La libertad en la encrucijada · conceptos de la libertad de Isaiah Berlin, sin ocultar su apuesta...

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OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 259 CUADERNOS de pensamiento político La libertad en la encrucijada SAMUEL GREGG Editorial Ciudadela 215 páginas Más allá de la exposición de la evidente su- perioridad práctica de las sociedades abier- tas, La libertad en la encrucijada aborda la necesidad de la justificación moral de la li- bertad para una eficaz y, sobre todo, verda- dera defensa de la misma. De la mano de Tocqueville y de representantes de la deno- minada Nueva Escuela del Derecho Natural como John Finnis o Robert P. George, el autor clasifica la autonomía y el autodominio de los individuos dentro de lo que define como li- bertad integral del hombre, que a su vez for- maría parte de una serie de bienes básicos irrenunciables. Samuel Gregg, miembro del Acton Institute, se propone en este breve ensayo superar las ca- rencias del utilitarismo y del relativismo para hallar un presupuesto último que racionalice y legitime el sustento del orden político. Par- tiendo junto a Lord Acton desde la concep- ción de la libertad como el derecho de ser capaces de hacer lo que debemos, Gregg de- fiende lo que él denomina como libertad or- denada frente a diferentes concepciones liberales (utilitaristas, consecuencialistas, evo- lucionistas, etc.). Así, a lo largo del ensayo Gregg repasa la filo- sofía y el anclaje de la libertad en diferentes autores liberales –en muchos casos, sin dis- crepar de sus conclusiones– para, de manera constructiva, criticar sus fundamentos. Por ejemplo, se muestra contrario al principio del daño de John Stuart Mill por carecer de un ar- gumento último que sustente su defensa de la dignidad del hombre que subyacería en su apelación a la protección. O a John Rawls, quien, según el autor, establece un juicio ar- bitrario al plantear el principio de diferencia. Naturalmente, Samuel Gregg aborda los dos conceptos de la libertad de Isaiah Berlin, sin ocultar su apuesta por la libertad positiva de la que Berlin recelaba por su tentación totali- taria. Frente al escepticismo y al relativismo, el autor concluye que sin afirmaciones verda- deras no hay nada a lo que podamos recurrir moralmente para defender la libertad. La libertad para Gregg depende de una serie de razones básicas entre las que la libertad como autogobierno, la libertad integral, une la dimensión subjetiva de la existencia humana, manifiesta en la realidad del libre albedrío, con la dimensión objetiva que refleja la capacidad única del hombre de saber que hay bienes bá- sicos cuyas verdades superan el tiempo, los sentimientos y la preferencia. A la hora de abordar el papel de la ley en nuestras socie- dades, Samuel Gregg le otorga una función más allá de la de coordinador o conjunto de reglas bajo las que la gente decide, defen- RESEÑAS

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CUADERNOS de pensamiento político

La libertaden la encrucijadaSAMUEL GREGGEditorial Ciudadela215 páginas

Más allá de la exposición de la evidente su-perioridad práctica de las sociedades abier-tas, La libertad en la encrucijada aborda lanecesidad de la justificación moral de la li-bertad para una eficaz y, sobre todo, verda-dera defensa de la misma. De la mano deTocqueville y de representantes de la deno-minada Nueva Escuela del Derecho Naturalcomo John Finnis o Robert P. George, el autorclasifica la autonomía y el autodominio de losindividuos dentro de lo que define como li-bertad integral del hombre, que a su vez for-maría parte de una serie de bienes básicosirrenunciables.

Samuel Gregg, miembro del Acton Institute, sepropone en este breve ensayo superar las ca-rencias del utilitarismo y del relativismo parahallar un presupuesto último que racionalicey legitime el sustento del orden político. Par-tiendo junto a Lord Acton desde la concep-ción de la libertad como el derecho de sercapaces de hacer lo que debemos, Gregg de-fiende lo que él denomina como libertad or-denada frente a diferentes concepcionesliberales (utilitaristas, consecuencialistas, evo-lucionistas, etc.).

