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La gestión cinegética en Dehesa
Proyecto LIFE11/BIO/ES/000726 Ecosistemas de dehesa: desarrollo de políticas y herramientas para
la gestión y conservación de la biodiversidad
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1. Introducción. .......................................................................................................... 2
2. Manejo del monte mediterráneo para la caza mayor ............................................ 2
3. Elementos claves en la práctica de la gestión cinegética ....................................... 3
4. Gestión de las principales especies cinegéticas ...................................................... 5
a) Gestión del Ciervo en dehesas. .......................................................................... 5
b) Gestión de Jabalí en dehesas. ............................................................................. 7
c) Gestión del Corzo en dehesas. ............................................................................ 8
d) Gestión de Gamo y Muflón en dehesas. ............................................................. 9
e) Gestión de Perdiz en dehesas. ............................................................................ 9
f) Gestión de Conejo en dehesas. ........................................................................ 10
g) Gestión de la Tórtola común y la Paloma torcaz. .............................................. 12
h) Gestión de las poblaciones paloma torcaz. ...................................................... 13
5. Bibliografía ........................................................................................................... 14
6. ANEXO 1: Caza y Conservación. ............................................................................ 26
7. ANEXO 2. El problema de la intensificación de la gestión cinegética y su
influencia sobre las poblaciones naturales: ................................................................. 29
a) La actual Gestión Cinegética de la Caza Mayor vista con otros ojos ................. 29
b) Referencias. ....................................................................................................... 32
8. ANEXO 3. El problema del aporte de alimento a los jabalíes. ............................... 33
9. ANEXO 4. Conservación de la pureza genética en las poblaciones de ciervo ibérico
…………………………………………………………………………………………………………………………35
a) El ciervo en fincas abiertas ............................................................................... 35
10. ANEXO 5. Dos linajes genéticos en el ciervo ibérico ............................................. 37
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GESTIÓN CINEGÉTICA EN DEHESA
1. Introducción.
La explotación cinegética forma parte del uso agroforestal de las dehesas, pero a
diferencia de la ganadería, se basa en el aprovechamiento de un recurso natural que forma
parte de la fauna de la región. Como tal, toda la legislación tanto europea como nacional y
autonómica, protege la conservación de la fauna afectada por esa explotación priorizándola
frente al uso económico particular. De ello se deriva que sólo la explotación cinegética que es
compatible con la conservación de los valores naturales de la fauna explotada pueda ser lícita.
De ahí las limitaciones a alterar la composición de las comunidades naturales en cuanto a
especies y variedades genéticas, así como a los procesos que las mantienen. (ver Anexo 1 y
2; Carranza 2004b; Carranza & Martínez 2002).
La fauna cinegética no es propiedad del propietario del terreno (mantiene la
consideración de res nullius), ni cuando el terreno está cercado ni incluso cuando los animales
han sido soltados como repoblación. Sólo se produce el apropiamiento de las piezas de caza por
ocupación tras su captura a través de la acción legal de cazar. El propietario o gestor de una
dehesa puede realizar el aprovechamiento del recurso "caza" pero sin alterar los elementos y
procesos naturales que afectan a los animales cinegéticos. No cabe hablar por tanto, por más
que algunos sectores así lo pretendan, de "ganadería cinegética". Los principios que la rigen son
totalmente diferentes.
Para una introducción a este marco conceptual se pueden consultar los Capítulos 1 a 4 de
Saenz de Buruaga & Carranza (2009).
2. Manejo del monte mediterráneo para la caza mayor
La tradición ganadera y la gestión de la caza mayor promueven diferentes estructuras
vegetales en el monte mediterráneo. Mientras que para el uso ganadero las formaciones
ideales son las dehesas, la gestión de la caza requiere de un mosaico de formaciones vegetales,
incluyendo las áreas adehesadas, es decir las superficies de pastizales o cultivos herbáceos con
una determinada densidad de pies arbóreos de las especies dominantes del género Quercus,
generalmente encinas y alcornoques, pero también las áreas de matorral y bosque mediterráneo.
El matorral mediterráneo no sólo es refugio sino comida. Las especies arbustivas y los
ciervos han coevolucionado durante miles de años. Las plantas han desarrollado estrategias para
soportar la herbivoría, a veces tan diversas como producir defensas químicas para no ser
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comidas o simplemente asumir ciertas pérdidas e invertir en mejorar sus capacidades
de rebrote tras el ramoneo. Los ciervos ibéricos por su parte han mejorado sus capacidades para
tolerar cierta cantidad de venenos de las plantas combinándolas en su dieta junto con las
especies rebrotadoras, que contienen menos toxinas. A veces las plantas aprovechan a los
herbívoros para que dispersen sus semillas. La jara pringosa deja sin defensas químicas las
cápsulas llenas de semillas (los trompos) que los ciervos seleccionan ávidamente a principios del
verano.
Con todo ello, el uso cinegético favorece el mantenimiento de una estructura en la
vegetación que es capaz de albergar mayor biodiversidad. Sin embargo, para que ese efecto sea
posible, las áreas dedicadas a distintos tipos de hábitats deben responder a una planificación a
largo plazo. Las dehesas pueden requerir ciclos plurianuales de matorralización para
favorecer la regeneración (de unos 20-30 años según Diaz & Pulido 2007). Los matorrales
pioneros tienen mucho menos valor, tanto productivo como medioambiental, que el matorral
noble, es decir, el resultante de un proceso largo de sucesión ecológica, con mayor variedad
de especies arbustivas. Para que puedan existir zonas de matorral noble o de bosque climácico,
es necesaria una constancia en los criterios de planificación de zonas. Deben tomarse con
extrema precaución aquellas decisiones que impliquen el desbroce de áreas climácicas o
matorrales nobles, ya que estas zonas de gran valor son muy escasas, y además tienden a
disminuir, precisamente porque requieren de largos períodos de avance en la sucesión ecológica
en condiciones naturales sin alteración.
Ver también Díaz & Pulido 2007; Carranza 2002; 2004b; Pulido & Díaz 2009 en Saenz de
Buruaga & Carranza 2009, Cap. 15.
3. Elementos claves en la práctica de la gestión cinegética
La planificación se basa inicialmente en los planes técnicos de caza y tiende hacia los
Planes de Gestión Integral. Para una introducción a los PTC se puede consultar Saenz de
Buruaga & Carranza 2009, Cap. 5.
En Andalucía se han establecido Áreas Cinegéticas Homogéneas, sobre las cuales se
encuentran en desarrollo los Planes de Área. Estos Planes de Áreas van a jugar un papel
muy importante ya que los planes de caza, sean PTC, PGI o Planes para la Certificación de
la Calidad Cinegética, van a tener que acomodarse a ese marco que puede ser diferente según
cada Área Cinegética. Ver Cap. 14 en Saenz de Buruaga & Carranza 2009.
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Los planes de gestión de un espacio dedicado a la caza deben tener muy en cuenta las
cuestiones sanitarias. Este tema es cada vez más relevante no sólo por lo que afecta a la propia
explotación cinegética sino también a las explotaciones ganaderas con las que puede
interaccionar e incluso por sus derivaciones zoonósicas. Es una realidad que los actuales PTC no
incluyen consideraciones sanitarias, pero la tendencia debe ser a que estas cuestiones se
incluyan en los instrumentos de gestión. Ver Cap. 8 en Saenz de Buruaga & Carranza 2009.
