La Gaceta núms. 533-534 del FCE. Mayo-Junio de 2015

24
DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICAMAYO-JUNIO DE 2015 533 534 Además EL PÁJARO TRASMUTADO EN PIEDRA RAFAEL BERNAL Complot Y OTRAS TRAMAS ¿Y ahora qué les parece su complot? FILIBERTO GARCÍA

Transcript of La Gaceta núms. 533-534 del FCE. Mayo-Junio de 2015

Page 1: La Gaceta núms. 533-534 del FCE. Mayo-Junio de 2015

D E L F O N D O D E C U L T U R A E C O N Ó M I C A � M A Y O - J U N I O D E 2 0 1 5

533534

Además EL PÁJARO TRASMUTADO EN PIEDRA

RAFAEL BERNALComplotY OTRAS TRAMAS

¿Y ahora qué les parece su complot?— F I L I B E R T O G A R C Í A

Page 2: La Gaceta núms. 533-534 del FCE. Mayo-Junio de 2015

2 M AY O - J U N I O D E 2 0 1 5

E n la introducción a Alfonso Reyes, “un hijo menor de la palabra” —obra aparecida en las semanas recien-tes pero inscrita en el programa de festejos por las primeras ocho décadas del Fondo—, Javier Garcia-diego sostiene que el escritor regiomontano es vícti-ma de un fenómeno geográfico-literario: como en la ancha cordillera alfonsina no hay una cumbre indis-cutida, a los paseantes recién llegados les cuesta tra-bajo orientarse y emprender el ascenso. A Rafael Bernal, cuyo centenario de nacimiento se cumple a

finales de junio, le aqueja el mal inverso: El complot mongol brilla tanto que ha opacado al resto de su abundante producción. El Fondo ha querido parti-cipar en la fiesta bernaliana llamando la atención sobre esas otras tramas de su literatura, sin olvidar desde luego el relato protagonizado por el rudo Filiberto García.

Luego de una muestra mínima de su desconocida faceta lírica, este nú-mero de La Gaceta arranca con la veloz semblanza de don Rafael preparada por Alfonso de Maria y Campos, frecuentador de la obra y la vida de su cole-ga en la diplomacia nacional, como puede confirmar quien se asome al texto de bienvenida a El Gran Océano, esa magnífica obra de historia redactada por un diletante, no por un académico. Y es que Bernal fue un hombre de letras con y sin credenciales: en sus cien años hemos recuperado la que fue su tesis de doctorado, que vio la luz en una edición casi clandestina del Ban-co de México y que hoy reaparece en Lengua y Estudios Literarios. Antes habían aparecido con nuestro sello dos volúmenes de prosa, reseñados en esta entrega por Vicente Francisco Torres.

Una colección de novelas breves y cuentos de corte policiaco es parte de nuestra invitación a ver las otras tramas de la narrativa policiaca de Bernal, en las que plantea acertijos que se resuelven con gracia e ingenio. Pero qui-zás el plato fuerte de esta celebración sea la sorpresa que les reservamos a nuestros lectores: tras más de dos décadas de trabajo de Luis Humberto Crosthwaite y Ricardo Peláez, guionista y dibujante respectivamente, nos preparamos para publicar, en coedición con el Grupo Planeta, una novela gráfica basada en la intriga internacional que Bernal hizo confluir en el Ba-rrio Chino de la Ciudad de México; en nuestras páginas van tan sólo dos pla-nas que permiten imaginar la estupenda adaptación a un género que prefigu-ra otra adaptación, en proceso, esta vez al cine. Agradecemos desde aquí, pri-mero, a todos los que contribuyeron a que ese proyecto naciera y, luego, a los que ayudaron a vencer los obstáculos que lo mantuvieron oculto en un cajón.

Esta Gaceta aloja también las contribuciones de quienes, en marzo, par-ticiparon en el homenaje a Jesús Reyes Heroles a treinta años de su falleci-miento, ocasión que sirvió para que publicáramos una antología preparada por Eugenia Meyer, en la que se subrayan dos características de este “hom-bre de acción, hombre de historia”.

Y cerramos con un paseo, de la mano de Freja Cervantes, por los prime-ros 75 años de Tezontle, nuestra colección para los libros sin colección. Aprovechamos este párrafo para notificar a nuestros lectores que, al menos por lo que resta del año y en atención a las políticas de austeridad a que nos orillan las circunstancias nacionales y foráneas, La Gaceta aparecerá bi-mestralmente, con números dobles (éste, por ejemplo, es el 533-534).�W

EDITORIAL

José Carreño Carlón

DI R EC TO R G EN ER AL D EL FCE

Tomás Granados Salinas

DI R EC TO R D E L A GACE TA

Martha Cantú, Adriana Konzevik,

Susana López, Alejandra Vázquez

CO N S E J O ED ITO RIAL

León Muñoz Santini

ARTE Y D IS EÑ O

Andrea García Flores

FO R MACIÓ N

Ernesto Ramírez Morales

VERS I Ó N PAR A I NTER N E T

Impresora y Encuadernadora

Progreso, sa de cv

I M PR E S I Ó N

Suscríbase en

www.fondodeculturaeconomica.com/editorial/laGaceta/

[email protected]

www.facebook.com/LaGacetadelFCE

La Gaceta del Fondo de Cultura Económica

es una publicación mensual editada por el Fondo de Cultura Económica, con domicilio en Carretera Picacho-Ajusco 227,

Bosques del Pedregal, 14738, Tlalpan, Distrito Federal, México. Editor responsable: Tomás Granados Salinas. Certifi cado

de licitud de título 8635 y de licitud de contenido 6080, expedidos por la Comisión Califi cadora de Publicaciones y Revistas

Ilustradas el 15 de febrero de 1995. La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es un nombre registrado en el Instituto

Nacional del Derecho de Autor, con el número 04-2001-112210102100, el 22 de noviembre de 2001. Registro Postal,

Publicación Periódica: pp09-0206. Distribuida por el propio Fondo de Cultura Económica. ISSN: 0185-3716

I LUS TR ACI Ó N D E P O RTADA : © R IC AR DO PEL ÁE Z GOYCOCH E A

Rafael Bernal: complot y otras tramas

Esquina del adiósR A F A E L B E R N A L

—————————

Rafael Bernal a cien añosde su natalicioA L F O N S O D E M A R I A Y C A M P O S

Primeras obras de Bernal en el FondoV I C E N T E F R A N C I S C O T O R R E S

El complot mongol(novela gráfi ca)R A F A E L B E R N A L ( A D A P T A C I Ó N

D E L U I S H U M B E R T O C R O S T H W A I T E ,

I L U S T R A C I O N E S D E R I C A R D O P E L Á E Z )

Jesús Reyes Heroles y la políticaF E R N A N D O E S C A L A N T E G O N Z A L B O

El pensamiento vivo de Reyes HerolesE M I L I O C H U A Y F F E T C H E M O R

Alfa y omega de Reyes HerolesÁ L V A R O M A T U T E

Reyes Heroles: el maestro y el lectorR A U D E L Á V I L A

CAPITELNOVEDADESEl pájaro trasmutado en piedra: 75 aniversario de TezontleF R E J A I . C E R V A N T E S

3

6

1 0

1 2

1 4

1 4

1 6

1 7

1 8

1 8

2 0

533/534

Ilust

raci

ón: ©

RIC

AR

DO

PE

EZ

GO

YC

OC

HE

A

Page 3: La Gaceta núms. 533-534 del FCE. Mayo-Junio de 2015

M AY O - J U N I O D E 2 0 1 5 3

RAFAEL BERNAL: COMPLOT Y OTRAS TRAMAS POESÍA

Dramaturgo, historiador, novelista, cuentista, publicista, historiador, guionista de cine, radio, y televisión: la pluma de Rafael Bernal tejió un entramado complejo para el que se sirvió toda clase de géneros. Pocos recuerdan que la hebra

inicial de esta urdimbre fue la poesía. De uno de sus primeros libros, Improperio a Nueva York, extrajimos un puñado

de versos para abrir este festejo

Para decirse adiós cualquier esquina es buena,

una esquina del tiempo o del aire o de la vida.

En el adiós complotan los trenes y pañuelos

y el desusado llanto…

Cualquier esquina es buena

para romper el hilo, para clavar la ausencia.

Te estrecharé la mano

sin pañuelos ni llanto y sin rumor de trenes,

solamente tu cara, tu sonrisa y el sol.

Ya luego vendrá el tiempo con la angustia del llanto

y los ojos crispados en recuerdos viajeros;

pero ahora, tranquilos,

cualquier esquina es buena para decirse adiós. W

(1939)

Esquina del adiósR A F A E L B E R N A L

Page 4: La Gaceta núms. 533-534 del FCE. Mayo-Junio de 2015

4 M AY O - J U N I O D E 2 0 1 5

Ilust

raci

ón: ©

R

ICA

RD

O P

EL

ÁE

Z G

OY

CO

CH

EA

R

Page 5: La Gaceta núms. 533-534 del FCE. Mayo-Junio de 2015

M AY O - J U N I O D E 2 0 1 5 5

DOSSIER

RAFAEL BERNALComplotY OTRAS TRAMAS

Bernal fue un aventajado autodidacta, dueño de talentos diversos, dispuesto siempre a recorrer este mundo y a inventar otros. Su trashumancia lo hizo recorrer su patria, su continente y el lejanísimo oriente, enamorado de la vida que se desarrolla en torno al mar.

Acompañémoslo en su caminar por países y géneros, en algunas de sus aventuras dramáticas y narrativas,

verdaderos ejercicios de análisis antropológico. Y veamos qué tan bien funciona en monitos

su magistral retrato de la corrupción y la violencia en el México

de mediados del siglo XX

Page 6: La Gaceta núms. 533-534 del FCE. Mayo-Junio de 2015

6 M AY O - J U N I O D E 2 0 1 5

RAFAEL BERNAL: COMPLOT Y OTRAS TRAMAS

Rafael Bernal a cien años

de su natalicioA L F O N S O D E M A R I A Y C A M P O S

ARTÍCULO

Foto

graf

ía:

AR

CH

IVO

DE

LA

FA

MIL

IA B

ER

NA

L

Page 7: La Gaceta núms. 533-534 del FCE. Mayo-Junio de 2015

M AY O - J U N I O D E 2 0 1 5 7

RAFAEL BERNAL: COMPLOT Y OTRAS TRAMAS

Para Idalia Villarreal y para todos los hermanos, hijos y sobrinos de Rafael Bernal. En particular,

Rafael Bernal Arce y Carlos Bernal Verea

LA FAMILIARafael Bernal y García Pimentel nació en la Ciudad de México el 28 de junio de 1915. En ese año la famosa ge-neración de los Siete Sabios iniciaba su ascenso en la vida nacional. Fueron sus padres don Rafael Bernal Bernal y doña Rafaela García Pimentel y Elguero. Por el lado materno, sus antepasados —tanto los García Pimentel como los Elguero— habían sido todos ricos propietarios y muy destacados hombres de letras del siglo xix mexicano.

Joaquín García Icazbalceta (1825-1894), bisabuelo de nuestro Rafael Bernal, sumó a sus miles de hectá-reas en el campo varias decenas de libros salidos de su pluma. Investigador, historiador de México y lo mexi-cano, García Icazbalceta heredó a su hijo Luis García Pimentel (1855-1930) ambas riquezas, que éste supo incrementar al convertir en empresas azucareras las haciendas de Tenango y Santa Ana en Morelos, así como al publicar materiales inéditos de su padre y otros que fueron resultado de sus propias investiga-ciones. Casó Luis García Pimentel con Susana Elguero y Pérez Palacios; entre sus hijos se contaría a Rafaela García Pimentel y Elguero, futura madre de Rafael.

La otra rama materna, los Elguero, constituía una vertiente igualmente culta, rica y católica. Basta re-cordar al ilustre abogado y ministro de Comonfort, don José Hilario Elguero (1815-1867), quien se unió en matrimonio a doña Rafaela Pérez Palacios y cuya des-cendencia incluyó a la mencionada abuela de Rafael Bernal, Susana.

Por lo que se refiere a las haciendas del abuelo ma-terno en Morelos —Tenango, Santa Clara y San Igna-cio—, concentraban más de 68 mil hectáreas dedica-das al cultivo de la caña de azúcar, incluidas obras de riego y la parte fabril que antes de la Revolución era la más importante del estado de Morelos, entonces el cuarto productor mundial de azúcar. Pero además esta región alojaba una sugestiva veta literaria. En efecto, según nos relata John Womack, biógrafo de Zapata y quien glosó también las memorias y corres-pondencia inéditas de Luis hijo —tío de Rafael—, la vida rural antes y después de la Revolución, entre 1906 y 1920, es un material rico y novelable. Basta leer algu-no de los pasajes memoriosos del tío Luis dirigido a sus hermanos Joaquín, Lola y Rafaela, esta última madre del escritor y diplomático, para comprobar que aparecerían de nuevo, treinta años después, en las fuertes y realistas novelas rurales de Rafael Bernal.

AUTOEXILIO EN LA SELVAPoco después de la muerte de su abuelo materno, Luis García Pimentel, en 1930, al término de la guerra cris-tera en México, el quinceañero Rafael Bernal salió a Montreal para estudiar su bachillerato en filosofía y letras en el Loyola College de los jesuitas. Fue ahí donde aprendió y perfeccionó los idiomas inglés y francés que habrían de sustentar su carrera diplomá-tica. Después regresó a México para concluir sus estu-dios preparatorios en los colegios Francés de San Bor-ja y en el Instituto de Ciencias y Letras, ambos de la ciudad capital.

En 1933, con sólo 18 años de edad, Rafael Bernal decidió probar fortuna en Chiapas con el famoso “oro verde”: el cultivo del plátano. Si bien el resultado fue un rotundo fracaso en lo económico, que él, con su in-geniosa ironía, recordaría después: “¡qué oro verde ni que nada, puro loro verde fue lo que encontré!”; en lo intelectual y lo humano mucho fue lo que aprovechó con este autoexilio en la selva chiapaneca. Al rico pa-trimonio de imágenes bucólicas de Tenango y La Ga-via, ese campo del México del Altiplano, vino a sumar la exuberancia y crueldad de la costa, la sierra y la sel-va chiapanecas. Éstas le dieron un material riquísimo que supo explotar durante muchos años en cuentos, novelas y obras de teatro. Su estancia en el sureste mexicano se prolongó tres años, hasta 1936.

Fue ésta, sin duda, una oportunidad para perderse en la selva, alejarse de la “civilización” y encontrarse consigo mismo y con Dios. Beber, fumar y abrir los sentidos para conocer el mundo brutal de la selva y sus horrores. Hasta Chiapas, cuenta la tradición fa-miliar, fue su queridísima hermana mayor Lola Ber-nal de Yturbe para arrancarlo del influjo destructor de la selva que amenazaba con enloquecerlo. Recrea-ría esta experiencia el protagonista de su futura nove-la de ciencia ficción —Su nombre era muerte (1947)—, un misántropo alcohólico refugiado en un caríbal la-candón que sólo saldrá parcialmente de su sopor etíli-co y su marasmo intelectual y religioso al decodificar el zumbido de los mosquitos, su lenguaje, y comuni-carse con ellos para planear el sometimiento de la te-rrible raza humana que lo ha condenado al ostracis-mo. Sólo el amor por una antropóloga y el encuentro final con Dios evitarán que se cumpla ese malévolo plan, así se traduzca esto en un fracaso personal.

EUROPA Y UNA DENUNCIA LITERARIA DE LA BARBARIE EN LA CIUDAD, EL CAMPO Y LA SELVAArrancado de los horrores de la selva, que, como él bien sabía, todo lo destruye, Rafael Bernal regresó a la Ciudad de México y coqueteó con la idea de estudiar alguna carrera universitaria, como Derecho o Filoso-fía y Letras, y siguió algunos cursos pero decidió en-tonces ir a probar fortuna a Europa. Más tarde, en su edad madura como diplomático, lamentó no contar con una carrera universitaria, “con los papeles al me-nos”, que le permitiera convertirse en académico, pro-fesor e investigador. Hacia fines de la década de los años treinta, colaboró como guionista en dos pelícu-las de la naciente industria del cine mexicano. Con lo ahorrado, partió a Europa a estudiar, escribir y abrir-se nuevos horizontes.

Llegó pues a París, donde estudió cinematogra-fía, lo que le serviría para elaborar luego sus guio-nes dramáticos y de radio y televisión. También trabajó en el periodismo y enviaba regularmente crónicas y artículos para periódicos de México como Excélsior y Novedades. La segunda Guerra Mundial había comenzado y poco antes, en una visita a Ber-lín, según relata su familia, fue testigo de Hitler frente a las masas del pujante nacionalsocialismo. Todo esto habría de dejar una viva impresión en el joven veinteañero. También conoció Nueva York y más tarde la costa oeste: Hollywood, “la Meca del cine”, donde también probó fortuna como guionista y se acercó a actores como Dolores del Río y Jorge Negrete.

En 1941 publicó su primera obra literaria formal bajo el título de Federico Reyes el cristero, en la serie Prosas Breves de la editorial Canek, que fundó con José Muñoz Cota. Se trata de un elaborado pero eficaz poema narrativo, una especie de corrido, lleno de ima-ginería popular y religiosa que canta el drama de los cristeros y en donde el protagonista es un hombre “rá-pido en el combate y lento en el consejo”.

Dos años más tarde, en 1943, ya de regreso en Mé-xico, Bernal pasa de la denuncia cristera al gripo anti-capitalista. El tema no puede ser más cosmopolita: la ciudad de Nueva York; pero el tono es crítico y desga-rrado, lo que, a pesar de sus orígenes sociales, lo aleja de la generación literaria que lo antecede, la de los lla-mados Contemporáneos. Así, bajo el exótico sello de ediciones Quetzal —probablemente de su propia crea-ción también—, Improperio a Nueva York y otros poe-mas retrata esa nueva jungla, la de asfalto, la urbe ca-pitalista denigradora del hombre, racista y destructi-va. El subtítulo que Bernal dio a su obra fue el de Poema en tres barbaries y dos intermedios civilizados. Esta crítica al capitalismo racista, a la explotación del hombre por el hombre, lo mismo evoca el “edén sub-vertido” de los indios aborígenes y sus canoas y vena-dos, que lamenta la suerte del europeo y el negro.

