La tercera ola - Mundo Académico y EmpresarialAlvin Toffler, 1979 Traducción: Adolfo Martín...

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La Tercera Ola es uno de los librosmás influentes en China,actualmente. Escrito hace 30 años,anticipó la producción de productospersonalizados a la cara, algoopuesto a la sociedad de masas yproductos standard en cadena yeducación homogénea. Anticipó lacreación de puestos de trabajo fuerade la oficina. En suma, es laantesala de la actual sociedad deInternet y del concepto deprosumidor (hacer una fotografíadigital, retocarla con tu programa dePhotosop casero e imprimirla en tuimpresora, trabajos que antes

ocupaban a tres especialistas; lafilosofía de Ikea).

Alvin Toffler

La tercera ola

ePub r1.0lestrobe 09.11.14

Título original: The Third WaveAlvin Toffler, 1979Traducción: Adolfo Martín

Editor digital: lestrobeePub base r1.2

¿Hemos venido aquí para reíro para llorar?

¿Estamos muriendo, o estamosnaciendo?

Terra nostra por CARLOSFUENTES

INTRODUCCIÓN

En una época en que los terroristaspractican juegos de muerte con rehenes;cuando las monedas se desploman entrerumores de una Tercera Guerra Mundial,arden las Embajadas y tropas de asaltobollan el suelo de numerosos países,nosotros contemplamos, horrorizados,los titulares de los periódicos. El preciodel oro —ese sensible barómetro delmiedo— bate todos los récords.Tiemblan los Bancos. La inflación sedispara, incontrolada. Y los Gobiernosdel mundo quedan reducidos a laparálisis o la imbecilidad.

Ante todo esto, un apiñado coro deCasandras llena el aire con sus agoreroscantos. El proverbial hombre de la calledice que el mundo «se ha vuelto loco»,mientras que el experto señala todas lasdirecciones que conducen a lacatástrofe.

Este libro presenta una perspectivacompletamente distinta.

Sostiene que el mundo no se haextraviado en la insania y que, de hecho,bajo el tumulto y el estrépito deacontecimientos aparentementedesprovistos de sentido, yace unasorprendente pauta, potencialmente llenade esperanza. Este libro versa sobre esapauta y esa esperanza.

La tercera ola es para los que creenque la historia humana, lejos deconcluir, no ha hecho sino empezar.

Una poderosa marea se está alzandohoy sobre gran parte del mundo, creandoun nuevo, y a menudo extraño, entornoen el que trabajar, jugar, casarse, criarhijos o retirarse. En ese desconcertantecontexto, los hombres de negocios nadancontra corrientes económicas sumamenteerráticas; los políticos venviolentamente zarandeadas susposiciones; Universidades, hospitales yotras instituciones luchandesesperadamente contra la inflación.Los sistemas de valores se resquebrajany hunden, mientras los salvavidas de la

familia, la Iglesia y el Estado, cabeceana impulsos de tremendas sacudidas.

Al contemplar estos violentoscambios, podemos considerarlos comopruebas aisladas de inestabilidad,derrumbamiento y desastre. Pero siretrocedemos un poco para disponer demayor perspectiva, acabanevidenciándose varias cosas que, deotro modo, pasan inadvertidas.

En primer lugar, muchos de loscambios actuales no son independientesentre sí. No son fruto del azar. Porejemplo, la quiebra de la familianuclear, la crisis mundial de la energía,la difusión de cultos y de la televisiónpor cable, el incremento del horario

flexible y los nuevos conjuntos debeneficios marginales, la aparición demovimientos separatistas desde Quebechasta Córcega, tal vez parezcanacontecimientos aislados. Sin embargo,lo cierto es lo contrario. Estos y muchosotros acontecimientos o tendenciasaparentemente inconexos se hallanrelacionados entre sí. Son panes de unfenómeno mucho más amplio: la muertedel industrialismo y el nacimiento deuna nueva civilización.

Si los consideramos como cambiosaislados y dejamos que se nos escape sumás amplio significado, nos esimposible planear una respuestacoherente y eficaz a los mismos. Como

individuos, nuestras decisionespersonales carecen de objetivo o sehallan impregnadas de un carácterautoanulador. Como Gobiernos, vamosdando tumbos de crisis en crisis,avanzando a bandazos en el futuro, sinplan, sin esperanza, sin visión.

Al carecer de un sistema paracomprender el choque de fuerzas que seproduce en el mundo actual, somoscomo los tripulantes de un barcoatrapado en una tempestad y tratando denavegar sin brújula ni mapa por entrepeligrosos arrecifes. En una cultura deespecialismos beligerantes, ahogadabajo fragmentados datos y sutilesanálisis, la síntesis no es solamente útil,

es crucial.Por esta razón, La tercera ola es un

libro de síntesis a gran escala. Describela vieja civilización, en la que muchosde nosotros hemos crecido, y presentauna cuidada y vasta imagen de la nuevacivilización que está haciendo irrupciónentre nosotros.

Es tan profundamente revolucionariaesta nueva civilización, que constituyeun reto a todo lo que hasta ahoradábamos por sentado. Las viejas formasde pensar, las viejas fórmulas, dogmas eideologías, por estimadas o útiles quenos hayan sido en el pasado, no seadecuan ya a los hechos. El mundo queestá rápidamente emergiendo del choque

de nuevos valores y tecnologías, nuevasrelaciones geopolíticas, nuevos estilosde vida y modos de comunicación, exigeideas y analogías, clasificaciones yconceptos completamente nuevos. Nopodemos encerrar el mundo embrionariode mañana en los cubículosconvencionales de ayer. Y tampoco sonapropiadas las actitudes o posturasortodoxas.

Así, pues, a medida que ladescripción de esta extraña nuevacivilización vaya desplegándose enestas páginas, encontraremos razonespara desafiar el elegante pesimismo quetanto predomina hoy. La desesperación—presentable y auto-complaciente— ha

dominado la cultura durante una décadao más. La tercera, ola concluye que ladesesperación no sólo es un pecado(como dijo creo que fue C. P. Snow),sino que, además, está injustificada.

No estoy bajo los efectos de ningunailusión como las que dominaban aPollyana. No es preciso hoy en díainsistir en los auténticos peligros a quenos enfrentamos —desde la aniquilaciónnuclear y el desastre ecológico, hasta elfanatismo racial o la violencia regional—. Yo mismo he escrito acerca de esospeligros en el pasado y, sin duda,volveré a hacerlo. Guerra, cataclismoeconómico, desastre tecnológico a granescala… cualquiera de estas cosas

podría alterar de forma catastrófica lahistoria futura.

Sin embargo, al explorar lasnumerosas nuevas relaciones que estánsurgiendo —entre cambiantes pautas deenergía y nuevas formas de vidafamiliar, o entre avanzados métodos defabricación y el movimiento deautoayuda, por mencionar sólo unaspocas—, descubrimos de pronto quemuchas de las mismas condiciones queproducen los más grandes peligros dehoy abren también la puerta afascinantes potencialidades nuevas.

La tercera ola nos muestra esasnuevas potencialidades. Sostiene que, enmedio de la ruina y la destrucción,

podemos encontrar ahora sorprendentespruebas de nacimiento y vida.Demuestra claramente, y creoindiscutiblemente, que —coninteligencia y un poco de suerte— puedelograrse que la civilización que estásurgiendo sea más sana, razonable ydefendible, más decente y másdemocrática que ninguna que hayamosconocido jamás.

Si el razonamiento central de estelibro es correcto, existen poderosasrazones para un optimismo a largoplazo, aunque, con toda probabilidad,los años de transición inmediatamentevenideros hayan de ser tempestuosos yestar plagados de crisis.

Mientras trabajaba en La tercera oladurante los últimos años, los asistentes amis conferencias me preguntaronrepetidamente en qué se diferencia de mianterior obra, El «shock» del futuro.

Autor y lector nunca venexactamente las mismas cosas en unlibro. Yo considero La tercera olaradicalmente distinta de El «shock» delfuturo, tanto por la forma como por loque constituye en cada caso el puntofocal de atención. En primer lugar,abarca una extensión de tiempo muchomayor… pasado, además de futuro. (Ellector perceptivo advertirá que suestructura constituye un reflejo de sumetáfora central, el entrechocar de las

olas.)Sustantivamente, las diferencias son

aún más acusadas. Aunque exigía larealización de ciertos cambios, El«shock» del futuro hacía hincapié en loscostes personales y sociales del cambio.La tercera ola, aunque tomando nota delas dificultades de adaptación, hacehincapié en los costes, igualmenteimportantes, de no cambiar ciertas cosascon la suficiente rapidez.

Además, mientras que en el libroanterior hablaba de la «prematurallegada del futuro», no intentababosquejar en él la sociedad del mañanade ninguna forma comprensiva nisistemática. El libro se centraba en los

procesos del cambio, no en la direccióndel cambio.

En este libro se invierte laperspectiva. Me concentro menos en laaceleración como tal, y más en losdestinos hacia los que nos lleva elcambio. Así, pues, una obra fijapreferentemente su atención en elproceso; la otra, en la estructura. Porestas razones, ambos libros estándestinados a ensamblarse, no comocausa y consecuencia, sino como partescomplementarias de un todo muchomayor. Cada uno es muy diferente. Perocada uno arroja luz sobre el otro.

Al intentar una síntesis tan amplia,se ha hecho preciso simplificar,

generalizar y comprimir. (En otro caso,habría sido imposible abarcar tantocampo en un solo volumen.) Comoconsecuencia, algunos historiadores talvez discrepen de la forma en que estelibro divide la civilización en sólo trespartes, una fase agrícola de primera ola,una fase industrial de segunda ola y unafase de tercera ola, que ahora estáempezando.

Es fácil señalar que la civilizaciónagrícola estuvo compuesta por culturascompletamente distintas y que elindustrialismo ha pasado en realidad pormuchas fases sucesivas de desarrollo.Sería posible, sin duda, dividir elpasado (y el futuro) en 12, o 38, o 157

partes. Pero al hacerlo, perderíamos devista las divisiones importantes entreuna maraña de subdivisiones. Onecesitaríamos toda una biblioteca, enlugar de un solo libro, para abarcar elmismo terreno. Para nuestros efectos, lasdistinciones más sencillas son másútiles, aunque puedan ser más toscas.

La amplia extensión de este librorequería también la utilización de otrosatajos. Así, ocasionalmente cosifico lapropia civilización, afirmando que lacivilización de la primera ola o de lasegunda ola «hizo» esto o aquello.Naturalmente, sé, y saben también loslectores, que las civilizaciones no hacennada; todo lo hacen los hombres. Pero

atribuir de vez en cuando esto o aquelloa una civilización, ahorra tiempo yaliento.

Similarmente, los lectoresinteligentes comprenden que nadie —historiador o futurista, planificador,astrólogo o evangelizador— «conoce»ni puede «conocer» el futuro. Cuandodigo que algo «sucederá», doy porsupuesto que el lector aplicará elapropiado margen de incertidumbre. Dehaber obrado de otra manera, habríasobrecargado el libro con una ilegible einnecesaria jungla de reservas. Además,las predicciones sociales nunca soncientíficas ni se hallan exentas desubjetivismo, por muchos datos

computadorizados que utilicen. Latercera ola no es una predicciónobjetiva y no pretende estarcientíficamente demostrada.

Sin embargo, decir esto no es sugerirque las ideas contenidas en este librosean caprichosas o asistemáticas. Enrealidad, como no tardará en quedar demanifiesto, esta obra se basa enabundantes y sólidas pruebas y en lo quepodría denominarse un modelosemisistemático de civilización ynuestras relaciones con él.

Describe la agonizante civilizaciónindustrial en términos de una«tecnosfera», una «sociosfera», una«infosfera» y una «energosfera»; y,

seguidamente, expone la forma en quecada una de ellas está experimentandorevolucionarios cambios en el mundoactual. Intenta mostrar las relaciones deestas partes entre sí, así como con la«biosfera» y la «psicosfera», esaestructura de relaciones psicológicas ypersonales a cuyo través los cambiosoperados en el mundo exterior afectan anuestras vidas más privadas.

La tercera ola sostiene que unacivilización hace uso también de ciertosprocesos y principios y que desarrollasu propia «superideología» paraexplicar la realidad y para justificar supropia existencia.

Una vez que comprendemos la

interrelación existente entre estas partes,procesos y principios, y cómo setransforman mutuamente, provocandopoderosas corrientes de cambio,adquirimos una comprensión mucho másclara de la gigantesca ola de cambio queestá golpeando actualmente nuestrasvidas.

La gran metáfora de esta obra, comoya se habrá advertido, es la de olas decambio que chocan entre sí. Esta imagenno es original. Norbert Elias, en su obraThe Civilizing Process, se refiere a«una ola de progresiva integración a lolargo de varios siglos». En 1837, unescritor describía la colonización delOeste norteamericano en términos de

sucesivas «olas»… primero lospioneros, luego los granjeros, luego losintereses comerciales, la «tercera ola»de migración. En 1893, FrederickJackson Turner citó y utilizó la mismaanalogía en su clásico ensayo TheSignificance of the Frontier inAmerican History. Lo nuevo, por tanto,no es la metáfora de la ola, sino suaplicación al cambio que se estáproduciendo en la civilización actual.

Esta aplicación se revela sumamentefructífera. La idea de la ola no es sóloun instrumento para organizar grandesmasas de muy diversa información. Nosayuda también a penetrar bajo laembravecida superficie del cambio.

Cuando aplicamos la metáfora de la ola,se vuelve claro mucho de lo que antesestaba confuso. Lo familiar aparece confrecuencia bajo una luzdeslumbrantemente nueva.

Una vez que empecé a pensar entérminos de olas de cambio queentrechocaban y se arremolinaban,provocando conflicto y tensión a nuestroalrededor, cambió mi percepción delcambio mismo. En todos los campos,desde la educación y la salud hasta latecnología, desde la vida personal hastala política, se hizo posible distinguiraquellas innovaciones que sonmeramente cosméticas, o simplesextensiones del pasado industrial, de las

que son verdaderamenterevolucionarias.

Pero aun la metáfora más poderosasólo es capaz de transmitir una verdadparcial. Ninguna metáfora cuenta toda lahistoria desde todos los lados, y, porello, ninguna visión del presente, ymucho menos del futuro, puede sercompleta o definitiva. Cuando yo eramarxista, hacia mis veinte años —nohace más de un cuarto de siglo—, creía,como muchos jóvenes, tener todas lasrespuestas. Pronto supe que mis«respuestas» eran parciales, unilateralesy anticuadas. Más concretamente, lleguéa comprender que la pregunta correctasuele ser más importante que la

respuesta correcta a la preguntaequivocada.

Albergo la esperanza de que Latercera, ola, al mismo tiempo quesuministre respuestas, plantee tambiénmuchas preguntas nuevas.

La comprensión de que ningúnconocimiento puede ser completo yninguna metáfora perfecta es por símisma humanizadora. Contrarresta elfanatismo. Concede incluso a losadversarios la posibilidad de verdadparcial, y a uno mismo, la posibilidadde error. Esta posibilidad se hallaespecialmente presente en las síntesis agran escala. Sin embargo, como haescrito el crítico George Steiner,

«formular preguntas más amplias esarriesgarse a obtener respuestasequivocadas. No formularlas enabsoluto, es constreñir la vida delconocimiento».

En una época de explosivos cambios—en que las vidas personales se vendesgarradas, el orden social existente sedesmorona y una nueva y fantásticaforma de vida comienza a asomar por elhorizonte—, formular las más ampliaspreguntas acerca de nuestro futuro no esuna simple cuestión de curiosidadintelectual. Es una cuestión desupervivencia.

Lo sepamos o no, la mayoría denosotros estamos ya empeñados en

resistir —o en crear— a la nuevacivilización. La tercera, ola, nosayudará, espero, a cada uno de nosotros,a elegir.

UNENTRECHOCAR

DE OLAS

I SUPERLUCHA

Una nueva civilización estáemergiendo en nuestras vidas, y hombresciegos están intentando en todas partessofocarla. Esta nueva civilización traeconsigo nuevos estilos familiares;formas distintas de trabajar, amar yvivir; una nueva economía; nuevosconflictos políticos; y, más allá de todoesto, una conciencia modificadatambién. Actualmente existen yafragmentos de esta nueva civilización.Millones de personas están ya

acompasando sus vidas a los ritmos delmañana. Otras, aterrorizadas ante elfuturo, se entregan a una desesperada yvana huida al pasado e intentanreconstruir el agonizante mundo que leshizo nacer.

El amanecer de esta nuevacivilización es el hecho más explosivode nuestra vida.

Es el acontecimiento central, laclave para la comprensión de los añosinmediatamente venideros. Es unacontecimiento tan profundo comoaquella primera ola de cambiodesencadenada hace diez mil años por lainvención de la agricultura, o la sísmicasegunda ola de cambio disparada por la

revolución industrial. Nosotros somoslos hijos de la transformación siguiente,la tercera ola.

Tratamos de encontrar palabras paradescribir toda la fuerza y el alcance deeste extraordinario cambio. Algunoshablan de una emergente Era espacial,Era de la información, Era electrónica oAldea global. Zbigniew Brzezinski nosha dicho que nos hallamos ante una «eratecnetrónica». El sociólogo Daniel Belldescribe el advenimiento de una«sociedad postindustrial». Los futuristassoviéticos hablan de la RCT, la«revolución cientificotecnológica». Yomismo he escrito extensamente sobre eladvenimiento de una «sociedad

superindustrial». Pero ninguno de estostérminos, incluido el mío, es adecuado.

Algunas de estas expresiones, alcentrarse en un único factor, reducenmás que amplían nuestra comprensión.Otras son estáticas, dando a entenderque una nueva sociedad puedeintroducirse suavemente en nuestrasvidas, sin conflicto ni tensiones.Ninguno de esos términos empiezasiquiera a transmitir toda la fuerza, elalcance y el dinamismo de los cambiosque se precipitan hacia nosotros ni laspresiones y conflictos que suscitan.

La Humanidad se enfrenta a un saltocuántico hacia delante. Se enfrenta a lamás profunda conmoción social y

reestructuración creativa de todos lostiempos. Sin advertirlo claramente,estamos dedicados a construir unacivilización extraordinariamente nueva.Este es el significado de la tercera ola.

La especie humana ha experimentadohasta ahora dos grandes olas de cambio,cada una de las cuales ha sepultadoculturas o civilizaciones anteriores y lasha sustituido por formas de vidainconcebibles hasta entonces. Laprimera ola de cambio —la revoluciónagrícola— tardó miles de años endesplegarse. La segunda ola —elnacimiento de la civilización industrial— necesitó sólo trescientos años. LaHistoria avanza ahora con mayor

aceleración aún, y es probable que latercera ola inunde la Historia y secomplete en unas pocas décadas.Nosotros, los que compartimos elPlaneta en estos explosivos momentos,sentiremos, por tanto, todo el impacto dela tercera ola en el curso de nuestravida.

Disgregando a nuestras familias,zarandeando a nuestra economía,paralizando nuestros sistemas políticos,haciendo saltar en pedazos nuestrosvalores, la tercera ola afecta a todos.Pone en cuestión todas las viejasrelaciones de poder, los privilegios yprerrogativas de las comprometidasélites de hoy, y proporciona el trasfondo

sobre el que se librarán mañana lasluchas claves por el poder.

Muchas cosas de esta emergentecivilización contradicen a la viejacivilización industrial tradicional. Es, almismo tiempo, altamente tecnológica yantiindustrial.

La tercera ola trae consigo unaforma de vida auténticamente nuevabasada en fuentes de energíadiversificadas y renovables; en métodosde producción que hacen resultaranticuadas las cadenas de montaje de lamayor parte de las fábricas; en nuevasfamilias no nucleares; en una nuevainstitución, que se podría denominar el«hogar electrónico»; y en escuelas y

corporaciones del futuro radicalmentemodificadas. La civilización nacienteescribe para nosotros un nuevo códigode conducta y nos lleva más allá de launiformización, la sincronización y lacentralización, más allá de laconcentración de energía, dinero ypoder.

Esta nueva civilización, al desafiar ala antigua, derribará burocracias,reducirá el papel de la nación-Estado ydará nacimiento a economíassemiautónomas en un mundopostimperialista. Exige Gobiernos quesean más sencillos, más eficaces y, sinembargo, más democráticos que ningunode los que hoy conocemos. Es una

civilización con su propia ycaracterística perspectiva mundial, suspropias formas de entender el tiempo, elespacio, la lógica y la causalidad.

Por encima de todo, como veremos,la civilización de la tercera olacomienza a cerrar la brecha históricaabierta entre productor y consumidor,dando origen a la economía del«prosumidor» del mañana. Por estarazón, entre muchas otras, podríaresultar —con un poco de ayudainteligente por nuestra parte— laprimera civilización verdaderamentehumana de toda la Historia conocida.

La premisa revolucionaria

Dos imágenes del futuro,aparentemente contradictorias, hacenpresa en la imaginación popular actual.La mayoría de las personas —en lamedida en que llegan a molestarse enpensar en el futuro— dan por supuestoque el mundo que conocen duraráindefinidamente. Les resulta difícilimaginar una forma de vidaverdaderamente diferente, cuanto másuna civilización totalmente nueva. Porsupuesto que se dan cuenta de que lascosas están cambiando. Pero dan porsentado que los cambios actuales no les

afectarán y que nada hará vacilar elfamiliar entramado económico ni laestructura política que conocen. Esperanconfiadamente que el futuro sea unacontinuación del presente.

Este pensamiento lineal adoptavarios aspectos. En un nivel se presentacomo una presunción no sometida aexamen que subyace a las decisiones dehombres de negocios, maestros, padres ypolíticos. En un nivel más sofisticado,aparece envuelto en estadísticas, datoscomputadorizados y jerga depronosticadores. En ambos casoscontribuye a una visión de un mundofuturo que es, esencialmente, «más de lomismo», industrialismo de la segunda

ola mayor aún y extendido sobre unamayor superficie del Planeta.

Recientes acontecimientos han hechotambalearse esta confiada imagen delfuturo. A medida que las crisis crepitanuna tras otra en los titularesperiodísticos, mientras el Irán entraba enerupción, Mao era privado de su aureoladivina, se disparaban los precios delpetróleo y se desbocaba la inflación, unavisión más sombría ha ido adquiriendocreciente popularidad. Así, gran númerode personas —alimentadas por unacontinua dieta de malas noticias,películas de catástrofes, apocalípticosrelatos bíblicos y dramas de pesadillaescritos por prestigiosos autores—

parecen haber llegado a la conclusión deque la sociedad actual no puede serproyectada en el futuro porque no existefuturo. Para ellas, Harmagedón está asólo unos minutos de distancia. LaTierra camina aceleradamente hacia elestremecimiento de su últimocataclismo.

Superficialmente, estas dos visionesdel futuro parecen muy diferentes. Sinembargo, ambas producen efectospsicológicos y políticos similares. Puesambas conducen a la parálisis de laimaginación y la voluntad.

Si la sociedad del mañana es,simplemente, una versión ampliada —como en cinerama— del presente, no

necesitamos hacer gran cosa paraprepararnos para ella. Si, por elcontrario, la sociedad se hallainevitablemente abocada a ladestrucción dentro del plazo de nuestrasvidas, nada podemos hacer al respecto.

En resumen, ambas formas decontemplar el futuro engendranprivatismo e inactividad. Ambas nospetrifican en la inacción.

Pero al tratar de comprender lo quenos está sucediendo, no nos hallamoslimitados a esa simplista elección entreHarmagedón y «Más de lo mismo». Haymuchas más formas clarificadoras yconstructivas de pensar en el mañana,formas que nos preparan para el futuro,

y más importante, nos ayudan a cambiarel presente.

Este libro se basa en lo que yo llamola «premisa revolucionaria». Da porsupuesto que, aunque las décadasinmediatamente venideras hayan deestar, probablemente, llenas deagitaciones, turbulencia, quizás inclusode violencia generalizada, no nosdestruiremos por completo a nosotrosmismos. Parte de la idea de que losespasmódicos cambios que estamosahora experimentando no son caóticos nifruto de un ciego azar, sino que, dehecho, forman una pauta definida yclaramente discernible. Da por sentado,además, que esos cambios son

cumulativos, que contribuyen a unagigantesca transformación del modo enque vivimos, jugamos y pensamos, y quees posible un futuro cuerdo y deseable.En resumen, lo que sigue comienza conla premisa de que lo que ahora estásucediendo es, ni más ni menos, unaauténtica revolución global, un saltocuántico en la Historia.

Dicho de otra manera: este libroderiva de la suposición de que nosotrossomos la generación final de una viejacivilización y la primera generación deotra nueva, y de que gran parte denuestra confusión, angustia ydesorientación personales, tienen suorigen directo en el conflicto que dentro

de nosotros —y de nuestras institucionespolíticas— existe entre la agonizantecivilización de la segunda ola y lanaciente civilización de la tercera ola,que avanza, tonante, para ocupar supuesto.

Cuando, finalmente, comprendemosesto, muchos acontecimientos, al parecerdesprovistos de sentido, se hacen depronto comprensibles. Las líneasgenerales del cambio empiezan aemerger con claridad. La acción por lasupervivencia vuelve a tornarse posibley plausible. En resumen, la premisarevolucionaria libera nuestrainteligencia y nuestra voluntad.

La línea de avance

Pero no es suficiente decir que loscambios a que nos enfrentamos seránrevolucionarios. Antes de podercontrolarlos o canalizarlos, necesitamosuna nueva forma de identificarlos yanalizarlos. Sin ello, estamosirremisiblemente perdidos.

Un nuevo y eficaz enfoque podríadenominarse «análisis de oleaje».Considera la Historia como unasucesión de encrespadas olas de cambioy pregunta adonde nos lleva la línea deavance de cada ola. Centra nuestraatención no tanto en las continuidades de

la Historia (importantes como son)cuanto en las discontinuidades… lasinnovaciones y puntos de ruptura.Identifica las pautas fundamentales decambio a medida que van surgiendo, deque podemos influir sobre ellas.

Comenzando con la sencilla idea deque el nacimiento de la agriculturaconstituyó el primer punto de inflexiónen el desarrollo social humano y de quela revolución industrial formó lasegunda gran innovación, contemplacada una de ellas no como unacontecimiento instantáneo, sino comouna ola de cambio desplazándose a unadeterminada velocidad.

Antes de la primera ola de cambio,

la mayoría de los humanos vivían engrupos pequeños y, a menudo,migratorios, y se alimentaban de la caza,la pesca o la cría de rebaños. En algúnmomento, hace aproximadamente diezmilenios, se inició la revoluciónagrícola y se difundió lentamente por elPlaneta, extendiendo poblados,asentamientos, tierra cultivada y unanueva forma de vida.

Esta primera ola de cambio no sehabía extinguido aún a finales del sigloXVII, cuando la revolución industrialestalló sobre Europa y desencadenó lasegunda gran ola de cambio planetario.Este nuevo proceso —industrialización— empezó moviéndose con mucha más

rapidez a través de naciones ycontinentes. Así, pues, dos procesos decambio separados y distintos recorríansimultáneamente la Tierra, a diferentesvelocidades.

En la actualidad, la primera ola decambio ha cesado virtualmente. Sólounas pocas y diminutas poblaciones, enAmérica del Sur o en la Nueva Guineapapú, por ejemplo, faltan para seralcanzadas por la agricultura. Pero lafuerza de esta gran primera ola se hadisipado básicamente.

Entretanto, la segunda ola, tras haberrevolucionado la vida en Europa,América del Norte y algunas otras partesdel Globo en unos pocos siglos,

continúa extendiéndose a medida quemuchos países, hasta ahorafundamentalmente agrícolas, seesfuerzan apresuradamente en construiracerías, fábricas de automóviles,factorías textiles, ferrocarriles y plantastransformadoras de alimentos. Aún sepercibe el impulso de laindustrialización. La segunda ola no haperdido por completo su fuerza.

Pero mientras continúa este proceso,otro, más importante aún, ha comenzadoya. Pues con la culminación de la mareade industrialismo en las décadassiguientes a la Segunda Guerra Mundial,una poco conocida tercera ola empezó arecorrer la Tierra, transformando todo

cuanto tocaba.Por tanto, muchos países están

percibiendo el impacto simultáneo dedos e incluso tres olas de cambiocompletamente distintas, todas ellasmoviéndose a velocidades diversas ycon diferentes grados de fuerza tras sí.

A los efectos de este libro,consideraremos que la Era de la primeraola comenzó hacia el 8000 a. de J. C. ydominó en solitario la Tierra hasta losaños 1650-1750 de nuestra Era. A partirde este momento, la primera ola fueperdiendo ímpetu a medida que lo ibacobrando la segunda. La civilizaciónindustrial, producto de esta segunda ola,dominó entonces, a su vez, el Planeta,

hasta que también ella alcanzó su crestaculminante. Este último punto deinflexión histórico llegó a los EstadosUnidos durante la década iniciadaalrededor de 1955, la década en que elnúmero de empleados y trabajadores deservicios superó por primera vez al deobreros manuales. Fue ésa la mismadécada que presenció la generalizadaintroducción del computador, los vueloscomerciales de reactores, la píldorapara el control de la natalidad y muchasotras innovaciones de gran impacto. Fueprecisamente durante esa década cuandola tercera ola empezó a cobrar fuerza enlos Estados Unidos. Desde entonces hallegado —con escasa diferencia en el

tiempo— a la mayor parte de las demásnaciones industriales, entre ellas, GranBretaña, Francia, Suecia, Alemania,Unión Soviética y Japón. En laactualidad, todas las naciones de altatecnología experimentan los efectos dela colisión entre la tercera ola y lasanticuadas economías e institucionesremanentes de la segunda.

Comprender esto es la clave paraentender gran parte de los conflictospolíticos y sociales que vemos ennuestro derredor.

Olas del futuro

Siempre que una ola de cambiopredomina en una determinada sociedad,es relativamente fácil columbrar la pautadel desarrollo futuro. Escritores,artistas, periodistas y otros descubren la«ola del futuro». Así, en la Europa delsiglo XIX, muchos pensadores,empresarios, políticos y gente corrientetenían una imagen clara y básicamentecorrecta del futuro. Percibían que laHistoria caminaba hacia el triunfo finaldel industrialismo sobre la agriculturapremecanizada y previeron, con notableexactitud, muchos de los cambios que

traería consigo la segunda ola:tecnologías más poderosas, ciudadesmás grandes, transporte más rápido,educación en masa, etc.

Esta claridad de visión produjoefectos políticos directos. Partidos ymovimientos políticos pudieron trazarsus planes con respecto al futuro. Losintereses agrícolas preindustrialesorganizaron una acción de retaguardiacontra el industrialismo invasor, contralos «grandes negocios», contra los«cabecillas sindicales», contra las«ciudades pecaminosas». Trabajadoresy empresarios se hicieron con el controlde las principales palancas de laemergente sociedad industrial. Las

minorías étnicas y raciales, definiendosus derechos en términos de un mayorpapel en el mundo industrial, exigieronacceso a los puestos de trabajo,posiciones sociales, viviendas urbanas,mejores salarios, educación públicageneral, etcétera.

Esta visión industrial del futuroprodujo también efectos psicológicosimportantes. Podían las gentes mostrarseen desacuerdo; podían entrar envehementes e incluso sangrientosconflictos. Las épocas de depresión y deauge podían destrozar sus vidas. Pero,en general, la imagen compartida de unfuturo industrial tendía a definiropciones, a dar a los individuos un

sentido, no simplemente de quiénes oqué eran, sino de qué era probable quellegaran a ser. Proporcionaba un ciertogrado de estabilidad y un sentido delpropio yo, aun en medio de extremoscambios sociales.

Por el contrario, cuando unasociedad se ve asaltada por dos o másgigantescas olas de cambio, y ninguna deellas es claramente dominante, la imagendel futuro queda rota. Se hace enextremo difícil identificar el significadode los cambios y conflictos que surgen.La colisión de frentes de olas crea unocéano embravecido, lleno de corrientesentrecruzadas, vorágines y remolinosque ocultan las más profundas e

importantes mareas históricas.En los Estados Unidos —como en

muchos otros países—, la colisión de lasegunda y la tercera olas creaactualmente tensiones sociales,peligrosos conflictos y extraños ynuevos frentes políticos de olas queanegan las usuales divisiones de clase,raza, sexo o partido. Esta colisiónsumerge en la más absoluta confusiónlos tradicionales vocabularios políticosy hace muy difícil separar a losprogresistas de los reaccionarios; a losamigos, de los enemigos. Saltan enpedazos todas las viejas polarizacionesy coaliciones. Sindicatos y patronos,pese a sus diferencias, se unen para

luchar contra los ecologistas. Negros yjudíos, antaño unidos en la batallacontra la discriminación, se tornanadversarios.

En muchas naciones, lostrabajadores, que tradicionalmente hanfavorecido políticas «progresistas» talescomo la redistribución de la renta,sostienen ahora con frecuencia posturas«reaccionarias» con respecto a losderechos de la mujer, códigosfamiliares, inmigración, aranceles oregionalismo. La «izquierda» tradicionales frecuentemente partidaria de lacentralización, altamente nacionalista yantiecologista.

Al mismo tiempo vemos a políticos,

desde Valéry Giscard d’Estaing hastaJimmy Cárter o Jerry Brown, adoptaractitudes «conservadoras» hacia laeconomía y actitudes «liberales» haciael arte, la moralidad sexual, losderechos de las mujeres o los controlesecológicos. No es extraño que la gentese halle confusa y renuncie a intentarentender su mundo.

Mientras tanto, los medios deinformación dan cuenta de una sucesiónaparentemente interminable deinnovaciones, contramarchas,acontecimientos extraños, asesinatos,secuestros, lanzamientos espaciales,derrumbamientos de Gobiernos,incursiones de comandos y escándalos,

todo ello sin relación ostensible entre sí.La aparente incoherencia de la vida

política se refleja en la desintegraciónde la personalidad. Psicoterapeutas ygurús proliferan por doquier; las gentesvagan desorientadas entre terapiascontrapuestas, desde el grito primordialhasta el est. Participan en cultos yaquelarres o, alternativamente, serefugian en un patológico privatismo,con la convicción de que la realidad esabsurda, demente o desprovista desentido. En efecto, la vida puede serabsurda en un sentido amplio, cósmico.Pero ello no prueba que no existaninguna pauta en los acontecimientosactuales. De hecho, existe un orden

oculto, que resulta claramente detectableen cuanto aprendemos a distinguir loscambios de la tercera ola, de losasociados con la menguante segunda ola.

La comprensión de los conflictosproducidos por estos encontradosfrentes de olas nos proporciona no sólouna imagen más clara de las alternativasfuturas, sino también una radiografía delas fuerzas políticas y sociales queactúan sobre nosotros. Nos ofrecetambién la percepción de nuestrospropios papeles privados en la Historia.Pues cada uno de nosotros, por pocoimportante que parezca, es un pedazovivo de Historia.

Las entrecruzadas corrientes creadas

por estas olas de cambio se reflejan ennuestro trabajo, nuestra vida familiar,nuestras actitudes sexuales y nuestramoralidad personal. Se muestran ennuestros estilos de vida y en nuestrocomportamiento a la hora de depositarnuestro voto. Pues en nuestras vidaspersonales y en nuestros actos políticos,lo sepamos o no, la mayoría de los quevivimos en los países ricos somosesencialmente, o personas de la segundaola comprometidas en el mantenimientodel orden agonizante, personas de latercera ola empeñadas en laconstrucción de un mañana totalmentediferente, o una confusa yautoeliminadora mezcla de las dos.

Ricachones y asesinos

El conflicto entre los grupos de lasegunda y la tercera ola constituye, dehecho, la tensión política central quesurca nuestra sociedad actual. Pese a loque prediquen los partidos y candidatosde hoy, la lucha entre ellos apenas si esmás que una disputa sobre quiénobtendrá mayores beneficios de lo quequeda del declinante sistema industrial.Dicho de otra manera: se hallanempeñados en una pugna por ocupar lasproverbiales sillas de cubierta en unTitanic que se hunde.

Como veremos, la cuestión política

fundamental no es quién controla losúltimos días de la sociedad industrial,sino quién configura la nuevacivilización que está surgiendorápidamente para remplazaría. Mientrasescaramuzas políticas de cierto alcanceagotan nuestra energía y nuestraatención, una batalla mucho másprofunda se desarrolla ya bajo lasuperficie. A un lado están lospartidarios del pasado industrial; alotro, millones de personas —cuyonúmero no cesa de aumentar—, quecomprenden que los más urgentesproblemas del mundo —alimentación,energía, control de armamentos,población, pobreza, recursos, ecología,

clima, los problemas de los ancianos, elderrumbamiento de la comunidadurbana, la necesidad de un trabajoproductivo y remunerador— no puedenresolverse ya dentro de la estructura delorden industrial.

Este conflicto es la «superlucha» porel mañana.

Esta confrontación entre losintereses de la segunda ola y las gentesde la tercera ola atraviesa ya como unacomente eléctrica la vida política detodas las naciones. Incluso en los paísesno industriales del mundo, todas lasviejas líneas de combate han debido serobjeto de un nuevo trazado a causa de lallegada de la tercera ola. La vieja guerra

de los intereses agrícolas, a menudofeudales, contra las élitesindustrializadoras, capitalistas osocialistas, adquiere una nuevadimensión a la luz del próximoabandono del industrialismo. Ahora quela civilización de la tercera ola estáhaciendo su aparición, se plantea lacuestión de si la rápida industrializaciónimplica una liberación respecto alneocolonialismo y la pobreza o si, enrealidad, garantiza una dependenciapermanente.

Sólo sobre este amplio telón defondo podernos empezar a extraer algúnsentido de los titulares, a clasificar lasprioridades, a estructurar estrategias

adecuadas para el control del cambioque se opera en nuestras vidas.

Mientras escribo esto, las primeraspáginas de los periódicos informansobre histeria y rehenes en Irán,asesinatos en Corea del Sur, desatadaespeculación sobre el oro, fricción entrenegros y judíos en los Estados Unidos,grandes incrementos en los gastosmilitares de Alemania Occidental,cruces ardiendo en Long Island, ungigantesco derrame de petróleo en elGolfo de México, la mayormanifestación antinuclear de la Historiay una batalla entre las naciones ricas ylas pobres por el control de lasfrecuencias radiofónicas. Olas de

renacimiento religioso rompen sobreLibia, Siria y los Estados Unidos;fanáticos neofascistas reivindican unasesinato político en París. Y la GeneralMotors informa de un avancetecnológico necesario para lafabricación de automóviles eléctricos.Todas estas noticias inconexas exigenuna integración o síntesis.

Una vez comprendemos que se estálibrando una encarnizada lucha entrequienes tratan de preservar elindustrialismo y quienes tratan desustituirlo, nos encontramos en posesiónde una nueva y eficaz clave paracomprender el mundo. Más importanteaún —ya estemos fijando la política a

seguir por una nación, la estrategia adesarrollar por una corporación o losobjetivos de nuestra propia vidapersonal—, nos hallamos en posesión deun nuevo instrumento para cambiar elmundo.

Sin embargo, para utilizar esteinstrumento debemos poder distinguircon claridad los cambios que prolonganla vieja civilización industrial deaquellos otros que facilitan la llegada dela nueva. En resumen, debemoscomprender tanto lo viejo como lonuevo, el sistema industrial de lasegunda ola en el que tantos de nosotroshemos nacido y la civilización de latercera ola, en la que viviremos nosotros

y nuestros hijos.En los capítulos siguientes

examinamos con más detenimiento lasdos primeras olas de cambio comopreparación para nuestra exploración dela tercera. Veremos que la civilizaciónde la segunda ola no fue un revoltijoaccidental de componentes, sino unsistema con partes que actuaban enmutua interrelación en maneras más omenos previsibles, y que las pautasfundamentales de la vida industrial eranlas mismas en todos los países, conindependencia de su herencia cultural ode sus diferencias políticas. Esta es lacivilización que los «reaccionarios» dehoy —tanto de «izquierda» como de

«derecha»— están luchando porpreservar. Este es el mundo que se veamenazado por la tercera ola de cambiode civilización sobrevenida en laHistoria.

LA SEGUNDA OLA

II LA

ARQUITECTURADE LA

CIVILIZACIÓN

Hace trescientos años —medio sigloarriba o abajo— se oyó una explosióncuya onda expansiva recorrió la Tierra,demoliendo antiguas sociedades ycreando una sociedad totalmente nueva.Esta explosión fue, naturalmente, larevolución industrial. Y la gigantescafuerza de impetuosa marea que desató

sobre el mundo —la segunda ola—chocó con todas las instituciones delpasado y cambió la forma de vida demillones de personas.

Durante los largos milenios en quela civilización de la primera ola ejerciósu absoluta soberanía, la población delPlaneta podría haberse dividido en doscategorías, los «primitivos» y los«civilizados». Las llamadas sociedadesprimitivas, que vivían en pequeñasbandas y tribus y subsistían mediante lacaza o la pesca, eran las que habían sidodejadas de lado por la revoluciónagrícola.

Por el contrario, el mundo«civilizado» estaba constituido por

aquella parte del Planeta en que lamayoría de la gente cultivaba el suelo.Pues dondequiera que surgió laagricultura, echó raíces la civilización.Desde China y la India hasta Benin yMéxico, en Grecia y en Roma, lascivilizaciones nacieron y murieron,lucharon y se fundieron en interminabley policroma mezcla.

Pero por debajo de sus diferenciasexistían similitudes fundamentales. Entodas ellas, la tierra era la base de laeconomía, la vida, la cultura, laestructura familiar y la política. En todasellas prevaleció una sencilla divisióndel trabajo y surgieron unas cuantasclases y castas perfectamente definidas:

una nobleza, un sacerdocio, guerreros,ilotas, esclavos o siervos. En todas ellasel poder era rígidamente autoritario. Entodas ellas, el nacimiento determinaba laposición de cada persona en la vida. Yen todas ellas la economía estabadescentralizada, de tal modo que cadacomunidad producía casi todo cuantonecesitaba.

Hubo excepciones… nada es simpleen la Historia. Había culturascomerciales cuyos marineros cruzabanlos mares, y reinos altamentecentralizados, organizados en torno agigantescos sistemas de riego. Pero,pese a tales diferencias, estamosjustificados para considerar todas estas

civilizaciones aparentemente distintascomo casos especiales de un fenómenoúnico: la civilización agrícola, lacivilización extendida por la primeraola.

Durante su dominación se dieronocasionales indicios de cosas futuras.En las antiguas Grecia y Romaexistieron embrionarias factorías deproducción en masa. Se extrajo petróleoen una de las islas griegas en el año 400a. de J.C., y en Birmania, en el 100 denuestra Era. Florecieron grandesburocracias en Babilonia y en Egipto.Surgieron extensas metrópolis urbanasen Asia y América del Sur. Había dineroe intercambios comerciales. Rutas

comerciales surcaban los desiertos, losocéanos y las montañas, desde Catayhasta Calais. Existían corporaciones ynaciones incipientes. Existió incluso, enla antigua Alejandría, un sorprendenteprecursor de la máquina de vapor.

Sin embargo, no hubo en ningunaparte nada que ni remotamente hubierapodido denominarse una civilizaciónindustrial. Estos atisbos del futuro, porasí decirlo, fueron meras singularidadesproducidas aisladamente en la Historia,dispersas a lo largo de lugares yperíodos distintos. Nunca secombinaron, ni hubieran podidocombinarse, en un sistema coherente.Por tanto, hasta 1650-1750, podemos

hablar de un mundo de la primera ola.Pese a los parches de primitivismo y alos indicios del futuro industrial, lacivilización agrícola dominaba elPlaneta y parecía destinada a dominarlosiempre.

Este era el mundo en que estalló larevolución industrial, desencadenandola segunda ola y creando una extraña,poderosa y febrilmente enérgicacontracivilización. El industrialismo eraalgo más que chimeneas y cadenas deproducción. Era un sistema social rico ymultilateral que afectaba a todos losaspectos de la vida humana y combatíatodas las características del pasado dela primera ola. Produjo la gran factoría

Willow Run en las afueras de Detroit,pero puso también el tractor en lagranja, la máquina de escribir en laoficina y el frigorífico en la cocina.Creó el periódico diario y el cine, el«Metro» y el «DC-3». Nos dio elcubismo y la música dodecafónica. Nosdio los edificios de Bauhaus y las sillasde Barcelona, huelgas de brazos caídos,píldoras vitamínicas y una vida máslarga. Universalizó el reloj de pulsera yla urna electoral. Más importante, uniótodas estas cosas —las ensambló comouna máquina— para formar el sistemasocial más poderoso, cohesivo yexpansivo que el mundo había conocidojamás: la civilización de la segunda ola.

La solución violenta

Al extenderse a través de variassociedades, la segunda ola encendió unasangrienta y prolongada guerra entre losdefensores del pasado agrícola y lospartidarios del futuro industrial. Lasfuerzas de la primera y la segunda olachocaron frontalmente, apañando a unlado y, a menudo, diezmando a lospueblos «agrícolas» que encontraban ensu camino.

En los Estados Unidos, esta colisióncomenzó con la llegada de los europeos,resueltos a establecer una civilizaciónagrícola, de primera ola. Una marea

agrícola blanca avanzóinconteniblemente hacia el Oeste,despojando a los indios, dejando unsedimento de granjas y pobladosagrícolas, en incesante progresión haciael Pacífico.

Pero, pisándoles los talones a losgranjeros, llegaron también los primerosindustrializadores, agentes del futuro dela segunda ola. Fábricas y ciudadesempezaron a surgir en Nueva Inglaterray Estados de la costa atlántica. Paramediados del siglo XIX, el Nordestetenía un sector industrial en rápidaexpansión que producía armas de fuego,relojes, aperos de labranza, hilaturas,máquinas de coser y otros artículos,

mientras el resto del continentecontinuaba gobernado por los interesesagrícolas. Las tensiones económicas ysociales entre las fuerzas de la primera yla segunda ola crecieron en intensidadhasta 1861, año en que estallaron enviolencia armada.

La guerra civil norteamericana no selibró exclusivamente, como muchoscreían, por la cuestión moral de laesclavitud ni por cuestiones económicastan mezquinas como la relativa a losaranceles. Se libró por una cuestión dealcance mucho mayor: ¿Iba a sergobernado el Nuevo Continente por losgranjeros o por los industrializadores,por las fuerzas de la primera ola o por

las de la segunda? ¿Iba a ser la futurasociedad americana fundamentalmenteagrícola o industrial? Cuando losejércitos del Norte vencieron, la suertequedó echada. La industrialización delos Estados Unidos estaba asegurada. Apartir de ese momento, en política y enla vida social y cultural, la agriculturafue batiéndose en retirada y comenzó aganar preponderancia la industria. Laprimera ola fue perdiendo ímpetumientras avanzaba, pujante, la segunda.

En otros lugares se produjo tambiénel mismo choque de civilizaciones. EnJapón, la Restauración Meiji, iniciadaen 1868, repitió, en términosinequívocamente japoneses, la misma

lucha entre pasado agrícola y futuroindustrial. La abolición del feudalismohacia 1876, la rebelión del clan Satsumaen 1877, la adopción de una constituciónde corte occidental en 1889, fueronreflejos de la colisión de las olasprimera y segunda en el Japón… pasosen el camino que condujo al surgimientodel Japón como primera potenciaindustrial.

También en Rusia se produjo lamisma colisión entre las fuerzas de laprimera y la segunda ola. La revoluciónde 1917 fue la versión rusa de la guerracivil americana. No se librófundamentalmente, como parecía, por elcomunismo, sino, una vez más, por la

cuestión de la industrialización. Cuandolos bolcheviques borraron los últimosvestigios de servidumbre y monarquíafeudal, relegaron a un segundo plano laagricultura y aceleraron conscientementeel industrialismo. Se convinieron en elpartido de la segunda ola.

En un país tras otro fue estallando elmismo choque entre los intereses de laprimera ola y los de la segunda,originando crisis políticas y agitaciones,huelgas, levantamientos, golpes deEstado y guerras. Sin embargo, paramediados del siglo XX, las fuerzas de laprimera ola estaban desbaratadas, y lacivilización de la segunda ola reinabasobre la Tierra.

En la actualidad, un cinturónindustrial ciñe el Globo entre losparalelos 25 y 65 del hemisferio Norte.En América del Norte, unos 250millones de personas llevan una formade vida industrial. En la EuropaOccidental, desde Escandinavia hastaItalia, otros 250 millones de sereshumanos viven bajo el industrialismo.Hacia el Este se halla situada la regiónindustrial «eurorrusa» —EuropaOriental y la parte occidental de laUnión Soviética—, y allí encontramosotros 250 millones de personas queviven en sociedades industriales.Finalmente, llegamos a la regiónindustrial asiática, que comprende

Japón, Hong Kong, Singapur, Taiwan,Australia, Nueva Zelanda y partes deCorea del Sur y del continente chino, yallí hay otros 250 millones de personasen sociedades industriales. En total, lacivilización industrial se extiende a unosmil millones de seres humanos, la cuartaparte de la población del Globo[1] .

Pese a las diferencias existentes enmateria de idioma, cultura, historia ypolítica —diferencias tan profundas quese libran guerras por ellas—, todas estassociedades de la segunda ola participande características comunes. De hecho,por debajo de las bien conocidasdiferencias subyace un oculto cimientode similitud.

Y para comprender las encontradascorrientes de cambio de hoy debemospoder identificar con claridad lasestructuras paralelas de todas lasnaciones industriales, el ocultoentramado de la civilización de lasegunda ola. Pues es ese mismoentramado industrial lo que ahora estásaltando en pedazos.

Baterías vivientes

El prerrequisito de cualquiercivilización, vieja o nueva, es la

energía. Las sociedades de la primeraola obtenían su energía de «bateríasvivientes» —potencia muscular animal yhumana— o del sol, el viento y el agua.Los bosques eran talados para tener leñacon que preparar la comida y calentarse.Ruedas accionadas por corrientes deagua o por la fuerza de las mareashacían girar piedras de molino. Losmolinos de viento rechinaban en loscampos. Los animales arrastraban elarado. Se ha calculado que, en la época,de la Revolución francesa, Europaobtenía energía de unos 14 millones decaballos y 24 millones de bueyes. Todaslas sociedades de la primera olaexplotaban, pues, fuentes renovables de

energía. La Naturaleza podía reponer losbosques que tala el viento que hinchabasus velas, los ríos que hacían girar susruedas de paletas. Incluso los animales ylas personas eran «esclavosenergéticos» renovables.

En contraste con ello, todas lassociedades de la segunda ola empezarona obtener su energía del carbón, el gas yel petróleo… de combustibles fósilesirremplazables. Este revolucionariocambio, acaecido tras la invención porNewcomen de una máquina de vaporsusceptible de explotación en 1712,significaba que, por primera vez, unacivilización estaba consumiendo elcapital de la Naturaleza, en vez de

limitarse a vivir del interés queproducía.

Este bucear en las reservasenergéticas de la Tierra proporcionó unaoculta ayuda a la civilización industrial,acelerando en gran medida su desarrolloeconómico. Y desde entonces hastanuestros días, por dondequiera que pasóla segunda ola, las naciones edificaronelevadas estructuras tecnológicas yeconómicas, basadas en la presunciónde que nunca dejarían de poderobtenerse combustibles fósiles baratos.

Tanto en las sociedades industrialescapitalistas como en las comunistas, enOriente como en Occidente, se haoperado este mismo cambio, de la

energía dispersa a la concentrada, de larenovable a la no renovable, de muchasfuentes y combustibles diferentes, a unospocos. Los combustibles fósilesformaron la base energética de todas lassociedades de la segunda ola.

La matriz tecnológica

Paralelamente al salto a un nuevosistema de energía, se produjo ungigantesco avance en el campo de latecnología. Las sociedades de laprimera ola habían descansado en lo que

hace dos mil años llamó Vitruvio«invenciones necesarias». Pero esasprimitivas cabrias y cuñas, catapultas,lagares, palancas y grúas fueronutilizadas principalmente paraamplificar los músculos humanos oanimales.

La segunda ola llevó la tecnología aun nivel completamente nuevo. Creógigantescas máquinas electromecánicasque movían piezas, correas detransmisión, cojinetes y resortes, enmedio de constantes chirridos ymartilleos. Y estas nuevas máquinashicieron algo más que aumentar la fuerzadel músculo. La civilización industrialdio órganos sensoriales tecnológicos,

creando máquinas que podían oír, ver ytocar con mayor exactitud y precisiónque los seres humanos. Dio a latecnología una matriz al inventarmáquinas destinadas a engendrar nuevasmáquinas en progresión infinita, esdecir, las máquinas-herramientas. Másimportante: reunió varias máquinas ensistemas interconectados y bajo unmismo techo, creando la factoría y,finalmente, la cadena de montaje dentrode la factoría.

Sobre esta base tecnológicasurgieron multitud de industrias, quedieron su sello definidor a lacivilización de la segunda ola. Hubo alprincipio industrias del carbón, textiles

y ferrocarriles, luego acerías,fabricación de automóviles, delaluminio, productos químicos yutensilios. Surgieron enormes ciudadesfabriles: Lille y Manchester para lafabricación de productos textiles;Detroit para la de automóviles; Essen y—más tarde— Magnitogorsk para elacero, y muchas más.

De estos centros industriales fueronsaliendo millones y millones deproductos idénticos, camisas, zapatos,automóviles, relojes, juguetes, jabón,champú, cámaras fotográficas,ametralladoras y motores eléctricos. Lanueva tecnología posibilitada por elnuevo sistema de energía abrió las

puertas a la producción en serie.

La pagoda bermellón

Sin embargo, la producción en seriecarecía de sentido si no se llevaban acabo cambios paralelos en el sistema dedistribución. En las sociedades de laprimera ola, las mercancías seconfeccionaban normalmente conmétodos artesanos. Los productos erancreados de uno en uno sobre una baserutinaria. Otro tanto puede decirse de ladistribución.

Es cierto que grandes yperfeccionadas Compañías comercialeshabían sido constituidas por mercaderesen las grietas cada vez mayores delviejo orden feudal en Occidente. Estascompañías abrieron rutas comercialespor todo el mundo, organizaronconvoyes de buques y caravanas decamellos. Vendían vidrio, papel, seda,nuez moscada, té, vino y lana, índigo ymacis.

Sin embargo, la mayor parte de estosproductos llegaba a los consumidores através de pequeñas tiendas o sobre loshombros o en los carros de buhoneros,que se desperdigaban por las zonasrurales. Las malas comunicaciones y los

primitivos medios de transportelimitaban drásticamente el mercado.Estos tenderos al por menor yvendedores ambulantes no podíanofrecer sino muy pocos surtidoscatálogos, y a menudo se quedaban sineste o aquel artículo durante meses,incluso años, seguidos.

La segunda ola introdujo en esterechinante y sobrecargado sistema dedistribución cambios que fueron tanradicales, a su manera, como los másconocidos progresos realizados en laproducción. Ferrocarriles, carreteras ycanales hicieron accesibles las zonasinteriores, y con el industrialismollegaron los «palacios del comercio»,

los primeros grandes almacenes.Surgieron complejas redes deintermediarios, vendedores al pormayor, comisionistas y representantes delos fabricantes, y en 1871 GeorgeHuntington Hartford, cuya primeratienda en Nueva York estaba pintada decolor bermellón y su sección de Cajatenía forma de pagoda china, hizo por ladistribución lo que más tarde hizo HenryFord por la fabricación. La llevó a unestadio completamente nuevo, creandoel primer sistema de cadena comercialdel mundo: la Great Atlantic and PacificTea Company.

La distribución individual dejó pasoa la distribución en masa y la

comercialización en masa, que seconvirtieron en elemento componente detodas las sociedades industriales tanfamiliar y fundamental como la máquinamisma.

Lo que vemos, pues, siconsideramos conjuntamente estoscambios, es una transformación de loque podría denominarse la «tecnosfera».Todas las sociedades —primitivas,agrícolas o industriales— utilizanenergía; hacen cosas; distribuyen cosas.En todas las sociedades, el sistema deenergía, el sistema de producción y elsistema de distribución son partesinterrelacionadas de algo más grande.Este sistema más grande es la

tecnosfera, y adopta una formacaracterística en cada fase deldesarrollo social.

Al extenderse sobre el Planeta lasegunda ola, la tecnosfera agrícola fueremplazada por una tecnosferaindustrial: las energías no renovablesfueron directamente aplicadas a unsistema de producción en serie que, a suvez, vomitó mercancías sobre un sistemade distribución en serie altamentedesarrollado.

La familia aerodinámica

Pero esta tecnosfera de la segundaola necesitaba una «sociosfera»igualmente revolucionaria en quealojarse. Necesitaba formasradicalmente nuevas de organizaciónsocial.

Antes de la revolución industrial,por ejemplo, las formas familiaresvariaban de un lugar a otro. Perodondequiera que predominaba laagricultura, la gente tendía a vivir engrandes agrupacionesmultigeneracionales, con tíos, tías,parientes políticos, abuelos o primosviviendo todos bajo el mismo techo,trabajando todos juntos como una unidadeconómica de producción, desde la

«familia colectiva» de la India, hasta la«zadruga» en los Balcanes y la «familiaextensa» en la Europa Occidental. Y lafamilia era inmóvil, enraizada en latierra.

Al comenzar a moverse la segundaola sobre las sociedades de la primeraola, las familias experimentaron latensión del cambio. Dentro de cada una,la colisión de frentes de olas adoptó laforma de conflicto, ataques a laautoridad patriarcal, relacionesmodificadas entre hijos y padres, nuevasnociones de decencia. Al desplazarse laproducción económica del campo a lafábrica, la familia dejó de trabajar comouna unidad. Con el fin de liberar

trabajadores para la fábrica, lasfunciones clave de la familia fueronencomendadas a nuevas institucionesespecializadas. La educación de losniños fue encomendada a las escuelas.El cuidado de los ancianos fue puesto enmanos de casas de beneficencia o asilos.Por encima de todo, la nueva sociedadnecesitaba movilidad. Necesitabatrabajadores que siguieran de un lugar aotro a los puestos de trabajo.

Agobiada bajo la carga de parientesancianos, enfermos, incapacitados y grannúmero de hijos, la familia extensa eracualquier cosa menos móvil. Por tanto,empezó a cambiar, gradual ydolorosamente, la estructura familiar.

Desgarradas por la emigración a lasciudades, vapuleadas por lastempestades económicas, las familias sedeshicieron de parientes indeseados, sehicieron más pequeñas, más móviles ymás adecuadas a las necesidades de lanueva tecnosfera.

La llamada familia nuclear —padre,madre y unos pocos hijos, sin parientesmolestos— se convirtió en el modelo«moderno» standard, socialmenteaprobado, de todas las sociedadesindustriales, tanto capitalistas comosocialistas. Incluso en Japón, donde elculto a los antepasados otorgaba a losancianos un papel excepcionalmenteimportante, la gran familia

multigeneracional, estrechamente unida,empezó a derrumbarse a medida queavanzaba la segunda ola. Aparecieronmás y más unidades nucleares. Enresumen, la familia nuclear se convirtióen una identificable característica detodas las sociedades de la segunda ola,singularizándolas frente a las de laprimera ola con tanta evidencia comolos combustibles fósiles, las fábricas deacero o las cadenas de tiendas.

El programa encubierto

Además, al desplazarse el trabajo delos campos y el hogar, era necesariopreparar a los niños para la vida defábrica. Los primeros propietarios deminas, talleres y factorías de laInglaterra en proceso deindustrialización descubrieron, comoescribió Andrew Ure en 1835, que era«casi imposible transformar a laspersonas que han rebasado la edad dela pubertad, ya procedan deocupaciones rurales o artesanales, enbuenos obreros de fábrica». Si selograba encajar previamente a losjóvenes en el sistema industrial, ellofacilitaría en gran medida la resoluciónposterior de los problemas de disciplina

industrial. El resultado fue otraestructura central de todas lassociedades de la segunda ola: laeducación general.

Construida sobre el modelo de lafábrica, la educación general enseñabalos fundamentos de la lectura, laescritura y la aritmética, un poco deHistoria y otras materias. Esto era el«programa descubierto». Pero bajo élexistía un «programa encubierto» oinvisible, que era mucho más elemental.Se componía —y sigue componiéndoseen la mayor parte de las nacionesindustriales— de tres clases: una, depuntualidad; otra, de obediencia y otrade trabajo mecánico y repetitivo. El

trabajo de la fábrica exigía obreros quellegasen a la hora, especialmente peonesde cadenas de producción. Exigíatrabajadores que aceptasen sin discusiónórdenes emanadas de una jerarquíadirectiva. Y exigía hombres y mujerespreparados para trabajar como esclavosen máquinas o en oficinas, realizandooperaciones brutalmente repetitivas.

Así, pues, a partir de mediados delsiglo XIX, mientras la segunda ola seextendía por un país tras otro, asistimosa una incesante progresión educacional:los niños empezaban a asistir a laescuela cada vez a menor edad, el cursoescolar se iba haciendo cada vez máslargo (en los Estados Unidos aumentó en

un 35% entre 1878 y 1956), y el númerode años de educación obligatoria crecióirresistiblemente.

La educación pública generalconstituyó, evidentemente, unhumanizador paso hacia delante. Comodeclaró en 1829 un grupo de obreros yartesanos de Nueva York: «Después dela vida y la libertad, consideramos quela educación es el mayor bienconcedido a la Humanidad». Sinembargo, las escuelas de la segunda olafueron convirtiendo a generación trasgeneración de jóvenes en una dócil yregimentada fuerza de trabajo del tiporequerido por la tecnologíaelectromecánica y la cadena de

producción.Ambas juntas, la familia nuclear y la

escuela de corte fabril, formaron partede un único sistema integrado para lapreparación de jóvenes con miras aldesempeño de papeles en la sociedadindustrial. También en este aspecto sonidénticas todas las sociedades de lasegunda ola, capitalistas o comunistas,del Norte o del Sur.

Seres inmortales

En todas las sociedades de la

segunda ola surgió una institución queamplió el control social de las dosprimeras. Fue la invención conocida conel nombre de corporación. Hastaentonces, la típica empresa comercialhabía sido propiedad de un individuo,una familia o una asociación. Lascorporaciones existían, pero eransumamente raras.

Incluso en la Revolución americana,según el historiador Arthur Dewing,«nadie podría haber concluido que lacorporación —más que la asociación ola propiedad individual— fuera aconvertirse en la principal formaorganizativa». En fecha tan recientecomo 1800 sólo había 335

corporaciones en los Estados Unidos. Lamayor parte dedicadas a actividadessemipúblicas tales como construircanales o administrar pasos de peaje.

El nacimiento de la producción enserie cambió todo esto. Las tecnologíasde la segunda ola necesitaban grandescapitales, más de lo que podían aportaruna persona individual o incluso unpequeño grupo. Mientras lospropietarios o socios arriesgaban latotalidad de sus fortunas personales concada inversión, se mostraron reacios aempeñar su dinero en empresas vastas oarriesgadas. Para animarles, se introdujoel concepto de responsabilidad limitada.Si una corporación se hundía, el

inversor perdía sólo la suma invertida, ynada más. Esta innovación abrió lascompuertas de la inversión.

Además, la corporación era tratadapor los tribunales como un «serinmortal», en cuanto que podíasobrevivir a sus inversores originales.Esto significaba, a su vez, que podíatrazar planes a muy largo plazo yemprender proyectos de envergaduramucho mayores que nunca.

En 1901 apareció en escena laprimera corporación de mil millones dedólares —la United States Steel—, unaconcentración de fondos inimaginable enningún período anterior. Para 1919había media docena de estos monstruos.

De hecho, las grandes corporaciones seconvirtieron en una característicaintrínseca de la vida económica en todaslas naciones industriales, incluyendo lassociedades socialistas y comunistas,donde la forma variaba, pero lasustancia (en términos de organización)seguía siendo muy semejante. Estas tresjuntas —la familia nuclear, escuela decorte fabril y la corporación gigante—se convirtieron en las institucionessociales definidoras de todas lassociedades de la segunda ola.

Y, a todo lo largo del mundo de lasegunda ola —tanto en Japón como enSuiza, Gran Bretaña, Polonia, losEstados Unidos y la Unión Soviética—,

la mayoría de las personas seguían unatrayectoria vital estereotipada: criadasen una familia nuclear, pasaban en masapor escuelas de tipo fabril y entrabanluego al servicio de una grancorporación, privada o pública. Unainstitución clave de la segunda oladominaba cada fase del estilo vital.

La fábrica de música

Alrededor de estas tres institucionesfundamentales surgió una multitud deotras organizaciones. Servicios

gubernamentales, clubs deportivos,iglesias, cámaras de comercio,sindicatos, organizacionesprofesionales, partidos políticos,bibliotecas, asociaciones étnicas, gruposrecreativos y miles más brotaron en laestela de la segunda ola, creando unacomplicada ecología organizativa en laque cada grupo servía, coordinaba ocontrapesaba a otro.

A primera vista, la variedad de estosgrupos sugiere una idea de azar o caos.Pero un examen más detenido revela unapauta oculta. En un país tras otro de lasegunda ola, inventores sociales,creyendo que la fábrica era el órganomás avanzado y eficaz de producción,

trataron de incorporar también susprincipios a otras organizaciones.Escuelas, hospitales, cárceles,burocracias gubernamentales y otrasorganizaciones asumieron, así, muchasde las características de la fábrica, sudivisión del trabajo, su estructurajerárquica y su metálica impersonalidad.

Incluso en las artes encontramosalgunos de los principios de la fábrica.En vez de trabajar para un patrono,como era habitual durante el largoreinado de la civilización agrícola,músicos, artistas, compositores yescritores fueron siendo crecientementearrojados a merced del mercado. Deforma progresiva, acabaron por

convertirse en «productos» paraconsumidores anónimos. Y, a medidaque este cambio se producía en todopaís de la segunda ola, fue cambiando laestructura misma de la producciónartística.

La música proporciona un notableejemplo. Al llegar la segunda olaempezaron a surgir salas de concierto enLondres, Viena, París y otros lugares.Con ellas llegaron la taquilla y elempresario, la persona que financiaba laproducción y luego vendía entradas aconsumidores de cultura.

Naturalmente, cuantas más entradaspudiera vender, tanto más dinero podríaganar. Fueron añadiéndose más butacas.

Pero, a su vez, unas salas de conciertomás grandes requerían sonidos másfuertes, música que pudiera oírse conclaridad incluso desde la última fila. Elresultado fue un cambio desde la músicade cámara a formas sinfónicas.

Dice Curt Sachs en su autorizadaHistory of Musical Instruments: «Elpaso de una cultura aristocrática a unacultura democrática, operado en elsiglo XVIII, sustituyó los pequeñossalones por salas de concierto dedimensiones mucho mayores, queexigían un mayor volumen de sonido».Como no existía aún tecnología quehiciera esto posible, se añadieron másinstrumentos e intérpretes para producir

el volumen de sonido necesario. Elresultado fue la moderna orquestasinfónica, y fue para esta instituciónindustrial para la que Beethoven,Mendelssohn, Schubert y Brahmsescribieron sus magníficas sinfonías.

La orquesta reflejaba incluso, en suestructura interna, ciertas característicasde la fábrica. Al principio, la orquestasinfónica carecía de director, o ladirección era desempeñadasucesivamente por diversos intérpretes.Más tarde, los intérpretes, exactamenteigual que los trabajadores de una fábricao de una oficina burocrática, fuerondivididos en departamentos (seccionesinstrumentales), cada uno de los cuales

contribuía al resultado final (la música),cada uno de ellos coordinado desdearriba por un gerente (el director) oincluso, finalmente, un subjefe situadoen un punto más bajo de la jerarquía demando (el primer violinista o el jefe desección). La institución vendía suproducto a un mercado masivo y, mástarde, añadió discos fonográficos a surendimiento. Había nacido la fábrica demúsica.

La historia de la orquesta ofrecesólo una ilustración de la forma en quesurgió la sociosfera de la segunda ola,con sus tres instituciones centrales y susmillares de diversas organizaciones,todas ellas adaptadas a las necesidades

y al estilo de la tecnosfera industrial.Pero una civilización no se reducesimplemente a una tecnosfera y a unasociosfera ajustada a ella. Todas lascivilizaciones requieren también una«infosfera» para producir y distribuirinformación, y también fueron notableslos cambios introducidos por la segundaola.

La ventisca de papel

Todos los grupos humanos, desde lostiempos primitivos hasta la actualidad,

dependen de la comunicación cara acara, persona a persona. Pero senecesitaban también sistemas paraenviar mensajes a través del tiempo y elespacio. Se dice que los antiguos persaslevantaron torres o «postas de llamada»,en lo alto de las cuales situaban hombresde voz potente con la misión detransmitir mensajes gritándolos de unatorre a la siguiente. Los romanospusieron en funcionamiento un vastoservicio de mensajes llamado el cursaspublicus. Entre 1305 y primeros añosdel siglo XIX, la Cámara de Postasdirigió por toda Europa una forma depony express. En 1628 daba empleo aveinte mil hombres. Sus correos,

vestidos con uniformes azul y plata,surcaban el continente llevandomensajes entre príncipes y generales,mercaderes y prestamistas.

Durante la civilización de la primeraola, todos estos canales estabanreservados exclusivamente a los ricos ypoderosos. La gente corriente no teníaacceso a ellos. Como dice el historiadorLaurin Zilliacus, incluso «los intentosde enviar cartas por otros medios eranmirados con recelo o… prohibidos» porlas autoridades. En resumen, mientrasque el intercambio de información caraa cara estaba abierto a todos, lossistemas más nuevos utilizados parallevar información más allá de los

confines de una familia o un pobladoeran esencialmente cerrados yempleados con fines de control social opolítico. En realidad, eran armas de laélite.

La segunda ola, al avanzar sobre unpaís tras otro, destruyó este monopoliode las comunicaciones. No ocurrió estoporque los ricos y poderosos sevolvieran súbitamente altruistas, sinoporque la tecnología de la segunda ola yla producción en serie de las fábricasnecesitaban movimientos masivos deinformación, que los viejos canales nopodían ya manejar.

La información necesaria para laproducción económica en las sociedades

primitivas y en las de la primera ola esrelativamente sencilla, y en general, sepuede obtener de alguien cercano. Suforma es principalmente oral ogesticular. Por el contrario, laseconomías de la segunda ola requeríanla estrecha coordinación de un trabajorealizado en muchos lugares. No sólomaterias primas, sino también grandescantidades de información debían serproducidas y cuidadosamentedistribuidas.

Por esta razón, al crecer el ímpetude la segunda ola, todos los países seapresuraron a crear un servicio postal.La oficina de Correos fue un invento tanimaginativo y socialmente útil como lo

fueron la desmotadora de algodón o lamáquina de hilar, y, en un grado hoyolvidado, despertó un arrebatadoentusiasmo. El orador norteamericanoEdward Everett declaró: «No puedo pormenos de considerar la oficina deCorreos, junta al cristianismo, como elbrazo derecho de nuestra modernacivilización».

Pues la oficina de Correosproporcionaba el primer canalenteramente abierto para lascomunicaciones de la Era industrial.Hacia 1837, la Administración deCorreos británica transportaba nosimplemente mensajes para una élite,sino unos 88 millones de objetos

postales al año… un verdadero alud decomunicaciones para la época. Para1960, aproximadamente en el momentoen que la tercera ola comenzó sumovimiento, ese número habíaaumentado ya a diez mil millones. Esemismo año, los servicios postales de losEstados Unidos distribuían 355 objetosde correo interior por cada hombre,mujer y niño de la nación[2].

Pero el incremento en el número demensajes postales que acompañó a larevolución industrial no hace sinoinsinuar el auténtico volumen deinformación que empezó a fluir tras lasegunda ola. Un número mayor aún demensajes circuló a través de lo que

cabría denominar «sistemasmicropostales» existentes en el seno degrandes organizaciones. Losmemorándums son cartas que nuncallegan a los canales públicos decomunicaciones. En 1955, mientras lasegunda ola se encrespaba en losEstados Unidos, la Comisión Hooverinvestigó los archivos de tres grandescorporaciones. Descubrió,respectivamente, ¡34.000, 56.000 y64.000 documentos y memorándumsarchivados por cada empleado ennómina!

Y las crecientes necesidades deinformación que asediaban a lassociedades industriales tampoco podían

ser satisfechas solamente por mediosescritos. Así, el teléfono y el telégrafofueron inventados en el siglo XIX parallevar su parte de la carga —enconstante aumento— de comunicaciones.En 1960, los norteamericanoscelebraron unos 256 millones deconversaciones telefónicas por día —más de 93.000 millones al año—, y aunlos sistemas y redes telefónicas másavanzados del mundo se veían confrecuencia sobrecargados.

Todos éstos eran esencialmentesistemas para la transmisión demensajes de un remitente a un solodestinatario. Pero una sociedad quedesarrollaba sistemas de producción y

consumo en masa necesitaba tambiénmedios para enviar mensajes en masa,comunicaciones de un solo remitente amuchos destinatarios a la vez. Adiferencia del patrono preindustrial, quepodía visitar personalmente a su puñadode empleados en sus propias casas siera preciso, el patrono industrial nopodía comunicarse con sus miles deobreros individualmente. Menos aúnpodía el vendedor o distribuidor enmasa comunicarse con sus clientes uno auno. La sociedad de la segunda olanecesitaba —y, nada sorprendentemente,inventó— poderosos medios para enviarel mismo mensaje a muchas personas ala vez, de una manera barata, rápida y

segura.Los servicios postales podían llevar

el mismo mensaje a millones depersonas, pero no rápidamente. Losteléfonos podían transmitir mensajesrápidamente, pero no a millones depersonas al mismo tiempo. Este vacíohubo de ser llenado con los medios decomunicación de masas.

Naturalmente, en la actualidad elperiódico y la revista de circulaciónmasiva constituyen una parte tan habitualde la vida cotidiana de todos, que no seles concede mayor importancia. Sinembargo, el aumento de estaspublicaciones a nivel nacional reflejabael convergente desarrollo de muchas

nuevas tecnologías industriales y formassociales. Así —escribe Jean-JacquesServan-Schreiber— fueron hechasposibles por la combinación de «trenespara transportar en un solo día laspublicaciones a través de todo un país(de dimensiones europeas); rotativascapaces de sacar docenas de millonesde ejemplares en unas horas; una redde telégrafo y teléfonos… sobre todo,un público al que la educaciónobligatoria había enseñado a leer eindustrias que necesitaban unadistribución masiva de sus productos».

En los medios de comunicación demasas, desde los periódicos y la Radiohasta el cine y la Televisión,

encontramos también una encarnacióndel principio básico de la fábrica. Todosellos estampan mensajes idénticos enmillones de cerebros, del mismo modoque la fábrica crea productos idénticospara su uso en millones de hogares.«Hechos» estandardizados, fabricadosen serie, fluyen desde unas cuantas yconcentradas factorías de imagen haciamillones de consumidores. Sin estevasto y poderoso sistema para canalizarinformación, la civilización industrial nohabría podido tomar forma ni funcionardebidamente.

Así, pues, en todas las sociedadesindustriales, tanto capitalistas comocomunistas, surgió una refinada

infosfera, canales de comunicación acuyo través podían distribuirse mensajesindividuales y colectivos taneficazmente como mercancías o materiasprimas. Esta infosfera se entrelazaba conla tecnosfera y la sociosfera, ayudando aintegrar la producción económica con elcomportamiento privado.

Cada una de estas esferasdesempeñaba una función clave en elsistema y no habría podido existir sinlas otras. La tecnosfera producía yasignaba riqueza; la sociosfera, con susmiles de organizacionesinterrelacionadas, asignabadeterminados papeles a los individuosintegrados en el sistema. Y la inosfera

asignaba la información necesaria parael funcionamiento de todo el sistema.Juntas, formaban la arquitectura básicade la sociedad.

Por tanto, vemos aquí esbozadas lasestructuras comunes de todas lasnaciones de la segunda ola, conindependencia de sus diferenciasculturales o climáticas, conindependencia de su herencia étnica yreligiosa, con independencia de que seautotitulen capitalistas o comunistas.

Estas estructuras paralelas, tanfundamentales en la Unión Soviética yHungría como en la AlemaniaOccidental, Francia o Canadá, fijaronlos límites dentro de los que se

expresaban las diferencias políticas,sociales y culturales. Surgieron portodas partes sólo después deencarnizadas batallas políticas,culturales y económicas entre los queintentaban preservar las estructuras de laprimera ola y los que comprendían quesólo una nueva civilización podríaresolver los difíciles problemas de lavieja.

La segunda ola trajo consigo unafantástica ampliación de la esperanzahumana. Por primera vez, hombres ymujeres se atrevieron a creer quepodrían ser vencidas la pobreza, elhambre, la enfermedad y la tiranía.Escritores utópicos y filósofos, desde

Abbe Morelly y Robert Owen hastaSaint-Simon, Fourier, Proudhon, LouisBlanc, Edward Bellamy y decenas deotros, vieron en la naciente civilizaciónindustrial la potencialidad de lograr paz,armonía, pleno empleo, igualdad deriqueza o de oportunidades, el fin de losprivilegios basados en el nacimiento, elfin de todas aquellas condiciones queparecieron inmutables o eternas durantelos centenares de miles de años deexistencia primitiva y los millares deaños de civilización agrícola.

Si hoy la civilización industrial nosparece algo menos que utópica —siparece, de hecho, ser opresiva, sombría,ecológicamente precaria, inclinada

hacia la guerra y psicológicamenterepresiva—, necesitamos saber por qué.Y sólo podremos responder a estapregunta si volvemos nuestra miradahacia la gigantesca cuña que dividió lamente de la segunda ola en dos partes enconflicto.

III LA CUÑA

INVISIBLE

La segunda ola, como una reacciónnuclear en cadena, separó violentamentedos aspectos de nuestras vidas quesiempre, hasta entonces, habían sido unosolo. Al hacerlo, introdujo unagigantesca e invisible cuña en nuestraeconomía, nuestras mentes e incluso ennuestra personalidad sexual.

A un nivel, la revolución industrialcreó un sistema social maravillosamenteintegrado, con sus propias tecnologías

distintivas, sus propias institucionessociales y sus propios canales deinformación, todos ellos perfectamenteensamblados entre sí. Pero a otro niveldestruyó la unidad subyacente de lasociedad, creando una forma de vidallena de tensión económica, conflictosocial y malestar psicológico. Sólo sicomprendemos cómo ha moldeadonuestras vidas esta invisible cuña a lolargo de la Era de la segunda ola,podremos apreciar todo el impacto de latercera ola, que está empezando ahora aremoldearnos.

Las dos mitades de la vida humanaque la segunda ola separó fueron laproducción y el consumo. Estamos

acostumbrados, por ejemplo, a pensar ennosotros mismos como productores oconsumidores. Esto no fue siemprecierto. Hasta la revolución industrial, lagran mayoría de todos los alimentos,bienes y servicios producidos por laespecie humana, eran consumidos porlos propios productores, sus familias ouna pequeña élite, que recogía losexcedentes para su propio uso.

En casi todas las sociedadesagrícolas, la gran mayoría de laspersonas eran campesinos, que seagrupaban en pequeñas comunidadessemiaisladas. Llevaban una vida demera subsistencia, cultivando apenas losuficiente para mantenerse ellos vivos, y

a sus amos, contentos. Careciendo demedios para almacenar alimentosdurante largos períodos de tiempo,careciendo de las carreteras necesariaspara transportar sus productos amercados lejanos, y conscientes de quecualquier aumento en sus rendimientossería, probablemente, confiscado por eldueño de esclavos o señor feudal,carecían también de incentivos paramejorar la tecnología o incrementar laproducción.

Existía el comercio, desde luego.Sabemos que un pequeño número deintrépidos mercaderes transportabanmercancías a lo largo de miles dekilómetros por medio de camellos,

carretas o barcos. Sabemos quesurgieron ciudades que dependían de losalimentos procedentes del campo. En1519, cuando los españoles llegaron aMéxico, quedaron asombrados alencontrar en Tlatelolco millares depersonas dedicadas a comprar y venderjoyas, metales preciosos, esclavos ysandalias, ropas, chocolate, cuerdas,pieles, pavos, verduras, conejos, perrosy miles de variados y distintos objetosde cerámica. The Fugger Newsletter,despachos privados para banquerosalemanes en los siglos XVI y XVII,presenta una colorista evidencia de lasdimensiones que entonces tenía elcomercio. Una carta de Cochin, desde la

India, describe con detalle laspenalidades de un mercader europeo quellegó con cinco naves para comprarpimienta y transportarla a Europa. «Unatienda de pimienta es un buen negocio—explica—, pero requiere gran celo yperseverancia.» Este mercadertransportaba también clavo, nuezmoscada, harina, canela, macis yespecias diversas al mercado europeo.

Sin embargo, todo este comerciorepresentaba sólo un elemento mínimoen la Historia, comparado con laextensión de la producción para el usoinmediato por el esclavo o siervoagrícola. Incluso en el siglo XVI, segúnFernand Braudel, cuya investigación

histórica sobre el período no ha sidomejorada por nadie, toda la regiónmediterránea —desde Francia y España,por un lado, hasta Turquía al otro—mantenía a una población de sesenta osetenta millones de personas, el 90% delas cuales vivía de los productos de latierra, produciendo sólo una pequeñacantidad de mercancías para elcomercio. Escribe Braudel: «El 60% oquizás el 70% de la producción totaldel Mediterráneo nunca entró en laeconomía de mercado.» Y si estoocurría en la región mediterránea, ¿quédebemos pensar de la EuropaSeptentrional, donde el suelo rocoso ylos largos y fríos inviernos hacían más

difícil aún para los campesinos extraerde la tierra un excedente de producción?

Podremos comprender mejor latercera ola si concebimos la economíade la primera ola, antes de la revoluciónindustrial, como compuesta de dossectores. En el sector A, la genteproducía para su propio uso. En elsector B producía para el comercio o elintercambio. El sector A era dedimensiones enormes; el sector B eramuy reducido. Por tanto, para la mayoríade las personas, producción y consumose fundían en una sola funciónsustentadora. Era tan completa estaunidad, que los griegos, los romanos ylos europeos medievales no distinguían

entre las dos. Carecían incluso de unapalabra para designar al consumidor. Atodo lo largo de la primera ola, sólo unamínima fracción de la poblacióndependía del mercado; la mayoría de lagente vivía en gran parte fuera de él. Enpalabras del historiador R. H. Tawney,«las transacciones pecuniariasconstituían una actividad marginal enun mundo de economía natural». Lasegunda ola modificó violentamente estasituación. En lugar de personas decomunidades esencialmenteautosuficientes, creó por primera vez enla Historia una situación en que lainmensa mayoría de todos los alimentos,bienes y servicios, estaban destinados a

la venta, el trueque o el cambio. Hizodesaparecer virtualmente por completolos bienes producidos para el propioconsumo —para uso del productor o desu familia— y creó una civilización enla que casi nadie, ni siquiera el granjero,era ya autosuficiente. Todo el mundopasó a ser casi totalmente dependientede los alimentos, bienes o serviciosproducidos por algún otro.

En resumen, el industrialismorompió la unión de producción yconsumo y separó al productor delconsumidor. La economía fundida de laprimera ola se transformó en laeconomía dividida de la segunda ola.

El significado del mercado

Las consecuencias de esta fisiónfueron trascendentales. Aun ahora se noshace difícil comprenderlas. En primerlugar, la plaza del mercado —antesfenómeno secundario y periférico—penetró en el vórtice mismo de la vida.La economía se «mercatizó». Y estosucedió tanto en las economíasindustriales capitalistas como en lassocialistas.

Los economistas occidentalestienden a considerar el mercado comoun hecho puramente capitalista y utilizana menudo el término como si fuese

sinónimo de «economía de beneficio».Sin embargo, según todo lo que sabemosde la Historia, el intercambio —y, porconsiguiente, la plaza de mercado—surgió antes que el beneficio eindependientemente de él. Pues elmercado, estrictamente hablando, no esmás que una red de intercambio, uncuadro de distribución, como sidijéramos, a través del cual bienes oservicios, como mensajes, sonencauzados a sus debidos destinos. Nose trata de algo intrínsecamentecapitalista. Un tal cuadro de distribuciónes tan esencial a una sociedad industrialsocialista como a un industrialismomotivado por la idea de beneficio[3].

A lo largo de estas páginas, eltérmino «mercado» se utiliza en susentido genérico, más que en el habitualy restrictivo. Pero, dejando aun lado lasemántica, subsiste la cuestiónfundamental: cuando se separanproductor y consumidor, es necesarioalgún mecanismo que medie entre ellos.Este mecanismo, cualquiera que sea suforma, es que yo llamo mercado.

En resumen, allá donde llegó lasegunda ola y la finalidad de laproducción se desplazó del uso alcambio, tenía que haber un mecanismo acuyo través pudiera efectuarse elintercambio. Tenía que haber unmercado. Pero el mercado no era

pasivo. El historiador económico KarlPolanyi nos ha mostrado cómo elmercado, que se hallaba subordinado alos objetivos sociales o religioso-culturales de las sociedades primitivas,pasó a fijar los objetivos de lassociedades industriales. La mayoría delas personas fueron absorbidas en elsistema del dinero. Los valorescomerciales se convirtieron encentrales, el desarrollo económico(medido por las dimensiones delmercado) se transformó en el objetivofundamental de los Gobiernos, fuesencapitalistas o socialistas.

El mercado era una instituciónexpansiva y reforzadora de sí misma.

Así como la antigua división del trabajohabía estimulado ante todo el comercio,ahora la existencia misma de unmercado o cuadro de distribuciónestimuló una mayor división del trabajoy condujo a un extraordinario aumentode productividad. Se había puesto enmovimiento un procesoautoamplificador.

Esta explosiva expansión delmercado contribuyó a la elevación delos niveles de vida más rápida que elmundo había experimentado jamás.

Sin embargo, en política, losGobiernos de la segunda ola seencontraron crecientemente desgarradospor una nueva clase de conflicto nacido

de la división entre producción yconsumo. El énfasis marxista sobre lalucha de clases ha oscurecidosistemáticamente el conflicto, másamplio y profundo, que surgió entre lasdemandas de productores (tantotrabajadores como gestores) de salariosy beneficios más altos y lacontrademanda de consumidores(incluyendo a esas mismas personas) deprecios más bajos. El vaivén de lapolítica económica se balanceaba sobreeste fulcro.

El desarrollo del movimiento deconsumidores en los Estados Unidos, losrecientes levantamientos en Poloniacontra las alzas de precios decretadas

por el Gobierno, el enardecido yconstante debate en Gran Bretaña sobrepolítica de precios e ingresos, lasmortales luchas ideológicas en la UniónSoviética sobre si debe darse prioridada la industria pesada o a los bienes deconsumo, constituyen aspectos delprofundo conflicto engendrado en todasociedad, capitalista o socialista, por ladivisión abierta entre producción yconsumo.

No sólo la política, también lacultura se vio afectada por esta división,pues produjo la civilización máscalculadora, comercializada, codiciosay metalizada de la Historia. No hacefalta ser marxista para estar de acuerdo

con la famosa acusación del Manifiestocomunista de que la nueva sociedad «nodejó más nexo entre hombre y hombreque el desnudo interés, que elinexorable "pago en metálico"».Relaciones personales, vínculosfamiliares, amor, amistad, lazos devecindad y de comunidad, todo quedóteñido o corrompido por el lucrocomercial.

Aunque acertó al identificar estadeshumanización de los lazosinterpersonales, Marx se equivocó, sinembargo, al atribuirla al capitalismo.Naturalmente, escribía en una época enque la única sociedad industrial que élpodía observar tenía forma capitalista.

Actualmente, después de más de mediosiglo de experiencia con sociedadesindustriales basadas en el socialismo deEstado, sabemos que la adquisividadagresiva, la corrupción comercial y lareducción de las relaciones humanas atérminos fríamente económicos no sonmonopolio del sistema de beneficio.

Pues la obsesiva preocupación porel dinero, los bienes y las cosas no es unreflejo del capitalismo o del socialismo,sino del industrialismo, es un reflejo delpapel central desempeñado por elmercado en todas las sociedades en lasque la producción se separa delconsumo, en las que todo el mundodepende del mercado, más que de sus

propias capacidades productivas, paralas necesidades de la vida.

En una sociedad así, cualquiera quesea su estructura política, no sólo secompra, vende y cambian productos,sino también trabajo, ideas, arte y almas.El agente de compras occidental que seembolsa una comisión ilegal no es tandiferente del editor soviético que recibecantidades de los autores a cambio deaprobar la publicación de sus obras, odel fontanero que exige una botella devodka para hacer aquello que se le pagapor hacer. El artista francés, británico oamericano que escribe o pintaexclusivamente por dinero, no es tandiferente del novelista, pintor o autor

teatral polaco, checo o soviético quevende su libertad creativa por gajeseconómicos tales como una dacha,bonos, acceso a un automóvil nuevo uotros bienes de otro modo inalcanzables.

Esta corrupción es inherente aldivorcio operado entre producción yconsumo. La necesidad misma de unmercado o cuadro de distribución parareunir a productor y consumidor, paratransportar bienes desde el productorhasta el consumidor, sitúa por fuerza alos que controlan el mercado en unaposición de poder excesivo, conindependencia de la retórica a querecurran para justificar ese poder.

Este divorcio entre producción y

consumo, que se convirtió encaracterística definidora de todas lassociedades industriales de la segundaola, afectó incluso a nuestras mentes y anuestras suposiciones sobre lapersonalidad. Se llegó a considerar elcomportamiento como una serie detransacciones. En lugar de una sociedadbasada en la amistad, el parentesco o lalealtad feudal o tribal, al paso de lasegunda ola surgió una civilizaciónbasada en lazos contractuales, reales osobrentendidos. Incluso maridos ymujeres hablan hoy de contratosmatrimoniales.

La brecha abierta entre estas dosfunciones —productor y consumidor—

creó al mismo tiempo una personalidaddual. La misma persona que (comoproductor) era aleccionada por lafamilia, la escuela y el jefe a renunciar ala gratificación, a ser disciplinada,controlada, morigerada, obediente, a serun jugador de equipo, erasimultáneamente aleccionada (comoconsumidor) a buscar la gratificacióninstantánea, a ser hedonista, más quecalculadora, a prescindir de ladisciplina, a perseguir su placerindividual… en resumen, a ser una clasetotalmente distinta de persona. EnOccidente, sobre todo, se dirigió sobreel consumidor toda la potencia de lapublicidad, urgiéndole a pedir prestado,

a comprar sin reflexión, a «vuele ahora,pague después», y, con ello, a realizarun servicio patriótico por mantener enfuncionamiento las ruedas de laeconomía.

La división sexual

Finalmente, la misma gigantescacuña que separó al productor delconsumidor en las sociedades de lasegunda ola, separó también el trabajoen dos clases. Esto ejerció un enormeimpacto sobre la vida familiar, sobre los

papeles sexuales y sobre nuestras vidasinteriores en cuanto individuos.

Uno de los estereotipos sexualesmás comunes de la sociedad industrialdefine a los hombres como «objetivos»en orientación, y a las mujeres, como«subjetivas». Si hay en esto un núcleode verdad, ello se debe probablementeno a alguna realidad biológicapermanente, sino a los efectospsicológicos de la cuña invisible.

En las sociedades de la primera ola,la mayor parte del trabajo se realizabaen los campos o en el hogar, con elesfuerzo conjunto de la familia a manerade unidad económica y estandodestinada la mayor parte de la

producción al consumo dentro delpoblado o de la hacienda. La vida detrabajo y la vida de hogar estabanfundidas y entremezcladas. Y como cadapoblado era en gran medidaautosuficiente, el éxito de loscampesinos en un lugar no dependía delo que ocurriese en otro. Incluso dentrode la unidad de producción, la mayoríade los trabajadores realizaba una granvariedad de tareas, intercambiando ymodificando sus papeles por exigenciasderivadas de la estación climatológica orelativas a enfermedad, o por elección.La división preindustrial del trabajo eramuy primitiva. Como consecuencia, eltrabajo en las sociedades agrícolas de la

primera ola se caracterizaba por bajosniveles de interdependencia.

La segunda ola, al extenderse porGran Bretaña, Francia, Alemania y otrospaíses, desplazó el trabajo desde elcampo y el hogar a la fábrica, eintrodujo un nivel mucho más elevadode interdependencia. El trabajo exigíaahora un esfuerzo colectivo, división deltrabajo, coordinación, integración demuchas habilidades diferentes. Su éxitodependía del comportamientocooperativo cuidadosamente planeadode miles de personas separadas entre sí,muchas de las cuales jamás se habíanvisto las unas a las otras. Si una granacería o una fábrica de vidrio no servía

los suministros necesarios a una fábricade automóviles, ello podría, endeterminadas circunstancias, producirrepercusiones a través de toda unaindustria o una economía regional.

La colisión de trabajos de baja y dealta interdependencia originó un graveconflicto en relación con funciones,responsabilidades y remuneraciones.Los primeros propietarios de fábricas,por ejemplo, se quejaban de que susobreros eran irresponsables, de que noles importaba la eficacia de la fábrica,de que se iban a pescar cuando más seles necesitaba, hacían payasadas o seemborrachaban. De hecho, la mayoría delos primeros obreros industriales eran

gentes de origen rural, acostumbradas auna muy débil interdependencia, y teníanpoco o ningún conocimiento de supropia función en el proceso deproducción general ni de los fallos,averías y disfunciones ocasionados porsu «irresponsabilidad». Además, comola mayoría de ellos ganaba salariosmisérrimos, carecían de incentivos parapreocuparse.

En el choque entre estos dossistemas de trabajo parecieron triunfarlas nuevas formas de trabajo. Se fuetransfiriendo un volumen cada vezmayor de producción a la fábrica y laoficina. El campo se vio despojado depoblación. Millones de obreros se

convirtieron en parte de redes deelevada interdependencia. El trabajo dela segunda ola oscureció a la vieja yatrasada forma asociada con la primeraola.

Pero esta victoria de lainterdependencia sobre autosuficiencianunca se consumó por completo. Huboun lugar en que la antigua forma detrabajo se mantuvo obstinadamente. Eselugar era el hogar.

Cada hogar subsistió como unaunidad descentralizada dedicada a lareproducción biológica, la educación delos hijos y la transmisión cultural. Si unafamilia no se reproducía o no preparababien a sus hijos para vivir en el sistema

de trabajo, sus fracasos no poníannecesariamente en peligro la realizaciónde esas tareas por la familia vecina. Enotras palabras el trabajo domésticoseguía siendo una actividad de bajainterdependencia.

El ama de casa continuaba, comosiempre, realizando una serie decruciales funciones económicas.«Producía.» Pero producía para elsector A —para su propia familia—, nopara el mercado.

Mientras el marido, por reglageneral, salía a realizar el trabajoeconómico directo, la esposa sequedaba de ordinario para realizar eltrabajo económico indirecto. El hombre

asumía la responsabilidad de la formahistóricamente más avanzada de trabajo;la mujer quedaba atrás para ocuparse dela forma más antigua y atrasada detrabajo. Él entraba, como si dijéramos,en el futuro; ella permanecía en elpasado.

Esta división produjo una escisiónen la personalidad y la vida interior. Lanaturaleza pública o colectiva de lafábrica y la oficina, la necesidad decoordinación o integración, trajeronconsigo un énfasis en el análisisobjetivo y las relaciones objetivas. Loshombres, preparados desde la niñezpara su papel en el taller, donde sedesenvolverían en un mundo de

interdependencias, eran incitados atornarse «objetivos». Las mujeres,preparadas desde el nacimiento para lastareas de reproducción, cuidado de loshijos y labores domésticas, realizadasen considerable medida en completoaislamiento social, eran aleccionadaspara ser «subjetivas»… y se lasconsideraba frecuentemente incapacesde la clase de pensamiento racional yanalítico que, supuestamente,acompañaba a la objetividad.

Nada sorprendentemente, lasmujeres que abandonaban el relativoaislamiento del hogar para dedicarse auna producción interdependiente eran amenudo acusadas de haberse

desfeminizado, de haberse vuelto frías,duras y… objetivas.

Además, las diferencias sexuales ylos estereotipos de función sexual sevieron agudizadas por la engañosaidentificación de los hombres con laproducción y de las mujeres con elconsumo, aunque también los hombresconsumían y las mujeres producían. Enresumen, si bien las mujeres se hallabanoprimidas mucho antes de que lasegunda ola comenzase a recorrer laTierra, se puede en gran medidaencontrar el origen de la moderna«batalla de los sexos» en el conflictosurgido entre dos estilos de trabajo, y,más lejos aún, en el divorcio entre

producción y consumo. La economíadividida profundizó también la divisiónsexual.

Por tanto, lo que hemos visto hastaahora, es que, una vez fue incrustada lacuña invisible que separó al productordel consumidor, se produjeron varios yprofundos cambios: Fue preciso formaro extender un mercado que conectase alos dos; surgieron nuevos conflictospolíticos y sociales; se definieronnuevos papeles sexuales. Pero ladivisión entrañaba mucho más que esto.Significaba también que las sociedadesde la segunda ola tendrían que operar deforma similar… que tendrían quecumplir ciertos requisitos básicos. Era

indiferente que el objeto de laproducción fuese o no el beneficio, quelos «medios de producción» fuesenpúblicos o privados, que el mercadofuese «libre» o «dirigido», que laretórica fuese capitalista o socialista.

Mientras la producción estuviesedestinada al intercambio, en lugar de aluso; mientras tuviese que circular através del cuadro de distribucióneconómico o mercado, era precisoseguir ciertos principios de la segundaola.

Una vez identificados esosprincipios, queda al descubierto ladinámica oculta de todas las sociedadesindustriales. Además, podemos prever

la forma típica de pensar de las gentesde la segunda ola. Pues esos principioscontribuyeron a crear las reglas básicas,el código de comportamiento, de lacivilización de la segunda ola.

IV INFRINGIENDO EL

CÓDIGO

Toda civilización tiene un códigooculto, un conjunto de reglas oprincipios que presiden todas susactividades y las impregnan de unrepetido diseño. Al extenderse elindustrialismo por el Planeta, se hizovisible su diseño oculto. Se componíade seis principios interrelacionados queprogramaban el comportamiento demillones de personas. Surgidosnaturalmente del divorcio entre

producción y consumo, estos principiosafectaron a todos los aspectos de lavida, desde el sexo y las diversiones,hasta el trabajo y la guerra.

Gran parte de los airados conflictosque actualmente tienen lugar en nuestrasescuelas, empresas y Gobiernos secentran en esta media docena deprincipios, al aplicarlos y defenderlosinstintivamente las personas de lasegunda ola y desafiarlos y atacarlos losde la tercera ola. Pero eso esadelantarse a la Historia.

Uniformización

El más conocido de estos principiosde la segunda ola es la uniformización.Todo el mundo sabe que las sociedadesindustriales crean millones de productosidénticos. Pero pocas personas hanreparado en que, una vez que el mercadoadquirió importancia, hicimos algo másque limitarnos a uniformizar botellas de«Coca-Cola», bombillas y mecanismosde transmisión para automóviles.Aplicamos el mismo principio a muchasotras cosas. Entre los primeros en captarla importancia de esta idea figuróTheodore Vail, quien, a principios de

siglo, fundó la American Telephone &Telegraph Company, dándole unasdimensiones gigantescas[4]. Trabajandocomo empleado postal de ferrocarriles afinales de la década de 1860, Vail habíaadvertido que dos cartas no siempre ninecesariamente iban a su destino por lamisma ruta. Las sacas de correo iban deun lado a otro, y con frecuencia tardabansemanas o meses en llegar a su destino.Vail introdujo la idea del itinerariouniformado — todas las cartas que ibanal mismo sitio seguirían el mismocamino — y ayudó a revolucionar elservicio de correos. Cuando, más tarde,fundó la AT&T, se propuso instalar unteléfono idéntico en cada hogar

americano.Vail uniformó no sólo el aparato

telefónico individual y todos suscomponentes, sino también losprocedimientos comerciales y laadministración. En un anunciopublicitario de 1908, justificó suabsorción de pequeñas compañíastelefónicas argumentando en favor de«una cámara de compensaciónuniformizadora» que proporcionaríaeconomía en la «construcción de equipo,líneas e instalaciones, así como en losmétodos de funcionamiento y servicioslegales», por no mencionar «un sistemauniforme de administración ycontabilidad». Lo que Vail comprendió

es que para triunfar en el entorno de lasegunda ola había que uniformizar el«material intelectual» —es decir,procedimientos y sistemasadministrativos—, juntamente con elmaterial físico.

Vail fue sólo uno de los grandesuniformizadores que moldearon lasociedad industrial. Otro fue FrederickWinslow Taylor, ingeniero convertido encruzado, quien creía que se podía dar uncarácter científico al trabajo haciendoque fuesen uniformes para todos losobreros cada uno de los pasos en que serealizaba el trabajo. En las primerasdécadas de este siglo, Taylor decidióque había una forma mejor de realizar

cada trabajo, una herramienta mejor conla que realizarlo y un tiempo estipuladoen que terminarlo.

Armado con esta filosofía, seconvirtió en el gurú organizativo delmundo. En su tiempo, y después, fuecomparado con Freud, Marx y Franklin.Pero no fueron los patronos capitalistas,ansiosos por extraer de sus obreroshasta la última onza de productividad,los únicos en admirar el taylorismo, consus expertos en productividad, susesquemas de trabajo y suscontroladores. Los comunistascompartieron su entusiasmo. De hecho,Lenin urgió a que se adaptaran losmétodos de Taylor para su uso en la

producción socialista. Industrializadorprimero y comunista después, tambiénLenin fue un ardiente partidario de launiformización.

En las sociedades de la segunda ola,se fueron uniformizando también losprocedimientos de contratación, ademásdel trabajo. Se utilizaron testsuniformizados para identificar ydescartar a los supuestamente ineptos,especialmente en el servicio civil. Lasescalas de salarios fueron uniformizadasa todo lo largo de industrias enteras,junto con los beneficios marginales,horas para el almuerzo, fiestas yprocedimientos para dilucidar quejas. Afin de preparar a los jóvenes para el

mercado de trabajo, los educadorescrearon cursos uniformizados. Hombrescomo Binet y Terman crearon tests deinteligencia uniformizados. Otro tanto sehizo con los sistemas de graduaciónescolar, procedimientos de admisión yreglas de acreditación. Surgió tambiénel test de múltiple elección.

Entretanto, los medios decomunicación difundían una imagineríauniformada, de tal modo que millones depersonas leían los mismos anuncios, lasmismas noticias, los mismos relatoscortos. La represión de los idiomasminoritarios llevada a cabo por losGobiernos centrales, junto con lainfluencia de los perfeccionados

sistemas de transporte, condujo a la casidesaparición de dialectos locales yregionales e incluso idiomas enteros,tales como el gales y el alsaciano. Unfrancés, inglés, americano«uniformizados», y aun ruso,sustituyeron a idiomas «nouniformizados». Partes importantes delpaís empezaron a parecer idénticas, alpaso que empezaban a surgir en todaspartes surtidores de gasolina, cartelerasy casas idénticas. El principio deuniformización penetraba en todos losaspectos de la vida cotidiana.

A un nivel más profundo aún, lacivilización industrial necesitaba pesosy medidas uniformizados. No es

casualidad que uno de los primerosactos de la Revolución francesa, queintrodujo la Era del industrialismo enFrancia, fuese un intento de sustituir lacomplicada tabla de unidades demedida, común en la Europa industrial,por el sistema métrico y un nuevocalendario. La segunda ola difundiómedidas uniformes por gran parte delmundo.

Además, si la producción en serierequería la uniformización de máquinas,productos y procesos, el mercado enexpansión exigía una correspondienteuniformización del dinero, e incluso delos precios. Históricamente, el dinerohabía sido emitido por Bancos y

personas particulares, así como porreyes. Todavía en el siglo XIX, se seguíautilizando dinero de emisión privada enalgunas partes de los Estados Unidos, yla práctica duró hasta 1935 en Canadá.Sin embargo, gradualmente las nacionesque se iban industrializando fueronsuprimiendo todas las monedas nogubernamentales y lograron imponer ensu lugar una moneda única y uniforme.

Además, hasta el siglo XIX seguíasiendo habitual que compradores yvendedores de los países industrialesregatearan por cada transacción altradicional estilo de un bazar de ElCairo. En 1825 llegó a Nueva York unjoven emigrante de Irlanda del Norte

llamado A. T. Stewart, que abrió unamercería y desconcertó a clientes ycompetidores por igual introduciendo unprecio fijo para cada objeto. Estapolítica de precio único —uniformización de precios— convirtió aStewart en uno de los magnatescomerciales de su tiempo y despejó unode los principales obstáculos que seoponían al desarrollo de la distribuciónen masa.

Con independencia de sus otrasdiscrepancias, los pensadoresavanzados de la segunda ola compartíanla convicción de que la uniformizaciónera eficaz. Por tanto, en muchos nivelesla segunda ola produjo una nivelación

de diferencias mediante una inexorableaplicación del principio deuniformización.

Especialización

Un segundo gran principio impregnóel funcionamiento de todas lassociedades de la segunda ola: laespecialización. Cuanta más diversidadeliminaba la segunda ola en materia deidioma, ocio y estilo de vida, másdiversidad se necesitaba en la esfera deltrabajo. Acelerando la división del

trabajo, la segunda ola sustituyó alcampesino más o menos habilidoso porel especialista concienzudo y el obreroque solamente realizaba una tarearepetida hasta el infinito a la manerapreconizada por Taylor.

Ya en 1720, un informe británicosobre The Advantages of the East IndiaTrade señalaba que la especializaciónpodía conseguir que las tareas seefectuasen con «menos pérdida detiempo y de trabajo». En 1776, AdamSmith iniciaba La riqueza de lasnaciones con la resonante afirmación deque «el mayor progreso en el poderproductivo del trabajo… parece[n]haber sido los efectos de la división del

trabajo».En un pasaje ya clásico, Smith

describió la fabricación de un alfiler. Untrabajador al viejo estilo, escribió,realizando por sí solo todas lasoperaciones necesarias, sólo podríaproducir un puñado de alfileres al día,no más de veinte y quizá ni siquiera uno.En contraste con ello, Smith describíauna «manufactoría» que había visitado,en la que las 18 operaciones distintasrequeridas para hacer un alfiler eranllevadas a cabo por diez obrerosespecializados, cada uno de los cualesefectuaba sólo unos cuantos pasos.Juntos, podían producir más de 48.000alfileres al día… más de 4.800 por

obrero.Para el siglo XIX, al ir

desplazándose cada vez más trabajo a lafábrica, la historia del alfiler fuerepitiéndose una y otra vez a escalamayor aún. Y los costos humanos de laespecialización aumentaron enconsonancia. Los críticos delindustrialismo formularon la acusaciónde que el trabajo repetitivo altamenteespecializado deshumanizabaprogresivamente al obrero.

Cuando Henry Ford empezó afabricar en 1908 los «modelos T» no senecesitaban 18 operaciones diferentespara terminar una unidad, sino 7.882. Ensu autobiografía, Ford indicó que de

estos 7.882 trabajos especializados, 949requerían «hombres fuertes, decomplexión robusta y condicionesfísicas casi perfectas», 3.338necesitaban hombres de fuerza físicasimplemente «ordinaria»; la mayoría delos demás podían ser realizados por«mujeres o niños mayores» y,continuaba fríamente, «descubrimos que670 podían ser realizados por hombressin piernas, 2.637 por hombres de unasola pierna, dos por hombres sinbrazos, 715 por hombres de un solobrazo y diez por ciegos». En resumen,el trabajo especializado requería, no unapersona completa, sino sólo una parte.Nunca se ha aducido una prueba más

vivida de que la superespecializaciónpuede resultar embrutecedora.

Pero una práctica que los críticosatribuían al capitalismo se convirtió encaracterística inherente también alsocialismo. Pues la extremaespecialización del trabajo que eracomún a todas las sociedades de lasegunda ola tenía sus raíces en eldivorcio entre producción y consumo.La URSS, Polonia, Alemania Oriental oHungría no tienen en la actualidad másposibilidades de dirigir una fábrica sinrecurrir a una refinada especializaciónque el Japón o los Estados Unidos, cuyoDepartamento de Trabajo publicó en1977 una lista de veinte mil ocupaciones

diferentes identificables.Además, en los Estados industriales,

tanto capitalistas como socialistas, laespecialización fue acompañada por unacreciente marea de profesionalización.Siempre que a un grupo de especialistasse les presentaba la oportunidad demonopolizar un conocimiento esotéricoy mantener a los advenedizos fuera de sucampo, surgían nuevas profesiones. Alavanzar la segunda ola, el mercado seinterpuso entre poseedor deconocimientos y cliente, separándolosde forma tajante en productor yconsumidor. Así, en las sociedades de lasegunda ola la salud llegó a serconsiderada como un producto

suministrado por un médico y unaburocracia sanitaria, más que comoresultado de unos inteligentes cuidadosdispensados a sí mismo por el paciente(producción para propio uso). Laeducación era supuestamente«producida» por el maestro en laescuela y «consumida» por el alumno.

Toda clase de grupos ocupacionales,desde bibliotecarios a viajantes decomercio, empezaron a reivindicar elderecho a llamarse a sí mismosprofesionales… y la facultad de fijarnormas, precios y condiciones paraingresar en sus especialidades. En laactualidad, según Michael Pertschuk,presidente de la U. S. Federal Trade

Commision, «nuestra cultura estádominada por profesionales que nosllaman "clientes" y nos hablan denuestras "necesidades"».

En las sociedades de la segunda ola,incluso la agitación política fueconcebida como profesión. Así, Leninafirmaba que las masas no podíanprovocar una revolución sin ayudaprofesional. Lo que se necesitaba —decía— era una «organización derevolucionarios», de la que sólo podríanformar parte «personas cuya profesiónes la de revolucionario».

Entre comunistas, capitalistas,ejecutivos, educadores, sacerdotes ypolíticos, la segunda ola produjo una

mentalidad común y una tendencia haciauna división del trabajo más refinadaaún. Como el príncipe Alberto en lagran Exposición del Palacio de Cristalde 1851, estaban convencidos de que laespecialización era «la potenciaimpulsora de la civilización». Losgrandes uniformizadores y los grandesespecializadores marchaban tomados dela mano.

Sincronización

El cisma cada vez más amplio

abierto entre producción y consumoimpuso también un cambio en la formaen que las gentes de la segunda ola seenfrentaban al tiempo. En un sistemadependiente del mercado, ya se trate deuna mercado dirigido o de un mercadolibre, el tiempo equivale a dinero. No sepuede permitir que máquinas costosaspermanezcan ociosas, y funcionen aritmos exclusivamente suyos. Estoprodujo el tercer principio de lacivilización industrial: lasincronización.

Incluso en las sociedades primitivas,el trabajo tenia que ser cuidadosamenteorganizado en el tiempo. Los guerrerostenían que actuar con frecuencia al

unísono para atrapar su presa. Lospescadores tenían que coordinar susesfuerzos para remar o halar sus redes.Hace muchos años, George Thomsonmostró cómo diversos cantos reflejabanlas exigencias del trabajo. Para losremeros, el tiempo se marcaba con unsimple sonido de dos sílabas, como ¡o-op! La segunda sílaba indicada elmomento de máximo esfuerzo, mientrasque la primera señalaba la preparación.Tirar de un bote —observó— era untrabajo más duro que remar, «así que losmomentos de esfuerzo se espacian aintervalos más largos», y vemos, comoen el grito irlandés utilizado al halar,¡ok-li-ho-htip!, una preparación mucho

más larga para el esfuerzo final.Hasta que la segunda ola introdujo la

maquinaría y silenció los cantos deltrabajador, la mayor parte de estasincronización del esfuerzo era orgánicao natural. Dimanaba del ritmo de lasestaciones y de procesos biológicos, dela rotación de la Tierra y de los latidosdel corazón. En cambio, las sociedadesde la segunda ola se movían al compásde la máquina.

Al extenderse la producción fabril,el elevado coste de la maquinaria y laestrecha interdependencia del trabajoexigían una sincronización mucho másrefinada. Si un grupo de trabajadores deuna sección se demoraba en la

terminación de una tarea, otros situadosmás adelante en la cadena de producciónse retrasarían también. Así, lapuntualidad, nunca más importante en lascomunidades agrícolas, se convirtió enuna necesidad social. Y empezaron aproliferar los relojes de pared y debolsillo. Para la década de 1790 eran yade utilización habitual en Gran Bretaña.Su difusión llegó —en palabras delhistoriador británico E. P. Thompson—«en el momento exacto en que larevolución industrial exigió una mayorsincronización del trabajo».

No fue una coincidencia el que enlas culturas industriales se les enseñaraa los niños ya desde temprana edad a

tener conciencia del tiempo. Secondicionaba a los alumnos a llegar a laescuela cuando sonaba la campana, a finde que, más tarde, pudiera confiarse enque llegaran a la fábrica o a la oficinacuando sonase la sirena. Los trabajosfueron cronometrados y divididos ensecuencias medidas en fracciones desegundo. «De nueve a cinco» formaba elmarco temporal para millones detrabajadores.

No era sólo la vida laboral la quequedó sincronizada. En todas lassociedades de la segunda ola, conindependencia de consideracionespolíticas o de beneficio, también la vidasocial quedó supeditada al reloj y

adaptada a exigencias de máquina.Ciertas horas quedaron reservadas parael ocio. Vacaciones, fiestas o descansosde duración uniforme se entreveraban enlos calendarios de trabajo.

Los niños empezaban y terminabanel año escolar en épocas uniformes. Loshospitales despertaban simultáneamentea todos sus pacientes para el desayuno.Los sistemas de transpone sebamboleaban bajo las horas punta. Lasemisoras de radio transmitían programasligeros a horas especiales. Todaactividad comercial tenía sus horas otemporadas culminantes, sincronizadascon las de sus proveedores ydistribuidores. Surgieron especialistas

en sincronización, desde programadoresy controladores de fábrica, hastapolicías de tráfico y cronometradores.

En contraste con todo ello, algunaspersonas mostraron resistencia al nuevosistema industrial de tiempo. Y tambiénaquí se manifestaron diferenciassexuales. Los que participaban en eltrabajo de la segunda ola —principalmente, hombres— fueronquienes más condicionados quedaronpor el reloj.

Los maridos de la segunda ola sequejaban continuamente de que susesposas les hacían esperar, de que noprestaban atención a la hora, de quetardaban una eternidad en vestirse, de

que siempre llegaban tarde a las citas.Las mujeres, dedicadasfundamentalmente a labores caseras nointerdependientes, trabajaban conformea ritmos no mecánicos. Por razonessimilares, las poblaciones urbanastendían a considerar lentos y pocoformales a los habitantes del campo.«¡Nunca llegan a la hora! ¡Nunca se sabesi acudirán a una cita!» El origen directode tales quejas radicaba en la diferenciaentre el trabajo de la segunda ola,basado en una acentuadainterdependencia, y el trabajo de laprimera ola, centrado en el campo y enel hogar.

Una vez que la segunda ola extendió

su predominio, incluso las más íntimasrutinas de la vida quedaroncomprendidas en el sistema de ritmoindustrial. En los Estados Unidos y laUnión Soviética, en Singapur y enSuecia, en Francia y en Dinamarca,Alemania y Japón, las familias selevantaban simultáneamente, Comían almismo tiempo, salían al trabajo,trabajaban, regresaban a casa, seacostaban, dormían e incluso hacían elamor más o menos al unísono, al pasoque la civilización entera, además de launiformización y la especialización,aplicaba el principio de sincronización.

Concentración

El auge del mercado dio origen aotra regla de la civilización de lasegunda ola: el principio deconcentración.

Las sociedades de la primera olavivían de fuentes muy dispersas deenergía. Las sociedades de la segundaola se hicieron casi por completodependientes de depósitos altamenteconcentrados de combustible fósil.

Pero la segunda ola no concentrósolamente la energía. Concentró tambiénla población, desplazando los habitantesde las zonas rurales y reinstalándolos en

centros urbanos gigantescos. Concentróincluso el trabajo. Mientras que en lassociedades de la primera ola el trabajose desarrollaba en todas partes —en elhogar, en la aldea, en los campos—, enlas sociedades de la segunda ola granparte del trabajo se realizaba en fábricasen las que se congregaban miles detrabajadores bajo un mismo techo.

Y no sólo se concentraron la energíay el trabajo. En un artículo inserto en lapublicación de ciencias socialesbritánica New Society, Stan Cohén haseñalado que, con pequeñasexcepciones, antes del industrialismo«los pobres permanecían en el hogar ocon algunos parientes; los delincuentes

eran multados, azotados o expulsadosde un poblado a otro; los locospermanecían con sus familias o eranmantenidos por la comunidad, si eranpobres». Todos estos grupos sehallaban, pues, dispersos a todo lo largode la comunidad.

El industrialismo revolucionó lasituación. De hecho, se ha denominado alos comienzos del siglo XIX la «épocade los grandes encarcelamientos…», losdelincuentes eran concentrados encárceles, los enfermos mentales eranconcentrados en manicomios y los niñoslo eran en escuelas del mismo modo quelos obreros eran concentrados enfábricas.

La concentración se dio también enlas aportaciones de capital, con lo cualla civilización de la segunda ola dionacimiento a la corporación gigante y,por encima de ella, al trust o monopolio.Para mediados de la década de los 60,las tres grandes compañíasautomovilísticas de los Estados Unidosproducían el 94% de todos losautomóviles americanos. En Alemania,cuatro compañías —Volkswagen,Daimler-Benz, Opel (GM) y Ford-Werke— fabricaban, entre ellas solas, el91% de la producción. En Francia,Renault, Citroen, Simca y Peugeotfabricaban virtualmente el ciento porciento. En Italia, Fiat producía por sí

sola el 90% de todos los coches.De forma similar, en los Estados

Unidos el 80% o más del aluminio, lacerveza, los cigarrillos y los alimentospara el desayuno eran producidos porcuatro o cinco Compañías en cadaterreno. En Alemania, el 92% de todoslos tintes y pinturas, el 98% de loscarretes fotográficos, el 91% de lasmáquinas de coser industriales, eranproducidas por cuatro o menosCompañías en cada una de lasrespectivas categorías. Es larguísima lalista de industrias altamenteconcentradas.

Los administradores socialistasestaban convencidos también de que la

concentración de la producción era«eficiente». De hecho, muchosideólogos marxistas de los paísescapitalistas acogieron con satisfacciónla creciente concentración de laindustria en los países capitalistas comopaso necesario en el camino queconduciría a la definitiva concentracióntotal de la industria bajo los auspiciosdel Estado. Lenin hablaba de la«conversión de todos ciudadanos enobreros y empleados de un solo yenorme «sindicato», el Estado entero».Medio siglo más tarde, el economistasoviético N. Lelyujina podía informar,en Voprosy Ekonomiki, que «la URSSposee la industria más concentrada del

mundo».Ya fuera en energía, población,

trabajo, educación u organizacióneconómica, el principio concentrador dela civilización de la segunda ola teníaunas raíces profundas, más profundasque cualesquiera diferencias ideológicasexistentes entre Moscú y Occidente.

Maximización

La escisión provocada entreproducción y consumo creó también entodas las sociedades de la segunda ola

un caso de «macrofilia» obsesiva, unaespecie de apasionamiento tejano porlas grandes dimensiones y el desarrollo.Si era cierto que series mayores deproducción en la fábrica determinaríancostes unitarios más bajos, entonces, poranalogía, los aumentos de escalaproducirían también economías en otrasactividades. «Grande» se convirtió ensinónimo de «eficiente», y lamaximización se transformó en el quintoprincipio fundamental.

Ciudades y naciones se jactaban deposeer el rascacielos más alto, elembalse más grande o el campo de golfen miniatura mayor del mundo. Como,además, la grandeza era consecuencia

del desarrollo, la mayoría de losGobiernos, corporaciones y otrasorganizaciones industriales, perseguíanfrenéticamente el ideal del desarrollo yel crecimiento.

Obreros y gerentes japoneses de laMatsushita Electric Company cantabanjuntos cada día:

…esforzándonos al máximopor aumentar la producción,

enviando nuestros artículosa los pueblos del mundo,

interminable ycontinuamente,

como el agua que brota deun manantial.

¡Crece, industria! ¡Crece,crece, crece!

¡Armonía y sinceridad!¡Matsushita Electric!

En 1960, cuando los Estados Unidosconcluían la etapa de industrialismotradicional y empezaban a sentir losprimeros efectos de la tercera ola decambio, sus cincuenta corporacionesindustriales más grandes habían crecidohasta el punto de dar empleo a unpromedio de 80.000 obreros cada una.La General Motors empleaba por sí solaa 595.000 personas, y una empresapública, la AT&T de Vail, daba trabajoa 736.000 hombres y mujeres. Esto

significaba, al promedio de 3,3 personaspor familia de aquel año, que bastantemás de dos millones de seres dependíande los salarios que pagaba esta solaCompañía, cifra igual a la mitad de lapoblación de todo el país cuandoHamilton y Washington estabanconfigurándolo como una nación. (Desdeentonces, la AT&T ha adquiridoproporciones aún más gigantescas. Para1970, daba ya trabajo a 956.000personas, habiendo añadido 136.000empleados a su fuerza de trabajo en unperíodo de sólo doce meses.)

AT&T era un caso especial, y, desdeluego, los americanos eranpeculiarmente adictos a lo grande. Pero

la macrofilia no era monopolio de losamericanos. En Francia, 1.400 firmas —un mero 0,0025% de todas lasCompañías— empleaban al 38% detoda la fuerza del trabajo. LosGobiernos de Alemania, Gran Bretaña yotros países estimulaban activamente lasfusiones para crear Compañías aúnmayores, en la creencia de que unamayor escala les ayudaría a competircon los gigantes americanos.

Y tampoco esta maximización deescala era un simple reflejo de lamaximización del beneficio. Marx habíaasociado la «creciente escala de losestablecimientos industriales» con el«más amplio desarrollo de sus poderes

materiales». A su vez, Lenin afirmó que«las grandes empresas, trusts yasociaciones empresariales habíanllevado a su más alto grado dedesarrollo la técnica de la producciónen serie». Su primera orden después dela Revolución soviética fue consolidarla vida económica rusa en el menornúmero posible de las más grandesunidades posibles. Stalin insistió másaún en este sentido y construyó nuevos ygrandes proyectos: el complejosiderúrgico de Magnitogorsk, otro enZaporozhstal, la fundición de cobre deBaljash, las fábricas de tractores deJarkof y Stalingrado. Preguntaba cuangrande era una instalación

norteamericana, y luego ordenaba laconstrucción de una mayor.

En The Cult of Bigness in SovietEconomic Planning, el doctor León M.Hermán escribe: «En diversas partes dela URSS, los políticos locales seenzarzaron en una carrera por atraerlos «más grandes proyectos delmundo».» En 1938, el partido comunistaprevenía contra la «gigantomanía», perocon poco efecto. Incluso en la actualidadlos dirigentes comunistas soviéticos ydel Este de Europa son víctimas de loque Hermán llama «la devoción algigantismo».

Esta fe en la pura escala derivaba delas suposiciones de la segunda ola sobre

la naturaleza de la «eficiencia». Pero lamacrofilia del industrialismo iba másallá de las simples fábricas. Se reflejabaen la agregación de muchas clasesdistintas de datos en el instrumentoestadístico conocido como productonacional bruto (PNB), que medía la«escala» de una economía totalizando elvalor de los bienes y serviciosproducidos en ella. Este instrumento delos economistas de la segunda ola teníamuchos fallos. Desde el punto de vistadel PNB, era indiferente que laproducción se refiriese a alimentos,educación y servicios sanitarios omuniciones. La contratación de unacuadrilla de obreros para construir una

casa aumentaba el PNB tanto como si sela contrataba para demolerla, aunque enel primer caso se incrementaba elnúmero de viviendas, y en el segundo, sedisminuía. Y también, al medir sóloactividad de mercado o intercambios, elPNB relegaba a la insignificancia a todoun sector de la economía basado enproducción no remunerada, la educaciónde los hijos y las faenas domésticas, porejemplo.

Pese a tales defectos, los Gobiernosde la segunda ola se lanzaron en todo elmundo a una ciega carrera por aumentara toda costa el PNB, maximizando el«crecimiento» aun a riesgo de undesastre ecológico y social. El principio

macrofílico estaba tan profundamentearraigado en la mentalidad industrial,que nada parecía más razonable. Lamaximización si situó junto a launiformización, la especialización y lasotras normas industriales fundamentales.

Centralización

Finalmente, todas las nacionesindustriales convirtieron lacentralización en un bello arte. Si bienla Iglesia y muchos gobernantes de laprimera ola sabían perfectamente cómo

centralizar el poder, actuaban consociedades mucho menos complejas yeran toscos aficionados en comparacióncon los hombres y mujeres quecentralizaban las sociedades industrialesa partir de su misma base.

Todas las sociedades complicadasrequieren una mezcla de operacionescentralizadas y descentralizadas. Pero elcambio de una economía de primera olabásicamente descentralizada —en la quecada localidad era, en gran medida,responsable de la producción adecuadapara satisfacer sus propias necesidades— a las economías nacionalesintegradas de la segunda ola, condujo amétodos completamente nuevos para

centralizar el poder. Éstos entraron enfuncionamiento al nivel de compañíasindividuales, industrias y de laeconomía como un todo.

Los primeros ferrocarrilesconstituyen una ilustración clásica.Comparados con otros negocios, eranlos gigantes de su tiempo. En losEstados Unidos, sólo 41 fábricas teníanen 1850 una capitalización de 250.000dólares o más. Por el contrario, el NewYork Central Railroad se jactaba, ya en1860, de una capitalización de treintamillones de dólares. Para dirigir tangigantesca empresa te necesitabannuevos métodos de administración.

Por tanto, los primitivos directores

de ferrocarriles, como los directores delprograma espacial en nuestros tiempos,tuvieron que inventar nuevas técnicas.Uniformizaron tecnologías, pasajes yhorarios. Sincronizaron operaciones a lolargo de miles de kilómetros. Crearonnuevas ocupaciones y departamentosespecializados. Concentraron capital,energía y personas. Lucharon pormaximizar la escala de sus redes. Y paralograr todo esto crearon nuevas formasde organización, basadas en lacentralización de la información y elmando.

Los empleados fueron divididos en«explotación» y «administración». Seiniciaron informes diarios para

proporcionar datos sobre movimientosde trenes, cargamentos, daños,mercancías perdidas, reparaciones,kilómetros por máquina, etc. Toda estainformación ascendía por una cadenacentralizada de mando hasta llegar alsuperintendente general, que tomaba lasdecisiones y transmitía las órdenes.

Los ferrocarriles, como ha puesto demanifiesto el historiador comercialAlfred D. Chandler, no tardaron enconvertirse en modelo para otrasgrandes organizaciones, y en todas lasnaciones de la segunda ola se llegó aconsiderar la dirección centralizadacomo un avanzado y refinadoinstrumento.

También en política estimuló lasegunda ola la centralización. Ya afinales de la década de 1780, esto quedóilustrado en los Estados Unidos por labatalla para sustituir las no centralistascláusulas de la Confederación por unaconstitución más centralista. En general,los intereses rurales de la primera ola seresistieron a la concentración de poderen el Gobierno nacional, mientras quelos intereses comerciales de la segundaola, encabezados por Hamilton, argüían,en The Federalist y otros lugares, queun fuerte Gobierno central era esencialno sólo por razones militares y depolítica exterior, sino también parafavorecer el crecimiento económico.

La Constitución resultante de 1787fue un ingenioso compromiso entreambas posturas. Como las fuerzas de laprimera ola eran todavía poderosas, laConstitución reservó importantesfacultades a los Estados, en vez delimitarlas al Gobierno central. Paraimpedir ostensiblemente un fuerte podercentral, estableció también una singularseparación de los poderes legislativo,ejecutivo y judicial. Pero laConstitución contenía también unlenguaje elástico, que acabaría porpermitir al Gobierno federal ampliardrásticamente su radio de acción.

A medida que la industrializaciónempujaba al sistema político hacia una

mayor centralización, el Gobierno deWashington fue asumiendo un crecientenúmero de poderes y responsabilidadesy monopolizando cada vez más loscentros de decisión. Mientras tanto,dentro del Gobierno federal, el poder sedesplazó desde el Congreso y lostribunales hasta la más centralista de lastres ramas: el Ejecutivo. Para la épocade Nixon, el historiador ArthurSchlesinger (en otro tiempo ardientecentralizador) atacaba ya la«presidencia imperial».

Las presiones hacia la centralizaciónpolítica eran más fuertes aún fuera delos Estados Unidos. Una rápida ojeada aSuecia, Japón, Gran Bretaña o Francia,

basta para hacer que el sistema de losEstados Unidos parezca, encomparación, descentralizado. Jean-Francois Revel, autor de Ni Marx niJesús, así lo muestra al describir cómoreaccionan los Gobiernos ante laprotesta política: «Cuando en Franciase prohibe una manifestación, nuncaexiste la menor duda sobre el origen dela prohibición. Si se trata de unamanifestación política importante, es elGobierno (central) —dice—. Sinembargo, en los Estados Unidos,cuando es prohibida unamanifestación, la primera pregunta quetodo el mundo se hace es: «¿Porquién?». Revel señala que, de

ordinario, es alguna autoridad local queopera autónomamente.

Los extremos de la centralizaciónpolítica se dieron, naturalmente, en lasnaciones industriales marxistas. En 1850Marx pedía una «decisiva centralizacióndel poder en manos del Estado». Engels,como antes Hamilton, atacó lasconfederaciones descentralizadas como«un enorme paso hacia atrás». Mástarde, los soviets, ansiosos por acelerarla industrialización, se dedicaron aconstruir la estructura política yeconómica más altamente centralizadade todas, sometiendo incluso las másnimias decisiones relativas a laproducción, al control de los

planificadores centrales.La gradual centralización de una

economía antes descentralizada se vioayudada, además, por un crucial inventocuyo mismo nombre revela su finalidad:el Banco Central.

En 1694, en los albores mismos dela Era industrial, mientras Newcomenfrangollaba todavía con la máquina devapor, William Paterson organizó elBanco de Inglaterra, que se convirtió enun modelo para instituciones centralistassimilares en todos los países de lasegunda ola. Ningún país podíacompletar su fase de la segunda ola sinconstruir su propio equivalente de estamáquina destinada al control central del

dinero y el crédito.El Banco de Paterson vendía bonos

del Gobierno; emitía moneda con elrespaldo del Gobierno; más tardeempezó a regular las actividades depréstamos de otros Bancos. Finalmente,asumió la función fundamental de todoslos Bancos centrales en la actualidad: elcontrol central de las existencias dedinero. En 1800 se formó el Banco deFrancia con finalidades similares. A éstesiguió la creación del Reichsbank en1875.

En los Estados Unidos, el choqueentre las fuerzas de la primera y lasegunda ola condujo, poco después deadoptada la Constitución, a una

importante batalla en torno a la Bancacentral. Hamilton, el más brillantedefensor de las políticas de la segundaola, propugnaba la creación de un Banconacional según el modelo inglés. Seoponían el Sur y el fronterizo Oeste,todavía apegados a la agricultura. Sinembargo, con el apoyo del Nordeste, envías de industrialización, logró imponerla legislación que creó el Banco de losEstados Unidos, precursor del actualSistema Federal de Reserva.

Utilizados por los Gobiernos pararegular el ritmo y el nivel de laactividad del mercado, los Bancoscentrales introdujeron en las economíascapitalistas —por la puerta trasera, por

así decirlo— cierto grado deplanificación extraoficial a corto plazo.El dinero fluía por todas las arterias enlas sociedades de la segunda ola, tantocapitalistas como socialistas. Ambasnecesitaban —y, por tanto, crearon—una centralizada estación bombeadorade dinero. Banca central y Gobiernocentralizado marchaban de la mano. Lacentralización fue otro principiodominante de la civilización de lasegunda ola.

Por tanto, lo que vemos es unconjunto de seis principios o líneasdirectrices, un «programa» que, enmayor o menor medida, operó en todoslos países de la segunda ola. Esta media

docena de principios —uniformización,especialización, sincronización,concentración, maximización ycentralización— se aplicaron por igualen los sectores capitalista y socialista dela sociedad industrial porquedimanaban, ineludiblemente, de labrecha abierta entre productor yconsumidor y de la cada vez más extensafunción del mercado.

A su vez, estos principios,reforzándose mutuamente, acabaron porconducir al auge de la burocracia.Produjeron algunas de las más grandes,rígidas y poderosas organizacionesburocráticas que el mundo ha conocidojamás, dejando al individuo extraviado

en un universo kafkiano demegaorganizaciones. Si hoy nossentimos oprimidos y abrumados porellas, podemos hallar el origen denuestros problemas en el oculto códigoque programó la civilización de lasegunda ola.

Los seis principios que formaron esecódigo prestaron un sello distintivo a lacivilización de la segunda ola.Actualmente —como no tardaremos enver—, todos y cada uno de esosprincipios fundamentales están siendoatacados por las fuerzas de la terceraola.

Porque, en efecto, son las élites dela segunda ola las que están aplicando

todavía estas reglas… en los negocios,en la Banca, en las relaciones laborales,en el Gobierno, en la educación, en losmedios de comunicación. Pues elnacimiento de una nueva civilizaciónconstituye un desafío a todos losintereses de la antigua.

En los levantamientos que seavecinan, las élites de todas lassociedades industriales —tanacostumbradas a fijar las reglas—seguirán probablemente el camino de losseñores feudales del pasado. Unas severán desbordadas. Otras serándestronadas. Otras quedarán reducidas ala impotencia o a un penoso esfuerzo porconservar las apariencias. Algunas —

las más inteligentes y capaces deadaptación— acabarán portransformarse y emergerán comodirigentes de la civilización de latercera ola.

Para comprender quién gobernarámañana las cosas, cuando domine porentero la tercera ola, debemos primeroconocer exactamente quién gobierna lascosas hoy.

V LOS TÉCNICOS

DEL PODER

El interrogante «¿Quién gobierna lascosas?» es una pregunta típica de lasegunda ola. Pues hasta la revoluciónindustrial no hubo apenas razones paraformularla. Ya gobernaran reyes ochamanes, señores de la guerra, diosesdel sol o santos, las gentes rara vezsentían la menor duda respecto a quiénejercía poder sobre ellas. El harapientoaldeano, al levantar la vista de loscampos, veía el palacio o el monasterio

destacarse, esplendorosos, en elhorizonte. No necesitaba ningúncientífico político ni editorialista deperiódico para resolver el enigma delpoder. Todo el mundo sabía quién teníael control.

Pero allá donde llegó la segunda olaemergió una nueva clase de poder,difuso y sin rostro. Los que ostentaban elpoder se convirtieron en los anónimos«ellos». ¿Quiénes eran «ellos»?

Los integradores

Como hemos visto, el industrialismodisgregó la sociedad en miles de partesentrelazadas, fábricas, iglesias,escuelas, sindicatos, cárceles,hospitales, etc. Rompió la línea demando entre iglesia, Estado e individuo.Rompió el conocimiento en disciplinasespecializadas. Fragmentó los trabajos.Rompió las familias en unidades máspequeñas. Al hacerlo, fraccionó en milpedazos la vida y la cultura de lacomunidad.

Alguien tenía que reunir de nuevolas cosas en una forma diferente.

Esta necesidad dio origen a muchasnuevas clases de especialistas, cuyatarea fundamental era la integración.

Llamándose a sí mismos ejecutivos oadministradores, coordinadores,presidentes, vicepresidentes, burócrataso directores, brotaron en todos losnegocios, en todos los Gobiernos y entodos los niveles de la sociedad. Y serevelaron indispensables. Eran losintegradores.

Definían funciones y asignabantrabajos. Decidían quién obtenía quérecompensas. Trazaban planes, fijabancriterios y daban o retirabancredenciales. Enlazaban la producción,la distribución, el transporte y lascomunicaciones. Fijaban las reglasconforme a las cuales interactuaban lasorganizaciones. En resumen, hacían

encajar las piezas de la sociedad. Sinellos, nunca habría podido funcionar elsistema de la segunda ola.

En el siglo XIX, Marx pensaba quequien poseyera las herramientas y latecnología —los «medios deproducción» — controlaría la sociedad.Argumentaba que, como el trabajo erainterdependiente, los obreros podíaninterrumpir la producción y arrebatar lasherramientas a sus patronos. Una vezque poseyeran las herramientas,gobernarían la sociedad.

Pero la Historia le jugó una malapasada. Pues esa mismainterdependencia otorgaba mayorinfluencia aún a un nuevo grupo: los que

orquestaban o integraban el sistema. Alfinal, no fueron ni los propietarios ni losobreros quienes llegaron al poder. Tantoen las naciones capitalistas como en lassocialistas, fueron los integradoresquienes se elevaron a la cumbre.

No era la propiedad de los «mediosde producción» lo que otorgaba poder.Era el control de los «medios deintegración». Veamos qué ha significadoesto.

En las actividades comerciales, los:primeros integradores fueron lospropietarios de fábricas, losempresarios comerciales, los dueños detalleres y los manipuladores del hierro.El propietario y unos cuantos ayudantes

eran generalmente capaces de coordinarel trabajo de gran número de peones nocualificados y de integrar la empresa enla economía colectiva.

Como en aquel período eran unamisma cosa propietario e integrador, noes sorprendente que Marx confundieselas dos e hiciera tan profundo hincapiéen la propiedad. Pero al hacerse máscompleja la producción y másespecializada la división del trabajo, lasactividades comerciales presenciaronuna increíble proliferación de ejecutivosy expertos, que se interponían entre elpatrono y sus obreros. Florecieron lasactividades burocráticas. Pronto, en lasempresas más grandes, ninguna persona,

incluidos el propietario o el accionistamayoritario, podían ni siquiera empezara comprender todo el funcionamiento.Las decisiones del propietario eranmoldeadas, y en último términocontroladas, por los especialistasintroducidos para coordinar el sistema.Surgió así una nueva élite de ejecutivos,cuyo poder descansaba no ya en lapropiedad, sino en el control delproceso integrador.

Al ir aumentando el poder deldirector, el accionista fue haciéndosemenos importante. Al ir creciendo lasdimensiones de las empresas, lospropietarios familiares fueronvendiendo a grupos cada vez más

grandes de accionistas dispersos, pocosde los cuales sabían nada sobre elverdadero funcionamiento del negocio.De forma progresivamente más intensa,los accionistas tuvieron que confiar endirectores contratados no sólo paraencargarse de los asuntos diarios de lacompañía, sino, incluso, para fijar susobjetivos y estrategias a largo plazo.

Los Consejos de Administración,que teóricamente representaban a lospropietarios, fueron quedando cada vezmás alejados y mal informados de lasoperaciones que supuestamente dirigían.Y, a medida que aumentaba la inversiónprivada hecha no por individuos, sinoindirectamente a través de instituciones

como fondos de pensiones, fondosmutuos y los departamentos de depósitosde los Bancos, los verdaderos«propietarios» de la industria fueronquedando cada vez más apartados delcontrol.

Quien más claramente expresó elnuevo poder de los integradores fue,quizá, W. Michael Blumenthal, exsecretario del Tesoro de los EstadosUnidos. Antes de entrar en el Gobierno,Blumenthal presidía la BendixCorporation. Preguntado una vez si legustaría poseer algún día la Bendix,Blumenthal respondió: «No es lapropiedad lo que importa, sino elcontrol. Y, como ejecutivo jefe, eso es lo

que tengo. La semana que viene secelebra junta de accionistas, y yo tengoel 97 por ciento del voto. Sólo poseoocho mil acciones. El control es loimportante para mí… Tener el controlsobre este enorme animal y usarlo demanera constructiva, eso es lo quequiero, más que hacer las cosasestúpidas que los otros quieren quehaga.»

Así, las políticas comerciales fueronsiendo fijadas de manera creciente porlos directores contratados de la empresao por administradores económicos quecolocaban dinero de otras personas,pero en ningún caso por los auténticospropietarios, y mucho menos por los

obreros. Los integradores asumieron elcontrol.

Todo esto tenía un cierto paralelismoen las naciones socialistas. Ya en 1921,Lenin consideró necesario denunciar supropia burocracia soviética. Trotski,exiliado en 1930, formuló la acusaciónde que existían ya cinco o seis millonesde directores en una clase que «nointerviene directamente en el trabajoproductivo, sino que administra,ordena, manda, perdona y castiga». Losmedios de producción podían perteneceral Estado, acusaba, «pero el Estado…«pertenece» a la burocracia». En losaños 50, Milovan Djilas atacó en Lanueva, clase el creciente poder de las

élites directivas en Yugoslavia. Tito, queencarceló a Djilas, se quejaba tambiénde «la tecnocracia, la burocracia, elenemigo de clase». Y el temor al poderde los directores fue el tema central dela China de Mao[5].

Por consiguiente, tanto bajo elsocialismo como bajo el capitalismo,los integradores asumieron el poderefectivo. Pues sin ellos, las partes delsistema no podrían trabajar juntas. La«máquina» no funcionaría.

El motor integracional

Integrar un solo negocio, o inclusouna industria entera, era simplemente,una pequeña parte de lo que había quehacer. Como hemos visto, la modernasociedad industrial desarrolló grannúmero de organizaciones, desdesindicatos y asociaciones empresariales,hasta iglesias, escuelas, clínicas ygrupos recreativos, todos los cualesdebían funcionar dentro de un marco dereglas previsibles. Se necesitaban leyes.Por encima de todo, la infosfera, lasociosfera y la tecnosfera debíanalinearse una junto a otra.

De esta necesidad de integración dela civilización de la segunda ola surgióel mayor coordinador de todos, el motor

integracional del sistema: un Gobiernogrande. Es la necesidad de integracióndel sistema lo que explica el incesanteauge del Gobierno grande en todasociedad de la segunda ola.

Una y otra vez surgieron demagogosque exigían un Gobierno más pequeño.Pero, una vez en el poder, los mismosdirigentes ampliaban más que reducíanlas dimensiones del Gobierno. Estacontradicción entre retórica y vida realse hace comprensible cuandoadvertimos que la finalidad trascendentede todos los Gobiernos de la segundaola ha sido construir y mantener lacivilización industrial. Ante estecompromiso, todas las demás

diferencias se difuminaban. Partidos ypolíticos podrían discutir sobre otrascuestiones, pero en esto existía entreellos un acuerdo tácito. Y el Gobiernogrande formaba parte de su noexpresado programa, con independenciade la melodía que entonasen, porque lassociedades industriales dependen delGobierno para realizar esenciales tareasintegracionales.

En palabras del columnista políticoClayton Fritchey, el Gobierno federal delos Estados Unidos nunca ha dejado decrecer incluso bajo tres recientesadministraciones republicanas, «por lasencilla razón de que ni siquieraHoudini podría desmantelarlo sin

graves y perniciosas consecuencias».Los partidarios del mercado libre

han alegado que los Gobiernos seinmiscuyen en los negocios. Pero,abandonada por entero a la empresaprivada, la industrialización se habríarealizado mucho más lentamente, si esque hubiera podido llegar a realizarsesiquiera. Los Gobiernos aceleraron eldesarrollo del ferrocarril. Construyeronpuertos, canales y carreteras. Pusieronen funcionamiento servicios postales yconstruyeron o regularon sistemastelegráficos, telefónicos y radiofónicos.Redactaron códigos comerciales yuniformizaron mercados. Aplicaronpresiones de política exterior y

aranceles para ayudar a la industria.Apartaron del campo a los labradores ylos introdujeron en la fuerza de trabajoindustrial. Subvencionaron la energía yla tecnología avanzada, con frecuencia,a través de canales militares. A milniveles distintos, los Gobiernosasumieron las tareas integradoras queotros no podían o no querían realizar.

