La Opinión Nº5

28
1

description

Nº5 Revisa politico-socio-cultural de la Asamblea Local de Izquierda Unida de Almensilla

Transcript of La Opinión Nº5

Page 1: La Opinión Nº5

1

Page 2: La Opinión Nº5

2

EDITORIAL

El pasado 14 de abril la Asamblea de IU de Almensilla conmemoró y celebró el octógesimo primer aniversario de la proclamación de la Segunda República Españo-la. Ese día nos reunimos en la Casa de la Cultura de Almensilla gente de varios pueblos del Aljarafe con una esperanza común: celebrar ese aniversario y poder ser testigos de la proclamación de la Tercera República Española. La Segunda República fue cosa de TODOS los españoles. Tanto de aquellos que eran "de derechas" como de los que se declaraban "de izquierdas". Realidad que, por evidente, no haría falta subrayarla, si no fuera por la manipulación que de los aconte-cimientos se vienen haciendo, consecuencia de la todavía vigente didáctica franquista de la Historia. Y en una cosa coincidieron todos en su día: el rey, el régimen monárquico, ya nada tenía que ver con la realidad social de nuestro país. Eso, en 1.931. Es muy posible que esa idea recoja las añoranzas de progreso que se frustraron en 1.939 y que los españoles no hayan perdido la esperanza de continuar el recorrido hacia un futuro que se interrumpió, por obra y gracia del fascismo europeo, hace ahora 76 años. Porque la Segunda República Española merece ser recordada por sus logros, y no sólo por su triste final y las trágicas consecuencias que sufrieron un gran número de españoles por defender la legalidad constitucional frente al golpismo ilegal de los insurrectos. Los logros alcanzados por la Segunda República Española fueron muy amplios y diversos, y entre otros podemos citar la creación de escuelas, la labor de los maes-tros, las misiones pedagógicas, las nuevas libertades conseguidas, la reforma agraria, la asistencia sanitaria pública, los derechos de la mujer, un estado laico que diferen-ciaba Estado-religión, derechos de autonomía a los pueblos del Estado español, etc... El período republicano fue un período de una gran transformación social que además intentó afrontar todos los problemas que se venían arrastrando años atrás. Fue también el intento de llevar a cabo una gran utopía: intentaron llevar la educación y la cultura a toda la población para conseguir así la democratización del pueblo mediante ciudadanos libres. Cabe destacar que la tradición republicana en España, a diferencia de otros paí-ses, siempre ha sido patrimonio de la izquierda y ha ido asociada a la justicia social frente a la monarquía que representa a la oligarquía y a los sectores más reacciona-rios. Por todo eso, todos los que nos sentimos republicanos tenemos la obligación de reivindicar aquel espíritu con orgullo, con modestia y con gratitud, y reclamar como propios los valores del republicanismo español, que siguen vigentes como símbolos de un país mejor, más libre y más justo. Tenemos la obligación de seguir trabajando por una sociedad verdaderamente moderna, laica, culta, igualitaria, por su definitiva normalización democrática, y por el progreso de todos los ciudadanos.

NO HAY DOS SIN TRES: REPÚBLICA OTRA VEZ.

2

Page 3: La Opinión Nº5

3

He de informar al lector que debido a distin-tas circunstancias, no he tenido tiempo para cumplir los plazos del escrito prometido a los responsables del proyecto que tienes en-tre las manos. De hecho lo he entregado fue-ra de plazo. Pido perdón y digo gracias. Y es por ello que no voy a escribir nada mío, sino que, en su lugar, voy a contar una histo-ria que no me pertenece, pues llegó a mis oídos hace tanto tiempo que no recuerdo ni las circunstancias del mismo. Y al ser un re-cuerdo discúlpeme de nuevo el lector si la modifico, ya que, en esto de cocinar historias cada uno agrega su toque a la receta original. Y en lo que respecta a recordar, todos tende-mos a trucar la baraja. Dicen que se acabó la era de los sueños. Pero en Izquierda Unida pensamos que lo que de-bería terminar es la era de las pesadillas. Cuando los españoles empezaron a construir esta democracia cargados de sueños y espe-ranzas fuimos bombardeados por grandes promesas incumplidas o traicionadas en la letra pequeña. Ahora, lo único que prometen los trileros del azul y el rojo desvaído, sus socios los medios y los aprendices a caciques; son sus grandes y “necesarios” recortes, el echar la culpa a otro y su repugnante servidumbre a los pode-res establecidos. Fuera de la legitimación y decisión del pueblo. Esta asamblea promete lo que ha prometido siempre: trabajo, transparencia, igualdad, participación y honradez, cimientos en los que se basa nuestro programa y de las cuales deberían estar imbuidas de manera transver-sal todas nuestras áreas de actuación. Ya sea dentro o fuera de la institución. La cultura del esfuerzo, que no puede ser estrangulada en las aspiraciones personales por la cultura de la timba, del espejismo barato y las pro-mesas vacías.

Y es que aquellos políticuchos, que ahora, alarmados se defienden ante el levantamiento popular que vivimos, abanderando su legiti-midad gracias a los votos que lo respaldan. Olvidan que eso no les da derecho y poder para hacer lo que les plazca. Olvidan que ellos son la herramienta necesa-ria para que esos votantes gobiernen, y por tanto se deben a ellos y no al contrario. Y es la obligación de los ciudadanos recordarles que su opinión cuenta siempre y no sólo cada cuatro años. Al igual que es responsabilidad de todos corregirlos cuando y como sea ne-cesario. Es por ello que voy a contar esta historia, fa-bula o leyenda. Escoja el lector la acepción que más guste. Una historia de sueños que merecen ser y del poder que tenemos cada uno para cambiar. Aunque a veces lo olvide-mos engañados por la realidad que nos hacen creer que es.

***

Nuestra historia comienza en una noche de luna llena, en un antiguo cementerio donde una treintena de gatos se encuentran reuni-dos. En lo alto de un ángel de piedra yace ella, la contadora de historias. Una gata sia-mesa azul de pelaje fino y pardo, de ojos azul grisáceo y motas plateadas que nave-gan a la deriva . Han acudido a la llamada y ella no piensa defraudarlos, la gata se alza sobre sus patas delanteras y comienza su historia. “Una vez fui como muchos de vosotros. So-metida al ser humano, en su mundo: era su juguete y su posesión. Me engañaba, como quizás hagáis mucho de vosotros, pensando que controlaba mi propia vida. Me daban de comer, comodi-dad y calor. ¿Y que daba yo a cambio? Ca-riño, mi presencia quizá. Poca cosa para lo que me ofrecían.”

Un sueño, para crear un mundo Ernesto Díaz

Page 4: La Opinión Nº5

4

Una noche de luna de estío la brisa noctur-na trajo consigo además de olores ha yerba y flores frescas, una llamada. Era un macho. Una oreja rota. Ojos oscuros. Era el tiempo del amor, y ella lo había elegido a él como amante. Era fuerte y rápido, y sus garras y dientes cortaban como el viento en invierno. No volvió a verlo jamás. Con el tiempo su placer produjo descenden-cia, una perfecta unión de sus manchas. Es-peraba la pasión con la que les enseñaría las cosas de la vida: la alegría de lavarse, cazar y trepar. Le susurraban sus placeres: haberse encarnado como sus descendientes, haber probado el aire y la leche… le susurraban su fe en el futuro. Sus humanos no compartían su alegría. Ella pudo sentirlos a lo lejos, en la oscuri-dad, mientras se los llevaban al agua helada y sintió como se retorcían y arañaban a cie-gas, sintió como la llamaban, llenos de páni-co. Y de repente dejó de sentirlos. Fue entonces cuando comprendió que había estado engañándose. Que estaba subordina-da a ellos, y que bajo el falso refugio de la comodidad que les aportaban los humanos los tenían esposados. Unas esposas que al no ser visibles sin comprensión, eran más eficaces que el más duro de los metales. Y por lo tanto no podía considerarse libre. Y rezó. Suplicó a la oscuridad, a la noche, a los carroñeros. Imploró al rey de los gatos y a su emisario que camina entre nosotros. Rezó. Y soñó.

Se vio sobre un osario, que llegaba hasta el horizonte. Sobre ella un enorme cuervo con el cráneo al aire por cabeza surcaba el cielo de un tono morado y rojizo. El cuervo des-cendió un poco y preguntó con voz quejum-brosa a la vez que potente, que atrevimiento la había llevado al corazón del sueño. A lo que segura contestó “he venido en busca de justica, revelación y sabiduría”. El pájaro volando más bajo y siempre fuera de su al-cance contestó: “¿Justicia? La justica es una falsa ilusión que no hallarás en esta esfera ni en ningu-na otra. ¿Y sabiduría? La sabiduría no pertenece a los sueños, ágil caminante, aunque los sue-ños forman parte de la suma de las expe-riencias vitales, que es la única sabiduría que importa. Pero ¿Revelación? Eso si que es competen-cia de este orbe. Puede ser tuya, pero sólo si tu corazón es fuerte, puesto que el cami-no es arduo y peligroso y muy sencillo per-derse.” El pájaro le indicó el camino para encontrar la cueva donde vivía el Gato de los Sueños, señor del mundo en el que ahora se movía y poseedor de su preciado premio. Abandonó el desierto de huesos y comenzó su viaje. Atravesó el bosque de los fantasmas donde los muertos y perdidos susurraban llamán-dola sin cesar. Cruzó bastas regiones hela-das donde cada paso lastimaba y cada mo-vimiento era un suplicio. Atravesó la oscu-ridad y el vacio que la despojaron de todo lo que la hacía ser quien era. Pero aun en el vacío de la nada más absoluta cuando ya no sabía porque caminaba, continuó avanzan-do. Y pasado un tiempo volvió a ser ella y vio que había llegado a la entrada de la cue-va del Gato de los Sueños.

Page 5: La Opinión Nº5

5

Se adentró en la cueva con el pelo erizado y las uñas fuera, todos sus sentidos le gritaban que escapase de allí. Pero ella siguió avan-zando. Y entonces llegó ante él. Sobre una roca plana cuyos alrededores hab-ían servido de sepultura a multitud de seres de cuyos huesos sólo era capaz de reconocer algunos. El enorme gato negro como la no-che se irguió y mirándola con algo parecido a estrellas de una luz infinita pregunto: “-¿Quién eres tú pequeña gatita? -Una caminante nocturna a la que envía un cuervo muerto en busca de revelación” con-testó ella. -Ya que has llegado hasta aquí, no creo que te moleste andar un poco más. Así que cami-na conmigo un rato y cuéntame porque me buscas -Quiero comprender. ¿Por qué pudieron quitarme a mis hijos?¿Por qué vivimos así? No lo entiendo. -Dicen que un gato puede mirar a los ojos a un rey. Mírame a los ojos hermanita. Míra-me.” Y se lo mostró, le contó la verdad tal y como ella se la estaba contando al resto. En sus ojos infinitos vio imágenes y en las imáge-nes vio verdad.