A mediados de la década de 1940, Rafael Bernal se casó con Pilar Arce. Con ella procreó a sus tres prime-ros hijos: Rafael, Francisco y Pilar Bernal Arce. La ra-

dio, la publicidad y la televisión, con sus nuevos tele-teatros, fueron entonces su fuente de trabajo. Tam-bién se integró a la docencia, en la Escuela Nacional Preparatoria de la unam.

Cierra este primer ciclo de publicaciones una nove-la corta. Se trata de la original Memorias de Santiago Oxtotilpan, publicada por editorial Polis en 1945, acompañada con unas xilografías de Abelardo Ávila. Es una novela antiagrarista, en la que el pueblo, como protagonista, cuenta su historia colectiva en primera persona del singular.

Apenas un año después, en 1946, Rafael Bernal publica en editorial Jus, que lo acompañará casi siempre mientras vivió, seis cuentos breves de la sel-va bajo el título sugerente y eficaz de Trópico. La portada del libro fue bellamente ilustrada con un la-garto o caimán, del pincel del célebre muralista y pintor Fernando Leal. Los seis relatos poseen reso-nancias trágicas. “La media hora de Sebastián Cons-tantino” aborda el escaso valor de la vida humana y el carácter pendenciero del hombre del trópico; “El compadre Santiago” es la historia de un chino que, en vez de enterrar a su compadre muerto por la mor-dida de un lagarto, lo usa como carnada de los mis-mos caimanes para cobrar sus pieles; “Lupe” cuenta la vida de esclavo de un negro grandote que paga con servicios personales su excarcelación en los sucios esteros de Chiapas; “El secretario José López” es un funcionario que a su pesar persigue a un tal Filadel-fo Suárez, quien ha huido en lancha entre los man-glares después de vengar con el asesinato la viola-ción de su mujer por un cacique; “Tata Cheto” tiene como escenario San Andrés Chamula, donde el regi-dor y todo el pueblo deben arruinarse no sólo para festejar al santo patrón sino por tener que aportar sus ahorros por supuestas órdenes de su santidad que exigen la fabricación y bendición de un badajo de oro puro para la campana de la iglesia, y “Niña Li-cha”, una tierna historia de amor y prostitución.

LA NOVELA POLICIACABernal cultivó con éxito el género policiaco, al cual regresaría casi al final de su vida para conquistar el mundo literario mexicano con El complot mongol (1969), tres años antes de su muerte. Empero, de más de 20 años antes datan dos libros publicados en 1946, ambos por editorial Jus: Tres novelas policia-cas y Un muerto en la tumba. El primero luce una portada sencilla, ilustrada nuevamente por Fernan-do Leal, con las armas asesinas involucradas en los tres cuentos, más que novelas: un frasco de arsénico, una hipodérmica y una pistola.

Abre el tomito El extraño caso de Aloysus Hands, en el mejor estilo inglés del asesino inteligente que dis-fruta confundiendo a todos, incluido el detective, a quien aconseja y guía hasta confesarle cómo, él mis-mo, ejecutó el crimen obligado por temor de quedar en el anonimato. El segundo relato, mucho más breve y en un estilo casi pedagógico propio de Agatha Christie, es De muerte natural: una rica dama muere víctima de uno de sus herederos, quien utiliza una jeringa para inyectarle aire mientras ella convalece en el hospital; por ingenuo y sencillo que sea este argumento, lo im-portante es que introduce por primera vez a Teódulo Batanes, personaje clásico, del detective casi involun-tario, pero dotado de un sorprendente sentido común: como el de los personajes de Arthur Conan Doyle. La tercera historia, El heroico don Serafín, que desarrolla una intriga académica para asesinar a un mediocre rector universitario y culpar injustamente a un estu-diante inquieto. De nuevo, la estructura es sencilla, y tiene como principal virtud ser entretenida y de final inesperado. Sin duda, Rafael Bernal logra —con Usigli y otros autores de su tiempo— una adaptación pio-nera al ambiente mexicano de la novela policiaca clásica. También fue Bernal el primer autor de lengua castellana que publicó un cuento en Seleccio-nes Policiacas y de Misterio: “La muerte poética” y des-pués “La muerte madrugadora”, ambas protagoniza-das por don Teódulo Batanes (1947).

La vida del autor cuyo centenario celebramos en junio estuvo marcada por su origen familiar y su vocación trashumante. De origen acomodado, Rafael se fue construyendo a sí mismo imponiéndose retos —personales, literarios, incluso políticos— que lo conducirían por una sinuosa y muy rica trayectoria vital. Arrancamos este homenaje a su obra con una sucinta

biografía preparada por quien también prologó para el Fondo El Gran Océano

7

Ilust

raci

ones

: © R

ICA

RD

O P

EL

ÁE

Z G

OY

CO

CH

EA

Page 8: La Gaceta núms. 533-534 del FCE. Mayo-Junio de 2015

8 M AY O - J U N I O D E 2 0 1 5

RAFAEL BERNAL: COMPLOT Y OTRAS TRAMAS

RAFAEL BERNAL A CIEN AÑOS DE SU NATALICIO

La escritura de este volumen de cuentos o novelas policiacas es una suerte de divertimento que afina la publicación de una novela de mayor aliento, también con Teódulo Batanes —anagrama de Leopoldo Batres, el arqueólogo porfirista— como protagonista. En Un muerto en la tumba, Bernal se propone recrear el am-biente de exploración arqueológica en que vivía su her-mano mayor, Ignacio Bernal y García Pimentel, al lado del maestro Alfonso Caso en Monte Albán.

Ironía, ingenio, humor, crítica de la política y los po-líticos ramplones surgidos de la Revolución, se mez-clan con los esplendores arqueológicos y coloniales de la ciudad de Oaxaca, mundo entrañable para Ignacio Bernal y su familia —uno de sus perros criollos se lla-maba Dainzu, sitio arqueológico descubierto por él—. La ironía que preside el relato se soslaya en la descrip-ción de actitudes del político local: “pero el señor Go-bernador, sabiendo que siempre es útil en política el fingir interés por la cultura, quería estar presente; y todo buen político sabe que siempre hay que estar don-de está el gobernador”.

Estos dos volúmenes han sido reeditados por el fce en uno solo con motivo del centenario del natalicio de Rafael Bernal.

ACTIVISTA Y NARRADOR SINARQUISTAPoco antes de llegar a los treinta y cinco años de edad, hacia el final de la década de los cuarenta, Ra-fael Bernal se entregó de manera casi total al activis-mo político y a la causa del sinarquismo que defendía el partido Fuerza Popular. El dato es relevante por-que, como se sabe, el sinarquismo se formó con el campesinado católico del centro y norte del país, y sus líderes fueron todos ellos profesionistas de clase media, sin descontar a intelectuales que, sin ser miembros del movimiento, simpatizaron con él, como José Vasconcelos o el fundador del Partido Ac-ción Nacional, Manuel Gómez Morin. Rafael Bernal fue una excepción y para cuando llegó el sexto jefe nacional, Luis Martínez Narezo, Bernal ocupó la cartera de secretario de finanzas.

Convertido ya en un escritor y orador destacado, a Bernal se le recuerda también por los hechos registra-dos en pleno alemanismo, cuando el gobierno llevó a cabo la agresiva campaña contra la aftosa mediante la aplicación del “rifle sanitario”, que consistía en matar a los animales de pezuña que estuvieran enfermos o pu-dieran ser contagiados. A la sombra de esta estrategia, sostenían no sin razón los sinarquistas, “germinaron muchos vivales que por artes de birlibirloque ‘mata-ban’ dos o más veces un mismo animal ‘enfermo’ y así cobrar dos veces o más el precio asignado”. De esa ma-nera, a la pérdida del ganado —la única “esperanza del campesinado” que queda cuando la cosecha falta— se sumó la corrupción de los caciques y políticos, que vino a agravar y hacer más insultante la situación.

Tal es precisamente el tema de la novela realista de Bernal El fin de la esperanza. Se trata de un auténtico compendio de los ultrajes de la Revolución, la guerra contra los cristeros, el agrarismo cardenista y la co-rrupción del campo en la época alemanista, acentuada por la campaña contra la aftosa y el uso del “rifle sani-tario”. Todo es promovido, según el autor, por el dinero y la actitud afrentosa de Washington. Hoy inconsegui-ble, esta novela magistral no corrió mejor suerte en su momento. Publicada en 1948, en el mismo año en que

Bernal cayó varias veces en la cárcel por su activismo político, “la novela El fin de la esperanza tuvo una suer-te un poco extraña. Fue impresa en Editorial Estilo [sic], pero esta empresa no quiso publicarla, por pare-cerle muy fuerte políticamente, así que salió bajo el nombre de Editorial Calpulli (que no existe) y fue dis-tribuida por Porrúa Hermanos”.

El final de la novela resulta dantesco. En el pueblo de Galeras, que no es un nombre casual, el ganado es lanzado a una zanja que han tenido que cavar los pro-pios campesinos, para después encargarse de rematar puercos, borregos, vacas y bueyes en medio de los ge-midos lastimeros de los animales y el sollozar de sus dueños. Sobre esto hay que contar el escenario de la cantina, convertida en lupanar y ruleta de juego, par-que los campesinos gastaran el pago del gobierno y ahogaran sus penas, mientras los caciques y políticos cobraban las ganancias y registraban dos o tres veces la muerte de un ejemplar para cobrar el precio tasado por un supervisor gringo. Otro aspecto interesante es que la novela alude ya al éxodo de los campesinos mexi-canos que se van enganchados al norte, a Estados Uni-dos, huyendo del desastre rural mexicano de esos años.

Todos los personajes campesinos de la novela —si-narquistas o no— sufren la usurpación de sus tierras por el cacique, la violación o el engaño de sus hijas; ex-plotados, inconscientes por el alcohol, dejan en el aban-dono y la miseria a sus mayores. Se trata de un drama rural de proporciones inmensas narrado sin concesio-nes, como sólo Azuela, Yáñez o Magdaleno lo habían hecho hasta entonces (1948).

En 1952, bajo la dirección de P. Galván, el legendario Teatro Caballito fue inaugurado con una obra de Ber-nal: El ídolo. La propietaria del teatro, la primera actriz Marilú Elízaga, lo había remodelado y cambiado su nombre porque se encontraba en la calle de Rosales frente a la efigie ecuestre de Carlos IV. El empresario era el propio Rafael Bernal, quien junto con su herma-no Joaquín pasaba por una especie de fiebre teatral, pues ambos planeaban abrir otro teatro, éste total-mente de su propiedad y en donde Novo dirigiría El re-torno del hijo pródigo, de Gide.

Para 1954 encontramos a Rafael Bernal traduciendo prácticamente sobre las rodillas obras de éxito al ali-món con algunos colegas y estrenando otra obra de su autoría, La paz contigo o El martirio del Padre Pro en el Teatro Fábregas. Esta pieza había sido leída por Novo y se pensaba para inaugurar un nuevo teatro en la calle de Sullivan. Al estreno asistió nada menos que la legen-daria Madre Conchita, quien, se asegura, no dejó de llorar durante toda la obra.

Su trabajo en la publicidad con Augusto Elías lo unió más a la televisión, para la que cubrió la carre-ra panamericana en 1952 y después hizo programas para el consorcio de Telesistema Mexicano, ya fu-sionados los canales 2, 4 y 5 bajo el control de don Emilio Azcárraga.

Volviendo al teatro. Hay que recordar que el Caballi-to se convirtió en un espacio creativo para los universi-tarios y el decisivo movimiento Poesía en Voz Alta, que tantos talentos congregó (Octavio Paz, Juan Soriano, Juan José Arreola, León Felipe, Juan José Gurrola, María Luisa Elío, Leonora Carrington, Diego de Mesa, Héctor Mendoza y muchos otros). Hacia 1955, Marilú Elízaga rentaba su teatro los martes a bajo precio, “a los chicos de la universidad”, y también rellenaba espacios

entre las puestas en escena con los Diálogos de Salva-dor Novo que ella misma actuaba.

Cierra este ciclo de la dramaturgia de Rafael Bernal la adaptación, en 1956, de un cuento de Somerset Maugham para teatro que se llamó Nancy Brown, puesta en escena en El Caballito. De la obra dirigida por Juacho Bernal, Novo destacó “el agudo sentido del humor de Marilú Elízaga y la capacidad innata de pro-yectarlo con un tamiz sin el cual el mejor chiste nau-fraga y se diluye en una tontería frustrada […] [La adap-tación de Bernal] abunda en breves chistes, en frases a la Wilde o a la Coward”. También por entonces tradujo, bautizó y montó otro éxito teatral: Con M. de muerte, y había escrito varias radionovelas como Senderos de an-gustia, Juan Diego el indio predestinado, Sangre en la tierra y La mina.

En el caso de la radio, el ciclo lo cierra la serie Cari-bal. El infierno verde, quizá la más notable, sobre el dra-ma chiclero en Quintana Roo y que publicó La Prensa en 1956, en dieciséis entregas, sin más ilustraciones que las lujuriosas portadas de ese culebrón de amor en la selva. Se anunciaba como la “novela de las 7” ya que se transmitía de lunes a viernes a las siete de la noche por xew y xeww, y después aparecía impresa en un fascículo semanal. En carta a la profesora Fletcher, Bernal afirmaba que Caribal no era propiamente una novela, sino una serie radiofónica (soap opera), que ya impresa era una serie de “cuadernitos lamentables en todo concepto. Cosas del hambre”. Para Vicente Fran-cisco Torres, en cambio, es una obra bien desarrollada, inspirada en los clásicos latinoamericanos como Doña Bárbara, Huasipungo y La vorágine.

Luego de separarse de su primera mujer, Rafael Ber-nal casó con la locutora, guionista y asistente de me-dios, en radio y televisión, Idalia Villarreal. Con ella inició una nueva etapa de su vida en Venezuela desde fines de 1956, en tiempos del dictador Marcos Pérez Ji-ménez, quien gobernó de 1952 a 1958, y donde Bernal fue contratado como gerente de producción del canal 4 de Televisa Venezuela, que, por cierto, era una empresa estatal y no tenía nada que ver con la estación mexica-na. De guionista y narrador, los cuatro años de estancia en Venezuela le permitieron volver al trópico y la selva, ahora en el Orinoco.

En Venezuela, Rafael Bernal adaptó las novelas de Rómulo Gallegos Victoria, Doña Bárbara, Cantacla-ro, así como El camino del dorado original de Arturo Uslar Pietri, como series de televisión. Auxiliado profesionalmente por su esposa Idalia, regresó a la radio ante los problemas económicos que enfrentó la empresa televisora luego de la caída del presidente Pérez Jiménez, quien había apo-yado permanentemente a Bernal. Por entonces impartía clases en la Universidad Central de Caracas e hizo amistad con miembros del exilio español, como Benjamín Merchant. El golpe militar alcanzó proporciones violentas en las calles de Caracas durante 1959. El refugio del matrimonio Bernal fue Radio Valencia, en la ciudad provincial venezolana del mismo nom-bre, donde conoció y se mezcló con un intere-sante grupo intelectual, ya que también había sido profesor de la Universidad de Carabobo, en Valencia. Años más tarde, en 1963, ya como di-plomático en Filipinas, Bernal publicaría en la colección Letras Mexicanas del Fondo de Cul-

Foto

graf

ía: A

RC

HIV

O D

E L

A F

AM

ILIA

BE

RN

AL

D E 2 0 1 5

a

a

a

a

Page 9: La Gaceta núms. 533-534 del FCE. Mayo-Junio de 2015

M AY O - J U N I O D E 2 0 1 5 9

RAFAEL BERNAL: COMPLOT Y OTRAS TRAMAS

tura Económica Tierra de gracia, novela sobre la sel-va y la dictadura venezolanas.

En una carta personal, Bernal relata cómo, hacia 1960, decidió cambiar de profesión e ingresar en la di-plomacia. Fue el caso de que en Caracas pudo tratar personalmente al secretario de Relaciones Exteriores, don Manuel Tello padre, por la visita del presidente Adolfo López Mateos a Venezuela, en enero de 1960, siendo ya presidente don Rómulo Betancourt. Don Manuel, que conocía sus aptitudes literarias y su tra-yectoria familiar, lo convenció, y a fines de ese año Ber-nal se incorporó al Servicio Exterior Mexicano.

HONDURAS. LA DIPLOMACIA DE LA EDUCACIÓN Y EL INGENIO“Enganchado” en la diplomacia por el propio secreta-rio de Relaciones Exteriores, Bernal coincidió nueva-mente en el trabajo de esos años con su querido her-mano Joaquín, varias veces director de protocolo y embajador en Etiopía, Senegal, Suiza, cónsul en Nue-va York y embajador en República Dominicana, país donde murió en la última década del siglo xx. La tra-yectoria diplomática de Rafael habría de ser más corta y menos impresionante que la de Joaquín, pero inten-sa y creativa en lo intelectual y literario.

Ingresó el 1º de noviembre de 1960 como segundo secretario y no se ostentaba con estudios profesiona-les. Su expediente enlista una extensa obra literaria y otra periodística en Excélsior, Novedades y La Prensa. En cuanto a su colaboración en revistas, menciona Hoy, Lecturas y la de tipo literario América. Toda esta bibliografía justificaba lo que el documento llama “in-clinación cultural”, que contaba también con el mane-jo de los idiomas inglés y francés. Su expediente esta-blece con toda claridad que ingresó al servicio sin exá-menes, por artículo especial, obteniendo más tarde la necesaria regularización, mediante riguroso examen —en éste obtuvo las más altas calificaciones, confor-me a su cultura e inteligencia—. Incluye, finalmente, como dependientes económicos a su esposa Idalia y a su hija del mismo nombre para “efectos de traslado”.

Menos de dos meses después se ordena su traslado a Tegucigalpa, Honduras, a donde llegó el 21 de di-ciembre de 1960. Sólo seis meses residirá en el país centroamericano, pero nada menos que como encar-gado de negocios ante la intempestiva salida del em-bajador César Garizurieta, mejor conocido como El Tlacuache Garizurieta por sus célebres y atrevidas frases, como aquella de “Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error” (horror). El hombre de Tuxpan, abogado laboral y exoficial mayor de Agricultura, ha-bía tenido que salir del país por problemas de protoco-lo en la fiesta de cumpleaños del muy popular y apre-ciado presidente de Honduras, don Ramón Villeda Morales, alias El Pajarito.

