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LA SIMA DE CABRA: UN LUGAR CERVANTINO Y OTROS TOPÓNIMOS CERVANTINOS CORDOBESES ANTONlO CRUZ CASADO lES Marqués de Comares. Lucena La sima de Cabra es una profunda depresión geológica natural, de más de cien metros de profundidad, situada a pocos kilómetros de la actual ciudad, en las estribaciones de la Sierra que corona la antigua ermita de la Patrona de Cabra, que se venera allí bajo la advocación de la Virgen de la Sierra. Se trata de un lugar poco frecuentado en la actualidad, al que se accede por caminos que ofrecen todavía cierta dificultad de acceso, por veredas que transcurren entre olivares, una vez se ha dejado atrás la vieja estación de ferrocarril. A esta sima hace referencia Cervantes al menos en tres lugares de su obra, lo que puede resultar indicativo de cierto conocimiento más o menos directo del intrincado lugar, quizás porreferencias oídas a los naturales de este pueblo cordobés (egabrenses), que el escritor pudo visitar ocasionalmente en su infancia o en su juventud, o, cuando no, en su odisea andaluza como recaudador de impuestos, puesto que en Cabra vivía su tío, Andrés de Cervantes, y de ella llegó a ser alcalde ordinario durante varios años; además, su abuelo paterno, Juan de Cervantes, fue nombrado también por el Duque de Sessa alcaide de diversos lugares de su propiedad, entre los que se encuentran Iznájar, Baena y Cabra. Hay, por otra parte, una tradición de textos literarios, no muy pequeña, aunque en conjunto poco conocida, que pudo transmitirle al escritor de manera paralela a la realidad el conocimiento de este accidente geológico. 133

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LA SIMA DE CABRA: UN LUGAR CERVANTINO Y OTROS TOPÓNIMOS CERVANTINOS

CORDOBESES

ANTONlO CRUZ CASADO lES Marqués de Comares. Lucena

La sima de Cabra es una profunda depresión geológica natural, de más de cien metros de profundidad, situada a pocos kilómetros de la actual ciudad, en las estribaciones de la Sierra que corona la antigua ermita de la Patrona de Cabra, que se venera allí bajo la advocación de la Virgen de la Sierra. Se trata de un lugar poco frecuentado en la actualidad, al que se accede por caminos que ofrecen todavía cierta dificultad de acceso, por veredas que transcurren entre olivares, una vez se ha dejado atrás la vieja estación de ferrocarril.

A esta sima hace referencia Cervantes al menos en tres lugares de su obra, lo que puede resultar indicativo de cierto conocimiento más o menos directo del intrincado lugar, quizás porreferencias oídas a los naturales de este pueblo cordobés (egabrenses), que el escritor pudo visitar ocasionalmente en su infancia o en su juventud, o, cuando no, en su odisea andaluza como recaudador de impuestos, puesto que en Cabra vivía su tío, Andrés de Cervantes, y de ella llegó a ser alcalde ordinario durante varios años; además, su abuelo paterno, Juan de Cervantes, fue nombrado también por el Duque de Sessa alcaide de diversos lugares de su propiedad, entre los que se encuentran Iznájar, Baena y Cabra.

Hay, por otra parte, una tradición de textos literarios, no muy pequeña, aunque en conjunto poco conocida, que pudo transmitirle al escritor de manera paralela a la realidad el conocimiento de este accidente geológico.

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Señalemos, en primer lugar, las referencias cervantinas al lugar indicado, para pasar luego a examinar la más o menos probable estancia del autor en Cabra así como los textos literarios que contextualizan las citas cervantinas.

Desde el punto de vista cronológico, la más antigua de estas menciones se puede situar en la Novela del celoso extremeño, inserta en la edición de las Novelas ejemplares (1613). Como sabemos, Felipo de Carrizales, embargado por la pestilente enfermedad de los celos, manda tapiar puertas y ventanas de su casa sevillana para impedir la entrada de un hipotético burlador de su esposa, la bella Leonora; pero el viejo Carrizales no cuenta con la capacidad de seducción de Loaysa y su guitarra. Así que, mientras el infeliz marido duerme, teniendo como centinela del sueño a su propia esposa, las doncellas de la casa, que todas efectivamente lo son, para más seguridad, hacen entrar a Loaysa para que las entretenga con su música, no sin antes hacerle jurar su honesto comportamiento en el interior del recinto. Él jura, burlescamente, por las entradas y salidas del monte Líbano, por el proemio de la verdadera historia de Carlomagno, con la muerte del gigante Fierabrás, que hará lo que le mandan, y es entonces cuando una de las doncellas dice: «¡Este sí que es juramento para enternecer las piedras! ¡Mal haya yo si más quiero que jures, pues con solo lo jurado podías entrar en la misma sima de Cabra!»! (p. 206). Y así Loaysa penetra en la casa de Carrizales.

No está muy claro el sentido de las palabras de la doncella; parece que con tal juramento el tañedor de guitarra podría entrar en la sima sin peligro alguno, en lo que puede sobreentenderse cierta alusión maliciosa, puesto que al precipicio que forma esa cavidad solían ser arrojadas, como veremos en otros textos, las mujeres que eran consideradas adúlteras; pero aquí parece como si el juramento las hiciera inmunes a cualquier tipo de daño, como si se tratase de pasar el arco de los leales amadores en clave local, para demostrar su inocencia o virginidad, aunque aquí la referencia está hecha por boca de una mujer y se refiere a un hombre. Es posible además que tenga un sentido paródico, como las citadas palabras del juramento de Loaysa.

