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LA MINISTRACIÓN Pr. 28:13; Stg. 5:16 INTRODUCCIÓN: Dios nos ha llamado a disfrutar de una vida en abundancia, pero en nuestro caminar en el evangelio, esta vida es estorbada por diferentes problemas que muchas veces están en la persona, en su espíritu, alma y cuerpo, esto se debe a que mientras estuvimos sin Cristo, el enemigo de nuestras almas se encargó de dañarla, contaminarla, cautivarla, etc. (Jn. 10:10), y es por eso que Dios en su infinita misericordia deja métodos para que por medio de ellos podamos ser restaurados, limpiados y liberados de todo aquello que impide que disfrutemos de la vida abundante. DESARROLLO: La ministración es un servicio de limpieza, liberación y restauración a nuestro ser integral (espíritu, alma y cuerpo), que nos ayuda a ser libres de todo aquello que nos estorbe en nuestra vida, es un proceso que todo cristiano debe tener constantemente. Aparte del daño que el pecado causó a nuestro ser, contaminándolo y dañándolo, existen otras fuentes de contaminación: En la preexistencia (Jn. 9:12). Ancestros (1 P. 1:18). En el vientre, la Infancia y la madurez (Gn. 8:21; Sal. 51:5; 25:7). El proceso de ministración está enfocado a la limpieza de nuestro espíritu y alma; es importante mencionar que el éxito de este proceso depende generalmente de la persona que se ministra (Hch. 19:18; Stg. 5:16; Mt. 3:6), y que se abstiene de toda especie de pecado para ser hallado irreprensible (1 Ts. 5:23). Este proceso de limpieza y restauración inicia en nuestro espíritu, luego en el alma y posteriormente en el cuerpo; la figura de esto se ve cuando en el libro de Esdras y Nehemías se relata la restauración de la ciudad de Israel: Restauración del altar, Esd. 3:2: El altar es figura del espíritu. Restauración del templo, Esd. 3:9: El templo es figura nuestra alma. Restauración de las murallas, Neh. 2:17: Las murallas son figura de nuestro cuerpo (las leyes de los miembros, Ro. 7:23). La Biblia nos enseña que la ministración tiene cuatro facetas que son: Oír, Ro. 10:17: La fe viene por el oír, también necesitamos ser oídos (Dt. 6:4). Consejería, Pr. 19:20: El consejo debe estar a la luz de la Palabra de Dios con sabiduría, por medio de una autoridad delegada, para no recibir un mal consejo (1 R. 12:610). Reentrenamiento del alma, Ef. 4:2832: Básicamente es una orientación (Col. 3:510), para pasar de la vida vieja a la vida nueva para dejar morir y hacer hábitos y costumbres que no nos dejan desarrollar en la vida. Esto lo leemos en Efesios 4:2832 cuando el apóstol Pablo dice: el que roba, no robe más, haciendo con sus manos lo bueno, para compartir con el necesitado. Liberación, Mr. 1:34: El alma de la persona es atacada de diferentes formas y puede caer en un proceso de degeneración cuyo fin es causar la muerte espiritual si no se ministra a tiempo; cuando la persona abre puerta en su alma a demonios y espíritus inmundos los pasos de este proceso son: a. Opresión: Puede ser causada por espíritus inmundos que manipulan los sentimientos, pensamientos y emociones activando recuerdos, miedos y problemas pasados (1 S. 16:14). b. Obsesión: Pueden ser ideas fijas (malas) que impiden la entrada de otras ideas (buenas; 1 S. 16:23). c. Compulsión: El enemigo puede llegar a tener un control total de la mente, de los sentimientos, de la voluntad y puede producir alucinaciones o delirios (Jue. 16:16). d. Posesión: Se da en los inconversos y en alguien que llega a apostatar irreversiblemente: es tomado el cuerpo, el alma y el espíritu, ejemplo: Saúl (1 S. 18:10); Saúl era cristiano (1 S. 10:910). Es únicamente por el poder de Dios y la guianza del Espíritu Santo, que en algunos casos se muestra la necesidad de liberar a la persona. Existen diferentes tipos de ministraciones de parte de Dios: La sangre de Cristo, 1 P. 1:2: Derramada para salvación al espíritu y rociada para regeneración del alma.

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LA MINISTRACIÓN Pr. 28:13; Stg. 5:16

INTRODUCCIÓN: Dios nos ha llamado a disfrutar de una vida en abundancia, pero en nuestro caminar en el evangelio, esta vida es estorbada por diferentes problemas que muchas veces están en la persona, en su espíritu, alma y cuerpo, esto se debe a que mientras estuvimos sin Cristo, el enemigo de nuestras almas se encargó de dañarla, contaminarla, cautivarla, etc. (Jn. 10:10), y es por eso que Dios en su infinita misericordia deja métodos para que por medio de ellos podamos ser restaurados, limpiados y liberados de todo aquello que impide que disfrutemos de la vida abundante.

DESARROLLO: La ministración es un servicio de limpieza, liberación y restauración a nuestro ser integral (espíritu, alma y cuerpo), que nos ayuda a ser libres de todo aquello que nos estorbe en nuestra vida, es un proceso que todo cristiano debe tener constantemente. Aparte del daño que el pecado causó a nuestro ser, contaminándolo y dañándolo, existen otras fuentes de contaminación: • En la preexistencia (Jn. 9:1­2). • Ancestros (1 P. 1:18). • En el vientre, la Infancia y la madurez (Gn. 8:21; Sal. 51:5; 25:7).

