La Tzedaká

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La Tzedaká – Nociones de Judaísmo Por Rabino Nissan Ben Avraham limosnaLimosna – justicia No he encontrado una traducción satisfactoria de la palabra hebrea ‘Tzedaká’. Gramaticalmente hablando, está relacionada con la palabra ‘tzedek’, que significa ‘justicia’, aunque en hebreo hay otras dos palabras que también podrían traducirse por ‘justicia’, que son ‘mishpat’ y ‘din’. Siendo que el Judaísmo sigue el dictado de Avraham a sus descendientes, según expresó el mismo Creador en el capítulo 18, versículo 19, que siempre buscarán el juicio y la justicia, no será de extrañar que existan en hebreo diferentes matices de esta noción. De todos modos, la palabra ‘Tzedaká’ en su aceptación moderna, señala el dinero o la ayuda material que se les da a los necesitados. Algo parecido a lo que en otras culturas llaman ‘limosna’. Pero en realidad no tiene nada que ver con la ‘limosna’, ya que ésta implica sentimiento de misericordia, y la misericordia significa que hay una persona ‘buena’ que ha recibido abundantes dones del Creador, y al ver una persona desgraciada, sobre la cual el Creador descarga su ira y su rigor, tiene misericordia de ella, la compadece y le alarga una pequeña ayuda para aliviar su dolor. Tenemos libros espeluznantes, como el de ‘Oliver Twist’, de Dickens hace casi doscientos años, o ‘Ana de las Tejas Verdes’, de Montgomery de hace solo unos cien años, que hablan de la ‘compasión cristiana’ que tenían de los huérfanos, abandonados por dios y recogidos por ‘almas caritativas’ que los trataban como esclavos.

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La Tzedaká – Nociones de Judaísmo

Por Rabino Nissan Ben Avraham

limosnaLimosna – justicia

No he encontrado una traducción satisfactoria de la palabra hebrea ‘Tzedaká’.

Gramaticalmente hablando, está relacionada con la palabra ‘tzedek’, que significa ‘justicia’, aunque en hebreo hay otras dos palabras que también podrían traducirse por ‘justicia’, que son ‘mishpat’ y ‘din’. Siendo que el Judaísmo sigue el dictado de Avraham a sus descendientes, según expresó el mismo Creador en el capítulo 18, versículo 19, que siempre buscarán el juicio y la justicia, no será de extrañar que existan en hebreo diferentes matices de esta noción.

De todos modos, la palabra ‘Tzedaká’ en su aceptación moderna, señala el dinero o la ayuda material que se les da a los necesitados. Algo parecido a lo que en otras culturas llaman ‘limosna’.

Pero en realidad no tiene nada que ver con la ‘limosna’, ya que ésta implica sentimiento de misericordia, y la misericordia significa que hay una persona ‘buena’ que ha recibido abundantes dones del Creador, y al ver una persona desgraciada, sobre la cual el Creador descarga su ira y su rigor, tiene misericordia de ella, la compadece y le alarga una pequeña ayuda para aliviar su dolor. Tenemos libros espeluznantes, como el de ‘Oliver Twist’, de Dickens hace casi doscientos años, o ‘Ana de las Tejas Verdes’, de Montgomery de hace solo unos cien años, que hablan de la ‘compasión cristiana’ que tenían de los huérfanos, abandonados por dios y recogidos por ‘almas caritativas’ que los trataban como esclavos.

El Judaísmo no ve así las cosas, ¡en absoluto!

Ricos y pobres

El hecho de tener más dinero unos que otros, o de tener la vida ‘más fácil’, no significa que tenga una preferencia a los ojos del Creador. Ni tampoco el estar necesitado implica que se haya enfadado con él. Esta pregunta ya la hizo Moshé, según la interpretación dada en el Talmud, hace más de tres mil trescientos años (en el capítulo 33, versículo 13) del Éxodo, y el Creador no le quiso dar la respuesta, cuando Moshé pidió conocer los caminos del Creador, en realidad estaba pidiendo comprender por qué hay justos que sufren y malvados que disfrutan, y según la opinión

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de rabí Meir en el Talmud (Brajot 7a) no le dio la respuesta, ya que le dijo “doy gracia a quien doy gracia y me compadezco de quien me compadezco”, o sea que ni siquiera Moshé podría comprender el modo de actuar del Creador en este tema.

Nosotros podemos, y debemos, reconocer nuestros propios pecados y comprender los castigos que el Creador nos impone por ellos, pero nunca podremos estar seguros si tal evento ha sido un castigo por un pecado cometido o si se trata de una prueba que el Creador le impone.

