La nacionalitat Catalana

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enrich prat de la riba la nacionalitat catalana 1906. Livro de Enrich Prat. La Nacionalitat Catalana. Publicado em 1906. Tradução para espanhol. PDF traduzido do original em catalão.

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  • 2ENRICH PRAT DE LA RIBA

    LA NACIONALIDAD CATALANA

    1906

    Traduccin de Jos Javier Martnez

    NDICE

    I. INTRODUCCIN....................................................................3

    II. PROVINCIALISMO Y REGIONALISMO............................7

    III. GNESIS DEL NACIONALISMO....................................13

    IV. INICIO Y DIFUSIN DEL NACIONALISMO..................17

    V. EL HECHO DE LA NACIONALIDAD...............................21

    VI. LA IDEA DE NACIONALIDAD........................................24

    VII. EL HECHO DE LA NACIONALIDAD CATALANA......31

    VIII. EL NACIONALISMO POLTICO...................................34

    IX. EL IMPERIALISMO...........................................................39

    X. CONCLUSIN.....................................................................42

  • 3CAPTULO PRIMERO.INTRODUCCIN.

    Cada ao la naturaleza nos muestra una imagen de lo que es el renacimiento de un pueblo.Cada ao, el invierno detiene la circulacin de la vida, deja desnudas las ramas, y cubre la tierra denieve y de escarcha.

    Pero la muerte es aparente. Las nieves de las montaas se funden, alimentando a los ros queconducen al llano la fuerza acumulada de glaciares y ventisqueros; la tierra siente cmo penetranpor todas sus molculas la humedad amorosa del agua que fecunda; bajo la costra de los heleros y lagruesa proteccin de nieve y escarcha, las semillas se remueven y se agrietan, abrindose para darpaso a la vida que regresa; los viejos muones de los rboles sienten el estremecimiento, elescalofro, que anuncia la nueva pujanza de la savia. Despus el sol alarga los das y entibia el aire;retroceden las nieves a las sierras ms altas, el viento mece los sembrados y las gruesas ramas, apunto de rebrotar; crece el estallido del movimiento, de la vibracin, de la actividad en toda lanaturaleza; e innumerables rumores cantan otra vez el eterno himno de la vida renovada.

    Del mismo modo para los pueblos, el invierno no es la muerte sino la gestacin de una nuevavida. La hora triste de las naciones es aquella en que se lucha contra lo imposible, contra el hadoenemigo, contra la hostilidad declarada de las grandes corrientes universales, que aplastan ydoblegan a los pueblos del mismo modo que el ro fuera de madre a caas y juncos de las mrgenes.

    A principios del siglo XVIII haba comenzado el invierno para la tierra catalana. Se aguantabaen pie todava esperando la hora cercana en la que los leadores de Felipe V convertiran en lea lasinstituciones polticas de Catalua. Pero aniquilada la fuerza social de nuestro pueblo, que era lapoderosa divinidad que deba alimentarles, en lugar de organismos vivos se haban transformado enmiembros fros, paralizados, muertos, que slo se sostenan por inercia.

    La despoblacin, la decadencia del comercio, la anulacin de la marina, haban empobrecidoa Catalua. Las leyes, los funcionarios, la orientacin de las vas comerciales que del Mediterrneohaban pasado al Atlntico, la situacin internacional que haca seores de nuestro mar a los turcosy los piratas argelinos, e impeda la expansin de Catalua con el crculo infranqueable de aquellospueblos brbaros, el desorden administrativo del Estado, las guerras largas y costosas sostenidaspara repeler las imposiciones del uniformismo o las invasiones extranjeras, todo iba en contra de laprosperidad de Catalua.

    Las ideas y los sentimientos que entonces gobernaban el mundo dirigan a los hombres hacialas grandes unidades mecnicas de formacin violenta: clasicismo, regalismo, centralizacin, eranlos ideales nuevos de aquellas generaciones. Todo el poder, toda la razn de ser y de vivir de lospueblos estaba en los reyes, que concentraban y absorban en su persona el Estado y la nacin y lapatria. Los reyes eran seores de los sbditos y casi propietarios del territorio nacional, su voluntadley suprema del pas. La Reforma, debilitando el poder social de la Iglesia; el predominio delclasicismo, fortaleciendo el poder feudal de los soberanos mediante el ejemplo y las leyes delimperio romano, contribuyeron vigorosamente a preparar aquella poca de esplendor de lamonarqua, en la que los pueblos caen bajo los pies de la majestad real que pasa.

    El rey era todo en la vida nacional; los pueblos y sus necesidades, intereses y aficiones noeran nada. Toda la fuerza perteneca al rey, y de l vena: el consejo de la cmara real gobernaba lanacin; la ciudad en la que el rey estableca su palacio se converta en la capital de la nacin; lalengua que el rey hablaba, la ley civil que el rey segua, las costumbres locales de las que el rey

  • 4participaba o en las que intervena, eran la lengua, el derecho y las costumbres por excelencia, lasformas tpicas del lenguaje, de la vida jurdica, de la vida social. Lo que no se acomodaba o sediferenciaba, era la excepcin, la particularidad, el privilegio, que se toleraba pero que antes odespus tena que desaparecer.

    Pues bien, esta gran fuerza de la monarqua estaba tambin en contra de Catalua. Por laprocedencia del linaje en el que radicaba el poder real, por la tendencia natural de todos los poderesfuertes a abusar de su fuerza, por la resistencia de Catalua a las invasiones de la monarquaabsoluta y su adhesin a las libertades populares, por la nacionalidad de las familias que larodeaban, y de los agentes y funcionarios de los que principal y casi exclusivamente se serva, lamonarqua fue en Espaa un poderosos factor de anulacin de Catalua. Nuestra tierra, que en untiempo haba sido el principal instrumento de la poltica de los reyes de Aragn, qued excluidapoco a poco del gobierno. Lleg una poca en la que no se encuentra ni un cataln al frente deescuadras y ejrcitos, ni en el gobierno de provincias y colonias, ni en los Consejos de la Coronaque decidan la paz y la guerra y hacan las leyes de las que dependa la prosperidad o la desgracia.

    Catalua pobre, sin comercio, sin industria, Catalua sin direccin poltica autnoma, quedtambin sin cultura propia, sometida a la cultura de la Corte, tributaria de la cultura castellana.Boscn escribe en castellano sus composiciones poticas; Pujades publica en castellano la crnicaque haba comenzado en lengua catalana; en castellano escribe sus Anales Feliu de la Penya; encastellano los galanes componen sonetos y madrigales a las damas en las reuniones de la noblezaprovinciana; y ha de considerarse como llanto, como queja, la serie estril, lastimosa, de lospanegricos de la lengua catalana.

    Las escasas manifestaciones de nuestra cultura en esa poca, aunque rgidas y forzadas, soncastellanas. El ideal que entonces devena, el futuro que se haca presente, era un ideal deasimilacin a la lengua y culturas castellanas, que llegaban a Catalua con un estallido esplndido,con la gloriosa aureola, con el prestigio irresistible de la augusta, sacra, cesrea y catlica majestadde la corona. Cuando en 1714 caiga el ltimo baluarte de las libertades polticas, ya laintelectualidad catalana haba adoptado el castellano como lengua vulgar de la cultura, comoposteriormente haba de adoptarse en todos los actos de la vida pblica, y como ms tarde haba deconvertirse en la nica lengua escrita de nuestra tierra.

    Pobre, sin accin poltica, sin cultura propia, sometida al gobierno, a la lengua, a la direccinsocial de otro pueblo, Catalua perdi el conocimiento de la propia personalidad, y devino enprovincia. Almas escogidas conservaron siempre el recuerdo del pasado, y mantuvieron la protestapasiva contra el presente, pero permanecan silenciosas, aisladas y, al final, hasta en aquellosespritus clarividentes, se borr la conciencia reflexiva de la colectividad, quedando slo, de formaespecialmente acentuada, el mismo sentir inconsciente de la masa.

    El otoo haba acabado, el invierno proyectaba su sombra sobre la tierra catalana.

    Pero no son simtricas las transformaciones de los pueblos. Comienzan por los crculossuperiores de la vida nacional y, despus irradian en ondas concntricas hasta las capas sociales msprofundas, que son tambin las ms fuertemente insertas en la costumbre, las ms resueltamentecontrarias a las innovaciones, a las mudanzas. La transformacin se ha consumado virtualmentecuando todos los centros propulsores de la vida nacional sienten el nuevo impulso, porque cadacentro propulsor, fatal, necesariamente, transmite el impulso recibido en irradiaciones indefinidas atodo el sistema social del que es centro. Pero, a menudo, cuando el impulso del nuevo ideal est entrance de transmitirse, y todava no ha llegado a las ltimas capas sociales, cuando ya una nuevacorriente comienza a hacer vibrar el centro propulsor; y todava estn llegando a la periferia losprimeros impulsos, cuando el impulso de aquella nueva corriente ha comenzado un nuevo procesode irradiacin.

  • 5As se produce en los renacimientos un fenmenos que desorienta y confunde a mucha gente:avanzan simultneamente dos impulsos contradictorios en grados diferentes de la escala detransmisin. De este modo, hoy, en Catalua, la corriente descatalanizadora, por el empuje recibido,est concluyendo su accin en las periferias de la vida catalana, cuando ya en las elevadas cimas lanueva corriente esparce su accin catalanizadora. Coexisten, por tanto, un proceso de catalanizaciny uno de descatalanizacin, los dos en movimiento, activos: uno trabajando alrededor de loscrculos superiores, otro expulsado de lo alto que hurga por la periferia1. Es natural, entonces, que almismo tiempo que se restauraba en los Juegos Florales la lengua catalana, la gente abandonaba laescritura en cataln; que cuando Verdaguer publicaba en cataln L'Atlntida, las familias humildesconsideraban un insulto, una ofensa, que se les escribiesen en cataln las cartas2; que aumentaronlas disposiciones ministeriales de carcter centralista en plena efervescencia de las campaasnacionalistas. Es natural, es lgico; lo que no es natural ni lgico es el pesimismo o el argumentarcontra las nuevas doctrinas3. Aparentemente, parece que avanza ms la corriente que gana a lasmultitudes. Pero no es as. Lo que llega a la masa es la corriente que muere; la que verdaderamenteavanza y triunfa es la que domina en las cimas, en los centros de impulsin, en los crculospropulsores de la vida nacional.

