LA REVELACIÓN PROFÉTICA EN EL IMAMATO SHIÍE

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    LA REVELACIÓN PROFÉTICA EN EL IMAMATO SHIÍE

    Artículo escrito y editado por Yibril ibn al-Waqt en el año 2009

    La palabra Islam significa la sumisión a  Al-lâh  , es decir, es la religión del

    sometimiento personal al orden ontológico de la existencia y se interrelaciona con la palabra Salam (paz), dándonos así la visión exacta de la tradición musulmana: Alcanzar

    la paz a través de la sumisión a la voluntad de  Al-lâh. El Islam como religión original y

    última guía a la humanidad revelada por  Al-lâh, tuvo su desarrollo histórico y tuvo

    también su divergencia que se plasmó en sus dos fructíferas ramas como el Shiísmo y el

    Sunnismo, cada una de estas ramas tienen una estructura horizontal en sus ortodoxias

    que están bien definidas en el aspecto doctrinal, teológico y jurídico. Ambas obedecen a

    un único Libro revelado como es el Sagrado y Noble Corán y ambas tienen como

    autoridad principal al último Profeta enviado de  Al-lâh: Muhammad ibn 'Abdullâh.

    Decimos también que en el Islam hay una dimensión gnóstico-esotérica que junto contodas las divisiones interiores representa la estructura vertical de la Revelación Divina.

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    El término Shiísmo formado sobre el árabe Shi'ah aparece en el Sagrado Corán

    en la Sura 28, Suratul-Qâsas (capítulo del relato), ayât  (aleya o versículo) 151, y en la

    Sura 37, Suratus-Sâfât  (capítulo de los ordenados en filas), ayât  832, que significa en su

    forma original «seguidor», es decir, de aquellos cuya creencia central está basada en la

    enseñanza de otro, como en el caso de la Sura 37, que refiere el hecho de que el Profeta

    Abraham era un seguidor de su predecesor, el Profeta Noé. Por lo tanto, podemos decir

    que el Profeta Muhammad era también un shiíe del Profeta Abraham, y quien a su vez

    fue un shiíe del Profeta Noé. Sin embargo, el término Shi'ah no denota aquí una actitud

    hostil como los enemigos del shiísmo quieren hacernos creer, ya que los Profetas

    anteriores y sus adherentes fueron shiíes, según los versículos coránicos. El término

    Shi'ah también es designado al conjunto de adeptos que siguen al  Imam  (guía y

    autoridad espiritual), pues en el Shiísmo toda la función del Imam está asociada con el

     poder y la función de la Walâya (iniciación esotérica y espiritual).

    En el Shiísmo, encontramos actualmente a dos grandes familias ramificadas quea lo largo de la historia se han mantenido vigentes como la Ithna 'Ashâriyya , es decir el

    Shiísmo duodecimano, o el Shiísmo de los Doce Imames, y la  Ismâ'iliyya  , que es el

    Shiísmo ismailí, o el Shiísmo de los Siete Imames. Ahora bien, la persona y el papel del

    Imam en el Shiísmo no solamente surgen de esta idea fundamental, sino que también

    son portadores de esta idea, idea inseparable a lo que se denomina el fenómeno del

    Libro Sagrado, Libro revelado del cielo por mediación de un Profeta, como fenómeno

    que aparece en la tradición abrahámica. La misión del Profeta concierne al tanzîl  

    (descenso del libro con su contenido literal), mientras que la misión del Imam es

    reconducir esa apariencia literal a su verdad original y espiritual, reconducción

    expresada por la palabra ta'wîl   (hermenéutica espiritual o hermenéutica de los

    símbolos), pues, la exégesis del Sagrado Corán no progresa sin la exégesis del alma. La

    idea de esta misión del Imam es, por supuesto, perfectamente extraña e incluso

    alarmante, para el Islam Sunni.

