La historia de Los fraudes literarios: otros impostores

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D urante la segunda mitad del siglo XX, gracias a Jorge Luis Borges y a las diferentes teorías sobre la posmodernidad (que podrían considerarse modestas deri- vaciones de algunos de sus cuentos) su particular concepto de ficción funda to- da una tradición dentro de la literatura contemporánea donde verosimilitud y veracidad se funden en parodias y/o pastiches de rumores y anécdotas rea- les. Como por ejemplo, la conspiración shandy en Historia abreviada de la lite- ratura portátil (Anagrama, 1985), de En- rique Vila-Matas, o las hilarantes bio- grafías de intelectuales antisemitas ex- patriados que se inventó Roberto Bo- laño en La literatura nazi en América (Seix Barral, 1996), hasta llegar a Valeria Luiselli y su novela debut, Los ingrávi- dos (Sexto Piso, 2011), donde la amistad imaginaria entre Lorca y el poeta mexi- cano Gilberto Owen tiene lugar en el Harlem de los años treinta. Aunque mu- cho antes de la publicación de Ficciones de Borges en 1944 ya teníamos a autén- ticas delincuentes falsificadoras como Gertrude Stein, que en 1933 publicó la autobiografía más famosa precisamen- te por no serlo: Autobiografía de Alice B. Toklas, donde habló de ella misma pe- ro en tercera persona. Cinco años antes apareció Orlando, de Virginia Woolf, que cuenta con el subtítulo de biogra- fía y está inspirada en la vida de su ínti- ma amiga y amante Vita Sackville-West, pero es una ficción en el sentido falsifi- cador borgeano. Sin embargo, más allá de la tentación de caer en cualquier relativismo epis- temológico que habilite la falsificación como una cualidad intrínseca de la fic- ción, las delgadas fronteras que separan verosimilitud y veracidad son poco sóli- das pero irrefutablemente existentes. Y a pesar de que algunas veces cueste di- ferenciar la literatura de los hechos, los fraudes literarios cuentan con una larga tradición en la historia de la literatura. Y he aquí que haremos una taxonomía de este delito: el fraude literario universal. Diarios y biografías inventadas Clifford Irving era un reconocido perio- dista y novelista hasta que en 1971 afir- mó que el millonario aviador y produc- tor de cine Howard Hughes le había en- cargado escribir su autobiografía, por la que recibió un adelanto de casi un mi- llón de dólares. Después de que entre- gara el manuscrito al editor, y de que hasta un experto forense diera el visto bueno a los hechos relatados por el bió- grafo, el propio Hughes convocó una conferencia de prensa en 1972 y negó tal encargo. Finalmente, Irving confesó que se había confiado en que el biogra- fiado, que vivía recluido por voluntad propia y alejado de la prensa hacía mu- cho tiempo, nunca se iba a enterar de la publicación de su propia autobiografía. En 1983, la revista alemana Stern anunció que había conseguido, como exclusiva, 62 volúmenes de los diarios perdidos de Adolf Hitler. Estos docu- mentos habrían sido encontrados por unos granjeros después de que el avión donde los volúmenes habían sido des- pachados chocara, poco antes del suici- dio del líder nazi. Los diarios contenían, presumiblemente, fascinantes detalles ordinarios de su vida cotidiana y notas personales como “No olvidar comprar entradas para los Juegos Olímpicos pa- ra Eva Braun”. Prestigiosos historiado- res se tragaron la farsa y The Sunday Times publicó unos fragmentos, has- ta que los anacronismos y los impreci- siones históricas (como que al Führer no le gustaba escribir y que tampoco lo podía hacer desde 1943 debido a una le- ve parálisis) fueron detectadas y se des- cubrió que detrás de la falsificación es- taba Honrad Kujau, un ilustrador y fal- sificador que también coleccionaba ob- jetos nazis. Uno de los fraudes más populares de la década pasada fue el de JT (de Termi- nator) LeRoy. Saltó a la fama a finales de los noventa y comienzos del siglo XXI con una serie de novelas autobiográfi- cas donde contaba sus experiencias co- mo niño chapero drogadicto (hijo de una madre soltera adolescente que lo maltrataba, al igual que sus abuelos fa- náticos religiosos, y lo