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343 La relación del viaje de España de Madame d’Aulnoy Claudia Ruiz García Universidad Nacional Autónoma de México H ace treinta años Alexandru Ciorãnescu publicaba una bella obra inti- tulada Le masque et le visage. Du baroque espagnol au classicisme français. A lo largo de más de quinientas páginas este eminente hispanista y comparatista hacía un minucioso análisis sobre la recepción de la literatura española del Siglo de Oro en Francia durante los reinados de Luis XIII y Luis XIV así como de la regencia de Ana de Austria. En esta oportunidad, interesa en particular el apartado que dedica a la imagen que los franceses se forjan de la nación vecina pues abordaré La relación del Viaje de España de Madame d’Aulnoy, que permite, en este caso, ilustrar uno de los múltiples aspectos que estudia la historia de las mentalidades y de los sistemas de representación entre estas dos naciones. Ciorãnescu advierte el riesgo de esta tarea pues afirma: Il est difficile, sinon impossible, de définir une image collective de l’Espagne et des espagnols, à partir d’un siècle de contacts et d’activités littéraires. Cette image varie forcément avec le temps, les circonstances, les personnes et même, s’agissant d’une seule personne, avec une série d’impondérables individuels. Souvent l’image se trouve faussée par l’ignorance ou l’erreur: certain écrivain fait une ville de Castille-la-Vieille; un autre présente des Maures couverts de plumes et des Canariens qui vendent des perroquets. Pour des raisons différentes, on sait que Corneille faisait de Séville la capitale des rois de Castille; il faut tenir compte aussi du fait que les jugements, qui sont toujours subjectifs, deviennent souvent passionnés. (1983, 87). Palabras muy pertinentes, pues cuando se lee La relación del viaje de España 1 de Madame d’Aulnoy se desprenden muchas observaciones en este mismo sentido. La lista de relatos de viajes de franceses a la península ibérica es muy amplia. Basta observar la antología de viajeros franceses y francófo- 1 Para las citas dentro del cuerpo del texto ulizaremos la edición en español de Pilar Blanco y Miguel Ángel Vega y en nota a pie de página la edición en francés de María Susana Seguin.

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La relación del viaje de España de Madame d’Aulnoy

Claudia Ruiz GarcíaUniversidad Nacional Autónoma de México

Hace treinta años Alexandru Ciorãnescu publicaba una bella obra inti-tulada Le masque et le visage. Du baroque espagnol au classicisme

français. A lo largo de más de quinientas páginas este eminente hispanista y comparatista hacía un minucioso análisis sobre la recepción de la literatura española del Siglo de Oro en Francia durante los reinados de Luis XIII y Luis XIV así como de la regencia de Ana de Austria. En esta oportunidad, interesa en particular el apartado que dedica a la imagen que los franceses se forjan de la nación vecina pues abordaré La relación del Viaje de España de Madame d’Aulnoy, que permite, en este caso, ilustrar uno de los múltiples aspectos que estudia la historia de las mentalidades y de los sistemas de representación entre estas dos naciones. Ciorãnescu advierte el riesgo de esta tarea pues afirma:

Il est difficile, sinon impossible, de définir une image collective de l’Espagne et des espagnols, à partir d’un siècle de contacts et d’activités littéraires. Cette image varie forcément avec le temps, les circonstances, les personnes et même, s’agissant d’une seule personne, avec une série d’impondérables individuels. Souvent l’image se trouve faussée par l’ignorance ou l’erreur: certain écrivain fait une ville de Castille-la-Vieille; un autre présente des Maures couverts de plumes et des Canariens qui vendent des perroquets. Pour des raisons différentes, on sait que Corneille faisait de Séville la capitale des rois de Castille; il faut tenir compte aussi du fait que les jugements, qui sont toujours subjectifs, deviennent souvent passionnés. (1983, 87).

Palabras muy pertinentes, pues cuando se lee La relación del viaje de España1 de Madame d’Aulnoy se desprenden muchas observaciones en este mismo sentido. La lista de relatos de viajes de franceses a la península ibérica es muy amplia. Basta observar la antología de viajeros franceses y francófo-

1 Para las citas dentro del cuerpo del texto utilizaremos la edición en español de Pilar Blanco y Miguel Ángel Vega y en nota a pie de página la edición en francés de María Susana Seguin.

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nos del siglo XVI al XIX elaborada por Bartolomé y Lucile Bennassar, Le Voyage en Espagne. Anthologie des voyageurs français et francophones du XVIe au XIXe siècle, que recoge noventa y tres testimonios sobre España, aunque en particular del siglo XIX, para identificar ciertas representaciones nacionales como: el orgullo del pueblo español,2 su marcado arraigo a muchas tradiciones, la austeridad de su corte, etc. Estos estudiosos del relato de viaje señalan que, si para los galos el itinerario Francia-Italia fue considerado más bien como un primer encuentro con las bellas artes pues comprendía el descubrimiento de la antigüedad clásica, el arte del Renacimiento y las novedades barrocas, el trayecto a España consistía en algo totalmente dife-rente (Bennassar, 1998, I). Se lo concebía como una empresa de salvación o penitencia para los peregrinos del Camino francés hacia Santiago de Com-postela, un lugar predilecto de mercenarios en búsqueda de aventuras y de comerciantes atraídos por las buenas monedas de España; también como un recorrido de control y de reforma para los jerarcas del clero regular en visita de inspección en los conventos de su orden, así como punto clave en las misiones diplomáticas en el momento de alianzas por matrimonios entre príncipes y princesas de las casas de Valois, o de Borbón y de los Habsburgo; más tarde fue un lugar de refugio para aquellos que huían de la Revolución o bien una aventura personal de románticos desencantados, ávidos de sumer-girse en un país que había sabido frenar el apabullante camino del progreso.

