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ACTA REPUBLICANA POLÍTICA Y SOCIEDAD AÑO 5 NÚMERO 5 2006 3 l homenaje es el acto o conjunto de actos que se celebran en aras de en- GUILLERMO BRENES TENCIO* En el ocaso del siglo XIX, los funerales de Estado eran momentos de carácter solemne para entronizar una figura emblemática en la memoria colectiva. Así, en febrero de 1897, el óbito del ilustre expresidente de la República Dr. Jesús Jiménez Zamora (1863–1866 y 1868-1870) dio pábulo a una gran cere- monia fúnebre con acentos conmemorativos, donde tomaron parte activa distintos sectores sociales. El entierro de don Jesús Jiménez tuvo lugar en el Cementerio General de la ciudad de Cartago. Palabras claves: Jesús Jiménez Zamora, funerales, Estado-Nación, Costa Rica, Siglo XIX. At the last decade of the nineteenth century, the State’s funeral were moments of solemn temper to incorporate the emblematic figure in the collective memory. Then, in february 1897, the decease of the distinguished expresident of the Republic, Dr. Jesús Jiménez Zamora (1863-1866 and 1868-1870) gave an opportunity to a great funeral ceremony with conmemorative emphasis. In this mournful act, diverse social actors took active part. Dr. Jesús Jiménez’s buried took place in the General Cementery in Cartago City. Key words: Jesús Jiménez Zamora, funerals, Nation-State, Costa Rica, XIX th Century. Estado-Nación, era una de las expresio- nes del patriotismo decimonónico, con el fin de inspirar en las masas una con- ciencia nacionalista y de adhesión al orden republicano. (Ben-Amos, 2000 y Harwich, 2003) Cuando traspasaban el umbral de la muerte, parecería el mo- mento más adecuado para ingresar en la historia. Héroes y próceres tenían el mérito de encarnar la nación en la ca- beza y el corazón de los individuos-ciu- dadanos y, al mismo tiempo, de pro- porcionar un ejemplo por seguir. De tal forma, en la personalidad de bronce de los “muertos gloriosos’’, las elites mo- delaron una serie de valores éticos y LA NACIÓN COSTARRICENSE EN DUELO: LOS FUNERALES DEL EXPRESIDENTE JESÚS JIMÉNEZ ZAMORA (1897) E I PRELIMINAR salzar a una persona escogida por la na- ción para loar sus acciones a través de diversas actividades. El funeral se en- tiende como el homenaje a los muer- tos. Así, en las postrimerías del siglo XIX, los funerales de los “grandes hom- bres” (patricios, beneméritos, servido- res del Estado y otros personajes ejem- plares) eran momentos de carácter solemne para entronizar sus figuras en la memoria de la comunidad de ciuda- danos, que es la nación moderna. Y, el culto laico a los padres tutelares del * Educador e historiador costarricense. Trabajó como asistente de investigación en la Universidad de Costa Rica y en el Museo Histórico Cultural Juan Santamaría. Autor de varios artículos publicados en la Revista de Ciencias Sociales, en Escena: Revista de las Artes, y en la Revista Herencia, todas de la Universidad de Costa Rica. Colaborador del bisemanario Cartago en La Nación. Dirección electrónica: [email protected] ‘’Si de recuerdos nacionales se trata, más valen los lutos que los triunfos puesto que imponen deberes; y demandan un esfuerzo en común’’. Ernest Renan

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ACTA REPUBLICANA POLÍTICA Y SOCIEDAD AÑO 5 ■ NÚMERO 5 ■ 2006 3

l homenaje es el acto o conjunto deactos que se celebran en aras de en-

GUILLERMOBRENES TENCIO*

En el ocaso del siglo XIX, los funerales de Estado eran momentos de caráctersolemne para entronizar una figura emblemática en la memoria colectiva.Así, en febrero de 1897, el óbito del ilustre expresidente de la República Dr.Jesús Jiménez Zamora (1863–1866 y 1868-1870) dio pábulo a una gran cere-monia fúnebre con acentos conmemorativos, donde tomaron parte activadistintos sectores sociales. El entierro de don Jesús Jiménez tuvo lugar en elCementerio General de la ciudad de Cartago.

Palabras claves: Jesús Jiménez Zamora, funerales, Estado-Nación, Costa Rica,Siglo XIX.

At the last decade of the nineteenth century, the State’s funeral were momentsof solemn temper to incorporate the emblematic figure in the collectivememory. Then, in february 1897, the decease of the distinguished expresidentof the Republic, Dr. Jesús Jiménez Zamora (1863-1866 and 1868-1870) gavean opportunity to a great funeral ceremony with conmemorative emphasis.In this mournful act, diverse social actors took active part. Dr. Jesús Jiménez’sburied took place in the General Cementery in Cartago City.

Key words: Jesús Jiménez Zamora, funerals, Nation-State, Costa Rica, XIX thCentury.

Estado-Nación, era una de las expresio-nes del patriotismo decimonónico, conel fin de inspirar en las masas una con-ciencia nacionalista y de adhesión alorden republicano. (Ben-Amos, 2000 yHarwich, 2003) Cuando traspasaban elumbral de la muerte, parecería el mo-mento más adecuado para ingresar en

la historia. Héroes y próceres tenían elmérito de encarnar la nación en la ca-beza y el corazón de los individuos-ciu-dadanos y, al mismo tiempo, de pro-porcionar un ejemplo por seguir. De talforma, en la personalidad de bronce delos “muertos gloriosos’’, las elites mo-delaron una serie de valores éticos y

LA NACIÓN COSTARRICENSE EN DUELO:LOS FUNERALES DEL EXPRESIDENTEJESÚS JIMÉNEZ ZAMORA (1897)

EI PRELIMINAR

salzar a una persona escogida por la na-ción para loar sus acciones a través dediversas actividades. El funeral se en-tiende como el homenaje a los muer-tos. Así, en las postrimerías del sigloXIX, los funerales de los “grandes hom-bres” (patricios, beneméritos, servido-res del Estado y otros personajes ejem-plares) eran momentos de caráctersolemne para entronizar sus figuras enla memoria de la comunidad de ciuda-danos, que es la nación moderna. Y, elculto laico a los padres tutelares del

* Educador e historiador costarricense. Trabajó como asistente de investigación enla Universidad de Costa Rica y en el Museo Histórico Cultural Juan Santamaría.Autor de varios artículos publicados en la Revista de Ciencias Sociales, en Escena:Revista de las Artes, y en la Revista Herencia, todas de la Universidad de CostaRica. Colaborador del bisemanario Cartago en La Nación. Dirección electrónica:[email protected]

‘’Si de recuerdos nacionales se trata,más valen los lutos que los triunfos

puesto que imponen deberes; ydemandan un esfuerzo en común’’.

Ernest Renan

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cívicos y los brindaron al imaginariocolectivo como un discurso uniforme eideológicamente motivado. Y con ello,paulatinamente, los héroes-padres de lapatria se van insertando en los analesde la historia, en el santoral cívico ytambién en el calendario de fiestas pa-trióticas. (Mínguez y Chust, 2003; PérezRayón, 2004; Sater, 2005; Smith, 1998y Villena, 2002) Debe decirse que el Es-tado costarricense, en la época del augeliberal (1870-1914), procuró transferirlealtades tradicionales hacia sí mismoapoyándose en diferentes herramien-tas. Una de ellas fue sacralizar las figu-ras más emblemáticas de la galería his-tórica nacional por diversos medios; porejemplo, los funerales o las conmemo-raciones de sus centenarios. Era partede un complejo proceso de invención yreproducción del simbolismo nacionalque se manifestó en discursos, himnos,libros de texto, folletos, ceremoniaspúblicas, retratos ‘’ideales o idénticos’’de los exgobernantes, monumentos,estatuas, entre otros. (Díaz, 2005;Fernández, 1997; Fumero, 1998; Pala-cios, 2005; Palmer, 1992 y Quesada,2001) Pero también el apoyo que laeducación escolar ofreció al Estado fuedeterminante al brindar el contenidocívico mediante la enseñanza de la his-toria y el respeto a los símbolos e iconosnacionales, donde las ceremonias ytodo el conjunto de conmemoracionesinventadas por los grupos dirigentes,fueron los eslabones de la memoria ofi-cial de la nación imaginaria, e imagina-da intrínsecamente limitada y sobera-na. Se entiende, entonces, que el óbitodel expresidente de la República Dr.Jesús Jiménez Zamora diera pábulo auna solemnísima ceremonia luctuosa decarácter oficial. Aquí es importante se-ñalar que el funeral y entierro de algu-na personalidad, además de servir comopretexto para un ceremonial más o me-nos elaborado, se encargaba también deinculcar un mensaje histórico que re-petía fielmente el credo que sólo algu-nos aprendían en las escuelas. El obje-tivo de este trabajo es abordar uno de

