiones, con sus noblezas e infamias. Así se convierte en fuente de

conocimiento que busca sentir al hombre en su intento por alcanzar lo esencial y por

trascender la propia existencia; dejando implícita su finalidad: entender mejor al

hombre, conocer el alma humana y comprender el devenir social desde la

subjetividad.

Reflexionar sobre cómo convergen la educación y la literatura en la creación del

nuevo concepto de “Educación Literaria”, implica describir las tensiones que la

constituyen para así, generar un cambio de paradigma en este campo. Con la

afectación de la crisis de las humanidades y el humanismo, se genera el imaginario de

enseñanza de la literatura como un arte del pasado, como un cúmulo de listados

82

taxonómicos o la apropiación de determinado canon. Este olvido de la memoria y el

grave error de simular tradición en cambio de buscar la manera de mantenerla viva en

la memoria el hombre, ha hecho que la clase de literatura se haya convertido en

superflua, en una forma de adquirir cultura general, en la enseñanza de un

conocimiento enciclopédico de la gramática de los estilos, el canon y escuelas que

configuran la historia de la literatura; olvidando uno de sus propósitos principales:

expresar el saber cultural como un acto inherente al ser humano y ser una forma de

expresión artística del devenir del hombre a través de la historia develando lo glorioso

y precario de su creador, el hombre. Antonio Mendoza Fillola lo expresa así:

En un planteamiento tradicional, cuando se habla de ‘enseñanza de la literatura’ se

confunde literatura con ‘historia de la literatura’, razón por la que su estudio y su

aprendizaje se han limitado al aprendizaje, a la memorización de referencias de títulos,

de síntesis argumentales, de enumeraciones abstractas de rasgos descriptivos del estilo

de la obra, y/o época y del autor, de sucintas valoraciones de la figura e importancia del

autor o de la valoración que la obra ha merecido en el ámbito de los estudios

filológicos.(…) El conocimiento de ingentes cantidades de datos referidos a la historia

de la literatura, los autores y la mención de sus obras, secuenciados cronológicamente,

agrupados en escuelas y movimientos estético literarios. (Mendoza Fillola, Literatura

infantil y educación literaria., 2005, pág. 37)

Con el propósito de recobrar el valor de la literatura en la escuela, se generó la

necesidad de formular y estudiar el concepto de Educación Literaria estableciendo

una conexión entre la educación y la experiencia literaria en la vida del hombre. Esta

conexión fortalece la concepción de Larrosa J. (2003) de la literatura como logos

pedagógico de carácter no dogmático que:

No es el instrumento para la trasmisión de verdades teóricas o morales ni la proyección

sobre el otro de un proyecto explícito sobre cómo debería ser, que debería creer y cómo

debería comportarse, sino la interrupción constante de toda pretensión de imposición de

la verdad y la suspensión permanente de todo intento de fijación de un proyecto. (pág.

539)

Ahora bien, si la educación literaria no puede someterse a los dogmas tradicionales

del tiempo pasado ni a los dogmas futuristas e inmediatos de la era actual, ¿hacia

dónde orientar esta educación? Se podría afirmar que su virtud principal se enfoca

hacia la desestabilización de las verdades dadas y la posibilidad de abrir el

pensamiento hacia lo desconocido o ignorado, lo que logra necesariamente a través de

la lectura y la recepción en la experiencia humana.

83

Varios autores han abordado el concepto de educación literaria con el fin de plantear

sus objetivos esenciales y de distanciarla del planteamiento tradicional de la

enseñanza de la literatura. Al respecto se encuentra coincidencia en los conceptos

desarrollados por tres autores. Por un lado, la profesora e investigadora española de

literatura infantil Elena Gómez-Villalba en su texto Animación a la lectura y

educación literaria, explica cómo la enseñanza de la literatura ha sido sustituida por

la educación literaria, la cual es entendida como el desarrollo de habilidades y

competencias específicas (sobre todo la competencia lectora), imprescindibles para

que sé la comunicación literaria:

De esta manera, la literatura contribuirá a la formación integral del niño o del joven más

allá de la mera aproximación memorística, intelectual o puramente racional y

sistemática. La educación literaria ofrece el marco comprensivo desde donde podemos

entender la lectura como práctica indispensable para acceder a la literatura, que hoy

percibimos como una situación comunicativa real y como un hecho cultural compartido.

(Gómez-Villalba, 2002)

Otra autora que desarrolla este concepto es Teresa Colomer quien en De la enseñanza

de la literatura a la educación literaria (1991) expresa que la finalidad formativa de

la educación literaria es la formación del lector competente mediante la adquisición y

el desarrollo de una serie de habilidades y competencias necesarias para establecer

una comunicación literaria entre el lector y la palabra escrita cargada de sentido

mediante el acto de la lectura, que se convertirá en experiencia literaria. Colomer

propone para alcanzar una educación literaria es necesario revisar aspectos como: la

situación de la lectura en el currículo, la ampliación del corpus de lectura, la forma en

cómo se accede al texto y la relación entre el leer y el escribir al momento de producir

un texto literario.

Entonces, en la medida en que se tenga un mayor acercamiento a lo que comunica la

literatura, se adquiere la experiencia literaria que constituye el dispositivo que

permite ser lectores críticos, analíticos y reflexivos, en cuanto leer “emancipa nuestro

pensamiento de muchas esclavitudes; es como una especie de manumisión para el

84

conocimiento” (Vásquez R., 2006, pág. 148). Este es el secreto de la literatura y la

comprensión de este misterio configura la educación literaria.

Dicho lo anterior y luego de analizar y comprender las posibilidades de formación

que la literatura logra en el ser, pensar y actuar en los lectores, temática que

abordamos en el segundo capítulo de este trabajo, se reconoce en la educación

literaria el camino en el que la educación y la literatura se fusionan para hacer frente

a la crisis de las humanidades y del humanismo desde el ámbito escolar.

Con este marco de referencia se fundamentará el concepto de educación literaria,

reconociendo que educar y formar en literatura, va más allá de aprender cultura

general o conocer y clasificar autores u obras por géneros particulares; este concepto

se constituirá desde la idea de que la educación literaria sobrepasa la mentalidad de la

enseñanza utilitarista de la literatura para enfocarla hacia la formación desde la propia

experiencia lectora la cual favorecerá aprendizajes a largo plazo, no solo a nivel de

conocimientos sino de la formación humana, formación que se logra en y para toda la

vida.

No obstante, en el marco de la educación en Colombia, hablar de educación literaria

es entrar en un terreno poco explorado, afirmación que se fundamenta por la poca

bibliografía al respecto y la ausencia del propósito de este tipo de educación en los

programas que fundamentan el currículo y que son desarrollados por el Ministerio de

Educación Nacional. En los Estándares Básicos de Competencias en Lenguaje, se

hace un acercamiento a la educación literaria al mencionar y proponer como campo

fundamental en la educación en lenguaje: La Pedagogía de la Literatura “centrada

básicamente en la apropiación lúdica, crítica y creativa de la obra literaria por parte

del estudiante; es decir, se espera que conozca el texto, lo lea, lo disfrute, haga

inferencias, predicciones, relaciones y, finalmente, interpretaciones” (Ministerio de

Educación Nacional, 2006, pág. 9). Evidentemente una lectura desde afuera del texto

que no favorece el desarrollo de una experiencia de lectura, que como se señaló en el

85

capítulo anterior, debe incluir la acumulación de experiencia literaria, el

fortalecimiento de una experiencia vital y el desarrollo de una experiencia con el

lenguaje literario, que para la presente investigación, constituyen los ejes

fundamentales de la lectura literaria.

Ahora bien, como docentes que lideran procesos de educación literaria, el interés para

que el actuar pedagógico no caiga en la contradicción de dar continuidad a la

estandarización deshumanizante que ha contribuido a la crisis actual, es imperante

explorar de nuevas alternativas que vayan más allá de plantear un modelo de

intervención en la clase de literatura –lo cual resultaría paradójico porque al

designarse como “modelo” tomaría carácter excluyente por querer condicionar su

aplicación a ciertos momentos específicos del proceso de aprendizaje (ciclo o grado),

y por subestimar la diversidad de contextos y realidades de los actores en el proceso

educativo-.

A la luz de esta reflexión, cabe preguntarse, ¿Cómo abordar en la clase aquellos

procesos de aprendizaje sobre la condición de la existencia humana que al

desarrollarse en un espacio invisible como lo es el espacio íntimo se han quedado

rezagados en la visión instrumental de la educación? Claro está, sin hacer a un lado el

espacio externo relacionado con la apropiación del conocimiento lingüístico y

literario que también constituyen el currículo del área de español y literatura y

permitirán establecer relaciones textuales entre las obras fortaleciendo la experiencia

del lector.

La Educación Literaria deberá pues generar un saber leer literario que según

Charmeux (Citado por Colomer, 1991) hace referencia a la capacidad de hacer uso

del comportamiento lector relacionado con la construcción de sentido a partir de la

propia experiencia literaria-vital y un comportamiento lingüístico relacionado con la

adecuación del texto, sus caractreísticas textuales y su forma de organización. Así las

cosas, en el lector formado a través de la educación literaria, se deberán diferenciar

86

dos conductas: una orientada hacia la apropiación del texto y del aprender a

comprender; y otra que se fundamenta en distinguir el texto literario, su forma de

organización y sus rasgos específicos, esto con la finalidad de otorgar una gradual

autonomía en la construcción de su propio saber literario.

La propuesta entonces es presentar a manera de alternativa, la reflexión sobre algunos

aspectos que tal vez puedan asumirse con pertinencia y adaptarse a la clase de

literatura en determinados niveles educativos (primaria, bachillerato y por qué no,

universitario) que complementen y enriquezcan la acción pedagógica de la escuela y

que en el mejor de los casos, inviten al docente a explorar nuevas perspectivas desde

las cuales pueda abordar la literatura tanto en la en la clase como en su experiencia

personal.

3.2 LA CLASE DE LITERATURA: ESCENARIO DE PROCESOS

COMUNICATIVOS EN TORNO A LA CONDICIÓN HUMANA

Al hablar de la clase de literatura, no se puede pasar por alto el aspecto relacionado

con su didáctica. En coherencia con la pretensión de reflexión crítica, protagonista en

este trabajo, esta se tomará desde el enfoque socio-crítico, valiosos aportes que

enriquecen esta investigación. Los profesores y expertos en esta temática, Amando

López Valero y Eduardo Encabo Fernández, en su libro Introducción a la didáctica

de la lengua y la literatura (2006), toman como punto de partida el lenguaje que es el

elemento que articula toda actuación humana, cargado de significación y poder, y que

se pone de manifiesto en cualquier situación social favoreciendo procesos de

transformación personal y de las estructuras sociales en entornos de comunicación. Es

así que esta reflexión respecto a la clase de literatura se encuentra fundamentada en el

lenguaje como medio significador y de significación de cada lector en el abordaje de

la literatura y la formación de la experiencia literaria.

87

Los autores antes mencionados desarrollan su propuesta didáctica en el paradigma

socio-crítico, que permea el cambio de perspectiva del área de lengua y literatura ya

no como el estudio de las letras, un conocimiento disciplinar, sino como la piedra

angular sobre la cual se sostiene el desarrollo de la competencia lingüístico

comunicativa como medio para la formación de personas autónomas y con capacidad

de crítica de pensamiento, lo cual hace que se dimensione la educación desde los

procesos de comunicación. No obstante, los autores fundamentan su didáctica en la

pretensión de compaginar la lengua y la literatura en una didáctica específica, o como

ellos mismos lo citarían “en una acción didáctica que logre como objetivo último la

mejora de las actuaciones discursivas de las personas y de su comunicación” (2006,

pág. 51). Para efectos de la presente investigación, se tomarán en consideración los

aportes realizados a la didáctica de la literatura.

López V.& Encabo F., (2006) advierten sobre la importancia de que en la didáctica

crítica además de buscar un constante proceso de actualización de dicho campo de

estudio, la crítica busque “un equilibrio entre la teoría crítica y la práctica crítica, de

tal manera que ambas no se den por separado constituyéndose en la no pretendida

abstracción” (pág. 69) Para tal fin, eligen como conceptos claves para la didáctica

crítica: la contextualización del entorno comunicativo, la re-creación y re-

construcción del conocimiento de cómo se aprenden esas habilidades lingüísticas,

para ser conscientes del por qué y para qué de ese aprendizaje, y el reconocimiento de

los aspectos lingüístico comunicativos que componen el entramado social, de tal

manera que se busque comprender la educación en torno a los procesos

comunicativos.

Los autores señalan que el desarrollo de la competencia comunicativa como fin

último de la clase de lengua y literatura, pone atención a las capacidades discursivas

88

de la persona14 como forma final de trabajo lingüístico y literario a usarse de forma

competente en los procesos de comunicación entre personas, vincula las

competencias lingüística, discursiva, sociolingüística y semiótica, subcompetencias a

las que también se le deben unir otra serie de competencias que vienen dadas por la

incorporación de la persona al entorno social y a las situaciones comunicativas. Todas

ellas no se presentan de forma separada como un saber sino que se amalgaman en la

acción comunicativa, como un saber hacer en contexto.

Lo anterior, nos lleva a comprender que la competencia comunicativa se desarrolla en

la continuo perfeccionamiento de las subcompetencias mencionadas, que exigen

contextos culturales significativos que hacen participes a las personas, ya no como

receptores sino desde su actuación multididireccional.