2 Madame d’Aulnoy en la carta tercera de su relación retoma varios aspectos de estas falsas representaciones nacionales, que pretende desmentir en boca de un español. En la carta tercera uno de sus interlocutores, don Federico de Cardona, le hablará del verdadero carácter de los españoles: “Los españoles, dijo, siempre han pasado por ser orgullosos y vanidosos. Esta vanidad está mezclada con la gravedad y la llevan tan lejos que se la puede llamar orgullo ultrajado. Son valientes sin ser temerarios e incluso, se les acusa de ser bastantes atrevidos. Son iracundos, vengativos, sin dejarse llevar por arrebatos, generosos sin ostentación, sobrios en el comer, demasiado presuntuosos en la prosperidad, demasiado rateros en la mala fortuna. Adoran a las mujeres y están tan inclinados a su favor que su ánimo no se preocupa demasiado en la elección de sus amantes. Son pacientes en exceso, obstinados, perezosos, muy particulares y filósofos […] Son prudentes, celosos sin medida, desinteresados, poco ahorradores, disimulados, supersticiosos y muy católicos, al menos en apariencia […] Tienen grandeza de alma, elevación del espíritu, firmeza, seriedad natural y un respeto por las señoras que no se encuentra en ninguna otra parte” (Blanco y Vega, 2000, 93-94).

Texto en francés: “Les espagnols, dit-il, ont toujours passé pour être fiers et glorieux. Cette gloire est mêlée de gravité, et ils la poussent si loin qu’on peut l’appeler un orgueil outré. Ils sont braves sans être téméraires, on les accuse même de n’être pas assez hardis. Ils sont colères, vindicatifs sans faire paraître d’emportement, libéraux sans ostentation, sobres pour manger, trop présomptueux dans la postérité, trop rampants dans la mauvaise fortune. Ila adorent les femmes, et ils sont si fort prévenus en leur faveur que l’esprit n’a point assez de part au choix de leurs maitresses. Ils sont patients avec excès, opiniâtres, paresseux, particuliers, philosophes […] Ils sont prudents, jaloux sans mesure, désintéressés, peu économes, cachés, superstitieux, forts catholiques, du moins en apparence […] Ils ont de la grandeur d’âme, de l’élévation d’esprit, de la fermeté, un sérieux naturel, et un respect pour les dames qui ne se rencontre point ailleurs…” (Seguin, 2005, 87-88).

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Esto explicaría el recelo de los españoles frente a estos relatos como el de un redactor de la Revista de España y del Extranjero quien indignado frente a este tipo de textos advertía: “c’est une chose démontrée que tout Français qui voyage en Espagne avec l’intention de publier ensuite ses observations vient avec la ferme conviction de trouver un pays étrange et extravagant qui n’a participé en rien à la civilisation européenne” (apud, Bennassar, 1998, XIII). O bien se acusaba a estos extranjeros de ser enviados para realizar tareas de espionaje. Así lo señala Richard Ford, quien dice que: “Una de las peores cosas que los franceses dejaron en España fue la desconfianza por el individuo que lleva lápiz y cuaderno. Antes de su invasión enviaron a agentes y espías que, con aspecto de viajeros, estudiaban el país y después, despojándose de la piel de cordero, guiaron a los lobos al saqueo y a la des-trucción” (Blanco y Vega, 2000, 15). Estos reclamos, válidos para un gran número de crónicas de viaje, se aplican a La Relación de Madame d’Aulnoy por las singularidades que a continuación se mencionan.

En este relato la autora concentra su mirada en las particularidades de la cultura vecina y, al mismo tiempo, narra una serie de experiencias vivi-das durante el periplo. Describe caminos, paisajes, monumentos históricos, ventas y posadas. Se detiene en aspectos que resultarán muy interesantes para sus futuros lectores como podría ser la moda, la gastronomía, las cos-tumbres, las ceremonias, fiestas y espectáculos, entre los que incluye la misa.3 Juzga desde su universo cultural, los códigos sociales, la etiqueta, y las reglas de galantería.

