La Resurrección de Cristo es para nosotros signo elocuente ... la verdad del Sacerdocio de Cristo...

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La Resurrección de Cristo es para nosotros signo elocuente de la despedida de este mundo para nacer a otro, al mundo futuro.

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La Resurrección de Cristo es para nosotrossigno elocuente de la despedida de este mundo

para nacer a otro, al mundo futuro.

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II

Como en todos los lugares del mundo,la noticia de la muerte del Santo Padreha tenido un intenso eco en la Diócesis.D. Juan José Asenjo, Obispo de Córdo-ba, envió momentos después de la muer-te sendos telegramas de condolencia ala Secretaria de Estado del Vaticano y ala Nunciatura Apostólica en Madrid.También nos mandó un comunicado atodos los diocesanos. El Cabildo Cate-dral envió, de igual modo, telegramas alos citados destinatarios y se convocóun Cabildo extraordinario.

La manifestación popular ha sido tam-bién constante. Valga como ejemplo lasconstantes visitas a la Capilla de la Vir-gen del Pilar, en el Palacio Episcopal,donde se abrió un libro de firmas en elque muchos cordobeses han manifesta-do su sentimiento de condolencia porel fallecimiento del Santo Padre.A estos homenajes se han unido todaslas parroquias y comunidades de nuestraDiócesis con oraciones, vigilias, misas,doblar de las campanas, y múltiplesgestos de homenaje y oración.

MISA EN LA CATEDRALEl punto álgido de estos actos se pro-

dujo el martes día 5 con la Celebraciónexequial en la Catedral en agradecimien-to a Dios por la vida del Papa y en su-fragio por su eterno descanso. Miles decordobeses atestaron la Iglesia Catedraly asistieron a la celebración inmersosen el recogimiento y la oración. Nume-rosas autoridades locales se sumaron alacto, reconociendo el gran valor que la

figura de este Papa ha tenido en el mun-do actual.

En la homilía, el obispo recogía elsentir de la asamblea, “nuestro dolorpor la separación del padre, del maestro,del Papa amigo, se entremezcla con laalegría profunda, que nace de la certezade que el Santo Padre Juan Pablo II estáya en los brazos de Dios”. D. Juan Josécontinuó haciendo memoria del pontifi-cado de Juan Pablo II, que definió como

“un Papa providencial, un Papa según elcorazón de Dios, el Papa que la Iglesianecesitaba en esta hora del mundo”.Destacó de manera expresa el valor desu Magisterio y el tesoro que nos dejaa todos con el Catecismo de la IglesiaCatólica. Valoró con sus palabras laintensa actividad del Papa y cómo se hagastado en el aliento y cercanía a losjóvenes, sacerdotes, religiosos, seglares,...a los más necesitados y pobres de nues-tro mundo, al mundo del trabajo y a losemigrantes. Según nuestro Obispo, elministerio del Santo Padre se explicadesde dos claves: “Jesucristo y el hombre,palabras emblemáticas que figuran enel título de su primera encíclica, Re-demptor hominis”, y desde “su amorapasionado a Jesucristo, cultivado en laoración, en la intimidad y en la unióncon Él”.

EN LAS EXEQUIAS DE ROMADentro de la ingente presencia de

fieles en la misa exequial por Juan PabloII en Roma, hemos de destacar la nume-rosa presencia de cordobeses -en su

mayoría jóvenes-, que a título personalquisieron estar en el último adiós al Papa.De igual modo, nuestro Obispo, D. JuanJosé, se desplazó hasta Roma, dondetuvo la oportunidad de orar ante losrestos mortales del Papa y de asistir enla plaza de San Pedro a la celebraciónde la Santa Misa exequial. Nuestro Obis-po fue acompañado por tres sacerdotes:D. Joaquín Alberto Nieva, D. FernandoCruz-Conde y D. José Juan Jiménez.

El Obispo, sacerdotes y jóvenes queallí se desplazaron fueron acogidos porlos sacerdotes de nuestra diócesis queestán estudiando en Roma y que residenen el Colegio Español. Estos no sólohicieron de una Betania improvisadasino que también se convirtieron encirineos de los primeros. Juntos compar-tieron momentos muy emotivos y queseguro marcarán sus vidas. Salvo el Obis-po que pudo estar en el lugar reservadopara los obispos, y el joven sacerdoteDiego Coca que fue elegido para distri-buir la comunión, el resto de la impro-visada delegación vivieron horas intensasde espera entre la multitud, durante todala noche y el día; unos en la plaza deSan Pedro, otros en la vía de la Concilia-zione, con el objeto de aprovechar hastael extremo esta oportunidad única dedespedir a un verdadero hombre de Diosal que todos aclamaban como santo. Unsolo canto inundaba la “ciudad eterna”,que se extendía, a través de los mediosde comunicación, a los confines del mun-do: ¡Santo Subito!¡Santo Subito!

La comunidad cristiana en Córdoba ha vivido con gran dolor la muerte del Papay lo ha expresado con diversos gestos de homenaje y oración. La misa exequialen la Catedral fue expresión elocuente de esta oleada de cariño a Juan Pablo II.

LA DIÓCESIS DE CÓRDOBA REZA POR JUAN PABLO II

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III

6.III.1979

TOTUS TUUS EGO SUMEn el nombre de la Santísima Trinidad. Amén.

«Velad, porque no sabéis el día en que vendrá nuestro Señor»(cf. Mt 24, 42)- estas palabras me recuerdan la última llamada,que tendrá lugar en el momento cuando el Señor lo quiera.Deseo seguirle y deseo que todo aquello que forma parte demi vida terrena me prepare para este momento. No sé cuandosucederá, pero como en todo, también en este momento mepongo en las manos de la Madre de mi Maestro: Totus Tuus.En las mismas manos maternas dejo todo y Todos aquelloscon los que me ha relacionado mi vida y mi vocación. Enestas Manos dejo sobre todo a la Iglesia, y también a miNación y a toda la humanidad. Agradezco a todos. A todospido perdón. Pido también la oración, para que la Misericordiade Dios se muestre más grande que mi debilidad e indignidad.Durante los ejercicios espirituales he releído el testamentodel Santo Padre Pablo VI. Esta lectura me ha impulsado aescribir el presente testamento.

