La Muralla - Relatos

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  • La Muralla"

    por Amberor

    El muro que se alzaba frente a ellos, de tres metros de alto, estaba compuesto de huesos amarillentos, debido sin duda al largo tiempo pasado a la intemperie. La mayor parte de los huesos eran alargados, y estaban colocados verticalmente, sin dejar resquicios. No se poda

    distinguir a primera vista si pertenecan a humanos o a animales, pero las calaveras que aparecan a intervalos regulares en la parte superior de la pared eran estremecedoramente humanas. Junto a stas, surgan huesos que haban sido afilados hasta acabar en lacerantes puntas. Los dos fugitivos se detuvieron al encontrarse de frente la pared, iluminada por la luz de la luna llena.

    -Por los dioses! De dnde ha surgido esta macabra muralla?- dijo el elfo, mientras Deorward, con la espada desenvainada, miraba hacia los desnudos rboles que haban dejado atrs.-Es antinatural!

    -S-afirm el caballero- Pero de espaldas al muro, nos llevaremos a ms de esas bestias con nosotros.

    -He arrojado todas mis flechas-dijo Galahorn, mostrndole su arco intil.-Hemos de atravesar el muro.

    -Ests loco?- le pregunt el caballero, mirndole como si no le conociese-Ah debe vivir un demonio! Prefiero morir frente a estos monstruos que por la magia oscura que ha levantado esto!

    -Pues yo prefiero sobrevivir, y eso pienso hacer! Sgueme si quieres, o muere aqu!- dijo Galahorn, echando a correr, a lo largo de la pared. El caballero, a regaadientes, ech a correr

    tras l, lanzando maldiciones, ya que su condicin de caballero le impulsaba a no huir del

    enemigo, pero a la vez le deca que no haba honor en morir en combate frente a una manada de lobos hambrientos. Los dos compaeros corrieron, el elfo unos pasos por delante, pisando ligero sobre la nieve, y el caballero detrs, hundindose a cada paso por su pesada armadura, pero continuando su camino con facilidad gracias a su fortaleza. Avanzaron a lo largo del muro, hasta que finalmente encontraron un camino que desembocaba en una puerta. Esta puerta era an ms terrorfica que el muro del cual formaba parte. Las bisagras estaban formadas por descarnadas manos humanas que sujetaban los alargados huesos que hacan las veces de

    goznes, y el frontal de la puerta era una inmensa calavera que pareca mirarles fijamente desde el fondo de sus cuencas vacas. Cuando los dos fugitivos se detuvieron frente a la entrada, sta comenz a abrirse en mortecino silencio, dividiendo a la calavera justamente por la mitad. Nadie apareci en el otro lado que explicase cmo se haba abierto la puerta, pero unas decenas de metros ms all se apreciaba una gran casa de una sola planta, con un huerto a uno de los lados. Las dos presas dudaron un instante.

    -Entremos!- dijo Galahorn, pero sin atreverse a hacerlo, buscando el apoyo de su compaero humano.

    -Este sitio no me gusta. Las puertas se abrieron solas. Aqu apesta a brujera.

    -Es cierto, pero dentro los lobos no podrn alcanzarnos!

    -Tal vez dentro haya algo peor que los lobos- sentenci el caballero. Negando con la cabeza, sigui al elfo al interior de la extraa finca. En cuanto los dos traspasaron las puertas, stas volvieron a cerrarse en absoluto silencio. Momentos despus, pudieron or los gruidos y golpes de los lobos al arremeter contra la puerta, que aguantaba sus embestidas sin ceder. Al cabo de unos minutos en los que los dos fugitivos no se atrevieron a dejar de mirar la puerta, como si

  • pudiesen sumar sus fuerzas a la resistencia que sta ejerca contra los lobos, los golpes dejaron

    de orse.

    -Siguen ah fuera, tendidos- dijo Galahorn.- Puedo orles respirar.

    -Estn esperndonos. No podemos salir.

    -Tampoco podemos quedarnos aqu eternamente. respondi el elfo.- Probaremos suerte con la casa.

    El caballero dirigi una mirada de resignacin al elfo.

    -No podemos hacer otra cosa. Pero, si me matan por entrar aqu, no olvidar que ha sido por culpa tuya.

    -La prxima vez recurdame que te deje slo con los lobos.

