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SERVICIO JESUITA A REFUGIADOS N O 52 acompañar | servir | defender Tiempo de partir Esperanza en el desierto Más allá de la supervivencia La carrera de los diamantes Arroz y curry NEPAL TÚNEZ ETIOPÍA RCA TAILANDIA ... y más esperanza mejor futuro de un la

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S E R V I C I O J E S U I T A A R E F U G I A D O S N O 5 2

acompañar | servir | defender

Tiempo de partir

Esperanza en el desierto

Más allá de la supervivencia

La carrera de los diamantes

Arroz y curry

NEPAL

TÚNEZ

ETIOPÍA

RCA

TAILANDIA

... y más

esperanza

mejorfuturode un

la

02

acompañar

servir

defender

reflexión

Publicado dos veces al año por el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS), Servir se distribuye gratuitamente

en inglés, español, francés e italiano.

D I C I E M B R E D E 2 0 1 1

F O T O D E P O R TA D A Celebración en un campamento para refugiados bhutaneses en el

este de Nepal. (Peter Balleis SJ/JRS)

D I R E C T O R Peter Balleis SJ

E D I T O R ADanielle Vella

D I S E Ñ A D O RMalcolm Bonello

El Servicio Jesuita a Refugiados es una organización católica

internacional creada en 1980 por Pedro Arrupe SJ. Su misión es

acompañar, servir y defender la causa de los desplazados forzosos.

Servicio Jesuita a RefugiadosBorgo S. Spirito 4, 00193 Rome, Italia

TEL: +39 06 6897 7465FAX: +39 06 6897 7461

[email protected]

TúnezLa vida es más fuerte que la muerte 04

Estados UnidosUn recordatorio de la presencia de Dios 06

Deja partir a mi pueblo 19 Llamamiento (Contraportada)

acrónimos

Editorial 03

Etiopía Todos esos niños en el desierto 08

República Centroafricana La maldición de los diamantes 10

TailandiaArroz y curry 13

Venezuela Ignorando los motivos de protección 16

Asia Pacífico Un camino por delante 18

S E R V I C I O J E S U I TA A R E F U G I A D O S - N Ú M E R O 5 2

en esta edición

Estos son los utilizados en esta edición

ACNUR Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados

IDC Centro de Detención de Inmigrantes

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e gusta esta escuela, el campamento, mis maestros y amigos, y he aprobado el décimo curso. La escuela del campamento de Goldhap, al este de Nepal, está vacía; sólo unas hierbas

tratan de crecer. En la pizarra, junto a la lista de los estudiantes del último día de clase, en tiza y letra de niño se leía este mensaje. Ya no hay ni escuela ni campamento. Es más que probable que quién lo escribió ya se haya ido. Era uno entre los miles de estudiantes bhutaneses refugiados que han sido reasentados, mayoritariamente en Estados Unidos.

Para escribir esta alabanza, la escuela debe haber sido un lugar genial donde aprender, aún cuando fuera una estructura sencilla, lejos de ser una instalación idónea. Las decenas de miles de niños que vinieron a ésta y otras escuelas del JRS en el este de Nepal se habrán llevado a sus nuevos hogares no sólo el duro recuerdo de la vida en el campamento, sino también los momentos felices. La muchacha de la portada, cuya danza tradicional irradia esperanza, viene de otro campamento de Nepal. La foto fue tomada apenas tres meses antes de que su escuela cerrara.

Este es el final feliz para una historia de 20 años de exilio. También es tiempo para la nostalgia, tal y como escribe PS Amalraj SJ, que sirvió a los refugiados bhutaneses durante años, en su reflexión sobre la súplica a Dios: Deja partir a mi pueblo (Ex 5:1). El equipo del JRS en Nepal trabajó con los refugiados durante mucho tiempo pero ya es hora de irse.

Mientras, la crisis en Somalia obligó a miles de personas a huir a Kenya y Etiopía para escapar de la guerra y del hambre. Se han levantado nuevos campamentos en entornos estériles. Dado que la mayoría de los refugiados son niños, el JRS ha hecho planes educativos. Cuando la sequía termine, probablemente los refugiados no regresarán a un Estado fallido, que no puede brindarles protección. La escuela les ofrecerá un espacio de seguridad, paz y esperanza en el mismo entorno del campamento. Será un lugar donde los niños, y muy especialmente las niñas, se formarán para su futuro y donde se cimentará una nueva Somalia. Llegará un día en que los campamentos para estos refugiados ya no serán necesarios. Cuando llegue ese momento, si un niño deja un mensaje así, entonces sabremos que el JRS ha cumplido con su misión

Peter Balleis SJDirector Internacional del JRS

Me gusta esta escuela

M

Estos son los utilizados en esta edición

ACNUR Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados

IDC Centro de Detención de Inmigrantes

editorial

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Túnezacompañar

Cuando en febrero de 2011 estallaron los disturbios en Libia, un éxodo de extranjeros empezó a llegar a Túnez. La mayoría eran trabajadores inmigrantes; pero otros esperaban en Libia la oportunidad de entrar en Europa para solicitar asilo. Casi todos fueron repatriados por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM); sin embargo, los que no pudieron regresar, la mayoría solicitantes de asilo de países subsaharianos, siguen

atrapados en los campamentos de tránsito tunecinos. Algunos han pedido el reasentamiento en Europa o Norteamérica, mientras otros confían en regresar a Libia, y aventurarse a cruzar el Mediterráneo. El JRS ha enviado a dos religiosas a Túnez para trabajar con la iglesia local de Shousha en un campamento de tránsito que alberga a unas 4.000 personas en el desierto de Ras Jedir, a pocos kilómetros de la frontera libia.

más fuertemuerteque la

lavidaes “Trata de imaginar lo difícil

que es dar esperanza a los refugiados que viven en pleno desierto. Esto es lo que están

haciendo las hermanas. Sus nombres están grabados en

nuestros corazones.“

Treza Debasay

Recién llegados a Shousha en febrero de 2011. Muchos vivieron en Libia durante años antes de huir de los disturbios. (A. Duclos/ACNUR)