No dejo detrás de mí ninguna propiedad de la que seanecesario disponer. En cuanto a las cosas de uso cotidianode las que me sirvo, pido que sean distribuidas como parezcaoportuno. Que se quemen los apuntes personales. Pido quedon Estanislao, a quien agradezco su colaboración y la ayudatan prolongada a lo largo de los años y tan comprensivo,vigile esto. Todos los demás agradecimientos, en cambio, losdejo en el corazón delante de Dios mismo, porque es difícilexpresarlos.

Por lo que se refiere al funeral, repito las mismas disposi-ciones que dio el Santo Padre Pablo VI (nota marginal: elsepulcro en la tierra, no en un sarcófago, 13.3.92).«apud Dominum misericordia et copiosa apud Eum re-demptio»

Juan Pablo PP. IIRoma, 06.III.1979

5.III.1990

Después de la muerte pido Santas Misas y oraciones

***

Hoja sin fecha

Expreso la más profunda confianza en que, a pesar de midebilidad, el Señor me concederá toda gracia necesaria paraafrontar según Su voluntad cualquier tarea, prueba y sufri-miento que quiera requerir de Su siervo, en el curso de lavida. Tengo también confianza que no permitirá jamás que,mediante alguna actitud mía: palabras, obras u omisiones,pueda traicionar mis obligaciones en esta santa Sede Petrina.

***

24.II- 01.III.1980

También durante estos ejercicios espirituales he reflexionadosobre la verdad del Sacerdocio de Cristo en la perspectivadel Tránsito que para cada uno de nosotros es el momentode nuestra muerte. La Resurrección de Cristo es para nosotrossigno elocuente (añadido encima: decisivo) de la despedidade este mundo- para nacer a otro, al mundo futuro.

He leído, pues , las anotaciones de mi testamento del últimoaño, escrito también durante los ejercicios espirituales- lashe comparado con el testamento de mi gran Predecesor yPadre Pablo VI, con aquel sublime testimonio sobre la muertede un cristiano y de un papa- y he renovado en mi la concienciade las cuestiones a las cuales se refiere la anotación del6.III.1979 preparada por mi (de una manera muy provisional).Hoy deseo agregar a esta solo esto, que cada uno debe tenerpresente la perspectiva de la muerte. Y debe estar listo para

TESTAMENTO DE JUAN PABLO II

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IV

presentarse delante del Señor y del Juez- y al mismo tiempoRedentor y Padre. Yo también tomo en consideración estocontinuamente, confiando aquel momento decisivo a la Madrede Cristo y de la Iglesia- a la Madre de mi esperanza.

Los tiempos en los que vivimos, son indeciblemente difícilese inquietos. Difícil y duro se ha tornado también el caminode la Iglesia, prueba característica de estos tiempos- tantopara los Fieles, como para los Pastores. En algunos Países(como por ejemplo en aquel sobre el que he leído durantelos ejercicios espirituales), la Iglesia se encuentra en un periodode persecución tal, que no es inferior a la de los primerossiglos, es más, los supera por el grado de crueldad y de odio.Sanguis martyrum- semen christianorum. Y además de esto- tantas personas desaparecen inocentemente, también en estePaís en el que vivimos...

Una vez más, deseo confiarme totalmente a la gracia delSeñor. Él mismo decidirá cuándo y cómo debo terminar mivida terrena y el ministerio pastoral. En la vida y en la muerteTotus tuus mediante la Inmaculada. Aceptando desde ahoraesta muerte, espero que Cristo me dé la gracia para el últimotránsito, es decir la (mi) Pascua. Espero también que la hagaútil para la causa más importante que busco servir: la salvaciónde los hombres, la salvaguardia de la familia humana, y enella de todas las naciones y los pueblos (entre ellos me refierotambién en particular a mi Patria terrena), útil para las personasque de modo particular me ha confiado, por la cuestión dela Iglesia, para la gloria del mismo Dios.

No deseo añadir nada a lo escrito hace un año- solo expresaresta presteza y confianza, para la que de nuevo me handispuesto los presentes ejercicios espirituales.

Juan Pablo II

***

TOTUS TUUS EGO SUM5.III.1982

En el curso de los ejercicios espirituales de este año heleído (más veces) el texto del testamento del 6.III.1979.Aunque aún lo considero provisional (no definitivo), lo dejo

en la forma en que está. No cambio (por ahora) nada, ytampoco agrego, en lo que se refiere a las disposicionescontenidas en él.

El atentado contra mi vida el 13.V.1981 de alguna maneraha confirmado la exactitud de las palabras escritas en elperiodo de los ejercicios espirituales de 1980 (24.II- 1.III).

Aún más profundamente siento que me encuentro total-mente en las Manos de Dios- y me encuentro continuamentea disposición de mi Señor, confiándome a Él en Su InmaculadaMadre (Totus Tuus).

Juan Pablo II

***

5.III.82

En relación con la última frase de mi testamento del6.III.1979 «“sobre el lugar, el lugar del funeral, decida elcolegio Cardenalicio y los Connacionales)- aclaro lo quetengo en mente: el metropolita de Cracovia o el ConsejoGeneral del Episcopado de Polonia- al Colegio Cardenaliciopido que satisfaga en cuanto sea posible las eventuales peti-ciones de los nombrados arriba.

***

1.III.1985 (En el curso de los ejercicios espirituales)

Además- en lo que se refiere a la expresión «ColegioCardenalicio y los Connacionales»: el «Colegio Cardenalicio»no tiene ninguna obligación de consultar sobre este argumentoa «los Connacionales»; sin embargo puede hacerlo, si poralgún motivo lo considera justo.

JP II

LOS EJERCICIOS ESPIRITUALESDEL AÑO JUBILAR 2000(12-18.III)

(Para el testamento)

1. Cuando el día 16 de octubre de 1978 el cónclave de loscardenales escogió a Juan Pablo II, el Primado de PoloniaCard. Stefan Wyszynski me dijo: «La tarea del nuevo papaserá la de introducir a la Iglesia en el Tercer Milenio». Nosé si repito exactamente la frase, pero por lo menos ese erael sentido de lo que entonces escuché. Lo dijo el Hombreque ha pasado a la historia como Primado del Milenio. Ungran Primado. He sido testigo de su misión, de Su totalconfianza. De Sus luchas: de Su victoria. «La victoria, cuandollegue, será una victoria mediante María»- Estas palabrasde su Predecesor, el Cardenal August Hlond, solía repetirlasel Primado del Milenio.