Pues el Gobierno fue el granacelerador. Gracias a su podercoercitivo y a los ingresos obtenidos delos impuestos, podía hacer cosas que laempresa privada no podía permitirse ellujo de abordar. Los Gobiernos podíanimpulsar el proceso de industrializaciónadelantándose a cubrir los huecos que

iban surgiendo… antes de que les fueraposible o rentable a las empresasprivadas hacerlo. Los Gobiernos podíanrealizar una «integración anticipativa».

Al establecer sistemas de educacióngeneral, los Gobiernos no sólocontribuían a condicionar a los jóvenespara sus futuros papeles en la fuerza detrabajo industrial (subvencionando, enrealidad, con ello la industria), sino que,simultáneamente, favorecían la difusiónde la forma nuclear de la familia.Relevando a la familia de funcioneseducativas y otras que tradicionalmentedesempeñaba, los Gobiernos aceleraronla adaptación de la estructura familiar alas necesidades del sistema fabril. Por

tanto, a muchos niveles distintos, losGobiernos orquestaron la complejidadde la civilización de la segunda ola.

Nada sorprendentemente, a medidaque aumentó la importancia de laintegración, cambiaron la naturaleza y elestilo del Gobierno. Presidentes yprimeros ministros, por ejemplo,llegaron a considerarse a sí mismosfundamentalmente como gestores, másque como líderes creativos sociales ypolíticos. En lo referente a personalidady talante, pasaron a ser casiintercambiables con los hombres quedirigían las grandes compañías yempresas de producción. Al tiempo que,de labios para afuera, rendían la

obligada pleitesía a la democracia y a lajusticia social, los Nixon, Cárter,Thatcher, Breznev, Giscard y Ohira delmundo industrial subían al poderprometiendo poco más que una gestióneficiente.

Por consiguiente, a todo lo largo dela escena, tanto en las sociedadesindustriales capitalistas como en lassocialistas, emergió la misma pauta,grandes compañías u organizaciones deproducción y una enorme maquinariagubernamental. Y en lugar de obrerosapoderándose de los medios deproducción, como predijo Marx, o decapitalistas reteniendo el poder, comohabrían preferido los discípulos de

Adam Smith, surgió una fuerzatotalmente nueva que desafiaba a losdos. Los técnicos del poder seapoderaron de los «medios deintegración» y, con ellos, de las riendasdel control social, cultural, político yeconómico. Las Sociedades de lasegunda ola estaban gobernadas por losintegradores.

Las pirámides de poder

Estos técnicos del poder se hallaban,a su vez, organizados en jerarquías de

élites y subélites. Cada industria y cadadependencia gubernamental no tardaronen dar nacimiento a su propia estructurainstitucional, su propio poderoso«ellos».

Deportes… religión… educación…cada una tenía su propia pirámide depoder. Surgieron una estructura deciencia, una estructura de defensa, unaestructura cultural. En la civilización dela segunda ola, el poder fue parceladoentre decenas, centenares, e inclusomillares de estas élites especializadas.A su vez, estas élites especializadaseran integradas por élites generalistas,la pertenencia a las cuales pasaba porencima de toda especialización. Por

ejemplo, en la Unión Soviética y laEuropa Oriental, el partido comunistatenía miembros en todas las actividades,desde la aviación hasta la música y lafabricación de acero. Los miembros delpartido comunista actuaban comoenlaces, llevando mensajes de unasubélite a otra. Como tenía acceso atoda la información, poseía un poderenorme para regular a las subélitesespecialistas. En los países capitalistas,destacados abogados y hombres denegocios que intervenían en elfuncionamiento de comités o consejoscívicos, realizaban funciones similaresde manera menos formal. Por tanto, entodas las naciones de la segunda ola

vemos grupos especializados deintegradores, burócratas o ejecutivos,integrados, a su vez, por integradoresgeneralistas.

Las superélites

Finalmente, en un nivel superior aún,la integración vino impuesta por las«superélites» encargadas de asignar lainversión. Ya se tratara de finanzas o deindustria, en el Pentágono o en laburocracia planificadora soviética,quienes efectuaban las más importantes

asignaciones de inversión en la sociedadindustrial fijaban los límites dentro delos cuales se veían obligados a actuarlos integradores mismos. Una vez que sehabía realizado una decisión deinversión a verdadera gran escala, yafuese en Minneápolis o en Moscú, esadecisión limitaba futuras opciones. Dadauna escasez de recursos, no se podíadesmantelar hornos Bessemer o demolerfábricas o cadenas de montaje hasta quesu costo hubiera sido amortizado. Portanto, una vez colocado, este capitalfijaba los parámetros en que quedabanconfinados futuros directores ointegradores. Estos grupos de anónimosdecisores, al controlar los resortes de la

inversión, formaron la superélite detodas las sociedades industriales.

Consiguientemente, en cadasociedad de la segunda ola surgió unaarquitectura paralela de élites. Y —convariaciones locales— esta ocultajerarquía de poder renacía después decada crisis o cambio político. Podíancambiar nombres, consignas, etiquetasde partidos y candidatos; podíansucederse las revoluciones. Podíanaparecer nuevos rostros tras las grandesmesas de caoba. Pero la arquitecturabásica del poder permanecía inalterada.

Una y otra vez durante los últimostrescientos años, en un país tras otro,rebeldes y reformadores han intentado

asaltar las murallas del poder, construiruna nueva sociedad basada en la justiciasocial y en la igualdad política. Talesmovimientos han captado temporalmentelas emociones de millones de personascon promesas de libertad. Losrevolucionarios han logrado incluso, devez en cuando, derrocar un régimen.

Pero el resultado final era siempreel mismo. Cada vez, los rebeldesvolvían a crear, bajo su propia bandera,una estructura similar de subélites, élitesy superélites. Pues esta estructuraintegracional y los técnicos del poderque la dirigían, eran tan necesarios parala civilización de la segunda ola comolas fábricas, los combustibles fósiles o

las familias nucleares. De hecho eranincompatibles el industrialismo y laplena democracia prometida.

Se podía obligar a las nacionesindustriales, mediante la acciónrevolucionaria o de otro modo, amoverse de un lado a otro del espectro,desde el mercado libre hasta elplanificado centralmente. Podían pasarde capitalistas a socialistas, y viceversa.Pero, como el proverbial leopardo, nopodían cambiar sus manchas. No podíanfuncionar sin una poderosa jerarquía deintegradores.

En la actualidad, mientras la terceraola de cambio empieza a romper contraesta fortaleza de poder directivo,

empiezan también a aparecer lasprimeras grietas en el sistema de poder.En una nación tras otra van surgiendodemandas de participación en ladirección, de una toma de decisionescompartida, de un control por parte delos obreros, los consumidores y losciudadanos y de la creación de unademocracia anticipativa. En lasindustrias más avanzadas van naciendonuevas formas de organización a lolargo de líneas menos jerárquicas y másadhocráticas. Se intensifican laspresiones para una descentralización delpoder. Y los directores se hacen cadavez más dependientes de la informaciónprocedente de abajo. Por tanto, las élites

mismas se están tornando menospermanentes y seguras. Todo esto no sonsino alarmas tempranas, indicadoras delvasto cambio que se avecina en elsistema político.

La tercera ola, que empieza ya aasaltar estas estructuras industriales,abre fantásticas oportunidades derenovación social y política. En lospróximos años, institucionessorprendentemente nuevas sustituirán anuestras impracticables, opresivas yobsoletas estructuras integracionales.

Antes de volvernos a estas nuevasposibilidades, necesitamos profundizarnuestro análisis del sistema que agoniza.Necesitamos practicar una radiografía

de nuestro anticuado sistema políticopara ver cómo encajó en el marco de lacivilización de la segunda ola, cómoservía al orden industrial y a sus élites.Sólo entonces podremos comprenderpor qué ya no es adecuado ni tolerable.

VI EL ESQUEMA

OCULTO

Nada es más desorientador para unfrancés que el espectáculo de unacampaña presidencial americana: elcontinuo engullir de «perros calientes»,las palmadas en la espalda y los besos alos niños, las primarias, lasconvenciones, seguidas por elenloquecido frenesí de la colecta defondos, los silbidos, los discursos, losanuncios en la televisión… todo ennombre de la democracia. En contraste,

a los americanos les cuesta entender laforma en que los franceses eligen a susdirigentes. Menos aún entienden lasinsípidas elecciones británicas, larebatiña holandesa con dos docenas departidos, el sistema australiano devotación preferente o los intercambios ypactos japoneses entre facciones. Todosestos sistemas políticos parecenterriblemente distintos entre sí. Másincomprensibles aún son las eleccioneso seudoelecciones de candidatura únicaque tienen lugar en la URSS y en laEuropa Oriental. Cuando se llega alterreno político, no hay dos nacionesindustriales que parezcan iguales.

Pero, una vez que prescindimos de

nuestras provincianas anteojeras,descubrimos de pronto que existenpoderosos paralelismos bajo lasdiferencias de la superficie. De hecho,es casi como si los sistemas políticos detodas las naciones de la segunda olahubieran sido construidos a partir delmismo esquema oculto.

Cuando los revolucionarios de lasegunda ola lograron derrocar a lasélites de la primera ola en Francia,Estados Unidos, Rusia, Japón y otrasnaciones, se vieron en la necesidad deredactar constituciones, instaurar nuevosGobiernos y diseñar institucionespolíticas nuevas. En la excitación de lacreación, debatieron nuevas ideas,

nuevas estructuras. En todas partesdisputaban en torno a la naturaleza de larepresentación. ¿Quién debíarepresentar a quién? ¿Debía el puebloinstruir a los representantes acerca decómo votar, o debían éstos seguir supropio criterio? ¿Debían los períodosde mandato ser largos o cortos? ¿Quépapel debían desempeñar los partidos?

Una nueva arquitectura políticaemergió de estos conflictos y debates encada país. Un atento examen de esasestructuras revela que se hallanedificadas sobre una combinación deviejas suposiciones de la primera ola eideas más nuevas introducidas por laEra industrial.

Después de milenios de agricultura,les resultaba difícil a los fundadores delos sistemas políticos de la segunda olaimaginar una economía basada en eltrabajo, el capital, la energía y lasmaterias primas, más que en la tierra. Latierra había estado siempre en el centrode la vida misma. Por tanto, no es deextrañar que la geografía quedaseprofundamente incrustada en nuestrosdiversos sistemas de votación.Senadores y congresistas son todavíaelegidos en América —al igual que susequivalentes en Gran Bretaña y muchasotras naciones industriales—, no comorepresentantes de alguna clase social oagrupación ocupacional, étnica, sexual o

de estilo de vida, sino comorepresentantes de los habitantes de undeterminado trozo de tierra: un distritogeográfico.

Las gentes de la primera ola erantípicamente inmóviles, y, por tanto, eranatural que los arquitectos de lossistemas políticos de la Era industrialdieran por supuesto que las personaspermanecerían toda su vida en unamisma localidad. De ahí el predominio,aún hoy, de los requisitos de residenciaen las normas reguladoras de lasvotaciones.

El ritmo de la vida de la primera olaera lento. Las comunicaciones eran tanprimitivas, que un mensaje del Congreso

Continental de Filadelfia podría tardaruna semana en llegar a Nueva York. Undiscurso de George Washington tardabasemanas o meses en alcanzar las tierrasdel interior. Todavía en 1865 fueronprecisos doce días para que llegase aLondres la noticia del asesinato deLincoln. Sobre la tácita presunción deque las cosas se movían despacio, losorganismos representativos, como elCongreso o el Parlamento británico,eran considerados «deliberantes», yaque tenían y se tomaban el tiemponecesario para reflexionar en susproblemas.

La mayoría de las personas de laprimera ola eran analfabetas e

ignorantes. Por eso se dabageneralmente por supuesto que losrepresentantes, en especial si procedíande las clases instruidas, tomarían porfuerza decisiones más inteligentes que lamasa de votantes.

Pero, aun cuando inyectaron estaspresunciones de la primera ola ennuestras instituciones políticas, losrevolucionarios de la segunda olatendieron también sus ojos hacia elfuturo. Y, así, la arquitectura quelevantaron reflejaba algunas de las másrecientes nociones tecnológicas de sutiempo.

Mecanomanía

Los hombres de negocios,intelectuales y revolucionarios delprimer período industrial, estabanvirtualmente hipnotizados por lamaquinaria. Se sentían fascinados porlas máquinas de vapor, relojes, telares,bombas y pistones, y construyeroninnumerables analogías basadas en lassencillas tecnologías mecanicistas de sutiempo. No fue casualidad que hombrescomo Benjamín Franklin y ThomasJefferson fueran científicos e inventores,además de revolucionarios políticos.

Surgieron en la agitada estela

cultural abierta por los grandesdescubrimientos de Newton. Este habíaescudriñado los cielos y llegado a laconclusión de que el Universo entero eraun gigantesco aparato de relojería, quefuncionaba con exacta regularidadmecánica. La Mettrie, físico y filósofofrancés, declaró en 1748 que el hombremismo era una máquina. Adam Smithamplió más tarde la analogía de lamáquina a la economía, argumentandoque la economía es un sistema, y que lossistemas «semejan máquinas en muchosaspectos».

James Madison, al describir losdebates que condujeron a laConstitución de los Estados Unidos,

habló de la necesidad de «remodelar» el«sistema», de modificar la «estructura»del poder político y de elegirfuncionarios a través de «sucesivasfiltraciones». La Constitución mismaestaba llena de «pesas y balanzas»,como la maquinaria interna de un relojgigantesco. Jefferson hablaba de la«maquinaria del Gobierno».

El pensamiento político americanocontinuó reverberando con el sonido devolantes, cadenas, engranajes, pesas ybalanzas. Así, Martin van Burén inventóla «máquina política», y, finalmente, laciudad de Nueva York tuvo su máquinaTweed; Tennessee, su máquina Crump;New Jersey, su máquina Hague.

Quedaron incorporadas al vocabulariopolítico expresiones como «correa detransmisión del poder», «palancas demando» o «resortes legislativos». En elsiglo XIX, en Gran Bretaña, LordCromer concibió un Gobierno imperialque «garantizaría el armoniosofuncionamiento de las diferentes partesde la máquina».

Pero esta mentalidad mecanicista nofue producto del capitalismo. Porejemplo, Lenin describía el Estadocomo «nada más que una máquinautilizada por los capitalistas parareprimir a los obreros». Trotski hablabade «todas las ruedas y tuercas delmecanismo social burgués» y

continuaba describiendo conexpresiones similarmente mecánicas elfuncionamiento de un partidorevolucionario. Denominándolopoderoso «aparato», señalaba que,«como cualquier mecanismo es en símismo estático… el movimiento de lasmasas tiene que… vencer la yertainercia… Así, la fuerza vivificante delvapor tiene que vencer la inercia de lamáquina antes de poder poner elvolante en movimiento».

Empapados de este pensamientomecanicista, imbuidos de una fe casiciega en el poder y la eficiencia de lasmáquinas, los revolucionariosfundadores de las Sociedades de la

segunda ola, tanto capitalistas comosocialistas, inventaron —nadasorprendentemente— institucionespolíticas que participaban de muchas delas características de las primerasmáquinas industriales.

El equipaje representativo

Las estructuras que forjaron ysoldaron se basaban en la nociónelemental de la representación. Y entodos los países hicieron uso de ciertaspiezas de factura idéntica. Estos

componentes salieron de lo que podríadenominarse, sólo a mediasjocosamente, un universal equipajerepresentativo.

Los componentes eran:

1. Individuos armados con el voto.2. Partidos para reunir votos.3. Candidatos que, al ganar votos,

quedaban instantáneamentetransformados en «representantes» delos votantes.

4. Legislaturas (Parlamentos, dietas,congresos, Bundestags o asambleas) enlas que, al votar, los representantesfabricaban leyes.

5. Ejecutivos (presidentes, primeros

ministros, secretarios de partido) queintroducían en la máquina fabricante deleyes materias primas en forma deprogramas políticos, y luego imponían elcumplimiento de las leyes resultantes.

Los votos eran el «átomo» de estemecanismo newtoniano. Los votos eranagregados por los partidos, quefuncionaban como «alimentadores» delsistema. Recogían votos de numerosasfuentes y los introducían en la máquinasumadora electoral, la cual loscombinaba en proporción a la fuerza omezcla del partido, produciendo comoresultado la «voluntad del pueblo», elcombustible básico que supuestamente

accionaba la maquinaria del Gobierno.Los elementos de este equipaje se

combinaban y manipulaban de formadistinta en diferentes lugares. En algunosse permitía votar a todas las personasmayores de veintiún años; en otros, sólolos varones de raza blanca teníanderechos de ciudadanía; en un país, todoel proceso no era sino simple fachadapara el control absoluto a cargo de undictador; en otro, los funcionarioselegidos ostentaban considerable poder.Aquí, había dos partidos; allí, unamultiplicidad de partidos; en otro lugar,ninguno. Sin embargo, la pauta históricaes clara. Por modificados oconfigurados que estuviesen sus

elementos constitutivos, este mismoequipaje básico fue utilizado paraconstruir la maquinaria política formalde todas las naciones industriales.

Aunque los comunistas atacaronfrecuentemente la «democraciaburguesa» y el «parlamentarismo» comomáscaras para ocultar el privilegio,arguyendo que los mecanismos eranhabitualmente manipulados por la clasecapitalista en beneficio propio, todas lasnaciones industriales socialistasinstalaron lo antes posible máquinasrepresentativas similares.

Aunque prometiendo una«democracia directa» en alguna remotaera posrepresentativa, descansaba

pesadamente, mientras tanto, en las«instituciones representativassocialistas». El comunista húngaro OttóBihari, en un estudio de estasinstituciones, escribe: «En el curso dela elección, la voluntad del pueblotrabajador hace sentir su influencia enlos órganos gubernamentales hechosnacer por el voto.» El director dePravda, V. G. Afanasiev, en su libro TheScientific Management of Society,define el «centralismo democrático»como comprensivo del «poder soberanodel pueblo trabajador… la elección deorganismos y dirigentes gobernantes ysu responsabilidad ante el pueblo».

Así como la fábrica vino a

simbolizar toda la tecnosfera industrial,el Gobierno representativo (pordesnaturalizado que esté), se convirtióen el símbolo de status de toda nación«avanzada». De hecho, incluso muchasnaciones no industriales —bajo laspresiones ejercidas por loscolonizadores o a través de la ciegaimitación— se apresuraron a instalar losmismos mecanismos formales y autilizar el mismo universal equipajerepresentativo.

La fábrica de leyes global

Y tampoco se hallaban estas«máquinas de democracia» limitadas alnivel nacional. Fueron instaladastambién a niveles estatales, provincialesy locales, hasta el Concejo de ciudad oaldea. Actualmente, sólo en los EstadosUnidos existen unos 500.000funcionarios públicos elegidos y 25.869unidades gubernamentales locales en lasáreas metropolitanas, cada una con suspropias elecciones, cuerposrepresentativos y procedimientos deelección.

Millares de estas máquinasrepresentativas funcionan en regiones nometropolitanas, y decenas de millaresmás, a todo lo largo del mundo. En

cantones suizos y departamentosfranceses, en los condados de GranBretaña y las provincias del Canadá, enlas vaivodías de Polonia y lasrepúblicas de la Unión Soviética, enSingapur y Haifa, Osaka y Oslo, loscandidatos ganan las elecciones yquedan mágicamente transmutados en«representantes». Se puede afirmar quemás de cien mil de estas máquinas estánahora fabricando leyes, decretos,reglamentos y normas solamente enpaíses de la segunda ola[6].

En teoría, así como cada ser humanoy cada voto constituía una unidadatómica, separada, cada una de estasunidades políticas —nacional,

provincial y local— era consideradatambién atómica y separada. Cada unatenía su jurisdicción cuidadosamentedefinida, sus propios poderes, suspropios derechos y deberes. Estasunidades se hallaban conectadas enordenación jerárquica, de arriba abajo,de nación a Estado, región o autoridadlocal. Pero al madurar el industrialismoy hacerse crecientemente integrada laeconomía, las decisiones tomadas porcada una de estas unidades políticasproducían efectos fuera de su propiajurisdicción, haciendo que otrosorganismos políticos actuasen enreacción a ellas.

Una decisión de la Dieta con

respecto a la industria textil japonesapodía influir sobre el nivel de empleo enCarolina del Norte y los servicios deasistencia social de Chicago. Unavotación en el Congreso acordandoestablecer cupos sobre la importaciónde automóviles extranjeros podíasuponer un trabajo adicional para losGobiernos locales de Nagoya o Turín.Así, mientras que antes los políticospodían tornar una decisión sin que elloalterara la situación existente fuera de sunítidamente delineada jurisdicción, estose fue haciendo ahora cada vez menosposible.

Para mediados del siglo XX, decenasde miles de autoridades políticas

pretendidamente soberanas oindependientes dispersas a lo largo delPlaneta se hallaban conectadas una conotra a través de los circuitos de laeconomía, a través de los cada vez, másnumerosos viajes, migraciones ycomunicaciones, por lo quecontinuamente se activaban y excitabanunas a otras.

Los miles de mecanismosrepresentativos construidos a partir delos componentes del equipajerepresentativo fueron, así, formando unasola e invisible supermáquina: unafábrica de leyes global. Nos quedaahora solamente por ver cómo eranmanipuladas las palancas y controles de

este sistema mundial… y por quién.

El ritual de seguridad

Nacido de los sueños liberadores delos revolucionarios de la segunda ola, elGobierno representativo constituyó unextraordinario avance con respecto aanteriores sistemas de poder, un triunfotecnológico más sorprendente aún, a sumanera, que la máquina de vapor o elaeroplano.

El Gobierno representativo hizoposible una ordenada sucesión sin la

existencia de dinastía hereditaria. Abriócanales de comunicación entre las capassuperiores y las inferiores de lasociedad. Proporcionó el terreno en quepodrían reconciliarse pacíficamente lasdiferencias entre los distintos grupos.

Ligado al predominio de la mayoríay a la idea de «un hombre, un voto»ayudó a los pobres y débiles a obtenerbeneficios de los técnicos del poder quedirigían los motores integracionales dela sociedad. Por estas razones, laexpansión del Gobierno representativoconstituyó, en conjunto, un humanizadorpaso adelante en la Historia.

Pero desde el principio mismodefraudó sus promesas. No obstante su

definición, jamás llegó a ser controladopor el pueblo. En ninguna parte modificórealmente la estructura de podersubyacente en las naciones industriales,la estructura de subélites, élites ysuperélites. De hecho, lejos de debilitarel control ejercido por las élitesdirectivas, la maquinaria formal derepresentación se convirtió en uno delos medios clave de integración por losque se mantenían a sí mismas en elpoder.

De este modo, las elecciones, conindependencia de quién las ganase,desarrollaban una poderosa funcióncultural en beneficio de las élites. En lamedida en que todo el mundo tenía

derecho a votar, las eleccionesfomentaban la ilusión de igualdad. Elvotar proporcionaba un ritual masivo deseguridad, transmitiendo al pueblo laidea de que las elecciones se realizabansistemáticamente, con regularidad demáquina, y, en consecuencia, porimplicación, racionalmente. Laselecciones aseguraban de manerasimbólica a los ciudadanos que ellosconservaban el control, que podían, almenos, en teoría, revocar, así comoelegir, dirigentes. Tanto en los paísescapitalistas como en los socialistas,estas seguridades rituales se revelaroncon frecuencia más importantes que losresultados reales de muchas elecciones.

Las élites integracionalesprogramaron la maquinaria política demanera distinta en cada lugar,controlando el número de partidos omanipulando la capacidad de voto. Peroel ritual electoral —la farsa, dirían talvez algunos— fue empleado en todaspartes. El hecho de que las eleccionescelebradas en la Unión Soviética ypaíses de la Europa del Este produjeserutinariamente mágicas mayorías del 99al 100% indicaba que la necesidad deseguridad subsistía, al menos con lamisma fuerza, en las sociedadescentralmente planificadas y en el«mundo libre». Las eleccionesdesempeñaban la función de válvulas de

escape a las protestas procedentes deabajo.

Además, pese a los esfuerzos deradicales y reformadores democráticos,las élites integracionales conservaban uncontrol virtualmente permanente de lossistemas de Gobierno representativo. Sehan propuesto muchas teorías paraexplicar por qué. Sin embargo, la mayorparte pasa por alto la naturalezamecánica del sistema.

Si contemplamos los sistemaspolíticos de la segunda ola con ojos deingeniero más que de científico social,nos tropezamos de pronto con un hechoclave, que generalmente pasainadvertido.

Los ingenieros industrialesdistinguen habitualmente entre dosclases de máquina fundamentalmentediferentes: las que funcionanintermitentemente y las que funcionanininterrumpidamente. Un ejemplo de laprimera es la clásica prensamoldeadora. El obrero lleva una tandade planchas de metal y las introduce enla máquina, de una en una o varias a lavez, para moldearlas en la formadeseada. Cuando la tanda quedaterminada, la máquina se para hasta quellega una nueva tanda de planchas. Unejemplo de la segunda es la refinería depetróleo, que, una vez puesta en marcha,nunca deja de funcionar. Durante

veinticuatro horas al día, el petróleofluye por sus tubos, cañerías y cámaras.

Si contemplamos la fábrica de leyesglobal, con sus periódicas votaciones,nos encontramos ante un clásicoprocesador intermitente. Al público sele permite elegir entre candidatos enépocas estipuladas, después de lo cual,la «máquina de democracia» formalqueda desconectada de nuevo.

Contrasta esto con la continuacorriente de influencia que emana dediversos intereses organizados, gruposde presión y buhoneros del poder.Enjambres de cabilderos decorporaciones y de agencias,departamentos y ministerios

gubernamentales testifican ante comités,participan en jurados selectos, asisten alas mismas recepciones y banquetes,brindan unos con otros, con cócteles enWashington, con vodka en Moscú, llevaninformación e influencia de un lado aotro y afectan así al proceso de toma dedecisiones de manera continua.

En resumen, las élites crearon unapoderosa máquina de funcionamientocontinuado destinada a trabajarjuntamente (y, a menudo, en conflicto)con el procesador democráticointermitente. Sólo cuando vemos juntasestas dos máquinas podemos empezar acomprender cómo se ejercía realmenteel poder del Estado en la fábrica de

leyes global.Mientras participaban en el juego

representativo, las gentes tenían, en elmejor de los casos, tan sólooportunidades intermitentes, por mediode votaciones, de hacer valer suaprobación o desaprobación alGobierno y a sus actos. Por el contrario,los técnicos del poder influíancontinuamente sobre esos actos.

Finalmente, se introdujo en elprincipio mismo de representación uninstrumento de control social máspotente aún. Pues la mera selección deunas personas para representar a otrascreó nuevos miembros de la élite.

Cuando los obreros, por ejemplo,

comenzaron a luchar por el derecho aorganizar sindicatos, fueron hostigados,acusados de conspiración, seguidos porespías de la empresa o apaleados por laPolicía y por cuadrillas de matones.Eran intrusos, no representados orepresentados inadecuadamente en elsistema.

Una vez que se constituyeron, lossindicatos dieron origen a un nuevogrupo de integradores —la estructuraorganizativa del mundo del trabajo—,cuyos miembros, más que representarsimplemente a los trabajadores,mediaban entre ellos y las élites delsector empresarial y del Gobierno. LosGeorge Meany y Georges Séguy del

mundo, pese a su retórica, seconvirtieron en miembros clave de laélite integracional. Los falsos líderessindicales de la URSS y la Europa delEste nunca fueron más que técnicos delpoder.

En teoría, la necesidad depresentarse a la reelección garantizabaque los representantes actuaríanhonradamente y continuaríandefendiendo a sus representados. Sinembargo, en ningún lugar impidió estoque los representantes fueran absorbidosen la arquitectura del poder. En todaspartes fue ensanchándose la brechaexistente entre el representante y losrepresentados.

El Gobierno representativo —lo quese nos ha enseñado a llamar democracia— era, en resumen, una tecnologíaindustrial para asegurar la desigualdad.El Gobierno representativo eraseudorrepresentativo.

Lo que hemos visto, pues, volviendola vista hacia atrás a manera derecapitulación, es una civilización quedepende en gran medida de loscombustibles fósiles, la producciónfabril, la familia nuclear, la corporación,la educación general y los medios decomunicación, basado todo ello en lacreciente separación abierta entreproducción y consumo… y todo ellodirigido por un grupo de élites cuya

tarea era integrar el conjunto.En este sistema, el Gobierno

representativo era el equivalentepolítico de la fábrica. De hecho, era, unafábrica destinada a la confección dedecisiones integracionales colectivas.Como la mayor parte de las fábricas,estaba dirigida desde arriba. Y, como lamayor parte de las fábricas, se vaquedando ahora progresivamenteanticuada, víctima de la tercera ola.

Si las estructuras políticas de lasegunda ola van quedándose cada vezmás anticuadas, incapaces de hacerfrente a las complejidades actuales,parte de las dificultades, como veremos,radican en otra crucial institución de la

segunda ola: la nación-Estado.

VII UN FRENESÍ DE

NACIONES

Abaco es una isla. Tiene unapoblación de 6.500 habitantes y formaparte de las Bahamas, frente a la costade Florida. Hace varios años, un grupode hombres de negocios americanos,traficantes de armas, ideólogos de laempresa libre, un agente negro de losservicios de información y un miembrode la Cámara de los Lores británicadecidieron que había llegado elmomento de que Abaco se declarase

independiente.Su plan era apoderarse de la isla y

romper con el Gobierno de las Bahamas,prometiendo a cada uno de losresidentes nativos de la isla un acre detierra, que se les entregaríagratuitamente después de la revolución.(Esto dejaría más de un cuarto de millónde acres para uso de los agentesinmobiliarios e inversores que estabandetrás del proyecto.) El sueño final erael establecimiento en Abaco de unautopía a la que pudieran huir adineradoshombres de negocios aterrados por laapocalipsis socialista.

Por desgracia para la empresa libre,los habitantes de Abaco se mostraron

poco dispuestos a romper sus cadenas, yla propuesta nueva nación murió antesde nacer.

Sin embargo, en un mundo en que losmovimientos nacionalistas luchan por elpoder y en el que unos 152 Estadosreclaman su pertenencia a esaasociación comercial de naciones que esla ONU, gestos paródicos como éstecumplen una finalidad útil. Nos obligana cuestionar la noción misma denacionalidad.

¿Podrían los 6.500 habitantes deAbaco, financiados o no por excéntricoshombres de negocios, constituir unanación? Si Singapur, con sus 2,3millones de habitantes, es una nación,

¿por qué no Nueva York, con sus ochomillones? Si Brooklyn tuviesebombarderos a reacción, ¿sería unanación? Aunque absurdas en apariencia,estas preguntas adquieren nuevosignificado a medida que la tercera olaembiste contra los cimientos mismos dela civilización de la segunda ola. Puesuno de esos cimientos era, y es, lanación-Estado.

Si no nos abrimos paso a través dela espesa nube de retórica que rodea eltema del nacionalismo, no podemosextraer sentido de los titularesperiodísticos ni comprender el conflictoentre las civilizaciones de la primera yla segunda ola mientras la tercera ola

lanza sus acometidas contra ellas.

Cambiando de caballos

Antes de que la segunda olaempezara a recorrer Europa, la mayorparte de las regiones del mundo noestaban aún consolidadas comonaciones, sino que se hallabanorganizadas, más bien, en unamezcolanza de tribus, clanes, ducados,principados, reinos y otras unidades máso menos locales. «Reyes y príncipes —escribe el científico social S. E. Finer—

poseían gotas y partículas de poder.»Las fronteras estaban mal definidas, losderechos gubernamentales eranborrosos. El poder del Estado no sehallaba aún uniformizado. En una aldea—nos dice el profesor Finer— consistíasólo en el derecho a cobrar maquilas aun molino de viento; en otra, a imponerimpuestos a los campesinos; en otroslugares, a nombrar un abad. Una personaque poseyese propiedades en variasregiones diferentes, podría deberfidelidad a varios señores. Incluso elmás grande de los emperadores regíatípicamente sobre retazos de diminutascomunidades gobernadas localmente. Elcontrol político no era aún uniforme.

Voltaire resumió la situación diciendoque al viajar por Europa tenía quecambiar de leyes con tanta frecuenciacomo de caballos.

Esta observación era algo más queuna humorada, por supuesto, ya que lafrecuente necesidad de cambiar decaballos reflejaba el primitivo nivel enque se encontraban el transporte y lascomunicaciones, lo cual, a su vez,reducía la distancia sobre la que inclusoel monarca más poderoso podía ejercerun control eficaz. Cuanto más lejos seestuviese de la capital, tanto más débilera la autoridad del Estado.

Pero sin integración política eraimposible la integración económica. Las

nuevas y costosas tecnologías de lasegunda ola sólo podían ser amortizadassi producían bienes para mercados deextensión superior a la meramente local.Pero, ¿cómo podían los hombres denegocios comprar y vender a lo largo deun amplio territorio si, fuera de suspropias comunidades, se extraviaban enun laberinto de tasas, impuestos, normaslaborales y monedas diferentes? Paraque las nuevas tecnologías resultaranrentables, las economías locales debíanser consolidadas en una única economíanacional. Esto significaba una divisiónnacional del trabajo y un mercadonacional de bienes y capital. Todo esto,a su vez, requería también una

consolidación política nacional.Dicho simplemente: se necesitaba

una unidad política de la segunda olaque estuviese a la altura del desarrollode las unidades económicas de lasegunda ola.

Nada sorprendentemente, cuando lassociedades de la segunda ola empezarona crear economías nacionales, se hizoevidente un cambio fundamental en laconciencia pública. La producción localen pequeña escala existente en lassociedades de la primera ola habíaengendrado una raza de gentesacusadamente provincianas, la mayoríade las cuales se preocupabanexclusivamente de sus propios barrios o

pueblos. Sólo un puñado de personas —unos cuantos nobles y clérigos, ciertonúmero de mercaderes y un fleco socialde artistas, estudiosos y mercenarios—tenía intereses más allá de la aldea.

La segunda ola multiplicórápidamente el número de personasinteresadas en un mundo más amplio.Con las tecnologías basadas en el vapory el carbón, y más tarde con eladvenimiento de la electricidad, se hizoposible que un fabricante de tejidos deManchester, de relojes de Ginebra o deropas de Francfort, produjese muchasmás unidades de las que podía absorberel mercado local. También necesitabamaterias primas procedentes de lugares

lejanos. Y el obrero fabril se veíaigualmente afectado por acontecimientoseconómicos sobrevenidos a miles dekilómetros de distancia: los puestos detrabajo dependían de remotos mercados.

Poco a poco, pues, fueronampliándose los horizontespsicológicos. Los nuevos medios decomunicación de masas incrementaron elvolumen de información y las imágenesprocedentes de grandes distancias. Bajoel impacto de estos cambios se ibaesfumando el nacionalismo. Despertabala conciencia nacional.

Comenzando con las revolucionesamericana y francesa y continuando atodo lo largo del siglo XIX, un frenesí de

nacionalismo invadió las partes delmundo en que triunfaba laindustrialización. Los 350insignificantes y diversos mini-Estadosde Alemania, en constante discordiaentre ellos, necesitaban ser fusionadosen un único mercado nacional, dasValeriana. Italia —fragmentada enpedazos y gobernada variamente por laCasa de Saboya, el Vaticano, losHaubsburgos austríacos y los Borbonesespañoles— debía ser unificada.Servios, croatas, húngaros, franceses yotros desarrollaron súbitamente místicasafinidades con sus convecinos. Lospoetas exaltaban el espíritu nacional.Los historiadores descubrían héroes

olvidados, literatura y folklore. Loscompositores escribían himnos a lanacionalidad. Todo ello en el precisomomento en que la industrialización lohacía necesario.

Cuando comprendemos la necesidadindustrial de integración, se tornadiáfano el significado del Estadonacional. Las naciones no son «unidadesespirituales», como las denominóSpengler, ni «comunidades mentales» o«almas sociales». Ni es tampoco unanación «una herencia de glorias», porutilizar la expresión de Renán, ni«proyecto de empresa común», comoinsistía Ortega.

Lo que llamamos la nación moderna

es un fenómeno de la segunda ola: unaúnica e integrada autoridad políticasobreimpuesta a una única economíaintegrada o fundida con ella. Unacolección heterogénea de economíasapenas relacionadas y localmenteautosuficientes no puede dar nacimientoa una nación.

Y tampoco un sistema políticoestrechamente unificado es una naciónmoderna si se encarama sobre un laxoconglomerado de economías locales.Fue la mezcla de ambos, un sistemapolítico unificado y una economíaunificada, lo que creó a la naciónmoderna.

Se pueden considerar los

levantamientos nacionalistasprovocados por la revolución industrialen los Estados Unidos, Francia,Alemania y el resto de Europa comoesfuerzos por elevar el nivel deintegración política al nivel deintegración económica, en rápidoascenso, que acompañó a la segunda ola.Y fueron esos esfuerzos, no la poesía nimísticas influencias, lo que condujo a ladivisión del mundo en unidadesnacionales separadas.

El clavo de oro

Al tratar de extender su mercado ysu actividad política, los Gobiernostropezaron con límites exteriores:diferencias idiomáticas, barrerasculturales, sociales, geográficas yestratégicas. Los medios de transporte yde comunicación existentes y losrecursos energéticos, la productividadde su tecnología, todo ello establecíalímites a la amplitud del área que podíaser eficazmente gobernada por una solaestructura política. La sofisticación delos procedimientos contables, loscontroles presupuestarios y las técnicasde administración determinaban tambiénel ámbito al que podía llegar laintegración política.

Dentro de esos límites, las élitesintegracionales, corporativas ygubernamentales por igual, lucharon porexpansionarse. Cuanto más extenso fueseel territorio sometido a su control y másamplia el área de mercado económico,mayores eran su riqueza y su poder. Aldistender al máximo cada nación susfronteras políticas y económicas,tropezó no sólo contra estos límitesintrínsecos, sino también contranaciones rivales.

Para salir de estos confines, lasélites integracionales recurrieron a laavanzada tecnología. Se lanzaron, porejemplo, a la «carrera espacial» delsiglo XIX… la construcción de

ferrocarriles.En septiembre de 1825 se estableció

en Gran Bretaña una línea férrea queunía Stockton con Darlington. En mayode 1835, en el continente, Bruselasquedó unida a Malinas. En septiembredel mismo año se tendió en Baviera lalínea Nuremberg-Furth. Después fueronParís y St. Germain. Más al Este,Tsarkoie Seló quedó unida con SanPetersburgo en abril de 1838. Durantelas siguientes tres décadas o más, losobreros ferroviarios fueron empalmandouna región con otra.

El historiador francés CharlesMorazé explica: «Los países que yaestaban casi unidos en 1830, quedaron

consolidados por la llegada delferrocarril… los que aún no sehallaban preparados vieron nuevastiras de acero… tensarse a sualrededor… Fue como si todas lasnaciones se apresurasen a proclamarsu derecho a existir antes de que seconstruyesen los ferrocarriles, paraque pudiera reconocérselas comonaciones por el sistema de transporteque, durante más de un siglo, definiólas fronteras políticas de Europa.»

En los Estados Unidos, el Gobiernootorgó grandes concesiones de tierras alas Compañías ferroviarias privadas,inspirados, como ha escrito elhistoriador Bruce Mazlish, por «la

convicción de que los trayectostranscontinentales fortalecerían loslazos de unión entre las costas delAtlántico y el Pacífico». El últimomartillazo sobre el clavo de oro quecompletó la primera línea férreatranscontinental abrió la puerta a unmercado verdaderamente nacional,integrado a escala continental. Y amplióel control real, no ya sólo el nominal,del Gobierno nacional. Washingtonpodía ahora desplazar rápidamentetropas por todo el continente paraimponer su autoridad.

Por tanto, lo que sucedía en un paístras otro era el nacimiento de esapoderosa nueva entidad: la nación. De

esta forma, el mapa del mundo quedódividido en un conjunto de manchasclaramente delineadas y nuncasuperpuestas de color rojo, rosado,naranja, amarillo o verde, y el sistemade la nación-Estado se convirtió en unade las estructuras clave de lacivilización de la segunda ola.

Por debajo de la nación subyacía elfamiliar imperativo del industrialismo:el impulso hacia la integración.

Pero el impulso hacia la integraciónno concluía en las fronteras de cadanación-Estado. Pese a toda su fortaleza,la civilización industrial tenía que seralimentada desde fuera. No podríasobrevivir, a menos que integrase al

resto del mundo en el sistema monetarioy controlase ese sistema en su propiobeneficio.

La forma en que lo hizo es crucialpara comprender el mundo que creará latercera ola.

VIII EL IMPULSO

IMPERIAL

Ninguna civilización se extiende sinconflicto. Antes de que pasara muchotiempo, la civilización de la segunda oladesencadenó un masivo ataque contra elmundo de la primera ola, triunfó eimpuso su voluntad sobre millones, yfinalmente miles de millones, de sereshumanos.

Ciertamente, mucho antes de laprimera ola, desde el siglo XVI, losgobernantes europeos habían comenzado

ya a crear vastos imperios coloniales.Sacerdotes y conquistadores españoles,tramperos franceses, aventurerosbritánicos, holandeses, portugueses oitalianos, se desplegaron por el Globo,esclavizando o diezmando a poblacionesenteras, adueñándose de extensas tierrasy enviando tributo a sus monarcas.

Pero, comparado con lo que vendríadespués, todo esto era insignificante.

Pues el tesoro que estos primitivosaventureros y conquistadores enviaban asus países era, en realidad, botínprivado. Financiaba guerras y opulenciapersonal… palacios de invierno,fastuosas fiestas, un ocioso estilo devida para la Corte. Pero tenía muy poco

que ver con la economía aúnbásicamente autosuficiente del paíscolonizador.

Situados en gran medida fuera delsistema monetario y la economía demercado, los siervos que a duras penasse ganaban la vida en las abrasadastierras de España o en los húmedosbrezales de Inglaterra no tenían nada, omuy poco, que exportar al extranjero.Obtenían apenas lo suficiente para elconsumo local. Y tampoco dependían dematerias primas robadas o compradas enotros países. Para ellos, la vida seguía,de una u otra manera. Los frutos de laconquista de tierras ultramarinasenriquecían a la clase gobernante y a las

ciudades, más que a la masa de gentescomunes, que vivían como campesinos.El imperialismo de la primera ola eratodavía pequeño, no integrado aún en laeconomía.

La segunda ola transformó en un grannegocio esta especie de hurto a escalarelativamente pequeña. Transformó elpequeño imperialismo en granimperialismo.

Se trataba de un nuevo imperialismo,que no se limitaba a obtener unoscuantos cofres de oro o esmeraldas,especias o sedas. Se trataba de unimperialismo que se proponía en últimotérmino, transportar cargamento trascargamento de nitratos, algodón, aceite

de palma, estaño, caucho, bauxita ytungsteno. Se trataba de un imperialismoque explotaba minas de cobre en elCongo y levantaba en Arabia torresperforadoras de petróleo. Se trataba deun imperialismo que extraía materiasprimas de las colonias, las sometía atratamiento industrial y, muyfrecuentemente, devolvía a las coloniaslos productos manufacturados,obteniendo en la operación un enormebeneficio económico. Se trataba, enresumen, de un imperialismo que habíadejado de ser periférico para integrarseen la estructura económica básica de lanación industrial de un modo tal que lospuestos de trabajo de millones de

obreros llegaron a depender de él.Y no sólo los puestos de trabajo.

Además de nuevas materias primas,Europa necesitaba también cantidadescrecientes de alimentos. A medida quelas naciones de la segunda ola volcabansus esfuerzos en la fabricación,transfiriendo la mano de obra rural a lasfactorías, se iban viendo obligadas aimportar del extranjero provisionesalimenticias cada vez más abundantes,carne de vaca, carnero, trigo, café, té yazúcar de India, de China, de África, delas Antillas y de la América Central.

A su vez, al aumentar la fabricaciónmasiva de productos, las nuevas élitesindustriales necesitaban mercados

mayores y nuevas salidas a la inversión.En las décadas finales del siglo pasado,los estadistas europeos proclamaron sinrubor sus objetivos. «El imperio escomercio», afirmó el político británicoJoseph Chamberlain. El Primer Ministrofrancés Jules Ferry fue más explícitoaún: Lo que Francia necesitaba —declaró— eran «vías de salida paranuestras industrias, exportaciones ycapital». Sacudidos por ciclos de auge ydepresión, enfrentados al paro crónico,los dirigentes europeos permanecierondurante generaciones obsesionados porel miedo a que si la expansión colonialse detenía, el desempleo subsiguientecondujera a una revolución armada en

sus países.Sin embargo, las raíces del Gran

Imperialismo no eran exclusivamenteeconómicas. Consideracionesestratégicas, fervor religioso, idealismoy aventura, todo ello desempeñó tambiénsu papel, al igual que el racismo, con suimplícita presunción de la superioridadblanca o europea. Muchos considerabanla conquista imperial como unaresponsabilidad divina. La expresión deKipling, «la carga del hombre blanco»resumía el celo misionero por extenderel cristianismo y la «civilización»,civilización de la segunda ola,naturalmente. Pues los colonizadoresconsideraban las civilizaciones de la

primera ola, por refinadas y complejasque fuesen, como atrasadas ysubdesarrolladas. Se tenía por infantilesa las gentes del campo, especialmente sisu piel era oscura.

Eran «bribones y deshonestos». Eran«perezosos». No «valoraban la vida».

Estas actitudes hacían más fácil a lasfuerzas de la segunda ola justificar laaniquilación de quienes se interponíanen su camino.

En The Social History of theMachine Gun (Historia social de laametralladora), John Ellis muestracómo esta arma nueva y fantásticamentemortal, perfeccionada en el siglo XIX,fue al principio sistemáticamente

utilizada contra poblaciones «nativas» yno contra europeos blancos, ya que seconsideraba poco deportivo matar conella a un igual. Pero disparar sobre loshabitantes de las colonias se estimabaque era más una cacería que una guerra,por lo cual se aplicaban otras pautas demedida. «Segar matabeles, derviches otibetanos —escribe Ellis— estabaconsiderado más como una arriesgadaespecie de "tiro al blanco" que comouna verdadera operación militar.»

En Omdurman, a orillas del Nilo,frente a Jartum, esta superior tecnologíase manifestó con destructor efecto en1898, cuando los guerreros dervichesacaudillados por el mahdí fueron

derrotados por tropas británicasarmadas con seis ametralladoras«Maxim». Un testigo presencialescribió: «Fue el último día delmahdismo y el más grande… No fueuna batalla, sino una ejecución.» Enaquella batalla murieron 21 británicos,dejando detrás 11.000 cadáveresderviches, 392 bajas coloniales porcada una inglesa. Escribe Ellis: «Seconvirtió en otro ejemplo del triunfodel espíritu británico y de la generalsuperioridad del hombre blanco.»

Tras las actitudes racistas y lasjustificaciones religiosas y de otro tipo,mientras británicos, franceses, alemanes,holandeses y otros europeos se

extendían por el mundo, existía unaúnica y cruda realidad. La civilizaciónde la segunda ola no podía subsistiraislada. Necesitaba desesperadamentela oculta subvención de recursos baratosprocedentes del exterior. Por encima detodo, necesitaba un único mercadomundial integrado, a través del quehacer circular esas subvenciones.

Surtidores de gasolina en eljardín

El estímulo para crear este mercado

mundial integrado se basaba en la idea—que tuvo en David Ricardo, su mejorformulador— de que la división deltrabajo debía aplicarse a las naciones,además, de a los obreros. En un pasajeclásico señalaba que si Gran Bretaña seespecializaba en la manufactura detejidos y Portugal en la fabricación devino, ambos países saldrían ganando.Cada uno estaría haciendo lo que hacíamejor. Así enriquecería a todos la«división internacional del trabajo», alasignar funciones especializadas anaciones diferentes.

Esta creencia se hizo dogma en lasgeneraciones siguientes y continúaprevaleciendo hoy, aunque sus

implicaciones pasan con frecuenciainadvertidas.

Pues así como la división deltrabajo en cualquier economía creó unapoderosa necesidad de integración y, enconsecuencia, dio origen a una éliteintegracional, así también la divisióninternacional del trabajo exigía unaintegración a escala global y dio origena una élite global, un pequeño grupo denaciones de la segunda ola que, a todoslos efectos prácticos, fueron turnándoseen el dominio de grandes partes delresto del mundo.

Puede calibrarse el éxito delimpulso por crear un único mercadomundial integrado, por el fantástico

crecimiento del comercio mundial trasel paso de la segunda ola por Europa. Secalcula que, entre 1750 y 1914, el valordel comercio mundial se multiplicó pormás de cincuenta veces, elevándosedesde 700 millones de dólares hastacasi 40.000 millones. Si Ricardohubiera tenido razón, las ventajas deeste comercio global habrían favorecidomás o menos por igual a todas laspartes. De hecho, la creencia en que laespecialización beneficiaría a todos sebasaba en una fantasía de competenciajusta. Presuponía una utilizacióncompletamente eficiente de la mano deobra y los recursos materiales.Presuponía tratos comerciales no

contaminados por amenazas de fuerzapolítica o militar. Presuponíatransacciones entre negociadoressituados en pie de más o menosigualdad. En resumen, la teoría nopasaba por alto nada… excepto la vidareal. En la realidad, se hallabantotalmente desequilibradas lasnegociaciones entre mercaderes de lasegunda ola y gentes de la primera olasobre azúcar, cobre, cacao u otrosrecursos naturales. A un lado de la mesase sentaban traficantes europeos oamericanos, astutos y respaldados porgrandes Compañías, extensas redesbancarias, poderosas tecnologías yfuertes Gobiernos nacionales. En el otro

podrían encontrarse un jefe local o uncabecilla tribal cuya gente apenas habíaingresado en el sistema monetario y cuyaeconomía se basaba en una agriculturaen pequeña escala o trabajos artesanos.De un lado, los agentes de unacivilización pujante, extraña,mecánicamente adelantada, convencidade su propia superioridad y dispuesta autilizar bayonetas o ametralladoras parademostrarlo. Del otro, representantes depequeñas tribus o principadosprenacionales, armados con flechas ylanzas.

A menudo, los gobernantes omercaderes locales eran, simplemente,comprados por los occidentales, quienes

les ofrecían sobornos o beneficiospersonales a cambio de explotar la manode obra nativa, reprimir la resistencia orehacer las leyes en favor de losextranjeros. Una vez conquistada unacolonia, el poder imperial establecíacon frecuencia precios preferentes paralas materias primas en favor de suspropios hombres de negocios ylevantaban rígidas barreras para impedirque los traficantes de naciones rivalesofrecieran precios más altos.

En tales circunstancias, no esextraño que el mundo industrial pudieseobtener materias primas o recursosenergéticos a precios inferiores a los deun mercado libre.

Aparte esto, los precios solíanquedar más rebajados aún en favor delos compradores, debido a lo que podríadenominarse «la ley del primer precio».Muchas materias primas que lasnaciones de la segunda ola necesitaban,carecían virtualmente de valor para lasnaciones de la primera ola que lasposeían. Los campesinos africanos nonecesitaban para nada el cromo. Losjeques árabes no sabían qué hacer con eloro negro que yacía bajo sus arenososdesiertos. Allá donde no existía unaprevia historia de comercio para unartículo determinado, era crucial elprecio fijado en la primera transacción.Y, con frecuencia, ese precio se basaba

menos en factores económicos talescomo coste, beneficio o competencia,que en la relativa fuerza política omilitar. Fijado generalmente en ausenciade una competencia activa, casicualquier precio era aceptable para unreyezuelo o jefe tribal, que considerabacarentes de valor sus recursos locales yse encontraba ante un regimiento desoldados armados con ametralladoras«Gatling». Y este primer precio, una vezestablecido en un nivel bajo, reducíatodos los precios subsiguientes. Tanpronto como estas materias primas eranenviadas a las naciones industriales yconvertidas en productos finales,quedaba congelado el bajo precio

inicial[7].Finalmente, al establecerse

gradualmente un precio mundial paracada producto, todas las nacionesindustriales se beneficiaban del hechode que el primer precio hubiera sidofijado a un bajo nivel «acompetitivo».Por muchas y diferentes razones pues,pese a la retórica imperialista sobre lasvirtudes del libre comercio y la empresalibre, las naciones de la segunda olaobtenían grandes beneficios de lo queeufemísticamente se denominaba«competencia imperfecta».

Retórica y Ricardo aparte, losbeneficios del comercio en expansión noeran compartidos por igual. Fluían

principalmente desde el mundo de laprimera ola hacia el de la segunda.

La plantación demargarina

Para facilitar este flujo, laspotencias industriales se esforzaron porampliar e integrar el mercado mundial.Al extenderse el tráfico comercial másallá de las fronteras nacionales, cadamercado nacional se convirtió en partede un conjunto mayor deinterrelacionados mercados regionales o

continentales y, finalmente, en parte delsistema de intercambio único yunificado previsto por las élitesintegracionales que dirigían lacivilización de la segunda ola. En tornoal mundo se tejió una única red dedinero.

Tratando al resto del mundo como susurtidor de gasolina, jardín, mina,cantera y reserva de mano de obrabarata, el mundo de la segunda ola forjóprofundos cambios en la vida social delas poblaciones no industriales de laTierra. Culturas que habían subsistidodurante miles de años de un modoautosuficiente, produciendo sus propiosalimentos, fueron absorbidas, quieras

que no, en el sistema comercial delmundo y obligadas a comerciar operecer. De pronto, los niveles de vidade bolivianos o malayos quedabanligados a las exigencias de economíasindustriales situadas a medio Planeta dedistancia, el tiempo que brotaban minasde estaño y plantaciones de caucho paraalimentar el voraz estómago industrial.

El inocente producto de usodoméstico que es la margarinaproporciona un dramático ejemplo de loapuntado. Originariamente, la margarinase fabricaba en Europa con ingredienteslocales. Pero llegó a hacerse tanpopular, que esos materiales resultaroninsuficientes. En 1907, los

investigadores descubrieron que lamargarina podía fabricarse con aceite decoco y de palmiste. El resultado de estedescubrimiento europeo fue un profundocambio en el estilo de vida de losafricanos del Oeste.

«En las principales regiones delÁfrica Occidental —escribe MagnusPyke, ex presidente del British Instituteof Food Science and Technology—, enlas que tradicionalmente se producía elaceite de palma, la tierra erapropiedad de la comunidad como untodo.» Complejas costumbres locales ynormas regían el uso de las palmeras. Aveces, un hombre que había plantado unárbol tenía derecho a su producto

durante el resto de su vida. En algunoslugares, las mujeres tenían derechosespeciales. Según Pyke, los hombres denegocios occidentales que organizaron«la producción a gran escala de aceitede palma para la fabricación demargarina como alimento de"conveniencia" para los ciudadanosindustriales de Europa y Américadestruyeron el frágil y complejosistema social de los africanos noindustriales». Grandes plantacionesfueron creadas en el Congo belga, enNigeria, en el Camerún y en la Costa deOro. Occidente obtuvo su margarina. Ylos africanos se convirtieron ensemiesclavos de las grandes

plantaciones.El caucho ofrece otro ejemplo. A

principios de siglo, cuando laproducción automovilística en losEstados Unidos creó una súbita y fuertedemanda de caucho para la fabricaciónde llantas y neumáticos, los traficantes,en colusión con las autoridades locales,sometieron a esclavitud a los indiosamazonios para que trabajasen en suproducción. Roger Casement, cónsulbritánico en Río de Janeiro, informó quela producción de cuatro mil toneladas decaucho del Putumayo entre los años1900 y 1911, dio lugar a la muerte de30.000 indios.

Puede alegarse que se trataba de

«excesos» y que esto no eracaracterístico del gran imperialismo.Ciertamente, las potencias coloniales noeran por entero crueles o malas. Endeterminados lugares construyeronescuelas y rudimentarias instalacionessanitarias para las poblacionessometidas. Mejoraron las condicioneshigiénicas y los suministros de agua. Esindudable que elevaron el nivel de vidade algunos.

Tampoco sería justo tender un aurade romanticismo sobre las sociedadesprecoloniales, ni culpar exclusivamenteal imperialismo de la pobreza de laspoblaciones no industrializadasactuales. Contribuyeron también a ello

el clima, la corrupción y la tiraníalocales, la ignorancia y la xenofobia.Había ya mucha miseria y opresión antesde que llegasen los europeos.

Pero, una vez apartadas de laautosuficiencia y obligadas a producirpor dinero o por bienes; una vezestimuladas o forzadas a reorganizar suestructura social en torno a la minería,por ejemplo, o a las explotacionesagrícolas, las poblaciones de la primeraola quedaron sometidas a ladependencia económica de un mercadoen el que apenas podían influir. Amenudo, sus dirigentes eran sobornados;sus culturas, ridiculizadas; sus idiomas,eliminados. Además, las potencias

coloniales inyectaron un profundosentido de inferioridad psicológica enlos pueblos sojuzgados que constituyetodavía hoy un obstáculo al desarrolloeconómico y social.

Sin embargo, en el mundo de lasegunda ola el gran imperialismo resultóaltamente rentable. Como ha dicho elhistoriador económico WilliamWoodruff: «Fue la explotación de estosterritorios y el creciente tráficocomercial realizado con ellos lo quereportó a la familia europea unariqueza de dimensiones jamásconocidas hasta entonces.»Profundamente arraigado en la estructuramisma de la economía de la segunda ola,

alimentando su voraz necesidad derecursos, el imperialismo se extendiópor el Planeta.

En 1492, cuando Colón puso pie porprimera vez en el Nuevo Mundo, loseuropeos controlaban sólo el 9% delGlobo. Para 1801 dominaban la terceraparte. Para 1880, las dos terceras partes.Y en 1935 los europeos controlabanpolíticamente el 85% de la tierra firmedel Planeta y el 70% de su población.Como la sociedad misma de la segundaola, el mundo se hallaba dividido enintegradores e integrados.

Integración a la americana

Pero no todos los integradores eraniguales. Las naciones de la segunda olalibraban entre sí una batalla cada vezmás encarnizada por el control delnuevo sistema económico mundial. Eldominio inglés y francés fue desafiado,en la Primera Guerra Mundial, por elcreciente poderío industrial alemán. Ladestrucción originada por la guerra, eldevastador ciclo de inflación ydepresión que la siguió, la revoluciónrusa, todo ello produjo una violentasacudida en el mercado mundial.

Estos cataclismos causaron una

drástica reducción en la tasa decrecimiento del tráfico mercantilmundial, y, aunque fueron absorbidosmás países en el sistema comercial,disminuyó el volumen real demercancías negociadasinternacionalmente. La Segunda GuerraMundial redujo más aún la extensión delmercado mundial integrado.

Al final de la Segunda GuerraMundial, la Europa Occidental yacíacubierta de humeantes ruinas. Alemaniahabía quedado convertida en un paisajelunar. La Unión Soviética había sufridoindescriptibles daños físicos y humanos.La industria del Japón estabadestrozada. De las grandes potencias

industriales, sólo los Estados Unidos seencontraban económicamente ilesos. En1946-1950, la economía mundial sehallaba sumida en tal confusión, que elcomercio exterior alcanzó su más bajonivel desde 1913.

Además, la misma debilidad de laspotencias europeas, maltrechas aconsecuencia de la guerra, indujo a unacolonia tras otra a exigir laindependencia política. Gandhi, Ho ChiMinh, Jomo Kenyatta y otrosanticolonialistas intensificaron suscampañas para expulsar a loscolonizadores.

Aun antes de que los cañonesdejaran de disparar, quedó claro, por

tanto, que toda la economía industrialdel mundo debería ser reconstituidasobre una nueva base después de laguerra.

Dos naciones asumieron la tarea dereorganizar y reintegrar el sistema de lasegunda ola: los Estados Unidos y laUnión de Repúblicas SocialistasSoviéticas.

Los Estados Unidos habíandesempeñado hasta entonces un limitadopapel en la campaña del granimperialismo. Abriendo su propiafrontera, había diezmado a losamericanos nativos y los había recluidoen reservas. En México, Cuba, PuertoRico y Filipinas, los americanos

imitaron las tácticas imperiales de losingleses, los franceses o los alemanes.Durante las primeras décadas delpresente siglo, la «diplomacia deldólar» practicada por los EstadosUnidos ayudó a la United Fruit y otrascompañías a garantizar bajos preciospara el azúcar, los plátanos, el café, elcobre y otras mercancías. Sin embargo,comparados con los europeos, losEstados Unidos eran un recién asociadoa la gran cruzada imperial.

Por el contrario, después de laSegunda Guerra Mundial, los EstadosUnidos eran la principal naciónacreedora del mundo. Poseía latecnología más avanzada, la estructura

política más estable… y una irresistibleoportunidad para llenar el vacío depoder dejado por sus maltrechoscompetidores al verse obligados aretirarse de las colonias.

Ya en 1941, los estrategasfinancieros de los Estados Unidoshabían empezado a planear la nuevaintegración de la economía mundial a lolargo de líneas más favorables a losEstados Unidos. En la Conferencia deBretón Woods en 1944, presidida porlos Estados Unidos, 44 nacionesacordaron crear dos estructurasintegrantes clave, el Fondo MonetarioInternacional y el Banco Mundial.

El FMI obligó a sus naciones

miembros a ligar su moneda al dólaramericano o al oro, la mayor parte delcual se hallaba en poder de los EstadosUnidos. (En 1948, los Estados Unidosposeían el 72% de todas las reservas deoro del mundo). El FMI fijaba así lasrelaciones básicas de las másimportantes monedas del mundo.

Mientras tanto, el Banco Mundial,creado al principio para suministrar alas naciones europeas fondos destinadosa la reconstrucción en la posguerra,empezó gradualmente a facilitar tambiénpréstamos a los países noindustrializados. Estos préstamos teníanfrecuentemente por finalidad construircarreteras, puertos, muelles y otros

«elementos de infraestructura» parafacilitar el movimiento de materiasprimas y exportaciones agrícolas a lasnaciones de la segunda ola.

No tardó en agregarse un tercercomponente al sistema: el Acuerdogeneral sobre aranceles y comercio,conocido por las siglas de su nombreinglés: General Agreement on Tariffsand Trade, GATT. Este acuerdo,promovido originalmente también porlos Estados Unidos, se proponíaliberalizar el comercio, pero surtió elefecto de dificultar a los países máspobres y menos avanzadostecnológicamente la protección de suspequeñas y nacientes industrias.

Las tres estructuras quedaronconectadas por una norma que prohibíaal Banco Mundial otorgar préstamos aningún país que se negara a ingresar enel FMI o a cumplir las estipulacionesdel GATT.

Este sistema dificultaba a losdeudores de los Estados Unidos reducirsus obligaciones mediante lamanipulación de la moneda o losaranceles. Fortaleció la competitividadde la industria norteamericana en losmercados mundiales. Y proporcionó alas potencias industriales, especialmentea los Estados Unidos, una graninfluencia sobre la planificacióneconómica de muchos países de la

primera ola, aun después de quehubieran alcanzado la independenciapolítica.

Estos tres órganos interrelacionadosformaron una única estructura integrativapara el comercio mundial. Y desde 1944hasta los primeros años de la década delos 70, los Estados Unidos dominaronbásicamente el sistema. Entre naciones,integraron a los integradores.

Imperialismo socialista

Pero la hegemonía americana sobre

el mundo de la segunda ola fue siendocrecientemente desafiada por el ascensode la Unión Soviética. La URSS y otrasnaciones socialistas se presentaban a símismas como amigos antiimperialistasde los pueblos coloniales del mundo. En1916, un año antes de tomar el poder,Lenin había escrito un violento ataque alas naciones capitalistas del mundo porsu política colonial. Su Imperialismo seconvirtió en uno de los libros másinfluyentes del siglo y sigueconfigurando el pensamiento de cientosde millones de personas en todo elmundo.

Pero Lenin veía el imperialismocomo un fenómeno puramente

capitalista. Las naciones capitalistas —insistía— oprimían y colonizaban aotras naciones, no por capricho, sino pornecesidad. Una dudosa ley de hierro,formulada por Marx, sostenía que losbeneficios en las economías capitalistasmostraban una general e irresistibletendencia a disminuir con el tiempo.Debido a ello —afirmaba Lenin—, lasnaciones capitalistas se veían obligadas,en su fase final, a buscar«superbeneficios» en el extranjero paracompensar la disminución sufrida en elinterior de sus fronteras. Sólo elsocialismo —argumentaba— liberaría alos pueblos coloniales de su opresión ysu miseria, porque el socialismo carecía

de una dinámica intrínseca que exigiesesu explotación económica.

Lo que Lenin pasó por alto es quemuchos de los mismos imperativos queimpulsaban a las naciones industrialescapitalistas, operaban también en lasnaciones industriales socialistas.También ellas formaban parte delsistema monetario del mundo. Tambiénellas basaban sus economías en eldivorcio entre producción y consumo.También ellas necesitaban un mercado(aunque no necesariamente un mercadoorientado por la idea de beneficio) quepusiera de nuevo en contacto aproductor y consumidor. También ellasnecesitaban materias primas del

extranjero para alimentar sus máquinasindustriales. Y, por estas razones,también ellas necesitaban un sistemaeconómico mundial integrado a cuyotravés obtener lo que les faltaba yvender sus productos en el exterior.

De hecho, Lenin, al mismo tiempoque atacaba al imperialismo, hablabadel propósito del socialismo de «nosólo unir más estrechamente a lasnaciones, sino de integrarlas». Comoha escrito el analista soviético M. Seninen Socialist Integration, en 1920 Lenin«consideraba la aproximación y lareunión de las naciones como unproceso objetivo que… conducirá finaly definitivamente a la creación de una

única economía mundial, reguladapor… un plan común». En esto consistíaprecisamente el sueño industrial final.

Externamente, las nacionesindustriales socialistas se hallabanempujadas por las mismas necesidadesde recursos que las nacionescapitalistas. También ellas necesitabanalgodón, café, níquel, azúcar, trigo yotros artículos para alimentar a susfábricas, en rápida multiplicación, y asus poblaciones urbanas. La UniónSoviética tenía (y sigue teniendo)enormes reservas de recursos naturales.Tiene manganeso, plomo, zinc, carbón,fosfatos y oro. Pero también lo teníanlos Estados Unidos, y ello no impidió

que ambas naciones trataran de comprara otras al precio más bajo posible.

Desde sus comienzos, la UniónSoviética se convirtió en parte delsistema monetario mundial. Una vez quecualquier nación ingresaba en estesistema y aceptaba las formas«normales» de comerciar, se encerrabainmediatamente en definicionesconvencionales de eficiencia yproductividad, definiciones cuyo origenpodía siempre encontrarse en elprimitivo capitalismo. Se veía obligadaa aceptar, casi inconscientemente,conceptos económicos, categorías,definiciones, métodos de contabilidad yunidades de medida convencionales.

Los administradores y economistassocialistas, exactamente igual que suscolegas capitalistas, calculaban, así, elcosto de producir sus propias materiasprimas y lo comparaban con el costo decomprarlas. Se enfrentaban a unadecisión de «hacer o comprar» del tipode las que las corporaciones capitalistasarrostran todos los días. Y pronto quedóclaro que comprar ciertas materiasprimas en el mercado mundial sería másbarato que intentar producirlas en casa.

Una vez tomada esta decisión,astutos agentes de compras soviéticos sedesplegaron por el mercado mundial yadquirieron a precios previamentefijados a niveles artificialmente bajos

por los traficantes imperialistas.Camiones soviéticos cargaban cauchocomprado a precios que, probablemente,habían sido fijados ab initio pormercaderes británicos en Malaya. Peoraún: en tiempos recientes, los soviéticos(que mantenían tropas allí) pagaban aGuinea seis dólares por cada toneladade bauxita, cuando los americanos laestaban pagando a 23 dólares. India haprotestado por el hecho de que los rusosles imponen un recargo del 30% sobrelas importaciones y pagan un 30%menos por las importaciones indias. Irány Afganistán recibían de los soviéticosprecios inferiores a lo normal por el gasnatural. Así, la Unión Soviética, como

sus adversarios capitalistas, sebeneficiaba a costa de las colonias.Actuar de otro modo habría supuestoreducir el ritmo de su propio proceso deindustrialización.

La Unión Soviética se vio impulsadatambién, por consideracionesestratégicas, a adoptar políticasimperialistas. Enfrentados al poderíomilitar de la Alemania nazi, lossoviéticos colonizaron primero losEstados bálticos y declararon luego laguerra a Finlandia. Después de laSegunda Guerra Mundial, ayudaron ainstalar o mantener, con tropas o con laamenaza, de invasión, regímenes«amigos» a todo lo largo de la mayor

parte de la Europa del Este. Estospaíses, más avanzados industrialmenteque la propia URSS, debían entregarintermitentemente sus recursos a lossoviéticos, justificando así sudescripción como colonias o «satélites».

«Es indudable —escribe eleconomista neomarxista HowardSherman— que, en los añosinmediatamente posteriores a laSegunda Guerra Mundial, la UniónSoviética detrajo una cierta cantidadde recursos de la Europa Oriental sindar en pago recursos iguales… Huboun cierto saqueo directo y reparaciónmilitar… Hubo también la acción deCompañías conjuntas con predominio

de control soviético y explotaciónsoviética de los beneficios obtenidos deesos países. Se dieron tambiénacuerdos comerciales en condicionessumamente leoninas, que equivalían anuevas reparaciones.»

En la actualidad no existe saqueodirecto, y las Compañías conjuntas handesaparecido, pero, añade Sherman: «Seobservan evidentes indicios de que lamayor parte de los intercambios entrela URSS y casi todos los países de laEuropa del Este continúandesarrollándose en un plano dedesigualdad… con la URSS obteniendola mejor parte.» No es fácil determinarcuánto «beneficio» se obtiene por estos

medios, dada la insuficiencia de lasestadísticas soviéticas publicadas.Puede que los costos del mantenimientode tropas soviéticas por toda la EuropaOriental superen, en realidad, a losbeneficios económicos. Pero un hechoes indiscutiblemente claro.

Mientras los norteamericanoslevantaban la estructura FMI-GATT-Banco Mundial, los soviéticosavanzaban hacia el sueño de Lenin de unúnico sistema económico mundialintegrado, creando el Consejo deAsistencia Económica Mutua(COMECON) y obligando a los paísesde la Europa del Este a ingresar en él.Los países del COMECON son

obligados por Moscú no sólo acomerciar entre ellos y con la UniónSoviética, sino también a someter a laaprobación de Moscú sus planes dedesarrollo económico. Moscú,insistiendo en las virtudes ricardianasde la especialización, actuandoexactamente igual que las viejaspotencias imperialistas con respecto alas economías africanas, asiáticas olatinoamericanas, ha asignado funcionesespecializadas a cada economía de laEuropa Oriental. Sólo Rumania se haresistido abierta y firmemente.

Al afirmar que Moscú ha intentadoconvertirla en el «surtidor de petróleo yjardín» de la Unión Soviética, Rumania

se ha propuesto conseguir lo que llamadesarrollo multilateral, lo cual significauna industrialización plenamenteevolucionada. Ha resistido a la«integración socialista», pese a laspresiones soviéticas. En resumen, almismo tiempo que los Estados Unidosasumían la jefatura de las nacionesindustriales capitalistas y construían suspropios mecanismos para integrar denuevo el sistema económico del mundodespués de la Segunda Guerra Mundial,los soviéticos creaban un duplicado deeste sistema en la parte del mundo quedominaban.

Ningún fenómeno tan vasto,complejo y transformador como el

imperialismo puede ser descrito demanera sencilla. Sus efectos sobre lareligión, la educación y la salud, sobrelos temas de la literatura y el arte, sobreactitudes raciales, sobre lapsicostructura de pueblos enteros, asícomo, más directamente, sobre laeconomía, están aún siendo descubiertospor los historiadores. Es indudable queconsumó logros positivos, además deatrocidades. Pero no se puede darexcesivo énfasis a su papel en elnacimiento de la civilización de lasegunda ola.

Podemos considerar el imperialismocomo el espoleador o acelerador deldesarrollo industrial en el mundo de la

segunda ola. ¿Con qué rapidez habríansido capaces de industrializarse losEstados Unidos, la Europa Occidental,Japón o la URSS sin infusiones dealimentos, energía y materias primasprocedentes del exterior? ¿Y si losprecios de decenas de artículos como labauxita, el manganeso, el estaño, elvanadio o el cobre hubieran sido un 30 oun 50% más elevados durante variasdécadas?

El precio de miles de productosfinales habría sidocorrespondientemente superior… enalgunos casos, sin duda, tan elevadocomo para hacer imposible el consumoen masa. El choque de los aumentos en

los precios del petróleo sobrevenidos acomienzos de la década de los 70 nosproporciona sólo un débil atisbo de suspotenciales efectos.

Aun cuando se hubieran podidoutilizar sustitutivos domésticos, eldesarrollo económico de las naciones dela segunda ola se habría visto,probablemente, impedido. Sin lassubvenciones ocultas que elimperialismo, capitalista y socialista,hizo posible, la civilización de lasegunda ola podría muy bien estar hoydonde estaba en 1920 o 1930.

El gran designio debe estar claro ya.La civilización de la segunda oladividió y organizó al mundo en

naciones-Estado separadas. Necesitandolos recursos del resto del mundo,arrastró a las sociedades de la primeraola y a los restantes pueblos primitivosdel mundo hasta introducirlos en elsistema monetario. Creó un mercadoglobalmente integrado. Pero elexuberante industrialismo era algo másque un sistema económico, político osocial. Era también una forma de vida yuna forma de pensamiento. Produjo unamentalidad de la segunda ola.

Esta mentalidad constituye en laactualidad el principal obstáculo a lacreación de una viable civilización de latercera ola.

IX INDUSREALIDAD

Mientras la civilización de lasegunda ola extendía sus tentáculos porel Planeta, transformando todo cuantotocaba, con ella llegó algo más quetecnología o comercio. Al colisionarcon la civilización de la primera ola, lasegunda ola no sólo creó una nuevarealidad para millones de personas, sinotambién una nueva forma de pensarsobre la realidad.

Chocando en mil puntos con losvalores, conceptos, mitos y costumbres

de la sociedad agrícola, la segunda olatrajo consigo una redefinición de Dios…de la Justicia… del Amor… delPoder… de la Belleza. Suscitó nuevasideas, actitudes y analogías. Subvirtió yremplazó antiguas presunciones sobretiempo, espacio, materia y casualidad.Emergió una poderosa y coherenteconcepción del mundo que no sóloexplicaba, sino que justificaba tambiénla realidad de la segunda ola. Estaconcepción del mundo de la sociedadindustrial no ha recibido un nombreespecífico. Podría denominársela«indusrealidad».

La indusrealidad era el grupoculminante de ideas y presunciones con

que se enseñaba a los hijos delindustrialismo a comprender su mundo.Era el bagaje de premisas empleadaspor la civilización de la segunda ola,por sus científicos, dirigentescomerciales, estadistas, filósofos ypropagandistas.

Naturalmente había vocescontrarias: los que desafiaban las ideasdominantes de la indusrealidad, peroaquí nos interesa la corriente principalde pensamiento de la segunda ola, no lascorrientes marginales. En la superficieno parecía haber ninguna corrienteprincipal. Parecía más bien como siexistiesen dos poderosas corrientesideológicas en conflicto. Para mediados

del siglo XIX, toda nación en proceso deindustrialización tenía su ala izquierda ysu ala derecha, nítidamente delineadasambas, sus defensores delindividualismo y la libre empresa y susdefensores del colectivismo y elsocialismo.

Esta batalla de ideologías, limitadaal principio a las propias naciones entrance de industrialización, no tardó enextenderse por el Globo. Con larevolución soviética de 1917 y laorganización de una máquinapropagandística de ámbito mundial ydirigida centralmente, la luchaideológica se hizo más intensa aún. Y alfinal de la Segunda Guerra Mundial,

mientras los Estados Unidos y la UniónSoviética trataban de integrarnuevamente el mercado mundial —ograndes partes de él— con arreglo a suspropias condiciones, cada uno de losbandos gastaba enormes sumas endifundir sus doctrinas a los pueblos noindustriales del mundo.

A un lado estaban los regímenestotalitarios; al otro, las llamadasdemocracias liberales. Cañones ybombas se hallaban preparados paraintervenir donde terminasen losargumentos lógicos. Rara vez desde lagran colisión entre catolicismo yprotestantismo durante la Reformahabían existido líneas doctrinales tan

nítidamente dibujadas entre dos camposteológicos.

Sin embargo, pocos advertían, en elardor de esta guerra de propaganda, que,si bien cada bando promovía unaideología diferente, ambos estabanpregonando esencialmente la mismasuperideología. Sus conclusiones —susprogramas económicos y dogmaspolíticos— diferían radicalmente, peromuchas de sus premisas iniciales eranlas mismas. Como misioneros católicosy protestantes empuñando diferentesversiones de la Biblia, pero predicandoambos a Cristo, marxistas yantimarxistas por igual, capitalistas yanticapitalistas, americanos y rusos, se

adentraron en África, Asia yLatinoamérica —las regiones noindustriales del mundo—, portandociegamente el mismo conjunto depremisas fundamentales. Ambospredicaban la superioridad delindustrialismo sobre todas las demáscivilizaciones. Ambos eran apasionadosapóstoles de la indus-realidad.

El principio de progreso

La concepción del mundo quepropagaban se hallaba basada en tres

creencias «indusreales» íntimamenteentrelazadas, tres ideas que manteníanunidas a todas las naciones de lasegunda ola y las diferenciaban de granparte del resto del mundo.

La primera de estas creenciasfundamentales estaba relacionada con laNaturaleza. Si bien socialistas ycapitalistas podían discreparviolentamente sobre cómo compartir susfrutos, ambos consideraban laNaturaleza de la misma manera. Paraambos, la Naturaleza era un objeto queesperaba ser explotado.

La idea de que los humanos debenejercer su dominio sobre la Naturalezase remonta, por lo menos, hasta el

Génesis. No obstante, fue una creenciadecididamente minoritaria hasta larevolución industrial. Por el contrario,la mayor parte de las culturas anterioreshacían hincapié en una aceptación de lapobreza y en la armonía de laHumanidad con su ecología naturalcircundante.

Estas culturas anteriores no eranparticularmente consideradas con lanaturaleza. Talaban e incendiaban,agotaban pastos y despojaban losbosques para obtener leña. Pero supoder de causar daño era limitado. Noejercían un gran impacto sobre la Tierray no había necesidad de una ideologíaexplícita para justificar el daño que

producían.Con el advenimiento de la

civilización de la segunda olaaparecieron capitalistas industrialistasque extraían recursos a escala masiva,lanzaban voluminosos venenos al aire,despoblaban de bosques regionesenteras en busca de beneficioseconómicos, sin prestar mayor atencióna los efectos secundarios ni a lasconsecuencias a largo plazo. La idea deque la Naturaleza estaba allí para serexplotada, proporcionaba una adecuadaracionalización para su miopía y suegoísmo.

Pero los capitalistas no estabansolos. Dondequiera que se hacían con el

poder, los industrializadores marxistas(pese a su convicción de que elbeneficio económico era la raíz de todomal) actuaban exactamente de la mismamanera. De hecho, instauraron elconflicto con la Naturaleza en suspropios textos fundamentales.

Los marxistas representaban a lospueblos primitivos no comoestablecidos en una armónicacoexistencia con la Naturaleza, sinocomo entregados a una feroz lucha avida o muerte contra ella. Con laaparición de la sociedad de clases —sostenían—, la guerra del «hombrecontra la Naturaleza» quedó, pordesgracia, transformada en una guerra

del «hombre contra el hombre». Laconsecución de una sociedad comunistasin clases permitiría a la Humanidadretornar al anterior estado de cosas: laguerra del hombre contra la Naturaleza.

Por tanto, a ambos lados de ladivisión ideológica, se encontraba lamisma imagen de la Humanidad situadaen oposición a la Naturaleza ydominándola. Esta imagen constituía uncomponente clave de la indusrealidad,la superideología de la que extraían suspremisas tanto marxistas comoantimarxistas.

Una segunda idea, interrelacionadacon la primera, llevó el argumento unpaso más allá. Los humanos no eran,

simplemente, los señores de laNaturaleza; constituían el pináculo de unlargo proceso de evolución. Existían yateorías de la evolución, pero fueDarwin, educado en la nación industrialmás avanzada de la época, quien, amediados del siglo XIX, proporcionó elfundamento científico de estaconcepción. Habló de la ciega actuaciónde la «selección natural», un procesoinevitable que eliminabaimplacablemente formas débiles eineficaces de vida. Las especies quesobrevivían eran, por definición, lasmás aptas.

Darwin se refería fundamentalmentea la evolución biológica, pero sus ideas

tenían claras resonancias sociales ypolíticas, que otros no tardaron enpercibir. Así, los darvinistas socialesargumentaban que el principio de laselección natural operaba tambiéndentro de la sociedad y que las personasmás ricas y poderosas eran, en virtud deese mismo hecho, las más aptas ymeritorias.

Había desde ahí un corto paso hastala idea de que las sociedades mismasevolucionaban conforme a idénticasleyes de selección. Siguiendo esterazonamiento, el industrialismoconstituía una fase de evolución superiora las culturas no industriales que lerodeaban. La civilización de la segunda

ola, dicho sin rodeos, era superior atodas las demás.

Así como el darvinismo socialracionalizaba el capitalismo, estaarrogancia cultural racionalizaba elimperialismo. El expansivo ordenindustrial necesitaba su cuerdasalvavidas de recursos baratos, y creóuna justificación moral para tomarlos aprecios bajos, aun a costa de destruirsociedades agrícolas, llamadasprimitivas. La idea de la evoluciónsocial proporcionaba un apoyointelectual y moral al trato comoinferiores, y, por tanto, no aptos para lasupervivencia, dado a los pueblos noindustriales.

El propio Darwin escribió, sinconmoverse, sobre la matanza de losaborígenes de Tasmania y, en unarranque de entusiasmo genocida,profetizó que: «En algún períodofuturo… las razas civilizadas delhombre exterminarán, casi con todaseguridad, y remplazarán a las razassalvajes a todo lo largo del mundo.»Los heraldos intelectuales de lacivilización de la segunda ola no teníanla menor duda acerca de quién merecíasobrevivir.

Aunque criticó violentamente elcapitalismo y el imperialismo, Marxcompartía la idea de que elindustrialismo era la forma más

avanzada de sociedad, el estadio haciael que todas las demás sociedadesavanzarían inevitablemente.

Pues la tercera creencia fundamentalde la indusrealidad, que enlazaba laNaturaleza y la evolución, era elprincipio del progreso, la idea de que laHistoria se mueve irreversiblementehacia una vida mejor para laHumanidad. También esta idea teníanumerosos precedentes preindustriales.Pero fue sólo con la extensión de lasegunda ola cuando floreció plenamentela idea del Progreso, con mayúscula.

De pronto, al desplegarse sobreEuropa la segunda ola, mil gargantasempezaron a entonar el mismo jubiloso

coro. Leibniz, Turgot, Condorcet, Kant,Lessing, John Stuart Mili, Hegel, Marx,Darwin e innumerables pensadores demenor importancia, todos encontrabanrazones para un optimismo cósmico.Discutían sobre si el progreso eraverdaderamente inevitable o sinecesitaba ser ayudado por la especiehumana; sobre qué constituía una vidamejor; sobre si el progreso continuaría opodría continuar hasta el infinito. Perotodos estaban de acuerdo con la nociónmisma del progreso.

Ateos y creyentes, estudiantes yprofesores, políticos y científicospredicaban la nueva fe. Hombres denegocios y comisarios políticos por

igual proclamaban cada nueva fábrica,cada nuevo producto, cada nuevo plande viviendas, carreteras o pantanos,como prueba de este irresistible avancedesde lo malo a lo bueno o desde lobueno a lo mejor. Poetas, autoresteatrales y pintores daban por sentado elprogreso. El progreso justificaba ladegradación de la Naturaleza y laconquista de civilizaciones «menosavanzadas».

Y, una vez más, la misma ideadiscurrió paralela a través de las obrasde Adam Smith y de Karl Marx. Comoha observado Robert Heilbroner:«Smith era un firme creyente en elprogreso… En La riqueza de las

naciones, el progreso no era ya unobjetivo idealista de la Humanidad,sino… un destino hacia el que eraempujada… un subproducto dedesignios económicos privados.» ParaMarx, naturalmente, estos designiosprivados solamente producíancapitalismo y las semillas de su propiadestrucción. Pero este acontecimientoformaba en sí mismo parte de la largatrayectoria histórica que lleva a laHumanidad hacia el socialismo, elcomunismo y un futuro aún mejor.

Por tanto, a todo lo largo de lacivilización de la segunda ola, tresconceptos fundamentales —la guerracon la Naturaleza, la importancia de la

evolución y el principio del progreso—suministraron el bagaje utilizado por losagentes del industrialismo para explicary justificar el mundo.

Por debajo de estas conviccionessubyacían presunciones más profundasaún sobre la realidad, un conjunto detácitas creencias sobre los elementosmismos de la experiencia humana. Cadaser humano debe tratar con esoselementos, y cada civilización losdescribe de manera distinta. Cadacivilización debe enseñar a sus hijos aenfrentarse al tiempo y al espacio. Debeexplicar —ya sea mediante el mito, lametáfora o la teoría científica— cómofunciona la Naturaleza. Y debe ofrecer

alguna pista respecto a por qué sucedenlas cosas como suceden.

Así, la civilización de la segundaola, al madurar, creó una imagencompletamente nueva de la realidad,basada en sus propias y peculiarespresunciones sobre tiempo y espacio,materia y causa. Recogiendo fragmentosdel pasado, ensamblándolos de nuevasformas, aplicando experimentación ypruebas empíricas, alteró drásticamenteel modo en que los seres humanospercibían el mundo que les rodeaba y laforma de comportarse en sus vidascotidianas.

El concepto del tiempo

Hemos visto, en un capítulo anterior,cómo la extensión del industrialismodependía de la sincronización delcomportamiento humano con los ritmosde la máquina. La sincronización era unode los principios orientadores de lacivilización de la segunda ola, y entodas partes las gentes delindustrialismo les parecían a losextraños que estaban obsesionados porel tiempo, siempre mirandonerviosamente a sus relojes.

Mas para crear esta conciencia deltiempo y lograr la sincronización, había

que transformar las presuncionesbásicas sobre el tiempo de la gente —sus imágenes mentales del tiempo – Senecesitaba un nuevo concepto deltiempo.

Las poblaciones agrícolas, quenecesitaban saber cuándo plantar ycuándo recolectar, desarrollaron unanotable precisión en la medición delargos lapsos de tiempo. Pero como nonecesitaban una estrecha sincronizacióndel trabajo humano, los puebloscampesinos rara vez elaboraronunidades precisas para medir lapsoscortos. Característicamente, dividieronel tiempo no en unidades fijas, con horaso minutos, sino en trozos indefinidos,

imprecisos, que representaban lacantidad de tiempo necesario pararealizar alguna tarea doméstica. Ungranjero podía referirse a un intervalocomo «el tiempo de ordeñar una vaca».En Madagascar, una unidad de tiempoaceptada se llamaba «una cocción dearroz»; un momento se conocía como «elfreír de una langosta». Los ingleseshablaban de «el tiempo de unpadrenuestro» —el necesario para unaoración—, o, más terrenamente, «eltiempo de una meada».

De manera similar, como existíanescasos intercambios entre unacomunidad o aldea y la siguiente, ycomo el trabajo no lo necesitaba, las

unidades en que se agrupabamentalmente el tiempo variaban de unlugar a otro, de una estación a otra. Porejemplo, en la Europa Septentrionalmedieval, el período de luz solar sedividía en horas iguales. Pero como elintervalo entre el alba y el ocasovariaba día a día, una «hora» dediciembre era más corta que una «hora»de marzo o junio.

En vez de vagos intervalos como elinvertido en rezar un padrenuestro, lassociedades industriales necesitabanunidades sumamente precisas, comohora, minuto o segundo. Y estasunidades tenían que ser uniformizadas,intercambiables de una estación o

comunidad a otra.En la actualidad, el mundo entero

está nítidamente dividido en zonashorarias. Hablamos de una horauniformizada. Los pilotos de todo elmundo tienen como referencia la horazulú, esto es, la hora del meridiano deGreenwich. Por convencióninternacional, Greenwich, en Inglaterra,se convirtió en el punto desde el que semedirían todas las diferencias horarias.Periódicamente, al unísono, comoimpulsadas por una única voluntad,millones de personas adelantan o atrasansus relojes una hora, y, aunque nuestrapercepción subjetiva, interior, de lascosas pueda decirnos que el tiempo se

está arrastrando o, por el contrario,huyendo velozmente, una hora es ya unaúnica e intercambiable horauniformizada.

La civilización de la segunda olahizo algo más que dividir el tiempo entrozos más precisos y uniformes. Colocótambién esos trozos en una línea recta,que se extendía indefinidamente hacia elpasado y hacia el futuro. Dio al tiempouna estructura lineal.

De hecho, la presunción de que eltiempo tiene una configuración lineal sehalla tan profundamente incrustada ennuestros pensamientos, que a quieneshemos nacido en sociedades de lasegunda ola nos cuesta concebir ninguna

alternativa. Sin embargo, muchassociedades preindustriales, y algunassociedades de la primera ola aún hoy,ven el tiempo como un círculo, no comouna línea recta. Desde los mayas hastalos budistas y los hindúes, el tiempo fueuna historia circular y reiterativa,repitiéndose a sí misma indefinidamente,y con las vidas reviviéndose a sí mismasa través de la reencarnación.

La idea de que el tiempo era comoun gran círculo se encuentra recogida enel concepto hindú de kalpas recurrentes,cada una de ellas de una duración decuatro mil millones de años, cada una deellas representando un solo día deBrahma, que empieza con la recreación,

termina con la disolución y vuelve aempezar. La noción de tiempo circularse encuentra también en Platón yAristóteles, uno de cuyos discípulos,Eudemus, se imaginaba a sí mismoviviendo una y otra vez el mismomomento mientras se repetía el ciclo.Pitágoras lo enseñó. En Time andEastern Man, Joseph Needham nos diceque: «Para el indohelénico, el tiempoes cíclico y eterno.» Además, mientrasque en China predominó la idea deltiempo lineal, según Needham: «Eltiempo cíclico prevaleció, ciertamente,entre los primeros filósofosespeculativos taoístas.»

También en Europa coexistieron

estas alternativas concepciones deltiempo en los siglos que precedieron ala industrialización. «Durante todo elperíodo medieval —escribe elmatemático G. J. Whitrow—, estuvieronen conflicto los conceptos cíclico ylineal del tiempo. El concepto linealfue fomentado por la clase mercantil yel nacimiento de una economíamonetaria. Pues mientras el poderestuve concentrado en la propiedad dela tierra, se sentía el tiempo como algofértil y lleno de plenitud y se loasociaba al inmutable ciclo de laagricultura». Al cobrar fuerza lasegunda ola, este viejo conflicto quedóresuelto: triunfó el tiempo lineal. El

tiempo lineal se convirtió en laconcepción dominante en toda sociedadindustrial, oriental u occidental. Seacabó viendo el tiempo como unacarretera que se desplegase desde unremoto pasado y, cruzando el presente,se adentrara en el futuro, y estaconcepción del tiempo ajena a miles demillones de humanos que vivieron antesde la civilización industrial, se convirtióen la base de toda planificacióneconómica, científica y política, ya fueseen el gabinete ejecutivo de la IBM, laagencia japonesa de PlanificaciónEconómica o la Academia Soviética.

No obstante, debe hacerse notar queel tiempo lineal constituía un requisito

previo de las concepciones indusrealesde evolución y progreso. El tiempolineal hizo plausibles la evolución y elprogreso. Pues si el tiempo fuesecircular en lugar de rectilíneo, si losacontecimientos se volvieran sobre símismos en vez de avanzar en una únicadirección, ello significaría que laHistoria se repetía y que evolución yprogreso no eran sino ilusiones, sombrasproyectadas sobre el muro del tiempo.

Sincronización. Uniformización.Linealización. Afectaron a laspresunciones básicas de la civilizacióny provocaron masivos cambios en laforma en que las gentes corrientesmanipulaban el tiempo en sus vidas.

Pero si el tiempo mismo se transformó,también el espacio tenía que serremodelado para encajar en la nuevaindusrealidad.

Remodelación del espacio

Mucho antes del alborear de lacivilización de la primera ola, cuandonuestros más remotos antepasadosdependían para su supervivencia de lacaza y la ganadería, de la pesca o elforrajeo, se mantenían constantemente enmovimiento. Empujados por el hambre,

el frío o accidentes ecológicos,persiguiendo el buen tiempo o las piezasde caza, fueron los originales «alto-móviles»… que viajaban con rapidez,que evitaban la acumulación de bienes opropiedades molestos y se diseminabanampliamente por el territorio. Un grupode cincuenta hombres, mujeres y niñospodía necesitar una extensión de tierradiez veces mayor que la isla deManhattan para alimentarse, o seguir unaruta migratoria a lo largo de cientos dekilómetros, literalmente, cada año,según exigiesen las circunstancias.Llevaban lo que los geógrafos actualesllaman una existencia «espacialmenteextensiva».

Por el contrario, la civilización de laprimera ola engendró una raza de«tacaños de espacio». Al serreemplazado el nomadismo por laagricultura, las rutas migratorias dejaronpaso a campos cultivados yasentamientos permanentes. En vez devagabundear por una extensa comarca,el granjero y su familia se manteníaninmóviles, laborando intensivamente supequeño trozo de tierra dentro delamplio mar del espacio, un mar cuyasdimensiones empequeñecían alindividuo.

El temporal industrial que se desatósobre Europa en el siglo XVIII volvió acrear una cultura «espacialmente

extendida»… pero ahora a escalaplanetaria. Bienes, personas e ideas erantransportados a miles de kilómetros dedistancia, y vastas poblacionesemigraban en busca de trabajo. Laproducción, en lugar de dispersarse porlos campos, se concentraba ahora en lasciudades. Enormes y prolíficaspoblaciones se comprimían en unoscuantos núcleos apretados. Viejas aldeasdesaparecían y morían; surgíanprósperos centros industriales,ribeteados de chimeneas y hornosllameantes.

Esta dramática reconfiguración delpaisaje requería una coordinaciónmucho más compleja entre ciudad y

campo. Así, alimentos, energía,personas y materias primas tenían queafluir a los núcleos urbanos, mientrassalían de ellos artículos manufacturados,modas, ideas y decisiones financieras.Las dos corrientes se hallabancuidadosamente integradas en el tiempoy el espacio. Además, dentro de laspropias ciudades se necesitaba unavariedad de formas espaciales. En elviejo sistema agrícola, las estructurasfísicas básicas eran una iglesia, unpalacio nobiliario, varias chozasmiserables, ocasionalmente una tabernao un monasterio. La civilización de lasegunda ola, debido a su división deltrabajo mucho más refinada, exigía

muchos tipos de espacio másespecializados.

Por ello, los arquitectos no tardaronen empezar a crear oficinas, Bancos,comisarías de Policía, fábricas,terminales ferroviarias, grandesalmacenes, cárceles, cuartelillos debomberos, asilos y teatros. Estosnumerosos tipos de espacio diferentestenían que ser ensamblados en formaslógicamente funcionales. Losemplazamientos de fábricas, los caminosque llevaban de casa a la tienda, lasrelaciones de los apartaderosferroviarios con los muelles deembarque y depósitos de mercancías, lasituación de escuelas y hospitales, de

conducciones de agua, canalizaciones,líneas de gas, centrales telefónicas…todo debía ser coordinadoespacialmente.

Había que organizar el espacio tancuidadosamente como una fuga de Bach.

Esta extraordinaria coordinación deespacios especializados —necesariapara llevar a la gente al lugar adecuadoen el momento adecuado— era elanálogo espacial exacto de lasincronización temporal. En efecto, erasincronización en el espacio. Pues tantoel tiempo como el espacio tenían que serestructurados más cuidadosamente si sequería que funcionasen las sociedadesindustriales.

Así como había que suministrar a lagente unidades de tiempo más exactas yuniformizadas, así también senecesitaban unidades de espacio másprecisas e intercambiables. Antes de larevolución industrial, cuando aún sedividía el tiempo en toscas unidadescomo la invertida en el rezo de unpadrenuestro, también las medidasespaciales se hallaban sumidas enheterogénea confusión. Por ejemplo, enla Inglaterra medieval una «vara» podíamedir desde cinco hasta siete metros. Enel siglo XVI, el mejor consejo sobrecómo obtener la medida de una vara eraelegir 16 hombres al azar cuando salíande la iglesia, colocarles en fila «con sus

pies izquierdos uno detrás de otro» ymedir la distancia resultante. Y seutilizaban expresiones más vagas aún,como «un día a caballo», «una horaandando» o «media hora al trote».

Estas imprecisiones no podían yatolerarse una vez que la segunda olaempezó a modificar las pautas detrabajo y la invisible cuña creó unmercado en constante expansión. Unaprecisa navegación, por ejemplo, se fuehaciendo cada vez más importante amedida que se incrementaba elcomercio, y los Gobiernos ofrecierongrandes premios a quien pudiera idearmejores métodos de mantener en surumbo a los buques mercantes. También

en tierra se introdujeron medicionescada vez más refinadas y unidades másprecisas.

Había que despejar y racionalizar laconfusa, contradictoria y caóticadiversidad de costumbres, leyes yprácticas locales que prevaleció durantela civilización de la primera ola. Lafalta de precisión y de medidasuniformes constituía un cotidiano motivode exasperación para los fabricantes ypara la naciente clase de comerciantes.Esto explica el entusiasmo con que losrevolucionarios franceses, en elalborear de la Era industrial, seaplicaron a la uniformización dedistancias mediante el sistema métrico,

así como del tiempo mediante un nuevocalendario. Tanta importancia concedíana estos problemas, que los incluyeronentre las primeras cuestiones a tratarcuando la Convención Nacional sereunió por primera vez para proclamarla República.

La segunda ola de cambio trajotambién consigo una multiplicación ydelimitación de fronteras espaciales.Hasta el siglo XVIII, las fronteras de losimperios eran con frecuenciaimprecisas. Como había grandesregiones despobladas, no era necesariala precisión. Al aumentar la población,incrementarse el comercio y empezar asurgir las primeras fábricas por toda

Europa, muchos Gobiernos empezaronsistemáticamente a delimitar susfronteras. Se delinearon con másclaridad las zonas aduaneras.Propiedades locales y aun privadasfueron más cuidadosamente definidas,acotadas, valladas y registradas. Losmapas se hicieron más detallados ycompletos.

Surgió una nueva imagen delespacio, que se correspondíaexactamente con la nueva imagen deltiempo. Al establecer la puntualidad y laprogramación más límites y plazostemporales, fueron surgiendo másfronteras delimitadoras del espacio.Incluso la linealización del tiempo tuvo

su equivalente espacial.En las sociedades preindustriales, el

viaje en línea recta, ya fuese por tierra opor mar, constituía una anomalía. Lavereda del campesino, el camino enherradura o el sendero indioserpenteaban conforme a laconfiguración de la Tierra. Muchasparedes se combaban hacia dentro ohacia fuera o torcían en ángulosirregulares. Las calles de las ciudadesmedievales se plegaban una sobre otra,se curvaban, enroscaban o retorcían.

Las sociedades de la segunda ola nosólo situaron los barcos en exactosrumbos rectilíneos, sino queconstruyeron también ferrocarriles cuyos

relucientes raíles se extendían en líneasparalelas tan lejos como podía abarcarla vista. Como ha observado elfuncionario planificador norteamericanoGrady Clay, estas líneas férreas —ladenominación misma es reveladora— seconvirtieron en el eje en torno al cualtomaron forma nuevas ciudadesconstruidas como siguiendo el diseño deuna parrilla. El diseño tipo parrilla, quecombina líneas rectas y ángulos de 90grados, prestaba al paisaje unaregularidad y una linealidadcaracterísticas.

Aún ahora, al mirar una ciudadpuede verse un revoltijo de calles,plazas, círculos y complicadas

intersecciones en los distritos antiguos.Estos dan paso frecuentemente a nítidosdiseños reticulares en las partes de laciudad construidas en períodosposteriores, más industrializados. Otrotanto puede decirse de regiones y paísesenteros.

Incluso la tierra laborable empezó amostrar pautas lineales con lamecanización. Los labradores preindustriales, que araban tras los bueyes,creaban surcos curvados, irregulares.Una vez que el buey se había puesto enmarcha, el labrador no quería detenerle,y el animal describía una amplia curvaal final del surco, formando un sinuosodiseño en la tierra. Hoy, cualquiera que

mire desde la ventanilla de un avión vecampos rectangulares arados en surcosque parecen trazados con regla.

La combinación de líneas rectas yángulos de 90 grados no se reflejósolamente en la tierra y en las calles,sino también en los espacios íntimosexperimentados por la mayoría de loshombres y mujeres, las habitaciones enque vivían. En la arquitectura de la Eraindustrial, rara vez se encuentranparedes curvadas y ángulos no rectos.Cubículos rectangulares sustituyeron alas habitaciones de formas irregulares, yaltos edificios llevaron la línea rectaverticalmente hacia el cielo, conventanas que formaban diseños lineales

o reticulares en las grandes paredesasomadas sobre calles rectas.

Así, pues, nuestra concepción yexperiencia del espacio siguió unproceso de linealización paralelo a lalinealización del tiempo. En todas lassociedades industriales, capitalistas osocialistas, orientales u occidentales, laespecialización de espaciosarquitectónicos, el mapa detallado, eluso de unidades de medida precisas yuniformes y, sobre todo, la línea seconvirtieron en una constante cultural,básica de la nueva indusrealidad.

La materia de la realidad

La civilización de la segunda ola nosólo creó nuevas imágenes del tiempo yel espacio y las utilizó para conformarel comportamiento cotidiano, construyósus propias respuestas a la viejapregunta: «¿De qué están hechas lascosas?» Cada cultura inventa suspropios mitos y metáforas en un intentode responder a esta pregunta. Algunasimaginan el Universo como unaarremolinada «unidad». Se considera alos seres humanos como parte de laNaturaleza, enteramente unidos a lasvidas de sus antepasados y sus

descendientes, fundidos tanestrechamente con el mundo naturalcomo para participar en la«vivencialidad» real de animales,árboles, piedras y ríos. Además, enmuchas sociedades el individuo seconcibe a sí mismo menos como unaentidad autónoma y privada que comoparte de un organismo mayor, la familia,el clan, la tribu o la comunidad.

Otras sociedades han destacado nola integridad o unidad del Universo, sinosu división. Han considerado la realidadno como una entidad fusionada, sinocomo una estructura construida demuchas partes individuales.

Unos dos mil años antes del

nacimiento del industrialismo,Demócrito expuso la entoncesextraordinaria idea de que el Universono era un todo inconsútil, sino que secomponía de partículas, separadas,indestructibles, irreductibles, invisibles,indivisibles. Dio a esas partículas elnombre de átomos. En los siglossiguientes apareció y reapareció la ideade un Universo formado de irreductiblesbloques de materia. En China, pocodespués de la época de Demócrito, en elMo Ching, se definía aparentemente un«punto» como una línea que había sidopartida en segmentos tan cortos que yano se la podía subdividir más. Tambiénen la India la teoría del átomo o unidad

irreductible de realidad surgió no muchodespués de los tiempos de Cristo. En laantigua Roma, el poeta Lucrecio expusola filosofía atomista. Sin embargo, estaimagen de la materia no pasó de ser unaconcepción minoritaria, a menudoridiculizada o despreciada.

Fue sólo en el alborear de lasegunda ola cuando el atomismo seconvirtió en una idea dominante, altiempo que varias corrientes deinfluencias entremezcladas convergíanpara revolucionar nuestra concepción dela materia.

A mediados del siglo XVII, unclérigo francés llamado FierreGassendi, astrónomo y filósofo del

Colegio Real de París, comenzóargumentando que la materia debía deestar compuesta de ultrapequeñoscorpúsculos. Influido por Lucrecio,Gassendi se convirtió en tan vehementedefensor de la concepción atómica de lamateria, que sus ideas cruzaron pronto elCanal de la Mancha y llegaron a RobertBoyle, joven científico que estudiaba ala sazón la comprensibilidad de losgases. Boyle trasladó la idea delatomismo desde la teoría especulativahasta el laboratorio y llegó a laconclusión de que incluso el aire mismoestaba compuesto de diminutaspartículas. Seis años después de lamuerte de Gassendi, Boyle publicó un

trabajo en el que sostenía que cualquiersustancia —la tierra por ejemplo— quepueda ser disgregada en sustancias mássimples no es, ni podría ser, unelemento.

Entretanto, Rene Descartes,matemático educado por los jesuitas y alque Gassendi criticaba, afirmó que larealidad solamente se podía comprenderdividiéndola en fragmentos cada vezmás pequeños. En sus propias palabras,era necesario «dividir cada una de lasdificultades sometidas a examen en elmayor número posible de partes». Así,pues, al comienzo de la segunda ola, elatomismo filosófico avanzaba junto alatomismo físico.

Se trataba de un ataque deliberado ala noción de unidad, un ataque al que notardaron en sumarse oleada tras oleadade científicos, matemáticos y filósofosque se dedicaron a romper el Universoen fragmentos más pequeños aún, conresultados excitantes. Una vez queDescartes publicó su Discurso delmétodo —escribe el microbiólogo ReneDubos—, «surgieron inmediatamenteinnumerables descubrimientos al seraplicado a la medicina». En química yotros campos, la combinación de lateoría atómica y el método atómico deDescartes produjo sorprendentesavances. A mediados del siglo XVIII, lanoción de que el Universo se componía

de partes y subpartes independientes yseparables era ya de conocimientocomún, parte de la emergenteindusrealidad.

Toda nueva civilización toma ideasdel pasado y las reconfigura de formasque le ayudan a comprenderse a símisma en relación al mundo. Para unanaciente sociedad industrial —unasociedad que comenzaba a avanzar haciala producción en serie de productosensamblados compuestos de elementosconstitutivos separados—, la idea de unUniverso ensamblado, compuestotambién de elementos constitutivosseparados, era, probablemente, una ideaindispensable.

Había también razones políticas ysociales para la aceptación del modeloatómico de realidad. Al estrellarsecontra las viejas institucionespreexistentes de la primera ola, lasegunda ola necesitaba separar a lagente de la familia extendida, de laomnipotente Iglesia, de la monarquía. Elcapitalismo industrial necesitaba unajustificación racional para elindividualismo. Al iniciarse ladecadencia de la vieja civilizaciónagrícola, al extenderse el comercio ymultiplicarse las ciudades en el siglo odos siglos que precedieron al despuntardel industrialismo, las nuevas clasesmercantiles, exigiendo libertad para

comerciar, prestar y ampliar susmercados, dieron nacimiento a unanueva concepción del individuo, lapersona como átomo.

La persona no era ya un meroapéndice pasivo de la tribu, la casta o elclan, sino un individuo libre y autónomo.Cada individuo tenía derecho a poseerpropiedades, adquirir bienes,vagabundear o trabajar, prosperar omorirse de hambre según sus propiosesfuerzos activos, con el correlativoderecho a elegir una religión y aperseguir la felicidad privada. Enresumen, la indusrealidad dionacimiento a una concepción de unindividuo que se asemejaba en gran

manera a un átomo… irreductible,indestructible, la partícula básica de lasociedad.

El tema atómico apareció incluso,como hemos visto, en la política, dondeel voto se convirtió en la partícula final.Reapareció en nuestra concepción de losasuntos internacionales comocompuestos de unidades autónomas,impenetrables e independientesllamadas naciones. No sólo la materiafísica, también la materia social ypolítica se concebía en términos deunidades autónomas o átomos. El temaatómico penetraba todas las esferas dela vida.

Esta imagen de la realidad como

compuesta de fragmentos separablesencajaba, a su vez, perfectamente conlas nuevas imágenes del tiempo y elespacio, divisibles también en unidadesdefinibles más y más pequeñas. Lacivilización de la segunda ola, alextenderse y dominar a las sociedades«primitivas» y a la civilización de laprimera ola, propagó esta concepciónindustrial, cada vez más coherente yconsistente de la persona, la política y lasociedad.

Sin embargo, faltaba una últimapieza para completar el sistema lógico.

El porqué final

Una civilización no puede programarefectivamente las vidas, a no ser queposea alguna explicación respecto a porqué suceden las cosas, y ello aunque suexplicación esté compuesta de nuevepartes de misterio y una parte deanálisis. Las personas, al llevar a lapráctica los imperativos de su cultura,necesitan alguna seguridad de que sucomportamiento producirá resultados. Yesto implica alguna respuesta al perennepor qué. La civilización de la segundaola se presentó con una teoría tanpoderosa, que parecía suficiente para

explicarlo todo.Una piedra se estrella contra la

superficie de un estanque. Ondasconcéntricas se extienden rápidamentesobre el agua. ¿Por qué? ¿Qué es lo queproduce este suceso? Es probable quelos hijos del industrialismo dijesen:«Porque alguien la tiró.»

Un caballero europeo instruido delsiglo XII o XIII, al intentar responder aesta pregunta, habría tenido ideas muydiferentes de las nuestras.Probablemente habría recurrido aAristóteles y buscado una causamaterial, una causa formal, una causaeficiente y una causa final, ninguna delas cuales habría sido suficiente, por sí

sola, para explicar nada. Un sabiomedieval chino podría haber habladodel yin y el yang y del campo de fuerzade influencias en que se creía seproducían todos los fenómenos. Lacivilización de la segunda ola encontrósu respuesta a los misterios de lacausalidad en el espectaculardescubrimiento de Newton de la ley dela gravitación universal. Para Newton,las causas eran «las fuerzas aplicadas alos cuerpos para engendrarmovimiento». El ejemplo clásico de lacausa y efecto newtonianos es el de lasbolas de billar que chocan una con otray se mueven en respuesta la una a laotra. Esta noción de cambio, centrada

exclusivamente en fuerzas exterioresmensurables y fácilmente identificables,era sumamente eficaz porquearmonizaba a la perfección con lasnuevas nociones indusreales de espacioy tiempo lineales. De hecho, lacausalidad newtoniana o mecanicista,que acabó siendo adoptada al extendersepor Europa la revolución industrial,reunió toda la indusrealidad en unbloque herméticamente cerrado ysellado.

Si el mundo se componía departículas separadas —bolas de billaren miniatura—, entonces todas lascausas provenían de la interacción deesas bolas. Una partícula o átomo

golpeaba a otra. La primera era la causadel movimiento de la segunda. Esemovimiento era el efecto delmovimiento de la primera. No habíaacción sin movimiento en el espacio yningún átomo podía estar en más de unlugar al mismo tiempo.

De pronto, un Universo que habíaparecido complejo, desordenado,impredictible, ricamente abarrotado,misterioso y revuelto, empezaba aparecer pulcro y ordenado. Todofenómeno, desde el átomo alojado enuna célula humana hasta la más fríaestrella del distante cielo nocturno,podía ser comprendido como materia enmovimiento, cada partícula activando a

la siguiente y forzándola a moverse enuna incesante danza de la existencia.Para el ateo, esta concepciónproporcionaba una explicación de lavida en la que, como dijo más tardeLaplace, la hipótesis de Dios erainnecesaria. Sin embargo, para elreligioso aún quedaba lugar para Dios,ya que Él podía ser considerado como elprimer motor que utilizaba el taco paraponer en movimiento las bolas de billary luego, quizá, se retiraba del juego.

Esta metáfora de la realidad penetrócomo una inyección de adrenalinaintelectual en la naciente culturaindusreal. Uno de los filósofos radicalesque contribuyeron a crear el clima de la

Revolución francesa, el barónD’Holbach, exultaba: «El Universo, esavasta ensambladura de todo cuantoexiste, presenta solamente materia ymovimiento: el todo ofrece a nuestracontemplación sólo una inmensa, unaininterrumpida sucesión de causas yefectos.»

Todo está ahí, todo implicado en unabreve y triunfante proposición: elUniverso es una realidad ensamblada,hecha de partes diferentes reunidas enuna «ensambladura». La materia sólopuede ser entendida en términos demovimiento, es decir, movimiento através del espacio. Los acontecimientosse producen en una sucesión [lineal], un

desfile de acontecimientos que semueven a lo largo de la línea del tiempo.Pasiones humanas como el odio, elegoísmo o el amor —continuabaD’Holbach— podían compararse confuerzas físicas como la repulsión, lainercia o la tracción, y un sabio Estadopolítico podría manipularlas para elbien público del mismo modo que uncientífico podría manipular el mundofísico para el bien común.

Precisamente de esta imagenindusreal del Universo, de laspresunciones contenidas en su interior,es de donde proceden algunas de lasmás potentes de nuestras pautas decomportamiento personal, social y

político. Encerrada en ellas yacía laimplicación de no sólo el Cosmos y laNaturaleza, sino también la sociedad ylas personas se comportaban conforme aciertas leyes fijas y predecibles. Dehecho, los más grandes pensadores de lasegunda ola fueron precisamente los quecon más lógica y vigor afirmaron elsometimiento del Universo a unas leyes.

Newton parecía haber descubiertolas leyes que programaban a los cielos.Darwin había identificado leyes queprogramaban la evolución social. YFreud, supuestamente, revelaba las leyesque programaban la psiquis. Otros —científicos, ingenieros, científicossociales, psicólogos— seguían

buscando todavía más, o diferentes,leyes.

La civilización de la segunda olatenía ahora a su disposición una teoríade la causalidad que parecía milagrosapor su poder y su amplia aplicabilidad.Muchas cosas que hasta entoncesparecían complejas, podían serreducidas a sencillas fórmulasexplicatorias. Y no era que hubiese queaceptar esas leyes o reglas simplementeporque las hubiera formulado Newton, oMarx, o alguien. Estaban sometidas aexperimentos y pruebas empíricas.Podían ser válidas. Utilizándolas,podíamos construir puentes, enviarondas de radio al firmamento, predecir

los cambios biológicos y explicar los yaefectuados; podíamos manipular laeconomía, organizar movimientos omáquinas políticas e incluso —así loafirmaban— prever y moldear elcomportamiento del individuo.

Todo lo que se necesitaba eraencontrar la variable crítica paraexplicar cualquier fenómeno. Podíamosconseguir cualquier cosa con sólo quelográramos encontrar la «bola de billar»adecuada y golpearla desde el mejorángulo.

Esta nueva causalidad, combinadacon las nuevas imágenes del tiempo, elespacio y la materia, liberó a gran partede la especie humana de la tiranía de los

antiguos ídolos. Hizo posible triunfaleslogros en ciencia y tecnología, milagrosde conceptualización y realizacionesprácticas. Desafió el autoritarismo yliberó a la mente de muchos milenios deprisión. Pero la indusrealidad creótambién su propia y nueva prisión, unamentalidad industrial que despreciaba oignoraba lo que no podía cuantificar,que, con frecuencia, ensalzaba el rigorcrítico y castigaba a la imaginación, quereducía a las personas asupersimplificadas unidadesprotoplásmicas, que siempre acabababuscando una solución de ingenieríapara cualquier problema.

Y tampoco era la indusrealidad tan

moralmente neutral como pretendía. Era,como hemos visto, la superideologíamilitante de la civilización de lasegunda ola, el autojustificantemanantial del que brotaban lascaracterísticas ideologías izquierdistas yderechistas de la Era industrial. Comocualquier cultura, la civilización de lasegunda ola creó filtros distorsionantesa cuyo través llegaron sus habitantes averse a sí mismos y al Universo. Esteconjunto de ideas, imágenes ypresunciones —y las analogías quederivaban de ellas— formó el máspoderoso sistema cultural de la Historia.

Finalmente, la indusrealidad, elaspecto cultural del industrialismo,

conformó la sociedad que ayudó aconstruir. Ayudó a crear la sociedad degrandes organizaciones, grandesciudades, centralizadas burocracias y elmercado que todo lo penetraba, ya fuesecapitalista o socialista. Ensambló a laperfección con los nuevos sistemasenergéticos, sistemas familiares,sistemas económicos, sistemastecnológicos, sistemas políticos y devalores que, juntos, formaban lacivilización de la segunda ola.

En toda esa civilización en suconjunto, y en unión con susinstituciones, sus tecnologías y sucultura, lo que ahora se estádesintegrando bajo un alud de cambio

mientras la tercera ola se extiende, a suvez, por el Planeta. Vivimos en la fasefinal e irrecuperable del industrialismo.Y, mientras la Era industrial pasa a laHistoria, nace una Era nueva.

X CODA: EL

BORBOTÓN

Subsiste un misterio. Elindustrialismo fue un borbotón en laHistoria, un mero lapso de tres siglosperdido en la inmensidad del tiempo.¿Qué fue lo que causó la revoluciónindustrial? ¿Qué fue lo que impulsó a lasegunda ola a través del Planeta?

Muchas corrientes de cambioconvergieron para formar una granconfluencia. El descubrimiento delNuevo Mundo transmitió una vibración

de energía a la cultura y la economía deEuropa en vísperas de la revoluciónindustrial. El crecimiento de lapoblación estimuló un movimiento hacialas ciudades. El agotamiento de losbosques madereros de Gran Bretañaincitó al uso del carbón. Esto, a su vez,forzó a que los pozos de las minasfueran siendo cada vez más hondos,hasta que las viejas bombas accionadaspor caballos no pudieron ya vaciarlosde agua. La máquina de vapor fueperfeccionada para resolver esteproblema, y ello condujo a un fantásticodespliegue de nuevas oportunidadestecnológicas. La gradual difusión deideas indusreales desafió a la autoridad

eclesiástica y política. El descenso delanalfabetismo, la mejora de lascarreteras y del transporte… todo elloconvergió en el tiempo e hizo que seabrieran de par en par las compuertasdel cambio.

Cualquier búsqueda de la causa dela revolución industrial está condenadaal fracaso. Pues no hubo una causa únicao dominante. La tecnología, por sí sola,no es la fuerza impulsora de la Historia.Ni lo son por sí mismos los valores olas ideas. Ni lo es la lucha de clases. Nies la Historia simplemente un conjuntode cambios ecológicos, tendenciasdemográficas o inventos decomunicaciones. La economía sola no

puede explicar éste ni ningún otroacontecimiento histórico. No existeninguna «variable independiente» de laque dependan otras variables. Existensólo variables interrelacionadas,ilimitadas en su complejidad.

Situados frente a este dédalo deinfluencias causales, incapaces inclusode detectar todas sus interacciones, lomáximo que podemos hacer escentrarnos en las que parecen másreveladoras para nuestros fines yreconocer la distorsión implícita en esaelección. Con este espíritu, es evidenteque todas las numerosas fuerzas queconfluyeron para formar la civilizaciónde la segunda ola, pocas tuvieron

consecuencias más claramenteapreciables que la brecha, en progresivoensanchamiento, abierta entre productory consumidor y el desarrollo de esafantástica red de intercambio que ahorallamamos mercado, sea de formacapitalista o socialista.

Cuanto mayor fue el divorcio entreproductor y consumidor —en el tiempo,en el espacio y en distancia social ypsíquica—, más llegó el mercado, entoda su asombrosa complejidad, contoda su secuela de valores, susmetáforas implícitas y sus presuncionesocultas, a dominar la realidad social.

Como hemos visto, esta invisiblecuña produjo todo el sistema monetario

moderno, con sus instituciones bancariascentrales, sus Bolsas de valores, sucomercio mundial, sus planificadoresburocráticos, su espíritu cuantitativo ycalculador, su ética contractual, suorientación materialista, su estrechamedición del éxito, su rígido sistema derecompensas y su poderoso aparatocontable, cuya significación culturalsubestimamos rutinariamente. De estedivorcio entre productor y consumidorsurgieron muchas de las presiones haciala uniformización, la especialización, lasincronización y la centralización. De élsurgieron las diferencias en función, ytemperamento por razón del sexo.Aunque valoramos las muchas otras

fuerzas que desencadenaron la segundaola, esta división del antiguo átomo deproducción = consumo debe, sin duda,figurar en primer lugar entre ellas.Todavía hoy se perciben las ondasexpansivas producidas por esa fisión.

La civilización de la segunda ola nose limitó a alterar la tecnología, lanaturaleza y la cultura. Alteró también lapersonalidad, ayudando a producir uncarácter social nuevo. Naturalmente,mujeres y niños conformaron lacivilización de la segunda ola y fueronconformados por ella. Pero, como loshombres eran atraídos más directamentea la matriz del mercado y a los nuevosmodos de trabajo, adquirieron

características industriales máspronunciadas que las mujeres, y tal vezme perdonen las lectoras al uso de laexpresión «hombre industrial» pararesumir estas nuevas características.

El hombre industrial era diferente detodos sus precursores. Era dueño de«esclavos energéticos», queamplificaban enormemente su diminutopoder. Pasaba gran parte de su vida enun medio ambiente de estilo fabril, encontacto con máquinas y organizacionesque empequeñecían al individuo.Aprendió, casi desde la infancia, que lasupervivencia dependía, como nuncahasta entonces, del dinero. Típicamente,crecía en una familia nuclear y asistía a

una escuela de tipo fabril. Obtenía delos medios de comunicación de masas suimagen básica del mundo. Trabajabapara una gran corporación o unorganismo público, pertenecía asindicatos, Iglesias y otrasorganizaciones, a cada una de las cualesentregaba un trozo de su divididapersonalidad. Se identificaba cada vezmenos con su pueblo o su ciudad quecon su nación. Se veía a sí mismo enoposición a la Naturaleza, explotándoladiariamente en su trabajo.Paradójicamente, sin embargo, seapresuraba a acudir a ella los fines desemana. (De hecho, cuanto másexpoliaba a la Naturaleza, más la

idealizaba y la reverenciaba conpalabras.) Aprendió a verse a sí mismocomo parte de vastos einterdependientes sistemas económicos,sociales y políticos cuyos límites sedifuminaban en complejidades querebasaban su comprensión.

Enfrentado a esta realidad, serebelaba sin éxito. Luchaba por ganarsela vida. Aprendía a practicar los juegosexigidos por la sociedad, desempeñabasus papeles asignados, a menudoodiándolos y sintiéndose víctima delmismo sistema que mejoraba su nivel devida. Percibía el rectilíneo tiempollevándole implacablemente hacia elfuturo en el que le esperaba su tumba. Y,

mientras su reloj desgranaba uno a unolos momentos, se aproximaba a lamuerte sabiendo que la Tierra y todoscuantos moraban en ella, incluido élmismo, eran meras partes de unamáquina cósmica mayor, demovimientos regulares e inexorables.

El hombre industrial ocupaba unentorno que, en muchos aspectos, habríasido irreconocible para sus antepasados.Aun los signos sensoriales máselementales eran diferentes.

La segunda ola cambió el paisajesonoro, sustituyendo el canto del gallopor el silbato de la fábrica; el chirridode los grillos, por el rechinar de losneumáticos. Iluminó la noche, ampliando

las horas de vigilia. Trajo imágenesvisuales que ningún ojo había visto hastaentonces… la Tierra fotografiada desdeel cielo, o montajes surrealistas en elsalón de cine local, o formas biológicasreveladas por primera vez por potentesmicroscopios. El aroma de la tierradurante la noche dejó paso al olor agasolina y al hedor a fenoles. Lossabores de carne y verduras sealteraron. Todo el paisaje perceptual sehabía transformado.

Y también el cuerpo humano, quepor primera vez creció hasta lo queahora consideramos su estatura normal;generaciones sucesivas se iban haciendomás altas que sus padres. Igualmente

cambiaron las actitudes respecto alcuerpo. Norbert Elias nos dice, en TheCivilizing Process, que, mientras quehasta el siglo XVI en Alemania y otraspartes de Europa, «la vista de ladesnudez total era algo cotidiano»,cuando se extendió la segunda ola ladesnudez llegó a ser tenida porvergonzosa. El comportamiento en laalcoba cambió al introducirse el uso decamisas de dormir especiales. El comeradquirió un carácter tecnologizado conla difusión de tenedores y otrosutensilios especiales de mesa. De unacultura en la que se encontraba un placeractivo ante la vista de un animal muertosobre la mesa, se pasó a otra en la que

«debe evitarse al máximo todo lo querecuerde que el plato de carne tiene algoque ver con la muerte de un animal».

El matrimonio se convirtió en algomás que una conveniencia económica.La guerra fue ampliada y llevada a lacadena de montaje. Cambios operadosen la relación de los padres con loshijos, en las oportunidades de movilidadascensional, en todos los aspectos de lasrelaciones humanas, dieron a millonesde personas una percepciónradicalmente modificada del yo.

Enfrentado con tantos cambios, tantopsicológicos como económicos, tantopolíticos como sociales, elentendimiento se desconcierta ante la

tarea de evaluarlos. ¿Con arreglo a quécriterios juzgamos una civilizaciónentera? ¿Por el nivel de vida queproporcionó a las masas que vivían enella? ¿ Por su influencia sobre quienesvivían fuera de su perímetro? ¿Por suimpacto sobre la biosfera? ¿Por laexcelencia de sus artes? ¿Por la mayorduración de la vida de sus habitantes?¿Por sus logros científicos? ¿Por lalibertad del individuo?

Dentro de sus fronteras, pese amasivas depresiones económicas y a unahorripilante destrucción de vidashumanas, la civilización de la segundaola mejoró claramente el nivel materialde vida de la persona corriente. Los

críticos del industrialismo, al describirla miseria de la clase obrera en GranBretaña durante los siglos XVIII y XIX,rodean con frecuencia de un aura deromanticismo el pasado de la primeraola. Describen ese pasado rural comocálido, comunitario, estable, orgánico yprovisto de valores espirituales, másque puramente materialistas. Sinembargo, la investigación históricarevela que esas supuestamente idílicascomunidades rurales eran, en realidad,pozos de desnutrición, enfermedad,pobreza, falta de hogar y tiranía, congentes desvalidas ante el hambre, el fríoy los latigazos de sus dueños y señores.

Mucho se ha hablado de los

horribles suburbios y barrios miserablesque surgieron en torno a las ciudades odentro de ellas, de los alimentosadulterados, de los suministros de aguascontaminadas, de los asilos y de lasordidez cotidiana. Pero, por terriblesque fuesen estas condiciones, y lo eran,indiscutiblemente, representaban, sinduda, una gran mejora sobre lascondiciones que la mayoría de esaspersonas habían dejado atrás. Como haseñalado el autor británico John Vaizey,«la imagen de la bucólica Inglaterracampesina era exagerada», y para unimportante número de personas, eltraslado al suburbio de la gran ciudadproporcionó, de hecho, «una dramática

elevación en el nivel de vida, medidoen términos de duración de la vida,mejora de las condiciones físicas dealojamiento y aumento de la cantidadtotal y de la variedad de alimentos».

Por lo que se refiere a la salud,basta leer The Age of Agony, de GuyWilliams, o Death, Disease and Faminein Pre-Industrial England, de L. A.Clarkson, para neutralizar a los queglorifican la civilización de la primeraola a expensas de la segunda. EscribeChristina Larner en un comentario aestos libros: «La labor de historiadoresy demógrafos sociales ha arrojado luzsobre la abrumadora presencia deenfermedad, dolor y muerte en el

campo abierto, así como en lasmalsanas ciudades. La esperanza devida era baja: unos cuarenta años en elsiglo XVI, reducidos a veintitantos en elsiglo XVII, a consecuencia de lasepidemias, y elevados a poco más decuarenta en el XVIII… Era raro que losmatrimonios viviesen muchos añosjuntos… todos los hijos se encontrabanen peligro.» Por eso justamentepodamos criticar los actuales y maldirigidos sistemas sanitarios, vale lapena recordar que, antes de larevolución industrial, la medicinaoficial era letal, centrada en la sangría yen la cirugía sin anestesia.

Las causas más importantes de

muerte eran la peste, el tifus, la influenzao gripe, la disentería, la viruela y latuberculosis. «Los sabios han hechonotar a menudo —escribesarcásticamente Larner— que noshemos limitado a sustituir todo estopor un grupo diferente de agentesmortales, pero éstos tardan un pocomás en llegar. La enfermedadepidémica preindustrial matabaindiscriminadamente a jóvenes yviejos.»

Pasando de la salud y la economía alarte y la ideología, ¿era elindustrialismo, pese a su mezquinomaterialismo, más embrutecedormentalmente que las sociedades feudales

que le precedieron? ¿Era la mentalidadmecanicista, o indus-realidad, menosabierta a nuevas ideas, incluso herejías,que la Iglesia medieval o las monarquíasdel pasado? Por mucho que detestemosnuestras gigantescas burocracias, ¿sonmás rígidas que las burocracias chinasde hace siglos o que las antiguasjerarquías egipcias? Y en cuanto al arte,¿son las novelas, poemas y cuadros delos últimos trescientos años enOccidente menos vivos, profundos,reveladores o complejos que las obrasde períodos anteriores o lugaresdiferentes?

Sin embargo, también se hallapresente el lado oscuro. Si bien la

civilización de la segunda ola hizomucho por mejorar las condiciones devida de nuestros padres, tambiénprovocó violentas consecuenciasexternas, imprevistos efectossecundarios. Figuraba entre ellos eldesenfrenado y quizás irreparable dañocausado a la frágil biosfera de la Tierra.Debido a su indusreal tendencia contrala Naturaleza; debido a su población enconstante aumento, a su tecnología ferozy a su incesante necesidad de expansión,provocó un mayor cataclismo ambientalque ninguna Era precedente. He leídolas cifras de estiércol de caballoexistente en las calles de las ciudadespreindustriales (ofrecidas generalmente

como tranquilizadora prueba de que lapolución no es nada nuevo). Sé que lasaguas negras llenaban las calles de lasciudades antiguas. Sin embargo, lasociedad industrial llevó los problemasde la polución ecológica y del uso delos recursos naturales a un nivelradicalmente nuevo, haciendoinconmensurables el pasado y elpresente.

Nunca hasta ahora había creadoninguna civilización los medios paradestruir, literalmente, no una ciudad,sino un planeta. Jamás se enfrentaronocéanos enteros a la toxificación,especies enteras desaparecieron de laTierra, de la noche a la mañana, como

resultado de la avaricia o lainadvertencia humanas; jamás las minasllenaron tan salvajemente de cicatricesla superficie de la Tierra; jamás losaerosoles mermaron la capa de ozono nila termopolución amenazó el clima delPlaneta.

Similar, pero más compleja aún, esla cuestión del imperialismo. Elsometimiento a esclavitud de los indiospara trabajar en las minas de Américadel Sur, la introducción del sistema deplantaciones en grandes partes de Áfricay Asia, la deliberada extorsión de laseconomías coloniales para acomodarlasa las necesidades de las nacionesindustriales, todo ello dejó una estela de

sufrimiento, hambre, enfermedad ydesculturización. El racismo exudadopor la civilización de la segunda ola, laintegración forzada de economíaspequeñas y autosuficientes en el sistemacomercial mundial, dejaron enconadasheridas que no han empezado aún acurarse.

Sin embargo, sería también un erroridealizar estas primitivas economías desubsistencia. Es discutible si laspoblaciones de incluso las regiones noindustriales de la Tierra se hallan hoypeor que hace doscientos años. En loque se refiere a duración de la vida,alimentación, mortalidad infantil,analfabetismo, así como dignidad

humana, cientos de millones de sereshumanos, desde el Sahel hasta AméricaCentral, padecen miseriasindescriptibles. Pero sería prestarles unmal servicio inventar un ficticio pasadoromántico en nuestra precipitación porjuzgar el presente. El camino hacia elfuturo no pasa por una reversión a unpasado más miserable aún.

Así como no existe una única causaproductora de la civilización de lasegunda ola, tampoco puede existir unaúnica evaluación. He tratado depresentar una imagen de la civilizaciónde la segunda ola, incluidos susdefectos. Si parece que por una parte lacondeno y por otra la apruebo, ello se

debe a que los juicios simples sonengañosos. Detesto el modo en que elindustrialismo aplastó a la primera ola ya los pueblos primitivos. No puedoolvidar la forma en que masificó laguerra, e inventó Auschwitz, y liberó elátomo para incinerar Hiroshima. Meavergüenzo de su arrogancia cultural yde sus depredaciones contra el resto delmundo. Me repugna el desperdicio deenergía, imaginación y espíritu humanosde nuestros ghettos y suburbios.

Pero el odio irrazonado hacia lapropia época y los propioscontemporáneos no constituye la mejorbase para la creación del futuro. ¿Fue elindustrialismo una pesadilla de aire

acondicionado, un yermo desierto, unabsoluto horror? ¿Fue un mundo de«visión única», como pretendían losenemigos de la ciencia y la tecnología?Sin duda. Pero fue también mucho másque eso. Fue, como la vida misma, unagridulce instante en la eternidad.

Cualquier cosa que sea lo que seelija para evaluar el presente que se vaya desvaneciendo, es vital comprenderque el juego industrial ha terminado, susenergías se han disipado y la fuerza dela segunda ola va menguando en todaspartes a medida que empieza la olasiguiente. Dos cambios, por sí solos,hacen que no sea ya posible lacontinuación «normal» de la civilización

industrial. En primer lugar, hemosllegado a un punto de inflexión en la«guerra contra la Naturaleza». Labiosfera, simplemente, no tolerará pormás tiempo el ataque industrial. Ensegundo, no podemos seguir confiandoindefinidamente en energía norenovable, principal subvención hastaahora del desarrollo industrial.

Estos hechos no significan el fin dela sociedad tecnológica ni el fin de laenergía. Pero sí significan que todofuturo avance tecnológico se verácondicionado por nuevas limitacionesambientales. Significan también que,hasta que se hallen nuevas fuentes, lasnaciones industriales sufrirán repetidos

y posiblemente violentos síntomas deretracción, mientras la lucha pordescubrir nuevas formas de energíaacelera por sí sola la transformaciónsocial y política.

Una cosa está clara: nos hemosquedado —al menos para variasdécadas— sin energía barata. Lacivilización de la segunda ola haperdido una de sus dos subvencionesfundamentales.

Simultáneamente, está siendoretirada esa otra subvención oculta queson las materias primas baratas.Enfrentadas al final del colonialismo yel neoimperialismo, las naciones de altatecnología habrán de volverse hacia

dentro en busca de nuevos sustitutivos yrecursos, comprándose unas a otras ydisminuyendo gradualmente sus lazoseconómicos con los Estados noindustriales, o habrán de comprar a lospaíses no industriales, pero encondiciones comerciales totalmentenuevas. En cualquiera de ambos casos,los costos se elevarán sustancialmente, yla base entera de los recursos de lacivilización se transformará junto con subase energética.

Estas presiones externas sobre lasociedad industrial corren parejas conpresiones desintegradoras existentes enel interior del sistema. Ya fijemosnuestra atención en el sistema familiar

de los Estados Unidos, o en el sistematelefónico de Francia (que es peor queen algunas Repúblicas bananeras), o enel sistema de trenes de cercanías deTokio (que es tan malo que los viajeroshan tomado al asalto las estaciones yretenido como rehenes a empleadosferroviarios para manifestar suprotesta), la historia es la misma: latensión de personas y sistemas hallegado al punto final de ruptura.

Los sistemas de la segunda ola estánen crisis. Encontramos crisis en lossistemas de asistencia social. Crisis enlos sistemas postales. Crisis en lossistemas escolares. Crisis en lossistemas de asistencia sanitaria. Crisis

en los sistemas urbanos. Crisis en elsistema financiero internacional. Lamisma nación-Estado está en crisis. Elsistema de valores de la segunda olaestá en crisis.

Incluso está en crisis el sistema deatribución de papeles que mantuvo unidaa la civilización industrial. Donde másdramáticamente lo apreciamos es en lalucha por redefinir los papeles sexuales.En el movimiento feminista, en laspeticiones de legalización de lahomosexualidad, en la difusión demodas «unisexo», vemos un continuodesdibujamiento de las tradicionalesexpectativas respecto a los sexos. Lospapeles ocupacionales se van

desdibujando también. Enfermeras ypacientes por igual redefinen suspapeles con respecto a los médicos.Policías y maestros se salen de lospapeles que tienen asignados yemprenden ilegales acciones de huelga.Profesiones parajurídicas redefinen elpapel del abogado. Los obreros exigencada vez más participación, violandolos tradicionales papeles de ladirección. Y este resquebrajamiento dela estructura de atribución de papeles,producido a escala de toda la sociedad,es mucho más revolucionario en susimplicaciones —por afectar a laestructura misma de que dependía elindustrialismo— que todas las marchas

y protestas abiertamente políticas quelos periodistas utilizan como baremo delcambio.

Finalmente, esta convergencia depresiones —la pérdida de subvencionesclave, el mal funcionamiento de losprincipales sistemas de la sociedad, laquiebra de la estructura de atribución depapeles— produce crisis en la máselemental y frágil de las estructuras: lapersonalidad. El colapso de lacivilización de la segunda ola ha creadouna epidemia de crisis de personalidad.

En la actualidad vemos a millonesde personas buscando desesperadamentesus propias sombras, devorandopelículas, obras teatrales, novelas y

libros, por oscuros que sean, queprometen ayudarles a encontrar susdesaparecidas identidades. En losEstados Unidos, como veremos, lasmanifestaciones de las crisis depersonalidad adoptan extrañas formas.

Sus víctimas se lanzan a la terapiade grupo, al misticismo o a juegossexuales. Anhelan el cambio, pero sesienten aterrorizados por él. Ansíanabandonar sus actuales existencias ysaltar, de alguna manera, a una nuevavida… convertirse en lo que no son.Quieren cambiar de empleos, decónyuges, de papeles y deresponsabilidades.

Y tampoco los hombres de negocios

norteamericanos, supuestamentemaduros y satisfechos, se hallan libresde esta falta de apego al presente. LaAmerican Management Associationdeclara, en un reciente estudio, que el40% de quienes tienen funcionesdirectivas y empresariales son infelicesen sus puestos y que más de la terceraparte sueñan con una profesiónalternativa en la que consideran queserían más felices. Algunos obran demanera consecuente con suinsatisfacción. Abandonan, se dedican agranjeros o vagabundos, buscan nuevosestilos de vida, retornan a los estudioso, simplemente, se persiguen a símismos más y más rápidamente en torno

a un círculo cada vez más reducido y,finalmente, estallan bajo la presión.

Buceando en su interior para hallarel origen de su malestar, se debaten enangustias de innecesaria culpabilidad.Parecen ignorar por completo que lo quesienten dentro de ellos mismos no essino el reflejo subjetivo de una crisisobjetiva de dimensiones muchomayores: están representando un dramainconsciente dentro de un drama.

Puede uno insistir en considerarcada una de estas diversas crisis comoun acontecimiento aislado. Podemospasar por las conexiones existentes entrela crisis de la energía y la crisis de lapersonalidad, entre nuevas tecnologías y

nuevos papeles sexuales, y otrasinterrelaciones ocultas semejantes. Perolo hacemos a nuestro propio riesgo.Pues lo que está sucediendo es dedimensiones más vastas. Cuandopensamos en términos de olas sucesivasde interrelacionado cambio, de lacolisión de esas olas, captamos el hechoesencial de nuestra generación —que elindustrialismo se está extinguiendogradualmente— y podemos empezar abuscar entre los signos del cambio loque es verdaderamente nuevo, lo que yano es industrial. Podemos identificar latercera ola.

Esta tercera ola de cambio es lo queenmarcará el resto de nuestras vidas. Si

queremos suavizar la transición entre lavieja y agonizante civilización y lanueva que está tomando forma, siqueremos conservar un sentido denosotros mismos y la capacidad deconducir nuestras propias vidas porentre las cada vez más intensas crisisque se avecinan, debemos poderreconocer —y crear— innovaciones dela tercera ola.

Pues si volvemos atentamente lavista en nuestro derredor, descubrimos,surcando entrecruzadamente lasmanifestaciones de fracaso yderrumbamiento, indicios precursoresde crecimiento y de nuevaspotencialidades.

Si escuchamos con atenciónpodemos oír a la tercera ola retumbar yaen playas no tan lejanas.

VII UN FRENESÍ DE

NACIONES

XI LA NUEVASÍNTESIS

En enero de 1950, justo cuando seiniciaba la segunda mitad del siglo XX,un muchacho de veintidós años, provistode un flamante diploma universitario,emprendía un largo viaje nocturno enautobús hacia lo que consideraba larealidad central de nuestro tiempo. Consu amiga al lado y una maleta de cartónllena de libros bajo el asiento,contempló un metálico amanecermientras las fábricas del Medio Oeste

americano se deslizaban en sucesióninterminable ante la ventanilla batidapor la lluvia.

América era el corazón del mundo.La región que bordea los Grandes Lagosera el corazón industrial de América. Yla fábrica era el núcleo palpitante de esecorazón de corazones: acerías,fundiciones de aluminio, talleres deherramientas y cojinetes, refinerías depetróleo, fábricas de automóviles, millatras milla de sucios edificios vibrandopor el funcionamiento de enormesmáquinas para triturar, perforar, taladrar,doblar, soldar, forjar y fundir metales.La fábrica era el símbolo de toda la Eraindustrial y, para un muchacho educado

en un semiconfortable hogar de la clasemedia baja, después de cuatro años dePlatón y T. S. Elliot, de historia del artey de teoría social abstracta, el mundoque representaba era tan exótico comoTashkent o la Tierra del Fuego.

Pasé cinco años en esas fábricas, nocomo empleado o ayudante de personal,sino como peón de montaje, fresador,conductor de elevadora, soldador,operador de prensa taladradora…prensando paletas de hélice, reparandomáquinas en una fundición, construyendogigantescas máquinas para el control delpolvo en las minas africanas, dando lostoques finales a las piezas de metal quepasaban con fragoroso estruendo por la

cadena de montaje. Aprendí de primeramano cómo luchaban los obreros de lasfábricas por ganarse la vida en la Eraindustrial.

Tragué el polvo, el sudor y el humode la fundición. Mis oídos parecieronestallar bajo el silbido del vapor, laestridencia de cadenas, el rugido decimentadoras. Sentí el calor de lascoladas de acero al rojo blanco. Chispasde acetileno dejaron cicatrices dequemaduras en mis piernas. Eché en unaprensa millares de piezas, repitiendomovimientos idénticos hasta que mimente y mis músculos parecían gritar.Observé a los directores que manteníanen sus puestos a los obreros, hombres

vestidos con camisa blanca yconstantemente acosados por el afán deobtener rendimientos mayores. Ayudé auna mujer de sesenta y cinco años alevantarse de la ensangrentada máquinaque acababa de arrancarle cuatro dedosde la mano, y aún me parece estaroyendo sus gritos: «¡Dios mío, no podrévolver a trabajar!»

La fábrica. ¡Larga vida a la fábrica!Hoy, incluso mientras se construyennuevas fábricas, está agonizando lacivilización que convirtió la fábrica enuna catedral. Y en alguna parte, en estosmismos momentos, otros hombres ymujeres jóvenes están penetrando através de la noche en el corazón de la

naciente civilización de la tercera ola. Apartir de aquí, nuestra tarea seráincorporarnos, como si dijéramos, a subúsqueda del mañana.

Si pudiéramos seguirles hasta sudestino, ¿adonde llegaríamos? ¿A lasrampas de lanzamiento que arrojan alespacio exterior llameantes vehículos yfragmentos de conciencia humana? ¿Alaboratorios oceanógraficos? ¿Afamilias comunales? ¿A equipos quetrabajan sobre la inteligencia artificial?¿A apasionadas sectas religiosas?¿Están viviendo en voluntaria sencillez?¿Están trepando por la escala social?¿Están entregando armas a terroristas?¿Dónde se está forjando el futuro?