05

Túnez acompañar

El desierto es triste y cuando hay viento, terrible. La mayoría de la gente aquí huyó de Libia en camión, un medio de transporte por el que pagaron, algunos con sus pocas pertenencias, una fortuna. A otros les rescataron en el mar; lo perdieron todo. Los refugiados son muy vulnerables. Algunos sufrieron lo indecible en sus países y muchos cruzaron más de una frontera para llegar a Libia, donde no fueron bienvenidos. Pero, como la vida es más fuerte que la muerte, trataron una y otra vez dejar el país utilizando medios peligrosos, conscientes de los riesgos que entrañaba. Para muchos, el sueño no se ha desvanecido y esperan en el desierto viendo una luz de esperanza al final del túnel.

Los refugiados están bien cubiertos en lo material: comida, ropa, etcétera. Lo que más necesitan es acompañamiento,

alguien que preste atención, escuche sus historias y camine junto a ellos desde aquí. Estamos ayudando a las mujeres reuniéndolas para coser, para que así puedan compartir sus experiencias y crear puentes entre ellas. Un ejemplo: dos mujeres tuvieron un malentendido y no se hablaban. Cuando la Hna. Elisabeth intervino, una reaccionó rápidamente y le pidió a la otra

que le pasase la lana y así se reconciliaron.

Una de las que acompañé me dijo: “mi hermana, me siento mejor y ya puedo dormir bien.” Otra confesó que “usted me dio valor al venir a mi tienda.” Me acogieron con calidez, como su hermana. A pesar de las barreras del idioma, podemos comunicarnos y reír sobre las cosas de la vida porque ¡la vida es más fuerte que la muerte!

La esperanza es el pan que alimenta a los seres humanos, es lo que les da coraje y amplía su visión de una vida mejor. La Hna. Elisabeth nos trajo una brisa de esperanza a los refugiados al visitar nuestras tiendas en la temporada más calurosa, aquí, en el Sahara. Cada día, visita a diferentes comunidades de refugiados: las del Chad, Eritrea, Etiopía, Somalia, Sudán y otras. Nos dice que tengamos esperanza, que veamos un futuro más allá del estrés diario y de la supervivencia. Las hermanas están enseñando a muchas mujeres cómo hacer

vestidos, ofreciéndoles el material gratuitamente a las que están interesadas. Están ocupadas todo el día, yendo de una estudiante a otra para guiarlas en la costura. Esta manera de pasar el tiempo ha servido para distraer nuestras mentes del agobio en el que vivimos, nos ayuda a relajarnos mientras trabajamos, a compartir nuestros talentos y nuestro tiempo.

Trate de imaginar lo difícil que es dar esperanza a los refugiados que viven en pleno desierto. Esto es lo que están haciendo las hermanas. Sus nombres están grabados en nuestros corazones.

La Hna. Mercy Mbugua, una veterana trabajadora del JRS, reflexiona sobre su experiencia en Shousha hasta ahora.

Para Treza Debasay de Eritrea, la vida es más soportable en

Shousha desde que llegaron las hermanas. Y así lo escribe:

A.Duclos/ACNUR

La Hna. Mercy Mbugua (izda.) y la Hna. Elisabeth Won rodeadas por refugiados en Túnez.

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Asia PacificEstados Unidos

unde

recordatorioDiospresencia

acompañar

En Estados Unidos, un pequeño grupo de hombres y mujeres, que sirven como capellanes en los centros de detención, impulsan la labor del JRS. Nuestra oportunidad de defender a los detenidos es bastante limitada. Incluso nuestra capacidad de servirles puede parecer mínima. Por eso lo que podemos hacer mejor es acompañarles, estar con ellos mientras aguardan el futuro con incertidumbre y temor.

De los cientos de hombres que he conocido en estos centros, algunos fueron apartados de sus familias durante meses e incluso años. Unos tienen familia en EE.UU., otros la tienen a miles de kilómetros, y tal vez ni saben que el esposo, el padre o el hijo están detenidos. Algunos han estado en EE.UU. apenas unas semanas o meses, pero otros han crecido aquí, han ido a la escuela, han servido en el ejército de los Estados Unidos, se casaron, tuvieron familia, trabajaron duro durante años. Si bien algunos ya han pasado por la cárcel, la mayoría están detenidos por primera vez. Vienen de lugares tan cercanos como Canadá o México y tan lejanos como África o Asia.

Cuando ya han establecido una relación con el capellán, los hombres se abren y hablan de sus seres queridos, muestran sus fotografías con orgullo, y cuentan lo que sus hijos les dijeron en cartas o por teléfono. Quieren que recemos por sus familias y, en particular, poden una bendición por su seguridad. Cuando llega el momento de ver al juez o cuando saben que el tiempo de partir se acerca, ruegan que recemos por ellos. Una vez preguntamos a un hombre qué quería pedir con la plegaria. Su respuesta fue: “yo quiero lo que quiera Dios, pero necesito ayuda para aceptarlo.” A pesar de que es fácil caer en la angustia, la amargura y la autocompasión, muchos se vuelven hacia Dios en busca de fortaleza y coraje para hacer frente a lo que vendrá.

En todo el centro de detención, se busca y se reza a Dios de muchas maneras, muchas veces al día. Los musulmanes se postran en su plegaria cuando se reúnen los viernes. Los católicos se arrodillan en silencio inclinando la cabeza después de la Comunión. Los sijs se sientan en el suelo formando un pequeño círculo, rezan y hablan

Jack Mattimore SJ es capellán del JRS en el centro de

detención de Buffalo, en el estado de Nueva York. Dice que el ministerio pastoral en los centros de detención es

un reflejo de la atención y la compasión personal que

caracteriza la misión de Jesús.

Celebrando la Eucaristía en el centro de detención de Mira Loma en California.

