La historia de la radio colombiana

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LA HISTORIA DE LA RADIO COLOMBIANA La primera emisora radial en la historia de Colombia comenzó a funcionar en Bogotá, y no en Barranquilla, como erróneamente se ha dicho y escrito en varias ocasiones, por iniciativa del gobierno de Miguel Abadía Méndez. Cuando en agosto de 1926 el nuevo presidente organizó su gabinete ministerial, para ocupar la cartera de Correos y Telégrafos nombró al arquitecto y periodista José de Jesús García, quien recibió un ministerio sumamente activo y lleno de proyectos. La Administración anterior, la del general Ospina, la misma que creó el Ministerio de Correos y Telégrafos, le había dado al área de las comunicaciones un singular impulso. Continuando con esa política, dieciocho meses después el Ejecutivo dio los primeros pasos destinados a que el Estado colombiano contara con una radiodifusora. Y, al mismo tiempo, elaboró y dio a conocer las normas exigidas para que los particulares instalaran y pusieran en funcionamiento otras de carácter comercial. La perifonía colombiana estaba en marcha en Colombia impulsada desde el Gobierno y en medio de las expectativas del gran público, ya que solo un selecto y privilegiado sector de la población había podido hasta entonces disfrutar de la sintonía de unas pocas estaciones extranjeras de onda corta mediante el uso de los primeros y costosos receptores llegados al país. Durante el primer semestre de 1928 el ministro García, con la asesoría de técnicos extranjeros, comenzó a tomar las necesarias y sucesivas decisiones para instalar la emisora denominada HJN. La compra del transmisor de onda media se realizó en la empresa alemana Telefunken, y en un pequeño terreno fiscal en un sitio denominado como Puente Aranda se planeo la construcción de la planta transmisora y parque de antenas. La emisora no poseía estudio alguno y para ello se decidió que este se instalara en un salón del Capitolio Nacional. La promesa fue que el 15 de julio las obras estarían terminadas. Pero la promesa no se pudo cumplir. El jueves 5 de septiembre de 1929, en la primera plana del diario El Espectador, un pequeño anuncio informaba sobre un singular hecho: “Teatro Caldas, Chapinero. Inauguración de la estación Radiodifusora de Bogotá. Los concurrentes de esta noche al Teatro Caldas podrán oír los discursos del señor ministro de las comunicaciones y del Sr. Sarazola. Además, cantos de los señores Umaña y Posada”. Los dueños del teatro, pensando acertadamente en que el acontecimiento radial no podría ser escuchado por la inmensa mayoría de bogotanos carentes de receptores, en la cinematográfica sala habían instalado uno de estos aparatos conectado a dos altoparlantes, y de esta forma sacarle provecho a la transmisión con la correspondiente venta de entradas. Pero además de la comercial invitación, en la última página del periódico una nota informaba lo siguiente: “Hoy, a las seis de la tarde, se verificará el primer concierto de la estación radiodifusora instalada por el Gobierno Nacional cerca del sitio denominado Puente Aranda. La inauguración oficial de esta estación se efectuó a las 11 de la mañana y al acto asistieron, entre otras personas, el ministro de Correos y Telégrafos, el técnico señor Klemp, varios miembros del Congreso y numerosos invitados”. El Ministerio de Correos y Telégrafos informaba que la estación transmitiría en la frecuencia de 705 Kcs, banda de 425 metros, y también que la potencia le permitiría ser escuchada en toda la república. Durante las transmisiones de prueba de la estación, los conciertos fueron captados en ciudades tan distantes como Barranquilla, Cereté y Santa Marta, de acuerdo a los telegramas que llegaron al Ministerio. La estación transmisora de Puente Aranda funcionaba con un jefe electricista, un ayudante, un maquinista y su ayudante y dos mecánicos. La hora fijada por el Ministerio para que se lleven a cabo los conciertos fue la de las nueve de la noche. Poco a poco, la programación de la emisora fue tomando forma. Ya para el 17 de septiembre utilizaba un formato más o menos básico, fecha en la que

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Estas son las copias donde sacamos la información sobre linea de tiempo de la radio.