    -Eso tambin ha sido culpa tuya.

    -No haba visto ninguna huella de lobo antes de encontrarlos. Y nos seguan demasiados lobos para ser algo normal. Yo creo que haba dos o tres manadas juntas.

    -No me gustan estas montaas-dijo el caballero.-Cuanto antes volvamos a las llanuras, mejor.

    -Cierto. Pero no podremos hacer nada hasta que los lobos se vayan, Deorward. Averigemos quin vive tras tan macabro muro.

    Los dos abandonaron el muro, con las armas en la mano, y se acercaron a la casa. sta tena

    una sola planta, bastante grande, con un edificio que pareca un establo o un cobertizo apoyado junto a la pared este de la casa. Estaba realizada en gruesa piedra gris, con tres ventanas en el

    frontal de la casa y el tejado, inclinado, de madera, que se encontraba cubierta de blanca nieve. Una joven se ergua junto al marco de la puerta, vestida con un sencillo vestido azul y los hombros cubiertos por una manta marrn. Pareca poco afectada por el fro reinante que comenzaba a acentuarse con la llegada de la noche y los copos de nieve que empezaban a caer.

    -Sean bienvenidos- dijo a los dos viajeros que se acercaban a la casa.- Veo que han tenido algn problema con los lobos.

    -As es.-contest Deorward, sin envainar la espada.

    -En cuanto llega el invierno, se convierten en un motivo constante de preocupacin por aqu- dijo la mujer, mirando las montaas que se erguan frente a ella.- El hambre les impulsa a atacar a otras criaturas adems de animales. Entre ellas, humanos, si no viajan en grupos.

    -A eso se debe la extraa muralla?A los lobos?- pregunt Galahorn.

    -Si, aunque la muralla es un tanto peculiar, verdad?-respondi la mujer, sonriendo clidamente.- Fue un regalo. Pero hablaremos mejor dentro. Aqu no recibo muchas visitas, as que me gustara que se quedaran a cenar. Acabo de hornear pan.

    Los dos compaeros se miraron disimuladamente, debatiendo en silencio sobre la conveniencia de quedarse all. No les agradaba la idea de pasar el sitio en una casa rodeada por una muralla as, pero la perspectiva de pasar la noche a la intemperie con una manada de lobos tras su rastro no era mucho ms agradable.

  • -Ser un placer disfrutar de vuestra compaa- respondi finalmente Deorward, envainando la

    espada y entrando en la casa. sta era clida y acogedora, y un abundante fuego caldeaba la habitacin principal. La joven les indic que dejasen sus capas colgadas junto a la puerta, mientras encenda varias velas para iluminar ms el cuarto. A la luz de stas, los dos viajeros pudieron apreciar mejor el rostro de su anfitriona. Era una mujer joven, de considerable belleza, de pelo oscuro y piel blanca, sin estar surcada por una sola arruga. Alta y bien proporcionaba, hubiese resultado un buen partido para cualquier colono cercano. Notando esto, Galahorn la pregunt si viva sola.

    -S- contest ella.- Mis padres murieron el invierno pasado, y desde entonces he llevado la granja yo sola. Estoy demasiado lejos del pueblo como para que alguien se interese en casarse conmigo. Mi granja no es suficientemente valiosa como para compensar eso.

    La mujer sac de un armario tres cuencos y los llen del espeso estofado que herva en una

    marmita al fuego. Puso un cuenco frente a cada uno de sus invitados, y les ofreci un vaso de vino caliente con especias y un poco del pan recin horneado antes de sentarse a comer con ellos. Sin perder tiempo, Deorward la pregunt por el ttrico muro que rodeaba la casa.

    -S, da escalofros, no es cierto?- dijo la mujer, mientras dejaba que sus manos se calentasen con el calor que emanaba del cuenco.- Es una larga historia. Hace muchos aos, cuando yo era una nia, mi padre encontr, a unos metros de nuestra casa, en una noche muy parecida a sta, a una mujer que se haba perdido. Estaba casi muerta de fro, y tena la ropa hecha jirones. Varios lobos trataban de alcanzarla, pero mi padre sali con su arco y les ahuyent. Padre la trajo a casa, y madre la atendi hasta que se recuper, varios das despus. Cuando lo hizo,

    explic que era una druida, y que los lobos, hambrientos, la haban atacado. Como agradecimiento a mis padres por haberla salvado, construy mgicamente el muro en el lmite de nuestras tierras, para que los lobos no se acercasen, y lo encant, para que la puerta se abriese cuando alguien perseguido por los lobos se acercase.