    Cuando los turcos se enseorearon de Constantinopla, y cuando Coln descubri Amrica, seconsumi virtualmente el derrumbe econmico de Catalua; a pesar de la resistencia de nuestratierra, el impulso de estos hechos transcendentales, lentamente, acabaron con la prosperidad deCatalua. Cuando Fernando el Catlico, con la unidad espaola, hizo omnipotente a la monarqua,quedaron virtualmente destruidas las libertades populares: no habamos llegado an a Villalar, alcadalso de Lanuza, o al Decreto de Nueva Planta, pero llegaramos fatalmente; porque slo lavoluntad del rey sostena las libertades y, si la voluntad del rey las mantena, la misma voluntadpoda derribarlas. Cuando Felipe II hizo de Madrid la Corte de Espaa, virtualmente quedconsumado el sometimiento de Catalua al pensamiento y direccin del pueblo castellano: largaser la resistencia, pero desde entonces la invasin ha continuado fatalmente y todava hoy continaen el seno de nuestra patria renacida.

    En el corazn mismo de aquel invierno comenz la nueva vida. Siendo fecunda la simienteenterrada en sus entraas, la tierra va a fecundar el espritu cataln al que el mal tiempo haba hechoguarecerse.

    La tierra es el nombre de la patria, la tierra catalana es la patria catalana: todas lasgeneraciones lo han sabido, todas las generaciones la han consagrado. La tierra de los padres queguarda los despojos de nuestros muertos y guardar los nuestros y los de nuestros hijos, es la tierraviva de las generaciones que son, los pechos nunca secos que alimentarn a las generaciones quevendrn, como han alimentado a las generaciones pasadas.

    Cuando Catalua qued pobre y sometida, cuando se convirti en una provincia, el espritucataln, expulsado de las alturas, aguard enterrado en lo profundo de la tierra, a que volviese elbuen tiempo para germinar, crecer, florecer y fructificar con orgullo. Las gentes unidas a la tierrapor tradicin, por amor, por necesidad para vivir, fueron el claustro materno donde el espritucataln se resguard, y donde sinti el primer impulso de brotar y crecer.

    La tierra, depsito grandioso de la vida nacional, concedi a la patria elementos sucesivos deprosperidad y de fuerza. En los viejos siglos de la Edad Media nutri a las ciudades y las villas, yPor medio de una corriente constante, nunca truncada, proporcion a la clase burguesa y menestral

    1 Es muy expresiva la redaccin original, en la que se opone obrant y furgant. (N. del T.)2 Me ocurri a m al escribir cartas en cataln el ao 1886.3 Ma y Flaquer, al no haber percibido esto, argumenta contra el catalanismo por haber cada vez ms Juanitos y

    Pepitos en lugar de Josephs y Joans, por no ponerse la y entre los apellidos paterno y materno, etc. Antesdeca cuando no se hacan asambleas catalanistas, ni diarios en cataln, ni tantos libros y poesas, ramos mscatalanes.

  • 6de villas y ciudades la sangre sobrante de la tierra.

    Mientras aquella vanguardia de la tierra, mientras los burgueses y los menestrales cumplan lalabor social de enriquecer a la patria con el comercio y el trabajo de los talleres, y la obra pblica deacordar con la monarqua las libertades populares, y bullan en ayuntamientos, Cortes yParlamentos, una transformacin en el campo iba a consolidarse: la redencin de los campesinos, latransformacin de una muchedumbre de esclavos en propietarios de la tierra.

    Hasta entonces el campesinado haba nutrido al tercer estado desintegrndose, abandonandosu localidad hacia las poblaciones cercadas, y adoptando las profesiones ciudadanas. Pero ahora yano. Ahora los campesinos entran en la vida pblica, en el tercer estado, todos juntos, sin dejar lamasa ni la tierra donde haban vivido entre alegras y penas sus antepasados. Entran en plenootoo, en plena decadencia de la cultura catalana, cuando la aristocracia comenzaba a fundirse en elsol de la monarqua, cuando la burguesa desgastada por largas luchas perda el nervio de su fuerza,la riqueza, como consecuencia de peores condiciones econmicas. El campesinado se posicionar,con toda su energa, del lado de las instituciones catalanas en las grandes crisis del siglo XVII yprincipios del XVIII y, retirada tras aquellas sus primeras batallas, ha sido en los tiempos modernosel soporte vigoroso de los movimientos fueristas, antes de volcarse a las reivindicacionescatalanistas, y de dar a la causa de aquellas reivindicaciones los hombres que las han formulado,ensalzado y organizado.

    La insercin de los campesinos en la vida pblica catalana fue el inicio del renacimiento. Lafuerza acumulada de tantas generaciones no poda permanecer mortecina. Los segundonesemprendedores de las masas renovaron y fortalecieron con sangre nueva la poblacin de villas yciudades. La tierra no daba para ms, y en cada generacin una avalancha de jvenes tena quemarchar a las poblaciones mayores, y se encontraba all con los talleres parados y con los puertossolitarios. Entonces sintieron irresistible el deseo de marchar a la lejana y paradisaca Amrica. Nose pensaba ya en el pasado, se piensa en cualquier cosa nueva, en cualquier cosa que no pudierondisfrutar los burgueses de los buenos tiempos de Catalua, y la fermentacin de la idea estalla al finante el rey en las Cortes de Barcelona.

    Fue en los primeros aos del siglo XVIII, en las ltimas cortes ordinarias de Cataluapresididas por el mismo rey que ms tarde haba de destruirles, por Felipe V, el fundador de ladinasta borbnica. Es entonces cuando se siente en las entraas de la tierra catalana aquel primerimpulso de renacimiento: en plenas Cortes los representantes de las ciudades y villas catalanasreivindicaron para los catalanes el derecho de comerciar con Amrica. En aquel momento unanueva era comienza para Catalua, nuestra era, el renacimiento.

    Tardarn todava muchos aos nuestros antepasados para conseguir la victoria en esta primerabatalla; tendrn que pasar todava por los martirios de una guerra destructora y por la humillacinde perder las ltimas libertades polticas, pero ya desde entonces el renacimiento se ha iniciado, ylenta, suavemente, al modo de las evoluciones de la vida, llegarn, una tras otras, las grandes fasesdel renacimiento cataln, superponindose al modo de los estratos geolgicos sobre el granitoinconmovible de la tierra: primero, el perodo industrial, la actividad econmica, la riqueza;despus, la renovacin histrica, la literaria, la artstica; posteriormente, el despertar de laconciencia reflexiva del ser nacional; por ltimo la fase poltica, la creacin de un organismopoltico de la nacionalidad, que es la tarea actual, el florecimiento de la voluntad de nuestrorenacimiento integral.

  • 7CAPTULO II.PROVINCIALISMO Y REGIONALISMO

    Consideremos un momento la evolucin de la conciencia colectiva de la tierra catalana desdeaquellos tiempos ya lejanos en los que Catalua se haba convertido en una provincia, hasta elmomento actual. Comienza con un plido provincialismo, dbil y vergonzante protesta de la grandiferenciacin latente que pugna por manifestarse. Es el primer paso, el balbuceante tanteo de lavoz, que por primera vez comienza a pronunciar una palabra. Predominaba entonces la concepcinpuramente mecnica del Estado y de la organizacin social: el Estado era una mquina, algoiborgnico, inanimado, como un conjunto de piezas de hierro, de ruedas y de correas que unavoluntad mueve y combina a su gusto; era la clsica nave de las comparaciones retricas, el Estado-cuartel, uniforme, gris, con sus largas ringleras de ventanas siempre iguales, morada del hombre-nmero, del hombre reglamentado, asl que mueve y gobierna una voluntad externa en lugar de supropia voluntad.

    En esta concepcin del Estado, la provincia no posee sustancia propia, no es nada, nisolamente una parte; es un trozo, un fragmento. El verdadero provincialismo se encuentra bien enaquel estado, quiere mantener y poseer en toda su plenitud los distintivos de la provincia; luchadesesperadamente , como en La Corua hace unos aos, para que no le quiten una capitana general,para que no lo quiten una audiencia, o no le dejen sin una u otra comandancia, escuela militar ofbrica de tabacos.

    El provincialismo en Catalua no ha tomado nunca esta forma. Nuestros antecesores de losprimeros tiempos del renacer cataln lo mencionaban, ciertamente, pero pusieron la semilla de unespritu que es precisamente la negacin del provincialismo. El provincialismo de Catalua, glosadopor Balmes y por los primeros presidentes de los Juegos Florales restablecidos, es unprovincialismo repleto de reivindicaciones radicales, que defiende, no lo que nos une y asimila msal Estado, sino el mantenimiento de las caractersticas existentes, aunque a menudo se trate detardas persistencias de un rgimen general modificado en las dems provincias. El ttulo que seaduce es el amor o adhesin de los catalanes, y el amor de stos a las cosas de su provincia selegitima en el aforismo: No puede estimar la nacin quien no estime su provincia, sntesis de lateorizacin total del provincialismo.

    No exista todava conciencia de una diferenciacin fundamental: las diferencias eran detalles,excepciones, fueros o privilegios ms o menos disculpables y comprensibles. Nuestros clsicos4 sonlos clsicos castellanos, la lengua castellana es nuestra lengua, nuestra historia es la historia deEspaa, los reyes castellanos son nuestros reyes, Covadonga es el primer grito de nuestrareconquista, los grandes hombres y las grandes obras de la civilizacin castellana, nuestros grandeshombres y nuestras grandes obras. El cataln o lemosn, lengua materna en ocasiones, dialecto otrasveces, no les significaba gran cosa; y el derecho civil cataln, derecho foral o municipal, fuedesnaturalizado por la ley hipotecaria sin causar protestas, como tampoco las haba provocado elprimer intento codificador. E incluso cuando ms tarde surgieron algunas voces en su defensa, seaducan razones de oportunidad, pero se inclinaban a aceptar como una verdad irrebatible quehabran de terminar por desaparecer para dejar sitio al derecho general o comn, es decir, al derechocastellano.

    Toda la apologa de esta fase de nuestro renacer, parta de aquello tan repetido de que paraamar la nacin, se ha de amar la provincia, sofisma hueco que slo engaaba a los catalanes que lo

    4 En castellano en el original. (N. del T.)

  • 8utilizaban, y que les serva para justificarse a ellos mismos la viva contradiccin que lesatormentaba.

    Los dems no se engaaron, no. Porque cmo iban a creer las gentes verdaderamenteespaolas que, para amar ms la lengua castellana, deban estudiar, cultivar y amar antes lacatalana; que la existencia de nuestras particularidades jurdicas iba a hacernos apreciar ms elderecho comn5, cabalmente basado en principios contrapuestos a los nuestros; que volcndonos enel gtico y el romnico de nuestros monumentos, sentiramos una creciente devocin por laAlhambra o la Giralda; que, enamorndonos de las instituciones catalanas, crecera nuestra adhesina las instituciones de Estado, basadas en principios, tradiciones y leyes que son negacin de losprincipios, leyes y tradiciones que informan las nuestras?