Desde siempre en innumerables culturas e imperios que son polvo hace cientos de años se ha sabido que los gatos, de entre todos los animales se encuentra entre las distintas es-feras de existencia. Cualquier gato puede ver el futuro inmediato y por supuesto el eco del pasado. Pueden ver el paso de criaturas des-de la infinidad del presente de todos los mundos y realidades existentes. Siguen a esos fantasmas con la mirada mientras noso-tros, los humanos, no vemos nada. Eso lo

sabían antaño y lo intuimos todos aquellos que alguna vez tuvimos un gato. Pero la realidad que le mostró el Gato de los Sueños superaba cualquier imaginación. Hace muchos, muchos cielos los gatos do-minaban este mundo. Eran mucho más grandes y el mundo se había creado para su disfrute y deleite. Lo recorrían y tomaban cuanto necesitaban. En ese tiempo los humanos eran criaturas pequeñas, como ellos lo son ahora. Estos seres estaban a su disposición, cepillándo-los, aseándolos y mimandolos. Y en las noches de luna llena nos cazaban y comían las mejores partes de nuestro cuerpo, pero sobre todo nos cazaban. Porque éramos más deliciosos de cazar que los pájaros y los ra-tones eran demasiado pequeños para ellos. Que felicidad aquellos días de caza bajo la luna, el juego del gato y el hombre. Un buen día de entre ellos se alzó un huma-no. Un macho de pelo rojizo, nacido y cria-do en el jardín de una de las sibaritas damas felinas. Y el humano tuvo un sueño y una idea innata. Y anduvo entre sus congéneres y predicó su mensaje. “!SOÑAD! Los sueños dan forma al mun-do. Cada noche los sueños vuelven a crear el mundo. No soñéis el mundo como es ahora, someti-dos a nuestros amos y amas felinos. Soñad un mundo nuevo. Un mundo donde seamos la especie dominante. Soñad un mundo donde no nos cacen y maten los gatos. So-ñad un mundo donde seamos libres y due-ños de nuestras propias decisiones. No se cuántos seremos necesarios, pero de-bemos soñarlo y, si somos suficientes, se hará realidad. Los sueños dan forma al mundo. Demos forma a nuestros sueños.”

Page 6: La Opinión Nº5

6

Y la palabra se extendió. Algunos creyeron y soñaron. Durante un tiempo no sucedió nada. Una noche fueron suficientes los que soña-ron. No fueron necesarios demasiados. Unos mil, no más. Y al día siguiente, las cosas cambiaron. Los humanos eran hombres enormes y los gatos diminutos. Los huma-nos eran la especie dominante y ellos sus presas. Y de los perros, y de sus apestosas máquinas metálicas. Presas del mundo que habían creado los humanos. Soñaron un mundo transformando el universo desde el inicio de todas las cosas hasta el fin de los tiempos. El mundo domi-nado por gatos y gatas nunca existió. Todo aquello vio al mirar a los ojos del Gato de los Sueños. Y comprendió. Comprendió la pesada carga que debía soportar. Y des-pertó. Aquel día abandonó a los humanos y sus fal-sa libertad para predicar la buena nueva. Y ahora va de un lugar a otro. Caminando incontables leguas. Pasando hambre a veces y a menudo sufriendo. Cruzó mares y mon-tañas. Predicó a los gatos silvestres de las llanuras desiertas. Maulló su mensaje a las estrellas desde las azoteas y se los susurro a los gatos moribundos de los callejones. Habló con todo semejante que se encontró donde quiera que fuera. Y el mensaje siem-pre fue el mismo. “¡SOÑALDO! Soñad el mundo no esta páli-da sombra de realidad. Soñad el mundo tal como es. Un mundo donde los gatos son los señores de la creación. Ese es mi mensaje. Si ellos pudieron soñarlo nosotros también. Si lo creyésemos. Si lo soñásemos. Dicen que los gatos no soñamos, que vivimos entre mundos casi conforme con la carroña que conseguimos, y puede que sea verdad. Pero

si somos suficientes los que soñamos... po-demos cambiar el mundo. Y seguiré viajando y repitiendo mi historia hasta la muerte o hasta que mil gatos cre-an mis palabras y sueñen.”

Con estas palabras termina su historia. Baja del ángel, que ahora con el rocío de la ma-ñana parece que llora emocionado y se adentra entre los matorrales en busca de al-go de caza, continuando su camino para se-guir con su labor. El resto de gatos se dispersa poco a poco para continuar con el suyo. De entre ellos un pequeño gatito gris a rayas habla con su compañero. “Parecía verdad. Una verdad al menos ¿crees que sucederá?” el otro, un gato pardo de gran complexión y varios in-viernos vividos le contesta sin asomo de du-da “Pequeño, ya me gustaría que alguien, ya sea profeta, rey o dios, convenciera a mil gatos para hacer algo al mismo tiempo. No, no sucederá nunca.” Los dos gatos se marchan a sus respectivos hogares. La noche y la luna dan paso al día y la luz del sol. Y en una casa un pequeño gato sueña en su cojín con lo que parece una cacería entretenida y divertida.

***

Espero que la historia haya sido de prove-cho o al menos haya entretenido. Por mi parte sólo queda decir que yo como este ga-tito sigo soñando. Y esté donde esté lucharé por mis sueños y los que comparto con otros. Difundiendo la otra verdad del mun-do, creando pequeños oasis, hasta que sea-mos suficientes para cambiar la realidad im-puesta.

Page 7: La Opinión Nº5

7

Sigo siendo concejal… de Izquierda Unida en el ayuntamiento de Almensilla mientras la asamblea así lo mantenga, pero he dejado de pertenecer al equipo de gobierno. Y eso, ¿por qué? Vayamos por partes. Hace ya algunos meses, cuando se iban acercando las elecciones municipa-les la asamblea local de Izquierda Unida elaboró y aprobó una lista formada por trece personas que nos comprometimos a presentarnos bajo estas siglas y a defen-der un programa de trabajo, bien desde la gestión, bien desde la oposición, a tenor de los resultados en las urnas, y que lo haríamos respetando, como es lógico, las directrices de dicha asamblea, que nos dio su apoyo junto con el programa a desarrollar. Entiendo que era y es de obligado cumplimiento, desde el punto de vista democrático, político y ético ser fieles y no traicionar aquello que habíamos acep-tado y con lo que libremente nos había-mos comprometido. Por ello, mi actuación, mirando siempre lo mejor para el ayuntamiento y para el municipio, ha estado y estará du-rante el presenta mandato dentro de los principios democráticos de la asamblea de IU, que debe ser soberana. Y ello, según la cultura democrática en la que he venido desarrollando mi práctica

política. Es así, que cuando actúe, hable, tra-baje, me mueva o respire como concejal de IU lo haré respetando y aceptando siempre lo que la asamblea acuerde, to-mando como referencia nuestro progra-ma electoral. Así será, porque así debe serlo. Por estas razones, entre otras, sigo siendo concejal de Izquierda Unida en el ayuntamiento de Almensilla. Sin embargo, y por estas mismas razones, entre otras, no puedo ni debo seguir perteneciendo a un equipo de go-bierno que no sólo ha llegado a situarse fuera de la asamblea, sino que en mu-chos aspectos de su gestión ha vendo to-mando decisiones claramente en contra de los acuerdos asamblearios. Y desde esta posición en la que es-toy ubicado seguiré trabajando, como hasta ahora lo he venido haciendo en de-fensa de los intereses del ayuntamiento y del municipio. Por lo demás, allá cada cual con sus propias responsabilidades personales y colectivas.

Sigo siendo concejal… de Izquierda Unida

Francisco Díaz

Page 8: La Opinión Nº5

8

Ni voy a descubrir ahora ni lo pretendo, Dios -o quien sea- me libre, al que probable-mente es el mayor genio que ha dado la lite-ratura española en toda su historia; a aquel que, especialmente durante los primeros años del siglo XVII, tuvo una importancia capital en el desarrollo y en la evolución de nuestra lengua: Don MIGUEL DE CER-VANTES. Todos estamos de acuerdo, creo yo, en que, entre las muchas y notables carac-terísticas de la creación literaria cervanti-na, probablemente las dos que más desta-quen sean el tratamiento de los locos (“locos-cuerdos”, más bien) por una parte, y su habilidad para elaborar notables paro-dias. Ambas se dan en el Quijote, que, co-mo sabemos, entre otras cosas no es sino un brillante sumario, un compendio de los principales géneros narrativos practicados en España durante los Siglos de Oro. Pero Cervantes se puede decir que “cojeó” en el teatro -a pesar de la universalidad de sus Entremeses-, y no por su falta de calidad como dramaturgo, sino porque “un tal” Lo-pe de Vega consiguió, en 1608, dar antes que él con la fórmula más exitosa para atra-er al público a los corrales de comedias. Sin embargo, hay una creación dentro de su repertorio dramático tal vez menos conocida pero que merece ser mencionada: La entre-tenida, obra, como otras suyas, de dudosa cronología y englobada dentro del volumen que publicó en 1615 bajo el título de Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca representados; y obra que, tiempo ha, tuve la suerte de conocer, aunque desgraciada-mente no el texto completo, sino la adapta-ción que Yolanda Pallín hizo en 2005 para la Compañía Nacional de Teatro Clásico

(CNTC). Hace algunos años, más concretamente en el otoño de 2007, mis amigos filólogos y yo fuimos a una feria dedicada al teatro que se celebró en el sevillano Casino de la Exposi-ción, en la que pude hacerme, entre otros artículos, con el correspondiente ejemplar de la colección Textos de Teatro Clásico editados por la Compañía. Pero no fue has-

ta algunos meses más tarde cuando me de- cidí a descubrir, por simple curiosidad, esta pieza del ínclito e inefable don Miguel. Dice Eduardo Vasco (director en 2005 de la CNTC) en el prólogo escrito que la crítica ha tenido opiniones muy dispares con res-pecto a su valía dentro de la historia del tea-tro español, dado que La entretenida, además de ser una obra desconocida para muchos, es bastante polémica. Y también afirma que muchos han visto en ella una reacción contra la nueva comedia de capa y espada “inventada” por Lope. Obviamente ni me encuentro en la mente del “Príncipe” de las letras españolas ni he

La entretenida: Cervantes -genio y figura también en el teatro– versus Lope

Víctor Díaz

Los actores Toni Misó y Joaquín Notario, en una de las escenas del montaje de La Entretenida (CNTC)