    -Como nos ha pasado a nosotros- dijo Galahorn.

    -Eso es.

    -Pero por qu levant el muro de huesos?- dijo Deorward.- Podra haberlo hecho de piedra. O de madera.

    -Si, eso mismo la preguntaron mis padres. Al parecer, haba algn antiguo cementerio a poca

    distancia de aqu, y para ella result ms fcil usar los huesos que algn otro material. Mi padre me contaba que, cuando construyeron la casa, tuvieron que caminar una jornada entera al este para encontrar la piedra adecuada. Adems, la druida dijo que los huesos eran ms fciles de encantar, porque pertenecieron a seres vivos, y alejaran a los lobos.

    -Pues sigue parecindome ttrico- dijo Deorward, pese a que se relaj visiblemente, y empez a comerse el estofado, puesto que an no lo haba probado. La idea de que una druida construyese algo as para la buena gente que le haba ayudado le pareca algo honorable, y esto calm su desconfianza.

    -Puede, - respondi la mujer al caballero, - pero ese ttrico muro me ha salvado la vida a menudo. Y a vos tambin.

    El caballero asinti ante las palabras de la mujer, pero Galahorn no se senta tan convencido por sus explicaciones. Como todos los elfos, la idea de profanar las tumbas de seres vivos no era de su agrado, y aquellos que lo hacan no solan ser apreciados por los de su raza, encontrndose

    entre sus mayores enemigos. Decidi que permanecera alerta mientras empezaba a dar cuenta de su estofado.

  • La cena transcurri amigablemente, mientras la seora de la casa les preguntaba acerca de las

    ultimas noticias sucedidas en la civilizacin.

    -Parece que no viene mucha gente por aqu.- coment Galahorn, a la vista de que la mujer desconoca las ultimas noticias importantes.

    -No, la gente no viene por aqu- contest la duea de la casa.-Como ya os he dicho, vivo

    demasiado lejos del pueblo, y no hay nada interesante por aqu. Suelo bajar hasta el pueblo una o dos veces al ao, para comprar algunas cosas esenciales, pero paso la mayor parte del tiempo sin tener a nadie con quien hablar.

    -Y no echis de menos la compaa de otras personas?- pregunt Deorward.

    -Bueno, en ocasiones esto es muy solitario-dijo la mujer, al tiempo que, discretamente, dejaba caer la manta hasta ms all de los hombros, revelando sus hombros semidesnudos por la

    escotada blusa que llevaba.- Sobre todo en noches fras como esta, en las que se echa de menos algo de compaa... Pero una termina acostumbrndose a vivir sola.

    Por si lo que haba dicho, y el sugerente tono en el que lo haba dicho no haba sido lo bastante elocuente para demostrar a que tipo de compaa se refera ella, la mirada que dirigi a Deorward sirvi para eliminar todas las dudas, e hizo que Galahorn se sintiese un poco incmodo. No le gustaba esa mujer, ni esa casa. De no ser por la nevada que caa en el exterior, no se hubiese quedado all a pasar la noche. Lo cierto era que la casa era confortable y clida, y la comida apetitosa. Un poco de sueo empez a pesar sobre l, ahora que haba comido caliente por primera vez en das. Sin embargo, no poda permitirse sentir relajacin, no en ese

    lugar. Vio que el caballero y la mujer entablaban conversacin, sus miradas clavadas la una en la otra, en un tono demasiado bajo para que l escuchase lo que decan. De pronto, la mujer se volvi hacia l, mirndole fijamente.

    -Parecis cansado, Galahorn. Tal vez os aburra nuestra conversacin?- mientras hablaba, sus ojos fueron volvindose ms oscuros, tomando la negrura propia de la noche mientras parecan absorber la luz a su alrededor. Galahorn sinti como iba cayendo en el profundo abismo que ella le mostraba mientras perda el contacto con la realidad.