Si nosotros mismos nos halláramosplaneando una expedición similar alfuturo, ¿cómo prepararíamos nuestrosmapas? Es fácil decir que el futuroempieza en el presente. Pero, ¿quépresente? Nuestro presente rebosa deparadojas.

Nuestros hijos estánextraordinariamente informados acercade drogas, sexo o lanzamientosespaciales; algunos saben decomputadores más que sus padres. Sinembargo, los niveles escolaresdescienden en picado. Continúanaumentando las tasas de divorcio, perotambién las de segundos y ulterioresmatrimonios. Surgen antifeministas en el

momento exacto en que las mujeresconquistan derechos que incluso losantifeministas apoyan. Loshomosexuales reclaman sus derechos ysalen a la luz… sólo para encontrarse aAnita Bryant esperándoles.

Una desatada inflación atenaza atodas las naciones de la segunda ola;sigue incrementándose el desempleo, encontradicción con todas nuestras teoríasclásicas. Al mismo tiempo, desafiandola lógica de la oferta y la demanda,millones de personas están exigiendo, noya simplemente empleos, sino trabajosque sean creadores, psicológicamentesatisfactorios o socialmenteresponsables. Las contradicciones

económicas se multiplican.En política, los partidos pierden la

fidelidad de sus miembros en el precisomomento en que cuestiones clave —latecnología, por ejemplo— se estántornando más politizadas que nunca.Entretanto, en amplias regiones de laTierra aumenta el poder de losmovimientos nacionalistas… en elpreciso instante en que la nación-Estadose ve sometida a un ataque cada vez másintenso en nombre del globalismo o dela conciencia planetaria.

Frente a tales contradicciones,¿cómo podríamos ver por detrás de lastendencias y contratendencias? Nadie,¡ay!, tiene una mágica respuesta a esa

pregunta. Pese a todo el material de loscomputadores, a los abigarradosdiagramas y a los modelos y matricesmatemáticas que utilizan losinvestigadores futuristas, nuestrosintentos de atisbar en el mañana —eincluso de comprender el hoy— siguensiendo más un arte que una ciencia.

La investigación sistemática puedeenseñarnos mucho. Pero al finaldebemos acoger, no desechar, paradojay contradicción, presentimiento,imaginación y audaz (aunque tentativa)síntesis.

Al explorar el futuro en las páginasque siguen, debemos, por tanto, haceralgo más que identificar las tendencias

principales. Por difícil que pueda ser,debemos resistir la tentación dedejarnos seducir por líneas rectas. Lamayoría de la gente —incluidos muchosfuturistas— concibe el mañana comouna mera extensión del hoy, olvidandoque las tendencias, por poderosas queparezcan, no se limitan a continuar deuna manera lineal. Llegan a puntos deculminación, en los cuales explotan ennuevos fenómenos. Invierten sudirección. Se detienen y arrancan. Elhecho de que algo esté sucediendoahora, o haya estado sucediendo durantetrescientos años, no constituye ningunagarantía de que vaya a continuar. En laspáginas sucesivas escrutaremos

precisamente esas contradicciones,conflictos, cambios de dirección ypuntos de ruptura que hacen del futurouna permanente sorpresa.

Más importante: escrutaremos lasconexiones ocultas entreacontecimientos que, en la superficie,parecen desprovistos de toda relación.De poco sirve predecir el futuro de lossemiconductores de energía, o el futurode la familia (aunque sea la familia deuno mismo), si la predicción deriva dela premisa de que todo lo demás semantendrá inmutable. Pues nadapermanecerá inmutable. El futuro esfluido, no petrificado. Está formado pornuestras mudables y cambiantes

decisiones cotidianas, y cadaacontecimiento influye sobre todos losdemás.

La civilización de la segunda olahizo extraordinario hincapié en nuestracapacidad para descomponer losproblemas en sus elementosconstitutivos; nos recompensó menosfrecuentemente por nuestra capacidadpara ensamblar de nuevo las piezas. Lamayoría de las personas sonculturalmente más hábiles comoanalizadoras que como sintetizadoras. Aello se debe el que nuestras imágenesdel futuro (y de nosotros mismos en esefuturo) sean tan fragmentarias,casuales… y equivocadas. Nuestra tarea

aquí será pensar como generalistas, nocomo especialistas.

Tengo la convicción de que nosencontramos en la actualidad al bordede una nueva Era de síntesis. En todoslos campos intelectuales, desde lasciencias puras hasta la sociología, lapsicología y la economía —especialmente la economía—, esprobable que presenciemos un retorno alpensamiento a gran escala, a la teoríageneral, al ensamblamiento de piezasahora dispersas. Pues estamosempezando a comprender que nuestroobsesivo énfasis sobre el detallecuantificado sin atención al contexto,sobre la medición progresivamente más

precisa de problemas progresivamentemás pequeños, no hace sino dejarnossabiendo cada vez más cosas sobre cadavez menos cosas.

Por tanto, nuestro sistema a partir deahora será buscar esas corrientes decambio que están sacudiendo nuestrasvidas, descubrir las conexionessubterráneas existentes entre ellas, nosólo porque cada una de esas corrienteses importante en sí misma, sino tambiénpor la forma en que todas ellas vanreuniéndose para constituir ríos decambio más anchos, más profundos, másrápidos, que, a su vez, confluyen en algode dimensiones aún mayores: la terceraola.

Como el joven que se puso enmarcha en el momento central del siglopara encontrar el corazón del presente,nosotros empezamos ahora nuestrabúsqueda del futuro. Puede que esabúsqueda sea lo más importante denuestras vidas.

XII LAS CUMBRESDOMINANTES

El 8 de agosto de 1960, un ingenieroquímico nacido en Virginia del Oeste yllamado Monroe Rathbone tomó en sudespacho de la plaza de Rockefeller, enManhattan, una decisión que quizáfuturos historiadores elijan algún díapara simbolizar el fin de la Era de lasegunda ola.

Pocos prestaron la menor atenciónaquel día, cuando Rathbone, ejecutivojefe de la gigantesca Exxon Corporation,

adoptó medidas para reducir losimpuestos que Exxon pagaba a lospaíses productores de petróleo. Sudecisión, aunque ignorada por la Prensaoccidental, cayó como un rayo en losGobiernos de esos países, ya quevirtualmente todos sus ingresosprocedían de los pagos realizados porlas Compañías petrolíferas.

A los pocos días, las demásCompañías petrolíferas importanteshabían seguido el ejemplo de Exxon. Yun mes después, el 9 de septiembre, enla ciudad de Bagdad, delegados de lospaíses más afectados se reunieron enconsejo de emergencia. Puestos entre laespada y la pared, se constituyeron en

comité de los Gobiernos exportadoresde petróleo. Durante trece años, lasactividades de este comité, e incluso sunombre, permanecieron ignoradas fuerade las páginas de unas cuantaspublicaciones especializadas. Hasta1973, es decir, cuando estalló la guerradel Yom Kippur y la Organización dePaíses Exportadores de Petróleo saliósúbitamente de las sombras.Estrangulando los suministros mundialesde crudos, hizo precipitarse en unestremecedor picado a toda la economíade la segunda ola.

Lo que hizo la OPEP, aparte decuadruplicar sus ingresos procedentesdel petróleo, fue acelerar una revolución

que se estaba ya fraguando en latecnosfera de la segunda ola.

El Sol y más allá

En el ensordecedor clamoreo sobrela crisis de la energía que se hasucedido desde entonces, hemospresenciado la formulación de tantosplanes, propuestas, argumentos ycontrargumentos, que resulta difícilrealizar elecciones juiciosas. LosGobiernos están tan confusos como elproverbial hombre de la calle.

La única forma de abrirse paso entrela maraña de datos es tender la vistamás allá de las tecnologías y políticasindividuales, hasta los principios a ellassubyacentes. Cuando lo hacemos así,descubrimos que ciertas propuestas vandestinadas a mantener o ampliar la baseenergética de la segunda ola tal como lahemos conocido, mientras que otrasdescansan sobre nuevos principios. Elresultado es una radical clarificación detoda la cuestión de la energía.

Como hemos visto antes, la baseenergética de la segunda ola se apoyabaen la premisa de no renovabilidad;procedía de depósitos altamenteconcentrados y agotables; descansaba en

tecnologías costosas y fuertementecentralizadas; y carecía dediversificación, dependiendo de fuentesy métodos relativamente escasos. Estaseran las principales características de labase energética en todas las naciones dela segunda ola a lo largo de la Eraindustrial.

Teniendo esto presente, si volvemosahora la vista hacia los diversos planesy propuestas generados por la crisis delpetróleo, rápidamente podemosdistinguir cuáles son meras extensionesde los antiguos y cuáles son precursoresde algo fundamentalmente nuevo. Y lacuestión básica se convierte entonces noen si el petróleo debe venderse a

cuarenta dólares el barril, o si debeconstruirse un reactor nuclear enSeabrook o Grohnde. La cuestiónfundamental es si puede sobreviviralguna base energética diseñada para lasociedad industrial y asentada en estosprincipios de la segunda ola. Una vezplanteada así, la respuesta es ineludible.

Durante el pasado medio siglo, lasdos terceras panes de la provisiónenergética mundial han procedido delpetróleo y el gas. La mayoría de losobservadores, desde los más fanáticosconservacionistas hasta el difunto shadel Irán, desde freaks solares y jequessaudíes hasta los expertos de muchosGobiernos, concuerdan en que esta

dependencia del combustible fósil nopuede continuar indefinidamente, pormuchos nuevos yacimientos petrolíferosque se descubran.

Las estadísticas varían. Se discuteacerca de cuánto tiempo falta para quese acaben las reservas. Lascomplejidades del pronóstico sonenormes, y muchas predicciones pasadasparecen ahora estúpidas. Pero una cosaestá clara: nadie está inyectando denuevo gas y petróleo en la tierra parareponer la provisión.

Ya llegue el final en algún estertorclimático o, más probablemente, en unasucesión de escaseces vertiginosamentedesestabilizadoras, abundancias

temporales y escaseces más profundas,la época del petróleo está concluyendo.Los iraníes lo saben. Los kuwaitíes,nigerianos y venezolanos lo saben. Losárabes sauditas lo saben… y por eso espor lo que están tratando de construiruna economía basada en algo más que enlos ingresos derivados del petróleo. LasCompañías petrolíferas lo saben… y poreso es por lo que se esfuerzan pordiversificar sus actividades. (Elpresidente de una Compañía petrolíferame dijo no hace mucho, en el curso deuna cena en Tokio, que, en su opinión,los gigantes del petróleo acabaríanconvirtiéndose en dinosauriosindustriales, igual que los ferrocarriles.

El plazo de tiempo que preveía para elloera extraordinariamente corto… años,no décadas.)

Sin embargo, el debate en torno alagotamiento físico tiene un carácter casimarginal. Pues en el mundo actual es elprecio, no la provisión física, lo queejerce el más inmediato y significativoimpacto. Y es aquí donde los hechosapuntan más intensamente aún a lamisma conclusión.

En cuestión de décadas, puede quela energía vuelva a ser abundante ybarata como consecuencia desorprendentes avances tecnológicos ovaivenes económicos. Pero, suceda loque suceda, es probable que el precio

del petróleo continúe su ascensomientras nosotros nos vemos obligadosa sondear profundidades cada vez másgrandes, a explorar regiones másremotas y a competir entre máscompradores. Aun prescindiendo de laOPEP, en los últimos cinco años se haproducido un cambio histórico: pese aextensos y nuevos descubrimientos comolos de México, pese a la disparada alzade los precios, el total de reservasconfirmadas y comercialmenterecuperables de crudo ha disminuido, nocrecido, invirtiéndose con ello unatendencia que se había mantenidodurante décadas. Lo que constituye, porsi fuera necesaria, una nueva prueba de

que la Era del petróleo está tocando a sufin.

Mientras tanto, el carbón, que haproporcionado la mayor parte del terciorestante de la energía mundial total,ofrece una amplia provisión, aunquetambién es, en último término, agotable.Pero cualquier aumento masivo del usodel carbón entraña la difusión de airesucio, un posible riesgo para el climadel mundo (a través de un aumento delbióxido de carbono en la atmósfera), asícomo un devastamiento de la Tierra.Aunque se aceptase todo esto en laspróximas décadas como riesgosnecesarios, el carbón no puede encajaren el depósito de un automóvil ni

desempeñar muchas otras tareas ahorarealizadas por el petróleo o el gas. Lasinstalaciones para gasificar o licuar elcarbón requieren cantidades enormes decapital y de agua (gran parte de ellanecesaria para la agricultura) y resultanal final tan ineficaces y caras que no sepuede por menos de considerarlasexpedientes costosos, de meradesviación y altamente temporales.

La tecnología nuclear presentaproblemas más formidables aún en suactual fase de desarrollo. Los reactoresconvencionales dependen del uranio,otro combustible agotable, y entrañariesgos que resulta extraordinariamentecostoso vencer… si es que realmente se

los puede vencer. Nadie ha resueltoconvincentemente los problemas deeliminación de residuos nucleares, y loscostos nucleares son tan elevados, quehasta ahora las subvenciones oficialeshan sido esenciales para hacer que laenergía atómica sea remotamentecompetitiva con otras fuentes.

Los reactores generadores rápidosconstituyen una categoría por sí solos.Pero, aunque presentados con frecuenciaal público no informado como máquinasde movimiento continuo porque elplutonio que expulsan puede serutilizado como combustible, tambiénellos dependen, en último término, de lapequeña y no renovable provisión de

uranio del mundo. No sólo son altamentecentralizados, increíblemente caros,volátiles y peligrosos, sino que tambiénaumentan los riesgos de guerra nuclear yde una captura de materiales nuclearespor parte de terroristas.

Nada de esto significa que vayamosa retroceder a la Edad Media o que seaimposible un mayor avance tecnológico.Pero lo que sin duda significa es quehemos llegado al final de una línea dedesarrollo y debemos ahora comenzarotra. Significa que es insostenible labase energética de la segunda ola.

Y existe otra razón, más fundamentalaún, por la que el mundo debe cambiar,y cambiará, a una base energética

radicalmente nueva. Pues toda baseenergética, ya sea en una aldea o en unaeconomía industrial, debe ser adecuadaal nivel tecnológico de la sociedad, lanaturaleza de la producción, ladistribución de mercados y población yotros muchos factores.

El crecimiento de la base energéticade la segunda ola guardaba relación conel paso de la sociedad a una fasecompletamente nueva de desarrollotecnológico. Y, si bien los combustiblesfósiles aceleraron, ciertamente, eldesarrollo tecnológico, el fenómeno seprodujo también a la inversa. Lainvención de una tecnología sedienta deenergía durante la Era industrial impulsó

la cada vez más rápida explotación deesos mismos combustibles fósiles. Eldesarrollo de la industriaautomovilística, por ejemplo, provocóuna expansión tan radical del negociodel petróleo, que en algún tiempodependió esencialmente de Detroit. Enpalabras de Donald E. Carr, ex directorde investigaciones de una Compañíapetrolífera y autor de Energy and theEarth Machine, la industria del petróleose convirtió en «esclava de una formadel motor de combustión interna».

En la actualidad nos volvemos aencontrar al borde de un histórico saltotecnológico, y el nuevo sistema deproducción que ahora nace requerirá una

radical restructuración de toda lacuestión de la energía… incluso aunquela OPEP levantara el campo ydesapareciera silenciosamente.

Pues lo que se pasa por alto es queel problema de la energía no es sólocuestión de cantidad; lo es también deestructura. No necesitamos simplementeuna cierta cantidad de energía, sinoenergía servida de muchas formas másvariadas, en lugares diferentes (ycambiantes), en diferentes momentos deldía, la noche, y el año y para finalidadesinsospechadas.

Esto, y no simplemente lasdecisiones de la OPEP sobre los preciosdel petróleo, explica por qué debe el

mundo buscar alternativas al viejosistema energético. Esa búsqueda se haacelerado, y ahora estamos dedicandograndes y nuevos recursos deimaginación y dinero para resolver elproblema. Como resultado, estamosexaminando con atención numerosas ysorprendentes posibilidades. Si bien elcambio de una base energética a otra severá, sin duda, oscurecido por trastornoseconómicos y de otro tipo, la cuestiónpresenta también otro aspecto máspositivo. Pues nunca en la Historia hahabido tantas personas entregadas contal fervor a la búsqueda de energía… ynunca se han alzado ante nosotros tantasnuevas y excitantes potencialidades.

Evidentemente, es imposibleconocer en estos momentos quécombinación de tecnologías resultarámás útil para qué tareas, pero eldespliegue de herramientas ycombustibles a nuestro alcance será, sinduda, extraordinario, tornándosecomercialmente plausibles más y másexóticas posibilidades a medida quesuben los precios del petróleo.

Estas posibilidades van desde lascélulas fotovoltaicas que convierten laluz del sol en electricidad (tecnologíaque está siendo explorada en laactualidad por Texas Instruments,Solarex, Energy Conversión Devices ymuchas otras compañías), hasta un plan

soviético para situar entre la troposferay la estratosfera globos portadores demolinos de viento que transmitanelectricidad a la Tierra mediante cables.La ciudad de Nueva York ha suscritocontrato con una empresa privada parael suministro de basura destinada a serutilizada como combustible, y las islasFilipinas están construyendoinstalaciones para la producción deelectricidad a partir de los desperdiciosde coco. Italia, Islandia y NuevaZelanda están ya produciendoelectricidad a partir de fuentesgeotérmicas tomando el calor de lapropia Tierra, mientras que unaplataforma flotante de quinientas

toneladas situada frente a la isla Honshu,en Japón, genera electricidadaprovechando la fuerza de las olas. Portodo el mundo surgen unidades decalefacción solar en los tejados de lascasas, y la Southern California EdisonCompany está construyendo una «torrede energía» que captará la energía solarmediante espejos controlados porcomputadores, la concentrará en unatorre provista de una caldera y generaráelectricidad para sus clientes regulares.En Stuttgart (Alemania), un autobúsaccionado con hidrógeno y construidopor Daimler-Benz ha circulado por lascalles de la ciudad, mientras losingenieros de la Lockheed-California se

hallan trabajando en el proyecto de unavión accionado con hidrógeno. Estánsiendo explorados tantos nuevoscaminos, que no es posible catalogarlosen un reducido espacio.

Cuando combinamos nuevastecnologías para producir energía connuevas formas de almacenar y transmitirla energía, el campo de posibilidades seamplía más aún. La General Motors haanunciado una nueva y más eficientebatería de automóvil para usarla encoches eléctricos. Los investigadores dela NASA han presentado su «Redox», unsistema de almacenamiento que creenpuede ser producido por la tercera partede lo que cuestan las tradicionales

baterías de ácido. Con un horizonte demayor tiempo, estamos explorando lasuperconductividad e incluso —más alláde los límites de la ciencia«respetable»—, las ondas de Teslacomo medios para irradiar energía conmínima pérdida.

Si bien muchas de estas tecnologíasse encuentran todavía en sus primerasfases de desarrollo y muchas semostrarán, sin duda, inviables, otrasestán próximas a ser aplicadascomercialmente, o lo serán dentro deuna o dos décadas. Lo más importante esel olvidado hecho de que los grandesadelantos suelen ser consecuencia, no deuna sola tecnología aislada, sino de

imaginativas yuxtaposiciones ocombinaciones de varias. Así, podemosver células fotovoltaicas solaresutilizadas para producir electricidadque, a su vez es empleada para liberarhidrógeno del agua y poderlo emplear enlos coches. Nos hallamos aún en unestadio preliminar. Una vez queempecemos a combinar estas numerosastecnologías nuevas, el número deopciones se elevará exponencialmente, yaceleraremos de modo espectacular laconstrucción de una base energética dela tercera ola.

Esta nueva base poseerácaracterísticas acusadamente distintasde las del período de la segunda ola.

Pues gran parte de su abastecimientoprocederá de fuentes renovables y noagotables. En lugar de depender decombustibles altamente concentrados, senutrirá de una gran variedad de fuentesdispersas. En lugar de depender tanintensamente de tecnologías muycentralizadas, combinará la producciónde energía centralizada con ladescentralizada. Y en lugar de dependerpeligrosamente de un puñado demétodos o fuentes, adoptará una formaradicalmente diversificada. Esta mismadiversidad contribuirá a un derrochemenor, al permitirnos adecuar los tipos yla calidad de la energía producida a lascada vez más dispares necesidades.

En resumen, ahora podemos ver porprimera vez los bosquejos de una baseenergética que se apoya en principiosdiametralmente opuestos a los delreciente pasado de trescientos años. Esevidente también que esta baseenergética de la tercera ola no seformará plenamente sin encarnizadalucha.

En esta guerra de ideas y dinero queexiste ya en todas las naciones detecnología avanzada, es posibledistinguir, no dos, sino tres antagonistas.Están, en primer lugar, los que tienenintereses invertidos en la vieja baseenergética de la segunda ola. Exigenfuentes de energía y tecnologías

convencionales… carbón, petróleo, gas,energía nuclear y sus diversaspermutaciones. Combaten, de hecho, poruna prolongación del statu quo de lasegunda ola. Y, como están atrincheradasen las Compañías petrolíferas, serviciospúblicos, comisiones nucleares,corporaciones mineras y sus sindicatosasociados, las fuerzas de la segunda olaparecen ocupar una posicióninexpugnable.

Por el contrario, los que se muestranfavorables al desarrollo de una baseenergética de la tercera ola —unacombinación de consumidores,ecologistas, científicos y empresarios delas industrias de vanguardia, junto con

sus diversos aliados— parecendispersos, infrafinanciados y, a menudo,políticamente ineptos. Lospropagandistas de la segunda ola suelenpresentarlos como ingenuos, indiferentesa las realidades del dólar ydeslumbrados por una tecnologíafantástica.

Peor aún los defensores de la terceraola son públicamente confundidos con loque podría denominarse fuerzas de laprimera ola… gentes que piden no unavance a un sistema energético másinteligente, sostenible y dotado de unabase científica, sino una regresión alpasado preindustrial. En su forma másextrema, sus políticas eliminarían casi

toda la tecnología, restringirían lamovilidad, harían que las ciudades semarchitasen y muriesen e impondríanuna cultura ascética en nombre de laconservación.

Al meter a estos dos grupos en unmismo saco, los cabilderos, expertos derelaciones públicas y políticos de lasegunda ola, hacen más profunda laconfusión pública y mantienen a ladefensiva a las fuerzas de la terceraola… Sin embargo, al final puedenvencer quienes propugnan políticas queno son de la primera ni de la segundaola. Los defensores de la primera estánentregados a una fantasía, y los de lasegunda se esfuerzan por mantener una

base energética cuyos problemas vienena ser, de hecho, insuperables.

El costo creciente sin cesar de loscombustibles de la segunda ola actúaintensamente en contra de los interesesde la segunda ola. Los costos envertiginoso ascenso de las tecnologíasde la segunda ola actúan en contra deellos. El hecho de que los métodos de lasegunda ola necesiten con frecuenciagrandes aportaciones de energía paraproducir aumentos relativamentepequeños de la nueva energía «neta»,actúa contra ellos. Los cada vezmayores problemas de polución actúancontra ellos. El riesgo nuclear actúacontra ellos. La decisión de miles de

personas en muchos países deenfrentarse a la Policía para impedir elfuncionamiento de reactores nucleares, ominas, o gigantescas plantasgeneradoras, actúa contra ellos. Latremenda ansia del mundo no industrialpor disponer de energía propia y porobtener precios más elevados por susrecursos actúa contra ellos.

En resumen, aunque los reactoresnucleares, la gasificación del carbón, lasplantas de licuefacción y otrastecnologías semejantes puedan pareceravanzadas o futuristas, y, porconsiguiente, progresistas, son, enrealidad, frutos de un pasado de lasegunda ola atrapado en sus propias y

fatales contradicciones. Tal vez algunassean necesarias como expedientestemporales, pero son esencialmenteregresivas. De manera similar, aunquelas fuerzas de la segunda ola puedanparecer poderosas, y sus críticos de latercera ola, débiles, sería necio apostardemasiado por el pasado. De hecho, lacuestión no es si la base energética de lasegunda ola acabará superada ysustituida por una nueva, sino cuántotardará en suceder tal cosa. Pues lalucha por la energía se encuentrainextricablemente enlazada con otrocambio de igual profundidad: elderrocamiento de la tecnología de lasegunda ola.

Herramientas del mañana

Carbón, ferrocarriles, hilaturas,automóviles, caucho, fabricación demáquinas herramientas… ésas fueron lasindustrias clásicas de la segunda ola.Basadas en principios electromecánicosesencialmente sencillos, utilizabanelevadas aportaciones de energía,despedían una cantidad enorme dedesperdicios y polución y secaracterizaban por largas series deproducción, bajo nivel deespecialización de la mano de obra,trabajo repetitivo, productosuniformizados y controles fuertemente

centralizados.Desde mediados de la década de

1950 fue quedando cada vez más claroque estas industrias estaban atrasadas yllamadas a desaparecer en las nacionesindustriales. En los Estados Unidos, porejemplo, mientras que la fuerza detrabajo creció en un 21% entre 1965 y1974, el empleo de la industria textilaumentó sólo un 6%, y en lasiderometalúrgica disminuyó un 10%.Una pauta similar se apreció en Suecia,Checoslovaquia, Japón y otras nacionesde la segunda ola.

Al empezar estas anticuadasindustrias a ser transferidas a losllamados «países en vías de

desarrollo», donde la mano de obra eramás barata y la tecnología menosavanzada, su influencia social empezótambién a extinguirse y surgió un grupode nuevas y dinámicas industrias paraocupar su puesto.

Estas nuevas industrias sediferenciaban acusadamente de suspredecesoras en varios aspectos: noeran ya fundamentalmenteelectromecánicas y no se basaban en laciencia clásica de la Era de la segundaola. Por el contrario, nacieron derápidos avances realizados endisciplinas científicas que eranrudimentarias e incluso inexistentes hacetodavía veinticinco años: electrónica

cuántica, teoría de la información,biología molecular, oceánica,nucleónica, ecología y las cienciasespaciales. Y nos permitieron rebasarlas más toscas características del tiempoy el espacio que interesaban a lasegunda ola para manipular, como haobservado el físico soviético B. G.Kuznetsov, «regiones espaciales muypequeñas (por ejemplo, del radio de unnúcleo atómico, es decir, 10centímetros) e intervalos temporalesdel orden de 10 segundos».

De estas nuevas ciencias y denuestra mayor capacidad manipulativafue de donde surgieron las nuevasindustrias… computadoras y

procesamiento de datos, aerospaciales,sofisticada petroquímica,semiconductores, avanzadascomunicaciones y docenas más.

En los Estados Unidos, dondeprimero comenzó este desplazamientode tecnologías de segunda ola atecnologías de tercera ola —en algúnmomento de mediados de la década de1950—, viejas regiones como el valleMerrimack, en Nueva Inglaterra,cayeron en la situación de zonasdeprimidas, mientras que lugares comoRoute 128 en las afueras de Boston o«Silicon Valley», en California,adquirieron extraordinaria importancia,con sus hogares suburbanos llenos de

especialistas en física de estadossólidos, ingeniería de sistemas,inteligencia artificial o química depolímeros.

Además, se podría detectar eldesplazamiento de puestos de trabajo yde opulencia operado en pos deldesplazamiento de tecnología, de talmodo que los llamados Estados del«cinturón solar», ayudados porimportantes contratos en materia dedefensa, construyeron una avanzada basetecnológica mientras las antiguasregiones industriales del Nordeste y entorno a los Grandes Lagos quedaronsumidas en languidez y casi bancarrota.La prolongada crisis financiera de la

ciudad de Nueva York constituyó unclaro reflejo de este cataclismotecnológico. Y también el estancamientode Lorena, centro francés de fabricaciónde acero. E igualmente, aunque a otronivel, lo fue el fracaso del socialismobritánico. Así, al término de la SegundaGuerra Mundial, el Gobierno laboristahablaba de apoderarse de las «cumbresdominantes» de la industria, y lo hizo.Pero las cumbres dominantes quenacionalizó resultaron ser el carbón, losferrocarriles y el acero, precisamentelas industrias superadas por larevolución tecnológica: las cumbresdominantes de ayer.

Florecían regiones o sectores

económicos basados en industrias de latercera ola; las basadas en industrias dela segunda ola languidecían. Pero elcamino no había hecho más queempezar. En la actualidad, numerososGobiernos tratan de acelerar estecambio estructural, al tiempo quereducen los trastornos de la transición.Los planificadores japoneses del MICI—el Ministerio de Industria y ComercioInternacional— están estudiando nuevastecnologías para sostener las industriasde servicios del futuro. El canciller dela Alemania Occidental, HelmutSchmidt, y sus asesores, hablan destrukturpolitik y vuelven la vista haciael Banco Europeo de Inversión para

facilitar la sustitución de lastradicionales industrias de producciónen serie.

Cuatro grupos de industriasrelacionadas están llamadas hoy a unimportante desarrollo, y es probable quese conviertan en las industriasvertebrales de la Era de la tercera ola,trayendo consigo, una vez más, cambiosfundamentales en el poder político y enlas alineaciones políticas y sociales.

La electrónica y los computadoresforman, evidentemente, uno de esosgrupos interrelacionados. La industriade la electrónica, recién llegadarelativamente a la escena del mundo,contabiliza en la actualidad más de cien

mil millones de dólares en ventasanuales, y se espera que alcance los325.000 e incluso los 400.000 millonesanuales para finales de la presentedécada. Esto la convertiría en la cuartaindustria más grande del mundo, despuésdel acero, el automóvil y los productosquímicos. Es conocida la rapidez conque se han difundido los computadores,y no hace falta abundar en ello. Loscostos han bajado tanto y la capacidadha aumentado tan espectacularmente quesegún la revista Computerworld, «si laindustria automovilística hubierahecho lo que la industria de loscomputadores ha hecho en los treintaúltimos años, un «Rolls-Royce»

costaría dos dólares y medio yrecorrería un millón de kilómetros porlitro».

Actualmente baratosminicomputadores están a punto deinvadir el hogar americano. En junio de1979, unas cien empresas fabricaban yacomputadores domésticos. Gigantescomo Texas Instruments participaban enel empeño, y cadenas comerciales comoSears y Montgomery Ward se disponíana añadir computadores a sus utensiliosdomésticos. «Algún día —decía unvendedor de microcomputadores deDallas— habrá un computador entodas las casas. Será tan habitual comoun lavabo.»

Conectados con Bancos, tiendas,oficinas públicas, con las casas de losvecinos y con el lugar de trabajo, estoscomputadores están destinados aremoldear no sólo toda la actividadcomercial, desde la producción hasta laventa al por menor, sino también lanaturaleza misma del trabajo, e inclusola estructura de la familia.

Como la industria del computador, ala que se halla umbilicalmente ligada, laindustria electrónica ha entrado tambiénen expansión y los consumidores se hanvisto inundados de calculadoras enminiatura, relojes de diodos y juegos enpantalla de televisión. Pero todo esto noes sino un pálido indicio de lo que está

en perspectiva: diminutos y baratossensores de clima y terreno enagricultura; instrumentos médicosinfinitesimales incorporados a las ropascorrientes para controlar los latidos delcorazón o los niveles de tensión dequien las lleva… éstas y multitud deotras aplicaciones de la electrónicaserán realidad en un futuro inmediato.

El avance hacia industrias de latercera ola se verá, además,radicalmente acelerado por la crisis dela energía, ya que muchas de ellas nosllevan hacia procesos y productos deínfimo consumo energético. Los sistemastelefónicos de la segunda ola, porejemplo, necesitaban de virtuales minas

de cobre bajo las calles de las ciudades,kilómetros y kilómetros de cable, tubo,relés y conmutadores. Está próxima laconversión a sistemas ópticos de fibraque utilizan fibras capilarestransportadoras de luz para transmitirmensajes. Las implicaciones energéticasde este cambio son extraordinarias: parafabricar fibra óptica se necesitaaproximadamente la milésima parte deenergía que se precisaba para extraer,fundir y transformar una longitudequivalente de hilo de cobre. La mismatonelada de carbón necesaria paraproducir noventa millas de hilo de cobrepuede producir 80.000 millas de fibra.

El cambio a la física de estados

sólidos en electrónica se mueve en lamisma dirección, y cada paso haciadelante produce componentes querequieren aportaciones cada vezmenores de energía. En la IBM, losprogresos más recientes realizados en latecnología de LSI (Large ScaleIntegration) implican componentes cuyaactivación requiere tan sólo una energíade cincuenta microvatios.

Esta característica de la revoluciónelectrónica sugiere que una de lasestrategias de conservación máspoderosas para las economías de altatecnología que ven cómo se vanagotando sus fuentes de energía, puedemuy bien ser la sustitución de las

industrias de la segunda ola,despilfarradoras de energía, porindustrias de la tercera ola,consumidoras de muy escasa energía.

En términos más generales, tienerazón la revista Science cuando afirmaque «la actividad económica del paíspuede verse sustancialmente alterada»por la explosión electrónica. «De hecho,es probable que la realidad supere a laficción en el ritmo de introducción denuevas y, a menudo, inesperadasaplicaciones de la electrónica.»

Sin embargo, la explosión de laelectrónica constituye sólo un paso haciauna tecnosfera completamente nueva.

Máquinas en órbita

Algo muy semejante podría decirsede nuestras incursiones en el espacioexterior y en los océanos, terrenos en losque es aún más sorprendente nuestrosalto más allá de las tecnologíasclásicas de la segunda ola.

La industria espacial constituye unsegundo grupo en la emergentetecnosfera. Pese a los retrasos sufridos,es posible que dentro de poco tiempocinco vehículos-lanzaderas espaciales,transporten mercancías y personas entrela Tierra y el espacio exterior, con unaperiodicidad semanal. El público no

valora esto debidamente aún, peromuchas empresas de los Estados Unidosy Europa consideran la «fronterasuperior» como fuente de la próximarevolución tecnológica y actúan enconsecuencia.

Grumman y Boeing trabajan ensatélites y plataformas espaciales parala generación de energía. SegúnBusiness Week: «Otro grupo deindustrias sólo ahora están empezandoa comprender lo que el orbitador puedesignificar para ellas, fabricantes yprocesadores cuyos productos vandesde semiconductores hastamedicinas… Muchos materiales de altatecnología requieren una manipulación

delicada, controlada, y la fuerza de lagravedad puede suponer un estorbo…En el espacio no hay gravitaciónalguna de la que preocuparse, ninecesidad de recipientes, ni problemade ningún tipo para manipular venenoso sustancias altamente reactivas. Y hayuna provisión ilimitada de vacío, asícomo temperaturas superaltas ysuperbajas.»

Como consecuencia, la «fabricaciónespacial» se ha convertido en tema deextraordinario interés entre científicos,ingenieros y ejecutivos de altatecnología. McDonnell Douglas ofrece alas Compañías farmacéuticas unalanzadera espacial que separará raras

enzimas de las células humanas. Losfabricantes de cristal están buscandoformas de producir en el espaciomateriales para la óptica de fibras yrayos láser. Semiconductores de un solocristal producidos en el espacio hacenque parezcan primitivos los modelosfabricados en la Tierra. La uroquinasa,un disolvente de coágulos sanguíneosque necesitan las personas que padecenciertas formas de enfermedad de lasangre, cuesta ahora 2.500 dólares cadadosis. Según Jesco von Puttkamer, jefede los estudios de industrializaciónespacial de la NASA, podría serfabricada en el espacio por menos de laquinta parte de esa cantidad.

Más importantes son los productostotalmente nuevos que no pueden serfabricados en la Tierra virtualmente aningún precio. TRW, una compañíaaerospacial y de electrónica, haidentificado 400 aleaciones diferentesque no podemos fabricar en la Tierrapor causa de la fuerza de la gravedad.Mientras tanto, la General Electric haempezado a diseñar un horno espacial.Daimler-Benz y MAN, en AlemaniaOccidental, se hallan interesadas en lafabricación espacial de cojinetes debolas, y la Agencia Espacial Europea ycompañías privadas como la BritishAircraft Corporation están diseñandotambién equipo y productos destinados a

hacer comercialmente útil el espacio.Business Week dice a sus lectores que«tales perspectivas no son ciencia-ficción, y un número cada vez mayor deempresas se hallan seriamentededicadas a hacerlas realidad».

Con igual seriedad, y másentusiasmo aún, actúan los defensoresdel plan del doctor Gerard O’Neill parala creación de ciudades espaciales.O’Neill, físico de Princeton, ha estadoeducando infatigablemente al públicoacerca de las posibilidades de construiren el espacio comunidades de grandesdimensiones —plataformas o islas conpoblaciones de miles de habitantes— yha obtenido el entusiasta apoyo de la

NASA, el gobernador de California(Estado cuya economía depende en granmedida del espacio) y, mássorprendentemente, de una banda de exhippies vocales presididos por StewartBrand, creador del Whole EarthCatalog.

La idea de O’Neill es construir unaciudad en el espacio, de forma gradual ycon materiales extraídos de la Luna o decualquier otro lugar del espacio. Uncolega, el doctor Brian O’Leary, haestudiado las posibilidades de realizarexcavaciones para extracción dematerial en los asteroides Apolo yAmor. Conferencias que se celebran demodo regular en Princeton reúnen a

expertos de la NASA, la GeneralElectric, agencias energéticas de losEstados Unidos y otras partesinteresadas para intercambiardocumentos y estudios técnicos sobre eltratamiento químico de mineralesextraterrestres, lunares o de otro punto, ysobre el diseño y construcción dehábitats espaciales y sistemasecológicos cerrados.

La combinación de una avanzadaelectrónica y un programa espacial queva más allá de las posibilidades deproducción terrestre lleva la tecnosferaa una nueva fase, no limitada ya porconsideraciones de la segunda ola.

En las profundidades

La penetración en las profundidadesdel mar nos proporciona una imagenduplicada del asalto al espacio exteriory sienta la base del tercer grupo deindustrias que, probablemente, han deformar parte importante de la nuevatecnosfera. La primera ola histórica decambio social en la Tierra se produjopiando nuestros antepasados dejaron dedepender del forrajeo y de la caza y, enlugar de ello, empezaron a domesticaranimales y a cultivar el suelo. Esa esexactamente la fase en que nosotros nosencontramos ahora en nuestra relación

con los mares.En un mundo hambriento, el océano

puede ayudar a vencer el problema delos alimentos. Adecuadamente cultivadoy dirigido, nos ofrece una provisiónvirtualmente infinita de las proteínas quetan desesperadamente necesitamos. Lapesca comercial actual, que se encuentraindustrializada en muy alto grado —barcos-factoría japoneses y soviéticosbarren los mares—, origina unaimplacable matanza y amenaza con laextinción total de muchas formas de vidamarina. En contraste con ello, unainteligente «acuacultura» —cría derebaños de peces, junto con cosecha deplantas— reduciría de manera

importante la crisis alimentaria mundialsin dañar la frágil biosfera de quedependen todas nuestras vidas.

Mientras tanto, las perforacionespetrolíferas en los lechos marinos hanoscurecido la posibilidad de «cultivarpetróleo» en el mar. El doctor LawrenceRaymond, del Battelle MemorialInstitute, ha demostrado que es posibleproducir algas con un elevado contenidode petróleo, y se están realizandoesfuerzos para hacer económicamenteeficaz el proceso.

Los océanos ofrecen también unaimpresionante variedad de minerales,desde cobre, cinc y estaño hasta plata,oro, platino y, más importante aún,

yacimientos de fosfatos con los que sepueden producir abonos para laagricultura terrestre. Compañías minerasvuelven los ojos hacia las cálidas aguasdel Mar Rojo, que contienen cinc, plata,cobre, plomo y oro por un valorestimado en 3.400 millones de dólares.Unas cien Compañías, entre ellasalgunas de las más importantes delmundo, se están preparando actualmentepara extraer del lecho marino nódulosde manganeso con forma de patata.(Estos nódulos constituyen una fuenterenovable, ya que se forman al ritmo deentre seis y diez toneladas al año en unaúnica y perfectamente identificable zonasituada al sur de las islas Hawai.)

En la actualidad, cuatro consorciosverdaderamente internacionales sedisponen a comenzar, hacia mediados dela década de los 80, operacionesmineras en el océano a escala de muchosmiles de millones de dólares. Uno deesos consorcios reúne a 23 compañíasjaponesas, un grupo germano occidentalllamado AMR y la filial en los EstadosUnidos de la International Nickel deCanadá. Otro enlaza a la Union Miniére,la Compañía belga, con United StatesSteel y la Sun Company. La terceraempresa liga los intereses de Noranda,de Canadá, con Mitsubishi, de Japón,Río Tinto Zinc y Consolidated GoldFields, del Reino Unido. El último

consorcio une la Lockheed con el grupoRoyal Dutch-Shell. Se espera —dice elFinancial Times, de Londres— queestos esfuerzos «revolucionen lasactividades mineras del mundo para laobtención de minerales seleccionados».

Además, Hoffmann-La Roche, laCompañía farmacéutica, ha estadoexplorando los mares en busca denuevas drogas, tales como agentesfungicidas y analgésicos o auxiliares deldiagnóstico y drogas antihemorrágicas.

Es probable que, a medida que sedesarrollan estas nuevas tecnologías,presenciemos la construcción de«poblados acuáticos» semisumergidos, eincluso totalmente sumergidos, y

factorías flotantes. La combinación de lagratuidad de los solares (al menos en laactualidad) con la barata energíaproducida in situ a partir de fuentesoceánicas (el viento, corrientes termaleso mareas) puede hacer que esta clase deconstrucción resulte competitiva con laterrestre.

La revista técnica Marine Policyconcluye que: «La tecnología deplataforma flotante oceánica parece lobastante barata y lo bastante sencillacomo para estar al alcance de la mayorparte de las naciones del mundo, asícomo de numerosas compañías ygrupos privados. En la actualidadparece probable que las primeras

ciudades flotantes sean construidas porsociedades indústriales superpobladascon el fin de hallar alojamientos en elmar… Las corporacionesmultinacionales pueden considerarlascomo terminales móviles paraactividades comerciales, o comobuques-factoría. Las Compañías deproductos alimenticios puedenconstruir ciudades flotantes parallevar a cabo operaciones de cultivosmarinos… Corporaciones en busca deparaísos fiscales y aventureros enbusca de nuevos estilos de vida puedenconstruir ciudades flotantes yproclamarlas como nuevos Estados.Las ciudades flotantes pueden obtener

un reconocimiento diplomáticoformal… o convertirse en vehículoutilizable por minorías étnicas paraconseguir su independencia.»

El progreso tecnológico relacionadocon la construcción de miles de torresperforadoras de petróleo en alta mar,algunas ancladas en el fondo, peromuchas situadas dinámicamente conhélices, lastre y controles de flotación,se está desarrollando con extraordinariarapidez y está sentando las bases de laciudad flotante y de enormes y nuevasindustrias auxiliares.

Sobre todo, las razones comercialespara adentrarse en el mar se estánmultiplicando tan rápidamente que,

según el economista D. M. Leipziger,actualmente muchas grandescorporaciones, «como colonos del viejoOeste, se hallan formadas esperando elpistoletazo que dé la señal para iniciarel amojonamiento de vastasextensiones de suelo oceánico». Estoexplica también por qué los países noindustriales están luchando porgarantizar que los recursos de losocéanos se conviertan en herenciacomún de la especie humana y no sólode las naciones ricas.

Si consideramos estos diversosdesarrollos no como independientesunos de otros, sino como entrelazados ymutuamente reforzadores, cada avance

tecnológico o científico acelerando a losdemás, resulta claro que no estamos yatratando con el mismo nivel detecnología en que se basaba la segundaola. Nos hallamos camino de un sistemaenergético radicalmente nuevo y de unsistema tecnológico radicalmente nuevo.

Pero aun estos ejemplos resultaninsignificantes en comparación con eltecnomoto que en estos momentos rugesordamente en nuestros laboratorios debiología molecular. La industriabiológica formará el cuarto grupo deindustrias en la economía del mañana, ytal vez sea la que ejerza el máspoderoso impacto de todas[8].

La industria genética

Con una información sobre genéticaque se duplica cada dos años, con lamecánica genética trabajando a marchasforzadas, la revista New Scientist revelaque «la ingeniería genética harecorrido una fase esencial deadquisición de instrumentos; ahora seencuentra ya en condiciones de entraren materia». El eminente comentaristacientífico Lord Ritchie-Calder explicaque, «del mismo modo que hemosmanipulado plásticos y metales, ahoraestamos fabricando materiales vivos».

Grandes Compañías se hallan ya

empeñadas en la búsqueda deaplicaciones comerciales de la nuevabiología. Sueñan con colocar enzimas enel automóvil para controlar el tubo deescape y enviar datos sobre la polucióna un microprocesador, que ajustaráentonces el motor. Hablan de lo que elNew York Tañes llama «microbioshambrientos de metal, que podrían serutilizados para extraer valiosasmuestras metálicas de las aguas delocéano». Han pedido y obtenido ya elderecho a patentar nuevas formas devida. Eli Lilly, Hoffmann-La Roche, G.D. Searle, Upjohn y Merck, por nohablar de General Electric, están todasen la carrera.

Críticos nerviosos, incluyendomuchos científicos, se preocupanjustificablemente de que exista unacarrera. Evocan imágenes no de vertidosde petróleo, sino de «vertidos demicrobios» que podrían difundirenfermedades y diezmar poblacionesenteras.

Pero la creación y liberaciónaccidental de microbios virulentosconstituye sólo una de las posiblescausas de alarma.

Científicos totalmente serios yrespetables están hablando deposibilidades que hacen vacilar laimaginación.

¿Debemos criar personas con

estómagos como los de las vacas paraque puedan digerir hierba y heno,aliviando con ello el problema de laalimentación al modificarnos paracomer en escalones más bajos de lacadena alimenticia?

¿Debemos alterar biológicamente alos trabajadores para adaptarlos a lasexigencias de su labor, creando, porejemplo, pilotos dotados de reflejosrapidísimos, u obreros de cadena demontaje neurológicamente diseñadospara que hagan por nosotros nuestrotrabajo monótono? ¿Debemos intentareliminar a la gente «inferior» y criar una«superraza»? (Hitler lo intentó, pero sinla panoplia genética que tal vez no tarde

en salir de nuestros laboratorios.)¿Debemos crear soldados clónicos paraque luchen por nosotros? ¿Debemosutilizar la predicción genética paraeliminar previamente a los niños«ineptos»? ¿Debemos producir órganosde reserva para nuestro uso, teniendocada uno de nosotros una «caja deahorros», como si dijéramos, llena deriñones, hígado o pulmones de repuesto?

Por disparatadas que puedan parecerestas ideas, cada una de ellas, al igualque sus sorprendentes aplicacionescomerciales, tiene sus defensores (ydetractores) en la comunidad científica.Como dicen en su libro Who ShouldPlay God? dos críticos de ingeniería

genética, Jeremy Rifkin y Ted Howard:«La ingeniería genética a gran escalaserá probablemente introducida enAmérica de forma muy semejante a lascadenas de producción, losautomóviles, las vacunas, loscomputadores y todas las demástecnologías. A medida que cada nuevoavance genético se hacecomercialmente práctico, una nuevanecesidad de consumo… seráexplotada, y se creará un mercado parala nueva tecnología.» Son innumerableslas aplicaciones potenciales.

La nueva biología, por ejemplo,podría ayudar a resolver el problema dela energía. Los científicos están

estudiando actualmente la idea deutilizar bacterias capaces de convertir laluz solar en energía electroquímica.Hablan de «células solares biológicas».¿Podríamos producir nuevas formas devida para sustituir a las centralesnucleares? Y, en ese caso, ¿noestaríamos sustituyendo el peligro deescape radiactivo por el peligro de unescape bioactivo?

En el terreno de la salud, muchasenfermedades que ahora resisten a todotratamiento serán, sin duda, curadas oprevenidas… y otras nuevas, quizápeores, serán introducidas porinadvertencia o inclusodeliberadamente. (Piénsese en lo que

podría hacer una Compañía sedienta delucro si desarrollase y extendiera ensecreto alguna nueva enfermedad decuyo remedio dispusiera sólo ella.Incluso una dolencia leve, del tipo delresfriado común, podría crear un enormemercado para el remedio específico,controlado en régimen de monopolio.)

Según el presidente de Cetus,Compañía californiana a la que seencuentran comercialmente ligadosmuchos genéticos de fama mundial, enlos próximos treinta años «la biologíaremplazará en importancia a laquímica». Y en Moscú, una declaraciónde política oficial insta a «una másamplia utilización de los

microorganismos en la economíanacional».

La biología reducirá o eliminará lanecesidad de petróleo en la producciónde plásticos, abonos, ropas, pintura,pesticidas y miles de productos más.Alterará idealmente la producción demadera, lana y otros artículos«naturales». Compañías como UnitedStates Steel, Fiat, Hitachi, ASEA o IBMtendrán, sin duda, sus propias seccionesde biología a medida que vayamospasando gradualmente de la manufacturaa la «biofactura», dando origen a unagama de productos hasta ahorainimaginable. Dice Theodore J. Cordón,presidente del Futures Group: «En

biología, una vez que empecemos,tendremos que pensar en cosas como…puede usted hacer una "camisacompatible con los tejidos" o un"colchón mamario", creado del mismomaterial que el pecho femenino».

Mucho antes de eso, la ingenieríagenética será utilizada en la agriculturapara aumentar la provisión mundial dealimentos. La tan aireada «RevoluciónVerde» de la década de 1960 resultó ser,en gran medida, una colosal trampa paralos granjeros del mundo de la primeraola, porque requería enormesaportaciones de fertilizantes basados enel petróleo que era preciso comprar enel extranjero. La próxima revolución

bioagrícola tiende a reducir esadependencia del fertilizante artificial. Laingeniería genética apunta haciacosechas más abundantes, cosechas quese desarrollan perfectamente en suelosarenosos o salinos, cosechas quecombaten las plagas. También trata decrear nuevos alimentos y fibrascompletamente nuevos, junto conmétodos más sencillos, baratos yconservadores de energía paraalmacenar y procesar los alimentos.Como para compensar algunos de susterribles peligros, la ingeniería genéticanos ofrece una vez más la posibilidad determinar con el hambre.

Hay que mantener un cierto

escepticismo ante estas brillantespromesas. Pero ti algunos de losdefensores de la agricultura genéticatienen razón, aunque sólo sea a medias,el impacto sobre la agricultura podríaser tremendo, alterando en últimotérmino, entre otras cosas, las relacionesentre los países pobres y los ricos. LaRevolución Verde hizo a los pobres másdependientes, no menos, de los ricos. Larevolución bioagrícola podría producirel efecto contrario.

Es demasiado pronto para afirmarcon seguridad cómo se desarrollará labiotecnología. Pero es demasiado tardepara retroceder. No podemos ocultarloque conocemos. Sólo podemos luchar

por controlar su aplicación, impedir laexplotación, apresurada,transnacionalizarla y reducir al mínimo,antes de que tea demasiado tarde, larivalidad corporativa, nacional eintercientífica en todo el terreno.

Una cosa está perfectamente clara:no nos encontramos ya encerradosdentro del tricentenario marco de latecnología tradicional de la segunda ola,y estamos empezando a vislumbrar todoel significado de este hecho histórico.

Así como la segunda ola combinó elcarbón, el acero, la electricidad y eltransporte ferroviario para producirautomóviles y otros mil productostransformadores de la vida, no

percibiremos el verdadero impacto delos nuevos cambios hasta quealcancemos el estadio en que secombinen las nuevas tecnologías…uniendo computadores, electrónica,materiales nuevos procedentes delespacio exterior y de los océanos, con lagenética, y todo esto, a su vez, con lanueva base energética. La reunión detodos estos elementos liberará untorrente de innovación sin par en lahistoria humana. Estamos construyendouna tecnosfera dramáticamente nuevapara una civilización de tercera ola.

Los tecnorrebeldes

La magnitud de un avance tal —suimportancia para el futuro de laevolución misma— hace críticamentenecesario que empecemos a guiarlo.Adoptar una actitud pasiva, abstenernospor completo de intervenir, podríasuponer la perdición para nosotros ypara nuestros hijos. Pues la potencia,dimensiones y rapidez del cambio,superan todo lo conocido en la Historia,y todavía están frescas en nuestrasmentes las noticias de la casi catástrofede la isla de las Tres Millas, lostrágicos accidentes de los «DC-10», el

masivo derrame de petróleo frente a lacosta de México y cien otros horrorestecnológicos. Enfrentados a semejantesdesastres ¿podemos permitir que eldesarrollo y combinación de tecnologíasaún más poderosas del mañana seancontrolados por los mismos criteriosmiopes y egoístas utilizados durante laEra de la segunda ola?

La pregunta básica formulada a lasnuevas tecnologías durante los últimostrescientos años, tanto en las nacionescapitalistas como en las socialistas, hasido sencilla: ¿Contribuyen al beneficioeconómico o al poderío militar?Evidentemente, estos dos criterios ya noson adecuados. Las nuevas tecnologías

habrán de superar pruebas más estrictas,ecológicas y sociales, además deeconómicas y estratégicas.

Cuando examinamos atentamente loque un informe presentado a la NationalScience Foundation de los EstadosUnidos ha llamado tecnología y shocksocial —un catálogo de calamidadestecnológicas acaecidas en los últimosaños—, descubrimos que la mayor partede ellas están relacionadas contecnologías de la segunda ola, no de latercera. La razón es evidente: lastecnologías de la tercera ola no han sidodesarrolladas aún en gran escala.Muchas se hallan todavía en su infancia.Sin embargo, podemos atisbar los

peligros de la niebla electrónica, de lapolución de la información, del combateen el espacio exterior, de la fugagenética, de la intervención climática yde lo que podría llamarse «guerraecológica», la deliberada inducción deterremotos, por ejemplo, provocandovibraciones desde lejos. Más allá deesto acechan multitud de otros peligrosrelacionados con el paso a una nuevabase tecnológica.

En tales circunstancias no es deextrañar que los últimos años hayanpresenciado una masiva y casiindiscriminada resistencia pública a lanueva tecnología. También en el primerperíodo de la segunda ola se produjeron

intentos de bloquear la nueva tecnología.Ya en 1663, obreros londinensesdestruyeron las nuevas serreríasmecánicas que amenazaban susubsistencia. En 1676, obreros defábricas de cintas destrozaron susmáquinas. En 1710 se produjerontumultos para protestar contra los telaresde medias recientemente introducidos.Más tarde, John Kay, inventor de lalanzadera volante utilizada en lasfábricas textiles, vio su casa arrasadapor una multitud enfurecida y tuvo queacabar huyendo de Inglaterra. Elejemplo más divulgado se produjo en1811, cuando una secta de individuosque se llamaban a sí mismos ludditas

destruyeron sus máquinas textiles enNottingham.

Pero este primitivo antagonismohacia la máquina era esporádico yespontáneo. Como hace notar unhistoriador, muchos de los casos eran notanto consecuencia de hostilidad hacia lamáquina misma, cuanto un método decoaccionar a un patrono odioso. Obrerosy obreras analfabetos, pobres,hambrientos y desesperados veían en lamáquina una amenaza a su supervivenciaindividual.

La rebelión de hoy contra latecnología desbocada es algo diferente.Implica un ejército cada vez másnumeroso de personas —en manera

alguna pobres ni analfabetas— que noson necesariamente antitecnológicas uopuestas al crecimiento económico, peroque ven en el incontrolado avancetecnológico una amenaza para ellasmismas y para la supervivencia global.Algunos fanáticos entre ellas muy bienpodrían emplear, si se les presentara la«Oportunidad, tácticas ludditas. No seprecisa mucho esfuerzo para imaginar elbombardeo de una instalación decomputadores, o de un laboratoriogenético, o de un reactor nuclearparcialmente construido. Cabe imaginarmás fácilmente aún la producción dealgún desastre tecnológicoparticularmente terrible que

desencadenara una caza de brujas contralos científicos de bata blanca que«fueron la causa de todo». Algúnpolítico demagogo del futuro podría muybien alcanzar la fama investigando el«Cambridge Ten» o el «Oak RidgeSeven». Sin embargo, la mayoría de lostecnorrebeldes de hoy no son nilanzadores de bombas ni ludditas.Incluyen miles de personas provistas deinstrucción científica… ingenierosnucleares, bioquímicos, físicos,funcionarios de Sanidad y genetistas, asícomo millones de ciudadanos corrientes.Y, a diferencia de los ludditas, estánbien organizados y articulados. Publicansus propias revistas técnicas y su

propaganda. Inician procesos legales yredactan proyectos de ley, además deorganizar marchas y manifestaciones deprotesta. Este movimiento, a menudoatacado como reaccionario, constituye,en realidad, una parte vital de laemergente tercera ola. Pues susmiembros son la vanguardia del futuroen una batalla política y económica entres frentes que corre pareja, en elcampo de la tecnología, con la lucha porla energía que hemos descrito antes.

También aquí vemos fuerzas de lasegunda ola a un lado, reversionistas dela primera ola al otro y fuerzas de latercera ola que luchan contra las dos.Aquí, fuerzas de la segunda ola son las

que favorecen la vieja e insensata formade enfocar la tecnología: «Si funciona,prodúcelo. Si se vende, prodúcelo. Sinos hace fuertes, constrúyelo.» Imbuidosde anticuadas nociones indusreales deprogreso, muchos de estos partidariosdel pasado de la segunda ola tienenintereses en las irresponsablesaplicaciones de la tecnología. Desdeñanlos peligros.

Al otro lado volvemos a encontrarun pequeño fleco de extremistasrománticos hostiles a todo lo que nosean las más primitivas tecnologías dela primera ola, que parecen favorecer unretorno a las artesanías medievales y altrabajo manual. Pertenecientes en su

mayoría a la clase media, hablandodesde la privilegiada posición de unapanza repleta, su resistencia al progresotecnológico es tan ciegamenteindiscriminada como el apoyo que lasgentes de la segunda ola dispensan a latecnología. Fantasean sobre un retorno aun mundo que la mayoría de nosotros —y la mayoría de ellos— encontraríandetestable.

Alineados contra estos dos extremosexiste en todos los países un crecientenúmero de personas que forman elnúcleo de la tecnorrebelión. Son, sinsaberlo, agentes de la tercera ola.Empiezan no con tecnología, sino coninsistentes preguntas acerca de qué clase

de sociedad futura deseamos. Se dancuenta de que ahora tenemos tantasoportunidades tecnológicas, que ya nopodemos costear, desarrollar yaplicarlas todas. En consecuencia,afirman la necesidad de efectuar unamás cuidadosa selección entre ellas yelegir aquellas tecnologías que sirvan aobjetivos sociales y ecológicos de largoalcance. En vez de dejar que latecnología sea lo que moldee nuestrosobjetivos, desean asegurar el controlsocial sobre las direcciones del impulsotecnológico.

Los tecnorrebeldes no han formuladoaún un programa claro y comprensivo.Pero si extrapolamos de sus numerosos

manifiestos, peticiones, declaraciones yestudios, podemos identificar variascorrientes de pensamiento quecomponen una nueva forma deconsiderar la tecnología, una políticapositiva para lograr la transición a unfuturo de la tercera ola.

Los tecnorrebeldes parten de lapremisa de que la biosfera de la Tierraes frágil y de que cuanto más poderosasse tornan nuestras nuevas tecnologías,mayor es el riesgo de causar un dañoirreversible al Planeta. Por ello, exigenque se dote a todas las nuevastecnologías de una protección contraposibles efectos adversos, que laspeligrosas sean reformuladas o

suprimidas… en resumen, que lastecnologías del mañana queden sujetas alimitaciones ecológicas más rígidas quelas de la Era de la segunda ola.

Los tecnorrebeldes sostienen que, ocontrolamos nosotros la tecnología, o latecnología nos controlará a nosotros… yque ese «nosotros» no puede ya ser tansólo la acostumbrada minúscula élite decientíficos, ingenieros, políticos yhombres de negocios. Cualesquiera quesean los méritos de las campañasantinucleares desencadenadas en laAlemania Occidental, Francia, Suecia,Japón y los Estados Unidos, de labatalla contra el «Concorde» o de lascrecientes demandas de regulación de la

investigación genética, todas ellasreflejan una generalizada y apasionadaexigencia de democratización en cuantose refiere a la toma de decisiones en elorden tecnológico.

Los tecnorrebeldes mantienen que latecnología no necesita ser grande nicompleja para ser «sofisticada». Lastecnologías de la segunda ola precianmás eficientes de lo que realmente eranporque corporaciones y empresassocialistas externalizaban —transferíana la sociedad como un todo— el enormecoste de combatir la polución, deatender a los parados, de enfrentarse conel problema constituido por laalienación causada por el trabajo.

Cuando se considera que todo estoforma parte de los costes de producción,muchas máquinas aparentementeeficientes resultan ser todo lo contrario.

Así, los tecnorrebeldes se muestranfavorables al diseño de toda una gamade tecnologías apropiadas” destinadas aproporcionar trabajos humanos, evitar lapolución, respetar el medio ambiente yproducir para uso local o personal, enlugar de para mercados nacionales omundiales exclusivamente. Latecnorrebelión ha suscitado en todo elmundo millares de experimentos coneste tipo de frenologías en pequeñaescala, en terrenos que van desde la críade peces y el procesado de alimentos,

hasta la producción de energía, elreciclaje de basuras, la construcciónbarata y el simple transporte.

Si bien muchos de estosexperimentos son ingenuos y suponen elretorno a un mítico pasado, otros sonmás prácticos. Algunos recurren a losmateriales, instrumentos científicos másmodernos y los combinan de nuevasformas con las viejas técnicas. Porejemplo, Jean Gimpel, el historiador dela tecnología medieval, ha construidoelegantes modelos de sencillasherramientas que podrían ser útiles enpaíses no industriales. Algunas de ellascombinan materiales nuevos conmétodos antiguos. Otro ejemplo es el

interés surgido en torno al dirigible, eluso de una tecnología superada queahora puede realizarse con avanzadosmateriales que le dan una capacidadmucho mayor de carga útil. Losdirigibles son ecológicamente seguros ypodrían ser utilizados para el transporte,lento, pero barato y fiable, en regionesdesprovistas de carreteras… Brasil,quizás, o Nigeria. Experimentosrealizados con tecnologías apropiadas oalternativas, especialmente en el campode la energía, sugieren que algunastecnologías sencillas, en pequeñaescala, pueden ser tan «sofisticadas»como tecnologías complejas ydesarrolladas a gran escala cuando se

tienen en cuenta toda la diversidad deefectos secundarios y cuando la máquinaalcanza una debida adecuación a la tareaa realizar.

Los tecnorrebeldes se siententambién preocupados por el radicaldesequilibrio de la ciencia y latecnología sobre la faz del Planeta, consólo un 3% de los científicos del mundoen países que contienen el 75% de lapoblación global. Son partidarios deconsagrar mayor atención tecnológica alas necesidades de los pobres del mundoy de una más equitativa participación enlos recursos del espacio exterior y delos océanos. Comprenden que no sólolos océanos y los suelos forman parte de

la herencia común de la especie, sinoque ni siquiera la avanzada tecnologíapodría existir sin la contribuciónhistórica de muchos pueblos, desde losindios y los árabes, hasta los antiguoschinos.

Finalmente, sostienen que, aladentrarnos en la tercera ola, debemosavanzar, paso a paso, desde el sistemade producción utilizado durante la Erade la segunda ola, despilfarrador derecursos y causante de contaminación,hacia un sistema más «metabólico» queelimine el despilfarro y lacontaminación asegurando que elproducto y el subproducto de cadaindustria se convierta en materia prima

para la siguiente. El objetivo es unsistema en el que no se produzca nadaque no sirva para otra producciónposterior. Un sistema tal no sólo es máseficiente en un sentido productivo, sinoque, además, reduce al mínimo —elimina, de hecho— todo daño a labiosfera.

Considerado en su conjunto, esteprograma tecnorrebelde proporciona labase para humanizar el impulsotecnológico.

Los tecnorrebeldes son, se dencuenta o no, agentes de la tercera ola.No desaparecerán, sino que semultiplicarán en los años próximos,pues forman parte del progreso a un

nuevo estadio de civilización en lamisma medida que nuestras misiones aVenus, nuestros sorprendentescomputadores, nuestros descubrimientosbiológicos o nuestras exploraciones delas profundidades oceánicas.

De su conflicto con losfantaseadores de la primera ola y losdefensores a ultranza de la tecnología dela segunda ola surgirán tecnologíassensatas, adecuadas al nuevo sistemaenergético que estamos empezando aalcanzar. El acoplamiento de las nuevastecnologías a esta nueva base energéticallevará toda nuestra civilización a unnivel enteramente nuevo. En su centroencontraremos una fusión de industrias

de «alta corriente», provistas de basecientífica y que operan bajo rígidoscontroles ecológicos y sociales, conindustrias de «baja corriente»igualmente sofisticadas que operen aescala más pequeña y más humana,basadas ambas en principiosradicalmente distintos de los quegobernaron la tecnosfera de la segundaola. Juntos, estos dos estratos deindustria formarán las «cumbresdominantes» del mañana.

Pero esto es sólo un detalle de uncuadro mucho mayor. Pues al mismotiempo que transformamos la tecnosfera,estamos también revolucionando lainfosfera.

XIII DESMASIFICANDO

LOS MEDIOS DECOMUNICACIÓN

El agente de espionaje es una de lasmetáforas más poderosas de nuestrotiempo. Ninguna otra figura ha logradocautivar de tal modo la imaginacióncontemporánea. Centenares de películasglorifican al agente 007 y a sustemerarios colegas de ficción. Libros debolsillo y televisión presentan sin cesarimágenes del espía como un ser audaz,

romántico, amoral, más grande (o máspequeño) que la vida. Mientras tanto,los Gobiernos gastan miles de millonesen el espionaje. Agentes de la KGB, laCÍA y una docena de servicios deinformación más, se siguen unos a otrosdesde Berlín hasta Beirut, desde Macaohasta Ciudad de México.

En Moscú, corresponsalesoccidentales son acusados de espionaje.En Bonn caen cancilleres porque losespías infestan sus Ministerios. EnWashington, investigadores delCongreso revelan simultáneamente lasfechorías de agentes secretos,norteamericanos y coreanos, mientras enlo alto, el propio firmamento está lleno

de satélites espías que fotografían, alparecer, cada palmo de tierra.

El espía no es cosa nueva en laHistoria. Por tanto, vale la penapreguntar por qué el tema del espionajeha llegado en este momento concreto adominar la imaginación popular,relegando a la sombra incluso adetectives privados, policías ycowboys. Y, al preguntarlo, advertimosal punto una importante diferencia entreel espía y estos otros héroes: Mientrasque los policías y cowboys de la ficcióndependen de simples pistolas o de suspuños desnudos, el espía de las obras deficción se halla equipado con latecnología más exótica y moderna…

micrófonos electrónicos ocultos, bancosde computadores, cámaras de rayosinfrarrojos, automóviles que vuelan onavegan sobre el agua, helicópteros,submarinos monoplaza, rayos de lamuerte y cosas semejantes.

Sin embargo, existe una razón másprofunda para el auge del espía.Cowboys, policías, detectives privados,aventureros y exploradores —lostradicionales héroes de la letra impresay el celuloide— persiguen típicamentelo tangible: quieren tierra para elganado, quieren dinero, quieren capturaral forajido o conquistar a la chica. Noasí el espía.

Pues la tarea fundamental del espía

es la información, y la información se haconvertido quizás en el asunto másimportante y de crecimiento más rápidodel mundo. El espía es un símboloviviente de la revolución que seextiende actualmente por la infosfera.

Un almacén de imágenes

Una bomba de información estáestallando entre nosotros, lanzándonosuna metralla de imágenes y cambiandodrásticamente la forma en que cada unode nosotros percibe y actúa sobre

nuestro mundo privado. Al desplazarnosdesde una infosfera de segunda ola a unade tercera ola, estamos transformandonuestras propias psiquis.

Cada uno de nosotros crea en sucerebro un modelo mental de larealidad, un almacén de imágenes.Algunas de éstas son visuales, otrasauditivas, incluso táctiles. Unas sonsolamente percepciones, rastros deinformación sobre nuestro entorno, comoun atisbo de cielo azul vislumbrado porel rabillo del ojo. Otras son «enlaces»que definen relaciones, como las dospalabras «madre» e «hijo». Unas sonsencillas, otras complejas yconceptuales, como la idea de que «la

inflación es causada por el aumento delos salarios». Todas estas imágenesjuntas componen nuestra representacióndel mundo, situándonos en el tiempo, elespacio y la red de relacionespersonales que nos rodea.

Estas imágenes no surgen de la nada.Se forman, de maneras que nocomprendemos, a partir de las señales ola información que nos llegan desde elentorno. Y a medida que nuestro entornose convulsiona por efecto del cambio —a medida que nuestros trabajos, hogares,iglesias, escuelas y disposicionespolíticas reciben el impacto de latercera ola—, cambia también el mar deinformación que nos rodea.

Antes del advenimiento de losmedios de comunicación, un niño de laprimera ola, creciendo en una aldeasometida a muy lentos cambios,construía su modelo de la realidad conimágenes recibidas de un diminutopuñado de fuentes… el maestro, el cura,el cacique o el funcionario y, sobre todo,la familia. Como ha hecho notar elpsicólogo-futurista Herbert Gerjuoy:«No había en el hogar radio nitelevisión que le dieran al niño laoportunidad de conocer muchas clasesdiferentes de personas de muchas formasde vida diferentes, e incluso de paísesdiferentes… Muy pocas personas veíanjamás una ciudad extranjera… El

resultado [era que] la gente sólo tenía unpequeño número de personas a las queimitar o procurar seguir».

«Sus elecciones se veían máslimitadas aún por el hecho de que laspersonas a las que podían imitarposeían, a su vez, muy limitadaexperiencia con otras personas.» Portanto, las imágenes del mundo creadaspor el niño aldeano eranextraordinariamente angostas yreducidas.

Además, los mensajes que recibíaeran sumamente redundantes, al menosen dos sentidos: de ordinario llegabanen forma de conversación normal, quesuele estar llena de pausas y

repeticiones, y llegaban en forma de«series» relacionadas de ideasreforzadas por diversos suministradoresde información. El niño oía las mismasadmoniciones en la iglesia y en laescuela. Ambas reforzaban los mensajestransmitidos por la familia y el Estado.El consenso en la comunidad, e intensaspresiones para lograr la conformidad,actuaban sobre el niño desde elnacimiento para reducir aún más elámbito de imaginería y comportamientoaceptables.

La segunda ola multiplicó el númerode canales por los que el individuoobtenía su imagen de la realidad. Elniño no recibía ya sus imágenes

exclusivamente de la Naturaleza o de laspersonas, sino también de losperiódicos, las revistas, la Radio y, mástarde, de la Televisión. Por reglageneral, la Iglesia, el Estado, el hogar yla escuela continuaban hablando alunísono, reforzándose mutuamente. Perolos propios medios de comunicación seconvirtieron ahora en un gigantescoaltavoz. Y su poder fue utilizado a lolargo de líneas regionales, étnicas,tribales y lingüísticas, para uniformizarlas imágenes que fluían en la Corrientemental de la sociedad.

Por ejemplo, algunas imágenesvisuales fueron distribuidas tan amplia ymasivamente e implantadas en tantos

millones de memorias individuales que,de hecho, quedaron transformadas eniconos. La imagen de Lenin, con lamandíbula proyectada hacia delante engesto de triunfo bajo una ondeantebandera roja, adquirió así, para millonesde personas, un carácter de icono, comola imagen de Jesús en la Cruz. Laimagen de Charlie Chaplin consombrero hongo y bastón, o de Hitlerbramando en Nuremberg; la imagen decadáveres apilados como troncos deleña en Buchenwald; de Churchillhaciendo la señal de la victoria o deRoosevelt llevando una capa negra; dela falda de Marilyn Monroe levantadapor el viento; de centenares de estrellas

cinematográficas de segunda fila ymillares de productos comercialesdiferentes y universalmente reconocibles—la barra de jabón «Ivory» en losEstados Unidos, el chocolate«Morinaga» en el Japón, la botella de«Perrier» en Francia—, todas seconvirtieron en partes características deun archivo de imágenes universal.

Esta imaginería centralmenteproducida, inyectada por los medios decomunicación en la «mente de la masa»,ayudó a lograr la uniformización deComportamiento requerida por elsistema industrial de producción.

En la actualidad, la tercera ola estáalterando drásticamente todo esto. A

medida que el cambio se acelera en lasociedad, fuerza dentro de nosotros unaaceleración paralela. Nueva informaciónllega a nosotros, y nos vemos obligadosa revisar continuamente y a un ritmocada vez más rápido nuestro archivo deimágenes. Es preciso remplazarimágenes antiguas basadas en larealidad pasada, pues, a menos que lasactualicemos, nuestros actos quedarándivorciados de la realidad y nos iremoshaciendo progresivamente menoscompetentes.

Esta aceleración del procesado deimágenes en nuestro interior significaque las imágenes se tornan cada vez mástemporales. Arte transitorio,

instantáneas «Polaroid», xerocopias,gráficos de usar y tirar, surgen y sedesvanecen. Ideas, creencias y actitudesascienden velozmente a la conciencia,son impugnadas, desafiadas y sedesvanecen de pronto en la nada.Teorías científicas y psicológicas sonderribadas y sustituidas a diario. Lasideologías se derrumban. Lascelebridades piruetean fugazmente pornuestra consciencia. Nos asaltanconsignas políticas y moralescontradictorias.

Es difícil extraer algún sentido deesta vertiginosa fantasmagoría,comprender exactamente cómo estácambiando el proceso de elaboración de

imágenes. Pues la tercera ola no selimita a acelerar nuestro flujo deinformación; transforma la estructuraprofunda de la información de quedependen nuestras acciones diarias.

Los medios decomunicacióndesmasificados

A todo lo largo de la Era de lasegunda ola, los medios decomunicación de masas se fueronhaciendo cada vez más poderosos. En la

actualidad se está produciendo uncambio sorprendente. A medida queavanza la tercera ola, los medios decomunicación, lejos de extender suinfluencia, se ven de pronto obligados acompartirla. Están siendo derrotados enmuchos frentes a la vez por lo que yollamo los «medios de comunicacióndesmasificados».

Los periódicos proporcionan elprimer ejemplo. Los medios decomunicación más antiguos de lasegunda ola, los periódicos, estánperdiendo sus lectores. En 1973, losperiódicos de los Estados Unidos habíanalcanzado una circulación conjunta totalde 63 millones de ejemplares diarios.

Sin embargo, desde 1973 su circulación,en lugar de aumentar, ha empezado adisminuir. Para 1978, el total habíadescendido a 62 millones, y aún faltabapor llegar lo peor. El porcentaje deamericanos que leían un periódico al díadescendió también, desde un 69% en1972, hasta el 62% en 1977, y algunosde los periódicos más importantes de lanación fueron los más afectados. EnNueva York, entre 1970 y 1976, los tresprincipales diarios juntos perdieron550.000 lectores. El Los Angeles Times,tras haber alcanzado su mayor venta en1973, pasó a perder 80.000 lectorespara 1976. Los dos grandes periódicosde Cleveland 90.000, y los dos

periódicos de San Francisco, más de80.000. Al tiempo que surgían enmuchas partes del país numerososperiódicos más pequeños, se quedabanen la cuneta importantes diarios de losEstados Unidos, como el ClevelandNews, el Hartford Times, el DetroitTimes, Chicago Today o el Long IslandPress. Una pauta similar se produjo enGran Bretaña, donde, entre 1965 y 1975,la circulación de los diarios nacionalesdescendió en un 8%.

Y esas pérdidas no se debían,simplemente, al auge de la Televisión.Cada uno de los diarios de grancirculación actuales se enfrenta con unacompetencia cada vez mayor de una

creciente multitud de publicaciones deescasa circulación, semanarios,bisemanarios y los llamados sboppers,que sirve no al mercado metropolitano,sino a comunidades y barrios concretosdentro de él, proporcionando anuncios ynoticias mucho más localizados.Habiendo llegado a la saturación, eldiario de circulación masiva de la granciudad se encuentra en una situación muyapurada. Los medios de comunicacióndesmasificados le están pisando lostalones[9].

Las revistas de masas ofrecen unsegundo ejemplo. A partir de mediadosde la década de 1950, apenas ha pasadoun año sin que se produjese en los

Estados Unidos la muerte de una granrevista. Life, Look, el Saturday EveningPost, todos fueron a la tumba, pararesucitar más tarde como fantasmas depequeña circulación de lo que antesfueron.

Entre 1970 y 1977, pese a haberaumentado en catorce millones lapoblación de los Estados Unidos, lacirculación total de las 25 revistasimportantes restantes descendió encuatro millones.

Simultáneamente, los EstadosUnidos experimentaron una explosión deminirrevistas, millares de revistasnuevas dirigidas a pequeños mercadosregionales e incluso locales de interés

especial. En la actualidad, pilotos yempleados de Compañías aéreas puedenelegir entre docenas de publicacioneseditadas exclusivamente para ellos.Adolescentes, buceadores, jubilados,mujeres atletas, coleccionistas decámaras antiguas, fanáticos del tenis,esquiadores y patinadores… todostienen su propia Prensa. Se estánmultiplicando revistas regionales comoNew York, New West, D en Dallas, oPittsburgher. Algunas recortan más aúnel mercado, combinando la región y elinterés especial; tal es el caso, porejemplo, del Kentucky Business Ledgero de Western Farmer.

Con la existencia de prensas nuevas,

rápidas y baratas, toda organización,grupo comunitario, culto político oreligioso puede actualmente permitirseel lujo de imprimir su propiapublicación. Incluso grupos máspequeños dan a luz publicacionesperiódicas sirviéndose de lasmulticopistas, omnipresentes en lasoficinas americanas. La revista de masasha perdido su influencia, en otro tiempopoderosa, sobre la vida nacional. Larevista desmasificada —la minirrevista— está ocupando rápidamente su puesto.

Pero el impacto de la tercera olasobre las comunicaciones no se limita alos medios de comunicación impresos.Entre 1950 y 1970, el número de

emisoras de Radio en los EstadosUnidos ascendió de 2.336 a 5.359. En unperíodo en el que la población aumentósolamente en un 35%, las emisoras deRadio aumentaron un 129%. Estosignifica que, en lugar de una emisorapor cada 65.000 americanos, hay ahorauna por cada 38.000, y esto significa queel oyente medio tiene más programasentre los que elegir. La masa de oyentesse divide entre más emisoras.

La diversidad de ofrecimientos se haincrementado también en alto grado, conemisoras diferentes dirigidas a sectoresespecializados de público, en lugar delhasta ahora indiferenciado públicogeneral. Emisoras dedicadas

exclusivamente a transmitir noticias sedirigen a adultos de la clase mediainstruida. Emisoras de hard rock, softrock, punk rock, country rock y folkrock van dirigidas cada una a un sectordiferente del auditorio juvenil. Emisorasde música soul se dirigen a los negrosamericanos. Emisoras de música clásicasirven a adultos de elevados ingresos,emisoras en idiomas extranjerosatienden a los diferentes grupos étnicos,desde los portugueses en NuevaInglaterra hasta los italianos, hispánicos,japoneses y judíos. Escribe elcolumnista político Richard Reeves:«En Newport, Rhode Island, recorrí eldial de la AM y encontré 38 emisoras,

tres de ellas religiosas, dosprogramadas para negros y una quetransmitía en portugués.»

Nuevas formas de comunicaciónauditiva van absorbiendo sin cesar loque queda del público general. Durantela década de 1960, pequeñas grabadorasy reproductoras de cintasmagnetofónicas, lanzadas a preciosasequibles al mercado, se extendieronentre los jóvenes como un incendio porla pradera. Pese a erróneas creenciaspopulares en sentido contrario, losadolescentes de hoy pasan menostiempo, no más, con el oído pegado a laradio que en los años 60. De unpromedio de 4,8 horas diarias en 1967,

el tiempo total dedicado a escuchar laRadio cayó en vertical hasta 2,8 horasen 1977.

Luego llegó la citizens band radio,o CB, radio de frecuencia compartida. Adiferencia de la radio tradicional, quefunciona exclusivamente en un sentido(el oyente no puede responder allocutor), las radios CB instaladas enautomóviles particulares hicieronposible se comunicaran entre sí losconductores situados dentro de un radiode entre cinco y quince millas.

Entre 1959 y 1974, sólo un millón deaparatos de CB entraron enfuncionamiento en América. Luego, enpalabras de un atónito funcionario de la

Comisión Federal de Comunicaciones,«tardamos ocho meses en llegar alsegundo millón, y tres meses en llegaral tercero». La instalación de aparatosde CB subió en flecha. Para 1977funcionaban ya unos 25 millones, y lasondas estaban llenas de coloristasconversaciones, desde advertencias deque la Policía de tráfico estabacolocando controles para detectarexcesos de velocidad, hasta oraciones ysolicitaciones de prostitutas. El furorpasó ya, pero sus efectos, no.

Los propietarios de emisoras deradiodifusión de tipo comercial,nerviosos por sus ingresos publicitarios,niegan enérgicamente que la CB haya

reducido su auditorio. Pero las agenciasde publicidad no están tan seguras. Unade ellas, Marsteller, Inc., llevó a cabouna encuesta en Nueva York, con elresultado de que el 45% de usuarios deCB comunicaron un descenso de entre un10 y un 15% en la escucha de losaparatos de radio regulares instaladosen sus coches. Más significativamente,la encuesta reveló que más de la mitadde usuarios de CB escuchabansimultáneamente las radios de suscoches y sus CB.

En cualquier caso, el desplazamientohacia la diversidad producido en elterreno de la letra impresa tiene tambiénsu paralelismo en la radio. El paisaje

sonoro está siendo desmasificado,juntamente con el paisaje impreso.

Pero fue sólo en 1977 cuando losmedios de comunicación de la segundaola sufrieron su más sorprendente ysignificativa derrota. Durante toda unageneración, el medio de comunicaciónmás poderoso y «masificador» ha sido,evidentemente, la Televisión. En 1977,la pantalla empezó a parpadear. Larevista Time escribía: «Durante todo elotoño, los ejecutivos de empresaspublicitarias y de radiodifusiónescrutaban nerviosamente las cifras…no podían dar crédito a lo que estabanviendo… Por primera vez en laHistoria, la audiencia de la Televisión

disminuía.»«Nadie —murmuró un asombrado

técnico publicitario— supuso jamás quefuera a descender el número deespectadores.»

Aun ahora, abundan lasexplicaciones. Se nos dice que losprogramas son todavía peores que en elpasado. Que hay demasiado de esto y nolo suficiente de aquello. Cabezas deejecutivos han rodado por los pasillosde los estudios. Se nos ha prometidoéste o aquel tipo de programa. Pero laprofunda verdad no está haciendo sinoasomar por entre las nubes de laconsternación televisiva. Estándesapareciendo los días de la

omnipotente red centralizada quecontrola la producción de imágenes. Dehecho, un ex presidente de la NBC,acusando de «estupidez» estratégica alas tres principales redes de Televisiónde los Estados Unidos, ha predicho quesu porcentaje de espectadores sereducirá a la mitad para finales de lapresente década. Pues los medios decomunicación de la tercera ola estándestruyendo en un amplio frente eldominio ejercido por los dueños de losmedios de comunicación de la segundaola.

La televisión por cable penetra yaactualmente en 14,5 millones de hogaresamericanos, y es probable que se

extienda con fuerza huracanada durantelos primeros años de la década de los80. Los expertos esperan que parafinales de 1981 haya un total de entre 20y 26 millones de abonados a latelevisión por cable, accesible ésta al50% de las familias norteamericanas.Las cosas se moverán más velozmenteaunque se produzca el cambio de hilosde cobre a sistemas de fibras ópticas,que transmiten luz a través de fibrascapilares. Y, al igual que las prensassimplificadas o las multicopistas«Xerox», el cable desmasifica elauditorio, esculpiéndolo en múltiplesminipúblicos. Además, los sistemas porcable pueden ser diseñados para una

utilización en dos sentidos, por lo que alos abonados se les ofrece laposibilidad no sólo de ver programas,sino también de solicitar activamentediversos servicios.

En Japón, ciudades enteras sehallarán enlazadas para comienzos delos 80 mediante cable, permitiendo a losusuarios marcar peticiones no sólo deprogramas, sino también de fotografíasfijas, datos, reservas de teatro oexhibiciones de periódicos y revistas.Alarmas contra incendios y robosfuncionarán a través del mismo sistema.

En Ikoma, barrio-dormitorio deOsaka, fui entrevistado en un programade televisión acerca del sistema

experimental «Hi-Ovis», que coloca unmicrófono y una cámara de televisiónsobre el receptor instalado en el hogarde cada abonado, de tal modo que losespectadores pueden convertirsetambién en transmisores. Mientras yoestaba siendo entrevistado por el equipodel programa, una tal señora Sakamoto,que estaba viendo el programa desde supropio cuarto de estar, accionó elconmutador y empezó a conversar connosotros en chapurreado inglés. Yo ytodo el público espectador la vimos enla pantalla y contemplamos cómo jugabasu hijito por el cuarto mientras ella medaba la bienvenida a Ikoma.

«Hi-Ovis» tiene también un banco

de video-cassettes sobre toda clase detemas, desde música hasta cocina oeducación. Los espectadores puedenmarcar un número codificado y pedirque el computador reproduzca para ellosuna cassette determinada en su pantallaa la hora que deseen verla.

Aunque afecta solamente a 160hogares, el experimento «Hi-Ovis» estápatrocinado por el Gobierno japonés yrecibe aportaciones económicas decorporaciones tales como Fujitsu,Sumitomo Electric, Matsushita yKintetsu. Es extraordinariamenteavanzado y se basa ya en la tecnologíade fibras ópticas.

Una semana antes, en Columbia

(Ohio), yo había visitado el sistema«Qube» de la Warner CableCorporation. «Qube» ofrece al abonadotreinta canales de televisión (frente acuatro emisoras regulares) y presentaprogramas especializados para todo elmundo, desde niños en edad preescolarhasta médicos, abogados o el público de«sólo adultos». «Qube» es el sistema decable en dos direcciones mejordesarrollado y más eficazcomercialmente del mundo.Proporcionando a cada abonado lo queparece una calculadora de bolsillo, lepermite comunicarse con la emisora consólo oprimir un botón. Un espectadorque utilice determinados botones puede

comunicar con el estudio «Qube» y consu computador. Al describir el sistema,Time adopta un tono poético yentusiasmado, observando que elabonado puede «expresar sus opinionesen debates políticos locales, dirigirventas y pujar por objetos de arte enuna subasta benéfica… Pulsando unbotón, Juan o Juana Columbus puedeninterrogar a un político o votar a favoro en contra de los participantes en unconcurso de aficionados locales». Losconsumidores pueden «compararprecios de los supermercados locales» oreservar una mesa en un restauranteoriental. Pero el cable no es el únicomotivo de preocupación para las redes

de emisoras comerciales.Los video-games se han convertido

en un gran éxito de venta. Millones deamericanos han descubierto unaauténtica pasión por artilugios queconvierten una pantalla de televisión enuna mesa de ping pong, un campo dehockey o una pista de tenis. Puede queesto parezca irrelevante a los analistaspolíticos sociales ortodoxos. Sinembargo, representa una oleada deaprendizaje social, un premonitorioentrenamiento, por así decirlo, para lavida en el entorno electrónico delmañana. Estos juegos no sólodesmasifican más a la audiencia yreducen el número de quienes

contemplan los programas emitidos enun momento dado, sino que, por mediode ingenios aparentemente tan inocentes,millones de personas están aprendiendoa jugar con el aparato de televisión,responderle y a interactuar con él. Ydurante el proceso están cambiando deser meros receptores pasivos, a sertambién transmisores de mensajes. Estánmanipulando el aparato, en vez de dejarque el aparato les manipule a ellos.

Servicios de información,suministrados a través de la pantalla detelevisión, son ya utilizables en GranBretaña, donde un espectador provistode una unidad adaptadora puede pulsarun botón y seleccionar cuál de una

docena de datos o servicios es el quedesea… noticias, informaciónmeteorológica, financiera, deportiva,etc. Estos datos se mueven después porla pantalla de televisión como por lacinta de teletipo. Antes de que pasemucho tiempo, los usuarios podrán, sinduda, insertar un copiador en latelevisión para capturar sobre el papelCualquier imagen que deseen retener.También aquí se da una ampliaposibilidad de elección donde antesexistía muy poca.

Las grabadoras y reproductoras devideo-cassette se están extendiendotambién rápidamente. Los vendedoresesperan que para 1981 se estén

utilizando en los Estados Unidos unmillón de unidades. Estos no sólopermiten a los espectadores grabar elpartido de rugby del lunes parareproducirlo, por ejemplo, el sábado(destruyendo así la sincronización deimágenes que promueven las redes detelevisión), sino que sientan la base parala venta de películas y acontecimientosdeportivos en cinta. (Los árabes no sehan dormido en la proverbial zanja: lapelícula El Mensajero, sobre la vida deMahoma, puede adquirirse en cassettesofrecidas en estuches con letras arábigasdoradas en el exterior.) Las grabadorasy reproductoras en video hacen posibletambién la venta de cartuchos altamente

especializados conteniendo, porejemplo, instrucciones médicas parapersonal de hospitales, o cintas queenseñen a los consumidores arecomponer muebles rotos o a repararun tostador eléctrico. Másfundamentalmente, las grabadoras envideo hacen posible que cualquierconsumidor se convierta, además, enproductor de su propia imaginería. Unavez más, el público se desmasifica.

Finalmente, los satélites nacionaleshacen posible que emisoras individualesde televisión formen minirredestemporales para programas especialeshaciendo rebotar señales de cualquierparte a cualquier otra parte, con un coste

mínimo y superando así a las redesexistentes. Para finales de la década delos 80, los operadores de televisión porcable tendrán mil emisoras terrestrespara recoger las señales de satélite. «Enese momento —dice Televisión/RadioAge—, un distribuidor de programas nonecesita más que comprar tiempo en unsatélite y, al instante, tiene una red dedimensiones nacionales de televisiónpor cable… puede aprovisionarselectivamente cualquier grupo desistema que elija.» El satélite —declara William J. Donnelly,vicepresidente de medios decomunicación electrónicos en lagigantesca agencia de publicidad Young

& Rubicam— «significa públicos máspequeños y una mayor multiplicidad deprogramas distribuidosnacionalmente».

Todas estas diferentes aplicacionestienen una sola cosa en común: dividenen segmentos el público de la televisiónde masas, y cada sector no sólo aumentanuestra diversidad cultural, sino quereduce en gran medida el poder de lasredes que tan completamente handominado hasta ahora nuestraimaginería. John O’Connor, elperceptivo crítico del New York Times,lo resume en una simple frase. «Unacosa es segura —escribe—: latelevisión comercial no podrá ya

imponer ni lo que se ve ni cuándo seve.»

Lo que, en la superficie, parece serun conjunto de acontecimientos carentesde relación entre sí, resulta ser una olade cambios estrechamenteinterrelacionados que barren elhorizonte de los medios decomunicación, desde los periódicos y laradio, en un extremo, hasta las revistas yla televisión, en el otro. Los medios decomunicación de masas se hallansometidos a intenso ataque. Nuevos ydesmasificados medios de comunicaciónestán proliferando, desafiando —y, aveces, incluso remplazando— a losmedios de comunicación de masas que

ocuparon una posición tan dominante entodas las sociedades de la segunda ola.

La tercera ola inicia así una Eraverdaderamente nueva, la Era de losmedios de comunicacióndesmasificados. Una nueva infosferaestá emergiendo a lo largo de la nuevatecnosfera. Y esto ejercerá un impactomás transcendental sobre la esfera másimportante de todas, la que se alberga enel interior de nuestros cráneos. Pues,tomados en su conjunto, estos cambiosrevolucionan nuestra imagen del mundoy nuestra capacidad para entenderlo.

Cultura destellar

La desmasificación de los medios decomunicación desmasifica tambiénnuestras mentes. Durante la Era de lasegunda ola, el continuo martilleo deimágenes uniformizadas efectuado porlos medios de comunicación creó lo quelos críticos llamaban una «mente-masa».En la actualidad, en lugar de masas depersonas que reciben todas los mismosmensajes, grupos desmasificados máspequeños reciben y se envían entre sígrandes cantidades de sus propiasimágenes. A medida que la sociedadentera se desplaza hacia la diversidad

de la tercera ola, los nuevos medios decomunicación reflejan y aceleran elproceso. Esto explica en parte por quélas opiniones sobre todas las cosas,desde la música pop hasta la política, seestán volviendo menos uniformes. Elconsenso salta en pedazos. A un nivelpersonal, estamos asediados ybombardeados por fragmentos deimágenes, contradictorias o inconexas,que conmueven nuestras viejas ideas ynos asaltan en forma de «destellos»quebrados o dispersos. De hecho,vivimos en una «cultura destellar».

«La ficción acota trozos cada vezmás pequeños de territorio», se lamentael Crítico Geoffrey Wolff, añadiendo

que cada novelista «capta cada vezmenos de cualquier gran escena». En lano ficción —escribe Daniel Laskin,comentando obras de consulta tanextraordinariamente populares comoThe People’s Almanac y The Book ofLists—, «parece insostenible la idea decualquier síntesis exhaustiva. Laalternativa es reunir el mundo al azar,especialmente sus fragmentos másdivertidos». Pero la ruptura en destellosde nuestras imágenes no se limita a loslibros o a la literatura. Resulta másacusada aún en la Prensa y en losmedios de comunicación electrónicos.

En esta nueva clase de cultura, consus imágenes fraccionadas, transitorias,

podemos empezar a discernir una cadavez más ancha separación entre usuariosde medios de comunicación de lasegunda ola y de la tercera.

Las gentes de la segunda ola anhelanla moral ya confeccionada y lasCertidumbres ideológicas del pasado yse sienten molestas y desorientadas porel bombardeo de información.Experimentan nostalgia de losprogramas de radio de los años 30 o delas películas de los 40. Se sientenapartadas del nuevo entorno lee mediosde comunicación, no sólo porque muchode lo que oyen es Amenazador oturbador, sino porque les resultandesconocidos los envases mismos en

que les llega la información.En vez de recibir largas «ristras»

relacionadas de ideas, organizadas osintetizadas para nosotros, nos hallamoscrecientemente expuestos a brevesdestellos modulares de información,anuncios, órdenes, teorías, jirones denoticias, pedazos truncados y burbujasque se resisten a encajar en nuestrospreexistentes archivos mentales. Lanueva imaginería se resiste a laclasificación, en parte porque confrecuencia cae fuera de nuestras viejascategorías conceptuales, pero tambiénporque llega presentada en envases deforma demasiado extraña, transitorios einconexos. Asaltadas por lo que

perciben como el caótico desbarajustede la cultura destellar, las gentes de lasegunda ola sienten una contenida rabiacontra los medios de comunicación.

Por el contrario, las gentes de latercera ola se encuentran más a gusto enmedio de este bombardeo de destellos,el noticiario de noventa segundosinterrumpido por un anuncio de treintasegundos, un fragmento de canción, untitular, una caricatura, un collage, unartículo de periódico, una hoja decomputador.

Insaciables lectores de libros debolsillo y revistas de interés especial,engullen a pequeñas cantidadesvolúmenes enormes de información.

Pero mantienen también su atención enesos nuevos conceptos o metáforas queresumen u organizan los destellos enconjuntos más amplios. En lugar deintentar embutir los nuevos datosmodulares en las habituales categorías omarcos de la segunda ola, aprenden aconfeccionar los suyos propios, a formarsus propias «ristras» con el materialfragmentado que les lanzan los nuevosmedios de comunicación.

En vez de limitarnos a recibirnuestro modelo mental de la realidad,ahora nos vemos obligados a inventarloy reinventarlo continuamente. Esocoloca una enorme carga sobre nosotros.Pero conduce también hacia una mayor

individualidad, hacia unadesmasificación de la personalidad, asícomo de la cultura. Algunos de nosotrosse derrumban bajo la nueva presión o serefugian en la apatía o la ira. Otrosemergen como individuos competentes,bien formados y en continuo desarrollo,capaces de funcionar, por así decirlo, enun nivel más elevado. (En cualquiera deambos casos, resulte o no demasiadogrande la tensión, la consecuencia es unlejano eco de los robots uniformes,unificados y fácilmente regimentados,previstos por tantos sociólogos yescritores de ciencia-ficción de la Erade la segunda ola.)

Además de todo esto, la

desmasificación de la civilización, quelos medios de comunicación reflejan eintensifican, trae consigo un enormeincremento en la cantidad deinformación que todos intercambiamosunos con otros. Y este aumento es lo queexplica por qué nos estamosconvirtiendo en una «sociedad deinformación».

Pues cuanto más diversa es lacivilización —cuanto más diferenciadasson su tecnología, sus formas de energía,sus personas—, más información debecircular entre sus partes constitutivas siha de mantenerse unido el todo,especialmente bajo la tensión de uncambio extremo. Una organización, por

ejemplo, debe poder predecir (más omenos) cómo responderán al cambiootras organizaciones, si ha de planearjuiciosamente su actuación. Y otro tantopuede afirmarse respecto de losindividuos. Cuanto más uniformessomos, menos necesitamos saber losunos acerca de los otros para predecir laconducta de los demás. A medida que lagente que nos rodea se va haciendo másindividualizada o desmasificada,necesitamos más información —señalesy pistas— para predecir, aunaproximadamente, cómo van acomportarse los demás respecto anosotros. Y, salvo que podamos realizartales predicciones, no podemos trabajar

ni aun vivir juntos.Como consecuencia, personas y

organizaciones anhelan continuamentemás información, y el sistema enteroempieza a vibrar con una transmisióncada vez más intensa de datos. Alaumentar el total de informaciónnecesaria para la coherencia del sistemasocial, y la velocidad a que debe serintercambiada, la tercera ola hace saltaren pedazos el entramado de la anticuaday sobrecargada infosfera de la segundaola y construye otra nueva que ocupe supuesto.

XIV EL ENTORNOINTELIGENTE

Muchos pueblos creían —y algunossiguen creyendo— que, tras la inmediatarealidad física de las cosas, existenespíritus, que incluso objetosCarentemente desprovistos de vidatienen en su interior una fuerza viviente:tnana. Los indios sioux la llamabanwakan. Los algonquinos, manitú. Losfcoqueses, orenda. Para esos pueblos,todo el entorno está vivo.

En la actualidad, al tiempo que

construimos una nueva infosfera parauna civilización de tercera ola, estamosimpartiendo no vida, sino inteligencia,al «muerto» entorno en que nos hallamosinmersos.

La clave de este avance evolutivoes, naturalmente, el computador.Combinación de memoria electrónicacon programas que le dicen a la máquinacómo procesar los datos almacenados,los computadores eran todavía unacuriosidad identifica a principios de ladécada de 1950. Pero entre 1955 y1965, la década en que la tercera olainició su avance en los Estados Unidos,empezaron a introducirse lentamente enel mundo de los negocios. Al principio

eran instalaciones aisladas, de modestacapacidad, empleadas,fundamentalmente, con fines financieros.Antes de que transcurriera muchotiempo, máquinas de enorme capacidadcomenzaron a entrar en sedes de grandesempresas y fueron aplicadas a diversastareas. Desde 1965 hasta 1977 —diceHarvey Poppel, vicepresidente de BoozAlien & Hamilton—, asesores dedirección estuvimos en la «Era del grancomputador central… Representa elepítome, la manifestación final delpensamiento de la Edad maquinista. Esel logro culminante, un gransupercomputador enterrado acentenares de pies bajo el centro en

un… medio ambiente antiséptico… aprueba de bomba… dirigido por unpuñado de supertecnócratas».

Eran tan impresionantes estosgigantes centralizados, que no tardaronen constituir parte característica de lamitología social. Productores depelículas, humoristas y escritores deciencia-ficción, utilizándolos parasimbolizar el futuro, representabanrutinariamente al computador como uncerebro omnipotente, una masivaconcentración de inteligenciasobrehumana.

Pero durante los años 70, la realidadsuperó a la ficción, dejando atrás unaanticuada imaginería. Al progresar la

miniaturización con la rapidez del rayo,al aumentar la capacidad delcomputador y descender en vertical losprecios por función, empezaron a brotarpor todas partes pequeñosminicomputadores, baratos y eficaces.Cada sucursal de fábrica, oficina deventas o departamento de ingenieríareclamaba el suyo. De hecho, asíaparecieron tantos computadores, quelas Compañías perdían a veces la cuentade los que tenían. La «potenciacerebral» del computador no se hallabaya concentrada en un único punto: estaba«distribuida».

Esta dispersión de la inteligencia delcomputador está progresando ahora con

gran rapidez. En 1977, los gastosdedicados a lo que ahora se denomina«procesamiento de datos distribuidos»,o PDD, se elevaron, en los EstadosUnidos, a trescientos millones dedólares. Según la International DataCorporation, destacada firma deinvestigación en este campo, la cifrapasará a ser de tres mil millones para1982. Máquinas pequeñas y baratas, queno requieran ya especial adiestramientoen computadores, serán pronto tanomnipresentes como la máquina deescribir. Estamos «inyectandointeligencia» en nuestro entorno laboral.

Además, fuera de los confines de laindustria y el Gobierno se está

desarrollando un proceso paralelo,basado en ese artilugio que no tardará enhacerse ubicuo: el computador casero.Hace cinco años, era despreciable elnúmero de computadores caseros opersonales. Hoy se estima que 300.000computadores zumban y susurran ensalas de estar, cocinas y estudios de unextremo a otro de América. Y esto, antesde que grandes fabricantes, como IBM yTexas Instruments, lancen sus campañasde ventas.

Los computadores caseros notardarán en venderse por poco más queun aparato de televisión.

Estas máquinas inteligentes están yasiendo usadas para todo: desde calcular

los impuestos de la familia, hastacontrolar la utilización de energía en elhogar, practicar juegos, llevar unarchivo de recetas, recordar a susdueños citas próximas y servir como«máquinas de escribir pensantes». Peroesto no ofrece más que un leve atisbo detodas sus potencialidades.

Telecomputing Corporation ofAmérica ofrece un servicio llamadosimplemente The Source, que, por uncoste minúsculo, proporciona al usuariodel computador acceso instantáneo a laagencia de noticias United PressInternational; una gran variedad de datosdel mercado; programas educativos paraenseñar a los niños aritmética,

ortografía, francés, alemán o italiano; lapertenencia a un club de descuentoscomputadorizados o compradores;reservas instantáneas de hoteles opasajes y más.

The Source posibilita también quecualquier persona que disponga de unabarata terminal de computador secomunique con cualquier otra personaintegrada en el sistema; jugadores debridge, ajedrez o chaquete que lodeseen, puedan jugar partidas conalguien que esté a miles de millas dedistancia. Los usuarios pueden enviarsemensajes privados unos a otros a grannúmero de personas simultáneamente, yalmacenar toda la correspondencia en la

memoria electrónica. The Sourcefacilitará incluso la creación de lo quepodría denominarle «comunidadeselectrónicas», grupos de personas conintereses comunes. Una docena deaficionados a la fotografía de unadocena de ciudades distintas, reunidoselectrónicamente por The Source,pueden conversar a placer sobrecámaras, material, técnicas de revelado,iluminación o película en color. Mesesdespués, pueden recuperar suscomentarios de la memoria electrónicade The Source, por temas, fechas u otracategoría.

La dispersión de computadores en elhogar, por no hablar de su interconexión

en redes ramificadas, representa otroavance en la construcción de un entornointeligente. Pero ni siquiera eso es todo.

La difusión de inteligencia mecánicaalcanza otro nivel completamentedistinto con la aparición demicroprocesadores ymicrocomputadores, esas diminutasbriznas de inteligencia congelada queestán a punto de llegar a convertirse enparte integrante, al parecer, de casitodas las cosas que hacemos y usamos.

. Aparte sus aplicaciones enprocesos de fabricación y comercialesen general, se hallan incorporados, o notardarán en estarlo, a toda clase deobjetos, desde acondicionadores de aire

y automóviles, hasta máquinas de cosery balanzas…” Vigilarán y reducirán almínimo la pérdida de energía en elhogar. Ajustarán la cantidad dedetergente y la temperatura del aguanecesarias para cada carga de lavadoraautomática. Acomodarán también elsistema de combustible del automóvil.Nos avisarán cuando algo necesitareparación. Nos encenderán por lamañana el radiodespertador, latostadora, la cafetera y la ducha.Calentarán el garaje, cerrarán laspuertas y realizarán una vertiginosavariedad de otras muchas tareas,humildes y no tan humildes.

Alan P. Hald, un destacado

distribuidor de microcomputadoras,sugiere hasta dónde podrían llegar lascosas dentro de unas pocas décadas enuna divertida obrita que titula Fred lacasa.

Según Hald, «los computadorescaseros pueden ya hablar, interpretarla palabra hablada y controlaraparatos. Introduzca unos cuantossensores, un modesto vocabulario, elsistema de la Bell Telephone, y su casapodría hablar… con cualquier personao cualquier cosa del mundo». Quedantodavía muchos obstáculos, pero ladirección del cambio está clara.

«Imagínese —escribe Hald—. Estáusted en su lugar de trabajo, suena el

teléfono. Es Fred, su casa. Mientrasescuchaba los boletines de noticiasmatutinos para enterarse de robosrecientemente ocurridos, Fred captó unboletín meteorológico que avisaba dela proximidad de fuertes aguaceros.Esto estimuló la memoria de Fred pararealizar una rutinaria revisión deltejado. Fue descubierta una gotera enpotencia. Antes de llamarle a usted,Fred telefoneó a Slim para pedirle suopinión. Slim es una casa de estilocampestre situada al final de lamanzana… Fred y Slim comparten confrecuencia sus bancos de datos, y cadauno de ellos sabía que estabanprogramados con una eficaz técnica de

búsqueda para identificar serviciosdomésticos. Usted ha aprendido aconfiar en el criterio de Fred y dar suaprobación a las reparaciones. Lodemás es coser y cantar. Fred llama alfontanero…»

La fantasía es graciosa. Pero captafantasmalmente la sensación de vida enun entorno inteligente. Vivir en unentorno semejante plantea escalofriantescuestiones filosóficas. ¿Asumirán lasmáquinas el mando de todo? ¿Puedenunas máquinas inteligentes,especialmente si están conectadas enredes intercomunicadas, superar nuestracapacidad para comprenderlas ycontrolarlas? ¿Será capaz algún día el

Gran Hermano de intervenir nosolamente nuestros teléfonos, sinotambién nuestros tostadores y aparatosde televisión, observando todos nuestrosmovimientos y estados de ánimo? ¿Hastaqué punto debemos permitirnosdepender del computador? Al inyectarcada vez más y más inteligencia en elentorno material, ¿ no atrofiaremosnuestras propias mentes? ¿ Y qué ocurresi algo o alguien retira la clavija?¿Seguiremos poseyendo las habilidadesbásicas necesarias para lasupervivencia?

Por cada pregunta existeninnumerables contrapreguntas. ¿Puederealmente el Gran Hermano observar

todos los tostadores y aparatos detelevisión, todos los motores deautomóvil y utensilios de cocina?Cuando la inteligencia está distribuidaprofusamente por todo el entorno;cuando puede ser activada por losusuarios en mil lugares a la vez; cuandolos usuarios de computadores puedencomunicarse unos con otros sin pasarpor el computador central (como hacenen muchas redes distribuidas), ¿puedetodavía el Gran Hermano controlar lascosas? Más que aumentar el poder delEstado totalitario, la descentralizaciónde la inteligencia puede, de hecho,debilitarlo. Alternativamente, ¿noseremos lo bastante listos como para

burlar al Gobierno? En The ShockwaveRider, brillante y compleja novela deJohn Brunner, el personaje centralsabotea con éxito los esfuerzos delGobierno por imponer el control delpensamiento a través de la red decomputadores. ¿Deben atrofiarse lasmentes? Como veremos dentro de unosmomentos, la creación de un entornointeligente podría surtir precisamente elefecto contrario. Al diseñar máquinaspara que cumplan nuestras órdenes, ¿nopodemos programarlas, como Robbie,en la clásica novela de Isaac Asimov Yo,Robot, para que no cause jamás dañoalguno a un ser humano? No se hapronunciado aún el veredicto, y, aunque

sería irresponsable ignorar talescuestiones, sería ingenuo presumir quelas bazas están en contra de la especiehumana. Poseemos inteligencia eimaginación, que no hemos empezado ausar aún.

Sin embargo, lo que resultainequívocamente claro, sea cualquiera lapostura que adoptemos, es que estamosalterando fundamentalmente nuestrainfosfera. No nos estamos limitando adesmasificar los medios decomunicación de la segunda ola:estamos añadiendo nuevos estratos decomunicación al sistema social. Laemergente infosfera de la tercera olahace que la de la Era de la segunda ola

—dominada por sus medios decomunicación de masas, el servicio deCorreos y el teléfono— parezca, porcontraste, irremediablemente primitiva.

Mejorando el cerebro

XV MAS ALLÁ DE LAPRODUCCIÓN EN

SERIE

Un día, no hace mucho, conduje uncoche alquilado desde las nevadascumbres de las montañas Rocosas, a lolargo de tortuosas carreteras y, luego,por las altiplanicies, hasta llegar en midescenso a las faldas orientales de lamajestuosa cordillera. Allí, en ColoradoSprings, bajo un brillante cielo, medirigí a un alargado y bajo complejo de

edificios acurrucado a lo largo de lacarretera, empequeñecido por lascumbres que se alzaban tras de mí.

Al entrar en el edificio volví arecordar las fábricas en que habíatrabajado en otro tiempo, con todo suestruendo, su suciedad, su humo y sucontenida ira. Durante años, desde queabandonamos nuestros oficios manuales,mi mujer y yo hemos sido «voyeurs defábricas». En todos nuestros viajesalrededor del mundo, en vez de recorrercatedrales ruinosas y lugares turísticos,nos hemos dedicado a ver cómo trabajala gente. Pues nada nos informa mejor desu cultura. Y ahora, en ColoradoSprings, me encontraba de nuevo

visitando una fábrica. Me habían dichoque figuraba entre las instalacionesfabriles más avanzadas del mundo.

Pronto quedó claro por qué. Pues eninstalaciones como ésta, uno contemplala tecnología más moderna, los sistemasde información más avanzados… y losefectos prácticos de su convergencia.

Esta fábrica de Hewlett-Packardproduce aparatos electrónicos por valorde cien millones de dólares al año…tubos de rayos catódicos para suutilización en monitores de televisión yequipos médicos, osciloscopios,«analizadores lógicos» para análisis yaparatos más arcanos aún. De las 1.700personas empleadas aquí, el 40% son

ingenieros, programadores, técnicos,personal administrativo o directivo.Trabajan en un enorme espacio abiertode elevado techo. Una pared es unagigantesca ventana que enmarca unaimpresionante vista de Pikes Peak. Lasotras paredes están pintadas enbrillantes colores amarillo y blanco. Lossuelos, de vinilo de colores claros,relucen con una limpieza de hospital.

Los trabajadores de H-P, desdeempleados administrativos hastaespecialistas en computadores, desde eldirector de la fábrica hasta montadores einspectores, no se hallan separadosespecialmente, sino que trabajan juntosen naves abiertas. En vez de gritarse

unos a otros por encima del estruendo delas máquinas, hablan en tono normal deconversación. Como todo el mundolleva ropas normales de calle, no existendistinciones visibles de categoría nitrabajo. Los empleados de producciónse sientan en sus propios bancos opupitres; muchos de éstos estándecorados con hiedra, flores y otrasplantas, de tal modo que, desdedeterminados ángulos, se tiene la fugazilusión de estar en un jardín.

Al recorrer estas instalaciones,pensé en lo conmovedor que resultaríasi, por arte de magia, pudiera sacar de lafundición y de la cadena de montaje, delestruendo, la suciedad, el duro trabajo

manual y la disciplina rígidamenteautoritaria que lo acompaña, a algunosde mis viejos compañeros ytransplantarlos a este ambiente laboralde nuevo estilo.

Maravillados, contemplarían lo queveían. Dudo mucho que H-P sea unparaíso del trabajador, y mis amigos nose dejarían engañar con facilidad.Pedirían conocer, con todo detalle, lastablas de salarios, los beneficiosmarginales, los procedimientos dereclamación, si es que existen.Preguntarían si los exóticos y nuevosmateriales que se manipulan en estafábrica son realmente seguros o siexisten peligros ambientales para la

salud. Supondrían, con razón, que,incluso bajo las relacionesaparentemente carentes de formalismos,unas personas dan órdenes y otras lasreciben.

Sin embargo, los astutos ojos de misviejos amigos percibirían muchas cosasnuevas y profundamente distintas de lasfábricas clásicas que ellos conocían.Advertirían, por ejemplo, que losempleados de la H-P, en vez de llegartodos al mismo tiempo, fichar yprecipitarse a sus puestos de trabajo,pueden, dentro de ciertos límites, elegirsus propias horas de trabajoindividuales. En vez de hallarseobligados a permanecer en un lugar

concreto de trabajo, pueden moverse asu antojo. Mis viejos amigos semaravillarían de la libertad de quedisfrutan los empleados de la H-P,también dentro de ciertos límites, parafijar su propio ritmo de trabajo. Parahablar con los ingenieros o directivossin preocuparse por el rango ni lajerarquía. Para vestir como se lesantoje. Para ser individuos, en suma. Laverdad es que yo creo que a mis viejoscompañeros, con sus pesados zapatonesclaveteados, sucios monos y gorras deobrero, les resultaría difícil considerarel lugar como una fábrica.

Y si consideramos la fábrica comola sede de la producción en serie,

tendrían razón. Pues estas instalacionesno se dedican a la producción en serie.Hemos avanzado más allá de laproducción en serie.

Leche de ratón y camisetas

XVI EL HOGAR

ELECTRÓNICO

Oculto en el interior de nuestroavance hacia un nuevo sistema deproducción se halla un potencial decambio social de alcance tansorprendente que muy pocos entrenosotros se han mostrado dispuestos aenfrentarse con su significado. Puesestamos a punto de revolucionar tambiénnuestros hogares.

Aparte estimular unidades de trabajomás pequeñas, aparte permitir una

descentralización y desurbanización dela producción, aparte alterar el carácteractual del trabajo, los nuevos sistemasde producción podrían desplazarliteralmente a millones de puestos detrabajo de las fábricas y oficinas adonde las llevó la segunda ola ydevolverlas a su primitivo lugar deprocedencia: el hogar. Si esto sucediera,todas las instituciones que conocemos,desde la familia hasta la escuela y lacorporación, quedarían transformadas.

Hace trescientos años, contemplandoa masas de campesinos segar un campo,sólo un loco habría soñado en quellegaría el día en que los camposquedaran despoblados y las gentes se

apiñasen en fábricas urbanas paraganarse el pan. Y sólo un loco habríatenido razón. Hoy se requiere un acto devalor para sugerir que nuestras másgrandes fábricas y edificios de oficinaspueden, en el curso de nuestras vidas,quedar medio vacíos, reducidos a serutilizados como fantasmales almaceneso convertidos en viviendas. Y, sinembargo, esto es precisamente lo que elnuevo modo de producción haceposible: un retorno a la industriahogareña sobre una nueva baseelectrónica y con un nuevo énfasis en elhogar como centro de la sociedad.

Sugerir que millones de nosotrospodemos pasarnos el tiempo en casa, en

lugar de ir a una oficina o una fábrica, esdesencadenar una inmediata lluvia deobjeciones. Y hay muchas razonessensatas para el escepticismo. «La genteno quiere trabajar en casa, aunquepudiera. ¡Mira cómo se esfuerzan todaslas mujeres por salir de casa paraponerse a trabajar fuera!» «¿Cómopuede uno trabajar con los críoscorreteando por la casa?» «La gente nose sentirá motivada si no hay un jefevigilando.» «La gente necesita elcontacto con otras personas paradesarrollar la confianza y la seguridadnecesarias para trabajar juntas.» «Laarquitectura del hogar medio no esadecuada para ello.» «¿Qué quiere decir

con eso de trabajar en casa… instalar encada sótano un alto horno en miniatura?»«¿Y si lo prohiben las normasurbanísticas y los caseros?» «Lossindicatos lo impedirán.» «¿Y losimpuestos? Hacienda está endureciendosu postura con respecto a lasdeducciones por trabajar en casa.» Y laobjeción definitiva: «¿Cómo, quedarmetodo el día en casa con mi mujer [omarido]?»

Hasta el viejo Karl Marx habríafruncido el ceño. Trabajar en casa —consideraba él— era una formareaccionaria de producción, porque «laaglomeración en un taller» era«condición necesaria para la división

del trabajo en la sociedad». En suma,había —y hay— muchas razones —yseudorrazones— para considerar la ideatotalmente estúpida.

Trabajo a domicilio

Sin embargo, había razonesigualmente poderosas, si no más, hacetrescientos años, para creer que la gentenunca saldría del hogar y del campopara trabajar en fábricas. Después detodo, había trabajado en su casa y en latierra vecina durante diez mil años, no

sólo trescientos. Toda la estructura de lavida familiar, el proceso de educaciónde los niños y formación de lapersonalidad, el sistema entero depropiedad y poder, la cultura, la luchacotidiana por la existencia… todo ellose hallaba ligado al hogar y a la tierrapor un millar de invisibles cadenas.Pero esas cadenas no tardaron en saltaren pedazos tan pronto como apareció unnuevo sistema de producción.

Eso mismo está volviendo a sucederhoy, y todo un grupo de fuerzas socialesy económicas están convergiendo paracambiar el lugar del trabajo.

En primer lugar, el cambio de unafabricación de segunda ola a una nueva y

más avanzada fabricación de tercera olareduce, como hemos visto, el número deoperarios que realmente tienen quemanipular mercancías físicas. Estosignifica que aun en el sector defabricación se está realizando unacantidad cada vez mayor de trabajo que—supuesta la adecuada configuración delas telecomunicaciones y otro material— podría ser realizado en cualquierparte, incluyendo la propia sala de estar.Y no se trata de una fantasía de ciencia-ficción.

Cuando la Western Electric pasó deproducir material interruptorelectromecánico para la compañía deteléfonos a fabricar equipo interruptor

electrónico, la fuerza de trabajo de susavanzadas instalaciones en el Norte deIllinois quedó transformada. Antes delcambio, los obreros de producciónsuperaban a los empleados y técnicos enla proporción de tres a uno. Hoy, larelación es de uno a uno. Esto significaque la mitad de los dos mil trabajadoresmanipulan ahora información en vez decosas, y gran parte de su trabajo puedeefectuarse en casa.

Dom Cuomo, director de ingenieríaen la Northern Illinois, lo ha expresadocon claridad: «Si se incluyen losingenieros, entre el diez y el veinticincopor ciento de lo que se hace aquípodría hacerse en casa con la

tecnología existente.»El director de ingeniería de Cuomo,

Gerald Mitchell, fue más lejos incluso.«Teniendo todo en cuenta —declaró—,entre seiscientos y setecientos de losdos mil podrían ahora, con latecnología existente, trabajar en casa.Y dentro de cinco años, podríamos irmucho más allá.»

Estas informadas estimaciones sonnotablemente similares a las formuladaspor Dar Howard, director defabricación de la factoría Hewlett-Packard en Colorado Springs: «Tenemosmil obreros en la fabricación real.Tecnológicamente, quizá 250 de ellospodrían trabajar en su casa. La

logística sería complicada, pero elutilaje y el capital no supondríanobstáculo. En el campo de lainvestigación y el desarrollo, si estáuno dispuesto a invertir en terminales(de computadores), entre la mitad y lastres cuartas partes podrían tambiéntrabajar en casa.» En Hewlett-Packard,eso totalizaría entre 350 y 520trabajadores más.

Esto significa que entre el 35 y el50% de toda la fuerza de trabajo de esteavanzado centro de fabricación podríaaun ahora realizar en casa la mayorparte, si no todo, de su trabajo, siempreque se decidiera organizar la producciónde esa forma. La fabricación de tercera

ola, a despecho de Marx, no requiereque el cien por ciento de la fuerza detrabajo esté concentrada en el taller.

Y estas estimaciones no se dan sóloen industrias electrónicas o en empresasgigantes. Según Peter Tattle,vicepresidente de Ortho Pharmaceutical(Canadá), Ltd., la cuestión no es «¿acuántos se les puede permitir trabajar ensu casa?», sino «¿cuántos tienen quetrabajar en la oficina o la fábrica?»Hablando de las trescientas personasempleadas en su planta, Tattle dice: «El75% podrían trabajar en su casa siproporcionáramos la necesariatecnología de comunicaciones.»Evidentemente, lo que es aplicable a

industrias electrónicas y farmacéuticases aplicable también a otras industriasavanzadas.

Si un número importante de obrerosdel sector fabril podrían, aun ahora, sertrasladados a sus casas, entonces puedeafirmarse que una considerable parte delsector de empleados —en el que no haymateriales que manejar— podríantambién efectuar esa transición.

De hecho, una cantidad no medida,pero apreciable, de trabajo, está siendoya realizado en sus propias casas porpersonas tales como vendedores yvendedoras que trabajan por teléfono omediante visitas y sólo ocasionalmentese pasan por la oficina; por arquitectos y

diseñadores; por un floreciente grupo deconsultores especializados de muchasindustrias; por gran número detrabajadores de servicios humanos,como terapeutas o psicólogos; porprofesores de música y de idiomas; portraficantes en objetos de arte, consejerosde inversión, agentes de seguros,abogados e investigadores académicos;y por muchas otras categorías deempleados, técnicos y profesionales.

Estas figuran, además, entre lasclasificaciones laborales en más rápidaexpansión, y cuando de pronto hacemosaccesibles tecnologías que puedan situara bajo costo un «puesto de trabajo» encualquier hogar, suministrándole quizás

una máquina de escribir «inteligente»,junto con una máquina de reproducciónen facsímil o consola de computador yequipo de teleconferencias, se amplíanradicalmente las posibilidades detrabajo en el hogar.

Supuesto un equipo semejante,¿quién podría ser el primero en realizarla transición de un trabajo centralizadoal «hogar electrónico»? Si bien sería unerror subestimar la necesidad decontacto directo cara a cara en laactividad laboral, y toda lacomunicación subliminal y no verbalque acompaña a ese contacto, también escierto que algunas tareas no requierenmucho contacto exterior… o lo necesitan

sólo intermitentemente.Así, la mayoría de los trabajadores

de oficina «de baja abstracción»realizan tareas —anotar datos, teclear,recuperar, totalizar columnas de cifras,preparar facturas y otras semejantes—que requieren pocas, si es que requierenalguna, transacciones directas cara acara. Quizá pudieran ser desplazadasmuy fácilmente al hogar electrónico.Muchos de los trabajadores «deabstracción ultraelevada» —investigadores, por ejemplo, yeconomistas, formuladores deestrategias, diseñadores organizativos—requieren, a la vez contactos intensoscon colegas y momentos de soledad.

Hay ocasiones en que incluso losnegociadores necesitan apartarse parahacer su «trabajo de casa».

Nathaniel Samuels, director-asesorde la Oficina de Inversiones LehmanBrothers Kuhn Loeb, está de acuerdo.Samuels, que trabaja ya en su casa entre50 y 75 días al año, afirma que «latecnología futura aumentará el total de«trabajo doméstico». De hecho, muchasCompañías están ya cediendo en suinsistencia de que el trabajo debe serrealizado en la oficina. CuandoWeyerhaeuser, la gran Compañía deproductos madereros, necesitó no hacemucho tiempo un nuevo folleto sobre laconducta de los empleados, el

vicepresidente R. L. Siegel y tres de losmiembros de su consejo de dirección sereunieron en su casa durante casi unasemana hasta haber redactado unborrador. «Sentíamos quenecesitábamos salir [de la oficina]para evitar distracciones —dice Siegel—. Trabajar en el propio hogar escongruente con nuestra tendencia alhorario flexible —añade—. Loimportante es hacer el trabajo. Paranosotros, es incidental dónde se haga.»

Según el Wall Street Journal,Weyerhaeuser no se encuentra sola.«Muchas otras Compañías tambiénestán dejando a sus empleados trabajaren casa» —informa el periódico—,

entre ellas, United Airlines, cuyodirector de relaciones públicas permitea su personal escribir en casa hastaveinte días al año. Incluso McDonalds,cuyos empleados de rango más bajo sonnecesarios para manejar las parrillas dehamburguesas, estimula el trabajo en elhogar entre algunos altos ejecutivos.

«¿Necesita usted realmente unaoficina como tal?», pregunta Booz Alien& Hamilton’s Harvey Poppel. En unapredicción inédita, Poppel sugiere que«para los años noventa, la capacidadde comunicaciones en los dos sentidos[habrá] mejorado lo suficiente comopara estimular una generalizadapráctica de trabajar en casa». Su

opinión se halla respaldada por muchosotros investigadores, como Roben F.Latham, proyectista de largo alcance deBell Canadá, en Montreal. SegúnLatham, «a medida que proliferen lospuestos de trabajo relacionados con lainformación y las instalaciones decomunicaciones, aumentará también elnúmero de personas que puedantrabajar en casa o en centros detrabajo locales».

De manera similar, Hollis Vail,asesor de dirección del Departamentodel Interior de los Estados Unidos,asegura que para mediados de la décadade los ochenta «los centros deprocesado de palabras del mañana

podrían fácilmente «estar en la propiacasa de uno»; ha escrito un guión en elque describe cómo una secretaria, «JaneAdams», empleada por la «AggarCompany», podría trabajar, en su casa,reuniéndose con su jefe sóloperiódicamente para «hablar deproblemas y, naturalmente, asistir a lasfiestas de la oficina».

Esta misma opinión es compartidapor el Institute for the Future que, ya en1971, realizó un estudio sobre 150expertos de Compañías de primera filaque trabajaban con las nuevastecnologías de información y concretócinco categorías diferentes de trabajoque podían ser transferidas al hogar.

El IFF descubrió que, dados losinstrumentos necesarios, muchas de lasactuales tareas de la secretaria «podríanser realizadas desde el hogar, así comodesde la oficina. Un sistema diferenteaumentaría el mercado de trabajo alpermitir continuar trabajando asecretarias casadas con hijos pequeñosa su cargo. No habría ninguna razóninsuperable por la que una secretariano pudiera también, en muchos casos,tomar al dictado en su casa ymecanografiar el texto en una terminaldoméstica que produce un texto pulcroen la casa o en la oficina del autor».

Además —continuaba IFF—,«muchas de las tareas realizadas por

ingenieros, delineantes y otrosempleados podrían ser realizadasdesde su propia casa tan eficazmente, oa veces más, como desde la oficina».Una «semilla del futuro» existe ya enGran Bretaña, por ejemplo, donde unaCompañía llamada F. International Ltd.emplea cuatrocientos programadores decomputadores en régimen de jornadaparcial, de los cuales, todos menos unospocos trabajan en sus propias casas. LaCompañía, que organiza equipos deprogramadores para la industria, se haextendido a Holanda y Escandinavia ycuenta entre sus clientes gigantes talescomo British Steel, Shell y Unilever.«La programación doméstica de

computadores —escribe el Guardian—es la industria hogareña de los añosochenta.»

En resumen, a medida que avanza latercera ola a través de la sociedad,encontramos cada vez más Compañíasque, en palabras de un investigador,pueden ser descritas como nada más que«personas apiñadas en torno a uncomputador». Póngase al computador enlas casas de las personas, y ya nonecesitarán apiñarse. El trabajoadministrativo de tercera ola, como eltrabajo fabril de tercera ola, norequerirá que el cien por cien de lafuerza, del trabajo esté concentrada en eltaller.

No hay que subestimar lasdificultades que entraña transferir eltrabajo desde sus emplazamientos desegunda ola en la fábrica y la oficina asu emplazamiento de tercera ola en elhogar. Problemas de motivación yadministración, de reorganizaciónempresarial y social, harán que esedesplazamiento sea prolongado y, quizá,penoso. Y tampoco todas lascomunicaciones pueden ser manejadasde forma delegada. Algunos trabajos —especialmente los que implican unanegociación creadora, en los queninguna decisión es rutinaria—requieren mucho contacto directo. Así,Michael Koerner, presidente de Canadá

Overseas Investments, Ltd., dice:«Todos necesitamos estar a menos detrescientos metros unos de otros.»

Desplazamiento deinstalaciones

Sin embargo, fuerzas poderosasestán convergiendo para promover elhogar electrónico. La que másinmediatamente se nos aparece es ladescompensación que se da entretransporte y telecomunicación. La mayorparte de las naciones de alta tecnología

están experimentando ahora una crisisdel transporte, con sistemas detranspone colectivo tensados ya hasta elpunto de ruptura, carreteras y autopistasatestadas, escasos lugares deestacionamiento, la contaminaciónconvertida en grave problema, huelgas yaverías casi habituales, y los costos porlas nubes.

Los crecientes costes de losdesplazamientos diarios a los lugares detrabajo son soportados por lostrabajadores individuales. Pero,naturalmente, son repercutidos alempresario en forma de costes salarialesmás elevados, y al consumidor, en formade precios más altos.

Jack Nilles y un equipo patrocinadopor la National Science Foundation hancalculado el ahorro en dólares y energíaque se derivaría del desplazamiento depuestos de trabajo administrativos fuerade oficinas situadas en el centro de laciudad. En vez de partir del supuesto deque los puestos de trabajo fuesen a lascasas de los empleados, el grupo Nillesutilizó lo que se podría denominarmodelo de casa a mitad de distancia,suponiendo sólo que los puestos detrabajo se dispersarían en centros detrabajo de barrio más próximos a lascasas de los empleados.

Las implicaciones de los resultadosobtenidos son sorprendentes. Estudiando

a 2.048 empleados de Compañías deSeguros de Los Angeles, el grupo Nillesdescubrió que cada persona recorría,por término medio, 21,4 millas diariaspara ir y volver del trabajo (frente a unpromedio nacional de 18,8 millas paratrabajadores urbanos en los EstadosUnidos). El recorrido era más largocuanto más elevada era la categoríalaboral de la persona, siendo elpromedio entre los altos ejecutivos de33,2 millas. En conjunto, estostrabajadores recorrían 12,4 millones demillas al año, invirtiendo en ello casilas horas que entran en medio siglo. Alos precios de 1974, esto costaba 22centavos por milla, con un total de

2.730.000 dólares, importe soportadoindirectamente por la Compañía y suscuentes. De hecho, Nilles descubrió quela Compañía estaba pagando a sustrabajadores de la ciudad 520 dólaresmás al año que el tipo habitual en losemplazamientos dispersos… enrealidad, «una subvención por gastos detransporte». Estaba proporcionandotambién plazas de estacionamiento yotros costosos servicios que hacíanecesarios el emplazamientocentralizado. Si imponemos ahora queuna secretaria ganaba en el distrito diezmil dólares al año, la eliminación deeste coste de traslado cotidiano habríapermitido a la Compañía contratar casi

trescientos empleados más o,alternativamente, aumentar de manerasustancial los beneficios.

La cuestión clave es: ¿Cuándo elcoste de instalar y manejar un equipo detelecomunicaciones será inferior alcoste actual de los desplazamientos delpersonal? Mientras que el precio de lagasolina y de otros elementosrelacionados con el transporte (incluidaslas alternativas de desplazamientoscolectivos en sustitución del automóvil)suben en todas partes, el precio de lastelecomunicaciones está bajando[10]

espectacularmente. Las curvas tienenque cruzarse en algún punto.

Pero no son éstas las únicas fuerzas

que nos mueven sutilmente hacia ladispersión geográfica de la produccióny, en último término, hacia el hogarelectrónico del futuro. El equipo deNilles descubrió que en América eltrabajador urbano medio utiliza elequivalente en gasolina de 64,6kilovatios de energía en ir y volver deltrabajo cada día. (Los empleados deseguros de Los Angeles consumían 37,4millones de kilovatios al año endesplazamientos.) En contraste con eso,se necesita mucha menos energía paramover información.

Una típica terminal de computadorutiliza sólo entre 100 y 125 vatioscuando está en funcionamiento, y una

línea telefónica consume sólo un vatiocuando funciona. Realizando ciertassuposiciones sobre cuánto equipo decomunicaciones se necesitaría y durantecuánto tiempo funcionaría, Nillescalculó que «la ventaja energéticarelativa obtenida al desplazar lasinstalaciones y permitir el trabajo adistancia (esto es, la relación entre losrespectivos consumos de energía) porlo menos, de 29 a 1 cuando se utiliza elautomóvil particular; de 11 a 1 cuandose utiliza el transporte colectivo enrégimen de ocupación normal; y de 2 a1 cuando se utiliza el transportecolectivo en régimen de ocupación alcien por cien».

Llevados a su conclusión, estoscálculos mostraron que en 1975, si nadamás que entre el 12 y el 14% de losdesplazamientos de trabajadoreshubieran sido sustituidos por el trabajo adistancia, los Estados Unidos habríanahorrado aproximadamente 75 millonesde barriles de gasolina, y con ellohabrían eliminado por completo lanecesidad de importar gasolina delextranjero. Las consecuencias que estohabría implicado para la balanza depagos de los Estados Unidos y para lapolítica del Oriente Medio no habríansido nada triviales.

A medida que los precios de lagasolina y los costes de la energía en

general vayan aumentando en lasdécadas próximas, disminuirá el costeen dólares y en energía de poner enfuncionamiento máquinas de escribir«inteligentes», telecopiadoras, enlacesauditivos y visuales y consolas decomputador acomodables en el hogar,incrementando más aún la ventajarelativa de desplazar por lo menos partede la producción fuera de los grandestalleres centrales que dominaron la Erade la segunda ola.

Todas estas crecientes presiones enese sentido se irán intensificando amedida que intermitentes escaseces degasolina, largas colas ante los surtidoresy, quizá, racionamiento de carburantes

interrumpan o retrasen eldesplazamiento normal a los puestos detrabajo, aumentando más aún su coste,tanto en términos sociales comoeconómicos.

A esto podemos añadir máspresiones aún apuntadas en la mismadirección. Empleados y funcionariosdescubrirán que desplazar el trabajo alhogar —o a centros de trabajo locales ode distrito como medida intermedia—puede reducir en gran medida lasenormes cantidades gastadas ahora eninmuebles. Cuanto más pequeñas seanlas oficinas centrales y las instalacionesfabriles, menor será la inversión eninmuebles, y menores los costos de

calefacción, refrigeración, iluminación,vigilancia y mantenimiento de losmismos. A medida que suban losterrenos comerciales e industriales, ylos impuestos que pesan sobre ellos, laesperanza de reducir y/o externalizaresos costes favorecerá el arriendo deltrabajo.

La transferencia de trabajo y lareducción de los desplazamientos delpersonal reducirá también lacontaminación y, por consiguiente, losgastos destinados a combatirla. Cuantomás éxito tienen los ecologistas en susintentos de obligar a las Compañías apagar por la contaminación queproducen, más incentivos habrá para

pasar a realizar actividades de bajacontaminación, y, por tanto, de talleresgrandes y centralizados a lugares detrabajo más pequeños o, mejor aún,situados en el propio hogar.

Además, al luchar contra los efectosdestructivos del automóvil y oponerse ala construcción de carreteras yautopistas, o lograr que se prohiba lacirculación de coches en determinadosdistritos, los ecologistas y grupos deciudadanos dedicados a la conservaciónde la Naturaleza favoreceninconscientemente el desplazamiento deltrabajo. El efecto final de sus esfuerzoses aumentar el ya elevado coste ymolestias personales del transporte,

frente al bajo coste y a la comodidad dela comunicación.

Cuando los ecologistas descubranlas disparidades ecológicas existentesentre estas dos alternativas, y a medidaque el desplazamiento del trabajo alhogar empiece a parecer una opciónreal, lanzarán todo su peso en favor deeste Importante movimientodescentralizador y nos ayudarán a entraren la civilización de la tercera ola.

Factores sociales apoyan también elmovimiento hacia el hogar electrónico.Cuando más corta se hace la jornadalaboral, tanto más largo es, en relacióncon el tiempo destinado a transporte. Elempleado que detesta invertir una hora

en ir y volver de su ocupación parapasarse ocho horas trabajando puedemuy bien negarse a invertir ese mismotiempo en transporte si se reducen lashoras & trabajo. Cuanto mayor es larelación entre tiempo de transporte ytiempo de trabajo, más irracional,frustrador y absurdo resulta el procesode ir y venir de un lado a otro. A medidaque aumenta la resistencia a los largosviajes para acudir al trabajo, losempresarios tendrán indirectamente queaumentar la prima pagada a losempleados en los grandes ycentralizados lugares de trabajo, frente alos que están dispuestos a recibir unsalario menor por tiempo de viaje,

molestias y costes menores. Una vezmás, habrá mayor incentivo paradesplazar el trabajo. ; Finalmente,profundos cambios de valores se estánmoviendo en la misma dirección. Aparteel desarrollo del privatismo y del nuevoatractivo que ofrecen la ciudad pequeñay la vida rural, estamos presenciando uncambio fundamental de actitud hacia launidad familiar. La familia nuclear, laclásica y socialmente aprobada formafamiliar a todo lo largo del período dela segunda ola, se halla, evidentemente,en crisis. En el capítulo siguienteexploraremos la familia del futuro. Porel momento, baste con hacer notar queen los Estados Unidos y Europa —

dondequiera que la transición más alláde la familia nuclear se encuentra másavanzada— existe una crecientedemanda de acción para volver a unir ala familia. Y vale la pena observar queuna de las cosas que más ha ligado a lasfamilias a lo largo de la historia ha sidoel trabajo compartido.

Aún hoy, uno sospecha que las tasasde divorcio son menores entre loscónyuges que trabajan juntos. El hogarelectrónico aumenta en gran medida laposibilidad de que maridos y mujeres, yquizás incluso hijos, trabajen juntoscomo una unidad. Y cuando losdefensores de la vida familiar descubranlas posibilidades inherentes al

desplazamiento del trabajo al hogar, talvez presenciemos una crecientedemanda de medidas políticas queaceleren el proceso… incentivosfiscales, por ejemplo, y nuevasconcepciones de los derechos de lostrabajadores.

Durante los primeros tiempos de laEra de la segunda ola, los movimientosobreros luchaban por una «jornada dediez horas», demanda que habría sidocasi incomprensible durante el períodode la primera ola. Quizá no tardemos enver surgir movimientos en petición deque todo trabajo que pueda hacerse encasa sea hecho en casa. Muchostrabajadores insistirán en esa opción

como un derecho. Y, en la medida en quese considere que esta reubicación deltrabajo fortalece la vida familiar, sudemanda recibirá fuerte apoyo depersonas pertenecientes a muchasconvicciones políticas, religiosas yculturales distintas. La lucha por elhogar electrónico forma parte de lasuperlucha, más amplia, entre el pasadode la segunda ola y el futuro de latercera ola, y es probable que en ella sealíen no sólo tecnólogos y empresasávidas de explotar las nuevasposibilidades técnicas, sino también unaamplia gama de otras fuerzas —ecologistas, reformadores laborales deun nuevo estilo y una nutrida coalición

de organizaciones, desde iglesiasconservadoras, hasta feministasradicales e importantes grupos políticos— en apoyo de lo que muy bien puedeconsiderarse como un nuevo y mássatisfactorio futuro para la familia. Elhogar electrónico puede así emergercomo fundamental punto deconcentración para las fuerzas de latercera ola del mañana.

La sociedad centrada en elhogar

Si el hogar electrónico seextendiese, se producirían en lasociedad toda una serie de importantesconsecuencias. Muchas de ellascomplacerían al ecologista otecnorrebelde más ardiente, al tiempoque abrirían nuevas opciones para lainiciativa empresarial.

Impacto en la comunidad: Si eltrabajo en el hogar llegara a afectar auna fracción apreciable de la población,ello podría significar una mayorestabilidad de la comunidad, objetivoque ahora parece inalcanzable enmuchas regiones. Si los empleadospueden realizar en su casa algunas otodas sus tareas laborales, no tendrán

que trasladarse cada vez que cambian deempleo, como muchos se ven obligadosa hacer hoy. Les bastará conectar con uncomputador diferente.

Esto implica menos movilidadforzada, menos tensión sobre elindividuo, relaciones humanas menostransitorias y mayor participación en lavida de la comunidad. Actualmente,cuando una familia se traslada a unacomunidad, sospechando que deberátrasladarse de nuevo al cabo de uno odos años, sus miembros se muestran muyreacios a integrarse en organizacionesde barrio, a hacer amistades, aintervenir en política local y acomprometerse con la vida de la

comunidad en general. El hogarelectrónico podría ayudar a restaurar elsentido de pertenencia a la comunidad yprovocar un renacimiento entreorganizaciones voluntarias comoiglesias, grupos de mujeres, clubs,organizaciones deportivas y juveniles.El hogar electrónico podría significarmás de lo que los sociólogos, con suafición a la jerga alemana, llamangemeinschaft.

Impacto ecológico: Eldesplazamiento del trabajo, o decualquier parte de él, al hogar, no sólopodría reducir las necesidades deenergía, como se ha sugerido antes, sinoque podría también conducir a la

descentralización de la energía. En vezde requerir cantidades de energíaaltamente concentradas en unos cuantosedificios de oficinas o complejosindustriales, y de requerir, por tanto, unageneración de energía altamentecentralizada, el sistema del hogarelectrónico dispersaría la demanda deenergía y permitiría así utilizartecnologías energéticas alternativas,solar, cólica u otras. Unidadesgeneradoras de energía en pequeñaescala instaladas en cada hogar podríansustituir al menos parte de la energíacentralizada ahora necesaria. Estoimplica también un descenso decontaminación, y ello, por dos razones:

primera, el cambio a fuentes renovablesde energía en pequeña escala elimina lanecesidad de combustibles altamentecontaminantes, y, segunda, significaemisiones más pequeñas decontaminantes altamente concentradosque sobrecargan el medio ambiente enunos cuantos lugares Críticos.

Impacto económico: En un sistemaasí se produciría un efecto de retracciónen algunas industrias, pero otrasproliferarían o crecerían.Evidentemente, florecerían las industriaselectrónicas, de computadores ycomunicaciones. Por el contrario, lascompañías petrolíferas, la industria delautomóvil y las agencias inmobiliarias

experimentarían consecuenciasnegativas. Surgiría todo un nuevo grupode establecimientos de computadores yservicios de información; por elContrario, el servicio postal sereduciría. Los fabricantes de papelverían disminuir sus beneficios, yaumentarían los de las industrias deservicios.

A un nivel más profundo, si losindividuos llegasen a poseer sus propiasterminales y equipos electrónicos,comprados quizás a crédito, seconvertirían en realidad en empresariosindependientes, más que en empleadosclásicos, dando lugar, en cierto modo, auna mayor propiedad de los «medios de

producción» por parte del obrero.Podríamos ver también grupos detrabajadores a domicilio organizarse enpequeñas compañías para contratar susservicios, incluso unirse en cooperativasque poseyeran conjuntamente lasmáquinas. Se hacen posibles toda clasede nuevas relaciones y formasorganizativas.

Impacto psicológico: La imagen deun mundo laboral que va dependiendocada vez más de símbolos abstractosevoca un entorno laboral cerebral quenos es extraño y, a cierto nivel, másimpersonal que en la actualidad. Pero aun nivel distinto, el trabajo en el hogarsugiere una intensificación de las

relaciones físicas y emocionales tanto enel propio hogar como en el barrio. Másque un mundo de relaciones humanasvicariantes, con una pantalla eléctricainterpuesta entre el individuo y el restode la Humanidad, como se imagina enmuchos relatos de ciencia-ficción, cabepostular un mundo dividido en dosgrupos de relaciones humanas —unoreal; el otro, vicariante—, con reglas ypapeles diferentes en cada uno.