    Todo esto es aplicable cuando se considera a Catalua como una provincia, y porprovincialismo la aficin o el amor a las cosas de Catalua. Por que de las verdaderas provincias noes preciso tratar, ni se han tratado nunca de ellas entre nosotros. Qu son sino una divisinarbitraria que no alcanza siquiera a tocar la epidermis del pas? Cmo va a influir en el amor a lanacin la valoracin de unos cuantos kilmetros de carretera, la capitalidad de una audiencia o elalojamiento de algunos batallones? Qu puede surgir de semejante provincialismo sino unaridcula parodia del verdadero patriotismo, del patriotismo sagrado que conduce al sacrificio de lavida, cuanto ms por unas miserables migajas del banquete burocrtico?

    Fue haciendo camino el amor a la lengua catalana, el estudio de la historia propia, la adhesina derecho civil. Las costumbres patriarcales de la familia catalana, la milenaria barretina, todo lotpico y especial de nuestra tierra, inspir a los poetas que lo contemplaban en la sagrada hora de ladeclinacin, en la claridad embellecedora del crepsculo. Prosigui la bifurcacin del almacatalana, que continuaba teniendo por suyo y propio todo lo que el pueblo castellano haba idoconsiderando como lo solo espaol, pero comenzaban ya a no pedir perdn por ser catalanes. Alhablar de nuestra lengua, de nuestro derecho, de nuestro teatro, tratando de la lengua, del derecho,del teatro de Castilla, ya no se excusaban como de una falta por disponer tambin de una lengua, deun derecho, de una literatura propia. Admitan la monstruosa coexistencia de las dos culturas, de lasdos psicologas sobrepuestas, abajo y arriba, y hasta queran encontrarle un fundamento.

    El fundamento que, de boca en boca o de pluma en pluma, ha llegado hasta hoy es la armonade la unidad y la variedad. Argumento espigado de los campos de la esttica alemana, injertado consabor teolgico por analogas prximas al dogma catlico de la Trinidad, no produca sino una vagay estril poetizacin. Tanto que quera probar, y no probaba nada. Qu era uno, qu era vario? Y encada elemento, hasta dnde ha de llegar la unidad, dnde ha de comenzar la variedad? El principiode la variedad en la unidad no nos dir, por ejemplo, si ha de haber una sola ley civil en todo elEstado, y, admitiendo excepciones, no nos ensear qu materias han de reservarse a la ley comn,y cules a la ley foral, ni si sta ha de comprender ste o el otro territorio. Para resolver estos puntoshabramos de recurrir a razones de tradicin, econmicas, de oportunidad, que con otras razones delmismo tipo podran ser contradichas. La variedad en la unidad no nos servir de nada.

    Muchos catalanes, no obstante, se han dado apoyo para subir y alcanzar nuestro renacer, yaque es una vieja costumbre humana buscar razones que legitimen sus sentimientos o sus deseos.Buen provecho les habr producido con esta venerable muleta, haber acompaado a toda unageneracin por los caminos de la patria, y haberle ayudado a subir un escaln ms. Pero nosatisfaca a los entendimientos inquisitivos, ni satisfaca los sentimientos cada da ms vivos, y a lasaspiraciones cada da ms definidas.

    Las teoras orgnicas esparcidas actualmente por la escuela histrica, por el krausismo y porel positivismo, proporcionaron los materiales para la nueva teora, ya nacida en la tierra firme de lapersonalidad. La percepcin de la sociedad como un ser orgnico, y la de sus grandes divisiones

    5 En castellano en el original. (N. del T.)

  • 9internas como sus rganos, es el primer paso, que se perfeccionar despus al aplicar la doctrina delas personas morales a las sociedades polticas y administrativas, haciendo esa gradacin de crculosconcntricos que, comenzando con la familia, pasa por el municipio, la comarca, la provincia oregin y la nacin, y se disuelve en la humanidad. De todas stas, cada sociedad es una persona, ycada persona tiene sus derechos.

    Pero ni los conceptos de organismo y rgano requeran suficientemente los de unidad yvariedad, por la misma vaguedad metafrica de la sociedad y de sus divisiones interiores, nisatisfacan las aspiraciones catalanas. La parte est sujeta y subordinada al todo, el rgano alorganismo. Invocando el supremo inters de Espaa (organismo total), poda exigirse el sacrificiode lo privativo o especial de Catalua: riqueza, lengua, costumbres, instituciones... y el sacrificiopoda llegar hasta la amputacin. Y cmo negarse, aceptando semejante teora, a no ser porrazones de oportunidad y conveniencia, es decir, con diagnsticos razonados que confirman elderecho del Estado a imponernos semejante sacrificio?

    Del organismo nico Espaa con rganos regionales, traduccin literal en el lenguaje de modadel principio de la unidad y la variedad, surgi la concepcin de varios organismos, de variasunidades orgnicas ms o menos interrelacionadas, pero con personalidad propia, expresadasgrficamente por medio de los crculos concntricos. Pero tampoco encontramos la verdad que sebuscaba con los crculos concntricos. La ley de crecimiento del sentimiento en que sefundamentaba, es una falsedad: que disminuya en fuerza, en intensidad, a medida que gana enextensin es cierto en ocasiones, pero falso en otras: el hombre ama ms la familia que elmunicipio, el municipio ms que la comarca, pero ni la comarca, ni el municipio, ni la provincia seaman tanto como la nacin. Para salvar a la patria los rusos incendiaron Mosc, y las ciudades yvillas sacrificadas al bien supremo de la nacin, como la buena villa de Perelada, patria de nuestroMuntaner, son innumerables.

    Por otro lado, la familia y el municipio tienen contornos bien definidos: son unidades, sonpersonalidades que se sabe donde comienzan y donde terminan. El unum a se et divisum ab aliisque constituye la individualidad, define claramente la suya, no con aquella separacin absoluta conque se distingue un hombre de los otros, pero lo suficientemente marcada para hacer imposiblecualquier confusin. No ocurre as con las dems personas morales citadas. Salvo la provincia en suacepcin administrativa, creacin arbitraria del poder sin efectividad social ni diferenciacinintrnseca, pero con lmites bien detallados desde el mismo momento de su constitucin, salvo laprovincia en este sentido puramente legalista, dnde comienza y dnde acaba la comarca, la reginy la nacin?

    En el cerebro puramente nominalista de muchos autores de derecho, el asunto no presentabaninguna dificultad. Al modo de algn legislador espaol que pensaba hacer regionalismo bautizandocon el nombre de regin a las actuales provincias, en un tiempo se imagin hacer federalismodiciendo estados, haciendo estados de igual modo que los juzgados de primera instancia einstruccin6, las regiones igual que departamentos o provincias, y todo por medio de laproclamacin dogmtica del Estado infalible; y la nacin es el cuerpo mismo del Estado, el Estadomismo en su conjunto de gobernantes y gobernados.

    En Catalua la teora abstracta tena ante s la realidad viva. Por eso de deja de lado lacomarca como entidad secundaria y la nacin que se consideraba sinnimo de Estadoindependiente, y todo el esfuerzo de la elaboracin doctrinal se concentr en la provincia histrica,tradicional, viva, es decir, en la REGIN. Era posible al principio hablar de provincia, refirindosea nuestra tierra, cuando todava estaba fresca la antigua divisin que haca de toda Catalua una solaprovincia, pero ms tarde, cuando la provincia no sea Catalua sino una entidad administrativaarbitraria, comenz a sonar la palabra regin que acabara por ser universalmente admitida: y la

    6 En castellano en el original. (N. del T.)

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    regin era el antiguo principado de Catalua.

    Con la fase regionalista la bifurcacin del alma catalana desapareci. Desde el regionalismoincipiente, ms social que poltico y administrativo, de los publicistas conservadores, que abrazadosa la tradicin catalana continuaban subordinndola a la tradicin espaola, casi siempre consideradasuperior como encarnacin del principio monrquico, hasta el regionalismo poltico yadministrativo de aspecto federal, el ciclo de modalidades y matices pas del dualismo psicolgicoa la afirmacin unitaria de la personalidad catalana, levadura del nacionalismo.

    Con tantos tipos de matices, fue ste un verdadero perodo catico, caracterizado por susincoherencias, contradicciones y vaguedades, con la absoluta coexistencia de todas lasconcepciones y doctrinas, como si todas quisiesen hacerse actuales para contribuir al advenimientode la sntesis.

    El primer esfuerzo por alcanzarla, y potente intento de esplndido alcance, fue la teora deAlmirall, surgida al mezclase la corriente formalista, externa, exclusivamente jurdica delfederalismo, con la otra fecunda del sentimiento cataln alimentado por la corriente histrica yliteraria. Pareca llegado el momento de que el principio sustantivo se encarnase tomando formatangible, pero no, no se produjo la encarnacin sino la yuxtaposicin; los dos elementos no sefundieron, marcharon juntos pero separados como el aceite y el agua.

    En el gran libro de Almirall sobre el Catalanismo, se pueden separar todos los captulos de laprimera parte, verdadera exposicin y defensa emprica del catalanismo, de los dems del libro enlos que se establece la teora particularista y se aplica al problema cataln. Los primeros nonecesitan a los otros, ni les sirven para nada. Fueron incluidos en un mismo volumen, pero no en unnico sistema o concepcin doctrinal. Son dos construcciones distintas, con un mismo envoltorio yun nico nombre encima.

    En la parte destinada al Catalanismo, con algunas originalidades en la exposicin dignas dedestacar, no hace ms que recoger las ideas que sobrenadan en crculos y listas de literatos,historiadores y artistas. Su obra personal, propia, es la otra, es el sistema particularista7.

    La libertad dice es el mayor bien del hombre, pero no puede ser absoluta a causa de lacoexistencia social, que provoca las limitaciones que armonizan la de unos con la de los otros. Elmejor sistema poltico es aquel que permite una mayor libertad reduciendo al mnimo suslimitaciones. La libertad representa el principio individual, la igualdad el social o colectivo; laprimera, la variedad; la segunda la unidad; con una nos acercamos al polo de la anarqua en elsentido de gobierno mnimo, y por la otra nos aproximamos al autoritarismo. La libertad francesa esigualdad, absorbe o destruye las variaciones, nivela, aplasta; la libertad inglesa es la verdaderalibertad, es el self-government, o gobierno de s mismo, reconocido a los hombres, a lascorporaciones, a los municipios, a todas las entidades sociales: es el principio de la autonoma. Enel self-government se encuentra el mximo de libertad con el mnimo de limitaciones. Laorganizacin poltica que realiza sistemticamente este ideal es el Estado compuesto, formado porEstados pequeos, asociados o federados en una soberana propia para la vida interior de cada uno,y una soberana delegada para la representacin exterior, guerra y marina, vida comercial, derechosindividuales, comunicaciones, moneda, pesos y medidas; Estado compuesto que fomenta lavariedad, y con la variedad la lucha, y con la lucha el progreso, sumando todas las ventajas de losEstados pequeos con la fuerza y ventajas de los grandes Estados.