    Cuando despert, del fuego no quedaba ms que unas simples ascuas, y la oscuridad de la noche envolva la habitacin. La cabeza le pesaba y le lata como si un millar de guerreros enanos hubiesen estado martilleando sobre ella. Al intentar levantarse, se sinti mareado, y tuvo que apoyarse en la silla, hasta que la habitacin ces de dar vueltas en torno a l. Cuando se recuper, y pudo permanecer erguido, estudi la habitacin. Los cuencos permanecan sobre

    la mesa, y las velas haban sido apagadas. El fino odo del elfo no poda captar ningn sonido en

    la casa. Tal vez se haba quedado dormido sobre la mesa y Deorward y la mujer no haban querido molestarle, retirndose a dormir. Tal vez... pero no. No, la idea no le convenca. El recuerdo de la mirada que le dirigan los negros ojos de la mujer bastaba para indicarle que algo no iba bien. En absoluto silencio, se acerc a la chimenea y extendi su mano hacia las brasas. An estaban calientes, y algunas de ellas todava conservaban un brillo rojizo. No haba permanecido dormido demasiado tiempo, apenas dos o tres horas. Se llev la mano al cinto,

    pero su daga haba desaparecido, y tampoco pudo encontrar su arco donde lo haba dejado, junto a la puerta. Alguien se lo haba quitado mientras estaba inconsciente, puesto que no le quedaba ninguna duda de que su sueo no haba sido natural. Pero si sus captores haban calculado mal, no contaran con que hubiese despertado ya, como probaba el que no le hubiesen atado, pese a quitarle sus armas. Era la nica ventaja que tena, y deba aprovecharla.

  • Movindose igual que la luna se mueve a travs del cielo, atraves la estancia dirigindose a la

    puerta que estaba en el otro extremo de la habitacin.

    La puerta estaba entornada, y un largo pasillo se extenda tras ella, con dos puertas

    cerradas a cada lado del pasillo, y otra entornada al final del mismo, donde se poda apreciar una tenue claridad. Galahorn decidi probar suerte en esa habitacin en lugar de arriesgarse a abrir las otras puertas, y cruz el pasillo en silencio, sin que nada rompiese la quietud de la casa. Pegado a la pared, se acerc a la puerta. La luz de la luna iluminaba la habitacin, y, con tremendo sigilo, mir en la habitacin. Estaba vaca, excepto por algo que sirvi para helarle la sangre. En un lado de la habitacin, justo donde acababa la luz de la luna, haba una cama de madera, sobre la que se encontraba una figura, medio desnuda, atada con los brazos en torno a

    su cuerpo hasta las rodillas. Se acerc cautelosamente a la figura, mirando en torno a s, pero no haba nada ms en la habitacin. Cuando se acerc pudo ver que la figura era su compaero, Deorward. Estaba amordazado, y un pequeo reguero de sangre reseca manchaba un lado de su cara, sin duda porque haba sido golpeado para reducirle a ese estado. Extraos signos surcaban su pecho y sus hombros, confirindole un aspecto mstico. En cuanto le vio, el caballero

    comenz a retorcerse y a gemir bajo la mordaza para llamar su atencin. Galahorn se llev el dedo a los labios para indicarle que guardase silencio, y busc algo para liberarle de sus

    ataduras. En el suelo, cerca de la cama, se encontraba la armadura del caballero, cuidadosamente apilada en el suelo, junto a su espada y su daga, as como la daga y el arco del elfo. Junto a ellos, en una esquina, haba una pequea lmpara de aceite que apenas emita luz. Galahorn se agach a coger su daga para cortar las ataduras de su compaero cuando un quejido le hizo volverse.

    Dos extraas figuras se encontraban en la entrada del cuarto. Eran extremadamente delgadas, y de menor altura que el elfo. Largos cabellos blanquecinos surgan de sus huesudas sienes. Tenan la piel seca y correosa, y en algunos lugares sta haba abandonado sus huesos, dejando ver el blanco de los mismos, mientras que otras partes del cuerpo an estaban cubiertas por pedazos de ropa, lo que haca presagiar que haban sido humanos en algn

