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| 1 La naturaleza del diálogo Por Hugo Mujica 1 El hombre no habla por ser hombre. Es porque habla que es hombre, que tiene palabras con las que pensar, nombrar las cosas, comunicarse con los demás, contarse a sí mismo quien es: comprenderse. Todo lo que es ser hombre, lo que lo diferencia del resto de la creación, pasa por la palabra y en la palabra se concreta. Conjugando el verbo hablar el hombre se constituye en lo que está llamado a ser: un ser dialogal. Un ser en relación a otros seres, ni como agregado ni como complementariedad: como constitución. Solamente relacionado, vinculado, el hombre es hombre. Solamente dirigiéndole la palabra a otro, la palabra es verdaderamente lo que es: comunicación de la existencia. Revelación. Comunicarse, expresarse, no pertenece a orden del hacer, ni del tener, pertenece al orden del ser: yo soy mi comunicación. Como la lluvia es lluvia cayendo, como el viento es viento volando o el tiempo es tiempo pasando, yo soy expresándome. Comunicarme o no comunicarme no es una opción, es una insoslayable necesidad, es la diferencia entre la salud mental o la locura, la soledad o el encuentro. Para el hombre nada está del todo experimentado, nada está del todo vivido, si no es comunicado, expresado: compartido. Ni nada ni él mismo. No comunicarme no es no hacerlo: es amputarse. El hombre es el ser que nombra, que nombrando las cosas las ordena, utiliza y significa. El ser humano habla del mundo, habla en el mundo, pero el mundo no le habla a él, las cosas no lo nombran. Ante ellas el hombre está solo, ante sus proyectos sólo escucha su propio eco. Sólo lo humano abarca al hombre, solo lo personal lo personaliza: expresarse, humanamente hablando, es decirse al otro. A otro igual a uno: otro ser que busca, él también, decirse, revelarse. Otro que me busca a mí: me habla. Otro, también que me puede rechazar como yo puedo rechazarlo a él: otro que es tan libre y tan necesitado como yo. No hay mera información sobre algo. Toda comunicación siempre implica la revelación de alguien. Todo intento de comunicación, desde la noticia más importante hasta el comentario más banal, comienza y apunta a la autoimplicación: "aquí estoy". Diga lo que diga me estoy diciendo. Me hablen de lo que hablen, se están manifestando a mí, anunciándose, proclamándose. También a mi me dicen "estoy aquí... delante tuyo esperando..." Comunicarme, realmente -es decir, humanamente-, es sentir que soy nombrado: reconocido por otro. O, más aún, escuchado: aceptado, ratificado en lo que soy. Abrazado en lo que expreso y que por sentirme oso serlo. Comunicarse, más allá de lo que se hable o se diga, es crear vínculos: comunidad. Es crear tramas y lazos donde cada uno es diferente pero mutuo, distinto pero distante. Cada uno más allá de sí: cada uno hasta el otro. Si al expresarme no me impongo, si reconozco y respeto el derecho del otro a decirse, cuando sé que también él es un ser de la expresión, un ser que necesita decirse, entonces comunico, porque también callando, es decir encarnando el silencio, escucho. Dialogar no es sólo una de las formas posibles de ejercer el habla, es la forma en que ella se cumple, es su plenitud: su trascendencia. Sin esta meta, esta trascendencia, el lenguaje carece de sentido, de su sentido propio, de su ruego y de su gracia: llevarnos más allá de nuestra piel, ser en otros. Hablo, lo sepa yo mismo o no, para llegar al otro, hacer del otro mi más propio habitar. Hablo para pertenecer, ser parte de los otros: participar en la humanidad... Trascenderme. En la flagrante oposición al monólogo, a su circularidad, a su juego de ecos y espejos, a su repetición sin donación, el movimiento del diálogo es fundamentalmente búsqueda de otro, llamado. Un vocar que convoca, que reúne. Diálogo, es encuentro. Es ese que reconocemos no por su presencia, 1 Mujica, Hugo. La naturaleza del diálogo. En: Revista First. Número 126. Marzo, 1997.