Page 9: La Opinión Nº5

9

podido probarlo con documentos fehacien-tes pero, examinados uno a uno los casi 3.000 versos de los que se compone la adap-tación, no me extrañaría para nada que así fuera. Quien haya estudiado de manera más o me-nos concienzuda la historia de la literatura española en los Siglos de Oro debe ser per-fectamente conocedor de la encarnizada ri-

validad existente entre Cervantes y Lope, más cuando éste consiguió que la populari-dad de aquél disminuyera un poco entre el público gracias a sus exitosas comedias. Estaba claro que un tipo tan orgulloso como Cervantes no podía permanecer quieto ante tamaña afrenta; y el resultado no es más que esta comedia en la que critica y se ríe abier-tamente de todo lo que, según el lopesco Ar-te nuevo de hacer comedias, debe ir suce-

diendo en la comedia llamada “de capa y espada”. Pero don Miguel no lo hace de forma chabacana, ni mucho menos; sino con una fina ironía llena de brillantez, co-mo se debe esperar de un gran genio como él. Cervantes, en La entretenida, parodia el desarrollo de la típica comedia escrita y ex-hibida en la España del XVII, dándole la vuelta a todos los preceptos promulgados por Lope en el Arte nuevo, desde el plan-teamiento de las tramas y conflictos hasta el final feliz que se observa en casi todas las obras -en el que prácticamente todos “comen perdices”-, pasando por las luchas por amor y por la menor importancia que se le solía conceder a los personajes secunda-rios. Y todo con una brillantez y originalidad métrica -por ejemplo se incluye un soneto disgregado en boca del secundario persona-je de Torrente, inusual en la nueva comedia del XVII- dignas del más grande. En resumen, que si algún aficionado al tea-tro español de los Siglos de Oro tiene la oportunidad de echarle un vistazo a esta co-media, le aconsejo que lo haga, aunque sea sobre el papel o sobre la pantalla del orde-nador, I-Pod, tablet, Blackberry o lo que quiera que posea, y no sobre las tablas –yo me quedé con las ganas de verla al descu-brirla tarde-; porque por desgracia dudo que se vaya a representar de nuevo. Si tiene sentido del humor, y si es amante de la literatura cervantina, no cabe duda de que se llevará una agradable sorpresa. Y si no, también; porque no es el Quijote, pero a buen seguro le gustará.

Page 10: La Opinión Nº5

10

La juventud, divino tesoro. Juan Mendoza Ufano. (Revista sociocultural “TAHONA”. Almensilla. Año I. Nº 2. Ju-nio de 1997). En la actualidad, se habla mucho de la juventud, y en la mayoría de las ocasiones, como los que hablan son personas pertene-cientes a otras generaciones, se habla mal de ella, a veces muy mal, casi siempre, remata-damente mal. Cuántas veces escuchamos, sin profun-dizar ni comprender la verdadera problemá-tica de los jóvenes, comentarios como, que esta juventud no es como la de antes, que no le gusta estudiar, que tampoco quiere traba-jar, que no tiene ninguna clase de objetivos, que cada día está peor o que pierde el tiem-po descaradamente; o también otros comen-tarios mucho más crueles y dolorosos, que casi nunca coinciden con la realidad, como que sólo sirve para tomar cuatro copas, fu-mar unos porros y alguna que otra cosa más. En definitiva, que salvo algunas excepcio-nes, no sirve para nada. Quién así enjuicia a los jóvenes esta maravillosa etapa, no recuerdan, o no quie-ren interesadamente recordar, que tampoco sus padres o abuelos lo comprendían a ellos, como tampoco comprendieron las inquietu-des que pudieran tener, las virtudes que en-cerraban, los valores que atesoraban o los proyectos que jamás pudieron realizar. Hasta ahora, y estoy generalizando, con el riesgo de ser injusto, bien poco le im-portan a los mayores la realidad de los jóve-nes, sus entresijos, deseos e inquietudes, si-no para tratar de imponerles clara o velada-mente, de una forma o de otra, sus criterios y razonamientos sus ideas y actuaciones. Muy pocas veces, los padres se ponen a la altura de sus hijos e intentan compren-

der sus problemas, sentir sus inquietudes, vivir su problemática, participar de su lógi-ca desconfianza ante el panorama presente, ante el futuro incierto que se les avecina. Muy pocas veces los padres se meten, co-mo se dice vulgarmente en el pellejo de sus hijos e intentan ayudarles a buscar solucio-nes para las situaciones reales y concretas que tienen hoy, en vez de recordar erre que erre las que ellos vivieron antaño. ¿Por qué exigir a los jóvenes de hoy lo que la mayor-ía de las veces somos incapaces de exigir-nos a nosotros mismos? ¿ Por qué resaltar nuestras "proezas" de antes, si cualquier cosa que hacen hoy los jóvenes tiene más mérito que lo que nosotros hacíamos? Tenemos que reflexionar también, so-bre la influencia que ejercen sobre los jóve-nes la mayoría de las organizaciones y aso-ciaciones juveniles que se crean desde las instituciones y los poderes establecidos. ¿Son en realidad medios o instrumentos que los jóvenes pueden utilizar para educar-se, concienciarse y desarrollar sus cualida-des y virtudes, permitiéndoles afrontar la vida y su futuro, tanto individual como co-lectivamente, ante ellos mismos, ante los más próximos y con la comunidad en que viven, consecuentemente con sus ideas y criterios, o por el contrario, no son más que instrumentos que se utilizan para buscar adeptos para las ideas y conveniencias polí-ticas de los que la montan? Y qué decir también, del tan inoportuno co-mo inútil servicio militar obligatorio, que habitualmente se cruza en la mayoría de la vida de los jóvenes, destrozando posibles oportunidades de encauzar definitivamente su futuro. Quién puede negar, que en la juventud, ésta maravillosa etapa que todos hemos vi-vido, ya sea la de antes, la de ahora o la que venga más tarde, se encuentra y encontrará

“Yesterday…” (4)

Page 11: La Opinión Nº5

11

siempre la fuerza, sinceridad y alegría, su valentía y decisión, la esperanza y ganas de luchar, su rebeldía, coraje y otras muchas expectativas que a veces no salen a la luz, porque de forma consciente en unos casos e inconsciente en los menos, se ponen trabas y obstáculos en su camino. Por supuesto que la juventud actual vive mejor que la de antes. Es lógico. Como también viven las demás generaciones. ¡Estaría bueno¡ Evidentemente, los jóvenes actuales tienen más medios, pero ¿le sirven los mis-mos para conseguir un futuro más esperan-zador e ilusionante? ¿Qué posibilidades tienen los chavales que desde sus primeros años de adolescen-cia, optan por el mundo del trabajo laboral? ¿Qué hace un joven cuando a los 16 años termina la enseñanza obligatoria, y no puede, no quiere, o no tiene cualidades sufi-cientes para seguir estudiando? ¿Qué salida tienen los jóvenes que quieren seguir estudiando y por causas dife-rentes se quedan estancados? ¿Qué futuro les espera a la casi totali-dad de los jóvenes que estudian y terminan sus carreras? La triste realidad, la que observamos todos los días y en cualquier parte, es que sólo una minoría logra sus objetivos, en-cuentran un trabajo estable y llegan a reali-zarse plenamente; el resto, o sea casi todos, carecen de un futuro demasiado prometedor, tienen que dedicarse a otros trabajos o me-nesteres que en muchas ocasiones nada tie-

nen que ver con la prepa-ración a la que han dedicado gran parte de su vida. De otra parte, los que desde muy jóvenes se deci-dieron por el mundo laboral, chocan un día sí y el siguiente también con un trabajo no cualificado y discontinuo que le lleva inevi-tablemente a engrosar las listas del paro. Ante esta situación, ésta cruda pero verdadera realidad, que tiene ante sí la ju-ventud actual, sólo en algunos de los aspec-tos de su vida, ya que intencionadamente hemos obviado otros aspectos y factores quizás mucho más importantes y por su-puesto vistos y enjuiciados desde la óptica de un padre de familia, no podemos ni de-bemos ser pesimistas y tenemos la ineludi-ble obligación de lanzar un mensaje de es-peranza. Un mensaje que enganche a los jóve-nes y los haga sentir responsables de su vi-da y su futuro. Si como antes hemos mani-festado, la juventud atesora esa serie de va-lores innatos a la misma, tienen que plante-arse de forma personal y solidaria, indivi-dualmente y a través de colectivos que ellos mismos puedan crear, romper los esquemas que le aprisionan, rebelarse contra las es-tructuras, luchar con todas sus fuerzas con-tra el desorden establecido, contra las injus-ticias, exigir y conseguir unas condiciones de vida en la que puedan desenvolverse sin ataduras, reclamar lugares donde poder di-vertirse alegremente y convivir sanamente, y lógicamente, a la vez, es necesario asumir el compromiso de ser jóvenes y pilar indis-cutible de las sociedades venideras y por lo tanto tienen que plantearse clara y determi-nantemente su actitud ante ellos mismos y con la sociedad con la que les ha tocado vi-vir y compartir su existencia.

Page 12: La Opinión Nº5

12

Paseíllos por el Aljarafe. Marta Delgado. (Revista sociocultural “TAHONA”. Al-mensilla. Año II. Nº 8. Diciembre de 1998). ¡¡¡ Riiiiiing !!! ¿Ya? ¿Ya es la hora? ¡Vaya! Comienza un nuevo día, algo asombroso si simplemente empezase algo más tarde. Me-dio adormilada me voy preparando para lle-gar a punto a la parada. ¡Ay! Menos mal que mi abuelita, fiel cada mañana, me tiene preparado el desayuno; gracias a esto, a las 7:00 h. puedo estar lista a la espera del au-tobús y lanzarme a lo que supone un nuevo día. Ya estoy en él, en mi sitio de siempre, con la luz que desprenden las farolas de “Dragados” ante mí. Al pasar entre ellas, destellos que surgen de una espesa oscuri-dad, me da la sensa-ción de estar aún so-ñando, en la camita, calentita; pero de nuevo el autobús hace una de sus brus-cas paradas que me hacen volver a la rea-lidad. Me encuentro camino de Palomares; giro la cabeza para seguir mirando a través de la ventana y tengo la suerte de poder con-templar una vez más la inmensa oscuridad, de la que resaltan “grandes luciérnagas” en un horizonte muy próximo. Alzo la mirada y descubro una luz de brillo más mágico que el de las anteriores; esta luz se trata de la Luna, en estado menguante. Pasado el Río Pudio, la oscuridad vuelve a reinar; nada se divisa, nada se ve, sólo el reflejo de las listas blancas pintadas en la carretera; paisaje que tenemos hasta llegar a las inmediaciones de Palomares, donde el alumbrado de las urbanizaciones me vuel-

ven a recordar que estoy levantada y cami-no de Sevilla. Dejamos Palomares a eso de las 7:10 h. y nos dirigimos a Mairena. Este caminito, si cabe, da mayor sensación de sueño, si no llega a ser por la cantidad de piedras y ba-ches que producen un movimiento algo mo-lesto. Todo está negro, una negrura donde resaltan las estrellas y, de nuevo, esas extra-ñas luciérnagas. Este paisaje dura poco, en menos de cinco minutos estamos en Maire-na. Nos detenemos. Si miro a mi derecha, veo un llano de arena con columpios, si miro a mi izquierda, aparece un parque cerrado,

con arbolitos; pare-cen bien cuidados, pero el otoño no per-dona, y algunos ape-nas tienen hojas. Estamos a punto de pasar la primera par-te de Mairena y una extraña imitación de abeto de luces me recuerda las fechas que se aproximan. La imitación no es muy buena, aunque lo que en verdad im-

porta es el efecto que cause en la persona, eso que hace recordar en qué fechas nos en-contramos; pero, bueno, el autobús sigue y sigue y, sin darme cuenta, hemos pasado Ciudad Expo y nos dirigimos a Los Alco-res. La Luna vuelve a aparecer ante mí. Está preciosa, parece, como se dice en la can-ción de Mecano, una cunita meciendo a su niño. Hacemos parada en Los Alcores. Como siempre, se monta gente diferente; y, tam-bién como siempre, sube esa chica de pelo cortito y chaquetón azul marino y rosa que me encuentro cada mañana.