    momento anterior de su desgraciada existencia. Al hacerse evidente para ellos lo que el elfo pensaba hacer, las dos criaturas gimieron dolorosamente mientras se movan con rapidez. Una de ellas se aproxim a la cama, a su presa. La otra se dirigi hacia Galahorn, caminando envaradamente y dejndose caer sobre l, sin darle tiempo a utilizar su daga. El peso de su atacante le llev contra la pared, mientras la criatura le sujetaba los brazos. El segundo engendro levant a Deorward de la cama y le ech sobre su hombro, con la intencin de

    llevrselo de all. Galahorn decidi que no poda permitrselo, y, sujeto por la criatura como estaba, le golpe con la cabeza en el rostro, esperando que soltase su presa, como as fue. El elfo golpe de nuevo al monstruo, esta vez bajo la rodilla, y ste cay al suelo. Galahorn aprovech para tomar la espada del caballero y correr a bloquear la puerta, llegando segundos antes que la criatura que cargaba con Deorward, que retrocedi unos pasos al ver su salida cerrada.

    Galahorn desenvain su espada a la vez que la criatura a la que haba golpeado se levantaba de nuevo, portando en su mano la lmpara de aceite para utilizarla como arma. Las

    dos criaturas resultaban ms visibles a la luz que proyectaba la lmpara. Pese a su estado de

    descomposicin, se haca evidente que, en algn momento haban sido humanos, y, por lo que an quedaba de humano en ellos, el que portaba la lmpara haba sido una mujer, y el que cargaba con el caballero, ligeramente ms alto y robusto, un hombre. La mujer torci el gesto, como si quisiera decir algo, pero de su boca, reseca y con una telaraa en su interior slo surgi un gemido mientras levantaba la mano hacia el elfo. Las dos criaturas comenzaron a avanzar lentamente, intentando atacar cada una por un lado a Galahorn, pero el elfo golpe con la espada a la criatura femenina, que se haba acercado ms que su compaero, con la intencin

    de golpearle con la lmpara. La espada seccion limpiamente la mano que sujetaba la lmpara a la altura de la mueca, enviando ambas, lmpara y mueca, hasta la cama. La criatura comenz a gritar, furiosa, pero fue su compaero el que reaccion. Al ver la salida bloqueada, se dio la vuelta y, atravesando el cristal, salt por la ventana con el caballero como carga, saliendo a la

  • oscuridad de la noche con facilidad. El elfo intent salir tras la criatura, pero el engendro

    femenino, tratando de evitar que persiguiese a su compaero, le cerr el paso.

    Galahorn dud unos momentos antes de decidirse a hacer algo. No poda permitir que la otra

    criatura escapase con el caballero, pero no poda abandonar sus armas all. Por suerte, no tuvo que tomar una decisin, ya que la criatura la tom por l cuando se alej de la ventana, lanzando golpes con el brazo que an le quedaba. El elfo retrocedi unos pasos, y entonces golpe la pierna de la criatura con la espada, desequilibrndola, y a continuacin, la tom del brazo para arrojarla contra la cama de madera. La lmpara, que haba cado all, haba vertido el aceite que contena, y ste haba hecho arder con facilidad la vieja madera. Cuando la criatura cay sobre la cama, la reseca y putrefacta carne que an le quedaba se inflam violentamente,

    tal vez alimentada por la oscura magia que haba animado el cadver, y algo que podra considerarse un grito de agona surgi de las llamas. Sin perder tiempo, el elfo sali por la ventana para sumergirse en los brazos de la fra noche. La tempestad haba remitido, y algunas estrellas brillaban en el cielo. Entre el marco de la ventana y el suelo mediaba poco ms de un metro, de modo que Galahorn pudo salir sin problemas por el agujero y salir corriendo en

    persecucin de la criatura. sta no caminaba con facilidad por la nieve, y apenas haba logrado un centenar de metros de ventaja, de modo que el elfo pudo verla enseguida, y ech a correr tras ella.

    La criatura avanz tambaleante hacia la parte frontal de la casa, hasta que, a medio camino

    entre la puerta de la casa y el muro, viendo que no poda escapar del rpido elfo, arroj su carga al suelo y emiti un largo gemido a la noche. Galahorn se detuvo frente a la criatura, con la espada enarbolada.