N o se incluye la referencia a la sima en la versión de esta novela que transmitió e 1 manuscrito Porras, y que suele considerarse anterior a la edición de 1613, además de más erótica, porque los enamorados Isabela (que es aquí el nombre de Leonora, la esposa del viejo) y Loaisa cometen efectivamente adulterio, en tanto que en la novela impresa no llegan a consumarlo porque se ven acometidos de un profundo sueñ02 . Aquí dice la criada escuetamente: «Este sí que es juramento para enternecer las piedras; mal haya yo si más quiero que jure»3. Tampoco

1 Miguel de Cervantes, Novela del celoso extremeño, Novelas ejemplares, ed. Juan Bautista Avalle-Arce, Madrid, Castalia, 1982, vol. n, p. 260.

2 Ibíd., p. 214. 3 Ibíd., p. 249.

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aparece el topónimo en el Entremés del viejo celoso, que adapta el tema central de la novela ejemplar, aunque aún más subido de tono, porque doña Lorenza, la esposa, engaña efectivamente al viejo, aquí llamado Cañizares, casi en sus mismas barbas, con un bizarro galán al que describe como «mozo, bien dispuesto, pelinegro y que le huele la boca a mil azahares»4.

En la Adjunta al Parnaso, continuación en prosa del conocido poema Viaje del Parnaso (1614), documentamos la siguiente referencia a la sima egabrense, en la parte titulada «Privilegios, ordenanzas y advertencias que Apolo envía a los poetas españoles». Es este texto una serie de órdenes paródicas que el dios poeta remite a los líricos españoles y que estos deben de alguna manera cumplir, como el desaliño, la pobreza, la condición blanda, el hambre continua, etc. Entre las prerrogativas de los mismos, Apolo incluye la idea de que se puede amenazar a los niños pequeños con la presencia de cualquier poeta, como se hace con el coco; así dice: «Item se da por aviso particular que si alguna madre tuviere hijos pequeñuelos traviesos y llorones, los pueda amenazar y espantar con el coco, diciéndoles: Guardaos, niños, que viene el poeta fulano, que os echará con sus malos versos en la sima de Cabra o en el pozo Airóm>5. La intención irónica es evidente y el sentido de la amenaza puede relacionarse con la idea de que tal precipicio, insondable en tiempos de Cervantes, pudiera ser considerado una especie de entrada al infierno, o boca del mismo, como se consideraban muchas cuevas en la antigüedad6 o en el mundo iniciático, de lo que da fe, como veremos luego, una narración que supone que los lamentos de una mujer adúltera arrojada a la sima eran tomados por los pastores de los contornos como lamentos del demonio. Por lo que respecta al pozo Airón, equiparado en el contexto con la sima, Rodríguez Marín7 apunta dos posibilidades: que se trate de un pozo de Granada, llamado así por lanzar continuamente aire por su boca, igualmente sin fondo conocido, como se creía que era entonces la sima, o que se tratase de un pequeño lago, muy profundo sin embargo, situado en la Mancha, cerca del Castillo de Garci Muñoz. El contexto, por lo tanto, se refiere a la gran profundidad de estos abismos, con los que se pudo amenazar a los niños traviesos.

Sin embargo, la referencia más extensa y conocida es la que se incluye en la segunda parte de Don Quijote de la Mancha (1615), por boca del Caballero del

4 Miguel de Cervantes, Entremés del viejo celoso, Comedías y entremeses, ed. Rodolfo Schevill y Adolfo Bonilla, Madrid, Imprenta de Bernardo Rodriguez. 1918, vol. IV, p. 160, grafia actualizada.

5 Íd., Viaje del Parnaso, ed. Francisco Rodríguez Marín. Madrid, C. Bermejo impresor, 1935, p. 121.

6 Cfr. Mircea Eliade, Historia de las creencias v de las ideas religiosas, Barcelona. RBA, 2004, vol. 1, p. 180: «penetrar en un laberinto o en una caverna equivale a descender a los infiernos o, dicho de otro modo, a una muerte ritual de tipo iniciático».

7 Miguel de Cervantes, Viaje del Parnaso, ed. Francisco Rodríguez Marín, op. cit., p. 433.

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Bosque, es decir, Sansón Carrasco en uno de sus varios disfraces caballerescos, el cual cuenta a don Quijote los grandes trabajos a que se ve sometido por su amada Casildea de Vandalia. Así dice que, tras vencer a la famosa giganta la Giralda de Sevilla y cambiar de sitio los pesados Toros de Guisando: «Otra vez me mandó que me precipitase y sumiese en la sima de Cabra, peligro inaudito y temeroso, y que le trujese particular relación de lo que en aquella escura profundidad se encierra»8. La relación particular, que evoca las visiones caballerescas que don Quijote ve en la cueva de Montesinos, y que pudiera haber tenido un tratamiento parecido, de haberse ampliado la referencia, no consigue doblegar el desamor y la dureza de Casildea, belle dame sans merci en esta ocasión: «despeñéme en la sima y saqué a luz lo escondido de su abismo»9, dice el del Bosque, pero a pesar de todo, añade, «mis esperanzas, muertas que muertas, y sus mandamientos y desdenes, vivos que vivos»lo. Curiosamente, una referencia parcialmente textual a este fragmento se encuentra en la obra de uno de los cervantistas más denostados de todo el siglo XIX, Nicolás Díaz de Benjumea, cuando, refiriéndose al sentido oculto del Quijote, escribe: «a pesar de esta pestilencia crítica [entre líneas parece referirse a Clemencín, mencionado algo después], la letra del Quijote [está] muerta que muerta y su espíritu vivo que vivo, desafiando a los implacables naturalistas y burlándose de sus escalpelos y de su impotente anatomía» 11 .

La referencia del texto quijotesco evoca también las grandes hazañas o trabajos que debe realizar el heroico Hércules, previamente recordado por el personaje narrador, a instancias de la diosa Hera (definida en Cervantes como «madrina», con el significado de «madrastra»12), y que aquí resultan obras ingentes, pero que no son nada en comparación con la más dura de todas: el vencimiento del caballero don Quijote, tal como indica a continuación, algo que el verdadero, que lo está escuchando, no puede aceptar de ninguna manera. El episodio se resuelve, como se sabe, con el combate entre ambos paladines, del que resulta vencedor el manchego. Y la consiguiente transformación del Caballero del Bosque en Sansón Carrasco es una más de las tretas o embelecos de que se valen los encantadores para mermar la gloria de don Quijote.

