La Muerte y La Brújula

7
LA MUERTE Y LA BRÚJULA Jorge Luis Borges (18991986) (Artificios, 1944; Ficciones, 1944) A Mandie Molina Vedia DE LOS MUCHOS problemas que ejercitaron la temeraria perspicacia de Lönnrot, ninguno tan extraño tan rigurosamente extraño, diremoscomo la periódica serie de hechos de sangre que culminaron en la quinta de Triste-le-Roy, entre el interminable olor de los eucaliptos. Es verdad que Erik Lönnrot no logró impedir el último crimen, pero es indiscutible que lo previó. Tampoco adivinó la identidad del infausto asesino de Yarmolinsky, pero sí la secreta morfología de la malvada serie y la participación de Red Scharlach, cuyo segundo apodo es Scharlach el Dandy. Ese criminal (como tantos) había jurado por su honor la muerte de Lönnrot, pero éste nunca se dejó intimidar. Lönnrot se creía un puro razonador, un Auguste Dupin, pero algo de aventurero había en él y hasta de tahur. El primer crimen ocurrió en el Hôtel du Nord, ese alto prisma que domina el estuario cuyas aguas tienen el color del desierto. A esa torre (que muy notoriamente reúne la aborrecida blancura de un sanatorio, la numerada divisibilidad de una cárcel y la apariencia general de una casa mala) arribó el día tres de diciembre el delegado de Podólsk al Tercer Congreso Talmúdico, doctor Marcelo Yarmolinsky, hombre de barba gris y ojos grises. Nunca sabremos si el Hôtel du Nord le agradó: lo aceptó con la antigua resignación que le había permitido tolerar tres años de guerra en los Cárpatos y tres mil años de opresión y de pogroms. Le dieron un dormitorio en el piso R, frente a la suite que no sin esplendor ocupaba el Tetraca de Galilea. Yarmolinsky cenó, postergó para el día siguiente el examen de la desconocida ciudad, ordenó en un placard sus muchos libros y sus muy pocas prendas, y antes de medianoche apagó la luz. (Así lo declaró el chauffeur del Tetrarca, que dormía en la pieza contigua.) El cuatro, a las 11 y 3 minutos A.M., lo llamó por teléfono un redactor de la Yidische Zaitung; el doctor Yarmolinsky no respondió; lo hallaron en su pieza, ya levemente oscura la cara, casi desnudo bajo una gran capa anacrónica. Yacía no lejos de la puerta que daba al corredor; una puñalada profunda le había partido el pecho. Un par de horas después, en el mismo cuarto, entre periodistas, fotógrafos y gendarmes, el comisario Treviranus y Lönnrot debatían con serenidad el problema. No hay que buscarle tres pies al gato decía Treviranus, blandiendo un imperioso cigarro. Todos sabemos que el Tetrarca de Galilea posee los mejores zafiros del mundo. Alguien, para robarlos, habrá penetrado aquí por error. Yarmolinsky se ha levantado; el ladrón ha tenido que matarlo. ¿Qué le parece? Posible, pero no interesante respondió Lönnrot. Usted replicará que la realidad no tiene la menor obligación de ser interesante. Yo le replicaré que la realidad puede prescindir de esa obligación, pero no las hipótesis. En la que usted ha improvisado interviene copiosamente el azar. He aquí un rabino muerto; yo preferiría una explicación puramente rabínica, no los imaginarios percances de un imaginario ladrón.

description

Borges pdf

Transcript of La Muerte y La Brújula

  • LA MUERTE Y LA BRJULA Jorge Luis Borges

    (18991986)

    (Artificios, 1944;

    Ficciones, 1944)

    A Mandie Molina Vedia

    DE LOS MUCHOS problemas que ejercitaron la temeraria perspicacia de Lnnrot, ninguno tan extrao

    tan rigurosamente extrao, diremos como la peridica serie de hechos de sangre que culminaron en la

    quinta de Triste-le-Roy, entre el interminable olor de los eucaliptos. Es verdad que Erik Lnnrot no logr

    impedir el ltimo crimen, pero es indiscutible que lo previ. Tampoco adivin la identidad del infausto

    asesino de Yarmolinsky, pero s la secreta morfologa de la malvada serie y la participacin de Red

    Scharlach, cuyo segundo apodo es Scharlach el Dandy. Ese criminal (como tantos) haba jurado por su

    honor la muerte de Lnnrot, pero ste nunca se dej intimidar. Lnnrot se crea un puro razonador, un

    Auguste Dupin, pero algo de aventurero haba en l y hasta de tahur.