Desde ahí se reconoce la competencia literaria15 como una de “esas otras

competencias” que se requiere desarrollar junto a las demás para que la persona logre

ser competente en procesos comunicativos que se dan en la clase de literatura y su

entorno social, y que refieren a los componentes de la experiencia literaria.

Y siendo la clase de literatura un ámbito propuesto para tal fin, se requiere adoptar un

cambio de paradigma en el que se la considere como un escenario que propicia

procesos comunicativos entre los asistentes, en torno a percepciones individuales

sobre sus reacciones generadas durante la lectura literaria que pueden someterse a

discusiones razonadas en torno a la experiencia particular de lectura, a las reacciones

ante las ideologías y actuaciones observadas en el texto, con miras a llegar a un

acuerdo, ya que el consenso.16 “es la meta a conseguir a partir de los procesos

14 En el discurso se pone de manifiesto el desarrollo interdependiente de las cuatro habilidades

lingüísticas, además de dar una visión de las capacidades psicológicas del individuo. (López Valero &

Encabo Fernandez, 2006, pág. 79) 15 Se entiende por competencia literaria como el conjunto de saberes y habilidades que le permiten al

lector leer e interpretar un texto literario. 16 La didáctica critica se fundamenta en La teoría de la acción comunicativa de Habermas, en la cual el

consenso, la situación ideal de habla, la pragmática universal y la ética discursiva, conceptos claves en

el buen funcionamiento social.

89

comunicativos, es el indicador más fidedigno de que la acción comunicativa ha

acontecido de un modo eficaz” (López Valero & Encabo Fernandez, 2006, pág. 84)

Habría que agregar a esta premisa, que la ambigüedad moral trasciende a nuestro

espacio íntimo que también está en la búsqueda de un consenso que le de sosiego a

nuestra conciencia. Entonces, en la clase de literatura se debe estar dispuesto a

establecer un consenso grupal acerca de la ambigüedad en las relaciones humanas,

así como también en el devenir de la vida, pero ¿cómo generar ese ambiente propicio

para el consenso?

Es importante hacer posible la expresión espontanea de sentimientos, pensamientos y

emociones que configuran dichas reacciones de los lectores y como es lógico, la

escucha, aspectos de suma importancia en la competencia comunicativa, que

configuran la situación ideal del habla en los procesos comunicativos, otro elemento

clave en la didáctica crítica.

Analizándolo desde la perspectiva de Larrosa y los autores estudiados en capítulos

precedentes, los elementos claves de la didáctica crítica serían la conjugación del

espacio íntimo (subjetividad - yo lector) y el espacio exterior (escucha - tú lector), en

donde la experiencia personal e irrepetible de cada ser humano, hallan un punto de

encuentro reconociendo la pluralidad de individualidades para llegar a un consenso.

En la experiencia de lectura literaria en clase se habla y se escucha, se aprende a

hablar a los otros sobre las reacciones propias y a interesarse por las de los demás, a

escuchar. Habrá que preguntarse entonces sobre las características que particulariza la

escucha en la clase de literatura, en la cual cobra protagonismo la otredad. La escucha

requiere que el yo pase a un segundo lugar, implica darle cabida al otro y comporta

una conexión y reciprocidad permanente entre el yo y el otro. Darle cabida al otro es

darle abrir las puertas a formas de pensar, de sentir y de actuar diferentes a las

propias, y esas diferencias constituyen la fuente de reflexión en el espacio íntimo de

90

los participantes, que permite el reconocimiento de la personalidad del otro y la

propia.

El proceso de escucha involucra entonces la sensibilidad por la vivencia del otro, su

sentir y su pensar, vencer los límites de los dogmas que impiden comprender el

mundo del otro y adaptarse al hecho de que hay ideologías de vida diferentes a las

propias. Este proceso constituye la experiencia de lectura literaria, ya que hace

posible que el lector experimente las vivencias de los personajes de la obra. En los

procesos comunicativos, la escucha es el reflejo concreto de la experiencia lectura

literaria.

Una tercera clave hace referencia a la comunicación sistemática distorsionada, y

alude al hecho de que “la comunicación no se convierta en un hecho mecánico y

automático, sino que adquiera el carácter dinámico y adaptable” (López Valero &

Encabo Fernandez, 2006, pág. 85) .

Sumado a lo anterior, es preciso generar en el lector procesos de reflexión y toma de

conciencia de la repercusión de los procesos comunicativos en los que se está

participando cuando expresa sus conjeturas en la clase. No solo hablar sobre lo que

pienso y lo que siento, decirlo de tal forma que los demás me entiendan, sino además

entender lo que los demás dicen, elementos que configuran la pragmática universal.

Así mismo, pensar y hablar de forma simultanea sobre lo que todos estamos hablando

y su importancia en nuestra vida, pero no desde del interés propio sino desde “lo

relacionado con la búsqueda de la verdad, la veracidad y la justicia” (López Valero &

Encabo Fernandez, 2006, pág. 85), a esto corresponde la ética discursiva.

Con la adopción de los conceptos habermasianos: consenso, comunicación

sistemática distorsionada, la pragmática universal y la ética discursiva, la didáctica

critica nos lleva a la comprensión de la clase de literatura como un escenario para la

91

socialización veraz y autentica de concepciones del comportamiento humano en

conexión con la particularidad de las circunstancias y la comprensión de quienes

participan en la clase, con miras al consenso sobre las tonalidades de la verdad, la

veracidad y la justicia que se dan en las relaciones sociales de las realidades de vida

de las personas, un conocimiento que llega al espacio íntimo de los integrantes de la

clase y tiene el poder de transformar su conciencia y su forma de comportarse en la

vida.

Entonces, si por ejemplo se lleva para leer en clase el cuento tradicional ruso El sol,

la luna y el cuervo de Aleksandr Afanásiev, seguramente el profesor, en su lectura

previa, ya detectó algunas temáticas de la condición humana a discutir como la

relación sumisión-poder-superioridad, evidenciada en los comportamientos de los

personajes (seres sobrenaturales y seres humanos). Pero para abordarlas antes que

todo es imprescindible escuchar las reacciones de los estudiantes, suscitadas a partir

de la lectura del cuento, con un “hablemos sobre el cuento”, iniciando una

reconstrucción de la estructura narrativa, llevando a pensar y hablar del sentir del

lector frente al texto, frente a situaciones como los deseos del anciano para solucionar

sus problemas, por encima del amor por sus hijos, los poderes de la naturaleza, la

muerte inesperada y paradójica del anciano, entre otros. Dando a lugar así al inicio de

una situación ideal del habla.

Cabe señalar que como esta experiencia propende por la participación de todos los

miembros del grupo en la clase, la escucha debe convertirse en protagonista así que

será necesario que todos deben estar atentos a escuchar a sus compañeros para

identificar si lo que dicen tiene que ver con lo que ya se ha comentado evitando así

caer en repeticiones y más bien aportar algo más en cada intervención.

Si por ejemplo, se está hablando de la situación en la que el anciano solicita ayuda a

los seres de la naturaleza para solucionar un problema, se puede orientar la discusión

acerca de lo que ellos comprenden de las relaciones de admiración, idolatría, envidia

92

o camaradería que existe entre las personas diferentes capacidades, mejor aún, de

cómo se sienten cuando hay personas con capacidades superiores a las suyas.

También se puede conversar de la relación del anciano con su esposa, de la imagen

que ella proyecta al aprobar de manera sumisa los caprichos del viejo y del afán del

anciano por mostrarse frente a ella como un ser con poderes sobrenaturales, poniendo

en entredicho su autenticidad.

Si de lo que se está hablando es sobre lo que sucedió con los hijos del anciano, se

puede proponer la discusión respecto al poder del viejo de entregar a sus hijos en

matrimonio sin informarles o sin siquiera pedirles su consentimiento, o sin pensar en

sus sentimientos. Aquí se puede aprovechar para volver al texto, releerlo para

interpretar su silencio y aclarar si ellos aceptaron casarse o no, tratando hallar sentido

al ¿por qué ellos obedecieron silenciosamente y no se revelaron? Para abordar esta

última pregunta es importante indagar sobre el origen del cuento, las características

de la cultura rusa en 1826-1871, actividad que puede ser de trabajo previo a la lectura

del cuento en la clase y que permite abordar el componente lingüístico y la

indagación del contexto histórico de la obra, tareas que corresponden a modelos

tradicionales de análisis literario pero que ya no son impuestos, sino que surgen en el

colectivo como necesidad.

Para acercar el texto a la experiencia personal de los estudiantes cabe cuestionarse

sobre ¿qué pasaría los padres nos entregaran a sus hijos en matrimonio con personas

con quienes no llevan un noviazgo o, simplemente no conocen? Así se da

protagonismo a la escucha en la clase, tanto de las percepciones de los estudiantes,

como de los personajes del cuento. Se hace presente la otredad. Es importante que le

docente tenga claro que el grupo de estudiantes no es homogéneo y que en ocasiones,

está conformado por personas de diferentes culturas, creencias e ideologías, por lo

tanto él no puede entrar a juzgar, legitimar o deslegitimizar las opiniones y

argumentos de los estudiantes, lo que debe hacer es orientar las intervenciones y

93

mostrar cómo cada cultura tiene sus propias creencias que merecen respeto y

aceptación.

Poco a poco se van introduciendo variaciones que impregnan cada vez mayor

profundidad y complejidad a las temáticas. Se parte de la narración literal y las

reacciones individuales hasta avanzar a la argumentación de las concepciones

personales y el logro de un consenso, proceso que logra dinamizar la comunicación,

en unos momentos en torno a los personajes y en otros en torno a la realidad de los

estudiantes, evitando así que sea una comunicación mecánica y sistemática

distorsionada, pues las reflexiones que se plantean van evolucionando en la medida

en que cada integrante del grupo participe.

Y continuando con la conversación sobre el cuento, se va abriendo el camino hacia la

concepción de la realidad por parte de los estudiantes, guiando su pensamiento hacia

el espacio íntimo con preguntas como ¿hasta qué punto nuestros padres pueden

decidir sobre nuestra vida? A estas alturas de la clase, se han dado momentos en que

el docente y los demás participantes habrán pedido aclaraciones a quienes están

hablando y hasta surge del mismo docente un humilde ¿me hago entender? dando

explicaciones a quienes no lo hayan entendido, repitiendo lo que expresó algún

estudiante para asegurarse si eso fue lo que quiso expresar, o dando ejemplos de lo

que se está hablando. El docente está alerta a que haya una comprensión de lo que se

está hablando, del discurso de los participantes, de esta manera se da un continuo

abordaje de la pragmática universal.

Para cerrar la sesión, se retoman los elementos del cuento que suscitaron la

conversación, los aprendizajes personales, la aplicación a la vida; verdades parciales

que pertenecen a la ética discursiva, teniendo en cuenta que en literatura no hay

verdades únicas ni prestablecidas porque:

El encuentro con la obra de arte no es el encuentro con una determinada verdad —lo

cual, entre otras cosas, da cuenta de las torpezas en que se cae cuando se pretenden

explicar los "contenidos de verdad" de las obras— sino que, en última instancia, es la

94

experiencia de pertenecer nosotros y pertenecer la obra a ese horizonte de conciencia

común que está representado por el lenguaje mismo y por la tradición que en él se

prolonga. (Vattimo, Gianni. Citado por Vásquez R., 2006)

El ejemplo anterior utiliza la propuesta de la didáctica socio-crítica, pero hay que

tener en cuenta que el fenómeno literario es diverso y complejo por lo que no debe

adoptarse desde exclusividades didácticas, más bien debe centrase en trabajar desde

un criterio de pluralidad, integración y multiplicidad, es así que la perspectiva de la

didáctica socio-crítica forma parte de uno de los entes integradores de la didáctica de

la literatura. Pero, ¿cómo saber qué modelo didáctico seguir?

Como se mencionó anteriormente, no hay un modelo didáctico por excelencia, lo que

hay es una multiplicidad de didácticas que pueden ser abordadas teniendo en cuenta

los objetivos de la clase, bien lo diría Lewis Carroll en Alicia en el País de las

maravillas, “eso depende de a dónde quieres llegar”; sin embargo, al elegir una

didáctica se debe tener en cuenta que la literatura es un acto de comunicación que

utiliza un lenguaje especial por lo tanto se debe establecer un modelo propio con

objetivos claros a partir de los componentes principales de la clase: el lector, la obra y

el desarrollo de la competencia literaria.

Se puede afirmar entonces que la didáctica socio-crítica favorece la experiencia

literaria siendo un buen comienzo para el abordaje de la obra literaria dado que

promueve un encuentro entre el lector y la obra en su espacio íntimo desde la

subjetividad convirtiendo el espacio de la clase de literatura en un ámbito “donde se

cuestiona, dialoga y enriquece el mundo propio”, (Colomer T. , 2005) más que en una

asignatura en la que se objetivan las respuestas bajo un único criterio de verdad.

Así para lograr este escenario en el que se establezca una conexión entre el joven

lector y el texto, se deben programar actividades a partir de la interpretación literal,

activen la implicación personal hasta llegar a utilizar la capacidad del joven lector de

95

razonar permitiéndole entender aún más la obra, como lo diría Colomer en su obra El

progreso lector, (2005), escuchar unos cuántos “¡ah claro!, ¡ah, era por eso!”.