los ejes del proceso de construcción dela tradición patria en Costa Rica: los ho-nores fúnebres a los expresidentes másnotables, como sacralización de la na-ción. ¿Es necesario la muerte de un ciu-dadano notable para elevarlo a la con-dición de ‘’padre de la patria’’? Desde elpunto de vista teórico, asumimos quelos homenajes a los héroes nacionalespadres de la patria son de carácter fu-nerario, pues la muerte es, en ciertaforma, indispensable para alcanzar talcondición. Las fuentes de informaciónque sirven de base a este trabajo fue-ron básicamente primarias, ubicadas enla Biblioteca Nacional ‘’Miguel ObregónLizano’’, en el Archivo Histórico Arqui-diocesano Bernardo Augusto Thiel dela Curia Metropolitana, en el ArchivoNacional de Costa Rica y en el archivode la Municipalidad del Cantón Centralde Cartago. En las citas, se respetó laortografía y construcción gramaticaloriginal.

II LA FIGURA DE JESUS JIMENEZSACRALIZADA

A TRAVÉS DE SUS FUNERALES

A las diez y cuarenta de la mañana delviernes 12 de febrero de 1897, fallecíaen la ciudad de Cartago, tras una pro-longada enfermedad, don JesúsJiménez Zamora, septuagenario y ob-jeto de distinciones de sus partidariosy de muestras gubernamentales de re-conocimiento. Desde los primeros díasde ese año, la prensa costarricense sepreocupó por informar de la salud deJiménez que mermaba minuto a minu-to. La causa del tránsito, según constaen la partida de defunción expedida el14 de febrero de 1897, fue gangrenasenil. (ANCR. Mortuales Independientesde Cartago, 1898: fol. 1) Envuelto ensábanas, con la cabeza ceñida por blan-cas telas, el cuerpo del expresidenteJesús Jiménez se colocó en un féretrode madera fina. En las invitaciones alentierro, plasmadas en papel blancocon un ribete negro y repartidas conanticipación por la familia, se previno

que las honras fúnebres habrían de rea-lizarse en la Iglesia del Convento deSan Francisco el domingo 14 de febre-ro a las diez de la mañana; y que elcadáver reposaría en el CementerioGeneral de Cartago. (El Diarito, 1897:2) Ya a las once y cuarenta de la ma-ñana del día 12 de febrero, el licencia-do Matías Trejos (intelectual y perio-dista) enviaba desde Cartago a laredacción de La Unión Católica, un la-cónico telegrama: ‘’En este momentodoblan todas las campanas de Cartagoanunciando la muerte del egregio pa-tricio don Jesús Jiménez’’. (La UniónCatólica, 1897: 129)

Según la crónica periodística: “te-rrible noticia corrió velozmente portoda la República, que desde días há[sic] esperaba tan fatal desenlace’’. (ElAnunciador Costa-Ricense, 1897: 2) Y,en un telegrama que circuló en el dia-rio El Pabellón Liberal del 13 de febre-ro, se decía:

… la Parca inexorable ha privado á Cos-ta Rica de uno de sus primeros hombrespúblicos, quien se sacrificó en aras dela Patria prestando á la Nación distintosy valiosos servicios en todas las esferasde la Administración Pública. –Cartagoestá de duelo y con mucha razón, puesha desaparecido de su seno para siem-pre- un ciudadano útil, ya como médi-co, ya como patriota, ya como hombrede consejo, y ya en fin, como jefe deuna familia ilustre–. (El Pabellón Libe-ral, 1897: 2)

Por su parte, desde las columnas deEl Heraldo de Costa Rica, el licenciadoAnselmo Volio Jiménez apuntaba eneste mismo sentido que:

Don Jesús Jiménez el gran patriota hamuerto! El contemporáneo de esa plé-yade de hombres que se llamaron,Julián Volio, José Ma. Castro, José Ma.Montealegre, Eusebio Figueroa y cuan-tos más que ocupan posición gloriosaen los fastos de nuestra historia, dimi-nuta como la que más, pero en hechos

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de alta empresa, rica en abundancia yen lecciones para la posteridad reple-ta, hoy paga su tributo á esa madre exi-gente, que así nos da el ser como noslo arrebata. Era don Jesús Jiménez, in-dudablemente de esa clase de hombres,que siempre han sido en la historia yen la vida y que no obstante parecenescasear en el resto de la humanidad...Cuando se desciende á la tumba comoel Licenciado don Jesús Jiménez, des-pués de haber cumplido á satisfaccióncon los deberes de padre y de ciudada-no, se debe estar tranquilo sobre el fa-llo de la posteridad y exclamar con laspalabras del profeta: ‘’En vuestras ma-nos encomiendo mi alma’’. (El Heraldode Costa Rica, 1897: 2-3)

No era un evento cualquiera. El re-curso al discurso apologético, de enal-tecimiento de la figura histórica del Dr.Jesús Jiménez Zamora como héroe-pa-dre de la patria, a través de la prensa,fue recurrente. Bastaba con que su vida–y no específicamente su tempranamuerte– hubiera tenido una suerte deimportancia edificante. Según la visión‘’carlyleana’’ de la historia, la biografíade viri illustres, es decir, grandes per-sonajes, y el recuento de sus proezas,cumplían funciones esenciales en laeducación cívica de la sociedad. (PérezRayón, 2004: 220)

¿Quién fue y qué hizo don JesúsJiménez? Jesús María Ciriaco JiménezZamora nació en el seno de uno de loshogares más conspicuos e influyentesde la ciudad de Cartago, la antigua ca-pital colonial, el 18 de junio de 1823.Sus progenitores, don Ramón Jiménezy Rodríguez de Robredo y doña Joa-quina de Jesús Zamora y Coronado,heredaron los privilegios que gozaronlas familias fundadoras de la otroraProvincia de Costa Rica. (Mata, 1999:573) La familia Jiménez Zamora habi-taba en una amplia casa, localizadafrente al costado noroeste de la Iglesiay Convento de San Francisco, y alber-gó una numerosa prole: once hijos entotal (seis hombres y cinco mujeres),

de los cuales murieron cuatro en su in-fancia. (Mata, 1999: 573) Los abuelospaternos de don Jesús Jiménez fuerondon José Antonio Jiménez Maldonadoy Bonilla, y doña Antonia PetronilaRodríguez de Robredo y Arleguí; losmaternos, don Romualdo Zamora Flo-res y doña Juana Rita de Coronado ySoto. Jesús Jiménez fue bautizado porel presbítero José Gabriel del Campo.Lo apadrinaron don Pedro José Carazoy doña Cleta Ugalde. (Sanabria, 1957:241-242 y AHABAT. Bautizos de Cartago,1823: fol. 252 v) El 21 de febrero de1850, después de publicadas las tresproclamas que demandaba la legisla-ción canónica, don Jesús Jiménez con-trajo matrimonio con doña María Es-meralda Oreamuno Gutiérrez (1834-1873), dama de ilustrísimo linaje ymujer de extraordinaria dulzura y sen-sibilidad, cuando ella tenía quince añosy él veintiséis. Esmeralda Oreamuno erala hija primogénita de doña AgustinaGutiérrez y Peñamonge y de FranciscoMaría Oreamuno Bonilla, quien fue jefede Estado entre 1844 y 1846. Con elsolemne Ego conjugo vos que exigía elrito tridentino, el presbítero José Eus-taquio de las Mercedes Jiménez Zamo-ra (hermano mayor de don Jesús) diolas bendiciones nupciales a la parejaen una ceremonia celebrada en la Igle-sia Parroquial, ante los testigos: donFrancisco de Paula Gutiérrez y Peña-monge, y don José María Alvarado.(AHABAT). Matrimonios de Cartago,1850: fols. 263-264) Procrearon sietevástagos, en cuenta: el escritor, diplo-mático y político Manuel de Jesús Ji-ménez Oreamuno, y Ricardo JiménezOreamuno, tres veces Presidente de laRepública y presidente de los otros dospoderes. (Bonilla, 1985) Don Jesús ysu cónyuge provenían de una red fa-miliar extensa de la elite cartaginesa:Jiménez-Maldonado, Rodríguez-Robre-do, Arleguí y Hoces Navarro, Oreamu-no, Zamora, Coronado y Gutiérrez deLi-zaurzábal. Ciertamente, todas estasfamilias descendían de conquistadorese hidalgos, y conservaron las ventajas

