LA PULSERA MÁGICA: LIBRO SÉPTIMO Ada y los cristales...
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LA PULSERA MÁGICA: LIBRO SÉPTIMO Amy Tree Ilustrado por Gwen Millward Ada y los cristales mágicos
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LA PULSERA MÁGICA: LIBRO SÉPTIMO
Amy Tree
Ilustrado por Gwen Millward
Ada y los cristales
mágicos
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N M O N TA Ñ A S C O P O D E N I E V E
Torre de Zorgan
LA S M O N E DA S
BA H Í A D E LA H E R R A D U R A
C O L I NA D E L FA RO L
E L PA Í S D E H I E LO
E L B O S Q U EO S C U RO
ML
Castillo de Morbrecia
Palacio de la reina Talismán
I S LA E S T R E L LA
P LAYA D E LA S
C O N C H A S
RÍO
DE
LA
SD
O SLU NA S
PORTEROS
trol
runicornio
fénix
cíclope
hada
ogro
doncella de hielo
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K AR ISM A
U EO
PANTANO DEL CORAZÓN
C A M P O S
D E T R É B O L E S
PA N TA N O S
MONTE DE LA FORTUNA
BA H Í A D E LO S D E L F I N E S
BA H Í A M A R I P O S A
S E LVA
P U N TA D E LA L LAV E
C A B O D E L GAT O
RO C A D E LA S I R E NA
Estanque Plateado
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Cuando Talismán se convirtió en reina de Karisma,la hermosa y sabia Orfebre le hizo un regalo precioso.Era una pulsera de la que colgaban trece amuletosde plata, que la Orfebre llamó «talismanes» enhonor a la nueva reina.
Era la ley de Karisma: cada vez que había unnuevo gobernante, la Orfebre le hacía un regaloespecial para ayudarlo a cuidar el mundo quehabía heredado. Y en este caso se trataba de unapulsera. La Orfebre explicó a la reina Talismánque la pulsera era mágica porque sus amuletostenían el poder de controlar las fuerzas de lanaturaleza y mantenerlas en equilibrio. Debíaprotegerlos con el máximo cuidado. Mientrasella, y solo ella, los tuviera en su poder, todoiría bien.
Y así fue hasta que la pulsera fue robada poruna araña y cayó en manos de Zorgan, el mago.¡Entonces llegó el caos!
Los trece talismanesde Karisma
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Uno
Ada se despertó una mañana, apartó el edredón ybajó de la cama de un salto. Cuando miró por la
ventana, abrió sus grandes ojos castaños con una expre-sión de sorpresa. ¡Estaba nevando! Los densos y blancoscopos de nieve bajaban haciendo círculos y se posabanen los árboles, tejados y setos. Se iban acumulando y locubrían todo con un brillante manto cegador.
–¡Yupii! –gritó Ada mientras cogía a su osito Alfie yse ponía a bailar por la habitación–. ¡Nieve,nieve, nieve! –cantaba feliz con todassus fuerzas.
Su padre se asomó por la puerta. –¡Estás chiflada! –dijo Nic,
y se echó a reír–. Anda, bajaa desayunar, Ada. Nos vamosal parque. Quiero hacer unasfotos...
–¡Ooh! ¿Puedo probar el trineo, papá?–preguntó Ada–. ¿Puedo invitar a Madi a venir con nosotros? ¡Porfa!
–Vale –aceptó Nic–. Recogeremos a Madi por el camino. ¿Qué te parecesobre las diez? Pero no podemos
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quedarnos mucho. Tengo que enviar las fotos a la horade comer.
Nic era fotógrafo de prensa para el diario A Día de Hoy. Ada estaba acostumbrada a las prisas de su padre,cuando se trataba de que sus fotos llegaran a tiempo al
periódico. Nic bajó a hacer café mientrasAda se preparaba. Miró la hora en su boni-to reloj, que le había regalado su padre
por Navidad, y le escribió un mensa-je a Madi.
La respuesta de Madifue instantánea:
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¡GNIAL! MAMÁ DICE
SÍ. K GANAS.
TBO LUEGO JA JA
MADI :) :)
¡HOLA! ¿VIENS ALPARQUE A MON-TAR EN TRINEO?T RCOGMOS ALAS 10. MUAMUA ADA
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Después de desayunar, Ada se puso unasbotas forradas de piel, se subió la cremalleradel abrigo que le había regalado su abuela y se anudó alcuello una bufanda de rayas de color rosa y verde páli-do. Era un regalo de su profesora de equitación, Carla.Ada pensaba que Carla había elegido la bufanda conmucho esmero, porque ¡era justo su estilo! Por un momen-to pensó en su padre y en Carla, que habían quedadovarias veces durante las vacaciones de Navidad. Parecíanmuy felices juntos. Ada estaba encantada de que a su
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padre le gustase Carla cada vez más... Las voces de Nicdesde el pie de las escaleras la despertaron de sus enso-ñaciones.