De esta manera he sido, de alguna forma, preparado parala tarea que el día 16 de octubre de 1978 se me presentó. Enel momento en que escribo estas palabras, el Año Jubilardel 2000, es ya una realidad de hecho. La noche del 24 dediciembre de 1999 fue abierta la simbólica Puerta del Gran

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V

Jubileo en la Basílica de San Pedro, luego la de San Juan deLetrán, después de Santa María la Mayor- en año nuevo, yel día 19 de enero la Puerta de la Basílica de San PabloExtramuros. Este último acto, dado su carácter ecuménico,ha quedado impreso en la memoria en modo muy particular.

2. En la medida en que el Año Jubilar 2000 va adelante,de día en día se cierra tras de nosotros el siglo veinte y seabre el siglo veintiuno. Según los designios de la Providenciame ha sido concedido vivir en el difícil siglo que está a puntode terminar, y ahora en el año en el que mi vida alcanza losochenta años («octogesima adveniens»), es necesario pre-guntarse si no es tiempo de repetir con el bíblico Simeón«Nunc dimittis».

El día 13 de mayo de 1981, el día del atentado contra elPapa durante la audiencia general en la Plaza de San Pedro,la Divina Providencia me salvó de la muerte de un modomilagroso. El que es el único Señor de la vida y de la muerte,Él mismo me ha prolongado la vida, en cierto modo me laha dado de nuevo. Desde este momento mi vida perteneceaún más a Él. Espero que Él me ayudará a reconocer hastacuándo debo continuar este servicio, al que me llamó el día16 de octubre de 1978. Le pido que me llame cuando Élquiera. «En la vida y en la muerte pertenecemos al Señor...somos del Señor» (cf. Rm 14, 8). Espero también que hastaque me sea dado cumplir el servicio Petrino en la Iglesia, laMisericordia de Dios quiera prestarme las fuerzas necesariaspara este servicio.

3. Como cada año durante los ejercicios espirituales heleído mi testamento del 6.III.1979. Continúo manteniendolas disposiciones contenidas en él. Aquello que entonces, ytambién durante los sucesivos ejercicios espirituales he añadidoconstituye un reflejo de la difícil y dura situación general,que ha marcado los años ochenta. Desde el otoño del año1989 esta situación ha cambiado. El último decenio del siglopasado ha estado libre de las precedentes tensiones; esto nosignifica que no haya traido consigo nuevos problemas ydificultades. Particularmente, sea alabada la ProvidenciaDivina por esto, porque el periodo de la llamada «guerrafría» ha terminado sin el violento conflicto nuclear, cuyopeligro amenazaba sobre el mundo en el periodo precedente.

4. Estando en el umbral del tercer milenio «in medioEcclesiae», deseo todavía una vez más expresar la gratitud alEspíritu Santo por el gran don del Concilio Vaticano II, delcual junto con toda Iglesia- y sobretodo con todo el episco-pado- me siento deudor. Estoy convencido que aún por largotiempo será dado a las nuevas generaciones descubrir lasriquezas que este Concilio del siglo XX nos ha dejado. Comoobispo que ha participado en el acontecimiento conciliar delprimero al último día, deseo confiar este gran patrimonio atodos aquellos que son y serán los futuros llamados a aplicarlo.Por mi parte agradezco al eterno Pastor que me ha permitidoservir a esta grandísima causa en el curso de lodos los añosde mi pontificado.

«In medio Ecclesiae»... desde los primeros años del servicioepiscopal- resalto que gracias al Concilio- me fue dadoexperimentar la fraterna comunión del Episcopado. Comosacerdote de la Archidiócesis de Cracovia había experimentadolo que era la fraterna comunión del presbiterio- el Concilioha abierto una nueva dimensión de esta experiencia.

5. ¡A cuántas personas debería nombrar! Probablementeel Señor Dios ha llamado a Sí a la mayoría de ellas- en cuantoa los que aún se encuentran en este mundo, las palabras deeste testamento los recuerdan, a todos y en todas partes,

donde quiera que se encuentren.En el curso de más de veinte años en los que realizo el

servicio Pe«rino “in medio Ecclesiae» he experimentado labenévola y fecundísima colaboración de tantos Cardenales,Arzobispos y Obispos, tantos sacerdotes, también personasconsagradas- Hermanos y Hermanas- en fin tantísimaspersonas laicas, en el ambiente curial, en el Vicariato de laDiócesis de Roma, así como fuera de estos ambientes.

¡Como no abrazar con grata memoria a todos los Episco-pados del mundo, con los cuales me he encontrado en lassucesivas visitas «ad limina Apostolorum»! ¡Cómo no recor-dar también a tantos Hermanos cristianos- no católicos! ¡Yal rabino de Roma y también a los numerosos representantesde las religiones no cristianas! ¡Y a tantos representantes delmundo de la cultura, de la ciencia, de la política, de los mediosde comunicación social!

6. A medida que se acerca el límite de mi vida terrenaregreso con la memoria al inicio, a mis Padres, a mi Hermanoy a la Hermana (que no he conocido, porque murió antes demi nacimiento), a la parroquia de Wadowice, donde fuíbautizado, a aquella ciudad de mi amor, a los de mi tiempo,compañeras y compañeros de la escuela elemental, del gim-nasio, de la universidad, hasta los tiempos de la ocupación,cuando trabajé como obrero, y en seguida a la parroquia deNiegowie, a la de San Floriano de Cracovia, a la pastoral delos estudiantes, al ambiente... a todos los ambientes... aCracovia y a Roma... a las personas que de modo especialme han sido confiadas por el Señor.

A todos quiero decir una sola cosa: «Dios os recompense»«In manus Tuas, Domine, commendo spiritum meum»

A.D. 17.III.2000

(Texto original en polaco / traducción sobre la versión italiana)

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VI

INOLVIDABLE DESPEDIDA DE JUAN PABLO IIRoma se ha convertido durante unos días en el centro del mundo. Desde todos los lugares se le ha rendido un último

homenaje al Papa Grande. Impresionante fue la misa exequial en la plaza de San Pedro.