3.3 LA LECTURA EN LA CLASE DE LITERATURA

Continuando lo expuesto en el apartado anterior, los procesos comunicativos que se

dan en la clase de literatura en torno a la lectura literaria requieren de una

competencia específica que le permita al lector acercarse al texto literario y construir

los significados que el lenguaje literario le muestra, pero también requiere del lector

esa atención y disposición que le permite dejarse conmover y transformar su alma en

la lectura de la obra literaria, que le permite conocer lo que no conoce o ignorar lo

que no le interesa conocer; componentes que configuran la formación literaria que se

espera se logre mediante un proceso de enseñanza-aprendizaje en la clase de

literatura.

En este punto, es importante referirse a la complejidad que involucra el hecho de que

el lector en formación en las instituciones educativas colombianas, sea niño o joven,

está en proceso de afianzamiento de su desarrollo cognitivo y emocional, tiene una

percepción del sentido de las cosas de manera concreta e inmediata, y está sujeto a

sus emociones intensas que rebasan en la mayoría de las veces su capacidad

autoreflexiva y su pensamiento crítico; aspectos que configuran, condicionan y

determinan la trama de las posibilidades y avances en su formación humana y

lectora.

Con la Teoría Transaccional de la lectura de Rosenblatt (1996), se abre la

posibilidad de reconocer cómo el lector al acercarse a la lectura pone en juego su

postura frente a la misma17, postura que interrelaciona el componente afectivo

17 Rosenblatt L., expone que en todo acto de lectura, toma relevancia la atención selectiva que va a

orientar la postura que el lector tenga frente a la misma. La autora diferencia dos posturas: estética y

eferente. La postura estética se enfoca hacia cómo el lector escucha las palabras del texto con su oído

interior, su conciencia, su subjetividad. La postura eferente es de corte cognitivo y se enfoca en lo que

se extrae y retiene de la lectura. Sin embargo para la autora, estas posturas se encuentran ubicadas en

96

(subjetividad del lector) con el cognitivo (saber algo que antes no se sabía) y se

permite tener una experiencia desde lo que modifica su conciencia, desde aquello que

desconoce y desde aquello que quiere o no conocer. De esta manera, “es posible leer

eferentemente y asumir que uno ha evocado un poema, o leer estéticamente y asumir

que uno está llegando a conclusiones lógicas en una discusión” (Rosenblatt L. ,

1996).

Entonces, el saber reflexionado acerca de la experiencia de lectura literaria que se

divisa como un puente entre la formación humana (literatura como formación /

postura estética) y la formación académica (formación como literatura / postura

eferente) en la escuela; y entre la competencia y el cultivo de lo humano a largo plazo

el cual no siempre muestra resultados visibles a todos los ojos, pero que es de gran

repercusión para la vida de los lectores y para el colectivo de democracia y

ciudadanía que se pretende formar, permite reflexionar y dimensionar las notables

posibilidades de acción en la clase que aún quedan por descubrir.

Además, es importante hacer hincapié en que la comprensión sobre el carácter

individual, íntimo y de largo aliento de la experiencia de lectura literaria, advierte que

el conocimiento que se obtiene acerca del desarrollo de esta experiencia para cada

lector no es totalmente visible ni medible por los tradicionales instrumentos de

medición y evaluación del conocimiento por lo que resulta mucho más complejo si no

imposible de sistematizar con el rigor científico.

Y como es la mirada cientificista instrumental de la lectura, la que en este trabajo se

pretende superar, el ensayo Dar a leer, dar a pensar... quizá... entre literatura y

filosofía, de Jorge Larrosa abre la perspectiva en canto propone interrogar lo que

convencionalmente se ha establecido como el leer-comprender, pensar-argumentar y

una línea continua que denomina continuo eferente-estético, en donde los extremos pueden alejarse o

unirse hasta el punto de desdibujar el límite entre ambas.

97

dar de leer subyugado a los objetivos. Aspectos que determinan en gran medida el dar

a leer y dar a pensar, tarea crucial en la formación lectora.

El autor aborda el comprender como el resultado de la lectura, por lo cual se tendría

que pensar en que no es posible anticipar la comprensión18 de un texto antes de leerlo,

ni mucho menos que la forma de comprensión del texto de uno sea la misma para

otros, por ello no es posible anticipar la comprensión del texto por parte de los

estudiantes, se debe estar dispuesto a estar a la expectativa de la comprensión y a

incluir en la clase diferentes formas de comprensión a la del docente orientador.

El autor incluye que en el pensar-argumentar es necesario llevar al lenguaje del lector

el desarrollo del texto literario y así permitir al lector decir con sus propias palabras lo

que él escuchó al leer la obra; de esta manera se le dará lugar al pensamiento propio

sobre el pensamiento común de las personas, y se abrirá la puerta al desarrollo del

pensamiento crítico. Una lectura pensada desde esta perspectiva es la que salvaguarda

al lector de la manipulación política y económica y de la masificación del

pensamiento.

En consonancia con lo anterior, el dar de leer no estará subyugado únicamente a los

objetivos a corto plazo de cada clase, sino al dar a pensar, al promover a largo plazo

un pensamiento crítico. En este sentido, el “dar de leer lo que no se sabe leer”, que

señala Larrosa, hace referencia a aquellos textos que no permiten predecir una forma

de comprensión única, que causan polémica porque van más allá de la confitería

estereotipada de la vida que muestran los convencionalismos en el día a día y que

revelan lo que aún no se comprende de la experiencia humana. Así pues, "la decisión

de leer, por el contrario, es la decisión de que el texto nos diga lo que no

18 La anticipación de la comprensión no hace referencia a las predicciones del texto, puesto que al

realizar predicciones no se enfoca en la comprensión final del texto con pretensión de única verdad,

sino en la posibilidad de plantear hipótesis de lectura, propiedad de la que le lector hace uso a lo largo

del acto de lectura.

98

comprendemos, es decir, lo que no sabemos leer. (Larrosa, Dar a leer, dar a pensar...

quizá... entre literatura y filosofía, pág. 4)

Así las cosas, con la lectura literaria se silencian las voces ensordecedoras y

apabullantes de una sociedad encasillada en los dogmas de la doble moral, la moda,

del estar informado, de la apariencia por encima del ser y conocer, en últimas de una

sociedad que impone una forma única de pensamiento para el consumo masivo. Y

con este silencio se abre paso en el lector al pensar por sí mismo, sobre su ser y su

relación con el mundo, un conocimiento que lo lleva a hacerse cargo de su vida, a

dejar de ser un autómata que sigue estereotipos publicitarios.

Bajo esta perspectiva, es momento para reflexionar acerca de los obstáculos que

habitualmente encuentran los lectores en formación en la clase de literatura y por lo

que las autoras consideran que no se han logrado reconocer la lectura literaria como

experiencia.

3.4 LOS RETOS DE LA EXPERIENCIA DE LA LECTURA LITERARIA EN

LA CLASE. EN LO QUE NO SE PUEDE CAER

Ante los terroríficos anuncios sobre los bajos niveles de comprensión lectora y la

poca lectura que recientemente informaron los medios de comunicación19 según

cifras reveladas por la UNESCO, se concluye a nivel estadístico que los

habitantes colombianos leen en promedio 2,2 libros al año20; de ahí que resurjan

innumerables estudios y metodologías que hacen énfasis en la memorización,

comprensión y en la interpretación de cada párrafo del texto cayendo en el juego

19 En julio 9 de 2014, el diario el Tiempo, de gran reconocimiento en nuestro país tituló: “Colombia, en

el último lugar en nuevos resultados de pruebas Pisa. Los estudiantes colombianos obtuvieron el peor

puntaje en la evaluación sobre educación financiera” y en ese mismo artículo también nos recordó el

puesto 62 que ocupamos en matemáticas, lenguaje y ciencia entre 65 naciones en el 2013, diez lugares

menos que en el 2009. 20 Este dato hizo que nuestro país fuera catalogado como la nación menos lectora de Latinoamérica, ya

que los mexicanos leen 2,9; los argentinos 4,6, y los chilenos, a la cabeza del continente, leen 5,4

libros cada año.

99

manipulador de la instrumentalización y del afán por la decodificación de signos

impresos en una hoja con cierto porcentaje de comprensión como las técnicas de la

lectura rápida, lo cual hace que perdamos de vista el misterio del gusto y la

necesidad por la lectura, que son algunos pilares en la prolongación del acto de leer a

través de los años y en la transformación del lector como ser humano consciente de su

proceso de aprendizaje.

Cabe preguntarse entonces cómo ir más allá de las campañas de motivación hacia la

lectura que se anuncian por los medios de comunicación y, en el mejor de los casos,

de las jornadas de capacitación promovidas por el sistema educativo en pro de

garantizar la funcionalidad y eficacia de la lectura como acto mecánico e instrumental

y que aparecen por oleadas cada vez que se cuestionan los alarmantes resultados

arrojados por estudios internacionales que constantemente, miden de manera

estandarizada la calidad de los lectores de una nación en comparación con otras.

Siendo Colombia, un lugar con picos opuestos en la escala económica y social, y con

un estandarizado plan de educación que mide con la misma vara todos los proyectos

educativos, saltan a la vista en la práctica docente, un vasto número de problemáticas

frente a la lectura literaria y que se pueden resumir en las siguientes expresiones:

Profe, leer es aburrido, para leer un libro hay que destinar mucho tiempo, El (la) profe

nos dice que leamos, pero nunca lo hemos visto leer un libro, a los chicos(as) no les

gusta leer, en internet se encuentra el análisis estructural de los diferentes textos y los

estudiantes solo leen los resúmenes y, en ocasiones, hasta llegan al plagio, hay

dificultad para acceder al material impreso o digital por la situación económica, hay

que enseñar a resolver las pruebas estandarizadas.

Hay que hacer claridad que la intención no es buscar culpables o víctimas en cuanto

al problema, de lo que se trata es de iniciar la reflexión desde las vivencias propias

para establecer posibilidades para el desarrollo de la experiencia de la lectura en la

100

clase de literatura con miras a la formación humana y cognitiva de los estudiantes, y

por qué no, de los docentes.

Detrás de estas expresiones quejumbrosas se vislumbra el verdadero protagonista de

la crisis en la clase, el gusto por la lectura literaria, que los estudiantes no vivencian

en las clases y tampoco ven que lo vivencien sus profesores. Esto se evidencia en

gran medida porque para el joven lector los libros carecen de sentido al no

encontrarle ningún tipo de relación con su vida y porque no se les abre el camino para

que sean capaces de trasegar el universo de la obra a su universo mismo. En otros

tiempos, el conocimiento ocupó el primer lugar antes que el gusto, pero ahora, para el

hombre contemporáneo la búsqueda del gusto o placer en la realización de sus

actividades es uno de los componentes de su sentido de vida. Entonces, la ausencia

del placer y del sentido en la lectura literaria además de constituirse como fuente de

desmotivación, es una necesidad no satisfecha, que urge abordar en nuestra reflexión

y que involucra diferentes aspectos de la clase. Porque no se trata de un placer

superfluo y pasajero, es más bien un placer orientado por el goce.

Llegados a este punto cabe preguntarse, ¿cuáles con los gustos de los estudiantes?

¿Por qué los videojuegos, la tv, la web y la música atrapan su atención y la literatura

no? Es aquí donde cobra importancia la experiencia de la lectura vital que motive y

entusiasme al lector en la clase, que se ha dejado de lado por enfocarse en la

historicidad de la literatura o en los análisis textuales desde la literalidad.

Como bien se sabe el disfrute, el placer y la instantaneidad es lo que atrae al hombre

contemporáneo y cuando los estudiantes lo han probado por otros medios aprenden a

distinguirlo y elegirlo, dejando mal posicionado todo lo concerniente con la lectura

literaria que han aprendido a reconocer desde la obligatoriedad, el displacer y lo

eterno. De ahí que la puerta hacia la lectura literaria, que requiere una competencia

lectora más exigente, se vea entrecerrada en vez de verla entreabierta. Reivindicar la

necesidad del placer en la lectura literaria puede brindar al lector las condiciones que

101

trasciendan el simple hecho de leer por leer. Y aunque no se pueda garantizar el

hecho de que todos los estudiantes al culminar sus estudios sean lectores literarios y

hayan cultivado el gusto por la lectura, sí se puede propender porque la mayoría de

los estudiantes se hayan convertido en lectores competentes21 y críticos de su vida y

de su entorno. Cabe resaltar en este punto que el placer en la lectura literaria

evoluciona desde lo más elemental del simple placer superficial hasta convertirse en

un verdadero goce estético, es decir, un placer que va de los más elemental hasta lo

más complejo y elaborado. Como lo diría Barthes R., se pueden distinguir dos tipos

de textos:

Texto de placer: el que contenta, colma, da euforia; proviene de la cultura, no rompe

con ella y está ligado a una práctica confortable de la lectura. Texto de goce: el que

pone en estado de pérdida, desacomoda (tal vez incluso hasta una forma de

aburrimiento), hace vacilar los fundamentos históricos, culturales, psicológicos del

lector, la congruencia de sus gustos, de sus valores y de sus recuerdos, pone en crisis

su relación con el lenguaje. (1974, pág. 25)

No se puede ignorar la gran influencia que el displacer ejerce en la consolidación de

la experiencia literaria el cual se puede manifestar en los procesos de lectura en voz

alta tanto en el uso del cuerpo y como del habla, con el temblor corporal, el titubeo o

la voz casi inaudible.

De otro lado, el placer en la práctica de lectura se hace esquivo cuando

constantemente se interrumpen los espacios para leer o cuando se impone una técnica

de lectura. En este sentido, se debe comenzar por establecer condiciones que permitan

leer con placer en la clase y por supuesto, distintas técnicas de lectura que favorezcan

la comprensión y a su vez dinamicen la clase.