El 29 de junio se ordena el retorno de Bernal a Mé-xico por haber llegado ya el nuevo embajador mexica-no ante el gobierno de Honduras, Reyes Ruiz, al que llamaban de cariño el señor Bonjour Tristesse. En Te-gucigalpa empero, su trabajo fue paciente y sensible, pues debía reconstruir la confianza con el presidente y su gabinete después del incidente protocolario. Su éxito no pudo ser mayor dadas su inteligencia, educa-ción y chispa personales. También le fue de utilidad haber conocido en México, como estudiante universi-tario, al entonces secretario de Trabajo del gabinete hondureño, quien le sirvió de intermediario.

FILIPINAS, EL APOGEO DE LA DIPLOMACIA EXTRAORDINARIA A TRAVÉS DE LA CULTURADesde fines de 1961 se encuentra Rafael Bernal en Ma-nila. La embajada está encabezada por un embajador

de carrera con experiencia, Muñoz Zapata, y du-rante los cuatro años que permanece ahí Bernal es ascendido a primer secretario. Era presidente de Filipinas el muy ilustrado Diosdado Macapagal, y el hecho de que Bernal fuera un hombre de cultura y de letras le permitió una especie de diplomacia extraordinaria de notables resultados. En efecto, aprovechando la visita del presidente Adolfo Ló-pez Mateos, el “presidente viajero”, y el aniversario de los cuatrocientos años del descubrimiento de las islas por los novohispanos que partieron de Mé-xico, se creó una “corriente intelectual transpací-fica” de gran utilidad.

De inmediato Bernal estableció contactos aca-démicos con la Universidad Dominica de Santo Tomás, hija de la Real y Pontificia Universidad de México, y con los círculos de tradición hispánica. Invitó a Filipinas a intelectuales mexicanos como

Jaime Torres Bodet, Miguel León-Portilla, Ignacio Chávez, Luis Villoro y Lothar Knauth, entre otros, y las publicaciones sobre la Nao de China, o de Acapulco, o el también llamado Galeón de Manila, no se hicieron esperar. Durante su breve visita, el propio presidente López Mateos donó a la Biblioteca Rizal una selección de ediciones finas reunida por el historiador Arturo Arnáiz y Freg.

Posteriormente, Bernal escribió su largo ensayo México en Filipinas. Estudio de una transculturación, publicado por el Instituto de Investigaciones Históri-cas de la unam, con prólogo de Miguel León Portilla, en 1965, poco antes de que Bernal dejara las islas. Obra sin parangón hasta la fecha, en ella sobresale el influjo mexicano sobre las Filipinas del siglo xvi, especial-mente a través de la lingüística y lo popular. Celebra no sólo a los grandes navegantes, militares y religiosos novohispanos, sino a los llamados guachinangos, mes-tizos mexicanos de las clases bajas —marineros y sol-dados, entre otros— que llevaron y trajeron a través del Pacífico sus costumbres: comida, vestido, etcétera. Bajo el signo del Año de la Amistad México y Filipinas 1564-1964, en sólo cuatro años Rafael Bernal dejó una huella indeleble en la historia de ambos países. Sus ser-vicios fueron tan provechosos que, poco antes de la vi-sita del presidente López Mateos a los países asiáticos, fue trasladado a Japón, entre el 25 de junio y el 1 de sep-tiembre de 1962, para apoyar el relevo del embajador saliente, Jorge Castro Valle, por el que sería designado con motivo de la visita presidencial. Sus servicios dis-cretos y exactos oficios fueron entonces reconocidos por su profundo conocimiento de la cultura y la histo-ria de los pueblos de Asia y su relación con México.

Fue también en Filipinas donde Bernal escribió y publicó, esta vez en inglés, la lengua franca entre el es-pañol en desuso y el tagalo local, su prólogo para Histo-ria de Filipinas durante el siglo XVI y una sección de la historia de Los chinos en Filipinas. Empezó en esos años también la investigación que sustentaba su libro mayor, El Gran Océano, publicado muchos años des-pués de su muerte, en 1992, por el Banco de México. Au-téntica biografía del mar Pacífico, protagonista seme-jante, toda proporción guardada, al que Fernand Brau-del perfiló en El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II. De la obra de Bernal comentó el escritor y crítico José Luis Martínez, su compañero di-plomático en Grecia: “Pero antes que limitarse a reunir las experiencias de los grandes viajeros, Bernal se pro-puso estudiar el pensamiento, siempre cambiante, de los hombres que llevaron a cabo esas empresas, según las diferentes maneras de pensar de los pueblos expan-sionistas, que modificaron las formas de contacto con los pueblos receptores de la expansión”.

La gira de López Mateos fue un éxito en lo diplomá-tico; su propósito más ambicioso era la búsqueda de una defensa conjunta de los precios de las materias primas producidas “por los países en desarrollo”, y abrir nuevos mercados especialmente para los manu-factureros mexicanos, y las fuentes de diversificación de la inversión extranjera. El recorrido que tuvo lugar en el otoño de 1962 incluyó la India, Filipinas, Indone-sia y Japón, llevó también un mensaje de paz y la pro-puesta de una política para el control del armamentis-mo y los ensayos nucleares.

Durante sus años en Filipinas Bernal pudo escri-bir, además de la mencionada Tierra de gracia publi-cada en 1963, sobre Venezuela y el Orinoco, otra serie de relatos que no vería la luz sino hasta 1967, cuando el autor se encontraba en su siguiente adscripción diplo-mática, el Perú. Lleva por título En diferentes mundos y fue también publicada, gracias a Agustín Yáñez, en la prestigiada colección Letras Mexicanas del Fondo de Cultura Económica. De fina factura, entremezcla los asuntos de su preocupación perenne, el campo mexicano, con los cuadros y estampas asiáticas. In-cluye este volumen “El tío Merced”, nueva incursión en el devastado campo mexicano y el amor por la tie-rra; “El alacrán”, que con ironía cuenta la historia de un pícaro que se hace pasar por el célebre bandido mexicano de ese nombre y paga las consecuencias; “Los hombres de San Mateo”, que prosigue la saga si-narquista; “El ciclista tuerto”, triste historia de un pa-dre divorciado que pierde la custodia de su hija en Ma-nila; “El mexicano”, que también se ambienta en la capital de Filipinas y que tiene como protagonista a un ex combatiente del Escuadrón 201 de México; “Nueva York”, iniciación sexual y amorosa de un joven mexicano de clase alta en la urbe norteamericana; “La declaración”, que desarrolla en Tokio la trama de un crimen por celos después de la segunda Guerra Mundial, y “Hong Kong”, trágica historia del odio ra-

M AY O -

y

RAFAEL BERNAL A CIEN AÑOS DE SU NATALICIO

cial que enfrenta a negros, amarillos y blancos, en me-dio de un tifón del Pacífico en las calles de Kowloon. Por cierto que hasta esta última ciudad llevó Bernal la representación de la Universidad de Santo Tomás al Congreso de Historia de Hong Kong.

El 10 de noviembre de 1965, Rafael Bernal, que para entonces ya había reunido con él y su esposa a los tres hijos de su primer matrimonio, luego de la muerte de la madre de éstos, Pilar Arce, en Guadalajara, recibe su traslado a la embajada de Lima. Volvía de este modo a América, por el Pacífico, por la ruta del tornaviaje que tanto intrigó y complicó los afanes de los navegantes del siglo xvi, desde Magallanes y Elcano hasta Urda-neta y Legazpi.

El 27 de diciembre de 1965, con cincuenta años cumplidos, Rafael Bernal es informado por la Secreta-ría de Relaciones Exteriores que tendrá la función de encargado de negocios ad interim en la embajada de México en Perú. En 1966 el presidente de ese país era Fernando Belaúnde Terry padre. Encabezaba la emba-jada mexicana don Daniel Escalante, hombre fino y católico que se entendió a la perfección con su primer secretario. Dada la premura de su traslado, el embaja-dor le concedió a Bernal vacaciones que éste aprove-chó para viajar por tierra a Argentina y Chile.

EL FINAL, BERNA, FRIBURGO Y EL IRREMEDIABLE TRASPALEO DE LOS MUERTOSEl 23 de mayo de 1969 Bernal recibió su traslado a Ber-na, Suiza. Consideraciones de tipo personal y de salud, que sabía deteriorada y detectado el mal desde una bre-ve visita a Texas para dar conferencias durante sus va-caciones de junio de 1968, ayudaron a dicho traslado por intermediación de don Alfonso de Rosenzweig, por entonces director general del Servicio Exterior. Tam-bién gracias a don Alfonso se defendió Bernal contra las “cejas alzadas” que se levantaron dentro de la Se-cretaría por la publicación de su novela El complot mongol.

Instalado ya en la capital suiza, fue condecorado por el gobierno del Perú, y con apoyo del embajador Fede-rico Mariscal buscó los contactos con el medio acadé-mico local, que en todas sus anteriores adscripciones le había resultado útil y placentero. En la Universidad de Friburgo encontró tanto la masa crítica de los temas que más le interesaban entonces —la expansión de Oc-cidente en Asia y América durante el siglo xvi— como el grupo de autoridades y estudiosos, sobre todo laicos y religiosos, que podrían ayudarlo en sus estudios.

Tras reconocer sus méritos de inteligencia, cultura y buena pluma, la Universidad de Friburgo le abrió las puertas, “aún sin papeles grises” como diría otro poeta, de suerte que poco antes de su muerte pudo doctorarse con todos los honores —summa cum laude— con una te-sis escrita en español, Mestizaje y criollismo en la litera-tura de la Nueva España del siglo XVI. Con ese mismo tí-tulo su familia logró, veinte años después, que el Banco de México nuevamente sufragara su edición, misma que ha sido reeditada por el fce.

Tras su fallecimiento en Berna el 17 de septiembre de 1972, y por disposición del propio Rafael Bernal, que odiaba lo que él llamaba con ironía “andar traspalian-do muertos”, sus restos fueron sepultados en esa ciu-dad, donde murió confortado por su vigorosa fe católi-ca. Paradójicamente, veinte años después (cosas de la vida que él conocía), sus restos tuvieron que ser crema-dos para ser “traspaliados” a México en donde ocupan una cripta en la Catedral Metropolitana. Sobreviven a Rafael Bernal García Pimentel su viuda Idalia Villa-rreal y sus hijos Rafael, Francisco y Pilar Bernal Arce, y su hija María Idalia Rafaela Bernal Villarreal.�W

Alfonso de Maria y Campos dirige el Instituto Matías Romero.

Ilust

raci

ones

: © R

ICA

RD

O P

EL

ÁE

Z G

OY

CO

CH

EA

Page 10: La Gaceta núms. 533-534 del FCE. Mayo-Junio de 2015

1 0 M AY O - J U N I O D E 2 0 1 5

Primeras Primeras obras de Bernal obras de Bernal

en el Fondoen el FondoV I C E N T E F R A N C I S C O T O R R E SV I C E N T E F R A N C I S C O T O R R E S

RESEÑA

Ilust

raci

ón: ©

RIC

AR

DO

PE

EZ

GO

YC

OC

HE

A

Page 11: La Gaceta núms. 533-534 del FCE. Mayo-Junio de 2015

M AY O - J U N I O D E 2 0 1 5 1 1

RAFAEL BERNAL: COMPLOT Y OTRAS TRAMAS

IRafael Bernal (1915-1972) publicó sus primeros libros, muy probablemente, de su propio peculio: Federico Re-yes el cristero (Polis, 1941), Improperio a Nueva York y otros poemas (Quetzal, 1943), Memorias de Santiago Oxtotilpan (Polis, 1945). Luego vinieron cuatro volú-menes en la editorial Jus y en 1948 reincidió en una edi-tora muy poco conocida (Calpulli) con El fin de la espe-ranza. No fue sino hasta 1963, con su duodécimo volu-men, que apareció, gracias a los buenos oficios de Agustín Yáñez,1 en el Fondo de Cultura Económica con Tierra de gracia, que replantea el añejo tópico inaugu-rado, en 1845, por Domingo Faustino Sarmiento con su aluvional Facundo. Civilización y barbarie.

Con el marco de las luchas civiles iniciadas en 1810, Sarmiento escribe la biografía de Juan Facundo Qui-roga, sanguinario caudillo hijo de la pampa, para mos-trar el atraso de la sociedad argentina y denunciar las tropelías de otro caudillo al que combatió, Juan Ma-nuel Rosas, quien encarnaba también la fuerza bruta y torrencial de la campaña que rodeaba las ciudades e impedía el progreso civilizatorio. “Las ciudades son is-lotes de civilización: la pampa las rodea como un mar de barbarie”, escribió Enrique Anderson Imbert.2

Para formular su hipótesis, Sarmiento partió del principio de que la geografía condiciona a los seres que la habitan: en las pampas están los gauchos que doman potros y matan reses. Sus más altos valores son la fuer-za y la valentía. Como no están organizados en una so-ciedad urbana, se reúnen en las pulperías a beber y a competir con los cuchillos. Detestan a los habitantes de las ciudades —muchos de ellos emigrantes euro-peos— porque tienen cultura libresca, buenos moda-les, visten frac y viven en una organización civilizada: “el mal que aqueja a la república argentina es la exten-sión —escribe Sarmiento—, enormes llanos en donde merodean los indios que asaltan a los troperos para ro-bar el ganado y asesinar a los vaqueros”.3 Una vez asen-tado que la tierra produce un tipo especial de hombre, pasa a escribir la biografía de Juan Facundo Quiroga. Sostiene que las pampas producen gauchos salvajes, nómadas que han sojuzgado las ciudades, mismas que representan el progreso y el desarrollo industrial.

Facundo, mixtura de todos los géneros, fue cuestio-nada hasta por sus más grandes admiradores, como Ezequiel Martínez Estrada, quien siempre ponía pa-sión y vasto saber en sus ensayos, tal como muestran los que dedicó a William Henry Hudson y a Horacio Quiroga, al Hermano Quiroga, como lo llamó en un cé-lebre libro. Escribió Martínez Estrada: “Sarmiento simplificó demasiado un problema y lo redujo a una antítesis: civilización (ciudad, Europa, educación) y barbarie (España, América, campo)… El problema quedó transfigurado más bien que simplificado. No había tal barbarie, sino formas renitentes a la civiliza-ción, tradiciones de religión, mando, pereza, inmora-lidad, codicia, crueldad, influyendo activamente en sentido contrario al esfuerzo por realizar una expe-riencia nueva de orden, justicia, trabajo y progreso. Pero tampoco había civilización, sino el intento de concluir con las fuerzas inertes del pasado, con la ten-dencia indígena, mestiza e inmigratoria que pugnaba por barbarizar para perdurar”.4

Facundo ha ejercido una fuerte influencia entre filó-sofos, sociólogos y hombres de letras. Sus ideas sobre la naturaleza devoradora del hombre, y la preeminencia de las ciudades sobre las tierras del interior, me parece, subyacen en la animadversión contra la narrativa telú-

1� Me dijo Idalia Villarreal, esposa del escritor: “Estábamos fuera de Mé-

xico y no era tan sencillo [conseguir editor], pero estaba don Agustín Yá-

ñez, que era admirador de Rafael Bernal y estaba al pendiente para ayu-

darlo. Él recomendó Tierra de gracia en el Fondo de Cultura Económica y

México en Filipinas en la Universidad Nacional Autónoma de México”.

Véase Vicente Francisco Torres, La otra literatura mexicana, México, uam

Azcapotzalco, 1994, p. 41.

2� Enrique Anderson Imbert, Genio y fi gura de Sarmiento, Buenos Aires,

Eudeba, 1967, p. 61.

3� Domingo Faustino Sarmiento, Facundo. Civilización y barbarie, Ma-

drid, Alianza Editorial, 1970 (Clásicos), p. 31.

4� Ezequiel Martínez Estrada, Sarmiento, Buenos Aires, Sudamericana,

1968 (Índice), p. 78.

rica que mantuvieron, entre otros, Luis Alberto Sán-chez en su hoy olvidado libro América, novela sin nove-listas (1933) y los narradores del boom. Veamos lo que escribió Mario Vargas Llosa: “Odio la palabra telúrico, blandida por muchos escritores y críticos de la época como máxima virtud literaria y obligación de todo es-critor peruano. Ser telúrico quería decir escribir una literatura con raíces en las entrañas de la tierra, en el paisaje natural y costumbrista y preferentemente an-dino, y denunciar el gamonalismo y feudalismo de la sierra, la selva o la costa, con truculentas historias de mistis (blancos) que estupraban campesinas, autori-dades borrachas que robaban y curas fanáticos y co-rrompidos que predicaban la resignación a los indios”.5

Pues bien, la lista de obras que abordaron el asunto civilización y barbarie, oponiendo la vida en las gran-des urbes a los días de las pampas, los andes, los llanos o la selva, es larga e incluye al mismo Vargas Llosa, a narradores muy sabios aunque poco conocidos, como el peruano Arturo D. Hernández con Sangama (1942) y, sobre todo, a Alejo Carpentier con su novela Los pa-sos perdidos (1953). Las afinidades entre esta novela del gran maestro cubano y Tierra de gracia son dos.

Los pasos perdidos hace un contrapunto entre los intelectuales de la gran ciudad y los “contemporáneos primitivos” de las selvas del Orinoco. “Tierra de gra-cia”, como sabemos, es el nombre que Cristóbal Colón, después de su tercer viaje, le dio a Venezuela, lugar en donde el genovés creyó ver el asiento del paraíso terre-nal. La novela de Rafael Bernal también guarda un contrapunto entre los intelectuales y adinerados de Caracas y la vida bronca de los habitantes de la selva (baqueanos y grupos indígenas); las acciones más dra-máticas de la novela tienen lugar también en el Orino-co y sus afluentes. Pero hasta aquí llegan las afinida-des porque, mientras Carpentier va en busca del ori-gen de la música entre el hombre primitivo, Bernal plantea en su novela el drama que lo perturbaba du-rante los tres años que pasó en Venezuela.