derivadas de su preeminencia socialhasta bien entrado el siglo XX. Con bie-nes de fortuna acumulados desde laépoca colonial, la familia Jiménez des-puntó sin tropiezos en la palestra po-lítica entre 1860 y 1940. (Castro Eche-verría, 1994 y Stone, 1998) Don JesúsJiménez tuvo acceso, en un medio cul-tural austero y restringido, a las mie-ses que la enseñanza marcada por laimpronta del liberalismo racional ilus-trado le dispensaron. Médico graduadoen el Protomedicato de la UniversidadPontificia de San Carlos Borromeo deGuatemala (1849), fungió como Dipu-tado, Gobernador de la ciudad deCartago en la década de 1850, luegoSecretario de Relaciones Exteriores eInstrucción Pública; y después, comoVicepresidente y Presidente de la Re-pública en dos ocasiones (1863-1866y 1868-1870). Al asumir el cargo depresidente, don Jesús Jiménez acari-ció la idea de un Estado destinado afortalecer la supremacía del poder ci-vil sobre el militar. De allí que elimi-nara el Congreso en 1863 cuando tra-taba de limitarlo y se enfrentara a losférreos comandantes Máximo Blanco yLorenzo Salazar en su segundo gobier-no al decretar, en 1868, que la coman-dancia general del ejército aglutinarala hegemonía sobre las tropas y loscuarteles. (González, 1979: 186-187)El abogado y periodista Guillermo Var-gas Calvo, en un opúsculo publicadoen San José en 1903, señaló con niti-dez los objetivos de la acción guberna-tiva de don Jesús Jiménez:

El programa administrativo del Presi-dente Jiménez abarcó con esmero trespuntos principales: reconstrucción dela Hacienda pública, fomento de la ins-trucción pública, ensanche de las víasde comunicación. Es decir, cuanto serelaciona más directamente con el pro-greso material y moral de los pueblos.(Vargas, 1903: 10)

Célebre es su elocuente apotegma:‘’El pueblo que tenga más y mejores

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escuelas, será el mejor de los pueblos’’.En sus discursos al Congreso, el doctorJiménez Zamora puso gran énfasis enque la paz, el orden y la ‘’gobernabili-dad’’ eran condiciones sine qua nonpara una economía próspera y para queCosta Rica se transformara en una na-ción ‘’civilizada’’. (Consúltese al respec-to: Rodríguez, 1979: 83-95)

En abril de 1870, al ser derrocado porun golpe militar dirigido por el coronelTomás Guardia Gutiérrez, Jiménez hubode partir al exilio. La Asamblea NacionalConstituyente que se instaló en agostode 1870 no tuvo empacho en atacar convirulencia al depuesto presidente JesúsJiménez. Las insidiosas acusaciones quelegitimaron el golpe de Estado en contradel gobierno de Jiménez hicieron refe-rencia tanto a la turbulenta manera enque accedió al poder en noviembre de1868, como el modo en que lo ejerció, alutilizar fondos públicos en beneficiopropio y de sus allegados; y cometer re-petidos actos injustos y arbitrarios. Em-pero, Guardia asumió con celo la defensadel presidente depuesto, y terminó clau-surando esa asamblea. (Vargas, 2002:315) A su regreso a Costa Rica (1873),don Jesús no volvió a intervenir enasuntos políticos. En 1875, fue Rector yDirector del Colegio de San Luis Gonzaga(fundado en 1869). El 26 de julio de1886, el Congreso Constitucional por de-creto XLVIII le confirió unánimemente elhonroso y merecido título de Beneméritode la Patria. (Argüello, 1963; Bonilla,1985; Echeverría, 2004; González, 1979;Mata, 1999; Soto, 1901 y Vargas, 1903)Jesús Jiménez tenía un carácter fuerte yriguroso, pero a la vez, modesto y afable,que le hizo ganar el aprecio de los quetrataban con él: fue al parecer suma-mente popular tanto entre las simplesgentes del común como entre los secto-res influyentes. (Echeverría, 2004: 74 yVargas, 1903: 6-7) En 1897, un periodis-ta de La Prensa Libre describió así a donJesús Jiménez:

Cuanto á su físico, por lo poco que co-nocemos de los semblantes de Washing-

ton y de Lincoln, nos parece que elLicdo. Jiménez reune [sic] á la sereni-dad del primero la dulzura del segundo...Ante la gloria inmaculada de unCincinato, de un Washington, de un Je-sús Jiménez, –¿ habrá hombre de bienque en la vida pública y privada no sien-ta el deseo de imitarle?– (La Prensa Li-bre, 1897: 3)

Súbitamente, los diarios josefinos,nacionales por extensión, publicaronnecrologías y rasgos biográficos de donJesús Jiménez Zamora, en los cualesse ponía de manifiesto su nobleza, pru-dencia y honestidad en el manejo delas arcas públicas; su desvelo constan-te por la educación pública, gratuita yobligatoria; así como la estimación yaprecio que sentía por él la sociedadcostarricense. Ninguno recordó suserrores como hombre público y de Es-tado. Biográficamente, por ejemplo,hay antecedentes que muestran queJesús Jiménez tuvo una cierta tenden-cia hacia el autoritarismo en sus dosgobiernos, sin embargo, esta dimensiónno se extrapola y permanece más bienen la trastienda.

En uno de los panegíricos mejorredactados, el editorialista de La Ga-ceta se expresaba de la siguiente ma-nera:

… Puede asegurarse, sin temor de in-currir á exageraciones, que la Patriaha perdido, con la muerte del Bene-mérito don Jesús Jiménez, uno de susprimeros y más conspicuos hombres.Nunca tan justificados como ahora, porconsiguiente, el duelo de la sociedady el de la Nación en presencia del tristesuceso que deploramos, y que no portemido desde hace muchos días, ni porobedecer á leyes inflexibles y fataleshiere menos el sentimiento público…muere con los fulgores de la virtudsobre la frente, coronado á la vez porla nívea diadema de los años y por lano menos blanca y esplendorosa de unavida sin mancilla. (La Gaceta, 1897:141)

La Prensa Libre, en una gacetilla pu-blicada el día 13, al dar cuenta del óbitode Jiménez Zamora, se lamentaba:

¿Qué costarricense al saber la tristenueva de la muerte de ese egregio ciu-dadano, no derrama una lágrima, nodedica un recuerdo á la memoria delque fue fiel servidor, á nuestra patria?Nosotros sentimos en el alma tan des-graciado acontecimiento, haciéndonospartícipes del dolor que… experimen-ta la familia del Licenciado Jiménez.Costa Rica siente esa pérdida irrepara-ble. (La Prensa Libre, 1897: 3)

Sobre el mismo asunto, La Repúbli-ca publicaba un editorial en los siguien-tes términos:

...Pocos de los nombres que engalananlas páginas de nuestra historia, resplan-decen con tan pura luz cómo el del se-ñor Jiménez. Patricio fue por su origende familia, pero más, si cabe, por suconducta privada y por la nobleza deque dio muestras en su vida pública.Dos veces fué llamado por sus conciu-dadanos á ocupar el alto puesto de Jefedel Estado. Ha transcurrido bastantetiempo para poder juzgar aquellas ad-ministraciones, y hoy la aureola querodeaba al anciano demuestra palma-riamente la virtud del mandatario. (LaRepública, 1897: 3)

El editorialista destacó “la inmacu-lada vida de trabajo y honradez’’ deJiménez Zamora. De todo ello se des-prende que el homenaje póstumo noes un hecho aislado, sino que va acom-pañado de elementos retóricos que leprocuran o refuerzan un significado.

