La Transmisión Del Psicoanálisis en La Universidad.
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La transmisión del Psicoanálisis en la Universidad, más allá del Dispositivo
Universitario: Hacer Escuela, Un paso por la Castración (de saber).
Yo quisiera hablarles de la transmisión del psicoanálisis en la Universidad, y no en
cualquiera, sino en esta universidad, y para ello me gustaría tomar la idea de Escuela, para
decir que la transmisión se pone en juego en nuestra escuela a partir del paso por la
castración de saber, en otras palabras, a partir de la caída de un supuesto saber atribuido a
ella misma (a la escuela).
Para nadie de nosotros es desconocido el hecho de que nuestra universidad ha pasado, y
diré “hemos pasado”, porque he sido parte de ello, por una serie de cambios estructurales
tanto a nivel de contenidos como a nivel de jefatura, y es cierto también que de ello se ha
hablado mucho, ya sea como crítica o simplemente como un molestia por parte del
alumnado. Sin embargo, y acá tomo la palabra en nombre propio, creo que todo esa especie
de malestar ha sido, desde otro lugar, punto clave para el que hoy podamos decirnos
Escuela. Si digo esto, es porque justamente la palabra que está detrás de todo ello no es
otra cosa más que una queja, la que a su vez apela a una demanda, demanda de saber, que
se siente como nunca respondida. Ahora bien, uno podría preguntarse, al menos yo me lo
pregunto........... detrás de toda esa queja ¿se creerá acaso que la demanda podría ser
respondida? No creo que esa pregunta necesite mayor aclaración, todos aprendimos con
Lacan que la demanda es del orden de lo real y por ello no podrá jamás responderse, porque
la falta es fundante e irreductible.
Volviendo al tema, se ha dicho y se sigue diciendo mucho al respecto. “tenemos vacíos, no
sabemos lo que deberíamos porque hemos sido víctimas de muchos cambios que nos
perjudican”, esa es la forma común que adquieren las quejas. Más allá de eso, ¿Qué es lo
que se pretende saber? De alguna manera ¿se estará pensando que la universidad debería
entregar a sus alumnos un saber total? Y en ese caso, ¿qué saber es el que se demanda?
A lo que quiero llegar con todo esto es que justamente, independiente de todos los cambios a
los que nos hemos visto sometidos, no existe un saber total que la universidad nos pueda
entregar, al menos no un saber del psicoanálisis, ahí donde el saber es justamente el que
nada hay para saber, y en ese sentido, la falla, esa falta con la que nos hemos encontrado
una y otra vez en nuestra formación, que no hace más que transmitir la esencia del
psicoanálisis, a saber, la lógica del significante, la lógica de la falta. (Enfatizo en eso de que
el saber es justamente que nada hay para saber, en el sentido que el encuentro con la falta,
y tomo lo dicho por francisca ayer, el encuentro con ese lugar de vacío, de imposibilidad, es
el lugar para la creación, para la incitación a la producción).
Si la Escuela, entendida desde Lacan, pasa por la caída del saber, entonces, nosotros
hemos hecho escuela, porque de la falta sabemos y mucho, el tema ahora es cómo cada uno
nos hacemos cargo de ello, como cada uno asume su falta de saber, sin escudarse tras la
posición de víctima, sino más bien haciéndose cargo de su propia fractura, y con ello de su
deseo, una vez que el fantasma de saber ha caído, que el sujeto ha sido destituido y ha
emergido el ser.... (Lacan diría: el ser analista), y con ello dar inicio a la circulación de una
transmisión donde cada uno, y enfatizo ese uno a uno, ha podido escribir algo de esa
particularidad que se pone en juego en la formación de un analista. No quiero decir con ello
que cada uno de nosotros al salir de acá va a ser un analista, de ninguna manera, a lo que
quiero llegar es que justamente las condiciones están dadas siempre, el punto ahora es
cómo cada uno nos hacemos cargo de ello, siguiendo la idea de que la verdad (entre
comillas) de lo que es ser un analista está dada por la particularidad, es decir, por el uno a
uno, donde cada cual sabe lo que es ser uno. Además no debemos olvidar que todo esto
que he mencionado, es sólo una forma de entender la formación del analista, me refiero a la
forma como Lacan lo postulaba, forma que al parecer es seguida sólo por el grupo analítico
de Jacques Allain Miller, ampliamente cuestionado también, cuyos fundamentos están dados
por los dispositivos de “Cartel” y “Pase”
Para Lacan la Escuela podía ser definida en función del Cartel. Éste consiste en la
formación de pequeños grupos de trabajo, constituidos por 5 personas, de las cuales una
hace de “más uno”, es decir aquel que guía el trabajo, pero sin identificarse con el lugar de
Amo. Ésta forma de trabajo obedecería al régimen del “todo”, en el sentido de que hay uno
que cierra la totalidad. Por lo mismo es que cualquiera podría hacer escuela, en el sentido
de que cualquiera podría ser parte de este pequeño grupo.
