LAS REFORMAS ECONÓMICAS Y POLÍTICAS...

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93 Revista Republicana • ISSN: 1909 - 4450 No. 8, Enero - Junio de 2010, pp. 93-108 Fecha de recepción: 3 de octubre de 2009. Fecha de aceptación: 23 de noviembre de 2009. * Este artículo es producto de investigación terminada: “El perfil de la educación superior a fines de la colonia y principios de la república” dentro de la línea Educación y Desarrollo del Grupo de Investigación Derecho, Sociedad y Desarrollo de la Corporación Universitaria Republicana. ** Licenciado en Ciencias Sociales, Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Magíster en Histo- ria, Universidad Externado de Colombia. Docente asociado Universidad Jorge Tadeo Lozano. Docen- te investigador, Corporación Universitaria Republicana. Correo electrónico: [email protected] LAS REFORMAS ECONÓMICAS Y POLÍTICAS BORBÓNICAS: CERTEZA E INCERTIDUMBRE EN UNA ÉPOCA CONVULSIONADA* Rodrigo Hernán Torrejano Vargas ** Corporación Universitaria Republicana RESUMEN En este trabajo se realiza una semblanza de la economía del virreinato de la Nueva Gra- nada a finales del siglo XVIII, enfatizando su carácter minero vinculado tangencial- mente con el mercado externo y el escaso desarrollo tanto de la agricultura como del comercio, siendo la primera de ellas templa- da al fuego de relaciones no salariales y el uso extensivo de la tierra para surtir faméli- cos mercados locales que deben esperar la oportunidad coyuntural de los desequilibrios del mercado externo para articularse a la ri- queza circulante en las economías boyantes de Europa y Estados Unidos a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Luego se con- tinua con el carácter, los objetivos y las con- secuencias desencadenadas por las reformas económicas y políticas adelantadas por los borbones, poniendo especial cuidado en si trajeron o no una transformación estructu- ral de la economía colonial y si condujeron o no a la gestación de un sentimiento de iden- tidad nacional que coadyuvó a la epopeya libertadora al imprimirle un sello recentra- lizador a su política colonial. Palabras clave: reformas borbónicas, mine- ría, comercio, recentralización, identidad. ABSTRACT This work has one general vision of the economy the viceroy chip of New Granada to finish century XXVIII, emphatic all was the character miner that may be entailed with external market and the limited unfolding as much of the agriculture was tempered the fire of relations no salaries and the extensive use of land to spout hungry markets locals that were waiting the joint opportunity of unstable of external market to articulate it the riches circulatory in the buoyant economics of Europe and United States since second moiety of century XIX to continue with the character the objectives and the consequences unchained for the economics reforms and politics advanced for the Borbones putting special care in yes or not had one structure of transformation of the colonial economy and if it conduced or not the gestation of one sentiment of national identity that helped the epopee liberator

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Rodrigo Hernán Torrejano V.Grupo de Investigación Derecho, Sociedad y DesarrolloLínea Educación y Desarrollo

Revista Republicana • ISSN: 1909 - 4450No. 8, Enero - Junio de 2010, pp. 93-108

Fecha de recepción: 3 de octubre de 2009. Fecha de aceptación: 23 de noviembre de 2009.

* Este artículo es producto de investigación terminada: “El perfil de la educación superior a fines dela colonia y principios de la república” dentro de la línea Educación y Desarrollo del Grupo deInvestigación Derecho, Sociedad y Desarrollo de la Corporación Universitaria Republicana.

** Licenciado en Ciencias Sociales, Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Magíster en Histo-ria, Universidad Externado de Colombia. Docente asociado Universidad Jorge Tadeo Lozano. Docen-te investigador, Corporación Universitaria Republicana. Correo electrónico: [email protected]

LAS REFORMAS ECONÓMICAS Y POLÍTICASBORBÓNICAS: CERTEZA E INCERTIDUMBREEN UNA ÉPOCA CONVULSIONADA*

Rodrigo Hernán Torrejano Vargas**

Corporación Universitaria Republicana

RESUMEN

En este trabajo se realiza una semblanza dela economía del virreinato de la Nueva Gra-nada a finales del siglo XVIII, enfatizandosu carácter minero vinculado tangencial-mente con el mercado externo y el escasodesarrollo tanto de la agricultura como delcomercio, siendo la primera de ellas templa-da al fuego de relaciones no salariales y eluso extensivo de la tierra para surtir faméli-cos mercados locales que deben esperar laoportunidad coyuntural de los desequilibriosdel mercado externo para articularse a la ri-queza circulante en las economías boyantesde Europa y Estados Unidos a partir de lasegunda mitad del siglo XIX. Luego se con-tinua con el carácter, los objetivos y las con-secuencias desencadenadas por las reformaseconómicas y políticas adelantadas por losborbones, poniendo especial cuidado en sitrajeron o no una transformación estructu-ral de la economía colonial y si condujeron ono a la gestación de un sentimiento de iden-tidad nacional que coadyuvó a la epopeyalibertadora al imprimirle un sello recentra-lizador a su política colonial.

Palabras clave: reformas borbónicas, mine-ría, comercio, recentralización, identidad.

ABSTRACT

This work has one general vision of theeconomy the viceroy chip of New Granadato finish century XXVIII, emphatic all wasthe character miner that may be entailed withexternal market and the limited unfoldingas much of the agriculture was tempered thefire of relations no salaries and the extensiveuse of land to spout hungry markets localsthat were waiting the joint opportunity ofunstable of external market to articulate itthe riches circulatory in the buoyanteconomics of Europe and United States sincesecond moiety of century XIX to continuewith the character the objectives and theconsequences unchained for the economicsreforms and politics advanced for theBorbones putting special care in yes or nothad one structure of transformation of thecolonial economy and if it conduced or notthe gestation of one sentiment of nationalidentity that helped the epopee liberator

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Las reformas económicas y políticas borbónicas:certeza e incertidumbre en una época convulsionada

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printing one stamp to be centralized againthe colonial political.

Key words: borbones reforms, force ofminer, trade, to be centralized again,identity.

PROBLEMA DE INVESTIGACIÓN

El presente trabajo pretende resolver variasdudas acerca de las intenciones imperialescontenidas en las reformas económicas ypolíticas adelantadas por los monarcas pro-gresistas de la dinastía Borbón durante elconvulsionado siglo XVIII, dentro del con-texto de la fiebre liberal que venía sintién-dose en Europa, así como las secuelasmateriales e inmateriales que su implemen-tación ocasionaron no solamente en el actualterritorio de la República de Colombia, sinoen general, en Hispanoamérica.

METODOLOGÍA

Este trabajo se desarrolla en el terreno delcolectivismo metodológico, en el que tomaespecial relevancia la identificación, la carac-terización y la explicación de la estructuraeconómica imperante en el momento de larealización de las reformas comerciales, po-líticas y administrativas borbónicas, para locual se hizo una consulta de fuentes, funda-mentalmente secundarias, dentro de unaperspectiva comparativa, con miras al hallaz-go de los distintos puntos de vista acerca desu importancia y efectos, tanto inmediatoscomo mediatos.

