La Posada de Las Mil Lunas

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  • 8/17/2019 La Posada de Las Mil Lunas

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    La posada de las mil lunas

    —Ese cartel —dijo señalando un tablón de madera cortado en forma de echa

    que apuntaba hacia la casa— lo hizo él. No sé si también el nombre es cosa suya.

    No se me ocurrió preunt!rselo" ya no podré. —Ensombreció el esto—. Lo

    encontramos desnudo" acurrucado junto a un !rbol" toda#$a los %ltimos rayos de

    la luna llena se resist$an a dejar paso al alba. No hab$a señales de lucha" las

    cicatrices eran recuerdo de #iejas peleas. &l las consideraba sus tatuajes. 'en$a

    m!s de setenta años" pero no se crea" era como una de esas rocas que lo

    resisten todo. El forense dijo que hab$a muerto de fr$o" que tal #ez se hab$asuicidado. (u mujer hab$a fallecido hac$a unos meses" otra noche de luna llena.

    )ue alo horrible" también la encontraron desnuda" con dos disparos en la

    cabeza. *n pastor asustado confesó que la hab$a disparado.

    (e quedó callado. No dije nada. (ubir hasta all$ en busca de un hombre de

    treinta años" cuyo delito era haber dado un portazo en casa y haberse marchado

    sin dejar huellas" me parec$a una estupidez" pero soy de los que por dinero hace

    lo que sea" y sus padres me hab$an dado una indecente cantidad por buscarlo+

    ellos sabr$an por qué.

    ,—Era un e-céntrico —arrancó sin que yo dijera nada" siuiendo el mismo

    impulso que le hizo callar—" disfrutaba alardeando de rarezas" de perdedor" de

    petulante que nunca lleó a nada. Era una pose" pero no ser! el %ltimo que esté

    dispuesto a morir antes que traicionar a su propio personaje. (oy as$" sé de qué

    hablo. or lo mismo" para m$ era mucho m!s que un tipo estrafalario" pero yo no

    cuento.

    /Lo conoc$ en un #iaje" quise llenar el depósito de asolina antes de que se

    hiciese de noche y decid$ que aquel luar era tan malo como cualquier otro para

    comer alo. No sé si conoce usted el pueblo. —(e quedó mir!ndome por un

    seundo. 0o no contesté" no sab$a de qué pueblo me estaba hablando. (iuió—1

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    2hora ha mejorado" arrelaron la carretera y muchas casas son alojamientos

    rurales" pero entonces era una doble hilera de ruinas abandonadas" separadas

    por una carretera a%n m!s ruinosa. arec$a un pueblo fantasma" uno m!s de los

    que las autopistas han dejado en ese estado.

    /)ue él quien se diriió a m$. 0o estaba acodado en la barra de un bar

    ruinoso" intentando ob#iar que un par de cucarachas se paseaban con

    tranquilidad cerca de la plancha donde se calentaba el pan de mi bocadillo.

    Estaba medio cal#o" y el pelo que le quedaba se lo reco$a en una coleta blanca.

    Lle#aba barba" espesa y también casi blanca. 'en$a cincuenta y tantos años. (u

    aspecto era el de un tipo huraño" sólo su mirada de ojos perdidos le hac$a

    parecer humano. ,3e preuntó adónde iba y me pidió que lo lle#ase" para

     justi4carse me contó que su coche se hab$a a#eriado y que el mec!nico no se lo

    tendr$a listo hasta #arios d$as después. 5i#$a a sesenta 6ilómetros del pueblo y en

    in#ierno era imposible saber si el des#encijado autob%s que hac$a el recorrido de

    ida y #uelta una #ez cada dos d$as lorar$a ascender hasta aqu$" que era donde él

    #i#$a. Eché cuentas y deduje que su casa" ésa —señaló hacia una construcción de

    piedra que se per4laba a lo lejos" al 4nal de un laro camino de ra#a—" quedaba

    a unos diez 6ilómetros del caser$o al que me diri$a y me pareció buena idea la

    compañ$a" as$ que acced$.