Page 13: La Opinión Nº5

13

Le damos la vuelta a la rotonda y paramos en Ciudad Aljarafe. Este trayecto apenas tiene qué ver, sólo edificios y unos árboles sembrados de manera tan estructurada que dan la impresión de un único fin: adornar. ¡Vaya! Ya estamos en San Juan, y hemos pasado los “Talleres Florida”, el Cobreros, esa hilera de árboles secos, aquella plazole-tita con una especie de cúpula en medio... Y ahora, en esta parada no para de entrar gen-te. Es difícil recordar todas las caras, pero he reconocido a dos chicas que se montan todos los días. Parecen hermanas. La peque-ña (de unos 9 ó 10 años) parece muy frágil; se sienta y se queda dormida a pesar del ba-rullo de la gente. Bajando hacia el “Barrio Bajo” de San Juan veo algo que me hace volver un mes atrás. Es una calle, ante los ojos de los de-más, una simple calle que, posiblemente, lleve ahí siempre; ante mis ojos es la calle por la que llegué, junto a mi primo Víctor, al colegio donde trabaja mi tío Paco, a su clase, donde tuve una experiencia inolvida-ble con esos niños que escondían una gran dulzura en su interior. Parece imposible, ya estamos saliendo de San Juan. No sé si es que el autobús va hoy muy rápido, o es que yo voy entretenida es-cribiendo estas palabras; lo cierto es que hoy el viaje no se me está haciendo tan pe-sadillo como me suele ocurrir. Entre los demás autobuses, coches y camio-nes, el autobús cruza el puente. Bajo él, el río brilla de manera asombrosa, diferente a cada segundo que pasa. Ya empieza a amanecer. Se distinguen dis-tintas capas de colores en el horizonte: el más bajo, el amarillo, que se va tornando a un anaranjado, para pasar al azulado y fina-lizar en el negro, un negro que encuentro por todo el firmamento si, en vez de mirar al Este, dirijo mi mirada al Oeste; y la Lu-na, alta y espectacular, como siempre, como una diosa esperando a su dios “el Sol”.

Ha llegado el momento de bajarme. Pasan-do la cafetería “Desavíos” ya tengo que empezar a prepararme. Ya estamos en mi parada. A la vuelta seguiré. (Horas más tarde) Son las 15:05 h., de nuevo en el autobús, pero esta vez camino de Almensilla. ¿Qué? ¿Qué cómo ha estado el día? Bien, como siempre, pero, a su vez, diferente a cualquier otro; aunque suele haber algo en común. Ahora, a la vuelta, ya no se me ape-tece tanto observar lo que me rodea. Miro por la ventana, lo intento, procuro ver el exterior, pero no puedo; sólo hallo una fi-gura humana reflejada en el cristal. Parece estar escribiendo algo, mas no se ve bien el qué. Investigo, levanto mi mirada para ver la cara. Es una chica, con ojeras y expre-sión cansada. Ésta soy yo. A estas horas, para mí, el brillo del agua del río no es el mismo; ya no hay Luna, sino un Sol res-plandeciente; y lo único que estalla en mi interior son las ganas porque este “paseíllo por el Aljarafe” pase pronto y pueda llegar a casa. Soliloquios de verano. Juan J. Díaz. (Revista sociocultural “TAHONA”. Al-mensilla. Año I. Nº 3. Septiembre de 1997). Los preámbulos de la resignación siem-pre son amargos. Escucho a Verdi co-mo distraído, dejando volar el pensamiento hacia lugares más comunes en mis preocu-paciones de estos días. Escribo con pluma, una pluma de colorines juvenil y un tanto hortera que regalé a mi hija en uno de sus cumpleaños, seguramente por falta de ima-ginación. En cualquier caso, a ella le gustó y yo, además, la utilizo en mis soliloquios con el papel; a qué pedirle más. Me detengo y atiendo con interés. Suena el aria de Violeta "Addio, del passa-to bei sogni", de La Traviata. Es de las po-cas piezas que reconozco en ópera, puede

Page 14: La Opinión Nº5

14

que porque la oyera por primera vez en el cine, creo que en El maestro de esgrima. Me encantó. Por descontado, el nombre comple-to lo copié al mecanografiarlo letra a letra del disco. Cuando concluye continúo escri-biendo porque el aria siguiente no me dice nada, así de deficiente es mi cultura musi-cal. Resignación. Si dispusiera de tres o cuatro millones podría roer la hipoteca de la casa que me gusta; con la casa comprada, ¿quién me iba a privar de hacer algún viaje de ésos que ha tiempo añoro?; pensán-dolo bien, hasta podría adquirir un pentium en el que archivar mis im-presiones de tanta cosa interesante como iba a contemplar por esos mundos milenarios. De repente descubro que en este mi cuento de la le-chera se me han roto tres o cuatro millones de huevos. Ya saben lo que viene detrás. Nada. Re-signación, pues. Paro de nuevo. En el éter "Va, pensiero" de Nabucco y acto seguido, sin que yo acierte a comprender el motivo, la obertura del Barbero de Sevilla de Rossini. Cuando se extinguen sus notas ha cambiado resueltamente el registro de mi pensamiento; no sé por qué ni me im-porta. La tesis once de Once tesis sobre Feu-erbach de Marx -Hasta ahora los filósofos se han preocupado de interpretar el mundo, lo que importa es transformarlo- se ha colado, fugaz, en las deliberaciones de mi mente. La rechazo sin piedad, un poco horrorizado en mi indolencia. El pensamiento de Marx im-pele a la acción, mi frustración actual al des-ánimo. Son incompatibles en este momento.

No hay más opción que joderse o resignar-se. Me resigno. Cambio el compact disc. Mozart. Con Mozart, quién lo diría, penetra en mi magín, irrespetuoso, Hobbes. El hombre es un lobo para sus semejantes. Desconozco a ciencia cierta si esta frase salió, así tal cual, claro que en inglés, de la pluma de Hobbes. Además me niego en redondo a invertir mi tiempo y mis desmedrada energías en com-probarlo, qué más da. De repente descubro, no sin cierto pudor, que nunca leí a Hobbes;

ni siquiera el Le-viathan. Lo que sé de su pensamiento se lo debo, aparte del sustrato acadé-mico, a mis coque-teos con la Historia de la Filosofía de Frederick Copleston y a mis lecturas, más detenidas y profundas, de la Historia de las ideas políticas de Jean Touchard. Por ellos sé que el racionalis-ta inglés no era nada optimista en cuanto a las inclinaciones naturales del ser humano. De aquí deduzco que si no escribió esta frase

en su tenor literal, pudo perfectamente haberlo hecho. Obertura del Schauspieldirektor. Si lo garrapateo en alemán no es por petulancia, sencillamente que así viene en la carátula del CD y no sé el título de la obra en espa-ñol. O sea, por ignorancia. A su conclu-sión, "Non più andrai, farfallonne amoroso" de Las bodas de Fígaro. Después, continúa la música de Mozart, ajena a mi interés, mientras doy un somero repaso a las noti-

Page 15: La Opinión Nº5

15

cias del verano y colijo cuán difícil es des-autorizar a Hobbes. Hay que admitir sin am-bajes que el mundo es una jungla y no resul-ta fácil dilucidar si "nuestro" interés en Mar-te radica en descubrirlo o en infectarlo por si las moscas. Lo de las ovejitas y las clona-ciones rebasa mi capacidad de discurrir y lo dejo para mentes más esclarecidas. ¡Quién sabe, igual acaban dando leche en polvo, vitaminada y esterilizada, que cu-ra hasta la depresión! Dudo que pueda con la estulticia y el cainismo. Mucho menos con la hijoputez, ya se sabe. Paidofilia, terrorismo y hambre, no ne-cesariamente por este orden. En mi fatalis-mo presiento que nada hay más terrorífico que el hambre. Podredumbre y Muerte. Po-dredumbre moral y muerte física. Muerte en el Tercer Mundo: en Ruanda y en Burundi, en el Congo y en Argelia, en Afganistán y en Corea, en Yugoslavia y en España. So-mos como lobos. Como lobos disfrazados de intereses geoestratégicos de Estado, de crecimiento económico irrenunciable por el bien de la humanidad, de pureza racial por el bien de la humanidad, de certezas espiri-tuales e ideológicas que redundan directa-mente en la salvación de la humanidad, de insobornables valores patrióticos. ¿De cuán-tas formas se puede justificar la barbarie? ¡De cuántas formas se puede justificar la barbarie! Finaliza Mozart y con él doy por ter-minada la sesión de ópera. Por hoy está bien; para mí está muy bien. Lo último que ha tintineado en la estancia llamando mi atención ha sido el aria de noche, único te-ma que reconozco de La flauta mágica. No tengo ni idea de por qué, pero me subyuga cada vez que la oigo. Cambio de disco y de estilo. Música española. El concierto de Aranjuez me lleva por otros derroteros menos prosaicos, más poéticos, más entrañables si lo prefieren. Como no tengo casa no puedo vacacionar, ya lo he dicho. Pero puedo va-gar. y vague-ar a veces también que de todo hay. Vagueo