(Christian Fuchs/JRS USA)

de la

07

Asia PacificEstados Unidos acompañar

pacífica y plácidamente. Durante el Estudio de la Biblia, todos escuchan con atención mientras comparten su punto de vista sobre un pasaje en particular y sobre cómo la Palabra les ha ayudado a ser mejores personas.

Los capellanes de los centros de detención trabajan para garantizar que los hombres y mujeres puedan profesar sus creencias religiosas. Contamos con voluntarios de diferentes confesiones: católicos, protestantes, musulmanes, judíos, sijs, adventistas del Séptimo Día, testigos de Jehová. Coordinamos comidas kósher para los judíos y halal para los musulmanes. Preparar los períodos de ayuno y los momentos especiales de oración y celebración, todo forma parte del trabajo del capellán.

Los Evangelios cuentan que Jesús se cuidaba tanto de grupos numerosos -como los miles de personas que alimentó con unos

pocos panes y peces, o las multitudes a las que enseñaba en la montaña o en la playa– como de cada persona en particular, hablando con ella y escuchándola paciente y tranquilamente, llevándoles la paz y recordándoles cuánto valían a los ojos de Dios. Cuando hacemos nuestra ronda por el centro para hablar con quien quiera hablar, o simplemenate paseando con una sonrisa y saludando amablemente, tratamos de ser un pacífico recordatorio de la presencia de Dios.

En Mateo 25, en la historia del juicio final, Jesús nos dice que ser compasivo incluye visitar a los

que están en la cárcel. Estar con los que han sido apartados de la sociedad, no importa la razón, es un trabajo de piedad que pocos tienen la oportunidad de llevar a cabo. Nosotros los capellanes que trabajamos para el JRS nos sentimos bendecidos por poder realizar esta labor y, a la vez, queremos ser una bendición para nuestros hermanos y hermanas detenidos. Nuestra fe nos dice que es a Jesús a quien visitamos y traemos consuelo. Y en el espíritu de San Ignacio, el fundador de la orden de los jesuitas, todo lo hacemos para la mayor gloria de Dios.

La cifra de ‘no ciudadanos’ detenidos en EE.UU. se ha triplicado en la pasada década. La mayoría de los detenidos no han cometido ningún delito criminal. La pobreza o la persecución son las que les han llevado a quedarse más allá de lo permitido en sus visados o a

entrar en el país sin documentos. Tras vivir y trabajar durante años en EE.UU., deben enfrentarse a la posibilidad de ser deportados. El JRS USA tiene programas de capellanías en los grandes centros de detención en Arizona, California, Nueva York y Texas.

PUNTO DE INFORMACIóN

El centro de detención de Mira Loma en Lancaster, California, donde el JRS lleva el programa de capellanías junto a la Archidiócesis de Los Ángeles y la Provincia Jesuita de California. (Christian Fuchs/JRS USA)

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JRS está poniendo en marcha proyectos de educación y de asesoramiento dirigidos a los

somalíes desplazados en 2011 por la sequía y la hambruna.

El enfoque de esta nueva intervención va más allá de la

supervivencia: forja la esperanza en el futuro.

Ukraineaccompanyservir Etiopía

“Lo realmente triste es el gran número de niños que hay en cada campamento. Los hay por todas partes, sin nada que hacer. Fue una de las peores cosas que he visto jamás: todos estos niños en el desierto, bajo el calor, entre el polvo y las rocas, entre arbustos espinosos, mirando fuera de las tiendas. Y lo que me dejó más atónito: te sonríen amablemente mirándote con sus ojos bien abiertos.”

Los niños descritos por Frido Pflueger SJ son somalíes desplazados por una de las

peores crisis humanitarias del mundo: la sequía más grave que ha golpeado el este de África en los últimos 60 años, que ha afectado a más de 13 millones de personas. El P. Frido, director del JRS en esta región, vio a los pequeños refugiados cuando visitó Dollo Ado, en Etiopía, junto a la frontera somalí.

Desde hace tiempo, los somalíes han estado huyendo de la guerra civil. Este año, decenas de miles de personas abandonaron el sur de Somalia, especialmente entre junio y

(derecha) Refugiados recién llegados de Somalia esperan fuera del centro de

recepción de Dollo Ado.

(abajo) Llegando a Dollo Ado.

(Angelika Mendes/JRS)

todos

desiertoen elniñosesos

09

Tanzania/Burundi accompanyservirEtiopía

julio, caminando durante días en una búsqueda desesperada de comida. Algunos murieron de inanición en el viaje o apenas llegaron a los centros de ayuda. La sequía desestabilizó el frágil equilibrio entre la vida y la muerte en esta conflictiva región, que, en gran parte, está bajo control de las milicias de al-Shabaab, un grupo radical islamista opuesto a cualquier influencia occidental, incluida la ayuda humanitaria.

Muchos somalíes que han huido del hambre se han dirigido a Dollo Ado. Aunque la cifra de los recién llegados ha caído en comparación con principios de año, la media diaria de llegadas era de 300 en octubre, y un quinto campamento se construyó porque la cifra de refugiados excedía los 134.000, la mayoría mujeres y niños.

El JRS envió rápidamente un equipo a valorar las necesidades de los refugiados somalíes en el

nuevo entorno “totalmente árido, casi desértico” de Dollo. Si bien las necesidades básicas como alojamiento y comida las cubren el ACNUR y un número de ONG, el hecho que la inmensa mayoría de la población fuera menor de 18 años nos sugirió inmediatamente actividades educativas.

Dada la tradición pedagógica jesuita, el JRS decidió construir una escuela de secundaria en uno de los campamentos – no existía ninguna de este nivel – para atender a los refugiados y a la comunidad de acogida. Otro objetivo es apoyar la Administración Etíope para los Asuntos de los Refugiados y Retornados (ARRA), que ofrece educación primaria en Dollo Ado. Durante los años de servicio a los refugiados en toda Etiopía, el JRS ha entablado una buena relación de trabajo con ARRA.