Colas kilométricas para presentarlelos respetos al Pontífice. Ríos de jóvenesa los que el Papa dedicó sus últimaspalabras, «os he buscado...». Peregrinosque no caben en la plaza de San Pedro.Toda una semana de respuesta populare institucional, de todas las razas,culturas y religiones, a la ingente laborpastoral de nuestro amado Papa.Y llegó la mañana del viernes 8 de abrilen la que se celebró la misa exequial porel difunto Pontífice, presidida por elCardenal Decano Ratzinger -estrechocolaborador de Juan Pablo II y amigopersonal de éste- y concelebrada sólopor los Cardenales presentes en Roma.Antes de comenzar, en el interior de labasílica se prepara el féretro: PieroMarini da lectura al Rogito –un resumende la vida del Papa-, bendice y reza anteel cuerpo del Santo Padre e introduceel Rogito y unas medallas acuñadasdurante su pontificado en el ataúd. Esaimagen del ataúd de Juan Pablo II senos grabará en la mente por elsignificado tan elocuente de lo que hasido su vida de principio a fin. En latapa figuraban la cruz y el escudo de supontificado.

EN LA PLAZA DE SAN PEDROEn el pórtico de la basílica de San

Pedro, en un sitio destacado, más de200 mandatarios de todo el mundo y140 personas de las delegacionesreligiosas -ortodoxos, evangélicos,anglicanos, representantes del Judaísmo,del Islam y delegaciones de las religionesno cristianas-. Todos, en torno al altar;una vez más, la Iglesia se convierte ensacramento de unidad de todos lospueblos. Igualmente, en sitio preferente,

un nutrido grupo de minusválidos eimpedidos, predilectos del amor de Dios.Sale a la plaza el ataúd del Pontífice, sehace un silencio sólo roto por los cantosdel coro. En el Circo Máximo, en SanJuan de Letrán, en el Coliseo, en los dosestadios... miles de peregrinos de todoel mundo rompen en un sentido aplausocuando aparece en las pantallas el féretrodel Pontífice. Hasta 27 pantallas gigantesfueron situadas por toda la ciudad paralos fieles que no pudieron entrar en laplaza.

Delante del altar mayor, sobre unaalfombra, colocan el féretro y sobre ésteun evangelio abierto cuyas hojas semueven con el viento. Cada vez que hayun silencio en la ceremonia, los cientosde miles de fieles presentes en la plazaprorrumpen en gritos de «santo súbito»

-santo ya-, «gracias Papa» y «nuestroPapa vive». Sobre las cabezas de losperegrinos banderas y banderas de todoslos colores, que muestran la riqueza yla pluralidad de la Iglesia.

LA HOMILIAEn el mismo tono de la ceremonia,

solemne y sencilla a la vez, la homilíadel Cadernal Ratzinger, continuamenteaplaudida por los fieles. En ella supoconjugar magistralmente el evangeliode la conversación del Resucitado yPedro con la vida de Juan Pablo II.«Karol, ¿me amas?, el arzobispo deCracovia respondió desde lo profundode su corazón: Señor, tú lo sabes todo:Tú sabes que te amo. El amor de Cristofue la fuerza dominante en nuestroamado Santo Padre» nos dijo elCardenal en su homilía. Con unción ycon la sabiduría que brota de una cercana

amistad, hizo un hermoso recorrido desu vida –paso a paso iba cosiendo losmomentos más importantes de su vidacon el «sígueme» evangélico- destacandoque ha sido un fruto eminente de laprovidencia divina. Al final de suintervención se le quebró la voz alrecordar con gran emotividad «eseúltimo Domingo de Pascua de su vida»,cuando «se asomó una vez más a laventana del Palacio Apostólico y unaúltima vez dio la bendición Urbi et Orbi.Podemos estar seguros de que nuestroamado Papa está ahora en la ventana dela casa del Padre, nos ve y nos bendice».

RITOS DE DESPEDIDATras la oración que sigue a la

comunión, el cardenal Ratzingerprocedió al rito de las recomendacionesfinales y al acto de despedida. El cardenalvicario Ruini se aproximó entonces alataúd, los cantores entonaron la Letaníade los Santos. A continuación lospatriarcas y arzobispos de las Iglesiascatólicas orientales acudieron al ataúdy rezaron la súplica del Oficio deDifuntos de la liturgia bizantina.Posteriormente, el cardenal Ratzingerroció el ataúd con agua bendita y loincensó.

En el momento del traslado a labasílica, los fieles rompieron en unatronador aplauso que duró unos sieteminutos, y cantaron el Magnificat. Ungrupo pequeño de allegados y cardenalesacompañaron al féretro hasta las grutasvaticanas para su entierro junto al deSan Pedro. El camarlengo, cardenalEduardo Martínez Somalo, presidió elrito de la sepultura.

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«Sígueme», dice el Señor resucitadoa Pedro, como su última palabra a estediscípulo elegido para apacentar a susovejas. «Sígueme», esta palabra lapidariade Cristo puede considerarse la llavepara comprender el mensaje que vienede la vida de nuestro llorado y amadoPapa Juan Pablo II, cuyos restos mor-tales depositamos hoy en la tierra comosemilla de inmortalidad, con el corazónlleno de tristeza pero también de gozosaesperanza y de profunda gratitud.

«Estos son nuestros sentimientos ynuestro ánimo. Hermanos y hermanasen Cristo, presentes en la Plaza de SanPedro, en las calles adyacentes y en otroslugares diversos de la ciudad de Roma,poblada en estos días de una inmensamultitud silenciosa y orante. Saludo atodos cordialmente. También en nombredel colegio de cardenales saludo condeferencia a los jefes de Estado, de go-bierno y a las delegaciones de los di-versos países. Saludo a las autoridadesy a los representantes de las Iglesias ycomunidades cristianas, al igual que alos de las diversas religiones. Saludo alos arzobispos, a los obispos, sacerdotes,religiosos, religiosas y fieles, llegadosde todos los continentes; de forma espe-cial a los jóvenes que Juan Pablo II ama-ba definir el futuro y la esperanza de laIglesia. Mi saludo llega también a todoslos que en cualquier lugar del mundoestán unidos a nosotros a través de laradio y la televisión, en esta participacióncoral al rito solemne de despedida delamado pontífice».