en casa y vago con la mente en cualquier sitio y con el cuerpo por los alrededores del pueblo para conocer más a fondo el entor-no. Paseo en bicicleta. Soy degustador pri-vilegiado de las rutas diseñadas por el Gru-po Ecologista de Tahona, es decir, diseña-das por Pepe Díaz que es el que dirige, el que investiga, el que lidera nuestros pedale-os. Claro que Pepe es mi hermano y se muestra siempre condescendiente conmigo, torpe y despistado, ensimismado muchas veces en mi propio pensamiento frecuenta-dor impenitente de vericuetos insospecha-dos. Pienso y me evado y no me entero y preciso de nuevas explicaciones. La tecla de Mao. Ese y no otro es el procedimiento que ha de seguir con alumno tan poco dis-puesto como yo: la suave pertinacia. Pa-ciencia. A pesar de todo descubro y redes-cubro. Redescubro la alcerraja y el cenizo, las eneas y los juncos, las tagarninas subi-das y los cuasi ignífugos cardos desafiantes ante el fuego recién prendido por un des-aprensivo. ¡Cuánto desaprensivo! ¡Cuánta miseria estética hay también por esos cami-nos! Miseria al des-cubierto en forma de basuras clandestinas, miserias disfrazadas de horribles chalés, de urbanizaciones ab-surdas que percochan y distorsionan en su furtivismo la estampa deliciosa del paisaje rural. Descubro las achicorias y el estramo-nio, los álamos blancos y los chopos, los olmos y los fres-nos, las arañas majestuosas y los nidos de ratas en los árboles tupidos. Y soy feliz en mi indolencia, quién lo diría. He vislumbrado toda esta parrafada mientras sonaba el adagio del Concierto de Aranjuez y la tuve que escribir, para que no se me escapara, apenas empezó el allegro final. Tras Rodrigo, en el mismo disco, Ba-carisse, cuya segunda ese añado cuando pa-so a máquina lo escrito. El Concertino para guitarra y orquesta de Salvador Bacarisse es una de las obras musicales que más lle-nan mi espíritu. Con el primer movimiento mi corazón da saltos irremediables de gozo. Levanta mi ánimo decaído, casi mustio, y

Page 16: La Opinión Nº5

16

logra que me ponga a cantar, a voz en grito que no osa traspasar los umbrales de mi mente, la vieja canción revolucionaria. "A las barricadas, a las barricadas...". Pero la guerra civil no fue sublime, sino amarga. No fue maravillosa, sino atroz. Como por ensalmo las imágenes vitalistas de las barricadas quedan engullidas por las trágicas de las retiradas. De entre todas, iguales de odiosas que las de cualquier gue-rra, hay una que me hace daño cada vez que la veo, cada vez que la recuerdo: un padre desolado intenta inútilmente calentar con sus manos, que soasa casi literalmente en las llamas de una efímera candela, los piece-citos descalzos de la niña que lleva en bra-zos. Pirineo catalán. Retirada hacia Francia. ¡Cuánto horror! ¡Cuántos horrores antes y después de entonces, aquí y allá, en España y en Yugoslavia, en la Camboya de los je-meres y en el Afganistán de los talibanes! Es tanto el dolor que siento ante la imagen latente en mi memoria de padre que no pue-do evitar que se me sequen en mi interior dos sigilosas lágrimas que pugnan por preci-pitarse. Comienza nostálgica la romanza. Belleza en el aire y desconsuelo en mi co-razón sugestionado... Sin saber cómo retorno a Hobbes. Par-tiendo de la premisa inicial llega el pensador británico a la justificación del absolutismo como el mejor de los sistemas de gobierno posibles. Resumiendo: los hombres en esta-do natural son todos iguales, esto es, man-dan todos lo mismo, lo que hace que reine la anarquía y las guerras entre ellos sean conti-nuas; por eso, son los propios individuos los que acuerdan, en función de sus intereses, renunciar a algunos de sus derechos natura-les en favor del soberano para que éste a cambio les garantice la paz y la seguridad. O sea, los hombres desisten de ser iguales para así poder vivir mejor, o cuando menos más seguros. El absolutismo de Hobbes, pues, no se basa en el origen divino del po-der, sino en principios utilitaristas. ¿No es el utilitarismo también el que mueve en el fon-

do a narcotraficantes y pederastas, verdade-ros mercachifles, nauseabundos mercachi-fles de miserias? En medio de estas disquisiciones ter-mina el Concertino y comienza el Con-cierto madrigal para dos guitarras y orques-ta, también de Joaquín Rodrigo. Apenas lo escucho; casi nunca lo escucho aun-que siempre me propongo comenzar por él la próxima audición. Promesa vana que jamás cumplo. Hobbes fue un teórico de la mo-narquía absoluta y en el orden práctico li-sonjeó a Cromwell. Y Cromwell fue antes que nada un dictador. Es decir, que Hobbes nunca hizo ascos a las dictaduras. ¿Puede decirme alguien a qué aspiran los lobos en-galanados de intolerancia, de violencia, de fanatismo, de integrismo o de terrorismo? ¿Me cuentan, si no, que ofrecen los inter-eses geoestratégicos de Estado o el irre-nunciable crecimiento económico de Occi-dente en las zonas que vampirizan? ¡Dictaduras! Dictaduras envueltas en prin-cipios de pureza étnica o de supremacía ra-cial, en certidumbres proféticas, en dere-chos patrios inalienables... Los suaves sones de las guitarras se gualdrapean con el titileo de mi discurrir, como si estuvieran de acuerdo para entrar por turno en el santuario de mi atención... Y sin embargo, los terroristas si es que se ba-san en algo, no pueden hacerlo en Hobbes. Este pensador es profundamente racionalis-ta y los terrorismos son irracionales, pues no hay mayor irracionalidad que el asesina-to indiscriminado. Por otra parte, el sistema de Hobbes tiende, al menos en teoría, a que se beneficie el individuo, es decir, la ma-yoría de los individuos. ¿A quién o a quié-nes beneficia el terrorismo? La música continúa, más ya hace tiempo que no la escucho. Como si lloviera. Termina. Silencio. El silencio es tan hondo que casi puedo escuchar mis propias ideas regurgitadas en el cerebro, a vueltas con Marx. Hace unos días escuché por la radio a un prepotente de tertulia decir que la

Page 17: La Opinión Nº5

17

ideología dominante en el terrorismo espa-ñol es la marxista-leninista. Así, sin matices de ningún tipo. Pontificando como casi siempre. He leído poco a Lenin, pero hasta donde yo sé en su pensamiento no hay ni una coma de nacionalismo. Por su-puesto la idea es hasta irritante cuando nos referimos a la filosofía de Marx. El nacionalismo histórico, por otra parte, es un fenómeno evidentemente burgués. El socialismo en un solo país de Stalin fue un traje hecho a su propia medida, una pamema ideológica. Ya lo dijo Edward H. Carr, el gran historiador de la revolución rusa: la obra de Stalin se explica mucho mejor des- de la óptica del nacionalismo ruso que del socialismo. Además, y al margen de otras consideracio-nes que alargarían demasiado este artículo y me obligarían al esfuerzo de la consulta, el marxismo tiene una dimensión antropológi-ca sin la cual no se puede entender. ¿Qué lugar ocupa el ser humano en la ideología de los terroristas? A qué esforzarnos más. La música ya se ha acabado. El cuento también. Ni Hob-bes ni Marx. La irracionalidad absoluta, el nacionalismo exacerbado y el culto a la vio-lencia conducen directamente a otros luga-res, a otros personajes. Pero, ¿a quién le apetece ahora, en medio de la placidez del verano, casi amodorrados por nuestras pro-pias tribulaciones personales, ponerse a hablar de fascismo...? Escribir. Víctor Díaz. (Revista sociocultu-ral “TAHONA”. Almensilla. Año IV. Nº 15. Septiembre de 2000). Realmente, no sé si las gentes de este mun-do son conscientes de la enorme dificultad que supone ponerte delante de un papel, o de un teclado con el objetivo de escribir al-gunas líneas sobre un tema que ni uno mis-mo sabe cuál es. Para esto, como para cual-quier cosa en esta vida, hay de todo. Pueden sucederte, entre otras, cuatro cosas:

a) Que tengas un millón de temas en tu mente, sepas perfectamente el que quieres elegir para cada momento y las ideas te flu-yan como las aguas de las enormes cata-ratas que existen en el mundo. En este caso no tienes problemas: o eres un experto que te has llevado toda tu vida escribiendo (ya no hablamos si además de esto eres escritor o periodista profesional, y ocupas un puesto “de los gordos” dentro de tu periódico, en-tonces no debes preocuparte porque ya tie-nes la vida resuelta sin problemas de ningún tipo, no es que vayas a ser millona-rio, ni mucho menos, pero podrás vivir de una forma bastante desahogada), o eres un especialista en una determinada rama de los diversos tipos de cultura y por ti te llevarías toda la vida sin parar hablando de cualquier mínimo aspecto relacionado con ella, o eres una persona con una mente tan privilegiada, como pocas en el mundo, capaz de desarro-llar estupendamente tus pensamientos acer-ca de una innumerable cantidad de temas desde cualquier edad a partir de los siete u ocho años, en este caso serás considerado como un ser excepcional, un niño prodigio, por las personas más eruditas e incluso por las demás si no eres demasiado pesado, o bien como el “tío más repelente del planeta Tierra” por estos últimos, si no paras de restregarles por la cara tu “infinita habili-dad” y “superioridad mental” frente a su “enorme torpeza” y “gran inutilidad” para afrontar la vida. b) Que tengas un millón de temas en tu mente, seas especialista o no de una deter-minada materia pero que por la causa que sea en determinados momentos no te fun-cionen las neuronas de forma que te veas absoluta y totalmente incapaz de elaborar una sola idea coherente acerca del tema so-bre el que desees plasmar tus ideas sobre el papel, de tal manera que, pese a tener per-fectamente clarito el título de tu artículo, se te vayan pasando las horas sin haber escrito

Page 18: La Opinión Nº5

18

más que las cinco o seis palabras que com-pongan ese título que te-nías pensado desde hacía días, y con el que ibas a comenzar un artículo que iba a romper moldes dentro del mundo de la literatura escrita.