1. La economía del virreinato de la NuevaGranada a fines del siglo XVIII

No cabe duda que el factor multiplicador dela economía neogranadina fue la minería deloro. A finales del período colonial, la activi-dad minera en el virreinato se encontrabainscrita en el segundo ciclo expansivo del oro:1680 a 1820, el cual tomó por escenario geo-gráfico la explotación de la gobernación de

Popayán, particularmente la región del Chocó(Colmenares, 1991).

El oro fue, sin ningún asomo de duda, elprincipal producto de exportación delvirreinato. Hasta 1780 este metal preciosorepresentó casi el 100% de las exportacio-nes, reduciéndose levemente las dos últimasdécadas del siglo al tocar el umbral del 90%.El resto estaba constituido por productosagrícolas y pecuarios como el algodón, elcacao, el azúcar, la quina, el palo de tinte ylos cueros (Uribe J. J., 1991).

El peso del oro en la economía colombianasiguió sintiéndose durante un prolongadoperiodo. De acuerdo con cifras publicadaspor el economista José Antonio Ocampo, laexportación aurífera dio para que figuraraen el siglo XIX entre los cuatro principalesproductos de exportación y no se dejara qui-tar el primer puesto del valor de las expor-taciones a largo de un poco más de las trescuartas partes del siglo (Cuadro 1).

La minería del oro trajo consigo la genera-ción de la división regional económica delterritorio de la Nueva Granada. Las regio-nes mineras estimularon y facilitaron la for-mación de regiones agropecuarias yartesanales que sirvieron de aprovisiona-miento de sus demandas de sostenimientobásico y necesidades productivas. La de-manda proveniente de las áreas mineras es-timuló la producción y el comercio internoal abrir una brecha conducente a alcanzarun grado modesto de integración económi-ca regional que diluyera progresivamenteel entorno dominante de mercados localesaislados. La idea de una colonia de sólomercados locales aislados y “sin nada quese aproximase a un mercado nacional no seajusta exactamente a la realidad” (Uribe J.J.,1991, p. 73).

Las regiones mineras se tornaron en econo-mías nodriza alrededor de las cuales gravi-taron economías soporte. Este esquema deespecialización productiva doméstica puedeobservarse en el siguiente texto:

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1 Impuesto colonial que en la conquista y gran parte de la colonia literalmente significaba el 20% dela producción minera con destino a las arcas públicas, pero que con el correr del tiempo experimen-tó varias reducciones. En la primera mitad del siglo XVIII representó el 6.5% y a partir de 1777 seestabilizó en el 3%.

Cuadro 1Composición de las exportaciones según valor

(Miles de pesos oro)

Producto 1834/35 1840/41 1854/55 1864/65 1870/71 1875/76

1838/39 1844/45 1857/58 1869/70 1874/75 1877/78

Oro 2413 2413 2113.8 222788 2218.5 2423.774% 73% 33.3% 30.1% 22.2% 24%

Tabaco 86.6 118.5 1769 2757.3 2115.7 1341.12.7% 3.6% 27.8% 37.3% 21.2% 13.3%

Quina 0.8 0.2 620.4 350.8 1466.6 1765.2Menos Menos

de 0.05% de 0.05% 9.8% 4.7% 14.7% 17.5%

Café 24.8 60.7 258.5 595.6 1637.1 2252.50.8% 1.8% 4.1% 8.1% 16.4% 22.3%

Fuente: José Antonio Ocampo, Colombia y la economía mundial 1830-1910.

“Los lienzos, cobijas, ruanas y cordelería delSocorro abastecían la región minera de oc-cidente... de Quito se traían paños, lienzosy manufacturas que se negociaban enPopayán y de ahí pasaban al Chocó yAntioquia. Hubo un abundante tráfico deganado y productos agropecuarios como elsebo, el cuero y la carne salada, de la pro-vincia de Neiva y Mariquita hacia Popayány Santa Fe” (Uribe J.J., 1991, p. 74).

El intercambio comercial interregional logróque las economías soporte estuviesen indi-rectamente vinculadas con el mercado exter-no y de paso puso presente las ventajas delos mercados grandes sobre los pequeños, alo que habría que agregar que mediante estaespecialización regional tuvo lugar ciertogrado de irrigación del ingreso, en cuantoque una proporción de la riqueza del nego-cio aurífero fue a parar en manos de pro-ductores y comerciantes de otras regiones,sin que ello trajera su mejor distribución.

El modelo de especialización productiva aus-piciado por la explotación minera campeó enAmérica Latina. “Los yacimientos marcaronel ritmo de la vida económica” (Colmena-res, 1991, p. 45). El Potosí peruano estimula-ría, en opinión de Germán Colmenares, laactividad productiva de regiones tan distan-tes como la de los actuales países de Ecua-dor, Chile y Argentina. Así que si sopesamoslas dimensiones de la minería del Potosí conlas de las fuentes colombianas y sus respec-tivas economías soporte, encontramos unacorrelación entre el tamaño de los yacimien-tos y el área de afectación económica.

El aporte del oro a la economía también esmuy palpable en la capacidad importadoray en los ingresos fiscales. Existe una relaciónpositiva entre la producción de oro y los in-gresos del fisco por cuenta del quinto1, losimpuestos al comercio, los gravámenes a laproducción agrícola y las cuantías resultadode las actividades de las rentas estancadas

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ibéricos y de América Latina el beneficiodel intercambio, se dispusieron el controlde las rutas de navegación y el número debarcos, y se montaría un sistema de divi-sión internacional de trabajo o especializa-ción productiva internacional en el que losespañoles surtían los mercados colonialesde textiles y éstos exportaban metales pre-ciosos y alimentos.

Empero, la realidad económica española dis-taba de constituir un emporio productivoagrícola y manufacturero autónomo. La ca-pacidad productiva peninsular estuvo pordebajo de las expectativas del mercado lati-noamericano, tanto que España fue el tram-polín de las exportaciones de las economíasavanzadas de Europa: Inglaterra. Francia yHolanda. La madre patria terminaría sien-do un puerto de reexportación de las econo-mías capitalistas más dinámicas y poderosasde la época, destino final del oro y la platade todos los dominios de ultramar, mercan-cías que también fluirían mediante la vía delcontrabando.

La voracidad económica inglesa embelesa-da por los dividendos reportados por elmercado de las colonias españolas condujo aque el Estado anglosajón llevara al límite lapolítica exterior expansionista a pesar de losdividendos que rendía el acostumbrado trá-fico internacional reexportador generadodesde el núcleo del sistema mercantilista.Una huella imborrable del asalto expansio-nista inglés al dominio colonial español su-cedió en la década del sesenta con laocupación de La Habana y Manila, joyas dela corona; sin olvidar posteriores accionesimperialistas perpetradas en la isla caribeñade Trinidad y Tobago en 1797, que terminócon su ocupación y los intentos de conquistadel puerto austral de Buenos Aires en 1806y 1807.

