Las Dos Caras de La Independencia de Chile

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Las Dos Caras de la Independencia de Chile: Una Mirada desde la Ciencia Política. (Documento de Apoyo para el estudio) Introducción La literatura es uno de los instrumentos que da a conocer los antecedentes políticos, económicos, sociales y culturales de un país, de una región, o de una época específica. Así, la literatura educa a las futuras generaciones independientemente del tiempo y el espacio, pero varía la visión según el autor o la época. El poder dominante de toda civilización influye en la construcción literaria, de manera que lo escrito es respaldado por la autoridad, muestra a los lectores explícitamente o implícitamente una idea de identidad cultural. Así los gobiernos en su selección, apoyo y difusión de determinados textos escolares, van construyendo un imaginario acerca de lo nacional. La educación es un sistema altamente primordial para ejercer mecanismos de dominación, ya que el hombre posee un cierto grado de cultura y ajusta su conducta a determinadas costumbres sociales, en las cuales se forma y crece. En este sentido, tener educación es adquirir conocimiento a través de un proceso perfectivo entre quien da cuenta de hechos y quien aprende de ello. La creación de libros oficiales entregados por el organismo vivo del Estado, sitúa las prospectivas de interés acerca de tópicos determinados. En nuestro caso, el de la Independencia de Chile. En este sentido, queda claro que la escritura posee una intencionalidad, añadida a la del perfeccionamiento del proceso educativo histórico. Dicho de otro modo, la literatura educacional oficial, induce a una serie de actos voluntarios y sistematizados que penetran en las facultades intelectuales de los estudiantes para lograr un hombre completo y apto para la sociedad. Así, el estudiante al ser documentado y al tener acceso a las fuentes bibliográficas oficiales, en estricto rigor desarrolla una idea de ciudadano. Por ello, la presentación y descripción oficial es un acaecimiento en los textos de estudio. Por ejemplo, la Independencia de Chile, implica la aceptación de una verdad que el educando internaliza para auto-formarse, y va logrando una visión histórica de su país y de su gente, independientemente de determinadas diferencias individuales como la herencia cultural, el ambiente físico, el ambiente social, la libertad, las direcciones e intensidades del credo, o la edad, entre otras. Este es el punto de partida, el que debemos profundizar en relación a los comportamientos de la reconstrucción histórica: Estado –

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Historia de Chile

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Las Dos Caras de la Independencia de Chile: Una Mirada desde la Ciencia Política. (Documento de Apoyo para el estudio)

Introducción

La literatura es uno de los instrumentos que da a conocer los antecedentes políticos, económicos, sociales y culturales de un país, de una región, o de una época específica. Así, la literatura educa a las futuras generaciones independientemente del tiempo y el espacio, pero varía la visión según el autor o la época.

El poder dominante de toda civilización influye en la construcción literaria, de manera que lo escrito es respaldado por la autoridad, muestra a los lectores explícitamente o implícitamente una idea de identidad cultural. Así los gobiernos en su selección, apoyo y difusión de determinados textos escolares, van construyendo un imaginario acerca de lo nacional.

La educación es un sistema altamente primordial para ejercer mecanismos de dominación, ya que el hombre posee un cierto grado de cultura y ajusta su conducta a determinadas costumbres sociales, en las cuales se forma y crece. En este sentido, tener educación es adquirir conocimiento a través de un proceso perfectivo entre quien da cuenta de hechos y quien aprende de ello. La creación de libros oficiales entregados por el organismo vivo del Estado, sitúa las prospectivas de interés acerca de tópicos determinados. En nuestro caso, el de la Independencia de Chile.

En este sentido, queda claro que la escritura posee una intencionalidad, añadida a la del perfeccionamiento del proceso educativo histórico. Dicho de otro modo, la literatura educacional oficial, induce a una serie de actos voluntarios y sistematizados que penetran en las facultades intelectuales de los estudiantes para lograr un hombre completo y apto para la sociedad.

Así, el estudiante al ser documentado y al tener acceso a las fuentes bibliográficas oficiales, en estricto rigor desarrolla una idea de ciudadano. Por ello, la presentación y descripción oficial es un acaecimiento en los textos de estudio. Por ejemplo, la Independencia de Chile, implica la aceptación de una verdad que el educando internaliza para auto-formarse, y va logrando una visión histórica de su país y de su gente, independientemente de determinadas diferencias individuales como la herencia cultural, el ambiente físico, el ambiente social, la libertad, las direcciones e intensidades del credo, o la edad, entre otras. Este es el punto de partida, el que debemos profundizar en relación a los comportamientos de la reconstrucción histórica: Estado – Nación; y Nación – Estado. Generadora de capacidades, aptitudes, culturas, expresiones y tendencias.

La bibliografía educacional es un conocimiento que construye a los individuos y posteriormente a los entes colectivos, que contribuyen a formar sistematizadamente grupos homogéneos que permanezcan en el tiempo y que reconozcan las raíces de los acontecimientos del pasado y de los sucesos del posible futuro, como país. Dicha bibliografía es reproducida por las élites intelectuales para dar una explicación del pasado, y de cómo edificaremos los proyectos sociales.

El Oficialismo de La Historia de la Independencia de Chile: Alberto Edwards, Jaime Eyzaguirre y Francisco Encina

En Chile, la construcción de los textos oficiales del Ministerio de Educación provienen directamente de los procederes intelectuales más representativos en la historia de la nación; entre ellos analizaremos los textos de Alberto Edwards, de Jaime Eyzaguirre y de Francisco Encina. Del primero, analizaremos La fronda aristocrática; del segundo, analizaremos Ideario y ruta de la emancipación chilena y del último autor nos concentraremos en el libro Nuestra inferioridad económica.

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Así, La fronda aristocrática, presenta una imagen bien definida según las interpretaciones de los historiadores del siglo XX, y se nota una preocupación por del bien público. También este texto da cuenta de la anarquía parlamentarista y de la fundación del FUGAZ (Partido Nacionalista de los años 1914-1918). Alberto Edwards (1874 -1932)[1], por tanto, en este texto se muestra como un conocedor inteligentísimo del género ensayístico.