Para nadie es un secreto que Bernal era un cristia-no convencido,6 que permaneció en Caracas tratando de resolver el dilema del sacramento del matrimonio y su disolución, tema que lo desvelaba entonces y deto-naría las acciones de Tierra de gracia. La novela co-mienza con Antonio de León, un pintor de Caracas que ha ido a la selva a pintar indígenas y hacer un ca-lendario por encargo de una compañía petrolera. Lo atormenta un dilema: para ser cristiano, ¿basta con amar y tener caridad o debe someterse a los preceptos que los clérigos han acumulado para coartar la liber-tad de las personas? Sus disquisiciones parecen exce-sivas, pero cuando leemos que mantiene en Caracas un romance con una mujer casada y que sus creencias, sus familiares y los clérigos condenan esa relación, en-tendemos por qué tanta obstinación padecida en la selva para aclarar si el amor basta para legitimar una relación que no puede pasar por el matrimonio.

Este conflicto tiene como contexto la subversión que derribó a Marcos Pérez Giménez en Venezuela el 23 de enero de 1958, hecho que sirve a Bernal para decir que las revoluciones siempre son traicionadas, que nunca faltan canallas que las usurpan, que los más felones resultan abanderados de las conquistas y la gente que se jugó la vida queda desencantada y en la misma miseria.7 Si el conflicto personal que vi-vía le hizo plantear el drama del pintor Antonio de León,8 la insurrección contra Marcos Pérez Giménez pudo pintarla fielmente por la simple y sencilla razón de que la vivió. Estuvo trabajando en Caracas para Televisión Venezolana de 1956 a 1959; después entró

5� Mario Vargas Llosa, Diccionario del amante de América Latina, Barce-

lona, Paidós, 2006, p. 379.

6� Así lo demuestran sus libros Federico Reyes el cristero, Trópico (1946)

y su breve militancia sinarquista.

7� Esta visión antirrevolucionaria ya la había planteado Bernal, en Mé-

xico, desde El fi n de la esperanza.

8� “Fue educado dentro de la tradición católica. Se apartó de ella por convic-

ciones personales pero después volvió a la iglesia. Era un hombre religioso, tal

como se observa en gran parte de su obra, sobre todo en Tierra de gracia; aquí

Bernal puso muchas cosas autobiográfi cas”. Torres, op. cit., p. 40.

al Servicio Exterior Mexicano y salió hacia Teguci-galpa, Honduras.

Rafael Bernal siempre sintió una fascinación parti-cular por la selva. Estuvo en la manigua chiapaneca tres años y de ahí surgieron Trópico (1946), Su nombre era muerte (1947) y Caribal (1954-1955), pero siempre entregó una visión hostil de ese ámbito feraz: “la selva, secreta, como una muralla de muerte […] la selva impe-netrable, enemiga del hombre, nodriza de la hormiga. El sol empezaba a caer y el bosque se llenaba de mur-mullos sin nombre, de sugerencias pavorosas de ani-males que se arrastran”.9

IIRafael Bernal vivió muchos años fuera de México, aun-que sin desvincularse de la tradición literaria de nues-tro país y de Latinoamérica. En diferentes mundos (1967) confirma esta observación porque es un puñado de cuentos que tienen lugar en el Estado de México, Fi-lipinas, Nueva York, Japón y China.

“El tío Merced” es un cuento emblemático por la ca-lidad de su hechura, por la nostalgia que lo invade y por sus diálogos afortunados. Así platican una niña y su an-ciano abuelo:

“—Me da miedo cuando hablas de entierros —dijo.”—¿Por qué te da miedo? Cuando es uno viejo como

yo, la muerte no nos puede quitar más que lo poquito que nos ha ido dejando la vida. Y el maíz es mejor que el hombre, porque al hombre lo entierran para olvidarlo y al maíz para que nazca con alegría.”10

En “El tío Merced”, Bernal planteó un tema al que siempre volvía: la experiencia de los ancianos y el des-plazamiento que sufrieron cuando la tecnología avasa-lló los antiguos saberes. Y repite el señalamiento que hace en varios de sus libros: el desacuerdo con la revo-lución, no sólo porque despojó a su familia, sino porque rompió un orden, feudal si se quiere, pero un orden legí-timo porque la antigua hacienda se convirtió en ejido y la plaza de aquélla se hizo pueblo; el tractor suplantó la mano campesina, que sembraba con coa y trabajaba ri-tual y morosamente… A la Revolución mexicana Bernal siempre le vio una mancha moral, porque sus huestes cambiaban fácilmente de bandera, robaban, violaban y destruían, siempre en medio de grandes borracheras.

“Los hombres de San Mateo”, por su final descon-certante, pertenece a la familia de “La muerte tiene permiso”, de Edmundo Valdés. Los une además la pin-tura de ladinos lacayos y terratenientes que se apro-pian de lo que la revolución le dio a los indígenas.

“La declaración”, es otro cuento significativo porque vuelve a nuestro autor al enigma criminal que cultivó en sus comienzos de escritor, y que ahora recibe una so-lución moral: la asesina queda libre, toda vez que mató a un hombre que despreciaba la paz y la bondad.

El resto de los cuentos apuntan el interés por el oriente que siempre guardó Rafael Bernal y que cris-talizó en su más conocida novela, El complot mongol (1969), que, dicho sea de paso, no me parece la cum-bre de su vasta y diversa obra. Lo mejor de ésta, creo yo, es El Gran Océano, libro escrito bajo el influjo de Emil Ludwig y que encarna otra de las pasiones de nuestro autor, la del mar, aprendida en Emilio Salga-ri, quien le inculcó también su pasión por las atribu-ladas vidas de los piratas. El Gran Océano, su monu-mental obra, ya se encuentra también en el Fondo de Cultura Económica.�W

Vicente Francisco Torres es académico de la Universidad Autónoma Metropolitana.

9� Rafael Bernal, Tierra de gracia, México, fce, 1963 (Letras Mexica-

nas), pp. 154 y 155.

10� Rafael Bernal, En diferentes mundos, México, fce, 1967 (Letras Mexi-

canas), p. 28.

El centenario de Rafael Bernal ha traído tres nuevos libros al catálogo del Fondo. En los años sesenta habían aparecido con nuestro sello dos compactos volúmenes en Letras

Mexicanas, en los que confl uían la penetrante prosa y algunas obsesiones temáticas y estilísticas de un narrador hasta entonces no muy bien recibido por el medio editorial.

En esta reseña a medio siglo de distancia se valoran esos dos volúmenes

Page 12: La Gaceta núms. 533-534 del FCE. Mayo-Junio de 2015

1 2 M AY O - J U N I O D E 2 0 1 5

GIN

AS

DE

EL

CO

MP

LOT

MO

NG

OL

(NO

VE

LA

GR

ÁF

ICA

) ©

RIC

AR

DO

PE

EZ

GO

YC

OC

HE

A

Page 13: La Gaceta núms. 533-534 del FCE. Mayo-Junio de 2015

M AY O - J U N I O D E 2 0 1 5 1 3

Page 14: La Gaceta núms. 533-534 del FCE. Mayo-Junio de 2015

1 4 M AY O - J U N I O D E 2 0 1 5

En contra de lo que se acostum-bra, y a riesgo de quitarle el chiste a lo que sigue, quiero de-cir de entrada lo que más me importa, lo que me quedo casi diría que como resumen, des-pués de pensarlo largo. Don Je-sús Reyes Heroles entendió con una claridad que se da muy rara vez que la política es tam-

bién —mejor dicho: que la política es sobre todo— crea-ción de sentido. Esa intuición básica es como el hilo conductor que junta los innumerables asuntos de los que se ocupó, es lo que da coherencia a trabajos de ín-dole muy distinta —y es también lo que lo hace tener vigencia hoy, como intelectual y como político. Digá-moslo: como ideólogo.

Pero hay que empezar por algún lado. Y se me ocu-rre una conferencia que dictó Reyes Heroles en 1956, “Sobre el significado del estudio de la ciencia políti-ca”. Es una síntesis notable, igualmente útil para un estudiante medio siglo después. En particular, me lla-ma la atención una frase, cuando habla sobre la teoría

del Estado tal como evoluciona con Jellinek, Kelsen, Krabbe: “Formalizado el derecho —dice— e identifi-cado el Estado con el derecho, se llega a la completa despolitización del Estado”. La expresión es exacta, y a la vez desconcertante. ¿Qué significa “despolitizar” al Estado? ¿Cómo se podría “despolitizar” al Estado?

Y bien: porque la política es otra cosa, algo más. No es un dato. Despolitizar al Estado es quitarle con-tenido —su contenido propio.

El tema se puede seguir a lo largo de sus discursos, de sus textos. En adelante, décadas después, tendría ocasión de volver a él, pero con un matiz. No era en-tonces el derecho, sino la economía lo que se emplea-ba para “despolitizar” al Estado. Desde luego, los ar-gumentos técnicos de la economía los conocía mejor que nadie, con la experiencia de muchos años de ges-tión concreta de asuntos económicos, desde el petró-leo hasta la seguridad social. El problema no era ése, sino que el lenguaje técnico se impusiera como hori-zonte último, ajeno a consideraciones normativas, históricas, políticas. El problema era una idea del desarrollo sin metas ni objetivos sociales y políticos. El problema era una idea del Estado a la que le falta-

Reyes Heroles fue mucho más que un hacedor de frases redondas. Como funcionario público pero sobre

todo como político fue generando una gran variedad de sentencias que expresan un credo y orientan una vida. Fue por ello uno de los principales ideólogos del régimen posrevolucionario, al que quiso dotar de sentido con sus

acciones y sus refl exiones. Aquí se enfatiza su vertiente de hombre de ideas

Jesús Reyes Heroles y la políticaF E R N A N D O E S C A L A N T E G O N Z A L B O

ENSAYO

El pensamiento vivo de Reyes Heroles

E M I L I O C H U A Y F F E T C H E M O R

A 30 años del fallecimiento de Jesús Reyes Heroles, el Fondo y la SEP le rindieron un doble homenaje:

por un lado, un sentido acto de recordación de sus aportes intelectuales y, por el otro, la publicación

de una antología que muestra la amplitud de intereses de este atípico político mexicano. Éstas son las palabras de quien presidió el acto, en las

que se anuncia la creación de un premio para honrar a don Jesús

Conocí a don Jesús cuando él pasaba ape-nas los 50 años y yo recién había egresa-do de la Facultad de Derecho. De ningu-na manera fue un encuentro casual: lite-

ralmente lo perseguí largo tiempo, porque ya desde entonces, en el aula, admiraba su trayecto-ria, leía sus obras y observaba su actuación polí-tica. Fue la primera una impresión indeleble. Su-peró la imagen que, desde lejos, tanto atraía a muchos de mi generación: culto hasta la erudi-ción, moralmente intransigente, clara e impeca-blemente dialéctico. Imprimió a sus enseñanzas la virtud de su propio ejemplo.

Hoy, a 30 años de su partida, su pensamiento se mantiene vivo y nos interpela con plena vi-gencia. Él decía: ojalá que en el futuro habiten mexicanos que crean en las ideas que exponen, que digan lo que piensan y que piensen lo que di-gan. Ésa era la ambición de don Jesús: fundada en sus convicciones.

Para entender y transformar su circunstan-cia, se dedicó a explorar la singularidad de Méxi-co, consciente de que era crucial analizar los mo-mentos y las tensiones, los personajes y los pro-cesos que habían construido el espíritu y las instituciones del país. Como lo expresó en un en-sayo sobre Justo Sierra, “si la historia es la polí-tica mirando hacia atrás, puede decirse, igual-mente, que la política es la historia mirando ha-cia adelante”.

Gracias a su erudición y rigor, pudo percatarse de que los grandes protagonistas de la Indepen-dencia, la Reforma y la Revolución habían hecho suya la doctrina liberal, a la cual, servido de su originalidad, denominó “liberalismo social”. Si se hubiera dedicado exclusivamente a indagar el pasado, lo recordaríamos como un gran sociólo-go e historiador, pero fue más allá. Al precisar causas y factores, vio que el presente no es un punto estático, sino parte de un flujo intermina-ble. Armado de este conocimiento, pudo antici-

Foto

graf

ías:

©P

ED

RO

VA

LTIE

RR

A (

izq

.) Y

RO

GE

LIO

CU

ÉL

LA

R (

de

r.)

RAFAEL BERNAL: COMPLOT Y OTRAS TRAMAS

Page 15: La Gaceta núms. 533-534 del FCE. Mayo-Junio de 2015

M AY O - J U N I O D E 2 0 1 5 1 5

ba la política, es decir, la conciencia de que en la ges-tión económica hay siempre un propósito colectivo, que forma parte de una historia.

Hay algunos temas imposibles: Balzac y la novela, por ejemplo, o Mozart y la música. A esa clase perte-nece Reyes Heroles y la política. Si mirásemos la obra, y la vida, de Jesús Reyes Heroles podríamos hablar largamente de economía, de petróleo, de elec-ciones por supuesto, de educación, de historia —y siempre estaríamos hablando de política—. Por otra parte, el material es de verdad inagotable. Obligado a escoger, mientras preparo estas notas, me quedo de manera más o menos arbitraria con unas cuantas cosas: dos o tres discursos perfectos, su deslumbran-te estudio sobre Mariano Otero y la olvidada coyun-tura de 1842, y desde luego su ensayo sobre Ortega y Gasset, con motivo del “Mirabeau, o la política”. Es poca cosa, ya sé, poquísima. Pero tendrá que bastar.

Como sucede a veces, con figuras emblemáticas, Reyes Heroles ha quedado en la cultura popular mexicana como autor de frases. Más o menos crípti-cas algunas, densas, muy elocuentes. Y digo bien que ha quedado en la cultura popular porque no hay un periodista, un locutor de radio, que no haya dicho al-guna vez que en política la forma es fondo, o que lo que resiste apoya. Es una forma menor de la inmor-talidad, que lo hace entrañable. Sin duda, son frases de una concisión magnífica. Pero importa recordar que no se llega a ellas por accidente, ni tampoco por una voluntad aforística. Sencillamente, son el resu-men de una idea suficientemente elaborada, y vista con perfecta claridad.

Pienso por ejemplo en el discurso de 1962 para explicar la reforma electoral propuesta por Adolfo López Mateos. Es un ensayo sobre la representa-ción política, que explica cuidadosamente la trama de vínculos de los representantes con sus electores, con su partido, con las instituciones nacionales, y explica también el sentido de la representación para estructurar la revolución. Y en ese contexto, ya para terminar, y como de pasada, dice que “el presidente López Mateos, sabedor de que lo que re-siste apoya, ha querido dotar de un nuevo apoyo a la Revolución: la resistencia de una oposición orgáni-ca”. La frase puede ser bonita. Pero no es una frase bonita. Es política.

Por otra parte, pocos como él para destripar fra-ses bonitas que son sólo eso. El ejemplo por antono-masia del hacedor de frases, y está en las antípodas de Reyes Heroles, en todo, es Ortega y Gasset. Y por eso tiene un interés adicional su ensayo sobre Mira-beau, uno de los textos por los que siento verdadero afecto, un ensayo perdurable por lo que dice de Orte-ga, de Mirabeau, y de la política. Es duro con Ortega. Es duro en su juicio de la política de Ortega, pero so-bre todo de sus ideas, de la ligereza un poco oportu-nista, un poco dandi, de sus frases.

Decía Ortega que se viene a este mundo a hacer po-lítica, o a hacer definiciones. Era su manera de hacer un deslinde entre políticos e intelectuales (haciendo una definición). Pero incluía a renglón seguido un elogio bastante ambiguo de la turbiedad: la política es clara en lo que hace, y es contradictoria cuando se la define. Es un modo de disculparse, puesto que él es hombre de claridad, de inteligencia, de complicada vida interior, y por eso incapaz de hacer política. Re-yes Heroles lee con cuidado, a la luz de la biografía de Ortega. Es breve, exacto: Ortega, “más que generar los hechos, los seguía”, y en lo fundamental, “o se in-hibe, o llega tarde”.

La política que mira Ortega, la de ese animal de piel dura y movimientos impensados, vacío de espi-ritualidad, es la política gris, de distancia corta. Por eso se le escapa el político revolucionario, el político intelectual. Por eso se le escapa la función creadora de la política.

En un pasaje especialmente revelador dice: “Jun-to a Azaña, que únicamente entiende la política de altura y no la de cabotaje, Ortega desconoce ambas”. Dejo ya el “Mirabeau”, pero me quedo con la frase, porque apunta a la que es acaso una de las claves de la verdadera grandeza de don Jesús Reyes Heroles. Saber de ambas cosas, ocuparse de las dos cosas, de la política de altura, y la de cabotaje.

En un tono más ligero, se refería a eso mismo en un discurso circunstancial de 1972. Hablaba de la necesidad de ocuparse de lo grande y lo pequeño. Y lo explicaba bien: “la calificación arbitraria de lo que es pequeño y lo que es grande distorsiona las cosas e in-duce a error”. Habrá quien piense, decía, que ocupar-se de algo como Tabamex, y escuchar con atención a

todos, es perderse en una pequeñez: “Claro que no piensan así los campesinos de Nayarit”.

Sin duda, significa que hay que tener ánimo, capa-cidad, energía, para estar en lo grande, que puede ser la definición de un programa de gobierno, y lo peque-ño, que puede ser la negociación para resolver ese conflicto de los campesinos de Nayarit. Pero no es sólo eso. En la idea de Reyes Heroles, entender la po-lítica de altura y la de cabotaje quiere decir entender la cohesión, la vinculación de ambas cosas —y que la política es precisamente eso.

Menciono sólo otro ejemplo, para explicarme, porque creo que importa. En una conferencia de 1974 dedica dos páginas brillantes al caciquismo. Nos enfrentamos —decía— al “caciquismo tradicio-nal… que se vale de instrumentos elementales. El del que controla el teléfono, la agencia de correos, el cacicazgo de pistola y terror, el del que se impone en las comunidades indígenas porque sabe leer y ha-blar castellano”; el de quienes hacen creer a unos que “están muy bien parados con el centro”, y a otros que “únicamente ellos pueden garantizar la paz” hacia abajo. Se puede hablar más alto, pero no más claro. Y sigue: “En otros lugares, el cacicazgo ha na-cido del abigeato y se sustenta de ofrecer garantías frente a éste, y no es extraño que el cacique que ofrece garantías frente al abigeato, en la penumbra lo practique o lo dirija.”