El proceso de ministración está enfocado a la limpieza de nuestro espíritu y alma; es importante mencionar que el éxito de este proceso depende generalmente de la persona que se ministra (Hch. 19:18; Stg. 5:16; Mt. 3:6), y que se abstiene de toda especie de pecado para ser hallado irreprensible (1 Ts. 5:23). Este proceso de limpieza y restauración inicia en nuestro espíritu, luego en el alma y posteriormente en el cuerpo; la figura de esto se ve cuando en el libro de Esdras y Nehemías se relata la restauración de la ciudad de Israel: • Restauración del altar, Esd. 3:2: El altar es figura del espíritu. • Restauración del templo, Esd. 3:9: El templo es figura nuestra alma. • Restauración de las murallas, Neh. 2:17: Las murallas son figura de nuestro cuerpo (las leyes

de los miembros, Ro. 7:23).

La Biblia nos enseña que la ministración tiene cuatro facetas que son: • Oír, Ro. 10:17: La fe viene por el oír, también necesitamos ser oídos (Dt. 6:4). • Consejería, Pr. 19:20: El consejo debe estar a la luz de la Palabra de Dios con sabiduría, por

medio de una autoridad delegada, para no recibir un mal consejo (1 R. 12:6­10). • Re­entrenamiento del alma, Ef. 4:28­32: Básicamente es una orientación (Col. 3:5­10), para

pasar de la vida vieja a la vida nueva para dejar morir y hacer hábitos y costumbres que no nos dejan desarrollar en la vida. Esto lo leemos en Efesios 4:28­32 cuando el apóstol Pablo dice: el que roba, no robe más, haciendo con sus manos lo bueno, para compartir con el necesitado.

• Liberación, Mr. 1:34: El alma de la persona es atacada de diferentes formas y puede caer en un proceso de degeneración cuyo fin es causar la muerte espiritual si no se ministra a tiempo; cuando la persona abre puerta en su alma a demonios y espíritus inmundos los pasos de este proceso son: a. Opresión: Puede ser causada por espíritus inmundos que manipulan los sentimientos,

pensamientos y emociones activando recuerdos, miedos y problemas pasados (1 S. 16:14). b. Obsesión: Pueden ser ideas fijas (malas) que impiden la entrada de otras ideas (buenas; 1

S. 16:23). c. Compulsión: El enemigo puede llegar a tener un control total de la mente, de los

sentimientos, de la voluntad y puede producir alucinaciones o delirios (Jue. 16:16). d. Posesión: Se da en los inconversos y en alguien que llega a apostatar irreversiblemente: es

tomado el cuerpo, el alma y el espíritu, ejemplo: Saúl (1 S. 18:10); Saúl era cristiano (1 S. 10:9­10).

Es únicamente por el poder de Dios y la guianza del Espíritu Santo, que en algunos casos se muestra la necesidad de liberar a la persona.

Existen diferentes tipos de ministraciones de parte de Dios: • La sangre de Cristo, 1 P. 1:2: Derramada para salvación al espíritu y rociada para

regeneración del alma.

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• El bautismo en agua, Ro. 6:4­6: Es la primera ministración al alma, en donde los derechos que tenía el enemigo le son quitados y el hombre viejo o de pecado queda reducido a la impotencia o abolido legalmente.

• La Santa Cena, 1 Co. 11:23­34: Que nos fortalece, nos sana y nos da vida porque puede transformar nuestra genética.

• La alabanza con unción, 1 S. 16:23: Nos puede liberar. • La palabra predicada, Jn. 15:3: Nos libera, nos limpia porque es vida y Espíritu. • La prueba y el sufrimiento, Stg. 1:12: Hacen que se descubran las áreas afectadas, y nos

producen perfección. • La ministración de la palabra: Cuando como congregación después del mensaje, la recibimos

directamente por los ministros delegados por Dios. • LA CONFESIÓN DE PECADOS, Pr. 28:13: El que encubre su pecado no prospera, más el que

lo confiesa y se aparta alcanza misericordia; esto consiste en expresar con nuestros labios todo lo que sea peso y pecado a Dios, y también a los hombres. La confesión es uno de los mas importantes y poderosos métodos de limpieza de nuestro ser, ya que es por este método que podemos ser liberados de todo peso, atadura, contaminación etc. Para Dios es tan importante nuestra limpieza, que podemos ver que entre las armas de guerra del pueblo de Israel había una estaca, con la cual ellos hacían un hoyo y en él podían hacer sus necesidades fisiológicas (sacar la inmundicia de ellos; Dt. 23:13; Neh. 9:2; Nm. 5:7; Lc. 5:14; Hch. 19:18; Stg. 5:16; 1 Jn. 1:9)

CONCLUSIÓN: El mismo Señor Jesús se ministró aunque no tenia pecado, pero sentía el peso del pecado de la humanidad, diciéndole a sus apóstoles: mi alma está triste hasta la muerte (Mt. 26:38); dejándonos una gran lección, y enseñándonos que es necesario que nosotros también nos humillemos delante de algún ministro delegado confesando nuestras faltas, pecados y todo aquello que nos estorba, para que pueda orar por nosotros y de esta forma seamos limpios y libres por la sangre de Cristo.