Así las cosas, el placer está en descubrir un estilo propio de leer y esto solo se puede

lograr cuando se le promueve al lector a explorar otras técnicas o formas de abordar

los textos, que no siempre son las mismas que han sido efectivas para nosotros. Hay

21 Se considera como lector competente a aquel que a través de la acumulación de experiencias de

lectura ha desarrollado la competencia literaria necesaria para enfrentar textos cada vez más complejos

y a mayor profundidad.

102

que tener en cuenta que el lector en formación observa en la lectura del profesor un

modelo a seguir, pero cuando éste cae en la lectura monótona y plana genera

lógicamente desgano y apatía. Por el contrario, el profesor puede poner emoción a

cada una de las palabras persuadiendo el surgimiento del deseo de leer en su

auditorio. Para esta misión, el profesor Fernando Vásquez Rodríguez en su artículo

Don Quijote al tablero (2004) presenta algunas recomendaciones en su apartado

colorear la voz para dar de leer.

El autor también advierte “que la enseñanza de la literatura no puede depender o estar

como sierva de los desarrollos programáticos de una lengua.” (Vasquez R., 2004, pág.

12). Aquí cabe reflexionar cuando se cae en el vicio de aplicar el todo en uno en la

clase y se utiliza la literatura para la enseñanza explicita de la lengua, sin pensar en

que con ello se está sacrificando el gusto por la literatura. Es por eso que es

importante separarla, darle el estatus que se merece dentro de la clase.

Así mismo, caer la mala práctica del endiosamiento de determinado estilo de

enseñanza literaria, esa es una de las problemáticas que no permiten el desarrollo de

la experiencia de lectura literaria. Si bien, con el tiempo han surgido diferentes estilos

para abordar la lectura literatura en la clase ya sea haciendo énfasis únicamente en el

autor, la estructura del texto, y la estética de la recepción, importa más que

encasillarse en determinada perspectiva de estudio de la literatura, entrar en un

continuo de reflexión sobre la didáctica en la clase del literatura, construir un estilo

propio que se funde en los aspectos emocional y cognitivo de los actores en el

continuo de experiencias literarias que, por supuesto, en determinado momento de

necesidad de comprensión de la obra abordará cada una de las perspectivas de estudio

de textos literarios mencionadas.

En este punto, ya no se verá como forma única de abordaje de la obra el análisis

literario tradicional, sino que se abordarán otras actividades en las que prime la

expresión de las impresiones personales o colectivas que dejó la lectura de la obras en

103

diferentes formatos (oral, escrita, audiovisual) o la producción literaria para, desde

luego, construir un conocimiento de la literatura.

De otro lado, en los procesos comunicativos que forman parte de la experiencia de

lectura literaria aparece también el reto de manejar el miedo al rechazo entre

estudiantes por sus comentarios, y con ello también el miedo a la interioridad, a

hablar de sí mismo, de sus reacciones primarias, eso sí que afecta el clima de la clase,

el gusto por participar.

Entonces, cobra protagonismo la actitud del docente, quien con su buen ejemplo está

dispuesto a leer con los estudiantes, a hablar con humildad y respeto de sus

reacciones primarias, sin sentarse en la palabra sino dándole espacio a ellos para

hacer sus comentarios sin juzgar sino, por el contrario, promoviendo la libertad de

expresión.

Paradójicamente, Larrosa J. en su ensayo Dar a leer, dar a pensar... quizá... entre

literatura y filosofía, encuentra que “lo que más amenaza la lectura es el lector: el

saber leer del lector, el lector que se empeña en decir yo y en continuar siendo el

mismo frente a lo que lee, el lector que cree que sabe leer o que al menos, quiere ser

alguien que sabe leer" (pág. 4). Esto se evidencia cuando se tiene la seguridad de que

la forma propia de compresión del texto es la única porque yo sí sé leer, o cuando los

estudiantes imitan la compresión del profesor porque quieren ser alguien que sabe

leer sin atreverse a explorar formas diferentes de compresión a las del modelo que

imponen los críticos literarios o docentes o mejor aún a debatirlas o contraponerlas.

No se puede caer en sentirse porfiado porque se sabe leer (comprender) porque

siempre habrá cosas que no comprendemos o que no sabemos leer y es ahí donde

aparece el reto de la lectura, de comprender lo que no se conoce, lo que produce

inquietud.

104

Cuando se tienen en cuenta estos aspectos, se puede comenzar a hablar de las

problemáticas de la lectura literaria en la clase de forma concreta, no como una

abstracción idealista con matices de falsedad que ignoran y ahuyentan a los no

lectores, sino como algo cercano aterrizado a los lectores y por qué no, también a los

no lectores. Continuemos entonces profundizando en otros aspectos.

En este punto es importante reflexionar sobre la lectura como necesidad. Al respecto,

el reconocido poeta, ensayista y crítico literario Juan Domingo Argüelles, en su libro

Antimanual para lectores y promotores del libro y la lectura, afirma:

Tengo la plena seguridad de que nadie carente de la necesidad de leer un libro va

corriendo a la librería nada más porque les digamos que leer es maravilloso.

Pongámoslo así: para que ello ocurra es necesaria la necesidad, el problema es que

no sabemos exactamente de qué modo despertarla, salvo por el contagio, como la

enfermedad. (2008, pág. 220)

El autor aborda aspectos de la práctica de la lectura como disciplina, un dogma de

obligación que atiende compromisos externos y momentáneos como el de la

calificación y que de ninguna manera da cabida a una necesidad intima de placer

literario. Urge entonces, pasar de la necesidad momentánea de leer -un acto obligado

para presentar esos tediosos cuestionarios o análisis literarios, que constituyen solo un

nefasto recuerdo que hace que nunca más se vuelva a ese texto- a la lectura literaria

como una necesidad vital, que se retorne en cualquier momento sin ninguna presión,

solo por el deseo íntimo de volver a vivir esa experiencia de placer y goce. Pasar de la

lectura como un deber a un placer, es estar en consonancia con la búsqueda de placer

que busca la contemporaneidad. Un gran salto que requiere primero que todo

transformar la didáctica autoritaria de la clase.

Ahora bien, ante la presión del boom de lo fácil y rápido, es posible que se caiga en la

lectura de fragmentos. Al respecto, el profesor Vásquez R, aclara que “en una obra de

arte, cada elemento aporta al conjunto no sólo su particularidad sino que, en esa

relación de interdependencia, en sí mismo significa otra cosa.” (2004, pág. 2).

Entonces, si por ejemplo, se quiere abordar en la clase la obra Pinocho de Carlo

105

Collodi, no se puede dar la idea de la personalidad de Pinocho solo con leer los

capítulos de inicio cuando apenas se muestra su origen, tampoco otro capítulo en

especial, porque durante toda la obra se ponen a prueba distintos aspectos de su

personalidad en distintos escenarios, que a su vez se constituyen en un continuo

crecimiento espiritual producto de retrocesos evidenciados en decisiones

equivocadas, que poco a poco se configura como el sentido global de la obra.

La lectura de cada capítulo tiene corresponsabilidad en la lógica del mundo de

Pinocho que como le suele suceder a algunos lectores, se deja llevar por la

satisfacción permanente del deseo provisto en mundos posibles, como el del juego y

la diversión eterna en el mundo de los juguetes, el del trabajo y el esfuerzo

permanente en la isla de las Abejas Industriosas o el de la estafa y la pobreza en la

ciudad Atrapa-bobos al que lo llevaron la zorra y el gato, de camino al campo de los

milagros, en donde producto de su ingenuidad y ambición ciega le creyó a esos dos

arpías y ladrones que sus monedas se multiplicarían, y otros lugares como la isla, la

escuela, la prisión y hasta el interior del tiburón en los que salen a flote características

diferentes de la condición humana.

Con su paso por cada mundo, poco a poco el personaje y el lector van reconociendo

quien es y cuál es su misión, acción que configura la formación humana en él y en el

lector. De aquí surge como condición para lograr una experiencia de lectura literaria,

que se lea la obra completa, para lograr así mayor significación y recordación en el

lector. Es más fácil recordar y comprender a quienes nos han dejado conocer

diferentes facetas de su vida que a quienes apenas vimos por un instante, en un

fragmento.

Volviendo a la preocupación inicial, en esta época en la que la prioridad ya no es la

formación intelectual sino la búsqueda del placer, surge también esa búsqueda en la

lectura: el placer de leer. Entonces, para quienes están por experimentar el placer de

la lectura literaria, ya no tiene sentido sufrir un libro largo y en un lenguaje ajeno al

106

cotidiano, de entrada devanarse los sesos tratando de entender un texto que no les

llama la atención y les quita tiempo y que solo aquel experimentado lector profesional

puede digerir, porque esto solo puede hacer que se deteste a la literatura antes de

abordarla.

¿Qué hacer para enganchar a los lectores y no lectores condicionados por el poco

tiempo para dedicar a la lectura? El profesor Vásquez, recomienda al cuento como

uno de los géneros que permite la lectura total, que requiere menor tiempo para leer,

además de capturar rápidamente la atención del lector. He ahí una de las posibilidades

para la lectura literaria en clase.

Por otro lado, el cuento no es el único género breve que permite capturar la atención

inmediata del lector y que favorece la experiencia literaria. También se encuentra la

poesía y el teatro que permiten afinar la sensibilidad hacia la formación humana y

proporciona un enfrentamiento directo con las figuras del lenguaje literario, condición

fundamental en la experiencia de lectura literaria, por ello es importante tener en

cuenta que “la poesía es una de las formas más sutiles del conocer. Un conocimiento

buscador de esencias, de concreciones, de síntesis.” (Vasquez R., 2004, pág. 6). Claro

está, lectura de un poema debe ir más allá de la trivialidad de preparación para recitar

en una fecha especial. Hay que entenderlo, y para ello se requiere generar procesos de

pensamiento de asociación de la palabra o juego de palabras con lo profundo de la

realidad, el conocimiento de la analogía uno de los pilares del lenguaje literario, que

incita la percepción de sensaciones y significados en la palabra.

Así se llega a pensar la clase de literatura como un espacio en el que es posible

habituar al lector literario a pensar analógicamente, formular equivalencias,

correlaciones y paralelos en busca de nuevos significados, porque se está no

solamente afinando su sensibilidad literaria, también si sensibilidad humana y su

pensamiento crítico.

107

Todos estos temas, mencionados hasta ahora, causan polémica y tal vez no generen

un consenso debido a su complejidad y a que aún faltan otros elementos que

involucra la formación en lectura literaria, que solo el docente en su continua

reflexión sobre su clase y sus estudiantes puede llegar a descubrir. Pero, en

definitiva, cuando se cuestiona sobre el por qué los estudiantes no leen o no les gusta

leer, hay que salirse de la propia realidad, de los propios prejuicios dogmáticos con

respecto a la lectura y estar dispuesto a entrar y analizar a fondo la realidad de la clase

y todo lo que la compone: los contenidos, la didáctica, los ambientes, los propósitos y

desde luego lo más importante, la inclusión de los estudiantes en cada momento de la

reflexión.

3.5 LA ACTITUD DEL DOCENTE, MODELO PARA LA MOTIVACIÓN

HACIA LA LITERATURA

Pero ¿cómo favorece el docente la motivación hacia la lectura literaria? Lo primero

que hay que tener en cuenta que el docente debe reunir un conjunto de saberes,

habilidades y conductas que lo capacitan “para actuar con autonomía, a partir del

establecimiento de los fines y los objetivos de enseñanza con una proyección de

futuro” (Mendoza Fillola, 1998), y con base en este conjunto debe avanzar

fortaleciendo su espíritu crítico y sentido investigativo a parir de la metaformación y

el autoaprendizaje, aspectos que le permitirán estar siempre a la vanguardia en cuanto

a educación se refiere, y desde ahí cuestionarse, indagar e innovar acerca de su oficio

docente.

Así las cosas, un docente que es reflexivo en cuanto a su labor destaca por su actitud

de cambio, y a la vez se permite detectar y remediar las dificultades e inquietudes que

surgen en el día a día. De esta manera, se puede afirmar que el papel del profesor, en

cualquiera que sea su área de especialización, debe propender por, como lo expresaría

el pedagogo francés Philippe Meirieu en la entrevista realizada para la revista

Cuadernos de pedagogía (2007), provocar en el alumno el deseo de aprender porque

108

“no hay aprendizaje sin deseo. Pero el deseo no viene solo, el deseo hay que hacerlo

nacer” (pág. 44). Es así que no bastaría con enseñar sino con generar la inquietud que

es la que hace posible la apertura al conocimiento.

Con base en lo anterior, en el campo de la clase de literatura, el docente debe generar

diversas y variadas situaciones en las que el alumno no solamente reciba sino que

también pueda participar de manera activa. Él es quien debe motivar la experiencia de

la lectura, pero no mediante la imposición ni la permisividad al permitir hacer uso de

una libertad aún no bien definida ni aprehendida por el estudiante, sino mediante la

demostración de su propia experiencia, y no para pretender verdades más bien para

transmitir su propia relación con el texto. En este contexto la lectura adquiere sentido

y no se le daría de beber solo a quienes ya tienen sed, sino que se les daría sed a

quienes no quieren beber (Meirieu, 2007, pág. 45), aquí estaría el verdadero reto del

docente de literatura.