Así, a lo largo del ensayo Gregg repasa la filo-sofía y el anclaje de la libertad en diferentesautores liberales –en muchos casos, sin dis-

crepar de sus conclusiones– para, de maneraconstructiva, criticar sus fundamentos. Porejemplo, se muestra contrario al principio deldaño de John Stuart Mill por carecer de un ar-gumento último que sustente su defensa de ladignidad del hombre que subyacería en suapelación a la protección. O a John Rawls,quien, según el autor, establece un juicio ar-bitrario al plantear el principio de diferencia.Naturalmente, Samuel Gregg aborda los dosconceptos de la libertad de Isaiah Berlin, sinocultar su apuesta por la libertad positiva dela que Berlin recelaba por su tentación totali-taria. Frente al escepticismo y al relativismo,el autor concluye que sin afirmaciones verda-deras no hay nada a lo que podamos recurrirmoralmente para defender la libertad.

La libertad para Gregg depende de una seriede razones básicas entre las que la libertadcomo autogobierno, la libertad integral, une ladimensión subjetiva de la existencia humana,manifiesta en la realidad del libre albedrío, conla dimensión objetiva que refleja la capacidadúnica del hombre de saber que hay bienes bá-sicos cuyas verdades superan el tiempo, lossentimientos y la preferencia. A la hora deabordar el papel de la ley en nuestras socie-dades, Samuel Gregg le otorga una funciónmás allá de la de coordinador o conjunto dereglas bajo las que la gente decide, defen-

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diendo su ‘papel’ en la ecología moral de lasociedad: como mínimo no debería promoverdirectamente actividades que perjudiquen estaecología moral. Ahora bien, ¿qué considera elautor como actividades que promueven direc-tamente el daño de la ecología moral? ¿Quénivel de daño indirecto a la ecología está dis-puesto a tolerar? No queda claro.

Pese a que destaca que cualquier acción quedañe el entorno de la ecología moral deberíaser materia de Derecho, su afirmación de quevarios vicios privados pueden tener un im-pacto negativo sobre la justicia en la medidaen que desmerecen el derecho de cada per-sona a vivir en un entorno que ayude (sin in-tentar garantizar) a todos a alcanzar larealización integral no se concreta. Con todo,Gregg no cuestiona la necesidad de la pro-tección legal de la autonomía (imprescindiblepara la virtud, esto es, requisito necesariopara la libertad integral), pero sí que otorga ala propia ley un papel educador.

Al hilo de su crítica de la tradición del pensa-miento liberal por no proporcionar explicacio-nes coherentes sobre las razones por las que laley debe proteger la autonomía humana, Greggexpone la amenaza del arbitrio de las mayoríasen democracia, capaces de ‘crear’ derechos ba-sados en preferencias e implantar un despo-tismo blando (o duro). Para el autor, la fuentede los derechos, que no cuestionable, no esotra que el respeto hacia lo que el hombre es:una criatura dotada de razón y voluntad libre,capaz de elegir libremente de modo que al-cance la libertad integral. Por tanto, se concluyeque los derechos ‘protegen a’ (también frente alEstado) y ‘provienen de’ unos bienes comunesinnatos a los hombres.

Samuel Gregg, que se autodefine como whigcatólico, se mantiene coherente con su teoríamás que políticamente incorrecta sobre losderechos, y, en consecuencia, niega la posibi-lidad de acciones como el derecho a equivo-carse. Tal y como ya se ha reseñado, Greggconsidera que los derechos ‘protegen a’ y ‘pro-vienen de’ los bienes básicos, por lo que no sepodría tener derecho de atentar contra estosmismos. Ahora bien, considera que ciertosataques contra los bienes básicos no debe-rían ser legislados. Sin embargo, en su pro-puesta algo que sea irracional o que conllevela desintegración interior no equivale a quedeba ser prohibido. ¿Y cuándo considera quedebe actuar la coerción? El autor responde:un buen modo de saber si el Estado deberíaprohibir a las personas actuar sobre ciertaselecciones es calcular su significado para elbien común. ¿Gregg utilitarista?

Se trata de un enfoque que denomina unprincipio de daño modificado, y estableceque quienes actúen contra el bien común olos bienes básicos deberían demostrar porqué deberían permitirles actuar de esta formamás allá del deseo de escoger. Eso sí, un pe-queño detalle, no explica cómo debería apli-carse...