El equipo de evaluación

también pensó en la necesidad de actividades recreativas - deportes, teatro y música - y de psicoterapia para ayudar a los refugiados a superar el trauma del desplazamiento, la pérdida de sus medios de vida y los años de inseguridad y de guerra. La intervención psicológica se ajustará a las líneas de un exitoso proyecto del JRS que funcionó durante años en el campamento de Kakuma, en Kenya, con refugiados de Somalia y de otros países.

Las decisiones sobre qué servicios ofrecer nos muestran que, aunque intervengamos en una situación de emergencia, el JRS prevé estar en Dollo Ado por un largo tiempo, dada la inestabilidad crónica de Somalia. Aparte de ofrecer a los niños que impresionaron al P. Frido algo importante que hacer, el JRS les dará a ellos y a sus padres un esperanza tangible de futuro.

Llegando a Dollo Ado. (Angelika Mendes/JRS)

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servir República Centroafricana

lamaldicióndiamantesde los

Los enfrentamientos entre dos grupos armados en el noreste de la República Centroafricana (RCA), en septiembre de 2011, provocaron el desplazamiento

y el cierre temporal de los proyectos del JRS. Albert Edgar Manyuchi, director del JRS RCA,

esboza las causas de la violencia que han aumentado el dolor de los civiles en esta volátil región.

Treinta personas fueron asesinadas y más 11.000 desplazadas al estallar el conflicto entre grupos armados en la provincia de Haute Kotto en septiembre de 2011. El JRS, que estaba presente en esta remota región desde 2008, se vio obligado a cerrar sus oficinas temporalmente en las poblaciones de Bria y Ouadda el 19 y 21 de septiembre, respectivamente, y a suspender los proyectos de apoyo a 68 escuelas y dejar de ofrecer atención pastoral con la iglesia local.

La explosión de violenciaEl 10 de septiembre de 2011, la tensión antagónica y los incidentes esporádicos entre la CPJP (Convention des Patriotes pour la Justice et la Paix) y la UFDR (Union des Forces Democratiques pour le Rassemblement) desembocó en combates que terminaron con un alto el fuego dos semanas después. Mientras que las bases de la UFDR son de la etnia Gula, las de la CPJP son de la etnia Ronga. La muerte de doce personas de origen ronga a manos de elementos de la UFDR, en

Josephine Adame, de Ouadda, es una de las incontables civiles que han sufrido la prolongada violencia en el norte de la RCA.

(Peter Balleis SJ/JRS)

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República Centroafricana accompanyservir

Haute Kotto, el pasado agosto, fue el detonante de la ola de violencia. En represalia, la CPJP comenzó a atacar a miembros de la etnia gula en la capital provincial, Bria, y en otras áreas, lo que hizo que los disturbios se extendieran por toda la provincia. A muchos civiles de Bria, incluyendo los padres de un trabajador del JRS, les incendiaron sus hogares. En Ouadda, una casa alquilada por el International Medical Corps (IMC) fue asaltada porque el propietario era de origen ronga. El subprefecto de Ouadda fue asesinado y el alcalde huyó a Ndele, el cuartel general de la CPJP.

Luchando por los diamantes Los gula y los ronga han sido vecinos durante mucho tiempo en Haute Kotto. Aunque las relaciones entre ambos no han estado exentas de conflictos, parece que el ‘nuevo’ factor que ha causado tal deterioro es el control del comercio de los diamantes, abundantes en esta amplia y poco poblada provincia.

Previamente, ambos grupos formaban parte de la UFDR, que luchaba contra el gobierno; sin embargo, los gula tuvieron siempre el timón, y controlaban el tráfico de diamantes de las minas esparcidas por Haute Kotto. Su dominio sobre el comercio era posible por sus tradicionales redes familiares que llegaban hasta Sudán. Dado que los gula viven a ambos lados

de la frontera, les resultaba fácil comerciar o hacer contrabando con los diamantes de las minas de Haute Kotto. La vasta red gula sostuvo durante tiempo a la UFDR de manera que los ronga vieron que era mejor estar subordinados a ellos para recoger algo de los beneficios del comercio de diamantes.

Las cosas cambiaron en 2007 cuando la UFDR firmó un acuerdo de paz con el gobierno. La UFDR se incorporó al gobierno y en 2010 asumió la seguridad en la región. Esta transformación impuso un cambio en el comportamiento de los combatientes; uno de los resultados fue que los derechos de explotación de minas fueron entregados a empresarios y el negocio de diamantes a comerciantes. Cada vez resultaba más difícil a muchos miembros de la UFDR sacar provecho del tráfico ilegal de diamantes; de hecho, muchos, incluso funcionarios, fueron reacios al acuerdo de paz. Así, la UFDR que firmó el tratado con el gobierno ya era un aparato militar fragmentado, y los rebeldes descontentos aplaudieron la formación de la CPJP - escisión de la UFDR - con otros miembros de diferentes comunidades. Mientras que los gula permanecieron en la UFDR, los ronga se unieron al nuevo grupo en masa. La CPJP dio a los ronga la oportunidad de competir por el control de las minas de diamantes. Como la UFDR se

EL JRS EN LA RCA

El JRS RCA centra su labor en la educación primaria, beneficiando a unas 44.000 personas en las dos provincias afectadas por la guerra: Haute Kotto en el noreste y Ouham en el noroeste. Las actividades incluyen la construcción de escuelas, la distribución de materiales educativos, la formación de maestros y, especialmente, la educación de las niñas. El JRS ha ayudado a las comunidades locales desplazadas a crear Asociaciones de Padres y Maestros y a desarrollar actividades deportivas. Los proyectos educativos están complementados con servicios pastorales: capacitación parroquial, celebración de los sacramentos, y otras actividades en cooperación con la iglesia local. El JRS también se ha involucrado en actividades de construcción de paz e incidencia política.