3 En la carta novena la narradora cuenta: “las mujeres que van a misa, fuera de sus casa, oyen una docena y están tan distraídas que uno se da cuenta de que se ocupan más de otras cosas que de sus oraciones. Llevan manguitos que tienen más de media vara de largo. Son de las más bellas martas cibelinas que se pueden ver y cuestan cuatrocientos o quinientos escudos. Tienen que estirar mucho los brazos para que puedan meter solamente la punta de sus dedos en los manguitos. Me parece que ya os he dicho que son extremadamente bajitas y estos manguitos son casi tan grandes como ellas. Siempre llevan un abanico y, sea invierno o verano, mientras dura la misa, se abanican continuamente. Están sentadas en la iglesia sobre sus piernas y cogen tabaco a cada momento, sin complicarse, como hacen habitualmente, pues incluso para eso, como para muchas otras cosas, tienen ademanes limpios y diestros. A la elevación de Nuestro Señor, las mujeres y los hombres se dan una veintena de golpes de pecho, lo que hace tal ruido que la primera vez que lo oí, me dio mucho miedo, pues pensé que se pegaban (Blanco y Vega, 2000, 205)”.

Texto en francés: “Les femmes qui vont à la messe, hors de chez elles, en entendent une douzaine, marquent tant de distractions, que l’on voit bien qu’elles son occupées d’autre chose que de leurs prières. Elles portent des manchons qui ont plus d’une grande demi-aune de long; ils sont de la plus belle martre zibeline que l’on puisse voir et valent jusqu’à quatre et cinq cents écus. Il faut qu’elles étendent leurs bras tant qu’elles peuvent pour mettre seulement le bout de leurs doigts à l’entrée de leurs manchons. Il me semble que je vous ai déjà dit qu’elles son extrêmement petites, et ces manchons ne sont guère moins grands qu’elles. Elles portent toujours un éventail, et, soit l’hiver ou l’été, tant que la messe dure, elles s’éventent sans cesse. Elles sont assises, dans l’église, sur leurs jambes et prennent du tabac à tous moments, sans se barbouiller comme on fait d’ordinaire, car

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Se ha discutido ampliamente sobre la autenticidad o falsedad de este viaje. Hay quienes lo consideran más bien como un producto de su imaginación o vasto conocimiento literario.4 Sin embargo, la misma autora al inicio del texto, insiste en la veracidad de todo lo que cuenta, ya que se dirige a su lector y le dice que no escribe sino lo que ha visto o que supo por medio de personas de una probidad incuestionable.5 Por su parte, María Susana Seguin apunta que gracias a los datos que se conocen de esta autora, es muy probable que el viaje sí se haya realizado (2005, 23). Para esta especialista existen evidencias que permiten afirmar que vive en Francia a partir de 1676 pues en ese momento nacen sus dos últimas hijas; en 1682 realiza un viaje a Inglaterra así que antes de regresar a Francia en 1685 bien hubiera podido haberse desplazado, entre 1679 y 1681, a la nación vecina, pues su madre residía en Madrid y más tarde a ella le confiará la educación de sus hijas. Dice Miguel Ángel Vega que “los que abogan por la veracidad de su estancia en Madrid [concluyen] que los pequeños servicios prestados a los franceses madrileños, le habrían granjeado de nuevo el favor real y su regreso a Fran-cia, donde a partir de 1690, empieza a batir su pluma contra un país que, a juzgar por su relato, la habría acogido con gran hospitalidad” (2000, 16).

No obstante, poco importa la posible autenticidad del viaje, pues otros novelistas, como es el sonado caso de Lesage, escriben y enmarcan sus his-torias en España sin nunca haber salido de su país. En este caso se trata de un relato de quince cartas redactadas por una narradora que decide ocultar su identidad y las envía a una prima que probablemente vive en París. A lo largo del recorrido, la protagonista conoce a cuatro caballeros que per-tenecen a familias de gran renombre y que la introducirán en la sociedad española. Éstos son personajes inventados que sirven para representar a las cuatro provincias más poderosas de España, es decir: Andalucía, Cataluña, Galicia y Madrid. La autora recurre al artificio de integrar personalidades que realmente existieron, a las que raramente les da la palabra, como es el caso del arzobispo de Burgos, con quien supuestamente tiene un encuentro. A la mezcla entre personajes reales y ficticios se suma también la inclusión de historias que varios personajes narran insistiendo en su autenticidad. En medio de este entretejido ficticio y real la narradora es espectadora de acon-tecimientos históricos tales como el matrimonio del rey Carlos II con la nieta

elles ont pour cela, aussi bien qu’en toute autre chose, des petites manières propres et adroites. Lorsqu’on lève Notre Seigneur, les femmes et les hommes se donnent chacun une vingtaine de coups de poing dans la poitrine, ce qui fait un tel bruit que la première fois que je l’entendis, j’eus une grande frayeur, et je crus que l’on se battait” (Seguin, 2005, 221-222).

4 Ver estudio introductorio La Relación… de Miguel Ángel Vega que remite al estudio que precedía a la edición anotada de Foulché Delbosc, en 1926.

5 “Je n’ai écrit que ce que j’ai vu, ou ce que j’ai appris par des personnes d’une probité incontestable” (Seguin, 2005, 31).