    /ero #ena —dijo empuj!ndome con sua#idad—" #ayamos a la casa" hace

    fr$o y yo le estoy soltando todo este rollo aqu$ de pie. (i mi mujer se entera" me

    lle#aré una bronca. ara ella la cortes$a es lo primero" es cosa de familia.

    Echamos a andar en silencio" despacio. 0o acababa de llear" lo hab$a #isto

    cruzar la carretera para internarse en el bosque. 7etu#e el coche en la cuneta y

    andu#e tras él con intención de preuntarle por el hotel. 8uando reresamos al

    punto de partida" descubr$ que enfrente ten$a el cartel que lo anunciaba" medio

    oculto por la nie#e. &l se identi4có como propietario del establecimiento que yo

    buscaba" le preunté si 9uan Neseti se hospedaba all$. En luar de responderme"

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    comenzó con aquella historia. No me atre#$ a interrumpirle" imainé que en

    in#ierno no tendr$a demasiadas oportunidades de charlar y a m$ no me

    molestaba" as$ que no dije nada. Echó a andar y dudé entre seuirle o in#itarle a

    subir al coche" cuando quise reaccionar ya caminaba junto a él y el coche se

    quedó aparcado en la cuneta.

     0o lleaba desde el #alle" tal #ez desde el mismo pueblo del que él me

    hab$a hablado" una población de calles empedradas m!s parecida a un escenario

    que a un luar #i#o" quiz! porque era in#ierno y estaba deshabitada. (eu$a la

    pista que me hab$a proporcionado una amia del hombre que buscaba" tan niña

    bien como él mismo" y conser#aba la impresión de que la chica sent$a m!s que

    amistad por él+ su indiscreción semejaba demasiado un ataque de celos para ser

    otra cosa. 3i profesión es descon4ar" aquello sólo pod$a sini4car que 9uan

    estaba con una mujer. Era posible que los padres lo supiesen. 2 la postre" no

    hab$a lorado que me contasen el moti#o de la discusión+ no hubo manera.

    —Le dec$a que me ofrec$ a lle#arle —reanudó el relato y detu#o su marcha"

    como si andar y hablar fuese incompatible—. 2l dejar atr!s las %ltimas casas del

    pueblo me preuntó a qué iba a las montañas. Le e-pliqué que la culpa era de mi

     jefe. 0o era periodista. Empecé en eso por #ocación" porque me ustaba la

    a#entura" y terminó con#ertido en una forma de sustento" y el transito fue una

    sucesión de majaderos con#ertidos en art$culos period$sticos. Ni se lo puede

    usted imainar1 e-traterrestres" abducidos" #isionarios" milenaristas" muertos que

    se le#antaban de las tumbas" cacofon$as" #ampiros+ carnaza para lectores !#idos

    de misterios. Eso mismo le dije a él y la preunta que me hizo a continuación fue

    lóica1 qué ten$an que #er esas historias con estos montes solitarios. 0 lo hizo sin

    ocultar cierta sorna en su comentario. No le contesté. &sta es tierra de lobos" es

    m!s" ya entonces era casi el %nico luar en todo el pa$s donde los hab$a. 2s$ que

    no pude sorprenderme de las palabras que #inieron lueo" como una sentencia1

    :7onde hay lobos hay o#ejas muertas" donde hay pastores hay leyendas;.

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    —a4rmé—. =odr$a

    e-plicarme por qué lo busca>

    Le confesé que no" que no pod$a" que era un asunto personal" aunque

    intenté tranquilizarle diciéndole que no ten$a de que preocuparse. Lo cierto es

    que no ten$a intención de contarle a los padres donde se encontraba su hijo si es

    que él no estaba de acuerdo. Lo %nico que har$a es decirles cómo estaba. &l ten$a

    edad de sobra para manejar su #ida y yo hab$a cobrado un adelanto su4ciente

    como para seuir tirando de la m$a aunque no me paasen lo que me restaba.