La fronda aristocrática, destaca entre sus ideas más importantes, la existencia de un poder fuerte, de un Estado centralizado para dirigir Chile como se pretendía en las constituciones escritas (1833-1925). Para Edwards “la fronda” era equivalente a las ideas de Spengler, quien observaba el desarrollo de estadios particulares de la sociedad en que la historia política se relaciona con un espíritu colectivo, con un estado espiritual, que nace, decae y muere. Estas ideas que representan también una guerra de clases entre la aristocracia (oligarca) y la clase media (educada) que trae consigo al proletariado urbano; no a las clases del punto de vista de Marx, sino de la producción de bienes del sentido más trivial. En el caso de Chile se contaba con una aristocracia “peluconista”, obediente, dispuesta a prestar su apoyo “desinteresado” y “pasivo” a todos los gobiernos.[2] Edwards en este libro presenta “los factores ideológicos” como la Revolución de 1810, entre los aristócratas rebeldes y los feudalistas proclives a la monarquía española. Lo esencial en esta etapa, era encasillar los hechos en un sistema de causas y efectos. Para Edwards, “no existe la menor prueba histórica o documental de la existencia de un movimiento espiritual de renovación política antes los acontecimientos de 1808.”[3]

La autonomía de Chile se formó sólo por la mera casualidad, ya que Napoleón Bonaparte tomó prisionero al rey Fernando VII, restándole a éste su dominio hispanoamericano. En consecuencia, los criollos lectores de los filósofos modernos observaron el poder decaído del amo español. Las disputas internas de las colonias tanto de América como de Chile no se hicieron de esperar, las diferencias entre la educación y los intereses conservadores agudizaron las diferencias de la sociedad: por un lado una la aristocracia criolla (dueña de la tierra y sus súbditos, que ofrecía la paz a través de la monarquía) y los rebeldes con intereses propios orientados a la vía de la libertad.

La “fronda” aristocrática comenzó por acentuarse con la complicidad de forma pasiva de peninsulares de España. Pero en España existía un régimen tradicional, que ahora estaba interrumpido con la invasión de las tropas francesas. En sí, la revolución en Chile era en la práctica, una lucha civil y de clases dentro del territorio colonial chileno, no todavía con un marco de ideales, sino más bien centrado en intereses grupales.

Los grandes señores chilenos, no constituían aún un grupo político, sino más bien estaban recién transformándose en una clase política. Éstos no querían perder el poder obtenido a partir de la prisión del rey, y por ello convocaron a una reunión el 18 de Septiembre de 1810 con representantes de la nobleza y las corporaciones productivas de Santiago. Dicha convocatoria la realizó el Conde de la Conquista, Mateo de Toro y Zambrano. Este hecho, en nuestro país es el que en realidad se asocia con la independencia propiamente tal. “El resto del país obedeció como una masa inerte las decisiones tomadas bajo los artesones de los estrados señoriales.”[4] Así, en Chile, el primer gobierno nacional parte en septiembre de 1810, quien tuvo por cabeza a un prócer militar que tomó el gobierno de manera absoluta: don José Miguel Carrera.

En este proceso independentista y de consolidación republicana, se observan dos períodos: primero la patria vieja (1810-1814) liderados por José Miguel Carrera y luego tras la reconquista española (1814-1817) parte O’Higgins desde 1817 hasta su abdicación en 1823. Una característica relevante de cada período es que el primero, fortificó una “fronda” revolucionaria armada en los campos de batalla; y el segundo, reconstruyó la tradición del Estado durante el proceso de la guerra.

Cabe destacar, que entre el período del gobierno ejercido por Carrera hasta el de Portales, en los años treinta, sólo se dio en el marco de un gobierno que podemos llamar unipersonal, por sobre los

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ámbitos jurídico y las fuerzas sociales. En el intermedio histórico entre los períodos de Carrera y Portales, se destacan las victorias de las batallas de Chacabuco y Maipú, donde brilla la astucia de O`Higgins.

Más tarde, los eventos políticos y sociales internos del país hacen que el dictador O’Higgins entregue el poder en 1823, como ya se ha señalado. “Su conducta frente a la aristocracia fue más bien hostil, o al menos no supo conciliarse en la única clase dirigente que existía en el país.”[5]

El sueño monárquico de O’Higgins no pudo decodificar los intereses de la oligarquía chilena; las acciones espirituales o valóricas de O’Higgins tales como: abolir los título de nobleza y de honores, el privilegio de la estratificación social; generan el malestar de los aristócratas que desean por sobre todo heredar su patrimonio cultural a sus nuevos descendientes.

El problema político en esta época, según el autor del texto que comentamos, no radica en la república democrática, sino en la existencia de una clase media que lucha a la vez contra el poder absoluto tradicional y con los anhelos de O’Higgins. Y en este marco se desarrolla la producción de bienes y la adquisición de riquezas.

Hasta aquí las principales ideas de Edwards en el texto que estamos comentando. Por nuestra parte, estimamos que sería injusto descalificar las acciones de todos estos líderes independentistas únicamente por los resultados que obtuvieron, pues lo más relevante a nuestro juicio es el asentamiento de la República de Chile.

En cambio para Jaime Eyzaguirre (1908 – 1968)[6], en su libro Ideario y ruta de la emancipación chilena, nos presenta una visión deprimente del pasado chileno: la hostilidad contra la Iglesia Católica, la ignorancia de la población, el analfabetismo y la dominación española coactiva en América. En su libro se observa destacadas menciones con respectos a los pueblos incivilizados de América, privilegiando la civilización ibérica; por ello enuncia que no perdurarán en sus culturas estos pueblos por carecer de historia, sencillamente estarían condenados a no ser parte de ella, sino que estarían proclives a la dominación y la explotación forastera. Debido a las bases del Derecho, según Eyzaguirre, estas acciones independentistas sobrepasaron el poder instituido. Por ello estima que el fundamento para los pueblos de América es el Estado de Derecho, puesto que éste principio eviterna lo más sustantivo para América Latina como para la emancipación chilena. También destaca este autor, el hecho de que la aristocracia tradicional estaba dotada de valores como la fidelidad al monarca y el manejo de prácticas oligárquicas similares a las hispanas; también enfatiza en la idea separatista que principia a observarse en los diferentes reinos que se van alejando del ideal de gobierno monárquico, como el que había en España.

Ahora bien, ambos autores que estamos tratando (Edwards y Eyzaguirre) identifican claramente los elementos del proceso independentista. Edwards enfatiza en “los factores ideológicos” que generan la Revolución en 1810. Y Eyzaguirre ubica los “Factores del Proceso Independentista” centrándose en 1808, en un inesperado alzamiento en España que trae consigo la disminución del poder hispano, cuando el rey Fernando VII es tomado prisionero por las fuerzas napoleónicas.