A lo largo de la década final del si-glo XIX, los gobernantes y los intelec-tuales costarricenses eran conscientesde la importancia de las ceremoniasoficiales conmemoraciones o exequias-como un elemento cohesionador de lasociedad, que servía a la vez, para pro-mover –directa y ampliamente– entrela ciudadanía sentimientos de civismo,

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de patriotismo y de lealtad al ordenrepublicano. De este modo, el gobier-no de corte autoritario de Rafael Ygle-sias Castro (1894-1902) dispuso reali-zarle al expresidente cartaginés –quedurante su vida desdeñó los gestos rui-dosos y espectaculares– un gran fune-ral de Estado, con los honores milita-res correspondientes al rango degeneral de división, y el embandera-miento a media asta de todas las edifi-caciones públicas. (ANCR. Congreso,1897: fols. 3-3 v y ANCR. Guerra y Mari-na, 1897: fol. 45 f) Las siguientes pa-labras del redactor de El Pabellón Libe-ral aclaran por qué:

El Supremo Gobierno interpretando laopinión no de un círculo político, notampoco de unos cuantos amigos per-sonales del estimable difunto, sino elparecer nacional, los deseos de todo unpueblo que quiere rendir tributo á lahonradez, el Gobierno, decimos decla-ró oficiales los actos de funeral y en-tierro del distinguido hombre público,cuya muerte llora hoy Costa Rica ente-ra’’. (El Pabellón Liberal, 1897: 1) Hubo,en suma, honores oficiales para ‘’... laspreciosas cenizas del ... ilustre ciuda-dano que se sacrificó en aras de la Pa-tria. (La Prensa Libre, 1897: 3)

La ceremonia luctuosa fue una co-yuntura importante para Yglesias, puesactividades como esa son fundamenta-les para fomentar una nueva religión,la ‘’religión de la patria’’ y su cohortede ‘’santos seculares’’, y reemplazar elvacío dejado por la pérdida de la omni-presencia de la Iglesia Católica en laesfera civil. (Schnapper, 2001: 118)Justamente, las Secretarías de Gober-nación y de Guerra quedaron encarga-das de los preparativos concernientesa la ceremonia civil y pararreligiosa.(ANCR. Congreso, 1897: fols. 3-3 v) Nin-guna persona de distinción se excluiríade la ceremonia Al sepelio fueron invi-tados los presidentes de los SupremosPoderes de la Nación, los Designados ala Presidencia de la República (1° . Li-

cenciado José Joaquín RodríguezZeledón, 2° . Doctor Carlos Durán Cartíny 3° . Licenciado Ascensión EsquivelIbarra), Secretarios y Subsecretarios deEstado, el Arzobispo de Guatemala, elObispo de la Diócesis de Costa Rica yaltos dignatarios de la Iglesia Católica,el Cuerpo Diplomático y Consular, laCorte Suprema de Justicia y los miem-bros de la Facultad de Medicina y delColegio de Abogados. Además, se ex-hortó la participación de los expresi-dentes don Aniceto Esquivel Sáenz ydon Bernardo Soto Alfaro; los goberna-dores y jueces de Primera Instancia; elEstado Mayor; los jefes de las oficinasadministrativas de San José y deCartago; y los representantes de laprensa y de los municipios y otras cor-poraciones públicas.

El rango del difunto hizo que en supostrer despedida se reunieran las au-toridades más importantes del Estado.En el marco de las difíciles relacionesentre el Estado Liberal y la Iglesia Ca-tólica especialmente después de que lasautoridades eclesiásticas habían apo-yado al partido opositor en las elec-ciones presidenciales de 1894 el AltoClero y el gobierno autocrático de Ra-fael Yglesias Castro se unían en unobjeto común: testificar un homenajeluctuoso por el alma de don JesúsJiménez Zamora. En esas circunstan-cias, el funeral de Estado organizadoen memoria de Jiménez, le ofreció a laférrea administración del presidenteRafael Yglesias un espacio para tejeruna política de conciliación nacional.(Acuña, 1995: 546; Oconitrillo, 2004:74 y Vargas, 2002: 313) Las ceremo-nias públicas no sólo cumplen un pa-pel conmemorativo sino que tienen unalto contenido político. Al igual queen otros países latinoamericanos, laintegración de los sectores popularesen las ceremonias y las liturgias públi-cas oficiales fue propiciada por el pro-yecto liberal secular. El pueblo costa-rricense fue convocado mediante variasexcitativas publicadas en diferentesperiódicos. El ‘’pueblo’’ intervenía en

los ritos sagrados de la nación y de susrepresentantes en forma real (adornan-do las calles, casas y edificios princi-pales o escuchando los discursos de losnotables) o simbólica (presencia físi-ca). Al hacer un balance de esa parti-cipación, la prensa insistió en el ordeny la compostura demostrada por unaciudadanía numerosa y diversa.

¿Cómo reaccionó el municipio deCartago ante la infausta nueva? EnCartago, según una crónica del perió-dico El Heraldo de Costa Rica, la corpo-ración municipal

… dictó las medidas necesarias á nom-bre de sus comitentes, á fin de que enel concierto oficial, no faltase la notadel ayuntamiento, que, por derecho seconceptuaba guardián de las veneradasreliquias. (El Heraldo de Costa Rica,1897: 2)

Para cumplir el objetivo anterior, elConcejo Municipal, presidido por el Dr.Moisés Castro Fernández, se reunió ensesión extraordinaria, para manifestarsu pesar y adoptar una serie de acuer-dos para homenajear póstumamente adon Jesús Jiménez. A esta sesión asis-tieron los regidores don AlejandroGarcía, don José Pacheco, don AlfonsoTroyo y don Ramón Matías Quesada.Entre los honores que se acordó otorgara la familia doliente está la adquisiciónde un retrato al óleo del patricio (en susaños de ancianidad) y una corona fúne-bre con la siguiente inscripción: ‘’LaMunicipalidad de Cartago, al Beneméri-to Licenciado don Jesús Jiménez’’. Otrasmanifestaciones de homenaje fueronllevar luto por doce días, y asistir encuerpo a la ceremonia oficial. Desde lacima del Palacio Municipal ondeaba, amedia asta, el Pabellón Nacional, conun crespón negro. Y, en virtud del due-lo público, en las ventanas y balaustra-das del edificio municipal, se colocaroncolgaduras de ese color. El encargado dela decoración luctuosa del Palacio Muni-cipal de Cartago fue don ClodomiroOrtiz. (AMC. Libro de Actas No. 24,

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1897: fols. 20-23) El poder civil –tantoestatal como local– no sólo participabaen la ceremonia luctuosa con su pre-sencia, sino que también la organizaba.

El cadáver de don Jesús, representa-do como si estuviera durmiendo plácida-mente, se embalsamó. A finales del sigloXIX, tal procedimiento servía, sobretodo, para transmitir a los muertos fa-mosos y venerados algo de la incorrupti-bilidad de los santos. La muerte se pre-senta, pues, no como un dramahumano, sino como una suerte de con-suelo redentor que marca el paso haciala eternidad. (Ariés, 2000) El ataúd, ce-rrado a medias, dejaba al descubierto lacabeza del exgobernante y sus manosentrelazadas sobre el pecho. Fue custo-diado en un sobrio aposento en el espa-cio de su casa de habitación por sus máscaros familiares y más cercanos allega-dos, afligidos por el dolor y rígidamentevestidos de negro, hasta las seis de latarde del día trece. Momento en que losfuncionarios municipales –trajeados deriguroso luto y con crespón negro en elbrazo– se presentaron a trasladar, escol-tados por un disciplinado contingentede artillería, los restos del prohombrecartaginés a la capilla ardiente en elumbroso y espacioso convento de SanFrancisco de Asís, ubicado a escasas doscuadras al sur del Parque Central deCartago. El templo franciscano era, jun-to con la iglesia parroquial de NuestraSeñora de la Soledad, uno de los más im-portantes de la ciudad.