Durante los once meses que duró la ocupa-ción de La Habana, entre agosto de 1762 yjulio de 1763, los mercaderes ingleses die-ron una ejemplar lección a la monarquía es-pañola de las ventajas del libre comercio,

del tabaco y el aguardiente (Melo J. O., 1979).Eso sin contar con el efecto del oro de con-trabando, práctica habitual de una magnitudcercana al 15% del registrado en las casas demoneda de Santafe y Popayán.

Claro está que el aporte del oro a la econo-mía neogranadina no debe impedir que ano-temos algunos problemas enfrentados porla minería a finales de la colonia: uno deellos fue el alto costo del transporte, que di-ficultaba la adquisición de herramientas einsumos y encarecía las provisiones de losmineros; el otro, la relativa escasez deesclavos, sobre todo en Antioquia (Kalma-novitz, 2008). Además, debe dejarse estable-cido que la economía minera neogranadinaes pequeña y pobre en el concierto latinoame-ricano, como lo revela el Producto InternoBruto (PIB) por habitante de Colombia en 1800comparado con el de otros países (Cuadro 2).

Cuadro 2PIB por habitante en varias economíasdel nuevo mundo (En dólares de 1985)

País 1800

Colombia 308Argentina n.d.Brasil 738México 450Estados Unidos 807Chile n.d.

Fuente: Salomón Kalmanovitz, La economía de laNueva Granada.

La exportación de oro funcionaría dentro delos parámetros de la política económica mer-cantilista que venía haciendo equipo con losdogmas de la política internacional expues-tos por las monarquías absolutas europeasdesde principios de la edad moderna.

El mercantilismo dictaría las reglas acercade la forma de construir y conservar unabalanza comercial y de pagos favorable bajola custodia del proteccionismo, a cuyo am-paro se les concedió a unos pocos puertos

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asociadas, sin duda, a la fuerza productivade la agricultura y la manufactura. En esosonce meses de control inglés, más de sete-cientos (700) buques mercantes arribaron conmercaderías y esclavos, mientras que antesde esa fecha no arribaban más de quincebuques al año (Stein & Stein, 1981).

España, en la mitad del siglo XVIII, “se ha-bía estancado en su desarrollo económico ypolítico” (Kalmanovitz, 2008). Más aún, elimperio español daba incontrovertibles se-ñales de debilidad económica y política a suscompetidores y súbditos. “Se presenta así uncaso singular en la historia moderna: el deuna economía colonial dependiente de unametrópoli subdesarrollada” (Lynch, 1987, p.8). Era urgente e indispensable la implemen-tación de un plan de reforma económica ypolítica encaminado a despertar las fuerzasproductivas, avivar el comercio, revitalizarel control político y exponer una imagen ex-terna de potencia revitalizada. Tal proyectoviene con el reformismo carlista a finales delsiglo XVIII o reformas borbónicas.

Por lo que toca al estado de la agriculturadel virreinato de la Nueva Granada, “noparece haber hecho progresos muy signifi-cativos. La elemental tecnología, los escasoscapitales, las cargas fiscales, la limitación delmercado, los malos y costosos transportes”(Uribe J.J., 1991, p. 60), fueron los aspectosrelevantes.

Dominó la estructura agraria latifundistaderivada de la concentración de la tierra enmanos de un reducido grupo de hacenda-dos favorecidos desde los primeros años dela conquista con mercedes de tierras otorga-das por el rey a cambio de los servicios pres-tados por los conquistadores a la causa de laexpansión del dominio imperial o con las lla-madas composiciones del periodo avanzadode la colonia, basadas en la legalización delas ocupaciones de tierra a cambio de dinero(Kalmanovitz, 2008).

Los hacendados buscaron por varios méto-dos a su alcance continuar ensanchando el área

de sus dominios por encima de su capacidadde explotación debido a la escasez de manode obra. De acuerdo con una hipótesis bas-tante difundida entre varios investigadoressociales, una de las grandes preocupacionesque rondaba la mente de los hacendados eragarantizar el acceso a la poca mano de obradisponible a través del monopolio de la tierra,razón que explicaría los constantes y frecuen-tes enfrentamientos entre los terratenientesy los colonos por el control de la tierra, todavez que era una economía con gran disponi-bilidad de tierras (McGreevey, 1975; Le-Grand,1988; Kalmanovitz, 2008).

La unidad productiva de la hacienda colo-nial y del siglo XIX hizo un uso extensivo delos recursos de la tierra y la mano de obrafuncionando en mérito de una racionalidadprecapitalista (Ocampo, 1998), minimizandolos costos de producción con la implantaciónde relaciones de producción no salariales quecubría disímiles variantes del sistema dearrendamiento y concertaje (Palacios, 2002),e incluía desde condiciones deplorables deexplotación y enajenación mental (Kalma-novitz, 1984), hasta condiciones decentes detratamiento y posibilidades de acumulaciónde capital como los Kulaks de las haciendascafeteras del departamento de Cundina-marca (Palacios, 2002).

Las haciendas, al auspiciar relaciones de tra-bajo no salariales en las que los campesinosarrendatarios podían obtener una conside-rable parte de la subsistencia con el cultivode una parcela de pan coger, esto es, con eldesarrollo de una economía de subsistenciao autoconsumo, confinaría el mercado a már-genes de demanda precarios muy poco atrac-tivos o a su subdesarrollo. Sin embargo,Kalmanovitz (2008) cree que hubo un enér-gico crecimiento económico en la segundamitad del siglo XVIII evidente en la fuerteexpansión de las cifras de diezmos para laregión central y oriental.

En la Nueva Granada, la “carga de impues-tos en el PIB pasó de cerca del 3% antes deque empezaran a surtir efecto las reformas

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borbónicas, a cerca del 10% hacia comienzosdel siglo XIX” (Kalmanovitz, 2008). Al ladodel incremento de la tributaciónagropecuaria arrojado por el recaudo deldiezmo, sobreviene la ya anotada expansiónde la producción minera. En Antioquia, laproducción minera progresó entre 1700 y1800 un 2.6% anual, al tiempo que las impor-taciones de Medellín se ampliaron un 3.6%anual (Kalmanovitz, 2008).