¿Pero cómo dar sed a quien no quiere beber o cómo dar de leer a quien no quiere

leer? Esto no es tarea sencilla; sin embargo, como se dijo anteriormente ahí está el

reto de la clase de literatura. Si bien es cierto que no se puede pretender que todos los

estudiantes sean lectores literarios autónomos a los que nadie obliga a leer, también

es cierto que le papel de la escuela es mostrar al estudiante el sinnúmero de

posibilidades que entrega la educación, entre ellas la educación literaria, así las cosas

abrir la puerta a la lectura literaria mediante la provocación del deseo y la motivación

es tarea del docente, de ahí la importancia de mostrar la obra literaria no como un

libro que contiene letra muerta escrita con tinta, sino como un buen alimento que

encarna en la vida del lector y que es reflejo del vivir más que del leer, no como un

fin en el saber por el saber mismo, sino como la revitalización de la existencia

(Argüelles J. D., 2009, pág. 28).

En esta medida no se formaría al estudiante conociendo la lectura como una

obligación con el propósito de formar hinchas de los libros, sino que entraría a

109

formar una experiencia propia de lectura, la cual al ir afianzando su personalidad a

través de su vida escolar y de sus experiencias de vida, le permitirán reconocerse

como lector de libre elección, si así lo quisiese. Con esto se quiere aclarar que la idea

de permitir la libertad de leer en la escuela no puede entregarse de primera mano a

jóvenes lectores que no han vivido dicha experiencia sino que esta libertad requiere

de la orientación del docente y de su capacidad de provocar el deseo lector en sus

estudiantes.

Pero entonces, ¿cómo es el docente un modelo de motivación hacia la lectura

literaria? Este interrogante se puede responder teniendo en cuenta, en primer lugar, la

admiración que el estudiante puede crear por su maestro, sentimiento que depende en

gran medida de la verdadera vocación docente y de la profesionalización de su oficio.

Es así que al observar y sentir la emoción y el entusiasmo que el docente de literatura

muestre por su área, así como las conexiones que logre establecer y mostrar del texto

con la realidad de los estudiantes gracias a su empatía con ellos y a su disciplina en el

conocimiento que de las obras, es que los jóvenes lectores comenzarán a contagiarse

y a sentir propio el deseo de aprender, el deseo de leer. En segundo lugar, la relación

docente-estudiante “que cada vez más debe pasar de ser cara a cara a ser codo con

codo” (Meirieu, 2007, pág. 46) en la que el docente exprese confianza y orgullo en

cada avance de sus estudiantes, por su valentía y autenticidad al expresar sus

reacciones y al respetar las de sus compañeros; de esta forma el estudiante sentirá que

el docente está a su lado en todo su proceso de formación y solamente en la entrega

de resultados. Acaso, ¿este no es uno de los fundamentos del humanismo? La

admiración por la humanidad del ser humano.

Aquí, es importante evaluar la actitud con la que el docente enseña, orienta y

acompaña los procesos de enseñanza-aprendizaje de sus estudiantes ¿usted le permite

a sus estudiantes acercarse a la literatura por medio de la propia experiencia literaria o

por el contrario, es de aquellos que los espanta? Esta una invitación a reflexionar y a

autoevaluar su capacidad para formar lectores literarios.

110

Como ya se ha explicado anteriormente, la experiencia literaria es un acto único y

plural porque pueden existir lecturas dependiendo del número de lectores. Con base

en esto, el docente de literatura en la escuela no puede pretender entregar al

estudiante verdades absolutas de una obra, su papel como motivador sería mostrar su

propia experiencia lectora y recibir la experiencia de sus estudiantes en un juego

abierto hacia la construcción del sentido de la obra en consenso, orientando la clase

de tal manera que permita al estudiante provocar su propia inquietud por la obra para

que al final sea capaz de reconocer qué tipo de relación estableció con la obra, cómo

su fue actitud frente a la obra (si lo conmovió en lo íntimo o solo estuvo en actitud de

escucha) y si lo que comenzó como una inquietud logro trascender para formar parte

de su experiencia literaria, no pensando en dar cuenta de, sino en dar sentido a.

Otro aspecto importante en el papel del docente como motivador es la actitud con que

este asume el saber y el conocimiento. Bien es cierto que los estudiantes reconocen y

son conscientes de que su maestro tiene una serie de saberes y conocimientos que

ellos apenas están adquiriendo. Es por ello que un maestro que se sienta en el podio

de la pedantería frente a la lectura no logrará motivar a sus estudiantes tanto como

otro que en su actuar coco a codo se muestra humilde ante el saber y ávido de

compartir su experiencia lectora con la de sus jóvenes estudiantes. No se puede

olvidar que “uno de los motivos por los que los jóvenes rechazan a sus maestros y a

los que se dicen intelectuales y escritores (según su imagen pública) es la pedantería,

ese aire de desprecio que envuelve a quienes se sienten superiores, y lo dicen porque

leen y tienen bibliotecas” ( Argüelles J. D., 2008, pág. 226) Estimado(a) docente

¿eres el referente o modelo que su joven estudiante necesita o prefiere ser un

prepotente y autoritario intelectual?

La invitación sería a abandonar el sermón haciendo “a un lado la vanidad y la

creencia de creerse sabio y canónico, y asumir un poco la humildad de saber que todo

el saber no sirve para nada si no es posible trasmitirlo de la manera más cordial” (

111

Argüelles J. D., 2008, pág. 89). Eso sí que mejoraría el clima comunicativo en la

clase.

Mostrar a los estudiantes que el interés del docente hacia la literatura surge porque

enriquece su vida, así sea como veneno o como antídoto, tal vez sea el secreto.

Compartir con los estudiantes cómo la experiencia literaria del docente ha

enriquecido su saber lingüístico y literario o su perspectiva de las relaciones humanas

puede ser una forma de motivación y de apertura a la lectura literaria vista desde de la

infinidad de experiencias que le permiten ampliar el conocimiento del mundo y

entenderlo un poco más.

Pero, “para que un maestro logre mostrarse como un apasionado tiene que ir más allá

de saber la asignatura, desbordar el currículo y los libros de texto, atravesar las

fronteras de la escolaridad. Tiene que actualizarse, leer obras de hoy” (Vasquez R.,

2004, pág. 24). Si bien, el docente puede tener la seguridad de encontrar en los

clásicos la calidad literaria, no puede quedarse endiosando el pasado. También debe

demostrar el gusto por la literatura, yendo a al encuentro con aquellas obras de

autores que se abren camino en el difuso mundo contemporáneo, con el reflejo de

nuevos espejos cercanos a su realidad. Llegar a descubrir por ejemplo, las

características las obras que lo llevaron a ser acreedores de distinciones honorificas

en el campo literario en el país, o en un contexto más universal, el premio nobel de

literatura. Una pasión por la literatura de todos los tiempos.

Importa también llevar a cabo procesos de reflexión para tener conciencia sobre la

importancia de la lectura, no porque nos imponen los clichés sino porque a partir de

la vivencia sobre la decisión de leer y no leer aporta el debate y la reflexión sobre la

lectura y la necesidad de leer. Si ese es el objetivo de la clase, ¿por qué no involucrar

a los estudiantes en la discusión sobre la decisión de leer o no leer?

112

Prestar atención al discurso, a las perspectivas que dejan salir el descontento y hasta

los miedos de los lectores también son factores relevantes. Así, la lectura pasa a ser la

protagonista de alguna de las clases, pero ya no como imposición sino como

generador de debate de los procesos de lectura que seguramente saldrán a flote, pues

de que más vamos a hablar si no de nuestra propia experiencia con la lectura. Con

esto el “copy paste” del análisis estructural del texto literario pierde protagonismo,

pues lo importante son los procesos comunicativos de los lectores que se dan en la

clase, reacciones, emociones, sentimientos inmersos en las discusiones, en la

particularidad del grupo, que todos saben que no están en internet y por tanto, no

acuden a este en su búsqueda sino, a su espacio íntimo.

En conclusión, “fomentar y promover la lectura son tareas más de la pasión y del

entusiasmo, es decir del calor y la vehemencia de espíritu, que de las técnicas

disciplinarias. En todo caso, pueden ser parte de la educación entendida como la

oportunidad libre de participar en algo que deseamos” ( Argüelles J. D., 2008, pág.

331).

Reflexionar acerca de la subjetividad docente cuando no se sabe qué decir, desdecir,

hacer o deshacer en la práctica cotidiana fue el propósito de este apartado, para que

quizá lo que se pueda o se quiera hacer con la literatura en clase parta de una

experiencia que se fraguó en el alma del maestro. Para tal efecto un poema del

español Gerardo Diego en medio del dilema de ser maestro:

Amigos:

dentro de unos días me veré rodeado de chicos,

de chicos torpes y listos,

y dóciles y ariscos,

a muchas leguas de este Santander mío,

en un pueblo antiguo,

tranquilo

113

y frío,

y les hablaré de versos y de hemistiquios,

y del Dante, y de Shakespeare, y de Moratín (hijo),

y de pluscuamperfectos y de participios,

y el uno bostezará y el otro me hará un guiño.

Y otro, seguramente el más listo,

me pondrá un alias definitivo.

Y así pasarán cursos monótonos y prolijos.

Pero un día tendré un discípulo,

un verdadero discípulo,

y moldearé su alma de niño

y le haré hacerse nuevo y distinto,

distinto de mí y de todos: él mismo.

Y me guardará respeto y cariño.

3.6 EL ETERNO DILEMA DEL CANON22 ¿QUÉ LES DAMOS A LEER?

Otra de las preocupaciones que abruman al maestro de literatura se relaciona con el

qué leer en la clase. No es desconocido que muchos maestros desempolvan cada año

una lista con los títulos de los clásicos y las joyas de la literatura correspondientes

para cada grado; tampoco es ignorado el hecho de las constantes visitas de las

editoriales, hacia los inicios del año escolar, para publicitar sus nuevos catálogos en

los que se reseñan muchas de las obras del momento y se dan a conocer los nuevos

escritores. En estos momentos es cuando surge en la mente del maestro el dilema

22Generalmente se comprende por canon como aquel conjunto de obras y autores que conforman un

orden de lectura digno de ser leído. Sin embargo, para la presente investigación, el canon es

comprendido como algo más que una disposición; es un punto de encuentro entre los intereses y las

experiencias literarias de alumnos y maestros con el que se pretende entregar igualdad de

oportunidades al lector en su proceso de formación. Lejos de ser un listado de títulos, el canon se

comprende como el resultado del debate sostenido en un equipo de trabajo en el que se agrupan ciertas

obras teniendo en cuenta factores como la calidad literaria, los intereses de los lectores según su edad y

su estadio educativo.

114

sobre qué les doy de leer a mis estudiantes este año: ¿Serán los clásicos y las joyas de

la literatura? ¿Será un canon especial para cada etapa de desarrollo cognitivo y

psicológico de los estudiantes? ¿Serán los libros que sugieren los expertos y las

editoriales?

Para responder a estos y muchos otros interrogantes respecto al tema, es importante

que el maestro haga uso de su experiencia literaria delimitada por nuevas

posibilidades de lectura, pero no solo de lectura de interés personal sino de aquellas

lecturas que pudieran interesar a sus estudiantes. Bien lo expresó Argüelles (2008) “la

lectura no puede ser ajeno a los intereses infantiles (no puede ser mortalmente

aburrido)”, así que para diseñar un plan de lectura, el maestro tendrá que balancear

los textos con el fin de que dicha selección favorezca no sólo el gusto y las

necesidades del lector, sino también su estadio educativo, sus habilidades lectoras, su

previo contacto con la literatura, entre otras. A continuación algunos consejos que

pueden ayudar a solucionar el dilema del canon.

- “Es imposible gustar o satisfacer a todo el mundo” ( Argüelles J. D., 2008,

pág. 89).

No es un secreto que a lo largo de la vida se puede mostrar empatía o renuencia frente

algunas personas, hechos o situaciones. Lo mismo sucede con la literatura. Algunas

obras pueden generar gusto y otras, rechazo. Lo importante aquí es que el maestro sea

consciente de que se encuentra en un tiempo y espacio vital para la formación de

lectores literarios y que, por lo tanto, su selección de títulos debe favorecer una

experiencia de lectura única para cada lector, quien se encargará (en un futuro) de

transferir esta unicidad a su canon particular de lectura.

Pero, ¿cómo saber cuál es el texto para cada lector? No existe una única fórmula, lo

fundamental en este aspecto es comprender que si se ha hecho una buena selección de

lecturas, se le puede permitir al estudiante la oportunidad de aburrirse con la lectura

115

de una obra, lo que favorecerá el descubrimiento personal de los gustos o disgustos.

Acto que al momento de convertirse en un lector literario capaz de construir su propio

canon, le permitirá alejarse de lo que no le gusta y acercarse a lo que le simpatiza; y

así, formarse como un lector crítico de su propio proceso, un ser autónomo y no un

lector que imita o se intimida con los gustos de otros.

Es así que el docente y el equipo de trabajo encargado de la organización del plan de

lectura en cada institución educativa, no debe sentir temor u obligación por pretender

agradar a todos sus estudiantes organizando una selección de textos solo con base en

las expectativas de los jóvenes lectores, a esto se le debe sumar que éstas atiendan a la

experiencia literaria de los estudiantes, su edad, sus intereses de lectura, sus

necesidades y su competencia lectora.