Una de las preocupaciones cada vez más generalizadas y relevantes en los modos de
gestión es el efecto que ésta tiene sobre las características genéticas de las poblaciones
naturales. Los modos por los que se puede afectar la genética son muchos, desde las
repoblaciones con animales genéticamente diferentes a los autóctonos (como por ejemplo
perdices de granja hibridadas o ciervos procedentes de otros paises), hasta la propia selección
artificial debida a la caza o a los sistemas de manejo (en granjas o en el campo), pasando
por procesos de alteración genética derivados de las alteraciones en la estructura de las
poblaciones (sex ratio y edades) que afectan a los procesos selectivos naturales. (Ver por
ejemplo Cap. 9 y 10 en Saenz de Buruaga & Carranza 2009, aunque sobre este tema hay muchas
más publicaciones posteriores).
El cambio climático puede afectar a la gestión cinegética, como a tantas otras
actividades en las dehesas. Por ejemplo el desarrollo de los animales y de los trofeos es menor en
situaciones de sequía (Torres-Porras et al. 2009), la densidad en condiciones de menor
productividad afecta a parámetros reproductivos como fertilidad de las hembras y mortalidad
de las crías, los impactos sobre la vegetación pueden aumentar, comprometiendo la
sostenibilidad, y en definitiva se requieren ajustes en los modos de gestión y en los
planteamientos económicos de explotación sostenible de estos recursos (ver también Moreno et
al. 2005).
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4. Gestión de las principales especies cinegéticas
a) Gestión del Ciervo en dehesas.
El Ciervo Ibérico es la principal especie de caza mayor hacia la que se orienta
gestión en la dehesa. A pesar de su abundancia numérica, el ciervo se enfrenta a
problemas de conservación genética tales como:
Hibridación con otros ejemplares europeos.
Deriva genética y perdida de variabilidad alélica.
Selección artificial.
Compatibilizar gestión y conservación del ciervo, requieren evitar
manejos con criterios ganaderos y en cambio, explotarlo como un
recurso natural renovable. (Sáenz de Buruaga & Carranza 2009, V.II.
Capitulo 18. Pg.302)
Para una adecuada gestión de las poblaciones de ciervo, hay que tener en
cuenta las siguientes consideraciones y manejos:
Manejo de la dehesa para el ciervo. Un buen estrato arbustivo con una
adecuada diversidad de especies constituye la mejor fuente de alimentación natural
para el ciervo en el periodo más limitante que es el verano. Este esquema básico de
mosaico de vegetación, puede complementarse con cierta parte de superficie a base de
siembras. (Sáenz de Buruaga & Carranza 2009, V.II. Capítulo 18. Punto 3. Pg.312, 313,
314 y 315).
Densidades y estructura poblacional. El mantenimiento de la salud poblacional y
genética, así como de la competencia natural entre machos por la reproducción, requiere
de una estructura poblacional con sexos equilibrados y con representación de todas las
edades, tanto de hembras como de machos. (Sáenz de Buruaga & Carranza 2009, V.II.
Capítulo 18. Punto 4.1. Pg.315 ,316 y 317).
Proporción de sexos en la población. Desde el punto de vista de la gestión,
puede ser interesante, tratar de reducir el número de hembras incluso un poco más de lo
natural, con el fin de disminuir la competencia intraespecífica y el impacto sobre la
vegetación y mejorar la calidad de los trofeos. (Sáenz de Buruaga & Carranza 2009 V.II.
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Capitulo 18. Punto 4.2. Pg.317 y 318).
Suplementación de alimento. La suplementación de alimento no debe suponer la
base para aumentar las densidades sino sólo un complemento para las épocas de
escasez. Puede provocar problemas sanitarios y alterar el sistema de apareamiento, por
todo lo cual debe aportarse lo más disperso posible en el espacio. (Sáenz de Buruaga &
Carranza 2009 V.II. Capítulo 18. Punto 43. Pg.318).
Manejo con criterios ganaderos y problemas genéticos asociados. La
conservación del ciervo ibérico pasa por evitar realizar sobre él los manejos propios
de la ganadería doméstica y en cambio explotarlo cinegéticamente como un recurso
natural renovable. Reducir efectos de introgresión genética con ejemplares de otras
subespecies y paliar efectos de fragmentación de hábitats, reduciendo la existencia de
cercados cinegéticos. (Sáenz de Buruaga & Carranza 2009 V.II. Capítulo 18. Punto 4.4.
Pg.318, 319, 320 y 321). (ver también Anexo 4 y 5)
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b) Gestión de Jabalí en dehesas.
Los principios de gestión del jabalí en las dehesas, pretende cubrir dos puntos o
ideas básicas.
i. Medio natural y biología del jabalí.
Conocimiento de biología de jabalí en un medio como la dehesa,
analizando elementos tales como densidad y estructura poblacional (Sáenz de
Buruaga & Carranza 2009 V.II. Capítulo 19. Punto 2.1.1 Pg.334 y 335).
Determinación de la edad utilizando fórmulas dentarias, (Sáenz de
Buruaga & Carranza 2009 V.II. Capítulo 19. Punto 2.1.2 Pg.335, 336 y 337).
Periodos de concepción y partos, influencia sobre la composición de
grupos. (Sáenz de Buruaga & Carranza 2009 V.II. Capítulo 19. Punto 2.1.3 Pg.337
y 338).
Periodos de celos en la dehesa. (Sáenz de Buruaga & Carranza 2009 V.II.
Capítulo 19. Punto 2.1.4 Pg.338, 339 y 340).
Otras formas de valorar el momento del celo. (Sáenz de Buruaga &
Carranza 2009 V.II. Capítulo 19. Punto 2.1.5 Pg.340 y 341).
Celo y organización social. (Sáenz de Buruaga & Carranza 2009 V.II.
Capítulo 19. Punto 2.1.6 Pg.341, 342 y 343).
El problema del aporte de alimento suplementario al jabalí: en general
es aconsejable evitar hacerlo, sobre todo por las consecuencias sanitarias, siendo
especialmente negativo el uso de maíz (ver ANEXO 3).
ii. Estudio de las técnicas de caza.
Pretende analizar la efectividad de la actividad cinegética teniendo en
cuenta la efectividad de los perros de caza, la manera en la que el ambiente
condiciona los resultados de caza, el efecto de la presencia de otras especies
sobre resultados finales de jabalíes cazados y la variación de la consecución de
objetivos en virtud del momento del año. (Sáenz de Buruaga & Carranza 2009
V.II. Capitulo 19. Punto 2.2 Pg.343, 344 y 345).
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c) Gestión del Corzo en dehesas.
La gestión del corzo en dehesas, se articula alrededor de dos objetivos
principales: garantizar el buen estado de conservación del hábitat, mejorando las áreas
potencialmente buenas para su colonización y evitar repoblaciones con ejemplares no
autóctonos. (Sáenz de Buruaga & Carranza 2009 V.II. Capítulo 17. Punto 5. Pg.293).
Gestión del hábitat: Pasa por mantener en buen estado de conservación la
vegetación existente. La alimentación suplementaria no está recomendada aunque se
hace necesaria en periodos prolongados de sequía pudiéndose aplicar esta medida de
gestión. Si la comida no es un factor limitante, si lo es el agua. Por ello, la limpieza y el
mantenimiento permanente de los puntos de agua resulta fundamental. (Sáenz de
Buruaga & Carranza 2009 V.II. Capítulo 17. Punto 6. Pg.293, 294 y 295).
Gestión de las poblaciones. Lo más importante es tener buen conocimiento de
parámetros poblacionales utilizando índices de presencia. Igualmente importante es
mantener sex-ratio equilibrado. (Sáenz de Buruaga & Carranza 2009 V.II. Capítulo 17.
Punto 7. Pg. 295 y 296).
Para conservar el estado natural y salvaje de las poblaciones de corzo se debe
evitar interferir en el periodo más crítico de su ciclo biológico que es la reproducción.
También, se debe minimizar al máximo causas de estrés durante el periodo de cría.
(Sáenz de Buruaga & Carranza 2009 V.II. Capítulo 17. Punto 8. Pg. 296 y 297).