    Veamos ahora, de lo que constituye esencialmente la persona y la misión del

    Profeta, como de lo que constituye la persona y la misión del Imam, nace la idea de un

    doble ciclo en el interior de la religión profética que abraza la totalidad de la religión

    abrahámica. Profeta e Imam son las dos formas de manifestación de una misma Luz,

    que designan las expresiones nur muhammadi wa haqiqat muhammadiya  (la luzMuhammadi y la Realidad profética eterna). Pues al ciclo de la Profecía le ha sucedido

    el ciclo del Imamato, el ciclo de la Walâya. Según la profetología del Islam Sunni, el

    Profeta Muhammad es el sello de los profetas. La historia religiosa de la humanidad está

    terminada. No habrá ya ni nuevo Libro ni nuevo Profeta. El último Profeta es así un acto

    del pasado, ha sucumbido plenamente a la historia. Para la Profetología Shiíe,

    ciertamente el ciclo de la profecía ha terminado, pero ése fue el ciclo de lo que se ha

    1 Hadha min Shiatihi wa hadha min aduwwihi Fas-taghathahul ladhi min Shiatihi alal-ladhi min aduwwihi   "Uno de sus

    seguidores y el otro de sus enemigos y el que era de sus seguidores le pidió ayuda contra el que era de sus enemigos"

    (Qur'an, 28:15).

    2 Wa inna min Shiatihi l a Ibrahim  "Y en verdad, entre nuestros seguidores está Abraham" (Qur'an, 37:83).

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    denominado profecía legisladora. Este ciclo final de la profecía abre un nuevo ciclo de

     profecía de carácter puramente interior, esotérico y que para evitar cualquier

    ambigüedad, se designa con el nombre de Walâya . Entonces, la Profetología encuentra

    su complemento necesario en la Imamología, de la que la Walâya es la expresión más

    directa, en donde el Shiísmo Imamí se constituye como la gnosis por excelencia del

    Islam.

    En resumen, la Profetología Sunni permanece cerrada sobre el pasado y la

    Profetología Shiíe permanece abierta hacia el futuro, por su perspectiva esencialmente

    escatológica. Pues, el pensamiento y la devoción del Shiísmo están centrados en la

    Parusía por venir del Imam, el  Imam al-Mahdî  o el Imam al-Qa'im que justamente por

    este Imam Esperado, la escatología forma cuerpo orgánicamente con la Imamología,

    que es una parte esencial, fundamental, de la teología y el pensamiento Shiíe.

    La profecía en el Shiísmo

    La mezquita de Medina, donde yacen los restos del Profeta Muhammad

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    Para el imamismo shiíe el sentido verdadero de la revelación profética, está más

    allá de la  sharî’ah  (ley divina escrita) y se encuentra en su sentido espiritual. Esta

    hermenéutica espiritual, es entonces la base sobre la cual se deberá efectuar la reflexión

    de la haqîqat   (realidad profética eterna). El pensador ismailí Nâsiri Jusraw nos dice al

    respecto: « La sharî’ah es el aspecto exotérico de la haqîqat, la haqîqat es el aspecto

    esotérico de la sharî’ah. La sharî’ah es el símbolo, la haqîqat es lo simbolizado. Lo

    exotérico es una perpetuación fluctuante sobre los ciclos y periodos del mundo, lo

    esotérico es una energía divina que no está sometida al devenir ». Así, la historia

    religiosa del Islam Shiíe, solo tiene posibilidades de existencia, en la medida que la

    diferenciación y la complementariedad entre la sharî’ah y la haqîqat, permitan una

     perpetuación que salvaguarda al sentido espiritual de las revelaciones divinas. Es en el

    eje vertical sobre el que se articulan estas revelaciones del sentido espiritual de la

     profecía, donde cada jerarquía espiritual accederá a un sentido específico de la realidad

    esencial a niveles de un universo que se abre en el umbral de la historia sagrada.

    Si la dimensión exotérica tuvo su manifestación terrestre final en la persona del

    Profeta Muhammad, también era preciso que su dimensión esotérica tuviera su epifanía

    terrestre en la persona de aquel que entre todos los seres humanos estuvo más próximo

    al Profeta, a partir de la primera revelación coránica, que fue a la vez su primo, su yerno

    y su familiar más íntimo: Alî ibn Abî Tâlib, el primer Imam, es decir, Mawlana Imam

    Alî, el Príncipe de los creyentes, que afirmó más tarde con vehemencia que ni un solo

    versículo del Sagrado Corán había sido revelado sin que el Profeta Muhammad se lo

    hiciera, primero, escribir y después, recitarlo para enseñarle a continuación el tafsîr  (la

    explicación literal) y el ta'wîl  (la conducción al sentido espiritual). El Shiísmo considera

    que el legado de esta familiaridad sagrada fue rechazada desde el último suspiro del

    Profeta Muhammad y que el Islam Sunni se ha embarcado desde entonces en la vía que

    ha hecho de él aquello en lo que históricamente se ha convertido.