Antes de entrar al templo –relata el cro-nista de El Heraldo– ya despedía el cre-púsculo; el acompañamiento iba silen-cioso y en respetuoso recogimiento; derepente se oye la voz de mando : “Pre-senten, Armas”; resuena el himno pa-trio, y un lujoso cuerpo de infanteríacon el Pabellón Nacional á la cabeza,vuelve solemnemente á hacerle los ho-nores al Licenciado Jiménez, honoresque para él se habían suspendido hacíaveintisiete años. El pueblo, la clasehumilde pero leal, en este acto comoen todos los demás, seguía de cerca al

amigo de otros tiempos, apenas conte-niendo sus sencillas cuanto espontá-neas manifestaciones de duelo. (El He-raldo de Costa Rica, 1897: 2-3)

Según el planteamiento de PierreFougeyrolles, ‘’la nación es primerouna emoción’’. (Citado en González,1998: 60)

Los distintos testimonios recogidosinsisten en el carácter espontáneo dela participación popular en las exequiasdel doctor Jiménez Zamora.

El cuerpo municipal participaba enpleno, aparecía como comitiva, y así setrasladaba de los espacios cerrados a losabiertos, y viceversa, para tomar parteen el velorio. Una vez que los miembrosdel cabildo ingresaron al interior deltemplo, el féretro fue colocado en unatarima o túmulo en el centro del recin-to, frente al presbiterio y bajo la cúpu-la. Allí, precisamente, permaneceríadurante el oficio y la misa póstuma. Elcadáver –arreglado y bendecido– fuecustodiado por un selecto cuerpo deoficiales, que hacía la guardia de honor.Una enorme fila de dolientes y curiosospasaba frente al féretro, para echar unaúltima mirada a don Jesús Jiménez,quien era querido y respetado enCartago. Era necesario acercarse a ob-servar al muerto, para saber que verda-deramente expiró. (Zárate, 2000)

A las diez en punto de la mañanadel domingo 14 de febrero, la Iglesia delConvento de San Francisco apareció or-namentada con prolífica decoración cí-vica y funeraria. Las campanas de SanFrancisco anunciaron el principio delacto litúrgico con un solemne doble, alque siguieron repiques similares prove-nientes de los otros templos. Durante laceremonia de duelo y conmemoraciónse cerraron las oficinas públicas, los co-mercios y talleres de la ciudad, convo-cándote a las masas a que participaranen el acontecimiento. Cuando se inicianlas exequias, las tropas saludan con unadescarga de fusilería y retumban los ca-ñonazos. El ferrocarril, símbolo y reali-dad de progreso y modernidad, fue de-

terminante al movilizar a los miembrosdel Gobierno costarricense, los cónsulesextranjeros y el alto clero desde la capi-tal hasta Cartago. El gobierno deYglesias dispuso de dos trenes especia-les. Uno partió de la Estación al Atlánti-co de San José a las ocho y treinta de lamañana, y el otro inició su recorridodiez minutos después. (La Gaceta,1897: 146) De esta forma, el ferrocarrildesempeñó un importante papel, pueslos trenes expresos ‘’... iban llenos degente, á tal extremo que hasta los bal-cones permanecían ocupados’’. (LaPrensa Libre, 1897: 3) Con anticipación,la comitiva oficial, el cuerpo diplomáti-co e invitados especiales realizaron unagran procesión cívica, vistosa y bien or-ganizada, cuyo recorrido fue desde laEstación del ferrocarril al Atlántico deCartago hasta la Iglesia de San Francis-co. Era la apoteosis del sentido republi-cano, centrada en desfiles y ceremoniasluctuosas en honor de uno de los costa-rricenses más ilustres. Se solaparon,por tanto, liturgias de la religión católi-ca con las liturgias de la nueva religióncívico-patriótica. A la atmósfera de so-lemnidad creada por el orden social delséquito de personas reputadas por prin-cipales, se unían la riqueza de losatuendos de los grupos civiles y loseclesiásticos, las salvas de artillería yfusilería, las marchas fúnebres, las ban-deras enlutadas y la lentitud de los mo-vimientos. Como político inteligente,Rafael Yglesias utilizó los desfiles y lasparadas militares para proyectar unafuerte imagen de poder, autoridad y su-blimidad cívica. No hay que olvidar lanecesidad de legitimidad de un régimeny de sus deseos de cierta renovaciónque le lleva a elaborar diversos materia-les que constituirán su universo ideoló-gico. En el Cuadro 1 se desglosa el or-den jerárquico de aparición de losasistentes y participantes oficiales, mi-litares, diplomáticos, eclesiásticos y ad-ministrativos en el desfile y el ritualmortuorio. Este orden se respetó a lahora de ingresar, lo mismo que al salirde la Iglesia de San Francisco.

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Los ritos ceremoniales y su lenguajesimbólico revelan el imbricado tejido delas relaciones que se establecen entrelos actores en un determinado ordena-miento social. El desfile era, justamen-te, una oportunidad de ofrecer al pue-blo una detallada representación visualde los diferentes estamentos y gruposde poder.

CUADRO 1 FUNERALES DE ESTADO AL DR. JESÚS JIMÉNEZ

(CARTAGO 1897)ASISTENTES Y PARTICIPANTES

DISTRIBUCIÓN

Presidentes de los Supremos PoderesSecretarios de EstadoDesignados a la Presidencia de la RepúblicaArzobispo de Guatemala (Dr. Ricardo Casanova y Estrada)Subsecretarios de EstadoDiputados al Congreso ConstitucionalCorte Suprema de JusticiaCuerpo ConsularGobernadoresFacultad de MedicinaColegio de AbogadosCabildo Eclesiástico*Estado MayorJefes de oficinas públicasInvitados particulares

Fuente: Archivo Histórico Arquidiocesano Bernardo Augusto Thiel. Fondos Antiguos. Caja N° 435,1897, fol. 175. La Gaceta. Diario Oficial, 16 de febrero de 1897, p. 148. La Unión Católica,

16 de febrero de 1897, p 138.

En la puerta de la Iglesia el eclesiás-tico de mayor rango, acompañado delClero presente, se encargaba del recibi-miento del Jefe de Estado y de la comi-tiva oficial. La figura eclesiástica es fun-

damental para la construcción de la ce-remonia fúnebre, justamente, porque laiglesia es el espacio oficial para su pues-ta en escena. La muerte también se ex-hibe. En la nave mayor de la Iglesia,arreglada con cortinajes blanquecinos yde terciopelo negro y pasamanerías bor-dadas en oro, incensarios y candelabrosrepletos de cirios encendidos, el severocatafalco donde yacía el cadáver del “au-gusto anciano”, quedaba casi oculto alas miradas de la multitud, del pueblo,del público, bajo innumerables guirnal-das y ramos de flores blancas con expre-sivas dedicatorias impresas en cintas deseda. (El Anunciador Costa-Ricense,1897: 2) Según lo registró el editorialis-ta de La Unión Católica, las coronas deflores simbolizaban ‘’... unas [el] cariño,y ... la gratitud y estimación públicas lasotras’’. (La Unión Católica, 1897: 138)Resaltaban las ofrendas depositadas porel Poder Ejecutivo; el Congreso; la CorteSuprema de Justicia; la Facultad de Me-dicina; el Colegio de Abogados; la Muni-cipalidad de Cartago; la Junta Centralde Educación y la Junta de Caridad. Lasinstituciones más caracterizadas de lasociedad costarricense, como la Facul-tad de Medicina, Cirugía y Farmacia, yel Colegio de Abogados, asumían comodeber cívico la responsabilidad de queel funeral tuviera la mayor solemnidadposible. A continuación se muestra elorden de las autoridades políticas y mi-litares, corporaciones e invitados distin-guidos durante la misa celebrada en eltemplo de San Francisco. (Véase cuadro2)

Los asientos delanteros de la naveprincipal los ocuparon, claro está, losaltos dignatarios y los miembros in-mediatos de la familia Jiménez. Conarrogancia, el presidente Yglesias Cas-tro se ubicó en un lugar preferente enlas inmediaciones del coro. La jerar-quización del espacio intramuros fueutilizada para definir el lugar que de-

CUADRO 2ORDEN DE LOS ASISTENTES Y PARTICIPANTES EN LOS OFICIOS RELIGIOSOS

CELEBRADOS EN LA IGLESIA DE SAN FRANCISCO

SITIO ASISTENTES/PARTICIPANTES

Presbiterio, Altar Mayor. Presidente de la República.