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de Luis XIV, la muerte de don Juan de Austria, el regreso de la reina María Ana a Madrid, entre muchos otros. También revisa momentos determinantes de esta nación como la historia de la Inquisición o bien el papel que jugó el Consejo Real de Indias durante el incipiente proceso de colonización. Uno de los aspectos más entretenidos del texto es la mirada que dirige a la corte española y a sus intrigas y, en particular, el juicio que emite sobre el modo de vida de la mujer española.

Interesa este último tema pues Madame d’Aulnoy es una preciosa y como tal observa el papel y lugar que la mujer ocupa en el sistema social español. D’Aulnoy forma parte del movimiento conocido como el precio-sismo francés que nace en los salones parisinos y que se extienden a toda Europa, salvo a España, donde prácticamente no existieron.6 Verena von der Heyden-Rynsch afirma que este país en general no acarició el proyecto de las sociedades culturales que provenían de Francia pues “al afrancesado” siempre se le consideró en la corte española como sospechoso y poco digno de ser imitado (1993, 94). Por su parte, Claude Dulong considera que estos espacios de socialización femenina casi no se desarrollaron en este país, “a pesar de que la cultura española, al menos tal como se la imaginaba, caballeresca y cortés, ejerciera tanta influencia en los primeros salones de los otros países” (Duby y Perrot 1993, 442).7

6 Dominique Godineau reconoce que aunque el salón nace y se perfecciona en Francia sufrió diferentes transformaciones en Europa en los siglos XVII y XVIII. Señala que “en Italia, se denominan conversazioni, lo que indica claramente su objetivo. En Alemania encontramos, así mismo, salones muy célebres, como el de la escritora Sophie von La Roche, uno de cuyos habituales más fieles era ni más ni menos que Goethe. Pero las reuniones alemanas, que no siempre están dirigidas por mujeres, se acercan más a los tés literarios que a los salones parisinos: allí se reúnen en pequeños grupos amigos escogidos para realizar lecturas y discutir sobre literatura, pero en ellos no hay lugar ni para la amalgama social, ni para los vuelos políticos, filosóficos o económicos. A pesar de ello, marcan una evolución en las relaciones entre sexos. Igualmente, mientras los usos anglosajones tienden a evitar la promiscuidad intelectual, a partir del siglo XVIII las bluestockings inglesas trastornan también las reglas al construir salones a la francesa”(1995, 418-419). Sorprende que en este recorrido no haya ninguna mención al caso de España.

7 Madame d’Aulnoy en la carta décimo segunda dice: “Nunca se ha sabido amar en Francia como dicen que se aman estas gentes y, sin contar los cuidados, la solicitud, la delicadeza, la abnegación hasta la muerte (pues ni el marido, ni los padres perdonan), lo que encuentro encantador es la fidelidad y la discreción. Nunca se verá un caballero presumir de haber recibido favores de una dama. Hablan de sus amantes con tanto respeto y consideración que se diría que son sus soberanas, de esta manera estas damas no tienen ganas de agradar a nadie más que a sus amantes. Están tan ocupadas y aunque no le vean durante el día, encuentran la manera de emplear muchas horas acordándose de él, bien sea escribiéndole o hablando de él con un amiga que conoce el secreto o estando todo el día entero mirando por una celosía para verle pasar. En una palabra, por todas estas cosas que me han contado, fácilmente creería que el amor nació en España” (Blanco y Vega, 2000, 283).

Texto en francés: “On n’a jamais su aimer en France comme on prétend que ces gens-ci aiment; et sans compter les soins, les empressements, la délicatesse, le dévouement même à la mort (car

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El salón es entonces el espacio donde la mujer se instruye y hace su entrada al mundo, pues el modelo educativo no se lo permite. Allí entra en contacto con los hombres de letras (filósofos, poetas y sabios) y al mismo tiempo aprende los códigos de galantería y de etiqueta. Una gran parte de la crítica literaria emana de los salones, así que puede afirmarse que las pre-ciosas, de alguna forma fijan el gusto literario de la época. Además cultivan una imagen del amor que convierte a la mujer en un objeto de conquista, no de placer y cuestionan sobre todo la institución del matrimonio arreglado e impuesto por los padres.8 La anfitriona de estos salones es el eje de las reu-niones, donde ejerce su autoridad y, frente al principio patriarcal que impera en la corte, en el salón se observa más bien una ruptura de aquel modelo, pues se trata de un espacio de libertad fundado y dirigido por una mujer que contrasta con las instituciones culturales creadas por la sociedad masculina.

En el amplio recorrido que hace esta autora sobre la imagen de la mujer, una de sus primeras observaciones toca a las viudas. La narradora se sor-prende del traje que deben llevar durante el duelo pues al describir tal indu-mentaria llega a la conclusión de que puede asustar hasta al menos cobarde. Le espanta que no se las autorice quitárselo salvo si se vuelven a casar y le indigna saber que además se las obliga a llorar la muerte de un esposo al que probablemente nunca amaron. Además señala:

Me enteré de que el primer año de luto lo pasan en una habitación completa-mente tapizada de negro, donde sólo se ve un rayo de sol y están sentadas con las piernas cruzadas sobre un pequeño colchón de tela de Holanda. Cuando pasa ese año, se trasladan a una habitación tapizada de gris. No pueden ver ni cuadros, ni espejos, ni gabinetes, ni mesas bonitas ni ningún mueble de plata. No se atreven a llevar piedras preciosas y menos aún colores. Por muy modestas que sean, tienen que vivir tan retiradas que parece que su alma está ya en el otro mundo. Esta obligación es la causa de que muchas damas

le mari et les parents ne font point de quartier), ce que je trouve de charmant, c’est la fidélité et le secret. On ne verra jamais un cavalier se vanter d’avoir reçu des faveurs d’une dame. Ils parlent de leurs maîtresses avec tant de respect et de considération, qu’il semble que ce soit leurs souveraines. Aussi ces dames n’ont point envie de vouloir plaire à d’autres qu’à leurs amants; elles en sont tout occupées, et bien qu’elles ne le voient pas le jour, elles trouvent le moyen d’employer plusieurs heures à son intention, soit en lui écrivant ou en parlant avec une amie qui est du secret, ou demeurant une journée entière à regarder au travers d’une jalousie pour le voir passer. En en mot, sur toutes les choses que l’on m’a dites, je croirais aisément que l’amour est né en Espagne” (Seguin, 2005, 311-312).

8 Madame d’Aulnoy fue víctima de ese sistema social pues a los dieciséis años, la casaron con el Barón François de la Motte d’Aulnoy, un hombre de cuarenta y seis años. Véase Guenther, 2010 sobre la mirada de los franceses sobre España en el siglo XVII.

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que son muy ricas y que tienen buenos muebles, se vuelvan a casar por el placer de volver a utilizarlos (Blanco y Vega, 2000, 111-112).9

Sabemos que existe una representación de la honra de la mujer y por ende del marido sustentada en la creencia de que una mujer encerrada preserva mejor su integridad. Sin embargo esto no excluye, como lo señala la relación, que algunas viudas después de este periodo de penitencia, prefieran irse a un monasterio, donde probablemente podrán tener mayor contacto con caballeros que estando fuera de ellos. Olwen Hufton señala que la iglesia postridentina supo, por medio de sus representantes, convencer a viudas que contaban con un patrimonio considerable que entregasen parte de éste para obras de caridad si querían que su vida adquiriera un nuevo sentido. Esta práctica es válida para Francia, como fue el caso de Louise de Marillac y de Jeanne de Chantal fundadoras de las Hijas de la Caridad y de las Salesas respectivamente (Duby y Perrot, 1993, 70). Sin embargo, lo que indigna a Madame d’Aulnoy es el rigor con el que son tratadas estas mujeres, si se compara con la situación de las viudas en su país.

Sobre el problema del encierro D’Aulnoy insistirá en la séptima carta, cuando un caballero francés, Monsieur Daucourt, cuyo hermano colaboraba con don Juan de Austria le cuenta los horrores que ha padecido en el país que considera el más desagradable para cualquier extranjero. Así dice:

No sabía nada de las costumbres de [Madrid]. Creía que se iba a casa de las mujeres sin cumplidos, que se jugaba y se comía con ellas, pero me quedé sorprendido cuando me dijeron que todas estaban retiradas en sus casas como un cartujo en su celda y que había gentes que se querían desde hacía dos o tres años y que todavía no se habían hablado nunca. Maneras tan singulares me hicieron reír. Al saber esto, dije todas las buenas y malas bromas que me vinieron a la cabeza. Pero traté el asunto más seriamente cuando supe que estas mujeres tan bien encerradas, eran mucho más amables que el resto de las mujeres, que tenían una delicadeza, una vivacidad y unas maneras que sólo se encontraban en ellas; que el amor parecía siempre nuevo y que sólo se cambiaba una española por otra española. Estaba desesperado por las dificultades que tenía para abordarlas. Uno de mis amigos, llamado Belevi-

9 Texto en francés:“J’ai appris qu’elles passent la première année de leur deuil dans une chambre toute tendue de noir, où l’on ne voit pas un seul rayon de soleil; elles sont assises les jambes en croix sur un petit matelas de toile de Hollande. Quand cette année est finie, elles se retirent dans une chambre tendue de gris. Elles ne peuvent avoir ni tableaux, ni miroirs, ni cabinets, ni belles tables, ni aucun meuble d’argent. Elles n’osent porter de pierreries et moins encore de couleurs. Quelques modestes qu’elles soient, il faut qu’elles vivent si retirées qu’il semble que leur âme est déjà dans l’autre monde. Cette grande contrainte est cause que plusieurs dames qui sont très riches, et particulièrement en beaux meubles, se remarient pour le plaisir de s’en servir” (Seguin, 2005, 107-108).