Intentemos ahora determinar, en lo posible, el acceso directo de Miguel de Cervantes a las fuentes orales acerca de la sima, bebidas quizás in situ, o incluso

8 Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, ed. del Instituto Cervantes, dir. Francisco Rico, Barcelona, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2004, p. 801.

9 ¡bid. lO ¡bid. II Nicolás Díaz de Benjumea, La Estafeta de Urganda o Aviso de Cid Asam-Ouzad Benenjeli

sobre el desencanto del Quijote, Londres, Imprenta de 1. Wertheimer y Cía., 1861, p. 6. 12 Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, ed. del Instituto Cervantes, dir. Francisco

Rico, op. cit., pp. 800-80 1, nota correspondiente.

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la visita del mismo al paraje donde se encuentra la gran depresión geológica. Para esto hay que establecer, de manera aproximada, alguna estancia del escritor en estos parajes andaluces o su proximidad a los mismos. Ya se ha apuntado la relación familiar del abuelo, Juan de Cervantes y del tío, Andrés de Cervantes, con la localidad cordobesa de Cabra, pero puntualicemos algo más acerca de los años en que tiene lugar.

Es en fecha muy temprana, en 1541, aún no ha nacido el futuro escritor Miguel de Cervantes, cuando don Gonzalo Fernández de Córdoba, Duque de Sessa y Terranova, nombra a Juan de Cervantes alcaide de varios pueblos suyos:

Tengo por bien -se indica en el documento correspondiente- que agora y daquí adelante por el tiempo que fuere mi voluntad seais mi alcalde mayor en el estado de mi villa de Baena e condado de mi villa de Cabra y vizcondado de Iznáxar con sus jurisdiciones y con todo lo a ello anexo13 .

Se InICIa así una relación familiar con la ciudad de Cabra, que se verá incrementada con su tío Andrés de Cervantes y con su primo Rodrigo de Cervantes. Andrés, el hijo mayor de Juan de Cervantes, iría posiblemente con su padre cuando este obtiene el nombramiento mencionado antes, pero para 1546 se encontraba ya casado con doña Francisca de Luque en la ciudad andaluza '4; hay documentación en los años siguientes relativa a ventas y arriendos de tierras, lo que supone cierta posición económica desahogada del matrimonio. Es además alcalde ordinario de Cabra al menos desde 1567 y se casa, quizás por entonces, con su segunda esposa, doña Elvira Rodríguez; de ser así, Rodrigo, bautizado en 1564, sería hijo de la primera mujer, a la que sobrevive también una hija, Leonor de Torreblanca, que se llama igual que la abuela paterna.

Diversos documentos legales confirman que Andrés de Cervantes es alcalde ordinario de Cabra durante un largo periodo de tiempo, 1584, 1585 ... Rodrigo tiene por entonces unos 20 años y es posible que haya oído hablar de su primo Miguel de Cervantes, que tiene unos 35 y se ha casado en Esquivias, después de llevar una vida aventurera y heroica, tras haber participado en la batalla de Lepanto y vivir cautivo en el norte de África. Y es en 1587 cuando Rodrigo abandona el hogar paterno con la idea de ingresar en la carrera militar. En el mismo año Miguel se encuentra, como comisario real, en lugares próximos a Cabra: Espejo, Castro, La Rambla, por lo que es posible que visitase a sus

13 Francisco Rodríguez Marín, «Nuevos documentos cervantinos», en Estudios cervantinos, pról. Agustín González de Amezúa, Madrid, Atlas, 1957, p. 201, grafia actualizada.

14 Felipe Martín Rodríguez, «Andrés de Cervantes: alcalde de Cabra (¿-1593). Primera parte», Moaxaja. Revista de la Casa de la Cultura, Cabra, 1984, núm. 1, p. 110.

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parientes egabrenses. Y precisamente en La Rambla, e128 de diciembre de 1587, Miguel de Cervantes firma un poder a su primo Rodrigo de Cervantes: «otorgo y conozco por esta presente carta que nombro en mi lugar a Rodrigo de Cervantes, mi primo, estante en esta dicha villa, para que en nombre del Rey nuestro señor y por mí y en mi nombre reciba y cobre»15, se dice en el documento, miles de fanegas de trigo y cebada de determinados personajes, que Rodrigo debe recibir y almacenar. Y al año siguiente, a primeros de abril de 1588, nombra también a su primo para que le represente en el proceso que se le sigue por haber prendido un sacristán en Castro del Río:

Le doy poder especial -se dice en el documento correspondiente­para que en mi nombre pueda parescer ante las justicias eclesiásticas de la ciudad de Córdoba [ ... ] y responda a las cédulas que contra mí están dadas y discernidas en razón de haber preso a un hombre que dicen ser sacristán de la Villa de Castro del Río y a lo demás que en las dichas censuras se contienen y expresan l6

.

Luego, por otras vías, sabemos que Rodrigo pasa a Nápoles como soldado, donde parece se encuentra todavía hacia 1602, después de unos doce años de milicia, por lo que la relación personal y comercial entre ambos parientes, apuntada en los documentos citados, no debió ser muy larga. Es posible que Rodrigo se integrase, en tomo al año 1589, en las compañías que se estaban formando por entonces en Lucena, al mando de los capitanes Juan Rico y Pedro de Rueda 17 ; de tal manera que cuando Andrés de Cervantes fallece, en el mes de noviembre de 1593, se indica en una información al respecto que el joven está en la guerra, «al servicio del Rey nuestro señor y no se sabe si es muerto o vivo»18.

