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Las Paradojas de la Metafísica (27/02/2000) Todo aquel que transita los caminos de la metafísica tiene que vérselas, mas tarde o mas temprano, con conceptos o afirmaciones que se nos aparecen en abierta contradicción entre sí, o con la realidad que nos circunda. Esto hace que el estudiante opte generalmente por escurrirle el bulto a la situación, cuando no a partir en busca de un paquete distinto de ideas que aparente una mayor coherencia interna, o aún peor: pasar al limbo de los que no creen en nada. Dentro de los primeros, el abanico de posiciones va del aparentemente convencido que se hace el avestruz: sordo y ciego que no quiere ver nada, hasta el razonable pero optimista que deposita su fe en que las contradicciones no son inconciliables, pero entre tanto lo logra, las deja a un lado. Sin embargo, es obvio a todos en su interno, de un extremo a otro del abanico, que estas contradicciones producen inquietud y duda. La tercera vía consiste en afrontarlas y resolverlas, por lo menos para nosotros mismos. Esta aptitud es la única que da verdadera Paz interna, a aquellos que han tenido evidencia en su realidad, de la verdad que encierran estas afirmaciones aparentemente contradictorias. Pero no todas las veces se logra dicha conciliación. Entonces, el afectado pasa al extremo de quienes esperan, o simplemente se hace escéptico. Como se ve, al encontrar zonas de falla en nuestro cuerpo de afirmaciones, nos topamos con la paradoja de las paradojas: la que sufre quien se ve obligado a aferrarse a algo que debe aceptar, pero se le aparece como falso. Esta paradoja existencial ha sido fuente de incontables males. Nos obliga a falsearnos, o a desterrarnos de nuestros propios ideales, o a hacernos cínicos. Es por esto, que nos parece supremamente importante que nos esforcemos muy honestamente en resolverlas. Paradoja 1 Dice repetidamente Conny Méndez que no se debe aceptar la realidad de nada que nos parezca negativo, o desagradable, o desafortunado, por mucho que se nos aparezca como algo

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Las Paradojas de la Metafísica (27/02/2000)

Todo aquel que transita los caminos de la metafísica tiene que vérselas, mas tarde o mas temprano, con conceptos o afirmaciones que se nos aparecen en abierta contradicción entre sí, o con la realidad que nos circunda. Esto hace que el estudiante opte generalmente por escurrirle el bulto a la situación, cuando no a partir en busca de un paquete distinto de ideas que aparente una mayor coherencia interna, o aún peor: pasar al limbo de los que no creen en nada.Dentro de los primeros, el abanico de posiciones va del aparentemente convencido que se hace el avestruz: sordo y ciego que no quiere ver nada, hasta el razonable pero optimista que deposita su fe en que las contradicciones no son inconciliables, pero entre tanto lo logra, las deja a un lado. Sin embargo, es obvio a todos en su interno, de un extremo a otro del abanico, que estas contradicciones producen inquietud y duda.La tercera vía consiste en afrontarlas y resolverlas, por lo menos para nosotros mismos. Esta aptitud es la única que da verdadera Paz interna, a aquellos que han tenido evidencia en su realidad, de la verdad que encierran estas afirmaciones aparentemente contradictorias. Pero no todas las veces se logra dicha conciliación. Entonces, el afectado pasa al extremo de quienes esperan, o simplemente se hace escéptico.Como se ve, al encontrar zonas de falla en nuestro cuerpo de afirmaciones, nos topamos con la paradoja de las paradojas: la que sufre quien se ve obligado a aferrarse a algo que debe aceptar, pero se le aparece como falso. Esta paradoja existencial ha sido fuente de incontables males. Nos obliga a falsearnos, o a desterrarnos de nuestros propios ideales, o a hacernos cínicos. Es por esto, que nos parece supremamente importante que nos esforcemos muy honestamente en resolverlas.

Paradoja 1

Dice repetidamente Conny Méndez que no se debe aceptar la realidad de nada que nos parezca negativo, o desagradable, o desafortunado, por mucho que se nos aparezca como algo real en nuestra experiencia. Sin embargo, rápidamente todo estudiante llega al momento en que descubre que, como dice la canción “No basta” con haber introducido estos conceptos a nuestra vida, para que circunstancias que cumplen con todo lo que hemos negado, aparezcan tozudamente en nuestro vivir y permanezcan allí impertérritos a nuestros decretos y afirmaciones negándolos. Por otro lado, se ha hecho evidente en algunas ocasiones, que situaciones que parecían supremamente reales, ante una afirmación que las niega o afirma su opuesto y contra todo lo normalmente esperable, se disuelven como por arte de magia. Es también cierto que muchos otros autores similarmente importantes, pero no comprometidos con dichos conceptos, afirmen la necesidad del aceptar la realidad tal cual se nos presenta, como primer paso para resolver dicha problemática.He aquí la paradoja en plena acción: No podemos negar la verdad de lo importante de no aceptar lo que no nos agrada en nuestra experiencia, porque hemos visto cómo funciona, pero a su vez no podemos sentirnos bien afirmando que no existe algo que obviamente presenta todo el aspecto de ser absolutamente real, o contradice afirmaciones que también han demostrado su realidad. En primer lugar, es un hecho, que en este mundo relativo no puede existir lo absoluto, y sólo podemos colegir la existencia de un absoluto como algo que está por encima de este mundo. A partir de esto, es importante que se aclare.

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Ahora, (06/06/2004) tenemos cierta visión mas clara, la paradoja se resolvió con base en lo que decía Ismenia: “Acepto esta situación, mas no su permanencia.”Hay aún mas: En su libro “El Poder del ahora”, E. Tolle sostiene que nada se logra luchando con los sucesos del ahora: que hay que aceptarlo, porque además, es lo único real en un momento dado. Y además insiste en no darle valor ni al pasado, ni al futuro, que no son, pues lo único que ‘es’ es el ahora. Insiste además en lo útil de estar en capacidad de perdonar un presente desagradable, para no atesorar energías negativas que lo único que sirven es para acumular para agrandar cada vez mas el fardo de cosas que algún día tendremos que perdonar.