instigó a la pros- titución). Un periodista descubrió que ese joven escritor andrógino e introver- tido en público escondía un secreto. Y así fue como salió a la luz que la escri- tora Laura Albert (1965) era quien ali- mentaba a las masas sedientas de su material biográfico en clave de explo- tación, digno sucesor de Christine F. Hacerse pasar por un jovencito vícti- ma de los abusos sexuales y psicológi- cos y los excesos con las drogas era más atractivo que ser una escritora insegu- ra de mediana edad. Albert fue acusada de fraude y condenada a indemnizar a la productora de cine que había compra- do los derechos de su primera novela, Sarah, para llevarla al cine. Asia Argen- to dirigió una adaptación de El corazón es un mentiroso, novela publicada bajo la falsa identidad, y se reconoce admira- dora de la escritora, más allá de la muer- te de su avatar: JT LeRoy. En la misma línea de la temática de explotación, uno de los casos más cono- cidos de testimonios fraudulentos del Holocausto es el de la niña judío-pola- ca que se escondió en los bosques y fue cuidada por una manada de lobos. Mi- sha: una memoria de los años del Holo- causto, publicada en 1997 y escrita por Misha Defonseca, fue un éxito sosteni- do y tuvo una adaptación cinematográ- fica en 2007. Todo era inventado: en rea- lidad, se llamaba Monique Dewael, no era judía sino católica y sus padres, aun- que fueron perseguidos por pertenecer a la resistencia francesa, no murieron en un campo de concentración. En 2012 fue condenada a devolver 22,5 millones de dólares al editor. Anécdotas autobiográficas falsas Una larga lista de autores se parapeta- ron bajo algunas licencias poéticas pa- ra hacer más atractivas algunas histo- rias autobiográficas. Quizás uno de los más célebres sea Bruce Chatwin (1940- 1989), el exempleado de Sotheby’s y es- pecialista en impresionismo que un día hizo un viaje por uno de los territorios más subyugantes del mundo y escribió el rocambolesco y exitoso En la Patago- nia (1977). A Chatwin se le atribuye el mérito de haber revolucionado la litera- tura de viajes, aunque en realidad lo que hizo fue aplicarle las técnicas del nuevo periodismo. Sin embargo, tal como afir- man prestigiosos autores como Guiller- mo Saccomanno u Osvaldo Bayer, exis- ten muchas pruebas y testimonios de que el cronista inglés no fue recibido en todos los lugares que describió, así co- mo de que habría falseado algunos he- chos. En esa misma tónica, el periodis- ta Bill Steigerwald publicó en 2012 Do- gging Steinbeck: Discovering America and Exposing the Truth about ‘Travels With Charley’ , un libro en el que cues- tiona las licencias literarias que se to- mó el premio Nobel John Steinbeck en la crónica de un viaje con su esposa a lo largo de Estados Unidos. El caso de James Frey es menos cono- cido: el periodista escribió En mil pe- dazos (2003), que estuvo en la lista de los más vendidos de The New York Ti- mes más de cuarenta semanas. Pero las memorias de sus años de adicción al ácido y otras experiencias marginales que cuenta en el libro nunca sucedie- ron de verdad y la controversia aún si- gue abierta. La falsificación y la poesía El joven Thomas Chatterton escribía poemas apócrifos medievales desde que tenía 12 años. En 1769, desesperado por publicar, cedió a la moda románti- ca de la idealización de la Edad Media y atribuyó sus poemas a un monje de esa época. El fraude fue descubierto y el poeta se suicidó antes de cumplir los 18, aunque consiguió la trascendencia li- teraria que buscaba convirtiéndose en el Chico Maravilla del movimiento ro- mántico. Otro que se aprovechó de la moda romántica de las antiguallas fue James MacPherson, que en 1761 “descubrió” los fragmentos de un poema épico del siglo III atribuidos al bardo celta Ossian y que él mismo tradujo del gaélico. Has- ta Goethe (que le hizo decir a su perso- naje Werther: “Ossian ha suplantado a Homero en mi corazón”) y Napoleón se declararon fans de este apócrifo que se destapó un siglo después. Ya en el siglo XX, un interesante ca- so de falsificación literaria fue Spectra: A Book of Poetic Experiments, la antolo- gía de poetas de vanguardia