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d) Gestión de Gamo y Muflón en dehesas.
Ambas especies pueden recibir un tratamiento similar a la hora de gestionar sus
poblaciones y actividad cinegética en las dehesas. Son relativamente abundantes debido
sobre todo a su interés cinegético y su carácter generalista, poca selección en el
alimento y tolerancia a medios antropomórficos existentes en dehesas hace que estas
especies sean prolíficas y tiendan a expandirse.
Su presencia en las áreas de dehesa como especies nativas es discutible. El
gamo se tiende a considerar autóctono, aunque no es aceptado como propio de todas las
áreas de dehesa. En el caso del muflón existe consenso sobre su carácter alóctono y
por tanto la política de la administración se orienta a su eliminación.
Su carácter sedentario, facilita el control de las poblaciones, aunque puede
representar un problema si aumentan los niveles de consanguinidad de las mismas.
Un efectivo manejo de estas poblaciones conlleva la conexión genética de
diferentes poblaciones
Para un manejo adecuado, tendremos que tener en cuenta la presencia de
ganado doméstico. Puede representar una competencia por el acceso a los recursos
alimentarios forzando a las poblaciones silvestres a migrar o dirigirse a zonas más
protegidas. (Sáenz de Buruaga & Carranza 2009 V.II. Capítulo 20. Punto 8 Pg. 362 y 363).
e) Gestión de Perdiz en dehesas.
Presión cinegética. El ajuste anual de la presión cinegética en función de la
abundancia de perdices puede ser muy importante en hábitats óptimos como la dehesa.
Cazadores en este hábitat, deben estar preparados para asumir la posibilidad de no
ejercer presión cinegética alguna en años de baja productividad de pollos. (Sáenz de
Buruaga & Carranza 2009 V.II. Capítulo 22. Punto 3 Pg. 385, 386 y 387).
Calidad del hábitat. La estructura paisajística de la dehesa es un elemento clave
en la gestión de perdiz. Mantener una carga ganadera adecuada, aclarar zonas de
monte, promover la heterogeneidad del hábitat, siembras de cereal, mantener el
ramaje de las podas y rodales con vegetación natural, pueden ser medidas idóneas para
gestionar este hábitat. (Sáenz de Buruaga & Carranza 2009 V.II. Capítulo 22. Punto 4
Pg.3878, 388 )
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Control de depredadores. Controlar legalmente especies cuyas poblaciones
suelen estar artificialmente incrementadas al aprovecharse de actividades humanas.
Puede ser un método de gestión importante, que incluso puede contribuir a la
conservación de otras especies que comparten hábitats con la perdiz. (Sáenz de Buruaga
& Carranza 2009 V.II. Capítulo 22. Punto 5 Pg.389, 390 y 391).
Sueltas cinegéticas. Las sueltas de perdices, si se realizan correctamente, puede
ser un buen sistema para establecer poblaciones de perdiz en áreas donde haya
desaparecido y recuperar poblaciones donde hayan sufrido fuertes disminuciones
demográficas. Solo en este contexto de problemas extremos, debe considerarse como
apropiada esta actuación de gestión. (Sáenz de Buruaga & Carranza 2009 V.II. Capítulo
22. Punto 6 Pg.391, 392, 393 y 394).
Comederos y bebederos. La escasez de agua en épocas secas puede
constituir un factor de estrés para las poblaciones por lo tanto es factible en el caso de
bebederos intentando dispersar todo lo posible el aporte de agua artificial. Con respecto
a comederos, aunque la información científica disponible sobre la eficacia de estas
medidas de gestión, es muy escasa. (Sáenz de Buruaga & Carranza 2009 V.II. Capítulo
22. Punto 7 Pg. 394 y 395).
f) Gestión de Conejo en dehesas.
Constituye una especie clave en ecosistemas como la dehesa por ser una de las
principales especies de interés cinegético y un recurso fundamental para un alto número
de depredadores. (Sáenz de Buruaga & Carranza 2009 V.II. Capítulo 23. Punto 1 Pg. 399 y
400).
Bases de la gestión.
Análisis previo de la situación. Evaluar el estado de la población sobre la que se
va a actuar. Constatar si han existido cambios importantes en las poblaciones. (Sáenz
de Buruaga & Carranza 2009 V.II. Capítulo 23. Punto 2.1 Pg. 401 y 402).
Recuperar una población. La optimización del manejo se basa en centrar las
actuaciones en zonas concretas más que en dispersar los recursos de manejo en todo el
territorio. El objetivo es crear una masa crítica suficiente de conejos donde exista un
cierto equilibrio entre mortalidad y productividad. (Sáenz de Buruaga & Carranza 2009
V.II. Capítulo 23. Punto 2.2 Pg. 402).
Métodos de seguimiento. Evaluar de manera fiable los progresos de las
poblaciones y asegurarse que las estrategias de manejo están siendo adecuadas. (Sáenz
de Buruaga & Carranza 2009 V.II. Capítulo 23. Punto 2.3 Pg. 402 y 403).
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Creación y protección de madrigueras, con el objetivo de recuperar y
fomentar la especie. Deben ser lo más semejantes posibles a las naturales y
proporcionar condiciones adecuadas de espacio, temperatura y humedad. (Sáenz de
Buruaga & Carranza 2009 V.II. Capítulo 23. Punto 3.1.2 Pg. 408).
Suplemento de recursos alimenticios. Depende de cómo estén distribuidos otros
recursos como madrigueras y alimentación natural. Desbroce de matorral respetando las
especies de matorral noble y siembra de especies palatables que se adapten bien al tipo
de suelo. (Sáenz de Buruaga & Carranza 2009 V.II. Capítulo 23. Punto 3.1.3 Pg. 402)
Suplemento de recursos hídricos. Se recomiendan la creación de bebederos con
cerramientos que impidan el acceso de grandes herbívoros. Debe de constituir una
infraestructura de apoyo a otras actuaciones. (Sáenz de Buruaga & Carranza 2009 V.II.
Capítulo 23. Punto 3.1.4 Pg. 409 y 410).
Establecer cupos y zonas de reserva. Aplicar estrategias para regular la actividad
cinegética adecuando el número de capturas y de días de caza. Crear zonas de reserva
donde no se practique la caza ni actividades que incidan negativamente sobre la
especie. (Sáenz de Buruaga & Carranza 2009 V.II. Capítulo 23. Punto 3.2.3 Pg. 411 y
412).
Prevención de enfermedades. Periodos de vacunación. Frente a mixomatosis y
EHV son prácticas de gestión usadas frecuentemente con fines cinegéticos y
conservacionistas. (Sáenz de Buruaga & Carranza 2009 V.II. Capítulo 23. Punto 3.3.3 Pg.
413, 414 y 415).
Control de depredadores. Existen estudios que demuestran que los únicos
depredadores que pueden considerarse limitadores de la población de conejos, son los
zorros y los perros asilvestrados. La reducción de estos depredadores oportunistas
puede constituir una herramienta de gestión adecuada siempre que se realice por
medio de una metodología correcta. (Sáenz de Buruaga & Carranza 2009 V.II. Capítulo
23. Punto 3.4.2 Pg. 417, 418 y 419).
Traslocaciones y sueltas. En ocasiones, son el único instrumento del que se
dispone para solucionar problemas importantes de conservación para especies bandera
como águila imperial y lince ibérico y repoblar territorios donde bien por
enfermedades o sobre caza, esta especie se ha extinguido. Deben ser realizadas tras
un periodo de cuarentena y teniendo en cuenta varios factores como época del año en
que se realizan, edad de los individuos traslocados y la calidad del hábitat donde se
va a realizar la suelta. (Sáenz de Buruaga & Carranza 2009 V.II. Capítulo 23. Punto 4
Pg. 419,420, 421, 422 y 423).