Sin duda experimentaremos conmuchas variaciones y medidasintermedias. Muchas personas trabajaránuna parte de la jornada en su casa, ytambién fuera de ella. A buen seguro,proliferarán centros de trabajo

dispersos. Algunas personas trabajaránen su casa durante meses o años,cambiarán a un empleo exterior yvolverán, quizás, a cambiar después.Habrán de modificarse las pautas dejefatura y dirección. Surgirán,indudablemente, pequeñas empresas,que contratarán de otras mayores larealización de tareas administrativas yasumirán responsabilidadesespecializadas para organizar, adiestrary dirigir equipos de trabajadores adomicilio. A fin de mantener eladecuado enlace entre ellos, quizás esaspequeñas Compañías organicen fiestas,reuniones sociales u otras vacacionesconjuntas, de tal modo que los miembros

de un equipo lleguen a conocersepersonalmente, no sólo a través de laconsola o el teclado.

Ciertamente, no todo el mundopuede, o quiere (o querrá) trabajar encasa. Es indudable que nos enfrentamoscon un conflicto en torno a escalas desalarios y costes de oportunidad. ¿Quéle sucede a la sociedad cuando una partecreciente de la interacción humana en eltrabajo es vicariante, de segundo grado,mientras que se intensifica la interaccióncara a cara, emoción a emoción, en elhogar? ¿Y las ciudades? ¿Qué ocurrecon las cifras de desempleo? ¿Qué es loque designamos con las expresiones«empleo» y «desempleo» en un sistema

semejante? Sería ingenuo soslayar esascuestiones y esos problemas.

Pero si hay preguntas que no hanrecibido aún respuesta y dificultadesposiblemente penosas, también haynuevas posibilidades. Es probable queel salto a un nuevo sistema deproducción torne irrelevantes muchos delos más difíciles problemas de la Eraactual. El penoso carácter del trabajofeudal, por ejemplo, no podía seraliviado dentro del sistema deagricultura feudal. No fue eliminado porrevueltas campesinas, nobles altruistasni utopistas religiosos. El trabajo siguiósiendo penoso hasta que la llegada delsistema fabril, con sus propios y

notablemente distintos inconvenientes,lo alteró por completo.

A su vez, pese a las buenasintenciones y promesas de creadores depuestos de trabajo, sindicatos, patronosbenévolos o partidos obrerosrevolucionarios, puede que losproblemas característicos de lasociedad industrial —desde eldesempleo hasta la embrutecedoramonotonía del trabajo, lasuperespecialización, el trato inhumanoal individuo y los bajos salarios— seantotalmente insolubles dentro delentramado del sistema de producción dela segunda ola. Si esos problemas hansubsistido durante trescientos años bajo

organizaciones tanto capitalistas comosocialistas, hay motivos para pensar quetal vez sean inherentes al modo deproducción.

El paso a un nuevo sistema deproducción en el sector fabril y en eladministrativo, y el posible avance alhogar electrónico, prometen cambiartodos los términos actuales de debate,tornando anticuadas la mayor parte delas cuestiones por las que, hoy en día,hombres y mujeres discuten, luchan y, aveces, mueren.

No podemos saber si el hogarelectrónico se convertirá realmente en lanorma del futuro. Sin embargo, ha decomprenderse que, si a lo largo de los

próximos veinte o treinta años realizaraeste histórico desplazamiento nada másque entre el 10 y el 20% de la fuerza detrabajo tal como actualmente se halladefinida, nuestra economía, nuestrasciudades, nuestra ecología, nuestraestructura familiar” nuestros valores eincluso nuestra política, se veríanmodificadas hasta resultarnosirreconocibles. Es una posibilidad —una plausibilidad quizá— que debetenerse en cuenta.

Ahora se pueden ver entrelazados enmutua relación cierto número decambios de tercera ola que generalmentese examinan por separado. Vemos unatransformación de nuestro sistema

energético y de nuestra base energéticaen una nueva tecnosfera. Esto ocurre almismo tiempo que estamosdesmasificando los medios decomunicación de masas y construyendoun entorno inteligente, revolucionandotambién, así, la infosfera. A su vez,estas dos gigantescas corrientesconfluyen para cambiar la estructuraprofunda de nuestro sistema deproducción, alterando la naturaleza deltrabajo en la fábrica y en la oficina y, enúltimo término, llevándonos a transferirde nuevo el trabajo al hogar.

Por sí solos, estos masivos cambioshistóricos justificarían fácilmente laafirmación de que nos encontramos al

borde de una nueva civilización. Perosimultáneamente, estamosreestructurando también nuestra vidasocial, desde nuestros lazos familiares ynuestras amistades, hasta nuestrasescuelas y corporaciones. Estamos apunto de crear también, junto con latecnosfera y la infosfera de la terceraola, una sociosfera de tercera ola.

XVII FAMILIAS DEL

FUTURO

Durante la gran depresión de losaños 30, millones de hombres sequedaron sin trabajo. Al cerrarse anteellos las puertas de las fábricas, muchosse desplomaron en abismos dedesesperación y culpabilidad,quebrantada su autoestima por la rosadapapeleta de despido.

Finalmente, el desempleo pasó a servisto a una luz más sensata, no comoresultado de la holgazanería o el fracaso

moral del individuo, sino de fuerzasgigantescas que escapaban al control dela persona. La mala distribución de lariqueza, la inversión miope, laespeculación desatada, políticascomerciales estúpidas, un Gobiernoinepto… ésas, no la debilidad personalde los obreros despedidos, eran lascausas del desempleo. Los sentimientosde culpabilidad eran, en la mayor partede los casos, ingenuamenteinapropiados.

Hoy, una vez más, los egosindividuales se están rompiendo comocascarones de huevos lanzados contra lapared. Ahora, sin embargo, laculpabilidad está asociada al

derrumbamiento de la familia nuclear,más que de la economía. Millones dehombres y mujeres sufren también lostormentos del autorreproche mientrasemergen de entre los restos de susmatrimonios naufragados. Y, una vezmás, gran parte de la culpabilidad seencuentra erróneamente asignada.

Cuando es una pequeña minoría laafectada, el resquebrajamiento de susfamilias puede que refleje la existenciade fracasos individuales. Pero cuando eldivorcio, la separación y otras formasde desastre familiar alcanzansimultáneamente a millones de personasen muchos países, es absurdo pensar quelas causas sean puramente personales.

De hecho, la actual quiebra de lafamilia forma parte de la crisis generaldel industrialismo… el derrumbamientode todas las instituciones levantadas porla segunda ola. Forma parte del despejedel terreno para dejar lugar a unasociosfera de tercera ola. Y estetraumático proceso, reflejado ennuestras vidas individuales es lo queestá alterando el sistema familiar hastahacerlo irreconocible.

En la actualidad se nos dicerepetidamente que «la familia» se estádisgregando, o que «la familia»constituye nuestro problema número uno.El presidente Jimmy Cárter declara: «Esevidente que el Gobierno nacional debe

tener una política favorable a lafamilia… No puede haber ningunaprioridad más urgente.» Trátese depredicadores, Primeros Ministros o dela Prensa, la piadosa retórica resulta entodos los casos muy semejante. Perocuando hablan de «la familia» no serefieren a la familia en toda suexuberante variedad de formas posibles,sino a un tipo particular de familia: lafamilia de la segunda ola.

En lo que realmente suelen estarpensando es en un marido dedicado aganar el pan, una esposa ama de casa yvarios hijos pequeños. Aunque existenotros muchos tipos de familia, fue estaparticular forma familiar —la familia

nuclearia que la civilización de lasegunda ola idealizó, hizo dominante yextendió por todo el mundo.

Este tipo de familia se convirtió enel modelo clásico y socialmenteaprobado porque su estructura seajustaba perfectamente a las necesidadesde una sociedad de producción en serie,con valores y estilos de vidaampliamente compartidos, poderburocrático jerárquico y una claraseparación entre vida hogareña y vidalaboral.

Hoy, cuando las autoridades nosinstan a «restaurar» la familia, es a estafamilia nuclear de segunda ola a la quese refieren de ordinario. Y, con ello, no

sólo yerran en el diagnóstico delproblema, sino que revelan también unapueril ingenuidad con respecto a lasmedidas que realmente sería precisoadoptar para devolver a la familianuclear su antigua importancia.

Así, las autoridades culpanfrenéticamente de la crisis de la familiaa todo, desde los «mercaderes deobscenidad», hasta la música rock. Unosdicen que la oposición al aborto, o laeliminación de la educación sexual, o laresistencia al feminismo, volverá a unirde nuevo a la familia. O preconizan larealización de cursos de «educaciónfamiliar». El principal estadístico delGobierno de los Estados Unidos sobre

asuntos familiares desea «educaciónmás eficaz» para enseñar a la gente acasarse con más acierto, o, si no, un«sistema atractivo y científicamentecomprobado para la selección decónyuge». Lo que necesitamos —dicenotros— son más consejerosmatrimoniales e incluso más relacionespúblicas para dar una mejor imagen a lafamilia. Ciegos a las formas en que lasolas históricas de cambio influyen sobrenosotros, formulan propuestas bienintencionadas y, con frecuencia, neciasque fallan por completo el blanco.

La campaña pro familianuclear

Si realmente queremos devolver a lafamilia nuclear su anterior predominio,hay cosas que podríamos hacer. He aquíunas cuantas:

1. Inmovilizar toda la tecnología ensu estadio de segunda ola para manteneruna sociedad de producción en seriebasada en la fábrica. Empezardestrozando el computador. Elcomputador constituye una amenaza a lafamilia de segunda ola mayor que todaslas leyes de aborto, movimientos enfavor de los derechos de los

homosexuales y pornografías del mundo,pues la familia nuclear necesita elsistema de producción en serie paramantener su dominio, y el computadornos está llevando más allá de laproducción en serie.

2. Subvencionar la fabricación ydetener el auge del sector de serviciosen la economía. Los trabajadoresadministrativos, profesionales ytécnicos, son menos tradicionales,menos orientados hacia la familia, másmóviles intelectual y psicológicamenteque los trabajadores manuales. Las tasasde divorcio se han elevado al mismotiempo que aumentaba el número depersonas empleadas en el sector

servicios.3. «Resolver» la crisis de la energía

aplicando procesos energéticosnucleares y otros de alta centralización.La familia nuclear encaja mejor en unasociedad Centralizada que en unadescentralizada, y los sistemasenergéticos afectan profundamente algrado de centralización social y política.

4. Prohibir los medios decomunicación crecientementedesmasificados, empezando por latelevisión por cable y la cassette, perosin pasar por alto las revistas locales yregionales. Las familias nucleares sedesenvuelven mejor donde existe unconsenso nacional sobre la información

y los valores, no en una sociedad basadaen una acusada diversidad. Aunquealgunos críticos atacan ingenuamente alos medios de comunicación por socavarla familia, fueron los medios decomunicación quienes primeroidealizaron la forma de familia nuclear.

5. Obligar a las mujeres a volver ala cocina. Reducir al mínimo absolutolos salarios de las mujeres. Reforzar,más que mitigar, los requisitos deantigüedad sindical para asegurar quelas mujeres resulten más perjudicadas enla fuerza de trabajo. La familia nuclearno tiene ningún núcleo cuando no sequeda ningún adulto en el hogar.(Naturalmente, se podría conseguir el

mismo resultado invirtiendo las cosas,permitiendo a las mujeres trabajarmientras se obligaba a los hombres apermanecer en casa y cuidar de loshijos.)

6. Simultáneamente, reducir lossalarios de los trabajadores jóvenespara hacerlos más dependientes, ydurante más tiempo, de sus familias… y,en consecuencia, menos independientespsicológicamente. La familia nuclear sedesnucleariza más aún cuando losjóvenes escapan al control paternal paraacudir si trabajo.

7. Prohibir la contracepción einvestigar la biología reproductiva.Ambas cosas favorecen la

independencia de las mujeres y laactividad sexual extraconyugal, con unefecto relajador de los lazos familiares.

8. Reducir el nivel de vida de todala sociedad a los niveles anteriores a1935, ya que la opulencia permite quepersonas solteras, divorciadas, mujerestrabajadoras y otros individuos carentesde lazos familiares «se valgan»económicamente por sí solos. La familianuclear necesita un punto de pobreza (nodemasiado, ni demasiado poco) paramantenerse.

9. Finalmente, remasificar nuestrasociedad interrumpiendo su rápidadesmasificación mediante la oposición atodos los cambios —en política, artes,

educación, comercio u otros campos —que lleven a la diversidad, la libertad demovimientos e ideas o a laindividualidad. La familia nuclear semantiene dominante sólo en unasociedad de masas.

En suma, esto es lo que tendría queser una política favorable a la familia siinsistimos en definir a la familia comonuclear. Si verdaderamente deseamosrestaurar la civilización de la segundaola, habremos de estar dispuestos arestaurar la civilización de la segundaola como un todo, a inmovilizar no sólola tecnología, sino también la historiamisma.

Pues lo que estamos presenciando no

es la muerte de la familia como tal, sinola quiebra final del sistema familiar dela segunda ola, en el que se suponía quetodas las familias emulaban elidealizado modelo nuclear, y laaparición en su lugar de una diversidadde formas familiares. Así como estamosdesmasificando nuestros medios decomunicación y nuestra producción,estamos desmasificando también elsistema familiar en el tránsito a unacivilización de tercera ola.

Estilos de vida nonucleares

La llegada de la tercera ola nosignifica, naturalmente, el fin de lafamilia nuclear, como tampoco lallegada de la segunda ola significó el finde la familia ampliada. Lo que significaes que la familia nuclear no puede yaservir de modelo ideal para la sociedad.

El hecho, no suficientementevalorado, es que, al menos en losEstados Unidos, donde más avanzadaestá la tercera ola, la mayoría de lagente vive ya fuera de la clásica formade familia nuclear.

Si definimos la familia nuclear comoun marido trabajador, una esposa ama decasa y dos hijos, y preguntamos cuántosnorteamericanos viven realmente en estetipo de familia, la respuesta essorprendente: el 7% de la poblacióntotal de los Estados Unidos. El 93% dela población no se ajusta ya a estemodelo ideal de la segunda ola.

Aunque ensanchemos nuestradefinición para dar cabida en ella afamilias en las que trabajen amboscónyuges o en las que el número de hijossea menor o mayor de dos, nosencontramos con que la inmensa mayoría—entre las dos terceras y las trescuartas partes de la población— viven

fuera de la situación nuclear. Además,todos los indicios apuntan en el sentidode que las familias nucleares (comoquiera que decidamos definirlas)continúan reduciéndose en número,mientras otras formas se multiplicanrápidamente.

En primer lugar, estamospresenciando un espectacular aumentoen el número de personas que vivensolas, completamente fuera de unafamilia. Entre 1970 y 1978, el númerode personas de edades comprendidasentre los catorce y los treinta y cuatroaños que vivían solas se triplicó casi enlos Estados Unidos, pasando de 1,5millones a 4,3 millones. Actualmente, la

quinta parte de todos los hogares de losEstados Unidos están compuestos poruna persona que vive sola. Y no todasesas personas se han visto obligadas aello. Muchas lo eligen deliberadamente,al menos por algún tiempo. Dice unaayudante legislativa a una concejal deSeatle: «Yo pensaría en casarme siencontrase la persona adecuada, perono renunciaría por ello a mi carrera.»Entretanto, vive sola. Forma parte deuna amplia clase de adultos jóvenes queabandonan pronto su hogar, pero secasan tarde, creando así lo que elespecialista en cuestiones censalesArthur Norton dice que es «una fasetransitoria de la vida» que se está

«convirtiendo en parte aceptable delpropio ciclo vital».

Mirando a un sector más viejo de lasociedad, encontramos gran número depersonas anteriormente casadas, amenudo «entre dos matrimonios», queviven golas y, en muchos casos,decididamente a gusto. El aumento detales grupos ha creado una florecientecultura de «solos» y una granproliferación de bares, clubs, viajesturísticos y otros servicios o productospensados para el individuoindependiente. Al mismo tiempo, laindustria inmobiliaria ha iniciado laoferta de terrenos en régimen decomunidad para personas solas y ha

empezado a responder a la necesidad deapartamentos y hogares suburbanos máspequeños con un menor número dedormitorios. Casi la quinta parte detodos los compradores de pisos en losEstados Unidos son hoy personas solas.

Estamos experimentando también unfuerte incremento en el número depersonas que viven juntas sin molestarseen formalismos legales. Según lasautoridades de los Estados Unidos, estegrupo se ha más que duplicado en lapasada década. La práctica se ha hechotan común, que el Departamento deVivienda y Desarrollo Urbano de losEstados Unidos ha abandonado latradición y modificado sus normas para

permitir que tales parejas ocupenviviendas públicas. Mientras tanto, lostribunales, desde Connecticut hastaCalifornia, tienen que habérselas con lascomplicaciones jurídicas y de propiedadque surgen cuando esas parejas «sedivorcian». Los columnistas queescriben sobre cuestiones de etiquetalucubran sobre qué apellidos debenutilizarse al dirigirse a los compañeros,y ha surgido el «consejero de pareja»como nueva figura profesional,paralelamente al consejero matrimonial.

Cultura libre de hijos

Otro significativo cambio ha sido elaumento operado en el número de losque eligen conscientemente lo que se hallegado a conocer como estilo de vida«libre de hijos». Según James Ramey,investigador asociado del Centro deInvestigación de Política, estamospresenciando un masivo desplazamientode hogares «centrados en los hijos», ahogares «centrados en los adultos». Aprincipios de siglo había relativamentepocas personas solas en la sociedad, yrelativamente pocos padres vivíanmucho tiempo después de que su hijo

menor hubiese abandonado el hogar.Así, pues, la mayoría de las familiasestaban, de hecho, centradas en loshijos. Por el contrario, ya en 1970 sólouno de cada tres adultos vivían en losEstados Unidos en un hogar con hijosmenores de dieciocho años.

En la actualidad están surgiendoorganizaciones para fomentar la vida sinhijos, y en muchas naciones industrialesse está extendiendo la renuncia a tenerhijos. En 1960, sólo el 20% de mujeresnorteamericanas casadas menores detreinta años vivían sin hijos. Para 1975,el número se había elevado hasta un32%… un salto del 60% en quince años.Se ha creado una organización,

denominada Alianza Nacional, para laPaternidad Opcional, con la finalidad deproteger los derechos de las personassin hijos y combatir la propagandapronatalista.

Una organización similar, laAsociación Nacional de Personas sinHijos, ha surgido en Gran Bretaña, y atodo lo largo de Europa muchas parejaseligen deliberadamente tambiénmantenerse sin hijos. En Bonn(Alemania Occidental), por ejemplo,Theo y Agnes Rohl, ambos de treinta ytantos años, él funcionario municipal, yella secretaria, dicen: «No creemos quetengamos hijos…» Los Rohl gozan deuna posición modestamente desahogada.

Poseen un pequeño hogar. De vez encuando realizan algún viaje devacaciones a California o al sur deFrancia.

Los hijos alterarían drásticamente suforma de vida. «Estamosacostumbrados a nuestro estilo de vidatal como es —dicen—, y nos gusta serindependientes.»

Pero esta resistencia a tener hijos noes un signo de decadencia capitalista. Seda también en la Unión Soviética, dondemuchas jóvenes parejas rusas repiten lossentimientos de los Rohl y rechazanexpresamente la paternidad, hecho quepreocupa a las autoridades soviéticas,habida cuenta de las todavía elevadas

tasas de natalidad entre varías minoríasnacionales no rusas.

Volviéndonos ahora hacia laspersonas que tienen hijos, la quiebra dela familia nuclear se evidencia másnítidamente aún en el espectacularaumento de familias uniparentales.

Se han producido tantos divorcios,rupturas y separaciones durante losúltimos años —principalmente enfamilias nucleares—, que en laactualidad, nada menos que uno de cadasiete niños norteamericanos es criadoexclusivamente por el padre o la madre,y el número es más elevado aún: uno decada cuatro en las zonas urbanas[11].

El gran aumento de este tipo de

familias que se ha operado ha originadoel creciente reconocimiento de que, pesea no pocos y graves problemas, unafamilia uniparental puede, endeterminadas circunstancias, ser mejorpara el hijo que una familia nuclearcontinuamente desgarrada por enconadasdisensiones. Periódicos yorganizaciones sirven ahora a los padressolos y están elevando su conciencia degrupo y su influencia política.

Pero tampoco este fenómeno esexclusivamente norteamericano. En GranBretaña, una familia de cada diez estápresidida actualmente por un soloascendiente — casi la sexta parte deellas por hombres—, las familias

uniparentales forman lo que la revistaNew Society llama «el grupo de másrápido crecimiento en la pobreza». Unaorganización con sede en Londres, elConsejo Nacional de FamiliasUniparentales, ha sido creada paradefender su causa.

En Alemania, una asociación deColonia ha construido un bloqueespecial de apartamentos para este tipode familias, proporcionándolesservicios de guardería infantil para quelos padres y madres puedan trabajar. Yen Escandinavia se ha creado una red dederechos especiales de asistenciapública para ayudar a estas familias. Porejemplo, los suecos, dan preferencia a

las familias uniparentales en lo que serefiere a guarderías y atencionesinfantiles. De hecho, tanto en Noruegacomo en Suecia una familia uniparentalpuede disfrutar de un nivel de vida máselevado que el de la típica familianuclear.

Mientras tanto, ha surgido unadesafiadora nueva forma de familia, querefleja la elevada tasa de nuevosmatrimonios después del divorcio. En El«shock» del futuro la identifiqué comola «familia agregada», en la que doscónyuges divorciados y con hijos sevuelven a casar, aportando los hijos deambos matrimonios (también losadultos) a una nueva forma familiar

ampliada. Se estima en la actualidad queel 25% de los niños norteamericanosson, o no tardarán en serlo, miembros deesta clase de unidades familiares. SegúnDavidyne Mayleas, esas unidades, consus «polipadres», pueden constituir laprincipal forma familiar del futuro.«Estamos en una poligamia económica—dice Mayleas—, en el sentido de quelas dos unidades familiares fusionadasse transfieren mutuamente dinero enforma de mantenimiento de los hijos uotros pagos. La difusión de esta formafamiliar —informa—, ha idoacompañada de una crecienteincidencia de relaciones sexuales entrepadres e hijos sin lazos de sangre con

ellos.»Las naciones tecnológicamente

avanzadas están actualmente llenas deuna sorprendente variedad de formasfamiliares: matrimonios homosexuales,comunas, grupos de personas de edadque se reúnen para compartir gastos (y, aveces, experiencias sexuales),agrupaciones tribales entre ciertasminorías étnicas y muchas otras formascoexisten como nunca se había vistohasta ahora. Hay matrimonioscontractuales, matrimonios seriales,agrupaciones familiares y unadiversidad de redes íntimas, con sexocompartido o sin él, así como familiasen las que el padre y la madre viven y

trabajan en dos ciudades diferentes.Y estas formas familiares apenas dan

idea de la variedad, más rica aún, queburbujea bajo la superficie. Cuando trespsiquiatras – Kellam, Ensminger yTurner— intentaron catalogar las«variedades de familias» existentes enun barrio negro pobre de Chicago,identificaron «no menos de 86combinaciones diferentes de adultos»,incluyendo numerosas formas defamilias «madre-abuela», familias«madre-tía», familias «madre-padrastro» y familias «madre-otro».

Enfrentados a este auténticolaberinto de relaciones de parentesco,incluso investigadores completamente

ortodoxos han acabado por adoptar laopinión, en otro tiempo radical, de queestamos saliendo de la Era de la familianuclear para entrar en una nuevasociedad, caracterizada por ladiversidad de vida familiar. En palabrasdel sociólogo Jessie Bernard: «Elaspecto más característico delmatrimonio en el futuro seráprecisamente la diversidad de opcionesabiertas a personas diferentes quedesean cosas diferentes de susrelaciones mutuas.»

La frecuentemente formuladapregunta: «¿cuál es el futuro de lafamilia?», implica de ordinario que, alperder su predominio la familia nuclear

de la segunda ola, será sustituida poralguna otra forma. Un resultado másprobable es que durante la civilizaciónde la tercera ola ninguna formadeterminada dominará durante largotiempo la reunión familiar. En lugar deello, veremos una gran variedad deestructuras familiares. En vez de masasde personas viviendo en organizacionesfamiliares uniformes, veremos personasque circularán a través del sistema,trazando trayectorias personalizadas a lolargo de sus vidas.

Y tampoco significa esto laeliminación total o la «muerte» de lafamilia nuclear. Significa solamente que,en lo sucesivo, la familia nuclear no

será más que una de las muchas formassocialmente aceptadas y aprobadas. Amedida que avanza la tercera ola, elsistema familiar se está tornandodesmasificado, junto con el sistema deproducción y el sistema de informaciónen la sociedad.

Relaciones «calientes»

Dada esta floración de unamultiplicidad de formas familiares, esdemasiado pronto para decir cuálesemergerán como estilos importantes en

una civilización de la tercera ola.¿Vivirán solos nuestros hijos durante

muchos años, décadas quizá? ¿Sequedarán sin hijos? ¿Nos retiraremos acomunas de ancianos? ¿Y qué decir deposibilidades más exóticas? ¿Familiascon varios maridos y una sola esposa?(Eso podría suceder si la cienciagenética nos permite seleccionarpreviamente el sexo de nuestros hijos ydemasiados padres eligen varones.) ¿Yqué hay de familias homosexualescriando hijos? Los tribunales están yadiscutiendo esta cuestión. ¿Y elpotencial impacto de la clonificación?

Si cada uno de nosotros recorremosen nuestras vidas una trayectoria de

experiencias familiares, ¿cuáles seránlas fases? ¿Un matrimonio a prueba,seguido por un matrimonio de profesióndoble y sin hijos, y luego un matrimoniohomosexual con hijos? Laspermutaciones posibles son infinitas. Y,pese a las exclamaciones deindignación, ninguna de ellas debe serconsiderada inimaginable. Como hadicho Jessie Bernard: «No hay en elmatrimonio literalmente nada quealguien pueda imaginar que no hayasucedido ya realmente… Todas estasvariaciones parecían completamentenaturales a los que vivían con ellas.»

Qué formas familiares concretasdesaparecerán y cuáles otras

proliferarán, dependerá menos de lasadmoniciones lanzadas desde el púlpitosobre la «santidad de la familia», que delas decisiones que tomemos respecto ala tecnología y al trabajo. Aunque sonmuchas las fuerzas que influyen en laestructura familiar —pautas decomunicación, valores, cambiosdemográficos, movimientos religiosos,incluso modificaciones ecológicas— esparticularmente fuerte el lazo existenteentre la forma familiar y la organizaciónlaboral. Así, del mismo modo que lafamilia nuclear fue promovida por elauge del trabajo fabril y de oficina,cualquier desplazamiento fuera, de lafábrica y la oficina ejercería también

una profunda influencia sobre la familia.Es imposible detallar, en el espacio

de un solo capítulo, todas las formas enque los inminentes cambios en la fuerzade trabajo y en la naturaleza del trabajoalterarán la vida familiar. Pero uno delos cambios es tan potencialmenterevolucionario y tan ajeno a nuestraexperiencia, que necesita mucha másatención de la que ha recibido hastaahora. Se trata, naturalmente, deldesplazamiento del trabajo fuera de laoficina y la fábrica y su retorno al hogar.Supongamos por un momento que dentrode veinticinco años el 15% de la fuerzade trabajo esté empleada, a jornadaparcial o completa, en el hogar. ¿Cómo

modificaría la calidad de nuestrasrelaciones personales o el significadodel amor el hecho de trabajar en casa?¿Cómo sería la vida en el hogarelectrónico?

Ya consista el trabajo en casa enprogramar un computador, escribir unfolleto, controlar lejanos procesos defabricación, diseñar un edificio omecanografiar correspondenciaelectrónica, está claro un cambioinmediato. La reubicación del trabajo enel hogar significa que muchos cónyugesque ahora se ven sólo un limitadonúmero de horas al día se encontraránreunidos más íntimamente. Algunos, sinduda, encontrarían aborrecible esta

prolongada proximidad. Sin embargo,muchos otros encontrarían salvados susmatrimonios y enriquecidas susrelaciones a través de la experienciacompartida.

Visitemos varios hogareselectrónicos para ver cómo podríaadaptarse la gente a un cambio tanfundamental en la sociedad. Esa visitarevelaría, sin duda, una ampliadiversidad de organizaciones de la viday el trabajo. En algunas casas, quizás enla mayoría, podríamos muy bienencontrar parejas que se repartieran lascosas más o menos convencionalmente,con una persona dedicada al «trabajo»mientras la otra se ocupa de la casa, él,

quizás, escribiendo programas mientrascuida de los niños. Pero la mismapresencia del trabajo en el hogarestimularía, probablemente, el repartodel trabajo y de las labores caseras. Portanto, encontraríamos muchos hogares enlos que el hombre y la mujercompartirían un único empleo dejornada completa. Por ejemplo,podríamos encontrar a marido y mujerturnándose en el control de un complejoproceso de fabricación sobre la pantallade la consola instalada en el cuarto detrabajo.

Por el contrario, calle abajodescubriríamos probablemente unapareja que desempeñase no uno, sino

dos empleos distintos, cada esposotrabajando por separado en el suyo. Unfisiólogo celular y un programador decomputadores podrían trabajar cada unoen su actividad. Pero, al ser ambas decarácter tan diferente, aún es probableque los dos cónyuges compartan dealguna manera sus problemas, aprendancada uno algo del vocabulario del otro ypuedan tener intereses comunes yconversar acerca del trabajo.

En unas condiciones de este tipo, escasi imposible que la vida laboral deuna persona quede por completosegregada de su vida personal. Por elmismo motivo, es casi imposiblemantener al cónyuge fuera de toda una

dimensión de la propia existencia.En la casa de al lado (continuando

nuestro examen) podríamos encontrardos cónyuges con dos empleosdiferentes, pero compartiendo ambos, elmarido trabajando una parte de lajornada como planificador de seguros yla otra como ayudante de arquitecto, y lamujer realizando los mismos trabajos enturnos alternativos. Esta organizacióndepararía a ambos un trabajo másvariado y, por ende, más interesante.

En estos hogares ya se compartanuno o varios empleos, cada cónyugeaprende necesariamente del otro,participa en la resolución de problemas,interviene en una compleja interacción,

cosas todas ellas que no pueden pormenos de contribuir a profundizar laintimidad. Huelga decir que laproximidad forzada no garantiza lafelicidad. Las unidades de familiaampliada de la primera ola, que erantambién unidades de produccióneconómica, difícilmente constituíanmodelos de sensibilidad interpersonal ymutuo apoyo psicológico. Esas familiastenían sus propios problemas ytensiones. Pero había pocas relacionesindiferentes o «frías». El trabajar juntosaseguraba, aunque no fuera otra cosa,estrechas relaciones, complejas y«calientes»… una dedicación quemuchas personas envidian hoy.

En resumen, la extensión del trabajoa domicilio en gran escala podría nosólo afectar a la estructura familiar, sinotransformar también las relaciones en elseno de la familia. En otras palabraspodría proporcionar un conjunto comúnde experiencias y hacer que loscónyuges volvieran de nuevo a hablarentre ellos. Podría desplazar susrelaciones a lo largo del espectro desde«frías» hasta «calientes». Podríatambién redefinir el amor mismo y traerconsigo el concepto de Amor Más.

Amor Más

Hemos visto cómo, al avanzar lasegunda ola, la unidad familiartransfería muchas de sus funciones aotras instituciones: la educación, a laescuela; el cuidado de los enfermos, alos hospitales; etc. Este progresivoabandono de las funciones de la unidadfamiliar fue acompañado delcrecimiento del amor romántico.

Una persona de la primera ola quebuscara cónyuge podría haberpreguntado: ¿Es mi futuro esposo buentrabajador? ¿Sabe tratar en caso deenfermedad? ¿Es buen maestro para los

hijos que vengan? ¿Podemos trabajarjuntos compatiblemente? ¿Sabrá asumirsus responsabilidades o las rehuirá?”Las familias campesinas preguntaban:«¿Es fuerte, capaz de agacharse ylevantar pesos, o es enfermiza y débil?»

A medida que las funciones de lafamilia fueron siendo desplazadasdurante la Era de la segunda ola, estaspreguntas cambiaron. La familia ya noera una combinación de equipo deproducción, escuela, hospital decampaña y guardería infantil. Se suponíaque el matrimonio debía proporcionarcompañía, actividad sexual, calor yapoyo. Antes de que pasara muchotiempo, este cambio operado en las

funciones de la familia quedó reflejadoen nuevos criterios para la elección decónyuge. Tales criterios se resumían enla palabra amor. Era el amor, nosaseguraba la cultura popular, lo que haceque el mundo siga girando.

Naturalmente, la vida real rara vezhacía honor a la ficción romántica. Laclase, la posición social y los bieneseconómicos continuaron desempeñandoun importante papel en la elección decónyuge. Pero se suponía que todas estasconsideraciones estaban supeditadas alAmor, con mayúscula.; La próximaaparición del hogar electrónico puedemuy bien destruir esta Ingenua lógica. Esprobable que quienes tienen ante sí la

perspectiva de trabajar en casa con uncónyuge, en lugar de pasarse separadosla mayor parte del tiempo de vigilia,tengan en cuenta otras consideracionesaparte la simple gratificación sexual opsicológica… o la posición social. Talvez empiecen a insistir en el Amor Más,gratificación sexual y psicológica máscerebro (como sus abuelos favorecieronantaño el músculo), amor másescrupulosidad, responsabilidad,autodisciplina u otras virtudes,relacionadas con el trabajo. Tal vez —¿quién sabe?— oigamos a algún JohnDenver del futuro entonar cancionescomo:

Yo amo tus ojos, tus labios de fresa,

el demorado y lento y blando amor,tu estilo con las teclas en la mesa,tu gran destreza en el computador.Más en serio, uno puede imaginar

por lo menos algunas familias del futuro«sumiendo funciones adicionales enlugar de recortarlas, y actuandopolifacéticamente, en vez de como unaunidad social estrictamenteespecializada. Con un cambio semejantese transformarían los criteriosutilizables para el matrimonio, ladefinición misma del amor.

La campaña en favor deltrabajo infantil

Mientras tanto, es probable que losniños crecieran también de formadiferente en un hogar electrónico,aunque sólo fuera que vieran realmentela realización del trabajo. Los niños dela primera ola veían trabajar a suspadres desde el primer albor de suconciencia. Por el contrario los niños dela segunda ola —al menos en lasgeneraciones recientes— eransegregados en escuelas y separados dela vida de trabajo. La mayoría de losniños actuales apenas tienen una

nebulosa idea de lo que hacen suspadres o de cómo viven en sus lugaresde trabajo. Una historia, posiblementeapócrifa, ilustra la cuestión: Unejecutivo decide un día llevar a su hijo asu oficina y comer luego con él. El chicove la oficina tapizada de gruesasalfombras, la iluminación indirecta, laelegante sala de visitas. Ve el lujosorestaurante, utilizable con cargo a lacuenta de gastos pagados, con susobsequiosos camareros y susexorbitantes precios. Finalmente,imaginándose su propio hogar e incapazde contenerse, el muchacho exclama:«Papá, ¿cómo es que tú eres tan rico, ynosotros tan pobres?»

El hecho es que los niños de hoy —especialmente los niños de familiasadineradas— se hallan totalmenteapartados de una de las más importantesdimensiones de las vidas de sus padres.En un hogar electrónico, los niños nosólo observan el trabajo, sino que, apartir de cierta edad, pueden participaren él. Las restricciones de la segundaola al trabajo infantil —originariamentebien intencionadas y necesarias, peroque en la actualidad son en gran medidaun anacrónico artificio para mantener alos jóvenes apartados del ya recargadomercado laboral— resultan másdifíciles de imponer en el marco delhogar. De hecho, ciertas formas de

trabajo podrían estar específicamentediseñadas para muchachitos e inclusointegradas en su educación. (Quiensubestime la capacidad de inclusochicos muy jóvenes para comprender yllevar a cabo un trabajo sofisticado nohan conocido a los rapaces de catorce oquince años que trabajan, a buen seguroilegalmente, como «vendedores» en losestablecimientos de computadores deCalifornia. Chiquillos que aún llevanaparatos correctores de la dentadura mehan explicado a mí las complejidades delos computadores domésticos.)

La alineación de la juventud actuales en gran medida consecuencia deverse obligada a aceptar un papel no

productivo en la sociedad durante unaadolescencia interminablementeprolongada. El hogar electrónicocontrarrestaría esta situación.

De hecho, la integración de losjóvenes en el trabajo en el hogarelectrónico puede ofrecer la únicasolución verdadera al problema delelevado desempleo juvenil. En los añospróximos, este problema se irá tornandocada vez más explosivo, con lasconsiguientes calamidades dedelincuencia juvenil, violencia ydegradación psicológica, y no podrá serresuelta dentro del marco de unasegunda ola si no es por mediostotalitarios, el alistamiento de jóvenes,

por ejemplo, para el servicio militar. Elhogar electrónico abre un caminoalternativo para dar nuevamente a losjóvenes funciones social yeconómicamente productivas, y tal vezveamos, antes de que pase muchotiempo, campañas políticas en favor, noen contra, del trabajo infantil, junto conluchas para lograr las medidasnecesarias que protejan a los niños de laexplotación económica.

La familia ampliaelectrónica

Más allá de esto, cabe fácilmenteimaginar la familia que trabaja en casaconvirtiéndose en algo radicalmentedistinto: una «familia ampliaelectrónica».

Quizá la forma familiar más comúnen las sociedades de la primera ola erala llamada familia amplia, que reuníavarias generaciones bajo un mismotecho. Había también «familias amplias»que, además de los miembros centrales,incluían uno o dos huérfanos noemparentados con ellas, un aprendiz ogañán adicional u otros. Cabeigualmente imaginar a la familia delmañana que trabaja en el propio hogarinvitar a uno o dos extraños a ingresar

en él… por ejemplo, a un colega de laempresa del marido o de la mujer, oquizás a un cliente o proveedorrelacionado con su trabajo, o incluso elhijo de un vecino que quiere aprender eloficio. Se puede prever la constituciónlegal de una familia así en pequeñaempresa sometida a leyes especialespara fomentar la asociación tipo comunao la cooperativa. Para muchos, laspersonas que convivan en el hogaracabarían convirtiéndose en una familiaamplia electrónica.

Es cierto que la mayor parte de lascomunas formadas en las décadas de1960 y 1970 se disgregaronrápidamente, lo cual parece sugerir que

las comunas como tales sonintrínsecamente inestables en lassociedades de alta tecnología. Sinembargo, un examen más atento revelaque las que más rápidamente sedesintegraron fueron las organizadas demanera fundamental con finespsicológicos… promover lasensibilidad interpersonal, combatir lasoledad, proporcionar intimidad u otrossemejantes. La mayoría carecían de baseeconómica y se consideraban a símismas como experimentos utópicos.Las comunas que han logrado sobreviviral paso del tiempo —y algunas lo hanlogrado— son, por el contrario, las quehan tenido una clara misión externa, una

base económica y una perspectivapráctica en lugar de puramente utópica.

Una misión externa produce el efectode soldar íntimamente a un grupo. Puedeincluso proporcionar la necesaria baseeconómica. Si esta misión externaconsiste en diseñar un nuevo producto,manejar el «papeleo electrónico» paraun hospital, realizar el proceso de datospara un departamento de Compañía deSeguros, establecer los horarios de unaCompañía aérea, preparar catálogos odirigir un servicio de informacióntécnica, la comuna electrónica delmañana puede, de hecho, resultar unaforma familiar perfectamente viable yestable.

Además, como esas familias ampliaselectrónicas no estarían planteadascomo repulsa al estilo de vida de todoslos demás ni con fines demostrativos,sino como una parte integrante delentramado fundamental del sistemaeconómico, aumentarían susposibilidades de supervivencia. Puedeincluso que encontremos familiasamplias uniéndose entre sí para formarredes. Estas redes de familias ampliaspodrían suministrar algunos bienes oservicios sociales necesarios,cooperando para comercializar sutrabajo o creando su propia versión deuna asociación profesional que losrepresente. Internamente podrían, o no,

compartir la actividad sexual a lo largode líneas matrimoniales. Podrían, o no,ser heterosexuales. Podrían tener, o no,hijos.

Vemos, en suma, que es posible laresurrección de la familia amplia. En laactualidad, el 6% de los adultosnorteamericanos viven en familiasamplias corrientes. Cabría fácilmenteimaginar que este número se duplicase otriplicase durante la próximageneración, ampliándose algunasunidades hasta incluir también aextraños. Y no se trataría de un sucesotrivial, sino de un movimiento queafectaría a millones de personas sólo enlos Estados Unidos. Para la vida de la

comunidad, para las pautas de amor ymatrimonio, para la reconstrucción deredes de amistad, para la economía y elmercado del consumidor, así como parala estructura de nuestra psique y nuestrapersonalidad, sería trascendental ladifusión de la familia ampliaelectrónica.

No se presenta aquí esta nuevaversión de la familia amplia como algoinevitable, ni como algo mejor o peorque algún otro tipo de familia, sino,simplemente, como un ejemplo de lasnumerosas formas familiares nuevas quees probable encuentren lugares viablesen la compleja ecología social delmañana.

Ineptitud parental

Esta rica variedad de formasfamiliares no llegará a surgir sin que seproduzcan penalidades y contratiempos.Pues todo cambio operado en laestructura de la familia impone tambiéncambios en los papeles quedesempeñamos. Toda sociedad crea, através de sus instituciones, su propiaarquitectura de papeles o expectativassociales. La empresa y el sindicatodefinieron más o menos lo que seesperaba de obreros y patronos. Lasescuelas fijaron los papeles respectivosde maestros y alumnos. Y la familia de

la segunda ola asignó los papeles detrabajador, ama de casa e hijo. Al entraren crisis la familia nuclear, los papelesasociados con ella empezaron atambalearse y resquebrajarse… contremendo impacto personal.

Desde el día en que el explosivolibro de Betty Friedan The FeminineMystique desencadenó en muchasnaciones el moderno movimientofeminista, hemos contemplado una ardualucha por redefinir los papeles dehombres y mujeres en términosapropiados a un futuro de familiaposnuclear. Las expectativas y elcomportamiento de ambos sexos se hanmodificado con respecto a empleos,

derechos legales y económicos,responsabilidades domésticas e inclusoactividad sexual. «Ahora —escribePeter Knobler, director de Crawdaddy,revista de música rock—, un tío tieneque habérselas con mujeres que rompentodas las reglas… Es necesario rompermuchas reglas —añade—, pero eso nofacilita mucho las cosas.»

La atribución de papeles se vesacudida por la batalla en torno alaborto, por ejemplo, ya que las mujeresinsisten en que ellas —no los políticos,ni los Sacerdotes, ni los médicos, nisiquiera los maridos— tienen derecho acontrolar sus cuerpos. Los papelessexuales quedan difuminados más aún al

exigir los homosexuales, y obtenerparcialmente, «derechos gay». Estácambiando incluso el papel del niño enla sociedad. Surgen de prontodefensores de la aprobación de una Leyde Derechos de los Niños.

Los tribunales se ven inundados decasos que implican redefinición depapeles a, medida que se multiplican yganan aceptabilidad las alternativas a lafamilia nuclear. ¿Deben los esposos nocasados compartir sus bienes después desepararse? ¿Puede una pareja pagar auna mujer para que procree en su lugarun hijo mediante inseminación artificial?(Un tribunal británico ha dicho que no…pero, ¿por cuánto tiempo?) ¿Puede una

lesbiana ser una «buena madre» yconservar la custodia de su hijo despuésde divorciarse? (Un tribunal americanodice que sí.) ¿ Qué es lo que se entiendepor ser un buen padre o buena madre?Nada pone mejor de relieve lacambiante estructura de la atribución depapeles que la demanda presentada enBoulder, Colorado, por un airadohombre de veinticuatro años llamadoTom Hansen. Los padres pueden cometererrores, aducía el abogado de Hansen,pero deben responder legalmente —yeconómicamente— de los resultados.Así, la acción judicial de Hansenreclamaba 350.000 dólares en conceptode daños y perjuicios sobre una base

legal sin precedentes: Ineptitud parental.

Facilitando el paso almañana

Por detrás de toda esta confusión yeste desorden, está empezando aconstituirse un nuevo sistema familiar dela tercera ola, basado en una diversidadde formas familiares y papelesindividuales más variados. Estadesmasificación de la familia abremuchas nuevas opciones personales. Lacivilización de la tercera ola no

intentará ajustar velis nolis a todo elmundo en una única forma familiar. Poresta razón, el emergente sistema familiarpodría darnos a cada uno de nosotroslibertad para encontrar su propio lugar,para elegir o crear un estilo otrayectoria familiar sintonizado con lasnecesidades familiares.

Pero antes de que nadie puedaorganizar un baile de celebración, espreciso enfrentarse con las dificultadesde la transición. Atrapados en elderrumbamiento del antiguo sistema, ysin que el nuevo se halle aún instalado,millones de personas encuentrandesconcertante, más que útil, el altonivel de diversidad existente. En vez de

experimentar un sentimiento deliberación, padecen a consecuencia delexceso de opciones y se sienten heridas,amargadas, sumidas en una tristeza y unasoledad que la misma multiplicidad desus opciones intensifica.

Para lograr que la nueva diversidadactúe en nuestro favor, en vez de hacerloen contra de nosotros, necesitaremoscambios a muchos niveles a la vez:desde la moralidad y los impuestos,hasta las prácticas de empleo.

En el terreno de los valoresnecesitamos empezar a eliminar elinjustificado sentimiento de culpabilidadque acompaña a la ruptura yreestructuración de las familias. En vez

de exacerbar ese injustificadosentimiento de culpabilidad, los mediosde comunicación, la Iglesia, lostribunales y el sistema político deberíanesforzarse en reducir el nivel deculpabilidad.

La decisión de vivir fuera del marcode una familia nuclear debe serfacilitada, no dificultada. Por reglageneral, los valores cambian máslentamente que la realidad social. Así,no hemos desarrollado aún la ética detolerancia ante la diversidad que exigiráy, al mismo tiempo, engendrará unasociedad desmasificada. Criadas encondiciones de segunda ola, firmementeeducadas en la idea de que una clase de

familia es «normal» y otras un tantosospechosas, si no «aberrantes», grannúmero de personas mantienen unaactitud de intolerancia ante la nuevavariedad de estilos familiares. Hastaque eso cambie, la angustia de latransición seguirá siendoinnecesariamente elevada.

En la vida económica y social, losindividuos pueden disfrutar de losbeneficios de nuevas opcionesfamiliares en tanto que las leyes,códigos fiscales, normas de seguridadsocial, organizaciones escolares,códigos de vivienda e incluso formasarquitectónicas sigan implícitamenteorientados hacia la familia de la segunda

ola. No tienen apenas en cuenta lasnecesidades especiales de las mujeresque trabajan, de los hombres quepermanecen en el hogar para cuidar desus hijos, de los solteros y «solteronas»(¡odiosa palabra!), ni de «familiasagregadas» o viudas que viven solas ojuntas. Todas estas agrupaciones hansufrido una discriminación, sutil oabierta, en las sociedades de la segundaola.

Incluso mientras ensalzabadevotamente el cuidado del hogar, lacivilización de la segunda ola negabadignidad a la persona que realizaba esatarea. El cuidado del hogar es un trabajoproductivo y verdaderamente crucial, y

precisa ser reconocido como parte de laeconomía. Para garantizar el máselevado rango social del cuidado delhogar, ya esté a cargo de mujeres o dehombres, de individuos o de grupos quetrabajen juntos, tendremos que pagarsalarios por él o atribuirle valoreconómico.

En la economía exterior al hogar, lasprácticas de empleo en muchos lugaresse basan todavía en la anticuadapresunción de que el hombre es elfundamental ganador del sustento, y laesposa lo es sólo de formasuplementaria, prescindible, en vez deconsiderarla un copartícipe plenamenteindependiente, en el mercado de trabajo.

Suavizando los requisitos de antigüedad,extendiendo el horario flexible,aumentando las oportunidades de trabajoen régimen de jornada reducida, no sólohumanizamos la producción, sino que laadaptamos a las necesidades de unsistema familiar en el que tienen cabidaestilos distintos. En la actualidad existenmuchos indicios de que el sistema detrabajo está empezando a acomodarse ala nueva diversidad de organizacionesfamiliares. Poco después de queCitibank, uno de los Bancos másimportantes de los Estados Unidos,empezase a ascender a mujeres apuestos directivos, se observó que susejecutivos varones se casaban con sus

nuevas colegas. Conforme a una antiguanorma del Banco, no podían trabajar enél los dos miembros de un mismomatrimonio. Hubo que cambiar esanorma. Según Business Week, el«matrimonio laboral» está ahorafloreciendo, con beneficios tanto para laempresa como para la vida familiar.

Es probable que, antes de que pasemucho tiempo, rebasemos en granmedida esas pequeñas adaptaciones. Talvez veamos demandas no sólo para lacontratación de «matrimonioslaborales», sino de que familias enterastrabajen juntas como equipo deproducción. El hecho de que estoresultara ineficaz en la fábrica de la

segunda ola no significa que seanecesariamente inadecuado en laactualidad. Nadie sabe el resultado quepodrían dar estas políticas, pero, aligual que en otras cuestiones familiares,deberíamos estimular, y quizás inclusosubvencionar públicamenteexperimentos en pequeña escala.

Estas medidas podrían facilitarnosel paso al mañana, reduciendo almínimo para millones de personas eldolor de la transición. Pero, doloroso ono, un nuevo sistema familiar estáemergiendo para sustituir al quecaracterizó el pasado de la segunda ola.Este nuevo sistema familiar será unainstitución central en la nueva sociosfera

que va tomando forma junto con lasnuevas tecnosfera e infosfera. Es parteintegrante del acto de creación socialmediante el cual nuestra generación estáconstruyendo una nueva civilización yva adaptándose a ella.

XVIII LA CRISIS DE

IDENTIDAD DE LACORPORACIÓN

La gran corporación fue laorganización comercial característica dela Era industrial. En la actualidad,varios miles de estos monstruosseñorean la Tierra, produciendo unagran parte de todos los bienes yservicios que compramos.

Vistos desde fuera, presentan unimpresionante aspecto. Controlan

recursos inmensos, dan empleo amillones de trabajadores y ejercen unaprofunda influencia no sólo en nuestraseconomías, sino también en nuestrosasuntos políticos. Sus computadores ysus reactores corporativos, su inigualadacapacidad para planear, invertir yejecutar proyectos a gran escala, leshace parecer inconmoviblementepoderosos y permanentes. En una épocaen que la mayoría de nosotros nossentimos impotentes, ellos parecendominar nuestros destinos.

Sin embargo, no es ése el aspectoque perciben desde dentro los hombres(y unas pocas mujeres) que dirigen estasorganizaciones. De hecho, muchos de

nuestros altos dirigentes se sienten en laactualidad tan frustrados e impotentescomo el resto de nosotros. Puesexactamente igual que la familia nuclear,la escuela, los medios de comunicaciónde masas y las demás institucionesfundamentales de la Era industrial, lacorporación está siendo sacudida,agitada y transformada por la tercera olade cambio. Y muchos altos dirigentes nosaben por dónde les llegan los golpes.

Moneda kabuki

El cambio más inmediato que afectaa la corporación es la crisis de laeconomía mundial. Durante trescientosaños, la civilización de la segunda olatrabajó para crear un mercado mundialintegrado. Periódicamente, sus esfuerzosse veían frustrados por guerras,depresiones u otros desastres. Pero laeconomía mundial se recuperabasiempre, emergiendo más extensa eintensamente integrada que antes.

En la actualidad ha estallado unanueva crisis. Pero ésta es distinta. Adiferencia de todas las crisisanteriormente producidas durante la Eraindustrial, afecta no sólo al dinero, sinoa toda la base energética de la sociedad.

A diferencia de las crisis del pasado,ocasiona inflación y desempleo demanera simultánea, no sucesiva. Adiferencia de crisis pasadas, se halladirectamente ligada a problemasecológicos fundamentales, a una especieenteramente nueva de tecnología y a laintroducción de un nuevo nivel decomunicaciones en el sistema deproducción. Finalmente, no es, comopretenden los marxistas, una crisisexclusiva del capitalismo, sino queafecta también a las nacionesindustriales socialistas. Es, en resumen,la crisis general de la civilizaciónindustrial como un todo.

El cataclismo producido en la

economía mundial amenaza lasupervivencia de la corporación talcomo la conocemos, arrojando a susdirectivos a un entorno completamenteextraño. Así, desde el final de laSegunda Guerra Mundial hastacomienzos de la década de los 70, lacorporación funcionó en un entornorelativamente estable. «Crecimiento»era la palabra clave. El dólar era rey.Las monedas se mantenían establesdurante largos períodos. La estructurafinanciera de posguerra creada enBretton Woods por las potenciasindustriales capitalistas y el sistema delCOMECON creado por los soviéticosparecían sólidos. El índice de riqueza

seguía subiendo, y los economistasestaban tan seguros de su capacidadpara predecir y controlar la maquinariaeconómica, que hablaban con tonocasual de «afinarla».

Ahora, la frase sólo suscita risasburlonas. El presidente observajocosamente que conoce a un adivino deGeorgia que hace mejores prediccionesque los economistas. Un ex secretariodel Tesoro, W. Michael Blumenthal, diceque «la profesión económica estápróxima al fracaso absoluto por lo quese refiere a comprender la situaciónactual… ni antes ni después de queocurran las cosas». Erguidos entre losconfusos restos de teoría económica y

los escombros de la infraestructuraeconómica de la posguerra, los quetienen a su cargo la tarea de tomardecisiones en las corporaciones seenfrentan con crecientes incertidumbres.

Las tasas de interés zigzaguean. Lasmonedas experimentan violentassacudidas. Los Bancos centralescompran y venden dinero a carretadaspara amortiguar las oscilaciones, peroéstas no hacen más que intensificarse. Eldólar y el yen bailan una danza kabuki,los europeos promueven su nuevamoneda propia (curiosamente llamada elecu), mientras los árabes se deshacenfrenéticamente de miles de millones dedólares en papel americano. El precio

del oro bate todas las marcas.Mientras sucede todo esto, la

tecnología y las comunicacionesreestructuran los mercados mundiales,haciendo posible y, a la vez, necesariala producción transnacional. Y parafacilitar tales operaciones está tomandoforma un sistema monetario de la Eradel reactor. Una red bancaria electrónicamundial —imposible antes delcomputador y el satélite— enlaza ahorainstantáneamente Hong Kong, Manila oSingapur con las Bahamas, las islasCaimanes y Nueva York.

Esta extensa red de Bancos, con susCitibanks y Barclays, sus Sumitomos yNarodnys, por no mencionar el Crédit

Suisse y el National Bank de Abu Dhabi,crea un globo de «moneda sin Estado»—dinero y crédito situados fuera delcontrol de todo Gobierno concreto—,que amenaza estallarle en la cara a todoel mundo.

El grueso de esta moneda sin Estadose compone de eurodólares, dólaressituados fuera de los Estados Unidos. En1975, escribiendo sobre el aceleradoaumento de eurodólares, yo advertí queesta nueva moneda era una cartapeligrosa en el juego económico. «Aquí,los euros contribuyen a la inflación; allí,desequilibran la balanza de pagos; enotro lugar, van minando la monedanacional… todo ello mientras saltan de

país en país» a través de las fronterasnacionales. Se calculaba entonces en180.000 millones el total de esoseurodólares.

En 1978, un alarmado BusinessWeek informaba de «la increíblesituación» del sistema financierointernacional, y los 180.000 millones sehabían convertido en unos 400.000millones en eurodólares, euromarcos,eurofrancos, euroflorines y euroyens.Los banqueros que traficaban conmoneda supranacional tenían libertadpara conceder crédito ilimitado y —noestando obligados a mantener reservasen metálico— podían prestar a tipos deverdadera ganga. Las estimaciones

actuales sitúan en un billón de dólares eltotal de eurodivisas.

El sistema económico de la segundaola en que surgió la corporación sebasaba en mercados nacionales,monedas nacionales y Gobiernosnacionales. Pero esta infraestructurabasada en la nación es totalmenteincapaz de regular o contener la nueva ytransnacional «euroburbuja» electrónica.Las estructuras diseñadas para un mundode segunda ola no son ya adecuadas.

De hecho, todo el entramado globalque estabiliza las relacionescomerciales mundiales para las grandescorporaciones se está tambaleando ycorre peligro de desmoronarse. El

Banco Mundial, el Fondo MonetarioInternacional y el Acuerdo Generalsobre Aranceles y Comercio (GATT) sehallan sometidos a intenso ataque. Loseuropeos se esfuerzan por forjar unanueva estructura que sea controlada porellos. Los «países menosdesarrollados», por un lado, y losárabes, enarbolando sus petrodólares,por el otro, exigen poder influir en elsistema financiero del mañana y hablande crear sus propias contrapartidas alFondo Monetario Internacional. El dólarha sido destronado, y violentosespasmos recorren la economía delmundo.

Todo esto se ve agravado por

erráticas escaseces y saturaciones deenergía y recursos; por rápidos cambiosen las actitudes de los consumidores,trabajadores y directores; pordesequilibrio en rápida y alternativasucesión del comercio; y, sobre todo,por la creciente militancia del mundo noindustrial.

Este es el volátil y confuso entornoen que las corporaciones de hoy seesfuerzan en funcionar. Las personas quelas dirigen no tienen el menor deseo deabandonar el poder que ostentan. Siguenluchando por los beneficios, laproducción y el medro personal. Pero,enfrentados a crecientes niveles deimprevisibilidad, con críticas públicas y

hostiles presiones políticas en constanteaumento, nuestros más inteligentesdirectores están poniendo en tela dejuicio los objetivos, la estructura, laresponsabilidad, la misma razón de serde sus organizaciones. Muchas denuestras más grandes corporacionesestán experimentando algo análogo a unacrisis de identidad, mientras vendesintegrarse a su alrededor elentramado, antaño estable, de la segundaola.

La economía acelerativa

Esta crisis de identidad de lacorporación se ve intensificada por larapidez con que se suceden losacontecimientos. Pues la misma rapidezdel cambio introduce un nuevo elementoen la dirección, forzando a losejecutivos, ya nerviosos en un entornoque les resulta extraño, a tomar más ymás decisiones a un ritmo más y másrápido. Los tiempos de reacción sereducen a un mínimo.

A nivel financiero se está acelerandola rapidez de las transacciones a medidaque los Bancos y otras institucionesfinancieras canalizan sus actividades através del computador. Algunos Bancosincluso reorganizan su ubicación

geográfica para sacar partido de lasdiferencias horarias. Dice Euromoney,la revista internacional de losbanqueros: «Las zonas horarias puedenser utilizadas como arma competitiva.»

En este acalorado entorno, lasgrandes corporaciones se venimpulsadas, casi quieras que no, ainvertir y tomar a préstamo en variasmonedas no a un plazo de un año,noventa días o incluso siete días, sino,literalmente, de un día para otro o de unminuto para otro. Un nuevo empleado decorporación ha aparecido en el cuerpoejecutivo: el «cajero internacional», quepermanece instalado en el casinoelectrónico mundial las veinticuatro

horas del día, buscando los tipos másbajos de interés, los mejores cambios, laevolución más rápida[12].

En la investigación de mercados seaprecia con toda claridad unaaceleración semejante. «Losespecialistas de mercado debenreaccionar rápidamente para asegurar lasupervivencia en el futuro», declaraAdvertising Age, informando que losprogramadores de televisión… estánacelerando sus decisiones sobre lasupresión de series nuevas que muestraninsuficientes tasas de audiencia. Nadade esperar ya seis o siete semanas, o unatemporada. Otro ejemplo: Johnson &Johnson se entera de que Bristol-Myers

está decidido a vender a bajo precio el«Tylenol» de J & J… ¿Adopta J & J unaactitud de espera y ver? No. En unespacio de tiempo sorprendentementebreve, resuelve bajar los precios del«Tylenol» en las tiendas. Nada desemanas o meses de demora. Hasta lamisma prosa deja sin aliento.

En ingeniería, en fabricación, eninvestigación, en ventas, enadiestramiento, en personal, en todos losdepartamentos y sucursales de lacorporación se puede detectar la mismaaceleración del proceso de toma dedecisiones.

Y, de nuevo, vemos un procesoparalelo, aunque menos avanzado, en las

sociedades industriales socialistas. ElCOMECON, que solía revisar losprecios cada cinco años cuando lanzó suplan quinquenal, se ha visto obligado arevisar sus precios anualmente en unintento de acomodarse a ese ritmo másrápido. No tardará en hacerlo cada seismeses o incluso menos.

Son múltiples los resultados de estageneralizada aceleración delmetabolismo de las corporaciones:ciclos vitales más cortos de losproductos, más operaciones de préstamoy arriendo, compras y ventas másfrecuentes, pautas más efímeras deconsumo, más modas fugaces, mástiempo de adiestramiento

para los trabajadores (que debenacomodarse continuamente a nuevosprocedimientos), cambios másfrecuentes en los contratos, másnegociaciones y servicios jurídicos, máscambios de precios, más turnos detrabajo, más dependencia de los datos,más organización ad hoc… todo elloexacerbado por la inflación.

El resultado es un entorno comercialde grandes riesgos y elevada secreciónde adrenalina. A la vista de estasCrecientes presiones, es fácilcomprender por qué tantos hombres denegocios, banqueros y ejecutivospreguntan qué están haciendoexactamente y por qué. Criados en las

certidumbres de la segunda ola, vencómo el mundo se disgrega bajo elimpacto de una acelerada ola de cambio.

La sociedad desmasificada

Más desconcertante y turbador aúnles resulta el desmoronamiento de lasociedad de masas industrial en quefueron adiestrados para operar. A losdirectores de la segunda ola se lesenseñaba que la producción en masa esla forma de producción más eficiente yavanzada; que un mercado masivo

quiere productos uniformizados; que ladistribución masiva es esencial; que las«masas» de trabajadores uniformadosson básicamente iguales y pueden sermotivadas por incentivos uniformes. Eldirector eficaz aprendía que lasincronización, la centralización, lamaximización y la concentración erannecesarias para alcanzar sus objetivos.Y en un entorno de segunda ola, estassuposiciones eran básicamentecorrectas.

Hoy, ante los embates de la terceraola, el directivo de corporación vepuestas en tela de juicio todas susantiguas suposiciones. La propiasociedad de masas, para la que estaba

diseñada la corporación, comienza adesmasificarse. No sólo la información,la producción y la vida familiar, sinotambién el mercado y el mercado detrabajo están empezando a romperse entrozos pequeños y más variados.

El mercado masivo se hafragmentado en numerososminimercados, que se multiplican ycambian sin cesar y que exigen unaamplia gama en continua expansión deopciones, modelos, tipos, tamaños,colores e individualizaciones. La BellTelephone, que antaño soñaba coninstalar el mismo teléfono negro entodos los hogares norteamericanos —yestuvo apunto de conseguirlo—, fabrica

ahora unas mil combinaciones opermutaciones de aparatos telefónicos,desde teléfonos rosas, verdes o blancos,hasta teléfonos para ciegos, teléfonospara personas que han perdido el uso dela laringe y teléfonos a prueba deexplosión para solares de obras enconstrucción. Grandes almacenes,originariamente diseñados paramasificar el mercado, albergan ahoraboutiques bajo sus techos, y PhyllisSewell, vicepresidente de la Federaciónde Grandes Almacenes, predice que«practicaremos una mayorespecialización… con másdepartamentos diferentes».

La variedad, en rápido aumento, de

bienes y servicios, que existe en lasnaciones de alta tecnología, se sueleexplicar con frecuencia como un intentode la corporación de manipular alconsumidor, de inventar falsasnecesidades y de incrementar beneficioscobrando mucho por opciones triviales.Algo de verdad hay, sin duda, en talesacusaciones. Pero también existe algomás profundo. Pues la crecientediferenciación de bienes y serviciosrefleja también la creciente diversidadde necesidades reales, valores y estilosde vida en una desmasificada sociedadde la tercera ola.

Este ascendente nivel de diversidadsocial es fomentado por nuevas

divisiones en el mercado de trabajo, talcomo se refleja en la proliferación denuevas ocupaciones, especialmente enlos campos técnicos y de servicios. Losanuncios de los periódicos piden «unasecretaria de computadores» o «unprogramador de miniordenadores»,mientras en una conferencia sobre lasprofesiones del sector servicios vi cómoun psicólogo enumeraba 68 nuevasocupaciones, desde abogado delconsumidor, defensor del público yterapeuta sexual, hastapsicoquimioterapeuta y ombudsman.

A medida que nuestros trabajos sehacen menos intercambiables, laspersonas experimentan también el

mismo fenómeno. Rehusando sertratadas como intercambiables, llegan allugar de trabajo con una agudizadaconsciencia de sus diferencias étnicas,religiosas, profesionales, sexuales,subculturales e individuales. Grupos quedurante toda la Era de la segunda olalucharon por ser «integrados» o«asimilados» en la sociedad de masasse niegan ahora a prescindir de susdiferencias. En lugar de ello, recalcancon énfasis sus características propias.Y las corporaciones de la segunda ola,organizadas todavía para funcionar enuna sociedad de masas, no saben quépostura adoptar ante esta crecientemarea de diversidad entre sus

empleados y clientes.Aunque claramente evidente en los

Estados Unidos, la desmasificaciónsocial está avanzando también conrapidez en otros lugares. En GranBretaña, que antes se consideraba a símisma como altamente homogénea,minorías étnicas —desde paquistaníes,antillanos, chipriotas y asiáticos deUganda hasta turcos y españoles— seentremezclan con una población nativaque se está volviendo más heterogénea.Mientras tanto, una creciente afluenciade visitantes japoneses, americanos,alemanes, holandeses, árabes yafricanos dejan tras de sí una estela «depuestos de hamburguesas, restaurantes

tempura japoneses y carteles en losescaparates que dicen: «Se hablaespañol.»

A todo lo largo del mundo, lasminorías étnicas reafirman susidentidades y exigen derechos, negadosdurante largo tiempo, a puestos detrabajo, ingresos y ascensos en lacorporación. Aborígenes australianos,maoríes neozelandeses, esquimalescanadienses, negros americanos,chícanos e incluso minorías orientalesconsideradas antes como políticamentepasivas, se han puesto en pie. DesdeMaine hasta California, los americanosnativos proclaman el «Poder Rojo»,exigen la restitución de las tierras

tribales y regatean con los países de laOPEP para obtener apoyo económico ypolítico.

Incluso en Japón, durante muchotiempo la más homogénea de lasnaciones indústriales, se estánmultiplicando las señales dedesmasificación. Un presidiarioanalfabeto surge de la noche a la mañanacomo portavoz de la pequeña minoríadel pueblo ainu. La minoría coreanarebulle agitada, y el sociólogo MasaakiTakane, de la Universidad de Sofía,dice: «Una inquietud me haobsesionado… la sociedad japonesaestá perdiendo rápidamente suidentidad y se está desintegrando.»

En Dinamarca estallan acá y alláreyertas callejeras entre daneses ytrabajadores inmigrantes y entremotoristas ataviados con chaquetas decuero y jóvenes de largos cabellos. EnBélgica, los valones, los flamencos y losbruselenses reactivan viejas rivalidadespreindustriales. En Canadá, Quebecamenaza con la secesión, lascorporaciones clausuran sus sedes enMontreal y ejecutivos angloparlantes detodo el país siguen cursos acelerados defrancés.

Las fuerzas que crearon la sociedadde masas se han visto súbitamentedesplazadas. En un contexto de altatecnología, el nacionalismo se convierte

en regionalismo. Las presiones delcrisol son sustituidas por la nuevaetnicidad. Los medios de comunicación,en vez de crear una cultura de masas, ladesmasifican. Y todas estas evolucionescorren parejas con la emergentediversidad de formas energéticas y elavance más allá de la producción enserie.

Todos estos cambiosinterrelacionados crean un entramadototalmente nuevo, dentro del cualfuncionarán las organizaciones deproducción de la sociedad, llámensecorporaciones o empresas socialistas.Los ejecutivos que continúan pensandoen términos de la sociedad de masas se

sienten desconcertados y confusos porun mundo que ya no reconocen.

Redefiniendo lacorporación

Lo que ahonda aún más la crisis deidentidad de la corporación es laaparición, en este tambaleante marco, deun movimiento de amplitud mundial queexige, no ya modestos cambios en esta oaquella política corporativa, sino unaprofunda redefinición de sus objetivos.

En los Estados Unidos —escribe

David Ewing, director del HarvardBusiness Review— «la cólera delpúblico contra las corporaciones estáempezando a crecer a un ritmoaterrador». Ewing cita un estudiorealizado en 1977 por un investigadorde la Escuela de Comercio de Harvardcuyas conclusiones —dice— «hicieronestremecerse al mundo de lascorporaciones». El estudio reveló queaproximadamente la mitad de todos losconsumidores encuestados creen queestán recibiendo peor trato en elmercado que hace una década; las tresquintas partes dicen que los productosse han deteriorado; más de la mitaddesconfía de las garantías de los

productos. Ewing cita las siguientespalabras de un preocupado hombre denegocios: «Siento como si estuvieracaminando por la cuerda floja.»

Peor aún —continúa Ewing— «uncreciente número de personas sesienten no sólo desilusionadas,irritadas o furiosas, sino tambiénirracional y erráticamente temerosasde nuevas tecnologías y aventurascomerciales».

Según John C. Biegler, ejecutivo dePrice Waterhouse, una de las grandesempresas contables, «la confianza delpúblico en la corporación americanaes menor que en ningún momento desdela Gran Depresión. Al comercio

norteamericano y a la profesióncontable se les está exigiendo unajustificación total de casi todo lo quehacemos… La actuación de lascorporaciones está siendo valoradacon nuevos tipos de medida».

Tendencias similares se aprecian enEscandinavia, Europa Occidental eincluso, sotto voce, en las nacionesindustriales socialistas. En Japón —como dice la revista oficial de Toyota—«está adquiriendo creciente fuerza unmovimiento ciudadano de un tipo jamásvisto en Japón, un movimiento quecritica la forma en que lascorporaciones rompen la vidacotidiana».

Ciertamente, muchas corporacioneshan sido objeto de encarnizados ataquesen otros momentos de su historia. Peroel actual clamor de quejas escrucialmente distinto y surge de losnuevos valores y presunciones de lacivilización de la tercera ola, no delagonizante pasado industrial.

Durante toda la Era de la segundaola se ha considerado a lascorporaciones como unidadeseconómicas, y los ataques dirigidoscontra ellas se han centradoesencialmente en temas económicos. Loscríticos las censuraban por pagar poco alos obreros, cobrar demasiado a losclientes, formar consorcios para la

fijación de precios, fabricar mercancíasde mala calidad y otras miltransgresiones económicas. Pero, poragresivos que se mostraran, la mayoríade estos críticos Aceptaban la definiciónque la corporación se daba a sí misma:compartían el Concepto de lacorporación como una unidadintrínsecamente económica.

Los actuales críticos de lacorporación parten de una premisacompletamente distinta. Atacan elartificial divorcio existente entre laeconomía y la política, la moral y lasotras dimensiones de la vida. Vanhaciendo responsable a la corporación,no sólo de su actuación económica, sino

también de sus efectos secundariossobre todo: desde la contaminaciónatmosférica, hasta el stress delejecutivo. Las corporaciones son, así,atacadas por envenenamiento deamianto, por utilizar poblaciones pobrescomo conejillos de Indias en las pruebasde medicamentos, por distorsionar eldesarrollo del mundo no industrial, porracismo y sexismo, por su reserva y susengaños. Son puestas en la picota porrespaldar regímenes o Partidos políticosmal vistos, desde los generales fascistasde Chile y los racistas de África del Sur,hasta el Partido comunista de Italia. Loque está aquí en cuestión no es si talesacusaciones se hallan justificadas,

como, en efecto, ocurre con demasiadafrecuencia. Es mucho más importante elconcepto de corporación que implican.Pues la tercera ola trae consigo lademanda, cada vez más insistente, deuna clase completamente nueva deinstitución… una corporación cuyaresponsabilidad no se limite ya aobtener un beneficio o a producirbienes, sino que, al mismo tiempo,contribuya a la Solución de problemasecológicos, morales, políticos, raciales,sexuales y sociales extremadamentecomplejos.

En vez de aferrarse a una funcióneconómica rígidamente especializada, laCorporación, espoleada por las críticas,

las leyes y sus propios e inquietosejecutivos, se está convirtiendo en unainstitución de objetivos múltiples.

Un pentágono de presiones

XIX DESCIFRANDO

LAS NUEVASREGLAS

En millones de hogares de la clasemedia se representa un drama ritual: elhijo o hija recientemente graduado llegatarde a cenar, gruñe, tira al suelo losanuncios en que ofrecen empleos yproclama que trabajar de nueve a cincoes una degradante estupidez. Ningún serhumano con una brizna de dignidad sesometería al régimen «de nueve a

cinco».Entran los padres.El padre, recién llegado de su

empleo de nueve a cinco, y la madre,exhausta y deprimida tras el pago de laúltima remesa de facturas, estánconsternados. Ya Otras veces hanpasado por esta situación. Habiendovivido épocas buenas y épocas malas,sugieren un empleo seguro en una grancorporación. El joven suelta una risitaburlona. Las compañías pequeñas sonmejores. Ninguna compañía es la mejorde todas. ¿Ampliar sus estudios? ¿Paraqué? ¡Es una terrible pérdida de tiempo!

Horrorizados, los padres ven cómosus sugerencias son rechazadas una tras

otra. Su frustración crece hasta que, alfin, articulan el último lamento parental:¿Cuándo vas a enfrentarte con el mundoreal?

Estas escenas no se limitan a loshogares acomodados de los EstadosUnidos, ni aun de Europa. Mogolesempresariales japoneses refunfuñan,mientras toman su saké, acerca de larápida decadencia de la ética del trabajoy la lealtad a la Corporación, sobre lapuntualidad industrial y la disciplinaentre los jóvenes. Incluso en la UniónSoviética, los padres de la clase mediase ven enfrentados, desafíos semejantespor parte de la juventud.

¿Es, simplemente, otro caso de

épater les parents… el tradicionalconflicto generacional? ¿O hay aquí algonuevo? ¿Puede ser que los jóvenes y suspadres no estén hablando del mismo«mundo real»?

El hecho es que no nos hallamospresenciando meramente la clásicaconfrontación entre jóvenes románticosy adultos realistas. Pero lo que antes erarealista puede no serlo ya. Pues elcódigo básico de comportamiento quecontiene las reglas básicas de la vidasocial está cambiando rápidamente amedida que avanza la tercera ola.

Hemos visto cómo la segunda olatrajo consigo un «código» de principioso normas que regían el comportamiento

cotidiano. Principios tales comosincronización, uniformización omaximización eran aplicados en elcomercio, en el Gobierno y en una vidacotidiana obsesionada por lapuntualidad y los horarios.

En la actualidad está haciendo suaparición un contracódigo… nuevasreglas básicas para la nueva vida queestamos construyendo sobre unaeconomía desmasificada, sobre mediosde comunicación desmasificados, sobrenuevas estructuras familiares ycorporativas. Muchas de las batallas,aparentemente absurdas, entre jóvenes yviejos, así como otros conflictos quetienen lugar en nuestras aulas, salas de

juntas y círculos políticos no son, enrealidad, sino enfrentamientos sobre quécódigo ha de aplicarse.

El nuevo código ataca directamentegran parte de aquello en que se haenseñado a creer a la persona de lasegunda ola, desde la importancia de lapuntualidad y la sincronización, hasta lanecesidad de conformidad yuniformización. Pone en tela de juicio lapresunta eficiencia de la centralización yla profesionalización. Nos fuerza areconsiderar nuestra convicción de quelo más grande es mejor y nuestrasnociones de «concentración».Comprender este nuevo código, y cómose opone al antiguo, es comprender al

instante muchos de los conflictos, deotro modo desconcertantes, que searremolinan a nuestro alrededor,agotando nuestras energías yamenazando nuestro poder, prestigio osalario personales.

El final del «nueve acinco»

Tomemos el caso de los padresfrustrados. Como hemos visto, lacivilización de la segunda ola sincronizóla vida cotidiana, enlazando los ritmos

del sueño y la vigilia, del trabajo y eljuego, al subyacente latido de lasmáquinas. Educados en estacivilización, los padres dan por sentadoque es preciso sincronizar el trabajo,que todo el mundo debe llegar al mismotiempo a su puesto de trabajo, que elcongestionado tráfico de las horas puntaes inevitable, que se deben establecerhoras fijas de comidas y que hay queinculcar a los niños, desde su mástemprana edad, la atención al tiempo yla puntualidad. No pueden comprenderpor qué sus hijos parecen tanirritantemente indiferentes alcumplimiento de las citas y por qué, siel trabajo de nueve a cinco (o el trabajo

durante cualquier otro período fijo) eralo suficientemente bueno en el pasado,sus hijos tienen que considerarlo depronto intolerable.

La razón es que la tercera ola, alavanzar, trae consigo un sentidocompletamente distinto del tiempo. Si lasegunda ola enlazó la vida con el ritmode la máquina, la tercera ola rechazaesta sincronización mecánica, alteranuestros ritmos sociales más básicos y,al hacerlo, nos libera de la máquina.

Una vez que comprendemos esto, noes sorprendente que una de lasinnovaciones que con más rapidez seextendieron en la industria durante ladécada de 1970 fuera el «horario

flexible», un sistema que permite a lostrabajadores, dentro de ciertos limitespredeterminados, elegir sus propiashoras de trabajo. En vez de exigir quetodo el mundo llegue al mismo tiempo ala puerta de la fábrica o a la oficina, oincluso a horas escalonadas previamentefijadas, la Compañía que opera sobre labase del horario flexible establececiertas horas básicas durante las cualesdebe hallarse presente todo el mundo yespecifica otras horas como flexibles.Cada empleado puede elegir cuáles delas horas flexibles desea dedicar altrabajo.

Esto significa que una «personadiurna» —una persona cuyos ritmos

biológicos le despiertan rutinariamente auna hora temprana de la mañana—puede elegir acudir al trabajo a las ochode la mañana, por ejemplo, mientras queuna «persona nocturna», cuyometabolismo es diferente, puede elegirempezar su trabajo a las diez o las diezy media. Ello significa que un empleadopuede tomarse tiempo libre para atenderfaenas caseras, o ir de compras, o llevarun hijo al médico. Grupos detrabajadores que deseen ir juntos a labolera a primera hora de la mañana o aúltima de la tarde pueden fijarconjuntamente sus horarios para hacerloposible. En resumen, el tiempo mismoestá siendo desmasificado.

El movimiento en favor del horarioflexible comenzó en 1965, cuando unaeconomista de Alemania, ChristelKámmerer, lo recomendó como unmedio para llevar más madres almercado de trabajo. En 1967,Messerschmitt-Bólkow-Blohm, laDeutsche Boeing, descubrió que muchosde sus empleados llegaban tarde altrabajo agotados por la lucha contra eltráfico de las horas punta. La direcciónrealizó un cauteloso experimentopermitiendo que dos mil trabajadoresprescindieran del rígido horario de ochoa cinco y eligiesen sus propias horas. Alcabo de dos años, la totalidad de susdoce mil empleados practicaban el

horario flexible, y algunosdepartamentos incluso habían suprimidola exigencia de que todo el mundo sehallase presente durante las horascentrales.

En 1972, la revista Europainformaba que «…en unas dos milempresas de Alemania Occidental, elconcepto nacional de la rígidapuntualidad se ha desvanecido porcompleto. La razón es la introduccióndel Gleitzeit, es decir, horas«deslizantes» o «flexibles». Para 1977,la cuarta parte de toda la fuerza detrabajo de la Alemania Occidental, másde cinco millones de empleados en total,practicaban una u otra forma de horario

flexible, y el sistema estaba siendoutilizado por 22.000 empresas, quecomprendían una cifra estimada decuatro fe millones de trabajadores, enFrancia, Finlandia, Dinamarca, Suecia,Italia y Gran Bretaña. En Suiza, entre el15 y el 20% de todas las firmasindustriales habían adoptado el nuevosistema para la totalidad o parte de sufuerza laboral.

Las empresas multinacionales(importante vehículo de difusión culturalen el mundo de hoy) no tardaron enexportar el sistema desde Europa.Nestlé y Lufthansa, por ejemplo, lointrodujeron en sus operaciones enEstados Unidos. Para 1977, según un

informe preparado para la AmericanManagement Association por el profesorStanley Nollen y la asesora VirginiaMartin, el 13% de todas las Compañíasestadounidenses estaban utilizando elhorario flexible. Al cabo de unos años—predicen—, el número alcanzará el17%, que representará un total de másde ocho millones de trabajadores. Entrelas empresas norteamericanas queprueban sistemas de horario flexiblefiguran gigantes tales como Scott Paper,Banco de California, General Motors,Bristol Myers y Equitable Life.

Algunos de los sindicatos másantiguos — presentadores del statu quode la segunda ola— han titubeado. Pero

los trabajadores individuales ven elhorario flexible, por lo general, comouna influencia liberadora. Dice eldirector de una Compañía de Seguroscon sede en Londres: «Las casadasjóvenes quedaron totalmenteencantadas del cambio.» Un estudiorealizado en Suiza llegó a la conclusiónde que lo aprueban el 95% de lostrabajadores afectados. El 35% —máshombres que mujeres— dicen que ahorapasan más tiempo con su familia.

Una madre negra que trabajaba paraun Banco de Boston estaba a punto deser despedida porque —aunque buenatrabajadora en otros aspectos—continuamente llegaba tarde a la oficina.

Su falta de puntualidad reforzaba losestereotipos racistas de «pocaformalidad» y «pereza» de lostrabajadores negros. Pero cuando suoficina adoptó el horario flexible, dejóde considerársela impuntual. Resultó —informó el sociólogo Alian R. Cohén—«que había estado llegando tardeporque tenía que dejar a su hijo en unaguardería y nunca podía presentarse ala hora de empezar el trabajo».

Por su parte, los empresariosinforman que la productividad aumenta,el absentismo se reduce y se dantambién otros beneficios. Existen,naturalmente, problemas, como ocurrecon cualquier innovación, pero, según el

estudio realizado por AMA, sólo el 2%de las Compañías que hanexperimentado el horario flexible hanretornado a la antigua estructura dehorario rígido. Un directivo deLufthansa resumió sucintamente lacuestión: «Ahora ya no existenproblemas de puntualidad.»

La gorgona insomne

Pero el horario flexible, aunqueampliamente divulgado, constituyesolamente una pequeña parte de la

restructuración general del tiempo que latercera ola lleva consigo. Estamospresenciando también un cambio haciauna mayor cantidad de trabajo nocturno.Y esto se está dando no tanto en losadicionales centros fabriles como Akrono Baltimore —que siempre han tenidoChuchos trabajadores en turnos de noche— cuanto en el sector, en rápidaexpansión, de los servicios y en lasavanzadas industrias basadas en loscomputadores.

«La ciudad moderna —declara elperiódico francés Le Monde— es unagorgona que nunca duerme y en laque… una creciente proporción de losciudadanos trabajan fuera de los

[normales] ritmos diurnos.» En lasnaciones tecnológicas, el número detrabajadores nocturnos oscilaactualmente entre el 15 y el 25% detodos los empleados. En Francia, porejemplo, el porcentaje ha faltado desdesólo el 12% en 1957, hasta el 21% en1974. En los Estados Unidos, el númerode trabajadores de jornada completanocturna aumentó en un 13% en elperíodo comprendido entre 1974 y1977; el total, incluyendo a los dejornada parcial, alcanzó los trecemillones y medio.

Más espectacular aún ha sido laextensión del trabajo en régimen dejornada parcial… y la activa preferencia

que por él han expresado gran númerode personas. En la zona de Detroit seestima que el 65% de la fuerza total detrabajo en los grandes almacenes «J. L.Hudson» se compone de personascontratadas a jornada parcial. PrudentialInsurance tiene unos 1.600 empleados ajornada parcial en sus oficinas de losEstados Unidos y Canadá. En conjuntoexiste actualmente en los EstadosUnidos un trabajador de jornadareducida por cada cinco de jornadacompleta, y el número de quienes siguenla jornada parcial ha crecido dos vecesmás de prisa que los de jornadacompleta desde 1954.

Ha avanzado tanto este proceso, que

un estudio realizado en 1977 por variosinvestigadores de la universidad deGeorgetown sugería que en lo futurocasi todos los puestos de trabajopodrían ser de jornada reducida.Titulado Permanent Part-TimeEmployment: The Manager’sPerspective, el estudio abarcaba 68corporaciones, más de la mitad de lascuales utilizaban ya empleados dejornada parcial. Más notable aún es elhecho de que en los últimos veinte añosse ha duplicado el porcentaje detrabajadores desempleados que deseanun puesto de trabajo en régimen dejornada reducida.

Esta proliferación de puestos de

trabajo con jornada parcial esparticularmente bien acogida por lasmujeres, por personas de edad y por lossemijubilados, así como por muchosjóvenes que están dispuestos aconformarse con un sueldo menor acambio de tiempo para practicar suspropias aficiones, actividadesdeportivas, religiosas, artísticas opolíticas.

Por tanto, vemos que existe unaruptura fundamental con lasincronización de la segunda ola. Lacombinación de horario flexible,jornada parcial y trabajo Nocturnosignifica que cada vez es mayor elnúmero de personas que trabajan fuera

del sistema de «nueve a cinco» (o decualquier horario fijo), y que lasociedad entera se está desplazando a larealización de operaciones a todo lolargo de las veinticuatro horas del día.

Mientras tanto, nuevos hábitos deconsumo surgen también paralelos a loscambios operados en la estructuratemporal de la producción. Obsérvese,por ejemplo, la proliferación desupermercados que permanecen abiertostoda la noche. «¿Se convertirá elcomprador de las cuatro de lamadrugada, considerado durante muchotiempo como un típico ejemplarcaliforniano, en característica normal dela vida en el menos extravagante Este?»,

pregunta el New York Times, Larespuesta es un rotundo: «¡Sí!»

El portavoz de una cadena desupermercados del Este de los EstadosUnidos, dice que su Compañíamantendrá abiertos toda la noche susestablecimientos porque «la gentepermanece levantada hasta más tardeque antes». El cronista del Times sepasa una noche en un supermercadotípico e informa de los variados clientesque aprovechan la hora avanzada: uncamionero cuya mujer está enferma hacela compra para su familia de seismiembros; una joven que acude a unacita para después de la medianoche, sedeja caer por allí para comprar una

tarjeta de felicitación; un hombre quepermanece levantado con una hijaenferma, entra apresuradamente paracomprarle un banjo de juguete y sedetiene a comprarle también un hibachi;una mujer entra después de su clase decerámica para hacer la compra de lasemana; un motociclista llega a las tresde la madrugada para comprar unabaraja; dos hombres se acercan alamanecer de paso que van a pescar…

Las horas de las comidas se venafectadas también por estos cambios yquedan similarmente desincronizadas.La gente no come ya al mismo tiempo,como hacía antes la mayoría. La rígidapauta de tres comidas diarias se quiebra

a medida que van surgiendoestablecimientos de comidas rápidasque sirven miles de millones de comidasa todas horas. La audiencia de laTelevisión cambia también, mientras losprogramadores idean programasespecíficamente dirigidos a «adultosurbanos, trabajadores nocturnos ypersonas simplemente aquejadas deinsomnio». Entretanto, los Bancos,abandonan sus famosas «horas deoficina».

El gigantesco Citibank de Manhattananuncia en la Televisión su nuevosistema bancario automatizado: «Estáusted a punto de presenciar el alborearde una revolución en la Banca. Se trata

del nuevo servicio de veinticuatrohoras de Citibank… donde puede ustedrealizar la mayor parte de susoperaciones bancarias en cualquiermomento en que lo desee. Así, si DonSlater quiere comprobar su saldo aldespuntar el alba, puede hacerlo. YBrian Holland puede transferir dinerode sus ahorros a su cuenta corriente encualquier momento en que lo desee…Usted sabe y yo sé que la vida no sedetiene a las tres de la tarde de lunes aviernes… El «Citi» nunca duerme.»

Por lo tanto, si volvemos la vistahacia la forma en que nuestra sociedadtrata ahora el tiempo, encontramos unasutil, pero poderosa desviación de los

ritmos de la segunda ola y la puesta enmarcha hacia una nueva estructuratemporal en nuestras vidas. De hecho, loque está sucediendo es unadesmasificación del tiempo, que correparejas con la desmasificación de otrascaracterísticas de la vida social amedida que avanza la tercera ola.

Horarios de amigos

Estamos sólo empezando a sentir lasconsecuencias de esta restructuracióndel tiempo. Por ejemplo, si bien la

creciente individualización de las pautastemporales hace, ciertamente, menosoneroso el trabajo, puede tambiénintensificar la soledad y el aislamientosocial. Si amigos, amantes y familiarestrabajan todos a horas diferentes, y no seinstauran nuevos servicios paraayudarles a coordinar sus horariospersonales, resulta cada vez más difícilorganizar entre ellos un contacto socialdirecto. Los viejos centros sociales —elbar de la esquina, del salón parroquial,la hermandad colegial— estánperdiendo su tradicional importancia. Ensu lugar es preciso inventar nuevasinstituciones de la tercera ola parafacilitar la vicia social.

Por ejemplo, se puede imaginar sindificultad un nuevo serviciocomputadorizado que no sólo lerecuerde a uno sus propias citas, sinoque almacene los horarios de diversosamigos y familiares, de tal modo que,oprimiendo un botón, cada persona de lared social pueda averiguar dónde ycuándo estarán sus amigos y conocidos ypueda tomar las disposicionesconsiguientes. Pero se necesitaránfacilitadores sociales mucho másimportantes.

La desmasificación del tiempo tienetambién otras consecuencias. Porejemplo, podemos empezar a ver ya susefectos en el transporte. La insistencia

de la segunda ola en rígidos horarios detrabajo impuestos de forma general,trajo consigo el característicoapiñamiento de las horas punta. Ladesmasificación del tiempo redistribuyelas corrientes del tráfico tanto en elespacio como en el tiempo.

De hecho, una primera y elementalforma de juzgar hasta dónde ha avanzadola tercera ola en cualquier comunidad escontemplar las corrientes del tráficorodado. Si las horas punta continúandensamente recargadas, y si todo eltráfico se desplaza en un sentido por lamañana y regresa en sentido contrario al«anochecer, todavía prevalece lasincronización de la segunda ola. Si el

tráfico fluye durante todo el día, comoocurre en número cada vez mayor deciudades, y se mueve en todasdirecciones, y no simplemente de unlado a otro, puede darse por seguro quehan echado raíces industrias de latercera ola; que los trabajadores delsector servicios superan en número a lostrabajadores fabriles; que ha empezadoa extenderse el horario flexible; quepredominan la jornada parcial; y eltrabajo nocturno y que no se quedaránatrás servicios de funcionamientomantenido durante toda la noche, como,por ejemplo, Bancos, surtidores degasolina y restaurantes. El cambio haciahorarios más flexibles y personalizados

reduce también los costes energéticos yla contaminación nivelando los puntosmáximos de gasto. Compañías eléctricasde una docena de Estados están ahorautilizando tarifas «diurnas» paraabonados industriales y residencialescon el fin de disuadir del uso de energíadurante las tradicionales horas punta,mientras que el Departamento deProtección Ambiental de Connecticut hainstado a las empresas a instaurar elhorario flexible como medio de cumplirlos requisitos ambientales federales.

Estas son algunas de las másevidentes implicaciones del cambiotemporal. A medida que el proceso vayadesarrollándose durante los años y

décadas próximos, veremosconsecuencias mucho más poderosas yno imaginadas aún. Las nuevas pautastemporales afectarán a nuestros ritmoscotidianos en el hogar. Afectarán anuestro arte. Afectarán a nuestrabiología. Pues cuando nos referimos altiempo, nos referimos a la totalidad dela experiencia humana.

Computadores ymarihuana

Estos ritmos de la tercera ola

dimanan de profundas fuerzaspsicológicas, económicas ytecnológicas. A un nivel surgen de lamodificada naturaleza de la población.Las personas de hoy —más acomodadase instruidas que sus padres y situadasante más elecciones vitales— rehusan,simplemente, ser masificadas. Cuantomás difieren entre sí las personas por loque se refiere al trabajo que hacen o alos productos que consumen, más exigenser tratados como individuos… y másresistencia oponen a horariossocialmente impuestos.

Pero a otro nivel se puede detectarel origen de los nuevos y máspersonalizados ritmos de la tercera ola

en una amplia gama de tecnologías queestán penetrando en nuestras vidas. Lasvideo-cassettes y grabadorastelevisivas, por ejemplo, permiten a lostelevidentes grabar programas en elmomento en que se están emitiendo, ycontemplarlos en las ocasiones quequieran. Escribe el columnista StevenBrill: «Dentro de los próximos dos otres años, la Televisión dejará,probablemente, de imponer loshorarios ni aun de los más acérrimosteleadictos.» El poder de las grandesredes de televisión —las NBC, las BBCo las NHK— de sincronizar la audienciaestá tocando a su fin.

También el computador está

empezando a remoldear nuestroshorarios e incluso nuestras concepcionesdel tiempo. De hecho, es el computadorlo que ha hecho posible el horarioflexible en grandes organizaciones. Ensu forma más simple, facilita elcomplejo entretejimiento de miles dehorarios flexibles, personalizados. Perotambién altera nuestras pautas decomunicación en el tiempopermitiéndonos acceder a los datos eintercambiarlos tanto «sincrónicamente»(es decir, simultáneamente) como«asincrónicamente».

Lo que eso significa queda ilustradopor el creciente número de usuarios decomputadores que practican en la

actualidad las conferencias porcomputador.

Esto permite a un grupo comunicarsecon otro por medio de terminalesinstalados en sus hogares o en susoficinas. Actualmente, unos 660científicos, futuristas, planeadores yeducadores de varios países sostienenentre sí prolongados debates sobreenergía, economía, descentralización osatélites espaciales a través de lo que seconoce con el nombre de SistemaElectrónico de Intercambio deInformación. Teleimpresores y pantallasde video instalados en sus hogares yoficinas permiten optar entrecomunicación instantánea y

comunicación aplazada. Situados amuchas zonas horarias de distancia,cada usuario puede elegir enviar orecuperar datos cuando sea másconveniente. Una persona puede trabajara las tres de la madrugada si así leapetece. Alternativamente, variaspueden coger línea al mismo tiempo siasí lo deciden. Pero el efecto que elcomputador produce en el tiempo esmucho más profundo, influyendo inclusoen la forma en que pensamos acerca deél. El computador introduce un nuevovocabulario (con términos como«tiempo-real», por ejemplo) queclarifica, designa y reconceptualizafenómenos temporales. Empieza a

sustituir al reloj como el más importanteinstrumento marcador del tiempo ofijador del ritmo en la sociedad.

Las operaciones del computador serealizan tan rápidamente, queprocesamos de manera rutinaria losdatos a través del computador en lo quepodría denominarse «tiemposubliminal» —intervalos demasiadobreves para que los detecten lossentidos humanos o para que se adaptena ellos los tiempos de facción nerviosahumana—. Tenemos ahorateleimpresores operados porcomputador capaces de producir entrediez mil y veinte mil líneas por minuto,velocidad más de doscientas veces

superior a la que nadie puede utilizarpara leerlas, y esto es sólo la parte máslenta de los sistemas de computadores.En un período de veinte años, loscientíficos de computadores han pasadode hablar en términos de milisegundos(milésimas de segundo) a nanosegundos(milmillonésimas de segundo, unacompresión del tiempo que escapa casia nuestra capacidad imaginativa). Escomo si la vida laboral entera de unapersona de, por ejemplo, 80.000 horaspagadas —2.000 horas anuales durantecuarenta años— pudiera ser comprimidaen el simple lapso de 4,8 minutos. “ Másallá del computador encontramostambién otras tecnologías o productos

que contribuyen a la desmasificación deltiempo. Drogas que influyen en el estadode ánimo (por no hablar de lamarihuana) alteran la percepción deltiempo CD nuestro interior. A medidaque vayan apareciendo drogas de estetipo mucho Vas sofisticadas, es probableque, para bien o para mal, inclusonuestro sentido interior del tiempo,nuestra experiencia de duración, se tornemás individualizado y menosuniversalmente compartido.

Durante la civilización de la segundaola, las máquinas se hallaban toscamentesintonizadas una con otra, y las personasde la cadena de producción eran luegosincronizadas con las máquinas, con

todas las innumerables consecuenciassociales que derivaban de este hecho.En la actualidad, la sincronización de lamáquina ha alcanzado niveles tanexquisitamente elevados, y la velocidadde incluso los trabajadores humanos másrápidos resulta, en comparación, tanridículamente lenta, que se puedenobtener extraordinarios beneficios de latecnología, no acoplando trabajadores ala máquina, sino desacoplándolos deella.

Dicho de otra manera: durante lacivilización de la segunda ola, lasincronización de la máquinaencadenaba a los humanos a lasaptitudes de la máquina y aprisionaba

toda su vida social en un marco común.Así lo hizo, por igual, en las sociedadescapitalistas y en las socialistas. Ahora,al hacerse más precisa la sincronizaciónde la máquina, los humanos, en vez dequedar aprisionados, sonprogresivamente liberados.

Una de las consecuenciaspsicológicas de esto es un cambio de lapuntualidad en nuestras vidas. Nosestamos moviendo ahora de unapuntualidad genérica a una puntualidadselectiva o situacional. Llegar a tiempo—como nuestros hijos quizá percibenborrosamente— no significa ya lo quesignificaba antes.

Como hemos visto, la puntualidad no

era terriblemente importante durante lacivilización de la primera ola,fundamentalmente porque el trabajoagrícola no era altamenteinterdependiente. Con la llegada de lasegunda ola, el retraso de un trabajadorpodía dislocar inmediata ydramáticamente el trabajo de muchosotros en la fábrica o la oficina. De ahí laenorme presión cultural para asegurar lapuntualidad.

En la actualidad, como la tercera olatrae consigo horarios personalizados, enlugar de horarios universales omasificados, las consecuencias de llegartarde están menos claras. Llegar tardepuede producir contrariedad a un amigo

o un compañero de trabajo, pero suserectos disruptores sobre la producción,aunque potencialmente graves en ciertospuestos, van siendo cada vez menosevidentes. Resulta más difícil —especialmente a los jóvenes —distinguir cuándo es realmenteimportante la puntualidad y cuándo esexigida por la simple fuerza de lacostumbre, la cortesía o el ritual. Lapuntualidad continúa siendo vital enalgunas situaciones; pero, a medida quese extiende el computador y la gentetiene posibilidad de acoplarse a cicloshorarios distintos, disminuye el númerode trabajadores cuya eficacia dependede ella.

El resultado es menos presión paraque se llegue «a tiempo» y la difusiónentre los jóvenes de actitudes másdespreocupadas con relación al tiempo.La puntualidad, como la moralidad, setorna situacional.

En resumen: a medida que avanza latercera ola, desafiando la vieja formaindustrial de hacer las cosas, cambia larelación con el tiempo de la civilizaciónentera. Está desapareciendo la viejasincronización mecánica que destruíatanto de la espontaneidad y la alegría devivir y simbolizaba virtualmente lasegunda ola. Los jóvenes que rechazanel régimen «de nueve a cinco», que sonindiferentes a la puntualidad clásica,

quizá no comprendan por qué secomportan como lo hacen. Pero eltiempo mismo ha cambiado en el«mundo real», y, junto con él, nosotroshemos cambiado las reglas básicas queantaño nos regían.

La mentepostuniformizada

La tercera ola no se limita a alterarlas pautas de sincronización de lasegunda ola. Ataca también otracaracterística básica de la vida

industrial: la uniformización.El código oculto de la sociedad de

la segunda ola estimulaba unaarrolladora uniformización de muchascosas, desde valores, pesos, distancias,medidas, tiempo y monedas, hastaproductos y precios. Los hombres denegocios de la segunda ola seesforzaban y algunos se siguenesforzando, por hacer idénticos todossus productos.

Según hemos visto, los hombres denegocios saben cómo individualizar (porcontraposición a uniformizar) al costemás bajo, y encuentran ingeniososmedios de aplicar la tecnología másreciente a la individualización de

productos y servicios. En el empleo vadisminuyendo el número de trabajadoresque realizan labores idénticas a medidaque aumenta la variedad deocupaciones. Los salarios y beneficiosmarginales empiezan a variar más de untrabajador a Otro. Los propiostrabajadores van haciéndose másdiferentes entre sí, y, puesto que ellos (ynosotros) son también consumidores, lasdiferencias se trasladan inmediatamenteal mercado.

El alejamiento de la tradicionalproducción en serie se ve asíacompañado por una paraleladesmasificación de los mercados, eltráfico comercial y el consumo. Los

consumidores empiezan a realizar suselecciones no sólo porque un productocumple una específica función material opsicológica, sino también por la formaen que se adecua a la configuración, másamplia, de los productos y servicios queellos exigen. Estas configuracionesacusadamente individualizadas sontransitorias, como lo son lo estilos devida que contribuyen a definir. Elconsumo, como la producción, se tornaconfiguracional. La producciónpostuniformizada trae consigo elconsumo postuniformizado.

Incluso los precios, uniformizadosdurante el período de la segunda ola,empiezan a ser menos uniformes ahora,

ya que los productos individualizadosrequieren precios tambiénindividualizados. El precio de unautomóvil depende del particularconjunto de opciones seleccionadas; elde un equipo de alta fidelidad depende,similarmente, de las unidades quecontiene y de cuánto desea el compradorque funcione; los precios de aviones,torres perforadoras marinas, buques,computadores y otros productos de altatecnología varían de una unidad a otra.

Tendencias similares vemos en lapolítica. Nuestras ideas se singularizancrecientemente a medida que elconsenso se desmorona en una nacióntras otra y surgen miles de grupos, cada

uno de los cuales lucha por suslimitados, y a menudo temporales,conjuntos de objetivos. A su vez, lacultura misma se va desinformizandoprogresivamente.

Vemos así la desintegración de lamentalidad de masa, a medida que vanentrando en acción los nuevos medios decomunicación descritos en el capítuloXIII. La desmasificación de los mediosde comunicación —el auge deminirrevistas, periódicos de distribuciónexclusiva a suscriptores ycomunicaciones en pequeña escala y, amenudo, por procedimientos dexerocopia, junto con la generalizacióndel cable, la cassette y el computador—

hace saltar en pedazos la uniformizadaimagen del mundo propagada por lastecnologías de comunicaciones de lasegunda ola e inyecta en la sociedad unagran diversidad de imágenes, ideas,símbolos y valores. No sólo estamosusando productos individualizados,estamos usando símbolos diversos paraindividualizar nuestra concepción delmundo.

Art News resumió las ideas deDieter Honisch, director de la GaleríaNacional de Berlín Occidental: «Lo quese admira en Colonia puede no seraceptado en Munich, y un éxito enStuttgart puede no impresionar alpúblico de Hamburgo. Regido por

intereses regionales, el país estáperdiendo su sentido de culturanacional.»

Nada pone más nítidamente derelieve este proceso dedesuniformización cultural que unreciente artículo de Christianity Today,una destacada voz del protestantismoconservador en América. Escribe eldirector: «Muchos cristianos parecenconfusos por la existencia de tantastraducciones diferentes de la Biblia.Tiempo atrás, los cristianos no seenfrentaban a tantas opciones.» Y vieneentonces la frase definitiva:«Christianity Today recomienda queninguna versión sea considerada

modélica o standard.” Aun dentro de losangostos límites de la traducciónbíblica, como en la religión en general,se está desvaneciendo la idea de unmodelo único. Nuestras ideas religiosas,como nuestros gustos, se están haciendomenos estereotipados y uniformizados.

El efecto final es alejarnos de lasociedad huxleiana u orvelliana dedesindividualizados humanoides sinrostro que sugeriría una extensión de lastendencias de la segunda ola y, en lugarde ello, llevarnos hacia una profusión deestilos de vida y hacia personalidadesmás altamente individualizadas. Estamospresenciando el surgimiento de una«mente postuniformizada» y de un

«público postuniformizado».Esto acarreará sus propios

problemas sociales, psicológicos yfilosóficos, algunos de los cuales losestamos ya percibiendo en la soledad yel aislamiento social en que noshallamos inmersos, pero sonespectacularmente distintos de losproblemas de conformidad masiva quenos acosaban durante la era industrial.

Como la tercera ola no se haimpuesto aún en la mayor parte de lasnaciones técnicamente avanzadas,seguimos sintiendo la tracción depoderosas corrientes de la segunda ola.Estamos todavía completando algunosde los asuntos inconclusos de la segunda

ola. Por ejemplo, la edición de libros encartoné en los Estados Unidos, quedurante mucho tiempo ha constituido unaindustria atrasada, está llegando ahora ala fase de comercialización masiva quela edición de libros de bolsillo y otrasindustrias de consumo alcanzaron hacemás de una generación. Otrosmovimientos de la segunda ola parecencasi quijotescos, como el que propugna,en esta avanzada fase, la adopción delsistema métrico decimal en los EstadosUnidos para adecuar las unidades demedida inglesa a las utilizadas enEuropa. Y otros derivan de laconstrucción de un imperio burocrático,como el esfuerzo de los tecnócratas del

Mercado Común en Bruselas por«armonizar» todo, desde los espejosretrovisores de los automóviles, hastalos títulos académicos… siendo eltérmino «armonización» la palabrautilizada en la jerga oficialesca actualpara designar la uniformización de estiloindustrial.

Existen, por último, movimientosdestinados, literalmente, a atrasar elreloj, como el movimiento de vuelta a lobásico de las escuelas norteamericanas.Legítimamente irritado por el desastrede la educación colectiva, no comprendeque una sociedad desmasificadarequiere nuevas estrategias educativas,sino que, en lugar de ello, trata de

restaurar e imponer en las escuelas launiformidad característica de la segundaola.

Sin embargo, todos estos intentos deconseguir la uniformidad son,esencialmente, las acciones deretaguardia de una civilización gastada.El cambio de la tercera ola apunta haciauna mayor diversidad, no hacia unamayor uniformización de la vida. Y estoes tan cierto referido a ideas,convicciones políticas, proclividadessexuales, métodos educativos, modalesen la mesa, concepciones religiosas,actitudes étnicas, gustos musicales,modas y formas familiares, como lo esreferido a la producción automatizada.

Hemos llegado a un punto deinflexión histórico, y la uniformización,otro de los principios dominantes de lacivilización de la segunda ola, estásiendo sustituido.

La nueva matriz

Tras haber visto lo rápidamente quenos estamos apartando de lasincronización y la uniformizacióntípicas del estilo industrial, a nadiepuede sorprenderle que estemos dandotambién una nueva redacción a otras

secciones del código social.Hemos visto que, si bien todas las

sociedades necesitan cierto grado decentralización y, al mismo tiempo, dedescentralización, la civilización de lasegunda ola manifestaba una acusadatendencia favorable a aquélla y contrariaa ésta. Los Grandes Uniformizadoresque ayudaron a construir elindustrialismo caminaban del brazo delos Grandes Centralizadores, desdeHamilton y Lenin, hasta Roosevelt.

Hoy se aprecia con toda claridad unbrusco giro en dirección contraria. Estánsurgiendo nuevos partidos políticos,nuevas técnicas de dirección y nuevasfilosofías que atacan explícitamente las

premisas centralistas de la segunda ola.Desde California hasta Kiev, ladescentralización se ha convertido enuna ardiente cuestión política.

En Suecia, una coalición depequeños partidos, en su mayor partedescentralistas, hizo caer al Gobierno delos socialdemócratas, que ocupaban elpoder desde hacía 44 años. Durante losúltimos años, Francia se ha vistosacudida por enconadas luchas en tornoa la descentralización y el regionalismo,mientras que al otro lado del Canal losnacionalistas escoceses incluyen ahoraun sector que preconiza una «radicaldescentralización económica». Sepueden identificar movimientos

políticos similares en varios otroslugares de la Europa Occidental,mientras que en Nueva Zelanda hasurgido un todavía pequeño Valúes Partyque exige «una expansión de lasfunciones y la autonomía del Gobiernoregional y local… con la consiguientereducción en las funciones y volumendel Gobierno central».

El descentralismo ha encontradotambién apoyo en los Estados Unidos yes, por lo menos, uno de los elementosque atizan la rebelión fiscal que, parabien o para mal, está surgiendo por todoel país. También a nivel municipal, eldescentralismo va cobrando fuerza, altiempo que los políticos locales exigen

«poder de barrio». Proliferan gruposactivistas de barrio, desde ROBBED(Organización de residentes para unmejor y más bello desarrollo ambiental)en San Antonio, hasta CBBB(Ciudadanos para la recuperación deBroadway), en Cleveland, y losBomberos del Pueblo, en Brooklyn.Muchos ven en el Gobierno central deWashington la causa de los maleslocales, más que su remedio potencial.

Según monseñor Geno Baroni,antiguo activista de barrio y de derechosciviles y actual subsecretario de barriosen el Departamento de Vivienda yDesarrollo de los Estados Unidos, esospequeños grupos descentralizados

reflejan la quiebra de la política centraly la incapacidad del Gobierno grandepara hacer frente a la amplia diversidadde condiciones locales. Dice el NewYork Times que los activistas de barrioestán ganando «victorias en Washingtony a todo lo largo del país».

La filosofía descentralista estásiendo difundida, además, en Escuelasde Arquitectura y Planificación, desdeBerkeley y Yale, en los Estados Unidos,hasta la Asociación Arquitectónica, enLondres, donde los alumnos están, entreotras cosas, explorando nuevastecnologías para el control ambiental,calefacción solar o agricultura urbana,con el propósito de lograr que las

comunidades sean parcialmenteautosuficientes en el futuro. El impactode estos jóvenes planificadores yarquitectos se dejará sentir cada vez conmás fuerza en los años próximos, amedida que vayan ocupando puestos deresponsabilidad.

Pero, más importante aún, el término«descentralización» se ha convertidotambién en una especie de consignageneral en el campo de la empresa, ygrandes compañías se apresuran adividir sus departamentos en pequeños ymás autónomos «centros de ganancia».Un caso típico fue la reorganización deEsmark, Inc., una poderosa compañíaque operaba en las industrias

alimentaria, química, petrolífera y deseguros.

«En el pasado —declaró elpresidente de Esmark, Robert Reneker—, nuestro negocio era pesado y difícilde manejar… La única forma en quepodíamos desarrollar un esfuerzocombinado era dividirlo en seccionesmenores.» El resultado: un Esmarkfraccionado en mil «centros deganancia» diferentes, cada uno de ellosresponsable, en gran medida, de suspropias operaciones. «El efecto final —dijo Business Week— es apartar de loshombros de Reneker la toma rutinariade decisiones. La descentralización esevidente en todas partes, menos en los

controles financieros de Esmark.»Lo importante no es Esmark —que,

probablemente, se ha reorganizado másde una vez desde entonces—, sino latendencia general que ilustra. Cientos,quizá miles de Compañías se hallaninmersas también en el proceso decontinua organización, descentralizando,a veces excediéndose y dando marchaatrás, pero reduciendo gradualmente,con el paso del tiempo, el controlcentralizado obre sus operacionescotidianas.

A un nivel más profundo aún, lasgrandes organizaciones están cambiandolas pautas de autoridad que apuntalabanel centralismo. La típica empresa o

agencia gubernamental de la segunda olaestaba organizada en torno al principiode «un hombre, un jefe». Un empleado oun ejecutivo, si bien podía tener muchossubordinados, nunca informaría yrendiría cuentas más que a un únicosuperior.

Este principio significa que todoslos canales de mando confluían en elcentro.

En la actualidad resulta fascinantecontemplar cómo ese sistema sedesploma bajo su propio peso en lasindustrias avanzadas, en los servicios,las profesiones y muchas agenciasgubernamentales. El hecho es que ahoraun número cada vez mayor de personas

tiene más de un único jefe.En El «shock» del futuro, señalaba

que las grandes organizacionesencuadran cada vez más unidadestemporales, como secciones creadaspara un fin concreto y transitorio,comités interdepartamentales y equiposde proyectos. Denominé a. estefenómeno «adhocracia». Desdeentonces, muchas Compañías hanacabado por incorporar estas unidadestransitorias a una estructura formalcompletamente nueva, llamada«organización de matriz». En lugar de uncontrol Centralizado, la organización dematriz emplea lo que se conoce con elnombre de «sistema de mando

múltiple».Conforme a esa ordenación, cada

empleado se halla adscrito a undepartamento e informa a un superior enla manera acostumbrada. Pero estambién asignado uno o más equipospara tareas que no pueden ser realizadaspor un único departamento. Así, untípico equipo de proyecto puede tenerpersonal de fabricación, de ventas, deingeniería, de financiación y de otrosdepartamentos.

Todos los miembros de este equipoinforman al director del proyecto, asícomo a un jefe «regular».

La consecuencia es que, en laactualidad, gran número de personas

deben informar a un jefe con finespuramente administrativos, y a otro (o auna sucesión de otros jefes), a losefectos prácticos de realización deltrabajo. Este sistema permite que losempleados presten atención a más deuna tarea al mismo tiempo. Acelera latransmisión de información y evita queenfoquen los problemas a través de laestrecha rendija de un solodepartamento. Ayuda a la organización areaccionar ante circunstancias diferentesy rápidamente cambiantes. Pero atacaactivamente también el controlcentralizado.

Extendida rápidamente desde lasorganizaciones que primero la

practicaron, tales como GeneralElectric, en los Estados Unidos, ySkandia Insurance, en Suecia, laorganización de estilo matriz seencuentra ahora en todas las actividades,desde hospitales y empresas contables,hasta el Congreso de los Estados Unidos(donde están surgiendo toda clase denuevas y semiformales «juntas deelecciones» y «cámara decompensación» a través de los caucesde los comités). La matriz, en palabrasde los profesores S. M. Davis, de laUniversidad de Boston, y P. R.Lawrence, de Harvard, «no es unasimple e intrascendente técnica dedirección ni una moda pasajera…

representa una clara ruptura… la matrizrepresenta una nueva especie deorganización comercial».

Y esta nueva especie esintrínsecamente menos centralista que elviejo sistema de un solo jefe quecaracterizó la Era de la segunda ola.

Más importante, estamosdescentralizando radicalmente laeconomía considerada como un todo.Obsérvese el creciente poder depequeños Bancos regionales en losEstados Unidos frente al del puñado detradicionales gigantes del «mercado dedinero». (A medida que la industria seha ido dispersando geográficamente,empresas que antes tenían que depender

de Bancos «centrales de dinero» han idovolviéndose hacia los regionales. DiceKenneth L. Roberts, presidente del FirstAmerican, un Banco de Nashville: «Elfuturo de la Banca de los EstadosUnidos no está ya en los Bancos delmercado de dinero.») Y lo mismo quesucede en el sistema bancario, sucedetambién en la propia economía.

La segunda ola dio nacimiento a losprimeros mercados verdaderamentenacionales y al concepto mismo deeconomía nacional. Junto con ello llegóel desarrollo de instrumentos nacionalespara la dirección económica…planificación central en las nacionessocialistas, Bancos centrales y políticas

monetarias y fiscales nacionales en elsector capitalista. En la actualidad,ambos grupos de instrumentos se estánrevelando ineficaces… paradesconcierto de economistas y políticosde la segunda ola que tratan de dirigir elsistema.

Aunque este hecho se percibetodavía sólo oscuramente, las economíasnacionales se están disgregandorápidamente en partes regionales ysectoriales, economías subnacionalescon problemas específicos ydiferenciadores propios. Las regiones,ya sea el Sun Belt en los EstadosUnidos, el Mezzogiorno en Italia, oKansai en Japón, en lugar de ir

asemejándose más entre sí como ocurríaen la Era industrial, están empezando adiferenciarse unas de otras en términosde necesidades energéticas, recursos,niveles educativos, cultura y otrosfactores clave. Además, muchas de estaseconomías subnacionales hace sólo unageneración que han alcanzado la escalade economías nacionales.

El no comprender esto explica enbuena medida el fracaso de losesfuerzos gubernamentales porestabilizar la economía. Todo intento decompensar la inflación o el desempleomediante reducciones de impuestos deámbito nacional, o mediantemanipulaciones monetarias o crediticias,

o mediante otras políticas uniformes eindeferenciadas, no hace sino agravar laenfermedad.

Quienes intentan dirigir laseconomías de la tercera ola con esoscentralizados instrumentos de la segundaola, se parecen a un médico que llegauna mañana al hospital y prescribeciegamente la misma inyección deadrenalina a todos los pacientes, yatengan una pierna fracturada, un brazoroto, un tumor cerebral o una uñaincarnata. Sólo una dirección económicadesagregada y crecientementedescentralizada puede ser eficaz en lanueva economía, pues también ésta seestá tornando progresivamente

descentralizada en el momento mismo enque más global y uniforme parece.

Todas estas tendenciasanticentralistas —en política, enorganización empresarial o de Gobiernoy en la economía misma (reforzadas porevoluciones paralelas en los medios decomunicación, en la distribución depoder de computadores, en sistemasenergéticos y en muchos otros campos)— están creando una sociedadcompletamente nueva y dejandoanticuadas las reglas de ayer.

Lo pequeño dentro de logrande es hermoso

Muchos otros apartados del códigosocial de la segunda ola están siendotambién drásticamente escritos de nuevoen el momento de llegar la tercera ola.Así, el obsesivo énfasis de lacivilización de la segunda ola por lamaximización, le encuentra asimismobajo el efecto de fuertes ataques. Nuncahasta ahora los abogados del Lo Mayores lo Mejor han sido tan atacados porlos abogados de Lo Pequeño es loHermoso. Pero sólo hacia los años 1970un libro con este título se hubiera

podido convertir en un best-seller deámbito mundial.

Por todas partes vemos unprogresivo reconocimiento de queexisten límites a las tan alabadaseconomías de escala, y que muchasorganizaciones han sobrepasado dichoslímites. Las corporaciones buscan ahoraactivamente los medios de reducir eltamaño de sus unidades de producción.Nuevas tecnologías y cambios en losservicios, han reducido, aunadamente, laescala de las operaciones. Latradicional fábrica u oficina de lasegunda ola, con miles de personas bajoun mismo techo, se convertirán en unarareza en las naciones de elevada

tecnología.En Australia, cuando pedí al

presidente de una compañíaautomovilística que describiese unafactoría de coches del futuro, mecontestó con fuerte convicción: «Nuncamás construiría una factoría como ésta,con siete mil trabajadores bajo el mismotecho. La parcelaría en pequeñasunidades, de tres mil o cuatro milpersonas cada una. Las nuevastecnologías han hecho ahora estoposible.» Desde entonces he oídoparecidas opiniones, por parte depresidentes o administradores decompañías de productos alimenticios yde otras clases.

En la actualidad, estamosempezando a percatarnos de que no eshermoso ni lo muy grande ni lo muypequeño, sino que una escala apropiaday la mezcla inteligente de lo grande y delo pequeño, constituye lo más hermosode todo. (Esto es algo que E. F.Schumacher, autor de Small is Beautiful,conoce mejor que sus más fervientesseguidores. Una vez dijo a sus amigos,que si hubiera vivido en un mundo depequeñas organizaciones, hubieraescrito un libro titulado Lo grande eshermoso.)

También estamos comenzando aexperimentar con nuevas formas deorganización que combinan las ventajas

de ambas cosas. Por ejemplo, la muyrápida extensión de las exenciones enlos Estados Unidos, Gran Bretaña,Holanda y en otros países, ha sido amenudo una respuesta a una escasez decapitales o peculiaridades en losimpuestos, y puede ser criticado desdediversos aspectos. Pero representa unmétodo de crear con rapidez pequeñasunidades y unirlas entre sí en unossistemas mayores, con diversos gradosde centralización o descentralización.También es posible combinarorganizaciones de gran o pequeñaescala.

La maximización de la segunda olaestá anticuada. Y la escala apropiada

está de moda.La sociedad considera también con

sentido crítico la especialización oprofesionalismo de la segunda ola. Elcódigo de la segunda ola colocó a losexpertos en un elevado pedestal. Una desus reglas básicas era: «Especializarsepara triunfar.» Hoy, en todos loscampos, incluyendo el de la política,vemos un cambio básico en las actitudeshacia los expertos. Considerados en untiempo como la fuente más segura deinteligencia neutral, los especialistashan sido destronados de la aprobaciónpública. Son crecientemente criticadospor perseguir su propio interés y resultarincapaces de otra cosa que de una visión

con anteojeras. Contemplamos cada vezmás esfuerzos por restringir el poder delexperto al añadir profanos en losorganismos de toma de decisiones: porejemplo, en los hospitales, pero tambiénen muchas otras instituciones.

Los padres piden tomar parte en lasdecisiones de las escuelas, y ya no secontentan con dejarlas a los educadoresprofesionales. Tras estudiar laparticipación de los ciudadanos en lapolítica en los últimos años, unaagrupación de fuerzas del Estado deWashington concluyó, en unadeclaración que resume muy bien lanueva actitud: «¡No necesitas ser unexperto para saber lo que deseas!»

La civilización de la segunda ola haalentado asimismo otro principio: laconcentración. Se dedicó a concentrardinero, energía, recursos y personas.Vertió poblaciones dispersas en lasconcentraciones urbanas. Pero, en laactualidad, también este proceso hacomenzado a invertirse. En vez de ello,hemos tenido una creciente dispersióngeográfica. En el plano de la energía,nos estamos desplazando de la confianzaen los depósitos concentrados decombustibles fósiles hacia una variedadde más ampliamente dispersas formas deenergía, y contemplamos numerososexperimentos que tienden a«desconcentrar» la población de las

escuelas, de los hospitales y de lasinstituciones psiquiátricas.

En resumen, si nos movemos deforma sistemática a través de todo ellibro de códigos de la civilización de lasegunda ola —de la estandardización ala sincronización y luego a lacentralización, a la maximización, a laespecialización y a la concentración—veremos, cosa por cosa, cómo las viejasreglas básicas que regían nuestras vidasdiarias y nuestra toma de decisionessociales, se encuentran en proceso dequedar trastornadas a medida queavanza la tercera ola.

Las organizaciones delfuturo

Hemos visto que cuando todos losprincipios de la segunda ola fueronaplicados a una única organización, elresultado fue una clásica burocraciaindustrial: una organización mecanicista,jerárquica, permanente y de dimensionesgigantescas, diseñada para fabricarproductos repetitivos o tomar decisionesrepetitivas en un entorno industrialrelativamente estable.

Sin embargo, ahora al desplazarnosa los nuevos principios y empezar aaplicarlos conjuntamente, caminamos

necesariamente hacia clases nuevas porcompleto de organizaciones del futuro.Estas organizaciones de la tercera olatienen jerarquías más horizontales. Estánmenos recargadas por arriba. Constan depequeños componentes, enlazados enconfiguraciones temporales. Cada unode esos componentes tiene sus propiasrelaciones con el mundo exterior, supropia política exterior, por así decirlo,que le mantienen sin tener que pasar porel centro. Estas organizacionesfuncionan cada vez más sin limitacionesde horario.

Pero se diferencian de lasburocracias en otro aspecto fundamental.Son lo que podría denominarse

organizaciones «duales» o«poliorganizaciones», capaces deasumir dos o más formas estructuralesdistintas, según exijan las condiciones…algo semejante a algún plástico delfuturo que cambiará de forma cuando sele aplique frío o calor, pero querecuperará su configuración básicacuando la temperatura vuelva a lanormalidad.

Cabría imaginar un ejército quefuese democrático y participativo entiempo de paz, pero altamentecentralizado y autoritario durante laguerra, por haber sido organizado paraser capaz de ambas cosas. Podríamosutilizar la analogía de un equipo de

rugby cuyos miembros no son solamentecapaces de adoptar una formación en T ynumerosas otras disposiciones paradiferentes juegos, sino que, al sonido deun silbato, son igualmente capaces deorganizarse como un equipo de fútbol,béisbol o baloncesto, según el partidoque estén jugando. Tales jugadoresorganizativos necesitan entrenarse parauna adaptación instantánea, y debensaber desenvolverse en un más ampliorepertorio de estructuras y funcionesorganizativas.

Necesitamos directores que puedanoperar tan competentemente en un estilollano y desenfadado como en un estilojerárquico, que puedan trabajar en una

organización estructurada como unapirámide egipcia, así como en una queofrezca el aspecto de un móvil deCalder, con unos cuantos y finosalambres directivos sosteniendo uncomplejo conjunto de módulos casiautónomos que se mueven en respuesta ala más ligera brisa.

No tenemos aún un vocabulario paradescribir estas organizaciones delfuturo. Términos como matriz o ad hocson inadecuados. Varios teóricos hansugerido palabras diferentes. Elprofesional de la publicidadLesterWunderman ha dicho: «Gruposconjuntos, actuando como comandosintelectuales… remplazarán a la

estructura jerárquica.» Tony Judge, unode nuestros más brillantes teóricos de laorganización, ha escrito extensamentesobre el carácter «reticular» de estasemergentes organizaciones del futuro,señalando, entre otras cosas, que «la redno está ahora «coordinada» por nadie;los organismos participantes secoordinan por sí mismos, de modo quepuede hablarse de «autocoordinación».»En otro lugar los ha descrito en términosde los principios de «tensegridad» deBuckminster Fuller.

Pero, sean cualesquiera los términosque utilicemos, algo revolucionario estásucediendo. Estamos participando, nosimplemente en el nacimiento de nuevas

formas organizativas, sino en elnacimiento de una nueva civilización. Vatomando cuerpo un nuevo código… unconjunto de principios de la tercera ola,nuevas normas básicas reguladoras de lasupervivencia social.

No es extraño que los padres —esencialmente ligados todavía al códigode la Era industrial— se encuentren enconflicto con los hijos, que, conscientesde la creciente irrelevancia de las viejasreglas, se hallan inseguros, si nocompletamente ignorantes, de lasnuevas. Tanto ellos como nosotros noshallamos atrapados entre un agonizanteorden de segunda ola y la civilizaciónde tercera ola del mañana.

XX EL

RESURGIMIENTODEL PROSUMIDOR

Gigantescos cambios históricosquedan a veces simbolizados porminúsculas alteraciones en elcomportamiento cotidiano. Una de esasalteraciones —cuyo significado hapasado casi totalmente inadvertido— seprodujo a principios de los años setenta,cuando un nuevo producto empezó ainvadir las farmacias de Francia,

Inglaterra, Holanda y otros paíseseuropeos. El nuevo producto consistíaen un equipo para practicar en casa laprueba del embarazo. Al cabo de unosaños se calculaba entre quince y veintemillones el número de esos equipos quehabían sido vendidos a mujereseuropeas. Antes de que pasara muchotiempo, anuncios publicados enperiódicos americanos proclamaban:«¿Embarazada? Cuando antes lo sepas,mejor.» Cuando Warner-Lambert, unaempresa norteamericana, introdujo elproducto bajo su propio nombrecomercial, encontró la respuesta«abrumadoramente buena». Para 1980,millones de mujeres de ambos lados del

Atlántico realizaban rutinariamente porsí mismas una tarea que antes sólollevaban a cabo médicos y laboratorios.

No eran las únicas personas queprescindían del médico. Según MedicalWorld News: «Está conociendorápidamente un gran auge la idea deque la gente debe confiar más en suspropios medios desde un punto de vistamédico… A todo lo largo del país,personas corrientes están aprendiendoa manejar estetoscopios y tomarse lapresión, practicarse análisis de mama ypruebas de Pap e incluso realizarsencillas intervenciones quirúrgicas.»

Las madres de hoy toman cultivos degarganta. Las escuelas ofrecen cursos

sobre infinidad de cosas, desde elcuidado de los pies hasta «pediatríarápida». Y la gente se toma la tensión enmáquinas accionadas con monedas quese hallan instaladas en más de 1.300centros comerciales, aeropuertos ygrandes almacenes de los EstadosUnidos.

Todavía en 1972 se vendían pocosinstrumentos médicos a personas que nofuesen profesionales de la Medicina. Enla actualidad, una parte cada vez mayordel mercado de instrumentos estádestinada al hogar. Se está produciendoun auge extraordinario en la venta deotoscopios, aparatos para la limpiezadel oído, irrigadores de nariz y garganta

y productos especiales paraconvalecientes, a medida que losindividuos van asumiendo más laresponsabilidad de su propia salud,reduciendo el número de sus visitas almédico y acortando sus estancias en elhospital.

A primera vista, podría parecer queesto no es más que una moda pasajera.Pero este deseo de tratarse uno mismosus propios problemas (en vez de pagara alguien para que lo haga) refleja uncambio sustancial en nuestros valores,en nuestra definición de enfermedad y ennuestra percepción del cuerpo y del yo.No obstante, incluso esta explicacióndistrae la atención de un significado más

amplio aún. Para apreciar toda lasignificación histórica de este fenómenonecesitamos volver por unos momentosla vista hacia atrás.

La economía invisible

Durante la primera ola, la mayoríade las personas consumían lo que ellasmismas producían. No eran niproductores ni consumidores en elsentido habitual. Eran, en su lugar, loque podría denominarse«prosumidores».

Fue la revolución industrial lo que,al introducir una cuña en la sociedad,separó estas dos funciones y dio con ellanacimiento a lo que ahora llamamosproductores y consumidores. Estaescisión condujo a la rápida extensióndel mercado o red de intercambio… esedédalo de canales a cuyo través lasmercancías o servicios producidos porusted llegan hasta mí, y viceversa.

He afirmado antes que, con lasegunda ola, pasamos de una sociedadagrícola basada en la «producción parael uso» —una economía deprosumidores, como si dijésemos— auna sociedad industrial basada en la«producción para el intercambio». Pero

la situación real era más complicada.Pues así como durante la primera olaexistía una pequeña cantidad deproducción para el intercambio —esdecir, para el mercado —, durante lasegunda continuó existiendo unapequeña cantidad de producción parauso propio.

Por tanto, una forma más reveladorade considerar la economía es estimarlacompuesta de dos sectores. El sector Acomprende todo el trabajo no pagadoque realizan directamente por sí mismaslas personas, sus familiares o suscomunidades. El sector B comprendetoda la producción de bienes o serviciospara su venta o permuta a través de la

red de intercambio, o mercado.Vistas así las cosas, ahora podemos

decir que durante la primera ola elsector A —basado en la producciónpara el uso— era enorme, mientras queel sector B era mínimo. Durante lasegunda ola ocurría lo contrario. Dehecho, la producción de bienes yservicios para el mercado se multiplicóen un grado tal, que los economistas dela segunda ola olvidaron virtualmente laexistencia del sector A. La palabramisma de «economía» fue definida demanera que quedaban excluidas todaslas formas de trabajo o producción nodestinadas al mercado, y el prosumidorse hizo invisible.

Esto significaba, por ejemplo, quetodo el trabajo no pagado realizado porlas mujeres en el hogar, todas laslabores de limpieza, fregado, crianza delos hijos y organización de lacomunidad, era despectivamenteignorado como «no económico», auncuando el sector B — la economíavisible— no habría podido existir sinlos bienes y servicios producidos en elsector A, la economía invisible. Si nohubiera nadie en casa para ocuparse delos hijos, no habría una siguientegeneración de trabajadores pagadospara el sector B, y el sistema sederrumbaría por su propio peso.

¿Puede alguien imaginar una

economía funcional, y mucho menos unaeconomía productiva, sin trabajadores alos que se les haya enseñado desdeniños a vestirse y a hablar y que hayansido socializados en la cultura? ¿ Quésería de la productividad del sector B silos trabajadores que llegaran a élcareciesen incluso de estas mínimashabilidades? Aunque ignorado por loseconomistas de la segunda ola, el hechoes que la productividad de cada sectordepende en gran medida del otro.

Hoy, mientras las sociedades de lasegunda ola sufren su crisis final,políticos y expertos manejan todavíaestadísticas basadas exclusivamente entransacciones operadas en el sector B.

Se preocupan por el descenso del«crecimiento» y de la «productividad».Sin embargo, mientras continúenpensando en categorías de la segundaola, mientras ignoren el sector A y loconsideren ajeno a la economía —ymientras el prosumidor se mantengainvisible—, nunca serán capaces dedirigir nuestros asuntos económicos.

Pues si examinamos atentamente lacuestión, descubrimos los comienzos deun cambio fundamental en la relaciónexistente entre estos dos sectores oformas de producción. Vemos unprogresivo difuminarse de la línea quesepara al productor del consumidor.Vemos la creciente importancia del

prosumidor. Y, más allá de eso, vemosaproximarse un impresionante cambioque transformará incluso la función delmercado mismo en nuestras vidas y en elsistema mundial.

Todo esto nos lleva de nuevo a losmillones de personas que estánempezando a efectuar por sí mismasservicios que hasta ahora realizaban porellas los médicos. Pues lo que esaspersonas hacen es desplazar parte de laproducción desde el sector B hasta elsector A, desde la economía visible quelos economistas vigilan, hasta la«economía fantasma que han olvidado.Están «prosumiendo». Y no están solos.

Obesos y viudas

En 1970, en Gran Bretaña, un amade casa de Manchester llamadaKatherine Fisher, después de sufrirdurante años un desesperado miedo asalir de su casa, fundó una organizaciónpara otras personas afectadas de fobiassimilares. La Phobics Society tienemuchas secciones y es uno de los milesde nuevos grupos que están surgiendo ennumerosas naciones de alta tecnologíapara ayudar a la gente a enfrentarsedirectamente con sus propiosproblemas… psicológicos, médicos,sociales o sexuales.

En Detroit se han formado unoscincuenta «grupos dolientes» paraayudar a personas afligidas por lamuerte de un pariente o un amigo. EnAustralia, una organización llamadaGROW reúne a antiguos pacientesmentales y «personas nerviosas».GROW tiene ahora secciones en lasislas Hawai, Nueva Zelanda e Irlanda.En veintidós Estados se halla enformación una organización denominada«Padres de Gays y Lesbianas» paraayudar a los que tienen hijoshomosexuales. En Gran Bretaña,«Depresivos Asociados» tiene unassesenta secciones. Desde los «AdictosAnónimos» y la «Asociación del Pulmón

Negro» hasta «Padres y Madres sinHijos» y «Viuda con Viuda», se estánformando en todas partes nuevos grupos.

Naturalmente, no hay nada nuevo enque las personas con dificultades sereúnan para hablar de sus problemas yaprender unas de otras. Sin embargo, loshistoriadores pueden encontrar pocosprecedentes de la fulgurante rapidez conque se está extendiendo en la actualidadel movimiento de autoayuda.

Frank Riessman y Alan Gartner,codirectores del Human ServiceInstitute, estiman que sólo en los EstadosUnidos existen en estos momentos másde medio millón de estas agrupaciones—aproximadamente, una por cada 435

habitantes—, y diariamente se estánformando otras nuevas. Muchas tienenuna corta vida, pero por cada una quedesaparece, otras varias ocupan sulugar.

Estas organizaciones presentan unagran diversidad. Unas comparten elnuevo recelo hacia los especialistas eintentan trabajar sin ellos. Confíanenteramente en lo que podríadenominarse «interasesoramiento»…intercambio de consejos basados en laexperiencia vital de cada una, frente altradicional asesoramiento recibido deprofesionales. Otras se consideransustentadoras de un sistema de ayuda apersonas en dificultades. Otras

desempeñan un papel político,propugnando cambios en la legislación oregulaciones fiscales. Otras más tienenun carácter semirreligioso. Algunas soncomunidades intencionales cuyosmiembros no sólo se reúnen, sino queviven también juntos.

Estos grupos están formando ahorauniones regionales e inclusotransnacionales. En la medida en queparticipan en ellos, psicólogos,asistentes sociales o médicosexperimentan de manera paulatina uncambio de función, pasando dedesempeñar el papel de expertoimpersonal que se supone poseedor detodos los conocimientos específicos

necesarios en cada caso, al de oyente,maestro y guía que trabaja con elpaciente o cliente. En la actualidad,grupos voluntarios O carentes de fineslucrativos —formados originariamentepara ayudar a otros— estánesforzándose de manera similar por vercómo pueden encajar en un movimientobasado en el principio de ayudarse unomismo.

El movimiento de autoayuda está,así, reestructurando la sociosfera.Fumadores, tartamudos, personas detendencias suicidas, padres de gemelos,obesos y otras agrupaciones semejantesforman una densa red de organizacionesque se entrelazan con las incipientes

estructuras familiares y empresarialesde la tercera ola.

Pero cualquiera que sea susignificado para la organización social,representan un cambio básico desde elpapel de consumidor pasivo al deprosumidor activo, y, por consiguiente,poseen también significado económico.Aunque dependientes, en último término,del mercado y todavía interrelacionadascon él, están transfiriendo la actividaddesde el sector B de la economía alsector A, desde el sector de intercambioal sector de prosumo. Y este florecientemovimiento no es tampoco la únicafuerza de este tipo. Algunas de lascorporaciones más ricas y más grandes

del mundo están también —por suspropias razones tecnológicas yeconómicas— acelerando el auge delprosumidor.

Los practicantes del«hágalo-usted-mismo»

En 1956, la American Telephone &Telegraph Company, chirriando bajo lacarga del fulminante aumento operado enla demanda de comunicaciones, empezóa introducir una nueva tecnologíaelectrónica, que permitía a los usuarios

marcar directamente el número paraconferencias de larga distancia. Hoy esincluso posible establecer directamentela comunicación en conferencias conpaíses de ultramar. Marcando losnúmeros apropiados, el consumidorrealizaba una tarea que anteriormentellevaba a cabo la telefonista.

En 1973-74, la escasez de gasolinaprovocada por el embargo árabe hizosubir en flecha los precios. Las grandescompañías petrolíferas obteníanbeneficios enormes, pero lospropietarios de surtidores particularestuvieron que librar una desesperadabatalla por la supervivencia. Parareducir costes, muchos introdujeron un

sistema de autoservicio en lossurtidores. Al principio constituyeronuna extravagancia y una curiosidad. Losperiódicos publicaban divertidosartículos sobre el automovilista queintentaba enchufar la manguera en elradiador del coche. Pero no tardó enconvertirse en habitual el espectáculo delos consumidores sirviéndose su propiagasolina.

En 1974, sólo el 8% de lossurtidores de los Estados Unidosfuncionaban en régimen de autoservicio.En 1977, el número ascendía casi al50%. En Alemania Occidental, de untotal de 33.500 surtidores de gasolina,alrededor del 15% habían pasado a

funcionar en régimen de autoserviciopara 1976, y ese 15% suministraba el35% de toda la gasolina vendida. Losexpertos en cuestiones industriales dicenque no tardará en ser el 70% del total.Una vez más, el consumidor estáremplazando al productor yconvirtiéndose en prosumidor.

El mismo período presenció laintroducción de la Banca electrónica,que no sólo empezó a suprimir la pautade las «horas de oficina», sino que fuetambién eliminando progresivamente lafigura del cajero, dejando que el clienterealizara operaciones que antesefectuaban los empleados del Banco.

Conseguir que el cliente haga parte

del trabajo —lo que los economistasdenominan «externalizar el costo de lamano de obra»— no constituye nadanuevo. Es lo que hacen lossupermercados. El obsequiosodependiente que conocía las existenciasde la tienda e iba a coger cada artículopara entregárselo al cliente, ha sidosustituido por el carrillo que éste debeempujar por sí mismo. Mientras algunosclientes añoraban los buenos viejostiempos del servicio personal, a otrosles agradó el nuevo sistema. Podíanelegir personalmente y acababanpagando unos centavos menos. Enrealidad, se estaban pagando a símismos por hacer el trabajo que antes

hacía el dependiente.Esta misma forma de externalización

se está realizando actualmente enmuchos otros campos. El auge de lastiendas de precio rebajado, por ejemplo,representa un paso parcial en la mismadirección. Los dependientes son pocos yespaciados; el cliente paga un pocomenos, pero trabaja un poco más.Incluso las zapaterías, en las que durantemucho tiempo se consideró necesario undependiente supuestamente diestro, estánpasándose al autoservicio, desplazandoel trabajo al consumidor.

El mismo principio puede versepracticado también en otros lugares.Como ha escrito Caroline Bird en su

perceptivo libro The CrowdingSyndrome, «aumenta el número decosas que se sirven en piezas para sumontaje, supuestamente fácil, encasa… y en la época de Navidad loscompradores de algunos de losestablecimientos de más solera deNueva York tienen que rellenarles lashojas de venta a dependientes que nosaben o no quieren escribir».

En enero de 1978, en Washington, unempleado del Gobierno, de treinta yocho años, oyó unos extraños ruidosprocedentes de su frigorífico. Antes, lohabitual en esos casos era llamar a unmecánico y pagarle para que loarreglase. Dado el elevado precio y la

dificultad de encontrar un reparador auna hora conveniente, Barry Nussbaumleyó el folleto de instrucciones queacompañaba a su frigorífico. Descubrióen él un número de teléfono que podíautilizar para llamar al fabricante —Whirlpool Corporation de SentónHarbor, Michigan—, sin que ello lecostase un céntimo.

Era la «línea fría» establecida porWhirlpool para ayudar a los clientes conproblemas. Nussbaum llamó. El hombreque contestó al otro lado del hilo le«dictó» a Nussbaum la reparación,explicándole exactamente qué tornillosdebía quitar, qué sonidos debía escuchary, por último, qué pieza sería necesario

reponer. «Aquel tipo —dice Nussbaum— resultó muy útil. No sólo sabía loque yo tenía que hacer, sino quetambién sabía inspirar confianza.» Elfrigorífico quedó arreglado en unsantiamén.

Whirlpool tiene un equipo de nueveasesores que trabajan a la jornadacompleta y otros varios con jornadaparcial, algunos de ellos antiguosmecánicos de reparaciones, que tienenpuestos unos auriculares y reciben lasllamadas. Una pantalla situada ante ellosles muestra al instante el diagrama delproducto de que se trate (Whirlpoolfabrica congeladores, lavaplatos,acondicionadores de aire y otros

aparatos, además de frigoríficos) y lespermite orientar al cliente. Sólo en1978, Whirlpool atendió 150.000 deestas llamadas.

La «línea fría» es un rudimentariomodelo de un futuro sistema demantenimiento que permite a losparticulares hacer gran parte de lo queantes hacía un mecánico o unespecialista cuyos servicios había quepagar. Posibilitado por los adelantosque han reducido el coste de lasconferencias telefónicas, sugiere futurossistemas que podrían mostrar paso apaso las instrucciones de reparación enla propia pantalla de televisión delcliente mientras habla el asesor. La

difusión de esos sistemas reservaría almecánico reparador sólo para tareasimportantes, convertiría al mecánico(como al médico o al asistente social)en maestro, guía y gurú de losprosumidores.

Vemos, pues, una pauta repetida enmuchas industrias —crecienteexternalización, creciente implicacióndel consumidor en tareas que antesrealizaban otros para él— y una vezmás, por tanto, una transferencia deactividad del sector B de la economía alsector A, desde el sector de intercambioal sector de prosumo.

Todo esto resulta pálido encomparación con lo que vemos cuando

volvemos la vista a los dramáticoscambios que han afectado a otras partesde la industria del «hágalo-usted-mismo». Siempre ha habido quienes seocupan de pequeñas reparaciones,reponer cristales rotos, sustituirbaldosas rajadas o realizar empalmeseléctricos. No hay nada nuevo en eso.Lo que ha cambiado —y cambiadoasombrosamente— es la relación entreel aficionado y el profesional albañil,carpintero, electricista, fontanero,etcétera.