Por lo que respecta a Andrés de Cervantes, sabemos que al menos unos trece años, entre 1567 y 1593, con intermitencias documentales, se le llama alcalde ordinario de Cabra, aunque su presencia en la ciudad se constata al menos durante unos 46 años. En cuanto al futuro autor del Quijote, se sugiere una estancia en la ciudad andaluza, no probada documentalmente, en sus años de primera juventud, pero es más creíble que visitase a sus familiares egabrenses en tomo a las fechas indicadas (1587-1588). En años posteriores, hay diversos rastros documentales en otros pueblos no muy alejados de Cabra, como Montilla

15 Francisco Rodríguez Marín, «Nuevos documentos cervantinos», en Estudios cervantinos, pról. Agustín González de Amezúa, op. cit., p. 286.

16 [bid., p. 290. 17 Felipe Martín Rodríguez, «Andrés de Cervantes: alcalde de Cabra (¿ -1593). Segunda

parte», Moaxaja. Revista de la Casa de la Cultura, Cabra, 1984, núm. 2, pp. 22-23. 18 ¡bíd., p. 34.

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(1591), en sus tareas de abastecedor de la annada reaP9, lugar en el que sitúa luego importantes episodios de El coloquio de los perros, sobre todo los referidos a la bruja Camacha20, o como Castro del Río (1592), donde se dice que fue encarcelado. Una persona tan receptiva como el escritor estaría atento, sin duda, a las consejas fantasiosas que oye sobre las brujas montillanas y en el mismo ámbito hay que considerar su probable conocimiento, más o menos directo, de la sima egabrense.

Pero si no hubo conocimiento directo del medio geográfico en que se encuentra la sima, Cervantes pudo encontrar referencias a la misma en textos literarios, aunque las menciones de tal lugar no se encuentran, salvo alguna, en obras en las que nuestro autor, buen lector además de temprano, pudiera haberse documentado. Hay algún historiador árabe que trae noticias de un intento de sondeo de la depresión geológica21 , pero no es probable que Cervantes lo conociese. Entre las aportaciones castellanas antiguas hay que citar a fray Juan de Padilla, el Cartujano, que se refiere a ella en Los doce triunfos de los doce apóstoles. De esta fonna, considera la sima como un lugar insondable:

Remedio ninguno la triste tenía, como quien cae en la sima de Cabra22•

19 KrzysztofSliwa, Documentos de Miguel de Cervantes Saavedra, Pamplona, Eunsa, 1999, pp. 238-239.

20 Enrique Garramiola Prieto, La Camacha cervantina. De la leyenda a la realidad, próJ. Antonio Cruz Casado, Montilla, Excmo. Ayuntamiento, 1998.

21 Se trata de Ibn AbdaImunim al Himxarí, en su Kitab ar-rawd al-mirarfi akbar al-aktar, traducido por Levi Provenzal en 1938, del que se nos ha transmitido el siguiente fragmento: «cerca de Cabra hay una sima conocida por el nombre de al-Arub, a cuyo extremo no se puede llegar ni explorar su fondo. Es una de las puertas que dan acceso a los vientos, y por ello también es llamado el Pozo del Viento (bir ar-rih). Cierto califa omeya ordenó una vez al gobernador de Cabra que rellenara aquella caverna, reuniendo a tal efecto las gentes de la comarca y vigilando en persona la operación. Cumpliendo la orden empleó la gente durante un cierto tiempo en aquel trabajo, utilizando especialmente paja y yerba para rellenar la caverna. Cuando hubo terminado el trabajo, y estando sentado junto a la boca de la sima a fin de rcdactar el mensaje que había de enviar al soberano, dándole cucnta de quc habían sido cumplimentadas sus órdenes, en ese momento, el suelo tembló, y todo lo que había servido para rellenar la sima se sumió en la tierra, teniendo apenas el tiempo justo el Gobernador para escapar al peligro. Como había sucedido antes, no se llegó por eso, desde entonces, a alcanzar el fondo de la sima, y tampoco se supo dónde habría ido a parar todo lo que se había arrojado dentro para llenarla. Sin embargo, poco después de ello se vio que parte de la paja utilizada, salía por algunas fuentes de la montaJ1a. En esa sima fueron precipitados, vivos, cierto número de esclavos (Sakaliba) que fueron hechos prisioneros a conseeuencia de una derrota», apud. Juan Soca, «La sima de Cabra», en Perfiles egabrenses, Cabra, Imprenta Cordón, 1961, p. 68.

22 Apud Miguel de Cervantes, Viaje del Parnaso. ed. Francisco Rodríguez Marín, op. cit., p.432.

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Ya en el Siglo de Oro, la mención más significativa, aunque qUlzas un poco tardía, es la que se encuentra en El diablo cojuelo (1641), de V élez de Guevara, pero previamente hay que situar las menos conocidas referencias del jesuita Sebastián de Escabias, autor de los Casos curiosos de la ciudad de Córdoba, obra que se cree acabada hacia 1618 y que trae diversos relatos situados en este lugar geológico. V élez de Guevara nos presenta a don Cleofás guiado por el diablo cojuelo, el cual, desde el aire, le va mostrando diversos lugares significativos de Andalucía: Écija, Montilla, Lucena, Cabra, Osuna, etc. De Lucena dice: «Más abajo [de Montilla] está Lucena, del Alcaide de los Donceles, Duque de Cardona, en cuyo océano de blasones se anegó la gran casa de Lerma»23. Y a continuación incluye la referencia a Cabra: «Luego, Cabra, celebrada por su sima, tan profunda como la antigüedad de sus dueños, pregona con las lenguas de sus almenas que es del ínclito Duque de Sesa y Soma y que la vive hoy su entendido y bizarro heredero»24.