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LA HISTORIA DE LA RADIO COLOMBIANA

La primera emisora radial en la historia de Colombia comenzó a funcionar

en Bogotá, y no en Barranquilla, como erróneamente se ha dicho y escrito

en varias ocasiones, por iniciativa del gobierno de Miguel Abadía Méndez.

Cuando en agosto de 1926 el nuevo presidente organizó su gabinete

ministerial, para ocupar la cartera de Correos y Telégrafos nombró al

arquitecto y periodista José de Jesús García, quien recibió un ministerio

sumamente activo y lleno de proyectos.

La Administración anterior, la del general Ospina, la misma que creó el

Ministerio de Correos y Telégrafos, le había dado al área de las

comunicaciones un singular impulso. Continuando con esa política,

dieciocho meses después el Ejecutivo dio los primeros pasos destinados a

que el Estado colombiano contara con una radiodifusora. Y, al mismo

tiempo, elaboró y dio a conocer las normas exigidas para que los

particulares instalaran y pusieran en funcionamiento otras de carácter

comercial.

La perifonía colombiana estaba en marcha en Colombia impulsada desde el

Gobierno y en medio de las expectativas del gran público, ya que solo un

selecto y privilegiado sector de la población había podido hasta entonces

disfrutar de la sintonía de unas pocas estaciones extranjeras de onda

corta mediante el uso de los primeros y costosos receptores llegados al

país. Durante el primer semestre de 1928 el ministro García, con la

asesoría de técnicos extranjeros, comenzó a tomar las necesarias y

sucesivas decisiones para instalar la emisora denominada HJN.

La compra del transmisor de onda media se realizó en la empresa alemana

Telefunken, y en un pequeño terreno fiscal en un sitio denominado como

Puente Aranda se planeo la construcción de la planta transmisora y parque

de antenas. La emisora no poseía estudio alguno y para ello se decidió

que este se instalara en un salón del Capitolio Nacional. La promesa fue

que el 15 de julio las obras estarían terminadas. Pero la promesa no se

pudo cumplir.

El jueves 5 de septiembre de 1929, en la primera plana del diario El

Espectador, un pequeño anuncio informaba sobre un singular hecho: “Teatro

Caldas, Chapinero. Inauguración de la estación Radiodifusora de Bogotá.

Los concurrentes de esta noche al Teatro Caldas podrán oír los discursos

del señor ministro de las comunicaciones y del Sr. Sarazola. Además,

cantos de los señores Umaña y Posada”. Los dueños del teatro, pensando

acertadamente en que el acontecimiento radial no podría ser escuchado por

la inmensa mayoría de bogotanos carentes de receptores, en la

cinematográfica sala habían instalado uno de estos aparatos conectado a

dos altoparlantes, y de esta forma sacarle provecho a la transmisión con

la correspondiente venta de entradas.

Pero además de la comercial invitación, en la última página del periódico

una nota informaba lo siguiente: “Hoy, a las seis de la tarde, se

verificará el primer concierto de la estación radiodifusora instalada por

el Gobierno Nacional cerca del sitio denominado Puente Aranda. La

inauguración oficial de esta estación se efectuó a las 11 de la mañana y

al acto asistieron, entre otras personas, el ministro de Correos y

Telégrafos, el técnico señor Klemp, varios miembros del Congreso y

numerosos invitados”.

El Ministerio de Correos y Telégrafos informaba que la estación

transmitiría en la frecuencia de 705 Kcs, banda de 425 metros, y también

que la potencia le permitiría ser escuchada en toda la república. Durante

las transmisiones de prueba de la estación, los conciertos fueron

captados en ciudades tan distantes como Barranquilla, Cereté y Santa

Marta, de acuerdo a los telegramas que llegaron al Ministerio. La

estación transmisora de Puente Aranda funcionaba con un jefe

electricista, un ayudante, un maquinista y su ayudante y dos mecánicos.