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g) Gestión de la Tórtola común y la Paloma torcaz.
Las medidas de gestión a aplicar a estas especies pasan por paliar la falta de
información existente actualmente. Coordinar a las administraciones para que
promulguen una legislación ajustada a la biología de la especie y que los gestores y
cazadores, realicen un aprovechamiento adecuado y sostenible, potenciando la
reproducción de estas especies garantizando su futuro.
Gestión de las poblaciones de tórtola común.
Medidas de orden legal.
Sobre el periodo hábil de caza. Establecer los órdenes de media veda con el
fin de evitar la coincidencia con el periodo reproductor. Reducir la presión acotando el
periodo hábil y permitiendo su caza no más de dos veces a la semana.
Sobre el hábitat. Aprovechar las ayudas que ofrecen las administraciones en
cuanto a que los acotados realicen siembras de cereales, leguminosas u oleaginosas
donde se limite el uso de herbicidas y que permanezcan sin cosechar. Planes de
recuperación de paisajes y hábitats como setos, linderos arbolados y bosques de ribera.
Caza.
Lucha contra prácticas ilegales.
Sobre la obtención de capturas fiables. Puesta en marcha de sistemas de
seguimiento fiable que permita obtener información sobre capturas anuales. (Libro: La
gestión en ecosistemas andaluces V.II. Capítulo 16. Gestión del monte mediterráneo.
Punto 1.4.3 Pg. 268 y 269).
Medidas a nivel acotado.
Sobre el hábitat. Realizar siembras de cereal y dejarlo sin cosechar. En caso
de no poder dejar la cosecha durante todo el año, suplementar con grano sobre una
amplia extensión de terreno para evitar concentración de individuos. No utilizar
herbicidas. Promover la existencia de setos, linderos arbolados y bosques de rivera.
Creación de charcas con arboledas cercanas. Evitar la presencia humana y sus actividades
en zonas de reproducción y alimentación.
Sobre la caza. Evitar coincidencias con el periodo reproductor. Extraer un
porcentaje adecuado a la productividad de la especie. Establecer cupos de capturas. No
repetir las cacerías sobre el mismo cazadero y realizar un seguimiento y registro del
tamaño de la población, volumen de capturas y número de cazadores. (Saenz de
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Buruaga & Carranza 2009, V.II. Capitulo 16. Punto 1.4.4 Pg. 269, 270 y 271).
h) Gestión de las poblaciones paloma torcaz.
Actuaciones sobre el hábitat de invernada y sus poblaciones (invernantes y
reproductoras). Medidas encaminadas a la mejora de la producción de bellota,
gestionando de manera adecuada las masas de dehesa mediante medidas ambientales y
agrosilvopastorales. Mejorar la producción bellotera mediante prácticas de poda y
mejoras del arbolado y potenciando la conservación de aves insectívoras para paliar
plagas que afecten a las quercíneas. Censo en áreas de invernada y control de las
capturas. Establecer los órdenes de media veda con el fin de evitar la coincidencia con el
periodo reproductor y evitar en la medida de lo posible la caza en migración prenupcial
no alargando la media veda más allá del 1 de Febrero. Fomentar especies arbóreas que
puedan ofrecer mayor espesura y mayor defensa frente a depredaciones de nidos. (Saenz
de Buruaga & Carranza 2009 V.II. Capítulo 16. Punto 2.4.1 Pg. 280, 281 y 282).
Actuaciones sobre el hábitat reproductor. Las medidas propuestas para
favorecer las poblaciones de tórtola son igualmente aplicables en el caso de la paloma
torcaz sedentaria. (Saenz de Buruaga & Carranza 2009 V.II. Capítulo 16. Punto 2.4.2 Pg.
282).
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5. Bibliografía
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ecosistemas. Trofeo 489: 36-38 (M. 6001-1970).
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calidad cinegética: un reto para el futuro. Trofeo, Abril 2005.
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la gestión y conservación de la biodiversidad
6. ANEXO 1: Caza y Conservación.
La caza es una actividad natural humana desde los orígenes de nuestra especie. En el
mundo moderno, sin embargo, la caza ha dejado de ser un modo de subsistencia para ocupar un
lugar entre las actividades de ocio, haciendo más pertinente su cuestionamiento desde el punto
de vista de la ética y de la conservación.
El desarrollo de las sociedades humanas no sólo ha producido un cambio en el papel de
la caza sino también en las interrelaciones ecológicas, provocando desajustes que a menudo
reclaman intervenciones artificiales. La gestión de la conservación se hace necesaria como
respuesta a nuestros propios impactos. Incluso desde posiciones contrarias a la caza se admite
la necesidad del control de las poblaciones como una actividad de conservación que responde
a los desequilibrios causados directa o indirectamente por la actividad humana. La conservación
puede ser posible sin caza, pero hoy día es muy difícil sin cierto control de las poblaciones.
En España existen espacios en los que las poblaciones naturales se mantienen sin
necesidad de un control poblacional activo y sin caza. Este es el caso por ejemplo de algunos
(sólo algunos) parques nacionales. Es deseable que existan espacios donde los equilibrios
ecológicos se mantengan sin intervención humana, aunque a veces pueden requerir actuaciones
que se anticipen a situaciones que comprometen a elementos del ecosistema que se pretende
conservar, tales como la vegetación o la sanidad de las poblaciones, como los casos conocidos
en Cazorla con la sarna o en Doñana con la tuberculosis.
Puede haber espacios en los que incluso necesitando de un control poblacional, la caza
sea incompatible con otros usos. En otros casos, sin embargo, la caza puede ser un buen
modo, efectivo en resultados y adecuado desde el punto de vista socioeconómico, de llevar a
cabo el control poblacional.
Muchas grandes áreas que hoy nos enorgullecen porque constituyen un valioso
patrimonio para la depauperada biodiversidad del continente europeo han estado sometidas
tradicionalmente a la explotación cinegética. A la vista de esa evidente relación se podría
concluir que la caza ha contribuido a su conservación, aunque en realidad se trata en muchos
casos de áreas que no han admitido otro uso, y que simplemente la no actuación las ha
conservado en su estado natural. Hoy en día, sin embargo, el cerco del impacto humano se ha
estrechado sobre las áreas y especies naturales de tal modo que la no actuación ya no es
válida como estrategia general ni para la gestión cinegética ni para la conservación.
La conservación de la biodiversidad pasa por el reconocimiento del valor económico de los
bienes ambientales. Las áreas naturales constituyen un patrimonio y producen una renta que los
economistas han empezado a traducir a cifras. Estamos comprendiendo progresivamente que la
traducción a dinero de valores que hasta hace poco eran abstractos y de difícil concreción,
como la existencia de bosques, de ríos limpios, de biodiversidad, no es gratuita sino real.
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la gestión y conservación de la biodiversidad
La caza en un ambiente natural es un bien de alto valor económico que ya se explota
desde hace mucho tiempo. La demanda existe y los procedimientos comerciales también, y se
han venido practicando desde antiguo. Como quiera que los valores naturales están en alza,
también es comprensible que la demanda por una actividad en contacto con la naturaleza lo
esté. La valoración de la caza en entornos naturales se refleja en el interés de la iniciativa
privada al dedicar áreas a esta actividad. Areas que no son precisamente marginales. La
demanda por la caza ha impulsado al gestor privado a reducir la carga ganadera en favor de la
gestión cinegética. La explotación de la caza ha pasado a convertirse en una alternativa
económica para muchas zonas, pero con la particularidad de que la existencia de ciervos, jabalíes,
corzos o cabras monteses es compatible con una mayor biodiversidad que el aprovechamiento
ganadero o la agricultura. Las especies cinegéticas requieren de áreas naturales. Ciervos y
jabalíes necesitan al monte mediterráneo, con su mosaico de formaciones vegetales en el que
tienen cabida desde las dehesas sin matorral, hasta las áreas que los ecólogos llaman lí ax , donde el matorral incluye una gran variedad de especies y el bosque alcanza su máxima
complejidad.