Marie, la cocinera del JRS en Ouadda, y su hijo. (Peter Balleis SJ/JRS)

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República Centroafricanaservir

resistió a los intentos de perder las minas, el conflicto se hizo inevitable, llevando a las muertes de septiembre y al desplazamiento en toda la provincia.

La peor parte para los civilesLos hombres armados se atacaron unos a otros, pero como ocurre demasiado a menudo, algunos también agredieron a los civiles. Las comunidades han sufrido la disputa por el comercio de diamantes, y el personal y los proyectos del JRS también. Los miembros del personal que no son de Bria o de Ouadda fueron evacuados a Bangui, en motocicleta y en avión. Hace poco, un vehículo del JRS y algunos equipos de comunicación fueron robados, presuntamente por rebeldes de la CPJP. A pesar

de los problemas, el JRS quiere reanudar su trabajo en Haute Kotto tan pronto como sea posible. En el momento de escribir estas líneas, finales de octubre, aún se mantiene el alto el fuego, y el JRS se plantea regresar a Bria a principios de noviembre y a Ouadda a finales de mes. Estamos seguros de que las necesidades humanitarias habrán crecido substancialmente.

Se supone que los diamantes significan bienestar, pero no es así para la gente de Haute Kotto. La ‘maldición de los diamantes’ ha traído la angustia a muchos y la presencia del JRS en estas fronteras significa que también sufrimos el caos. Sin embargo, estamos determinados a seguir acompañando, sirviendo y defendiendo a la gente de esta región.

PuNTo iNfoRMATivo

Aunque rica en recursos, la RCA es uno de los países menos desarrollados del mundo, abrumado por un conflicto que, según la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), afecta directamente a más del 36% de la población. La situación, especialmente en el norte, sigue siendo volátil e inestable debido a los esporádicos estallidos de violencia. En 2010, la cifra de desplazados en la RCA pasó de 168.000 a 192.000.

Miembros de la comunidad cristiana de Ouadda. (Peter Balleis SJ/JRS)

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defenderTailandia

Richard Haavisto, profesor Pedro Arrupe del Centro de

Estudios sobre Refugiados de la Universidad de Oxford, nos da algunas impresiones de la

comunidad refugiada de Koung Jor, en Tailandia, con la que

compartió seis meses.

Arroz y curry es una frase que funciona por sí misma en todas las conversaciones que tuve con la gente de la comunidad de Koung Jor. Es el lema de la cordialidad dentro del hogar donde este plato se elabora y consume. Significa que estás en un buen lugar. Simboliza un estado plácido de la mente y, a la vez, un estómago lleno. Cuando hablan de dónde han estado, están y quieren estar, los miembros de la comunidad utilizan el arroz y el curry como una metáfora que describe el bienestar o su falta.

El campamento de Koung Jor alberga los hogares más vulnerables de cuatro aldeas birmanas vecinas que fueron atacadas en mayo de 2002. Ese ataque les obligó, después de mudarse de aquí para allá dentro de Birmania, a cruzar la frontera hacia Tailandia. La gente del campamento es mayoritariamente shan, una de las muchas comunidades político-culturales que constituyen Birmania.

El artículo enfatiza la importancia de entender la experiencia del desplazamiento y del reasentamiento desde la perspectiva de los refugiados. Sólo a través de esta comprensión de su punto de vista podremos acompañarles, servirles y defender sus derechos. En mi caso, era evidente desde el principio que los miembros de la comunidad de Koung Jor iban a enfocar su experiencia con una mentalidad y una lengua totalmente diferentes a la mía.

DesplazamientoPara mi, el desplazamiento de los miembros de la comunidad de Koung Jor es una historia familiar de persecución política y vulnerabilidad económica. La nefasta estrategia del gobierno birmano de los ‘cuatro cortes’ para enfrentarse a la disidencia política ha llevado al desplazamiento forzoso de al menos 520.000 shan desde 1996 hasta ahora. La emigración shan a Tailandia aumentó de 80.000 personas en 1996 a 200.000 en 2005. Aparte de las relocalizaciones forzosas, según informes de derechos humanos, siguen las ejecuciones extrajudiciales, las violaciones y otros abusos contra los civiles a manos del Tatmadaw (ejército birmano). Además, estos informes detallan la precaria situación económica de los desplazados shan, que han perdido tierras, propiedades y sus hogares por la relocalización, confiscación, destrucción y extorsión. Aparte, hay constancia de que el gobierno birmano utiliza el trabajo forzoso.

Uno puede comprobar los elementos de estas denuncias en las historias de la gente de la comunidad de Koung Jor. Lo sorprendente es cómo cuentan la historia: los miembros de la comunidad no la enfocan desde la persecución política, sino como consecuencia de una persistente, irregular y abusiva intrusión del Estado en el orden de sus vidas. Unas continuas interrupciones que les hacían difícil el yuu lii kin waan (disfrutar de su arroz y curry).

arrozy curry

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defender Tailandia

Si bien los abusos a los derechos humanos constituyen una parte importante de sus historias de desplazamiento, parecen subordinarlas al deseo individual de armonía social y de estabilidad mental. Los miembros de la comunidad no se ven como económicamente vulnerables, aunque objetivamente lo fueron y están en riesgo de serlo. Antes de su desplazamiento, la mayoría eran campesinos que apenas producían lo suficiente para autoabastecerse. Dependían de lo que además sacaban del bosque y de los préstamos dentro de la comunidad para mejorar su día a día. El desplazamiento les ha robado sus pocas posesiones materiales y ha roto sus redes sociales. Es más, no argumentan razones económicas como trasfondo de sus movimientos migratorios. Sus

migraciones las describen como una búsqueda de un estado de la mente más satisfactorio, en el que no se sientan khan tsau yaap tsau (turbados, enojados o acosados mentalmente).