Lado del Evangelio. Presidente del Congreso, Ministro de Gobernación, Ministro deHacienda, Primer Designado, Subsecretario de Guerra, Diputadosal Congreso, Cuerpo Consular, Colegio de Abogados, Jefes de oficinas públicas.

Lado de la Epístola. Presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ministro de RelacionesExteriores, Ministro de Guerra, Tercer Designado, Subsecretario deGobernación, Subsecretario de Hacienda, Magistrados de la corte,Gobernadores, Facultad de Medicina, Estado Mayor e invitadosparticulares.

Fuente: Archivo Histórico Arquidiocesano Bernardo Augusto Thiel. Fondos Antiguos.Caja N° 435, 1897, fol. 175 v

* NOTA. El Obispo Bernardo Augusto Thiel no estuvo presente en los funerales, puesse encontraba de visita pastoral en Guanacaste. En su lugar, asistió el VicarioGeneral, Presbítero Antonio del Carmen Zamora.

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bían ocupar la elite de poder y los gru-pos populares en los responsos. Dehecho, tal orden jerárquico se mantie-ne a lo largo de la ceremonia públicaoficial, independientemente de los es-pacios en que se efectúe cada uno delos actos. (Cfr. Darnton, 2000: 109-147)La muerte era un acontecimiento pú-blico que la sociedad compartía dife-renciadamente.

Con el Dominus vobiscum de rigorse inició el largo y brillante oficio re-ligioso. Dentro del culto católico, elceremonial de la misa expresa la fe, yen ella, se encomienda el difunto a lamisericordia de Dios. Revestido de gala,de acuerdo con su dignidad eclesiás-tica, el Presbítero Juan de Dios Trejoscelebró los actos litúrgicos, asistido porlos sacerdotes Manuel Piedra, EvaristoIbarra Casasola y Manuel Araya. (LaUnión Católica, 1897: 138) En el prin-cipio, intermedio y fin de la misa sehicieron salvas por parte de la artille-ría y la infantería. Asimismo, durantela liturgia, la ‘’imagen viva’’ de donJesús Jiménez se evoca a través de lainstalación de su retrato en el altarmayor. La Iglesia de San Francisco, col-mada de nutridísima concurrencia, detodas las edades, las clases sociales ytendencias políticas, escuchaba, reve-rente, los acordes de la música de ór-gano, compuesta por el inspirado maes-tro de capilla, Alejandro MonestelZamora. La parte vocal se encomendóa la señora Dolores Carranza de Bolandi,a la joven contralto Petra Rosat Bon-nefil y a distinguidas señoritas de lameritoria Escuela de Música Santa Ce-cilia. (El Diarito, 1897: 1 y La UniónCatólica, 1897: 138) Generalmente, lamisa de los funerales solemnes, eracantada. El repertorio ejecutado porMonestel, “...lamentación profunda quesobrecogía el espíritu y hacía pensaren lo infinito é increado”. Se destacaque el simbolismo de la “cultura de lamuerte” lo comprenden todos losmiembros del conjunto social, distin-guidos o no, porque a todos toca.(Zárate, 2000)

Concluida la misa de corpore inse-pulto, pronunciaron, con elegante pro-piedad, los discursos panegíricos en elatrio del templo franciscano, los docto-res Juan José Ulloa Giralt, Moisés Castroy José María Soto Alfaro, a nombre, res-pectivamente, del Poder Ejecutivo, de laMunicipalidad de Cartago y de

la Facultad de Medicina. (Mata,1999) Por último, el filósofo y juris-consulto Dr. Antonio Zambrana y Váz-quez, de origen cubano, pronunció unaespléndida pieza de oratoria a la me-moria del venerable difunto. El argu-mento discursivo de los elogios fúne-bres, donde alternaban el verso y laprosa, era el de la exaltación de lasvirtudes sociales y políticas que habíanguiado la vida del prócer. Simbólica-mente, aparecería ante los ojos de lamultitud expectante, con una aureolade santidad digna de emularse, ya quese esperaba que don Jesús Jiménez seconvirtiera en una fuente de inspira-ción popular. En efecto, el prócer ob-jeto del homenaje, se trocaba en unparangón de probidad y de virtudesmorales y cívicas. Don Jesús Jiménez,coronado de laureles, pasaría a encar-nar, por así decirlo, la personificaciónde la “república genuina”. Ante los es-cuchas, él era nada menos que: un“nuevo Moisés”, insigne demócrata, el“Washington de Costa Rica”, un sabiolegislador, gran republicano, padre yprotector del pueblo. La honestidad,la sencillez, la benevolencia y la filan-tropía, la laboriosidad, el espíritu desacrificio y la abnegación por la na-ción-patria, encabezan la lista de vir-tudes de la figura evocada. No debepasar por alto el hecho de que la figu-ra de un prócer es un símbolo que pue-de representar o encarnar los más di-versos atributos (las virtudes) segúntiempo, lugar, circunstancias y vocesque lo evocan. (Smith, 1998) Lo queocurre es que, dentro de un repertoriode rasgos del personaje, se enfatizan yproyectan algunos en desmedro deotros. El comentarista de La Repúbli-ca, al referirse a los discursos retóricos,

aseveró que ‘’… todos los oradores es-tuvieron oportunos y bien inspirados;hicieron la debida justicia á los méri-tos del ilustre difunto’’. (La República,1897: 2)

De acuerdo con John William Ward,las

... apologías pronunciadas a la muertede un héroe público era un acto ritualde masas, en el que el orador se echa acuestas la labor de dramatizar y dar vozy expresión a lo que, se supone, sientetodo el mundo. (Ward, 1996: 231)

No hubo ninguna elegía por partede las autoridades eclesiásticas. Al res-pecto, se refirió “Un Cartaginés”(pseudónimo del periodista y literatoRamón Matías Quesada Valerín) en laextensa crónica publicada en El Heral-do de Costa Rica:

Solamente la iglesia, que con tantasuntuosidad se presentó en los fu-nerales del Dictador Guardia, no tuvoun representante que hiciera la ora-ción fúnebre no digamos del ex–Pre-sidente, pero sí del creyente sinceroy convencido. (El Heraldo de CostaRica, 1897: 3)

Es pertinente advertir, también, quela Iglesia Católica se concebía como lareserva moral legitimada por la socie-dad, incluso por sectores que política-mente se oponían a ella. No obstante,se puede concluir que el púlpito secularhabía desplazado al púlpito religioso. En términos generales, el grupo de losoradores estaba constituido por perso-nas que, ya al momento de pronunciarun discurso, eran conocidas y destaca-das, pues ocupaban puestos guberna-mentales o figuraban en el campo inte-lectual de la Costa Rica de finales delsiglo XIX. (Véase cuadro 3).

Una vez terminados los discursos, laenorme afluencia que acompañaba alcoche fúnebre tirado por caballos per-cherones –muy ataviados– y conducidopor un cochero uniformado, se dirigió

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La multitud –como espectadora-apretujaba la avenida del cementerio ylas empedradas calles laterales, las cua-les estaban adecuadamente ornamenta-das con cortinajes negros y banderolasenlutadas. ‘’En el semblante de aquellainmensa multitud –decía un editorialis-ta de El Diarito- se notaba el sentimientoprofundo por tan triste pérdida’’. (ElDiarito, 1897: 1) Vale señalar que el cor-tejo fúnebre mostraba al público en sudolor. (Zárate, 2000) Portaban los listo-nes del féretro, el Ministro de Goberna-ción, el Primer Designado a la Presiden-cia de la República, el Vicepresidente dela Corte Suprema de Justicia, el Gober-nador de la provincia de Cartago y el Fis-cal de la Facultad de Medicina, Cirugía yFarmacia. Los miembros de la Compañíade Preferencia, dignamente vestidoscon sus uniformes militares, fueron unode los protagonistas en el funeral y lainhumación. En una tribuna enlutada,ubicada frente al local de la Sociedad deArtesanos del Distrito Segundo deCartago (creada en 1890), don Clodomi-ro Picado Lara –profesor del Colegio deSan Luis Gonzaga– pronunció una senti-da oración de estilo. En su discurso a lamasa reunida, Picado reconocía a JesúsJiménez como ‘’eximio estadista’’, ‘’pro-tector de las ciencias’’, ‘’fundador de ins-titutos de enseñanza’’ e ‘’infrangible égi-da de la Instrucción Pública’’.