Aunque la caza es una actividad tradicional en nuestra sociedad, la sociedad ha
cambiado y el medio ambiente también. Ejercer la caza, entendida como recurso natural
sobre especies silvestres en áreas conservadas, es un enorme privilegio en el mundo actual.
Cuando esta actividad es posible, constituye un buen indicador de saludable estado de
conservación.
La valorización de la caza en áreas naturales puede favorecer la conservación, pero en
esa misma dirección la intensificación de los manejos conduce con facilidad a modos de gestión
que lesionan los valores naturales. La conservación del patrimonio natural y la biodiversidad
requiere del aprovechamiento de los beneficios de la caza como recurso natural, pero el punto
crucial es cómo hacerlo para que la caza sea motor de conservación en lugar de impacto
negativo sobre las poblaciones cinegéticas y los ecosistemas. La clave es considerar que la
caza es el aprovechamiento de un recurso natural, por lo que toda actuación que ponga en
riesgo la naturalidad y sostenibilidad del recurso debe ser desestimada, en primer lugar por
los propios cazadores. En la gestión de la caza, al igual que en cualquier gestión del medio
natural, los procedimientos deben basarse en principios que marcan lo que es o no aceptable.
La idoneidad de las actuaciones se evalúa por su efecto en los valores que se pretende
conservar. Los procedimientos de gestión cinegética serán admisibles o no en función de sus
efectos sobre la conservación del recurso natural dentro del conjunto de elementos con los que
interacciona. Por lo tanto, la decisión sobre la idoneidad de una actuación ha de basarse de un
modo muy fundamental en el conocimiento de sus efectos sobre las diferentes piezas del
entramado ecológico. La investigación aplicada a la gestión cinegética tiene como objetivo
producir ese conocimiento sobre los efectos de las actuaciones y aportar soluciones que hagan
compatible el aprovechamiento del recurso con la conservación de los valores naturales, tanto de
las propias especies cinegéticas como de los demás elementos del ecosistema con los que
interaccionan, en el marco de los condicionantes sociales y económicos.
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Al igual que la caza no puede ser ajena a la conservación, la conservación de la
biodiversidad no puede ignorar a la caza. La mayoría de los terrenos de mayor valor para la
biodiversidad, incluyendo los enclaves que mantienen a las especies más emblemáticas de la
fauna ibérica, son áreas dedicadas a la gestión cinegética y a menudo de titularidad privada.
Las decisiones privadas en materia de gestión tendrán, por lo tanto, un enorme impacto en
elementos clave de la conservación de la biodiversidad.
En la actualidad tenemos la gran oportunidad de potenciar la caza convirtiéndola en el
mejor aliado de la conservación. Conseguir ese objetivo pasa por facilitar el desarrollo de
técnicas de gestión apropiadas a la realidad actual que es bien diferente de la que ha marcado
la tradición cinegética en el pasado. Los nuevos procedimientos deben promover
expresamente la conservación integral del ecosistema a la vez que favorecer la rentabilidad para
el titular de la explotación. El edificio no puede sostenerse si falla alguno de los pilares básicos.
La responsabilidad de los que nos dedicamos a la investigación en estos temas es
aportar las claves de conocimiento para posibilitar esta gestión, a la vez que comunicar a la
sociedad y a sus representantes en la administración pública, las estrategias que a nuestro juicio
pueden posibilitar el funcionamiento del sistema, especialmente cuando se trata de reflexionar
sobre una materia como la conservación del medio ambiente, la cual claramente nos compete a
todos.
La problemática de la caza y la conservación ha sido tratada ya en buen número de
escritos y por parte de diferentes autores. Cada uno ofrece un punto de vista pero todos
coinciden en ideas y principios fundamentales. El lector interesado puede consultar, por
ejemplo, Carranza (1999; 2004; 2007; 2008a,b); Carranza & Martínez (2002), Carranza &
Vargas (2007); Carranza & Sáenz de Buruaga (2008); Díaz, Campos & Pulido (2008); Saéz de
Buruaga (2008), cuyas referencias completas aparecen al final de este texto.
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7. ANEXO 2. El problema de la intensificación de la gestión cinegética y su
influencia sobre las poblaciones naturales:
a) La actual Gestión Cinegética de la Caza Mayor vista con otros ojos
En las últimas décadas se ha producido una intensificación de la gestión
cinegética de forma que actualmente son muy comunes determinadas actuaciones; sin
embargo, que sean comunes no es sinónimo de que sean correctas o aceptadas por toda
la sociedad.
En nuestro país todos hemos asistido a una carrera de actuaciones sobre los
hábitats y sobre las poblaciones cada vez más artificiales e intensivas. Cuando un cazador
dedica un día a la caza, está en contacto con la naturaleza y con su propio ser. Pueden
ser muchas y variadas las motivaciones que le llevan a pasar un día de caza y
también muchos y variados los factores que pueden influir en su satisfacción al terminar
el día y volver a casa. Estos patrones de satisfacción son los que caracterizan la demanda
que actúa y condiciona a los que pueden ofertar la caza.
En un día de caza existen probabilidades de llegar a ver la presa y también de
poder abatirla, pero el éxito no está asegurado. José Ortega y Gasset (1942) explicaba que
no es fundamental en una cacería que ésta tenga éxito. Por el contrario, si el esfuerzo del
cazador siempre e inevitablemente terminara en éxito no sería caza, sería otra cosa.
Con todo, en los últimos tiempos, la demanda de muchos cazadores ha
provocado una presión para que esa aleatoriedad del campo y de la caza se elimine
y se pueda asegurar el éxito en un día de caza, lo que Ortega y Gasset no definía como
caza sino como otra cosa . Existe una gran demanda de caza, de días con éxito en la
caza, tanto en número de animales cazados como, en el caso de la caza mayor, de machos
de gran tamaño. Esta demanda ha provocado una gestión cinegética orientada en la
mayoría de las ocasiones a proporcionar lo demandado con una intensificación de las
actuaciones, que en muchos casos, ya se consideran normales.
Las distintas actuaciones orientadas a conseguir esta cantidad o tamaño son
entre otras: incrementos de densidad, alimentación suplementaria, compra de animales
procedentes de otros lugares e incluso de otros países, cercado perimetral del terreno
gestionado, y en algunos casos vacunaciones y desparasitaciones. Puede que en
determinados procesos podamos tener argumentos para realizar esas actuaciones,
pero conviene tener en cuenta otros puntos de vista que nos sirvan para recordar que
nos estamos alejando de lo natural y nos hagan ver la realidad de la situación.
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En un artículo publicado hace unos años por Matt Knox (2011) se exponen
opiniones sobre determinadas actuaciones de gestión en algunos estados americanos.
En Norteamérica se ha producido en los últimos años una intensificación de la gestión
cinegética de ciervos con actuaciones como cercados de terrenos, alimentación
suplementaria y en algunos casos reproducción selectiva para conseguir mayores
tamaños de cuernas, principalmente en estados del sur como Texas. Mientras, en
otros estados no se han producido estas prácticas como puede ser en Virginia, ya que
está prohibida la cría en cautividad de ciervos (granjas), no se permite la caza de
animales utilizando alimento para atraerlos, no se permite la alimentación
suplementaria y tampoco se permiten los cercados de fincas.
Son por lo tanto dos modelos opuestos de gestión de una misma especie en un
mismo país. En Texas se ha permitido ese modelo de gestión, fomentado por la
demanda existente de asegurar el éxito en la caza y de conseguir grandes trofeos. En
algunos casos se capturan y crían animales para conseguir una ejora genética del
ciervo de cola blanca, pero generalmente lo que se realiza es una selección hacia
mayores cuernas, llegando a pagar en subastas más de 40.000 dólares por hembras
hermanas de grandes machos.
