La muerte tambien viste de rosa palido

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7/23/2019 La muerte tambien viste de rosa palido http://slidepdf.com/reader/full/la-muerte-tambien-viste-de-rosa-palido 1/4 L MUERTE T MBIÉN VISTE DE ROS PÁLIDO Sa  rario astellanos Siempre se nos hace creer que la mu e rte es de color negro. Durante muchos año s lo creí fervientemente. Me convencía la solemnidad del color negro en los funerales. Aquella intenninable procesión de dolidos y no dolidos cubiertos de noche y l e ntes oscuros . Un caminar en fila dictatorial en donde el que da la orden del paso a seguir va cubierto de madera torneada y i bien le lleva manijas de bronce pintadas de dorado para simular un status. Lo demás negro puro negro. Llanto llanto ymás llanto. Una serie de que lo siento  mi más sentido pésame cuénteme cómo fue seguidos de los infaltables chistes de Pepito yel trago clandestino . Así somos los guatemaltecos. Aún así el negro es riguroso. Siempre estuve convencida de que la muerte era de color negro hasta que en aquella mañana de enero descubrí uno de sus matices. Aquella mujer  mi hennana  se encontraba tendida en la cama del hospital. Hacía tres días que el médico nos hirió con su diagnóstico cáncer señoras doña A ina tiene cáncer y no creo que dure veinticuatro horas. Nos lo dijo con la misma indiferencia de un mesero cuando infonna que algo del menú se agotó. Considero insistió el médico que si hay cosas pendientes que arreglar de la señora se apresuren pues de lo contrario los interesados llevan mucho tiempo. Mi madre  mis hennanos yyo lo vimos con odio. Pensamos en voz alta que para qué sirven los médicos. Mi hennano dijo serio pero muy sarcástico  para avisarte que tu ser querido se muere. Estoy segura que en ese momento hubiésemos querido asesinarlo yarrancarle uno de los órganos de su cuerpo y ransplantárselos a mi hennana agónica. Claro no lo hicimos . Por el contrario nos cansamos. Un pensamiento tan violento como el que recientemente habíamos tenido agota a cualquiera. Imagínese la masacre que pasó por nuestra mente aunada al dolor de la próxima pérdida. Nuestra charla era en torno a que después de las veinticuatro horas reglamentarias aquella belleza de nuestra hennana que contaba con apenas cuarentidós años  se iba de las manos . El mundo se nos vino encima ymi madre aquella hermosa mujer sintió ese pedazo de vida que se le ibasin tener derecho 53

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L MUERTE T MBIÉN VISTE DE ROS PÁLIDO

Sa rario astellanos

Siempre se

nos

hace creer

que la mu

erte

es de

color negro. Durante muchos años

lo

creí fervientemente. Me convencía

la solemnidad

del

color negro en los funerales.

Aquella

intenninable procesión de dolidos y no

dolidos

cubiertos de noche y le

nt

es

oscuros. Un caminar en fila dictatorial en

donde

el

que

da la orden del paso aseguir

va cubierto de madera torneada y i bien le lleva manijas de

bronce

pintadas de

dorado

para simular un status.

Lo demás

negro puro

negro. Llanto

llanto

ymás llanto.

Una

serie

de

que

lo

siento

 

mi

más

sentido

pésame

cuénteme

cómo

fue

seguidos

de los

infaltables

chistes

de Pepito

yel

trago clandestino. Así somos los guatemaltecos. Aún

así

el

negro

es

riguroso. Siempre

estuve convencida de

que

la muerte era de

color

negro hasta que en aquella mañana de

enero

descubrí uno de sus

matices.

Aquella

mujer  mi hennana  se encontraba tendida

en la

cama del hospital. Hacía

tres días

que el

médico nos

hirió

con su

diagnóstico cáncer señoras doña

A ina

tiene cáncer

y

no

creo

que

dure

veinticuatro

horas.

Nos lo

dijo con la

misma

indiferencia

de un

mesero cuando infonna que

algo

del

menú

se agotó. Considero

insistió

el

médico

que

si

hay cosas pendientes que

arreglar de

la señora se

apresuren

pues

de lo contrario

los interesados llevan mucho tiempo. Mi

madre

 mis hennanos y

yo

lo

vimos

con odio.

Pensamos en

voz

alta que

para

qué

sirven los médicos. Mi

hennano

dijo serio pero

muy sarcástico  

para avisarte

que tu ser querido

se muere.

Estoy

segura que

en ese

momento hubiésemos

querido

asesinarlo y

arrancarle uno de los

órganos

de

su cuerpo

y ransplantárselos a mi hennana agónica.