El libro de los Casos de la ciudad de Córdoba se ha transmitido en diversos manuscritos, uno de los cuales se editó hacia mediados del siglo XX (1949). Considerado habitualmente como anónimo, ha sido adjudicado hace tiempo, con motivos suficientes a nuestro parecer, aljesuita Sebastián de Escabias25 , que transmite una amplia serie de historias y leyendas locales cordobesas y de diversos pueblos de la actual provincia, como algunos episodios de las Camachas montillanas, y además algunos sucesos que se sitúan en la sima egabrense. La narración ofrece la estructura de un diálogo entre Excusado y Colodro, y es precisamente este último el que recuerda el suceso de una hija de los caballeros Cea que se enamora de un mancebo rico pero desigual a ella en calidad y nobleza. La familia de la dama pretende alejarla del galán y para ello le proponen llevarla a la corte, a ser dama de la reina, pero ella, según se indica en el texto, «fue por todo el camino melancólica, no se persuadiendo jamás que la lleva[ba]n a ser dama de la Reina, sino a la Sima de Cabra, adonde ella había oído decir que se echaban todas las mujeres malas»26, es decir, a las adúlteras y a las que desobedecían a sus parientes. La historia se resuelve en la huida de la dama, llamada al final doña Catalina de Cea, cuando se encuentran en Toledo, aunque a ella le parece que están cerca de la sima, donde pretenden arrojarla. Y es la intervención del arzobispo Quiroga la que determina el final feliz que conlleva la boda de la noble con el adinerado Juan de Aguilar.

23 Luis Vélez de Guevara, El diablo cojuelo, en La novela picaresca española, ed. Ángel Valbuena Prat, Madrid, Aguilar, 1978, vol. n, p. 7 J 9.

24 lbíd. 25 Cfr. al respecto Luis Sala BaJust, «El hermano Sebastián de Escabias. S. L, autor

desconocido de los Casos notables de la Ciudad de Córdoba», Hispania, 10, 1950. 26 [Sebastián de Escabias], Casos notables de la ciudad de Córdoba (1. 1618'1), pról. Manuel

Ruiz Luque, Montilla, Gave, 1982, p. 135.

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La sima de Cabra: un lugar cervantino y otros topónimos

Más circunstanciado y rico en detalles es el relato siguiente, narrado por Colodro, que reitera la afirmación del texto previo, «que no sin causa temió esta señora que la llevaran a ella [a la sima], porque, según fama, se han echado en ella muchas malas mujeres»27. y la situación que se plantea es similar a la antes expuesta: una señora, hija de un titulado, que se deja llevar de su flaqueza y traba amistad, es decir, relación de amor, con una persona de una clase social más baja:

Súpose su flaqueza, dice Colodro, y con notable sentimiento de su ilustre y claro linaje, se resolvieron a quitarle la vida; y para que no se supiese, ni el escándalo fuese mayor, se determinaron de echarla en la Sima de Cabra, y para esto concertaron una güelga, diciendo que iban a ver a un pariente muy ilustre28

No está muy claro el significado del término güelga, pero puede ser una variante de juerga, en su sentido originario de excursión campestre o en el posterior de diversión y regocijo; el hecho es que para ello la dama echa todas sus galas y alhajas. Pero lo que parece una excursión amena se transforma para la mujer en un suplicio; así sigue el texto:

Llegados, pues, cerca de la sima, se apearon todos y merendaron, y después, mientras merendaban los criados, se apartaron el padre y dos hermanos con la pobre señora. Iban diciendo que ya les faltaba poco camino; diciendo estas y otras razones, llegaron cerca de la sima, y dándole un empellón, dieron con ella dentro. Hecho esto, se volvieron, y aderezaron su viaje, se partieron para su tierra muy contentos, que quedase sepultada en la sima la causa de su deshonra29

Claro que el arrepentimiento que había manifestado la dama a lo largo del viaje, en su interior, surte ahora su efecto, y parece como si Dios le ayudase, porque, dentro de la sima, a unas dos lanzas de hondura, dice el texto, crecía una higuera (aún hoy hay una higuera silvestre en la boca de la depresión), yes en este arbusto donde, de forma casi milagrosa, queda colgando de las sayas. Se encomienda a la Virgen, prometiendo enmendarse y se pone a dar gritos de socorro: «con esto, dice el relato, daba voces que las metía en el cielo»30, pero los pastores del contorno confunden las voces de la dama con las del demonio:

27 [bid., p. 136. 28 ¡bid., pp. 136-137. 29 [bíd., p. 137. 30 ¡bid., p. 138.

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«Los ganaderos que andaban por allí cerca, oían las voces, y pensando que eran algunos demonios, se fueron muy amedrentados con sus ganados, diciendo lo que pasaba a cuentos por allí veían, de lo que todos quedaban admirados». Yes precisamente el abuelo del narrador el que se encarga de rescatarla, y así tiene ocasión de acercarse al precipicio: «Llegó cerca de Cabra a las doce del día, y no sabiendo qué lugar fuese aquel, preguntóse lo a un pastor, y él le dijo que era Cabra. Oyéndolo mi abuelo, preguntóle si era allí donde estaba la sima, y él respondió que allí era, y llevado de su curiosidad, le dijo al pastor que dónde era, que por ser una cosa notable, deseaba verla»31. Y al acercarse para sondear con la vista la profundidad del abismo, ve un bulto colgado de las ramas de la higuera y constata que es un mujer, que se queja débilmente porque está a punto de fenecer; así, con ayuda de una soga que consigue en un lugar cercano, logra rescatar a la infeliz, la cual ingresa luego en un convento de Jaén.

Entre los historiadores o poetas locales, aproximadamente de la misma época que Escabias, hay que citar a Jerónimo de Herrera, el cual en unas «Décimas a la Virgen de la Sierra» (1626), escribe al respecto:

Una espelunca redonda en este monte se funda, de gran boca y tan profunda que no puede humana sonda medir la distancia honda de su abismo tremebundo, cuyo cóncavo profundo con su escoplo el tiempo labra; esta es la Sima de Cabra, tan nombrada en todo el mund032.