Volviendo a Eyzaguirre, se observa que éste autor destaca la acción jurídica que querían los oligarcas en América orientada a reasumir la soberanía y constituir así un nuevo gobierno, ante la imposibilidad de gobernar el monarca español. Por ello, Eyzaguirre destaca que “La proclamación solemne [...] nace del cabildo de Santiago, a la que sigue a principio de 1809, el juramento de fidelidad a la junta central de Sevilla como gobierno legítimo de toda monarquía.”[7]

Lo anterior, a juicio de Eyzaguirre es la seguridad momentánea que se debe seguir, como un espectro de cálculo político, la estabilidad jurídica de las colonias. En el caso de Chile, la contingencia histórica dio la ocasión para que nacieran los derechos políticos de la colonia de Chile, lo que sumado a las nuevas nociones ilustradas, enfatizó la libre voluntad del pueblo en regir

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sus destinos. Por eso no es extraño que en el discurso de la Junta Central de Gobierno, señale: “la indiscutida fidelidad al monarca, la reivindicación de los derechos políticos de la comunidad frente al absolutismo y la conciencia de que las indias no eran colonias, sino provincias unidas a España en la persona del monarca…”[8]

Luego Eyzaguirre continúa destacando las actividades del Cabildo Abierto para elegir una junta de gobierno que asuma el mando mientras el rey se encuentra prisionero. “La lucha entre el bando reformista por el cabildo y el núcleo absolutista que dirigía la audiencia alcanzó en el mes de Septiembre su punto culminante.”[9]

También destaca Eyzaguirre que en aquellas juntas de gobierno, se incluyan vocales que deberían corresponder a hombres ilustrados, hombres solemnes del reino y los vecinos más honrados. Sin embargo, en el caso de Chile, el presidente de la Junta el “Conde de la Conquista” asentó la victoria del renacimiento de la jurisdicción tradicional de la participación de los representantes del pueblo, creando así un poder regional frente al poder absoluto hispánico. Esto es una visión de los ilustrados de la época que resguardarían así los derechos del pueblo de Chile para alcanzar un poder igualitario al de España, en tanto se consolide el legítimo rey Fernando VII. O como lo señala Eyzaguirre: “Sólo los filósofos se atrevieron a advertir a los hombres que tenían derechos y que únicamente podían ser mandados en virtud y bajo las condiciones fundamentales de un pacto social.”[10]

Llegar a crear una separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial sería equivalente a un incremento en la evolución política del país y una forma de buscar el principio de libertad entre los que mandan y los que obedecen. El hombre que luego de estos sucesos destacó notoriamente fue don José Miguel Carrera, influenciado por el sacerdote Fray Camilo Henríquez. Eyzaguirre lo ve en estos términos:“Aristócrata de sangre, había nacido para mandar y no para obedecer… Ahí estaba Chile, como fruto maduro, esperando la mano resuelta que le desgajara del tronco mortecino.”[11]

Así, la mano dura de Carrera emergió como la solución en los sucesivos golpes de estado para eliminar la influencia y el deseo de algunos grupos criollos que aspiraban al diálogo y a resolver los reglamentos constitucionales por la vía de la paz y de la erradicación paulatina de lealtad ante el rey de la corona española. Por eso Eyzaguirre expresa, refiriéndose a Carrera: “…y barre asimismo del gobierno el ramificado clan de los Larraínes…”[12]

La posesión del mando, obliga a Carrera a quedar como único “príncipe” en busca de la libertad, sustrayendo el poder por la vía de la coacción y la fuerza. Llama la atención como en tan corto plazo que va de 1810 a 1813, los sucesos se abalanzan y se va asentando la aspiración de una total independencia debido a que el rey cautivo aun no volvía a retomar el lugar del trono. Además, la concupiscencia de la filosofía francesa “tatuada” en los nuevos gobernantes, va fortaleciendo a Carrera y a sus teóricos. Por eso Eyzaguirre en este libro que comentamos señala: “…el hombre de acción, y Henríquez, el ideólogo, en los distintos frentes del gobierno y de las letras, conspiraban unidos en el logro de una meta común.”[13]

Para fortalecer las bases políticas de este nuevo gobierno, el ideólogo de Carrera: Camilo Henríquez, va difundiendo por todos los medios comunicacionales del período, las ideas de Rousseau, para contribuir tácitamente a un pacto social, que centre las atribuciones entre “el príncipe” de Maquiavelo – en este caso José Miguel Carrera- y de los derechos del pueblo. Todo ello, no cabe duda ayudó al desarrollo de esta conciencia libertaria que se fue incoando en tan breve plazo, como destaca Eyzaguirre.

En este contexto, el virrey del Perú, don José Fernando de Abascal, al ver los acontecimientos que acontecían en la provincia de Chile y que en tan corto período iba a transformarse en una nación, y posteriormente en un Estado con un sistema republicano como las antiguas potencias constitucionales (la de Francia y los Estados Unidos de América);[14] se muestra muy inquieto y ve claramente esto como una amenaza para la jurisdicción soberana española. Por ello, moviliza

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inmediatamente tropas para los intelectuales y gobernadores chilenos, sin la búsqueda de las palabras o los acuerdos, solo intentando revertir dicha situación y cautelando los intereses monárquicos.

Hoy día, es muy frecuente explicar la emancipación nacional como un simple antagonismo entre chilenos y españoles, enmarcados en una dialéctica simple de dos conceptos políticos opuestos. Por un lado, el absolutismo; y por el otro, el liberalismo. Tales conceptos representaban ideales distintos que entraban en conflicto; los seguidores del absolutismo se identificaban con el rey y los chilenos ilustrados se inclinan a favor del liberalismo y de la causa autonómica patriota.

Por eso es que Eyzaguirre destaca que: “No hay que olvidar, en fin, que la totalidad de las tropas que acompañaron a Pareja, Gainza y Osorio en sus campañas por el rey, eran de origen chileno, como también el más cruel y audaz guerrillero monarquista Vicente Benavides.”[15] La cita ilustra por tanto que no todos los chilenos eran proclives a la Independencia.

La lucha de los chilenos en todo caso en este hito, 1813 por ejemplo, es desacertada y no permite alcanzar los anhelos de libertad. Por otro lado, Eyzaguirre en su texto enfatiza mucho en los mitos continuos que hablaban de tropas provenientes del virreinato del Perú que caían como el monzón. El autor lo expresa así: “una defensa inorgánica… fruto de un comando revolucionario… de la miseria recogida como resultado del abandono de los trabajos agrícolas y tala de los campos, y de la total paralización del comercio… actuaciones tumultuaria de Carrera y sus hermanos, de que los chilenos no podían gobernarse por sí mismos; la noticia, en fin, de la retirada napoleónica de España y de la vuelta al trono Fernando VII, como asimismo del sofocamiento progresivo de los conatos revolucionarios en los diversos sitios de América, fueron llevando a los patriotas a la certidumbre de que su causa estaba en esos momentos perdida y que mantener la resistencia sólo significaba acrecentar los males de la guerra.”[16] O’Higgins por su lado, como lo dice Eyzaguirre, bajo las órdenes de don José Miguel Carrera, “llegó a ofrecerse de rehén para garantizar sus clausulas…”[17] este acto es interpretado para muchos historiadores como una tregua, que permitiría a los colonos rehacerse para continuar la lucha.