Hace nada más que diez años, en losEstados Unidos sólo el 30% de todas lasherramientas eléctricas eran vendidas aaficionados; el 70% eran para

carpinteros y otros profesionales. En elbreve lapso de diez años, las cifras sehan invertido. Hoy en día, sólo el 30%se vende a profesionales; el 70% sonadquiridas por consumidores que, ennúmero cada vez mayor, practican el«hágalo-usted-mismo».

Un hito más importante aún, segúnFrost & Sullivan, destacada firma deinvestigación industrial, fue alcanzadoen los Estados Unidos entre 1974 y 1976Cuando, «por primera vez, más de lamitad de todos los materiales deconstrucción… fueron adquiridosdirectamente por particulares, en lugarde serlo por contratistas que trabajasenpara ellos». Y esto no incluía un total de

350 millones de dólares adicionalesgastados por particulares para trabajosde un coste inferior a 25 dólares.

Mientras que los gastos totales enmateriales de construcción aumentaronen un 31% durante la primera mitad delos años setenta, los realizados porparticulares aumentaron en más del 65%… y con una rapidez más de dos vecessuperior. El cambio —declara elinforme de F & S- es «a la vezespectacular y permanente».

Otro estudio de Frost & Sullivanhabla del «desbocado» crecimiento detales gastos y subraya el cambio en laescala de valores, con un mayor apreciode la autosuficiencia. «Allá donde el

trabajar con las propias manos eramirado con menosprecio (al menos porla clase media), es ahora un signo deorgullo. Las personas que hacen supropio trabajo se enorgullecen de ello.»

Escuelas, Universidades yeditoriales ofrecen una verdaderacatarata de cursos y libros para enseñarlas técnicas fundamentales de distintosoficios. Dice U.S. News & WorldReport: «El entusiasmo ha prendido enricos y pobres por igual. En Cleveland,los proyectos de viviendas públicasofrecen instrucciones sobrereparaciones caseras. En California sehalla muy extendida la costumbre deque el mismo propietario instale sus

saunas y baños.»También en Europa se halla la

llamada «revolución HUM»… con unascuantas variantes basadas en eltemperamento nacional. (Los alemanes yholandeses tienden a ponderar muydetenidamente sus proyectos, se fijanaltos niveles y se equipancuidadosamente. Los italianos, por elcontrario, están empezando sólo adescubrir el movimiento HUM, ya quemuchos maridos de cierta edad insistenen que es degradante hacer por símismos el trabajo.)

De nuevo las razones son múltiples.Inflación. La dificultad de conseguir uncarpintero o un fontanero. Las chapuzas

de los profesionales. Más tiempo libre.Todo influye. Pero una razón máspoderosa es lo que se podría denominarLey de la ineficacia relativa. Según ella,cuanto más automatizamos la producciónde bienes y rebajamos su coste unitario,más aumentamos el coste relativo de losservicios artesanos y no automatizados.(Si un fontanero cobra 20 dólares poruna hora de trabajo a domicilio y 20dólares sirven para comprar unacalculadora de bolsillo, el precio delfontanero se eleva en realidadsustancialmente cuando esos mismos 20dólares pueden comprar variascalculadoras. En relación con el costede otros bienes, su precio se ha

multiplicado varias veces.)Por ello, debemos esperar que el

precio de muchos servicios continúe sudisparada carrera en los años próximos.Y a medida que esos precios aumentan,podemos esperar que la gente vayahaciendo por sí misma cada vez mástrabajos. En resumen, aun sin inflación,la Ley de la ineficacia relativa haríacreciente «rentable» para la genteproducir con destino a su propioconsumo, transfiriendo así más actividaddel sector B al sector A de la economía,de la producción de intercambio alprosumo.

Propios y extraños

Para vislumbrar el futuro a largoplazo de esta evolución, necesitamosconsiderar no sólo los servicios, sinotambién los bienes. Y cuando lohacemos, nos encontramos con quetambién en este terreno el consumidorestá siendo crecientemente arrastrado alproceso de producción.

Así, ambiciosos fabricantes reclutanactualmente —e incluso pagan— aclientes para que ayuden a diseñarproductos. Y esto no sucede sólo enindustrias que venden directamente alpúblico, jabón, objetos de aseo, etc.—,

sino también, e incluso más, en lasindustrias avanzadas como laelectrónica, donde la desmasificación esmás rápida.

«Hemos obtenido un gran éxitocuando hemos trabajado estrechamentecon uno o dos clientes —dice eldirector del sistema de planificación deTexas Instruments—. El resultado hasido peor cuando hemos estudiado unaaplicación por nuestra propia cuenta yluego hemos intentado lanzar unproducto al mercado.»

De hecho, Cyril H. Brown, deAnalog Devices, Inc., divide todos losproductos en dos clases: productos «dedentro afuera» y productos «de fuera

Adentro». Estos últimos son definidosno por el fabricante, sino por el clienteen potencia, y estos productosexteriores, según Brown, son ideales.Cuanto más nos encaminamos hacia lafabricación avanzada, y másdesmasificamos e individualizamos laproducción, mayor debe necesariamenteir siendo la participación del cliente enel proceso de producción.

En la actualidad, miembros de laComputeraided ManufacturingInternational (CAM-I) se esfuerzan porclasificar y cifrar partes y procesos quepermitan la plena automación de laproducción. La perspectiva no pasatodavía de ser una esperanza por parte

de expertos tales como el profesorInyong Ham, del Departamento deEstructuración de Sistemas Industrialesy Fabriles de la Universidad dePensilvania, pero, al fin, algún clientepodrá introducir directamente susespecificaciones en el computador de unfabricante.

El computador no sólo diseñará elproducto que el cliente desea —explicael profesor Ham—, sino queseleccionará también los procesos defabricación a utilizar. Asignará lasmáquinas. Escalonará los pasosnecesarios desde, por ejemplo, eltriturado o el laminado, hasta el pintado.Escribirá los programas necesarios para

los subcomputadores o instrumentos decontrol numérico que dirigirán lasmáquinas. Y puede incluso queintroduzca un «control adaptativo» queoptimice los distintos procesos con finesa la vez económicos y ambientales. Alfinal, el consumidor, no simplementesuministrando las especificaciones, sinotambién oprimiendo el botón que poneen marcha todo este proceso, seconvertirá en parte tan importante delproceso de producción como lo era elobrero de la cadena de montaje en elmundo que ahora agoniza. Si bien estátodavía lejos un sistema así defabricación activada por el cliente, partede sus elementos integrantes existen ya.

En tal sentido, el cañón de rayos láserdirigido por computador utilizado en laindustria de confección y descrito en elcapítulo XV podría, al menos en teoría ysi se conectara por teléfono con uncomputador personal, permitir a uncliente suministrar sus medidas,seleccionar el tejido adecuado y, luego,activar, finalmente, el cortador de rayosláser… sin tener que salir de su casa.

Robert H. Anderson, jefe delDepartamento de Servicios deInformación de la Rand Corporation ydestacado experto en el campo de lafabricación computadorizada, lo explicaasí: «La cosa más creativa que dentrode veinte años hará una persona

consistirá en ser un consumidor muycreativo… Es decir, estará unohaciendo cosas, como diseñarse unjuego de trajes o introduciendomodificaciones en un modelo dado, detal modo que los computadores puedancortarle uno por medio de rayos láser ycosérselo con una máquinanuméricamente controlada…»

«En realidad, uno podría, gracias alos computadores, diseñar el modelo decoche que le apeteciese. Naturalmente,los computadores tendrán programadastodas las normas federales de seguridady toda la física de la situación, así queno le permitirán a uno salirse demasiadode los límites.»

Y si a esto añadimos ahora laposibilidad de que muchas personas sehallen, a no tardar mucho, trabajando yaen los hogares electrónicos del mañana,empezamos a imaginar un significativocambio en las «herramientas» accesiblesal consumidor. Muchos de los mismosartilugios electrónicos que utilizaremosen el hogar para trabajar harán tambiénposible producir bienes o servicios paranuestro propio uso. En este sistema, elprosumidor, que dominó en lassociedades de la primera ola, vuelve aconstituir el centro de la accióneconómica, pero sobre una base de altatecnología, sobre una base de la terceraola.

En resumen, ya volvamos la vista alos movimientos de autoayuda, a lastendencias del «hágalo-usted-mismo» oa las nuevas tecnologías de producción,encontramos el mismo cambio hacia unaintervención mucho mayor delconsumidor en la producción. En unmundo así se desvanecen lasdistinciones entre productor yconsumidor. El «extraño» se convierteen «propio», y una parte todavía mayorde la producción es desplazada desde elsector B de la economía hasta el sectorA, donde reina el prosumidor.

Mientras esto ocurre, empezamos —glacialmente al principio, pero luegocon acelerada rapidez quizás— a alterar

la más fundamental de nuestrasinstituciones: el mercado.

Estilos de vida delprosumidor

La entrada voluntaria delconsumidor en la producción tieneimplicaciones extraordinarias. Paracomprender por qué, debe recordarseque el mercado se fundamentaprecisamente en la división entreproductor y consumidor que ahora estádesapareciendo. No era preciso un

mercado organizado cuando la mayoríade las personas consumían lo que ellasmismas producían. Sólo se hizonecesario cuando la actividad deconsumo quedó separada de la deproducción.

Los autores convencionales definenestrictamente el mercado como unfenómeno capitalista basado en eldinero. Pero el mercado no es más queotra palabra para designar una red deintercambio, y han existido —y siguenexistiendo— muchas clases diferentesde redes de intercambio. En Occidente,la que más familiar nos resulta es elmercado capitalista, basado en elbeneficio. Pero también hay mercados

socialistas, redes de intercambio a cuyotravés los bienes o servicios producidosen Smolensko por Ivan Ivanovich sonpermutados por servicios realizados porJohann Schmidt en el Berlín Oriental.Hay mercados basados en el dinero,pero también mercados basados en eltrueque. El mercado no es ni capitalistani socialista. Es una consecuenciadirecta e ineludible del divorciooperado entre productor y consumidor.Siempre que ese divorcio tiene lugar,surge el mercado. Y siempre que sereduce la distancia entre consumidor yproductor, se ven puestos en cuestión elpapel, la función y el poder delmercado.

Por tanto, el actual resurgir delprosumo empieza a cambiar el papel queel mercado desempeña en nuestrasvidas.

Es demasiado pronto para saber adónde nos está llevando este sutil peroimportante empuje. Ciertamente, elmercado no va a desaparecer. No vamosa volver a las economías anteriores a laaparición del mercado. Lo que hellamado sector B — el sector deintercambio— no va a dejar de existir.Durante mucho tiempo, seguiremosdependiendo del mercado.

No obstante, el incremento delprosumo apunta hacia un cambiofundamental en las relaciones entre el

sector A y el sector B, un grupo derelaciones que los economistas de lasegunda ola han ignorado virtualmentehasta ahora.

Pues el prosumo implica la«desmercatización» de por lo menosciertas actividades y, por consiguiente,un papel profundamente modificado delmercado en la sociedad. Sugiere unaeconomía del futuro distinta a cuantohemos conocido, una economía que noestá ya inclinada en favor del sector A nidel sector B. Señala el nacimiento deuna economía que no se parecerá a laeconomía de la primera ola ni a la de lasegunda, sino que refundirá lascaracterísticas de ambas en una nueva

síntesis histórica.El auge del prosumidor, fomentado

por el creciente coste de muchosservicios pagados, por elderrumbamiento de las burocracias deservicios de la segunda ola, por laposibilidad de utilizar las tecnologías dela tercera ola, por los problemas dedesempleo estructural y por muchosotros factores convergentes, conduce anuevos estilos de trabajo y nuevasordenaciones de la vida. Si nospermitimos especular, teniendopresentes algunos de los cambios antesdescritos —tales como el avance haciala desincronización y la jornada laboralparcial, la posible aparición del hogar

electrónico o la cambiada estructura dela vida familiar—, podemos empezar acolumbrar algunos de estos cambios deestilo de vida.

Así, nos estamos moviendo haciauna economía futura en la que grannúmero de personas no trabajan nunca ajornada completa, o en la que elconcepto de «jornada completa» esobjeto de redefinición, como lo ha sidoen los últimos años, dándole el sentidode una semana o un año laborales máscortos cada vez. (En Suecia, donde unareciente ley garantizaba a todos lostrabajadores cinco semanas devacaciones pagadas con independenciade la edad o la antigüedad en la

empresa, se consideraba que el añolaboral normal constaba de 1.840 horas.De hecho, ha aumentado tanto elabsentismo, que un promedio másrealista por trabajador es el de 1.600horas anuales.)

Gran número de trabajadores prestanya sus servicios durante un promedio desólo tres o cuatro días a la semana, o setoman seis meses de vacaciones al añopara desarrollar objetivos educativos ode diversión. Esta pauta puede muy bienacentuarse a medida que se multiplicanlos hogares con dos sueldos. El aumentode personas en el mercado del trabajo—el aumento de las «tasas departicipación en el trabajo», como dicen

los economistas— puede muy bien iracompañado de una disminución en elnúmero de horas por trabajador.

Esto sitúa bajo una nueva luz toda lacuestión del ocio. Cuandocomprendemos que gran parte de nuestrollamado tiempo de ocio se invierte, enrealidad, en producir bienes y serviciospara nuestro propio uso —en prosumir—, cae por tierra la vieja distinciónentre trabajo y ocio. La cuestión no estrabajo frente a ocio, sino trabajopagado para el sector B, frente a trabajono pagado, autodirigido yautocontrolado, para el sector A.

En el contexto de la tercera ola,adquieren carácter práctico nuevos

estilos de vida basados, por una parte,en la producción para el intercambio, ypor otra, en la producción para el uso.Tales estilos de vida eran, de hecho,comunes en los primeros tiempos de larevolución industrial entre laspoblaciones agrícolas que iban siendoabsorbidas lentamente en el proletariadourbano. Durante un largo período detransición, millones de personastrabajaban parte del tiempo en fábricas yparte del tiempo en la tierra, cultivandosus propios alimentos, comprandoalgunas de las cosas que necesitaban yhaciendo el resto. Esta pauta prevaleceaún en muchas partes del mundo, perode ordinario, sobre una base

tecnológicamente primitiva.Imaginemos esta pauta de vida, pero

con una tecnología del siglo XXI para laproducción de bienes y alimentos, asícomo métodos de autoayudainmensamente mejorados para laproducción de muchos servicios. En vezde un modelo de vestido, por ejemplo,el prosumidor de mañana podría muybien comprarse una cassette con unprograma que accionaría una máquina decoser electrónica «inteligente». Con unade esas cassettes, hasta el marido mástorpe podría confeccionarse sus propiascamisas a medida. Aficionados a lamecánica podrían hacer algo más queafinar sus automóviles. En realidad,

podrían medio construirlos.Hemos visto que el consumidor

puede algún día tener a su alcance laposibilidad de programar sus propiasespecificaciones en el proceso defabricación de automóviles a través delcomputador y el teléfono. Pero hay otraforma en la que, aun ahora, elconsumidor puede participar en laproducción de un coche.

Una Compañía llamada BradleyAutomotive ofrece ya un «equipoBradley GT» que le permite a uno«montar su propio coche deportivo delujo». El prosumidor que compra elequipo previa y parcialmenteensamblado monta la carrocería de fibra

de vidrio sobre un chasis de«Volkswagen», conecta los cables delmotor, instala el sistema de dirección,coloca los asientos, etc.

Cabe fácilmente imaginar unageneración que, educada en el trabajoasalariado a jornada parcial comonorma, ansiosa de utilizar sus propiasmanos y con un hogar equipado conmuchas y baratas minitecnologías, formeuna parte considerable de la población.Situada a medias dentro del mercado y amedias fuera de él, trabajandointermitentemente en lugar de hacerlo deforma continuada durante todo el año,tomándose de vez en cuando un año devacaciones, podría tal vez ganar menos,

pero compensarlo aplicando su propioesfuerzo a muchas tareas que ahoracuestan dinero y mitigando así losefectos de la inflación. Los mormonesde América ofrecen otro indicio deposibles futuros estilos de vida. Muchospostes mormones —un postecorresponde, por ejemplo, a unadiócesis católica— poseen y trabajansus propias granjas. Los miembros delposte, incluidos los miembros de lasciudades, pasan parte de su tiempo librecomo granjeros voluntarios cultivandoalimentos. La mayor parte de laproducción no se destina a la venta, sinoque es almacenada para casos deemergencia; o distribuida entre

mormones necesitados. Hay plantas deenlatado, instalaciones embotelladoras yelevadores de cereales. Algunosmormones cultivan sus propiosalimentos y los llevan a la conservería.Otros compran verduras frescas en elsupermercado y las llevan a laconservería local.

Dice un mormón de Salt Lake City:«Mi madre comprará tomates y losenvasará. Su "sociedad" de ayuda, lasociedad auxiliar de las mujeres,organizará un acto colectivo y todasirán a envasar tomates para su propiouso.» De manera similar, muchosmormones no sólo aportan dinero a suIglesia, sino que realizan también

trabajos voluntarios, obras deconstrucción, por ejemplo.

No quiere esto decir que vayamostodos a convertirnos en miembros de laIglesia mormona, ni que sea posible enel futuro recrear a gran escala los lazossociales y comunitarios en este grupo,altamente participativo peroteológicamente autocrático. Sinembargo, es probable que se extienda elprincipio de la producción para elpropio uso, ya sea a cargo de gruposorganizados, ya de individuos.

Dados los computadores caseros;dadas semillas genéticamente diseñadaspara la agricultura urbana e, incluso, enlos mismos apartamentos, dadas unas

baratas herramientas para trabajar elplástico; dados nuevos materiales,adhesivos y membranas y dado unasesoramiento técnico gratuitosuministrado por teléfono, con lascorrespondientes instruccionesparpadeando en la pantalla delcomputador o de la televisión, esposible crear estilos de vida que seanmás plenos y variados, menosmonótonos, más creativamentesatisfactorios y menos influidos por elmercado que los que tipificó lacivilización de la segunda ola.

Todavía es demasiado pronto parasaber hasta dónde llegará estedesplazamiento de actividad desde el

intercambio en el sector B hasta elprosumo en el sector A; cómo variará deun país a otro el equilibrio entre estossectores y qué concretos estilos de vidasurgirán de él. Pero lo que resultaindudable es que cualquier cambioimportante que se produzca en elequilibrio entre producción para el uso yproducción para el intercambio,colocará también auténticas cargas deprofundidad bajo nuestro sistemaeconómico y nuestros valores.

Economías de la tercera ola

¿Es posible que la tan deploradadecadencia de la ética protestante deltrabajo se halle relacionada con estecambio de la producción para otros a laproducción para uno mismo? Por todaspartes vemos la quiebra del espírituindustrial que preconizaba el trabajoduro. Los ejecutivos occidentalesmurmuran sombríamente acerca de este«mal inglés» que se supone nos reduciráa todos a la miseria si no lo curamos.«Sólo los japoneses trabajan todavía defirme», dicen. Pero yo he oído adestacadas figuras de la industriajaponesa decir que sus obreros padecenla misma infección. «Sólo lossurcoreanos trabajan de firme», dicen.

Sin embargo, las mismas personasque son supuestamente reacias a trabajarde firme en su empleo son las que estánen realidad trabajando de firme entareas ajenas a las de su puestolaboral… colocando los azulejos delcuarto de baño, tejiendo alfombras,prestando su tiempo y su capacidadpersonal a una campaña política,acudiendo a reuniones de autoayuda,cosiendo, cultivando verduras en sujardín, escribiendo relatos cortos oremodelando el dormitorio del ático.¿Será que la motivación impulsora quepotenció la expansión del sector B estásiendo ahora canalizada al sector A, alprosumo?

La segunda ola trajo consigo algomás que máquinas de vapor y telaresmecánicos. Trajo consigo un inmensocambio caracterológico. En laactualidad, todavía podemos ver cómose produce ese mismo cambio entrepoblaciones que pasan de sociedades dela primera ola a sociedades de lasegunda… como los coreanos, porejemplo, que se hallan aún atareadosexpandiendo el sector B a expensas delsector A.

En contraste con ello, en las madurassociedades de la segunda ola, que setambalean bajo el impacto de la terceraola —a medida que la producciónretrocede al sector A y el consumidor es

nuevamente arrastrado al proceso deproducción—, comienza otro cambiocaracterológico. Más adelanteexploraremos este fascinante cambio.Bástenos tener presente por ahora laprobabilidad de que la estructura mismade la personalidad se vea fuertementeinfluida por el auge del prosumo.

Pero, probablemente, los cambiosforjados por el auge del prosumidor enningún terreno serán más explosivos queen el de la economía. Los economistas,en lugar de centrar su atención en elsector B, tendrán que desarrollar unanueva y más totalista concepción deeconomía, tendrán que analizar tambiénlo que sucede en el sector A y aprender

cómo se relacionan una con otra las dospartes.

Al empezar la tercera ola areestructurar la economía mundial, laprofesión de economista se ha vistosalvajemente atacada por su incapacidadpara explicar lo que está sucediendo.Sus instrumentos más sofisticados,incluidos matrices y modeloscomputadorizados, parecen informarnoscada vez menos de cómo funcionarealmente la economía. De hecho,muchos economistas están llegando a laconclusión de que el pensamientoeconómico, tanto occidental comomarxista, se halla desconectado de unarealidad rápidamente cambiante.

Una razón clave puede ser que, cadavez más, los cambios de granimportancia radican fuera del sector B,esto es, fuera de todo el proceso decambio. Para volver a poner a laeconomía en contacto con la realidad,los economistas de la tercera olanecesitarán desarrollar nuevos modelos,medidas e índices para describirprocesos que tienen lugar en el sector Ay tendrán que reconsiderar muchaspresunciones básicas a la luz de laaparición del prosumidor.

Una vez comprendemos quepoderosas relaciones enlazan laproducción medida (y la productividad)del sector B con la producción no

medida (y la productividad) del sectorA, la economía invisible, nos vemosobligados a redefinir estos términos. Yaa mediados de los años sesenta, eleconomista Víctor Fuchs, de la OficinaNacional de Investigación Económica,percibió el problema y señaló que elaumento de los servicios tornabaanticuadas las tradicionales medidas deproductividad. Declaraba Fuchs:

«Los conocimientos, la experiencia,la honradez y la motivación delconsumidor afectan a la productividadde los servicios.»

Pero incluso en estas palabras, la«productividad» del consumidor sesigue viendo en términos del sector B,

sólo como aportación a la producciónpara el intercambio. No se comprendeaún que en el sector A existe tambiénproducción real, que los bienes yservicios producidos para uno mismoson completamente reales y que puedendesplazar o sustituir a bienes y serviciosproducidos en el sector B. Las cifrasconvencionales de producción,especialmente las cifras del PNB, iránteniendo cada vez menos sentido hastaque expresamente las ampliemos paraincluir lo que sucede en el sector A.

La comprensión del auge delprosumidor ayuda también a centrar conmás precisión el concepto del costo.Obtenemos así una mayor penetración

cuando advertimos que la eficiencia delprosumidor en el sector A puedeconducir a costos más altos o más bajospara las compañías o agencias oficialesque operan en el sector B.

Por ejemplo, las elevadas tasas dealcoholismo, absentismo,derrumbamientos nerviosos y trastornosmentales entre los componentes de lafuerza de trabajo contribuyen a formar el«costo comercial», tal como se mide enel sector B. (Se ha estimado que sólo elalcoholismo cuesta a la industriaamericana veinte mil millones dedólares en tiempo de producción al año.En Polonia o la Unión Soviética, dondeesta enfermedad se halla más extendida,

las cifras relativas deben de ser másimpresionantes aún.) En la medida enque alivian esos problemas en la fuerzade trabajo, los grupos de autoayudareducen esos costos. La eficiencia delprosumo afecta, pues, a la eficiencia dela producción.

Factores más sutiles influyentambién en el costo de la producción. ¿Cuál es el grado de instrucción de lostrabajadores? ¿Hablan todos el mismoidioma? ¿Están culturalmentepreparados para su tarea? ¿Favorecen operjudican su competencia lashabilidades sociales aprendidas en lavida familiar? Todos estos rasgos decarácter, actitudes, valores, habilidades

y motivaciones necesarios para una altaproductividad en el sector B, el sectorde intercambio, son producidos o, másexactamente, prosumidos en el sector A.El auge del prosumidor —lareintegración del consumidor a laproducción— nos obligará a observarmucho más atentamente esasinterrelaciones.

El mismo poderoso cambio nosforzará a redefinir la eficiencia. En laactualidad, para determinar laeficiencia, los economistas comparanformas alternativas de producir elmismo producto o servicio. Rara vezcomparan la eficiencia de producirlo enel sector B en relación con la de

prosumirlo en el sector A. Y, sinembargo, eso es precisamente lo queestán haciendo millones de personassupuestamente ignorantes de teoríaeconómica.

Están descubriendo que, una vezasegurado un cierto nivel de ingresos,prosumir puede ser más beneficioso,económica y psicológicamente, queganar más dinero.

Ni economistas ni hombres denegocios siguen tampocosistemáticamente la pista a los efectosnegativos que sobre el sector A producela eficiencia en el sector B… porejemplo, cuando una Compañía exige asus ejecutivos una movilidad

extremadamente elevada y origina unaoleada de enfermedades causadas por latensión y el exceso de trabajo, rupturasfamiliares o una mayor ingestión dealcohol. Podemos muy bien llegar adescubrir que lo que parece serineficiente en los términosconvencionales del sector B es, enrealidad, tremendamente eficientecuando tenemos en cuenta toda laeconomía y no sólo una parte de ella.

Para que tenga sentido, la«eficiencia» debe referirse a efectossecundarios, no sólo a los de primerorden, y a ambos sectores de laeconomía, no sólo a uno.

¿Qué hay de conceptos tales como

«renta», «beneficencia», «pobreza» Odesempleo? Si una persona vive en partedentro y en parte fuera del sistema ¿emercado, ¿qué productos, tangibles ointangibles, han de considerarse queforman parte de su renta? ¿Qué sentidotienen las cifras de renta en unasociedad en la que mucho de lo que elpromedio de las personas tienen puededeberse al prosumo?

¿Cómo definimos la beneficencia enun sistema tal? El obrero sin trabajo quepone un tejado en su casa o repara sucoche, ¿está desempleado en el mismosentido que el que permaneceociosamente sentado en su casa viendopartidos de rugby por televisión? La

aparición del prosumidor nos fuerza aponer en cuestión toda nuestra forma deenfocar los dos problemas gemelos deldesempleo, por una parte, y deldespilfarro burocrático, por otra.

Las Sociedades de la segunda olahan intentado resolver el desempleo, porejemplo, presentando resistencia a latecnología, impidiendo la inmigración,creando intercambios de mano de obra,aumentando las exportaciones,disminuyendo las importaciones,poniendo en marcha programas de obraspúblicas, reduciendo las horas detrabajo, procurando aumentar lamovilidad de la mano de obra,deportando a poblaciones enteras e

incluso sosteniendo guerras paraestimular la economía. Sin embargo, elproblema se torna cada día más difícil ycomplejo.

¿Será que los problemas delsuministro de mano de obra —tanto porexceso como por defecto— nuncapueden ser satisfactoriamente resueltosdentro del marco de una sociedad de lasegunda ola, sea capitalista o socialista?Enfocando la economía como un todo,en lugar de centrarnos exclusivamente enuna parte de ella, ¿podemos enmarcar elproblema de un nuevo modo que nosayude a resolverlo?

Si existe producción en ambossectores; si las personas se dedican a

producir bienes y servicios para ellasmismas en un sector y para otras en unsector diferente, ¿cómo afecta esto a ladiscusión en torno a unos ingresosmínimos garantizados para todos?Típicamente, en las sociedades de lasegunda ola, los ingresos han estadoinextricablemente unidos al trabajo parala economía de intercambio. ¿Pero noestán también «trabajando» losprosumidores, aunque no formen partedel mercado o estén en él sóloparcialmente? ¿No debe un hombre Ouna mujer que permanece en su casa ycría un hijo —y, por consiguiente,contribuye a la productividad del sectorB mediante sus esfuerzos en el sector A-

recibir algunos ingresos, aunque noocupe un puesto de trabajo pagado en elsector B?

El auge del prosumidor alterarádecisivamente todo nuestro pensamientoeconómico. Desplazará también la basedel conflicto económico. Lacompetencia entre obreros-productoresy directores-productores continuará, sinduda. Pero su importancia disminuirá amedida que crezca el prosumo y nosadentremos más en la sociedad de latercera ola. En su lugar, surgirán nuevosconflictos sociales.

Estallarán batallas en torno a quénecesidades serán satisfechas por quésector de la economía. Se agudizarán las

luchas en torno, por ejemplo, a laconcesión de licencias, a los códigos deconstrucción y cosas semejantes,mientras las fuerzas de la segunda olaintentan aferrarse a puestos de trabajo ya beneficios, impidiendo que penetrenen ellos los prosumidores. Lossindicatos de maestros luchan pormantener a los padres fuera de las aulascon todo el celo de comerciantes quepugnan por preservar anticuadoscódigos de construcción. Pero delmismo modo que gran número deproblemas sanitarios —como losderivados del comer en exceso, de lafalta de ejercicio o de fumar, porejemplo— no pueden ser resueltos

exclusivamente por los médicos, sinoque requieren la participación activa delpaciente, así también gran número deproblemas educacionales no pueden serresueltos sin el padre. El surgimientodel prosumidor cambia todo el paisajeeconómico.

Y todos estos efectos resultaránintensificados, y la economía mundialcambiada, por un masivo hechohistórico que ahora tenemosdirectamente ante nosotros y que parecehaber pasado inadvertido a economistasy pensadores de la segunda ola. Esteúltimo e importante hecho sitúa enperspectiva todo lo que hasta ahorahemos leído en este capítulo.

El fin de la mercatización

Lo que ha pasado casi inadvertidono es simplemente un cambio en laspautas de participación en el mercado,sino, más fundamentalmente aún, laconsumación de todo el procesohistórico de construcción de mercado.Este punto de inflexión es tanrevolucionario en sus implicaciones y,sin embargo, tan sutil, que pensadorescapitalistas y marxistas por igual,sumidos en sus polémicas de la segundaola, apenas han reparado en sus signos.No encaja en ninguna de sus teorías, ypor ello se les ha escapado casi por

completo.La especie humana se ha pasado por

lo menos diez mil años construyendo unared de intercambio mundial, es decir, unmercado. Durante los últimos trescientosaños, ya desde que comenzó la segundaola, este proceso ha avanzado conacelerada velocidad. La civilización dela segunda ola «mercatizó» el mundo.

Hoy —en el momento mismo en queempezó a resurgir el prosumo— estáfugando a su fin este proceso.

No se puede apreciar el inmensosignificado histórico de esto si nocomprendemos claramente qué es unmercado o red de intercambio. Resultaútil en tal sentido imaginarlo como un

oleoducto. Cuando hizo su irrupción larevolución industrial, desencadenandola segunda ola, eran muy pocas laspersonas que en todo el Planeta sehallaban ligadas por el sistemamonetario. Existía el comercio, perosólo alcanzaba a las periferias de lasociedad. Las diversas redes demercaderes, distribuidores, mayoristas,minoristas, banqueros y otros elementosde un sistema comercial, eran pequeñasy rudimentarias, proporcionando sólounas pocas y estrechas cañerías a cuyotravés podrían fluir el dinero y lasmercancías.

Durante trescientos años hemosdedicado tremendas energías a la

construcción de este oleoducto. Seconsiguió realizar de tres maneras.Primero, los mercaderes y mercenariosde la civilización de la segunda ola seextendieron por el Globo, invitando oforzando a poblaciones enteras aingresar en el mercado, “ producir más ypresumir menos. Indígenas africanosautosuficientes, fueron inducidos uobligados a cultivar determinadasplantas y extraer cobre. Campesinosasiáticos que antes cultivaban suspropios alimentos fueron puestos atrabajar en plantaciones, sangrandoárboles caucheros para ponerneumáticos a los automóviles. Loslatinoamericanos empezaron a cultivar

café para su venta en Europa y en losEstados Unidos. En cada una de esasocasiones se construía o, seperfeccionaba más la cañería, y más ymás poblaciones fueron progresivamentedependiendo de ella.

La segunda forma en que se extendióel mercado fue a través de la creciente«comercialización» de la vida. No sóloquedaron inmersas en el mercado máspoblaciones, sino que cada vez másbienes y servicios fueron concebidospara el mercado, lo cual requería unacontinua ampliación de la «capacidadcanalizadora» del sistema, unensanchamiento, como si dijéramos, deldiámetro de las tuberías.

Finalmente, el mercado se expandióde otra manera. A medida que laeconomía y la sociedad fueronhaciéndose más complejas, se multiplicóel número de transacciones necesariaspara que, por ejemplo, una pastilla dejabón pasase del productor alconsumidor. Al proliferar losintermediarios se incrementaron lasramificaciones del laberinto de canaleso tuberías. Esta mayor complejidad delsistema constituyó por sí misma unaforma de perfeccionamiento ydesarrollo, como la adición de mástubos y válvulas a un oleoducto.

En la actualidad, todas estas formasde expansión del mercado están

alcanzando sus límites exteriores. Pocaspoblaciones quedan aún por introduciren el mercado. Sólo un puñado deremotísimas gentes se mantienen almargen de él. Incluso los cientos demillones de labradores que trabajan enrégimen de mera supervivencia en lospaíses pobres se hallan al menosparcialmente integrados en el mercado yen su concomitante sistema monetario.

Por tanto, lo que subsiste es, en elmejor de los casos, una operación deabsorción de beneficios. El mercado nopuede ya expandirse mediante lainclusión de nuevas poblaciones.

En cambio, continúa siendo posible—al menos teóricamente— la segunda

forma de expansión. Con un poco deimaginación, aún podemos, sin duda,idear servicios o bienes adicionales quevender o permutar. Pero es precisamenteaquí donde adquiere su importancia elauge del prosumidor. Las relacionesentre el sector A y el sector B soncomplejas, y muchas de las actividadesde los prosumidores dependen de laadquisición de materiales oherramientas existentes en el mercado.Pero el aumento de la autoayuda, enparticular, y la desmercatización demuchos bienes y servicios sugiere quetambién aquí puede hallarse próximo elfin del proceso de mercatización.

Por último, la creciente

complicación del «oleoducto» —lacreciente complejidad de ladistribución, la interpolación de másintermediarios cada vez— parece estarllegando también a un punto sin retorno.Los costos del propio intercambio, aunmedidos convencionalmente, están yasuperando a los costos de la producciónmaterial en muchos campos. En algúnpunto, este proceso alcanza un límite.Mientras tanto, los computadores y laaparición de una tecnología activada porel prosumidor apuntan a catálogos máspequeños y cadenas de distribuciónsimplificadas, en lugar de máscomplejas. Portante, una vez más, laevidencia apunta al final del proceso de

mercatización, si no en nuestro tiempo,sí poco después.

Si nuestro «plan de oleoducto» seaproxima a su terminación, ¿qué podríaesto significar para nuestro trabajo,nuestros valores y nuestra psiquis?Después de todo, un mercado noconsiste en el acero, los zapatos, elalgodón o los alimentos envasados quecirculan a su través. El mercado es laestructura a cuyo través se encauzan losbienes y servicios. Además, no se tratade una estructura simplementeeconómica. Es una forma de organizar alas personas, una forma de pensar, unetos y un conjunto compartido deexpectativas (por ejemplo, la

expectativa de que los bienescomprados serán efectivamenteentregados). El mercado es, pues, tantouna estructura psicosocial como unarealidad económica. Y sus efectostranscienden con mucho la economía.

Interrelacionando sistemáticamenteentre sí a miles de millones de personas,el mercado produjo un mundo en el quenadie poseía un control independientesobre su destino… ninguna persona,ninguna nación, ninguna cultura. Trajoconsigo la creencia de que la integraciónen el mercado era «progresiva»,mientras que la autosuficiencia era«retrógrada». Difundió un vulgarmaterialismo y la creencia de que la

economía y la motivación económicaconstituían las fuerzas primarias de lavida humana. Fomentó una concepciónde la vida que consideraba ésta comouna sucesión de transaccionescontractuales y de la sociedad en cuantoligada por el «contrato matrimonial» oel «contrato social». La mercatizaciónmoldeó, así, los pensamientos y losvalores, además de los actos, de milesde millones de personas, y dio el tono ala civilización de la segunda ola.

Fue precisa una enorme inversión detiempo, energía, capital, cultura ymaterias primas para crear una situaciónen la que un agente de compras deCarolina del Sur pudiera cerrar un

negocio con un desconocido empleadode Corea del Sur… cada uno con supropio abaco o computador, cada unocon una imagen internalizada delmercado, cada uno con un conjunto deexpectativas acerca del otro, cada unorealizando ciertos actos predeciblesporque ambos han sido adiestrados porla vida para desempeñar ciertos papelespreviamente especificados, cada unoformando parte integrante de ungigantesco sistema mundial que afecta amillones —miles de millones, enrealidad— de otros seres humanos.

Podría plausiblemente argüirse quela construcción de esta complicadaestructura de relaciones humanas, y su

explosiva difusión por el Planeta,constituyó el logro más impresionante dela civilización de la segunda ola,empequeñeciendo incluso susespectaculares logros tecnológicos. Lapaulatina creación de esta estructura,esencialmente sociocultural ypsicológica, de intercambio —con totalindependencia del torrente de bienes yservicios que circulaban a su través—puede compararse con la construcciónde las pirámides egipcias, losacueductos romanos, la muralla china ylas catedrales medievales, todo ellocombinado y multiplicado por mil.

Este proyecto de construcción, elmás grandioso de toda la Historia, la

instalación de los conductos y canales acuyo través latió y circuló gran parte dela vida económica de civilización, dioen todas partes a la civilización de lasegunda ola su dinamismo interno y suempuje propulsor. De hecho, si se puededecir que esta civilización ahoraagonizante tuvo alguna misión, fuemercatizar el mundo.

Hoy, esa misión está casicompletamente cumplida.

Los tiempos heroicos de laconstrucción del mercado hanterminado… para ser sustituidos por unanueva fase en la que nos limitemos amantener, renovar y actualizar el sistemade conducción. Indudablemente,

tendremos que remodelar importantespiezas para acoger corrientes deinformación radicalmenteincrementadas. El sistema dependerácada vez más de la electrónica, laBiología y de nuevas tecnologíassociales. También esto exigirá, sin duda,recursos, imaginación y capital. Pero,comparado con el agotador esfuerzo dela mercatización de la segunda ola, esteprograma de renovación absorberá unafracción mucho más pequeña de nuestrotiempo, nuestra energía, nuestro capital ynuestra imaginación. Utilizará menosmaterial, no más, y menos personas, nomás, que el proceso original deconstrucción. Por compleja que resulte

ser la conversión, la mercatización noserá ya el proyecto central de lacivilización.

Por tanto, la tercera ola producirá laprimera civilización de «transmercado»de la Historia.

Por «transmercado» no entiendo unacivilización desprovista de redes deintercambio, un mundo relegado apequeñas comunidades, aisladas yautosuficientes o reacias a comerciarentre ellas. No me refiero a un pasoatrás. Por «transmercado» entiendo unacivilización que depende del mercado,pero que no se ve consumida ya por lanecesidad de construir, ampliar, refinare integrar esta estructura. Una

civilización capaz de avanzar a unanueva agenda… precisamente porque elmercado se ha establecido ya.

Y, así como nadie que viviera en elsiglo XVI hubiera podido imaginar cómocambiaría el crecimiento del mercado laagenda del mundo en términos detecnología, política, religión, arte, vidasocial, derecho, matrimonio o desarrollode la personalidad, así también nosresulta hoy sumamente difícil imaginarlos efectos a largo plazo del fin de lamercatización.

Sin embargo, es posible que esosefectos penetren en todos los resquiciosde las vidas de nuestros hijos, si no enla nuestra propia. El proyecto de

mercatización se cobró un precio. Aunen términos económicos, ese precio fueenorme. Al ir aumentando laproductividad de la especie humanadurante los últimos trescientos años, unagran parte de esa productividad —enambos sectores— fue puesta a un lado yadscrita al proyecto de construcción delmercado.

Virtualmente concluida ya esa tareade construcción, las enormes energíasanteriormente volcadas en la creacióndel sistema de mercado mundial quedanlibres para su aplicación a otrospropósitos humanos. Sólo de ello sederivará ya una ilimitada serie decambios referentes a la civilización.

Nacerán nuevas religiones. Obras dearte a una escala inimaginada hasta elmomento. Fantásticos avancescientíficos. Y, sobre todo, especiestotalmente nuevas de institucionessociales y políticas.

Lo que actualmente está en juego esalgo más que capitalismo o socialismo,algo más que energía, alimentación,población, capital, materias primas opuestos de trabajo; lo que está en juegoes el papel que el mercado ha dedesempeñar en nuestras vidas y el futurode la civilización misma.

Esto, básicamente, es lo que resultaafectado por el auge del prosumidor.

El cambio operado en la estructura

íntima de la economía forma parte de lamisma ola de interrelacionados cambiosque actualmente bate contra nuestra baseenergética, nuestra tecnología, nuestrosistema de información y nuestrasinstituciones familiares y comerciales.Estos se hallan, a su vez,interconectados con la forma en queconcebimos el mundo. Y también en estaesfera estamos experimentando unaconmoción histórica. Pues está siendorevolucionada la concepción entera delmundo sostenida por la civilizaciónindustrial… la indust-realidad.

XXI EL TORBELLINO

MENTAL

Nunca hasta ahora tantas personas detantos países —incluso personasinstruidas y supuestamente sofisticadas— se habían sentido tan intelectualmentedesvalidas, ahogándose, como sidijéramos en un torbellino de ideasencontradas, desorientadoras ycacofónicas. Un entrechocar de visionessacude nuestro universo mental.

Cada día trae algún nuevo y fugazdescubrimiento científico, movimiento,

manifiesto o religión. Culto a laNaturaleza, ESP, medicina totalista,sociobiología, anarquismo,estructuralismo, neomarxismo, la nuevafísica, misticismo oriental, tecnofilia,tecnofobia y mil otras corrientes ycontracorrientes atraviesan el cedazo dela consciencia, cada una con susacerdocio científico o su pasajero gurú.

Vemos un creciente ataque a laciencia oficial. Vemos un ardienterenacimiento de la religiónfundamentalista y una búsquedadesesperada de algo —casi cualquiercosa— en que creer.

Gran parte de esta confusión es, enrealidad, el resultado de una cada vez

más intensa guerra cultural, la colisiónde una emergente cultura de la terceraola con las atrincheradas ideas ypresunciones de la sociedad industrial.Pues, así como la segunda ola engullóconcepciones tradicionales y difundió elsistema de creencias que yo denominoindusrealidad, así también estamospresenciando en la actualidad loscomienzos de una rebelión filosóficadirigida a derrocar las presuncionesimperantes de los últimos trescientosaños. Las ideas fundamentales delperíodo industrial están siendodesacreditadas, menospreciadas,abandonadas o subsumidas en teoríasmucho más amplias y más poderosas.

La aceptación, durante los tresúltimos siglos, de las creenciascentrales de la civilización de lasegunda ola no se logró sin encarnizadalucha. En ciencia, en educación, enreligión, en otros mil campos, lospensadores «progresistas» delindustrialismo lucharon contra lospensadores «reaccionarios» quereflejaban y racionalizaban lassociedades agrícolas. Hoy son losdefensores del industrialismo quienes seven acorralados, mientras empieza atomar forma una nueva cultura, unacultura de la tercera ola.

La nueva imagen de laNaturaleza

Nada ilustra más claramente estechoque de ideas que nuestra cambianteimagen de la Naturaleza.

Durante la última década ha surgidoun movimiento ecologista de amplitudmundial en respuesta a cambiosfundamentales y potencialmentepeligrosos operados en la bioesfera dela Tierra. Y este movimiento ha hechoalgo más que combatir la contaminación,los aditivos alimenticios, los reactoresnucleares, las autopistas y los aerosoles.Nos ha forzado también a reconsiderar

nuestra dependencia de la Naturaleza.Como consecuencia, en lugar deconcebirnos a nosotros mismos comoempeñados en una sangrienta guerracontra la Naturaleza, estamos avanzandohacia una nueva concepción que hacehincapié en la simbiosis o armonía conla Tierra. Estamos pasando de unapostura antagonista a una postura noantagonista.

En el plano científico, esto ha dadolugar a miles de estudios dirigidos acomprender las relaciones ecológicas, afin de que podamos amortiguar nuestrosimpactos sobre la Naturaleza ocanalizarlos de modos constructivos. Nohemos hecho sino empezar a apreciar la

complejidad y el dinamismo de estasrelaciones y a reconceptualizar lasociedad misma en términos dereciclaje, renovabilidad y de lacapacidad transportadora de lossistemas naturales.

Todo esto queda reflejado en uncorrelativo cambio de las actitudespopulares hacia la Naturaleza. Yaexaminemos las encuestas de opinión ola letra de las canciones pop, laimaginería visual de la publicidad o elcontenido de los sermones, encontramospruebas de una mayor, aunque a menudoromántica, atención a la Naturaleza.

Millones de habitantes de lasciudades suspiran por el campo, y el

Urban Land Institute informa de unsignificativo desplazamiento depoblación hacia zonas rurales. En losúltimos años se ha intensificado deforma extraordinaria el interés por losalimentos naturales y el parto natural,por la lactancia materna, los biorritmoso el cuidado corporal. Y se halla tanextendido el recelo hacia la tecnología,que hasta los más acérrimos defensoresdel PNB se muestran, al menos de labiospara afuera, favorables a la idea de quela naturaleza debe ser protegida, noviolada, de que es preciso anticipar yprevenir, no simplemente ignorar, losefectos secundarios adversos de latecnología sobre la Naturaleza.

Debido al aumento experimentadopor nuestro poder para causar daño, laTierra es ahora considerada mucho másfrágil de lo que sospechaba lacivilización de la segunda ola. Al mismotiempo, se la ve como una mota cada vezmás pequeña en un Universo que vahaciéndose más grande y más complejoa cada instante que pasa.

Desde que comenzó la tercera ola,hace unos veinticinco años, loscientíficos han desarrollado toda unabatería de nuevos instrumentos paraexplorar las más remotas distancias dela Naturaleza. A su vez, estos láseres,cohetes, aceleradores, plasmas,fantásticas posibilidades fotográficas,

computadores y aparatos de rayos encolisión, han hecho estallar nuestraconcepción de lo que nos rodea.

Estamos ahora examinandofenómenos que son más grandes, máspequeños y más rápidos por órdenes demagnitud que cualquiera de losconsiderados durante el pasado de lasegunda ola. Actualmente, estamosexplicando fenómenos que son tandiminutos como1/1.000.000.000.000.000 de centímetroen un Universo explorable cuyos límitesse encuentran por lo menos a100.000.000.000.000.000.000.000 demillas de distancia. Estamos estudiandofenómenos tan fugaces que tienen lugar

en 1/10.000.000.000.000.000.000.000de segundo. En contraste con ello,nuestros astrónomos y cosmólogos nosdicen que el Universo tiene unos20.000.000.000 de años de edad. Laescala de la Naturaleza explorable se haexpandido más allá de las más atrevidassuposiciones de ayer.

Además —se nos dice— puede quela Tierra no sea la única esfera habitadaen esta arremolinada inmensidad. Diceel astrónomo Otto Struve que «el vastonúmero de estrellas que deben de poseerplanetas, las conclusiones de muchosbiólogos de que la vida es unapropiedad inherente a ciertos tipos decomplicadas moléculas o agregados de

moléculas, la uniformidad de loselementos químicos a todo lo largo delUniverso, la luz y el calor emitidos porestrellas de tipo solar y la presencia deagua no sólo en la Tierra, sino tambiénen Marte y Venus, nos obligan a revisarnuestro pensamiento» y a considerar laposibilidad de vida extraterrestre.

No se refiere esto a la existencia dehombrecillos verdes. Ni se refieretampoco a OVNIS. Pero la sugerenciade que la vida no es exclusiva de laTierra altera más aún nuestra percepciónde la Naturaleza y de nuestro lugar enella. Desde 1960, los científicos hanestado escuchando en la oscuridad,esperando detectar cuales procedentes

de alguna distante inteligencia. ElCongreso de los Estados Unidos hacelebrado sesiones sobre «laposibilidad de vida inteligente en otroslugares del Universo». Y la naveespacial Pioneer X llevaba consigo,mientras surcaba los espaciosinterestelares, un saludo gráfico para losextraterrestres.

En el amanecer de la tercera ola,nuestro propio planeta parece muchomás pequeño y más vulnerable. Nuestrolugar en el Universo parece menosgrandioso. E incluso nos hace vacilar laremota posibilidad de que no estamossolos.

Nuestra imagen de la Naturaleza no

es la misma que antes.

Diseñando la evolución

Y tampoco lo es nuestra imagen dela evolución… ni, de hecho, laevolución misma.

Biólogos, arqueólogos yantropólogos, al intentar desentrañar losmisterios de la evolución, se encuentrande manera similar en un mundo másgrande y más complejo que elanteriormente imaginado y estándescubriendo que leyes antaño

consideradas de aplicación universalson, en realidad, casos especiales.

Dice el genético Francois Jacob,galardonado con el Premio Nobel:«Desde Darwin, los biólogos handesarrollado gradualmente un… mapadel mecanismo de la evolución, llamadoselección natural. Sobre esa base se haintentado con frecuencia representartoda evolución —cósmica, química,cultural, ideológica, social— comoregida por un mecanismo similar deselección. Pero tales intentos parecencondenados al fracaso, en tanto encuanto las reglas cambian en cadanivel.»

Aun en el plano biológico, se hallan

en tela de juicio reglas que en otrotiempo se consideraron aplicables deforma general. Así, los científicos seestán viendo obligados a preguntar sitoda evolución biológica es unarespuesta a la variación y la selecciónnatural o si, al nivel molecular, puede,por el contrario, depender de unaacumulación de variaciones que originenuna «desviación genética» sin queintervenga la selección naturaldarviniana. Dice el doctor MotooKimura, del Instituto Nacional deGenética del Japón, que la evolución enel nivel molecular parece ser«completamente incompatible con lasexpectativas del neodarvinismo».

Otras suposiciones mantenidasdurante largo tiempo se estántambaleando también. Los biólogos noshan dicho que los eucariotes (los sereshumanos y la mayoría de las demásformas de vida) descendían, en últimotérmino, de células más simplesllamadas procariotes (entre las quefiguran las bacterias y las algas).Recientes investigaciones estánsocavando ahora esa teoría,conduciendo a la inquietante noción deque las formas de vida más simples talvez hayan descendido de las máscomplejas.

Además, se supone que la evoluciónfavorece a adaptaciones que mejoran la

supervivencia. Sin embargo, estamosencontrando sorprendentes ejemplos dedesarrollos evolutivos que parecenresultar beneficiosos a largo plazo… acosta de perjuicios a plazo corto. ¿Quées lo que favorece la evolución?

Están luego las extraordinariasnoticias procedentes precisamente delGrant Park Zoo de Atlanta, donde elcasual apareamiento de dos especies demono con dos grupos completamentedistintos de cromosomas ha producidoel primer mono híbrido conocido.Aunque los investigadores no estánseguros de que el híbrido vaya a serfértil, su extraña genética apoya la ideade que la evolución puede producirse a

saltos, así como mediante la progresivaacumulación de pequeños cambios.

De hecho, en lugar de considerar laevolución como un proceso paulatino,muchos de los arqueólogos y científicosde la vida actuales están estudiando la«teoría de las catástrofes» para explicar«huecos» y «saltos» en las múltiplespinas de la historia evolutiva. Otrosestán estudiando pequeños cambios quepueden haber sido amplificadosmediante un proceso de realimentación,hasta convertirse en repentinastransformaciones estructurales.Acaloradas controversias dividen a lacomunidad científica en torno a cada unode estos temas.

Pero todas esas controversiasquedan empequeñecidas ante un hechosingular que cambió toda la Historia.

Un día de 1953, en Cambridge(Inglaterra), un joven biólogo llamadoJames Watson se hallaba sentado en elpub «Eagle» cuando su colega FrancisCrick entró excitadamente y anunció «atodos cuantos pudieran oírle quehabíamos descubierto el secreto de lavida». Watson y Crick habíandesentrañado la estructura del ADN.

En 1957, cuando comenzaba asentirse las primeras sacudidas de latercera ola, el doctor Arthur Kornbergaveriguó la forma en que se reproduce elADN. Desde entonces, según un resumen

popular, «hemos descifrado el códigodel ADN… Hemos averiguado cómotransmite el ADN sus instrucciones a lacélula… Hemos analizado loscromosomas para determinar la funcióngenética… Hemos sintetizado unacélula… Hemos fusionado células dedos especies diferentes… Hemosaislado genes humanos puros… Hemos«trazado el mapa» de los genes…Hemos sintetizado un gen… Hemoscambiado la herencia de una célula.» Enla actualidad, ingenieros genéticos quetrabajan en laboratorios de todo elmundo son capaces de crear formas devida enteramente nuevas. Han dominadola evolución misma.

Los pensadores de la segunda olaconcebían la especie humana como laCulminación de un largo procesoevolutivo; los pensadores de la terceraola deben ahora enfrentarse con el hechode que estamos apunto de convertirnosen diseñadores de la evolución. Laevolución nunca parecerá la misma.Como el concepto de Naturaleza,también la evolución se encuentra en elproceso de una drásticareconceptualización.

El árbol del progreso

Al estar cambiando las ideas de lasegunda ola sobre la Naturaleza y laevolución, no es sorprendente queestemos también sometiendo a revisiónlas ideas de la segunda ola sobre elprogreso. Como hemos visto, el períodoindustrial se caracterizó por un fáciloptimismo que veía, cada adelantocientífico O cada «nuevo productoperfeccionado», como prueba de uninevitable avance hacia la perfecciónhumana. Desde mediados de los añoscincuenta, en que la tercera ola empezóa batir contra la civilización de lasegunda ola, pocas ideas han sufridoembates tan duros como este animosocredo.

Los beats de los años cincuenta ylos hippies de los sesenta hicieron delpesimismo sobre la condición humana—no del optimismo— un tema culturalomnipresente. Estos movimientoshicieron mucho por sustituir eloptimismo despreocupado por unadespreocupada desesperación.

Pronto, el pesimismo se convirtió enalgo positivamente elegante. Laspelículas de Hollywood de los añoscincuenta y sesenta, por ejemplo,sustituyeron a los héroes de prominentemandíbula de los años treinta o cuarentapor alienados antihéroes… rebeldes sincausa, atildados pistoleros y vagabundosrudos y broncos (pero espirituales). La

vida era un juego que nadie ganaba.Ficción, drama y arte adquirieron

también una desesperanza de cementerioen muchas naciones de la segunda ola.Para comienzos de los años cincuenta,Camus había definido ya los temas quedespués seguirían innumerablesnovelistas. Un crítico británico losresumió en las siguientes palabras: «Elhombre es falible, las teorías políticasson relativas, el progreso automático esun espejismo.» Incluso la ciencia-ficción, en otro tiempo llena de utópicasaventuras, se tornó amarga y pesimista,engendrando innúmeras y malasimitaciones de Huxley y Orwell.

La tecnología, en vez de ser

representada como el motor delprogreso, aparecía como un diossanguinario que destruía la libertadhumana y, al mismo tiempo, el entornofísico. De hecho, para muchosambientalistas, «progreso» se convirtióen una palabra obscena. Llovieron sobrelas librerías sesudos volúmenes contítulos como La sociedad atascada, Lainminente Edad Media, En peligro deprogreso o La muerte del progreso.

Al comenzar a adentrarse en losaños setenta la sociedad de la segundaola, el informe del Club de Roma sobreLos límites del crecimiento dio un tonofúnebre a gran parte de la décadasiguiente, con sus previsiones de

catástrofe para el mundo industrial.Agitaciones, desempleo e inflación,intensificados por el embargopetrolífero de 1973, contribuyeron aespesar el velo del pesimismo y areforzar el rechazo de la idea deprogreso humano inevitable. HenryKissinger hablaba con acentosspenglerianos sobre la decadencia delOccidente… haciendo correr un nuevoestremecimiento de temor por muchasespinas dorsales.

Que cada lector decida si semejantedesesperación está o no justificada. Sinembargo, una cosa queda clara: lanoción de un inevitable progreso en unasola dirección, otro pilar de la

indusrealidad, fue encontrando cada vezmenos seguidores a medida que seaproximaba el fin de la civilización dela segunda ola.

Hoy se extiende rápidamente por elmundo la comprensión de que no esposible ya medir el progresoexclusivamente en términos detecnología o de nivel material de vida,de que una sociedad que esté moral,estética, política o ambientalmentedegradada, no es una sociedadavanzada, por rica o técnicamentesofisticada que pueda ser. En otraspalabras: nos estamos moviendo haciauna noción de progreso mucho másamplia… un progreso que no se logra ya

automáticamente y que no viene yadefinido tan sólo por criteriosmateriales.

Nos hallamos también menosinclinados a pensar que las sociedadesse mueven a lo largo de un único caminoen el que cada sociedad va pasandoautomáticamente de una estación culturala la siguiente, cada una más «avanzada»que la anterior. Puede haber muchasramificaciones, en lugar de una líneaúnica, y las sociedades pueden alcanzarde maneras diversas un desarrollocomprensivo.

Estamos empezando a pensar en elprogreso como la floración de un árbolcon muchas ramas proyectadas hacia el

futuro en el que sirve de medida lamisma variedad y riqueza de culturashumanas. A esta luz, el actual cambiohacia un mundo más diverso ydesmasificado puede ser consideradocomo un importante salto adelante…análogo a la tendencia a ladiferenciación y la complejidad tanfrecuente en la evolución biológica.

Suceda después lo que suceda, esimprobable que la cultura retorne jamásal ingenuo y unilineal progresivismo,parecido al de Pollyana, que caracterizóe inspiró a la Era de la segunda ola.

Por tanto, las últimas décadas hanpresenciado una forzadareconceptualización de la naturaleza la

evolución y el progreso. Pero estosconceptos se hallaban a su vez, basadosen ideas más elementales aún, nuestraspresunciones sobre el tiempo, elespacio, la materia y la causalidad. Y latercera ola está disolviendo incluso esaspresunciones… el aglutinante intelectualque mantuvo unida la civilización de lasegunda ola.

El futuro del tiempo

Cada nueva civilización trae consigono sólo cambios en la forma en que la

gente maneja el tiempo en su vidacotidiana, sino también cambios en susmapas mentales del tiempo. La terceraola está dando un nuevo trazado a esosmapas temporales.

La civilización de la segunda ola,desde Newton, dio por supuesto que eltiempo discurría a lo largo de una únicalínea desde las brumas del pasado hastael más remoto futuro. Representaba eltiempo como absoluto, uniforme entodas las partes del Universo eindependiente de la materia y delespacio. Presumía que cada momento ofracción de tiempo, era idéntico alsiguiente.

Hoy, según John Gribbin, astrofísico

convertido en escritor científico,«graves científicos, de credencialesacadémicas impecables y largos años deexperiencia en el campo de lainvestigación, nos informansosegadamente de que… el tiempo no esalgo que fluya inexorablemente haciadelante al ritmo inalterable señalado pornuestros relojes y calendarios, sino quesu naturaleza puede ser deformada ydistorsionada, con un producto finaldiferente, según el lugar desde donde sele mida. En último extremo, objetossupercomprimidos —agujeros negros —pueden negar por completo el tiempo,haciéndolo permanecer inmóvil en suproximidad».

A principios de este siglo, Einsteinhabía demostrado ya que el tiempopodía ser comprimido y distendido, yhabía dinamitado la noción de que eltiempo es absoluto. Propuso el ejemplo,ya clásico, de los dos observadores y lavía férrea, que venía a decir, más omenos, lo siguiente:

Un hombre situado junto a una víaférrea ve fulgurar dos relámpagos almismo tiempo, uno en el extremo Nortede la vía, el otro, en el Sur. Elobservador se encuentra en un puntoequidistante de ambos. Una segundapersona se halla sentada en un tren quecircula a gran velocidad en direcciónNorte. Al pasar junto al observador, él

también ve los relámpagos. Pero a él nose le aparecen simultáneos. Como el trenle está alejando de uno y acercando alotro, la luz de uno le llega antes que laluz del otro. Al hombre instalado en eltren en movimiento le parece que elresplandor del Norte se produce antes.

Aunque en la vida diaria lasdistancias son tan pequeñas y lavelocidad de la luz tan grande que ladiferencia sería imperceptible, elejemplo dramatizaba la tesis deEinstein: que el orden cronológico delos acontecimientos —que es lo quesucede en primero, segundo o últimolugar en el tiempo— depende de lavelocidad del observador. El tiempo no

es absoluto, sino relativo.Ello está muy lejos de la clase de

tiempo en que se basaron la física y laindusrealidad clásicas. Ambas dabanpor supuesto que «antes» o «después»tenían un significado fijo, independientede cualquier observador.

Actualmente se está operando en lafísica una explosión y una implosión almismo tiempo. Cada día, susprofesionales suponen —o encuentran—nuevas partículas elementales ofenómenos astrofísicos, desde cuarkshasta cuasares, con sorprendentesimplicaciones, algunas de las cualesestán imponiendo cambios adicionalesen nuestras concepciones del tiempo.

En un extremo de la escala, porejemplo, parecen puntear el cieloagujeros negros que lo absorben todo ensu interior, incluida la propia luz,forzando —si no haciendo pedazos—las leyes de la física. Estos oscurosremolinos —se nos dice— terminan en«singularidades» en las que energía ymateria simplemente se desvanecen. Elfísico Roger Penrose ha propuesto,incluso, la existencia de «agujeroshelicoidales» y «agujeros blancos» acuyo través la energía y la materiaperdidas son arrojadas a otroUniverso… cualquier cosa que esopueda significar.

Se cree que un único momento en la

proximidad de un agujero negro podríaequivaler a eones en la Tierra. Así, sialgún control de misión interestelarenviara una nave espacial para explorarun agujero negro, quizá tuviéramos queesperar un millón de años para quellegase la nave. Sin embargo, debido ala distorsión gravitacional en lavecindad del agujero negro, por nomencionar los efectos de la velocidad,el reloj de la nave indicaría el paso deunos pocos minutos o segundossolamente.

Cuando abandonamos la inmensidadde los cielos y entramos en el mundo departículas u hondas microscópicas,encontramos fenómenos similarmente

desconcertantes. En la Universidad deColumbia, el doctor Gerald Feinberg haformulado incluso la hipótesis departículas llamadas taquiones, que semueven a velocidad mayor que la de laluz y para las cuales —según algunos desus colegas— el tiempo se mueve haciaatrás.

El físico británico J.G.Taylor nosdice: «la noción microscópica deltiempo es muy diferente de lamacroscópica.» Otro físico, FritjolfCapra, lo expresa en términos mássencillos. El tiempo —dice— «estáfluyendo a velocidades diferentes enpartes diferentes del Universo». Portanto, cada vez más, ni siquiera podemos

hablar de «tiempo», en singular; parecehaber «tiempos», alternativos y pluralesque operan bajo reglas diferentes enpartes diferentes del universo ouniversos que habitamos. Todo ello hacecaer por su base la idea del tiempolineal universal, propio de la segundaola, sin sustituirla por antiguas nocionesdel tiempo cíclico.

Por tanto, exactamente en el mismomomento en que estamos reestructurandoradicalmente nuestros usos sociales deltiempo —introduciendo el horariolaboral flexible, independizando a lostrabajadores del transportador mecánicoy aplicando los demás medios descritosen el capítulo XIX— estamos también

reformulando fundamentalmente nuestrasimágenes teóricas del tiempo. Y, si bienestos descubrimientos teóricos parecencarecer por el momento de aplicacionesprácticas en la vida cotidiana, lo mismoocurría con aquellos signos y cifrasaparentemente especulativos que ibansiendo trazados en la pizarra… lasfórmulas que acabaron por conducir a lafragmentación del átomo.

Viajeros del espacio

Muchos de estos cambios en nuestra

concepción del tiempo abren tambiénagujeros en nuestro conocimientoteórico del espacio, ya que ambos sehallan íntimamente entrelazados. Perotambién estamos alterando nuestraimagen del espacio de formas másinmediatas.

Estamos cambiando los espaciosreales en que todos nosotros vivimos,trabajamos y jugamos. Cómo llegamos anuestro lugar de trabajo, hasta quédistancia y con qué frecuencia viajamos,dónde vivimos… todo esto influye enMuestra experiencia del espacio. Y todoesto está cambiando. De hecho, amedida que llega la tercera ola, vamosentrando en una nueva fase de la

relación de la Humanidad con elespacio.

Como hemos visto, la primera ola,que extendió la agricultura por elmundo, trajo consigo poblados agrícolaspermanentes en los que la mayoría de lagente vivía toda su vida a pocas millasde su lugar de nacimiento. La agriculturaintrodujo una existencia estática,espacialmente intensiva, y fomentósentimientos intensamente locales… lamentalidad aldeana.

Por el contrario, la civilización de lasegunda ola concentró poblacionesenormes en grandes ciudades, y comonecesitaba obtener recursos desdelugares remotos y distribuir bienes a

grandes distancias, hizo surgir personasdotadas de una mayor movilidad. Lacultura que produjo era espacialmenteextensiva y centrada en la ciudad o en lanación, más que en la aldea.

La tercera ola altera nuestraexperiencia espacial al dispersar lapoblación en vez de concentrarla.Mientras millones de personas continúanafluyendo a zonas urbanas en las partesdel mundo que aún se encuentran enproceso de industrialización, todos lospaíses de elevada tecnología están yaexperimentando una inversión de esteflujo. Tokio, Londres, Zurich, Glasgow ydocenas de otras grandes ciudadespresentan una progresiva disminución de

su población, mientras aumenta la deciudades de tamaño medio o máspequeñas.

El American Council of LifeInsurance declara: «Algunos expertos enurbanismo creen que la gran ciudadamericana es cosa del pasado.» Larevista Fortune informa que «latecnología del transporte y lascomunicaciones ha cortado las ligadurasque inmovilizaban a las grandescorporaciones en las ciudades en quetradicionalmente tenían su sede». YBusiness Week titula un artículo: «Laperspectiva de una nación sin ciudadesimportantes.»

Esta redistribución y

desconcentración de la poblaciónalterará con el tiempo nuestraspresunciones y expectativas sobre elespacio personal, así como sobre elsocial, sobre distancias aceptables paralos desplazamientos cotidianos, sobre ladensidad de viviendas y otras muchascosas.

Además de estos cambios, la terceraola parece estar engendrando tambiénuna nueva perspectiva que esintensamente local y, sin embargo,global, incluso galáctica. Por todaspartes encontramos una nueva atención ala «comunidad» y al «barrio», a lapolítica local y a los lazos locales, almismo tiempo que gran número de

personas —con frecuencia, las mismasque presentan una orientación más local— se interesan por asuntos mundiales yse preocupan por el hambre o la guerraque tienen lugar a diez mil millas dedistancia.

A medida que proliferen lascomunicaciones avanzadas y empecemosa desplazar el trabajo al hogarelectrónico, estimularemos este nuevofoco dual de atención, fomentando laaparición de gran número de personasque viajarán más quizá por placer, peromucho menos frecuentemente porobligación, mientras sus mentes y susmensajes se proyectan a lo largo de todoel Planeta y hacia el espacio exterior. La

mentalidad de la tercera ola combina elinterés por lo próximo y por lo lejano.

Estamos también adoptandorápidamente imágenes del espacio másdinámicas y relativistas. Yo tengo en midespacho varias ampliaciones defotografías de la ciudad de Nueva Yorky zonas circundantes tomadas desdesatélite y desde aviones «U-2». Lasfotografías desde satélite parecenabstracciones fantásticamente bellas, elmar de un verde intenso y el litoralrecortándose nítidamente contra él. Lasfotos desde un «U-2» muestran la ciudaden infrarrojos y con tan exquisitodetalle, que se distinguen con todaclaridad el Metropolitan Museum e,

incluso, los aviones estacionados en laspistas del aeropuerto de La Guardia.Refiriéndome a los aviones de LaGuardia, pregunté a un funcionario de laNASA si, ampliando aún más las fotos,se podría llegar a ver las franjas ysímbolos pintados en las alas. Me mirócon regocijada tolerancia y me corrigió.«Los remaches», respondió.

Pero no nos hallamos ya limitados afotografías fijas exquisitamenterefinadas. El profesor Arthur H.Robinson, cartógrafo de la Universidadde Wisconsin, dice que dentro de unadécada, más o menos, los satélites nospermitirán contemplar un mapa viviente—una exhibición animada— de una

ciudad o un país y presenciar lasactividades que en él tengan lugar almismo tiempo que se producen.

Cuando esto suceda, el mapa no seráya una representación estática, sino unapelícula… en realidad, una radiografíaen movimiento, ya que no solamentemostrará lo que hay sobre la superficiede la Tierra, sino que revelará también,capa por capa, lo que está bajo lasuperficie y por encima de ella en cadanivel de altitud. Proporcionará unaimagen sensitiva y continuamentecambiante del terreno y de nuestrasrelaciones con él.

Mientras tanto, algunos cartógrafosse están rebelando contra el mapamundi

convencional presente en todas lasescuelas de la segunda ola. Desde larevolución industrial, el mapa delmundo más comúnmente usado ha estadobasado en la proyección de Mercator.Este tipo de mapa, si bien es adecuadopara la navegación oceánica, distorsionagravemente la escala de las superficiesterrestres. Una rápida mirada a su atlasmanual mostrará —si se utiliza un mapade Mercator— a Escandinavia tangrande como la India, cuando ésta es enrealidad, casi tres veces mayor.

Existe una acalorada controversiaentre los cartógrafos en torno a unanueva proyección desarrollada por ArnoPeters, historiador alemán, para mostrar

las superficies terrestres en adecuadaproporción unas con otras. Peters culpaa las distorsiones del mapa de Mercatorde haber fomentado la arrogancia de lasnaciones industriales y nos hadificultado que veamos al mundo noindustrializado en una adecuadaperspectiva política, además decartográfica.

«Los países en vías de desarrollohan sido engañados con respecto a suSuperficie y a su importancia», afirmaPeters. Su mapa, extraño a ojoseuropeos O americanos, muestra unaEuropa encogida, unas Alaska, Canadá yUnión Soviética aplastadas y estiradas yunas Américas del Sur, África, Arabia e

India muy alargadas. Sesenta milejemplares del mapa de Peters han sidodistribuidos en los países no industrialespor la Weltmission, una misiónevangélica alemana, y otrasorganizaciones religiosas.

Lo que esta controversia pone demanifiesto es que no existe un únicomapa «correcto», sino tan sólo imágenesdiferentes del espacio que sirvenfinalidades distintas. En el sentido másliteral, la llegada de la tercera olaaporta una nueva forma de mirar almundo.

Totalismo y mitadismo

Estos profundos cambios de nuestrasconcepciones de la Naturaleza, laevolución, el progreso, el tiempo y elespacio empiezan a combinarse amedida que pasamos de una cultura de lasegunda ola, que cargaba el acento en elestudio de las cosas aisladamenteconsideradas, a una cultura de la terceraola que recalca contextos, relaciones ytodos.

A comienzos de los años cincuenta,casi exactamente al mismo tiempo quelos biólogos descifraban el códigogenético, teóricos e ingenieros de

comunicaciones de Bell Labs,especialistas en computadores de IBM,físicos del Post Office Laboratory deGran Bretaña y especialistas del CentreNational de Recherche Scientifique, enFrancia, comenzaron también un períodode intenso y excitante trabajo.

Basándose en la «investigación deoperaciones» realizada durante laSegunda Guerra Mundial, pero yendomucho más allá, este trabajo dionacimiento a la revolución de laautomatización y a todo un nuevo grupoo especie de tecnología que apuntala laproducción de la tercera ola en lafábrica y la oficina. Pero junto con loselementos materiales, llegó una nueva

forma de pensar. Pues un productofundamental de la revolución de laautomatización fue la «teoría de lossistemas».

Mientras que los pensadorescartesianos hacían hincapié en elanálisis de los componentes, confrecuencia a expensas del contexto, lospensadores de sistemas centraban elénfasis en lo que Simón Ramo, precozdefensor de la teoría de los sistemas,denominó «enfoque total, nofragmentario, de los problemas». Alponer de relieve las relaciones derealimentación entre subsistemas y lostodos más amplios formados por esasunidades, la teoría de los sistemas ha

ejercido un penetrante impacto culturaldesde mediados de los años cincuenta,en que por primera vez empezó a salirde los laboratorios. Su lenguaje y susconceptos han sido empleados porcientíficos y psicólogos sociales, porfilósofos y analistas de política exterior,por lógicos y lingüistas, por ingenieros yadministradores. Pero los defensores dela teoría de sistemas no son los únicosque en los últimos diez o veinte añoshan instado a una forma más integradorade enfocar los problemas.

La rebelión contra la angostasuperespecialización recibió tambiénayuda de las campañas ambientalistas delos años setenta, al ir descubriendo

progresivamente los ecologistas laexistencia de la «red» de la Naturaleza,el carácter interrelacionado de lasespecies y la totalidad de losecosistemas. «Los no ambientalistastienden a querer separar las cosas enelementos componentes y a resolver lascosas de una en una», escribió BarryLópez en Environmental Action. Por elcontrario, «los ambientalistas tienden aver las cosas de modo completamentediferente… Su instinto es equilibrar eltodo, no resolver una sola parte». Elenfoque ecológico y el enfoque desistemas se superponían y compartían elmismo impulso hacia la síntesis y laintegración del conocimiento.

Mientras tanto, en las Universidadesse iban oyendo cada vez más voces enfavor de un pensamiento interdisciplinar.Aunque en la mayor parte de lasUniversidades la Recíproca fertilizaciónde ideas y la integración de lainformación continúan bloqueadas porbarreras departamentales, esta demandade trabajo ínter o multidisciplinario sehalla ya tan extendida, que se haconvertido en una cualidad casi ritual.

Estos cambios en la vida intelectualse reflejaron también en otras esferas dela Cultura. Las religiones orientales, porejemplo, tenían desde hacía tiempo unpequeño número de discípulos entre lasclases medias europeas, pero hasta que

no empezó en serio la desintegración dela sociedad industrial, no empezaronmillares de jóvenes occidentales avenerar a los swamis indios,abarrotando el Astródomo para oír a ungurú de dieciséis años de edad,escuchando ragas, abriendo restaurantesvegetarianos de estilo hindú y danzandoa lo largo de la Quinta Avenida. Elmundo —cantaban de pronto—, noestaba quebrado en fragmentoscartesianos: era una «unidad».

En el campo de la salud mental, lospsicoterapeutas buscaron formas decurar a la «persona total» empleando laterapia Gestalt. Se produjo una auténticaexplosión de terapia Gestalt, y su

práctica se extendió por todos los puntosde los Estados Unidos. El objetivo deesta actividad era, según elpsicoterapeuta Frederick S. Pearls,«incrementar el potencial humanomediante el proceso de integración» dela consciencia sensorial del individuo,sus percepciones y sus relaciones con elmundo exterior.

En Medicina ha surgido unmovimiento de «salud totalista» basadoen la idea de que el bienestar delindividuo depende de una integración delo físico, lo espiritual y lo mental.Mezclando la charlatanería con unaauténtica innovación médica, elmovimiento adquirió enorme fuerza a

finales de los años setenta.«Hace unos años —informa Science

— habría sido inimaginable que elGobierno Federal prestara su patrocinioa una conferencia sobre la salud queabordaba temas tales como curación porla fe, iridología, acupresión, meditaciónbudista, y electromedicina.» Desdeentonces se ha producido «una virtualexplosión de interés por métodos ysistemas alternativos de curación»,todos los cuales quedan incluidos bajola denominación de «salud totalista».

Con tanta actividad, y a tantosniveles distintos, no es sorprendente queel término «totalismo» haya acabado porpenetrar en el vocabulario popular. Un

experto del Banco Mundial propugna«una concepción totalista de… lavivienda urbana». Un grupo deinvestigación del Congreso de losEstados Unidos solicita estudios«totalistas» de gran alcance. Un expertoen cuestiones educativas aseguraemplear «lectura y puntuación totalistas»para enseñar a los escolares a escribir.Y un gimnasio de belleza de BeverlyHills ofrece «ejercicio totalistas».

Cada uno de estos movimientos,modas y corrientes culturales, esdiferente. Pero su elemento común estáclaro. Todos ellos representan un ataquea la presunción de que se puedecomprender el todo estudiando

aisladamente las partes. Su esenciaqueda resumida en las palabras delfilósofo Ervin Laszlo, destacado teóricode sistemas: somos «parte de un sistemainterconectado de la Naturaleza, y, amenos de que informados «generalistas»asuman el empeño de elaborar teoríassistemáticas de las pautas deinterconexión, nuestros proyectos decorto alcance y nuestra limitadacapacidad de control puedenconducirnos a nuestra propiadestrucción».

Ha adquirido tal virulencia esteataque a lo fragmentario, a lo parcial yanalítico, que muchos fanáticos«totalistas» olvidan alegremente las

partes en su búsqueda del todo. Elresultado no es totalismo, sino una nuevafragmentación. Su totalismo esmitadismo.

No obstante, críticos más reflexivostratan de equilibrar las dotes analíticasde la segunda ola con un énfasis muchomayor en la síntesis. Quizá la más claraformulación de esta idea es la expresadapor el ecólogo Eugene P. Odum al instara sus colegas a combinar el totalismocon el reduccionismo, a contemplarsistemas enteros, además de sus partes.A medida que… elementos componentesse combinan para producir todosfuncionales más amplios —declarócuando él y su, más famoso, hermano

Howard ganaron conjuntamente elPremio del Institut de la Vie—, emergennuevas propiedades que no existían o nose evidenciaban en el nivelinmediatamente inferior…

«No quiere esto decir queabandonemos la ciencia reduccionista,ya que de ella se han derivado grandesbienes para la Humanidad», sino que hallegado el momento de prestar igualapoyo a los estudios de «sistemasintegrados a gran escala».

Tomados en su conjunto, la teoría delos sistemas, la ecología y elgeneralizado énfasis sobre elpensamiento totalista —al igual quenuestras cambiantes concepciones del

tiempo y el espacio— son parte delataque cultural lanzado contra laspremisas intelectuales de la civilizaciónde la segunda ola. Pero ese ataquealcanza su culminación en la emergentenueva concepción de por qué las cosassuceden como suceden.

La sala de juego cósmica

La civilización de la segunda ola nosdio la confortable certeza de queSabíamos —o, al menos, podíamossaber— cuáles eran las causas de las

cosas. Nos dijo que las mismascondiciones producían siempre losmismos resultados. Nos dijo que elUniverso entero se componía, por asídecirlo, de tacos y bolas de billar, decausas y efectos.

Esta concepción mecanicista de lacausalidad fue —y es todavía—extremadamente útil. Nos ayuda a curarla enfermedad, y a construir gigantescosrascacielos, a diseñar ingeniosasmáquinas y a montar enormesorganizaciones. Pero, aunque eficaz paraexplicar fenómenos que funcionan comosimples máquinas, ha resultado muchomenos satisfactoria para explicarfenómenos como el desarrollo, la

decadencia, súbitos pasos a nuevosniveles de complejidad, grandescambios que quedan frustrados depronto o, a la inversa, esos mínimos —amenudo, casuales— acontecimientos queacaban por convertirse a veces engigantescas fuerzas explosivas.

La mesa de billar newtoniana estásiendo actualmente apartada a un rincónde la sala de juego cósmica. Seconsidera la causalidad mecanicistacomo un caso especial aplicable aalgunos fenómenos, pero no a todos, yestudiosos y científicos del mundoentero están elaborando una nuevaconcepción del cambio y la Causaciónmás acorde con nuestras concepciones,

rápidamente cambiantes, de naturaleza,evolución y progreso, de tiempo,espacio y materia.

El epistemólogo de origen japonésMagoroh Maruyama, el sociólogofrancés Edgar Morin, teóricos de lainformación como Stafford Beer y HenriLaborit y muchos otros estánproporcionando pistas de cómo actúa lacausación en sistemas no mecánicos queviven, mueren, se desarrollan yexperimentan evolución y revolución. ElPremio Nobel belga Ilya Prigogine nosofrece una sorprendente síntesis de lasideas de orden y caos, azar y necesidad,y de cómo se relacionan con lacausación.

La nueva causalidad de la terceraola deriva, en parte, de un conceptoclave de la teoría de los sistemas: laidea de realimentación. Un ejemploclásico utilizado para ilustrar estanoción es el termostato doméstico, quemantiene la temperatura a un niveluniforme. El termostato enciende elhorno y vigila luego el resultanteaumento de temperatura. Cuando lahabitación está suficientemente caliente,apaga el horno. Cuando la temperaturadesciende, percibe este cambioambiental y vuelve a encender el horno.

Lo que aquí vemos es un proceso derealimentación que preserva elequilibrio, conteniendo o suprimiendo el

cambio cuando amenaza rebasar un niveldado. Llamado «realimentaciónnegativa», su función es la de mantenerla estabilidad.

Una vez definida y explorada larealimentación negativa por teóricos dela información y pensadores de sistemasa finales de los años cuarenta ycomienzos de los cincuenta, loscientíficos empezaron a buscar ejemploso analogías. Y, con creciente excitación,hallaron similares procesos protectoresde la estabilidad en todos los campos,desde la fisiología (por ejemplo, elproceso por el que el cuerpo mantienesu temperatura) hasta la política (comoen la forma en que el «aparato» de una

institución sofoca las discrepanciascuando éstas rebasan un nivelaceptable). La realimentación negativaparecía actuar por doquier a nuestroalrededor, haciendo que las cosasconservasen su equilibrio o estabilidad.

Pero a comienzos de los añossesenta, críticos como el profesorMaruyama empezaron a advertir que seestaba prestando demasiada atención ala estabilidad y no suficiente al cambio.Lo que se necesitaba —decía— era másinvestigación sobre la «realimentaciónpositiva», procesos que no suprimen elcambio, sino que lo amplifican, nomantienen la estabilidad, sino que ladesafían, a veces, incluso, superándola.

La realimentación positiva puede tomaruna pequeña desviación del sistema ymagnificarla hasta poner en peligro todala estructura.

Si la primera clase derealimentación era reductora del cambioo «negativa», aquí se manifestaba todauna clase de procesos amplificadoresdel cambio, o «positivos», y ambasnecesitaban igual atención. Larealimentación positiva podía arrojarluz sobre la causación en muchosprocesos que antes resultabandesconcertantes.

Como la realimentación positivarompe la estabilidad y se alimenta de símisma, ello ayuda a explicar los

círculos viciosos… y los virtuosos.Imaginemos de nuevo el termostato, perocon su sensor o mecanismo disparadorinvertido. Cada vez que la habitación secalentase, el termostato, en vez deapagar el horno, accionaría elencendido, haciendo que la temperaturase elevase a niveles cada vez másardientes. O imaginemos el juego del«Monopoly» (o, lo que viene a ser lomismo, el juego de la economía en lavida real), en el que cuanto más dinerotiene un jugador, más propiedades puedecomprar, lo cual significa percepción demayores rentas y, por consiguiente, másdinero con el que comprar propiedades.Ambos casos constituyen ejemplos de

realimentación positiva.La realimentación positiva ayuda a

explicar cualquier proceso que seaautoexcitativo, como la carrera dearmamentos, por ejemplo, en la que cadavez que la URSS construye una nuevaarma, los Estados Unidos construyenotra mayor, lo cual motiva entonces quela URSS construya otra más… hasta elpunto de la locura mundial.

Y cuando situamos juntas larealimentación positiva y la negativa yvemos la riqueza con que estos dosprocesos diferentes interactúan enorganismos complejos, desde el cerebrohumano hasta la economía, surgensorprendentes comprensiones. De hecho,

una vez que, como cultura, asumimos laprobabilidad de que cualquier sistemaverdaderamente complejo —sea unorganismo biológico, una ciudad o elorden político internacional— contengaamplificadores de cambio y reductoresde cambio, realimentación positivaademás de negativa en mutuainteracción, empezamos a vislumbrartodo un nuevo nivel de complejidad enel mundo con el que estamos tratando.Nuestro conocimiento de la causación seve mejorado.

Y un nuevo avance de eseconocimiento se produce cuandocomprendemos que estos reductores yamplificadores de cambio no se hallan

insertos desde el principio en lossistemas biológicos o sociales; puedenestar ausentes al comienzo y surgirluego, a veces como consecuencia dealgo que equivale al azar. Un sucesoesporádico puede, así, poner en marchauna fantástica cadena de inesperadasconsecuencias.

Esto nos dice por qué el cambio escon frecuencia tan difícil de observar yde extrapolar, tan lleno de sorpresas.Por eso es por lo que un proceso lento yconstante puede convertirse de pronto enun cambio explosivo y viceversa. Y estoexplica por qué condiciones inicialessimilares pueden conducir a resultadostotalmente distintos, una idea extraña a

la mentalidad de la segunda ola.La causalidad de la tercera ola está

gradualmente tomando forma y presentaun mundo complejo de fuerzasmutuamente interactuantes, un mundolleno de Asombro, con amplificadoresdel cambio, así como reductores ymuchos otros elementos también… nosólo bolas de billar entrechocandopredecible y continuamente una contraotra en la mesa de billar cósmica. Setrata de un mundo mucho más extraño delo que sugería el sencillo mecanismo dela segunda ola.

¿Es todo predecible en principio,como implicaba la causalidad mecánicade la segunda ola? ¿O son las cosas

intrínsecas y absolutamenteimpredecibles, como han insistido loscríticos del mecanicismo? ¿Estamosregidos por el azar, o por la necesidad?La causalidad de la tercera ola tienetambién nuevas y excitantes cosas quedecir acerca de esta antiguacontradicción. De hecho, nos ayuda aescapar, por fin, de la trampa constituidapor la disyuntiva que durante tantotiempo ha enfrentado a deterministas yantideterministas: necesidad o azar. Yésta puede ser su innovación filosóficamás importante.

La lección de las termitas

El doctor Ilya Prigogine y suscolaboradores de la Universidad Librede Bruselas y de la Universidad deTexas, en Austin, han asestado un durogolpe a las presunciones de la segundaola al mostrar cómo estructurasquímicas y de otro tipo pasan a estadiosmás elevados de diferenciación ycomplejidad mediante una combinaciónde azar y necesidad. Fue por esto por loque se le concedió a Prigogine elPremio Nobel.

Nacido en Moscú, llevado de niño aBélgica y fascinado desde su juventud

por los problemas del tiempo, Prigoginese sintió desconcertado por una aparentecontradicción. Estaba, por una parte, lacreencia del físico en la entropía, en queel Universo camina a su destrucción yque todas las pautas organizadas debenacabar desapareciendo. Por otra estabael reconocimiento del biólogo de que lavida misma es organización y de quecontinuamente estamos creandoorganizaciones cada vez más elevadas ycomplejas. La entropía apuntaba en unadirección; la evolución en otra.

Esto llevó a Prigogine a preguntarcómo surgen formas superiores deorganización, y a largos años debúsqueda en el campo de la química y

en el de la física para encontrar larespuesta.

Hoy, Prigogine señala que encualquier sistema complejo, desde lasmoléculas de un líquido hasta lasneuronas de un cerebro o el tráfico deuna ciudad, las partes del sistema estánsiempre experimentando cambios enpequeña escala, están en constante flujo.El interior de cualquier sistema se hallaestremecido de fluctuaciones.

A veces, cuando entra en juego larealimentación negativa, estasfluctuaciones quedan amortiguadas osuprimidas, y mantenido el equilibriodel sistema. Pero cuando funciona larealimentación amplificadora, o

positiva, alguna de estas fluctuacionespueden resultar tremendamentemagnificadas… hasta el punto de verseamenazado el equilibrio de todo elsistema. Las fluctuaciones que surgen enel entorno exterior pueden actuar en estemomento y ampliar más la crecientevibración… hasta que el equilibrio deltodo queda destruido y resultadestrozada la estructura existente[13].

Ya sea consecuencia de desbocadasfluctuaciones internas o de fuerzasexternas, o de ambas, esta quiebra delviejo equilibrio no termina muchasveces en caos o destrucción, sino en lacreación de una estructura totalmentenueva en un nivel superior.

Esta nueva estructura puede ser másdiferenciada, internamente interactiva ycompleja que la antigua, y necesita másenergía y materia (y, quizás, informacióny otros recursos) para sostenerse.Refiriéndose principalmente areacciones físicas y químicas, perollamando ocasionalmente la atenciónsobre fenómenos sociales análogos,Prigogine denomina a estos sistemasnuevos y más complejos «estructurasdisipadoras».

Sugiere que se puede considerar laevolución misma como un proceso queconduce hacia organismos biológicos ysociales crecientemente complejos ydiversificados a través del nacimiento

de nuevas estructuras disipadoras deorden superior. Así, según Prigogine,cuyas ideas tienen resonancias políticasy filosóficas, además de un significadopuramente científico, desarrollamos«orden a partir de la fluctuación» o,como expresa el título de una de susconferencias, «orden a partir del caos».

Pero esta evolución no puedeplanearse o predeterminarse de un modomecanicista. Hasta la formulación de lateoría de los cuantos, muchosdestacados pensadores de la segunda olacreían que el azar desempeñaba unescaso o nulo papel en el cambio. Lascondiciones iniciales de un procesopredeterminaban su resultado. Hoy, en la

física subatómica, por ejemplo, estágeneralizada la opinión de que el azar eslo que domina en el cambio. En losúltimos años, muchos científicos, comoJacques Monod en Biología, WalterBuckley en Sociología, o Maruyama enEpistemología y Cibernética, hanempezado a fusionar estos opuestos.

La obra de Prigogine no sólocombina el azar y la necesidad, sino queespecifica realmente sus mutuasrelaciones. En resumen, sugiere que, enel preciso momento en que unaestructura «salta» a un nuevo estadio decomplejidad, es imposible, en lapráctica e incluso en el terreno de losprincipios, predecir cuál de muchas

formas va a adoptar[14]. Pero una vezelegido un camino, una vez que hanacido la nueva estructura, vuelve adominar el determinismo.

En un sugestivo ejemplo, describecómo crean las termitas sus altamenteestructuradas madrigueras a partir deuna actividad aparentemente desprovistade toda estructuración. Empiezanmoviéndose en una superficie de formacasual, desorganizada, deteniéndose acáy allá para depositar sus secreciones.Estos depósitos quedan distribuidos alazar, pero la sustancia contiene unatrayente químico que impele a otrastermitas a acudir.

De esta manera, las secreciones

comienzan a acumularse en unos cuantoslugares y van formando gradualmenteuna columna o una pared. Si estasconstrucciones están aisladas, el trabajose detiene. Pero si están próximas unade otra, resulta un arco, que se convierteluego en la base de la complejaarquitectura de la madriguera. Lo queempieza con una actividad casual acabapor convertirse en estructurassumamente refinadas y organizadas.Vemos —como dice Prigogine— «laespontánea formación de estructurascoherentes». El orden surgido del caos.

Todo esto ataca a la viejacausalidad. Prigogine lo resume delmodo siguiente: «Las leyes de la

estricta causalidad se nos aparecenhoy como situaciones limitativas,aplicables a casos altamenteidealizados, casi como caricaturas dela descripción del cambio… La cienciade la complejidad… conduce a unaconcepción completamente diferente.»

En lugar de permanecer apresadosen un universo cerrado que funcionabacomo un reloj mecánico, nosencontramos en un sistema mucho másflexible en el que —como dicePrigogine— «siempre existe laposibilidad de que alguna inestabilidadconduzca a algún nuevo mecanismo.Tenemos realmente un universoabierto».

A medida que avanzamos más alládel pensamiento causal de la segundaola; a medida que empezamos a pensaren términos de influencia mutua, deamplificadores y reductores, de quiebrasde sistemas y súbitos y revolucionarioscambios, de estructuras disipadoras y defusión, de azar y necesi—

dad —en resumen, a medida que nosquitamos nuestras anteojeras de lasegunda ola—, estamos emergiendo auna cultura totalmente nueva, la culturade la tercera ola.

Esta nueva cultura —orientada alcambio y a una creciente diversidad—trata de integrar la nueva concepción dela Naturaleza, de la evolución y el

progreso, las nuevas y más ricasconcepciones del tiempo y el espacio yla fusión del reduccionismo y eltotalismo, con una nueva causalidad.

La indusrealidad, que en otro tiempopareció tan poderosa y completa, unaexplicación tan omnicomprensiva decómo se ensamblaban el Universo y suscomponentes, resulta ahora haber sidoinmensamente útil. Pero se han frustradosus pretensiones de universalidad.Desde la encumbrada atalaya delmañana se verá que la superideología dela segunda ola ha sido tan provincianacomo exclusivamente servidora de símisma.

La decadencia del sistema de

pensamiento de la segunda ola deja amillones de personas buscandodesesperadamente algo a lo queaferrarse… cualquier cosa, desde eltaoísmo tejano, hasta el sufismo sueco;desde la curación por la fe de las islasFilipinas, hasta la brujería galesa. Envez de construir una nueva culturaadecuada al nuevo mundo, intentanimportar e implantar viejas ideasapropiadas para otros tiempos y lugares,o revivir las fanáticas creencias de suspropios antepasados, que vivieron encondiciones radicalmente distintas.

Es precisamente el derrumbamientode la estructura mental de la Eraindustrial, su creciente irrelevancia ante

las nuevas realidades tecnológicas,sociales y políticas, lo que da lugar a lafácil búsqueda actual de viejasrespuestas y al continuo torrente demodas seudointelectuales que surgen,fulguran y se consumen conextraordinaria rapidez.

En el centro mismo de estesupermercado espiritual, con sudeprimente heterogeneidad y sucharlatanería religiosa, está siendosembrada una nueva cultura positiva,una cultura apropiada a nuestro tiempo ynuestro lugar. Empiezan a hacer suaparición nuevas e integradoraspercepciones, nuevas metáforas paracomprender la realidad. Pueden

vislumbrarse ya los primeros inicios deuna nueva coherencia y elegancia, amedida que los restos culturales delindustrialismo van siendo barridos porla tercera ola de cambio de la Historia.

La superideología de la civilizaciónde la segunda ola que ahora se estádesmoronando quedó reflejada en laforma en que el industrialismo organizóel mundo. La imagen de una naturalezabasada en partículas discontinuasplasmó en la idea de naciones-Estadosoberanas y discontinuas. Hoy, alcompás que cambia nuestra imagen de laNaturaleza y la materia, se estátransformando también la nación-Estado,lo cual constituye un nuevo paso en el

camino hacia una civilización de latercera ola.

XXII EL

FRACCIONAMIENTODE LA NACIÓN

En una época en que las llamas delnacionalismo arden violentamente portodo el mundo —en que proliferanmovimientos de liberación nacional enlugares como Etiopía y las Filipinas, enque diminutas islas, como Dominica, enel Caribe, o Fiji, en el Pacífico Sur,proclaman su nacionalidad y envíandelegados a las Naciones Unidas—,

algo extraño está sucediendo en elmundo de elevada tecnología: en vez desurgir nuevas naciones, las antiguas sehallan en peligro de disgregación.

Mientras la tercera ola avanzapujante sobre la Tierra, la nación-Estado—la unidad política fundamental de laEra de la segunda ola— está siendoestrujada por tremendas presionesprocedentes desde arriba y desde abajo.

Una serie de fuerzas tratan detransferir el poder político hacia abajo,desde la nación-Estado a regiones ygrupos subnacionales. Las otras tratande desplazar el poder hacia arriba,desde la nación a agencias yorganizaciones transnacionales. Juntas,

están conduciendo hacia unfraccionamiento de las naciones de altatecnología en unidades más pequeñas ymenos poderosas, como se ve al instantesi se pasea la vista por el mundo.

Abjazianos y texicanos

Agosto de 1977. Tres hombresencapuchados se hallan sentados anteuna improvisada mesa, con un farol enun extremo y una goteante vela en elotro, cubierta por una bandera. Sobre labandera, el airado rostro de un hombre

con la cabeza vendada y las letrasFLNC. Mirando por los agujerosabiertos en sus capuchas, los hombrescuentan su historia a un grupo deperiodistas que han sido conducidos conlos ojos vendados a la cita. Losencapuchados anuncian que ellos son losresponsables del atentado al repetidorde televisión de Serra-di-Pigno, el únicotransmisor corso de programastelevisivos franceses. Quieren queCórcega se separe de Francia.

Furiosos porque París les habíamirado tradicionalmente por encima delhombro y porque el Gobierno francésapenas si había hecho nada pordesarrollar la economía de la isla, los

corsos sintieron aumentar su irritacióncuando, al término de la guerra deArgelia, varias unidades de la LegiónExtranjera francesa fueron enviadas abases establecidas en Córcega. Loslocales se sintieron más ultrajados aúncuando el Gobierno concedió a lospieds noirs —ex colonos de Argelia—subvenciones y derechos especialespara asentarse en Córcega. Los colonosllegaron en hordas y no tardaron encomprar muchos de los viñedos de laisla (su principal industria, aparte elturismo), haciendo que los corsos sesintieran más extranjeros aún en supropia isla. En la actualidad, Franciatiene una Irlanda del Norte en pequeña

escala fraguándose en su islamediterránea.

También en el otro extremo del país,sentimientos separatistas durante largotiempo latentes han acabado por estallaren los últimos años. En Bretaña, con unelevado desempleo y algunos de lossalarios más bajos de Francia, elmovimiento separatista goza de amplioapoyo popular. Se encuentra dividido enPartidos rivales y tiene una ramaterrorista cuyos miembros han sidodetenidos por la comisión de atentadoscon bomba contra edificios públicos,entre ellos, el palacio de Versalles.Mientras tanto, llueven sobre Parísdemandas de autonomía cultural y

regional para Alsacia y Lorena, partesdel Languedoc y otras comarcas delpaís.

Al otro lado del Canal, GranBretaña se enfrenta con presionescomparables, aunque menos violentas,de los escoceses. A principios de 1970,Londres no se tomaba en serio elnacionalismo escocés. Hoy, con unosyacimientos petrolíferos en el mar delNorte que permitirían un desarrolloeconómico independiente de Escocia, lacuestión dista mucho de ser graciosa. Sibien fue derrotada en 1979 unapropuesta para crear una asambleaescocesa separada, se intensifican laspresiones en favor de la autonomía.

Irritados durante mucho tiempo por lapolítica gubernamental que favorecía eldesarrollo económico del Sur, losnacionalistas escoceses consideranahora que su propia economía estáequilibrada para un despegue y que lainerte economía británica ejerce sobreellos un efecto de rémora.

Exigen un mayor control sobre supetróleo. Intentan también sustituir susdeprimidas industrias del acero y deconstrucción de barcos por otras nuevasbasadas en la electrónica y otras decarácter avanzado. De hecho, mientrasque existe en Gran Bretaña unaacalorada controversia sobre si llevar ono adelante los planes para una industria

de semiconductores apoyada por elEstado, Escocia es ya, después deCalifornia y Massachusetts, el tercermontador de circuitos integrados delmundo.

En otros lugares de Gran Bretaña semanifiestan presiones separatistas deGales y están apareciendo pequeñosmovimientos autonomistas en Cornuallesy Wessex, donde los regionalistaslocales exigen autonomía, creación de supropia asamblea legislativa y unatransición desde su atrasada industriahasta una elevada tecnología.

Desde Bélgica (donde aumenta latensión entre valones, flamencos ybruselenses) hasta Suiza (donde un

grupo escindido ganó una batalla por elestablecimiento de su propio cantón enel Jura), Alemania Occidental (dondelos alemanes de los sudetes exigen elderecho a retornar a su primitiva patriaen la próxima Checoslovaquia), lostiroleses del Sur en Italia, los eslovenosen Austria, los vascos y catalanes enEspaña, los croatas en Yugoslavia ydocenas de grupos menos conocidos,toda Europa está experimentando unacontinua intensificación de presionescentrífugas.

Al otro lado del Atlántico, no haterminado aún la crisis interna delCanadá en torno a Quebec. La eleccióncomo Primer Ministro del separatista

quebequés Rene Lévesque, la fuga decapitales e inversiones de Montreal, lacreciente hostilidad entre canadiensesfrancófonos y anglófonos, han creado laposibilidad real de desintegraciónnacional. El ex Primer Ministro FierreTrudeau, luchando por mantener launidad nacional, advirtió que «si ciertastendencias centrífugas llegan aconsumarse, habremos permitido queeste país se rompa o que quede tandividido que habrá perdido sucapacidad de actuar como nación». Y noes Quebec la única fuente de presionessecesionistas. Quizás igualmenteimportante, aunque menos conocido enel extranjero, es el creciente coro de

voces separatistas o autonomistassurgido en la región de Alberta, rica enpetróleo.

Tendencias similares se manifiestana lo largo del Pacífico en naciones comoAustralia y Nueva Zelanda. En Perth, unmagnate de la minería llamado LangHancock ha formulado la acusación deque la Australia Occidental, rica enminerales, está siendo forzada a pagarprecios artificialmente altos por losobjetos manufacturados en la AustraliaOriental. Entre otras cosas, AustraliaOccidental afirma que está políticamenteinfrarrepresentada en Canberra, que, enun país de distancias enormes, las tarifasaéreas fijadas le son perjudiciales y que

la política nacional desalienta lainversión en el Oeste. La placa de letrasdoradas colocada a la puerta deldespacho de Lang Hancock dice:«Movimiento Secesionista de AustraliaOccidental.»

Mientras tanto, Nueva Zelandaatraviesa sus propias dificultades conlos separatistas. La energíahidroeléctrica de Isla del Sur cubre granparte de las necesidades energéticas detodo el país, pero, dicen los habitantesde la isla, — que constituyenaproximadamente la tercera parte de lapoblación total—, reciben poco acambio de ella, y la industria continúayéndose al Norte. En una reciente

reunión presidida por el alcalde deDunedin se ha creado un movimientopara declarar la independencia de Isladel Sur.

Lo que se aprecia, de modo general,es la existencia de fisuras que vanensanchándose progresivamente yamenazando con disgregar a lasnaciones-Estado. Y esas presiones sedan también en los dos gigantes: laURSS y los Estados Unidos.

Nos resulta difícil imaginar ladisgregación, por ejemplo, de la UniónSoviética, como en otro tiempo predijoel historiador disidente Andrei Amalrik.

Pero las autoridades soviéticas hanencarcelado a nacionalistas armenios

por un atentado con bomba realizado en1977 contra el Metro de Moscú, y desde1968, un clandestino Partido deUnificación Nacional ha lanzado unacampaña en pro de la reunificación delas tierras armenias. Grupos similaresexisten en otras Repúblicas soviéticas.En Georgia, miles de manifestantes hanobligado al Gobierno a declarar elgeorgiano como idioma oficial de laRepública y, en el aeropuerto de Tbilisi,viajeros extranjeros se han quedadosorprendidos al oír anunciar un vuelo aMoscú como un vuelo «a la UniónSoviética».

De hecho, mientras los georgianos semanifestaban contra los rusos, los

abjazianos —un grupo minoritariodentro de Georgia— se concentraban ensu capital de Sujumi para pedir supropia independencia de los georgianos.Eran tan serias estas peticiones y tanmasivas las concentraciones celebradasen tres ciudades, que rodaron cabezasentre los funcionarios del partidocomunista, y Moscú, para aplacar a losabjazianos, anunció la puesta en marchade un plan especial de desarrollo conuna inversión de 750 millones dedólares.

Es imposible calibrar toda lainmensidad del sentimiento separatistaen las distintas partes de la URSS. Perola pesadilla de una multiplicidad de

movimiento separatista debe deobsesionar a las autoridades. Si llegasea estallar una guerra con China, obrotasen súbitamente en la Europaoriental una serie de levantamientospopulares, Moscú podría muy bienenfrentarse a abiertas rebelionessecesionistas o autonomistas en muchasde sus Repúblicas.

La mayoría de los americanosapenas pueden concebir circunstanciasque llegaran a dividir los EstadosUnidos. (Tampoco la mayoría de loscanadienses hace nada más que unadécada.) Pero están aumentando laspresiones regionalistas. En California,una novela underground de gran venta

imagina la secesión de Norteaméricapor parte de toda su regiónnoroccidental, obtenida mediante laamenaza de hacer estallar minasnucleares en Nueva York y Washington.Existen también otros proyectos desecesión. Así, un informe preparadopara Kissinger cuando todavía eraconsejero de seguridad nacional,examinaba la posible separación deCalifornia y el Sudoeste para formarentidades geográficas de habla españolao bilingües, «Quebecs chicanos». Cartasal director hablan de reincorporar Texasa México para formar una gran potenciapetrolífera llamada Téxico.

En el puesto de periódicos de un

hotel de Austin compré hace no muchotiempo un ejemplar de Texas Monthlyque criticaba duramente la política«gringa» de Washington hacia México yañadía: «En los últimos años pareceque hemos tenido más en común connuestros viejos enemigos de Ciudad deMéxico que con nuestros dirigentes deWashington… Los yanquis nos hanestado robando nuestro petróleo desdeSpindletop… así que los texanos nodeben sorprenderse por que Méxicointente evitar la misma clase deimperialismo económico.»

En el mismo puesto de periódicoscompré también un adhesivo paraautomóviles que se exhibía en lugar

destacado. Consistía en la estrellatexana y una sola palabra: Secesión.

Todo esto tal vez sea disparatado,pero el hecho es que a todo lo largo delos Estados Unidos, como en otrospaíses de alta tecnología, la autoridadnacional está siendo cuestionada yaumentan las presiones regionales.Dejando a un lado el creciente potencialde separatismo que existe en PuertoRico y Alaska, o las demandas de losnativos americanos de ser reconocidoscomo nación soberana, podemosdetectar resquebrajamientos cada vezmás grandes entre los propios Estadoscontinentales. Según la ConferenciaNacional de Legislaturas Estatales, «se

está produciendo en América unasegunda guerra civil. El conflictoempuja los industrializados Nordeste yMedio Oeste contra los Estados del Sury el Sudoeste».

Una destacada publicacióncomercial habla de la «segunda guerraentre los Estados Unidos» y declara que«el desigual crecimiento económico estálanzando a las regiones hacia unviolento conflicto». El mismo belicosolenguaje es utilizado por irritadosgobernadores y funcionarios del Sur y elOeste, que se refieren a lo que estásucediendo como el «equivalenteeconómico de la guerra civil».Enfurecidos por las propuestas

formuladas por la Casa Blanca en elcampo de la energía, estos funcionarios,según el New York Times, «se hancomprometido nada menos que a lasecesión, para reservar las provisionesde petróleo y gas natural con destino a lacreciente base industrial de la región».

Brechas cada vez más anchasdividen también a los propios Estadosdel Oeste. Dice Jeffrey Knight, directorlegislativo de «Amigos de la Tierra»:«Los mismos Estados occidentales sevan viendo progresivamente a símismos como colonias energéticas deEstados como California.»

Estaban luego los adhesivos paraautomóviles que surgieron profusamente

en Texas, Oklahoma y Luisiana durantela escasez de petróleo para calefacciónque se produjo a mediados de la décadade los setenta y que declaraban: «Quelos bastardos se hielen en la oscuridad.»La tenuemente velada implicación desección podía percibirse también en laredacción de un anuncio insertado en elNew York Times por el Estado deLuisiana. Urgía al lector: «Piense en unaAmérica sin Luisiana.»

A los habitantes del Medio Oeste seles está aconsejando ahora que dejen de«perseguir chimeneas», se orienten a unaindustria más avanzada y empiecen “pensar como regionalistas, mientras quelos gobernadores del Noroeste se tan

organizando para defender los interesesde esa región. En un anuncio a todaplana publicado por una «coalición parasalvar a Nueva York» se insinuaba elestado de ánimo general. El anuncioproclamaba que «Nueva York estásiendo violada» por la política federal yque «los neoyorquinos puedendefenderse».

¿Cuál es el resultado de todas estasbeligerantes posturas por todo el mundo,por no mencionar las protestas y laviolencia? La respuesta es inequívoca:tensiones internas potencialmenteexplosivas en las naciones engendradaspor la revolución industrial.

Algunas de esas tensiones

provienen, evidentemente, de la crisisenergética y de la necesidad existente depasar de una base energética de lasegunda ola a otra de la tercera. Elorigen de otras tensiones puede estar enlos conflictos surgidos en torno a latransición de una base industrial de lasegunda ola a una base industrial de latercera ola. En muchos lugares estamospresenciando también, como se sugirióen el capítulo XIX, el desarrollo deeconomías subnacionales o regionales,que son tan grandes, complejas einternamente diferenciadas como lo eranlas economías nacionales hace unageneración. Forman el impulsodesencadenante de movimientos

separatistas o de afanes de autonomía.Pero ya adopten la forma de abierto

secesionismo, de regionalismo,bilingüismo, autonomismo odescentralismo, estas fuerzas centrífugasobtienen también respaldo porque losGobiernos nacionales son incapaces dereaccionar con flexibilidad a la rápidadesmasificación de la sociedad.

A medida que la sociedad de masasde la Era industrial se desintegra bajo elimpacto de la tercera ola, se vanhaciendo menos uniformes los gruposregionales, locales, étnicos, sociales yreligiosos. Las condiciones y lasnecesidades divergen. Los individuostambién descubren o reafirman sus

diferencias.Característicamente, las

corporaciones hacen frente a esteproblema introduciendo más variedad ensus productos y siguiendo una políticade agresiva «segmentación delmercado».

Por el contrario, a los Gobiernosnacionales, les resulta difícilindividualizar sus políticas. Encerradosen las estructuras políticas yburocráticas de la segunda ola,encuentran imposible tratar de formadiferente a cada región o ciudad, a cadauno de los grupos raciales, religiosos,sociales, sexuales o étnicos, cuanto mása tratar como individuo a cada

ciudadano. Mientras las condiciones sediversifican, los que toman lasdecisiones a nivel nacional permanecenignorantes de las cambiantes exigenciaslocales. Si intentan identificar estasnecesidades altamente localizadas oespecializadas, acaban sepultados bajoun diluvio de datos excesivamentedetallados e indigeribles.

Pierre Trudeau, atrapado en la luchacontra el secesionismo canadiense, loexpresó claramente ya en 1967 cuandodijo: «No se puede tener un sistemaoperativo y operante de Gobiernofederal si una parte de él, provincia oEstado, ostenta un status muy especial,si sostiene con el Gobierno central un

conjunto de relaciones diferente al deotras provincias.»

En consecuencia, los Gobiernosnacionales de Washington, Londres,París O Moscú continúan, en general,imponiendo políticas uniformesdestinadas “ una sociedad de masassobre públicos cada vez másdivergentes y segmentados. Se olvidan oignoran las necesidades locales eindividuales, haciendo que las llamasdel resentimiento alcancen latemperatura del rojo blanco. A medidaque progresa la desmasificación,podemos esperar que las fuerzasseparatistas o centrífugas seintensifiquen dramáticamente y

amenacen la unidad de muchas naciones-Estado.

La tercera ola ejerce enormespresiones desde abajo sobre la nación-Estado.

De arriba abajo

Al mismo tiempo, vemos dedosigualmente poderosos clavándose desdearriba en la nación-Estado. La terceraola aporta nuevos problemas, una nuevaestructura de comunicaciones y nuevosactores sobre el escenario del mundo,

todo lo cual reduce drásticamente elpoder de la nación-Estado individual.

Así como muchos problemas sondemasiado pequeños o localizados paraque los Gobiernos nacionales puedanencararlos eficazmente, están surgiendorápidamente otros nuevos, que sondemasiado grandes para que ningunanación se enfrente por sí sola a ellos.«La nación-Estado, que se considera a símisma Absolutamente soberana, es,evidentemente, demasiado pequeña paradesempeñar un verdadero papel a nivelmundial —escribe el pensador políticofrancés Denis de Rougement—. Ni unosolo de nuestros 28 Estados europeospuede ya asegurar por sí mismo su

defensa militar y, su prosperidad, susrecursos tecnológicos… la prevenciónde guerras nucleares y de catástrofesecológicas.» Ni pueden hacerlo tampocolos Estados Unidos, la Unión Soviéticao Japón.

Los estrechos lazos económicosentre las naciones hacen virtualmenteimposible en la actualidad que ningúnGobierno nacional concreto dirijaindependientemente su propia economíao ponga en cuarentena la inflación. Lacada vez más grande burbuja de laeuromoneda, por ejemplo, como se haindicado antes, escapa por completo a lacapacidad reguladora de cualquiernación individual. Los políticos

nacionales que afirman que sus políticasinteriores pueden «detener la inflación»o «suprimir el paro», o son ingenuos oestán mintiendo, ya que la mayor partede las infecciones económicas son en laactualidad transmisibles a través de lasfronteras nacionales. El caparazóneconómico de la nación-Estado se vatornando cada vez más permeable.

Además, las fronteras nacionalesque no pueden ya contener las corrienteseconómicas resultan menos defendiblesaún frente a fuerzas ambientales. Si lasindustrias químicas suizas realizanvertidos residuales al Rin, lacontaminación fluye a través deAlemania y Holanda hasta acabar

desembocando en el mar del Norte. NiHolanda ni Alemania pueden garantizarpor sí mismas la calidad de sus propiasvías acuáticas. Los derrames de lospetroleros, la contaminación del aire,modificaciones meteorológicasaccidentales, la destrucción de bosquesy otras actividades entrañan confrecuencia efectos secundarios querebasan las fronteras nacionales. Lasfronteras son ahora porosas.

El nuevo sistema mundial decomunicaciones aumenta, además, lasusceptibilidad de cada nación a unapenetración procedente del exterior. Loscanadienses se muestran desde hacetiempo resentidos por el hecho de que

unas setenta emisoras de televisiónnorteamericanas situadas a lo largo de lafrontera transmiten programas parapúblicos canadienses. Pero esta formade penetración cultural de la segunda olaes insignificante comparada con la quehan hecho posible los sistemas decomunicaciones de la tercera ola,basados en satélites, computadores,teleimpresoras, sistemas por cableinteractivos y emisoras terrestres.

«Una forma de «atacar» a una nación—escribe el senador de los EstadosUnidos George S. McGovern— esrestringir el flujo de información…cortando el contacto entre las oficinascentrales y las sucursales ultramarinas

de una empresa multinacional…levantando muros informativos en tornoa una nación. Una nueva expresión estáhaciendo su entrada en el léxicointernacional, «soberanía informativa».»

Sin embargo, es discutible con quéeficacia se pueden clausurar lasfronteras nacionales… y por cuántotiempo. Pues el cambio a una baseindustrial de tercera ola requiere eldesarrollo de una «red nerviosa», osistema de información, altamenteramificada, sensitiva y completamenteabierta, y los intentos de nacionesindividuales de obstruir los flujos dedatos puede frenar, más que acelerar, supropio desarrollo económico. Además,

cada avance tecnológico proporciona unnuevo camino para atravesar elcaparazón exterior de la nación.

Todas estas evoluciones —losnuevos problemas económicos, losnuevos problemas ambientales y lasnuevas tecnologías de comunicación—están convergiendo para socavar laposición de la nación-Estado en elesquema global de las cosas. Lo que esmás, su convergencia se produce en elpreciso momento en que nuevos ypoderosos actores hacen su aparición enla escena mundial para desafiar elpoderío nacional.

La corporación global

La más conocida y poderosa de estasnuevas fuerzas es la corporacióntransnacional, o, más comúnmente, lacorporación multinacional.

Durante los últimos veinticincoaños, hemos presenciado unaextraordinaria globalización de laproducción, basada no simplemente enla exportación de materias primas obienes manufacturados en un país a otro,sino también en la organización de laproducción a lo largo de líneasnacionales.

La corporación transnacional (o

CTN) puede realizar tareas deinvestigación en un país, manufacturarcomponentes en otro, montarlos en untercero, vender bienes manufacturadosen un cuarto, depositar sus fondosexcedentes en un quinto, etc. Puede tenerfiliales que operen en docenas depaíses. Las dimensiones, importancia ypoder político de este nuevoparticipante en el juego global hanaumentado extraordinariamente desdemediados de los años cincuenta. En laactualidad, por lo menos diez milCompañías establecidas en las nacionesde alta tecnología no comunistas tienenfiliales fuera de sus propios países. Másde dos mil tienen filiales en seis o más

países anfitriones.… De 382 grandes firmas

industriales con ventas superiores a milmillones de dólares, 242 tienen un 25%o más de «contenido extranjero» medidoen términos de ventas, fondos,exportaciones, ganancias o empleo. Yaunque los economistas discrepanampliamente acerca de cómo definir yevaluar (y, por consiguiente, clasificar ycontar) estas corporaciones, es evidenteque representan un nuevo y crucialfactor en el sistema mundial… y undesafío a la nación-Estado.

Para tener un atisbo de susdimensiones resulta útil saber que en undía determinado de 1971 poseían fondos

líquidos a corto plazo por valor de268.000 millones de dólares. Esto —según el Subcomité de ComercioInternacional del Senado de los EstadosUnidos— suponía «más del doble deltotal de todas las institucionesmonetarias del mundo en la mismafecha». En comparación, el presupuestototal anual de las Naciones Unidasrepresentaba menos de 1/268,91,0,0037, de esa cifra.

A comienzos de los años setenta, lacuantía de los ingresos anuales de laGeneral Motors por ventas era mayorque el Producto Nacional Bruto deBélgica o Suiza. Estas comparacionesllevaron al economista Lester Brown,

presidente del Worldwatch Institute, aobservar que «se dijo en otro tiempoque el Sol nunca se ponía en el Imperiobritánico. Hoy, el Sol sí se pone en elImperio británico, pero no en lasdecenas de imperios empresarialesglobales entre los que figuran los deIBM, Unilever, Volkswagen e Hitachi».

Solamente Exxon tiene ya una flotade petroleros mayor en un 50% que lade la Unión Soviética. El especialista encuestiones Oriente-Occidente JosefVüczynski, economista del RoyalMilitary College de Australia, señalóuna vez que en 1973 «los beneficios delas ventas» de sólo diez de estascorporaciones transnacionales habría

sido «suficiente para dar a los 58millones de miembros de los partidoscomunistas de los 14 países socialistasunas vacaciones de seis meses conformeal nivel de vida americano». Aunque selas considera como típica invencióncapitalista, el hecho es que unascincuenta «transnacionales socialista»operan en los países del COMECON,tendiendo oleoductos, fabricandoproductos químicos y cojinetes de bolas,extrayendo potasa y asbestos ydirigiendo Compañías navieras.Además, Bancos e institucionesfinancieras socialistas —que van desdeel Moscow Narodny Bank hasta la BlackSea and Baltic General Insurance

Company— realizan operacionescomerciales en Zurich, Viena, Londres,Francfort o París. Algunos teóricosmarxistas consideran ahora la«internacionalización de la producción»como necesaria y «progresista».Además, de las quinientas CTN depropiedad privada y con sede enOccidente cuyas ventas en 1973rebasaron los quinientos millones dedólares, 140 tuvieron «tratoscomerciales importantes» con uno o máspaíses del COMECON.

Y tampoco se hallan establecidassólo en las naciones ricas las CTN. Los25 países del Sistema EconómicoLatinoamericano decidieron

recientemente crear sus propiastransnacionales en los campos deexplotaciones agrícolas, viviendasbaratas y bienes de capital. Compañíascon sede en las Islas Filipinas estánconstruyendo puertos en el golfoPérsico, y transnacionales indias estáncreando instalaciones electrónicas enYugoslavia, acerías en Libia y unaindustria de máquinas-herramientas enArgelia. El auge de las CTN altera laposición de la nación-Estado en elplaneta.

Los marxistas tienden a considerar alos Gobiernos nacionales como servilescriadas del poder de las corporacionesy, por consiguiente, ponen de relieve la

comunidad de intereses existentes entreellos. Sin embargo, las CTN tienen confrecuencia sus propios intereses,contrapuestos a los de sus «patrias», yviceversa.

CTN «británicas» han violadoembargos británicos. CTN «americanas»han violado normas dictadas por losEstados Unidos con respecto al boicotárabe de empresas judías. Durante elembargo de la OPEP, las Compañíaspetrolíferas transnacionales racionaronlas entregas entre países con arreglo asus propias prioridades, no con arregloa prioridades nacionales. Las lealtadesnacionales se desvanecen rápidamentecuando se presentan oportunidades en

otras partes, así que las CTN transfierenpuestos de trabajo de un país a otro,escapan a las regulaciones ambientales yenfrentan entre sí a los paísesanfitriones.

«Durante los últimos siglos —haescrito Lester Brown—, el mundo haestado nítidamente dividido en unconjunto de naciones-Estadoindependientes y soberanas… Con laaparición de literalmente centenares decorporaciones multinacionales oglobales, esta organización del mundoen entidades políticas mutuamenteexcluyentes está siendo ahorarecubierta por una red de institucioneseconómicas.»

En esta matriz, el poder que en otrotiempo perteneció exclusivamente a lanación-Estado cuando ésta era la únicafuerza importante que actuaba en laescena mundial se halla, al menos entérminos relativos, drásticamentereducido.

De hecho, las transnacionales se hanhecho tan grandes, que han asumidoalgunas de las características de lapropia nación-Estado, incluyendo supropio cuerpo de cuasidiplomáticos ysus propios y sumamente eficacesservicios de espionaje.

«Las necesidades de servicios deespionaje por parte de lasmultinacionales… no son muy

diferentes de las de los Estados Unidos,Francia o cualquier otro país… Dehecho, todo examen de las luchassostenidas en este campo entre la CÍA,la KGB y sus agencias satélites seráincompleto si no describe los papelescada vez más importantesdesempeñados por los aparatos deExxon, Chase Manhattan, Mitsubishi,Lockheed, Philips y otras», escribe JimHougan en Spooks, un análisis de lasagencias de espionaje privadas.

A veces cooperando con su nación«natal», a veces explotándola, a vecesejecutando su política, a vecesutilizándola para ejecutar la suya propia,las CTN UO son ni completamente

buenas ni completamente malas. Pero,con su capacidad para desplazarinstantáneamente miles de millones dedólares a través de las fronterasnacionales, con su poder para desplegartecnología y actuar con relativa rapidez,han desbordado y rebasado confrecuencia a los Gobiernos nacionales.

«No es sólo, ni aun principalmente,cuestión de si las Compañíasinternacionales pueden burlar leyes ynormas regionales concretas —escribeHugh Stephenson en un estudio sobre elimpacto de la CTN en la nación-Estado—. Es que todo nuestro entramado depensamiento y reacción se hallafundado en el… concepto de la nación-

Estado soberana (mientras) lascorporaciones internacionales estáninvalidando esta noción.»

En términos del sistema de poderglobal, el auge de las grandestransnacionales ha reducido, más quefortalecido, el papel de la nación-Estadoprecisamente en el momento en quepresiones centrífugas surgidas desdeabajo amenazan con hacerla reventar.

La naciente «Red T»

Aunque son las más conocidas, las

corporaciones transnacionales no sonlas únicas fuerzas nuevas de la escenamundial. Por ejemplo, estamospresenciando el nacimiento deagrupaciones sindicales transnacionales,la imagen reflejada, por así decirlo, delas corporaciones. Estamos viendotambién el desarrollo de movimientosreligiosos, culturales y étnicos querebasan las líneas nacionales y enlazanunos con otros. Observamos unmovimiento antinuclear cuyasmanifestaciones en Europa atraenparticipantes de varios países a la vez.Estamos presenciando también laaparición de agrupacionestransnacionales de partidos políticos.

Así, tanto cristianodemócratas comosocialistas hablan de constituirse en«europartidos» que transciendan lasfronteras nacionales, tendencia que hasido acelerada por la creación delParlamento Europeo.

Paralelamente a ello, existe,mientras tanto, una rápida proliferaciónde asociaciones transnacionales nogubernamentales. Estos grupos sededican a todo: desde la educación, a laexploración oceánica; desde losdeportes, a la ciencia; desde lahorticultura, a la dispensa de ayudas ensituaciones de calamidad. Van desde laConfederación de Fútbol de Oceanía ola Federación Odontológica

Latinoamericana, hasta la Cruz RojaInternacional, la FederaciónInternacional de Pequeñas y MedianasEmpresas y la Federación Internacionalde Mujeres Abogados. En su conjunto,estas organizaciones o federaciones«sombrilla» representan millones demiembros y decenas de miles de ramasen muchos países. Reflejan todos losmatices imaginables de interés, o faltade interés, político.

En 1963, unas 1.300 de estasorganizaciones operaban por encima delas fronteras nacionales. Para mediadosde los años setenta, el número se habíaduplicado hasta los 2.600. Se espera queel total ascienda hasta las 3.500 o 4.500

para 1985… con el nacimiento de unanueva cada tres días, aproximadamente.

Si las Naciones Unidas son la«organización mundial», estos gruposmenos visibles constituyen, de hecho,una «segunda organización mundial». En1975, el total de sus presupuestos erasólo de 1.500 millones de dólares…pero esto constituye nada más que unapequeña fracción de los recursoscontrolados por sus unidadessubordinadas. Tienen su propia«asociación comercial», la Unión deAsociaciones Internacionales, radicadaen Bruselas. Se relacionan unas conotras verticalmente, con lasagrupaciones locales, regionales,

nacionales y de otro tipo, reuniéndosebajo las organizaciones transnacionales.También se relacionan horizontalmente através de una tupida malla deconsorcios, grupos de trabajo, comitésinterorganizativos y seccionesespecializadas.

Son tan tupidos estos lazostransnacionales que, según un estudiorealizado por la Unión de AsociacionesInternacionales, en 1977 había un totalestimado de 52.075 relacionesentremezcladas y superpuestas entre1.857 de estos grupos. Y este númeroestá aumentando. Literalmente miles dereuniones, conferencias y simposiostransnacionales ponen en contacto unos

con otros a los miembros de estasdiferentes agrupaciones.

Aunque todavía relativamente pocodesarrollada, esta red transnacional (oRed T) añade otra dimensión más alemergente sistema mundial de la terceraola. Pero ni siquiera esto completa elcuadro.

El papel de la nación-Estado resultamás disminuido aún a medida que laspropias naciones se ven obligadas acrear agencias supranacionales. Lasnaciones-Estado se esfuerzan porconservar toda la soberanía y libertadde acción que les sea posible. Peroestán siendo empujadas, paso a paso, aaceptar nuevas limitaciones a su

independencia.Los países europeos, por ejemplo,

se han visto obligados, a regañadientes,pero ineluctablemente, a crear unMercado Común, un ParlamentoEuropeo, un sistema monetario europeoy agencias especializadas como laOrganización Europea de InvestigaciónNuclear. Richard Burke, delegado fiscaldel Mercado Común, ejerce presionestendentes a que las naciones miembrosmodifiquen sus políticas fiscalesinteriores. Las políticas culturales eindustriales, antes determinadas enLondres o París, son ahora forjadas enBruselas. Los miembros del ParlamentoEuropeo han impuesto, de hecho, un

aumento de 840 millones de dólares enel presupuesto de la CEE, pese a lasobjeciones de sus Gobiernos nacionales.

El Mercado Común constituyequizás el ejemplo más importante degravitación del poder hacia una agenciainternacional. Pero no es el únicoejemplo. De hecho, estamospresenciando una explosión demográficade este tipo de organizacionesintergubernamentales (u OIG),agrupaciones o consorcios de tres o másnaciones. Van desde la OrganizaciónMeteorológica Mundial y la AgenciaInternacional de Energía Atómica, hastala Organización Internacional del Café ola Asociación Latinoamericana de Libre

Comercio, por no hablar de la OPEP. Enla actualidad, este tipo de agenciasnecesitan coordinar transporte,Comunicaciones, patentes y trabajo anivel mundial en docenas de campos,desde el arroz al caucho. Y el número detales OIG se ha duplicado también,pasando de 139 en 1960, a 262 en 1977.

A través de estas OIG, la nación-Estado trata de enfrentarse conproblemas de dimensión supranacional,conservando al mismo tiempo la máximacapacidad decisoria a nivel nacional.Sin embargo, poco a poco, se produceun constante desplazamientogravitacional a medida que setransfieren más decisiones o estas

entidades de dimensionessupranacionales o vienen determinadaspor ellas.

Desde el nacimiento de lacorporación transnacional hasta laexplosión demográfica de asociacionestransnacionales y la creación de todasestas OIG, Vemos una línea evolutivaque se mueve en la misma constantedirección. Las naciones son cada vezmenos capaces de emprender una acciónindependiente, están perdiendo granparte de su soberanía.

Lo que estamos creando es un juegoglobal múltiple en el que participan nosimplemente naciones, sino tambiéncorporaciones y sindicatos,

agrupaciones políticas, étnicas yculturales, asociaciones transnacionalesy agencias supranacionales. La nación-Estado, ya amenazada por presionesprocedentes de abajo, ve limitada sulibertad de acción y desplazado odisminuido su poder a medida que vatomando forma un sistema globalradicalmente nuevo.

Conciencia planetaria

El empequeñecimiento de la nación-Estado refleja la aparición de una

economía global de nuevo estilo que hasurgido desde que la tercera olacomenzó su avance. Las naciones-Estado eran los contenedores políticosnecesarios para las economías dedimensión nacional. En la actualidad,esos contenedores no solamente se hanagrietado, sino que se han tornadoanticuados a causa de su propio éxito.Está, en primer lugar, el crecimiento,dentro de ellos, de economías regionalesque han alcanzado una escala que enotro tiempo se asociaba con laseconomías nacionales. En segundo lugar,la economía mundial a que dieron origenha desbordado sus dimensiones y estátomando nuevas y extrañas formas.

La nueva economía global se ve, así,dominada por las grandes corporacionestransnacionales. Está mantenida por unaramificada industria bancaria yfinanciera, que opera a velocidadeselectrónicas. Engendra dinero y crédito,que ninguna nación puede regular.Avanza hacia monedas transnacionales,no una sola «moneda mundial», sino unavariedad de monedas o «metamonedas»,cada una de ellas basada en una «cestade la compra» de monedas o divisasnacionales. Está desgarrada por unconflicto a escala mundial entresuministradores de recursos y usuarios.Está agujereada de deudas a una escalahasta ahora inimaginable. Es una

economía mixta, con empresascapitalistas y socialistas de Estadoabordando operaciones conjuntas ytrabajando codo a codo. Y su ideologíano es laissez faire ni marxismo, sinoglobalismo… la idea de que elnacionalismo se ha quedado anticuado.

Así como la segunda ola creó unasección de la población cuyos interesestenían una dimensión más que local yque se convirtió en la base de lasideologías nacionalistas, así también latercera ola da origen a grupos conintereses cuya amplitud rebasa loslímites nacionales. Forman la base de laemergente ideología globalista a vecesdenominada «conciencia planetaria».

Esta conciencia es compartida porejecutivos multinacionales, melenudosorganizadores de campañas ecologistas,financieros, revolucionarios,intelectuales, poetas y pintores, por nomencionar a los miembros de laComisión Trilateral. Incluso un famosogeneral norteamericano de cuatroestrellas me ha asegurado que «lanación-Estado ha muerto». Elglobalismo se presenta como algo másque una ideología servidora de losintereses de un grupo limitado.Exactamente del mismo modo que elnacionalismo pretendía hablar ennombre de la nación entera, elglobalismo pretende hablar en nombre

del mundo entero. Y se considera suaparición como una necesidad evolutiva,un paso más hacia una «concienciacósmica», que abarcaría también loscielos.

Por consiguiente, en resumen, atodos los niveles, desde la economía yla política hasta la organización y laideología, estamos presenciando undevastador ataque, desde dentro y desdefuera, contra ese pilar de la civilizaciónde la segunda ola que es la nación-Estado.

En el preciso momento histórico enque muchos países pobres luchandesesperadamente por establecer unaidentidad nacional porque la

nacionalidad era necesaria en el pasadopara lograr la industrialización, lospaíses ricos, lanzados más allá delindustrialismo, están disminuyendo,desplazando o anulando el papel de lanación.

Podemos esperar que en laspróximas décadas se produzcan grandesesfuerzos para crear nuevas institucionesglobales capaces de representaradecuadamente a los pueblosprenacionales, así como a losposnacionales, del mundo.

Mitos e invenciones

Hoy en día nadie, desde los expertosde la Casa Blanca o el Kremlin hasta elproverbial hombre de la calle, puedeestar seguro de la forma que adoptará elnuevo sistema mundial, qué nuevasclases de instituciones surgirán parasuministrar orden regional o global.Pero sí es posible disipar varios mitospopulares.

El primero de ellos es el mitopropagado por películas tales comoRollerball y Network en el que unvillano de acerados ojos anuncia que elmundo está o estará repartido y

gobernado por un grupo decorporaciones transnacionales. En suforma más común, este mito presenta unaúnica Corporación de la Energía, unaúnica Corporación de la Alimentación,una única Corporación de la Vivienda,una única Corporación del Ocio, etc.,todas ellas a nivel mundial. En unavariante, cada una de ellas constituye unmero departamento de unamegacorporación aún mayor.

Esta simplista imagen se basa enextrapolaciones rectilíneas de lastendencias de la segunda ola:especialización, maximización ycentralización.

Esta concepción no sólo pasa por

alto la fantástica diversidad de lascondiciones de la vida real, el choquede culturas, religiones y tradicionesexistentes en el mundo, la rapidez delcambio y el impulso histórico que estállevando ahora a las naciones de altatecnología hacia la desmasificación; nosólo presupone ingenuamente que sepuedan compartimentar limpiamentenecesidades tales como la energía, lavivienda o la alimentación; ignora loscambios fundamentales que actualmenteestán revolucionando la estructura yfinalidad de la corporación misma. Sebasa, en resumen, en una anticuadaimagen, propia de la segunda ola, de quées y cómo se estructura una corporación.

La otra fantasía, estrechamenterelacionada con ésta, presenta un planetadirigido por un único y centralizadoGobierno Mundial. Este es imaginadogeneralmente como la extensión dealguna institución o Gobierno yaexistentes… un «Estados Unidos delMundo», un «Estado ProletarioPlanetario» o, simplemente, laampliación de las Naciones Unidas.También en este caso la idea se basa enextensiones simplistas de principios dela segunda ola.

Lo que parece estar emergiendo noes un futuro dominado por lacorporación ni un Gobierno global, sinoun sistema mucho más complejo, similar

a la organización en matrices que hemosvisto surgir en ciertas industriasavanzadas. Más que una o unas cuantasburocracias globales piramidales,estamos tejiendo redes o matrices queenlazan diferentes clases deorganizaciones con intereses comunes.

Por ejemplo, es posible que durantela próxima década veamos nacer unaMatriz de los Océanos, compuesta nosólo de naciones-Estado, sino tambiénde regiones, ciudades, corporaciones,organizaciones ambientales, gruposcientíficos y otros con interés en el mar.Al sucederse los cambios, surgiríannuevas agrupaciones, que se integraríanen la matriz, mientras otras se saldrían

de ella. Estructuras organizativassimilares pueden muy bien emerger —encierto sentido, están ya emergiendo—para ocuparse de otros temas: unaMatriz del Espacio, una Matriz de laAlimentación, una Matriz delTransporte, una Matriz de la Energía,etc., todas entremezclándose unas conotras, entrecruzándose y formando unsistema reticular abierto, en lugar de unsistema cerrado.

En otras palabras: caminamos haciaun sistema mundial compuesto deunidades densamente interrelacionadascomo las neuronas de un cerebro, enlugar de organizadas como losdepartamentos de una burocracia.

Mientras esto sucede, podemosesperar que se produzca una tremendalucha en el seno de las Naciones Unidasen torno a si esa organización debeseguir siendo una «asociación comercialde naciones-Estado» o si deben estarrepresentadas en ella otros tipos deunidades… regiones, quizá religiones,incluso corporaciones o grupos étnicos.

Mientras las naciones se desgajan yreestructuran, mientras CTN y nuevosactores invaden la escena mundial,mientras estallan inestabilidades yamenazas de guerra, habremos deinventar formas políticas totalmentenuevas que traigan una apariencia deorden al mundo, un mundo en el que la

nación-Estado se ha convertido, a casitodos los efectos, en un peligrosoanacronismo.

XXIII GANDHI CON

SATÉLITES

«Convulsivas agitaciones…»,«inesperados levantamientos…»,«conmociones brutales…». Losredactores de titulares buscan

frenéticamente expresiones adecuadaspara describir lo que ellos percibencomo creciente desorden mundial. Elalzamiento islámico en Irán les dejaestupefactos. La súbita inversión de lapolítica maoísta en China, elderrumbamiento del dólar, la nuevamilitancia de los países pobres,estallidos de rebelión en El Salvador oAfganistán… todos estosacontecimientos son consideradossorprendentes e inconexos frutos delazar. El mundo, se nos dice, estáescorando hacia el caos.

Pero mucho de lo que pareceanárquico no lo es. El brote de unanueva civilización sobre la Tierra no

podía por menos de romper viejasrelaciones, derribar regímenes yconmover todo el sistema financiero. Loque parece caos es, en realidad, unmasivo realineamiento de poder paraacomodarse a la nueva civilización.

Cuando volvamos la vista atráshacia los momentos actuales y losveamos como el crepúsculo de lasegunda ola, nos entristecerá lo queveamos. Pues, al llegar a su fin, lacivilización industrial dejaba tras de síun mundo en el que una cuarta parte dela especie vivía en relativa opulencia,tres cuartas partes en relativa pobreza…y 800 millones de personas en lo que elBanco Mundial denomina pobreza

«absoluta». Setecientos millones depersonas estaban subalimentadas, y 550millones eran analfabetas. En laspostrimerías de la Era industrial secalculaba que 1.200 millones de sereshumanos seguían sin tener acceso ainstalaciones sanitarias públicas ni,incluso, a la posibilidad de disponer deagua potable.

Dejaba tras de sí un mundo en el queentre veinte y treinta nacionesindustrializadas dependían de lassubvenciones ocultas de energía barata ymaterias primas baratas para gran partede su éxito económico. Dejaba unainfraestructura mundial —el FondoMonetario Internacional, el GATT, el

Banco Mundial y el COMECON— queregulaba el comercio y las finanzas enbeneficio de las potencias de la segundaola. Dejaba a muchos países pobres coneconomías de monocultivo destinadas aservir a las necesidades de los ricos.

La rápida aparición de la tercera olano sólo prefigura el fin del imperio de lasegunda ola; hace estallar también todasnuestras ideas convencionales sobre laterminación de la pobreza en el Planeta.

La estrategia de la segundaola

Desde finales de los años cuarenta,una única estrategia dominante hagobernado la mayor parte de losesfuerzos encaminados a reducir elabismo existente entre los ricos y lospobres del mundo. Yo la llamoestrategia de la segunda ola.

Esta táctica parte de la premisa deque las sociedades de la segunda ola sonla culminación del progreso evolutivo yque, para resolver sus problemas, todaslas sociedades deben repetir larevolución industrial esencialmente talcomo se desarrolló en Occidente, laUnión Soviética o Japón. El progresoconsiste en desplazar a millones depersonas de la agricultura a la

producción en serie. Requiereurbanización, uniformización y todos losdemás ingredientes de la segunda ola.En resumen, el desarrollo implica la fielimitación de un modelo que se harevelado ya eficaz.

Decenas de Gobiernos de un paístras otro han intentado llevar a cabo esteplan. Unos pocos, como Corea del Sur oTaiwan, en los que prevalecencondiciones especiales, parecen estarconsiguiendo crear una sociedad de lasegunda ola. Pero la mayor parte detales esfuerzos ha abocado al desastre.

Se ha achacado a una desconcertantemultiplicidad de razones esta sucesiónde fracasos en un país tras otro.

Neocolonialismo. Mala planificación.Corrupción. Religiones retrógradas.Tribalismo. Corporacionestransnacionales. La CÍA. Ir demasiadodespacio. Ir demasiado de prisa. Pero,cualesquiera que sean las razones,subsiste el hecho de que laindustrialización conforme al modelo dela segunda ola ha fracasado muchas másveces que las que ha triunfado.

Irán constituye el caso másdramático en este sentido.

En 1975, un tiránico sha alardeabade que iba a convertir a Irán en elEstado industrial más avanzado delOriente Medio mediante la puesta enpráctica de la estrategia de la segunda

ola. «Los constructores del sha —informaba Newsweek— se afanaban entorno a un glorioso despliegue defábricas, pantanos, ferrocarriles,carreteras y todos los demás aderezosde una perfecta revolución industrial.»En junio de 1978, los banquerosinternacionales se apresuraban todavía aprestar miles de millones de dólares abajo interés a la Persian GulfShipbuilding Corporation, a laMazadern Textile Company, a Tavanir, lacentral eléctrica propiedad del Estado,al complejo de acerías de Isfahán y a laIrán Aluminium Company, entre otras.

Sin embargo, mientras esta febrilactividad estaba supuestamente

convirtiendo a Irán en una nación«moderna», la corrupción imperaba enTeherán. Un ostensible consumoagravaba el contraste entre ricos ypobres. Medraban los interesesextranjeros, principal, pero noexclusivamente, americanos. (Un gerentealemán en Teherán ganaba un tercio másde lo que habría ganado en su país, perosus empleados trabajaban por la décimaparte del salario de un obrero alemán.)La clase media urbana existía como unadiminuta isla en un mar de miseria.Aparte el petróleo, las dos terceraspartes de todos los bienes producidospara el mercado eran consumidas enTeherán por la décima parte de la

población del país. En el campo, dondelos ingresos apenas llegaban a la quintaparte que en la ciudad, las masas ruralescontinuaban viviendo en condicionesirritantes y represivas.

Mantenidos por el Occidente,intentando aplicar la estrategia de lasegunda ola, los millonarios, generales ytecnócratas contratados que dirigían elGobierno de Teherán concebían eldesarrollo como un proceso básicamenteeconómico. Religión, cultura, vidafamiliar, papeles sexuales… todo eso seresolvería por sí mismo con sólo quellegaran los dólares. La autenticidadcultural significaba poco porque,inmersos en la indusrealidad, veían el

mundo como algo crecientementeuniformizado en vez de progresivamentediverso. La resistencia a las ideasoccidentales era tildada de «retrógrada»por un Gabinete compuesto en un 90%por miembros educados en Harvard,Berkeley o Universidades europeas.

Pese a ciertas característicascircunstancias —como la combustiblemezcla de petróleo e Islam —, granparte de lo sucedido en Irán era común aotros países que seguían la estrategia dela segunda ola. Con algunas variaciones,podría decirse otro tanto de docenas desociedades sumidas en la pobreza,desde Asia y África hastaLatinoamérica.

El derrumbamiento del régimen delsha en Teherán ha encendido un ampliodebate en otras capitales, desde Manilahasta Ciudad de México. Una preguntafrecuentemente formulada se refiere alritmo del cambio. ¿Era el ritmodemasiado acelerado? ¿Estaban losiraníes afectados por el shock delfuturo? Aun con los ingresos derivadosdel petróleo, ¿pueden los Gobiernoscrear una clase media lo suficientementegrande y con la suficiente rapidez comopara evitar un levantamientorevolucionario? Pero la tragedia iraní yla sustitución del régimen del sha poruna teocracia igualmente represiva nosobligan a poner en cuestión las premisas

fundamentales mismas de la estrategiade la segunda ola.

¿Es la industrialización clásica elúnico camino posible hacia el progreso?¿Tiene sentido imitar el modeloindustrial en unos momentos en que lapropia civilización industrial se debateen sus agonías postreras?

La quiebra del modelo deléxito

Mientras las naciones de la segundaola se mantuvieron «triunfales» —

estables, ricas y en progresivoenriquecimiento— fue fácilconsiderarlas como un modelo para elresto del mundo. Pero a finales de losaños sesenta había estallado ya la crisisgeneral del industrialismo.