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lle, que había hecho el viaje conmigo y que era hermoso mozo, estaba tan rabioso como yo. Mi hermano, que temía que nos sucediera algún incidente enojoso, nos decía sin cesar que en este país los maridos son muy celosos, grandes asesinos de gentes y que se deshacían con menos dificultad de un hombre que de una mosca (Blanco y Vega, 2000, 166-167).10

Claude Dulong recoge el testimonio de un poeta precioso, Voiture, quien sorprendido en uno de sus viajes, al pasar por Bruselas, territorio que se encontraba bajo dominación española en el siglo XVII, descubrirá un sistema moral muy severo que sólo autoriza que las mujeres acepten un halago de parte del hombre cuando están en su balcón y a determinadas horas (Duby y Perrot, 1993, 442). No es gratuito que al final de la relación (carta XV), esta preciosa explique que una de las causas por las que en España se protege la integridad de las mujeres con tanto recelo es porque existe una costumbre muy particular que consiste en la posibilidad de que una joven cuando quiere casarse y es mayor de edad, puede elegir a su marido, aunque los padres se opongan. Basta sólo ir a hablar con el cura de su parroquia, quien la saca de la casa de sus progenitores y se la lleva a algún convento o al hogar de una mujer devota. Después de algunos meses si la joven persiste en casarse, este eclesiástico o bien las religiosas pueden exigir a los padres una dote que debe corresponder con el rango de su alcurnia y la casan a pesar de su opo-sición, con todos los riesgos que conlleva a la estabilidad o fortalecimiento del patrimonio familiar.

La narradora señala que hay pocos lugares donde las mujeres pueden interactuar con los hombres con cierto desenfado. Menciona a una especie de anfiteatro llamado la “cazuela”, lugar donde los hombres y mujeres, incluye aquí a las comediantes “se dicen cosas chistosas que hacen morirse de risa” y no se detienen ante ninguna indecencia (Blanco y Vega, 2000,

10 Texto en francés: “Je ne savais guère les coutumes de cette ville-là; je croyais que l’on allait chez les femmes sans façon, que l’on jouait, que l’on mangeait avec elles ; mais je fus étonnée d’apprendre que chacune d’elles est plus retirée dans sa maison qu’un chartreux ne l’est dans sa cellule, et qu’il y avait des gens qui s’aimaient depuis deux ou trois ans, qui ne s’étaient jamais parlé. Des manières si singulières me firent rire; je dis là-dessus toutes les bonnes et les mauvaises plaisanteries qui me vinrent en l’esprit; mais je traitai la chose plus sérieusement lorsque j’appris que ces femmes, si bien enfermées, étaient plus aimables que toutes les autres femmes ensemble; qu’elles avaient une délicatesse, une vivacité et des manières que l’on ne trouvait que chez elles; que l’amour y paraissait toujours nouveau, et que l’on ne changeait jamais une Espagnole que pour une autre Espagnole. J’étais au désespoir des difficultés qu’il y avait pour les aborder; un de mes amis, appelé Belleville, qui avait fait le voyage avec moi, et qui est un joli garçon, n’enrageait guère moins de son côté que je faisais du mien. Mon frère, qui craignait qu’il ne nous arrivât quelque fâcheux accident, nous disait sans cesse que les maris en ce pays-ci étaient très jaloux, grands tueurs de gens, et qui ne faisaient pas plus de difficultés de se défaire d’un homme que d’une mouche” (Seguin, 2005, 174-175).

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229).11 Las comediantes tienen muchas cosas que contar pues generalmente son amantes de un gran señor. Con respecto a las favoritas del rey señala que cuando ya no le interesan, las envía a un convento para que hagan sus votos (Blanco y Vega, 2000, 330).12 Esto no le sorprende, al contrario lo encuentra totalmente natural, pero se indigna frente a la costumbre española y de los países muy católicos que toleran que los hombres tengan amantes, llamadas “amancebadas” y que no haya ningún secreto al respecto. Señala que la ley lo prohíbe pero que en estos países hay muchas reglas que no se respetan. Explica el funcionamiento de estas relaciones donde con frecuencia los hijos de estas uniones son educados con los hijos legítimos y la mujer tiene que aceptar esta situación sin decir ni una palabra. Reconoce que es “muy raro ver desavenencias entre el marido y la mujer y mucho más raro que se separen como hacen en Francia” y agrega que “de un número infinito de personas que cono[ció] a[ll]í, sólo [ha] visto a la princesa Della Roca que no está con su marido y que vive en un convento” (Blanco y Vega, 2000, 285).13 Concluye diciendo que “la justicia no se ocupa de estos asuntos familiares” (Blanco y Vega, 2000, 285).14 También le molesta la costumbre española que consiste en que los hombres se sienten a la mesa para cenar solos mientras que las mujeres y los niños se acomodan sobre una alfombra en el suelo.

Había una mesa cubierta para los hombres y en el suelo, sobre una alfom-bra, un mantel extendido con tres cubiertos: para doña Teresa, para mí y para mi hija. Me quedé sorprendida por esta moda, pues no estoy acostumbrada a comer así. Sin embargo no dije nada y quise probarlo, pero nunca estuve más incómoda. Las piernas me dolían horriblemente. Tan pronto me apo-yaba sobre el codo como sobre la mano. En fin renuncié a comer, pues mi anfitriona no se daba cuenta de nada ya que creía que en Francia las mujeres comían en el suelo como en España. Pero don Fernando de Toledo que se había percatado de mi sufrimiento, se levantó con don Federico de Cardona

11 Texto en francés: Elles disent des choses si plaisantes qu’elles font mourir de rire (Seguin, 2005, 249).

12 Texto en francés: Il y a une autre étiquette, c’est qu’après que le roi a eu une maîtresse, s’il vient à la quitter, il faut qu’elle se fasse religieuse, comme je vous l’ai déjà écrit, et l’on m’a conté que le feu roi étant amoureux d’une dame du palais, il fut un soir frapper doucement à la porte de sa chambre. Comme elle comprit que c’était lui, elle ne voulut pas lui ouvrir et elle se contenta de lui dire au travers de la porte: ‘Vaya, vaya con Dios, que no quiero ser monja’, C’est-à-dire: ‘Allez, allez, Dieu vous conduise, je n’ai pas envie d’être religieuse’” (Seguin, 2005, 366).