En ese momento (lo que indica una falta de madurez y de paciencia alarmante) te entra una frustración tal, que lo primero que se te ocurre es pegarte de chocazos contra la pa-red más cercana, sin importarte en absoluto lo que el pobre muro pueda llegar a padecer, y te sientes “el tío más inútil que pueda haber ahora mismo sobre la faz de la tierra”, para pasar inmediatamente después a tal es-tado de enajenación mental que posiblemen-te no sean capaz de solucionarlo ni los fa-mosos loqueros de los tebeos. En este caso, o eres capaz de serenarte al momento, lo que demostraría que perfecta-mente puedes salir de ese “cacao o pájara mental” en el que te has visto envuelto e in-cluso que podrías pasar a ser un “individuo de la opción a”, o los nudos que forman las mangas de la camisa de fuerzas no los hace desaparecer ni el mago Merlín, lo que signi-ficaría que te pasarías buena parte de tu vida en una clínica mental (o como vulgarmente se conoce, “manicomio”), y que (o incluso

ni eso) buena parte de tu familia esté pen-diente de ti por culpa de tu nula madurez para salir de algo que, al fin y al cabo, no deja de ser una pájara mental. c) Que no tengas nada, absolutamente nada, para desarrollar tus ideas, es decir, que no se te ocurre ni el tema del que vas a hablar. Este caso es, en líneas generales, bastante similar al anterior, y puede ser de-bido a varios factores: - La “pájara mental” (parte 2), ya trata-da en la opción b. Como ya he dicho antes, la mejor forma de combatirla es serenándo-te, relajándote, bien tomándote una tila para los nervios, bien saliendo a dar un paseo con tu pareja (o solo, si eres un “solterón”), bien practicando algún deporte, bien haciendo lo que te salga de las narices con tal de recobrar tu fluidez habitual de ideas, capaz de llevarte, como hasta ahora, a la cumbre del mundo de los escritores. Si no lo consigues, las consecuencias pueden ser nefastas. Tal vez lo de ir al manicomio por enajena-ción mental sea un poquitín exagerado, pe-ro, por ejemplo, si eres colaborador habi-tual de un periódico “de postín” y tu estado provisional (o al menos eso es lo que dices) de carencia total de ideas se alarga un poco más de lo esperado por ti, dejando vacío el espacio que habitualmente ocupaban tus brillantes artículos, y llegando hasta el caso extremo de que tu periódico, coincidiendo con ese mal momento tuyo sufra un impor-tante descenso de ventas, debes ser un vete-rano de la redacción, gozar de un “enchufe” o ser un muy buen pelota habitual del direc-tor para que éste no te pegue una patada en las nalgas que te ponga “de patitas en la calle” y sin trabajo por culpa de la “dichosa pájara mental”. - Tener tanta mala suerte que, traba-jando en el mismo periódico importante de

Page 19: La Opinión Nº5

19

antes, te haya tocado hablar de un tema que no dominas para nada. Aquí, si se da el ca-so, es absolutamente normal que no se te ocurra ni el título, (no se le puede pedir pe-ras al olmo), es imposible que, por ejemplo, una persona que del fútbol no sabe ni que el balón es redondo, vaya a cubrir la informa-ción referente a un encuentro de este mara-villoso deporte sin tener ni puñetera idea del mismo. Obviamente, si eres un buen profesional, te documentarás previa-mente acerca de ese tema del que tienes tan poca pericia y del que, por los avatares del destino, te ha toca-do hablar. Si no lo haces, el final será simi-lar al del caso anterior, pero si lo haces y consigues elaborar un buen trabajo, tu pres-tigio dentro de este mundillo de la comuni-cación aumentará, y tu jefe te ofrecerá un ascenso o, quién sabe, incluso te nombra su sucesor para cuando deje de serlo. Entonces, habrás hecho realidad tu sueño desde que entraste a formar parte de la redacción, ¡ser el jefe supremo! Desde ese momento serás un personaje importante en el mundo en comparación con el “periodistilla” que eras hasta ayer mismo, y tu fama aumentará has-ta límites insospechados. Pero, amigo, si me permites un consejo, co-mienza ya mismo a buscar datos porque si no lo haces esto se puede convertir en el cuento de “La lechera”, es decir, que te saldrá una “mierda de trabajo”. Tu jefe se-guramente no te despedirá, pero se conven-cerá de que en ese campo no vales para na-da, te devolverá a tu sitio y le dará a otro la misma oportunidad de conseguir lo que tú has perdido por estar pensando en las musa-rañas y no ir paso a paso. Ya no serás nada, o mejor dicho, el mismo “periodistilla” de siempre y, conociéndote, amigo, eres capaz de venirte tan abajo por haber desperdiciado la oportunidad de tu vida que ya no seas ca-

paz de recuperarte nunca, y entonces sí que acabarás en la calle por desidia en tu traba-jo, siendo el siguiente paso el estado lamen-table de locura anteriormente mencionado, con las consiguientes consecuencias. - Inutilidad suprema. En este caso, ami-go, debes olvidarte de intentar hacer esto porque si no vas a quedar peor que el fútbol sevillano en la temporada 99-00 –tanto Be-tis como Sevilla bajaron a Segunda-, ya que lo tuyo no es escribir. Si te hiciste profesio-nal creyendo que tu futuro iba a estar delan-te de la pluma y el tintero, tienes dos opcio-nes: si te quieres arruinar definitivamente, créete que lo que te pasa es debido sola-mente a alguno de los casos anteriormente expuestos. Así acabarás definitivamente con tu futuro profesional, no sólo aquí, sino en cualquier sitio, bien si sigues voluntaria-mente, porque no harás nada, bien si te echan, porque si lo hacen dicho despido podría contar en tu currículum de cara a en-contrar otro trabajo, y así darle el patrón del mismo el puesto a otro individuo que ha-ya hecho menos el ridículo en su anterior em-pleo que tú, y así una y otra vez hasta aca-bar como ya te estás imaginando, es decir, en el manicomio con una camisa de fuerza y con tu familia destrozada y arruinada des-pués de pagar un tratamiento que puede hasta que no haya servido para nada. Pero si te convences de que no vales y te vas, habrás tenido un gesto que te honrará, todos te despedirán como te mereces e in-cluso, si le “aprietas un poco” a tu jefe, aprovechando lo sentimental que puede es-tar en ese momento, a lo mejor hasta te fir-ma una carta de recomendación para cual-quier trabajo nuevo, con lo que no tendrás dificultades para sacar adelante tu vida. Eso sí, más vale que aprendas de tus errores, porque si te vuelves a meter en un trabajo que no sea el tuyo, aunque repitas el proce-so de antes, a lo mejor no te encuentras con

Page 20: La Opinión Nº5

20

un jefe tan comprensivo como el que tuviste antaño, con lo que volverás a encontrarte de patitas en la calle. d) O bien que te suceda un poco de todo de lo que anteriormente he expuesto, con lo que se puede decir que no eres ni un super-dotado ni tampoco un “desgraciao de la vi-da”, sino una persona normal. A todos los que nos consideramos de este apartado nos ha sucedido alguna vez cual-quiera de las situaciones que he expuesto anteriormente: hemos tenido momentos en los que nos han salido las ideas hasta de no se sabe dónde, y hasta en temas insólitos para nosotros, por lo que nos hemos sentido unos tíos geniales; por el contrario, cuando no tenemos el día que-remos que nos trague la tierra, pero si nos serenamos, se nos pasa enseguida; hay temas en los que nos encontramos “más a gusto que un cochino en un charco de lodo”, de ellos seríamos capaces de dar hasta con-ferencias magistrales en las aulas magnas de las universidades y temas que no servimos ni para explicar a los niños del parvulario porque no tenemos ni idea; y además, si no servimos para hablar de un tema ni tampoco somos capa-ces de documentarnos, no podr-íamos ser tan exagerados como el ejemplo anterior, es decir, antes de abandonar la em-presa nos daríamos un tiempo de margen por si otro día se nos dan mejor las cosas, y si no, dejar que otra persona más adecuada se ocupe de él. Con eso, nosotros no llegare-mos a ser tan famosos como los “supergenios” (tampoco nos obsesionamos con ello), pero seguramente también tendre-mos nuestro momento de gloria. Y lo más importante, no somos tampoco unos “mataos”; sino personas que, de manera profesional o más o menos aficionada, nos ponemos delante de un papel dispuestos a llevar a cabo una de las actividades que, co-mo dije al principio, más dificultosas pue-den llegar a ser, la de escribir.

Anita, la generala. Francisco Díaz. (Revista sociocultural “TAHONA”. Al-mensilla. Año VI. Nº 18. Marzo de 2002). Anita “La Generala” era una cuarentona maciza, recortada y exuberante que ven-día lotería por los aledaños de la plaza de abas-tos del pueblo donde me crié. Lucía con verdadero descaro una permanente de color rubio chillón y una descomunal pechera que alegraba las pajarillas a todos los viejos que cada sábado por la mañana se congre-gaban indefectiblemente en torno a aquella hembra ardiente y lujuriosa que los traía por la calle de la amargura; y no sólo a los viejos. Todo aquel que sentía siquiera un ápice de hombría correr por sus venas no podía permanecer impasible ante la presen-cia de aquella imponente mujer que se con-toneaba arriba y abajo, ofreciendo con las-civos vaivenes de su mano derecha los décimos, mientras repartía miradas y sonri-sas por doquier, consciente de los estragos que su irresistible poderío hacía entre aque-lla vario-pinta cohorte de impenitentes ad-miradores. Anita poseía unos ojos negros como el carbón de hulla que alimentaba las locomo-toras de los trenes que diariamente transita-ban por el paso a nivel cercano. Unos ojos quizás no muy grandes, pero perfectamente proporcionados para el rostro redondo y terso que iluminaban; unos ojos que segu-ían atesorando de sobras ese brillo erótico y seductor que a decir de los más viejos co-menzó a adquirir en su arrebatadora adoles-cencia, y que a mí, cogido de improviso por una temprana y ardo-rosa pubertad, me ten-ían absolutamente encandilado. Un atardecer de finales de noviembre, mientras el sol ponía un destello de poli-cromía en el poniente, y el frío comenzaba ya a abrirse paso a cuchilladas por entre la escasa vestimenta de los que nos con-gregábamos al conjuro de la candela que solíamos encender con gruesos chocones de