Una interpretación antropológica

Al inicio de esta investigación, varios especialistas en los shan me dijeron que comprenderlos se reduce a entender su khwan y su phi (el alma y los espíritus). La cultura shan ve el cuerpo como un campo de batalla donde alma y espíritus se enfrentan. Toda la gente puede perder el alma y sucumbir a los espíritus. La enfermedad, la fragmentación de uno mismo, es el resultado de la huida del khwan, la fuerza vital que anima el cuerpo, y de la invasión de los phi, una fuerza vital etérea que

se alimenta del cuerpo. Los Sara (curanderos tradicionales) y los tsalei (escribanos budistas laicos) piden el retorno de las almas (haung khwan) y la salida de los espíritus (pat phi).

Los shan amplían la noción del cuerpo como campo de batalla a sus aldeas. Los shan viven en lugares definidos por el grupo. Mientras muchos recurren a la tradición o a la descendencia para excluir a los forasteros, los shan crean sus grupos incluyendo a quienes comparten un lugar común. Los rituales están pensados para el song phi (echar a los espíritus molestos de la aldea) y el mei waan (un ritual que fortalece los hogares de la aldea).

Hay una relación lógica directa entre la noción shan del cuerpo en conflicto y el desplazamiento. El Khwan busca un refugio seguro.

El JRS apoya el transporte de del campamento de Koung Jor a las clases del preescolar Piang Luang. (Don Doll SJ/JRS)

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defenderTailandia

Una mente inquieta, un malestar mental provocado por una plétora de emociones, causa que el alma del individuo se vaya. El equilibrio de una mente tranquila garantiza la plenitud del individuo. La búsqueda de una mente tranquila, como resultado, caracteriza los relatos de la gente de Koung Jor. El desplazamiento se convierte más en una búsqueda de un espacio autónomo que permita la consolidación de uno mismo.

ReasentamientoEl aparentemente exitoso

reasentamiento de los shan en un campamento de “refugiados” tailandés se suele atribuir a su pequeño número, a la homogeneidad étnica, la historia y la cultura común con la comunidad tailandesa de acogida y su relativa autonomía en comparación con los refugiados de los campamentos reconocidos en la frontera occidental tailandesa. Esto, sin embargo, no dice toda la historia.

El lugar es algo crucial para los shan, pero el espacio físico no. Cuentan con un esquema tradicional para socializar el espacio físico y convertirlo en su lugar. Un componente clave de este esquema es el jefe de aldea y el consejo que coordinará la vida de la aldea y su relación con el mundo exterior, ofreciendo armonía y acogida. El liderazgo shan no es político, los mayores de la aldea son quienes ayudan a crear un espacio en el que cada persona pueda tener y degustar su arroz y el curry.

La violencia política en Birmania ha destruido este aspecto regulador de la vida. Los cargos de jefe de aldea y de consejero se volvieron cada vez más peligrosos, atrapados entre las demandas inaceptables del Tatmadaw y de los grupos políticos armados. Fueron eliminados, apartados de la vida política o huyeron sin que nadie quisiera asumir dichos puestos. Esto amenazó el equilibrio mental de los shan.

Un atisbo de paz en su nuevo entorno les ha facilitado el retorno a su universo ordenado (al menos dentro del campamento) que la comunidad de Koung Jor entiende y agradece. Una vez más, los consejeros y la comunidad cumplen con sus responsabilidades y papeles asignados. El orden resultante ha llevado a una restauración de los preceptos morales que gobiernan la interacción humana.

No quiero dejar al lector con una imagen bucólica de los shan en Koung Jor. Las limitaciones impuestas por la incertidumbre de su estatuto legal, junto al hecho de que ahora son campesinos sin sus campos de arroz, les obliga a depender de la buena voluntad de los donantes internacionales; no obstante, la comunidad ha logrado ese pequeño milagro que, en parte, depende de que comprendamos la experiencia del desplazamiento-reasentamiento desde su perspectiva.

El JRS apoya el transporte de del campamento de Koung Jor a las clases del preescolar Piang Luang. (Don Doll SJ/JRS)

Una mujer trabaja en un telar en el campamento de Koung Jor, tejiendo con material suministrado por el JRS chales para vender; (izda.) chales tejidos en el campamento.

Oliver White/JRS Molly Mullen/JRS

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defender Venezuela

protección

Ana* y José* forman parte de la estadística y también de las largas listas de personas a las que se les ha negado el estatuto de refugiado porque en sus declaraciones dijeron huir de la violencia generalizada y no de una persecución individual.

Ana y José provienen de un municipio colombiano que formó parte de la zona de distensión durante los diálogos de paz entre 1998 y 2002. Al romperse las conversaciones, regresaron los enfrentamientos. Sin previo aviso, volvieron a caer las bombas y a sonar las balas. Los aviones y helicópteros sobrevolaban las cabezas de los habitantes de este lugar. Ana recuerda que un día una de las bombas cayó en la casa de un vecino que vivía justo al frente y le arrancó parte de la pierna. “Nosotros dijimos ¡no, no, no, no! de aquí a mañana le matan el hijo a uno, lo destrozan a uno por ahí. Nosotros teníamos nuestro pequeño negocio en el pueblo y de eso vivíamos. Teníamos un pedazo de tierra de donde sacábamos los plátanos y la yuca, pero si ibas para allí te acusaban de pertenecer a la

guerrilla, porque la guerrilla estaba allá y uno, supuestamente, iba a darles información. Para uno eso era terrible”.

Con las operaciones militares de 2005, empezaron las capturas masivas de hasta veinte personas, que trasladaban a Bogotá. El ejército tenía listas y día tras día eran más los capturados.

Tener tres hijas, dos de ellas adolescentes, en este contexto era motivo de preocupación. A cada momento Ana y José escuchaban que la guerrilla había reclutado a los hijos de fulano, que se habían llevado a tal.

“Así iban las cosas a nuestro alrededor. Todo iba sumando” añade José. Hasta que finalmente contactaron con un familiar y decidieron huir a Venezuela.