Juan de Vega Murillo, que transmite esta relación poética en su Historia y antigüedades de la nobilísima ciudad de Aegabra, hoy Villa de Cabra, de 1668, incluye otras noticias sobre el lugar:

Nombramos en este capítulo, escribe, aquel formidable bostezo de la tierra [nótese la adaptación de un verso de Góngora], que dista apenas una milla del Santuario de la Sierra y de nuestra Villa como media legua,

31 lbíd. 32 Jerónimo de Herrera, «Décimas a la Virgen de la Sierra», en Juan Vega Murillo, Historia

y antigüedades de la nobilísima ciudad de Aegabra, hoy villa de Cabra, ed. Antonio Moreno Hurtado, Cabra, Ediciones El Egabrense, 2000, pp. 231-232. Otra edición: Jerónimo de Herrera, Milagros de la Virgen de la Sierra, ed. Antonio Moreno Hurtado, Cabra, Real Archicofradía de María Santísima de la Sierra, 2004.

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La sima de Cabra: un lugar cervantino y otros topónimos

que vulgannente es nombrado la Sima de Cabra, que describió con suma elegancia el doctísimo Ambrosio de Morales33 .

Tras reproducir el texto latino del cronista cordobés, habla del temor que produce el abismo: «En que tiene de reparo la ponderación de la profundidad de esta fonnidable boca de la tierra que, a la verdad, al mirarla, en el ánimo más constante y desahogado, induce un temor medroso»34. Añade luego que Ambrosio de Morales transmite la idea que el vulgo creía acerca de que el abismo no tenía fondo, es decir, suelo, y que don Luis Femández de Córdoba, el Duque de Sessa, propuso a Felipe 111 que todos los moriscos que se iban a expulsar del reino podían caber en la sima, puesto que, se dice, «tenía en su estado un aposento donde cabían todos, en cerramiento bien debido a su perfidia»35. Vega Murillo habla luego de la costumbre de arrojar grandes piedras en el interior, con la intención de oírlas caer en el interior del abismo, y así lo cuenta:

Cuantas personas de todos estados hacen viaje, llevados de la curiosidad de ver este portento a su sitio, el mayor anhelo ha sido y es el conducir piedras de aquellas vecinas sierras para echar en la Sima, gustando de oír un sonoroso ruido que se fonna al batir la piedra que se arroja el aire ambiente que en la sima se encierra; con ciertas pausas, a la manera de grandes golpes como que la pelotean de una pared a otra o que, topando en algunos sillares de piedra, va descendiendo a la profundidad de un poyo en otro36.

El mismo historiador nos transmite el dato de que personalmente se encargó de medir su profundidad, mediante dos ovillos de cuerda de cáñamo, de más de 300 varas, en cuyo extremo se fija una pesa de seis libras, todo ello suspendido de una garrucha; le ayuda el religioso franciscano fray José de Laguna y, tras diversos cálculos y medidas, obtienen que la depresión alcanza las 231 varas de profundidad. En cuanto a su origen, Vega Murillo no la considera obra de la naturaleza, sino una mina de plata o de oro del tiempo de los romanos. Y añade que su fama es muy grande: «Por ella se dilata la fama de nuestra insigne Villa a las más remotas provincias del mundo, donde es célebre el nombre de la Sima de Cabra»37.

33 Juan Vega Murillo, Historia y antigüedades de la nobilísima ciudad de Aegabra, hoy villa de Cabra, ed. Antonio Moreno Hurtado. op. cit., p. 213.

34 lbid. 35 lb íd. 36 lbíd., p. 214. 37 lbíd., p. 215.

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Incluso en una eomedia inédita dedicada a la Virgen de la Sierra y titulada La Aurora en Andalucía y milagro de la Sierra. Nuestra Señora de la Sierra que se venera en la muy ilustre villa de Cabra, de principios del siglo XVIII, encontramos diversas referencias a este accidente natural, situada en el contexto de una historia de amor entre un cristiano, Andrés, y una dama mora, Celima. Hay referencias de esta dama a la sima de Cabra, en donde se pretende precipitar al fugitivo Andrés:

En la sima le echarán, que es sepulcro y monumento de todos cuantos cristianos a esta plaza traen presos38

Una parte de la acción se sitúa precisamente en la boca de esta depresión geológica:

CELIMA.

ANDRÉS.

CELIMA.

Este lugar ha de ser testigo de lo que ahora me ofreces, a la boca de la sima estamos, mira qué albergue tan tenebroso, que sirve solo para delincuentes; no se le ha hallado jamás suelo, si acaso lo tiene.

Es escabrosa espelunca.

Es el lugar de la muerte. Plegue Alá que tu sepulcro sea, si acaso rompieres la palabra que me has dad039•

38 Comedia nueva. La Aurora en Andalucía y milagro de la Sierra. Nuestra Señora de la Sierra que se venera en la muy !lustre Villa de Cabra. Copiada del original manu-escripto, que conserva una persona de la Villa de Baena, en este mes de Mayo de 1794 año. Compuesta por Don Manuel Ángel Gonzáles, Oficial de la Secretaría del Excmo. Señor Duque de Sesa, y representada en dicha Villa de Cabra a principios de este siglo 18. Hallándose en ella los Excelentísimos Señores Duques, ms. f. 21 v.

39 [bid., r. 37 v.

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La sima de Cabra: un lugar cervantino y otros topónimos

Andrés monologa acerca de su situación, escondido en la sierra, así como de la incertidumbre que le produce la actitud de Celima, antes de oír la voz del ángel que le indica el lugar en el que se oculta la imagen de la Virgen.