En definitiva, se trata de un estimulante en-sayo que, por su brevedad y falta de desarro-llo, deja muchas incógnitas, aunque resultaloable la coherencia general de su discurso yla manifestación de la necesidad de funda-mentos firmes frente a los peligros del des-potismo blando implícito en el juego de lasmayorías propio de la democracia.

MIGUEL GIL

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Con la presentación de la tesis inédita de Mel-quíades Álvarez (1864-1936) se pretende rei-vindicar la figura de un excelente jurista ynotable político cuyo único interés fue ayudara construir una España mejor, que mirase alfuturo con optimismo, pero sin olvidar las tra-diciones que le habían dado su carácter. Gra-cias a la publicación de esta tesis se pretendesuplir la carencia de documentos escritos porel autor con la que nos encontramos hoy endía.

El libro contiene un estudio introductorio desu bisnieto, Manuel Mª Álvarez-Buylla, quees el verdadero artífice de la recuperaciónde esta obra. Nos presenta a grandes ras-gos la apasionante trayectoria vital y profe-sional de Melquíades Álvarez. Apasionadopor el Derecho y la política, logró superarpor su esfuerzo y propios méritos una situa-ción familiar de penurias económicas, paraconvertirse en licenciado, doctor en Derechoy Decano del Ilustre Colegio de Abogadosde Madrid. Fundó el Partido Reformista en1912 y fue presidente del Congreso de losDiputados (1922-1923). Durante la GuerraCivil adoptó una postura de centro-derechay murió asesinado por un grupo de milicia-nos populares, los cuales incendiaron sucasa en Madrid, destruyendo así sus archi-vos personales.

Su bisnieto analiza someramente la tesis queMelquíades Álvarez presentó en 1886 con eltítulo La pena, su naturaleza: Examen y críticade los más importantes sistemas que sobreeste punto han aparecido en la ciencia donderealiza una elegante y sobria defensa del sis-tema correccionalista en el Derecho Penal.Esta justificación de la pena contempla la ne-cesidad del castigo como respuesta de la so-ciedad y del Estado ante el delincuente queha violado la ley y que, ante el desconoci-miento del bien, debe ser reintegrado social-mente. No obstante, tampoco deben quedarsin atender las demandas de la víctima. Laley, que ha sido restablecida, debe seguirsiendo el cauce que ordene la convivencia,por lo que el reo también queda como ejem-plo aleccionador para prevenir delitos.

El autor de la tesis inicia su investigación re-cordando que los fines del Derecho son labúsqueda de lo justo y la prevención del do-minio del fuerte (en cualquier sentido, sea fí-sico, económico, social, político...) sobre eldébil. Para ello el Derecho debe ser un ins-trumento de reforma, que facilite una convi-vencia ordenada. En este sentido, defiende unprogreso que no implique rupturas radicalescon el acervo de valores y tradiciones que handemostrado su valía en cuanto que ejes ver-tebradores de una sociedad dinámica. Unos

Melquíades ÁlvarezTesis doctoral inéditaMANUEL Mª ÁLVAREZ-BUYLLA BALLESTEROS (ED.)Ediciones de la Universidad de Oviedo, 2006.222 páginas

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valores que preparan a la sociedad para quepueda afrontar los retos del futuro con ilusión.

Su concepción del Derecho está muy lejos detodas aquellas “máximas impregnadas de unespíritu cruel de terror y de venganza, sosteni-das tan sólo por el absorbente socialismo delas repúblicas antiguas –encarnación viva de laEstadolatría– originadas por un derecho oscuro,sibilítico, irracional, arbitrario...”. Apunta así alos sistemas que anhelan imponer unas uto-pías plasmadas en el papel y que desconec-tan tanto el ordenamiento jurídico como laestructura institucional de la realidad, contodos los perjuicios que ello conlleva. Se anti-cipa al surgimiento de Estados totalitarios quepretenden desarrollar unos proyectos de inge-niería social y que colocan al Estado como cen-tro absoluto de la vida política, moral y social.Advierte del peligro de un Derecho revolucio-nario que niega al individuo como sujeto cen-tral de un ordenamiento jurídico que sólo debeexistir en tanto que sea garante de la dignidady libertad de la persona. Un Derecho revolucio-nario que convierte a la persona en un engra-naje más de una maquinaria implacable.