La hora fijada por el Ministerio para que se lleven a cabo los conciertos

fue la de las nueve de la noche.

Poco a poco, la programación de la emisora fue tomando forma. Ya para el

17 de septiembre utilizaba un formato más o menos básico, fecha en la que

justamente El Espectador anunciaba la publicación diaria en sus páginas

de la programación de la HJN.

Año tras año, la HJN continuó afinando la calidad de su programación,

mientras que al mismo tiempo, aunque con lentitud, ampliaba sus horarios

de transmisión. Tras un breve período de producción de programas por

parte de concesionarios particulares, ya en nombre del Estado, fue

dirigida sucesivamente por varios personajes nacionales, entre los que

con singular brillo se destacó el escritor Daniel Samper Ortega entre

1932 y 1933. Cinco años más tarde, debido a la eficiente burocracia y

unas repetidas “deficiencias técnicas”, la voz de la primera

radiodifusora colombiana terminó por enmudecer.

Durante los dos últimos años del Gobierno de López Pumarejo las

posibilidades de la instalación de una nueva emisora estatal fueron

creciendo. Estudiado con atención un proyecto elaborado al respecto, con

un costo estimado en 300.000 pesos, su financiación resultaba en ese

momento imposible. Fue entonces cuando Gustavo Santos, director nacional

de Bellas Artes, le dijo un día al Presidente López, quien no había

dejado de pensar en el proyecto, que él iba a construir la emisora con la

plata que hubiera. Y la hizo

La emisora gubernamental fue inaugurada el 1 de febrero de 1940 a las

20:00 horas, desde el flamante edificio de la emisora, construido

especialmente, y localizado sobre la Av. Caracas. Entre 1940 y 1950, la

Radio Difusora Nacional operó bajo la orbita del Ministerio de Educación,

en 1952 se acercó un poco más a la Presidencia de la República, como

filial de la Oficina de Información, a partir de 1957 formaba parte del

Departamento Nacional de Radiotelevisión, dependiente en forma directa de

la Presidencia, y años después formaba parte del llamado Instituto

Nacional de Radio y Televisión.

A principios de los años noventa, los equipos de onda corta de la estatal

emisora comenzaron a salir de servicio con demasiada frecuencia y

terminaron por dejar de funcionar. La voz internacional de Colombia

desapareció del éter, simultáneamente con la reducción del número de sus

repetidoras nacionales, la razón fue la desidia gubernamental y la

intemperancia de los trabajadores de Inravisión. Y ya a finales del

agitado siglo pasado los augurios sobre el futuro de la enferma

Radiodifusora Nacional de Colombia eran, sencilla y tristemente, de

pronóstico reservado. La Radiodifusora Nacional de Colombia a lo largo de

su historia opero en la onda corta en las frecuencias de 6180, 17885,

15335, 11795, 9685 y 9655 con una potencia de 25 Kw, aunque en los

últimos tiempos esta se vio notoriamente reducida por el deterioro de sus

equipos.

Tras la promulgación del decreto del Gobierno de Abadía Méndez,

determinante de las condiciones para la instalación de «estaciones de

perifonía», muy pronto comenzó a aparecer en Colombia una nueva clase de

empresarios dedicados al prometedor negocio de la radiodifusión.

En la capital de la República, por ejemplo, la primera emisora de ese

tipo inició actividades el 14 de enero de 1930, gerenciada por Alfredo

Carreño bajo el extranjerizante nombre de Universal Radio Corporation, e

identificada por las letras HKC; y ya para 1938 habían llegado a la media

docena: Radio Alford, Radio HKF, La Voz de la Víctor, Colombia

Broadcasting, La Voz de Colombia y Ecos del Tequendama. Seis años

después, a mediados de la década del ‘40, en el ámbito nacional el

Ministerio de Correos y Telégrafos registraba un total de 71 estaciones

funcionando en 27 centros urbanos.