    Ahora bien, la misión del Profeta está enfocada únicamente a lo exotérico, al

    descenso de la revelación literal. Lo que está enfocado a lo esotérico es precisamente la

    misión del Imam, es decir, del Imamato, en virtud del carisma que designa la palabra

    Walâya. La antropología profética nos hace comprender la repartición de esa doble

    misión. Se puede representar el modo de ser del Profeta mediante tres círculos

    concéntricos: El círculo central representa a la Walâya, ese carisma de predileccióndivina que desde el inicio sacraliza a la persona del Profeta Muhammad, haciendo de él

    un walîullâh  (próximo a lo divino). El segundo círculo que encierra a este círculo

    central representa a la  Nubuwwa  (la vocación y la misión profética). Y el círculo

    exterior representa a la  Risâlah  (la misión o mensaje del Profeta enviado como

    encargado de revelar un nuevo Libro y una nueva Ley religiosa).

    Este esquema permite comprender de entrada porqué tantas tradiciones shiíes

    repiten que la Walâya es lo esotérico de la profecía. La misión profética, se sobreañade

    a la Walâya y es siempre temporal, mientras que la Walâya es perpetua. En principio,

    todo  Nabî   (profeta), es necesariamente, un Walî   (santo), pero no todo Walî   esnecesariamente un  Nabî . La  Risalâh  es como la corteza, la  Nubuwwa  es como la

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    almendra y la Walâya es como el aceite que la almendra contiene. De ahí la afirmación

    de la preeminencia de la Walâya sobre la misión profética. Según cómo se entienda, lo

    que representa en la persona del Profeta el círculo central en relación al círculo exterior,

    se podrá mantener la superioridad del Profeta sobre el Imam. Pero si se considera pura y

    simplemente la superioridad de la Walâya  como tal sobre la misión profética que la

     presupone, entonces se manifestará la tendencia siempre latente a afirmar la

    superioridad del Imam sobre el Profeta. El Shiísmo duodecimano se ha esforzado desde

    entonces, en no ceder a esta tendencia y mantener siempre el equilibrio entre lo

    exotérico y lo esotérico. En cambio, la idea de la superioridad del Imam sobre el Profeta

    triunfa con el Shiísmo ismailí reformado de Alamut, en el Siglo XII de nuestra era,

    triunfo que marca la ruptura del equilibrio en beneficio de lo esotérico.

    Decimos que el ciclo profético está cerrado. Pero ni los duodecimanos ni los

    ismailíes pueden aceptar pura y simplemente esta clausura. Pues todo el mundo

    religioso siempre está de acuerdo en la necesidad de los Profetas. El Profeta no esalguien que predice el futuro, sino el inspirado que profiere el verbo de lo invisible, el

    ser sobrehumano al que la inspiración divina instaura como mediador entre la divinidad

    incognoscible y la ignorancia o la impotencia de los hombres. La idea shiíe, surgida, en

    vida misma del Profeta Muhammad, subraya el aspecto trágico de la situación. Si desde

    siempre la humanidad ha tenido necesidad de Profetas para sobrevivir a su destino, ¿qué

     puede suceder si ya no hay Profeta que esperar, si no queda nada que aguardar?

    Consecuentemente, el Libro del Sagrado Corán que fue revelado desde el cielo al último

    Profeta no es un libro como los demás, cuyo significado se limite a la literalidad

    aparente. Posee una hermenéutica que explica la profundidad del texto coránico que

    comprende a la profecía y que lo medita en la modalidad del vínculo que une al Profeta

    Muhammad con la fuente eterna de donde emana el mensaje.

    En resumen, la realidad integral de la Revelación coránica, que implica a la vez

    lo exotérico y lo esotérico, supone a su vez un Qa'im al-Qurân (Resurrector del Libro).

    Este Resurrector del Libro, este guía que conduce al sentido espiritual del Libro Sagrado

    y que lo mantiene vivo hasta el último día, es el Imam. El Imam, por lo tanto, es el

    sucesor del Profeta que sacraliza el carisma de la Walâya universal.

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    El imamato en el Shiísmo

    Imagen pictórica de Mawlana Imam 'Ali secundado por sus hijos Imam Hasan e Imam Husayn

    La palabra Walâya  significa propiamente dilección, amistad y se empareja con

    mucha frecuencia con la palabra  Mahabba, que significa igualmente amistad, amor.