En opinión de Matt Knox estos ciervos sujetos a un manejo intensivo se
podrían denominar animales domésticos, ya que están sufriendo un proceso de
amansamiento, domesticación y selección. De esta forma expone que si alguien quiere
cazar un ciervo semidomesticado, alimentado de forma artificial, diseñado
genéticamente y en un cercado, puede hacerlo en Texas, pero que ese modelo de
gestión es difícilmente defendible.
La demanda de caza de machos con grandes cuernas que alcancen mayor
puntuación, los grandes trofeos, puede dar lugar a lo que Knox ha denominado The
Antler Religion , la religión de las cuernas, donde se presta culto a las grandes cuernas en
una especie de competición por el tamaño y donde las mejores puntuaciones identifican
a los mejores ciervos. En realidad la puntuación de la cuerna como indicativo del valor
del trofeo cinegético se ha desvirtuado. Medir los trofeos puede ser un buen indicador de
una gestión adecuada, pero siempre que la gestión no sea intensiva. La organización
americana responsable de las puntuaciones Boo e and Crockett Clu , una de las
primeras organizaciones conservacionistas de los Estados Unidos apuesta además de
por la conservación, por la caza ética y justa, condenando la caza de animales en
cercados o que hayan sido liberados para su caza, la mejora artificial de las características
genéticas de las especies con prácticas inaceptables como inseminación artificial,
programas de cría controlados o traslocaciones de animales para su cría en terrenos
cercados, siendo una organización preocupada de que la sociedad en general no
confunda la caza ética con todas las demás actuaciones inaceptables.
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El Consejo Internacional de la Caza (CIC) dió un paso muy importante en su
reunión en Madrid en Noviembre de 2012, haciendo público un comunicado en el cual
se posiciona claramente en favor de la gestión natural de la caza, indicando que los
trofeos deben ser un signo de buena gestión y no favorecer un intervencionismo
excesivo y no natural sobre las especies de caza mayor.
En nuestro país, la Junta Nacional de Homologación de Trofeos de Caza (JNHTC)
tiene entre sus diversas funciones la de estimular la gestión de la riqueza cinegética en
base a un aprovechamiento sostenible de los recursos de caza y velar por la protección
de la diversidad biológica de la fauna cinegética española y, en particular, por su pureza
genética , es decir, objetivos de gestión sostenible y de conservación. Como muestra de
ello podemos citar dos ejemplos de actuaciones relevantes de la JNHTC. Para el caso
del ciervo ibérico, los trofeos que superan una determinada puntuación son
sometidos a análisis de ADN con la intención de comprobar su pureza y evitar así las
prácticas inadecuadas de importación de otras subespecies. Por otro lado, se acaba de
aprobar que los trofeos homologados de macho montés, rebeco, sarrio, lobo y arruí si
proceden de terrenos cercados no podrán optar a ser Record Nacional, una clara
apuesta por un modelo de gestión menos intensivo.
En un documento sobre el Modelo Norteamericano de Conservación de la Fauna
Silvestre se habla del concepto del cazador, que puede resumirse en aquél que cuando
caza: prima el acto de seguir o buscar a la presa, permite la incertidumbre o
aleatoriedad de éxito, busca conocimientos sobre la naturaleza y sobre las costumbres de
los animales, no obtiene beneficio económico, no infiere dolor innecesario a los
animales y no desperdicia los animales cazados. Este concepto de cazador cobra enorme
importancia en la sociedad actual, que es cada vez más urbana y en donde existen
sectores en contra de esta actividad, lo que debería promover una orientación más ética
y conservadora de la actividad cinegética.
Muchas de las actuaciones de gestión descritas como intensivas en
Norteamérica se pueden encontrar en nuestro país, principalmente en algunos lugares
de la mitad sur peninsular. El proceso ha sido similar, ha existido una demanda cada
vez mayor de caza, pero no de cualquier tipo, sino de caza asegurada, asegurado el éxito,
asegurado el tamaño del trofeo… pero al mismo tiempo un sector se ha posicionado en
contra. Aunque ciertamente es complicado estar en contra del mercado, este sector de
cazadores, gestores, propietarios, investigadores, etc., trata de fomentar unos
principios acordes con la conservación y con una caza más tradicional. Después del
boom cinegético español donde la incorporación masiva de nuevos cazadores modificó
velozmente los modelos de gestión para cubrir una demanda masiva de trofeos, el
sector se encuentra ante una recesión económica que afecta a los clientes y a un
agotamiento ecológico que afecta al producto poniendo de manifiesto la
insostenibilidad del modelo de gestión intensiva. Como posible alternativa algunas
Comunidades Autónomas se encuentran inmersas en la creación de Sistemas de
Certificación de la Calidad Cinegética que pretenden primar la gestión más natural de los
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recursos cinegéticos, intentando incentivar a aquellos que van en contra de la
marea, pero que claramente representan el único futuro posible para una caza
sostenible en el mundo moderno.
Sin embargo todas esas iniciativas están condenadas al fracaso si esa oferta
diferenciada, basada en los antiguos valores naturales y éticos inherentes a la caza
tradicional, no encuentra clientes en el panorama cinegético actual. Está incógnita sólo la
resolverá el paso del tiempo y la reacción de los cazadores como clientes, que son los
que con sus decisiones individuales pueden encauzar hacia dónde evolucionará la oferta
cinegética, los modelos de gestión asociados y, en definitiva, el futuro de la caza en
España.
b) Referencias.
DEMARAIS, S., R.W., DEYOUNG, L.J., LYON, E.S., WILLIAMS, S.J., WILLIAMSON,
G.J., WOLFE. (2002). Biological and social issues related to confinement of wild ungulates.
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KNOX, W. M. (2011). The Antler Religion. Wildlife Society Bulletin 35(1): 45-48.
ORGAN, J.F., V. GEIST, S.P. MAHONEY, S. WILLIAMS, P.R. KRAUSMAN, G.R.
BATCHELLER, T.A. DECKER, R. CARMICHAEL, P. NANJAPPA, R. REGAN, R.A. MEDELLIN, R.
CANTU, R.E. MCCABE, S.
CRAVEN, G.M. VECELLIO, D.J. DECKER. (2012). The North American Model of
Wildlife Conservation. The Wildlife Society Technical Review 12-04. The Wildlife Society,
Bethesda, Maryland, USA.
ORTEGA Y GASSET, J. (1942). Meditations on hunting. Translated by Howard B.
Wescott. Charles Scrib er s Sons, New York, New York, USA.
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8. ANEXO 3. El problema del aporte de alimento a los jabalíes.
En muchos cotos de caza mayor se recurre a la alimentación suplementaria
(principalmente maíz) como método para intentar llenar o mantener las manchas con jabalíes.
Cuando alguna finca empieza por este camino es fácil que las de alrededor se vean obligadas a
hacer lo mismo si no quieren ver cómo el vecino les deja sin jabalíes. Cuando todas las fincas
vecinas están manteniendo a los jabalíes a base de maíz, el resultado para cada una de ellas
puede ser similar al de antes de empezar con la práctica de alimentación, pero ahora todos
gastan más dinero y además, como veremos más adelante, provocan problemas.
Las poblaciones de jabalíes de la zona mediterránea que disponen de alimentación
suplementaria ven alterada su fenología reproductiva. En condiciones naturales deberían
entrar en celo a finales de octubre y durante noviembre para parir en febrero y marzo; sin
embargo, con la alimentación suplementaria estival entran en celo antes y paren en pleno
invierno por lo que se puede incrementar la mortalidad de las crías debido al frío y a que aún
nos encontramos en temporada de caza.