Tal proliferación produjo entonces un novedoso fenómeno: la transmisión

de ciertos programas, organizados generalmente por agencias de publicidad

o departamentos de ventas de grandes compañías, a través de cadenas

circunstanciales y pasajeras formadas por emisoras de diferentes ciudades

y propietarios, según el interés regional o nacional de tal o cual

producto, entidad o empresa.

De este modo se inicia el funcionamiento de la modalidad de emitir en

cadena, algo muy común en la radiodifusión colombiana.

El 19 de febrero de 1941 nace el programa ofrecido por la Federación

Nacional de Cafeteros, para iniciar una intensa campaña en pro del mayor

y mejor consumo del café dentro del territorio de la República, con la

colaboración de la orquesta Emilio Murillo de La Nueva Granada, bajo la

dirección del maestro Francisco Cristancho. Por la Radiodifusora Nacional

en cadena con las estaciones La Nueva Granada, La Voz de Colombia, La Voz

de Bogotá y Emisores Unidas de Barranquilla.

El 28 de febrero de 1945, a las 20:30 horas, sale al aire La Cadena de la

Suerte, novedad radial que presenta al país la Lotería Extraordinaria de

Girardot. Atracciones, concursos, premios. Las emisoras que conformaban

la cadena fueron: La Voz de Colombia, La Voz de Bogotá y Radio Girardot.

El programa se producía en el auditorio de La Voz de Bogotá.

Por último vemos que el 6 de mayo de 1945 es creado el programa “Los

Profesores del Aire”, que fue el más ingenioso programa radial de

Colombia. Se ofrecían valiosos premios en efectivo para el público

ofrecido por las principales emisoras y por Propaganda Época Ltda., la

gran agencia de avisos de Bogotá y Medellín, todo para demostrar el alto

nivel cultural que había alcanzado el país. El programa demostraba

también la cobertura nacional alcanzada por estas efímeras cadenas a

través de once emisoras localizadas en otras tantas ciudades del país:

Bogotá, Medellín, Barranquilla, Cali, Pereira, Cartagena, Manizales,

Bucaramanga, Tunja, Neiva e Ibagué.

Estas exitosas experiencias condujeron inevitablemente a varios

empresarios a pensar en uniones permanentes. Dos de ellos, William Gil

Sánchez y Enrique Ramírez Gaviria, inquietos promotores de las que, en

corto tiempo, se convertirían en las dos grandes cadenas de la

radiodifusión privada en Colombia. Nacidas casi simultáneamente, pocos

meses después del destructor estallido popular del 9 de abril de 1948.

Trágico suceso que motivó que Gobierno Nacional censura a muchas de las

emisoras radiales acusadas de haber contribuido en ese nefasto día a

incentivar la rebelión con comentarios subidos de tono e incitaciones

irresponsables.

La Cadena Radial Colombiana (Caracol), creada inicialmente por la fusión

de las emisoras Voz de Antioquia y la bogotana Nuevo Mundo, comenzó a

funcionar desde 1948 por iniciativa de William Gil Sánchez cuando el 18

de marzo de 1950 quedó formalmente constituida como sociedad comercial,

con la integración de otras dos estaciones. Los firmantes de la histórica

escritura fueron Gil Sánchez de la Voz de Antioquia, Fernando Londoño

Henao por Radio Nuevo Mundo de Bogotá, Rafael Roncallo de Emisoras Unidas

de Barranquilla y H. S. Simmons de la Radiodifusora de Occidente de Cali.

Como dato curioso, vale la pena recordar que Radio Nuevo Mundo había

nacido a finales de los años treinta con el nombre de Radio El Liberal

por iniciativa de los ex presidentes de la Republica Alfonso López

Pumarejo y Alberto Lleras Camargo, con el claro propósito de competir

ideológicamente con la Voz de Colombia.