    Juntos, los dos términos dan al imamismo el sentido de una religión de amor. El Walî , el

    santo, el próximo investido con la Walâya, debe ser comprendido a la vez en el sentido

    activo y en el sentido pasivo de la palabra. Es aquel que ama y que es amado. Cuando se

    habla de la Walâya de los santos Imames se designa el amor, la predilección de que son

    objeto por parte de lo divino. Desde la perspectiva de sus seguidores, el término los

    designa en tanto que polarizan esa devoción de amor de dichos fieles. La Walâya hacia

    el Imam es una participación en la Walâya  divina de la que el Imam es eternamente

    objeto. Su fundamento metafísico se nos mostrara enseguida como tal, la Walâya  del

    Imam se reviste entonces de un sentido y de una función cósmica. El Imam es para la

    comunidad shiíe lo que es el corazón para el microcosmos humano, el corazón es en el

    microcosmos humano el Imam de las facultades de la percepción espiritual. De ahí que

    haya un intercambio perpetuo entre los pensadores shiíes que afirman con respecto al

     papel del Imam en la comunidad y con respecto de lo que sucede en el interior de cada

    creyente individual. Es ahí, en el nivel de esa interiorización, donde comprendemos

    como el Imam es el iluminador, aquel que salva alumbrando en el corazón del hombre

    la llama del conocimiento perfecto.

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    Vemos así, la diferencia radical respecto de la concepción sunni del califato.

    Aunque el Sunnismo emplee el término Imam, se trata únicamente de la persona, de un

     jefe temporal como principio del orden social y político; su función está enfocada

    esencialmente a la consideración de las cosas temporales y a las necesidades sociales de

    la comunidad. Por lo que no es en absoluto necesario que sea, como exige el concepto

    shiíe del Imam, un ma'sûm (inmaculado, impecable, inefable). La existencia del Imam

    en el sentido sunni no se impone de forma necesaria y en definitiva, puede ser objeto de

    una elección expresada en un consenso. En cambio, la idea shiíe inviste al Imam de una

    dignidad sacra y de una función metafísica. La idea de que el Imam pueda ser elegido

     por los hombres sería absurdo como la idea de que se pueda elegir a un Profeta. El

    carisma no depende de la elección de los hombres. El Imam es una inspiración

    netamente de lo Divino. Así vemos, que el Imam como Resurrector o Protector del

    Libro, está investido de una ciencia divinamente inspirada.

    En el Shiísmo duodecimano se afirma que existe una luz primordial transmitidade un Profeta a otro y después del Profeta Muhammad a los Imames de la descendencia

    de Mawlana Imam 'Alî. Esta luz protege a los Profetas y a los Imames del pecado,

    haciéndoles infalibles y les otorga el conocimiento de los misterios divinos. En los

    hâdith, es decir, en las tradiciones narradas que se remontan a los Imames enuncian

    explícitamente esta idea de la nur  muhammadi, es decir, la idea de una Luz Muhammadí

    creada primordialmente. Esta idea se amplificará en la haqiqat muhammadiyya, es decir,

    en una Realidad profética eterna, que connota, ciertamente, la idea de un pleroma

    Divino constituido eternamente por Catorce entidades de Luz, cuyas manifestaciones

    teofánicas, son las personas terrenales de los Catorce inmaculados; a saber, el Profeta

    Muhammad, su hija Fátima y los Doce Imames, que configuran su plenitud en el

     pleroma de luz de la profecía eterna. Esta realidad profética eterna, como pleroma de

    gloria, implica un doble aspecto, una doble dimensión y por consiguiente, postula una

    doble manifestación. Implica una dimensión exotérica, que tiene su manifestación en la

     persona del Profeta Muhammad y una dimensión esotérica manifestada en la persona de

    cada uno de los Doce Imames, que juntos constituyen una sola y misma esencia. En su

    efímera manifestación terrenal, los Doce Imames infalibles fueron sucesivamente los

    Resurrectores o los Protectores del Sagrado Corán, iniciando a sus discípulos en su

    sentido integral.

    Esta doble dimensión de la Realidad metafísica Muhammadí implica por tanto

    un lado vuelto hacia los hombres y un lado vuelto hacia la presencia Divina. El primero

    es su lado exterior que tipifica la misión profética. El segundo es su lado interior que

    tipifica la Walâya, el carisma de los Imames y por ellos el carisma de todos aquellos que

    son designados awliyâ (los próximos y amados de Al-lâh).