Por su parte, fueron los chilenos que no querían perder el ejercicio libre de sus derechos, los que se unieron al llamado en los campos de batallas en contra de los realistas. También fueron los escasos intelectuales de la época, los que aceptaron la constitución escrita por don Juan Egaña en la “Declaración de los derechos del pueblo de Chile”, concluida en 1812. Ésta queda por tanto, reformulada en 1813, y en ella se estableció lo siguiente: “Chile reconoce por su rey constitucional y el más sagrado vínculo de la unión de la nación al señor don Fernando VII y los sucesores que llamare la Constitución General, libres e independientes.”[18]. En fin, lo que prometía dicha constitución monárquica es que la colonia chilena enviaría socorro a España en su lucha contra los franceses y que además mantendría un trato comercial más favorable a tierras hispanoamericanas.

El virrey del Perú, a través de sus armas y capacidades somete incondicionalmente las intenciones de toda causa independentista desde el 18 de Septiembre de 1810. Imperativamente todo documento referente a estos temas fueron anulados, y los ilustrados que abrazaron la causa independentista; fueron detenidos, erradicados y expulsados por la corona española, como parte de una “política implacable y de represión” que durará hasta 1817. Esto es extensivo tanto a la isla de Juan Fernández como a toda la geografía continental del Chile colonial. Mientras, los patriotas conservaban lealtad y fidelidad a los postulados de la filosofía política ilustrada emergente, apoyando en todo momento las innovadoras normas expresadas en las jurisdicciones de los cabildos.

Hasta aquí las principales ideas de Eyzaguirre en el texto que estamos comentando. Por nuestra parte, valoramos que el punto de vista del Derecho, que privilegia Eyzaguirre, permita una visión distinta de la historia nacional; aunque del Derecho se han formulado continuamente los procedimientos de la República de Chile, y actualmente es el medio esencial para todos los procesos jurídicos de la construcción histórica del Derecho nacional.

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Por el contrario, Francisco Encina (1874 – 1965)[19], considerado como uno de los historiadores, abogados, políticos y ensayistas chilenos más relevante del siglo XX, nos ha legado entre otros textos, su libro: “Nuestra Inferioridad Económica” (1912); el que analizaremos a continuación, para observar su mirada sobre la Independencia, tal como lo hemos realizado con los anteriores.

Para Encina la historia de la Independencia de Chile, subyace en un esquema de nacionalismo heroico como se manifiesta en la siguiente cita: “Ruiz Tagle, al transcribir el acuerdo al elegido, cuidó de recalcarle sus facultades: “es incumbencia de V.S. -le decía- designar el sistema de gobierno que observará: si la dictadura, que es el que más conviene en estos momentos, o si la república absoluta, todo lo cual deberá comunicarme V.E. para anunciarlo al pueblo libre y entregar a V.E., a la brevedad posible, la suma del poder con que mis conciudadanos me han investido interinamente.”[20] La cita ilustra por tanto, el señorío y un cierto nacionalismo heroico de los personajes, que es uno de los sellos de este historiador.

La responsabilidad que otorga este escritor a los líderes, radica principalmente en mostrarlos como héroes audaces y capaces de armar una estructura eficaz para el Estado, y para enfrentar los desafíos propios de las constantes luchas por el poder. Por esta razón, Encina manifiesta además un dejo de corriente o de línea clasista, como lo expone Palacios. Aunque hoy ya sabemos que el enfoque clasista historiográfico es más representado en Chile por Francisco Encina en el contenido de la Independencia de Chile. Este último, sostiene que la causa fundamental de la Independencia fue “la antipatía entre criollos y peninsulares engendrada por la diferenciación de los temperamentos y los caracteres.”[21]

A su vez, O´Higgins, es presentado por Encina, como un criollo de formación europea, que logra superar y manifestar su capacidad para aceptar el poder que le ha entregado el pueblo, con perspectivas mesiánicas para derrocar el sistema español, sin claudicaciones ni volver atrás.

El fundamento de Encina, en este caso, se asienta en admirar los valores que se necesitan para resistir una causa “perdida” ante las competencias de la cultura política y la cultura armada que tienen los absolutistas españoles. No obstante, el heroísmo es beneficioso para agrupar a las generaciones de una nación, representando estos valores como emblemas de todo ciudadano que debe por derecho natural, entregar su vida a costa del nacionalismo, para terminar con la dominación extranjera.

La preocupación de Encina es de narrar sistemáticamente “la historia de los vencedores”, la que se manifiesta en un cierto espíritu colectivo de quienes conforman los conglomerados nacionales. Todo lo cual lo reforzará a su vez, el Himno Nacional y otros Símbolos Patrios[22] y los gritos espirituales de “viva Chile mierda”. Todas estas expresiones ilustran por tanto, el enfoque de Encina centrado en la idea del roto chileno.

También, para este autor, al escribir sobre O´Higgins lo hace siempre desde la perspectiva del “el padre de la patria” y es representado como el ejemplo único de seguir; a pesar, de las dificultades de la vida personal del héroe. Es decir, para Encina lo que vale es instaurar en las conciencias colectivas las acciones trascendentales que hizo aquel hombre ciudadano. Dicho enfoque de Encina ha recibido sus críticas, por supuesto. Entre éstas: que se centra mucho en el relato burgués aristócrata, por ejemplo cuando da cuenta de las capitulaciones no conocidas de O´Higgins; por ejemplo de cómo llegó al poder, quiénes estaban de tras de él, las muertes de los hermanos Carreras, una guerra civil o la renuncia de un derrotado políticamente por un pueblo educado o subversivo; etc. Empero, el recurso histórico literario de Encina es frecuente para escudriñar los elementos que estructuran la vida de O`Higgins y otros héroes, como los populares San Martín, Freire, Las Heras y otros. Así, el estudio personal de O´Higgins en este enfoque, es el clímax de toda la documentación e investigación de Encina, en aras de mantener el espíritu vivo de los valores de estos próceres y para cautelar el reconocimiento de éstos en el país. Por ello enfatiza también este autor, en las Causas de legítimamente constituida. Ello en base a los

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esfuerzos de tales los héroes, que reconocemos por la literatura oficialista y que se ha encargado de plasmar el conocimiento y la educación.