    El fallo capital del sistema particularista es el mismo del federalismo: no nos dice quentidades han de formar pequeos Estados, ni cuales se han de constituir en federacin, ni sepreocupa del criterio con que ha de hacerse esta seleccin. Nos da un procedimiento de unin o de

    7 Lo Catalanisme, Barcelona, 1886.En 1879 Almirall todava usaba el trmino provincialismo. En Los Fueros deCatalua se utiliza la palabra regin aplicada a Catalua, pero despus no habla de regionalismo hasta la Memoriaen defensa de los intereses morales y materiales de Catalua (1885).

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    separacin segn se aplique en sociedades unitarias o en sociedades independientes, pero no nos daningn criterio para saber lo que se ha de unir o lo que se ha de separar, cundo procede lafederacin que une lo separado, cundo procede la federacin que separa lo que est unido.Particularismo y federalismo hacen siempre lo mismo: nos proporcionan el contrato, pero descuidanlas partes contratantes que han de firmarlo.

    Como un detalle secundario, incidentalmente, al aplicar su teora a Espaa, dice y es detodos los escritores del perodo regionalista el que es explaya ms que los Estados miembros delEstado compuesto deberan ser las grandes regiones, las que haban sido reinos independientes:Castilla, Len, Galicia, Mallorca, Catalua, Aragn, Valencia, Asturias, Navarra... Y tambin comopostulado indiscutible lo entienden los catalanistas de la corriente histrica y literaria, llevados omantenidos en aquel prejuicio, al igual que en el regionalismo federalista, por ejemplo de lamonarqua federal aragonesa. Ni la sombra de una duda empaaba la conviccin de ambos.

    Y sin embargo, un pequeo empujn la har caer. Un principio elemental de toda clasificacines unir lo parecido, separar lo diferente, y cuando hay diferentes gradaciones de semejanzas ydiferencias, han de corresponderles gradaciones en la clasificacin. Entonces, poner comomiembros de una nica divisin Castilla, Catalua, Valencia, Galicia, Len, Vizcaya y Andaluca,sin tener en cuenta las mayores o menores diferencias que unen o separar a unas de otras, esinsostenible. Por qu Extremadura y no La Mancha? Por qu Asturias y no La Rioja?

    Son grandes, totales, irreductibles, las diferencias que separan Castilla y Catalua, Catalua yGalicia, Andaluca y Vasconia: las separa, sin profundizar ms, lo que ms separa, lo que haceextranjeros a unos hombres de otros, lo que, segn deca san Agustn en tiempos de la gran unidadromana, nos hace preferir a la compaa de un extranjero la de nuestro perro, que al fin y al cabonos entiende ms o menos: les separa la lengua8.

    En cambio, cmo se justificar la separacin en dos cuerpos diferentes de Castilla y Len, deCastilla y Len y Extremadura y Andaluca? Cmo buscar las diferencias, y sobre todo dndeencontrarlas? Qu quedar, tras un buen examen, si no un sombrero calas o unos calzonesdeterminados?

    No es un motivo intrnseco, sustancial, surgido de la naturaleza de las mismas sociedadesunidas o separadas; el motivo que las une o separa es externo a ellas, e independiente de ellas: esuna supervivencia.

    Los hechos consumados amarran en tal grado a los hombres, pesan tanto sobre su espritu, quela existencia separada en un Estado ms o menos independiente ya en el corazn de la Edad Media,todava sugestionaba a nuestros reformadores en pleno siglo XIX. El principio bsico declasificacin era ste. Se hablaba de Castilla, Len, Aragn, Catalua, Asturias, Mallorca, por habersido estados independientes o grandes provincias con abolengo: por nada ms. No haba ningunaotra razn. ste era el gran ncleo, fundamental, del regionalismo. Cuando los unitaristas hablabande retroceso, de atavismos, y aducan el hecho del Estado, de la existencia unitaria de Espaa comoargumento supremo, tenan razn. El Estado vivo pesa ms, mucho ms que una serie de Estadosmuertos.

    Por eso, como si notasen la inconsistencia de su posicin, daban al mismo tiempo argumentosfundamentados en consideraciones tnicas, lingsticas, argumentos desbalazados que suponan unconcepto tnico de la regin, siempre contradicho en las aplicaciones prcticas que hacan en lasregiones espaolas.

    8 San Agustn, La ciudad de Dios, XIX, VII: Porque cuando los hombres no pueden comunicar entre s lo quesienten, slo por la diversidad de las lenguas, no aprovecha para que se junte la semejanza que entre s tienen tangrande de la naturaleza; de forma que con mayor complacencia estar un hombre asociado de un perro que con unhombre extranjero. (N. del T.)

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    Estos argumentos, no obstante, son lo mejor de la obra de los tericos regionalistas, y conellos y por ellos fueron precursores y coadyuvantes del futuro nacionalismo. Almirall no omiti ladiferenciacin profunda entre lo que llama el grupo castellano y el grupo cataln, y escribi sobreello hermosas pginas. Y todos los escritores de aquel perodo y del anterior perodo provincialista,desde los precursores como Balmes, que al pasar el Ebro se reconoca ms extranjero que al pasarlos Pirineos, hasta los que como Ixart escriban fuera del movimiento poltico cataln, todos en unou otro momento sintieron presente en su espritu aquella realidad trascendental.

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    CAPTULO III.GNESIS DEL NACIONALISMO

    En medio de la revuelta incoherencia del movimiento cataln, marchaba siempre con pasofirme y orientacin segura un grupo de catalanes, pequeo al principio como un hilo de agua quemana del ventisquero, que proferan palabras extraas, incomprensibles, en el corazn de nuestraajetreada sociedad. Eran los romnticos, los sentimentales, los que rean y lloraban, eran los queamaban. Y el amor no se engaa nunca; por eso no se engaaron. Alrededor de ellos, polticos yabogados parloteaban sobre el provincialismo, la descentralizacin, el federalismo, el regionalismo;ellos repetan humildemente la palabra del tiempo, pero en aquella palabra incluan siempre lomismo, incluan Catalua.

    Eran los enamorados de la lengua catalana, por la que lloraban al verla humillada ydescompuesta, de aquella lengua que buscaban por valles y montaas, registrando la memoria delpueblo y las obras de las generaciones pasadas; eran los pacientes examinadores de pergaminos,vueltos siempre al pasado en el que vean una Catalua libre, fuerte, grandes; eran los copistas decanciones, los escudriadores de viejas piedras, los fervientes admiradores de catedrales ymonasterios, en busca del oro puro de la tradicin catalana.

    Unos decan que la lengua era la patria y la proclamaban reina, y la mostraban cubierta por unmanto formado de pueblos, cortado por la espada de gran rey don Jaime; otros sostenan que lo quehace a los pueblos es la historia y se volvan hacia los buenos tiempos de la nacin catalana; y otrosms queran que fuese la literatura, el arte, las costumbres... Y todos tenan razn, todos a la vez.

    De sus cantos y pergaminos, infolios, colecciones y fotografas surga la afirmacin capitaldel ser de Catalua. Pero no era suficiente. La obra estaba incompleta. El ser de Catalua seguainserto como los plipos del coral, al ser castellano. Era una unidad, pero no se daban cuenta de loque les separaba de los dems. No vean la separacin, no la sentan. La fuerza del hbito, delambiente y de la educacin creaban en el espritu de muchos de ellos un poso extrao, una segundanaturaleza superpuesta formada por elementos exticos, que les impeda ver con total nitidez lapropia obra, los propios sentimientos. Lloraban los males de la lengua catalana y en su casahablaban en castellano; enviaban a los Juegos Florales hermosas composiciones maldiciendotrgicamente los males de Catalua, y fuera de los Juegos se olvidaban de Catalua y se aliaban consus enemigos, con los que la dominaban; el Estado exista en su alma, como exista en la de lospolticos regionalistas de aquellos tiempos, no como un Estado, sino como una realidad social otnica viva, en la que la verdadera sustancia era la modalidad tnica castellana.

    Era preciso acabar de una vez con esa monstruosa bifurcacin de nuestra alma, era necesariosaber ramos catalanes y que slo ramos catalanes, sentir lo que no ramos para averiguarclaramente, profundamente lo que ramos, lo que era Catalua. Esta obra, esta segunda fase delproceso de nacionalizacin catalana, no la va hizo el amor, como la primera, sino el odio.

    Con frecuencia, desde los primeros movimientos del alma catalana renacida, las acciones deadoracin iban acompaadas por reproches a los causantes de las desgracias de la patria, deacusaciones embozadas, de inocentes amenazas, y con el paso de los aos predomin estatendencia. La obra de reconstruccin tropezaba siempre con el mismo obstculo, los males deCatalua procedan siempre del mismo origen; golpearon con insistencia las paredes de la prisin, ybrot la protesta, potente, exaltada y vibrante. La fuerza del amor a Catalua, al chocar contra elobstculo, se transform en odio, y dejando de lado elegas y odas al terruo, la musa catalana, con

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    trgico remonte, maldijo, imprec, amenaz9. La reaccin fue violenta: con aquella justicia sumariade los movimientos colectivos, el espritu cataln quiso resarcirse de la esclavitud pasada, y no noscontentamos con reprobar y retar a la dominacin y a los dominadores: extremamos la apologa delo nuestro, rebajamos y menospreciamos todo lo castellano, del derecho y del revs, sin ningunamedida.

    Pero de esta afirmacin y de esta negacin surgi bien definida Catalua, no en sus contornosfsicos como entidad territorial, sino en su fisonoma moral, en su ser psicolgico. La obra de estoshombres no fue una teora ni una doctrina ni solamente un programa; fue un sentimiento, elsentimiento de patria, el catalanismo, que contena, como la simiente contiene al rbol, el programay la doctrina y la teora. Slo se requera de tierra nueva para plantarlo, y que nosotros le diramosnuestros corazones vrgenes de cualquier otro sentimiento, nuestros cerebros sedientos de nueva luz.

    ste es el origen de nuestra doctrina. No son los equilibrios ms o menos engaosos delfederalismo; no son imprecisas descentralizaciones que tanto nos ofrecen; no son la bondad y labelleza de nuestras costumbres, ni lo ventajoso de nuestro derecho, ni las virtudes y valor de nuestralengua; no son los fundamentos del buen gobierno y de la administracin civilizada. Es Catalua, esel sentimiento de patria catalana. Ser nosotros mismos, sta es la cuestin. Ser catalanes.

    Est claro que hay un nexo ntimo entre el catalanismo y esas tendencias y doctrinas que lehan acompaado y con las que muchas veces se ha confundido y mezclado. Cuando asciende unhombre, suben con l la familia, los amigos, su pueblo; cuando se remueven las entraas de la tierrapara que nazca una montaa, crujen y se dislocan las capas geolgicas que la cubran, y con lanueva montaa suben y se elevan hasta las nieves eternas. Es sta una verdad, una gran verdad, y loes tnica, moral, social, jurdica, econmica; y lleva con ella un sistema completo de verdadessecundarias, satlites del nuevo astro, que le acompaan en sus revoluciones.