    El primer crimen ocurri en el Htel du Nord, ese alto prisma que domina el estuario cuyas aguas

    tienen el color del desierto. A esa torre (que muy notoriamente rene la aborrecida blancura de un

    sanatorio, la numerada divisibilidad de una crcel y la apariencia general de una casa mala) arrib el da

    tres de diciembre el delegado de Podlsk al Tercer Congreso Talmdico, doctor Marcelo Yarmolinsky,

    hombre de barba gris y ojos grises. Nunca sabremos si el Htel du Nord le agrad: lo acept con la antigua

    resignacin que le haba permitido tolerar tres aos de guerra en los Crpatos y tres mil aos de opresin y

    de pogroms. Le dieron un dormitorio en el piso R, frente a la suite que no sin esplendor ocupaba el Tetraca

    de Galilea. Yarmolinsky cen, posterg para el da siguiente el examen de la desconocida ciudad, orden

    en un placard sus muchos libros y sus muy pocas prendas, y antes de medianoche apag la luz. (As lo

    declar el chauffeur del Tetrarca, que dorma en la pieza contigua.) El cuatro, a las 11 y 3 minutos A.M., lo

    llam por telfono un redactor de la Yidische Zaitung; el doctor Yarmolinsky no respondi; lo hallaron en

    su pieza, ya levemente oscura la cara, casi desnudo bajo una gran capa anacrnica. Yaca no lejos de la

    puerta que daba al corredor; una pualada profunda le haba partido el pecho. Un par de horas despus, en

    el mismo cuarto, entre periodistas, fotgrafos y gendarmes, el comisario Treviranus y Lnnrot debatan con

    serenidad el problema.

    No hay que buscarle tres pies al gato deca Treviranus, blandiendo un imperioso cigarro.

    Todos sabemos que el Tetrarca de Galilea posee los mejores zafiros del mundo. Alguien, para robarlos,

    habr penetrado aqu por error. Yarmolinsky se ha levantado; el ladrn ha tenido que matarlo. Qu le

    parece?

    Posible, pero no interesante respondi Lnnrot. Usted replicar que la realidad no tiene la

    menor obligacin de ser interesante. Yo le replicar que la realidad puede prescindir de esa obligacin, pero

    no las hiptesis. En la que usted ha improvisado interviene copiosamente el azar. He aqu un rabino muerto;

    yo preferira una explicacin puramente rabnica, no los imaginarios percances de un imaginario ladrn.

  • Treviranus repuso con mal humor:

    No me interesan las explicaciones rabnicas; me interesa la captura del hombre que apual a este

    desconocido.

    No tan desconocido corrigi Lnnrot . Aqu estn sus obras completas. Indic en el placard

    una fila de altos volmenes; una Vindicacin de la cbala; un Examen de la filosofa de Robert Fludd; una

    traduccin literal del Sepher Yezirah; una Biografa del Baal Shem; una Historia de la secta de los

    Hasidim; una monografa (en alemn) sobre el Tetragrmaton; otra, sobre la nomenclatura divina del

    Pentateuco. El comisario los mir con temor, casi con repulsin. Luego, se ech a rer.

    Soy un pobre cristiano repuso. Llvese todos esos mamotretos, si quiere; no tengo tiempo que

    perder en supersticiones judas.

    Quizs este crimen pertenece a la historia de las supersticiones judas murmur Lnnrot.

    Como el cristianismo se atrevi a completar el redactor de la Yidische Zaitung. Era miope, ateo y

    muy tmido.

    Nadie le contest. Uno de los agentes haba encontrado en la pequea mquina de escribir una hoja de

    papel con esta sentencia inconclusa

    La primera letra del Nombre ha sido articulada.