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    La naturaleza del dilogo

    Por Hugo Mujica1

    El hombre no habla por ser hombre. Es porque habla que es hombre, que tiene palabras con las que pensar, nombrar las cosas, comunicarse con los dems, contarse a s mismo quien es:

    comprenderse. Todo lo que es ser hombre, lo que lo diferencia del resto de la creacin, pasa por la palabra y en la palabra se concreta. Conjugando el verbo hablar el hombre se constituye en lo

    que est llamado a ser: un ser dialogal. Un ser en relacin a otros seres, ni como agregado ni como complementariedad: como constitucin. Solamente relacionado, vinculado, el hombre es

    hombre. Solamente dirigindole la palabra a otro, la palabra es verdaderamente lo que es: comunicacin de la existencia. Revelacin.

    Comunicarse, expresarse, no pertenece a orden del hacer, ni del tener, pertenece al orden del ser: yo soy mi comunicacin. Como la lluvia es lluvia cayendo, como el viento es viento volando o el tiempo es tiempo pasando, yo soy expresndome. Comunicarme o no comunicarme no es una opcin, es una insoslayable necesidad, es la diferencia entre la salud mental o la locura, la soledad o el encuentro. Para el hombre nada est del todo experimentado, nada est del todo vivido, si no es comunicado, expresado: compartido. Ni nada ni l mismo. No comunicarme no es no hacerlo: es amputarse.

    El hombre es el ser que nombra, que nombrando las cosas las ordena, utiliza y significa. El ser humano habla del mundo, habla en el mundo, pero el mundo no le habla a l, las cosas no lo nombran. Ante ellas el hombre est solo, ante sus proyectos slo escucha su propio eco. Slo lo humano abarca al hombre, solo lo personal lo personaliza: expresarse, humanamente hablando, es decirse al otro. A otro igual a uno: otro ser que busca, l tambin, decirse, revelarse. Otro que me busca a m: me habla.

    Otro, tambin que me puede rechazar como yo puedo rechazarlo a l: otro que es tan libre y tan necesitado como yo.

    No hay mera informacin sobre algo. Toda comunicacin siempre implica la revelacin de alguien. Todo intento de comunicacin, desde la noticia ms importante hasta el comentario ms banal, comienza y apunta a la autoimplicacin: "aqu estoy". Diga lo que diga me estoy diciendo. Me hablen de lo que hablen, se estn manifestando a m, anuncindose, proclamndose. Tambin a mi me dicen "estoy aqu... delante tuyo esperando..."

    Comunicarme, realmente -es decir, humanamente-, es sentir que soy nombrado: reconocido por otro. O, ms an, escuchado: aceptado, ratificado en lo que soy. Abrazado en lo que expreso y que por sentirme oso serlo. Comunicarse, ms all de lo que se hable o se diga, es crear vnculos: comunidad. Es crear tramas y lazos donde cada uno es diferente pero mutuo, distinto pero distante. Cada uno ms all de s: cada uno hasta el otro.

    Si al expresarme no me impongo, si reconozco y respeto el derecho del otro a decirse, cuando s que tambin l es un ser de la expresin, un ser que necesita decirse, entonces comunico, porque tambin callando, es decir encarnando el silencio, escucho.

    Dialogar no es slo una de las formas posibles de ejercer el habla, es la forma en que ella se cumple, es su plenitud: su trascendencia. Sin esta meta, esta trascendencia, el lenguaje carece de sentido, de su sentido propio, de su ruego y de su gracia: llevarnos ms all de nuestra piel, ser en otros. Hablo, lo sepa yo mismo o no, para llegar al otro, hacer del otro mi ms propio habitar. Hablo para pertenecer, ser parte de los otros: participar en la humanidad... Trascenderme.