Por otro lado, las adversidades que viven estos hombres (héroes) son vistos como hitos de una nación que está en construcción y que hay que proteger. Entre éstos los elementos psicológicos, económicos y sociales del país. Así, en un momento Encina enumera casi todos los aspectos existentes en la idiosincrasia de los hombres del país en ese momento el “(…) análisis de la psicología económica del pueblo chileno, destacando rasgos como la falta de perseverancia, la obsesión por la fortuna rápida, incapacidad para el trabajo metódico, la debilidad del espíritu de asociación y cooperación, el derroche del tiempo, etc. (…)”[23] Por lo tanto, aquí Encina, examina el orden ético, sociológico y formativo educacional, a través de las notas que observa en la mentalidad de los hombres del período y que serán el sustrato de las actividades de un gobierno autoritario, por la vía de un Director Supremo que protege la instauración de la soñada y perfecta República. Según los ilustrados, que O`Higgins había estudiado y que ahora desea aplicar a largo plazo para determinar el buen funcionamiento de la República y legitimar así al pueblo. Todo ello entonces, gracias a la pericia de los héroes de la patria.

Así, la ética fundamentalista de los ilustrados debía perpetuar las nociones ilustradas con los logros materiales, pero ahora ya no trabajado desde el campo de batalla como respuesta última, sino como normas para alcanzar el cambio reflexivo en la oligarquía y en esa idiosincrasia ya comentada. Es decir, que O´Higgins y los líderes son vistos por Encina como los más virtuosos para gobernar y los cuales tendrían a su vez, las posibilidades para asentar los valores más nobles para construir la patria, o una nación uniforme en post de la República.

Sin embargo, las fanfarronadas y los actos torpes del pueblo, se siguen cometiendo restando fuerza y tiempo para lograr pronto la nación unificada o un Estado unitario. Así, al no prevalecer aún el respeto por la diversidad étnica y por las deferentes razas, no se sustenta el porvenir de un Estado autóctono; luego falta claramente la instrucción como la que tenían los europeos aristocráticos. El ideal de este tiempo por tanto, es traspasar esos valores a la oligarquía chilena para asentar debidamente el poder.

Encina en este texto deja claro que los héroes de la independencia de Chile estudiaron y se perfeccionaron siguiendo cosmovisiones ilustradas, como hemos venido señalando, y que se observó en próceres tales como Carrera, Miranda, O´Higgins, y Bolívar, entre otros. Todos ellos están imbuidos de las nociones de una civilización europea occidental, como modelo para los nuevos Estados. Estados que necesitaban filósofos solemnes, por eso no es extraño que aparezcan criollos como Egaña, Salas y otros que ayudaron a edificar las bases del sistema republicano, aunque con elementos proto-sociales que se articularon primero en el viejo continente.

Para Encina, por tanto, en este texto, los próceres como los mencionados, son los conductores de Chile que deben enfrentar a los oligarcas que se oponen a los grupos todavía minoritarios del cambio político, pero que van creciendo cada día. Por ende, tales hombres, considerados héroes, próceres, insignes, elevados… son el resultado epistémico y político de una masa crítica en construcción y que va evolucionando frente a los cambios que se están dando en Europa y en España principalmente. Estos hombres que constituyen la masa crítica, serán a su vez, un foco socio político para la instauración del cambio y para el abandono de definitivo de la Monarquía en Chile.

Hasta aquí las principales ideas de Encina en el texto que estamos comentando. Por nuestra parte, creemos que este reconocimiento epopéyico-heroico de los próceres, que hace este autor; es el resultado final de una propuesta reflexiva frente al contexto político-económico español y en la idea de que los más virtuosos debían construir la República. Sin embargo, la construcción de la República no la realizaron los líderes militares, sino los intelectuales que articularon los modos de gobernar mediante los escritos constitucionales.

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Por tanto, los textos históricos oficialistas que muestran los eventos de la Independencia nacional, corresponden al registro más intenso de la búsqueda de la verdad, a pesar de que magnifican las actuaciones de nuestros próceres en el proceso de construcción de la república. Así, autores como los citados: Edwards, Eyzaguirre y Encina, han contribuido a esbozar la identidad y el patriotismo, a través de la descripción de las situaciones bélicas, del recuerdo del fragor de las batallas, del derramamiento de sangre y de las acciones heroicas de muchos otros personajes que tuvieron la osadía de luchar contra los simpatizantes monárquicos, que representaban el viejo sistema político social y comercial, centrado en la figura del Rey de España.

Esta colisión de ejércitos, es también un proceso que enfrentó dos culturas, dos realidades y dos mitologías; proceso que permitió la búsqueda del progreso moderno, de los postulados de las letras ilustradas y la consolidación de la República de Chile.

 

El lado “B” de la Historia Oficial.

La historia “no contada”, denominada a veces también como la “no oficialista”, ha ganado un espacio en las bibliografías en el Chile contemporáneo. Esto debido a la democracia que se ha diseñado en los años posteriores del gobierno militar. Así por ejemplo, historiadores como Gabriel Salazar, Tomás Moulian y Sergio Grez… enfocarían por su lado, un proceso distinto al oficialismo en cuanto al contenido de la Independencia de Chile. Esto se comprende mejor cuando se leen sus textos académicos expuestos en diversas casas de estudio; tales como las obras de Gabriel Salazar: “Dolencias históricas de la memoria ciudadana (Chile, 1810 – 2010)”; “Del Poder Constituyente de Asalariados e Intelectuales (Chile, siglos XX y XXI)”; “Mercaderes, empresarios y capitalistas (Chile, siglo XIX)”; “La violencia política popular en las “Grandes Alamedas””; “Construcción de Estado en Chile (1800-1837). Democracia de los “pueblos”. Militarismo ciudadano. Golpismo oligárquico”… Por otra parte, entre los escritos de Tomás Moulian se destacan: “La forja de ilusiones: El sistema de partidos”, “Conversación interrumpida con Allende”, “Socialismo del siglo XXI: La quinta vía”, “De la política letrada a la política analfabeta”… y a su vez por el lado de Sergio Grez se observan textos tales como: “Historia del Comunismo en Chile. La era de Recabarren (1912-1924)”; “Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada de “la Idea” en Chile., 1893-1915”; “De la “regeneración del pueblo” a la huelga general. Génesis y evolución histórica del movimiento popular en Chile (1810-1910)”, entre otros.