    Lnnrot se abstuvo de sonrer. Bruscamente biblifilo o hebrasta, orden que le hicieran un paquete

    con los libros del muerto y los llev a su departamento. Indiferente a la investigacin policial, se dedic a

    estudiarlos. Un libro en octavo mayor le revel las enseanzas de Israel Baal Shem Tobh, fundador de la

    secta de los Piadosos; otro, las virtudes y terrores del Tetragrmaton, que es el inefable Nombre de Dios;

    otro, la tesis de que Dios tiene un nombre secreto, en el cual est compendiado (como en la esfera de cristal

    que los persas atribuyen a Alejandro de Macedonia), su noveno atributo, la eternidad, es decir, el

    conocimiento inmediato de todas las cosas que sern, que son y que han sido en el universo. La tradicin

    enumera noventa y nueve nombres de Dios; los hebrastas atribuyen ese imperfecto nmero al mgico

    temor de las cifras pares; los Hasidim razonan que ese hiato seala un centsimo nombre. El Nombre

    Absoluto.

    De esa erudicin lo distrajo, a los pocos das, la aparicin del redactor de la Yidische Zaitung. Este

    quera hablar del asesinato; Lnnrot prefiri hablar de los diversos nombres de Dios; el periodista declar

    en tres columnas que el investigador Erik Lnnrot se haba dedicado a estudiar los nombres de Dios para

    dar con el nombre del asesino. Lnnrot, habituado a las simplificaciones del periodismo, no se indign.

    Uno de esos tenderos que han descubierto que cualquier hombre se resigna a comprar cualquier libro,

    public una edicin popular de la Historia de la secta de los Hasidim.

    El segundo crimen ocurri la noche del tres de enero, en el ms desamparado y vaco de los huecos

    suburbios occidentales de la capital. Hacia el amanecer, uno de los gendarmes que vigilan a caballo esas

    soledades vio en el umbral de una antigua pinturera un hombre emponchado, yacente. El duro rostro estaba

    como enmascarado de sangre; una pualada profunda le haba rajado el pecho. En la pared, sobre los

  • rombos amarillos y rojos, haba unas palabras en tiza. El gendarme las deletre... Esa tarde, Treviranus y

    Lnnrot se dirigieron a la remota escena del crimen. A izquierda y derecha del automvil, la ciudad se

    desintegraba; creca el firmamento y ya importaban poco las casas y mucho un horno de ladrillos o un

    lamo. Llegaron a su pobre destino: un callejn final de tapias rosadas que parecan reflejar de algn modo

    la desaforada puesta de sol. El muerto ya haba sido identificado. Era Daniel Sim Azevedo, hombre de

    alguna fama en los antiguos arrabales del Norte, que haba ascendido de carrero a guapo electoral, para

    degenerar despus en ladrn y hasta en delator. (El singular estilo de su muerte les pareci adecuado:

    Azevedo era el ltimo representante de una generacin de bandidos que saba el manejo del pual, pero no

    del revlver.) Las palabras en tiza eran las siguientes:

    La segunda letra del Nombre ha sido articulada.

    El tercer crimen ocurri la noche del tres de febrero. Poco antes de la una, el telfono reson en la

    oficina del comisario Treviranus. Con vido sigilo, habl un hombre de voz gutural; dijo que se llamaba

    Ginzberg (o Ginsburg), y que estaba dispuesto a comunicar, por una remuneracin razonable, los hechos de

    los dos sacrificios de Azevedo y Yarmolinsky. Una discordia de silbidos y de cornetas ahog la voz del

    delator. Despus, la comunicacin se cort. Sin rechazar la posibilidad de una broma (al fin, estaban en

    carnaval), Treviranus indag que le haban hablado desde el Liverpool House, taberna de la Rue de Toulon

    esa calle salobre en la que conviven el cosmorama y la lechera, el burdel y los vendedores de biblias.