En este reto, es imperante preocuparse por los estudiantes, su realidad, sus gustos y

no solo literarios, sino también por sus inclinaciones hacia otras áreas del

conocimiento. Una actitud que además de mejorar el clima en la clase le permite al

profesor establecer puentes y buscar conexiones entre los gustos personales de los

estudiantes con textos literarios. Por ejemplo, la literatura de ciencia ficción para

aquellos curiosos científicos, la de aventura para aquellos intrépidos soñadores

geógrafos, literatura de corte histórico para los que se inclinan por las ciencias

sociales o textos dramáticos para aquellos con vocación artística o teatral, entre

muchas otras posibilidades.

La formación de lectores críticos, comprende entonces el reconocer los géneros,

autores, y demás elementos literarios que gustan o disgustan tanto al docente como al

estudiante. Es aquí en donde el profesor como mediador debe aprender a liderar

procesos de reflexión que permitan a los estudiantes reconocer, idear o proponer

alternativas y estrategias que le ayuden a delimitar su gusto literario y mejorar en su

proceso lector.

116

- “Podemos decir algo (elogioso o desdeñoso)…, pero sólo a condición de que

hayamos leído. De otro modo, lo que expresamos son tan sólo prejuicios”. (

Argüelles J. D., 2008, pág. 91)

Un aspecto muy importante al momento de realizar la selección de obras del plan de

lectura en la escuela, es que el docente conozca, por experiencia propia, las obras

sugeridas (sean narrativa, poesía o dramática).

El conocimiento previo de las obras que se trabajarán con los estudiantes, aportan una

cuota de éxito en el proceso de lectura. Por un lado porque el docente se permitirá

jugar con el texto, experimentarlo, amarlo u odiarlo, para luego presentarlo a sus

estudiantes con pasión, permitiéndoles a estos contagiarse de tal lectura, hasta el

punto de sentir curiosidad por conocerla, por experimentarla. Por otro, le permitirá al

docente reconocer qué tipo de actividades podrían orientar la lectura en clase y, de

manera, trabajar las diferentes obras como un todo y no como entidades fragmentadas

o aisladas.

Un docente que no conoce las obras que pretende compartir con sus estudiantes o que

lanza prejuicios de obras o autores no podrá organizar un enriquecedor plan de lectura

que permita luego a sus estudiantes construir su propio canon literario. En primera

instancia porque se estaría basando en las experiencia y las opiniones de otros para

suponer verdades literarias difíciles de imponer como lo es la relacionada con “la

calidad de una obra”; en segunda instancia, porque autolimita su mapa lector a un

conjunto de obras culturalmente reconocidas como “obras maestras”, negándose la

posibilidad de opinar acerca la clásica y la nueva literatura como consecuencia del no

leer. Y por último, no estaría en capacidad de transmitir a sus estudiantes la

fascinación por la literatura, la cual es un ingrediente importante en la formación de

futuros lectores literarios.

- “Una selección de los textos propuestos concebida, no como una

117

antología de grandes autores, sino como un recorrido en el aprendizaje

de la comunicación literaria a partir de del corpus que puede ser

realmente comprendido por los alumnos” (Colomer T. , 1991, págs.

27-28)

Ante el interés por no truncar el gusto por la literatura a lo mejor, el docente tendrá

que dar el permiso de dar el sí a aquellos textos que forman parte de los intereses de

los estudiantes, previo conocimiento de éstos, tal y como se mencionó anteriormente,

y muy a pesar de lo que los críticos consideren como literatura de poca o buena

calidad y de lo coincida con sus gustos personales. Aquí la cuestión es que las obras

puedan ser realmente comprendidas por los estudiantes y que evidencien la intención

del docente por hacerlos partícipes de su proceso de formación en el que se son

tenidos en cuenta sus gustos, intereses y necesidades.

En esta medida, entregar listados taxonómicos de literatura no sería la cuestión, más

bien esta se orienta a la construcción de un camino que se recorrerá con cada “pasar

la página” y que encontrará un punto de llegada con el avance de cada estudiante.

Desde esta perspectiva, el corpus o canon escolar incluirá obras de Literatura Infantil

y Juvenil (LIJ), la cual le habla al lector con un lenguaje cercano y a un ritmo ágil,

características que impactan a los lectores en formación quienes se desenvuelven en

un mundo vertiginoso y en constante cambio.

- “Los clásicos deben estar en la escuela, pero teniendo claro cuáles,

cuándo y cómo.” (Cerrillo, 2007, pág. 67)

Toda institución educativa tiene como objetivo transmitir y hacer preservar la cultura

tanto de su pueblo como a nivel universal, por lo tanto la inclusión de los clásicos en

el canon escolar es relevante. No obstante, existen muchas objeciones al respecto ya

118

que algunos consideran que por su extensión o complejidad, en cambio de favorecer

la formación del lector literario, favorecer el tedio por la lectura.

Al respecto se plantea que para leer los clásicos de la literatura, es necesario tener en

cuenta el estadio educativo de los estudiantes. Por ejemplo, no se obtendrían los

mismos resultados al leer El ruiseñor y la rosa de Oscar Wilde con niños de cuarto de

primaria que con estudiantes de séptimo u octavo grado. Mientras que los estudiantes

de 4°grado se enfocarán en ruiseñor que sacrificó su vida para ayudar al joven

estudiante, un estudiante de 7°grado logrará indignarse por la conducta del joven y la

hija del maestro, para quienes pasó inadvertido el sacrificio hecho por el ruiseñor y

quienes no comprendieron el valor del amor. De esta manera se evidencia que el

abordaje de la literatura clásica infantil y juvenil en la escuela, requiere de un

momento y de una forma específica de trabajo.

Si bien los expertos o críticos literarios han establecido con rigurosidad lingüística y

literaria diversos cánones, se debe tener en cuenta que los estudiantes que asisten a las

aulas no son críticos expertos, que se encuentran en diferentes estadios académicos

por lo que su competencia lectora varía y, sobre todo, que apenas están siendo

motivados, persuadidos y formados como lectores literarios; por lo tanto no en todas

las etapas académicas pueden ser digeridas a cabalidad aquellas obras literarias tan

enaltecidas como clásicos universales y, que por el contrario, podrían frustrar,

apabullar y espantar al lector en formación.

Con esto no se quiere decir que se rechace la inclusión de obras clásicas en el canon

escolar, sino que se deba tener en cuenta el nivel cognitivo del lector para que este

pueda llevar a cabo su experiencia lectora, en donde cada paso en el camino le

permita avanzar en el desarrollo de su competencia literaria. Lo que se pretende

exponer es que es necesaria la presentación de diferentes tipos de lecturas literarias en

diferentes niveles de complejidad los cuales deberán ser precedentes para subir cada

peldaño en donde aumentarán dicho nivel según el estadio académico del estudiante.

119

- “Entre las maravillas clásicas infantiles y juveniles y aun entre las

trivialidades insustituibles para aficionarse a leer libros esta una buena

parte de lo que, desdeñado por la tontería intelectualista, da origen y

fortalece el gusto lector.” ( Argüelles J. D., 2008, pág. 110)

Para muchos lectores sean académicos, literatos y usted, el lector de estas páginas, el

cúmulo de su experiencia lectora no comenzó con literatura clásica universal, sino

con cuentos, fabulas, poemas o canciones que llegaban a sus manos u oídos (en el

caso de la literatura oral). Específicamente en el caso del lector colombiano, con toda

seguridad, al escuchar a un niño recitar El renacuajo Paseador del Poeta Rafael

Pombo, retornará a sus inicios lectores y no le resultará difícil recitarlo con el niño.

“Muchacho no salgas” se ha quedado tan impregnado en la experiencia literaria y

vital de este lector lo que hace que con su sola presencia, este texto irrumpa en su

realidad, deteniéndola por un segundo y trayéndole recuerdos de su infancia.

Vienen a la mente otras poesías, coplas y rondas infantiles que no son declaradas

como literatura clásica universal o reconocidas como obras de alta calidad literaria

por los expertos, pero que constituyen parte de la identidad cultural literaria del lector

ya formado y que constituyen aquellas lecturas que algunos consideran como

triviales, pero que abren la puerta al misterio del gusto por la lectura en la etapa

infantil.

Luego de brindar estos cinco consejos para tener en cuenta al momento de organizar

el canon escolar de lecturas, le recordamos al lector que este trabajo es solo una

invitación al docente para cuestionar, fortalecer o enriquecer su labor cuando, por

ejemplo, reconoce y se alimenta de las reacciones que generó determinada obra

literaria en los estudiantes, cuando es capaz de establecer diferencias y coincidencias

entre los tipos de obras seleccionadas y va más allá, hasta llegar al análisis sobre los

aciertos obtenidos con la obra elegida, las necesidades detectadas (psicológicas,

120

lingüísticas y de nivel de lectura) y el texto que tal vez las pueda abordar, de tal

manera que genere un proceso cada vez más enriquecedor en un continuo de

experiencias literarias.

He aquí la respuesta sobre el eterno dilema del canon: el canon no está

predeterminado por los críticos ni el currículo, el canon no es un listado de títulos

cerrados escogidos desde una sola perspectiva; el canon se construye en la práctica y

en un equipo de trabajo conformado por los docentes del área de Humanidades y

Lengua castellana de todos los ciclos, teniendo en cuenta aspectos como el previo

conocimiento de las obras literarias por parte de los docentes, la calidad literaria, los

gustos e intereses de los jóvenes lectores en formación, el contacto previo de los

estudiantes con la literatura, sus habilidades lectoras y su estadio académico. Es así

que un canon escolar de lecturas será exitoso cuando se establece una actitud crítica

en la clase, cuando se hace una constante revisión de las lecturas seleccionadas y se

hace un continuo seguimiento al proceso de los estudiantes.

121

CONCLUSIONES

Luego de realizar la interpretación y el análisis de la información seleccionada para el

recorrido por los diferentes tópicos de este trabajo, se puede concluir de manera

general que en la clase de literatura confluyen cuestiones centrales relacionadas con

la experiencia del lector a nivel literario como vital, y que además son determinadas

por un contexto social e histórico que también influirán en el proceso de formación de

lectores literarios en la escuela.

La lectura literaria vista como experiencia que trasciende a la conciencia y los

sentimientos del lector, refleja elementos del curso histórico del humanismo lo que

permite redescubrir y resignificar los fundamentos del humanismo de la antigüedad

traído a la época actual, y de esta manera entender lo que los expertos han

denominado crisis del humanismo y la forma en que se manifiesta en la lectura

literaria, las humanidades y demás ámbitos de la sociedad.

Así, al hacer visibles los distintos pliegues de la crisis del humanismo en la época

actual se abre la posibilidad de contemplar un despliegue argumentativo de la crisis

en la clase de literatura que da apertura a caminos posibles de intervención

pedagógica para afrontar la crisis, aclaramos que no constituyen un repertorio único e

incuestionable, es apenas un inicio que da la posibilidad a los lectores de este trabajo

para establecer sus propios caminos para afrontar la crisis.

Entonces, las conclusiones en este trabajo constituyen un acto de apertura que esperan

motivar a otros docentes a desafiar la crisis de la lectura literaria con una perspectiva

en la que se le dé protagonismo a la sensibilidad y al conocimiento desde la

experiencia humana del lector, una perspectiva que parta del docente desde su

condición de ser humano y de ser lector.

122

Con relación al humanismo. No esperemos a que la ciencia resuelva la crisis.

Pareciera que en el curso de la historia la crisis del humanismo es un espiral, en el

que tanto antes como ahora la premisa central de enaltecer el pensamiento del

hombre, lo humano del hombre, es su eje, del cual se aleja con cada avance, con cada

crisis. Si bien es cierto que en la crisis humanista su premisa tiende a ensombrecerse

reflejando la pérdida de su esencia, también es cierto que las crisis son las que

permiten buscar nuevos caminos u opciones que permitan retomar la esencia olvidada

estableciendo las adecuaciones necesarias a las nuevas épocas a las que se enfrenta.

Se observa que a través del recorrido histórico por el concepto de humanismo, el

equilibrio entre lo humano y el pensamiento, se ha ido perdiendo, en gran medida,

por el afán del hombre por conocer, calcular y cuantificar su mundo, inclinando su

pensamiento hacia el límite de la racionalización total y absoluta de las cosas. En este

contexto, la crisis humanista permeó la educación que se ha visto disminuida a un

nivel instrumental y tecnificado, este aspecto se convierte en reto por superar al

retomar el sentido de la educación desde el concepto de formación en donde el

conocimiento del mundo físico y humano constituye su fin con miras a recuperar la

humanidad perdida del hombre.

Tantas acciones de barbarie que a diario aquejan el mundo y ante las cuales

probablemente el hombre se sienta impotente, son la prueba de que es el momento de

retomar, en la labor docente, el fundamento del humanismo moderno, que buscaba el

reconocimiento del hombre hacia sí mismo mediante el desarrollo del espíritu crítico,

analítico e interpretativo, lo que le permitiría descubrir el sentido de su existencia; y

como docentes de Literatura y Lengua Castellana, qué mejor manera que retomar la

trascendencia de la educación literaria.

123

Observar la crisis del humanismo no puede limitarse en concreto al ahora, al presente,

hay que retornar a sus raíces. Partiendo de ahí es que es posible vislumbrar cómo la

libertad de pensamiento dio origen al humanismo, el pensar que se puede ver al

mundo de forma diferente a la visión teocrática.