Page 21: La Opinión Nº5

21

vida. Bueno, pues resulta que el tal don Fer-nando tenía un hijo, que creo que era el se-gundo, que se llamaba... no me acuerdo aho-ra muy bien pero me parece que se llamaba Fulgencio... o Florencio; una cosa así, aun-que por aquí se le conocía con el mote de “El putilla” por lo chufla que era; y tenía ya por lo menos treinta y cinco o cuarenta años. Bueno, pues “El Putilla” no hacía na-da más que zurear a la Anita que por enton-ces estaba ya para mojar, y no la dejaba tranquila. Y por lo visto, un día la mandó a echarle de comer a las gallinas, con la inten-ción de entrecogerla allí sola y abusar de ella. Pero cuando el fulano se acercó a la zagala para hacer la fechoría, ella, que esta-ba con la mosca detrás de la oreja, le pegó con el canasto donde llevaba el maíz en la cabeza y después le dio tal patada en sus partes, que a resultas de aquello, estuvo “El Putilla” un montón de años curándose, aun-que él decía que era de unas purgaciones que le había pegado una titiritera que venía en un circo que pasó por aquí más o menos por aquel tiempo. Todo esto se supo porque Anita se lo contó a Rosalía, la mujer del boyero, y ésta, que siempre le costó trabajo guardarse cosas adentro, lo publicó por todo el pueblo. Anita tuvo que irse de la casa de Peana, pero siempre supo buscarse la vida. Como es na-tural aquel asunto trajo mucha reata y todo el mundo decía que la niña tenía más cojo-nes que su abuelo el general. A partir de en-tonces empezaron a llamarla “La Generala”; que si “la Generala” para arriba, que si “La Generala” para abajo, y “La Generala” se le quedó para los restos” Desde aquel día, mi admiración por Anita “La Generala” se convirtió en vene-ración, y a pesar de que uno de mis placeres más apetecibles era dormir, cada madruga-da, cuando mi madre me llamaba para ir al mercado, saltaba como un resorte de la ca-

ma, me lavaba la cara y, sin probar bocado, me iba veloz como un rayo, para encontrar-me con la musa que había conquistado ple-namente mi pensamiento y mi corazón. Por entonces yo trabajaba de recadero dentro de la plaza de abastos, llevando mandados a domicilio o llevando y trayen-do recados entre las diversas personas que

ejercían su labor dentro o en los aledaños del mercado. Y cuando llegaba Anita, que solía aparecer más o menos sobre las nueve de la mañana, mi corazón se aceleraba co-mo un potro desbocado y una sensación in-descriptible ganaba mi ánimo, llevándome en volandas como si flotara en una nube. Durante algunos meses este apasionado sentimiento fue de naturaleza puramente platónica, pero, poco a poco, sentí que se me despertaba el sexo y, espoleado por las hazañas que oía contar de mi adorada hem-bra, y por los arrumacos que empezó ella a dedicarme, probablemente sabedora de mi

Page 22: La Opinión Nº5

22

total entrega, empecé a imaginarme otro ti-po de fantasías que pusieron a prueba mi adolescente potencial. Como era de esperar aquello tomó un rumbo que se me escapaba por momentos de las manos. Ya no me conformaba con verla, oírla o soñarla, y algunos de los mozos que diariamente merodeaban por el mercado, conocedores de mi calentura, me persuadie-ron para que le confesara mi amor y los im-periosos deseos que tenía de mantener con ella relaciones íntimas. Yo no encontraba la manera de hacerle llegar a “La Generala” mi pasión por ella, y así entre el tormento que me producía lo poco que prosperaba en mis fervientes deseos de estar con ella en el ca-tre, y el onanismo continuado al que mi de-sesperación me llevó, estaban poniendo en grave peligro mi integridad física y mental. Hasta que un día de finales de mayo, cuando ya el calor empezaba a hacerse notar... Yo desconocía el complot urdido entre Pe-dro “El Matarife”, que era el dueño de uno de los puestos de carne y Curro Montes, un proveedor de frutas y hortalizas, que al pa-recer tenía mucha amistad con “La Genera-la”, lo cierto es que, cuando ya estaban a punto de terminar la jornada, “El Matarife” me llamó y me dijo que tenía que llevar dos kilos de falda a casa de “La Generala”. Al oír el encargo me dio un vuelco el corazón, y comenzó a golpear en el pecho como si le hubieran dado cuerda, pero no me lo pensé dos veces. Cogí el envoltorio de papel de estraza que me dio el carnicero y con toda la velocidad que pude me dirigí a donde vivía la mujer de mis sueños. Cuando llegué observé que la puerta estaba entreabierta, y dentro sonaba la música de una gramola; la de Anita. Empujé dubitativo la puerta, y me introduje lentamente en la pequeña habitación que era como un come-

dor. Por primera vez entraba en aquella ca-sa y enseguida me llamaron la atención dos cosas: el enorme retrato que colgaba por encima del hogar de la chimenea; un hombre vestido de militar, de pie, junto a un florero, en posición de firme, que lucía un llamativo bigote negro, y tenía el pecho lleno de condecoraciones, y el olor que se expandía como una suave brisa por todo el cuarto; ese olor como a jazmines y rosas que durante los once meses siguientes se me haría tan familiar. La música seguía sonando, y una voz melo-sa y nasal entonaba una canción apenas audible. Me armé de valor, y tratando de aparentar un tono grotescamente varonil, pregunté en voz alta: “¿Se puede pasar?”. Casi inmediatamente me respondió la due-ña de la casa con un deje exageradamente dulce: “Pasa, niño, que toda la casa es tu-ya...” Me estremecí, y el corazón me dio el segundo vuelco. Las piernas comenzaron a temblar y no podía dar un solo paso; noté que había empezado a sudar: “Soy... Hora-cio, el recadero... es que... vengo a traerle un encargo de la carnicería”, balbuceé con la voz temblona. “Ya lo sé, mi alma, te es-taba esperando. Entra, entra, la puerta que hay a mano derecha es de la cocina; entra y deja la carne encima de la mesa, y des-pués... ven a la habitación del fondo que te estoy esperando”. Avancé como si fuera un autómata, ejecuté fielmente las órdenes recibidas, y cuando llegué frente a la puerta de la habitación del fondo creí que el corazón se me iba a salir por la boca. Llamé tímidamente con los nu-dillos en la puerta y: “Pasa, cariño”. Estuve unos segundos dudando antes de empujar la puerta que se hallaba entornada, y cuando por fin penetré en la estancia, apareció ante mí “La Generala”. Llevaba puesta una com-binación blanca que transparentaba su cuer-po. Aquello fue maravilloso; una sensación

Page 23: La Opinión Nº5

23

jamás sentida me invadió. Lo primero que noté fueron las enormes aureolas oscuras que circundaban las dos protuberancias erectas, turbadoramente señaladas en la tela transparente; después, mi vista se fijó de golpe en la negrura que destacaba, brutal y agresiva, en la parte baja del vientre. Re-cordé, en unos segundos, las veces que hab-ía oído hablar de la mata de pelo que tenía “La Generala” en el pubis, y con la que tan-

tas veces había soñado y fantaseado, aunque nunca había podido verla, y no pude aguan-tar esta arrebatadora visión. Sentí que mi hombría de adolescente se despertaba con fiereza y evacuaba a borbotones humede-ciendo toda mi entrepierna; el corazón me dio el tercer vuelco del día, y mi cuerpo se desplomó, sumiéndome en una oscuridad absoluta... Cuando recobré el conocimiento me hallaba tendido a todo lo largo sobre la alfombra roja que adornaba el suelo de la habitación, mientras Anita, con una dulce sonrisa, me abanicaba lentamente el rostro. Rápidamen-te comprendí que me había desmayado. Lle-no de vergüenza me levanté precipitada-mente, de mi boca salieron algunas pala-bras dándole las gracias y me fui de la casa corriendo como alma que lleva el diablo, mientras oía la voz de “La Generala”, que,

entre risas, me repetía una y otra vez que volviera, que no temiera nada, que aquello era cosa de hombres ... Más de dos semanas estuve sin aparecer por el mercado, y cuando al fin, acuciado por la necesidad de llevar cuatro reales a mi casa no tuve más remedio que volver a ejercer mi cometido de recadero, cuál no sería mi sorpresa, cuando, esperando la chanza y la burla general por lo acontecido en la casa de “La Generala”, comencé a recibir ala-banzas, golpes en la espalda y vítores por mi “hazaña”. Yo recibía todos estos para-bienes anonadado, sin saber muy bien que pensar, hasta que comprendí cual era la causa de aquel inesperado éxito: Anita hab-ía dado una versión totalmente distinta de lo acontecido aquella tarde en su casa... Desde aquel día, mi pasión se transformó en amor; un amor profundo e incondicional por aquella extraordinaria mujer, ejemplo nítido y cabal del amor libre, cuya verdade-ra valía personal pude comprobar a lo largo de los once meses y doce días que estuve siendo su amante (aunque no era el único), y durante los cuales sentí que me había convertido en un hombre cuando aún no había cumplido los dieciséis años... Una mañana, que regresaba al pueblo, des-pués de haber echado una temporada en la vendimia, me dijeron que se había fugado con un cantaor de flamenco, joven y guapo, que venía en una troupe de artistas, y que por lo visto la había encandilado. El dolor y la querencia que sentía por la ausencia de aquella extraordinaria mujer, la primera que me regaló su amor, aunque siempre fuera compartida, me duró no sé cuánto tiempo... Y aún todavía, cuando ya empiezo a vis-lumbrar en el horizonte mi ocaso vital, me estremezco de nostalgia al recordar algunas de las sensaciones que me hizo sentir, en aquellos lejanos e imborrables años de mi adolescencia...

Page 24: La Opinión Nº5

24

Cuando me lo contaron sentí el frío de una hoja de acero en las entrañas, me apoyé contra el muro, y un instante la conciencia perdí de donde estaba. Gustavo Adolfo Bécquer Cuando San Vito te invita al baile “es exclusi-vamente para hacerte la vida imposible”. Sea-mos claros desde el principio. En lo que res-pecta a mi persona, debo decir que llevo unos quince o dieciséis años esclavizado por esta enfermedad desde que el santo italiano y me-dieval tocara con su halo mis redobladas es-peranzas, y desde entonces ha destrozado mi vida por completo. A pesar de los altibajos he logrado, aunque no siempre con el mismo éxi-to, mantener el jaque de ese Leviatán, que cual Goliat bíblico destroza sin piedad a los que de una u otra forma osamos presentarle batalla. A lo largo de este tiempo he recibido requisi-torias variadas, desde distintos lugares y dis-tintas personas para que escribiera mis expe-riencias. Sin embargo, hasta ahora, me he ne-gado en redondo a secundar estas iniciativas, más que nada porque mi pudor me lo ha im-pedido, pues, supongo que estarán de acuerdo conmigo que no resulta agradable airear los trapos de cada cual. ¿Por qué ahora sí y hace un mes o un año no? Sencillamente, me he dado cuenta que el hablar de ello en cierta medida me libera. Pues bien, dicho todo esto resulta obligado aclarar algunos conceptos que nos permitan entender los vericuetos de una enfermedad que a simple vista resulta de chiste y que en el fondo es sumamente cruel. En primer lugar debo dejar claro que la llamada popularmente enfermedad o baile de San Vito no se puede identificar con la enfermedad de párkinson. Efectivamente, el baile de San Vito es una enfermedad neurológica, al igual que otras muchas que se asocia con la llamada “corea familiar”. El hecho de utilizarlo como título se debe a que popularmente a todas las enfer-medades que tienen como uno de sus sínto-mas el temblor se le conocía con el apelativo