Pero será en época más reciente, a comienzos del siglo XX, cuando se encuentren más textos referidos a la sima egabrense. Sin ánimo de agotar las referencias, recordemos que Nicolás Albornoz y Portocarrero, en su Historia de la ciudad de Cabra, de 1909, le dedica diez páginas, localizando detenidamente el lugar:

Desde el Hoyo del Robledo, empieza a formarse una angosta cañada que va descendiendo y ensanchado hacia el Noroeste, a buscar el pie de los tajos de Camarena. Llámanla cañada de la sima, y en ella se eleva un collado de meseta, formada por un terreno muy desigual y sembrado de piedras. El frente del collado forma un declive natural de unos treinta y cinco grados con el horizonte sensible, y en este declive aparece la boca de una cisterna o pozo de figura casi circular, que llaman la sima de Cabra40.

Añade luego que «su boca, abierta sobre la superficie de plano inclinado, es de unos siete metros de diámetro, estando sus contornos cubiertos generalmente de sementeras»41.

Da noticia también de los sondeos que se han llevado a cabo para determinar la profundidad del abismo: el ya citado de Vega Murillo; el descenso de Fernando Muñoz Romero, en 1683, para extraer el cuerpo de un hombre, Pedro Ochoa, que había sido víctima de un asesinato y arrojado allí, y la tercera en 1841, debida a los profesores del Colegio de Humanidades Pedro de Torres y Nicolás Fernández, los cuales señalaron que la máxima profundidad es de 146 varas castellanas.

Algún tiempo antes de que se editase esta historia de Cabra, precisamente en 1905 (el día 8 de mayo), para celebrar el centenario de la publicación del Quijote (según los datos que transmite Rodríguez Marín42), diversos profesores del Instituto y Real Colegio de Cabra hicieron esculpir en un talud vertical, en la roca viva, un libro abierto en el que se leen, junto al título Don Quijote de la

40 Nicolás Albornoz y Portocarrero, Historia de la ciudad de Cabra, pról. Luis Valera y Delavat, Madrid, F ortanet, 1909, ed. facsímil Cabra, El Egabrense, 1981, p. 241.

41 [bid. 42 ApudMiguel de Cervantes, Viaje del Parnaso, ed. Francisco Rodríguez Marin, op. cit., p.

432. Vid; también «Acta de la inauguración de la lápida conmemorativa del 3er. Centenario de la publicación del Quijote por el claustro de este Instituto General y Técnico y Junta de Administración y Gobierno del Real Colegio de la Purísima Concepción, anejo al mismo», La Opinión, Cabra, 7 de septiembre de 1955.

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Mancha, algunas de las palabras del capítulo XIV de la segunda parte de la obra referidas al lugar.

Entre otras aportaciones más modernas, podemos recordar al escritor Juan Soca, el cual, en un artículo, da cuenta de diversas aportaciones literarias e históricas, entre ellas la de algún historiador árabe, ya citada43

, y una composición poética, el romance «Leyenda de la sima», que resulta ser una adaptación del caso cordobés que transmite Sebastián de Escabias.

En nuestros días, expertos geólogos egabrenses han explorado con los medios técnicos adecuados esta depresión natural y de ella han dado noticia cumplida en publicaciones específicas de la materia44

.

Podríamos añadir a todo lo expuesto que, en el presente curso escolar, hacia el mes de febrero de este año de 2005, un grupo de alumnos de primer curso de bachillerato, del lES Marqués de Comares, de Lucena, acompañados por don Francisco Galo y por mí mismo, visitamos la famosa depresión, con motivo de las celebraciones cervantinas del IV Centenario, y pudimos ver el exterior de la amplia cisterna natural, ahora rodeada de una tenue tela metálica que quiere impedir el acceso a enclave tan peligroso y atractivo.

Con todo, la sima de Cabra se recuerda, a pesar de los numerosos textos y autores citados en esta aproximación, por la referencia que hace a la misma Cervantes en la segunda parte del Quijote, como hemos indicado.

Para mantener la intención del título de esta aproximación al tema, tendríamos que hacer referencia ahora a otros lugares cordobeses mencionados por Cervantes, aunque no les podemos dedicar similar atención que la prestada a la singular sima. En la misma ciudad de Córdoba45 hay diversos lugares y personajes mencionados en el Quijote, como la plaza del Potro, el caño de Vecinguerra, los agujeros del Potro, la dehesa de Córdoba con sus yeguas y famosos caballos, los amantes Cardenio y Luscinda, etc., de los que hemos dado más cumplida noticia en otra

43 Juan Soca, «La sima de Cabra» y «Leyenda de la sima», en Perfiles egabrenses, op. cit., pp. 65-71. El mismo poema, con el título de «Leyenda de la sima de Cabra» y dedicado al poeta Luis Femández Ardavín, se incluye también en Juan Soca, Cancionero de Anzur. Versos de sinceridad (19/6-1956), Cabra, Imprenta M. Cordón, 1957, pp. 168-173.

44 Entre las aportaciones recientes, cfr. el artículo de Francisco Galo Sánchez, «La Sima de Cabra en el IV Centenario del Quijote», La Opinión de Cabra, núm. 27, abril, 2005, p. 26. Otros estudios espeleológicos son los de Manuel José González Ríos y Antonio Moreno Rosa, «La Sima de Cabra. Cabra (Córdoba). Fernando Muñoz Romero. El primer espeleosocorrista (1683)>>, Boletín del Museo Andaluz de la Espeleología, 1,1987, pp. 5-14; José Manuel González Ríos, «La Sima de Cabra. Nuevos datos para el conocimiento de las exploraciones de 1841», id., 2, pp. 15-19, etc. Más información en la siguiente página web: http://estadium.ya.comlwebgealcabra/. Agradezco a don Francisco Galo la información sobre estos temas.