Cuando llegaron, Ana y José estaban perdidos. Notaban que las costumbres eran similares, pero que existían marcadas diferencias. Unos amigos les dieron trabajo durante varios meses y pronto se dieron cuenta de que podían legalizar su situación y solicitaron el estatus de refugiado ante la Comisión Nacional para los Refugiados (CNR), solicitud que fue denegada.

“Ellos dijeron que no era suficiente porque el conflicto era generalizado en Colombia, esto fue lo que dijeron: violencia generalizada.” Este tipo de decisiones por parte de la CNR genera gran preocupación, porque si bien es cierto que existe

una mejoría en la capacidad de respuesta de dicho organismo, rechaza muchas solicitudes de refugio que argumentan violencia generalizada, la cual no está incluida en la definición de refugiado de la ley venezolana de asilo (LORRAA). Dicho patrón restrictivo hace que Venezuela se caracterice por bajos niveles de reconocimiento de la población necesitada de protección.

De acuerdo a cifras del ACNUR, actualmente hay 15.490 solicitantes de refugio y según la Comisión Nacional para los Refugiados han sido reconocidos como refugiados solamente 2.790 (130 en 2010). Por desgracia, en Venezuela, a la persona le tiene que suceder algo muy grave para acceder a la protección; no basta con que su vida haya corrido peligro. “El país está en guerra, pero si un campesino no se lo van a llevar a la cárcel, uno no se asusta; si a los hijos de uno no se los va a llevar la guerrilla, uno no se asusta. Una cosita sola no es fuerte pero ya cuatro, cinco juntas son más fuertes”, explica José.

En enero de 2011, la regulación interna sobre procedimientos de asilo, promulgada el 28 de enero de 2010, ha añadido el concepto de “solicitudes manifiestamente infundadas.” Si los solicitantes no pueden demostrar que han huido de su país de origen por una de las razones previstas en el listado de la ley de refugio, o si su reclamación es aparentemente falsa, se les

ignorandode

los motivos

Miles de colombianos que llegan a la vecina Venezuela para escapar de la violencia

no consiguen que les protejan. Minerva Vitti, que trabaja en

comunicación e incidencia para la oficina del JRS América Latina,

cuenta por qué.

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defenderVenezuela

puede rechazar.Al no encontrarse la violencia

generalizada como causal en la definición de refugiados presente en la LORRAA, cualquier caso que tenga esta característica tendrá una respuesta negativa sin importar todos los matices que presente, sin ser evaluado con toda la profundidad que ameritan este tipo de situaciones. Esto demuestra que Venezuela no interpreta adecuadamente la Convención de Ginebra de 1951.

Bárbara Nava, abogada y experta en derecho al refugio, ex coordinadora de incidencia del JRS LAC, considera que una correcta aplicación de la Convención implica evaluar las solicitudes tomando en consideración todos aquellos “motivos o hechos que inciden en la toma de decisión de huida” y que, aunque no necesariamente implican persecución entendida de forma directa o personal, sí suponen una

real amenaza a la vida y seguridad de las personas.

Nava también cita algunas situaciones en que una persona podría fundamentar su huida: “colocación de minas personales en el lugar de residencia del solicitante o aledañas a éste, asesinatos de personas con un perfil social o de ejercicio político similar al del solicitante, violencia y enfrentamientos generalizados en el lugar de residencia entre dos o más actores del conflicto, amenazas a poblados enteros”.

Lo anterior deja claro que aplicando bien la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados muchas de las solicitudes negadas por violencia generalizada habrían podido ser aprobadas.

Es más, si la definición ampliada de refugiado que brinda la Declaración de Cartagena - que reconoce como refugiadas a aquellas personas que huyen de su país de origen para salvaguardar su

seguridad, integridad física y vida a causa de violencia generalizada, violación masiva de los derechos humanos u otras circunstancias que hayan perturbado gravemente el orden público – se hubieran incorporado a la ley venezolana, las vidas y la integridad de muchos colombianos estarían protegidas.

Al recibir la respuesta negativa, Ana y José presentaron un recurso de reconsideración del cual esperan respuesta.

Como dice Ana: “Sí, sí… ellos creen que uno se asustó porque escuchó dos tiros al aire y ya, y por eso se vino… Una cosa es contarlo y otra vivir en carne propia una cosa de esas tan horribles”.

Si el recurso es rechazado, los solicitantes quedan en situación de vulnerabilidad a la detención o a la deportación, sin garantías de un retorno seguro.

*Los nombres han sido cambiados

Muchos de los recién llegados de Colombia llegan a este barrio de las afueras de San Cristóbal, la capital del estado venezolano de Táchira. (Peter Balleis SJ/JRS)

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defender

“Me dijeron que fuera al despacho. No sabía qué querían. El oficial sólo me dijo, ‘vamos a liberarte’” nos contaba Theresa, recordando que en el momento de salir de Centro de Detención de Inmigrantes (IDC) de Bangkok, gracias a la ayuda del JRS y del ACNUR, estaba embarazada de nueve meses. “Al principio no me lo creía. Estaba muy feliz, me sentía en una nube. No fue hasta que crucé la puerta, y ya dentro del taxi, que realmente supe que era libre.”

Para nosotros es una victoria que una persona salga en libertad del centro de detención. El JRS lleva desde los años 80 trabajando en temas de detención, cuando empezó a ayudar a los vietnamitas refugiados detenidos en los IDC. Y hoy, en Bangkok, seguimos ofreciendo ayuda médica y asistencia legal, suplementos alimentarios y apoyo a quienes quieren regresar a su país.

Este año, el JRS Asia Pacífico comenzó a ampliar su labor con los detenidos, a partir de un encuentro en Yogyakarta, en marzo de 2011, que reunió a los representantes del JRS Australia, Indonesia, Tailandia y de la

oficina regional. En Australia, el JRS ofrece apoyo pastoral en los centros de detención y aboga por la liberación de los niños, cogestionando un hogar para ellos. Más de 700 niños han sido liberados y ya viven en la comunidad bajo supervisión. El JRS Indonesia ha sido el último de la región en servir en los centros de detención; y lo hicieron ofreciendo clases de aerobic.