    Treviranus habl con el patrn. Este (Black Finnegan, antiguo criminal irlands, abrumado y casi anulado

    por la decencia) le dijo que la ltima persona que haba empleado el telfono de la casa era un inquilino, un

    tal Gryphius, que acababa de salir con unos amigos. Treviranus fue enseguida al Liverpool House. El

    patrn le comunic lo siguiente: Hace ocho das, Gryphius haba tomado pieza en los altos del bar. Era un

    hombre de rasgos afilados, de nebulosa barba gris, trajeado pobremente de negro; Finnegan (que destinaba

    esa habitacin a un empleo que Treviranus adivin) le pidi un alquiler sin duda excesivo; Gryphius

    inmediatamente pag la suma estipulada. No sala casi nunca; cenaba y almorzaba en su cuarto; apenas si le

    conocan la cara en el bar. Esa noche, baj a telefonear al despacho de Finnegan. Un cup cerrado se

    detuvo ante la taberna. El cochero no se movi del pescante; algunos parroquianos recordaron que tena

    mscara de oso. Del cup bajaron dos arlequines; eran de reducida estatura y nadie pudo no observar que

    estaban muy borrachos. Entre balidos de cornetas, irrumpieron en el escritorio de Finnegan; abrazaron a

    Gryphius, que pareci reconocerlos, pero que les respondi con frialdad; cambiaron unas palabras en

    yiddish l en voz baja, gutural, ellos con las voces falsas, agudas y subieron a la pieza del fondo. Al

    cuarto de hora bajaron los tres, muy felices; Gryphius, tambaleante, pareca tan borracho como los otros.

    Iba, alto y vertiginoso, en el medio, entre los arlequines enmascarados. (Una de las mujeres del bar record

    los losanges amarillos, rojos y verdes.) Dos veces tropez; dos veces lo sujetaron los arlequines. Rumbo a

    la drsena inmediata, de agua rectangular, los tres subieron al cup y desaparecieron. Ya en el estribo del

    cup, el ltimo arlequn garabate una figura obscena y una sentencia en una de las pizarras de la recova.

    Treviranus vio la sentencia. Era casi previsible; deca:

  • La ltima de las letras del Nombre ha sido articulada.

    Examin, despus, la piecita de GryphiusGinzberg. Haba en el suelo una brusca estrella de sangre;

    en los rincones, restos de cigarrillo de marca hngara; en un armario, un libro en latn el Philologus

    hebraeograecus(1739), de Leusden con varias notas manuscritas. Treviranus lo mir con indignacin e

    hizo buscar a Lnnrot. Este, sin sacarse el sombrero, se puso a leer, mientras el comisario interrogaba a los

    contradictorios testigos del secuestro posible. A las cuatro salieron. En la torcida Rue de Toulon, cuando

    pisaban las serpentinas muertas del alba, Treviranus dijo:

    Y si la historia de esta noche fuera un simulacro?

    Erik Lnnrot sonri y le ley con toda gravedad un pasaje (que estaba subrayado) de la disertacin

    trigsima tercera del Philologus: Dies Judaeorum incipit a solis occasu usque ad solis occasum diei

    sequentis. Esto quiere decir agreg, El da hebreo empieza al anochecer y dura hasta el siguiente

    anochecer.

    El otro ensay una irona.

    Ese dato es el ms valioso que usted ha recogido esta noche?

    No. Ms valiosa es una palabra que dijo Ginzberg.

    Los diarios de la tarde no descuidaron esas desapariciones peridicas. La Cruz de la Espada las

    contrast con la admirable disciplina y el orden del ltimo Congreso Eremtico; Erns Palast, en El Mrtir,

    reprob las demoras intolerables de un pogrom clandestino y frugal, que ha necesitado tres meses para

    liquidar tres judos; la Yidische Zaitung rechaz la hiptesis horrorosa de un complot antisemita, aunque

    muchos espritus penetrantes no admiten otra solucin del triple misterio; el ms ilustre de los pistoleros

    del Sur, Dandy Red Scharlach, jur que en su distrito nunca se produciran crmenes de sos y acus de

    culpable negligencia al comisario Franz Treviranus.