13 Texto en francés: “Il est même très rare de voir de brouilleries entre mari et la femme, et beaucoup plus rare qu’ils se séparent comme on fait en France” (Seguin, 2005, 314-315).

14 Texto e francés: “D’un nombre infini de personnes que je connais ici, je n’ai vu que la princesse della Rocca qui n’est pas avec son mari et qui vit dans un couvent. La justice n’est point étourdie des démêlés domestiques” (Seguin, 2005, 315).

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y los dos me dijeron que por necesidad tenía que sentarme a la mesa. Yo asentí con tal de que doña Teresa se sentara también. No se atrevía porque había hombres y sólo les miraba de reojo (Blanco y Vega, 2000, 183-184).15

Con respecto a la moda femenina, en varios momentos de la relación hace referencia a las mantillas bordadas de seda negra y blanca, los trajes con rosarios enormes que cuelgan y faldas que esconden, debajo de una docena de refajos de terciopelo y de grueso satén, los pies. Mostrarlos a un caballero está considerado como una prueba de condescendencia. D’Aulnoy detalla las joyas, los cinturones con medallas y relicarios, el maquillaje que consiste en un colorete que se ponen en la espalda y las mejillas y los pei-nados cargados de alfileres y de trenzas postizas, y concluye que la belleza de las mujeres españolas es muy superior a la de las francesas.16 En la carta décimo tercera narra la visita que hace a la casa de la Reina madre quien le había concedido una audiencia con otras mujeres y algunas parientes. Al referirse a la incomodidad de los atuendos para ese tipo de ocasión indica:

…por primera vez me vestí a la española, No conozco traje más molesto. Hay que tener los hombros tan apretados que hacen daño. No podía levantar el brazo y apenas podía entrar en las mangas del cuerpo. Me pusieron un guardainfante de un tamaño horrible (pues hay que llevarlo en casa de la Reina). No sabía qué me iba a suceder con esta extraña máquina. No se puede uno sentar y creo que aunque los llevara durante toda mi vida no podría acostumbrarme. Me peinaron con melena, es decir, con el pelo suelto por el cuello y atado por la punta. Eso da más calor que una palatina. De manera que es fácil juzgar cómo pasé el tiempo en ese mes de agosto español. Pero es un peinado de ceremonia y no había que descuidar nada en semejante ocasión. En fin, me puse chapines, para romperme el cuello más que para caminar. Cuando estuvimos todas preparadas, pues mi pariente y mi hija

15 Texto en francés: Le couvert était mis sur une table pour les hommes, et il y avait à terre, sur le tapis une nappe étendue avec trois couverts pour doña Teresa, moi et ma fille.

Je demeurai surprise de cette mode, car je ne suis pas accoutumée à dîner ainsi. Cependant, je n’en témoignai rien et je voulus y essayer, mais je n’ai jamais été plus incommodée; les jambes me faisaient un mal horrible; tantôt je m’appuyais sur le coude, tantôt su la main; enfin, je renonçais à dîner, et mon hôtesse ne s’en apercevait point, parce qu’elle croyait que les dames mangeaient par terre en France comme en Espagne. Mais don Fernand de Tolède, qui remarqua ma peine, se leva avec don Frédéric de Cardone, et ils me dirent l’un et l’autre qu’absolument je me mettrais à table. Je le voulais assez, pourvu que doña Teresa s’y mît; elle ne l’osait, à cause qu’il y avait des hommes, et qu’elle ne levait les yeux sur eux qu’à la dérobée” (Seguin, 2005, 195-196).

16 Ver carta VIII.

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también iban vestidas a la española, nos mandaron entrar en una lujosa habitación (Blanco y Vega, 2000, 301).17

Es interesante observar que al inicio del siglo XVII España goza de una gran reputación en artículos de perfumería, joyería y marroquinería (Ciorã-nescu, 1983, 73). Sin embargo, a medida que pasa el tiempo esta represen-tación así como la de la moda cambia de perspectiva frente a la mentalidad gala. Para los franceses todo lo que sea estrafalario y exagerado en materia vestimentaria será atribuido a los malos hábitos de la nación vecina, creando así la expresión “vestirse a la española”.