Huelgas, derrumbamientos, crímenesy turbación psicológica se extendían porel mundo de la segunda ola. Las revistaslucubraban sobre «por qué nadafunciona ya». Los sistemas energéticos yfamiliares se estremecían. Sedesmoronaban sistemas de valores yestructuras urbanas. Contaminación,corrupción, inflación, alienación,soledad, racismo, burocratismo,divorcio, consumismo desbocado, todo

ello se vio sujeto a despiadado ataque.Los economistas advertían sobre laposibilidad de un colapso total delsistema financiero.

Mientras tanto, un movimientoecologista mundial advertía que lacontaminación, la energía y el carácterlimitado de los recursos podrían hacerque, a no tardar mucho, incluso lasnaciones existentes de la segunda ola sevieran en la imposibilidad de continuarlas operaciones normales. Además, seseñalaba, aun en el supuesto de que laestrategia de la segunda ola dieramilagrosamente resultado en lasnaciones pobres, ello convertiría alPlaneta en una gigantesca fábrica y

ocasionaría una catástrofe ecológica.Un negro pesimismo descendió

sobre las naciones más ricas alintensificarse la crisis general delindustrialismo. Y, de pronto, millones depersonas en todo el mundo sepreguntaron, no simplemente si laestrategia de la segunda ola podría sereficaz, sino por qué iba nadie a quereremular a una civilización que se hallabaen el angustioso trance de unadesintegración tan violenta.

Otro sorprendente giro de las cosassocavó también la creencia de que laestrategia de la segunda ola era el únicocamino que conducía desde los haraposhasta la riqueza. Siempre implícita en

esta estrategia se hallaba la presunciónde que «primero te «desarrollas» yluego te enriqueces», de que laopulencia era resultado de trabajo duro,sobriedad, la ética protestante y un largoproceso de transformación social yeconómica.

No obstante, el embargo de la OPEPy la súbita afluencia de petrodólares alOriente Medio dejaron en evidencia estaidea calvinista. En cuestión de meses,miles de millones de dólares llegarontumultuosamente a Irán, Arabia Saudí,Kuwait, Libia y otros países árabes, y elmundo vio cómo una riquezaaparentemente ilimitada precedía, envez de seguir a la transformación. En el

Oriente Medio era el dinero lo queproducía el impulso para«desarrollarse», en lugar de ser el«desarrollo» lo que producía el dinero.Jamás había sucedido nada semejante, atan gran escala.

Mientras tanto aumentaba lacompetencia entre las propias nacionesricas. «Con la utilización de acerosurcoreano en las obras de construcciónde California, con la comercializaciónen Europa de receptores de televisiónfabricados en Taiwan, con la venta en elOriente Medio de tractores procedentesde la India y… con China emergiendoespectacularmente como una importantefuerza industrial en potencia, crece la

preocupación respecto hasta dónde laseconomías en desarrollo socavarán lasindustrias establecidas de las nacionesavanzadas de Japón, los Estados Unidosy Europa», escribía un corresponsal enTokio del New York Times.

Metalúrgicos franceses en huelga loexpresaron, como era de esperar, conmás colorido. Pedían que se pusiera fina «la matanza de la industria», y losmanifestantes ocuparon la torre Eiffel.En una tras otra de las viejas nacionesindustriales, las industrias de la segundaola y sus aliados políticos atacaban la«exportación de puestos de trabajo» ylas políticas que extendían laindustrialización a los países más

pobres.En resumen, por todas partes

proliferaban dudas respecto a si lacacareada estrategia de la segunda olapodía —o incluso debía— darresultado.

La estrategia de la primeraola

Enfrentadas con los fracasos de laestrategia de la segunda ola;zarandeadas por las enfurecidasdemandas de los países pobres al exigir

una revisión total de la economíamundial y profundamente preocupadaspor su propio futuro, las naciones ricasempezaron a elaborar, a mediados de losaños setenta, una nueva estrategia paralas pobres.

Casi de la noche a la mañana,muchos Gobiernos y «agencias dedesarrollo», incluidos el BancoMundial, la Agencia de DesarrolloInternacional y el Consejo para elDesarrollo en Ultramar, cambiaron a loque sólo puede llamarse estrategia de laprimera ola.

Esta fórmula es casi una copiainvertida de la estrategia de la segundaola: En vez de estrujar a los campesinos

y forzarlos a ir a las superpobladasciudades, pone un nuevo acento en eldesarrollo rural. En vez de concentrarseen la producción de cosechas para laexportación, insta a la consecución deuna autosuficiencia alimenticia. En vezde esforzarse ciegamente por conseguirun PNB más alto, con la esperanza deque los beneficios acaben por llegar alos pobres, exige que los recursos seancanalizados directamente hacia«necesidades humanas básicas».

En vez de fomentar tecnologíasahorradoras de trabajo, el nuevoenfoque favorece la producción detrabajo intensivo, con bajas exigenciasde capital, energía y especialización. En

vez de construir acerías gigantescas ofábricas urbanas a gran escala, favoreceinstalaciones descentralizadas y apequeña escala diseñadas parapoblaciones también pequeñas.

Volviendo del revés los argumentosde la segunda ola, los defensores de laestrategia de la primera ola pudierondemostrar que muchas tecnologíasindustriales eran un desastre cuando selas transfería a un país pobre. Lasmáquinas se averiaban y permanecíansin ser reparadas. Necesitaban materiasprimas de elevado coste y, a menudo,importadas. Escaseaba la mano de obraespecializada. Por ello — decía lanueva argumentación— lo que se

necesitaba era «tecnologíasapropiadas». Llamadas a veces«intermedias» o «alternativas», sesituaban, por así decirlo, «entre la hoz yla máquina segadora-trilladora-aventadora».

No tardaron en surgir a todo lo largode los Estados Unidos y Europa centrosdestinados al desarrollo de esastecnologías, inspirados todos en elGrupo de Desarrollo de TecnologíaIntermedia, fundado en Gran Bretaña en1965. Pero también los países en vías dedesarrollo crearon centros de éstos yempezaron a aportar innovacionestecnológicas.

La Brigada de Granjeros Mochudi,

de Botswana, por ejemplo, hadesarrollado un ingenio tirado porbueyes o burros que se puede utilizarpara arar, plantar y extender fertilizantesen fila sencilla o doble. El Ministerio deAgricultura de Cambia ha adoptado unapero senegalés que se puede utilizarcon un arado de vertedera simple, unaelevadora de cacahuetes, unasembradora y una roturadora. En Ghanase trabaja con una trilladora accionada apedales, una prensa mecánica para elgrano sobrante y un exprimidor demadera para extraer agua de la fibra debanana.

La estrategia de la primera ola hasido aplicada también sobre una base

mucho más amplia. Así, en 1978, elnuevo Gobierno de la India, norecuperado aún de los aumentos deprecio experimentados por el petróleo ylos fertilizantes y de la decepciónexperimentada con las estrategias de lasegunda ola seguidas por Nehru e IndiraGandhi, prohibió una mayor expansiónde su industria textil mecanizada y urgióa que se incrementara la producción detejidos en telares accionados a mano, enlugar de los que utilizaban fuerza motriz.El propósito no era sólo aumentar elempleo, sino también retrasar laurbanización favoreciendo la industriarural.

Hay mucho que decir en favor de

esta nueva fórmula. Afronta la necesidadde reducir la masiva emigración a lasciudades. Tiende también a hacer máshabitables las aldeas, donde vive lamayor parte de los pobres del mundo. Essensible a factores ecológicos. Carga elacento en el uso de recursos localesbaratos, en lugar de acudir a costosasimportaciones. Desafía lasconvencionales y estrechas definicionesde «eficiencia». Sugiere unaaproximación menos tecnocrática aldesarrollo, tomando en consideración lacostumbre local y la cultura. Hacehincapié en mejorar las condiciones delos pobres, en vez de hacer pasar capitalpor las manos de los ricos con la

esperanza de que se escurra algo.Pero, una vez reconocido todo esto,

la fórmula de la primera ola continúasiendo sólo eso… una estrategia paramejorar los peores aspectos de lascondiciones de la primera ola, sintransformarlas. Es un remiendo, no unremedio, y muchos Gobiernos de todo elmundo la perciben exactamente en esostérminos.

El presidente indonesio Sujartoexpresó una muy generalizada opiniónpiando afirmó que semejante estrategia«puede ser la nueva forma delimperialismo. Si Occidente contribuyesólo a la realización de proyectos depoca monta, puede que se alivie nuestra

situación, pero nunca nosdesarrollaremos». La súbitapreocupación por la relación mano deobra-intensividad se ve sometidatambién a la acusación de que está alservicio de los ricos. Cuanto más tiempopermanezcan los países pobres encondiciones de primera ola, menosMercancías competitivas es probableque lancen a un sobrecargado mercadomundial. Cuanto más tiempopermanezcan en la granja, por asídecirlo, menos petróleo, gas y otrosrecursos obtendrán, y menos molestosresultarán políticamente.

Existe también, profundamenteincrustada en la estrategia de la primera

ola, la paternalista suposición de que,mientras que es preciso economizarotros factores de la producción, noocurre lo mismo con el tiempo y laenergía del trabajador, de que está muybien el duro y continuo esfuerzo en loscampos o los arrozales, siempre que seaotro quien lo haga.

Samir Amin, director del Instituto deDesarrollo Económico Africano, asumemuchas de estas opiniones diciendo quelas técnicas de laboreo intensivo se hantornado súbitamente atractivas «graciasa una mezcla de ideología hippie,retorno al mito de la edad de oro y elnoble salvaje y crítica de la realidad delmundo capitalista».

Peor aún: la fórmula de la segundaola resta peligrosamente importancia alpapel de la ciencia y la tecnologíaavanzadas. Muchas de las tecnologíasque ahora están siendo promovidascomo «apropiadas» son más primitivasaún que las accesibles al granjeroamericano de 1776… mucho máspróximas a la hoz que a la segadoramecánica. Cuando los granjerosamericanos y europeos empezaron aemplear «tecnología más apropiada»hace 150 años; cuando abandonaron losdientes de madera para la escarificadorapor dientes de acero y comenzaron autilizar arado de hierro, no volvieron laespalda a los conocimientos acumulados

del mundo en materia de ingeniería ymetalurgia en todo el mundo… se losincorporaron.

Según una crónica contemporánea,en la Exposición de París de 1885, sehizo una espectacular demostración delas recién inventadas máquinastrilladoras: Sus hombres comenzaron atrillar con mayales en el mismomomento en que las distintas máquinasempezaban a funcionar, y éstos fueronlos resultados de una hora de trabajo:

Seis trilladores con mayales… 36litros de trigo

Máquina trilladora belga… 150 “ “Máquina trilladora francesa… 250 “

Máquina trilladora inglesa… 410 “ “Máquina trilladora americana… 740

“ “Sólo quienes nunca se han pasado

años de agotador laboreo manual puedendesechar a la ligera maquinaria que, yaen 1885, podía trillar grano a unavelocidad 123 veces mayor que la de unhombre.

Gran parte de lo que ahora llamamos«ciencia avanzada» fue desarrollada porcientíficos de países ricos para resolverlos problemas de los países ricos. Muypoca investigación se ha encaminado atratar los problemas cotidianos de lospobres del mundo. No obstante,cualquier «política de desarrollo» que

comience cegándose a laspotencialidades del conocimientocientífico y tecnológico avanzado,condena a cientos de millones dedesesperados, hambrientos y esforzadoscampesinos a una perpetua degradación.

En algunos lugares, y en ciertasépocas, la estrategia de la primera olapuede mejorar la vida para gran númerode personas. Pero existenlastimosamente pocas pruebas de quecualquier país, utilizando métodospremecanizados de la primera ola,pueda jamás producir lo suficiente parainvertir a cambio. De hecho, grannúmero de pruebas sugieren exactamentelo contrario.

Por medio de un heroico esfuerzo, laChina de Mao —que inventó yexperimentó elementos básicos de lafórmula de la primera ola— casiconsiguió eliminar el hambre. Fue unlogro extraordinario. Pero a finales delos años sesenta, el énfasis maoístasobre el desarrollo rural y la industriacasera había llegado todo lo lejos quepodía ir. China había entrado en uncallejón sin salida.

Pues la fórmula de la primera ola,por sí sola, es, en definitiva, una recetapara el estancamiento y no es aplicablea toda la gama de países pobres enmayor medida que la estrategia de lasegunda ola.

En un mundo de creciente diversidadtendremos que inventar decenas deestrategias innovadoras y dejar debuscar modelos pertenecientes ya alpresente industrial, ya al pasadopreindustrial. Ha llegado el momento deque empecemos a mirar hacia elemergente futuro.

La cuestión de la terceraola

¿Debemos permanecer para siempreatrapados entre dos visiones anticuadas?

He caricaturizado deliberadamente estasestrategias alternativas para hacerresaltar las diferencias. En la vida real,pocos Gobiernos pueden permitirseseguir teorías abstractas, y encontramosmuchos intentos de combinar elementosde ambas estrategias. Sin embargo, elalzamiento de la tercera ola nos hacepensar que ya no necesitamos irrebotando como una pelota de ping-pongentre estas dos fórmulas.

Pues la llegada de la tercera olaaltera drásticamente todo. Y, si bienninguna teoría emanada del mundo dealta tecnología, sea de tendenciacapitalista o marxista, va a resolver losproblemas del «mundo en vías de

desarrollo», y ninguno de los modelosexistentes es totalmente transferible, estásurgiendo una extraña y nueva relaciónentre las sociedades de la primera ola yla civilización, que va formándoserápidamente, de la tercera ola. Más deuna vez hemos visto ingenuos intentos dedesarrollar un país pertenecientebásicamente a la primera olaimponiéndole formas en extremoIncongruentes de la segunda ola —producción en serie, medios decomunicación de masas, educación deestilo fabril, Gobierno parlamentarioestilo Westminster y la nación-Estado,por citar sólo unas pocas—, sincomprender que para que todo ello diera

felices resultados habría que destruir lafamilia tradicional y las costumbresmatrimoniales, la religión y lasestructuras funcionales, que habría quearrancar de raíz toda la cultura.

En asombroso contraste, lacivilización de la tercera ola resultapresentar muchas características —producción descentralizada, escalaapropiada, energía renovable,desurbanización, trabajo en el hogar,elevados niveles de presumo, por citarsólo unas pocas— que se asemejan a lasque se daban en las sociedades de laprimera ola. Estamos presenciando algoque se parece extraordinariamente a unretorno dialéctico.

Por eso es por lo que tantas de lasmás sorprendentes innovacionesactuales llegan como con una estela derecuerdos. Esta fantasmal sensación dealgo ya visto es lo que explica lafascinación por el pasado rural quehallamos en las sociedades de la terceraola que van surgiendo rápidamente. Loque resulta tan sorprendente en laactualidad es que parezca probable quelas civilizaciones de la primera y latercera ola tengan más cosas en comúnentre ellas que con la civilización de lasegunda ola. Son, en otras palabras,congruentes.

Hará posible esta extrañacongruencia que muchos de los actuales

países de la primera ola adopten algunasde las características de la civilizaciónde la tercera ola sin tragarse toda lapíldora, sin renunciar por completo a sucultura ni pasar primero por la «fase»del desarrollo de la segunda ola. ¿Será,de hecho, más fácil pura algunos paísesintroducir estructuras de la tercera olaque industrializarse a la manera clásica?

¿Es posible además ahora, como nolo fue nunca en el pasado, que unasociedad alcance un elevado nivelmaterial de vida sin concentrarobsesivamente todas sus energías en laproducción para el intercambio? Dadala más amplia gama de opcionesaportada por la tercera ola, ¿no puede un

pueblo reducir la mortalidad infantil ymejorar el lapso vital, la instrucción, lanutrición y la calidad general de la vida,sin renunciar a su religión o a susvalores ni abrazar necesariamente elmaterialismo occidental que acompaña ala extensión de la civilización de lasegunda ola?

Las estrategias de «desarrollo» delmañana no vendrán de Washington,Moscú, París ni Ginebra, sino delÁfrica, Asia y Latinoamérica. Seránindígenas, adecuadas a las necesidadeslocales. No cargarán el acento en laeconomía, a costa de la ecología, lacultura, la religión o la estructurafamiliar y las dimensiones psicológicas

de la existencia. No imitarán ningúnmodelo exterior, sea de la primera ola,de la segunda o incluso, de la tercera.

Pero la ascensión de la tercera olasitúa todos nuestros esfuerzos en unanueva perspectiva. Pues depara a lasnaciones más pobres del mundo, asícomo a las más ricas, oportunidadescompletamente nuevas.

Sol, gambas yminicomputadores

La sorprendente congruencia entre

muchas de las característicasestructurales de las civilizaciones de laprimera y la tercera ola sugiere que talvez sea posible en las próximas décadascombinar elementos del pasado y elfuturo en un nuevo y mejor presente.

Tomemos, por ejemplo, la cuestiónde la energía.

Con tanto hablar de una crisisenergética en los países que estánefectuando su transición a la civilizaciónde la tercera ola, se olvida confrecuencia que las sociedades de laprimera ola se hallan enfrentadas a supropia crisis de energía. Comenzandodesde una base extremadamente baja,¿qué clase de sistemas energéticos

deben crear?Ciertamente, necesitan grandes

plantas eléctricas centralizadas ybasadas en los combustibles fósiles,conforme al tipo de la segunda ola. Peroen muchas de esas sociedades, como hademostrado el científico indio ArhulyaKumar N. Reddy, donde con másurgencia se necesita energíadescentralizada es en el campo, y no enlas ciudades.

La familia de un campesino indio nopropietario de tierras invierte en laactualidad unas seis horas diarias en lasimple tarea de buscar la leña quenecesita para cocinar y calentarse. Entrecuatro y seis horas más se dedican a

acarrear agua de un pozo, y una cantidadsimilar en apacentar ganado, cabras uovejas. «Como una familia así nopuede permitirse el lujo de contratarmano de obra y no puede comprarmáquinas sustitutivas de la mano deobra, su única respuesta racional estener por lo menos tres hijos parasatisfacer sus necesidades de energía»,dice Reddy, señalando que la energíarural «puede resultar un excelenteanticonceptivo».

Reddy ha estudiado las necesidadesde energía rural y llegado a laconclusión de que las necesidades de unpoblado se pueden satisfacer fácilmentecon una pequeña y barata instalación de

biogás que utiliza desechos humanos yanimales procedentes del propiopoblado. Y ha demostrado que grannúmero de tales Unidades serían muchomás útiles, económicas yeconómicamente válidas que unascuantas instalaciones generadorascentralizadas.

Este es, precisamente, elrazonamiento que respalda losprogramas de investigación y creaciónde instalaciones de biogás en distintospaíses, desde Bangladesh hasta Fiji.India tiene ya 12.000 plantas de este tipoen funcionamiento, y su objetivo esalcanzar las 100.000 unidades. Chinaproyecta instalar en Szechuán 200.000

de ellas, de tamaño familiar. Corea tiene29.450 y espera alcanzar las 55.000para 1985.

En las afueras mismas de NuevaDelhi, el destacado escritor futurista yhombre de negocios Jagdish Kapur haconvertido diez áridos y miserablesimproductivos acres en una «granjasolar» mundialmente famosa mediante lautilización de una instalación de biogás.La granja produce ahora cereales, frutasy verduras suficientes para alimentar asu familia y sus empleados, así comotoneladas de alimentos para venderloscon ganancia en el mercado. Mientrastanto, el Instituto Indio de Tecnología hadiseñado una planta solar de diez

kilovatios para producir electricidaddestinada a iluminar los hogares de laaldea, accionar bombas hidráulicas ypermitir el funcionamiento de aparatosde radio o televisión. En Madras, enTamil Nadu, las autoridades haninstalado una planta desalinizadoraaccionada por energía solar. Y cerca deNueva Delhi, Central Electronics hacreado una casa-piloto que utilizacélulas solares fotovoltaicas paraproducir electricidad.

En Israel, el biólogo molecularHaim Aviv ha propuesto un proyectoConjunto agroindustrial egipcio-israelíen el Sinaí. Utilizando agua egipcia y laavanzada tecnología de irrigación

israelí, sería posible cultivar mandiocabazucar de caña, que, a su vez, podríaser convertida en etanol para suutilización como combustible deautomóviles. Su plan prevé que elganado sea alimentado con subproductosdel azúcar de caña y que los desechosde celulosa se destinen a fábricas depapel, creando un ciclo ecológicointegrado. Proyectos similares —sugiereAviv— podrían llevarse a la práctica endistintas partes de África, Sudesteasiático y Latinoamérica.

La crisis energética, que forma partedel derrumbamiento de la civilizaciónde la segunda ola, está engendrandomuchas nuevas ideas para la producción

de energía centralizada ydescentralizada, a gran escala y apequeña escala, en las regiones máspobres del Planeta. Y existe un claroparalelismo entre algunos de losproblemas con que se enfrentan lassociedades de la primera ola y de laemergente tercera ola. Ninguna de ellaspuede depender de sistemas energéticosdiseñados para la Era de la segunda ola.

¿Y la agricultura? También en esteterreno la tercera ola nos lleva endirecciones nada convencionales. En elLaboratorio de Investigación del MedioAmbiente de Tucson (Arizona) existencriaderos de gambas junto a cultivos depepinos y lechugas, aprovechándose los

desechos de las gambas, en un procesode reciclaje, para fertilizar las verduras.En Vermont, los experimentadores estánproduciendo siluros, truchas y verdurasde manera similar. El agua del viveropiscícola acumula el calor solar y lolibera de noche para mantener elevadala temperatura. También se utilizan losdesechos de los peces para fertilizar lasverduras.

En Massachusetts, en el NewAlchemy Institute, se están criandopollos encima del vivero de peces. Susexcrementos fertilizan algas, que luegose comen los peces. Estos son sólo tresde los innumerables ejemplos deinnovación en la producción y

procesado de alimentos, muchos de loscuales tienen una especial y excitanterelevancia para las actuales sociedadesde la primera ola.

Una predicción a veinte años plazode las tendencias en la provisiónmundial de alimentos preparada por elCenter for Futures Reasearch (CFR) dela Universidad de California del Sursugiere, por ejemplo, la probabilidad deque varios descubrimientosfundamentales reduzcan, en vez deaumentar, la necesidad de fertilizantesartificiales. Según el estudio del CFR,están en la relación de nueve a diez lasprobabilidades de que para 1996tengamos baratos fertilizantes

nitrogenados. Hay una firmeprobabilidad de que se pueda disponerpara entonces de granos fijadores denitrógeno, que reducirán más aún lademanda.

El informe considera como«virtualmente seguro» que nuevasvariedades de grano produciránsuperiores rendimientos por acre detierra no irrigada, con beneficios dehasta el 25 o el 50%. Sugiere quesistemas de irrigación de «goteo», conpozos descentralizados accionados porel viento y agua distribuida por animalesde tiro, podrían aumentarsustancialmente los rendimientos, altiempo que reducirían las fluctuaciones

de la cosecha de un año para otro.Además, dice que la hierba

destinada a forraje, al necesitar sólo unmínimo de agua, podría duplicar lacapacidad de las regiones áridas desustentar ganado; que los rendimientosno cerealistas en terrenos tropicalespodrían aumentar en un 30% comoresultado de un mejor conocimiento delas combinaciones nutrientes; que losavances en el campo de control de lasplagas reducirán drásticamente laspérdidas de cosechas; habla igualmentede nuevos y baratos métodos de bombeode agua, del control de la mosca tsé-tsé,que abrirá vastas regiones a la cría deganado, y de muchos otros progresos.

A una escala temporal mayor, cabeimaginar gran parre de la agriculturadedicada a «granjas de energía»… elcultivo de cosechas para la producciónde energía. Finalmente, puede queveamos converger la modificación delclima, los computadores, la observaciónpor satélite y la genética pararevolucionar el abastecimientoalimenticio del mundo.

Aunque esas posibilidades no danhoy de comer a un campesinohambriento, los Gobiernos de la primeraola deben considerar talespotencialidades en sus planificacionesagrícolas a largo plazo y deben buscarformas de combinar, como si dijéramos,

la azada y el computador.Nuevas tecnologías, asociadas con

el cambio a la civilización de la terceraola, abren también nuevas posibilidades.El difunto futurista John Metíale y suesposa y colega Magda Cordell McHalellegaron, en su excelente estudio BasicHuman Needs, a la conclusión de que laaparición de superavanzadasbiotecnologías contenía grandespromesas para la transformación de lassociedades de la primera ola. Talestecnologías incluyen todo: desde elcultivo de los océanos, hasta el uso deinsectos y otros organismos para elproceso productivo, la transformaciónde desechos de celulosa en carne por

medio de microorganismos y laconversión de plantas como la euforbiaen combustible carente de azufre. «Lamedicina verde» —la fabricación defármacos a partir de vida vegetal antesdesconocida o infrautilizada— contienetambién grandes potencialidades paramuchos países de la primera ola.

Avances realizados en otros camposproyectan también dudas sobre eltradicional pensamiento en relación conel desarrollo. Una cuestión explosiva ala que se enfrentan muchos países de laprimera ola es el desempleo masivo y elsubempleo. Esto ha originado un debatemundial entre defensores de la primeraola y el de la segunda. Un bando

argumenta que las industrias deproducción en serie no utilizansuficiente mano de obra y que en énfasissobre el desarrollo debería hacerserecaer sobre factorías más primitivastecnológicamente, pero que utilicen máspersonas y menos capital y energía. Elotro bando insta precisamente a laintroducción de industrias de la segundaola que están saliendo en la actualidadde las naciones más avanzadastecnológicamente… metalúrgica,automovilística, del calzado, textil yotras.

Pero apresurarse a construir unaacería de la segunda ola puede ser elequivalente de construir una fábrica de

fustas para calesas. Tal vez haya muchasrazones estratégicas o de otro tipo paraconstruir una acería, pero, conmateriales compuestos totalmentenuevos y muchas veces más fuertes,rígidos y ligeros que el aluminio, conmateriales transparentes que son tanfuertes como el acero, con mortero deplástico reforzado para sustituir a lastuberías galvanizadas, ¿cuánto tiempopasará antes de que la demanda de aceroalcance su nivel máximo y sea excesivala capacidad de producción? Según elcientífico indio M. S. lyengar, talesadelantos pueden «hacer superflua laexpansión lineal en la producción deacero y aluminio». ¿No deberían quizás,

en vez de buscar préstamos oinversiones extranjeras para fabricaracero, prepararse los países pobres parala «Era de los materiales»?

La tercera ola aporta tambiénposibilidades más inmediatas. WardMorehouse, del Programa de Política deInvestigación de la Universidad de Lund(Suecia), afirma que las naciones pobresdeberían tender la vista más allá de laindustria en pequeña escala de laprimera ola o de la industria,centralizada y en gran escala, de lasegunda ola, para centrarse en una de lasindustrias clave de la emergente terceraola: la microelectrónica.

«Un excesivo énfasis en la

tecnología de laboreo intensivo con bajaproductividad podría convertirse en unatrampa para los países pobres», escribeMorehouse. Señalando que laproductividad está aumentandoespectacularmente en la industria deminicomputadores, afirma que «esciertamente una ventaja para lospaíses en vías de desarrollo y conescasez de capitales obtener mayorrendimiento por unidad de capitalinvertido».

Pero más importante es lacompatibilidad entre la tecnología de latercera ola y las condiciones socialesexistentes. Así —dice Morehouse—, lagran diversidad de productos en el

campo de la microelectrónica significaque «los países en vías de desarrollopueden tomar una tecnología básica yadaptarla con más facilidad a suspropias circunstancias sociales o a susmaterias primas. La tecnología de lamicroelectrónica se presta a ladescentralización de la producción».

Esto significa también menorespresiones de población sobre lasgrandes ciudades, y la rápidaminiaturización en este terreno reducetambién los costes de transporte. Lomejor de todo es que esta forma deproducción consume poca energía y queel crecimiento del mercado es tan rápido—y la competencia tan intensa— que,

aunque las naciones ricas intentanmonopolizar estas industrias, no esprobable que lo consigan.

No es Morehouse el único enseñalar cómo se ajustan a lasnecesidades de los países pobres lamayor parte de las industrias avanzadasde la tercera ola. Dice Roger Melen,director asociado del Laboratorio deCircuitos Integrados de la Universidadde Stanford: «El mundo industrialdesplazó a las gentes a las ciudadespara integrarlas en la producción, yahora estamos trasladando nuevamenteal campo las fábricas y las fuerzas detrabajo, pero muchas naciones, entreellas China, nunca se han apartado de

una economía agraria del siglo XVII.Parece ahora que pueden integrarnuevas técnicas de fabricación en susociedad sin desplazar a toda lapoblación.»

Si esto es así, la tercera ola ofreceuna nueva estrategia tecnológica para laguerra a la pobreza.

La tercera ola sitúa también en unanueva perspectiva la necesidad detransporte y comunicación. En la épocade la revolución industrial, lascarreteras constituían un requisitoprevio del desarrollo social, político yeconómico. Actualmente se necesita unsistema electrónico de comunicaciones.En otro tiempo se pensaba que las

comunicaciones eran el resultado deldesarrollo económico. Hoy —dice JohnMagee, presidente de la empresa deinvestigación «Arthur D. Little»—, ésta«es una tesis superada… lastelecomunicaciones son más unprerrequisito que una consecuencia».

El enorme descenso en el coste delas comunicaciones sugiere lasustitución de muchas funciones detransporte por comunicaciones. A lalarga, tal vez sea más barato, másconservador de energía y más apropiadocrear una avanzada red decomunicaciones que una ramificadaestructura de costosas calles ycarreteras.

Evidentemente es necesario eltransporte por carretera. Pero, en lamedida en que la producción estédescentralizada, más que centralizada,se pueden reducir al mínimo los costosdel transporte sin aislar unos de otroslos pueblos, o de las zonas urbanas, odel mundo en general.

Que cada vez son más los dirigentesde países de la primera ola queadvierten la importancia de lascomunicaciones se ve con claridad alfijarse en la lucha que están librando porconseguir una redistribución delespectro electrónico del mundo. Alhaber desarrollado tempranamente lastelecomunicaciones, las potencias de la

segunda ola se han hecho con el controlde las frecuencias disponibles. LosEstados Unidos y la URSS utilizan porsí solos el 25% del espectro de ondascortas disponibles y una parte mayor aúnde los sectores más sofisticados delespectro.

Sin embargo, este espectro, como ellecho de los océanos y el aire respirabledel Planeta, pertenece —o deberíapertenecer— a todos, no sólo a unospocos. Por ello, muchos de los países dela primera ola insisten en que elespectro es un recurso limitado y deseanse les asigne una parte del mismo…aunque, por el momento, carecen delequipo necesario para usarlo. (Suponen

que pueden «alquilar» su parte hasta queestén en disposición de utilizarla por símismos.) Enfrentándose a la resistenciaque oponen tanto los Estados Unidoscomo la Unión Soviética, reclaman lainstauración de un «Nuevo OrdenMundial de Información».

Pero el problema más importante alque se enfrentan es interno: cómorepartir sus limitados recursos entre lastelecomunicaciones y el transporte. Es lamisma cuestión a la que también debenhacer frente las naciones mássofisticadas técnicamente. Supuestasemisoras terrestres de bajo coste,sistemas de irrigación computadorizadosy con dimensiones de kibbutz, quizás

incluso sensores terrestres y terminalesde computador superbaratas para uso dela industria casera, tal vez puedan lassociedades de la primera ola evitaralgunos de los enormes gastos para eltransporte pesado que tuvieron quesoportar las naciones de la segunda ola.No hay duda de que estas ideas parecenutópicas hoy. Pero no tardará en llegarel momento en que sean totalmentenaturales.

No hace mucho tiempo, el presidenteindonesio Sujarto oprimió con la puntade una espada tradicional un botónelectrónico de encendido e inauguró conello un sistema de comunicaciones víasatélite destinado a enlazar las distintas

partes del archipiélago indonesio… enforma semejante a como losferrocarriles enlazaron con su clavo deoro las dos costas de América hace unsiglo. Al hacerlo, simbolizaba lasnuevas opciones que presenta la terceraola a los países que buscan latransformación.

Avances como éstos en el terreno dela energía, la agricultura, la tecnología ylas comunicaciones sugieren algo másprofundo aún… nuevas sociedadesenteras basadas en la fusión del pasadoy el futuro, de la primera ola y latercera.

Cabe empezar a imaginar unaestrategia de transformación basada en

el desarrollo de industrias rurales,centradas en la aldea y de pequeñocapital, y ciertas tecnologíascuidadosamente seleccionadas, con unaeconomía seccionada en zonas paraproteger o promover a las dos.

Jagdish Kapur ha escrito: «Espreciso ahora alcanzar un nuevoequilibrio entre la ciencia y latecnología más avanzadas de quedispone la especie humana y la visióngandhiana de los idílicos y verdespastos, las Repúblicas de aldea». Esacombinación práctica —declara Kapur—, «exige una «transformación totalde la sociedad, de sus símbolos yvalores, de su sistema de educación,

sus incentivos, el flujo de sus recursosenergéticos, su investigación científicae industrial y toda una serie de otrasinstituciones».

Sin embargo, un creciente número depensadores a largo plazo, analistassociales, estudiosos y científicos creenque está ya en marcha una taltransformación, que nos lleva hacia unanueva y radical síntesis: Gandhi, ensuma, con satélites.

Los prosumidoresoriginales

En este enfoque se halla implicadaotra síntesis a un nivel más profundoaún. Afecta a toda la relación económicade las personas con el mercado, conindependencia de que ese mercado tengaforma capitalista o socialista. Nosfuerza a preguntar qué parte del tiempototal y del trabajo de cualquierindividuo debe ser consagrado a laproducción y qué parte se debe destinaral prosumo… es decir, cuánto se ha dededicar a trabajar por un salario, frentea trabajar para uno mismo.

La mayoría de las poblaciones de laprimera ola han sido atraídas ya alsistema monetario. Han sido«mercatizadas». Pero si bien el escaso

dinero ganado por las gentes más pobresdel mundo puede ser vital para susupervivencia, la producción para elintercambio proporciona sólo una partede sus ingresos; el prosumo proporcionael resto.

La tercera ola nos hace contemplaresta situación también de una nuevamanera. Millones de personas carecende un puesto de trabajo en un país trasotro. Pero, ¿es un objetivo realista elpleno empleo en estas sociedades? ¿Quécombinación de políticas puedensuministrar, en el período de tiempo denuestra vida actual, puestos de trabajode jornada completa para todos esosmillones? ¿Es la noción misma de

«desempleo» un concepto de la segundaola, como ha insinuado el economistasueco Gunnar Myrdal?

El problema —escribe PaulStreeten, del Banco Mundial— «no es eldesempleo, que es un conceptooccidental que presupone empleoasalariado en el sector moderno,mercados de trabajo, intercambios detrabajo y pagos de seguridad social…El problema (es) más bien el trabajoimproductivo y no remunerativo de lospobres, especialmente de los rurales».El notable auge del prosumidor en lasnaciones opulentas actuales,sorprendente fenómeno de la tercera ola,los lleva a poner en tela de juicio las

más profundas suposiciones y objetivosde los economistas de la segunda ola.

Quizá sea una error emular larevolución industrial de Occidente, quepresenció el traspaso de la mayor partede la actividad económica del sector A(el sector del prosumidor) al sector B(el sector del mercado).

Quizá sea necesario considerar elprosumo como una fuerza positiva, envez de como una lamentable persistenciadel pasado.

Quizá lo que la mayoría de la gentenecesita sea empleo asalariado a tiempoparcial (posiblemente con algunos pagosde transferencia), junto con nuevaspolíticas más imaginativas dirigidas a

hacer más «productivo» el prosumo. Dehecho, el enlazar más inteligentementeuna con otra estas dos actividadeseconómicas puede que sea la clavenecesaria para la supervivencia demillones de personas.

Hablando en términos prácticos, estopodría significar suministrar«herramientas adecuadas para elprosumo»… lo que hacen en laactualidad los países ricos. En lospaíses opulentos vemos brotar unafascinante sinergia entre los dossectores, con el mercado suministrandopoderosas herramientas adecuadas parasu uso por parte del prosumidor: todo,desde lavadoras automáticas hasta

taladros manuales y comprobadores debaterías. En los países pobres, lamiseria es con frecuencia tan extrema,que hablar de lavadoras automáticas ode Utensilios eléctricos parece, aprimera vista, totalmente fuera de lugar.¿Pero no hay aquí ningún términoanálogo para las sociedades que estánsaliendo de la civilización de la primeraola?

El arquitecto-proyectista francésYona Friedman nos recuerda que lospobres del mundo no deseannecesariamente puestos de trabajo,desean «comida y un techo». El trabajoes sólo un medio para ese fin. Pero, confrecuencia, uno mismo puede cultivar

sus propios alimentos y construir supropio techo, o al menos contribuir a eseproceso. Así, en un estudio realizadopara la UNESCO, Friedman ha afirmadoque los Gobiernos deben estimular loque yo he llamado prosumo mediante laflexibilización de ciertas leyes del sueloy códigos de construcción. Estos leshacen a los colonos difícil (confrecuencia, imposible) construir omejorar su propia vivienda.

Insta vehementemente a losGobiernos a suprimir estos obstáculos ya ayudar a la gente a habilitarse supropia vivienda ofreciendo «asistenciaen la organización, el suministro dealgunos materiales difíciles de obtener

en caso contrario… y, si es posible, unainfraestructura básica», es decir, agua oelectricidad. Lo que Friedman y otrosestán empezando a decir es que todo loque ayude más eficazmente al prosumoindividual puede ser tan importantecomo la producción medida en lostérminos convencionales del PNB.

Para aumentar la «productividad»del prosumidor, los Gobiernos necesitancentrar la investigación científica ytecnológica en el prosumo. Pero, aunahora, podrían —y con un costenotablemente bajo— suministrarherramientas manuales sencillas, tallerescomunitarios, artesanos o maestrosexpertos, instalaciones de

comunicaciones y, cuando sea posible,equipos generadores de energía, asícomo propaganda favorable o apoyomoral a quienes invierten su esfuerzo enconstruir sus propios hogares o mejorarsus parcelas de tierra.

Por desgracia, la propaganda de lasegunda ola transmite hoy en día, inclusoa los pueblos más remotos y pobres delmundo, la idea de que las cosasconstruidas por uno mismo sonintrínsecamente inferiores a la peorchatarra producida en serie. En lugar deenseñar a la gente a despreciar suspropios esfuerzos, a estimar losproductos de la segunda ola ysubestimar lo que ellos mismos crean,

los Gobiernos deberían ofrecer premiosa las casas y bienes mejores o másimaginativos producidos por losparticulares, al prosumo más«productivo». El conocimiento de queaun las personas más ricas del mundoestán prosumiendo crecientemente puedeayudar a un cambio de actitudes entrelos más pobres. Pues la tercera olaproyecta una nueva y dramática luzsobre la relación entera entre lasactividades que se desarrollan dentro yfuera del mercado en todas lassociedades del futuro.

La tercera ola da también unaimportancia fundamental a los interesesno económicos y no tecnológicos. Nos

hace mirar la educación, por ejemplo,con nuevos ojos. La educación, todo elmundo está de acuerdo, es esencial parael desarrollo. Pero, ¿qué clase deeducación?

Cuando las potencias colonialesintrodujeron la educación formal enÁfrica, India y otras partes del mundo dela primera ola, transplantaron escuelasde estilo fabril o imitaciones enminiatura y de rango ínfimo de suspropias escuelas de élite. Los modeloseducativos de la segunda ola estánsiendo cuestionados en todas partes. Latercera ola desafía la noción típica de lasegunda ola de que la educación sedesarrolla necesariamente en un aula. En

la actualidad necesitamos combinar elaprendizaje con el trabajo, la luchapolítica, el servicio a la comunidad eincluso el juego. Todas nuestraspresunciones convencionales sobre laeducación necesitan ser reexaminadastanto en los países ricos como en lospobres.

¿Es el conocimiento de las primerasletras, por ejemplo, un objetivoapropiado? En tal caso, ¿quéentendemos por ello? ¿Significa leer yescribir? En un provocativo estudiorealizado para el Nevis Institute —centro de investigación del futuro deEdimburgo—, el eminente antropólogoSir Edmund Leach ha afirmado que leer

es más fácil que aprender y más útil queescribir, y que nadie necesita aprender aescribir. Marshall McLuhan ha habladode un retorno a una cultura oral másacorde con muchas comunidades de laprimera ola. La tecnología dereconocimiento de la palabra abrenuevas e increíbles perspectivas.Nuevos y extremadamente baratos«botones» de comunicaciones ograbadoras diminutas incorporadas a unsencillo equipo agrícola pueden sercapaces de dar instrucciones orales agranjeros analfabetos. A la luz de esto,incluso la definición del analfabetismofuncional requiere una adecuadareformulación.

Finalmente, la tercera ola nosestimula a mirar más allá de laspresunciones convencionales de lasegunda ola también con respecto a lamotivación. Es probable que una mejoralimentación eleve el nivel deinteligencia y de competencia funcionalentre millones de niños… al mismotiempo que aumenta el impulso y lamotivación.

Las gentes de la segunda ola hablancon frecuencia de la pasividad y falta demotivación de, por ejemplo, un aldeanoindio o un campesino colombiano.Dejando a un lado los efectosdesmotivadores de la desnutrición, losparásitos intestinales y un opresivo

control político, ¿no podría parte de loque parece falta de motivación ser enrealidad falta de disposición aprescindir del propio hogar, de lafamilia y de la vida en el presente acambio de la dudosa esperanza de unavida mejor a la vuelta de muchos años?Mientras «desarrollo» signifique lasobreimposición de una culturatotalmente extraña a otra existente, ymientras parezca imposible alcanzarmejoras reales, sobran razones paraatenerse a lo poco que se tiene.

Muchas características de lacivilización de la tercera ola, dada suconcordancia con las de la civilizaciónde la primera ola, ya sea en China o en

Irán, implican la posibilidad de cambiocon menos, no más, ruptura, aflicción yshock del futuro. Y pueden, por tanto,atacar las raíces de lo que hemosllamado desmotivación.

Y, así, no sólo en los campos de laenergía o la tecnología, de la agriculturao la economía, sino en el cerebro mismoy en el comportamiento del individuo, latercera ola aporta el potencial necesariopara un cambio revolucionario.

La línea de partida

La emergente civilización de latercera ola no proporciona un modeloprefabricado para su emulación. Lacivilización de la tercera ola no está aúnplenamente formada. Pero abre nuevas yquizá liberadoras posibilidades tantopara los pobres como para los ricos.Pues llama la atención no sobre lasdebilidades, pobreza y desventura delmundo de la primera ola, sino sobrealgunas de sus fortalezas intrínsecas. Lascaracterísticas mismas de esta antiguacivilización, que parecen tan atrasadasdesde el punto de vista de la segundaola, se nos muestran comopotencialmente ventajosas cuando se lassitúa ante la pujante tercera ola.

La congruencia de estas doscivilizaciones debe transformar, a lolargo de los próximos años, nuestraforma de pensar sobre las relacionesentre ricos y pobres en el planeta. SamirAmin, el economista, habla de la«absoluta necesidad» de romper el«falso dilema de técnicas modernascopiadas del Occidente de hoy, o viejastécnicas correspondientes a condicionesimperantes en Occidente hace un siglo».Esto es precisamente lo que haceposible la tercera ola.

Tanto los pobres como los ricosestán agachados en la línea de partida deuna nueva y sorprendentemente diferentecarrera hacia el futuro.

XXIII GANDHI CON

SATÉLITES

«Convulsivas agitaciones…»,«inesperados levantamientos…»,«conmociones brutales…». Losredactores de titulares buscanfrenéticamente expresiones adecuadaspara describir lo que ellos percibencomo creciente desorden mundial. Elalzamiento islámico en Irán les dejaestupefactos. La súbita inversión de lapolítica maoísta en China, elderrumbamiento del dólar, la nueva

militancia de los países pobres,estallidos de rebelión en El Salvador oAfganistán… todos estosacontecimientos son consideradossorprendentes e inconexos frutos delazar. El mundo, se nos dice, estáescorando hacia el caos.

Pero mucho de lo que pareceanárquico no lo es. El brote de unanueva civilización sobre la Tierra nopodía por menos de romper viejasrelaciones, derribar regímenes yconmover todo el sistema financiero. Loque parece caos es, en realidad, unmasivo realineamiento de poder paraacomodarse a la nueva civilización.

Cuando volvamos la vista atrás

hacia los momentos actuales y losveamos como el crepúsculo de lasegunda ola, nos entristecerá lo queveamos. Pues, al llegar a su fin, lacivilización industrial dejaba tras de síun mundo en el que una cuarta parte dela especie vivía en relativa opulencia,tres cuartas partes en relativa pobreza…y 800 millones de personas en lo que elBanco Mundial denomina pobreza«absoluta». Setecientos millones depersonas estaban subalimentadas, y 550millones eran analfabetas. En laspostrimerías de la Era industrial secalculaba que 1.200 millones de sereshumanos seguían sin tener acceso ainstalaciones sanitarias públicas ni,

incluso, a la posibilidad de disponer deagua potable.

Dejaba tras de sí un mundo en el queentre veinte y treinta nacionesindustrializadas dependían de lassubvenciones ocultas de energía barata ymaterias primas baratas para gran partede su éxito económico. Dejaba unainfraestructura mundial —el FondoMonetario Internacional, el GATT, elBanco Mundial y el COMECON— queregulaba el comercio y las finanzas enbeneficio de las potencias de la segundaola. Dejaba a muchos países pobres coneconomías de monocultivo destinadas aservir a las necesidades de los ricos.

La rápida aparición de la tercera ola

no sólo prefigura el fin del imperio de lasegunda ola; hace estallar también todasnuestras ideas convencionales sobre laterminación de la pobreza en el Planeta.

La estrategia de la segundaola

Desde finales de los años cuarenta,una única estrategia dominante hagobernado la mayor parte de losesfuerzos encaminados a reducir elabismo existente entre los ricos y lospobres del mundo. Yo la llamo

estrategia de la segunda ola.Esta táctica parte de la premisa de

que las sociedades de la segunda ola sonla culminación del progreso evolutivo yque, para resolver sus problemas, todaslas sociedades deben repetir larevolución industrial esencialmente talcomo se desarrolló en Occidente, laUnión Soviética o Japón. El progresoconsiste en desplazar a millones depersonas de la agricultura a laproducción en serie. Requiereurbanización, uniformización y todos losdemás ingredientes de la segunda ola.En resumen, el desarrollo implica la fielimitación de un modelo que se harevelado ya eficaz.

Decenas de Gobiernos de un paístras otro han intentado llevar a cabo esteplan. Unos pocos, como Corea del Sur oTaiwan, en los que prevalecencondiciones especiales, parecen estarconsiguiendo crear una sociedad de lasegunda ola. Pero la mayor parte detales esfuerzos ha abocado al desastre.

Se ha achacado a una desconcertantemultiplicidad de razones esta sucesiónde fracasos en un país tras otro.Neocolonialismo. Mala planificación.Corrupción. Religiones retrógradas.Tribalismo. Corporacionestransnacionales. La CÍA. Ir demasiadodespacio. Ir demasiado de prisa. Pero,cualesquiera que sean las razones,

subsiste el hecho de que laindustrialización conforme al modelo dela segunda ola ha fracasado muchas másveces que las que ha triunfado.

Irán constituye el caso másdramático en este sentido.

En 1975, un tiránico sha alardeabade que iba a convertir a Irán en elEstado industrial más avanzado delOriente Medio mediante la puesta enpráctica de la estrategia de la segundaola. «Los constructores del sha —informaba Newsweek— se afanaban entorno a un glorioso despliegue defábricas, pantanos, ferrocarriles,carreteras y todos los demás aderezosde una perfecta revolución industrial.»

En junio de 1978, los banquerosinternacionales se apresuraban todavía aprestar miles de millones de dólares abajo interés a la Persian GulfShipbuilding Corporation, a laMazadern Textile Company, a Tavanir, lacentral eléctrica propiedad del Estado,al complejo de acerías de Isfahán y a laIrán Aluminium Company, entre otras.

Sin embargo, mientras esta febrilactividad estaba supuestamenteconvirtiendo a Irán en una nación«moderna», la corrupción imperaba enTeherán. Un ostensible consumoagravaba el contraste entre ricos ypobres. Medraban los interesesextranjeros, principal, pero no

exclusivamente, americanos. (Un gerentealemán en Teherán ganaba un tercio másde lo que habría ganado en su país, perosus empleados trabajaban por la décimaparte del salario de un obrero alemán.)La clase media urbana existía como unadiminuta isla en un mar de miseria.Aparte el petróleo, las dos terceraspartes de todos los bienes producidospara el mercado eran consumidas enTeherán por la décima parte de lapoblación del país. En el campo, dondelos ingresos apenas llegaban a la quintaparte que en la ciudad, las masas ruralescontinuaban viviendo en condicionesirritantes y represivas.

Mantenidos por el Occidente,

intentando aplicar la estrategia de lasegunda ola, los millonarios, generales ytecnócratas contratados que dirigían elGobierno de Teherán concebían eldesarrollo como un proceso básicamenteeconómico. Religión, cultura, vidafamiliar, papeles sexuales… todo eso seresolvería por sí mismo con sólo quellegaran los dólares. La autenticidadcultural significaba poco porque,inmersos en la indusrealidad, veían elmundo como algo crecientementeuniformizado en vez de progresivamentediverso. La resistencia a las ideasoccidentales era tildada de «retrógrada»por un Gabinete compuesto en un 90%por miembros educados en Harvard,

Berkeley o Universidades europeas.Pese a ciertas características

circunstancias —como la combustiblemezcla de petróleo e Islam —, granparte de lo sucedido en Irán era común aotros países que seguían la estrategia dela segunda ola. Con algunas variaciones,podría decirse otro tanto de docenas desociedades sumidas en la pobreza,desde Asia y África hastaLatinoamérica.

El derrumbamiento del régimen delsha en Teherán ha encendido un ampliodebate en otras capitales, desde Manilahasta Ciudad de México. Una preguntafrecuentemente formulada se refiere alritmo del cambio. ¿Era el ritmo

demasiado acelerado? ¿Estaban losiraníes afectados por el shock delfuturo? Aun con los ingresos derivadosdel petróleo, ¿pueden los Gobiernoscrear una clase media lo suficientementegrande y con la suficiente rapidez comopara evitar un levantamientorevolucionario? Pero la tragedia iraní yla sustitución del régimen del sha poruna teocracia igualmente represiva nosobligan a poner en cuestión las premisasfundamentales mismas de la estrategiade la segunda ola.

¿Es la industrialización clásica elúnico camino posible hacia el progreso?¿Tiene sentido imitar el modeloindustrial en unos momentos en que la

propia civilización industrial se debateen sus agonías postreras?

La quiebra del modelo deléxito

Mientras las naciones de la segundaola se mantuvieron «triunfales» —estables, ricas y en progresivoenriquecimiento— fue fácilconsiderarlas como un modelo para elresto del mundo. Pero a finales de losaños sesenta había estallado ya la crisisgeneral del industrialismo.

Huelgas, derrumbamientos, crímenesy turbación psicológica se extendían porel mundo de la segunda ola. Las revistaslucubraban sobre «por qué nadafunciona ya». Los sistemas energéticos yfamiliares se estremecían. Sedesmoronaban sistemas de valores yestructuras urbanas. Contaminación,corrupción, inflación, alienación,soledad, racismo, burocratismo,divorcio, consumismo desbocado, todoello se vio sujeto a despiadado ataque.Los economistas advertían sobre laposibilidad de un colapso total delsistema financiero.

Mientras tanto, un movimientoecologista mundial advertía que la

contaminación, la energía y el carácterlimitado de los recursos podrían hacerque, a no tardar mucho, incluso lasnaciones existentes de la segunda ola sevieran en la imposibilidad de continuarlas operaciones normales. Además, seseñalaba, aun en el supuesto de que laestrategia de la segunda ola dieramilagrosamente resultado en lasnaciones pobres, ello convertiría alPlaneta en una gigantesca fábrica yocasionaría una catástrofe ecológica.

Un negro pesimismo descendiósobre las naciones más ricas alintensificarse la crisis general delindustrialismo. Y, de pronto, millones depersonas en todo el mundo se

preguntaron, no simplemente si laestrategia de la segunda ola podría sereficaz, sino por qué iba nadie a quereremular a una civilización que se hallabaen el angustioso trance de unadesintegración tan violenta.

Otro sorprendente giro de las cosassocavó también la creencia de que laestrategia de la segunda ola era el únicocamino que conducía desde los haraposhasta la riqueza. Siempre implícita enesta estrategia se hallaba la presunciónde que «primero te «desarrollas» yluego te enriqueces», de que laopulencia era resultado de trabajo duro,sobriedad, la ética protestante y un largoproceso de transformación social y

económica.No obstante, el embargo de la OPEP

y la súbita afluencia de petrodólares alOriente Medio dejaron en evidencia estaidea calvinista. En cuestión de meses,miles de millones de dólares llegarontumultuosamente a Irán, Arabia Saudí,Kuwait, Libia y otros países árabes, y elmundo vio cómo una riquezaaparentemente ilimitada precedía, envez de seguir a la transformación. En elOriente Medio era el dinero lo queproducía el impulso para«desarrollarse», en lugar de ser el«desarrollo» lo que producía el dinero.Jamás había sucedido nada semejante, atan gran escala.

Mientras tanto aumentaba lacompetencia entre las propias nacionesricas. «Con la utilización de acerosurcoreano en las obras de construcciónde California, con la comercializaciónen Europa de receptores de televisiónfabricados en Taiwan, con la venta en elOriente Medio de tractores procedentesde la India y… con China emergiendoespectacularmente como una importantefuerza industrial en potencia, crece lapreocupación respecto hasta dónde laseconomías en desarrollo socavarán lasindustrias establecidas de las nacionesavanzadas de Japón, los Estados Unidosy Europa», escribía un corresponsal enTokio del New York Times.

Metalúrgicos franceses en huelga loexpresaron, como era de esperar, conmás colorido. Pedían que se pusiera fina «la matanza de la industria», y losmanifestantes ocuparon la torre Eiffel.En una tras otra de las viejas nacionesindustriales, las industrias de la segundaola y sus aliados políticos atacaban la«exportación de puestos de trabajo» ylas políticas que extendían laindustrialización a los países máspobres.

En resumen, por todas partesproliferaban dudas respecto a si lacacareada estrategia de la segunda olapodía —o incluso debía— darresultado.

La estrategia de la primeraola

Enfrentadas con los fracasos de laestrategia de la segunda ola;zarandeadas por las enfurecidasdemandas de los países pobres al exigiruna revisión total de la economíamundial y profundamente preocupadaspor su propio futuro, las naciones ricasempezaron a elaborar, a mediados de losaños setenta, una nueva estrategia paralas pobres.

Casi de la noche a la mañana,muchos Gobiernos y «agencias dedesarrollo», incluidos el Banco

Mundial, la Agencia de DesarrolloInternacional y el Consejo para elDesarrollo en Ultramar, cambiaron a loque sólo puede llamarse estrategia de laprimera ola.

Esta fórmula es casi una copiainvertida de la estrategia de la segundaola: En vez de estrujar a los campesinosy forzarlos a ir a las superpobladasciudades, pone un nuevo acento en eldesarrollo rural. En vez de concentrarseen la producción de cosechas para laexportación, insta a la consecución deuna autosuficiencia alimenticia. En vezde esforzarse ciegamente por conseguirun PNB más alto, con la esperanza deque los beneficios acaben por llegar a

los pobres, exige que los recursos seancanalizados directamente hacia«necesidades humanas básicas».

En vez de fomentar tecnologíasahorradoras de trabajo, el nuevoenfoque favorece la producción detrabajo intensivo, con bajas exigenciasde capital, energía y especialización. Envez de construir acerías gigantescas ofábricas urbanas a gran escala, favoreceinstalaciones descentralizadas y apequeña escala diseñadas parapoblaciones también pequeñas.

Volviendo del revés los argumentosde la segunda ola, los defensores de laestrategia de la primera ola pudierondemostrar que muchas tecnologías

industriales eran un desastre cuando selas transfería a un país pobre. Lasmáquinas se averiaban y permanecíansin ser reparadas. Necesitaban materiasprimas de elevado coste y, a menudo,importadas. Escaseaba la mano de obraespecializada. Por ello — decía lanueva argumentación— lo que senecesitaba era «tecnologíasapropiadas». Llamadas a veces«intermedias» o «alternativas», sesituaban, por así decirlo, «entre la hoz yla máquina segadora-trilladora-aventadora».

No tardaron en surgir a todo lo largode los Estados Unidos y Europa centrosdestinados al desarrollo de esas

tecnologías, inspirados todos en elGrupo de Desarrollo de TecnologíaIntermedia, fundado en Gran Bretaña en1965. Pero también los países en vías dedesarrollo crearon centros de éstos yempezaron a aportar innovacionestecnológicas.

La Brigada de Granjeros Mochudi,de Botswana, por ejemplo, hadesarrollado un ingenio tirado porbueyes o burros que se puede utilizarpara arar, plantar y extender fertilizantesen fila sencilla o doble. El Ministerio deAgricultura de Cambia ha adoptado unapero senegalés que se puede utilizarcon un arado de vertedera simple, unaelevadora de cacahuetes, una

sembradora y una roturadora. En Ghanase trabaja con una trilladora accionada apedales, una prensa mecánica para elgrano sobrante y un exprimidor demadera para extraer agua de la fibra debanana.

La estrategia de la primera ola hasido aplicada también sobre una basemucho más amplia. Así, en 1978, elnuevo Gobierno de la India, norecuperado aún de los aumentos deprecio experimentados por el petróleo ylos fertilizantes y de la decepciónexperimentada con las estrategias de lasegunda ola seguidas por Nehru e IndiraGandhi, prohibió una mayor expansiónde su industria textil mecanizada y urgió

a que se incrementara la producción detejidos en telares accionados a mano, enlugar de los que utilizaban fuerza motriz.El propósito no era sólo aumentar elempleo, sino también retrasar laurbanización favoreciendo la industriarural.

Hay mucho que decir en favor deesta nueva fórmula. Afronta la necesidadde reducir la masiva emigración a lasciudades. Tiende también a hacer máshabitables las aldeas, donde vive lamayor parte de los pobres del mundo. Essensible a factores ecológicos. Carga elacento en el uso de recursos localesbaratos, en lugar de acudir a costosasimportaciones. Desafía las

convencionales y estrechas definicionesde «eficiencia». Sugiere unaaproximación menos tecnocrática aldesarrollo, tomando en consideración lacostumbre local y la cultura. Hacehincapié en mejorar las condiciones delos pobres, en vez de hacer pasar capitalpor las manos de los ricos con laesperanza de que se escurra algo.

Pero, una vez reconocido todo esto,la fórmula de la primera ola continúasiendo sólo eso… una estrategia paramejorar los peores aspectos de lascondiciones de la primera ola, sintransformarlas. Es un remiendo, no unremedio, y muchos Gobiernos de todo elmundo la perciben exactamente en esos

términos.El presidente indonesio Sujarto

expresó una muy generalizada opiniónpiando afirmó que semejante estrategia«puede ser la nueva forma delimperialismo. Si Occidente contribuyesólo a la realización de proyectos depoca monta, puede que se alivie nuestrasituación, pero nunca nosdesarrollaremos». La súbitapreocupación por la relación mano deobra-intensividad se ve sometidatambién a la acusación de que está alservicio de los ricos. Cuanto más tiempopermanezcan los países pobres encondiciones de primera ola, menosMercancías competitivas es probable

que lancen a un sobrecargado mercadomundial. Cuanto más tiempopermanezcan en la granja, por asídecirlo, menos petróleo, gas y otrosrecursos obtendrán, y menos molestosresultarán políticamente.

Existe también, profundamenteincrustada en la estrategia de la primeraola, la paternalista suposición de que,mientras que es preciso economizarotros factores de la producción, noocurre lo mismo con el tiempo y laenergía del trabajador, de que está muybien el duro y continuo esfuerzo en loscampos o los arrozales, siempre que seaotro quien lo haga.

Samir Amin, director del Instituto de

Desarrollo Económico Africano, asumemuchas de estas opiniones diciendo quelas técnicas de laboreo intensivo se hantornado súbitamente atractivas «graciasa una mezcla de ideología hippie,retorno al mito de la edad de oro y elnoble salvaje y crítica de la realidad delmundo capitalista».

Peor aún: la fórmula de la segundaola resta peligrosamente importancia alpapel de la ciencia y la tecnologíaavanzadas. Muchas de las tecnologíasque ahora están siendo promovidascomo «apropiadas» son más primitivasaún que las accesibles al granjeroamericano de 1776… mucho máspróximas a la hoz que a la segadora

mecánica. Cuando los granjerosamericanos y europeos empezaron aemplear «tecnología más apropiada»hace 150 años; cuando abandonaron losdientes de madera para la escarificadorapor dientes de acero y comenzaron autilizar arado de hierro, no volvieron laespalda a los conocimientos acumuladosdel mundo en materia de ingeniería ymetalurgia en todo el mundo… se losincorporaron.

Según una crónica contemporánea,en la Exposición de París de 1885, sehizo una espectacular demostración delas recién inventadas máquinastrilladoras: Sus hombres comenzaron atrillar con mayales en el mismo

momento en que las distintas máquinasempezaban a funcionar, y éstos fueronlos resultados de una hora de trabajo:

Seis trilladores con mayales… 36litros de trigo

Máquina trilladora belga… 150 “ “Máquina trilladora francesa… 250 “

“Máquina trilladora inglesa… 410 “ “Máquina trilladora americana… 740

“ “Sólo quienes nunca se han pasado

años de agotador laboreo manual puedendesechar a la ligera maquinaria que, yaen 1885, podía trillar grano a unavelocidad 123 veces mayor que la de unhombre.

Gran parte de lo que ahora llamamos«ciencia avanzada» fue desarrollada porcientíficos de países ricos para resolverlos problemas de los países ricos. Muypoca investigación se ha encaminado atratar los problemas cotidianos de lospobres del mundo. No obstante,cualquier «política de desarrollo» quecomience cegándose a laspotencialidades del conocimientocientífico y tecnológico avanzado,condena a cientos de millones dedesesperados, hambrientos y esforzadoscampesinos a una perpetua degradación.

En algunos lugares, y en ciertasépocas, la estrategia de la primera olapuede mejorar la vida para gran número

de personas. Pero existenlastimosamente pocas pruebas de quecualquier país, utilizando métodospremecanizados de la primera ola,pueda jamás producir lo suficiente parainvertir a cambio. De hecho, grannúmero de pruebas sugieren exactamentelo contrario.

Por medio de un heroico esfuerzo, laChina de Mao —que inventó yexperimentó elementos básicos de lafórmula de la primera ola— casiconsiguió eliminar el hambre. Fue unlogro extraordinario. Pero a finales delos años sesenta, el énfasis maoístasobre el desarrollo rural y la industriacasera había llegado todo lo lejos que

podía ir. China había entrado en uncallejón sin salida.

Pues la fórmula de la primera ola,por sí sola, es, en definitiva, una recetapara el estancamiento y no es aplicablea toda la gama de países pobres enmayor medida que la estrategia de lasegunda ola.

En un mundo de creciente diversidadtendremos que inventar decenas deestrategias innovadoras y dejar debuscar modelos pertenecientes ya alpresente industrial, ya al pasadopreindustrial. Ha llegado el momento deque empecemos a mirar hacia elemergente futuro.

La cuestión de la terceraola

¿Debemos permanecer para siempreatrapados entre dos visiones anticuadas?He caricaturizado deliberadamente estasestrategias alternativas para hacerresaltar las diferencias. En la vida real,pocos Gobiernos pueden permitirseseguir teorías abstractas, y encontramosmuchos intentos de combinar elementosde ambas estrategias. Sin embargo, elalzamiento de la tercera ola nos hacepensar que ya no necesitamos irrebotando como una pelota de ping-pongentre estas dos fórmulas.

Pues la llegada de la tercera olaaltera drásticamente todo. Y, si bienninguna teoría emanada del mundo dealta tecnología, sea de tendenciacapitalista o marxista, va a resolver losproblemas del «mundo en vías dedesarrollo», y ninguno de los modelosexistentes es totalmente transferible, estásurgiendo una extraña y nueva relaciónentre las sociedades de la primera ola yla civilización, que va formándoserápidamente, de la tercera ola. Más deuna vez hemos visto ingenuos intentos dedesarrollar un país pertenecientebásicamente a la primera olaimponiéndole formas en extremoIncongruentes de la segunda ola —

producción en serie, medios decomunicación de masas, educación deestilo fabril, Gobierno parlamentarioestilo Westminster y la nación-Estado,por citar sólo unas pocas—, sincomprender que para que todo ello dierafelices resultados habría que destruir lafamilia tradicional y las costumbresmatrimoniales, la religión y lasestructuras funcionales, que habría quearrancar de raíz toda la cultura.

En asombroso contraste, lacivilización de la tercera ola resultapresentar muchas características —producción descentralizada, escalaapropiada, energía renovable,desurbanización, trabajo en el hogar,

elevados niveles de presumo, por citarsólo unas pocas— que se asemejan a lasque se daban en las sociedades de laprimera ola. Estamos presenciando algoque se parece extraordinariamente a unretorno dialéctico.

Por eso es por lo que tantas de lasmás sorprendentes innovacionesactuales llegan como con una estela derecuerdos. Esta fantasmal sensación dealgo ya visto es lo que explica lafascinación por el pasado rural quehallamos en las sociedades de la terceraola que van surgiendo rápidamente. Loque resulta tan sorprendente en laactualidad es que parezca probable quelas civilizaciones de la primera y la

tercera ola tengan más cosas en comúnentre ellas que con la civilización de lasegunda ola. Son, en otras palabras,congruentes.

Hará posible esta extrañacongruencia que muchos de los actualespaíses de la primera ola adopten algunasde las características de la civilizaciónde la tercera ola sin tragarse toda lapíldora, sin renunciar por completo a sucultura ni pasar primero por la «fase»del desarrollo de la segunda ola. ¿Será,de hecho, más fácil pura algunos paísesintroducir estructuras de la tercera olaque industrializarse a la manera clásica?

¿Es posible además ahora, como nolo fue nunca en el pasado, que una

sociedad alcance un elevado nivelmaterial de vida sin concentrarobsesivamente todas sus energías en laproducción para el intercambio? Dadala más amplia gama de opcionesaportada por la tercera ola, ¿no puede unpueblo reducir la mortalidad infantil ymejorar el lapso vital, la instrucción, lanutrición y la calidad general de la vida,sin renunciar a su religión o a susvalores ni abrazar necesariamente elmaterialismo occidental que acompaña ala extensión de la civilización de lasegunda ola?

Las estrategias de «desarrollo» delmañana no vendrán de Washington,Moscú, París ni Ginebra, sino del

África, Asia y Latinoamérica. Seránindígenas, adecuadas a las necesidadeslocales. No cargarán el acento en laeconomía, a costa de la ecología, lacultura, la religión o la estructurafamiliar y las dimensiones psicológicasde la existencia. No imitarán ningúnmodelo exterior, sea de la primera ola,de la segunda o incluso, de la tercera.

Pero la ascensión de la tercera olasitúa todos nuestros esfuerzos en unanueva perspectiva. Pues depara a lasnaciones más pobres del mundo, asícomo a las más ricas, oportunidadescompletamente nuevas.

Sol, gambas yminicomputadores

La sorprendente congruencia entremuchas de las característicasestructurales de las civilizaciones de laprimera y la tercera ola sugiere que talvez sea posible en las próximas décadascombinar elementos del pasado y elfuturo en un nuevo y mejor presente.

Tomemos, por ejemplo, la cuestiónde la energía.

Con tanto hablar de una crisisenergética en los países que estánefectuando su transición a la civilizaciónde la tercera ola, se olvida con

frecuencia que las sociedades de laprimera ola se hallan enfrentadas a supropia crisis de energía. Comenzandodesde una base extremadamente baja,¿qué clase de sistemas energéticosdeben crear?

Ciertamente, necesitan grandesplantas eléctricas centralizadas ybasadas en los combustibles fósiles,conforme al tipo de la segunda ola. Peroen muchas de esas sociedades, como hademostrado el científico indio ArhulyaKumar N. Reddy, donde con másurgencia se necesita energíadescentralizada es en el campo, y no enlas ciudades.

La familia de un campesino indio no

propietario de tierras invierte en laactualidad unas seis horas diarias en lasimple tarea de buscar la leña quenecesita para cocinar y calentarse. Entrecuatro y seis horas más se dedican aacarrear agua de un pozo, y una cantidadsimilar en apacentar ganado, cabras uovejas. «Como una familia así nopuede permitirse el lujo de contratarmano de obra y no puede comprarmáquinas sustitutivas de la mano deobra, su única respuesta racional estener por lo menos tres hijos parasatisfacer sus necesidades de energía»,dice Reddy, señalando que la energíarural «puede resultar un excelenteanticonceptivo».

Reddy ha estudiado las necesidadesde energía rural y llegado a laconclusión de que las necesidades de unpoblado se pueden satisfacer fácilmentecon una pequeña y barata instalación debiogás que utiliza desechos humanos yanimales procedentes del propiopoblado. Y ha demostrado que grannúmero de tales Unidades serían muchomás útiles, económicas yeconómicamente válidas que unascuantas instalaciones generadorascentralizadas.

Este es, precisamente, elrazonamiento que respalda losprogramas de investigación y creaciónde instalaciones de biogás en distintos

países, desde Bangladesh hasta Fiji.India tiene ya 12.000 plantas de este tipoen funcionamiento, y su objetivo esalcanzar las 100.000 unidades. Chinaproyecta instalar en Szechuán 200.000de ellas, de tamaño familiar. Corea tiene29.450 y espera alcanzar las 55.000para 1985.

En las afueras mismas de NuevaDelhi, el destacado escritor futurista yhombre de negocios Jagdish Kapur haconvertido diez áridos y miserablesimproductivos acres en una «granjasolar» mundialmente famosa mediante lautilización de una instalación de biogás.La granja produce ahora cereales, frutasy verduras suficientes para alimentar a

su familia y sus empleados, así comotoneladas de alimentos para venderloscon ganancia en el mercado. Mientrastanto, el Instituto Indio de Tecnología hadiseñado una planta solar de diezkilovatios para producir electricidaddestinada a iluminar los hogares de laaldea, accionar bombas hidráulicas ypermitir el funcionamiento de aparatosde radio o televisión. En Madras, enTamil Nadu, las autoridades haninstalado una planta desalinizadoraaccionada por energía solar. Y cerca deNueva Delhi, Central Electronics hacreado una casa-piloto que utilizacélulas solares fotovoltaicas paraproducir electricidad.

En Israel, el biólogo molecularHaim Aviv ha propuesto un proyectoConjunto agroindustrial egipcio-israelíen el Sinaí. Utilizando agua egipcia y laavanzada tecnología de irrigaciónisraelí, sería posible cultivar mandiocabazucar de caña, que, a su vez, podríaser convertida en etanol para suutilización como combustible deautomóviles. Su plan prevé que elganado sea alimentado con subproductosdel azúcar de caña y que los desechosde celulosa se destinen a fábricas depapel, creando un ciclo ecológicointegrado. Proyectos similares —sugiereAviv— podrían llevarse a la práctica endistintas partes de África, Sudeste

asiático y Latinoamérica.La crisis energética, que forma parte

del derrumbamiento de la civilizaciónde la segunda ola, está engendrandomuchas nuevas ideas para la producciónde energía centralizada ydescentralizada, a gran escala y apequeña escala, en las regiones máspobres del Planeta. Y existe un claroparalelismo entre algunos de losproblemas con que se enfrentan lassociedades de la primera ola y de laemergente tercera ola. Ninguna de ellaspuede depender de sistemas energéticosdiseñados para la Era de la segunda ola.

¿Y la agricultura? También en esteterreno la tercera ola nos lleva en

direcciones nada convencionales. En elLaboratorio de Investigación del MedioAmbiente de Tucson (Arizona) existencriaderos de gambas junto a cultivos depepinos y lechugas, aprovechándose losdesechos de las gambas, en un procesode reciclaje, para fertilizar las verduras.En Vermont, los experimentadores estánproduciendo siluros, truchas y verdurasde manera similar. El agua del viveropiscícola acumula el calor solar y lolibera de noche para mantener elevadala temperatura. También se utilizan losdesechos de los peces para fertilizar lasverduras.

En Massachusetts, en el NewAlchemy Institute, se están criando

pollos encima del vivero de peces. Susexcrementos fertilizan algas, que luegose comen los peces. Estos son sólo tresde los innumerables ejemplos deinnovación en la producción yprocesado de alimentos, muchos de loscuales tienen una especial y excitanterelevancia para las actuales sociedadesde la primera ola.

Una predicción a veinte años plazode las tendencias en la provisiónmundial de alimentos preparada por elCenter for Futures Reasearch (CFR) dela Universidad de California del Sursugiere, por ejemplo, la probabilidad deque varios descubrimientosfundamentales reduzcan, en vez de

aumentar, la necesidad de fertilizantesartificiales. Según el estudio del CFR,están en la relación de nueve a diez lasprobabilidades de que para 1996tengamos baratos fertilizantesnitrogenados. Hay una firmeprobabilidad de que se pueda disponerpara entonces de granos fijadores denitrógeno, que reducirán más aún lademanda.

El informe considera como«virtualmente seguro» que nuevasvariedades de grano produciránsuperiores rendimientos por acre detierra no irrigada, con beneficios dehasta el 25 o el 50%. Sugiere quesistemas de irrigación de «goteo», con

pozos descentralizados accionados porel viento y agua distribuida por animalesde tiro, podrían aumentarsustancialmente los rendimientos, altiempo que reducirían las fluctuacionesde la cosecha de un año para otro.

Además, dice que la hierbadestinada a forraje, al necesitar sólo unmínimo de agua, podría duplicar lacapacidad de las regiones áridas desustentar ganado; que los rendimientosno cerealistas en terrenos tropicalespodrían aumentar en un 30% comoresultado de un mejor conocimiento delas combinaciones nutrientes; que losavances en el campo de control de lasplagas reducirán drásticamente las

pérdidas de cosechas; habla igualmentede nuevos y baratos métodos de bombeode agua, del control de la mosca tsé-tsé,que abrirá vastas regiones a la cría deganado, y de muchos otros progresos.

A una escala temporal mayor, cabeimaginar gran parre de la agriculturadedicada a «granjas de energía»… elcultivo de cosechas para la producciónde energía. Finalmente, puede queveamos converger la modificación delclima, los computadores, la observaciónpor satélite y la genética pararevolucionar el abastecimientoalimenticio del mundo.

Aunque esas posibilidades no danhoy de comer a un campesino

hambriento, los Gobiernos de la primeraola deben considerar talespotencialidades en sus planificacionesagrícolas a largo plazo y deben buscarformas de combinar, como si dijéramos,la azada y el computador.

Nuevas tecnologías, asociadas conel cambio a la civilización de la terceraola, abren también nuevas posibilidades.El difunto futurista John Metíale y suesposa y colega Magda Cordell McHalellegaron, en su excelente estudio BasicHuman Needs, a la conclusión de que laaparición de superavanzadasbiotecnologías contenía grandespromesas para la transformación de lassociedades de la primera ola. Tales

tecnologías incluyen todo: desde elcultivo de los océanos, hasta el uso deinsectos y otros organismos para elproceso productivo, la transformaciónde desechos de celulosa en carne pormedio de microorganismos y laconversión de plantas como la euforbiaen combustible carente de azufre. «Lamedicina verde» —la fabricación defármacos a partir de vida vegetal antesdesconocida o infrautilizada— contienetambién grandes potencialidades paramuchos países de la primera ola.

Avances realizados en otros camposproyectan también dudas sobre eltradicional pensamiento en relación conel desarrollo. Una cuestión explosiva a

la que se enfrentan muchos países de laprimera ola es el desempleo masivo y elsubempleo. Esto ha originado un debatemundial entre defensores de la primeraola y el de la segunda. Un bandoargumenta que las industrias deproducción en serie no utilizansuficiente mano de obra y que en énfasissobre el desarrollo debería hacerserecaer sobre factorías más primitivastecnológicamente, pero que utilicen máspersonas y menos capital y energía. Elotro bando insta precisamente a laintroducción de industrias de la segundaola que están saliendo en la actualidadde las naciones más avanzadastecnológicamente… metalúrgica,

automovilística, del calzado, textil yotras.

Pero apresurarse a construir unaacería de la segunda ola puede ser elequivalente de construir una fábrica defustas para calesas. Tal vez haya muchasrazones estratégicas o de otro tipo paraconstruir una acería, pero, conmateriales compuestos totalmentenuevos y muchas veces más fuertes,rígidos y ligeros que el aluminio, conmateriales transparentes que son tanfuertes como el acero, con mortero deplástico reforzado para sustituir a lastuberías galvanizadas, ¿cuánto tiempopasará antes de que la demanda de aceroalcance su nivel máximo y sea excesiva

la capacidad de producción? Según elcientífico indio M. S. lyengar, talesadelantos pueden «hacer superflua laexpansión lineal en la producción deacero y aluminio». ¿No deberían quizás,en vez de buscar préstamos oinversiones extranjeras para fabricaracero, prepararse los países pobres parala «Era de los materiales»?

La tercera ola aporta tambiénposibilidades más inmediatas. WardMorehouse, del Programa de Política deInvestigación de la Universidad de Lund(Suecia), afirma que las naciones pobresdeberían tender la vista más allá de laindustria en pequeña escala de laprimera ola o de la industria,

centralizada y en gran escala, de lasegunda ola, para centrarse en una de lasindustrias clave de la emergente terceraola: la microelectrónica.

«Un excesivo énfasis en latecnología de laboreo intensivo conbaja productividad podría convertirseen una trampa para los países pobres»,escribe Morehouse. Señalando que laproductividad está aumentandoespectacularmente en la industria deminicomputadores, afirma que «esciertamente una ventaja para lospaíses en vías de desarrollo y conescasez de capitales obtener mayorrendimiento por unidad de capitalinvertido».

Pero más importante es lacompatibilidad entre la tecnología de latercera ola y las condiciones socialesexistentes. Así —dice Morehouse—, lagran diversidad de productos en elcampo de la microelectrónica significaque «los países en vías de desarrollopueden tomar una tecnología básica yadaptarla con más facilidad a suspropias circunstancias sociales o a susmaterias primas. La tecnología de lamicroelectrónica se presta a ladescentralización de la producción».

Esto significa también menorespresiones de población sobre lasgrandes ciudades, y la rápidaminiaturización en este terreno reduce

también los costes de transporte. Lomejor de todo es que esta forma deproducción consume poca energía y queel crecimiento del mercado es tan rápido—y la competencia tan intensa— que,aunque las naciones ricas intentanmonopolizar estas industrias, no esprobable que lo consigan.

No es Morehouse el único enseñalar cómo se ajustan a lasnecesidades de los países pobres lamayor parte de las industrias avanzadasde la tercera ola. Dice Roger Melen,director asociado del Laboratorio deCircuitos Integrados de la Universidadde Stanford: «El mundo industrialdesplazó a las gentes a las ciudades

para integrarlas en la producción, yahora estamos trasladando nuevamenteal campo las fábricas y las fuerzas detrabajo, pero muchas naciones, entreellas China, nunca se han apartado deuna economía agraria del siglo XVII.Parece ahora que pueden integrarnuevas técnicas de fabricación en susociedad sin desplazar a toda lapoblación.»

Si esto es así, la tercera ola ofreceuna nueva estrategia tecnológica para laguerra a la pobreza.

La tercera ola sitúa también en unanueva perspectiva la necesidad detransporte y comunicación. En la épocade la revolución industrial, las

carreteras constituían un requisitoprevio del desarrollo social, político yeconómico. Actualmente se necesita unsistema electrónico de comunicaciones.En otro tiempo se pensaba que lascomunicaciones eran el resultado deldesarrollo económico. Hoy —dice JohnMagee, presidente de la empresa deinvestigación «Arthur D. Little»—, ésta«es una tesis superada… lastelecomunicaciones son más unprerrequisito que una consecuencia».

El enorme descenso en el coste delas comunicaciones sugiere lasustitución de muchas funciones detransporte por comunicaciones. A lalarga, tal vez sea más barato, más

conservador de energía y más apropiadocrear una avanzada red decomunicaciones que una ramificadaestructura de costosas calles ycarreteras.

Evidentemente es necesario eltransporte por carretera. Pero, en lamedida en que la producción estédescentralizada, más que centralizada,se pueden reducir al mínimo los costosdel transporte sin aislar unos de otroslos pueblos, o de las zonas urbanas, odel mundo en general.

Que cada vez son más los dirigentesde países de la primera ola queadvierten la importancia de lascomunicaciones se ve con claridad al

fijarse en la lucha que están librando porconseguir una redistribución delespectro electrónico del mundo. Alhaber desarrollado tempranamente lastelecomunicaciones, las potencias de lasegunda ola se han hecho con el controlde las frecuencias disponibles. LosEstados Unidos y la URSS utilizan porsí solos el 25% del espectro de ondascortas disponibles y una parte mayor aúnde los sectores más sofisticados delespectro.

Sin embargo, este espectro, como ellecho de los océanos y el aire respirabledel Planeta, pertenece —o deberíapertenecer— a todos, no sólo a unospocos. Por ello, muchos de los países de

la primera ola insisten en que elespectro es un recurso limitado y deseanse les asigne una parte del mismo…aunque, por el momento, carecen delequipo necesario para usarlo. (Suponenque pueden «alquilar» su parte hasta queestén en disposición de utilizarla por símismos.) Enfrentándose a la resistenciaque oponen tanto los Estados Unidoscomo la Unión Soviética, reclaman lainstauración de un «Nuevo OrdenMundial de Información».

Pero el problema más importante alque se enfrentan es interno: cómorepartir sus limitados recursos entre lastelecomunicaciones y el transporte. Es lamisma cuestión a la que también deben

hacer frente las naciones mássofisticadas técnicamente. Supuestasemisoras terrestres de bajo coste,sistemas de irrigación computadorizadosy con dimensiones de kibbutz, quizásincluso sensores terrestres y terminalesde computador superbaratas para uso dela industria casera, tal vez puedan lassociedades de la primera ola evitaralgunos de los enormes gastos para eltransporte pesado que tuvieron quesoportar las naciones de la segunda ola.No hay duda de que estas ideas parecenutópicas hoy. Pero no tardará en llegarel momento en que sean totalmentenaturales.

No hace mucho tiempo, el presidente

indonesio Sujarto oprimió con la puntade una espada tradicional un botónelectrónico de encendido e inauguró conello un sistema de comunicaciones víasatélite destinado a enlazar las distintaspartes del archipiélago indonesio… enforma semejante a como losferrocarriles enlazaron con su clavo deoro las dos costas de América hace unsiglo. Al hacerlo, simbolizaba lasnuevas opciones que presenta la terceraola a los países que buscan latransformación.

Avances como éstos en el terreno dela energía, la agricultura, la tecnología ylas comunicaciones sugieren algo másprofundo aún… nuevas sociedades

enteras basadas en la fusión del pasadoy el futuro, de la primera ola y latercera.

Cabe empezar a imaginar unaestrategia de transformación basada enel desarrollo de industrias rurales,centradas en la aldea y de pequeñocapital, y ciertas tecnologíascuidadosamente seleccionadas, con unaeconomía seccionada en zonas paraproteger o promover a las dos.

Jagdish Kapur ha escrito: «Espreciso ahora alcanzar un nuevoequilibrio entre» la ciencia y latecnología más avanzadas de quedispone la especie humana y «la visióngandhiana de los idílicos y verdes

pastos, las Repúblicas de aldea». Esacombinación práctica —declara Kapur—, exige una «transformación total dela sociedad, de sus símbolos y valores,de su sistema de educación, susincentivos, el flujo de sus recursosenergéticos, su investigación científicae industrial y toda una serie de otrasinstituciones».

Sin embargo, un creciente número depensadores a largo plazo, analistassociales, estudiosos y científicos creenque está ya en marcha una taltransformación, que nos lleva hacia unanueva y radical síntesis: Gandhi, ensuma, con satélites.

Los prosumidoresoriginales

En este enfoque se halla implicadaotra síntesis a un nivel más profundoaún. Afecta a toda la relación económicade las personas con el mercado, conindependencia de que ese mercado tengaforma capitalista o socialista. Nosfuerza a preguntar qué parte del tiempototal y del trabajo de cualquierindividuo debe ser consagrado a laproducción y qué parte se debe destinaral prosumo… es decir, cuánto se ha dededicar a trabajar por un salario, frentea trabajar para uno mismo.

La mayoría de las poblaciones de laprimera ola han sido atraídas ya alsistema monetario. Han sido«mercatizadas». Pero si bien el escasodinero ganado por las gentes más pobresdel mundo puede ser vital para susupervivencia, la producción para elintercambio proporciona sólo una partede sus ingresos; el prosumo proporcionael resto.

La tercera ola nos hace contemplaresta situación también de una nuevamanera. Millones de personas carecende un puesto de trabajo en un país trasotro. Pero, ¿es un objetivo realista elpleno empleo en estas sociedades? ¿Quécombinación de políticas pueden

suministrar, en el período de tiempo denuestra vida actual, puestos de trabajode jornada completa para todos esosmillones? ¿Es la noción misma de«desempleo» un concepto de la segundaola, como ha insinuado el economistasueco Gunnar Myrdal?

El problema —escribe PaulStreeten, del Banco Mundial— «no es el«desempleo», que es un conceptooccidental que presupone empleoasalariado en el sector moderno,mercados de trabajo, intercambios detrabajo y pagos de seguridad social… Elproblema (es) más bien el trabajoimproductivo y no remunerativo de lospobres, especialmente de los rurales».

El notable auge del prosumidor en lasnaciones opulentas actuales,sorprendente fenómeno de la tercera ola,los lleva a poner en tela de juicio lasmás profundas suposiciones y objetivosde los economistas de la segunda ola.

Quizá sea una error emular larevolución industrial de Occidente, quepresenció el traspaso de la mayor partede la actividad económica del sector A(el sector del prosumidor) al sector B(el sector del mercado).

Quizá sea necesario considerar elprosumo como una fuerza positiva, envez de como una lamentable persistenciadel pasado.

Quizá lo que la mayoría de la gente

necesita sea empleo asalariado a tiempoparcial (posiblemente con algunos pagosde transferencia), junto con nuevaspolíticas más imaginativas dirigidas ahacer más «productivo» el prosumo. Dehecho, el enlazar más inteligentementeuna con otra estas dos actividadeseconómicas puede que sea la clavenecesaria para la supervivencia demillones de personas.

Hablando en términos prácticos, estopodría significar suministrar«herramientas adecuadas para elprosumo»… lo que hacen en laactualidad los países ricos. En lospaíses opulentos vemos brotar unafascinante sinergia entre los dos

sectores, con el mercado suministrandopoderosas herramientas adecuadas parasu uso por parte del prosumidor: todo,desde lavadoras automáticas hastataladros manuales y comprobadores debaterías. En los países pobres, lamiseria es con frecuencia tan extrema,que hablar de lavadoras automáticas ode Utensilios eléctricos parece, aprimera vista, totalmente fuera de lugar.¿Pero no hay aquí ningún términoanálogo para las sociedades que estánsaliendo de la civilización de la primeraola?

El arquitecto-proyectista francésYona Friedman nos recuerda que lospobres del mundo no desean

necesariamente puestos de trabajo,desean «comida y un techo». El trabajoes sólo un medio para ese fin. Pero, confrecuencia, uno mismo puede cultivarsus propios alimentos y construir supropio techo, o al menos contribuir a eseproceso. Así, en un estudio realizadopara la UNESCO, Friedman ha afirmadoque los Gobiernos deben estimular loque yo he llamado prosumo mediante laflexibilización de ciertas leyes del sueloy códigos de construcción. Estos leshacen a los colonos difícil (confrecuencia, imposible) construir omejorar su propia vivienda.

Insta vehementemente a losGobiernos a suprimir estos obstáculos y

a ayudar a la gente a habilitarse supropia vivienda ofreciendo «asistenciaen la organización, el suministro dealgunos materiales difíciles de obteneren caso contrario… y, si es posible, unainfraestructura básica», es decir, agua oelectricidad. Lo que Friedman y otrosestán empezando a decir es que todo loque ayude más eficazmente al prosumoindividual puede ser tan importantecomo la producción medida en lostérminos convencionales del PNB.

Para aumentar la «productividad»del prosumidor, los Gobiernos necesitancentrar la investigación científica ytecnológica en el prosumo. Pero, aunahora, podrían —y con un coste

notablemente bajo— suministrarherramientas manuales sencillas, tallerescomunitarios, artesanos o maestrosexpertos, instalaciones decomunicaciones y, cuando sea posible,equipos generadores de energía, asícomo propaganda favorable o apoyomoral a quienes invierten su esfuerzo enconstruir sus propios hogares o mejorarsus parcelas de tierra.

Por desgracia, la propaganda de lasegunda ola transmite hoy en día, inclusoa los pueblos más remotos y pobres delmundo, la idea de que las cosasconstruidas por uno mismo sonintrínsecamente inferiores a la peorchatarra producida en serie. En lugar de

enseñar a la gente a despreciar suspropios esfuerzos, a estimar losproductos de la segunda ola ysubestimar lo que ellos mismos crean,los Gobiernos deberían ofrecer premiosa las casas y bienes mejores o másimaginativos producidos por losparticulares, al prosumo más«productivo». El conocimiento de queaun las personas más ricas del mundoestán prosumiendo crecientemente puedeayudar a un cambio de actitudes entrelos más pobres. Pues la tercera olaproyecta una nueva y dramática luzsobre la relación entera entre lasactividades que se desarrollan dentro yfuera del mercado en todas las

sociedades del futuro.La tercera ola da también una

importancia fundamental a los interesesno económicos y no tecnológicos. Noshace mirar la educación, por ejemplo,con nuevos ojos. La educación, todo elmundo está de acuerdo, es esencial parael desarrollo. Pero, ¿qué clase deeducación?

Cuando las potencias colonialesintrodujeron la educación formal enÁfrica, India y otras partes del mundo dela primera ola, transplantaron escuelasde estilo fabril o imitaciones enminiatura y de rango ínfimo de suspropias escuelas de élite. Los modeloseducativos de la segunda ola están

siendo cuestionados en todas partes. Latercera ola desafía la noción típica de lasegunda ola de que la educación sedesarrolla necesariamente en un aula. Enla actualidad necesitamos combinar elaprendizaje con el trabajo, la luchapolítica, el servicio a la comunidad eincluso el juego. Todas nuestraspresunciones convencionales sobre laeducación necesitan ser reexaminadastanto en los países ricos como en lospobres.

¿Es el conocimiento de las primerasletras, por ejemplo, un objetivoapropiado? En tal caso, ¿quéentendemos por ello? ¿Significa leer yescribir? En un provocativo estudio

realizado para el Nevis Institute —centro de investigación del futuro deEdimburgo—, el eminente antropólogoSir Edmund Leach ha afirmado que leeres más fácil que aprender y más útil queescribir, y que nadie necesita aprender aescribir. Marshall McLuhan ha habladode un retorno a una cultura oral másacorde con muchas comunidades de laprimera ola. La tecnología dereconocimiento de la palabra abrenuevas e increíbles perspectivas.Nuevos y extremadamente baratos«botones» de comunicaciones ograbadoras diminutas incorporadas a unsencillo equipo agrícola pueden sercapaces de dar instrucciones orales a

granjeros analfabetos. A la luz de esto,incluso la definición del analfabetismofuncional requiere una adecuadareformulación.

Finalmente, la tercera ola nosestimula a mirar más allá de laspresunciones convencionales de lasegunda ola también con respecto a lamotivación. Es probable que una mejoralimentación eleve el nivel deinteligencia y de competencia funcionalentre millones de niños… al mismotiempo que aumenta el impulso y lamotivación.

Las gentes de la segunda ola hablancon frecuencia de la pasividad y falta demotivación de, por ejemplo, un aldeano

indio o un campesino colombiano.Dejando a un lado los efectosdesmotivadores de la desnutrición, losparásitos intestinales y un opresivocontrol político, ¿no podría parte de loque parece falta de motivación ser enrealidad falta de disposición aprescindir del propio hogar, de lafamilia y de la vida en el presente acambio de la dudosa esperanza de unavida mejor a la vuelta de muchos años?Mientras «desarrollo» signifique lasobreimposición de una culturatotalmente extraña a otra existente, ymientras parezca imposible alcanzarmejoras reales, sobran razones paraatenerse a lo poco que se tiene.

Muchas características de lacivilización de la tercera ola, dada suconcordancia con las de la civilizaciónde la primera ola, ya sea en China o enIrán, implican la posibilidad de cambiocon menos, no más, ruptura, aflicción yshock del futuro. Y pueden, por tanto,atacar las raíces de lo que hemosllamado desmotivación.

Y, así, no sólo en los campos de laenergía o la tecnología, de la agriculturao la economía, sino en el cerebro mismoy en el comportamiento del individuo, latercera ola aporta el potencial necesariopara un cambio revolucionario.

La línea de partida

La emergente civilización de latercera ola no proporciona un modeloprefabricado para su emulación. Lacivilización de la tercera ola no está aúnplenamente formada. Pero abre nuevas yquizá liberadoras posibilidades tantopara los pobres como para los ricos.Pues llama la atención no sobre lasdebilidades, pobreza y desventura delmundo de la primera ola, sino sobrealgunas de sus fortalezas intrínsecas. Lascaracterísticas mismas de esta antiguacivilización, que parecen tan atrasadasdesde el punto de vista de la segunda

ola, se nos muestran comopotencialmente ventajosas cuando se lassitúa ante la pujante tercera ola.

La congruencia de estas doscivilizaciones debe transformar, a lolargo de los próximos años, nuestraforma de pensar sobre las relacionesentre ricos y pobres en el planeta. SamirAmin, el economista, habla de la«absoluta necesidad» de romper el«falso dilema de técnicas modernascopiadas del Occidente de hoy, o viejastécnicas correspondientes a condicionesimperantes en Occidente hace un siglo».Esto es precisamente lo que haceposible la tercera ola.

Tanto los pobres como los ricos

están agachados en la línea de partida deuna nueva y sorprendentemente diferentecarrera hacia el futuro.

XXIV CODA: LA GRANCONFLUENCIA

No estamos ya donde estábamoshace una década, deslumbrados porcambios cuyas relaciones mutuas erandesconocidas. Hoy, por detrás de laconfusión del cambio, existe unacreciente coherencia de pauta: estátomando forma el futuro.

En una gran confluencia histórica,muchos tumultuosos ríos de cambioconcurren a formar una oceánica terceraola de cambio que está adquiriendo

fuerza a cada hora que pasa.Esa tercera ola de cambio histórico

representa no una prolongaciónrectilínea de la sociedad industrial, sinoun radical cambio de dirección, amenudo una negación de lo sucedidoantes. Equivale nada menos que a unacompleta transformación, tanrevolucionaria por lo menos en nuestrosdías como lo fue hace trescientos añosla civilización industrial.

Además, lo que está sucediendo noes sólo una revolución tecnológica, sinoel advenimiento de toda una nuevacivilización, en el más pleno sentido dela palabra. Así, si volvemos brevementela vista hacia el terreno que hemos

recorrido, encontraremos cambiosprofundos y con frecuencia paralelos enmuchos niveles simultáneamente.

Toda civilización opera en y sobrela biosfera y refleja o altera la mezclade población y recursos. Todacivilización tiene una tecnosferacaracterística, una base energéticaligada a un sistema de producción que, asu vez, se halla ligado a un sistema dedistribución. Toda civilización tiene unasociosfera compuesta de institucionessociales interrelacionadas. Todacivilización tiene una infosfera, canalesde comunicación a cuyo través circula lainformación necesaria. Toda civilizacióntiene su propia esfera de poder. Además,

toda civilización tiene un conjunto decaracterísticas relaciones con el mundoexterior… explotadoras, simbióticas,militantes o pacíficas. Y todacivilización tiene su propiasuperideología, un pertrecho depoderosas presunciones culturales queestructuran su concepción de la realidady justifican sus operaciones.

La tercera ola —como deberíaresultar ya evidente— está aportandocambios revolucionarios yautorreforzadores a todos estos nivelesal mismo tiempo. La consecuencia no essólo la desintegración de la viejasociedad, sino también la creación delos cimientos de la nueva.

Con frecuencia, a medida que lasinstituciones de la segunda ola sederrumban sobre nuestras cabezas, amedida que aumenta la criminalidad, sedisgregan las familias nucleares,chirrían y no funcionan burocraciasantaño eficaces, se resquebrajan lossistemas sanitarios, y las economíasindustriales se tambaleanpeligrosamente, sólo vemos decadenciay fracaso a nuestro alrededor. Sinembargo, la decadencia social es elcampo abonado de la nueva civilización.En energía, tecnología, estructurafamiliar, cultura y muchas otrasmaterias, estamos sentando lasestructuras básicas que definirán las

principales características de esa nuevacivilización.

De hecho, ahora podemos identificarpor primera vez esas característicasprincipales e incluso, en cierta medida,las relaciones existentes entre ellas. Laembrionaria civilización de la terceraola —y ello resulta confortante— nosólo resulta coherente y viable tanto entérminos ecológicos como económicos,sino que —si nos aplicamos a ello—podría ser más decente y democráticaque la nuestra propia.

No se quiere con esto sugerirninguna especie de inevitabilidad. Elperíodo de transición se verá marcadopor una extrema ruptura social, así como

por violentas oscilaciones económicas,choques sectoriales, intentos desecesión, catástrofes o desastrestecnológicos, turbulencia política,violencia, guerras y amenazas de guerra.En un clima de instituciones y valoresque se van desintegrando, surgirándemagogos y movimientos autoritariospara buscar, y posiblemente conseguir,el poder. Ninguna persona inteligentepuede llamarse a engaño sobre elresultado. El choque de doscivilizaciones presenta peligrostitánicos.

Sin embargo, lo probable no es ladestrucción, sino la supervivencia final.Y es importante saber adonde nos está

llevando el empuje principal delcambio, qué clase de mundo esverosímil que surja si logramos evitarlos peligros peores de cuantos nosacechan a corto plazo. Brevemente,pues; ¿qué clase de sociedad estátomando forma?

Elementos básicos delmañana

La civilización de la tercera ola, adiferencia de su predecesora, debealimentarse (y así lo hará) de una

extraordinaria variedad de fuentes deenergía del hidrógeno, solar, geotérmica,de las mareas, de la biomasa, el rayo, enúltimo término quizás un avanzadopoder de fusión, así como otras fuentesenergéticas no imaginadas aún en losaños ochenta. (Aunque algunas centralesnucleares continuarán, sin duda,funcionando, incluso aunque suframosuna sucesión de desastres peores que losde la isla de las Tres Millas, la energíanuclear resultará, en conjunto, habersido una digresión cara y peligrosa.)

La transición a la nueva y diversabase energética será errática en extremo,con una acelerada sucesión desaturaciones, escaseces y demenciales

oscilaciones de precios. Pero ladirección existente parece bastanteclara: un cambio desde una Civilizaciónbasada casi exclusivamente en una únicafuente de energía, a otra basada enmuchas. En definitiva, vemos unacivilización cimentada una vez mássobre fuentes energéticasautosustentadoras y renovables, en lugarde sobre unas fuentes susceptibles deagotamiento.

La civilización de la tercera oladescansará también sobre una basetecnológica mucho más diferenciada,derivada de la Biología, la Genética, laelectrónica, la ciencia de los materiales,así como operaciones en el espacio

exterior y bajo los pares. Si bien algunasnuevas tecnologías requerirán elevadasaportaciones de energía, gran parte de latecnología de la tercera ola serádiseñada para consumir menos energía,no más. Y tampoco serán las tecnologíasde la tercera ola tan masivas yecológicamente peligrosas como las delpasado. Muchas serán de escalapequeña, de manejo sencillo, y preveránel reciclaje de los desechos de unaindustria para su conversión en materiasprimas destinadas a otra.

Para la civilización de la terceraola, la materia prima más básica detodas —y una que nunca puede agotarse— es la información, incluida la

imaginación. Por medio de imaginacióne información, se encontraránsustitutivos a muchos de tos recursosagotables actuales, aunque condemasiada frecuencia esta sustitución severá acompañada también de dramáticasoscilaciones y sacudidas.

Al tornarse la información másimportante que nunca, la nuevacivilización «estructurará la educación,redefinirá la investigación científica y,sobre todo, reorganizará los medios decomunicación. Los medios decomunicación actuales, tanto impresoscomo electrónicos, son totalmenteinadecuados para enfrentarse a la cargade comunicaciones y suministrar la

variedad cultural necesaria para lasupervivencia. En vez de estarculturalmente dominada por unoscuantos medios de comunicación demasas, la civilización de la tercera oladescansará sobre medios interactivos ydesmasificados, introduciendo unaimaginería sumamente diversa y amenudo altamente despersonalizadadentro y fuera de la comente central dela sociedad. Tendiendo la vista hacia elfuturo, la televisión dejará paso al«individeo»: imágenes dirigidas a unsolo individuo en un momento dado.Puede que incluso utilicemos drogas,comunicación directa de cerebro acerebro y otras formas de comunicación

electroquímica sólo vagamenteinsinuadas hasta ahora. Todo elloplanteará sorprendentes, aunque noinsolubles, problemas políticos ymorales.

El gigantesco computadorcentralizado, con sus rechinantes cintasy sus complicados sistemas derefrigeración —donde todavía existe—,será complementado con miríadas deminicomputadores inteligentesincorporados de una forma u otra a todohogar, hospital y hotel, a todo vehículo yutensilio, virtualmente a todo ladrillo deconstrucción. El entorno electrónicoconversará, literalmente, con nosotros.

Pese a erróneas concepciones

populares, este cambio hacia unasociedad altamente electrónica y basadaen la información reducirá aún másnuestra necesidad de energía cara.

Y tampoco esta computadorización(o, más propiamente,informacionalización) de la sociedadsignifica una mayor despersonalizaciónde las relaciones humanas. Comoveremos en el capítulo siguiente, laspersonas seguirán hiriendo, llorando,riendo, encontrando placer unas en otrasy jugando… pero lo harán en un contextomuy distinto.

La fusión de formas energéticas,tecnologías y medios de comunicaciónde la tercera ola, acelerará

revolucionarios cambios en la forma enque trabajamos. Se siguen construyendofábricas —y en algunas partes delmundo se seguirán construyendo durantevarias décadas más — pero la fábricade la tercera ola presenta ya muy pocasemejanza con las que hemos conocidohasta ahora, y — en las naciones ricas—continuará descendiendo en picado elnúmero de personas ocupadas enfábricas.

En la civilización de la tercera ola,la fábrica no servirá ya de modelo aotros tipos de instituciones. Y tampocoserá la producción en masa su funciónprimaria. Incluso ahora, la fábrica de latercera ola crea productos

desmasificados, con frecuenciaindividualizados. Descansa sobremétodos avanzados tales comoproducción totalista. Utilizará finalmentemenos energía, desperdiciará menosmateria prima, empleará menoscomponentes y exigirá mucha másinteligencia de diseño. Muysignificativamente, muchas de susmáquinas serán directamente activadas,no por trabajadores, sino a distancia,por los propios consumidores.

Los obreros de las fábricas de latercera ola realizarán un trabajo muchomenos embrutecedor o repetitivo quequienes aún se hallan atrapados enempleos de la segunda ola. No verán

fijado su ritmo por correas detransmisión mecánicas. Los nivelessonoros serán bajos. Los trabajadoresirán y vendrán a las horas que a ellos lesconvengan. El lugar de trabajo serámucho más humano e individualizado, ycon frecuencia flores y plantascompartirán el espacio con lasmáquinas. Dentro de determinadoslímites, los sueldos y beneficiosmarginales serán ajustados cada vez conmás precisión a la preferenciaindividual.

Las fábricas de la tercera ola seubicarán cada vez más fuera de lasgigantescas metrópolis urbanas. Tambiénes probable que sean mucho más

pequeñas que las del pasado, conunidades organizativas igualmente máspequeñas, provista cada una de ellas deun mayor grado de autodirección.

De manera similar, la oficina de latercera ola no se parecerá ya a la oficinade hoy. Un ingrediente fundamental deltrabajo de oficina —el papel— serásustancialmente (aunque no totalmente)reemplazado. Las tableteantes bateríasde máquinas de escribir quedarán ensilencio. Los archivadoresdesaparecerán. Un papel de la secretariase transfigurará a medida que laelectrónica vaya eliminando muchasviejas tareas y abriendo nuevasoportunidades. El movimiento

secuencial de papeles a lo largo demuchas mesas, el interminable yrepetitivo mecanografiar de columnas denúmeros… todo eso se irá haciendomenos importante, y más importante latoma de decisiones discrecionales y másampliamente compartidas.

Para operar estas fábricas y oficinasdel futuro, las empresas de la tercera olanecesitarán trabajadores capaces deiniciativa e ingenio, más que derespuestas rutinarias. Para preparar atales empleados, las escuelas se iránapartando progresivamente de losmétodos actuales, todavía destinados, ensu mayor parte, producir trabajadores dela segunda ola para un trabajo altamente

repetitivo. Pero el cambio mássorprendente de la civilización de latercera ola será, probablemente, eldesplazamiento del trabajo desde laoficina y la fábrica para encauzarlo denuevo al hogar.

No todos los trabajos pueden, deben,ni serán efectivamente desempeñados enlos propios hogares. Pero a medida quelas comunicaciones baratas sustituyan altransporte caro; a medida queincrementemos el papel de lainteligencia y la imaginación en laproducción, reduciendo el papel de lafuerza bruta o del trabajo mentalrutinario, una parte importante de lafuerza laboral de las sociedades de la

tercera ola realizará al menos unafracción de su trabajo en su hogar,quedando las fábricas sólo para los querealmente manipulan materiales físicos.

Esto nos da una pista respecto a laestructura institucional de la civilizaciónde la tercera ola. Algunos estudiososhan sugerido que, con la crecienteimportancia de la información, laUniversidad sustituirá a la fábrica comola institución central de mañana. Sinembargo, esta idea, que procede casiexclusivamente de las Academias, sebasa en la provinciana suposición deque sólo la Universidad puede albergar,y alberga, el conocimiento teórico.Apenas es más que una fantasía de

profesor.Por su parte, los ejecutivos

multinacionales ven la profesiónejecutiva como el de del mañana. Lanueva profesión de «directores deinformación» representa sus salas decomputadores como el centro de lanueva civilización. Los científicosvuelven la vista al laboratorio deinvestigación industrial. Unos cuantoshippies residuales sueñan con restaurarla comuna agrícola como centro de unfuturo neomedieval. Otros tal vez citenlas «cámaras de gratificación» de unasociedad sumergida en el placer. Lo queyo considero central, por las nocionesantes expuestas, no es ninguna de estas

cosas. Es, de hecho, el hogar.Yo creo que el hogar asumirá una

nueva y sorprendente importancia en lacivilización de la tercera ola. El augedel prosumidor, la generalización delhogar electrónico, la invención denuevas estructuras organizativas de lavida comercial, la automatización ydesmasificación de la producción, todoapunta a la reaparición del hogar comounidad central de la sociedad delmañana… una unidad con realzadas,más que disminuidas, funcioneseconómicas, médicas, educativas ysociales.

Pero es improbable que ningunainstitución —ni siquiera el hogar— vaya

a desempeñar un papel tan central comolo desempeñaron en el pasado lacatedral o la fábrica. Pues es probableque la sociedad sea construida en tornoa una red —más que en torno a unajerarquía— de nuevas instituciones.

Esto sugiere también que lascorporaciones (y las organizaciones deproducción socialistas) del mañana nodescollarán sobre otras institucionessociales. En las sociedades de la terceraola, las corporaciones seránreconocidas como las complejasorganizaciones que son, y perseguiránmúltiples objetivos simultáneamente…no sólo cuotas de beneficio oproducción. En lugar de centrarse en una

sola línea básica, como a muchos de losdirectores actuales se les ha enseñado ahacer, el director perspicaz de la terceraola vigilará (y será hecho personalmenteresponsable de ello) múltiples «líneasbásicas».

Los sueldos y primas de losejecutivos acabarán reflejandogradualmente esta nuevamultifuncionalidad, a medida que lacorporación, bien voluntariamente, bienpor verse obligada a ello, va tornándosemás reactivo a lo que hoy se consideranfactores no económicos y, por ello, engran parte irrelevantes… ecológicos,políticos, sociales, culturales y morales.

Las concepciones de eficiencia de la

segunda ola —basadas generalmente enla capacidad de la corporación pararepercutir sus costes indirectos sobre elconsumidor o el contribuyente— seránreformuladas para tener en cuenta costessociales, económicos y de otro tipo quetengan carácter oculto que, de hecho, setraducen también en costes económicostransferidos. El pensamiento en términoseconómicos —deformacióncaracterística del director de la segundaola-será menos común.

La corporación —como la mayoríade las demás organizaciones— sufrirátambién una drástica reestructuración amedida que vayan entrando en juego lasreglas básicas de la civilización de la

tercera ola. En lugar de una sociedadsincronizada con el ritmo de la cadenade montaje, una sociedad de la terceraola se moverá conforme a ritmos yhorarios flexibles. En lugar de laextrema uniformización decomportamiento, ideas, lenguaje yestilos de vida de la sociedad de masas,la sociedad de la tercera ola seráconstruida sobre la segmentación y ladiversidad. En lugar de una sociedadque concentra la población, los flujos deenergía y otras características de lavida, la sociedad de la tercera oladispersará y desconcentrará. En lugar deoptar por la escala máxima del principio«lo más grande es mejor», la sociedad

de la tercera ola comprenderá elsignificado de «escala apropiada». Enlugar de una sociedad altamentecentralizada, la sociedad de la terceraola reconocerá el valor de una mayortoma descentralizada de decisiones.

Tales cambios implican unextraordinario apañamiento de laburocracia uniforme y anticuada y laaparición en la vida comercial, en elGobierno, en las escuelas y en otrasinstituciones, de una amplia variedad deorganizaciones de nuevo estilo. Dondesubsistan las jerarquías, éstas tenderán aser más horizontales y más transitorias.Muchas nuevas organizacionesabandonarán la vieja insistencia en «un

hombre, un jefe»… todo lo cual sugiereun mundo laboral en ti que más personascompartan un temporal poder dedecisión.

Todas las sociedades que atraviesanla transición hacia la tercera ola seenfrentan con problemas de desempleo acorto plazo cada vez más profundos. Apartir de los años cincuenta, grandesaumentos operados en el sector deempleados y de servicios absorbieron amillones de obreros que habían quedadoen paro al irse reduciendo el sector defabricación. Hoy, al automatizarsetambién el sector de los empleados, seplantea la grave cuestión de si una nuevaexpansión del sector de servicios

convencional puede remediar lasituación. Algunos países enmascaran elproblema tratando de suavizarlo,incrementando las burocracias públicasy privadas, exportando trabajadoresexcedentes, etc. Pero el problema siguesiendo insoluble dentro del marco de laeconomía de la segunda ola.

Esto ayuda a explicar la importanciade la próxima fusión de productor yconsumidor, lo que yo he llamado elauge del prosumidor. La civilización dela tercera ola trae consigo la reapariciónde un enorme sector económico basadoen la producción para el uso, en lugar depara el intercambio, un sector basado enla idea de hacerlo para uno mismo, en

vez de hacerlo para el mercado. Estedramático cambio, después detrescientos años de «mercatización»,exigirá y hará posible un pensamientoradicalmente nuevo sobre todos nuestrosproblemas económicos, desde eldesempleo y la seguridad social hasta elocio y la función del trabajo.

Traerá también consigo una nuevavaloración del papel del «trabajodoméstico» en la economía, ysubsiguientes y fundamentales cambiosen el papel de las mujeres, que aúnconstituyen la inmensa mayoría de lostrabajadores domésticos. La poderosaoleada de mercatización extendida sobrela Tierra está alcanzando su punto

máximo, con muchas consecuenciastodavía inimaginables para lascivilizaciones futuras.

Mientras tanto, las gentes de latercera ola adoptarán nuevaspresunciones Sobre la Naturaleza, elprogreso, la evolución, el tiempo, elespacio, la materia y la causación. Suforma de pensar se verá menos influidapor analogías basadas en la máquina,más moldeada por conceptos comoproceso, realimentación y desequilibrio.Tendrán una mayor conciencia de lasdiscontinuidades que derivandirectamente de las continuidades.

Surgirá una multitud de nuevasreligiones, nuevas concepciones de la

ciencia, nuevas imágenes de lanaturaleza humana, nuevas formas dearte… con diversidad mucho mayor dela que fue posible o necesaria durante laEra industrial. La emergente multiculturase verá desgarrada por la agitación hastaque se desarrollen nuevas formas deresolución de conflictos de grupos (lossistemas legales actuales son pocoimaginativos y lastimosamenteinadecuados para una sociedad de altadiversidad).

La creciente diferenciación de lasociedad significará también un papelreducido para la nación-Estado… hastaahora una fuerza fundamental para launiformización. La civilización de la

tercera ola se basará en una nuevadistribución del poder en cuanto que lanación, como tal, no es ya tan influyentecomo lo fuera antaño, mientras que otrascorporaciones —desde la corporacióntransnacional hasta el barrio e incluso laciudad-Estado autónomos— adquierenmayor significación.

Las regiones obtendrán mayor podera medida que los mercados y economíasnacionales se vayan fragmentando enpedazos, algunos de los cuales son yamás grandes que los mercados yeconomías tradicionales del pasado.Pueden surgir nuevas alianzas, basadasmenos en la proximidad geográfica queen comunes afinidades culturales,

ecológicas, religiosas o económicas, detal modo que una región de América delNorte puede desarrollar lazos másestrechos con una región de Europa oJapón que con su vecino más inmediato,e incluso su propio Gobierno nacional.La unión de todo esto no formará unGobierno mundial unitario, sino unatupida red de nuevas organizacionestransnacionales.

Fuera de las naciones ricas, las trescuartas partes no industriales de laHumanidad lucharán con nuevasherramientas contra la pobreza, sinintentar ya imitar ciegamente a lasociedad de la segunda ola niconformarse con las condiciones de la

primera ola. Surgirán nuevas y radicales«estrategias de desarrollo», quereflejarán el especial carácter cultural oreligioso de cada región y procuraráncuidadosamente de reducir al mínimo elshock del futuro.

Sin desarraigar ya implacablementesus propias tradiciones religiosas, suestructura familiar y su vida social conla esperanza de crear una imagenreflejada de la Gran Bretaña industrial,Alemania, los Estados Unidos o laURSS, muchos países intentaránconstruir sobre su pasado, advirtiendo lacongruencia entre ciertas característicasde la sociedad de la primera ola y lasque sólo ahora comienzan a reaparecer

(sobre una base de alta tecnología) enlos países de la tercera ola.

El concepto de practopía

Por lo tanto, lo que hemos visto aquíson los perfiles generales de una formade vida totalmente nueva que afecta nosólo a los individuos, sino también alPlaneta. La nueva civilización aquíesbozada difícilmente puede calificarsede Utopía. Se hallará agitada porprofundos problemas, algunos de loscuales exploraremos en las páginas que

faltan. Problemas de personalidad y decomunidad. Problemas políticos.Problemas de justicia, equidad ymoralidad. Problemas con la nuevaeconomía —y especialmente la relaciónentre empleo, bienestar y prosumo—.Todos ellos y muchos más despertaránbelicosas pasiones.

Pero la civilización de la tercera olano es tampoco ninguna «antiutopía». Noes 1984 ni Un mundo feliz hechosrealidad. Estos dos brillantes libros —ycentenares de obras de ficción derivadas— pintaban un futuro basado ensociedades altamente centralizadas,burocratizadas y uniformadas, en las queIon destruidas las diferencias

individuales. Nosotros estamos ahoraavanzando en dirección exactamenteopuesta.

Si bien la tercera ola trae consigoprofundos desafíos a la Humanidad,desde amenazas ecológicas hasta elpeligro de terrorismo nuclear y defascismo electrónico, no es simplementeuna espeluznante prolongación lineal delindustrialismo.

Por el contrario, divisamos aquí laaparición de lo que podría denominarseUna «practopía», ni el mejor ni el peorde todos los mundos posibles, sino unmundo que es práctico y, a la vez,preferible al que teníamos. A diferenciade una utopía, una practopía no está

libre de enfermedades, sordidez políticay malos modales. A diferencia de lamayor parte de las utopías, no esestática ni se halla petrificada en unairreal perfección. Y tampoco esreversionista, modelada sobre algúnideal imaginado del pasado.

A la inversa, una practopía noencarna el mal cristalizado de una utopíavuelta del revés. No es implacablementeantidemocrática. No es intrínsecamentemilitarista. No reduce a los ciudadanosa una anónima uniformidad. No destruyea sus vecinos ni degrada su entorno.

En resumen, una practopía ofreceuna alternativa positiva, inclusorevolucionaria, pero se encuentra dentro

de lo que es realistamente posible dealcanzar.

En este sentido, la civilización de latercera ola es precisamente eso: unfuturo practópico. Se puede percibir enella una civilización que da acogida alas diferencias individuales y abraza(más que suprime) la variedad racial,regional, religiosa y subcultural. Unacivilización construida en gran medidaen torno al bogar. Una civilización queno se encuentra petrificada, sinovibrante de novaciones y, sin embargo,que es también capaz de proporcionarenclaves de relativa estabilidad paraquienes los necesiten o los quieran. Unacivilización a la que ya no exige verter

sus mejores energías en lamercatización. Una civilización capazde dirigir gran pasión hacia el arte. Unacivilización situada ante opcioneshistóricas sin precedentes —sobregenética y evolución, por citar un soloejemplo— e inventar nuevos modeloséticos o morales para abordarcuestiones tan complejas. Finalmente,una civilización que es al menospotencialmente democrática y humana,en mejor equilibrio con la biosfera y sinhallarse ya en peligrosa dependencia deexplotadoras subvenciones procedentesdel resto del mundo. Difícil de lograr,pero no imposible.

Discurriendo conjuntamente en

majestuosa confluencia, los cambios dehoy apuntan, así, a unacontracivilización viable, unaalternativa al crecientemente anticuado einviable sistema industrial.

En una palabra, apuntan a lapractopía.

La pregunta equivocada

¿Por qué está sucediendo esto? ¿Porqué es de pronto inviable la viejasegunda ola? ¿Por qué está chocandoesta nueva ola de civilización con la

antigua ola?Nadie lo sabe. Incluso hoy,

trescientos largos años después dehaberse producido, los historiadores nopueden identificar la «causa» de larevolución industrial. Como hemosvisto, cada corporación académica oescuela filosófica tiene su propiaexplicación preferida. Los deterministasfilosóficos señalan la máquina de vapor;los ecologistas, la destrucción de losbosques británicos; los economistas, lasfluctuaciones en el precio de la lana.Otros hacen hincapié en cambiosreligiosos o culturales, la Reforma, laIlustración, etc.

En el mundo actual también podemos

identificar muchas fuerzas mutuamentecausales. Los expertos señalan lacreciente demanda de suministrosagotables de petróleo, el explosivoaumento de la población mundial o laincrementada amenaza de contaminaciónmundial como fuerzas clavedeterminantes de un cambio estructural aescala planetaria. Otros señalan losincreíbles avances realizados en laciencia y la tecnología desde el final dela Segunda Guerra Mundial y loscambios sociales y políticos que les hanseguido. Y otros hacen aún hincapié enel despenar del mundo no industrial y enlos subsiguientes trastornos políticosque amenazaban nuestros cables

salvavidas de energía y materias primasbaratas.

Cabe citar sorprendentes cambios devalores… la revolución sexual, larebelión juvenil de los años sesenta, lasactitudes, en rápida modificación, haciael trabajo. Podría señalarse la carrerade armamentos, que ha aceleradograndemente ciertos tipos de cambiotecnológico. Alternativamente, se podríabuscar la causa de la tercera ola en loscambios culturales y epistemológicos denuestro tiempo, tan profundos quizácomo los forjados por la Reforma y laIlustración juntas.

En resumen, podríamos encontrardecenas e incluso centenares de

corrientes de cambio concurriendo a lagran confluencia, interrelacionadastodas ellas en formas mutuamentecausales. Podríamos encontrarsorprendentes olas de realimentaciónpositiva en el sistema social queaceleran y amplifican ciertos cambios,así como ondas negativas que suprimenotros cambios. Podríamos encontrar, eneste período de turbulencia, analogíascon el gran «salto» descrito porcientíficos como Ilya Prigogine,mediante los cuales una estructura mássencilla irrumpe de pronto, en parte porcasualidad, a un nivel totalmente nuevode complejidad y diversidad.

Lo que no podemos encontrar es

«la» causa de la tercera ola, en elsentido de una única variableindependiente o resorte que ponga enmarcha el proceso. En efecto, preguntarcuál es «la» causa tal vez sea la formaequivocada de formular la pregunta, eincluso la pregunta equivocada misma.«¿Cuál es la causa de la tercera ola?»,puede que sea una pregunta de lasegunda ola.

Decir esto no es excluir lacausación, sino reconocer sucomplejidad. Y tampoco sugiere unainevitabilidad histórica. La civilizaciónde la segunda ola puede estar frustrada ysin viabilidad, pero eso no significa quela civilización de la tercera ola aquí

presentada deba necesariamente tomarforma. Hay muchas fuerzas que podríanmodificar radicalmente el resultado.Guerra, colapso económico, catástrofeecológica acuden inmediatamente a lamente. Si bien nadie puede detener lamás reciente ola histórica de cambio, lanecesidad y el azar mantienen suactividad. Pero esto no significa que nopodamos influir en su rumbo. Si lo quehe dicho sobre la realimentaciónpositiva es correcto, a menudo unpequeño «empujoncito» al sistemapuede producir cambios a gran escala.

Las decisiones que tomamos hoy,como individuos, grupos o Gobiernos,pueden apartar, desviar o canalizar las

aceleradas corrientes de cambio. Cadapueblo reaccionará de modo diferente alos desafíos planteados por lasuperlucha que lanza a los defensores dela segunda ola contra los de la tercera.Los rusos reaccionarán de una manera.Los americanos, de otra. Japoneses,alemanes, franceses o noruegos, de otrasformas distintas aún, y es probable quelos países se vayan haciendo másdiferentes unos de otros, en lugar de másparecidos.

Otro tanto ocurre dentro de lospaíses. Pequeños cambios puedenoriginar grandes consecuencias… encorporaciones, escuelas, iglesias,hospitales y barrios. Y ello porque, pese

a todo, la gente —incluso los individuos— todavía cuenta.

Esto es especialmente cierto porquelos cambios que han de producirse en elfuturo son consecuencias de conflicto,no de la progresión automática. Así, encada una de las nacionestecnológicamente avanzadas, lasregiones atrasadas pugnan por completarsu industrialización. Intentan protegersus fábricas de la segunda ola y lospuestos de trabajo basados en ellas.Esto las sitúa en conflicto frontal conregiones que están ya muy adelantadasen la construcción de la basetecnológica para las operaciones de latercera ola. Esas batallas desgarran la

sociedad, pero suministran tambiénmuchas oportunidades para una efectivaacción social y política.

La superlucha que ahora se estálibrando en todas las comunidades entrela gente de la segunda ola y la gente dela tercera, no significa que pierdan suimportancia otras luchas. Conflicto declases, conflicto racial, el conflicto delos jóvenes y los viejos contra lo que yohe llamado en otra parte «elimperialismo de las personas demediana edad», el conflicto entreregiones, sexos y religiones… todo esocontinúa. Algunos se agudizarán. Perotodos ellos están moldeados por lasuperlucha y subordinados a ella. Es la

superlucha lo que más fundamentalmentedetermina el futuro.

Entretanto, dos cosas atraviesan todomientras retumba en nuestros oídos latercera ola. Una es el cambio hacia unnivel más alto de diversidad en lasociedad, la desmasificación de lasociedad de masas. La segunda es laaceleración, el ritmo más rápido a quese produce el cambio histórico. Las dosjuntas ejercen una tremenda presiónsobre los individuos y las institucionespor igual, intensificando la superluchaque ruge a nuestro alrededor.

Acostumbrados a enfrentarse a unadiversidad escasa y a un cambio lento,individuos e instituciones se encuentran

de pronto tratando de habérselas congran diversidad y cambios rápidos. Laspresiones superpuestas y entrecruzadasamenazan desbordar su competencia dedecisión. El resultado es el shock delfuturo.

Sólo nos queda una opción.Debemos estar dispuestos aremoldearnos a nosotros mismos y anuestras instituciones para enfrentarnosa las nuevas realidades.

Pues ése es el precio del ingreso enun futuro viable y decentemente humano.Mas para realizar los cambiosnecesarios debemos dirigir una miradatotalmente nueva e imaginativa a doscuestiones candentes. Ambas son

cruciales para nuestra supervivencia y,sin embargo, casi completamenteignoradas en la discusión pública: elfuturo de la personalidad y la políticadel futuro.

Y a ello vamos ahora…

CONCLUSIÓN

XXV LA NUEVA

PSICOSFERA

Se está formando una nuevacivilización. Pero, ¿dónde encajamosnosotros en ella? Los cambiostecnológicos y las agitaciones socialesactuales, ¿no significan el fin de laamistad, el amor, el compromiso, lacomunidad y la solicitud hacia losdemás? Las maravillas electrónicas delmañana, ¿no harán las relacioneshumanas más vacías y distantes de loque son hoy?

Son preguntas legítimas. Surgen detemores razonables, y sólo un ingenuotecnócrata las desecharía a la ligera.Pues si miramos a nuestro alrededor,encontramos abundantes pruebas dederrumbamiento psicológico. Es como sihubiera estallado una bomba en nuestra«psicosfera» comunal. De hecho,estamos experimentando no sólo laruptura de la tecnosfera, la infosfera o lasociosfera de la segunda ola, sinotambién la ruptura de su psicosfera.

En todas las naciones opulentas, laletanía resulta ya familiar: crecientestasas de suicidio juvenil, niveles dealcoholismo vertiginosamente altos,depresión psicológica generalizada,

vandalismo y delincuencia. En losEstados Unidos, las salas de urgencia seencuentran abarrotadas de jóvenestoxicómanos de las más diversas clases,por no mencionar las personas afectadasde «derrumbamientos nerviosos».

Las industrias de asistencia social ysalud mental conocen un extraordinarioauge en todas panes. En Washington, unacomisión presidencial sobre saludmental anuncia que la cuarta parte de losciudadanos de los Estados Unidospadecen alguna forma de grave tensiónemocional. Y un psicólogo del InstitutoNacional de Salud Mental, afirmandoque casi ninguna familia se halla librede alguna forma de desorden mental,

declara que «la turbación psicológica…se halla en extremo generalizada en unasociedad americana que se sienteconfusa, dividida y preocupada por sufuturo».

Cierto que vagas definiciones yestadísticas poco fiables hacensospechosas tales generaciones, y esdoblemente cierto que las sociedadesprimitivas difícilmente constituíanmodelos de buena salud mental. Peroalgo marcha terriblemente mal ennuestros días.

Se respira una enorme tensión en lavida cotidiana. Los nervios están depunta —como sugieren las riñas ydisparos en el Metro o en las colas de

los surtidores de gasolina—, y la gentees incapaz de dominarse. Millones depersonas están literalmente hartas.

Están, además, crecientementehostigadas por un ejército, que pareceaumentar sin cesar, de matones ypsicópatas cuyo comportamientoantisocial es frecuentemente presentadocon atractivos rasgos en los medios decomunicación. En Occidente al menosvemos una perniciosa idealización de lalocura, una glorificación del inquilinodel «nido de cuco». Los best-sellersproclaman que la locura es un mito, ysurge en Berkeley una revista literariadedicada a la idea de que «locura,genio y santidad pertenecen al mismo

reino y deben recibir la mismareputación y prestigio».

Entretanto, millones de individuosbuscan frenéticamente su propiaidentidad o alguna terapia mágica quereintegre su personalidad, proporcioneintimidad o éxtasis instantáneos o lesconduzca a estados «superiores» deconciencia.

Para finales de los años setenta, unpoderoso movimiento humano,extendiéndose hacia el Este desdeCalifornia, había engendrado unas ochomil «terapias» diferentes, compuestas deretazos de psicoanálisis, religiónoriental, experimentación sexual, juegosy exaltación de la fe religiosa. En

palabras de un estudio crítico, «estastécnicas eran pulcramente empaquetadasy distribuidas de costa a costa bajonombres como Dinámica Mental, Aricay Control Mental Silva. La MeditaciónTranscendental estaba ya siendoofrecida como los cursos de lecturarápida; la Dianética de Cienciologíahabía estado difundiendo con arreglo alas más depuradas técnicas de mercadosu propia terapia desde los añoscincuenta. Al mismo tiempo, los cultosreligiosos de América se sumaron almovimiento, desplegándose por todo elpaís en masivas acciones deproselitismo y recaudación de fondos».

Más importante que la floreciente

industria de potencial humano es elmovimiento evangélico cristiano.Dirigiéndose a los sectores más pobresy menos instruidos y mediante unsofisticado uso de la radio y latelevisión, el movimiento de los«nacidos de nuevo» está conociendo unauge extraordinario. Buhonerosreligiosos, subidos a su carro, mandan asus seguidores en busca de salvación enuna sociedad que presentan comodecadente y condenada.

Esta oleada de malestar no hagolpeado con igual fuerza a todas laspartes del mundo tecnológico. Por estarazón, lectores de Europa y otros lugarespueden sentirse tentados a considerarlo

como un fenómeno típicamenteamericano, mientras en los propiosEstados Unidos algunos lo considerantodavía como otra manifestación más dela famosa extravagancia californiana.

Ni una opinión ni otra podían estarmás lejos de la verdad. Si la turbación yla desintegración psíquica se acusan conmás evidencia en los Estados Unidos, yespecialmente en California, ello nohace sino reflejar el hecho de que latercera ola ha llegado un poco antes quea otros lugares, haciendo que lasestructuras sociales de la segunda ola sedesplomen antes y másespectacularmente.

En efecto, una especie de paranoia

ha descendido sobre muchascomunidades, y no sólo en los EstadosUnidos. En Roma y en Turín, losterroristas acechan por las calles. EnParís, e incluso en la antes pacíficaLondres, aumenta el vandalismo. EnChicago, las personas de edad no seatreven a andar por las calles despuésdel anochecer. En Nueva York crepita laviolencia en las escuelas y en el Metro.Y en California una revista ofrece a suslectores una guía supuestamente prácticade «cursos para el manejo de pistolas,perros adiestrados para el ataque,alarmas antirrobo, artilugios deseguridad personal, cursos deautodefensa y sistemas de seguridad

computadorizados».Hay un olor enfermizo en el aire. Es

el olor de una agonizante civilización dela segunda ola.

El ataque a la soledad

Para crear una satisfactoria vidaemocional y una sana psicosfera para laemergente civilización del mañana,debemos identificar tres requisitosbásicos de todo individuo: lasnecesidades de comunidad, estructura ysignificado. La comprensión de cómo

las socava el derrumbamiento de lasociedad de la segunda ola sugiere cómopodríamos empezar a diseñar un entornopsicológico más saludable para nosotrosmismos y para nuestros hijos.

En primer lugar, toda sociedad debeengendrar un sentimiento de comunidad.La comunidad excluye la soledad. Da ala gente una sensación vitalmentenecesaria de pertenencia. Sin embargo,actualmente las instituciones de las quedepende la comunidad se estándesmoronando en todas lastecnosociedades. El resultado es unaplaga, en constante aumento, de soledad.

Desde Los Angeles hastaLeningrado, adolescentes, matrimonios

desgraciados, padres o madres queviven solos, trabajadores corrientes ypersonas de edad avanzada, todos sequejan de aislamiento social. Los padresconfiesan que sus hijos están demasiadoocupados para visitarlos e inclusotelefonearles. En bares o lavanderías,desconocidos solitarios ofrecen lo queun sociólogo llama «esas confidenciasinfinitamente tristes». Clubs y discotecaspara personas solas sirven de mercadode carne para divorciadosdesesperados.

La soledad es incluso un factorignorado en la economía. ¿Cuántas amasde casa pertenecientes a la clase mediaalta, empujadas a la locura por el

ensordecedor vacío de sus lujososhogares suburbanos, han entrado en elmercado de trabajo para conservar suintegridad mental? ¿Cuántos animalesdomésticos —y carretadas de comidaespecial para ellos— se compran pararomper el silencio de un hogar vacío?La soledad sustenta gran parte denuestras empresas de viajes y dediversión. Contribuye al consumo dedrogas, a la depresión y al descenso dela productividad. Y crea una lucrativaindustria de «corazones solitarios» queofrece ayudar a localizar y cazar alcompañero o compañera ideal.

El dolor de estar solo no es, porsupuesto, nuevo. Pero la soledad se

halla ahora tan extendida que,paradójicamente, se ha convertido enuna experiencia compartida.

No obstante, la comunidad exigealgo más que lazos emocionalmentesatisfactorios entre los individuos.Requiere también fuertes lazos delealtad entre los individuos y susorganizaciones. Del mismo modo queechan de menos la compañía de otrosindividuos, millones de personas sesienten hoy igualmente alejadas de lasinstituciones de que forman parte.Anhelan instituciones dignas de surespeto, su afecto y su lealtad.

La corporación ofrece una muestrade esto.

Al hacerse más grandes y másimpersonales las compañías, y habersediversificado en muchas actividadesdistintas, los empleados se han quedadosin apenas una sensación de misióncompartida. El sentimiento decomunidad se halla ausente. Laexpresión misma de «lealtad a laempresa» posee unas resonanciasarcaicas. De hecho, muchos consideranla lealtad a una empresa como unatraición a la propia personalidad. EnThe Bottom Line, popular novela deFletcher Knebel sobre los grandesnegocios, la heroína le dicedespectivamente a su marido, ejecutivode una importante Compañía: «¡Lealtad

a la empresa! Me da ganas de vomitar.»Excepto en Japón, donde todavía

existe el sistema de empleo vitalicio ypaternalismo empresarial —aunque paraun porcentaje cada vez menor de lafuerza de trabajo—, las relacioneslaborales son progresivamentetransitorias y emocionalmenteinsatisfactorias. Incluso cuando lasempresas hacen un esfuerzo por dar unadimensión social al empleo —unaexcursión anual, un equipo de bolospatrocinado por la empresa, una fiestade Navidad en sus locales—, la mayorparte de las relaciones laborales sontotalmente superficiales en la actualidad.

Por estas razones, pocas personas

tienen hoy en día la sensación depertenecer a algo más grande y mejorque ellas mismas. Esta cálida yparticipatoria sensación surgeespontáneamente de vez en cuando enmomentos de crisis, tensión, desastre oagitación social. Por ejemplo, lasgrandes huelgas estudiantiles de losaños sesenta produjeron un fulgurantesentimiento de comunidad. Otro tantopuede decirse de las manifestacionesantinucleares actuales. Pero losmovimientos y los sentimientos quesuscitaron se están desvaneciendo. Lacomunidad está deficientemente servida.

Un indicio respecto a la plaga desoledad radica en nuestro creciente

nivel de diversidad social.Desmasificando a la sociedad,acentuando las diferencias más que lassemejanzas, ayudamos a las personas aindividualizarse. Hacemos posible quecada uno de nosotros se aproxime más ala plena realización de suspotencialidades. Pero también hacemosmás difícil el contacto humano. PuesCuanto más individualizados somos,más difícil nos resulta encontrar uncompañero o un amante que tenga losmismos intereses y aficiones, valores,horarios y gustos. Los amigos sontambién más difíciles de abordar. Nosvolvemos más exigentes en nuestrasrelaciones sociales. Pero también los

otros. El resultado es la formación demuchas relaciones mal armonizadas. Ola ausencia total de relaciones.

Por tanto, la quiebra de la sociedadde masas, aunque ofreciendo la promesade una autorrealización individualmucho mayor, está extendiendo, almenos por el momento, la angustia delaislamiento. Si la emergente sociedad dela tercera ola no ha de ser heladamentemetálica, con un vacío por corazón,debe atacar frontalmente este problema.Debe restaurar la comunidad.

¿Cómo podríamos empezar ahacerlo?

Cuando comprendemos que lasoledad no es ya una cuestión

individual, sino un problema públicocreado por la desintegración de lasinstituciones de la segunda ola, haymuchísimas cosas que podemos hacer alrespecto. Podemos empezar por dondegeneralmente empieza la comunidad: porla familia, ampliando sus reducidasfunciones.

Desde la revolución industrial, lafamilia ha ido siendo progresivamentealiviada de la carga de los ancianos. Sihemos privado de esta responsabilidad ala familia, quizás haya llegado elmomento de devolvérsela parcialmente.Sólo un estúpido nostálgico propugnaríael desmantelamiento de los sistemas depensiones, tanto públicos como

privados, o el que los ancianosdependieran por completo de susfamilias, como antaño. Pero, ¿por qué noofrecer incentivos fiscales y de otro tipoa las familias —incluyendo las nonucleares y no convencionales— quecuiden de sus mayores en lugar deinternarlos en impersonales «hogares»de ancianos? ¿Por qué no recompensar,más que castigar económicamente, aquienes mantienen y fortalecen los lazosfamiliares a través de las generaciones?

El mismo principio se puedeextender también a otras funciones de lafamilia. Se debe estimular a las familiasa que asuman un papel mayor —nomenor— en la educación de los jóvenes.

Las escuelas deben ayudar a los padresdispuestos a enseñar a sus hijos en supropia casa, sin que sean consideradosunos chiflados o unos violadores de laley. Y los padres deben tener másinfluencia —no menos— en lasescuelas.

Al mismo tiempo, las propiasescuelas podrían hacer mucho para crearun sentido de pertenencia. En vez decalificar a los alumnos exclusivamentesobre la base de su actuación individual,se podría hacer depender parte de lacalificación de cada alumno de laactuación de la clase como un todo, o dealgún grupo formado dentro de ella. Estoprestaría un temprano y claro apoyo a la

idea de que cada uno de nosotros tieneuna responsabilidad hacia los demás.Con un poco de estímulo, loseducadores imaginativos podríanencontrar mejores formas de promoverun sentido de comunidad.

También las corporaciones podríanhacer mucho para empezar a formarnuevos lazos humanos. La producción dela tercera ola permite unadescentralización y la existencia deunidades de trabajo más pequeñas ypersonales. Las empresas innovadoraspodrían reforzar la moral y el sentido depertenencia pidiendo a grupos detrabajadores que se organizasen enminiempresas o cooperativas y contratar

directamente con estos grupos para larealización de trabajos específicos.

Este fraccionamiento de enormescorporaciones en pequeñas unidadesautogestionadas no sólo liberaríaenormes y nuevas energías productivas,sino que, al mismo tiempo, construiría lacomunidad.

Norman Macrae, subdirector de TheEconomist, ha sugerido que «grupossemiautónomos de entre quizá 16 a 17personas, que decidieran trabajarjuntas como amigos, deberían recibirde las fuerzas del mercado lainformación del módulo de rendimientopor el que se pagará y a razón de quétasas por unidad de rendimiento,

debiéndoseles permitir luegoproducirlos a su propia manera».

De hecho —continúa Macrae—,«quienes creen fructuosas cooperativasamistosas harán mucho bien a lasociedad, y quizá merezcan algunassubvenciones o beneficios fiscales».(Lo que resulta particularmenteinteresante al respecto es que se podríancrear cooperativas dentro de unacorporación dotada de ánimo de lucro eincluso Compañías dotadas de ánimo delucro dentro del marco de una empresade producción socialista.)

Las corporaciones podrían revisartambién sus prácticas de jubilación.Expulsar de pronto a un trabajador de

edad avanzada no sólo priva alindividuo de un sueldo regular ycompleto y elimina lo que la sociedadconsidera una función productiva, sinoque trunca también muchos lazossociales. ¿Por qué no planes dejubilación más parcial y programas quedestinen a personas semijubiladas atrabajar en servicios de la comunidad enrégimen voluntario o de salario parcial?

Otro medio de construcción de lacomunidad podría ser hacer entrar encontacto a las personas jubiladas y a losjóvenes. Se podría nombrar a laspersonas mayores de cada comunidad«profesores adjuntos» o «mentores»,invitados a enseñar algunos de sus

conocimientos prácticos sobre una basevoluntaria o a tiempo parcial, o recibirregularmente a un alumno para suinstrucción. Bajo supervisión escolar,los fotógrafos jubilados podrían enseñarfotografía; los mecánicos deautomóviles, a reparar un motorrecalcitrante; los contables, a llevarlibros de contabilidad, etc. En muchoscasos, surgiría entre mentor y «mentado»un saludable lazo que iría más allá de lasimple instrucción.

No es un pecado estar solo, y, en unasociedad cuyas estructuras se estándesintegrando rápidamente, no deberíaser un oprobio. Así, el remitente de unacarta al Jewish Chronicle de Londres

pregunta: «¿Por qué no parece "bien"acudir a grupos en los que estáperfectamente claro que la razón deque todos se reúnan es conocer apersonas del sexo opuesto?» La mismapregunta es aplicable a bares, discotecasy centros de vacaciones para personassolas. La carta señala que en los shtetlsde la Europa Oriental, la institución delfhadchan, o casamentero, cumplía unafinalidad útil al reunir a personascasaderas y que los despachos yservicios matrimoniales y otras agenciassimilares son igualmente necesarios hoyen día. «Debemos ser capaces deadmitir abiertamente que necesitamosayuda, contacto humano y una vida

social.»Necesitamos muchos nuevos

servicios —tanto tradicionales comoinnovadores— para ayudar a laspersonas solas a entrar en contacto deuna manera digna. Algunas personasconfían actualmente en los anuncios de«corazones solitarios» de las revistaspara encontrar un compañero o uncónyuge. Podemos estar seguros de que,antes de que pase mucho tiempo,servicios de televisión por cable de tipolocal o de barrio emitirán anunciosvisuales para que los posiblescompañeros puedan verse unos a otrosantes de concertar una cita. (Unosospecha que esos programas tendrían

un enorme nivel de audiencia.)Pero, ¿deben limitarse este tipo de

servicios a proporcionar contactosrománticos? ¿Por qué no servicios —olugares— a donde la gente pudieraacudir simplemente para hacer un amigo,no un amante o un cónyuge en potencia?La sociedad necesita esos servicios, y,siempre que sean honestos y decentes,no deberíamos sentirnos turbados porinventarlos y utilizarlos.

Telecomunidad

Al nivel de una política social alargo plazo deberíamos movernostambién rápidamente hacia la«telecomunidad». Quienes desean larestauración de la comunidad debenconcentrar la atención en el impactosocialmente fragmentador de losdesplazamientos cotidianos y de laelevada movilidad. Como ya he escritolargamente sobre ello en El «shock» delfuturo, no insistiré sobre el particular.Pero uno de los pasos clave que puedendarse a fin de crear un sentido decomunidad en la tercera ola es lasustitución selectiva del transporte porla comunicación.

Es ingenuo y simplista el temor

popular de que los computadores y lastelecomunicaciones nos priven delcontacto directo y hagan más distantes yde segundo grado las relacioneshumanas. De hecho, puede muy bien quesea lo contrario lo que ocurra. Si bienpodrían atenuarse las relaciones defábrica o de oficina, los lazos del hogary de la comunidad podrían muy bienresultar fortalecidos mediante estasnuevas tecnologías. Los computadores ylas telecomunicaciones puedenayudarnos a crear comunidad.