Que no caiga

Hay unos versículos muy importantes relacionados con la ayuda al prójimo. Están en el capítulo 25 del libro de Vayikrá (versículos 35-38). Dicen lo siguiente: “35 En caso de que un hermano tuyo empobrezca y sus medios para contigo decaigan, tú lo sustentarás como a un forastero o peregrino, para que viva contigo. 36 No tomes interés y usura de él, mas teme a tu D’ios, para que tu hermano viva contigo. 37 No le darás tu dinero a interés, ni tus víveres a ganancia. 38 Yo soy el SEÑOR vuestro D’ios, que os saqué de la tierra de Egipto para daros la tierra de Cná’an y para ser vuestro D’ios.”

Está hablando aquí de un tipo de ayuda, de Tzedaká, antes de que la persona se convierta en pobre de verdad, sino cuando empieza el ‘proceso’ de decaída. Le salen mal los negocios, tiene deudas, tiene que vender sus propiedades, etc., es el momento en que debes prestarle una ayuda vital para que no llegue a la bancarrota, ya que si llega a tal punto será mucho más difícil levantarlo. Cuando una persona llega a la bancarrota empieza un terrible proceso en el que tiende a desesperarse, pierde las ganas de luchar, pierde la confianza en sí mismo, pierde el buen humor, entra en apatía y puede llegar a la desesperación total que está a muy corta distancia del suicidio.

Estamos obligados a abrir nuestros ojos y descubrir a las personas que están en esta situación, ofreciéndoles un trabajo, un préstamo para poder rehacer sus negocios. Por esto el siguiente versículo prohíbe los intereses, ya que si está tan necesitado, apenas podrá ganar su propio sustento y aún recae sobre él la obligación de devolver el préstamo. Si le añadimos los intereses, no podrá restablecerse ya que deberá buscar un préstamo para devolver el préstamo anterior y si cada vez le añadimos nuevos intereses casi le conviene más entrar en bancarrota y no tener que enfrentarse con todos estos problemas. Así no puede sostenerse una sociedad sana. Así no se puede tratar a una persona. Por lo tanto debemos rehabilitarlo de la mejor forma posible, ayudándole a reconstruir su negocio. Cuando esto no es posible, se le da un préstamo sin intereses, a largo plazo, para que no tenga que estar devolviendo un dinero que acaba de ganar.

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En realidad, este versículo implica que debemos abrir nuestra propia casa para dar cobijo a tales personas, que se convierten en un miembro más de la familia. En el judaísmo hay miles de ejemplos de personas que se han ‘instalado’ en casa de sus benefactores, quienes les dan todo lo que necesitan como si fueran un hijo más, o un tío lejano. Estas relaciones permiten que la persona se desarrolle correctamente, recupere la confianza en sí mismo y se convierta en una persona emprendedora en lugar de en un parásito que vive a costa del estado.

Relaciones sanas

Un nivel muy diferente de Tzedaká será cuando no podemos dar este tipo de préstamos. Entonces debemos buscar el modo más adecuado de darle una limosna, sin que sepa de quién lo recibe. En realidad, tampoco el donante debería saber quién recibe su ayuda, ya que de este modo se crea una relación malsana entre las personas, entre prepotentes y desgraciados. Lo mejor es cuando hay unos encargados llamados ‘recolectores de Tzedaká’ que solo ellos saben quién da el dinero y quién lo recibe.

A continuación, en la escala de las preferencias a la hora de ayudar al prójimo, está el caso de que el donante conoce al necesitado, pero éste no sabe de quién recibe el dinero o la ayuda. Y en último caso, cuando se conocen mutuamente. El Talmud, en el tratado de Ktuvot, habla de un rabino y su mujer que acostumbraban a dejar ‘Tzedaká’ a la puerta de una familia necesitada. Un día el beneficiado decidió acechar a sus benefactores, para saber a quién darle las gracias, pero ellos huyeron y se escondieron dentro de un horno, para que no les vieran. El Talmud dice que el suelo candente dañaba los pies del marido, pero no los de la mujer, y ella le consoló diciendo que él, efectivamente daba Tzedaká a los necesitados, pero como solo les daba dinero, ellos tardaban en ir a comprar la comida y mientras tanto seguían sufriendo, mientras que ella, estando en la cocina, les daba directamente la comida y su sufrimiento acababa antes, y por ello ella podía resistir el calor del horno mejor que él.

Todo esto viene a enseñarnos que no basta con ayudar al necesitado, sino que debemos hacerlo de un modo que no se sienta ofendido, menospreciado o avergonzado. El Talmud dice que quien recibe pan de misericordia, se avergüenza de mirar a su benefactor a la cara.

Explicando este tema, dicen nuestros Sabios que nosotros también somos unos necesitados, y el Creador nos provee de todo lo que necesitamos, pero nos permite ‘pagarle’ por medio del cumplimiento de los Mandamientos. Esto Le permite beneficiarnos sin que nos avergoncemos a la hora de recibir Sus bondades, y de aquí tomamos ejemplo para nuestro comportamiento para con nuestros hermanos.