    —2precio a ese chico —dijo y se calló" como si necesitase pensar por un

    momento" después cambio de tema—1 3e ustar$a que escuchase el resto de la

    historia. ='iene prisa> —Neué con la cabeza.— ?ien. Le estaba contando que

    aquel hombre se puso sarc!stico" y yo sólo pude defenderme diciendo que nos

    hab$an contado que a los lobos los lideraba una mujer. No me pareció

    impresionado" la #erdad es que yo tampoco lo estaba. Las historias de

    lic!ntropos no son nue#as" y aqu$" en estos montes —hizo un esto en derredor

    —" imaine cu!l es la #ersión del cuento de 8aperucita que le cuentan a los niños

     junto a la lumbre en las noches de in#ierno. La soledad produce efectos e-traños"

    imaine un pastor solo durante semanas por estos andurriales" oyendo aullar a

    los lobos cada noche. Lo menos raro es que aseurase que una jo#en

    comandaba la manada que diezmó el rebaño" mientras él hu$a asustado como un

    niño. 2l #eterinario que puso la uinda a4rmando que los desarros que hab$a en

    el cuello de uno de los corderos muertos no estaban causados por las mand$bulas

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    de un lobo" hac$a años que nadie en el pueblo recordaba haberlo #isto sereno. El

    resto fue cosa de la fantas$a y de mi jefe" que en cuanto se enteró #io un

    man$4co art$culo para la re#ista y yo terminé aqu$ —se detu#o un instante—.

    3atar$a por un ciarrillo" y mi esposa me matar$a si me #e fumar. =*sted fuma>

    ,3e iba acostumbrando a sus bruscos cambios de tema" le dije que no"

    que hac$a años que lo hab$a dejado" y esperé.

    —?ien" es una suerte —dijo y se concedió un seundo para ordenar sus

    ideas antes de seuir—1 3ientras nosotros discut$amos sobre lobos" se hizo de

    noche y los focos del coche apenas taladraban la oscuridad. 8omenzó a ne#ar1

    4nos copos que el #iento estrellaba contra el parabrisas. 8ircul!bamos despacio"

    con semejante tiempo era imposible correr m!s. @ablar de mi trabajo no me

    hac$a racia y decid$ cambiar de tema. (oy curioso" quiz! ése fue otro moti#o

    para hacerme periodista" y aquel hombre me intriaba" sus modales y su

    con#ersación eran ajenos a lo que yo imainaba normal en aquel luar. Le

    preunté a qué se dedicaba. &l se limitó a decirme lo mismo que me hab$a dicho

    en el pueblo" que #i#$a aqu$. ero como aquello no satisfac$a mi curiosidad" insist$ 

    y no le quedó m!s remedio que seuir1 :Lleué hace alo m!s de dieciocho años.

     'ambién buscaba lobos" pero mis moti#os eran distintos de los suyos;" dijo.

    Lueo" me e-plicó que era bióloo" que le encararon con#encer a esta ente de

    que los animales que perseu$an hasta su aniquilación eran un patrimonio que

    hab$a que preser#ar para el futuro. No uardaba buen recuerdo de su trabajo" o

    le fastidiaban los resultados. Es lo que él dec$a1 que all$ estaba yo como

    demostración de su fracaso. 0 el fracaso contin%a" porque aqu$ se siue temiendo

    al lobo" se lo odia porque mata alunas o#ejas" animales que el obierno les paa

    bien a sus dueños+ tal #ez alo tarde" es cierto" pero a un e-celente precio. Es un

    animal maldito" estoy seuro" como lo estaba él+ pero eso no me hac$a creer en

    leyendas. =*sted cree en ellas>

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    No era f!cil contestar+ soy un descre$do" pero m!s de la mitad de mi #ida

    es m!s incre$ble que una leyenda. No lo dio con orullo ni con presunción" es

    que lo absurdo es siempre leendario. ero hab$a que contestar alo" opté por

    decirle que muchas leyendas ser#$an para esconder la #erdad" aunque la #erdad

    siempre terminase siendo m!s prosaica.