El resto es igualmente interesante, como lección de realismo. Me importa sobre todo señalar la con-ciencia del problema —en detalle—. Sabe, dice, que en el cacicazgo se acusa un problema de comunica-ción: teléfonos, correos, el idioma, y también una re-lación ambigua con el Estado nacional, con la legali-dad. El que habla es presidente del Comité Ejecutivo Nacional del pri, pero también autor de una obra mayor sobre el liberalismo mexicano del siglo xix. Una obra en la que, entre otras cosas, dice que la ori-ginalidad de nuestro liberalismo consistió en que tuvo que plantearse al mismo tiempo la defensa de las libertades individuales y la necesidad de cons-truir al Estado, en contra de fuerzas centrífugas, y poderes fácticos.

Para la mirada de Reyes Heroles, el pequeño pro-blema de ese cacique que controla el teléfono sólo se entiende cabalmente a la luz de un proyecto nacio-nal, de integración del Estado. No es algo obvio. No es fácil de ver, no con semejante claridad.

Llego ya a lo que me importa, a manera de resu-men. El interés singularísimo de su gran obra histó-rica sobre el liberalismo reside precisamente en ese tránsito entre los pequeños problemas prácticos, y la traza de las ideas, y entender lo uno con lo otro. Des-de luego, hay hallazgos notables desde un punto de vista puramente historiográfico, algunos que se han seguido muy poco, como haber señalado la impor-tancia para nuestro liberalismo de la escuela napoli-tana de economía política. Pero en este momento me interesa subrayar su importancia no como historia-dor, sino como ideólogo, en el sentido más fuerte de la expresión.

Para decirlo en una frase, su propósito fundamen-tal es producir sentido: reconstruir la historia como un proceso significativo, que nos concierne, que tie-ne que ver con nosotros. No es lo que peyorativa-mente se llama “historia patria”, que es reiterativa, didáctica, hecha a base de clichés. De hecho, está en las antípodas. Porque precisamente no es repetición, sino creación. Y si nos resulta familiar, si nos parece casi obvia la interpretación, es porque podemos en-tender a partir de ella nuestro presente —y parece una explicación muy clara, convincente.

Ese momento de comprensión es la política de al-tura. Es creación de sentido: imaginar el proceso histórico como hecho político, que obedece a un pro-pósito colectivo, en el que uno puede reconocerse. Con el que uno puede comprometerse. Y de esa mane-ra, hacer nuestro el pasado, hacer imaginable el fu-turo, un futuro concreto, y así hacer inteligible el presente, es decir, darle dirección —decir hacia dón-de vamos.

“El propósito del auténtico político, dijo alguna vez, es crear las condiciones para hacer las cosas.” La primera de todas, es que el mundo se entienda. Y que se entienda el sentido del presente. Eso hizo, en su tiempo, como pocos, Jesús Reyes Heroles.�W

Fernando Escalante Gonzalbo es investigador de El Colegio de México. Está por aparecer, en la serie Historia Mínima de esta institución hermana, un libro suyo sobre el neoliberalismo.

par problemas y trazar soluciones para incidir, decididamente, sobre su tiempo.

Su adiestramiento político comenzó nada más y nada menos que con Adolfo Ruiz Cortines, quien le mostró el valor de la sensibilidad, la con-gruencia y la experiencia. Dotado para la tarea, comenzó a ejercerla sin desconocer sus riesgos. Decía Reyes Heroles acerca de estos riesgos que hacer política es como montar un tigre: resulta igualmente peligroso ir sobre la bestia, que que-rer descender de ella abruptamente, exponién-dose a ser devorado.

A lo largo de su carrera como servidor público, cuando no contribuía a ejecutar ideas, aportaba para concebirlas. Ahí quedan como muestra de pensamiento y acción la reforma política y la re-forma educativa, ejemplos de su invaluable la-bor. Su paso por la Secretaría de Educación Pú-blica fue la culminación de todas sus conviccio-nes. Una formación integral y armónica, decía, debe ofrecer un equilibrio entre la teoría y la praxis, entre el saber y el hacer. Sólo así la ense-ñanza trasciende las aulas y asume su papel cen-tral en la vida de los mexicanos.

La antología Hombre de acción, hombre de his-toria reúne las distintas facetas, los intereses múltiples y las encendidas convicciones de nues-tro homenajeado. Quiero dar las gracias al traba-jo de Eugenia Meyer, quien con lúcido esmero coordinó esta importante obra. Es particular-mente oportuno que el Fondo de Cultura Econó-mica se haya encargado de publicarla. Durante sus 80 años de vida, esta casa editorial se ha con-sagrado a la indispensable tarea de difundir las contribuciones de los principales exponentes del panorama intelectual. Al incluir a don Jesús en su catálogo desde 1974, el Fondo reconoce a un mexicano fundamental que es actor invaluable para la discusión pública. Es de destacarse el va-lioso papel del maestro Carreño al frente de esta institución. Su gestión ha contribuido a afirmar-la y a proyectarla como el máximo designio edi-torial de su tipo en Iberoamérica.

Me complace anunciar que la Secretaría de Educación Pública ha instituido el Premio Jesús Reyes Heroles. Se otorgará anualmente esta dis-tinción al mejor ensayo en historia política o en ciencia política sobre México, o en derecho cons-titucional, elaborado por un alumno o investiga-dor nacional que curse o que realice estudios en centros de educación superior. El galardón busca reconocer el trabajo de aquellos que en el estu-dio y el análisis de la política han encontrado una forma de explicar no sólo nuestro origen, sino el porvenir. En su primera edición será en-tregado a finales de este año y, subsecuentemen-te, a partir del que sigue, el 3 de abril, fecha del natalicio de Reyes Heroles.

En mayo de 1985, tuve el privilegio de partici-par en un sentido homenaje a sólo dos meses de su partida. En aquella ocasión, concluí mi mensaje buscando traducir en palabras el legado que su vida representó a nuestra generación. Tres déca-das después sigo sin encontrar una mejor forma de referirme que aquélla: “Jesús Reyes Heroles es compromiso, arquetipo, futuro y respuesta. Es, por la riqueza moral de su magisterio, aun antes que por su brillante inteligencia, un arma ex-traordinaria a esgrimir en épocas de desencanto; un arma poderosa que prueba, por sí sola, que la política, la buena política, la verdadera política, es oficio reservado a las personas”.�W

Emilio Chuayffet Chemor es secretario de Educación Pública.

JESÚS REYES HEROLES Y LA POLÍTICA

RAFAEL BERNAL: COMPLOT Y OTRAS TRAMAS

Page 16: La Gaceta núms. 533-534 del FCE. Mayo-Junio de 2015

1 6 M AY O - J U N I O D E 2 0 1 5

RAFAEL BERNAL: COMPLOT Y OTRAS TRAMAS

Foto

graf

ía: A

RC

HIV

O D

E L

A F

AM

ILIA

RE

YE

S H

ER

OL

ES

GO

NZ

ÁL

EZ

GA

RZ

A

Tuve ocasión de estar con Je-sús Reyes Heroles sólo una vez: nos recibió a mí y a mi viejo amigo Manuel Villa Aguilera en su oficina del Se-guro Social, cuando era sub-director, porque Villa y yo nos dedicábamos a organi-zar conferencias y mesas re-dondas en la —en aquel en-

tonces— Escuela Nacional de Ciencias Políticas de la unam y lo fuimos a invitar. Declinó la invitación pero fue muy amable en los minutos que nos conce-dió en su oficina. Como lectores de sus discursos e intervenciones en la Cámara de Diputados, y habien-do realizado algunas consultas breves a El liberalis-mo mexicano, sabíamos perfectamente quién era el autor y obviamente, como personas de a pie, seguía-mos su trayectoria. Cierro el vínculo con Manuel Vi-lla, porque justamente hace 30 años, el 19 de marzo, nos reunimos a desayunar en Sanborns de Perisur con Javier Garciadiego, quien llegó un poco más tar-de. En cuanto nos vimos, le di a Manuel la noticia del

fallecimiento de don Jesús —lo cual quiere decir que desde entonces oigo la radio muy temprano; la pre-fiero a la televisión.

En mi libro La teoría de la historia en México (1940-1968), cuya segunda edición acaba de ser pu-blicada por el Fondo, reuní una serie de textos con reflexiones y pensamientos sobre esta materia; uno de los textos escogidos fue precisamente “La histo-ria y la acción”, el discurso de ingreso de Reyes Hero-les a la Academia Mexicana de la Historia. Yo lo leí en El Día, que publicaba una sección llamada “Testimo-nios y documentos”, cuyo recorte conservé; cuando armé mi libro —entonces ni soñábamos con las com-putadoras—, lo mecanografié para entregarlo a la imprenta copiado tal y como apareció en el periódi-co. Para esta edición, la de 2015, lo tomé de las me-morias de la Academia Mexicana de la Historia.

Por cierto, también a propósito de la academia, don Jesús convocó, por última vez hasta el momento, la visita de un presidente de la República a nuestra sede. Antes lo había hecho Adolfo López Mateos, cuando tuvo lugar la recepción de don Arturo Arnaiz y Freg, de quien por cierto este año celebraremos el

centenario de nacimiento. La segunda ocasión fue la visita del presidente Díaz Ordaz, el 7 de agosto de 1968, cuando don Jesús ocupó el sillón que dejó va-cante don Ángel María Garibay.

Se pueden decir muchísimas cosas acerca de este gran personaje, a quien se le podría colocar junto a esa gran pléyade de historiadores-políticos, o políti-cos que escribieron historia, que estuvieron activos en el arranque de México como nación: Zavala, Mora, Alamán; fueron hombres de Estado y hombres de pluma, hombres devotos de Clío que escribieron grandes obras monumentales, como cien años des-pués hizo Reyes Heroles: su obra fundamental, El li-beralismo mexicano, la fue publicando paulatina-mente, entre 1956 y 1961, cuando apareció el tercer tomo —el Fondo la recuperaría de manera unitaria cuando la edición de la unam estaba agotada.

Es una obra fundamental de la historiografía mexicana. En un libro que yo mismo coordiné junto con mi esposa Evelia Trejo, llamado Escribir la histo-ria en el siglo XX. Treinta lecturas, escogimos treinta libros, tal vez no “los treinta libros”, pues no tuvimos esa pretensión, pero sí treinta libros fundamentales,

Versátil y profundo, don Jesús dejó una sólida obra de corte académico. En esta apretada crónica de sus principales aportes como historiador se da cuenta de su originalidad como teórico y practicante de una disciplina que

él consideraba esencial para el ejercicio de la política. En la antología que acabamos de publicar pueden leerse los textos inicial y fi nal del autor

de El liberalismo mexicano

Alfa y omega de Reyes HerolesÁ L V A R O M A T U T E

ARTÍCULO

Page 17: La Gaceta núms. 533-534 del FCE. Mayo-Junio de 2015

M AY O - J U N I O D E 2 0 1 5 1 7

RAFAEL BERNAL: COMPLOT Y OTRAS TRAMAS

ALFA Y OMEGA DE REYES HEROLES

representativos de la producción histórica en Méxi-co, y uno de ellos fue, obviamente, El liberalismo mexicano. Encomendamos la tarea de analizarlo y comentarlo a nuestra antigua discípula Laura Moya, que había escrito un pequeño libro sobre don Jesús en el arranque de su carrera (En política la forma es fondo). En nuestro libro, Laura valora El liberalismo mexicano, por lo que remitiría a los interesados a este interesante análisis sobre la obra capital de Re-yes Heroles. Puedo agregar que se trata de una visión amplia, integral, con una cobertura que va del siglo xix al xx, donde analiza la continuidad y los cambios sufridos por la doctrina en su adaptación y su desa-rrollo en el caso mexicano. Ya en la época de histo-rias más especializadas, El liberalismo mexicano es una obra de cobertura amplia en la que ideas y ac-ción se conjugan.

Como historiador también nos obsequió el resca-te de uno de los grandes pensadores del siglo xix, Mariano Otero. A Reyes Heroles se debe el acceso a la obra —hasta donde es posible— completa del joven pensador y político jalisciense, a quien se le puede considerar con justicia el primer historiador sociólo-go mexicano. El resultado son dos volúmenes con su obra, recogida por don Jesús, por lo que los estudio-sos del siglo xix no tenemos sino que agradecerle ese esfuerzo. Del ensayo de Otero de 1842 se habían he-cho ediciones, y en ocasiones también de alguno de sus discursos, pero faltaba rescatar y publicar sus es-critos producidos hasta el año de su muerte, ocurri-da en 1850. Además de la recopilación, don Jesús ela-boró un estudio preliminar amplio y detallado en el que ubica al jalisciense en sus distintos contextos, de manera que se facilite la comprensión de su obra y las nuevas generaciones aprecien a uno de los pensa-dores políticos del xix.

Recuerdo que como elogio a don Jesús y a su bi-blioteca, mi maestro don Edmundo O’Gorman dijo: “Este trabajo de Chucho está muy bueno y, lo que es más, él no debe haber salido de su biblioteca para ha-cerlo”. El elogio era a la biblioteca; todos desde fuera sentimos una sana envidia por poseer un acervo que le permitió consultar, si no el cien por ciento, sí el no-

venta y tantos de las obras que cita en su estudio in-troductorio entero, pues él las tenía ahí, lo cual para todos los historiadores es un sueño: no tener que trasladarse a ningún lado para poder armar lo que estudiamos.

Jesús Reyes Heroles. Hombre de acción, hombre de historia, con el cual se rinde homenaje por el treinta aniversario luctuoso de don Jesús, tiene una alfa y una omega: alfa y omega que muestran al hombre de pluma y de pensamiento conjugado con el hombre de acción que fue Reyes Heroles. “La historia y la ac-ción” —su discurso de ingreso a la academia—, que no está en el libro nuevo, pero sí en mi libro reciente-mente reeditado —y desde luego en las obras comple-tas recopiladas hace algunos años por Eugenia Me-yer—, expresa la conjugación de historia y acción, desde el comienzo.

Conjugar estas dos vertientes del actuar, del hom-bre que piensa, y piensa porque trae un acervo de lec-tura envidiable, y lo hace no para simplemente satis-facerse a sí mismo sino para orientar sus actos, es lo que nos enseña Reyes Heroles en todo El liberalismo mexicano y desde luego en su acercamiento a Maria-no Otero. Pero vuelvo al punto: esta antología con-tiene una alfa y una omega. Eugenia Meyer nos obse-quia con lo que, hasta donde ella alcanza, fue el pri-mer texto publicado por don Jesús, “Humanismo y revolución”, de 1939, escrito a los 18 años, acaso entre el final de sus estudios preparatorios y el inicio de los facultativos. Impresiona un joven de 18 años que está citando a Platón y San Agustín para empezar, y con-tinúa con el necesariamente citable en aquel tiempo Oswald Spengler, el interesante Nikolái Berdiáyev y desde luego Ortega y Gasset. Entonces la recepción de Ortega obviamente estaba a la orden del día, y a partir de ahí creo que Reyes Heroles va a ser un lec-tor frecuente de Ortega, como muchos otros miem-bros de su generación que lo leen, lo dejan, regresan a él y nunca lo abandonan.

La omega: “Mirabeau o el político”, ensayo que creo haber leído en la Revista de la Universidad y que aca-so fue producto —lo digo de memoria— de una invi-tación que le hizo Fernando Pérez Correa, entonces

coordinador de Humanidades de la unam, cuando, en uno de esos breves lapsos en que don Jesús no es-taba al frente de un organismo del Estado, configuró el estudio sobre Mirabeau; tampoco me consta que sea el último texto de don Jesús, pero es el último reunido en el libro. Convengamos aquí, independien-temente del detalle, que sí es el último gran ensayo de don Jesús Reyes Heroles y yo podría especular que se trata del mejor, y está a contrapelo de la opi-nión de Ortega: éste quiere aislar, a partir de Mira-beau, al hombre de ideas del hombre de acción; Reyes Heroles, por el contrario, los conjugó. Hubo después una edición en España, en donde están publicados los dos textos, las dos aproximaciones a Mirabeau: la del gran maestro español y la del gran hombre de ac-ción y de pensamiento mexicano.

Ahí tenemos una ida y vuelta: el joven que entre otras cosas cita a Ortega, pero que rescata el mensaje del humanismo que debe conjugarse con la revolu-ción; desde ahí apunta el joven dieciochoañero, un chamaco culto, lo que va a hacer cuando transite por la Facultad de Derecho y vaya adquiriendo experien-cia en los diferentes cargos que desempeñaría con amplia responsabilidad. Esto, desde luego, nos reve-la a un lector empedernido, a un lector que nunca dejó de quitar los ojos de los libros y que siempre es-tableció un diálogo con ellos; esto lo encontramos al principio de su trayectoria y lo vemos de nuevo al fi-nal de su último ensayo sobre Mirabeau.

Concluyo con una pequeña anécdota. En una de esas conferencias que a veces nos daba don Daniel Cosío Villegas, dijo refiriéndose a José María Igle-sias: “éste es uno de los últimos políticos capaces de escribir de su puño un discurso y algo más que un discurso”. Afortunadamente no se quedó esto en José María Iglesias, sino que siguió adelante y Jesús Reyes Heroles lo ejemplifica.�W

Álvaro Matute es historiador. Bajo el sello del Fondo acaba de aparecer una nueva edición de La teoría de la historia en México (1940-1968) (Biblioteca Universitaria de Bolsillo, 2015).

R A U D E L Á V I L A

La presentación de la antología de este “hombre de acción, hombre de historia” sirvió para recordar algunas facetas no tan encomiadas de don Jesús. En esta breve pieza, un joven académico, en cuya tesis de licenciatura se ocupó del político veracruzano, destaca al educador y al amante de los libros, dos facetas que revelan su generosidad y su rigor

No tuve el privilegio de cono-cer a don Jesús Reyes Heroles, pero su figura me ha marca-do, personal y profesional-

mente. La lectura de su obra y el trato con sus allegados han sido experien-cias muy formativas para mí. La esta-tura de un maestro, decía Jaime To-rres Bodet, se mide por la sombra que proyecta sobre sus alumnos y yo creo que la sombra de don Jesús es tan am-plia que muestra de ella son los que estamos aquí, porque don Jesús fue ante todo un maestro y por eso quiero hablar de su vocación pedagógica, siempre educador.