45 Cfr. Antonio Cruz Casado, «El reflejo de Córdoba en la obra de Cervantes», en Sobre Cervantes, ed. Diego Martinez Torrón, Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 2003, pp. 137-169.

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La sima de Cabra: un lugar cervantino y afros topónimos

ocasión. También hemos hablado de la relación singular de amistad que mantuvo con ellucentino Luis Barahona de Soto, cuyo libro, Las lágrimas de Angélica, se salva de la quema de la librería del hidalgo manchego, ocasión que sirve al autor, por boca del cura, para alabar, una vez más, al poeta, en un elogio que parece ahora un tanto hiperbólico (<<fue uno de los famosos poetas del mundo, no solo de España, y fue felicísimo en la traducción de algunas fábulas de Ovidio»46), en las líneas finales del capitulo VI de la primera parte. Montilla, lugar cercano, como Lucena, a la ciudad de Cabra, es escenario para algunas de las maravillosas aventuras de los perros encantados, Cipión y Berganza, en El coloquio de los perros, al mismo tiempo que en el mismo texto se nos da noticia de las actividades de las brujas montillanas, la Camacha, la Montiela y la Cañizares.

A todo esto podrían unirse las referencias al jamón de Rute, una pequeña localidad cordobesa, a unos veinte kilómetros de Lucena y otros tantos de Cabra, que pertenecía al ducado de Sesa, y donde residía con frecuencia el famoso Abad de Rute, uno de los mejores comentaristas de don Luis de Góngora41, don Francisco Femández de Córdoba. El exquisito jamón de este lugar, curado con el aire fresco del Monte de las Cruces, sierra tan admirada luego por Rafael Alberti48, aparece citado en dos textos cervantinos, El casamiento engañoso (1613) y La gran sultana doña Catalina de Oviedo (1615). En el primero, una breve novela ejemplar que sirve de pórtico a El coloquio de los perros, el licenciado Peralta invita al alférez Campuzano, que acaba de reponerse de unas bubas, en los siguientes términos:

quiero que venga conmigo a mi posada, y allí haremos penitencia juntos; que la olla es muy de enfermo, y aunque está tasada para dos, un pastel suplirá con mi criado; y si la convalecencia lo suple, unas lonjas

46 Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, ed. del Instituto Cervantes, dir. Francisco Rico, op. cit., p. 95. Sobre el tema, cfr. Antonio Cruz Casado, «Miguel de Cervantes y Luis Barahona de Soto: afinidades y elogios», en Actas del Coloquio Internacional «Cervantes y Andalucía», Estepa, Ilmo. Ayuntamiento, 1999, pp. 196- 209; Luis Barahona de Soto, Fábulas mitológicas, ed. Antonio Cruz Casado, Lucena, Excmo. Ayuntamiento/Publicaciones de la Cátedra Barahona de Soto, 1999, y «Lucena y Barahona de Soto: cuatrocientos años de recuerdos y olvidos», en Antonio Cruz Casado, ed., Luis Baraholla de Soto y su época (Actas del congreso internacional), Lucena, Excmo. Ayuntamiento, 2001, pp. 95-112.

47 Cfr. Antonio Cruz Casado, «"Tanto por plumas ... " Góngora y los poetas cordobeses del Siglo de Oro», en Arbor, núm. 654 (Córdoba Ciudad Trimilenaria, ed. Ángel Aroca Lara), Junio, 2000, pp. 277-295.

48 Íd., «Referencias y connotaciones ruteñas en El adefesio, de Rafael Alberti», en I Encuentro de Académicos e Investigadores sobre Rute, Rute, Real Academia de Córdoba, 1995, pp. 193-199.

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Antonio CRUZ CASADO

de jamón de Rute nos harán la salva [es decir, harán de entrantes], y, sobre todo, la buena voluntad con que lo ofrezc049 .

Por lo que respecta a la referencia incluida en la comedia citada, hay que señalar que se mencionan allí elogiosamente el jamón y el vino, dos elementos prohlbídos a los musulmanes, aunque el ambiente general de la obra sea árabe. El cautivo Madrigal cuenta cómo doña Catalina es ahora la sultana y favorece a los cristianos en lo que puede, a lo que comentan los músicos:

MÚSICO 2.

MÚSICO l.

MADRIGAL.

¡Oh repentino poeta! El rubio señor de Delo de su agua de Aganipe te dé a beber un caldero. Paladéente las musas con jamón y vino añejo de Rute y Ciudad Real. Con San Martín me content050

En la intervención del músico 1, entendemos que el jamón corresponde a Rute y el vino añejo a Ciudad Real y con ellos sea Madrigal obsequiado (paladéente) por parte de las musas, de la misma manera que el músico 2 le ha deseado que el dios Apolo le dé a beber un caldero del agua de la fuente Aganipe, que conlleva la inspiración. En cuanto a la respuesta de Madrigal, quizás haya que entender una referencia indirecta al cerdo y los manjares que se derivan de su matanza, hecho que tiene lugar por el día de San Martín, de lo que quedan muestras en el refranero (<<A cada cerdo le llega su San Martín»).

Quizás el paso del escritor por estos lugares cordobeses, le dio la oportunidad de degustar una notable especialidad alimenticia que luego recuerda con deleite, porque es posible que Cervantes, que sin duda fue un magnífico lector, como él mismo nos dice, fuese también un buen gourmet así como un curioso precedente, en este caso, del turista gastronómico de nuestros días.

49 Miguel de Cervantes, Novela del casamiento engañoso, Novelas ejemplares, ed. Juan Bautista AvaIle-Arce, op. cit., vol. I1I, pp. 222-223.

50 Íd., La gran sultana doña Catalina de Oviedo, Comedias y entremeses, ed. Rodolfo Schevill y Adolfo Bonilla. Madrid, Imprenta de Bernardo Rodríguez. 1916, vol. n, p. 196, grafia actualizada.

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