norteame- ricana creada por Witter Bynner y Ar- thur Davidson Ficke en 1916 que generó una gran polémica al descubrirse que era una parodia que satirizaba los mo- vimientos literarios vorticistas e ima- ginistas. La poesía americana cuenta con va- rios casos más de falsificación literaria. En 1997, se subastó el supuesto poema “La poeta y el asesino” de la gran escri- tora Emily Dickinson. El manuscrito se vendió por 24.150 dólares y poco des- pués se desveló que el verdadero autor era Mark Hoffmann, reconocido falsifi- cador de documentos que, para enton- ces, estaba en la cárcel cumpliendo una condena por asesinato. Quizás la poesía sea uno de los dis- cursos más susceptibles de ser falsifica- do. Y por eso cabe preguntarse qué diría Borges, un eximio falsificador, desde su encorvada posición, de “Instantes”, un poema de temática “inspiracional” que le ha sido atribuido erróneamente una y otra vez después de su muerte. ANA LLURBA ISMAEL GRASA e Sunday Times publicó fragmentos de los falsos diarios de Hitler con detalles ordinarios sobre su vida cotidiana Un libro demuestra que Steinbeck se tomó licencias en la crónica de un viaje por Estados Unidos con su esposa La verdadera historia Una de las peculiaridades de la lite- ratura de Javier Cercas es que, inclu- yéndose a sí mismo en sus historias, cada uno de sus libros va incorpo- rando sus obras anteriores, y así Sol- dados de Salamina —la novela que le colocó en un lugar central del debate público—, Anatomía de un instante y El impostor —su últim a obra— vie- nen a formar un singular y poderoso tríptico sobre nuestro pasado próxi- mo. Es una obra en marcha, cuyo mé- rito es que por más que se centre en episodios históricos particulares, no deja de ser una literatura del yo y una particular indagación de carácter moral —es decir, político—. Y lleva a cabo esto sirviéndose de un lenguaje directo capaz de llegar a un público amplio —la defensa de la clase me- dia que hace Cercas es también for- mal—, pese a que este profesor uni- versitario que es Javier Cercas lleve a cabo en sus páginas verdaderos en- sayos. La historia de Enric Marco, el hombre que con la llegada de la de- mocracia a nuestro país se reinven- tó a sí mismo como superviviente de los campos de concentración na- zis, se cuenta con detalle en un libro que narra a su vez la propia investi- gación, y se convierte a un tiempo en un ensayo sobre la suplantación y el oficio de escritor. Las licencias de metaficción que el autor se había permitido en textos como Soldados de Salamina, así como las motivacio- nes que le mueven, dan lugar en su última obra a un examen de concien- cia y a una reflexión sobre la menti- ra que, como variaciones camerís- ticas en torno a un mismo tema, in- cluso con reiteraciones que podría- mos adjetivar de musicales, se enca- mina a una doble justificación: la de que comprender no es justificar —si- guiendo la cita de Primo Levi— y la de que la mentira de la ficción litera- ria se lleva a cabo para alcanzar un ti- po mayor de verdad, por más que el escritor no siempre salga indemne de ella. Cercas parece haber decidi- do seguir adelante, pese a sus escrú- pulos, para contarnos algo en cuyo balance vence la verdad. Esa es la va- lentía de ser escritor. Si mi momento preferido de Ana- tomía de un instante es cuando Cer- cas comprende que su padre no se equivocaba al ser de quienes en su día votaron a Adolfo Suárez, el de El impostor es cuando, también hacia el final del libro, se da cuenta de que la verdadera epopeya de Enric Mar- co, su grandeza, no está en la vida que inventó, sino en las décadas vi- vidas en la grisura sometida del fran- quismo, hasta alcanzar la clase me- dia: “la verdadera historia de Espa- ña”. Es el Cercas que una vez más nos cuenta la Transición para contarnos a nosotros hoy, ahora. La historia de la impostura es tan larga como la historia literaria. "¼Ü«ă«ÊÃÜʃ invenciones y anécdotas falsas son material para los escritores que han infringido el pacto con el lector DIEGO QUIJANO El impostor Javier Cercas, Literatura Random House Barcelona, 2014, 420 págs. AHORA | 10 | 6 DE MARZO DE 2015 CULTURA LITERATURA