Melquíades Álvarez inserta la justificación dela pena en relación con la función del Derechocomo garantía fundamental de la libertad.Porque la libertad, que en virtud de la razónimplica la búsqueda del bien, no habilita adelinquir. Por eso la pena debe incorporar enel bien al reo, lo que conlleva una función devigilancia y tutela por parte del Estado, quenunca debe reinsertar nuevamente al convictoen un medio delictógeno. Ésta es otra de lascuestiones donde el autor sigue planteandocuestiones plenamente vigentes. No en vano,la política criminal ha pretendido compaginarla rehabilitación de delincuentes con su rein-serción en entornos delictivos, anulando asícualquier esfuerzo rehabilitador al incentivarpositivamente la reincidencia en la comisiónde actos delictivos.

Algunos castigos son contrarios a los princi-pios que el Estado hace suyos. Así, la pena demuerte no escapa de la lúcida mirada de esteinvestigador. Con una enorme sobriedad sealega en esta tesis que no cabe una justifica-ción apriorística de la necesidad de ejecutar alos que cometan ciertos tipos de delitos. Sólocabe la demostración, sustentada en argu-mentos de peso y expuestos con sinceridad yhonestidad, de la utilidad de estas medidas.Ante esta situación Melquíades Álvarez de-fiende la “corrección y no el exterminio” comoexponentes del principio de proporcionalidad.

Pero no se puede achacar al investigador nin-gún ánimo de transigir con el delito. Aceptaque el delito es una plasmación del mal, perotambién argumenta que es necesario soñarcon mundos mejores, por que “en medio detales aberraciones no dejarán de vislumbrarseráfagas de luz que señalen el derrotero a losperseguidores de tan bello ideal”. Para con-seguir este ideal, las cárceles no pueden con-vertirse ni en entornos de contagio decomportamientos delictivos ni en las univer-sidades del delito. La pena debe tener un fun-damento científico y solvente, no merasteorías que resulten contraproducentes alaplicarlas.

La pena tiene un fundamento iusnaturalista,que él remite a Dios, pero que para el no cre-yente puede hallar su acomodo en ese caudalde valores que tienen como objetivo último labúsqueda de la justicia. Por eso, las críticasque realiza a las distintas escuelas jurídicas yteorías de la pena hacen especial hincapié enel positivismo jurídico. Defiende MelquíadesÁlvarez que la mera autorreferenciación moraldel ser humano habilita para que los mayoresdesmanes encuentren su justificación comola “moral del momento”.

La escuela correccional no es utópica. Exponeque sus objetivos son conformes con la reali-

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dad: reformar la voluntad del delincuente, res-tablecer la ley, a la vez que se previene el de-lito por parte tanto del delincuente como deotros infractores potenciales de la legalidad, yse resarce a la víctima, castigando al delin-cuente por imponer su voluntad a la sociedady romper la convivencia mediante el recursode su propio poder.

La moralidad y el Derecho no son esferas se-paradas. El Derecho debe buscar la justicia yno aceptar el mal, incluso aunque momentá-neamente una sociedad pueda aceptar queciertos comportamientos injustos son lega-les. La concepción sociológica del Derechotambién es así objeto del inquisitivo análisisdel autor. La moral exige el bien en cuantoque es bien, y el Derecho sólo es tal si de-fiende el bien. Si no, es otra cosa, como elcódigo de convivencia de un grupo de delin-cuentes.

El autor también analiza las principales teo-rías de la pena contrarias al sistema correc-cional: las teorías absolutas y las teoríasrelativas. Las primeras, que propugnaban laaplicación de la pena como respuesta a la co-misión de un determinado delito, tenían comofundamento de la pena la propia pena, sin ne-cesidad de perseguir ningún fin social. Paralas teorías relativas el fin de la pena es la pre-

vención del delito, la protección de la socie-dad. Teorías que hacen del reo un símbolo, un“esclavo del Poder público, que le condenainhumano a ser víctima propiciatoria inmo-lada en holocausto de la felicidad del mayornúmero”.