de baile de San Vito. Para no hacer demasiado engorrosa esta ex-posición vamos a sugerir tres apartados que sean lo suficientemente diáfanos como para poder ser entendidos por las personas que la desconocen y más aun, por aquellas otras que la padecen pero en absoluto la conocen, cosa nada rara si tenemos en cuenta que estamos ante una enfermedad enigmática que va mer-mando tus facultades, a la que resulta difícil diagnosticar, y que la mayoría de las veces precisa de un cuidador, ya que el enfermo no se puede valer por sí mismo. Uno: la mujer del dedal de brillantina. Con siete u ocho años, o tal vez menos, solía acompañar a mi madre a una de las fuentes públicas, ya que privadas no existían, para abastecernos de agua y nos cruzábamos casi todos los días con una señora que vendía aba-lorios de casa en casa. Recuerdo que una de las cosas que más me llamaba la atención era el reparto de agua de colonia y brillantina. La señora utilizaba como medida un dedal, dedal que temblaba al compás de su mano. Cuando pasaron unos años la postración y deterioro físico y mental de esta buena mujer, que para todos tenía el mal de San Vito, se hacía por momentos insoportables máxime cuando nadie, absolutamente nadie, en este mundo parecía comprenderla. Yo tampoco, por supuesto, rondaba entonces unos veinte años y era amigo íntimo del hijo, por lo que visitaba la casa con bastante frecuencia y no podía evitar los gritos desgarradores que sal-ían de aquella habitación. Dos: ¿Por qué a mí? Los primeros indicios que personalmente tuve de la enfermedad se me presentaron a los cuarenta y tantos años, cuando descubrí mis dificultades con la escri-tura. Por aquel entonces impartía clases en el instituto “Tartessos” de Camas por la tarde, donde ocupaba el cargo de Jefe de Estudios, cargo que me tenía diariamente en contacto con la dirección, mediante notas que nos en-viábamos los unos a los otros. Así fue como poco a poco fui descubriendo que mi letra se iba deformando y la grafía cada vez era más lenta, amén de más torpe. Por supuesto nadie

Cuando San Vito te invita al baile…

Juan J. Díaz

Page 25: La Opinión Nº5

25

sabía nada de lo que empezaba a experimen-tar. El segundo asalto de este combate lo libro en la piscina de mi casa. Resulta que por aque-llos entonces me había comprado una casa con una piscina al fondo, y claro está, hubo de limpiarse para lo cual utilizamos muchos cu-bos que bajaban con agua y subían con lodo. Estos cubos, que iban y venían, martirizaban el codo de mi brazo derecho tanto que me vi obligado a que me revisara el médico. Claro está que a estas alturas yo ya sospechaba lo que se me venía encima. Una noche de verano, tremendamente caluro-sa como casi todas, puse la radio porque me resultaba imposible conciliar el sueño y de pronto me encontré angustiado por lo que de-cía un señor de unos cincuenta años que des-cribía con una amargura sublime lo que él lla-maba Parkinson. Daba la casualidad de que los síntomas de los que él hablaba coincidían mal que bien con los que yo empezaba a ex-perimentar. Chorreaba sudor por todas partes y me fue imposible pegar un ojo durante toda la noche. Cuando me levanté por la mañana había deci-dido de forma osada y sin fundamento ningu-no que lo que yo tenía era Parkinson y que el martirio que había descrito el señor de la ra-dio lo padecería yo por siempre. Claro está que había hecho, ahora lo sé, lo peor que pue-de hacerse en estos casos: auto diagnosticar-me. Continuó el verano y traté de engañarme a mí mismo, como seguía el fuerte dolor de codo fui al médico de cabecera que después de un concienzudo reconocimiento decidió que mi padecimiento era una epicondilitis (codo de tenista). Pasaban los días y puede que, para ser sincero no me acuerdo, tal vez los meses sin que la cosa se arreglara por lo que fui al traumatólo-go que apenas comprobó el temblor de mi mano dijo: -- Si quieres te mando una radiografía pero lo que tú tienes no es epicondolitis --¿entonces? -- Es temblor intencional --, contestó el gale-no de forma resolutiva -- ¿Parkinson? – pregunté temeroso. -- Puede ser… que no digo que lo sea, en cualquier caso te voy a mandar al neurólogo. Así las cosas mi mujer consiguió una cita por

urgencia con el neurólogo y fue éste quien, después de hacerme varias pruebas, me diag-nosticó la enfermedad: --Sé que es una putada por lo joven que eres – la voz del médico sonó como una bofetada seca--, pero tengo que decirte que tienes Párkinson de inicio precoz. -- Con un hilillo de voz que apenas si se en-tendía dije--: Entonces no me queda más re-medio que resignarme. --En absoluto--: de resignación nada, hay que luchar a por todas, ahora te voy a poner un tratamiento y ya veremos cómo evoluciona. Y aquí comenzó mi lucha despiadada contra la Enfermedad de Parkinson (EP). Al principio todo parecía miel sobre hojuelas, yo desconocía en aquellos momentos que existía en la EP un primer periodo que se co-noce como “luna de miel” porque los fárma-cos hacen el efecto deseado, lo que mi vida continuaba por cauces más o menos norma-les. De hecho, seguí trabajando sin coger baja laboral a pesar de que los médicos insistían en ello. Por entonces empecé a frecuentar las asocia-ciones de Parkinson en busca de información cayó en mis manos un librito de pastas azules que se titula La enfermedad de Parkinson. Cuidando al cuidador que me orientó bastan-te. Por él supe lo que es conveniente saber de la EP y que en síntesis voy a resumir: Es una enfermedad del sistema nervioso, crónica y degenerativa cuyos síntomas más importantes son temblores, rigidez en las arti-culaciones, inexpresividad facial (cara de póker), lentitud o torpeza para realizar movi-mientos y trastornos del equilibrio, etcétera, etcétera. Como consecuencia los EP adoptamos una postura encorvada hacia delante con los co-dos y las rodillas semiflexionadas, tenemos problemas para iniciar la marcha, el enfermo camina arrastrando los pies sin bracear y con pasitos cortos pudiendo llegar a caerse. Liga-dos a la EP está también los trastornos psi-cológicos y cognitivos. Por último, y esto es importante no todos los enfermos van a padecer todos los síntomas, no hay dos enfermos iguales. Es importante diferenciar también entre los síntomas de la enfermedad y los efectos secundarios de los

Page 26: La Opinión Nº5

26

fármacos que por otro lado no puedes abando-nar. Según los informes estadísticos de que se dis-ponen, padece Parkinson una persona de cada cien por encima de los sesenta años. No parecen existir diferencias entre el hombre y la mujer y tampoco parece determinante la clase social o la ocupación previa del enfermo. O sea, que de momento seguimos sin diagnóstico fiable y pa-rece que lo más sensato es que el aumento de enfermos con Parkinson se debe al envejeci-miento de la población. Estas cosas, más o menos, son las que aprendí. Con todo no podemos concluir este trabajo sin hacer alusión a dos elementos fundamentales en la lucha contra el Parkinson. En primer lugar la utilización de terapias adicionales, me estoy re-firiendo en concreto a la fisioterapia, logotera-

pia, terapia ocupacional, rehabilitación cogniti-va y autoayuda emocional; en segundo lugar para que el enfermo de Parkinson sobreviva mal que bien en esta vida, es necesaria su estre-cha relación con sus familiares y cuidadores. Insisto: el Parkinson, ya lo dijimos en líneas anteriores, es como un monstruo, un leviatán que destruye sistemáticamente todo lo que se le pone por delante y a pesar de que me encantar-ía seguir con el cuento que me traigo entre ma-nos me resulta imposible por falta de tiempo y energía con su hegemonía. Y hasta aquí esta especie de relato sobre mis vivencias con la enfermedad. Entrar en otro tipo de honduras resulta demasiado agotador e incluso pro-blemático. Porque a fin de cuentas qué sé yo de epidemiología, etiología, de sintomatología…

“Había una vez…” José Díaz

Había una vez una piedra, una estrella y una pi-mentera. Puede ser, de hecho creo que lo ha sido, uno de los comienzos de los cuentos absurdos que, algunas noches, le suelto a mi hija. El último que recuerdo hablaba del burro “Amancio”, que tenía la cabeza llena de plumas, al mover las orejas parecía la cola de un pavo real, el cuerpo lleno de escamas, las patas con la piel desnuda, como las ranas, y, eso sí, una hermosa cola cubierta de pelo. Y así sigo con lo primero que me va viniendo a la cabeza. Es realmente fácil, ojalá pudiera escribir con la misma soltura que me salen los cuentos. Al prin-cipio, para entrar en materia, le digo, siempre, “a ver, dime tres palabras, las que quieras”. Algunas veces, no sé por qué, le cuesta trabajo decir eso, tres simples palabras, no se lo he preguntado pero seguro que ella también se hace sus cuentas. Pero al final siempre me da el hilo para el inicio del cuento, o la historia, según se quiera. Lo mejor de todo esto que ahora mismo no me acuerdo de ninguna. Sí, he hablado de niños, de pájaros, de flores, de estrellas, de paredes, de lu-ces, de las cosas más absurdas. La técnica siem-pre es la misma, ponerme a hablar y dejar que le mente invente. Todos los seres vivos tienen su nombre, por ejemplo, la pimentera del comienzo bien pudiera ser “Micaela”, esa planta verde y veraniega, a la que le gusta mucho el agua y el sol y muy poco el frío, que puede tener muchos hijos, al principio todos verdes, como su madre. Luego, con el paso del tiempo, mientras los mira

desde el cielo la estrella, van tomando las distin-tas tonalidades de amarillo, naranja, hasta que culmina en el maduro rojo, para acabar en el me-jor de los casos machacados formando parte del aliño de unas aceitunas, allá por el otoño, pero dejando, eso sí, su semilla para la próxima tem-porada, o quizás asados para ser la base de ese famoso plato de nuestra tierra al que da nombre, los pimientos asados. Bueno, más o menos así es la cosa, pero como comprenderás esto no es lo que le cuento a mi hija, seguro que me diría “anda vete ya y que se venga mamá”. Además, que no he hablado de la piedra, grande y redonda, en la que se sentaba el abuelo todas las tardes, cansado pero satisfecho, a mirar el huerto, pero sobre todo esa hermosa pimentera “cuajaita” de pimientos. A veces, ya el sol se oculta en el horizonte, las primeras estrellas se dejan ver y es el ladrido de su perro “Carmelo”, por ejemplo, el que lo des-pierta de su mundo. El hombre, recio en sus ma-neras, firme en su ideas, pero con unos ojos que le traicionan y que dejan ver la bondad, acaricia el lomo de “Carmelo”, que le responde con su rabo inquieto y su mirada inteligente, se levanta, se acomoda y tras esconder, de alguna manera, las rústicas herramientas y no sin dar un último vistazo, para extasiarse sí, pero más que nada pa-ra comprobar que todo está bien, inicia el camino de vuelta al pueblo, cargado con alguna lechuga, algunos tomates y, como es lógico, algún que otro pimiento.

Page 27: La Opinión Nº5

27

Page 28: La Opinión Nº5

28