En 1956 las emisoras afiliadas a Caracol llegaban a 16, entre las que,

además de las cuatro fundadoras, figuraban Ecos del Combeima, Ondas del

Gualí, Radio Bucaramanga, La Voz de Cúcuta, La Voz Amiga, Emisoras

Fuentes, Ondas del Puerto, La Voz de Armenia, Ecos de Pasto, Radio Neiva,

Radio Manizales y La Voz de Santa Marta.

Radio Cadena Nacional fue formada por iniciativa de los hermanos Enrique

y Roberto Ramírez Gaviria y Rudesindo Echavarría mediante la unión de la

Emisoras Nueva Granada, de Bogotá, y la Voz de Medellín. Más tarde

vincularon a sus objetivos a un grupo de importantes empresas

industriales y a varias otras radiodifusoras. A mediados de los años

cincuenta, además de las dos emisoras fundadoras, RCN era propietaria de

Radio Pacífico de Cali, La Voz de Pereira y Radio Santander de

Bucaramanga, y contaba con otras 15 con el carácter de afiliadas

instaladas en las ciudades de Bogotá, Medellín, Girardot, Ibagué,

Barranquilla, Cartagena, Santa Marta, Armenia, Manizales, Cartago, Buga,

Palmira, Neiva, Popayán y Pasto.

Los cincuenta y sesenta, y parte de los setenta pueden considerarse como

los años dorados de las grandes cadenas, por la variedad y calidad de su

programación y los adelantos técnicos de sus emisoras. Años que marcaron,

por ejemplo, el apogeo de los grandes programas en vivo, musicales,

teatrales, de concurso, de variedades, irradiados para todo el país desde

confortables y concurridos radioteatros.

Años que fueron, también, testigos del inicio de la conformación de

verdaderos equipos noticiosos, integrados por voces y especialistas de

gran profesionalismo que lograron colocar al periodismo radial colombiano

entre los mejores de Hispanoamérica. Durante los años setenta, obligadas

ya por la competencia de la televisión (que había hecho su aparición en

junio 1954), las grandes cadenas (y la radiodifusión en general)

comenzaron inevitablemente a variar su programación. Poco a poco, los

populares programas en vivo fueron desapareciendo, y entrando en los años

ochenta, la mediocridad y la falta de creatividad iniciaron la invasión

de las ondas radiales. Con excepción de algunos grandes noticieros, que

sí mantuvieron y aumentaron su profesionalismo, aunque prologados

artificialmente en sus horarios para atender la creciente y abultada

pauta publicitaria, el resto de la programación se contrajo, en general,

a la transmisión de grabaciones musicales.

En uno u otro caso, alternadas o intercaladas, juntas o separadas con

equipos de parlanchines que, en medio de un desorden general, de voces

disonantes que se interrumpen una y otra vez, durante horas se ocupan de

una enorme variedad de temas, de concursos o de llamadas de oyentes

absolutamente intrascendentes e inútiles, de boberías sin fin, en

ocasiones utilizando un lenguaje chabacano, acompañados por la

transmisión de cuñas publicitarias, directas o indirectas, subliminales o

descaradas, de pócimas milagrosas, medicamentos de dudosa eficacia,

tratamientos de belleza o variados servicios de charlatanes,

especialistas en vivir del cuento.

En marzo de 1932, al ser nombrado el escritor Daniel Samper Ortega

director de la HJN, un editorial del periódico El Espectador, entre otros

conceptos, con ilusión patriótica expresaba: “Orientadas con un criterio

razonable que alternen el sentido práctico y el buen gusto, las

estaciones radiodifusoras pueden desempeñar en el desarrollo de la

cultura del país un papel tan importante como el de los colegios y

universidades; y acaso más ameno que el de éstos, especialmente en las

clases trabajadoras que no disponen de dinero ni de tiempo para asistir a

los establecimientos de educación, oficiales o particulares, el radio

llena una misión didáctica cuyo alcance benéfico difícilmente podríamos

meditar. Esto precisamente es lo que hace imperiosa la necesidad de que

en su empleo se proceda atendiendo no sólo a sus cualidades amenas, sino

ante todo, a su influjo educador”.