    Entonces, una luz dorada ilumin parte de la explanada frente a la casa, y de repente Galahorn se sinti volar por los aires hasta rebotar contra el muro de huesos. El golpe le dej sin aliento, y sufri para lograr arrodillarse, mientras se llevaba una mano al costado. Probablemente se haba roto una costilla, tal vez dos. Levant la cabeza hacia la luz, intentando enfocar la mirada, pero slo pudo distinguir una puerta abierta en el cobertizo situado junto a la casa y una figura que destacaba contra la luz. Al cabo de unos instantes, su mirada se aclar, y

    fue capaz de distinguir que la figura era la duea de la casa. Haba cambiado su vestido por una tnica negra, larga hasta los pies, y un smbolo de una calavera gris colgaba de su pecho. Su rostro tambin haba cambiado, volvindose fro y desagradable, y una cruel sonrisa surcaba su faz, mientras apuntaba al elfo con una especie de cetro.

    -Saba que no podra fiarme de ti, maldito elfo.-dijo la mujer, secamente.- Lo supe en cuanto te vi. Pero ya es demasiado tarde. He comenzado el ritual, -aadi, mostrando un cuchillo de negra hoja- y tu amigo ser mo para siempre.

    La mujer empez a avanzar hacia el caballero y el engendro que permanecan donde estaban antes de que ella apareciese, a una docena de metros del elfo. ste trat de levantarse, ayudndose de la espada y del muro. Cuando lo logr, tuvo que apoyarse en la esqueltica pared, puesto que las rodillas se le doblaban. Le llev unos momentos recuperar el aliento, pero

    finalmente pudo alejarse de la muralla y dar unos pasos tambaleantes hacia la mujer y su amigo.

    Al ver al elfo, la mujer ladr una palabra en un lenguaje desconocido para l, y la gran puerta del muro se abri silenciosamente, dejando entrar al instante a una docena de lobos que se acercaron mansamente a la mujer.

    -Rodearle, preciosos mos-dijo, sealando al elfo.- Que no interfiera en mi labor. Al instante, los lobos se acercaron al elfo, mostrando sus colmillos agresivamente, mientras rodeaban a Galahorn en un semicrculo, obligndole a retroceder hasta que su espalda toc el muro. A continuacin, la mujer hizo un gesto con el cetro hacia la casa, donde empezaban a surgir lenguas de fuego en la madera del tejado. Estas desaparecieron al momento.

  • -Es una descortesa incendiar mi casa. Por suerte para ti, he podido apagar el fuego antes de

    que se extendiese. De otro modo, tu muerte sera mucho ms dolorosa.

    -Qu vas a hacer, mujer?-dijo el elfo, intentando distraerla mientras pensaba cmo actuar. Por

    suerte para l, los lobos se limitaban a mantenerle junto al muro, fuera del alcance de su espada, pero saba que en cualquier momento podan abalanzarse sobre l y destrozarle con sus fauces.

    -Como ya te he dicho, estoy muy sola aqu. Tu amigo me har compaa.

    En ese momento, Deorward, que al parecer segua consciente, se agit, quejndose.

    -No te preocupes, no sentirs nada- le dijo la mujer. Una vez que use mi magia en ti, sers mi esclavo sin alma para siempre. Y, para eso, elfo, t morirs a sus manos. As me asegurar que el ritual tiene xito y l queda sujeto a mi voluntad.

    -Nunca!-dijo el elfo, avanzando unos pasos, pero los gruidos de los lobos le hicieron retroceder de nuevo.

    -Cllate, o morirs a manos de mis lobos.

    -T nos obligaste a llegar aqu.-adivin Galahorn.

    -Es evidente. Al igual que ste engendro, los lobos obedecen todos mis deseos sin dudarlo, y os obligaron a dirigiros hacia aqu en cuanto sent vuestra presencia en la montaa. Y ahora, llevar a cabo el ritual que le doblegar a mi voluntad. Si interfieres, los lobos te despedazarn.

