La Utopía de Rabelais de M.L. Berneri

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La utopía de Rabelais FRANÇOIS RABELAIS La Abadía de Thelema Extracto de El Futuro, viaje a través de la utopía. María Luisa Berneri. Es difícil resistir la tentación de incluir la Abadía de Thelema, de Rabelais, entre las utopías del Renacimiento, aun a sabiendas de que no es lícito darle el calificativo de república ideal. Pero, por una sola vez, siguiendo la regla de los thelemitas, haremos nuestra santa voluntad, aunque no sin cierta justificación, ya que la comunidad imaginaria de Rabelais encarna el espíritu renacentista mucho más cabalmente que las utopías hasta ahora estudiadas. El propio Rabelais era un típico hombre del Renacimiento. Su cultura enciclopédica, su profunda admiración por la literatura griega, su aversión hacia la vida monacal, su amor a la libertad ya la belleza, eran características comunes a los humanistas italianos. Al igual que ellos, sentía pasión por el saber, y no sólo estudió literatura y filosofía, sino también medicina y leyes. Además, como la mayoría de los humanistas, no se interesaba por la "cuestión social" ; su rebeldía, puramente individualista, no se convirtió en rebeldía contra el sistema social imperante. Vio los males que afectaban a la sociedad de su época, pero no trató de desentrañar la causa que los originaba ni de encontrar el remedio que los curase. El Renacimiento no fue un movimiento de reforma, sino una rebelión de los individuos que buscaban la libertad para sí mismos. Contra lo que parecería indicar su nombre, no era la humanidad lo que preocupaba a los humanistas; eran sus propias individualidades y los medios necesarios para expresarlas. Les ofendía cualquier intromisión de las autoridades civiles y religiosas y tenían honda conciencia de sus derechos, mas no luchaban por la libertad y los derechos de las masas populares. La Abadía de Thelema no describe un colegio ideal ni una casa de campo ideal, sino una corte ideal. Es la utopía de una nueva aristocracia basada en la inteligencia y la cultura antes que sobre el poder o la riqueza. Rabelais nos explica cómo deberían vivir estas criaturas hermosas, bien nacidas, cultas e inteligentes. No tienen necesidad de leyes ni de abogados, de política ni de predicadores, de dinero ni de usureros, de religión ni de monjes. Tampoco tienen necesidad de normas, pues saben emplear su tiempo en forma útil y agradable, ni de ninguna especie de compulsión moral, pues son ingénitamente honrados y bondadosos. Entre sí pueden gozar de libertad e igualdad absolutas. Nada hay demasiado bello y suntuoso para quienes constituyen, por así decirlo, la flor de la humanidad. Viven en un castillo que sobrepasa en esplendor a los de Turena, llevan lujosos vestidos, tienen un protector cuyas arcas son, al parecer, inagotables, y cuentan con un ejército de criados y de artesanos dedicados a servirlos ya proporcionarles cuanto necesiten: ...había en el bosque de Thelema un gran cuerpo de edificio de media legua de largo, muy claro y ventilado. Allí estaban los orfebres, lapidarios, bordadores, sastres, tiradores de oro, tejedores de terciopelo, tapiceros, etc., trabajando cada uno en su oficio para dichos religiosos y religiosas...

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relato del anarquismo

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La utopa de Rabelais

La utopa de Rabelais

FRANOIS RABELAISLa Abada de ThelemaExtracto de El Futuro, viaje a travs de la utopa. Mara Luisa Berneri.

Es difcil resistir la tentacin de incluir la Abada de Thelema, de Rabelais, entre las utopas del Renacimiento, aun a sabiendas de que no es lcito darle el calificativo de repblica ideal. Pero, por una sola vez, siguiendo la regla de los thelemitas, haremos nuestra santa voluntad, aunque no sin cierta justificacin, ya que la comunidad imaginaria de Rabelais encarna el espritu renacentista mucho ms cabalmente que las utopas hasta ahora estudiadas.

El propio Rabelais era un tpico hombre del Renacimiento. Su cultura enciclopdica, su profunda admiracin por la literatura griega, su aversin hacia la vida monacal, su amor a la libertad ya la belleza, eran caractersticas comunes a los humanistas italianos. Al igual que ellos, senta pasin por el saber, y no slo estudi literatura y filosofa, sino tambin medicina y leyes. Adems, como la mayora de los humanistas, no se interesaba por la "cuestin social" ; su rebelda, puramente individualista, no se convirti en rebelda contra el sistema social imperante. Vio los males que afectaban a la sociedad de su poca, pero no trat de desentraar la causa que los originaba ni de encontrar el remedio que los curase. El Renacimiento no fue un movimiento de reforma, sino una rebelin de los individuos que buscaban la libertad para s mismos. Contra lo que parecera indicar su nombre, no era la humanidad lo que preocupaba a los humanistas; eran sus propias individualidades y los medios necesarios para expresarlas. Les ofenda cualquier intromisin de las autoridades civiles y religiosas y tenan honda conciencia de sus derechos, mas no luchaban por la libertad y los derechos de las masas populares.