Esta tesis no es sólo una investigación sobreDerecho Penal, sino que enlaza reflexionesmuy interesantes sobre Filosofía del Derecho,Derecho Administrativo o Ciencia Política, y esun ejemplo de cómo Melquíades Álvarez supoconjugar su pasión por el Derecho y la políticacomo instrumentos necesarios. Escrita en unmomento de intenso debate sobre el fin de lapena, su defensa de la misma mantiene plenavigencia a día de hoy al ser considerada comoun sistema corrector del delincuente, queademás resarce del daño sufrido a la víctimadel delito y a la propia sociedad, cuya volun-tad general se ve violentada por una voluntadde dominio particular. Editada en formato fac-símil y transcrito para facilitar la comprensióndel lector actual, la obra que aquí nos ocupamuestra el inicio de la actividad de Melquía-des Álvarez, quien supo buscar en el pasadotodo aquello que ayudaría a afrontar un fu-turo que él contemplaba con optimismo e in-saciable curiosidad.

MARIO RAMOS VERA

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EL DECONSTRUCCIONISMO DE LA IZQUIERDA

“El poder que el mito de la contracultura haejercido sobre la conciencia política del últimomedio siglo es un legado del trauma que pro-dujo la Alemania nazi a la civilización occiden-tal. Quienes habrían sido ídolos populares en elsiglo anterior empezaron a temer al pueblo porsu violencia y crueldad latentes. En el caso dela izquierda progresista, la herida fue aún másprofunda. A muchas personas les empezó a darmiedo no sólo el fascismo, sino la propia so-ciedad en sí. La izquierda perdió la confianzaen muchos de los pilares básicos de la socie-dad, tales como la cortesía (incluido el proto-colo), la ley y la burocracia. No obstante, sinestas bases es imposible organizar una convi-vencia social a gran escala”.

LA IZQUIERDA SE MIRA EL OMBLIGO

Tras más de medio siglo sin un discurso cohe-rente, marcado por el relativismo y su repre-sentación teatral en las calles con mani-festaciones antisistema, movimientos cultura-les ‘alternativos’ y una amalgama de corrientesque explotan todas las facetas de la vida hu-mana –el arte en todas sus manifestaciones,desde el cine a la literatura, pasando por el te-atro y la música; pero también la alimentación,la medicina, la moda, las drogas, sus líderes eintelectuales–, empiezan a surgir voces dis-conformes con su propia base, es decir, con

el hecho contracultural como sustento ideoló-gico del pensamiento progresista. En la ac-tualidad, la contracultura es un gran paraguasen el que se da cabida a todo bajo unos mis-mos lemas inmunes al paso del tiempo y re-presenta a todo lo ‘diferente’, todo aquello quese rebela contra la ‘represión’ del sistema. Esaespecie de ‘resistencia’ da cabida a todo tipode individuos, como Unabomber, el terrorista‘concienciado’ que mandaba bombas artesa-nales a científicos, ingenieros y políticos detodo Estados Unidos en las décadas de los 80y 90, por considerarlos responsables de la per-petuación de la base “económica y tecnoló-gica” de la sociedad.

Es en casos como éste, entre otros tantos,donde los autores, Joseph Health, profesor deFilosofía de la Universidad de Toronto y An-drew Potter, investigador de la Universidad deMontreal, empiezan a encontrar el problemade la izquierda contemporánea en la identifi-cación con cualquier tipo de elemento sub-versivo: “La teoría contracultural ha minadotanto el buen nombre de la política democrá-tica, que la mayor parte de la izquierda pro-gresista lleva más de tres décadas hundidaen el marasmo”.

Lo que pasan por alto ambos autores en suidentificación de los males ‘contraculturales’ es

Rebelarse vendeEl negocio de la contraculturaJOSEPH HEALTH Y ANDREW POTTERTaurus, Madrid, 2005417 páginas

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que las teorías que critican y las de la izquierda‘tradicional’ –denominémosla así porque no danmás claves para su localización temporal o ge-ográfica– están solapadas una con otra: KurtCobain –su case study principia el libro–, Mar-cuse, Bakunin, Marx, Chomsky o el propio Che,cuyo retrato en una taza de café ilustró la por-tada de la edición española, son iconos y ada-lides de los movimientos contraculturales y susteoremas, pero son también sus portavoces ymáximos valedores de la izquierda pasada, pre-sente y futura. La crítica feroz que ambos auto-res ejercen sobre la ‘moda de lo alternativo’ (“esuna estrategia de marketing que se ha usadono sólo para vender productos comerciales nor-males y corrientes, sino para vender un mitosobre el funcionamiento de nuestra propia cul-tura”) queda vacía, desarmada, si no se esta-blecen la adecuada vinculación entre ambas.