Pero por otro lado, Lacan también ubicaba al “Pase” como fundamento primordial a la hora
de formar analistas, éste pase, a diferencia del cartel, obedecería al régimen del “no todo” ya
que no apunta a cualquier persona, sino al analizante, aquel que se halla al final del análisis.
Este pase apunta a la heterogeneidad en la medida que se entiende como la presentación
del propio análisis, y en ese sentido apunta a la particularidad, al uno a uno que elimina la
homogeneidad o ese estigma de que hay un formato, una idea general de lo que es ser un
analista. Es decir, consiste en la eliminación de todas las identificaciones, la eliminación del
fantasma del analista, única forma que permitiría el poder percibir el fantasma del otro.
Estos dos dispositivos “cartel y pase” nacieron con la intención de dar cuenta de la formación
del analista, y en ese sentido, como una manera de dar forma a lo que en psicoanálisis se
transmite. Sin embargo, no son más que eso, un intento, en la medida que son ampliamente
cuestionados y en la medida también que la transmisión del psicoanálisis apunta justamente
a cuestionar todo aquello que pretenda la existencia de un formato o una receta para formar
analistas.
Ahora me gustaría detenerme un poco en el tema de la transmisión propiamente tal, y de sus
implicancias en cuanto al enseñar psicoanálisis en la Universidad.
Primero, quisiera aprovechar esta instancia a la palabra para dar cuenta de lo que uno como
alumno puede aportar a esto del psicoanálisis. El hecho de que estemos hoy acá ya es una
forma de escribir algo de eso que se transmite a diario en nuestro quehacer, eso que permite
dar soporte a las múltiples actividades que van más allá de las exigencias curriculares, dando
cuenta de una formación más compleja, que a su vez implica la construcción de un vértice
necesario en el lugar del saber, que contradictoriamente sostiene al mismo tiempo el no-
saber propio de todo discurso, que alojado en las salas de clases, va más allá y en ese ir
más allá (en esa transgresión) lo vivifica.
A través de las charlas que se dictaron en Valparaíso los viernes anteriores, y de este
seminario, hoy en esta misma mesa, lo que se pretende es prestar un espacio que permita
dar cuenta (dar testimonio) del trabajo que se lleva a cabo en nuestra escuela, en lo
concerniente a cómo dirigirse a los síntomas y demandas clínicas de hoy. Más allá de eso y
por sobre todo, de lo que se trata, justamente, es de una “transmisión”, pero no cualquiera
sino la transmisión del psicoanálisis, lo mismo que nos convoca hoy.
Eventos como este son importantes para demostrar el valor de este trabajo. Y quizás, más
importante aún sea el modo en que las discusiones clínicas demuestran lo que comúnmente
llamamos "la dirección de la cura y los principios de su poder" (haciendo uso del título de uno
de los textos de Lacan, publicado en 1958 e incluido en Los Escritos, donde surge la
pregunta por el fin del análisis), volviendo al tema, decía que las discusiones clínicas no
hacen otra cosa que poner en escena el tema de la transmisión. Por ello es que me atrevo a
decir hoy día que acá, en nuestra “escuela” de Psicología de la Andrés Bello (viña), estamos
haciendo escuela, en la medida que nos planteamos un trabajo a modo de “cartel” (entre
comillas), permitido por la instancia de la supervisión clínica. Es decir, (o en la medida que)
la transmisión del psicoanálisis no se trata de la aplicación de una teoría o del conocimiento
que se tiene acerca del psicoanálisis, a los casos particulares. Sino más bien, al hecho de
que nuestra práctica se lleva a cabo y transmite desde la especificidad de cada encuentro
clínico. Es decir, la forma en que cada caso muestra su singularidad, a lo que no se
responde con el saber absoluto (con el conocimiento), sino con un cierto saber hacer. Esa
es la "dirección que como escuela nos planteamos para continuar con el deseo de
transmisión del psicoanálisis”.
Es cierto que de la transmisión se ha hablado mucho, incluso nosotros como alumnos
podríamos decir mucho, el tema a tomar en cuenta ahora, de todo eso que podríamos decir
es si ¿estaremos dando cuenta de lo que se transmite, más allá del significado teórico del
concepto?
No lo se, pero al parecer algo claro sí tenemos, y es justamente el que algo se transmite o
debe transmitirse en el psicoanálisis, y quizá sabemos cómo hacerlo, por ejemplo, mediante
instancias como ésta o mediante supervisiones clínicas y ejercicios de escritura de aquello
que de la clínica no puede decirse, justamente porque la clínica se caracteriza por los restos
indecibles que de ella se derivan. ¿Pero sabemos todos qué es eso de lo que
constantemente se habla como transmisión? ¿Sabemos qué es lo que se transmite? Si
esperan una respuesta, de mi parte no la tendrán, porque de eso mismo se trata, de eso
indecible, de esa sin respuesta, de ese no saber, que es ciertamente lo que se transmite en
psicoanálisis, en otras palabras, de una cierta lógica anclada en el significante, y en ese
sentido, de la hiancia, de la falta en ser del sujeto una vez que el saber (acerca de..) ha
caído.