La Abada de Thelema no describe un colegio ideal ni una casa de campo ideal, sino una corte ideal. Es la utopa de una nueva aristocracia basada en la inteligencia y la cultura antes que sobre el poder o la riqueza. Rabelais nos explica cmo deberan vivir estas criaturas hermosas, bien nacidas, cultas e inteligentes. No tienen necesidad de leyes ni de abogados, de poltica ni de predicadores, de dinero ni de usureros, de religin ni de monjes. Tampoco tienen necesidad de normas, pues saben emplear su tiempo en forma til y agradable, ni de ninguna especie de compulsin moral, pues son ingnitamente honrados y bondadosos. Entre s pueden gozar de libertad e igualdad absolutas.

Nada hay demasiado bello y suntuoso para quienes constituyen, por as decirlo, la flor de la humanidad. Viven en un castillo que sobrepasa en esplendor a los de Turena, llevan lujosos vestidos, tienen un protector cuyas arcas son, al parecer, inagotables, y cuentan con un ejrcito de criados y de artesanos dedicados a servirlos ya proporcionarles cuanto necesiten:

...haba en el bosque de Thelema un gran cuerpo de edificio de media legua de largo, muy claro y ventilado. All estaban los orfebres, lapidarios, bordadores, sastres, tiradores de oro, tejedores de terciopelo, tapiceros, etc., trabajando cada uno en su oficio para dichos religiosos y religiosas...

La educacin que reciben los thelemitas es digna de futuros prncipes y cortesanos, y, en verdad, se asemeja mucho a la que Castiglione [*] aconsejaba impartir al cortesano ideal del Renacimiento:

El "cortigiano" debe estar familiarizado con todos los juegos nobles, incluso el salto, la carrera, la natacin y la lucha; ante todo ha de ser un buen danzarn y (se sobreentiende} un jinete consumado. Ha de poseer varios idiomas, por lo menos el italiano y el latn, y entender de literatura y de artes plsticas...

+ Segn cita de Jakob Burckhardt en La Cultura del Renacimiento en Italia.

Esta educacin, al igual que la impartida a los "alegres frailes y monjas" de la Abada de Thelema, podr crear un alto grado de perfeccin individual, pero est singularmente alejada de todo propsito prctico. Los thelemitas no parecen destinados a ejercer ninguna profesin u oficio til, sino a tener a su disposicin un enjambre de servidores. Tampoco es probable que encontraran mucho placer en esa clase de actividad que, siendo un simple ejercicio del cuerpo o de la inteligencia, jams aspira a crear algo til.

No podemos sustraernos a la sospecha de que, pese a su esplendor, la vida de la Abada pronto se tornara montona y abrumara con su tedio a los thelemitas, Como, por cierto, abrum los moradores de las Cortes ms brillantes. No obstante, para ser justos con Rabelais, debemos recordar que en su comunidad ideal no haba rey ni prncipe a quien adular y divertir.

Estas observaciones seran superfluas si mucha gente, llevada de su entusiasmo por el "haz lo que quieras", no hubiera olvidado que Rabelais solamente lo aplicaba a:

Los nobles caballeros, / honrados y gentiles, gallardos, bien nacidos, / por la piedad trados, ni aviesos ni groseros... / ...Damas encopetadas, / flores de belleza, mejillas nacaradas, / gargantas torneadas, manos de acariciar... /

Pese a su "inmoral" amor por el lujo, pese a las restricciones de que est rodeado el ingreso a su seno, La Abada de Thelema es una fantasa encantadora. Lamentablemente, slo podemos reproducir aqu los dos captulos siguientes:

Cmo Garganta hizo preparar para el monje la Abada de Thelema

Faltaba slo que recompensar al monje, y Garganta quiso hacerlo abad de Sevill; pero l se rehus. Quiso luego darle la abada de Bourgueil o la de Saint-Florent, la que ms le agradase de las dos; pero enseguida contest que no quera carga ni gobierno de monjes; porque, como l deca: Podra yo gobernar a otro cuando yo mismo no sabra gobernarme? Si os parece que os he hecho algn servicio y que en adelante podr hacroslo, autorizad me para fundar una abada a mi gusto.

La iniciativa fue del agrado de Garganta y le ofreci todo su pas de Thelema, junto a la ribera del Loire, a dos leguas del gran bosque de Port Huault; adems le requiri que instituyese su religin al contrario de todas las dems.

--Primeramente -deca Garganta-, no har falta edificar la abada ni circundarla de murallas como estn las otras.