    Descentralizacin, self-government, federalismo, Estado compuesto, autonomismo,particularismo, se elevan con el astro nuevo, pero ellos no lo son. Una Catalua libre podra seruniformista, centralista, democrtica, absolutista, catlica, librepensadora, unitaria, federal,individualista, estatalista, autonomista, imperialista, sin dejar de ser catalana. Son problemasinteriores que se resuelven en la conciencia y en la voluntad del pueblo, como sus equivalentes seresuelven en el alma del hombre, sin que ni el hombre ni el pueblo dejen de ser el mismo hombre yel mismo pueblo por el hecho de atravesar por aquellos diferentes estados.

    No es una cuestin de buen gobierno ni de administracin; no es una cuestin de libertad ni deigualdad; no es una cuestin de progreso ni de tradicin: es una cuestin de Patria. sta es la granenseanza que hemos obtenido de aquellos hombres, la piedra de los cimientos sobre los que vamosa construir.

    Por eso, ahora que alzamos al viento la bandera, en este momento de plena definicin delideal antes borroso, me complace declarar bien alto desde estas pginas, que sus poesas, sus obras,sus sueos y fantasas nos han conformado; me complace inclinar la cabeza ante los visionarios,ante los poetas, ante los escudriadores de archivos y los buscadores de ruinas, por que ellos noshan dado a nosotros los socilogos y los polticos todo lo que requeramos y lo nico quenecesitbamos: el alma de Catalua.

    En paralelo a esta corriente, otra haba ido creciendo: la de la adhesin a nuestro derechocivil. La invasin del derecho castellano provoc una reaccin cada vez ms fuerte a favor denuestras leyes. Se exponan sus excelencias, se anotaban las apologas de la escuela positivista deLeplay sobre nuestra organizacin familiar, se reivindicaba la figura del heredero, se pona derelieve la misin econmica y el valor social de la enfiteusis, se exaltaba con entusiasmo la libertadde testar...

    9 El discurso de Guimer en los Juegos Florales de 1889 seala el momento culminante de esta fase.

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    Y a partir de la defensa del derecho cataln, se estudiaba y defenda el derecho romano que lointegra, y la consideracin e investigacin de la obra jurdica de aquel gran pueblo, llev a nuestrojuristas insensible, natural, suavemente, a la escuela de los romanistas alemanes, a la famosa escuelahistrica.

    Al rebufo de esta escuela, en la forma caracterstica catalana que va a recibir de Permanyer yTuyet, y de Durn y Bas, tuvo lugar nuestra educacin jurdica. Nos hablaban del derecho como deuna cosa viva, que produjo la conciencia nacional, espontneamente, por medio de una evolucinconstante; sostenan que tanto el derecho como la lengua son manifestaciones del mismo espritunacional. No sabamos, no hallbamos explicacin sobre qu y cmo era ese espritu nacional, perolo adivinbamos. El derecho de Catalua, ese derecho vivo, nos mostraba la historia que no era msque una rama del derecho total de Catalua: Catalua tena derecho propio; Catalua tena unalengua propia; entonces Catalua tena ese espritu nacional misterioso que al devenir de los sigloshizo naces y renov el derecho y la lengua...

    Y entonces hurgaban en nuestro espritu para descubrir las dos ideas madre de nuestraformacin intelectual y sentimental. Ese espritu nacional obtenido en la escuela, acompaaba alsentimiento de patria despertado por los historiadores y los poetas. Los historiadores nos hablabande la nacin catalana, los poetas de la Patria, los juristas del espritu nacional y todos decan lomismo: Catalua. Patria, Nacin, Catalua...

    Pero, qu era el espritu nacional, qu era la Nacin? Sentamos la Patria, pero noencontrbamos explicada su frmula intelectual, Nacin. Leamos que era un organismo y estametfora que hallbamos por todas partes, precisaba nuestras ideas, sealaba fuertemente lapersonalidad de la nacin, como una entidad absolutamente separada y diferente, pero no nos decalo que buscaba.

    Los historiadores del arte nos hablaban de carcter nacional como de una gran fuerzamoldeadora de las obras de los artistas, del carcter nacional que buscaban en las capas msprofundas, ms fuertes, ms permanentes de las formaciones humanas, por debajo de las modas quepasan, por debajo de la historia que cambia, por debajo de las civilizaciones que declinan... Ynosotros recordbamos lo que nos decan nuestros arquelogos sobre el arte de Catalua, ysentamos que tambin aquella fuerza misteriosa actuaba desde las races de nuestra tierra, junto alespritu nacional de los juristas y nos preguntbamos si sera la misma fuerza.

    Y entonces un gran pensador nos ense que Catalua no tiene solamente una lengua, underecho, un espritu y un carcter nacionales, sino tambin un pensamiento nacional, y pas antenuestros ojos una procesin de grandes hombres de nuestra tierra, y de cada uno de ellos nos hacaver como contena y actuaba algo comn, permanente, desconocido, parecido al espritu nacionalque infunde el derecho y la lengua, parecido al carcter nacional que trasciende de las obras de losartistas.

    Todo esto dibujaba bien claramente en nuestra alma la nueva concepcin. Pero nos extraabaque el conjunto, la sntesis que veamos elaborada, no la vieran tambin los mismos que nos lapresentaban. Y no la perciban. En todos ellos, junto al pensamiento capital que recogamos comooro puro, encontrbamos all el frrago que lo recubra, despojo de las construcciones que ellosmismos haban hecho caer. Intentbamos a veces situarlos ante el espejo de nuestra lgica, quereflejaba el conjunto de la obra hecha, y no la reconocan.

    Pero nosotros no dudbamos, no. Nosotros contemplbamos el espritu nacional, el carcternacional, el pensamiento nacional; veamos el derecho, veamos la lengua; y de la lengua, delderecho y del organismo; del pensamiento y del carcter y del espritu nacional, extraamos laNacin, esto es, una sociedad de gente que habla una lengua propia y tienen un mismo espritu quese manifiesta nico y caracterstico por debajo de la variedad de toda la vida colectiva.

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    Y veamos ms, veamos que Catalua tena propios la lengua, el derecho, el arte; que tenaun espritu nacional, un carcter nacional, un pensamiento nacional; Catalua era, por tanto, unanacin. Y el sentimiento de patria, vivo en todos los catalanes, nos haca sentir que patria y nacineran la misma cosa, y que Catalua era nuestra nacin, igual que nuestra patria.

    Si ser patria, si ser nacin, era tener una lengua, una concepcin jurdica, un sentido del artepropio, si era tener espritu, carcter, pensamiento nacional, la existencia de la nacin o de la patriaera un hecho natural como la existencia de un hombre, independientemente de los derechos que lefuesen reconocidos de hecho. El esclavo romano era hombre, aunque por las leyes de su tiempofuese una cosa en manos de otros hombre, del hombre oficial que las leyes reconocan. La nacinera nacin aunque las leyes la tuvieses sujeta, como el esclavo romano, a otra nacin, a la nacinoficial, la nacin privilegiada. El hombre era hombre, aunque por la ley no lo fuese; la nacin esnacin, aunque por la ley no lo sea.

    As se desvanecan en nuestro espritu las confusiones que la imprecisin del lenguaje usadopor casi todos haca nacer.

    El Estado quedaba fundamentalmente diferenciado de la Nacin, porque el Estado era unaorganizacin poltica, un poder independiente en lo exterior, supremo en lo interior, con fuerzamaterial de hombres y dineros para mantener su independencia y su autoridad. No podaidentificarse la una con el otro, como se haca casi siempre, hasta por los mismos patriotas catalanesque pronunciaban o escriban nacin catalana en el sentido de Estado cataln independiente.Polonia, Hungra, Grecia, era ejemplos contemporneos que nos lo confirmaba. Polonia, al serdividida, haba perdido la organizacin poltica independiente, haba dejado de ser un Estado, perono haba perdido la lengua, no haba perdido el espritu nacional, clave fecunda de suindividualidad. Grecia, antes de emprender la lucha heroica contra los turcos que la esclavizaban,tena la misma lengua, el mismo espritu nacional que pudo manifestar ms libremente trasconseguir su independencia, una vez constituida en Estado. Y en nuestra casa encontrbamos lomismo: Catalua segua siendo Catalua siglos despus de perder el gobierno de s misma.

    As llegamos a la idea clara y ntida de nacionalidad, a la concepcin de aquella unidad social,primaria, fundamental, destinada a ser en la sociedad mundial, en la Humanidad, lo que es elhombre para la sociedad civil.

    Las relaciones de la Nacin con el Estado, la tendencia de cada Nacin a tener un Estadopropio que transmita su criterio, su sentimiento, su voluntad colectiva; la anormalidad morbosa devivir sujeta al Estado, organizado, inspirado, dirigido por otra Nacin; el derecho de cada nacin aconstituirse en Estado; la determinacin del dominio propio del Estado nacional y del propio delEstado federal en las federaciones o Estados compuestos, todo se deduca con naturalidad: slohaca falta relacionar la nueva concepcin con los principios de la ciencia poltica.

    Cmo surgi esta concepcin, de qu modo se manifest y se desarroll?

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    CAPTULO IV.INICIO Y DIFUSIN DEL NACIONALISMO

    De vez en cuando, desde el inicio del renacimiento cataln, en las colecciones de la prensaliteraria catalanista, en discursos y memorias, se plasmaban lamentos por la nacionalidad perdida,entendiendo por nacionalidad la libertad poltica perdida, o se perciba la nacionalidad resucitada,esto es, una futura Catalua libre10. Pero otras veces se haca ya de la nacionalidad algo actual,presente, todava vivo. Coroleu y Pella y Forgas, en la obra Los Fueros de Catalua11, escriban en1878: La unidad de la lengua catalana nos demuestra la de la nacionalidad. La idea denacionalidad no debe confundirse con la de nacin, por ms que en el lenguaje vulgar se usen amenudo como sinnimas estas dos palabras, ya que nacin es un estado poltico, soberano eindependiente. En nuestra opinin la unidad de la lengua es un lazo natural que hermana a lospueblos, creando las nacionalidades, y el pacto formado entre stas constituye varias entidadespolticas naturales en una nica agrupacin.

    Estn ya en el buen camino, pero pasan de largo y aprisa. Por otra parte, no observan que lanacionalidad est, con respecto de la nacin, en la misma relacin que la humanidad respecto delhombre, esto es, en la relacin de cualidad constitutiva del ser al ser concreto. La humanidad es elconjunto de elementos que hacen al hombre, la nacionalidad el conjunto de elementos que hacen ala nacin. Esto es as en el sentido natural de las palabras, pero si nacionalidad se toma en el sentidode sociedad concreta, entonces es sinnimo de nacin, y no puede encontrarse ninguna diferenciaentre una y otra.

    Chispas aisladas como estas se perciben de vez en cuando, anunciando la nueva concepcinque se aproxima, pero slo chispas, imprecisas, indeterminadas, fuegos fatuos que se desvanecen alinstante.