Otras cadenas de importancia en la radio Colombia han sido Cadena Todelar

y la Cadena Súper, siendo ambas propietarias de varias emisoras y con un

importante número de estaciones afiliadas.

Hablar de las emisoras colombianas en la onda corta, puedo asegurarles

que llevaría mas de un programa. Muchas de ellas se distribuyeron en las

bandas tropicales e internacionales, especialmente en la banda de los 49

metros. Las mas conocidas fueron las emisoras cabeceras de las cadenas

que he mencionado a lo largo del programa, pero también muchas emisoras

independientes hacían uso de estas frecuencias, y eso hacia interesante

su escucha.

Para el final he dejado de ex profeso la mención de una de las más

conocidas emisoras colombianas hoy ya desaparecida, pero que fue todo un

ejemplo de cómo hacer buena radio y trasladar esa calidad al exterior. Me

refiero a Radio Sutatenza, una emisora cultural que era captada en toda

América y el mundo gracias a su potente onda corta que empleo las

frecuencias de 6075 y 5095 kcs.

HISTORIA DE LA RADIO

Las primeras emisiones públicas de radio tienen lugar por primera vez en el año de 1912, a raíz de

la proliferación de señales de radio provenientes, en especial, del transporte marítimo y de las

estaciones terrestres de comunicación. Muchos teóricos dicen que la radio pública se originó como

consecuencia de las enormes dificultades de comunicación evidenciadas durante el hundimiento

del Titanic (12 de abril de 1912), ya que éste trató de comunicarse durante tres días sin lograr una

respuesta eficaz de las embarcaciones o puertos cercanos, haciendo que, una vez ocurrida la

tragedia, se crearan ciertas reglas de emisión radiofónica para cada país, todo ello con el fin de

lograr un sistema de comunicaciones más eficiente.

En 1920 le son asignadas, por primera vez, algunas frecuencias exclusivas a las estaciones de

radio de Estados Unidos. A partir de este año empiezan a nacer diferentes estaciones, así como a

aparecer las primeras cadenas radiales, las cuales operaban con distintas estaciones en diferentes

partes de un mismo país; sin embargo, en esta época eran los gobiernos los que más utilizaban la

radio, ello debido al poder y al alcance masivo que ésta tiene.

En 1922 nace la radio comercial, cuyo fin, inicialmente, era el de emitir cuñas publicitarias, pero

tan sólo un año más tarde se empiezan a emitir programas de narraciones e historias, descubriéndose que lograban una gran audiencia. En 1932 aparecen los |discjockeys y, con ellos,

los estribillos (los famosos |jingles) para los comerciales cantados.

Cuando apareció la televisión, en 1948, se pensó que la radio iba a acabarse, sin embargo esto no

sucedió, sino que, por el contrario, se hizo cada vez es más fuerte, pues, hasta hoy, ésta llega a

un sinnúmero de personas que no pueden ver ni leer, así como a otras tantas que, en sus labores

cotidianas, buscan en ella compañía.

Fue el presidente Miguel Abadía Méndez quien inauguró, en 1929, la primera radiodifusora en

Colombia, llamada HJN. Unos meses más tarde nace, con el nombre de La Voz de Barranquilla, la

primera emisora en Barranquilla (la infraestructura necesaria para mejorar las comunicaciones

había sido instalada, en el año de 1923, por la empresa Marconi Wireless Co, la cual fue, durante

veinte años, la única empresa en el país que llevó a cabo esta tarea).