Para Salazar (1936 – )[24], la independencia de Chile se inicia y luego se finaliza gracias a la fuerza del movimiento social-ciudadano, contraponiendo así a toda la versión histórica presentada por Edwards, Eyzaguirre y Encina; quienes han escrito la historia como desde una interpretación nacional victoriosa. Con razón a estos autores se les ha denominado los “vencedores de siempre”. Así por ejemplo, Gabriel Salazar escribe a este respecto lo siguiente: “…los historiadores de alcurnia han llenado las páginas de los textos y nuestra propia memoria con héroes de diverso perfil y clasificación: militares, como O’Higgins, San Martín, Prieto y Bulnes; políticos como Portales, Egaña y Rengifo, y Culturales, como Bello, Gay y otros. Una bronceada galería de estatuas, coronas de laureles, espadas, togas y charreteras…”[25]

Así, nuestra memoria y recuerdo de la consolidación de la patria, descansa en los personajes e hitos explicativos que han escrito autores como Edwards, Eyzaguirre y Encina; quienes han contribuido a forjar una especie de conciencia patriótica o nacional, destacando también los símbolos patrios como la bandera y el escudo chilenos. Estos autores mencionados, además han contribuido a incorporar contenidos epopéyicos y patrióticos en las nuevas visiones curriculares educativas, llegando así prospectivamente a las generaciones actuales. Empero, autores como Salazar sostienen que las imágenes abstractas han construido durante todo el siglo XX la “mitología heroica”, del país, dejando de lado toda organización para re-escribir la historia no contada; es decir, lo que este autor determina como la “historia ciudadana.”[26]

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Por ello Salazar agrega luego que “…la “memoria oficial” anestesia los procesos sociales. Oculta la gesta de los sujetos anónimos, de los actores sociales y, sobre todo, denigra la lucha del “bajo pueblo”. Es decir, a juicio de Salazar: la gesta que realizan los dueños vivos de la ciudadanía.”[27]

Salazar por tanto, enmarcado en estas críticas valora el movimiento ciudadano y sostiene que es el pueblo el que motiva la acción de lucha, y que recursos para cumplir con los objetivos provienen de las altas oligarquías y destaca además que los intereses no previstos en estos procesos están en la cúspide del poder. Sin embargo, la acción popular es manipulada desde el aparato central de poder; esto es del Estado, y la clase política tendría la función de asegurar la prosperidad del Chile popular.

Así, Salazar destaca demás que los historiadores “oficiales” han blasonado y magnificado el tesón de la patria; es decir, que han inmortalizado a los protagonistas unipersonales oligarcas, que se enfrentaron ante la corona española calculando sus costos y demandas en la ambición, ocultándose en gobiernos autoritarios de influencia partidista extrema. Un claro ejemplo, es la escena titulada “La Abdicación del Prócer”.

Por otro lado, desde nuestra perspectiva destacamos que en los libros de historia entregados por el Ministerio de Educación de Chile, durante el siglo XX e inicios del siglo XXI, aparece el contenido temático referente a la aplicación del poder, como el fin último del proceso independentista de Chile, centrándose siempre en el centro del país, sin considerar el aporte de las regiones Norte y Sur.

También observamos que los grupos de intereses más poderosos estaban concentrados en el centro (principalmente en Santiago). Así el centro del país es el lugar en que los historiadores ponen énfasis para observar los acontecimientos y explicar su desarrollo político, apareciendo en segundo lugar o como trasfondo las minorías locales, muy desvinculadas de la metrópolis santiaguina, donde se tomaban las grandes decisiones.

La gran capital, desde el punto de vista productivo es relativamente más pobre que los agro- mineros del norte y los agro-ganaderos del sur, razón por la que se constituyeron con afanes hegemónicos de rentabilidad, grandes familias que asumieron el control centralista del comercio exterior en todo el país. De la Independencia al período del Director Supremo -quien controla todos los recursos a disposición y negociación con las élites mercantiles- O’Higgins se propuso prolongar su dictadura aprobada por la constitución de 1822. En pocas palabras, los grupos de interés en Chile estaban en las manos del “emperador”. Este hecho, fue lo que impulsó a los grupos de presión (los del sur y los del norte) a organizarse y a no aceptar los excesos centralistas y dictatoriales del Director Supremo O’Higgins.

Luego, también se suman a la oposición contra el Director Supremo nuevas regiones del país por ejemplo: “Los pueblos libres de Concepción y los pueblos libres de Coquimbo.”[28]

Así, una vez erradicada la dictadura, la libertad civil se concentró en la construcción del Estado, de forma libre y democrática, con acciones de voluntad y progreso colectivo en que le pareciera pertinente según el contexto social que el pueblo de Chile exigía y proponía. Para ello se focalizó un poder completamente constituyente en las asambleas buscando el diálogo concertadamente. Y no en las estrategias coloniales que utilizaba el Rey de España para imponer sus derechos frente a sus súbditos, de acuerdo al paradigma de la política tradicional europea.

Este proceso post abdicación de O’Higgins, decayó en el caos, en la anarquía violentista de los patricios chilenos (terratenientes), que desestructuraron todos los elementos organizativos fijados con antelación y bajo la lógica ilustrada. Así, los libros no muestran ni cuentan a la ciudadanía, esta fase de caos, la cual no queda debidamente narrada en los cronistas del siglo XX, que abordan la Independencia nacional; ello porque son historiadores que participan de las castas oligárquicas y

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por tanto participan indirectamente del poder supremo ganado por las armas en los acontecimientos de la Independencia. Así, en la práctica, estos grupos presionaron al dictador para que renunciara; pero se vieron enfrentados con otros generales; por ejemplo el General Freire (apoyó al sur) y el General La Frontera (apoyó al Norte) y ambos se prepararon para combatir los principios de libertad constituyente en Santiago. Sin embargo, la presión emergida en las raíces del pueblo trabajador, desvinculó a los grupos centralistas y de intereses (élites del poder en Santiago), obligando a la abdicación de O’Higgins. Todo esto visto por los historiadores comprometidos con la oligarquía terminó por presentar al Dictador como un gran héroe, que evitó la guerra civil entre las minorías absolutistas y los liberales democráticos.

Hasta aquí las principales ideas de Salazar en el texto que estamos comentando. Por nuestra parte, concluimos que en los libros de historia de la enseñanza básica, la historia se ha centrado completamente en el núcleo de poder asentado en Santiago, y no ha considerado las realidades de las otras provincias tanto del norte como del sur. Si bien es cierto, el heroísmo queda aislado si se hacen relatos de las luchas populares, pero que en los campos de la educación oficial lo que más se muestra es el proceso de batallas conducentes a la Independencia y el rol de los agentes patrióticos como Héroes consagrados.

Para Tomás Moulian (1939 – ) la historia de Chile es relevante de acuerdo a los optimismos de las posibilidades de transitar por el sueño del colectivismo institucional, manteniendo el pluralismo de las decisiones políticas originadas de las necesidades del pueblo con aspectos democráticos y con un orden institucional que provee las demandas del grupo social afectado. [29] Y más adelante este mismo autor expresa:

“Desde arriba se hicieron esfuerzos por democratizar y por transformar en sujetos a los ciudadanos… terminaron adhiriendo a la necesidad de una “mano dura”, de un autoritarismo reactivo.”[30]

El Estado no construyó al pueblo, sino que fue un grupo minoritario de letrados y de élite el que impuso el arte de gobernar mediante las prácticas de poder de la época. Desde aquí se intentó construir una idea de ciudadano. Las facultades de aquella utopía, llevó a los más consientes a tomar las armas, y fueron por tanto, los grupos cultos y selectos los que conducen la Independencia despertando la simpatía popular y la valentía de todo el pueblo “patriota.”