    Este recibi, la noche del primero de marzo, un imponente sobre sellado. Lo abri: el sobre contena

    una carta firmada Baruj Spinoza y un minucioso plano de la ciudad, arrancado notoriamente de un

    Baedeker. La carta profetizaba que el tres de marzo no habra un cuarto crimen, pues la pinturera del

    Oeste, la taberna de la Rue de Toulon y el Htel du Nord eran los vrtices perfectos de un tringulo

    equiltero y mstico; el plano demostraba en tinta roja la regularidad de ese tringulo. Treviranus ley con

    resignacin ese argumento more geomtrico y mand la carta y el plano a casa de Lnnrot, indiscutible

    merecedor de tales locuras.

    Erik Lnnrot las estudi. Los tres lugares, en efecto, eran equidistantes. Simetra en el tiempo (3 de

    diciembre, 3 de enero, 3 de febrero); simetra en el espacio tambin... Sinti, de pronto, que estaba por

    descifrar el misterio. Un comps y una brjula completaron esa brusca intuicin. Sonri, pronunci la

    palabra Tetragrmaton (de adquisicin reciente) y llam por telfono al comisario. Le dijo:

    Gracias por ese tringulo equiltero que usted anoche me mand. Me ha permitido resolver el

    problema. Maana viernes los criminales estarn en la crcel; podemos estar muy tranquilos.

    Entonces, no planean un cuarto crimen?

    Precisamente, porque planean un cuarto crimen, podemos estar muy tranquilos.

    Lnnrot colg el tubo. Una hora despus, viajaba en un tren de los Ferrocarriles Australes, rumbo a

  • la quinta abandonada de Triste-le-Roy. Al sur de la ciudad de mi cuento fluye un ciego riachuelo de aguas

    barrosas, infamado de curtiembres y de basuras. Del otro lado hay un suburbio donde, al amparo de un

    caudillo barcelons, medran los pistoleros. Lnnrot sonri al pensar que el ms afamado Red

    Scharlach hubiera dado cualquier cosa por conocer su clandestina visita. Azevedo fue compaero de

    Scharlach; Lnnrot consider la remota posibilidad de que la cuarta vctima fuera Scharlach. Despus, la

    desech... Virtualmente, haba descifrado el problema; las meras circunstancias, la realidad (nombres,

    arrestos, caras, trmites judiciales y carcelarios) apenas le interesaban ahora. Quera pasear, quera

    descansar de tres meses de sedentaria investigacin. Reflexion que la explicacin de los crmenes estaba

    en un tringulo annimo y en una polvorienta palabra griega. El misterio casi le pareci cristalino; se

    abochorn de haberle dedicado cien das.

    El tren par en una silenciosa estacin de cargas. Lnnrot baj. El aire de la turbia llanura era hmedo

    y fro. Lnnrot ech a andar por el campo. Vio perros, vio un furgn en una va muerta, vio el horizonte,

    vio un caballo plateado que beba del agua crapulosa de un charco. Oscureca cuando vio el mirador

    rectangular de la quinta de Triste-le-Roy, casi tan alto como los negros eucaliptos que lo rodeaban. Pens

    que apenas un amanecer y un ocaso (un viejo resplandor en el oriente y otro en el occidente) lo separaban

    de la hora anhelada por los buscadores del Nombre.

    Una herrumbrada verja defina el permetro irregular de la quinta. El portn principal estaba cerrado.

    Lnnrot, sin mucha esperanza de entrar, dio toda la vuelta. De nuevo ante el porton infranqueable, meti la

    mano entre los barrotes, casi maquinalmente, y dio con el pasador. El chirrido del hierro lo sorprendi. Con

    una pasividad laboriosa, el portn entero cedi.

    Lnnrot avanz entre los eucaliptos, pisando confundidas generaciones de rotas hojas rgidas. Vista

    de cerca, la casa de la quinta de Triste-le-Roy abundaba en intiles simetras y en repeticiones maniticas: a

    una Diana glacial en un nicho lbrego corresponda en un segundo nicho otra Diana; un balcn se reflejaba

    en otro balcn; dobles escalinatas se abran en doble balaustrada. Lnnrot rode la casa como haba

    rodeado la quinta. Todo lo examin: bajo el nivel de la terraza vio una estrecha persiana.

    La empuj: unos pocos escalones de mrmol descendan a un sotano. Lnnrot, que ya intua las

    preferencias del arquitecto, adivino que en el opuesto muro del stano haba otros escalones. Los encontr,

    subi, alz las manos y abri la trampa de salida.