Es paradójico que este manual, con cerca de400 páginas, destinado a desterrar las posi-ciones radicales de lo que denominan ‘justiciasocial’, cometa el mismo error: si aquellos alos que critican caen, una y otra vez, en el“equívoco” de vaciar de contenido y autoridadal único “instrumento capaz de enderezar lasituación”, esto es, los Gobiernos, Potter y He-alth confluyen en esta misma fatalidad al abo-gar por “una política doméstica global” sinningún contenido real, sino más bien basadaen la tesis de que ya que nada ha funcionado,demos el siguiente paso sin reparar dema-siado dónde o en qué dirección, simplementeabandonando el camino andado.

EL SIGUIENTE PASO

Rebelarse vende… puede ser una obra entre-tenida, si lo que se busca es un repaso de lasmodas, gustos y el desarrollo histórico de lo ‘al-ternativo’ en nuestra sociedad. Pero tambiénes una obra insidiosa e insustancial. Cito, porejemplo, el caso de la globalización. Los auto-res apuntan que el error de muchos políticos

de izquierdas es oponerse al comercio entrepaíses desarrollados y subdesarrollados; cons-tatan que “la mayoría de los países en vías dedesarrollo se plantean constantemente elmodo de integrarse en la economía global, ycasi ninguno contempla la posibilidad de nohacerlo” y señalan que “la necesidad de unmercado es inevitable”. También destacan “lagran ironía” de los movimientos antiglobaliza-ción, que “reducen la ciudadanía a actos esen-cialmente consumistas”, como fue el caso del“best seller” No Logo, de Naomi Klein.

Pero sin embargo, para Heath y Potter, la solu-ción no está en dejar que el libre mercado sedesarrolle, sino en ‘eliminar sus imperfeccio-nes’: “Tendríamos que procurar perfeccionar elmercado, no abolirlo”. ¿Cómo? Con un ‘pa-quete’ de medidas como eliminar la desgrava-ción de la publicidad en concepto de gastoempresarial, fomentando los impuestos verdeso con medidas como los impuestos sobre eltráfico rodado. En resumen, como la ‘libertad’–aquí deberíamos utilizar mejor el término ‘li-bertarismo’– no ha funcionado, desde unaperspectiva diacrónica, en los movimientos iz-quierdistas, la solución pasa por instaurar unaespecie de régimen neocomunista donde el Es-tado controle el ‘libre mercado’: “Parece obvio,por tanto, que en una economía cada vez másglobal será necesario un control gubernamen-tal cada vez mayor, no menor”, afirman.

EL DISCURSO

Sin duda es un discurso desconcertante. En ellibro es posible encontrar brillantes análisis –enocasiones hilarantes– sobre cómo se ha des-arrollado la base social de la izquierda: “Hacerteatro alternativo, tocar en un grupo alternativo,crear arte vanguardista, tomar drogas y llevaruna alocada vida sexual es sin duda másameno que la organización sindical a la horade pasar un buen fin de semana. Pero los re-beldes contraculturales se convencieron a sí

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Los libros de Orwell, La Rebelión en la granja(1945) y 1984 (1948), abrieron los ojos sobrela naturaleza tiránica del comunismo. Peroantes de que Orwell comenzara a tener éxitocon un tema tan polémico, la denuncia del so-

cialismo que, al llegar al poder, comienza a de-vorar a la persona en nombre de fines tan no-bles como el bien común, la novelista rusa AynRand1 (1905-1982) le precedió con Anthemque en español significa Himno.

TotalitarismoHimnoAYN RANDEd. Grito Sagrado. Buenos Aires, 2006269 páginas

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mismos de que todas estas actividades tan en-tretenidas eran mucho más subversivas que lapolítica de izquierdas tradicional, porque ata-caban al foco de la injusticia y la opresión a unnivel ‘más profundo’. Por supuesto, esta con-vicción es puramente teórica. Y como está claroquiénes son los que se benefician de ella, cual-quiera que tenga una mentalidad mínima-mente crítica sospechará de ella”.