En suma esta relación, escrita desde la óptica de una preciosa, se integra a una lista muy amplia de textos que se transforman en fuentes históricas, sociológicas, geográficas, etnológicas pues contribuyen al conocimiento de la alteridad cultural. A veces, como es el caso de Madame d’Aulnoy, el orgu-llo cultural francés se hace presente en muchos aspectos pues la narradora observa y juzga desde sus propios parámetros. Pese a ello, este viaje fue uno de los más famosos e importantes de su tiempo, e incluso gozó de gran notoriedad en el siglo XVIII (Guenther, 2010, 130).18 Madame d’Aulnoy, como preciosa se apropia de la literatura de viaje que había sido exclusiva de lo hombres y desde una perspectiva de mujer emancipada de su tiempo revisa el modelo cultural español que limita la libertad de las mujeres, refuerza su aislamiento y de alguna forma acentúa la diferencia entre los dos sexos, situación que en Francia había de alguna forma cambiado gracias a la apa-rición de los salones, espacios de socialización femenina.

17 Texto en francés: “…et pour la première fois je me mis à l’espagnole. Je ne comprends guère d’habit plus gênant. Il faut avoir les épaules si serrées qu’elles en font mal, on ne saurait lever le bras, et à peine peut-il entrer dans les manches du corps. On me mit un garde-infant d’une grandeur effroyable (car il faut en avoir chez la reine). Je ne savais que devenir avec cette étrange machine. On ne peut s’asseoir, et je crois que je le porterais toute ma vie sans m’y pouvoir accoutumer. On me coiffa à la melene, c’est-à-dire les cheveux tout épars sur le cou, et noués par le bout d’une nonpareille. Cela échauffe bien plus qu’une palatine, de sorte qu’au mois d’août en Espagne, il est aisé de juger comme je passais mon temps. Mais c’est une coiffure de cérémonie, et il ne fallait manquer à rien en telle occasion. Enfin je mis des chapins, plutôt pour me casser le cou que pour marcher avec. Quand nous fûmes toutes en état de paraître, car ma parente et ma fille allaient aussi à l’espagnole, on nous fit entrer dans une chambre de parade” (Seguin, 2005, 332).

18 Esta autora, basándose en los estudios de Melzer (2006), señala que esta obra sirvió para enriquecer los diccionarios de la época, así como la Enciclopedia de Diderot y D’Alembert.

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Bibliografía

Bennassar, Bartolomé y Lucile, 1998. Le Vo-yage en Espagne. Anthologie des voyageurs français et francophones du XVIe au XIXe siècle. Paris: Robert Laffont.

Blanco, Pilar y Miguel Ángel Vega, eds. y trads., 2000. Madame d’Aulnoy, Relación del viaje de España. Madrid: Cátedra.

Ciorãnescu, Alexandre, 1983. Le masque et le visage. Du baroque espagnol au classicisme français. Genève: Librairie Droz.

Duby, Georges y Michelle Perrot, 1993. His-toria de las mujeres. Del Renacimiento a la Edad Modernas, T. 3, Madrid: Taurus.

Godineau, Dominique, 1995. “La razón de las mujeres”, en Michel Vovelle, ed., El Hombre de la Ilustración, Madrid: Alianza Editorial.

Guenther, Melissa, 2010. “España bajo la mi-rada de una francesa: ‘La relación del viaje

de España’ (1691) de Madame d’Aulnoy” [en línea] Revista electrónica de teoría de la literatura y literatura comparada, 2: 127-136 (fecha de consulta: 30-VII-13), http://www.4522f.com/index.php/es/melissa-guenther.html.

Heyden-rynsch, Verena von der, 1993. Salons européens. Les beaux moments d’une culture féminine disparue. Paris: Gallimard.

Melzer, Sara E., 2006. “The Relation de Voya-ge: A forgotten genre of 17th-Century Fran-ce”, en Jennifer R. Perlmutter, ed., Relations & Relationships in Seventeenth-Century French Literature, Tübingen: Gunter Narr, pp. 33-52.

Seguin, María Susana, ed., 2005. Madame d’Aulnoy, Relation du voyage d’Espagne. Paris: Desjonquères.

Resumen:El artículo revisa la importancia de los relatos de viaje en la construcción de la imagen mental de España en Francia durante el siglo XVII. El texto recorre varios aspectos de la vida de la nación española, ofreciendo una serie de datos valiosos sobre las instituciones y la cultura española del siglo de Oro. Sin embargo, interesa detenerse en la pintura que Madame d’Aulnoy hace de la mujer española y de los códigos de galantería de la nación vecina, desde la perspectiva de una mujer francesa conocida por su pertenencia a los círculos mundanos y preciosos de su tiempo.

Palabras clave:Relato de viajes, viaje a España, representación de la mujer española.

Abstract :This article reviews the importance of travel stories in the construction of a mental image of Spain in France during the XVIIth century. The text covers several aspects of the life of the Spanish nation, and provides a series of valuable data about the Spanish Golden Age institutions and culture. Nevertheless, it is worthwhile paying particular attention to Madame d’Aulnoy’s depiction of the Spanish woman, and of the gallantry codes of the neighboring nation, from the perspective of a French woman known for her belonging to the mundane and precious circles of her time.

Keywords:Travel story, travel to Spain, representation of the Spanish woman.