No obstante, las disyuntivas del poder, y de los héroes no bastan para forjar los ejércitos y al pueblo con una identidad nacional, creando la unificación nacional. Proceso que fue dirigido por los de arriba, por las élites como hemos venido señalando, y que aspiraban a construir un ideal ciudadano, basándose tanto en los ideales del mundo griego clásico como del perfil del chileno autónomo.

El proyecto de Chile que describe Moulian, tiende a un núcleo esencial, radicada en una democracia para todos, y no en un “sueño celestial” de una sociedad perfecta, sino más bien en una alternativa del porque debemos luchar.

Así, siguiendo con las ideas de este autor, el primer paso para perpetuar el hecho independentista, es la elaboración de una constitución mediante una Asamblea Constituyente, y no con una constitución dictaminada por un circulo aristócrata y que fue plasmada el 8 de Agosto de 1822 y las posteriores a ella. Moulian sostiene que esta constitución debe ser cambiada y sostiene que debe tener como punto de partida la representación del colectivismo para “subir” las demandas concertadas participativas de la política.

Posteriormente a ello, la literatura oficial sufriría ciertos cambios en los campos educacionales de la historia política de Chile; conciencias nuevas interpretarían los hechos como actos de certeza, pero los cruces de las causas, el desarrollo y las consecuencias, formularían innovadoras hipótesis de la

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elaboración independentista de la nación. Incautando un destello en las generaciones venideras que reestructurarán los modelos de los padres de la patria y las depuraciones tanto del debate como el diálogo entre los ciudadanos.

Hasta aquí las principales ideas de Moulian en el texto que estamos comentando. Por nuestra parte, argumentamos que el sistema democrático permite que exista una historia más pluralista acerca de los personajes y de los acontecimientos. Siempre y cuando se cumplan las nociones de respeto y las representaciones de las clases políticas, las cuales siempre se encuentran organizadas y deseando que se re-escriban paulatinamente los acontecimientos históricos pero enfatizando en los sectores populares, o en los que ellos representan. Es una manera de unificación con la cual se sigue construyendo el Estado histórico.

Por otra parte, Sergio Grez[31] interpreta la independencia de Chile como el cuestionamiento incesante del por qué celebramos la independencia, el 18 de Septiembre de 1810, “en la fecha oficial de celebración del Estado y de la “chilenidad”, quedando inscrita en la memoria de los habitantes del país como símbolo patriótico y de identidad nacional.”[32] Grez destaca que este proceso independentista no surgió de forma natural, sino forzosa, impulsado por un grupo minoritario criollo que decide desplazar al antiguo sistema español, y que desea cambiarlo por las bases de un Estado nacional independiente.

El historiador británico John Lynch, por su parte, al referirse a la actitud de los sectores populares frente al movimiento de emancipación política en Chile, ha sostenido con convicción que como estos “no tenían nada que ganar en la nación, carecían de sentido de nacionalidad.”[33] Es decir, que el pueblo en su totalidad (a excepción del grupo criollo elitista) no se mostró entusiasta frente a un proyecto de país que ofrecían los grupos minoritarios, pero finalmente primó la unión de una nación comprometida.

Volviendo a Grez, cabe destacar que este autor ve la gestación de la idea de nación como un conocimiento historiográfico que se acumuló por los hechos, permitiendo afirmar con bastante certeza que “…el “bajo pueblo” fue incorporado a estas luchas más por la represión y coacción que por convicción o persuasión política…”[34] ya que el realismo político se expandía en las conciencias intelectuales para introducir el concepto de ciudadano, de hombre libre, que dispone de una nación para circular autónomamente por las tierras propias de la independencia. Pero, las condiciones que emanaban de los héroes, eran los intereses de una sociedad completa para ellos, construyéndose con el concepto de soberanía chilena. Logro que se obtuvo por el aparecimiento de variados sectores populares, entre ellos: el artesano, el comerciante urbano, el campesino…, cuya capacidad comprensiva del concepto patriótico radicó en el espíritu de estos segmentos sociales. Todo esto sumado a los mecanismos de reproducción del disciplinamiento coercitivo en la economía, en la política y en el control de los elementos que promueven la cultura de “los de abajo.”

Actitudes coercitivas, emanadas de la fuerza, tanto del español como del oficialismo militar de O´Higgins, fueron por ejemplo: las penas de azotes, carros rodantes de prisión, los trabajos forzados, el sistema de papeletas para vigilar a los trabajadores tanto del campo como la minería, la presencia de jefes militares en los yacimientos de mayor productividad… Así como también las fiestas que se van instaurando por los simbolismos del espacio del credo independentista: la celebración de las batallas, el homenaje obligado a la bandera, la legitimidad del catolicismo puro como instrucción obligatoria…todo lo cual se constituyó en una clara estrategia para una generación guardiana de la nación patriótica emergente.

Esto reformó las profundidades filosóficas de la conciencia española por la conciencia patriótica del poder nacional, cuyo poder, fue cambiado de domicilio; las cuales conservaron los mismos signos, pero con una bandera que no era del pueblo, sino de los conglomerados criollos que visualizaron la nación para ellos.

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Empero, las ideologías, se movieron en dos planos: tanto la los conservadores del poder y del credo del Director Supremo como una guía de los nobles y cauteladotes del principio del bien común; la otra parte de la élite, se centró en los llamados “pipiolos” que ofrecían un “algo” distinto de la nación de 1810 y del 1818; esto es, una tendencia deslumbrante a las conciencias de la Europa positivista, cuyos postulados no rechazaban teóricamente la posibilidad de hacer de los sectores populares actores políticos con derechos y deberes ciudadanos. Por ello las élites intentaron asentar las bases de una comunidad nacional más inclusiva e integrada, especialmente a partir de la Constitución liberal de 1828; en base a los principios de libertad individual, rechazo al despotismo y confianza en un parlamento, y/o en las representaciones regionales y provinciales (federalistas). Además casi todos hablan de libertad de expresión y de derechos civiles, así como de la conveniencia de valorar la construcción futura de un pueblo real, capaz de asumir el destino nacional.

Estas diferencias de los bandos que hemos enunciado, se convierte en una encrucijada que estallaría en una guerra civil. En efecto, tan pronto acontece la renuncia del Director Supremo (28 de Enero de 1823), se produce en los llanos del río de Lircay (17 de Abril de 1830), la batalla en que se enfrentaron los aspirantes al progreso de la patria y los pequeños grupos que defendían las convicciones participativas del pueblo, o lo contrario a estas facciones; esto es el mero hecho de guiar el rebaño indiscriminadamente por la clase gobernante militarizada; contexto que prontamente se vería reflejado en la elaboración de la Carta Magna de 1833 que consolida a los conservadores.