Es bien sabido que toda crisis surge como necesidad de renovación, es así que, la

coyuntura de la crisis del humanismo es el renovar los ideales de hombre que no están

funcionando, y que se manifiesta con el fenómeno de la barbarie, la violencia, el

consumismo masivo, el suicidio, la visión de la vida desde la trivialidad. Ese renovar

está en manos de las humanidades ya que a éstas, la sociedad le ha designado la tarea

de estudiar el protagonismo del hombre en el mundo.

Es así que esperar que la ciencia, que en gran medida ha sido una de las causales del

olvido del cultivo de la humano, solucione esta crisis de la humanidad es

contradictorio. A lo largo de los años, se ha evidenciado que el carácter cientificista

de la ciencia está arrasando con su carácter humano, sembrando en el hombre del

común, la idea de que el conocimiento del mundo físico es necesario para dominar la

naturaleza y todo lo que en ella habita para beneficio propio, a cambio de fomentar la

conciencia de que el mundo es un bien común y que de su conciencia de ser humano

depende su entorno social y natural.

Así como las ciencias están procurando retornar a sus raíces razonables, no

racionalistas para generar, por ejemplo conciencia ambiental, las humanidades

también deben procurar por encontrar su eje humano aferrándose a la experiencia

humana, al pensamiento crítico, al conocimiento personal y subjetivo de un mundo

sensible.

En este punto y como contribución personal para superar la crisis, se busca con la

formación de lectores literarios y la búsqueda de la educación literaria, afianzar el

sentido de lo humano en el hombre, permitiéndole que a través de su propia

124

experiencia literaria, el lector se reconozca y reconozca a los otros como seres únicos

e individuales que forman parte de un colectivo social. Se espera que la experiencia

literaria le permita al lector reconocer cómo una lectura no es única ni tecnificada,

cómo en cada lectura confluyen un sinnúmero de experiencias personales capaces de

otorgar distintas significaciones y de originar un gran cúmulo de evocaciones.

Con relación a las humanidades. Un cambio de perspectiva

Afrontar la crisis del estudio de las humanidades requiere un cambio, un renovar. En

estos tiempos, el estudio de las letras desde su forma ya no tiene repercusión sino

desde su esencia, esa experiencia humana que expresa a través de las letras y el

significado que el lector le da en su sentido de existencia cuando la obra logra

traspasar a su espacio íntimo a tal punto que retumba en su conciencia y su actuar,

haciéndolo, más sensible, más solidario, compasivo, es decir, más humano.

Ese renovar, está constituido por el cuestionar la existencia humana, las formas de

darle sentido a la vida que ya no solo debe imperar en un único grupo de sabios, los

hombres de ciencia, una élite excluyente, sino que también debe incluir a las personas

del común, involucrar su propia realidad.

Lo anterior constituye un proceso de pensamiento crítico dado mediante una reflexión

personal. Pero, ¿por qué la propuesta de hacerlo el grupo, en la clase? Porque es el

camino de la búsqueda de la verdad de lo humano, porque la verdad del ser tampoco

está en lo subjetivo, en el ensimismamiento.

Así las cosas, la perspectiva de las humanidades ya no es un conocimiento

enciclopédico sobre la humanidad del hombre, externo al lector, sino el conocimiento

reflexivo sobre el desarrollo humano en la experiencia de adquisición del

conocimiento sobre el hombre, que para nuestro interés se llega a través de la lectura

literaria.

125

Si bien, uno de los aspectos de la crisis es que la razón y la lógica no abordan la

irracionalidad, el hecho de que se le dé protagonismo en los procesos comunicativos

alrededor de la experiencia de lectura literaria de los participantes, involucra un

pensar, un razonar sobre la irracionalidad, para así llegar a descubrir patrones de

pensamiento y comportamiento en cada cultura, de tal manera que con los estudios

humanísticos dejen de permanecer obedientes y subyugados al paradigma científico y

más que medir para cuantificar como lo pretende las ciencias positivas, se llegue a un

conocimiento que permita entender y comprender el sentido de existencia de las

culturas, que responde al cuestionamiento sobre la humanidad del hombre en todos

los tiempos.

Así, los estudios humanísticos adquieren su estatus en la ciencia a través de la razón

que da explicación no la que cuantifica, la razón que describe y explica, y se abre

camino en la argumentación y el sustento teórico, dándole cabida a esa amalgama de

lo sensorial y lo sensitivo, ya no únicamente a los datos.

De esta manera, las humanidades ya no se limitan a cuantificar los usuarios de las

tecnologías y medir las veces en que se repiten determinados comportamientos de

tipo consumista, por ejemplo. Sino que logran describir y explicar esa experiencia de

vida que tiene la connotación de liviandad, de preocupación por el instante, de vivir el

presente, gracias a las innovaciones de la tecnología con mayor accesibilidad y

velocidad en la comunicación. Un conocimiento de mayor trascendencia para ser

conscientes de la experiencia humana y de mayor repercusión en el cultivo del

humanismo, ya que evidencia las diferentes formas de pensar de los usuarios de la

tecnología, la libertad de pensamiento.

Así las cosas, de lo que se trata es de apostarle desde las diferentes posibilidades de

estudio de las humanidades al reconocimiento de esas formas de manifestar las

sensaciones, emociones, sentimientos que experimenta el hombre en el mundo que

126

vive, y como bien sabemos, es posible más que conocer, vivenciar a través de la

lectura literaria.

De otro lado, es el momento de encontrar esas conexiones tangibles de las disciplinas

científicas con las disciplinas del conocimiento social y del ser, que le den

credibilidad a las humanidades. Una de esas conexiones ha estado ahí dormida y

ahora quienes la tienen, son los más apetecidos en las industrias que, con la robótica,

han obviado la mano de obra de los técnicos. El hombre ya no se necesita para la

producción en serie, la producción que se requiere es la producción de ideas, que

innoven, que solucionen problemas, con creatividad. Y esa conexión es la

imaginación, esencia de la literatura y de los creativos que se destacan en el campo

científico y tecnológico.

Otra conexión que salta a la vista es que se ha visto que con la lectura literaria se

consigue el conocimiento y buen manejo de las relaciones humanas, esto, en el campo

empresarial y comercial se ve como indispensable para el tan mencionado liderazgo

que, por cierto, se quiere desarrollar con capacitaciones a modo de seminario, como si

en pocas horas luego de atiborrar de estrategias técnicas de manipulación en el campo

comercial y político se lograra formar un líder con una visión sobre su papel altruista

en la sociedad, esto se logra mediante un proceso de formación que se da a lo largo de

toda la vida.

Con relación a la clase de literatura. ¿Buscando culpables?

Teniendo claro lo que potencia y configura la lectura literaria en la clase de literatura,

es imperante reconocer que la clase se encuentra ávida de un cambio o renovación.

Para dicho cambio es importante tener en cuenta algunos escenarios que cimientan la

formación humana, por ejemplo, el contexto más próximo al estudiante: la cultura

latinoamericana, y por supuesto, la colombiana. Desde este punto, es necesario el

rescate de la oralidad, fuente que caracteriza la cultura ancestral colombiana y que se

127

convirtió en fundamento de sus letras escritas –y no sólo en lo que respecta a la

literatura aborigen, sino a aquella literatura contemporánea que basa su creación

literaria en los relatos orales, anécdotas y mitos del pueblo –.

Bajo esta perspectiva, la clase de literatura develará y resignificará las raíces propias

de su cultura a los jóvenes lectores en formación, favoreciendo la apropiación del

saber popular y el cultivo de lo humano en diferentes ámbitos de la sociedad. Así, al

beneficiar el conocimiento humano desde la cultura propia, se facilita la comprensión,

cuestionamiento y análisis de los actos inhumanos que se presentan en la sociedad; de

lo superfluo y efímero que se ha convertido la correlación hombre-hombre, hombre-

mundo, hombre-naturaleza; de la pérdida del sentido de la existencia, entre otros.

Entonces, el desarrollo de procesos comunicativos en torno a la condición humana en

la clase de literatura, se configura como el detonante de una cadena de sucesos en la

que, desde el colectivo cultural, se le da valor al conocimiento de la existencia

humana que permita resistir, por ejemplo a la desilusión, ese vacío que deja la

trivialización de la vida y que se busca llenar con el goce intenso del cual las fuerzas

económicas se aprovechan con los artilugios de la publicidad para fortalecer el

consumismo masivo que enceguece la identidad del hombre.

Es labor de la escuela cambiar los efectos que está produciendo en los jóvenes

lectores. Entre los efectos que la escuela ha estado generando en los jóvenes lectores

y de donde surge la negativa a leer son: el tedio que produce la idea de pescar en un

texto interminables listas e sustantivos, adjetivos, oraciones unimenbres, simples o

compuestas; el hecho de embalsamar la literatura buscando características de géneros,

momentos históricos, uso culto o coloquial del lenguaje; el abordaje de la literatura

como un modelo comunicativo en el que prevalece la relación autor-obra enmarcado

en el contexto histórico, en el unívoco mensaje que la obra transmite; la “activitis” del

docente que luego de leer una obra entrega al lector en formación un manojo de

actividades por realizar. En general, la escuela está produciendo los efectos contrarios

128

a los esperados. Entonces, el problema aquí no la literatura o el tipo de literatura que

se trabaja en la clase, sino lo que la escuela está haciendo con la literatura. Urge así,

un cambio de didácticas, metodologías, un cambio de mentalidad formadora.

Se sugiere apostar a las relaciones entre lecturas y lectores, entre lecturas y mundos, a

la hipertextualidad, a la atemporalidad, a la lectura de obras de consumo juvenil, al

retorno a la oralidad.

Desde esta perspectiva, en la escuela, la lectura literaria como experiencia de

reflexión individual, adquiere la connotación de piedra angular que irrumpe en los

prejuicios constituidos por el interés consumista manipulado de los estudiantes que se

manifiesta en su interés único por el tiempo presente y los rezagados intentos por

mantener la tradición del pasado. De esta irrupción resurgen acciones de las cuales

los actores del proceso educativo son conscientes gracias una postura crítica. Así, en

la escuela se ve lo que se dice y se oye lo que se hace, la escuela se convierte en

poesía.

Con todo, lo que se busca en los procesos comunicativos de la clase es llevar a los

estudiantes a que comprendan que de lo que se trata con la lectura de una obra

literaria no es olvidarse de sí mismos, sino por el contrario a conocerse más, a

reconocerse, para explicar su experiencia de vida, encontrar su sentido de existencia,

que no es el de acumular o consumir productos de forma autómata como la

publicidad manda, sino un camino diferente que está enmarcado por la relación

individual que cada persona tiene y quiere con el mundo, sus sueños, sus esperanzas,

en el devenir histórico de la humanidad.

En consecuencia, un aspecto relevante es enseñar a los estudiantes que las opiniones,

ideas o comentarios respecto a una obra pueden ser debatibles y que, por lo tanto toda

lectura debe hacerse desde y hacia la experiencia de vida. De esta manera se

129

recordará que la lectura literaria no es el medio para resolver actividades académicas,

sino el fin para reconocer al ser humano, para recrear y comprender el mundo.

Con relación al docente de literatura. Mirada reflexiva, analítica y abierta al

cambio

Un aspecto a tener en cuenta en el proceso de formación de lectores literarios se

relaciona con el papel del docente formador quien debe actuar como un mago o

hechicero capaz de fusionar lo cognitivo, lo personal, lo social y lo cultural en el

desarrollo humano, lector y literario de sus estudiantes. Es así como en determinado

momento de la experiencia de lectura literaria se tomarán los elementos de la

pragmática, la lingüística, el lenguaje literario, las reacciones del lector, los procesos

comunicativos, la conexión con la experiencia personal con el mundo.

Esta perspectiva sobre lectura de índole inclusiva requiere se tenga en cuenta la

influencia de la experiencia personal del maestro como lector literario y ser humano,

en el currículo oculto de la clase. Lo cual permite evidenciar la importancia de su

conocimiento disciplinar en constante actualización para la elección acertada del

canon para el grupo y la adopción de estrategias para el desarrollo de la lectura

literaria en la clase. Pero también, y no menos importante, su actitud con respecto a la

lectura, la literatura y perspectivas de sus estudiantes. Así mismo, sus procesos de

reflexión personales, con tonalidad comprensiva y crítica hacia la realidad de los

estudiantes y de la sociedad. Esto último, consiente de su papel como referente de los

procesos de transformación que la lectura literaria lleva a cabo en los lectores, y que

puede dar o no credibilidad en la lectura literaria a los estudiantes.

De lo que se trata es de modificar hábitos de prácticas tan arraigadas de énfasis en lo

gramatical, de no darle cabida a un análisis diferente al que se ha establecido.

130

Esta actitud del docente lo lleva aprovechar la expectativa con la que llegan los

estudiantes a esas primeras clases y verlas como oportunidades únicas de enseñarles a

establecer esas diferencias entre la literatura de masificada y la literatura que amplía

el conocimiento y visión del mundo, llevarlos de la mano y permitirles hacer esos

contrastes y corroborar las razones en defensa de la literatura peligrosa.

Pero como para hacer contrastes es necesario conocer, hay que invitar la literatura de

masas al aula, porque quien prejuzga y no conoce, miente porque no ha formado su

propio criterio al respecto. Hay que darle la oportunidad a los best-selleres y a la

Literatura Infantil y Juvenil contemporánea (LIJ) que circula en las librerías, no hay

que olvidar que mucho de los buenos lectores-escritores que han existido, se

formaron con lo que a algunos les gusta denominar mala literatura. Lo importante es

que el lector en formación aprenda a descubrir que en la contradicción de los juicios

bien fundados, se propicia el pensamiento crítico para la no manipulación u

obediencia ciega.