«Sígueme». Cuando era un joven es-tudiante, Karol Wojtyla era un entusias-ta de la literatura, del teatro, de la poesía.Trabajando en una fábrica química, cir-cundado y amenazado por el terror nazi,escuchó la voz del Señor: ¡Sígueme! Eneste contexto tan particular comenzó aleer libros de filosofía y de teología,entró después en el seminario clandesti-no creado por el cardenal Sapieha ydespués de la guerra pudo completarsus estudios en la facultad teológica dela Universidad Jagellónica de Cracovia.Tantas veces en sus cartas a los sacerdo-tes y en sus libros autobiográficos noshabló de su sacerdocio, al que fue orde-nado el 1 de noviembre de 1946. En esostextos interpreta su sacerdocio, en parti-cular a partir de tres palabras del Señor.

En primer lugar esta: «No me habéiselegido vosotros a mí, sino que yo oshe elegido a vosotros y os he destinadopara que vayáis y deis fruto, y vuestrofruto permanezca». La segunda palabraes: «El buen pastor da la vida por susovejas». Y finalmente: «Como el Padreme amó, así os he amado yo. Permane-ced en mi amor». En estas palabras ve-mos el alma entera de nuestro SantoPadre. Realmente ha ido a todos loslugares, incansablemente, para llevarfruto, un fruto que permanece. «Levan-taos, vamos», es el título de su penúltimolibro. «Levantaos, vamos». Con esaspalabras nos ha despertado de una fecansada, del sueño de los discípulos deayer y hoy. «Levantaos, vamos», nosdice hoy también a nosotros. El SantoPadre fue además sacerdote hasta el finalporque ofreció su vida a Dios por susovejas y por la entera familia humana,en una entrega cotidiana al servicio dela Iglesia y sobre todo en las duras prue-bas de los últimos meses. Así se ha con-vertido en una sola cosa con Cristo, elbuen pastor que ama sus ovejas. Y, enfin, «permaneced en mi amor»: el Papa,que buscó el encuentro con todos, quetuvo una capacidad de perdón y de aper-tura de corazón para todos, nos dicehoy también con estas palabras del Señor:«Habitando en el amor de Cristo, apren-demos, en la escuela de Cristo, el artedel amor verdadero».

«Sígueme». En julio de 1958 comienzapara el joven sacerdote Karol Wojtylauna nueva etapa en el camino con elSeñor y tras el Señor. Karol fue, comoera habitual, con un grupo de jóvenesapasionados de canoa a los lagos Masuripara pasar unas vacaciones juntos. Perollevaba consigo una carta que lo invitabaa presentarse al primado de Polonia, elcardenal Wyszynski y podía adivinarsolamente el motivo del encuentro: sunombramiento como obispo auxiliar deCracovia. Dejar la enseñanza universita-ria, dejar esta comunión estimulante conlos jóvenes, dejar la gran liza intelectualpara conocer e interpretar el misteriode la criatura humana, para hacer pre-sente en el mundo de hoy la interpreta-ción cristiana de nuestro ser, todo aque-llo debía parecerle como un perderse así mismo, perder aquello que constituíala identidad humana de ese joven sacer-dote. Sígueme, Karol Wojtyla aceptó,escuchando en la llamada de la Iglesiala voz de Cristo. Y así se dio cuenta decuanto es verdadera la palabra del Señor:«Quien pretenda guardar su vida la per-derá; y quien la pierda la conservaráviva». Nuestro Papa -todos lo sabemos- no quiso nunca salvar su propia vida,tenerla para sí; quiso entregarse sin re-servas, hasta el último momento, porCristo y por nosotros. De esa formapudo experimentar cómo todo lo que

Homilía de la Misa de exequias por Juan Pablo IICardenal Joseph RATZINGER

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VIII

había puesto en manos del Señor retor-naba en un nuevo modo: el amor a lapalabra, a la poesía, a las letras fue unaparte esencial de su misión pastoral ydio frescura nueva, actualidad nueva,atracción nueva al anuncio del Evangelio,también precisamente cuando éste essigno de contradicción.

«Sígueme». En octubre de 1978 elcardenal Wojtyla escucha de nuevo lavoz del Señor. Se renueva el diálogo conPedro narrado en el Evangelio de estaceremonia: «Simón de Juan ¿me amas?Apacienta mis ovejas». A la preguntadel Señor: Karol ¿me amas?, el arzobispode Cracovia respondió desde lo profun-do de su corazón: «Señor, tu lo sabestodo: Tu sabes que te amo». El amor deCristo fue la fuerza dominante en nues-tro amado Santo Padre; quien lo ha vistorezar, quien lo ha oído predicar, lo sabe.Y así, gracias a su profundo enraizamien-to en Cristo pudo llevar un peso, quesupera las fuerzas puramente humanas:Ser pastor del rebaño de Cristo, de suIglesia universal. Este no es el momentode hablar de los diferentes aspectos deun pontificado tan rico. Quisiera leersolamente dos pasajes de la liturgia dehoy, en los que aparecen elementos cen-trales de su anuncio. En la primera lec-tura dice San Pedro -y dice el Papa conSan Pedro: «En verdad comprendo queDios no hace acepción de personas, sino

que en cualquier pueblo le es agradabletodo el que le teme y obra la justicia.Ha enviado su palabra a los hijos deIsrael, anunciando el Evangelio de lapaz por medio de Jesucristo, que esSeñor de todos». Y en la segunda lectura,San Pablo -y con San Pablo nuestroPapa difunto- nos exhorta con fuerza:«Por tanto, hermanos muy queridos yañorados, mi gozo y mi corona, ¡perma-neced así, queridísimos míos, firmes enel Señor!».