-Verdaderamente -replic el monje--, y donde hay muros hay murallas, envidia y conspiracin mutua.

Se dispuso que as como en ciertos conventos es costumbre cuando entra alguna mujer, es decir, las honestas y pdicas, limpiar los sitios por donde aqullas hubieran pasado, si religioso o religiosa entraran por caso fortuito, se limpiarn religiosamente todos los lugares que hubieran atravesado.

Puesto que en todas las religiones del mundo est todo acompasado, limitado y regulado por horas, se decret que all no habra relojes ni cuadrantes de ninguna clase, sino que las labores seran distribuidas segn las oportunidades y ocasiones, porque, como deca Garganta, la mayor prdida de tiempo est en contar las horas, pues de ello no viene ningn bien, y la mayor desazn del mundo est en gobernarse al son de una campana y no por los dictados del entendimiento y del buen sentido.

Item: Puesto que en aquel tiempo no entraban en religin ms mujeres que aquellas que se encontraban tuertas, borrachas, gibosas, feas, contrahechas, locas, insensatas, tocadas de maleficios y enviciadas, ni ms hombres que los asmticos, mal nacidos, intiles y vagabundos, se dispuso que all no se recibira sino a las hermosas, bien nacidas y bien formadas y a los hermosos, bien nacidos y bien formados.

-A propsito -dijo el monje-. Una mujer que no es buena ni bella, para qu vale?

-Para monja -repuso Garganta.

-Y para hacer camisas.

Item: Como en los conventos de mujeres no entran hombres sino engaosa y clandestinamente, se decret que all no habra mujeres en el caso que no hubiera hombres, ni hombres si no haba mujeres.

Item: Puesto que tanto unas como otros, una vez profesos despus del ao de noviciado, estaban forzados y compelidos a permanecer all toda su vida, se dispuso que entraran y salieran libremente cuando les pareciese oportuno.

Item: Como ordinariamente hacen tres votos, de obediencia, pobreza y castidad, se acord que all pudieran casarse honorablemente, que todos y cada uno pudieran ser ricos y viviesen en completa libertad.

En cuanto a la edad de ingreso para las hembras, haba de ser de diez a quince aos, y para los varones, de doce a dieciocho.

Cmo tenan regulada su vida los thelemitas

Tenan empleada su vida, no segn leyes, estatutos ni reglas, sino segn su franco arbitrio.

Se levantaban de la cama cuando buenamente les pareca, beban, coman, trabajaban, dorman cuando les vena en gana; nada les desvelaba y nadie les obligaba a comer, beber ni hacer cosa alguna; de esta manera lo haba dispuesto Garganta. En su regla no haba ms que esta clusula:

HAZ LO QUE QUIERAS

Porque las gentes bien nacidas, libres, instruidas y rodeadas de buenas compaas, tienen siempre un aguijn que les impulsa a seguir la virtud y apartarse del vicio; a este acicate le llaman honor. Cuando por vil sujecin y clausura se ven constreidos y obligados, pierden la noble afeccin que francamente los induca a la virtud y dirigen todos sus esfuerzos a infringir y quebrantar esta necia servidumbre, porque todos los das nos encaminamos hacia lo prohibido y ambicionamos lo que le nos niega.

Por efecto de esta libertad, llegaron a la plausible emulacin de hacer todos lo que a uno le fuera grato: si alguno o alguna deca bebamos, todos beban; si decan juguemos, todos jugaban; si decan vamos a pasear por el campo, todos paseaban. Si decan vamos a cazar, las damas, montadas en sus bellas hacaneas, con su palafrn y su gua, llevaban cada una en su mano enguantada delicadamente, un esmerilln o alcotancillo; los dems pjaros los llevaban los hombres.

Tan noblemente estaban educados, que entre ellos no haba uno solo que no supiera leer, escribir, cantar, tocar instrumentos de msica, hablar cinco o seis idiomas y componer prosa o verso. Jams se han visto caballeros tan discretos, tan galantes, tan giles a pie y a caballo, tan fuertes para remar y para manejar todas las armas, como los que all haba.

Cuando para alguno, por llamamiento de sus deudos o cualquiera otra causa, llegaba la hora de salir, llevaba consigo a una de las damas que de antemano le haba escogido por suyo, y por consecuencia estaban ya juntos y casados; si en Thelema haban vivido en inclinacin y amistad mutuas, las continuaban con aumento en el matrimonio, tanto que llegaban hasta el fin de sus vidas habindola pasado toda como el primer da de novios.

Textos en castellano utilizados para la transcripcin de este captulo:

Franois Rabelais: La Abada de Thelema (Garganta y Pantagruel, Libro I). Ed. M. Aguilar, Madrid, 1923. Trad. de E. Barriobero y Herrn.