–¡Date prisa, Ada! ¡Te espero en el coche! –¡Bajo en cinco minutos! –prometió.Rebuscó en un cajón a toda prisa hasta encontrar un par
de mitones y unas orejeras moradas y se miró al espejo. –Oh, no –dijo–. Se me olvidaba el colgante.
Era su favorito, una cadena de plata con unrelicario en el que llevaba fotos de sus
padres. Estaba en su sitio desiempre, en la mesita de noche,junto a su joyero especial. Enese joyero había guardado lapulsera y los seis amuletos
de platapertenecientes a
la reina Talismán. Ada estaba preocupada porlos siete talismanes quefaltaban.
–Espero volver prontoa Karisma –dijo en vozalta mientras se ponía elcolgante–. ¡Tengo que encontrartodos los talismanes!
Aunque el cierre hizo un clic que la tranquilizó, Adavolvió a comprobarlo para asegurarse de que estababien cerrado. «No quiero perder el colgante en la
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nieve», pensó mientras bajaba corriendo las escalerasa coger su trineo.
Fuera reinaban una tranquilidad y unsilencio inusuales. A Ada le gustaba elsonido de la nieve, crujiendo bajo susbotas de camino al coche. ¡Cranch, cranch,cranch! Sonrió a su gatos, Chip y Pin,que avanzaban con cuidado sobre el céspednevado, dejando las huellas de sus diminutaspatas. Cuando unos copos de nieve seposaron en sus pestañas, Ada los apartóriéndose.
–Papá –dijo mientras subía al asientotrasero del coche y se abrochaba elcinturón–. ¿Sabías que todos los copos denieve son distintos? En el colegio hicimos un trabajo yla «profe» nos explicó que no hay dos copos de nieveexactamente iguales.
–¿Y cómo lo sabe tu profesora? –preguntó Nic ponien-do en marcha el motor–. ¡No me digas que los ha com-parado todos!
Ada levantó los ojos al cielo.–¡Pa-pá! Es verdad.
Madi vivía al otro lado de la ciudad. Lo cierto es queAda deseaba vivir más cerca de su mejor amiga, porquehacían absolutamente todo juntas. Cuando Nic aparcó
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delante de su casa, justo antes de las diez, Madiya estaba esperándolos en la puerta. Le dio unbeso a su madre y avanzó con dificultad por lanieve hasta el coche.
–¡Estás guapísima! –dijo Ada mientras admi-raba la chaqueta azul hielo y la capucha conadornos de piel artificial de su amiga.
–Gracias –dijo Madi haciendo una pose demodelo–. Regalo de mamá. ¡Oh, me encantatu bufanda!
–Vamos –dijo Nic–, que se derrite lanieve. ¡Cuando os ponéis a hablar de ropa,
no paráis nunca!
–gritaron Ada y Madi deslizándose poruna ladera resbaladiza por enésima vez. Se detuvieronde golpe a los pies de Nic.
–Es hora de irnos –dijo él mirando su reloj–. He hechounas fotos muy buenas de gente patinando. El lago estácompletamente helado. Tengo que enviárselas al direc-tor de fotografía...
–¡La última vez, papá! –imploró Ada. –Ada...–¡Por favor!–Vaaale –dijo Nic sin prestar atención, mientras selec-
cionaba fotos en su cámara digital y ajustaba el zoom–.La última. Os haré una foto mientras bajáis.
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–¡Eeeeiiiiiii!
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Ada le dio un abrazo y subió con dificultad la cuestadetrás de Madi. Las chicas colocaron el trineo para poderbajar sin obstáculos; Ada se sentó delante y Madi detrás.
–¿Lista? –dijo Ada.Madi la abrazó por la cintura.–¡Vamos!
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El trineo se deslizó por la superficie helada, másrápido que nunca. Las chicas chillaronemocionadas por la velocidad, con el vientosilbándoles en los oídos y la nieve quesaltaba salpicándoles en las mejillas.Fueron bajando cada vez más rá -pido hasta que, ¡plof!, aterrizaronen un remolino de nieve que habíaaparecido misteriosamente, comosalido de la nada. El remolino estallóen un millón de cristales que brillabancomo diamantes al sol. A las dos amigasles sorprendió que la nieve no fuera nihúmeda ni fría, sino que pareciera una nube de algodón. Ada notó cómo sucolgante cosquilleaba y, al instante, Madi y ellase encontraron dando vueltas en un torbellino decopos de nieve. Ada ahogó un grito. Estaba segura,sin la menor sombra de duda, de que iban de ca -mino a Karisma.
–¡Madi! –se oyó gritar mientras daba volteretasen la nieve.
–¡Aaaaadaaaa! –gritó la vocecita de Madi a lo lejos. ¡Las buscatalismanes iban lanzadas a otra aventura,
tras los amuletos perdidos!
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