«¡Sígueme!» Junto al mandato de apa-centar su rebaño, Cristo anunció a Pedrosu martirio. Con esta palabra conclusivay que resume el diálogo sobre el amory sobre el mandato de pastor universal,el Señor recuerda otro diálogo, que tuvolugar en la Ultima Cena. En este ocasión,Jesús dijo: «Donde yo voy, vosotros nopodéis venir». Pedro dijo: «Señor, ¿dón-de vas?». Le respondió Jesús: «Adondeyo voy, tú no puedes seguirme ahora,me seguirás más tarde». Jesús va de laCena a la Cruz y a la Resurrección yentra en el misterio pascual; Pedro, sinembargo, todavía no le puede seguir.Ahora -tras la Resurrección- llegó estemomento, este «más tarde». Apacentan-do el rebaño de Cristo, Pedro entra enel misterio pascual, se dirige hacia laCruz y la Resurrección. El Señor lo dicecon estas palabras, «...cuando eras másjoven ... ibas adonde querías; pero cuan-

do envejezcas extenderás tus manos yotro te ceñirá y llevará adonde no quie-ras». En el primer período de su ponti-ficado el Santo Padre, todavía joven yrepleto de fuerzas, bajo la guía de Cristofue hasta los confines del mundo. Perodespués compartió cada vez más lossufrimientos de Cristo, comprendiócada vez mejor la verdad de las palabras:«Otro te ceñirá...». Y precisamente enesta comunión con el Señor que sufreanunció el Evangelio infatigablementey con renovada intensidad el misteriodel amor hasta el fin.

Ha interpretado para nosotros el mis-terio pascual como misterio de la divinamisericordia. Escribe en su último libro:El límite impuesto al mal «es en defini-tiva la divina misericordia». Y reflexio-nando sobre el atentado dice: «Cristo,sufriendo por todos nosotros, ha con-ferido un nuevo sentido al sufrimiento;lo ha introducido en una nueva dimen-sión, en un nuevo orden: el del amor...Es el sufrimiento que quema y consumeel mal con la llama del amor y obtienetambién del pecado un multiforme flo-recimiento de bien». Animado por estavisión, el Papa ha sufrido y amado encomunión con Cristo, y por eso, el men-saje de su sufrimiento y de su silencioha sido tan elocuente y fecundo.

Divina Misericordia: El Santo Padreencontró el reflejo más puro de la mise-ricordia de Dios en la Madre de Dios.El, que había perdido a su madre cuandoera muy joven, amó todavía más a laMadre de Dios. Escuchó las palabrasdel Señor crucificado como si estuvierandirigidas a él personalmente: «¡Aquítienes a tu madre!». E hizo como eldiscípulo predilecto: la acogió en loíntimo de su ser (eis ta idia: Jn 19,27)-Tous tuus. Y de la madre aprendió aconformarse con Cristo.

Ninguno de nosotros podrá olvidarcomo en el último domingo de Pascuade su vida, el Santo Padre, marcado porel sufrimiento, se asomó una vez más ala ventana del Palacio Apostólico Vati-cano y dio la bendición «Urbi et Orbi"»por última vez. Podemos estar segurosde que nuestro amado Papa está ahoraen la ventana de la casa del Padre, nosve y nos bendice. Sí, bendíganos, SantoPadre. Confiamos tu querida alma a laMadre de Dios, tu Madre, que te haguiado cada día y te guiará ahora a lagloria eterna de su Hijo, Jesucristo Señornuestro. Amén.

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IX

QUERIDOS HERMANOSY HERMANAS:

1. Acabo de volver a la Diócesis des-pués de haber tenido la oportunidad,que considero una gracia especial deDios, de poder orar ante los restos mor-tales de nuestro amadísimo Papa JuanPablo II, y de asistir a las solemnesexequias celebradas en Roma. En midespedida del Santo Padre, que me llamóa formar parte del Colegio de los Obis-pos y, más recientemente, me encomen-dó cuidar de esta Iglesia particular deCórdoba, mis emociones han sido hon-das y sentidas. Os aseguro que os hellevado a todos en la mente y en el cora-

zón. He sido testigo de la ola gigantescade admiración y cariño que ha suscitadola muerte del Papa y de cómo el pueblocristiano le ha aclamado como santo.«Santo subito», (Santo pronto), hemospodido escuchar todos los que nos en-contrábamos en la plaza de San Pedroy quienes seguíais la ceremonia a travésde la televisión, todos convencidos deque despedíamos a un testigo cabal deJesucristo, al apóstol que ha recorridomás caminos que nadie en la historiados veces milenaria de la Iglesia paraanunciar el Evangelio, al Padre y Pastorque merece cantar eternamente las mi-sericordias del Señor en la asamblea delos santos, pues ha sido un heraldo ver-daderamente infatigable y veraz de Je-sucristo en toda la tierra.

2. La Iglesia, que "peregrina en lahistoria entre las persecuciones delmundo y los consuelos de Dios" (LG8), prosigue en estos días su caminomirando hacia adelante, llena de gratitudal Señor por el don inmenso que le haregalado con el pontificado que acabade concluir y guardando con amor lamemoria y las enseñanzas de Juan PabloII, que seguirán produciendo frutosabundantes de santidad en la comunidadcristiana. El próximo lunes, 18 de abril,el Colegio de Cardenales comenzará elCónclave, la reunión de quienes tienenel importante y arduo encargo de elegiral nuevo Papa, sabiendo que la potestaddel Sumo Pontífice no la otorga el Co-legio Cardenalicio, sino que provienedirectamente de Cristo, de quien es Vi-cario en la tierra.

3. Después de lo que hemos visto yoído en estos días inolvidables, no esnecesario que os encarezca la trascenden-cia que tiene la elección del sucesor delPapa Juan Pablo II. Los católicos detodo el mundo hemos manifestado es-pontáneamente y con mucha nitidez,con nuestra oración y tantas muestrasde cariño sincero hacia el Santo Padrefallecido, qué es para nosotros el Papay por qué amamos al Papa, porque esel sucesor de San Pedro y Obispo deRoma y, por ello, principio y fundamen-to perpetuo y visible de la unidad, tantodel Colegio de los Obispos como de lamuchedumbre de todos los fieles, por-que es el Vicario de Cristo y PastorUniversal de la Iglesia, "el dulce Cristo

en la tierra", como lo calificara SantaCatalina de Siena. Es mucho tambiénlo que el Papa significa para el mundo.La conmoción que su muerte ha produ-cido entre los creyentes de otras religio-nes e, incluso, entre los no creyentes,más allá del reconocimiento del carismapersonal del Papa Juan Pablo II, expresala conciencia de la relevancia del todoexcepcional que tiene el ministerio delRomano Pontífice para el mundo enterocomo instancia moral absolutamentesingular.