    La mujer sujet el cetro en su cinturn y levant la negra hoja hacia el cielo, situndose a los pies del caballero, de modo que la sombra de la hoja, creada por la luz de la luna creciente, se

    dibujaba sobre la frente de su prisionero. Instantes despus, la mujer emita un cntico en una

    lengua incomprensible, que haca que el estomago de Galahorn se volviese del revs, pese a no entender lo que deca. Deorward comenz a debatirse, intentando liberarse, por lo que, a un gesto de su seora, el engendro se arrodill y le sujet por los hombros evitando que se moviese. Las palabras del cntico fueron sucedindose, durante largos minutos, surgiendo con ms rapidez de los labios de la mujer a medida que pasaba el tiempo, sin que Galahorn se atreviese a moverse. Pronto el salmo se fue volviendo ms frentico, y la mujer se estremeca con convulsiones que anunciaban que el final del ritual se aproximaba. El elfo se decidi a

    actuar. No poda atravesar de ninguna manera la barrera que los lobos erigan entre ella y l, y Deorward segua atado. Pese a todo, tena que hacer algo. Tomando la espada por el filo, la lanz horizontalmente por encima de los lobos contra la mujer. sta reaccion levantando la mano derecha, lo que hizo que la hoja se detuviese en el aire a menos de un metro de ella.

    -Pattico- dijo ella- Pensar en distraerme con algo as... - Sin decir nada, los lobos comenzaron a acercarse a Galahorn.

    Entonces Deorward se movi. Atado como estaba desde el pecho hasta las rodillas slo poda mover las piernas, de modo que se revolvi para estorbar los pies de la mujer y de una fuerte patada la hizo perder el equilibrio. La mujer no se lo esperaba, y cay de bruces, emitiendo un desgarrador sonido cuando se empal a s misma en la espada que flotaba ante ella. La horrenda criatura que sujetaba al caballero comenz a gritar an ms dolorosamente, y solt a

    su presa, mientras empezaba a temblar frenticamente, dirigindose hacia su ama en un desesperado intento por ayudarla. Los lobos que rodeaban a Galahorn, que ya estaban dispuestos a saltar sobre l, se volvieron a mirar a la mujer, viendo cmo esta caa de rodillas y un leve reguero de sangre manchaba su tnica. Del pecho de la mujer surga la empuadura de la espada, y esta la miraba an con sorpresa. Aspiraba a grandes bocanadas, como si el aire no llegase a sus pulmones, y al hacerlo emita un sonido extrao, como si sus pulmones estuviesen

  • encharcados. Con un esfuerzo de voluntad, la mujer tom la espada entre sus manos y comenz

    a tirar de ella, intentando extraerla, pero por si slo no poda. Su engendro se acerc a ella, y tom la espada con sus correosas manos, tirando de ella lentamente, hasta que, palmo a palmo, la ensangrentada espada fue surgiendo del cuerpo de su seora. La mujer emiti un jadeo cuando el acero abandon su cuerpo, y un poco de sangre brot de sus labios, mientras caa a cuatro patas. Durante unos momentos, en los que la misma nieve pareci paralizarse, la mujer no se movi, pero despus comenz a moverse, tratando de incorporarse. Su criatura le ofreci su brazo, ayudndola a levantarse, tal y como era su deseo. Su rostro se iba volviendo ms

    plido a cada instante, y la sangre empapaba su tnica, formando una mancha creciente en medio de su pecho. No sin esfuerzo, la mujer tom la espada con la mano izquierda y, ayudada por su esclavizada criatura, comenz a caminar medio arrastrndose hacia el caballero.

    -T-murmur, sealando al caballero, que se esforzaba por levantarse.-T! T me has matado. Yo te ofrec toda una vida a mi lado, una vida inmortal, sin preocupaciones ni problemas, slo sirvindome a m. Y esto es lo que me das a cambio!-grit mostrndole la ensangrentada espada.- Muchos hubiese matado por encontrarse en tu lugar.- Un espasmo recorri su cuerpo,

    arrancando esputos de sangre que mancharon la fra nieve, mientras soltaba la espada, que cay en el manto blanco que cubra el suelo. Ella se derrumb sobre sus rodillas, pero pese a ello, sigui avanzando hacia el caballero.

    -Nadie me ha rechazado nunca... T has sido el primero. Y pagars por ello!- el rostro de la

    mujer se haba vuelto tan plido como la nieve que la rodeaba, y sus ojos lucan con un extrao brillo. Empez a murmurar para s mientras una luz azulada creca en su mano derecha. Deorward comprendi lo que estaba pasando.

    -Vas a matarme.

    -As es, caballero. Al igual que a otros antes que a ti, te escog como mi servidor. Debes serme fiel, a m, tu nueva seora. Y lo sers, en esta vida o en la otra!