    El origen de la nueva doctrina fue la asociacin de estudiantes Centro Escolar Catalanista,fundado en 1887 en el entorno del Centro Cataln. All, en el corazn de de aquella juventudinflamada por el sagrado amor a la patria, naci y tom cuerpo la nueva idea, creci y se defini.

    Durn desde la presidencia de la seccin de Derecho (1889) plantea el problema conprecisin; trata del nacionalismo, encuentra su base en la lengua, en el derecho, en la historia, serefiere a las diferencias que entre las naciones que forman el Estado Espaol12, existen.

    En la misma asociacin, pocos das antes, Puig y Cadafalch haba manifestado la obsesin poraquel mismo problema. Somos una voz en el concierto de los pueblos deca que resucitancomo si hubiesen sentido un mandato divino sealando la hora de hacer revivir sobre la tierra lasantiguas nacionalidades, patrias naturales. Y aada: Es que los pueblos no se borran de la tierrapor real orden; es que las naciones no se crean con moldes y artificios, es que la voluntad delhombre no es capaz de hacer desaparecer los caracteres de las razas... Y en estos caracteres, talcomo los describe Taine, se encuentra el fundamento, las races del Regionalismo.

    En la superficie hay costumbres e ideas, una especie de espritu, la moda que dura tres ocuatro aos; debajo las hay que duran veinte, treinta, cuarenta; ms abajo hay otras ms firmes queperduran en un perodo histrico; a mayor hondura se encuentra el granito que no cambia sin

    10 Rubi y Lluch, y despus Pico y Campamar, formulan ntidamente esta concepcin, uno en la Revista Catalana(1892), el otro desde la Presidencia de los Juegos Florales del mismo ao.

    11 En castellano en el original. (N. del T.)12 Sesin inaugural del curso, 23 de noviembre de 1898.

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    transfusiones de sangre de otra raza distinta, y son los caracteres de las nacionalidades; an msabajo todava se encuentran capas desconocidas que hoy va descubriendo la lingstica,hermanando a pueblos que habitan distantes regiones de la tierra: y todava es ms profundo todo locomn a la humanidad entera, una especie de materia primitiva de la que ha brotado un sinfn decaracteres de pueblos, del mismo modo que de la primitiva materia catica brot el sinfn de rocasque forman los valles y las montaas.13

    Al ao siguiente (1890), teniendo que dirigirme a mis compaeros de la Universidad desde elmismo lugar en la inauguracin de nuestra tareas, quise hablarles de la Patria Catalana que,pequea o grandes, es nuestra nica patria, de la esclavitud de los hombres que acab parasiempre, y de la esclavitud de las naciones que subsiste todava, de la lengua y del derecho, sntesisde la nacionalidad catalana.

    Contra esta tirana deca se alza potente la voz aclama a las nacionalidades naturales ehistricas. La poltica de las nacionalidades est murindose, ha dicho hace poco el ministroCrispi, uno de los autores de la unidad de Italia. Desde su destacado sitial no desconoce lo que pasaen el fondo de las sociedades; ve como se tambalean esas unidades artificiales que l defendi, perono se da cuenta de que su agona es la vida de las naciones verdaderas. Las nacionalidades quemueren son aquellas de las que hablan los libros, las grandes nacionalidades14, constituidas siempreen perjuicio de las patrias naturales por el poder avasallador de una nacionalidad que en Francia esNeustria, en Bretaa Inglaterra, y en Espaa Castilla. Hoy, para muchos, Espaa es slo un nombreindicativo de una divisin geogrfica, como lo es Europa. Hoy son muchos los que tienen claro queEspaa no es una nacin, sino un Estado; y que se penetran de la diferencia que va del Estado, obrade los hombres, entidad artificial, a la Nacin, entidad natural, producto de la espontaneidad deldesarrollo histrico. Y somos muchos tambin los que, posedos de esta diferencia, queremos quelos estados sean nacionales...

    Y terminaba:

    Pero querra para mi patria todava ms que su libertad. Querra que Catalua se penetrase afondo de la significacin y trascendencia de este movimiento social, y comprendiese la gloria eternaque conquistar la nacionalidad que se ponga a la vanguardia del movimiento guerrero de lospueblos oprimidos. Querra que esta nacionalidad fuese mi patria.

    Mi voz no es bastante potente para dirigirme a Catalua; por eso me dirijo a vosotros solos,que sois sus hijos ms amantes. Insistidle por todas partes, habladle no con la boca, sino con elcorazn, porque con el corazn os escuchar; hacedle sentir los primerizos rumores de la revolucinque se prepara; convencedle de la trascendencia de la gran obra; decidle que las naciones esclavasaguardan, como la humanidad en otros tiempos, a que llegue el redentor que rompa sus cadenas;haced que sea el Genio de Catalua el Mesas esperado por las naciones...15

    En ese tiempo de lucha constante en defensa de nuestras ideas, motejadas, ridiculizadas ymaltratadas de mil formas y maneras, la nueva concepcin despertaba en todos nosotros, los quetrabajbamos y nuestros amigos ms prximos que nos ayudaban, un entusiasmo vivo, unextraordinario espritu de proselitismo. Tiempo de discusiones continuas, de apostolado individualen todo momento y en todo lugar, ese principio de la nacionalidad catalana, guardado yreverenciado como nuestro gran dogma, nos daba una seguridad y un aplomo que desconcertaba anuestros enemigos, y era una posicin inexpugnable, una fuente nunca agotada de argumentosabrumadores.

    Uno de los primeros propagandistas de esta doctrina, Muntaola, iba deduciendo con espritudialctico las consecuencias del principio establecido, y se esforzaba por hacerlas pblicas en la

    13 Discurso inaugural del Centro Escolar Catalanista, curso de 1889 a 1890.14 En castellano en el original. (N. del T.)15 Discurso inaugural del curso 1890-1891.

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    prensa catalanista de entonces. Pero la rutina nos cerraba todas las puertas, y las de La Renaixensalas primeras. Slo dieron acogida a las nuevas formulaciones dos semanrios comarcales, uno deVilafranca y otro de Manresa, siendo el de Vilafranca (Les Cuatre Barres) el primer peridicocatalanista que se adhiri, rebautizndose con el subttulo de Peridico nacionalista.

    Un concurso organizado por el Centro Cataln de Sabadell, con el objeto de premiar unCatecismo parecido al catecismo foral de Navarra, nos dio la ocasin perseguida de extendernuestras ideas y nos presentamos. Con Muntaola, que entonces publicaba una Doctrinanacionalista, exponiendo con lgica crudeza el nacionalismo, escribimos el Compendio de doctrinacatalanista, premiado en el concurso, y del que se hicieron rpidamente dos ediciones, una de lujo yotra de propaganda con cien mil ejemplares, hoy totalmente agotada.

    En aquel Compendio expusimos toda la nueva doctrina, aunque quitando la terminologapropia, substituida por la terminologa entonces ms generalizada: bajo las viejas palabrasdisimulamos la mercanca nueva, y se acept. Desde el lema, tomado de la crnica del conde deUrgel, en que se afirma la oposicin entre los pueblos cataln y castellano, y la sujecin de nuestropueblo, hasta la formulacin sinttica de nuestras reivindicaciones: Catalua para los catalanes,desfilaba en preguntas y respuestas toda la doctrina nacionalista. Esto es, lo ms importante: queslo hay patrias de una especie; que Espaa no es nuestra patria, sino una agrupacin de variaspatrias; que el Estado espaol es el Estado que gobierna tanto la nuestra como las dems patriasespaolas; que el Estado es una entidad artificial, que hace y deshace a voluntad de los hombres,mientras que la patria es una comunidad natural, necesaria, anterior y superior a la voluntad de loshombres, que no pueden deshacerla ni modificarla. Y definida la patria con sus caracteresfundamentales, se define Catalua demostrando que tiene todos los atributos que hacen la Patria oNacin.

    Un ao despus pudimos disponer de un diario. La Renaixensa llevaba una vida muy penosa;nosotros, llenos de mpetu, sabamos que nuestras reivindicaciones no podran abrirse camino sin unperidico fuerte y difundido, y ofrecimos a Aldavert nuestra activa participacin a cambio de supromesa de que el aumento de suscripciones y publicidad que logrsemos se invertira en mejorasmateriales del mismo diario16.

    Nuestras campaas posean un espritu intensamente nacionalista: evitbamos an usarabiertamente la nomenclatura propia, pero destruamos preocupaciones y prejuicios, y conoportunismo consciente insinubamos en sueltos y artculos las nuevas doctrinas, mezclandohabitualmente los trminos regin, nacionalidad y patria, para acostumbrar poco a poco a loslectores.

    Esta tarea tuvo xito. En el ao 1897, tras dar en el Ateneo nuestra primeras batallasencaminadas a conquistar las grandes corporaciones barcelonesas, toda nuestra gente logr suconsagracin definitiva, al reunirse en el gran saln del Ateneo para escuchar unas conferenciasclara y explcitamente nacionalistas, organizadas con el proyecto de estudiar todos los elementos dela nacin catalana, y que se inauguraron con mi conferencia sobre el hecho de la nacionalidadcatalana17.

    El golpe se haba dado: la nueva doctrina quedaba definitivamente consagrada.

    Tanto se va a adelantar desde entonces, que uno de los peridicos catalanistas que tena msdifusin por toda Catalua, el quincenal Lo Regionalista, cambi de nombre, estampando en lanueva cabecera estas palabras que resuman toda esta elaboracin doctrinal: La Naci Catalana; y

    16 Con estas condiciones entramos en La Renaixensa Puig y Cadafalch, Galliss, Moliner y yo. Durn ya escriba all,y continu con nosotros.

    17 Salvo la de Durn y la de Puig, no todas las conferencias, por otra parte muy notables, respondan exactamente anuestro plan y a nuestro objetivo nacionalista. La ma, titulada El hecho de la nacionalidad catalana, publicadaentonces en La Renaixensa como todas las dems, conforma los captulos V, VI y VII de este libro.

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    la Unin Catalanista, agrupacin del catalanismo histrico, en su Asamblea de Barcelona de 1904,sustituy con una declaracin de fe nacionalista el programa detallado constituido por las antiguas yfamosas Bases de Manresa.

    Sin embargo, el modo como se difundi la nueva doctrina, en pequeas dosis a travs dediarios, revistas y conferencias, propiciaba confusiones e interpretaciones errneas, ya que siempreel hombre interpreta las palabras que oye, las ideas que recibe, con lo que l mismo lleva en suinterior. Por otro lado, las persecuciones injustificadas obligaban a utilizar expresiones inexactas yconfusas, a oscurecer ideas y doctrinas. Era preciso, por tanto, deshacer esta imprecisinpresentando los principios con toda la amplitud cientfica y la nitidez sistemtica de que eransusceptibles. Y de ello se responsabiliz Durn y Ventosa en su destacable obra El Regionalismo yel Federalismo.