Claro

no

lo hicimos. Por

el contrario

nos

cansamos.

Un pensamiento tan

violento

como el

que

recientemente

habíamos tenido

agota a cualquiera.

Imagínese

la

masacre

que pasó por nuestra

mente

aunada al

dolor de

la próxima pérdida.

Nuestra charla era en torno a que después de las

veinticuatro horas reglamentarias aquella belleza de nuestra hennana que contaba

con

apenas cuarentidós

años

  se

iba

de las

manos

. El mundo se nos vino encima ymi

madre

aquella hermosa mujer

sintió ese pedazo

de

vida

que se le ibasin tener

derecho

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a pedir más tiempo para ella la única opción era

el

llanto yel dolor que

nunca

la

abandonaría. Luego

que

pasó ese terrible

momento

nos

convertimos en una especie

de buitres

 vigilando el momento en

que

aquella maravillosa mujer postrada

diera

su

último

respiro. Nosotros

no

sabíamos

cómo

afrontar

la muerte. Para

todo

se

es

inexperto

hasta

que llega el momento de enfrentarse a lo que lo convertirá a uno en un experto

en la materia.

Recuerdo

muy

bien la

última mañana

de

mi hemlana agónica.

Yo fui

la eterna com

pañera de

mi

madre durante los

veintidós días que

duró

el estado final

de

mi herma

na. Ese fue un verdadero vía crucis. Alucinábamos. Esa es

la palabra

clave. Aún

sabiendo

que

el

médico sentenció

a

Alina

a

veinticuatro

horas

de

vida

hacíamos

cuentas

que hipotecando las

fincas

mi

madre

con el dinero

adquirido

lograríamos enviarla a

un

lugar en

Baja California

-<:reo yo que

ese era

el lugar que se

mencionaba- donde

habían

curado

por

un

tiempo

el

cáncer

de

Steve McQueen.

Mi

hernlana

Manuela era

la que más

insistía en

iniciar los

trámites de

su

traslado pues ya

había hablado

con el

banco que manejaba las

cuentas

de las

fincas de

mi madre

. Cuando

lo

conversamos

con

el

médico nos respondió algo molesto pues era

que desconfiábamos de

su

diag

nóstico.

Mi

hermana mayor

cobarde

al

fin

se

inventó un viaje

aVenezuela pues su

esposo acababa de

dej

ar la Embajada y ranquilamente nos

infonnó

que debían

asistir

auna de

las

despedidas que les

haría

el cuerpo diplomático de aquel país

pues había

quedado

pendiente

y era casi imposible faltar. Los

otros

no le creímos. Otra

de

las

opciones

que

propuso

Manuela es que

existía la

posibilidad de

que la congeláramos

después

de

muerta y

esperar

a que

se

descubriera la

cura

del cáncer. Ilusos todos

nosotros

.

Allora que

lo

recuerdo las

lágrimas

brotan

de

mis

ojos

como torrentes

interminables pues descubro

cuán

ingenuo se es ante la muerte

inminente.

Aquel

último

día

llegamos a

las siete

de

la maI1ana

aAli como

le

llamábamos cariI1o

samente. Mi madre yyo entramos asu habitación con

una

cruz

invisible

encima

pero

siempre sonriente. Al

ingresar nos causó una gran

sorpresa

ver a la moribunda ma

quillada

como si fuese

a iraalguna reunión

de

mañana. Su piel

se

miraba

reluciente.

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Sus grandes ojos

atigrados nos miraron

con la

mirada de

alguien

que aún

guarda

esperanzas. Quiero

decir  que

jamás tuvimos la valentía

de

decirle

que se

estaba mu

riendo. Observábamos las

sondas

en cuyo interior corría

un

líquido

café.

No sabía

mos que era. Ella nos dijo

incrédulas.

Su

rostro

lucía

un

maquillaje

en

tonalidades

fucsia su color favorito

además que

por

el

color

de

su tez

le acentuaba muy bien. Se

veía

reluciente a pesar de que

la

muerte contaba los

minutos sentada

fuera de

su

habitación

.

Vimos

a la

par de su mesa

-no

puedo decir de noche- de su cama de

enferma su kit de

maquillaje.

Christian

Dior

Sobresalía la

CD

dellogo.

Qué

bella

estás le

dijimos.

Realmente se miraba bella como lo había sido siempre. Solo

su

cuerpo delataba la

verdad.

Quise

estar muy

linda para cuando ustedes llegaran nos

dijo. Pues

lo

lograste

hennana

le

respondí.