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D urante la segunda mitad del siglo XX, gracias a Jorge Luis Borges y a las diferentes teorías sobre la posmodernidad (que

podrían considerarse modestas deri-vaciones de algunos de sus cuentos) su particular concepto de ficción funda to-da una tradición dentro de la literatura contemporánea donde verosimilitud y veracidad se funden en parodias y/o pastiches de rumores y anécdotas rea-les. Como por ejemplo, la conspiración shandy en Historia abreviada de la lite-ratura portátil (Anagrama, 1985), de En-rique Vila-Matas, o las hilarantes bio-grafías de intelectuales antisemitas ex-patriados que se inventó Roberto Bo-laño en La literatura nazi en América (Seix Barral, 1996), hasta llegar a Valeria Luiselli y su novela debut, Los ingrávi-dos (Sexto Piso, 2011), donde la amistad imaginaria entre Lorca y el poeta mexi-cano Gilberto Owen tiene lugar en el Harlem de los años treinta. Aunque mu-cho antes de la publicación de Ficciones de Borges en 1944 ya teníamos a autén-ticas delincuentes falsificadoras como Gertrude Stein, que en 1933 publicó la autobiografía más famosa precisamen-te por no serlo: Autobiografía de Alice B. Toklas, donde habló de ella misma pe-ro en tercera persona. Cinco años antes apareció Orlando, de Virginia Woolf, que cuenta con el subtítulo de biogra-fía y está inspirada en la vida de su ínti-ma amiga y amante Vita Sackville-West, pero es una ficción en el sentido falsifi-cador borgeano.

Sin embargo, más allá de la tentación de caer en cualquier relativismo epis-temológico que habilite la falsificación como una cualidad intrínseca de la fic-ción, las delgadas fronteras que separan verosimilitud y veracidad son poco sóli-das pero irrefutablemente existentes. Y a pesar de que algunas veces cueste di-ferenciar la literatura de los hechos, los fraudes literarios cuentan con una larga tradición en la historia de la literatura. Y he aquí que haremos una taxonomía de este delito: el fraude literario universal.

Diarios y biografías inventadasCli�ord Irving era un reconocido perio-dista y novelista hasta que en 1971 afir-mó que el millonario aviador y produc-tor de cine Howard Hughes le había en-cargado escribir su autobiografía, por la que recibió un adelanto de casi un mi-llón de dólares. Después de que entre-

gara el manuscrito al editor, y de que hasta un experto forense diera el visto bueno a los hechos relatados por el bió-grafo, el propio Hughes convocó una conferencia de prensa en 1972 y negó tal encargo. Finalmente, Irving confesó que se había confiado en que el biogra-fiado, que vivía recluido por voluntad propia y alejado de la prensa hacía mu-cho tiempo, nunca se iba a enterar de la publicación de su propia autobiografía.

En 1983, la revista alemana Stern anunció que había conseguido, como exclusiva, 62 volúmenes de los diarios perdidos de Adolf Hitler. Estos docu-mentos habrían sido encontrados por unos granjeros después de que el avión donde los volúmenes habían sido des-pachados chocara, poco antes del suici-dio del líder nazi. Los diarios contenían, presumiblemente, fascinantes detalles ordinarios de su vida cotidiana y notas personales como “No olvidar comprar entradas para los Juegos Olímpicos pa-ra Eva Braun”. Prestigiosos historiado-res se tragaron la farsa y The Sunday Times publicó unos fragmentos, has-ta que los anacronismos y los impreci-siones históricas (como que al Führer no le gustaba escribir y que tampoco lo podía hacer desde 1943 debido a una le-ve parálisis) fueron detectadas y se des-cubrió que detrás de la falsificación es-taba Honrad Kujau, un ilustrador y fal-sificador que también coleccionaba ob-jetos nazis.