Hasta aquí las principales ideas de Grez. Por nuestra parte, argumentamos que las descripciones del autor son muy relevantes pues cuestionan las formas de administración de los gobernantes de aquella época. La edificación del relato histórico de Grez es muy similar al juego de las ideas de Salazar, quien destaca que las fuerzas productivas y los quehaceres populares estarían en contra con los oligarcas que gobiernan. Estos últimos, según el autor estarían asegurando los mismos códigos e instrumentos de dominación.

Las ideas de Salazar, Moulian y Grez son fundamentales para explicar las controversias históricas en las áreas de la educación. Por nuestra parte, destacamos que según estos autores, la historia se ha centrado en los grupos intelectuales oligárquicos y en sus productos teóricos, considerando una realidad histórica-política desde el interior de nuestro país. Si bien es cierto, en esta mirada el heroísmo queda prácticamente anulado, y los fundamentos de ello son la consolidación y el reconocimiento de las luchas populares que anhelan acceder a controlar el Estado, como un movimiento representativo de muchos y no como minorías absolutas y patrimoniales.

A modo de ConclusiónLas “Dos Caras” de la Independencia de Chile, se enfatiza en las narraciones y las interpretaciones de los autores que hemos analizado. De este modo, queda demostrado que cumplen una función esencialmente descriptiva de los relatos histórico-políticos. Y Otorgan una gran cantidad de datos, principalmente nombres, fechas y lugares. Llama la atención que el enfoque del proceso histórico-político que más se repite, sea una secuencia lineal, una narración continua de los sucesos. Esta no es una situación negativa, ya que es el lector, guiado por el cursor de la lectura, y eventualmente por el ciudadano conocedor de la historia, podrá hacer las conexiones o enlaces entre un hito u otro o facilitar tales conexiones. Dichas vinculaciones traerán a su vez, consecuencias en la idea de “chilenidad” que el lector se está formando. Y así sucesivamente; por tanto, la narración histórica incide en el rol del ciudadano del presente y también más tarde como adulto, en la comprensión de la historia-política del país.

No obstante, la re-escritura de la historia política de Chile, tendrá que considerar los elementos vitales de la integración total de las personas como entes del Estado-nación, porque actualmente la competencia y los conflictos emergen nuevamente, tal como en el pasado, y en este sentido una historia que considere mejor estas variables, ayudaría a comprender las causas de estas contradicciones que se observan en la actualidad en nuestro país.

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En consecuencia, la narración histórica-política para los estudiantes de cualquier unidad de estudio, ha estado esencialmente conectada uniformemente a nivel de Estado, y no concentra las fuerzas de otros relatos regionales que componen vuestra estructura social de país. Estas narraciones locales han sido siempre consideradas como no verídicas por quienes escriben la realidad social política oficial. Por ende, es de sentido lógico establecer, organizar e innovar un curriculum nacional, en relación a la literatura histórica-política, en base a los contenidos y a sus derivaciones asociadas a las ideas de Patriotismo, Identidad y Nacionalidad, construyendo así las conciencias históricas de nuestros estudiantes, con una mayor libertad en su condición de ciudadano.

Bibliografía

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Salazar, G. “En el nombre del poder constituyente” Ediciones LOM. Chile. 2011.

NOTAS

[1] Alberto Edwards Vives, fue un abogado, político y escritor chileno de tendencia nacionalista.

[2] Cf. Edwars, A. “La fronda aristocrática Editorial” Universitaria. Santiago. 2001. p. 31.

[3] Ibídem. p. 43.

[4] Ibídem. p. 51.

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[5] Ibídem. p. 54.

[6] Jaime Miguel Eyzaguirre Gutiérrez, fue un abogado e historiador chileno, el principal representante de la corriente historiográfica católica de Chile.

[7] Eyzaguirre, J. “Ideario y ruta de la emancipación chilena” Editorial Universitaria. Santiago. 2011. p. 94.

[8] Ibídem p. 97.

[9] Ibídem p. 110.

[10] Ibídem. p. 128.

[11] Ibídem p. 131.

[12] Ibídem p.132.

[13] Ibídem p. 133.

[14] Cf. Debray, R. “La República explicada a mi hija” Fondo de Cultura Económica. México. 1998. pp. 7-9.

[15] Eyzaguirre; op. cit.; pp. 135-136.

[16] Ibídem. p. 141.

[17] Ibídem. p. 143.

[18] Ibídem. p. 139.

[19] Francisco Antonio Encina Armanet, fue un historiador, abogado, político, y ensayista chileno.

[20] Encina, F. “Historia de Chile. Tomo XIV”. Ercilla. Santiago. 1952. p. 8. (Las cursivas son mías).

[21] Encina, F. “Historia de Chile, Tomo VI” Editorial Universitaria. Santiago. 1952. p. 8.

[22] Artículo 2º “Constitución Política de la república de Chile. 2011” Editorial centro Gráfico Limitada. Santiago. 2011. p.6.

[23] Godoy, H. “El carácter del chileno” Editorial Universitaria. Santiago de Chile. 1981. p. 293.

[24] Gabriel Segundo Salazar Vergara, es un historiador chileno, profesor de la Facultad de Filosofía y Humanidades y de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Galardonado con el Premio Nacional de Historia 2006, es en la actualidad uno de los más destacados exponentes de la historiografía social y política contemporánea chilena.

[25] Salazar, G. “En el nombre del poder constituyente” Ediciones LOM. Chile. 2011. p. 33.

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[26] Cf. Ibídem. p. 33.

[27] Ibídem. p. 34.

[28] Cf. Ibídem p. 39.[29] Tomás Moulian Emparanza, es un sociólogo y cientista político chileno, crítico de la estructura económico-social de su país posterior a la dictadura de Pinochet.

[30] Moulian, T. “El deseo de otro Chile” Ediciones LOM. Santiago. 2010. p. 22.

[31] Sergio Grez Toso, es historiador y sus relatos apuntan a los movimientos populares en Chile, integrando tanto lo social como lo político, pero considerando las dimensiones económicas, ideológicas y culturales. (A la fecha 06.01.2014, en la búsqueda del año de nacimiento del autor no se ha encontrado publicada con facilidad, tanto en Internet como en sus revistas).

[32] Peralta, P. “¡Chile tiene fiesta! El origen del 18 de septiembre (1810-1837).” Ediciones LOM. Santiago. 2007. p. 5.

[33] Lynch, J. “Las revoluciones hispanoamericanas 1810-1826.” Editorial Ariel. Barcelona. 1926. p. 149.

[34] Grez, S. “Bicentenario en chile la celebración de una laboriosa construcción política.” Revista Realidad. Santiago. 2005. p. 2.