4. Por todo ello, es de capital impor-tancia que todos los fieles de la Diócesisnos unamos en la oración, acompañandoa los Cardenales que deberán elegir alPapa. «Cónclave» significa lo que secierra con llave. Pero esa clausura noconlleva que los fieles nos debamosinhibir ajenos a lo que allí sucede. Elaislamiento quiere asegurar el recogi-miento que una decisión tan transcen-dental para la Iglesia exige a los Carde-nales, de modo que dispongan susánimos para acoger con prontitud lasinspiraciones del Espíritu Santo y reali-zar así la elección del Papa sin influenciasexteriores perturbadoras, teniendo pre-sente solamente a Dios y mirandoúnicamente a la «salvación de las almasque debe ser siempre la ley suprema dela Iglesia» (C.I.C. 1752).

5. Toda la Iglesia participa en el Cón-clave. En esta asamblea está representadala Iglesia particular de Roma y la Iglesiauniversal, pues los Cardenales procedende los cinco continentes. La sabiduríaeclesial ha configurado así el instrumen-to para la elección del Papa, en cuyapersona identificamos al Obispo de Ro-ma y al Pastor universal de todo el Pue-blo de Dios. A estas garantías humanasy eclesiales debemos unir nuestras ora-ciones fervientes al Señor, suplicandoque pronto podamos ver al frente de laIglesia al Pastor que Él nos envía. Eleve-mos nuestra plegaria con absoluta con-fianza en la misericordia infinita de Dios,que ha prometido a su Pueblo «Yo mesuscitaré un sacerdote fiel, que obresegún mi corazón y mis deseos» (1 Sam2,35).

6. La Constitución Apostólica Uni-versi Dominici Gregis, que regula laSede Vacante y la elección del Romano

Ante la elección del nuevo PapaCOMUNICADO DEL OBISPO DE CÓRDOBA

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X

Pontífice, nos sugiere cómo participarde manera real y eficaz en cuanto a partirdel próximo lunes, día 18 de abril, va asuceder en la Capilla Sixtina, la elecciónde nuestro nuevo Padre y Pastor: «Du-rante la Sede vacante, -nos dice el citadodocumento- y sobre todo mientras sedesarrolla la elección del Sucesor dePedro, la Iglesia está unida de modoparticular con los Pastores y especial-mente con los Cardenales electores delSumo Pontífice y pide a Dios un nuevoPapa como don de su bondad y provi-dencia. En efecto, a ejemplo de la prime-ra comunidad cristiana, de la que sehabla en los Hechos de los Apóstoles(cf. 1,14), la Iglesia universal, unida es-piritualmente a María, la Madre de Jesús,debe perseverar unánimemente en laoración; de esta manera, la elección delnuevo Pontífice no será un hecho aisladodel Pueblo de Dios que ataña sólo alColegio de los electores, sino que encierto sentido, será una acción de todala Iglesia» (n. 84).

7. Vivamos intensamente en estos díasdel Cónclave la comunión eclesial, elamor a nuestra Santa Madre la Iglesia yla oración unánime por esta intenciónsacrosanta, que hemos de encomendartambién a la intercesión del Papa JuanPablo II. El apóstol San Pablo nos dice«

“vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus

miembros cada uno a su modo.» (1 Cor12,27) y «pues del mismo modo que elcuerpo es uno, aunque tiene muchosmiembros, y todos los miembros delcuerpo, no obstante su pluralidad, noforman más que un solo cuerpo, asítambién Cristo» (v.12). Si bien es ciertoque el derecho a elegir al Romano Pon-tífice corresponde únicamente a los Car-denales de la Santa Iglesia Romana, nolo es menos que la elección se realiza enel marco de la comunión profunda queCristo ha hecho posible por su MisterioPascual y la misión del Espíritu Santo,comunión que describe y articula el sermás íntimo de la Iglesia. Por ello, queri-dos hermanos y hermanas, pedimosjuntos al Señor que los electores delPapa actúen con fortaleza y sin otrasmiras que no sean el bien de la Iglesiauniversal. Oremos para que el Señorconceda a la Iglesia el gozo de tenerpronto un Papa santo como Juan PabloII, un Papa según su corazón, que go-bierne con sabiduría a su pueblo, quelo guíe por el camino de la santidad ydel bien, lo ilumine con la luz del Evan-gelio y aporte a todos los hombres lapalabra de verdad, libertad, justicia yamor, que el mundo necesita.

8 .A lo largo de la próxima semana ydurante la celebración del Cónclave queelegirá Sucesor de Pedro, exhorto a to-

dos los sacerdotes a celebrar con suscomunidades parroquiales y en las de-más comunidades cristianas la Misa vo-tiva «Para elegir al Papa». Les pido tam-bién que programen vigilias de oraciónante el Santísimo por la misma intención,ruego que extiendo además a los miem-bros de la vida consagrada. A todos osinvito a la oración unánime. Os pidoademás que dispongáis vuestro corazónpara acoger al Pastor universal que elSeñor quiera poner al frente de su familiaen esta hora de la historia. A su elegidoDios lo sostendrá con su mano para quepueda desempeñar el servicio que leencomienda y le concederá la fuerzapara que no desfallezca bajo el peso delministerio. La fe nos dice que es Diosquien nos lo envía. Esta certeza es laraíz de la devoción al Santo Padre, queha caracterizado siempre a los católicosespañoles y la espiritualidad de los me-jores hijos de la Iglesia.

Con mi gratitud anticipada, a todosos envío mi saludo fraterno y mi bendi-ción.

Córdoba, 9 de abril de 2005

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XI

La manera de cómo debe la Iglesiaelegir a un nuevo Pontífice queda reco-gida en la Constitución Apostólica «U-niversi Dominici Gregis», promulgadapor Juan Pablo II en 1996. En ella semantiene la sustancia de las costumbresque hasta ahora se observaban en laIglesia, pero que por las exigencias deltiempo actual son adecuadas a este mo-mento de la historia.

CONVOCATORIALa Constitución Apostólica establece

que el Cónclave empezará 15 días des-pués de la sede vacante -con un máximode demora de 20 días-, de ahí que sehaya fijado la fecha del próximo lunes18 de abril. En este período, el Camar-lengo ya ha convocado a los 184 carde-nales diseminados por todo el mundo,aunque tan sólo 119 tendrán derecho avoto, los que tienen una edad inferior alos 80 años. La universalidad de la Iglesiaestá bien reflejada en la composiciónmisma del Colegio Cardenalicio, ya quelo forman Obispos procedentes de todoslos continentes: 58 son europeos, 14norteamericanos, 21 latinoamericanos,11 africanos, 11 asiáticos y dos deOceanía.