De ahí la importancia del conocimiento que tenga el docente tanto de la literatura

clásica como de la contemporánea, para acertar en la literatura que dé a leer en estas

primeras clases y posteriormente, que logre convencerlos.

En definitiva, cuando surge la pregunta sobre el por qué los estudiantes no leen o nos

les gusta leer, es importante alejarse de los prejuicios dogmáticos con respecto a la

lectura como medio y no como fin; y estar dispuesto a analizar y criticar a fondo la

realidad de la clase y el papel del docente.

Con relación a la educación literaria. Los retos de la contemporaneidad

Como es sabido desde el renacimiento, es con la literatura que se abre una de las

puertas al infinito conocimiento de la experiencia humana que permite el

sostenimiento del humanismo. Pero como los tiempos cambian, se requieren nuevas

131

formas de abordaje de la literatura en consonancia con la forma de vida de los

actuales lectores, esa es la crisis que se busca abordar en la educación literaria. Y para

tal fin, no nos podemos basar en un modelo de lector, un ideal que deseamos tener

pero que no es real; se hace imprescindible conocer y describir a los lectores que se

encuentran en nuestra clase, de esta manera explicar su poco interés en la literatura,

por ejemplo.

La formación que recibe el lector literario comienza con la lectura de obras de

literatura, pero no se limita a dichas obras sino que se constituye en esa capacidad de

cuestionar o dudar de la condición de humanidad que se muestra en lo que los

medios de comunicación informan, artículos científicos, la normatividad de las

instituciones, en las acciones de los estados para el supuesto orden mundial, en fin, en

la lectura del mundo del pasado, del presente y del que la sociedad quiere proyectar.

Ante todo, es importante asumir con sensatez el abordaje de la lectura literaria y sus

resultados en el cultivo de lo humano y el desarrollo del pensamiento crítico, pues no

siempre los resultados son predecibles porque la lectura no es el único medio que

ejerce influencia en el lector, su contexto social e histórico está cargado de

innumerables aspectos que inciden en diferente grado en el actuar del lector en la

sociedad, siendo la lectura sólo uno de los aspectos pero no su totalidad.

Ir de frente a la inmediatez consumista que caracteriza a la sociedad contemporánea y

trasciende en la lectura literaria, no significa renegar y divagar sobre la actitud de los

estudiantes que no quieren leer los autores antiguos y se impactan por el tamaño de

los libros. Importa actuar con lucidez en la elección de las obras, siendo críticos ante

lo que nos presenta el boom comercial.

En cuanto al canon, es de total relevancia el non serviam del que habla Larrosa como

criterio de elección literaria de ese texto que no esté al servicio de ningún dogma e

ideal totalizante de índole político, religioso o económico, que no manipule al lector

132

en la toma de perspectiva sobre las acciones humanas, sino que más bien ponga en

duda las que conoce y las propias, mostrándole formas de pensar y de vivir que

pueden o no coincidir con sus perspectivas sobre el sentido de existencia del hombre,

pero que de todas maneras le muestren y le hagan caer en cuenta sobre las acciones y

actitudes que le hacen más, o menos humano.

Buscar que las humanidades logren superar la crisis es buscar que sea la experiencia

humana cobre protagonismo, pero ya no la del pasado que se encontraba en las letras

de los antiguos y por lo que se enaltecía el acto mismo de leer y de memorizar los

textos hasta el punto de idolatrar la obra, menospreciando y excluyendo al resto de

aprehensiones de los seres humanos de cualquier época. Con la ideología de la

contemporaneidad enfocada en el presente se exhorta a hacer énfasis en la

experiencia de existencia del presente de los lectores que se están formando en la

escuela, prestar atención a sus vivencias con la lectura literaria y la incidencia de la

lectura de la obra en sus emociones y sentimientos, es decir, en su realidad. Lo

anterior constituye un giro en la significación que con el pasar del tiempo se le ha

dado a la educación literaria y supone un continuo reflexionar sobre los fundamentos

del humanismo y su transposición a cada época a partir de un análisis concienzudo

sobre las ideologías que circundan la lector literario.

De otro lado, cabe preguntarse cómo pasar de la discordancia de una escuela de la

modernidad con estudiantes de la contemporaneidad a una escuela a la vanguardia del

hombre contemporáneo sin que pierda de vista su fin último que es la formación

humana. Para generar esta transformación es imperioso que se encuentre la manera de

abordar en la clase la economía de tiempo y la instantaneidad que se promueve en

esta época. Introducir las TICS en la clase de literatura es uno de los aspectos que

bien se puede convenir, ya que permite llevar la biblioteca al aula, tanto para la

lectura de los textos literarios como para la búsqueda de información acerca de la

obra (contexto histórico, significados) que permita aclarar dudas y ampliar la

comprensión de lo que se está hablando en el instante en que surgen dichos

133

cuestionamientos, para de esta manera no perder esa motivación de los estudiantes

por discutir sobre la obra en la clase, sino por el contrario, darle más profundidad.

No está de más, advertir sobre esos trabajos extensos que algunos docentes dejan para

fuera de clase, que bien se sabe el estudiante no está dispuesto a dedicarles el tiempo

que requieren para tan ardua tarea, evitar retornar al “copy paste”. No por esto se

quiere decir que no se dejen actividades para fuera de la clase, sino que se debe tener

mesura en el tiempo requerido para dichas actividades, recordando que la calidad está

por encima de la cantidad.

Ojalá en los procesos comunicativos de la clase se pudiera abordar en algún momento

las reacciones de los lectores acerca de comentarios encontrados en internet acerca de

la obra, encontrar similitudes y diferencias, indagar sobre la nacionalidad de los

escritores de esos comentarios, su formación académica.

¿Y qué tal si se prueba con un blog que reúna las reflexiones sobre la obra que se

hicieron en la clase y los comentarios adicionales de los estudiantes con enlaces de

otros blogs que se consultaron sobre la obra o links de páginas consultadas para la

comprensión de la obra? Llama más la atención que el tan acostumbrado y repudiado

trabajo escrito, idea preconcebida de los docentes que da cuenta del aprendizaje de

los estudiantes. Queda por imaginar otras formas de incluir las redes sociales

virtuales.

Un reto mayor a superar es el de la atención y la concentración en tiempos largos, ya

que los lectores contemporáneos son interrumpidos constantemente por mensajes de

la web. Habrá que sensibilizar a los estudiantes para darle importancia a su propio

espacio y defenderlo, así como respetar el espacio del otro. La libertad de leer

también tiene que ver con que no se nos interrumpa la lectura y que podamos leer en

cualquier parte.

134

Y el escenario propicio para que los estudiantes aprendan sobre la libertad de leer es

la escuela, darles la posibilidad de vivir la experiencia de la no interrupción y por

supuesto la reflexión en los procesos comunicativos de la clase sobre aquello que

sintieron en un ambiente acogedor y libre de ruido, de interrupción y las otras formas

de lectura que ellos manejan. Por ejemplo, leer escuchando música de determinado

género o sin música, leer con el celular apagado, en el bus o encerrado en la

habitación.

Así las cosas, en la clase de literatura no solo se habla sobre la obra literaria, también

se habla y se llegan a acuerdos sobre aspectos que tienen que ver con la experiencia

de la lectura, tales como el ambiente propicio para leer, técnicas de lectura, etc. Si lo

que se quiere es ahondar en la reflexión propia y en el acuerdo colectivo sobre la

conexión de la obra con la realidad de los estudiantes, no se puede separar u obviar el

proceso de lectura como tal, de esta manera, es posible superar las ideas

preconcebidas acerca de la lectura literaria de otras épocas, de la unicidad en el cómo

leer y qué leer.

Así las cosas, la educación literaria debe propender por la innovación fundamentada

en el humanismo con el fin de fortalecer la imaginación, la creatividad, la formación

del criterio personal e independiente que permitirá al lector ya formado, poner en

práctica aspectos como el reconocimiento y el respeto por la diferencia, la

responsabilidad asumida sobre sus ideas u opiniones, la capacidad de ver el mundo a

través de otros ojos diferentes a los suyos y de actuar como un ser ético tanto con sus

semejantes como son su entorno físico.

Sobre la literatura

Tal vez existan disciplinas que como la psicología aborden el comportamiento y

actitudes de las personas desde lo que se observa en ellas, y generen cierto tipo de

patrones y conciencia en las personas sobre sí mismos, algo así como una descripción

135

de sus rasgos comportamentales, su personalidad, el hacer que ven todos, las

influencias de la sociedad que acepta o rechaza.

Pero es la palabra literaria, la que da forma a esos silencios que habitan en el interior

del lector, de su ser, a tal punto que cuando lee el texto literario se perciben esas

emociones y sensaciones que no se ven desde afuera, el resentimiento, la frustración,

los deseos, la tristeza que se esconden detrás de la sonrisa que se le muestra al

mundo, esa sensación de vacío que no se esperaba cuando alcanzó alguna meta y que

la lógica supondría alegría, y demás emociones y sensaciones que pocas veces se

manifiestan, pero cuando se presentan lo hacen de forma inesperada y con una fuerza

que pueden llevar al suicidio o la barbarie de un pueblo.

La palabra literaria es infinita, precede y sucede a cada lector evocando

incesantemente cada instante de su vida en el que de alguna manera estuvo inmerso

en emociones y sensaciones que permanecen perennes en su interior a pesar de creer

que hubieran desaparecido en el tiempo. Ese es el poder de la palabra literaria, el de

penetrar en la fisura que quedó entre lo que ya sucedió y el instante del presente, lo

que nuestra voz o nuestra razón han olvidado o callado. Es así que descifrar el

lenguaje literario es descifrar el silencio de nuestro interior. Muchos pueden encontrar

posibles significados del texto literario, pero nadie más que el propio lector puede

encontrar la obra literaria en el texto.

Hablar sobre la vida, las formas de vivir la vida, los mundos posibles, es el insumo

con el cual se da cabida al surgimiento de la esperanza, esa motivación interior que

alienta el deseo de vivir, de experimentar un cambio que transforme aquella única

perspectiva de vida para la producción y el consumo que presenta la publicidad

engañosa.

La fuente inagotable de la cual emanan infinitas posibilidades de formas de vida, de

mundos posibles y a la cual es posible acceder es la literatura. Vista desde la lectura,

136

con la experiencia literaria se magnifica la capacidad de imaginar a lo que nos puede

llevar la frustración de no alcanzar los bienes materiales y los placeres hedonistas,

único sentido de vida que nos venden actualmente los medios.

La experiencia literaria también puede llevar a reconocer en el yo interior, aquellas

acciones que alientan o enfocar la atención del lector en otras formas de relación con

el mundo, de las cuales emana el sentido de vivir como el altruismo, la solidaridad, el

amor. Formas de existencia que pueden restarle autoridad a aquellas fuerzas que

movilizan la crisis de las humanidades: el poder de las ciencias de la naturaleza y el

poder económico, permitiéndole al lector liberarse de dogmas únicos, dándole cabida

a uno de los fundamentos del humanismo: la libertad.

Una concepción de literatura que tal vez se queda corta con tantos matices por

explorar, pero que para lo que nos convoca, la experiencia vital que provee la lectura

literaria, el nobel de literatura Octavio Paz Lozano le hace justicia con su poema

Decir, hacer.

Entre lo que veo y digo,

Entre lo que digo y callo,

Entre lo que callo y sueño,

Entre lo que sueño y olvido

La poesía.

Se desliza entre el sí y el no:

dice

lo que callo,

calla

lo que digo,

sueña

lo que olvido.

No es un decir:

137

es un hacer.

Es un hacer

que es un decir.

La poesía

se dice y se oye:

es real.

Y apenas digo

es real,

se disipa.

¿Así es más real?

Idea palpable,

palabra

impalpable:

la poesía

va y viene

entre lo que es

y lo que no es.

Teje reflejos

y los desteje.

La poesía

siembra ojos en las páginas

siembra palabras en los ojos.

Los ojos hablan

las palabras miran,

las miradas piensan.

Oír

los pensamientos,

ver

lo que decimos

tocar

138

el cuerpo

de la idea.

Los ojos

se cierran

Las palabras se abren.

Puede que la literatura le comunique al lector lo que él ya sabe pero la forma en que

lo hace, es innovadora porque el lector lo piensa como nunca lo había pensado, lo

hace caer en cuenta de otras miradas diferentes a las de la mera información, lo lleva

a cuestionar y a dudar hasta de su propio punto de vista, de esta manera, con la lectura

literaria se da un proceso que amalgama comunicación y educación, supera la

homogenización que se quiere impartir, pues la búsqueda del sentido de cada texto

literario, lleva a encontrar la obra literaria en la condición propia de cada lector, con

su experiencia de vida.

Además, al tener en cuenta que la obra literaria se actualiza con cada lectura, esto nos

permite señalar que el misterio de la lectura literaria es el de una formación para el

aquí y el ahora del lector, pero también y de alguna manera, la formación de los otros

lectores de ahora y de todos los tiempos.

Desde esta perspectiva, se puede decir que con la lectura literaria se provee una

educación que apunta a las necesidades de cada lector y con la adecuada elección del

canon se adapta a su nivel del proceso de formación. Es una educación

individualizada en la colectividad que ofrecen los procesos comunicativos en la clase,

en la que el lector se forma en consonancia con el carácter cambiante de su presente,

ya no vive la contradicción de una formación para otros tiempos, otras realidades,

diferentes a lo que acontece en su diario vivir.

139

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