La transmisión en la Universidad, y en especial en esta Universidad, no tiene nada que ver
con la transmisión universitaria entendida como aquella en la que un profesor, ubicado desde
el lugar del amo, enseña a sus alumnos (a sus esclavos). Eso corresponde al discurso
Universitario pero no necesariamente a una transmisión como la entendemos nosotros. La
transmisión del psicoanálisis tiene que ver por sobre todo con una transferencia de trabajo,
es decir, con lo que se pone en juego en cada caso, no un formato preestablecido. Ahora
bien, es cierto que somos sujetos parlantes, es decir sujetados a la palabra, y por lo tanto a
la repetición como único camino al cual conduce ésta. Tomando esto, uno podría decir
entonces que si se trata de una transmisión, ésta debe estar enmarcada dentro de las
posibilidades que permite la palabra, y en ese sentido, se trataría de transmitir lo ya dicho por
los que vinieron antes, en otras palabras, de teorizar el psicoanálisis, su quehacer clínico, lo
que significaría la forclusión del sujeto, y por lo tanto, colocar al psicoanálisis en ese tan
ansiado (por algunos) lugar dentro del discurso de la ciencia. Pero por fortuna, para
nosotros eso no corresponde a la transmisión que pretende el psicoanálisis, sino más bien,
de lo que se trata en la transmisión es justamente de que no hay “nada” que pueda ser
tomado como verdad absoluta a la hora de dar cuenta del quehacer psicoanalítico.
Algunos se preguntarán entonces, porqué leemos tanto a Freud y a Lacan. Los leemos
sencillamente como una forma de aprender algo de ellos, el problema está en lo que se
aprende. Muchos creen que de lo que se trata, es aprender una especie de técnica o de
forma de trabajo ya sea freudiana o lacaniana, que por otro lado implicaría hacer del
psicoanálisis una tecnología, hecho que en muchos casos ha llevado a extremos tales, que
se termina identificando ya sea a Freud o a Lacan con el saber mismo, es decir, termina
ubicándoseles en el lugar de Amo. Y Eso es justamente lo que no se debería hacer. Si es
que en ocasiones, como alumnos, nos hemos visto agobiados con los diferentes estilos que
operan dentro del psicoanálisis mismo, es justamente porque no hay una receta para hacer
análisis, de lo que se trata es de ver cómo cada subjetividad se pone en juego, de distinta
manera, a la hora de trabajar el caso a caso. Por ello es que nos topemos muchas veces, ya
sea en Freud o Lacan, con ideas o formas distintas de operar clínicamente, pese a
encontrarse el mismo analista enfrentando un síntoma aparentemente igual a otro, la
diferencia está en la particularidad, en el sujeto por advenir por el cual se apuesta.
En síntesis, podríamos decir que si como escuela, con orientación psicoanalítica,
enfatizamos en la lectura de Freud y Lacan, es justamente para tomarlos como referencia,
para ejemplos, solo eso, pero no como dueños del saber, que nos lleve a identificarlos con
ese lugar, porque es imposible conocer del saber solamente a Freud o a Lacan, también hay
que conocer algo de lo que ellos conocían, y un poco más, dirá Miller. Los podemos admirar
y respetar, ya sea por su agudeza, por su estilo particular, por su escritura (obra o
enseñanza), e incluso por su vida, pero lo que no debemos hacer es intentar imitarlos, tratar
de ser como ellos, porque imitarlos es imposible, salvo en aquello que tienen de no imitables,
es decir, su particularidad, en otras palabras, aquello que los hace único, a saber, la
subjetividad, la forma en que cada uno se las arregla con su deseo.
Ya se habrán dado cuenta con esto último que acabo de decir, que de lo que se trata
justamente es que es necesario previamente pasar por analizante para poder ser analista.
Tomando esto, entonces, la transmisión apunta al hecho de que para ser analista, cada
sujeto primero debe arreglárselas con su deseo, deseo de saber que por medio de la
trasferencia de trabajo que se pone en juego en el dispositivo de la Escuela, permite el paso
del analizante al analista, una vez que el sujeto supuesto al saber cae, es decir, cuando el
saber atribuido al maestro, aquel que creemos tiene la clave de cómo ser (y de lo que
significa ser) analista, que no es más que un supuesto, una imposibilidad......, cae, cuando
estamos frente a la caída de un saber acerca del ser analista, puesto que si algo se sabe es
justamente que nadie sabe.... nadie tiene el saber acerca de lo que es ser un analista..
Así como dice el aforismo lacaniano: “LA Mujer no existe (con el LA tachado)”, uno podría
decir que “El analista tampoco”, en el sentido de que no hay UNO que no esté castrado en su
saber en torno a lo que es ser analista, pero tampoco todos lo están. En otras palabras, no
hay UNO que tenga el saber absoluto de cómo hacer de un sujeto un analista, pero tampoco
se podría decir que hay ninguno. Ello porque justamente el ser analista se juega en la
particularidad del uno a uno, lo que impide pensar al analista como grupo, debiendo ser
tomado de uno en uno.
Esta es la transmisión por la que apostamos hoy....
Cristián Caroca C.
2006