El encuentro propició el establecimiento de una meta regional para defender una mejora de las condiciones de los detenidos así como alternativas a la detención. Más que crear planes para el futuro, el personal habló de “la vía del JRS”, tal y como lo resumió el director del JRS Asia Pacífico, Bernard Hyacinth Arputhsamy SJ: “el JRS tiene un enfoque humano. Nuestro trato es personal y respetuoso con los detenidos. Y aunque dispuestos a escuchar otros puntos de vista, estamos comprometidos con nuestra postura de que la detención es inherentemente indeseable y que las personas vulnerables jamás deberían estar detenidas.”

Tras el encuentro, las oficinas del JRS han intensificado sus esfuerzos. En Tailandia, el JRS se unió a un equipo de trabajo que presentó una propuesta al gobierno sobre alternativas a la detención. Otra iniciativa: firmar como avalista de los refugiados que desean salir en libertad condicional. El JRS Australia ha

facilitado visitas del personal a otros proyectos con detenidos para compartir experiencias sobre su trabajo y puntos de vista a fin de evitar el desánimo. En Indonesia, el JRS ha sido invitado a trabajar en un segundo centro de detención.

Finalmente, el trabajo del JRS en los IDC trata de reafirmar la dignidad y los derechos de los desplazados forzosos. Un hombre de Sri Lanka, que fue liberado bajo fianza con la ayuda del JRS en Bangkok, tras pasar cinco años detenido con su esposa, dijo: “No somos terroristas. No somos animales. Somos seres humanos. Sólo queremos la vida.”

delantecamino

porun

Oliver White, responsable de advocacy del JRS Asia Pacífico

Molly Mullen, responsable adjunta del comunicación

Asia Pacífico

Coby y Theresa posan junto a su recién nacida a los pocos días que Theresa

saliera en libertad condicional del centro de detención en Bangkok. Ella ha sido

reasentada en Estados Unidos con su familia. (Molly Mullen/JRS)

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reflexión

Ghatastapana es una fiesta nacional en Nepal. Evocando el profundo recuerdo de cada uno de los siete campamentos de refugiados bhutaneses en el este de Nepal, conduzco hacia el campamento de Goldhap. Un lugar que me fue familiar, ahora se me hace extraño. La gente solía arremolinarse para saludarme, Namaste, los pequeños gritaban “¡Padre, Padre!”. Los centros de distribución de alimentos estaban llenos de gente; al otro lado, los ancianos, sentados en el “quiosco”, compartían sus historias trágicas. Los coordinadores de jóvenes me buscaban para que viera sus actividades. El área ha sido nivelada y vallada. Nuestro centro para discapacitados se mantiene

en medio de lo demolido. Cuando entro, me golpean los recuerdos de cada rostro que antaño me daba la bienvenida y lloro. Las emociones contenidas durante todos estos años, salen en forma de lágrimas.

Pasé por el templo de Kirati y el de Shiva, los símbolos de la fe de mi gente en Dios en estos últimos 20 años de exilio. Nunca dejaron de confiar en que Dios les llevaría o bien a su casa o bien a un país donde prosperarían. Fui a nuestra Escuela de Inglés Loto Floreciente y entré. ¿Dónde están los cientos de niños? Mientras mis manos me cubrían el rostro, desfilaban en mi memoria coreando su eslogan preferido: “Nacimos para hacer grandes cosas.” Y oí una voz que decía, “He observado la miseria de mi pueblo en el exilio. He escuchado su clamor y he venido a sacarlos de esta tierra y a llevarlo un país próspero. Deja partir a mi pueblo para que alegres celebren el festival de la vida.” Un eco de las palabras que dijo Dios a Moisés en el Éxodo. ¿Debería entristecerme ver a mi gente marchar? No. El fundador del JRS, Pedro Arrupe SJ, dijo una vez: mientras haya un solo refugiado en el mundo, este

seguirá siendo un mundo injusto.Los bhutaneses deseaban

regresar a casa, pero 16 rondas de negociaciones interministeriales entre Bhután y Nepal fracasaron al no hacer posible ni la repatriación ni la reintegración local. Lo único que quedaba era el reasentamiento en un tercer país. El proceso avanza poco a poco y de los 107.000 refugiados, más de 53.600 ya se habían ido a finales de septiembre de 2011. Los próximos años serán un reto. Tenemos que mantener la calidad de nuestros servicios pese a los recortes de presupuesto. Camino de la oficina, me vienen a la cabeza las palabras de Robert Frost, “...Tengo promesas que mantener. Millas que recorrer antes de dormir.” Las estadísticas de estudiantes siguen colgadas en la pizarra en un lado de la cual alguien ha escrito: “Me gusta esta escuela, el campamento, mis maestros y amigos, y he aprobado el décimo curso.” ¡Qué testimonio! Si nuestra educación ha propiciado esta confianza, entonces hemos logrado nuestro objetivo y con humildad debemos agradecer al Señor este maravilloso servicio.

PS Amalraj SJ

AyER y hOy: el campamento de Goldhap

PS Amalraj SJ (Peter Balleis SJ/JRS) Peter Balleis SJ/JRS

partirdeja

a mipueblo

Nuestra experiencia caminando junto a los desplazados en todo el mundo nos ha enseñado que la voluntad de vivir triunfa sobre el mal, el dolor y la muerte. El JRS ayuda a los refugiados a seguir viviendo, a no rendirse. Ofrecemos ayuda legal para que quienes temen por su vida sean protegidos; educación para un futuro mejor; y acompañamos a los refugiados en los momentos difíciles.

Únase al JRS en su misión de dar esperanza en la vida.

“La vida es más fuerte que la muerte” Obispo Desmond Tutu

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