2. Las reformas económicas y políticasborbónicas

El esplendor y poder imperial español delsiglo XVI era cosa del pasado, la superiori-dad económica y política de las naciones ca-pitalistas de Europa occidental, sobre todoInglaterra, perturbaron el sueño de los mo-narcas españoles de la casa Borbón y el deciertos políticos de la corte durante la segun-da mitad del siglo XVIII. El papel políticode España en el concierto internacional eu-ropeo estaba muy debilitado, la distancia desus fuerzas productivas frente a los avancesde la industria inglesa era apreciable: care-cía de flota mercante y una adecuada arma-da que le diera viabilidad al régimenmercantilista imperante. La debilidad sale aflote con el Tratado de Utrecht, firmado el11 de abril de 1713, por el cual Felipe V esreconocido rey de España a costa de ciertasconcesiones territoriales concedidas a susrivales: Austria recibiría Milán, Nápoles yCerdeña; a la poderosa Inglaterra le corres-pondió Gibraltar, al extremo sur de la pe-nínsula ibérica y Menorca.

La debilidad política internacional y el atra-so económico conducen a la gestación de lascondiciones reales que ponen a la orden deldía un dilema vital: se dejan las cosas comoestán y se ahonda el proceso de caída libre ose toman medidas drásticas y apropiadas quesaquen el país del callejón sin salida en elque se encuentra.

La ruta reformadora se atisba con el reina-do del primer Borbón en España: Felipe V,inquieto por los efectos endógenos inmedia-

tos ocasionados por el cambio dinástico queselló el fin de la casa de los Austrias con elfallecimiento de Carlos II en 1700 sin dejardescendencia directa. La división de los afec-tos políticos de las regiones de España entrelos candidatos al trono: Felipe d´Anjou, nie-to de Luis XIV, rey de Francia y elarchiduque Carlos de Habsburgo, segundohijo del emperador Leopoldo I de Austria yrey de Hungría, desató la polarización de lamadre patria una vez la puja fue ganada porel noble de la casa Borbón. Castilla se pon-dría del lado de Felipe V, en tanto que Va-lencia y Cataluña tomaron partido por elHabsburgo, colocando la monarquía en lacuerda floja porque salía a flote, una vez más,la compartimentación política provincial quela unificación absolutista de finales del sigloXV nunca pudo erosionar.

Las fuerzas centrífugas provenientes del su-reste de España fueron combatidas con unpaquete de reformas político-administrati-vas cuya esencia iba detrás de de la consecu-ción de un mayor nivel de centralización yunificación o de una recentralización, que ala postre mantendrá su vitalidad cuando seala política pública que oriente la gestión delrey Carlos III frente a los dominios colonia-les de ultramar. Entonces, el siglo XVIII fueel siglo de la cruzada política por un absolu-tismo más depurado y real.

“Con Felipe V se implantó en España el ab-solutismo regio y mediante los Decretos deNueva Planta (Valencia y Aragón 1707; Ma-llorca 1715 y Cataluña 1716) impuso la orga-nización político administrativa de Castilla,con la excepción de Navarra y el país Vasco”(Díez Sanz, s.f. p. 1). Las Cortes de Castillase convirtieron en las Cortes Generales delReino, se eliminaron los virreinatos, menoslos de América, y crearon demarcacionesprovinciales al frente de las cuales coloca-ron un Capitán General con atribuciones mi-litares y administrativas. Para el “control delos municipios se extendieron por todo el te-rritorio los corregidores y los intendentesque dependían directamente del rey y re-caudaban impuestos, reclutaban tropas, con-

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trolaban las autoridades locales...etc.” (DíezSanz, s.f. p. 1).

En el plano económico, el mandato de Feli-pe V fijó toda la atención en aliviar los dolo-res experimentados por el inoperante yabollado sistema mercantil de comercio in-diano. La tarea era que el comercio interna-cional indiano rentara más con una dosis deagilidad basada en la ampliación del núme-ro de navíos mercantes, la regularización deltráfico para tener un flujo mercantil conti-nuo que contrarrestara la especulación conlos precios, característica del sistema de Flo-tas y Galeones, y la fundación de compañíasprivadas por acciones que atendieran la de-manda de las zonas imperiales próximas alos dominios de las potencias rivales.

Las medidas concretas de revitalización co-mercial se expidieron escalonadamente en eltranscurso de diez años, aproximadamente.La primera, en 1717 al trasladarse la Casa deContratación de Sevilla a Cádiz. La segun-da, en 1720, conocida como Real proyectode Flotas y Galeones con el recurso auxiliarde los registros sueltos2 o navíos particula-res que se adherían a la Flota. La tercera ra-dicó en el aval oficial a empresas privadasdestinadas a competir con los mercaderesextranjeros en zonas limítrofes del imperioindiano. El ejemplo diciente de este tipo deempresas mercantiles fue la CompañíaGuipuzcoana de Caracas (1728) (MartínezVara, s.f. p. 203). Al tiempo, es introducidoel impuesto de palmeo3 en relevo delalmojarifazgo.

Carlos III (1759-1788) tomó la ruta de FelipeV al alimentar un programa de reformas eco-nómicas y políticas con la que se esperabaque el desnutrido Imperio Ibérico tomarainmediatamente un segundo aire y nada

mejor para ello que replantear las relacionescomerciales, fiscales y administrativas con lascolonias.

La apuesta gruesa de las autoridades mo-nárquicas fue lanzarse a generar crecimien-to económico sobre “las posibilidadesinmediatas y de largo plazo de la economíacolonial” (Stein & Stein, 1981 p. 87). La metaera impedir que la riqueza de metales pre-ciosos provenientes de México, Perú y Co-lombia siguiera deslizándose hacia lasmetrópolis rivales. Para Bárbara y StanleyStein “lo que empujó a España a actuar enAmérica fue la amenaza a la terminal colo-nial de la ruta comercial transatlántica...”(Stein & Stein, 1981 p. 93). No cabe duda deque el equipo de reformadores ilustrado ase-sor de Carlos III ataba el esplendor de Espa-ña al esplendor de las Indias (Martínez Vara,s.f.).

Al parecer, la fuente teórica de la que bebie-ron los reformadores borbónicos de la se-gunda parte del siglo de las luces fueecléctica: desde el liberalismo económicohasta la fisiocracia rindieron su tributo(Lynch, 1987, p. 8). La liberalización del co-mercio atenuando las prácticas restrictivastuvo ocasión en 1778; al terminar el controlmonopolístico que habían tenido los comer-ciantes de Cádiz y Sevilla, abrieron oncepuertos españoles al comercio con América,habilitaron el comercio entre distintos puer-tos americanos, se rebajaron los derechos deimportación de artículos como los textiles dealgodón y de lana provenientes de España yla sustitución del sistema de flotas por el denavíos sueltos (Uribe J.J., 1991, p. 68).

Más de cerca, el itinerario de las reformascomerciales de Carlos III fue el siguiente: en1764 es creada una junta para el estudio del

2 El sistema de registros sueltos había funcionado con anterioridad. Imperó antes de la segundamitad del siglo XVI y consistía en navegar en solitario o en pequeños convoyes espontáneos sinfecha de zarpar.

3 “Impuesto basado no en el valor de las mercancías, sino en el espacio que ocupaban en el navío,medido en palmos cúbicos”.