La primera emisora comercial en el país nace en 1931 (su nombre era HKF). A partir de ese

momento nacieron muchas emisoras comerciales, a la vez que se implantó la reglamentación que

habría de controlarlas. Al principio, estas emisoras eran dirigidas por una sola persona, quien se

encargaba de operarlas y, en general, de llevar a cabo todas las tareas que exigía cada una de

ellas, de tal suerte que éstas funcionaban intermitentemente, dependiendo de la disponibilidad de

tiempo y recursos de sus dueños, lo cual hizo que las emisoras comenzasen a hacer, por su

cuenta, cuñas radiales, las cuales, a pesar de su falta de profesionalismo, se convirtieron en el

medio preferido de las marcas para hacerse conocer.

Lo anterior dio lugar a una lucha entre la radio y la prensa, hasta el punto de que ésta última logró

que, en 1934, se emitiese un decreto que prohibía a las emisoras radiales leer las noticias

publicadas por los periódicos, lo cual sólo podía hacerse doce horas después de que éstos

hubiesen sido publicados. No obstante, el auge de la radio, debido a su capacidad de inmediatez y

a su agilidad, era evidente, haciendo que a los medios escritos no les quedase otra opción que la

de negociar al ver el gran interés que el gobierno tenía en este nuevo medio. Este crecimiento se

dio sobre todo entre 1935 y 1940, años en los que se importaron modelos radiales de Estados

Unidos y en los que la inversión por parte de la empresa privada y del sector público en los medios

radiofónicos era cada vez mayor.

Ante estas nuevas condiciones, los dueños de las emisoras, quienes hasta entonces lo hacían

todo solos, buscaron organizar sus estaciones de una manera empresarial para darle más calidad

a los programas, además se comenzó a transmitir diferentes encuentros deportivos en vivo, más

horas de programación con obras humorísticas, así como los llamados programas especiales, que

se hacían para cubrir los acontecimientos más importantes.

En 1935, debido a la caída del avión de Scadta en la que murió el cantante Carlos Gardel. se

inaugura el género del radioperiodismo, pues todas las emisoras mandaron reporteros al lugar de

los hechos para que, telefónicamente, se contactaran con las estaciones y narraran lo que estaba

sucediendo.

En 1936, como consecuencia de la violencia bipartidista que se vivía en todo el país, el gobierno

prohíbe a las emisoras narrar noticias políticas, sancionándose a todas aquellas que incumpliesen

la ley.

Tres años más tarde, en los albores de la Segunda Guerra Mundial, comenzaron a llegar, a través

de las señales de onda corta, mensajes provenientes de Alemania y de otros países que hablaban

sobre la inminente guerra, lo que hizo que Latinoamérica entendiese el gran poder que tenía la

radio a nivel mundial, aun a pesar de no haber participado directamente en la contienda. Dicho

poder se evidenció en Colombia cuando, en 1948, es asesinado el líder político Jorge Eliécer

Gaitán, lo cual desató un caos sin precedentes en la historia del país, lo que hizo que las emisoras

buscasen entretener y orientar a las personas frente a la guerra, de tal manera que terminaron por

agilizar y profesionalizar su estructura radial.

En 1945 aparecen las primeras emisoras culturales y, por la misma época, las cadenas radiales

RCN, Caracol y Todelar, las cuales, hasta el día de hoy, siguen luchando entre ellas por conseguir

la mayor audiencia posible, además de seguir siendo las más importantes.

En 1980, muchos géneros radiales, como las radionovelas y los programas de humor, comenzaron

a desaparecer, pues se creía que eran géneros más aptos para la televisión.

En la actualidad, con el auge de los nuevos medios, la radio sigue trabajando para mejorar su

calidad. Las emisoras y cadenas transmiten música, charlas radiofónicas, programas culturales,

noticias y deportes. La radio sigue siendo uno de los medios masivos más importantes, pero,

sobre toso, el más ágil e inmediato para conocer lo que está sucediendo. Es un medio que llega a

donde otros no.