    —uede ser. 5eo que usted es otro escéptico. 0o lo soy" él también lo era"

    aquella noche el escepticismo pon$a nostalia en su #oz. No ten$a mucho interés

    en contestar a mis preuntas" en m!s de una ocasión esperé in%tilmente a que

    continuase con su relato.

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    cerrado les produce tensión" anustia" y as$ me sent$ durante 6ilómetros en los

    que el %nico ruido fue el ronroneo del motor.

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    7escendió del coche sin esperar que respondiese a su preunta. ?ajé tras él y al

    pisar la nie#e un aullido retumbó en la espesura. Le di las cadenas. No era la

    primera #ez que las usaba" as$ que en pocos minutos quedaron sujetas a las

    ruedas delanteras. (ubimos al coche de nue#o y lo puse en marcha. El haz de luz

    de los focos iluminó la carretera. )rente a nosotros" un enorme lobo ris nos

    obser#aba como si tratase de hipnotizarnos. 3e recorrió un escalofr$o. El animal

    emprendió la marcha con lentitud" sin des#iar la mirada" hasta que se perdió en

    el bosque. :0a le a#isé de que era tierra de lobos;" me dijo al #er mi cara de

    terror y" m!s que tranquilizarme" sus palabras me parecieron una amenaza.

    7e nue#o se calló y se quedó mir!ndome. El fr$o hab$a terminado por

    traspasar todos mis huesos y no sab$a cómo decirle que o seu$amos hasta la

    casa o me iba a quedar conelado" con#ertido en témpano" como uno de

    aquellos car!mbanos que colaban de las ramas del !rbol que ten$amos junto a

    nosotros.

    —No hablé hasta pasados unos minutos —dijo reanudando la marcha—"

    hasta que dejé de o$r mi corazón" entonces" retomé la con#ersación. 8ontestó a

    mis preuntas con parquedad" pero con sus respuestas y una imainación

    acostumbrada me hice una composición de su pasado.

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    mi cara suplicaba por el fueo de una chimenea.

    —2quel hombre sab$a cómo era esto" las pocas oportunidades que hay

    aqu$ para una jo#en bella e inteliente como su hija" pero esto era su #ida. ara

    un padre hay cosas muy dif$ciles de admitir. 8réame" sé lo que me dio" pero eso

    no impide que sean ine#itables.

    No entend$ qué era lo que consideraba ine#itable" pero no preunté.

    Est!bamos al 4nal del sendero. La posada de las mil lunas se tornó mucho m!s

    real que el espejismo que lle#aba rato per4l!ndose a la brumosa luz de la luna.

    —(e quedar! a cenar —in#itó" sin preuntar" cuando ya est!bamos bajo el

    porche.

    7udé" pero no encontré un moti#o para rehusar el ofrecimiento. (in que

    lle!semos a llamar a la puerta" se abrió y en el umbral apareció una mujer de

    menos de cuarenta años y de una belleza sal#aje de randes ojos rises que a

    cada reejo de la luz cambiaban de color. 'e obser#aba de frente" con una

    intensidad que turbaba obli!ndote a retirar la mirada.

    —A@olaB Cs esperaba —saludó y me sorprendió el plural. 2jena a mis

    pensamientos" prosiuió—1 =No me presentas a tu amio>

    3iré a mi acompañante" obser#é en silencio su lara melena blanca. 7udó

    y comprend$ que ninuno de los dos nos hab$amos presentado.

    —3e llamo Dl#aro" Dl#aro eijo —opté por hacerlo yo mismo—. 7isculpe a

    su esposo" en realidad no sabe mi nombre.