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comercio libre compuesta por Campomanes,Ortiz de Landázuri y Francisco Carrasco, quele da vida al Decreto y Real Instrucción del16 de octubre de 1765, con la que desapare-ce el monopolio gaditano4 y se habilita untotal de nueve puertos en España para el trá-fico con América: Sevilla, Alicante, Gijón,Barcelona, Santander, La Coruña, Málaga yCartagena, además de Cádiz, sin olvidar laintroducción del principio de tributación dead valorem5 por el de palmeo. En octubre de1778 es librado el Reglamento y Arancelespara el comercio libre de España y las In-dias, que consolida las medidas del regla-mento de 1765: “habilitación de variospuertos del litoral español y americano paracomercio directo; consolidación del navío deregistro suelto... sustitución de los derechosde palmeo y toneladas por... tributación advalorem” (Martínez Vara, s.f. p. 206).

El Decreto de 1778 autoriza cuatro puertosibéricos más al comercio con América: Pal-ma de Mallorca, Los Alfaques, Almería ySanta Cruz de Tenerife. En el lado america-no viene el permiso de tráfico internacionala trece puertos menores: Puerto Rico, SantoDomingo, Monte Christi, Santiago de Cuba,Trinidad, Margarita, Campeche, Santo To-más de Castilla, Omoa, Riohacha Portobelo,Chagres y Santa Marta.

En el plano político-administrativo, losreformadores le pusieron considerable aten-ción al control y a la vigilancia, no solamen-te de los asuntos coloniales, sino de losfuncionarios públicos. Para algunos, el obje-tivo primordial estuvo relacionado con el es-fuerzo de recentralización del poder, aunquecon mayor exactitud podría considerarse quese trataba del ajuste y la lubricación del ré-gimen centralista vigente desde el mismomomento de la conquista, el cual había fun-cionado debido al “severo sistema de ins-pección y control... para que ni siquiera losdignatarios más elevados de la corona... ol-

vidaran la temible revista judicial: la residen-cia” (Véliz, 1984, p. 78).

Dicha lubricación o puesta a punto del con-trol político estaba atada al imperioso reque-rimiento de mejorar o perfeccionar losmecanismos de extracción de renta que posi-bilitara la recuperación y el crecimiento eco-nómico de España. En otras palabras, el planestaba basado en mejorar el control ejercidopor el poder central, tornarlo eficiente y pro-ductivo. En tal sentido, jugaría un destacadopapel la organización de un servicio postal realrápido que “puso fin a aquella primitiva li-bertad de acción que conferían la distancia ylas malas comunicaciones” (Véliz, 1984, pp. 82-83). También contó el nombramiento de jó-venes funcionarios peninsulares en lugar denativos americanos, en vista de que éstos ve-nían ejerciendo sus cargos de forma interesa-da y parcial atados a particulares intereses decasta o familia, olvidando los afanes y metasde la monarquía. Esto lo deja traslucir el ar-gumento esbozado por el leal consejero delrey Carlos III, José de Gálvez, a la hora dedefender la política de recentralización:

“Últimamente en todas las audiencias sehan nombrado muchos nativos de la pro-vincia o ciudad en que radican estas cor-tes... muchas presidencias, gobernaciones ycapitanías generales... están ocupadas porlos criollos. Y lo juzgaba insatisfactorio enrazón de que los criollos estaban demasiadoestrechamente ligados por lazos de familia yfacción en el Nuevo Mundo para ejercer ungobierno desinteresado e imparcial” (Véliz,1984, p. 84).

Junto con las medidas anteriores vino laadopción de la figura del intendente, here-dada de la tradición burocrática francesa,por cuenta del rey borbónico Felipe V a prin-cipios del siglo XVIII, pero sólo fue despuésde la mitad de la centuria que decidieronextenderla a Hispanoamérica. En 1764 nom-

4 De Cádiz.5 Sobre el valor del producto.

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braron el primer Intendente para Cuba yhacia la década del ochenta prácticamenteabarcaba la totalidad del imperio. El inten-dente fue la figura que reforzó la presenciareal y central en los dominios, era algo asícomo el hombre de confianza de alto gobier-no en los vericuetos de la administraciónpública de ultramar; era los ojos y oídos delos consejeros del rey y el rey mismo, sindesconocer que fueron una piedra en el za-pato de la burocracia criolla.

En procura del mejoramiento de la centrali-zación política o rescentralización del Esta-do absolutista, no puede dejarse pasar poralto lo concerniente a la reforma que en ma-teria de relaciones Iglesia y Estado desatóotro reconocido y poderoso consejero real:Pedro Rodríguez, conde de Campomanes,fiscal del Consejo de Castilla, pues él estuvovinculado con la expulsión o extrañamientode la Compañía de Jesús de los dominios dela corona española.

Todo hace pensar que la razón primordialde la drástica medida partió del contrapesopolítico que los jesuitas venían adelantándo-le al Estado. La Compañía constituía una es-pecie de segundo poder o poder alterno queobstaculizaba el pleno ejercicio del poder le-gítimo al Estado. La Iglesia, en general, de-bía dedicarse a su específica órbita espiritual,para nada debían asomar sus narices en losasuntos civiles. Resulta claro que la monar-quía quería la auténtica separación de pode-res entre la Iglesia y el Estado, en un claroejemplo de reformismo liberal. Como plan-tea Véliz: “el poder temporal es y debe sertotalmente soberano: el ejercicio de la sobe-ranía está encomendado por Dios al monar-ca... sin que el clero nacional o el papa tengaderecho alguno a intervenir en su dictación”(Véliz, 1984, p. 89).

3. LOS EFECTOS ECONÓMICOS DELAS REFORMAS BORBÓNICAS

¿Tuvieron o no éxito las reformas borbó-nicas? Para Claudio Véliz, no cabe el menor

asomo de duda. La economía española ex-perimentó un florecimiento como no se ha-bía visto en muchísimo tiempo. De acuerdocon un informe público emitido por los di-rectores del Banco de San Carlos, el progre-so de la manufactura, la agricultura y elcomercio era evidente e incuestionable. Ade-más, “cien años antes, aproximadamente laoctava parte de las mercancías embarcadasde España a América eran de origen espa-ñol; en 1784 los productos españoles consti-tuían casi la mitad del valor total fletado deEspaña a Indias” (Véliz, 1984, p. 121).

La expansión de la actividad productiva ymercantil en España estuvo acompañada dela revitalización de la vida económica de lascolonias. Un despacho enviado al ForeingOffice por el cónsul británico en Lima dabatestimonio de los avances de la explotaciónminera, la manufactura y el incremento dela fortuna de algunos empresarios. En Chi-le, la extracción de oro, plata y cobre au-mentó alcanzando niveles nunca antesregistrados y México producía el 66% de laplata del mundo.