Aunque no fuera más, puedenliberarnos a gran número de nosotros dela necesidad de los cotidianosdesplazamientos, esa fuerza centrífuga

que nos dispersa por la mañana y noslanza a superficiales relacioneslaborales, al tiempo que debilitanuestros lazos sociales, másimportantes, del hogar y la comunidad.Al posibilitar que gran número depersonas trabajen en su propio hogar (oen centros de trabajo situados en sumismo barrio), las nuevas tecnologíaspodrían dar lugar a familias más unidasy a una vida comunitaria más finamentegranulada. El hogar electrónico puederesultar ser el más característiconegocio familiar del futuro. Y, comohemos visto, podría conducir a unanueva unidad de trabajo familiar comúncon participación de los hijos (y, a

veces, ampliada incluso para acogertambién a extraños).

No es improbable que losmatrimonios que se pasan mucho tiempotrabajando juntos en el hogar durante eldía quieran salir por la noche. (Hoy, lotípico es que el que ha tenido quedesplazarse para acudir a su trabajo sedesplome en un sillón al volver a casa yse niegue a poner un pie fuera de ella.)A medida que las comunicacionesempiecen a reemplazar losdesplazamientos cotidianos, podemosesperar que se produzca una animadaproliferación de restaurantes, teatros,bares y clubs de barrio, unarevitalización de la actividad parroquial

y de grupos voluntarios, y ello sobre unabase total o principalmente de contactodirecto.

Y tampoco hay que despreciar todaslas relaciones de segundo grado. Lacuestión no es simplemente que exista ono ese segundo grado, sino que existapasividad e impotencia. Para unapersona tímida o inválida, incapaz desalir de casa o temerosa de enfrentarsecara a cara con la gente, la emergenteinfosfera hará posible un interactivocontacto electrónico con otros quecompartan aficiones o interesessimilares —jugadores de ajedrez,coleccionistas de sellos, amantes de lapoesía o aficionados a los deportes—,

con los que podrían comunicarinstantáneamente de un extremo a otrodel país.

Por vicarias o de segundo grado quepuedan ser, estas relaciones puedenproporcionar un antídoto contra lasoledad mucho mejor que la televisióntal como la conocemos hoy, en la que losmensajes discurren en una soladirección y el receptor pasivo se ve enla imposibilidad de interactuar con laparpadeante imagen de la pantalla.

Las comunicaciones, selectivamenteaplicadas, pueden servir al objetivo dela telecomunidad.

En resumen, mientras construimosuna civilización de la tercera ola, hay

muchas cosas que podemos hacer paramantener y enriquecer, más que destruir,la comunidad.

La estructura de la heroína

Pero la reconstrucción de lacomunidad debe ser considerada sólocomo una pequeña parte de un procesomás amplio. Pues el derrumbamiento delas instituciones de la segunda olaquiebra también la estructura y elsignificado de nuestras vidas.

Los individuos necesitan una

estructura vital. Una vida que carezca deestructura comprensible es un despojodesprovisto de sentido. La ausencia deestructura engendra derrumbamiento.

La estructura proporciona los puntosde referencia relativamente fijos quenecesitamos. Por eso es por lo que, paramuchas personas, un puesto de trabajoes psicológicamente crucial, por encimay más allá del sueldo. Al imponer clarasdemandas sobre su tiempo y su energía,proporciona un elemento de estructuraen torno al que puede organizarse elresto de sus vidas. Las demandasabsolutas impuestas a un padre por unhijo pequeño, la responsabilidad deatender a un inválido, la rígida

disciplina exigida por la pertenencia auna iglesia o, en algunos países, a unpartido político… todo esto puedetambién dar una sencilla estructura a lavida.

Enfrentados con la ausencia de unaestructura visible, algunos jóvenesutilizan drogas para crearla. «Elconsumo de heroína —escribe elpsicólogo Rollo May— da una formade vida al joven. Habiendo sufrido unaperpetua falta de finalidad, suestructura consiste ahora en cómoescapar de los policías, cómo obtenerel dinero que necesita, dónde conseguirsu próxima dosis… todo eso le da unanueva red de energía en sustitución de

su anterior mundo desprovisto deestructura.»

La familia nuclear, horariossocialmente impuestos, papeles biendefinidos, visibles distinciones de rangosocial y líneas comprensibles deautoridad son factores que crearon unaadecuada estructura vital para lamayoría de la gente durante la Era de lasegunda ola.

En la actualidad, la disgregación dela segunda ola está disolviendo laestructura de muchas vidas individualesantes de que surjan las nuevasinstituciones, con sus nuevas estructuras,de la tercera ola. Esto, y no simplementeun fracaso personal, explica por qué

millones de personas experimentanactualmente la vida cotidiana como algoque carece de todo rastro de ordenreconocible.

A esta pérdida de orden debemosañadir la pérdida de significado. Elsentimiento de que nuestras vidas«cuentan» deriva de la existencia derelaciones dudables con la sociedadcircundante, de la familia, lacorporación, la Iglesia o el movimientopolítico. Depende también de queseamos capaces de considerarnos comoparte de un orden de cosas más grande,incluso cósmico.

El súbito cambio de las reglasbásicas operado hoy, la progresiva

desaparición de papeles, distinciones derango y líneas de autoridad, la inmersiónen una cultura destellar y, sobre todo, laquiebra del gran sistema depensamiento, la industrialidad, hanhecho saltar en pedazos la imagen delmundo que la mayoría de nosotrosllevamos en nuestros cerebros. Enconsecuencia, la mayoría de la gente quevuelve la vista sobre el mundo que lerodea no ve más que caos. Padecen unasensación de impotencia e inutilidad.

Sólo cuando ponemos todo esto enconexión —la soledad, la pérdida deestructura y la falta de significado queacompaña al declinar de la civilizaciónindustrial— podemos empezar a

comprender algunos de los másdesconcertantes fenómenos sociales denuestro tiempo, de los cuales no es elmenos importante el asombroso auge delculto religioso.

El secreto de los cultos

¿Por qué tantos miles de personasaparentemente inteligentes y biensituadas en la vida se dejan absorberpor la miríada de cultos que en laactualidad están brotando en las grietascada vez más anchas del sistema de la

segunda ola? ¿Qué es lo que explica elcontrol total que un Jim Jones fue capazde ejercer sobre las vidas de susseguidores?

Se estima en la actualidad quealrededor de tres millones deamericanos pertenecen a unos mil cultosreligiosos, los más importantes de loscuales llevan nombres como Iglesia dela Unificación, Misión de la Luz Divina,Haré Krishna y el Camino, cada uno delos cuales posee templos y delegacionesen la mayor parte de las grandesciudades. Uno de ellos, la Iglesia de laUnificación de la Luna de Sun Myung,asegura tener entre sesenta mil y ochentamil miembros, publica un periódico

diario de Nueva York, posee en Virginiauna factoría de envasado de pescado ymuchas otras lucrativas empresas endistintos lugares. Sus mecánicamentealegres recolectores de fondosconstituyen un espectáculo habitual.

Pero tales grupos no se limitan a losEstados Unidos. Un reciente ysensacional proceso judicial celebradoen Suiza llamó la atención internacionalsobre el Centro de la Luz Divina, deWinterthur. «Los cultos, sectas ycomunidades… son más numerosos enlos Estados Unidos porque, también enesta materia, América lleva veinte añosde adelanto al resto del mundo —diceel Economist, de Londres—. Pero

existen también en Europa, Oriental yOccidental, y en muchos otros lugares.»¿Por qué esos grupos pueden imponeruna dedicación y obediencia casi totalesa sus miembros? Su secreto es sencillo.Comprenden la necesidad que lacomunidad tiene de estructura ysignificado. Pues esto es lo que ofrecenlos cultos.

Para las personas solitarias, loscultos ofrecen, al principio, amistadindiscriminada. Dice un funcionario dela Iglesia de la Unificación: «Si alguiense siente solo, hablamos con él. Haypor ahí muchas personas que se sientensolas.» El recién llegado es rodeado depersonas que ofrecen amistad y

aprobación.Muchos de los cultos imponen una

vida comunitaria. Es tanextraordinariamente gratificadora estasúbita cordialidad y atención, que losmiembros del culto están con frecuenciadispuestos a renunciar a todo contactocon sus familias y sus antiguos amigos, adonar al culto todas sus ganancias, aabstenerse del consumo de drogas eincluso de toda actividad sexual.

Pero el culto vende algo más quecomunidad. Ofrece también la tannecesitada estructura. Los cultosimponen severas limitaciones alcomportamiento. Exigen y crean unaenorme disciplina; algunos llegan,

incluso, hasta el extremo de imponer esadisciplina mediante palizas, trabajoforzado y sus propias formas deostracismo o prisión. El psiquiatra H. A.S. Sukhdeo, de la Facultad de Medicinade Nueva Jersey, después de entrevistara varios supervivientes del suicidiocolectivo de Jonestown, concluye:«Nuestra sociedad es tan libre ypermisiva, y las personas tienen tantasopciones entre las que elegir, que nopueden tomar efectivamente suspropias decisiones. Necesitan que otrostomen la decisión, y ellas la seguirán.»

Un hombre llamado Sherwin Harris,cuya hija y cuya ex esposa figurabanentre los hombres y mujeres que

siguieron a Jim Jones hasta la muerte enGuayana, lo ha resumido en una frase:«Esto es —dijo Harris— un ejemplo dea qué se someterán algunos americanospara dar una estructura a sus vidas.»

El último producto vital lanzado almercado por los cultos es «significado».Cada uno tiene su propia e ingenuaversión de la realidad… religiosa,política o cultural. El culto posee laúnica verdad y presenta como malinformados o satánicos a los que vivenen el mundo exterior y no reconocen elvalor de esa verdad. El mensaje delculto es machaconamente comunicado alnuevo miembro en sesiones que durantodo el día y toda la noche. Es

predicado incesantemente hasta que eladepto empieza a utilizar sus términosde referencia, su vocabulario y,finalmente, su metáfora de la existencia.El «significado» transmitido por el cultopuede resultar absurdo para el extraño.Pero eso no importa.

De hecho, el contenido exacto yconcreto del mensaje transmitido por elculto es casi incidental. Su poder radicaen proporcionar síntesis, en ofrecer unaalternativa a la fragmentada culturadestellar que nos rodea. Una vezaceptado por el nuevo adepto, elentramado de ideas le ayuda a organizargran parte de la caótica información quele bombardea desde el exterior.

Corresponda o no a la realidad exteriorese entramado de ideas, suministra unordenado conjunto de cubículos en losque el miembro puede almacenar losdatos que le llegan. Con ello alivia latensión producida por la sobrecarga y laconfusión. Suministra no verdad comotal, sino orden y, por tanto, significado.

Al dar al miembro del culto elsentido de que la realidad posee unsignificado —y que él debe comunicarese significado a las personas ajenas alculto—, éste ofrece finalidad ycoherencia en un mundo aparentementeincoherente.

Pero el culto vende comunidad,estructura y significado a un precio

extraordinariamente alto: la ciegarenuncia al propio yo. Para algunos, sinduda, ésta es la única alternativa a ladesintegración personal. Mas para lamayoría de nosotros es demasiado caroel precio exigido por el culto.

Para conseguir que la civilización dela tercera ola sea a la vez cuerda ydemocrática, necesitamos hacer algomás que crear nuevas provisiones deenergía o aceptar nueva tecnología.Necesitamos hacer algo más que crearcomunidad. Necesitamos proporcionartambién estructura y significado. Y, unavez más, hay cosas sencillas por las quepodemos empezar.

Organizadores de vida ysemicultos

Al nivel más simple e inmediato,¿por qué no crear un cuadro de«organizaciones de vida» profesionalesy paraprofesionales? Por ejemplo,probablemente necesitamos menospsicoterapeutas adentrándose comotopos en el id y en el ego, y máspersonas que puedan ayudarnos, inclusoen pequeños aspectos, a organizarnuestras propias vidas. Entre lasexpresiones de buenos propósitos quenunca llegan a cumplirse, figuran:«Mañana mismo empezaré a

organizarme», o «voy a actuar con mássensatez».

Pero resulta cada vez más difícilestructurar la propia vida en las actualescondiciones de elevada agitación socialy tecnológica. La quiebra de lasestructuras normales de la segunda ola,el excesivo número de estilos de vidaentre los que se puede optar y lasoportunidades educativas… todo ello,como hemos visto, acrecienta ladificultad. Para los menos acomodados,las presiones económicas imponen unaalta estructura. Para la clase media, yespecialmente sus hijos, lo que ocurre eslo contrario. ¿Por qué no reconocerloasí?

Algunos psiquiatras realizan en laactualidad una función organizadora dela vida. En lugar de años en el diván,ofrecen ayuda práctica para encontrartrabajo, localizar a un amigo o amante,confeccionar un presupuesto, seguir unadieta alimenticia, etc. Necesitamosmuchos más de estos asesores,suministradores de estructura, y notenemos por qué avergonzarnos desolicitar sus servicios.

En materia de educaciónnecesitamos prestar atención acuestiones rutinariamente pasadas poralto. Pasamos largas horas tratando deimpartir una variedad de cursos, porejemplo, sobre la estructura del

Gobierno o la estructura de la ameba.Pero, ¿cuánto esfuerzo se dedica aestudiar la estructura de la vidacotidiana… la forma en que sedistribuye el tiempo, los usos personalesdel dinero, los lugares a los que sepuede acudir en busca de ayuda en unasociedad que rebosa de complejidad?Damos por sentado que los jóvenessaben ya desenvolverse por nuestraestructura social. De hecho, la mayoríano tienen más que una confusa idea de laforma en que está organizado el mundodel trabajo, el mundo de los negocios.La mayoría de los estudiantes noconocen la arquitectura de la economíade su propia ciudad, ni la forma en que

funciona la burocracia local, ni adondehay que ir para presentar una denunciacontra un comerciante.

La mayoría ni siquiera saben cómoestán estructuradas sus propias escuelas—incluso sus universidades—, ni muchomenos cómo están cambiando esasestructuras bajo el impacto de la terceraola.

Necesitamos también considerar lasinstituciones suministradoras deestructura, incluidos los cultos. Unasociedad juiciosa debe proporcionar unespectro de instituciones, desde las quegozan de libertad de forma, hasta las quese hallan rígidamente estructuradas.Necesitamos aulas abiertas, así como

escuelas tradicionales. Necesitamosorganizaciones en las que sea fácilentrar y salir, así como rígidas órdenesmonásticas (tanto seculares comoreligiosas).

En la actualidad parece serdemasiado amplio el abismo existenteentre la estructura total ofrecida por elculto y la aparentemente falta total deestructura de que adolece la vidacotidiana.

Si encontramos repelente la absolutasumisión exigida por muchos cultos,deberíamos quizás estimular laformación de lo que podríamosdenominar «semicultos», situados entrela libertad desprovista de estructura y la

regimentación rígidamente estructurada.De hecho, se podría estimular aorganizaciones religiosas, vegetarianosy otras sectas o agrupaciones, a formarcomunidades en que se imponga unaestructura de carácter intermedio —entre moderada y alta— a quienesdeseen vivir de esa manera. Se podríaejercer una cierta vigilancia sobre estoscultos para asegurar que no se cometíanen ellos violencia física ni mental,abusos de confianza, extorsiones ni otrasprácticas semejantes, y que sus normaspermitían que personas necesitadas deuna estructura externa pudieranpertenecer a ellos durante seis meses oun año y abandonarlos luego sin

presiones ni recriminaciones.A algunas personas les podría

resultar útil vivir durante algún tiempodentro de un semiculto, regresar luego almundo exterior, volver a integrarsenuevamente en la organización duranteotro período de tiempo, y asísucesivamente, alternando entre lasdemandas de una estructura impuesta yla libertad ofrecida por una sociedadmás amplia. ¿No debería ser estoposible para ellas?

Tales semicultos sugieren también lanecesidad de organizaciones secularessituadas entre la libertad de la vida civily la disciplina del Ejército. ¿Por qué nouna variedad de cuerpos de servicios

civiles, organizados quizá por ciudades,sistemas escolares e incluso Compañíasprivadas para prestar servicios útiles ala comunidad sobre una basecontractual, empleando a jóvenes quepodrían vivir juntos bajo reglasdisciplinarias estrictas y serremunerados con sueldos equiparables alos de los militares? (Para aproximarestos sueldos al nivel ordinario, losmiembros de estos cuerpos podríanrecibir vales complementariosdestinados a la enseñanza universitaria.)Un «cuerpo anticontaminación», un«cuerpo de sanidad pública», un«cuerpo paramédico» o un cuerpodestinado a asistir a los ancianos… este

tipo de organizaciones podrían seraltamente rentables tanto para lacomunidad como para el individuo.

Además de suministrar serviciosútiles y un cierto grado de estructuravital, estas organizaciones podríanayudar también a introducir un muynecesario significado en las vidas de susmiembros, no una espúrea teologíamística o política, sino el simple idealde servicio a la comunidad.

Pero más allá de estas medidasnecesitaremos integrar el significadopersonal con concepciones del mundomás amplias y comprensivas. No bastaque las personas comprendan (o creancomprender) sus propias pequeñas

aportaciones a la sociedad. Deben tenertambién algún sentido, aunque seainarticulado y vago, de cómo encajan enel orden, más amplio, de las cosas. Amedida que llega la tercera ola,necesitaremos formular nuevasconcepciones del mundo,omnicomprensivas e integradoras —síntesis coherentes, no meros destellos—, que enlacen y armonicen todas lascosas.

Ninguna concepción del mundopuede captar por sí sola toda la verdad.Únicamente aplicando múltiples ytemporales metáforas podemos obteneruna imagen perfeccionada (aunquetodavía incompleta) del mundo. Pero

reconocer este axioma no equivale adecir que la vida carece de significado.De hecho, aunque la vida carezca designificado en algún sentido cósmico,podemos, y con frecuencia así lohacemos, elaborar un significadoextrayéndolo de convenientes relacionessociales y representándonos a nosotrosmismos como parte de un drama másamplio, el coherente desenvolvimientode la Historia.

Por consiguiente, al construir lacivilización de la tercera ola debemos irmás allá del ataque a la soledad.Debemos también empezar aproporcionar un entramado de orden yfinalidad en la vida. Pues significado,

estructura y comunidad son requisitosprevios, íntimamente relacionados entresí, para un futuro en el que se puedavivir.

Al encauzar nuestros esfuerzos haciala consecución de estos fines, será útilcomprender que la actual angustia delaislamiento social, la impersonalidad, lacarencia de estructura y la sensación defalta de significado que torturan a tantaspersonas son síntomas deldesmoronamiento del pasado, más queanuncios del futuro.

Sin embargo, no será suficiente quecambiemos la sociedad. Pues a medidaque moldeamos la civilización de latercera ola a través de nuestras propias

acciones y decisiones cotidianas, lacivilización de la tercera ola nos irá, asu vez, moldeando a nosotros. Estáhaciendo su aparición una nuevapsicosfera, que alteraráfundamentalmente nuestro carácter. Y esesto —la personalidad del futuro— loque ahora pasamos a considerar.

XXVI LA

PERSONALIDADDEL FUTURO

A medida que irrumpe en nuestrasvidas cotidianas una nueva civilizaciónnos vamos preguntando si no noshabremos quedado anticuados tambiénnosotros. Al ser puestos en cuestióntantos de nuestros valores, costumbres,rutinas y respuestas, no es de extrañarque a veces nos sintamos gentes delpasado, reliquias de la civilización de la

segunda ola. Pero si algunos de nosotrossomos realmente anacronismos, ¿haytambién entre nosotros gentes del futuro,ciudadanos anticipativos, por asídecirlo, de la próxima civilización de latercera ola? Cuando contemplamos ladecadencia y la desintegración que nosrodean, ¿podemos ver los emergentesrasgos de la personalidad del futuro, eladvenimiento, por así decirlo, de un«hombre nuevo»?

Si es así, no sería la primera vez quese cree percibir en el horizonte unhomme nouveau. En un brillante ensayo,André Reszler, director del Centro deCultura Europea, ha descrito anterioresintentos de predecir el advenimiento de

un nuevo tipo de ser humano. Porejemplo, a finales del siglo XVIII hubo el«Adán americano», hombre nacido enAmérica del Norte y supuestamentedesprovisto de los vicios y defectos deleuropeo. A mediados del siglo XX sesupuso que el hombre nuevo había deaparecer en la Alemania de Hitler. «Elnazismo —escribió HermannRauschning— es más que una religión;es la voluntad de crear elsuperhombre.» Este robusto «ario»sería en parte campesino, en parteguerrero, en parte Dios. «Yo he visto alhombre nuevo —confió una vez Hitler aRauschning—. Es intrépido y cruel. Mehe sentido asustado ante él.»

La imagen de un hombre nuevo —pocos hablan jamás de una «mujernueva», excepto como rectificación—obsesionó también a los comunistas. Lossoviéticos hablan todavía de la llegadadel «hombre socialista». Pero fueTrotski quien más poéticamente seexpresó sobre el humano del futuro. Elhombre será incomparablemente másfuerte, más sabio y más perceptivo. Sucuerpo se tornará más armonioso; susmovimientos, más rítmicos; su voz, másmelodiosa.

Sus formas de vida adquirirán unacalidad intensamente dramática. Elhombre medio alcanzará el nivel de unAristóteles, de un Goethe, de un Marx.”

Hace nada más que una o dosdécadas, Frantz Fanón anunciaba eladvenimiento de un hombre nuevo quetendría una «mente nueva». Che Guevaraveía su hombre ideal del futuro comoposeedor de una vida interior más rica.Cada imagen es diferente.

Pero Reszler señalapersuasivamente que, por detrás de lamayor parte de estas imágenes del«hombre nuevo» acecha nuestro viejoconocido el noble salvaje, una criaturamítica dotada de toda clase decualidades que la civilización,supuestamente, ha corrompido odifuminado. Reszler poneadecuadamente en tela de juicio esta

idealización de lo primitivo,recordándonos que los regímenes quehan intentado conscientemente engendrarun «hombre nuevo» han dejado, deordinario, una estela de asolacióntotalitaria.

Por tanto, sería necio anunciar unavez más el nacimiento de un «hombrenuevo» (salvo que, ahora en que losingenieros genéticos están en ello,utilicemos la expresión en un aterrador yestricto sentido biológico). La ideasugiere un prototipo, un único modeloideal que la civilización entera seesfuerza por emular. Y en una sociedadque avanza rápidamente hacia ladesmasificación, nada es más

inverosímil.No obstante, sería igualmente necio

creer que unas condiciones materialesde vida fundamentalmente modificadasno afectan en absoluto a la personalidado, para expresarlo con mayor precisión,al carácter social. A medida quecambiamos la estructura profunda de lasociedad, modificamos también a laspersonas. Aunque se creyera en unainmutable naturaleza humana,generalizada opinión que yo nocomparto, la sociedad seguiríapremiando y favoreciendo ciertos rasgosy penalizando otros, originando con ellocambios evolutivos en la distribución decaracterísticas entre la población.

El psicoanalista Erich Fromm, quees quizá quien mejor ha escrito acercadel carácter social, lo define como «esaparte de la estructura de su carácterque es común a la mayoría de losmiembros del grupo». En toda cultura—nos dice — existen característicasampliamente compartidas que componenel carácter social. A su vez, el caráctersocial moldea a las personas de talmodo que «su comportamiento no escuestión de decisión consciente respectoa si seguir o no la pauta social, sino dedesear actuar como tienen que actuary, al mismo tiempo, encontrargratificación en actuar conforme a lasexigencias de la cultura».

Por tanto, lo que la tercera ola estáhaciendo no es crear algún superhombreideal, alguna nueva especie heroica quedesfile majestuosamente entre nosotros,sino introducir cambios espectacularesen las características distribuidas pornuestra sociedad… no un hombre nuevo,sino un carácter social nuevo. Porconsiguiente nuestra tarea no es buscaral mítico «hombre», sino lascaracterísticas que más probablementehabrán de ser estimadas por lacivilización del mañana.

Estos rasgos de carácter no sonsimple consecuencia (ni reflejo) depresiones exteriores sobre las personas.Surgen de la tensión que existe entre los

deseos o impulso internos de muchosindividuos y los impulsos o presionesexternas de la sociedad. Pero, una vezformados, estos compartidos rasgos deCarácter desempeñan un influyentepapel en el desarrollo económico ysocial de la sociedad.

Por ejemplo, la llegada de lasegunda ola que acompañada por laextensión de la ética protestante, con suénfasis sobre la sobriedad, el esfuerzoincesante y el aplazamiento de lagratificación, rasgos que canalizaronenormes energías a las tareas dedesarrollo económico. La segunda olaoriginó también cambios en laobjetividad-subjetividad,

individualismo, actitudes hacia laautoridad y en la capacidad para pensarabstractamente, para enfatizar y paraimaginar.

A fin de que los campesinos fueranintroducidos en la fuerza de trabajoindustrial, había que darles los primerosrudimentos de la cultura. Tenían que sereducados, informados y moldeados.Debían comprender que era posible otraforma de vida. Por tanto, se necesitabangran número de personas con capacidadpara imaginarse a sí mismas en un nuevopapel y una nueva situación. Había queliberar sus mentes del presente. Así, delmismo modo que tuvo que democratizaren cierta medida las comunicaciones y

la política, el industrialismo se viotambién obligado a democratizar laimaginación.

El resultado de tales cambiospsicoculturales fue una modificadadistribución de rasgos, un nuevocarácter social. Y en la actualidad nosencontramos de nuevo al borde de unasimilar conmoción psicocultural.

El hecho de que nos estemosalejando de una uniformidad orwellianade la segunda ola hace difícilgeneralizar sobre la psiquis emergente.En este punto, más aún que encualesquiera otros referentes al futuro,no podemos hacer más que especular.

No obstante, podemos señalar los

poderosos cambios que es probableinfluyan en el desarrollo psicológico dela sociedad de la tercera ola. Y esto noslleva a cuestiones —ya que noconclusiones— fascinantes. Pues estoscambios afectan a la crianza de loshijos, a la educación, la adolescencia, eltrabajo e incluso al modo en queformamos las imágenes de nosotrosmismos. Y es imposible cambiar todoesto sin alterar profundamente todo elcarácter social del futuro.

Crecimiento diferente

En primer lugar, es probable que elniño de mañana crezca en una sociedadmucho menos centrada en el niño que lanuestra.

El envejecimiento de la poblaciónen todos los países de alta tecnologíaimplica una mayor atención pública alas necesidades de los viejos y unaatención correlativamente menor a losjóvenes. Además, a medida que lasmujeres desempeñan empleos oprofesiones en la economía deintercambio, disminuye la tradicionalnecesidad de canalizar todas susenergías hacia la maternidad.

Durante la segunda ola, millones depadres vivían sus propios sueños a

través de sus hijos… a menudo porquepodían razonablemente esperar que sushijos tendrían más éxito social yeconómico que ellos. Esta expectativade movilidad hacia arriba estimulaba alos padres a concentrar enormesenergías psíquicas en sus hijos. Hoy,muchos padres de la clase media seenfrentan con la angustiosa desilusión dever que sus hijos —en un mundo muchomás difícil— descienden, en lugar deascender, por la escala socioeconómica.Se está evaporando la posibilidad deuna realización subrogada.

Por estas razones, es probable que elniño del mañana entre al nacer en unasociedad que ya no estará obsesionada

—quizá ni siquiera terriblementeinteresada— por las necesidades,deseos, desarrollo psicológico ygratificación instantánea del niño. Deser así, el doctor Spocks del mañanaurgirá a una infancia más estructurada yexigente. Los padres serán menospermisivos.

Y tampoco —sospecha uno— será laadolescencia un proceso tan prolongadoy penoso como lo es hoy para tantos.Millones de niños se están criando enhogares uniparentales, con madres (opadres) trabajadoras estrujadas por unaerrática economía y con menos lujo ytiempo de los que tenía a su disposiciónla generación de niños de los años

sesenta.Otros, más adelante, es probable que

se críen en familias que trabajan en supropia casa o vivan en un hogarelectrónico. Al igual que en muchasfamilias de la segunda ola agrupadas entorno a un negocio familiar, podemosesperar que los niños del hogarelectrónico del mañana sean atraídosdirectamente a las tareas laborales de lafamilia y reciban una crecienteresponsabilidad ya desde una edadtemprana.

Esto sugiere una infancia y unajuventud más cortas, pero másresponsables y productivas. Trabajandoal lado de los adultos, es probable que

los niños de tales hogares se hallenmenos sujetos a presiones de los de suedad. Pueden muy bien convertirse enlos grandes triunfadores del mañana.

Durante la transición a la nuevasociedad, y allá donde exista escasez depuestos de trabajo, los sindicatos de lasegunda ola lucharán, sin duda, porexcluir a los jóvenes del mercado detrabajo fuera del hogar. Los sindicatos(y los maestros, estén o no sindicados)pugnarán por conseguir más años deeducación obligatoria o semiobligatoria.En la medida en que lo logren, millonesde jóvenes se verán forzados apermanecer en el penoso limbo de unaprolongada adolescencia. Por tanto, es

posible que presenciemos un agudocontraste entre los jóvenes que crecende prisa a causa de precocesresponsabilidades laborales en el hogarelectrónico y los que maduran máslentamente en el exterior.

Sin embargo, a la larga podemosesperar que la educación cambietambién. Habrá más aprendizaje fuera dela escuela que dentro de ella. Pese a laspresiones de los sindicatos, los años deenseñanza obligatoria se iránreduciendo, en vez de aumentar. En lugarde practicarse una rígida separación poredades, se entremezclarán jóvenes yviejos. La educación se entretejerá einterpenetrará más con el trabajo y se

dispersará más a lo largo de la vida. Yel trabajo mismo —ya se trate deproducción para el mercado o deprosumo para el uso en el propio hogar— Comenzará probablemente a edadmás temprana que en la última o dosúltimas generaciones. Por estas razones,la civilización de la tercera ola puedemuy bien favorecer rasgoscompletamente diferentes entre losjóvenes… menos reactividad hacia losiguales, menos orientación hacia elconsumo y menos hedonismo. Ocurra ono así, una cosa es segura. Elcrecimiento será diferente. Y tambiénlas personalidades resultantes.

El nuevo trabajador

A medida que el adolescente maduray se lanza a la palestra laboral, nuevasfuerzas entran en juego en supersonalidad, recompensando unosrasgos y castigando o penalizando otros.

A todo lo largo de la Era de lasegunda ola, el trabajo en las fábricas ylas oficinas fue haciéndose másrepetitivo, especializado y dependientedel tiempo, y los patronos deseabantrabajadores que fuesen obedientes,puntuales y dispuestos a realizar tareasrutinarias. Los rasgos de caráctercorrespondientes eran fomentados por

las escuelas y recompensados por lacorporación.

Al extenderse la tercera ola sobrenuestra sociedad, el trabajo se vahaciendo menos repetitivo, no más. Sehace menos fragmentado, y en él cadapersona realiza una tarea un poco másgrande, en lugar de un poco máspequeña. El horario flexible y la fijacióndel propio ritmo sustituyen la antiguanecesidad de sincronización colectivadel comportamiento. Los trabajadores seven obligados a habérselas con cambiosmás frecuentes en sus tareas, así comocon una cegadora sucesión de trasladosde personal, cambios de productos yreorganizaciones.

Por tanto, lo que los patronos de latercera ola necesitan cada vez más eshombres y mujeres que acepten laresponsabilidad, que comprendan cómoengrana su trabajo con el de los demás,que puedan nacerse cargo de tareasmayores, que se adapten con rapidez anuevas circunstancias y que esténsensitivamente sintonizados con laspersonas que les rodean. La empresa dela segunda ola pagaba frecuentementepor un afanoso Comportamientoburocrático. La empresa de la terceraola necesita personas que estén menospreprogramadas y sean más capaces deiniciativa propia. La diferencia —diceDonald Cono ver, director general de la

sección educativa de la «WesternElectric»— es como la que existe entrelos músicos clásicos, que tocan cadanota conforme a una pautapredeterminada, y los improvisadoresde jazz, que, tras decidir qué canciónvan a interpretar, van tomando piesensitivamente uno en otro y, sobre esabase, deciden qué nota tocar acontinuación.

Estas personas son complejas,individualistas, orgullosas de losaspectos en que se diferencian de losdemás. Tipifican la fuerza de trabajodesmasificada que necesita la industriade la tercera ola.

Según el investigador de opinión

Daniel Yankelovich, sólo el 56% de lostrabajadores de los Estados Unidos —principalmente los de más edad— sehallan motivados todavía por incentivostradicionales. Se sienten más satisfechoscon directrices laborales estrictas ytareas claras. No esperan encontrar«significado» en su trabajo.

Por el contrario, un 17% de la fuerzade trabajo refleja ya los nuevos valoresque emergen de la tercera ola. Jóvenesmandos intermedios en su mayoría,están —declara Yankelovich— «ávidosde más responsabilidad y más trabajovital con un compromiso digno de sutalento y su capacidad». Buscansignificado, además de recompensa

económica.Para reclutar tales trabajadores, los

patronos están empezando a ofrecerrecompensas individualizadas. Estoayuda a explicar por qué unas pocasempresas avanzadas (como «TRW Inc.»,la firma de alta tecnología establecidaen Cleveland) ofrecen ahora a losempleados no un conjunto fijo debeneficios marginales, sino una tabla devacaciones opcionales, serviciosmédicos, pensiones y seguros. Cadatrabajador puede confeccionar el cuadrode sus propias necesidades. DiceYankelovich: «No hay una única tablade incentivos con que motivar a todo elespectro de la fuerza de trabajo.»

Además —añade—, en la escala derecompensas por el trabajo el dinero notiene ya la misma eficacia motivadoraque antes.

Nadie sugiere que estos trabajadoresno quieran dinero. Ciertamente, loquieren. Pero, una vez alcanzado undeterminado nivel de ingresos, susdeseos varían ampliamente. Incrementosadicionales de dinero no ejercen ya elmismo impacto que antes sobre elcomportamiento. Cuando el Banco deAmérica, de San Francisco, ofreció alvicepresidente adjunto Richard Easleyel ascenso a una sucursal situada a sóloveinte millas de distancia, Easley senegó a aceptar el señuelo. No quería

tener que estar desplazándose todos losdías. Hace una década, cuando El«shock» del futuro describió porprimera vez la tensión derivada de lamovilidad del trabajo, sólo un 10% deempleados se resistían a un traslado. Lacifra se ha elevado hasta situarse entreun tercio y un medio, según la «MerrillLynch Relocation Management, Inc.»,aun cuando los traslados van confrecuencia acompañados de un aumentode sueldo más sustancioso que lohabitual. «La balanza se ha desplazadodefinitivamente desde cuadrarse ante eljefe y marcharse a Tombuctú, hacia unmayor énfasis en la familia y en el estilode vida», dice un vicepresidente de la

«Celanese Corporation». Como lacorporación de la tercera ola, que deberesponder a algo más que al beneficio,el empleado tiene también «líneasbásicas múltiples».

Mientras tanto, están cambiandotambién las más arraigadas pautas deautoridad. En las empresas de lasegunda ola, cada empleado tiene unúnico jefe. Las disputas entre empleadosson presentadas al jefe para suresolución. En las nuevasorganizaciones de matriz, el estilo escompletamente distinto. Lostrabajadores tienen más de un jefe almismo tiempo. Personas de diferentecategoría y de distintas especialidades

se reúnen en grupos «adhocráticos»temporales. Y, en palabras de Davis yLawrence, autores de un texto clásicosobre el tema: «Las diferencias… seresuelven sin un jefe común al quepueda acudirse para que ejerza unafunción de arbitraje… La suposición esen la matriz que el conflicto puede sersaludable… las diferencias son objetode estima y las personas expresan susopiniones aunque sepan que otrospueden no estar de acuerdo.»

Este sistema penaliza a lostrabajadores que manifiestan unaobediencia ciega. Recompensa a los que—dentro de ciertos límites— replican.En las industrias de la segunda ola, los

trabajadores que buscan significado, quecuestionan la autoridad, que quierentener poder de iniciativa o que exigenque su trabajo sea socialmenteresponsable, pueden ser consideradosperturbadores. Pero las industrias de latercera ola no pueden funcionar sinellos.

Por consiguiente, en conjuntoestamos viendo un sutil pero profundocambio en los rasgos de personalidadrecompensados por el sistemaeconómico, un cambio que no puede pormenos de moldear el emergente caráctersocial.

La ética del prosumidor

No es sólo la crianza de los niños, laeducación y el trabajo lo que influirá enel desarrollo de la personalidad en lacivilización de la tercera ola. Fuerzasmás profundas aún están actuando sobrela psiquis del mañana. Pues en laeconomía hay algo más que puestoslaborales o trabajo remunerado.

He sugerido antes que podríamosconcebir la economía como compuestade dos sectores, uno en el queproducimos artículos para elintercambio, y otro en el que hacemoscosas para nuestro propio uso. Uno es el

mercado, o sector de producción; elotro, el sector del prosumidor. Y cadauno de ellos ejerce sobre nosotros suspropios efectos psicológicos. Pues cadauno promueve su propia ética, su propiaescala de valores y su propia definicióndel éxito.

Durante la segunda ola, la vastaexpansión de la economía de mercado—tanto capitalista como socialista—estimuló una ética adquisitiva. Dio lugara una definición angostamenteeconómica del éxito personal.

Pero —como hemos visto— elavance de la tercera ola va acompañadode un extraordinario aumento en laactividad de autoayuda o del «hágalo-

usted-mismo», es decir, del prosumo.Más allá de su consideración comosimple entretenimiento, esta producciónpara el uso es probable que adquierauna mayor significación económica. Y amedida que va ocupando una cantidadmayor en nuestro tiempo y nuestraenergía, empieza también a moldear lasvidas y el carácter social.

En vez de clasificar a las personaspor lo que poseen, como hace la éticadel mercado, la ética del prosumidoratribuye un elevado valor a lo quehacen. Tener mucho dinero es todavía unfactor de prestigio. Pero también cuentanotras características. Figuran entre ellasla seguridad en sí mismo, la capacidad

de adaptarse y sobrevivir encondiciones difíciles y la capacidad dehacer cosas con las propias manos… yase trate de construir una cerca, guisaruna comida, confeccionarse la propiaropa o restaurar un arcón antiguo.

Además, mientras la ética deproducción o del mercado ensalza laespecialización, la ética del prosumidorpropugna la generalización. Lamultiplicidad de aptitudes es objeto deestimación. A medida que la tercera olava equilibrando mejor en la economía laproducción para el intercambio y laproducción para el uso, empezamos aoír un crescendo de demandas de unaforma de vida más «equilibrada».

Este desplazamiento de actividaddesde el sector de la producción alsector del prosumo sugiere también laintroducción de otra clase de equilibrioen las vidas de las personas. Un númerocada vez mayor de trabajadoresdedicados a producir para el mercado sepasan el tiempo tratando conabstracciones —palabras, números,modelos—, y sólo muy poco o nada conpersonas conocidas.

Para muchos, ese trabajo mentalpuede ser fascinante y recompensador.Pero va acompañado con frecuencia porla sensación de hallarse disociado,separado, de las vistas, sonidos, tactos yemociones corrientes de la existencia

cotidiana. De hecho, gran parte de laglorificación actual de los oficiosmanuales, la jardinería, las modascampesinas y lo que podríamosdenominar «elegancia de camionero»puede ser una compensación de lacreciente marea de abstracción en elsector de la producción.

Por el contrario, en el prosumotratamos de ordinario con una realidadmás concreta e inmediata, actuando encontacto directo con las cosas y laspersonas. A medida que las personasdividen su tiempo, actuando comotrabajadores a jornada parcial yprosumidores a jornada parcial, sehallan en situación de disfrutar de lo

concreto además de lo abstracto, losplaceres complementarios del trabajomental y el manual. La ética delprosumidor vuelve a hacer respetable eltrabajo manual, después de trescientosaños de menosprecio. Y también estenuevo equilibrio es probable que influyaen la distribución de los rasgos depersonalidad.

De manera similar, hemos visto que,con el auge del industrialismo, laextensión del trabajo fabril altamenteinterdependiente estimuló a los hombresa tornarse objetivos, mientras que lapermanencia en el hogar y el trabajar entareas de baja interdependencia fomentóla subjetividad entre las mujeres. En la

actualidad, al afluir más mujeres apuestos de trabajo destinados a laproducción para el mercado, tambiénellas van siendo crecientementeobjetivizadas. Se las anima a «pensarcomo un hombre». A la inversa, amedida que son más los hombres quepermanecen en el hogar, asumiendo unamayor participación en las faenascaseras, disminuye su necesidad de«objetividad». Se «subjetivizan».

El día de mañana, al ir repartiendomuchas personas de la tercera ola susvidas entre el trabajo a tiempo parcialen grandes empresas u organizacionesinterdependientes y el trabajo también atiempo parcial para ellas mismas y sus

familias en pequeñas unidadesautónomas de prosumo, puede quealcancemos un nuevo equilibrio entreobjetividad y subjetividad en ambossexos.

En lugar de admitir una actitud«masculina» y una actitud «femenina»,ninguna de ellas bien equilibrada, elsistema puede recompensar a laspersonas que sean saludablementecapaces de ver el mundo a través deambas perspectivas. Subjetivistasobjetivos… y viceversa.

En resumen, con la crecienteimportancia del prosumo para latotalidad de la economía, esbozamosotra acelerada corriente de cambio

psicológico. El impacto combinado decambios básicos en la producción y elprosumo, juntamente con los profundoscambios en la crianza de los niños y laeducación, promete reconfigurar nuestrocarácter social tan dramáticamente almenos como lo hizo la segunda ola hacetrescientos años. Un nuevo caráctersocial está germinando entre nosotros.

De hecho, aunque cada una de estasprevisiones resultara equivocada, sitodos los cambios que estamosempezando a ver fueran a invertirse,todavía queda una poderosa razón paraesperar una erupción en la psicosfera.Esa razón se resume en cuatro palabras:«revolución de las comunicaciones».

El yo configurador

El vínculo entre comunicaciones ycarácter es complejo, pero irrompible.No podemos transformar todos nuestrosmedios de comunicación y esperarcontinuar inalterados como personas.Una revolución en los medios decomunicación debe significar unarevolución en la psiquis.

Durante el período de la segundaola, la gente se bañaba en un mar deimaginería producida en serie. Unosrelativamente pocos y centralmenteProducidos periódicos, revistas,programas de radio y televisión y

películas alimentaban lo que los críticosdenominaban una «concienciamonolítica». Se incitaba continuamente alos individuos a compararse con unnúmero relativamente pequeño demodelos y a valorar sus estilos de vidaen relación a unas pocas posibilidades.En consecuencia, la gama de estilos depersonalidad socialmente aprobados erarelativamente reducida.

La desmasificación actual de losmedios de comunicación presenta unadeslumbrante diversidad de modelos yestilos de vida con los que compararse.Además, estos nuevos medios decomunicación no nos suministran trozosplenamente formados, sino quebrados

fragmentos y destellos de imágenes. Envez de dársenos una selección deidentidades coherentes entre las queelegir, se nos exige que ensamblemosnosotros una: un «yo» configurador omodular. Esto es mucho más difícil yexplica por qué tantos millones depersonas están buscandodesesperadamente una identidad.

Empeñados en ese esfuerzo,desarrollamos una sublimada concienciade nuestra propia individualidad, de losrasgos que nos hacen únicos. Cambia,así, la imagen que de nosotros mismostenemos. Exigimos ser vistos y tratadoscomo individuos, y esto sucedeprecisamente en el momento en que el

nuevo sistema de producción requieremás trabajadores individualizados.

Además de ayudarnos a cristalizar loque es puramente personal en nosotros,los nuevos medios de comunicación dela tercera ola nos convierten enproductores —o, mejor dicho, enprosumidores— de nuestro propioconjunto de imágenes.

El poeta y crítico social alemánHans Magnus Enzensberger ha hechonotar que en los medios decomunicación de ayer la «distincióntécnica entre receptores y transmisoresrefleja la división social del trabajo enproductores y consumidores». A todo lolargo de la Era de la segunda ola, esto

significó que los consumidoresprofesionales producían los mensajespara el público. El público se veíaimpotente para responder directamente alos que enviaban los mensajes ainteractuar con ellos de otra manera.

Por el contrario, la característicamás revolucionaria de los nuevosmedios de comunicación es que muchosde ellos son interactivos, permitiendoque cada usuario individual haga o envíeimágenes, además de, simplemente,recibirlas desde el exterior. Cablebidireccional, videocassette, copiadorasy grabadoras baratas, todo ello pone losmedios de comunicación en manos delindividuo.

Tendiendo la vista hacia delante,cabe imaginar una época en que inclusola televisión corriente sea interactiva, detal modo que, en vez de limitarnos acontemplar a algún Archie Bunker oMary Tyler Moore del futuro, podamosrealmente hablar con ellos e influirsobre su comportamiento en elprograma. Incluso ahora, el sistema decable Qube hace tecnológicamenteposible que los espectadores de unprograma dramático llamen al directorpara acelerar o reducir el ritmo de laacción o elegir un final con preferenciaa otro.

La revolución de las comunicacionesnos da a cada uno una imagen más

compleja de nosotros mismos. Nosdiferencia más. Acelera el procesomismo por el que «probamos» diferentesimágenes del yo y, de hecho, acelerannuestro movimiento a través deimágenes sucesivas. Nos hace posibleproyectar electrónicamente nuestraimagen al mundo. Y nadie sabe conexactitud cuál será el efecto de todo estosobre nuestras personalidades. Pues enninguna civilización hemos tenido jamásherramientas tan poderosas. Poseemoscada vez más la tecnología de laconciencia.

El mundo en que rápidamenteestamos entrando es tan ajeno a nuestraexperiencia pasada, que todas las

especulaciones psicológicas al respectoresultan poco firmes. Lo que se hallaabsolutamente claro, sin embargo, esque se está operando una confluencia depoderosas fuerzas sociales para alterarnuestro carácter social… hacer surgirciertos rasgos, suprimir otros y, en elproceso, transformarnos a todos.

Al sobrepasar la civilización de lasegunda ola, estamos haciendo algo másque pasar de un sistema de energía aotro, o de una base tecnológica a lasiguiente. Estamos revolucionandotambién el espacio interior. A la luz deesto, sería absurdo proyectar el pasadosobre el futuro… describir a laspersonas de la civilización de la tercera

ola en términos de la segunda ola.Si nuestras suposiciones son nada

más que parcialmente correctas, losindividuos diferirán mañana mucho másvívidamente que hoy. Es probable que lamayoría de ellos maduren antes,demuestren responsabilidad a edad mástemprana, sean más adaptables ypatenticen mayor individualidad. Seríanmás propensos que sus padres acuestionar la autoridad. Querrán dineroy trabajarán para obtenerlo, pero, salvoen condiciones de privación extrema, seresistirán a trabajar exclusivamente pordinero.

Por encima de todo, parece probableque anhelen tener equilibrio en sus

vidas… equilibrio entre trabajo y juego,entre producción y prosumo, entretrabajo mental y trabajo manual, entre loabstracto y lo concreto, entreobjetividad y subjetividad. Y se verán yse proyectarán a sí mismos en términosmucho más complejos que cuantaspersonas hayan vivido antes.

Al ir madurando la civilización de latercera ola, crearemos no un hombre ouna mujer utópicos que descuellen sobrelas gentes del pasado, no una razasobrehumana de Goethes o Aristóteles(o Genghis Khans o Hitlers), sinosimplemente y, espero, orgullosamente,una raza —y una civilización— quemerezca ser llamada humana.

Pero ninguna esperanza de unresultado tal, ninguna esperanza de feliztransición a una nueva y decentecivilización es posible a menos que nosenfrentemos a un último imperativo: lanecesidad de transformación política. Yes esta perspectiva —aterrorizadora yestimulante a la vez— lo queexploramos en estas páginas finales. Lapersonalidad del futuro debe encontrarsu adecuación en la política del futuro.

XXVII EL MAUSOLEO

POLÍTICO

Es imposible verse afectadosimultáneamente por una revolución enla energía, una revolución en latecnología, una revolución en la vidafamiliar, una revolución en los papelessexuales y una revolución mundial en elcampo de las Comunicaciones sinenfrentarse también —tarde o temprano— a una potencialmente explosivarevolución política.

Todos los partidos políticos del

mundo industrial, todos nuestroscongresos, parlamentos y sovietssupremos, nuestras presidencias yjefaturas de Gobierno, nuestrostribunales y agencias reguladoras y capatras capa geológica de burocraciagubernamental —en resumen, todas lasherramientas que utilizamos paraadoptar y hacer cumplir decisionescolectivas— han perdido vigencia yestán en trance de transformación. Unacivilización de la tercera ola no puedefuncionar con una estructura política dela segunda ola.

Así como los revolucionarios quecrearon la Era industrial no podíangobernar con el aparato residual del

feudalismo, así también nosotros nosenfrentamos hoy una vez más a lanecesidad de inventar nuevasherramientas políticas. Este es elmensaje político de la tercera ola.

El agujero negro

Hoy, aunque su gravedad no es aúnreconocida, estamos presenciando unaprofunda crisis, no de éste o de aquelGobierno, sino de la propia democraciarepresentativa en todas sus formas. Enun país tras otro, la tecnología política

de la segunda ola está rechinando,gimiendo y funcionando peligrosamentemal.

En los Estados Unidos encontramosuna parálisis casi total de la toma dedecisiones políticas en relación con lascuestiones de vida o muerte a que seenfrenta la sociedad. Seis años despuésdel embargo impuesto por la OPEP, pesea su demoledor impacto sobre laeconomía, pese a su amenaza a laindependencia e incluso a la seguridadmilitar, pese a interminables estudiosdel Congreso, pese a la repetidareorganización de la burocracia, pese aapasionados alegatos presidenciales, lamaquinaria política de los Estados

Unidos continúa girando desválidamentesobre su eje, incapaz de producir nadaque se parezca remotamente a unacoherente política energética.

Este vacío político no es único. LosEstados Unidos carecen también de unacomprensiva (o comprensible) políticaurbana, política ambiental, políticafamiliar, política tecnológica. Nisiquiera tienen —si hemos de hacer casoa los críticos extranjeros— unadiscernible política exterior. Y, aunqueexistiesen, tampoco tendría el sistemapolítico americano la capacidad deintegrar y jerarquizar tales políticas.Este vacío refleja una quiebra tanavanzada del proceso de toma de

decisiones, que el presidente Cárter, enun discurso totalmente sin precedentes,se vio obligado a condenar la«parálisis… estancamiento… y deriva»de su propio Gobierno.

El fracaso del proceso de toma dedecisiones no es, sin embargo,monopolio de un solo partido ni de unsolo presidente. Se ha estadoincrementando desde comienzos de losaños sesenta y refleja la existencia deproblemas estructurales subyacentes queningún presidente —sea republicano odemócrata— puede resolver dentro delmarco del sistema actual. Estosproblemas políticos ejercen efectosdesestabilizadores sobre las otras

principales instituciones sociales, talescomo la familia, la escuela y lacorporación.

Docenas de leyes con un impactoinmediato sobre la vida familiar seanulan y contradicen unas a otras,agravando la crisis de la familia. Elsistema educativo se vio inundado defondos para la construcción de nuevoscentros precisamente en el momento enque comenzaba a disminuir la poblaciónescolar, provocando así una orgía deconstrucciones inútiles, seguida de unasupresión de fondos cuando másdesesperadamente se necesitaban paraotros fines. Mientras tanto, lascorporaciones se ven obligadas a actuar

en un entorno político tan volátil que nopueden, literalmente, saber de un díapara otro qué es lo que el Gobiernoespera de ellas.

Primero, el Congreso exige que la«General Motors» y los demásfabricantes de automóviles instalenconvertidores catalíticos en todos losnuevos coches, en aras de un medioambiente más limpio. Luego, después deque la «GM» se gasta trescientosmillones de dólares en convertidores yfirma un contrato por tiempo de diezaños y valor de quinientos millones dedólares para la adquisición de losmetales preciosos necesarios para sufabricación, el Gobierno anuncia que los

coches con convertidores catalíticosemiten 35 veces más ácido sulfúrico quelos coches desprovistos de ellos.

Al mismo tiempo, una desbocadamáquina reguladora genera una redcrecientemente impenetrable denormas… 45.000 páginas de nuevos ycomplejos reglamentos al año.¡Veintisiete organismos gubernamentalesdiferentes controlan la aplicación deunas 5.600 normas federales referidassólo a la fabricación de acero! (Millaresde normas adicionales se aplican a laslabores de extracción, comercializacióny transporte de la industria del acero.)Una destacada empresa farmacéutica,«Eli Lilly», invierte más tiempo en

cumplimentar impresos oficiales que enrealizar investigaciones sobre el cáncery las enfermedades cardíacas. Un soloinforme dirigido por la Compañíapetrolífera «Exxon» a la AgenciaFederal de la Energía ocupa 445.000páginas… ¡el equivalente a milvolúmenes!

Esta extraordinaria complejidadgrava pesadamente la economía,mientras las espasmódicas reaccionesde los decisores gubernamentalesaumentan la dominante sensación deanarquía. El sistema político,zigzagueando erráticamente de día endía, complica en grado sumo la lucha denuestras instituciones sociales básicas

por la supervivencia.Y tampoco esta quiebra en el

proceso de toma de decisiones es unfenómeno puramente americano. LosGobiernos de Francia, Alemania, Japóny Gran Bretaña —por no hablar de Italia— manifiestan síntomas similares, aligual que los de las nacionesindustriales comunistas. Y en Japón, unPrimer Ministro declara: «Cada vezoímos hablar más sobre la crisismundial de la democracia. Su capacidadde resolver los problemas, o la llamadagobernabilidad de una democracia, estásiendo desafiada. También en Japón sehalla sometida a prueba la democraciaparlamentaria.»

En todos esos países, la maquinariade toma de decisiones se halla cada vezmás tensada, sobrecargada, anegada endatos irrelevantes y enfrentada conpeligros desconocidos. Por tanto, lo queestamos viendo son decisoresgubernamentales incapaces de tomardecisiones de alta prioridad (otomándolas muy mal), al tiempo que sededican frenéticamente a millares deotras menos importantes y, a menudo,triviales.

Incluso cuando, finalmente, seadoptan decisiones importantes, suelenllegar demasiado tarde y rara vezalcanzan los objetivos que se proponían.«Hemos resuelto todos los problemas

con la legislación —dice un atareadolegislador británico—. Hemos aprobadosiete leyes contra la inflación. Hemoseliminado la injusticia numerosas veces.Hemos resuelto el problema ecológico.Todos los problemas han sido resueltosinnumerables veces con la legislación.Pero el problema subsiste. Lalegislación no es eficaz.»

Un locutor americano de televisión,tratando de encontrar una analogía en elpasado, lo expresa de modo diferente:«En estos momentos tengo la sensaciónde que la nación es una diligencia cuyoscaballos se han desbocado, y un tipotrata de estirar de las riendas, y loscaballos no responden.»

Por eso es por lo que tantas personas—incluidas las que ocupan altos cargospúblicos— se sienten tan impotentes. Undestacado senador americano me hablaen privado de su profunda frustración yde la sensación de que no puedeconseguir nada útil. Pone en cuestión laruina de su vida familiar, el ritmofrenético de su existencia, las largashoras, el trabajo febril, las interminablesconferencias y la perpetua presión.Pregunta: «¿Vale la pena?» Un diputadobritánico formula la misma pregunta,añadiendo que «la Cámara de losComunes es una pieza de museo… ¡unareliquia!». Un alto funcionario de laCasa Blanca se me queja de que el

presidente, en teoría el hombre máspoderoso del mundo, se sienteimpotente. «El presidente tiene laimpresión de estar gritando porteléfono… sin que haya nadie al otroextremo del hilo.»

Esta quiebra cada vez más profundade la capacidad para adoptar decisionesoportunas y competentes modifica lasmás íntimas relaciones de poder en lasociedad. En circunstancias normales,no revolucionarias, las élites de todasociedad utilizan el sistema políticopara reforzar su dominio y conseguir susfines. Su poder viene definido por lacapacidad de hacer que ocurran ciertascosas, o impedir que sucedan otras. Pero

esto presupone su capacidad parapredecir y controlar losacontecimientos… da por supuesto quecuando tiren de las riendas, se detendránlos caballos.

En la actualidad, las élites nopueden ya predecir los resultados de suspropios actos. Los sistemas políticos acuyo través actúan están tan anticuados yrechinantes, tan superados por losacontecimientos, que aun cuando lasélites los controlen estrechamente en supropio beneficio, los resultados son, confrecuencia, desastrosos.

Esto no significa —me apresuro aañadir— que el poder perdido por lasélites haya pasado al resto de la

sociedad. El poder no se transfiere;queda crecientemente sujeto al azar, detal modo que nadie sabe de un momentopara otro quién es responsable de qué,quién tiene autoridad real (distinta de lanominal) ni cuánto tiempo durará laautoridad. En esta hirvientesemianarquía, las personas corrientes sevuelven amargamente cínicas, no sólosobre sus propios «representantes», sino—más ominosamente— sobre laposibilidad misma de estarrepresentadas en absoluto.

Como consecuencia, empieza aperder su eficacia el «ritual deaseguramiento» de la votación, propiode la segunda ola. Año tras año,

disminuye la participación en lasvotaciones americanas. En la elecciónpresidencial de 1976, el 46% de loselectores se quedaron en casa, lo cualsignifica que el presidente fue elegidopor la cuarta parte, aproximadamentedel electorado… en realidad por algoasí como la octava parte de la poblacióntotal del país. Más recientemente, elencuestador Patrick Caddell se encontrócon que sólo el 12% del electoradoconsideraba que el votar tuviese algunaimportancia.

De manera similar, los partidospolíticos están perdiendo su poder deconvocatoria. En el período 1960-1972,el número de «independientes» no

afiliados a ningún partido en los EstadosUnidos se elevó en un 400%, haciendoque en 1972, por primera vez en más deun siglo, el número de independientesigualase al de afiliados de uno de losprincipales partidos.

Tendencias paralelas se apreciantambién en otros lugares. El PartidoLaborista, que gobernó Gran Bretañahasta 1979, se ha atrofiado hasta elpunto de que, en un país de 56 millonesde habitantes, puede considerarseafortunado si cuenta con 100.000miembros activos. En Japón, el YomiuriShimbun informa que «los votantestienen poca fe en sus Gobiernos; sesienten separados de sus dirigentes».

Una ola de desencanto político recorreDinamarca. Al preguntársele por qué, uningeniero danés expresa una extendidaopinión cuando dice: «Los políticosparecen incapaces de detener lastendencias.»

En la Unión Soviética, escribe elautor disidente Víctor Nekípelov, laúltima década ha visto «diez años deprofundo caos, militarización, uncatastrófico desorden económico,insuficiencia de productos alimenticiosbásicos, un aumento en los crímenes y enla adicción a la bebida, corrupciones yrobos, pero, por encima de todo ello,una irrefrenable caída del prestigio delos líderes actuales a los ojos del

pueblo».En Nueva Zelanda, la vacuidad de la

política oficial indujo a un disconformea cambiar su nombre por el de MickeyMouse y presentarse como candidato.Fueron tantos los que le imitaron —adoptando nombres como Alicia en elPaís de las Maravillas—, que elParlamento se apresuró a aprobar unaley por la que se prohibía presentarsecandidato a un cargo público a quien sehubiera cambiado legalmente de nombredentro de los seis meses anteriores a laelección.

Más que ira, los ciudadanos estánahora expresando repulsión y despreciohacia sus dirigentes políticos y

funcionarios gubernamentales. Notanque el sistema político, que deberíaservir de rueda de timón o estabilizadoren una sociedad zarandeada por elcambio, está inutilizado, desconectado,fuera de todo control.

Así, cuando un equipo de científicospolíticos investigaron en Washington,D.C., recientemente para averiguar«¿quién dirige esta ciudad?»,encontraron una simple y demoledorarespuesta. Su informe, publicado por elAmerican Enterprise Institute, fueresumido por el profesor Anthony King,de la Universidad de Essex, en GranBretaña: «La breve respuesta… tendríaque ser: Nadie. Nadie manda aquí.»

No sólo en los Estados Unidos, sinotambién en muchos de los países de lasegunda ola que están siendo azotadospor la tercera ola de cambio, existe unvacío de poder cada vez más amplio, un«agujero negro» en la sociedad.

Ejércitos particulares

Se pueden calibrar los peligrosimplícitos en este vacío de podervolviendo brevemente la vista haciaatrás, hacia mediados de los añossetenta. Entonces, al flojear la afluencia

de energía y materias primas aconsecuencia del embargo de la OPEP,al aumentar la inflación y el paro, alhundirse el dólar y empezar África, Asiay América del Sur a exigir una nuevapolítica económica, señales de patologíapolítica comenzaron a fulgurar en unatras otra de las naciones de la segundaola.

En Gran Bretaña, celebrada como lapatria de la tolerancia y la mesura,generales retirados empezaron a reclutarejércitos particulares para imponer elorden, y un resurgente movimientofascista, el Frente Nacional, presentócandidatos en unos noventa distritosparlamentarios. Fascistas e izquierdistas

se enzarzaron en combate en las callesde Londres. En Italia, los fascistas deizquierda, las Brigadas Rojas,incrementaron sus tácticas de atentados,secuestros y asesinatos. En Polonia, elintento del Gobierno de elevar losprecios de los productos alimenticiospara combatir la inflación llevó al paísal borde de la rebelión. En AlemaniaOccidental, asolada por asesinatosterroristas, un nervioso Gobierno selanzó a toda una serie de leyesmacarthistas para suprimir ladiscrepancia.

Es cierto que estas señales deinestabilidad política se desvanecieronal recobrarse parcialmente (y

temporalmente) las economíasindustriales a finales de los años setenta.Los ejércitos privados de Gran Bretañanunca llegaron a constituirse. LasBrigadas Rojas, después de matar aAldo Moro, parecieron suspenderdurante algún tiempo su actividad parareagruparse. Un nuevo régimen asumiósin traumas el poder en el Japón. ElGobierno polaco llegó a una difícil pazcon sus rebeldes. En los EstadosUnidos, Jimmy Cárter, que llegó a lapresidencia presentándose contra «elsistema» (y que luego lo abrazó),consiguió mantenerse pese a undesastroso descenso de su popularidad.

No obstante, estas pruebas de

inestabilidad nos deben inducir apreguntarnos si los sistemas políticos dela segunda ola existentes en cada una delas naciones industriales podránsobrevivir a la próxima tanda de crisis.Pues es probable que las crisis de losaños ochenta y noventa sean más graves,disruptoras y peligrosas que laspasadas. Pocos observadoresinformados creen que haya terminado lopeor, y abundan las previsionesominosas.

Si el cierre, durante unas semanas,de las espitas del petróleo en Irán pudooriginar caos y violencia en las líneasde aprovisionamiento de los EstadosUnidos, ¿qué puede preverse que

ocurrirá, no sólo en los Estados Unidos,cuando sean destronados los actualesgobernantes de Arabia Saudí? ¿Esprobable que esta pequeña pandilla defamilias gobernantes, que controlan el25% de las reservas petrolíferas delmundo, puedan mantenerseindefinidamente en el poder, mientrasarde una guerra intermitente entre elYemen del Norte y el Yemen del Sur, ysu propio país se ve desestabilizado portorrentes de petrodólares, trabajadoresinmigrantes y palestinos radicales? ¿Conqué acierto reaccionarán los políticos deWashington, Londres, París, Moscú,Tokio o Tel-Aviv a un golpe de Estado,un levantamiento religioso o a un

alzamiento revolucionario en Riyadh,por no decir nada del sabotaje de losyacimientos petrolíferos de Ghawar yAbqaiq?

¿Cómo reaccionarían estos mismosazacaneados y nerviosos dirigentespolíticos de la segunda ola, tanto delEste como del Oeste, si, como prediceel jeque Yamani, un grupo de hombresrana hundieran un buque o minaran lasaguas del estrecho de Ormuz,bloqueando así la mitad de los envíos depetróleo, de los que depende el mundopara su supervivencia? No resulta nadatranquilizador mirar el mapa y observarque Irán, apenas capaz de mantener laley y el orden en su territorio, se halla

situado en una orilla de ese canal,estratégicamente vital y demasiadoestrecho.

¿Qué sucederá —pregunta otraescalofriante perspectiva— cuandoMéxico empiece a explotar en serio supetróleo… y se enfrente a unaabrumadora y súbita afluencia depetropesos? ¿Tendrá su oligarquíagobernante el deseo, y mucho menos lacapacidad técnica, de distribuir elgrueso de esa nueva riqueza entre losdesnutridos y sufridos campesinos deMéxico? ¿Y se puede hacer eso con lasuficiente rapidez como para impedirque la latente guerra de guerrillas setransforme en una guerra civil a gran

escala en las puertas mismas de losEstados Unidos? Si llegase a estallaruna guerra tal, ¿cómo reaccionaríaWashington? ¿Y cómo reaccionaría laenorme población de chicanos quehabita en los ghettos de la CaliforniaMeridional o de Texas? ¿Podemosesperar decisiones nada más quesemiinteligentes en torno a crisis de talmagnitud, dada la confusión queactualmente existe en el Congreso y enla Casa Blanca?

Económicamente, ¿serán capacesGobiernos ya incapaces de manejar lasfuerzas macroeconómicas de hacerfrente a oscilaciones más violentas aúnen el sistema monetario internacional, o

a su derrumbamiento total? Con lasdivisas casi por completo fuera decontrol, con la eurodivisaexpandiéndose ilimitadamente yaumentando el crédito de las empresas,los consumidores y el Gobierno, ¿puedealguien prever una estabilidadeconómica en los años próximos? Si lainflación y el desempleo se desbocan,quiebra el crédito o se produce algunaotra catástrofe económica, quizá veamosentrar en acción a los ejércitosparticulares.

Finalmente, ¿qué sucederá cuando,entre la miríada de cultos religiosos queahora están floreciendo, surjan algunosque se organicen con fines políticos? Al

irse resquebrajando las grandesreligiones organizadas bajo eldesmasificador impacto de la terceraola, es probable que aparezcan ejércitosde sacerdotes ordenados por sí mismos,ministros, predicadores y maestros,algunos con seguidores políticosdisciplinados, quizás inclusoparamilitarmente.

En los Estados Unidos no es difícilimaginar algún nuevo partido políticoque presente como candidato a BillyGraham (o algún facsímil) sobre la basede un tosco programa «por la ley y elorden» o «antiporno» y con una fuerteveta autoritaria. O alguna todavíadesconocida Anita Bryant pidiendo el

encarcelamiento de los homosexuales.Estos ejemplos proporcionan sólo unleve atisbo de la religiopolítica quepuede aguardar en el futuro incluso a lamás secular de las sociedades. Cabeimaginar toda clase de movimientospolíticos de base religiosa encabezadospor ayatollahs llamados Smith, Schultz oSantini.

No estoy diciendo que estasprevisiones vayan necesariamente amaterializarse. Podrían resultardemasiado disparatadas. Pero, si noéstas, sí debemos suponer que surgiránen efecto otras dramáticas crisis, máspeligrosas aún que las pasadas. Ydebemos afrontar el hecho de que

nuestra actual colección de dirigentes dela segunda ola se encuentrangrotescamente carentes de preparaciónpara resolverlas.

De hecho, dado que nuestrasestructuras políticas de la segunda olaestán hoy más deterioradas aún de loque lo estaban en la década de lossetenta, debemos presumir que losGobiernos serán menos competentes,menos imaginativos y menos sagaces alenfrentarse a las crisis de los añosochenta y noventa de lo que lo fueron enla década que acaba de transcurrir.

Y esto nos indica que debemosreexaminar, desde su misma raíz, una denuestras más inveteradas y peligrosas

ilusiones políticas.

El complejo mesiánico

El complejo mesiánico es la ilusiónde que podemos salvarnos cambiando alhombre (o mujer) situado en la cumbre.

Al ver a los políticos de la segundaola abordar vacilante eincompetentemente los problemasderivados de la aparición de la terceraola, millones de personas, aguijoneadaspor la Prensa, han llegado a una sencillae inteligible explicación de nuestras

calamidades: el «fracaso del mando».¡Si, al menos, apareciera en el horizontepolítico un mesías que volviera a ponerorden en las cosas!

Este anhelo de un jefe viril ypoderoso es expresado en la actualidadaun por las gentes mejor intencionadasmientras su mundo familiar sedesmorona, mientras su entorno se hacemás imprevisible y aumenta su ansia depoder, estructura y previsibilidad. Asíoímos —como dijo Ortega y Gassetdurante los años treinta, cuando Hitleriniciaba su ascenso— «un formidablegrito, que se alza como el aullido deinnumerables perros hacia las estrellas,pidiendo que alguien o algo asuma el

mando».En los Estados Unidos, el presidente

es violentamente condenado por «faltade autoridad». En Gran Bretaña,Margaret Thatcher es elegida porqueofrece al menos la ilusión de ser «laDama de Hierro». Incluso en lasnaciones industriales comunistas, dondela autoridad no tiene nada de tímida, seestán intensificando las presiones parauna «autoridad más fuerte». En la URSSaparece una novela que glorificachabacanamente la capacidad de Stalinde extraer las «necesarias conclusionespolíticas». La publicación de Victorypor Alexandr Chakovski es consideradacomo parte de un movimiento de

«restalinización». Surgen pequeñasfotografías de Stalin en los parabrisas,en hogares, hoteles y quioscos. «Stalinen el parabrisas es hoy —escribe VíctorNekípelov, autor de Institute of Fools-un clamor ascendente… una protesta,por paradójica que sea, contra la actualdesintegración y falta de autoridad.»

Al iniciarse una peligrosa década,las demandas actuales de «autoridad»surgen en un momento en que fuerzasoscuras y largo tiempo olvidadascomienzan de nuevo a moverse entrenosotros. El New York Times informaque en Francia, «después de más de tresdécadas en hibernación, pequeños peroinfluyentes grupos derechistas están

buscando de nuevo el primer planointelectual, exponiendo teorías sobre laraza, la biología y el elitismo políticodesacreditadas por la derrota delfascismo en la Segunda GuerraMundial».

Predicando la supremacía racialaria, y violentamente antiamericanos,controlan una importante válvulaperiodística en el semanario de LeFígaro. Sostienen que las razas nacendesiguales y que deben ser mantenidasasí por medio de la política social.Enlazan sus argumentos con referenciasa E. O. Wilson y Arthur Jensen, paraprestar un color supuestamente científicoa sus tendencias virulentamente

antidemocráticas.Al otro extremo del Globo, en

Japón, mi mujer y yo estuvimos no hacemucho tiempo contemplando durante 45minutos el paso de una procesión decamiones en los que iban rufianespolíticos uniformados y cubiertos concascos, cantando y agitando los puñoshacia el cielo para protestar contraalguna política del Gobierno. Nuestrosamigos japoneses nos dicen que estosprecursores de unas nuevas tropas deasalto tienen contactos con las bandasmafiosas yakuza y están financiados porpoderosas figuras políticas ansiosas deque se produzca un retorno alautoritarismo prebélico.

Cada uno de estos fenómenos tiene,a su vez, su equivalente«izquierdista»… bandas terroristas quevocean los eslogans de la democraciasocialista, pero que están dispuestas aimponer a la sociedad su propia especiede autoritarismo totalitario, conKalashnikovs y bombas de plástico.

En los Estados Unidos, entre otrosturbadores signos, vemos elrenacimiento de un descarado racismo.Desde 1978, un resurgente Ku Klux Klanha quemado cruces en Atlanta, sitiado elAyuntamiento de Decatur (Alabama),con hombres armados, disparado contraiglesias negras y contra una sinagoga deJackson, Mississipí y mostrado señales

de renovada actividad en veintiúnEstados, desde California hastaConnecticut. En Carolina del Norte,miembros del Klan que son tambiénnazis declarados han matado a cincoactivistas de izquierda contrarios alKlan.

En resumen, la creciente demanda deuna «autoridad más fuerte» coincideprecisamente con el recrudecimiento degrupos acusadamente autoritarios queesperan beneficiarse de la quiebra delGobierno representativo. La chispa y layesca se están aproximandopeligrosamente la una a la otra.

Este clamor cada vez más intenso enpetición de autoridad se basa en tres

concepciones erróneas, la primera delas cuales es el mito de la eficienciaautoritaria. Pocas ideas están másampliamente extendidas que la de losdictadores, si no otra cosa, «hacen quelos trenes lleguen puntuales». En laactualidad se están derrumbando tantasinstituciones y es tan frecuente laimprevisibilidad, que millones depersonas cederían gustosamente un pocode libertad (preferiblemente la de algúnotro) para hacer que sus treneseconómicos, sociales y políticos fuesenpuntuales.

Pero la autoridad fuerte —e inclusoel totalitarismo— tiene poco que vercon la eficiencia. No hay muchas

pruebas que indiquen que la UniónSoviética está hoy eficientementegobernada, aunque su Gobierno es, sinduda, «más fuerte» y más autoritario quelos de Estados Unidos, Francia oSuecia. Aparte el Ejército, la Policíasecreta y otras pocas funciones vitalespara la perpetuación del régimen, laURSS es, a decir de todos —incluidosmuchos en la Prensa soviética—, unbarco que hace aguas. Es una sociedadviciada de derroche, irresponsabilidad,inercia y corrupción… en resumen, de«ineficacia totalitaria».

Incluso la Alemania nazi, tanmaravillosamente eficiente en laeliminación de polacos, rusos, judíos y

otros «no arios», fue bastante menoseficiente en otros aspectos. RaymondFletcher, miembro del Parlamentobritánico que se educó en Alemania y haseguido siendo un atento observador delas condiciones sociales alemanas, nosrecuerda una realidad olvidada:

«Pensamos en la Alemania nazicomo un modelo de eficiencia. Dehecho, Gran Bretaña estaba mejororganizada para la guerra que losalemanes. En el Ruhr, los naziscontinuaron produciendo tanques ytransportes blindados de personal muchodespués de que les fuera ya imposibleencontrar vías férreas para enviarlosadonde pudieran ser de utilidad. No

sabían servirse de los científicos. De16.000 inventos de importancia militarrealizados durante la guerra, pocosllegaron realmente a ser producidos acausa de la ineficacia dominante. Losservicios de información nazis acabaronpor espiarse unos a otros, mientras quelos británicos eran excelentes. Mientrasque los británicos organizaron a todo elmundo para que aportase verjas dehierro forjado y cacerolas con destino alesfuerzo bélico, los alemanes siguieronproduciendo artículos de lujo. Mientrasque los británicos alistaron a lasmujeres ya desde los primerosmomentos, los alemanes no lo hicieron.El propio Hitler fue un modelo de

indecisión. El Tercer Reich, comoejemplo de eficiencia militar, es un mitoridículo.»

Se necesita algo más que unGobierno fuerte, como veremos, parahacer que los trenes lleguen conpuntualidad.

La segunda y funesta falaciacontenida en el clamor por un Gobiernofuerte es la presunción implícita de queun estilo de Gobierno que dio resultadoen el pasado ha de dar también resultadoen el presente o en el futuro. Cuandopensamos en jefaturas estamoscontinuamente evocando imágenes delpasado… Roosevelt, Churchill, DeGaulle. Pero civilizaciones diferentes

requieren cualidades de mando tambiénmuy diferentes. Y lo que es fuerte en unapuede ser inepto y desastrosamentedébil en otra.

Durante la civilización de la primeraola, basada en la agricultura, la jefaturaderivaba típicamente del nacimiento, node méritos personales. Un monarcanecesitaba ciertas limitadas aptitudesbásicas… la capacidad de conducir alos hombres en el combate, la astuciapara enfrentar entre sí a sus barones, lainteligencia para consumar unmatrimonio ventajoso.

, La instrucción y la facultad depensamiento abstracto no figuraban entrelos requisitos básicos. Además, el jefe

era típicamente libre de ejercitar unaomnímoda autoridad personal de lamanera más caprichosa, inclusoantojadiza, sin el menor control porparte de la Constitución, la ley o laopinión pública. Si se necesitabaaprobación, era sólo de una pequeñacamarilla de nobles, señores yministros. El jefe capaz de movilizareste apoyo era «fuerte»., Por elcontrario, el jefe de la segunda olatrataba con un poder impersonal ycrecientemente abstracto. Debía tomarmuchas más decisiones sobre una másamplia variedad de materias, desdemanipular los medios de comunicación,hasta dirigir la macroeconomía. Sus

decisiones debían ser llevadas a lapráctica a través de una cadena deorganizaciones y agencias cuyascomplejas relaciones mutuascomprendía y orquestaba. Tenía que serinstruido y capaz de razonamientoabstracto. En lugar de un puñado debarones, tenía que desplegar unacompleja serie de élites y subélites.Además, su autoridad, aunque fuese undictador totalitario, se hallaba al menosnominalmente limitada por laConstitución, el precedente legal, lasexigencias políticas de los Partidos y lafuerza de la opinión pública.

Dados estos contrastes, el «másfuerte» jefe de la primera ola incrustado

en un entramado político de la segundaola habría parecido aún mías débil,confuso, errático e inepto que el «másdébil» dirigente de la segunda ola.

De manera similar, hoy, cuandoavanzamos a un nuevo estadio decivilización, Roosevelt, Churchill, DeGaulle, Adenauer (o incluso Stalin) —los líderes «fuertes» de las sociedadesindustriales— estarían tan fuera de lugary serían tan ineptos como el Rey LocoLudwig en la Casa Blanca. La búsquedade líderes aparentemente decididos,firmes y obstinados —ya seanKenmedys, Connallys, Reagans, Chiracso Thatchers— es un ejercicio denostalgia, una búsqueda de una figura

paterna o materna basada en anticuadaspresunciones. Pues la «debilidad» delos líderes actuales es menos un reflejode cualidades personales queconsecuencia del derrumbamiento de lasinstituciones de que depende su poder.

De hecho, su aparente «debilidad»es el resultado exacto de su acrecentado«poder». Así, mientras la tercera olacontinúa transformando la sociedad,elevándola a un nivel mucho más alto dediversidad y complejidad, todos loslíderes se van haciendo dependientes deun número cada vez mayor de personaspara la adopción y puesta en práctica dedecisiones. Cuando más poderosas sonlas herramientas que un jefe tiene a su

disposición —cazas supersónicos,armas nucleares, computadores,telecomunicaciones—, más dependiente,no menos se vuelve.

Es ésta una relación inquebrantableporque refleja la creciente complejidaden que necesariamente descansa hoy elpoder. Por esto es por lo que elpresidente americano puede estar apunto de oprimir el botón que le da elpoder de pulverizar el Planeta ysentirse, no obstante, tan desvalidocomo si no hubiese «nadie al otroextremo» de su línea telefónica. Poder eimpotencia son caras opuestas delmismo elemento semiconductor.

La emergente civilización de la

tercera ola exige, por estas razones, untipo totalmente nuevo de jefatura. Noestán aún completamente claras lascualidades requeridas por los líderes dela tercera ola. Tal vez descubramos quela fuerza radica no en el dogmatismo,sino en la capacidad de escuchar aotros; no en la fuerza demoledora, sinoen la imaginación; no en lamegalomanía, sino en la comprensión dela naturaleza limitada de la jefatura en elnuevo mundo.

Los líderes del mañana tal veztengan que enfrentarse a una sociedadmucho más descentralizada yparticipativa, una sociedad más diversaaún que la de hoy. Nunca pueden volver

a serlo todo para todo el mundo. Dehecho, es improbable que un solo serhumano llegue jamás a encarnar todaslas características requeridas. Lajefatura puede muy bien resultar ser mástemporal, colegiada y consensual.

En un clarividente artículopublicado en The Guardian, JillTweedie ha percibido este cambio: «Esfácil criticar… a Cárter — escribe—.Es posible que sea (¿lo es?) un hombredébil y vacilante… Pero también esposible… que el mayor pecado deJimmy Cárter sea su tácitoreconocimiento de que, a medida que seencoge el Planeta, los problemas… sontan generales, tan básicos y tan

interdependientes, que no pueden serresueltos, como antes, por iniciativa deun solo hombre o de un solo Gobierno».En resumen —sugiere—, estamosavanzando trabajosamente hacia unanueva clase de líder, no porque alguienpiense que es una buena cosa, sinoporque la naturaleza de los problemas lohace necesario. El hombre fuerte de ayerpuede resultar ser el canijo de 45 kilosde mañana.

Resulte esto o no ser así, hay unúltimo y más definitivo fallo en elargumento de que se necesita algúnmesías político para salvarnos deldesastre. Pues esta idea presupone quenuestro problema básico es personal. Y

no lo es. Aunque estuviéramosmandados por santos, genios y héroes,seguiríamos situados ante la crisisterminal del Gobierno representativo, latecnología política de la Era de lasegunda ola.

La red mundial

Si lo único por lo que tuviéramosque preocuparnos fuese por elegir al«mejor» dirigente, nuestro problemapodría resolverse dentro del entramadodel actual sistema político. Pero, en

realidad, el problema es mucho másprofundo. En esencia, los dirigentes —incluso «los mejores»— resultaninválidos porque se han quedadoanticuadas las instituciones a cuyotravés deben actuar.

En primer lugar, nuestras estructuraspolíticas y gubernamentales fuerondiseñadas en una época en que lanación-Estado estaba naciendo todavía.Cada Gobierno podía tomar decisionesmás o menos independientes. Hoy, comohemos visto, esto ya no es posible,aunque conservamos el mito de lasoberanía. La inflación se ha convenidoen una enfermedad tan transnacional, queni “quiera el señor Brezhnev o su

sucesor pueden impedir que el contagioatraviese la frontera. Los paísesindustriales comunistas, aunqueparcialmente separados del mundo yrígidamente controlados desde dentro,dependen de fuentes deaprovisionamiento externas para elpetróleo, los alimentos, la tecnología, elcrédito y otros artículos necesarios. En1979, la URSS se vio obligada a subirmuchos precios para el consumidor.Checoslovaquia duplicó el precio delfuel-oil. Hungría dejó boquiabiertos asus consumidores al elevar el precio dela electricidad en un 51%. Cadadecisión en un país impone problemas oexige respuestas en otro.

Francia construye una plantareprocesadora nuclear en Cap de laHague (que está más cerca de Londresque el reactor británico de Windscale),en un lugar en el que el polvo o el gasradiactivo, si salieran al exterior, seríanempujados hacia Gran Bretaña por losvientos imperantes en la zona. Losvertidos de petróleo mexicano ponen enpeligro el litoral de Texas, a quinientasmillas de distancia. Y si Arabia Saudí oLibia aumentan o disminuyen suproducción de petróleo, ello surteefectos inmediatos o a largo plazo en laecología de muchas naciones.

En esta íntimamente entrelazada red,los dirigentes nacionales pierden mucho

de su efectividad, cualquiera que sea laretórica que empleen o las armas que seesgriman. Sus decisiones provocanrepercusiones costosas, indeseadas yfrecuentemente peligrosas, tanto a nivelmundial como a nivel local. La escalade gobierno y la distribución de laautoridad decisoria sonirremediablemente inadecuadas para elmundo de hoy.

Pero ésta es sólo una de las razonespor las que las actuales estructuraspolíticas están anticuadas.

El problema delentretejimiento

Nuestras instituciones políticasreflejan también una anticuadaorganización del conocimiento. TodoGobierno tiene Ministerios oDepartamentos consagrados a camposconcretos tales como la economía, losasuntos exteriores, la defensa, laagricultura, el comercio, el correo o eltransporte. El Congreso de los EstadosUnidos y otros órganos legislativostienen, similarmente, comités destinadosde manera específica a tratar losproblemas relativos a esos campos. Lo

que ningún Gobierno de la segunda olapuede resolver —ni aun el máscentralizado y autoritario — es elproblema de entretenimiento: cómointegrar las actividades de todas estasunidades para que puedan producirprogramas metódicos y totalistas, enlugar de una confusa mescolanza deefectos contradictorios y mutuamenteanuladores.

Si hay una cosa que hubiéramosdebido aprender en las últimas décadas,es que todos los problemas sociales ypolíticos están entretejidos, que laenergía, por ejemplo, afecta a laeconomía, la cual, a su vez, afecta a lasalud, la que, a su vez, afecta a la

educación, el trabajo, la vida familiar ymil otras cosas. El intento de tratar porseparado problemas nítidamentedefinidos, aisladamente unos de otros —fruto de la mentalidad industrial—, nohace sino crear confusión y desastre. Sinembargo, la estructura organizativa delGobierno refleja con exactitud esteenfoque de la realidad propia de lasegunda ola.

Esta anacrónica estructura lleva ainterminables luchas por el poderjurisdiccional, a la externalización decostes —cada agencia intentandoresolver sus propios problemas a costade otra— y a la generación de efectossecundarios adversos. Por eso es por lo

que cada intento del Gobierno porremediar un problema conduce a unaerupción de nuevos problemas, confrecuencia peores que el original.

Típicamente, los Gobiernos intentanresolver este problema deentretenimiento mediante una mayorcentralización, nombrando un «zar» paraque se encargue de los papeleosburocráticos. Hace cambios, ciego a susdestructores efectos secundarios, o seentrega él también a tanto papeleo inútil,que no tarda en ser destronado. Pues lacentralización del poder no da yaresultado. Otra medida desesperada esla creación de innumerables comitésinterdepartamentales para coordinar y

revisar las decisiones. Sin embargo, elresultado es la construcción de un nuevoconjunto de tabiques y filtros a cuyotravés deben pasar las decisiones… yuna mayor complejificación dellaberinto burocrático. NuestrosGobiernos y estructuras políticasactuales están anticuados porquecontemplan el mundo a través de lentesde la segunda ola.

A su vez, esto agrava otro problema.

El aceleramientodecisional

Los Gobiernos y las institucionesparlamentarias de la segunda ola estabandiseñados para tomar decisiones con unritmo sosegado, adecuado a un mundo enel que un mensaje podría tardar unasemana en ir desde Boston o NuevaYork hasta Filadelfia. Hoy, si un ayatolláhace rehenes en Teherán o tose en Qom,funcionarios de Washington, Moscú,París o Londres pueden verse obligadosa responder con decisiones en cuestiónde minutos. La extrema velocidad delcambio coge desprevenidos a Gobiernosy políticos y contribuye a su sensaciónde desvalimiento y confusión, comoclaramente hace ver la Prensa. «Hacesólo tres meses —escribe Advertising

Age—, la Casa Blanca decía a losconsumidores que recorrieran muchastiendas antes de gastarse sus dólares.Ahora, el Gobierno está incitando a losconsumidores a gastar más libremente sudinero». Los expertos en cuestionespetrolíferas previeron la explosión deprecios del petróleo, informaAussenpolitik, el periódico de lapolítica exterior alemana, pero «no larapidez de los acontecimientos». Larecesión de 1974-1975 cayó sobre lospolíticos de los Estados Unidos con loque la revista Fortune denomina«gravedad y rapidez sorprendentes».

También el cambio social estáacelerando y ejerciendo presiones

adicionales sobre los decisorespolíticos. Business Week declara que enlos Estados Unidos, «mientras lamigración de la industria fue gradual…ayudó a unificar la nación. Pero durantelos cinco últimos años el proceso haroto todos los límites que pueden acogerlas actuales instituciones políticas».

Las propias carreras de los políticosse han acelerado también, a menudocogiéndoles desprevenidos. Sólo en1970, Margaret Thatcher predecía queen lo que a ella le quedaba de vidaninguna mujer sería nombrada jamáspara un cargo ministerial en el Gobiernobritánico. En 1979, ella misma eraPrimer Ministro.

En los Estados Unidos, Jimmy¿quién? saltó a la Casa Blanca encuestión de meses. Es más, aunque unnuevo presidente no toma posesión de sucargo hasta el mes de enero siguiente asu elección, Cárter se convirtióinmediatamente en el presidente defacto. Fue Cárter, no el saliente Ford,quien resultó bombardeado a preguntassobre el Oriente Medio, la crisisenergética y otras cuestiones casi antesde que se ultimara el recuento de votos.El derrotado Ford pasó al olvido casiinstantáneamente y a todos los efectosprácticos, pues el tiempo político estáahora demasiado comprimido y laHistoria se mueve con demasiada

rapidez como para permitir lostradicionales aplazamientos.

Similarmente, la «luna de miel» conla Prensa de que antes disfrutaba unnuevo presidente se vio truncada en eltiempo. Cárter, aun antes de iniciar susfunciones, fue censurado por laselección de su Gabinete y obligado aretirar su nombramiento para jefe de laCÍA. Más tarde, antes de quetranscurriese la mitad de su mandato decuatro años, el perspicaz corresponsalpolítico Richard Reeves estaba yaprofetizando una corta carrera para elpresidente porque «las comunicacionesinstantáneas han dilatado de tal modo eltiempo, que una presidencia de cuatro

años produce hoy más acontecimientos,más dificultades, más información, quecualquier presidencia de ocho años en elpasado».

Esta aceleración del ritmo de la vidapolítica, que refleja la generalizadaaceleración del cambio, intensifica elactual derrumbamiento político ygubernamental. Dicho de otra manera:nuestros dirigentes —forzados a trabajara través de instituciones de la segundaola para una sociedad más lenta— nopueden producir decisiones inteligentescon toda la rapidez que exigen losacontecimientos. O las decisiones llegandemasiado tarde, o predomina laindecisión.

Por ejemplo, el profesor RobertSkidelsky, de la Escuela de EstudiosInternacionales Avanzados de laUniversidad John Hopkins, escribe: «Hasido virtualmente imposible utilizar lapolítica fiscal porque se tardademasiado tiempo en aprobar lasmedidas apropiadas a través delCongreso, aun cuando existe unamayoría». Y esto fue escrito en 1974,mucho antes de que el punto muerto enmateria energética en América entraseen su sexto e interminable año.

La aceleración del cambio harebasado la capacidad decisoria denuestras instituciones, tornandoanticuadas las estructuras políticas

actuales, con independencia de todaideología de Partido. Estas institucionesson inadecuadas, no sólo en términos deescala y estructura, sino también entérminos de rapidez. Y tampoco esto estodo.

El colapso del consenso

Así como la segunda ola produjo unasociedad de masas, la tercera ola nosdesmasifica, llevando todo el sistemasocial a un nivel mucho más elevado dediversidad y complejidad. Este

revolucionario proceso, muy semejantea la diferenciación biológica que se daen la evolución, ayuda a explicar uno delos fenómenos políticos másgeneralmente advertidos de nuestrotiempo: el colapso del consenso.

De un extremo a otro del mundoindustrial, oímos a los políticoslamentar la pérdida de «objetivonacional», la ausencia del viejo«espíritu de Dunquerque», la erosión dela «unidad nacional» y la súbita ydesconcertante proliferación depoderosos grupos escindidos. El últimogrito en Washington es el «grupo de unsolo tema», que se refiere a lasorganizaciones políticas que surgen por

millares, de ordinario en torno a lo quecada una percibe como un temacandente: aborto, control de armas,derechos de los homosexuales,transporte escolar, energía nuclear, etc.Son tan diversos estos intereses, tanto anivel nacional como local, que políticosy funcionarios no pueden ya mantenerseal tanto de ellos.

Los propietarios de hogares móvilesse organizan para luchar contra loscambios de parcelación en el condado.Los granjeros luchan contra los cableseléctricos. Los jubilados se movilizancontra los impuestos escolares. Seorganizan las feministas, los chícanos,los padres sin cónyuge y los cruzados

antiporno. Una revista del Medio Oesteinforma incluso de la formación de unaorganización de «nazis gays»… algomuy embarazoso, sin duda, tanto paralos nazis heterosexuales, como para elMovimiento de Liberación Gay.

Simultáneamente, organizacionesnacionales de masas están tropezandocon dificultades para subsistir. Dice unparticipante en una conferencia deorganizaciones benéficas: «Las Iglesiaslocales no siguen ya la orientaciónnacional». Un experto en cuestioneslaborales informa que, en lugar de unsolo impulso político unificado porparte de la AFL-CIO, los sindicatos aella afiliados están cada vez más

montando sus propias campañas parasus propios fines.

Simplemente, el electorado no estáescindiéndose en dos. Los propiosgrupos escindidos son cada vez mástransitorios, surgiendo, desapareciendo,transformándose más y más rápidamentey formando un torrente espumante ydifícil de analizar. «En Canadá —diceun funcionario gubernamental—,suponemos actualmente que la duraciónde las nuevas organizaciones voluntariasoscilará entre seis y ocho meses. Haymás grupos, y son más efímeros». Deesta forma, la aceleración y ladiversidad se combinan para crear unaclase totalmente nueva de cuerpo

político.Estas mismas evoluciones relegan

también al olvido nuestras ideas sobrecoaliciones políticas, alianzas o frentesunidos. En una sociedad de la segundaola, un líder político podía coaligar amedia docena de bloques importantes,como hizo Roosevelt en 1932, y esperarque la coalición resultante se mantuvieseunida durante muchos años. Hoy esnecesario congregar cientos, inclusomiles de diminutos y efímeros grupos deintereses específicos, y la coaliciónmisma resultará también efímera. Talvez se mantenga unida el tiemposuficiente para elegir un presidente yvolver a disgregarse el día siguiente a la

elección, dejándole sin una base desustentación para su programa.

Esta desmasificación de la vidapolítica, que refleja todas las profundastendencias que ya hemos examinado entecnología, producción, comunicacionesy cultura, deteriora más aún lacapacidad de los políticos para tomardecisiones vitales. Acostumbrados amanipular a unos cuantos grupos deelectores bien conocidos y claramenteorganizados, se encuentran de prontositiados. Por todas partes, nuevos einnumerables grupos de electores,fluidamente organizados, exigenatención simultánea a necesidadesreales, pero angostas y poco familiares.

Demandas especializadas afluyentorrencialmente a las legislaturas yburocracias, a través de cada rendija,con cada saca postal y cada mensajero,por el montante y por debajo de lapuerta. El tremendo amontonamiento dedemandas y peticiones no deja tiempopara la deliberación. Además, como lasociedad está cambiando a ritmoacelerado y una decisión demoradapuede ser mucho peor que la totalausencia de decisión, todo el mundoexige respuesta inmediata. Comoconsecuencia, el Congreso se mantienetan ocupado que, según el representanteN. Y. Mineta, demócrata por California,«nos vemos yendo y viniendo. No es

posible una línea coherente depensamiento».

Las circunstancias difieren de unpaís a otro, pero lo que no difiere es elrevolucionario desafío planteado por latercera ola a las anticuadas institucionesde la segunda ola, demasiado lentas paraseguir el ritmo del cambio y demasiadoindiferenciadas para enfrentarse con losnuevos niveles de diversidad social ypolítica. Diseñadas para una sociedadmucho más lenta y simple, nuestrasinstituciones zozobran y pierdensincronismo. Y tampoco se puede hacerfrente a este desafío con sólo rectificarlas normas, pues ataca a la premisa másfundamental de la teoría política de la

segunda ola: el concepto derepresentación.

Así, el aumento de diversidadsignifica que, aunque nuestros sistemaspolíticos están fundados teóricamente enla regla de la mayoría, puede que resulteimposible formar una mayoría inclusoacerca de cuestiones cruciales para lasupervivencia. A su vez, este colapsodel consenso significa que, cada vez másGobiernos, son Gobiernos de minoría,basados en mutables e inciertascoaliciones.

La inexistencia de mayoría pone enridículo la teoría democrática clásica.Nos fuerza a preguntar si, ante laconvergencia de rapidez y diversidad,

algún grupo de electores puede estarjamás «representado». En una sociedadindustrial de masas, cuando las personasy sus necesidades eran bastanteuniformes y básicas, el consenso era unobjetivo susceptible de consecución. Enuna sociedad desmasificada, no sólocarecemos de objetivo nacional, sinotambién de objetivo estatal o municipal.Es tan grande la diversidad en cualquierdistrito parlamentario, sea en Francia,Japón o Suecia, que su «representante»no puede pretender legítimamente hablaren nombre de un consenso. No puederepresentar la voluntad general, por lasencilla razón de que no existe. ¿En quéviene a quedar, pues, la noción misma

de «democracia representativa»?Formular esta pregunta no es atacar

a la democracia. (Veremos en brevecómo la tercera ola abre paso a unademocracia enriquecida y ampliada).Pero un hecho queda perfectamenteclaro: no sólo nuestras instituciones dela segunda ola, sino también laspremisas mismas en que se basaban,están anticuadas.

Construida a escala equivocada,incapaz de enfrentarse adecuadamente aproblemas transnacionales, incapaz deabordar problemas interrelacionados,incapaz de mantenerse a la altura delimpulso acelerador, incapaz dehabérselas con elevados niveles de

diversidad, la sobrecargada y anticuadatecnología política de la Era industrialse está desmoronando ante nuestrospropios ojos.

La implosión decisional

Demasiadas decisiones, demasiadorápidas, sobre demasiados extraños ypoco familiares problemas —no unaimaginaria «falta de autoridad»—explican la absoluta incompetencia denuestras decisiones políticas ygubernamentales actuales. Nuestras

instituciones se están bamboleando aconsecuencia de una implosióndecisional.

Trabajando con una anticuadatecnología política, se está deteriorandorápidamente nuestra capacidad para unaefectiva toma de decisionesgubernamental. «Cuando todas lasdecisiones debían ser tomadas en laCasa Blanca —escribió WilliamShawcross en la revista Harper’s apropósito de la política camboyana deltándem Nixon-Kissinger—, había pocotiempo para considerar plenamenteninguna de ellas». De hecho, la CasaBlanca está tan asediada de decisiones—sobre toda clase de cuestiones, desde

contaminación del aire, tarifas dehospitales y energía nuclear hasta laeliminación de juguetes peligrosos (!)—que un consejero presidencial meconfió: «¡Aquí padecemos todos delshock del futuro!».

Y no les va mucho mejor a lasagencias ejecutivas. Cada Departamentose ve aplastado bajo la creciente cargade decisiones. Cada uno se ve obligadoa imponer el cumplimiento deinnumerables normas y a producirdiariamente grandes cantidades dedecisiones bajo enormes presionesacelerativas.

Así, una reciente investigación de laFundación Nacional para las Artes (de

los Estados Unidos) llegó a laconclusión de que su Consejo invertíacuatro minutos y medio en examinarcada clase de solicitud. «El número desolicitudes… ha desbordado, conmucho, la capacidad de la FNA paratomar decisiones de calidad», declarabael informe.

Existen pocos estudios buenos deeste atasco decisional. Uno de losmejores es el análisis realizado porTrevor Armbrister del incidente delPueblo de 1968, en el que losnorcoreanos capturaron un buque espía yse produjo un peligroso enfrentamientoentre los dos países. Según Armbrister,el funcionario del Pentágono que realizó

la «evaluación del riesgo» sobre lamisión del Pueblo, y la aprobó, tuvosólo unas pocas horas para apreciar losriesgos de 76 distintas misionesmilitares propuestas. El funcionario senegó después a calcular cuánto tiempohabía dedicado realmente a considerarla misión del Pueblo.

Pero en unas reveladoras palabrascitadas por Armbrister, un funcionariode la Defense Intelligence Agencyexplicó: «Lo que probablementeocurrió… es que se encontró el librosobre su mesa una mañana a las nueve,con orden de devolverlo a mediodía.Ese libro tiene el tamaño de un catálogode «Sears». Le sería físicamente

imposible estudiar con detalle cadamisión». Sin embargo, bajo la presióndel tiempo, el riesgo de la misión delPueblo fue calificado de «mínimo». Siel agente de la DÍA está en lo cierto,cada misión militar evaluada esamañana recibió, por término medio,menos de dos minutos y medio deatención. No es extraño que las cosas noresultasen.

Por ejemplo, los funcionarios delPentágono han perdido la pista de treintamil millones de dólares en pedidos dearmas para el extranjero, y no saben siesto es reflejo de errores colosales decontabilidad, o de no haber facturado alos compradores por los importes

debidos, o si el dinero fue desviado ensu integridad a otras cosas. Estamultimillonaria coladura, según uncontrolador del Departamento deDefensa, tiene la «letal potencialidad deun cañón suelto rodando por nuestracubierta». Confiesa que «lo triste es queno sabemos en realidad cuáles son lasdimensiones de esta confusión. Pasaránprobablemente cinco años antes de quepodamos aclararlo». Y si el Pentágono,con sus sistemas de información y suscomputadoras, se está volviendodemasiado grande y complejo paramanejarlo adecuadamente, como muybien puede ser el caso, ¿qué decir delGobierno como un todo?

Las viejas instituciones decisoriasreflejan cada vez más el desordenexistente en el mundo exterior. El asesorde Cárter, Stuart Eizenstat, habla de «lafragmentación de la sociedad en gruposde interés» y la correlativa«fragmentación de la autoridadcongresional en subgrupos». Enfrentadocon esta nueva situación, un presidenteno puede ya imponer fácilmente suvoluntad al Congreso.

Tradicionalmente, un presidentepodía negociar con media docena deancianos y poderosos titulares de lapresidencia de distintos comités yesperar que le entregasen los votosnecesarios para aprobar su programa

legislativo. Hoy, los presidentes decomités del Congreso no puedendisponer de los votos de los miembrosmás jóvenes de la Cámara, más de loque pueden disponer la AFL-CIO de losvotos de sus afiliados o la Iglesiacatólica de los de sus fieles. Porinfortunado que ello les pueda parecer alos anticuados y atareados presidentes,la gente —incluidos los miembros delCongreso— está ahora pensando máspor su propia cuenta y aceptando menossumisamente las órdenes. Pero todo estohace imposible que el Congreso, talcomo está actualmente estructurado,preste una mantenida atención a ningunacuestión o responda rápidamente a las

necesidades de la nación.Refiriéndose al «frenético ritmo», un

informe de la Cámara de Compensacióndel Congreso sobre el Futuro resumevívidamente la situación: «Crisis decreciente complejidad y que se sucedena la velocidad de la luz, tales comovotaciones en una sola semana sobre laliberalización de la gasolina, Rodesia,el canal de Panamá, un nuevoDepartamento de Educación, impuestossobre productos alimenticios,autorización de la AMTRAK,eliminación de residuos sólidos ynormas para la protección de especiesen peligro de extinción, estánconviniendo al Congreso, que en otro

tiempo fuera escenario de minuciosos yreflexivos debates… en el hazmerreír dela nación».

Evidentemente, los procesospolíticos varían de un país industrial aotro, pero en todos ellos actúan fuerzassimilares. «Los Estados Unidos no sonel único país que parece confuso yparalizado —declara U. S. News &World Repon—. Échese un vistazo a laUnión Soviética… Ninguna respuesta alas propuestas americanas de control dearmas nucleares. Largas demoras en lanegociación de acuerdos comercialescon naciones capitalistas y socialistas.Trato confuso al presidente francésGiscard d’Estaing durante una visita

oficial. Indecisión sobre la política en elOriente Medio. Exhortacionescontradictorias a los comunistas de laEuropa Occidental para que se opongany cooperen con los Gobiernosnacionales… Incluso en un sistema departido único es casi imposibleproyectar políticas firmes… nireaccionar con rapidez ante problemascomplejos».

En Londres, un miembro delParlamento nos dice que el Gobiernocentral está «enormementesobrecargado», y Sir Richard Marsh, exministro del Gobierno y actualpresidente de la British NewspaperPublishers Association, declara que «la

estructura del Parlamento hapermanecido relativamente invariabledurante los últimos 250 años y no esadecuada a la actividad de toma dedecisiones que es necesaria hoy… LaCámara entera es totalmente ineficaz —dice—, y el Gabinete no es muchomejor».

¿Y qué decir de Suecia, con suinestable Gobierno de coalicióndifícilmente capaz de resolver lacuestión nuclear que ha dividido al paísdurante casi una década? ¿O de Italia,con su terrorismo y sus recurrentescrisis políticas, incapaz hasta de formarun Gobierno que dure seis meses?

Nos estamos enfrentando con una

nueva y amenazadora verdad. Lasconvulsiones y crisis políticas quesurgen ante nosotros no pueden serresueltas por líderes —fuertes o débiles—, mientras esos líderes se veanobligados a actuar a través deinstituciones inapropiadas,desmoronadas y sobrecargadas.

Un sistema político no sólo debe sercapaz de adoptar decisiones y hacerlascumplir; debe operar a la escalaadecuada, debe ser capaz de integrarpolíticas distintas, debe ser capaz detomar decisiones con la rapideznecesaria y debe reflejar la diversidadde la sociedad y responder a ella. Si noreúne alguno de estos requisitos, se

expone al desastre. Nuestros problemasno son ya cuestión de «izquierda» o«derecha», de «autoridad fuerte» o«autoridad débil». El sistema dedecisión mismo se ha convertido en unaamenaza.

Lo verdaderamente asombroso en laactualidad es que nuestros Gobiernoscontinúen funcionando. Ningúnpresidente de corporación intentaríagobernar una gran compañía con uncuadro organizativo diseñado por vezprimera por la pluma de ave de algúnantepasado del siglo XVIII, cuya únicaexperiencia directiva consistiese enadministrar una granja. Ningún piloto ensu sano juicio intentaría tripular un

reactor supersónico con los antiguosinstrumentos de navegación y control deque disponían Blériot o Lindbergh. Sinembargo, esto es aproximadamente loque estamos intentando hacer en el planopolítico.

La rápida obsolescencia de nuestrossistemas políticos de la segunda ola, enun mundo erizado de armas nucleares ysituado al borde mismo del colapsoeconómico o ecológico, crea unaamenaza extrema para toda lasociedad… no sólo para losmarginados, sino también para losintegrados; no sólo para los pobres, sinotambién para los ricos, así como paralas partes no industriales del mundo.

Pues el peligro inmediato que nosacecha a todos radica no tanto en losusos calculados del poder por parte dequienes lo ostentan, cuanto en losefectos secundarios, no calculados, dedecisiones generadas por máquinasdecisorias político-burocráticas tanpeligrosamente anacrónicas, que inclusolas mejores intenciones pueden abocar acatastróficos resultados.

Nuestros llamados sistemaspolíticos «contemporáneos» estáncopiados de modelos inventados antesde la aparición del sistema fabril…antes de los alimentos en conserva, larefrigeración, la luz de gas o lafotografía, antes del horno Bessemer o

la introducción de la máquina deescribir, antes de la invención delteléfono, antes de que Orville y WilburWright se remontaran en el aire, antes deque el automóvil y el avión acortaran lasdistancias, antes de que la radio y latelevisión empezaran a forjar sualquimia en nuestras mentes, antes de lamuerte industrializada de Auschwitz,antes del gas paralizador y de losproyectiles nucleares, antes de loscomputadores, las máquinasmulticopistas, las píldorasanticonceptivas, los transistores y losrayos láser. Fueron creados en un mundointelectual que es casi inimaginable…un mundo anterior a Marx, anterior a

Darwin, anterior a Freud, anterior aEinstein.

Esta es, pues, la cuestión políticamás importante con que nosenfrentamos: la obsolescencia denuestras más fundamentales institucionespolíticas y gubernamentales.

A medida que vamos siendosacudidos por una crisis tras otra,surgirán de entre los despojosambiciosos Hitlers y Stalins paradecirnos que ha llegado el momento deresolver nuestros problemasprescindiendo no sólo de nuestrosanticuados artilugios institucionales,sino también de nuestra libertad. Aladentrarnos en la Era de la tercera ola,

los que queramos ampliar la libertadhumana no podremos hacerlo con sólodefender nuestras institucionesexistentes. Tendremos que —comohicieron hace dos siglos los padresfundadores de América— inventar otrasnuevas.

XXVIII DEMOCRACIADEL SIGLO XXI

A los Padres Fundadores:Vosotros sois los revolucionarios

puros. Vosotros sois los hombres ymujeres, los labradores, mercaderes,artesanos, abogados, impresores,folletistas, tenderos y soldados quecreasteis una nueva nación en las lejanascostas de América. Figuran entrevosotros los 55 que se reunieron en1787 para forjar, durante un tórridoverano en Filadelfia, ese asombroso

documento denominado la Constituciónde los Estados Unidos. Vosotros sois losinventores de un futuro que se haconvertido en mi presente.

Ese trozo de papel, con la Carta deDerechos añadida en 1791, es,evidentemente, uno de los más pasmososlogros de la historia humana. Yo, comomuchos otros, me veo continuamenteobligado a preguntarme cómo pudisteis—cómo fuisteis capaces, en medio detumultuosas agitaciones sociales ypolíticas y bajo la acción de inmediatasy fuertes presiones— reunir una tanextraordinaria percepción del emergentefuturo. Escuchando los distantes sonidosdel mañana, os disteis cuenta de que

estaba muriendo una civilización y otranueva estaba naciendo.

Llego a la conclusión de que fuisteisimpulsados a ello, fuisteis empujados,arrastrados por la ineluctable fuerza delos acontecimientos, temiendo elcolapso de un Gobierno ineficaz,paralizado por principios inadecuados yestructuras anticuadas.

Rara vez ha sido realizada una obratan excelsa por hombres detemperamentos tan acusadamentedivergentes —hombres brillantes,antagonistas y egotistas—, hombresapasionadamente entregados a tandiversos intereses regionales yeconómicos, pero tan turbados e

indignados por las terribles«ineficiencias» de un Gobiernoexistente, como para reuniros y proponeruno radicalmente nuevo basado enprincipios sorprendentes.

Aun ahora, estos principios meconmueven, como han conmovido amillones y millones de personas en todoel Planeta. Confieso que me resultadifícil leer ciertos pasajes de Jeffersono Paine, por ejemplo, sin que su bellezay su significado me lleven casi al bordede las lágrimas.

Quiero agradeceros a vosotros, losrevolucionarios puros, por habermehecho posible vivir medio siglo comociudadano americano bajo un gobierno

de leyes, no de hombres, yespecialmente por esa inestimable Cartade Derechos que me ha hecho posiblepensar, expresar opiniones impopulares,por necias o equivocadas que fuesen aveces… de hecho, escribir lo que siguesin miedo a censura.

Pues lo que ahora debo escribirpuede fácilmente ser mal interpretadopor mis contemporáneos. Algunos loconsiderarán, sin duda, sedicioso. Sinembargo, es una dolorosa verdad que yocreo que vosotros habríais comprendidoen seguida. Pues el sistema de gobiernoque vosotros creasteis, incluido losprincipios mismos en que os basasteis,se están tornando crecientemente

anticuados y, por ello, crecientemente,aunque inadvertidamente, opresivos ypeligrosos para nuestro bienestar. Espreciso cambiarlo radicalmente einventar un nuevo sistema de gobierno…una democracia para el siglo XXI.

Vosotros sabíais, mejor quenosotros, que ningún Gobierno, ningúnsistema político, ninguna constitución,ninguna carta o Estado es permanente, nipueden tampoco las decisiones delpasado vincular para siempre al futuro.Ni puede un Gobierno diseñado parauna civilización, habérselasadecuadamente con la siguiente.

En consecuencia, habríaiscomprendido por qué hasta la

Constitución de los Estados Unidosnecesita ser reconsiderada, y alterada,no para reducir el presupuesto federal oincorporar éste o aquel angostoprincipio, sino para ampliar su Carta deDerechos, teniendo en cuenta amenazasa la libertad inimaginadas en el pasado,y crear toda una nueva estructura degobierno capaz de tomar decisionesinteligentes y democráticas necesariaspara nuestra supervivencia en un nuevomundo.

No vengo con ningún fácil borradorde la Constitución de mañana. Desconfíode los que creen tener ya las respuestascuando aún estamos tratando de formularlas preguntas. Pero ha llegado el

momento de que imaginemosalternativas completamente nuevas, deque revisemos, discrepemos, discutamosy diseñemos, desde su misma base, laarquitectura democrática del mañana.

No con espíritu de ira o dogmatismo,no en un súbito e impulsivo espasmo,sino mediante las más amplias consultasy la pacífica participación del público,necesitamos aunar nuestros esfuerzospara reconstituir América.

Vosotros habríais comprendido estanecesidad. Pues fue un hombre devuestra generación —Jefferson— quien,con madura reflexión, declaró: «Algunoshombres miran las constituciones conreverente veneración y las consideran

el arca de la alianza, demasiadosagrada para tocarla. Atribuyen a loshombres del tiempo precedente unasabiduría más que humana, y suponenque lo que ellos hicieron está porencima de toda rectificación…Ciertamente, no estoy propugnando laintroducción de cambios frecuentes eimprovisados en leyes yconstituciones… Pero sé también queleyes e instituciones deben ir de lamano con el progreso de la mentehumana… A medida que se hagannuevos descubrimientos, surjan nuevasverdades y cambien costumbres yopiniones con el cambio de lascircunstancias, las instituciones deben

avanzar también y mantener el ritmo delos tiempos».

Por esta sensatez y buen criterio,sobre todo, doy gracias a Mr. Jefferson,que ayudó a crear el sistema que nos haservido durante tanto tiempo y que ahoradebe, a su vez, morir y ser reemplazado.

Alvin TofflerWashington, ConnecticutUna carta imaginaria… Seguramente

que en muchas naciones habrá otros que,si se les diera oportunidad, expresaríansentimientos similares. Pues laobsolescencia de muchos de losGobiernos actuales no es ningún secretoque sólo yo haya descubierto. Ni estampoco una enfermedad exclusiva de

América.El hecho es que la construcción de

una nueva civilización sobre los restosde la antigua implica el diseño denuevas y más adecuadas estructuraspolíticas en muchas naciones a la vez.Se trata de un proceso trabajoso, peronecesario, de dimensionesimpresionantes y que, sin duda, tardarádécadas en completarse.

Con toda probabilidad, se necesitaráuna prolongada batalla para diseccionarradicalmente —e incluso suprimir— elCongreso de los Estados Unidos, losComités Centrales y Politburós de losEstados industriales comunistas, laCámara de los Comunes y la Cámara de

los Lores, la Cámara de Diputadosfrancesa, el Bundestag, la Dieta, losgigantescos Ministerios y atrincheradosservicios civiles de muchas naciones,las Constituciones y sistemasjudiciales… en resumen, gran parte delpesado y cada vez menos eficaz aparatode Gobiernos supuestamenterepresentativos.

Y esta oleada de lucha políticatampoco se detendrá, probablemente, enel plano nacional. A lo largo de meses ydécadas, toda la «maquinaria legislativamundial» —desde las Naciones Unidas,en un extremo, hasta el consejomunicipal, en el otro— se acabaránenfrentando a una creciente y,

finalmente, irresistible demanda dereestructuración.

Todas estas estructuras tendrán queser fundamentalmente alteradas, noporque sean intrínsecamente malas, niaun porque se hallen controladas porésta o aquella clase o grupo, sino porqueson crecientemente inviables,inadecuadas ya para las necesidades deun mundo radicalmente cambiado.

Esta tarea implicará a muchosmillones de personas. Si esta radicalrevisión tropieza con una rígidaresistencia, ello podría originarderramamientos de sangre. Lo pacíficoque vaya a resultar el procesodependerá de muchos factores, por

tanto… de lo flexibles o intransigentesque se muestren las élites dominantes,de si el cambio se ve acelerado por elcolapso económico, de si se producen ono amenazas externas e intervencionesmilitares. Evidentemente, los riesgosson grandes.

Pero los riesgos de no someter arevisión nuestras instituciones políticasson mayores aún, y cuanto antesempecemos, más seguros estaremostodos.

Para construir Gobiernos viables —y llevar a cabo lo que puede muy bienser la tarea política más importante denuestras vidas— tendremos que eliminarlos estereotipos acumulados de la Era

de la segunda ola. Y tendremos quereconsiderar la vida política con arregloa tres principios fundamentales.

De hecho, muy bien puedenconvenirse en los principios básicos delos Gobiernos de la tercera ola delmañana.

Poder de la minoría

El primer y herético principio delGobierno de la tercera ola es el delpoder de la minoría. Sostiene que elimperio de la mayoría, el principio

legitimador fundamental de la Era de lasegunda ola, se está tornandocrecientemente anticuado. No son lasmayorías, sino las minorías las quecuentan. Y nuestro sistema político debereflejar crecientemente ese hecho.

Expresando las convicciones de sugeneración revolucionaria, fue tambiénJefferson quien afirmó que losGobiernos deben comportarse con«absoluta aquiescencia a las decisionesde la mayoría». Los Estados Unidos yEuropa —todavía en el alborear de laEra de la segunda ola— estabanempezando sólo el largo proceso que lasacabaría por convertir en sociedades demasas industriales. El concepto de

imperio de la mayoría se adecuabaperfectamente a las necesidades de esassociedades.

Como hemos visto, en la actualidadestamos dejando atrás el industrialismoy convirtiéndonos rápidamente en unasociedad desmasificada. Enconsecuencia, se va haciendo cada vezmás difícil —a menudo, imposible—movilizar una mayoría e incluso unacoalición gobernante. Por eso es por loque Italia se ha pasado seis meses, yHolanda cinco, sin ningún Gobierno enabsoluto. En los Estados Unidos —diceel científico político Walter DeanBurnham, del Massachusetts Institute ofTechnology—, «hoy en día no veo la

base para ninguna mayoría positivasobre nada».

Como su legitimidad dependía deella, las élites de la segunda ola siemprepretendían hablar en nombre de lamayoría. El Gobierno de los EstadosUnidos era «de… por… y para elpueblo». El partido comunista soviéticohablaba en nombre de la «clasetrabajadora». Nixon afirmabarepresentar a la «mayoría silenciosa» deAmérica. Y en los Estados Unidosactuales, los intelectualesneoconservadores atacan las demandasde minorías como las de negros,feministas o chicanos y aseguranrepresentar los intereses de la gran

mayoría sólida y moderada.Atrincherados en las grandes

Universidades del Nordeste y en loscírculos intelectuales de Washington, sinponer jamás los pies en lugares talescomo Marietta, en Ohio, o Salina, enKansas, los académicosneoconservadores parecen considerar la«América Media» como una inmensa yuniforme «masa» gris de trabajadoresmanuales antiintelectuales y más omenos ignorantes y empleadosinstalados en los suburbios de lasgrandes ciudades. Pero estos grupos sonmucho menos uniformes omonocromáticos de lo que desde lejosles parece a los intelectuales y políticos.

El consenso es tan difícil de obtener enla América Media como en otraspartes… en el mejor de los casos esfugaz, intermitente, y está limitado a muypocas cuestiones. Puede que losneoconservadores estén encubriendo suspolíticas antiminorías bajo el manto deuna mayoría mítica, más que real.

Lo cierto es que otro tanto puededecirse referido al otro extremo delespectro político. En muchos países dela Europa Occidental, los partidossocialistas y comunistas pretendenhablar en nombre de «las masastrabajadoras». Sin embargo, cuanto másatrás dejamos la sociedad de masasindustrial, menos sostenibles resultan las

premisas marxistas. Pues tanto las masascomo las clases pierden gran parte de susignificado en la emergente civilizaciónde la tercera ola.

En lugar de una sociedad altamenteestratificada, en la que unos cuantosbloques importantes se alían para formaruna mayoría, tenemos una sociedadconfigurativa, una sociedad en la quemiles de minorías, muchas de ellastemporales, se arremolinan y formanpautas nuevas y transitorias,convergiendo rara vez en un consenso deun 51% sobre temas importantes. Elavance de la civilización de la terceraola debilita, así, la legitimidad mismade muchos Gobiernos existentes.

La tercera ola desafía también todasnuestras presunciones convencionalessobre la relación entre imperio de lamayoría y justicia social. También aquí,como en muchas otras materias, estamospresenciando un sorprendente vaivénhistórico. A todo lo largo de la Era de lacivilización de la segunda ola, la luchapor el predominio de la mayoría erahumana y liberadora. En los países aúnen vías de industrialización, como laactual Unión Sudafricana, lo siguesiendo. En las sociedades de la segundaola, el imperio de la mayoría significabacasi siempre un trato más justo para lospobres. Pues los pobres eran lamayoría.

Sin embargo, hoy, en los paísessacudidos por la tercera ola, sueleocurrir precisamente lo contrario. Losverdaderamente pobres no tienen yanecesariamente el número de su parte.En muchos países se han convertido —al igual que todos los demás— en unaminoría. Y, salvo que se produzca unholocausto económico, lo seguiránsiendo.

Por tanto, el imperio de la mayoríano sólo no es adecuado ya comoprincipio legitimador; tampoco es yanecesariamente humanizador nidemocrático en las sociedades que seestán adentrando en la tercera ola.

Los ideólogos de la segunda ola se

lamentan rutinariamente de la ruptura dela sociedad de masas. En lugar de ver enesta enriquecida diversidad unaoportunidad para el desarrollo humano,la atacan como «fragmentación» y«balcanización» y la atribuyen aldespertado «egoísmo» de las minorías.Esta trivial explicación no hace sinosustituir la causa por el efecto. Pues elcreciente activismo de las minorías noes el resultado de un súbito acceso deegoísmo; es, entre otras cosas, reflejo delas necesidades de un nuevo sistema deproducción que exige, para su existenciamisma, una sociedad mucho másvariada, colorista, abierta y diversa queninguna de cuantas hayamos conocido

jamás.Las implicaciones de este hecho son

enormes. Significa, por ejemplo, quecuando los rusos intentan suprimir lanueva diversidad o sofocar elpluralismo político que le acompaña, loque hacen en realidad es —por utilizarsu propia jerga— «encadenar losmedios de producción», reducir el ritmode la transformación económica ytecnológica de la sociedad. Y en elmundo no comunista, nosotros nosenfrentamos a la misma opción:podemos oponer resistencia al avancehacia la diversidad, en el último ynumantino intento de salvar nuestrasinstituciones políticas de la segunda ola,

o podemos reconocer la diversidad ycambiar, en consecuencia, esasinstituciones.

La primera estrategia sólo puede serllevada a la práctica por mediostotalitarios, y su resultado es unestancamiento económico y cultural; lasegunda conduce a la evolución social ya una democracia del siglo XXI basadaen la minoría.

Para reconstituir la democracia entérminos de la tercera ola, necesitamosdesechar la aterradora, pero falsa,suposición de que un incremento dediversidad origina automáticamente unaumento de tensión y nuevos conflictosen la sociedad. De hecho, puede ocurrir

exactamente lo contrario. El conflicto enla sociedad no sólo es necesario, sinotambién, dentro de ciertos límites,deseable. Pero si cien hombres deseandesesperadamente todos el mismoanillo, pueden verse obligados a lucharpor él. Por el contrario, si cada uno delos cien hombres tienen un objetivodistinto, les es mucho más provechosonegociar, cooperar y formar relacionessimbióticas. Supuestas unas adecuadasorganizaciones sociales, la diversidadpuede dar lugar a una civilizaciónsegura y estable.

Es la falta actual de institucionespolíticas apropiadas lo que agudizainnecesariamente el conflicto entre

minorías hasta el borde de la violencia.Es la falta de tales instituciones lo quehace intransigentes a las minorías. Es laausencia de tales instituciones lo quehace que sea cada vez más difícilencontrar la mayoría.

La solución a estos problemas no essofocar la discrepancia o acusar deegoísmo a las minorías (como si no lofuesen también las élites y sus expertos).La solución radica en imaginativas ynuevas medidas para acomodar ylegitimar la diversidad… nuevasinstituciones que sean sensibles a lasrápidamente mudables necesidades deminorías cambiantes y cada vez másnumerosas.

La aparición de una sociedaddesmasificada hace salir a la superficieprofundas y turbadoras cuestiones sobreel futuro del gobierno de la mayoría y detodo el sistema mecánico de votar paraexpresar preferencias. Puede que algúndía los futuros historiadores considerenla votación y la búsqueda de mayoríacomo un arcaico ritual practicado porprimitivos en el terreno de lascomunicaciones. Pero hoy, en un mundopeligroso, no podemos permitirnosdelegar un poder total en nadie, nopodemos renunciar ni a la débilinfluencia popular que existe bajo lossistemas mayoritarios, y no podemostolerar que minúsculas minorías tomen

vastas decisiones que tiranicen a todaslas demás minorías.

Por eso es por lo que debemosrevisar drásticamente los toscosmétodos de la segunda ola mediante loscuales buscamos la engañosa mayoría.Necesitamos nuevos procedimientosdiseñados para una democracia deminorías, métodos cuya finalidad esrevelar diferencias, más que encubrirlascon mayorías forzadas o ficticiasbasadas en la votación excluyente, lasofística cuadriculación de losproblemas, o manipuladosprocedimientos electorales.Necesitamos, en suma, modernizar todoel sistema para fortalecer el papel de las

diversas minorías, permitiéndolas, noobstante, formar mayorías.

Pero hacerlo así requerirá cambiosradicales en muchas de nuestrasestructuras políticas, empezando por elsímbolo mismo de la democracia: laurna electoral.

En las sociedades de la segunda ola,el votar para determinar la voluntadpopular constituyó una importante fuentede realimentación para las élitesgobernantes. Cuando, por una u otrarazón, las condiciones se hacíanintolerables para la mayoría, y el 51%de los votantes registraba su malestar,las élites podían cambiar los partidos,variar la política o realizar cualquier

otro ajuste.Pero, aun en la sociedad de masas

de ayer, el principio del 51% era uninstrumento decididamente tosco,puramente cuantitativo. El votar paradeterminar la mayoría no nos dice nadasobre la calidad de las opiniones de lagente. Puede decirnos cuántas personas,en un momento dado, desean X, pero nocuan ardientemente lo desean. Sobretodo, no nos indica nada sobre lo queestarían dispuestas a cambiar por X…información crucial en una sociedadcompuesta por muchas minorías.

Y tampoco nos indica cuándo unaminoría se siente tan amenazada, oconcede tal importancia vital a una

determinada cuestión, que sus opinionesdeben ser objeto de una valoración másintensa que lo habitual.

En una sociedad de masas, estosconocidos defectos del gobierno de lamayoría eran tolerados porque, entreotras cosas, la generalidad de lasminorías carecían de poder estratégicopara romper el sistema. Esto ya noocurre en la sociedad finamentereticulada de hoy, en la que todos somosmiembros de grupos minoritarios.

Para una sociedad desmasificada dela tercera ola, los sistemas derealimentación del pasado industrialresultan demasiado toscos. Por eso,tendremos que utilizar las votaciones, y

las encuestas, de una forma radicalmentenueva.

En vez de buscar sencillos votosafirmativos o negativos, necesitamosidentificar potenciales variaciones conpreguntas como: «Si abandono mipostura sobre el aborto, ¿ abandonaráusted la suya sobre los gastos militares ola energía nuclear?», o «Si admito unpequeño recargo adicional en miimpuesto sobre la renta del año queviene, a fin de que su importe seadestinado a financiar su proyecto, ¿quéofrecerá usted a cambio?».

En el mundo en que nos estamosadentrando, con sus ricas tecnologías decomunicaciones, hay muchas formas

para que la gente manifieste talesopiniones sin poner jamás los pies en uncolegio electoral. Y, como veremos ensu momento, hay también formas deintroducir esto en el proceso de toma dedecisiones.

Podemos también purificar nuestrasleyes electorales para eliminarorientaciones antiminoritarias. Haymuchas maneras de hacerlo. Un métodototalmente convencional sería adoptaralguna variante de votación cumulativa,como hacen actualmente muchascorporaciones para proteger losderechos de los accionistasminoritarios. Tales métodos permiten alos votantes indicar no sólo sus

preferencias, sino también la intensidady el orden de preferencia de susopciones.

Ciertamente, habremos de prescindirde nuestras anticuadas estructuras departido, diseñadas para un mundo enlento cambio de movimientos masivos ycomercialización en masa, e inventarpartidos modulares temporales quesirvan a las cambiantes configuracionesde las minorías… partidos de quitaipóndel futuro.

Puede que necesitemos nombrar«diplomáticos» o «embajadores» cuyamisión sea mediar no ya entre países,sino entre minorías dentro de cada país.Puede que necesitemos crear

instituciones cuasipolíticas para ayudara las minorías —sean profesionales,étnicas, sexuales, regionales, recreativaso religiosas— a formar y romperalianzas con mayor facilidad y rapidez.

Por ejemplo, puede que necesitemosproporcionar palenques en los quediferentes minorías, sobre una baserotatoria o, quizá, puramente aleatoria,se reúnan para tratar problemas,negociar acuerdos y resolver disputas.Si se reuniese a médicos, motociclistas,programadores de ordenadoreselectrónicos, adventistas del séptimo díay Panteras Grises, con ayuda demoderadores adiestrados en clarificarproblemas, establecer prioridades y

resolver disputas, podrían formarsesorprendentes y constructivas alianzas.

Como mínimo, se podrían exponerlas diferencias y explorar las bases parauna negociación política. Tales medidasno eliminarán (ni deben eliminar) todoconflicto. Pero pueden elevar la luchasocial y política a un nivel másinteligente y potencialmenteconstructivo… en especial si se hallanconectadas con una fijación de objetivosa largo plazo.

En la actualidad, la mismacomplejidad de los problemassuministra intrínsecamente una mayorvariedad de puntos negociables. Pero elsistema político no está estructurado

para sacar partido de esto. Alianzas yacuerdos potenciales pasaninadvertidos… elevando, así,innecesariamente las tensiones entregrupos, al tiempo que fuerzan ysobrecargan las instituciones políticasexistentes.

Por último, puede que necesitemosfacultar a las minorías para laregulación de sus propios asuntos yalentarlas a formular objetivos a largoplazo. Por ejemplo, podríamos ayudar alas personas de un barrio concreto, deuna subcultura bien definida o de ungrupo étnico, a establecer sus propiostribunales juveniles bajo la supervisióndel Estado, con el fin de poder

disciplinar a sus propios jóvenes sindepender de que lo haga por ellos elEstado. Tales instituciones construiríancomunidad e identidad, y contribuiríanal establecimiento de la ley y el orden,al tiempo que aliviarían de innecesariotrabajo a las sobrecargadas institucionesoficiales.

Sin embargo, puede que nos resultenecesario ir mucho más allá de esasmedidas reformistas. Para fortalecer larepresentación de las minorías en unsistema político creado para unasociedad desmasificada, puede quetengamos que acabar eligiendo al menosa algunos de nuestros funcionarios en laforma más antigua de todas: echando a

suertes. Así, algunas personas hansugerido con toda seriedad que laelección de los miembros de lalegislatura o el Parlamento del futuro sehaga de la misma forma con que hoyelegimos a los miembros de los juradoso de los Ejércitos.

Theodore Becker, profesor deDerecho y Ciencias Políticas en laUniversidad de Hawai, pregunta: «¿Porqué es tan importante que puedan tomardecisiones de vida o muerte laspersonas que forman parte de… jurados,mientras que las decisiones sobre cuántodinero debe gastarse en centros deasistencia a la infancia o en cuestionesmilitares quedan reservadas a sus

“representantes»?Afirmando que la organización

política existente perjudicasistemáticamente a las minorías, Becker,una autoridad en materia constitucional,nos recuerda que, mientras que los noblancos forman aproximadamente el20% de la población americana, en1976 ocupaban sólo el 4% de losescaños de la Cámara deRepresentantes, y sólo el 1% de los delSenado. Las mujeres, que componen másdel 50% de la población, ocupaban sóloel 4% de los escaños de la Cámara deRepresentantes… y ninguno en elSenado. Los pobres, los jóvenes, losinteligentes, pero carentes de

instrucción, y otros muchos grupos, sehallan en similar situación dedesventaja. Y esto no es sólo en losEstados Unidos. En el Bundestag, sóloel 7% de los escaños están ocupadospor mujeres, y tendencias similares seobservan también en muchos otrosGobiernos. Semejantes distorsiones nopueden por menos de embotar lasensibilidad del sistema hacia lasnecesidades de los gruposinfrarrepresentados.

Dice Becker: «Entre el 57% de losmiembros del Congreso americanodeberían ser elegidos al azar entreciudadanos americanos, del mismomodo que son obligatoriamente

alistados en el servicio militar cuandose considera necesario». Porsorprendente que la sugerencia puedaparecer al principio, nos obliga areflexionar seriamente sobre si unosrepresentantes elegidos al azar lo harían(o podrían hacerlo) peor que loselegidos por medio de los métodosactuales.

Si dejamos volar por un momento laimaginación, podemos encontrar muchasotras y sorprendentes alternativas. Dehecho, disponemos ahora de las técnicasnecesarias para elegir muestras muchomás representativas que cuantasrealizaron jamás el sistema de jurados oel alistamiento, con sus exclusiones

preferenciales. Podemos construir unCongreso o Parlamento del futuro másinnovativo aún… y, paradójicamente,hacerlo con más respeto a la tradición.

No tenemos que escoger al azar ungrupo de personas y expedirlas aWashington, Londres, Bonn, París oMoscú. Podríamos si asilodecidiéramos, conservar a nuestrosrepresentantes elegidos, permitiéndoles,sin embargo, depositar sólo el 50% delos votos sobre cualquier cuestión yreservando el otro 50% de los votos auna muestra de personas tomada al azarentre el público.

Mediante el empleo decomputadores, telecomunicaciones

avanzadas y métodos de encuesta,resulta sencillo no sólo seleccionar unamuestra del público, sino tambiénmantener esa muestra actualizada ysuministrarle una información puntualsobre las cuestiones a tratar. Cuando senecesitara una ley, todo el conjunto derepresentantes elegidostradicionalmente, reunidos a la maneratradicional, bajo la cúpula delCapitolio, o en Westminster, o en laBundeshaus, o en el edificio de la Dieta,podrían deliberar y discutir, enmendar yestructurar la legislación.

Pero cuando llegara el momento dela decisión, los representantes elegidosdepositarían sólo el 50% de los votos,

mientras que la muestra de personaselegidas al azar —que no estarían en lacapital, sino que se encontraríangeográficamente dispersas en suspropios hogares o despachos—depositarían electrónicamente el 50%restante. Tal sistema no se limitaría aproporcionar un proceso másrepresentativo que lo que ningúnGobierno «representativo» haproporcionado jamás, sino que asestaríaun golpe demoledor a los grupos deintereses especiales y grupos de presiónque infestan los pasillos de la mayorparte de los Parlamentos. Esos grupostendrían que tratar con la gente, no sólocon unos cuantos funcionarios elegidos.

Yendo más lejos aún, podríaconcebirse que los votantes de undistrito eligieran no a un solo individuocomo su «representante», sino, de hecho,a una muestra de la poblaciónseleccionada al azar. Esta muestrapodría «servir en el Congreso» —comosi fuese una persona— directamente, consus opiniones computadasestadísticamente en votos. O podría, a suvez, elegir a un solo individuo para quela representase, instruyéndole sobrecómo debía votar. O… Laspermutaciones que permiten las nuevastecnologías de telecomunicación soninfinitas y extraordinarias. Una vez quecomprendemos que nuestras actuales

instituciones políticas y constitucionesse han quedado anticuadas y empezamosa buscar alternativas, se abrensúbitamente ante nosotros toda clase desorprendentes opciones políticas quenunca antes habían sido posibles. Sihemos de gobernar sociedades quecaminan aceleradamente hacia el sigloXXI, deberíamos, por lo menos,considerar las tecnologías y lasherramientas conceptuales que el sigloXX ha puesto a nuestra disposición.

Pero lo que aquí importa no sonestas sugerencias concretas. Trabajandojuntos en ello, podemos, sin duda,encontrar ideas mejores, más fáciles dellevar a la práctica, menos drásticas en

su formulación. Lo importante es ladirección general que decidamos seguir.Podemos lanzarnos a una batalla, deantemano perdida, por suprimir osofocar las germinantes minorías de hoy,o podemos reconstituir nuestros sistemaspolíticos a fin de acomodarlos a lanueva diversidad. Podemos continuarutilizando las toscas herramientas de lossistemas políticos de la segunda ola, obien diseñar sensitivas y nuevasherramientas para una democracia delmañana basada en las minorías.

A medida que la tercera oladesmasifica a la vieja sociedad demasas de la segunda ola, sus presiones—estoy convencido de ello—

impondrán esa opción. Pues si lapolítica fue «premayoritaria» durante laprimera ola, y «mayoritaria» durante lasegunda, lo probable es que mañana sea«minimayoritaria», una fusión delgobierno de la mayoría con el poder dela minoría.

Democracia semidirecta

La segunda piedra angular de lossistemas políticos del mañana debe serel principio de «democraciasemidirecta»… un cambio de depender

de los representantes a representarnos anosotros mismos. La mezcla de ambascosas es la democracia semidirecta.

Como hemos visto, el colapso delconsenso subvierte el concepto mismode representación. Sin un acuerdo entrelos votantes, ¿a quién «representa»realmente el representante? Al mismotiempo, los legisladores han idoapoyándose cada vez más en su personalde expertos y asesores para laelaboración de las leyes. Losparlamentarios británicos se encuentranen una notoria posición de debilidadante la burocracia de Whitehall, porquecarecen del adecuado apoyo técnico,con lo cual se desplaza una mayor

cantidad de poder desde el Parlamentohacia el funcionariado elegido.

El Congreso de los Estados Unidos,en un esfuerzo por contrarrestar lainfluencia de la burocracia ejecutiva, hacreado su propia burocracia… unaOficina de Presupuestos del Congreso,una Oficina de Valoración de laTecnología y otras dependencias yorganismos necesarios. Así, el personalal servicio del Congreso se ha elevadode 10.700 a 18.400 durante la últimadécada. Pero esto no ha hecho sinotransferir intramuros el problemaextramuros. Nuestros representanteselegidos saben cada vez menos acercade las innumerables medidas sobre la

que deben decidir y se ven obligados aconfiar cada vez más en el criterio deotros. El representante ya no serepresenta ni a sí mismo.

Más fundamentalmente, losParlamentos, Congresos o Asambleaseran lugares en los que, teóricamente,podían conciliarse las pretensiones deminorías rivales. Sus «representantes»podían negociar por ellos. Con lasanticuadas y romas herramientaspolíticas de hoy, ningún legisladorpuede ni siquiera seguir la pista a losnumerosos grupúsculos quenominalmente representa, y muchomenos negociar efectivamente en sunombre. Y cuanto más sobrecargados

van quedando el Congreso americano, oel Bundestag alemán, o el Stortingnoruego, más empeora la situación.

Esto ayuda a explicar por qué sevuelven intransigentes grupos de presiónpolítica centrados en un solo tema.Viendo las limitadas oportunidades queexisten para una sofisticada negociacióno la reconciliación a través delCongreso o las legislaturas, susexigencias al sistema se vuelveninnegociables. La teoría del Gobiernorepresentativo como intermediario finalcae también por tierra.

La quiebra de la negociación, elatasco decisional, la cada vez más graveparálisis de las instituciones

representativas significa, a la larga, quemuchas de las decisiones que ahora sontomadas por pequeños números deseudorrepresentantes pueden tener que irsiendo gradualmente desplazadosnuevamente hacia el propio electorado.Si nuestros intermediarios elegidos nopueden concluir acuerdos en nuestronombre, tendremos que hacerlo nosotrosmismos. Si las leyes que hacen son cadavez más ajenas o insensibles a nuestrasnecesidades, tendremos que hacerlasnosotros. Mas para esto necesitaremostambién nuevas instituciones y nuevasideologías.

Los revolucionarios de la segundaola que inventaron las actuales

instituciones básicas del equipajerepresentativo conocían perfectamentelas posibilidades de la democraciadirecta frente a las de la democraciarepresentativa. En la constituciónrevolucionaria francesa de 1793 habíahuellas de democracia directa. Losrevolucionarios americanos conocíantodo lo referente a los Ayuntamientos deNueva Inglaterra y a la formación de unconsenso orgánico en pequeña escala.Más tarde, en Europa, Marx y susseguidores invocaban frecuentemente laComuna de París como modelo departicipación ciudadana en laelaboración y ejecución de las leyes.Pero los defectos y limitaciones de la

democracia directa eran tambiénconocidos y, a la sazón, máspersuasivos.

«En The Federalist se adujeron dosobjeciones a tal innovación —escribenMcCauley, Rood y Johnson, autores deuna propuesta para un PlebiscitoNacional en los Estados Unidos—. Enprimer lugar, la democracia directa nopreveía ningún control ni aplazamientosobre reacciones temporales yemocionales del público. Y, en segundo,las comunicaciones de la época nopodían utilizar la mecánica».

Son problemas legítimos. ¿Cómohabría votado, por ejemplo, a mediadosde los años sesenta, un frustrado e

inflamado público americano sobre silanzar o no la bomba nuclear sobreHanoi? ¿O un públicogermanooccidental, furioso contra losterroristas de la Baader-Meinhof, sobreuna propuesta de crear campos deconcentración para «simpatizantes»? ¿Ysi los canadienses hubieran celebrado unplebiscito sobre Quebec la semanasiguiente a haber subido Rene Lévesqueal poder? Se presume que losrepresentantes elegidos son menosemocionales y más reflexivos que elpúblico.

Pero el problema de una reacciónexcesivamente emocional del públicopuede resolverse de varías maneras,

tales como exigir una período deenfriamiento o una segunda votaciónantes de llevar a la práctica decisionesimportantes adoptadas mediantereferéndum u otras formas dedemocracia directa.

Una imaginativa solución es lasugerida por un programa desarrolladopor los suecos a mediados de los añossetenta, cuando el Gobierno convocó alpueblo a participar en la formulación deuna política energética nacional.Comprendiendo que la mayoría de losciudadanos carecían de adecuadosconocimientos técnicos sobre lasdiversas opciones energéticas, desde lasolar hasta la nuclear o la geotérmica, el

Gobierno creó un curso de diez horassobre energía e invitó a todos los suecosa que se inscribieran en él, o en otroequivalente, para hacerrecomendaciones formales al Gobierno.

Simultáneamente, sindicatos, centrosde educación de adultos y partidos detodos los sectores del espectro políticocrearon también sus propios cursos dediez horas. Se esperaba queparticiparían hasta diez mil suecos. Parasorpresa general, fueron entre setenta yochenta mil los que acudieron a lasdiscusiones organizadas en hogares ycentros comunitarios… el equivalente (aescala americana) de unos dos millonesde ciudadanos tratando de reflexionar

juntos sobre un problema nacional.Sistemas similares podrían emplearsefácilmente para obviar las objeciones al«superemocionalismo» en losreferendums u otras formas dedemocracia directa.

La otra objeción también puederesolverse. Pues las antiguaslimitaciones en el campo de lascomunicaciones no se interponen ya enel camino de una ampliada democraciadirecta. Espectaculares avancesrealizados en la tecnología de lascomunicaciones abren, por primera vez,un extraordinario despliegue deposibilidades para la participaciónciudadana en la toma de decisiones

políticas.No hace mucho tiempo, tuve el

placer de pronunciar el discurso depresentación de un acontecimientohistórico —el primer «Ayuntamientoelectrónico» del mundo— por el sistemade televisión por cable Qube deColumbus (Ohio). Utilizando estesistema interactivo de comunicaciones,los habitantes de un pequeño suburbiode Ohio participaban realmente, pormedio de la electrónica, en una reuniónpolítica de su comisión local deplanificación. Oprimiendo un botón ensu sala de estar, podían votarinstantáneamente sobre propuestasrelativas a cuestiones prácticas tales

como establecimiento de distritos,códigos de vivienda y construcción decarreteras. Podían no sólo votar sí o no,sino también participar en la discusión yhablar realmente en ella. Podían incluso,oprimiendo un botón, decir al presidentecuándo debían pasar al punto siguientedel orden del día.

Esto es sólo la primera y másprimitiva indicación del potencial delmañana para la democracia directa.Utilizando computadores avanzados,satélites, teléfonos, televisión por cabley otros medios, una ciudadanía instruidapuede, por primera vez en la Historia,empezar a tomar muchas de sus propiasdecisiones políticas.