    —Estos hombres —se lamentó con una sonrisa. 7espués" se presentó ella

    —1 0o soy Luna y este indi#iduo que lle#a usted a su lado es )rancisco —señaló a

    su marido—. ero entrad" hace fr$o y estamos en la puerta como idiotas—

    concluyó y acompañó sus palabras de un esto.

    La casa estaba construida con sólidas paredes de piedra y ten$a el suelo de

    madera. Luna nos condujo hasta una estancia que conten$a la cocina" un amplio

    comedor y una pequeña sala de estar frente a una chimenea. Nos sentamos all$ y

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    ella sir#ió unas tazas de caldo hir#iente. 2puré la m$a casi quem!ndome" sin

    esperar" reconozco que sin hacer uso de mis mejores modales" pero necesitado

    con desesperación de proporcionar alo de calor a mi cuerpo.

    —(e quedar! a cenar —le dijo )rancisco a su mujer hablando por primera

    #ez desde que hab$amos entrado en la casa.

    —?ueno" al menos se te ha ocurrido eso" pero lo que tiene que hacer es

    quedarse a pasar la noche. No se me ocurre adónde puede ir con este tiempo si

    no —le recon#ino de nue#o con dulzura" y lo besó en los labios antes de sentarse

    en el sof!" junto a él" al tiempo que dejaba un cesto con pan y un plato con

    embutidos en la pequeña mesa que hab$a frente a nosotros.

    —5oy a por una botella de #ino —dijo )rancisco le#ant!ndose y se

    encaminó hacia una puerta que hab$a al fondo de la estancia.

    —(e quedar!" =#erdad> —insistió Luna y no pude nearme" adem!s" a%n

    no hab$a cumplido con mis propósitos.

    —=Fué le trae por aqu$> —interroó.

    Le contesté que buscaba a 9uan Neseti" y ella con4rmó que estaba #i#iendo

    all$ desde hac$a un par de semanas. Era madre" as$ que le confesé que los padres

    de 9uan estaban preocupados porque no sab$an nada de él" le conté que hab$an

    discutido" pero que deseaban que él #ol#iese para poder arrelar las cosas.

    —0a sé que tiene treinta años" pero ahora todo es distinto —comenté por

    %ltimo" antes de descubrir que estaba justi4cando lo injusti4cable.

    Ella me sonrió" y no dijo nada m!s. 3i propio bochorno impidió que le

    preuntase dónde estaba 9uan en aquel momento. El sonido de la leña crepitando

    nos acompañó durante un par de minutos. 7espués" #imos llear a )rancisco

    limpiando con un paño el pol#o acumulado en una botella de #ino tinto. La dejó

    sobre la mesa" al lado del cesto del pan" y se acercó hasta un mueble para

    reresar con tres copas y tres posa#asos. 7escorchó la botella" olió el tapón con

    ademanes de e-perto" y se sir#ió un poco de #ino en la copa para probarlo. *na

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    #ez que comprobó que el #ino estaba en el estado adecuado" lo escanció en las

    otras copas.

    —Dl#aro est! buscando a 9uan —le comentó )rancisco a Luna" una #ez que

    se sentó de nue#o.

    —0a me lo ha dicho —respondió ella.

    —=@as a#isado al chico para que puedan hablar>

    —8ariño" me temo que hasta mañana ser! imposible" salió con 2lba hace

    un rato y ya sabes que tardar!n en reresar.

    )rancisco me pareció contrariado ante las palabras de su mujer.

    —=or qué no me esperó 2lba> —preuntó como quien en realidad sabe la

    respuesta.

    —AFué cosas tienesB —e-clamó Luna" risueña—. 0a no es ninuna niña" lo

    sabes" la ju#entud tiene la sanre impaciente.

    2unque la respuesta de Luna mantu#o el tono jo#ial que acompañaba

    todas sus frases" tu#e la impresión de que el sino de alarma que yo hab$a le$do

    en la cara de )rancisco no desapareció.

    —5oy a preparar la cena —dijo Luna" y se le#antó con su copa en la mano

    en dirección a la cocina.