Acertado, desde luego, y crítico. Pero en nin-guno de los capítulos que conforman el libro,ideado en un formato muy dinámico a modode replica-contrarréplica entre los autores, seilustran estas afirmaciones con otras de tipoempírico; no hay datos, no hay contexto, sóloautores y personajes que se suceden y seamontonan en una entropía literaria. Así, en unmismo capítulo y sin apenas transición, sepasa de Freud a Hobbes, y de Rosseau a Elclub de la lucha. Es, sin duda, el mayor errorestructural de la obra: que no justifica con su-ficiente rigor y profundidad los temas que setraen a debate.

“En este libro mantenemos que varias déca-das de rebeldía ‘antisistema’ no han cam-biado nada, porque la teoría social en que sebasa la contracultura es falsa. (…) No hayningún sistema único, integral, que lo abar-que todo. No se puede bloquear la culturaporque ‘la cultura’ y ‘el sistema’ no existencomo hechos aislados”. Esta cita, al co-mienzo del libro (en la página 19) no es enabsoluto clarividente: llega con una décadade retraso. Es una lástima que la new wavecontracultural vaya, a su pesar, por el mismocamino: libros como éste, el ya mencionadoNo Logo, u otros de parecido pelo se quedanal inicio de un verdadero y profundo análisis,de una crítica real y constructiva; y que, aligual que sucede en la actualidad con los go-biernos de izquierda en todo el mundo, sólorepara en lo artificioso, en lo llamativo yanecdótico, en esa ‘política ficción’ populistay artificiosa que tan en boga está en nues-tros días.

IVÁN GIL-MERINO DÍAZ

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Himno, publicada en España en la década delos 40 bajo el título Vivir, es una novela cortaenclavada en un futuro no muy lejano dondelos hombres carecen de nombre y no existela palabra yo.

El título aclara que el propósito del libro esentonar un himno al yo, “reclamando para elhombre y su yo, el respeto sagrado que deberendírsele (…) a la vida sobre la tierra”, comoapunta Leonard Peikoff en su prólogo. Enpleno despunte del totalitarismo, se había sa-crificado al individuo en el altar del colectivo.Los derechos individuales no existían. El hom-bre sólo era parte de un engranaje, una merapieza perfectamente reemplazable. En esecontexto, Rand decide rescatar el individua-lismo para luchar contra el avance de la per-niciosa idea de que “el objetivo del trabajo delhombre” es “la satisfacción de los deseos delos otros, no su propia necesidad, su deseo obeneficio”.

Descubrir cómo cambia la filosofía individua-lista a quien la entiende y la toma como unaguía en su vida, fue lo que hizo de este libroun claro bestseller que ha vendido más de2,5 millones de ejemplares en todo el mundoy ha hecho que personajes como AngelinaJolie adoren a Rand y así lo expliquen a laprensa a la mínima ocasión que se les pre-senta.

A juicio de Rand, el individualismo señala quecada hombre tiene derecho a existir y vivir porsí mismo y que, por mucho que nos rechine,la desdicha o la suerte de los demás, no es

culpa nuestra. No podemos arrastrar ningunaculpa porque haya otros que lo estén pasandomal. Podemos, eso sí, sentir la necesidad dehacer lo posible para ayudar a los demás, porla empatía natural del ser humano hacia sussemejantes, pero sin que ese hecho sea unfundamento para los derechos de la sociedadsobre nuestra vida. Si así fuera, entonces ha-bría “derechos sociales” que anularían los“derechos individuales”, porque entre incre-mentar un punto el IRPF y dar de comer al ne-cesitado, no parece haber dudas de qué biense protegería antes, lo cual supondría quitarlea unos para darles a otros, algo que atentaríacontra el derecho de cada uno a los frutos desu trabajo, a su propiedad en suma.

Sin embargo, si aceptamos concesiones, ca-minaremos directos hacia la destrucción dela sociedad porque estaremos anulando pro-gresivamente al individuo y, al hacerlo, esta-remos matando el espíritu creador y la fuentede todo progreso. En la sociedad dondeHimno tiene lugar, el panorama es más deso-lador que en nuestras sociedades socialde-mócratas donde a cambio de que no nosquejemos por los impuestos con que nosvampirizan, podemos tener una escasa esferade autonomía personal.