A Reyes Heroles puede aplicársele la frase que usó para describir a Igna-cio Manuel Altamirano: “enseñó, en-señó y, cuando se cansó, volvió a ense-ñar”. Institución por la que pasó se preocupó en formar cuadros. Así, por ejemplo, a su paso por Pemex creó el Instituto Mexicano del Petróleo, para capacitar los técnicos e ingenieros que requería la industria energética nacio-

nal. Cuando llegó a la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del pri, impulsó fuertemente el Instituto de Capacitación Política, hoy Escuela Nacional de Cuadros, y pronuncio discursos importantes que siguen siendo materia de análisis entre las nuevas generaciones priistas y más allá de los priistas (cualquier interesa-do en la política mexicana, y en la polí-tica en general, encontrará mucha materia de reflexión en la obra discur-siva de don Jesús). Como secretario de Gobernación le debemos varias cosas: la publicación de numerosos folletos y revistas políticas, la forma en que auspició publicaciones: las revistas Nexos y Vuelta, incluso intentó resca-tar el periódico Excélsior para Julio Scherer —desafortunadamente no logró ese empeño—.

Una vez llegado a la Secretaría de Educación Pública creó el Sistema Nacional de Investigadores, que toda-vía hoy opera para el servicio de Méxi-co con más de 20 mil investigadores, cuyo objetivo final era que el Estado premiara el mérito, pero sin que deci-diera el mérito, para que así los talen-tos mexicanos en el área de ciencias no tuvieran que salir de país a buscar otros horizontes.

Como todo buen maestro, don Je-sús empezó por formarse a sí mismo antes de formar a otros. Se habla mu-cho de Jesús Reyes Heroles el histo-riador, el estadista, y se habla poco de la faceta, para mi gusto, más intere-sante de Jesús Reyes Heroles lector. Don Jesús fue sobre todo un lector de los clásicos y de los contemporáneos, lo mismo de literatura que de filosofía, de economía que de antropología: todos los temas, lo que recuerda la frase de Terencio de que nada humano le fue ajeno. Reyes Heroles leyó de

todo y procuró que sus allegados leye-ran de todo.

A nuestra generación le conviene recordar que la lectura no es una ocu-pación de hombres imprácticos o esté-ril para la política; es una educadora del carácter y una forjadora de la vo-luntad. Así lo fue en el caso de don Jesús y de manera similar ocurrió con estadistas de otras latitudes — léase Winston Churchill en Inglaterra, Ma-nuel Azaña en España o Charles de Gaulle en Francia—. Primero tuvo un vasto camino que recorrer como lec-tor para formarse una idea propia del país y en función de ella actuar. Es muy importante este aspecto y a mí me gustaría que lo recordáramos.

Don Jesús tenía una idea muy par-ticular de la política; decía que “es tan limpia que ni los políticos sucios lo-gran mancharla”. Se oponía incluso a la idea que de ella tenía don José Orte-ga y Gasset: en su famoso texto “Mira-beau o la política” —que está incluido en Jesús Reyes Heroles. Hombre de acción, hombre de historia—, don Jesús señaló que la reflexión sin acción es estéril y la acción sin reflexión es muy peligrosa. No estaba, en consecuencia, de acuerdo con la tesis de Ortega, de que el político tenía que ser un hom-bre exclusivamente práctico; a Reyes Heroles le parecía que era indispensa-ble que se formara y que pensara, por-que se preguntaba: “¿acaso es posible actuar sin pensar?”

La obra de don Jesús no es dogmáti-ca. Siempre entendió su actuar dentro del marco de lo que llamaba el “libera-lismo social”, una corriente que se desprendió de sus estudios históricos y a la que vio como una responsabili-dad política: el respeto a las libertades políticas y económicas, pero sin echar en olvido a los desposeídos, recordan-

do siempre que hay gente desfavoreci-da, recordando también a los grupos étnicos e indígenas de México para que el liberalismo no se desentendiera de ellos.

Muchos recuerdan en estos días la frase de don Jesús: “México es más grande que sus problemas”. Las crisis en esta concepción de Reyes Heroles no son momentos para el desánimo, ni justificaciones para el desaliento. Don Jesús produjo lo mejor y más perdura-ble de su obra escrita y política en mo-mentos de crisis, política durante el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz, eco-nómica durante los gobiernos de Luis Echeverría, José López Portillo y Mi-guel de la Madrid. Sin embargo, don Jesús nunca dejó de producir y no se desanimó.

Por eso es que hoy celebro la publi-cación de este libro conmemorativo, porque don Jesús sigue vivo y segui-mos aprendiendo de él. El testimonio más importante de esto somos todos los que estamos aquí reunidos para recordarlo con gratitud.�W

Raudel Ávila se graduó como licenciado en Relaciones Internacionales con la tesis Militancia y reflexión: Justo Sierra y Jesús Reyes Heroles.

Reyes Heroles: el maestro y el lector

Page 18: La Gaceta núms. 533-534 del FCE. Mayo-Junio de 2015

1 8 M AY O - J U N I O D E 2 0 1 5

MESTIZAJE Y CRIOLLISMO EN LA LITERATURA DE LA NUEVA ESPAÑA DEL SIGLO XVI

R A F A E L B E R N A L

Bernal entendía la lengua como un organismo vivo sujeto a cambios de origen interno que expresaban modificaciones en el pensamiento de los hablantes, lo mismo que a otros originados externamente, como la transculturación o la acul-turación debidas al contacto con otras lenguas. En la consideración de estos factores, se enfocó el el análisis de las transformaciones que sufrieron el idioma y la litera-tura durante el proceso histórico de expansión hispánica en el Anáhuac durante el siglo xvi y, para com-prenderlo, realizó una comparación de escritos de autores novohispa-nos y de textos de los pueblos origi-narios de México, así como testimo-nios españoles del mismo periodo.

Durante su estancia en la Uni-versidad de Friburgo desarrolló la tesis doctoral que nutre este libro; en ella se sirve de sus conocimien-tos de filosofía, historia, antropolo-gía, etnología y filología para exa-minar variaciones provocadas tan-to en la vida de los pueblos conquis-tados como en la de los conquista-dores, y entender así los procesos culturales, pues para él la literatura es un espejo que refleja con preci-sión las singularidades del mundo novohispano y el surgimiento del pensamiento mestizo y el criollo.

lengua y estudios liter a rios

1ª ed. (fce), 2015; 339 pp.

978 607 16 2924 1

$220

ANTOLOGÍA POLICIACA

R A F A E L B E R N A L

Debido al éxito de El complot mon-gol, el resto de la obra de Rafael Ber-nal prácticamente fue olvidado, a pesar de que la mayoría de sus na-rraciones fueron construcciones sólidas, repletas de suspenso y de un humor inteligente, y de que además de la novela el autor incursionó en otros géneros literarios con frutos de igual modo notables. La Antología policiaca que ahora sale de las prensas del fce, en ocasión del centenario del nacimiento de Bernal, rescata lo mejor de la producción de este autor en el llamado “género negro”, y ofrece así cuatro novelas policiacas: El extraño caso de Aloysius Hands, De muerte natural, El heroico don Serafín y Un muerto en la tumba, y tres cuentos: “La muerte poética”, “La muerte madrugadora” y “La declaración”, todos ellos textos muy difíciles de encontrar.

En este libro, como apunta Martín Solares —prologuista de la antología—, el lector verá con transparencia la técnica con la que Bernal sembró cuidadosamente las pistas justas para que el protagonista busque descifrar los enigmas, además de su capacidad para envolver los relatos en un aura misteriosa.

colección popul a r

Prólogo de Martín Solares

1ª ed., 2015; 291 pp.

978 607 16 2966 1

$135

EL GRAN OCÉANO

R A F A E L B E R N A L

Publicada originalmente en 1992 y alejada por completo de la ficción y las tramas detectivescas, esta obra del también historiador y diplomático traza un apasionante recuento de los intercambios polí-ticos y culturales que se han dado a través del oleaje del océano Pací-fico. La historia del colonialismo, de las aventuras acuáticas, del espíritu expansionista y de los motores —económicos, sociales, ideológicos o espirituales— que han impulsado a los distintos pue-blos bañados por las aguas del Gran Océano a izar las velas se desgranan en este volumen, que reconstruye así quinientos años de un complejo entramado de transculturación.

Obsesionado con el tema, Ber-nal acumuló materiales durante toda su vida y su repentina muerte le negó la dicha de ver publicado el libro, cuya primera edición llevó el sello del Banco de México. Ágil y entusiasta, la escritura de Bernal navega el ancho universo de agua con minuciosidad y alegría, lo-grando el infrecuente equilibrio entre erudición y amenidad.

historia

1ª ed. 2012 (reimp., 2015); 519 pp.

978 607 16 1010 2

$390

Para una editorial como el Fondo, que se precia del rígido orden de sus coleccio-nes, contar con un espacio desmelenado como el que ofrece Tezontle es un agra-

decible contrapunto. A la manera del Siroco, que arrastra calidez y exotismo ahí donde rige sobre todo la razón, esta serie ha permitido a nuestra editorial un sabroso juego de cintura, pues lo que la define es la versatilidad, la fluidez para aceptar obras un tanto anómalas que de otra manera no habrían tenido cabida en la fé-rrea taxonomía de nuestro catálogo. Pero, den-tro del jaleo aparente de la colección que por es-tas fechas cumple 75 años de actividad, ha habi-do, como muestra Freja Cervantes en las pági-nas finales de esta Gaceta, continuidades que le confieren identidad. Una de ellas, tal vez no muy evidente, es su carácter de laboratorio, de ámbito para la refrescante experimentación, de cuyos resultados puede desprenderse —lo que tal vez resulte paradójico— una colección hecha y derecha. Permítame el lector describir este carácter lúdico de Tezontle a partir de al-gunos de los proyectos que tenemos en cartera y que pronto, si los veleidosos hados de la edi-ción no disponen otra cosa, verán la luz.

Suele reconocerse que la puerta por la que la literatura entró al Fondo estaba hecha de tezontle y que, una vez acli-matada entre los severos tratados de

economía, historia y sociología, se independizó, al punto de que hoy la rama en que más títulos publicamos es la de las bellas letras. Pero sigue habiendo fuertes, comprensibles restricciones para el tipo de obras que llegan a Letras Mexi-canas o Poesía, colecciones que en su nombre explican lo que alojan, y aun a Tierra Firme, donde ha echado raíces sobre todo la produc-ción literaria de América Latina; resultado de esas reglas autoimpuestas es que el Fondo no busca ser hoy una editorial para la literatura traducida, que, si bien nunca tendrá toda la pre-sencia que se requiere, cuenta con abundantes vías para colarse hasta los lectores en español. La excepción que aún hoy sigue reforzando la regla nos la ofrece Tezontle, donde tenemos en preparación una entrega más, la cuarta, de la serie Para Leer a…, dirigida por Philippe Ollé-Laprune: un equipo de traductores coordinado por David Huerta trabaja ya para poner en nuestra lengua una selección de la rica y muy compleja escritura de Henri Michaux, que ha-brá de sumarse a las antologías ya publicadas de otros “raros” de las letras francófonas: Aimé Césaire, Michel Leiris y Georges Bataille. Pa-ralelamente nos aprestamos a publicar la ver-sión castellana de Agustí Bartra de los Viajes de Gulliver, el falso relato fantástico de Jonathan Swift, ese ironista al que le interesaba más este mundo que los imaginarios; con notas tomadas de la edición que aparece en Oxford World’s Classics y con la curaduría, como suele hoy de-nominarse a cierto trabajo editorial, de Gerar-do Villadelángel, este volumen engrosará las fi-las narrativas de Tezontle en una serie no explí-cita, donde ya lo esperan Cuentos completos en prosa y verso de Voltaire y Cuentos completos de Dostoievski. Deliberada una, fortuita la otra, en el futuro este conjunto podría desprenderse de Tezontle y adquirir autonomía, tal como ocu-rrió con los textos que siguieron al poemario de Francisco Giner de los Ríos, pionero de la lírica en nuestro catálogo.

C A P I T E L

DE MAYO-JUNIODE 2015

Ilust

raci

ón: ©

RIC

AR

DO

PE

EZ

GO

YC

OC

HE

A

Tezontle,laboratorio editorial

Page 19: La Gaceta núms. 533-534 del FCE. Mayo-Junio de 2015

JESÚS REYES HEROLES Hombre de acción, hombre de historia

J E S Ú S R E Y E S H E R O L E S

Hace tres décadas murió Jesús Reyes Heroles, un liberal conven-cido, el ideólogo más lúcido de una etapa de la revolución institucio-nalizada en la que se daba el fin de un periodo de crecimiento en la estabilidad y el inicio de otro que planteaba la urgencia de cambios económicos, sociales y políticos profundos. Este pensador político, historiador, funcionario, leyó en la historia una lección: el único cam-bio racional consiste en transfor-maciones graduales, que evitan a la vez el inmovilismo y las ruptu-ras catastróficas.

Esta antología reúne varios de los textos más significativos del veracruzano sobre el liberalismo mexicano, la Iglesia y el Estado, el petróleo, la seguridad social, la reforma política y la educación; es un homenaje a su vida intelectual y un llamado a que los lectores de hoy analicen y entiendan los apor-tes de este personaje público. Encabeza esta selección el primer artículo publicado de Reyes Hero-les: “Humanismo y revolución”, y remata con su último escrito: “Mi-rabeau o la política”. La selección incluye también las voces de Luis Villoro, Jorge Sayeg Helú, Alejan-dro Sobarzo y Fernando Zertuche, entre otros, que ilustran su pensa-miento y sus acciones.

vida y pensa miento de méxico

Selección y estudio preliminar

de Eugenia Meyer

1ª ed. 2015; 332 pp.

97860716 2615 8

$200

EN DIFERENTES MUNDOS

R A F A E L B E R N A L

Evidencia de que no toda su escri-tura se reduce al género policiaco o al estudio de la historia, los ocho cuentos que conforman En dife-rentes mundos permiten el acerca-miento a un prosista experimen-tado que se mueve con destreza y soltura en los terrenos de la narra-tiva breve. Los relatos contenidos en estas páginas sitúan hechos y personajes en diversos ambientes —cada uno el más adecuado para el desarrollo del tema— y mantie-nen un ritmo vigoroso en el que se comparten el dolor y las preocu-paciones ajenos. Lo mismo en la soledad de dos personajes en Nue-va York que en la dura existencia de quienes en Hong Kong luchan bajo un tifón implacable o en el sutil desenlace de una investiga-ción policiaca nipona, todo es jus-tificado en las andanzas del inves-tigador y diplomático, a quien su aportación a este género le basta para situarlo en las primeras filas de los narradores de habla española.

letr as mexica nas

1ª ed. 1967 (reimp., 2005); 192 pp.

978 968 16 7513 4

$80

TIERRA DE GRACIA

R A F A E L B E R N A L

Una extravagante revisión de una sociedad considerada dicotómica atrajo la pluma de un Rafael Ber-nal muy distinto al escritor de relatos policiacos o al historiador preocupado por la transcultura-ción entre españoles y americanos; Tierra de gracia deja entrever a un autor encarnado en un personaje que se debate entre el ser y el que-rer ser, entre creencias que lidian con instintos o prejuicios que cho-can contra el idealismo, todo pre-sidido por una crisis de valores que Bernal sabe mostrar delicadamen-te de inicio a fin.

Mediante el entrecruzamiento de escenarios —que lleva a perso-naje y lector de la espesura de la selva del Orinoco, habitada por seres en condición de barbarie, a la civilizada ciudad de Caracas, en una suerte de cambio externo e interno— se advierte el acopla-miento de dos historias que termi-narán siendo una unidad en la que un héroe sufre las contradicciones de su conciencia.

letr as mexica nas

1ª ed., 1963 (reimp., 2005); 276 pp.

978 968 16 7512 7

$100

M AY O - J U N I O D E 2 0 1 5 1 9

NOVEDADES

$200

También está cocinándose, a fuego más lento del que esperábamos, una icono-grafía de Octavio Paz, que forma parte de los festejos bibliográficos por el cen-

tenario del Nobel mexicano. Ésta es quizá la parcela más fértil, más nutrida en tiempos re-cientes de Tezontle: en el último lustro suma-mos los álbumes biográficos de Agustín Yáñez, José Vasconcelos —compuesto por Rafael Var-gas y Xavier Guzmán Urbiola, quien en su mo-mento hizo lo propio con Alfonso Reyes y Mar-tín Luis Guzmán—, Efraín Huerta y José Re-vueltas a una galería en la que han ocupado un lugar hombres de letras como Julio Cortázar, Luis Cardoza y Aragón o el propio fundador del Fondo, Daniel Cosío Villegas, y pintores como Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. La sola enumeración de estos volúmenes de fotografías señala la existencia de una colección no recono-cida, a la que tal vez convenga extirpar de la íg-nea Tezontle con el ánimo de darle vida propia.

Está por irse a la imprenta un volumen que, de no contar con el cajón de sastre de Tezontle, seguramente habríamos visto aparecer con otro sello editorial.

Se trata de una selección, preparada por Paulina Lavista, de los deslumbrantes diarios de Salva-dor Elizondo. A caballo entre el libro de artista y el mero documento literario, el material produ-cido por el autor de Farabeuf a lo largo de las dé-cadas vale por el contenido y el continente, pues lo mismo da cuenta de las ideas y las preocupa-ciones literarias de Elizondo que testimonia su sensibilidad pictórica y fotográfica. Con diseño de León Muñoz Santini y edición del ya citado Villadelángel, será un volumen demasiado ilus-trado como para considerarlo sólo de literatura y demasiado lleno de palabras para tenerlo por álbum de fotos. Pero tal vez ésa sea la clave para que el experimento se reproduzca con éxi-to más adelante, con otros escritores en los que también confluyen la veta literaria y la gráfica.