    2pro#eché que nos hab$amos quedado solos parar preuntarle a él si le

    pasaba alo. :Es que parece preocupado;" le dije.

    —No es nada —comentó—" al menos nada que no supiese que ocurrir$a

    tarde o temprano. El d$a que conoc$ a Gabriel" el padre de Luna" asist$ a una

    situación semejante. Entonces me dije que sus problemas familiares no eran de

    mi incumbencia" que era mejor ocuparme en los 6ilómetros que me faltaban

    hasta el 4nal de mi trayecto. No pod$a quedarme" porque me esperaban en la

    aldea" as$ que tu#e que rechazar su hospitalidad. Gabriel me acompañó hasta el

    coche y me pidió que tu#iese cuidado. Le contesté que no se preocupase" que

    hab$a dejado de ne#ar y la luna alumbraba con fuerza. 8on una de aquellas

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    frases enim!ticas suyas" me dijo que no era en la carretera donde estaba el

    peliro" y yo le sonre$ preunt!ndole si es que estaba intentando asustarme con

    lobos...

    —=Le usta el cordero> —me preuntó Luna desde la cocina" ajetreada y

    aparentemente ajena a nuestra con#ersación. Le contesté que s$" que era de

    buen comer.

    —... 2rranqué el coche y #ol#$ a la carretera con la ad#ertencia de Gabriel

    d!ndome #ueltas en la cabeza —siuió )rancisco como si nada lo hubiese

    interrumpido—. Las cadenas hac$an crujir la nie#e helada que cubr$a el asfalto" y

    la carretera comenzó un sinuoso descenso. 2l cabo de un par de 6ilómetros" la

    pendiente se redujo y los focos iluminaron una pequeña recta. 2 unos cincuenta

    metros" aluien me hizo señas desde la calzada. 2minoré la #elocidad y pronto

    distinu$ a una mujer. 7etu#e el coche y bajé la #entanilla para preuntar qué le

    ocurr$a. Era una chica jo#en" no tendr$a m!s all! de dieciocho años. 'en$a una

    lara melena nera y su intensa mirada borró cualquier posible duda sobre su

    identidad. Le di las buenas noches desde el coche. Ella me saludó con una

    sonrisa y" sin m!s" me in#itó a acompañarla. 8reo que balbuceé una preunta"

    pero ni siquiera estoy seuro. Lo que recuerdo son sus palabras1 :'% elies;" dijo"

    y se echó a re$r. :2qu$ cerca ser! su4ciente;" concluyó a continuación. No sab$a

    qué hacer ni qué decir" o me daba miedo decir que s$. or un seundo la mirada

    de preocupación de Gabriel reresó a mi cabeza. :=Fué le parece esto a tu

    padre>;" preunté" adi#inando lo que ella iba a responderme1 :Ellos saben que es

    ine#itable. 3is amios me a#isaron de tu lleada" no puede ser de otra manera;

    —se calló.

    El entrechocar de los utensilios de la cocina anclaba en la realidad una

    historia delirante" sin embaro" aquel ruido sordo" familiar" se tornó m!s

    anustioso que el silencio. 3e quedé con la #ista cla#ada en las llamas que

    azuleaban en la chimenea" sin saber qué decir" mudo" deseando permanecer

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    incrédulo.

    —2s$ conoc$ a Luna —continuó—. (al$ del coche y me dejé arrastrar por ella

    hacia el interior del bosque. 2 pocos metros de la cuneta" entramos en una cue#a

    oculta entre la maleza. Ella se desnudó con premura y" antes de darme cuenta"

    me hab$a arrancado la camisa y restreaba sus pechos contra mi torso. 'erminé

    de des#estirme y en bre#es instantes un #iolento furor me hizo abrazarla y

    re#olcarme con ella por el suelo. Nunca me he considerado un sal#aje" pero

    puedo aseurarle que terminé poseyéndola como un animal en celo —me sent$ 

    ruborizado al o$rle" a #eces no puedo e#itarlo aunque disimule—. *n coro de

    aullidos recorrió el bosque y jurar$a que el m!s feroz nació de mi aranta al

    tiempo que #aciaba toda mi #ida dentro de ella —se detu#o un instante y apuró"

    palade!ndolo" el #ino que quedaba en su copa—. No recuerdo nada m!s de

    aquella noche" sólo sé que a la mañana siuiente desperté junto a Luna.