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    CAPTULO V.EL HECHO DE LA NACIONALIDAD

    Los que han estudiado el problema de las nacionalidades que ha ocupado todo este siglo apensadores y polticos, se han detenido principalmente a considerar el hecho jurdico.Deslumbrados por el esplendor de las jerarquas oficiales, han credo que las botas de los soldados,las togas de los jueces, los uniformes de los guardias civiles o de los gendarmes, la lengua en que sepleitea o recurre, en la que se pagan las contribuciones y las multas, el derecho que establecen lasasambleas, es decir, todo lo que divide o separa los Estados, divida tambin a los hombres, es decir,las sociedades que viven prisioneras dentro de sus lmites; han credo que separaban ms loshombres que el derecho que vive en las costumbres, en el actuar de la vida, que la lengua que sehabla siempre, porque es la que habla el espritu consigo mismo.

    Atrados y sugestionados por el hecho jurdico, se ha descuidado la observacin del hechosocial complejo, el hecho vivo, que expresa hoy y ha expresado siempre a todos los que se handetenido a observarlo, desde el explorador fenicio cuando recorra las costas del mundo antiguopara fundar aqu factoras mercantiles, hasta el positivista de nuestro tiempo que, poseedor de losmtodos de las ciencias naturales, emprende la clasificacin biolgica de las sociedades humanas.

    Por eso se han acercado ms a la solucin los grandes historiadores y socilogos, y no lospolticos y los juristas. Aquellos, estudiando la vida del arte, o la evolucin de las creencias, o lassubidas y las bajadas de las corrientes cientficas, se han topado con el alma de los pueblos, fundidaen el bronce de las estatuas, rezumando en el color y las figuras de las obras de los pintores,inspirando catedrales y monasterios, lonjas y palacios, latiendo en las pginas de los grandesprosistas y poetas, decantando el vuelo de la mente de los pensadores, empujando la fuerza de losgenios, impregnando de un aire singularsimo hasta las obras de los grandes fundadores dereligiones y sectas, de los autores de herejas y de los creadores de rdenes religiosas.

    Gegrafos, historiadores, exploradores y socilogos, todos los que han estudiado lassociedades tales como son, del modo en que viven y sienten, del modo como piensan y obran, y hanpodido relacionar y comparar unas con otras, han reflejado en las pginas de sus obras la imagen deaquellas asociaciones naturales, necesarias, que tien de un color originalsimo todo lo que dentrode s se produce, desde la ms elevada concepcin intelectual, hasta la obra ms inconsciente delgenio popular.

    Cuando Hecateo y Herdoto, por ejemplo, emprendieron por vez primera la exploracin delmundo antiguo, observaron que las vestiduras, las costumbres, la fisonoma, la lengua de la ciudadA, eran iguales a las que descubran en las ciudades B, C, D, sus vecinas; y proseguan, el poderpoltico cambiaba: aqu una asamblea de ancianos, all un rey, pero la lengua y las costumbres y lafisonoma del conjunto no sufra mudanza; atravesaban un ro y en la otra ribera sometidos adiferentes seores, se hallaba la misma lengua, las mismas tradiciones; se les interponanintrincadas montaas, se arriesgaban por sus collados, y cruzaban las crestas, y la gentes quehallaban tenan amos diferentes, pero continuaban hablando del mismo modo, y presentaban elmismo aire de familia. Hasta que, de pronto, tras atravesar un puerto o un ro, o dejar atrs pramosy yermos, vean construcciones de aspecto diferente, les reciban gentes que posean otra fisonoma,vestiduras distintas, y que hablaban otro idioma y no el que hasta entonces escuchaban.

    Lo repetido de esta observacin, en un caso tras otro, les sugestion vivamente, y por esohacen siempre lo mismo en sus obras: tras la indicacin del nombre del Estado, nunca olvidanaadir la indicacin de que pertenece a ste o al otro gran grupo natural: as despus de citar a

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    Molybdana, aaden seguidamente urbs (en griego polis, es decir, estado) Mastienorum, Ibylla urbsTartessiae, Crabasia urbs Iberorum, Edetes gens (etnos) Iberica, Elesyci gens Ligurum, etc. Uno delos ms antiguos, Skylax de Carianda, comienza su Periplo de los litorales de Europa, Asia y Libia,sealando que no tratara ms que de aquellas grandes unidades naturales (gentes), y efectivamentecita a los Iberos, a los Ligures, despus a los Tirrenos, en seguida a los Latinos, y cuando llega a laIliria, por ejemplo, detalla ms sus indicaciones geogrficas, pero de cada tribu que nombra haceconstar que pertenecen al grupo ilirio.

    An hace ms Estrabn; ante determinadas poblaciones discutidas, entonces indicaclaramente el criterio de formacin de aquellos grupos. Algunos historiadores haban presentado alos lucanos, brusianos y samnitas como pueblos diferentes; Estrabn analiza las poblaciones de sutiempo, y no es capaz de explicar el motivo. Hoy dice no pueden distinguirse: estas gentesconservan hoy la individualidad propia pero han desaparecido las diferencias de lenguaje,armamentos, vestiduras y otras del mismo tipo. Casos as se podran citar otros; son constantes lasquejas del gegrafo griego porque los romanos haban dividido los pases segn los accidentesgeogrficos, en lugar de hacerlo segn las afinidades naturales de los pueblos.

    Esas mismas asociaciones espontneas de hombres que los gegrafos describen, loshistoriadores las encuentran actuando en el drama de la historia. El primero de todos, el msantiguo, comienza diciendo que va a narrar las gestas de los griegos, y es tan viva la idea de lasolidaridad de aquellos grupos, que del robo de Io, hija del rey Inacos de Argos, por unosmercaderes fenicios, se hace responsable no al Estado al que perteneca, ya fuere Tiro o Sidn, sinoa Fenicia, y del deber de vengarlo a todos los griegos; lo mismo se puede decir del rapto de Europa,hermana de Cadmo, llevado a cabo por los cretenses, y del de Meda, hija del rey de Colchos.

    Por debajo de la diversidad de hechos polticos de cada uno de estos grupos, se descubre launidad de un sistema, el nexo de un sentimiento comn; y los que, en lugar de estudiar la historiapoltica, hacen la historia de la ciencia, del arte, del derecho, de las costumbres, de los idiomas,observan un conjunto de obras artsticas, cientficas y jurdicas de cada una de estas unidadessociales, con algo comn que les agrupa en diversas escuelas y tradiciones. Y hasta los historiadoresde sectas y herejas han bautizado con el nombre de filetismo al fenmeno curiossimo de nacer ycircunscribirse muchas de ellas, la gran mayora, en el crculo de una de estas personalidadescolectivas.

    Los socilogos, naturalmente, tambin las han visto y observado; pero as como los gegrafosse haban fijado en el aspecto exterior, y los historiadores en las acciones de su vida, los socilogoslas descubren cuando intentan averiguar la esencia ntima de vnculo social, del hecho de lasociedad.

    Y el hecho para los socilogos es ste: el hombre nace, crece, se forma y vive en unasociedad.

    Viene al mundo con un cuerpo determinado, en el que sus padres han dejado los grmenes delas predisposiciones fisiolgicas y morales, una especie de residuos de toda su vida pasada, queconstituyen en el alma de los hombres un fragmento del alma social, y su espritu individual quedasoldado orgnicamente para siempre en el alma colectiva, y para siempre pervivir junto a su propiavida individual, como los plipos del coral, la vida compleja y rica de la comunidad.

    La sociedad que da a los hombres todos estos elementos culturales, que los une y forma contodos ellos una unidad superior, un ser colectivo informado por un mismo espritu, esta sociedadnatural es la NACIONALIDAD.

    De todo ello resulta que la nacionalidad es una unidad de cultura o civilizacin; todos loselementos de este tipo (el arte, la ciencia, las costumbres, el derecho...) tienen su fundamento en lanacionalidad. Pero an hay ms, y ese hecho explica muchas confusiones y determina la causa de

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    muchas anomalas: el conjunto de determinaciones de la voluntad colectiva que forman la conductapoltica, es decir, la vida del Estado, son brotes que proceden de la misma cepa. Cuando seconstituy la monarqua espaola, si la actividad poltica fuese producto del Estado, los gobernantesdel nuevo Estado habran desarrollado una poltica nueva: al Estado espaol le correspondera unapoltica espaola. Pero las cosas ocurrieron de otra forma. Los gobernantes siguieron a las claras lapoltica de slo una de las nacionalidades unidas; es que en el fondo, disfrazado con el nombre deespaol, gobern Espaa, como sigue gobernndola, el Estado castellano, ese Estado que,manteniendo la misma ficcin, con el nombre de espaol nos impuso el derecho de Castilla, y conel nombre de espaola la lengua castellana. Lo mismo ocurri al constituirse la monarqua francesa,lo mismo al formarse el imperio de Rusia, lo mismo al reunirse bajo la corona de Austria la Hungray la Bohemia.

    Por eso, cuando a una nacionalidad se le despierta la conciencia de lo que es, trabaja conprontitud para producir un Estado, expresin de su voluntad poltica, instrumento de realizacin desu propia poltica.

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    CAPTULO VI.LA IDEA DE NACIONALIDAD

    Las diferentes teoras sobre la nacionalidad, examinadas a distancia, reuniendo todas ellas enuna sola mirada, pierden la aspereza del aislamiento; se le borra su individualidad, para as dar vidaa un sistema orgnico de las grandes corrientes ideolgicas que se unen con las de la ciencia, yvivifican y dan relieve a la frmula o nocin ms exacta de nacionalidad.

    El materialismo del siglo XVIII, preparado por el escepticismo lleno de bonhomie de losgrandes escritores de los siglos XVI y XVII, es la fuente de la primera de estas grandes corrientesideolgicas. Cuando dominaba en la filosofa el sensualismo de Locke y de Condillac, y en elderecho el legalismo cesarista de los romanistas y el utilitarismo de Bentham, se iniciaba el ciclograndioso de las invenciones mecnicas, y crecan a paso de gigante las ciencias que analizaban lanaturaleza fsica, era lgico y natural que la vieja idea de la influencia del ambiente material sobreel hombre, sostenida siempre desde Aristteles hasta Egidio Romano y Ben Jaldn, desde Huartehasta Montesquieu, se llevase hasta el extremo como hizo Herder cuando dijo: Dadme la estructurade un pas y yo os declarar su historia. Antes de que en el mundo hubiese ocurrido nadaaada las cadenas montaosas, los repliegues del terreno, los meandros de los ros y losarroyos, marcaban ya con trazo imborrables la fisonoma futura de la historia. El que uno de estoselementos cambie de forma, el que avance aqu un estrecho, el que se abra all un canal, losprogresos y la ruina del mundo, har que la suerte de pueblos y estados, durante siglos, recorrantrayectorias bien diferentes.