Es de algún modo lo que ocurre con una obra que suena a disparate pero cuya historia explica el aparente galimatías. Sin atreverme a decir cuándo, puedo de-

cir que pronto aparecerá una versión bilingüe en japonés y español del Popol Vuh, con ilustra-ciones de Diego Rivera y varios textos introduc-torios, entre ellos uno de Yukio Mishima. Por exótica que parezca, esta mezcolanza tiene una génesis relativamente simple aunque muy ex-tendida en el tiempo: Eikichi Hayashiya, uno de los más perseverantes constructores de puentes entre Japón y las letras hispánicas, emprendió por cuenta propia la traducción del libro maya, a partir de la versión de Adrián Recinos, y conci-bió este punto de confluencia de la cultura de su patria, la de esos antiguos mexicanos y la del pintor guanajuatense; con el impulso reciente de Alejandro Basáñez, funcionario en nuestra embajada en el país asiático, y la ayuda de Aure-lio Asiáin, este híbrido ejemplifica como pocos la vocación de Tezontle por la apuesta.

A l momento de cerrar esta edición nos debatimos sobre la pertinencia de incluir en esta serie una obra insóli-ta, de la que el lector puede ver una

muestra en las páginas 12 y 13. Con la adapta-ción de El complot mongol al lenguaje de la no-vela gráfica estamos dando los primeros pasos hacia territorio desconocido; probablemente le seguirá un ejercicio parecido con Los de abajo y más adelante con otros libros clave de la histo-ria literaria del Fondo. ¿Deben ser parte de Te-zontle o conviene hacerlos nacer dentro de, di-gamos, Monos Mexicanos o Letras Mexicanas-Serie Gráfica? Tal vez lo prudente sea tomar el teléfono, de preferencia con una línea que dis-torsione la voz, y dar alguna instrucción en español cerradísimo a quien esté preparando el libro para la imprenta; si así, in illo tempore, el Centzontle se convirtió en una piedra poro-sa que nos ha acompañado ya por tres cuartos de siglo, al repetirlo hoy de seguro saldrá un buen nombre para el proyecto en ciernes.

T O M Á S G R A N A D O S S A L I N A S

@ t g r a n a d o s f c e

Ilust

raci

ón: ©

RIC

AR

DO

PE

EZ

GO

YC

OC

HE

A

Page 20: La Gaceta núms. 533-534 del FCE. Mayo-Junio de 2015

2 0 M AY O - J U N I O D E 2 0 1 5

EL PÁJARO TRASMUTADO

EN PIEDRA: 75 ANIVERSARIO

DE TEZONTLEEl nombre de una piedra rojiza,

símbolo de la arquitectura mexicana, ha estado en el corazón mismo del Fondo

casi desde su fundación. Celebramos aquí, a vuelapluma, las andanzas de una colección

que le abrió las puertas de la casa a la literatura y que hoy alberga libros del más variado plumaje

(acaso porque esta serie debía llamarse como un ave). Cantamos así el feliz cumpleaños a Tezontle

F R E JA I . C E R VA N T E S

ARTÍCULO

Foto

graf

ía: ©

JAZ

MÍN

PIN

TO

R P

AZ

OS

Page 21: La Gaceta núms. 533-534 del FCE. Mayo-Junio de 2015

M AY O - J U N I O D E 2 0 1 5 2 1

RAFAEL BERNAL: COMPLOT Y OTRAS TRAMAS

2 1

EL PÁJARO TRASMUTADO EN PIEDRA: 75 ANIVERSARIO DE TEZONTLE

No sé si de tezontle estarán hechas también las piedras angulares que sostienen al Fondo de Cultura, aunque como

a todo buen monumento mexicano no debieran faltarle en su arquitectura. Lo que sí creo es que este Tezontle

que se le fue metiendo en casa un buen día no desentona del conjunto y le suma gracia, y a veces desenfado,

a la severidad del edificio

Francisco Giner de los Ríos

Del vasto catálogo histórico del Fondo de Cultura Econó-mica con más de 110 colecciones, incluidas ediciones especiales y sus publicaciones periódicas, como La Ga-ceta del Fondo, la colección Tezontle se distinguió en un principio por ser la primera entre sus series en no pu-blicar ninguna ciencia económica o social. En este 2015, Tezontle cumple la distinguida edad de 75 años, pero quizás su heterogéneo y polifacético perfil la han salvado de envejecer y perder su carácter enigmático. Los libros de Tezontle circularon con las publicaciones

del Fondo y simularon cierta independencia del resto de títulos de Economía, Po-lítica y Derecho, Historia y Sociología, porque en principio se diferenciaban por inscribir en su interior literatura, en específico, poesía.

Los primeros títulos de Tezontle carecieron del pie de imprenta de la editorial, y se anunciaban bajo las voces recientes del exilio español republicano. Su pri-mer autor, Francisco Giner de los Ríos, publicó su Rama viva en mayo de 1940 y en septiembre de ese año León Felipe entregó a las prensas El gran responsable (Grito y salmo). Al año siguiente apareció Primavera en Eaton Hastings. Poema bucólico con intermedios de llanto, del casi olvidado Pedro Garfias, seguido de Re-cinto y otras imágenes, del mexicano Carlos Pellicer. Entre los libritos naranjas del Fondo destacaban las portadas de Tezontle por su belleza tipográfica, el papel matizado de sus cubiertas con hermosas viñetas a cargo de José Moreno Villa y Antonio Rodríguez Luna. En 1941, el Boletín Bibliográfico, el antecedente de La Gaceta, dedicó un número especial para difundir con reseñas lo que en principio pareció ser una serie poética.

Cuando la editorial por fin habitaba su propia residencia en Av. Universidad, Arnaldo Orfila Reynal le encargó a Francisco Giner de los Ríos la presentación de la colección Tezontle para el Catálogo general de 1955 por su doble y entraña-ble vínculo con la editorial, como autor y editor del Fondo en los años cuarenta. En su texto, Giner de los Ríos cuenta el origen del primer libro bajo su autoría y la intervención de la editorial para su producción y distribución. Asimismo, na-rra la leyenda que acompaña el nacimiento de Tezontle, la cual, a pesar de ser bastante conocida entre bibliófilos, no deja de cautivar por la metáfora que en-traña: “En uno de sus escasos momentos líricos —recuerda Paco Giner—, Cosío Villegas propuso que se pusiera al libro como pie centzontle, por aquello de la poesía y del ruiseñor. Dictada por teléfono a la imprenta la palabra, las zetas es-pañolas debieron ser tan sólidas que el pájaro se trasmutó en piedra”. La imagen que representa a la colección fue resultado de una errata auditiva y sugiere que alguna vez quiso ser la piedra un pájaro de bello canto, pero sus primeros auto-res mineralizaron con su acento el nombre dicho al impresor, quien atónito rea-lizó la metamorfosis del pájaro y fijó, para la eternidad de sus lectores, el pie de imprenta: Tezontle.

Pero si la leyenda es seductora, la historia de la colección no es menos revela-dora de grandes e importantes periodos de la política cultural y de la historia edi-torial de México e Hispanoamérica. Tezontle, en principio, fue un sello compar-tido entre dos instituciones hermanas: la Casa de España en México, que muy pronto cambiaría a El Colegio de México, y el Fondo de Cultura Económica. Cuando la casa mudó a colegio, la creación literaria que venía imprimiéndose con ímpetu encontró en el sello Tezontle la vía para su publicación, y gracias al con-sentimiento y a la complicidad de sus responsables, Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas, la literatura se alojó en las instalaciones de la casa editora, al margen de sus labores proyectadas para las primeras colecciones disciplinarias. De ahí que la edición de los títulos de Tezontle pueda fácilmente imaginarse en la conviven-cia del taller editorial con la tertulia literaria, una actividad difícil de enlazar con las nuevas tareas académicas de El Colegio de México, pero viable de coexistir en la conformación del Departamento Técnico del Fondo.

Respecto de la genealogía de Tezontle, el Catálogo histórico de la Casa de Espa-ña y El Colegio de México puede dar fe entre sus páginas. Publicado en 2000, consigna como primer título de la institución, y curiosamente del sello pedrego-so, un libro de poesía de 1938, El payaso de las bofetadas y El pescador de caña, de León Felipe, que para asombro de poetas y editores en su portada lleva el pie de imprenta del Fondo de Cultura Económica. En la entrada del título se lee la pre-cisión siguiente: “Este poema se publicó antes de la creación de la Colección Te-zontle, pero por sus características tipográficas es claro que forma parte de ella”. No sólo este título inaugural se incluye como parte de ese primer boceto de la colección compartido entre instituciones, sino todo el catálogo de Tezontle hasta 1958 se consigna como parte de las publicaciones del Colegio. Porque Tezontle, afirma el editor José María Espinasa, “Marcó un hito en la historia del libro mexicano y el Colegio estuvo ligado a ese privilegiado momento”.

Este parentesco entre los catálogos de El Colegio de México y el Fondo de Cul-tura con Tezontle da cuenta ante todo de la relación artística e intelectual entre escritores, editores y artistas de ambas orillas, afincados en la tradición y la cul-tura del libro. También habla de la relación que prevaleció durante la gestión edi-torial del fundador y primer director del Fondo, Daniel Cosío Villegas, con el pri-mer presidente de El Colegio de México, Alfonso Reyes, mediante diferentes mo-dalidades como la coedición, la edición de autor y la autopublicación; todo ello continuó con mayor soltura y en diferentes fórmulas editoriales en la época del director Arnaldo Orfila Reynal, quien supo aprovechar el sello a manera de un laboratorio editorial para ensayar y prefigurar el lanzamiento de nuevos proyec-tos y formatos, como la muy esperada Letras Mexicanas, en 1952.

Durante los primeros 25 años de vida de la colección, que corresponden a las dos primeras direcciones de Cosío y Orfila, el catálogo alcanzó un total de más de cien títulos publicados, de los cuales el 98 por ciento fue literario, pese a la falta de un programa específico. No obstante, es destacable que la colección conserva-ra durante un cuarto de siglo su perfil literario. Si al comienzo Tezontle alojó a la poesía, muy pronto introdujo a su cuerpo el ensayo literario, histórico, filosófico y antropológico, además del cuento y la novela, la crónica, las memorias y la bio-grafía; incluso el teatro encontró un acomodo en ese gran escenario de la colec-ción que, sin duda, se distingue hoy en día por su función pragmática. Además de los primeros libros ya mencionados, a este periodo corresponden las obras poéti-cas Mínima muerte y Circuncisión del sueño, de Emilio Prados; Poesías completas (1926-1959), de Manuel Altolaguirre; La realidad y el deseo, de Luis Cernuda; El extrañado, de Juan José Domenchina; Canto llano, de Nuria Parés, y Quetzal-cóatl, de Agustí Bartra, con portada de Vicente Rojo. En cuanto a la poesía mexi-cana, destacan Fronteras y Sin tregua, de Jaime Torres Bodet; Libertad bajo pala-

EL PÁJARO TRASMUTADO

Foto

graf

ía: ©

JAZ

MÍN

PIN

TO

R P

AZ

OS

Page 22: La Gaceta núms. 533-534 del FCE. Mayo-Junio de 2015

2 2 M AY O - J U N I O D E 2 0 1 5

RAFAEL BERNAL: COMPLOT Y OTRAS TRAMAS

EL PÁJARO TRASMUTADO EN PIEDRA: 75 ANIVERSARIO DE TEZONTLE

bra —cuya primera portada la ilustró Ricardo Martínez—, Semillas para un him-no y Piedra de sol, de Octavio Paz; Los demonios y los días, de Rubén Bonifaz Nuño; Décimas a Dios, de Guadalupe Amor, y Nocturna suma, de Elías Nandino. Y para completar el cuadro poético, recuérdense Las estaciones y otros poemas, de la uruguaya Sara de Ibáñez, y Poemas de un joven, del nicaragüense Joaquín Pasos, editada por Ernesto Cardenal.

En cuanto al relato, el cuento y la crónica, Juan José Arreola publicó Varia in-vención; José Durand, Ocaso de sirenas. Esplendor de manatíes; Ignacio Helguera, El monstruo y otros cuentos; Pedro Salinas, El desnudo impecable y otras narracio-nes, y Francisco Tario su Tapioca inn, mansión para fantasmas. En novela desta-can la primera edición en español de Angustia, del brasileño Graciliano Ramos, cuya ilustración de portada es obra de José Narro Celorio; Una manera de morir, del guatemalteco Mario Monteforte Toledo, y la edición conmemorativa de Doña Bárbara, del venezolano Rómulo Gallegos, bellamente ilustrada por Alberto Bel-trán y con prefacio del autor, publicada en 1954. En ensayo se advierten El tonel de Diógenes, de Manuel González-Prada; Topía y utopía, de Eugenio Ímaz; Extre-mos de América, de Daniel Cosío Villegas; Confesiones profesionales, de José Gaos; Regreso de tres mundos, un hombre de su generación, de Mariano Picón-Salas, con portada de Josep María Giménez-Botey; El heroísmo intelectual, de José Antonio Portuondo; Ensayos sobre literatura latinoamericana, de Arturo Torres-Rioseco; Sentido de la presencia, de Ramón Xirau, y La filosofía como compromiso, de Leopoldo Zea.

Mención aparte merecen los autores Alfonso Reyes y Max Aub en Tezontle du-rante este primer periodo, por su profusión y presencia en el catálogo. El autor de Visión de Anáhuac acompañó con sigilo las primeras dos décadas de la colección, enriqueciendo el catálogo con la publicación de veinte obras en total, de Los siete sobre Deva: sueño de una tarde de agosto publicada en 1942 a la edición de Albores: crónica de Monterrey. Segundo libro de recuerdos en 1960. Esta última fue póstu-ma, una edición homenaje si se considera que representó el último libro que A. M. M. Stols compuso tipográficamente para su querido autor mexicano. A la prime-ra obra de Reyes le siguieron otras, como Ancorajes, Homero en Cuernavaca y Me-morias de cocina y bodega, impecablemente ilustrada por Elvira Gascón; a lo lar-go de 18 años Tezontle fue uno de los sellos predilectos de Reyes, el cual le rindió espacio material y proyección literaria, y al que no dejaría de entregarle sus es-critos paralelamente al inicio de la publicación de sus Obras completas en 1955.

A unos meses de su arribo a México, Max Aub publicó en 1943 San Juan Trage-dia, con el pie de imprenta Tezontle. Aub le entregó sus primeras obras de exilio: ahí quedaron Campo abierto, Campo cerrado y Campo de sangre de su serie El La-berinto Mágico, la edición completa de su Sala de espera y a la colección termina-ría ofreciéndole una de sus mejores obras de madurez: Jusep Torres Campalans de 1958, libro ilustrado por él mismo y maquetado a manera de una parodia gráfi-ca de los libros comerciales de arte de Albert Skira, y que en la actualidad resulta una de las más lúdicas e inteligentes muestras que ofrecen los libros de colección en Tezontle. En un periodo de 15 años, Aub publicó un total de 14 obras, pero a la muerte de su amigo y protector Alfonso Reyes, la ausencia de Aub se dejó sentir en el catálogo. Y no es casual. Ya que, si bien nunca figuró un director oficial de la colección, Reyes fue, hasta su muerte, el responsable de las ediciones bajo el sello Tezontle. Eso explica por qué, en carta a Arnaldo Orfila, el autor de Mallarmé en-tre nosotros llamó a esta colección la “amante compartida” entre El Colegio de México y el Fondo de Cultura Económica.

A partir de la inclusión oficial del sello Tezontle, en 1955, como una sección del Fondo de Cultura Económica —sin duda un acierto editorial—, “la colección de colecciones particulares” estuvo para atender los intereses del director editorial y su administración en turno, lo cual se evidencia con la partida de Arnaldo Orfi-la Reynal en 1965, que marca el cierre de una época de plenitud para Tezontle, la cual culmina con la publicación de sus primeros autores: la edición homenaje que dedicaría Paco Giner a su tío, el ilustre pedagogo de la Institución Libre de Ense-ñanza, Ensayos y cartas, de Francisco Giner de los Ríos, en 1965, y ¡Oh, este viejo y roto violín!, de León Felipe, en 1966. Una vez puesta en marcha la colección Letras Mexicanas, la producción de Tezontle se redujo considerablemente y sirvió para mitigar los riesgos con tirajes muy menores cada vez que se publicaba un título de dudosa recepción.

Las direcciones posteriores, designadas desde entonces presidencialmente, le darían a la colección un perfil todavía más variopinto en géneros, disciplinas, es-tilos, formatos y tipos de edición. Esta cada vez mayor utilidad de Tezontle carac-terizaría aún más el aspecto y contenido de sus libros en ediciones fuera de colec-ción, libros únicos aglutinados en un catálogo similar a un cajón de sastre, o de reservorio de lo que no encaja en ninguna parte. Si bien es cierto lo anterior, con-vendría observar el desarrollo de Tezontle en su siguiente medio siglo por su ca-pacidad estratégica para resolver la política editorial de la empresa. A toda edito-rial le conviene, tarde o temprano, una “colección blanca”, recuerda con ironía Gérard Genette en el caso de Gallimard, para ejercer la práctica editorial sin afectar los perfiles de sus colecciones y corresponder a las necesidades culturales y comerciales que marca la política del momento. Quizás por lo anterior, y siem-pre por la coyuntura, la conformación del catálogo de Tezontle se puede corres-ponder con la pericia de sus editores para resolver las tensiones y obstáculos di-versos que en su larga historia editorial ha remontado el Fondo de Cultura Económica.

El siguiente periodo, desde Salvador Azuela y hasta la llegada de José Luis Martínez a la dirección editorial (1965-1982), la colección Tezontle resintió los acomodos y reajustes de cinco directores, uno de ellos adjunto, en el rescate del proyecto original del Fondo en correspondencia con las exigencias políticas y administrativas exigidas a la empresa. José Luis Martínez, como autor y colabo-rador cercano a la institución, supo legar a las direcciones posteriores, especial-mente a la de Jaime García Terrés, quien a su vez, continuó con éxito la coedi-ción como una práctica efectiva de su política editorial y bajo el respaldo presu-puestal que el entonces Plan Nacional de Desarrollo le otorgó durante su gestión.