    Bien, aquí constatamos por qué la Walâya significa lo esotérico de la profecía y

    también por qué la luz de la profecía y la luz de la Walâya son dos luces que no forman

    más que una:  Fâtima al-Zâhra, Fátima la Resplandeciente, la hija del Profeta

    Muhammad, que es la confluencia de esas dos luces, como origen del linaje de losImames inmaculados. Los Doce Imames tienen su manifestación en los diferentes

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     planos cosmológicos de la manifestación del ser, los mismos que se manifestaron en

    este mundo en el curso de los tres primeros siglos de la hégira lunar, que corresponden a

    los Siglos VII al X de nuestra era.

    En resumen, con la aparición en la persona del duodécimo Imam, el Imam al-

    Mahdî ya no habrá un nuevo Libro, ni habrá una nueva Ley, sino que abrirá el sentido

    oculto de todo lo que le ha precedido, se puede decir entonces, que el Shiísmo ha

     presentido el misterio más profundo de la historia humana, porque ese misterio no

     puede estar encadenado ni encerrado en los límites cronológicos de la existencia.

    El advenimiento del Imam Oculto y Eterno

    La misteriosa persona del Imam Muhammad polariza la vida especulativa y la

    espiritualidad más profunda tanto del shiísmo ismailí como del shiísmo duodecimano.

    El Imam al-Mahdî, Qa'im al-Qiyama está presente a la vez en el pasado y en el futuro.

    En el shiísmo duodecimano fue un niño de cinco años que desapareció misteriosamente

    cuando su joven padre, el undécimo Imam Hasan al-A'skari dejó este mundo. Entonces

    comenzó el periodo que se denomina la Ocultación Menor, durante el cual el Imam sólo

    fue visible para algunos delegados. Después, su cuarto delegado recibió del Imam la

    orden de no designar sucesor mediante una epístola en la que el Imam al-Mahdî

    anunciaba que ya no sería visible hasta la hora de su advenimiento, y quienquiera que

    apele en su lugar para una acción pública sería un impostor. Entonces comenzó el

     periodo de la Ocultación Mayor en el año 329 de la Hégira, que corresponde al Siglo X

    de nuestra era.

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    Estamos, pues, ante un periodo de once siglos en los que el Imam oculto, el

    Imam esperado, el Imam deseado, es en persona la historia misma de la conciencia

    shiíe. La hagiografía del Imam oculto no es ni mito ni historia. Será necesario

    reaprender a considerar la realidad plenaria de acontecimientos que sin embargo no

    suceden en nuestro mundo empírico, al que reservamos el privilegio de ser

    acontecimientos reales. La hagiografía del Imam oculto está todavía inacabada, está

    llena todo el tiempo de su Ocultación, y sus acontecimientos son múltiples. Sin duda

    alguna, durante el tiempo de ocultación, el Imam no es visible más que en el plano

    onírico; y a veces también en el plano de vigilia como una hierofanía, entonces, aquel

    que ha tenido ese privilegio no tiene conciencia de su experiencia sino posteriormente y

    nunca puede aprovecharse de ello para proclamar un mensaje de orden temporal. No se

    hace historia en el sentido ordinario de la palabra con visiones teofánicas, pues éstas

    transfieren por sí mismas a otro mundo. Esa es la dimensión escatológica y ésta no se

    realiza en acto más que por una experiencia visionaria.

    Entonces decimos que el advenimiento o la manifestación del Imam Oculto no

    es un acontecimiento externo que se deba producir de pronto en el calendario del tiempo

    físico, es una desocultación que avanza a medida que el peregrino del espíritu, es decir,

    el fiel shiíe, produce en sí mismo el acontecimiento del Imam esperado. El tiempo del

    Imam Oculto es un tiempo intermedio entre lo inteligible y lo sensible. Su hiero-

    historia, en la conciencia de sus fieles, es la maduración de ese entretiempo hasta la

    mutación del tiempo en otro tiempo, el tiempo de la eternidad. Por eso, no es en el

    tiempo de este mundo cuando se tiene la visión del Imam. El visionario se encuentra

    entonces entre los tiempos, es decir en el intermundo. Es una historia que sucede en el

    malakût , es decir, en el mundo o en la esfera del alma que el hombre encuentra en el

    interior de sí mismo. En esto radica toda la espiritualidad del Shiísmo.