    Est!bamos desnudos" yo ten$a el cuerpo cubierto de arañazos y de sanre

    reseca" y un e-traño sabor en la boca. 2 nuestros pies" yac$an los restos de una

    o#eja muerta a dentelladas.

    —preuntó como si en realidad lo que necesitase

    fuese cambiar de tema.

    —No #ay!is a emborracharos —nos amonestó Luna desde la mesa del

    comedor" sobre la que e-tend$a un mantel blanco en ese momento.

    8asi deseando que las palabras de la mujer fuesen ciertas y que aquel #ino

    terminase por emborracharme" asent$ al ofrecimiento de )rancisco. &l medió

    ambas copas" y bebimos sin apartar la #ista de las llamas.

    —@an pasado casi diecinue#e años desde aquella primera noche de amor

    enloquecido —comenzó otra #ez—. Estos montes son mi #ida. Luna es la mujer

    m!s bella y tierna del mundo —se #ol#ió para obser#arla por un instante—.

    Nunca llearé a merecer el amor y la entrea de la hija del e-traño de melena

    blanca y espesa barba cana que un pro#idencial d$a me pidió que lo lle#ase en mi

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    coche. (e lo debo todo" hasta este hoar. 2doro pasear por la espesura y seuir

    las pisadas de los lobos en la nie#e.

  • 8/17/2019 La Posada de Las Mil Lunas

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    futuro de nuestra hija 2lba. @ace poco que cumplió dieciocho años. uede usted

     jurar que si él le dice que la niña es una belleza" no lo ciea el cariño de padre.

    7icen que ha heredado mis ojos rises" pero a m$ me recuerda a mi padre. 'iene

    su temple y ese punto pesimista" alo inenuo" que tan atracti#o lo hac$a a él y

    que siempre compartió con )rancisco" hasta el punto de que m!s de uno pensaba

    que Gabriel era su padre y no el m$o. ero comamos. —7etu#o el relato

    lle#!ndose un pedazo de carne a la boca" cuando terminó de comérselo" siuió—1

    7espués de cenar —dijo mir!ndome—" lo mejor es que se #aya a la cama" parece

    cansado" mañana podr! hablar con 9uan. Le he tomado aprecio a ese chico" ojal!

    se arrelen las cosas con su familia. 7e todos modos" no conf$e demasiado en

    que se #aya a ir con usted. La prima#era se acerca y nadie puede oponerse a lo

    ine#itable.

    2quella noche o$ lobos y me pareció que sus aullidos se mezclaban con

    risas+ incluso jurar$a que cuando me asomé a la #entana una espectacular

    hembra cla#ó en m$ su mirada de ojos rises. 'al #ez sólo fue un sueño. Lo cierto

    es que estaba cansado" la cena hab$a sido buena y el #ino abundante.

    No #i a 9uan hasta que nos sentamos a comer al d$a siuiente. 3e pareció

    ausente" incrédulo" no dejaba de mirar a 2lba con ojos enfebrecidos. 3e prometió

    que llamar$a a sus padres" pero me roó que no les dijese dónde estaba. Le

    ad#ert$ de que era probable que mi silencio no sir#iese para nada" pero no pude

    nearme" no sólo por sus palabras" ni porque me hab$a prometido a m$ mismo

    hacerlo" sino porque la determinación que hab$a en los preciosos ojos rises de la

     jo#en que se sentaba frente a m$ me hizo sentir un escalofr$o.

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