    En la flagrante oposicin al monlogo, a su circularidad, a su juego de ecos y espejos, a su repeticin sin donacin, el movimiento del dilogo es fundamentalmente bsqueda de otro, llamado. Un vocar que convoca, que rene. Dilogo, es encuentro. Es ese que reconocemos no por su presencia,

    1 Mujica, Hugo. La naturaleza del dilogo. En: Revista First. Nmero 126. Marzo, 1997.

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    sino por la ausencia de la soledad en nuestro corazn, por el valor para salir de nosotros porque afuera tambin encontramos lugar, encontramos que ese nosotros nos alberga, que el encuentro nos abriga.

    Aprendemos a ir hacia el otro es tambin una forma de llegar a nuestra casa.

    En la casa del mundo nos hacemos seas unos a otros, no llamamos. Por eso escuchar no es slo un dejar de hablar, es estar presente, es manifestarse al otro, aceptar su ser. Escuchar es, ante cualquier juicio de aprobacin o desaprobacin, recibir, dar morada.

    El tacto remite a mi individualidad. Testimonia la discontinuidad de los seres y las cosas. Corrobora el doloroso aprendizaje de la separacin y la distancia. La palabra, el dilogo, por el contrario, me proyecta corporalmente, se desprende de m como un tacto sin piel. Posibilita habitar en otros sin quitarles su lugar.

    La palabra se muestra as como el medio y el encuentro por el que se manifiestan, viviendo reciprocidad, para encontrar y crear sentidos para crear encuentros. Nombrando las cosas el hombre las comprende y las domina, las inserta en su propia historia.

    Mediante las palabras y en las palabras se establece el encuentro, el mismo de pasiva donacin que llamamos hospitalidad.

    Mis palabras no estn en m, son parte de m. Como no tengo cuerpo, sino que soy mi cuerpo, tampoco tengo palabra, soy ellas. En mis palabras no slo me digo, tambin me entrego: al decirme me doy. Extiendo mi desnudez.

    Este encuentro, como todo lo valioso de la vida, como todo lo vivido, no es algo que se posea, se almacene, se cristalice, se disponga a voluntad. Muy por el contrario, el dilogo, el encuentro, nace, existe, acontece cada vez que lo vivimos y mientras lo vivimos. El dilogo, la comunicacin, como las palabras mismas, debe ser rescatado, vitalizado una y otra vez: como la vida misma. El dilogo no puede ser forzado, ni exigido, ni impuesto, misteriosamente, es un don, un don que no nos podemos dar a nosotros mismos, pero podemos abrir las manos: atentos a-tender hacia el otro.

    El yo o el t no hablan solamente para informarse sobre algo. Cuando acontece el dilogo, acontece la comunin.

    Abrirse al dilogo no es fcil, su dificultad es precisamente la manifestacin de su gravedad, de su seriedad. Llegar a poder decirnos a otros, dejar a otro decirse en nosotros, es quizs tarea de una vida. Para decirnos alguien tiene que escucharnos, y viceversa. La posibilidad de realizacin del dilogo, radica en qu actitud prevalece: hablo o escucho.

    La posibilidad de decir "t" callando. Dar un paso atrs para regalar un espacio para que el otro crezca. Eso es lo generoso y constituye el lenguaje del amor.

    No es fcil comunicarse, porque no es fcil callarse. Por esto escuchar sea quizs el acto por antonomasia de inters por el otro.

    El planteo del dilogo no es entonces cmo comunicarse, es cmo escuchar. Escuchar no slo las palabras, tambin el tono, lo que asoma sin decirse en lo que el otro dice, lo que calla en lo que dice y hasta lo que calla cuando calla: escuchando hasta el final, hasta el silencio del otro. Porque el hombre -cada uno de nosotros, lo sepamos o no- no busca ser comprendido sino ser aceptado como misterio. Misterio inagotable de constante novedad, de infinita posibilidad...