En cambio, en la asfixiante sociedad que re-trata Rand, un calco de lo que vivió en suRusia natal, “todos los hombres son uno y nohay ningún deseo, salvo el deseo de todos loshombres unidos”. Como se puede apreciar,esta frase condensa la aspiración de todo co-lectivismo, contrariar la naturaleza y dejar al

1 Sobre Ayn Rand, léase mi artículo “Ayn Rand y los fundamentos morales del liberalismo” (Cuadernos de Pensa-miento Político, número 4, 2004, pp 187-198. El texto puede descargarse de internet en el siguiente link:http://documentos.fundacionfaes.info/document_file/filename/355/00057-12_-_ayn_rand_y_los_fundamen-tos_morales_del_liberalismo.pdf ). Una semblanza más breve y menos enfocada a sus ideas, fue publicada enLibertad Digital el pasado 10 de Febrero de 2005 con el título “Ayn Rand (1905-1982): la virtud del capitalismo”(http://libros.libertaddigital.com/articulo.php/1276229617 )

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hombre a la altura de un ser inanimado, por-que no puede demostrar sus preferencias niser libre ya que otros, los políticos, decidiránqué es lo que conviene a la colectividad.

Al presentar el silencio y la tristeza como con-diciones naturales de la vida, el amor conver-tido en un mero instante donde las parejas,elegidas por el Gobierno, procrean, cual co-nejos, sin posibilidad de elegir con quién nicuándo ni cómo, Rand consigue recrear la im-posibilidad de vivir en regímenes totalitarios.

Afortunadamente, se ofrece un final feliz, con-trariamente a la suerte que padecieron millo-nes de personas que acabaron muriendo dehambre o asesinados por la obsesión de ex-terminar a clases enteras para llevar adelantela utopía comunista.

Así, el protagonista, Igualdad 7-2521, consi-gue descubrir esa palabra a la que Rand en-tona un cántico, casi un poema, liberándosede la tiranía en la que malvivía para vivir deacuerdo con sus ideas. Al llegar al apogeo dela novela, Igualdad 7-2521 se da a sí mismoun nombre, Prometeo y en varias páginas re-coge el “himno” que da nombre a la obra, unhimno apasionado y apasionante con frasestan duras pero reales como “no les debo nadaa mis hermanos, ni ellos tienen deudas con-migo. No le pido a nadie que viva para mí, niyo vivo para nadie. No codicio el alma denadie, ni mi alma debe ser codiciada pornadie. No soy enemigo ni amigo de mis her-manos pero cada uno de ellos deberá mere-cerme. Y para ganar mi amor, mis hermanos

deberían haber hecho algo más que simple-mente haber nacido. No daré mi amor sin mo-tivo a cualquier oportunista que lo reclame.Honro a los hombres con mi amor. Pero elhonor es algo que debe ser ganado”.

A continuación, Prometeo, ataca el “monstruodel Nosotros, la palabra de la opresión, delsaqueo, de la miseria, la falsedad y la ver-güenza”. Con ese espíritu trasgresor, dice quegrabará en piedra “la palabra que es mi faroy mi estandarte. La palabra que no morirá,aunque perezcamos todos en la batalla. Lapalabra que nunca puede morir en esta tie-rra, porque es su corazón, su significado y sugloria. La palabra sagrada: YO”.

Inspirador, excitante o quizás demasiado blas-femo. El lector lo podrá juzgar por sí mismo.De lo que difícilmente puede dudarse es de lacalidad de la novelista y de esta edición en laque se recogen en la lengua originaria en laque fue escrita, el manuscrito donde Rand fueintroduciendo cambios a la primera edicióninglesa.

Tras lo expuesto, sólo un juicio debe bastar ala hora de valorar el libro. El del lector. Elúnico que debe realmente importar. Ése, sinduda, será el mejor tributo que podamosrendir a la autora, no dejarnos llevar por loque otros hayan dicho del libro aunque sehaya publicado en estas páginas, porqueesto, en suma, es en lo que consiste el indi-vidualismo.

GORKA ECHEVARRÍA ZUBELDÍA

CUADERNOS de pensamiento político

RES

EÑA

S

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