    La accin del clima sobre el hombre atraa tambin a los entendimientos, y la vean tanpoderosa que, segn algunos, penetra y modifica la naturaleza orgnica, y segn otros transforma laconfiguracin del cuerpo, los modos de vivir, los placeres, las ocupaciones, hasta el alma misma delos pueblos. Una vez dado el primer paso, la influencia del ambiente fsico fue la causa de todo: dela libertad y de la tirana, del valor y de la cobarda, del espritu de conquista y de dominacin, de laorganizacin de la familia y de las dems instituciones jurdicas, del espritu progresista o rutinario,de los caracteres y especializacin de las lenguas, del aspecto caracterstico del arte, de laorientacin de la literatura, en resumen, de la vida social entera.

    Con esta gran corriente embarrancan todas las utopas de los lmites o fronteras naturales, delas unidades geogrficas, circunscritas en ocasiones al curso de los ros, en otras a las cadenasmontaosas, segn convena a la concupiscencia nacida de las tradiciones administrativas romanas,resucitada en la poca moderna, como tantas otras cosas de las civilizaciones paganas, por losaprendices de Csar que ocupaban los tronos de Europa y por los estadistas y escritores que lesayudaban. Todos buscaban los lmites naturales de los pueblos en los hitos de las grandes provinciaso prefecturas romanas, unidades territoriales por excelencia: Galia, Italia, Britania, Hispania...

    Pero el adelanto en las investigaciones geogrficas pronto pusieron de relieve que en todosaquellos territorios faltaba de forma absoluta la unidad del territorio, de la estructura, del clima y delas dems condiciones de este tipo, indispensables para constituir lo que alguien llam nacionalidadgeogrfica. Por eso la crtica se apart de aquellas concepciones errneas, y la busca de la unidadgeogrfica verdadera lleg a su trmino en la conclusin radical de Odysse-Barot: la nacionalidades una cuenca hidrogrfica, frmula ltima y ms cientfica de aquel movimiento ideolgico queafirma la existencia de numerosas nacionalidades dentro de cada uno de los Estados modernos deEuropa.

    A la vez que aquella corriente materialista haca al hombre esclavo del fatalismo de la

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    naturaleza fsica, el idealismo abstracto y generalizador que en el siglo XVIII y principios del XIXlleg al punto culminante de su expansin con el triunfo del doctrinarismo apriorstico de laRevolucin Francesa, verdadero apogeo del renacimiento del cesarismo latino, provoc unareaccin vigorosa que, iniciada con anterioridad por medio de los estudios de algunos insignespensadores, recibi un empuje decisivo con la gran revolucin romntica, poderoso cambio dedireccin en las ideas y sentimientos, admirable por su fecundidad, por la universalidad de suinfluencia, y por la gran variedad de matices que la formaban. Los europeos se sintieron de repentehartos de pasear su espritu por los prticos de la civilizacin greco-latina, el peso de losconvencionalismos clsicos les aplastaba el alma, y los convencionalismos artificiales delclasicismo les helaba el corazn. Como una mujer histrica, tan pronto se sentan abocados al placerde la risa, como a un deseo invencible de llorar. Y de este estado espiritual, de este sentimentalismoenfermizo que le acometi hacia 1790, naci la aoranza del pasado, la nostalgia por la vida de losprimeros siglos, el ansia de alimentar el espritu otra vez con el misterioso idealismo de los templosgticos por los que paseaba en la infancia, de pasear por los patios y salas de los castillos seoriales,de hablar las lenguas populares que entonces se hablaban, de tratar con gente como los rsticossoldados de entonces, groseros pero sencillos, duros pero espontneos, ignorantes pero hombres, nomeros muecos construidos para hacer reverencias y cortesas como los habitantes de la corte deVersalles.

    La sociedad senta la nostalgia de la fuerza, de la vida que despierta y sobresale, y como lavida es realidad, tras los poetas del romanticismo vinieron los hombres de ciencia, trasChateaubriand que se complaca en retratar a los francos de Clodoveo, lleg Thierry, el historiadorartista que se ve alcanzado por la intuicin del papel de las razas en la vida de los pueblos, y que seeleva hasta la concepcin etnolgica de la historia; y tras Herder, el abigarrado grupo de losfolkloristas; y por ltimo los jurisconsultos, los gramticos, los fillogos.

    Al principio se observa el hombre exterior: las vestiduras, el color de los ojos y del cabello, eltono de la piel, la ferocidad o dulzura de la mirada, todos los detalles etnogrficos que proporcionanla visin exacta, pero slo externa, de los hombres y de las razas. Por aqu se comienza. Peroinmediatamente quiere averiguarse algo ms ntimo; cuando la fisiologa haca tan admirablesprogresos, y el estudio del organismo haba engendrado las exageraciones del sistema de Gall y losfrenlogos, era imposible que no se dedicasen los investigadores a medir las dimensiones del crneoy establecer su configuracin, a precisar el ngulo enceflico, a determinar la talla y demscircunstancias del esqueleto de las razas, consideradas como variedades fisiolgicas de la especiehumana.

    Se contempla la gran corriente antropolgica, retrasada por tantos tropiezos, y desnaturalizadapor tantos prejuicios y errores. Hoy comienza a entrar en su mbito propio, tras haber queridoinvadir territorios que no le pertenecan y haber sido rechazada. Al principio, raza era sinnimo denacionalidad: era habitual y comn traducir etnos y natio o gens por raza; como consecuencia deesta ampliacin del sentido propio naci la confusin entre la raza histrica o variedad de la especiede las sociedades, y la raza antropolgica, o variedad de los individuos de la especie humana,tomados aisladamente, de uno en uno, desligados de todo vnculo de sociedad. El resumen de estaconfusin es la afirmacin de que la nacionalidad es una raza.

    El inmenso desarrollo de los estudios histricos se manifest en algo ms que lasinvestigaciones antropolgicas, y al mismo tiempo que las variedades fisiolgicas, observaron lospensadores e historiadores las variaciones sociales o de civilizacin o cultura, las razas histricas,las grandes individualidades colectivas o nacionalidades.

    La realidad de las nacionalidades sugestion poderosamente a los grandes escritores alemanesdel siglo XVIII, en el mismo momento en el que ms se hacan lenguas de la humanidad, y ms secubran exteriormente de un falso barniz de cosmopolitismo. Estaban en pleno renacer del

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    nacionalismo: todos trabajaban, cada cual en su esfera, para desterrar la influencia extranjera: unospara regenerar la humilde y arrinconada lengua alemana, otros para eliminar de la literaturagermnica su carcter de sucursal de las literaturas francesa e inglesa; los jurisconsultos paramantener la integridad del derecho germnico, amenazada por el fantasioso uniformismo de lacodificacin a priori, vehculo de la introduccin de la influencia francesa en el sistema de la vidajurdica nacional; los filsofos para crear una metafsica tan original y caracterstica, tanimpregnada del espritu germnico, que constituye el espejo ms claro y fiel del genio de Alemania.Se encontraron con un pas en el que el renacimiento clsico y el predominio de la cultura francesa,haba convertido en yermo, en estril territorio hecho a propsito para que slo creciesen merosimitadores, entendimientos invertidos al nacer, de aquel tipo que surge expresamente para renegarde las cosas de la tierra, y hacer de altavoz de las modas forneas; y por eso todos, con ms o menosclaridad, todos sintieron la nostalgia de una Germania germnica, y volvieron los miradas conrespeto y amor hacia la Edad Media, donde la contemplaron grande y pura, tal como ellos ladeseaban. Fenmeno curiossimo propio de todos los renaceres, que se ha repetido entre nosotroscon la misma intensidad y persistencia!

    La individualidad de las naciones surge con vivsimo relieve en las obras de los pensadores deaquel siglo, y sobre todo en las del hombre de las grandes intuiciones, Herder.

    La Humanidad se presenta a su vista como una familia de pueblos o naciones, cada unosingularizado por un carcter determinado, cada uno en posesin de un temperamento y unafisonoma especialsima. Todas las escuelas realistas posteriores recogen esta idea, y la reproducen,la realzan y la trabajan, dando relieve a sus detalles, uno tras otro.

    La escuela histrica, presentida por Cuys y Vico, y fundada por Hugo, Niebhur y Savigny,fue la reaccin del derecho vivo de los pueblos germnicos contra la invasin de una legislacinextranjera, la francesa, que llamaba a las puertas de todas las naciones, como portavoz de la justiciauniversal y absoluta, del derecho abstracto, depositado en los alambiques de la razn dialctica. Elderecho es un fruto de la conciencia del pueblo, que se hace a su semejanza y segn susnecesidades; es un producto del espritu nacional, fuente de la vida entera del pueblo, principio yfundamento de todas sus manifestaciones. No es una obra arbitraria de la razn abstracta, sino unasustancia viva del organismo social, sujeta al proceso de desarrollo orgnico o de la evolucinnatural. Cada pueblo tiene su derecho, que es el nico que se adapta a sus necesidades y responde ala idiosincrasia de su temperamento. La consecuencia lgica e indeclinable de estas premisas seobtendr pronto: all donde hay sistemas jurdicos diferentes, hay tambin diferentes pueblos,diferentes nacionalidades. La nacionalidad es tambin, por tanto, un criterio o sentimiento jurdicooriginal.

    La conexin de la lengua con el derecho fue uno de los leitmotiv ms constantes de la escuelahistrica; son elementos de la misma individualidad social concreta, producto de aquella mismafuerza misteriosa. La lengua es tambin un producto natural, y no el resultado de una convencin odel artificio del hombre. Una lengua deca Herder es un todo orgnico que vive, se desarrollay muere como ser viviente; la lengua de un pueblo es, por decirlo as, el alma misma de aquelpueblo, hecha visible y tangible. Para conocer un pueblo ha de poseerse su lengua, para apreciar suliteratura ha de conocerse la lengua en que est escrita. Cada nacin piensa como habla y hablacomo piensa. Querer reformar una lengua, como se cambia una ley, es una empresa ridcula:quitarle los idiotismos es quitarle su fisonoma original, es desfigurarla en lugar de embellecerla.Cuando se habla de proporcionar ms dulzura a la lengua alemana, lo nico que se demuestra es eldesconocimiento de lo que es una lengua. El alemn no es spero, ni brbaro; esta reputacin la hafabricado la gente que no lo habla. Tal como lo han hecho las generaciones, es el molde que se haconstruido la mente alemana, y el nico que le conviene. Quien atenta contra la lengua de unpueblo, atenta contra su alma, y la hiere en los fundamentos mismos de su vida. Se han de buscarlas riquezas de la literatura medieval; all se encuentra el genio alemn antes de ser deformado por

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    las influencias latina y francesa.

    Esta conviccin sobre la naturaleza de las lenguas, tan diferente de la que dominaba en lostiempos del renacimiento clsico, reviv