Qué

hennoso

color

fucsia. Pero en

mi

mente

sabía

que

no

duraría mucho. Pasada una hora aquel color fue cambiando de

tonalidad

 

fue palideciendo

hacia

un color

rosa que

aún

lucía

maravilloso.

e pre

guntamos si deseaba ver

a

su pequeña hija la única.

Nos

respondió que no. Que

mejor

esperaría hasta llegar a

casa.

Mi

corazón

se

empequeñeció

tanto que por

pri

mera vez sentí el

dolor

de estar

en

la realidad yno

en

la

ficción

de las novelas

que

tanto

he

amado

leer No me atreví aver el rostro de mi

madre pues en

mi interior ya tenía

el

retrato

muy bien delineado de la Dolorosa

que

se había adueñado del suyo. No

llorábamos

pero había un

nudo ingrato en

nuestro

pecho.

El

color

rosa de

su maqui

llaje persistía

aún

se veía

bella.

Una

hora después perdió

el

habla. Nos

preguntaba

con señas qué era lo que le

estaba sucediendo.

No

sabíamos qué

decir. Creo

que

mi

madre yyo nos comunicábamos

por

telepatía. e

respondimos

que probablemente era

el

sedante

que le habían aplicado

al suero que

tenía

en su

mano.

Ella

sólo afinnaba

con su

cabeza

que

estaba

bien.

El

color rosa

de su

maquillaje

estaba

intacto

a

pesar

de

que su cuerpo

era

una serie de grandes ampollas llenas de

líquido.

Unos

minutos

después llegó

Manuela.

Aún recuerdo el gran amor con que miró

a

la moribunda.

Por

sus

mielosos e

inmensos ojos se convirtieron en

la puritísima

imagen

de

dolor

cuando vio aquel

cuerpo acabado. Poco

tiempo después la

Manue

-como

usualmente

llamamos a

Manuela-

nos dijo que

tenía que retirarse por un momento

pues

debía

atender

un

negocio pero que volvería pronto.

El

maquillaje

insistía en su color

palo

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rosa.

Mi madre

yyo

salimos

un momento de

la habitación

para poder

llorar. Después

regresamos.

Cuando la

vimos

ya mi

hennana

estaba estática.

Hacía

unos

ruidos ex-

traños con su respiración. Recordé los estertores de

Artemio

Cruz 

que era

el único

referente que

yo

tenía

del

inicio

del

abandono.

Le

dije

a

mi

madre que

A1i

no

duraría

ni una

hora.

Y

ú

como lo sabes

si

nunca has estado cerca

de

un ser agónico.

Yo

lo sé

sencillamente le

respondí.

No

quise mencionar

cuál

era

mi

referente

pues le

hubiese

molestado. Estando

en

esa discusión le

dimos

la espalda por segundos a la casi

muer-

ta. Nuestras

miradas

se entrecruzaron atonnentadas por

el

miedo de no saber lo

que

viene y obre

todo

de no saber

si

se tendrán las

fuerzas

para

soportarlo

. Cuando

voltea-

mos ella había expirado.

El

rosaseguía en su rostro.

Mi madre

no lo creía. La movía.

Le hablaba

.

Y

en

este momento

escuché

el grito más ahogado que puede existir en

la

tierra. Como

pudo

exclamó:

¿por

qué no fui

yo que

ya viví lo suficiente? Aella le

faltaba ver crecer a

su

hija.

La

tomé entre mis

brazos. Nuestras

lágrimas

se

unieron

ycomo

pude

la saqué

de

la

habitación.

Avisamos a las

enfenneras

ynos pidieron

que

esperáramos un momento pues la iban a preparar.

Al

poco rato volvió

Manue y

le

dimos la noticia. Su dolor

sólo

le permitió decir: se fue yno medio

ti

e

mpo

adecirle

cuánto la

amaba

 

luego lloró

desconsoladamente prendida ami madre. Ve

inte minu-

tos después  nos dijeron

que

ya podíamos

entrar

para estar COIl ella

ant

es de

que

se la

llevaran

a

la

morgue.

Entramos

caminando con

los

pies que

no

s

pesaban quintales

.

Le habían

puesto algodones en la nariz

  un lienzo que

atravesaba

su

cabeza

ypresio-

naba su boca

color

rosa.

Ya en la funeraria cuando nos la presentaron en la capilla envuelta en

naftalina

y

madera abrimos

aquella

caja.

Su

rostro

lucía

tonalidades rosa

sólo que

en

un

rosa

un

poco más

pálido. Preguntamos

al personal

encargado

de prepararla si alguien

la

había maquillado ydijeron

que

no que su maquillaje era tan perfecto

que

no quisie-

ron

echarlo a perder. Desde entonces aprendí

que

la muerte tiene otros matices.

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