    Un resplandor lo gui a una ventana. La abri: una luna amarilla y circular defina en el triste jardn

    dos fuentes cegadas. Lnnrot explor la casa. Por ante comedores y galeras sali a patios iguales y

    repetidas veces al mismo patio. Subi por escaleras polvorientas a antecmaras circulares; infinitamente se

    multiplic en espejos opuestos; se cans de abrir o entreabrir ventanas que le revelaban, afuera, el mismo

    desolado jardn desde varias alturas y varios ngulos; adentro, muebles con fundas amarillas y araas

    embaladas en tarlatn. un dormitorio lo detuvo; en ese dormitorio, una sola flor en una copa de porcelana;

    al primer roce los ptalos antiguos se deshicieron. En el segundo piso, en el ltimo, la casa le pareci

    infinita y creciente. La casa no es tan grande, pens. La agrandan la penumbra, la simetra, los espejos,

    los muchos aos, mi desconocimiento, la soledad.

    Por una escalera espiral lleg al mirador. La luna de esa tarde atravesaba los losanges de las ventanas;

    eran amarillos, rojos y verdes. Lo detuvo un recuerdo asombrado y vertiginoso. Dos hombres de pequea

    estatura, feroces y fornidos, se arrojaron sobre l y lo desarmaron; otro, muy alto, lo salud con gravedad y

  • le dijo:

    Usted es muy amable. Nos ha ahorrado una noche y un da.

    Era Red Scharlach. Los hombres maniataron a Lnnrot. Este, al fin, encontr su voz.

    Scharlach, usted busca el Nombre Secreto?

    Scharlach segua de pie, indiferente. No haba participado en la breve lucha, apenas si alarg la mano

    para recibir el revlver de Lnnrot. Habl; Lnnrot oy en su voz una fatigada victoria, un odio del tamao

    del universo, una tristeza no menor que aquel odio.

    No dijo Scharlach. Busco algo ms efmero y deleznable, busco a Erik Lnnrot. Hace tres

    aos, en un garito de la Rue de Toulon, usted mismo arrest e hizo encarcelar a mi hermano. En un cup,

    mis hombres me sacaron del tiroteo con una bala policial en el vientre. Nueve das y nueve noches agonic

    en esta desolada quinta simtrica; me arrasaba la fiebre, el odioso Jano bifronte que mira los ocasos y las

    auroras daban horror a mi ensueo y a mi vigilia. Llegu a abominar de mi cuerpo, llegu a sentir que dos

    ojos, dos manos, dos pulmones, son tan monstruosos como dos caras. Un irlands trat de convertirme a la

    fe de Jess; me repeta la sentencia de los goyim: Todos los caminos llevan a Roma. De noche, mi delirio se

    alimentaba de esa metfora: yo senta que el mundo es un laberinto, del cual era imposible huir, pues todos

    los caminos, aunque fingieran ir al Norte o al Sur, iban realmente a Roma, que era tambin la crcel

    cuadrangular donde agonizaba mi hermano y la quinta de Triste-le-Roy. En esas noches yo jur por el dios

    que ve con dos caras y por todos los dioses de la fiebre y de los espejos tejer un laberinto en torno del

    hombre que haba encarcelado a mi hermano. Lo he tejido y es firme: los materiales son un heresilogo

    muerto, una brjula, una secta del siglo XVIII, una palabra griega, un pual, los rombos de una pinturera.

    El primer trmino de la serie me fue dado por el azar. Yo haba tramado con algunos colegas entre

    ellos, Daniel Azevedo el robo de los zafiros del Tetrarca. Azevedo nos traicion: se emborrach con el

    dinero que le habamos adelantado y acometi la empresa el da antes. En el enorme hotel se perdi; hacia

    las dos de la madrugada irrumpi en el dormitorio de Yarmolinsky. Este, acosado por el insomnio, se haba

    puesto a escribir. Verosmilmente, redactaba unas notas o un artculo sobre el Nombre de Dios; haba

    escrito ya las palabras La primera letra del Nombre ha sido articulada. Azevedo le intim silencio;