Si unos son los que deben votar, enla Universi Dominici Gregis se exhortaa los cardenales mayores de 80 años aguiar al pueblo de Dios en oracionespor el Conclave sobre todo en las Basíli-cas Patriarcales de la ciudad de Roma yen los demás templos del mundo.

LUGAR DEL CÓNCLAVEEl Cónclave se lleva a cabo dentro de

la Capilla Sixtina, pero el alojamientode los electores y demás personal nece-sario para su correcto desarrollo se ubicaen la llamada Domus Sanctae Marthae(Casa Santa Marta), construida reciente-mente en la misma Ciudad del Vaticano.Con ello se asegura la autonomía de laelección -pues se desarrolla dentro delVaticano- y el necesario recogimientoante esta importante decisión eclesial.Recordemos que Conclave significa «loque se cierra con llave»; por lo tanto,con la denominación de este evento seestá ya definiendo el espíritu de recogi-miento de este acto trascendental.

El traslado de los cardenales desde laCasa Sanctae Marthae al Palacio Apos-tólico –donde se halla la Capilla Sixtina- será especialmente cuidado para preser-var a éstos de la debida autonomía y delsecreto que debe reinar en la elección.Con el mismo, fin esos días los cardena-les no mantendrán comunicación deningún tipo con personas ajenas a laelección, si no es por urgente necesidad;ni tampoco recibirán noticias de fuera,ni prensa, ni escucharán programas ra-diofónicos o trasmisiones televisivas. Yademás de los cardenales, dentro delConclave habrá varios religiosos conconocimiento en distintas lenguas paralas confesiones, dos médicos para even-tuales emergencias, y el personal propiode comedor y limpieza. Todas estaspersonas , antes de comenzar el procesode elección, hacen un juramento que lesobliga a mantener el lógico secreto.

COMIENZO DEL CÓNCLAVEEl 18 de abril, lunes, por la mañana -

día fijado para el inicio del Cónclave-se reúnen los cardenales electores en laBasílica de San Pedro y celebran la Misavotiva «Pro eligendo Papa». Ya por latarde, reunidos en la Capilla Paulina delPalacio Apostólico se trasladarán todoslos cardenales en procesión hacia la Ca-pilla Sixtina en el mismo Palacio Apos-tólico, entonando el canto de invocaciónal Espíritu Santo «Veni Crator»; unavez en la Sixtina se procederá a la prime-ra votación.

MODO DE ELECCIÓNSobre el modo de elección se ha fijado

que sea por escrutinio. La ConstituciónApostólica establece que la elección seha de realizar por votación individualy secreta de los cardenales electores.Para que la elección sea válida debecontar con dos tercios del total de losvotos. Por sorteo entre todos los electo-res habrá tres cardenales Escrutadores,encargados de abrir los votos; tres Infir-marii, encargados de recoger los votosde los enfermos -en el caso de que loshaya-; y tres Revisores, que recontaránlos votos emitidos. En cada una de lasvotaciones los cardenales contarán conpapeletas iguales, previamente prepara-das, con forma rectangular; en la partesuperior de la papeleta ya está impresala formula «Eligo in Summum Pontifi-cem», y en la parte inferior cada cardenalescribirá el nombre del elegido. Una vezescrito el elegido, los cardenales, uno auno, se acercan al altar y depositan su

El Cónclave: un nuevo Pentecostés¿Cómo se elige a un nuevo Pontífice? La respuesta la encontramos en la Constitución Apostólica «Universi DominiciGregis», ella determina las normas y el espíritu del Cónclave. Este evento eclesial no es una simple reunión; el Cónclavees un retiro sagrado en el que los cardenales –y toda la Iglesia con ellos- invocan al Espíritu Santo para que les asista en laelección del Sucesor de Pedro.

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XII

papeleta en la urna. Cuando hayan vo-tado todos los Escrutadores procedena contarlas delante de los demás carde-nales.

Después de cada una de las votacionesse procede a quemar las papeletas utili-zadas. La tradición indica que los carde-nales quemarán las papeletas utilizandopaja húmeda, que provocará un humonegro, si no se ha conseguido elegir Papa,y que harán quemar paja seca, que ele-vará al cielo un humo blanco, si se haelegido al nuevo Romano Pontífice. Sonlas conocidas fumatas que el pueblopuede ver desde la plaza de San Pedro.En caso de que no se haya elegido alSumo Pontífice se efectuará otra vota-ción; así dos votaciones por la mañana,y dos por la tarde, durante tres días. Sia los tres días, los electores no se ponen

de acuerdo a que persona elegir se inte-rrumpirán las votaciones, y habrá undía de oración, de libre coloquio entrelos votantes y de una exhortación espi-ritual hecha por el Cardenal Protodiáco-no, actualmente Jorge Medina. Y así,sucesivamente, dos veces más. En el casode repetir este proceso, y de no haberlogrado la elección, se procederá a expo-ner el modo de actuar entre todos loscardenales. En esta decisión se puedeobviar la elección por dos tercios deltotal de electores, pero nunca se ha dehacer por menos de la mayoría absoluta.

UNA VEZ ELEGIDO PAPAUna vez elegido, el Cardenal Decano

–actualmente, Joseph Ratzinger- pregun-ta al elegido: «¿Aceptas tu elección canó-nica para Sumo Pontífice?» El elegido

debe expresar su consentimiento. Pos-teriormente el Decano le pregunta: «¿Có-mo quieres ser llamado?» Entonces elMaestro de las Celebraciones LitúrgicasPontificias, actuando como notario, le-vanta acta de la aceptación del nuevoPontífice y del nombre que ha tomado.Después de la aceptación, el elegido esinmediatamente Obispo de la Iglesiaromana, verdadero Papa y Cabeza delColegio Episcopal. A continuación loscardenales le prestan obediencia.

Seguidamente, el Cardenal Protodiáco-no, desde el balcón de la Basílica Vatica-na, anuncia al pueblo reunido en la plazade San Pedro la elección del nuevo Papa,usando la tradicional expresión «Nuntiovobis gaudium mágnum: ¡habemus Pa-pam!», y el Santo Pontífice imparte labendición Urbi et Orbi por primera vez.