Uno de los fraudes más populares de la década pasada fue el de JT (de Termi-nator) LeRoy. Saltó a la fama a finales de los noventa y comienzos del siglo XXI con una serie de novelas autobiográfi-cas donde contaba sus experiencias co-mo niño chapero drogadicto (hijo de una madre soltera adolescente que lo maltrataba, al igual que sus abuelos fa-náticos religiosos, y lo instigó a la pros-titución). Un periodista descubrió que ese joven escritor andrógino e introver-tido en público escondía un secreto. Y así fue como salió a la luz que la escri-tora Laura Albert (1965) era quien ali-mentaba a las masas sedientas de su material biográfico en clave de explo-tación, digno sucesor de Christine F. Hacerse pasar por un jovencito vícti-ma de los abusos sexuales y psicológi-cos y los excesos con las drogas era más atractivo que ser una escritora insegu-ra de mediana edad. Albert fue acusada de fraude y condenada a indemnizar a la productora de cine que había compra-do los derechos de su primera novela, Sarah, para llevarla al cine. Asia Argen-to dirigió una adaptación de El corazón

es un mentiroso, novela publicada bajo la falsa identidad, y se reconoce admira-dora de la escritora, más allá de la muer-te de su avatar: JT LeRoy.

En la misma línea de la temática de explotación, uno de los casos más cono-cidos de testimonios fraudulentos del Holocausto es el de la niña judío-pola-ca que se escondió en los bosques y fue cuidada por una manada de lobos. Mi-sha: una memoria de los años del Holo-causto, publicada en 1997 y escrita por Misha Defonseca, fue un éxito sosteni-do y tuvo una adaptación cinematográ-fica en 2007. Todo era inventado: en rea-lidad, se llamaba Monique Dewael, no era judía sino católica y sus padres, aun-que fueron perseguidos por pertenecer a la resistencia francesa, no murieron en un campo de concentración. En 2012 fue condenada a devolver 22,5 millones de dólares al editor.

Anécdotas autobiográficas falsasUna larga lista de autores se parapeta-ron bajo algunas licencias poéticas pa-ra hacer más atractivas algunas histo-

rias autobiográficas. Quizás uno de los más célebres sea Bruce Chatwin (1940-1989), el exempleado de Sotheby’s y es-pecialista en impresionismo que un día hizo un viaje por uno de los territorios más subyugantes del mundo y escribió el rocambolesco y exitoso En la Patago-nia (1977). A Chatwin se le atribuye el mérito de haber revolucionado la litera-tura de viajes, aunque en realidad lo que hizo fue aplicarle las técnicas del nuevo periodismo. Sin embargo, tal como afir-man prestigiosos autores como Guiller-mo Saccomanno u Osvaldo Bayer, exis-ten muchas pruebas y testimonios de que el cronista inglés no fue recibido en todos los lugares que describió, así co-mo de que habría falseado algunos he-chos. En esa misma tónica, el periodis-ta Bill Steigerwald publicó en 2012 Do-gging Steinbeck: Discovering America and Exposing the Truth about ‘Travels With Charley’ , un libro en el que cues-tiona las licencias literarias que se to-mó el premio Nobel John Steinbeck en la crónica de un viaje con su esposa a lo largo de Estados Unidos.

El caso de James Frey es menos cono-cido: el periodista escribió En mil pe-dazos (2003), que estuvo en la lista de los más vendidos de The New York Ti-mes más de cuarenta semanas. Pero las memorias de sus años de adicción al ácido y otras experiencias marginales que cuenta en el libro nunca sucedie-ron de verdad y la controversia aún si-gue abierta.

La falsificación y la poesíaEl joven Thomas Chatterton escribía poemas apócrifos medievales desde que tenía 12 años. En 1769, desesperado por publicar, cedió a la moda románti-ca de la idealización de la Edad Media y atribuyó sus poemas a un monje de esa época. El fraude fue descubierto y el poeta se suicidó antes de cumplir los 18, aunque consiguió la trascendencia li-teraria que buscaba convirtiéndose en el Chico Maravilla del movimiento ro-mántico.

Otro que se aprovechó de la moda romántica de las antiguallas fue James MacPherson, que en 1761 “descubrió” los fragmentos de un poema épico del siglo III atribuidos al bardo celta Ossian y que él mismo tradujo del gaélico. Has-ta Goethe (que le hizo decir a su perso-naje Werther: “Ossian ha suplantado a Homero en mi corazón”) y Napoleón se declararon fans de este apócrifo que se destapó un siglo después.