Pero lo más importante es que se multiplican las interacciones entre individuos por lo
que pueden transmitirse enfermedades y parásitos que terminan contagiando a otras especies,
tanto silvestres como domésticas, como sucede con la tuberculosis. El aporte de alimentación a
los jabalíes en fincas donde estos animales entran y salen libremente supone un alto riesgo
sanitario para la comarca. En los puntos de alimentación los jabalíes entran en contacto, ya
sea directamente o a través de los elementos del medio, favoreciendo el contagio entre ellos.
El siguiente paso es que esos jabalíes se trasladan a otras áreas o a otras fincas por diversos
motivos tales como cambio en las fuentes de alimento natural (bellotas, piñones, madroños,
zonas húmedas, etc.), cambio en las condiciones climáticas (que les hacen elegir solanas o
umbrías), tiempo de paridera, tiempo de celo, etc. En esas nuevas áreas contribuyen a la
propagación de las enfermedades que quizás no tenían antes de visitar las zonas de
suplementación.
El jabalí no necesita de la suplementación de alimento como puede ser el caso del
ciervo durante el verano. Las épocas menos favorables para muchas especies (como el verano),
no son necesariamente malas para los jabalíes ya que tienen una dieta omnívora muy variada,
suelen desplazarse por amplias áreas para buscar los tipos de alimento disponibles en cada
estación, e incluso se alimentan con frecuencia de carroña. Toda esa variedad de alimentos
que suelen consumir, incluida la carroña, suponen una fuente de nutrientes de mucha mayor
calidad que el maíz. Es cierto que al alimentarse de carroña pueden entrar en contacto con los
patógenos que causaron la muerte al animal que se comen, pero eso es inevitable y quizás
forma parte de las razones por las cuales los jabalíes son tan resistentes de modo natural a
las enfermedades. El problema es que si ahora los concentramos en áreas de suplementación de
alimento, los gérmenes de cada uno de ellos se extenderán a los demás individuos y serán
luego transportados a sus áreas respectivas.
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En las fincas de caza es frecuente aportar alimento al ciervo durante el verano y
principios del otoño. ¿Significa esto que de modo inevitable el jabalí podrá venir a
alimentarse en esos lugares? No necesariamente, dependiendo del tipo de comida que se utilice.
Si se echa maíz a los ciervos es evidente que vendrán los jabalíes, y de hecho ésa suele ser la
razón de hacerlo. Para el ciervo el maíz no es un buen alimento. Como rumiante, es mejor
aportarle forrajes, por ejemplo alfalfa en rama o cualquier otro tipo de heno de buena calidad.
Con ese tipo de alimento y si la cantidad del aporte es ajustada a sus necesidades, no
aparecerán jabalíes. En definitiva, los efectos de los manejos no son iguales en el ciervo y en el
jabalí. En el caso del ciervo los cerramientos cinegéticos y ciertos aportes moderados de alimento
pueden ser compatibles con una buena gestión. En el caso del jabalí, debe prevalecer la libertad
de sus movimientos y la ausencia de aportes alimenticios artificiales.
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9. ANEXO 4. Conservación de la pureza genética en las poblaciones de ciervo
ibérico
El ciervo ibérico (Cervus elaphus hispanicus) es una subespecie del ciervo común (Cervus
elaphus) adaptada a las condiciones mediterráneas de la Península Ibérica, bien diferenciada
de las otras subespecies de ciervo que existen en Europa y Asia. Para algunos, las diferencias
entre esta subespecie y las demás son suficientes como para considerarla incluso especie
diferente. Una de las mayores amenazas para la conservación de la subespecie ibérica es la
introducción de ciervos de otras partes del mundo, provocando una mezcla genética que
supone la desaparición de los rasgos típicos del ciervo ibérico. Incluso los traslados
indiscriminados de unos lugares a otros dentro de la Península suponen una actuación contraria
a preservar las adaptaciones locales. Dentro de lo posible, las reintroducciones debieran
llevarse a cabo con ejemplares procedentes de la misma comarca ecológica.
Desde el año 2003 disponemos de un test genético que se está aplicando a los trofeos de
ciervo para comprobar su autenticidad como ibéricos, previo a su homologación por la Junta
Nacional de Homologación de Trofeos de Caza, así como por las Comisiones Autonómicas. El
rechazo de los trofeos de ejemplares no autóctonos tiene un efecto desincentivador de las
importaciones y favorece la preservación de la pureza genética de nuestro ciervo autóctono. El
desarrollo y refinamiento de las técnicas genéticas nos permite hoy no sólo conocer el grado de
hibridación de un determinado ejemplar sino que incluso para los ciervos ibéricos podemos
determinar con alta probabilidad el área de la que procede dentro de la península ibérica.
Estos avances ponen en nuestra mano la posibilidad de rastrear los movimientos de ejemplares
entre comarcas y preservar las características originales de los ciervos de cada región. El
lector interesado puede consultar también Carranza et al. (2003a,b); Carranza & Martínez
(2002); Carranza (2008a).
a) El ciervo en fincas abiertas
Desde hace años se viene produciendo un intenso debate sobre la idoneidad
de los cotos de caza mayor , abiertos o cerrados con malla cinegética. Existen
multitud de puntos controvertidos en este debate que requieren de estudios serios
para aportar soluciones objetivas. Sin duda la presencia de mallas cinegéticas no es un
ideal en la gestión de la caza mayor, pero la las fincas abiertas tal y como se
gestionan en la actualidad tampoco lo son.
Las poblaciones de ciervos en las fincas abiertas se caracterizan por la escasa
edad de los machos y por el exceso de hembras. Estas condiciones favorecen un escaso
desarrollo corporal y de trofeos en los machos, no sólo por su corta edad sino por
crecer en condiciones poco favorables que hacen que su tamaño de cuerpo y cuernas
sea bajo incluso para su edad. Además, la reproducción ocurre de un modo poco
natural para esta especie, basada en el oportunismo de los machos jóvenes en lugar de en
la competencia directa entre machos maduros.
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Las correcciones de estos problemas pasan por reestablecer una estructura
poblacional más natural y equilibrada. Para ello es necesario reducir el número de
hembras y aumentar la edad media de los machos.
Ambas medidas se llevan a cabo como parte de la gestión normal de las fincas
cerradas, mediante la caza de gestión sobre las hembras y mediante el uso de cupos de
venados por puesto, que disminuyen la presión de caza y permiten que los ejemplares
lleguen a la madurez. Las fincas abiertas deben incorporar estos modos de gestión,
aunque para ello sea necesario el acuerdo entre fincas vecinas o el establecimiento de
normativas a nivel comarcal. Para más información ver: Torres-Porras et al. (2014)
Uno de los elementos en el debate sobre las mallas cinegéticas es la problemática
de la conservación de la variabilidad genética. Debido al aislamiento de las poblaciones
de fincas cerradas, se espera un aumento de la consanguinidad y una disminución de la
diversidad genética. Sin embargo, en un trabajo realizado por nuestro grupo en el año
2002 observamos que los niveles de consanguinidad y la variabilidad genética en fincas
cerradas no eran diferentes de los encontrados en fincas abiertas (ver Carranza et al.
2002). Estos mismos resultados los hemos vuelto a comprobar recientemente con
nuevos análisis sobre diferentes fincas, lo que refuerza la generalidad de nuestras
conclusiones. Los resultados de nuestros estudios muestran que, desde el punto de
vista genético, las fincas abiertas no están mejor que las cerradas, ya que en las
cerradas hay procesos relacionados con la selección natural de los mejores machos
reproductores que tienden a mantener la variabilidad genética (ver Pérez-González &
Carranza 2008).