    Deorward se resign a su suerte. Segua atado y tumbado en el suelo, no podra moverse y

    escapar del conjuro antes de que lo acabase, y Galahorn estaba demasiado lejos, con los lobos interponindose entre ellos. Cerr los ojos. Haba visto mucha magia en su vida, y no saba qu efectos tendra el hechizo. Podra incinerarle, destriparle o arrancarle la piel de sus huesos. En cualquier caso, estaba seguro de que sera algo doloroso. Empez a rezar a los dioses, para quedar en paz con ellos antes de morir. El canto de la mujer llenaba sus odos, cubriendo cualquier otro sonido, tornndose montono y subyugante.

    Dioses, abrid vuestros brazos para recibirme a mi, vuestro fiel servidor, que pronto abandonar esta vida.

    En ese momento un grito de dolor llam su atencin. Dos palmos de acero surgan del pecho de la mujer, justo a la altura del corazn. La luz de su mano se desvaneci, y cay de lado a la vez que se extingua su grito y la nieve se tea de rojo carmes. Deorward mir con ojos

    desorbitados a la extraa criatura, que despus de ayudar a su seora a acercarse al caballero, la haba dado muerte. Viendo lo que haba hecho, la criatura se desplom de rodillas en el suelo.

    El caballero se gir para mirar al peculiar ser. Pareca estar envejeciendo por momentos, y su piel se estaba apergaminando lentamente.

    -Por qu has hecho eso?- se pregunt Deorward en voz alta. Se sorprendi cuando la criatura respondi con una voz rasposa, arrastrando las palabras.

    -Yo era suyo. Haba aceptado el destino que te ofreca a ti, una vida a su lado sirvindola, pero ella se cans de m, como se cans de tantos otros antes, y me convirti en este despojo, para buscar a otro que me reemplazase. En este caso, a ti.

  • -Pero me has salvado la vida. Iba a matarme.

    -S. Absorbera tu fuerza para curarse, y te convertira en un cascarn vaco, mientras ella se recuperaba de sus heridas. Y entonces, vivira lo bastante para encontrar a otro que ocupase mi

    lugar. Lo ha hecho cientos de veces. Dcadas atrs, acab con sus propios padres, y la criatura con la que tu amigo el elfo acab era su hermana. Ya ha matado a demasiada gente por placer. Se reunir con ellos en el otro mundo y pagar por sus pecados. Y yo la encontrar all, y ni siquiera tu, caballero, podrs apartarla de mi ahora. La criatura segua descomponindose ante los ojos del caballero. Su piel se volva griscea, y en algunos sitios, empezaba a desprenderse de los huesos. A su lado, el cuerpo de la mujer sufra una transformacin similar, con su piel tornndose seca y quebradiza. Los lobos aullaron a la luna, como si sintiesen dolor por la muerte

    de su seora. Entonces un gran estruendo se elev por encima de los aullidos y del gemido de la ventisca. El muro de huesos, al haber perdido la energa mgica que lo sustentaba, comenzaba a colapsarse, cayendo al suelo a grandes pedazos. El elfo se apart del muro, y, corriendo, se acerc al caballero, mientras los lobos, asustados, huan en todas direcciones. Cuando Galahorn lleg junto a su compaero, el muro se converta en montones de fragmentos de hueso que iban

    deshacindose rpidamente en polvo, como si el peso de muchos aos cayese de repente sobre ellos.

    El elfo ayudaba a Deorward a incorporarse, cuando ste seal algo. All donde se haba alzado la mujer, la espada reposaba sobre una tnica oscura y un montn de polvo, que se dispersaba

    al viento, mientras que la criatura, tambin deshecha en millones de motas, pareca tratar de unirse a los restos de su seora.

    -Se han ido.- dijo el elfo.

    -Hemos sido muy afortunados.-aadi el caballero.

    El elfo tom la espada, con especial cuidado, y la us para sesgar las cuerdas que mantenan atado a su compaero.

    -Despus de esto, prefiero pasar la noche a la intemperie.- sentenci Deorward.

    -Yo tambin.

    Y pocos minutos despus, dos figuras, una alta y delgada, con un arco a su espalda, y la otra ms robusta y pesada caminaban envueltos en sus capas en medio de la tempestad de nieve que silbaba en la noche.

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    Los Espejos de la Rueda 2002