    Yarmolinsky alarg la mano hacia el timbre que despertara todas las fuerzas del hotel; Azevedo le dio una

    sola pualada en el pecho. Fue casi un movimiento reflejo; medio siglo de violencia le haba enseado que

    lo ms fcil y seguro es matar... A los diez das yo supe por la Yidische Zaitung que usted buscaba en los

    escritos de Yarmolinsky la clave de la muerte de Yarmolinsky. Le la Historia de la secta de los Hasidim;

    supe que el miedo reverente de pronunciar el Nombre de Dios haba originado la doctrina de que ese

    Nombre es todopoderoso y recndito. Supe que algunos Hasidim, en busca de ese Nombre secreto, haban

    llegado a cometer sacrificios humanos... Comprend que usted conjeturaba que los Hasidim haban

    sacrificado al rabino; me dediqu a justificar esa conjetura.

    Marcelo Yarmolinsky muri la noche del tres de diciembre; para el segundo sacrificio eleg la del

    tres de enero. Mur en el Norte; para el segundo sacrificio nos convena un lugar del Oeste. Daniel

    Azevedo fue la vctima necesaria. Mereca la muerte: era un impulsivo, un traidor; su captura poda

    aniquilar todo el plan. Uno de los nuestros lo apual; para vincular su cadver al anterior, yo escrib

    encima de los rombos de la pinturera La segunda letra del Nombre ha sido articulada.

    El tercer crimen se produjo el tres de febrero. Fue, como Treviranus adivin, un mero simulacro.

  • Gryphius-Ginzberg-Ginsburg soy yo; una semana interminable sobrellev (suplementado por una tenue

    barba postiza) en ese perverso cubculo de la Rue de Toulon, hasta que los amigos me secuestraron. Desde

    el estribo del cup, uno de ellos escribi en un pilar La ltima de las letras del Nombre ha sido articulada.

    Esa escritura divulg que la serie de crmenes era triple. As lo entendi el pblico; yo, sin embargo,

    intercal repetidos indicios para que usted, el razonador Erik Lnnrot, comprendiera que es cudruple. Un

    prodigio en el Norte, otros en el Este y en el Oeste, reclaman un cuarto prodigio en el Sur; el Tetragrmaton

    el nombre de Dios, JHVH consta de cuatroletras; los arlequines y la muestra del pinturero sugieren

    cuatro trminos. Yo subray cierto pasaje en el manual de Leusden: ese pasaje manifiesta que los hebreos

    computaban el da de ocaso a ocaso; ese pasaje da a entender que las muertes ocurrieron el cuatro de cada

    mes. Yo mand el tringulo equiltero a Treviranus. Yo present que usted agregara el punto que falta. El

    punto que determina un rombo perfecto, el punto que prefija el lugar donde una exacta muerte lo espera.

    Todo lo he premeditado, Erik Lnnrot, para atraerlo a usted a las soledades de Triste-le-Roy.

    Lnnrot evit los ojos de Scharlach. Mir los rboles y el cielo subdivididos en rombos turbiamente

    amarillos, verdes y rojos. Sinti un poco de fro y una tristeza impersonal, casi annima. Ya era de noche;

    desde el polvoriento jardn subi el grito intil de un pjaro. Lnnrot consider por ltima vez el problema

    de las muertes simtricas y peridicas.

    En su laberinto sobran tres lneas dijo por fin. Yo s de un laberinto griego que es una lnea

    nica, recta. En esa lnea se han perdido tantos filsofos que bien puede perderse un mero detective.

    Scharlach, cuando en otro avatar usted me d caza, finja (o cometa) un crimen en A, luego un segundo

    crimen en B, en 8 kilmetros de A, luego un tercer crimen en C, a 4 kilmetros de A y de B, a mitad de

    camino entre los dos. Agurdeme despus en D, a 2 kilmetros de A y de C, de nuevo a mitad de camino.

    Mteme en D, como ahora va a matarme en Triste-le-Roy.

    Para la otra vez que lo mate replic Scharlach, le prometo ese laberinto, que consta de una sola

    lnea recta y que es indivisible, incesante.

    Retrocedi unos pasos. Despus, muy cuidadosamente, hizo fuego.