Por cuenta del tráfico marítimo mercantilhubo dinamismo, “pasando de 1272 navíosde 1710 a 1747 a 2365 de 1748 a 1778, lo cualrepresentó un incremento del 188%” (Lynch,1987, p. 21). “El valor anual promedio de lasexportaciones españolas a Hispanoamérica de1782 a 1796, fue un 400% más alto que en1778” (Lynch, 1987, p. 22).

Sin embargo, el mismo historiador Lynch noshace caer en la cuenta de que no todo lo quebrilla es oro. La composición de las exporta-ciones ibéricas mantuvo su secular fisonomía.La división internacional del trabajoimperante entre la metrópoli y las coloniasamericanas mantuvo su inercia. España con-tinuó suministrando ciertos productos agrí-colas: aceite de oliva, harina y frutos secos,acompañados de algunos productos manu-facturados provenientes de Cataluña. Lascolonias persistían en alimentar un aprecia-do tráfico de metales preciosos, víveres ymaterias primas. Por tanto, las medidas eco-

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nómicas borbónicas de todo el siglo XVIIIhabían dejado intacto el aparato productivometropolitano, tanto que “las exportacionesespañolas competían con los productos ame-ricanos en lugar de complementarlos”(Lynch, 1987, p.22).O como lo plantea otroautor: “la naturaleza de los intercambios si-guió gravitando sobre las mismas líneas deoferta…” (Martínez Vara, s.f. p. 206).

Al competir las exportaciones manufacture-ras españolas con algunas homólogas ameri-canas se perjudicó la producción criolla devarias regiones del continente. “El influjo deproductos manufacturados perjudicaba a lasindustrias locales, incapaces de competir conimportaciones de menor precio y de mejorcalidad” (Lynch, 1987, p. 24). Eso fue, por lomenos, lo que pasó en Guayaquil con la pro-ducción de textiles, que se redujo de 440 far-dos en 1768 a 157 en 1778.

Además, el nefasto efecto de la política“librecambista” no para allí. Existe la hipó-tesis que indica que la reforma comercialadelantada por los reyes Felipe V y CarlosIII catapultó el capital comercial y lastimóel posicionamiento del capital industrial,porque facilitó la entrada de manufacturasprovenientes de las naciones industriali-zadas que posteriormente eran reexporta-das con la etiqueta: hecho en España.(Martínez Vara, s.f.)

Pero como no todas las regiones de Españase perfilaban en el campo manufacturero,habrá que pensar que algunas regiones devocación agrícola y de mercado pudieranrecibir estímulo por cuenta del intercambiointercontinental o que ciudades portuariasvinculadas a dicho intercambio gozaron desu cuarto de hora.

De esta manera, el debate acerca de las se-cuelas permanece abierto. Es obvio que elpanorama historiográfico está polarizado.Por un lado, la vertiente que crítica la aso-ciación entre reformismo borbónico, librecomercio y prosperidad para el imperio sos-tenida por Martínez Vara y Delgado Rivas

en España, aunque tampoco desconoce lapresencia de cierto ritmo y grado de creci-miento económico a partir de la segundamitad del siglo XVIII. Al otro lado del es-pectro académico es observable la línea quepiensa que las reformas de Carlos IIIcatapultaron la economía colonial generan-do la expansión de la segunda mitad del ci-tado siglo, pues rompe la depresión definales del siglo XVII; tesis sostenida porlos esposos Chaunu al anotar que la crisisdel siglo XVII sobreviene como desenlacede la caída de remesas de oro y plata y lacontracción del mercado americano(Martínez Vara, s.f.).

Por otra parte, también debe estimarse laefectividad de la liberalización parcial delcomercio colonial a la luz de los efectos eco-nómicos de las guerras que libró España conFrancia e Inglaterra a fines del siglo XVIII.Para pocos es un secreto que apenas despun-taba el siglo XIX, el connotado empresariocriollo José Ignacio de Pombo, pertenecien-te a la élite cartagenera y destacadísimomiembro del Consulado de la misma ciudad,en un concienzudo informe presentado alVirrey don Pedro Mendinueta y Múzquiz(1797-1803) en junio de 1800 acerca de lascausas del contrabando y los prejuicios quevenía imprimiéndole a la economía y a loscomerciantes, manifestó con absoluta preci-sión y claridad que la guerra con el podero-so Imperio Británico había determinado lacasi cesación del comercio ultramarino ge-nerando escasez y carestía.

Salta a la vista que el paquete de reformasborbónicas de Felipe V y Carlos III chocaperiódicamente con la cruda realidad de unconcierto europeo bastante volátil que impi-de la continuidad de la política comercial ygolpea la consecución de sus particularesmetas de integración económica, pero poten-cia la presencia del capital británico medianteel incremento del contrabando provenientede la inmensa bodega de Jamaica. Desde estaisla caribeña la economía británica invade demercancías a los dominios españoles, las cua-les se consiguen en Cartagena, por ejemplo,

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un 20% más baratas de las que traen legal-mente los comerciantes del consulado(Pombo, s.f.)

José Ignacio de Pombo llama la atención so-bre el hecho de que el contrabando posibili-ta que en la capital del virreinato, con todoy los costos adicionales de transporte y se-guro, se puedan conseguir las mercancías almismo precio de venta que en Cartagena.Una pieza de platilla que cuesta $20 en elpuerto marítimo de Cartagena, en Santa Fevale igual o a lo sumo $22 y que la vara depaño fino sea inclusive un poco más barataen Santa Fe que en Cartagena, todo porquelas autoridades se resisten a conceder nue-vamente el permiso de surtirse de las colo-nias amigas o neutrales como en la pasadaguerra de 1779.

Así, no puede pasar inadvertido que el ba-lance definitivo de las bondades y desatinosde las reformas comerciales pasa por el ce-dazo de una doble temporalidad que semueve incómodamente en el largo plazo: deun lado, la reforma estructural del sistemacomercial imperial y de otro, la política in-ternacional española en el concierto imperialeuropeo.

4. OTROS EFECTOS DE LAS REFOR-MAS BORBÓNICAS

La ola de acontecimientos precipitada por eldespotismo ilustrado español en el agitadosiglo XVIII movió los cimientos del imperio.La rescentralización política y administrati-va pretendía atar las autoridades colonialesamericanas a la monarquía o al Estado abso-luto. Debía reducirse al máximo la distanciapolítica entre la Corona y los funcionariospúblicos coloniales a fin de deteriorar la prác-tica de cederles una exagerada dosis de au-tonomía a los criollos.

El sanedrín ilustrado conformado por Car-los III creía que la casa dinástica anteriorhabía sido bastante laxa a la hora de locali-zar a los criollos en el organigrama político

colonial, dándoles cargos de alto perfil conapreciable cuota de autoridad que se acen-tuaba con la distancia, la lentitud de las co-municaciones y la desidia del poder central.