El modo actual de explotación de las fincas abiertas de ciervos en el suroeste
de la Península Ibérica no es sostenible (Torres-Porras et al. 2014). El objetivo al que
se debería tender, a pesar de los problemas asociados, es a una gestión comarcal de las
poblaciones que posibilite el intercambio de individuos entre poblaciones y la
existencia del suficiente número de machos con la suficiente edad como para que se
originen los procesos selectivos relacionados con la berrea. De esta manera se
conseguirán poblaciones de ciervos genéticamente sanas con una elevada capacidad de
resistencia a problemas ambientales como sequías o enfermedades y que permitan el
desarrollo de una actividad cinegética de calidad en un entorno de calidad.
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la gestión y conservación de la biodiversidad
10. ANEXO 5. Dos linajes genéticos en el ciervo ibérico
El ciervo ibérico incluye dos linajes genéticos que proceden de épocas anteriores a la
última glaciación. Uno de ellos se encuentra en Extremadura y el otro fundamentalmente en
el centro (Castilla La Mancha) extendiéndose hacia Andalucía y áreas del norte de España.
La línea de investigación que incluye el trabajo recientemente publicado en la revista
Biodiversity and Conservation, así como otros que se encuentran en proceso de publicación (ver
referencias abajo), muestra la existencia de dos linajes genéticos de ciervo ibérico en España,
bien diferenciados entre sí y también respecto al resto de subespecies europeas de ciervo. El
hallazgo ha sido realizado por el grupo de investigación que dirige Juan Carranza Almansa
(Catedrático de la Universidad de Extremadura y Director de la Cátedra de Recursos
Cinegéticos en la Universidad de Córdoba), y en el que han participado investigadores de la
Universidad de Extremadura (Jose Luis Fernández-García, Javier Pérez-González), de la
Universidad de Granada (Juan Gabriel Martínez), de Italia (Ettore Randi), de la Universidad de
Córdoba (María Salinas) y del CSIC (Damián de Andrés Cara).
Se ha utilizado información de secuencia tanto de ADN mitocondrial como de ADN
nuclear (microsatélites) para analizar las relaciones genéticas entre las poblaciones españolas
y de otras áreas de Europa. Ambos procedimientos genéticos aportan información diferente que
se complementa. Sobre la base del ADN mitocondrial podemos estimar no sólo las relaciones
evolutivas de los linajes sino también su tiempo de divergencia. Así, nuestras estimaciones de
divergencia entre los dos linajes nos llevan a hace unos 109.000 años, por lo que deben
corresponder a poblaciones que se mantuvieron aisladas en sub-refugios glaciales diferentes
dentro del gran área de refugio que incluía la península Ibérica y el sur de Francia, sin haberse
mezclado significativamente durante el período glaciar de Würm que comenzó hace unos
110.000 años y tuvo su máximo hace unos 20.000. De estos dos linajes, el de Extremadura se
ha mantenido bastante aislado hasta nuestros días, principalmente en la Sierra de San Pedro. El
otro linaje, hoy en el centro y sur de España, así como en las poblaciones reintroducidas del
norte de España, es el que se extendió hacia el norte, hasta el Reino Unido y Escandinavia a
través de las tierras emergidas que mantenían la conexión con el resto del continente en la
primera parte del Holoceno, tras el último máximo glacial hace unos 20.000 años. Como
resultado, los ciervos de las subespecies del norte de Europa, como Cervus elaphus scoticus y
C.e. atlanticus, tienen un ADN mitocondrial muy próximo (con pocas mutaciones de diferencia)
a los ciervos del centro de España, de los cuales se separaron hace sólo unos 20.000 años,
mientras que la diferencia entre los dos linajes españoles se remonta a unos 100.000 años.
Pese a todo ello, los rasgos de morfología, anatomía y comportamiento de los ciervos españoles
son muy homogéneos, comparados con los de otros ciervos de Europa. De ahí que todos estén
en la actualidad reconocidos como la misma subespecie Cervus elaphus hispanicus. De todo
esto se derivan al menos dos preguntas: ¿Por qué existe esa similitud fenotípica entre los
ciervos españoles? y ¿Tiene sentido mantener la denominación de ciervo ibérico diferenciado
del resto de Europa?
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Para intentar responder a estas preguntas podemos ayudarnos del otro procedimiento
genético, el basado en el ADN que está en el núcleo de la célula (en lugar de en la
mitocondrias). Nuestros resultados con los marcadores microsatélites (ADN nuclear o genómico)
muestran un patrón similar al que vemos en la morfología, es decir, una mayor diferencia
entre el ciervo ibérico y cualquiera de las otras subespecies europeas que entre los dos linajes
de ciervo de la península. Los dos linajes ibéricos se han mantenido aislados durante largo
tiempo pero probablemente en ambientes ecológicos similares y sin grandes desplazamientos
geográficos. Por el contrario, las poblaciones de ciervos que se desgajaron del linaje del centro
de España y se expandieron hacia el norte de Europa han experimentado condiciones ecológicas
muy diferentes así como un desplazamiento geográfico muy importante, lo que ha debido
conllevar procesos de selección, cuellos de botella poblacionales y deriva genética. Estos
procesos alteran las variantes genéticas de las poblaciones, haciendo que algunas formas
desaparezcan y otras predominen.
El ADN mitocondrial es una única molécula que se transmite exactamente de madre a
hijos a menos que sufra una mutación, lo cual no ocurre a menudo (en promedio una vez en
cientos de generaciones). Los marcadores del ADN nuclear (microsatélites y otros) están
constituidos por múltiples formas alélicas que se mezclan entre sí en la reproducción sexual y
cuyas frecuencias en las poblaciones cambian mucho en función de los procesos de selección y
deriva genética. Estos procesos también pueden alterar la frecuencia de los tipos de ADN
mitocondrial en las poblaciones (haplotipos), pero no las diferencias entre ellos en número de
mutaciones. Al estudiar las poblaciones de ciervos utilizando el ADN mitocondrial podemos
estimar el tiempo de aislamiento entre ellas, mientras que al utilizar el ADN nuclear, y en
concreto las frecuencias con que aparecen sus distintas formas alélicas, ponemos de
manifiesto realmente diferencias genéticas entre las poblaciones. De ahí que podamos decir
que tenemos dos linajes de ciervo en la península Ibérica, con un largo tiempo de aislamiento
entre sí, pero aún más diferenciados genéticamente de los del resto de Europa que entre
ellos.
Para comprender mejor esta afirmación pensemos en la selección artificial que hace el
hombre. Recientemente se ha visto (Thalmann et al. 2013) que los perros domésticos fueron
producidos hace unos 18.000 años a partir de líneas hoy extintas de lobos europeos. El
resultado es que los perros y los lobos de los que proceden mantienen menores diferencias en
el ADN mitocondrial de las que existen entre muchas poblaciones de lobos. Es decir, los perros
(con todas sus razas) tienen poco tiempo de divergencia con los lobos (y por tanto un ADN
mitocondrial similar), pero se diferencian mucho de ellos a nivel genómico debido a los procesos
de selección artificial.
Además de este tipo de causas, no podemos descartar que los procesos de flujo génico
protagonizados por machos (que no transmiten a la descendencia el ADN mitocondrial), por
ejemplo al dispersarse en las zonas de contacto entre los dos linajes, hayan podido contribuir a
una cierta homogeneización de las características genéticas entre las poblaciones de Iberia, a
pesar de haberse mantenido la separación geográfica de los linajes maternos.
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De todo esto se concluye que el ciervo ibérico es diferente y que no sólo debe ser
protegido frente a la introgresión genética debida a la introducción de ciervos de otras partes de
Europa, sino también que se debe intentar mantener la integridad que todavía muestran los
dos linajes ibéricos, evitando las traslocaciones entre ellos, ya que su existencia constituye un
elemento de riqueza en la biodiversidad española que debemos apreciar y conservar.