Pese a la heterogeneidad en aumento del catálogo de Tezontle, la publicación literaria predominó en sus títulos, en especial la poesía y el ensayo. En principio, incluyó a autores y miembros del Seminario de Cultura Mexicana afines a Azue-

la, como Griselda Álvarez, Margarita Michelena y Francisco Díaz de León; se ad-vierte también la presencia de poetas de los estados, como el zacatecano Roberto Cabral del Hoyo con Rastro de arena y el regiomontano Ernesto Rangel Domene con Canción junto al abismo, y las obras Himnos del hierofante, del colombiano Germán Pardo García, y Confín de llamas, del costarricense Alfredo Cardona Peña, quienes radicaron en México hasta su muerte. Dos títulos de ensayo abrie-ron la década de los setenta en Tezontle: Oficio de leer de Julieta Campos y Satur-nino Herrán de Luis Garrido; el relato histórico apareció con Pancho Villa: un in-tento de semblanza de Marte R. Gómez y en la correspondencia con Don Sebastián Lerdo de Tejada y el amor de José Fuentes Mares; también la dramaturga Maruxa Vilalta publicó una selección de sus obras en 1972. En contraste, se incluyó en la colección un título de éxito de venta para la época: el ensayo El “shock” del futuro, de Alvin Toffler, con diez mil ejemplares, a diferencia de las tiradas no mayores de tres mil en los títulos literarios de Tezontle.

La coedición ha sido una política que define en gran medida el comportamien-to del catálogo histórico de Tezontle, sobre todo, cuando bajo su nombre se hizo germinar proyectos para trasplantarlos después en nuevas colecciones. Así, en el último año de gestión de Francisco Javier Alejo y el director adjunto Guillermo Ramírez Hernández, la poesía retorna a Tezontle con Esquemas para una oda tro-pical, de Carlos Pellicer, uno de sus primeros autores, y Poesías completas, de Luis Cardoza y Aragón, acompañado de un prólogo de José Emilio Pacheco. Pero será otro guatemalteco el que despuntará con mayor fuerza en el catálogo, no sólo por el prestigio que Tezontle adquirió publicando a su primer Nobel de literatura, Miguel Ángel Asturias, sino porque, al saldar una vieja deuda de la editorial con el autor en tiempos del primer director, se fijaban los antecedentes de uno de los proyectos editoriales más importantes de ediciones críticas que haya tenido la literatura latinoamericana del siglo xx: la Colección Archivos, dirigida por el edi-tor francés Amos Segala a partir de 1988. Una década antes, en 1978 se publica-ron Tres de cuatro soles —hasta ese momento inédito—, una edición crítica de Do-rita Nouhaud, con prefacio de Marcel Bataillon y un homenaje del poeta y ensa-yista Aimé Césaire; El señor presidente, con testimonio de Arturo Uslar Pietri, estudios críticos de Gerald Martin e Iber H. Verdugo, entre otros, y Viernes de Dolores con prefacio de Marcel Brion y estudios de Claude Couffon e Iber H. Ver-dugo, cuando Segala dirigía Éditions Klincksieck. Un magno proyecto que mere-ció la atención de más de treinta instituciones académicas y culturales a nivel in-ternacional, así como el interés especial de la unesco. Todavía en 1981 Miguel Ángel Asturias destacó en el catálogo de Tezontle con Hombres de maíz acompa-ñado de un prefacio de Jean Cassou y de los estudios de Mario Vargas Llosa, Ge-rald Martin y Giovanni Meo Zilio; aunque ninguno de los títulos del Nobel cen-troamericano llevara el pie de la colección, es claro que por las características del proyecto coeditor forma parte de la historia de Tezontle.

Otro elemento digno de observar en esta época, y que se acentuaría en la direc-ción de Jaime García Terrés, es la presencia de ediciones fotográficas y la aparición de iconografías, lo que reactualizó la personalidad visual y artística de la colección y abrió el camino para ediciones de lujo, además de que haya inspirado el surgi-miento de la colección fotográfica Río de Luz, bajo el cuidado y diseño de Pablo Or-tiz Monasterio y Peggy Espinosa, una serie que recibió dos años después el Premio Internacional de Fotografía en 1986. Con García Terrés al frente de la editorial, apareció Orozco. Iconografía personal, del pintor jalisciense, y la primera edición de lujo de Los de abajo, de Mariano Azuela, ilustrada por Orozco y prologada por Valéry Larbaud. Es una edición inalcanzable a la vista del lector común, pero cuya imposibilidad se ve recompensada, desde 2012 con la nueva edición de lujo en Te-zontle de Los de abajo, ilustrada esta vez por Diego Rivera y con un excelente prólo-go de Víctor Díaz Arciniega, en el que narra la historia editorial de una edición ofi-cial de esta obra interrumpida en 1929 por conflictos político-culturales. En 1983 se publicaron los libros fotográficos de Lola Álvarez Bravo Escritores y artistas mexicanos y el Álbum fotográfico, de Carlos Pellicer. Las iconografías de Tezontle son en la actualidad una tradición de la casa, ediciones homenaje que intiman y acercan al espectador a observar a la gran familia del Fondo de Cultura Económi-ca; de ahí que puedan considerarse álbumes, libros en los que se aprecia de manera sustancial la vida de personalidades históricas, autores, colaboradores, editores y amigos de la empresa editorial. La aparición de las iconografías en la colección se relaciona, en gran medida, con la apertura de una sección de diseño en la Gerencia de Producción del Fondo en 1978 a cargo de Rafael López Castro, ya que el catálogo registra en 1979 su primer antecedente: Zapata: iconografía, de Alba C. de Rojo y el propio López Castro, con textos de José Luis Martínez, entonces director de la edi-torial; después aparecieron las de Julio Cortázar, Diego Rivera, Martín Luis Guz-mán, Luis Buñuel, José Moreno Villa, Alfonso Reyes, David Alfaro Siqueiros, Da-niel Cosío Villegas, Nicolás Guillén, Carlos Pellicer, Jaime García Terrés, Max Aub y Luis Cardoza y Aragón ya entrada la primera década del siglo xxi. Finalmente, en 2012, Tezontle le rindió un homenaje a su casa de origen con la aparición de Fondo de Cultura Económica. Iconografía en su 75 aniversario, realizada y diseñada por Jaime Soler Frost, con presentación de Alí Chumacero y liminar de Consuelo Sái-zar, directora de la casa entre 2002 y 2009.

A partir de la dirección de José Luis Martínez, la política de reeditar y reim-primir las obras del catálogo general en coedición para nuevas colecciones, como SepOchentas y Lecturas Mexicanas, marcaría la pauta en las gestiones editoriales que le sucedieron, especialmente cuando la producción de la industria editorial se veía afectada por las sucesivas crisis económicas. De ahí el tránsito constante de las obras de Tezontle a otras colecciones del Fondo, con el propósito de difundirlas en relanzamientos editoriales o para celebrarlas con ediciones conmemorativas, de lujo u homenaje. Así, en 1980, Juan Rulfo ingresó a Tezontle acompañado de su hijo, el pintor Juan Pablo Rulfo, quien ilustró las nuevas ediciones de lujo de El lla-no en llamas y Pedro Páramo, ambas publicadas con anterioridad en Letras Mexi-canas. La primera obra de Juan José Arreola publicada en Tezontle, Varia inven-ción, regresó a su colección de origen 50 años después con Bestiario para constituir la edición conmemorativa una vez desaparecido el escritor en 2002. Varia inven-ción, publicada en 1949, ya había emigrado para hacer dúo a la segunda edición de Confabulario en Letras Mexicanas en 1955. A su vez, esta última obra de Arreola regresaría a Tezontle en 1966 para componer una elegante edición empastada con prólogo de Jorge Luis Borges e ilustraciones de José Luis Cuevas.

Page 23: La Gaceta núms. 533-534 del FCE. Mayo-Junio de 2015

M AY O - J U N I O D E 2 0 1 5 2 3

RAFAEL BERNAL: COMPLOT Y OTRAS TRAMAS

2 3

Foto

graf

ía: ©

JAZ

MÍN

PIN

TO

R P

AZ

OS

EL PÁJARO TRASMUTADO EN PIEDRA: 75 ANIVERSARIO DE TEZONTLE

La fórmula editorial de la antología es afín al perfil diverso de la colección di-mensionándola en una “puesta en abismo”, ya que cumple con la analogía de re-presentar esa gran antología que es el catálogo de Tezontle. Sus propuestas selec-tivas se permiten partir desde cualquier criterio temático, genérico e incluso cro-nológico, cuando de 2004 a 2007 adoptaron la forma de anuarios poéticos, a cargo de Tedi López Mills y Luis Felipe Fabre, David Huerta, Pura López Colomé y Julián Herbert. Otro ejemplo lo determinó el Premio Juan Rulfo: una década. Antología, que en 2002 mereció su publicación conmemorativa, con prólogo de Juan Gustavo Cobo Borda y en coedición con la Universidad de Guadalajara. Destaca por su valor documental la coedición bilingüe de la Antología de la poesía mexicana moderna firmada por Jorge Cuesta en 1928, con el sello quebecuá Écrits de Forges. Y en el tránsito de ediciones literarias, antológicas y bilingües, vale mencionar otro proyecto de coedición entre la Fundación para las Letras Mexi-canas y el Fondo para promover la traducción de la literatura mexicana, como la antología de cuentos Sun, Stone and Shadows. 20 Great Mexican Short Stories, editada por Jorge F. Hernández.

El último cuarto de siglo de la colección Tezontle, que comprende las direccio-nes del ex presidente Miguel de la Madrid, Gonzalo Celorio Blasco, Consuelo Sái-zar, Joaquín Díez-Canedo Flores y la actual de José Carreño Carlón, parte de un proyecto transformador que consistió en modernizar la estructura y organiza-ción administrativa con el propósito de alcanzar el equilibrio entre la oferta cul-tural de calidad y los aspectos financieros y comerciales de la institución. El ini-cio de esta etapa corresponde también con la última mudanza del Fondo a sus ac-tuales edificios en la Carretera Picacho-Ajusco. Es un periodo que ha resultado especialmente renovador y en el que las últimas direcciones han mostrado una continuidad emprendedora con el lanzamiento de nuevas colecciones y seccio-nes, programas culturales y apertura de librerías y filiales en el país y en el extranjero.

Quizás el estigma metafórico de Tezontle y la costumbre editorial determinen la fidelidad de la colección a la poesía: si se observan detenidamente los lomos de su biblioteca, en las dos últimas décadas del siglo xx Carlos Pellicer concentra un to-tal de 14 títulos, lo que ha sido un modo de edificar su propia colección poética pu-blicando sus obras tempranas, como Piedra de sacrificios: poema iberoamericano 1924 y Hora y 20. 1927, además de sus primeros títulos de origen en Tezontle: Prác-tica de vuelo 1956, cuya portada ilustró Ricardo Martínez, y Reincidencias 1978; Oc-tavio Paz sería el segundo de la colección, con diez títulos reeditados en ediciones conmemorativas y facsimilares. Las obras de Paz publicadas en Tezontle han tran-sitado a otros catálogos multiplicando sus ediciones y retornado décadas después a su colección de origen para ser motivo de merecidos homenajes. Así, Piedra de sol, de 1957, regresó medio siglo después, como Lecturas de Piedra de sol. Edición con-memorativa del poema de Octavio Paz, en edición conmemorativa y facsimilar a cargo de Hugo J. Verani, con estudios críticos de Ramón Xirau, José Emilio Pache-co y Tomás Segovia. También ¿Águila o sol?, de 1951, con ilustraciones de portada e interiores de Rufino Tamayo, regresó a su colección de origen en su 50 aniversario con un formato mayor y en pasta dura —además de publicarse en edición bilingüe español-portugués, con la traducción de Horácio Costa—. El laberinto de la soledad, que mereció edición de lujo en 1981 en Tezontle, volvió a encontrar en la colección su edición conmemorativa por el 50 aniversario en 2000.

Además de las ediciones facsimilares antes aludidas, en 2005 se publicó el fac-símil de la primera edición en Tezontle de Luz de aquí, de Tomás Segovia, y al año siguiente El arco y la lira, de Octavio para conmemorar su 50 aniversario en una versión facsimilar. Posteriormente aparecieron las coediciones de dos cuadernos de artista con la Galería Avril: Libreta de apuntes/Sketchbook, de Francisco Tole-do, y Libreta de apuntes, de Vlady, ambas en edición bilingüe español-inglés.

En el periodo que comprende las direcciones de Miguel de la Madrid a Con-suelo Sáizar se incorporaron a la colección poetas y narradores de épocas dis-tintas, como Enrique González Martínez, Salvador Novo, Hugo Gutiérrez Vega y José Gorostiza con Muerte sin fin en 2001, para los festejos del centenario de su natalicio. El relato, la fábula y la novela hallaron una vez más lugar en Te-zontle con la publicación de Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato; La oveja negra y demás fábulas, de Augusto Monterroso; Farabeuf, de Salvador Elizon-do, y La muerte del estratega y tres conversaciones con Julián Meza, de Álvaro Mutis.

Las ediciones de lujo en Tezontle fueron cobrando mayor presencia en el catá-logo, sin abandonar ese aire de familia de sus primeras ediciones en las que pre-valeció el diálogo estético de la literatura y el arte en la tradición del libro. A par-tir de la dirección editorial de Miguel de la Madrid, los libros de Tezontle adqui-rieron la dimensión de libros de arte, ediciones de colección y, en más de una ocasión, la serigrafía y el grabado conformaron los títulos de Tezontle modifi-cando sus formatos. Fue el caso de Diferencia y continuidad, que consistió en una carpeta con 24 serigrafías de Manuel Felguérez en diálogo con una serie de afo-rismos de Juan García Ponce, quien, por cierto, se adscribió al catálogo de Te-zontle por la literatura y su crítica de arte con Las formas de la imaginación: Vi-cente Rojo en su pintura y El gato y otros cuentos en 1995. Otra segunda edición memorable de Tezontle, Los poemas solares. VII grabados de Francisco Toledo, de Homero Aridjis, fue una edición de lujo, de elaboración artesanal, con grabados originales del artista. Hoy en día estas ediciones de Tezontle, como la mayoría de sus libros conmemorativos y facsimilares, son codiciados por coleccionistas y va-lorados por bibliófilos.

También el grabado y la xilografía, como dos grandes tradiciones en la cultura gráfica de México, han sido tema histórico en la colección Tezontle mediante di-versas expresiones: por ejemplo, la caricatura política es motivo de las más re-cientes investigaciones de Rafael Barajas, el Fisgón, en El país de “El Ahuizote”. La caricatura mexicana de oposición durante el gobierno de Sebastián Lerdo de Te-jada (1872-1876), al cual le sigue El país de “El llorón de Icamole”. Caricatura mexi-cana de combate y libertad de imprenta durante los gobiernos de Porfirio Díaz y Manuel González (1877-1884) y Posada, mito y mitote. La caricatura política de José Guadalupe Posada y Manuel Alfonso Manila. Para el siglo xx, Humberto Mu-sacchio historia el arte social de El taller de Gráfica Popular, uno de los antece-dentes clave para conocer, junto con el muralismo, el desarrollo de las artes plás-ticas en México. De los títulos más recientes de Tezontle que continúan recupe-rando el arte gráfico desde la perspectiva del diseño editorial, Historia en cubierta, de Marina Garone Gravier, es un libro que desde su aparición se ha con-vertido en obra de consulta para especialistas y aficionados de las artes del libro en México.

Algunos directores del Fondo forman parte del catálogo de Tezontle, como Daniel Cosío Villegas con Extremos de América, José Luis Martínez con De la na-turaleza y carácter de la literatura mexicana y su Bibliofilia, cuyo diseño e impre-sión estuvo a cargo del Taller Martín Pescador. Pero sin duda Jaime García Te-rrés es el que figura con más títulos: Las provincias del aire. Todo lo más por decir, Parte de vida, Jaime García Terrés: 1924-1996 y Carta viviente. En cambio, Arnal-do Orfila Reynal reposa indirectamente en el catálogo de Tezontle como traduc-tor de Supervivencias de un mundo mágico, de Laurette Séjourné, en edición ilus-trada por Leonora Carrington.

Si Tezontle fue inspiración y laboratorio editorial para el nacimiento de colec-ciones, también ha compartido con otras, como Tierra Firme y Biblioteca Ameri-cana, un vínculo literario a nivel continental, especialmente en la época de Ar-naldo Orfila Reynal, sin por ello perderlo del todo en los siguientes periodos. Y si Tezontle derivó en colección estratégica para la gestión editorial, por su fondo abierto e incluyente ello no le restó presencia y prestigio en el catálogo general; por el contrario, a su pragmática funcionalidad se debe la adopción de las filiales al incorporar la colección a sus programas editoriales, como Chile, Argentina, España, Perú y Colombia, entre otras, por lo que en su proyección Tezontle conti-núa diversificándose en más libros.

De esta breve semblanza de Tezontle sobresalen las diversas prácticas edito-riales de la colección que abarcan la edición de autor, la coedición y la edición es-trictamente institucional, espacios que descubren mundos paradójicos en los que la edición bien puede apreciarse, según Pierre Bourdieu, “como un signo inten-cional habitado y regulado por algo distinto, de lo cual también es síntoma”. La diversidad gráfica de Tezontle, en palabras de Marina Garone, es “el elemento que une los distintos libros de esta colección”, y el que la distingue para valorarla edición por edición en el amplio espectro de su catálogo, al que continúan adhi-riéndose títulos diversos. Un conjunto que sorprende por su capacidad para com-binar áreas de conocimiento, tradiciones artísticas e intereses varios que convie-nen en una biblioteca singular, en la que aguardan los libros más hermosos, disí-miles y selectos del Fondo de Cultura Económica.�W

Freja I. Cervantes es editora; su tesis de doctorado,aún en preparación, aborda la historia de la colección Tezontle.

Page 24: La Gaceta núms. 533-534 del FCE. Mayo-Junio de 2015

Premio

JESÚS REYESHEROLESLa Secretaría de Educación Pública ha instituido el Premio Jesús Reyes Heroles, distinción que se otor-gará anualmente al mejor ensayo en historia política o en ciencia política sobre México, elaborado por un alumno o investigador nacional que curse o que realice estudios en instituciones del sistema educativo nacional.

El galardón busca reconocer el trabajo de aquellos que en el estudio y el aná-lisis de la política han encontrado una forma de explicar no sólo nues-tro origen, sino el porvenir.

Los ensayos serán recibidos a partir de la fecha de publicación de esta Convo-catoria y hasta las 18:00 horas del 26 de agosto de 2015.

Consulta las bases completas en:www.fondodeculturaeconomica.com