Y, frente al camposanto, se insta-ló otra tribuna, donde el eminentísimoabogado e historiador, Dr. FranciscoMontero Barrantes, hizo una alocu-ción,

CUADRO 3 ORADORES OFICIALES EN LOS FUNERALESDE DON JESÚS JIMÉNEZ. CARTAGO 1897

ORADOR NACIONALIDAD OCUPACIÓN/PUESTO GUBERNAMENTAL

Juan José Ulloa Giralt Costarricense Doctor en Medicina y Secretariode Gobernación, Policía y Fomento

Moisés Castro Fernández Costarricense Presidente MunicipalCantón Central de Cartago

José María Soto Alfaro Costarricense Secretario Facultad de Medicina,Cirugía y Farmacia

Fuente: Jesús Mata Gamboa, Monografía de Cartago(Cartago, Editorial Tecnológica de Costa Rica, 1999), pp. 132-135

al Cementerio General, al compás deuna batería de seis cañones y un selec-to batallón de infantería que enarbola-ba las banderas tricolores de la patria, yejecutaba grave música marcial. En elproceso de invención de la tradiciónpatria, es significativo el uso y desplie-gue de símbolos cívicos unidos a un ri-tual específico. (Hobsbawn y Ranger,2002) Al tenor de la marcha funeraria,las campanas de las iglesias de la vetus-ta ciudad, unas cerca, otras distantes,tañían el réquiem por el alma del ex-presidente de la República. El Anuncia-dor Costa-Ricense, en su edición del 16de febrero de 1897, describió el mo-mento de la siguiente manera:

… el espectáculo que … se ofrecía á lavista era imponente y magestuoso [sic];el estampido del cañón atronaba losaires, las bandas marciales tocaban fú-nebres marchas, y aquella inmensa con-currencia, todo sobrecogía el alma y lallenaba de religioso respeto y venera-ción. (Ibíd, 1897: 2)

Para el último tercio del siglo XIX,las fotografías eran consideradas unmedio idóneo para la construcción deimágenes nacionales oficiales. En efec-to, la necesidad de rendir testimoniovisual ilustrativo de lo presenciado seevidenció, según un periódico de laépoca, que a la salida y en el atriodel templo franciscano se tomaranvistas fotográficas de la procesiónfúnebre. (El Independiente Demócra-ta, 1897: 2)

que conmovió á cuantos le oían, porsus frases tan elocuentes, ‘‘tan senti-das’’. (La Prensa Libre, 1897: 3) ‘’Pocodespués –refería el cronista de La UniónCatólica– el estampido del cañón y lasdescargas de la infantería dieron el fú-nebre anuncio de que se había cerradola fosa que cubre los despojos del Be-nemérito ex-Presidente de la Repúbli-ca Licenciado don Jesús Jiménez. (Ibíd.,1897: 138)

Cerca de las dos y media de la tardefinalizó el ritual cívico-religioso, y laVieja Metrópoli

… volvió á entrar en el silencio de cos-tumbre, tan justo esta vez como expli-cable, tratándose de reliquias patrias,ó lo que es lo mismo de una excelentepersonificación de la República genui-na. (El Heraldo de Costa Rica, 1897: 3)

Crónicas y comentarios transmitenla idea de una profunda conmocióngeneral. El redactor de El Pabellón Li-beral, en su nota publicada el 16 defebrero, expresaba, entre otros concep-tos que: ‘’…las honras fúnebres delseñor Jiménez estuvieron á la alturadel justo dolor que la patria reconoci-da experimenta por tan irreparable pér-dida’’. (Ibíd, p. 3) De manera semejan-te, escribiría luego, un comentarista:

En conformidad con los programas ydisposiciones oficiales, se verificó…en Cartago, con solemnidad y pompaextraordinarias, el entierro que bienpodría calificarse de acontecimientonacional, del Benemérito don JesúsJiménez; y de acontecimiento nacio-nal decimos que podría calificarse porel número inmenso de gentes que…se encontraba reunido á la hora de laeterna despedida. (La Gaceta, 1897:148)

En concordancia con lo anterior, uncronista de La Prensa Libre, del 16 defebrero de 1897, realzaba las impresio-nes que los imponentes funerales ha-

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bían fijado en el imaginario colectivode los costarricenses:

Las descargas de las tropas militares deCartago y San José pusieron fin á todo:el Licenciado don Jesús Jiménez que-dó en su última morada, los que loacompañamos, volvimos con el corazónoprimido á nuestros lugares: habíamoscumplido ya el deber de dignos costa-rricenses, de conciudadanos del que tra-bajó tanto por el engrandecimiento yhonra de nuestra patria. (Ibíd., p. 3)

Ulteriormente, el editorialista de LaGaceta Médica de Costa Rica, del 1 demarzo de 1897, decía que el Dr. JesúsJiménez actuó –en todas las elevadasposiciones que desempeñó en la admi-nistración pública– con “pericia y rec-titud”, por lo que su nombre figuraríaen la historia patria “con caracteres deoro, como uno de sus hijos predilec-tos”. (La Gaceta Médica de Costa Rica,1897: 297) La forma en que JesúsJiménez Zamora fue representado sim-bólicamente, tanto en oraciones cívi-cas como en artículos de la prensa,muestra un intento consciente por res-catar para la historia oficial la figuradel prohombre cartaginés. También enocasión de la muerte del expresidenteJiménez, el artista y fotógrafo estado-unidense Harrison Nathaniel Rudd,activo en Costa Rica desde 1873 y has-ta 1913, plasmó los atributos físicos ypsicológicos de tan ilustre patricio enun retrato ejecutado al crayón. (El Dia-rio de Costa Rica, 1897: 3)

Finalmente, hay que mencionarque sus restos mortales fueron sepul-tados –y todavía descansan hoy– enuna tumba de granito, austera, mono-lítica, emplazada en la sección princi-pal de la necrópolis cartaginesa, en-tonces rodeada de sauces y cipreses.

¿De qué nos habla el funeral, enCartago, de Jesús Jiménez, celebradoen 1897? La puesta en escena de unaconstelación de sentimientos, sonidos,imágenes y fastos en ocasión de lamuerte de Jiménez Zamora se ofrecía

como un ámbito simbólico, que se salede lo cotidiano, en que las autoridadespolíticas y los sectores populares uni-ficaban lealtades, aunándose en el cul-to a la nación y la reverencia y la ve-neración de los restos mortales de unode sus ‘’padres fundadores’’. SegúnAnthony Smith, los muertos ‘’propor-cionan a los vivos y a los que aún nohan nacido las moralejas públicas quepueden orientar sus vidas y conformarel destino de su comunidad’’. (Smith,1998: 74) El ceremonial y el ritual fú-nebre, los discursos y la iconografía enhonor al Jesús Jiménez simbólico,constituirían, a la postre, una nuevaforma de socializar el ideario liberal yel discurso del Estado central, tenien-do como marco eventos solemnes ysofisticados, donde los elementos pa-trios –como el pabellón nacional, loshimnos y marchas fueron elementoscoadyuvantes de representación patrió-tica. El orden liberal se representó po-lítica y simbólicamente– en la esceni-ficación que supone el homenajefúnebre y en la jerarquización del es-pacio social. Los actos de homenaje ylos funerales son la proyección de laestructura del poder y el deseo de fi-jarla, aunque no hay que olvidar quetambién a través de ellos se construyeésta. El poder –aún el más laico– nosiempre ha podido escapar a las tenta-ciones de la sacralización. Resulta In-teresante lo planteado por JacquesAumont:

Los simbolismos no son solamente re-ligiosos, y la función simbólica de lasimágenes ha sobrevivido ampliamentea la laicización de las sociedades occi-dentales, aunque sea sólo para trans-mitir los nuevos valores (la Democra-cia, el Progreso, la Libertad, etcétera)ligados a las nuevas formas políticas.(Aumont, 1992: 84)