El desasosiego venía por cuenta de la coexis-tencia de dos poderes, uno asentado en Ma-drid y otro en la capital de cada virreinato.“El objeto de la nueva política era el dedesamericanizar el gobierno de América”(Lynch, 1987, p. 33). Salta a la vista que losaltos dignatarios del Estado estaban moles-tos por el paralelismo político, responsabledel corto circuito en la red de autoridad, tansevero que empezaron a catalogarlo comoun asalto de derecho al poder monárquico.

Por tanto, si el objetivo de las reformas eco-nómicas borbónicas fue contemplar la posi-bilidad de lubricar el aparato productivo ydinamizar el comercio internacional con lascolonias o de dirigir la renta económica co-lonial hacia la península “obligando a laseconomías a trabajar directamente para Es-paña, desviando hacia la metrópoli los in-gresos y los excedentes de producción quedurante largo tiempo habían sido retenidospor las colonias” (Lynch, 1987, p. 17), habíaque depurar la administración pública cuan-to antes.

Efectivamente, la respuesta fue inmediata:más españoles y menos criollos en las altasmagistraturas. A modo de ilustración: entre1687 y 1750 el 44% de los nombramientos enlas audiencias caían sobre los hombros delos criollos; en el período comprendido en-tre 1751 y 1808, sólo el 23% de las asignacio-nes fueron destinadas a los mismos.

Los planteamientos anteriores van de lamano con la hipótesis sostenida por los es-posos Stein y Jhon Lynch acerca de la fuer-te presencia de un incipiente sentimiento denacionalismo que termina acentuándose conla fiebre reformista. Los cambios fueron asu-midos por los criollos como un reto a sufunción y destino sociopolítico o un golpemortal al statuo quo montado por la tradi-ción política de los Austrias que los forza-

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ba a tomar uno de estos caminos: aceptarlas nuevas condiciones de vida política ocuestionar y rebelarse con la intención derecuperar los viejos espacios y construir laslocaciones de una ignota estructura políti-ca: el Estado Nación.

Lynch cree que el dilema termina diluyén-dose cuando los criollos optan por el caminode la rebelión, demandando no solamenteel retorno de su apreciable cuota de poder,sino el “deseo de acceder a un grado mayorde autonomía local” (Lynch, 1987, p. 19).Asunto revelado en el movimiento comune-ro acaecido en los virreinatos de Perú y Nue-va Granada al despuntar los años ochentadel siglo XVIII y aún en el denominado mo-vimiento juntista precipitado en Américacomo consecuencia de la invasión napoleó-nica de España.

Sin olvidar, eso sí, que hay quienes vieronen el seno del movimiento comunero de laNueva Granada la expresión temprana de unsentimiento anticolonial que fue sofocado apunta de felonía, bala y bayoneta; es decir,con las capitulaciones firmadas en Zipaquiráy la acción punitiva del ejército realista des-atada con crudeza sobre las huestes del mes-tizo José Antonio Galán, enemigo a muertede los ajustes fiscales ordenados por la co-rona y la desigual distribución de la tierra(Aguilera, 1985).

Este desbarajuste de los “derechos” políti-cos consuetudinarios criollos y su rolprotagónico en la vida pública virreinal severía atizado con la huella dejada por el im-pacto de la “liberalización” del comerciocolonial en el gremio mercantil. Los comer-ciantes neogranadinos, y americanos engeneral, estimaban que las medidas consti-tuyeron paños de agua tibia frente a las exi-gencias de mayor liberalización. El malestardesencadenado a causa de la escasez y laconsiguiente carestía de productos extranje-ros suministrados por los comerciantes es-pañoles y la contrariedad experimentada porel sector terrateniente exportador, ansiosode obtener la libertad de negociar directa-

mente con otros mercados, echaron leña alfuego del inconformismo social y político delos criollos.

En resumen, si la reorientación en la compo-sición social nacional de algunas institucio-nes públicas coloniales (audiencias) a favorde los españoles afectó a los criollos porqueles quitó, la parcial liberalización del comer-cio colonial los sobresaltó porque no les dio.En pocas palabras, fueron vapuleados porpartida doble.

Pero la versión explicada en los anteriorespárrafos dista de constituir una hipótesis deaceptación generalizada en la comunidadacadémica. Véliz se inclina a pensar que loscambios administrativos relacionados con ladepuración de criollos en los altos puestosde la burocracia virreinal jamás pretendie-ron darle cristiana sepultura al faccionalismoproveniente de la periferia colonial, en res-puesta al debilitamiento del poder centralreinante bajo los últimos Habsburgos. Estáconvencido de que a partir del siglo XVII ja-más se forjó algo someramente parecido aun selecto, influyente y todopoderoso gru-po que llegara “casi a parecer señores”(Véliz, 1984, p. 77).

El poder criollo imperante en la periferia esun mito para Véliz. El control permanecióen vigilia permanente, siempre al acecho decualquier anomalía o sueño faccionalista.Estima que la figura de control conocidacomo la Residencia solía ser un incentivo parael buen servicio al monarca, “a la vez quelimitaba cualquier intención autonomista defuncionarios civiles ambiciosos” (Véliz, 1984,p. 79).

Véliz cree que las reformas carlistas comer-ciales efectivamente desencadenaron el aflo-ramiento de cierto embarazo en el seno delgremio mercader de varias regiones ameri-canas. Empero, nunca fue proyectado haciala reivindicación de reformas cien por cien-to liberales solamente posibles en el marcode un orden burgués nacional. Por el con-trario, la recatada liberalización del comer-

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cio colonial precipitaría un estridente coro afavor de la conservación y la defensa delantiguo sistema de monopolio mercantil sur-tido con el sistema de transporte de Flotas yGaleones. Los comerciantes americanos cla-maron voz en cuello la supervivencia delmercantilismo.

Una prueba de la tremenda oposición des-encadenada entre los comerciantes criollospor los ajustes al comercio afloró en elvirreinato de la Nueva España, cuando elConsulado “presentó un vehemente memo-rial a la corona solicitando la restauracióndel monopolio de Cádiz” (Véliz, 1984, p. 128).En Chile, a una consulta elevada por el go-bernador, el brigadier general AmbrosioO’Higgins, a varios comerciantes, uno deellos, Francisco Javier de Errazuris, dijo:“todo el comercio opina y clama contra elnuevo sistema de libre comercio” (Véliz,1984, p. 128).

La lista de eventos en los que la animad-versión flota en el ambiente no se detieneaquí. El virrey conde de Revillagigedo, enun informe fechado en 1793, declara “quetodos los comerciantes de México, menosdos, eran fervientes partidarios del mono-polio y las restricciones, tanto con respectoa la importación... como a la exportación demetales preciosos” (Arcila Farías, citado porVéliz, 1984, p. 129). Y en Buenos Aires ladecisión del virrey Cisneros de liberar elcomercio y permitir la entrada de comer-ciantes británicos generó disgusto en el con-sulado bonaerense.

