La Once s

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La Once, de Maite Alberdi Hay una objetividad de método en la manera en que Maite Alberdi se plantea en su segundo largo documental. Siguiendo una cuidadosa lógica de simetrías y de progresión, la directora se ciñe a una cuidada planificación para mantener la distancia emocional frente a un trabajo que envuelve tan cercanamente su historia familiar. El resultado sigue siendo igualmente emotivo, en tanto antes que registrar los modos de un grupo de mujeres septuagenarias anónimas, rescata la figura de su propia abuela y de su clan de amigas que la ha acompañado desde el colegio, manteniendo a través de más de seis décadas un ritual mensual de retraerse en función de infusiones de té, pasteles y pequeños sándwiches que robustecen cromáticamente un status cultural que se prolonga también a través de la tradición repostera chilena. Son detalles como éstos los que le dan al filme el valor significante por sobre el registro de caracteres, que también cumple una función en las simpatías hacia los personajes. La Once es ante todo el registro de la sobrevivencia de un ritual social. En un país que, como toda América Latina, se construyó sobre la hegemonía masculina, restituir recuerdos como los suyos va más allá de un ejercicio melancólico. Apela también a recomponer un sinnúmero de emociones e ideas que, a la luz de lo que el documental deja ver, han sido casi siempre expresadas sólo entre mujeres. Por eso, cual más, cual menos, la distancia vivencial que cada uno de estos personajes presenta respecto de las costumbres actuales es mucho más que un vehículo para la comedia. Refuerza en esencia la necesidad reivindicativa de esas reuniones y, además, justifica los recursos narrativos que la directora inteligentemente ha elegido para presentarlos.

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La Once, de Maite Alberdi

Hay una objetividad de mtodo en la manera en que Maite Alberdi se plantea en su segundo largo documental. Siguiendo una cuidadosa lgica de simetras y de progresin, la directora se cie a una cuidada planificacin para mantener la distancia emocional frente a un trabajo que envuelve tan cercanamente su historia familiar.

El resultado sigue siendo igualmente emotivo, en tanto antes que registrar los modos de un grupo de mujeres septuagenarias annimas, rescata la figura de su propia abuela y de su clan de amigas que la ha acompaado desde el colegio, manteniendo a travs de ms de seis dcadas un ritual mensual de retraerse en funcin de infusiones de t, pasteles y pequeos sndwiches que robustecen cromticamente un status cultural que se prolonga tambin a travs de la tradicin repostera chilena. Son detalles como stos los que le dan al filme el valor significante por sobre el registro de caracteres, que tambin cumple una funcin en las simpatas hacia los personajes.

La Once es ante todo el registro de la sobrevivencia de un ritual social. En un pas que, como toda Amrica Latina, se construy sobre la hegemona masculina, restituir recuerdos como los suyos va ms all de un ejercicio melanclico. Apela tambin a recomponer un sinnmero de emociones e ideas que, a la luz de lo que el documental deja ver, han sido casi siempre expresadas slo entre mujeres.

Por eso, cual ms, cual menos, la distancia vivencial que cada uno de estos personajes presenta respecto de las costumbres actuales es mucho ms que un vehculo para la comedia. Refuerza en esencia la necesidad reivindicativa de esas reuniones y, adems, justifica los recursos narrativos que la directora inteligentemente ha elegido para presentarlos.

Mirando su arquitectura desde ms lejos, la pelcula se construye en torno a una figura retrica arcaica -la secuencia por episodios-, clebre mecanismo de la gramtica clsica que tiene entre sus abolengos la secuencia del desayuno en Ciudadano Kane (1941) como mxima expresin de su potencial comunicativo, y que La Once utiliza en cada una de esas secuencias separadas por elipsis de meses y aos, con todo el poder retro de su nostalgia por el pasado.

Es inevitable entonces que, debajo de la meditacin individualizada sobre el rol de la mujer en la elite chilena, el tema de fondo en el filme sea necesariamente la muerte como certeza inevitable y fin ltimo de toda esa progresin. Con mayor intensidad que cualquier ficcin, la muerte de los personajes es la frontera en la historia y su carcter tan inesperado como inminente late tambin en off, incluso ms all de estas imgenes.

Pero La Once tiene tambin un segundo fondo, probablemente no buscado por la directora, relacionado con la supervivencia de las ideas de la elite chilena, cuyo estatuto reivindicativo est presente en su voluntad de registro y que en esencia es indiscutiblemente poltico.A nivel puramente especulativo, es probable que en esas largas horas de conversacin registradas durante cuatro aos no haya estado ausente la opinin poltica explcita. Puede que el filme haya omitido esa zona, o que sencillamente nunca se haya producido. Como sea, afortunadamente la pelcula nunca destierra esa dimensin, incorporndola desde esa conciencia de clase que permite no slo una lectura cariosa de sus personajes, sino una reivindicacin de esos rituales que han permitido la sobrevivencia del sistema de ideas que rodea a cada una de esas mujeres.

Si hay una forma de sobrevivir a la muerte est en esa capacidad de restitucin que permite el cine y que es parte constitutiva del proyecto de La Once. La claridad de Maite Alberdi est en administrar esa conciencia y darle una forma que es puramente cinematogrfica .