En adición a lo anterior, ¿qué es loque se quiso expresar a través del es-plendor del homenaje póstumo rendi-do al prócer? La conmemoración fúne-

bre es un evento único, que tiene unaura de singularidad, y es efectivamen-te esa función de singularidad, quehace que la propuesta cívica del Esta-do Liberal, en el marco de las exequias,sea aún más atractiva para las elites yla participación ciudadana. No hay quepasar por alto que, en forma paulati-na, la Iglesia fue perdiendo, hasta cier-to grado, su papel de organizadora yconvocante de la ceremonia luctuosa.Con toda claridad, se pretendía la cons-trucción de una nueva tradición, don-de el culto cuasi sagrado a la nación ysus héroes tutelares, adquiría autono-mía frente al culto eclesiástico. A lapostre, Yglesias hizo un buen intentopor promover una “religión cívica’’ entorno a la figura de Jesús Jiménez Za-mora, la cual tenía el objeto de tocarlas fibras sensibles del pueblo, su sen-sibilidad patriótica. En 1903, la figuradel Benemérito de la Patria Jesús Ji-ménez, reverenciada con devoción cí-vica y pasión ideológica por los libera-les de todo cuño, alcanza su cúspide,con la inauguración de una estatua ensu honor.

III A MANERA DE EPÍLOGO:DON JESÚS JIMÉNEZ

CONVERTIDO EN ESTATUA

Tras la muerte y honras fúnebres delDr. Jesús Jiménez Zamora –quien porméritos propios había ascendido altemplo de Clío– el periodista y generalde origen colombiano asentado en laVieja Metrópoli, Francisco Serrano, in-terpeló a la corporación municipal conel fin de que se levantara una suscrip-ción destinada a elaborar un monumen-to póstumo al “perínclito hijo de estaciudad”. La idea de Serrano no se ma-terializó y la inquietud por levantar elmonumento debió esperar otro impul-sor. Así, el domingo 11 de abril de 1897,se formó un Comité presidido por elabogado, político e historiador y futu-ro presidente Cleto González Víquez, eintegrado por Carlos Durán Cartín,Máximo Fernández Alvarado, Leonidas

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Pacheco Cabezas, Gerardo Castro, An-drés Venegas García, Jesús MarcelinoPacheco y Francisco Serrano. Este Co-mité emitió una serie de mensajes a laciudadanía, tendientes a financiar lamaterialidad de la representación plás-tica en bronce. (González, 1979: 199)De hecho, la suscripción popular defondos involucró a mucha gente auna-da para rememorar a un pater patriae.Es evidente la percepción que se teníade la imaginería cívica como elementoclave en el proceso de difundir una pe-dagogía histórica colectiva, homogéneay nacional. (Agulhon, 1994 y Gutiérrez,2004) A lo largo de 1897, se formaroncomisiones en las provincias y comar-cas costarricenses, y de esta manera,en poco tiempo, el homenaje escultó-rico a Jiménez Zamora se convirtió enuna empresa patriótica de dimensiónnacional. Al año siguiente, en septiem-bre de 1898, el prolífico escultor vene-zolano, formado en Alemania, EloyPalacios Cabello (1847-1919), recibióel encargo de realizar y fundir la esta-tua para conmemorar a don Jesús Ji-ménez, cuyo coste total fue de 40. 000francos. Un hecho que vale la penadestacar es que, por solicitud del Co-mité Central, el embajador plenipoten-ciario de Costa Rica ante Europa, donManuel María de Peralta y Alfaro, rea-lizó una visita al taller de Palacios conel fin de aprobar el modelo en yeso parasu fundición en bronce. El monumen-to a Jesús Jiménez se exhibió en lamuestra anual de bellas artes del Pala-cio Real de Munich a principios de 1901y posteriormente se trasladó a CostaRica, solicitándose la liberación de losderechos de aduana y muellaje para quepudiera ingresar al país sin trabas le-gales. En la representación estatuaria,de 2,5 metros de altura, Jesús Jimé-nez aparece de pie, retratado fiel y vi-gorosamente, con la mano izquierda so-bre el pecho, lo que sugiere la purezade su conciencia; apoyado con la dies-tra en un grueso libro con una inscrip-ción en caracteres mayúsculos quereza: ‘’SALUS POPULI’’, bajo el cual hay

un pergamino arrollado (posiblementeun acta); ambos elementos descansanen una base en cuyo frente se exhibela serpiente hipocrática (emblema dela ciencia médica y de la prudencia).La escultura-monumento se inauguróal medio día del jueves 18 de junio de1903, seis años después de lanzada laconvocatoria para su erección, en unparque construido sobre la antigua pla-za de la Iglesia de Nuestra Señora delCarmen. (Mata, 1999: 764)

La develización del bronce coinci-dió con la conmemoración de losochenta años del natalicio del Bene-mérito de la Patria. El presidente As-censión Esquivel Ibarra (1902-1906)descorrió el velo que lo cubría al com-pás del Himno Nacional. Los alumnosde las escuelas públicas y del Colegiode San Luis Gonzaga tuvieron destaca-da participación entonando –firmes–el Himno Nacional, con la letra de JuanFernández Ferraz. El recuento de dichaceremonia es emotivo:

Instante sublime aquel en que desco-rrido el velo por el señor Presidente dela República, surge de lo informe la ex-celsa figura del Preclaro Varón. La mul-titud se descubre reverente, honda emo-ción se refleja en su semblante; y fijala mirada en aquella frente ilustre, veen ella, idealizada, la imagen sacrosantade la Patria. El Himno Nacional, ento-nado por bien ensayados coros, coronala apoteosis. (La Gaceta, 1903. Citadoen: Mata, 1999: 141)

Son los escolares y colegiales, a tra-vés de los ritos y las conmemoracio-nes, los que renuevan –al teatralizarlos-la hegemonía política, al promover lasolidaridad efectiva y al reafirmar leal-tades a la nación y al país. Completa-ron el acto multitudinario un desfilede funcionarios estatales y municipa-les e invitados especiales por las prin-cipales calles del casco urbano, unaprocesión cívica a la casa donde nacióel ‘’patriota inmaculado’’, el desplieguedel pabellón nacional, cánticos patrió-

ticos, lectura de discursos y la coloca-ción de coronas florales al pie de laestatua por la niñez y juventud estu-diosa. (Brenes, 2001). La magníficaescultura de unos 2,5 metros de altu-ra, y acorde con la dignidad de un pró-cer de la patria, se sustentaba en laofrenda de toda la nación costarricen-se. Un factor constitutivo de la naciónfue el vínculo emocional, encarnado ensímbolos, valores e imágenes de perte-nencia. Asimismo, al eternizar en bron-ce a los héroes-padres de la patria, secumplía con la función didáctica de losmonumentos. En ese sentido,

... a través de este tipo de simbologíacívica se construye una doble rela-ción en el imaginario colectivo, en-tre la figura de los patricios y los va-lores primigenios de la nación, y en-tre los ciudadanos y los valores re-presentados por la figura escogida.(Fumero, 1998: 7)

Desde el sobrio pedestal de granitoque le fue consagrado a inicios del si-glo XX, la estatua de don Jesús Jimé-nez guarda todo lo que sucede en laciudad de Cartago, mientras el retratoal óleo de este mismo personaje deco-ra el Salón de Expresidentes de la Re-pública de la Asamblea Legislativa. Conesas imágenes plásticas es como hapervivido en el repertorio iconográfi-co nacional.

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MANUSCRITAs

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Archivo Histórico ArquidiocesanoBernardo Augusto Thiel (AHABAT)

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Año: 1823, N° Libro: 24, Folio: 252 v

· Matrimonios de Cartago

Año: 1850, N° Libro: 12, Folios:263- 264

· Fondos Antiguos

Año: 1897, N° Libro: 435, Folios:174 – 175 v

· Archivo Nacional de Costa Rica(ANCR)

Serie: Congreso, Año: 1897, N° Do-cumento: 3540, Folios: 3-3 v

Serie: Guerra y Marina, Año: 1897,N° Documento: 3540, Folios: 3-3 v

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Lizano

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