La cuestión no está planteada entérminos disyuntivos. No se trata dedemocracia directa frente a democraciaindirecta, de intervención personalfrente a representación por otros.

Pues ambos sistemas tienen ventajasy existen formas altamente creadoras,pero infrautilizadas, de combinar laparticipación directa de los ciudadanoscon la «representación» en un nuevosistema de democracia semidirecta.

Por ejemplo, podríamos decidircelebrar un referéndum sobre unacuestión polémica como el desarrollonuclear, tal como han hecho yaCalifornia y Austria. Pero en vez dedejar la decisión final a los votantes,

podríamos hacer que un organismorepresentativo —el Congreso, porejemplo— debatiese y decidiese,finalmente, la cuestión.

Así, si el pueblo votaba en favor dela energía nuclear, se podría entregar uncierto y predeterminado «paquete» devotos a los miembros del Congresopartidarios de la energía nuclear. Estos,en virtud de la respuesta pública,podrían recibir una «ventaja»automática de entre el 10 y el 25% en elpropio Congreso, según la fuerza delvoto favorable en el plebiscito. De estemodo no se da un cumplimientopuramente automático a los deseos delos ciudadanos, pero se atribuye a esos

deseos un cierto peso específico. Setrata de una variación del PlebiscitoNacional antes mencionado.

Se pueden inventar muchas otrasmedidas imaginativas para combinar lademocracia directa y la indirecta. En laactualidad, los miembros del Congreso yde la mayoría de los parlamentos ylegislaturas crean sus propios comités.No hay medio alguno de que losciudadanos fuercen a los legisladores acrear un comité que trate sobre algunacuestión olvidada o altamente polémica.Pero, ¿por qué no podría facultarsedirectamente a los votantes a obligar aun cuerpo legislativo a crear comitéssobre cuestiones que el público —no los

legisladores —considerase importante?Presento estas «fantásticas»

propuestas no porque esté firmemente afavor de ellas, sino, simplemente, paraponer de relieve una cuestión másgeneral: Existen poderosos medios deabrir y democratizar un sistema que sehalla próximo a desmoronarse y en elque pocos, si es que hay alguno, sesienten adecuadamente representados.Pero debemos empezar a pensar fuera delos trillados caminos de los últimostrescientos años. No podemos yaresolver nuestros problemas con lasideologías, los modelos o las estructurasresiduales del pasado de la segunda ola.

Preñadas de inciertas implicaciones,

estas nuevas propuestas exigen unacuidadosa experimentación local antesde que intentemos aplicarlas en granescala. Pero, con independencia de loque sintamos acerca de ésta o aquellasugerencia, las viejas objeciones a lademocracia directa se van haciendo másdébiles precisamente en el momento enque se tornan más fuertes las objecionesa la democracia representativa. Porpeligrosa e incluso grotesca que puedaparecer a algunos, la democraciasemidirecta es un principio moderadoque puede ayudarnos a crear nuevas yviables instituciones para el futuro.

Distribución de decisiones

Abrir el sistema a un mayor poderde las minorías y permitir a losciudadanos desempeñar un papel másdirecto en su propio gobierno son cosasnecesarias, pero nos llevan a recorrersólo una parte del camino. El tercerprincipio vital para la política delmañana tiende a deshacer el atascodecisional y situar las decisiones alládonde deben estar. Esto, y nosimplemente el cambio de líderes, es elantídoto a la parálisis política. Yo lollamo «distribución de decisiones».

Algunos problemas no pueden ser

resueltos a nivel local. Otros no puedenser resueltos a nivel nacional. Algunosrequieren acción simultánea en variosniveles distintos. Además, el lugaradecuado para resolver un problema nose mantiene fijo. Cambia con el tiempo.

Para remediar el atasco decisionalde hoy, consecuencia de la sobrecargainstitucional, necesitamos repartir lasdecisiones y distribuirlas másampliamente, variando el lugar de tomade decisiones según lo exijan losproblemas.

La organización política actual violatotalmente este principio. Los problemasse han desplazado, pero el poderdecisional no. Así, demasiadas

decisiones continúan aún concentradas,y la arquitectura institucional essumamente complicada en el planonacional. Por el contrario, no se tomanlas suficientes decisiones en el planotransnacional, y las estructuras que en élse necesitan están radicalmentesubdesarrolladas. Además, se reservanmuy pocas decisiones para el nivelsubnacional… regiones, Estados,provincias y ciudades o agrupacionessociales no geográficas.

Como hemos visto, muchos de losproblemas con los que contienden losGobiernos nacionales están fuera de sucapacidad de resolución… su magnitudes demasiado grande para cualquier

Gobierno concreto. Por tanto,necesitamos desesperadamente inventarnuevas e imaginativas instituciones en elplano transnacional, al que puedentransferirse muchas decisiones. Porejemplo, no podemos esperarenfrentarnos con el amplísimo poder dela corporación transnacional — un rivalde la nación-Estado— por medio de unalegislación estrictamente nacional.Necesitamos medidas transnacionalespara establecer, y si es necesarioimponer, códigos de conducta de lascorporaciones a nivel mundial.

Tomemos el caso de la corrupción.Las corporaciones americanas quevenden sus productos en el extranjero se

ven gravemente perjudicadas por lasleyes antisoborno americanas, porqueotros Gobiernos permiten —de hecho,incitan— a sus fabricantes a sobornar alos clientes extranjeros. Similarmente,las Compañías multinacionales queobservan una responsable política enrelación con el medio ambiente seguiránenfrentándose con la competenciadesleal de empresas que prescinden deella, mientras no exista una adecuadainfraestructura a nivel transnacional.

Necesitamos reservas alimenticiastransnacionales y organizaciones deayuda en situaciones de calamidadpública. Necesitamos agenciasmundiales que den la alarma sobre la

inminencia de malas cosechas, quemoderen las oscilaciones en los preciosde los recursos fundamentales ycontrolen la desbocada expansión deltráfico de armas. Necesitamosconsorcios y agrupaciones deorganizaciones no gubernamentales queaborden diversos problemas de ámbitomundial.

Necesitamos agencias muchomejores para regular los cambios dedivisas. Necesitamos alternativas —ocompletas transformaciones— al FondoMonetario Internacional, el BancoMundial, el COMECON, la OTAN yotras instituciones semejantes.Tendremos que inventar nuevos

organismos que aumenten los beneficiosy limiten los efectos secundariosnocivos de la tecnología. Debemosacelerar la creación de poderosasagencias transnacionales para el controldel espacio exterior y de los océanos.Tendremos que revisar totalmente lasosificadas y burocráticas NacionesUnidas.

A nivel transnacional somos tanpolíticamente primitivos ysubdesarrollados en la actualidad comolo éramos a nivel nacional cuandoempezó la revolución industrial, hacetrescientos años. Transfiriendo algunasdecisiones «hacia arriba» desde lanación-Estado, no sólo adquirimos la

posibilidad de actuar eficazmente en elplano en que radican muchos de nuestrosmás explosivos problemas, sino que, almismo tiempo, reducimos la excesivacarga decisional que pesa sobre el yasobrecargado centro, la nación-Estado.La distribución de las decisiones esesencial.

Pero elevar las decisiones a lo largode la escala es sólo la mitad de la tarea.También es evidentemente necesariohacer descender hacia el centro una grancantidad del conjunto de decisiones.

Tampoco aquí se plantea la cuestiónen términos disyuntivos. No se trata dedescentralización frente a centralizaciónen un sentido absoluto. La cuestión es la

reasignación racional del proceso detoma de decisiones en un sistema que hahecho excesivo hincapié en lacentralización, hasta el punto de que lascorrientes de nueva información estánsumergiendo y paralizando a los que hande adoptar las decisiones.

La descentralización política no esninguna garantía de democracia… esperfectamente posible la existencia detiranías locales. Con frecuencia, lapolítica local está más corrompida aúnque la política nacional. Además,muchas cosas que pasan pordescentralización —la reorganizacióngubernamental de Nixon, por ejemplo—no son sino una especie de

seudodescentralización para beneficiode los centralizadores.

No obstante, con todas estasreservas, no es posible dar nuevamenteorden, sentido y «eficiencia»empresarial a muchos Gobiernos, sinuna sustancial delegación de podercentral. Necesitamos repartir la cargadecisional y desplazar hacia abajo unaparte importante de ella.

Y esto no porque románticosanarquistas quieran hacernos volver a la«democracia de aldea» ni porqueirritados y opulentos contribuyentesquieran reducir los servicios deasistencia social a los pobres. La razónes que cualquier estructura política —

incluso con baterías de computadoresIBM 370— sólo puede manejar undeterminado volumen de información,sólo puede producir una cierta cantidady calidad de decisiones, y que laimplosión decisional ha empujado ya alos gobiernos más allá de este punto deruptura.

Además, las instituciones degobierno deben guardar correlación conla estructura de la economía, el sistemade información y otras características dela civilización. Hoy, estamospresenciando una descentralizaciónfundamental, poco advertida por loseconomistas convencionales, de laproducción y la actividad económica.

De hecho, muy bien puede ocurrir que launidad básica no sea ya la economíanacional.

Lo que estamos viendo, como hepuesto ya de manifiesto, es laemergencia de grandes subeconomíasregionales, cada vez más coherentes,dentro de cada economía nacional. Estassubeconomías van diferenciándose cadavez más una de otra, con problemasacusadamente divergentes. Una puedehallarse afectada por el paro; otra, porescasez de mano de obra. En Bélgica,Valonia protesta del desplazamiento dela industria a Flandes; los Estados de lasMontañas Rocosas se niegan aconvertirse en «colonias energéticas» de

la Costa Oeste.Políticas económicas uniformes

acuñadas en Washington, París o Bonnejercen impactos radicalmentediferentes sobre estas subeconomías. Lamisma política nacional que ayuda a unaregión o industria perjudicacrecientemente a otras. Por esta razón,gran parte de la actividad políticaeconómica debe ser desnacionalizada ydescentralizada.

En el plano de las grandes empresas,no sólo vemos esfuerzos dedescentralización interna (es el caso deuna reciente reunión de 280 altosejecutivos de la «General Motors» quese pasaron dos días hablando sobre

cómo romper los moldes burocráticos ydesplazar del centro las decisiones),sino también una efectivadescentralización geográfica. BusinessWeek informa de «un desplazamientogeográfico de la economía de losEstados Unidos, a medida que vansiendo más las compañías queconstruyen instalaciones o establecenoficinas en partes del país menosfácilmente accesibles».

Todo esto refleja, en parte, ungigantesco desplazamiento de lascorrientes de información en lasociedad. Como hemos visto antes,estamos experimentando unafundamental descentralización de las

comunicaciones, a medida que sedesvanece el poder de las redescentrales. Estamos presenciando unaasombrosa proliferación de sistemas detelevisión por cable, cassettescomputadores y organización de correoelectrónico privado, todos los cualesapuntan en la misma direccióndescentralizadora. No puede unasociedad descentralizar la actividadeconómica, las comunicaciones ymuchos otros procesos cruciales sinverse obligada también, tarde otemprano, a descentralizar igualmente elproceso de toma de decisiones en elplano político.

Todo esto exige algo más que meros

cambios cosméticos en las institucionespolíticas existentes. Implica masivasbatallas por el control de lospresupuestos, los impuestos, la tierra, laenergía y otros recursos. La distribuciónde las decisiones no llegará fácilmente,pero es absolutamente inevitable en unotras otro de los paísessupercentralizados.

Hemos considerado hasta ahora ladistribución decisional como mediopara romper el atasco, para descongelarel sistema político de modo que puedavolver a funcionar. Pero hay algo más.Pues la aplicación de este principio nose limita a reducir la carga decisionalque pesa sobre los Gobiernos. De una

manera fundamental, modifica laestructura misma de las élites,adecuándolas a las necesidades de lacivilización emergente.

La expansión de las élites

El concepto de «carga decisional»es crucial para cualquier comprensiónde la democracia. Todas las sociedadesnecesitan una cierta cantidad y calidadde decisiones políticas para funcionar.De hecho, cada sociedad tiene su propiay singular estructura decisional. Cuanto

más numerosas, variadas, frecuentes ycomplejas sean las decisionesrequeridas para gobernarla, más pesadaes la «carga decisional». Y la forma enque se reparte esa carga influyefundamentalmente sobre el nivel dedemocracia en la sociedad.

En las sociedades preindustriales,donde la división del trabajo erarudimentaria y el cambio escaso, elnúmero de decisiones políticas oadministrativas necesarias paramantener las cosas en funcionamientoera mínimo. La carga decisional erapequeña. Una diminuta élite gobernante,semieducada y no especializada, podríadirigir más o menos las cosas, sin ayuda

procedente desde abajo, soportando porsí sola toda la carga decisional.

Lo que ahora llamamos democraciasurgió sólo cuando la carga decisionalrebasó súbitamente la capacidad de lavieja élite para manejarla. La llegada dela segunda ola, trayendo consigo unaexpansión del tráfico comercial, unamayor división del trabajo y el salto aunnivel completamente nuevo decomplejidad en la sociedad, causó en sutiempo la misma clase de implosióndecisional que la tercera ola estácausando hoy.

Como consecuencia, la capacidaddecisional de los viejos gruposgobernantes se vio desbordada, y fue

preciso reclutar nuevas élites y subélitespara enfrentarse a la carga decisional.Hubo que crear nuevas yrevolucionarias instituciones políticasdirigidas a ese fin.

Al irse desarrollando la sociedad,tornándose aún más compleja, sus élitesintegrantes, los «técnicos del poder»,fueron viéndose, a su vez, continuamenteobligados a reclutar nueva savia paraque les ayudase a soportar la crecientecarga decisional. Fue este invisible peroinexorable proceso lo que fue atrayendoprogresivamente a la clase media alruedo político. Fue esta ampliadanecesidad de toma de decisiones lo quecondujo a un progresivo ensanchamiento

de la participación y creó más huecosque debían ser llenados desde abajo.

Muchas de las más encarnizadasbatallas políticas libradas en países dela segunda ola —la lucha de los negrosamericanos por su integración, de lossindicalistas británicos por una igualdadde oportunidades en el campo de laeducación, de las mujeres por susderechos políticos, la oculta lucha declases en Polonia o la Unión Soviética— se referían a la distribución de estasnuevas ranuras en las estructuras de lasélites.

En un momento dado, sin embargo,había un límite concreto para laspersonas que podían ser absorbidas en

las élites gobernantes. Y ese límite seveía esencialmente fijado por lasdimensiones de la carga decisional.

Pese a las pretensionesmeritocráticas de la sociedad de lasegunda ola, por tanto, subpoblacionesenteras se vieron relegadas sobre basesracistas, sexistas u otras similares.Periódicamente, siempre que lasociedad pasaba a un nuevo nivel decomplejidad y aumentaba la cargadecisional, los grupos excluidos,percibiendo las nuevas oportunidades,intensificaban sus demandas de igualdadde derechos, las élites abrían un pocomás las puertas y la sociedadexperimentaba lo que parecía una oleada

de mayor democratización.Si esta imagen es nada más que

aproximadamente correcta, ello nosindica que la extensión de la democraciadepende menos de la cultura, menos dela clase marxista, menos del valor en elcampo de batalla, menos de la retórica,menos de la voluntad política, que de lacarga decisional existente en unasociedad dada. Una carga pesada deberáfinalmente ser compartida mediante unamás amplia participación democrática.Por lo tanto, mientras la cargadecisional del sistema social aumenta, lademocracia se conviene, no en materiade elección, sino de necesidadevolutiva. El sistema no puede funcionar

sin ella.Lo que todo esto sugiere, además, es

que podemos muy bien estar al borde deotro gran salto democrático haciadelante. Pues la misma implosión delproceso decisional que ahora agobia anuestros presidentes, primeros ministrosy Gobiernos, abre —por primera vezdesde la revolución industrial—excitantes perspectivas para una radicalexpansión de la participación política.

La inminente superlucha

La necesidad de nuevas institucionespolíticas encuentra su exactoparalelismo en nuestra necesidad denuevas instituciones familiares,educativas y empresariales. Estáíntimamente conectada con nuestrabúsqueda de una nueva base energética,nuevas tecnologías y nuevas industrias.Refleja la revolución operada en elcampo de las comunicaciones y lanecesidad de reestructurar las relacionescon el mundo no industrial. En suma, esel reflejo político de los aceleradoscambios que se suceden en todas estasesferas diferentes.

Sin percibir estas conexiones esimposible extraer algún sentido de los

titulares que nos rodean. Pues elconflicto político actual más importanteno es ya el existente entre ricos ypobres, entre grupos étnicos dominantesy dominados, ni aun entre capitalistas ycomunistas. La lucha decisiva es hoy latrabada entre los que tratan de apuntalary preservar la sociedad industrial y losque están dispuestos a avanzar más allá.Esta es la superlucha del mañana.

No desaparecerán otros conflictos,más tradicionales, entre clases, razas eideologías. Puede incluso —como hesugerido antes— que se tornen másviolentos, especialmente si padecemosturbulencias económicas de grandesdimensiones. Pero todos estos conflictos

serán absorbidos —y continuarándesarrollándose en su interior— por lasuperlucha que recorre toda actividadhumana, desde el arte y el sexo, hasta elcomercio y las elecciones.

Por eso es por lo que encontramosdos guerras políticas librándosesimultáneamente a nuestro alrededor. Aun nivel vemos los acostumbradosenfrentamientos políticos entre gruposque combaten entre sí para obtener unaganancia inmediata. Sin embargo, anivel más profundo estos grupostradicionales de la segunda ola cooperanpara oponerse a las nuevas fuerzaspolíticas de la tercera ola.

Este análisis explica por qué

nuestros actuales partidos políticos, tananticuados en su estructura como en suideología, semejan borrosas imágeneslos unos de los otros. Demócratas yrepublicanos, así como conservadores ylaboristas, cristianodemócratas ygaullistas, liberales y socialistas,comunistas y conservadores, son todos—pese a sus diferencias— partidos dela segunda ola. Todos ellos, aunquepugnando por conquistar el poder, sehallan básicamente empeñados enpreservar el agonizante orden industrial.

Dicho de otra manera: elacontecimiento político más importantede nuestro tiempo es la aparición de doscampos básicos: uno, comprometido con

la civilización de la segunda ola; otro,comprometido con la de la tercera. Unopermanece tenazmente dedicado apreservar las instituciones centrales dela sociedad de masas industrial: lafamilia nuclear, el sistema de educacióncolectiva, la corporación, el sindicatode masas, la nación-Estado centralizaday la política de gobiernoseudorrepresentativo. El otro reconoceque los problemas más urgentes de hoy,desde la energía, la guerra y la pobrezahasta la degradación ecológica y laquiebra de las relaciones familiares, nopueden ya resolverse dentro del marcode una civilización industrial.

Las líneas entre estos dos campos no

están nítidamente dibujadas aún. Comoindividuos, la mayoría de nosotrosestamos divididos, con un pie en cadauno. Los problemas se aparecen todavíaconfusos e interconectados uno con otro.Además, cada campo está compuestopor muchos grupos que persiguen laconsecución de sus propios intereses,mezquinamente percibidos, sin unavisión de amplia perspectiva. Ytampoco tiene ninguna de las dos partesdel monopolio de la virtud moral. Enambos bandos se alinean personasdecentes. No obstante, las diferenciasentre estas dos formaciones políticassubterráneas son enormes.

Típicamente, los defensores de la

segunda ola luchan contra el poder delas minorías; desdeñan la democraciadirecta como «populismo»; se oponen ala descentralización, el regionalismo yla diversidad; combaten los esfuerzospor desmasificar las escuelas; luchanpor preservar un atrasado sistemaenergético; deifican a la familia nuclear,se burlan de las preocupacionesecológicas, predican el nacionalismotradicional de la era industrial y seoponen a avanzar hacia un ordeneconómico mundial más justo.

Por el contrario, las fuerzas de latercera ola se muestran favorables a unademocracia de poder compartido de lasminorías; están dispuestas a

experimentar con una democracia másdirecta; propugnan el transnacionalismoy una delegación fundamental de poder.Exigen un desmantelamiento de lasgrandes burocracias. Demandan unsistema energético renovable y menoscentralizado. Quieren opciones legítimasa la familia nuclear. Luchan por menosuniformización y más individualizaciónen las escuelas. Conceden alta prioridada los problemas ambientales. Reconocenla necesidad de reestructurar laeconomía mundial sobre una base másjusta y equilibrada.

Sobre todo, mientras que losdefensores de la segunda ola desarrollanel convencional juego político, las

gentes de la tercera ola recelan de todoslos candidatos y partidos políticos (aunlos nuevos) y perciben que lasdecisiones cruciales para nuestrasupervivencia no pueden ser tomadasdentro del actual marco político.

El campo de la segunda ola incluyeuna gran mayoría de los nominalesostentadores de poder en nuestrasociedad —políticos, hombres denegocios, dirigentes sindicales,educadores, propietarios de los mediosde comunicación—, aunque muchos deellos se sienten turbados por lasinsuficiencias de la concepción delmundo de la segunda ola.Numéricamente, el campo de la segunda

ola acoge todavía, indudablemente, elirreflexivo apoyo de la mayoría de losciudadanos corrientes, no obstante elpesimismo y la desilusión querápidamente se están extendiendo porsus filas.

Los defensores de la tercera ola sonmás difíciles de caracterizar. Unospresiden grandes corporaciones,mientras que otros son enemigosdeclarados de las mismas. Unos sonambientalistas preocupados; otros sesienten más interesados por lascuestiones de funciones sexuales, vidafamiliar o desarrollo personal. Unos secentran casi exclusivamente en la puestaen práctica de formas alternativas de

energía; otros se sienten principalmenteexcitados por la promesa democráticade la revolución de las comunicaciones.

Unos son atraídos desde la«derecha» de la segunda ola; otros, de la«izquierda» de la segunda ola…partidarios del mercado libre ylibertarios, neosocialistas, feministas,activistas de los derechos civiles yantiguos hippies. Unos son veteranosactivistas del movimiento en favor de lapaz; otros no han participado en toda suvida en ninguna manifestación en favorde nada. Unos son devotamentereligiosos; otros, ateos empedernidos.

Los estudiosos pueden debatirlargamente sobre si un grupo

aparentemente informe constituye o nouna «clase», o si, en tal caso, es la«nueva clase» de trabajadores de lainformación, intelectuales y técnicos.Sin duda, muchos de los que seencuentran en el campo de la tercera olason personas de la clase media y conestudios superiores. Sin duda, muchosde ellos participan directamente en laproducción y diseminación deinformación o en los servicios públicosy, forzando el término, se les podríallamar, probablemente, una clase. Perohacerlo así resulta más oscurecedor querevelador.

Pues entre los grupos básicos quepresionan hacia la desmasificación de la

sociedad industrial hay minorías étnicasrelativamente poco instruidas, muchosde cuyos miembros difícilmente encajanen la imagen del trabajador intelectual.

¿Cómo puede uno caracterizar a lasmujeres que pugnan por sustraerse a laslimitadoras funciones que les sonasignadas en una sociedad de la segundaola? ¿Cómo, además, describe uno delos millones de personas que, enincesante aumento, participan en losmovimientos de autoayuda? ¿Y qué decirde muchos de los «psicológicamenteoprimidos» —los millones de víctimasde la epidemia de la soledad, lasfamilias rotas, los padres sin cónyuge,las minorías sexuales— que no encajan

en la noción de clase? Tales gruposproceden virtualmente de todas lascategorías y ocupaciones de la sociedad,pero son importantes fuentes de fuerzapara el movimiento de la tercera ola.

De hecho, incluso el términomovimiento puede ser engañoso, enparte porque implica un nivel máselevado de conciencia compartida quelo que hasta el momento existe, y enparte porque las gentes de la tercera oladesconfían, con razón, de losmovimientos de masas del pasado.

No obstante, ya constituyan unaclase, un movimiento o, simplemente,una variante de individuos y grupostransitorios, todos ellos comparten una

radical desilusión respecto a las viejasinstituciones, un común reconocimientode que el viejo sistema ha quebrado yairremisiblemente.

Por lo tanto, la superlucha entreestas fuerzas de la segunda ola y latercera traza una línea dentada a travésde clase y partido, a través de edad ygrupos étnicos, de preferencias sexualesy subculturas. Reorganiza y realineanuestra vida política. Y, en lugar de unafutura sociedad armoniosa, sin clases niconflictos y no ideológica, apunta haciacrisis cada vez más profundas yagitación social más intensa en elpróximo futuro. En muchas naciones selibrarán encarnizadas batallas políticas,

no sólo sobre quién se beneficiará de loque queda de la sociedad industrial, sinosobre quién ha de participar en darforma y, finalmente, controlar, a susucesora.

Esta superlucha, cada vez másviolenta, influirá decisivamente en lapolítica del mañana y en la forma mismade la nueva civilización. En esasuperlucha, de forma consciente oinconsciente, cada uno de nosotrosdesempeña un papel activo. Ese papelpuede ser destructor o creador.

Un destino que crear

Unas generaciones nacen para crear,otras para mantener una civilización.Las generaciones que desencadenaron lasegunda ola de cambio histórico sevieron obligadas, por la fuerza de lascircunstancias, a ser creadoras. LosMontesquieu, Mili y Madison inventaronla mayor parte de las formas políticasque todavía aceptamos como naturales.Apresados entre dos civilizaciones, sudestino era crear.

Hoy, en todas las esferas de la vidasocial, en nuestras familias, nuestrasescuelas, nuestros negocios y nuestras

iglesias, en nuestros sistemasenergéticos y nuestras comunicaciones,nos enfrentamos a la necesidad de crearnuevas formas de la tercera ola, ymillones de personas de muchos paísesestán empezando ya a hacerlo. Sinembargo, en ninguna parte es laobsolencia más avanzada o máspeligrosa que en nuestra vida política. Yen ningún terreno encontramosactualmente menos imaginación, menosexperimento, menos disposición aconsiderar un cambio fundamental.

Incluso las personas que sonaudazmente innovadoras en su propiotrabajo —en sus bufetes o suslaboratorios, en sus cocinas, sus aulas o

sus empresas — parecen petrificarseante cualquier sugerencia de que nuestraConstitución o nuestras estructuraspolíticas están anticuadas y necesitan sersometidas a una radical revisión.Resulta tan aterradora la perspectiva deun profundo cambio político, con susriesgos concomitantes, que el statu quo,por surrealista y opresivo que sea,parece, de pronto, el mejor de losmundos posibles.

A la inversa, tenemos en todasociedad un fleco deseudorrevolucionarios, penetrados enanticuadas presunciones de la segundaola, para los que ningún cambiopropuesto es lo bastante radical.

Anarcomarxistas, anarcorrománticos,fanáticos de derecha, guerrilleros desalón y terroristas sinceros sueñan entecnocracias totalitarias de utopíasmedievales. Incluso mientras nosadentramos en una nueva zona histórica,ellos alimentan sueños de revoluciónextraídos de las amarillentas páginas depanfletos políticos del pasado.

Pero lo que nos espera mientras lasuperlucha se intensifica no es una nuevarepresentación de ningún dramarevolucionario anterior, ningúnderrocamiento centralmente dirigido delas élites gobernantes a cargo de algún«partido de vanguardia» que arrastretras de sí a las masas; ningún espontáneo

y supuestamente catártico levantamientode masas provocado por el terrorismo.La creación de nuevas estructuraspolíticas para una civilización de latercera ola no se producirá en una sola yclimática convulsión, sino comoconsecuencia de mil innovaciones ycolisiones a muchos niveles, en muchoslugares y durante un período de décadas.

Esto no excluye la posibilidad deviolencia en el tránsito al mañana. Latransición de la civilización de laprimera ola a la de la segunda fue unlargo y sangriento drama de guerras,revoluciones, hambres, migracionesforzadas, golpes de Estado ycalamidades. Hoy, lo que está en juego

es mucho más alto; el tiempo, más corto;la aceleración, más rápida; los peligros,aún mayores.

Mucho depende de la flexibilidad einteligencia de las élites, subélites ysuperélites de hoy. Si estos gruposdemuestran ser tan miopes, pocoimaginativos y asustadizos como lamayoría de los grupos gobernantes lofueron en el pasado, se opondránrígidamente a la tercera ola yaumentarán con ello los riesgos deviolencia y su propia destrucción.

Si, por el contrario, se dejan llevarpor la tercera ola; si reconocen lanecesidad de una democraciaensanchada, pueden unirse al proceso de

crear una civilización de la tercera ola,así como las más inteligentes de lasélites de la primera ola anticiparon lallegada de una sociedad industrial debase tecnológica y se sumaron a sucreación.

La mayoría de nosotros sabemos opercibimos lo peligroso que es el mundoen que vivimos. Sabemos que lainestabilidad social y las incertidumbrespolíticas pueden desatar ferocesenergías. Sabemos lo que significan laguerra y el cataclismo económico yrecordamos con cuánta frecuencia hasurgido el totalitarismo de lasintenciones nobles y la ruptura social.Sin embargo, lo que la mayoría de la

gente parece ignorar, son las positivasdiferencias entre presente y pasado.

Difieren las circunstancias de unpaís a otro, pero nunca en toda laHistoria ha habido tantas personasrazonablemente instruidas ycolectivamente armadas con una tanincreíble extensión de conocimientos.Nunca tantos han disfrutado de un nivelde opulencia tan elevado, precarioquizá, pero lo bastante amplio comopara permitirles dedicar tiempo yenergía a la preocupación y accióncívicas. Nunca tantos han tenido laposibilidad de viajar, comunicarse yaprender tanto de otras culturas. Sobretodo, nunca tantos tuvieron tanto que

ganar garantizando que los cambiosnecesarios, aunque profundos, fuesenrealizados pacíficamente.

Las élites, por instruidas que sean,no pueden hacer por sí solas una nuevacivilización. Se necesitarán las energíasde pueblos enteros. Pero esas energíasestán a nuestro alcance y sólo esperanser desenterradas. De hecho, si,particularmente en los países de altatecnología, tomáramos como objetivonuestro para la próxima generación lacreación de instituciones yconstituciones totalmente nuevas,podríamos liberar algo mucho máspoderoso que la energía: la imaginacióncolectiva.

Cuanto antes empecemos a diseñarinstituciones políticas alternativasbasadas en los tres principios antesdescritos —poder de las minorías,democracia semidirecta y repartodecisional—, más probabilidadestendremos de una transición pacífica. Esel intento de impedir tales cambios, nolos cambios mismos, lo que aumenta elnivel de riesgo. Es el ciego intento dedefender la obsolescencia lo que crea elpeligro de derramamiento de sangre.

Esto significa que para evitar unaviolenta agitación debemos empezar yaa centrar nuestra atención en elproblema de la obsolescencia políticaestructural en todo el mundo. Y debemos

llevar esta cuestión no sólo a laconsideración de los expertos, losconstitucionalistas, abogados ypolíticos, sino también al públicomismo… a organizaciones ciudadanas,sindicatos, Iglesias, a grupos demujeres, a minorías étnicas y raciales, acientíficos, amas de casa ycomerciantes.

Debemos, como primer paso,desencadenar el más amplio debatepúblico sobre la necesidad de un nuevosistema político sintonizado con lasnecesidades de una civilización de latercera ola. Necesitamos conferencias,programas de televisión, discusiones,ejercicios de simulación, convenciones

constitucionales ficticias para generar elmás amplio despliegue de imaginativaspropuestas dirigidas a lareestructuración política, a hacer brotarun torrente de ideas nuevas: Debemosestar preparados para utilizar lasherramientas más avanzadas a nuestroalcance: desde satélites y computadores,hasta videodiscos y televisióninteractiva.

Nadie conoce con detalle qué es loque nos reserva el futuro ni qué será loque mejor funcione en una sociedad dela tercera ola. Por esta razón, debemospensar no en una única y masivareorganización ni en un solo cambiorevolucionario y cataclísmico impuesto

desde arriba, sino en miles deexperimentos conscientes ydescentralizados que nos permitanprobar nuevos modelos de procesodecisional a niveles locales yregionales, antes de su aplicación aniveles nacionales y transnacionales.

Pero, al mismo tiempo, debemosempezar también a crear un organismopara una similar experimentación —yradicalmente nueva configuración— aniveles asimismo nacionales ytransnacionales. Los generalizadossentimientos de desilusión, irritación yamargura contra los Gobiernos de lasegunda ola pueden ser, o bien excitadoshasta un fanático frenesí por demagogos

deseosos de la implantación deregímenes autoritarios, o movilizadospara el proceso de reconstruccióndemocrática.

Desencadenando un vasto procesode instrucción social —un experimentode democracia anticipativa en muchasnaciones a la vez—, podemos detener elempuje totalitario. Podemos preparar amillones de personas para lasdislocaciones y peligrosas crisis quenos esperan. Y podemos ejercer unaestratégica presión sobre los sistemaspolíticos existentes para acelerar loscambios necesarios.

Sin esta tremenda presión desdeabajo no debemos esperar que muchos

de los actuales líderes nominales —presidentes y políticos, senadores ymiembros de comité central— desafíena las mismas instituciones que, poranticuadas que estén, les dan prestigio,dinero y la ilusión —ya que no larealidad— del poder. Algunos raros yperspicaces políticos o funcionariosprestarán desde el principio su apoyo ala lucha por la transformación política.Pero la mayoría sólo se moverán cuandolas demandas procedentes del exteriorsean irresistibles o cuando la crisis sehalle ya tan avanzada y tan próxima a laviolencia, que no vean ningunaalternativa.

Por tanto, la responsabilidad del

cambio nos incumbe a nosotros.Debemos empezar por nosotros mismos,aprendiendo a no cerrar prematuramentenuestras mentes a lo nuevo, a losorprendente, a lo aparentementeradical. Esto significa luchar contra losasesinos de ideas que se apresuran amatar cualquier nueva sugerencia sobrela base de su inviabilidad, al tiempo quedefienden como viable todo lo que ahoraexiste, por absurdo, opresivo o estérilque pueda ser. Significa luchar por lalibertad de expresión, por el derecho dela gente a expresar sus ideas, aunquesean heréticas.

Por encima de todo, significa darcomienzo ya a este proceso de

reconstrucción, antes de que una mayordesintegración de los sistemas políticosexistentes haga salir a las calles a lasfuerzas de la tiranía e imposibilite unatransición pacífica a la democracia delsiglo XXI.

Si empezamos ahora, nosotros ynuestros hijos podemos tomar parte en laexcitante reconstitución, no sólo denuestras anticuadas estructuras políticas,sino también de la civilización misma.

Como la generación de losrevolucionarios puros, nosotros tenemosun destino que crear.

TESTIMONIOS DEGRATITUD

Para escribir la La tercera ola heutilizado varias fuentes de información.La primera y más convencional estáconstituida por la lectura de libros,periódicos, informes, documentos,revistas y monografías de muchospaíses. La segunda tiene su origen enentrevistas con autores de cambios detodo el mundo. Los he visitado en suslaboratorios, despachos, aulas escolaresy estudios, y se han mostrado tambiéngenerosos con su tiempo y sus ideas. Van

desde expertos en cuestiones familiaresy físicos, hasta miembros de Gobierno yprimeros ministros.

Finalmente, en mis viajes me heservido de lo que creo que son unos ojosy unos oídos atentos. Con frecuencia,una experiencia directa o unaconversación casual proyectanreveladora luz sobre la abstracción. Untaxista de una capital latinoamericaname dijo más que todas las animosasestadísticas de su Gobierno. Cuando lepregunté por qué sus compatriotas nohacían algo para protestar contra ladesbocada tasa de inflación, se limitó aimitar el tecleteo de una ametralladora.

Me es a todas luces imposible

expresar individualmente miagradecimiento a todos los que me hanayudado. Sin embargo, tres amigos,Donald F. Klein, Harold L. Strudler yRobert I. Weingarten, se han tomado lamolestia de leerse todo el manuscrito yofrecerme sus perceptivas críticas yconsejos.

Además, Lea Guyer Górdon yEleanor Nadler Schwartz, que figuranciertamente entre los mejores y másprofesionales investigadores editoriales,revisaron los datos contenidos en elmanuscrito para purgarlo deinexactitudes. Mrs. Schwartzpermaneció junto a mí durante losúltimos y ajetreados días para prestarme

su jovial y generosa ayuda durante lapreparación del manuscrito para eleditor. Debo también una menciónespecial de gratitud a Betsy Cenedellade «William Morrow» por su excelentecorrección. Finalmente, a Karen Toffler,que me ayudó en la confección delíndice onomástico y de materias,vertiendo sus artículos conceptuales enel procesador computador durante laslargas y avanzadas horas de la noche.

Huelga decir que sólo yo soyresponsable de cualquier error que hayapodido deslizarse en estas páginas, pesea nuestros mejores esfuerzos porevitarlo.

BIBLIOGRAFÍA

Dado que en las notas precedentesse describen con detalle artículos,documentos científicos y técnicos einformes especializados, esta lista selimita a libros y a un pequeño númerode monografías y comunicaciones. Heagrupado todo el material bajo unoscuantos epígrafes por materias.

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Notas

Los números entre paréntesisremiten a la bibliografía que se inserta acontinuación de estas notas. Así (1) serefiere a la primera mención incluida enla bibliografía: Boucher, Francois,20.000 Years of Fashion.

CAPÍTULO I

10 Sobre los orígenes de laagricultura, véase Cipolla (103), p. 18.

10 Para los diversos términosutilizados para describir la sociedademergente, véase Brzezinski (200) yBell (198). Bell halla el origen deltérmino «postindustrial» en su uso porun escritor inglés llamado Arthur Pentyen 1917. Para la terminología marxista,véase (211).

11 Yo he escrito acerca de la«civilización superindustrial» en (502) y(150).

13 Entre otras fuentes se describentribus sin agricultura en Niedergang(95); también Cotlow (74).

CAPÍTULO II

19 Para el comercio marítimo, véase(504), p. 3. El perceptivo libro deGeoffrey Blainey analiza los efectos delaislamiento y de las grandes distanciascontinentales en el desarrollo deAustria.

19 Las fábricas griegas semencionan brevemente en (237), p. 40.

19 Sobre primeras perforacionespetrolíferas, véase (155), p. 30.

19 Las antiguas burocracias sedescriben en (17), vol. I, p. 34.

19 La máquina de vapor alejandrinase menciona en un capítulo de RalphLinton en (494), p. 435; también, Lilley(453), pp. 35-36.

19 Sobre la civilizaciónpreindustrial, véase (171), p. 15.

19 Sobre la era Meiji del Japón(262), p. 307.

20 Las estimaciones sobre lapoblación de bueyes y caballos deEuropa están en (244), p. 257.

21 La máquina de vapor deNewcomen se describe en Lilley (453),p. 94, y Cardwell (433), p. 69. 33 Secita a Vitruvio en (171), p. 23.

21 Instrumentos de precisión (438),prólogo e introducción.

21 El papel de las máquinas-herramientas se examina en (237), p. 41.

21 El comercio primitivo aparecebrillantemente descrito en (259), pp. 64-71.

21 Los avances en la distribución enserie se describen en (29), p. 85. Para eldesarrollo de la cadena A & P, véansepp. 159 y 162.

22 Sobre los primitivos hogaresmultigeneracionales, véase (191), vol. I,p. 64.

22 La inmovilidad de la familia

agrícola se describe en (508), p. 196.

23 Se cita a Andrew Ure en (266),pp. 359-360.

23 La enseñanza escolar en losEstados Unidos durante el siglo XIX seexamina en (528), pp. 450-451.

23 La creciente duración del añoescolar está tomada de HistoricalStatistics of the United States, p. 207.

23 Para la enseñanza obligatoria,véase (528), p. 451.

23 Se cita la declaración de lamecánica en (492), p. 391.

23 Dewing es de (14), p. 15

23 El número de corporaciones enlos Estados Unidos antes de 1800 estátomado de (101), p. 657.

23 La inmortalidad de lascorporaciones fue establecida por elmagistrado John Marshall en DartmouthCollege v. Woodward, 4 Wheat. 518, 4L. Ed. 629 (1819).

25 Las corporaciones socialistas sonel tema de un ensayo de León Smolinskien Survey (Londres), invierno de 1974.

25 En las naciones industrialessocialistas de la Europa Oriental, asícomo en la Unión Soviética, la formadominante es la llamada «empresa de

producción», más exactamente descritacomo «corporación socialista». Laempresa de producción es típicamentepropiedad del Estado, más que deinversores particulares, y está sometidaa controles políticos directos en elmarco de una economía planificada.Pero, al igual que en la corporacióncapitalista, su función básica consiste enconcentrar capital y organizar laproducción en serie. Además, como susequivalentes capitalistas, moldea lasvidas de sus empleados; ejerce unainformal, pero poderosa influenciapolítica; crea una nueva élite directiva,descansa en métodos administrativosburocráticos; racionaliza la producción.

Su posición en el orden social era -y es-igualmente central.

25 La evolución de la orquesta sehalla descrita en Sachs (7), p. 389, y enMueller (6).

25 La historia postal es el tema dellibro de Zilliacus (56); véase p. 56.

25 El peán de Edward Everett alPost Office está en (385), p. 257.

25 El alud mundial de correo sedescribe en (41), p. 34. Véase tambiénel UNESCO Statistical Yearbook de1965, p. 482.

26 Sobre el teléfono y el telégrafo,véase Singer (54), pp. 11-19. También,

Walker (268), p. 261.

26 Las estadísticas telefónicas estántomadas de (39), p. 802.

27 La cita de Servan-Schreiber estátomada de (52), p. 45.

27 Una exposición del socialismoutópico se encuentra en (476), capítuloVIII.

CAPÍTULO III

29 El papel del mercado esexaminado en la obra seminal de

Polanyi (115), p. 49.

29 El mercado de Tlatelolcoaparece vívidamente descrito en (246),p. 133.

29 Los comentarios del mercader depimienta, en (259), pp. 64-71.

29 Braudel, de su magnífica obra(245), vol. I, pp. 247, 425.

29 Sobre la fusión de producción yconsumo, véase (265), p. 30.

29 El papel social y político delconsumidor es brillantemente examinadopor Horace M. Kallen en su olvidadaobra (61), p. 23.

30 Debo a mi amigo Bertrand deJouvenel la observación de que lamisma persona es empujada endirecciones psicológicas distintas porlos papeles de trabajador y consumidor.

32 Sobre objetividad-subjetividad:la idea me fue sugerida por primera vezleyendo a Zaretsky (196).

CAPÍTULO IV

35 La historia de Theodore Vail estáen (50). Vail fue una figura

extraordinaria, cuya carrera nos dicemucho acerca de los primeros tiemposdel desarrollo industrial.

36 La influencia de FrederickWinslow Taylor se halla descrita enFriedmann (79) y Dickson (525).También, la Taylor Collection, StevensInstitute of Technology. La opinión deLenin sobre el taylorismo está tomadade (79), p. 271.

36 Los tests de inteligenciauniformizados se describen en (527), pp.226-227.

35 Sobre la represión de las lenguasminoritarias, véase Thomas (290), p. 31.También, «Challenge to the Nation-

State», Time (edición europea) del 27 deoctubre de 1975.

35 Las medidas de la Revoluciónfrancesa con respecto al sistema métricoy un nuevo calendario se describen enMorazé (260), pp. 97-98; y Klein (449),p. 117.

35 Dinero acuñado privadamente yla uniformización de la moneda, de(144), pp. 10, 33.

35 Sobre política de precio único,véase (29).

36 The Advantages of the East IndiaTrade se cita en (138), vol. I, p. 130.

36 Las conocidas observaciones de

Adam Smith sobre el fabricante dealfileres están en (419), pp. 3-7. Smithatribuía el creciente aumento de laproductividad a la creciente destrezadesarrollada por el trabajador que seespecializaba, al tiempo ahorrado al nocambiar de una tarea a otra y a lasmejoras que el trabajador especializadopodía introducir en sus herramientas.Pero Smith comprendía con claridad quéera lo que se encontraba en el corazónde las cosas: el mercado. Sin unmercado para relacionar al productorcon el consumidor, ¿quién necesitaría, oquerría, 48. 000 alfileres al día? Y -continuaba Smith- cuanto más grandefuese el mercado, más especialización

podía esperarse. Smith tenía razón.

36 Los fríos cálculos de Henry Fordson de su autobiografía (442), pp. 108-109.

36 El número de ocupaciones estátomado del Dictionary of OccupationalTitles, publicado por el Departamentode Trabajo de los Estados Unidos, 1977.

37 Lenin: de Christman (474), p.137.

37 La función sincronizadora de loscantos de trabajo es de (8), p. 11.

38 La cita de E. P. Thompson es de«Time, Work-Discipline and IndustrialCapitalism», Past and Present

(Londres), n. ° 38.

39 Stan Cohén hizo esta observaciónen una crítica del libro de David J.Rothman The Discovery of the Asylum,en New Society (Londres), 7 de febrerode 1974.

39 Las cifras de producción europeade automóviles están tomadas de (126),p. 3917.

39 La concentración de lasindustrias del aluminio, el cigarrillo ylos alimentos para desayuno es deIndustry Surveys, de Standard & Poor,1978, 1979. La concentración en laindustria de la cerveza es de «NewSurvival Plan for Olympia Beer», The

New York Times, 15 de mayo de 1979.

39 La concentración industrialalemana está documentada en (126), p.3972.

39 El proceso concentrador en laindustria tuvo su reflejo en elmovimiento obrero. Al enfrentarse lossindicatos de muchos países amonopolios y trusts cada vez másgrandes, también ellos se consolidaron.A principios de siglo, los IndustrialWorkers of the World -los llamadoswobblies- expresaron su afánconcentrador en una campaña en favorde lo que ellos denominaron «O. B. U.»,One Big Union, o «un gran sindicato».

39 Para la concentración vista porlos marxistas, véase León H. Hermán,«The Cult of Bigness in SovietEconomic Planning» (126), pp. 4349 ysiguientes. Este trabajo incluye unaconocida cita del socialista americanoDaniel de León, quien, a finales delsiglo pasado, afirmaba que «la escalamediante la cual la Humanidad se haelevado a la civilización es laprogresión en los métodos deproducción, el creciente poder de losinstrumentos productivos. El trust ocupael extremo superior de esa escala. Laagitación social de nuestro tiempo secentra precisamente en torno al trust. Laclase capitalista intenta retenerlo para su

uso exclusivo. La clase media trata dedestruirlo, retrasando con ello el avancede la civilización. El proletariado sefijará el objetivo de preservarlo,mejorarlo y hacerlo accesible a todos».

39 El artículo de N. Lebyu Khinaestá reproducido en (126), pp. 4362 y s.

39 La canción de Matsushita estátomada de «The Japanese Dilemma», deWillard Barber, Survey, Londres, otoñode 1972.

39 Las cifras de empleados de laAT&T están tomadas de (39), p. 702.

40 Las estadísticas de la fuerzalaboral francesa están tomadas de (126),

p. 3958.

40 Sobre la concentración soviéticay la «gigantomanía» de Stalin, véase(126), pp. 4346-4352. Mientras seescribe esto, los soviéticos se estánapresurando a terminar la instalación defabricación de camiones más grande delmundo, que requerirá toda una nuevaciudad de 160. 000 habitantes, con uncomplejo de plantas y transmisores quese extenderá sobre cuarenta millascuadradas, superficie casi doble que lade la isla de Manhattan. Este complejoes descrito en el vivido informe deHedrick Smith (484), pp. 58, 59, 106 y220. Smith dice que los soviéticos

tienen «un apego tejano a la grandezaexagerada que sobrepasa al de losamericanos, del mismo modo que laética del crecimiento económiconacional soviético ha superado a laahora tambaleante fe americana en lasbendiciones automáticas del crecimientoeconómico».

40 Con respecto a la búsqueda delPNB, una divertida fantasía sugiere quelas mujeres hagan cada una los trabajosdomésticos de la otra y se paguenmutuamente por ello. Si cada SusieSmith pagase a cada Barbara Browncien dólares a la semana por atender suhogar y a sus hijos, recibiendo al mismo

tiempo una cantidad equivalente porprestar los mismos servicios a cambio,el impacto sobre el Producto NacionalBruto sería asombroso. Si cincuentamillones de amas de casa americanas sededicaran a esta absurda transacción, elPNB de los Estados Unidos aumentaríainstantáneamente en un 10%.

40 La capitalización de las fábricasamericanas en 1850 y las innovacionesintroducidas en la administración de losferrocarriles son de Alfred D. Chandler,Jr., y Stephen Salisbury, «Innovations inBusiness Administration», en (454), pp.130, 138-141.

40 Sobre la defensa de un fuerte

Gobierno central, véase (389), p. 20.

42 En su libro The ImperialPresidency (398), Schlesingerdice:«Hay que decir que loshistoriadores y los científicos políticos,entre ellos quien esto escribe, hancontribuido al aumento de la místicapresidencial.»

42 La reacción del Gobierno ante laprotesta política está en (482), pp. 189-190.

42 La cita de Marx está tomada deChristman (474), p. 359; Engels, p. 324.

42 El florecimiento de la BancaCentral en Gran Bretaña, Francia y

Alemania es reseñado por Galbraith en(127), pp. 31-35 y 39-41.

42 La lucha de Hamilton por crearun Banco nacional se narra en (254), p.187.

CAPÍTULO V

45 La cita de Blumenthal estátomada de Korda (22), p. 46.

46 El desarrollo de la éliteintegracional en las naciones socialistases tema de numerosas obras. Para las

opiniones de Lenin, véase (480), pp.102-105; Trotski está tomado de (475),p. 19, y (487), pp. 138 y 249; Djilas fueencarcelado por su La nueva dase(332); las quejas de Tito sobre latecnología están en «SocialStratification and Sociology in theSoviet Union», de Seymour MartinLipset y Richard B. Dobson, en Survey(Londres), verano de 1973. Desde queJames Burham abrió brecha con su libroThe Managerial Revolution (330),aparecido en 1941, ha surgido unaamplia literatura, que describe elascenso al poder de esta nueva élite deintegradores. Véase Power WithoutProperty, de A. A. Berle, Jr. En The

New Industrial State, John KennethGalbraith desarrolló más la idea,acuñando el término «tecnostructura»para describir a la nueva élite.

CAPÍTULO VI

50 Para la síntesis de Newton, véase(433), p. 48.

50 La cita de De la Mettrie estátomada de Man a Machine (302), p. 93.

50 Adam Smith sobre la economíacomo sistema es de «Operating Rules

for Planet Earth», por Sam Love, enEnvironmental Action, 24 de noviembrede 1973; la cita de Smith es de su obrapostuma (148), p. 60.

50 Madison está citado de (388).

50 Para Jefferson, véase (392), p.161.

50 Lord Cromer es citado en (96), p.44.

50 Sobre Lenin, véase (480), p. 163.Trotski está citado de (486), pp. 5 y 14.

51 La observación de Bihari es desu libro (347), pp. 102 y 67.

51 Para V. G. Afanasiev, véase

(344), pp. 186-187.

51 El número de funcionariospúblicos elegidos se da en (344), p.167.

CAPÍTULO VII

55 El intento de apoderarse deAbaco se describe en «The AmazingNew-Country Caper», por Andrew St.George, en Esquire, febrero de 1975.

55 Finer es de «The Fetish ofFrontiers», en New Society (Londres), 4

de septiembre de 1975.

55 Sobre pequeñas comunidadesreunidas en imperios, véase Braudel(245), vol. II, capítulo IV. TambiénBottomore (490), p. 155.

55 La queja de Voltaire se cita enMorazé (260), p. 62.

56 Sobre los 350 miniestados deAlemania (285), p. 13.

56 Definiciones de la nación-Estado,tomadas de (277), pp. 19 y 23.

56 Onega (341), p. 171.

57 Para las fechas de los primerosferrocarriles, véase (55), p. 13.

57 Morazé (260), p. 154.

58 Para Mazlish, véase (454), p. 29.

CAPÍTULO VIII

59 Productos alimenticios delextranjero: (119), p. 11.

59 Chamberlain y Ferry estántomados de Birnie (100), pp. 242-243.

60 Sobre los derviches y otrasvíctimas de la ametralladora, véase laexcelente monografía de John Ellis

(436).

60 De Ricardo sobreespecialización (77), introducción, pp.XII-XIII.

61 El valor del comercio mundialestá tomado de (119), p. 7.

62 La historia de la margarina esnarrada por Magnus Pyke en (461), pp. 7y sigs.

62 Sobre la esclavización de losindios amazónicos, véase Cotlow (48),pp. 5-6. El tema es tratado con másdetalle en Bodard (70).

63 Woodruff está citado de (119), p.5.

63 Sobre el control europeo: (497),p. 6.

63 El comercio mundial entre 1913 y1950 se describe en (109), pp. 222-223.

63 Creación del FMI: (109), p. 240.

63 Para posesiones de oro de losEstados Unidos y préstamos del BancoMundial a países menos desarrollados,véase (87), pp. 63 y 91.

63 Sobre opiniones de Lenin, véase(89); también, Cohén (73), pp. 36, 45-47. Los argumentos de Lenin y la cita deLenin son de (146), pp. 22-23.

65 La actual lucha política en Chinapuede ser vista como un conflicto acerca

de si el país debe hacer o debe comprar.Un bando, denominado los radicales, semuestra favorable a la autosuficiencia yel desarrollo interno; el otro propugna elcomercio con el mundo exterior. Lanoción de autosuficiencia atraerá mayoratención entre las naciones noindustriales a medida que vayancomprendiendo los costes ocultos deingresar en una economía mundialintegrada construida para servir a lasnecesidades de las naciones de lasegunda ola.

66 Sobre compras soviéticas debauxita guineana, véase «SuccessBreeds Success», en The Economist, 2

de diciembre de 1978; las comprassoviéticas a la India, Irán y Afganistánse detallan en «How Russia Cons theThird World», en To the Point (Sandton,Transvaai, República Sudafricana), 23de febrero de 1979. Este semanariosudafricano, pese a su evidenteparcialidad, proporciona una graninformación sobre el Tercer Mundo,especialmente África.

66 Para el imperialismo soviético,véase también Edward Crankshaw en(80), p. 713.

66 Sherman está tomado de (147),pp. 316-317.

66 Para un informe sobre el

COMECON, véase «COMECONBlues», por Nora Beloff, en ForeignPolicy, verano de 1978.

CAPÍTULO IX

69 Acerca de nuestro «dominio»sobre la Naturaleza, véase Clarence J.Glacken, «Man Against Nature: AnOutmoded Concept», en (162), pp. 128-129.

69 Para Darwin y primeras teoríasde la evolución, véase Hyman (306), pp.

26-27 y 56. Sobre darvinismo social:pp. 432-433.

70 Opiniones sobre el progreso deLeibniz, Turgot y otros son examinadaspor Charles van Doren en (184),introducción general.

70 Heilbroner está citado de (234),p. 33.

71 Las unidades de medida deltiempo se describen en «Time, Work-Discipline, and Industrial Capitalism»,por E. P. Thompson, en Past andPresent, número 38. Véase tambiénCardwell (433), p. 13.

71 La adopción de la hora del

meridiano de Greenwich se describe en(519), p. 115.

72 Las concepciones budista e hindúdel tiempo son objeto de examen en(509), p. 248.

72 Para Needham sobre el tiempocíclico en Oriente, véase (515), p. 47.

72 Whitrow, de (520), p. 11.

72 El uso del espacio por lacivilización anterior a la primera ola esdescrito por Morrill en (514), pp. 23-24.

72 Sobre ubicación de cabanascampesinas, véase «The Shaping ofEngland’s Landscape», por John Patten,

en Observer Magazine (Londres), 21 deabril de 1974.

72 Hale está tomado de (252), p. 32.

73 Las diferentes longitudes de unavara, de (44), pp. 65-66.

73 Para tarifas de navegación,consúltese Coleman (506), pp. 67-104.

74 Sobre sistema métrico: (449), pp.116, 123-125.

74 Las observaciones de Clay estántomadas de (505), pp. 46-47.

75 Las pautas en forma de ese sondescritas por John Patten en el artículodel Observer Magazine antes citado.

75 Sobre las personas consideradascomo parte de la Naturaleza, véaseClarence J. Glacken en (162), p. 128.

75 Para el atomismo de Demócrito,véase Munitz (310), p. 6; Asimov (427),vol. III, pp. 3-4; y Russell (312), pp. 64-65.

75 Mo Ching y el atomismo indio, deNeedham (455), pp. 154-155.

75 Para el atomismo comoconcepción minoritaria (312), pp. 72-73.

75 Descartes (303), p. 19.

75 Dubos, citado de (159), p. 331.

75 Sobre Aristóteles, véase Russell(312), p. 169.

75 El yin y el yang: Needham (456),pp. 273-274.

76 Newton, citado de sus«Fundamental Principies of NaturalPhilosophy» en (310), p. 205.

76 Laplace, tomado de Gellner(305), p. 207.

77 Holbach, tomado de Matson(309), p. 13.

CAPÍTULO X

79 Sobre la revolución industrial enEuropa, véase Williams (118); Polanyi(115), y Lilley (453).

79 El puesto de la contabilidad en unproceso de desarrollo social es descritopor D. R. Scott en (145).

80 Para los olores de la primera y lasegunda ola (420), pp. 125-131.

80 Los viejos modales, en laextraordinaria obra de Norbert EliasThe Civilizing Process (250), pp. 120 y164.

80 Las comunidades de la primeraola como «letrinas» sociales sedescriben en Hartwell (107), y Hayek(108).

80 Vaizey está tomado de «Is ThisNew Technology Irresistible?» en elTimes Educational Supplement(Londres), 5 de enero de 1973.

80 La crítica de Larner apareció enNew Society (Londres), 1 de enero de1976.

83 El estudio de la AmericanManagement Association, resumido en(33), pp. 1-2.

CAPÍTULO XI

86 Para puntuación de los testseducacionales, véase «Making theGrade: More Schools Demand A Test ofCompetency for Graduating Pupils», TheWall Street Journal, 9 de mayo de 1978.

86 Sobre tasas de nuevosmatrimonios: Social Indicators 1976,informe del Departamento de Comerciode los Estados Unidos, p. 53.

86 Las contrafeministas se describenen «Anti-ERA Evangelist Wins Again»,Times, 3 de julio de 1978.

86 El conflicto entre homosexuales y

Anita Bryant, en «How Gay is Gay?»,Time, 23 de abril de 1979.

CAPÍTULO XII

89 La decisión de Rathbone sobrelos precios del petróleo y la formaciónde la OPEP se describen en (168),capítulo VIII.

89 Centrales nucleares en Seabrooky Grohnde (163), pp. 7 y 88.

89 Los dos tercios de la energíamundial proceden del petróleo y el gas,

basado en (160), p. 10.

89 Sobre la disminución de reservasde petróleo, véase «The Oil Crisis isReal This Time», Business Week, 30 dejulio de 1979.

90 Las plantas de gasificación ylicuefacción del carbón se describencríticamente en Commoner (157), pp.67-68. Véase también «A DesperateSearch for Synthetic Fuels», BusinessWeek, 30 de julio de 1979.

90 Las subvenciones oficiales a laenergía atómica aparecen descritas en(157), p. 65.

91 Sobre el terrorismo y otros

peligros relativos al plutonio, véaseThomas Cochram, Gus Speth y ArthurTamplin, «Plutonium»: An InvitationtoDisaster»,en (166), p. 102;también,Commoner (157), p. 96.

91 Carr está tomado de (153), p. 7.

92 Los trabajos de Texas Instrumentssobre células fotovoltaicas se describenen «Energy: Fuels of the Future», Time,11 de junio de 1979. El papel deSolarex, en «The New Business ofHarnessing Sunbeams», por EdmundFaltermayer, en Fortune, febrero de1976. Véase también instrumentos deconversión de energía en «A NewPromise of Cheap Solar Energy»,

Business Week, 18 de julio de 1977.

92 Sobre los soviéticos en la zonacomprendida entre la troposfera y laestratosfera (153), p. 123.

92 Instalaciones de energíageotérmica aparecen descritas en «TheComing Energy Transition», por DenisHayes, en Tbe Futurist, octubre de1977.

92 La energía marítima en Japón, de«Waking Up to Wave Power», Time, 16de octubre de 1978.

92 Torre de energía de SouthernCalifornia Edison: «Energy: Fuels of theFuture», Time, 11 de junio de 1979.

92 El desarrollo de la energía delhidrógeno aparece resumido en «CanHydrogen Solve Our Energy Crisis?»,de Roger Beardwood, en The TelegraphSunday Magazine (Londres), 29 de juliode 1979.

92 «Redox» está descrito en«Washington Report», ProductEngineering, mayo de 1979.

92 Sobre superconductividad, véase«Scientists Créate a Solid Form ofHydrogen», The New York Times, 2 demarzo de 1979.

92 Para un breve examen de lasimplicaciones de las ondas Tesla, véase

entrevista de Omni con Alvin Toffler,noviembre de 1978.

94 Sobre la transición de lasindustrias de la segunda ola a las de latercera, véase «The Cross of Lorraine»,Forbes, abril de 1979. Las industriasnacionalizadas del carbón, el ferrocarrily el acero de Gran Bretaña son objetode examen en «The Grim Failure ofBritain’s Nationalized Industries», porRobert Ball, en Fortune, diciembre de1975. Strttkturpolitik es de «HowSchmidt Is Using His EconomicLeverage», Business Week, 24 de juliode 1978.

94 El anuncio de «Rolls-Royce» fue

publicado por CW Communications,Newton, Mass., en Advertising andPublishing News, septiembre de 1979.

95 Puede juzgarse el alcance de laindustria de computadores caseros en laprimavera de 1979 por la obra MicroShopper: The Microcomputer Guide,publicada por Micro-Age Wholesale,Tempe, Ariz. Véase también «PluggingIn Everyman», Time, 5 de septiembre de1977.

95 Las fibras ópticas en la industriade las comunicaciones se describen en«Lightbeams in Glass-Slow ExplosiónUnder the Communications Industry»,por Robín Lanier, en Communications

Tomorrow, noviembre de 1976. Lasfibras ópticas en la industria telefónica yla comparación con el cobre son de unaentrevista con Donald K. Connover,director general, Corporate Education,Western Electric Co., Hopewell, N. J.

95 Science es citada de su númerode 18 de marzo de 1977.

95 Sobre el programa de lanzaderaespacial: «The Shuttle Opens the SpaceFrontier to U.S. Industry», BusinessWeek, 22 de agosto de 1977.

95 Información sobre la uroquinasa,suministrada por Abbott Laboratories,North Chicago, 111.; Von Puttkamer estátomado de «The Industrialization of

Space», Futurics, otoño de 1977.

96 La identificación de TRW de lasaleaciones está descrita en «Industry’sNew Frontier in Space», por GeneBylinsky, en Fortune, 29 de enero de1979.

96 Para los estudios de BrianO’Leary y las conferencias de Princeton,véase G. K. O’Neill, Newsletter onSpace Studies, 12 de junio de 1977.

97 Sobre la extracción de proteínasdel mar, la amenaza de extinción de lavida marina y el acuacultivo: «TheOceans: World Breadbasket orBreadkdown?», por Robert M. Girling,en Friends Magazine, febrero de 1977.

97 Raymond es citado en John P.Graven, «Tropical Oceania: The NewestWorld», Problems of Journalism: Actasde la Convención de 1977 de laSociedad Americana de Directores dePeriódicos, 1977, p. 364.

97 Minerales en el mar: «OceanicMineral Resources», por John L. Mero,en Futttres, diciembre de 1968. Véasetambién «The Sea-Bed», por P. N.Ganapati, en Seminar (Nueva Delhi),mayo de 1971; y «The Oceans: WildWest Scramble for Control», Time, 29de julio de 1974; y «Seabed MiningConsortia Hope to Raise the PoliticalAnchor», The Financial Times

(Londres), 7 de agosto de 1979.

97 Medicinas de origen marino sedescriben en un folleto del RocheResearch Institute of MarinePharmacology, Dee Why, N. S. W.,Australia.

97 Sobre tecnología de la plataformaoceánica, véase «Floating Cities», enMarine Policy, julio de 1977.

97 D. M. Leipziger habla de ladiscusión de «colonos» y la «herenciacomún» en «Mining the Deep Seabed»,Challenge, marzo-abril de 1977.

99 Sobre genética: Howard y Rifkin(446); también «Industry Starts To Do

Biology With Its Eyes Open», TheEconomist (Londres), 2 de diciembre de1978.

99 Las políticas nacionales para elcontrol de la investigación genéticaaparecen expuestas en DraftInformation Document on RecombinantDNA, mayo de 1978, Comité Científicoy Técnico de la Asamblea del AtlánticoNorte.

99 El presidente de Cetus es citadode (446), p. 190.

99 La política oficial soviética estátomada de Socialism: Theory andPractice, resumen soviético mensual dela Prensa teórica y política, enero de

1976.

100 El informe a la National ScienceFoundation, Lawless, (452).

100 Sobre las revueltas ludditascontra las máquinas, véase (453), p. 111.

100 Las campañas antinucleares sedescriben en «Crusading Against theAtom», Time, 25 de abril de 1977, y«Nuclear Power: The Crisis in Europeand Japan», Business Week, 25 dediciembre de 1978.

100 La tecnología adecuada esobjeto de examen en (425); véasetambién Harper y Boyle (444).

100 Un ejemplo del nuevo interés

por la aeronave es el nuevo folleto deAerospace Developments, Londres;también «Lighter-Than-Air Transpon: Isthe Revival for Real?», por JamesWargo, en New Engineer, diciembre de1975.

CAPÍTULO XIII

106 Las cifras de circulación deperiódicos están tomadas de laAmerican Newspaper PublishersAssociation.

106 Sobre el porcentaje deamericanos que leen periódicos véanseGeneral Social Surveys de 1972 y 1977,por el National Opinión ResearchCerner, Universidad de Chicago. Losdescensos en la circulación deperiódicos aparecen reflejados en«Newpapers Challenged as Never Before», Los Angeles Times, 26 denoviembre de 1976; véase también«Time Inc. Buys Washington Star; It WillPay Allbritton $ 20 Million», The NewYork Times, 4 de febrero de 1978. Sobrela experiencia de Gran Bretaña con losperiódicos, véase «Newspaper Sales»,por Tom Forester, en New Society

(Londres), 16 de octubre de 1975.

107 El descenso en la circulación derevistas es examinado con detalle enThe Gallagher Report, suplemento a sunúmero de 22 de agosto de 1977.

107 Sobre la proliferación derevistas regionales y especializadas,véase la revista Folio, diciembre de1977.

107 Richard Reeves está tomado de«And Now a Word from God…»

Washington Star, 2 de junio de1979.

107 Las aficiones radiofónicas delos adolescentes son objeto de examen

en Radio Facts, publicado por RadioAdvertising Bureau, Nueva York.

107 Sobre la radio paracomunicaciones entre particulares, oCB:«Citizens Band: Fad or Fixture?»,por Leonard M. Cedar, en FinancialWorld, 1 de junio de 1976. El número deestas radios en servicio en 1977, deRadio Research Report, publicado porel Radio Advertising Bureau, NuevaYork. La negativa de que la CB hayareducido la audiencia de programasradiofónicos regulares está en elcomunicado de Prensa de 20 de junio de1977 hecho público por CBS RadioNetwork. Véase también el estudio de

Marsteller de que se da cuenta enBroadcasting, 15 de agosto de 1977.

108 Time: «The Year That Rain FellUp», en su número de 9 de enero de1978.

108 NBC: «Webs Nailed for"Stupidity"; Share Seen Dipping 50%,por Peter Warner, enThe HollywoodRepórter, 15 de agosto de 1979.

108 Sobre la expansión de latelevisión por cable, véase «Cable TV:The Lure of Diversity», Time, 7 de mayode 1979; véase también MediaDecisions, enero de 1978.

110 La distribución de programas

por satélite es descrita en «NewFlexibility in Programming EnvisionedResulting from Upsurge in SatelliteDistribution», por John P. Taylor, enTelevisión/Radio Age, 27 de febrero de1978.

110 John O’Connor es citado de su«TV on the Eve of Drastic Change», TheNew York Times, 13 de noviembre de1977.

CAPÍTULO XIV

113 Las etapas en el desarrollo delos computadores se exponen en unaentrevista con Harvey Poppel, 27 demarzo de 1978.

113 Los gastos del proceso dedistribución están tomados deInternational Data Corporation,Stamford, Conn.

114 Sobre el incremento de loscomputadores personales, véase «TheElectronic Home: Computers ComeHome», por Lee Edson, en The NewYork Magazine, 30 de septiembre de1979.

114 Coste de los computadores

caseros: «Gets Set to Move Into HomeComputers», Business Week, 19 demarzo de 1979.

114 «The Source» es descrita en losmateriales suministrados porTelecomputing Corporation of America,McLean, Va.; también, entrevista conMarshall Graham, vicepresidente demarketing, 12 de octubre de 1979.

114 Fred la casa apareció en elMicro Shopper, publicado por Micro-Age, Tempe, Ariz., primavera de 1979.

115 Sobre las «leyes de larobótica», véase el clásico de IsaacAsimov (426).

115 La tecnología de reconocimientode la palabra es objeto de examen en«Computers Can Talk to You», The NewYork Times, 2 de agosto de 1978. SobreCompañías que trabajan en laintroducción de datos orales, véaseRandom-Access Monthly, mayo de1979, publicación de Dean WitterReynolds Inc., Nueva York. Laspredicciones sobre computadoresparlantes se valoran en «Speech IsAnother Micro-electronics Conquest»,Science, 16 de febrero de 1979.

117 Los «problemas deentretejimiemo» se describen en (462),p. 113.

CAPÍTULO XV

122 Para cifras sobre retracción enel sector fabril en las naciones de altatecnología, véase el Yearbook of LabourStatistics de la OrganizaciónInternacional del Trabajo, 1961, 1965,1966, 1975.

122 Sobre la exportación de lafabricación a los países en vías dedesarrollo, véase «Vast Global ChangesChallenge Private-Sector Vision», porFrank Vogl, en Financier, abril de 1978;también, John E. Ullman, «Tides andShallows», en (12), p. 289.

122 La producción desmasificada sedescribe en Jacobs (448), p. 239.También: «Programmable Automation:The Bright Future of Automation», porRobert H. Anderson, en Datamation,diciembre de 1972; y A. E. Kobrinsky yN. E. Kobrinsky, «A Story of Productionin the Year 2000», en Fedchenko (205),p. 64.

122 Para bienes de gran volumencomo porcentaje de todos los bienesmanufacturados, véase «Computer-controlled Assembly», por James L.Nevins y Daniel E. Whitney, enScientific American, febrero de 1978.

122 La serie corta de la producción

de una sola clase aparece descrita en«When Will Czechoslovakia Become anUnderveloped Country?», reproducidode Palach Press, Londres, en Critique(Glasgow), revista de estudiossoviéticos y teoría socialista, inviernode 1976-77. También, «NewProgrammable Control Aims at SmallerTasks», American Machinist,septiembre de 1976; «The ComputerDigs Deeper Into Manufacturing»,Business Week, 23 de febrero de 1976; e«In the Amsterdam Plant, The HumanTouch», por Ed Grimm, en Think, agostode 1973.

123 La producción de series cortas

en Europa es tratada en «InescapableProblems of the Electronic Revolution»,The Financial Times (Londres), 13 demayo de 1976; y «Aker Outlook»,Northern Offshore (Oslo), noviembrede 1976.

123 Las series de producción delPentágono se analizan en Robert H.Anderson y Nake M. Kamrany,Advanced Computer-BasedManufacturing Systems for DéjenseNeeds, publicado por el Instituto deCiencias para la Información deCalifornia del Sur, septiembre de 1973.

123 Los métodos japoneses deproducción de automóviles, descritos en

la correspondencia de Jiro Tokuyama,Instituto Nomura de Investigación deTecnología y Economía, Tokio, 14 dejunio de 1974.

123 La cita de Anderson es de unaentrevista con el autor.

124 Cámara «Canon AE-1»; véaseInforme de la Junta de Accionistas,Texas Instruments, 1977.

125 Sobre el número detransacciones de información y laelevación de los costes de oficina, véaseRandy J. Goldfield, The Office of Tomo-rrow Here Today. Sección de anunciosespeciales, Time, 13 de noviembre de1978.

125 Los efectos sobre el empleoproducidos por la automación deoficinas se examinan en «ComputerShock: The Inhuman Office of theFuture», por John Stewart, en SaturdayReview, 23 de junio de 1979.

125 La oficina sin papeles deMicronet se describe en «Firms SponsorPaperless Office», The Office, junio de1979; y en «Paperless Office PlansDebut», Information World, abril de1979.

126 Alternativas al sistema postalson objeto de examen en «AnotherPostal Hike, and Then», U.S. News &World Report, 29 de mayo de 1978.

126 El desarrollo del sistema postalpreelectrónico alcanzó finalmente supunto culminante a mediados de los añossetenta. U.S. News and World Repon del29 de diciembre de 1975, indicaba: «Elvolumen de correo manejado por elServicio Postal descendió durante elúltimo año fiscal por primera vez en laHistoria. Se espera que la disminución -unos 830 millones de objetos postales elaño pasado -continúe y, posiblemente,se intensifique.» La oficina de Correosbasada en el papel -esa instituciónprototípica de la segunda ola- habíaalcanzado, finalmente, sus límites.

126 Los sistemas comerciales a

través de satélites se hallan descritos enun «informe especial» preparado por losdoctores William Ginsberg y RobertGolden para Shearson Hayden Stone,Nueva York.

126 Vincent Giuliano es citado deuna entrevista con el autor.

128 La mención de Goldfield sobrelos «paradirectores» se basa en unaentrevista con el autor.

128 La automación de oficinas y elestudio de siete naciones se incluyen en«The Coming of the Robot Workplace»,The Financial Times (Londres), 14 dejunio de 1978.

CAPÍTULO XVI

132 Del trabajo en casa, enCompañías como United Airlines yMcDonald’s, se trata en «A Way toImprove Office’s Efficiency: Just Stay atHome», The Wall Street Journal, 14 dediciembre de 1976.

132 Harvey Poppel es citado de unaentrevista con el autor y de supredicción inédita «The IncredibleInformation Revolution of 1984.»

132 Latham es citado de (54), p. 19.

132 De los cambios experimentadosen el trabajo no manual se trata en «The

Automated Office», por Hollis Vail, enThe Futurist, abril de 1978.

132 De los descubrimientos delInstitute for the Future se informa enPaul Baran, Potential MarketDemandfor Two-Way InformationServices to the Home 1970-1990,publicado por el Institute for the Future,Menlo Park, Calif., 1971.

132 La programación decomputadores en el hogar se describe en«Fitting Baby Into the Programme», TheGuardian (Manchester), 9 de septiembrede 1977.

132 «Personas agrupadas en torno aun computador» está tomado de

«Communicating May ReplaceCommuting», Electronics, 1 de marzo de1974.

133 Michael Koerner, citado en(26), vol. I, p. 240.

133 Para el modelo de casa a mitadde camino del grupo de Nilles, véaseElectronics, 7 de marzo de 1974 antescitada.

133 El estudio fundamental sobre lasustitución de los desplazamientoscotidianos por las comunicaciones es(49).

CAPÍTULO XVII

140 Cárter es citado de «RightNow», McCall’s, mayo de 1977.

140 El estadístico gubernamentalsobre cuestiones familiares, doctor PaulGlick, de la Oficina del Censo, de losEstados Unidos, es citado del doctorIsrael Zwerling, «I´ Love Enough toHold a Family Together», CincinnatiHorizons, diciembre de 1977.

141 Porcentaje de poblaciónamericana encuadrada en familiasnucleares clásicas está tomado delInforme 206 del Departamento de

Trabajo, Oficina de EstadísticasLaborales, «Marital and FamilyCharacteristics of the Labor Forcé inMarch 1976», Monthly Labor Review,junio de 1977.

141 De personas que viven solas setrata en «Today’s Family-SomethingDifferent», U.S. News ó- World Repon,9 de julio de 1979; también «Trend toLiving Alone Brings Economic andSocial Change», The New York Times,20 de marzo de 1977; y «The Ways"Singles" Are Changing U.S.», U.S.News & World Repon, 31 de enero de1977.

141 Del aumento de parejas no

casadas se informa en «Unwed CouplesLiving Together Increase by 117%», TheWashington Post, 28 de junio de 1979;véase también «H.U.D. Will AcceptUnmarried Couples for Public Housing»,The New York Times, 29 de mayo de1977.

141 Sobre tribunales ocupados en«divorcios» de parejas no casadas:«How to Sue Your Live-in Lover», porSally Abrahms, en New York, 13 denoviembre de 1978; también«Unmarried Couples: Unique LegalPlight», Los Angeles Times, 13 denoviembre de 1977.

142 Etiqueta y «consejos a la

pareja» están tomados de «Living in SinIs In Style», The National Observer, 30de mayo de 1977.

142 Ramey es citado del boletín denoviembre-diciembre de 1975 de laOrganización Nacional de No Padres,ahora rebautizada Alianza Nacional parala Paternidad Opcional.

142 Los matrimonios sin hijos sonobjeto de estudio en «In New GermánAttitude on Family Life, Many CouplesDecide to Porgo Children», The NewYork Times, 25 de agosto de 1976;también, «Marriage and Divorce,Russian Style - Strange Blend of Marxand Freud», U.S. News & World Report,

30 de agosto de 1976.

142 Sobre niños en hogaresuniparentales, véase (194), p. 1.

142 Mostrar cómo influyen en lafamilia la demografía, la tecnología yotras fuerzas no es afirmar que la familiasea un elemento pasivo en la sociedadque se limite a reaccionar o adaptarse acambios sobrevenidos en otros puntosdel sistema. Es también una fuerzaactiva. Pero el impacto sobre la familiade acontecimientos exteriores -la guerra,por ejemplo, o el cambio tecnológico-suele ser inmediato, mientras que elimpacto de la familia sobre la sociedadpuede ser diferido durante largo tiempo.

El verdadero impacto de la familia no sepercibe hasta que sus hijos crecen yocupan su puesto en la sociedad.

142 El aumento de hogaresuniparentales en Gran Bretaña,Alemania y Escandinavia es objeto deinforme en «The Contrasting Fortunes ofEurope’s One-parent Families», To thePoint International (Sandton,Transvaal, República Sudafricana), 23de agosto de 1976.

143 Se identifica la «familiaagregada» en (331), pp. 248-249.

143 Davidyne Mayleas es citado de«About Women: The Post-Divorce"Poly-Family"», Los Angeles Times, 7

de mayo de 1978.

143 Toda la rica variedad decombinaciones familiares es objeto deexploración en «Family Structure andthe Mental Health of Children», porSheppard G. Kellam, doctor enMedicina, Margaret E. Ensminger,Licenciado en Artes, y R. Jay Turner,diplomado en Filosofía, en los Archivesof General Psychiatry (AmericanMedical Association), septiembre de1977.

143 Jessie Bernard sobre ladiversificación familiar es citado de(187), pp. 302 y 305.

149 Para información de Prensa

sobre mujeres contratadas parainseminación artificial en Gran Bretaña,véase «Astonishing Plan Says trieJudge», Evening News (Londres), 20 dejunio de 1978. También, «Woman Hiredto Have a Child», The Guardian(Manchester), 21 de junio de 1978.

149 Los derechos de custodia deniños de las lesbianas son objeto deconsideración en «Judge Grants aLesbian Custody of 3 Children», TheNew York Times, 3 de junio de 1978;también, «Victory for Lesbian in ChildCustody Case», San FranciscoChronicle, 12 de abril de 1978.

149 Del proceso por «trato parental

equivocado» se informa en «Son SuesFolks for Malpractice», ChicagoTribune, 28 de abril de 1978.

149 Sobre parejas asociadas comofenómeno en el terreno de los negocios,véase «The Corporate Woman:"Company Couples" Flourish», BusinessWeek, 2 de agosto de 1976.

CAPÍTULO XVIII

151 Cárter y Blumenthal son citadosen «I Don’t Trust Any Economists

Today», por Juan Cameron, en Fortune,11 de septiembre de 1978.

151 Sobre el «ecu», véase André M.Coussement, «Why the Ecu Still Isi.'tQuite Real», Euromoney, octubre de1979.

151 El crecimiento de laseuromonedas y de la red bancariaelectrónica mundial se describen en«Stateless Money: A New Forcé onWorld Economies», Business Week, 21de agosto de 1978; John B. Caoute,«Time Zones and the Arranging Centre»,Euromoney, julio de 1978; y «Clashover Stateless Clash», Time, 5 denoviembre de 1979.

151 Los eurodólares fueronexaminados por el autor en (98), p. 11.

151 El COMECON, centrado en laUnión Soviética, tiene sus propiasdificultades interrelacionadas. En unaacción sin precedentes, Erich Honecker,jefe de Estado comunista de la AlemaniaOriental, denunció los reglamentos delCOMECON como «parciales ymiopes», advirtiendo a Moscú que«nadie tiene derecho a detener laproducción de productos de la AlemaniaOriental». (Véase Forbes, 20 de marzode 1978.) La propia economía de laURSS se ha escindido en cuatro sectoresdistintos y en conflicto: un sector de alta

tecnología militar, de la tercera ola, queclama continuamente por presupuestosmayores; un sector désvalidamenteretrasado de la segunda ola, que se veaquejado de falta de direcciónempresariai y por escaseces mientrasintenta satisfacer las crecientesdemandas del consumidor, y un sectoragrícola, más atrasado y peorplanificado aún, que se ve asediado porsus propios e insolubles problemas. Pordebajo de ellos existe un nebulosocuarto sector, una «economía fantasma»basada en primas, chanchullos ycorrupción, sin la cual no podrían existirmuchas de las operaciones de los otrostres sectores. Dependientes en gran

medida de infusiones de tecnología ycapital procedentes de la economíamundial -y susceptibles a susenfermedades -, las nacionesindustriales socialistas se ven tambiénpresas de fuerzas que escapan a sucontrol. Por ejemplo, Polonia, sebambolea entre aumentos de precio delos artículos alimenticios, inducidos porla inflación, y las airadas protestas delos obreros. Habiendo recibido deOccidente préstamos por valor de13.000 millones de dólares, se halla alborde de la bancarrota y suplica a susacreedores que amplíen los plazos derembolso. Las otras economíassocialistas están empezando

similarmente a desmasificarse, ytambién sus organizaciones productivasse ven asaltadas por la enorme ola decambio. Sobre la corrupción en laURSS, véase Smith (484), pp. 86 y sigs.La dependencia en que se encuentra laURSS respecto de otros países enmateria de tecnología y capital es objetode consideración en «Rollback, MarkII», por Brian Crozier, en NationalReview, 8 de junio de 1978. Losproblemas obreros y alimenticios dePolonia se examinan en «Poland: Meatand Potatoes», Newsweek, 2 de enero de1978; sus problemas financieros setratan en «Poland’s Creditors Watch theRipening Grain», por Alison Macleod,

en Euromoney, julio de 1978.

153 La cita de Ettromoney es de suartículo «Time Zones and the ArrangingCenter», antes reseñado.

153 El papel del cajerointernacional se describe en «StatelessMoney: A New Forcé on WorldEconomies», Business Week, 21 deagosto de 1978.

153 La aceleración en lacomercialización y la televisión seexaminan en «Editorial Viewpoint»,Advertising Age, 13 de octubre de 1975.

154 De las revisiones de precios delCOMECON se informa en «L’inflation

se généralise», Le Fígaro (París), 4 demarzo de 1975.

154 El economista británico GrahamHutton, en un estudio para el Instituto deAsuntos Económicos, escribe que «asícomo nuestra inflación se ha acelerado,así también todo el endeudamiento delGobierno y de los negocios se veobligado a hacerse más joven y másbreve…, la velocidad de circulación sehace más rápida; los períodos de tiempopara incluso contratos de tres añostienen que ser revisados para incluir laesperada tasa de inflación deaceleración; las negociacionessalariales se tornan más rápidas y

cortas». «Inflation and LegalInstitutions», en (129), p. 120.

155 Esquimales de Canada:«Eskimos Seek Fifth of Canada asProvince, The New York Times, 28 defebrero de 1976.

155 Se da cuenta de las demandasindias en «Settlement of Indian LandClaim in Rhode Island Could Pave Wayfor Resolving 20 Other Disputes, TheWall Street Journal, 13 de septiembrede 1978; y «A Backlash Stalks theIndians, Business Week, 11 deseptiembre de 1978.

155 Sobre la minoria ainu en elJapon, vease «Ainu’s Appeal Printed in

Book, Daily Yomiuri (Tokio), 15 denoviembre de 1973. Sobre los coreanos:Rightists Attack Korean Office; SixArrested, Daily Yomiuri (Tokio), 4 deseptiembre de 1975.

155 David Ewing es citado de «TheCorporation As Public Enemy No. 1»,Saturday Review, 21 de enero de 1978.

155 John C. Biegler es citado de «IsCorporate Social Responsibility a DeadIssue? Business and Society Review,primavera de 1978.

158 Jayne Baker Spain: «The Crisisin the American Board: A MoreMuscular Contributor, audiocintaproducida por AMACOM, una seccion

de la American ManagementAssociations, 1978.

158 Olin procesada: vease informede la junta trimestral y anual deaccionistas de Olin, mayo de 1978.

158 Sobre la talidomida, vease «AScandal Too Long Concealed, Time, 7de mayo de 1979.

158 Henry Ford II esta tornado de«Is Corporate Social Responsibility aDead Issue?, Business and SocietyReview, primavera de 1978.

158 Las politicas de control de datosse describen en «The Mouting BacklashAgainst Corporate Takeovers, por Bob

Tamarkin, en Forbes, 7 de agosto de1978; y la «Mission Statement de laCompania.

160 Alien Neubarth esta tornado de«The News Mogul Who Would BecomeFamous, por David Shaw, en Esquire,septiembre de 1979.

160 Las palabras de RosemaryBruner estan tomadas de una entrevistacon el autor.

160 Sobre las multiples finalidadesu objetivos de la corporacion, vease«The New CorporateEnvironmentalists», Business Week, 28de mayode 1979; tambien, «MCSI: TheFuture of Social Responsability», por

George C. Sawyer, en BusinessTomorrow, junio de 1979.

160 Los informes de la AsociacionAmericana de Contabilidad se describenen (16), p. 13.

160 De la sugerencia de JuanitaKreps se da cuenta en «A BureaucraticBrainstorm, por Marvin Stone, en U.S.News 6- World Report, 9 de enero de1978.

161 La gigantesca firma suiza dealimentos y la cita de Pierre Arnold sonde «When Businessmen Confess TheirSocial Sins», Business Week, 6 denoviembre de 1978.

161 Sobre informes sociales de lasCompañías europeas, véase «EuropeTries the Corporate Social Report», porMeinolf Dierkes y Rob Coppock, enBusiness and Society Review, primaverade 1978.

161 Cornelius Brevoord es citado de«Effective Management in the Future»,en (12).

161 Las observaciones de WilliamE. Halal están tomadas de su «BeyondR.O.I.», Business Tomorrow, abril de1979.

CAPÍTULO XIX

164 El horario flexible haengendrado una vasta literatura. Entrelas fuentes aquí utilizadas figuran:«Workers Fiad "Flextime" Makes forFlexible Living», The New York Times,15 de octubre de 1979; «Flexible WorkHours a Success, Study Says», The NewYork Times, 9 de noviembre de 1977;«The Scheme That’s Killing The Rat-Race Blues» por Robert Stuart Nathan,en New York, 18 de julio de 1977;«Work When You Want To», revistaEuropa, abril de 1972; «Flexing Time»,por Geoffrey Sheridan, en New Society

(Londres), noviembre de 1972; y Kanter(529).

166 El aumento del trabajo nocturnoestá descrito en «Le Sommeil duTravailleur de Nuit», Le Monde (París),14 de diciembre de 1977; y en Packard(500), capítulo IV.

166 Del aumento producido en elnúmero de trabajadores a jornadaparcial se informa en «In PermanentPart-Time Work, You Can’t Beat theHours», por Roberta Graham, en NationBusiness, enero de 1979; véase también«Growing Part-Time Work Forcé HasMajor Impact on Economy», The NewYork Times, 12 de abril de 1977.

167 El anuncio en televisión deCitibank está tomado de unatranscripción proporcionada por laagencia de publicidad Wells, Rich,Greene, Inc., Nueva York.

167 Sobre predominio detrabajadores de los servicios respecto atrabajadores fabriles, véase (63), p. 3.

168 Acerca de las tarifas diurnas seinforma en «Environmentalists Are SplitOver Issue of Time-Day Pricing ofElectricity», The Wall Street Journal, 5de octubre de 1978.

168 La defensa de Connecticut delhorario flexible está tomada de «Your(Flex) Time May Come», por Frank T.

Morgan, en Personnel Journal, febrerode 1977.

168 El impacto de los grabadores devídeo sobre la audiencia de televisiónes analizado en «Will Betamax BeBusted?», por Steves Brill, en Esquire,20 de junio de 1978.

168 La conversación mediantecomputadores está descrita a partir de laexperiencia del autor; materialessuministrados por el ElectronicInformation Exchange System, NewJersey Institute of Technology, Newark,N. J.; y de Pla.net News, diciembre de1978, una publicación de InfomediaCorporation, Palo Alto, Calif.

170 Los salarios variables y losbeneficios marginales son objeto deexamen en «Companies Offer BenefitsCafeteria-Style», Business Week, 15 denoviembre de 1978.

170 Sobre tendencias en el artealemán, véase Dieter Honisch, «What IsAdmired in Cologne May Not BeAppreciate in Munich», Art News,octubre de 1978.

171 Sobre la comercialización enmasa de libros en cartoné, consúltese«Just A Minute, Marshall McLuhan»,por Cynthia Saltzman, en Forbes, 30 deoctubre de 1978.

171 Sobre la descentralización en

Kiev, véase (478), p. 67.

171 De la derrota del Gobiernosocialista de Suecia se informa en«Swedish Socialists Lose to CoalitionAfter 44-Year Rule», The New YorkTimes, 20 de septiembre de 1976.

171 La política de los nacionalistasescoceses se analiza en (370), p. 14.

171 El programa del Valúes Party deNueva Zelanda fue expuesto en ValúesParty, Blueprint for New Zealand, 1972.

171 El crecimiento del poder delbarrio es estudiado en «Cities Big andSmall Decentralize in Effort to RelieveFrustrations», The New York Times, 29

de abril de 1979; y «NeighborhoodPlanning: Designing for trie Future»,Self-Reliance, publicada por el Institutefor Local Self-Reliance, Washington, D.C., noviembre de 1976.

171 Sobre ROBBED y otros gruposde barrio, consúltese «ActivistNeighborhood Groups Are Becoming aNew Political Forcé», The New YorkTimes, 18 de junio de 1979.

171 El senador americano MarkHatfield (R., Ore.) presentó en ciertaocasión un proyecto de ley destinado arevitalizar el barrio y el gobierno de lacomunidad, permitiendo que unresidente local entregue el 80% de sus

impuestos federales a un gobierno de lacomunidad local debidamenteorganizado.

172 La reorganización de Esmarkfue descrita en «Esmark Spawns AThousand Profit Centers», BusinessWeek, 3 de agosto de 1974; véasetambién el informe anual de Esmark,1978.

172 La descripción del autor de la«adhiocracia» es de (331), capítulo VIL

172 Las organizaciones de matricesse describen en (13).

172 El sorprendente crecimiento dela Banca local se detalla en «The Fancy

Dans at the Regional Banks», BusinessWeek, 17 de abril de 1978.

174 La exención es examinada en«The Right Way to Invest in FranchiseCompanies», por Linda Snyder, enFortune, 24 de abril de 1978; también,Departamento de Comercio, Industria yAdministración Comercial, Franchisingin the Economy 1976-78. Sobreexención en Holanda: carta dirigida alautor por G. G. Abeln, secretariado,Nederlandse Franchise Vereniging,Rotterdam.

174 Un primer informe sobre ladispersión de la población fue «Cities:More People Moving Out Than In, New

Census Confirms», CommunityPlanning Repon, Washington, D. C., 17de noviembre de 1975.

176 Lester Wunderman es citado deThe Village Voice, 14 de agosto de1978.

176 Anthony J. N. Judge es citado de«Networking: The Need for a NewConcept», Transnational Associations(Bruselas), n.° 172,1974; y «A Lesson inOrganization From Building Design-Transcending Duality Through TensionalIntegrity: Part I», TransnationalAssociations, n.° 248, 1978.

CAPÍTULO XX

177 El aumento de los serviciossanitarios de autoayuda estádocumentado en «Doctoring Isn’t Justfor Doctors», de Robert C. Yeager, enMedical World News, 3 de octubre de1977.

177 Máquinas para tomar la tensiónarterial: «Medical Robot: A SlotMachine for Blood Pressure», Time, 10de octubre de 1977.

177 Auge en la venta deinstrumentos médicos: «The Revolutionin Home Health Care», de John J. Fried,

en Free Enterprise, agosto de 1978.

179 Sobre organizaciones deautoayuda: Entrevista con el doctor AlanGartner, codirector del New HumanServices Institute. También,«Bereavement Groups Fill GrowingNeed», Los Angeles Times, 13 denoviembre de 1977; y varios númerosdel Self-Help Repórter, publicado por laNational Self-Help Clearinghouse,Nueva York.

179 Más de 500.000 grupos deautoayuda citados por Dartner yRiessman (58), p. 6. Riessman y Gartnerhan realizado buena parte del trabajomás útil en materia de economía de los

servicios. Su libro de 1974 (59) esindispensable.

179 Introducción de surtidores degasolina en régimen de autoservicio:«Save on Gasoline: Pump It Yourself»,Washington Star, 6 de junio de 1975.También, «Now, the No-ServiceStation», Time, 22 de agosto de 1977;«Business Around the World», U. S.News & World Repon, 9 de febrero de1976.

179 Clientes haciendo el trabajo decajeros de Banco: «Tellers Work 24Hour Day, and Never Breathe a Word»,The New York Times, 14 de mayo de1976.

180 Tiendas que pasan aautoservicios: «Future shock/StoreService: The Pressure on PayrollOverload», Chain Store Age, septiembrede 1975. También: «MarketingObserver», Business Week, 9 denoviembre de 1974.

180 Caroline Bird, de (489), p. 109.

180 Material sobre la «línea fría» deWhirlpool, suministrado por WarresBaver, director de relaciones públicas,Whirlpool Corporation, Benton Harbor,Michigan.

180 Ventas de herramientas: «Toolsfor the Home: Do-It-Yourself Becomes aNational Passtime», de John Ingersell,

en Companion, septiembre de 1977.También, «Psychographics: A MarketSegmentation Study of the D-I-YCustomer», Hardware Retailing,octubre de 1978.

180 Los datos de Frost & Sullivanestán tomados de Study ofthe Marketfor Home Improvement andMaintenance Products, 1976, HomeCenter & Associated HomeImprovement Products Market, 1978; yThe Do-It-Yourself Market in the E. E.C. Countries, 1978, Frost & Sullivan,Nueva York.

182 U. S. News & World Report: «AFresh Surge in Do-It-Yourself Boom»,

número del 23 de abril de 1979.

182 El director de Texas Instrumentsy Cyril Brown son citados de «TopManagement Develops Strategy Aimedat Penetrating News Markets».Electronics, 25 de octubre de 1978.

182 Profesor Inyong Ham, deentrevista con el autor.

183 Las palabras de RobertAnderson están tomadas de unaentrevista con el autor.

183 Una interesante implicación delauge del prosumidor es un cambio en loque podría denominarse la «intensividadde mercado» cotidiana. ¿Están unas

sociedades más implicadas que otras enactividades de mercado? Una forma demedirlo es ver cómo invierte la gente sutiempo. A mediados de los años sesenta,sociólogos de una docena de paísesestudiaron cómo pasaban sus horas loshabitantes de la ciudad. Losinvestigadores del «presupuesto detiempo» dividieron la vida cotidiana en37 clases diferentes de actividad, desdetrabajar y ver la televisión, hasta comer,dormir o visitar amigos. Sin la menorpretensión de seguir un criteriocientífico, yo agrupé esas 37 actividadesen tres categorías: las que me parecíanmás «intensivas» en relación con elmercado, las que no y las intermedias

entre ambas. Por ejemplo, el tiempo quepasamos trabajando a sueldo,comprando en unos grandes almacenes oyendo y viniendo de nuestro lugar detrabajo es, evidentemente, más«intensivo» en términos de mercado queel tiempo que pasamos regando geraniosen la ventana, jugando con el perro ocharlando con los vecinos.Similarmente, algunas actividades,aunque su finalidad no guarda relacióndirecta con el mercado, están, sinembargo, lo bastante comercializadascomo para situarse en la zonaintermedia. (Viajes turísticosorganizados, fines de semana en lanieve, incluso algunas excursiones al

campo, implican tantos artículoscomprados, tantos servicios pagados ytantas transacciones económicas comopara representar una forma modificadade actividad comercial.) Utilizandoestas toscas categorías, revisé losestudios sobre la distribución deltiempo. No tardé en descubrir quealgunos estilos de vida -y algunassociedades- tienen una mayor«intensidad de mercado» que otras. Porejemplo, los americanos de 44 ciudadespasaban, por término medio, sólo el36% de sus horas de vigilia enactividades relacionadas con elmercado. El restante 64% de sus horasde vigilia se invertían en cocinar, lavar

la ropa, cuidar el jardín, comer,cepillarse los dientes, estudiar, rezar,leer, participar en actividades deorganizaciones de la comunidad, ver latelevisión, charlar o, simplemente,descansar. Una pauta similar se observóen la Europa Occidental: el francésmedio pasaba una cantidad equivalentede sus horas de vigilia en actividadesrelacionadas con el mercado. Para elbelga era un poco más elevado elporcentaje: 38%. Para el alemánoccidental, un poco más bajo: 34%.

Irónicamente, en cuanto nosdesplazamos geográficamente hacia elEste y políticamente «hacia la

izquierda», los números empiezan aaumentar. En Alemania Oriental, el másavanzado tecnológicamente de lospaíses comunistas, la persona mediapasaba el 39% de su tiempo enactividades relacionadas con elmercado. En Checoslovaquia, la cifraascendía al 42%. En Hungría, al 44%. Yen la Unión Soviética alcanzaba el 47%.Por lo tanto, resulta que, debidoprincipalmente a un mayor número dehoras de trabajo, pero también a otrasrazones, el estilo de vida del ciudadanocorriente tenía una mayor intensidad demercado de Pskov que en su equivalenteamericano. Pese a la ideologíasocialista, una mayor cantidad de la vida

cotidiana de la persona se invertía encomprar, vender e intercambiar bienes,servicios y, de hecho, trabajo.

184 Año laboral y absentismo enSuecia: «Menos horas de trabajo», porBirger Viklund, en ArbetsmiljóInternational-78

184 El equipo Bradlev se describeen los materiales suministrados por laCompañía: Bradley AutomotiveDivisión of Thor Corporation, Edina,Minnesota.

186 Se cita a Funchs en «How DoesSelf-Help Work?», de Frank Riessman,en Social Policy, setiempre/octubre de1976.

188 Cómo se enfrentaban lassociedades primitivas con el desempleoaparece descrito en (106).

189 Una observación sobre eltrueque y el dinero: El auge delprosumidor nos obliga a reconsiderartambién el futuro del trueque. El truequeestá adquiriendo últimamente una grandifusión. No se limita a pequeñastransacciones entre particulares,cambiando un sofá usado, por ejemplo,por alguna reparación en el coche, ointercambiando servicios jurídicos porasistencia odontológica. (Muchaspersonas están descubriendo que eltrueque puede ayudarles a eludir

impuestos.) El trueque está adquiriendogran importancia también en laeconomía mundial, a medida que lospaíses y las corporaciones -preocupadaspor las rápidamente cambiantesrelaciones entre divisas: cambianpetróleo por cazas a reacción, carbónpor electricidad, hierro brasileño porpetróleo chino. Ese trueque es una formade intercambio y encaja, por tanto,dentro del sector B. Pero gran parte delo que los grupos de autoayuda hacenpuede caracterizarse como una forma detrueque psíquico, intercambio deexperiencias vitales y consejos. Y elpapel tradicional del ama de casa puedeser interpretado como el trueque de sus

servicios por los bienes ganados por unmarido que trabaja fuera del hogar. Susservicios, ¿forman parte del sector A odel sector B? Los economistas de latercera ola empezarán a centrar laatención en estas cuestiones, pues, hastaque lo hagan, irá siendo cada vez másdifícil comprender la economía real enque vivimos, tan distinta de la economíade la segunda ola que ahora se vadesvaneciendo en la Historia.Similarmente, necesitamos preguntar porel futuro del dinero. El dinero sustituyóal trueque en el pasado, en parte porqueera muy difícil hallar la equivalencia decomplejos intercambios que implicabanmuchas unidades diferentes de medida.

El dinero simplificó radicalmente lascuentas. Pero la creciente posibilidad deutilizar computadores hace más fácilregistrar transacciones sumamentecomplejas y, por tanto, hace también queel dinero sea menos esencial. Apenas sihemos empezado a pensar en estascosas. El surgimiento del prosumidor, surelación con el trueque y la nuevatecnología se combinarán para hacernospensar de nuevas maneras en los viejosproblemas.

CAPÍTULO XXI

192 Resumen del informe del UrbanLand Institute, en «Rural U. S. GrowingFaster Than Cities», InternationalHerald Tribune, 4-5 de agosto de 1979.

192 Láseres, cohetes, etc.:«Contemporary Frontiers in Physics»,por Víctor F. Weisskopf, en Science, 19de enero de 1979.

192 Struve está tomado de«Negotiating with Other Worlds», porMichael A. G. Michaud, en TheFuturist, abril de 1973.

192 Tratando de escuchar señales:Sullivan (468), p. 204.

194 Francois Jacob, de su artículo

«Darwinism Reconsidered», AtlasWorld Press Review, enero de 1978.

194 «Derivación genética» ycomentarios del doctor Motoo Kimura,de «The Neutral Theory of MolecularEvolution», Scientific American,noviembre de 1979.

194 Sobre eucariotes y procariotes:«What Carne First?», The Economist,28 de julio de 1979.

194 Los monos del Grant Park Zoo:«Ape Hybrid Produced», DailyTelegraph (Londres), 28 de julio de1979. También «Oíd EvolutionaryDoctrines Jolted by a Hybrid Ape», TheNew York Times, 29 de julio de 1979.

194 La historia evolutiva:Warshofsky (470), pp. 122-125.También Jantsch; y Waddington (180),introducción.

195 El descubrimiento de laestructura del ADN es narrado porWatson en (471).

195 El descubrimiento de Kornbergy el «resumen popular»; (446), pp. 24-26.

195 El crítico británico es S. BeynonJohn, «Albert Camus», en (5), p. 312.

195 Informe del Club de Roma:(165), pp. 23-24.

196 Concepción del tiempo de latercera ola: Whitrow (520), pp. 100-101; también, G. J. Whitrow,«Reflections on the History of trieConcept of Time», en (510), pp. 10-11.

Gribbin, de (512), pp. XIII y XIV.

196 Agujeros negros: «ThoseBaffling Black Holes», Time, 4 deseptiembre de 1978; «The Wizard ofSpace and Time», por Dennis Overbye,en Omni, febrero de 1979. También,Warshofsky (470), pp. 19-20.

197 Taquiones: (304), pp. 265-266.

197 Taylor es citado de su artículo«Time in Particle Physics», en (510),

p.53.

197 Sobre Capra, véase (300), p.52.

197 Tiempos alternativos y plurales:John Archibald Wheeler, «Fronteras deltiempo», conferencia pronunciada en laEscuela Internacional de Física «EnricoFermi», Varenna, Italia, verano de 1977.

198 Disminución de la población enlas ciudades: «Rush to Big CitiesSlowing Down: Poli», Daily Yomiuri(Tokio), 9 de julio de 1973; «ExplodingCities», New Society (Londres), 5 dejulio de 1973; «Swiss Kaleídoscope»,Swiss Review of World Affairs, abril de1974.

198 El informe del AmericanCouncil of Life Insurance está en«Changing Residential Patterns andHousing». TAP Report 14, otoño de1976.

198 Se cita Fortune de «WhyCorporation Are on the Move», porHerbert E. Meyer, mayo de 1976.

198 Arthur Robinson: «A Revolutionin the Art of Mapmaking», SanFrancisco Chronics, 29 de agosto de1978.

198 El mapa de Arno Peters esdescrito en «The Peters World Map: Is itan Improvement?», por Alexander

Dorozynski, en Canadian Geographic,agosto-septiembre de 1978.

200 Simón Ramo es citado de (311),p. VI.

200 El artículo de Barry López sepublicó en el número de 31 de marzo de1978 de Environmental Action.

200 Frederick S. Pearls es citado desu «Gestalt Therapy and HumanPotentialities», en (418), p. 1.

200 El movimiento sanitario totalistaes objeto de examen en «Holistic HealthConcepts Gaining Momentum», deConstance Holden, en Science, 2 dejunio de 1978.

201 El experto del Banco Mundiales Charles Weiss, Jr., «MobilizingTechnology for Developing Countries»,Science, 16 de marzo de 1979.

201 Se cita a Laszlo en (308), p.161.

201 Eugene P. Odum: «TheEmergence of Ecology as a NewIntegrative Discipline», Science, 23 demarzo de 1977.

201 La referencia de Maruyama estátomada de su conocido ensayo «TheSecond Cybernetics: Deviation-Amplifying Mutual Causal Processes»,American Scientist, junio de 1963, pp.

164-179, 250-256. En «NewMovements in Oíd Traps», publicado enFuturics, otoño de 1977, pp. 59-62,Maruyama presenta una tipología críticade las epistemologías actuales,comparándolas en términos de variablestales como causalidad, lógica,percepción, ética y cosmología. Haanalizado también las implicacionessistemáticas de diferendación en«Heterogenistics and Morphogenetics»,en Theory and Soríety, vol. 5, n.° 1, pp.75-76, 1978.

203 La exposición sobre Prigoginese basa en entrevistas y correspondenciaprivada con el autor, así como en (458).

204 La colonia de termitas sedescribe en Ilya Prigogine, «OrderThrough Fluctuation: Self-Organizationand Social System», en (180).

204 Prigogine es citado de sutrabajo From Being to Becoming,publicado por el Centro de MecánicaEstadística y Termodinámica de laUniversidad de Texas, Austin, Texas,abril de 1978. Véanse también: «Time,Structure and Fluctuations», Science, 1de septiembre de 1978; «Order Out ofChaos», por I. Prigogine, Centro deMecánica Estadística y Termodinámica,Universidad de Texas, en Austin, yFacultad de Ciencias, Universidad Libre

de Bruselas; y La Nouvelle Alliance,Ilya Prigogine e Isabelle Stengers(París: Gallimard, 1979).

CAPÍTULO XXII

207 Sobre separatistas corsos yotros: «Fissionable Particles of State»,Telegrapb Sunday Magazine (Londres),11 de junio de 1978; también, «Europe’sPassionate Separatists», SundayExaminer & Chronide de SanFrancisco, 8 de octubre de 1978.

207 Asamblea escocesa: «Home-Rule Plan Suffers Setback in BritishVotes», The New York Times, 3 de marzode 1979.

207 Intensas presionesproautonómicas en Escocia: «TheDevolution Pledges Which Will Not GoAway», The Guardian (Manchester), 28de julio de 1979.

207 Nacionalismo gales: «WelshNationalists, Rebuffed, Fight Fiercelyfor Their Language», The New YorkTimes, 6 de noviembre de 1979.

207 Problemas regionales enBélgica: «Belgium: New Government

Rides the Tiger», To The Point(Sandton, Transvaal, RepúblicaSudafricana), 27 de octubre de 1978.

207 Alemanes de los sudetes:«Germany’s Palestinians», Newsweek, 2de junio de 1975.

207 Tiroleses del Sur: «ConflictWithin a Community», por FrancésPimer, en New Society (Londres), 22 demarzo de 1973.

207 Eslovenos, vascos, catalanes ycroatas: «How Unhappy MinoritiesUpset Europe’s Calm», U. S. News &World Report, 31 de enero de 1977.

207 Fierre Trudeau es citado de

«Language Dispute is Termed Threat toCanada’s Unity», The New York Times,26 de octubre de 1976.

207 Movimiento autonómico enAlberta: «Western Canadians Plan OwnParty», The New York Times, 15 deoctubre de 1974; también, «Canadá, aVast, Divided Nation, Gets Ready for aCrucial Election», The New York Times,16 de mayo de 1979.

207 Movimiento de secesión deAustralia Occidental: «How the WestMay Be Lost», The Bulletin (Sidney),26 de enero de 1974.

208 La predicción de Amalrik estátomada de (472).

208 Nacionalistas armenios:«Armenia: The USSR’s Quiet LittleHotbed of Terror», San FranciscoExaminer, 9 de octubre de 1978.

208 Georgianos y abjazianos:«Georgian and Armenian Pride Lead toConflicts With Moscow», The New YorkTimes, 27 de junio de 1978. Exigenciasde la minoría abjaziana: «Dispute inCaucasus Mirrors Soviet EthnicMosaic», The New York Times, 25 dejunio de 1978.

208 La novela underground enCalifornia: (275).

208 El informe a Kissinger fue

preparado por el profesor ArthurCorwin, director del Cooperative Studyfor Mexican Migration.

208 Texas Monthly es citado de«Portillo’s Revenge», de John Bloom,en el número de la revista de abril de1979.

208 El separatismo puertorriqueñoha producido una extensa literaturaperiodística; véase, por ejemplo,«F.A.L.N. Organization AsksIndependence for Puerto Rico», TheNew York Times, 9 de noviembre de1975.

209 Sobre separatismo de Alaska,véase «Alaska Self-Determination»,

Reason, septiembre de 1973.

209 Petición de un Estado soberanopor parte de los nativos americanos:

«Black Elk Asks Young Americans:Recognize Indians as SovereignNation», The Colorado Daily (Boulder),18 de octubre de 1974; también,«American Indian Council Seeks U. N.Accreditation», The New York Times, 26de enero de 1975.

209 La Conferencia Nacional deLegislaturas Estatales está tomada de«America’s Regional Economic War»,State Legislatures, julio-agosto de1976.

209 El «equivalente económico dela guerra civil» es de «Goal and OilStates, Upset by Cárter Plan, Prepare for"Economic War" Over Energy», TheNew York Times, 27 de abril de 1977.

209 Jeffrey Knight: «After Setbacks-New Tactics in EnvironmentalCrusade», U. S. News & Report, 9 dejunio de 1975.

209 «Let the Bastard Freeze in theDark»: editorial de Philip H. Abelson enScience, 16 de noviembre de 1973.

209 Los habitantes del Medio Oesteinstados a prescindir de las chimeneas:«Midwest, U. S. Heartland, Is Found

Losing Economic Vitality», TheCleveland Plain Dealer, 9 de octubre de1975.

209 Los gobernadores del Noroestese organizan: «Playing Poorer ThanThou: Sunbelt v. Snowbelt inWashington». Time, 13 de febrero de1978.

209 Fierre Trudeau en 1967, deShaw (287), p. 51.

210 Denis de Rougement, delBulletin del Banco de Crédito Suizo,Zurich, mayo de 1973.

210 El senador McGovern es citadode su artículo «The Information Age»,

The New York Times, 9 de junio de1977.

210 Las estadísticas sobrecorporaciones transnacionales son deSupplementary Material on the Issue ofDefining Transnational Corporations,informe de la Secretaría a la Comisiónde Corporaciones Transnacionales,Consejo Económico y Social de lasNaciones Unidas (UNESCO), 23 demarzo de 1979.

211 La extremadamente rápidaextensión de estas CTN puede haberalcanzado ya su nivel máximo, según lainvestigación llevada a cabo por elprofesor Brent Wilson, de la

Universidad de Virginia. (Wilsonmuestra que muchas grandes Compañías,en industrias de baja tecnología talescomo artículos de cuero, ropas, tejidos ycaucho, están, en realidad,deshaciéndose de subsidiariasextranjeras.) Pero no ocurre lo mismo enlas industrias de muy alta tecnología.Véase «Why the Multinational Tide isEbbing», de Sanford Rose, en Fortune,agosto de 1977.

211 Sobre la escala relativa de lascorporaciones transnacionales y lasNaciones Unidas: testimonio de AlvinToffler ante el Comité sobre RelacionesExteriores del Senado de los Estados

Unidos; véase (394), p. 265.Reproducido también con el título de«The USA, the UN and TransnationalNetworks», en InternationalAssoáations (Bruselas), n.° 593, 1975.

211 Ingresos por ventas de GeneralMotors y Lester Brown: (272), páginas214-216.

211 Flota de petroleros de Exxon:véase Wilczynski (297), p. 40.

211 Miembros del partido comunistade vacaciones: (297), p. 40.

211 Transnacionales socialistas:(297), pp. 134-145.

211 CTN radicadas en Occidente y

sus transacciones con países delCOMECON: (297), p. 57.

211 CTN de naciones noindustrializadas: «The Rise of ThirdWorld Multinationals», de David A.Heenan y Warren J. Keegan, en HarvardBusiness Review, enero-febrero de1979.

211 CTN británicas violando losembargos británicos: «BP Confesses ItBroke Sanctions ond Covered Up»,Sunday Times (Londres), 27 de agostode 1978; también, «Oil Chiefs BustSanctions», The Observer (Londres), 25de junio de 1978; y Cámara de losComunes de Rhodesia (Encuesta de

sanciones petrolíferas), Hansard, págs.1184-1186, 15 de diciembre de 1978.

211 Violación de las normas de losEstados Unidos sobre el boicot árabe:Boycott Report: Developments andTrenas, Affecting the Arab Boycott,publicado por el Congreso JudíoAmericano, Nueva York, febrero de1979.

211 Favorecimiento, por parte de lasCompañías petrolíferas transnacionales,de sus propias prioridades: (168), pp.312 y sigs.

211 Lester Brown, de (272), p. 222.

213 Servicios de Información de las

CTN: véase (390).

213 Hugh Stephenson: (289), p. 3.

213 Número de organizacionesinternacionales: (294), p. 270. Véasetambién (298).

214 Organizaciones transnacionalesy OIG, de la entrevista del autor con A.J. N. Judge, Unión de AsociacionesInternacionales, Bruselas.

214 Comisario de impuestos delMercado Común: véase «An EEC Fleain Russia’s Ear», The Economist(Londres), 13 de enero de 1979.

214 Trazado en Bruselas depolíticas agrícolas e industriales:

«Farmer Solidarity Increases inEurope», The New York Times, 6 deoctubre de 1974.

214 Aumento en el presupuesto de laCEE: «A Wintry Chill in Brussels», TheEconomist, 20 de enero de 1979.

214 Comisiones Trilaterales: «OilSupplies "Could Meet Demand UntilEarly 1990s"», Financial Times(Londres), 15 de junio de 1978.

CAPÍTULO XXIII

217 Las cifras sobre pobreza, saludnutrición e instrucción están tomadas deRobert S. McNamara, informes alConsejo de Gobernadores del BancoMundial, 24 de septiembre de 1973 y de26 de septiembre de 1977.

217 Industrialización en Irán: «Iran’sRace for Riches», Newsweek, 24 demarzo de 1975.

217 Para tasas de interés ypréstamos a proyectos y compañías enIrán, véase «Iranian Borrowing: TheGreat Pipeline Loan Will Be Followedby Many More», de Nigel Bance, enEuromoney, junio de 1978.

218 Sueldo de director alemán:«Irán: Un paraíso sobre un barril depólvora», de Marión Dónhoff, en DieZeit (Hamburgo), 10 de octubre de1976.

218 Porcentaje de bienes iraníesconsumidos por la décima parte de lapoblación: «Regime oí the Well-AiledGun», de Darryl D’Monte, en Economic& Political Weekly (India), 12 de enerode 1974, extractado en Irán Research(Londres), enero de 1975.

218 Ingresos rurales en Irán:Introducción a la sección especial:«Irán: The Lion That Stopped Roaring»,Euromoney, junio de 1978.

218 Aunque cogió completamentedesprevenidos a los políticos deWashington y a los banquerosinternacionales, la caída del sha nosorprendió a los que seguían la corrientede información «no oficial» que llegabade Irán. Ya en enero de 1975, cuatroaños antes de su derrocamiento, elboletín n.° 8 de Irán Research,publicación izquierdista gratuita,informaba que el movimiento paraderrocar al sha había alcanzado «unestadio superior en la lucharevolucionaria». El informe detallabaacciones armadas contra el régimen, elbombardeo de la I rana Tile Factory, el

asesinato del «notorio propietario de lasfactorías de Jahan Chit», la evasión depresos políticos con ayuda de susguardianes. Reproducía el mensaje de unteniente de Aviación exhortando a sus«hermanos militares» a «despojarse deeste vergonzoso uniforme y emprenderuna guerra de guerrillas». Sobre todoincluía y ensalzaba la reciente Fatva, oproclamación del ayatollá Jomeini, en laque urgía a la intensificación de la luchacontra el régimen.

220 El artículo del New York Timeses «Third World Industrializes,Challenging the West…», en el númerode 4 de febrero de 1979.

220 Metalúrgicos franceses:«Steel’s Convulsive Retreat in Europe»,de Agís Salpukas, en The New YorkTimes International Economic Sttrvey,4 de febrero de 1979.

220 «Entre la hoz y la segadora-trilladora-aventadora» es de «SecondClass Capitalism», de Simón Watt, enUndercurrents (Real ing, Berkshire),octubre-noviembre de 1976.

220 El Grupo de Desarrollo deTecnología Intermedia y ejemplos detecnología apropiada son deAppropriate Technology in theCommonwealth: A Directory ofInstitutions, publicado por la División

de Producción Alimenticia y DesarrolloRural de la Secretaría de laCommonwealth, Londres.

220 Retorno de la India a métodosde la primera ola: «India Goes Back toUsing the Handloom», Financial Times(Londres), 20 de junio de 1978.

221 Suharto es citado porMohammad Sadli, ministro indonesio deMinas, en «A Case Study in Disillusion:U. S. Aid Effort in India», The New YorkTimes, 25 de junio de 1974.

221 Samir Amin, citado de (66), pp.592-593.

221 Concurso de trilla en 1855:

(101), pp. 303-304.

221 Reddy sobre la energía, de sutrabajo Simple Energy Technologies forRural Families, preparado para elSeminario de la UNICEF sobretecnología sencilla para la familia rural,Nairobi, junio de 1976.

221 Para programas de biogás,véase: «Integrated MicrobialTechnology for Developing Countries:Springboard for Economic Progress»,por Edgar J. DaSilva, Reuben Olembo yAntón Burgers, en Impact, abril-junio de1978. También, «Fuels from Biomass:Integration with Food and MaterialsSystems», por E. S. Lipinsky, y «Solar

Energy for Village Development», porNorman L. Brown y James W. Howe,ambos en Science, 10 de febrero de1978.

221 Tecnología en la India: «IndiaDeveloping Solar Power for RuralElectricity», The New York Times, 11 demayo de 1979.

224 La propuesta de Haim Aviv sedescribe en «Envisions Israel-EgyptJoint Food-Fuel Project», New YorkPost, 14 de abril de 1979.

224 Laboratorio de InvestigaciónAmbiental en Tucson: «PowderedMartinis and Other Surprises Corning inthe Future», The New York Times, 10 de

enero de 1979.

224 El experimento de Vermont y elNew Alchemy Institute: «FutureFarming», por Alan Anderson, Jr., enOmni, junio de 1979.

224 Las previsiones de alimentospara veinte años del Centro para laInvestigación del Futuro en U. S. C.están en el informe Neither Feast ñorFamine: A Preliminary Report of theSecond Twenty Year Forecast, porSelwyn Enzer, Richard Drobnick ySteven Alter.

225 John McHale y Magda CordellMcHale, de (91), pp. 188-190.

225 M. S. lyengar, de su trabajoPost-Industrial Society in theDeveloping Countries, presentado a laConferencia Especial sobreInvestigación del Futuro celebrada enRoma en 1973.

225 Ward Morehouse,«Microelectronic Chips to Feed theThird World», por Stephanie Yanchinski,en New Scientist (Londres), 9 de agostode 1979.

226 Roger Melen: San FranciscoChronicle, 31 de enero de 1979.

226 John Mages está tomado de TheNew World Information Order, informe

presentado por George Kroloff y ScottCohén al Comité de RelacionesExteriores del Senado, noviembre de1977.

226 La espada de Suharto: «Asia’sCommunications Boom: The Promise ofSatellite Technology», Asiaweek (HongKong), 24 de noviembre de 1978.

227 Jagdish Kapur es citado de suconferencia «India -2000 A. D.: AFranework f or Survival», presentada alCentro Internacional de la India, NuevaDelhi, 17 de enero de 1974.

227 Las consideraciones de Myrdalsobre el desempleo, en (94), p. 961.

227 Unas palabras sobre lo que yollamo «prosumo» y lo que algunoseconomistas denominan el «sectorinformal». Se ha suscitado un intensodebate sobre esta economía informal quesurge dentro de muchos de los paísespobres del mundo. En ella, millones dedesesperados tratan de ganarse la vidacon trabajos sueltos, venta ambulante,fabricación de muebles, comolimpiabotas, como conductores, enpequeñas obras de construcción y otrastareas. Algunos economistas consideranpositiva la existencia de este sector, yaque abre un canal a cuyo través la gentepuede efectuar su transición a la

economía formal. Otros economistasinsisten en que la economía informal nohace sino encadenar a la gente en unapermanente miseria. Sea cual fuere deestas dos opiniones la correcta, estesector informal se caracteriza como«producción de objetos triviales», en elsentido de que forma parte de laeconomía de mercado. Por esta razón,difiere fundamentalmente de lo que yohe denominado el «sector delprosumidor», que se basa, por elcontrario, en la producción para elpropio uso. El sector informal encaja enlo que, en mi terminología, es el sectorB -producción para el intercambio-, noen el sector A -producción para el uso-,

que yo llamo prosumo.

227 Streeten sobre el BancoMundial es citado de su ensayoDevelopment Ideas in HistoricalPerspecüve: The New Interest inDevelopment (sin fecha).

227 Yona Friedman es citado de sutrabajo No-Cost Housing, presentado auna reunión de la UNESCO, 14-18 denoviembre de 1977.

227 Algunos proyectos del BancoMundial hacen hincapié en los métodosde autoayuda. Véase, por ejemplo, «TheBank and Urban Poverty», de EdwardJaycox, en Finance & Development,septiembre de 1978. Director del

Departamento de Proyectos Urbanos delBanco, Jaycox señala otra implicaciónde estos métodos: «Como losbeneficiarios han de pagar los costes(mediante su trabajo), resulta confrecuencia no sólo deseable, sinotambién esencial, que participen en ladecisión de planear y llevar a lapráctica el proyecto.» De hecho,presumir implica un mayor grado deautodeterminación que la producción.

229 Leach: Literacy, docuento detrabajo del Nevis Institute, Edimburgo,1977.

229 Marshall McLuhan trata acercade la cultura oral en (46), p. 50.

229 Samir Amin es citado de (66),p. 595.

CAPÍTULO XXIV

(No es necesaria ninguna nota paraeste capítulo.)

CAPÍTULO XXV

239 Comisión presidencial sobre

Salud Mental e Instituto Nacional deSalud Mental, citados en (409), p. 6.

239 «Locura, genio y santidad»:«The Marketplace», PENewsletter,octubre de 1974.

239 Ocho mil terapias: (404), p. 11.

239 El estudio crítico: (404), p. 56.

240 Revista de California: «In GunsWe Trust», por Karol Greene y SchuylerIngle, en New West, 23 de abril de 1979.

240 Novela popular: (13), p. 337.

242 Norman Macrae es citado de suexcelente artículo «The CorningEntrepreneurial Revolution», The

Economist, 25 de diciembre de 1976.

242 Casamentero: Jewisb Chronicle,16 de junio de 1978.

242 Re: El «shock» del futuro,véase (331), cap. V.

244 La observación de Rollo May esde (414), p. 34.

244 Sobre cultos, véase (404), pp.12, 16 y 35.

245 Negocios de la Iglesia de laUnificación: «Gone Fishing»,Newsweek, 11 de septiembre de 1978.

245 Proceso del Centro de la LuzDivina: «Cuckoo Cult», Time, 7 de mayo

de 1979.

245 El funcionario de la Iglesia dela Unificación es citado en «Honor ThyFather Moon», de Berkeley Rice, enPsychology Today, enero de 1976.

246 El doctor Sukhdeo es citado en«Jersey Psychiatrist, Studying theGuyana Survivors, Fears Implicationsfor U. S. Society From Other Cults», porJohn Nordheimer, en The New YorkTimes, 1 de diciembre de 1978.

246 Sherwin Harris es citado en «INever Once Thought He Was Crazy»,por John Nordheimer, en The New YorkTimes, 27 de noviembre de 1978.

CAPÍTULO XXVI

249 El ensayo de Reszler es«"L’homme nouveau": esperance ethistoire», Cadmos (Ginebra), inviernode 1978.

249 Fromm es citado de (406), p.304; y de (407), p. 77.

252 Conover es citado de unaentrevista con el autor.

252 Los beneficios marginalesflexibles se describen en «CompaniesOffer Benefits Cafetería-Style»,Business Week, 13 de noviembre de1978.

252 Resistencia de los empleados atrasladarse:«Mobile Society Puts DownRoots», Time, 12 de junio de 1978.

253 La matriz aparece descrita en(13), p. 104.

255 Para Enzensberger, véase (42),p. 97.

CAPÍTULO XXVII

257 La cita del presidente Cárterestá tomada de su alocución al paíssobre problemas energéticos, texto en

The New York Times, 16 de julio de1979.

257 De la experiencia de la GeneralMotors con convertidores catalíticos seinformó en «Why Don’t We RecaliCongress for Defective Parts?», porRobert I. Weingarten, en FinancialWorld, 26 de marzo de 1975.

257 Cuarenta y cinco mil páginas denuevas normas al año: RegulatoryFailure III (Washington, D. C.: NationalAssociation of Manufacturers, abril de1978), p. A-2.

257 Industria del acero: anuncio deBethlehem Steel, 26 de junio de 1978.

257 Eli Lilly y formas de Gobierno:«The Day the Paper Stopped», porRobert Bendiner, The New York Times,16 de marzo de 1977.

257 Informe de Exxon a la AgenciaFederal de Energía: Michael C. Jensen yWilliam H. Meckling, Can theCorporation Survive? (Rochester, N. Y.:Escuela de Dirección de la Universidadde Rochester, mayo de 1976), p. 2.

257 Sobre la parálisis política: losvotantes franceses hablan de la«congelación» política o del «bloqueode la política». Un ex Primer Ministro,Michel Debré, ve una «crisis delrégimen». Véase el informe de Flora

Lewis, «Life’s Not Bad, but FrenchForesee Disaster», The New York Times,17 de noviembre de 1979.

257 El Primer Ministro japonésTakeo Miki es citado en «Fragility ofDemocracy Stirs Japanese Anxiety», deRichard Halloran, en The New YorkTimes, 9 de noviembre de 1975.

259 Estadísticas de las eleccionesde 1976, de: Centro de Investigación deElecciones, America Votes 12(Washington, D. C.: CongressionalQuarterly, 1977), y Oficina del Censo,Departamento de Comercio de losEstados Unidos.

259 Votantes independientes: «As

the Parties Decline», por Frederick G.Dutton, en The New York Times, 8 demayo de 1972.

259 Decadencia del partidolaborista: «How Labour Lost ItsLegions», por el doctor Stephen Haseler,en Daily Ma.il (Londres), 9 de agostode 1979.

259 Los japoneses, de The DailyYomiuri (Tokio), 28 de diciembre de1972.

259 Víctor Nekipelov: de «Here aStalinThere aStalinEverywhere a StalinStalin», The New York Times, 14 deagosto de 1979.

259 Política de Nueva Zelanda: «NZElections Give Rise to a Time LikeAlice», por Christopher Beck, en TheAsían, 22 de noviembre de 1972.

259 El informe del AmericanEnterprise Institute es citado por «TRB»en «Who’s in Charge in Washington? NoOne’s in Charge There», PhiladelphiaInquirer, 3 de marzo de 1979.

260 Ejércitos privados en GranBretaña: «Thunder From the Right»,Newsweek, 26 de agosto de 1974;también: «Phantom Major Calis up anAnti-Chaos Army», por John Murchie,en el Daily Mirror (Londres), 23 deagosto de 1974.

260 Brigadas Rojas: Véase CurtisBill Pepper, «The Possessed», New YorkTimes Magazine, 18 de febrero de 1979.

260 Leyes antiterroristas enAlemania Occidental: Keesing’sContemporary Archives (Londres:Longman Group, 1979), pp. 29497-8;«Scissors in the Head», por David ZoneMairowitz, en Harper’s mayo de1978;«GermanyPasserToughTerroristLaw»,Indianapolis Star, 14 de abril de 1978;«West Germany’s Private Watch onPolitical Moráis» por James Fenton, enThe Guardian (Manchester), 19 de juniode 1978.

260 Aldo Moro: «Román Outrage»,

Time, 14 de mayo de 1979.

260 Inestabilidad en la ArabiaSaudí: «External Threats to SaudiStability», Business Week, 12 de febrerode 1979.

260 Jeque Yamani: «Relax andEnjoy a Drive», por Julián Snyder, enInternational Moneyline, 11 de agostode 1979.

262 Publicación de Victory: MichaelSimmons, «Literary Victory for Stalin inRussia», The Guardian (Manchester), 4de agosto de 1979.

262 Resurgimiento de la derecha enFrancia: «Rightist Intellectual Groups

Rise in France, por Jonathan Kandell, enThe New York Times, 8 de julio de 1979;y «The New Right Raises Its Voice»,Time, 6 de agosto de 1979. Tambien, lacolumna de William Pfaff, InternationalHerald Tribune, 3 de agosto de 1979.

262 El recrudecimiento del Ku KluxKlan: «Violent Klan Group GainingMembers, por Wayne King, en The NewYork Times, 15 de marzo de 1979;tambien,«Vengeance for Raid Seen asMotive for 4 Killings at Anti-KlanMarch, The New York Times, 5 denoviembre de 1979; y «Prosecutor inKlan-Protest Killings Terms 12 SuspectsEqually Guilty, The New York Times, 7

de noviembre de 1979.

262 Ineficiencia totalitaria:«WhatDoes Russia Want?», por Robin Knight,en U. S. News & World Report, 16 dejulio de 1979.

292 Cita de Fletcher: Entrevista conel autor.

264 Jill Tweedie: «Why Jimmy’sPower is Purely Peanuts, The Guardian(Manchester), 2 de agosto de 1979.

264 Subidas de precios enChecoslovaquia y Hungria: InflationExists, The Economist, 28 de julio de1979.

264 El articulo de Advertising Age

es: Stanley E. Cohen, «President’sEconomic Switch Puts Emphasis onSpending, 20 de enero de 1975.

264 Expertos en cuestionespetroliferas: Vease Helmut Bechtaldt,«El Diktat de los millones del petroleo,Aussenpolitik, tercer trimestre, 1974.

266 Rapidez del cambio economico:Fortune esta tomada de «BusinessRoundup, enero de 1975.

266 La equivocada prediccion deMargaret Thatcher, en John Cunningham,«Guardian Women, The Guardian(Manchester), 31 de julio de 1979.

266 Richard Reeves es citado de su

articulo «The Next Coming of Teddy,Esquire, 9 de mayo de 1978.

266 Robert Skidelsry es citado en«Keynes and Unfinished Business, TheNew York Times, 19 de diciembre de1974.

266 Nazis homosexuales: Columna«Out of Focus, en Focus/Midwest, vol.10, n.° 66.

268 Impulsos politicos de lostrabajadores: A. H. Raskin, «Mr. Labor:"Ideology is Baloney", critica de labiografia de Joseph C. Goulden porGeorge Meany, The New York Times, 23de octubre de 1972.

268 El representante Mineta escitado en «The Great CongressionalPower Grab, Business Week, 11 deseptiembre de 1978.

269 El articulo de Harper’s esWilliam Shawcross, «Dr. KissingerGoes to War», mayo de 1979.

269 La sobrecarga decisional existeincluso en la burocracia de las artes:«The National Endowment for the ArtsGrows Up», por Malcolm N. Cárter, enArt News, septiembre de 1979.

269 Sobre toma de decisiones en elPentágono, véase Armbrister (379),páginas 191-192. La referencia a 76

como número de misiones que tuvo querevisar el funcionario del Pentágono esde la entrevista de Armbrister con elautor.

269 La desaparición de miles demillones de dólares: «The Case of iheMisplaced $ 30 Billion», BusinessWeek, 24 de julio de 1978.

269 Stuart Eizenstat es citado en«The Great Congressional PowerGrab», Business Week, 11 de septiembrede 1978.

269 Congreso: véase informe de laCámara de Compensación del Congresosobre el Futuro y el Instituto delCongreso para el Futuro, Washington, D.

C., julio de 1979.

269 Parálisis decisional soviética:«Worldgram», U. S. News & WorldReport, 24 de noviembre de 1975.

270 El miembro del Parlamento esGerald T. Fowler, citado en «DevolutionWill Ease Load at Whitehall, MinisterSays», por Trevor Fishlock, en TheTimes (Londres), 16 de enero de 1976.

270 Sir Richard Marsh, de suartículo «Why Westminster Can’t TakeBusiness Decisions», IndustrialManagement (Wembley, Middle-sex),julio de 1979.

270 Sobre la crisis política de Italia:

«Italy Seeks a Government», FinandalTimes (Londres), 3 de agosto de 1979;también «Italy’s Coalition Gets a Vote ofApproval in Parliament», por HenryTanner, en The New York Times, 12 deagosto de 1979.

CAPÍTULO XXVIII

272 Sobre la convenciónconstitucional, véase Flexner (387), p.117.

272 Jefferson es citado de (392), pp.

32, 67.

274 Burnham: «A DisenchantedElectorats May Stay Home in Droves»,The New York Times, 1 de febrero de1976.

274 Mayoría silenciosa: (391), p.410.

274 África del Sur: Véase entrevistacon Roelof Frederik «Pik» Botha, enStarcke (378), p. 68. Se caracteriza aÁfrica del Sur como «aún en vías deindustrialización», aunque posee unaavanzada base tecnológica, porqueimportantes sectores de su población sehallan aún fuera del sistema industrial.Al igual que en Brasil, México, India y

otros países semejantes, existe una islade industrialismo plenamentedesarrollado en medio de unascondiciones preindustriales.

277 Becker, de (380), pp. 183-185.

279 Crecimiento del personal delCongreso: «Proxmire’s Well-PlacedJab», por Marvin Stone, en U. S. NewsWorld Repon, 10 de septiembre de1979.

279 Sobre rastros de democraciadirecta en la constitución revolucionariafrancesa: (347), p. 11.

279 Marx invocando la Comuna deParís es de (347), p. 61.

279 Objeciones federalistas a lademocracia directa: véase ClarkMcCauley, Ornar Rood y Tom Johnson,«The Next Democracy», en el Bulletinde noviembre-diciembre de 1977 de laWorld Future Society.

279 Subida al poder de ReneLévesque: «Business Has the Jitters inQuebec», por Herbert E. Meyer, enFortune, octubre de 1977.

281 Referéndum nuclear enCalifornia: «Atomic Reaction: Voters inCalifornia Weight Pros and Cons ofNuclear Energy», Wall Street Journal, 1de marzo de 1976.

283 Protestas de Valonia por eltraslado de la industria a Flandes:«Wallonia», Financial Times Survey(Londres), 12 de mayo de 1976.

283 Estados occidentales comocolonias energéticas: «After Setbacks-New Tactics in EnvironmentalCrusade», U. S. News & World Report,9 de junio de 1975.

283 Desplazamiento geográfico, de«Corporate Flying: Changing the WayCompanies Do Business», BusinessWeek, 6 de febrero de 1978.

284 El concepto de carga decisionallleva a la desalentadora sospecha de

que, con independencia de la luchapolítica, cualquier carga decisional dadaserá soportada por el número máspequeño de personas capaces demanejarla, que un reducido número depersonas conseguirá siempremonopolizar el poder de toma dedecisiones, hasta que sean abatidas poruna implosión decisional y,simplemente, no sean ya capaces desoportar ellas solas la carga.

ALVIN TOFFLER (Nueva York, 3 deoctubre de 1928) es un escritor yfuturista estadounidense doctorado enLetras, Leyes y Ciencia, conocido porsus discusiones acerca de la revolucióndigital, la revolución de lascomunicaciones y la singularidadtecnológica.

Sus primeros trabajos están enfocados ala tecnología y su impacto (a través deefectos como la Sobrecargainformativa). Más tarde se centró enexaminar la reacción de la sociedad ylos cambios que ésta sufre.

Sus últimos trabajos han abordado elestudio del poder creciente delarmamento militar del siglo XXI, lasarmas y la proliferación de la tecnologíay el capitalismo. Entre sus publicacionesmás famosas se destacan La revoluciónde la riqueza, El cambio de poder, Elshock del futuro y La tercera ola.

Notas

[1]A los efectos de este libro, definiré elsistema industrial mundial, hacia 1979,como comprensivo de Norteamérica.Escandinavia, Gran Bretaña e Irlanda,Europa, tanto Oriental como Occidental(excepto Portugal, España, Albania,Grecia y Bulgaria), la URSS, Japón,Taiwan, Hong Kong, Singapur, Australiay Nueva Zelanda Naturalmente, sepodrían incluir también otras naciones…así como enclaves industriales ennaciones esencialmente no industriales:Monterrey y Ciudad de México enMéxico, Bombay en la India, y muchosotros. <<

[2]La cantidad de correo constituye unbuen índice instantáneo para apreciar elnivel de industrialización tradicional decualquier país. Para las sociedades de lasegunda ola, el promedio fue, en 1960,de 141 objetos postales por persona. Encambio, en las sociedades de la primeraola, el nivel fue apenas la décima partede esa cifra, 12 por persona y año enMalasia o Ghana, cuatro al año enColombia. <<

[3] El mercado como cuadro dedistribución debe existir, ya se base elcomercio en el dinero o en la permuta.Debe existir se extraiga o no beneficiode él, sigan los precios la ley de laoferta y la demanda o estén fijados porel Estado, esté planificado o no elsistema, sean privados o públicos losmedios de producción. Debe existirincluso en una hipotética economía deempresas industriales autogestionadasen las que los obreros fijen sus propiossalarios a un nivel lo bastante alto comopara eliminar el beneficio comocategoría. Se ha pasado de tal manera

por alto este hecho esencial, se haidentificado tan estrechamente elmercado con una sola de sus muchasvariantes (el modelo de propiedadprivada, basado en el beneficio, en elque los precios son consecuencia de laoferta y la demanda), que ni siquieraexiste en el vocabulario convencional dela economía una palabra que exprese lamultiplicidad de sus formas. <<

[4] No confundir con la multinacionalITT, la Internacional Telephone &Telegraph Corporation <<

[5] Mao, que dirigía la más grandenación de la primera ola del mundo,previno repetidamente contra elcrecimiento de las élites directivas y vioen ello un peligroso elementoconcomitante del industrialismotradicional. <<

[6] Aparte los Gobiernos como tales,virtualmente todos los partidospolíticos, desde la extrema derechahasta la extrema izquierda, realizabanrutinariamente las tradicionalesoperaciones de elegir mediante votacióna sus propios dirigentes. Incluso laspugnas por la jefatura de distrito o decélula local solían requerir alguna formade elección, aunque sólo fuera para laratificación de los nombramientosllegados desde arriba. Y en muchospaíses el ritual de la elección seconvirtió en parte habitual de la vida detoda clase de organizaciones, desde

sindicatos, Iglesias hasta cuadrillas deboy-scouts. Votar se convirtió en partede la forma de vida industrial. <<

[7] Ejemplo: Supongamos que laCompañía A compraba en una coloniauna materia prima al precio de un dólarla libra y luego la utilizaba para fabricardeterminados productos, que vendía ados dólares cada uno. Cualquiera otraCompañía que intentara introducirse enel mercado de esa misma clase deproducto, se esforzaría en mantener susmaterias primas al mismo costo, oinferior, que las de la Compañía A.Salvo que dispusiera de alguna ventajatecnológica o de otro tipo, no podríapermitirse pagar mucho más por lamateria prima y seguir vendiendo el

producto a un precio competitivo. Así,pues, el precio inicial fijado para lamateria prima, aunque se hubierallegado a él a la sombra de lasbayonetas, se convertía en la base detoda negociación posterior. <<

[8] En El shock del futuro, donde abordépor primera vez algunas de estascuestiones hace muchos años, sugeríaque llegaríamos a ser capaces de«prediseñar» el cuerpo humano, «criarmaquinas», programar químicamente elcerebro, hacer copias idénticas denosotros mismos mediante la técnica delcloning y crear formas vidacompletamente nuevas y peligrosas.¿Quién controlará la investigación enestos campos? — preguntaba—. ¿Cómohabrán de aplicarse los nuevosdescubrimientos? ¿No provocaremoshorrores paras los cuales está el hombre

totalmente impreparado? Algunoslectores consideraron forzada lapredicción. Pero eso en antes de 1973 ydel descubrimiento del Procesorecombinador del ADN. Hoy, lasmismas angustiadas preguntas sonformuladas por ciudadanosdescontentos, comités parlamentarios ypor los propios científicos, a medidaque la revolución biológica adquiereuna desbocada velocidad. <<

[9] Algunos editores no consideran a losperiódicos medios de comunicación demasas, porque muchos de ellos tienenuna circulación pequeña y sirven acomunidades pequeñas. Pero la mayorparte de los periódicos, al menos en losEstados Unidos, están llenos de materialproducido nacionalmente —noticias delas agencias AP y UPI, tiras cómicas,crucigramas, artículos de agencia—, quevienen a ser idénticos de una ciudad aotra. Para competir con los medios decomunicación más pequeños y máslocalizados, los grandes periódicosestán aumentando el espacio destinado a

temas locales, añadiendo una granvariedad de secciones de interésespecial. Los diarios supervivientes delos años 80 y 90 se verán drásticamentecambiados por la segmentación delpúblico lector. <<

[10] Los satélites reducen el coste de latransmisión a larga distancia,aproximándolo de tal modo a la cifracero por señal, que los ingenieroshablan ya de comunicaciones«independientes de la distancia». Elpoder del computador se hamultiplicado exponencialmente, y losprecios han bajado tanespectacularmente, que ingenierosinversores han quedado sin aliento. Conla inminente utilización de fibras ópticasy otras nuevas tecnologías, es evidenteque se avecinan todavía mayoresreducciones de costos… por unidad de

memoria, por paso de procesado y porseñal transmitida. <<

[11] Contribuyen también al total losnacimientos fuera del matrimonio y lasadopciones realizadas por mujeres solasy (cada vez más) por hombres solos. <<

[12] Esta función no es nada trivial.Como granjeros que ganan másvendiendo tierras que cultivandoalimentos, algunas grandescorporaciones están obteniendo mayoresbeneficios —o reduciendo pérdidas—de la manipulación monetaria yfinanciera que de la producción real. <<

[13] Resulta esclarecedor pensar en laeconomía de acuerdo con estostérminos. Oferta y demanda se mantienenen equilibrio en virtud de diversosprocesos de realimentación. Eldesempleo, si es intensificado por larealimentación positiva y no quedacompensado por la realimentaciónnegativa en otro lugar del sistema, puedeamenazar del todo la estabilidad. Cabela posibilidad de que converjanfluctuaciones exteriores —tales comoaumentos del precio del petróleo— paraintensificar las oscilaciones yfluctuaciones internas, hasta que salte en

pedazos el equilibrio de todo el sistema.<<

[14] Presumiblemente, esto es válidopara el paso de la civilización de lasegunda ola a la de la tercera, así comopara las reacciones químicas. <<