    El  Imâm al-Qâ’im  en la noción ismailí, es el guía sempiterno, la palabra

    «estrictamente disponible» de  Al-lâh. Su palabra es la palabra Divina, y su legislación

    es la legislación Divina. Con el séptimo Imâm Muhammad ibn Ismâ'il, una era secreta

    ha empezado. Si el Sagrado Corán fue la palabra Divina el cual hubo de ser seguido

    durante el ciclo del Profeta Muhammad, los Imames son las palabras Divinas los cuales

    deben ser seguidos en este nuevo ciclo, que es la de Muhammad ibn Ismâ'il, el cual es el

    último y principal ciclo considerado por los ismailíes. De ello se deduce que la palabradel Imâm es el último. El Imâm es la palabra Divina y su Voluntad. Sólo el Imam

    eterno, como teofanía, hace posible una ontología. Es la Persona absoluta, el eterno

    Rostro divino, el supremo Atributo divino que es el Nombre supremo de  Al-lâh. En su

    forma terrestre, es la epifanía del Verbo supremo, el portador de la verdad en cada

    época, manifestación del Hombre eterno manifestando el Rostro de Al-lâh.

    Con esta percepción interior, el adepto ismailí, no hace más que repetir la

    andadura inicial de cada Profeta en busca del Imam. Alcanzar la cima del Sinaí de su

    alma, es para el iniciado realizar el estado del huŷŷat  (prueba divina): Alcanzar el Alma

    del alma. Esta Alma del alma es el Imam, el olivo que crece en la cima del Sinaí delamor. Y el alma del iniciado es este amor, puesto que este Sinaí es el Sinaí de su ser.

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    Así, lo que ella descubre en la cima o en el corazón de su ser, es el Imam como Amado

    eterno. La sicigia del Imam y su huŷŷat  se convierte en diálogo interior del Amado y el

    Amigo. El Alma de su alma es aquella a la que dice tú, su yo en segunda persona. En

     presencia del Alma del alma, como le ocurrió a Moisés en el Sinaí, el «Moisés de su

    ser», su yo en primera persona, se volatilizó. Contemplándose en el Alma del alma, el

    alma pasa a ser la contemplada de ésta, y ésta articula en su lugar: anâ'l-haqq (Yo soy la

    Verdad).

    En cuanto al shiísmo duodecimano, varios teósofos shiíes identifican

    explícitamente al  Imâm al-Mahdî , con el Paráclito, cuya llegada es anunciada en el

    Evangelio de Juan3. La llegada del Imam-Paráclito inaugurará el reino del sentido

    espiritual puro de las revelaciones divinas. Esta identificación pone de manifiesto una

    convergencia sorprendente entre la concepción shiíe y el conjunto de tendencias

    filosóficas y religiosas que se han guiado por la idea paraclética y han planteado un

    camino para pensar y obrar en función del reino del espíritu santo.

    En el evangelio vemos que el advenimiento se afirma entre dos niveles; un

     prólogo en el cielo y un epílogo, es decir, un desenlace en el mundo, que se abre y se

     prolonga hacia otro tiempo del Imam-Paráclito. Este prolongamiento hasta el

    advenimiento del Imam oculto es precisamente, para el fiel shiíe, el tiempo que vivimos

    ahora. Es el periodo de la Gran Ocultación, que preserva a la Imamología de la caída en

    la historia, es decir, de ser puesta en el pasado. Así, la progresión del tiempo de la

    ocultación del Imam hacia el desenlace por el advenimiento, es el ciclo de la Walâya 

    que sucede al ciclo de la profecía.

    En resumen, si el último Imam está actualmente oculto, es porque los hombres

    se han vuelto incapaces de verlo, por haber perdido o tener paralizados los órganos de

    su percepción teofánica que hacen posible el conocimiento por el corazón definido en la

    gnoseología de los Imames. El advenimiento no es un acontecimiento que surgirá de

    improviso un buen día. Es algo que madura lentamente, día a día, en la conciencia de

    los fieles del Imam. Esos fieles son quienes anticipan la acción de aquellos que en el día

    del advenimiento serán los compañeros del Imam. Ser compañero del Imam es una

    aspiración shiíe a esta familiaridad e intimidad sagrada que desarrolla la ética de una

    caballería espiritual que lleva en sí misma la salvación del futuro.

    Referencias:

     Henry Corbin, Sur le douzième Imâm. París, 1958. 

     Henry Corbin, De la philosophie prophétique en Islam shî'ite. Zurich, 1963.

     Henry Corbin, L'Imâm caché et la rénovation de l'homme en théologie shî'ite. Zurich, 1960.

    3 Evangelio según San Juan, capítulo 14, versículo 26, en donde el Profeta Jesús afirma: «Pero el Espíritu Santo, el Defensor

    de la Verdad que el Señor va a enviar en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que les he dicho».