Ya en el siglo XX, un interesante ca-so de falsificación literaria fue Spectra: A Book of Poetic Experiments, la antolo-gía de poetas de vanguardia norteame-ricana creada por Witter Bynner y Ar-thur Davidson Ficke en 1916 que generó una gran polémica al descubrirse que era una parodia que satirizaba los mo-vimientos literarios vorticistas e ima-ginistas.

La poesía americana cuenta con va-rios casos más de falsificación literaria. En 1997, se subastó el supuesto poema “La poeta y el asesino” de la gran escri-tora Emily Dickinson. El manuscrito se vendió por 24.150 dólares y poco des-pués se desveló que el verdadero autor era Mark Ho�mann, reconocido falsifi-cador de documentos que, para enton-ces, estaba en la cárcel cumpliendo una condena por asesinato.

Quizás la poesía sea uno de los dis-cursos más susceptibles de ser falsifica-do. Y por eso cabe preguntarse qué diría Borges, un eximio falsificador, desde su encorvada posición, de “Instantes”, un poema de temática “inspiracional” que le ha sido atribuido erróneamente una y otra vez después de su muerte.

ANA LLURBA

ISMAEL GRASA

The Sunday Times publicó fragmentos de los falsos diarios de Hitler con detalles ordinarios sobresu vida cotidiana

Un libro demuestra que Steinbeck se tomó licencias en la crónica de un viaje por Estados Unidos con su esposa

Los fraudes literarios:otros impostores

La verdadera historia

Una de las peculiaridades de la lite-ratura de Javier Cercas es que, inclu-yéndose a sí mismo en sus historias, cada uno de sus libros va incorpo-rando sus obras anteriores, y así Sol-dados de Salamina —la novela que le colocó en un lugar central del debate público—, Anatomía de un instante y El impostor —su últim a obra— vie-nen a formar un singular y poderoso tríptico sobre nuestro pasado próxi-mo. Es una obra en marcha, cuyo mé-rito es que por más que se centre en episodios históricos particulares, no deja de ser una literatura del yo y una particular indagación de carácter moral —es decir, político—. Y lleva a cabo esto sirviéndose de un lenguaje directo capaz de llegar a un público amplio —la defensa de la clase me-dia que hace Cercas es también for-mal—, pese a que este profesor uni-versitario que es Javier Cercas lleve a cabo en sus páginas verdaderos en-sayos. La historia de Enric Marco, el hombre que con la llegada de la de-mocracia a nuestro país se reinven-

tó a sí mismo como superviviente de los campos de concentración na-zis, se cuenta con detalle en un libro que narra a su vez la propia investi-gación, y se convierte a un tiempo en un ensayo sobre la suplantación y el oficio de escritor. Las licencias de metaficción que el autor se había permitido en textos como Soldados de Salamina, así como las motivacio-nes que le mueven, dan lugar en su última obra a un examen de concien-cia y a una reflexión sobre la menti-ra que, como variaciones camerís-ticas en torno a un mismo tema, in-cluso con reiteraciones que podría-

mos adjetivar de musicales, se enca-mina a una doble justificación: la de que comprender no es justificar —si-guiendo la cita de Primo Levi— y la de que la mentira de la ficción litera-ria se lleva a cabo para alcanzar un ti-po mayor de verdad, por más que el escritor no siempre salga indemne de ella. Cercas parece haber decidi-do seguir adelante, pese a sus escrú-pulos, para contarnos algo en cuyo balance vence la verdad. Esa es la va-lentía de ser escritor.

Si mi momento preferido de Ana-tomía de un instante es cuando Cer-cas comprende que su padre no se equivocaba al ser de quienes en su día votaron a Adolfo Suárez, el de El impostor es cuando, también hacia el final del libro, se da cuenta de que la verdadera epopeya de Enric Mar-co, su grandeza, no está en la vida que inventó, sino en las décadas vi-vidas en la grisura sometida del fran-quismo, hasta alcanzar la clase me-dia: “la verdadera historia de Espa-ña”. Es el Cercas que una vez más nos cuenta la Transición para contarnos a nosotros hoy, ahora.

La historia de la impostura es

tan larga como la historia literaria.

invenciones y anécdotas falsas

son material para los escritores que han infringido el

pacto con el lector

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El impostorJavier Cercas,LiteraturaRandom HouseBarcelona, 2014,420 págs.

AHORA | 10 | 6 DE MARZO DE 2015

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