Todo en dirección de la fundamentación dela hipótesis según la cual América Latina ca-reció de una burguesía comercialprotonacional que sintiera lesionados susintereses económicos por las reformas car-listas dejándose tentar por el “humor revo-lucionario de la burguesía europea” (Véliz,1984, p. 119) y empecinada en romper loslazos de dependencia y dominación. Aquínace su crítica a la tesis de José CarlosMariátegui, Hernán Ramírez y RodolfoPuiggros, basada en la presencia de una bur-

guesía nacional revolucionaria amiga del li-brecambio.

De ahí la pertinencia de anotar a favor deesta última hipótesis que a la hora de aus-cultar la procedencia social y geográfica dela mayoría de los miembros del consuladode Cartagena de Indias a finales del silgoXVIII, se pudo apreciar que:

“De los 35 individuos inscritos en Cartagena parael comercio con la península en 1795, hemos podi-do determinar el lugar de nacimiento de 26 de ellos.Tres eran criollos... había un genovés... entre los 22peninsulares un total de trece eran oriundos de laprovincia de Cádiz... siendo la mayoría de ellos delpuerto de Cádiz” (Meisel Roca, 2004, p. 6).

Así, notamos que casi el 90% de los merca-deres no eran criollos y que a lo mejor hacíangala de una identidad política peninsular,aunque no podemos descartar la posibilidadde que hayan tenido una identidad políticalocal con la ciudad comercial de Cartagenaen un marco de respeto por la integridadterritorial y política del imperio, pero sinesconder su posición critica frente a ciertosaspectos de la política comercial e interna-cional de España.

En síntesis, las tendencias explicadas sugie-ren la falta absoluta de consenso en torno alas consecuencias desencadenadas en las co-lonias de América Latina por las reformaseconómicas y políticas carlistas, hasta talpunto que algunos asocian las reformas eco-nómicas con el comienzo del progreso y lamodernización del imperio, mientras otrosse inclinan a pensar que la etapa de progre-so económico imperial precedió al paquetede reformas borbónicas.

Por el lado de las reformas políticas hayquienes sostienen que la recentralizacióncontrajo la autonomía criolla y expandió elánimo secesionista; otros creen que larecentralización nunca insertó la manzanade la discordia porque nunca llegó a esta-blecerse en las colonias un poder periféricoautónomo.

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CONCLUSIÓN

La economía del virreinato de la NuevaGranada, durante las postrimerías del pe-ríodo de dominio colonial español, estuvomarcada por la preeminencia de la extrac-ción y exportación de oro. El oro fue el en-lace con el mercado peninsular y europeo.Chocó y Antioquia fueron las regiones mi-neras por excelencia, desempeñando unafunción de motor económico regional einterregional, toda vez que allí pudo ges-tarse un importante mercado para la pro-ducción agropecuaria y artesanal de otrasprovincias, desencadenando un proceso deespecialización económica interna o divisióneconómica regional, constituida por un cen-tro dinamizador y áreas periféricas subor-dinadas que cumplían la vital función deabastecimiento.

Igualmente, la división económica regionalpone de presente que el Chocó y Antioquiagozaron de un mayor grado de integraciónal mercado externo que otras y que si se com-para el posterior estado económico de cadauna de estas regiones es obvia la diferenciaentre ellas, tanto que hoy día la brecha si-gue creciendo si se mira el índice del ingre-so departamental bruto per cápita. Chocó eshoy por hoy el departamento con el menoríndice de ingreso departamental bruto, mien-tras que el departamento de Antioquia ocu-pa el segundo lugar después de la ciudad deBogotá (Bonet & Meisel, 2006). Sin descui-dar que las demás zonas pudieron integrar-se al mercado externo de forma indirecta,arañándole una cuota de renta a las favore-cidas por los caprichos insondables de lanaturaleza.

La importancia del oro revela un perfil co-mercial prácticamente monoexportador, por-que durante las dos últimas décadas del sigloXVIII representaría entre el 90% y el 100%de las exportaciones, cumpliendo con el másrancio perfil natural derivado de las venta-jas comparativas de nuestra geografía y tra-dición económica, cuestión que se desdibujaa partir de la segunda mitad del siglo XIX,

cuando adoptamos una fisonomía caracteri-zada por lo que José Antonio Ocampo deno-mina relativa diversificación de lasexportaciones, al aparecer en el escenariomundial el tabaco, la quina y el café.

En otro plano de los acontecimientos econó-micos, es pertinente anotar el efecto de lasreformas borbónicas. En este sentido lasopiniones están divididas. Hay quienes creenque trajeron dinamismo a la economía pe-ninsular y colonial. La manufactura, laagricultura, la minería y el comercio experi-mentaron una expansión. Otros van en el sen-tido contrario al afirmar que las reformasdejaron intacta la estructura económicaimperial al conservar la madre patria su sem-blante agrícola compitiendo con la produc-ción de las colonias.

A su vez, emerge otra consideración rela-cionada con los efectos inmediatos desenca-denados por la parcial liberalización deltráfico comercial ultramarino entre el gre-mio mercantil, no solamente del virreinatode la Nueva Granada, sino de todas las de-más dependencias coloniales de América.Algunos historiadores se inclinan a pensarque la clase burguesa mercantil criolla saltóde ira por la timidez de la reforma, ya queesperaban la completa liberalización del trá-fico. Otros caminan la senda opuesta al ar-gumentar que los comerciantes criollosinscritos o matriculados en los consuladospusieron el grito en el cielo demandando delrey la vuelta al sistema mercantil de licen-cias y flotas y galeones del pasado.

Para el caso particular de los comerciantesneogranadinos del consulado de Cartagenade Indias a finales del siglo XVIII, es dableverificar que la liberalización parcial del co-mercio internacional había venido sufrien-do constantes restricciones que aminorabano dejaban en el limbo las presuntas ventajasde su aplicación debido a las constantes gue-rras libradas por la madre patria con Fran-cia e Inglaterra. Precisamente, la guerra conésta última nación en la década del noventatraía de capa caída al gremio mercantil, per-

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mitiendo el robustecimiento de la cartera delos contrabandistas.

Finalmente, la información disponible impi-de constatar si hubo o no entre el gremio delos comerciantes exportadores e importado-res residentes en Cartagena una identidadpolítica nacional que los haya conducido aesbozar sus inquietudes dentro de un presun-to marco de agitación política emancipadorao de mentalidad protonacional, como sostie-nen algunos historiadores. Ni tampoco quehaya existido una voluntad de recuperar laesencia comercial del régimen monopolista ymercantilista que imperaba antes de las re-formas de Felipe V y Carlos III.

Lo cierto es que José Ignacio de Pombo, enrepresentación del consulado de Cartagena,revela la aspiración a que se haga efectiva lareforma borbónica, permitiéndose surtirsede las colonias amigas o neutrales como ha-bía ocurrido con ocasión de la pasada gue-rra de 1779.

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